Investigación social que hace historia 157 ESTUDIOS SOCIALES es una revista de investigación social publicada cuatrimestralmente por el Centro de Reflexión y Acción Social Padre Juan Montalvo, S. J., y por el Instituto de Estudios Superiores de Humanidades, Ciencias Sociales y Filosofía Pedro Francisco Bonó. Ambas entidades forman parte de la obra apostólica de la Compañía de Jesús en República Dominicana. La revista publica artículos sobre temas sociopolíticos, culturales y económicos de República Dominicana y de la región del Caribe. Publica además temas de actualidad en humanidades y filosofía. Está abierta a colaboraciones nacionales e internacionales que cumplan con sus objetivos y estándares editoriales.

Año 50, Vol XLI, N. 157 Septiembre-diciembre 2018 ISSN 1017-0596 e-ISSN 2636-2120 Publicación registrada en el Ministerio de Interior y Policía de República Dominicana con el número 5234, el 4 de abril de 1968. Fundador Dirección: Pablo Mella, sj : José Luis Alemán, sj Equipo editorial Fabio Abreu Lissette Acosta Corniel Sandra Alvarado Roque Féliz

Orlando Inoa Raymundo González

Elissa Líster Antonio Masferrer Riamny Méndez Irmary Santos-Reyes RedacciónIndhira Suero / Administración

TeléfonosCalle Josefa Brea, No. 65, Mejoramiento Social, EmailSanto Domingo,: [email protected] República Dominicana : (809) 682-4448 – (809) 689-2230 Versión electrónica de la revista:

Distribución : http://esociales.bono.edu.do :

Santiago:Librería Paulinas Edificio Bonó

Librería Paulinas SuscripciónCentro Bellarmino anual*

América Latina y el Caribe: US$ 30.00 Estados Unidos: US$ 40.00 Otros países: € 40.00 República Dominicana: RD$ 600.00 *Incluye envío por correo ordinario

Los conceptos, juicios y opiniones expresados en los artículos son de responsabilidad de los autores.

Los artículos son registrados por ABC POL SCI (Advance Bibliography of Contents: Political Science and Government); Revista Latinoamericana de Bibliografía; Bibliografía Teológica Comentada del Área de Iberoamericana; Hispanic American Periodical Index.

Impresión: Imprenta Amigo del Hogar

Investigación social que hace historia ISSN 1017-0596; e-ISSN 2636-2120 Año 50, Vol. XLI, septiembre-diciembre 2018 Editorial 7-12 50 años de investigación social que hace historia

Editorial invitado 13-15 Estudios Sociales. Los diez primeros años (1968-1978) José L. Sáez, sj

Contenido

Miguel Ceara-Hatton 17-63 La sociedad dominicana: una historia de pobreza, abandono e inamovilidad social Dominican society: a history of poverty, abandonment and social immobility Société dominicaine: une histoire de pauvreté, d’abandon et d’immobilité sociale

Pável Isa Contreras 65-82 Escenarios futuros de la economía dominicana en un entorno incierto Future scenarios of the Dominican economy in an uncertain environment Scénarios d’avenir de l’économie dominicaine dans un environnement incertain Marcos Barinas 83-108 La transformación urbana de Santo Domingo en el siglo XXI El territorio compartido: cinco claves para el desarrollo del Gran Santo Domingo The urban transformation of Santo Domingo in the 21st century The shared territory: five keys to the development of Greater Santo Domingo La transformation urbaine de Saint-Domingue au 21ème siècle Le territoire partagé: cinq clés pour le développement du Grand Saint-Domingue

Silvio Torres-Saillant 109-152 El futuro dominicano: contrapunteo de la diáspora y la intelligentsia nacional The Dominican future: counterpoint of the diaspora and the national intelligentsia L’avenir dominicain: contrepoint de la diaspora et de l’intelligentsia nationale

Jefrey Lizardo 153-169 Hacia la cobertura universal en salud en la República Dominicana: análisis de la priorización de los servicios de salud en la seguridad social quince años después Towards universal coverage in health in the : analysis of the prioritization of health services in social security fifteen years later Vers une couverture universelle de la santé en République dominic- aine: analyse de la hiérarchisation des services de santé en matière de sécurité sociale quinze ans plus tard

Dinorah García Romero 171-190 Educación dominicana, ¿cambio de paradigma? Dominican education, change of paradigm?

Education dominicaine, changement de paradigme? 3

Marcos Villamán 191-208

Algunas transformaciones del campo religioso en República Dominicana 1970-2018 Some transformations of the religious field in the Dominican Republic 1970-2018

Quelques transformations du champ religieux en République Dominicaine 1970-2018

Riamny Méndez 209-224

La información contra el poder servida desde el poder o la ilusión de que la propiedad importa poco The information against the power served from the power or the illusion that property matters little

L’information contre le pouvoir servi par le pouvoir ou l’illusion que la propriété importe peu

Maria Martinez Lirola 225-246

Explorando la gramática visual y los textos con temática social para potenciar los derechos humanos en la enseñanza universitaria Exploring visual grammar and texts on social topics to highlight human rights in tertiary education

Exploration grammaire et textes visuels avec le theme social pour promouvoir droits humains dans l’enseignement superieur

Ensayos cortos y escritura creativa

Ana Féliz y Aquiles Castro 247-258

Entrevista a la Asociación de Caficultores La Esperanza. Los Cacaos (provincia San Cristóbal, Rep. Dominicana) Esther Hernández-Medina 259-272

El “derecho a una vida completa”: Notas incompletas sobre el Movimiento Feminista Dominicano

Tahira Vargas García 273-279 Diálogos intergeneracionales rotos

Celedonio Jiménez 281-294 La enseñanza universitaria de las ciencias sociales

Pablo Mella, sj 295-305 José Luis Alemán, el hombre de Iglesia 5

Compañía de Jesús Provincia de las Antillas ANT_ 18-26/ 01 de junio, 2018

Queridos colaboradores,

Con alegría celebramos el 50 aniversario de la publicación de la Revista Estudios Sociales. Es motivo de agradecimiento reconocer el trabajo de tantos colaboradores jesuitas, laicos y laicas, formados en diversas áreas de las ciencias sociales y preocupados por la realidad social dominicana, que han contribuido al buen desarrollo de esta publicación. principio integrador de nuestra misión es el vínculo inseparable entre el servicio de la fe en Jesucristo y la promoción de la justicia A partir del Concilio Vaticano II, el Espíritu ha conducido a la Compañía de Jesús, reunida en Congregación General a la firme convicción de que el . En esa formulación se abrazan dos dimensiones vitales de la vida cristiana: la fe que nos abre al encuentro con el Dios de la vida y la justicia que nos invita a cultivar relaciones desde la dignidad compartida. La experiencia vivida desde ese tiempo nos ha impulsado a comprometernos, junto con otros, a construir un país más justo y más humano. Hoy seguimos confirmando esta invitación de Dios para nosotros.

En los últimos 50 años hemos visto como se ha transformado la República Dominicana. El país ha tenido un buen crecimiento económico con relación a América Latina y el Caribe. Sin embargo, ese crecimiento económico no se ha traducido en un desarrollo humano y buen vivir para nuestro pueblo. Hay un número significativo de dominicanos que no tienen acceso a una buena educación, salud, alimentación y techo. En los años recientes se ha desvelado la realidad de corrupción e impunidad que impera en nuestra sociedad y como crecemos en un país donde falta la institucionalidad, la honestidad y la justicia imparcial como base de una vida digna para todos. tenemos la necesidad de comprender lo mejor posible el mundo en que vivimos para acertar con nuestra mejor contribución a su reconciliación El Padre General de la Compañía de Jesús, Arturo Sosa, en su carta de julio de 2017 titulada: “Nuestra vida es misión, la misión es nuestra vida”, nos comenta que necesitamos la profundidad espiritual fruto de la conversión que nos abre a la gracia del Señor y la profundidad intelectual. Nos dice también que, para que nos permite ir más allá de las apariencias y ayuda a encontrar otras posibilidades de vida digna para todos los seres humanosresponder según el modo nuestro de proceder a los desafíos apostólicos,

. Por eso, al dar gracias a Dios por el 50 aniversario de nuestra Revista Estudios Sociales nos comprometemos a continuar la reflexión sobre nuestra realidad social, pues nuestro país necesita seguir creciendo en el derecho a una educación de calidad, a una salud integral, a un poder judicial que permita verdadera justicia y a un sistema democrático que contribuya al fortalecimiento institucional de nuestra nación.

Damos gracias a Dios y a todas las personas que se siguen haciendo cómplices de esta iniciativa de reflexión social que ha llegado a su madurez y les pedimos que siempre nos ayuden a ser coherentes con el Jesús de los evangelios que inspiró a los primeros compañeros que soñaron esta publicación en nuestro país.

En comunión cercana y agradecido por tanto bien recibido, me despido pidiendo su oración,

P. Javier Vidal, sj Provincial 6

Portada de Estudios Sociales número 1, correspondiente a enero-marzo 1968 7

Estudios Sociales Año 50, Vol. XLI-Número 157 Septiembre-diciembre 2018

EDITORIAL

50 años de investigación social que hace historia

Estudios Sociales, la decana de las revistas de ciencias sociales de Re- pública Dominicana, cumple cincuenta años. Como medio de investi- gación del pensamiento promovido por la Compañía de Jesús, está en consonancia con su misión apostólica, la cual, en la línea pastoral abier- ta por el Concilio Vaticano II, abriga el deseo de dialogar en profundidad con el mundo contemporáneo. La espiritualidad ignaciana es eminen- temente «mundanal», como no se cansaba de señalar el fundador de la revista, el sacerdote jesuita José Luis Alemán. Estudios Sociales fue puesta en circulación en el año 1968. La iniciativa se inscribía en el espíritu impulsado por el superior general de la Com- pañía de Jesús de entonces, el padre Pedro Arrupe. Como intérprete del Concilio Vaticano II, Arrupe quería que la Compañía de Jesús se des- tacara por su compromiso social a favor de la justicia. De esta forma, la tradicional vida intelectual de los jesuitas se veía desafiada en su praxis inveterada, pues ahora debía acompañar las luchas sociales del momen- to inventando nuevas mediaciones institucionales. Los jesuitas debían poner la propia vida al servicio de los más pobres, como Cristo, ahora es- pecialmente a través de las organizaciones sociales comprometidas con el cambio social. En América Latina, este nuevo modo de trabajar tomó cuerpo a través de una red de centros sociales, conocidos como CIAS (Centro de Investigación y Acción Social). El CIAS dominicano fue la primera plataforma institucional de Estudios Sociales. Hoy día el lugar lo ocupa el Centro de Reflexión y Acción Social Padre Juan Montalvo, SJ (Centro Montalvo). La historia de la revista no ha estado exenta de dificultades, pero cierta- mente el balance invita al entusiasmo. Estudios Sociales ha constituido un aporte significativo para la sociedad dominicana en materia cientí- fico social. Con sus cinco décadas de investigación y de estudios de la realidad socio-cultural y política del país y del Caribe, ha tenido como principal objetivo contribuir a la formación de una conciencia crítica y 8 Editorial del sentido de la justicia, teniendo como horizonte una sociedad inclu- yente y sensibilizada éticamente. A través de los años, la revista ha que- rido prestar especial atención a los sectores más empobrecidos y vulne- rados de la sociedad dominicana, como parte de la realidad caribeña y latinoamericana. La revista arrancó con entusiasmo en los años en que República Domi- nicana todavía se basaba en una economía agrícola y su población se encontraba mayoritariamente en zonas rurales. Además, para esa época el mundo entero se encontraba en ebullición por lo social. Ciertamente, el emblemático año 68 marcó muchas conciencias en todo el planeta. Los primeros números de Estudios Sociales reflejaban la efervescencia social del momento, efervescencia que también llenaba de entusiasmo a la Iglesia y que se expresaba con la palabra «desarrollo». El primer editorial explicaba la misión de la revista con estas palabras: «Quiere ser una reflexión cristiana de la problemática nacional, con el fin de encon- trar soluciones adecuadas y contribuir al desarrollo integral de nuestra generación». Cabe destacar el papel que ha desempeñado la revista como espacio aca- démico caracterizado por la libertad y la búsqueda de la verdad. Por un lado, el respeto al pluralismo de ideas ha permitido albergar a través de los años los más variados pensamientos, sustentados en distintos enfo- ques ideológicos. No se pueden olvidar, por ejemplo, las interminables discusiones de la escolástica marxista de los años 70 sobre el denomina- do idealismo, sobre la preeminencia de la praxis sobre la teoría o sobre el estatuto burgués o reaccionario de las producciones intelectuales. Si se revisa Estudios Sociales de las dos primeras décadas, podrá constatarse que sus páginas acogieron tanto a personas tildadas de «comunistas», entonces puestas en entredicho por la doctrina eclesiástica católica, como a «intelectuales burgueses», descalificados por cierta escolástica marxista. Sin embargo, y al mismo tiempo, Estudios Sociales ha buscado rigor académico, según sus posibilidades, en los trabajos que ha publi- cado a lo largo de estos años. Ya entrado el siglo XXI, la revista se comenzó a abrir de manera siste- mática a producciones que provienen de la diáspora dominicana. Este nicho de producción intelectual ha permitido y permitirá enriquecer la labor editorial. La revista ha publicado hasta ahora 156 números. Con el paso de los años, ha cambiado siete veces de formato, procurando actualizar la lí- nea gráfica. Esperamos que el relanzamiento que hemos emprendido con motivo del cincuentenario ayude a concitar fuerzas para tener una

Año 50, Vol. XLI, septiembre-diciembre 2018, pp. 7-12 9 revista de ciencias sociales de reconocimiento académico internacional, especializada en la región del Caribe. Como podrá observarse al comparar los números anteriores, se ha hecho un esfuerzo por cumplir con las nuevas normas de Latindex. Este pro- yecto académico internacional aparece descrito en su página web como «un sistema de información sobre las revistas de investigación cientí- fica, técnico-profesionales y de divulgación científica y cultural que se editan en los países de América Latina, el Caribe, España y Portugal». Este sistema de información académica digital es producto de una red importante de instituciones académicas que procuran elevar el nivel de la investigación científica en esas regiones unidas por un pasado colo- nial que demanda justicia histórica. La mejor comprensión de las sociedades y de sus transformaciones cul- turales constituye una condición sine qua non para semejante tarea de justicia histórica. En ese marco de trabajo en red, con este número 157 se pone a disposición del público lector la versión electrónica de la revista en la dirección url http://esociales.bono.edu.do/ En esa dirección están colgadas, para la lectura gratis, todas las revistas Estudios Sociales, des- de el número 1 hasta el número anterior a este número aniversario, el 156, correspondiente a junio-septiembre 2018. Aprovechamos para agra- decer al Archivo General de la Nación el trabajo de digitalización de toda la colección. Hemos querido celebrar los 50 años en grande. Entregamos a los lec- tores un fascículo excepcionalmente extenso y con artículos que sobre- pasan el número de páginas establecido por las nuevas reglas de pu- blicación de la revista. Pero estamos convencidos de que el trabajo ha valido la pena. Hemos contactado a muy destacados científicos sociales dominicanos de todas las disciplinas para que nos escribieran artículos o ensayos sobre sus áreas de especialización. El trabajo editorial casi po- licial, permitido por la amistad, ha rendido sus frutos. El número ha sido pensado para cubrir las diversas disciplinas de las ciencias sociales y los más diversos tópicos de la realidad social respondiendo a una pregunta común: cuáles son los desafíos del futuro social dominicano inmediato. El número comienza con un artículo del reconocido economista Miguel Ceara-Hatton, titulado: «La sociedad dominicana: una historia de po- breza, abandono e inamovilidad social». Aunque el autor se excusa con humildad de que su texto no tiene la altura de una auténtica historia económica, de hecho nos aporta una reflexión de conjunto del devenir de la sociedad y la economía dominicana. Ceara-Hatton evidencia su gran conocimiento de la ciencia económica y su pasión amateur por la

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indagación histórica. El artículo sirve de pórtico a este número especial. En él bullen los intereses fundamentales que han guiado el trabajo de la revista a través de los años: sentido histórico con perspectiva de actuali- dad, búsqueda de rigor analítico y opción por los más desfavorecidos. La tesis del autor es la siguiente: la categoría excedente económico permite estudiar la evolución de las actividades productivas de la República Do- minicana, desde la colonia hasta la actualidad, llevando a concluir que la historia dominicana ha estado sellada por la pobreza, el abandono y la inamovilidad social. Las tareas que quedan por delante se resumen en la construcción de un verdadero Estado social de derecho, en que se ante- ponga, efectivamente y de manera racional, el trabajo al capital. El segundo artículo nos transporta a los escenarios futuros de esa tra- yectoria económica y social. La tarea es identificar en qué medida con- tamos con las condiciones para superar la inamovilidad social que ha predominado en la historia de la República Dominicana. Pavel Isa Con- treras, en un ensayo creativo, esboza cuatro escenarios futuros. El gran desafío apunta a conjugar factores externos (la globalización de la eco- nomía y el cambio tecnológico) con factores internos (la vulnerabilidad de las zonas francas y del turismo, el alto riesgo climático de la isla y la transformación demográfica que influye estructuralmente en la compo- sición de la fuerza laboral). Los dos artículos siguientes estudian cómo los cambios históricos y eco- nómicos impactan espacialmente la sociedad dominicana. El arquitecto y urbanista Marcos Barinas muestra la transformación territorial de la ciudad de Santo Domingo como parte de la gran transformación espa- cial de todo el territorio nacional y, más aún, de toda América Central y el Caribe. El crecimiento desbordado de Santo Domingo, efecto de la centralización económica, debe controlarse para que no se comprometa el equilibrio ecológico de todo el territorio nacional. A seguidas, la trans- formación del espacio dominicano conduce más allá de las fronteras, hacia la diáspora dominicana, cuya presencia se torna cada vez más im- portante. Desde Estados Unidos, Silvio Torres-Saillant reflexiona sobre el rol decisivo que ya juegan los dominicanos y dominicanas del extran- jero en el proceso de democratización del país. Este proceso pasa por el reconocimiento de la diversidad, uno de las demandas centrales del giro intercultural que ha marcado el pensamiento social de las últimas décadas. En su recuento Torres-Saillant ofrece una visión muy completa de los estudios dominicanos producidos en la diáspora. A continuación, una sucesión de artículos abordan distintos aspectos de la vida social y cultural dominicana. El economista Jefrey Lizardo

Año 50, Vol. XLI, septiembre-diciembre 2018, pp. 7-12 11 ofrece una panorámica sobre la situación de los servicios de salud y la seguridad social. Para garantizar el cumplimiento de la Constitución en esta materia, habrá de implementarse, entre otras cosas, un presupuesto similar al de la región. La educadora Dinorah García evalúa el estado de la educación dominicana y las implicaciones que tiene el cambio ope- rado hacia un currículo por competencias. Para la autora, se espera aún por un verdadero cambio de paradigma que mejore cualitativamente el sistema educativo dominicano. El sociólogo y teólogo Marcos Villamán ofrece un análisis de los cambios que se experimentan en el campo re- ligioso dominicano, con una pérdida creciente de la influencia del cato- licismo y un aumento del protestantismo pentecostal. Para Villamán, la religión ha ganado un nuevo impulso en la sociedad global postsecular y de ahí la importancia sociopolítica de sus transformaciones actuales, las cuales apuntan hacia una creciente diversificación. De su lado, la comu- nicadora social, investigadora y docente universitaria Ryamni Méndez ofrece una radiografía de la relación entre la propiedad de los medios de comunicación social, la libertad de expresión y el poder en República Dominicana. La investigadora insiste en que la salud de la vida demo- crática ha de contar con una renovación de las políticas dominicanas de comunicación social. El conjunto de los artículos científicos cierra con un trabajo propositivo de la profesora universitaria e investigadora española María Martínez Lirola, especialista en análisis de los discursos multimodales. El texto recoge reflexiva y educativamente varios de los aspectos tratados en los artículos anteriores, poniendo a la disposición del mundo universitario un instrumento de acción totalmente factible. Se trata de potenciar el ejercicio de los derechos humanos a través de la lectura crítica de los mensajes publicitarios de corte social. Quien se forma en la universidad debe de aprender a manejar sus emociones, leer críticamente las infor- maciones mediáticas y trascender la dicotomía que divide a la humani- dad en Norte y Sur. Esta revista aniversario trae también una rica colección de ensayos y textos de escritura creativa. Estos escritos abordan aspectos que com- plementan los artículos científicos de acuerdo a los propósitos generales del número. Los historiadores Ana Féliz y Aquiles Castro, a través de la técnica de la entrevista, ponen en contacto a sus futuros lectores con las vicisitudes de una asociación campesina de la provincia dominicana de San Cristóbal. Este trabajo se ofrece como una muestra de la vida cam- pesina dominicana en el siglo XXI. La socióloga urbana, economista y estudiosa de género Esther Hernández Medina comparte un texto vital, de sabor testimonial, en el que repasa los desafíos recientes de las luchas

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feministas dominicanas. Atendiendo a otra disciplina social y a otra fa- ceta de la realidad, la antropóloga Tahira Vargas pergeña una reflexión etnográfica sobre las diferencias generacionales dominicanas: la juven- tud no podía faltar en esta visión de conjunto de la sociedad dominicana actual que otea hacia el futuro. A seguidas, el sociólogo y profesor uni- versitario Celedonio Jiménez aporta una reflexión sobre la enseñanza de las ciencias sociales en la decana de las universidades dominicanas, la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Y para clausurar el fascí- culo, el director de la revista, Pablo Mella, filósofo, teólogo y sacerdote jesuita, teje una semblanza sobre el fundador de Estudios Sociales, José Luis Alemán. Presentando a Alemán como hombre de Iglesia (homo ec- clesiasticus) reflexiona sobre el modo jesuita de desarrollar el trabajo intelectual hoy en día. Lejos de encerrarse en construcciones teóricas de cualquier índole (incluidas las teológicas), Alemán propone dialogar profundamente con el mundo contemporáneo para discernir un sentido que trascienda toda forma de mezquindad que sirva de materia prima para la injusticia. El fundador de Estudios Sociales bautizó esta tarea in- telectual con el nombre «nuevo humanismo académico». El Equipo editorial quiere manifestar su agradecimiento a los autores, autoras y personas que han colaborado de manera esmerada y desinte- resada para la confección de este número aniversario. Expresa especial- mente su agradecimiento al Fondo para el Fomento de la Investigación Económica y Social (FIES) del Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo de la República Dominicana (MEPyD), por financiar los cos- tos de publicación. Este agradecimiento ha de hacerse en la persona de su director, Lucas Vicens, quien desde un inicio acogió con deferencia la solicitud de patrocinio. Al celebrar su cincuentenario con este número especial, la revista Estu- dios Sociales renueva su compromiso intelectual como parte de la obra apostólica de la Compañía de Jesús, ensanchando su mirada hacia el Caribe y hacia los aportes de la diáspora dominicana. Esta mirada reno- vada, respetuosa de la pluralidad de opiniones, invita a reconocer acti- vamente la diversidad que emerge en el siglo XXI y a cultivar un pensa- miento social caracterizado por la interculturalidad.

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EDITORIAL INVITADO

Estudios Sociales. Los diez primeros años (1968-1978) José L. Sáez, sj

Nadie va a dudar que el P. José Luis Alemán, S. J., fue el fundador, alma y vida de la primera revista social exitosa de la República Dominicana en el siglo XX. Había llegado a Santo Domingo a mediados de noviembre de 1966, an- tes de presentar su tesis para obtener el doctorado en Economía por la Universidad Johann Wolfgang Goethe de Frankfurt-am-Main (Alemania Federal), que concluiría el 24 de enero de 1968. Venía, ante todo, a po- ner en marcha el Survey o Investigación Social —un plan internacional ideado y ordenado por el P. Pedro Arrupe el 9 de diciembre de 1965—, a establecer una residencia social y a lanzar una revista de investigación social. Pero se encontró con que el P. Láutico García, profesor de Filoso- fía del Seminario, siempre absorbente y personalista, se había adelan- tado con una supuesta revista social llamada Estudios del Caribe. Sin dudarlo un momento, el P. Alemán se hizo con la edición completa del primer número de aquella revista (Santo Domingo, Abril-Junio 1967), que ciertamente no era lo que él deseaba, y aún sin distribuir, la mandó a quemar. La nueva revista, que sería órgano del Centro de Investigación y Acción Social (CIAS), sin duda más modesta que la del P. García, aparece el 4 de abril de 1968, con papel de periódico, letra pequeña y prácticamente hecha en buena parte de lo que vulgarmente llamaríamos ¨recortes¨. Como paso obligado de protección, en la fecha citada se registró en la Secretaría de Estado de Interior y Policía con el número 5234. Este es el índice de ese primer número: Un editorial histórico; un fragmento de un trabajo del P. Pedro Arrupe; un informe del P. Jorge Suárez Marill, S. J., sobre la campaña de alfabetiza- ción del Arzobispado de Santo Domingo; un artículo breve del asesor de 14 Editorial invitado

la J.O.C., P. Fernando Arango, S. J., sobre “Sindicalismo y Democracia”; el comunicado del arzobispado de Santo Domingo sobre la situación campesina; un fragmento de los resultados del Survey Social; un trabajo de J. L. Alemán sobre la actitud de los empresarios frente al desarrollo; otro documento del episcopado sobre la reforma agraria estatal; y uno o dos comentarios sobre libros, no precisamente recientes, a cargo del P. Gustavo Amigó, S. J., supuesto secretario de la revista. Y así sucedió con los cinco números siguientes hasta 1970. La revista prometió lanzar cuatro números al año, y la suscripción anual era al irrisorio precio de RD$2.00; y así seguiría hasta 1976, en que subió a RD$3.50. La revista, por lo menos hasta 1976, se diagramaba e imprimía en los talleres de Amigo del Hogar, aún en Santiago. Y lo que no deja de ser curioso: el primer director de la revista era el P. Francisco Guzmán Venet, S. J., que residía ya en el Centro de Forma- ción Agraria y Sindical (CEFASA) en Gurabo (Santiago), y que seguirá siendo director hasta el número 23 de la revista (Julio-septiembre 1973). Demostrar que era un director nominal no es tan difícil: nunca pidió de antemano que le mostraran lo que se iba a publicar, ni nadie se ocupó de hacerlo por aquello de que era el director. En la década de los 80 ya tenía pasaporte dominicano; y aunque no sabemos cuándo adquirió la ciudadanía, esta fue una de las razones para poner la dirección de la re- vista bajo su nombre. Al llegar al número 23 (julio-septiembre 1973), el director citado desa- parece, y es sustituido por un equipo de redacción de siete miembros, encabezados por el P. Alemán, que aún residía en la citada CEFASA (Gu- rabo-al-Medio, Santiago). Un cambio de importancia, sin duda, ocurre a partir del número 29 (ene- ro-marzo 1975). Se introduce por vez primera el título y cargo de editor como responsable directo de la revista. Y ese cargo correspondió al P. Al- berto Villaverde Alcalá-Galiano, S. J., que había estudiado publicidad en Italia y ya había hecho una labor semejante en la revista mejicana Lati- noamérica, traspasada a La Habana poco antes de estallar la revolución. Con el P. Villaverde mejora la letra de la revista —el papel no mejoró en el mismo sentido—, cambia dos veces de portada y, antes de disponer de equipo propio, la diagramación se hace en los talleres del periódico La Noticia (calle Julio Verne 14, Gascue), mientras que la impresión se realiza en los talleres de Amigo del Hogar, ahora en Los Prados (Santo Domingo) y ahora también con mejores equipos. Como Villaverde y yo compartíamos la misma oficina, en varias ocasiones me solicitó: «¿Por

Año 50, Vol. XLI, septiembre-diciembre 2018, pp. 13-15 15 qué no te escribes un artículo sobre algún problema reciente en comu- nicación social?» Otras veces era yo el que me adelantaba a ofrecerle un trabajo sobre lo mal que se celebraba la misa dominical en las parro- quias de la capital. De esa época proviene también la lista de los índices internacionales en los que aparecían los trabajos que la revista publicaba, como Historical Abstracts o Bibliography of Contents: Political Sciences & Government. También a partir de 1976, disponiendo ya el P. Villaverde de una máqui- na eléctrica composer (desaparecidas ya del mercado en la era digital), la revista pasó a diagramarse en el segundo piso del número 44 de la avenida Independencia, y luego, en el antiguo Centro Javier de la Correa y Cidrón, ubicado en el número 28. En la misma revista se especificaba que la diagramación estaba a cargo de CICOS (Centro de Investigación de la Comunicación Social) —ese era el nombre de la oficina que abrió junto a la Librería Paz, frente a la Plazoleta de los Curas, en 1966—. Cua- tro números más tarde, la misma entidad pasó a llamarse Servicios Pro- fesionales para la Comunicación (SEP-COM). El equipo de redactores jesuitas estaba formado entonces por Juan Manuel Montalvo, José Luis Alemán, Jorge Munguía, José Luis Sáez, Gustavo Amigó, Alberto Villa- verde, Jorge Cela y Luis María Oráa. El contenido de los números reflejaba así mismo mayor variedad, tanto en los temas que abarcaban como en los autores, aunque el énfasis si- guió poniéndose en economía y sociología. Aparte de los jesuitas ads- critos a la revista, aparecen las firmas de Gregorio Lanz, S. J., Robert A. White, S. J., Carlos E. de la Cruz, Carlos Guerra, Amiro Pérez Mera, Magaly Pineda, Flavio Machicado S., Francisco José Castillo y Arturo Martínez Moya.

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La sociedad dominicana: una historia de pobreza, abandono e inamovilidad social Dominican society: a history of poverty, abandonment and social immobility Société dominicaine: une histoire de pauvreté, d’abandon et d’immobilité sociale Miguel Ceara-Hatton*

Resumen

Este ensayo, a partir del concepto de excedente económico, argumenta que la evolución de las actividades productivas de la República Dominicana, desde la colonia hasta la actualidad, ha estado marcada por la pobreza, el abandono y la inamovilidad social. Primero, durante las cuatro centurias que van desde el siglo XVI hasta finales del siglo XIX, ya que las actividades económicas se basaron fundamentalmente en lo que proporcionaba la naturaleza, sin ningún proceso de elaboración, con tecnologías muy básicas y rudimentarias, lo cual no permitía la generación sistemática de un excedente económico, estancando la reproducción social. Esta situación fue el resultado de la inexistencia de mercados interno y externo.

Segundo, a partir de finales del siglo XIX y principio del XX se instaura una nueva lógica de acumulación de capital. Este cambio se originó con la introducción de la industria azucarera, que permitió por primera vez una reproducción ampliada de la sociedad, no sólo por la generación del excedente, sino por proveer las divisas necesarias para financiar los medios de producción que requería la expansión del aparato productivo. Desde la década de 1950, se desarrolla la industria de sustitución de importaciones de carácter urbano que fomenta una acumulación en ese sector, generando en el largo plazo contradicciones internas y coincidiendo con situaciones externas que no le permitieron seguir reproduciéndose, siendo reemplazada por las zonas francas y el turismo.

* Economista dominicano. Investigador del Centro de Estudios Económicos y Socia- les P. José Luis Alemán (CEPA) de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM). Correo electrónico: [email protected] 18 Miguel Ceara-Hatton

La consecuencia de las modalidades del desarrollo de estas actividades productivas fue un crecimiento económico que generaba pobreza, inamovilidad social y desigualdad, porque el salario se convirtió en el precio de ajuste de la economía, creando una brecha creciente entre el salario real y la productividad por persona empleada.

Palabras claves: República Dominicana, Economía de la República Dominicana, Excedente económico, Crecimiento económico, pobreza, desigualdad, Historia de la República Dominicana

Abstract

This essay, based on the concept of economic surplus, argues that the evolution of the productive activities of the Dominican Republic, from the colony to the present, has been marked by poverty, abandonment and social immobility. First, during the four centuries that go from the sixteenth century to the end of the nineteenth century, since economic activities were based primarily on what nature provided, without any elaboration process, with very basic and rudimentary technologies, which did not allow the systematic generation of an economic surplus, stagnating social reproduction. This situation was the result of the lack of internal and external markets.

Second, from the end of the 19th century and the beginning of the 20th, a new logic of capital accumulation was established. This change originated with the introduction of the sugar industry, which allowed for the first time an expanded reproduction of society, not only for the generation of the surplus, but for providing the necessary foreign currency to finance the means of production required by the expansion of the apparatus productive. Since the 1950s, the urban import substitution industry has been developing, encouraging an accumulation in this sector, generating internal contradictions over the long term and coinciding with external situations that did not allow it to continue reproducing, being replaced by free zones and tourism.

The consequence of the modalities of the development of these productive activities was an economic growth that generated poverty, social immobility and inequality, because the salary became the adjustment price of the economy, creating a growing gap between real wages and productivity.

Keywords: Dominican Republic, Economy of the Dominican Republic, Economic surplus, Economic growth, poverty, inequality, History of the Dominican Republic.

Résumé

Cet essai, basé sur le concept de l’excédent économique, soutient que l’évolution des activités productives de la République Dominicaine, de

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l’époque coloniale à nos jours, a été marquée par la pauvreté, la négligence et l’immobilité sociale. Tout d’abord, au cours des quatre siècles allant du XVIe siècle jusqu’à la fin du XIXe siècle, les activités économiques ont été en grande partie sur ce à condition que la nature, sans aucun processus, avec la technologie très basique et rudimentaire, ce qui ne permettait pas la génération systématique d’un surplus économique, la stagnation de la reproduction sociale. Cette situation résulte de l’absence de marchés internes et externes.

Deuxièmement, à partir de la fin du XIXe siècle et au début du XXe siècle, une nouvelle logique d’accumulation du capital a été établie. Ce changement est née avec l’introduction de l’industrie du sucre, qui, pour la première fois une reproduction élargie de la société, non seulement pour la génération de surplus, mais en fournissant les devises nécessaires pour financer les moyens de production nécessaires à l’expansion de l’appareil productif. Depuis les années 1950, la substitution des importations de l’industrie caractère urbain qui favorise l’accumulation dans le secteur se développe, générant des contradictions internes à long terme et coïncidant avec des situations extérieures qui ne lui permettait pas de continuer à jouer, remplacée par des zones franches et tourisme.

La conséquence des modalités de développement de ces activités productives est la croissance économique qui a généré la pauvreté, l’immobilité sociale et de l’inégalité, parce que le salaire est devenu l’ajustement des prix de l’économie, la création d’un écart croissant entre les salaires réels et la productivité personne employée.

Mots-clés: République Dominicaine, économie de la République Dominicaine, surplus économique, croissance économique, pauvreté, inégalités, histoire de la République Dominicaine

Introducción

El objetivo de este artículo es analizar el proceso de reproducción de la sociedad dominicana desde los tiempos de la colonia hasta la actuali- dad. Para ello nos auxiliaremos del concepto de excedente económico, entendido este como “aquella parte del producto que excede a lo que es necesario para reconstituir el acervo inicial de medios de producción [utilizado] y [los] medios [de] subsistencia para los trabajadores em- pleados en el proceso productivo”(Roncaglia, 2006, p. 183). El excedente económico es objeto de la pugna distributiva que reflejan las relaciones de poder. La creación del excedente se asocia a otros dos conceptos: el primero es la existencia de la división del trabajo, lo cual implica que el trabajador se dedica a una tarea específica, produciendo lo que no consume y con-

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sumiendo lo que no produce; ello presupone la existencia de un mercado creciente que permite el intercambio del excedente. El segundo concepto “es el proceso circular entre la producción, el in- tercambio, la reconstrucción del acervo inicial de medios de producción y bienes de consumo [y el inicio de] nuevo [del] proceso de produc- ción”(Roncaglia, 2006, p. 96). Ese proceso circular da lugar a las deman- das recíprocas intersectoriales y garantiza que todo o parte de la pro- ducción pueda ser realizada (vendida). De esta forma, la economía se representa (modela) como un proceso circular cuyo punto de inicio son las condiciones de producción del excedente económico, las formas y reglas que rigen la distribución del excedente entre las diferentes clases sociales y sectores económicos y, finalmente, el consumo y/o uso pro- ductivo de ese excedente para así dar inicio a un nuevo ciclo de produc- ción y consumo, que puede reproducir los mismos niveles del ciclo ante- rior o lograr una reproducción ampliada (cuando hay un uso productivo del excedente). La vinculación de estos tres conceptos —la división del trabajo, el exce- dente y el flujo circular entre el proceso de producción y la demanda— constituyen el núcleo central del enfoque de la economía clásica1 con- temporánea, y es este marco teórico el que se utiliza para analizar el proceso de reproducción de la sociedad dominicana. Cabe indicar que este artículo no es un texto de historia económica ni mucho menos de historia (sin apellido); es de economía política, en el sentido de analizar el proceso de reproducción de la sociedad domini- cana través del tiempo. Se parte de un enfoque de análisis económico2

1 “Sraffa destacaba en particular la importancia de la noción de excedente y de la concepción del sistema económico como flujo circular de producción y consumo. El tamaño del excedente (el problema smithiano de la riqueza de las naciones), su distri- bución entre las diversas clases sociales (el problema en el que Ricardo concentró la atención en sus Principios) y su utilización en el consumo improductivo o en la acumu- lación constituían las cuestiones en las que los economistas clásicos centraron su aná- lisis. La división del trabajo, el excedente y el flujo circular de producción y consumo eran, pues, los elementos que caracterizaban la economía política clásica: «en notable contraste» -como señalaba Sraffa (1960, p. 93) ‘‘con la visión que presenta la teoría moderna, de una avenida unidireccional que va de los ‘factores de producción’ a los ‘‘bienes de consumo’ ”. (Roncaglia, 2006, p. 590). 2 En donde se define: a. el problema económico, entendido “como un análisis de aquellas condiciones que garantizaban el funcionamiento continuo de un sistema basado en la di- visión del trabajo, y, por lo tanto, un análisis de la producción, distribución, acu- mulación y circulación del producto”; b. la teoría del valor basada en la dificultad de producción, de modo que los precios indican la dificultad relativa de producción;

Año 50, Vol. XLI, septiembre-diciembre 2018, pp. 17-63 La sociedad dominicana: una historia de pobreza, abandono e inamovilidad social 21 que provee un esquema lógico y explicativo y que define conceptos y relaciones funcionales. Para ello, utiliza modelos que revelan el compor- tamiento y las interrelaciones de variables relevantes como la acumula- ción de capital, la distribución del ingreso, la formación de los precios, la determinación del nivel de producto (agregados macroeconómicos), el tipo de cambio y las transacciones con el exterior, entre otras categorías y variables de análisis que son propias de la disciplina económica y que subyacen en el análisis. Sin embargo, ello no es suficiente. Y esto así porque el proceso de repro- ducción social hace referencia al desarrollo económico, que es un fenó- meno social de largo plazo que se encuentra determinado por una mul- tiplicidad de variables no económicas que interactúan dinámicamente, como son la evolución de las instituciones, la especificidad histórica del país, la diacronía y sincronía de acciones y decisiones, etc. Es por eso que es necesario un análisis histórico.3 La combinación de ambos enfo- ques y métodos, el de la economía política y el de la historia4, permite

c. el problema de los precios relativos, que se entienden “como algo distinto del problema de las decisiones relativas a la acumulación y a los niveles de produc- ción, en donde el concepto de equilibrio no es relevante”; d. la distribución del ingreso, concebida como “un problema con características autónomas, que refiere al papel de las diferentes clases sociales y sus relaciones de poder”. (Roncaglia 2012, p.373-374). 3 Esta perspectiva de la historia nada tiene que ver con la Escuela Histórica Alemana de Economía que se desarrolló a finales del s. XIX y principios del XX y que no con- tiene una referencia a la teoría económica como un marco lógico deductivo. (Schum- peter 2012, p. 886-891). 4 Moya Pons (2017) resume la teoría y el método histórico a partir de la articulación de cuatro elementos. Así, el acontecer económico, los niveles de la organización so- cial, la lucha política y el control ideológico constituyen “una trabazón ontológica” porque forman una unidad en perpetua interrelación dinámica: su evolución en el tiempo es lo que hace el objeto de estudio de la historia. Sobre el método apunta que, en el esfuerzo de “explicar la estructura o el cambio de una sociedad cualquiera, el historiador debe estudiar y conocer (…) aquellos consti- tuyentes materiales que condicionan la vida económica, (…) Al aplicar su método, el his- toriador debe también registrar la existencia de los diversos grupos de interés (incluidas las clases sociales) que controlan o poseen los recursos disponibles”. “Acto seguido, el historiador debe buscar establecer las relaciones asociativas o con- flictivas, que existen entre esos grupos entre sí para determinar dónde y cómo operan los mecanismos de control y dominación en la preservación del orden socioeconómico exis- tente (…)”. Las interrelaciones entre los diversos grupos de interés expresan normal- mente la existencia de conflictos y de modos de cooperación socialmente establecidos. “El estudio de las diversas formas del conflicto social y de las respuestas organizacio- nales (…) proporciona claves para entender cómo se produce el cambio social que, visto en su dimensión temporal, es lo mismo que el cambio histórico”. “La comprensión del cambio social pasado es hacia lo que atiende el historiador. Este debe ser capaz de explicar el acontecer que estudia como consecuencia de un pasado

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abordar el proceso de desarrollo como manifestación —entre otros fac- tores— de las condiciones de la reproducción material, de los conflictos sociales y de las luchas de poder a través de las pugnas distributivas, de acuerdo con un marco general en que las trayectorias influyen, el tiempo tiene espesor, los procesos son multidimensionales y hay una dinámica de interdependencia entre las variables. De este modo el análisis histó- rico permite establecer las formas en que se concretizan en realidades concretas los modelos económicos.5 Rastrear el proceso de generación del excedente económico en la Repú- blica Dominicana permite, a partir de este enfoque teórico metodológi- co, establecer dos momentos en la evolución económica dominicana. El primero, cubre casi 400 años, espacio de tiempo en el que la pobreza y la inamovilidad social eran el resultado de la falta de generación de un excedente en forma sistemática. El segundo se inicia con el desarrollo de la economía azucarera (finales del siglo XIX) y llega hasta la actualidad. Este período se caracteriza por la generación de un excedente en forma sostenida debido a la aparición de la industria azucarera, al eventual desarrollo del sector industrial y, fi- nalmente, a la economía de zonas francas y turismo, cuando no solamen- te se producen transferencias de ingresos entre grupos (el pastel no cre- ce), sino que además las luchas distributivas se extienden a la expansión de un excedente mayor por el aumento de la productividad del trabajo. Aparte de dar lugar a una persistente pobreza y a poca movilidad social, esta nueva dinámica agrega la desigualdad en el marco de un contexto de crecimiento económico y acumulación de capital.

1. De la colonia hasta finales del siglo XIX

Una de las características principales de los primeros cuatro siglos de evolución de la sociedad dominicana fue el estancamiento económico y la falta de una generación sostenida de excedente de producción. La creación de excedente fue ocasional y estuvo determinada por factores exógenos al proceso productivo: era en cantidades físicas resultado de una buena cosecha, del clima, y eran apropiadas por un grupo minori-

anterior irrepetible, de tal manera que uno sea consecuencia del otro, no a la inversa…” (Moya Pons, 2017, p. 446-449). 5 “Lo concreto es concreto por ser la síntesis de muchas determinaciones, por lo tanto, la unidad de lo diverso. Aparece en el pensamiento como proceso de síntesis, como resultado, no como punto de partida, y, en consecuencia, el punto de partida de la intuición y representación”. (Marx 1979 [1857], p. 58).

Año 50, Vol. XLI, septiembre-diciembre 2018, pp. 17-63 La sociedad dominicana: una historia de pobreza, abandono e inamovilidad social 23 tario que, como tendencia general, utilizaba el excedente generado en consumo y no en la creación de capacidad productiva. Durante la mayor parte de esa época (del s. XVI hasta el final del s. XIX) no había mercados a los cuales vender. El mercado interno era tan redu- cido que prácticamente no existía, mientras que el mercado externo estu- vo condicionado por la restricción que impuso el poder colonial al crear una empresa monopólica de comercialización que dificultó el desarrollo de actividades productivas. La ausencia de mercados a donde destinar la producción limitó la división del trabajo y, con ello, las primeras formas de aumentar la productividad, lo que imposibilitó la creación de excedente6. En efecto, hasta casi finales del siglo XIX, la actividad económica de- pendió básicamente de lo que la naturaleza suministraba sin ningún esfuerzo productivo y con escaso desarrollo de las fuerzas productivas, situación que generó unas relaciones sociales de producción básicas (patriarcales) y socialmente atrasadas. Las principales actividades económicas desarrolladas estos cuatro si- glos fueron: a) El pastoreo, actividad que se realizaba sobre la base de una ganadería cimarrona que se reproducía en forma silvestre en tierras sin dueño (pas- tos naturales que, cuando se agotaban en una zona, eran sustituidos por otros a donde se movía el ganado) o bajo propiedad comunal, y cuyos requerimientos tecnológicos —para la producción de cueros y carnes— eran prácticamente inexistentes. Inicialmente esta producción se desti- nó al contrabando en el norte de la isla y después sirvió para abastecer el mercado de la Colonia Francesa a cambio de lograr un conjunto de bienes que la sociedad dominicana demandaba y no producía. El pas- toreo se ubicó en el centro del país y en la llanura costera del este y fue mermándose hasta extinguirse en las primeras dos décadas del s. XIX (la revolución haitiana, la guerra de la Reconquista y la España Boba). b) La recolección, actividad que se ejerció principalmente en el sur del país y eventualmente en la línea noroeste, gracias a la explotación de los bosques que el hábitat creaba con poca o nada de transformación y valor agregado. Su producción, que se exportaba de manera ocasio- nal, exigía mínimos requerimientos técnicos y se obtenía a partir de la explotación de tierras que no tenían dueño. La producción tampo-

6 El acrecentamiento de los mercados favorecía la división del trabajo y el uso pro- ductivo del excedente, lo cual generaba más excedente que requerían más mercados, generándose así un proceso de reforzamiento. Más división del trabajo, más productiv- idad y la necesidad de nuevos mercados.

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co era sistemática y fue devorando los bosques, obligando a explotar los más lejanos y costosos. c) La economía campesina de autoconsumo, que, frente a la pobreza reinante, garantizaba la “autarquía”. El conuco producía lo mínimo necesario para el consumo y estaba limitado por la fuerza de trabajo familiar. Sobre la base del “tumbe y queme”, la tierra “cansada” era sustituida por la siguiente disponible. d) El tabaco del Cibao, una producción que se inicia a finales del s. XVIII con destino, primero, al mercado local y al haitiano y, even- tualmente (en el siglo XIX), a Europa, si bien la pérdida de calidad lo fue mermando para 1850-60. El tabaco fue considerado por Bonó7 como la base de nuestra democracia infantil por su impacto en la dis- tribución del ingreso y en la expansión del mercado interno. Y más recientemente Ferrán (2018) lo define como una parte constitutiva del ADN cultural dominicano. Ciertamente, el tabaco fue socialmente un avance frente al pastoreo y la recolección, pero, debido a que se desa- rrolló mediante un capital comercial que redistribuía riqueza, a la baja escala y a los problemas de calidad, no fue capaz de crear una masa crítica de acumulación de capital. e) El contrabando, actividad que fue una forma generalizada de comer- cio frente a las penalidades que imponía el monopolio comercial es- pañol (Casa de Contratación de Sevilla) y que predominó en la costa norte y en los poblados próximos a la línea fronteriza, particularmen- te en el s. XVIII. Ninguna de estas actividades era fuente de un excedente permanente ni tenía potencial para sostener un proceso de acumulación de capital productivo.

1.1 Hechos históricos en los primeros cuatro siglos En general, los primeros cuatro siglos fueron de abandono, marginación de la isla e inamovilidad social, con esporádicos pero breves períodos de crecimiento y relativa prosperidad.

7 “[El tabaco] ha sido es y será el verdadero Padre de la Patria para aquellos que lo observan en sus efectos económicos, civiles y políticos. Él es la base de nuestra infantil democracia por el equilibrio en que mantiene a las fortunas de los individuos, y de ahí viene siendo el obstáculo más serio de las oligarquías posibles; fue y es el más firme apoyo de nuestra autonomía y él es por fin quien mantiene gran parte del comercio interior (…) por los cambios que realiza con las industrias que promueve y necesita” (Bonó, 1881 [1964], p.199).

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En este período la población permaneció estancada (creció 1.46% acu- mulativo anual), duplicándose cada 50 años. La miseria y los conflictos hicieron que hubiera momentos de emigraciones masivas. (gráfico 1) Tan temprano como el siglo XVI, la isla salió de las rutas de los barcos españoles, porque las corrientes marinas pasaban por el norte de la isla y el único puerto habilitado para mercadear estaba en el sur. La ciudad y el puerto de Santo Domingo poco a poco quedaron marginados. No había oro, el azúcar llegó a su pico en 1550 y desapareció en dos o tres décadas más. España fue abandonando la isla porque en otras partes de América había más territorios que colonizar, más riqueza de la que apropiarse y más excedente que generar. De este modo, le dejó a la isla de Santo Do- mingo el contrabando como principal forma de abastecimiento.

Gráfico 1. Tendenciasde la población 1500-1900

1908; 638,000

1867; 382,312

1863; 207,700

1844; 126,000

1838; 100,086

1834; 71,223

1503; 1,800 1812, 63,000 1783; 119,600 1510; 10,000

1516; 3,500 1769; 70,625

1739; 30,058 1528; 4,000 1718; 18,410 1546; 5,000 1606; 5,960 1681; 7,500

1500 1550 1600 1650 1700 1750 1800 1850 1900

Fuente: Moya Pons (2010). Evolución de la población dominicana, 1500-2010, p.53

En 1561, España trasladó formalmente el sitio para operar sus barcos a La Habana. El siglo XVII, que empezó con las despoblaciones de Oso- rio (1606), se constituyó en el llamado “Siglo de la Miseria” cuando se fueron todos los que pudieron irse y la población no sobrepasó los 8 mil habitantes. Era tanta la miseria, que igualó a toda la población (ricos y pobres, amos y esclavos, blancos y negros) y dio origen al “mulataje”. Hoy sabemos que los dominicanos tenemos un 49% de ADN africano8. El abandono de los españoles y la pobreza generalizada dan pie a la ocupación francesa

8 Periódico el Diario Libre. 5 de julio 2016. El dominicano tiene un 49% de ADN africano y un 39% europeo. https://www.diariolibre.com/ciencia-y-tecnologia/ciencia/ el-dominicano-tiene-un-49-de-adn-africano-y-un-39-europeo-NE4251429

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en el oeste de la isla. En 1697 España reconocía la presencia francesa en el oeste de la isla. Tres años antes, en 1694, se introducía la caña de azú- car en lo que hoy es el norte de Haití. El siglo XVIII fue de relativa prosperidad para la colonia española, gracias al éxito de la colonia francesa del oeste. Pero esa prosperidad se fue con la guerra de independencia haitiana que terminó en 1804 y que dio paso a la ocupación francesa de la colonia española, y luego, a la España Boba, ambos períodos de mucha pobreza en la parte este de la isla. Era tanta la pobreza, tan grande el fracaso del poder colonial, que en 1822 los domi- nicanos dieron la bienvenida a los haitianos, lo que puede considerarse como una expresión de su esperanza de mejorar sus condiciones de vida.9 En los años de la ocupación haitiana se registró una cierta prosperidad que condujo a la independencia en 1844. Se ha estimado que para ese año había una población de 126 mil personas. La poca prosperidad que- dó erosionada con la guerra de independencia (la separación, según el Manifiesto de 1844) y con la excesiva emisión monetaria para financiar la guerra, lo que generó una acelerada inflación, depreciación del peso y profundizó la descapitalización y el empobrecimiento general. A los pocos años vino la Anexión, y luego, la guerra Restauradora, que acabó con el exiguo aparato productivo que existía. Las emisiones monetarias fueron seguidas por una deuda pública creciente —contratada en forma fraudulenta y usurera— que envolvería al país en una larga crisis finan- ciera (Herrera, 1982) hasta la pérdida total de soberanía (1916-1924). En 1868 empieza la Guerra de los 10 años en Cuba, que da origen a la emigración cubana hacia Santo Domingo. Es también entonces cuando se instala la industria azucarera en la llanura costera del sur, mientras se desvanece en el norte la industria del tabaco. A finales del siglo XIX la

9 En el “Manifiesto de los habitantes de la parte Este de la isla, antes Española o de Santo Domingo, sobre las causas de su separación de la República Haitiana”, del 16 de enero de 1844, se escribía: “Cuando en Febrero de 1822, la parte oriental de la Isla cediendo solo a la fuerza de las circunstancias, no se negó a recibir el ejército del General Boyer, que como amigo traspaso el límite de una y otra parte, no creyeron los Españoles Dominicanos que con tan disimulada perfidia hubiese faltado a las prome- sas que le sirvieron de pretexto para ocupar los pueblos, y sin las cuales, habría tenido que vencer inmensas dificultades y quizás marchar sobre nuestros cadáveres si la suerte le hubiese favorecido. Ningún dominicano le recibió entonces, sin dar muestras del deseo de simpatizar con sus nuevos conciudadanos: la parte más sencilla de los pueblos que iba ocupando, saliéndole al encuentro, pensó encontrar en el que acababa de recibir en el Norte el título de pacificador, la protección que tan hipócritamente había prometido. Mas a poco, al través del disfraz, que ocultaba las siniestras miras que traía, ¡advirtieron todos que estaban en manos de un opresor, de un tirano fiera!”. (Rodríguez Demorizi (Editor), 1944, p. 9) [Texto destacado en cursiva, MCH].

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economía dominicana se transforma: la economía azucarera crece (un capital productivo) y empieza a modificarse el sistema de propiedad de la tierra (que hasta entonces había sido comunal). Todo esto da lugar a un intenso proceso de “descampesinización”, de pobreza y desigualdad.

1.2 Los hechos estilizados en los primeros cuatro siglos Al terminar el siglo XIX concluían cuatro siglos de estancamiento eco- nómico, abandono y pobreza, cuyas características principales fueron: a. No se desarrollaron actividades económicas que generaran una masa crítica de excedente de producción y mucho menos hubo la posibili- dad de un uso productivo del mismo. En general, se trataba de acti- vidades basadas en el pastoreo, la recolección y el autoconsumo, de modo que implicaban formas de organización social históricamente atrasadas, donde no había un acto de producción. Si bien estas acti- vidades podían generar excedentes, lo hacían de manera ocasional, como consecuencia de hechos fortuitos. Simplemente se explotaba lo que la naturaleza proveía, y cuando se agotaban los recursos natura- les en un determinado predio, la gente se movía al más próximo que estuviera a su alcance. Esta situación se diferencia de lo sucedido en el resto de las islas del Caribe, e inclusive de lo acontecido en Haití, donde se desarrolló una economía de plantación esclavista en el siglo XVIII. Esta se constitu- yó en una fuente permanente de excedente a través de la coerción y la violencia, en un contexto de técnicas primitivas de producción que obligaban a un grupo social a reducir su consumo al límite o a un nivel inferior de su reproducción. La plantación y la esclavitud implicaron una segregación social y racial que no se presentó en la colonia española, porque no desarrolló una industria colonial del azúcar. En otras palabras, las causas de la pobreza en el Santo Domingo español y en el resto de las colonias del Caribe fueron diferentes y tuvieron consecuencias diferen- tes en el largo plazo. En una fue la ausencia de producción lo que generó pobreza, abandono del territorio e inamovilidad social; mientras que en las otras sí se generó excedente de producción, pero sobre la base de la explotación extrema de la población esclava. Es de notar que aún después de desaparecida la esclavitud en los países del Caribe, y a todo lo largo del siglo XIX, se mantuvieron las diferencias en los niveles productivos entre República Dominicana y el resto de las islas del Caribe. En efecto, un indicador del nivel de actividad económica de las islas del Caribe serían las exportaciones reales. Según los cálculos

Año 50, Vol. XLI, septiembre-diciembre 2018, pp. 17-63 28 Miguel Ceara-Hatton de Bulmer-Thomas para todo lo largo del siglo XIX, la República Domi- nicana exportó menos del 1% de lo que exportó toda la región (cuadro 1), siendo el principal producto de exportación de la región el azúcar y sus derivados (melaza y ron), que representaron el 72% del promedio de las exportaciones totales en todo ese siglo. El tabaco representó el 8%, el cacao el 1.5% y el café el 11.4%. Estos cuatro rubros constituyeron más del 92% de las exportaciones totales en ese período.

Cuadro 1. Exportaciones domésticas a precios de 1860 de los países de la región del Caribe* (1820-1900) Rep. Puerto Años Haiti Cuba Jamaica Trinidad Otras Caribe Dom. Rico 1820 5.2% 0.4% 15.4% 1.5% 27.7% 2.7% 47.1% 100.0% 1830 7.0% 0.8% 25.8% 4.5% 18.8% 3.1% 40.1% 100.0% 1840 7.3% 0.9% 40.6% 8.7% 7.9% 2.7% 31.8% 100.0% 1850 6.0% 1.2% 51.2% 8.1% 5.9% 2.9% 24.6% 100.0% 1860 5.5% 1.0% 54.7% 6.4% 5.0% 2.9% 24.6% 100.0% 1870 3.7% 1.1% 58.3% 6.3% 4.1% 3.9% 22.6% 100.0% 1880 5.7% 1.3% 50.2% 8.0% 3.9% 4.7% 26.3% 100.0% 1890 5.2% 2.9% 48.2% 7.3% 4.8% 4.3% 27.2% 100.0% 1900 7.0% 9.3% 32.9% 6.5% 7.0% 5.8% 31.4% 100.0% Fuente: Elaborado con información de Victor Bulmer-Thomas (2012). The economic history of the Caribbean since the Napoleonic Wars. Cambridge University Press. Base de Datos que acompañan al libro On-line * Los países y territorios del Caribe incluidos son: Haití, Rep. Dom., Cuba, , Antigua, Bahamas, Barbados, Belice, Islas Vírgenes Británicas., Dominica, Grenada, Guyana, Jamaica, Montserrat, Nevis, St Kitts, St Lucia, San Vicente, Tobago, Trinidad, Turcas y Caicos, Guyana Francesa, Guadalupe, Martinica, Antillas Holandesas, Surinam, Islas Vírgenes Danesas .,St Bar- thélemy b. Las consecuencias de la pobreza fue el abandono del territorio, la poca población absoluta, la baja densidad, el aislamiento, la rurali- dad, el localismo y la falta de educación10. Comparada con el resto del Caribe, la parte española de la isla se mantuvo despoblada y con baja densidad hasta más de la mitad del s. XX. En 1820, la Repúbli- ca Dominicana tenía el 2.4% de la población del Caribe; treinta años después constituía apenas el 4.1% de dicha población; mientras que al final del siglo llegó al 6.5%. La población dominicana representó el 4.2% de la población total del Caribe durante el s. XIX (cuadro 2).

10 Según los modelos de Barro-Lee, en 1870 el 98.3% de la población de 15 a 64 años no tenía escolaridad. En 1900 ese porcentaje se había reducido a 92.5% y 7.5% de la po- blación entre 15 a 64 tenía algún curso de primaria. http://www.barrolee.com/

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Los bajos niveles de población determinaron que, en promedio, durante el s. XVII, la densidad en la colonia española de Santo Domingo fuera de menos de un 1 habitante por km2. Luego subió a un promedio de 2 habitantes por km2 durante el período que va desde el inicio del s. XIX hasta la Guerra Restauradora (1863). Al final del s. XIX, la densidad su- bió a una cifra del orden de 5 habitantes por km2. Esta escasa población daba cuenta del escaso valor de la tierra, del aislamiento de la población y de la ruralidad.11

Cuadro 2 Estructura de la población del Caribe* (ajustado por el cálculo percápita) 1820-1900 Puer- Ja- Bar- Gua- Mar- Resto Rep. Trini- Cari- Años Haití Cuba to mai- ba- de- tini- Cari- Dom dad be Rico ca dos loupe que be 1820 15.7% 2.4% 24.7% 10.3% 15.2% 1.6% 3.7% 4.2% 3.8% 19% 100% 1830 16.4% 2.9% 25.8% 11.4% 13.4% 1.5% 3.6% 4.2% 3.8% 17% 100% 1840 16.3% 3.6% 26.2% 13.7% 11.9% 1.7% 3.8% 4.0% 3.8% 15% 100% 1850 16.3% 4.1% 27.9% 13.1% 11.2% 1.9% 3.7% 3.4% 3.8% 15% 100% 1860 15.3% 4.0% 30.4% 13.7% 10.3% 1.9% 3.6% 3.2% 3.6% 14% 100% 1870 16.5% 4.1% 29.2% 14.0% 10.4% 2.2% 3.4% 3.0% 3.2% 14% 100% 1880 17.7% 4.6% 27.3% 14.3% 10.6% 2.7% 3.1% 2.7% 3.1% 14% 100% 1890 19.0% 5.3% 25.9% 14.5% 10.3% 3.2% 2.9% 2.6% 2.9% 13% 100% 1900 20.5% 6.5% 23.3% 13.8% 10.8% 3.6% 2.8% 2.6% 3.1% 13% 100% Fuente: Elaborado con información de Victor Bulmer-Thomas (2012). The economic history of the Caribbean since the Napoleonic Wars. Cambridge University Press. Base de Datos que acompañan al libro On-line. * Los países y territorios del Caribe incluidos son: Haití, Rep. Dom., Cuba, Puerto Rico, Anti- gua, Bahamas, Barbados, Belice, Islas Vírgenes Británicas., Dominica, Grenada, Guyana, Ja- maica, Montserrat, Nevis, St Kitts, St Lucia, San Vicente, Tobago, Trinidad, Turcas y Caicos, Guyana Francesa, Guadalupe, Martinica, Antillas Holandesas, Surinam, Islas Vírgenes Dane- sas .,St Barthélemy

11 En este sentido, Bosch analizaba: “Si en 1780 los pobladores de nuestro país lle- gaban a 100 mil, según los censos o padrones —aunque de acuerdo con los cálculos de Sánchez Valverde eran unos 125 mil—, y para 1851 eran más o menos 150 mil, el aumen- to de población había sido excesivamente lento; la mitad en setenta años, en el primer caso, y apenas 25 mil en el mismo tiempo, en el segundo caso. En términos de densidad por kilómetro cuadrado, habíamos llegado a menos de tres, puesto que en 1851 el país era un poco más grande que ahora; o lo que es decir, nos hallábamos en la situación de menos de una familia por cada kilómetro cuadrado. Era totalmente imposible que con tan escasa población produjéramos capital, y lo era más todavía si tomamos en cuenta que esa población no estaba preparada en ningún orden para la producción capitalista; que ni siquiera los cosecheros de tabaco sabían mejorar la calidad de su hoja; que para sembrar, la totalidad del campesinado usaba la coa indígena; que la mayoría de las ca- sas que se construían eran de tablas de palma con techo de yagua; que la gran mayoría de la población no usaba zapatos e ignoraba el alfabeto…”. (Bosch, Juan, 2009 [1970], p. 244) [Texto destacado en cursiva, MCH].

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c. La pobreza generalizada por la falta de excedente de producción creó una inamovilidad social. Los pobres permanecían pobres por genera- ciones. La estructura social se petrificó en el tiempo, pues la produc- tividad estaba estancada: los cambios en la distribución eran básica- mente consecuencia de la mecánica de la circulación de mercancías (comprar barato y vender caro) y no por la creación de nueva riqueza. d. La falta de caminos12 hacía mucho más pequeño el mercado interno. La producción estaba limitada a los mercados regionales, que eran minúsculos y no creaban estímulos para aumentar la productividad porque no había a quien venderle, lo cual determinaba un país desin- tegrado, sin control nacional y sin comercio intrarregional. Tampoco había posibilidades de exportar porque no había transporte marítimo regular. En otras palabras, al no haber mercado, no había posibilida- des de producir un excedente. e. Procesos migratorios hacia el exterior a causa de la pobreza relativa y de diversos hechos históricos (despoblaciones de Osorio, tratado de Basilea, la ocupación francesa, la España Boba, la ocupación hai- tiana, la guerra restauradora, la inflación, etc.) hicieron más difícil la sobrevivencia en la colonia española y en la posterior república. Sen- cillamente, en diferentes momentos, se fue todo el que pudo irse. En resumen, estos casi cuatro siglos fueron de pobreza, inamovili- dad social, abandono de la isla, desinterés, estancamiento económi- co, despoblación, ruralidad, aislamiento de la población, autarquía, localismo y formación del “mulataje”. Y, en gran parte, todo ello fue consecuencia de la incapacidad de la sociedad para generar un exce- dente de producción.

12 José Ramón Abad (1888) lo describe así: “Los caminos que hay en la actualidad son simples trochas abiertas a través de los bosques, o brechas por entre las montañas, o trillados laberínticos por las sa- banas. Inútil es decir que no se aprovechan por el comercio, ni por la agricultura; y cuando en algunos lugares la necesidad obliga a transportar por ellos los frutos; es sacrificando una buena parte del valor de los mismos, en calidad y en precio, lo que apareja una pérdida efectiva en la riqueza nacional”. (José Ramón Abad, (1973 [1888], p. 177) Bosch indica sobre el mismo tema: “... en 1851 ... no había un camino en el que pudie- ra usarse la carreta para llevar carga, lo cual encarecía enormemente el transporte de lo que se producía. Schomburgk calculaba que para llevar el tabaco cibaeño a los puntos de venta y embarque se empleaban 40,000 caballos a un costo de 160,000 pesos españoles; y como es natural, se asombraba de que no se utilizaran carretas o los ríos navegables, como el Vaque, por ejemplo, por el cual podía conducirse mu- cho tabaco hasta el puerto de Monte Cristi”. (Bosch, 2009 [1970], p. 244).

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2. Del final del siglo XIX hasta la actualidad: crear riqueza generando pobreza

El desarrollo de la industria azucarera a partir de las últimas dos décadas del s. XIX transformó la economía y la sociedad dominicana e inició una nueva etapa caracterizada por una generación sistemática del excedente económico y un uso productivo de una parte de éste. Además, el sector azucarero se constituyó en la principal fuente de generación de las di- visas necesarias para importar los medios de producción que reclama- ba la acumulación de capital. La industria azucarera será el motor de la economía en los siguientes 100 años (1880-1980) debido a la demanda mundial, a su naturaleza productiva, a su capacidad de arrastrar al resto de la economía y de someterla al ciclo internacional de los precios del producto, lo cual contrasta con las principales actividades económicas de los cuatro siglos anteriores.

2.1 La nueva fuente de riqueza y el despojo campesino Desde muy temprano, figuras como Hostos y Bonó cuestionaron el cos- to de esa forma de “modernidad” y de generación de excedente que —a cambio del deterioro de la desigualdad del ingreso y del aumento de la exclusión social— implicaba el desarrollo azucarero. Hostos (1939 [1884], p. 159-176) señalaba en 1884 que con la actividad azucarera: • había aumentado el capital social • se valoraban los terrenos, que hasta ese momento “sólo tenía un valor natural” • se regularizaba la propiedad, que había sido “indefinida” • mejoraban los medios de trabajo y los accesorios del trabajador • se establecían procedimientos modernos de producción • se cambiaban las pequeñas industrias por grandes • aumentaba la dependencia del comercio nacional respecto al comer- cio internacional • aumentaba el consumo, porque aumentaba el ingreso y también porque “la gran industria tiende al desarrollo de las necesidades artificiales”. • aumentaba el comercio de exportación y prosperaba “artificialmente la especulación” • aumentaba el ingreso público A pesar de estas virtudes, Hostos se preguntaba sobre los resultados a mediano y largo plazo de este tipo de “modernización”. Después de

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reflexionar sobre las magnitudes y características del tabaco, el hato y los trapiches, señalaba que antes del establecimiento de los grandes in- genios azucareros,

el comercio vivía concretado al cambio nacional, a una reducida exportación y a las importaciones que podríamos llamar supletorias o complementarias, porque efectivamente no hacían otra cosa que suplir las faltas en la producción nacional o completar los consumos. Se trabajaba bastante a corta escala, se producía poco más de lo necesario, el exceso se cambiaba por lo que reclamaba el consumidor o no tenía el país y se vivía.

Se vivía pobremente, pero de propio fondo: el país vivía casi en absoluto de lo que producía el país. Poco trabajo le bastaba para el cultivo de los frutos menores y la crianza de sus ganados, y los mercados nacionales ofrecían copiosa fuente de consumos a la demanda pública. Contento de su pobreza, el país consumía lo que producía y nada más. Pero vinieron los ingenios, vino con ellos la oferta de trabajo y demanda de braceros, se hizo bracero el antiguo cultivador de breves predios, se abandonó el conuco, se descuidó la crianza de aves de corral, las pequeñas industrias agrícolas, la economía rural, cuanto por tradición o por instinto había servido para alimentar el consumo general (...) y por paradójico que parezca, el país era más pobre cuando más rico se hacía el Estado. (Hostos, 1939 [1884], p. 162) Se preguntaba Hostos si era favorable la situación de un país donde dis- minuyen los consumos debido al aumento de los productos. La respues- ta era no, porque indudablemente:

ha habido un progreso que se palpa, en la aplicación de capitales a la fabricación de azúcar: eso ha sido bueno, y no se niega; pero ese progreso ha prescindido completamente de las condiciones económicas de la sociedad cuyos intereses venía a estimular y eso es malo. (Hostos, 1939 [1884], p. 163-164). Al igual que Hostos, Pedro Francisco Bonó también cuestionó en 1884 el impacto de la industria azucarera en la vida de los dominicanos. Arguyó que el progreso no era de los dominicanos, y que estos, muy por el contrario, al ser despojados de sus tierras —que eran adquiri- das por los inversionistas capitalistas a muy bajos precios—, se veían condenados a servir como proletarios. Y por eso resaltaba que: “antes, aunque pobres y rudos eran propietarios, y hoy más pobres y embru- tecidos han venido a parar en proletarios. ¿Qué progreso acusa eso? Mejor entraña una injusticia hoy y un desastre mañana” (Bonó, 1964 [1884], p. 327).

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En otro escrito, refiriéndose a las provincias del Este, expresó: “El mo- nopolio destruyó los conucos y sus anexos de ganado menor, y con ellos la subsistencia de la ciudad y trabajadores; y el capital reciente- mente introducido tiene que redituar ahora sus intereses propios de reproducción y conservación, y los indispensables del capital (...)”. Es así que se pregunta, además: “¿cómo se podrán suplir los conucos, la subsistencia de la ciudad y los trabajadores?”. Razona que el aumento del “salario de los trabajadores desposeídos” disminuirá el interés de su capital fijo: “Además el alza de salarios está limitada por la concu- rrencia de los otros países productores, por los medios de los consumi- dores y llegará [el] día que no podrá subir los jornales. Por los que [se] ha pagado recientemente, presumo que ese día está cercano. Pedirá entonces nuevos monopolios de aduana, que no se le otorgarán porque no hay sobre quién hacerlos recaer. Al antiguo labriego del este sólo le queda su persona y esta es inviolable hoy. ¿Dónde encontrará el re- medio? ¿En la emigración temporal interior? (...) ¿Será en el exterior? (Bonó, 1964 [1884], p. 281). Entre 1900 y 1930 se consolida la industria azucarera. Para ello fue ne- cesario desmontar el sistema de propiedad comunera, desmontar la pe- queña propiedad campesina en la llanura costera del sureste, crear un marco de incentivos a esa industria y facilitar la importación de mano de obra. En esos años se consolidó la pérdida de soberanía nacional por el manejo inadecuado de la deuda pública externa y la marcha de la co- yuntura internacional, así como se desmanteló la incipiente industria con la reforma arancelaria de 1919.13 Ello ocurría en el marco de una gran desigualdad social, como establece Muto (2014). Con el desarrollo de la industria azucarera, se establecieron nuevas re- laciones de poder: se consolidó una élite en una sociedad que no tenía “aristocracias tradicionales u oligarquías bien organizadas” (Muto, 2014, p. 178). En vez de ello —indica Muto—, los líderes socioeconómicos repre- sentaban “una coalición inestable y flexible de depositarios de poderes

13 Esa reforma arancelaria implicó la desgravación de 245 productos “que no debie- ron jamás declararse libres antes de obtener una reciprocidad de los Estados Unidos”, se redujeron los derechos de importación a más de 700 artículos y a pesar de declarar que el objetivo de la reforma era “el de favorecer a la porción pobre del pueblo consu- midor”, se había establecido un arancel que eliminaba los derechos sobre productos que consumen los ricos como “los mármoles, al ónix, al jaspe, al alabastro, a los diaman- tes y otras piedras preciosas en bruto y sin montar” (…) así como las sedas, los tules, las tapicerías; pero no se han “liberados los calderos, ni las pailas, ni los anafes para cocinar, ni los demás utensilios de cocina; las linternas de mano, ni las lámparas que hayan de alumbrar la casa del pobre”. (Informe del Lic. Francisco J. Peynado, citado por Hoepelman y Senior, 2009 [1922], p. 916)

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políticos, económicos y sociales de diversa fuerza, a menudo eclipsados por otros poderes y penetración extranjera aún más fuertes”, y cuya mo- vilidad dependía de la carrera política que le diera el acceso y control del presupuesto nacional. En general, para esa época, no existen informaciones e indicadores so- ciales, ni siquiera de distribución del ingreso. Solamente se encuentran ciertos datos precarios en algunas fuentes como el censo de 192014, el de 1935 y el de 1950, así como en algunas bases de datos internacionales, en donde se pueden encontrar indicadores dispersos comparados con otros países de América Latina. Según el censo de 1920, la sociedad dominicana seguía siendo una so- ciedad rural (apenas el 16.6% residía en las zonas urbanas) que tenía una población total situada por debajo del millón de habitantes (894 mil) y cuyas principales ciudades eran muy pequeñas: la más grande era Santo Domingo, con 31 mil habitantes; seguía Santiago, con 17 mil; y luego estaba San Pedro de Macorís, con 14 mil. 17 de las 30 “ciudades con más de 1,000 habitantes” no llegaban a 2,000 personas. La población con trabajo remunerado alcanzaba 204 mil, lo cual impli- caba una relativamente baja tasa de participación de 42%15, de los cuales había 904 profesionales (0.1%), 138 mil agricultores y ganaderos (68%) y 65 mil con oficios misceláneos (32%), es decir, predominaban empleos agrícolas y precarios. A nivel de la educación primaria, se estimaba una matriculación de más 101 mil alumnos, repartidos en 980 escuelas y en 1,195 aulas, prevalecien- do escuelas pequeñas (2 aulas por escuela y 104 alumnos por escuela) con un elevado nivel de hacinamiento, pues había unos 51 alumnos por aula. La tasa de matriculación era reducida, fluctuaba entre 51% a 32%, según el tamaño de la población de referencia (cuadro 3). A nivel de educación secundaria, había 6 escuelas en el país, más 3 escuelas nor- males con 268 inscritos y una universidad con 4 facultades y 3 escuelas16 y 169 estudiantes. Estas cifras corresponden al año de la “Danza de los Millones”, el de mayor éxito exportador de la economía dominicana en muchos años. Lo que significa que el nivel de privación educativa era mucho mayor antes y después de ese año, cuando se registra un notable retroceso por el impacto de la crisis azucarera de los años siguientes (Muto, 2014, p. 196, tabla 20).

14 Censos de 1935, 1950, 1960, 1970 y sucesivos 15 Población que trabaja por remuneración entre población en edad de trabajar 16 Facultades de derecho, medicina, farmacia y matemática. Escuelas de odontolo- gía, obstetricia y notariado.

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Cuadro 3 Indicadores de educación 1920 Alum- Alum- Aulas / Pobla- Pobla- Alum- nos / Provincia Escuelas Aulas nos / Escue- ción de ción 7 nos Escue- Aula las 7 a 14 a 20 las Santo Domingo 148 378 20,220 53.5 2.6 136.6 62% 38% Azua 83 151 6,592 43.7 1.8 79.4 28% 17% Barahona 50 92 4,226 45.9 1.8 84.5 37% 23% Seybo 92 143 5,786 40.5 1.6 62.9 44% 27% San Pedro de 63 110 6,963 63.3 1.7 110.5 97% 56% Macorís Pacificador 80 158 7,850 49.7 2.0 98.1 44% 28% Samaná 29 56 2,216 39.6 1.9 76.4 58% 37% La Vega 97 229 12,603 55.0 2.4 129.9 54% 33% Espaillat 46 125 7,254 58.0 2.7 157.7 63% 39% Santiago 128 268 15,905 59.3 2.1 124.3 57% 35% Puerto Plata 89 141 6,143 43.6 1.6 69.0 47% 29% Monte Cristi 75 143 6,128 42.9 1.9 81.7 40% 26% Totales 980 1,994 101,886 51.1 2.0 104.0 51% 32% Fuente: Elaborado con el Censo Nacional de la República Dominicana de 1920. Publicación de la Universidad Autónoma de Santo Domingo Vol. CLXVIII, p. 118, 147, 148-159,

El censo de 1920 permite estimar un nivel de analfabetismo17 que alcanzaba el 70% de las personas de 15 años o más, lo cual colocaba a la República Dominicana en la quinta posición de mayor analfabe- tismo de 20 países América Latina.18 Se mantuvo en esos niveles en las décadas del 1930 y 1940, empezando a ceder a partir de la déca- da de 1950, cuando el país pasó a quedar rezagado en una séptima posición. Utilizando la base de datos de MOxLAD, se ha estimado que en 1930 la esperanza de vida en el país era de 26 años, la segunda más baja de 17 países de América Latina, solo superada por Guatemala. En la década de 1940 sube a 34 años, pero sigue ocupando la segunda posición más baja (16 de 18 países) de América Latina. En la década de 1950 registra un notable avance (44 años), pasando a la posición 12 de 20 países de la región.

17 Calculada como el cociente entre los que no saben leer entre la suma de los que saben + no saben 18 Base de datos MOxLAD http://moxlad-staging.herokuapp.com/home/es#

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El país seguía relativamente incomunicado internamente en 192019, ya que no se había terminado ninguna carretera de importancia. Es en 1922 cuando se termina la carretera Duarte, que iba de la capital a Monte Cristi. Para ese año también se habían construido los 68 km que unen a Santo Domingo con San Pedro de Macorís y otros 25 kilómetros entre esta última población y Hato Mayor. Mientras, el Cibao tenía dos líneas de ferrocarriles (uno de Santiago a Puerto Plata y otro de la Vega a Sán- chez) que facilitaban las exportaciones, el comercio y el movimiento de personas en esa zona.

Gráfi co 2. Producción azucarera en miles de toneladas. Por décadas, de Cuba, República Dominicana y Puerto Rico (1900-1999)

7,539

6,426

5,597 5,261 PR Cuba RD 5,027 4,491 4,120

2,957 2,725

1,186 1,045 1,043 982 834 926 793 816 655 493 565 364 266 412 447 178 54 113 260 102 41

1900-09 1910-19 1920-29 1930-39 1940-49 1950-59 1960-69 1970-79 1980-89 1990-99

Fuente: Oscar Zanetti (2012),p. 466-469

Según datos de Zanetti (2012), la producción promedio de azúcar de la República Dominicana en la primera década del s. XX (1900-09) era de 54 mil toneladas anuales, lo cual representaba el 5% de la producción de Cuba y el 30% de la de Puerto Rico. En la década de 1920-1930, la produc- ción de RD se había multiplicado por 5 (266 mil toneladas), pero apenas representaba el 5.9% de la producción de Cuba y la mitad de la produc- ción de Puerto Rico. La producción más alta de azúcar que registra la República Dominicana se verifi có en la década de 1970, cuando alcanzó un promedio de 1.2 millones de toneladas, lo cual representó el 19% de la producción cubana. Estas cifras muestran la velocidad de avance de la producción azucarera y el reducido tamaño relativo de la industria dominicana en el Caribe (gráfi co 1). Al decir de Muto, este modelo “difundió sus benefi cios de una manera dispareja y exigua, mientras producía una economía desbalanceada y de- pendiente”. La nueva forma de inserción en la economía mundial, mane-

19 Censo de 1920, p. 91-92. El censo de 1920 describe las obras que la Dirección Ge- neral de Obras Públicas realizó entre 1908 y 1922.

Año 50, Vol. XLI, septiembre-diciembre 2018, pp. 17-63 La sociedad dominicana: una historia de pobreza, abandono e inamovilidad social 37 jada por los intereses azucareros, “promovió el monocultivo y también la dependencia comercial, tecnológica y de capitales, en donde una élite de criollos e inmigrantes, se apropió de la mayoría de los beneficios produci- dos. La masa de la población en la República, como ocurrió en otros países similares, pagó el precio por esta limitada prosperidad con la intensifica- ción de su pobreza, vulnerabilidad y dislocación” (Muto, 2014, p. 287).

