LOS VICTIMARIOS EN RADIOGRAFÍA DE LA VIOLENCIA EN LOS ÚLTIMOS 50 AÑOS.

Sandra Catalina Contreras Mojica

PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA FACULTAD DE COMUNICACIÓN Y LENGUAJE CARRERA DE COMUNICACIÓN SOCIAL

Bogotá D.C., 31 de enero de 2.008 LOS VICTIMARIOS EN COLOMBIA RADIOGRAFÍA DE LA VIOLENCIA EN LOS ÚLTIMOS 50 AÑOS

Sandra Catalina Contreras Mojica

Trabajo de grado presentado como requisito para optar por el título de Comunicación Social con énfasis en Periodismo y Producción Editorial.

Dirigido por: Jorge Cardona Alzate.

PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA FACULTAD DE COMUNICACIÓN Y LENGUAJE CARRERA DE COMUNICACIÓN SOCIAL

Bogotá D.C., 31 de enero de 2.008 Artículo 23 del reglamento Académico

“La Universidad no se hace responsable por los conceptos emitidos por sus alumnos en sus tesis de grado. Sólo velará porque no se publique nada contrario al dogma y a la moral católica, y porque las tesis no contengan ataques o polémicas puramente personales. Antes bien, se vea en ellas el anhelo de buscar la verdad y la justicia”. Bogotá D.C., 31 de enero de 2.008

Señor Dr. JÜRGEN HORLBECK BONILLA Decano Académico Facultad de Comunicación y Lenguaje Pontifi cia Universidad Javeriana Ciudad.

Es de mi total agrado presentarle el trabajo “Los victimarios en Colombia: Radiografía de la violencia en los últimos 50 años” realizado por la estudiante SANDRA CATALINA CONTRERAS MOJICA, de conformidad con las exigencias académicas para optar por el título de Comunicadora Social. Un ejercicio periodístico que enriquece la historia de violencia en Colombia y, en ese sentido, aseguro que cumple a cabalidad con los requerimientos que fi ja la Facultad para la aprobación de un trabajo de grado.

Atentamente,

Jorge Cardona Alzate Editor general El Espectador Bogotá D.C., 31 de enero de 2.008

Señor Dr. JÜRGEN HORLBECK BONILLA Decano Académico Facultad de Comunicación y Lenguaje Pontifi cia Universidad Javeriana Ciudad.

Es de mi total agrado presentarle el trabajo “Los victimarios en Colombia: Radiografía de la violencia en los últimos 50 años” realizado por la estudiante SANDRA CATALINA CONTRERAS MOJICA, de conformidad con las exigencias académicas para optar por el título de Comunicadora Social. Un ejercicio periodístico que enriquece la historia de violencia en Colombia y, en ese sentido, aseguro que cumple a cabalidad con los requerimientos que fi ja la Facultad para la aprobación de un trabajo de grado.

Atentamente,

Sandra Catalina Contreras Mojica C.C. 53.107.577 de Bogotá. 6

PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA FACULTAD DE COMUNICACIÓN Y LENGUAJE CARRERA DE COMUNICACIÓN SOCIAL

ASESORIA DEL TRABAJO DE GRADO EVALUACION DEL ASESOR

Sr.(a) Asesor(a): La Asignatura Trabajo de Grado que Usted asesora requiere, como las demás asignaturas, de dos notas parciales correspondientes al 60% y una nota fi nal correspondiente al 40% para una defi nitiva correspondiente al 100%. En esta evaluación Usted debe considerar el proceso de elaboración del Trabajo y su producto fi nal, especifi cando en el caso de grupo, la nota correspondiente para cada estudiante.

TITULO DEL TRABAJO: ______

ESTUDIANTE (S) 30% 30% 40% Defi nitiva

OBSERVACIONES (Justifi cación de la Califi cación) ______

FECHA: ______

FIRMA DEL ASESOR: ______c.c. :______7

PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA – FACULTAD DE COMUNICACION Y LENGUAJE CARRERA DE COMUNICACION SOCIAL

RESUMEN DEL TRABAJO DE GRADO

Este formato tiene por objeto recoger la información pertinente sobre los Trabajos de Grado que se presentan para sustentación, con el fi n de contar con un material de consulta para profesores y estudiantes. Es indispensable que el Resumen contemple el mayor número de datos posibles en forma clara y concisa.

I. FICHA TÈCNICA DEL TRABAJO

1. Autor (es): (Nombres y Apellidos completos en orden alfabético). Sandra Catalina Contreras Mojica 2. Título del Trabajo: Los victimarios en Colombia: radiografía de la violencia en los últimos 50 años. 3. Tema central: Historia de violencia contada desde el periodismo judicial. 4. Subtemas afi nes: Bandolerismo, violencia política, narcotráfi co, sicariato y secuestro. 5. Campo profesional: Periodismo y producción editorial. 6. Asesor del Trabajo: (Nombres y Apellidos completos). Jorge Cardona Alzate 7. Fecha de presentación: Mes: Enero Año: 2008 Páginas: 149 II.RESEÑA DEL TRABAJO DE GRADO

1. Objetivo o propósito central del Trabajo:

Contar la historia de violencia de Colombia en las voces del periodismo judicial que muestra otra cara del confl icto a través de los hechos violentos, de los protagonistas de estos hechos y de las luchas que el cronista judicial enfrenta con cada caso y cada actor de violencia. 8

2. Contenido (Transcriba el título de cada uno de los capítulos del Trabajo)

Capitulo1.Los rastros de la muerte

Arrecia la violencia política Entre El Bogotazo y la violencia urbana y rural. La época dorada de la crónica roja Los periodistas en busca de historias La política alienta los ánimos homicidas Se agudiza la violencia en la ciudad y en el campo Refl exiones éticas mientras crece el horror Los cambios políticos y la nueva violencia Cambia el poder político, pero no la violencia

Capítulo2.Los nuevos victimarios

Los nuevos caminos de la violencia política Las guerras particulares sin cronistas El fi n de los bandidos Los positivos del Gobierno La violencia en las ciudades Persiste la ofensiva contra la violencia política Guerra de guerrillas Cambio de gobierno y frente de guerra Entre la violencia urbana y la guerra 9

Capítulo 3. M-19, Estatuto de seguridad y narcotráfi co

El desafío de los secuestradores

M-19 mediático

Irrumpe el narcotráfi co

La guerrilla también arremete

La hora del estatuto de seguridad

La extradición y el MAS

La prisa por la paz

Epílogo de muerte

Capítulo 4. De Capos, Traquetos, Sicarios y Águilas Negras

La Primera Ofensiva Contra El Narcotráfi co

El Límite Del Horror

Violencia Entre Violencia

De La Zona De Distensión A La Seguridad Democrática 10

JORGE CARDONA ALZATE C.C. N°. 3.182.855 de SUBA Dirección: Calle 103 N° 64-75. Teléfono: 4232300 extensión: 1231 Correo electrónico: [email protected]

ESTUDIOS REALIZADOS

1976-1981 ECONOMÍA, UNIVERSIDAD SANTO TOMÁS 1987-1994 FILOSOFÍA Y LETRAS. UNIVERSIDAD SANTO TOMÁS

ACTIVIDADES LABORALES

1987-1991. PERIODISTA JUDICIAL 1991-1993 PERIODISTA JUDICIAL. AGENCIA NEW PRESS 1993-1996 PERIODISTA JUDICIAL. EL ESPECTADOR 1996-2000 EDITOR JUDICIAL. EL ESPECTADOR 2000-2002 EDITOR DE UNIDAD DE PAZ. EL ESPECTADOR 2002-2005. JEFE DE REDACCIÓN. EL ESPECTADOR 2005-2008 EDITOR GENERAL. EL ESPECTADOR

CÁTEDRA UNIVERSITARIA

1991-1996 CATEDRÁTICO DE PERIODISMO EN LA UNIVERSIDAD CENTRAL (TALLER DE CRÓNICA PERIODÍSTICA) 1996-1998 CATEDRÁTICO DE PERIODISMO EN LA UNIVERSIDAD EXTERNADO (TALLER DE PERIODISMO JUDICIAL) 1994-2008 CATEDRÁTICO DE PERIODISMO EN LA UNIVERSIDAD JAVERIANA 11

Pontifi cia Universidad Javeriana - Facultad de Comunicación y Lenguaje Carrera de Comunicación Social - Coordinación de Trabajos de Grado

PROYECTO DE TRABAJO DE GRADO - Único Formato aceptado por la Facultad -

Profesor Proyecto Profesional II: Sergio Roncallo. Fecha: 4 de octubre de 2006 Califi cación: ______Asesor Propuesto: Jorge Cardona Tel.: 3125889741 Fecha: 4 de octubre de 2006. Coordinación Trabajos de Grado: ______Fecha inscripción del Proyecto: ______

I. DATOS GENERALES

Estudiante: Sandra Catalina Contreras Mojica.

Campo Profesional: Periodismo- Producción editorial

Fecha de Presentación del Proyecto: _31 de enero de 2008

Tipo de Trabajo:

Teórico: Sistematización de Experiencia: ____ Producción: __X___

Profesor de Proyecto Profesional II: Sergio Roncallo.

Asesor Propuesto: Jorge Cardona

Título Propuesto: (Provisional, corto, creativo, con subtítulo explicativo)

Los victimarios en Colombia: Radiografía de la violencia en los últimos 50 años. 12

II. INFORMACIÓN BASICA A. PROBLEMA 1. ¿Cuál es el problema? ¿Qué aspecto de la realidad considera que merece investigarse?

Aunque en Colombia se identifi ca la crónica roja con el periodismo judicial por sus orígenes, se debe tener en cuenta el cambio que han tenido estos géneros durante las últimas décadas en Colombia, en especial por los temas que trabajan este tipo de relatos y porque se debe establecer que si existe diferencia entre la crónica roja, el periodismo judicial y el periodismo sensacionalista.

Este género en nuestro país se ha desarrollado por los cronistas que han tenido la oportunidad de encontrarse con crímenes de diferentes categorías, pero que se vuelven extraordinarios en la narrativa de estos periodistas. No se puede negar que tienen talento los periodistas que recrean estas historias, sin embargo este género se ha quedado corto en referentes periodísticos que involucren una labor del periodista de seguimiento y contexto. En Colombia la violencia se presenta en diferentes contextos y por diferentes guerras. Establecer que tipo de confl icto fueel que se dio en ese caso podría ayudar al seguimiento de una nueva manifestación de violencia o de una repetición de muertes violentas por esa causa.

2. ¿Por qué es importante investigar ese problema? (Enumere las razones que justifi can la investigación que se propone, su pertinencia e importancia, desde - para el campo profesional y para la Comunicación).

a. El relato que da cuenta de toda la historia de violencia contada por el periodismo judicial en Colombia.

b. El contexto y la redefi nición de personas que han marcado las etapas de violencia.

c. Las historias periodísticas en el cubrimiento de la muerte como producto de la violencia en Colombia.

d. La historia de violencia contada desde el cubrimiento de la muerte traducida en delitos, homicidios, sicarios y desaparición forzada. 13

3. ¿Qué se va investigar específi camente ? (Defi na el objeto o corpus de la investigación ¿Con qué materiales, entidades, espacios, textos, etc. va a trabajar?).

Se hace una revisión histórica del periódicos: El Espectador para dar un contexto histórico y periodístico a la historia de violencia en Colombia.

B. OBJETIVOS

1. Objetivo General: (¿Qué busca alcanzar? Párrafo puntual donde defi ne la META general que se propone para el Trabajo).

Contar la historia de violencia de Colombia en las voces del periodismo judicial que muestra otra cara del confl icto a través de los hechos violentos, de los protagonistas de estos hechos y de las luchas que el cronista judicial enfrenta con cada caso y cada actor de violencia. 2. Objetivos Específi cos (Particulares): (Especifi que qué otros objetivos se desprenden del Proyecto. ¿Qué tipo de metas se propone cumplir para lograr el objetivo general?).

1. Describir el periodismo judicial a través del relato de violencia que ellos han hecho durante el cubrimiento de nuestra historia en medios escritos. 2. Revisión histórica de la historia de violencia a través del cubrimiento que hizo la crónica roja y que ha hecho el periodismo judicial. 3. Defi nir la historia del periodismo judicial a partir del relato de vio relato de violencia que han publicado periodistas judiciales en periódicos.

III. FUNDAMENTACION Y METODOLOGIA A. FUNDAMENTACION TEORICA

1. ¿Qué se ha investigado sobre el tema? (Antecedentes de investigación. Revisión de la bibliografía pertinente. Para trabajos con producción, ¿hay producciones que trabajen el mismo tema o alguno similar? ¿Existen manuales semejantes? ¿Textos de apoyo a su trabajo?).

No existen textos que trabajen la relación de periodismo y la muerte desde el cubrimiento del periodismo judicial. Se ha trabajado el periodismo sensacionalista, la crónica roja únicamente y relatos de narcotrafi cantes y de desapariciones forzadas. 14

Apuleyo Mendoza, P. et al. (1990), “En que momento se jodió Colombia”, Lima, Editorial la Oveja Negra.

Bermesolo, F. (1995), “El origen del periodismo amarillo”

Checá F, (1990) “El Extra: las marcas de la infamia: Aproximaciones a la prensa sensacionalista”.

López O, (2001) “Amarilla y roja. Estéticas de la prensa sensacionalista”. Universidad Eafi t.

Vallejo. M, (febrero de 2006) “A plomo herido: una crónica del periodismo en Colombia (1880-1980)”. Editorial Planeta.

2. ¿Cuáles son las bases conceptuales con las que trabajará? (Qué conceptos, categorías, relaciones conceptuales básicas va a utilizar? Descríbalas brevemente).

Muerte, periodismo, crónica roja, bandolerismo, violencia política, homicidios, sicarios, narcotráfi co.

B. FUNDAMENTACION METODOLOGICA

1. ¿Cómo va a realizar la investigación? (¿Cómo va a alcanzar los objetivos propuestos?¿Con qué tipo de metodología? ¿Qué instrumentos y técnicas de investigación va a trabajar? En trabajos con producción, ¿cómo lo va a realizar? ¿Supone diagnósticos previos?, ¿Entrevistas?, ¿Observación?, Encuestas?, etc).

Los objetivos se alcanzaran con un trabajo de revisión histórica con metodología descriptiva y con técnicas de recopilación y observación del material de los períodos de tiempo (1945-1955/1986-1989/1990-2002). No poseo diagnósticos previos sino libros periodísticos que han trabajado temas que surgieron en esos periodos de tiempo.

2. ¿Qué actividades desarrollará y en qué secuencia? (Cronograma. Especifi que tareas y tiempo aproximado que le tomará cada una. Recuerde que tiene un (1) semestre académico para desarrollar su proyecto). 15

Agradezco el apoyo incondicional de mi madre y de Jorge Cardona porque sin ellos no hubiera culminado este proceso. A mi madre por ser luz y guía en las revisiones y a Jorge por su orientación, su espíritu, su conocimiento y ante todo su voluntad de trabajar en este proyecto que involucra el problema histórico de la violencia. A ellos solo les puedo retribuir su trabajo y tiempo con la persistencia en este camino del periodismo judicial que hace seguimiento de la violencia en Colombia.

