Almería: Hecha a Mano. Una Historia Ecológica © De La Edición: Cajamar Caja Rural, Sociedad Cooperativa De Crédito
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Almería: hecha a mano una historia ecológica Juan García Latorre Jesús García Latorre Almería: hecha a mano. Una historia ecológica © de la edición: Cajamar Caja Rural, Sociedad Cooperativa de Crédito. © del texto y fotografías: Autores Autores: Juan García Latorre Jesús García Latorre Edita: Cajamar Caja Rural, Sociedad Cooperativa de Crédito Producido por: Fundación Cajamar – www.fundacioncajamar.es Diseño y maquetación: Reimagina Publicidad Imprime: Escobar Impresores, S.L. El Ejido (Almería) ISBN-13: 978-84-95531-36-0 Depósito legal: AL-XXX-2007 Fecha de publicación: Febrero 2007 Todos los derechos reservados. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta publicación, así como la edición de su contenido por medio de cualquier proceso reprográfico o fónico, electrónico o mecánico, especialmente imprenta, fotocopia, microfilm, offset o mimeógrafo, sin la previa autorización escrita del editor. A Carmen Latorre Pérez PRÓLOGO La Fundación Cajamar se complace en publicar este libro que nos descubre la cultura, la historia y la geografía almeriense, del que son autores los hermanos Juan y Jesús García Latorre, doctor en Historia Moderna e ingeniero de Montes, respectivamente. Como primer lec- tor de su brillante estudio, me corresponde dejar constancia de la gratitud que merece su esfuerzo, inteligencia y dedicación. La obra que nos presentan, en nueve capítulos, como si de un Fabio Cunctator se tratara, entra en los temas, se acerca a ellos, los acosa, los respeta, se retira, deja hacer a la naturaleza, deja hablar a los documentos consultados y consigue que todo se manifieste ante los ojos del lector. Unas veces, expone morosamente, recreándose, para que el lector asuma el relato, lo haga suyo y participe con su mismo amor a la tierra. Otras entra rápido y fuerte, con estilo más sobrio y seco, a su personaje, que es Almería, o lo aboca a la tragedia, enfrentándonos a su desesperación. Nos pone en vilo ante el desastre, y consigue que nos sintamos con él, ansiando que tenga éxito y se salve. Así, cuando sale a flote se produce la distensión. Nuestra tierra, nuestros pueblos siguen con vida. A veces sólo con un hilo de vida, esperando a una generación que más adelante se entregue, para salvarlos. Pero no se intuye la paz y el sosiego, sino que aparece de súbito para pregonar su grandeza. Es el trabajo silencioso y la inercia del esfuerzo, que los hace gigantes del espíritu en cuerpos modestos de almerienses. 4 Los autores bajan a la geología, se entretienen en las situaciones edafológicas, y muestran cómo tiembla la tierra con los recurrentes terre- motos que se suceden en esta geografía volcánica. Penetran en las fuentes clásicas, y a través de la lectura de Amiano Marcelino encuentran que en Almería hubo un tsunami. Así, buscando fuentes ancestrales, su relato comprende desde el pasado geológico al presente período de aridez extrema; siguiendo de este modo, desde los primeros tiempos, la vida y milagros del hombre y su tierra. Las irregularidades del clima, en el contexto de lo que entendemos un clima normal mediterráneo, y la diversidad de niveles de las tierras, incluso con grandes alturas, sobre todo en el interior, les hacen decir que Almería es un continente en miniatura, que presenta una impre- sionante heterogeneidad ambiental. Desde el frío de la montaña mediterránea al calor abrasador e inmisericorde de las zonas desérticas y esteparias. Y entre un extremo y otro, una infinidad de microclimas locales. Nuestra cultura y nuestra conciencia vienen determinadas por las condiciones económicas, y éstas a su vez por el medio físico e histórico en el que se desenvuelven. Pero nuestro caso es peculiar, por lo que en respuesta a sus propias preguntas, por hechos y situaciones insóli- tas, los autores exponen todas las opiniones conocidas; profundizando en el alma de nuestra tierra y en el genio de sus habitantes, desde la edad del hielo hasta nuestros días. Nos presentan una sociedad en comunión con un medio que se caracteriza por: una tierra áspera y dura, reseca por un sol implacable, sin ríos que la refresquen, en la que existe un profundo respeto por el matorral y el rico sotobosque de romeros, espartos, coscojas, chaparros, enebros y sabinas moras incluso. Y nos llevan de la mano a vivir, más que a ver, la evolución de los ecosistemas; a comprender que muchas de las perturbaciones son de origen endógeno, y no provocadas por el hombre, y a mostrarnos la convivencia del medio ambiente con la presencia humana. ALMERÍA: HECHA A MANO Una historia ecológica Entran en la paleoecología y la prehistoria, en la influencia destructiva de los seres humanos y en la buena gestión, consciente o aleatoria del medio natural, en la evolución de los ecosistemas y en los condicionantes