2.2 El salario y la pobreza en la sustitución de importaciones financiado con las exportaciones de tradicionales

La dictadura de Trujillo se inicia en 1930 y enfrenta inmediatamente el im- pacto de la crisis económica mundial de 1929. No es hasta 1937-38 cuando se recupera el nivel de gastos e ingresos públicos de 1930, mientras que el nivel de exportaciones de 1929 no se recuperó hasta después de 1943. En la década de 1940, la guerra mundial permitió generar un excedente ex- portador que se utilizó para recuperar las aduanas (bajo control norteame- ricano desde finales del s. XIX), pagar la deuda externa, crear la moneda dominicana y hacer numerosas inversiones en infraestructura. En 1948, el Banco Mundial describía la economía dominicana como alta- mente dependiente de unos pocos productos de exportación, en donde el “control de la economía se concentra en dos grupos: inversionistas ex- tranjeros, principalmente de EE. UU., y funcionarios del gobierno o sus familias”. Además, afirmaba que “la distribución del ingreso era muy des- igual”(International Bank of Reconstruction and Development, 1948, p. 5).

Cuadro 4. Ingreso Nacional (Total y percápita) 1940-1947 US$ percapita de Años Millones de US$ US$ percapita 2018 1940 1/ 70.4 42 63 1943 2/ 90 51 61 1947 3/ 160 80 75 Fuente: International Bank of Reconstruction and Development (1948), p.21 1/ Brookings Institution, “Refugee Settlement in the Dominican Republic”, 1942. (E. Goodwin) 2/ Defense Supplies Corp., RFC, “Air Transport in Latin America”, 1944 (R. A. Wight). 3/ IMF, “Initial Par Value: Dominican Republic”, 1948 (J. F. Noyola)

En 1940, el Banco Mundial estimaba que el ingreso nacional de la Repú- blica Dominicana era de US$70 millones (cuadro 4), los que, llevados a

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dólares de 201820, equivalían a US$1,258 millones y a un per cápita equi- valentes a US$63 a precios actuales. Es decir, la economía dominicana de 1940, llevada a dólares de 2018, sería equivalente al 1.6% de la econo- mía actual21 y el percápita estaría cercano al 0.86%. Lo que es lo mismo que decir que la economía se había multiplicado por 62 veces a precios de 2018 y el percápita por 116 veces.22 En 1943 el per cápita real se había reducido levemente a US$61 anuales (a precios en dólares de 2018), en tanto que en 1947 se colocaba en US$75 reales. Este ingreso nacional era generado en un 59% por la agricultura, en un 11.1% por las manufacturas y en un 12.8% por el comercio y los servicios. Noyola23, en el año de 1948, elaboró un reporte para el FMI donde descri- bía a la República Dominicana “como una Cuba no desarrollada” (IMF [Noyola], 1948, p. 1) con una geografía similar y muy dependiente del azúcar. A partir de este estudio —que hace una breve comparación del nivel de desarrollo de los dos países—, se puede concluir lo siguiente: a) RD no había alcanzado el mismo nivel de eficiencia en el uso de re- cursos que Cuba. b) RD tenía un estándar de vida mucho más bajo que Cuba. c) La salud y educación de los trabajadores dominicanos era inferior al nivel de los cubanos. d) El nivel de alfabetismo era 25% en RD y 78% en Cuba. e) El desarrollo industrial y comercial en dominicana apenas había co- menzado. f) El 82% (1944) del empleo remunerado vivía de la agricultura, mientras que en Cuba lo hacía solo el 41% (1943). g) El ingreso nacional estimado para RD era de US$80 per cápita, mien- tras que en Cuba era el triple (US$245). h) La agricultura cubana estaba más concentrada en el azúcar que la RD y era menos diversificada.24 i) En Cuba, el 45% de la inversión en azúcar era de propiedad nacional;

20 El índice de precios al consumidor de los EE. UU. se multiplicó por 17.8635 veces entre 1940 y 2018, por 14.4560 desde 1943, y 11.2148 desde 1947. 21 El gobierno dominicano calcula que el PIB nominal de 2018 es US$78,266 millones 22 Hay que tomar estos datos con precaución, dado que son calculados en dólares según el IPC de EE. UU. y, por lo tanto, ignoran los efectos de la variación del tipo de cambio (sobrevaluación o subvaluación). 23 Juan P. Noyola (1922-1962) fue un economista mexicano. Se le considera como uno de los precursores de la teoría de la inflación estructuralista. 24 La producción de azúcar en la República Dominicana cubría solo 15% de la tierra cultivada (1946), mientras que en Cuba cubría el 55%. Otros cultivos de exportación como el café, el cacao y el tabaco representaban el 25% en RD, mientras que en Cuba representaba solo el 5%. Alrededor del 60% de la tierra cultivada en RD se dedicaba a cultivos de subsistencia (tubérculos, arroz, maíz, frijoles y plátanos), en tanto que en Cuba lo hacía el 40%.

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en la RD, en 1944, solo el 8% de esa inversión era de propiedad nacio- nal. j) En RD, lo único que quedaba de la industria azucarera eran los im- puestos, pues tanto el capital como la mano de obra eran extranjeros. k) En Cuba se había desarrollo un mercado para industrias livianas, en la RD las industrias se encontraban en una “etapa muy rudimentaria”. El empleo industrial total representaba el 7.3% del total en 1944 (6% si se excluye a los trabajadores del azúcar). l) La RD dependía menos del comercio exterior que Cuba y registraba un mayor nivel de diversificación. También RD dependía menos que Cuba de las importaciones de alimentos. En síntesis, a pesar de los notables cambio de la economía dominicana, en las primeras cuatro décadas del siglo XX la sociedad dominicana se- guía mostrando un elevado atraso absoluto (casi tres cuartas partes de la población analfabeta) y también relativo, si se la comparaba con otros países del Caribe, tal como se hizo con Cuba. Desde un principio, Trujillo y sus allegados utilizaron los recursos (políticos, humanos, materiales y financieros) del Estado para generar una acumula- ción originaria. Trujillo inicia un rápido proceso de acumulación de capita- les y comprendió desde muy temprano, como señala Moya Pons (1977), que su riqueza personal dependía del crecimiento de la economía del país. Así, a finales de la década de 1940 y principio de 1950, incursiona en la industria azucarera comprando y construyendo ingenios y establece otras industrias de consumo doméstico bajo un régimen de elevada protección. De este modo, se desarrolló una industria de sustitución de importaciones totalmente al margen de los mecanismos de mercado. De ahí que se carac- terizara por ser una industria ineficiente cuyos requerimientos de medios de producción importados fueron financiados por las exportaciones de azúcar, café, cacao y tabaco.25 Así se consolidó un modelo de reproducción social donde el uso del poder político permitía un proceso circular de acu- mulación de poder político y económico. Uno conducía al otro. El modelo

25 El FMI describe el comportamiento de la economía dominicana de la siguiente ma- nera: “Durante la mayor parte de la década de 1950, la República Dominicana logró una tasa bastante rápida de crecimiento económico, basada en gran medida en un aumento de la producción de exportación, principalmente de azúcar, y un aumento considerable en la actividad de fabricación de productos livianos. Fuera del sector exportador, la pro- ducción agrícola se estancó y la producción de alimentos para el consumo interno no pudo mantener el ritmo de la población en rápido crecimiento. (…) Los precios internos aumentaron muy poco y, aunque hubo un déficit de la balanza de pagos en la cuen- ta corriente de la década en general, hasta 1960, el peso dominicano siguió siendo una moneda totalmente convertible. Alrededor de 1959, esta fase dio paso a un período de estancamiento. La inversión y el consumo disminuyeron en un período de incertidumbre política y se produjeron fuertes salidas de capital de los Trujillo, que habían controlado una amplia variedad de negocios en las últimas tres décadas” (IMF, 1967, p.1-2)

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de acumulación fue exitoso mientras crecían las exportaciones, pero entró en crisis cuando la dimensión política (la institucionalidad subyacente del proceso de acumulación) generó una crisis del modelo económico. La forma de reproducción de la sociedad dominicana durante la dictadu- ra de Trujillo generó pobreza, exclusión y marginalidad en un marco de crecimiento económico y de generación del excedente económico. Ello fue el resultado de una dinámica compulsiva de concentración del ingre- so26 que mantuvo los salarios controlados y el salario social bajo (gasto público en salud y educación). En efecto, el salario promedio mínimo legal real durante el período 1930-1960 fue el 43% del poder adquisitivo del salario promedio de 1963 a 1968, y este fue el nivel más bajo en los casi 90 años entre 1930 y 2017 ( Ver gráfico 3) Sobre el proceso de desarrollo seguido durante la década de 1950, el FMI señaló que en:

estos años el consumo del sector privado se mantuvo reducido por los bajos salarios, consecuencia de la ausencia de una organización laboral, y por fuertes impuestos indirectos, que permitió una alta tasa de formación de capital tanto en el sector privado como en el gubernamental. Además de bajos salarios, el modelo fue incapaz de generar los empleos necesarios que demandaba la economía, tal como también señaló el FMI:

El desempleo continúa siendo un problema crónico, estimado de manera conservadora, abarca casi una cuarta parte de la mano de obra potencial. El desempleo es particularmente agudo en las zonas rurales donde más de dos tercios de la población reside, dedicada principalmente a la agricultura de subsistencia en pequeñas explotaciones. Una alta proporción de la población es analfabeta, y hay una escasez severa de trabajadores calificados y profesionales, incluso en comparación con muchos otros países subdesarrollados. (…) El alto nivel de desempleo rural está relacionado con los problemas de baja productividad y retraso en el crecimiento de la agricultura. En parte esto es atribuido a las técnicas primitivas empleadas tanto en las subutilizadas grandes fincas y por el sector de subsistencia. (FMI, 1967, p. 1-2) En resumen, el modelo de reproducción social durante la dictadura man- tuvo compulsivamente bajos salarios y generó pocos empleos a pesar del crecimiento económico y la acumulación de capital, creando des- igualdad, pobreza y exclusión social. La desaparición de Trujillo (1961) dio inicio a una transición política

26 Los balances publicados en la década de 1960 dan cuenta del nivel de concentra- ción del ingreso (Bosch, 2009 [1985]) y (ONAPLAM, 1966).

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(1960-1968) muy convulsionada y de gran movilización social, resul- tado de una mayor libertad después de 30 años de dictadura. Durante estos años la coyuntura política27 condicionó la coyuntura económica. Además, por iniciativa del remanente trujillista que quería conservar el poder, así como por presión de la población, aumentaron los salarios y se redujeron los impuestos indirectos. Ello tuvo como consecuencia el aumento de las importaciones de consumo, y en particular, de los ali- mentos, lo que fue absorbiendo los superávits corrientes acumulados y deteriorando las finanzas públicas.28 Entre 1963-1968, se registró el nivel de salario mínimo legal real más elevado en casi las 9 décadas (1930-2017) de que se dispone información (ver gráfico 3), lo que corresponde al período de mayor empoderamiento ciudadano y movilización social que vivió el país, fruto de las reivindicaciones (forma- ción de sindicatos) y de la recuperación —por lo menos temporalmente— de derechos civiles (libertad de expresión, de reunión, etc.) y políticos (creación de partidos políticos) que acompañaron la desaparición de la dictadura, así como del vacío de poder que se creó entre las élites tradicionales, las que tardaron varios años en reconstituirse e imponer el orden social pos-Trujillo. Esa crisis política desembocó en una intervención militar norteamericana que restableció el poder de las élites conservadoras. Con las elecciones de 1966 empieza el fin de la transición del modelo económico iniciado a finales de la década de 1950. A partir de 1968 se pasó, de un esquema basado en la sustitución de importaciones, sin me- canismos de mercado y financiado por las exportaciones tradicionales, a

27 Durante este período se suceden varios gobiernos: el Consejo de Estado (1962), Bosch (1963), el Triunvirato (1963-1965), la guerra civil (1965), García Godoy (1965- 1966). 28 El FMI describe la coyuntura del momento de la siguiente manera: “En 1961, el gobierno redujo los impuestos indirectos y comenzó a otorgar aumentos salariales masivos. Entre 1960 y 1965, los salarios industriales se duplicaron aproximadamente, y la mayoría de los aumentos se produjeron en 1962 y 1963. Los gastos de consumo aumentaron rápidamente entre 1962 y 1964, reflejando los aumentos salariales y la re- cuperación de la actividad, mientras que al mismo tiempo aumentaba las inversiones privadas, especialmente para la vivienda, recuperándose de los bajos niveles de 1960- 61” (…) “El impacto de los aumentos salariales en los precios internos fueron modera- dos por las concesiones fiscales, la adopción de una política de importación más liberal y el control de precios. (…) “Desde 1960 seha visto un deterioro en el ejercicio fiscal, lo que resulta en una serie de déficits presupuestarios financiado desde 1962 con préstamos y donaciones externas. Los ingresos públicos ahora representan una menor proporción del PIB que en la dé- cada de 1950, como resultado de una débil capacidad de cobro y concesiones fiscales, mientras que los gastos de nómina aumentaron bruscamente, lo que provocó recortes severos en otros gastos corrientes y en la inversión pública. Como resultado, la calidad de los servicios que provee los municipios y otras agencias gubernamentales, que de- penden en gran medida de las transferencias del presupuesto, se ha deteriorado”. (IMF 1967, p. 2-3).

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otro esquema basado en la sustitución de importaciones, con mecanis- mos de mercado y financiado por las exportaciones tradicionales. La nueva estrategia requería de una rápida acumulación de capitales en el sector industrial y urbano. Para ello, se creó un esquema de protección industrial a partir de la Ley 29929 de Incentivo y Protección Industrial (abril 1968), que junto al arancel estableció un marco de elevada pro- tección efectiva al sector industrial a través de la creación de barreras arancelarias a los bienes finales y de la exoneración a las importaciones de insumos y bienes de capital, así como de otros impuestos. El sector industrial se benefició de la Ley de Austeridad (Ley no. 1 del 9 de julio 1966), que fijó un tope a los salarios del sector público y las entidades autónomas, redujo los sueldos de los servidores públicos y congeló los aumentos. Esta ley, que inicialmente fue por 6 meses, y que tenía por objetivo enfrentar el deterioro de la situación fiscal del período de transición pos-Trujillo, se extendió por casi una década, convirtiéndo- se en uno de los instrumentos principales para fomentar las ganancias en el sector industrial y urbano al anclar los sueldos y salarios del sector privado. Como consecuencia de su aplicación, el salario mínimo legal real se desplomó y la población se empobreció (Ver gráfico 3). Al fijarse los sueldos y salarios, había dos alternativas para reproducir la fuerza laboral: la represión de los sindicatos y de las luchas reivindica- tivas salariales y la congelación de los precios de los alimentos. Ambas medidas se adoptaron, pero la de mayor impacto en lo económico fue la segunda, que contribuyó a la descapitalización de la actividad agrícola y el empobrecimiento de las zonas rurales. Los precios de los produc- tos agropecuarios se mantuvieron bajo control vía las importaciones del Instituto de Estabilización de Precios (INESPRE), que a través de meca- nismos de financiamiento del gobierno de los EE. UU., como la PL-480 y la CCC30, podía importar los excedentes de producción de ese país a precios subsidiados y en condiciones de financiamiento blandas. El sector industrial se convirtió en un gran importador de materias pri- mas y bienes de capital, para lo cual el Banco Central les dio acceso a las divisas oficiales, cuyo tipo de cambio era 1x1, mientras que en el mercado de divisas propias31 la moneda se depreciaba. Los exportadores debían en-

29 Ley de Incentivo y Protección Industrial del 24 de abril de 1968, que tuvo su an- tecedente en la Ley 4 de Protección e Incentivo Industrial de 1963 y en los contratos especiales que hacía Trujillo durante la dictadura. (Moya Pons 1992) 30 Public Law 480 y Commodity Credit Corporation 31 El mercado de divisas propias se inicia en 1961, cuando se empezaron a crear restricciones para las importaciones y pagos de compromisos con el exterior. Este mercado se oficializa en 1967.

Año 50, Vol. XLI, septiembre-diciembre 2018, pp. 17-63 La sociedad dominicana: una historia de pobreza, abandono e inamovilidad social 43 tregar las divisas al Banco Central al tipo de cambio oficial32, lo que pro- vocaba la sobrevaluación del peso y la transferencia de ingresos desde los exportadores hacia los importadores de insumos y bienes de capital.

Gráfico 3. Índice de salario mínimo legal real en empresas grandes (1930-2017) base 1963-1968

Base 1963-1968

0.95 Transición pos-Trujillo: Bajo 0.91 Modelo de sustitución de importaciones Crecimiento económico y alta Modelo de Servicios: ZZFF, turismo e con mecanismo de mercado y financiado volatilidad, aumento de salarios importaciones. Alto crecimiento PIB, por el Azúcar, café, cacao y tabaco. Alto (1961-1968) baja volatilidad y salario mínimo legal 0.85 crecimiento PIB, baja volatilidad y bajo (1992-Actualidad) elevada concentración del ingreso. (1969-1982)

0.75 0.72

Modelo de sustitución de importaciones sin 0.71 0.65 utilizar mecanismo de mercado y financiado por el Azúcar, café, cacao y tabaco. Alto crecimiento PIB, baja volatilidad y elevada

Indice de salarios concentración del ingreso. (1930-1960) 0.55 0.56

0.45 0.43 Transición hacia los servicios: Bajo crecimiento 0.35 económico, alta volatilidad, severo ajuste (1982-1991)

0.25

Indice Base Promedio Fuente: Elaborado con información de la Secretaría de Estado de Trabajo (1999). Tarifas de sa- larios mínimos nacionales aprobadas por el Comité Nacional de Salarios. Santo, R:D. Agosto. SISDOM 2015. Ministerio de Trabajo 2017

Gráfico 4. Gasto de la Presidencia de la República en % del Presupuesto Total 1960-2003

59.7

47.8 53.7 53.6 51.5 49.2 48.5 49.6 49.8 52.5 47.4

41.7 48.0 45.2 44.9 38.1 45.1 51.0 37.5

22.1 31.0 31.9 20.7 27.1 23.2 18.6 26.2

22.7 14.9 15.8 16.6 20.3 19.3 1.0 0.8 14.0 13.7 12.3 2.1 11.5 2.6 7.0 2.5 0.7

Fuente: BCRD

32 La ley del 31 de junio de 1962 obligó a los exportadores a entregar todas las divisas al Banco Central.

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Cuadro 5. Tasa de desocupación de la población económicamente activa de 15 años y más en la ciudad de Santo Domingo (1970-1980) Año Desempleo en % 1970 24.0 1973 20.0 1978 24.2 1979 19.31 y 18.52 1980 193 1 Santo Domingo Santiago 3 Población urbana Fuente: ONAPLAN 1981, p.7 y 1982, p. 10

En el gasto público se producen dos movimientos para apoyar al sector industrial urbano. Primero se produce una concentración de gastos en la Presidencia de la Republica (gráfico 4), de forma que este organismo llegó a manejar más de la mitad del presupuesto nacional; y en segun- do lugar, se ejecutó un activo programa de inversiones públicas que alcanza el 36% de la inversión total y casi 8% del PIB en promedio para el período de 1969-1978 y que se dedicaba a la creación de infraestruc- tura, principalmente en las zonas urbanas. A pesar del crecimiento económico, el desempleo seguía siendo ele- vado. Al inicio de la década del 1970 se estimaba que el desempleo urbano rondaba el 24%. Y en 1978 se mantenía al mismo nivel (cuadro 5). Ello quiere decir, que el proceso de desarrollo industrial de la déca- da de 1970 impactó poco en la creación de nuevos empleos. Asimismo, mientras se empobrecía la zona rural, los salarios por horas trabajadas se mantenían bajos y el salario social no lograba cubrir las necesidades de salud, educación, agua potable, etc. de la población trabajadora. En este modelo, la represión del ingreso laboral —a pesar del crecimien- to económico y de la productividad— era el resultado de la lógica que fomentaba las ganancias en el sector industrial urbano de sustitución de importaciones. A partir de 1979 se intentó enfrentar el rezago social a través de un gasto público que reactivara la oferta de servicios públicos y mejora- ra el salario promedio de la economía. Esta política demandaba una reforma fiscal que nunca se hizo. Además, coincidió con la crisis del petróleo de 1979 (cuando el barril pasa de US$13 a US$30), con el au-

Año 50, Vol. XLI, septiembre-diciembre 2018, pp. 17-63 La sociedad dominicana: una historia de pobreza, abandono e inamovilidad social 45 mento de la tasa de interés internacional (casi llega al 20% entre 1979 y 1980, con la política de Paul Volcker) y con la caída de la demanda de exportaciones tradicionales asociada al cambio en la tecnología en la producción de azúcar de maíz y a los cambios en las preferencias de los consumidores en el mercado mundial. Esta situación externa se combinó con el aumento del requerimiento de importaciones por unidad de producto que se desprendía del modelo de sustitución de importaciones, por lo que provocó una tremenda crisis fiscal y de balanza de pagos. Así terminó la etapa de industrialización por susti- tución de importaciones. En el gobierno el nivel de salario estuvo congelado desde 1966 hasta 1977, aunque a partir de 1978, casi inmediatamente después de asumir el nuevo gobierno, se elevó el salario mínimo a RD$100. El salario míni- mo general se elevó a RD$125 en mayo de 1979 y fueron aumentados en un 10%33 los sueldos superiores a RD$125 y hasta RD$300, si bien todos los salarios aumentados por esta medida permanecerían congelados por un período de dos años. Adicionalmente, en 1978, hubo aumentos sustanciales para los maestros de escuelas públicas y empleados del Consejo Estatal del Azúcar.34 A pesar del esfuerzo del gobierno por recuperar el poder adquisitivo de los trabajadores, el mismo se perdió tan rápido como en 1981 y 1982. El salario estaba sometido a las relaciones de poder entre el trabajo y el capital, las cuales determinaban que las ganancias de productividad nunca llegaran en magnitud reducida a los trabajadores, abriendo así la brecha entre productividad del trabajo y el salario medio (gráfico 5). El nivel salario mínimo real tiene un techo teórico que es el nivel pro- ductividad por persona ocupada y un piso que corresponde al ingreso necesario para reproducir la fuerza de trabajo. Esa diferencia genera una brecha que se distribuye sobre la base de una puja distributiva que es determinada por las relaciones de poder de los diferentes grupos sociales. Se aprecia, en el gráfico 6, que esa brecha tiende a crecer en el

33 Ley 45 de mayo de 1979 34 Los salarios de los maestros “aumentaron en un promedio del 44% en agosto de 1978, y en un 26% en junio de 1979. En el sector azucarero no se había registrado aumen- tos en los salarios de los cortadores de caña desde 1976 debido al bajo precio del azú- car en los mercados internacionales. Sin embargo, para la cosecha 1979/80, el Consejo Estatal del Azúcar (CEA) aumentó a los cortadores de caña de RD$1.35 por tonelada a RD $1.75 por tonelada. La compañía, también otorgó un bono navideño de un mes en diciembre de 1979; además, en enero de 1980, después de una huelga de trabajadores, otorgó un préstamo sin intereses equivalente a 15 días de pago por adelantado de la bo- nificación que se acumularía durante la campaña agrícola 1979/80” (FMI, 1980, p. 14).

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tiempo, pero sobre todo en las etapas en que se consolidan los modelos (Industrial-urbano y en el de zonas francas-turismo), y que se estanca durante las transiciones. El ritmo de la brecha lo impone la producti- vidad por persona empleada, porque el ingreso mínimo legal real es mucho más estable que los cambios en la productividad. Durante esos años (1978-1982) se produjeron algunas revisiones sala- riales selectivas en varias industrias privadas, pero se mantuvieron, según el FMI, por debajo del “aumento en el costo de la vida”. Estas negociaciones se realizaron en el seno del Comité Nacional de Sala- rios (FMI, 1981, p. 11-12), donde las demandas salariales fueron media- tizadas por las relaciones de poder. En gran medida, como señalaba el FMI (FMI, 1983, p. 14), alrededor del 18% de todos los trabajadores pertenecían a sindicatos y se concentraban en las industrias azucarera y minera. Además, el número de huelgas por año había sido pequeño y las huelgas también habían sido relativamente cortas, pues las dis- putas laborales se resolvían generalmente por mediación y arbitraje. Finalmente, la tasa de desempleo se mantuvo alrededor del 20%, con el agravante de que se fue generando una grave crisis fi scal, cambiaria, de balanza de pagos y deuda pública.

Gráfi co 5. Índice de productividad (PIB/Persona empleada) e índice del salario mínimo real (base 1963-1968). Período 1960-2016

2.15

1.99

1.86 1.86 1.75 1.68

1.50 1.54 1.46 1.43 1.39 1.24 1.37 1.33 1.23 1.30 1.29 1.26 1.27 1.21 1.23 1.22 1.02 La brecha de 0.99 0.97 0.98 1.03 1.16 productividad

0.88 0.98 0.94 0.96 1.06 0.86 0.84 0.85 0.78 0.78 0.81 0.72 0.73 0.70 0.74 0.74 0.72 0.67 0.69 0.66 0.66 0.65 0.66 0.60 0.59 0.58 0.60 0.55 0.53 0.48 1960 1961 1962 1963 1964 1965 1966 1967 1968 1969 1970 1971 1972 1973 1974 1975 1976 1977 1978 1979 1980 1981 1982 1983 1984 1985 1986 1987 1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013 2014 2015 2016

Indice de salario minimo legal real Indice de productividad (PIB/persona empleada) Fuente: Elaborado con información del Ministerio de Trabajo y Banco Central

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Gráfico 6. Brecha de productividad (base 1963-1968) 1960-2016

1.30

1.17 1.17

1.10 1.14 Industrial-Urbano (1969-1982) Transición (1983-1991) 0.90 Transición 0.95 (1969-1968) 0.73 0.72 0.72 0.71 0.69 0.76 0.63 0.58 0.70 0.56 0.68 0.67 0.65 ZZFF y Turismo (1992-2016) 0.51 0.39 0.36 0.38 0.19 (0.04) 0.04 0.07

1960 1965 1970 1975 1980 1985 1990 1995 2000 2005 2010 2015

(0.01)

Fuente: Calculado con información del Ministerio de Trabajo y BCRD

Se inicia la transición hacia las zonas francas y el turismo: dos crisis di- ferentes impactan la calidad de vida de la gente. En 1982 se inicia una nueva transición hacia la economía de los servi- cios, que durará hasta 1990. Esta transición inicia como un ajuste macro- económico ortodoxo para enfrentar la crisis financiera y de divisas. La lógica de esa política, acompañada con el FMI, era simple: deprimir la economía hasta encontrar la tasa de crecimiento del PIB compatible con el equilibrio de la balanza de pagos y las finanzas públicas. Los ejes fundamentales de la política eran la devaluación, la liberaliza- ción de la tasa de interés, una reforma fiscal (ampliación de la base tribu- taria, impuestos indirectos y reducción del gasto público) y la flexibiliza- ción de los precios de la economía. En 1986, los ingresos de divisas se habían reestructurado (por efecto de la devaluación y el marco de incentivos), la economía volvía a crecer, el peso se revaluaba y la economía se estabilizaba. Pero la calidad de vida se había deteriorado, pues el desempleo ampliado había superado el 27% en 1984, se habían deteriorado los servicios públicos y el salario real se reducía. Era el costo del ajuste recesivo para equilibrar las cuentas fiscales y la balanza de pagos y así generar un excedente para pagar la deuda (gráfico 7). Durante estos primeros años de la transición el deterioro de la calidad de vida de la población obedeció al efecto combinado de la propia lógica del ajuste, que implicaba reducir el tamaño de la economía para generar un excedente en el ámbito fiscal y pagar la deuda pública, y de la unifi- cación cambiaria que culmina en enero de 1985, la cual tuvo un impacto en la distribución del ingreso.

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En teoría, la devaluación promovería nuevas exportaciones y restringiría las importaciones, lo cual aumentaría el PIB. El efecto neto en el corto plazo fue el deterioro de los ingresos reales de la población que ganaba en pesos, porque la mejoría del sector exportador de los nuevos sectores (zonas fran- cas y turismo) no logró compensar con el aumento del PIB las pérdidas de empleos y salarios que generaba el ajuste ortodoxo del FMI (gráfica 7). El salario mínimo permaneció fijo desde mayo de 1980. Y no había habi- do aumento general de salarios del sector público desde 1979. Tras los sostenidos aumentos de precio de febrero y abril de 1984 y tras la pobla- da de abril de ese año, se aprobó, en el mes de mayo, un aumento del sa- lario mínimo de RD$175, junto con un 10% de aumento para los salarios que iban desde RD$175 a RD$ 300 al mes. Pero esto prácticamente no compensó las pérdidas acumuladas en el poder adquisitivo ni el impacto de la unificación cambiaria del año siguiente.

Gráfico 7. Poder adquisitivo del salario minimo legal (base 1980): empresas grandes, medianas, pequeñas, zonas francas -ZZFF- y sector público (1979-1999)

1.20

1.10

1.00

0.90

0.80 Grande Media

Indice de salario real base 1980base real de salario Indice 0.70

Pequeña ZZFF 0.60

Sector Público Poder adquisitivo 0.50

0.40 1979 1980 1981 1982 1983 1984 1985 1986 1987 1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999

Fuente: FMI. Recent Economic Developments (varios años)

En materia de empleo, las cifras indicaban que el desempleo urbano era alto y que había aumentado en los últimos años: “Un estudio realizado en Santo Domingo en junio de 1980 mostró una tasa de participación del 55.7% y una tasa de paro del 20.7%. Una encuesta similar realizada en febrero de 1983 demostró una disminución en la tasa de participación al 54.2% y un aumento en la tasa de desempleo a 21.4%”. Asimismo, se estimaba un “subempleo elevado” (FMI, 1984, p. 13). En 1986, sobre la base de la nueva estructura y dinámica productiva de la exportación de zonas francas y del turismo, se intentó aplicar una po- lítica económica que correspondía más al esquema de sustitución de

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importaciones de los 12 años de Balaguer. Se intentó controlar el tipo de cambio y la tasa de interés, se aplicó un activo programa de inversiones públicas, se intentaron controlar los precios y se decidió el no pago de la deuda en pesos, sino en dólares, lo que contribuyó al aumento de la emisión de dinero. El resultado de esta política fue una reactivación desordenada en el cor- to plazo y una recesión aguda acompañada de inflación y devaluación. Se produjo la peor crisis económica de la historia dominicana desde que se registran cifras macroeconómicas (con excepción del año de la guerra civil en 1965). En 1990 la economía disminuía en -5.5%. El déficit púbi- co, la devaluación y la inflación habían empezado a crecer desde 198835. Además, los atrasos del Banco Central llegaron a la estrambótica cifra de US$1,479 millones en 1990, la tercera parte de la deuda externa domini- cana, de los cuales el 64% era deuda bilateral, el 14% correspondía a atra- sos del Banco Central y 16% con los bancos comerciales (Ceara-Hatton, 2018a). Esta situación cortó el acceso al crédito internacional y generó un desabastecimiento generalizado de productos básicos (gasolina, gas, harina, etc.). Con ello se agudizó la crisis energética, colapsaron los ser- vicios públicos y el salario real y los gastos sociales se derrumbaron, llegando el desempleo al 23% en 1990. En esencia había un conflicto entre dos lógicas de políticas económicas: las demandas de políticas del sector emergente de zonas francas y turis- mo diferían de las demandas del sector de las construcciones, que era la prioridad del Dr. Balaguer en esos años. Las primeras privilegiaban las exportaciones, la devaluación y la desregulación, mientras que el segundo tipo de políticas, las relativas a las construcciones, privilegiaba el mercado interno, la sobrevaluación del peso y una mayor intervención estatal. En síntesis, la década de los ochenta registró dos crisis de causas dife- rentes y de intenso efecto sobre la calidad de vida de la gente. Así, en la primera, el deterioro de las condiciones de vida fue el resultado de la crisis estructural provocada por el agotamiento de un modelo de reproducción de la sociedad que ya no podía vivir (Ceara-Hatton, 2018d) y que se combi- naba con una política de ajuste ortodoxo que deprimió la actividad econó- mica hasta el punto en que se generara un excedente para poder así pagar la deuda y alcanzar el equilibrio fiscal. El principal instrumento que dicha política utilizó fue la devaluación, que tuvo por efecto inmediato la redis- tribución del ingreso en perjuicio de la población que ganaba en pesos, si bien en el mediano plazo sirvió para reestructurar los ingresos de divisas. La segunda crisis fue el resultado de una política económica que entraba

35 Entre 1988 y 1991 la inflación promedio anual fue de 45%. El tipo de cambio se triplicó entre 1986 y 1991, mientras el déficit público alcanzó niveles superiores al 6% del PIB.

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en contradicción con los cambios estructurales registrados en el periodo inmediato anterior. En ambos casos, la que pagó los costos y los ajustes subsecuentes fue la gran población más pobre.

2.4 Se consolidan las zonas francas y el turismo: una nueva lógica de exclusión En 1990, en el marco de una profunda crisis política, Joaquín Balaguer36 negocia con las “fuerzas vivas de la nación” su permanencia en el poder a cambio de iniciar una serie de reformas más acorde con los cambios ocurridos en el primer quinquenio de la década de 1980. La agenda de reformas se había sintetizado en el Consenso de Washington, que impli- caba una serie de medidas de finanzas públicas, liberalización de merca- dos, privatizaciones, desregulaciones, entre otras. Entre 1990 y 1996 se aplicó básicamente la parte fiscal, mientras que entre 1996 y 2000 se implementaron con entusiasmo la liberalización de mer- cados y la privatización de empresas públicas. Estas reformas se venían a realizar casi una década después de que se hubieran reestructurado los ingresos de divisas (cosa que había ocurrido a mediados de la década de 1980) y sirvieron para desmontar lo que quedaba de la sustitución de im- portaciones; pero poco hicieron en materia de “transformar” la economía. En esta nueva etapa se establece una economía dual. Por un lado, hay un sector exportador integrado en la economía mundial, que compite bási- camente a través de precios y de baja tecnología, que no paga impuestos y que se sostiene por los bajos salarios, sin prácticamente ningún tipo de regulación —o bien con regulaciones (por ejemplo, las vinculadas al ambiente) que no se cumplen (y no pasa nada)—, y que además se com- porta como un enclave con pocos encadenamientos internos. Y por otro lado, hay un sector doméstico poco competitivo, que está concentrado en el mercado interno, que se ve altamente regulado, que paga elevados impuestos y que opera en ámbitos de mercados oligopólicos. En la lógica del nuevo modelo, el salario seguía siendo el precio de ajus- te en tanto se convirtió en el principal factor de competitividad. Además, las exigencias de habilidades especiales de la fuerza de trabajo eran re- ducidas, pues era una mano de obra que se dedicaba a actividades de servicios nada sofisticados. Y es de notar que, para poder penetrar en los mercados internacionales, el turismo utilizó como principal estrategia “el todo incluido”, por lo que pasó a competir sobre la base de los precios.

36 Había indicios de que en las elecciones de 1990 se cometió un fraude electoral contra el candidato de la oposición.

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Cuadro.6. Salarios y prestaciones pagados por hora en los países del Caribe (1988) Países Salario por hora US$ Rep. Dominicana 0.55 Haití 0.58 El Salvador 0.65 Grenada 0.75 Santa Lucía 0.75 Dominica 0.83 Belice 0.85 México 0.88 Jamaica 0.88 San Cristóbal-Nevis 0.90 Monserrat 0.92 Guatemala 0.93 Costa Riga 1.15 San Vicente y Granadinas 1.15 1.22 Antigua 1.25 Panamá 1.77 Trinidad y Tobago 1.80 Antillas Holandesas 1.80 Bahamas 2.10 Barbados 2.10 Puerto Rico 4.28 Islas Vírgenes (USA) 4.50 Fuente: US International Trade Commission. Bobbin Consulting Group

El sector de zonas francas por diseño se desarrolló sobre la base de pa- gar bajos salarios, en particular en el sector textil, que fue el puntal de crecimiento hasta 2005. El cuadro 6 muestra que a finales de los ochen- ta la República Dominicana tenía los salarios más bajos de la región. Al inicio se pensaba que el sector de zonas francas generaría básica- mente los empleos nuevos que la economía dominicana necesitaba mientras que el turismo produciría las divisas que demandaba la eco- nomía. Y, por supuesto, ambos sectores eran generadores de divisas y empleos. El sector de zonas francas llegó a su techo de empleo en el segundo quinquenio de 1990, cuando logró alrededor de 195 mil empleos y ocu- pó por varios años entre el 6 y 7% de la población económicamente activa.

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Cuadro 7. Índices de productividad (1) promedio por persona empleada, ingreso medio real por persona empleada (2) y brecha entre ambas en: la economía nacional, turismo, sector manufacturero (Total, Zonas francas -ZZFF- y Local) Economía Turismo Sector manufacturero ZZFF Industria Local

Índice de Índice Índice de Índice de Años Índice de productiv. Brecha de productiv. ingreso real Brecha de productiv. ingreso media de productiv. media del medio en productiv. media real me- la econo- IPE - IIE turismo el turismo IPT - IIT ZZFF dio (IIE) mía (IPE) (IPT) (IIT) (IPZZFF)

2000 1.00 1.00 0.00 1.00 1.00 0.00 1.00 2001 1.03 0.97 0.06 0.92 0.87 0.05 1.05 2002 1.04 0.94 0.10 0.90 0.81 0.09 1.09 2003 1.03 0.87 0.16 1.03 0.73 0.30 1.11 2004 1.02 0.64 0.38 1.00 0.49 0.51 1.10 2005 1.11 0.75 0.36 1.01 0.57 0.44 1.37 2006 1.15 0.74 0.41 0.96 0.58 0.38 1.32 2007 1.20 0.73 0.47 0.92 0.60 0.32 1.39 2008 1.20 0.73 0.47 0.91 0.60 0.31 1.42 2009 1.22 0.78 0.44 0.93 0.62 0.31 1.47 2010 1.26 0.78 0.48 0.94 0.61 0.33 1.53 2011 1.25 0.76 0.49 0.96 0.53 0.43 1.54 2012 1.25 0.76 0.49 0.97 0.61 0.36 1.48 2013 1.30 0.73 0.57 0.98 0.68 0.30 1.39 2014 1.34 0.74 0.60 0.97 0.59 0.38 1.35 2015 1.39 0.78 0.61 1.01 0.61 0.40 1.32 2016 1.45 0.84 0.61 1.04 0.61 0.43 1.34 Fuente: Elaborado con información del Banco Central. Notas: El índice de productividad se calculó como el cociente entre el índice de volumen por actividad económica del Banco Central y el índice de ingreso real medio por hora de la Encuesta de Fuerza de Trabajo de la PEA de 15 años y más. El índice de ingreso medio real se calculó a partir del ingreso medio por rama de actividad deflacta- do por el IPC del año base elegido (2000). Para calcular el índice de ingreso real local se partió de la siguiente fórmula: Índice de ingreso de las manufacturas = (índice de ingreso de las manufacturas ponderado por el empleo de ZZFF en total de empleo de manufacturas) + (índice de ingreso doméstico ponderado por el empleo de la industria doméstica en el empleo manufacturero). Se conocen 4 de los cincos componentes de la ecuación de arriba y se despejó el índice de ingreso doméstico, que era una incógnita. Para calcular el ingreso medio real de zonas francas se construyó un índice ponderado de empleo e ingresos de técnicos y operarios, que representan el 94% del empleo del sector entre 2000 y 2016.

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Sector manufacturero Industria manufacturera total Índice de Índice de Índice de Brecha de Índice de ingreso Índice de ingreso Brecha de ingreso me- Brecha de productiv. productiv. medio productiv. medio productiv. dio manuf. productiv. IPZZFF- II- industria industrial manuf. total de ZZFF IPIL- IIIL total IPIL- IIMT ZZFF local (IPIL) local (IPMT) (ISZZFF)(4) (IIMT) (3) (IIIL) 1.00 0.00 1.00 1.00 0.00 1.00 1.00 0.00 1.00 0.05 1.10 1.12 -0.02 1.08 1.08 0.00 0.93 0.16 1.23 1.15 0.08 1.19 1.06 0.13 1.08 0.03 1.18 0.83 0.35 1.15 0.93 0.22 1.00 0.10 1.17 0.57 0.60 1.14 0.74 0.40 0.78 0.59 1.18 0.82 0.36 1.23 0.81 0.42 0.82 0.50 1.19 0.78 0.41 1.23 0.79 0.44 0.77 0.62 1.13 0.88 0.25 1.20 0.85 0.35 0.81 0.61 1.31 0.77 0.54 1.33 0.78 0.55 0.80 0.67 1.58 0.91 0.67 1.56 0.88 0.68 0.79 0.74 1.67 0.95 0.72 1.64 0.90 0.74 0.80 0.74 1.75 0.90 0.85 1.70 0.87 0.83 0.81 0.67 1.70 0.77 0.93 1.65 0.79 0.86 0.83 0.56 1.96 0.79 1.17 1.83 0.81 1.02 0.85 0.50 2.01 0.79 1.22 1.86 0.81 1.05 0.83 0.49 2.02 0.92 1.10 1.86 0.89 0.97 0.87 0.47 2.10 0.91 1.19 1.91 0.89 1.02

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Cuadro 8. Ingreso medio real en 2016 (Base 2000) Actividades 2016 Nacional 0.84 Agricultura y ganadería 0.91 Explotación de minas y canteras 0.93 Industrias manufactureras 0.89 Electricidad, gas y agua 0.82 Construcción 0.82 Comercio al por mayor y menor 0.79 Hoteles, bares y restaurantes 0.61 Transporte y comunicaciones 0.75 Intermediación financiera y seguros 0.92 Administración pública y defensa 1.07 Otros servicios 0.75 Fuente: Elaborado con información del BCRD

Sin embargo, entre 2000 y 200937 el nivel de empleo se derrumbó, ca- yendo a una tasa promedio -6%. A partir de 2010 se registra una recupe- ración (crece al 5% de promedio anual entre 2010 y 2016), pero la cifra de empleos de 2016, de 163.1 mil, apenas recuperó el nivel que tenía 24 años atrás. El nivel de ingreso real promedio de los ocupados en zonas francas en 2016 era el 87% del poder adquisitivo del año 2000. Ahora bien, en la úl- tima década del período analizado (2005-2016), el ingreso medio real de las personas empleadas en el sector de las zonas francas se ubicaba en la vecindad del 81% del poder adquisitivo del año 2000 y era ligeramente más elevada que la trayectoria del ingreso real medio nacional (alrede- dor del 7%). Por su parte, la productividad por persona empleada aumentó (en el 2011) hasta 1.54 veces el nivel del 2000, y luego decreció hasta llegar a 1.34 veces en 2016. En otras palabras, en el sector de zonas francas, el poder adquisitivo en el 2016 sigue por debajo del 2000, si bien pre- senta una trayectoria estable; mientras la productividad se estancaba o decrecía y la brecha de productividad (la diferencia entre el índice de productividad y el índice de salario) decrecía. A largo plazo, esto hará más presión para la baja del índice del ingreso medio real por persona ocupada en las zonas francas (cuadro 7).

37 Durante ese período solamente se registra crecimiento en 2003 y 2004, de 1% y 10%, respectivamente.

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Es de notar que la productividad promedio del sector de zonas francas está por debajo de la trayectoria de la industria local (excepto entre 2004 y 2009), lo que implica que cada persona empleada produce más en la industria local que en las zonas francas (gráfico 7). Sin embargo, las tra- yectorias de ingresos reales son de similares niveles en ambas activida- des, lo que implica que la brecha de productividad es mucho mayor en la industria local que en las zonas francas, algo que a su vez da cuenta del poder económico (grado de monopolio) o social (control sobre los trabajadores) que ejercen los propietarios de la industria local sobre el ingreso del trabajador. El empleo en el sector turismo muestra una tendencia a estabilizarse en alrededor el 6% de la ocupación total en la década del 2006-2016, con una presencia creciente de la informalidad (por encima del 52% del 2010 en adelante). Ese sector ostentó en el 2016 el ingreso medio real más bajo de la economía dominicana (0.61), comparado con el ingreso del año 2000 (cuadro 8). El examen del índice de productividad promedio del turismo muestra un estancamiento en el período 2000-2016 (cuadro 7 y gráfico 9). Esto explicaría el bajo nivel del índice de ingreso medio del sector, ya que se mantiene una proporcionalidad entre la productividad y el ingreso del sector que es similar a la proporcionalidad de la economía nacional (gráfico 10). En resumen, durante este período de consolidación y desarrollo de los ejes dinámicos de zonas francas y turismo, el diseño de las actividades condicionaba bajos niveles salariales. Ambas actividades se beneficia- ron de un proceso inicial de devaluaciones que redistribuía el ingreso más que impactar el producto. Mientras que, en el largo plazo, el impac- to en la actividad económica en general fue reducido (bajos multiplica- dores) por los limitados encadenamientos con el resto de la economía y fue acompañado de bajos salarios por los niveles de productividad. En adición, era un tipo de trabajo que demandaba un nivel de calificación promedio que no superaba la educación básica.

2.5 Los hechos estilizados del salario en el largo plazo

En el largo plazo se pueden establecer algunas características que acom- pañan el comportamiento de los salarios en las últimas 9 décadas: Control salarial para fomentar la acumulación, ya sea en la sustitución de importaciones o en la economía de servicios. El control salarial ha

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sido uno de los mecanismos fundamentales para mantener la rentabili- dad de los sectores dinámicos. El salario se ha convertido en el precio de ajuste de la economía. Todos los demás precios se han ajustado al alza, pero el salario real ha perma- necido rezagado, reflejando las relaciones de poder de la sociedad. En efecto, a partir del siglo XX, y por diferentes lógicas, el salario se mantuvo bajo control para mantener los márgenes de ganancias y el crecimiento económico, siempre que hubiera dinamismo en los merca- dos externos. Primero fue el despojo que acompañó a la industria azu- carera (primeras tres décadas del siglo XX), el cual generó desigualdad y exclusión. Siguió la concentración económica y política con Trujillo y allegados (1930-1960). A finales de la década de 1960 y durante la década de 1970 se implementó una estrategia de crecimiento que con- geló el salario urbano y descapitalizó y empobreció las zonas rurales, concentrando así el ingreso en el sector industrial urbano. En la década del ochenta, se produjo una transición socialmente costosa que generó dos crisis severas. Y finalmente, a partir de 1991, la consolidación de las zonas francas y el turismo creó una economía dual, donde la com- petencia en los mercados internacionales se ha hecho sobre la base de salarios bajos —siendo el salario un costo por minimizar—, pero no en un ingreso de ventas. El bajo salario ha homogeneizado la calidad de la fuerza laboral hacia la baja.38 A largo plazo, las necesidades educativas del trabajo han sido mínimas —en promedio no han ido más allá de la educación básica—, lo que ha condicionado el desarrollo del sistema educativo dominicano. Es decir, el modelo de acumulación implementado en el país nunca ha requerido una mano de obra calificada más allá de una educación bási- ca; y ello ha condenado al sistema educativo a tener un rol pasivo en el

38 Según la Tesorería de la Seguridad Social, a mediados del 2018 el 72% de los traba- jadores formales que pagan seguridad social reportaban un ingreso promedio inferior a RD$20,000, lo que está por debajo del umbral de pobreza de una familia de 4 miem- bros. Según Ceara-Hatton (2018b, p. 63 y 68), en el 2016, de los ocupados por rama de actividad económica, el 53% ganaba menos que el salario mínimo legal de empresas grandes, el 36% obtenía ingresos por debajo del salario mínimo legal de empresas me- dianas y el 30% ganaba por debajo del salario mínimo de empresas pequeñas. Además, contrario a la asunción generalizada de que, por los bajos salarios, en los hogares traba- jan por lo menos 2 personas, la Encuesta Fuerza de Trabajo del Banco Central muestra que, en realidad, el promedio de personas ocupadas por hogar es 1.42, lo que, dado el ingreso promedio por trabajador, significa que apenas se alcanza a cubrir el umbral de pobreza por familia. En el decil de ingreso más bajo trabajan 1.09 persona por hogar; en los primeros 4 deciles de ingresos trabajaban menos de 1.34 personas por hogar. En el décimo decil trabajaban 1.93 personas por hogar.

Año 50, Vol. XLI, septiembre-diciembre 2018, pp. 17-63 La sociedad dominicana: una historia de pobreza, abandono e inamovilidad social 57 proceso de desarrollo a largo plazo: simplemente se ha acomodado a la demanda del modelo de reproducción material y social. En la sustitución de importaciones el desarrollo industrial se limitó a la sustitución fácil, sin muchos requerimientos tecnológicos. En las zonas francas, en general se demanda una mano de obra poco calificada, dado el carácter rutinario de los procesos productivos intensivos en mano de obra, tecnológicamente simple y de reducido valor agregado. Igual ocu- rre en la industria turística que emplea mano de obra para ofrecer bási- camente servicios (mucamas, maleteros, jardineros, meseros, etc.). El salario social (gasto público en educación, salud, agua potable y sa- neamiento, transporte, etc.) ha sido sistemáticamente bajo, deteriorando aún más la calidad de vida de los trabajadores y la población en general. La brecha de productividad crece, lo cual tiende a generar exclusión social, reduce las posibilidades de movilidad social y propaga una so- ciedad desigual que se proyecta en relaciones de poder desiguales y se perpetúa a través de las instituciones, generando un orden social de des- igualdad. Por lo menos en el sector industrial, la actividad local registra una mayor brecha de productividad y un mayor nivel de producto por persona que la actividad de zonas francas, lo cual puede estar asociado al carácter de mercado local (más oligopólico) y a las relaciones de poder. El crecimiento económico no ha sido capaz de generar el empleo que la economía necesita (Ceara-Hatton, 2016a, 2018b). Finalmente, la expresión concreta del impacto de los bajos salarios y la baja calidad del empleo es la pobreza, la inamovilidad social (Ceara-Hat- ton, 2018b) y la desigualdad que se expresan en el hecho de que en junio de 2018 cerca de 7 de cada 10 dominicanos39 quería emigrar, reflejando con ello la incapacidad del modelo de reproducción social de generar una vida digna para la población. Resumiendo, el control salarial ha sido la vía principal para fomentar las ganancias y la acumulación de capital en los diferentes sectores di- námicos a través del tiempo. El salario se ha convertido en el precio de

39 Dos encuestas en forma independiente estimaron que, en junio de 2018, el 71% de la población quería marcharse del país si pudiera. Ese porcentaje llegaba a 79% en una población de 30 a 39 años y a 77% de 18 a 29 años. El dato agregado nacional y detallados por edad provienen de VALGASA (http://valgasa.info/wp/wp-content/ uploads/2018/07/VALGASA-SRL-NOTA-DE-PRENSA-REGISTRO-DGII-Y-EXPE- RIENCIA_001.jpg) y el dato nacional de Centro Económico del Cibao. Encuesta de Opinión Pública.

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ajuste de la economía, y por su exiguo nivel relativo, ha homogeneizado la calidad de la fuerza laboral hacia la baja. También se ha deteriorado el salario social y la brecha de productividad crece, generando desigual- dad. Finalmente, esta brecha tiende a ser mayor en el sector industrial que opera para el mercado interno que en las zonas francas.

3. A manera de conclusión

Este artículo ha sido una reflexión de economía política sobre la evolu- ción en la forma de reproducción de la sociedad dominicana desde la colonia hasta la actualidad. Utiliza como principal categoría de análisis el concepto de generación y uso productivo del excedente. Se entiende por excedente económico el producto que queda después de haber reemplazo el consumo de medios de producción utilizados en el proceso productivo y el fondo salarial de subsistencia necesario para los trabajadores empleados durante dicho proceso. Este concepto se comple- menta con el de división del trabajo, así como con la noción de flujo circu- lar, que garantiza que todo el producto o una parte de él pueda venderse. Con este criterio, se establecen dos grandes períodos en la evolución de la reproducción social dominicana. El primero cubre 4 siglos caracteri- zados por el estancamiento económico y por una creación ocasional de excedente que era determinado —debido a la naturaleza de las activida- des productivas— por factores circunstanciales. Y es que estas activida- des (tales como el pastoreo, la recolección y la economía campesina de autoconsumo) dependían básicamente de lo que la naturaleza proveía o bien del tamaño o escala de la unidad productiva, que, en el caso del tabaco y el conuco, venía determinada por las unidades familiares. Estas actividades perpetuaban una reproducción simple (sin acumulación de capital), por lo que generaron pobreza, estancamiento, inamovilidad so- cial y abandono del territorio. El segundo periodo abarca desde inicio del s. XX hasta la actualidad. Se caracteriza por un tipo de crecimiento económico y de acumulación de capital que al mismo tiempo genera pobreza, inamovilidad e inequidad social. Esos resultados se repiten con diversas intensidades a pesar de los cam- bios de los modelos económicos y de las diversas lógicas económicas implementadas a lo largo del pasado siglo y lo que va del presente. Este segundo periodo se caracteriza, en general, por el hecho de que el crecimiento experimentado por el país en poco más del último siglo se ha producido a partir de la generación de una brecha de productividad

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creciente. Ese crecimiento ha creado relativamente pocos empleos (ge- neral y de calidad) y ha mantenido un estricto control de los salarios (individuales y sociales), que han permanecido bajos y que se han con- vertido en el precio de ajuste de la economía (es decir, que pagan los costos de todas las ineficiencias de la economía). De ahí que se haya homogeneizado la calidad de la fuerza laboral hacia la baja y que se haya provocado una desigualdad social que se perpetúa a través de las insti- tuciones y las relaciones de poder.

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Estudios Sociales Año 50, Vol. XLI-Número 157 Septiembre-diciembre 2018

Escenarios futuros de la economía dominicana en un entorno incierto Future scenarios of the Dominican economy in an uncertain environment Scénarios d’avenir de l’économie dominicaine dans un environnement incertain Pável Isa Contreras*

Resumen

El autor plantea los cuatro principales escenarios que podría tener que afrontar la República Dominicana a la vista del entrecruzamiento de cuatro factores o tendencias que pueden o no verificarse: la continuación o reversión de la globalización y la emergencia más o menos disruptiva de nueva tecnología. Para ello, toma en cuenta que dos de las columnas de la economía dominicana son especialmente vulnerables a factores o elementos que el país no puede controlar por sí solo. Son los casos de las zonas francas y del propio turismo. Las primeras, porque son especialmente vulnerables tanto a una reversión de la globalización económica (comercial y productiva) como al aumento de las necesidades tecnológicas industriales. Y el segundo, porque hoy se encuentra amenazado por el cambio climático. En todo caso, el autor recuerda que la dependencia del entorno externo que ha vivido el país desde finales del siglo XIX es lo que ha impedido que no se hayan perfilado políticas eficaces para estimular la industrialización doméstica, situación que hoy sigue manteniendo al país en un estado de gran vulnerabilidad. Por eso apunta a la necesidad de que el Estado y la sociedad dominicana trabajen juntos en procura de lograr una mejor educación y un desarrollo tecnológico más avanzado, de modo que el país pueda impulsar el desarrollo industrial y productivo nacional en cualquier contexto.

Palabras claves: Economía dominicana, zonas francas, turismo, cambio climático, tecnología, globalización, industria doméstica dominicana

* Economista dominicano. Profesor investigador del área de Economía y Negocios del Instituto Tecnológico de Santo Domingo (INTEC). Correo electrónico: pavel.isa. [email protected] 66 Pável Isa Contreras

Abstract

The author proposes the four main scenarios that the Dominican Republic may have to face in view of the interweaving of four factors or trends that may or may not be verified: the continuation or reversion of globalization and the more or less disruptive emergence of new technology. To do this, take into account that two of the columns of the Dominican economy are especially vulnerable to factors or elements that the country can not control on its own. These are the cases of free zones and tourism itself. The former, because they are especially vulnerable both to a reversal of economic globalization (commercial and productive) and to the increase of industrial technological needs. And the second, because today it is threatened by climate change. In any case, the author recalls that the dependence of the external environment that the country has lived since the end of the 19th century is what has prevented effective policies to stimulate domestic industrialization from being outlined, a situation that today continues to keep the country in a state of great vulnerability. That is why it points to the need for the Dominican State and society to work together in order to achieve better education and more advanced technological development, so that the country can achieve to boost national industrial and productive development in any context.

Keywords: Dominican economy, free zones, tourism, climate change, technology, globalization, Dominican domestic industry.

Résumé

L’auteur décrit les quatre principaux scénarios qui pourraient faire face à la République Dominicaine en vue de l’intersection de quatre facteurs ou des tendances qui peuvent ou ne peuvent pas être vérifiées: la poursuite ou la reprise de la mondialisation et l’émergence plus ou moins perturbateur des nouvelles technologies. Pour ce faire, tenez compte du fait que deux des colonnes de l’économie dominicaine sont particulièrement vulnérables aux facteurs ou aux éléments que le pays ne peut contrôler seul. Ce sont les cas des zones franches et du tourisme lui-même. Les premiers, car ils sont particulièrement vulnérables à la fois à un renversement de la mondialisation économique (commerciale et productive) et à l’augmentation des besoins technologiques industriels. Et la seconde, parce qu’aujourd’hui elle est menacée par le changement climatique. Dans tous les cas, l’auteur rappelle que la dépendance à l’environnement extérieur qui a prévalu dans le pays depuis la fin du XIXe siècle, c’est ce qui n’a pas permis de définir des politiques efficaces pour stimuler l’industrialisation nationale. Une situation qui continue aujourd’hui de maintenir le pays dans un état de grande vulnérabilité. Par conséquent, il souligne la nécessité pour l’Etat et la société dominicaine de travailler ensemble pour tenter de parvenir à une meilleure éducation et un développement technologique plus avancé, de sorte que le pays puisse stimuler le développement industriel et productif national dans tout contexte.

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Mots-clés: Économie dominicaine, zones franches, tourisme, changement climatique, technologie, mondialisation, industrie nationale dominicaine.

El propósito de este ensayo es presentar algunos escenarios alternativos de la economía dominicana en las próximas dos o tres décadas. Deli- near estos escenarios es una misión compleja y arriesgada porque los factores que condicionan la estructura (p. ej., el peso de las actividades económicas en la producción, el empleo y el comercio exterior y las ca- racterísticas tecnológicas de las actividades), así como el desempeño económico (p. ej., el crecimiento de la producción y las exportaciones) son diversos y sus comportamientos son difíciles de predecir. Más aún, para el caso que nos ocupa, el grado de dificultad para delinear escenarios futuros es particularmente alto por dos razones. Primero, por- que el contexto actual se caracteriza por una crisis del orden internacio- nal en sentido general, y una crisis de la globalización económica, cuyo desenlace es incierto (Serbín, 2018). Segundo, porque en economías pequeñas, abiertas y de ingresos medios o bajos, como la dominicana, los factores externos tienden a tener peso preponderante en su configuración económica, y el rol de muchos de los domésticos, en particular los asociados a las políticas y los estímulos públicos, se han limitado a facilitar y mediatizar los reacomodos nacio- nales en respuesta a la reconfiguración internacional y a las demandas específicas que ésta genera sobre la economía local. Por eso, la incerti- dumbre externa se multiplica a lo interno. En la República Dominicana, el enorme peso del entorno externo en la configuración de su economía es innegable. Ese ha sido el caso desde finales del siglo XIX cuando la economía empezó a especializarse en la producción y exportación de azúcar, en un contexto de intensa expan- sión del consumo de alimentos y de la industria alimentaria en Estados Unidos. La agroindustria azucarera, que en parte emergió de la mano de la inversión de capitales estadounidenses, fue la que empezó a con- figurar el capitalismo en el país y por cerca de un siglo constituyó el eje fundamental de la inserción internacional de la economía. Más recientemente, desde finales de los ochenta, y en el contexto de un declive irrecuperable del precio internacional del azúcar que se tradujo en una crisis económica local generalizada, la República Dominicana se reinsertó en la economía global a través del ensamblaje de prendas de vestir y del turismo. En ambos casos, los factores externos fueron deter- minantes.

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En el caso de las prendas de vestir (actividades de maquilas en parques industriales de zonas francas), el factor fundamental fue el estímulo arancelario de Estados Unidos para el ensamblaje de partes estadouni- denses en países seleccionados de la Cuenca del Caribe. El objetivo era relocalizar la fase más intensiva en trabajo de la cadena de confecciones textiles en territorios de bajos salarios (off-shoring) con el fin de com- petir con las prendas de origen asiático. Ciertamente, esto se combinó con estímulos domésticos complementarios, como un tipo de cambio favorable y un tratamiento tributario e institucional excepcional a las empresas orientadas a este tipo de actividades (Ceara e Isa, 2003). El resultado fue una reconfiguración de las cadenas textiles a través de la fragmentación y redistribución espacial de la producción, donde el rol de las empresas instaladas en el país y en otros de la región era ensam- blar y empacar. Los procesos eran intensivos en trabajo manual poco calificado. En la actualidad, las zonas francas se han diversificado hacia actividades como dispositivos médicos y artefactos eléctricos, y algunas de ellas implican tareas más complejas y demandantes que la de con- fecciones textiles, pero, en lo fundamental, preservan la característica indicada (Isa, de León y Melo, 2014). En el caso del turismo, además de la disponibilidad de playas, un cli- ma favorable y un tipo de cambio competitivo, fueron determinan- tes en su emergencia como sector clave de exportación el incremento sostenido de los ingresos en los países ricos y el incremento en la demanda por servicios turísticos, así como los desarrollos tecnológi- cos en transporte (que abarataron los costos de viaje) y en gestión del turismo, específicamente la implementación de la modalidad de “todo incluido” que, además de reducir costos y precios, permitió pro- veer servicios turísticos integrados en un contexto de débil oferta e infraestructura general. Por último, la apertura económica unilateral y negociada en acuerdos comerciales también fue una pieza importante de esa reconfiguración. Al igual que en el resto de América Latina y el Caribe, la apertura fue promovida por los organismos financieros internacionales, y dictó el rit- mo del retiro de los estímulos a la industrialización doméstica introduci- dos a fines de los sesenta (Isa, 2007).

El entramado económico actual

Además de una reestructuración de las exportaciones, la reinserción vía zonas francas y turismo y la apertura económica han dejado un legado marcado por cuatro elementos.

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Primero, un sector industrial, tanto en zonas francas como en la indus- tria doméstica, de baja profundidad, esto es, de escasos contenidos tec- nológicos y con débiles encadenamientos productivos. Además, ha deja- do un sector dual: por un lado, una industria local que, habiendo nacido en el marco de una política de sustitución de importaciones y habiendo apenas agotado una fase de crecimiento incipiente, se caracteriza esen- cialmente por ser tecnológicamente poco sofisticada, por estar poco in- tegrada entre sí o con la agricultura y por dirigir su producción casi ex- clusivamente al mercado doméstico, todo ello en el contexto cifrado por una política pública que le otorga tratamiento tributario regular y pocos estímulos para el crecimiento y la transformación; y por el otro, un sec- tor manufacturero de zonas francas, libre de responsabilidades tributa- rias, que se encuentra dominado por la inversión de corporaciones trans- nacionales, y que, al formar parte de cadenas globales de producción, se limita exclusivamente a la exportación de productos elaborados con insumos importados, para lo cual requiere y contrata una fuerza de tra- bajo de relativamente bajos salarios y destrezas (Banco Mundial 2015). Segundo, una actividad turística dinámica que ha liderado la genera- ción de divisas y que se encuentra relativamente bien encadenada con algunas actividades económicas, pero que, por su naturaleza y por la modalidad predominante del “todo incluido”, tiene escasos contenidos tecnológicos y una limitada capacidad de arrastre y de derrame de bene- ficios sobre sus entornos inmediatos (PNUD 2005). Tercero, en el plano de las políticas, esa reestructuración desmontó el impulso a una industrialización más profunda y desarmó al Estado en materia de políticas de desarrollo industrial y productivo. Esto incluye al sector agropecuario, que también adolece de falta de estímulos trans- formadores y se ha mantenido, por décadas, siendo una actividad con presencia masiva de pequeñas explotaciones de baja productividad. Cuarto, ese entramado productivo combinado con dinámicas macroeco- nómicas específicas y cambiantes ha resultado en un crecimiento insufi- ciente de los sectores modernos y que generan empleos de más calidad. La contracara de esto es un empleo informal y precario para más de un 50% de la población ocupada, la cual percibe bajos ingresos trabajando por cuenta propia o en microempresas. Este segmento poblacional y la población desocupada (la cual ha oscilado entre 13% y 16% de la pobla- ción activa) contribuyen de manera determinante, a-la-Lewis1, a man-

1 En referencia a la aproximación de Arthur Lewis, en su famoso ensayo “Economic Development with Unlimited Supplies of Labor”, a la explicación de la persistencia de los bajos salarios en contextos de industrialización en países en desarrollo.

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tener los salarios reales deprimidos, pues operan como reserva laboral permanente (Ceara-Hatton, 2017). Este ensayo identifica los factores de mayor relevancia que podrían im- pactar el ordenamiento descrito, y la manera en que estos lo podrían hacer. Para ello, los divide en dos grupos: los externos, vinculados a las dinámicas globales, y los domésticos, que tienen que ver con los cam- bios a largo plazo que se perciben en la población y en el Estado. Estos factores interactuarían entre sí, y con acciones de política, para reconfi- gurar ese arreglo.

Las fuerzas externas

Los factores externos que podrían tener mayor peso en la economía do- minicana en las próximas décadas son los siguientes: Primero, los cambios tecnológicos. Al tiempo que la Tercera Revolución Industrial continúa avanzando —lo que implica, entre otros elementos, la incorporación de las tecnologías de la información y la comunicación a los procesos productivos—, está emergiendo la llamada Cuarta Revo- lución Industrial, la cual se asocia al uso de inteligencia artificial y a una profundización de la robotización, ya no limitada a operaciones simila- res y recurrentes, sino a tareas que requieren ser modificadas en función de las situaciones específicas. Hasta hace poco, este tipo de trabajos solo lo hacían personas, pero con la inteligencia artificial, esto es, con la ca- pacidad de las máquinas de reconocer situaciones diversas y actuar en función de ellas, estas están pudiendo reemplazar a los seres humanos en un conjunto de labores. Ello va a implicar una nueva distribución de la producción manufactu- rera a nivel global, y países de ingreso medio, como República Domini- cana, podrán encontrar más dificultades para continuar participando de las cadenas globales de producción de manufacturas. La participación de ese tipo de producción en la producción mundial ha venido creciendo a lo largo de las últimas décadas (WTO, 2017). Esto implica una amenaza para las zonas francas, porque una parte de la producción que hoy se rea- liza en países como el nuestro, con relativamente bajos costos de mano de obra, podría volver a los países ricos para ser realizados por máquinas (re-shoring). Este tipo de proceso demanda la supervisión de personal muy calificado y vinculado a la investigación y al desarrollo, ya que su responsabilidad es aprender continuamente para mejorar los procesos de automatización. Sólo los países con muy bajos salarios podrían man- tener importantes cuotas de producción manufacturera, participando en procesos que no podrían ser realizados por máquinas, por lo menos por

Año 50, Vol. XLI, septiembre-diciembre 2018, pp. 65-82 Escenarios futuros de la economía dominicana en un entorno incierto 71 el momento. En ese contexto, las oportunidades de los países de ingreso medio para capturar e impulsar la producción manufacturera como par- te de esas cadenas parecen reducirse. Enfrentar esa amenaza demanda políticas que pongan al país en con- diciones de escalar tecnológicamente, de modo que se fortalezcan las capacidades para participar en eslabones de las cadenas que sean más demandantes en términos de conocimiento y habilidades laborales. El objetivo es escapar de los eslabones en los que se demanda fuerza de tra- bajo de baja calificación y que es más susceptible de ser reemplazada por máquinas. Hacer frente a este desafío supone poner mucho más énfasis en la educación, en el fortalecimiento de las habilidades laborales, en el aprendizaje tecnológico y en la atracción de inversión extranjera con impactos en el aprendizaje. Esto es lo que permitiría afrontar el doble reto de retener actividades manufactureras en un desafiante contexto de cambio tecnológico y de incrementar las remuneraciones laborales. Segundo, la crisis de la globalización y la probabilidad de que se incre- menten las barreras comerciales en todo el mundo. Los déficits de la liberalización económica y comercial global, en particular sus resultados excluyentes, en especial en Estados Unidos, han contribuido a construir una base social y política que está permitiendo que sectores del Partido Republicano liderado por el presidente Donald Trump desafíen al orden económico global prevaleciente desde los noventa. Este orden se ha ba- sado en el impulso del libre comercio, el establecimiento de reglas, el multilateralismo y la negociación. El curso que tome la incipiente guerra comercial que ha desatado la nueva postura del gobierno estadounidense respecto al comercio internacional y las instituciones que lo regulan es incierto. Una reversión de la apertura comercial global conllevaría costos importantes para todos los países por- que se han tejido redes globales de producción sustentadas en parte en un comercio liberalizado. Partes de estas cadenas o redes quedarían trunca- das, los vínculos productivos internacionales se debilitarían y la economía global pagaría importantes costos de eficiencia. Los costos serían parti- cularmente importantes para economías pequeñas como la dominicana, que, como se discutió arriba, se reinsertaron en la economía internacional en parte participando en algunas cadenas globales de valor. Sin embargo, precisamente por esos potenciales costos a nivel global y a nivel particular para cadenas específicas, es probable que el impulso proteccionista no avance mucho o termine siendo parcial y circunscrito a mercancías y países específicos, lo cual lastimaría a cadenas muy par- ticulares.

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Por lo pronto, lo más que se puede llegar a decir en este momento es que se genera una incertidumbre significativa que podría hacer desacelerar los flujos de inversión extranjera hacia actividades manufactureras de zonas francas. De todas formas, una profundización de las tendencias proteccionistas obligaría necesariamente a repensar la apuesta econó- mica de las últimas décadas y los esfuerzos por sostener los factores de competitividad de las zonas francas a través de su régimen institucional privilegiado y de la política de contención salarial. Tercero, los efectos del cambio climático. La República Dominicana es considerada como un Pequeño Estado Insular en Desarrollo (Small Island Development State -SIDS-), y como tal, enfrenta riesgos signifi- cativos frente al cambio climático, entre ellos el incremento del nivel del mar y de la frecuencia de huracanes. El Índice Global de Cambio Climático de 2017 ubicó al país en la posición número 11 (de 181 países) respecto al riesgo derivado del cambio climático2. El aumento del nivel del mar, como resultado del derretimiento de los casquetes polares derivado del calentamiento global, amenazaría al tu- rismo porque afectaría o haría desaparecer las playas. También implica peligros para las poblaciones que viven en las costas. Asimismo, se espe- ra que tenga impactos negativos en los rendimientos de la agricultura. Esto se sumaría a los efectos negativos que sobre actividades específi- cas ya está teniendo la apertura comercial, los cuales se profundizarían desde ahora hasta 2025, cuando concluyan los calendarios de desmonte de las barreras que persisten en el marco del DR-CAFTA. Esto podría profundizar la inseguridad alimentaria debido al efecto negativo en la actividad económica de las zonas rurales, que es en donde la incidencia de la pobreza es mayor, pero también como resultado de la reducción en la producción de alimentos y del consiguiente incremento en la depen- dencia alimentaria externa, lo que haría que la disponibilidad de alimen- tos sea más vulnerable a shocks externos. Cuarto, se avistan cambios en el ámbito de la energía a nivel global. Las energías renovables apuntan a incrementar su participación en la oferta global de energía a medida en que su costo se reduce, mientras las nuevas tecnologías de extracción de hidrocarburos aseguran que los precios de estos, a largo plazo, no serán elevados. Al mismo tiempo, el incremento en la eficiencia energética continuaría profundizándose. Por ello, es muy probable que las próximas décadas sean tiempos de energía más barata y más limpia.

2 https://germanwatch.org/en/cri

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Estas tendencias sugieren importantes alivios para una economía como la dominicana, que depende intensamente de hidrocarburos importados como fuente principal de energía. En 2017, el valor de estas importacio- nes representó el 16% de las importaciones totales y el 24% de las expor- taciones de bienes. Hay pocas dudas de que dos de los cuatro factores indicados gravitarán de forma importante en los años por venir, pero sus efectos son de largo plazo. Estos son el cambio climático y la transformación de las fuen- tes de energía y su abaratamiento. Hay bastante certeza sobre un tercer factor: los cambios tecnológicos. La duda reside en la velocidad en que sucederán, en particular si lo harán de forma disruptiva y generalizada, gradual o focalizada en algunas áreas. Mucha más duda existe sobre la sostenibilidad a largo plazo de los im- pulsos proteccionistas del gobierno de Estados Unidos, y si esos impul- sos afectarán directamente a Centroamérica y el Caribe. Hasta el mo- mento, se han enfocado en China, México y la Unión Europea, países que han respondido de forma exclusivamente simétrica a las medidas de protección estadounidense. Esto evidencia el comedimiento y des- interés de los gobiernos de esos países por proteger sus mercados, que los impulsos proteccionistas no son una tendencia global y ni siquiera se dan en las economías más desarrolladas, sino que su origen se cir- cunscribe a sectores económicos y políticos específicos de los Estados Unidos que le dan suporte a Trump. A pesar de eso, debido al peso que tiene ese país en la economía mun- dial, un continuado impulso proteccionista unilateral de Estados Unidos puede resultar en represalias simétricas y amplias que conduzcan a un aumento generalizado de la protección y a una reversión de la liberaliza- ción comercial internacional.

Las fuerzas internas

Los factores internos que parece serían más determinantes en la recon- figuración económica dominicana serían los siguientes:

Primero, los cambios demográficos, en especial el fin del bono demográ- fico, es decir, la situación en la que, debido a las altas tasas de natalidad observadas en los sesenta y setenta, una elevada proporción de la pobla- ción total es adulta y/o joven y está en capacidad de trabajar. En 2017, el 37.6% de la población tenía entre 20 y 44 años. Eso ha dado impulso a la actividad económica (MEPyD/UNFPA 2017).

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El fin del bono demográfico significa que, en las próximas décadas, de- bido al declive en la tasa de natalidad observado a partir de los ochenta, estaremos viendo una reducción de esa población y un incremento de la participación de las personas adultas mayores. Esto supone un incre- mento en la tasa de dependencia, es decir, del número de personas que, debido a que no forman parte de la población activa, dependen econó- micamente de otras. Sin embargo, hay otras dos fuerzas que podrían contrarrestar parcial- mente esta tendencia. Por una parte, el incremento en la participación laboral de las mujeres, y por otra, un flujo neto positivo de migrantes jóvenes (inmigración neta positiva). No obstante, es dudoso que, dados los ritmos de crecimiento de estos dos grupos de población, ellos vayan a neutralizar o revertir la reducción de la proporción de población joven adulta en la población total. En adición a lo dicho, la proporción de población urbana continuará cre- ciendo y la población se aglomerará aún más en los grandes centros urbanos.

Segundo, a largo plazo, los resultados educativos mejorarán, en especial la cobertura de la educación secundaria, que muestra actualmente una tendencia firme al aumento3. Sin embargo, no está claro si esto logrará cerrar algunas de las brechas que separan al país de las medias de la región y de los países que merecen servir de referencia, si contribuirá a lograr ventajas comparativas en actividades más intensivas en conoci- miento y si apoyará el cambio tecnológico en el país. Lo que es relativamente claro es que el desempeño educativo de las mu- jeres continuará siendo superior al de los hombres, por lo que las brechas de logros se ampliarán. Esta cuestión podría tener implicaciones para las relaciones de género y respecto a la composición de la población en ocupaciones que demanden mayores destrezas y jerarquía laboral. Tercero, un Estado más tecnificado, pero con persistentes debilidades institucionales. Esta tendencia del Estado dominicano implicará que, a pesar de ver acrecentada sus capacidades nominales —como ha sido el caso a lo largo de la última década—, su efectividad real para proveer bie- nes públicos fundamentales (como seguridad pública, justicia, protec- ción del medioambiente y, en general, un entorno sano para la actividad económica a largo plazo) continuará estando comprometida. Esto no

3 República Dominicana. Informe Nacional Voluntario 2018. “Compromisos, Avan- ces y Desafíos hacia el Desarrollo Sostenible”. Comisión de Alto Nivel para el Desarro- llo Sostenible.

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significa que en las próximas décadas no se podrán percibir progresos institucionales (mayor imperio de la ley, menor discrecionalidad), sino que, en la medida en que no se vislumbran las fuerzas del cambio insti- tucional, muchas de las brechas respecto a lo que podríamos considerar como referente se mantendrán. En resumen, las fuerzas internas de largo aliento que podrían incidir con más intensidad en la configuración económica dominicana en unas décadas son un envejecimiento de la población y una mayor tasa de de- pendencia asociada, una población femenina con mucho mayores logros educativos y un Estado con más capacidades técnicas, pero arrastrando a la vez muchas de las fragilidades institucionales que hoy son eviden- tes.

Los escenarios

De los siete factores mencionados, tres de ellos no presentan posibilida- des significativas de variación. Estos son el cambio climático, las trans- formaciones en materia energética y los cambios demográficos. Estos se harán sentir en cualquier escenario, y no los diferenciarán. Los factores que permiten configurar escenarios diferenciados son dos: a) las formas en que se produzcan los cambios tecnológicos y su im- pacto en las cadenas globales de producción en las que participa la economía dominicana; y b) los retos planteados a la globalización económica, la apertura y la ar- quitectura comercial internacional. La forma específica que adopten estos dos factores y el tipo de respues- tas de política y su potencia —la cual se asocia a las capacidades técnicas e institucionales del Estado— son los elementos que permitirían confi- gurar los escenarios. Por simplicidad, asumamos que los cambios tecnológicos vinculados a la Cuarta Revolución Industrial puedan caracterizarse como más disrup- tivos y menos disruptivos, y que el desafío planteado a la globalización económica se pueda clasificar como efímero y/o parcial o permanente. De la combinación de estos factores se podrían configurar cuatro es- cenarios principales que podrían enfrentar las economías de ingresos medios como la dominicana. La matriz adjunta presenta esos escenarios y puntea sus implicaciones para la inserción internacional y para los espacios para hacer políticas de desarrollo productivo, crear empleos de calidad y promover el bienestar.

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En síntesis, estos cuatro escenarios se pueden describir de la manera siguiente: Escenario uno: globalización continua y tecnologías disruptivas. En este escenario, los impulsos por revertir la globalización no avanzan y tienen limitados efectos disruptivos, pero los cambios tecnológicos son veloces y producen shocks generales en las cadenas globales de valor. Como re- sultado, se produce una reconcentración de la producción manufacture- ra en los países ricos y un debilitamiento de la participación de países de ingreso medio en las cadenas globales de valor, lo que conlleva severas implicaciones para los ingresos externos y el empleo, especialmente en zonas francas, en un contexto en que se mantiene la apertura comercial y siguen restringidos los espacios para hacer política industrial y en el que, en general, se dificulta el logro de escalamientos tecnológicos im- portantes. Escenario dos: globalización continua (estatus quo). Aquí los cambios tec- nológicos son menos disruptivos, la globalización no es desafiada de for- ma permanente ni el desafío tiene alcance global sino parcial, la inserción vía zonas francas sobrevive, los espacios para hacer política comercial e industrial se mantienen restringidos, pero hay más tiempo para impulsar políticas para el aprendizaje y el escalamiento tecnológico. Escenario tres: globalización revertida y tecnologías disruptivas. Es el escenario más radical, en el que, además de la velocidad de los cambios tecnológicos y el intenso impacto en distribución espacial de la produc- ción, las medidas de protección comercial avanzan y las cadenas globa- les de valor se ven afectadas. Los impactos son similares al escenario uno, pero más acelerados. Ocurre un severo desplazamiento de las zonas francas, al tiempo que la reversión de la globalización amplía los espa- cios para impulsar políticas de desarrollo productivo e industrial con énfasis en cadenas cortas y de tipo regional (en oposición a cadenas lar- gas, generalmente de elaboración de productos con mayor sofisticación tecnológica, en las que las mercancías se van transformando a medida que cruzan muchas fronteras). Los costos de una transición de ese tipo podrían ser muy significativos. Escenario cuatro: globalización revertida. En este escenario, debido a la generalización de las medidas proteccionistas, la producción manufac- turera se reconcentra en los países ricos, se debilitan las cadenas globa- les de valor y las zonas francas, al tiempo que se amplían los espacios para hacer política industrial y comercial. También es un escenario de altos costos productivos y de empleos para países como la República Dominicana.