No quiero dejar este espacio sin agradecer a Kelly por su ayuda en la documentación de este trabajo con el archivo del periódico El Espectador y a Andrea Rodríguez por sus correcciones, el tiempo y la paciencia que ayudaron a conllevar la recopilación de este trabajo y la revisión minuciosa de la historia de violencia contada por los periodistas. Y por supuesto, a quienes hicieron posible que este trabajo existiera por su misma dedicación al cubrimiento del dolor, de la muerte, del asesinato y de la guerra: Los cronistas judiciales. 16

A ti papá que me enseñaste qué era la muerte y el dolor que desgarra el alma. Por la oportunidad de contar esta historia en tu nombre y en el de todas las personas que han muerto por la ignominia de la indiferencia, de la intolerancia y de la corrupción. Tu partida es la muestra que el dolor forja el carácter como el fuego al vidrio y que por eso aún continuamos aquí. 17

ÍNDICE

Introducción 19

Capitulo1.Los rastros de la muerte 21

Arrecia la violencia política 23 Entre El Bogotazo y la violencia urbana y rural. 25 La época dorada de la crónica roja 30 Los periodistas en busca de historias 34 La política alienta los ánimos homicidas 37 Se agudiza la violencia en la ciudad y en el campo 41 Refl exiones éticas mientras crece el horror 44 Los cambios políticos y la nueva violencia 50 Cambia el poder político, pero no la violencia 54

Capítulo2.Los nuevos victimarios 59

Los nuevos caminos de la violencia política 61 Las guerras particulares sin cronistas 63 El fi n de los bandidos 67 Los positivos del Gobierno 69 La violencia en las ciudades 74 Persiste la ofensiva contra la violencia política 75 Guerra de guerrillas 78 Cambio de gobierno y frente de guerra 81 Entre la violencia urbana y la guerra 85 18

Capítulo 3. M-19, Estatuto de seguridad y narcotráfi co 89 El desafío de los secuestradores 91

M-19 mediático 94

Irrumpe el narcotráfi co 95

La guerrilla también arremete 100

La hora del estatuto de seguridad 103

La extradición y el MAS 105

La prisa por la paz 110

Epílogo de muerte 114

Capítulo 4. De Capos, Traquetos, Sicarios y Águilas Negras 116

La Primera Ofensiva Contra El Narcotráfi co 121

El Límite Del Horror 124

Violencia Entre Violencia 128

De La Zona De Distensión A La Seguridad Democrática 131

Conclusiones 136

Bibliografía 141

Anexos 145

19

INTRODUCCIÓN

Este trabajo pretende contar una historia de violencia. Un recuento del país contemporáneo visto desde la óptica de los periodistas y evaluar la forma cómo ha cambiado la ideología y móviles de los victimarios. De la violencia partidista de los años 50 hasta los nuevos artífi ces de violencia en el actual confl icto colombiano. Un relato periodístico encaminado a demostrar que, desde hace varias décadas, infortunadamente la muerte ha estado presente en nuestra cotidianidad sin que la sociedad haya reaccionado de forma contundente.

Hace 50 años, la divulgación y registro de detalles de los episodios judiciales del país dio origen a la época dorada de la crónica roja, un género en el que los periodistas judiciales no sólo escribían con notable estética sino que le daban vida a sus historias a través de un estricto seguimiento de los hechos en los juzgados y audiencias públicas. Una labor temeraria e incluso novelesca que hizo de la muerte uno de los temas esenciales para los lectores de periódicos. Una dinámica en la que los espacios privados de las víctimas de la muerte fueron recreados por escritores judiciales que se involucraban hasta en las salas de necropsias.

No obstante, la irrupción de la violencia política partidista en los años 50, no sólo agotó el género de la crónica roja sino que partió en dos la historia de Colombia. A partir del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, estalló la violencia en las regiones y aparecieron grupos de bandoleros que en ciertos momentos con incipientes ideologías o presos de un enfermizo odio partidista, dejaron miles de muertos en pueblos y veredas. Fue una violencia de hombres rurales que en algunos casos vieron en los bandoleros a auténticos héroes de combate. Por eso justifi caron muchas de sus acciones criminales y hasta permitieron que aquellos formaran ejércitos privados para proteger intereses privados, como por ejemplo fue el caso de la guerra verde de las esmeraldas.

De alguna manera, la creación de estos ejércitos privados ilegales fue el comienzo del accionar de las bandas de sicarios que, para mediados de los años 70, entre múltiples facetas ya habían desbordado en organizaciones dedicadas al narcotráfi co. De tal manera que, con cierta laxitud de las autoridades, lo que en los años 60 eran incipientes grupos guerrilleros, grupos de autodefensa contrainsurgente o ejércitos privados al servicio de terratenientes o caciques regionales, en los 70 estaban transformándose en máquinas de guerra. En este nuevo ámbito, los periodistas ya no tuvieron fuentes cercanas para recrear sus historias, sino escasos datos para enfrentar inermes a las organizaciones del narcotráfi co con exceso de poder. 20

A partir de entonces, la cobertura de la muerte tuvo que hacerle espacio a incontables masacres, magnicidios, crímenes selectivos y otras cuantas violaciones a los derechos fundamentales, con una creciente impotencia ante el avance de los grupos guerrilleros, los ejércitos paramilitares, los carteles del narcotráfi co, las bandas de delincuencia común, las organizaciones dedicadas al secuestro. Una proliferación de victimarios y víctimas que cambió para siempre la perspectiva del cubrimiento judicial. En adelante, los periodistas se volvieron testigos de una creciente crisis social agravada por la violencia. Un ciclo de muertos y dolientes que, a partir de la segunda mitad de los años 80, alcanzó dimensiones aberrantes y superó con creces cualquier esfuerzo del periodismo por realizar un cubrimiento masivo y sistemático.

Hoy, más que el sensacionalismo o el amarillismo, el dilema esencial es la impotencia del periodismo para realizar una cobertura digna para todos los casos donde se impone la violencia. Los medios de comunicación tratan de denunciar aquellos casos donde la mano del narcotráfi co, el paramilitarismo o la guerrilla agreden a los ciudadanos. Pero la realidad desborda cualquier opción mediática. El periodismo ha cambiado y las formas de encarar la realidad violenta también. Este trabajo apunta a demostrar cómo a través de los años esta dinámica afecta la cotidianidad y de qué manera los victimarios han impuesto sus rostros.

Lo que ayer fue un género digno, la crónica roja, hoy constituye un escenario imposible de abordar de forma individual. La exigencia es la contextualización de los procesos y una pedagogía sobre los nuevos caminos del confl icto. Y el reto es ese. La historia de los últimos tiempos la están contando los bandidos. Corresponde al periodismo desarrollar nuevas dinámicas y avanzar hacia una sociedad informada que entienda como una responsabilidad colectiva derrota la violencia y deja atrás una historia donde la muerte ha sido protagonista. Ayer como una opción periodística de notables esfuerzos y hoy desbordada en las páginas, pantallas y estaciones, por una razón simple y contundente: el exceso de cadáveres. Radiografía de la violencia en los últimos 50 años Jueves 31 de enero de 2.008 21

1. Los Rastros de la Muerte La violencia jamás ha respetado razas, territorios o culturas y Colombia no ha sido la excepción. A lo largo del siglo XIX, en el tránsito hacia el siglo XX, en distintos momentos de esta centuria y en lo que va corrido del siglo XXI, la muerte ha sido protagonista del acontecer nacional. En 1900, durante la Guerra de los Mil Días, la confrontación más intensa en la que se han enfrentado ejércitos liberales y conservadores, la violencia hizo de las suyas mientras la división política caracterizaba al país. Los conservadores fragmentados entre nacionalistas e históricos y los liberales entre belicistas y pacifi stas. Entre los discursos incendiarios de sus líderes, una comunidad dispuesta a matarse por simples pasiones políticas.

La batalla de Palonegro, librada entre el 11 y 26 de mayo, constituye una muestra de la ferocidad de esta guerra. En 15 días dejó cerca de 2500 soldados muertos, cerca de 1500 liberales y 1.000 conservadores. Aunque la batalla otorgó una ligera ventaja a los conservadores, ningún bando se declaró victorioso debido al alto costo en vidas humanas. El liberalismo la califi có como una de las tragedias más colosales en la Guerra de los Mil Días. Y no habían pasado muchos días, cuando el vicepresidente José Manuel Marroquín dio el golpe de Estado a Sanclemente apoyado por los conservadores históricos y los liberales. Sin enfrentamientos ni resistencia armada. Sin embargo, la guerra no cesó y la violencia política se mantuvo hasta 1902, cuando se celebraron los pactos de paz de Nerlandia, Wisconsin y Chinácota.

Concluida la Guerra de los Mil días, el país se estabilizó políticamente, pero la violencia y las prácticas delincuenciales quedaron como una herencia lamentable. Prueba de ello es la continua aparición de relatos de asesinatos en los periódicos o crónicas con historias de robos, suicidios, asaltos a joyerías, estafas y venganzas. Por ejemplo, hacia 1917, los principales periódicos le dieron amplia cobertura a las acciones de la Mano Negra, una organización dedicada a conseguir dinero de forma violenta en Ocaña (Santander). Según reportes de la época, la primera víctima fue Julio Pérez, un estafador que murió en su ley. La organización lo mató en enero de 1917, el mismo año en el que Bogotá fue sacudida por un violento terremoto ocurrido el 29 de agosto. Y también en ese año en que el gobierno de José Vicente Concha tuvo que controlar una insurrección en Arauca porque el sujeto llamado Humberto Gómez se declaró jefe civil y militar de la región y alcanzó a reclutar una guerrilla de 300 hombres.

Otra historia que acaparó titulares en estos tiempos de hegemonía conservadora ocurrió en julio de 1924, cuando fue asesinado Roberto Barrera Philips. El presunto homicida acusó Los victimarios en Colombia Jueves 31 de enero de 2.008 22

del crimen a la esposa del occiso y los periódicos le dieron amplio despliegue a la historia y los detalles de la investigación. Sin embargo, sólo hasta 1937, 20 años después, vinieron a reseñar que fue el hermano de Roberto Barrera quien lo mató por quedarse con la fortuna que iban a heredar. Historias parecidas llenaron las páginas de los periódicos e hicieron parte de los retratos de ciudad y de una cultura matizada por los confl ictos a pesar de que, poco a poco, el país intentaba modernizarse a través de la contratación de misiones extranjeras de Suiza y Alemania que perfeccionaron el sistema de aduanas y otros servicios como la radiotelegrafía, el correo, la fabricación de municiones, la estadística y la arquitectura para la creación de edifi cios públicos.

Con el paso de los días también se agravaron los problemas sociales y en medio de sucesos de delincuencia común como el denominado crimen del puente de Sosa en Bogotá, ocurrido en septiembre de 1927 y recordado porque dividió las opiniones entre quienes concluyeron que la misma víctima se propinó el disparo al intentar defenderse y quienes aseguraron que fue su contrincante por proteger a una campesina de otro hombre, la cotidianidad del país cambió signifi cativamente. Por eso, al tiempo que los periódicos le otorgaban importancia a episodios como la muerte de Luis Alberto Izquierdo o la libertad de la campesina que presuntamente fue el motivo de su deceso, en diversas regiones de Colombia la confrontación política volvía a cobrar fuerza. En Barrancabermeja, por ejemplo, las huelgas de trabajadores se convirtieron en el pan de cada día y el Partido Socialista Revolucionario PSR se constituyó para apoyar y dirigir las manifestaciones de obreros en todo el país. A instancias del gobierno de Miguel Abadía Méndez, el ministro de Guerra Ignacio Rengifo logró que el Congreso aprobara el decreto 707 que autorizó a la fuerza pública a capturar a cualquier ciudadano por simple

Descripción de una sospecha y a declarar toda huelga como ‘acto subversivo’. nota suicida encontra- da en el Salto del Te- quendama El fi nal de los años 20, la caída de la hegemonía conservadora y la irrupción de la República Liberal en 1930, llegó acompañada de incontables noticias de violencia. Unas por confrontación política y otras por efecto de la delincuencia común. Por eso, mientras la sociedad se mostraba consternada por la represión del gobierno con terribles sucesos como la matanza de las bananeras ocurrido en noviembre de 1928 en Ciénaga (Magdalena), en Bogotá también había lugar para episodios de violencia con amplio despliegue periodístico. Como la sucesión de suicidios que motivó el interés de los periódicos de los años 30. Por ejemplo, El Espectador, el jueves 15 de septiembre de 1928 tituló Una bella muchacha se suicidó y Radiografía de la violencia en los últimos 50 años Jueves 31 de enero de 2.008 23

publicó una larga historia del caso acontecido en la carrera 4 entre calles 21 y 22 de Bogotá, donde encontraron muerta a la señora Aura Salcedo. Según la publicación, se envenenó con un gramo de estricnina y las sospechas recayeron en un desengaño por su relación con un boticario que le enviaba cartas comprometedoras y un médico que llegó para tratar de salvarle la vida. Aunque nunca se publicó la conclusión del caso, se descubrió que la mujer estaba embarazada y que posiblemente pudo ser un asesinato con una sobredosis de morfi na.

Era la misma época de los rituales de muerte en el Salto del Tequendama, lugar escogido por muchos suicidas para poner fi n a sus días. Como Carmen Elewik, esposa del ciudadano Gonzalo Acevedo, quien se lanzó dejando huérfanos a sus tres hijos, o el caso de José Ignacio Guillen, quien según las crónicas de la época, ante los visitantes al salto mencionó con dramatismo: ¡Retírense todos porque el abismo atrae! y se arrojó a las aguas del Salto del Tequendama en presencia de quienes allí estaban. También se hizo famosa la historia del agente de policía Rosendo Abril, quien se suicidó en el mismo lugar al leer las historias de los periódicos de la época que hablaban sobre este tema. Un asunto que resultó de tanta novedad periodística que aún se reseñan los trabajos periodísticos de Joaquín Jiménez, un periodista que se inventó a un personaje llamado Rodrigo de Arce, como el presunto poeta autor de los versos que se encontraban en los bolsillos de las víctimas. Su único propósito: “crear un áurea de leyenda en torno a las muertes de los desgraciados; y a fe que lo logró cuando la gente comenzó a atribuir estos suicidios a los tristes poemas. Su inmersión en el ofi cio lo llevó al extremo de adquirir una neumonía cuando hacía uno de aquellos descensos – esta vez para buscar las víctimas de un taxi accidentado- en un amanecer de febrero de 1946, y murió a sus escasos 30 años”1

Arrecia la violencia política

Infortunadamente, la violencia política empezó a agudizarse y nuevamente los enfrentamientos entre liberales y conservadores se hicieron permanentes. En Tunja se agredió una multitud de conservadores y liberales; en Chiquinquirá se armó un mitin armado entre los dos partidos; y especialmente en Santander, Magdalena, Bolívar, Boyacá y Norte de Santander, la confrontación partidista empeoró. Una secuencia de hechos violentos por razones políticas a los que no faltaron los comunes. Como el caso ocurrido el 14 de septiembre de 1931, cuando un niño de seis años le causó la muerte a su padre cuando observó la forma en que maltrataba a su mamá. Los periódicos no publicaron la identidad del menor, pero si dieron cuenta que el niño, al ver que su papá no se detenía, cogió un machete y lo golpeó en la nuca causándole la muerte. Ya empezaba a evidenciarse que los cronistas de prensa tenían condiciones para convertirse en avezados detectives. Y como no, si la historias abundaban y cada día resultaban más complejas. Como Los victimarios en Colombia Jueves 31 de enero de 2.008 24

en marzo de 1932, cuando una familia de hampones en Bogotá mató a otro delincuente reconocido. Según los periódicos de la época, la familia Rojas era dueña de un café en el centro de la ciudad y se le conocía como autora de múltiples robos y un sin fi n de delitos. Un día de la primera semana de marzo llegó al establecimiento el sujeto identifi cado como Francisco Rodríguez, alias ‘el Turco’, quien después de ingerir unas cuantas cervezas no quiso pagar la cuenta. Por eso se armó la pelea y un amigo de los hermanos Rojas le disparó a quemarropa. Aunque el responsable fue identifi cado, la familia Rojas también fue inculpada por el insuceso, aunque las autoridades no pudieron procesarlos porque entre ellos se encubrieron habilidosamente utilizando una estrategia: culpabilizándose unos con otros.

Era una época en que la tragedia humana aportaba historias de sobra para entretener a los lectores. Según lo dejó escrito el periodista Felipe González Toledo, quien por esa época empezaba a hacer sus primeros pinitos en los periódicos, la tarea de los cronistas era la interpretación de los hechos al lector, al punto de explicarle en el caso referenciado, por qué unos quedaron como sospechosos, otros fueron juzgados y otros simplemente aparecieron muertos en distintos lugares. Así empezaron a proliferar los casos judiciales y los periodistas dedicados a este ofi cio. Y, por ejemplo, empezó a utilizarse una palabra desconocida, el uxoricidio, a raíz de una historia peculiar conocida como Barba azul, asesino de la mujer x, la saga de un criminal de la Costa que mataba a sus esposas. Cada crimen que cometía era reseñado como el capítulo de una novela. Al fi nal, el sujeto fue detenido y juzgado en Bogotá.

