Anexo I.4. La Observación Del Territorio: El Caso Del Valle Del Guadiato
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Anexo I.4. La observación del territorio: el caso del Valle del Guadiato Esta comarca ocupa la franja noroeste de la provincia de Córdoba y colinda con la comarca del Valle de los Pedroches. La conforman once términos municipales, tres de ellos con una extensión inferior a los 100 km2 (en orden creciente, Villaharta, Peñarroya-Pueblonuevo y La Granjuela), cinco con una superficie municipal entre los 100 y 400 km2 (Los Blázquez, Valsequillo, Belmez, Obejo y Villanueva del Rey) y el resto con una extensión superior a los 400 km2 (Espiel, Villaviciosa de Córdoba y, el de mayor extensión, Fuenteovejuna). Ilustración 11.5: Localización y municipios integrantes de la comarca del Alto Guadiato FUENTE: Elaboración propia. La población estimada en 2001 era de 33.152 habitantes. Esta población está repartida en torno a dos áreas fundamentales de influencia: el central, formado alrededor de Peñarroya-Pueblonuevo, Fuenteovejuna y Belmez (términos en los que en esa fecha se concentraba casi el 66% de la población comarcal) y un área secundaria, mucho menor en términos poblacionales y cuyos núcleos están más distanciados entre sí, constituido por Espiel, Villaviciosa de Córdoba y Obejo, en los que se localiza algo menos del 24% de la población. El resto de la población está localizada en los tres municipios del norte comarcal (Los Blázquez, La Granjuela y Valsequillo). A diferencia de la división en subcomarcas que se ha seguido en Pedroches, la división en subcomarcas, funcional al análisis que sigue, atiende a dos criterios. El primero, la división en grupos de desarrollo rural, del que se originan dos grupos de municipio: el 569 Anexo I.4 primero, Obejo, Villanueva de Córdoba, Villaharta, Espiel y Villanueva del Rey (que hemos llamado área 3), y el segundo, Belmez, Peñarroya-Pueblonuevo, Fuente Obejuna, La Granjuela, Los Blazquez y Valsequillo. El segundo criterio afecta únicamente al segundo grupo de municipios, y atiende a la orientación productiva fundamental; de esta forma, obtenemos los dos siguientes grupos de municipios: el área 1, que incluye a los tres últimos, municipios más agrícolas, y el área 2, que incluye a los tres restantes y en los que la influencia minera ha sido decisiva. 4.1. RECURSOS TERRITORIALES 4.1.1. Recursos y activos: el entorno natural La comarca del Valle del Alto Guadiato se encuentra al noroeste de la provincia de Córdoba, ostentando una configuración orográfica desigual; junto a extensas llanuras aparecen alineaciones montañosas, si bien de altitud inferior a los 800 m. Los suelos más representativos son los denominados suelos rojos o tierras pardas meridionales sobre pizarras, esquistos, cuarcitas, calizas, etc. El clima es de tipo mediterráneo continental con inviernos fríos y veranos calurosos, si bien no muy extremos, con una media comarcal de pluviometría alrededor de 550 mm. El núcleo central de la comarca se caracteriza por disponer de suelos pobres para la práctica agraria, por la débil calidad agroecológica de sus tierras y con amplias zonas donde aflora la roca, lo que imposibilita la agricultura; característico de municipios como Espiel, en los que, a la par, se dispone de un subsuelo de gran riqueza mineral que se extiende por toda la cuenca del Guadiato, originando que los subsectores de energía y agua genere importantes beneficios (Márquez Cruz, 1992: 600). En el área norte y central de la comarca, el clima es mediterráneo subtropical con tendencia continental, de transición entre el de la Meseta y el Valle del Guadalquivir. La formación vegetal predominante es el encinar, aunque se produce una progresiva degradación y pérdida de recursos forestales desde el sur hacia el norte. En la zona más central, los cotos permiten aprovechamientos cinegéticos, como corresponde al término colindante de Hornachuelos; en las zonas colindantes en el norte con Extremadura, la escasez de recursos forestales limita las opciones para la cría de cerdo ibérico, ante la escasez de bellota, y para cualquier otro cultivo, dadas las características del suelo (Márquez Cruz, 1992: 672). 570 La observación del territorio: el caso del Valle del Guadiato 4.1.2. Valoración de intangibles: la génesis del asentamiento humano1 a) El origen de los asentamientos en el Valle del Guadiato Los núcleos comarcales principales del Valle del Guadiato se originaron como asentamientos integrantes de la red vial durante la dominación romana y otros como parte del mecanismo defensivo durante el Califato cordobés. Entre éstos se encuentran los términos de Belmez, Espiel y Obejo, situados en posiciones estratégicas de las vías de comunicación desde Córdoba en dirección a Mérida y a Toledo. La creación de feligresías rurales y de ermitas para atender a la población en aldeas dispersas es el origen de términos como Fuenteovejuna y Villaviciosa. Otros, como La Granjuela y Villaharta, surgieron alrededor del final de la Edad Media