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En este punto, las preguntas obligadas son: ¿cómo responderían las políticas públicas, ante cada uno de los escenarios, para adaptar la economía al nuevo contexto? y ¿cuáles pueden ser las implicaciones para la transformación productiva, el empleo y el bienestar de las personas? Como se describió arriba, el escenario más desafiante (aunque también improbable) en términos de los impactos y costos inmediatos y de las respuestas de políticas necesarias para adaptarse al nuevo entorno es el de la globalización revertida y los cambios tecnológicos disruptivos. La razón es que podría implicar una ruptura relativamente violenta de una de las formas más importantes en que la economía dominicana está vinculada con la economía internacional: las zonas francas y la partici- pación en cadenas globales. En un escenario como ese: – se erosionaría una parte de la base industrial, – se expandiría la brecha externa, al reducirse las exportaciones y los ingresos de divisas, – habría efectos negativos en el empleo, y – se profundizaría la tendencia a la precarización del trabajo. En ese escenario se generarían fuertes presiones sobre el Estado para que este dé respuestas que protejan a la población y a las empresas afec- tadas. Hay un referente: la crisis de las confecciones textiles a mediados de la década pasada, la cual implicó una sensible reducción de las acti- vidades y del empleo en zonas francas. Frente a eso, el Estado proveyó créditos a las empresas afectadas en un infructuoso intento por salvar la actividad y el empleo. Además —y aunque no fue una respuesta especí- fica a dicha situación—, se impulsaron los programas sociales de trans- ferencias monetarias. Sin embargo, los espacios para hacer políticas industriales y comercia- les tradicionales se podrían expandir en la medida en que los acuerdos comerciales se debiliten, y la economía se vería forzada a reorientarse hacia la región de América Latina y el Caribe o a hacerse más introver- tida. Las perspectivas de las industrias locales podrían mejorar si hay un impulso decidido y efectivo para fortalecer el tejido manufacturero nacional.

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Tabla 1 Escenarios de cambios tecnológicos y globalización económica e implicaciones para economías de ingreso medio vinculadas a cadenas globales de valor

Desafío a la globalización económica Efímero y/o parcial Permanente Globalización continua Globalización revertida y tecnologías disruptivas y tecnologías disruptivas Reconcentración de la Reconcentración producción manufacturera en acelerada de la producción los países ricos manufacturera en los países Debilitamiento de las ricos cadenas globales en las que Debilitamiento acelerado de participan los países de las cadenas globales en las ingreso medio que participan los países de Erosión de la base industrial ingreso medio de zonas francas Erosión acelerada de la base Presión a la baja de los industrial de zonas francas Más salarios para sostener Expansión de la brecha disruptivos competitividad externa Expansión de la brecha Presión hacia una externa profundización de la Presión hacia una precarización del empleo profundización de la Ampliación de los espacios precarización del empleo para el impulso de políticas Mantenimiento de comerciales e industriales restricciones a las políticas nacionales comerciales e industriales Escalamientos en las cadenas Cambios Entorno muy desafiante para de valor se tornan menos tecnológicos el escalamiento tecnológico urgentes Cadenas regionales cortas adquieren más relevancia Globalización continua Globalización revertida (estatus quo) Reconcentración de la Cambios graduales en la producción manufacturera en distribución espacial de la los países ricos por políticas producción manufacturera proteccionistas Impactos moderados y Debilitamiento acelerado de graduales en las zonas las cadenas globales de valor francas y en la brecha externa Erosión acelerada de la base Mantenimiento de industrial de zonas francas Menos restricciones a las políticas Expansión de la brecha disruptivos comerciales e industriales externa Espacios temporales Ampliación de los espacios disponibles para el para el impulso de políticas escalamiento tecnológico comerciales e industriales y la reubicación en tramos nacionales tecnológicamente más Escalamientos en las cadenas sofisticados de las cadenas de valor se tornan menos globales de producción urgentes Cadenas regionales cortas adquieren más relevancia Elaboración propia

Desafortunadamente, aunque las amenazas serían menores por la re- ducción de la competencia de industrias maduras en el extranjero, los espacios para expandirse y crecer serían más estrechos por el reducido

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tamaño del mercado nacional. Las economías de escala4 y externas5 de las que las manufactura puede beneficiarse podrían no aprovecharse. Sería un escenario inédito que, aunque tiene algún referente en la estra- tegia de Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI), ten- dría un contexto distinto al entorno en que se configuró aquella política, en particular por el hecho de que ahora la economía cuenta con una base industrial más amplia, su base de consumo es mucho mayor —siendo una parte importante de ella suplida por importaciones— y hay un con- texto tecnológico marcadamente diferenciado. El escenario más probable es el de una globalización continua y de la aparición de desarrollos tecnológicos disruptivos que empujen hacia un re-shoring gradual que, caeteris paribus, tendrían impactos moderados pero negativos en la base industrial de las zonas francas y los empleos, del mismo tipo que los del escenario antes descrito. Las perspectivas de una participación más activa y provechosa en las cadenas globales de valor se reducirían, porque las exigencias de conocimientos y capa- cidades tecnológicas con el fin de retener e incrementar las inversiones y el empleo serían mayores. Esto implicaría una mayor presión para im- pulsar el aprendizaje y el escalamiento tecnológico en esas cadenas, sin que haya razonables certezas del éxito que pueda tener el esfuerzo que en ese sentido se haga, dada la persistencia de rezagos educativos e ins- titucionales. El escenario más benigno sería el del estatus quo (globalización con- tinua), acompañado de cambios tecnológicos no disruptivos, sino gra- duales. Los efectos son similares al escenario anterior, pero las oportu- nidades para el escalamiento tecnológico y la profundización industrial serían mayores. Por último, un impulso proteccionista reforzado (globalización en re- vertida), aun en un contexto de cambios tecnológicos no disruptivos, representa una importante amenaza para la inserción internacional de la República Dominicana. El costo de un “giro en u” en las reglas del comercio internacional sería muy elevado en términos de producción, empleos y divisas, y como se discutió arriba, podría forzar al país hacia la regionalización o la introversión, al apostar por un desarrollo industrial y productivo endógeno que tendría todas las restricciones que se dan en el contexto de una economía pequeña.

4 Reducción de costos medios a nivel de una empresa resultante del aumento de la producción. 5 Economías (reducción de costos) que resultan de la existencia de muchas empre- sas en el mismo ramo.

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Conclusión

Todos los escenarios planteados para la economía dominicana parecen complejos y muy desafiantes. Hay cuatro razones para ello. Primero, que antes que estable y predecible, el contexto es incierto y cambiante, y amenaza con afectar sensiblemente dos importantísimos ejes de inserción del país a la economía internacional. Las implicaciones pueden ser muy severas para parte de la industria, la generación de di- visas y el empleo. Segundo, que la economía dominicana, como muchas otras de países pequeños y de ingresos medios, es poco resiliente y tiene escasa capaci- dad de adaptación rápida y a bajo costo. Tercero, que varios de los cambios previsibles, como el cambio climático y el fin del bono demográfico, implican pasivos económicos importan- tes. Cuarto, que todavía no está a la vista el fortalecimiento del Estado y de las instituciones, pieza indispensable para una respuesta robusta a los desafíos planteados.

En ese contexto, los shocks tecnológicos y comerciales podrían ser de- vastadores. De allí que las respuestas societales y estatales que ameritan esos desafíos requieran tender hacia los siguientes objetivos: - Constituir instituciones más sólidas e incluyentes que protejan a los posibles damnificados de esos procesos y a la población adulta mayor, cuyo tamaño será mayor en las próximas décadas. - Impulsar mayores esfuerzos para transitar hacia una agricultura resi- liente al cambio climático y que incorpore más velozmente avances tec- nológicos en los métodos productivos. - Diversificar el turismo de tal forma que no dependa exclusivamente de los destinos de playa, los cuales serán afectados por el cambio climático y el calentamiento global. - Avanzar más rápidamente en materia de educación y desarrollo tecno- lógico, que es lo que permitiría alcanzar las capacidades productivas ne- cesarias para dar un nuevo impulso al desarrollo industrial en cualquier contexto, sea uno donde prevalezca el libre comercio y la inserción a través de cadenas globales de valor, u otro más endógeno u orientando

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hacia la región. En el primer caso permitiría escalar en esas cadenas, capturar partes crecientes del valor agregado e incrementar los empleos de calidad. En el segundo, daría lugar a la creación de capacidades pro- ductivas nuevas en áreas que, como resultado de las ventajas comparati- vas, simplemente no eran consideradas.

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Estudios Sociales Año 50, Vol. XLI-Número 157 Septiembre-diciembre 2018

La transformación urbana de Santo Domingo en el siglo XXI El territorio compartido: cinco claves para el desarrollo del Gran Santo Domingo The urban transformation of Santo Domingo in the 21st century The shared territory: five keys to the development of Greater Santo Domingo La transformation urbaine de Saint-Domingue au 21ème siècle Le territoire partagé: cinq clés pour le développement du Grand Saint- Domingue Marcos Barinas*

Resumen

Este trabajo plantea los actuales retos que enfrente la ciudad de Santo Domingo, la ciudad más grande y poblada de Centroamérica y el Caribe y una de las veinte más pobladas de toda América Latina. Los problemas del tránsito y el transporte, del crecimiento horizontal de la ciudad, de la vivienda y del desarrollo comunitario se hacen más agudos en la medida en que todavía no existe un esfuerzo mancomunado de las autoridades por tratar de dirigir el crecimiento urbano de conformidad con un esquema sostenible y equilibrado. La idea es que todos los municipios (que todos los munícipes) de la ciudad tengan garantizado el acceso cercano de los servicios comunitarios de salud, educación, transporte colectivo, recreación y cultura y que los recursos naturales no continúen siendo puestos en peligro por el crecimiento general del Gran Santo Domingo.

Palabras claves: Gran Santo Domingo, urbanismo, crecimiento urbano y demográfico de Santo Domingo.

Abstract

This work presents the current challenges faced by the city of Santo

* Arquitecto dominicano. Planificador urbano dominicano y profesor de arquitectu- ra y urbanismo de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra. Santo Domin- go, República Dominicana. Correo electrónico: [email protected] 84 Marcos Barinas

Domingo, the largest and most populated city in Central America and the Caribbean and one of the twenty most populated cities in Latin America. The problems of transit and transport, of the horizontal growth of the city, of housing and of community development become more acute to the extent that there is still no joint effort by the authorities to try to direct urban growth in accordance with a sustainable and balanced scheme. The idea is that all municipalities (the neighbors of the municipality) of the city are guaranteed close access to community services in health, education, collective transport, recreation and culture and that natural resources are not jeopardized by the general growth of the Great Santo Domingo.

Keywords: Great Santo Domingo, Urbanism, Urban and demographic growth of Santo Domingo.

Résumé

Ce travail présente les défis actuels auxquels la ville de Saint-Domingue, la plus grande et la plus peuplée d’Amérique centrale et des Caraïbes et l’une des vingt villes les plus peuplées d’Amérique Latine, est confrontée. Les problèmes de transit et de transport, de croissance horizontale de la ville, de logement et de développement communautaire s’aggravent au point qu’il n’ya toujours pas d’effort conjoint des autorités pour tenter d’orienter la croissance urbaine un schéma durable et équilibré. L’idée est que toutes les municipalités (tous les voisins des communes) de la ville bénéficient d’un accès étroit aux services communautaires en matière de santé, d’éducation, de transport collectif, de loisirs et de culture et que les ressources naturelles ne soient pas compromises par la croissance général du grand Santo Domingo.

Mots-clés: Grand Santo Domingo, urbanisme, croissance urbaine et démographique de Santo Domingo.

A finales de los años setenta, ir a la ciudad de paseo significaba para mi madre dirigirnos a lo que ahora consideramos el centro histórico. El paseo iniciaba en el estacionamiento público de la José Reyes y continuaba por El Conde, en una “flânerie” en la que las vitrinas eran ventanas abiertas al espacio público que competían comercialmente y acogían a los peatones en una especie de ballet urbano. Este paseo po- dría incluir la compra de algún juguete en la tienda La Margarita, has- ta ese momento la única tienda especializada en juguetes en la ciudad, y conllevaría el agruparnos en la acera junto a otros niños para admi- rar el Santa Claus mecánico, que para mí era el gran monumento de la calle El Conde. Si tenía suerte, caminaríamos por la Padre Billini hasta El Rinconcito de los Libros, donde doña Hilda recomendaría el libro

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adecuado y nos daría el precio justo. El paseo pausaría en el restauran- te La Llave del Mar, frente al malecón, para almorzar entre tiburones y mantarrayas disecadas. Luego nos conduciríamos agradablemente admirando el frente marino, para después subir por la avenida Máxi- mo Gómez y terminar en Naco, uno de los suburbios residenciales de la época, a tan solo quince minutos del centro.

Entrando la década de los ochenta, la ciudad de Santo Domingo aún era pequeña, su población apenas rozaba los 750 mil habitantes, poseía un parque vehicular inferior a 200 mil unidades, una cobertura de áreas verdes adecuada, transportación pública formal y su centro geográfico no pasaba de Gascue. Hasta ese entonces parecía tener el balance entre población, huella urbana, escala residencial y medio ambiente urbano que hace a las ciudades sostenibles y gobernables, más allá de la crisis económica y política que atravesaba en esos años. Crecimientos soste- nidos llevaron a Santo Domingo a duplicar su población en menos de 10 años y a alcanzar dos millones de habitantes a finales de los noventas. Al inicio del milenio, la promulgación de una ley de división adminis- trativa creó la Provincia de Santo Domingo, segmentando el hasta en- tonces Distrito Nacional y dividiendo su administración en cinco ayun- tamientos. No es hasta el 2004 que se modifican las regiones nacionales de desarrollo y se crea la Región Ozama o Metropolitana, la cual en es- tos momentos integra ocho municipios y ocho distritos municipales en una superficie de 1,393 km2 y una población de 3,339,410 habitantes. Sin embargo, la huella urbana de la ciudad ha crecido de tal manera que la conurbación ya la vincula con municipios de otras provincias (como sucede con los Bajos de Haina de San Cristóbal) y coloca su centro geo- gráfico aproximadamente en la Kennedy con Abraham Lincoln. Esta metrópolis que llamamos el Gran Santo Domingo1 agrupa ya 2 pro- vincias, un Distrito Nacional, 11 municipios y una población de aproxi- madamente cuatro millones de habitantes. En este conglomerado urba- no se eligen 3 senadores, 11 alcaldes, 58 diputados y aproximadamente 168 regidores, para una ciudad que es la más grande y poblada de Cen- troamérica y el Caribe y que está entre las veinte más pobladas de Amé- rica Latina.

1 El término “Gran Santo Domingo” no está definido en ninguna ley. Es un término que se ha vuelto común y su interpretación depende mucho de la institución y la fuen- te científica que lo utiliza.

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Las estadísticas son muy claras en prever una ciudad que deberá asumir una gran porción de la población de un territorio nacional que ya ha alcanzado el 80% de habitantes urbanos. A esto hay que agregarle que comparte la isla con Haití, una nación que pasará de tener un 50% de población urbana a un 65% en tan solo 10 años. En el 2040 vivirán más de 21 millones de habitantes en conglomerados urbanos en la isla La Hispaniola (según data de las Naciones Unidas), de los cuales un alto porcentaje habitará en el Gran Santo Domingo. Nuestra ciudad se acerca a esta coyuntura en tal estado de crisis que obliga a una reflexión urgente, ya que sus problemas fundamentales no pueden ser resueltos desde el ámbito aislado de las alcaldías. La socie- dad y su representación política han sido negligentes en entender la relevancia de esta metrópolis para el futuro de la nación dominicana. Esta metrópolis representa ya el 25% de la población nacional, el 48% del parque vehicular, maneja más del 50% de la inversión pública y obtiene el 84% de las recaudaciones totales de impuestos del país. Sin embargo, la ciudad y sus gobiernos locales son recursos de negociaciones electo- rales de parcelas políticas, desarticulando así cualquier propuesta inte- gral que nazca del conocimiento del territorio, el análisis profesional y la participación de sus munícipes. Quienes asuman la responsabilidad política de administrar este territo- rio en los próximos 20 años deberán utilizar los instrumentos necesarios para gobernar de manera mancomunada. Para esto, analizaremos ciertas propuestas para el futuro de este territorio compartido, asumiendo los siguientes cinco puntos estratégicos para desarrollar el Gran Santo Do- mingo. Estos cinco puntos son:

1-Regionalización y prosperidad económica: Las regiones metropoli- tanas compiten entre sí, no necesariamente los municipios o las nacio- nes. Las ciudades capitales latinoamericanas se enfrentan a evoluciones administrativas vinculadas al crecimiento poblacional y físico que en muchos casos es un fenómeno nuevo y poco analizado.

2-Sostenibilidad y resiliencia: La desigual distribución de la población, la inadecuada infraestructura de transporte, la poca cobertura de drenaje sanitario, la ineficiente generación de energía y el impacto de la cons- trucción informal amenazan nuestras escasas reservas naturales. Anali- zar el impacto de la proyección demográfica de la isla sobre el desarrollo de nuevos asentamientos periféricos en Santo Domingo es importante

Año 50, Vol. XLI, septiembre-diciembre 2018, pp. 83-108 La transformación urbana de Santo Domingo en el siglo XXI 87 para considerar el futuro de su huella urbana y los riesgos implícitos ante el cambio climático.

3-Educación y tecnología: Las personas constituyen la base para esta- blecer ventajas comparativas en el futuro. Mientras la transportación, la infraestructura y el medio ambiente tienen un carácter regional en cuanto a los objetivos, es la capacidad y la educación de la fuerza laboral la garantía para planificar municipios productivos que aporten a la com- petitividad nacional.

4-Vivienda y desarrollo comunitario: Las políticas urbanas deben es- tar orientadas primordialmente a la calidad de vida de sus ciudadanos. La prioridad de una agenda comunitaria no siempre se encuentra en la provisión de vivienda nueva, el bienestar familiar se soporta en el equi- pamiento y los servicios que rodean sus habitáculos, sobre todo en una sociedad donde el 70% de la construcción es informal.

5-Transporte y accesibilidad: El optimismo económico ha tendido en Latinoamérica a aumentar progresivamente el parque vehicular privado, y no parece que la tendencia en República Dominicana sea diferente. Este patrón de movilidad es un ejemplo que genera graves externalidades negativas, como la contaminación del aire, las muertes por accidente, la congestión vial y, como consecuencia, un progresivo abandono de los espacios públicos. La gestión de políticas públicas eficientes y el involucramiento municipal en la calidad del espacio ur- bano a través de la provisión de transporte público de calidad, pueden motivar un retorno de la ciudadanía al uso intensivo de sus espacios comunitarios.

Regionalizacion y prosperidad económica

El Gran Santo Domingo2 no ha podido vincular su crecimiento físico a una estructura administrativa eficiente. Esta situación no ha permitido que sus impactos ambientales puedan ser medidos y que sus necesi- dades sociales sean suplidas adecuadamente. Más allá del Distrito Na- cional, la ciudad se convierte en un territorio difuso y poco servido que debería ser considerado periurbano, término que hasta ahora no existe en nuestro glosario territorial oficial.

2 Es importante distinguir entre Santo Domingo de Guzmán, región metropolitana y Gran Santo Domingo. El primero se refiere exclusivamente al municipio que hoy llamamos Distrito Nacional; el segundo, a la Provincia de Santo Domingo y el Distrito Nacional; mientras que el tercero es un término más difuso que en algunas ocasiones incluye a Haina, en la provincia San Cristóbal. Preferimos entender el Gran Santo Do- mingo como el conglomerado urbano definido por la huella urbana física de la ciudad.

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Existen características comunes que definen estos territorios periurba- nos: • Sus límites administrativos son confusos. • Poseen escasa infraestructura de servicio y equipamiento. • Están ubicados en áreas hídricas o ambientales muy vulnerables. • Poseen escasas normativas de uso de suelo y desarrollo urbano. • Son sectores de mucha informalidad edificatoria y muy vulnerables a riesgos diversos. • Son territorios de potencial crecimiento poblacional, y podrían dupli- car y hasta triplicar su población en menos de 20 años. Administrar este territorio periurbano constituyó una tarea difícil para un solo gobierno municipal y llevó a la aprobación de la Ley de división político-administrativa del Distrito Nacional en el 2001, la cual buscaba restablecer el “equilibrio político y económico a través de una modifica- ción de la geografía urbana”. Al abordarse desde la óptica político-admi- nistrativa, esta modificación de la geografía urbana del territorio dividió la ciudad en municipios de condiciones económicas e infraestructuras desiguales. Quince años después aún no cuentan con los instrumentos mínimos necesarios para un desarrollo adecuado y sostenible. Sin embargo, es en esta periferia urbana difusa que reposa el futuro del Gran Santo Domingo. Nos preparamos a recibir un incremento pobla- cional significativo en los próximos veinte años y los municipios de la Provincia Santo Domingo serán depositarios principales de este creci- miento. Este territorio se ha convertido en espacio clave para soluciones estratégicas vinculadas al transporte, los desechos sólidos y las aguas servidas. Además poseen áreas agrícolas, recursos naturales y culturales fundamentales para el funcionamiento de la metrópolis en conjunto. En los últimos veinte años, el Estado ha fomentado el crecimiento horizontal de la ciudad dando prioridad a corredores de tránsito interurbanos diseñados para el transporte privado. Prioridad que, al co- locarse por encima de la planificación integral y las ordenanzas muni- cipales, ha fomentado la suburbanización, creando serias consecuencias para el futuro: • Amenaza a las áreas protegidas • Pérdida de tierra agrícola productiva

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• Amenaza a sistemas hídricos subterráneos y superficiales • Desaparición de comunidades rurales y sus tradiciones • Fomento de la arrabalización e impactos derivados ¿Pero de qué manera puede la regionalización ser clave para la pros- peridad económica de nuestros municipios? La producción de bienes y servicios dependen de recursos que solo pueden ser planificados y administrados desde una óptica regional, como son la infraestructura, la transportación y el medio ambiente. Un municipio próspero dependería de una gobernanza mancomunada que entienda las aportaciones locales a la competitividad de su región, pero que también gestione servicios que son administrados desde el gobierno local. En este contexto, los al- caldes se convierten en promotores del desarrollo de sus comunidades, pero también en gestores de territorio, por lo que se requiere el manejo de instrumentos técnicos operativos que superan el ámbito aislado de sus alcaldías. Existen cuatro instrumentos legales que facilitarían una estructura admi- nistrativa capaz de planificar a escala del Gran Santo Domingo. Estos son: 1. La Ley del Distrito Nacional y Municipios del 2007. Introduce la figura de la “Mancomunidad” para la ejecución de obras y servicios muni- cipales “sin que necesariamente pertenezcan a la misma provincia o exista continuidad territorial”. Está formado por un presidente, un vicepresidente y un consejo general. 2. El decreto 710-04, que convierte a la Provincia Santo Domingo y el Dis- trito Nacional en la décima región de desarrollo. Promueve la solidari- dad y el apoyo al desarrollo regional, provincial o municipal, además de articular la prestación de servicios ofrecidos al gobierno munici- pal desde el gobierno central. Crea la figura del intendente regional y un Consejo Regional de Desarrollo. 3. La Estrategia Nacional de Desarrollo del año 2012. Integra el concepto de cohesión territorial en el diseño y gestión de políticas públicas y “promueve reducir las disparidad urbano-rural e interregional en el acceso a servicios y oportunidades económicas”. 4. Proyecto de ley de ordenamiento territorial y uso de suelo. Plantea la creación del Sistema Nacional de Ordenamiento Territorial, dirigido por un Consejo de Ordenamiento Territorial. Introduce tres niveles jerárquicos de ordenamiento del territorio: el nivel nacional, el nivel regional y el nivel municipal.

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Los dos primeros, a pesar de poseer instrumentos técnicos operativos vinculados a un marco legal vigente, no han sido aplicados u operan con muy bajo presupuesto. Esta situación de deficiencia presupuesta- ria contradice los principios emprendedores que los generaron. Los dos últimos instrumentos aún luchan contra el hambre política electoral, el miedo a ceder poder y la avaricia. Un modelo de regionalización adecuado para el Gran Santo Domingo, bajo el marco legal vigente, solo sería posible desde el instrumento de la Mancomunidad de Municipios, que existe gracias a la ley 176-07 y que ha estado operando con precaria autonomía presupuestaria y limitado poder político. El crecimiento de la huella urbana3 de la ciudad, que ya integra dos provincias, un Distrito Nacional y 11 municipios, requiere una revisión de la estructura política del territorio y del control de las tomas de decisiones sobre este. Esta revisión debería empezar por respe- tar la autonomía presupuestaria de los municipios, que en estos momen- tos es controlada por el gobierno central, y por establecer su asignación a partir de un porcentaje del presupuesto nacional. Un nuevo modelo de gestión de municipios mancomunados podría surgir de un sistema de ayuntamientos empoderados políticamente y con autosuficiencia eco- nómica, ya que permitiría mejores resultados en la planificación regio- nal y, en consecuencia, una mayor competitividad. A nivel global, compiten las regiones metropolitanas, no necesariamente los países y los municipios (Barnett, 2001). La prosperidad de la región metropolitana del Gran Santo Domingo no puede seguirse comprome- tiendo con municipios liderados ineficientemente y en limitadas mura- llas partidarias: la calidad de vida de 4 millones de personas depende de su accionar mancomunado.

Sostenibilidad y resiliencia

El Gran Santo Domingo no ha podido asumir políticas territoriales de sostenibilidad que superen las buenas intenciones de programas locales de reciclaje e insuficientes esfuerzos en el manejo de desechos sólidos. A medida que la desigual distribución de la población, la inadecuada infraestructura de transporte, la poca cobertura de drenaje sanitario, la ineficiente generación de energía y el impacto de la construcción in-

3 La huella urbana es la continuidad de infraestructura urbana física formal que fo- menta desarrollos existentes o futuros sobre el territorio. Estos municipios son Santo Domingo de Guzmán, Santo Domingo Este, Santo Domingo Oeste, Santo Domingo Norte, Guerra, Boca Chica, Haina, Los Alcarrizos, Pedro Brand, Nigua y San Cristóbal.

Año 50, Vol. XLI, septiembre-diciembre 2018, pp. 83-108 La transformación urbana de Santo Domingo en el siglo XXI 91 formal amenazan nuestras escasas reservas naturales, es evidente que tendremos que asumir una actitud resiliente frente a los impactos que nosotros mismos hemos construido. Nuestras políticas urbanas han fomentado una tendencia de crecimien- to que ha priorizado la infraestructura de transportación privada por en- cima de las ordenanzas municipales. Esto, junto al crecimiento incontro- lado de la huella urbana, ha traído como consecuencia una amenaza a las áreas protegidas periféricas, a las zonas agrícolas y a importantes recur- sos hídricos. Cuando a este modelo de planificación agregamos el gran aumento de la población urbana en la isla y la alta informalidad en la construcción, nos damos cuenta de que tenemos una tarea muy impor- tante para poder mantener la sostenibilidad urbana de nuestra ciudad y asumir como se debe el impacto del crecimiento de la población urbana. La República Dominicana y Haití han compartido un crecimiento pobla- cional casi idéntico en los últimos 20 años. Ambas naciones tienen en la actualidad unos 11 millones de habitantes cada una, y sus dos centros ur- banos más importantes, Santo Domingo y Puerto Príncipe, crecerán de manera similar en la próxima década. Lo que ha diferenciado el proceso demográfico de ambas naciones es el porcentaje de población urbana versus la rural y la distribución que esta tiene en sus conglomerados urbanos. En Haití, la población ha sido históricamente rural, apenas un 35% de su población habitaba en ciudades en el año 2000; mientras que la República Dominicana arribó al siglo XXI con un 80% de población urbana. Para el 2010, Haití aumentó su población urbana a un 52%, con un crecimiento anual de más de un 4%; mientras que la República Domi- nicana estabilizó su población urbana con un crecimiento de apenas un 2% (UNHABITAT, 2017). Como consecuencia de esta tendencia, dentro de una década Haití tendrá 8 millones de habitantes viviendo en conglo- merados urbanos, y más del 40% de estos habitantes se concentrará en Puerto Príncipe, ciudad que probablemente llegará a la saturación. La tendencia a la cual nos dirige esta data es preocupante: 1. Dentro de treinta años, más de 20 millones de personas vivirán en conglomerados urbanos en la isla. 2. Puerto Príncipe tenderá a saturarse en corto tiempo, pues las proyec- ciones no indican que otra ciudad esté en la capacidad de alojar más de 500 mil habitantes en Haití. 3. República Dominicana tendrá más ciudades intermedias que Haití para distribuir su movilidad campo-ciudad.

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4. La región metropolitana de Santo Domingo recibirá la mayor canti- dad de estos nuevos habitantes urbanos debido a su histórica supre- macía poblacional en la Hispaniola. 5. Debido a desarrollos informales, la distribución de esta población tenderá a un aumento signifi cativo de la huella urbana del Gran San- to Domingo.

Gráfi co 1: La Hispaniola crecimiento demográfi co

Esta proyección demográfi ca es importante tomarla en cuenta a la hora de considerar el futuro de la huella urbana y el desarrollo de nuevos asentamientos informales periféricos con sus riesgos implícitos ante el cambio climático. A nivel global, las edifi caciones son el renglón de mayor producción de gases invernaderos y consumo de energía por fuente: más de un 40 por ciento en países industrializados, mientras que la transportación y las industrias aportan un 35 y un 12 por ciento respectivamente. Las ciudades, al agrupar estos renglones en un solo ente, son en consecuencia responsables de tres cuartas partes de las emisiones de carbono que causan el calentamiento global. La tajada en el deterioro del planeta por parte de los conglomerados urbanos es muy grande: a nivel mundial, el 45% de la energía primaria es utilizada en edifi cios, el 50% de todos los materiales globales están dirigidos a la construcción y el 60% de toda la tierra agrícola está siendo devorada por el crecimiento urbano (Van Wyk, 2011). Las ciudades de los países en

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desarrollo tienen una responsabilidad en esta realidad, debido a que se estima que muy pronto superarán en conjunto a los países industrializa- dos en la generación de gases invernaderos. En la República Dominica- na, las edificaciones y urbanizaciones informales representan aproxima- damente el 70% de la industria de la construcción; eso hace muy difícil el establecimiento de normativas de construcción o uso de materiales y tecnologías adecuados para encarar responsablemente nuestra par- ticipación en el calentamiento global y las consecuencias del cambio climático. Que seamos un territorio mayoritariamente urbano sonaría bien si la distribución de esta población se hiciera en ciudades de alta densidad y reducida extensión superficial, la realidad es que nuestras ciudades tienden a crecimientos de carácter suburbano y a edificaciones infor- males que comprometen nuestros recursos naturales y nos hacen más vulnerables a los riesgos. Resulta inevitable detener este crecimiento demográfico y es práctica- mente imposible formalizar el sector de la construcción en el Gran San- to Domingo. Una mirada esperanzadora sería enfocarnos primero en la creación de normativas territoriales y urbano-municipales básicas que regulen el crecimiento periférico de la ciudad, dando oportunidad a que el mejoramiento de procesos y tecnologías en la construcción formal pueda ir aumentando con el tiempo. Pero esta es una tarea que supera el ámbito aislado de los municipios y que por ello debe involucrar a otros poderes del Estado además del sector privado. Algunas de estas medidas son: • Introducir en nuestra legislación definiciones actualizadas de lo ur- bano, redimensionando los límites oficiales de nuestras ciudades y restringiendo su extensión horizontal. • Preservar áreas agrícolas periféricas y vincularlas a empresas verdes relacionadas con el sector de las energías limpias donde sea aplica- ble. • Prohibir desarrollos urbanos en: - Zonas montañosas. - Áreas protegidas o hábitats de especies amenazadas. - Tierras conexas a humedales o cursos de agua sensibles. - Áreas agrícolas productivas o potencialmente productivas.

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• Limitar la huella edificatoria de desarrollos inmobiliarios periféricos a no más de 35%, para así reducir la degradación del agua subterránea y promover normativas de desarrollo de bajo impacto. • Promover el relleno urbano de espacios vacíos entre desarrollos in- mobiliarios existentes y fomentar que compartan infraestructuras. • Planificar usos mixtos, en lugar de zonificaciones de uso exclusivo, incentivando con ello la accesibilidad a servicios. • Promover el desarrollo compacto y de alta densidad para usar la tie- rra eficientemente, de modo que se mejoren los servicios sanitarios y de distribución eléctrica y se apoyen opciones de transportación colectiva. • Reducir la dependencia del automóvil privado y planificar desarro- llos residenciales a no más de 15 minutos caminando de los sistemas de transporte colectivo. • Promover desde el Estado el desarrollo de viviendas sociales, ya que el limitar el desarrollo urbano del suelo periférico y el densificar los centros urbanos existentes provocarán que el precio de la tierra sea más caro y afecte a los más pobres.

Educación y tecnología

Las personas son la base para establecer ventajas competitivas en el fu- turo. Mientras que para la transportación, la infraestructura y el medio ambiente los objetivos presentan un carácter necesariamente regional, es la fuerza laboral y la formación educativa la garantía para planificar municipios productivos que aporten a la competitividad nacional. En la República Dominicana todavía se identifica a los gobiernos locales como simples recolectores de residuos sólidos en sus respectivos muni- cipios. No obstante, los mismos disponen de otras competencias propias y compartidas para una serie de servicios mínimos que garantizan el bienestar de las comunidades. Este régimen de competencias munici- pales, consagrado en la ley 176-07, juega un papel de vital importancia, ya que orienta el accionar municipal y determina la capacidad de los ayuntamientos para atender las necesidades ciudadanas. En cuanto a la naturaleza de cada una de estas competencias, el artículo 19 de la ley 176-07 destaca que la mayoría de competencias municipales propias (12 competencias de un total de 15) están relacionadas con la prestación de un servicio público. En cambio, la mayoría de competencias comparti-

Año 50, Vol. XLI, septiembre-diciembre 2018, pp. 83-108 La transformación urbana de Santo Domingo en el siglo XXI 95 das (9 competencias de un total de 10) pertenecen al ámbito de la pro- moción del desarrollo en el territorio. Durante la última década, República Dominicana ha desarrollado diferen- tes procesos con el objetivo de promover la descentralización y mejorar la gestión municipal para ofrecer servicios con la calidad adecuada para sa- tisfacer a los munícipes. La ley de división administrativa del 2001, la Ley 176-07 del Distrito Nacional y los Municipios, la Ley 498-06 de Planifica- ción e Inversión Pública y la Estrategia Nacional de Desarrollo establecen pautas para impulsar el desarrollo local, provincial y regional mediante el fortalecimiento de las capacidades de planificación y gestión económica de los municipios, la participación de los actores sociales y la coordina- ción con otras instancias del Estado. A pesar de los implícitos esfuerzos legales, los municipios dominicanos no cuentan ni con el apoyo financie- ro, ni con la estructura institucional que permita la prestación en cantidad y calidad de dichos servicios. El crecimiento y la división administrativa de Santo Domingo dejaron municipios con servicios y equipamientos mí- nimos o inexistentes, lo que ha provocado grandes desplazamientos de población hacia el Distrito Nacional, que los concentra. Un ejemplo dramático de esta distribución desigual de servicios y recur- sos en el territorio tiene que ver con la competencia compartida de edu- car y capacitar a sus munícipes, sobre todo en lo que tiene que ver con la educación superior. Las instituciones de educación superior enfrentan grandes desventajas cuando operan en entornos urbanos ineficientes e insostenibles. Sin embargo, esta problemática abre también un espacio de oportunidad para que las universidades se conviertan en líderes ges- tores de los cambios que debe asumir la sociedad para garantizar entor- nos urbanos de calidad. La República Dominicana cuenta con 49 instituciones de Educación Superior reconocidas por el Estado, de las cuales 31 son universidades. Para el 2010 la población estudiantil se incrementó en un 72.5%, pasando, de 102,069 en 1990, a 372,433 en 2009. A su vez, para el 2015, la población matriculada era de 480,103. En el Distrito Nacional está localizado el 90% de la población universitaria de la región metropolitana, repartido en 24 centros de educación superior en algunos tres kilómetros cuadrados, lo que suma más de 225,000 estudiantes matriculados, que representan la mitad de la población estudiantil universitaria del país (MESCYT, 2015). A pesar de este altísimo número de estudiantes matriculados en el Gran Santo Domingo, el porcentaje de desempleo urbano de Santo Domingo es el más alto de Latinoamérica y El Caribe, con un 15% (UN-HABITAT, 2012).

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Esta injusta distribución del equipamiento de educación superior es gra- ve para el Distrito Nacional, al que se traslada una gran cantidad de es- tudiantes desde otros municipios, contribuyendo así a problemas serios de tránsito, arrabalización comercial de los entornos urbanos, escasez de servicios y precariedad de la transportación pública. También es grave para las mismas universidades, que se ven obligadas a incluir en sus presupuestos de futuro grandes sumas de dinero para contrarrestar la falta de servicios que el Estado debería proveer, ya sea, por ejemplo, en la forma de inversiones en grandes superfi cies de parqueo por la falta de transportación pública o en seguridad privada para sus estudiantes. Al- gunos centros universitarios privados tienen, en estos momentos, más superfi cie de estacionamiento que de salones de clases y laboratorios juntos. Debemos revisarnos seriamente como sociedad si estamos dedi- cando más espacio para guardar carros privados que el que dedicamos para educarnos.

Gráfi co 2: Concentración estudiantes matriculados en el Gran Santo Domingo

Nuestras instituciones académicas han desempeñado un papel impor- tante en la formación de sus comunidades dentro de sus propias par- celas, pero aún tienen un papel que jugar en el esfuerzo por reducir los impactos ambientales que generan en los entornos urbanos donde se asientan. Y eso implica colaboración con la sociedad civil y el gobierno local bajo la premisa de que ser sostenibles es esencialmente “aprender a vivir juntos”.

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Un plan de estrategias urbanas sostenibles deberá crear un consenso entre las instituciones públicas y privadas que se ubican en el sector donde las universidades se asientan. Para esto es necesario conformar la figura del Distrito Universitario, que no existe en nuestro modelo de ordenamiento actual, y que debería contar con normativas especiales, incentivos y acuerdos sobre responsabilidades colectivas. Estas accio- nes deberían estar concertadas por un equipo especializado, creado para tales fines, que se ocupe de modo específico de áreas importantes como la transportación pública, el estacionamientos, las redes peatonales y la seguridad urbana. “Aprender a vivir juntos” requiere de miradas a mediano y largo plazo que incentiven la cohesión social y hagan evolucionar nuestro modelo de gobernanza. En esa construcción, los consensos y las alianzas entre el ayuntamiento, el gobierno central y la sociedad civil son claves para crear y administrar políticas públicas para un entorno urbano sostenible e integrador. Si las universidades no son capaces de incentivar y cons- truir este modelo de ciudadanía, si los seres pensantes seguimos “resol- viendo” los conflictos colectivos de conformidad con nuestras parcelas individuales, entonces ¿quién lo hará?4 Los miles de jóvenes estudiantes —en su mayoría mujeres— de las ins- tituciones de educación superior que se ubican en menos de 3 km2 del centro mismo del Distrito Nacional, junto con la gran cantidad de cole- gios privados que se distribuyen en el municipio, requieren la satisfac- ción de necesidades de transportación y de servicios conexos que deben ser aportados por el Estado y que podrían ser co-gestados entre las mis- mas instituciones educativas. Atender estas necesidades a medida que la educación se vuelve universal, y por tanto debe ser más accesible, debe ser garantía de una sociedad que forma un capital social para un futuro urbano que depende cada vez más de la tecnología y el conoci- miento (Florida, 2002).

Vivienda y desarrollo comunitario En la República Dominicana, el origen de la vivienda colectiva se remonta a la primera década del siglo XX. Una vez derribada la muralla, se plantea la posibilidad de desarrollar viviendas en serie, para obreros, en los nue- vos terrenos baldíos que quedaron disponibles para una incipiente clase industrial. Pero no es hasta mediados de siglo XX que se originan los pri- meros proyectos de vivienda social desarrollados por el Estado, los cuales se realizaron en el sector de María Auxiliadora, en la parte noreste del

4 …. entonces estamos bien jodidos, sería mejor decir.

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Distrito Nacional. Previo a este tipo de desarrollo, el Estado se limitaba a proveer de predios y servicios a los sectores menos pudientes en la parte norte de la ciudad, mientras hacia el este se ejecutaban proyectos privados para las clases socioeconómicas de mayores ingresos. Al caer la dictadura, la sociedad civil ve como una política fundamen- tal del Estado la construcción de viviendas. Son entonces creadas las instituciones que fomentarían los primeros desarrollos urbanos de alta densidad de vivienda social, que incluían servicios y equipamien- to colectivo. Sin embargo, la mayoría de estos primeros proyectos se llevaron a cabo en los años setenta, bajo el esquema paternalista de la presidencia de Joaquín Balaguer, y continuaron bajo esquemas muy semejantes durante las décadas de los ochenta y los noventa. Durante el mismo período, y paralelo a los proyectos estatales de vivienda social, el sector privado se dedicó al desarrollo de vivien- das de mercado, con poca regulación del Estado, tanto en el aspec- to constructivo como normativo. Se desarrolló así una gran cantidad de proyectos de tamaño medio en la periferia de la ciudad, en lotes inconexos y con muy pocos servicios o equipamientos, mientras en el centro se edificaban viviendas en altura para los más pudientes. Esto ocasionó que la clase de menores ingresos tuviese poco acceso a vivienda asequible, por lo que tuvo que recurrir al sector informal. Entrando ya el siglo XXI, este modelo de desarrollo habitacional no presentó variaciones significativas en sus normas o legislación. No es hasta el año 2012 que se pone en funcionamiento la ley 189-11, sobre el desarrollo del mercado hipotecario y el fideicomiso, un recurso finan- ciero destinado a facilitar el impulso de proyectos habitacionales de participación mixta con aportes del gobierno. En esta ley se incluye una nueva definición de vivienda colectiva, la vivienda de bajo costo, que se define tan sólo en términos económicos y financieros “… pro- yectos de soluciones habitacionales, con participación de los sectores públicos y/o privados, cuyas unidades tendrán un precio de venta igual o inferior a dos millones de pesos (RD$2,000,000.00)”.5 Inspirado en el Colsubsidio colombiano, y bajo el esquema de fideico- miso público promovido por esta ley, se ha estado desarrollando una ciudad satélite en el municipio Santo Domingo Este, orientada a con- tribuir con la mitigación del déficit habitacional. De ser completada en el 2020, la Ciudad Juan Bosch aportaría un total de 25 mil nuevas uni-

5 Ley 189-11 para el Desarrollo del Mercado Hipotecario y el Fideicomiso en la Repú- blica Dominicana. Titulo III, capítulo 1, sección 1, artículo 129.

Año 50, Vol. XLI, septiembre-diciembre 2018, pp. 83-108 La transformación urbana de Santo Domingo en el siglo XXI 99 dades habitacionales, dando alojamiento aproximadamente a 100 mil habitantes. Esto la convertiría en uno de los barrios de mayor densidad del Gran Santo Domingo con más población que algunas provincias importantes como Baoruco, Hermanas Mirabal, El Seibo o Dajabón, y más hogares que la mayoría de los municipios nacionales. Cinco años después, y a pesar de todo el equipamiento y los servicios aportados por el Estado, los desarrolladores privados no han podido ejecutar más de 4000 unidades en los lotes que les fueron asignados. Nuestros esfuerzos históricos para proveer viviendas nuevas, a pesar del “gigantismo” de sus proyectos, nunca han hecho cosquillas al odio- so déficit. Para percatarse de ello, solo es necesario recordar el proyec- to de INVIVENDA, que 30 años después no ha sido terminado.

Tabla 1: Tabla comparativa Ciudad Juan Bosch

Tipología Área geográfica Hogares Población Proyecto Ciudad Juan Bosch 25,000 100,000 Provincia Bahoruco 24,493 97,059 Municipio Moca 25,394 93,890 Provincia Hermanas Mirabal 26,414 92,108 Municipio Baní 24,416 91,987 Municipio Azua 23,041 91,297 Provincia El Seibo 25,706 87,641 Provincia Dajabón 18,265 63,800 Provincia Elias Piña 15,590 62,970 Municipio Bajos de Haina 22,971 83,529 Municipio Boca Chica 22,411 78,689 Municipio San Juan 21,075 78,280 Barrio Hainamosa 21,554 77,828 Zona urbana Boca Chica 21,513 75,642 Barrio Los Frailes 19,444 71,030 Barrio Villa Mella 19,085 69,232 Zona urbana Bonao 19,210 68,554 Barrio Los Tres Brazos- Jardines del Ozama 17,304 62,815 Zona urbana Santa Cruz de Barahona 15,559 61,333 Barrio El Almirante 16,326 61,301

Según Apéndice estadístico del mapa de la pobreza 2014, ONE-MEPyD. Se muestran ejemplos selectos de provincias, municipios y barrios.

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Ni siquiera los desarrollos más exitosos bajo el esquema de fideico- miso privado6 han podido aportar a las comunidades los servicios y equipamientos urbanos elementales (guarderías, escuelas, espacios deportivos, equipamiento de salud), por lo que se han visto en proble- mas para dar continuidad y hacer habitables sus grandes proyectos inmobiliarios. Acercándonos ya al 2020, el déficit de la República Dominicana- ha brá sobrepasado dos millones de unidades, entre viviendas nuevas y otras que requieren mejoras. Hasta la fecha del último censo, el défi- cit cuantitativo era de 865,829 y el cualitativo de 1,333,458 (Ciudad Al- ternativa, 2017). Con un incremento de 37,000 unidades al año, sería necesario construir y mejorar 50 mil unidades anuales para poder em- pezar a reducirlo. Solucionar este problema representaría para el Esta- do una inversión imposible de aportar desde el presupuesto nacional. Cualquier producción desmesurada de vivienda nueva representa un esfuerzo gigante para resultados diminutos. Nuestra experiencia con el gigantismo nos obliga a propiciar cambios en la actitud que valora la cantidad de viviendas por encima de la calidad de los entornos en que se ubican. Esta visión, que pone énfasis en la falta de recursos de inversión o en déficits de infraestructura, y no en un déficit de planificación, debe ser superada por un esquema en que se establezcan las reglas de juego indispensables para orientar la participación del sector privado en estos importantes proyectos habitacionales. En el año 2012, la Estrategia Nacional de Desarrollo postuló la construc- ción de una sociedad donde exista igualdad de derechos y de oportuni- dades, demandando para ello el logro de siete objetivos generales, entre los que se encuentra la vivienda digna en entornos saludables. Esta línea de acción define dos objetivos específicos: a) Facilitar el acceso de la población a viviendas económicas, seguras y dignas, con seguridad jurídica y en asentamientos humanos sosteni- bles, socialmente integrados, que cumplan con los criterios de ade- cuada gestión de riesgos y accesibilidad universal para las personas con discapacidad físico-motora. b) Definición de una política pública de vivienda, la planificación y desa- rrollo de asentamientos humanos ordenados, accesibles y sostenibles.

6 Un ejemplo es el Residencial Pablo Mella Morales, desarrollado bajo el esquema de fideicomiso privado: si bien tiene más de 2,500 unidades ejecutadas y habitadas, su proyección final es de 9000 unidades.

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Pero el Estado dominicano no ha podido crear las condiciones que per- mitan cumplir con este doble mandato. De hecho, el último esfuerzo es el reglamento 95-12, que no establece disposiciones especiales que fa- vorezcan el bienestar de las comunidades, y que más bien se refiere a disposiciones tendentes a facilitar nuevos desarrollos inmobiliarios re- duciendo su costo, elevando la densidad por encima de las normativas municipales y propiciando que las áreas de esparcimiento (deportivas, culturales y sociales) puedan sustituir a las áreas verdes. El sector informal de la construcción, que representa aproximadamen- te el 70%, ha probado ser un constructor más eficiente que el Estado y más creativo que el sector privado. Con toda su maquinaria y sobredi- mensionamiento, el Estado no ha sido capaz de construir más de 3,000 unidades al año, incluyendo viviendas sociales y otros modelos (Ciudad Alternativa, 2017). Y el sector privado, con todo el sistema profesional a su servicio, no ha sido capaz de generar soluciones para la estructura familiar de este siglo. Quien ha sido responsable de generar soluciones que superan esta mentalidad rentista ha sido el sector informal, pues ha ido satisfaciendo las necesidades de alojamiento de personas de diferen- tes estructuras familiares y de diversos ingresos en las comunidades de origen. Sin embargo, esto tiene su precio, pues el 50% de las viviendas de República Dominicana tienen algún tipo de deficiencia que redunda en el déficit cualitativo. En la ciudad de Santo Domingo, el 17% de las viviendas pueden ser consideradas apartamentos y un 6% como otros modelos colectivos (ENHOGAR, 2015); el porcentaje restante está cons- tituido por viviendas o piezas independientes que tenderán a densificar- se sin ningún tipo de regulación, aumentando así el déficit cualitativo y saturando los servicios existentes. Por tanto, es importante articular los ayuntamientos para que definan normativas y procesos urbanos que faciliten: • Gestar programas de formalización catastral y de titulación de sec- tores informales que fomenten el desarrollo de proyectos de vivien- da sobre la base de suelo comunitario y el fideicomiso. Este modelo empodera a las comunidades en la medida en que las fortalece ante cualquier oferta de negociación del sector privado. • Desarrollar planes de revitalización de barrios informales existentes, de modo que se creen nuevas oportunidades de desarrollo inmobi- liario, nuevo equipamiento y espacio público y que se asista a las co- munidades más necesitadas en la construcción y rehabilitación de viviendas dentro de sus propios parajes o barrios. • Crear y asesorar unidades de emprendimiento comunitario dirigidas al sector construcción, con miras a fomentar la oferta de nuevos tipos de viviendas que se adapten mejor al modelo de la familia del siglo XXI.

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• Fomentar desarrollos inmobiliarios de bajo costo en las áreas centra- les de las ciudades, donde existen servicios y equipamiento colectivo, y para lo cual es necesario identifi car suelo accesible. Transporte y accesibilidad Diariamente más de doscientos mil vehículos entran al Distrito Nacio- nal a lo largo del Corredor Duarte, transportando aproximadamente me- dio millón de pasajeros. De estos transeúntes, un buen porcentaje per- manece en la ciudad capital buscando los servicios urbanos, el empleo o la educación que no obtiene en los municipios periféricos de origen. El 74% de estos viajes son hechos en vehículos privados, lo que indica el alto impacto que el crecimiento de este parque está teniendo en la coti- dianidad de la ciudad. En la República Dominicana el parque vehicular se triplicó entre el 2005 y el 2015, cuando pasó de 1.8 millones de unidades a 3.6 millones; para el 2018 el parque vehicular ya supera los 4 millones de unidades. El Gran Santo Domingo concentra el 41% de estas unidades y el Distrito Nacional el 27%. Cabe destacar que los vehículos registrados en el Distrito Nacional suman 1 millón 100 mil unidades, lo que implica que hay un vehículo de motor por cada habitante del municipio (DGII, 2018). Del total de vehí- culos privados en el Distrito Nacional, el 44% son motocicletas (355 mil unidades), porcentaje que supera en más de cuatro veces la tasa por mil habitantes de motocicletas que se da en otras ciudades de Latinoamérica, como San José, Curitiba o Guadalajara, por mencionar algunas.

Gráfi co 3: Indice de motorización

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Las consecuencias de este modelo de privatización de la transportación en la República Dominicana se proyectan en diversos aspectos funda- mentales de la vida urbana, como la salud, la economía familiar y la vio- lencia urbana: • En estos momentos, estamos entre los 20 países del mundo con ma- yor tasa de muertes por accidente de tránsito, con 29.3 muertes por cada 100 mil habitantes, según la Organización Mundial de la Salud. El cálculo para la región metropolitana de Santo Domingo sube a 41.3 muertes por 100 mil habitantes7. • El 13% de las muertes de tránsito corresponden a conductores y pasa- jeros de automóviles, el 19% a peatones y el 63% a motocicletas, donde sólo somos superados por Laos, Tailandia y Camboya. • Las recaudaciones de impuestos a los propietarios de vehículos as- ciende a 62 mil millones de pesos, el 20% del total de impuestos del país. De ese monto, el 50% corresponde a impuestos aplicados a los combustibles (Delgado, 2016). Casi el 20% de los ingresos de la fami- lia promedio dominicana se consumen en transportación. • El ratio de violencia urbana para el 2017 en la Región Metropolitana, según la Oficina Nacional de Estadísticas, es de 15 homicidios por 100 mil habitantes (ONE, 2017). La OMS considera un ratio superior a 10 como un signo evidente de violencia endémica. Los ratios de violencia urbana se duplicaron entre el 2007 y el 2011, coincidiendo con el crecimiento del parque vehicular, lo que indica un abando- no de las autoridades de los sistemas peatonales urbanos, y como consecuencia, la búsqueda de una solución privada por parte de la ciudadanía. Contradictoriamente, a pesar de esta data, sólo el 26% de los hogares de la ciudad de Santo Domingo tiene algún tipo de vehículo privado, según la encuesta ENHOGAR 2015. Esto se debe fundamentalmente a temas de inequidad social y económica, que lleva a que en los sectores de más altos ingresos existan hasta 3 y 4 vehículos por familia.

7 En el año 2013 fuimos campeones mundiales en muertes por accidente de tránsito sustentado por el libro Guinness, que utilizó información que proveyó la Organización Mundial de la Salud en su publicación Informe sobre la situación mundial de la seguri- dad vial del año 2013. El renglón en el que aparecemos como campeones en el ámbito de la mortalidad de nuestras carreteras es en el de muertes por accidentes de tránsito, con 41.7 personas por cada 100,000 habitantes. Nuestros competidores más cercanos fueron: Tailandia, con 38.1; Venezuela, con 37.2; Irán, con 34.1; y Nigeria, con 33.7; todos ellos países que superan nuestra población exponencialmente.

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Esta realidad nacional no difiere mucho de los hallazgos de una encuesta que desarrollamos en un proyecto de vivienda de bajo costo. Esa encuesta, realizada a 400 familias de la urbanización Pablo Mella, mostró que el 74% de las mismas se desplaza a su trabajo en automóvil, pero que sólo un 30% de los niños y niñas entre 5-17 años se transporta a sus colegios en vehí- culos privados, pues se emplean también otros medios como el transporte escolar (44%) y el transporte público (18%)8. Ambas datas evidencian que la movilidad de las familias en los hogares de la República Dominicana no está dominada por el automóvil; sin embargo, se planifica más la ciudad para ellos que para el bienestar de las familias en general. De lo que si estamos seguros es que la distribución desigual de los servi- cios y de los equipamientos públicos en el Gran Santo Domingo obliga a las comunidades a desplazarse hasta decenas de kilómetros para acce- der a recursos tan elementales como salud, educación, ocio y trabajo. En 1998, la respuesta de las autoridades a esta ineficiente distribución de servicios y a su consecuencia en los atascos de tránsito, fue la inversión en infraestructura de transporte privado, para la que construyó una au- topista que dividió la ciudad en dos, concentrando todo el tráfico en el centro. Esta inversión se hizo en perjuicio de un sistema de transporte con autobuses que circulaban en sentido contrario por algunas de las principales avenidas de la ciudad. Esta solución hizo accesible terrenos periféricos que antes no eran propensos a ser urbanizados. Como con- secuencia, entre 1996 y el 2003 la huella urbana de la ciudad creció en más de un 25% (Barinas, 2013); y al acercarnos al 2020, la mayoría de los proyectos inmobiliarios de alta densidad (como Ciudad Juan Bosch, la urbanización Pablo Mella Morales, varios desarrollos en San Isidro, etc.) se construyen a distancias superiores a los 15 km del centro de la ciudad. Otro tema fundamental en el entendimiento de cómo se transportan las personas en el Gran Santo Domingo tiene que ver con el sistema de transporte público, que es ineficiente, inseguro, incómodo, costoso y altamente contaminante. La situación de la flotilla existente se puede resumir así: • El 85% de la flotilla son carros de concho, el 15% son microbuses y mi- nibuses, solo el 0.5% son autobuses. Estos están organizados en 169 rutas y 14 federaciones. • Existen 45 rutas interurbanas, donde el 70% de las unidades son mini- buses y sólo el 13% son autobuses.

8 En este mismo residencial la cobertura de estacionamiento y viales supera el 60% de una manzana típica, mientras menos de un 5% de la superficie es área de esparci- miento.

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• La flota vehicular tiene una edad promedio de 23 años. • Las rutas operan con altos niveles de sobreoferta, rutas solapadas y con baja productividad y con un sistema sin diseño estructural. El Estado ha tendido a contrarrestar esta problemática con la instaura- ción de sistemas de transporte masivo, pero de baja cobertura territorial, como son los casos de las dos líneas del metro de Santo Domingo y, más recientemente, el teleférico de Santo Domingo. Ni siquiera las amplia- ciones del sistema público de autobuses ha podido dar cobertura a una parte significativa del Gran Santo Domingo, quedando las comunidades más necesitadas dependientes del motoconcho, y las de mayores ingre- sos, de taxis tradicionales o de Uber. La puesta en funcionamiento del Instituto Nacional de Tránsito y Transporte Terrestre, órgano rector de la ley 63-17 que debe crear las políticas estratégicas en materia de movi- lidad y seguridad vial para la República Dominicana, es un paso de avan- ce. Sobre todo para poder tener a disposición data confiable y continua que en estos momentos no es accesible. Una política de desarrollo inmobiliario adecuada, en la magnitud en que se está llevando a cabo, implica acciones dirigidas a lograr un transporte público masivo y eficiente, lo que conlleva, a su vez, planificaciones del territorio más complejas e inversiones que superan la capacidad del sec- tor inmobiliario envuelto en estos proyectos. Si bien tenemos un gran déficit acumulado de infraestructura de transporte, no es menos cierto que nuestro déficit de planificación urbana es aún mayor. Los sistemas masivos de transporte requieren de gran inversión y procesos técnicos que requieren tiempo y escapan de la escala municipal, por tanto es im- portante dirigir la mirada hacia los espacios públicos y peatonales que son indispensables para la eficiencia de estos sistemas y que son ade- más autosostenibles. Planificar una movilidad adecuada desde una escala humana tiene múl- tiples beneficios: • Promueve la inclusión social y fomenta el intercambio intergenera- cional en el transporte público. • Ayuda a las familias con su salud integral, pues estimula el ejercicio físico. • Soporta la seguridad comunitaria, pues más personas caminando y circulando por las vías públicas ayudan a aumentar la vigilancia y la protección entre vecinos.

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• Educa a los niños, niñas y adolescentes en el civismo y la participa- ción comunitaria. • Ayuda a las familias con su salud integral, pues estimula el ejercicio físico. • Reduce los gastos del presupuesto familiar. • Asegura en el futuro un medio ambiente urbano más sostenible, pues reduce la contaminación atmosférica. El optimismo económico en Latinoamérica ha tendido a hacer aumentar progresivamente el parque vehicular privado, y no parece que la tenden- cia en República Dominicana sea diferente. Una política de movilidad urbana sostenible debe asegurar a las familias una transición adecuada desde el transporte no motorizado al transporte público y ser capaz de incluir el transporte privado. Más allá de enfocarse en la infraestructura física misma, la “movilidad urbana sostenible” se apoya en la accesibi- lidad de los servicios que facilita esta infraestructura física, generando planes que defienden la ciudadanía. Al integrar beneficios ambientales (reducción de la contaminación sonora, visual y del aire), beneficios eco- nómicos (reducción del presupuesto familiar destinado a la tenencia de vehículos) y beneficios sociales (promoviendo una visión integral de la comunidad), estaremos garantizando espacios públicos sostenibles des- de una perspectiva humana y desde el urbanismo de todos los días.

La Navidad del 2017 nos encuentra a mí y a mis hijas como transeún- tes de un nuevo centro geográfico en la ciudad de Santo Domingo, la autopista Kennedy con avenida Los Próceres. En tan solo 500 metros a la redonda nos rodean más de 7000 estacionamientos, 21 salas de cine, 4 food courts, 2 hipermercados, 3 grandes empresas de mobilia- rio, 3 grandes showrooms de importadores de vehículos y dos esta- ciones de metro. A diferencia de mi primer paseo, los estacionamien- tos son una decisión de orden privado y nunca son suficientes. La calle ha sido reemplazada por una autopista interurbana que impide relacionar peatonalmente a estos grandes centros comerciales. Las aceras ya no son un espacio de interacción y la “flânerie” y el ba- llet urbano han sido transferidos a los espacios interiores privados. Mientras, el espacio abierto se reduce a fallidos y grotescos intentos de “parques verdes” artificiales y las franquicias comerciales se repi- ten y compiten entre ellas mismas, y ninguna recomienda lo adecua- do ni te da el precio justo.

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Lo que hace esta situación muy difícil de soportar no es el excesivo equipamiento comercial, o al menos no es primordialmente eso —el sector privado ha sido muy inteligente, a su manera, en interpretar el crecimiento de la ciudad y aprovecharse en consecuencia—. El problema es que los gobiernos locales han perdido la capacidad de controlar el espacio urbano, se han desentendido de su responsabili- dad con la esfera pública. De este modo, la ciudad se ha escapado de las manos de las municipalidades y los procesos participativos en las tomas de decisiones se hacen cada vez menos comunitarios, menos humanos. El espacio entre nosotros ha perdido la capacidad de unir- nos, relacionarnos, separarnos, y no nos facilita ir a la ciudad en un paseo navideño sin intención de comprar mercancías. “... es posible que no sepamos qué sucederá con la sociedad del fu- turo, pero sí es posible que comprendamos a través de esta visual lo que aspiramos a ser y qué ventajas podremos sacar de la sociedad del presente y todas sus oportunidades. Y es esta perspectiva la que debemos obtener a partir de observar a través de las múltiples ven- tanas —aterrorizadoras y estimulantes a la vez— que nos ofrece un mundo multidimensional, como jamás ha existido”. (Barinas, 2000)

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Estudios Sociales Año 50, Vol. XLI-Número 157 Septiembre-diciembre 2018

El futuro dominicano: contrapunteo de la diáspora y la intelligentsia nacional The Dominican future: counterpoint of the diaspora and the national intelligentsia L’avenir dominicain: contrepoint de la diaspora et de l’intelligentsia nationale Silvio Torres-Saillant*

Resumen

En este trabajo, el autor describe el importante papel en la lucha contra el trujillismo cultural que hasta ahora ha desempeñado la diáspora dominicana, especialmente la ubicada en los Estados Unidos. Gracias a que sus integrantes no dependen materialmente de la oficialidad ni de sectores privados poderosos de la República Dominicana, han podido mantener su autonomía moral en la labor crítica que siempre han ejercido en procura de la democratización de la sociedad dominicana. Esa lucha por la democratización del país que ha desarrollado la diáspora ha estado vinculada especialmente con la necesidad de hacer que las autoridades reconozcan la diversidad social y cultural que es esencial a la comunidad dominicana, de modo que esa constatación se plasme también en el plano jurídico, de los derechos efectivos, y que instrumentos como la sentencia 0168-13 del Tribunal Constitucional (que despojó de la nacionalidad dominicana a cientos de miles de personas de ascendencia haitiana) no puedan ser posibles.

Palabras claves: Diáspora dominicana en los Estados Unidos, Trujillismo cultural, Democracia y diversidad en República Dominicana

Abstract

In this work, the author describes the important role in the struggle against the cultural trujillism that until now has played the Dominican Diaspora,

* Doctor en literatura comparada de nacionalidad dominicana. Profesor del Departa- mento de Ingles de la Syracuse University, Nueva York, Estados Unidos. Correo elec- trónico: [email protected] 110 Silvio Torres-Saillant

especially the one located in the United States. Thanks to the fact that its members do not depend materially on the official or powerful private sectors of the Dominican Republic, they have been able to maintain their moral autonomy in the critical work they have always done in pursuit of the democratization of Dominican society. This struggle for the democratization of the country that has developed the diaspora has been linked especially to the need to make the authorities recognize the social and cultural diversity that is essential to the Dominican community, so that this observation is also reflected in the legal, of effective rights, and that instruments such as sentence 0168-13 of the Constitutional Court (which stripped hundreds of thousands of people of Haitian descent from Dominican nationality) could not be possible.

Keywords: Dominican Diaspora in the United States, Cultural trujillism, Democracy and diversity in the Dominican Republic

Résumé

Dans cet article, l’auteur décrit le rôle important dans la lutte contre le “trujillisme” culturel qui a joué jusqu’ici la diaspora dominicaine, en particulier celui qui se trouve aux États-Unis. Étant donné que leurs membres ne dépendent pas de façon importante des secteurs privés puissants des instances officielles ou de la République Dominicaine, ils ont été en mesure de maintenir leur autonomie morale dans le travail critique qu’ils ont toujours exercé dans la poursuite de la démocratisation de la société dominicaine. La lutte pour la démocratisation du pays qui a développé la diaspora a été liée en particulier avec la nécessité de faire les autorités reconnaître la diversité sociale et culturelle qui est essentiel à la communauté dominicaine, afin que cette constation soit efficace aussi sur le plan juridique, des droits effectifs, et que des instruments tels que l’arrêt 0168-13 de la Cour constitutionnelle (qui a dépouillé de la nationalité dominicaine à des centaines de milliers de personnes d’origine haïtienne) peuvent ne pas être possible.

Mots-clés: Diaspora dominicaine aux Etats-Unis, trujillisme culturel, démocratie et diversité en République dominicaine

Preámbulo

En El retorno de la yola: ensayos sobre diáspora, democracia y dominica- nidad (1999) me aventuré a reflexionar en público sobre el pensamiento de la emigración dominicana, sobretodo de aquella parte de la misma a la que se le puede atribuir el haber experimentado lo que Louis Althus- ser llamaría una ruptura epistemológica con respecto a la arena política y el espacio cívico de la sociedad dominicana (Althusser, 1969, p. 13). Mi uso circunscribía el término diáspora a aquellas personas que, por

Año 50, Vol. XLI, septiembre-diciembre 2018, pp. 109-152 El futuro dominicano: contrapunteo de la diáspora y la intelligentsia nacional 111 la longitud, naturaleza o profundidad de su estadía en determinada so- ciedad receptora (privilegiando a la norteamericana debido a mi mayor familiaridad con ella), habían trascendido la condición exílica del “do- minicano ausente” que tiende a vincular toda esperanza de realización con el anhelado momento de su regreso al cálido terruño ancestral. Para el sujeto diaspórico, el compromiso con los orígenes, con eso que se lla- ma el pueblo dominicano, opera como un resorte de identidad étnica y herencia cultural que le sirve de asidero para mejor ubicarse con respec- to a los otros grupos que integran el colectivo nacional en la sociedad adonde le haya tocado vivir. Su lealtad hacia lo dominicano no supone un respaldo automático a cuanto provenga del gobierno que en deter- minado momento controle las riendas del Estado dominicano. Tampoco supone necesariamente la aspiración de algún día regresar a “su” país para quedarse. A menudo la persona diaspórica se siente ligada a su pueblo en sen- tido desterritorializado, es decir, sin tener que ubicar su ligazón en la geografía nacional de la República Dominicana. Desde la identidad diaspórica la dominicanidad es portátil. La persona la lleva albergada en su propio cuerpo, en los registros del recuerdo y en la imaginación, tal como la tortuga que, según Gloria Anzaldúa, lleva su hogar entero en el caparazón (Anzaldúa, 1999, p. 43). Es decir, en el mejor de los ca- sos, su noción de la dominicanidad no le viene recetada por los galenos ideológicos del Estado. Debido a la autonomía moral que su lucha por la igualdad puede haberle despertado en otras latitudes, más bien pue- de llegar a querellarse con las acepciones excluyentes que los portavo- ces del Estado se empecinan en privilegiar al definir tanto la identidad como la pertenencia. En el mejor de los casos, la persona que mira su realidad binacional mediante un lente diaspórico se mantendrá en guardia, alerta ante el abuso que venga desde el poder contra sectores diferenciados de la población, igual en la tierra de ascendencia que en la sociedad de residencia. Al haberse mostrado capaz de labrarse el pan en otra sociedad y hacérsele innecesario rendirle pleitesía a la oficialidad dominicana, la diáspora no tiene por qué eximirse de exter- nar públicamente su diferencia de pareceres con respecto a las auto- ridades del país de origen. En ese sentido, los portavoces o aliados de la oficiliadad —igual las voces palaciegas que las de publicistas civiles que desde su sitio extramuros validan sin mancar toda apetencia del régimen— deben lidiar con el hecho de que no les asiste el monopolio sobre los temas de la identidad nacional y la pertenencia. Las voces de esos compatriotas que viven, laboran y votan en otro lugar a menudo insisten en pronunciarse, afirmando con altivez su condición de inter- locutoras en el debate sobre los problemas nacionales.

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1. La diáspora y el trujillismo cultural En la breve sección ubicada hacia el final de El retorno de las yolas, ti- tulada “Antelación: sobre la perspectiva diaspórica”, opté por presentar- me como ente representativo de la porción de la emigración dominica- na que miraba nuestra realidad a través de un lente diaspórico (Torres Saillant, 1999, pp. 393-404). Permítaseme acotar, a modo de confesión, que estoy consciente de la arena movediza que transito al formular mis consideraciones. El respeto a los lectores y a uno mismo exige algún gesto de admisión de la osadía implícita en la tarea de toda persona que se lance a generalizar sobre el pensamiento y la conducta de toda una colectividad. Aparte de confesar que no hay ciencia ni erudición capaz de conferir real autoridad a quien se aventure en empresa tan agalluda, valga reconocer en voz alta que admito mi alto riesgo de error y que no profeso otra potestad que la de intentar honestamente relatar cómo se ve la realidad social de mis coterráneos desde el quicio diaspórico al que me ha tocado acceder para mirarla. Estas páginas, por tanto, compar- ten un parentezco considerable con el relato autobiográfico, y quizás en esa limitación radique su promesa para mi caso particular. El poeta Pa- blo Neruda dio a su autobiografía el título Confieso que he vivido (1974), convidándonos a buscar en la confesión de haber vivido experiencias (y recordarlas a su manera) la base de cualquier legitimidad que puedan poseer sus reminiscencias. En ese sentido, estas páginas aspiran a la legitimidad de la confesión, puesto que se nutren de lo que el autor ha visto y buscan sincerarse admitiendo la subjetividad infranqueable de quien las escribe, sobretodo en la manera de recordar, que a mi parecer depende de mi desterritorialidad respecto al país de origen. En la citada sección ofrecía como zona neurálgica de la alteridad de percepción de la diáspora nuestra pose de combate frente al trujillis- mo cultural, es decir, “la noción perversa de la nación puesta en boga por los escribas del trujillato y mantenida en vigencia en el discurso público hasta nuestros días debido a la larga y perniciosa vida política de Joaquín Balaguer y otros siervos del tirano” (396). Ilustraba esa dife- rente mirada mediante lo que veía como el distanciamiento predecible de nuestra diáspora con respecto a la inquietud que en el 1998 había llevado a Enmanuel Esquea Guerrero, entonces presidente del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), a pedir la anulación del jus soli en la Constitución dominicana y su reemplazo por el jus sanguinis. El dirigen- te político abogaba por suspender el precepto vigente —que establecía que se obtenía la ciudadanía del país al nacer en su suelo— para cam- biarlo por otro que no se la confiere, nazca en territorio nacional o no, a menos que la persona traiga en sus venas la sangre reconocida como

Año 50, Vol. XLI, septiembre-diciembre 2018, pp. 109-152 El futuro dominicano: contrapunteo de la diáspora y la intelligentsia nacional 113 inherentemente nacional. En declaraciones para la prensa a finales de mayo del 1998, Esquea Guerrero planteaba la necesidad de incrementar el requisito para acceder la ciudadanía y evitar que “todo el que venga y nazca aquí sea dominicano pura y simplemente, porque somos un país amenazado por una invasión de un país vecino, y si no reglamentamos eso, prontamente la descendencia dominicana será mayormente haitia- na” (El Siglo, 27 de mayo de 1998, p. 8). Las palabras del presidente del PRD, organización política entonces to- davía identificada con los sectores liberales de país, parecían ilustrar un penoso cambio de piel ideológica en cuanto a su semejanza con la abe- rración discursiva típica del conservadurismo derechista a la hora de hablar de la nación y preocuparse por la presunta bastardización de “la raza dominicana”. Se trataba de la proverbial prédica de la intelligentsia trujillista, que naturalizaba lo “blanco” en la herencia nacional, mientras percibía lo “negro” como ente disociador o hasta destructor de la nación y su cultura. Recuérdese lo claro que lo había puesto el músico Jacinto Gimbernard (1971) en su Historia de Santo Domingo (tomo dañino que los escolares debían por fuerza leer dado su rango como libro de texto oficial), al referirse al infortunio padecido por el país durante los años de la unificación, bajo el régimen de Jean Pierre Boyer. Boyer, nos cuen- ta el músico, se dedicó a “ennegrecer la población dominicana y [ergo] destruir la cultura de que había hecho gala” ( Gimbernard, 1971, p. 235) [énfasis mío]. Salta a la vista que Esquea Guerrero ha bebido goloso de fuentes como la de Gimbernard al pensar la nación. De igual manera, para referirse a la inmigración haitiana en la República Dominicana, el político, otrora liberal, rumia el concepto de “invasión” heredado de Ba- laguer y su obra La isla al revés (1984), aquel tosco manifiesto negrofó- bico, que espanta igual por la precaria prosa y los datos ficticios que por su necedad conceptual. En La isla al revés, el autor expresa su profunda preocupación por el pe- ligro que presenta Haití para “el destino dominicano”. Balaguer arranca expresando su pesimismo por el subdesarrollo del pueblo dominicano como resultado de su “africanización” debido al contacto con la pobla- ción haitiana. El país ha sufrido una larga “desnacionalización” debido a la progresiva pérdida de “su fisonomía española” (Balaguer, 1984, p. 45). Como es racial la causa de nuestra desgracia nacional, también debe- rá ser racial la posibilidad de un futuro promisorio: implantar políticas públicas encaminadas a lograr que la población mejore “gradualmente sus caracteres antropológicos” y que vuelva a “recuperar la pureza de sus rasgos originarios” (Balaguer, 1984, p. 98). Balaguer se fija en unos reductos de blancura localizados en varios municipios y poblados de la

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Cordillera Central y encuentra allí la raza que debían haber tenido los dominicanos en general. Contrario a la población de la capital y a otras zonas del sur, que “estuvieron en mayor contacto con Haití durante la ocupación del territorio nacional entre 1822 y 1844”, las gentes de esa re- gión “conservan en toda su pureza los rasgos propios de su ascendencia hispánica”. Es decir, gracias a su aislamiento con respecto a la población haitiana, esos pobladores preservan “los rasgos étnicos propios de los primeros colonizadores de la isla” (Balaguer, 1984, pp. 192-193). Al aden- trarse en tan alucinante fantasía en torno a los rasgos raciales que po- dría haber tenido la población dominicana, Balaguer da a entender una rara actitud hacia sus lectores. Tratándose de un país con por lo menos un 85% de afrodescendientes, seguramente hay muchos de sus posibles lectores que no comparten el frenesí racial del autor. Millones de entre ellos seguramente se sienten bien con sus facciones tal como les vinie- ron al salir del vientre materno y podrían ver La isla al revés como un libro que sencillamente los insulta al negarles la legitimidad nacional por el simple hecho de no poseer el fenotipo que el autor ansía. Tampo- co se puede descartar que, al fijarse en el afán febril con que Balaguer reitera la queja de que no hayamos preservado los rasgos originarios de los primeros colonos, haya lectores que pongan en tela de juicio la salud mental del autor. Con lo fácil y saludable que luce distanciarse del discurso racial balague- riano, sobretodo por su incontrovertible ridiculez, desde la diáspora se divisa algo delirante en el espectáculo de un dirigente perredeísta que se hace eco, cual cándido párvulo trujillista, del catecismo racial conte- nido en La isla al revés. Quizás simbolice algo el que esto ocurriera en mayo de 1998, a poco más de dos semanas de morir el líder máximo del PRD, José Francisco Peña Gómez, el domínico-haitiano que alcanzó el sitial de la figura política nacional de mayor arraigo popular en todo el siglo XX. Valga añadir, además, que desde la perspectiva diaspórica qui- zás no hiciera eco significativo la inquietud de Esquea Guerrero sobre la posible contaminación de la descendencia dominicana debido a la mes- colanza con los haitianos. Pues allá no predomina la mirada que percibe lo dominicano por su contradistinción respecto a lo haitiano, ni resulta urgente abogar por la separación quirúrgica de las herencias culturales producidas por la experiencia humana en ambos lados de la isla. Desde la diáspora tiene más atractivo —porque es más necesario y hace un mayor aporte al conocimiento tanto del drama haitiano como del dominicano— fijarse en las convergencias. Ejemplo lo da la excepcional poeta Rhina P. Espaillat, quien primero llegó a los Estados Unidos en el 1935 y luego se labró un lugar de prestigio en la poesía norteamericana

Año 50, Vol. XLI, septiembre-diciembre 2018, pp. 109-152 El futuro dominicano: contrapunteo de la diáspora y la intelligentsia nacional 115 anglófona a la vez que cultivó el dominio de su lengua materna. En la quinta estrofa de su poema inédito “Coplas: nací en la ciudad primada”, la voz lírica da su genealogía así: “En mi sangre corre España, / la Costa de Oro y Haití; / taíno, negro y negrero / los tres se juntan en mí” (Es- paillat, 2013). Compuesto en el género clásico de las coplas, el poema cierra afirmando la inexorable interrelación de haitianos y dominicanos: “Y aunque lo niegue quien quiera, / somos hermanos de cuna: / nos pa- rió la misma tierra/ y toda la tierra es una”. El tenor de estos versos de Espaillat se asemeja al de “There Are Two Countries,” un poema de la re- conocida escritora Julia Álvarez, la primera figura literaria de origen do- minicano en alcanzar el éxito de ventas en el mercado norteamericano e internacional. Conocida por sus relatos autobiográficos, así como por las novelas con que escudriña aspectos y personajes distintos de la historia de su país de origen (How the García Girls Lost Their Accents (1991), In the Time of the Butterflies (1994) e In the Name of Salomé (2000)), la escritora también ha participado en el campo del activismo social en la sociedad dominicana, sobre todo en protestas contra proyectos de ley propuestos por legisladores afanados en retringir el derecho de las mu- jeres a terminar un embarazo o el derecho de los dominicanos de ascen- dencia haitiana a ejercer su condición ciudadana sin obstrucción insti- tucional. Álvarez ha lidereado la iniciativa Frontera de Luz (Border of Lights), proyecto que por varios años, a principios del mes de octubre, ha logrado reunir a estudiantes, maestros, padres de familia, artistas, acti- vistas culturales, miembros del clero y académicos de Haití, la República Dominicana y las diásporas de ambos países en las ciudades fronterizas de Ouanaminthe y Dabajón. El encuentro anual de Frontera de Luz invita a los asistentes a participar en dos días de trabajo comunitario con el fin de conmemorar la horrenda masacre acontecida en la región en octubre el 1937, cuando, bajo órdenes del régimen dictatorial de Trujillo, macheteros degollaron a cerca de 15 mil inmigrantes haitianos y dominicanos de herencia haitiana. De esa manera, la iniciativa busca crear un espacio de reflexión conducente a promover la concordia mediante la curación y el perdón, dado que nin- gún gobierno, después del macabro evento, ha tomado acción alguna para ayudar a la población a distanciarse moralmente de aquel crimen atroz cometido en nombre de la nación. El historiador Edward Paulino, de John Jay College, CUNY, ha colaborado de cerca con Álvarez desde el inicio del proyecto. Por su parte, la reconocida artista visual Sherezade García, egresada de Parsons School of Design, tuvo una participación destacada en la edición del 2012 de Frontera de Luz, pues creó un diseño tipo postal para exhibirse al aire libre, con el que se ayuda a evocar la ex- periencia de la matanza mediante lo que recuerdan u olvidan de ella los

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pobladores de la región. En un artículo conmemorativo escrito en coau- toría, Paulino y García han dejado plasmada su impresión de Frontera de Luz y el impacto que el esfuerzo ha tenido desde su comienzo (Paulino y García, 2013). Para la misma edición del 2012, Alvarez leyó “There Are Two Countries”, poema con una dedicación que reza “after the maes- tro, nuestro Pedro Mir”. En el mismo, Alvarez evoca los dos países que comparten la isla y lo hace mediante el diálogo intertextual con “Hay un país en el mundo,” la magistral pieza de Mir publicada en 1949, estando el poeta en el exilio debido a la asfixiante tiranía trujillista. El poema de Álvarez consta de quince estrofas. La primera abre diciendo: “Hay dos países en el mundo / en el mismo trayecto / del sol”. Y la última cierra imaginando la isla “como un ave / con dos alas” volando camino a su nido “en el Caribe azul, / a incubar un futuro de paz, / con canción de perdón / en la garganta, / y ramita de perejil / entre el pico” (Alvarez, pp. 145, 148. Traducción nuestra). Baste señalar la vigencia que ha adquirido entre nuestros estudiosos en la diáspora, la obra y la vida binacional del memorable poeta y mártir constitucionalista domínico-haitiano Jacques Viau Renaud. A este res- pecto, véase la colección J’essai de vous parler de ma patrie (Mémoire d’Encrier 2018), una selección de versos de Jacques traducidos al fran- cés y editados bajo la dirección de Sophie Maríñez y Daniel Huttinot, con la colaboración de Amaury Rodríguez y Raj Chetty. La publicación, dirigida al público haitiano y al francófono en general, busca ampliar el universo de lectores de un poeta nacido en Port-au-Prince y criado en Santo Domingo que se elevó a la historia por su lucha “internacionalista y anti-imperialista” en el plano bélico y en el plano poético (con un ver- so en lengua española que cala por su profundidad humana), y que se negó a hacer concesión alguna al nacionalismo estrecho que le pidiera declararse haitiano o dominicano, como si acaso no hubiese espacio en un alma y una vida para acomodar más de una identidad.