Aparte de convertirse en especialistas de investigaciones criminales, los periodistas contaban historias con tal profundidad de detalles que dejaban absortos a sus lectores. Fue la primera etapa de la crónica roja y permitió la formación periodística en varios diarios, revistas y emisoras, en las que, sin embargo, se procuraba no caer en el sensacionalismo y relatar los crímenes con ética2. Uno de los detalles que causó más impacto y puso a los lectores en contacto con las víctimas fue la publicación de las primeras fotos de sucesos judiciales. Ocurrió a raíz del crimen conocido en los periódicos de fi nales de los años 40 como El grano de oro. Al inicio de la investigación se pensó que el asesinato de un hombre se había perpetrado por una herencia y se acusó a los familiares como presuntos autores intelectuales del crimen. El caso nunca se resolvió, pero la foto publicada del dueño de la tienda que dio nombre a la crónica, se convirtió por mucho tiempo en un signo del interés periodístico por los crímenes urbanos.

Claro está que la violencia política tampoco daba tregua pues ya eran continuos los ataques entre conservadores y liberales. Los dos gobiernos de Alfonso López Pumarejo y Eduardo Santos habían transcurrido en medio de enconados antagonismos y huelgas, y en las Radiografía de la violencia en los últimos 50 años Jueves 31 de enero de 2.008 25

zonas rurales siguió acunándose un odio partidista que años después dejaría terribles secuelas en el país. Sin embargo, antes de que el país se precipitara en el abismo de la violencia política, la muerte por violencia común siguió de moda. Y uno de esos episodios determinantes fue la historia de una mujer que fue asesinada en Bogotá por sus amigas que le sentían envidia. Eva Pinzón, la víctima, de 19 años de edad, fue apuñalada en 30 oportunidades. Después le abrieron el vientre y lo llenaron con piedras. La razón: los celos de las demás mujeres porque Eva les quitaba los amantes. El caso cobró aún más importancia porque la defensa de las mujeres vengadoras la asumió un penalista ya famoso: Jorge Eliécer Gaitán.

De la misma forma fueron apareciendo los perfi les criminales descritos estéticamente por los periodistas, que rápidamente tuvieron muchas historias por escribir, como la primera masacre que ocurrió en Colombia en los orígenes de la violencia política contemporánea. Se tituló en los periódicos Quíntuple asesinato y los relatos abundaron en detalles acerca de cómo fueron destrozados a machete los cuerpos de una familia en San Cayetano, en límites entre Cundinamarca y Boyacá. Esta historia tuvo un elemento adicional que sació la curiosidad de los sabuesos periodistas. La oportunidad de relatar cómo los victimarios confesaron su crimen. Y fue Oliverio Gómez, el cabecilla de la masacre, quien fue capturado y con cinismo hizo un crudo relato de lo sucedido. Por su forma de actuar y de expresarse, se creyó que tenía problemas mentales, pero cuando todos estaban entusiasmados esperando el diagnóstico, en momentos en que era conducido a un examen psiquiátrico, se escapó.

Entre el bogotazo y la violencia urbana y rural.

Dos años antes de llegar a la mitad del siglo XX ocurrió el hecho que partió en dos la historia de Colombia. Hacia la una de la tarde del viernes 9 de abril de 1948, fue asesinado en Bogotá el líder liberal Jorge Eliécer Gaitán y se inició una especie de insurrección popular que tomó el nombre de El Bogotazo. La capital quedó semidestruida, el tranvía incendiado y nunca se supo el número de muertos. Sólo se supo que fueron muchos. El gobierno conservador que presidía Mariano Ospina Pérez entró en crisis y los liberales pidieron su renuncia. Ospina se negó a dejar el poder y aceptó constituir un gobierno de Unidad Nacional al negociar con los liberales. A partir de este cruento episodio, replicado en la mayoría de ciudades y municipios del país, la violencia política se regó como pólvora y surgieron toda clase de grupos armados en el campo, entre milicias campesinas que exigían soluciones agrarias hasta hordas de bandoleros sembrando la muerte. Todo aquello se convirtió en la antesala de una futura guerra de guerrillas. Curiosamente, en el momento en que ocurrió El Bogotazo perdió protagonismo una Los victimarios en Colombia Jueves 31 de enero de 2.008 26

historia de violencia familiar que acaparó el interés de los lectores de periódicos. Fue el caso de una niña descuartizada por su padrastro, hecho ocurrido en Bogotá el 16 marzo de 1948. El padrastro, Jorge Miranda, sentía atracción por su hijastra, pero la madre le prohibió a la niña acercarse a él, así que cuando se sintió rechazado, decidió estrangular y descuartizar a la niña. No obstante, ante las autoridades dijo que sólo le había dado un golpe en la mejilla y que las aves de rapiña le habían descuartizado el cuerpo. El suceso se discutió ampliamente entre la sociedad y se puso como ejemplo de cómo las ciudades estaban acunando historias de violencia y confl ictos que amenazan con destruir la armonía social. Lo cierto es que apenas empezaba a abrirse paso en Colombia una violencia peor, esta vez en el campo, fortalecida por los odios políticos entre conservadores y liberales.

Un confl icto que se acentúo hacia noviembre de 1949, después de que el presidente Ospina Pérez cerró el Congreso y las Asambleas Departamentales tras declarar el país en Estado de Sitio. Por más que las elites sociales y los gremios de la producción hicieron insistentes

La esquina donde Jorge Eliécer Gaitán cayó muer- to a la 1 de tarde del 9 de abril de 1948. Las imáge- nes de los periódicos que conmemoraban este hecho que partió en dos la histo- ria de Colombia y el inicio de Bogotazo. Foto: El Espectador.

La investigación por el asesinato de Gaitán nunca llevo a un resultado con- cluyente, el periodismo señaló la inefi cacia del proceso años después. Foto: El Espectador.

llamados a la paz entre liberales y conservadores, lejos de cesar la violencia se agudizó. Los liberales se retiraron del gobierno y el Presidente no encontró fórmulas para atajar la violencia. Ospina Pérez recurrió a la censura de prensa y al control de las comunicaciones, pero estas medidas también fueron insufi cientes. El propio proceso electoral para escoger el sucesor de Ospina en la Casa de Nariño se convirtió en un polvorín, al punto que el liberalismo se retiró del debate electoral después de un atentado en el que resultó muerto el hermano del candidato Radiografía de la violencia en los últimos 50 años Jueves 31 de enero de 2.008 27

presidencial Darío Echandía llamado Vicente. Sin rivales, en 1950 resultó electo a la Presidencia el dirigente conservador Laureano Gómez Castro. Oscuros momentos que no opacaron el interés por las historias judiciales urbanas, como una de las más renombradas de la época: la historia de Teresita la descuartizada, el sórdido hallazgo del tronco de la dueña de un bar de Chapinero en la quebrada de San Antonio, ubicada en el barrio La Fragüita, en el sur de Bogotá. Ocurrió en noviembre de 1949. Así lo reseñó un periódico capitalino: “Al tronco estaban prendidos los brazos y, al adelantarse la búsqueda, se encontraron las piernas. A considerable distancia, la cabeza. Todo indicó que el homicida, después En el sector de la carrera 11 varios edifi cios fueron incendiados y ape- de cortar las piernas, les puso fi nas medias de dreados los almacenes. Pocos días nylon, porque éstas se encontraron intactas.”3 después del 9 de abril comenzaron a ser removidos y recogidos los es- Este descubrimiento puso fi n a la desaparición, crombros. un mes antes, de María Teresa Buitrago, nombre

El pueblo enardecido por la muerte El diez de abril la ciudad estaba de- de Jorge Eliécer Gaitán incedió varios solada. La gente no salía por temor a edifi cios, entre esos el que correspon- que les dispararan los francotiradores día a la Gobernación de Cundinamarca apostados en las esquinas de los edifi - que continúo en llamas el 10 de abril. cios. En la foto uno de ellos dispuesto Fotos: Luis Gaitán. El Espectador. a disparar. Los victimarios en Colombia Jueves 31 de enero de 2.008 28

completo de la víctima. La mujer estaba casada con un italiano llamado Ángelo La Marca, quien había tenido con ella una fuerte discusión conyugal. Aunque él mismo denunció su desaparición, una vecina que había visto confrontaciones entre ellos desde tiempo atrás, fue la base para que apareciera como el primer sospechoso.

Además, el 12 de noviembre, un niño testifi có que el 31 de octubre había visto al italiano sacar tres maletas de la casa donde vivía con Teresita, justo el mismo día en que se inició la búsqueda por la desaparición de su esposa. Según los periódicos de la época, el posible móvil del asesinato fue la constante humillación que le hacía Teresita al italiano y las supuestas relaciones extraconyugales que esta sostenía y que su esposo soportaba estoicamente. El caso despertó tanto interés que, tres años después, durante la audiencia pública de El seguimiento del caso juzgamiento celebrada el 20 de julio y los pormenores del juicio más visto en la de 1951, se vendieron 250 boletas historia de Colombia. Se para asistir a la diligencia judicial vendieron 250 boletas para la audiencia que que concluyó con una sorpresa: fueron agotadas en poco la absolución de La Marca. Sin tiempo. Fotos: El Espectador. embargo, el italiano siguió preso. Tiempo después, cuando la historia ya estaba prácticamente olvidada, el italiano se escapó de la Penitenciaria Central de La Picota.

Lo cierto es con este tipo de historias como la de Teresita la descuartizada, empezó a confi gurarse una crónica judicial de ciudad y los periódicos se encargaron de acogerla con mucho entusiasmo. Quizás era preferible o más fácil de abordar periodísticamente que la violencia política cuyos muertos ya empezaban a sobrepasar la posibilidad de los cronistas, hasta terminar siendo una rutina silenciada en la que el muerto de ayer ya no servía para la historia de hoy4. Era más viable desnudar una sociedad urbana a través de sus dramas, miedos y pecados, que inmiscuirse en una barbarie política con demasiados Radiografía de la violencia en los últimos 50 años Jueves 31 de enero de 2.008 29

caídos. Además, desde el primer día de su gobierno, el presidente Laureano Gómez, el político más infl uyente del conservatismo, adoptó una proclama maniquea: instaurar un nuevo orden anticomunista. Como parte de esta campaña, emprendió una confrontación en los Llanos para aniquilar cualquier guerrilla o grupo subversivo apoyado por el liberalismo.

La reacción de los liberales no era injustifi cada porque el bandolerismo surgió como una manifestación social y política reconocida y respaldada localmente. Según González Sánchez, en las regiones de Colombia “el bandolerismo surgió como un protesta rural con perfi l arcaico para restaurar el orden quebrantado, ya que ellos eran enderezadores de entuertos y caballeros andantes del delito”5. El hecho de ser respaldados en las regiones que actuaban, hacía pensar a los bandoleros que sus acciones eran legítimas porque lo obligaban a ello y porque tenían que defenderse. Así, a través de la protección de terratenientes o ricos que tenían poder en sectores monopolizados por gamonales, fueron apareciendo victimarios. El fenómeno del bandolerismo en Colombia se convirtió en el mayor estigma de una sociedad en transición o desintegrada. Fue, de alguna manera, una respuesta a una violencia ofi cial que atentaba contra todos.

En cada región de la zona andina colombiana surgió un bandido. Por ejemplo, en Vélez (Santander), como gestor de un bandolerismo retaliador, apareció Efraín González como vengador conservador y Carlos Bernal como bandolero liberal. Su confl icto personal, poco a poco se fue extendiendo a Muzo, Coscuez y Peñas Blancas, municipios de Boyacá donde abundaban las esmeraldas. De tal modo que los grandes clanes ilegales de esmeralderos terminaron pagándoles a bandoleros como González para tener un ejército al cuidado de las minas y su explotación6. Por eso, desde el momento en que González se trasladó a las minas para defender intereses particulares, dejó de ser un bandolero vengador y protector de la gente y pasó a ser un bandolero social. San Pedro, uno de los pa- Cuando inició la protección a la población era diferente sos obligados para llegar a aquellos planteros, líderes que eran apoyados en a la zona esmeraldifera de Boyacá y que representa- una región por el aumento de su poder económico y ba un desafío a la muerte. con la alternativa de armar a un ejército si era posible. Foto: El Espectador. González tomaba el mismo perfi l con la diferencia que Los victimarios en Colombia Jueves 31 de enero de 2.008 30

en lugar de buscar los confl ictos en esa misma zona llegaba a pacifi car7.

Así el presidente Laureano Gómez aboliera todas las libertades políticas para enfrentar la crisis de violencia y muerte, no pudo detener la conformación de tantos grupos de forajidos como movimientos guerrilleros con una ideología política en formación para la toma del poder en las regiones. En algunos casos como actitud de autodefensa o postura de venganza y en otros como una opción para los campesinos que no se sentían satisfechos con las soluciones sociales que ofrecía el Gobierno, lo cierto es que desde los años 50 se acentuó notablemente la violencia política, aplicada de forma paralela al terror ofi cial y a la represión policiva. Una peligrosa combinación que iba a modifi car el perfi l del bandolero, que dejó de ser social y empezó a tornarse político, especialmente en el periodo comprendido entre 1958 y 19658. Para otros autores, este “bandolerismo no fue un residuo de violencia sino una expresión armada (…) resultado de la estrategia de las clases dominantes que, al querer desordenar a las clases dominadas, encontró una respuesta desesperada y anarquizada”9

La época dorada de la Crónica Roja.

Lo paradójico es que mientras el gobierno de Laureano Gómez hacía ingentes esfuerzos por controlar las regiones, las brutales acciones de los bandoleros no fueron el tema fundamental de los cronistas judiciales de los principales periódicos. Es más, las espantosas masacres

Algunas de las breves que se publicaban en pe- riódicos como El Espectador sobre las actuaciones de los bandidos.

de personajes tales como Chispas, Sangrenegra, Desquite, Pedro Brincos, Resortes o Efraín González, entre otros bandidos tristemente célebres, tuvieron un registro de paso en los periódicos. Su prioridad fue el seguimiento de historias nacidas en los juzgados y en los archivos de los organismos de inteligencia. Como el caso de un estafador capturado el 7 de febrero de 1950 en Tocaima y remitido a Bogotá que suscitó el máximo interés periodístico. Según los cronistas de la época, el individuo utilizaba cheques y, muy bien Radiografía de la violencia en los últimos 50 años Jueves 31 de enero de 2.008 31

vestido, en los hoteles aparentaba ser un hombre muy bueno. En Girardot, Álvaro Peñaranda gozaba de amplio prestigio, pero a espaldas de los turistas, sencillamente los estafaba. Una de sus víctimas fue un comerciante bogotano llamado Carlos Azuero, quien puso la denuncia y originó la historia.

Y como esta, fueron muchas las historias que se convirtieron en verdaderas primicias gracias a la interesante competencia profesional entre los cronistas de El Tiempo y El Espectador, entre otros periódicos, especialmente en Bogotá. “Los periodistas competían con los detectives en las pesquisas de casos de sangre y afi naban sus métodos investigativos cuando se trataba de bandoleros y criminales peligrosos. A partir de entonces empezaron a surgir las publicaciones de sucesos más célebres y ni los periódicos serios se sustrajeron a esta fascinación por la crónica de policía o crónica roja”10. Una realidad fortalecida por el talento de periodistas como Felipe González Toledo, quien retrataba historias de bandidos, mientras otros colegas como Pablo E. Forero, Camilo López, Guillermo Lanao o José Guerra hacían lo propio en facetas muy distintas como el Casos como este mostraban la pe- deporte, la política o la vida de las regiones. ricia de los periodistas para hablar como expertos detectives sobre los casos más espeluznantes. Eso sí, la crónica roja ocupó el primer Foto: El Espectador. lugar entre las preferencias de los lectores. Por ejemplo, en ese mismo mes de febrero de 1950, El Espectador tituló en su primera página: “El cadáver, la única pista”, y en seguida un subtítulo con pregunta, aún más atrayente: ¿Otro crimen de la araña negra?”. La historia dejó el registro del hallazgo del cadáver de un hombre rubio de unos 50 años, no identifi cado. El hecho ocurrió en Manizales y durante varios días estuvo expuesto en el anfi teatro municipal. El caso fue califi cado como uno de los crímenes más sensacionales de la época y dio lugar a sucesivas publicaciones sobre los detalles del suceso. En la autopsia, por ejemplo, se comprobó que el cadáver tenía golpes en el cráneo causados con arma punzante y que su autor era el mismo que había ultimado al celador Guillermo Gil, quien había sido víctima de la misma banda. Los dos cuerpos fueron encontrados en vehículos abandonados y en ambos casos había una araña negra pintada en la ventana trasera de los automóviles. Además las víctimas aparecieron sin prendas. Sin embargo, como la mayoría de las historias judiciales de la época, nunca se publicó el Los victimarios en Colombia Jueves 31 de enero de 2.008 32

fi nal de las investigaciones, quizás porque no llegaron a ninguna parte. O también porque semana a semana aparecían nuevas historias, aún más impactantes que las anteriores. Por ejemplo, apenas tres días después del crimen de la araña negra en Manizales, el lunes 13 de febrero los periódicos registraron el asesinato de una bailarina a manos de un conductor, con una breve explicación muy gráfi ca: “la trágica culminación de una pasión relámpago en un cabaret de Bogotá”11. Priscila Rodríguez, como se llamaba la bailarina, era una mujer de 26 años y de estatura mediana. El homicida se llamaba Juan J. Abello, nacido en San Juan de Rioseco. Sin embargo, no fue detenido porque murió camino al hospital. La historia dejó escrito que Abello se enamoró de Priscila, quien trabajaba en el cabaret Ilusión (Avenida Caracas con calle 20). No obstante, cuando Abello comprendió que no serían atendidos sus requerimientos amorosos, la acribilló a balazos y, acto seguido, se suicidó enceguecido por la pasión.