y mitad del siglo XVI a partir de la aglomeración de población en torno a cortijos y a ventas que servían de centros de hospedaje en la densa red de caminos para viajeros y mercaderes. Otros núcleos de la comarca (Peñarroya-Pueblonuevo, Los Blázquez y Villaralto) fueron en sus orígenes aldeas que, con el tiempo, lograron segregarse de la villa municipal a la que estaban adscritas. En todo caso, y al igual que en toda la Sierra cordobesa, la comarca se caracterizó por una fuerte despoblación en la mayor parte de su extensión, salpicada por algunas aldeas dispersas cuyos habitantes se dedicaban fundamentalmente al pastoreo, al cuidado de pequeños huertos y a la apicultura. Al igual que en las zonas colindantes, a lo largo de la Reconquista cristiana numerosos señores intentan dominar las tierras comarcales a través de las concesiones reales, lo que permite al monarca castellano asegurar la gobernabilidad local de las tierras reconquistadas. Estos señores adquieren la obligación de defender y el derecho de ordenar la jurisdicción civil y criminal de sus territorios y, en consecuencia, de percibir los tributos correspondientes de los habitantes. De esta forma se consolidan los núcleos de Belmez, Fuenteovejuna y Espiel en la comarca2. Al final de la Edad Media, las actividades económicas en la zona se benefician de un importante auge ganadero, así como del cultivo cerealista, sobre todo, para autoconsumo y de vinos para comercializar fuera de la comarca. Durante el siglo XVI la ocupación demográfica de la comarca se concentra en los núcleos principales de Fuenteovejuna y Belmez, aproximadamente con 1.140 habitantes. Al sur de estos núcleos, la despoblación era absoluta, exceptuando alguna 1 Este apartado se ha elaborado con los aportes de López Mohedano (2003) y de Varios autores (2003). 2 El primero de ellos permaneció en manos de la Orden de Calatrava hasta principios del siglo XIX (López Mohedano, 2003: 60) mientras que, en los segundos, tendrán lugar conflictos por la titularidad de esa posesión entre los sucesivos señores y el Concejo de Córdoba prolongará desde el final del siglo XIV durante los dos siglos siguientes. 571 Anexo I.4 de sus aldeas. El temor a la propagación de ideas heréticas en estas zonas impulsa a las autoridades eclesiásticas a dotar de ermitas a los núcleos más pequeños de población de la provincia cordobesa, entre ellas, esta franja despoblada al sur de la comarca en la que surge el núcleo de Villaviciosa de Córdoba. Durante el siglo XVIII la actividad económica de la comarca estaba centrada en cultivos de secano (trigo, cebada, avena), algunas viñedos, con escasas huertas y cierta importancia para la miel y la crianza de ganado (lanar, cabrío y de cerda). La actividad agrícola se ejercía por períodos de dos años para destinar posteriormente estos terrenos a la crianza de ganado. Las necesidades financieras que requería la Corona para mantener el imperio español motivaron una fuerte carga fiscal que sobre estas actividades en la comarca, lo que provocará frecuentes aumentos de precios y una frecuente carestía en los medios de vida de la población comarcal. b) El inicio de la actividad minera e industrial y la Sociedad Minera y Metalúrgica de Peñarroya El descubrimiento de unas ‘tierras negras’ en 1788 cambiará por completo el desarrollo de Peñarroya, una de las aldeas belmezanas. Este núcleo surgió de la actividad apícola y del progresivo asentamiento de pastores procedentes de Fuenteovejuna; la habitual sequía en verano y la escasez de pastos para el ganado impulsaba a los pastores a desplazarse a zonas más húmedas entre bosques y valles para alimentar a su ganado3. A finales del siglo XVIII esta aldea ya casi representaba la mitad de población de todo el término belmezano. A raíz del hallazgo del yacimiento de carbón, en las décadas siguientes y con más intensidad desde la mitad del siglo XIX, se producen denuncias sobre nuevos yacimientos de carbón, hierro, plomo y cobre, iniciándose un flujo de trabajadores inmigrantes de otras provincias españolas. Los aldeanos no participaban todavía en esa actividad, ajena a su tradicional forma de vida por la común creencia del mal que provocaba el polvo que desprendía ese material durante su laboreo o incluso al usarlo como sustituto de la leña. Sin embargo, el inicio de esa actividad supondrá un aumento de la riqueza de los habitantes, quienes deberán incrementar sus diezmos a pagar a la Iglesia Católica y, sobre todo, un crecimiento vegetativo importante a partir de la llegada de los nuevos habitantes. A partir de 1842 comienzan a llegar compañías inglesas y francesas para iniciar proyectos de extracción, a la par que también surgen otras de capital andaluz y 3 Aunque la tradición sigue señalando, como origen de ese núcleo, la huida de parte de la población de Fuenteovejuna que provocó el enfrentamiento con el comendador narrado en la obra de Lope de Vega. El propio Casas-Deza recoge, en el artículo dedicado a la villa de Cinco Aldeas, esta idea (López-Ontiveros, 1986: 59).