2. Intradependencia y transnacionalidad en la Hispaniola

Para muchos en la academia dominicana de la diáspora, la isla Hispa- niola constituye una unidad insular que urge estudiar como totalidad analítica integral por su estela de cruces en el plano intrainsular y en el extrainsular. Pues, aparte de la interrelación de las dos sociedades que comparten este territorio isleño, también urge justipreciar la larga rela- ción desigual de la isla con los poderes imperiales que en los últimos siglos han determinado los destinos del mundo. Permítanseme las siete cláusulas condicionales que siguen para justificar el estudio de Quis- queya como totalidad analítica integral. Si el pérfido régimen balague-

Año 50, Vol. XLI, septiembre-diciembre 2018, pp. 109-152 El futuro dominicano: contrapunteo de la diáspora y la intelligentsia nacional 117 rista puede ayudar a desarticular el primer gobierno de Jean-Bertrand Aristide mediante la mera deportación masiva y repentina de trabajado- res inmigrantes haitianos que la economía del país vecino no podía ab- sorver debido a su carencia de medios. Si la perfidia del mismo anciano caudillo podía boicotear el embargo (que quiso imponer la comunidad internacional contra el gobierno golpista del general de brigada Joseph Raoul Cédras) dejando que el comercio fronterizo siguiera abasteciendo a la dictadura militar del otro lado de la isla mientras balbuceaba hipo- crecías públicas a favor del embargo. Si la ocupación militar de Haití por los Estados Unidos en el 1915 necesitó extenderse al lado dominicano al año siguiente, abarcando la isla entera. Si el apoyo de las autoridades haitianas pudo en gran medida asegurar el triunfo de los restauradores que combatían al ejército invasor español y sus adláteres dominicanos en la guerra anti-imperialista de 1863-1865. Si el gobierno de Jean-Pierre Boyer en el 1822 juzgó necesario extender la autoridad haitiana hacia el “Haití español” para protegerse de los poderes coloniales europeos y norteamericano, para la fecha todavía renuentes a reconocer la sobe- ranía haitiana y seguramente dispuestos a intervenir en la isla aprove- chando el vacío de poder creado por la “independencia efímera”. Si el convenio fronterizo negociado entre Francia y España en el 1777 requirió un acápite en el que ambos gobiernos coloniales se comprometían a capturar y devolver cuanto esclavo fugitivo o insurrecto se cruzara de un suelo soberano de Hispaniola al otro. En fin, si la bifurcación misma que convierte a la isla en dos esferas coloniales distintas —creando las condiciones que llevarían al surgimiento de las dos naciones que hoy comparten la geografía insular— no se puede entender sin fijarse en lo mucho que ese territorio les ha importado a los poderes que en los úl- timos siglos se han disputado el dominio del mundo. La mundialidad de la Hispaniola, en su relación desigual con las grandes potencias, se manifiesta en esa presión externa que en ocasiones ha llevado a los go- biernos haitiano y dominicano a emprender políticas perjudiciales para sus respectivos pueblos. Igual se manifiesta en la injerencia extranjera que a veces ha determinado cómo se modulan las relaciones entre los dos países limítrofes. Así, de aceptarse todo lo anterior, se entenderá la atracción particular que la academia dominicana de la diáspora siente por el estudio de la isla como un espacio bipartito interconectado inter- namente y atado de manera dispar al mundo exterior. Podemos hablar de cuadros de estudiosos que ya se han organizado en torno a la causa común de estudiar a la Hispaniola como totalidad analí- tica integral, atendiendo a las dos realidades nacionales, a la interacción de ambas y a la conexión de ellas juntas, o por separado, con otras so- ciedades del mundo. Una expresión exitosa de esa orientación arrancó

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con la iniciativa de las jóvenes colegas April Mayes, historiadora de Po- mona College, y Yolanda Martín, socióloga de City University of New York, cuando, en el 2010, ambas coincidieron en Santo Domingo como becarias con sus proyectos individuales y armaron una colaboración que contó con el respaldo del Centro Bonó. Con un congreso académico in- augural realizado en Santo Domingo, seguido por un segundo congreso celebrado en Rutgers (New Jersey) y por un tercero que tuvo luvo lu- gar en Port-au-Prince, la iniciativa se dio a conocer bajo el nombre de Transnational Hispaniola. Esta iniciativa ha concitado el entusiasmo de colegas jóvenes y mayores de origen haitiano y dominicano, además de especialistas oriundos de otras latitudes dedicados al estudio de temas dominicanos y/o haitianos. Para el tercer año de su existencia la iniciati- va dio a conocer su visión transnacional e inclusiva en el ensayo “Trans- national Hispaniola: Toward New Paradigms in Haitian and Dominican Studies”, escrito en coautoría por April Mayes, Yolanda Martín, Carlos Ulises Decena, Kiran Jayaram y Yveline Alexis (2013). Como resultado directo de Transnational Hispaniola, se inició en el congreso anual de la Asociación de Estudios Latinoamericanos (LASA) la sección “Haiti-DR”, que fomenta la presentación de charlas y mesas de dicusión sobre cada país de la Hispaniola y sobre la isla en general y que coordina las pre- sentaciones en cuestión a fin de garantizar el mayor público para cada sesión. Entre las iniciativas de la sección “Haiti-DR” destaca la creación de galardones destinados a estimular la producción academica sobre la materia, en especial el Premio Guy Alexandre de Monografía, para la po- nencia más meritoria sobre la Hispaniola presentada en la conferencia de LASA del año anterior, y el Premio del Libro Isis Duarte, para la obra más destacada sobre el tema publicada en el año previo a su selección. En la producción literaria de la diáspora, sobretodo en la que se expresa en inglés, bien se conoce la crítica al anti-haitianismo y la negrofobia que permean los textos de las ya mencionadas Alvarez y Espaillat. La crí- tica se torna más acerba en la prosa de ficción de Junot Díaz, tanto en la célebre novela The Brief Wondrous Life of Oscar Wao (2007) como en su obra cuentística anterior y posterior. No menos se podrá decir de la poe- sía y el teatro de Josefina Báez, la colección de poemasLove Letter to an Afterlife (2018), recién publicado por Inés P. Rivera Prosdocimi, el verso de Erika Martínez y la slam poetry de Elizabeth Acevedo, autora de la bien recibida novela en verso The Poet X (2018). De fuerza es mencionar, en similar sentido, las obras de las novelistas Loida Maritza Pérez, Nelly Rosario, Angie Cruz y Ana-Maurine Lara. Más conocido por su poesía, y ubicado entre los escritores de la diáspora dominicana que se expre- san en lengua española, Diógenes Abreu se destaca por haber escrito un vertical ensayo crítico del discurso nacionalista dominicano bajo el

Año 50, Vol. XLI, septiembre-diciembre 2018, pp. 109-152 El futuro dominicano: contrapunteo de la diáspora y la intelligentsia nacional 119 título Sin haitianidad no hay dominicanidad (2014). Especial mención, en ese sentido, merece el poeta y prosista César Sánchez Beras, compa- triota radicado por décadas en Lawrence, Massachusetts, donde labora como docente de escuela secundaria. Su primera novela, Al este de Haití (2016), relata con empatía convincente las peripecias de los Morisseau, una familia haitiana de tres generaciones que debe lidiar con la pobreza y la muchas veces inevitable y difícil migración al lado dominicano de la isla, donde cualquier cosa les puede pasar. Al cierre del relato, cuando Christopher y Claude se encuentran en Santo Domingo después de una larga y quejumbrosa separación, el amor filial y la ternura que exuda la escena dejan claro que estamos ante una evocación artística que ha trascendido la alterización prescrita por el frenesí racial balaguereano. La carga empática de la narración da con el resorte preciso del dolor y la alegría del drama humano en la vida de los personajes haitianos, con tal sensibilidad que nos parece presenciar a nuestra propia familia. Se trata del caso —no común en las letras dominicanas— de un artista literario que escoge expresar la condición humana en la isla a través de persona- jes haitianos y que lo hace sin exotizar ni patologizar. La estadía larga en Berlín de la escritora, curadora y cineasta Alanna Lockward la ha dotado probablemente de un acceso especial a la pers- pectiva diaspórica, la cual se deja sentir en su libro Un Haití dominica- no (2014), una compilación de escritos que retratan aspectos poco di- fundidos de la relación inexorable entre los dos países que comparten la Hispaniola. Nos asoma a las grandes amistades entre individuos de ambos lados de la isla y a la colaboración artística, hija del largo contac- to intrainsular en esta Antilla, de la que han salido importantes formas culturales. Más allá del relato sobre el Haití de donde salen los haitianos, Lockward nos muestra el Haití adonde los dominicanos van a realizarse. No solo los grandes empresarios nuestros que controlan un segmento grueso de la economía haitiana, sino también compatriotas con menos garantía social que, cruzando la frontera hacia el oeste, procuran ganar- se la vida sea en un salón de belleza, en una ferretería o en el mercado se- xual. Lockward da voz a compatriotas que se expresan con ecuanimidad y respeto al hablar de los haitianos, señalándonos de esa manera el único sendero capaz de acercarnos al terreno constructivo de la convivencia, ese que comienza con restarle autoridad al discurso antihaitianista que nos sigue recetando el trujillismo cultural a que se aferra la oficialidad. De similar tenor es la intervención de Charo Oquet, una artista radicada por décadas en la Florida que se expresa a través de diversos medios — pintura, instalación, arte performativo, escultura, fotografía y cine, entre otros— y que, afincada en las raíces afroantillanas que le vienen de su

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nacimiento en Santo Domingo, se dirige a un público internacional des- de Edge Zones, la organización que dirige en Miami Beach. Al mirar a su país, le atrae principalmente la zona fronteriza, que le resulta especial- mente fértil para la imaginación, en vista de cómo discurre allí la condi- ción humana en toda su complejidad, a pesar del discurso conservador obstinado en patologizarla. Su proyecto Arrayanos, en gran medida una plataforma para armonizar las diversas orientaciones temáticas de su carrera artística, se inauguró en el 2017 con una exhibición pasible de ex- pandirse infinitamente. Del mismo se desprende la publicación de tres libros de fotografías que capturan la vida en la zona fronteriza a través de imágenes de fachadas y de interiores de hogares, así como de retratos de personas arrayanas. Estas imágenes persuaden por la fuerza de sus colores, la ubicación, el contexto y la acusiosidad de la mirada que las plasma a través del lente. Les sirve de pareja un documental que mues- tra a la gente en la zona y la pone a hablar de sí misma en su hábitat. Quien no haya compartido con los arrayanos en su espacio quizá sólo imagine la frontera a partir de su extrañeza, lejanía y extranjeridad, ya que el discurso oficial que socializa a la ciudadanía reduce la zona a una línea que la gente solo cruza hacia un lado o el otro. Oquet nos ayuda a ver la línea como un ámbito de vida que la gente habita, humanizándola, acercándola y haciéndola reconocible, parecida, de hecho, al ámbito vi- tal de un compatriota cualquiera en tal o cual barrio marginado del país. Valga repetir lo que dijéramos hace casi dos décadas en El retorno de las yolas, al comentar la inquietud de Esquea Guerreo sobre la haitia- nización de la descendencia dominicana. La diáspora, en su mayoría, no ostenta el “perfil griego” ni la tez blancuzca del connotado líder pe- rredeista. Por lo tanto, quizás no sienta que tiene tanto que perder en la economía de los genes, el fenotipo y el origen. Además, después de varias generaciones rompiendo corozos como minoría étnica acosada y marginada por el régimen de supremacía blanca en los Estados Unidos, la diáspora no tiene tanta razón para sentirse asediada por los negros ni por la emigración haitiana, con quien, más bien, tiende a hacérsele necesaria la alianza en la lucha por la justicia social.

3. En búsqueda de la dominicanidad temida

Ni la haitianidad ni la negrura meten miedo en la diáspora. De hecho, la indagación sobre el antihaitianismo, la negrofobia, la aspiración caucási- ca y el manejo de la preocupación racial en el discurso oficial dominica- no constituyen el temario principal de la obra académica producida por estudiosas y estudiosos de la diáspora. Así, entre los estudios literarios que abordan estos temas se pueden encontrar, entre otros trabajos, el

Año 50, Vol. XLI, septiembre-diciembre 2018, pp. 109-152 El futuro dominicano: contrapunteo de la diáspora y la intelligentsia nacional 121 ensayo que sirve de introducción a la sin par antología poética Sin otro profeta que su canto (1988), de Daisy Cocco de Filippis; el ensayo “Ana- tomy of a Troubled Identity: Dominican Literature and Its Criticism” (1994) de Silvio Torres-Saillant; La isla y su envés: representaciones de lo nacional en el ensayo dominicano contemporáneo (2003) de Néstor E. Rodríguez; La representación del haitiano en las letras dominicanas (2004) de Aida Heredia; Narratives of Migration and Displacement in Dominican Literature (2012) de Danny Méndez; Le conflit haïtiano-domi- nicain dans la littérature caribéene de Elissa L. Lister (2013); Rayanos y dominicanyorks: la dominicanidad del siglo XXI (2014) de Ramón Anto- nio Victoriano-Martínez; y The Borders of Dominicanidad: Race, Nation, and Archives of Contradiction (2016) de Lorgia García-Peña. La obra Race and Politics in the Dominican Republic (2000), del cientista político Ernesto Sagás, da cuenta del uso de la neofrobia como recurso de campaña usado por el gobierno de Balaguer y el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) en su alianza electoral contra el domínico-haitiano Peña Gómez en la contienda de 1996. Por su parte, en Tracing Domini- can Identity (2011), el lingüista Juan R. Valdez hace una lectura de los escritos de Pedro Henríquez Ureña que lo lleva a adelantar la esperan- zadora tesis de que nuestro de otra manera preclaro humanista iba ca- mino a superar el prejuicio negrofóbico cuando le sorprendió la muerte en Buenos Aires en 1946. Los textos sociológicos Black Behind the Ears (2007) (de Ginetta Candelario), Joaquín Balaguer, Memory, and Dias- pora (2013) (de Ana S. Q. Liberato) y The Dominican Racial Imaginary (2016) (de Milagros Ricourt) profundizan, cada uno a su manera y desde paradigmas conceptuales distintos, en las consecuencias actuales de la racialización en la sociedad dominicana, tanto en lo que tiene que ver con el daño que padecen sus víctimas como en las estrategias desplega- das por la gente afectada con miras a afirmar su inapelable humanidad. En los estudios históricos se destaca el interés en dar con una interpreta- ción a la medida del complejo drama que han vivido haitianos y domini- canos por muchas generaciones, como lo abarca Edward Paulino en Di- viding Hispaniola: The Dominican Republic’s Border Campaign against Haiti, 1930-1961 (2016). También se busca un tratamiento de la cuestión de la identidad racial que tome en cuenta la experiencia de los racializa- dos y su propia voluntad o estrategia a la hora de identificarse de una u otra manera, como vemos en The Mulatto Republic: Class, Race, and Do- minican National Indentity (2014) de April J. Mayes. Además, sobresale el interés en dar a la sociedad dominicana el lugar que justamente le co- rresponde en la cartografia atlántica creada por la transacción colonial. En ese marco caben los ensayos publicados por Dennis R. Hidalgo, los

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cuales aprovechan la anchura geográfica cultivada por el autor durante la investigación para su tesis doctoral titulada “From North America to Hispaniola: First Free Black Emigration and Settlements in Hispaniola” (defendida en el 2001 en la Universidad Central de Michigan) y que ver- sa sobre los negros libertos norteamericanos que en la tercera década del sigo XIX se asentaron en la península de Samaná. De manera semejante, hurgando en el siglo XVI en busca de lo que se pueda saber sobre el estado de los derechos humanos de las mujeres es- pañolas para la época en que Fray Antón de Montesinos llevaba a cabo su lucha contra la ignominia, Lissette Acosta Corniel también se ha fija- do específicamente en las consecuencias de la diferenciación racial de “negras, mulatas y morenas” en la isla durante ese primer siglo de la de- moledora empresa colonial (Acosta Corniel, 2014 y 2015). Y finalmente, Anthony Stevens-Acevedo (especialista en el siglo XVI, con énfasis en las tecnologías de las haciendas azucareras y en paleografía española) escribió, en coautoría con Tom Wettering y Leonor Alvares Francés, el texto Juan Rodríguez and the Beginnings of New York City (2013), una monografía que recontruye la vida de Juan, “un liberto de piel oscura de la colonia española de Santo Domingo” que en el 1613 pidió permi- so al capitán del barco holandés en que laboraba para quedarse en el Puerto del Hudson y por cuenta propia probar su suerte comerciando y viviendo entre los aborígenes. El mulato quisqueyano obtuvo el permi- so deseado y al año siguiente la tripulación de otro barco holandés que merodeaba por la zona dio noticias de haberlo visto en buen estado, lo que convierte a Juan en la primera persona no oborigen en instalarse en esta parte que, con el tiempo, después de una colonización neerlandesa seguida de otra inglesa, pasaría a llamarse “New York City.” La negritud de Juan, aparte de su origen quisqueyano, ha merecido espe- cial consideración en la promoción que ha hecho el muy bien conocido Instituto CUNY de Estudios Dominicanos, la unidad de investigación de la Universidad Municipal de Nueva York (CUNY) responsable del trabajo de rescate que trajo a la luz pública el historial del significativo personaje. Juan se asentó en lo que hoy es Manhattan, el condado donde está localizado el recinto de City College que alberga al Instituto. Esa isla en el Hudson fue por muchas décadas el lugar de destino por excelencia de la migración dominicana a los Estados Unidos. La promoción de la figura de Juan, lidereada por la socióloga Ramona Hernández, la directo- ra del Instituto que se especializa en la migración dominicana, culminó con el significativo voto de la legislatura municipal de New York a favor de rebautizar un largo trecho de la Avenida Broadway en Manhattan — desde la calle 159 hasta la 218— con el nombre de “Juan Rodríguez Way”.

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La profesora Sarah Aponte, profunda conocedora de la bibliografía do- minicana y directora de la muy concurrida biblioteca del Instituto, man- tiene una cuenta de las áreas de interés de la gente que viene a los estan- tes —estudiantes, educadores, investigadores y público en general— con el fin de asegurar que el fondo bibliotecario siga a tono con las necesi- dades de investigación de los usuarios. Desde que Aponte inició, hace más de una década, el conteo de áreas temáticas entre los usuarios de la biblioteca, los temas entrelazados de raza, prejuicio racial, negrofobia, supremacía blanca e identidad nacional han monopolizado el primer lugar sin mancar. Aparte de rendir el servicio invaluable de proveer a los usuarios, mediante la biblioteca, recursos para satisfacer la sed de conocimientos respecto a dicho temario, el Instituto ha lanzado el portal Primeros Negros (www.firstblacks.org), que brinda libre acceso a usua- rios ubicados en todo el mundo a un fondo inestimable de documentos del siglo XVI extraídos del Archivo General de Indias en Sevilla, docu- mentos que muestran a Santo Domingo, de manera palpable, como la cuna de la negritud en las Américas. El portal ofrece a cada visitante el facsímil de los manuscritos originales, su respectiva transcripción, una traducción al inglés y un comentario contextualizador. Producto de la labor intensa de un equipo paleográfico bajo la super- visión de Stevens-Acevedo y el respaldo institucional posibilitado por Hernández, el portal Primeros Negros nos presenta piezas fascinantes. Baste ver los documentos referentes a María de Cota, una mujer negra esclavizada nacida en Santo Domingo y trasladada de niña a España, a Sevilla, donde su segunda dueña precisó en su testamento que a la hora de su muerte María quedaría en libertad. Una vez establecida ante la ley su condición de liberta, la afroquisqueyana obtuvo licencia de las auto- ridades imperiales en Sevilla para viajar a Santo Domingo. Para 1580, 5 años después de obtener la primera licencia, María aparece de nuevo en trámites legales en Sevilla, otra vez solicitando permiso para viajar a Santo Domingo, pero ahora en compañía de su hija de 3 años, quien, según el testimonio de la madre, había nacido en Santo Domingo (Ver Translation No. 69, www.firstblacks.org). Para Hernández, María podría verse como precursora del movimiento migratorio que caracterizaría al pueblo dominicano desde la segunda mitad del siglo XX, ya que tiene el especial simbolismo de que anticipa lo que se conoce en el día de hoy como uno de los rasgos dominantes de la migración dominicana, que se trata de una movilidad “abrumadoramente dominad[a] por mujeres y sus niños” (Hernández, 2016). Sin duda, este portal hace un aporte de inestimable valor para la recuperación de la gran saga de la experien- cia afrodominicana que las instituciones nacionales, que operan bajo el influjo del trujillismo cultural, se han obstinado en invisibilizar. Con re-

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cursos como Primeros Negros a nuestra disposición, se nos hará menos difícil aprender todo lo que nos hace falta sobre los casi tres siglos de infamia, sobrevivencia y resistencia anticolonialista que vivió la pobla- ción afro-(proto)-dominicana previo al levantamiento libertario aconte- cido en 1791 en la parte oeste de la isla, en la colonia francesa de Saint Domingue. Por todo lo anterior, valga recordar la afirmación categórica que hicierámos en El retorno de las yolas, en respuesta a la propuesta hecha por Esquea Guerrero de suspender el jus soli en la Constitución: no obstante el cambio que siguiera experimentando la hasta entonces liberal ideología racial del PRD, cabía muy poca duda de que “la visión conservadora [en lo concerniente a su obstinación con la sangre recono- cida como inherentemente nacional] estará condenada a entrar en riña con la perspectiva diaspórica” (Torres-Saillant, 1999 p. 399).

4. Raza, desnacionalización y olvido compulsivo

No obstante, la prédica antihaitiana de Esquea Guerreo, su partido no tuvo oportunidad de alterar el longevo precepto constitucional del jus soli. Esa oportunidad se la robó el Partido de la Liberación Dominicana (PLD), una organización política fundada por el venerado anti-trujillista Juan Bosch, la cual, en razón de ese origen, se decía todavía mucho más liberal y progresista que el PRD. No occurió mediante reforma a la carta magna, sino como fallo de un Tribunal Constitucional creado —posible- mente para ese fin— por el Presidente Leonel Fernández Reyna, alumno político de Bosch que ascendió al poder tornándose discípulo de Bala- guer, el muy criminoso continuador de la herencia ideológica, política y moral del trujillato. El opus magnum del Tribunal fue y será la sentencia TC/0168-13, promulgada, de manera inapelable, el 23 de septiembre de 2013. Por ese medio se estableció que quedaban desprovistos de ciuda- danía dominicana todas las personas nacidas en el país desde el año 1929 cuyos antepasados hubiesen inmigrado de manera indocumenta- da, quedando en los hombros de las personas afectadas la responsabili- dad de probar la entrada legal de sus antepasados a lo largo de 75 años. Quedó instantáneamente claro que la sentencia buscaba principalmente desnacionalizar a la población domínico-haitiana, de la que unos 230,000 ciudadanos pasaron de la noche a la mañana a ser residentes ilegales en su tierra natal. No faltó en el texto del fallo una referencia directa a la ne- cesidad de la sociedad dominicana de preservar su homogeneidad como comunidad nacional que comparte “un conjunto de razgos históricos, lingüísticos y raciales” (Sentencia TC 168-13, acápite 1.1.4). Como era de esperarse, la diáspora respondería ofreciendo un frente de resistencia contra la oficialidad y en apoyo a los sectores de la sociedad dominicana

Año 50, Vol. XLI, septiembre-diciembre 2018, pp. 109-152 El futuro dominicano: contrapunteo de la diáspora y la intelligentsia nacional 125 que habían tomado la delantera en la lucha contra la exclusión delibe- rada que la ley representaba. El rol de la diáspora en el efectivo video dirigido por W. Gerald McElroy, titulado Eso no se hace, las posiciones públicas asumidas por las mayores figuras literarias domínico-america- nas —Julia Alvarez, Junot Díaz y Rhina P. Espaillat—, al igual que las de académicos tales como Sophie Maríñez, Lorgía García Peña, Anthony Stevens, Eduardo Paulino y muchos otros, dejaron claro que la diáspora no iba a extenderles cortesías a las autoridades dominicanas empecina- das en desproveer a una minoría nacional del derecho elemental de vivir en su propio país. A raíz de la sentencia desnacionalizadora, a mí me tocó la oportunidad de terciar con un importante diplomático dominicano asentado en una influyente metropolis del Viejo Mundo, quien tuvo la cortesía de enviar- me in extenso un artículo suyo que expresaba el apoyo al fallo inapela- ble del Tribunal Constitucional que había vulnerado a cientos de miles de compatriotas de herencia haitiana (el TC 0168-13). Aparecido en una prestigiosa revista europea, el artículo había visto la luz de forma abre- viada, y yo me había referido al mismo distanciándome de los juicios allí vertidos. El compatriota embajador, por tanto, tuvo a bien hacerme lle- gar la versión in extenso para, de esa manera, convidarme a un “diálogo constructivo para superar nuestra penosa herencia histórica que urge trascender” por el bien de “ambos pueblos”, refiriéndose con en ello a los dos países que comparten la isla Hispaniola. Ante la distinción que me hacía el respetado embajador, me pareció que no había forma más res- petuosa de reciprocar su gentileza que haciéndole saber mi diferencia con respecto al tema de su artículo. Me pareció justo, pues, ponerle mis cartas sobre la mesa en cuanto que él y yo no entendíamos ni la historia ni las relaciones sociales de igual manera y que quizás por eso no nos podían doler las mismas cosas del pasado ni del presente. En el mencionado artículo el autor se refiere a la “primera independen- cia” del pueblo dominicano proclamada en el 1821 por el teniente gober- nador de la colonia española de Santo Domingo, José Núñez de Cáce- res; y a mí me pareció necesario explicarle que yo no le reconocía a ese prócer la misma proceridad que él le atribuía. Ciertamente, Núñez de Cáceres, con miras a romper la relación colonial que hacía a los habitan- tes de la parte hispanohablante de la isla súbditos de España, se lanzó a proclamar la separación de lo que entonces se llamaba el “Haití espa- ñol”. A ese capítulo se le da el nombre de “la independencia efímera”, por haber durado apena dos meses. Fue cuando intervino el gobierno de Haití, temeroso de que las potencias europeas que adversaban a la joven república negra usaran el vacío de poder que se daba en la parte este

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de la isla para aumentar su agenda de agresiones. Llegadas las tropas del ejército haitiano comandadas por el Presidente Jean-Pierre Boyer, el licenciado Núñez de Cáceres le entregó al primer mandatario las llaves de la ciudad de Santo Domingo, y nadie se tiró a la calle a protestar por el cambio de batuta. Al contrario, hubo mucha gente que se puso con- tenta, particularmente las personas que vivían en estado de cautiverio, quienes lograron su libertad gracias a lo efímero de la recién proclamada independencia. Ahí comienza el período de la unificación de la isla bajo la autoridad haitiana, que duraría hasta el 1844, cuando nace la Repúbli- ca Dominicana concebida por Juan Pablo Duarte. Aquí me sentía en la obligación de revelarle a mi interlocutor la convic- ción de que en la sociedad dominicana, como en cualquier otro sistema social, hay más de una cultura y más de una memoria histórica. En nin- guna región del mundo se confima esa afirmación con tanta claridad como en la sociedad dominicana o en cualquier otro país perteneciente al hemisferio occidental. Pues aquí, lo que tiende a denominarse la era moderna arrancó con el choque traumático de poblaciones, memorias his- tóricas, comovisiones y herencias culturales suscitado por la transacción colonial. Aquí la modernidad comienza con la llegada fortuita, de allende los mares, de unos aventureros, implacables buscadores de fortuna, que al arribar se descubrieron capaces de dominar a los pobladores originarios de la región por poseer armas de destrucción masiva que estos últimos no podían igualar debido a que las circunstancias de su historia no les habían exigido tal nivel de desarrollo en las tecnologías de la muerte. Debido a esa capacidad destructora —incluyendo la de matar a los na- tivos hasta con los gérmenes que traían en el cuerpo— y a su grado de codicia sin par, a los invasores les cayó en las manos un caudal de rique- zas de dimensión inconmensurable y sin precedente en la historia. Se adueñaron de territorios inmensos, de una fertilidad hasta ese momento insospechable para la imaginación europea, en los que los suelos, las montañas y los ríos se revelaron repletos de piedras preciosas y de los metales que para entonces los europeos habían encumbrado al más alto valor de cambio, principalemente el oro y la plata. Pero, para cristalizar todo el enorme potencial de riqueza que yacía latente en ese inmenso caudal, se requería la determinación de poner en práctica un régimen dominado por la lógica del maltrato. Había que obligar a los nativos a dejarlo todo —aspiración individual, familia, comunidad, religión y crea- tividad—, con tal de forzarlos a trabajar hasta el desgaste en la tarea de convertir las montañas, los ríos, los árboles y los suelos en mercancías capaces de convertirse en dinero vendiéndose en los mercados euro- peos. Era lo que había que hacer para acumular riquezas, y lo hicieron.

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Pasó el tiempo y se hizo necesario suplementar la mano de obra nati- va con trabajadores esclavizados traídos de Africa. Pasó más tiempo y hubo que traer trabajadores semi-esclavizados mediante el sistema de indentured servitude, que les sometía al trabajo forzado por un núme- ro determinado de años, después del cual los sobrevivientes pasaban a “bandeárselas” en la lucha por la vida como meros inmigrantes. Even- tualmente vendría el período de las independencias y surgirían las na- ciones dichas soberanas que completan casi todo el mapa político del hemisferio. Lamentablemente, el nuevo orden, regentado casi siempre por descendientes de la clase conquistadora original, no hizo nada por rehabilitar las relaciones sociales a fin de que la igualdad predominara en la nueva configuración de la sociedad. Por tanto, el orden social típi- co mostraba a los descendientes de los conquistadores disfrutando del mayor nivel de privilegio y a los descendientes de los grupos subalter- nos —negros libertos, indígenas e inmigrantes asiáticos— compartiendo entre ellos las migajas de la adversidad y la impotencia. Nuestras socie- dades surgieron estructuradas claramente con líneas divisorias entre los de abajo y los de arriba. La desolación de los de abajo los mantenía en condición hipermnésica frente a la historia de la que procedían, pues los de arriba no tenían la más mínima discreción en desplegar osten- tosamente los privilegios que su herencia les había legado. Por ello, los descendientes de gente dominada y esclavizada se sabían ubicados muy claramente en contradistinción con la prole de los antiguos amos. De ahí que la contrainsurgencia haya sido un factor tan importante en la obra de gobierno de nuestros estadistas de la región desde el comienzo de las repúblicas. En vista de lo antes dicho, se puede afirmar que, en las sociedades de nuestro hemisferio, los de arriba y los de abajo no vienen de la misma historia y que la memoria de los unos preserva su diferencia con respec- to a la de los otros. Por lo tanto, vale recalcar que en nuestro hemisferio hay más de una cultura y más de un conjunto de valores para apreciar la misma. Cuando parece que sólo hay una, sencillamente se trata de que uno de los legados culturales de la población ha triunfado ejercien- do su hegemonía sobre los demás. De esta suerte, una de las formas de recordar el pasado logra prevalecer como memoria pública oficial: con ello relega al olvido las versiones alternativas e inculca la amnesia en el grueso de la población. Por ejemplo, la mayoría de la población dominicana es afrodescendiente. Por lo tanto, esa mayoría tiene un mayor parentezco con los antiguos es- clavizados que con los amos. ¿De dónde, entonces, la proceridad de Núñez de Cáceres? El no contempló la abolición de la esclavitud en la nación

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independiente que había proclamado. No fue que se le olvidara, sino que la libertad de los cautivos no le parecía conveniente. Tiempo después ex- plicaría su renuencia con meridiana claridad: “no voy a ser yo quien de un plumazo reduzca a mi pueblo a la pobreza” (Angulo Guridi…). Esa posi- ción tenía algo de patriota siempre y cuando uno formara parte del grupo que él consideraba como el conjunto de sus compatriotas. Pues cuando él afirmó que se había negado a empobrecer a su pueblo estaba dejando claro que se refería a los propietarios de esclavos que se beneficiaban de la mano de obra cautiva y no a toda la población del Haití español. Peor aún, ya en la parte este de la isla la población cautiva había saboreado la libertad. Unos veinte años antes, cuando en el 1801 el general Toussaint Louverture, actuando bajo la autoridad francesa, llegó a la parte hispano- hablante de la isla con fines de efectuar la unificación contemplada por el Tratado de Basilea, una de sus primeras medidas fue la abolición de la esclavitud y la integración racial de las oficinas públicas. Pero ese estado de cosas duró solo hasta el 1802, el año de la avasalladora invasión enviada a ambos lados de la isla por Napoleón Bonaparte con el fin de aplastar la insurrección libertaria de los esclavos de la colonia francesa de Saint Do- mingue y de restaurar la esclavitud en la isla. La invasión napoleónica no logró su objetivo en el oeste de la isla, don- de los rebeldes derrotaron el poderío militar francés y convirtieron la colonia francesa de Saint Domingue en la República de Haití fundada en el 1804. Las tropas francesas salieron derrotadas de Saint Domingue, pero pudieron instalarse en Santo Domingo, primero bajo el mando de François-Marie Perichou de Kerversau, y luego, de su sucesor Jean- Louis Ferrand. Allí, con la colaboración de la élite hispánica criolla, los invasores restauraron la esclavitud de las personas afrodescendientes y mantuvieron el dominio francés hasta el 1808, cuando estalló la rebelión de la élite hispana contra las autoridades francesas. Bajo el mando de un empresario leal a la Corona española llamado Juan Sánchez Ramírez, el levantamiento armado tuvo éxito, logrando, con el apoyo del gobier- no colonial español en Puerto Rico y el respaldo de los ingleses, expul- sar a las fuerzas francesas de Santo Domingo. Una vez liberado Santo Domingo, los dirigentes de esa rebelión conocida por el nombre de la “Reconquista” pasaron devotamente a ofrendar a la Corona española el territorio reconquistado, que entonces asumió de nuevo la condición de colonia y que preservó la esclavitud que padecía una porción conside- rable de su población. Entonces, ver a Sánchez Ramírez o a Núñez de Cáceres como auténticos próceres dependerá de si uno aprueba o no la decisión que ambos hicieron de identificarse con los residentes de Santo Domingo que debían su bienestar material a la potestad de tener bajo su dominio a seres humanos desprovistos de libertad. Si uno tiene

Año 50, Vol. XLI, septiembre-diciembre 2018, pp. 109-152 El futuro dominicano: contrapunteo de la diáspora y la intelligentsia nacional 129 un vínculo ancestral más directo con los esclavos que con los amos, la proceridad de ambos no tendrá el valor que seguramente tiene para los descendientes de los amos. Pienso que desde Sánchez Ramírez y Núñez de Cáceres hasta el presente la dinámica de las relaciones sociales entre los habitantes de lo que es hoy la República Dominicana puede enten- derse como pugna entre un pueblo que anhela la inclusión y un régimen de turno aferrado a la exclusión. La conversación con el referido diplomático se mantuvo en el plano cor- tés, cada parte atenta a impedir que la discrepancia interfiriera con el buen trato y la cordialidad. Hasta qué punto la discrepancia tiene raí- ces ideológicas no resulta tan claro, pues poco después tuve ocasión de sostener un intercambio imaginario con dos connotados historiadores dominicanos, uno marxista y el otro liberal, en una “Peña con la historia” transmitada por la televisora del Archivo General de la Nación en Santo Domingo (Youtube.com, 16 de Agosto de 2012, Pedro de León Concep- ción). Se trataba de una mesa de discusión sobre la historia como disci- plina académica, cubriendo tópicos de índoles diversas, tales como las implicaciones de los elementos que la obra historiográfica privilegie o desdeñe a la hora de escoger la estructura y la lógica de su relato. Me produjo particular curiosidad ver como coincidían los destacados histo- riadores Roberto Cassá y Frank Moya Mons en el superlativo elogio de la empresa magnífica a la que se lanzó José Gabriel García al construir una narrativa de la experiencia nacional que le dio un orden lógico al pasado dominicano. Cuando vi el video de la “Peña con la historia”, no pude contener el impulso de externar en voz alta mi desacuerdo con los dos colegas. Por eso siento que sostuvimos un intercambio, aunque fuera imaginario. La admiración similar de Cassá y Moya Pons por el logro de García, el autor conocido como padre de la historia dominicana, me sorprendió, porque esperaba que un marxista y un liberal llegaran a valoraciones distintas. Pero luego me quedó claro que ambos hablaban igual porque compartían el mismo sentimiento de gratitud por lo que García había hecho para bien de la disciplina que ellos hoy día representan con dis- tinción. Estaban expresándose más como miembros de una comunidad académica que como ciudadanos celosos del bienestar de todos sus compatriotas. Lo que desde una perspectiva diaspórica se les podría echar en cara es que no se les haya ocurrido especular sobre la medida en que la lógica del relato de García, identificada de manera implícita con el status quo, haya contribuido a forjar en la población una especie de imaginario colectivo tolerante del abuso, la injusticia, la exclusión y el uso del poder para beneficio personal de las élites gobernantes.

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Es evidente que, en su Compendio de la historia de Santo Domingo, Gar- cía expresa la sensibilidad de un heredero de los conquistadores. Cuan- do dice que “fueron maravillosos” los efectos que tuvo la embestida es- pañola contra los nativos en la batalla de la Vega Real, por quedar los indios “tan aterrorizados” que desistieron “del propósito de seguir sien- do hostiles a los invasores”, está evocando el triunfo de sus antepasados. De ahí que la derrota de los invadidos, quienes a partir de ese momento lo perderían todo, no le duela tanto (García 1979, tomo 1, pág. 35). Igual ocurre cuando, refiriéndose a la sublevación del 27 de diciembre de 1522 (90), nos cuenta como el gobierno de “don Diego” tuvo que “combatir una insurrección de mal carácter, promovida entre los esclavos africa- nos” que laboraban en los ingenios. La respuesta armada de los colonos no se hizo esperar. Capturaron a los cabecillas, “quienes pagaron en la horca su loco atentado”, e hicieron que numerosos cadáveres de los su- blevados quedaran “colgados de los árboles para escarmiento y terror de los que pensaran imitarlos, habiendo bastado solo cinco días para que la paz quedara restablecida y la calma volviera a reinar en las poblaciones” (91). Al alabar las motivaciones que orientaron la empresa historiográfica del Compendio, Cassá llega a atribuirle a García un alto sentido del deber patriótico “como historiador y como intelectual”, aparte del deseo de contribuir al desarrollo de una sociedad “democrática”. No hay que con- tradecir a un colega con conocimientos tan profundos sobre los escritos de García. Pero sí se podría añadir que seguramente García contemplara la democracia para “su” gente, tal cual Núñez de Cáceres había imagina- do la independencia para la suya al negarse a abolir la esclavitud contal de no interrumpir el bienestar de “su” pueblo. La aspiración democrática del Compendio, cuyo relato estigmatiza a los grupos aborígenes y a los africanos que luchan por su libertad, mientras celebra que los españo- les se valieran de toda la violencia para quitársela, tiene sentido solo si aceptamos que García no ambicionaba que los subalternos también disfrutaran de bienes democráticos. En ese sentido, se puede entender a García como un gran precursor de la construcción del olvido en la his- toria dominicana. Baste solo imaginarse cuánto podría haber mermado el frenesí negro- fóbico en el discurso oficial dominicano si en los 117 años discurridos entre la salida del primer tomo del Compendio (1867) y la publicación del delirante panfletoLa isla al revés (1984) la ciudadanía hubiese conocido el papel de los negros y mulatos de Monte Grande en la independencia dominicana. García sencillamente omitió el detalle, aunque a los monte- granderos se debe que el primer acto jurídico del gobierno dominicano

Año 50, Vol. XLI, septiembre-diciembre 2018, pp. 109-152 El futuro dominicano: contrapunteo de la diáspora y la intelligentsia nacional 131 inaugural fuese la abolición de la esclavitud, de conformidad con un de- creto que luego se convirtiría en una ley y que daba a la recién nacida República Dominicana categoría de santuario para los esclavizados del mundo. Además, el discurso mismo del trujillismo cultural, que depen- de tan decisivamente del odio antihaitiano, seguramente hubiese tenido poca posibilidad de aflorar si la población hubiese aprendido que Duar- te jamás predicó antagonismos anti-haitianos y que el primer gobierno dominicano, mediante el acto jurídico mencionado, invitó a la poblacion haitiana residente en el territorio recién convertido en dominicano a quedarse en el país e integrarse a la naciente ciudadanía. Mucho es lo que podría imaginarse acerca del impacto que el acceso a una visión incluyente de nuestra historia podría haber tenido en la calidad de vida de todos los sectores de nuestra sociedad. Si, al hilvanar el relato de nuestro pasado, el “padre de la historia” hubie- se normalizado la diversidad de origen y de fenotipo en la población de la isla —reconociéndole a cada grupo la importancia del papel que haya desempeñado—, quién sabe cuánto mayor sería la autoestima de cada miembro de la ciudadanía. Probablemente no habríamos tenido la re- currencia de tantos negros negrófobos. Recuérdese al conjunto musical Wilfrido Vargas y sus Beduinos en los años ochenta, cuando ejecutaba el merengue “El Africano”. Al llegar al estribillo “Mami, ¿qué será lo que quiere el negro?”, la coreografía de los cantantes al frente de la tarima incluía la representación visual del negro en cuestión. Para lograrlo, uno de los músicos, cuyas facciones ya eran bastante negroides porque el conjunto entero era afrodominicano, se ponía una máscara de gorila y arrancaba a hacer monerías. Vargas había escuchado la canción en Co- lombia, ejecutada por el juglar Calixto Ochoa, por lo que se podría pen- sar que quizás la presencia del simio en el escenario fuese parte integral del performance que Vargas presenció al encariñarse con la canción del juglar y de su conjunto colombiano. Pero una búsqueda en el Internet de videos de presentaciones en que Ochoa toca ese número da a entender que el uso del mono para representar gráficamente la negritud se origi- nó en el conjunto dominicano. En fin, una narrativa inclusiva del pasado dominicano en la - queapa recieran los de abajo teniendo impacto sobre el curso de los aconteci- mientos podría haber alimentado el ideal de participación ciudadana de todos los sectores sociales. Democratizar la lógica del relato de cómo llegamos a tener una nación habría ayudado a inculcar la ética cívica de una población dispuesta a ejercer su potestad ciudadana cumpliendo su papel de centinela de la justicia y la inclusión frente a los poderosos. Se puede decir que el prejuicio le arruinó a García la oportunidad de

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aportar esquemas democratizadores a la historiografía del joven país y a la narrativa de la experiencia nacional que la gente común escucharía y repetiría. Es posible que Vetilio Alfau Durán tuviera algo de lo anterior en mente cuando le reprochó a García, aunque demasiado cortésmente, el haber silenciado lo que aconteció el 28 de frebrero de 1844 en Monte Grande, donde los insurrectos protagonizaron, a su parecer, una lucha, “acaso la epopeya más gloriosa que ha librado una raza sufrida” (Alfau Duran1994: 395).

5. Arte, empatía y ética humanística

Desde la diáspora es fácil identificarse con la frustración expresada por el reconocido escritor, urbanista y editor Miguel D. Mena al esbozar la vigencia que siguen disfrutando en el discurso público nacional reco- nocidos predicadores del escarnio como Manuel Núñez, Mario Bonetti y Ernesto Fadul, cada uno de los cuales, desde sus respectivas tribunas, promueve el odio anti-haitiano, la heteronormatividad y un camaleóni- co anti-yanquismo. Mena lamenta, por ejemplo, que figuren escritores y artistas como Efraím Castillo, Alberto Bass y Fernando Casado entre la gente que le hizo caso a Bonetti al avalar con sus firmas el documento que este connotado haitianófobo hizo público bajo el título de “Mani- fiesto de Personalidades Dominicanas con Relación a la Haitianización de la República”. Para Mena, la vigencia de dichos personajes hace pen- sar que la sociedad camina hacia una suerte de identificación con “los peores valores de la humanidad”, aquellos que fomentan “el desprecio por el ser humano y su pluralidad de opciones sexuales, de color, credos religiosos y procedencias” (Mena, 2018). El ideal implícito en la queja de Mena concita gran resonancia en la conciencia diaspórica, la cual, forja- da por una historia traumática de opresión y denuesto, tiende a recurrir al arte en búsqueda de un locus de humanización. En ese sentido, las obras literarias producidas por esa comunidad tien- den a asumir casi como credo estético la inquietud por hacer justicia a algún personaje del pasado que no la tuvo en su tiempo, por dar prima- cía en el escenario a un personaje cuyo equivalente social en la cruda realidad se relegaría al margen o bien por crear un ámbito mnemónico capaz de fomentar el recuerdo de personajes y saberes que el status quo querría inducirnos a olvidar. En ese terreno entra la pieza de teatro Cua- tro disparos en la noche, obra de ficción dramática que en el 2017 hizo merecedor del Premio de Teatro Cristóbal de Llerena a César Sánchez Beras. La obra evoca la desaparición de cuatro jóvenes que figuran entre las más conocidas víctimas de la violencia asesina del régimen balague- rista. Como suele ocurrir con los artistas de la diáspora, Sánchez Beras

Año 50, Vol. XLI, septiembre-diciembre 2018, pp. 109-152 El futuro dominicano: contrapunteo de la diáspora y la intelligentsia nacional 133 se niega a olvidar: “mientras permanezca impune una atrocidad de Ba- laguer o de Trujillo, tenemos la obligación de enfrentarlos desde todos los frentes, en este caso desde la literatura” (Martínez, 2017). Como si presintiera el designio de alguna ley natural que niega a los agentes del mal la luz humanizante del arte verdadero, Sánchez Beras le concede al Balaguer escritor apenas “una oratoria barroca desconectada de la au- diencia a la que iba dirigida”, y deja claro que en los textos del caudillo no encuentra más que una continuación de su maligna obra política. La crítica literaria de la diáspora se aproxima a la escritura artística con la mirada puesta en la medida del aporte de cada obra a promover un credo humanístico que tienda a rehabilitar las relaciones sociales, li- berándolas de opresiones, exclusiones y descalificaciones en renglones tales como clase, sexualidad, cultura, raza y credo, entre otros. Ello lo ilustra la lectura que hace Néstor E. Rodríguez de la novela El hombre del acordeón (2003), obra del promimente escritor dominicano Marcio Veloz Maggiolo y cuyo personaje principal evoca la figura del legenda- rio acordeonista Ñico Lora. Rodríguez comenta favorablemente la obra, aplaudiéndole al autor la forma de delinear al personaje que protagoniza el relato y cómo recrea de manera compleja la realidad social y el con- texto cultural rayano que sirven de trasfondo a la trama. No obstante el aplauso, el crítico expresa un cierto resquemor por las implicaciones de un personaje que aparece quizás demasiado heroizado, elevado como individuo al sitial de “paladín de la causa campesina y loá del panteón rayano”, puesto que en ello la novela termina haciendo concesiones al status quo “patriarcal y autoritario” prevaleciente en la sociedad domi- nicana en la época correspondiente a la acción que se narra en el texto (Rodríguez 2016, p. 687). Esta lectura ilustra una tendencia reconocible en la práctica de los estu- dios literarios efectuados desde la diáspora, pues en ellos prima la ex- pectativa y hasta la exigencia de que los textos creativos y la producción intelectual en general cumplan con el requisito implícito de mostrar un determinado cociente ético. No sorprende, por tanto, encontrarse con un artículo de opinión firmado por el académico Ramón A. Victoria- no-Martínez, en el que muestra su indignación ante la noticia de que la Academia Dominicana de la Lengua había instalado como miembro de número al destacado autor y publicista antihaitiano Manuel Núñez, el afrodominicano, autor del ensayo El ocaso de la nación dominicana (1990 y 2001), que se identifica de manera fogoza con la preceptiva del trujillismo cultural. El articulista expresa descontento, no solo por con- siderar a Núñez inelegible para distinciones extendidas por una enti- dad que se dice humanística, sino también por habérsele asignado la

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silla “Q”, cuyo anterior ocupante fuera el fenecido poeta Manuel Rueda. Excelso poeta y destacado pianista, Rueda consagró buena parte de su verso a evocar la textura de la experiencia humana de la zona fronteri- za, donde se cruzan las culturas de haitianos y dominicanos, dando pie, con su particular forma de ver desde la perspectiva rayana, a una tercera expresión. Para el articulista, Núñez simplemente carecía de la calidad humana necesaria para ocupar el asiento de Rueda (Victoriano-Martínez 2015). Movido por esa índole de urgencia ética, Victoriano-Martínez ha reali- zado una lectura puntual de Contrariedades y tribulaciones en la mez- quina y desdichada existencia del señor Manfredo Pemberton (2006), No verán mis ojos esta horrible ciudad (2009) y La manipulación de los espejos (2012), tres textos narrativos del autor afrodominicano Roberto Marcallé Abreu. Prosista con una larga trayectoria de trabajo en el perio- dismo y en la ficción, dicho autor se ha hecho portavoz del anti-haitia- nismo esgrimido por el trujillismo cultural. En el 2013 su nombre llamó la atención de la diáspora por figurar en una lista de ocho “escritores” de Santo Domingo que, a propósito de una visita de trabajo de Junot Díaz a su tierra natal, unieron sus firmas en una carta pública en la que decla- raban al escritor de The Brief Wondrous Life of Oscar Wao persona no deseada en el país. Dada con ceremonia a la prensa, la carta condenaba la visita de Díaz a Santo Domingo, estigmatizaba su “autodenominarse dominicano” y lo acusaba de ofender la sociedad (“Ocho escritores…”, 2013). La animadversión se debía a más de una declaración hecha públi- ca en la que el famoso artista literario domíinico-americano condenaba la sentencia 0168/13, instrumento mediante el cual el Tribunal Constitu- cional había retirado la ciudadanía a cientos de miles de dominicanos de herencia haitiana. Dos años después, Marcallé Abreu recibió el Premio Nacional de Literatura, el más alto galardón conferido en la República Dominicana en el ámbito de las letras. Acompañado de un sustancioso emolumento, el Premio se destina a reconocer la obra de toda una vida. No obstante el reconocimiento que el status quo de su país ha exten- dido a Marcallé Abreu al concederle no solo el premio mayor de las letras, sino también —previamente— el Premio Nacional de Novela en tres ocasiones, es difícil descartar la pobreza artística que dicierne en su obra Victoriano-Martínez, quien se dedicó a una lectura detenida de las 1,730 páginas de la trilogía distópica que configuran las tres novelas mencionadas, las cuales operan, según el crítico, como tres entregas de un continuo relato. Se verá que, en el juicio del crítico, el desbordado desdén de Marcallé Abreu por la exigencia ética tendrá un valor decisi- vo. Como si no tuviese interés alguno en ser discreto sobre la ubicación

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ideológica de su narrativa, el agraciado novelista dedica el primero de los tres tomos analizados por Victoriano-Martínez a tres dominicanos que al parecer considera correligionarios, gente “cuya espada es la pa- labra”. Se trata del reputado predicador del credo antihaitiano Manuel Núñez, el Mayor General Rafael R. Ramírez y el diputado Pelegrín Cas- tillo, dirigente del partido Fuerza Nacional Progresista, el cual mantiene la prédica anti-haitiana en el tope de su plataforma política. El análisis de Victoriano-Martínez llega a la conclusión de que estamos ante una obra pobre en los conceptos, precaria en la escritura y torpe en un estilo que no parece destinado a alcanzar una meta estética discernible (Victo- riano-Martinez, en prensa, p. 6). Contrariedades, la primera entrega, nos presenta a Pemberton, perso- naje abatido por infortunios causados por el mal generalizado reinante en su sociedad. Entre las causas que lastiman al país se destacan las si- guientes: los jesuitas, los dominicanyorks, las ONG, Haití y “sus amigos”. El glosario que explicaría por qué cada integrante de esa lista constituye un adversario del orden que añora Pemberton hay que buscarlo en el ideario del trujillismo cultural, del que se nutre el discurso ultranacio- nalista dominicano. Según la lógica de ese ideario, cada uno de los tér- minos listados merece el mote de adversario debido a su participación en o su consonancia con un entramado maléfico que busca destruir la nación dominicana. A los jesuitas les cabe por asumir autonomía ideo- lógica respecto a la jerarquía de la cúpula católica en el país: así, cuando mandaba la Iglesia el cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez, incon- dicional aliado de Balaguer y antihaitiano acérrimo, esa autonomía los llevaba a tomar posiciones públicas independientes y poco afines con las apetencias del régimen. En lo que se refiere a los dominicanyorks (término despectivo usado por la clase media para referirse a nuestra emigración), son considerados adversarios porque una buena parte de ellos rechaza los preceptos del trujillismo cultural. Las ONG se ganan el mote de adversarias debido a que, manteniéndose a flote gracias a fondos extranjeros, gozan de una independencia que pueden utilizar en la crítica al status quo, lo que estorba la paciente armonía que prefiere el orden operante. Lo que da a Haití carácter de adversario resulta eviden- te. El subtítulo de La isla al revés menciona ese país por nombre como un reto para “el destino dominicano”. Finalmente, el epíteto “amigos de Haití” es una forma abreviada de referirse a Francia, los Estados Unidos y Canadá (a veces, también la Unión Europea). Son estas naciones sos- pechosas de haber estado por años urdiendo un plan macabro de “fusio- nar” los dos países que comparten la isla y, de esa manera, deshacerse del “problema haitiano” tirándoselo encima a los dominicanos.

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Victoriano-Martínez nos hace ver en Contrariedades una voz narratoria entregada a elucubrar a partir de la nostalgia por un régimen autoritario y patriarcal (9). Sube a la escena Ulises María González (El Hombre), un varón con don de mando, capaz de traer orden a la sociedad a partir de un liderazgo individual que puede poner coto a los distintos poderes del Estado. Su asistente y consejero cercano, el Dr. Juan Pablo Robles, anun- cia con pesar las medidas drásticas que hay que tomar para lidiar con “la presencia de la peste negra del Oeste”, es decir, “medidas encaminadas a liquidar este virus que perturba el espíritu de la patria y amenaza de forma grave nuestra existencia” (Marcallé Abreu, 2006 , p. 49; Victoria- no-Martíinez, en prensa, p. 10). Ya presidente, “El Hombre” se deja sedu- cir por lo que suena como lo que el Tercer Reich denominó la “Solución Final” (Endlösung), porque él tambien lo ha estado madurando en la ca- beza, algo que se hace evidente en un larguísimo monólogo suyo sobre la relación entre los dos paises que comparten la isla. El presidente se re- fiere a “indicios crecientes de planes para refundir la Patria dominicana con el seudoestado colapsado del oeste” con tal de que los dominicanos tengan que lidiar con “los desafueros y perversidades de la gente daña- da y dañina que proviene de esos ámbitos de enfermedades contagio- sas e incurables, de vudú y magia negra” (Marcallé Abreu, 2006, pp. 49, 256; Victoriano-Martínez, en prensa, p. 10). Conversando con el cardenal Alberto Castillo Tejeda, el Dr. Robles señala directamente a Francia, Es- tados Unidos y Canadá como cabecillas del plan fusionista que haría al país responsable de “la peste negra del Oeste”, esa gente al otro lado de la isla que él tilda de “primitiva, violenta y dañada” (Marcallé Abreu, 2006, 459-460; Victoriano Martínez , en prensa, p. 11). La lectura de Victoriano-Martínez muestra que en la segunda entrega de la obra tripartita de Marcallé Abreu la trama dramatiza los pormenores del plan genocida vislumbrado en el primer tomo. El presidente Gonzá- lez y su grupo paramilitar “La Causa” proceden a diseñar medidas euge- nésicas bajo el “Programa Preservación”. Se destaca la figura del director de Migración, Lic. Vinicio del Orbe, quien plantea imponer como requi- sito para que el inmigrante haitiano pueda hacerse “residente legal” el que dicho inmigrante se someta “voluntariamente a una operación de esterilización”, si bien, una vez esterilizados y desprovistos de la capa- cidad de reproducirse, a esos inmigrantes se les deportará “en su casi totalidad” (Marcallé Abreu, 2009, p. 199; Victoriano-Martínez, en prensa, p. 12). El director de Migración edulcora su proyecto genocida alegando, magnánimo, que no se trata de “exterminar la peste negra del Oeste” sino de “contribuir de manera humanitaria” a una extinción que ya “se está produciendo de manera dolorosa, llena de sufrimientos” (Marcallé Abreu, 2009, p. 200; Victoriano-Martínez, en prensa, p. 12). Finalmente, la

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última entrega de la trilogía evoca un período en el que, realizada ya una gran masacre de “indeseables”, prevalece el orden, puesto que, como ob- serva el crítico, no se percibe rastro alguno de Haití. Militarizada, con la delincuencia eliminada gracias a la pena de muerte, la decencia res- taurada a raíz del control estatal del Internet y un sistema de censura para compositores de música popular, la sociedad opera como debe ser, tal cual la añoraba Pemberton al comienzo de Contrariedades (Marcallé Abreu, 2009, pp. 59, 62; Victoriano-Martínez, en prensa, p 14). La sinopsis de la trilogía de Marcallé Abreu analizada por Victoria- no-Martínez resulta enigmática por varias razones. La obra se lanza a crear una fantasía genocida que escandaliza. El relato se identifica con una nostalgia autoritarista difícil de comprender para quien tenga al- guna noción de cuánto dolor todavía queda por superar de la herencia dictatorial y la perversidad legada por los Hitler, Trujillo, Franco, Du- valier y Pinochet, para no alargar la lista. A través de personajes que al parecer quedan validados en la estructura narrativa, el texto normaliza el racismo en su expresión más cruda. A final de cuentas, la trilogía se convierte en un gran canto de amor a la crueldad, el odio, el prejuicio y la violencia, brindando una plataforma para “los peores valores de la hu- manidad”, para decirlo en palabras de Mena. Se trata, pues, de un texto que desafía la expectativa crítica que va al texto literario en procura de un ámbito de humanización donde se cultive la empatía, la compasión y el mejor entendimiento de la complejidad de nuestra especie. ¿Cuál podrá ser la motivación de un autor para dedicar años de trabajo en la confección de una obra tan declaradamente antihumana? El precedente que se nos ocurre, la trilogía de novelas escrita por Tho- mas F. Dixon Jr. (1864-1946), autor estadounidense que consagró su pro- sa de ficción a predicar negrofobia y glorificar la organización terrorista Ku Klux Klan (KKK), resulta más fácil de contextualizar. Su relato tripar- tito consta de The Leopard’s Spots: Romance of the White Man’s Burden (1902), The Clansman: A Historical Romance of the Ku Klux Klan (1905) y The Traitor: A Story of the Fall of the Invisible Empire (1907). El ímpetu de Dixon se nutre de la convicción de que la emancipación de 1863 de la población de origen africano esclavizada en las plantaciones del sur de los Estados Unidos y la posterior política del gobierno central de usar presión militar para forzar a los blancos de la región a reconocer la igual- dad ciudadana de los libertos habían mancillado la dignidad de todas las personas blancas de esa zona. Para Dixon, con la igualdad cívica de los negros vendría la mezcla de las razas y, con ello, el fin de la nación. En la primera entrega, The Leopard’s Spots, un personaje llamado Gaston se dirige en estos términos a un interlocutor llamado Charlie: “Estoy

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mirando al futuro. El instinto racial es la brújula de nuestras vidas. Lo perdemos y no tenemos futuro. Una gota de sangre negra hace a uno negro. Encrespa el pelo, ancha la nariz, engruesa los labios, apaga la luz del intelecto y enciende el fuego de la pasión salvaje. El comienzo de la igualdad del negro como hecho vital es el comienzo del fin en la vida de esta nación” (Dixon 1902, 242 Traducción nuestra). Blanco y miembro de una familia esclavista, Dixon había sido amamantado con la idea de la superioridad racial de su gente y de la incurable inferioridad de los ne- gros, así como con la presunción de que la dominación de los segundos por los primeros correspondía al orden natural. Él escribía para lectores que compartían con él la preceptiva del dogma racista. Para él, hablar a su gente era dirigirse a la humanidad, por lo que formulaba la estigmati- zación de los afrodescendientes partiendo de que con ello velaba por los humanos verdaderos, que no eran negros. En The Clansman, la segunda parte de la trilogía de Dixon, leemos so- bre la lucha de los blancos del sur, con los jinetes encapuchados del Ku Klux Klan a la cabeza, quienes usan la violencia y la intimidación para regresar a los negros al lugar de sumisión que les corresponde. Los en- capuchados se imponen y el orden vuelve a reinar en la región tal como había reinado antes de que el presidente Lincoln proclamara la emanci- pación, orden en que la raza “superior” manda y la “inferior” obedece. La tercera entrega, The Traitor, ofrece un cuadro complejo. Puesto que ya se ha cumplido la misión histórica de restaurar el dominio blanco y la normalidad de la vida en el sur, el Ku Klux Klan pierde vigencia y surgen disputas entre varios segmentos del mismo en torno a su disolución. Al haber amainado la resistencia y la peligrosidad del sujeto negro debido al triunfo racial blanco, el conflicto de la trama pasa a girar en torno a problemas internos, específicamente sobre los celos que se generan entre distintas facciones del Klan. The Clansman fue la más conocida de las tres partes de la novela, debido principalmente a su adaptación para al cine, realizada por D. W. Griffith bajo el título de Birth of a Na- tion (1915). Pero, con o sin el aval del celuloide, la obra de Dixon dejó de importar en la medida en que la negrofobia fue perdiendo espacio en el menú del discurso oficial de los Estados Unidos. El racismo, respaldado por el Estado, contra segmentos diferenciados de la población norteamericana había creado un mercado protegido para la diseminación de la prédica negrofóbica en la prensa, los textos litera- rios y la industria del entretenimiento. Al producirse los movimientos sociales que en el 1964 culminaron en la Ley de los Derechos Civiles, la expresión del odio racial perdió su mayor tribuna en la esfera pública. A partir de ahí, se recluiría al marco de lo privado. Los voceros racistas

Año 50, Vol. XLI, septiembre-diciembre 2018, pp. 109-152 El futuro dominicano: contrapunteo de la diáspora y la intelligentsia nacional 139 obstinados en avanzar su dogma por medios públicos se recogieron en antros de extremismo que la sociedad debía tolerar por ampararles la ley de la libre expresión. Pero el tener que valerse de esos antros los hacía verse como feligreses de un culto aberrante, lo que ponía coto a su capa- cidad de influenciar. Por lo tanto, ya no se estila que autores con talento, a los que les interesa entregarse en serio al arte literario, se lancen a componer obras dirigidas abiertamente a repudiar, difamar y estigma- tizar grupos diferenciados por su origen o fenotipo. De hecho, a menos que se cuente con antros populosos de extremistas y fundamentalistas raciales con afición por la lectura, se le hará difícil a una novela, a un poemario, a una pieza dramática o a una colección de cuentos encon- trar una casa editora respetable que le dé albergue si sus páginas se consagran a la prédica de odios y discordias en desmedro de grupos de herencias distintas. Un texto literario, para realizarse, necesita algo que le permita comuni- carse con personas externas a la tribu a la que pertenece quien lo escri- be. A menudo a ese resorte de comunicación se le llama universalidad, lo que suena más complicado de lo que tiene que sonar. Sencillamente, hablamos del contacto con la fibra de lo humano en un sentido profun- do, algo que haga detonar la necesaria carga de empatía y de compasión, de modo que permita al texto trascender su especifidad de origen, feno- tipo, lengua, clase, tiempo y espacio. Es lo que constatamos cuando ve- mos a Hécuba desnudarse una teta y mostrársela a Aquiles, el guerrero sanguinario que acaba de matarle a su adorado hijo Héctor y quien, en furia desenfrenada, insiste en seguir desfigurando el cadáver. Al implo- rarle, con el seno descubierto, que pare el repulsivo maltrato, pidiéndole que se recuerde de su madre, Hécuba confía en que ese monstruo algún corazón tendrá y que si se recuerda de su madre e imagina lo que ella sufriría al verlo a él, ya muerto, sometido a similar trato, podrá entrar en razón. Ahí hay una comunicación que opera en el plano de la empatía a nivel humano, que cala en quien lea sin importar que uno simpatice con el lado aqueo o el lado troyano. Homero sabe que nada evoca la mater- nidad con tanta claridad como el seno y que es difícil construir un plano afectivo más concreto que el de la interdependencia de la madre y la criatura durante la étapa de lactancia y amamantamiento. Homero sabe que tanto los lectores aqueistas como los lectores troyanistas se van a identificar con elpathos que evoca la acción desesperada de Hécuba, esa madre que lo único que pide es que le dejen el cadáver de su hijo tran- quilo. Yo, hijo del Caribe, sin planes de jamás viajar a la región del mar Egeo donde acontece la acción de la Ilíada, todavía no puedo llegar a la escena de la impotente Hécuba y el colérico Aquiles sin conmoverme profundamente, aún después de cuatro décadas de haber dado con ese

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poema épico compuesto —se piensa— por un señor ciego casi tres mil años antes de mi nacimiento en Santiago de los Caballeros. Quizás el púlpito eclesiástico o la tribuna partidista sí se presten todavía a la difusión de algún tipo de odio contra determinados grupos de perso- nas, puesto que allí puede funcionar, por lo menos por un tiempo, la es- pecificidad tribal indisoluble; pero la literatura no se presta eficazmente a tramitar plataformas de odio porque se nutre casi medularmente de la complejidad. Las binariedades que dividen el mundo en compartimen- tos cavernícolas como los unos (nosotros) = buenos y los otros (ellos) = malos no le sientan bien. Fuera de los antros de extremismo, ya no hay tantos lectores para novelas como las de Dixon porque, gracias a las transformaciones sociales por las que muchísimas generaciones han luchado, han surgido protocolos de inclusión que han recuperado la no- ción elemental de que la humanidad es diversa, que los dioses no esco- gieron una raza para dominar las otras, ni dieron a los varones potestad para hacer y deshacer con las hembras, ni repartierieron desigualmente la inteligencia ni la belleza entre los varios segmentos de la familia hu- mana. Es decir, los dioses no son racistas, machistas, homófobos, clasis- tas, ni adversarios de todo el que provenga de una formación espiritual distinta a la aconsejada por una estructura eclesiástica dominante. Por ello, habrá que hacer una lectura más detenida de la obra de Marcallé Abreu para precisar la ubicación ideológica del autor con respecto a esos personajes suyos que deambulan por las páginas de su trilogía es- petando improperios contra la “peste negra del Oeste”. Contrario a Dixon, un blanco aferrado al dogma de la supremacía cau- cásica que podía trazar una línea racial nítida entre negros y blancos en la región segregada donde vivía, Marcallé Abreu, un afrodominicano con facciones negroides pronunciadas, carece de un lugar identitario de blancura desde donde poder afirmar su contradistinción respecto a “la peste negra del Oeste”. No queda claro si la imaginación racial de su relato estigmatiza con igual ahinco la negrura que habita en “el este”, la cual él mismo encarna. La demonización de la religiosidad neoafricana por parte del “Hombre”,que incluye lo que él llama “vudú y magia ne- gra” entre las “perversidades” atribuibles a esa “gente primitiva” quizás sugiera que sí. ¿Cúal es la carga de empatía que la trilogía quiere hacer detonar y a quién se dirigiría la invitación empática? A los lectores afro- descendientes se la hará pesado lidiar con la negrofobia del texto. Es di- ficil también —a menos que uno haya de antemano abrazado con fervor el credo antihaitiano del trujillismo cultural— identificarse con persona- jes que son voceros del odio y que articulan sus prejuicios de manera tan burda y elemental, pues reducen a los haitianos a una masa de enfermos

Año 50, Vol. XLI, septiembre-diciembre 2018, pp. 109-152 El futuro dominicano: contrapunteo de la diáspora y la intelligentsia nacional 141 contagiosos, de gente “dañada y dañina” desprovista de virtud alguna. A primera vista la trilogía parece una novelización del cuerpo concep- tual aberrante que llena las páginas de La isla al revés y su conocido engendro El ocaso de la nación dominicana. El extremismo racial de los personajes de la trilogía supera, de hecho, al de Balaguer y al de Núñez. Pues, aunque ambos, en sus textos, valoran positivamente el servicio “nacionalizador” que Trujillo rindió al país mediante el asesinato masi- vo de octubre de 1937, ellos no anhelan explicitamente la ejecución de un nuevo genocio como lo contempla el “Programa Preservación”. La cosmovisión reinante en la obra se torna aún más ácida que la de su pre- cedente más de un siglo antes. En la obra de Dixon no prima el deseo ge- nocida, sino el de la mera dominación, que tiene por finalidad el sacarle provecho a los dominados como fuerza de trabajo no remunerada. En fin, tan groseramente retrógrada es la vision que exuda la trilogía de Marca- llé Abreu, que podría sospecharse un ardid del autor. Quizás el novelista se propuso una representación de la sociedad palpablemente execrable con tal de, si la saludaban con aplausos, hacer constar lo hondo que la intelligentsia criolla tiene los pies sumergidos en el fango ideológico del trujillismo cultural.

6. Súbditos, ciudadanos y autonomía moral en la diáspora

La más o menos exitosa resistencia de la diáspora a los excesos del tru- jillismo cultural se ha debido en gran medida a la autonomía material con respecto a las autoridades del país de origen, lo cual le ha permitido preservar la autonomía moral. Por autonomía moral se debe entender la postura cívica que asiste a cada persona de poner distancia entre su éti- ca y la que exhiben las autoridades al invocar el nombre del pueblo o la patria para justificar tal o cual medida o política pública. Cuando desde arriba se toman decisiones para beneficiar a los de arriba y esas decisio- nes son promovidas alegando el interés de hacer avanzar los intereses de la ciudadanía, urge a cada ciudadano preguntarse si su nombre se está usando éticamente. Si uno detecta que no, debe ser capaz de pararse frente a la autoridad estatal y poder decir: “No, eso usted no lo está ha- ciendo por mí. Yo no se lo pedí, ni veo cómo pueda esa medida ser buena para mí, mi familia, mi comunidad, etc. Le pido, por favor, no invocar mi nombre para avanzar agendas suyas”. Un gobierno particular, en control de la autoridad y los recursos del Estado, podrá en determinado momen- to apoyar medidas que a miembros conscientes de la ciudadanía se les haga difícil respaldar. Piénsese en la promulgación de leyes dirigidas a limitar el derecho de las mujeres a tomar decisiones sobre su propio cuerpo o a desproteger zonas protegidas del país con el fin de satisfacer

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la petición de determinada compañía deseosa de montar allí un nuevo complejo turístico. La condición ciudadana, para significar algo más que la elegibilidad para votar en elecciones, requiere que la persona guarde vigilia por el bien colectivo, la justicia social y el respeto a la diversidad. Ha sido fácil para la diáspora ejercer su vigilia con respecto a las accio- nes del Estado —protestando cuando ha habido que protestar— porque, en cierto sentido, le ha costado relativamente poco. Sin estar amarrada a un empleo en el país, en espera de una beca o compitiendo allí en el ámbito empresarial, la persona de la diáspora, que atiende a sus pro- blemas materiales en otra sociedad, puede ejercer su función ciudadana frente a las autoridades dominicanas sin temer represalias. Durante los noventa, este servidor pudo publicar sus artículos en la revista Rumbo y luego en las páginas del periodico El Caribe, cuando lo dirigía Bernardo Vega. Eran textos en los que a veces expresaban severas críticas a las inconductas del presidente, el cardenal o de tal o cual ministro o líder del sector empresarial, sin por ello temer que mis supervisores en la univer- sidad recibieran alguna llamada en la que cierta instancia superior de la sociedad dominicana se quejara de mis juicios y pidiera mi cancelación. Consciente de esa ventaja frente a colegas en la tierra natal que debían medir lo que decían, procedí con un gran sentido de responsabilidad y ejercí mi crítica con la seguridad de que hablaba también por colegas de allá que, por razones materiales, debían conducirse con mucha mayor cortesía que yo frente al status quo. Nunca fui tan incauto como para creer que la verticalidad que muchos amigos atribuían a mi prosa venía de alguna valentía especial. Doy el ejemplo del compatriota que me saludó al final de la charla que me tocó dictar en octubre del 2014, en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, recinto Santo Tomás de Aquino, en Santo Domingo, adonde me había invitado la historiadora y valorada colega Mu-Kien Adriana Sang en colaboración con la académica y columnista Dra. Marianella Belliard. Era un señor alto, mulato, con pelo grisáceo y aire distinguido. Esperó unos minutos a que hablaran conmigo un par de estudiantes y luego se me aproximó para contarme, con habla pausada, que había se- guido mis escritos y declaraciones por varios años y que quería decirme que yo podía considerarme el intelectual dominicano “que habla con la mayor independencia”. ¿Cómo no quedar conmovido ante halagos que vienen carburados con tanta generosidad? No recuerdo como se lo ex- pliqué, pero sí recuerdo que aproveché brevemente la ocasión para in- tentar desviar la dirección del encomio y dar más crédito a mi ubicación en la diáspora que a mi virtud personal.

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Semanas antes de mi visita a la PUCMM, el caso del profesor Steven Sa- laita, especialista en estudios indígenas al que la Universidad de Illinois, recinto de Urbana Champaign, le retiró el nombramiento (la firme oferta de trabajo para la que había sido electo en virtud de una competición) a solo semanas de comenzar el año lectivo, dio en qué pensar en materia de la sostenibilidad de la autonomía moral de la diáspora. La suspensión de su nombramiento se debió a unos comentarios que Salaita publicó en su cuenta de Twitter en julio del 2014, durante uno de los más feroces bombardeos de las fuerzas armadas israelíes en la Franja de Gaza de Palestina. En esa contienda, que alguna prensa le llama “la guerra de Gaza”, perecieron 66 soldados isralíes y 7 civiles, mientras que murieron 2014 personas palestinas, de las cuales 1462 eran civiles, incluyendo 253 mujeres y 495 niños. Salaita sentía que los bombardeos de la fuerza aé- rea isralita privilegiaban objetivos donde se congregaban niños, como los jardines infantiles y los hospitales de niños, además de que quedó impactado por las imágenes televisivas que mostraban a la comunidad en Gaza improvisando refrigeradores portátiles y comerciales y cajas de hielo fabricadas al vapor con tal de dar abasto con el número crecien- te de niños muertos cuyos cuerpos había que proteger de la descom- posición. En vista de que previamente portavoces del Estado Israelí se habían preocupado por lo que consideraban un crecimiento demasiado rápido de la población palestina, Salaita, americano de herencia árabe, escribió varios twits condenando el bombardeo. He aquí uno de los más citados: “A estas alturas, si Netanyahu apareciera por televisión vistien- do un collar hecho con dientes de niños palestinos, ¿acaso habría razón para sorprenderse?” (Steven Salaita [@stevesalaita Julio 20, 2024). El profesor Salaita no perdió el empleo por haber cometido una falta en la función para la que había sido contratado ni había pecado de in- fracción alguna en el seno de la universidad que ahora sería su hogar académico. Su labor docente ni siquiera había comenzado. Él, america- no, perdió el empleo en una universidad americana por comentar desfa- vorablemente la acción de un gobierno extranjero en el Medio Oriente, acción que él consideraba digna de condena en el contexto de lo que parecía una guerra contra los niños de Gaza. Phillis W. Wise, rectora de la Universidad de Illinois, recinto de Urbana-Champaign, habló de los cientos de quejas que había recibido de parte de donantes, egresados y otros vinculados a la universidad, que objetaban la conducta de Salaita en sus Twitts, conducta que algunos consideraron vulgares y hasta anti- semitas. Lo que también estaba detrás del asunto, y quizás de la manera más decisiva, era el lobby israelí, una difusa pero influyente entidad cuya trayectoria John Meirsheimer y Stephen Walt han esbozado en su estu- dio The Israel Lobby and US Foreign Policy (2007). Se trata de una pla-

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taforma compuesta de influyentes grupos de orientaciones dispares que coinciden en la solidaridad común con el Estado israelí. En los Estados Unidos, su poder se estima inconmensurable. Cuando de un candidato a un escaño municipal o estatal en la ciudad de Nueva York comienza a rumorarse que “no apoya a Israel”, hay razón para esperar que pierda las elecciones. Con la expansión de la influencia económica judía y su estra- tégica representación en foros de influencia como las juntas de síndicos de las universidades o las juntas de directores de entidades cercanas a los predios de donde emanan las políticas publicas, el impacto del lobby israelí, que tiende a ser gobiernista independientemente de la ética o la cosmovisión del liderazgo de turno, se manifiesta en el sector público igual que en el privado. Al afincarse en una visión tribal, por necesidad el lobby cae en estrechismos. De ahí que el mote de anti-semitismo se blan- da contra quien objete las acciones del Estado israelí aunque las mismas vulneren a los propios israelitas. De esa manera el gobierno israelí se convierte en beneficiario oficial del fraude metonímico (Torres-Saillant 2003, p. 9). El 20 de septiembre del 2014, en el marco de la 17ª cumbre anual de la Mesa Redonda Domínico-Americana, celebrada en Washington, DC, me tocó compartir una mesa de discusión con varios expositores invitados a contribuir en una introspección colectiva sobre la situación actual y proyección futura de los políticos de herencia dominicana que habían alcanzado puestos de relevancia en los Estados Unidos. Fuese por nom- bramiento en cargos administrativos importantes (como el de Thomas E. Pérez, Ministro del Trabajo en la administración de Barak Obama) o mediante contiendas electorales a nivel federal, estatal y municipal, ya había una presencia numéricamente significativa de varones y mujeres de padres dominicanos en la arena política de la nación americana. Por lo tanto, ya estábamos en condición de meditar sobre el futuro de nues- tros políticos y la Mesa Redonda nos ofrecía una tribuna para hacerlo. Mi modesto aporte quiso articular una visión que invitara a imaginar lo que haría falta para velar por que nuestros políticos comenzaran y ter- minaran sus carreras abanderados de las causas más humanas. Es decir, que sostuvieran el compromiso con la meta innegociable de ayudar a democratizar y humanizar la sociedad, de modo que al final de sus ca- rreras se pueda decir que el país está mejor en las áreas de la inclusión, la justicia social, el fomento de la diversidad, el cuidado del medio am- biente, el apoyo a la educación (en especial la pública) y la lucha contra la desigualdad y el prejuicio. Para mí, la clave estaba en la recaudación de fondos para financiar campañas electorales. Se había dicho que el Obama de las elecciones del 2008 llegó a la presidencia gracias a un movimiento social que involucró a una demografía nueva en la que so-

Año 50, Vol. XLI, septiembre-diciembre 2018, pp. 109-152 El futuro dominicano: contrapunteo de la diáspora y la intelligentsia nacional 145 bresalían los jóvenes, las mujeres y las personas de bajos ingresos. Para recaudar los fondos, la campaña se había propuesto llevar su mensaje a muchos para que donaran poco en vez de a la inversa, razonando que las personas, incluso si solo podían dar $10 o $5 dolares, se iban a sentir to- madas en cuenta, parte del movimiento, lo cual incrementaría su interés en comparecer a las urnas hasta en compañía de familiares y amistades. Para mí, imitar ese modelo es lo que puede salvaguardar la ética de los políticos dominicanos de la diáspora, es lo que puede ayudarlos a dife- renciarse de los políticos de aquí y los políticos de allá. De lo contrario, se corre el peligro de que los nuestros actúen como los demás legisla- dores, es decir, haciendo “lo que hay que hacer” para mantenerse en el poder. Está claro que en muchísimos casos la ideología o la moral de quien pro- vee los fondos para costear la elección o reelección de aspirantes tiende a infiltrarse en el razonamiento de los elegidos a la hora de respaldar una causa o votar a favor de tal o cual proyecto de ley en la legislatura. Las corporaciones que administran cárceles privadas, por ejemplo, con gus- to financiarán las campañas de candidatos dispuestos a proponer leyes que aumenten la frecuencia con que las infracciones llevan a la gente a la cárcel o que aumenten la duración de la estadía de los reos en ella. Corporaciones tales como Koch Industries, interesadas en continuar la explotación de productos derivados del petróleo sin regulación del Esta- do, felizmente costearán los esfuerzos de cualquier candidato dispuesto a obstruir proyectos de ley dirigidos a incrementar la protección del me- dio ambiente. De igual manera, la Asociacion Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés) respaldará contenta a candidatos que insistan en que todo ciudadano debe estar armado hasta los dientes todo el día, ya sea en la casa, en el trabajo, en la escuela, en el hospital y en hasta en la iglesia. En los Estados Unidos, las corporaciones tienen sus cabilderos con los ojos puestos en todo tipo de legislación capaz de favorecer los intereses de sus empleadores. Que los gobiernos extranjeros también los pueden tener es algo que se encuentra sugerido en nuestra anterior referencia al lobby israelí. Las diásporas pueden servir de puente importante para que esos gobiernos canalicen sus intereses frente a las autoridades nor- teamericanas. En los últimos años se ha visto una intensificación del in- terés de los gobiernos por valerse de sus respectivas diásporas para esos fines. En la “introspección” auspiciada por la Mesa Redonda del 2014 se habló de los esfuerzos de la República Dominicana en ese sentido. Uno de los disertantes se refirió a sus conversaciones con el presidente Da- nilo Medina sobre el particular. Aparentemente, la necesidad de cabilde-

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ros se hizo especialmente urgente ante el repudio de la opinión públi- ca internacional a la sentencia del Tribunal Constitucional que retiró la cuidadanía a la porción más vulnerable de la población dominicana (la TC 0168-13). En el caso de nuestra emigración, se ha venido viendo una presencia notoria de la oficialidad del país de origen en la vida política y las actividades culturales de la comunidad de la diáspora. Hoy día existe, con sede en Nueva York, el Comisionado Dominicano de Cultura en los Estados Unidos, una extensión ultramarina del Ministerio de Cultura de la República Dominicana. Con un personal fijo cuyos sueldos vienen del Estado Dominicano, de donde vienen también los costos de operación de la oficina y de sus multiples actividades, el Comisionado es actual- mente el mayor foro de promoción cultural y artística de la nuestra emi- gración, habiendo desplazado, de cierta manera, al activismo anterior- mente conducido colectivamente por diversas organizaciones y grupos comunitarios. También se ha visto un incremento palpable en la partici- pación de sectores políticos y económicos de la República Dominicana en los proyectos y las aspiraciones de candidatos domínico-americanos que buscan ser elegidos o reelegidos en escaños legislativos a nivel mu- nicipal, estatal y federal de los Estados Unidos. Llegada es la hora de comenzar a plantearnos seriamente cúales podrán ser las consecuencias de que el capital público o privado de la República Dominicana se infiltre en el ámbito político o en la arena de la produc- ción artística y cultural de nuestra emigración. Pienso que las conse- cuencias serían letales, principalmente para el sostenimiento de la auto- nomía moral que nos ha permitido conformar un espacio de respuesta al trujillismo cultural. La vigencia del trujillismo cultural en la sociedad dominicana sustenta un orden de cosas orgánicamente conformado para impedir la democratización de la sociedad y el ejercicio ciudadano que, de otra manera, le correspondería a cada miembro de la comunidad nacional. Tal es su vigencia, que ha hecho posible el regreso literal de Trujillo en la persona de Luis José Ramfis Domínguez Trujillo, el hijo único de María de los Angeles del Sagrado Corazón de Jesús Trujillo Martínez, mejor conocida como “Angelita”, la mimada criatura del tira- no, autora del libro Trujillo, mi padre. En mis memorias (2010), un pane- gírico consagrado a exculpar a su papá de las calumnias que ha sufrido su memoria de parte de quienes por décadas lo han tildado de dictador y de haber hecho cosas indebidas durante sus treinta años de servicio desinteresado al progreso de su país. Domínguez Trujillo, quien desde el 2010 funge de vicepresidente ejecutivo de la Fundación Rafael Leónidas Trujillo Molina y que defiende el libro de su madre por su “carácter aca- démico”, así como por su intento de señalar las “muchas cosas buenas” que llevó a cabo el generalísimo, hoy goza de acogida en la prensa como

Año 50, Vol. XLI, septiembre-diciembre 2018, pp. 109-152 El futuro dominicano: contrapunteo de la diáspora y la intelligentsia nacional 147 candidato presidencial por el Partido Demócrata Institucional para las elecciones del 2020 (Pereyra, 2017). Durante su visita a Nueva York en marzo del 2018, el enigmático candidato presidencial dio a conocer su plan de construir un muro a lo largo de la frontera domínico-haitiana, alegando que si bien algunos inmigrantes haitianos aportan cortando la caña, “otros son capaces de matar a un dominicano para robarle”. De esa manera Domínguez Trujillo comparte la inquietud que llevó a Donald Trump a proponer su célebre muro para contener el flujo de mexicanos violadores y asesinos, por lo que añadió: “en ese sentido nosotros apo- yamos la política de este país también” (Cortes, 2018). Hay “indicadores crecientes” de que Domínguez-Trujillo puede ser candidato viable para el 2020. ¿Qué pasaría con la solidaridad interna de la diáspora si, afín con el modelo del lobby israelí, el cabildeo desde el Palacio Nacional en Santo Domingo o sus aliados en el sector privado lograran seducir a nuestros legisladores? Digamos a Ydannis Rodríguez en el Consejo Municipal de la Ciudad de Nueva York, a Marisol Alcántara, asambleísta en la legisla- tura del Estado de Nueva York, y a Adriano Espaillat, representante en el Congreso de los Estados Unidos, para solo mencionar a tres compatrio- tas a quienes me une una larga historia de colaboración. ¿Qué pasaría si, por necesidad de sufragar los gastos de sus campañas, tuvieran ellos que mostrar mayor identificación con los intereses de los sectores de poder de la República Dominicana que con la autonomía moral de la diáspora? ¿Cuánto tiempo pasaría antes de que se imponga entre noso- tros a la mala la preceptiva del trujillismo cultural? Baste recordar que la oficialidad dominicana no ha superado la tendencia a manejarse autori- tariamente y que la población, como no ha experimentado otra práctica desde el trujillato hasta el presente, la ha seguido tolerando. Recuérdese que en el 2015, en su condición de cónsul general de la República Domi- nicana en Nueva York, el arquitecto Eduardo Selman procedió a declarar “anti-dominicano” a Junot Díaz, un hijo legítimo de nuestra diáspora nacido en Santo Domingo y criado New Jersey. El nombre del escritor repudiado apareció en la página web del Consulado, en un texto donde el funcionario además daba a conocer su intención de hacer revocar la Orden al Mérito Ciudadano, la distinción que el gobierno dominicano había conferido a Díaz en febrero de 2009. Dicha declaración era la re- presalia del cónsul contra la participación del escritor en una actividad previamente realizada en Washington, D.C., dirigida a pedir que congre- sistas estadounidenses presionaran al gobierno dominicano con miras a restaurar la ciudadanía a los cientos de miles de compatriotas de he- rencia haitiana desnacionalizados dos años antes mediante el fallo TC 168/13 (Redacción, almomento.net, 23 oct. 2015).