Día tras día, la característica era la abundancia de episodios ampliamente reseñados por los periódicos. Y algunos realmente insólitos, como el increíble argumento que llevó a Facundo Pérez a convertirse en homicida. Según lo relataron los periodistas de la época, este individuo era vecino del barrio Rionegro y estaba enamorado de la hija de José Molina. Como el suegro se oponía radicalmente a esa relación, Pérez lo mató de 12 puñaladas. En los días anteriores al fatal desenlace, los dos hombres se habían cruzado insultos y amenazas, hecho que no fue impedimento para que la hija de Molina continuara con Pérez sus amoríos. Hasta que el 14 de febrero de 1950, el desesperado Pérez, bajo el infl ujo del licor y notablemente conmovido, llegó a la casa de su novia y en vez de portarse galante como era su costumbre, la emprendió a patadas y empujones contra todos, tumbó la puerta y cuando su suegro Molina le salió al paso, encontró la muerte con doce punzones12.

Al día siguiente, ya la historia era vieja y otra aún más desolada había ocupado su lugar. Mercedes Nieto Ayala, madre de cuatro niños y residente en el centro de Bogotá, murió misteriosamente. El esposo aseguró a conocidos y periodistas que se había tratado de un suicidio, pero las autoridades, desde el principio empezaron a sospechar que se trataba de un uxoricidio, como se complacían los periodistas en defi nir los asesinatos entre esposos. La mujer tenía 35 años, vivía con su esposo Teodoro Ayala en la Avenida Caracas, en el terreno de la Hacienda La Rocha. La mujer fue encontrada con una herida en el corazón causada por arma corto punzante, lo cual hizo aún más descabellada la versión del suicidio. Además, según los cronistas, tampoco aparecían los móviles de su fatal decisión. El esposo dijo a las autoridades que ella se había suicidado por urgencias económicas y que no se explicaba porque había tomado la decisión sin consultárselo13. Pero si en Bogotá predominaba la fascinación por las historias de asesinatos Radiografía de la violencia en los últimos 50 años Jueves 31 de enero de 2.008 33

comunes, en otras ciudades del país la tendencia era semejante. En Cali, por ejemplo, ese mismo febrero de 1950 había conmoción por el asesinato del ciudadano Hernando Gómez Mallarino. La crónica dio cuenta de que Gómez murió al saltarle el corazón por una puñalada que le asestó un zapatero por los reclamos de una suela. En la misma época, en Barranquilla, la noticia de moda fue el hallazgo de una mujer moribunda que fue abandonada en el principal puesto de la Cruz Roja de la ciudad. El Espectador tituló “Misteriosa tragedia en Barranquilla, mujer secuestrada y asesinada por extraños” y, según el corresponsal Rafael González, la ciudad quedó consternada porque en pleno martes de Carnaval, nadie entendía como desapareció Juanita Emilia Castro del hotel El Prado en la madrugada del 28 de febrero14.

Con el correr de los días, las autoridades de Barranquilla lograron capturar a tres pasajeros de una camioneta roja que habían sido reportados como sospechosos. Uno de los sujetos presentaba arañazos en la cara y no pudo justifi car esas heridas ante la Policía. Un mes después, la historia seguía interesando a los periodistas y ya tenía un título de serie: “El crimen de la camioneta roja”. Producto de las pesquisas, el sujeto Pepe Peralta se presentó ante el personero de la ciudad y aseguró que la muerte de la mujer había sido un accidente. De inmediato Peralta fue conducido a la cárcel Modelo para adelantar la indagatoria. El último reporte del cronista Rafael González dio cuenta de como “el sangriento epilogo carnavalero se había producido de manera plenamente accidental, pero que de todas maneras Pepe Peralta estaba callando parte de lo que sabía sobre la muerte de Juanita Emilia Castro, para no mezclar en el lío a otras personas de consideración económica”15.

Y para concluir esos días de febrero y marzo de 1950, buena prueba de la tendencia de los periodistas judiciales en Colombia, en Bogotá se presentó un triple asesinato en el barrio San Fernando que ameritó sufi cientes páginas en los periódicos. Embriagado, un cabo del Ejército mató a Horacio Valderrama, a su hijo y a su yerno. Las víctimas estaban tomando licor en una tienda cuando el Los periodistas publicaban hipótesis subofi cial llegó con su uniforme de paño sobre este asesinato. Hasta que cap- y en razón a que el cantinero no cumplió turaron al culpable que aseguro fue un accidente. Foto: El Espectador. sus requerimientos rápidamente, reaccionó con ofensas y amenazas. Los Valderrama Los victimarios en Colombia Jueves 31 de enero de 2.008 34

expresaron su deseo de evitar cualquier altercado, pero el cabo hizo caso omiso y precisamente y sin explicación alguna la emprendió contra ellos. Se inició una riña a golpes y en medio de la gresca, el uniformado desenfundó su arma y la descargó contra los Valderrama. En medio de la reseña periodística, los periódicos anotaron como la violencia común estaba tomando proporciones inexplicables y como en Colombia, las diferencias se pagaban con sangre. Cualquier parecido con la realidad actual parece coincidencia.

Los periodistas en busca de historias.

En medio de los apremios políticos de comienzos de los años 50, los cronistas judiciales de los principales periódicos vivían su cuarto de hora. Con una dinámica personal sui géneris: al término de sus jornadas vespertinas y noctámbulas, acostumbraban reunirse en los cafés del centro de Bogotá y en sitios paralelos en otras ciudades del país, a completar informaciones que solo ellos y la reserva del sumario podrían conocer. Así, ávidos de historias de criminales, al calor de los tragos terminaban por complementar sus estrategias periodísticas. Durante el día, los reporteros merodeaban el edifi cio Maizena, ubicado en la calle 11 con carrera 12, en Bogotá, porque entre el hervidero de noticias de jueces, citadores, litigantes o reos, era necesario pasarse por la sede de los juzgados antes de concluir en el bar La Liga, para confi rmar los secretos sumariales. Entuertos para Aníbal Baena Sosa de El Siglo, que terminó arrestado por esconderse en un armario a escuchar una indagatoria; Pablo Augusto Torres, años más tarde alma y nervio del tabloide El Vespertino, que hizo de la crónica roja una devoción popular; Guillermo García Guaje, que terminó de conjuez y columnista después de muchas primicias, o Luis de Castro que empezó en el periodismo cubriendo el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán.

Y a propósito del caudillo, en abril de 1950, cuando se cumplían apenas dos años del magnicidio ocurrido en Bogotá y el pueblo se reunía en la esquina de la Avenida Jiménez con Carrera Séptima para rendir homenaje póstumo al líder y reclamar En estado de embriaguez un cabo del ejército acabó con la vida de los exiguos avances en la investigación, a cargo del Horacio Valderrama y sus familia- abogado Ricardo Jordán Jiménez, pues éste insistía res. El Espectador cubrió la trage- dia. en que se había tratado de un “hecho aislado”, el acontecimiento tuvo que ceder su protagonismo Radiografía de la violencia en los últimos 50 años Jueves 31 de enero de 2.008 35

a un episodio acaecido en Cali, que dio lugar a uno de los personajes más célebres en el mundo judicial colombiano. En resumen, la historia dio cuenta de cómo un abogado había asesinado a un indígena guambiano identifi cado como Eduvigis Calambas, quien el día de su muerte, según los cronistas, había recibido $3500. El cronista que relató la historia contó que el asesino era discípulo del doctor Mata o Nepomuceno Matallana y que, con similitud de métodos, el asesino había utilizado para el crimen una aguja, con la que acabó con el corazón del indígena. Los periódicos publicaron: “en sus zalameros procedimientos, este asesinato guarda notoria semejanza con el acusado del crimen de Calderitas, el doctor Mata”16 . Ya empezaba a hablarse de Nepomuceno Matallana, un falso abogado que llenó páginas de los periódicos por sus actos de violencia, pero que apenas era una leyenda en ciernes. Antes de que su protagonismo ocupara el máximo interés de los cronistas, otros hechos de violencia común mantuvieron La conclusión del caso judicial que partio la historia ocupados a los periodistas. de violencia en dos luego de doce años de impuni- Como el asesinato del dad. Fotos: El Espectador. ciudadano Carlos Mesa Castro, de 60 años de edad, en Medellín, en el patio de su casa. El lunes 12 de abril de 1950, El Espectador tituló: “Acaudalado caballero en Antioquia fue encontrado muerto en el patio de su casa”, y califi có el hecho como un monstruoso crimen descubierto hacia las 5:30 de la tarde por una vecina que vio por primera vez el rostro de Castro desfi gurado con sus manos atadas en la espalda. Después del hallazgo, la mujer dio aviso a las autoridades y las primeras investigaciones concluyeron que la víctima se dedicaba a los negocios y que su grueso capital obedecía a los intereses que recibía por préstamos de dinero a la gente. Lo impactante del crimen fue que, según los escritos, el hombre murió por garrotazos. Paradójicamente, su casa quedaba a una cuadra de la intendencia de Policía y los asesinos huyeron saltando la pared y huyendo por los techos de las carreras 53 y 54. Entre tanto, en Cali, la sociedad se vio sacudida por dos crímenes espantosos que no sólo inundaron de duelo a la población sino que dieron opción a los periodistas de otorgar amplio despliegue a sus informes. Sin lengua ni ojos fue encontrado en la población de Cerrito. Así apareció la reseña: “En cercanías de Cerrito se consumó uno de los más aberrantes y horripilantes crímenes de los que se tenga cuenta en los anales delictivos de la comarca vallecaucana”17 La víctima resultó ser un hombre llamado Ignacio Valdés, quien apareció mutilado. El mismo Los victimarios en Colombia Jueves 31 de enero de 2.008 36

día se supo que en una fi nca cercana, las autoridades también encontraron el cuerpo sin vida de un hombre con una profunda herida en la garganta. Nunca pudo ser identifi cado a pesar de haber estado en el anfi teatro expuesto. De la misma forma como no se pudo averiguar en otro caso similar quién fue el homicida de una niña de un mes de nacida asesinada que apareció muerta de una puñalada en la mañana del 15 de abril de 1950. Según Emer Ramírez, corresponsal de El Espectador, la puñalada le abrió y destrozó el abdomen. Las autoridades detuvieron a varios vecinos, pero nunca dieron con el culpable.

De cualquier forma, desde el departamento del Valle casi diariamente se reportaban horrendas historias de violencia partidista, pues fue esta región del país una de las más azotadas

La increible y aterradora historia del doctor Nepomuceno Matallana, quien ma- taba a sus clientes para apoderarse de los bienes. Cubrimiento de El Especta-

por la confrontación entre liberales y conservadores. Por ejemplo, en el centro del Valle, en el municipio de Tulúa, un personaje llamado León María Lozano, apodado El Cóndor, ordenó decenas de asesinatos que perpetraban sus secuaces. Y como él, otros “pájaros” o bandidos, arreciaban en su odio partidista sin que la mayoría de sus crímenes quedara con reseña en periódico alguno. Lo mismo que aconteció con la mayoría de los asesinatos Imagen de la víctima asesinada a garrotazos. de otros personajes como Chispas en el Quindío, Sangrenegra en el Lo insólito del caso era Tolima, Desquite en el mismo departamento, entre otros. El mayor que su casa quedaba a una cuadra de la inten- interés de los periodistas estaba centrado en los crímenes urbanos dencia de Policía. Foto: y, particularmente, los ocurridos en Bogotá que, por esta época no El Espectador. dieron tregua, sobre todo en los sectores populares de la ciudad.

Uno de los casos más absurdos ocurrió el 17 de abril de 1950, cuando un abogado mató a un zapatero por una moneda de 50 centavos. El hecho sucedió en el barrio San Isidro, en la tienda de Primitivo Soler, quien resultó herido en la reyerta. Carlos Parada, el abogado Radiografía de la violencia en los últimos 50 años Jueves 31 de enero de 2.008 37

se encontraba tomando una cerveza cuando llegó a la tienda un hombre llamado Rodolfo Sarmiento, quien también pidió una cerveza y la pagó con un billete de dos pesos. Al darle el cambio, Soler le entregó una moneda de 50 centavos en mal estado. Sarmiento se disgustó y pidió el cambio de la moneda, pero Soler no accedió. Entonces sobrevino la riña. El abogado Parada intervino y argumentó que la moneda era legal. Sarmiento le replicó y ofendió al abogado por entrometido. Entonces el abogado Parada respondió con un disparo. De inmediato, el hermano del herido, Gilberto Sarmiento, acudió a auxiliar a Rodolfo Sarmiento, con tan mala suerte que recibió un disparo en el corazón. Otro sujeto llamado Manolo, amigo de los Sarmiento, apuñaló al tendero Soler, quien tuvo una incapacidad de 20 días.

Este tipo de reyertas eran el pan de cada día y cronistas como Ismael Enrique Arenas en el periódico El Tiempo o González Toledo en El Espectador y después en El Tiempo, las convertían en largas historias de suspenso. En cada periódico había un especialista. Por ejemplo, en Cali, Heber Moreno escribía escabrosos relatos en el periódico El País. Cada periodista ostentaba una forma peculiar de narrar la violencia. No por nada, Guillermo Cano, ya por aquellos días director adjunto del periódico El Espectador, califi caba a los cronistas judiciales como verdaderos chacales, por su adaptación a los ambientes más sórdidos, en contacto con el bajo mundo criminal, pero con la entereza de que ganaban batallas a los mismos detectives en las pesquisas que hacían como expertos de la mente criminal18. Una de las fi guras que también empezó a consagrarse en el ofi cio fue el cronista judicial Paulo E. Forero, quien escribía para El Liberal crónicas sobre la muerte y la ciudad.

La política alienta los ánimos homicidas.

A la par con los crímenes urbanos, la violencia política no daba tregua en el campo. Con un agravante más: en las capitales, los dirigentes políticos no eran ejemplo de concordia. Por el contrario, a través de discursos incendiarios en las plazas públicas, en el Congreso de la República y en las páginas editoriales de los periódicos, lo único que hacían era exacerbar los ánimos de una sociedad dispuesta a matarse por defender sus ideas. En Bogotá, por ejemplo, los partidarios del gobierno conservador de Laureano Gómez Castro no daban opción alguna a sus contradictores; mientras que los liberales tampoco aceptaban un gesto de acuerdo de sus opositores. El dirigente liberal Carlos Lleras Restrepo, por ejemplo, al mismo tiempo Los victimarios en Colombia Jueves 31 de enero de 2.008 38

que aseguraba que el gobierno obraba incorrectamente al recurrir a maniobras de censura y de prohibiciones, también afi rmaba que ellos, los liberales, debían adelantar una oposición civil, franca y valiente como la que en su momento hicieron los generales Rafael Uribe Uribe o el general Guerra en la última 19 Ancisar Cardona, uno de los bandidos que confrontación que tuvo el país . más atemorizo el Valle junto con ‘El Pájaro Negro’. Foto. El Espectador. A su vez, el gobernador de Cundinamarca, el dirigente conservador Jorge Leyva, informaba de incontables crímenes en la región de Yacopí. Eran señales de violencia rural, cada vez más cercana a Bogotá, con casas incendiadas o fi ncas arrasadas. Aún así el diagnóstico de las autoridades trataba de ser optimista: “En Cundinamarca reina la paz que sólo ha estado alterada por actos de bandolerismo en algunas zonas del norte, concretamente en los municipios de San Cayetano y Yacopí. Los hechos ocurridos allí son cometidos por cuadrillas de hombres armados que atacan diferentes veredas apartadas del centro de los municipios. Los ataques se caracterizan por su sorpresa y se hacen contra familias indefensas. Los asaltantes roban y arrasan las viviendas y, si pueden, dan muerte a sus ocupantes. De esta forma han sido asesinados no menos de 25 personas en los últimas dos semanas en la parte liberal (Yacopí) y en la parte conservadora (Caparrapí)”20.

