Siempre Fuiste Tú
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SIEMPRE FUISTE TU El viento impactaba contra mi cuerpo haciendo que la tela de mi vestido bailara mientras cabalgaba en contra del viento. Cuando llegué al pueblo fui directa a la panadería, até a Raven en la puerta mientras entré y salí en un abrir y cerrar de ojos. Recorrí las calles del pueblo como hacía cada mañana antes de regresar a casa, el camino a casa fue como de costumbre, excepto porque vi a un chico deambulando alrededor de mi cabaña y mirando por la ventana, mi intención era llegar junto a él y plantarle cara, pero mi plan se derrumbó cuando Raven relinchó e hizo que aquel chico huyera en un caballo blanco. Metí a Raven al establo y fui directa al interior de la cabaña, el cielo se había empezado a nublar y eso significaba que era el día perfecto para quedarme en casa y pasar tiempo conmigo misma. Lo primero que hice fue ponerme cómoda para estar por casa, encendí la chimenea, cogí Orgullo y prejuicio, mi libro favorito, me tumbé en el sofá a leer, cuando Romeo se puso bajo el sofá a menear la cola, y me di cuenta que todavía no lo había sacado afuera. Me puse la capa por si empezaba a llover y las botas, no me apetecía mucho alejarme de la cabaña así que decidí sentarme en las escaleras de ella y soltar a Romeo, él no se solía separar mucho de mí así que no era un problema el que no fuera junto a él. Cuando Romeo volvió nos metimos los dos y volví a retomar mi plan de desconexión, justo cuando me puse a leer empezó a llover, y eso daba todavía más ambiente para poder desconectar más. Romeo estaba tumbado junto a la chimenea mientras yo me adentraba cada vez más en la historia, estaba tan adentrada en ella que perdí la noción del tiempo, hasta que el sonido de un trueno interrumpió la historia que había formado en mi cabeza mientras leía, así que aproveche para mirar el reloj, cuando me di cuenta era la una del mediodía y no había hecho nada más que leer desde que volví del pueblo. Mi estómago ya estaba empezando a rugir y yo no sabía todavía que iba a comer, mientras pensaba lo que iba a comer me preparé un café, al final opté por una sopa, era lo que más apetecía en un día como ese. Cuando estaba preparándola Romeo empezó a jugar a mis pies y a ladrar, y eso solo significaba una cosa, que tenía hambre, así que mientras la sopa se terminaba de hacer fui a darles de comer a Romeo y Raven. Puse la sopa en un cuenco acompañada de un vaso de agua, siempre comía junto a la ventana contemplando el bosque y los animalillos que pudieran pasar por allí, y ese día no iba a ser menos, además hoy la lluvia acompañaba al paisaje. Mientras hacía el té llamaron a la puerta, normalmente no tenía muchas visitas así que me pareció extraño, pero la abrí. Detrás de ella se encontraba un chico atractivo, rubio de ojos azules, empapado debido a la lluvia. - ¿Sería tan amable de dejarme pasar, señorita? – preguntó respetuoso. - Por supuesto, pase – dije si dudar, yo sabía lo que era estar sola en medio de la nada sin tener un refugio donde dormir. - Muchas gracias, de verdad – dijo. Le dije que se colocara junto a la chimenea mientras yo iba a por algo de ropa para que se pusiera, cuando llegué a esta casa había algo de ropa de hombre en uno de los armarios. En cuanto bajé con la ropa y una toalla me di cuenta de que Romeo ya había hecho un nuevo amigo, y parecía agradarle bastante, le di la ropa y le ofrecí algo de sopa, la aceptó, y mientras él se secaba y cambiaba en el baño yo le calenté la sopa. Mientras él comía la sopa y yo el té me dijo que no le había dado tiempo a llegar a su casa cuando empezó a llover. Él volvió junto a la chimenea con Romeo mientras yo recogía la cocina, me asomé por la ventana porque escuché un ruido que provenía de ahí, y me di cuenta que era un caballo blanco, idéntico al del chico que había estado esta mañana en mi casa. En cuanto acabé me dirigí hacía él y sin rodeos, le pregunté qué hacía esta mañana en mi casa; le pillé por sorpresa y no sabía