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Valga señalar que tal como las quejas de “donantes y egresados” —léase también el lobby israelí— se valieron del fraude metonímico al tildar de “anti-semitismo” los juicios del profesor Salaita sobre la violencia del gobierno de Netanyahu, el cónsul dominicano hace lo mismo al denun- ciar a Díaz. Es decir, no lo tilda de opositor al régimen o enemigo del gobierno del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), bajo cuya égi- da se creó el Tribunal Constitucional que llevaría a cabo la desnacio- nalización. Más bien, busca la forma de caracterizarlo, en virtud de su oposición a una acción de su gobierno contra un segmento étnicamente marcado de nuestro pueblo, como enemigo del país, que es lo que se supone que significa el mote de “anti-dominicano”. De esa manera, el funcionario Selman se suscribe a la teoría y a la práctica trujillista para lidiar con ciudadanos prestos a ejercer su condición de tal, es decir, a ha- cer la oposición necesaria a medidas injustas que lastiman gravemente a diversos segmentos de la población. Esta tendencia a tildar de traido- res a la patria a todo aquel que se oponga a la sentencia inapelable del Tribunal Constitucional se convirtió en práctica común a partir del sep- tiembre del 2013, cuando se anunció el infausto fallo. A propósito de ello, el historiador y economista Bernardo Vega recordó que tal actitud fun- cionó como recurso natural de la retórica de la dictadura para nombrar a sus enemigos. El “Jefe” llevaba personalmente al Congreso el nombre de la persona desafecta y pedía para ella una condena in absentia, asig- nándole el epíteto específico de “enemigo de la patria”. De esa herencia se nutría el arquitecto Selman, cónsul dominicano en Nueva York, para viabilizar su represalia contra el muy laureado escritor domínico-ame- ricano, por este atreverse a ejercer su derecho a la diferencia ideológica con respecto al régimen. Sin embargo, quienes nos identificamos con las denuncias de Díaz las entendemos como producto de un profundo amor por el pueblo dominicano. Desgraciadamente, solidarizarse con el pueblo dominicano casi siempre implica enemistarse con su gobierno. Hasta ahora la diáspora ha sido un aliado confiable de los sectores en la sociedad dominicana abocados a resistir los embates del trujillismo cul- tural. Nuestra solidaridad con los sectores que luchan por la democrati- zación de las relaciones sociales, la justicia, la inclusión y la igualdad en la tierra de origen ha sido posible gracias a la autonomía material que ha sustentado nuestra autonomía moral con respecto a los sectores de poder en Quisqueya. Con la incursión del capital público y privado de la sociedad dominicana en los predios de la diáspora y sus amagos por in- fluenciar y controlar nuestra vida política y nuestra producción cultural, surgen inevitables temores en torno a la sostenibilidad de nuestra auto- nomía material y moral. El arquitecto Selman ya no es cónsul. Regresó a Santo Domingo a ocupar el cargo de ministro de Cultura, lo que lo

Año 50, Vol. XLI, septiembre-diciembre 2018, pp. 109-152 El futuro dominicano: contrapunteo de la diáspora y la intelligentsia nacional 149 hace supervisor directo de todo lo que acontece, en términos de produc- ción cultural, en el Comisionado Dominicano de Cultura en los Estados Unidos, con sede en Nueva York. Vale preguntarse si podrán exhibirse las obras de Junot Díaz en la próxima feria del libro del Comisionado o si, al escoger la próxima persona a quien se dedicará la feria, hará falta verificar el grado de solidaridad de dicha persona con las medidas del gobierno en el país de origen, antes de fijarse en sus credenciales en el plano de las letras. Finalmente, si la creciente incursión del capital público y privado de la sociedad dominicana, con sus respectivos cabilderos, continúa su ascen- dencia en los predios legislativos de nuestra diáspora, ¿acaso no podrá, de hecho, venirles una llamada a mis supervisores en la universidad exi- giendo mi destitución por alguna ofensa que haya yo cometido al ejercer mi labor crítica respecto al Estado dominicano, cosa que vengo hacien- do ya por algún tiempo? Si la hipotética llamada viniera de parte del cardenal o de un ministro en Santo Domingo, el asunto no pasaría de una curiosidad que el rector podría compartir conmigo al son de una copa de vino. ¿Pero si, ahora, la solicitud viniera avalada por legisladores domínico-americanos ubicados en el municipio, el Estado o el gobierno federal de los Estados Unidos, acaso podría mi rector —que dirige los destinos de una institución de educación superior necesitada del res- paldo de esos distintos estamentos del poder gubernamental— darse el lujo de hacer chistes con dicha petición? A la hora de escoger entre mi derecho soberano al ejercicio de la libre expresión y la estabilidad de su institucion, se puede apostar peso a moriqueta que yo no sería su priori- dad. Yo pasaría a ser apenas un Steven Salaita más. Me daría pena imaginar un momento en que la diáspora de la que soy parte ya no goce de la potestad de ofrecer una alternativa al trujillismo cultural que sigue vigente en la sociedad dominicana y que dejemos de ofrecer un frente de solidaridad para los compatriotas de la tierra ances- tral que combaten el autoritarismo, la exclusión, la desigualdad y “los peores valores de la humanidad”. Esos compatriotas luchan día a día por afirmar la necesidad de ejercer una ciudadanía crítica, es decir, una que se aplique a fondo en la tarea de desautorizar la fraudulenta ecuación entre gobierno y nación/patria que es promovida por las autoridades adscritas ideológica y moralmente a los preceptos del trujillismo cultu- ral. Cuando la ciudadanía desconoce o descuida su derecho a distanciar- se de las ideologías y las prácticas del gobierno de turno, derrocha su autoridad ciudadana, esa que la acredita como centinela de la justicia, la inclusión y la igualdad, en fin, como vigilante del ideal democrático. Aceptar la ecuación entre las autoridades y “la patria” equivale a ofren-

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dar nuestra heredad a los personeros del poder y abandonar nuestra condición de ciudadanos para convertirnos en súbditos. También me entristecería que dejáramos de aportar lo que hasta ahora hemos estado aportando, para el futuro dominicano, en relación con la intersección entre ciudadanía y diversidad. Desde la diáspora esa intersección, sin la que la democracia no tendría ningún sentido en nuestro variopinto Caribe, se ha percibido con claridad. Los años venideros dejarán ver si nuestro liderazgo político desarrollará la capacidad de autogestión que la proteja de la avanzada posiblemente seductora de los dineros públicos y privados provenientes de la tierra ancestral, evitando de esa manera el que se despoje a nuestra diáspora de su mayor atractivo, el potencial de ayudar a mejorar dos sociedades, la de la tierra ancestral y la del país de residencia.

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Estudios Sociales Año 50, Vol. XLI-Número 157 Septiembre-diciembre 2018

Hacia la cobertura universal en salud en la República Dominicana: análisis de la priorización de los servicios de salud en la seguridad social quince años después* Towards universal coverage in health in the Dominican Republic: analysis of the prioritization of health services in social security fifteen years later Vers une couverture universelle de la santé en République dominicaine: analyse de la hiérarchisation des services de santé en matière de sécurité sociale quinze ans plus tard Jefrey Lizardo**

Resumen

En este artículo, el autor describe los avatares que ha tenido en el país el Plan de Servicios de Salud (PDSS), que ha adolecido, entre otros aspectos, de un endeble y poco transparente sistema institucional. Como señala también el autor, aún hoy el PDSS no cuenta con un buen sistema de información que permita su continua y apropiada monitorización y supervisión, de modo que no se puede establecer su impacto real en los resultados de salud de la población que se ha acogido al plan. Es por ello que, a pesar de que el derecho a la salud ha sido reconocido en la Constitución nacional, el país todavía se encuentra muy lejos de poder garantizar de manera justa y equitativa a todos sus habitantes una cobertura universal de salud. Y eso lo constata el hecho de que todavía el Estado dominicano dedica a la salud pública un porcentaje del PIB que es menos de la mitad de lo que en promedio dedica el resto de la región de América Latina y el Caribe.

Palabras claves: Plan de Servicios de Salud (PDSS), Plan Básico de Salud (PBS), Sistema de salud pública en República Dominicana.

* Este trabajo ha sido publicado como parte del trabajo de fin de máster para optar por el título de Magister en Bioética del Instituto Tecnológico de Santo Domingo (IN- TEC) ** Economista dominicano. Especialista en política social y gerente de Servicios de Salud del Seguro Nacional de Salud (SeNaSa). Correo electrónico: jefreylizardo@ gmail.com 154 Jefrey Lizardo

Abstract

In this article, the author describes the avatars that the Health Services Plan (PDSS) has had in the country, which has suffered, among other aspects, from a weak and not very transparent institutional system. As the author also points out, even today the PDSS does not have a good information system that allows its continuous and appropriate monitoring and supervision, so that its real impact on the health outcomes of the population that has taken refuge can not be established to the plan. That is why, despite the fact that the right to health has been recognized in the national Constitution, the country is still far from being able to guarantee a universal health coverage in a fair and equitable manner to all its inhabitants. And this is confirmed by the fact that the Dominican State still devotes a percentage of GDP to public health, which is less than half of what the rest of the Latin American and Caribbean region spends on average.

Keywords: Health Services Plan (PDSS), Basic Health Plan (PBS), Public Health System in the Dominican Republic.

Résumé

Dans cet article, l’auteur décrit les avatars du Plan de services de santé (PDSS) dans le pays, qui a souffert, entre autres, d’un système institutionnel faible et peu transparent. Comme le souligne également l’auteur, le PDSS ne dispose pas encore aujourd’hui d’un bon système d’information permettant un suivi et une supervision continus et appropriés, de sorte que son impact réel sur les résultats sanitaires de la population réfugiée ne peut être établi au plan. C’est pourquoi, bien que le droit à la santé ait été reconnu dans la Constitution nationale, le pays est encore loin de pouvoir garantir une couverture sanitaire universelle de manière juste et équitable à tous ses habitants. Et ceci est confirmé par le fait que l’État dominicain consacre toujours à la santé publique un pourcentage du PIB qui est inférieur à la moitié de ce que le reste de la région d’Amérique latine et des Caraïbes dépense en moyenne.

Mots-clés: Plan de services de santé (PDSS), Plan de santé de base (PBS), Système de santé publique en République Dominicaine.

Introducción

Las conquistas ciudadanas hacia finales del siglo XX y comienzo del presente siglo se han traducido en el reconocimiento explícito de los derechos sociales, económicos y políticos de la ciudadanía. Cada vez los países incluyen esos derechos en sus cartas constitucionales, detallando las garantías que deben ofrecer los Estados a sus ciudadanos. Este ha sido el caso de los derechos a la salud. La Constitución dominicana, en su artículo 61, manifiesta que: “El Estado debe velar por la protección

Año 50, Vol. XLI, septiembre-diciembre 2018, pp. 153-169 Hacia la cobertura universal en salud en la República Dominicana 155 de la salud de todas las personas… así como procurar los medios para la prevención y tratamiento de todas las enfermedades, asegurando el acceso a medicamentos de calidad y dando asistencia médica y hospi- talaria gratuita a quienes la requieran” (Constitución de la República 2010). Este mandato se expresa por igual en los objetivos de la Estrategia Nacional de Desarrollo 2030, al establecer la garantía del derecho de la población al acceso a la salud de calidad y de la universalización de la protección social en salud en el país. De igual manera, el país es signatario de los Objetivos de Desarrollo Sostenibles (ODS), que en su tercer objetivo establece garantizar una vida sana y promover el bienestar para todos en todas las edades, y que define metas específicas para el 2030 respecto a la reducción de la mor- talidad materna, infantil y la cobertura universal en salud, entre otros. La meta 3.8 de los ODS establece: “Lograr la cobertura sanitaria univer- sal, en particular la protección contra los riesgos financieros, el acceso a servicios de salud esenciales de calidad y el acceso a medicamentos y vacunas seguros, eficaces, asequibles y de calidad para todo”. Indudablemente estos derechos traen aparejados una limitación funda- mental, y es la del financiamiento limitado o la existencia de recursos escasos para enfrentar las demandas de salud de la población. Este de- safío es aún mayor en países con bajo financiamiento público y nacional en salud como la República Dominicana (Lizardo, 2018). Mientras, en el año 2012, la región de América Latina y el Caribe destinó, en promedio, alrededor del 3.7% del PIB al financiamiento público en salud, la Repú- blica Dominicana, en el año 2014, solo destinó a dicho acápite el 1.8% del PIB (2.8% si se consideran las cotizaciones de la seguridad social). Esto es menos de la mitad que el resto de la región. Para el año 2017, este panorama no había cambiado, pues la inversión del gobierno central en salud se ubicó entonces en, alrededor, el 1.9% del PIB. En términos de gasto nacional de salud, el país destinó el 6.3% del PIB en el 2015 (MSP, 2017), mientras que el promedio de la región fue de 7.4%, según los datos publicados por la CEPAL (2017). De hecho, en gasto per cápita en salud, el país se ubica en la posición 20 del total de los 33 países de la región de América Latina y el Caribe. De ese 6.3%, el 54.8% fue finan- ciado por el gasto directo de los hogares o a través de esquemas de pagos voluntarios de servicios de salud, fuera del sistema de protección social en salud. Este porcentaje es muy alto para el promedio de la región, que se ubica en 33%, según los últimos datos disponibles de la OMS (2017). En los últimos años el sector salud ha visto crecer las demandas de servi- cios por parte de la población. Varios fenómenos explican fundamental-

Año 50, Vol. XLI, septiembre-diciembre 2018, pp. 153--169 156 Jefrey Lizardo

mente esta situación: el creciente ejercicio de los derechos ciudadanos, así como el aumento de la esperanza de vida y el cambio del perfil epide- miológico de la población. En República Dominicana, la población de 60 años y más se estimó en un 10% para el 2017, y se espera que alcance el 20.3% para el año 2050 (MEPYD, 2017). Indudablemente, este aumento le imprimirá más presión al sistema nacional de salud en los próximos años. Por otro lado, el gasto en salud sigue en aumento en virtud de los altos costos en salud asociados al creciente uso de tecnologías de última ge- neración, en su mayoría auspiciadas por la industria farmacéutica (Ro- berts, et. al, 2002). Los cambios en las tecnologías sanitarias son cada vez más rápidos; introducen no solo nuevos medicamentos, sino nuevos procedimientos diagnósticos de mayor costo, pero más efectivos para diagnosticar enfermedades, así como nuevos procedimientos quirúrgi- cos de más alta efectividad. Mientras, la creciente desigualdad econó- mica y social y el alto gasto de bolsillo de los hogares en salud aleja a la población más pobre de la posibilidad de acceso a servicios de salud de última generación.

Restricciones financieras y racionamiento sanitario: el gran dilema del presente siglo

La escasez de recursos en el sector salud va acompañada de políticas de priorización, sean explícitas o no. De alguna manera, cada país prioriza o raciona los servicios de salud que le otorga a la población, dado que el nivel de demanda usualmente excede la cantidad de recursos de que dispone cada país. Esta brecha, como se ha explicado arriba, seguirá cre- ciendo conforme aumenten las presiones por el lado de la demanda y la oferta, mientras continúen las restricciones presupuestarias que enfren- tan los países, sobre todo en aquellos cuya presión fiscal es baja para las necesidades sociales de la población. Cubrir todo y no tener el servicio disponible es un mecanismo no ex- plícito de racionar los servicios de salud, pues se prioriza la oferta o el insumo que esté disponible. En este caso, ante la ausencia del servicio, la población debe destinar recursos propios para financiar los mismos. Los más pobres no tienen más opciones que no demandar el servicio, lo que indudablemente es éticamente injustificable y plantea un serio reto en la equidad y la justicia social. Otro mecanismo de priorización es el de las listas de esperas, aplicado en muchos países desarrollados, que tratan de administrar esas listas de manera tal que se priorice lo necesario para las personas que más lo necesiten (BID, 2016). Otros países establecen fondos de salud para priorizar la cobertura de ciertos servicios, o bien

Año 50, Vol. XLI, septiembre-diciembre 2018, pp. 153-169 Hacia la cobertura universal en salud en la República Dominicana 157 forman paquetes explícitos de salud para toda la población o segmen- tos de la misma, ya sea vía financiación pública o vía cotizaciones. Las preguntas que se generan son: ¿son estos mecanismos efectivos?, ¿son socialmente justos? El racionamiento sanitario indudablemente afecta la calidad de vida de la población en general. Las brechas generadas entre una demanda de servicios de salud creciente y las siempre limitadas posibilidades finan- cieras de los países obligan a los gobiernos a tomar decisiones relativas a qué cubrir o no cubrir en los sistemas de salud. Decidir qué segmento de la población recibe un servicio de salud que puede salvar vidas, o qué tipo de servicios de salud se va a financiar a toda la población, crea problemas que pueden afectar la cohesión social de los países. Por tal razón, los mecanismos de priorización sanitarios plantean graves problemas en términos éticos, morales, políticos, socia- les, económicos, problemas que tienen impacto en el bienestar general de la población y, en particular, en los resultados de salud. Por eso, no es un tema menor. Ningún país, por más rico que sea, tiene las condiciones para enfrentar las demandas de servicios de salud de la población que casi son ilimi- tadas. Por lo tanto, la asignación de recursos al sector salud tiene como contraparte la capacidad de financiamiento de los países. Esto conlleva plantear la discusión de cómo se financian los servicios de salud, si por impuestos generales o específicos, en forma de cotizaciones como por- centaje de las remuneraciones de la población ocupada, o vía el gasto privado, ya sea de las empresas o directamente de los usuarios. Una car- ga directa a los usuarios es muy inequitativa y aleja a la población más pobre de los servicios de salud, lo que crea un problema de acceso con consecuencias negativas en el bienestar colectivo. De hecho, es ética y moralmente inaceptable. Una carga mayor a las empresas podría afectar su rentabilidad, mientras que, por otro lado, los países tienen limitacio- nes para la financiación pública, ya que las necesidades de la población no solo se circunscriben al área de salud (hay necesidades de seguridad ciudadana, empleos de calidad, educación, vivienda, agua potable y ser- vicios básicos, pensiones, entre otros). Por lo tanto, ante dicha dualidad —recursos insuficientes para demandas casi ilimitadas—, en todas partes del mundo se establecen los mecanis- mos de priorización en salud. La priorización siempre implica, o finan- ciar parcialmente todos los servicios de salud, o dejarlos fuera, ya sea de una manera directa o indirecta.

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Racionamiento y priorización explícita en salud: las alternativas más justas hacia la cobertura universal en salud

Ante el dilema planteado en la sección anterior, los países utilizan me- canismos implícitos para la priorización de los servicios de salud (ya sea a través de listas de esperas, negación de servicios, diminución de la calidad, altos copagos o gasto de bolsillo, entre otros). Pero numerosos países están utilizando también mecanismos explícitos, como los paque- tes de beneficios que frecuentemente cubren los sistemas de seguridad social en salud de los países (Giedion, U., Muñoz, A.L., y Avila, Adriana 2012). Giedion et ál. (2012) expresa que “cada vez más numerosos, han escogi- do establecer procesos y criterios explícitos e, inclusive, una institucio- nalidad consolidada para poder tomar sus decisiones de cobertura. Las experiencias pioneras en la materia se encuentran en algunos países de ingresos altos como por ejemplo en el Reino Unido con NICE, o en Aus- tralia con su Pharmaceutical Benefits Advisory Committee, PBAC, segui- dos por entidades y procesos de otros países como en Francia, Nueva Zelanda, Suecia o España, entre otros”. En la región de América Latina y el Caribe, numerosos países han optado por estos mecanismos explíci- tos, como el Plan Auge en Chile y el POS de Colombia, entre otros. Otros países han creado además fondos especiales para cubrir el trata- miento de enfermedades de alto costo, en particular, porque los sistemas de salud y los mecanismos de cobertura explícitas podrían verse afecta- dos en su sostenibilidad financiera. Estos fondos normalmente cubren medicamentos cuyos costos son tan altos, que cubrir a toda la población afectada equivale a un presupuesto de salud paralelo en muchos de los países (ejemplo, caso del medicamento para el tratamiento de la Hepa- titis C). Uno de los problemas de estos fondos es el financiamiento y la cobertura que alcance. Como lo plantea Giedion (2017): “¿es justo y coherente que se usen reglas diferentes para cubrir y financiar pacientes que requieren tratamientos de alto costo en comparación con todos los demás pacientes?” La priorización explícita de los servicios de salud busca “mejorar la asig- nación de los recursos escasos en salud para lograr mejores resultados en términos de equidad, eficiencia y calidad” (Giedion, et al, 2012). En base a esta consideración, la priorización explícita de los servicios de salud está enfocada a la búsqueda del bienestar colectivo. Sin embargo, ¿hasta qué punto la priorización no es más que un ejercicio de raciona- miento de los servicios de salud? De la misma manera, ¿qué criterios pesan más?: ¿la búsqueda de la justicia distributiva a favor del interés

Año 50, Vol. XLI, septiembre-diciembre 2018, pp. 153-169 Hacia la cobertura universal en salud en la República Dominicana 159 colectivo? o simplemente ¿la eficiencia en la entrega de los servicios de salud? En el caso chileno, una evaluación del plan de garantías explí- citas AUGE concluyó que el plan se construyó bajo criterios de eficien- cia utilizando las metodologías basadas en costo-efectividad (como los DALYs), que introducen elementos discriminatorios por edad, territoria- les, entre otras. Concluye que “las teorías de justicia sanitaria de tipo igualitaria rechazan la incorporación de criterios de racionamiento que, dando prioridad al principio de eficiencia, desconocen que las institu- ciones públicas no están autorizadas a discriminar entre personas hasta el punto que ello les signifique la posibilidad de vivir o morir” (Zuñiga Fajuri, 2011).

El camino dominicano: cobertura explícita en salud

En el año 2001, en República Dominicana se reformó la ley general de sa- lud (ley 42-01) y se estableció el aseguramiento universal en salud para toda la población sin importar su capacidad de pago a través de la ley 87-01, que creó el Sistema Dominicano de Seguridad Social (SDSS). Para diciembre de 2017, alrededor del 75% de la población dominicana tenía un seguro de salud, correspondiendo la mitad a la población subsidiada, cuyo seguro es financiado por el Estado (Lizardo, 2018; CNSS, 2017). El seguro de salud incluye beneficios explícitos expresados en el Plan Bá- sico de Salud, hoy conocido Plan de Servicios de Salud (PDSS). Todo lo que no está incluido en el PDSS no está cubierto por la seguridad social, ente financiador de la salud en el país. Aunque la Constitución de la Re- pública Dominicana establezca que el Estado debe garantizar todos los servicios de salud en la población, está claro que el PDSS es el mecanis- mo de racionamiento sanitario en el país. El Seguro Familiar de Salud contempla un mismo paquete de benefi- cios explícitos para toda la población, sin importar su capacidad con- tributiva. La reforma estableció el inicio gradual, por lo que el PBS hoy día se conoce Plan de Servicios de Salud (PDSS), denominación dada para identificar un plan de beneficios que tiene ciertas limitaciones y copagos en la cobertura incluida. El PDSS, en su versión actual, data del año 2007, y ha sufrido actualizaciones muy limitadas, las cuales han sido cuestionadas por la población en general (Cañón et ál., 2014). El Plan Básico de Salud es “de carácter integral” e incluye los servicios de: a) promoción de la salud y medicina preventiva, b) atención primaria de salud, c) atención especializada y tratamientos complejos, d) exáme- nes de diagnósticos, e) atención odontológica, f) fisioterapia y rehabili- tación, y g) otras prestaciones complementarias (artículo 129 de la ley 87-01, que crea el Sistema Dominicano de Seguridad Social).

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Por mandato de la ley, el Plan Básico de Salud, en cuanto paquete explí- cito de cobertura, debe contener un catálogo detallado de los servicios que cubre. Este catálogo debe incluir las actividades, intervenciones y procedimientos de salud a ser ofrecidos por el SFS. El Plan Básico de Salud tendrá un costo o tarifa fija por persona, el cual será dispensado a las Administradoras de Riesgos de Salud (ARS) con- forme la población afiliada. El costo del PBS podrá ser revisado anual- mente o semestralmente, si así lo decidiese el Consejo Nacional de la Seguridad Social (CNSS). En el reglamento del SFS, se explicita que el PBS “será revisado como mínimo cada dos años, o a solicitud del CNSS, bien sea para agregar, modificar o suprimir actividades, intervenciones o procedimientos” (Párrafo, artículo 18 del reglamento). En el proceso de definición del PBS, en particular de su contenido, el re- glamento del SFS enfatiza que el PBS debe prestar atenciones integrales a la población (artículo 11) y se “desarrollará de forma gradual y progre- siva para garantizar el equilibrio financiero del sistema” (artículo 12).

Construcción de la cobertura explícita en la República Dominicana: del Plan Básico de Salud (PBS) al Plan de Servicios de Salud (PDSS)

En el marco legal vigente, la Superintendencia de Salud y Riesgos La- borales (SISALRIL) tiene como función “proponer al Consejo Nacional de Seguridad Social (CNSS) el costo del plan básico de salud y de sus componentes; evaluar su impacto en la salud, revisarlo periódicamente y recomendar la actualización de su monto y de su contenido” (artícu- lo 176, ley 87-01). Sin embargo, es el CNSS, la instancia que tiene “a su cargo la dirección y conducción del SDSS” (artículo 22, ley 87-01) y en tal razón “es el responsable de establecer las políticas, regular el fun- cionamiento del sistema y de sus instituciones, garantizar la extensión de cobertura, defender a los beneficiarios, así como de velar por el de- sarrollo institucional, la integralidad de sus programas y el equilibrio financiero del SDSS” (ídem). Es el CNSS quien aprueba el contenido del Plan Básico de Salud y es la SISALRIL la instancia técnica que propone el contenido y su costo. Es importante precisar que, en la modificación de la ley 87-01 del año 2007, se dispuso que en el primer año de puesta en funcionamiento del SFS del régimen contributivo, el costo, el alcance del catálogo de prestaciones y la cobertura del PBS serán definidos por la SISALRIL sin necesidad de aprobación por parte del CNSS (artículo 4, ley 188-07). El CNSS, como entidad rectora del Sistema Dominicano de Seguridad Social (SDSS), está compuesta por 17 miembros, 5 del Estado (quien lo

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preside), tres del sector trabajador, tres del sector empleador, 3 de los gremios de salud, y un miembro de cada uno de los siguientes secto- res: profesionales y técnicos; discapacitados, indigentes y desemplea- dos; y trabajadores de las microempresas. Las resoluciones del CNSS tendrán validez “cuando cuenten con la mayoría de los votos presentes, incluyendo por lo menos el voto favorable de un representante del sec- tor público, de los trabajadores y de los empleadores” (artículo 24, ley 87-01). Es importante destacar que el Ministerio de Salud Pública es el Vicepresidente del CNSS. En su reglamento interno, el CNSS dispone la conformación de Comisiones Técnicas Permanentes como órganos colaboradores del mismo, y, entre las comisiones establecidas, está la de salud (art. 25 del reglamento interno del CNSS). Estas comisiones técnicas funcionan como órganos ad hoc del CNSS, y en ellas siempre hay representación de los miembros del CNSS con poder de veto. Ellas tienen por finalidad conocer, antes de ser presentadas en el seno del CNSS, propuestas de resoluciones y de revisión de normativas, entre otros aspectos y cuestiones. El reglamento del SFS establece la guía general para definir los criterios de priorización del PBS. Las actividades, intervenciones y procedimien- tos de salud deben cumplir con los siguientes requisitos (artículos 13 y 24): • Ser los de mayor costo-efectividad. • Estar orientados a satisfacer la demanda de las enfermedades de ma- yor importancia para las comunidades de acuerdo al perfil de mor- bimortalidad y las condiciones de tecnologías existentes en el país (frecuencias esperadas de utilización). • Que garanticen la sostenibilidad y equilibrio financiero del SFS. Dicho reglamento presenta también una lista de las exclusiones y limi- taciones del PBS (art. 17) y establece las condiciones de calidad y de tec- nología de las actividades, intervenciones y procedimientos de salud del PBS. De la misma manera, se define la población o grupos de población priorizados dentro del PBS.

El PBS quince años después

El primer PBS fue aprobado en el año 2002 (resolución 51-06 de fecha 30 de octubre de 2002) para facilitar la entrada del régimen subsidiado del SFS. Fue propuesto por la SISALRIL y su metodología se basó en la identificación de las coberturas de mayor frecuencia y la disponibilidad de recursos. Para costear dicho plan se tomaron datos y estudios de con-

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sultorías disponibles para el país, en particular, las estimaciones de los costos de una canasta básica de servicios de salud realizada en los años 90, así como los datos de frecuencias y costos referenciales de la ARS SEMMA (ARS de los maestros) y del Plan de Beneficios Colombiano (POS), entre otros. En sucesivas publicaciones se fue actualizando dicho plan conforme se disponía de más información (Cañón, Rathe y Giedion, 2014). Este primer proceso de priorización de los servicios de salud a ser inclui- dos en el PBS se realizó con una metodología básica, pero se caracterizó por ser transparente en su construcción (se publicaron todos los resulta- dos disponibles) e involucró a muchos actores en torno a dicho ejercicio. Sin embargo, este esfuerzo no fue suficiente para que entrara en vigen- cia el SFS en el régimen contributivo, pues el mismo PBS era objetado por los principales actores del SFS, las Administradoras de Riesgos de Salud (ARS) privadas y clínicas privadas (Cañon, Rathe y Giedion, 2014). Es así como en diciembre de 2006, impulsado por el gobierno, se llega a un consenso fuera del CNSS que resultó en un PBS que se denominaría PDSS (Plan de Servicios de Salud), el cual prescribe un catálogo detalla- do de servicios, copagos y techos de coberturas para algunos servicios y un aumento de la cápita o tarifa para la afiliación al régimen contribu- tivo. Estas decisiones fueron facilitadas por una modificación de la ley 87-01 en el año 2007 (ley 188-07). El nuevo PDSS (año 2007 y aprobado el 19 de diciembre de 2006) re- sultado de dicho proceso fue definido como muy opaco y se caracterizó por “la ausencia de una metodología explícita, públicamente conocida y aceptada por las partes” (Cañón, Rathe y Giedion, 2014). Adicionalmen- te, la inclusión de copagos y techos o topes para enfermedades de alto costo constituyeron obstáculos para el acceso a los servicios y la protec- ción financiera de los hogares, contradiciendo los objetivos del SFS. En los años subsiguientes, el PDSS fue sometido a varias modificaciones que, en una primera etapa, aumentaron los topes para el tratamiento de enfermedades de alto costo y luego se enfocaron a la actualización de las tarifas con algunos cambios de tipo cosméticos (Cercone, J., 2016). Esta situación fue generando creciente niveles de insatisfacción en la población afiliada, lo que fue aprovechado por las propias ARS para po- sicionar los planes complementarios al PDSS, aumentando así el gasto de los bolsillos de los hogares o las empresas. Preocupado por la situa- ción, el CNSS instruyó a la SISALRIL, mediante la resolución 297-02 del 19 de julio de 2012, para que realizara una revisión profunda del Catá- logo de Prestaciones del PDSS. La resolución le otorgaba 2 meses para

Año 50, Vol. XLI, septiembre-diciembre 2018, pp. 153-169 Hacia la cobertura universal en salud en la República Dominicana 163 presentar la propuesta y solicitaba que se enfocara en dar respuesta a las necesidades de salud de la población tomando en cuenta las posibi- lidades financieras del sistema. La SISALRIL presentó una propuesta en julio de 2013, en la que ampliaba el catálogo e incluía un aumento de la tarifa per cápita. Sin embargo, esta propuesta fue fuertemente criticada por expertos del área, pues la propuesta arrastraba las debilidades antes expuestas, además que fragmentaba aún más las coberturas (Lizardo, J., 2013; Sanigest, 2015). En vista del nivel de cuestionamiento de la propuesta sometida por la SISALRIL, la Comisión Técnica Permanente de Salud del CNSS decidió empujar un proceso de revisión profunda del PDSS. Es así que es confor- mada la Comisión Técnica Institucional, en la que se incorporan nuevos actores y técnicos, y se solicita el acompañamiento de la OPS. Como resultado, la CTI avanzó en la definición de una nueva metodología para la priorización de las coberturas explícitas en salud basadas en un nue- vo PDSS. Esta nueva metodología fue consensuada entre los diferentes actores y se solicitó la contratación de una empresa consultora externa para presentar un nuevo PDSS. En enero 2015 comienzan los trabajos de Sinagest, la empresa consultora contratada (Sanigest, 2015). En este nuevo proceso, la SISALRIL no participó en sus inicios, pero luego se incorporó como un actor más dentro de la CTI. La empresa Sinagest entregó su producto luego de un amplio y transparente proceso de par- ticipación y de sólida definición y aplicación de metodologías usadas a nivel internacional, en las que se priorizaron los servicios de salud a ser contenidos en el nuevo PDSS. Dicha propuesta introdujo las llama- das Coberturas Integrales de Salud (CIGES), definidas como coberturas priorizadas dentro del nuevo PDSS, sin copago, atadas al cumplimiento de guías clínicas y protocolos de atención, con contenido de carácter integral (Cercone, J, 2016). Si bien es cierto que este último intento de revisión profunda del PDSS se hizo en el marco de una amplia participación y sólida metodología de trabajo para la priorización, así como que se enfocó en los principales problemas priorizados de salud del país, la nueva propuesta resultante se quedó sobre la mesa porque faltaron muchos elementos que consen- suar y ajustar, como, por ejemplo, el nivel de financiamiento de la misma. Obviando la propuesta presentada por Sinegist, el CNSS aprobó en oc- tubre de 2015 la resolución 375-02, en la que ajustó la tarifa per cápita del PDSS del régimen contributivo por inflación y amplió la cobertura en- focada en el aumento del tope de medicamentos ambulatorios. Adicio- nalmente, se incluyó a los recién nacidos en el tope para enfermedades

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de alto costo (que antes no lo estaban) y se introdujo el concepto de la atención integral como todo lo medicamente necesario para los grupos del PDSS de cirugía (7) y de alto costo (9). En la práctica, la resolución 375-02 aumentó la cobertura prácticamente de manera ilimitada en di- chos grupos, sujetos a los protocolos de atención que no están todavía disponibles en el país. Como producto, muy pocas ARS cumplieron a carta cabal con dicho concepto de integralidad introducido por la re- solución 375-02. En Octubre de 2017, el CNSS aprobó una resolución que eliminó la integralidad al establecer que la misma “comprende todo servicio (prevención, procedimientos diagnósticos y terapéuticos, reha- bilitación, medicamentos, materiales, insumos, aparatos y dispositivos) que, incluidos en el Catálogo de Prestaciones del PDSS/PBS vigente, resulten necesarios para garantizar al afiliado el adecuado y completo cumplimiento de las atenciones” (Resolución 431-02, CNSS del 19 de Octubre de 2017). Esta resolución actualizó el PDSS al agregar 27 medi- camentos oncológicos, 7 medicamentos para diálisis y trasplante renal y 44 nuevos procedimientos. Analizando el PBS 15 años después, hay que destacar que el proceso de construcción y definición de su contenido ha estado permanente en el tapete, con altas y bajas, y que en el mismo ha predominado la falta de transparencia, de participación, de una metodología robusta y de una clara y dispersa institucionalidad. Si bien es cierto que la SISALRIL es quien propone la actualización y el costo del PBS, ha sido tradicional la ausencia permanente de un rol más activo del Ministerio de Salud. Tam- poco existen canales institucionales, más allá de los propuestos tem- poralmente o los existentes en el CNSS, para permitir la participación amplia de actores importantes en el proceso de priorización, como los mismos usuarios. No existe un ente evaluador de las nuevas tecnologías sanitarias ni hay —está totalmente ausente— disponibilidad de informa- ción sobre las coberturas entregadas y su vinculación con los resultados de salud (Cañón, Rathe y Giedion, 2014). En conclusión, la definición del PBS en el Seguro Familiar de Salud en la República Dominicana ha ca- recido de elementos de credibilidad, lo que ha afectado su desempeño e impacto en la protección financiera de la población que más lo necesita.

Conclusiones y recomendaciones

Existe una amplia y creciente aceptación tanto a nivel internacional como local de que la definición de coberturas explícitas como mecanis- mo de priorización de los servicios de salud de los países puede ser justa y equitativa y que puede conducir hacia el camino de la cobertura uni- versal de salud. Cada vez más países de la región de América Latina y

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el Caribe incluyen este mecanismo en sus respectivos planes públicos de salud. Sin embargo, en el caso dominicano, el PDSS adolece de fallas importantes que ameritan ser corregidas. La primera es que no ha estado claro cómo se han priorizado los servi- cios de salud que están contenidos en el PDSS. No se conocen los es- tudios recientes sobre costo-efectividad de los servicios incluidos en el PDSS versus los que no están incluidos, ni tampoco se tiene un diagnós- tico sobre los servicios de salud que podrían beneficiar al segmento de la población que se encuentra en peor situación de salud. Lo segundo es que existen barreras de acceso con los copagos y techos establecidos para servicios de salud de alta prioridad. Estos copagos se introdujeron de manera temporal para el inicio del régimen contributivo del Seguro Familiar de Salud, a pesar de que la ley 87-01 establece que el único servi- cio que tendría copago es el de medicamentos ambulatorios. Tercero, no existe un mecanismo e instituciones robustas de carácter permanente que promuevan la rendición de cuentas, la participación social, la trans- parencia y un buen sistema de información para el monitoreo del impac- to del PDSS en las condiciones de salud de la población. Un buen sistema de priorización en salud basado en paquetes explícitos debe descansar en el buen funcionamiento de las instituciones que in- tervengan en él. Desde su construcción hasta su funcionamiento pleno. Es importante señalar que la salud es un bien público; y, como tal, el PDSS debe construirse sobre la base de la continuidad de las políticas públicas de salud de carácter colectivo. Actuar desde el ámbito de los servicios co- lectivos de salud tiene un impacto positivo en los planes de coberturas explícitos. Este tipo de intervención disminuye los gastos asociados a los efectos directos en la salud (ejemplo, medidas antitabaco se traducen en menores diagnósticos relacionados con el cáncer de pulmón o enferme- dades cardiovasculares; medidas de seguridad vial reducen los traumatis- mos por accidentes de tránsito) y, por lo tanto, libera recursos para cubrir otras enfermedades según la carga de enfermedad1. Por lo tanto, el PDSS no debe existir como ente aislado de las políticas públicas de salud, sino que debe estar construido de forma tal que genere sinergias con aquellas acciones de carácter colectivo a cargo del Ministerio de Salud Pública. En el ámbito del PDSS es importante hacer notar experiencias exitosas de esa

1 República Dominicana es uno de los países de la región de América Latina y el Caribe en donde más prevalecen los accidentes de tránsito (WHO, 2015). La tasa de accidentes por 100,000 personas fue estimada en 29.3, y el número de muertes totales fue estimado en 3.052 para el año 2012. El costo total se estimó en 2.2% del PIB, un porcentaje mayor a lo que destina el gobierno central al sector salud, excluyendo las cotizaciones en la seguridad social.

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simbiosis entre lo colectivo y lo individual en el marco del Seguro Familiar de Salud. Fue esta la experiencia del zika en relación con las demandas de medicamentos de inmunoglobulina para el tratamiento de la enfermedad. A través de las compras conjuntas de medicinas en el marco del Conse- jo de Ministros de Centroamérica, el país adquiere la inmunoglobulina a bajo precio, medicamento que es pagado por el Seguro Familiar de Salud a través de cada una de las Administradoras de Riesgos de Salud que re- porta afiliados con la enfermedad. La inclusión de servicios de salud priorizados no es garantía de que la población efectivamente reciba la atención con la calidad y el impacto requerido en su bienestar. Se hace difícil tener el impacto deseado si prevalece la ausencia de la atención primaria y de un sistema que orga- nice las redes de atención según niveles de complejidad y que organice la ruta de atención de la población afiliada conforme a las coberturas establecidas en el PDSS. Se necesita la aplicación correcta de los proto- colos de atención y las guías de prácticas clínicas, las cuales deben estar disponibles y reglamentadas por el órgano rector nacional, en este caso el Ministerio de Salud Pública. Avanzar hacia un mecanismo de priorización de los servicios de salud requiere tres aspectos centrales de que carece el PDSS en el país y que se proponen como recomendaciones en el presente trabajo. Primero, la necesidad de creación de una comisión permanente de prio- rización de servicios de salud como organismo ad hoc del Ministerio de Salud Pública. Este organismo debe caracterizarse por la incorporación de técnicos de alto nivel que no tengan relación con los grupos de in- terés en el sector salud. Que estén blindados no solo por su solvencia técnica, sino ética y moral. Estos técnicos deben estar acompañados de “bioeticistas” y deben propiciar la rendición de cuentas, la transparencia y la participación social en el marco de procesos deliberativos plurales y democráticos. Esta comisión tendrá como norte la priorización de los servicios de salud, no solo utilizando metodologías estándar para esta- blecer el costo-efectividad de los servicios de salud, sino también iden- tificando los servicios que benefician a las personas que se encuentran en peor situación de salud. Este ejercicio es permanente y debe quedar institucionalizado mediante normativa que sea adoptada por el Sistema Dominicano de Seguridad Social (un decreto del poder ejecutivo). Esto va a permitir los reajustes permanentes asociados al cierre de brechas de equidad, en torno a las coberturas de la población, así como a las coberturas de servicios basados en la carga de enfermedad del país, la cual va cambiando constantemente. Esta comisión permanente ad hoc

Año 50, Vol. XLI, septiembre-diciembre 2018, pp. 153-169 Hacia la cobertura universal en salud en la República Dominicana 167 requiere a su vez de un rol activo y modulador del Ministerio de Salud Público, basado en las prioridades que este identifique. El punto central es ir creando una institucionalidad fuerte y permanente, que sea trans- parente y participativa y que no se deje penetrar por la corrupción y la captura de los grupos de intereses. Segundo, se debe retomar la propuesta de la firma consultora contratada por el CNSS para presentar un nuevo PDSS e identificar aquellas cober- turas integrales de salud prioritarias y que no estén sujetas a copagos ni a techos financieros de cobertura de ninguna índole. Esta acción derri- bará una barrera de acceso importante para la población más vulnerable y pobre. El copago como mecanismo de moderación de la demanda solo funciona en un sistema de salud que no esté funcionando de manera integral con una puerta de entrada, sistemas electrónicos de gestión clí- nica, y de referencia y contrarreferencia. Tercero, se hace necesario un buen sistema de información para el apro- piado monitoreo del plan de beneficios, en este caso el PDSS. Este siste- ma debe recoger los datos siguientes y hacerlos disponibles: a) Satisfacción de los usuarios y los diferentes entes que participan en el SFS. b) Evaluación de impacto en los resultados de salud c) Gasto de bolsillo de los afiliados en el marco del PDSS d) Grado de protección a los más vulnerables a través de las coberturas de afiliación como de los servicios de salud e) Evaluación permanente de que no se estén violando los principios de equidad f) Cumplimiento de la regulación g) Frecuencia de uso de los servicios de salud y su comportamiento del tiempo h) Introducción de nuevas tecnologías sanitarias Este sistema de información podría estar a cargo de la SISALRIL, en un rol compartido con la DIDA y el CNSS. Esta información debería estar permanentemente actualizada y disponible para todos los actores invo- lucrados en el camino de la cobertura universal de salud. Por último, el CNSS, como ente rector y gobierno corporativo del SDSS, debe incorporar un grupo de asesores externos con representación mul-

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tidisciplinaria que se enfoque en hacer análisis sobre los avances del SFS en la equidad y la justicia social en el país.

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Estudios Sociales Año 50, Vol. XLI-Número 157 Septiembre-diciembre 2018

Educación dominicana, ¿cambio de paradigma? Dominican education, change of paradigm? Education dominicaine, changement de paradigme? Dinorah García Romero*

Resumen

La educación dominicana ha desarrollado, desde la década de los años noventa, diversos planes, programas y proyectos orientados a la reforma educativa. Éstos han generado movimientos y procesos capaces de sensibilizar y fortalecer el interés de la sociedad por una educación de calidad para todos. A pesar de esto, los planes, programas y proyectos han aportado mejoras parciales con bajos niveles de profundidad. Sus perfiles y acciones se mantienen distantes del sentido, del alcance yde las implicaciones de un cambio de paradigma. Los planes, programas y proyectos no han afectado las estructuras del sistema educativo dominicano.

Palabras claves: Educación, cambio, cambio educativo, competencia, conectividad, cambio de paradigma.

Abstract

Dominican education has implemented, since the nineties, several plans, programs and projects. The promoted processes have strengthened the awareness and interest of society for education of quality and educational change. Despite this, the movements guided by the logic of the reforms have not affected the Dominican educational system structures. The actions and processes of the promoted reforms in the Dominican Republic remain distant from the understanding and implications of a change of paradigm.

Keywords: Education, change, educational change, competition, connectivity, change of paradigm.

* Educadora dominicana. Investigadora del Centro Cultural Poveda y directora del Instituto Superior de Estudios Educativos Pedro Poveda. Correo electrónico: dinorah. [email protected] 172 Dinorah García Romero

Résumé

Depuis la décennie des années 90, l’éducation dominicaine a développé divers plans, programmes et projets concernant à la réforme de l’éducation. Celles-ci ont généré des mouvements et en mesure de faire connaître et renforcer l’intérêt de la société pour une éducation de qualité pour tous. Malgré cela, plans, programmes et projets ont fourni des améliorations partielles ayant de faibles niveaux de profondeur. Leurs profils et leurs actions restent éloignés de la conscience, de l’envergure et des conséquences d’un changement de paradigme. Plans, programmes et projets n’ont pas affecté les structures du système éducatif dominicain.

Mots-clés: Éducation, changement éducatif, compétence, connectivité, changement de paradigme.

Introducción

La educación dominicana está inmersa, desde la década de los años no- venta, en un proceso sistemático de reforma. Han sido períodos carac- terizados por el debate y el análisis de aspectos nucleares de la educa- ción, especialmente en lo concerniente a sus enfoques, su calidad, sus procesos y sus resultados. En el horizonte de estas reformas ha estado la búsqueda de una transformación de la educación. Más que una transfor- mación, las reformas han tenido un efecto movilizador con intensidades educativas y sociales diferentes. Esta diferencia se ha evidenciado en la desigual implicación de los actores principales de la educación: docen- tes y estudiantes. Estos movimientos de reformas se han extendido has- ta la actualidad, si consideramos el proceso que ha implicado el nuevo diseño curricular revisado, la incorporación y el debate en torno al en- foque por competencias y el programa República Digital. La educación dominicana, a pesar de los resultados deficientes en materia de apren- dizaje, se ha mantenido en un movimiento permanente sin aproximarse a los cambios estructurales que requiere el país en el ámbito educativo. Este artículo se propone la realización de una revisión bibliográfica en “perspectiva estructurada y profesional” (Gómez-Luna et ál., 2014, p. 158- 163.) que permita distinguir cuál ha sido el alcance de los movimientos y propuestas de reformas de la educación y qué tan próximos o distantes se encuentran de una revolución educativa, de un cambio de paradig- ma. Interesa identificar los rasgos característicos de una experiencia de cambio educativo, de cambio de paradigma. Importa, además, aportar elementos que ayuden a una toma de conciencia sobre aquellos que son claves para nominar una experiencia educativa como realidad que repre- senta un cambio de paradigma.

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La primera etapa del método utilizado para la elaboración del trabajo es la indagación para determinar si los Planes Decenales, el Pacto Edu- cativo Nacional para la Reforma Educativa, el Diseño Curricular Revi- sado y su enfoque por competencias, la Jornada Escolar Extendida y el Programa República Digital constituyen un cambio de paradigma en la educación del país. En una segunda etapa se realiza una investigación documental sobre conceptos claves, como cambio, cambio educativo, cambio de paradigma, competencia, conectividad. Son conceptos cla- ves porque aportan informaciones sustantivas para clarificar y situar si hay o no transformación en los movimientos y programas citados. En una tercera etapa esta información se organiza y se analiza extrayen- do de ella los aspectos considerados pertinentes, precisos y claros. En una cuarta etapa se realiza una revisión del Plan Decenal 1992, del Plan Estratégico 2003-2012, del Plan Decenal 2008-2018, del Pacto Nacional para la Reforma Educativa 2014-30, del Diseño Curricular Revisado y del Enfoque por competencias, así como de la Jornada Escolar Extendida y de la República Digital. Interesa identificar los objetivos, desarrollos y concreciones reales de cada uno de los movimientos y de los programas. En esta cuarta etapa la información obtenida se organiza y se analiza para constatar hasta qué punto los planes y programas referidos han producido transformaciones y, por tanto, han colocado a la educación dominicana frente a un cambio de paradigma. En la quinta etapa se aprovechan los referentes aportados por la infor- mación organizada y analizada para identificar los rasgos convergentes y para constatar la proximidad o distancia de una revolución educativa, de un cambio de paradigma. Los hallazgos que derivan de la revisión bibliográfica se validan, se contrastan con aportaciones y posiciones de investigadores sobre el tema-problema central de este artículo. Final- mente, se plantean unas conclusiones abiertas que pretenden aportar al debate nacional al tiempo que amplían las necesidades de continuar la experiencia de indagación del tema central en este artículo.

1. Marco conceptual 1.1 Cambio/Cambio educativo En su proceso evolutivo la educación dominicana ha acuñado diversos términos para expresar sus avances, sus desafíos y sus tareas pendien- tes. Aproximarnos a estos conceptos es tarea obligada para entender en qué punto del cambio se encuentra la educación del país. Las aproxima- ciones teóricas y prácticas sobre estos conceptos nos ayudarán, además, a identificar oportunidades y las barreras que obstruyen la transforma- ción real de la educación dominicana. Uno de estos conceptos es el de

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cambio. Para la Real Academia de la Lengua Española, cambio significa conversión o mudanza de algo en otra cosa. Si el cambio no se profundi- za será cosmético, nominal y temporal (Day, 2005). Por ello los cambios verdaderos implican transformación de valores, actitudes, emociones y percepciones que influyen en la práctica (García, 2015) de las personas. En este marco, para favorecer el cambio en el pensamiento de los do- centes, se ha de tener la práctica como foco del “desarrollo profesional” (Mayor Paredes & Rodríguez Martínez, 2016). El cambio educativo se asume como un proceso que no ocurre espon- táneamente. Es una realidad que requiere larga temporalidad; demanda conocimiento, análisis, capacidad de gestión, evaluación e integración de los docentes a los procesos de cambios (Marchesi & Martín, 2000). Supone, además, la creación de mecanismos que impliquen a los docen- tes en la construcción de nuevas ideas, pues el cambio implica modifi- caciones en el modo de pensar y de actuar (Fullan, 2002). Es muy im- portante introducir transformaciones sustantivas en el sistema (Fullan, 2007) para que se pueda considerar que se genera un verdadero cambio educativo. 1.2 Enfoque por competencias Estamos en el tiempo del enfoque por competencias en el país: es lo que se constata en el actual diseño curricular revisado, que otorga a esta perspectiva una particular importancia, aun cuando no sea asumi- da aisladamente, sino que se la coloque articulada con el enfoque so- cio-crítico y con el histórico cultural. La concepción de competencia responde a diversos sentidos, por ser un concepto pluridimensional que tiene relación con distintos saberes (saber-saber, saber-hacer, saber-ser, saber-estar, saber-convivir). Lo importante es el desempeño de los suje- tos. Morales & Varela (2014) consideran que el hacer supone la interre- lación de conocimientos, habilidades, actitudes, valores. El hacer ha de mantener coherencia con el entorno y con la naturaleza del problema que se afronta para lograr una actuación comprometida, eficiente y efi- caz. Asimismo, el enfoque por competencia se caracteriza por plantear la interrelación —desde una situación nueva, original— de tres aspec- tos fundamentales: información, habilidades y actuación (Díaz Barriga, 2006). Para este autor, los aportes más importantes de este enfoque es- tán vinculados al aprendizaje y a la formación de un sujeto informado ca- paz de resolver problemas. En este sentido, y desde esta perspectiva, las competencias constituirían una propuesta que posibilitaría una relación más fructífera entre los centros educativos y la organización social, pues ayudarían a reorientar toda la sociedad hacia un cambio que impulse el

Año 50, Vol. XLI, septiembre-diciembre 2018, pp. 171-190 Educación dominicana, ¿cambio de paradigma? 175 avance socioeconómico, la estabilidad medioambiental y ecológica, tal como constatan Tobón, Pimienta y García (2010). Para estos autores es un modelo que emerge como un nuevo paradigma educativo que su- pera las dificultades de los modelos tradicionales. Además, apropiarse del enfoque por competencias es fundamental en los nuevos tiempos de la educación porque constituye un mecanismo que hace que los pro- cesos educativos sean orientados desde los estudiantes y no desde los docentes (Poblete, 2006) Ello no obstante, hay que tener en cuenta que son varios los autores que coinciden en que, al alimentarse de diferentes disciplinas, el término “competencia” confunde a los sujetos, así como que crea desconfianza en educación, por tener un origen vinculado al empresariado y al mundo productivo (Escalante, Ibarra & Fonseca, 2015). 1.3 Paradigma/Cambio de paradigma El concepto de paradigma ha sido analizado desde diversos enfoques. Tiene como referencia a Kuhn (1972), quien, al concebirlo y analizarlo desde diferentes perspectivas en su obra Estructura de las revoluciones científicas, lo colocó en el centro del debate en la década de los años setenta. Al analizar las aportaciones de Kuhn respecto al concepto de paradigma, se le otorga importancia a “la presencia de una comunidad científica (investigadores) y/o actores sociales que reproducen, actuali- zan y usan el modelo” (Fuente, 2008, p. 77-78). De igual manera, es signifi- cativo “el planteamiento de que la elección de un paradigma no está vin- culada a factores puramente lógicos que demuestren la superioridad de uno sobre otro, sino que intervienen valoraciones psicológicas y sociales” (Fuente, 2008, p. 77-78), dependiendo de qué elementos se prioricen. En este marco, paradigma es un modelo analítico que sirve de guía para pla- near y resolver diversos problemas científicos (Fuente, 2008). A su vez, Pignuoli (2015) sostiene que Thomas Kuhn propuso una epistemología basada en la noción de paradigma y en las condiciones y consecuencias de su cambio, cuyo propósito declarado fue la reconstrucción racional de la evolución del conocimiento científico. En este marco, el concepto “cambio de paradigma” se caracteriza por su complejidad y por la diversidad de acepciones que se le asigna. Es un constructo que implica una manera distinta de vincularnos con “la información y el conocimiento” (López & Bernal 2016, p. 104). Se espera que este modo de relacionarnos responda a cambios profundos en los procesos de construcción de los sistemas educacionales, en la capaci- tación de los profesores, en la forma de entender el conocimiento y en el carácter profesional de los docentes. Los centros educativos tienen un ritmo de cambio más lento que el de la organización social a la que

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pertenecen, por ello no responden a los retos que presentan las nuevas formas que exigen la “información y gestión del conocimiento” (López & Bernal, 2016, p. 104). Para algunos científicos, cambio de paradigma es una expresión vinculada a saberes sociológicos, cuyos lineamientos son actualizados con validez y precisión en los ámbitos que asume y que requiere acogida y acuerdos en una comunidad científica (González, 2005). En el ámbito educativo contemporáneo, un cambio de paradigma supone una nueva manera de asumir el proceso de enseñanza-aprendi- zaje, de modo que los docentes y las actividades de aula no ocupan ya el lugar principal. El proceso tiene como centro el aprendizaje de los estu- diantes (De Miguel, 2005).

1.4 Conectividad Los avances de las tecnologías de la información y de la comunicación a nivel mundial son visibles. Cada vez se expanden con mayor fuerza y amplitud. Las tecnologías de la información y de la comunicación han revolucionado el modo de hacer, de relacionarnos y de intervenir en los procesos económicos, sociales y políticos. Pero el impulso de las TIC no erradicará el problema de un trato diferente y desigual para los sujetos. Además, el aumento del uso de las tecnologías de la información y de la comunicación no generará un conocimiento completo (García Can- clini, 2008). Por esto es muy importante no solo impulsar la integración de estas tecnologías, sino que interesan formas distintas de gestionar y, sobre todo, de suscitar nuevas capacidades en los profesionales com- prometidos con las instituciones del sector público (Salvador & Ramírez, 2016). A pesar de que las tecnologías de la información y la comunica- ción son utilizadas con amplitud por las instituciones públicas, el surgi- miento de un nuevo modelo de articulación entre representantes de la Administración y los ciudadanos se coloca por encima del mero hecho de utilizar estos recursos tecnológicos, ya que supone volver a pensar las instituciones, los procesos y las capacidades de las personas involucra- das (Salvador & Ramírez, 2016). Sin embargo, se constata que el énfasis que se hace en las nuevas tecnologías de la información y de la comu- nicación coloca en un segundo lugar y reduce la innovación educativa, la cual prioriza los procesos metodológicos didácticos y los procesos formativos (Herrán & Fortunato, 2017). Estos investigadores sostienen que actualmente se pone el acento en los recursos y no en los procesos formativos. Ha de priorizarse “el auto conocimiento y la formación de la persona” (Herrán & Fortunato, 2017, p. 316). Lo que no quiere decir que se desconozca que las tecnologías de la información y de la comunicación son importantes para la solución efectiva de dificultades concretas (Tri- gueros, Sánchez & Vera, 2012).

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2. La Educación Dominicana en tiempos de reformas

2.1 El Plan Decenal de Educación de 1992 Desde sus inicios, el Plan Decenal de Educación de 1992 establece como objetivo principal “lograr una profunda reforma del sistema educativo para que la educación se transforme” (Congreso Nacional de Educación, 1992). Esta reforma puso su mirada en la democratización, la calidad, la innovación, la modernización y el contexto. El Plan Decenal puso énfa- sis en lo que unía y no en lo que separaba (Toribio, 2002) a los distintos sectores de la sociedad. En este Plan se establecieron propósitos, finali- dades y procedimientos; se hicieron planteamientos que se adoptaron “como principios esenciales y orientadores”, si bien después, según To- ribio (2002), la ejecución no respondió del todo a lo que se había decla- rado, establecido y asumido. Asimismo, el Plan Decenal de Educación propuso magnos trabajos para “impulsar un cambio de la educación do- minicana” (González, 1999). Aunque el Plan Decenal propuso “planes y propuestas concretas” para producir cambios sustantivos en el campo de la educación, éstos fueron obviados, y, por tanto, muchos de ellos quedaron inconclusos (González, 1999). A pesar de su potencial sensi- bilizador, esta situación evidencia la carencia de fuerza para producir cambios estructurales en el sistema educativo dominicano y, por con- siguiente, en la realidad social del país. En este contexto, Flores (2017) valora la diversidad de logros obtenidos a partir del movimiento social generado por el Primer Plan Decenal de Educación. Pero al mismo tiem- po sostiene que “cargados de buenas intenciones, se procuró hacer tan- tas cosas, que se olvidó que el propósito es el aprendizaje”. Por esto, el país se encuentra rezagado en el aprendizaje de los estudiantes. Álvarez (2004), en su estudio La educación en la República Dominicana. Logros y desafíos pendientes, subraya que con el Plan Decenal de Educación se rescata la educación; se establecen pactos que se reflejan en la Ley General de Educación de 1997. De igual modo, considera que el Plan De- cenal de Educación persigue “…un marco de transformación… muy am- bicioso, el cual ha mostrado ciertos avances en la última década, como también varias áreas pendientes”. Los diferentes autores citados coinci- den en la importancia del Plan Decenal de Educación como oportunidad para alcanzar cambios significativos en la realidad educativa nacional. De la misma manera, dan cuenta de que sus aspiraciones quedaron in- completas. Hay evidencias que confirman la presencia de una reforma que impacta, parcialmente, múltiples aspectos del sector educativo del país, pero que también excluye otras dimensiones fundamentales para el logro de una educación integral.

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El Plan Decenal de Educación constituye un movimiento de reforma de la educación que no ha tenido el respaldo “de las correspondientes trans- formaciones en los procesos…” (Vaillant & Marcelo, 2015, p. 10). Aparece como un movimiento de reforma que si bien es capaz de generar un pro- ceso de sensibilización nacional, no llega a convertirse en un proceso de cambio estructural del sistema educativo dominicano. En este fenóme- no influye la falta de voluntad política de los representantes del poder en el período, pero también la falta de organizaciones y de grupos capaces de resistir las formas dominantes de la reforma (Rodríguez, 2011) y de llevar hasta el fin las transformaciones planteadas por Plan Decenal de Educación en sus propósitos, enfoques y estrategias. Asimismo, a pesar de sus intenciones modernizadoras y de los logros alcanzados, el plan presenta inconsistencias que lo muestran como “ambicioso; con enfo- que parcial y aval político frágil” (Díaz, 2005). Hay coincidencia respec- to a las amplias pretensiones del Plan Decenal de Educación (Álvarez, 2004 y Díaz, 2005). En esta dirección, el Plan Decenal de Educación es considerado como una “iniciativa global de reforma” (Plan Estratégico de Desarrollo de la Educación Dominicana 2003-2012). Se observa re- lación entre las aportaciones de Toribio (2002), González (1999), Flores (2017), Álvarez (2004), Vaillant & Marcelo (2015) y de Rodríguez (2011). Esto refleja que el Plan Decenal de 1992 constituye un movimiento am- plio con tareas movilizadoras que no se llegan a completar. Por ello se distancia de un cambio educativo. Más bien se acerca a los planteamien- tos de Day (2005), mientras se aleja de las posiciones de García (2015), Marchesi & Martín (2000), López & Bernal (2015) y De Miguel (2005), quienes afirman que es un proceso que requiere tiempo e implica trans- formaciones, pues supone formas diferentes y novedosas de enseñar y de aprender, así como nuevos modos de relacionarse con la información y el conocimiento. 2.2 Plan Estratégico de Desarrollo de la Educación Dominicana 2003-2012 El Plan Estratégico de Desarrollo de la Educación Dominicana 2003-2012 constituyó, también, una propuesta con las características de un proceso de reforma. Este tipo de proceso generalmente focaliza aspectos parcia- les de una situación determinada, valida mejoras, soslaya los cambios estructurales, responde a problemas coyunturales. El Plan de Desarrollo de la Educación Dominicana 2003-2012 tuvo como foco políticas educa- tivas para posibilitar “una educación de calidad para todos”. Interesaba lograr acuerdos para consensuar los retos, la perspectiva, los cimientos y los procedimientos en la educación dominicana en ese período de 10 años. El Plan focalizó cinco ejes: democratización y equidad, calidad de

Año 50, Vol. XLI, septiembre-diciembre 2018, pp. 171-190 Educación dominicana, ¿cambio de paradigma? 179 la educación, calidad del docente, descentralización y financiamiento. Al concebir este plan, se priorizó una participación más modesta, una articulación de la sociedad civil menos activa y un sentido estratégico de las políticas que se querían impulsar. Los desarrollos de este Plan fueron efímeros, por la carencia en el país de institucionalización. Por esto un cambio de gobierno implicó la discontinuidad de lo que se es- taba ejecutando. El efecto movilizador de este Plan fue menor por su corta duración y por el alcance y modalidad organizativa. Al igual que su antecesor, el Plan Decenal de Educación, su finalidad nominal —mejorar la realidad educativa— no apuntó a transformaciones del sistema educa- tivo dominicano. En este Plan la participación fue más reducida, la orga- nización fue interna y menos abierta a la sociedad civil. La preocupación central fue dar impulso a los cinco ejes programáticos; pero se prestó menos atención a la articulación entre los diferentes sectores de la so- ciedad civil a fin de pensar juntos el Plan y posibilitar así la articulación entre los ejes priorizados. Las aportaciones de Day (2005), de Vaillant & Marcelo (2015) y de Rodríguez (2011) ratifican el carácter de reforma de este Plan. Pero fue una reforma que, además de ser efímera, se quedó en un marco menos profundo y que se distanció de las posiciones de Fullan (2007) (quien considera que se han de producir transformaciones sus- tantivas) y de Mayor Paredes & Rodríguez Martínez (2016) (que ponen la fuerza en la práctica de los docentes). 2.3 Plan Decenal de Educación, 2008-2018. Este Plan tuvo como motivación fundamental la puesta en ejecución de un sistema educativo eficiente y con amplia cobertura. El foco de atención de este Plan fueron las políticas educativas desde las cuales se pretendía involucrar a toda la sociedad. El punto de partida para su planificación y desarrollo fueron los resultados de las consultas del Foro Presidencial por la Excelencia de la Educación Dominicana. Asimismo, centró su accionar en cinco áreas: calidad de la educación, currículo, pla- nificación, modernización y servicios docentes. Flores (2008) considera que este Plan privilegia problemas fundamentales que el sistema educa- tivo dominicano no ha podido solucionar. Estos planteamientos coinci- den con la posición de Artiles (2006, p. 23), quien subraya las indolencias que conservan los “sistemas educativos en América Latina sin poder cumplir con las metas establecidas en planes de mediano y de largo pla- zo…”. A esto se le añade que el punto de partida de este Plan Decenal no tomó en cuenta al Plan Estratégico 2003-2012, por lo que también esta- bleció una ruptura con lo que se estaba impulsando para abrirle espacio al proyecto presidencial. Es evidente que se articula con el trabajo de la instancia Iniciativa Dominicana por una Educación de Calidad, la cual,

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en su Informe semestral de seguimiento y monitoreo del Primer Semes- tre 2016, sostiene que su trabajo la ha hecho coincidir con las “diez polí- ticas del Plan Decenal de Educación 2008/18…” Esta acción refleja cierto esfuerzo por un trabajo menos unilateral y más coordinado. El Plan Decenal 2008-2018 responde a la lógica de la reforma educativa, la cual pone su atención en cambios parciales sin ahondar en cambios estructurales. Asimismo, es un Plan que se inscribe en la reforma educa- tiva sin conferirle mucha relevancia a las tecnologías de la información y de la comunicación, las cuales constituyen una importante herramienta para la transformación que está en proceso en la región de América La- tina y el Caribe (Busso, M, et. al, 2017). En este contexto, se distancia de la posición de Trigueros, Sánchez & Vera, (2012), quienes sostienen que las TIC ayudan a resolver problemas de forma efectiva. Y de igual modo se aleja de las posiciones de Salvador & Ramírez (2016), que consideran relevante pensar de nuevo las instituciones, los procesos y las capacida- des de los sujetos. 2.4 Pacto Nacional para la Reforma Educativa 2014-2030 Este Pacto responde a una convocatoria del Presidente de la República, el cual se muestra interesado en que los diferentes sectores de la socie- dad se comprometan con la reforma de la educación a nivel nacional. Se abre paso a un proceso de consulta, de diálogo, de discusión y de con- creción del Pacto con la participación de sectores representativos de la sociedad y de las instancias del gobierno. Con el Pacto se busca transfor- mar la educación dominicana. De igual modo, este Pacto se piensa como “un conjunto de compromisos colectivos, del Estado y de organizaciones sociales y del sector privado, para avanzar en transformaciones concre- tas, pero de largo alcance” (Isa, 2014, p. 11). Además, pretende incidir en la educación preuniversitaria, en la educación superior y en la educa- ción técnico-profesional. Como en planes anteriores, pero sin establecer conexión alguna con estos, se pone el acento en la calidad de la educa- ción, de la formación docente, de la modernización y del financiamiento de la educación. A pesar de esto, diversos sectores consideran el Pacto Educativo como “uno de los pocos compromisos a nivel nacional que goza de la legitimidad de la sociedad en su conjunto.” (Educa, 2017, p. 7). El Pacto Nacional para la Reforma Educativa 2014-2030 no apunta a cambios sustanciales. Se orienta a reformar, y por lo tanto busca modifi- caciones que afecten coyunturalmente los focos priorizados. Este Pacto carece de prioridades con respecto “a los compromisos e indicadores para establecer dónde estamos, dónde queremos llegar y medir cómo vamos mejorando” (Viyella, 2014, p. 7). En este marco, el Pacto Nacional

Año 50, Vol. XLI, septiembre-diciembre 2018, pp. 171-190 Educación dominicana, ¿cambio de paradigma? 181 para la Reforma Educativa 2014-2030 está considerado como uno de los indicadores educativos de mejora (Educa, 2015); no como un dispositi- vo para transformaciones profundas y sostenidas de la educación domi- nicana. Son evidentes los retos para que “la sociedad se apropie de su contenido y exija su cumplimiento” (Cabrera, 2014). Este Pacto está en vigencia y su proceso es lento. Los desarrollos del Pacto Educativo son poco conocidos, por la complejidad de los temas que pretende abordar y por la burocracia que regula la información y la participación de la sociedad. Ambos aspectos son limitados para los ciudadanos y, sobre todo, para los actores del sector educación que desea reformar. En co- herencia con sus propósitos, el Pacto muestra interés por los problemas que están en la superficie del sistema educativo dominicano. El Pacto muestra distancia respecto a los planteamientos de De Miguel (2005) y Poblete (2006), quienes consideran que la centralidad ha de tenerla el es- tudiante. Asimismo, se distancia de la posición de González (2005), que ratifica la necesidad de una comunidad científica que acoja y sostenga el cambio de paradigma que se quiera impulsar.