Y qué decir del Valle, de donde seguían llegando críticos reportes. Como en el municipio de Roldadillo, donde un bandido apodado el ‘Pájaro Negro’, sembraba la muerte casa por casa. En julio de 1950, así lo denunció El Espectador: “En Roldadillo ha hecho su aparición un peligroso maleante que se hace llamar así mismo “Pájaro Negro” y dice ser el sucesor del difunto Lamparilla, bandolero muerto en Toro, Valle. Pájaro Negro recorre todo el norte del departamento amedrentando a gentes pacífi cas especialmente de los campos. Quienes lo Radiografía de la violencia en los últimos 50 años Jueves 31 de enero de 2.008 39

conocen dicen que el solo hecho de verlo ya infunde temor”21 La misma situación se padecía en Tolima, Huila, Caldas, Meta o Antioquia. En este último departamento, el cronista Paco Laines confi rmaba que por encima de la vida estaba la violencia y los intereses personales. Para la muestra, el fallecimiento de José Ramón Gallego Sánchez, un anciano asesinado para quitarle 25 pesos en Puerto Espejo. Los autores de la macabra acción fueron los integrantes de una cuadrilla de bandoleros que le propinaron un ‘peinillazo en el estómago’ por no tener más dinero.

Tampoco de Santander llegaban buenas noticias. El 4 de julio de 1950, un hombre incineró el cadáver de su esposa en Bucaramanga y luego se suicidó. El caso que conmovió a la ciudadanía fue protagonizado por un sujeto llamado Guillermo Ordóñez Clavijo, dueño de una ofi cina de control de llantas. El hombre asesinó a su esposa en la habitación matrimonial y cuando las empleadas trataron de entrar a la habitación, la encontraron asegurada. Cuando la Policía abrió la puerta por la fuerza encontraron una escena terrible que El Espectador describió así: “Cuando penetraron en ella fueron envueltos por un asfi xiante humo y, sobre el cuerpo de Beatriz Ordóñez, el cuerpo de don Guillermo Ordóñez Clavijo. Los cadáveres estaban abrazados en llamas junto a los muebles”22. Una tragedias de amor como muchas otras repletas de detalles narrativos. Como el caso de Susana García, una joven agredida por su novio Alfredo Muñoz a través de un mordisco en la cara que la mandó al hospital San Juan de Dios. Cuando el cronista le preguntó a Susana por qué no denunciaba a su novio, ella le contestó: “dudaba si el mordisco me lo causó por incontenible amor o exceso de cólera”23.

Sin sufi cientes explicaciones, de todas las regiones del país llegaban reseñas de sucesos violentos, muchos de ellos sin connotaciones políticas, pero si con sufi cientes evidencias de cólera e intolerancia. El 11 de agosto de 1950, por ejemplo, trascendió que Jorge Enrique Garzón, un niño de dos años, había sido asesinado a palos por su madre, su abuela y su tía en Guayabal de Siquima. El Espectador califi có el hecho como un infanticidio de ‘impresionantes características’ y afi rmó que las familiares habían sido detenidas como parte de una cuidadosa investigación. El médico que llevó a cabo la autopsia determinó que la muerte fue producida Los victimarios en Colombia Jueves 31 de enero de 2.008 40

a garrotazos como parte de un cruel castigo por una pilatuna del niño. Lo más insólito del caso es que los gendarmes que descubrieron el cadáver trataron de quemar el cuerpo sin motivo establecido. No obstante, como en casos anteriores, los lectores nunca sabían cómo concluían los casos. Es decir, las historias no pasaban de ser macabras reseñas.

Claro está que las más difundidas eran las que ocurrían en las principales ciudades y particularmente las que casi diariamente estremecían a los lectores de Bogotá y Medellín. A mediados de 1950 cobró importancia, por ejemplo, la tragedia ocurrida en un cuartel, donde un policía atacó a sus compañeros. Nunca fue muy claro por qué actuó así contra de sus compañeros con un afi lado machete. Según el periódico El Espectador, no se supo si el policía fue víctima de un ataque de locura desenfrenada por su destitución porque sus compañeros intentaron obedecer una orden para desarmarlo para que no causara más escándalo y tragedia24. Lo cierto es que este tipo de historias eran material de trabajo cotidiano para Alfonso Upegui Orozco, Don Upo, cronista judicial del periódico El Colombiano de Medellín, donde se hizo famoso por “sus crónicas folletinescas teñidas de humor negro con titulares aún más insólitos: “Se entendía con vacas bravas; No pudo manejar a su Libia; Como el amor es tan lindo, la despedazó a machetazos, La irreal percepción Apagó las velas de la Virgen y lo eliminaron a peinillazas”25. de la novia que aún no entendía la causas del atroz mordisco que reci- En Bogotá, en cada medio de comunicación existía un bió de su novio. Foto: El Espectador. cronista dedicado al ofi cio de reseñar los prolegómenos de la muerte. Aunque periodistas como Felipe González Toledo, Germán Pinzón o Paulo Forero, le otorgaron a la crónica roja una calidad indiscutible, debe decirse que no fueron los únicos. Y que las historias abundaban. Para fi nales de 1950, mientras el país estaba atento a los debates políticos y el intento del presidente Laureano Gómez de sacar adelante una reforma constitucional que acabara con los El fi nal del caso condujó avances institucionales de la llamada “República Liberal”, a la liberación del homi- cida. Cubrimiento de la en la calle, los cronistas nocturnos, entre las copas de los abrumadora decisión. cafés y las salas de redacción, recreaban inverosímiles Foto: El Espectador. sagas de muerte. Como los crímenes de Silvestre Camacho, Radiografía de la violencia en los últimos 50 años Jueves 31 de enero de 2.008 41

un celador que en septiembre acabó con la vida de Luis Enrique Sánchez, un transeúnte a quien confundió con un ladrón. El caso parecía ser un episodio más de la noche acechante, pero ante el jurado de conciencia trascendió que desde el 9 de abril de 1948, había adquirido esta extraña costumbre. Y que varios transeúntes corrieron la misma suerte.

El país vivía cada día una tragedia pasional o una riña fatal y los periódicos parecían mensajeros para anunciar a quien le correspondía el turno de la muerte. Los lectores vivían atentos a los casos, especialmente en aquellos en los que el seguimiento que los cronistas le hacían a los procesos, daban lugar a páginas de gran factura literaria. El problema es que aparte de la reseña o los detalles de las historias, la impunidad rondaba entre los expedientes y dejaban desaliento entre una sociedad que no encontraba la forma de recuperar el sentido de la vida. En sus ensayos, mezcla de reportaje y de crónica, el periodista Álvaro Pachón de la Torre, uno de los más eximios de los años 50, lo anunciaba con maestría. Los crímenes aborrecibles y truculentos eran materia prima esencial para El Tiempo, El Espectador o El Liberal, pero lo esencial era que no quedaran sumidos en la vulgaridad. Según el propio Pachón, así lo aprendió de los hermanos Eslava, Luis Alberto y Rafael, quienes no quedaron reseñados como extraordinarios cronistas, pero en sus búsquedas sabían que una que otra pista siempre quedaba por roer porque entendían donde comenzaban las historias atroces26.

Se agudiza la violencia en la ciudad y en el campo.

En septiembre de 1950, el ministro de gobierno Domingo Sarasti anunció que, mientras no se recuperara la normalidad en el país, no se levantaría el Estado de Sitio y mucho menos la censura a la prensa. Por el contrario, los crecientes focos de violencia en departamentos como Santander, Antioquia, Bolívar, Tolima, Huila y los Llanos Orientales requerían intensas campañas y cooperación de los ciudadanos. Esta visión del gobierno implicaba silencio frente a la violencia política que arreciaba en el campo. De hecho, además de las acciones vandálicas y feroces de bandoleros o delincuentes comunes, ya se registraban episodios en que estaba implicada la Policía o el Ejército, incluso a través de asesinos encubiertos que, en algunas regiones tomaron la denominación de “pájaros”. Este tipo de crímenes suscitó reclamos de la sociedad, pero en la mayoría de periódicos o no se les daba mayor cobertura o quedaban insufi cientemente analizados por las implicaciones que en general tenían respecto a las férreas disposiciones de prensa censurada.

Un ejemplo muy claro de esta tendencia ocurrió en octubre de 1950, cuando el hacendado Los victimarios en Colombia Jueves 31 de enero de 2.008 42

de Sincelejo Gabriel Camacho Sierra, fue asesinado en la zona de El Cerrito y desde el primer momento se dijo que había sido muerto por la Policía en sus ‘correrías y persecuciones políticas’. Del asunto se supo que había sido asesinado por su credo político y que, además, al hacendado le fue robada una fuerte cantidad de dinero producto de un negocio ganadero que había hecho. El crimen derivó en una comisión investigadora para que aclarara el caso, pero nunca trascendió más allá de un breve escándalo. Entre los entendidos ya se comprendía que, para algunos casos, imperaba la impunidad. La misma que desde el mismo 9 de abril predominó para el caso Jorge Eliécer Gaitán. Dos años después del magnicidio, lo único Campaña de paz en los Lla- claro era que el asesino se llamaba Juan Roa Sierra. Y nada más. Sólo nos Orientales. rumores en las escuelas, trabajos, familias, tiendas y lugares en torno a los El Espectador. autores intelectuales. En cambio, sobre los episodios urbanos, abundaban las informaciones, los detalles y, obviamente, la actuación de las autoridades.

A fi nales del mes de octubre de 1950, en Bogotá, se conoció el caso de un infanticidio denunciado por la hermana de la asesina, quien no resistió el horror cometido por su hermana. María Moreno era empleada en una casa del barrio Santa Teresita hasta que se retiró. A los pocos días, los dueños de la casa notaron un olor a podrido que emanaba de la habitación de la empleada. Al indagar su procedencia, se descubrió el cadáver de un niño recién nacido con un cordón en el cuello y quemaduras en pecho y espalda. Emilia Moreno, hermana de la victimaria, ayudó a las autoridades a capturarla.

Al día siguiente, El Espectador tituló: “69 crímenes y homicidios enArmenia”, un preocupante índice perfectamente comparable con las estadísticas de otras regiones. Un título intimidante con una denuncia adicional del periódico: “Por falta de investigación o de funcionarios o de medios adecuados, los delitos a los que se refi ere esta mencionada estadística, han quedado impunes”27.

Si existía una ausencia total de estudios o refl exiones políticas que evaluaran hasta dónde estaba llegando la violencia partidista entre liberales y conservadores, peor era la situación sobre la violencia urbana. Los asesinatos se sucedían unos tras otros en las ciudades y el ritmo de la muerte no encontraba explicaciones. En su defecto, abundaban las explicaciones sobre los métodos empleados en los asesinatos. Ese era el orden del día en los umbrales de los años 50. Por eso, casi como una excepción, al llegar el año 1951, se registró una especie de receso periodístico porque el presidente Laureano Gómez, por apremios de salud, se vio forzado a abandonar el poder. En su reemplazo, asumió Roberto Urdaneta Arbeláez, quien ejercía para Radiografía de la violencia en los últimos 50 años Jueves 31 de enero de 2.008 43

entonces el Ministerio de Guerra. El Congreso estaba cerrado, el país estaba inmerso en la política exterior norteamericana a través de su participación en la guerra de Corea y persistía la violencia política. Pero causó estupor nacional que el primer mandatario dejara momentáneamente la Casa de Nariño.

Sin embargo, cuando pasó la novedad regresaron las noticias de crímenes. El 16 de enero, por ejemplo, se supo que una mujer llamada María Sagrario Contreras, por celos había mutilado a su marido Julio Cubillos. A la semana siguiente se conoció la muerte del bandolero Jesús Castillo, alias ‘cara cortada’, cuando se enfrentó a tres agentes de Policía que perseguían a un grupo de bandidos y pájaros. El hecho ocurrió el 14 de febrero en Cali, en la carretera hacia el municipio de Sevilla. El suceso fue titulado: “El fi n trágico de ‘cara cortada’, y se reseñó que a lo largo de su existencia fatigó la crónica roja y llenó de luto a innumerables hogares”28. Su historial delictivo abarcó 18 asesinatos, entre ellos el del diputado Nelson Moreno Ángel. ‘Cara Cortada’ aprovechó que había salido de permiso de la cárcel de Palmira y escapó para volver a sus andanzas. Durante su fuga cometió su último asesinato, del que fue víctima Juan Bolívar. El crimen fue rechazado ampliamente por la sociedad, que pidió castigo para el bandido que no se contenía ante las circunstancias.

Hasta que cayó abatido por las autoridades. Justo al mes siguiente ocurrió otra tragedia. El 14 de marzo fue asesinado el jefe de control de cambios Alonso Jaramillo Gómez, quien nunca llegó a una cita con su jefe en el teatro Coliseo. Y no lo hizo porque un asesino lo esperaba frente a su casa para darle un tiro cerca de la oreja que le atravesó el cerebro. Su hermana lo encontró en el carro, tendido en el puesto del copiloto. De inmediato se especuló que los motivos del crimen tenían que ver con su alto cargo y se desató una ola de publicaciones sobre su muerte. A tal punto que el periódico El Espectador, reclamó una cobertura periodística distante de la prensa amarilla o sensacionalista, escribió: “Está bien que la prensa haya demostrado sin excepción su fi rme voluntad de contribuir al esclarecimiento de los hechos, para que no subsista sombra alguna de sospecha o de duda y pueda restablecerse la moral en todo su indispensable imperio, tienen razón sus parientes y deudos al quejarse del tratamiento singular que ciertos diarios han estado aplicando inequitativamente en los menesteres informativos sobre el trágico acontecimiento, con menosprecio lamentable a la ética periodística”.29 Los victimarios en Colombia Jueves 31 de enero de 2.008 44

Al día siguiente del manifi esto se conoció la captura de un abogado de apellido Peláez, en calidad de sospechoso. El abogado Peláez reclamó su inocencia ante la justicia y, ante todos quienes dudaban de él, sostuvo con vehemencia que nada temía y que con seguridad las pruebas de balística comprobarían que el arma que él poseía no fue disparada contra su amigo, el jefe de control de cambios Alfonso Jaramillo Gómez. El asunto derivó en un debate sobre el rigor científi co para experimentar con un cadáver, sin que se registrara avance alguno en la investigación, aunque periódicos como El Espectador califi caran el hecho como uno de los crímenes más preocupantes. Un mes después, a pesar de la insistencia de los periódicos en torno a hechos sospechosos que pretendían desviar la investigación, el doctor Peláez consiguió su libertad30. Justo a tiempo para que el protagonismo periodístico encontrara otra historia. Así se registró el 12 de abril de 1951: “El pagador de obras del Atlántico muere a machete y es sepultado en su propia fi nca”. El único sospechoso: el capataz Manuel Torres Celis, quien desapareció. A los pocos días fue detenido y confesó que lo hizo a machetazos por el robo de unas reses.

Refl exiones éticas mientras crece el horror.