que contestar, pero al cabo de unos minutos de silencio se decidió a hablarme. - He escuchado decir a uno de mis mayordomos que había una chica viviendo sola en el bosque y que no parecía muy mayor para vivir sola – dijo bastante sincero. - ¿Tus mayordomos? – repliqué bastante sorprendida. - Sí, mis mayordomos – contestó mientras sonreía. - ¿Y quién eres tú, si se puede saber, para que tengas mayordomos? – dije. - Pues sinceramente, soy el Príncipe Frey – dijo convencido. - El, el,… ¿príncipe? - Sí, pero tranquila, no soy como los demás – dijo sonriendo. - Y, ¿por qué vives sola en el bosque?, pareces demasiado joven – continuó. - Bueno, es una larga historia, pero te la resumiré, mi padre murió cuando mi hermano era pequeño, y a mi madre y mi hermano los secuestraron, y decidí alejarme del pueblo en el que vivía para intentar desconectar de ese ambiente que me arrebató a mi familia – dije con lágrimas en los ojos. - Lo siento, no tenía que haberte preguntado eso – dijo cuando vio mi cara. - Tranquilo, no pasa nada – dije sonriendo. - Bueno, y ¿cuántos años tienes? – preguntó cambiando de tema. - ¿Quieres que te diga mi edad real o la que digo a la gente? – pregunté riéndome. - La verdad, me gustaría saber la real – contestó acompañando mi risa. - Bien, tengo quince años – contesté. - Demasiado joven para vivir sola en el bosque, ¿no crees? – dijo sonriendo. - Puede ser, pero también soy lo suficiente madura e independiente para ello – dije a la defensiva. - Bien, creo que es hora de que vuelva al castillo – dijo levantándose, mañana vendré a desayunar aquí, si no es molestia claro. - No, no es molestia. Aquí te estaremos esperando – dije señalando a Romeo. A la mañana siguiente me levanté y fui directa a hacerme un té, mientras el agua hervía abrí las ventanas y saqué a Romeo a la puerta, cuando a lo lejos vi a Frey. Frey y yo desayunamos junto a la chimenea que él había encendido mientras yo acababa el desayuno; desayunamos croissants y té. Estuvimos hablando durante un largo tiempo, antes de que Frey saliera por la puerta para irse de vuelta al castillo, me dijo que si quería ir esa tarde a ver su castillo y haría de guía para mí, y yo por supuesto, acepté. Dos horas antes empecé a prepararme, al final opté por ponerme un vestido largo rojo con flores blancas y un lazo rojo en el pelo a conjunto con el vestido. En el pelo solo me hice unas ondas que eran producto de las trenzas de la noche anterior, y me recogí la mitad del pelo con el lazo rojo. Me hidraté los labios para que mis labios rosas brillaran, y me arreglé las pestañas para que mis ojos verdes resaltaran, y el toque final era agua de rosas. En cuanto estuve lista me tomé un vaso de agua con limón, y fui a preparar a Raven para dirigirme al castillo. Saqué a Romeo antes de ir al castillo, en cuanto acabé con Romeo saqué a Raven del establo y cabalgué hacía el castillo. Lo podía ver a lo lejos, parecía sacado de un cuento, estaba rodeado de un gran bosque y hermosos jardines y un lago con cisnes blancos. Cuando llegué, los guardias me abrieron la puerta, parecía de cuento. Entré al patio principal montada en Raven, y vi a Frey en una ventana. Frey bajó a la puerta y se dirigía hacia mí cuando un guardia me gritó, y a los dos segundos estaba desplomada en el suelo, con la respiración cortada. Frey llegó junto a mí, me cogió entre sus brazos y empezó a gritar, miré hacia abajo y vi sangre salir de mi vientre. Lo último que escuché fueron las palabras que Frey me susurró al oído: Quiero que sepas que te quiero y siempre te querré, y haré justicia por ti. Con mi último aliento le dije: yo también te quiero, nunca lo olvides. Y cuida de mis pequeños por favor. Acabé de decir esa frase y mis fuerzas se agotaron, lo último que sentí fue un beso de Frey, y en ese momento mis ojos se cerraron y nunca más se volvieron a abrir. Morí en los brazos del que desde un primer momento, sabía que era el amor de mi vida, solo la felicidad con la que Romeo jugaba con él me lo hizo sentir. GILDA .