Los Libros De Produccion Latino-Americana
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JJrnpaganöa Autmratttsía LOS LIBROS DE PRODUCCION LATINO-AMERICANA íEnsayo aterra òri problema íic su expansión romerrial öentni ì>el (C tintinnite POR Antonio Alcover JEFE DEL ARCHIVO NACIONAL MIEMBRO DE LA "REAL ACADEMIA HISPANO-AM ERICA NA DE CIENCIAS Y AR- TES", DE CADIZ; DE LA "ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA", DE CARA- CAS ! DE LA "SOCIEDAD MEXICANA DE GEOGRAFIA Y ESTADISTICA", DE MEXI- CO: DE LA "REAL SOCIEDAD GEOGRAFICA", DE MADRID. HABANA M PRENTA "EL SIGLO XX" TENIENTE REVST 1912 flropaganòa Aatmrattiata LOS LIBROS DE PRODUCCION LATINO-AMERICANA lEttaago arma iipl problema à? su pxpansiótt nmtrrnal òrntro itti (Ínuíinrtttr POR Antonio Alcover JEFE DEL ARCHIVO NACIONAL MIEMBRO DE LA "REAL ACADEMIA HISPANO-AM ERICAN A DE CIENCIAS Y AR- TES", DE CADIZ! DE LA "ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA", DE CARA- CAS; DE LA "SOCIEDAD MEXICANA DE GEOGRAFIA Y ESTADISTICA", DE MEXI- CO; DE LA "REAL SOCIEDAD GEOGRAFICA", DE MADRID. HABANA IMPRENTA * EL SIGLO XX TENIENTE REY 27 A la prensa de la América Latina Si es la prensa la palanca más poderosa del pro- greso humano; si al concurso de la prensa se deben conquistas brillantes en el campo de las ideas y de la cultura universal; si la prensa, en fin, es la insti- tución más grandiosa de los tiempos modernos, y puede ella más en la conciencia de los pueblos que todos los ejércitos y todas las armadas, ¿á quién mejor dedicar este trabajo? Si ella lo acepta y lo apoya, el éxito no se ha- rá esperar. Si, por el contrario, se muestra indife- rente, el fracaso es seguro. ¿Aceptará la prensa de la América Latina, este homenaje de simpatía y de admiración? . El Autor. ¿Existe el intercambio comercial de libros en la América Latina? No existe. No es siquiera fácil hoy. Los publicistas de la América Latina apenas si, dentro del continente descubierto por Colón, se conocen los unos á los otros. Alguno que otro nombre con alguna que otra obra, suenan; el resto, queda completamente ignorado. A esto que dejamos esbozado se reduce la magnitud de la corriente intercontinental en materia de libros y entre autores hispano-americanos. Si algunas obras, frutos de plumas latino-americanas, nos llegan y cono- cernos, puede asegurarse de modo absoluto que no proceden ellas de ningún mercado colombino; son ediciones europeas, ó las recibimos por conducto de libreros del Viejo Contienente. Por otra parte, la producción latino-americana que más universalidad lia llegado á alcanzar por esta par- te del mundo, es la literaria propiamente dicha. Li- teratura amena, crítica literaria, cuentos, novelas, poesías, labores decadentistas de pura imaginación; he ahí la cosecha que invade, con casi exclusiva pre- ferencia, el mercado librero de Cuba. Las produccio- nes en los demás campos del saber humano, apenas si son conocidas. Cuando más, nos damos cuenta de su existencia por la lectura de bibliografías. Ignoramos si la aseveración que hacemos se confir- ma en todas y cada una de las naciones de la América Latina; pero es cosa fuera de toda discusión que su- cede en Cuba, y, por deducciones no faltas de funda- mento, bien podemos asegurar que es mal advertible á través del Continente, desde el Río Grande hasta el Cabo de Hornos en el hemisferio austral. Idos, lectores, por esas librerías—ó bodegones de libros—que existen en esta capital cubana. Con lo que primero os tropezaréis, es con la carencia absolu- ta de catálogos propios; y si en alguna casa llegarais á encontrarlo, pronto*advertiríais que aquello que se os da, no es tal catálogo: es una lista de libros, pési- mamente presentada, sin método, sin orden científi- co, sin sujeción alfabética y sin precios comerciales, pero sí estúpidos. Las demás librerías os darán los mismos catálogos y pliegos sueltos de las librerías y casas editoras de España, sin más variación que la de hacerse constar al pie de la carátula ó portada, el título y dirección de la librería habanera de que se trata, dándose el caso de que el mismo catálogo os lo darán en otra librería, con la modificación consiguien- te. Por lo demás, quienquiera que esté un tanto fami- liarizado con los catálogos de librerías españolas, pue- de inmediatamente decir, á cuál librería ó casa edito- ra de allende el mar, corresponde el catálogo que aquí se nos brinde. Lo que son las librerías en Cuba.—No tenemos casas editoras.