Al tiempo que las crónicas judiciales diariamente captaban lectores entre los ciudadanos ávidos de periódicos, abundaban también las informaciones sobre sonados procesos penales sin conclusión defi nitiva. Como el caso Teresa Buitrago o Teresita La descuartizada que había causado conmoción en 1949, pero que dos años después no se había resuelto. Como tampoco encontraba claridad ni se destrababan los misterios surgidos en torno a los crímenes del Una publicación en la que se describe el Esta- doctor Nepomuceno Matallana, más do de Sitio, fi gura recurrente aplicada para el conocido como el “Doctor Mata”. orden público en la violencia partidista. Fotos. El Espectador. El 17 de julio de 1951, el cronista Felipe González Toledo, a través de una crónica en El Espectador titulada “Revelaciones sobre los desaparecidos”, recobró el interés por este sórdido personaje que, según el cronista, recuperaba el buen humor durante su juzgamiento. Ese era el estilo de González Toledo y sus pares: con lujo de detalles trataban Radiografía de la violencia en los últimos 50 años Jueves 31 de enero de 2.008 45

de resaltar los lados más insospechados del comportamiento de los criminales, sin advertir el sentido ético de sus relatos, pues en su sentir, “el periodista no debe jugar con la honra de la gente, mucho menos con la vida ajena”31.

Disquisiciones éticas que además hacían parte de los alegatos de múltiples procesados. Como ocurrió en el caso del Doctor Mata pues su abogado defensor, el profesional Isaías Ibarra, en medio del juicio contra su cliente la emprendió contra la prensa, argumentando que la situación procesal de Matallana obedecía a “la infl uencia de la prensa, el preconcepto de la lectura de los diarios”. Según el abogado, los periodistas, entre más sensación causaban, más público obtenían y por eso la gente llegaba a las salas que se llenaban hasta el tope para comprobar lo que decían los diarios32. La crítica era extensiva a los seguimientos casi de novela que hacían Felipe González y otros cronistas judiciales como Germán Pinzón, a quien el periodista y escritor Gonzalo Arango califi có tiempo después como “un periodista cálido, imaginativo, vibrante, un novelador de lo cotidiano. Cuando ocurría un hecho excepcional, accidentes, genocidios, crímenes misteriosos, milagros de la Virgen, insurrecciones, terremotos, desgracias colectivas, las crónicas de Pinzón tenían la calidad de lo fantástico.”33

El jurado lo condenó por Y la materia prima para sus crónicas abundaba. Como el único crimen que se le abundaban los móviles políticos para que la violencia pudo comprobar al doc- tor Matallana. por razones partidistas también arreciaba. Desde el 9 de Foto: El Espectador. noviembre de 1949, día en que el Ejecutivo Nacional había declarado turbado el orden público y el Estado de Sitio, el denominador común del país, especialmente en la zona andina, era de extremada violencia. A pesar de que el presidente Roberto Urdaneta Arbeláez había reinstalado el Congreso de la República”34, una de sus primeras medidas fue formularle al poder legislativo la censura de los medios. El ambiente político seguía cargado de intolerancia y los medios de comunicación, además de afrontar las difi cultades propias de la mordaza, deliberadamente tampoco mostraron mucho interés en denunciar a las hordas criminales que asolaron el campo a través de bandoleros tales como Chispas, Sangrenegra, el Capitán Venganza, Desquite, Lamparilla, Tarzán, Pedro Brincos, Resortes, toda clase de forajidos, unos con alguna ideología política, pero la mayoría simples asesinos dedicados a la sevicia y el pillaje. Estas historias no aparecían con el despliegue que se necesitaba en los periódicos. En parte por apatía de los cuadros directivos de los periódicos hacia estos episodios de Los victimarios en Colombia Jueves 31 de enero de 2.008 46

violencia partidista, y también debido a las presiones gubernamentales. En su defecto, buena opción era recrear la violencia urbana. Y en esta materia, las opciones seguían a pedir de boca. Sólo que empezaba a advertirse una mezcla entre la violencia política y la común, con peligrosas consecuencias. Así, por ejemplo, a mediados de 1951 se conoció una carta de un ciudadano llamado Félix Martín Navarro Uribe, enviada al Presidente del Senado para confesar que supuestamente él era el asesino del jefe de control de cambios Alfonso Jaramillo Gómez. “Yo lo maté pero el asesino es el doctor Enrique Vargas Orjuela, jefe del departamento Nacional de Investigación Criminal”35. Días después se comprobó que Navarro estaba loco. Únicamente hasta el 26 de mayo de 1953 fue capturado. No obstante, dejó a las autoridades la preocupación del mal ambiente que estaba gestando la violencia política.

Quizás por eso el año 1952 comenzó con el publicitado viaje que el 16 de enero hizo el ex presidente Alfonso López Pumarejo a la región de los Llanos Orientales en busca del reestablecimiento de la paz y la tranquilidad en esa región, terriblemente azotada por la violencia. En la zona, un contingente de llaneros, dirigida entre otros por Guadalupe Salcedo, Dumar Aljure y Eduardo Franco, se erigió como guerrilla liberal para enfrentar a las fuerzas del gobierno, en respuesta a la denominada policía “Chulavita” que había perpetrado múltiples crímenes políticos en la región. La propuesta de López Pumarejo era evitar que los guerrilleros liberales, quienes habían proclamado la “Ley del Llano”, aumentaran en número o terminaran por amenazar a las propias instituciones. Y ya no era asunto exclusivo de los Llanos Orientales, las denuncias por abusos de la Policía en ciudades como en Cali o en varios municipios de Tolima, Valle, Quindío y Cundinamarca, crecían signifi cativamente. En un solo episodio, un grupo de padres denunciaron que sus hijos habían sido golpeados a culatazos y obligado a arrastrarse por el piso en medio de torturas36.

Por esos mismos días se conoció el caso de un ofi cial de la policía en Bogotá que quería tomar sangre en vez de cerveza. El suceso fue ampliamente desplegado como ejemplo del mal ambiente que estaba imperando en Colombia y así lo registró El Espectador: “Después de tomar una cerveza, lo que quería era tomar sangre. Parecía ser un cabo o sargento uniformado que pidió una cerveza en una tienda donde arrojó la botella al suelo, pidió la cuenta y aseguró que sangre era lo que quería tomar y se abalanzó sobre el dueño de la tienda que gritó pidiendo auxilio a la guardia de policía que llegó con una patrulla. Aunque no hubo un crimen como tal, si mostró la sevicia con la que el uniformado enardecido iba a disparar su arma y que fue evitado por los ciudadanos que ayudaron al tendero a enfrentar el impase37. Una circunstancia que demostraba como la fi gura ofi cial o la Radiografía de la violencia en los últimos 50 años Jueves 31 de enero de 2.008 47

autoridad ya no representaba para los ciudadanos una protección sino una amenaza porque donde aparecían los uniformados generalmente se formaba un confl icto con los ciudadanos.

Claro que estos episodios, especialmente por conveniencia política, tenían un despliegue periodístico más discreto. En cambio la violencia común de las urbes recibía la máxima atención de los cronistas judiciales de los periódicos. Como el caso de El encostalado de Fusagasuga, ocurrido el 29 de febrero de 1952. Según los periódicos, en esta vecina población cundinamarquesa apareció el cuerpo sin vida de Luis Naranjo Calero, quien había desaparecido el 21 del mismo mes. Sólo que apareció en un costal y enterrado en el antejardín de otro hombre llamado Pastor Luján, con quien el occiso había tenido negocios. Cuando Luján fue llamado a indagatoria y posteriormente a juicio, el periodismo se mantuvo acucioso para informar los detalles, pero a última hora y antes de producirse el veredicto, súbitamente cambió su declaración y nunca se pudo precisar cómo realmente mató a Luis Naranjo. El Espectador al menos concluyó que el deseo de lucro fue el móvil de ese publicitado asesinato.

El 13 de marzo de 1952 se inició en Bogotá uno de los juicios más divulgados de la época. El proceso contra Ángelo La Marca, esposo y asesino de Teresa Buitrago, ya conocida entre los lectores como Teresita La Descuartizada. El Espectador lo califi có como un Un cabo o sargento uniforma- do pidió beber sangre antes proceso sensacional y así resaltó su comienzo: “Con que la cuenta. Foto: El Espec- gran interés inicia la audiencia pública del proceso La tador. Marca y, como ya lo anotamos, ha sido extraordinaria la demanda de boletas de entrada al salón. Lo sensacional del proceso mismo y el prestigio de los abogados que intervienen en la audiencia hacen de este caso el más interesante entre todos los que se han debatido en audiencia pública en Colombia”38. Todo el mes de marzo, los periódicos se ocuparon del caso. Al fi nal del mes, el titular “La Marca producto de importación”, evidenciaba la importancia periodística del caso y el interés de los lectores por conocer los pormenores de la vida del italiano que, con su personalidad macabra, supuestamente había cometido el crimen.

El caso La Marca o Teresita La Descuartizada suscitó tanto interés público que en la sala de audiencias fue necesario hacer control del público en cuanto a su comportamiento para poder avanzar en la exposición de los abogados, especialmente durante la intervención del abogado del sospechoso. En desarrollo de la audiencia, mientras el abogado de la víctima casi santifi có a Teresa Buitrago, la contraparte preparó un cuidadoso análisis de las pruebas forenses y, por su Los victimarios en Colombia Jueves 31 de enero de 2.008 48

intervención, fue felicitado y aclamado por los asistentes. Para terminar el mes y ya concluyendo la audiencia la situación era incierta y se hablaba de la crisis del proceso39. El caso perdió interés cuando terminó el juicio y sólo meses más tarde se conoció el descenlace. Como era de esperarse, la libertad de La Marca por apremios procesales. Un fi nal que no provocó el mismo interés de los cronistas, siempre por la misma causa: exceso de El socio de la víctima para no episodios para recrear y satisfacer el interés de los lectores. compartir las ganacias lo ase- sinó y enterró. Foto: El Espec- El año 1952 continúo con las evidencias de agravamiento tador. del orden público. Además de los sucesos en el Llano que ameritaron la intervención del Partido Liberal o de los críticos acontecimientos en diferentes regiones de la zona andina por efecto de la violencia partidista, durante la primera semana de septiembre tuvo lugar un episodio de agresión partidista que tuvo como blanco a la misma prensa. El sábado 9 de septiembre hacia las nueve de la noche, tras su regreso del sepelio de un grupo de policías asesinados en Gachetá (Cundinamarca), una turba conservadora la emprendió contra la sede de los periódicos El Tiempo y El Espectador que fueron incendiadas. Acto seguido los asaltantes atacaron la sede de la Dirección Liberal Nacional y las casas de los dirigentes liberales Alfonso López Pumarejo y Carlos Lleras Restrepo, quienes se vieron forzados a salir del país por las amenazas. En vez de reaccionar ordenando investigaciones a fondo porque desde el primer momento fue claro que en su mayor número la turba estaba integrada por policías vestidos de civil, el presidente Urdaneta optó por convocar a una Asamblea Constituyente para reformar la Constitución.

Según Urdaneta, esta era la forma más efi caz de enfrentar la violencia política, especialmente a través de una controvertida norma que pretendía elevar a categoría de premisa constitucional que todo colombiano que apareciera comprometido en actividades subversivas contra el régimen del Estado o que, a través del uso de la palabra oral o por escrito, atentara contra el prestigio de las autoridades, fuera juzgado como traidor a la patria. Los periódicos liberales restablecieron sus ediciones una semana después de los ataques, y quedó claro el poco apoyo que iban a tener de un gobierno que estaba más interesado en extremar sus acciones de censura. Por eso, además de los comentarios de rechazo, tanto al ataque a los periódicos y dirigentes liberales, como a las intenciones del gobierno por extremar sus medidas de fuerza, no fue mayor el despliegue para ocuparse de sucesos paralelos de violencia partidista que proliferaban en distintas partes del territorio nacional. Por el contrario, a las pocas semanas, Radiografía de la violencia en los últimos 50 años Jueves 31 de enero de 2.008 49

otro episodio de violencia urbana captaba el interés mayoritario de periódicos y lectores.

Ocurrió en la segunda semana de octubre. Los cronistas dieron cuenta de la tragedia pasional ocurrida entre unos esposos que se mataron a disparos encerrados en un cuarto. Fue de los procesos más sonados y, como se califi caba en esa época, “sensacionales” para los lectores. Además permitió que los despachos judiciales volvieran a ser el destino necesario de muchos periodistas que, con Felipe González Toledo a la cabeza, no se cansaron de investigar. A puñal y revólver murieron en el mismo sitio Víctor Ramírez y Ana Susana Navas de Ramírez y fue un inquilino de la calle 9 N° 11-55 quien acudió a la habitación donde se escucharon las detonaciones. Según los cronistas, la situación del matrimonio fue siempre caótica por los confl ictos domésticos y de envidia en que estaban inmersos y esa fue la causa de la mutua agresión. Y mientras los lectores se deleitaban con el escabroso caso, con su mismo estilo, el cronista González cambió la cotidianidad con otra historia, la de un fratricidio involuntario en la población vecina de Suba, cuando el ciudadano Julio Cesar Martínez apoyó su escopeta en el piso y con el disparo dio muerte a Hernando Martínez, su propio hermano40.

Ese era el norte de los principales periódicos de la época. Las páginas editoriales con amplio despliegue para la política y las páginas informativas con buenas páginas para la crónica roja. Unas mejor escritas que otras, algunas francamente sensacionalistas o, como se diría años más tarde, “amarillistas”, pero defi nitivamente con muchísimo mayor despliegue que frente a la violencia partidista que ensombrecía la vida de las ciudades. Ciertamente, desde una perspectiva puramente informativa, las incursiones criminales de los “pájaros” o de los bandoleros conservadores y liberales no eran tan importantes como los episodios de sangre que involucraban a personajes del común. Por eso sujetos como el Doctor Mata o episodios como Teresita la Descuartizada y el italiano La Marca, provocaban mayor interés entre los lectores. En pocas palabras, la atención estaba centrada en dos frentes claros: la política partidista en su lucha por el poder y la violencia cotidiana, despojada de intenciones políticas, pero repleta de situaciones insólitas, propias de la agresiva conducta de los colombianos. Los victimarios en Colombia Jueves 31 de enero de 2.008 50

Los cambios políticos y la nueva violencia

El advenimiento del año 1953 trajo consigo radicales cambios políticos. Después de una persuasiva campaña de agitación ciudadana y crecientes rechazos al clima de violencia política que imperaba en el país, sin derramar una gota de sangre y en lo que se denominó “un golpe de opinión” pues se hizo con la complacencia de los partidos políticos, el general Rojas Pinilla se tomó el poder y depuso al presidente titular Laureano Gómez. El hecho tuvo lugar el sábado 13 de junio y llegó acompañado de optimismo público, pues el nuevo Presidente planteó al país el trámite de una amnistía política para todos aquellos que se hubieran visto inmersos en el torbellino de la violencia política. 3500 colombianos lo hicieron y así surgió el primer proceso de paz de la violencia contemporánea de Colombia. En desarrollo de esta iniciativa se creó la ofi cina de Rehabilitación y Socorro, encargada de la incorporación de hombres armados a la sociedad. Se entregaron guerrilleros del Tolima, Cundinamarca, Antioquia, Sucre y los Llanos, entre ellos los jefes guerrilleros Dumar Aljure y Guadalupe Salcedo. De forma complementaria, apareció la ofi cina de información a la prensa con una campaña de imagen del general.

Sin embargo, y a pesar del nuevo ambiente político imperante, los dos frentes de violencia no se redujeron sensiblemente. La violencia política persistió desde dos perspectivas inesperadas. Los bandoleros sin arraigo político, es decir aquellos como Chispas, Sangrenegra, Desquite o Efraín González, cuyos móviles estaban más asociados al pillaje y el saqueo, persistieron en sus andanzas tratándole de dar a sus acciones matices partidistas. De otro lado, como quiera que el gobierno militar de Rojas Pinilla aceptó negociar la paz con grupos armados pero no aceptó hacerlo con aquellos que estuvieran inspirados por banderas comunistas, estos últimos grupos persistieron en su confrontación al Estado, especialmente en la región del Sumapaz, entre los departamentos de Cundinamarca, Tolima, Huila y Meta. Así las cosas, había demasiadas preocupaciones por el orden público que, de cierta manera empezaron a opacar el interés desplegado a lo largo de la última década por los hechos de violencia urbana, sin que estos desaparecieran completamente.