3. La Revolución Educativa.

La revolución educativa es una expresión que trata de evidenciar los avances que se están produciendo en el sector educación en el período 2016-2020 (Programa de Gobierno 2016-2020). Este Programa plantea darle continuidad al cambio educativo y social que, desde su perspec- tiva, ha estado siendo promovido desde años anteriores. Unen dos con- ceptos con los que buscan marcar la diferencia: revolución y cambio. Desde su óptica, intentan realizar las transformaciones sentidas por la sociedad dominicana. Los ejes rectores de la revolución educativa están representados, principalmente, por el diseño curricular revisado, la jor- nada escolar extendida, el aprendizaje desde el enfoque por competen- cias y la República Digital. 3.1 Diseño curricular revisado La revisión del diseño curricular está orientada a la formación de suje- tos comprometidos con la democracia y la transformación del contexto dominicano (Bases de la revisión y actualización curricular, 2014). En este marco, al analizar el nuevo diseño del currículo se constata que no presenta los apoyos concretos que los profesores requieren para la puesta en ejecución del mismo (Vargas, 2014) ni posibilita un desarrollo curricular autónomo (García, 2016). Esta situación constituye una difi- cultad para la apropiación del currículo y para su ejecución en clave de cambio y transformación. En esta dirección, García (2016) sostiene que el currículo responde a requerimientos de la calidad de la educación,

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pero que es necesario que los profesores lo comprendan: los maestros han de tener dominio pleno de lo que implica la comprensión y gestión del currículo (García, 2017). Y aunque el nuevo diseño curricular con- tiene una carga alta de información y de procedimientos, el desarrollo de la originalidad de los actores y de su pensamiento creador cuenta con poco espacio (García, 2017). Este aspecto y la poca apropiación que tienen los profesores del currículo constituyen serios obstáculos para avanzar hacia la revolución educativa. La revisión del diseño curricular acentúa el desarrollo conceptual y aborda la práctica docente con menos profundidad, lo que hace que el nuevo currículo revisado se distancie de las implicaciones del cambio educativo (Fullan, 2002 y Fullan, 2007). 3.2 Jornada Escolar Extendida La Jornada Escolar Extendida (JEE) —programa asumido como política de Estado al ser aprobado por el Consejo Nacional de Educación me- diante la ordenanza 91-2014— está considerada como un eje importante de la Revolución Educativa que tiene en proyecto el Gobierno (Programa de Gobierno 2016-2020). La JEE se asume como un proyecto orientado al cambio educativo, para fortalecer “la calidad y enriquecer el currícu- lo” (Matos, 2016, p. 83). Busca la puesta en ejecución de una propuesta pedagógica capaz de fundamentar con efectividad las experiencias de aprendizaje (MINERD, 2013). De igual modo, está pensada para impul- sar “transformaciones profundas” (Andújar, 2016). Para que la Jornada Escolar Extendida se constituya en un pilar de la reforma ha de incidir en todo el sistema educacional o en una parte significativa; además, ha de tener un enfoque holístico (Concha, 2016). De otra parte, se podría considerar como algo imposible ampliar el programa de jornada escolar extendida pensando solo en más tiempo y en más espacio en la escuela (Concha, 2016). Diferentes sectores sociales valoran la JEE por mejorar la situación de niños en condiciones vulnerables (IDEC, 2016), por acoger en los cen- tros educativos a los niños por un tiempo más amplio y por la alimen- tación que les ofrecen. A este respecto, se indica que la Jornada Escolar Extendida fortalece la articulación en los procesos formativos, posibi- lita una cultura que aprecia el tiempo de forma diferente y fortalece la motivación (Sánchez, 2016). Ahora bien, el potencial transformador que se atribuye a la Jornada Escolar Extendida encuentra dificultad cuan- do en la práctica se constata la presencia de un profesorado con una planificación cargada de tareas y sin espacio para la investigación ni para la reflexión individual y colectiva. Además, el diseño curricular se ve afectado por las dificultades que se encuentran para el desarrollo de los talleres programados. Asimismo, la JEE afronta dificultades para la constitución de una comunidad profesional que aprende, pues carece de

Año 50, Vol. XLI, septiembre-diciembre 2018, pp. 171-190 Educación dominicana, ¿cambio de paradigma? 183 sistemas para que los docentes puedan analizar e iluminar sus prácticas a partir del intercambio de experiencias con sus pares. La JEE se inscri- be en un proceso de reforma: no responde a los requerimientos propios de un cambio educativo (Day, 2005; Mayor Paredes & Rodríguez Martí- nez, 2016; Fullan, 2007). 3.3 Aprendizaje desde el enfoque por competencias El currículo revisado asume el enfoque por competencias como una de las líneas orientadoras del desarrollo curricular en República Domini- cana. Asume el concepto de competencia como capacidad para actuar de manera eficaz y autónoma en contextos diversos movilizando de for- ma integrada conceptos, procedimientos, actitudes y valores (MINERD, 2014). Pero no se puede olvidar que constituye un enfoque que, con po- sibilidades y riesgos, subraya lo útil, lo eficiente y eficaz, por lo que res- tringe el horizonte de la educación (García, 2017). En este sentido, es in- correcto considerar la capacidad que posee un sujeto ante una situación determinada teniendo en cuenta solo lo que hace (Bowden & Marton, 2012). Evidentemente, el Ministerio de Educación de la República Domi- nicana ha querido alejarse de la concepción instrumental que predomi- na en el enfoque por competencias, por lo que ha subrayado el elemento actitudinal, los valores y la dimensión ciudadana. Pero esto ocurre solo en el plano de la conceptualización. El problema estriba en que los edu- cadores no tienen claro ni la concepción ni la práctica del enfoque por competencias. Además, aunque se le inserten complementos, este enfo- que está vinculado a la acción laboral, a los saberes, “al saber hacer y el hacer” (Soler, 2004). Los factores que en los educadores condicionan la comprensión del con- cepto y su aplicación tienen su raíz en la carencia de una formación y de un acompañamiento a la práctica educativa con carácter sistémico. Por esta situación, se complica la visibilidad de innovaciones reales en los aprendizajes de los estudiantes y en el desempeño de los profeso- res. Aún más. La confusión respecto a la comprensión y aplicación del concepto de aprendizaje por competencias se extiende, también, a los gestores y acompañantes técnico-pedagógicos. Este enfoque, uno de los pilares de la Revolución Educativa, todavía está lejos de ofrecer procesos y resultados que se aproximen al cambio educativo. Es preciso que se avance, de la descripción del enfoque por competencias, a la apropiación de su sentido por parte de los principales actores del sistema, esto es, a su comprensión reflexiva y práctica por parte del profesorado, de los centros educativos y del personal del Ministerio de Educación del país, pues solo de este modo será efectiva su aplicación en el contexto domi- nicano. Para constituir un aporte y apoyo a la innovación en la educa- ción de cualquier país, el enfoque por competencias (que tiene sus raíces

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en la Edad Media) requiere una conexión con los cambios del mundo y con la educación hoy. Los planteamientos conceptuales del enfoque por competencias en el currículo revisado no distan de las posiciones de Morales & Varela (2014), Díaz Barriga (2006) y Tobón, Pimienta & García (2010). Pero en la práctica, en los hechos, ocurre lo que sostienen Escalante, Ibarra & Fonseca (2015): dicho enfoque carece de la fuerza su- ficiente para mover al cambio porque los docentes ni se han apropiado adecuadamente del concepto, ni tienen el acompañamiento necesario para dar el correcto seguimiento a su puesta en práctica, ni mucho me- nos poseen el pensamiento crítico que les permita una gestión razona- da y emancipadora del mismo. 3.4 República Digital El decreto 258-16 del Presidente de la República Dominicana crea el pro- grama República Digital. Su artículo no. 1 lo presenta como “el conjunto de políticas y acciones que promueven la inclusión de las tecnologías de la información y comunicación en los procesos productivos, educativos, gubernamentales y de servicio a los ciudadanos” (Decreto 258-16, 2016). A este respecto, vale tomar en cuenta que, en su investigación Lectura digital en la competencia lectora: La influencia en la Generación Z de la República Dominicana, Amiama-Espaillat & Mayor Ruiz (2017) conclu- yen que, más que ancha, la brecha digital en la República Dominicana es profunda. Este planteamiento avala la importancia del programa Re- pública Digital, el cual, en su artículo 2, indica que se orienta a diseñar y promover estrategias inclusivas, a reducir la brecha digital, a fomentar el uso de las tecnologías en los procesos de enseñanza-aprendizaje, así como al rediseño de procesos al servicio de los ciudadanos y las políticas públicas. El programa República Digital es una empresa compleja, pues requiere algo más que distribuir computadoras en centros educativos urbanos y rurales. En este sentido, múltiples investigaciones dan cuenta del auxilio que las TIC ofrecen a las personas y a las instituciones. Y se sabe que las tecnologías de la información y de la comunicación facilitan el que los estudiantes se aproximen a los conocimientos que requiere el presente siglo. Pero para llegar a ese punto, los sujetos han de poseer las competencias lectoras y digitales precisas (Amiama-Espaillat & Mayor Ruiz, 2017). Esta realidad coloca a la República Dominicana ante retos de largo alcance, puesto que los problemas de aprendizaje de los estu- diantes dominicanos y la necesidad del fortalecimiento de la formación del profesorado reportados por investigaciones e informes nacionales e internacionales (Evaluación Diagnóstica Nacional de Tercer Grado de Primaria presentada por el MINERD en el 2017, Informe de Resulta- dos TERCE de UNESCO del 2015, Informe Progreso Educativo 2015 de EDUCA) requieren atención sistemática e integral. De lo contrario, la

Año 50, Vol. XLI, septiembre-diciembre 2018, pp. 171-190 Educación dominicana, ¿cambio de paradigma? 185 revolución educativa que desea promover el programa República Digi- tal encontrará obstáculos para asomarse al cambio educativo, social y económico. Pues aun cuando se observa que profesores con formación inicial y sus acompañantes utilizan las herramientas digitales en sus procesos de formación (Marcelo, Domínguez & Mayor, 2016), se consta- ta también que el país está profundamente afectado por dificultades de conectividad. Para que el programa República Digital pueda fortalecer la revolución educativa, tiene que generar cambios estructurales, y es- tos cambios necesariamente tienen que implicar a los sujetos. En este sentido, se puede afirmar que los actores requieren desarrollar un nivel de competencia que les permita elevar la intervención en acciones que generen “conocimiento y, por lo tanto, la digitalización” (CEPAL, 2016, p. 98). Para que el programa República Digital genere una revolución educativa, ha de tener en cuenta los planteamientos que han efectuado García Canclini (2008), Salvador & Ramírez, 2016, Herrán & Fortunato (2017) y López & Bernal (2015) respecto al rol que juegan las TIC en los procesos de formación y cambio. 4. Conclusiones

La educación dominicana presenta, desde la década de los años noventa, un dinamismo notable que a su vez coexiste con fragilidades profundas. En la base de este dinamismo están las diferentes reformas educativas que se han impulsado en el país y en el continente. Algunos rasgos pro- pios de este proceso son el incremento de la sensibilización educativa en la sociedad y el fortalecimiento de la conciencia ciudadana respecto de la importancia de la educación y del derecho a la educación que tie- nen todas las personas. Además, otras notas importantes son la organi- zación y el desarrollo de movimientos dinamizadores como los Planes Decenales y el Pacto Nacional para la Reforma Educativa 2014-2030. Con menos incidencia por la limitada participación, pero con impacto en el sector educativo, cabe destacar el proceso que culminó con la revi- sión del diseño curricular. El programa República Digital todavía cuen- ta con más despliegue publicitario que concreciones. Requiere tiempo para que se pueda visualizar la articulación entre procesos y resultados y, además, para que se establezca una conexión clara entre la formación de calidad y el uso reflexivo de las herramientas tecnológicas. De ahí que los distintos Planes Decenales planteados, el enfoque por competencias, el Programa de Jornada Extendida y el programa República Digital se mantengan distantes de las características que corresponden a un cam- bio educativo, a una revolución educativa y a un cambio de paradigma. En primer lugar, porque ellos carecen del espacio de tiempo prolonga- do que posibilite la cualificación de sus procesos y la adquisición de los aprendizajes requeridos. Pero, particularmente, porque carecen de

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la profundidad que amerita el cambio para poder afectar las estructuras del sistema educativo y las mentalidades y la práctica de los educa- dores. Les falta una comunidad científica sostenida que con su acción investigativa favorezca la implicación de los demás actores del proceso, especialmente de los educadores, sin los cuales es imposible el cambio. La acción investigativa posibilitará la producción de información y de conocimiento capaz de generar cambios sustantivos que van más allá de la superficie del sistema educativo. Para la mejora y el cambio se requiere un docente informado, con apro- piación conceptual y práctica del currículo y del enfoque por competen- cias; se requiere de un docente implicado en la construcción del currícu- lo, con actitud y formación en investigación. Como ya se ha dicho, la realidad educativa nacional no responde a un cambio de paradigma a causa de la carencia de continuidad en los pro- cesos educativos y en las propuestas que se llevan a cabo. Pero también está distante de un cambio de paradigma debido a las dificultades que los docentes confrontan con el aprendizaje y con el uso pedagógico de las tecnologías de la información y comunicación. La dificultad estriba en la falta de formación tecnológica y de un acompañamiento sistemá- tico que garantice la mejora de su práctica. Los educadores requieren asesoramiento tecnológico que favorezca su actualización en el campo de las tecnologías de la información y de la comunicación. El cambio de paradigma en educación será alcanzable solo cuando los procesos sean más sistémicos que coyunturales. Referencias bibliográficas Álvarez, C. (2004). La Educación en la República Dominicana. Logros y desafíos pendientes. Serie de Estudios económicos y sectoriales. Was- hington: Banco Interamericano de Desarrollo. Amiama-Espaillat y Mayor-Ruiz, C. (2017). Comunicar, 52(25). Revista Científica de Educomunicación. Andújar, C. (2016). Palabras de la Directora de la OEI en R. D. En Jorna- da Escolar Extendida: Aportes para la reflexión y la acción. Santo Do- mingo: MINERD/OEI. Artiles, L. (2006). Apuntes y motivaciones para el movimiento socioedu- cativo. En Procesos educativos y nuevas subjetividades: articular igual- dad y diferencia. Anuario Pedagógico 10 (23). Bowden, J., & Marton, F. (2012). La Universidad, un espacio para el apren- dizaje. Más allá de la calidad y la competencia. Madrid: Narcea, S. A. De Ediciones.

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Estudios Sociales Año 50, Vol. XLI-Número 157 Septiembre-diciembre 2018

Algunas transformaciones del campo religioso en República Dominicana 1970-2018 Some transformations of the religious field in the Dominican Republic 1970-2018 Quelques transformations du champ religieux en République Dominicaine 1970-2018 Marcos Villamán*

Resumen

Dos datos importantes analiza el autor de este artículo enmarcado en el ámbito dominicano. En primer lugar, la aparente oportunidad que el contexto socioeconómico y político al nivel global ofrece a la religión en sentido general: dado que se ha perdido una buena parte de los referentes sociopolíticos y económicos que guiaban a los pueblos en su búsqueda de un futuro mejor (de modo que en todo el mundo prevalece un sentimiento generalizado de incertidumbre), la religión aparenta ser una fuente de “sentido” a la que las personas todavía pueden recurrir para reorganizar sus vidas y afrontar el mañana con menos miedo y más esperanza. En segundo lugar, que esa apertura que el contexto global ofrece a la religión ha estado siendo aprovechado sobre todo por las corrientes del cristianismo protestante, en especial por las llamadas confesiones pentecostales, que han visto aumentar su feligresía gracias a la “recuperación de la dignidad humana” que parecen ofrecer a las personas que en sus ámbitos sociales enfrentan todo tipo de carencias e inseguridades.

Palabras claves: Republica Dominicana, Confesiones religiosas en República Dominicana, Confesiones pentecostales, Catolicismo romano

Abstract: Two important data analyzes the author of this article framed in the Dominican field. In the first place, the apparent opportunity that the socioeconomic and political context at the global level offers to religion in

* Sociólogo y teólogo dominicano. Rector del Instituto Global de Altos Estudios en Ciencias Sociales (Iglobal). Correo electrónico: [email protected] 192 Marcos Villamán

a general sense: given that a good part of the socio political and economic referents that guided the peoples in their search for a better future have been lost. (So a​​ generalized feeling of uncertainty prevails everywhere in the world), religion appears to be a source of “meaning” to which people can still turn to reorganize their lives and face tomorrow with less fear and more hope. Secondly, that the opening that the global context offers to religion has been being used mainly by the currents of Protestant Christianity, especially by the so-called Pentecostal confessions, which have seen their parishioners increase thanks to the “recovery of dignity” human that seem to offer to people who in their social environments face all kinds of shortcomings and insecurities.

Keywords: Dominican Republic, Religious confessions in the Dominican Republic, Pentecostal confessions, Roman Catholicism

Résumé

Deux données importantes analyse l’auteur de cet article encadré dans le domaine dominicain. Tout d’abord, la possibilité apparente le contexte socio-économique et politique au niveau mondial offre la religion dans le sens général, car il a perdu beaucoup de références économiques et sociopolitiques qui ont guidé les gens dans leur quête d’un avenir meilleur (de sorte que dans le monde entier règne un sentiment général d’incertitude), la religion semble être une source de “sens” que les gens peuvent toujours recourir à réorganiser leur vie et faire face à l’avenir avec moins de crainte et d’espoir. En second lieu, que l’ouverture du contexte mondial offre la religion a été exploitées principalement par les courants du christianisme protestant, en particulier les soi-disant dénominations pentecôtistes, qui ont vu leur adhésion grâce à la “récupération de la dignité humaine” qu’elles semblent offrir aux personnes qui dans leurs domaines sociaux font face à toutes sortes de besoins et d’insécurités.

Mots-clés: République Dominicaine, confessions religieuses en République Dominicaine, confessions pentecôtistes, catholicisme romain

A manera de introducción

Que la religión está de regreso o que nunca estuvo de viaje en la región latinoamericana y caribeña es un hecho que ya no parece discutible (Vi- llamán, 2004, pp. 504-548). Pero que el campo religioso ha cambiado en la sociedad dominicana es una realidad de la que cualquier observador interesado puede percatarse. La época en que el catolicismo ejercía un predominio casi exclusivo y el mundo protestante era casi inexistente hace tiempo que dejó de existir. De un tiempo a esta parte se ha produci- do una recomposición importante en la distribución de las confesiones

Año 50, Vol. XLI, septiembre-diciembre 2018, pp. 191-208 Algunas transformaciones del campo religioso en República Dominicana 1970-2018 193 religiosas y se ha generado una importante movilidad en la composición de las respectivas feligresías, movimiento que expresan las estadísticas que se disponen sobre el tema en cuestión. El presente trabajo aborda –desde la perspectiva de la sociología de las religiones- la cuestión de las transformaciones o recomposición que pa- rece estarse produciendo en la actualidad en el campo religioso de la sociedad dominicana desde la perspectiva de la sociología de las reli- giones. Como se sabe, la hipótesis de fondo que orienta la búsqueda ex- plicativa de esta área del conocimiento es la existencia de una relación importante entre el contexto social y el comportamiento religioso de las personas y los grupos sociales. Dicho de otra manera, que el contexto social es un factor importante para entender el hecho religioso. Así las cosas, en estas páginas nos esforzamos por proponer algunas relaciones posibles entre los cambios ocurridos en el contexto social ac- tual de la República Dominicana y las transformaciones que se observan en el campo religioso en el contexto de la dinámica de un mundo globa- lizado. Hemos dividido el texto en cuatro pequeños capítulos y una conclusión. En el primer capítulo se plantea el proceso de diversificación del cam- po religioso en los últimos años en el país; en el segundo, se abordan algunas transformaciones y rasgos de la realidad social como parte del marco explicativo del comportamiento de los actores del campo religio- so; en el tercer capítulo se trata la cuestión de las respuestas religiosas como propuestas de sentido en el contexto antes indicado; y en el cuar- to capítulo se realiza una pequeña reflexión en torno a la relación entre religión y política en el contexto dominicano. Finalmente, se realiza una breve reflexión a manera de conclusión. Agradezco a la revista Estudios Sociales la invitación a participar en este número con ocasión de su cincuenta aniversario y aprovecho la ocasión para felicitarle por este importante logro.

1. La diversificación del campo religioso dominicano

A partir de la década de los años 80 el campo religioso de la Repúbli- ca Dominicana y de buena parte de los países de América Latina ha conocido un importante proceso de transformación1. De una presen- cia ampliamente hegemónica del catolicismo romano se ha pasado a un crecimiento o irrupción importante de confesiones evangélicas o

1 Sólo en México y Colombia no se ha observado una variación porcentual tan im- portante de las poblaciones religiosas respectivas (Pew Research Center, 2014).

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protestantes pertenecientes a tradiciones religiosas diversas, aunque con predominio del pentecostalismo. No ha sido diferente en República Dominicana. Tal y como ha sido indicado,

…desde el año 1910 y hasta el 1970 alrededor del 90% de la población dominicana se reconocía como perteneciente al catolicismo romano y el 10% restante se repartía entre las diferentes confesiones protestantes o evangélicas y los que no participaban de ninguna de las expresiones religiosas existentes. Hoy, en el 2018, alrededor del 50% de la población se reconoce católico-romana, y en torno a un 20% se define como evangélica en sentido general. El 20% restante se reparte entre los que dicen no pertenecer a ninguna confesión o se dicen no creyentes. ( Pew Research Center, 2014). En otros países de la región estos cambios en la pertenencia confesional han sido aún más dramáticos. Mediciones diversas dan cuenta de este importante proceso de trans- formación del campo religioso a partir del 1970 y en la actualidad. Así, según mediciones del Pew Research Center realizadas mediante encues- tas en el 2013 y 2014, la composición confesional tiende a presentar una variación de más o menos 3 puntos porcentuales, de manera que el re- sultado podría ser 57% católicos y 23% evangélicos, o 54% católicos y 20% evangélicos.

Tabla 1 Afiliación católica en América Latina

1910 1950 1970 2014 Dif. 1910-1970 Dif. 1970-2014 97 95 91 71 -6 -20 Brasil 95 93 92 61 -3 -31 Bolivia 94 94 89 77 -5 -12 Chile 96 89 76 64 -20 -12 Colombia 80 91 95 79 +15 -16 Costa Rica 99 98 93 62 -6 -31 Rep. Dom 98 96 94 57 -4 -37 Ecuador 88 98 95 79 +7 -16 El Salvador 98 99 93 50 -5 -43 Guatemala 99 99 91 50 -8 -41 Honduras 97 96 94 46 -3 -47

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México 99 96 96 81 -3 -15 Nicaragua 96 96 93 50 -4 -43 Panamá 84 87 87 70 +3 -17 Paraguay 97 96 95 90 -2 -5 Perú 95 95 95 76 0 -19 Puerto Rico 100 94 87 56 -13 -31 Uruguay 61 62 63 42 +2 -21 Venezuela 93 91 93 73 0 -20

Nota: Los cálculos de 1910,1950 y 1970 provienen de World Religion Database y los censos de Brasil y México. Los cálculos de 2014 se basan en la encuesta de Pew Research Center. Fuente: Pew Research Center

De igual manera, según las mediciones de Latinobarómetro, ya para el año 2017 el catolicismo en República Dominicana se habría redu- cido al 48% de la población, mientras que las confesiones evangélicas habrían crecido hasta el 21% de la misma. El mismo estudio sitúa al 28% de la población en la columna de “ninguna, ateo, agnóstico” (La- tinobarómetro, 2018). De acuerdo con estos datos, República Domini- cana (48%), junto a Chile (45%), Guatemala (43%), Nicaragua (40%), El Salvador (40%), Uruguay (38%) y Honduras (37%), sería de los países de la región latinoamericana cuya población católica se coloca hoy por debajo del 50% (Latinobarómetro, 2017). En los demás países de la región, aunque también se observan cambios en el mismo sentido que venimos indicando, la disminución no ha sido tan dramática como las aquí indicadas. 1.1 La expansión de las nuevas expresiones-confesiones religiosas Así, según estos datos, es evidente que se estaría produciendo un pro- ceso importante de diversificación y redistribución religiosa de la po- blación dominicana, igual que ocurre en buena parte de los países de la región latinoamericana. En este proceso, como hemos indicado, las iglesias protestantes, y las pentecostales en particular, son las que pa- recen haber captado en mayor medida la población que ha abandonado las filas del catolicismo, aunque este continúe siendo la confesión mayo- ritaria. Sin duda, el pentecostalismo en la diversidad de sus expresiones —y tanto en su versión independiente como en la conciliar— constituye la principal forma de esta diversificación. Es por eso que algunos entien- den que ha ocurrido una “pentecostalización”(Berguer, 2016, p. 56) del universo protestante en términos de las concepciones teológicas y del culto.

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En opinión de Berger (2016):

El pentecostalismo moderno debe ser el movimiento religioso que ha crecido a mayor velocidad en la historia. El Pew Forum Religion and Public Life de Washington ofrece las cifras más fiables sobre religión. Un cálculo reciente habla de unos seiscientos millones de pentecostales o cristianos carismáticos (pues los términos son más o menos sinónimos) en el mundo. (Y comenta), Me parece que se trata de una cifra demasiado baja. En 1989, el Catholic Institute for International Relations de Londres pronosticó que para el año 2000 más de una tercera parte de todo el cristianismo sería pentecostal (p. 57). Originalmente, la presencia pentecostal ha sido —y es todavía— parti- cularmente significativa en el mundo de los sectores populares de los campos y las ciudades de la mayoría de los países de la región latinoa- mericana. Según algunos estudiosos, las comunidades pentecostales localizadas en zonas de miseria y carencias materiales son espacios al- ternativos de recuperación de la dignidad humana. En ellos, además de una democratización de la palabra y una recuperación de la ciudadanía, germinan nuevas formas de comunicación y una propuesta teológica “informal” que tiene como centro de su discurso oral la afirmación de la dignidad como un don de Dios (López, 2000). Hugo Assman (1987), en un viejo y útil texto que intenta una mirada explicativa del fenómeno, presenta a manera de síntesis cómo el drama humano y social que viven los sectores empobrecidos sirve de contexto a esta expansión pentecostal que se da en su seno. Así, el autor indica:

..la terrible realidad de vivir la experiencia cotidiana de amenaza, de inseguridad, de ausencia de certezas y esperanzas plausibles…(unida a) la falta de perspectiva de mínimas, el desencanto radical con las promesas provenientes del mundo y la necesidad de buscar panaceas que permitan sobrevivir lo cotidiano (en el marco de) aislamientos específicos de los desarraigados de su contexto (los migrantes) y la increíble soledad generada por la ausencia de lazos humanos de amistad y amor… (y se pregunta sugerentemente) ¿Qué sabemos nosotros (los investigadores) de la experiencia de —de repente— tener a mano la posibilidad de sentirse, puros, acogidos por Dios, renacidos?(Assman, 1987, p. 162-163) Sin duda este contexto debe tener una cuota importante en la explica- ción del fenómeno. 1.2 La irrupción de las clases medias y su interpelación religiosa Como se sabe, en no pocos países de la región y en los últimos años, los llamados sectores medios han experimentado un proceso de expansión

Año 50, Vol. XLI, septiembre-diciembre 2018, pp. 191-208 Algunas transformaciones del campo religioso en República Dominicana 1970-2018 197 que ha sido producto de procesos económicos que han propiciado su desarrollo por la vía del crecimiento (Gúzman, 2011). Este es también el caso de la República Dominicana, donde se aprecia un incremento de los sectores medios y medios bajos a causa de este proceso de movilidad social ocurrido en los últimos años. Así las diversas expresiones protes- tantes en general, el pentecostalismo en particular y algunos movimien- tos católicos han encontrado en estos sectores un terreno propicio para su crecimiento, al ofrecer respuestas a necesidades religiosas que son propiciadas en este nuevo contexto social (Duch, 2012). Así las cosas, en décadas más recientes y hasta nuestros días, el carác- ter popular del pentecostalismo de los inicios se ha modificado y se ha combinado con una importante diversificación social de su feligresía, en la que ahora tienen un peso importante las clases o sectores medios y medios altos de nuestras sociedades latinoamericanas, como hemos in- dicado. En estos casos parece haberse desarrollado una oferta religiosa cónsona con la necesidad de estos sectores que algunos caracterizan como neopentecostalismo,2 que desarrolla una práctica y un discurso y una espiritualidad afín con la necesidad de estos sectores. Se trata de la llamada “teología de la prosperidad”, que acompaña y legitima desde la perspectiva religiosa los procesos de mejoría y movilidad social de los sectores populares y medios que devienen feligresía neo-protestante y/o neo-pentecostal. Los feligreses interpretan así, en clave religiosa, su realidad y/o mejoría económico-social y familiar y la asumen como con- firmación de la experiencia salvífica que ocurre en sus vidas producto de su conversión religiosa. 1.3 Consejos, Concilios y confesiones pentecostales independientes Un importante mecanismo de coordinación de buena parte del mundo protestante los constituye el Consejo Dominicano de Unidad Evangéli- ca, (CODUE). A su vez, una parte del mundo pentecostal se encuentra organizado en los llamados “Concilios”. Tal es el caso de las Asambleas de Dios, la Iglesia de Dios o Iglesia de Dios de la Profecía, entre otros. El Concilio es una estructura organizativa que agrupa una buena cantidad de comunidades pentecostales dispersas en la geografía nacional. Por otra parte, tenemos también la presencia importante de comunidades pentecostales “independientes”, es decir, que no pertenecen a ningún concilio y donde la autoridad doctrinal y disciplinaria fundamental es el pastor. En algunos casos algunas de estas confesiones independientes se agrupan y coordinan entre sí en una diversidad de modalidades.

2 Para una reflexión útil sobre pentecostalismo y neopentecostalismo, ver artículo de Ramiro Martínez (Martínez, 2012).

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Como se ha indicado, el pentecostalismo no limita su presencia al mun- do protestante sino que su desarrollo ha impactado también al interior de algunas estructuras del catolicismo romano, por ejemplo, en el llama- do movimiento carismático y en otros movimientos laicales. 1.4 Otras confesiones protestantes Por otra parte, continúan desarrollándose otras confesiones más o me- nos tradicionales, como los Testigos de Jehová, Adventistas del Sépti- mo día, Iglesia Episcopal, La Iglesia de los Santos de los últimos días (Mormones), Bautistas, al lado de las cuales se han establecido también expresiones religiosas relativamente nuevas, generalmente con vincu- lación internacional, y con una importante incidencia sobre todo en las capas medias de la sociedad. Estas últimas no son pentecostales en sen- tido estricto, aunque su vida cultual presenta manifestaciones que pue- den ser asimiladas al pentecostalismo. Así las cosas, desde las últimas décadas del siglo pasado y hasta el pre- sente, estaríamos asistiendo a una modificación, en los términos indica- dos, de la composición del paisaje religioso de la sociedad dominicana, y en general, de la región latinoamericana. Desgraciadamente no es fácil acceder a estadísticas propias de las diferentes confesiones. 1.5. Decrecimiento, recomposición y vigencia del catolicismo romano Según los datos que se presentan en las mediciones a las que hemos hecho referencia anteriormente, el catolicismo romano ha sufrido un importante proceso de disminución de su feligresía en la República Do- minicana. A pesar de ello continúa siendo la confesión religiosa mayo- ritaria en el país, con una feligresía de alrededor del 50% de la población total. Igual proceso de decrecimiento se ha producido en buena parte de los demás países de América Latina. El mismo se ha complementado, como hemos visto, con el crecimiento de las confesiones cristianas no católicas, que en nuestro país se ubica actualmente en alrededor del 20% de la población, cuando hasta hace relativamente poco tiempo tenían porcentajes menores al 10%. De igual manera, la Iglesia Católica mantiene el peso político y el ascen- diente social que por diversas razones y motivos conocidos ha adquirido a lo largo de la historia del país. Ello no quiere decir que el crecimiento de las confesiones no católicas no haya afectado el protagonismo social y el peso político del catolicismo, que debe ahora compartir con las otras confesiones cristianas un escenario que antes ocupaban de manera am- pliamente predominante o casi exclusiva. Pero lo hace desde una posi-

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ción todavía dominante que se expresa, entre otras cosas, en el tipo de relación que mantiene con los poderes sociales y políticos constituidos. Evidentemente y como es conocido, la relevancia social de las confe- siones no católicas ha obligado a los sectores y poderes políticos a su reconocimiento práctico vía modalidades diversas. Es preciso retomar la afirmación de que, para algunos analistas, también en el catolicismo romano, de un tiempo a esta parte, se ha producido un proceso de pentecostalización en no pocas de sus comunidades o movi- mientos. Es decir, encontramos en ellos también la presencia de expre- siones, maneras de vivir la fe cristiana, de evidente filiación pentecostal. Este sería el caso del movimiento carismático, entre otros. En el catolicismo parece percibirse una suerte de recomposición de gru- pos y sectores eclesiales que se expresa en acentos mayores o menores de estilos pastorales, crecimiento o decrecimiento de algunos y discur- sos que privilegian unas concepciones u otras. Pero se percibe también la permanencia de los movimientos tradicionales, v. gr. Cursillo de Cris- tiandad, la Pastoral familiar-matrimonial, el Catecumenado, las CEB (aparentemente un poco disminuidas en su impacto eclesial y social) y las llamadas “pequeñas comunidades”, evidentemente todo coordinado en torno a la centralidad de la liturgia dominical y el resto de la vida parroquial. 1.5.1 El factor “Papa Francisco” Hay que tomar en consideración que el catolicismo se recompone tam- bién en el contexto de los cambios eclesiales que ocurren a lo externo de las iglesias nacionales. Así, el papado de Francisco y su magisterio es sin duda un hecho relevante en el comportamiento actual de las iglesias de la región y de la iglesia dominicana en particular en razón de su in- fluencia en la dinámica eclesial general. Me parece que la Carta Encíclica Laudatio si es una buena referencia para avalar lo que afirmamos aquí, pues en ella aparecen algunas de las líneas fundamentales que guían el pontificado de Francisco. En el texto aparecen como fundamentales elementos que lo sitúan, sin duda, en la tradición de la iglesia latinoamericana. Por ejemplo, la cuestión de la opción por los pobres en vinculación con la ecología integral, el cambio climático, el cuidado de la naturaleza y la causa de la justicia como de- fensa de la vida, que constituyó uno de los ejes fundamentales del do- cumento. Se presentan también algunas novedades como la crítica a la tecnología y la cultura del descarte, entre otras cosas. Todos estos temas son asumidos y desarrollados desde una personalidad carismática como

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la de Francisco que, sin duda, amplía la influencia de su discurso por la fuerza que le imprime su coherencia y la insistencia con la que lo refiere. Ciertamente, su impacto en las iglesias nacionales es fundamental. 1.6 Recomposición Así pues, se observa una importante recomposición del campo reli- gioso, caracterizada sobre todo por el crecimiento de las confesiones evangélicas o protestantes, con principalía del pentecostalismo, y por el decrecimiento del catolicismo, aunque conservando éste su carácter de confesión mayoritaria. Y al mismo tiempo se evidencia cómo el pen- tecostalismo, en su proceso de expansión, parece haber influenciado los estilos litúrgicos e interpretativos de otras confesiones protestantes e incluso a algunas expresiones católico-romanas tendencialmente funda- mentalistas.

2. Algunos elementos del contexto de estas transformaciones

La religión, o si se prefiere, la práctica religiosa es un “hecho social”. En consecuencia, sus formas y cambios deben entonces expresar algún tipo relación o vinculación explicativa con el entorno social en el cual ella se desarrolla o realiza. Así pues, asumiendo que existe alguna relación entre práctica religiosa y entorno o contexto social, parece pertinente preguntarse: ¿Qué ha cambiado en el entorno social que permita una aproximación explicativa del fenómeno que observamos, es decir, en la modificación de la configuración del universo religioso, en concreto, en la modificación de las preferencias religiosas de las poblaciones latinoa- mericanas y caribeñas? O bien, ¿cuáles nuevas condiciones se han gene- rado en el entorno y en los sujetos que permita dar cuenta del fenómeno que estamos indicando? Veamos algunos elementos al respecto. 2.1 La incertidumbre como característica predominante del ambiente cultural3 del presente La incertidumbre es un rasgo fundamental que caracteriza nuestro presente. Tal como ha sido señalado: “Si hubiera que sintetizar el ca- rácter del mundo en el que vivimos yo diría que estamos en una épo- ca de incertidumbre”(Innerarity, 2018, p. 9). Esta afirmación de Inne- rarity nos sirve como introducción a algunas propuestas explicativas del fenómeno que venimos indicando. Efectivamente, en la base de

3 “Vaya por delante una acotación antropológica muy importante…: para el ser hu- mano de todos los tiempos y latitudes no hay —no puede haber— ninguna posibilidad extra-cultural. Al margen de una cultura concreta, con sus posibilidades y sus límites, con los aspectos positivos y negativos de sus variadas herencias, no hay en este mundo ninguna posibilidad real de realización de lo humano”(Duch, 2017, p. 16).

Año 50, Vol. XLI, septiembre-diciembre 2018, pp. 191-208 Algunas transformaciones del campo religioso en República Dominicana 1970-2018 201 las modificaciones que venimos observando en el mundo religioso, probablemente se encuentre este dato de la actualidad regional: una importante sensación de incertidumbre fundamental propicia en los sujetos la búsqueda de nuevas explicaciones y encuentra respuesta en propuestas que reponen la sensación de normalidad al dotar a los suje- tos de “respuestas válidas” compartidas en un proceso permanente de legitimación vía la práctica religiosa cotidiana, que permite aminorar la sensación de incertidumbre. Es que, por una parte, a causa de la actual dinámica social se ha pro- ducido una relativización de la tradición (o de las tradiciones) y de las formas propias de ver el mundo. En efecto, la apertura a otros mundos vía los procesos de globalización cultural (que algunos llaman “mundia- lización”), gracias al incremento de las comunicaciones que permiten la conexión con otros universos culturales, propicia la relativización del universo cultural propio, obviamente, la religión incluida. Para el caso dominicano, a este respecto es relevante indicar el importante proceso de urbanización de la sociedad dominicana, que en un tiempo relativa- mente breve pasó de ser mayoritariamente rural a mayoritariamente urbana. Hasta cercana la década de los 90 alrededor del 70% de la pobla- ción se encontraba en los campos, y hoy este porcentaje corresponde a la población urbana. Es decir, se ha pasado de ser una sociedad campesina a ser una sociedad urbana con todo lo que ello significa. Por otra parte, una consecuencia fundamental de la relativización indi- cada es la “perplejidad” producto de la desestabilización de las certezas fundamentales o “evidencias básicas de sentido” (Villamán, 1993) que habían servido de orientación en la vida cotidiana y que lanza inevi- tablemente a la búsqueda de sustitutos que permitan devolver la sen- sación de normalidad a esa cotidianidad. Beck utiliza el concepto de “metamorfosis” para dar cuenta de la magnitud, el tipo y el carácter del cambio que vivimos. Al respecto afirma: “El cambio implica que algunas cosas cambian, pero otras siguen igual… La metamorfosis implica una transformación mucho más radical, mediante la cual las viejas certezas de la sociedad moderna se desvanecen mientras surge algo completa- mente nuevo” (Ulrich, 2017, p.17). 2.2 Devaluación de las utopías, de las ofertas políticas y un futuro desdibujado La situación actual está caracterizada también por la carencia de una imagen de futuro, es decir, de un “hacia dónde” nos encaminamos como sociedad humana que nos permita dotarnos de un cierto horizonte que nos genere una esperanza o una apuesta razonable de modificación del

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presente “hacia un futuro mejor”. Tal como con respecto a la vida social comenta Boaventura Sousa Santos:

Tiene que haber un cierto equilibrio entre miedo y esperanza porque el miedo sin esperanza es la desesperanza, es la parálisis, es la muerte… Pienso que estamos en una época en la que el miedo predomina sobre la esperanza. Este momento que podemos llamar ciclo global reaccionario está en todo el mundo, comandado por el neoliberalismo global y está creando sobre todo un sentimiento de miedo en todos los que resisten”(Elorduy, 19 de mayo de 2018). Lo anterior se articula con la situación cada vez más extendida de des- confianza en las mediaciones políticas hasta ahora reconocidas como válidas y útiles, y que se extiende hasta los mediadores-gobernantes, quienes en democracia, al decir de algunos, reciben (o deberían recibir) de parte de la población confianza a cambio de virtud . Pero como pare- ce verse disminuida la virtud, en mayor o menor medida4 se ve corroída la confianza de los diversos sectores sociales en la política y los políticos, irrumpiendo así la denominada “antipolítica”, cuyo

…elemento primario es una desconfianza total de la esfera política, de sus personas, sus instituciones, sus usos y sus rituales, pero sobre todo de sus privilegios, sus corruptelas, su distanciamiento de las necesidades de los ciudadanos… En particular es la corrupción de la esfera política la que suscita el disgusto de los ciudadanos de todos los países democráticos. (Raffaele, 2016, p. 44). Esta desconfianza tiene que ver con las dificultades de éxito o el fracaso de los esfuerzos de construcción de futuros nuevos y mejores que el presente en función de modelos socio-históricos que fueron asumidos y postulados como alternativas al presente, pero que se han evidenciado como limita- dos. En esta dirección apunta la lectura-interpretación del fracaso de los llamados socialismos históricos, las limitaciones exhibidas por las diver- sas versiones de la socialdemocracia europea, las dificultades y límites de los recientes esfuerzos latinoamericanos surgidos de la izquierda demo- crática, las dificultades de consolidación de una funcional institucionali- dad democrática y la vigencia y expansión de un capitalismo en versión neoliberal ampliamente excluyente que parece hacerse omnipresente e imbatible en buena parte de los países de la región.

4 “La ideología democrática quiere, en efecto, que los ciudadanos tengan confianza en el sistema político-institucional que ella genera y en las personas que los represen- tan; sin este requisito, la transferencia de soberanía no puede tener lugar. Sin embargo, quiere también que el personal político que la encarna esté animado por la virtud (Ra- ffaele, 2016, p. 108).

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Así, los cambios políticos parecen correr de un lado al otro del abanico ideológico con aparentemente iguales niveles de fracaso desde el punto de vista del mejoramiento de la vida de la gente y el ordenamiento so- cio-político. Ello impide la confianza en una u otra determinada apuesta ideológica como oferta creíble de solución, desde el punto de vista polí- tico, a los problemas ancestrales de la vida concreta de las personas. En función de lo indicado, la incertidumbre se ha convertido en un rasgo tí- pico y fundamental del presente de la mayoría de los países de la región latinoamericana. Las antiguas certezas parecen debilitarse y los “grises” parecen dominar el presente y su comprensión. Tal como indica Innera- rity, “Cuando todo se convierte en impredecible, inestable y sospechoso surge la nostalgia de las pasiones tranquilas y se plantea con especial inquietud el problema de en quién confiar, cómo recuperar alguna refe- rencia que nos permita orientar nuestros conocimientos y emociones” (Innerarity 2018, p. 12). Al mismo tiempo, parece sumarse a lo anterior el ambiente cultural que van generando las otras nuevas realidades. Tal es el caso de los cambios y novedades en desarrollo producto de: “La revolución biotecnológica (que) nos obligará a todos a poner un espejo ante los valores que más apreciamos, y a ponderar la pregunta final sobre el fin y el significado de la existencia. Puede que ésta sea la contribución más importante de esa revolución.” (Rifkin, p. 325). Así, se acentúa el desconcierto con respecto al futuro que parece traer consigo, como se ha indicado, el desdibujamiento de los referentes para pensar el presente y los caminos para su eventual transformación en razón de la ausencia de visiones plausibles del porvenir que el presente y el pasado reciente no se hayan encargado de ¿desmentir?. Los sujetos parecen sentirse lanzados a una situación sobre la que tienen poco o ningún control.

3. La religión hoy: certeza, identidad y salvación para el “más acá”

Así las cosas, la oferta religiosa parece encontrar un estado de ánimo propicio para interpelar a los sujetos al dotarles de una visión del mun- do capaz de propiciar las respuestas que les permitan vivir su presente con la “normalidad” acostumbrada y al conferirles el repertorio nece- sario para explicarse el presente y sentirse actuando adecuada y espe- ranzadoramente de cara al futuro. En este contexto, el fundamentalismo religioso, típico de buena parte de las ofertas pentecostales —aunque no sólo de ellas, como hemos visto— encuentra un importante caldo de cultivo en las condiciones sociales del presente, pues el mismo opera como un reconstructor de certezas básicas que reducen los niveles de

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incertidumbre y relativización y repone la sensación de normalidad y control de la situación por parte de los sujetos. Tal como indica P. Berger:

El fundamentalismo es un intento de restaurar la certeza amenazada… Lo que todos esos proyectos (fundamentalistas) tienen en común es una promesa al posible converso: “Ven y únete a nosotros, y tendrás la certeza que has anhelado durante tanto tiempo. Comprenderás el mundo, descubrirás quién eres y sabrás cómo vivir (Berguer, 2016, p. 31-32). Aunque pueda sonar muy burda esta afirmación de Berger, me parece que, menos o más radical, ella es la gran oferta de base de cualquier pro- puesta religiosa leída en clave fundamentalista. 3.1 Las nuevas ofertas religiosas y la transformación de la cotidianidad de las personas Si, como hemos visto, un rasgo característico de este presente nues- tro es la pérdida de las certezas vividas como fundamentales, no es difí- cil entender entonces la vigencia de propuestas —religiosas o no— que permitan a las personas una organización razonable de su vida. En este sentido, el crecimiento de ofertas religiosas de salvación que irrumpen de un tiempo a esta parte se explica en buena medida en virtud de que dichas ofertas aparecen como opciones válidas para el rescate o cons- trucción de un sentido que dote a las personas de elementos para resis- tir en el hoy con menos miedos y más esperanza. La oferta religiosa proporciona a los individuos el ordenamiento de su cotidianidad, que en la misma medida en que ella es ordenada y en que mejoran sus condiciones se convierte —para las personas implicadas— en un mecanismo de verificación de la validez de las nuevas maneras de vivir esa cotidianidad, es decir, en una corroboración de la corrección de las nuevas maneras o prácticas asumidas. Es decir, lo que suele ocurrir en las personas es que, en el nivel micro-so- cial, el mejoramiento de condiciones importantes de su cotidianidad se convierte en un mecanismo de comprobación de la validez y pertinen- cia de su nueva práctica y de la interpelación religiosa que está a la base de la misma. O lo que es lo mismo, el mejoramiento de su cotidianidad se constituye en un potente aval de su proceso de conversión. El mejoramiento de las condiciones de la vida material constituye así una indiscutible y potente base material para la nueva fe de los sujetos. Esta es propiciada a través del cultivo de mayores niveles de funcionali-

Año 50, Vol. XLI, septiembre-diciembre 2018, pp. 191-208 Algunas transformaciones del campo religioso en República Dominicana 1970-2018 205 dad de la vida cotidiana de la familia, que permite mejorar la condición económica del grupo familiar por la vía de un gasto menos dispendioso, así como por mayores niveles de sanidad afectiva vía la fidelidad y el mejoramiento de la vida de pareja y de la familia en general. Se produce así una lectura religiosa del proceso de la vida cotidiana, cuya mejoría es leída en términos de “salvación”. De este modo, la salvación en el más allá parece ser avalada desde la salvación en el más acá, mediante el mejoramiento del espacio inmediato de la cotidianidad de los sujetos.

4. La “ciudadanización” de la política: religión y política

Como se ha indicado, la participación política de las iglesias, y en parti- cular de la católica, es historia conocida. Las declaraciones del episcopa- do sobre temas diversos en ocasión de celebraciones de fiestas o activi- dades religiosas son esperadas por sectores diversos de la sociedad. Esta opinión expresa una toma de posición acerca de temas diversos, más o menos políticos, y es una manera ya socialmente avalada de participa- ción eclesial en la vida política nacional. Junto con esta modalidad es también ya tradicional la expresión de opiniones de otros sectores ecle- siales en general, algunos presbíteros que individual o colectivamente expresan su punto de vista desde una perspectiva en la que generalmen- te entroncan con un discurso religioso. De un tiempo a esta parte, esta modalidad se ha extendido al mundo protestante, por ejemplo, en ocasión de las típicas concentraciones reli- giosas celebradas con motivo de alguna festividad relevante, en las que el turno central es separado para un pastor que arenga acerca de la fiesta religiosa pero en conexión con la vida social-política del país. Al mismo tiempo, se hacen cada vez más comunes las declaraciones de pastores y dirigentes conciliares acerca de algún aspecto relevante de la vida nacio- nal. El mundo pentecostal utiliza también esta modalidad para plantear su punto de vista acerca de algún aspecto socio-político en particular. En momentos diferentes de la vida nacional ha ocurrido que una diver- sidad de sectores sociales y políticos convocados en tanto que ciuda- danos, es decir, sin responder necesariamente a una determinada filia- ción política, ha desarrollado procesos de movilización social para la denuncia y/o demanda de algún aspecto particular o tema relevante del acontecer nacional, por ejemplo, el movimiento del 4% para la educación y Loma Miranda, entre otros. En la actualidad la llamada Marcha Verde ha sido lo más relevante en esta modalidad específica que podríamos denominar modalidad ciudadana o ciudadanización de la política, pues se trata de reivindicar temas específicos social y políticamente relevan- tes para la ciudadanía en su conjunto, como, por ejemplo, la cuestión

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de la corrupción y la impunidad , algo que está en consonancia con lo que ocurre en la mayoría de los países5 de la región latinoamericana y caribeña. En esta modalidad ha sido normal la participación de sectores de las diversas iglesias, católica y protestantes, en las distintas activi- dades convocadas. En el caso del catolicismo, ha sido y es una cuestión particularmente relevante de su pastoral, de aguda incidencia política, la cuestión haitiana. Como indicamos antes, asistimos por esta vía a lo que bien podría lla- marse una “ciudadanización” de la política, puesto que se participa en cuanto ciudadano y ciudadana. Por este camino se avanza hacia una po- tabilización de la participación política —no necesariamente partida- ria— tanto de las personas como de las iglesias y concilios del mundo protestante. De igual manera, asistimos a la irrupción en la arena públi- ca del debate sobre temas que como el aborto, la diversidad sexual y el feminismo, entre otros, son asuntos que demandan el posicionamiento público de los diferentes puntos de vista, incluidos los de las iglesias. Así, el crecimiento del mundo religioso protestante y de su presencia pública, en particular de sus instancias de coordinación, de las confe- siones pentecostales (tanto de las conciliares como las independientes) y de las otras tradicionales expresiones ha provocado una importante modificación del paisaje religioso nacional y regional. Su cada vez más visible participación constituye un importante signo de esta novedad y fortaleza, así como la cada vez mayor presencia de estos grupos en la vida de los sectores populares, en los sectores medios y, de manera muy importante, en la vida pública y política nacional. Asistimos de este modo a la consolidación de un actor religioso no católico que está en proceso de fortalecimiento y que exhibe una importante vocación de visibilización social y política. Tal como indica Darío López para el caso argentino, pero válido, a mi juicio, de manera general para la región latinoamericana y caribeña:

Muchos cambios se han venido dando durante los últimos años en la conducta colectiva de pastores y fieles de muchas iglesias pentecostales ubicadas en las zonas afectadas por la violencia política y en las áreas de mayor pobreza crítica. Esto exige que los estéreo-tipos tradicionales sobre la “oferta religiosa” de un sujeto colectivo como el movimiento pentecostal sean examinados y repensados a la luz de lo que viene ocurriendo en su horizonte social y político (López, 2000, p.28).

5 Como se sabe, esta modalidad de movilización y la temática en torno a la cual ella ocurre se ha extendido por buena parte de los países de América Latina.

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5. A modo de conclusión Asistimos, en las sociedades latinoamericanas y caribeñas, a un momen- to caracterizado por una importante cuota de incertidumbre con respec- to al futuro de nuestras sociedades. Específicamente parece haberse pro- ducido o estarse produciendo un importante proceso de pérdida de los referentes que habían servido para la construcción del mañana y que en consecuencia habían operado como mapa de ruta para enrumbar la acción social “hacia ese futuro”. Aparenta que estamos ante la necesidad de referentes nuevos para orientar la cotidianidad de manera “que esta tenga sentido para nosotros” y nos permita entonces vivir el presente con una cuota razonable de esperanza y confianza en que un futuro me- jor es construible por la acción misma de la sociedad. Perdidas o disminuidas las actuales maneras de entender la vida, limi- tadas las seguridades que nos servían de anclaje en una sociedad que parece haber decretado la invalidez de los esfuerzos por construir re- laciones sociales más amigables, es decir, más justas e incluyentes, pa- rece irrumpir un esfuerzo por reponer nuevas certezas cuya fuente de legitimación sea “la” garantía de su validez y permanencia. Así, ante la posibilidad de verse obligado a pensar sin certezas, parece surgir, en los diversos sectores sociales y desde sus condiciones específicas de vida, la necesidad de obtener una fuente legítima e irrefutable de verdad para orientar la vida. Dios o el Absoluto parece ser un buen candidato a ocu- par o re-ocupar este espacio. Este parece ser hoy un espacio que como oportunidad se abre a la religión (Grace, 2011).

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Estudios Sociales Año 50, Vol. XLI-Número 157 Septiembre-diciembre 2018

La información contra el poder servida desde el poder o la ilusión de que la propiedad importa poco The information against the power served from the power or the illusion that property matters little L’information contre le pouvoir servi par le pouvoir ou l’illusion que la propriété importe peu Riamny Méndez*

Resumen

En este ensayo se reflexiona sobre el vínculo entre la propiedad de los medios de comunicación, el derecho a la información, a la opinión, y el periodismo. El debate se da ahora en un contexto de hiperconectividad, con el surgimiento (y muerte) constante de nuevos medios digitales. Para algunos, con oligopolios mediáticos o sin ellos, presenciamos una comunicación cada vez más horizontal, plural y democrática. Para otros, participamos en conversaciones públicas manipuladas, monotemáticas, banales y ruidosas, castradoras de genuinos intercambios de ideas sobre los temas de interés público. Pero, ¿quiénes marcan el discurso del que hablamos? ¿O será que ya nadie es tan poderoso como para guiar la agenda pública y democratizamos la comunicación a fuerza de likes?

Palabras clave: Periodismo, medios de comunicación, derecho a la información, internet

Abstract

This essay reflects on the link between ownership of the media, the right to information, opinion, and journalism. The debate now takes place in a hyperconnectivity context, with the constant emergence (and death) of new digital media. For some, with or without media oligopolies, we are witnessing an increasingly horizontal, plural and democratic communication. For

* Periodista y escritora dominicana. Especialista y consultora en comunicación so- cial. Correo electrónico: [email protected] 210 Riamny Méndez

others, we participate in public conversations manipulated, monothematic, banal and noisy, castrators of genuine exchanges of ideas on issues of public interest. But who marks the speech we are talking about? Or is it that no one is so powerful as to guide the public agenda and democratize communication by force of likes?

Keywords: Journalism, media, right to information, internet.

Résumé

Cet essai reflète le lien entre la propriété des médias, le droit à l’information, à l’opinion et au journalisme. Le débat se déroule maintenant dans un contexte d’hyperconnectivité, avec l’émergence constante (et la mort) de nouveaux médias numériques. Pour certains, avec ou sans les oligopoles des médias, nous assistons à une communication de plus en plus horizontale, plurielle et démocratique. Pour d’autres, nous participons à des conversations publiques manipulées, monothématiques, banales et bruyantes, castratrices de véritables échanges d’idées sur des questions d’intérêt public. Mais qui marquent le discours dont nous parlons? Ou est-ce que personne n’est si puissant que pour guider l’agenda public et démocratiser la communication par la force des goûts?

Mots-clés : Journalisme, médias, droit à l’information, internet.

Un viejo debate con nuevas aristas

¿Quién le habla a quién y para qué a través de los medios de comunicación?1 Esta pregunta, en diferentes versiones, inquieta a estu- diosas y estudiosos de la comunicación social desde las primeras déca- das del siglo pasado. En principio, una élite económica, intelectual o política le explicaba el mundo al gran público, primero desde los diarios y posteriormente des- de la radio y la televisión. Dueños absolutos del espacio informativo, en sus manos estaba la posibilidad de imponer u obviar determinados temas de la agenda social. Las consecuencias de los sistemas de propiedad y del modelo de nego- cios de unos instrumentos tan poderosos para informar, decidir de qué se habla y qué se calla ha sido objeto de estudio en Estados Unidos, Eu- ropa y América Latina.

1 Como es conocido, Harold Dwight Lasswell propone un esquema para comprender el efecto de los medios de comunicación en el público. En un sentido muy reducido este modelo consiste en preguntarse: quién dice qué, a quién, en qué canal y con qué efecto.

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Desde hace más de 40 años (Mastrini y Becerra, 2011) en la región se debate sobre la concentración2 de los medios de comunicación en pocas manos privadas y sus efectos en la democracia. La existencia de oligo- polios se vuelve especialmente preocupante cuando las empresas me- diáticas tienen intereses en otros sectores importantes de la economía y están conectadas entre sí. En República Dominicana, una investigación sobre los negocios de la familia Vicini (Rosario, 2013) ilustra el tema de la concentración de los medios de comunicación y su vinculación con grupos con fuertes inte- reses en otros sectores clave de la economía. El autor explica cómo, al momento de la investigación, esta familia era accionista en prácticamente todos los medios de comunicación relevan- tes del país, por ejemplo: Listín Diario, Diario Libre, Teleantillas y Multi- medios del Caribe. De acuerdo con Rosario, esa familia, con inversiones en el sector finan- ciero, la producción y exportación de azúcar y otras industrias, era socia del empresario José Luis Corripio, dueño de un grupo de medios del que forma parte Teleantillas. La familia Corripio se dedica a la importación de bienes, especialmente electrodomésticos. A su vez, los Vicini y Corripio compartían en ese momento acciones con diferentes grupos empresaria- les en los consejos de accionistas de diversos medios de comunicación. La composición de los accionistas y la estructura de la propiedad, al menos en términos formales, ha cambiado en los últimos años, pero la fotografía de ese momento pone de relieve un debate fundamental para el derecho a la información de la ciudadanía, la salud del periodismo y la democracia en general: ¿Influye este entramado de intereses en la cobertura informativa y en las secciones de opinión de los medios de comunicación? Y si influye, ¿qué consecuencias tiene en el derecho a la información de la ciudadanía?, ¿qué consecuencias tiene para la de- mocracia que determinados temas (por ejemplo, los salarios y derechos laborales en grandes empresas) no se cubran desde todos los ángulos y perspectivas posibles porque los medios de comunicación importantes tienen como propietarios a los mismos dueños de las compañías que serían objeto de escrutinio?

2 Existen distintos índices e instrumentos para medir la concentración. En este en- sayo no se profundiza en ese aspecto. Se usa concentración en un sentido amplio y práctico, como medio o grupo de medios que controla sin mayor competencia parte im- portante del mercado. Para profundizar en estas mediciones ver este artículo de Juan Enrique Huerta-Wong y Rodrigo Gómez García disponible en línea http://www.scielo. org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0188-252X2013000100006

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Pero, a diferencia de lo que ocurría en el pasado, con el auge de las redes sociales y otras plataformas digitales, los medios tradicionales no tienen el control absoluto de la información… ¿O será que, a pesar de todo, si- guen en control, y los pequeños destellos de pluralidad, independencia o disidencia son absorbidos en un ambiente de saturación informativa, mientras las élites tienen la sartén por el mango? Servido está el debate que plantea este ensayo. Ha sido elaborado a par- tir de las investigaciones latinoamericanas y dominicanas sobre la con- centración de los medios de comunicación y sus efectos, y de los análisis sobre el auge de las redes sociales y otras plataformas digitales que per- miten distribuir información a un relativo bajo costo. En esta conversación es importante recordar que solo en América Latina hay 200 millones de personas no conectadas (Galperín, 2017), es decir, alrededor de un tercio de la población. La calidad de la conectividad y las destrezas para aprovecharlas varían según clases sociales y niveles educativos. En República Dominicana, solo el 25.2% de los hogares po- see conexión a internet (ENHOGAR, 2016), aunque más del 80% de las personas utiliza teléfonos móviles. ¿Por qué considerar estos datos en el debate? Porque una menor conectividad a internet supone una dependencia de medios tradicio- nales para el consumo de información, especialmente de la radio y la televisión abierta. Un grupo importante de personas en República Do- minicana y en América Latina depende de medios tradicionales para informarse sobre los asuntos más importantes. La agenda pública no es solo la que vemos en nuestras propias redes sociales. Con ese marco de referencia, se aborda el tema de la concentración de medios en América Latina y en República Dominicana a partir de estu- dios producidos principalmente desde principios del siglo XXI. Poste- riormente se profundiza en la discusión política sobre las consecuencias de la concentración de la propiedad, el derecho a la información y la democracia. Se concluye con una reflexión sobre los retos para demo- cratizar la información y el periodismo.

Concentración de medios en América Latina

La concentración de medios tiene un impacto en muchas industrias cul- turales, como la música, el cine, la producción artística, audiovisual, etc. En este ensayo, se aborda principalmente sus efectos en el periodismo, un servicio público que permite ofrecer información contrastada y de calidad para que la ciudadanía se forme opiniones ponderadas y decida

Año 50, Vol. XLI, septiembre-diciembre 2018, pp. 209-224 La información contra el poder servida desde el poder o la ilusión de que la propiedad importa poco 213 sobre temas fundamentales para la democracia, como a quién votar, qué medidas gubernamentales y privadas apoyar o a cuáles oponerse, qué cambios sociales demandar y cómo exigir sus derechos en la vida coti- diana. Para Mastrini y Becerra (2011) la concentración supone un proceso com- plejo que se puede dar a partir de fusiones de diversas empresas, del control de una o varias sobre una cobertura territorial y de procesos de raíz política. Como resultado práctico de la concentración, la mayoría recibe informa- ciones de una o pocas empresas, aunque con frecuencia a través de dis- tintos medios. En República Dominicana, por ejemplo, grupos empresa- riales son dueños a su vez de diarios, canales de televisión y emisoras de radio de gran alcance, como veremos más adelante (Grullón, 2017). Mastrini y Becerra (2011) analizan la estructura de medios de Argentina, Brasil, Uruguay y Chile y concluyen que en todos los países hay niveles de concentración mediática importante, que se pueden considerar altos en al menos algunos sectores. Citando a Albarran y Dimmick, los autores consideran que la concentración es alta cuando pasa del 50% del mercado. Dos de los grupos mediáticos más poderosos e influyentes de América Latina se encuentran en Suramérica: Globo en Brasil y Clarín en Argen- tina. Al momento de esa investigación, Clarín constituía un ejemplo de concentración mediática tanto a nivel nacional como local: El grupo Clarín es el principal grupo de comunicación del país, al contar con el diario de mayor ventas (y ser socio de varios en el interior del país), uno de los principales canales de televisión de Buenos Aires y va- rios otros en el interior del país, una cadena de radio, el principal sistema de distribución por cable y varias señales de cable. También interviene en otras áreas vinculadas a las industrias culturales como la fabricación de papel para prensa (donde es socio del Estado), productoras cinema- tográficas, agencia de noticias y distribución de Internet. (Mastrini y Be- cerra, 2011). Una situación parecida, aunque con matices distintos, existe en los otros países del continente. México se sitúa entre los mercados televisivos más concentrados del mundo (Huerta-Wong y Gómez, 2013). Los auto- res citan una comparación de 2007, en la que el nivel de concentración televisiva en ese país es del 98%, en España del 71%, en Brasil del 68% y en Italia del 96%. El mercado está fuertemente dominado por Televisa y TV Azteca. Los autores muestran preocupación por la incursión de esas empresas en la telefonía móvil.

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La situación no es distinta en Centroamérica. En un estudio auspi- ciado por “Trust of the Americas” y el Instituto Prensa y Sociedad (IP&S), y en el que se analiza a los países centroamericanos y Re- pública Dominicana (Mastrini y Becerra, 2009), se concluye que en esta región también la concentración de medios de comunicación es alta y que en algunos sectores es incluso más alta que en el resto de América Latina:

Si se realiza un análisis más pormenorizado por sectores, se verifica que la prensa presenta niveles muy altos de concentración en casi todos los países, donde para los cuatro operadores más grandes, el dominio tanto de ventas de ejemplares como de ingresos supera el 0.9. Que, en el mejor de los casos, cuatro empresas controlen el mercado de los diarios centroamericanos nos habla de un nivel de concentración de la propiedad inigualado en América y muy difícilmente alcanzado en el resto del mundo” (Mastrini y Becerra, 2009). Según los autores, en la radio la concentración centroamericana es me- nor, pero en la televisión llega al 0.8%, lo que es bastante alto. Como ilustran estos ejemplos, en América Latina existe una clara histo- ria de concentración mediática. Además, al igual que en República Do- minicana, muchas de las empresas dueñas de medios de comunicación tienen inversiones en otros sectores importantes de la economía. En Mé- xico, por ejemplo, el Grupo Salinas, propietario de TV Azteca, también es dueño del Banco Azteca y de Seguro Azteca, según el sitio web del grupo empresarial (Grupo Salinas, s.f.). En promedio, en gran parte de la región, un solo proveedor tiene el con- trol de los mercados de la información y las comunicaciones. En síntesis, para la UNESCO (2014):

El pluralismo se ha visto históricamente limitado en la región debido a factores tales como el predominio del sector comercial y la concentración de la propiedad de los medios en pocas manos, lo cual a menudo ha sido la principal causa de la uniformidad en los contenidos y las agendas de información (normalmente producidas en los centros urbanos de gran tamaño).

Concentración de medios en República Dominicana

A raíz de la publicación del estudio “Análisis del Desarrollo Mediático en la República Dominicana – 2016”, el Observatorio Latinoamericano de Regulación, Medios y Convergencia (Observacom) alertó sobre el im-

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pacto del oligopolio en la estructura mediática y su efecto negativo en el derecho a la información (Redacción UniRD , 2017). Según el estudio, el 98% de los medios de comunicación son de propie- dad privada y el 2% estatal y/o religioso. Pero esos medios se concentran en pocas manos. El principal emporio de medios dominicanos es el Grupo Corripio, dueño o con acciones mayoritarias en cuatro de los ocho diarios impresos, en tres de los principales canales de televisión y en dos emisoras de radio. El segundo en importancia por la cantidad de medios que controla es el Grupo Telemicro, dueño de tres canales de televisión, 73 emisoras de radio y una compañía de cable de alcance nacional (Grullón, 2017). Para calibrar el poder del Grupo Corripio, liderado por José Luis (Pepín) Corripio, hay que pensar que posee el diario más antiguo, de gran tradi- ción y que conserva amplia influencia en el país, elListín Diario. Al mismo tiempo, posee uno de sus competidores, Hoy, y el diario gratuito El Día, así como El Nacional, único que sobrevive en el mercado vespertino. En cuanto a otros intereses económicos por parte de los dueños de los grandes medios de comunicación del país, como se explicó antes, Corri- pio se dedica a la importación de una amplia gama de productos. Arturo Pellerano, propietario de Omnimedia (editora de Diario Libre, un matutino de amplia difusión y gran influencia), tenía inversiones en sectores como el financiero, los seguros y la televisión por cable. Incluso enfrentó dificultades con la justicia y guardó prisión por varios años tras la quiebra del Banco Nacional de Crédito (Bancrédito) (Benzán, 2008). El Caribe tiene entre sus propietarios a Manuel Estrella y Félix García, empresarios del sector construcción y la agroindustria respectivamente (Liriano, 2015). Según registra la prensa, los empresarios, también inver- sionistas del Hospital Metropolitano de Santiago (HOMS), compraron el 70% de las acciones del diario al Grupo Popular (Diario Libre, 20 de mayo de 2005). En 2014, Estrella y García también adquirieron acciones en la empresa AES, que participa en el negocio de la energía (Diario Libre, 3 de septiembre de 2014). Como muestran estos datos, los medios de comunicación de República Dominicana están en manos de empresarios de sectores clave para la economía nacional. Comprender la realidad de un país pasa necesaria- mente por conocer sus estructuras económicas y los cambios que se dan en el sector empresarial. ¿Qué tanto nos enteramos los dominicanos de los cambios que ocurren en nuestra economía y su impacto en los traba- jadores y las trabajadoras a través de los medios nacionales y qué tanto influye en el sesgo informativo quién posea la propiedad de esos medios de comunicación?

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Responder esta pregunta requiere más investigación, pero no es muy aventurado responder que el sistema de propiedad influye significativa- mente en las noticias que leemos. Para comprender mejor la estructura mediática del país también hacen falta estudios que profundicen en la estructura económica de los medios locales y en su conexión con empresarios y políticos nacionales y pro- vinciales.

Inversiones extranjeras en América Latina

Las empresas suramericanas tienden a integrarse con actores dominan- tes del mercado de la comunicación mundial, en un proceso que “desco- noce límites inmediatos” (Mastrini & Becerra, 2011). Grandes grupos internacionales, como Prisa, que edita el diario El País, tratan de penetrar este mercado. El grupo, que ya cuenta con inversiones en América Latina (por ejemplo, Caracol Radio en Colombia, W Radio en México, o el grupo Ibero Americana Radio en Chile), se plantea am- pliar sus inversiones en la región, según declaraciones de su presidente, Juan Luis Cebrián (EFE, 23 de marzo de 2017). El principal socio regional de PRISA en América Latina es Albavisión, propiedad del mexicano Ángel Remigio González. Esa sociedad comer- cial le permite participar en un emporio mediático de 100 emisoras (Fe- deración Internacional de Periodistas, 2016). La Federación Internacional de Periodistas (2016) identifica en su infor- me seis grandes grupos de comunicación en el continente. Entre ellos está el de Gustavo Cisneros, grupo venezolano que, de acuerdo con la investigación, se expande con cadenas de radio en América Latina; el grupo Globo de Brasil; el argentino Clarín, que ha llegado a contar con inversiones estadounidenses; y la mexicana Televisa, con inversiones en República Dominicana a través del servicio de cable Sky. Esta tendencia a consolidar grandes grupos mediáticos locales y expan- dirse por el continente, así como la de asociarse o posiblemente también ser comprados por grandes medios internacionales, podría cambiar el panorama de medios de la región en las próximas décadas.

Democracia y control de la información

¿Es realmente la concentración de medios de comunicación un obstáculo para garantizar la pluralidad informativa? En Chile se dio el debate. Algunos sectores argumentaron que mientras exista diversidad en el

Año 50, Vol. XLI, septiembre-diciembre 2018, pp. 209-224 La información contra el poder servida desde el poder o la ilusión de que la propiedad importa poco 217 interior de los medios de comunicación, la concentración no plantea ningún problema. En cambio, los sectores vinculados a la izquierda propusieron más regulaciones para evitar oligopolios y monopolios en un sector de la economía crucial para la democracia (Sunkel y Geoffroy, 2002). La idea de que en el sector de medios de comunicación la propiedad no juega ningún rol —a diferencia de lo que ocurre en todas las demás áreas de la economía— es ingenua o cínica, en especial cuando el capital económico la promueve bajo la premisa de que un emporio mediático proyecta pluralidad. La estructura económica y el modelo de negocios de los medios de comunicación influye tanto en la producción del con- tenido como en su distribución, si bien los medios de comunicación, in- cluso con altos niveles de concentración, mantienen cierta diversidad informativa y abordan temas fundamentales para el país, tales como me- dio ambiente y calidad de los servicios públicos. Además, sirven para ca- talizar denuncias, sobre todo cuando se enfocan contra el sector público. Las secciones de opinión también muestran cierta diversidad en las ten- dencias ideológicas entre los columnistas. Como evidencia de ello está el caso del periódico Listín Diario, espacio en el que tienen columnas de opinión Vinicio A. Castillo Semán, uno de los conservadores que apoyó la sentencia del Tribunal Constitucional que desnacionaliza a domini- canos de ascendencia haitiana, incluso a los que ya estaban asentados en el Registro Civil, y el izquierdista Raúl Pérez Peña (Bacho), que se pronunció en contra de ese dictamen. Pero, más allá de algunas críticas generales al sector privado, el perio- dismo de investigación se concentra principalmente en determinados aspectos del sector público. En torno a funcionarios que manejan baja cuotas del poder político, en lo que puede tener incidencia en el Presu- puesto Nacional y en la contratación de servicios de publicidad. El periodismo da más cobertura a los deslices y faltas del sector público que a los del sector privado, incluso cuando este impacta negativamente la esfera pública, y de hecho deja de cubrir aspectos fundamentales que inciden en la vida de la ciudadanía. Este año, Oxfam publicó un informe en el que se informa de abusos a empleados, especialmente camaristas, en hoteles del Este del país. A pesar de que hubo un acto público en el que se habló del tema y de que Oxfam es una organización con gran incidencia mediática y renombre internacional, no se le dio cobertura al informe —al menos no de forma relevante— en los principales medios nacionales.

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Grullón (2017) destaca que el 28.90% de los periodistas considera que algunas veces ha sido censurado, el 22. 60 % admite que a veces se ha autocensurado y el 46.20 % no respondió a esa pregunta específica de la Encuesta Nacional sobre el Ejercicio del Periodismo en República Domi- nicana que se realizó en 2015. Si los periodistas admiten estos niveles de censura y autocensura (y ojo al alto silencio ante esta pregunta), cabe preguntarse cuántos temas fun- damentales para nuestra democracia se pierden en el camino, no llegan a las noticias que consumimos. El rol de los medios de comunicación es fundamental para el debate público. Como plantea la teoría de la fijación de la agenda (agenda se- tting), los medios de comunicación, en su interrelación con otros acto- res sociales y de acuerdo con sus intereses temáticos y de enfoques (y posiblemente también económicos), fijan los temas que se debaten en el espacio público y definen aquello a lo que se presta o no atención de acuerdo con sus niveles de jerarquización (Dearing & Roger, 1996). Si a las ideologías de editores y periodistas, más las influencias que ejer- cen como fuentes determinadas figuras de autoridad del sector público, privado y la academia, les sumamos intereses económicos particulares presentes en todos los espacios y medios de comunicación de un país, el resultado puede ser una agenda en la que nunca se aborden los temas más importantes para nuestras vidas. Por otra parte, en República Dominicana se da el caso de que los diarios marcan, en buena medida, la agenda de los programas de televisión ma- tutinos y de los programas radiales, así que los niveles de uniformidad en la cobertura informativa pueden ser particularmente peligrosos para la salud de la democracia y la pluralidad. Los medios no influyen solo en los temas en los que pensamos. También ofrecen unas estructuras, unos parámetros desde los cuales se piensa la realidad. Los periodistas organizan la narrativa de los hechos a partir de prácticas profesionales e institucionales aceptadas como parte del sentido común de la profesión, de sus ideologías y del público al que piensan que se dirigen (especializado, general, de clase alta, media, etc.). La teoría del encuadre, a pesar de las diferencias entre estudiosos de la comunicación y sociólogos en su definición y aplicación, ayuda a enten- der cómo funciona el orden que los periodistas dan a las noticias que presentan al público:

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De manera que, desde la teoría del encuadre, se considera a los medios más como agentes estructurales que como transmisores neutrales, que conceptualizan la realidad en unos parámetros para ofrecerla a sus audiencias. El mundo se observa, se organiza, desde un prisma condicionado tanto por la organización en la que trabajan los periodistas como por sus características personales o por el espacio donde se mueven (Sadaba, 2001). Así que, además de la censura y la autocensura confesada por un alto porcentaje de periodistas, es posible que en el encuadre de los medios de comunicación, y sin que se hable expresamente de ello, se institucio- nalicen formas de organizar la cobertura que impliquen la exclusión de temas y fuentes en función de los intereses económicos de los medios. En buena medida, los periodistas aprenden la profesión a partir del in- tercambio con colegas y la socialización con editores que influyen en qué temas se investigan y qué fuentes se consultan. Si, por ejemplo, el tema sindical no formara parte de la cobertura de ningún diario nacio- nal, no se necesitaría ni censura ni autocensura conscientes para dejarlo fuera de la producción noticiosa, porque tal exclusión ya se habría insta- lado como parte de un sentido común, del “encuadre” para interpretar la realidad y organizar las noticias. Ahora imaginemos que la tradición se extiende por toda Latinoamérica, simplemente se habrá sacado un tema de la agenda periodística. Pues posiblemente ya hay muchos temas fue- ra de esa agenda y no hemos notado su ausencia.

Democratización de la información o la ilusión de la pluralidad

En el siglo XXI la digitalización de los medios de comunicación ha traí- do dos consecuencias importantes: más gente puede hacer uso de la pa- labra en el espacio público y se ha profundizado la crisis de los diarios y revistas impresos producto de los cambios en el mercado publicitario y en la lectoría. A fines prácticos, cualquiera con acceso a internet puede transmitir mensajes desde las redes sociales, crear una bitácora digital, comentar en las ediciones digitales de los medios tradicionales o de los nuevos medios que lo permitan y puede, en fin, crear contenidos. Así que, aparentemente, con la digitalización se ha roto el cerco informa- tivo, y actores con ideas distintas de las tendencias predominantes (como los movimientos sociales y ciertos partidos políticos) pueden hacer llegar su mensaje al gran público o al menos a determinadas audiencias. Torres (2011) recoge la experiencia de jóvenes dominicanos que, a través de Facebook, convocaron en 2009 una protesta frente al Congreso con-

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tra restricciones al uso público de las playas y que crearon un ambiente lúdico para llamar la atención de los congresistas. Los jóvenes que protestaron contra la construcción de una cementera en el Parque Nacional Los Haitises también utilizaron este mecanismo. En buena medida, los medios de comunicación se hicieron eco de las movi- lizaciones después de que ya era evidente que nos enterábamos de las protestas por las redes sociales y no por ellos. Estos ejemplos muestran que entre sectores de clase media y estudiantes universitarios las redes sociales han sido un medio muy útil para romper el control de la infor- mación y ejercer lo que se ha llamado periodismo ciudadano. La digitalización también ha posibilitado emprendimientos periodísti- cos y ciudadanos que de otra manera hubiesen resultado muy costosos o imposibles: diarios digitales, emisoras que transmiten por la Internet, producciones audiovisuales, etc. La ciudadanía y el movimiento social han encontrado espacios a través de blogs o grupos de Facebook que en la práctica funcionan como pequeños diarios locales en los que los veci- nos se informan unos a otros lo que ocurre en los vecindarios. En el país hay aproximadamente 471 periódicos digitales y 544 blogs según Grullón (2017). Algunos aparecen y reaparecen, otros son más estables en el tiempo. Pero es bueno recordar que los grandes medios también están en las redes con estrategias digitales agresivas. El Listín Diario llegó al millón de seguidores. Diarios internacionales como El País o The New York Times modifican y evalúan su estrategia de nego- cios. El New York Times ha aprobado cobrar por su contenido digital, mientras que El País ha optado por dar más prioridad a la edición digital que a la impresa (El Universo, 4 de marzo de 2016). Muchas de las conversaciones que circulan en las redes están marcadas por los temas que publican los grandes medios. Los usuarios comparten y opinan sobre estas publicaciones que suelen tener mucho mayor al- cance que la de los medios alternativos. Los medios no tradicionales pueden, por lo general, tener nichos de au- diencias y en esos nichos pueden ser exitosos, pero con frecuencia no logran imponerse como los creadores de opinión tampoco en las redes sociales, excepto con algún contenido viral. Si bien las redes sociales han servido para disminuir la hegemonía de los grandes medios de co- municación, por su poder para crear más contenido e invertir en perso- nal y publicidad de redes, en muchos casos la conversación está posi- blemente más dirigida por grandes medios locales y nacionales que por espacios no tradicionales. Las redes y la digitalización por si solas no resuelven el tema de la demo- cratización de la información. Y por otra parte, hay que tomar en cuenta

Año 50, Vol. XLI, septiembre-diciembre 2018, pp. 209-224 La información contra el poder servida desde el poder o la ilusión de que la propiedad importa poco 221 también en este análisis el hecho de que una parte de la población no tiene acceso a Internet o no cuenta con las habilidades para buscar allí información relevante, por lo que se nutre principalmente de la radio y la televisión.

Reflexión final

El periodismo, como servicio público, siempre ha tenido el dilema de vigilar al poder mientras es financiado por el poder, ya sea estatal o pri- vado. Luego de las transformaciones neoliberales de la década de 1990, se ha acentuado la tendencia a fusionar e integrar medios de comuni- cación, los cuales se convierten así en poderosos emporios económicos con gran potencial político, al tener la capacidad de promover un discur- so en grandes grupos poblacionales sin encontrar contrapesos relevan- tes en la discusión pública. Si los propietarios de los oligopolios están vinculados entre sí a través de industrias en otros sectores clave de la economía, la sociedad debe ponerse en alerta máxima. En este nuevo contexto económico, si se asume que la concentración plantea limitaciones a la pluralidad de la cobertura informativa, hay que repensar las políticas de comunicación desde la democracia, incluyendo la promoción de leyes antimonopolio en el sector de medios de comuni- cación. De acuerdo con el análisis del marco jurídico dominicano hecho por Grullón (2017), en la República Dominicana no hay leyes que preven- gan la concentración de medios en monopolios u oligopolios. Lo importante, lo urgente, es preservar el periodismo en particular, pero también otras empresas culturales: hay que evitar que estén regidas por un poder privado absoluto. La idea de que basta solo la diversidad interna de los medios o de los grupos empresariales para garantizar información plu- ral y de calidad es a todas luces ingenuo. En momentos de grandes crisis o coyunturas políticas graves el interés privado terminaría por prevalecer. Además de tener leyes antimonopolio, es necesario fomentar medios públicos y desde el sector social. Hay experimentos de periodismo fo- mentado desde universidades, medios sin publicidad sustentados con aportes de los lectores (como el digital Contexto [ctxt], en España) y espacios de comunicación alternativa, como el diario El Grillo, en Repú- blica Dominicana, que también ha renunciado a la publicidad y apuesta a las donaciones del público. Pero todavía es temprano para predecir el éxito o fracaso de estos nuevos medios. Mientras tanto, convendría volver a estudiar modelos mixtos como el de la “National Public Radio (NPR)” en Estados Unidos, que recibe dinero público, pequeñas dona- ciones privadas y gestiona publicidad. En mayor o menor medida el reto de estos medios es la sostenibilidad financiera.

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Por otro lado, hace falta profundizar en el contenido, la calidad, la propie- dad y el alcance de los medios locales dominicanos para seguir contribu- yendo a este debate. Los estudios se han centrado principalmente en los medios de Santo Domingo. En cuanto a la digitalización, por sí misma no resuelve el problema de la democratización de la información, aunque sí ha servido para sumar más voces a la discusión y llevarlas una que otra vez a los medios tradi- cionales. Pero esta pluralidad puede ser absorbida y volverse irrelevante ante la presencia de grandes medios, marcas publicitarias, videos virales sin sentido, contenido banal y el fenómeno de las noticias falsas. En el país hay al menos dos páginas de noticias falsas dedicadas a desinfor- mar sobre temas políticos y migratorios. Por la espectacularidad de sus publicaciones tienen una amplia red de seguidores en Facebook. La maravillosa libertad que dan las redes y la falsa ilusión de la horizon- talidad —la creencia de que porque todos hablamos, todos participamos de igual forma en la conversación— puede hacernos perder el norte. Si deseamos incidir en un debate de calidad, hay que pensar no solo en la calidad de los contenidos, sino también en las estrategias de difusión en medios tradicionales y en el espacio digital. Se deben buscar estrategias para construir una comunicación abierta y plural que incida en la formación de una ciudadanía informada y con acceso a los más variados puntos de vista, de modo que pueda hacerse una opinión razonada de los problemas urgentes que debe enfrentar la sociedad, como son el cambio climático, el modelo económico, la gober- nanza política. En países en los que en algún momento han ganado líderes identifica- dos como de izquierda (como Ecuador, Uruguay y Brasil), se han inten- tado o hecho en la práctica cambios legales para democratizar la infor- mación, eliminando los monopolios u oligopolios, no sin conflicto con grupos empresariales. En estos casos también se corre el riesgo de que los gobiernos de turno quieran limitar tanto la libertad de prensa como la de información. Cuando se produce el debate, la sociedad debe estar alerta para evitar que tanto empresas como gobiernos pesquen en río revuelto, y recordar cuál es el bien que queremos preservar: la libertad de información, opinión y la pluralidad. A fin de cuentas, se trata de dos poderes en conflicto —el Estado y el empresariado— luchando por el control de la información. Posiblemen- te es tiempo de hacer un nuevo pacto social sobre las comunicaciones públicas. A los periodistas interesados en romper el cerco, les toca em- pujar los límites de la digitalización y experimentar con nuevos mo-

Año 50, Vol. XLI, septiembre-diciembre 2018, pp. 209-224 La información contra el poder servida desde el poder o la ilusión de que la propiedad importa poco 223 delos de sostenibilidad que permitan aportar al debate público una pluralidad y una profundidad que no se pierda en el ruido de las redes sociales ni en el poder abrumador de los grandes oligopolios naciona- les o internacionales.

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Estudios Sociales Año 50, Vol. XLI-Número 157 Septiembre-diciembre 2018

Explorando la gramática visual y los textos con temática social para potenciar los derechos humanos en la enseñanza universitaria Exploring visual grammar and texts on social topics to highlight human rights in tertiary education Exploration grammaire et textes visuels avec le theme social pour promouvoir droits humains dans l’enseignement superieur Maria Martinez Lirola*

Resumen

La enseñanza universitaria ha de estar relacionada con la vida real y ha de contribuir a la formación de una ciudadanía crítica y comprometida. Por esta razón, este artículo se centra en la importancia de emplear textos multimodales de temática social, en concreto sobre la realidad de mujeres de otras culturas, con el fin de introducir en el proceso de enseñanza-aprendizaje (que en este caso tiene como marco una asignatura de lengua inglesa) un enfoque educativo basado en los derechos humanos. De este modo se trabajarán diferentes competencias emocionales con el alumnado. Los principios de la gramática visual de Kress y van Leeuwen (2006) se emplearán en el análisis. Los textos seleccionados pertenecen a la ONG Intermón Oxfam, pues lo que se quiere es emplear documentos reales que puedan considerarse como fuente de información veraces, lo que se da con los textos de las ONG, que están en contacto con la realidad de países del Sur.