—La imprenta cubana. En lo que á Cuba respecta, no tenemos—lamenta- ble es tener que decirlo—librerías ni catálogos. ¿Ca- sas editoras? Menos. Hay varias librerías, pero son más bien amontonamientos informes de libros, expen- didos por dependencias incultas, incapaces de satis- facer en todos los momentos las demandas del públi- co. Dependencia ignara, maniobrando entre el des- orden y la confusión, no es raro que deje á cualquie- ra sin un libro del que, con toda seguridad, hay exis- tencia. Nosotros liemos podido comprobar este aserto en innumerables ocasiones; espontáneas unas, prepa- radas otras. Hay muchas imprentas en la Habana, excelentemente montadas, con todos los últimos ade- lantos modernos, en las cuales se hacen libros de tan exquisita presentación artística que nada tienen que envidiar á las mejores ediciones que.nos vienen de Inglaterra, de Alemania, de Francia ó de los Estados Unidos. Tenemos, pues, imprentas de insuperables condiciones; pero no tenemos editores. En tiempos pasados, en aquellos de la dominación española que por odiosidad más que con acierto, hemos dado en lia- mar ominosos, existieron casas editoras: "La Propa- ganda Literaria", Fernández Casona, Miguel de Vi- lla, etc.; hoy, en pleno período de libertad é indepen- dencia, en los albores del siglo de la materia radiante, no tenemos editores. Rectifiquemos; sí tenemos editores; tan contados, que no pasan del par; que no editan más libros que aquellos que paga el Estado ó que puede imponer el Estado, ó, en último término, que ha confeccionado algún empingorotado personaje de la situación impe- rante, capaz de influir en cualquier negociación del Estado con el impresor. No importa que estos libros, tanto oficiales como oficiosos, sean de "pacotilla", he- chos, muchos de ellos, á base de sueldos asignados por el editor en beneficio de funcionarios afortunados y un tanto cohechadores por derivación lógica, los cua- les funcionarios se someten de buen grado y por la soldada á la inspección y hasta maltrato de palabras, del energúmeno editor. La cuestión es hacer un libro que sé venderá forzosamente por millaradas. El in- feliz autor que 110 se apreste á pagar de su bolsillo á la imprenta, la edición de su obrita, ya sabe que se le queda inédita. Puede que exista algún que otro osado que haya tenido ó tenga la suerte de embaucar con promesas á algún impresor más infeliz, si cabe, que él ó ellos, los embaucadores; pero ¡qué ediciones! Desdicen de nuestro estado floreciente de adelanto en materia tipográfica. La producción librera cubana. La bibliografía cubana, por consiguiente, registra escasa producción; y no es sólo por la falta de edito- res, sino por algo más grave todavía: por la carencia de mercado. Se lee poco; se compra menos, y el ochen- ta por ciento de los que compran y leen, prefieren la novelita barata; rindiendo culto á ese gusto, la mi- tad de aquella proporción, á base de obsequio ó de préstamo del libro. Las obras de fondo son de es- casa y difícil venta. Es claro que eu esta aseveración no están comprendidas las obras científicas para fines consultivos en gabinetes profesionales, ó didácticos en Universidad é Institutos. Y si no tenemos librerías debidamente montadas, ni mucho menos libreros, técnicamente hablando, ni edi- tores, ni producción, ni mercado seguro en casa, y muchísimo menos fuera de nuestro litoral, no debe causar la menor extrañeza la inexistencia del catálo- go de "librería cubana". Esto es lógica consecuencia de todo aquello. j Cómo lograr que la producción cubana de libros, ya escasa de por sí, traspase nuestras playas y pueda sentar sus reales en mercados de Hispano-América ? A nuestro juicio, constituye una utopía pensar, por ahora, en semejante ideal. En primer lugar, por la razón expuesta, de que no tenemos producción, y la que conocemos no es suficiente, intrínsecamente, á despertar mayor interés. En ningún centro de cul- tura de la América Latina, se encuentra, por curiosi- dad, un libro cubano. Recorred, lector amable, las li- brerías de todas las grandes urbes del Continente; idos á México, á Buenos Aires, á Río de Janeiro, á Montevideo, á Santiago de Chile, á Lima, á La Paz, á Quito, á I3ogotá, á Caracas, á Guatemala... Dirigios á sus librerías. Pedid en ellas libros cubanos, y pre- paraos sin asombro á oir de labios de los respectivos libreros—que no sabemos si serán tan ignorantes como los nuestros,—que desconocen á Saco, á Guiteras, á Bachiller y Morales, á Poey, á Varona, á Villaver- de, á Meza... Cuando más, os dirán, que tienen á Ile- redia, á Plácido... y eso, porque los Maucci, de Bar- celona, y los Garnier, de París, en sus grandes reme- sas á la América Latina, han facturado alguna do- cena de sus ediciones especiales de esos poetas. ¡ Euro- pa abasteciendo siempre el mercado de América, aun con libros de producción genuinamente americana! ¿Y ese estado de cosas que vemos en Cuba, se repi- te en todas y cada una de las naciones del Continente 1 En parte, sí; y en cuanto al intercambio, desde luego puede afirmarse que no existe de unos países para otros. La producción librera en el Continente. Sin embargo, fuerza es confesar que la producción librera es más abundosa y excelente en Tierra-Firme.