abióticos. Todo ello con gráficos, mapas explicativos y con- sideraciones personales, y fotos, muchas fotos. Y nos muestran la evolución de la cubierta vegetal en los últimos 10.000 años, a través de paleontólogos, humanistas e historiadores de la ciencia. De ahí y hasta la tala de árboles a “matarrasa” de finales del XIX y principios del XX, vemos cómo se producen infinidad de situaciones de plenitud y abandono, de entusiasmo y desesperación, en una alternancia que condiciona el vivir de sus habitantes. Vamos del monte alto al monte bajo, desde las zonas semihúmedas a las semiáridas, y en este cam- bio pasamos de los Millares –cuando en Egipto se construían las pirámides en el transcurso de la cuarta dinastía–, a la posterior aparición del Argar, coetánea con la cultura minoica. En cada página descubrimos algo nuevo. Nos explican como se formó el karst de yesos de Sorbas, y nos ayudan a encontrar los ancestros de nuestras plantas y animales más característicos. Así nos enteramos de que aves tan emblemáticas de la fauna mediterránea como las currucas y las perdices, ya estaban presentes en nuestra tierra antes de que ocurriera la crisis de salinidad del periodo messinense. 5 Esta publicación, a la vez científica y divulgativa, está repleta de explicaciones que nos ayudan a comprender la dinámica de la vegetación y la fauna, desde los primeros tiempos a la actualidad. Y nos muestra el análisis de los sedimentos que lo justifican en determinados luga- res. Como la Cueva de Ambrosio, que era, aclaran, además de refugio, ‘taller de reparaciones’, lugar de culto y santuario mágico relaciona- do con los espíritus de los animales. Y que a su vez, por los estudios palinológicos de dicha cueva y de otros realizados en Roquetas de Mar, contribuye a datar la llegada del humano moderno a nuestros pagos hace 16.000 años, coincidiendo con la última glaciación. Una histo- ria ecológica que relaciona la naturaleza y la cultura. Y así entramos en las manifestaciones más brillantes de los habitantes de estas tierras, cuando hace 4.500 años, en el periodo calcolítico, al finalizar el óptimo climático postglacial, florece a orillas del Andarax la cultura de los Millares. El primer milagro almeriense. Junto a un río que entonces quizá pareciera de verdad, con pequeños bosques de ripisilva, entre unas formaciones edafológicas no muy diferentes de las actuales. Una sociedad relativamente igualitaria, que pronto se extingue, pero que da paso años después, en las serratas del Almanzora, ya en la edad del Bronce, a otros poblamientos que hacen que Almería, durante siete siglos, sea el centro de la sociedad más avanzada del Medite- rráneo occidental: lo que se conoce como Cultura del Argar. Y que, en contraposición a la de los Millares, es una sociedad más rica y jerar- quizada, que sale de las orillas de los ríos y ramblas, aunque sin ubicarse muy lejos, y que basa su economía en los cereales y la ganadería. Concluyendo en un desastre ecológico o en una revolución social, pues esa sociedad argárica desaparece en apenas treinta años. De acuerdo con el orden cronológico de la vida y milagros de nuestra tierra tras el colapso de la cultura del Argar, hasta siete siglos después existe una sociedad con bajísima densidad de población que hubo de abocar a la recuperación del medio natural, pues cuando los huma- nos abandonamos un terreno la naturaleza lo recupera. Aunque otras veces no se debe a la acción de las personas, sino simplemente a que unas especies reducen su ámbito y otras ocupan el lugar de las que se retiran. Esta sociedad postargárica, más pequeña y simple, nuevamen- te más igualitaria y demográficamente menos densa, no estaba obligada a producir excedentes para una élite –entendiendo por excedente el cereal y la ganadería–, por lo que no necesitó desforestar ni cubrir grandes superficies de cultivo, lo que permitió recuperar el bosque y la maquia. Y situados en el siglo VIII a.C., la civilización esta vez llega por el mar, del oriente mediterráneo: griegos y fenicios se instalan en nuestras costas y se produce una nueva fase de intensificación económica, en la que se explota el hierro y se plantan olivos y viñas. Y con la civili- zación llega la escritura, o a mejor decir, las menciones sobre el territorio almeriense de la Ora Marítima. Los recién llegados aportaron muchas innovaciones tecnológicas, como el hierro, el torno del alfarero, los cultivos de la vid y el olivo, y el alfabeto. Y empiezan a sonarnos nombres como Baria o Abdera, que con sus adaptaciones fonéticas y gráficas han pervivido en el tiempo con los nombres respectivos de Vera y Adra, donde estos comerciantes plantaron sus reales y comenzaron a negociar con sus habitantes autóc- tonos, que según parece eran íberos mastienos; comunidades que habían creado sus ciudades y desarrollado sus propios sistemas de escritu- ra, inspirados en los fenicios y griegos asentados en estos y otros lugares de la península.