Palabras clave: Análisis crítico del discurso, gramática visual, género, mujeres, ONG, Intermón Oxfam.

Abstract

University teaching practices must be connected with real life and contribute to the development of critical and committed citizens. For this reason, this

* Filóloga española. Profesora titular de filología inglesa de la Universidad de Ali- cante. Research Fellows, Department of Linguistic, University of South Africa (UNI- SA). Correo electrónico [email protected] 226 Maria Martinez Lirola

article concentrates on the importance of using multimodal texts on social topics, in concrete, on texts about the reality of women from other cultures in order to introduce a perspective based on human rights in the teaching- learning process in an English language subject. In this way, students will work on different emotional competences. The main principles of visual grammar (Kress and van Leeuwen, 2006) will also be used in the analysis. The texts selected belong to the NGO Intermón Oxfam so that authentic texts can be used as a source of real information since NGOs are in contact with the reality of countries in the South.

Key words: Critical discourse analysis, visual grammar, gender, women, NGO, Intermón Oxfam.

Résumé L’enseignement universitaire doit être liée à la vie réelle et doit contribuer à la formation d’une citoyenneté critique et engagé. Par conséquent, cet article met l’accent sur l’importance de de l’utilisation de textes multimodaux sur les questions sociales, en particulier sur la réalité des femmes dans d’autres cultures, afin d’introduire dans l’enseignement-apprentissage une approche pédagogique basée sur droits humains dans un sujet en anglais. Ainsi différentes compétences émotionnelles travailleront avec les élèves. Les principes de la grammaire visuelle de Kress et van Leeuwen (2006) est utilisée dans l’analyse. Les sélections appartiennent à l’ONG Oxfam afin d’utiliser les textes authentiques qui peuvent être considérés comme une source d’informations précises étant ONG en contact avec la réalité des pays en développement.

Mots-clés: Analyse critique du discours, la grammaire visuelle, le sexe, les femmes, les ONG, Oxfam.

Introducción Una de las características fundamentales del siglo XXI es la globali- zación, hecho que lleva consigo el uso de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC) con el fin de comunicarnos con personas de distintos lugares del planeta. La globalización también faci- lita que podamos conocer realidades sociales y culturales distintas a la nuestra, de modo que lo lejano o lo distinto se puede incorporar a nues- tra vida con facilidad. En la actualidad, es común usar las TIC durante el proceso de enseñan- za-aprendizaje, pero aún no está muy extendido en la enseñanza uni- versitaria el uso de textos multimodales (aquellos que combinan más de un modo de comunicación, por ejemplo, imagen con texto escrito)

Año 50, Vol. XLI, septiembre-diciembre 2018, pp. 225-246 Explorando la gramática visual y los textos con temática social 227 que acerquen al alumnado a otras culturas, le permitan conocer otras realidades sociales y fomenten su capacidad crítica. El empleo de este tipo de textos contribuye a que el alumnado tome conciencia de cómo se diseñan los textos, qué aspectos se destacan de forma explícita y cuáles de forma implícita, cómo se analiza un texto multimodal en general (y en concreto una imagen), de qué modo se pueden utilizar estos textos para integrar distintas destrezas en el caso de la enseñanza de lenguas extranjeras y qué competencias se pueden trabajar con ellos además de la capacidad crítica. Entendemos la clase como un contexto multimodal en que los diferen- tes modos de comunicación hacen que el proceso de enseñanza-apren- dizaje sea dinámico y creativo, de modo que se facilita el aprendizaje del alumnado (Martínez Lirola, 2013a). Si, además de tratarse de tex- tos multimodales, su temática es social, son muchas las competencias que se pueden trabajar en la enseñanza superior. En consecuencia, este tipo de textos puede contribuir de manera activa a que el alumnado tome conciencia de que su papel en la sociedad es importante si asume su protagonismo como ciudadanía activa, tal y como señalan Barahona et ál. (2013: 14):

La perspectiva de una ciudadanía global plantea un desarrollo centrado en el ser humano integral, caracterizado, por encima de todas las cosas, por su capacidad crítica para desvelar la realidad y reconocer la diferencia entre lo que ‘es’ y lo que ‘debería ser’. Consecuentemente, reconoce que ese ‘debería ser’ se ha de construir desde una doble perspectiva: primero, desde un diálogo participativo en el que nadie imponga su visión sobre las otras personas; y, segundo, desde una consciencia histórico-política de implicarse en la construcción de una sociedad más justa, más libre y más solidaria, que beneficie sobre todo a las mayorías excluidas en cada contexto y en el entorno global. Ese es el sentido de la transformación social. Trabajar con este tipo de textos permite no sólo que se potencie la idea de desarrollar una ciudadanía global, sino que también ofrece la posibi- lidad de trabajar aspectos relacionados con los derechos humanos (DD. HH.). Así, se fomenta un enfoque educativo basado en los mismos, cues- tión que no se suele potenciar en la enseñanza superior y que tampoco destaca por ser un tema muy visible ni prioritario para la sociedad en general ni para la educación en particular. Por esta razón apostamos por una educación que tenga como base un enfoque basado en los DD. HH. Una manera clara de introducir este tema en las aulas universitarias es

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trabajando con textos que nos permitan hablar sobre DD. HH., ciuda- danía global, interculturalidad, países del Norte y del Sur, entre otras cuestiones. Los textos publicados por Organizaciones No Gubernamentales (ONG) son muy útiles para contribuir a que el alumnado tome conciencia de su papel como ciudadanos activos en la sociedad, pues la temática de los mismos pone de manifiesto situaciones sociales que no siempre son jus- tas, de modo que se pueden emplear para fomentar la capacidad crítica. Las ONG tienen cada vez más importancia para los medios de comu- nicación y se las emplea en muchas ocasiones como fuentes de infor- mación, especialmente para temas relacionados con el desarrollo de los países del Sur (Gómez Gil, 2005; González Luis, 2006). En los últimos años se han hecho diferentes estudios dedicados a po- tenciar el uso de textos multimodales relacionados con la inmigración y con la realidad de las mujeres de distintas culturas con el fin de enten- der mejor las relaciones entre el discurso y la sociedad. Estos estudios han puesto de manifiesto que las prácticas multimodales forman parte de los textos que nos rodean cada día, de ahí que estén presentes en la interacción entre las personas y también entre las personas y los textos (Martínez Lirola, 2013b). Por lo tanto, tras lo expuesto en el párrafo anterior, los textos multimoda- les deben estar cada vez más presentes en las aulas universitarias, pues dichas aulas nos ofrecen la oportunidad de tomar conciencia, en cierto modo, de cómo funciona la sociedad, algo que confirman las siguientes palabras de Fernández Martínez (2011: ix): “The classroom offers tangi- ble ways of interpreting contemporary culture; it is an excellent forum for teaching discourse analysis and for making students aware that there is a complex world there to be analysed”. Sin embargo, en general, los es- tudios llevados a cabo hasta el momento no hacen explícita la necesidad de trabajar en la educación superior con un enfoque basado en los DD. HH., y de ahí que visibilizar dicho enfoque en las prácticas docentes sea uno de los objetivos de este artículo. Aunque estemos en una sociedad globalizada y cada vez más avanzada desde el punto de vista tecnológico, los derechos humanos no se llevan a la práctica en todos los lugares del planeta, por lo que sigue siendo ne- cesaria su reivindicación en el siglo XXI (Goodhart y Mihr, 2011; Porter y Offord, 2006). Su reivindicación es fundamental para el avance hacia sociedades cada vez más democráticas y para promover una cultura de paz (Goh et al., 2012). Las Naciones Unidas (2004: 9) definen los dere- chos humanos del siguiente modo:

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Human rights may be generally defined as those rights which are inherent in our nature and without which we cannot live as human beings. Human rights and fundamental freedoms allow us to develop fully and use our human qualities, our intelligence, our talents and our conscience and to satisfy our spiritual and other needs. Emplear textos multimodales lleva consigo introducir algunos aspectos relacionados con la gramática visual (Kress y van Leeuwen, 2006), de modo que, además de analizar las principales características lingüísticas en estos textos, se puedan analizar también las principales características visuales. Kress y van Leeuwen (2006) observan tres aspectos fundamenta- les a la hora de analizar la composición de los textos multimodales: – El valor de la información: el lugar en el que han sido ubicados los distintos elementos de la información. En este sentido, los autores establecen que el valor de la información puede distribuirse de iz- quierda a derecha, de arriba abajo o de manera centrada. – La prominencia: se trata de los elementos más destacados de una pá- gina, aquellos que pretenden captar la atención del receptor. – Los marcos: estos se encargan de conectar o separar los diversos ele- mentos de la página. Pueden unir elementos dentro de una composi- ción visual y dentro de un texto escrito. Además, utilizar textos multimodales publicados por ONG permite in- troducir aspectos culturales en el aula y trabajar un enfoque de los DD. HH. que haga posible visibilizar los derechos conquistados y las viola- ciones de los mismos en muchos lugares del planeta. En este sentido, nos proponemos observar cómo se representan personas de países del Norte y del Sur en los textos objeto de estudio. Las aulas universitarias han de ser un reflejo de la vida, del saber común y de las prácticas discursivas multimodales que forman parte de nuestra cotidianidad. Por esta razón, en este artículo nuestra atención se centra en la multimodalidad en el aula y, especialmente, en cómo la selección de textos multimodales puede contribuir claramente a potenciar un en- foque basado en los DD. HH. y al desarrollo de distintas competencias, entre las que se potencian especialmente las emocionales. La competen- cia emocional es la habilidad para regular las emociones de manera efec- tiva con el objetivo de conseguir un propósito (Goleman, 1998, 2006). En palabras de Tallon y Sikora (2011: 40): “Una competencia emocional es una capacidad específica basada en la inteligencia emocional que nos permite interactuar mejor con el mundo”.

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El hecho de que las sociedades actuales sean multimodales también con- tribuye a que el alumnado desarrolle múltiples ‘literacies’. Hacer presen- tes los DD. HH. permite avanzar en el desarrollo de la justicia social, como refieren Gready y Vanhenhole (2014: 12): “A human rights framing is at- tractive to social justice advocates because it speaks of entitlement, not charity; provides a language in which transnational discussions can take place; and brings to bear an international legal framework with claims to universal acceptance that outstrip other normative frameworks”. Las ideas presentadas en los párrafos anteriores ponen de manifiesto que la enseñanza universitaria actual no debe centrarse sólo en textos escritos, sino que se ha de potenciar en ella el uso de textos multimo- dales de temática social. Esto implica el desarrollo de nuevas literacies, es decir, nuevas formas de leer e interpretar los textos, así como la ad- quisición de competencias emocionales que permitan que el alumnado pueda ver una relación clara y directa entre lo que aprende en las aulas y lo que ocurre en la sociedad. Esto es fundamental, pues tenemos que formar el alumnado para que sea competente y capaz de llevar a cabo las demandas que requiere el mercado laboral. Para ello, es necesario el empleo de pedagogías activas, como la que se plantea en este artículo, que hace posible que los estudiantes asuman un papel activo y estén motivados a aprender.

1. Estado de la cuestión

Los DD. HH. son un punto común entre varias tendencias educativas, como la educación para el desarrollo, la resolución de conflictos, la edu- cación para la paz, la educación global o la educación multicultural, en- tre otras. En algunos casos, una educación basada en los DD. HH. se puede emplear con el fin de trabajar por la paz y la resolución de con- flictos (Goodhart, 2009; Marchetti y Tocci, 2011; Niens et al., 2006), lo que Tibbitts (2008: 99) refiere de la siguiente manera: “Human rights education is an international movement to promote awareness about the rights accorded by the Universal Declaration of Human Rights (UDHR) and related human rights conventions, and the procedures that exist for the redress of violations of these rights”. Optar por un enfoque educativo basado en los DD. HH. conlleva visibi- lizar las injusticias que los seres humanos viven en distintos lugares del planeta. La respuesta ante la dura realidad que a veces se presenta ha de basarse siempre en la paz y en los principios que propone la Declaración Universal de los Derechos Humanos, tal y como ponen de manifiesto Harris y Morrison (2003: 66-67):

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Human rights education addresses injustices brought about by political repression, human suffering, misery, civil strife, and prejudice. This kind of peace education has a literal and broad interpretation. Peace educators are guided by the Universal Declaration of Human Rights that provides a statement of values to be pursued in order to achieve economic, social and political justice. Por un lado, trabajar por una educación basada en los DD. HH. requiere un conocimiento básico de los mismos. La educación ha de favorecer su conocimiento y su puesta en práctica, ya que, al basarse en los DD. HH., enseña a respetarlos, inclina al desarrollo justo y equilibrado de la personalidad humana y fomenta la tolerancia, la igualdad de género y la justicia (Naciones Unidas, 1996, 2003, 2004). En este sentido, la Declara- ción Universal de los Derechos Humanos señala lo siguiente respecto al enfoque que ha de seguir la educación: “[…] [education] shall be directed to the full development of the human personality and to the strengthe- ning of respect for human rights and fundamental freedoms.” (Declara- ción Universal de los Derechos Humanos, 1948: art. 26). Por otro lado, un trabajo educativo basado en los DD. HH. requiere prestar atención a las minorías, pues el hecho de que estas sean mar- ginadas en muchas ocasiones hace que se las prive de una verdadera ciudadanía y de disfrutar de los derechos básicos, tal y como refiere Estévez (2012: 106):

Ethnic minorities become so because they are socially marginalised- that is, they are denied citizenship or the enjoyment of rights since they are members of former colonies or ultimately because they are the victims of a more generalised rejection of cultural diversity. The social marginalization of immigrants can be seen when they are concentrated in marginalized residential areas, perform work with a low social status, and find their access to services and rights is limited due to their being a foreigner or noncitizen. Optar por una educación basada en los DD. HH. supone una base fun- damentada en principios sólidos, tales como la dignidad humana y la igualdad, de modo que en el proceso de enseñanza-aprendizaje prima el respeto a la diversidad y la persona es colocada en el centro del proceso educativo (Pani et al., 2005). Esto implica la visión de un mundo pacífico en el que predomina la justicia (Osler y Starkey, 2010: 43):

The Universal Declaration of Human Rights (UDHR) presents a vision of a peaceful world; the outcome of a struggle by humanity to implement justice. It offers an emancipatory manifesto, a set of shared principles

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for living together and an agenda for action developed in response to the repressive totalitarian ideologies of the mid-twentieth century. The realisation of this vision of justice and peace is a utopian project. En general, a lo largo de la historia, han sido las mujeres las más afec- tadas por la vulneración los DD. HH. (CEDAW, 1979). El artículo 1 de la Convención para la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer (CEDAW, 1979) pone de manifiesto lo siguiente: “Toda distinción, exclusión o restricción basada en el sexo que tenga por objeto o por resultado menoscabar o anular el reconocimiento, goce o ejercicio por la mujer […] de los derechos humanos y las libertades fundamentales en las esferas política, económica, social, cultural y civil o en cualquier otra esfera”. En este sentido, nos parece necesario hacer referencia expresa a las cuestiones de género que afectan a la mujer. Tomar conciencia de las diferencias de género y de las vulneraciones de los derechos de las mu- jeres por el mero hecho de ser mujeres repercute en la configuración de una ciudadanía activa que contribuye a favorecer una cultura de paz (Folgueiras, 2009; Reardon, 2001). Visibilizar las desigualdades de género pone de manifiesto la necesidad de seguir llevando a cabo avances sociales, además de hacer notar los avances que las mujeres han llevado a cabo a lo largo de la historia y los retos que aún quedan pendientes (entre los que se encuentran los obje- tivos del milenio). Esto contribuye al empoderamiento de las mujeres y a seguir avanzando en la vindicación de derechos. En palabras de Solá (2014: 24): “Se reclaman, en este sentido, una actitud y una serie de prác- ticas que, en definitiva, comportan un modo de cuestionar feminista que implica la crítica permanente de nuestro ser y hacer”.

2. Objetivos, preguntas de investigación, contexto y metodología

Uno de los objetivos fundamentales de este artículo consiste en emplear textos multimodales publicados por las ONG, en concreto por Intermón Oxfam, en una clase de lengua inglesa. Esto tiene por finalidad poten- ciar la enseñanza con enfoque basado en los DD. HH. y propiciar que el alumnado trabaje distintas competencias que le serán de utilidad como futuros profesionales. Así se aprende a respetar la diversidad y se hacen visibles las conquistas que dichos derechos traen consigo. El objetivo de la práctica que se presentará en la sección 4 consiste en observar si los textos que publica Intermón Oxfam son pertinentes para aplicar los principios de la gramática visual, trabajar aspectos culturales

Año 50, Vol. XLI, septiembre-diciembre 2018, pp. 225-246 Explorando la gramática visual y los textos con temática social 233 en una asignatura de lengua extranjera y potenciar el desarrollo de com- petencias emocionales, todo ello con el objetivo general de potenciar el enfoque basado en los DD. HH. en la enseñanza superior. Teniendo en cuenta estos objetivos, nuestras principales preguntas de investigación son las siguientes: ¿cómo pueden los textos multimodales contribuir al desarrollo de distintas competencias y literacies en la enseñanza univer- sitaria? ¿Son estos textos útiles para introducir aspectos culturales en el aula, trabajar un enfoque basado en los DD. HH. y facilitar la adquisición de competencias emocionales? Con respecto al contexto en que se llevó a cabo la práctica que se describe en la sección cuarta de este artículo, los textos analizados se emplearon en la asignatura obligatoria Lengua Inglesa V, que se imparte durante el pri- mer cuatrimestre de tercer curso del Grado en Estudios Ingleses. La asig- natura tiene como objetivos preparar al alumnado para que adquiera un nivel C1 mediante el desarrollo de distintas destrezas. El número total de personas matriculadas en el curso académico 2014-2015 fue de 125 perso- nas, de entre las cuales 13 estuvieron en otros países europeos como parte del programa Erasmus. Se impartían cuatro horas de clase semanales: una dedicada a la escritura académica, la siguiente era destinada a trabajar las destrezas orales por medio de presentaciones orales sobre temas de actua- lidad, la tercera hora se dedicaba a la gramática y la última consistía en la preparación y participación en un debate oral cooperativo. La práctica que presentamos en la sección cuarta de este artículo se enmarca en las clases dedicadas a la escritura académica y al debate, pues en estas clases se introduce al alumnado en la gramática visual, se analizan algunos textos como preparación para escribir un ensayo (véa- se los textos presentados en la sección cuarta) y se discute sobre ellos. Nuestra propuesta se relaciona con lo que Martin (2004) denomina aná- lisis positivo del discurso (positive discourse analysis), ya que con esta metodología se pretende emplear y analizar textos que contribuyan a la mejora del mundo. Una vez que se ha practicado con varios textos multimodales en los que se tratan temas sociales, como la situación de las mujeres de distintas culturas, la ecología, la importancia de la comida equilibrada para la sa- lud, los derechos de los animales, la importancia de la educación para el desarrollo de las sociedades, entre otros, se pide a los estudiantes que seleccionen un texto multimodal de tema social con el fin de escribir un ensayo en el que analicen sus principales características y en el que expresen su opinión al respecto, de modo que tengan que aproximarse al texto de una manera crítica.

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Una vez que el alumnado se familiarizó con los principios de la gramá- tica visual, se preparó una práctica que tenía por propósito el que el alumnado pudiera aplicar esos principios a textos multimodales en los que aparecían representadas mujeres de distintas nacionalidades. Esos documentos fueron extraídos de las publicaciones de la ONG Intermón Oxfam. El total de personas que participaron en la práctica fue 93 (50 en el gru- po 1 y 43 en el grupo 2). Dicha práctica consistió en la distribución de los dos textos que se presentan en las secciones 4.1 y 4.2 entre grupos de 5 a 7 personas, los cuales tenían que aplicar los principios del modelo de gramática visual propuesto por Kress y van Leeuwen (2006) y discutir entre sí y expresar su opinión respecto a la realidad de las mujeres repre- sentadas en los textos objeto de análisis. Con el fin de que la práctica integrara el desarrollo de las destrezas orales y escritas, una vez que se hizo el análisis visual a partir de las principales características de ambos textos (análisis en que se tomaban en cuenta el valor de la información, los elementos más destacados y el empleo de marcos, entre otros aspectos), se pidió al alumnado que redactara el pá- rrafo introductorio de un ensayo académico relacionado con la situación de la mujer en distintos lugares del mundo y que redactara también la idea principal de al menos tres párrafos del ensayo. Así, se pusieron en práctica los conceptos de thesis statement y topic sentence explicados en clase desde el punto de vista teórico e ilustrados con el análisis de algunos ensayos. De este modo pretendíamos que el alumnado tomara conciencia social sobre la realidad de dichas mujeres, desterrara algunos de los tradiciona- les estereotipos unidos a ellas y trabajara el pensamiento crítico. La pro- fesora pidió además al alumnado que relacionara su análisis y el tema del ensayo con los DD. HH. y con el trabajo que las ONG hacen para alcanzarlos tanto en países del Norte como del Sur. Tras esta parte de la práctica —que consistía en que cada grupo pusiera por escrito los principales aspectos analizados en cada texto, escribie- ra su opinión sobre la realidad de las mujeres reflejada en los mismos y preparara un borrador con el párrafo introductorio y las ideas prin- cipales a tratar a lo largo de un ensayo—, se pidió a cada grupo que nombrara un portavoz para que expresara delante de toda la clase las conclusiones a las que habían llegado tras el análisis y la discusión de sus opiniones.

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Cuando todos los grupos presentaron sus opiniones, la profesora generó un debate con el fin de que el alumnado pudiera trabajar la capacidad crítica y asumiera protagonismo y liderazgo en su propio proceso de enseñanza-aprendizaje. Al final del cuatrimestre, la profesora pasó una encuesta anónima a los estudiantes a fin de conocer si habían aprendido y estaban contentos con las actividades planteadas. El 100% del alumna- do ofreció una respuesta positiva. La práctica descrita en esta sección pretende ser un ejemplo de activi- dad que integra el desarrollo de las destrezas escritas y orales. El análisis que se presenta en los apartados 4.1 y 4.2 es un resumen de los princi- pales aspectos recogidos en el análisis escrito de los textos llevado a cabo por los distintos grupos, así como de sus opiniones presentadas de manera oral.

3. Análisis de textos multimodales

Con el fin de que la enseñanza esté conectada con la realidad social en todo momento, nos parece fundamental emplear en el aula textos reales para que por medio de ellos el alumnado pueda reflexionar sobre las per- sonas y las realidades reflejadas en los mismos y proponer alternativas reales de mejora y cambio social. Este procedimiento constituye a la vez un modo de reivindicar la necesidad de que los derechos humanos y la justicia social estén siempre presentes en el siglo XXI. En este sentido, nos centramos en una enseñanza de la lengua inglesa basada en textos, con la cual se buscó tener presente información sobre el contexto que aparece en los textos así como el contexto en que estos mismos son pro- ducidos y son recibidos y leídos (de Sylva Joyce y Feez, 2012; Martin y Rose, 2012). Trabajar con textos como los que presentamos a continuación, en los que aparecen mujeres de otras culturas de forma positiva, rompe con esa imagen tradicional que las caracteriza y representa como pobres y marginadas. En los dos textos que siguen aparecen sonriendo y limpias (y en el texto 1, además, la mujer aparece trabajando), de modo que se las describe con dignidad. Estos textos son útiles porque sirven para re- flexionar sobre los derechos conseguidos en virtud del progresivo em- poderamiento de las mujeres en distintos lugares del mundo y porque hacen patente la necesidad de seguir trabajando en esta línea. El análisis que sigue es una síntesis de los distintos análisis llevados a cabo por los grupos de trabajo en que fue dividido el alumnado de la asignatura Lengua Inglesa V del Grado en Estudios Ingleses.

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3.1 Análisis del texto multimodal 1

Texto multimodal 1: Mhrat Haile sabe que el agua del río no es buena para la salud des- de que forma parte del comité de agua de su pueblo, en Etio- pía. © Pablo Tosco / IO. Revis- ta nº27 (mayo, 2013). Las portadas de Intermón Oxfam suelen seguir una misma estructura que se repite constantemente. De este modo, en la parte superior, suele aparecer un conjunto de titulares pequeños de distintos colores que re- saltan los temas sobre los que se va a hablar en ese número de la revista. En la parte superior también aparecen los datos relativos al número de la revista, su periodicidad y la fecha a la que corresponde. Después, po- demos ver destacado el nombre de la publicación, “Revista IO”, y, debajo de éste, la fotografía que ocupa la mayor parte de la portada. En último término, podemos observar el logotipo de la ONG ubicado en el centro de la parte inferior. Los elementos más prominentes son, sin duda, la fotografía y el acrónimo IO, resaltado este último en color verde —el color empleado por esta ONG en su logotipo (permite, por tanto, una identificación inmediata entre la ONG y su publicación)— y escrito en un tamaño mayor que el resto de letras que aparecen en la portada. De este modo, la mirada fluctúa entre el acrónimo “IO” y la fotografía. Si centramos nuestro análisis en la imagen, el elemento más destaca- do de la composición, podemos observar que el valor de la información (Kress y van Leeuwen, 2006) que provee se distribuye del centro hacia los márgenes y de arriba abajo. De este modo, el elemento más promi- nente de la fotografía es la mujer que aparece en el centro de la imagen,

Año 50, Vol. XLI, septiembre-diciembre 2018, pp. 225-246 Explorando la gramática visual y los textos con temática social 237 llamada Mhrat Haile, dato que conocemos gracias al pie de foto que ha- llamos en la página siguiente. Ninguno de los titulares ubicados en la parte superior de la portada está jerarquizado en función de su tamaño, de manera que tan solo podemos relacionar el titular que corresponde a la imagen una vez que hemos leído el pie de foto. En tal virtud, es gracias a los datos aportados por el pie de foto que podemos conectar el titular “Etiopía. El milagro del agua” con la imagen de la portada. En ella, la mu- jer ha sido captada en un plano medio, de manera que se puede observar el medio en el que está insertada y que rodea su figura. Así, podemos considerar que la imagen ha tratado de captar el entorno en el que la protagonista de la imagen habita. Por otro lado, si atendemos al valor de la información (Kress y van Leeu- wen, 2006), distribuida de arriba abajo, podemos percibir que, en la parte inferior de la imagen se halla el río y el entorno natural que rodea a la mujer. De acuerdo con Kress y van Leeuwen (2006), la parte inferior de las imágenes aporta la información “real”, los datos concretos de la mis- ma o sus consecuencias prácticas. Por el contrario, la parte superior de las imágenes se asocia con la información “ideal”, es decir, se presenta la información de forma idealizada. En este sentido, el río y el entorno vegetal en el que está ubicada la mujer marcan las líneas en las que se di- vide la imagen entre un plano superior y otro inferior. Para poder extraer el significado completo de esta imagen, debemos tener en cuenta que esta sirve para ilustrar un reportaje que encontramos en las páginas in- teriores de la publicación y que trata sobre la construcción de una fuente en la localidad en la que habita la protagonista de la imagen. Consideramos, por tanto, que existen dos elementos de suma importan- cia que conectan los planos superior e inferior de la imagen. Así, en la parte inferior, podemos hallar el río: este posee un color terroso, parece que está sucio y, además, corre en estado salvaje (algo que es resaltado también por la presencia del entorno vegetal por el que fluye). Sin em- bargo, en la parte superior de la imagen, la protagonista de la fotografía porta un botijo con agua: gracias a la construcción de la fuente por parte de Intermón Oxfam, ya no es necesario que la protagonista de la imagen tenga que coger agua del río. Tras lo expuesto en el párrafo anterior, podemos considerar que la parte superior de la imagen muestra una situación ideal: el ser humano ha sido capaz de controlar la naturaleza en la medida en que ahora las personas que viven en esta localidad de Etiopía —entre ellas la protagonista de la imagen— cuentan con agua potable, por lo que ya no tienen necesidad de recurrir al río contaminado, ubicado en la parte inferior de la imagen.

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Asimismo, en la parte superior de la imagen, también hallamos el rostro sonriente de la protagonista de la imagen. En este sentido, también po- demos considerar que esta refleja la información “ideal”, en la medida en que el producto real que lleva en sus manos, el agua en el botijo, genera felicidad en las personas. Nótense además dos hechos curiosos: el vesti- do de la mujer es de color azul (color que se suele asociar con el agua) y el titular que en la portada acompaña a esta noticia también es de color azul (se usa precisamente un tono de azul muy similar al del vestido de la mujer). En cuanto a los rasgos que caracterizan a la protagonista de la imagen, podemos decir que ésta ha sido captada de manera individualizada. Se ha tratado de poner rostro al proyecto de Intermón Oxfam. No obstante, la mujer no interactúa con el/a lector/a porque no mira a la cámara. Sin embargo, se da una imagen positiva de ella en la medida en que aparece sonriente, limpia y feliz. A pesar de esto, nos parece interesante precisar que, al haber sido captada en un plano medio, se establece una cierta distancia social para con ella, aspecto que, de alguna manera, es contra- rrestado por el hecho de haber sido captada horizontalmente, es decir, en un plano de igualdad para con el público lector. Por último, nos parece interesante destacar que esta imagen parece una estatua que retrotrae a la iconografía grecorromana, lo que podemos apreciar cuando la comparamos con esculturas como la que aparece en la siguiente imagen:

Figura 1. Isis. Copia romana. ca.170-190A.D. of a Hellenistic original. Disponible en: http://cvc.cer- vantes.es/artes/museoprado/ citas_claroscuro/escultu- ra_griega/galeria_escultu- ra_griega.htm.

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Asimismo, esta imagen también nos retrotrae a la iconografía que, en ocasiones, ha empleado el fotoperiodismo documental, como podemos apreciar al compararla con imágenes como la siguiente:

Figura 2. Werner Bischof. Hambre en Índia. Disponible en: http://www.elangelcaido. org/fotografos/wbischof/ wbischof05.html

En este sentido, podríamos decir que la portada de la revista de Intermón Oxfam es el reverso de esta imagen: se emplea la misma composición en cuanto a la postura de los cuerpos de los protagonistas de las imágenes; pero en la imagen de Bischof se apela a la misericordia, mientras que en la fotografía de Intermón Oxfam se promueve una imagen más positiva de la protagonista.

3.2 Análisis del texto multimodal 2

Texto multimodal 2: Flor Deli Cabrera, productora de leche y dirigente de la Federación de Campesinos Independientes Mamá Tingó, de la República Dominicana. © Pablo Tosco / Oxfam Intermón. Revista nº30 (mayo, 2014).

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En este texto multimodal podemos contemplar la nueva imagen de la revista tras el cambio de nombre de la ONG. De esta manera, se puede observar que, si en los anteriores textos multimodales la imagen estaba ubicada en el centro de la portada, ahora ella invade los márgenes de la página. Por eso ahora todos los elementos textuales se sitúan encima de la imagen. Los titulares ubicados en la parte superior de la imagen presentan las mismas características que en los anteriores textos multi- modales. Solo varía la primera línea del titular, que anteriormente era de color gris y ahora es blanca. En esta nueva composición, ya no aparece ningún acrónimo del nombre de la ONG. Simplemente aparece la pala- bra “Revista” coloreada con diversos colores, todos ellos cálidos. Final- mente, la última variación que podemos registrar en esta portada con- siste en que el logotipo de Oxfam Intermón1 ahora se sitúa en la esquina inferior derecha de la página en vez de en el centro. Este hecho puede deberse a que esa parte de la imagen es la última que se lee, de manera que el logotipo cierra toda la composición. Centrándonos en la imagen que aparece en la portada, constatamos que de nuevo vuelve a estar protagonizada por una mujer. Así, atendiendo al valor de la información (Kress y van Leeuwen, 2006), observamos que esta se distribuye del centro hacia los márgenes. De esta forma, en pri- mer plano y situada en el centro de la imagen, nos encontramos a la protagonista de la imagen, que sonríe a la cámara e interpela con su mirada al/a lector/a. Los márgenes de la imagen aparecen un tanto difu- minados, hecho que permite resaltar todavía más su figura. Asimismo, la construcción que se puede ver en el fondo de la imagen marca una línea en la composición que sirve para enmarcar todavía más el rostro de la mujer, que sobresale en un cielo azul luminoso. La mujer ha sido caracterizada de manera individualizada, de manera que su rostro es plenamente reconocible. Igualmente, ha sido captada en un primer plano y, por tanto, la distancia social que fija respecto al público lector es cercana. Este hecho queda enfatizado por el plano hori- zontal desde el que se la ha retratado, de modo que se establece un plano de igualdad con el/a lector/a. La mujer se muestra sonriente y feliz y, aunque se muestra a la cámara para ser retratada, no pretende mover a la compasión, sino que se muestra empoderada. Además, su ropa es de color llamativo y también imprime a la imagen cierta viveza.

1 Se produce un cambio en el nombre de la ONG el 15 de octubre de 2013: en lugar de Intermón Oxfam, ahora se denomina Oxfam Intermón. Como el cambio de nombre afecta sólo al segundo texto, en todo el artículo se emplea Intermón Oxfam, excepto en el apartado 4.2.

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En este caso, pensamos que esta imagen también puede remitir a la iconografía pictórica occidental, en la medida en que podemos hallar numerosos retratos de mujeres que presentan la misma composición. Valga como ejemplo la siguiente obra:

Figura 3. Tiziano, V. 1515. Vio- lante. Retrato de mujer. Dispo- nible en: http://isthar-mitolo- gia.blogspot.com.es/2012/04/ tiziano.html.

4. Discusión y conclusiones

En general, algunas de las estrategias visuales empleadas por Intermón Oxfam contribuyen a la creación de la dicotomía entre personas de paí- ses del Norte y de países del Sur. Sin embargo, los textos analizados se caracterizan por representar a las mujeres de otras culturas de forma positiva, y esto por dos razones principales: aparecen trabajando, lo que indica que están activas y que contribuyen a mejorar la economía de sus países; y aparecen limpias y sonriendo, lo que contradice los estereoti- pos tradicionales que las presentan sucias y tristes para identificarlas fácilmente con los rostros de la marginación y la pobreza. En este sen- tido, el análisis llevado a cabo muestra que las mujeres representadas se ayudan a sí mismas y son activas en el proceso de mejora de su país, por lo que no dependen de la ayuda de países del Norte para avanzar en la construcción de una sociedad mejor. De este modo, se pone de ma- nifiesto que es posible representar a las personas de otras culturas con dignidad, empoderadas y con el reconocimiento de sus DD. HH. básicos.

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Tras lo expuesto en el párrafo anterior, es evidente que los textos anali- zados se enmarcan en un discurso que potencia la defensa de los dere- chos humanos. Un enfoque educativo basado en los DD. HH. trasciende las fronteras nacionales y el currículum normativo. Trabajar, en la edu- cación superior, con textos que permiten hacer referencia a los DD. HH. permite poner de manifiesto situaciones de desigualdad en distintos lugares del planeta, pues hace constatar las dificultades que tienen las personas de algunos lugares para acceder a DD. HH. básicos, como la educación, el trabajo o la libertad de pensamiento. De este modo, pue- den observarse y analizarse patrones sociales mundiales que tienden a excluir a seres humanos. La formación del alumnado universitario no debe centrarse sólo en la adquisición de conocimientos relacionados con la disciplina académica objeto de estudio, sino que debe tratarse de una formación integral, en la que la adquisición de competencias emocionales ha de ser fundamental, de suerte que se aprenda a respetar la diversidad y a sentir empatía con personas que viven realidades sociales distintas. Tener en cuenta este tipo de competencias contribuye a potenciar los principios democráticos relacionados con la igualdad, la justicia social y la solidaridad, y ayuda al alumnado a asumir un papel real como ciuda- danos activos capaces de luchar por conseguir la mejora de la sociedad y de la conciencia colectiva en el siglo XXI. Trabajar con textos multimodales de temática social y ser capaz de ana- lizarlos teniendo en cuenta los principios de la gramática visual y desde un enfoque basado en los derechos humanos permite que el alumnado aprenda a ver las relaciones que se dan entre las actuales formas de co- municación en las que la imagen juega un papel fundamental y la vida real. Además, utilizar este tipo de textos facilita la enseñanza interactiva, pues se puede trabajar con grupos (tal y como se ha explicado en este artículo) con el fin de discutir, contrastar opiniones y trabajar el pensa- miento crítico. De este modo, el proceso de enseñanza-aprendizaje se concibe como un proceso dinámico en el que el alumnado comparte el protagonismo con el profesorado. Llevar a cabo la práctica presentada en la sección cuarta al comienzo del curso académico tiene como objetivo favorecer que las/os alumnas/ os asuman protagonismo y liderazgo en el proceso de enseñanza-apren- dizaje, ya que aplican lo aprendido a textos reales y presentan sus opi- niones delante de toda la clase. Asimismo, este artículo pone de mani-

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fiesto que, al tratarse de una metodología activa, el alumnado se hace consciente de que tiene que estar constantemente tomando decisiones sobre el texto que elige, el tema de su presentación oral y sobre la for- ma multimodal en que es presentado. Además, los estudiantes también tienen que fijar su atención en la manera en que presentarán en clase sus comentarios con motivo del debate semanal y el modo en que este contribuye a la interacción grupal. Un enfoque basado en los DD. HH. ayuda al profesorado a promover una cultura de paz, de solidaridad y de respeto a la diversidad en el aula, hecho que ayuda a prevenir conflictos en el salón de clases y a resolver- los de modo no violento. De esta forma, se promueve la formación de un alumnado responsable y consciente de su papel como ciudadanos acti- vos, abiertos a otras culturas, por muy diferentes que sean de la propia. Además, la reflexión sobre los DD. HH. en las prácticas docentes fomen- ta el valor de la libertad y el respeto por la dignidad humana, indepen- dientemente de las diferencias que existan entre las mujeres y hombres que configuran la humanidad.

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Estudios Sociales Año 50, Vol. XLI-Número 157 Septiembre-diciembre 2018

ENSAYOS CORTOS Y ESCRITURA CREATIVA

Entrevista a la Asociación de Caficultores La Esperanza. Los Cacaos (provincia San Cristóbal, Rep. Dominicana) Junio de 2018 Ana Féliz y Aquiles Castro

Introducción

Con motivo del 50 aniversario de la Revista Estudios Sociales, compar- timos con los lectores una aproximación a la historia reciente y actua- lidad de una organizacion de pequeños productores y agrícolas de la región sur (La Asociación La Esperanza de Los Cacaos. Esta asociación se ha mantenido a pesar del entorno difícil y de las malas políticas gu- bernamentales respecto a la agricultura y los pequeños productores del país en las últimas cuatro décadas. Entregamos, en su propia voz, una escritura de sus vivencias, de las embestidas que han tenido que sortear para mantenerse a flote y para trabajar por sus familias y por lasco- munidades a las que pertenecen. Sus miembros cuentan sus éxitos y el buen impacto que han tenido por la capacitación, el modelo asociativo y sobretodo por la entereza de su membresía, ya que han sabido consti- tuirse en organizaciones capaces de comercializar a su favor, mejorar su producción y el ingreso y actuar a favor de sus comunidades a pesar del entorno adverso. Este texto se asemeja a unas memorias. La directiva de la Asociación de Caficultores de Los Cacaos cuenta la directiva cuenta aquí cómo surgie- ron a finales de la década del setenta, en medio de una situación general de tragedia por el ciclón David, pero sobretodo debido a las extorsiones que sufrían a manos de los intermediarios en la comercialización, ra- zón principal por la que —relatan— decidieron formar una asociación. En este recuento son importantes las mediaciones y factores que les permi- tieron dar el salto y tener éxito, por lo que refieren de manera unánime la 248 Ana Féliz y Aquiles Castro

importancia que ha tenido para ellos la capacitación técnica. En efecto, desde los primeros años recibieron apoyo de universidades (especial- mente de la UASD), de la Academia de Ciencias, del Instituto Popular, así como de entidades internacionales, etc. Otro factor de éxito ha sido el cambio en las condiciones de comercialización, la forma cooperativa y asociativa que ha impactado de modo favorable en la confianza en sí mismos y que ha conducido a mejoras concretas en las condiciones de vida de sus integrantes. La experiencia de las mujeres como productoras —mujeres con parcelas que cultivan y comercializan café— es un hecho que revelan. Hasta ahora, sin embargo, ninguna ha ocupado la presiden- cia de la Asociación, pero cuentan con un apoyo importante para lograr esa meta: los programas de incentivo y apoyo técnico a las mujeres pro- ductoras.

Las malas coyunturas. Entre las cuestiones que han afectado negativa- mente a los productores de café en Los Cacaos se encuentran las plagas. Cuentan que la broca afectó en el pasado, afectó mucho a mediados de los años noventa (siglo XX), mientras que en la actualidad la principal plaga es la Roya. Las luchas sociales. Estas han sido parte de su existencia, pues conec- taron sus metas en torno a la producción con el logro de mejoras en las condiciones de vida de su comunidad. En este sentido, destacan y reme- moran las luchas por la tierra contra el gobierno de Balaguer, durante la construcción de las presas Jiguey y Aguacate (1990-1992), que afectó la gente de la zona: les querían dejar sin tierra y sin viviendas. Hubo conflictos y lograron que no les dejaran sin nada. También pelearon por la organización del municipio y por los servicios de salud, por la ins- talación de un hospital, por su adecuado equipamiento y por personal médico, etc.

Los problemas actuales. Entre ellos identifican el mantenimiento en condiciones de las aguas, los ríos de la zona, el medio ambiente; denun- cian problemas que implican a las autoridades de Medio Ambiente, la falta en la gestión y la poca acción de las autoridades medioambientales.

El futuro. Tienen opiniones distintas sobre perspectivas del futuro. Re- conocen factores adversos: el declive del liderazgo del movimiento cam- pesino, la difícil situación socioeconómica del país, que mueve a la po- blación a emigrar, y los problemas de la falta de apoyo. A la vez, destacan su fortaleza institucional, su recuperación de la plaga y que tienen nue- vas plantas y esperan mejoras en el futuro próximo. Las confederaciones regionales están flojas y muy afectadas en el sur y en el país. Lo guber- namental ha sido un factor negativo para los liderazgos nacionales: las

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mismas personas están ahí, dizque representando al sector desde hace mucho tiempo. Pero son los gobiernos los que manejan esos liderazgos.

Entrevista a la asociación de caficultores de Los Cacaos

Marino Soto y Manuel Leoncio Aybar (Mingo) (de la comunidad Los Canonitos), Juan Antonio Pérez y Altagracia Soler (de Cañada del Café), Julia Carmona y Wilmin Pozo (de la comunidad El Guineo) y José San- tana y Miguel Ángel Lara forman la directiva de la Asociación de Cafi- cultores La Esperanza —ASOCAES—, ubicada en el municipio de Los Cacaos (provincia San Cristóbal). La organización de agricultores, como ellos mismos se definen, está integrada actualmente por 1,092 personas registradas. Llevan 40 años trabajando en las distintas comunidades donde viven, localizadas en la cordillera Central. Además de producir café, destacan que han luchado por mejorar las condiciones de vida de la población y su entorno, a través de la gestión comunitaria y la expresión pública de sus demandas. ¿Cómo se ven como asociación y cómo ven su municipio actualmente? Marino Soto (ASOCAES)1: El municipio de Los Cacaos era antes simple- mente una comunidad, después fue un distrito y ahora es municipio. O sea que hemos ido creciendo, por lo menos en algunas cosas. Nosotros hemos trabajado siempre por el desarrollo, nos hemos mantenido acá trabajando por los más pobres. Somos bastante vulnerables, esta es una zona muy vulnerable, donde cualquier fenómeno natural ataca y mete a uno en una situación bastante difícil. Pero estamos aquí, siempre hemos trabajado con los grupos que nos dan la mano, organizaciones amigas, apoyos internacionales, hemos trabajado con préstamos y todo; pero, de manera especial, hemos trabajado de la mano uno con otro”. El producto de nosotros es el café, porque tenemos otros tantos produc- tos (como son cítricos, bananos que se producen mucho para este lado, plátano y otro tipo de cultivo, guandules, habichuelas, maíz). Pero el producto base para la economía es el café. Ya sabemos la situación que hemos tenido con este tipo de producto y todo lo que hemos tenido que hacer para poder sobrevivir, pero aquí estamos. Nosotros somos millo- narios de este lado. Aquí tenemos el agua, tenemos la energía eléctrica, aunque la disfrutamos poco, pero nosotros aquí tenemos de todo. Tene- mos un poco de paz, un poco de tranquilidad, aquí es fresco, un clima distinto, un poco diferente a Santo Domingo. Usted se acuesta y puede

1 ASOCAES son las siglas del nombre de la Asociación de Caficultores Esperanza. Los Cacaos, provincia San Cristóbal

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dormir todavía. Y todavía se anda con dos o tres pesos en los bolsillos y no tiene que andar con mucho cuidado… ¿Cómo surgió la organización de agricultores? ASOCAES: En 1979, el 31 de agosto, hubo un fenómeno que fue un mons- truo, el ciclón David. Ese fenómeno y la tormenta Federico pasaron por Santo Domingo y devastaron la provincia del sur, San Cristóbal, sobre todo en nuestro municipio, donde acabó totalmente con la agricultura de este lado, la caficultura y cualquier tipo de agricultura. Para este lado hubo muchos muertos, se fue una buena cantidad de viviendas. Usted desde una montaña miraba la otra y lo único que veía era los suelos, todo limpio, porque el ciclón destruyó todo. No teníamos en ese momento como sobre- vivir, aguantarnos. Desde entonces un grupo, que era una asociación de jóvenes llamado “Juventud en Marcha”… Nosotros veíamos la situación que tenían los productores de café, pues los productos no rendían, exis- tían los que eran los intermediarios, pero el comercio era para comprarle el café “a la flor” a los mayores, a los viejos que tenían su propiedad de café, y llegaba una zafra y la otra se iba y todo igual. Nosotros, entonces, desde ese tiempo, como jóvenes, veíamos la necesidad de organizar a los productores para ver si se buscaba una salida a esa situación. Era muy difícil, porque se hablaba de las cooperativas y algunos mayores conocían lo que era el sistema de cooperativas y le tenían miedo a la cooperativa porque beneficiaba a algunas personas y otros se quedaban atrás siempre. A partir de ahí, entonces, surgió la idea de formar la asociación, en la que en un primer momento se reunieron unas 16 personas, y después 24, y luego 40, donde se dejó constituida esta asociación, que hoy tiene una matrícula de 1,092 personas registradas. Ahí nació la asociación. Segui- mos trabajando en la capacitación, capacitándonos nosotros para capa- citar a los que eran más adultos y aquí estamos hoy. Crecimos bastante. ¿Cuáles son los momentos relevantes que han vivido como organización? ASOCAES: Nosotros comenzamos inmediatamente a recibir capacita- ción a través de las universidades, por ejemplo, la Academia de Cien- cias, la universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), el Instituto de Pedagogía y Cultura Popular y otros grupos comenzaron a darnos asistencia y comenzamos a relacionarnos por ahí, a conseguir mercado. En el año 1992 se comenzó a exportar café fuera del país, se consiguió mercado internacional y a partir de esa fecha no nos ha faltado mercado fuera del país. El primer café que se exportó fue por vía de Villa Trina (Moca, provincia Espaillat), porque aquí no había estructura, ni conocimiento para dar

Año 50, Vol. XLI, septiembre-diciembre 2018, pp. 247-258 Entrevista a la Asociación de Caficultores La Esperanza 251 esos pasos, pero entonces con Villa Trina se tenía ya su relación. Rufino Herrera (primer presidente de ASOCAES) hizo relación allá y recibimos apoyo. Villa Trina para nosotros fue como un paraguas que nos amparó en lo que fue la capacitación, preparación de café para exportar y tam- bién en los canales para exportar. Uno de los logros fueron los convenios que hizo ASOCAES con la UASD. [Con dicho acuerdo se logró la asistencia de] un profesor universitario de agronomía, hacer un equipo de multiplicadores, los que están en una escala más alta, y llevar un proceso para técnicos. El profesor capacita y el equipo se encarga de darle la asistencia técnica a la mayoría de los productores actualmente. Aquí (RD) hay técnicos de Agricultura (Ministerio), pero los conoci- mientos reales de los socios los han aprendido del equipo formado por convenio con la UASD y de otra asistencia. En 1994 comenzamos una escuela aquí para recibir capacitaciones en el área agrícola. Y hay mu- chos técnicos que a nosotros se nos quedan por los tobillos, tienen que aprender de nosotros. Con Milton Martínez aprendimos. Nosotros aquí ni siquiera teníamos tendales; había que llevar (el café) a Baní, a secarlo por allá. Uno de los momentos en que yo me he sentido más regocijado y alegre fue cuando se inauguró ese depósito con ese tendal. Fue un aporte del Estado, cuando el expresidente (Hipólito) Me- jía era Secretario (de Estado) de Agricultura: nos aprobó ese local con ese tendal. Nosotros teníamos donde almacenar productos, donde secar productos y, además, una maquinaria para también secar café. En Cáritas2, la señora Encarnación Carretero (canadiense) comenzó a hacer canales hacia Canadá, y hubo un intercambio para la venta de café a Canadá. Desde los años 80’ comenzaron a visitarnos por vía de ella y de Cáritas.

El cambio en la comercialización

ASOCAES: Nosotros nos bebíamos el café verde que dejábamos: la trilla que le sacábamos, esa era la que bebíamos, nosotros no sabíamos qué era el café. Recolectábamos el café a los padres de nosotros (familia) y era para llevárselo a los comerciantes. Los comerciantes eran los que sabían lo que se hacía con el café, nosotros no. Pero después de la asocia- ción, cuando comenzamos a organizarnos, de una vez la gente comenzó a tirar su café aquí. Pero había una brecha abierta que usted, si tenía una deuda fuera en otro negocio, usted podía llevar café donde usted debía. Porque aquí no se le pedía a nadie que lleve dinero, no. Si usted nada

2 Cáritas Dominicanas es una organización social de la Iglesia católica.

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más podía traer un cuarto de la cosecha, usted traía un cuarto; si puede traer la mitad, traiga la mitad… La gente pasaba al año entero comiendo “fiao”3 en un colmado, para después llevarle el café: ¡pagaba con café! Aquí había un señor llamado José Subero, que era el comerciante más grande que había y yo venía todas las semanas con un mulo a buscar siete pesos de comida “fiá” (a crédito). Nosotros éramos, con mi papá y mi mamá, éramos trece; y yo venía todas las semanas en un mulo a buscar siete pesos de comida, para después, la cosecha, “tirársela” a él (al comerciante). Pero después eso cambió. Cuando yo no estaba en la Asociación, lo mío era trabajar como un escla- vo todo el tiempo. Cuando venía a cosechar ya se lo debía al otro. “Mire, los ciclones tienen su beneficio”. Después que pasó el ciclón Da- vid (1979), todos los comerciantes botaron a los clientes (abandonaron a los productores), los botaron porque no tenían con qué pagarles… En mi comunidad pasó un caso: Un señor, que vino donde su patrón y le dijo: ‘mire a mi me queda un cafecito’. [Y este último le dijo]: ‘sí está bien, tíremelo que yo lo voy a atender’. Pero desde que le tiró el cafecito lo echó “pa’ fuera”. En vista de que los comerciantes dejaron abandonados a los clientes, la gente vio que era necesario organizarse. Eso fue una ne- cesidad como cuando uno tiene hambre [y] encuentra comida. Caímos aquí, en la asociación, y la gente trae su café. Sucedió algo importante: la asociación comenzó a dar un incentivo por encima del mercado a la gente; mientras más calidad traía, más caro se le vendía el café, se le pa- gaba mejor. Entonces se sacó un café tipo A, tipo B y tipo C. El tipo B [y el] tipo A tenían precio de 20 y 40 pesos por encima del precio. Entonces la gente veía que en los negocios (con los comerciantes intermediarios) no tenía ese beneficio.

Las plagas (roya y broca)

ASOCAES: La Asociación vivió unos momentos buenos… hasta el 1997, por ahí. De ahí para acá fue degenerando. En 1994 conocí los primeros “picao de broca (plaga del café)4. La cosa más mala que ha llegado aquí es la broca. Le pregunté a un señor y dijo: ‘no ese café viene con eso, ese café llegó de Barahona’; entonces aquí, en 1994, llegó de lleno a esta comunidad. El café se ponía “negrecito”, y uno preguntaba ‘¿y qué es lo que pasa?’. Pero no sabía que el pajarito se había comido el granito den-

3 Coger a crédito la comida diaria. Una forma de crédito en colmados (pequeño co- mercio). 4 Hyphotenemus hampei (Ferrari) es considerada la plaga que mayor daño provoca en el cultivo de café. La hembra adulta taladra el endospermo del grano maduro del café para la alimentación de los adultos y de su progenie. Así, torna el grano vulnerable al ataque de otras plagas y ataca el grano verde y provoca su caída.

Año 50, Vol. XLI, septiembre-diciembre 2018, pp. 247-258 Entrevista a la Asociación de Caficultores La Esperanza 253 tro, lo que quedaba era una borra… Ahora (en la actualidad) la roya acabó (la producción de café) con el Ca- turra. Entonces hay una variedad nueva. No sabemos si al consumidor le va a gustar. Esa plaga comenzó a atacar y luego bajó un chin, pero nos dio duro entre 2012-2013.

El trabajo y la producción de las mujeres

ASOCAES: Uno de los logros es que, en el campo, lo que reconocían en esa época era mayormente el trabajo de los hombres; la asociación logró que de la asociación saliera una asociación de mujeres y que se recono- ciera el trabajo de las mujeres en el campo como productoras. Se cayó por la baja producción de café (en la actualidad), pero logramos que las mujeres vendieran café con su marca (café femenino orgánico) con un precio especial (más alto). Se ha caído, pero no se ha muerto. Recuerdo un logro que fue bien especial para mí. En los años 80, antes de yo ser socia, yo recuerdo que nosotros teníamos que vender café “a la flor”. Y si no vender café a la flor, cogerlo fiao’ en el comercio, y cuando llegaba la producción, solamente llevar el café al comercio, y nos quedá- bamos sin la ropa, sin qué comer y sin nada. Yo me ponía a “ratonear” los granos que se caían en el suelo y “ratoneaba” dos y tres cajas de café, mientras yo secaba ese café, todavía mis hijos no habían ido a la escue- la. Tenía que poner a secar esos granos de café para poder comprarle las chancletas, [los] zapatos y, con una maquinita, [ir] haciéndole pan- taloncitos para que fueran a la escuela… Que no era tan fácil, porque no quedaba nada. Para mí fue un logro cuando ASOCAES surge: iba a tener un cambio en nuestra vida, y en lo económico mucho más, como lo hizo, como se ha hecho. Desde 1998, [cuando tuve] mis primeras experiencias, me di cuenta que había salido de un rollo bien grande.

El “café femenino” en el mercado

ASOCAES: Primeramente, teníamos que ser socias. El proyecto lo apoyó Oxfam (España). Uno de los requisitos que se impuso en la asociación fue que el esposo traspasara 10 tareas de café (a la propietaria)… Pero no fue tan fácil lograrlo. No siempre los esposos toman esas decisiones. Había unas mujeres que ya tenían su propiedad, pero había otras que sus esposos tuvieron que cederles las 10 tareas. [Lo hicieron] mediante un convenio en papel, para que pudieran estar bien empoderadas. Des- pués de que se tenía 10 dólares por encima de su precio, eso hacía que nosotras nos sintiéramos apoyadas. Así que fue bueno, fuimos beneficia- das con 10 tareas unas 50 mujeres. Y esa venta no ha seguido dándose por la caída de la producción del café. Así que esperamos que se pueda

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restablecer el producto (la nueva variedad)… Y poder entonces retomar el proyecto, que está esperando solo que tengamos la producción para poder continuar la venta… de ese café femenino producido por mujeres… Tengo una finca (15 tareas). Tengo que hacerle un control de maleza, todo lo que haya que hacerle: las podas, fertilizar y luego la recolección… Son como doce pasos y va a quedar el café lavado. Y traerlo a la factoría; y en la factoría entonces va con el proceso de secado, la molida, la trilla, el tostado, molido y empacado. Y todo eso nosotras tenemos que cono- cerlo. Son demasiadas cosas que hay que hacerle; y desde su finca usted tiene que hacerle varias labores para que su café pueda llegar a ser de buena calidad. Cuando había producción para exportación, se iba a Canadá, Estados Unidos, a los países europeos. Pero de cinco años para acá la producción se ha caído casi en un 90 por ciento, por la roya5. El mercado está acapa- rando la producción nacional, y se está trayendo (café) de otros países. La producción actual se queda en el mercado local; tenemos varios res- taurantes e instituciones en Santo Domingo que el café que usan es el de aquí (La Esperanza). ASOCAES: Ese recurso (café femenino) era como un préstamo rotati- vo. Pero, cuando se hizo ese préstamo rotativo, vino el ciclón, vino la tormenta, vino la roya, fue reduciéndose la producción y el proyecto se apagó. Las mujeres de esta organización son como la mayoría de las mujeres de los socios: como… no les gusta integrarse a la organización directamente, se apoyan en lo que haga el esposo. Podemos tener aquí un 80% de las mujeres organizadas. Donde hay mil y pico de socios ins- critos, debería de haber por lo menos 200 mujeres. No todas las mujeres están dispuestas. Hay mujeres que se adaptan solamente al hogar y a salir a una reunión, o nunca tienen tiempo. (Dicen): “yo no me agrego a eso o tengo mucho oficio”. Entonces cuando nosotros empezamos a sa- lir, que vemos que es muy beneficioso, ya la mente va caminando hacia otra idea. Porque cada vez que tú sales, algo nuevo tú aprendes… Yo me despierto… En el momento de la fundación de la asociación había mujeres que tra- bajaban la tierra. Después que se funda la Asociación La Esperanza, en 1982, dice Carlos Herrera, que es un miembro de los fundadores: “Pero nosotros debemos hacer un club de mujeres para poder entonces armar la fuerza juntos”. Formamos la Asociación de Mujeres en Acción de Los

5 Enfermedad producida por el hongo Hermilea vastatrix. Se presenta en las hojas y ataca principalmente las variedades de la especie Coffea arabica, que entre otras incluye el Caturra. Provoca la caída de las hojas, la muerte de las ramas y la muerte de las plantas.

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Cacaos. Y así como la ASOCAES tiene varios comités en las distintas comunidades, también la asociación de mujeres. En este momento la asociación de mujeres está medio fría, pero tampoco es que está caída. En la organización, ser socia directa o por vía del esposo equivale a los mismos derechos. Hacemos las elecciones cada dos años por plancha: mínimo tiene que haber dos mujeres, mínimo.

Experiencias de organización: la lucha por la tierra

ASOCAES: La maldad más grade fue esa presa… Aunque benefició a los capitaleños, que tienen agua y luz (algunos sectores, no todos…). La construcción de la presa afectó la producción agrícola aquí, (porque has- ta ese momento) la gente de esa zona no conocía sueldo. Cuando llega la presa, la gente se va a trabajar; y cuando se termina la presa… la mayoría de la gente emigró a San Cristóbal, pal pueblo, pero a los barrios… Desde ese año, la agricultura aquí ha venido desmejorando, por la mi- gración de la gente. Los muchachos y hasta hombres viejos motocon- chando (transportando a la gente en motocicletas) en el pueblo, [por lo que] se ha ido creando una situación difícil para la agricultura, aquí. Pero todavía quedamos gente con amor a la agricultura, porque lo importante es tenerle amor al campo. La agricultura hasta donde yo he entendido… Usted oye decir que “almacén” y “cosa”. No, el pedacito de tierra es lo mejor que puede tener una gente, un pedacito de tierra. Porque a usted se le quema un almacén, el vehículo se le desbarata; [pero] el pedazo de tierra, aunque no le produzca, queda, eso queda. Yo caí preso más de tres veces, ahí, en Catalina. En Baní, preso en la fortaleza por tierra. Hasta a pie, un día, los hicimos que nos llevaran: de ahí, de Catalina, hasta la fortaleza de Baní. Tuvimos una lucha grande cuando se inició la presa Jigüey-Aguacate, en 1987. El Estado se propo- nía “sacar la gente de su pedazo sin (darle) nada”. En muchos hogares les metían los tractores y tumbaban la casita con la gente dentro. Ante el desalojo compulsivo y arbitrario, y como no había un representante de la gente que iba a ser afectada, la asociación formó el Comité de Defensa de los Afectados de la presa Jigüey-Aguacate. Llegamos a hacer pique- te hasta en el Palacio (Nacional). ¡Imagínese!, en los años de Balaguer. También llegamos a hacer piquetes en el INDRHI y en el IAD, porque eso es la Asociación. Logramos que se hiciera un contrato: se iba a permutar la tierra a la gen- te y se le iba a pagar las plantas. Había que hacerle un barrio a la gente de Aguacate en San Cristóbal y a los de Ocoa en Ocoa. Después que con- seguimos las casas, que nos metimos [en ellas] sin dárnoslas, porque se las querían coger, nos costó luchar de nuevo para que nos repartieran la tierra. Después volvimos a caer presos, y nos llevaron para Haina. Ocu- pamos esa tierra como cinco veces. Hubo una vez que nos repartieron en ocho destacamentos: Manoguayabo, Palacio de Justicia, por el Km. 9

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(autopista Duarte). O sea, que nosotros tuvimos varias luchas [por asun- tos de] tierra. Se han llevado a cabo otras luchas: por el transporte, porque han subido los precios exageradamente y ha habido que hacer lucha; [y también ha habido] luchas por reclamo de las vías, las carreteras y los caminos (ve- cinales). Una experiencia positiva.

Las comunidades y los servicios sociales

ASOCAES: …A nivel de la asociación, cada uno tenía una línea (de traba- jo): vivienda, salud… Yo era de salud. En el 2000 ordenaron un hospital, aquí, de 40 camas. Pero después que estaba el hospital, ni había equipos, ni médicos. Íbamos casi todas las semanas a la Dirección Provincial de Salud en San Cristóbal. A nosotros nos abochornaban, nos decían que éramos “chismosos”, no les hacíamos caso. Pero logramos que aquí se equipara el hospital y llegaran médicos. El hospital está diseñado con cuatro UNAP (Unidades de Atención Primaria).

La organización municipal y sus autoridades

ASOCAES: Hubo un gran logro, cuando esto lo nombraron Distrito Mu- nicipal, nada más, pero las autoridades estaban en Cambita Garabito. [Entonces, las autoridades] recibían los recursos y hacían con ellos lo que querían. A través de la asociación y de la iglesia y el pueblo, se hizo un movimiento en 1986, y hubo que hacer una huelga en San Cristóbal, metiéndose en la Gobernación (ocupándola). Ahí se logró que nos in- dependizaran y nombraran unas autoridades de aquí. Inmediatamente comenzaron a llegar aquí los recursos que correspondían a esta parte. Nosotros éramos muchachitos, pero éramos medio complicados. Esa ac- ción fue organizada por la Asociación, que era quien tenía la idea de ha- cer las cosas aquí. Siempre, para poder lograr algo, ha sido con muchas luchas, siempre ha sido así.

Problemas actuales: las autoridades de Medio Ambiente

ASOCAES: Usted puede estar seguro que si no existiera esta asociación, aquí ni viviera gente, porque ¿de qué iba a vivir la gente? ¿Qué iba a pro- ducir la gente aquí? La capacitación que aquí se ha dado ha venido… por esta asociación. Tenemos que ser honestos, nosotros hemos tenido gue- rra aquí con la misma gente del Ministerio de Medio Ambiente, porque quieren que en el río se haga lo que no se puede hacer. Y nosotros nos hemos interpuesto a eso. Hemos tenido lucha y hemos tenido que salir a buscar apoyo para evitar que sequen el río sacando la tierra y todos los materiales que el río produce.

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Este municipio, incluyendo otros de San Cristóbal, tiene problemas a nivel de autoridad. Cuando hay elecciones cerca, aquí la gente quema lomas. Y no aparece una autoridad que enfrente eso, porque ellos no quieren perder el favor de ese votante. Yo he visitado Bonao, Jarabacoa y la gente se mantiene en un mismo sistema de conservación de suelo. Pero aquí, cuando van llegando las elecciones, usted ve por donde quie- ra lo quemao’, pero como no se puede tocar para no perder el voto, esa es una situación que se da aquí. Usted camina ahora en este municipio y ve que está verde, totalmente. No por los 20 y tantos días de lluvia que ha habido, sino porque en cada comunidad hay personas con conciencia. Tenemos un gran reto, aquí están las cabeceras de las aguas, la presa Jigüey y donde viene el río Ni- zao y el Mahoma de Rancho Arriba y otras partes. Hay 20 arroyos y más de 226 arroyuelos, que salen de toda esa montaña y que le caen a todos esos ríos. Por lo que nosotros tenemos que luchar para mantenerlos lim- pios, protegidos: Nizao, Mahoma y Mahomita. Hemos tenido que intervenir en la limpieza de la presa en la cabecera, porque la gente de Rancho Arriba tira en la presa la basura contaminada de herbicida y se mueren los peces. La Asociación tiene representación en el equipo de Co-manejo de la presa, y entonces desde aquí tienen que ir brigadas para subir en yolas y en botecitos allá arriba a limpiarlas. Y eso tuvimos que denunciarlo allá para que la encargada del parque, que está de aquel lado, tome cartas en el asunto. Dentro de los miembros de la ASOCAES, el 90 por ciento lleva el cuidado de proteger el medio ambiente, los recursos naturales y los suelos. Trabajamos ya con esa me- todología.

¿Cómo ven el futuro?

ASOCAES: Nosotros somos fuertes institucionalmente para los trabajos comunitarios y sociales. Somos una organización fuerte…, modelo en el país. Cuando se haga lo que hay que hacer, hay un gran futuro con el campesino, no solo productor, sino en cualquier área. Pero sobre todo vamos a hablar en el área del café, porque hay una gran debilidad: la di- visión. Ha habido una gran división en los productores de café. Porque las organizaciones se han dividido buscando un provecho personal, no apoyando al desarrollo comunitario y social… Existía el Consejo Dominicano del Café, que ahora es el Instituto Domi- nicano del Café. El Consejo surgió porque había un movimiento del café en aquellos tiempos. Se forma el Consejo Dominicano del Café, en el cual teníamos representación. Y entre 2000 y 2017 todavía está dirigien- do el consejo la misma persona. Está allá representándote, la misma que

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estaba a través de FEDECARES: se hizo dueño de lo que le corresponde a FEDECARES como tal…. El futuro de la caficultura en el municipio nuestro está brillante. Noso- tros, después de la roya del café, conseguimos un apoyo: el presidente (de la República) apoyó de palabra un crédito de 65 millones de pesos para sembrar 4 mil tareas de café. De los 65, conseguimos 20 por el Banco Agrícola, pero hay 47 que están allá arriba todavía, que no hemos recibido un solo centavo. Nosotros tenemos casi 7 mil tareas de café sembradas. Tenemos aquí los viveros produciendo 700 mil plantas de café. En este momento tenemos un contrato con el Ministerio de Agricultura y Medio Ambiente con esas plan- tas; se las estamos vendiendo a ellos para reforestar con café y frutales en el sur, y también nosotros estamos abocados con el proyecto de este lado. Ahora, esta producción de esta nueva variedad de café, “Catimore”, es muy buena, es resistente a la roya (plaga). En membresía la asociación ha crecido porque se ha ido inscribiendo más gente, pero de los inscritos hay muchos que han emigrado. Lo que ha crecido es la inscripción, porque hay muchos nuevos que han entra- do. Otros han emigrado a San Cristóbal, a los barrios de la capital, para los Estados Unidos. De mi comunidad tienen que haber más de 15 en los Estados Unidos, que eran agricultores… Esos conucos están perdidos. Entonces, me está dando una señal. Si nos unificáramos e hiciéramos lo que nosotros estamos pensando, el futuro pudiéramos llamarlo bueno. Estamos gestionando formar jóvenes administradores de fincas agrícolas. Y a través de algunas instituciones, ya nosotros tenemos vías para lograrlo, ya nos están proponiendo cierto tipo de recursos para lograrlo. Pero eso lo vamos a hacer a través de los jóvenes hijos de productores, muchachos que se interesen en alcanzar ese título para que administren la finca. Hay mucha gente por ahí que ya no puede mantener su finca y podrían hacerlo esos muchachos (que luego podrían pasar) a ser propietarios. Pero puede ser que esos mucha- chos, al ser profesionales en esa carrera, vayan a ganar. Entonces eso es rentable, ellos se van a dar cuenta de que es rentable y van a interesarse por estar en el campo. Y detrás de esos van a venir otros que van a inte- resarse en entrar en la carrera. Entonces, el campo, en vez de estar vacío y sin producción… Lo que vamos a tener es un nutrido grupo trabajando y haciendo lo que hay que hacer.

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Estudios Sociales Año 50, Vol. XLI-Número 157 Septiembre-diciembre 2018

El “derecho a una vida completa”: Notas incompletas sobre el Movimiento Feminista Dominicano Esther Hernández-Medina

En la Inglaterra el FEMINISMO es conservador o laborista; en España, republicano y moderado; en México es católico o ateo; en Rusia rojo y ultra-radical; en Finlandia, es ya antiguo y razonable, como las gentes de aquel clima; en Venezuela, laborista y cristiano… ¿Y sólo en el mísero islote de Quisqueya no se podrá adaptar a su modo e idiosincrasia? Abigail Mejía de Fernández, 31 de enero de 1932

Para muchos decir MUJER es un SER SUBLIME, etéreo, incomparable… Una hipsipila, un HADA… Mejor aún: un ÁNGEL, una virgen, una madre inmaculada… (Pero eso sí: que no pida ningún derecho. Entonces, por extraña metamorfosis, ya no es ni CRIATURA HUMANA…).Abigail Mejía de Fernández, 21 de febrero de 1932

La “pastilla roja” del feminismo

Mi dilecto padre dice que soy feminista desde pequeña porque a los sie- te años de edad le pregunté con cara de profunda sospecha si Dios era hombre o mujer. Nunca he entendido que la divinidad, más allá de lo finito y lo humano por definición, pueda limitarse con algo tan humano y tan finito como el sexo. Mi dilecta madre me insistió mientras crecía en que me concentrara en los estudios y en superarme profesionalmente para que “no le tuviera que aguantar nada a ningún hombre”. Así que no es de extrañar que su segura servidora, la hija del comunista y de la feminista encubierta y, por demás, hermana de uno de los hombres más progresistas del país, sea también feminista. Pero no fue hasta que vi a mi profesora Ginny Taulé señalando países en un mapa en una de mis clases en la universidad, que inició mi trans- formación consciente en feminista. La clase era “Psicología de los Roles Sexuales”, la universidad era mi alma mater, el Instituto Tecnológico de Santo Domingo (INTEC), y el mapa era la distribución de los países en el mundo en que todavía en esa época (y duele decirlo, todavía ahora) se practicaba la mutilación genital de las mujeres y las niñas. 260 Esther Hernández-Medina

Ginny explicaba con la calma que la caracteriza, pero conteniendo a du- ras penas la indignación que provoca el tema. Yo escuchaba y creía estar imaginando cosas. No podía ser posible. No tiene lógica ni sentido ni humanidad que culturas completas consideren el placer e independen- cia de las mujeres tan amenazantes, que sea una práctica común cortar el clítoris de niñas y jóvenes mujeres para que puedan estar “limpias” y listas para el matrimonio. Yo no lograba entender que fuera posible tanto horror. No podía enten- derlo, en parte, porque todavía no conocía las tan variadas maneras en que en todas las sociedades, por más avanzadas que sean, se ejerce vio- lencia contra las mujeres. De hecho, a nivel mundial, una de cada tres mujeres ha sido víctima de violencia física o sexual. Solo en República Dominicana, cada año, en promedio, mueren 200 mujeres asesinadas por hombres que las consideran de su propiedad. Estas son más muertes que las ocasionadas por el dengue, el zika y la chikunguya juntas, emer- gencias de salud pública que todavía provocan más atención y acciones concretas en nuestro país. Ese momento y ese mapa en ese libro se me marcaron como un sello seco en el cerebro. Muchas feministas identificamos una experiencia, un instante en el tiempo en el que cambian nuestros “lentes” para ver la rea- lidad; esto es, un momento de no retorno —como tomarse la pastilla roja en la película The Matrix— por el que comenzamos a ver la desigualdad y la discriminación que hasta ese momento habían estado escondidas a simple vista. Ese fue mi momento. Y fue ese instante el que me llevó a trabajar en el Centro de Investi- gación para la Acción Femenina (CIPAF) al año siguiente. La primera ONG feminista del país, dirigida y co-fundada por Magaly Pineda, la histórica líder feminista de República Dominicana y de Latinoamérica y el Caribe, fue también mi primer contacto con el movimiento organi- zado a favor de los derechos de las mujeres en nuestro país. Fue donde empecé a aprender lo variado e importante que es, o mejor dicho, que son los movimientos feministas dominicanos, de la región y del mundo. CIPAF fue donde empecé a comprender que las feministas dominicanas siguen aspirando a lo que aspiraba la pionera Abigail Mejía a principios del siglo pasado: a que las mujeres vivan y tengan el “derecho a su vida completa”. Poder participar y ser respetadas como ciudadanas con dere- chos y deberes. Poder vivir una vida libre de violencia. Poder decidir so- bre sus vidas y sus cuerpos. Poder tener propiedades, poder votar, poder trabajar fuera de la casa y ser independientes económicamente, poder decidir si casarse o no y con quién, si divorciarse o no, si tener hijos e

Año 50, Vol. XLI, septiembre-diciembre 2018, pp. 259-272 El ‘‘derecho a una vida completa’’ 261 hijas o no y cómo y cuándo, sin ser tratadas como menores de edad que necesitan permiso de uno o más hombres. O sea, poder construir sus proyectos de vida y aventurarse a ser felices. Muchos énfasis han cambiado y nos planteamos ahora prioridades im- pensables en la época de Abigail, de Petronila Angélica Gómez, Celes- te Woss y Gil o Delia Weber, y más aún de sus predecesoras del siglo XIX, como Socorro del Rosario Sánchez, Salomé Ureña, Ercilia Pepín o Evangelina Rodríguez. Ahora sabemos que estos derechos y estas lu- chas están incompletos si no vemos la realidad de todas las mujeres, no solo la de las mujeres de piel más clara, con más educación formal, heterosexuales y de clase alta o media. Ahora debatimos temas como el derecho de las mujeres a decidir interrumpir o no un embarazo en condi- ciones extremas, o la necesidad de que los hombres entren en la vida de sus hijos e hijas y cuiden a otras personas con la misma intensidad con que nosotras salimos a trabajar fuera de la casa. Pero es importante conocer la historia de las que nos precedieron y ver lo que se ha avanzado para poder dimensionar lo mucho que nos falta. Es importante saber, por ejemplo, que las pioneras feministas dominica- nas no se llamaron a sí mismas “sufragistas”, como era la usanza en otros países al ser el derecho al voto la demanda principal de las mujeres. Se llamaron y se asumieron directamente como “feministas”, como nos han ayudado a redescubrir investigadoras espectaculares como Ginetta Can- delario, April Mayes y Elizabeth Manley. Por supuesto, seguir reconstruyendo esa historia es una tarea para ser recogida en múltiples volúmenes. No puede ser el tema de este artículo, aunque sea su inspiración y punto de partida. Mi objetivo es mucho más modesto. Es el de compartir algunas reflexiones, necesariamente incom- pletas, sobre el movimiento feminista dominicano de la actualidad y lo que veo como sus principales retos. Aunque es parte de un proyecto de investigación más amplio, aquí solo recojo, a título muy personal, ideas surgidas de mi propia práctica de más de dos décadas como activista y académica feminista.

Gramsci, la violencia contra las mujeres y el aborto

La primera de estas reflexiones es que, a mi juicio, Antonio Gramsci, el gran teórico y líder comunista italiano, estaría profundamente orgulloso de las feministas dominicanas. Y me dirán, ¿qué tienen que ver las ideas que escribió Gramsci como prisionero del fascismo hace medio siglo con la lucha por los derechos de las mujeres en nuestra media isla? Pues yo creo que bastante.

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Desde mi punto de vista, las feministas dominicanas han logrado empezar a descomponer la hegemonía que las iglesias y otros sec- tores conservadores del país habían tenido durante siglos. Recorde- mos que Gramsci propuso el concepto de hegemonía para entender (y por tanto, poder cambiar) el proceso por el que las élites ejercen su control no solo con el uso de la fuerza o los recursos económicos, sino también con tácticas más sofisticadas como el dominio sobre las ideas y las reglas de juego que orientan a toda la sociedad. La violencia contra las mujeres y la posibilidad de interrumpir el em- barazo en condiciones excepcionales son, por su gravedad y por sus implicaciones para la independencia de las mujeres, dos ejemplos clave de cuánto han avanzado las perspectivas feministas en el país. El movimiento ha logrado empezar a cambiar la visión dominante so- bre dichos asuntos, comenzando porque ya se consideran problemas de toda la sociedad, no solo de la oscuridad de los callejones o de la intimidad de las casas. Pero la falta de resolución de ambos evidencia también lo mucho que nos falta por andar, tanto al movimiento social feminista en sus diversas expresiones, como al resto de la nación. Lo importante es que, tanto con la violencia contra las mujeres como con el aborto, diferentes corrientes del feminismo dominicano han obligado al resto del país a confrontar realidades graves y dolorosas que por siglos han afectado a las mujeres y que como sociedad ha- bíamos preferido ignorar y negar. Las feministas han logrado darles visibilidad a ambos temas después de décadas de recoger, analizar y presentar cifras, organizar manifestaciones, elaborar anteproyectos de leyes y propuestas de otras políticas públicas, realizar múltiples campañas de mercadeo social y llevar a cabo innumerables alianzas, negociaciones y estrategias de presión con la clase política domini- cana y otros sectores, especialmente las autoridades y gremios profe- sionales del sector salud y las mujeres de los partidos políticos. Con esta diversidad de tácticas, las feministas han conseguido intro- ducir ambos temas en la agenda pública como problemas legítimos que pueden ser y que son debatidos por toda la sociedad. Es cierto que muchas veces este debate se da con más pasión que argumentos, con más desinformación que datos concretos por parte de algunos grupos. Pero ya la conversación se da de manera abierta y pública, no como algo que se queda en el hogar, “entre marido y mujer” (en el caso de la violencia contra las mujeres), ni como el tabú histórico que impedía siquiera pronunciar la palabra “aborto” sin que la persona

Año 50, Vol. XLI, septiembre-diciembre 2018, pp. 259-272 El ‘‘derecho a una vida completa’’ 263 que la profiriera fuera inmediatamente descalificada moral y social- mente. La expresión más grave de la violencia contra las mujeres, los más de 200 feminicidios que ocurren en República Dominicana todos los años, son denunciados por hacedores/as de opinión de todos los sectores, incluyendo algunos de los más conservadores. Y la amplia movilización social iniciada por el Foro de Mujeres por la Reforma Constitucional y dirigida contra del Artículo 30 (hoy Art. 37), que establece la inviolabilidad de la vida desde la concepción, rompió el poder hegemónico de las iglesias sobre el tema. Aun cuando todavía la República Dominicana es uno de solo cinco países en el mundo que penalizan el aborto en todas las circunstan- cias y el Artículo 37 todavía es parte de la Constitución dominica- na, la perseverancia del movimiento feminista y sus grupos aliados ha logrado trasladar el debate a un punto sin retorno. De hecho, las encuestas de los últimos años muestran cómo cada vez más perso- nas (en promedio, siete a ocho de cada diez) apoyan que las mujeres puedan decidir abortar en las tres condiciones excepcionales o cau- sales que ha defendido el movimiento: si su vida o su salud están en peligro, si fueron violadas o son víctimas de incesto o si el feto que llevan en el vientre no podría sobrevivir fuera de él. Por supuesto, el tan esperado desenlace de si se mantiene la penalización absoluta en el nuevo Código Penal nos dará pistas más certeras sobre esta evolu- ción en las próximas semanas o meses.