Además, el presidente Gustavo Rojas Pinilla dio importantes pasos para fortalecer su imagen pública. El primero de ellos, inaugurando la televisión en Colombia justo el día en que se celebraba su primer año de ascenso al poder, el 13 de junio de 1954. La señal llegó inicialmente a Bogotá y Manizales y con un concierto, un dramatizado y un noticiero Radiografía de la violencia en los últimos 50 años Jueves 31 de enero de 2.008 51

grabado en Estados Unidos, emprendió sus transmisiones en medio de la celebración de la mayoría de las casas políticas. Paradójicamente, durante la misma semana en que la euforia ofi cial se tomaba los directorios políticos y los medios, en la Ciudad Universitaria, durante una protesta de conmemoración por la muerte del estudiante Gonzalo Bravo Pérez, ocurrida 25 años atrás, se produjo un violento enfrentamiento con el Ejército durante el que se produjo la muerte del estudiante Uriel Gutiérrez, alcanzado por un bala que le destrozo la cabeza. Estos hechos empañaron el primer aniversario de Rojas Pinilla en el poder, pero para la época el militar ya había sido elegido por la Asamblea Nacional Constituyente para el período de 1954 a 1958, autorizando además la creación de la Secretaría Nacional de Asistencia social presidida por la hija del general, Maria Eugenia Rojas.

Hacia fi nales de 1954, los dirigentes de los partidos políticos empezaban a manifestar sus preocupaciones por el estilo autoritario que ya caracterizaba al gobierno, y los periódicos le otorgaban su máximo despliegue a nuevas propuestas. Como el análisis “Nuevo Orden Político” que el ex presidente Alfonso López Pumarejo propuso al país a través de un minucioso análisis del primer año de Gobierno del general Rojas Pinilla. En su sentir, se cometerían los mismos errores de los políticos de siempre y se necesitaban fórmulas para democratizar el acceso al poder. El texto completo de Alfonso López apareció publicado en los principales periódicos con distintas propuestas para afrontar en serio el dilema de la violencia política y aportando además criterios para evitar que Rojas se eternizara en el poder. “Una fórmula sencilla y armónica con la tradición legal establecida en 1886 y cuya aplicación presentaría pocas aplicaciones sería la elección de los ministros incluyendo al Presidente de la República como cifra de las operaciones del coefi ciente para determinar la proporción que durante cada periodo presidencial deben quedar representados los partidos en el órgano ejecutivo”41, comentó López.

Sin duda que la presencia de Rojas Pinilla en el poder planteaba nuevos escenarios para la prensa. Sin embargo, no faltaban tampoco los episodios y sucesos de violencia urbana que también interesaban a los periódicos. Por ejemplo, el año 1954 terminó con el impredecible caso, el de de Richard Noack, un asesino que escapó de la cárcel de La Picota con los guardianes de la cárcel y luego los asesino. Según las crónicas de la época, el 24 de noviembre, Noack salió de la cárcel la Picota hacia Medicina Legal donde debía atender un examen psiquiátrico. Después de las tres de la tarde de ese día llegó un tercer guardián, Carlos Enrique Larrota, quien esperó a las afueras del instituto. Cuando salió Noack del examen, inexplicablemente se fue a beber con los guardianes y no se volvió a saber de ellos. El 27 de noviembre, los cadáveres de dos de los guardianes aparecieron y un testigo Los victimarios en Colombia Jueves 31 de enero de 2.008 52

informó que Noack metió a un niño en el taxi del cual arrojó los cadáveres de Peregrino y Agripino Moreno, más los dos guardianes, el chofer del taxi y el ciudadano Gilberto Morales. Semejante episodio revivió el interés de los cronistas judiciales. Fue así como, a los tres días, el 30 de noviembre, apareció otro conductor de taxi asesinado. Empezó a decirse que era una pista de Noack y de su cómplice, el guardián Larrota, pues se hablaba de testigos que dijeron haber visto a dos hombres misteriosos cometiendo el crimen. Las pesquisas no dieron resultado y los periódicos hablaban continuamente del fracaso de las investigaciones y los nulos avances para dar con los autores del cuádruple asesinato.”42 El 1 de diciembre se publicó que los detectives habían perdido el rastro de los asesinos en Boyacá y los Llanos, aunque se había encontrado el vehículo en el que huyeron. Sus huellas fueron ratifi cadas y, al no obtenerse más pistas del caso, los detectives lanzaron una recompensa en los medios. El 2 de diciembre en varios periódicos, entre ellos El Espectador, se ofreceron 1000 pesos por la captura de los prófugos. Una fuente del cronista Felipe González le mencionó que un señor de apellido El historial de- Valderrama, oriundo del Casanare, había informado a las autoridades lictivo de Noack que Noack había sido visto en Agua azul un caserío entre los Llanos y sacio la pluma de los cronistas el Sogamoso por la carretera del Cusiana43. Y se desató la cacería. Al judiciales que lo día siguiente, Richard Noack fue capturado. Su cómplice Larrota huyó. persiguieron jun- to a la Policía. La prensa publicó después que el capitán Hernando Gutiérrez y el El Espectador. copiloto Rafael Reyes, integrantes de un helicóptero ofi cial, recibirían la suma de la recompensa por la información suministrada que facilitó el operativo de la captura. El cronista Guillermo Ordoñez captó momentos estelares de la captura e incluso publicó en El Espectador las primeras declaraciones del detenido:

“¿Para qué toma esas fotos?- preguntó Noack -Son para El Espectador- respondió -Para El Espectador – contestó con aire despreocupado y luego indagó: -¿Qué tal está Felipe González? Salúdelo de mi parte y dígale que allá voy nuevamente.

La cómplice amistad entre Preguntado a fondo sobre el crimen, Noack me Noack y su guardián Larro- tta para cometer crímenes. respondió con el tono que le es peculiar y cómo se le Foto:El Espectador. ocurre que yo haya matado a alguien. Luego yo estaba Radiografía de la violencia en los últimos 50 años Jueves 31 de enero de 2.008 53

armado y deseaba realmente fugarme de la Penitenciaria la Picota, pero nunca pensé en todo esto que ha pasado contaba con la ayuda de Larrota, pero quería salir de la puerta de la guardia tranquilamente acompañada de mi guardián y desaparecer, pero Larrota me metió en esto.

Richard no quiso dar detalles relativos acerca de la tragedia porque trataba de aparentar que él no supo como se desenvolvieron los acontecimientos y Larrotta acorralado luego de ser capturado con Noack en pretendía hacer creer que fue completamente los llanos Orientales. ajeno a los hechos, solamente en cuanto a la fuga”44. Foto: El Espectador.

A los cuatro días de su captura, 7 de diciembre de 1954, Noack reconoció su relación con Larrota y cómo compartieron la fuga. Durante su indagatoria agradeció el buen trato que le habían dado los médicos extranjeros aunque aquellos dijeran que el asesino estaba loco. Al terminar la diligencia judicial, respondió así las preguntas del cronista de El Espectador:

“¿Noack cómo se encuentra? Noack con amabilidad, pero sin la desenvoltura que lo ha caracterizado, respondió el saludo del antiguo cronista conocido suyo: -Ya ve, aquí me tiene. Esta diligencia de indagatoria ha sido un descanso para mí porque en este despacho en el juzgado del El gran cubrimientio de la captura o ca- doctor Miguel Ángel García, desde el momento cería que la Policía desató al recibir una llamada que los delataba en los Llanos de mi captura, ha sido el único lugar donde me Orientales. han tratado con consideraciones humanas”45. Foto: El Espectador.

A tres días de su indagatoria, Noack aseguró que se sentía quebrantado por la noticia de la muerte de Larrota sin que el guardián hubiera aceptado sus crímenes. A las autoridades les pareció muy extraño que el asesino se enterara de la muerte de su cómplice cuando este apenas iba a ser capturado. Noack simplemente respondió: “el compadre, el diablo con el cual tengo pacto desde hace tiempo, me aviso”. Lo comentó a los periodistas en los pasillos del juzgado, antes de ser conducido de nuevo a la cárcel. Su caso quedó cerrado antes de que cayera el telón de 1954 y con el se Los victimarios en Colombia Jueves 31 de enero de 2.008 54

cerró una época. Después vinieron tiempos difíciles. El año 1955 llegó con las decisiones autárquicas del general Rojas Pinilla, entre ellas su determinación de cerrar el periódico El Tiempo por no publicar, durante 30 días, una rectifi cación que pedía el Presidente. Además, en procura de afi anzar su imagen en el poder, el general creó un tercer partido político que se llamó Movimiento de Acción Nacional MAN que apoyaba todas las acciones del Gobierno y al que muchos políticos disidentes o cansados de la violencia política se adhirieron. Pero declinaba la libertad de prensa.

Obviamente para las realidades políticas porque La persecusión de 8 días se en asuntos de violencia ordinaria, no faltaba quien intensifi có en Bogotá por la escribiera ni de que casos hacerlo. De hecho, a fi nales huida de Noack y Larrota de la cárcel. Foto: El Espectador. de 1955 ocurrió uno de los crímenes más horrendos de la época, con el necesario despliegue en los periódicos. Un recién nacido apareció estrangulado y abandonado en la última silla de un bus en Bogotá y no se supo quién lo dejó. El conductor del automotor fue quien lo descubrió cuando el vehículo terminó su viaje en la estación del Ricaurte. Las investigaciones se concentraron en los pasajeros del bus y, producto de los seguimientos, el 24 de febrero de 1956 se descubrió el autor: un asesino que acechaba desde tiempo atrás y que era conocido como el vampiro 88 o Pedro Vicente Calderón. Ya había generado pánico en Bucaramanga por asesinar niños y fi rmar sus cuerpos con la consigna vampiro 88 y vampiro 110. Los cronistas detallaron que Calderón era un hombre raro que odiaba a las mujeres y le gustaban los niños. Resultó ser albañil, carpintero y mecánico de profesión. A pesar de que un juez lo condenó por el asesinato de varios niños, Calderón terminó en un manicomio del Instituto de Medicina Legal.

Cambia el poder político, pero no la violencia.

En 1956, la historia de Colombia continuó en torno a los propósitos del general Gustavo Rojas Pinilla de perpetuarse en el poder. No sólo a través de la tercera fuerza política para sostenerse, basada en una alternativa a liberales y conservadores, sino presionando a los principales soportes de estos mismos partidos, particularmente en Bogotá, los periódicos El Tiempo y El Espectador. Si bien en 1955, El Tiempo había sido cerrado. La misma suerte corrió El Espectador en 1956. En su reemplazo aparecieron Intermedio y El Independiente. La oposición era cerrada, pero el ejercicio del poder también. A pesar de que episodios como Radiografía de la violencia en los últimos 50 años Jueves 31 de enero de 2.008 55

la tragedia ocurrida en Cali, cuando explotó una carga de 1.053 cajas de dinamita depositada en varios camiones, causando la muerte de 1300 personas e hiriendo a 4.000 más, suscitó solidaridad nacional y se prestó para toda clase de especulaciones, como llegar a decirse que se trataba de un sabotaje político, lo cierto es que los días de Rojas Pinilla en el poder estaban contados. Su propósito de quedarse en el poder hasta 1962 encontró una enconada resistencia ciudadana y un año más tarde ya imperaba en Colombia otro orden político.

Pero mientras cuajaba la resistencia ciudadana, los cronistas judiciales encontraron nuevos argumentos para fortalecer su género. Y, sin duda, la muestra más signifi cativa de este frente de periodismo fue la revista Sucesos. Cuando el gobierno de Gustavo Rojas Pinilla clausuró el periódico El Espectador, un grupo de sus empleados y periodistas, inicialmente encabezados por Felipe González y Paulo E. Forero, creó Sucesos. Su nombre se derivó de la revista Sucesos Sensacionales que había circulado en Medellín años antes. Este producto periodístico, que apareció por primera vez el 17 de mayo de 1956, tuvo un enorme e inmediato éxito y le permitió atraer a las más connotadas plumas de la época. Darío Bautista, José Guerra, Gabriel García Márquez, Germán Pinzón y Guillermo Dávila, entre otros, publicaron inolvidables crónicas en Sucesos y junto a ellos, en calidad de copropietario, el también brillante periodista y escritor Rogelio Echavarría. Los reportajes de Sucesos marcaron época y hoy constituyen el último momento estelar de la crónica judicial en los años 50. Después vendrían épocas críticas que agotaron el género por exceso de cadáveres.

De hecho, en 1957, inicialmente sobrevino el desenlace de la era Rojas Pinilla. Después de una resistencia ciudadana en la que participaron los gremios económicos, los partidos políticos, los estudiantes y, obviamente, los medios de comunicación, el presidente Rojas declinó el poder y asumió una junta militar de gobierno que formalizó el tránsito a la democracia. En este periodo, los partidos tradicionales, a través de dos pactos políticos, sellaron las bases del gobierno bipartidista. Inicialmente, a través del Pacto de Benidorm (España) habían fortalecido su alianza contra Rojas y posteriormente, a través del Pacto de Sitges, crearon el Frente Nacional que se avaló a través de un plebiscito que autorizó la alternancia de conservadores y liberales en el poder durante 16 años. Fue el primer plebiscito que los colombianos votaron y, a través del mismo, la mujer obtuvo el derecho al voto y se acordó que el bipartidismo se quedara equitativamente con ministerios, asambleas y concejos, entre otros frentes del Estado. Un nuevo orden político que, sin embargo, no logró superar la faceta más sombría del país: la violencia política y común. Los victimarios en Colombia Jueves 31 de enero de 2.008 56

Antes de que el primer gobierno del Frente Nacional asumiera el poder, la violencia política se tornó más que grave. El propio Gobierno de tránsito aceptó que el problema de los ‘pájaros’ y de los bandoleros era innegable y estaba aumentando. Los primeros se amparan principalmente bajo las banderas del Partido Conservador y los segundos en cualquiera de las dos facciones. Y para agravar aún más el panorama, los desmovilizados del proceso de paz de 1953, empezaron a caer asesinados en sospechosas circunstancias. Como ocurrió el 6 de junio de 1957 con el líder guerrillero de los Llanos Orientales Guadalupe Salcedo, ultimado en un café en el centro de Bogotá cuando departía con otros hombres. De alguna manera, El Espectador presagió lo que se esperaba sobre este y otros casos semejantes: “Parece que fue La noticia en el país del exilio del poco lo que se esclareció en torno a esa tragedia, general Rojas Pinilla luego de su derrocamiento. especialmente porque el funcionario instructor no Foto: El Espectador. tuvo los elementos indispensables para practicar algunas pruebas. Sin embargo, existe la confi anza de que el concepto de los peritos en balística del Instituto de Medicina Legal, arroje una luz sobre esos hechos cubiertos no propiamente por el velo del misterio”46.