Fraser, Lugones, nuevos tiempos pero no tan nuevos desafíos

Así como las feministas de principios del siglo XX se reunían en co- lectivos como el Club Nosotras o debatían en la Revista Fémina, y las feministas de los años ’70 y ’80 reflexionaban en grupos de gene- ración de conciencia, en los últimos años ha habido un resurgir de espacios feministas de diferentes tipos en el país, especialmente en la ciudad de Santo Domingo. Estos espacios de debate, intercambio y activismo funcionan como los públicos contra-hegemónicos propuestos por la filósofa feminista Nancy Fraser. La filósofa estadounidense desarrolló este concepto al criticar la supuesta neutralidad de la esfera pública, espacio de deba- te de ideas del que surge la opinión pública, tal y como analizara su colega, el filósofo y sociólogo alemán Jūrgen Habermas. La Fraser nos recuerda que no es cierto que todas las personas tienen las mis-

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mas posibilidades de participar y de hacerse escuchar en la esfera pública general, especialmente en la época actual en que estos deba- tes son cada vez más masivos y superficiales. Y ya no tienen lugar en los cafés o clubes literarios de las ciudades europeas del siglo XVIII —estudiados originalmente por Habermas—, sino en los sofisticados medios de comunicación de los siglos XX y XXI. Más aún, incluso en su versión original, las voces de los grupos que históricamente han tenido menos poder y visibilidad, como las muje- res, las minorías raciales o sexuales y las personas con menos ingre- sos, eran menos reconocidas o totalmente excluidas de esos espacios. Es por ello que estos grupos deliberadamente crean sus propias co- munidades y espacios de intercambio y los utilizan como trincheras para organizarse, debatir internamente y generar el compromiso y perseverancia para salir a desafiar y cambiar las ideas y situaciones que les afectan. Estos nuevos espacios feministas de cierta forma complementan el tra- bajo de décadas de las ONG feministas y de los movimientos de mujeres creados en los años ‘80 y ’90, como son CIPAF, PROFAMILA, CE-Mujer, MUDE, Asociación Tú Mujer, la Colectiva Mujer y Salud, entre muchas otras, así como las labores del grupo de las activistas individuales reuni- das en el Foro Feminista Magaly Pineda, que es la agrupación en que se reconvirtió el Foro de Mujeres por la Reforma Constitucional. Algunos de estos espacios y colectivos son la Tertulia Feminista Magaly Pineda, el Coloquio de Mujeres RD, el colectivo de feministas negras y lesbianas Afritude, el grupo Mujeres sin Mitos ni Tabúes, los espacios de debate Mujeres Revueltas y Tenemos que Hablar, entre otros. Un elemento importante es que estos espacios facilitan la integración de mujeres jóvenes interesadas en aprender sobre las muchas deudas que la democracia dominicana todavía tiene con nosotras, las muje- res. Generar colectivos en los que las jóvenes se sientan bienvenidas y apoyadas ha sido uno de los desafíos principales del movimiento feminista en el país. De hecho, el no prestar suficiente atención a esta necesidad, debido a las urgencias de las luchas del día a día, había limitado la posibilidad de crecimiento del movimiento, como ya planteábamos algunas en la década de los ’90, en la desaparecida Coordinadora de ONG del Área de la Mujer. Pero, además, estos espacios y colectivos tienen el potencial de con- vertirse en una respuesta al problema del predominio excesivo de las ONG en el movimiento, tan criticado por varias analistas y activistas

Año 50, Vol. XLI, septiembre-diciembre 2018, pp. 259-272 El ‘‘derecho a una vida completa’’ 265 feministas en la misma década. Los debates e iniciativas colectivas, pero no institucionales, que en ellos se generan complementan las iniciativas de las ONG y del Foro Feminista y, lo que es más impor- tante, ayudan a ampliar la presencia y sostenibilidad de la agenda de defensa de los derechos de las mujeres en el país. Este es un cambio importantísimo para el movimiento feminista y creo que tiene un potencial mucho mayor de lo que hemos visto hasta ahora. Pero también es importante aprender de otros modelos más allá de Santo Domingo, en los que esta relación complementaria en- tre ONG y las activistas individuales sí se ha logrado con más fluidez y desde hace muchos años. Me refiero, por ejemplo, a los movimien- tos feministas y de mujeres de Santiago y Salcedo, ciudades del país donde el trabajo de las ONG establecidas no ha desplazado el activis- mo fuera de las instituciones ni a los grupos y movimientos de base. De la misma forma, creo que es importante aprender de y fortalecer las alianzas con colectivos de otras zonas del país que implementan modelos innovadores de formación y activismo feminista, como son los casos de la Confederación Nacional de Mujeres Campesinas (CO- NAMUCA) y la Escuela Kalalú de Danza y Artes Escénicas. Otro desafío histórico del feminismo dominicano es que todavía nos falta bastante para ser un movimiento representativo de la diversidad de las mujeres del país en cuanto a clase, raza y orientación sexual. En este sentido, no creo que la filósofa feminista argentina María Lugones, a diferencia de Gramsci, estaría orgullosa de lo poco que hemos avanzado en esta senda. Aunque el movimiento es mucho más diverso de lo que la mayoría de la gente percibe (no, mi gente, no andamos todas con chancletas y bellos pajones), todavía nos resulta difícil asumir de manera consistente el reto de lo diversas que somos entre nosotras y lo diversa que es la sociedad dominicana a la hora de definir prioridades y estrategias. Me atrevo a especular que la Lugones nos invitaría a ampliar el deba- te con sus colegas, las feministas dominicanas Ochy Curiel Pichardo y Yuderkis Espinosa Miniño, que, como ella, son representantes im- portantísimas del feminismo decolonial. Esta corriente del feminis- mo latinoamericano y caribeño es el que se plantea no solo estudiar y cambiar las conexiones entre la raza, el género y la sexualidad, sino también cuestionar cómo esas categorías se conectan con la forma de organizar nuestras sociedades y nuestras economías, que heredamos de la colonización del continente.

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Por ejemplo, a pesar de que la Casa por la Identidad de la Mujer Ne- gra, que se creó en Santo Domingo, es una de las primeras organiza- ciones de la región en privilegiar la lucha contra la desigualdad, tan- to racial como de género, asumir y entender lo profunda y persistente que es la discriminación racial es todavía una práctica limitada en el día a día de las organizaciones feministas. Pues, definitivamente, no es lo mismo ser una feminista “blanquita” de clase media de Santo Domingo que una negra lesbiana de un barrio marginado o de otra parte del país. De manera similar, aun cuando las activistas y organizaciones femi- nistas dominicanas han apoyado por mucho tiempo a otros movi- mientos sociales, especialmente el de la comunidad LGBT, no nece- sariamente hemos logrado sostener el debate de manera productiva entre nosotras. Las feministas lesbianas —que son históricamente de las más activas y visibles del movimiento, incluso en temas que les afectan de manera diferente (como el aborto)— no necesariamente reciben el mismo apoyo del resto de sus compañeras en sus luchas. Y ese ha sido parte del aporte de colectivos como —en su momento— Tres Gatas, y en la actualidad, Afritude, ya que han llamado a las fe- ministas a tomar más en serio la interacción entre diferentes formas de opresión: por ser mujer, por ser negra y por tener orientaciones sexuales diferentes. Por último, otro reto que considero importante y que todavía gene- ra discusiones apasionadas tanto en República Dominicana como en otros países es el de cómo plantearse (o no) la posibilidad de generar alianzas y colaborar con los hombres. Unas son escépticas ante esta posibilidad, especialmente por la desconfianza creada por los varo- nes que yo llamo “seudo-alternativos”, que se aprenden el discurso de la equidad y solo parecen interesados en dar la impresión de ser “progre”. Hombres que, sin embargo, monopolizan los debates en los colectivos mixtos, descalifican como “feminazis” a las compañeras de lucha cuando consideran que “exageran” o son demasiado “agre- sivas” en sus reivindicaciones, e incluso acosan a las mujeres a su alrededor y se niegan a reconocer y mucho menos detener el daño que causan. Otras, aun reconociendo el peligro de confiar en quienes no lo me- recen, nos planteamos la necesidad de continuar colaborando con los hombres que sí se han tomado en serio las propuestas feministas para una sociedad radicalmente más justa. Aquellos que verdadera-

Año 50, Vol. XLI, septiembre-diciembre 2018, pp. 259-272 El ‘‘derecho a una vida completa’’ 267 mente reflexionan sobre la forma en que todavía reciben más oportu- nidades y mayor reconocimiento que las mujeres en sociedades como la nuestra. Estos hombres son los activistas jóvenes de colectivos como el Foro de Nuevas Masculinidades o la Fundación Comunidad Esperanza y Justicia Internacional (FUNCEJI), que buscan construir formas más sanas y no violentas de ser hombres. También son los abogados cons- titucionalistas y los profesionales de todas las edades que han apoya- do de forma sistemática la lucha por las tres causales y los derechos de las mujeres en general. Además, son los aliados del movimiento LGBT, los gremios profesio- nales, los sindicatos, las iglesias y otros grupos que acompañan al movimiento feminista y de mujeres en sus marchas y en sus luchas. Más aún, son los padres de todas las clases sociales y de varias gene- raciones que disfrutan el derecho y el deber de criar y cuidar a sus hi- jas e hijos de forma igualitaria, los compañeros y esposos que se sien- ten orgullosos de los logros de las mujeres con las que comparten sus vidas, y los hermanos, amigos y cómplices que celebran y apoyan a las mujeres a su alrededor y se llenan de la misma indignación que ellas cuando son discriminadas solo por ser mujeres.

A manera de conclusión

Esta mañana participé en la Caminata por la Vida, la Salud y la Dig- nidad de las Mujeres, realizada para propugnar por la aprobación de las tres excepciones a la penalización del aborto, y sentí nuevamen- te la experiencia profunda que es tomarse y vivir la “píldora roja” del feminismo. Ir en la procesión sin fin en compañía de mujeres y hombres de todas las edades, clases sociales y colores, estudiantes, gente del campo y la ciudad, profesionales de todo tipo, sindicalistas y creyentes de diferentes denominaciones, desfilando junto con acti- vistas de la comunidad LGBT, líderes comunitarias/os, personas con discapacidad e incluso diputadas, diputados y autoridades del sector salud, demuestra que hemos avanzado en la agenda de la equidad de género en el país. Esos avances son claramente el resultado de la tenacidad del movi- miento feminista dominicano. Aunque no es un movimiento masivo como en algunos países, ha logrado influir de manera decisiva en la agenda pública de República Dominicana y ha construido múlti- ples alianzas y colaboraciones paso a paso, conversación por con-

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versación. Esta influencia, que inicia con el movimiento de maestras normales formadas por Salomé Ureña en el siglo XIX, irrumpió en el siglo XX y se convirtió en una de las fuerzas de cambio más im- portantes del país, especialmente durante las últimas tres décadas de ese siglo. El siglo XXI ha encontrado al movimiento feminista dominicano manteniendo su compromiso hasta la médula con los derechos de las mujeres (a pesar de los ataques constantes de los grupos conserva- dores) y, como todos los movimientos sociales, con conflictos y retos a lo interno y lo externo. Es un movimiento que, como diría Abigail Mejía, continúa buscando y construyendo la forma de adaptarse a la idiosincrasia y realidad dominicana sin renunciar a empujarnos a su- perarnos como sociedad para realmente construir la “vida completa” y plena que todas y todos merecemos.

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Estudios Sociales Año 50, Vol. XLI-Número 157 Septiembre-diciembre 2018

Diálogos intergeneracionales rotos Tahira Vargas García

Introducción

Los estudios etnográficos que desarrollamos en los últimos años nos muestran barreras en las relaciones intergeneracionales que se repiten continuamente, independientemente del contexto rural o urbano-margi- nal, de municipio o provincia, en que se produzcan. El artículo, que versa sobre estas barreras, es una reflexión hecha en for- ma de mirada retrospectiva a partir de los datos obtenidos en esos estu- dios referidos.

Diálogos intergeneracionales rotos

La adolescencia es una etapa que tiene distintos significados e implica- ciones según los grupos generacionales. Estudios etnográficos realizados (Vargas-Casa Abierta 2008) (Var- gas-Fundación Abriendo Camino 2014) con población adulta y adoles- cente muestran los puntos de desencuentros en las percepciones sobre esta etapa. La población adulta, padres/madres, maestros/as y líderes comunita- rios/as, tienden a identificar la adolescencia con una etapa difícil y con riesgos, llena de problemas.

“Lo más difícil es tener un adolescente en la casa. Uno tiene miedo de que coja para la calle y que se convierta en un delincuente”

“La adolescencia es un dolor de cabeza. Las adolescentes quieren tener sexo desde muy niña, y se embarazan para no tener futuro”

“Los adolescentes son un verdadero dolor de cabeza. Solo quieren estar en la calle, divertirse y vivir la vida fácil” 274 Tahira Vargas García

“Las adolescentes, ahora, desde que tienen 11, 12 años, quieren tener sexo, los muchachos ahora no se enamoran como antes”

“Los adolescentes, tú los ves en las esquinas en nada bueno. Fumando drogas, juca y bebiendo” La lectura que hace la población adulta sobre la población adolescen- te tiende a la estigmatización. En su discurso se plantean dos preocu- paciones principales: el manejo del cuerpo-sexualidad y el consumo de sustancias psicoactivas. Ambos vistos como factores de riesgo que obs- taculizan su desarrollo. La población adolescente presenta una diversidad de perspectivas y au- tolecturas en los estudios realizados. Encontramos, así, lo siguiente: a) La reafirmación del discursoadultocéntrico de la adolescencia.

“Nos dan consejos y no nos llevamos, porque pensamos que el mundo es de nosotros”

“Uno, en la adolescencia, no piensa bien lo que hace” b) La mirada a la adolescencia como una etapa de conocimiento.

“La adolescencia me ha enseñado a conocer la vida. Ha sido una experiencia muy grande para mí. He cometido muchos errores y es para aprender” c) Establecimiento de metas.

“Es el momento de ponerse metas, como ser profesional o no, forjar un futuro” d) Apertura al mundo y a la calle

“En la adolescencia uno conoce la calle, conoce el mundo, aprende quién es bueno y quién es malo” Vemos, entonces, una gran diferencia entre la población adulta y adoles- cente. Brechas que pueden ser definidas como conflictos intergeneracio- nales que se producen entre ambas poblaciones. El/la adolescente considera que la etapa que vive es el tránsito hacia la experiencia directa en su contexto social. Esa experiencia es identificada como el principal aprendizaje de vida. La población adulta no lo ve así,

Año 50, Vol. XLI, septiembre-diciembre 2018, pp. 273-279 Diálogos intergeneracionales rotos 275 entiende que la adolescencia genera confusión y desorientación por el contacto con grupos de pares. Este contacto se convierte en fundamen- tal para esta población en la cultura popular. Los conflictos intergeneracionales tienen su sustrato en la resistencia de las generaciones al cambio de sus normas sostenidas desde su contex- to histórico-social. Las nuevas generaciones tienden a entrar en tensión con estas normas y pautas arraigadas en las poblaciones adultas. Así, las principales dimensiones sobre las que se producen conflictos entre ambos grupos poblacionales en la cultura popular son: cuerpo-sexuali- dad, música, agrupaciones, formas de diversión-recreación, consumo de alcohol-sustancias psicoactivas.

Cuerpo y sexualidad en la adolescencia

El cuerpo y la sexualidad en la adolescencia es uno de los ejes funda- mentales de los conflictos intergeneracionales. Estos se reflejan en un abordaje sesgado del mismo desde el sistema educativo, las familias y la población adulta en general. El/la adolescente visibiliza el erotismo de nuestra cultura social. Un ero- tismo que no es reciente se plasma en forma ambigua y ambivalente con discursos moralizantes que niegan las expresiones corporales de nues- tras manifestaciones artísticas, del lenguaje gestual y corporal. A la vez que visibiliza este erotismo, el adolescente genera cambios en el aborda- je del cuerpo y la sexualidad desde la demanda de derechos sexuales y reproductivos, así como en las relaciones de género y de pareja. La construcción de relaciones de pareja en adolescentes de la cultura po- pular se edifica a partir de la búsqueda de libertad y en forma de comuni- cación basada en la imagen, la corporalidad y la gestualidad. Disminuye así el discurso y las mediaciones sutiles de la doble moral predominante en la población adulta. Así, tenemos que las relaciones informales, espontáneas, “sin compro- miso”, erosionan el sistema de control patriarcal asumiendo la esponta- neidad como su principal característica. El noviazgo y las parejas fijas le dejan espacio a esta nueva forma de relación. Las adolescentes establecen relaciones con hombres y jóvenes que pue- den dar favores en situaciones difíciles o cubrir los gastos de bebidas, entretenimiento y salones de belleza. Los adolescentes también se su- man a esta lógica que tiene por norte la búsqueda de dinero para com- petir o para insertarse en relaciones de pareja con mujeres adultas con

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parejas fijas (muchas veces casadas) que les faciliten el acceso a marcas, tenis y otros objetos de consumo. Los fines de semana se convierten en el momento propicio para salir a buscar o a “picar” en colmadones, bares, billares, parques, car wash, drinks, etc… En estos espacios buscan “picar” con alguien que tenga “movida” (dinero) para que pueda cubrir bebidas y diversión. Estas relaciones informales pueden ser con varios hombres o varias mu- jeres simultáneamente, los que se convierten en “amigos” o “amigas” con derecho a sexo a cambio de favores. Esta práctica tiene su origen en las relaciones de género desiguales, en las que solo el hombre tiene derecho al placer y realiza transacciones para obtenerlo, sea a través del matrimonio o de otro tipo de relación de pareja. Otros elementos que caracterizan estas relaciones informales son:

• Establecimiento como forma de recreación-diversión. Las mucha- chas que se dedican a “picar” son adolescentes y jóvenes que identifi- can en esta práctica un tipo de diversión, logran “salir” con hombres y estos le garantizan bebida, salida y sexo.

• Ampliación de la categoría de “amigo” “amiga”, en contraposi- ción al de “novio”-“novia”. Se identifica una relación entre las muje- res y los hombres basada en la categoría de “amigo”. Las muchachas señalan a los hombres como parte de su grupo de amigos. Igualmente los muchachos. La amistad supone disponibilidad para el sexo y la satisfacción de necesidades económicas y estéticas.

• Ruptura con la exclusividad de la poligamia como práctica mas- culina. En nuestra sociedad, la poligamia ha estado legitimada his- tóricamente para la población masculina y condenada en la femeni- na. Las adolescentes están rompiendo con esta lógica patriarcal al asumir relaciones informales simultáneas de múltiples “amigos”, al igual que los adolescentes. La relación de amigo genera una cierta permisividad y flexibilidad que corroe el modelo clásico de relaciones de pareja.

• Resquebrajamiento de la hegemonía masculina. Este tipo de prácti- ca está generando un cambio en las relaciones de poder hombre-mu- jer desde el sexo. Las jóvenes y adolescentes se dan permiso de tener varios hombres y ninguno se convierte en el hegemónico. En algunos casos, estas tienen una relación de pareja con el llamado “novio” o “marido”, que desconoce la existencia de prácticas sexuales paralelas por su pareja.

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• “El coro” tejido social de redes de pares como enclave para la arti- culación de las relaciones y la diversión. Entre adolescentes se esta- blecen “los coros” como forma de agruparse entre pares de un mismo sexo o sexo diferente. Los coros pueden tener distintas finalidades, una de ellas puede ser la “juntadera” en el colmadón para la “picada” o para organizar fiestas, las“rapa party”, u otro tipo de actividades lú- dicas. Las “rapa-party” son fiestas de adolescentes convocadas desde redes sociales por una persona (sonidita) que concentra la mayoría de los “likes” en las redes. El liderazgo se construye así desde las redes sociales y la cantidad de “likes” obtenidos. Estos “likes” tienen que ver con fotos o “selfies” que se publican en las redes. Las redes socia- les son un mecanismo de agrupamiento entre pares y de generación de liderazgos informales en base a la “imagen”; se contraponen a los liderazgos construidos desde los “discursos”.

• Tendencias hacia la asunción de la negritud en contraposición a su negación y ocultamiento. Distintos grupos de adolescentes (de ambos sexos) utilizan peinados, cortes y accesorios vinculados a su identidad afrodescendiente. Estas tendencias son enfrentadas por los centros educativos, familias, espacios sociales y laborales. Las prohi- biciones, en los centros y espacios laborales, de los peinados conside- rados “pajones” provocan su expansión y arraigo.

• Cuestionamiento a la normatividad de la heterosexualidad me- diante tendencias hacia opciones sexuales distintas en forma abierta y pública. Si bien la población LGTBI existe y ha existido en nuestra sociedad y en todas las sociedades, gran parte de ella se ha mantenido en “el closet” para protegerse de las prácticas discrimina- torias y de exclusión que sufren en nuestra sociedad. Adolescentes de ambos sexos, con opciones sexuales distintas, muestran en muchos casos su opción en forma abierta y pública, enfrentando de este modo las sanciones sociales que les imponen instituciones sociales, religio- sas y educativas y las mismas familias.

La música como eje cohesionador entre adolescentes

La intolerancia social generada alrededor de las expresiones musicales de la cultura juvenil (debido a su alto contenido de erotismo y a su su- puesta motivación hacia el consumo de drogas) genera más segregación y tensión entre las distintas generaciones. La música es el espejo de la cultura juvenil. En ella se muestran las ló- gicas de interrelación que priman, así como las necesidades, vacíos y demandas de esta población.

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El Dembow, el rap, la música electrónica, el merengue de calle y la ba- chata son los géneros musicales que predominan. Igualmente encon- tramos a jóvenes y adolescentes que forman grupos de atabales en dis- tintas provincias del país y que interpretan música étnica con fusión de nuevos ritmos. La vinculación con la música afrocaribeña en las nuevas generaciones se expande e incrementa, así como también las prácticas mágico-religiosas que tienen nexos con este tipo de música. La música conecta a los/las adolescentes entre sí; ella apela a las nuevas representaciones presentes en esta población. La importancia de la música para esta población radica en su ritmo contagioso y en que muestra sus códigos de comunicación basados en gestos, movimientos corporales y poco-escaso discurso. La presencia de frases alusivas al sexo de forma directa es parte de la ruptura con el doble sentido que caracteriza a la música popular que consume la población adulta. Las letras reflejan así la violencia presente en las relaciones de género que se dan en su realidad social normaliza- da (que también es expresada en la música consumida por la población adulta, pero de forma sutil), así como la tendencia a los estilos de relacio- nes sexuales breves, espontáneas y directas. De esta forma dejan atrás el parafraseo y las figuras literarias que dieron cuerpo al doble sentido del merengue, la salsa, el son, las baladas y las bachatas de generaciones anteriores.

Conclusiones

La ausencia de un diálogo intergeneracional ha provocado una gran barrera para el abordaje de políticas públicas y sociales dirigidas a la adolescencia y la juventud. La mirada se concentra en los problemas ge- nerados por “la adolescencia” y “la juventud”, al margen de los cambios culturales que están promoviendo. La población adolescente de ambos sexos vive en tensión con las ins- tituciones sociales y la población adulta por la violación permanente a sus derechos de expresión y ejercicio de libertad. La marcada tendencia en las familias y centros educativos a un ejercicio autoritario para con la juventud se expresa en las restricciones a su inserción en espacios de recreación, a su vestimenta y al manejo de su cuerpo. Estas prácticas restrictivas forman parte del ejercicio de poder sobre la población ado- lescente. Nuestra sociedad se resiste a ceder cuotas de poder a esta población y a integrar sus estilos, formas de comunicación y prácticas culturales en

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programas y proyectos dirigidos a ella como “sujeto”. El diálogo entre la población adulta y la adolescente está roto, y esto se ve en las familias, los centros educativos y los espacios comunitarios, sociales y laborales. Retomar dicho diálogo supone transformar estigmas y exclusiones en inclusión y respeto hacia sus expresiones. El diálogo intergeneracional supone una democratización de las relaciones entre la población adulta y la adolescente.

Referencias bibliográficas

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Estudios Sociales Año 50, Vol. XLI-Número 157 Septiembre-diciembre 2018

La enseñanza universitaria de las ciencias sociales

Celedonio Jiménez

La elaboración del presente trabajo fue asumida como un desafío. La es- casa o muy reducida cantidad de antecedentes respecto al estudio de la materia en cuestión hizo menos fácil su tratamiento, consagrándose, prác- ticamente, como un abordaje pionero. Hasta el momento de la redacción de este ensayo no pudimos localizar un texto o un documento que desa- rrollara el tema de manera directa y totalizadora en lo que se refiere a la República Dominicana. En estas condiciones, y con esa ausencia, nos pa- rece que este trabajo puede llenar un vacío sentido y constituir, por tanto, un importante aporte. El mérito es, sin embargo, del Equipo editorial de la revista que tuvo a bien proponernos el tratamiento del tema. Las dificultades anteriormente señaladas no son ajenas del todo al ca- rácter relativamente joven de las ciencias sociales, si lo comparamos con otras ciencias, así como tampoco a las relativamente nóveles estructuras de enseñanza de ciencias sociales en la República Dominicana, tal como veremos a lo largo de la presente elaboración. Esas condiciones han inci- dido en que, para la fundamentación de este breve estudio, nos hayamos visto precisados a hacer numerosas consultas personales y a utilizar las técnicas del cuestionario y de la investigación documental. Es nuestro interés que “La enseñanza universitaria de las ciencias socia- les” en la República Dominicana pueda llenar el cometido de constituir un aporte de provecho teórico y práctico en el orden de la educación sobre los fenómenos y procesos de la realidad a la que concierne, pero somos los primeros en entender que sobre esta importante temática hay que volver nuevamente, en varias etapas, a los fines de agregar aspectos, precisar y profundizar vertientes y planteamientos.

Una mirada histórica y de la actualidad

Desde finales del siglo XIX y principios del XX se produjeron importan- tes reflexiones sociales en nuestro país vía autores como Pedro Francis- 282 Celedonio Jiménez

co Bonó, Eugenio María de Hostos, José Ramón López y otros. Pero des- de la academia el hito más importante en materia de ciencias sociales lo constituye la creación de la Escuela de Sociología en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), en julio de 1962. Abierta esta uni- dad académica, son muchos los que a seguidas tocan sus puertas para recibir sus enseñanzas y dar consistencia a sus reflexiones e inquietudes sociales. Otro hecho importante también es la posterior apertura del departamen- to de sociología de la Universidad Pedro Henríquez Ureña (UNPHU), en el período 1966-1967, institución que abrió una nueva brecha para la enseñanza en el campo de las ciencias sociales. El inicio de las dos uni- dades de sociología que hemos mencionado sirvió de estímulo para que otras universidades del país concibieran la necesidad de enseñar cien- cias sociales, y particularmente, los métodos y técnicas de investigación social. En el contexto de los años finales de la década del 60, y principalmente durante la década de los años 70, la sociología asume un rol estelar en las investigaciones y publicaciones sociales. A este respecto, el sociólo- go Rubén Silié refiriere “podríamos decir que del año 70 hasta el año 87 la sociología aventajó en la producción de investigaciones a las demás ciencias sociales, e influyó de manera decisiva en otras ciencias sociales como era el caso de la historia, la economía y las ciencias políticas” (Do- cumento “35 Aniversario Escuela de Sociología UASD”, 2001). En la actualidad el departamento de Sociología de la UASD imparte esta carrera con una matrícula de 59 estudiantes. Este departamento ofrece servicios al llamado tronco común de esa universidad, impartiendo la asignatura Introducción a las Ciencias Sociales, así como asignaturas de Sociología General, Sociología Especializada y de Metodología de la Investigación a numerosos otros departamentos de la institución. El departamento de Sociología cuenta en la actualidad con 74 profesores y profesoras activos. Hasta ahora adscrita al departamento de Sociología también se encuentra, desde el 2006, la carrera de Trabajo Social. Otros departamentos del ámbito de las ciencias sociales en la UASD son los departamentos de Economía, con 60 profesores; Historia y Antropolo- gía, con 75; y Ciencias Políticas, con 43. En la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM) se han enseñado las asignaturas del campo de las ciencias sociales que forman el pensum de carreras como Historia, Economía y Ciencias Políticas. Du-

Año 50, Vol. XLI, septiembre-diciembre 2018, pp. 281-294 La enseñanza universitaria de las ciencias sociales 283 rante la década del 70 del siglo recién transcurrido también se impartió en esta universidad privada la carrera de Trabajo Social. En 1973, apenas un año después de ser abierto el Instituto Tecnológico de Santo Domingo (INTEC), es integrada a la oferta de esta institución la carrera de Licenciado en Ciencias Sociales con Orientación en Edu- cación. INTEC, que en sus inicios contó con una Facultad de Ciencias Sociales, ve pronto producirse reestructuraciones que dan lugar al es- tablecimiento de las áreas de Ciencias Sociales y de Negocios. La pri- mera verá la creación de una instancia denominada Ciclo Formativo de Ciencias Sociales, y en la segunda quedará integrada Economía. El Ciclo Formativo de Ciencias Sociales es constituido como una unidad de servicios a distintas facultades, ofreciéndoles una serie de asignatu- ras del ámbito sociológico, histórico, metodológico, económico, etc. No obstante, en la actualidad, varias de estas asignaturas han desaparecido para dar lugar a otras con nueva orientación. INTEC impartió durante el período 2004-2009 la carrera de Trabajo Social. En la Universidad Iberoamericana (UNIBE) se impartieron ya, desde 1983, asignaturas del área social en su Ciclo General y Básico. Entre las asignaturas ofrecidas se encontraban Introducción a las Ciencias Sociales, Realidad Social Dominicana, Historia Dominicana y otras. Para niveles superiores se ofrecieron asignaturas como Introducción a la Sociología, Sociología de la Comunicación, Historia Universal. En la actualidad, desde el Departamento de Estudios Generales, las materias de contenido social abordan problemáticas como migraciones, género, violencia, etc. La Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) en República Dominicana fue fundada en 1986. En 1998 recibió el aval oficial mediante la resolución No.403-98 del Congreso Nacional, consagrándola como organis- mo internacional para promover la enseñanza en el campo de las ciencias sociales. En la actualidad, no obstante, esta institución no ofrece enseñan- za destinada a formar cientistas sociales. Oferta cursos y diplomados re- lacionados con las ciencias sociales, como los relativos a desarrollo social, gestión pública, relaciones internacionales, proyectos de capacitación, etc. Actualmente esta entidad universitaria no cuenta con una planta fija de pro- fesores, sino con profesores invitados de distintas disciplinas. Desde su fundación en 1985, el Instituto Superior “Pedro Francisco Bonó”, que es una institución superior centrada en la formación en Hu- manidades, Filosofía y Ciencias Sociales, imparte asignaturas del área

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social como Introducción a las Ciencias Sociales, Introducción a la So- ciología, Historia Social Dominicana, Historia Social Antigua, Historia Social Moderna, Introducción a la Antropología, Introducción a la Eco- nomía, Historia Social Latinoamericana, Metodología de la investiga- ción y otras. Su plantilla de profesores y profesoras es proveniente del país y del exterior. El Instituto Global de Altos Estudios en Ciencias Sociales es otro de los centros en que se imparten las ciencias sociales. Fue fundado en agosto de 2009. Su labor académica está orientada a la formación de profesionales de las ciencias sociales, así como de otras áreas del conocimiento. En este instituto se imparten cursos de especialidad y de maestría vinculados de manera directa e indirecta a las ciencias sociales. Su cuerpo profesoral incorpora tanto docentes del país como procedentes del exterior. Como se puede ver, sólo dos universidades imparten o han impartido la carrera de sociología, otra mayor cantidad imparte o ha impartido las carreras de economía, trabajo social, historia y antropología, mientras que otras tantas ofrecen carreras que demandan asignaturas del área. La enunciación de estas últimas entidades universitarias haría más extensa de lo deseado esta parte del trabajo.

Enfoques para la enseñanza de las ciencias sociales

En la enseñanza de las ciencias sociales se plantean diversos enfoques. Al respecto, Hunt y Colender (2006) refieren la existencia de un enfoque en una “perspectiva global” (panorama general) y un enfoque en una “perspectiva particular”. Para esos autores, el primer enfoque concibe que antes de saber a qué ciencia social particular dirigirse, se debe abor- dar un curso general. Entienden que esta es una perspectiva de “sentido común”, pues considera que no es válido ir a lo particular, a la especiali- dad, antes de tener el panorama general. Esta perspectiva coincide con lo que se ha dado en llamar “holismo meto- dológico”, que reconoce —a los fines de conocer y explicar las realidades sociales— la primacía del todo social por encima de las particularidades. Por su parte, el enfoque de la “perspectiva particular” (asumir el trata- miento de las especializaciones) trata en primer lugar las disciplinas que tienen por objeto el manejo de un aspecto o proceso de la realidad social. Para asumir esto se parte del supuesto de que desde el inicio se tiene claro hacia dónde dirigirse, y que se tiene definido en qué fenóme- no de la realidad social involucrarse.

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El anterior enfoque se identifica con el llamado “individualismo metodo- lógico”, que va directo a la ciencia especializada, a la estructura particu- lar. Se conoce lo particular, las cosas que van a ser relacionadas, antes de conocer el componente total (Sierra Bravo, 1983). Nos parece que es, en cierto modo, partir del individualismo metodoló- gico la práctica académica en que el docente se siente particularmente responsable y mentor del proceso, él mismo toma las decisiones, él mis- mo se juzga. Él piensa, dice y hace lo que cree y quiere. Los buenos re- sultados son su obra, los malos también. Para el docente que sigue esta metodología la capacidad colectiva no cuenta tanto. En este artículo, asumimos con David Barkin (2012) y otros estudiosos un enfoque, un método que conduce a una enseñanza universitaria, no para la reproducción y extensión de las tantas cosas negativas del sis- tema vigente, sino para servir “al desarrollo de la capacidad colectiva”, de modo que sirva para discutir, para criticar y generar reformas y para aprender a pensar y resolver problemas, y que ayude así al (la) estudian- te a encontrar los medios para desenvolverse bien en la vida.

3. Enseñanza de las ciencias sociales

3.1 Límites intrínsecos y coyunturales Para la enseñanza de las ciencias sociales se presenta una serie de pro- blemas teórico-prácticos que veremos más adelante. Ahora vamos a enunciar algunas dificultades derivadas de circunstancias específicas de esta área de la realidad. A saber: 1. Es una ciencia en que quien la estudia o investiga (sujeto cognoscen- te) es parte de la realidad por conocer. Es decir, el que investiga es parte de lo mismo que investiga. Esto puede inducir a determinados niveles de subjetividad y error. 2. La enseñanza de esta ciencia está compelida al uso de un conjunto de conceptos y categorías eminentemente abstractos, ajenos a las expe- riencias de los estudiantes y alejados de sus conceptos cotidianos. 3. En ciencias sociales, y en lo relativo a su objetividad, se plantean límites reales. A este respecto Noam Chomsky (2016) refiere:

… en ellas, el mundo exterior impone unas constricciones especialmente débiles sobre los investigadores; la capacidad de comprensión es más

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reducida y los problemas que se afrontan son mucho más oscuros y complejos. Como consecuencia, resulta mucho más sencillo ignorar todo lo que no interesa oír. Hay, por tanto, una diferencia muy marcada entre las ciencias naturales y las ciencias sociales.

4. En correspondencia con los tiempos actuales y la preponderancia de la ideología neoliberal, se procura que prevalezcan criterios de mer- cados en la educación superior, propiciándose así un desplazamiento de las ciencias sociales y humanísticas a favor de las disciplinas tec- nológicas.

3.2 Otras dificultades teórico-prácticas Amén de la naturaleza del objeto de las ciencias sociales, lo cual incide en la metodología de su estudio e investigación, se pueden encontrar en el proceso de enseñanza de este ámbito de la realidad otros problemas de tipo teórico, tales como el carácter de los conceptos, las teorías edu- cativas, los juicios de valor, el pensamiento lógico, etc. En cuanto a las dificultades prácticas, o más bien teórico-prácticas, en la enseñanza de las ciencias sociales, se pueden citar asuntos curriculares y metodológicos, como la presentación de programas de asignaturas, procedimientos, didáctica, evaluación, estímulo a la reflexión, a la criti- cidad y a la investigación, así como también dificultades relativas a las normas y al control de personas y de procesos. En la enseñanza de las ciencias sociales en el país se puede enunciar una diversidad de límites precisos y situaciones concretas en torno a aspectos señalados, así como en relación a otros importantes factores del proceso. Nos centraremos aquí en la metodología, los programas, el cuerpo docente, los textos de clase o de consulta y aspectos del perfil de los (las) estudiantes. Para la obtención de diferentes opiniones, así como para obtener una información más colectiva en torno a los aspec- tos antes señalados, aplicamos un breve cuestionario (7 preguntas), con carácter anónimo, a diez (10) profesores y profesoras del área de ciencias sociales, repartidos de modo que cinco (5) trabajan en la universidad pú- blica y cinco (5) trabajan en las universidades privadas. Veamos algunos resultados sintéticamente.

3.2.1 Metodología Aunque se tiene conciencia de la relación entre la metodología de la enseñanza y los objetivos propuestos en torno al curso a desarrollar, no se advierte un claro seguimiento y verificación del cumplimiento de

Año 50, Vol. XLI, septiembre-diciembre 2018, pp. 281-294 La enseñanza universitaria de las ciencias sociales 287 las acciones para lograr ese vínculo. En algunos casos, las tareas para asegurarlo son consignadas en los programas, pero el cumplimiento de ellas no es monitoreado debidamente. Otro aspecto es si la metodología utilizada propicia y asegura la reflexión y la profundización que se es- pera produzca el estudiante respecto a los diferentes temas después de cada sesión de clase. Sobre esto, la realidad no parece ser muy satisfac- toria. Uno de los resultados del cuestionario aplicado refiere que un 30% de los profesores abordados indicó que los estudiantes “nunca” piden información de fuentes para ampliar sus conocimientos sobre los temas de las clases, mientras que otro 30% afirma que los estudiantes la piden “escasamente”. Llama la atención, sin embargo, que, de los 10 profesores a los que se les aplicó el cuestionario, ocho (8) afirmaran que sus estudiantes sentían “amena” la metodología y los contenidos de clase. (Las demás opciones fueron: “muy amena”, “poco amena” y “nada amena”). Los exámenes, sobre todo escritos, siguen siendo el procedimiento prin- cipal para la evaluación de los estudiantes en el proceso de enseñanza de las ciencias sociales.

3.1.2 Programas de asignaturas

En la enseñanza de las ciencias sociales en nuestras distintas entidades de estudios superiores se mantiene una cierta dispersión en cuanto al tipo de programas, que va desde programas de formato tradicional a los programas de enfoque por competencias. Independientemente de ello, muchos estudiantes siguen asumiéndolo como una formalidad. No cap- tan plenamente la importancia de darle seguimiento a lo largo del curso. En algunos casos, el acceso de los estudiantes al programa es virtual, y en otros, se les entrega físicamente. En relación al programa, el cues- tionario aplicado también fue un importante referente. Nueve (9) de los diez profesores encuestados afirmaron que los estudiantes dan apenas un seguimiento “parcial” al programa de la asignatura durante el curso. Hay que observar, por otro lado, que los programas son presentados por el profesor, con ninguna o muy poca intervención de los alumnos en su elaboración. Otro aspecto significativo a considerar es la opinión que tienen los estudiantes acerca del carácter de los contenidos de clase. Una proporción importante de los receptores de la enseñanza parece concebir su contenido como “muy teórico” o como “un poco teórico”. Así lo establecen, respectivamente, seis (6) y cuatro (4) de los profesores abordados.

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3.2.3 Cuerpo docente Dada la corta tradición de las ciencias sociales en el país, así como de sus estructuras docentes, se puede entender la carencia de un cuerpo de especialistas en ciencias sociales amplio y suficientemente maduro. Valga decir que el primer graduado de sociología en la República Dominicana surgió en 1967. Esto, evidentemente, ha incidido en el proceso de ense- ñanza en el área. Ha incidido también lo que se considera la “parte crítica” para la impartición de la enseñanza de ciencias sociales de calidad, que es que haya un académico (docente e investigador) de calidad. Calidad que está vinculada a varias condiciones, entre ellas que el docente tenga una justa compensación de su trabajo (Saturnino de los Santos). La insufi- ciente retribución que percibe el profesor ha hecho que el mismo incurra en una pesada carga laboral, lo que a su vez ha limitado su tiempo para preparar las estrategias de clase. Hay muchos docentes que trabajan en dos o más planteles universitarios, en algunos de los cuales debe asumir aulas con una cantidad numerosa de estudiantes. Esta realidad también es extensiva a profesores y profesoras de otras áreas. Se ha planteado correctamente que el que enseña investigue. Pero en este otro aspecto los docentes de ciencias sociales han encontrado obs- táculos marcados, no sólo por la falta de tiempo, sino porque el financia- miento de la investigación en el ámbito social ha ido en decrecimiento. Rubén Silié ha apuntado que “se puede decir que se ha dado un proceso de desmantelamiento de los equipos de investigación, no solamente so- ciológicos sino multidisciplinarios, que en los años 80 jugaron un rol sumamente importante…” (“35 aniversario Escuela de Sociología de la UASD”, 2001). Dentro de las circunstancias referidas anteriormente, bien cabría pre- guntar qué actitud asume el profesor frente a las dificultades señaladas y al desgano de los estudiantes por aprender. 3.2.4 Textos bases dominicanos para la docencia Importantes antecedentes de obras locales pueden encontrarse como libro de texto o de consulta para la impartición de las ciencias sociales. En el caso de la sociología, cabe destacar los dos tomos del libro titula- do Sociología. Estudio de la sociedad y de las relaciones humanas, de la autoría de Luis R. del Castillo Morales y editado en dos períodos, en 1973 y luego en el 2007. Este texto sirvió como material de estudio para los estudiantes de la carrera de sociología de la UASD. En relación a la enseñanza de historia fue editado varias veces durante toda la década

Año 50, Vol. XLI, septiembre-diciembre 2018, pp. 281-294 La enseñanza universitaria de las ciencias sociales 289 del 70 el libro Historia social y económica de la República Dominicana (dos tomos), de Roberto Cassá; La Española en el siglo XVI (1971), de Frank Moya Pons; Raza e historia en Santo Domingo (1974), de Hugo To- lentino Dipp; La Revolución haitiana y Santo Domingo (1974), de Emilio Cordero Michel; La sociedad dominicana de los tiempos de la indepen- dencia (1975) de Franklin Franco; y los tres tomos de Sociología política dominicana 1844-1966 (1982, cuarta edición), de Juan I. Jimenes Grullón. Para la enseñanza de economía se puede aludir a los textos Diez años de economía dominicana (1974), elaborado por Carlos Ascuasiati; y Teoría económica del desarrollo y el subdesarrollo (1978) de José Luis Alemán. En tanto que para arqueología y antropología se pueden referir los libros Arqueología prehistórica de Santo Domingo (1972), de Marcio Veloz Ma- ggiolo; y El evolucionismo, de Héctor Díaz Polanco (1983). En períodos ulteriores, y a los fines de servir como material de consulta para los estudiantes de “Introducción a las Ciencias Sociales” del Cole- gio Universitario (CU) de la UASD, y más luego del llamado “ciclo bá- sico”, fue elaborado un texto con base en una selección de lecturas de autores sociales (1990). En 1999 y 2006 fueron elaborados sendos textos titulados Introducción a las Ciencias Sociales, de la autoría de 4 pro- fesores que abandonaron el formato de recopilación de materiales pre- viamente elaborados y que asumieron el desarrollo y la exposición de los contenidos del programa de la asignatura del mismo nombre. En la presentación de estos textos, se afirmó que se les concebía como parte de un esfuerzo institucional para dotar a los egresados de una “forma- ción integral” que tuviera en cuenta la sensibilidad humana y los valores éticos y que facilitaba un “conocimiento crítico” de la realidad social. Se presentaban estos textos como parte de un proceso que buscaba hacer de la enseñanza de las ciencias sociales una actividad “amena e intere- sante” para los estudiantes. Ambos textos, presentados en momentos distintos, implicaron un gran esfuerzo y constituyeron un paso de avan- ce. No obstante, puede decirse que el tiempo de duración de los mismos, sin la necesaria renovación de sus contenidos, ha sido muy largo, sobre todo si nos atenemos a los vertiginosos cambios de la sociedad y de las rápidas modificaciones que experimentan las diversas teorías y en- foques de las ciencias sociales.

3.2.5 Perfil del estudiante Los estudiantes universitarios de los últimos lustros constituyen una nueva población, tienen un nuevo perfil. Presentan nuevas característi- cas y necesidades.

Año 50, Vol. XLI, septiembre-diciembre 2018, pp. 281-294 290 Celedonio Jiménez

Para la realización de este artículo hicimos variadas consultas con algu- nos distinguidos profesores, de quienes obtuvimos una amable acogida. Una de esas consultas fue al historiador e investigador-profesor Rober- to Cassá. Con él discutimos y compartimos ideas en torno a cuestiones centrales que se plantean en este artículo. Una de ellas fue la conside- ración de que la posesión de un conocimiento muy limitado por parte de una mayoría de nuestros estudiantes constituye un serio obstáculo para la enseñanza de las ciencias sociales. Su grado de conocimiento, su pobre bagaje de conocimientos relevantes, hace muy difícil al alumno de hoy el abordaje y la comprensión de problemas sociohistórico que demandan importantes niveles de abstracción. Respecto a los estudiantes de ciencias sociales, también se puede seña- lar como una importante dificultad su carencia de una clara intencio- nalidad positiva, de un interés por abrirse a los objetos del aprendizaje desde la academia. Otro factor a considerar es su débil convicción de la relación entre la necesidad y la enseñanza de ciencias sociales. Así, mu- chos estudiantes, sobre todo los de carreras de otras áreas que reciben asignaturas de ciencias sociales, no muestran mucho compromiso y solo tienen interés en tomar notas y memorizar. En conexión con lo antes visto, parece pertinente hacer mención de que otro de los resultados del instrumento aplicado para servir a este artícu- lo fue que el 70% de los profesores encuestados cree que los estudiantes tienen una participación “parcial” en los debates de clase, en tanto que el 30% restante estima que esta participación es “escasa”. ¿Es esto una ex- presión del bajo interés de los estudiantes por las asignaturas del área?

4. Para enseñar ciencias sociales

Un pilar fundamental en la enseñanza universitaria de las ciencias socia- les, así como de cualquier ciencia, lo constituye el comunicar claramente. Comunicar de manera entendible para el estudiante. El que enseña debe tener preciso para quién habla, a quién se dirige. Debe entender que te- máticas que él domina con plena facilidad hoy, un día no las tuvo claras. Ahora bien, para comunicar con claridad en el ejercicio de la enseñanza es imprescindible que el profesor: a) tenga dominio del contenido de la asignatura que imparte, b) imparta ese contenido de manera coherente y sistemática, c) conozca las ciencias sociales y su historia y d) tenga un adecuado manejo de su desenvolvimiento en el aula respecto a los estu- diantes y respecto a las actividades a desarrollar con fin de obtener los resultados esperados. Con esos dominios, sin duda, el profesor estará en

Año 50, Vol. XLI, septiembre-diciembre 2018, pp. 281-294 La enseñanza universitaria de las ciencias sociales 291 posibilidades de responder satisfactoriamente las preguntas que le sean formuladas por los estudiantes en el curso. Hoy son expectativas esenciales derivadas del acto de enseñar ciencias sociales el que los estudiantes aprendan a recibir y procesar informacio- nes, aprendan a pensar y actuar bien en su desenvolvimiento en la vida (atendiendo a principios éticos y valores) y aprendan a desarrollar el pensamiento crítico. Para la enseñanza de todo lo anterior, debe romperse con la idea de que se necesitan programas largos y contenidos extensos. Más bien se debe enfatizar en enseñar menos contenidos, pero que los que se impartan sean enseñados con profundidad e idoneidad. Además, se debe estimu- lar más la comprensión de los temas enseñados que su fijación en la me- moria. Se debe enseñar para que el estudiante aprenda a pensar y actuar bien, no para que memorice. Esto hace de las aulas espacios de desafíos.

Michael Matthews, en su libro Enseñanza de la ciencia (2017), cita a Ernst Mach, del círculo de Viena, quien ofrece importantes ideas edu- cativas que, por su pertinencia alrededor del acto de la enseñanza, nos servimos enunciar: 1. Comenzar la enseñanza con materiales concretos y familiarizar a los alumnos con los fenómenos que se discuten. 2. Enseñar poco pero enseñarlo bien. 3. Seguir el orden histórico de desarrollo del tema. 4. Adaptar la enseñanza al nivel intelectual y la capacidad del alumno. 5. Estimular la mente del estudiante. 6. No abarrotar los programas de estudio.

Por su parte, John Biggs, autor de “Calidad del aprendizaje universita- rio” (2009), nos aporta su consideración sobre lo que es “buena ense- ñanza”. Él apunta que “buena enseñanza “consiste en conseguir que la mayoría de los estudiantes utilicen los procesos del nivel cognitivo-su- perior”, vale decir, los procesos que conducen a teorizar, reflexionar, crear, aplicar y relacionar. Esta consideración es una guía a seguir. Hoy, un reto fundamental es definir claramente las estrategias de en- señanza más eficaces a la luz de nuestra “realidad concreta” actual, así como crear un clima de motivación para lograr el mayor esfuerzo estu-

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diantil. Constituye también un desafío el establecer una relación de cali- dad entre profesores y estudiantes, pues es una condición indispensable que coadyuva al propósito de enseñar y aprender bien. Finalizo el presente artículo retornando a una de las consideraciones con que le di inicio: esta es una temática que debe ser retomada. A ese respecto, formulo la siguiente interrogante: ¿quiénes, ¿cuándo y qué mecanismos asegurarán que los estudiantes de ciencias sociales reciban una buena enseñanza?

Conclusiones La enseñanza universitaria de las ciencias sociales ha confrontado va- lladares de consideración. Estos no sólo se han experimentado por la compleja naturaleza del objeto de esta ciencia, sino también por las sentidas precariedades en términos de conocimiento y de hábitos de que son víctimas los destinatarios de la enseñanza universitaria de las ciencias sociales. Hay que plantear, por igual, la incidencia que ha tenido y tiene para la determinación de los señalados obstáculos el carácter relativamente joven de las estructuras constituidas para ser- vir docencia, así como los grandes límites dentro de los cuales se han desempeñado los docentes que ofrecen explicación sobre esta parte de la realidad. Aun cuando está establecida una serie de estrategias metodológicas o procedimentales para el mejor desenvolvimiento docente, éstas muchas veces no son objeto del debido monitoreo ni por el profesor, ni por los coordinadores de cátedras, ni por los supervisores del proceso de en- señanza-aprendizaje. De esta manera, se quedan sin hacer los ajustes necesarios para corregir errores y consolidar aciertos. Los serios escollos de los destinatarios esenciales de la enseñanza, así como las dificultades de los docentes de ciencias sociales en cuanto al cabal cumplimiento de las estrategias metodológicas, tienen como re- sultado, salvo las naturales excepciones, un aprovechamiento no satis- factorio del proceso de enseñanza por parte de los estudiantes. Los medianos o bajos niveles de aprendizaje o de aprovechamiento de la enseñanza en ciencias sociales que parecen predominar en nuestras instituciones de estudios superiores, obligan a una permanente revisión de las estrategias didácticas, a una innovación de los métodos pedagó-

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gicos y a un estilo de enseñanza que no se desligue de las tareas de promover la reflexión, los hábitos de estudio y la investigación. Hay que renovar la enseñanza para elevar la calidad del aprendizaje.

Recomendaciones

Procurar que los estudiantes de ciencias sociales vean y sientan que lo que se les enseña está conectado con la realidad y con sus necesidades (Ulloa M., 2017). Afilar la capacidad docente para tomar algunas decisiones desde el aula, en función del tipo de estudiante, de su interés, de su nivel cultural y de sus conocimientos previos: ”puede ser riesgoso enumerar las adapta- ciones posibles que se deben plantear en un aula regular si se las toma como una receta… Si se pudiera establecer una línea de abordaje, su tra- zado sería una construcción contextualizada en el tiempo y el espacio del aula” ( Borsani, 2011). Establecer mecanismos para asegurar la evaluación de las estrategias metodológicas aplicadas por el docente. Vincular lo más ampliamente posible enseñanza e investigación en el proceso docente. Trabajar un marco mínimo en orden a que los estudiantes aprendan a leer, pensar, relacionar ideas, informar, analizar y comparar textos. Incorporar en lo posible los recursos tecnológicos que ayuden a hacer más efectiva y dinámica la enseñanza de las ciencias sociales.

Referencias bibliográficas

Barkin, David (2012). Hacia un nuevo paradigma social. Revista Polis. México Biggs, John (2009). Calidad del aprendizaje universitario. Narcea S.A. De Ediciones. Madrid, España Borsani, María J. (2012). Construir un aula inclusiva. Paidós. Buenos Ai- res, Argentina Chomsky, Noam (2016). La (des) educación. Editorial Crítica. Barcelona, España Hunt, Elgin y Colander, David (2006). Introducción a las ciencias socia- les. Pearson Educación, México

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Matthews, Michael R. (2017). La enseñanza de la ciencia (Edición en es- pañol). Fondo de Cultura Económica. México Sierra Bravo, R. (1983). Ciencias sociales. Epistemología, lógica y metodo- logía. Paraninfo S.A., Madrid, España Ulloa M., Luis (2017). Pedagogía centrada en el interés. Editora Búho. Santo Domingo, R.D. UASD. (2001). 35 Aniversario Escuela de Sociología UASD. Editora Uni- versitaria. Santo Domingo, R.D.

Consultas personales a:

Roberto Cassá, Saturnino de los Santos, César Cuello, Jesús Díaz, Iván Ogando, Elsa Alcántara, Elsa López, Lourdes Meyreles, Sonia Medina y Josefina Arvelo. Aplicación de un cuestionario anónimo a 10 profesores(as) de ciencias sociales.

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Estudios Sociales Año 50, Vol. XLI-Número 157 Septiembre-diciembre 2018

José Luis Alemán, el hombre de Iglesia* Pablo Mella, sj (Borrador inédito)

Me ha parecido oportuno organizar esta comunicación partiendo de una justificación del título que le fue asignada en el proceso de preparación de este taller: “José Luis Alemán, el hombre de iglesia”. En los afanes sintácticos que podrían ahogar a quienes nos dedicamos a las humanidades y la filosofía, un artículo determinado puede aparecer ante los ojos como un océano de distinciones semánticas. En el diálo- go con Fernando Ferrán, insistimos en mantener el artículo “el” delante del sustantivo “hombre” para rotular esta comunicación. Nos parecía un despropósito que en el programa apareciera el título “Alemán, hombre de iglesia” y no “Alemán, el hombre de Iglesia”. Explicitemos por qué.

Hombre de iglesia vs. el hombre de Iglesia

La expresión “hombre de iglesia”, sin artículo, implicaría una identidad personal totalmente fusionada con un rol eclesiástico. Un “hombre de Iglesia” (vir ecclesiasticus) sería un varón cuyas actividades cotidianas corresponderían a actos pastorales explícitos y a actividades adminis- trativas públicas ordenadas al gobierno canónico de la Iglesia. Quienes lo conocimos, sabemos que Alemán no fue para nada un funcionario eclesiástico. Incluso como sacerdote católico ordenado, es decir, como ministro consagrado sacramentalmente, apenas celebraba la eucaristía con fines pastorales. Tampoco se le veía en las reuniones diocesanas del clero, donde se discuten las estrategias para la cura de las almas, salvo cuando era invitado a dar una charla de actualidad sobre la situación nacional o sobre los cambios experimentados en la Iglesia. (Dicho sea

* Texto revisado de la participaciòn en el taller “El pensamiento económico de José Luis Alemán”, organizado por el Centro de Estudios Económicos y Sociales José Luis Alemán y su Programa de Estudios del Desarrollo Dominicano, en el Recinto Santo Tomás de Aquino de la PUCMM, Santo Domingo, el 29 de septiembre de 2016. 296 Pablo Mella, sj

de paso, en eso también era buen jesuita; dicen que los jesuitas solo van a las actividades cuando les toca la charla). En contraste, la expresión “el hombre de Iglesia” (homo ecclesiasticus) subraya su condición de ser humano. La primera tarea que se puso Ale- mán fue justamente esta: ser humano. La Iglesia (y cuando decimos la Iglesia, así en singular, nos referimos sin los debidos matices a la Iglesia católica latina1) fue para él la casa materna que lo acogía para desarrollar esta tarea fundamental de vivir moralmente la propia vida. Aquí con- viene señalar que el esfuerzo de vivir con entereza moral la propia vida constituye, desde un punto de vista cristiano, la materia a partir de la cual se juzgará nuestra actuación histórica en el tribunal divino. Todos los aquí presentes conocemos el proverbio de Jesús conservado en el evangelio de San Mateo: “No todo el que me diga, Señor, Señor, entrará en el Reino de los cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mt 8, 21). Para fines de nuestro diálogo, no olvidemos pues, que Alemán fue ante todo un ser humano que intentó vivir a plenitud su humanidad como miembro de la Iglesia. Este modo de ver las cosas incluía una actitud crítica hacia todas las concreciones históricas del catolicismo, especial- mente aquellas referidas a las prácticas litúrgicas, a la teología moral y a la identidad social que la institución eclesial debía forjar en un mundo donde esta perdía la hegemonía social en todas las esferas de la acción. Si revisamos sus escritos, veremos que Alemán denominó esta posición como “nuevo humanismo académico”. Lo describió en estos términos: “una reflexión sincera sobre el camino que va recorriendo la humanidad junto con una invitación a rectificar su rumbo”2. Se propuso desarrollar esta re- flexión en el marco de la nueva comprensión que ha hecho la Iglesia de su tarea evangelizadora a partir del Concilio Vaticano II (DRME, 145-149). Para Alemán, la nueva comprensión de la evangelización parte de un supuesto con dos caras. La primera cara, de clara impronta rahneriana, es que el anhelo de salvación coincide con lo más profundo del cora- zón humano (en la jerga de Rahner, esto se conoce como el “existencial sobrenatural”3). Segundo, que este anhelo de salvación está cultural-

1 Ver Código de derecho canónico, can. 1 y 204-207. 2 José Luis Alemán, De religión, moral, economía y otros caminos, Santo Domin- go, PUCMM, 2002, p. 144. De ahora en adelante será citado en el texto con las siglas DRME, seguido de la página. 3 Para esta noción, ver G. Ancona, “Existencial sobrenatural”, recuperado de http:// www.mercaba.org/VocTEO/E/existencial_sobrenatural.htm. ; Francisco Evaristo Mar- cos y José Edmar Filho, “O ‘existencial sobrenatural’: o homem como ser inundado pela graça”, Kairós. Revista Acadêmica da Prainha, vol. 9 (2012), núm. 2, pp. 41-62 (disponi-

Año 50, Vol. XLI, septiembre-diciembre 2018, pp. 295-305 José Luis Alemán, el hombre de Iglesia 297 mente determinado (DRME, 145; en jerga post-vaticano segundo, esto se conoce como “inculturación del evangelio”4). Por lo tanto, solo si se toman en serio los condicionamientos culturales de la vida de fe, se po- drá apuntar al núcleo auténtico del mensaje de la salvación. Dicho en términos teológicos, se trata de creer, con actitudes prácticas, en la po- sibilidad real de la Encarnación del Verbo en todos los seres humanos por el mero hecho de serlo, sin mirar su condición personal o cultural, como una gracia ofrecida incondicionalmente. En el caso de Alemán, se trata de anunciar el evangelio en la cultura moderna, como lo pidió el Concilio Vaticano II. De acuerdo con el humanismo académico de inspiración cristiana, la cultura no es un mero ropaje de un espíritu inmaterial que tendría por tarea principal destruir esa cultura como si se tratara de una cárcel del alma de la humanidad. La cultura es considerada más bien como el me- dio en que el Espíritu divino se inmiscuye para transformarlo y llevarlo a una plenitud, plenitud que la misma cultura no puede imaginar ni pre- figurar. Así, nos encontraremos que el pensamiento de Alemán, el hom- bre de Iglesia, es estructuralmente escatológico y sorprendentemente místico, aun cuando hable de economía política o de sociología de las instituciones. Este mismo supuesto se constituye en norma para la propia trayectoria biográfica de Alemán. Solo se entiende la personalidad histórica de Ale- mán como un hombre de Iglesia si se consideran las mediaciones con- cretas a través de las cuales él desarrolló su existencia. En sus escritos estas mediaciones quedan más de una vez explicitadas: la Compañía de Jesús y la PUCMM. Nueva vez, escuchemos el verbo pícaro de Alemán decirlo en sus propias palabras. Al dedicar el libro De religión, moral, economía y otros caminos a varios compañeros jesuitas y a Amparo Fer- nández de Mejía, añade:

En sus personas encarno y resumo mi deuda con dos instituciones asesinas —las que encadenan a uno hasta el final sin importar el costo de oportunidad de mejores ganancias económicas— que van sellando ble en http://www.catolicadefortaleza.edu.br/wp-content/uploads/2014/05/2.-Existen- cial-Sobrenatural-Evaristo.Edmar-Pag-41-62-ok.pdf). Como más adelante se verá, esta noción está unida a otra también rahneriana, a saber, la de “cristianismo anónimo”. 4 Ver Marcelo de Azevedo, “Inculturación. Teología fundamental”, 1992, recuperado el 10 de agosto de 2016 de http://www.mercaba.org/DicTF/TF_inculturacion.htm ; y “Inculturación”, en Diccionario Sensagent, s. f., recuperado el 10 de agosto de 2016 de http://diccionario.sensagent.com/inculturacion/es-es/; Andrés Torres Queiruga, “Inculturación de la fe”, en Casiano Floristán y Juan José Tamayo (eds.), Conceptos fundamentales de pastoral, Madrid, Cristiandad, 1983, pp. 471-480.

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mi pasar por la vida: la Compañía de Jesús y la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (DRME, 12). No perdamos, pues, de vista este provocativo término alemaniano de sabor anarquista: instituciones asesinas.

Alemán, un jesuita en la PUCMM

Podría contar varias anécdotas de encuentros personales con Alemán en tanto jesuita antillense que soy, como él lo fue. Tuve incluso la dicha de vivir dos meses bajo el mismo techo durante mi experiencia pastoral de noviciado en CEFASA, Gurabo, durante los primeros meses del año 1983. Pero, para los propósitos de este coloquio, prefiero trabajar con la imagen que él quiso forjar de sí mismo a partir de su espléndida escritu- ra. La estrategia no resulta forzada, porque quienes han leído la obra de Alemán saben que él iniciaba normalmente sus intervenciones explici- tando su locus de enunciación con anotaciones autobiográficas. Gracias a sus dotes de escritor, brevísimas líneas le bastaban para compartir con nosotros cómo cumplía con el famoso oráculo de Delfos, que, como pri- mera tarea moral por excelencia, consigna: “conócete a ti mismo”. Hoy día, en la cultura de la autenticidad propia de la modernidad5, el oráculo de Delfos se puede traducir así: “Asúmete a ti mismo”. Con motivo del Sínodo de las Américas de 1997, Alemán tuvo una in- tervención que focalizó en el diálogo con los no-creyentes. Las palabras introductorias del texto ilustran perfectamente lo que fue explicitado en el apartado anterior. Tengamos en cuenta que Alemán habla imagina- riamente a los Obispos de todo el continente americano teniendo en vista el sínodo que habría de celebrarse en Roma con motivo del nuevo milenio:

Hablaré sobre el diálogo con los no-creyentes

1. Hablo a nombre estrictamente personal. No deseo hacer difícil la vida de mi Prepósito General.

2. Hablo como miembro de una orden religiosa a la que desde Pablo VI la Santa Sede ha confiado la misión de trabajar con los no-creyentes, no simplemente con las realidades temporales.

3. Hablo persuadido de que la realidad de un mundo secular autónomo (lo que no significa anticlerical ni totalmente inmanente) es un paso de

5 Ver Charles Taylor, Ética de la autenticidad, Barcelona, Paidós, 1994.

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avance en la Historia de Salvación y de que no habrá vuelta al ‘pequeño Seminario Social’ ni a una nueva cristiandad. (DRME, 124).

Como puede constatarse, Alemán comienza esta reflexión expresando tres advertencias formalmente distintas; pero, si se leen con detenimien- to, veremos que están íntimamente entrelazadas. La primera advertencia no solo confirma, sino que refuerza lo explica- do en el punto anterior. Alemán, el hombre de Iglesia, se comprende a sí mismo ante todo como persona, es decir, como sujeto autónomo responsable de sus actos. Ahora bien, la persona no actúa colgada en un escenario etéreo; está inscrita en instituciones concretas que posibi- litan su acción. En consecuencia, las acciones, por más personales que sean, afectan también la institución. Con este acto de habla declarativo de inicio (“hablo a nombre estrictamente personal”), Alemán procura descargar a la Compañía de Jesús de los efectos secundarios de sus pa- labras críticas. Concretamente, declara descargar al padre general de la Compañía de Jesús, último responsable ante la jerarquía de la Iglesia de la acción de los jesuitas. Si vemos este acto de habla desde otro ángulo, podemos entenderlo como una declaración de autonomía. Alemán no va a ese escenario eclesial como un muchacho de mandados ni en re- presentación de nadie. Es su mera palabra como persona la que quiere empeñar. Su autoridad es su ser empeñado en su decir. Es sensato inferir que quien así comienza espera también que así actúen sus hermanos de Iglesia, especialmente los obispos. Todos los católicos latinos debemos ser, en este sentido, hombres y mujeres que deciden vivir a plenitud la propia humanidad interactuando responsablemente con las búsquedas históricas de nuestra Iglesia en medio de una cultura perpetuamente en cambio.

El segundo punto de aclaración del propio locus de enunciación expli- cita el primero. El actor individual no puede constituir su identidad en absoluto aislamiento; tampoco su decir nace de un rincón recóndito de la mente. La palabra propia es necesariamente intertextual. Alemán, más cercano en sus decires al individualismo metodológico weberiano, es proclive a entender la intencionalidad de la acción en el marco de un mandato tradicional formulado por la institución-referencia del actor6. En su caso, la institución de referencia es la Iglesia latina manifestada en el mandato específico dado a la Compañía de Jesús.

6 Ver p. ej., José Luis Alemán, Economía política dominicana, Santo Domingo, Cen- tro Bonó, 2012, pp. 821-825.

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El giro de la última frase del párrafo anterior quiere comunicar algo muy significativo y puede ayudar a explicar por qué el jesuita Alemán trabajó para una institución no jesuita, sino del episcopado, como lo es la PUC- MM. De acuerdo al espíritu y la voluntad explícita de San Ignacio, el ser de la Compañía de Jesús depende esencialmente del “bien universal de la Iglesia” (Constituciones, 136) y todas sus acciones deben “militar den- tro de la sancta madre Iglesia hierárquica” (Ejercicios espirituales, nn. 170; 353). Para Alemán, por lo tanto, trabajar en la PUCMM era su modo personal de ser jesuita en República Dominicana. Pero eso no le llevaba a renunciar a usar la racionalidad crítica, sino a utilizarla de manera algo agónica. Si quieren comprobarlo, lean las palabras que pronunció en el doctorado honoris causa que le otorgó la universidad unos meses an- tes de morir7. Desde su trabajo académico en la PUCMM, aprovechaba también para criticar con honestidad y mucha autoridad a sus hermanos sacerdotes y, especialmente, a los jesuitas que hemos estado asociados al trabajo social en los barrios marginados de República Dominicana, quienes hemos sido frecuentemente proclives a un verbo profético que no respeta la autonomía de las realidades terrestres. Como puede constatarse en este segundo punto, el contenido específico de esta misión consistía, justamente, en el estudio de las realidades te- rrestres en su autonomía. Este mandato venía del papa de Roma, a quien como jesuita había hecho un cuarto voto de obediencia especial con res- pecto a las misiones (“circa misiones”). Ahora bien, desde el punto de vista existencial, con su labor en la PUCMM, trataba sobre todo de tomar en serio, como interlocutores válidos, a aquellas personas que trabajan con empeño y competencia en esas así llamadas realidades terrestres. El gran caballero que muchos de los aquí presentes conocimos, llama- do José Luis Alemán, se asoma en esta línea. Pero también se asoma el hombre de Iglesia miembro de la Compañía de Jesús: el trabajo como científico social era para él un medio específico para amar en la prácti- ca a aquellas personas que se encontraban fuera del redil de la Iglesia de Jesús. No se trataba de darles catequesis, sino de hacer acontecer la acción salvífica de Dios sobre la tierra gracias al trabajo honesto y com- petente. En este punto sobra desarrollar las raíces profundamente evan- gélicas de tal actitud. Pasemos al tercer punto para ver las implicaciones cosmológicas. No podía trabajar embebido en el espíritu de diálogo del Vaticano II un hombre de Iglesia que no creyera, internamente, que la salvación estaba aconteciendo de manera misteriosa en la misma dinamicidad

7 Fueron transcritas como apéndice en José Luis Alemán, Economía política domi- nicana, op. cit., pp. 861-865.

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del mundo. En este punto, como señala Pedro Trigo en un agudo ar- tículo en el que describe fenomenológicamente ocho formas de ser católico hoy en América Latina8, Alemán era un “católico pasado por la Ilustración”. La formulación de la espiritualidad propia de un católi- co ilustrado del post-Concilio se expresa normalmente con la obra de Teilhard de Chardin9. Se trata de un pensamiento evolutivo, no estáti- co, pero profundamente confiado en que la obra de Dios está aconte- ciendo en la misma transformación interna de la historia como parte del dinamismo interno del Universo, convertido, por esta mirada cre- yente, en “el medio divino”. Naturalmente, se trata de una mirada be- névola y entusiasta sobre el mundo contemporáneo, en una posición prácticamente opuesta a la adoptada por la Iglesia mientras duró la crisis modernista (desde mitad del siglo XIX hasta el Vaticano II, en la década de los 1960). Estamos, pues, ante una mirada de fe sobre la cruel realidad, la que solo un hombre de Iglesia puede tener, porque ama profundamente al mundo como Dios lo ama10. El mundo es bueno bajo la mirada mística de la fe; como repite el Génesis, “Dios vio que todo lo creado era bueno”. Pero está enfermo y hay que empeñarse en curarlo fortificando sus mejores partes. Alemán se preocupa de explicitar al enunciatario eclesial por él ima- ginado indicando que el hecho de reconocer la autonomía secular del mundo no es sinónimo, automáticamente, de anticlericalismo. El enun- ciado que analizamos da a entender que Alemán suponía que esa era justamente la dolorosa experiencia que muchos funcionarios eclesiásti- cos habían tenido, sobre todo en regímenes comunistas. Ahora bien, el enunciado también sugiere que esa dolorosa experiencia de choque con el mundo secular autónomo moderno se explicaba en parte por la misma intransigencia de hombres de iglesia que actuaban pensando que aún vivimos en régimen de cristiandad y que todas las realidades terrestres,

8 Ver Pedro Trigo, “Fenomenología de las formas ambientales de religión en Améri- ca Latina”, en V. Durán, J. C. Scannone y E. Silva, Problemas de filosofía de la religión desde América Latina, Bogotá, Siglo del Hombre Editores, 2003. 9 Ver, entre otras, Pierre Teilhard de Chardin, El medio divino, Madrid, Taurus, 1966; Las direcciones del porvernir, Madrid, Taurus, 1972. En la “Advertencia” preliminar de El medio divino se lee de la pluma de Teilhard: “No se dirige este libro precisamente a los cristianos que sólidamente instalados en su fe nada podrían aprender de él. Está escrito para los inquietos de dentro y de fuera, es decir, para quienes, en vez de en- tregarse plenamente a la Iglesia, la bordean o se apartan de ella con la esperanza de superarla” (p. 26). El presupuesto de Teilhard es que la expresión de la comprensión del mundo se encuentra muy lejos del lenguaje propio de los ideales cristianos. Esta acti- tud es casi idéntica a la que encontramos en Alemán, aunque no explicitada de manera tan directa y desafiante al orden eclesial. 10 En la dedicatoria de El medio divino Teilhard escribió: “Sic Deus dilexit mundum” (“Para quienes aman al mundo”).

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sobre todo las sociales, debían someterse a los designios morales y espi- rituales de los varones eclesiásticos. Igualmente, Alemán se preocupa por explicitar en clave cosmológica (es decir, aquí estamos ante el Alemán filósofo y teólogo que también era) que autonomía de las realidades terrestres no implica necesariamente inmanentismo total. El barro de la tierra es el material a partir del cual el Dios de judíos y cristianos realiza su obra creadora. De lo que se trata es de “amar el barro”, a pesar de que nos parezca demasiado sucio.

La eclesiología mística de Alemán

Podemos concluir estas consideraciones sobre el hombre de Iglesia que era José Luis Alemán a través de sus reflexiones eclesiológicas. Para los que no han asistido formalmente a cursos de teología, la eclesiología es una disciplina de la teología dogmática que se ocupa de razonar acerca del misterio de la Iglesia como parte del plan salvífico de Dios11. Podría decirse, jugando con el conocido refrán: “Dime tu eclesiología y te diré quién eres”. Pues bien, la eclesiología de Alemán es consonante con la cosmología teilhardiana que fue brevemente esbozada en el apartado anterior. La Iglesia es una realidad histórica, culturalmente delimitada, pero querida entrañablemente por Dios, quien la hace marchar hacia un Punto Ome- ga de plenitud que en definitiva es Él mismo, creador amoroso de todo el Universo. Ser miembro razonable de la Iglesia implica asumir todo esto. De entre las diversas reflexiones eclesiológicas que se pueden encontrar dispersas en los textos de Alemán, una me parece especialmente ilustra- tiva de su persona, además de totalmente original. Esta reflexión ecle- siológica se encuentra en su breve intervención con motivo del Sínodo de las Américas, ya citado. La misma responde estructuralmente a esa vocación particular que sentía Alemán como la suya. Recordemos que la preocupación que guía la reflexión de Alemán es cómo se debe de relacionar la Iglesia con los no-creyentes. Esta preocu- pación gana más peso cuando se constata que, en sus últimos ensayos, Alemán planteaba que la sociedad dominicana en su conjunto se ha ido acercando progresivamente a posiciones similares a las de los no-cre- yentes occidentales12.

11 Para una visión de conjunto ver Rufino Velasco, “Iglesia”, en Casiano Floristán y Juan José Tamayo (eds.), Conceptos fundamentales de pastoral, Madrid, Cristiandad, 1983, pp. 445-471. 12 Ver sus ensayos “El cristianismo futuro” (diciembre 2004) y “Situación del cris- tiano en el mundo actual” (diciembre 2005), en José Luis Alemán, Economía política

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De acuerdo con Alemán, la práctica pastoral que integra el diálogo con los no-creyentes y su peculiar subcultura “pervasiva” corresponde al mo- delo de Iglesia que él denominó con la novedosa expresión “Ecclessia abscondita”, “Iglesia escondida” (DRME, 125). Alemán aclara: “con los no-creyentes es indispensable dialogar sobre su manera peculiar de pen- sar y de actuar. A ellos debemos dar razón de la nuestra”. ¿Cómo cons- truyó Alemán este teologúmeno eclesiológico y cuál era su intención? He aquí una explicación razonable que nos pone una vez más ante el hombre de Iglesia.

Dicho en términos teológicos, la noción alemaniana de Iglesia escon- dida navega entre los dos polos dominantes en las discusiones ecle- siológicas de la modernidad. En un extremo se encuentra la noción de “Iglesia invisible” desarrollada por la reforma protestante. En el otro ex- tremo, está colocada la noción contrarreformista católica de “sociedad perfecta” desarrollada por el cardenal jesuita Roberto Belarmino13. En la expresión original de Alemán se descubre la confluencia de dos grandes corrientes teológicas del catolicismo: por un lado, la teología negativa, que habla del Deus absconditus; por otro, los esfuerzos teológicos de Karl Rahner, que, para favorecer el diálogo interreligioso en la Iglesia, acuñó la expresión “cristiano anónimo”14. La noción protestante de “iglesia invisible” era una crítica abierta a la corrupción cortesana de la Iglesia católica de Roma. La invisibilidad de la que hablan los reformados apunta hacia la interioridad, a ese “en lo secreto” al que se refiere reiteradamente Jesús en el sermón del Mon- te como esfera donde se cultiva la entrega sincera a Dios Padre. Pero el riesgo de una invisibilidad total de la Iglesia salta a la vista: es fácil caer en el intimismo y en el sentimentalismo. El cultivo de una iglesia intimista del sentimiento es la renuncia a asumir la densidad de las me- diaciones históricas. Como reacción a la eclesiología reformista protestante, el cardenal je- suita Belarmino puso el acento en la visibilidad institucional de la Igle- sia. Belarmino puede considerarse la principal figura de la eclesiología católica de la Contrarreforma15. A esta se refiere Alemán, en el texto que

dominicana, Santo Domingo, Centro Bonó, 2012, pp. 728-740. 13 Ver Joseph Ratzinger, El nuevo pueblo de Dios, Barcelona, Herder, 1972, pp. 87-89. 14 Ver Bernard Sesboué, “Karl Rahner y los cristianos anónimos”, Selecciones de teología, vol. 25 (1986), n. 99 (disponible en http://www.seleccionesdeteologia.net/se- lecciones/llib/vol25/99/099_sesboue.pdf). 15 Víctor Codina, Para comprender la eclesiología desde América Latina, Estella, Verbo Divino, p. 111.

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venimos analizando, como la “Ecclessia Manifesta”. De acuerdo a las construcciones filosófico-políticas del cardenal jesuita, la Iglesia debe entenderse como “sociedad perfecta”, autosuficiente, tan visible como lo podía ser la república de Venecia o el reino de Francia. Esta socie- dad religiosa ha de estar organizada visiblemente como una monarquía absoluta moderna, y en su cima ha de encontrarse el papa, asistido por las congregaciones romanas, los cardenales y los nuncios. Como parte de sus tareas esenciales, esta sociedad debe estandarizar totalmente la liturgia, aplicar el mismo derecho en todas las iglesias locales y garanti- zar las mismas formulaciones doctrinales en todos los escenarios donde haya una presencia eclesial. Bajo este impulso, es de esperarse que la teología sea la misma en todas las partes del planeta. En la Iglesia como “sociedad perfecta”, el papel decisivo y casi que exclusivo está en manos de la jerarquía sacerdotal, especialmente en los obispos, y más aún, en el papa. Se trata de una respuesta a la doc- trina protestante que reconoce el sacerdocio en todos los fieles. A la iglesia-sociedad-perfecta se ingresa a través de los sacramentos (co- menzando por el bautismo), los cuales han sido confiados a dicha je- rarquía. Profesar la ortodoxia de la fe a través del credo es sinónimo de obedecer sin condiciones a los dictámenes del papa. Como puede constatarse, se trata de criterios bien visibles. La conclusión práctica es que quienes no reciban los sacramentos de manos de los ministros jerárquicamente ordenados están fuera de la Iglesia de Cristo, la cual acaba identificándose con la Iglesia de Roma. Estas personas estarían en camino de la perdición eterna.

La Iglesia escondida de Alemán es visible, pero se visibiliza de manera dis- creta y respetuosa. Renuncia a la cristiandad medieval, pero no se refugia en el sentimiento interior. Esta Iglesia se siembra al mismo tiempo en el mag- ma de la evolución de la historia y en la reflexión razonable sobre la propia fe. Desde allí dialoga con aquellos que no forman parte de su cuerpo. Lejos de condenarlos, aprende de ellos y con ellos a caminar de manera cada vez más lúcida en un mundo moderno que, según su parecer, ha canalizado ra- zonablemente los conflictos a través de sus mejores logros institucionales, como lo son las constituciones civiles. El presupuesto, totalmente místico, es que la salvación de Dios acontece en el fondo de todo lo creado, no en burbujas espirituales diseñadas a la propia medida puritana. Para concluir, oigamos una vez más al hombre de Iglesia ilustrado, José Luis Alemán, viviendo y manifestando tensamente su fe en el contexto dominicano:

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Mi manera personal de concebir la religión se basa en experiencias —nada raro en quienes dedicamos nuestra vida a instituciones «asesinas»—, por aquello de que sin ellas no nos parece que podamos vivir, y, aquí está la diferencia, en largos estudios teológicos y filosóficos que rechazan íntima e intelectualmente manifestaciones emotivas —tradicionales o espontáneas— de devociones, prácticas y normas religiosas. Creo que no solo las tolero —no tendría más remedio que hacerlo—, sino que las respeto como accidentes desagradables de una vida falta de espíritu racional crítico; pero, honradamente hablando, se me hacen tan infumables como cualquier puro torcido por manos inexpertas aunque deseosas de hacerlo bien. No las quisiera para mí, a pesar de que me parezcan bien visibles en la religiosidad popular y aunque sean deseadas por la mayoría de los fieles…16 Ya lo sabemos: el hombre de Iglesia José Luis Alemán no tenía (ni de- seaba tener) los mismos deseos de la mayoría de los fieles católicos dominicanos; pero nos toleraba, nos respetaba y se sentía hermano de todos nosotros en la búsqueda de una vida que se pueda vivir con profundo sentido de la condición humana. De ahí su recurso constante a la distinción bergsoniana entre una ética religiosa de presión y una de aspiración17. Lejos de entender la vida religiosa de fe como una presión de grupo, nos regaló su propia vida llena de aspiraciones honestas y trascendentes, que a muchos nos sigue contagiando.

16 José Luis Alemán, Economía política dominicana, op. cit., p. 732. 17 Ver Economía política dominicana, op. cit., pp. 790; 828-839.

Año 50, Vol. XLI, septiembre-diciembre 2018, pp. 295-305 Portada de Estudios Sociales número 142/153, correspondiente a octubre 2005- marzo 2006 307

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