Y ese siguió siendo el denominador común de los años siguientes. En 1958 entró a regir el Frente Nacional, inicialmente en cabeza del presidente ganador en las elecciones, el dirigente liberal Alberto Lleras Camargo. Su primera iniciativa fue intentar llegar a la paz, pero tampoco se pudo. En el campo, la violencia política siguió haciendo estragos y, en las ciudades, la violencia común permaneció atrayendo lectores. Muchas cosas cambiaron en los años 60. Nuevas formas de violencia e intolerancia irrumpieron en el escenario nacional. La cobertura mediática no cambió: mayor despliegue para los hechos relacionados con la violencia de las gentes del común y más mesura frente a la violencia política. Proporcionalmente ninguno de los dos

La publicidad en contra de Rojas fenómenos cambió signifi cativamente y nuevos desafíos apareció en los periódicos del llevaron al país a otros momentos críticos donde una país como El Espectador. vez más la muerte protagonizó al dejar nuevos rastros de horror que aún no se han aclarado con sufi ciencia. Radiografía de la violencia en los últimos 50 años Jueves 31 de enero de 2.008 57

Citas 1 Vallejo, M. (2006), A plomo herido: una crónica del periodismo en Colombia (1880-1980). Planeta, Bogotá., pp. 238 2 Arteaga, J. (1997), Grandes crímenes en la historia de Colombia. Planeta Colombia Editorial., pp 16 3 El Espectador, (1949, 14 de noviembre), Bogotá. 4 López B., O. (1949, 15 de noviembre) en: El Espectador. Bogotá., pp. 11 5 Sánchez, G (2003), Bandoleros, gamonales y campesinos. El áncora Editores, Bogotá., pp. 21 6 Claver, P (1993), La guerra verde. Treinta años de confl icto entre esmeralderos. Intermedio Editores, Santa Fe de Bogotá., pp. 35 7 ------(1993), Efraín González: la dramática vida de un asesino asesinado. Planeta colombiana Editorial, Santa Fe de Bogotá., pp. 187 8 ------(1993), La guerra verde. Treinta años de confl icto entre esmeralderos. Intermedio Editores, Santa Fe de Bogotá., pp. 42 9Sánchez, G (2003), Op cit, pp. 53 10 Vallejo, M. , Op cit, pp. 98 11 El Espectador, (1949, 10 de noviembre), Sucesos, Bogotá., pp. 3 12 El Espectador, (1950,14 de febrero), Sucesos, Bogotá., pp. 3 13 El Espectador, (1950, 15 de febrero), Sucesos, Bogotá., pp. 3 14 El Espectador, (1950, 28 de febrero), Sucesos, Bogotá., pp. 6 15 González, R. (1950, 3 de marzo), “El crimen de la camioneta roja”, en El Espectador, Bogotá., pp.9 16 El Espectador, (1950, 28 de febrero), “Falso abogado asesino a un guambiano en Cali”, Bogotá., pp.3 17 Ramírez, T. (1950, 13 de abril), “Dos horrendos crímenes en el Valle”, en El Espectador, Bogotá., p. 3 18 Vallejo, M., Op cit, pp. 229 19 El Espectador, (1950, 20 de abril), “El doctor Lleras explica la posición de la dirección liberal” Bogotá, pp. 6 20 El Espectador, (1950, 21 de abril), “El Gobernador informa sobre los hechos de sangre en Yacopí y San Cayetano” Bogotá., pp.1 21 Ramírez, T. (1950, 9 de octubre) “Pájaro negro está sembrando temor en Roldadillo hoy”, en El Espectador. Bogotá., pp.5 22 El Espectador, (1950, 4 de julio) “Impresionante tragedia ayer en Bucaramanga” Bogotá, pp.3 23 El Espectador, (1950, 20 de julio), “Herida por su novio de un atroz mordisco” Bogotá, pp.7 24 El Espectador, (1950, 21 de agosto), “Un policial furioso atacó en el cuartel a sus compañeros” Bogotá, pp. 6 25 Vallejo, M. (2006),Op cit, pp. 228 26 Ibidem. 27 El Espectador, (1950, 3 de noviembre) “69 crímenes y homicidios en Armenia” Bogotá, pp. 14 Los victimarios en Colombia Jueves 31 de enero de 2.008 58

28 Ramirez, T. (1951, 14 de febrero), “Muerte de Cara Cortada” en El Espectador, Bogotá, pp.14 29 González, F. (1951, 30 de marzo) “El proceso y la prensa sobre el asesinato del jefe de control” Bogotá, pp. 3 30 ------(1951, 4 de abril) “Otra vez en tinieblas la investigación” en El Espectador, Bogotá, pp. 7 31 Vallejo, M. (2006), Op cit, pp. 23132 El Espectador, (1951, 31 de julio) “El defensor de Mata dice que hubo promesa de venta en Calderitas” Bogotá, pp.3 33 (Arango citado en Vallejo, 2006) 34 El Espectador, (1951, 5 de noviembre) “Roberto Urdaneta Arbeláez presidente desde hoy”Bogotá, pp 1. 35 El Espectador, (1951, 5 de mayo) “asesino del jefe de control”. Bogotá., pp. 9 36 Ramírez, T. (1952, 14 de enero) “Abusos contra niños en Cali” Bogotá, pp. 3 37 . (1952, 16 de enero) “Después de tomar una cerveza lo que quería era tomar sangre” Bogotá, pp.3 38El Espectador, (1952, 29 de febrero) “El 13 se inicia el proceso de La Marca” Bogotá, pp. 3 39 El Espectador, (1952, 29 de marzo) “Incierta situación afronta el proceso” Bogotá, pp. 1 40 González, F. (1952, 10 de octubre) “A puñal y revólver murieron una mujer y un hombre” Bogotá, pp.3 41 El Espectador, (1954, 22 de noviembre) “Nuevo orden político propone López”Bogotá, pp. 1 42 El Espectador, (1954, 30 de noviembre) “Otro chofer asesinado” Bogotá, pp.3 43 El Espectador, (1952, 2 de diciembre) “1000 pesos ofrecen por la captura de Noack” Bogotá, pp. 3 44 El Espectador, (1954, 3 de diciembre) “Todo el especial de captura de Noack y la entrevista” Bogotá, pp.1 45 El Espectador, (1954, 7 de diciembre) “Noack relata su amistad con Larrota” Bogotá, pp. 3 46 El Independiente, (1957, 9 de julio) “¿Identifi can al que mató a Guadalupe Salcedo?” Bogotá, pp.3 Radiografía de la violencia en los últimos 50 años Jueves 31 de enero de 2.008 59

2.Los victimarios de la muerte La década de los años 60 inició en pleno mandato del dirigente liberal Alberto Lleras Camargo en calidad de primer presidente del Frente Nacional. Una administración cuya primera y principal misión fue cómo obtener la paz con los distintos grupos alzados en armas y de qué manera acabar defi nitivamente con la violencia urbana y rural. Por eso su primera iniciativa fue tramitar una nueva ley de amnistía, extensiva por igual a bandoleros o guerrillas. Era el segundo intento en la historia contemporánea de Colombia por frenar la violencia política, luego de que el ex presidente Rojas Pinilla hiciera lo mismo en 1953. Sin embargo, desde sus orígenes, la nueva propuesta de negociación política no cayó bien en los sectores más radicales del país y mucho menos en el gobierno de Estados Unidos que, por esos días, ya vivía el desafío de la revolución cubana y las guerrillas comunistas de Fidel Castro y Ernesto “Che” Guevara. Su determinación, compartida por el gobierno colombiano, era evitar, a cualquier modo, la irrupción de una nueva guerrilla comunista en algún país de América Latina.

Quizás por eso la nueva amnistía para la búsqueda de la paz invocada por el presidente Lleras Camargo, paradójicamente se daba en vigencia del Estado de Sitio, fi gura institucionalizada en la Constitución de 1886 para que los gobiernos, a través de decretos extraordinarios, hicieran frente a graves situaciones de emergencia en materia de orden público. Una salida inusual, pero de uso frecuente que generó situaciones de abuso en el manejo del poder porque lo que debía ser excepcional se volvió permanente. Desde 1949 no dejó de aplicarse para encarar los dilemas del orden público y cuando cayó el telón del Frente Nacional, así quedó consignado en un informe especializado del Comité de Solidaridad con los Presos Políticos: “En el último cuarto de siglo, Colombia ha vivido 20 años bajo el Estado de sitio. Este mecanismo de gobierno, a todas luces arbitrario, se ha traducido en una política continuada de represión a todos los niveles contra el derecho elemental que tiene el pueblo de expresarse, movilizarse y organizarse, en la defensa de sus intereses”1.

La vigencia del Estado de Sitio durante el gobierno de Alberto Lleras Camargo, en medio de sus anunciadas intenciones de alcanzar la paz con los grupos armados ilegales, no constituía en consecuencia una rareza en el manejo del poder. Además, el Partido Comunista recibió al primer mandatario del Frente Nacional con una orden desafi ante: “retomar la política de las autodefensas”. Además, la situación de violencia partidista y el bandolerismo se Los victimarios en Colombia Jueves 31 de enero de 2.008 60

El presidente Lleras advir- tió que iba acabar con las ‘repúblicas independien- tes’ y comenzó con una gira por los departamen- tos más afectados por la violencia. Foto: archivo El Especta- dor.

habían incrementado notoriamente en Caldas, Quindío, Huila, Tolima y Valle, especialmente. Un complejo contexto que requería salidas inéditas que, en parte, explican la creación del denominado Plan Laso (Latin American Society Operation), mecanismo a través del que Estados Unidos entró directamente a apoyar al presidente Lleras Camargo para evitar que en América Latina cobrara fuerza otro régimen comunista como el que se abrió camino en Cuba en 1959. Un desafío que tenía nombre propio en Colombia: las “Repúblicas Independientes”, apelativo que le dio el senador conservador Álvaro Gómez Hurtado a aquellas regiones donde los comunistas lideraban proyectos agrarios con la fuerza de las armas y las balas.

Estas “Repúblicas Independientes” estaban ubicadas en Marquetalia, una intrincada zona en el sur del Tolima; la región de Riochiquito, en el norte del Cauca; la zona de El Pato, en el norte del Huila; la región del Guayabero, en el departamento del Meta; y en la zona del Sumapaz entre Cundinamarca, Huila, Tolima y Meta. El Plan Laso, que llegó acompañado de los proyectos de la Alianza para el Progreso del presidente Kennedy, se encaminó precisamente a desmantelar estos movimientos de autodefensa comunista a través de dos medios: la acción cívica y la guerra psicológica para ganar adeptos en las regiones y fomentar redes de espionaje y acción militar de intervención directa en las zonas campesinas afectadas por la infl uencia del comunismo. El plan incluyó además un bloqueo económico y armado a esas regiones para facilitar una estrategia militar por aire y tierra. Ante el fracaso de las negociaciones de paz entre 1958 y 1960, básicamente porque no se logró un acuerdo en torno al desarme, el Congreso respaldó la vía armada del Plan Laso para erradicar esas ‘Repúblicas Independientes’. Lo que sobrevino después fue el detonante de un confl icto que no cesa entre el Estado y la insurgencia. Radiografía de la violencia en los últimos 50 años Jueves 31 de enero de 2.008 61

Los nuevos caminos de la violencia política

Al margen del perfi l que comenzaba a tomar la confrontación entre el Estado y la insurgencia, para 1960 los rezagos de la violencia partidista y el desafío de los bandoleros y chusmeros se había agudizado en el campo y en algunas ciudades. Un clima de intolerancia que rápidamente envolvió el intento de paz emprendido por el gobierno porque además de la desconfi anza alrededor de los bandidos, también la sociedad se polarizó frente a dos posturas. La de aquellos que acusaban a los guerrilleros “comunes” de no aceptar el desarme, en parte porque tenían apoyo político del Partido Comunista en Bogotá o de dirigentes liberales como Héctor Charry Samper y Adán Arriaga Andrade; y la de quienes acusaban a los guerrilleros “limpios” de estar apoyando al gobierno y al Ejército en una táctica común: fi nanciar grupos de antiguos guerrilleros para combatir a las organizaciones campesinas. División entre “comunes” y “limpios” al interior de quienes debían acogerse a las propuestas de paz, que sumados a los crímenes comunes, derivaron en una sumatoria de asesinatos, amenazas, confl ictos de tierras y desplazamientos provocados por los nuevos victimarios de la violencia colombiana. Un cúmulo de atropellos que el periodismo colombiano sólo cubrió de forma tangencial, pues siguió primordialmente ocupado en la cobertura de la violencia ordinaria.

De vez en cuando un dilema distinto, como el despliegue dado a la primera decisión judicial para saldar dilemas de la violencia política, a través de la resolución de un confl icto de propietarios despojados de sus haciendas. Sorpresivamente, un juez de Quindío embargó tres propiedades adquiridas a ínfi mo precio durante la violencia de los años 50 y el tema se convirtió en un debate público. El funcionario, dentro de sus competencias, había ordenado la devolución de tierras a varios campesinos que las perdieron ilegalmente entre los años 1946 y 1957. Sin embargo, y en contraste, un largo listado de propiedades en similares La prensa fue testigo del acuerdo político que trato de aliviar las diferencias ideoló- condiciones no regresaron a manos de gicas y la violencia.Foto: El Espectador. sus dueños y poco a poco las autoridades judiciales empezaron a ratifi car los nuevos Los victimarios en Colombia Jueves 31 de enero de 2.008 62

títulos. Eran los ecos de un país que trataba de generar un nuevo ambiente con el espíritu conciliador del Frente Nacional, pero que tampoco renunciaba al perfi l excluyente del nuevo sistema, con permanente Estado de Sitio, desconocimiento de otras manifestaciones políticas, incontables crímenes en la impunidad y centenares de problemas sin solución, especialmente derivados de reclamos de los campesinos por agresiones ofi ciales.

Un ambiente caldeado que ya enfrentaba en las ciudades el auge de organizaciones universitarias con ideologías revolucionarias, como el Movimiento Obrero Estudiantil y Campesino MOEC o veía crecer el apoyo social a las guerrillas comunistas rurales que cobraban forma en los territorios de su infl uencia. Por eso no le fue difícil al Congreso aprobar el sugerido Plan Laso impulsado por Estados Unidos, debate que se dio en momentos en que el país vivía la pugna electoral para el segundo cuatrienio del Frente Nacional y primero del Partido Conservador. Elecciones que ganó el dirigente payanés Guillermo León Valencia, cuyo primer anuncio, expresado el mismo día de su posesión en agosto de 1962, fue directo y concluyente: “No habrá más repúblicas independientes en Colombia”. De paso, el nuevo mandatario anunció mano dura para acabar por igual con bandoleros, pájaros, delincuencia común y guerrillas. En respuesta, el MOEC argumentó así la razón de su lucha: “durante el Frente Nacional, la vida se ha encarecido en más de un 300%, la violencia ha aumentado y arroja una cifra de más de 12.000 campesinos y obreros asesinados, los salarios no compensan el encarecimiento de la vida, el hambre y el desempleo aumentan y se constituyen en amenaza permanente para el pueblo.”2

Colombia empezaba a afrontar una nueva violencia, ya no partidista o motivada por acciones de despojo, sino alentada por ideologías extranjeras. Por eso las Fuerzas Militares, en acatamiento de directrices gubernamentales, emprendió una etapa de revisión de sus métodos y tácticas a fi n de enfrentar a un enemigo más califi cado política y militarmente. Con el impulso del ministro de defensa general Alberto Ruiz Novoa y de varios ofi ciales que habían hecho parte del Batallón Colombia que participó en la Guerra de Corea en los años 50, las Fuerzas Militares empezaron a prepararse en terrenos abruptos, ya no para la guerra convencional contra grupos de forajidos sino para la guerra de guerrillas. Una reforma militar que no demoró en provocar denuncias de la población civil por excesos de la fuerza pública en la aplicación de la ley. Según el Comité de Presos Políticos, en esta época la violencia ofi cial se tecnifi có porque las víctimas empezaron a ser seleccionadas. “Ahora se trataba de ir diezmando a los dirigentes populares, los partidos de oposición y las zonas agrarias organizadas”. Radiografía de la violencia en los últimos 50 años Jueves 31 de enero de 2.008 63

Las guerras particulares sin cronistas

Un panorama aún más complejo visto desde la óptica particular de los colosos de la guerra. De los capitanes y generales inventados por tenebrosos bandidos que en cada región azotaban a sus comunidades con impunidad absoluta. Algunos itinerantes como William Aranguren, alias “Desquite” y Jacinto Cruz Usma, alias “Sangrenegra” en el Tolima; Teófi lo Rojas, alias “Chispas” en el Quindío o Efraín González en la zona esmeraldífera; otros asentados en regiones como el terrateniente del Sumapaz Antonio Vargas, y otros inventados en guerrillas comunistas como Manuel Marulanda Vélez, alias “Tirofi jo”. Muchos enfrentados entre ellos mismos, los bandoleros que continuaban con sus asesinatos en el Valle, en Caldas o en Cundinamarca y que constituían el primer blanco de las Fuerzas Militares en su Una de las noticias en las que se cono- política de confrontación a la violencia. cían las acciones de los bandoleros por las regiones. Foto: El Espectador. La serie interminable de asaltos de buses o fi ncas perpetrados por cuadrillas de asesinos que apenas hasta el 6 de enero de 1960 conocieron la primera sentencia en su contra: 20 años de prisión para Hernando Salazar y Fidel Gómez Quintero por la matanza de 14 personas en Salento (Quindío). Una de incontables masacres perpetradas en una nueva época de violencia de ejércitos privados.

El bandolerismo, insufi cientemente registrado en los periódicos bogotanos que seguían ocupados en la violencia citadina, pero que, en palabras del historiador Gonzalo Sánchez, constituyó “una protesta rural de perfi l arcaico con el propósito de restaurar el orden quebrantado”. Una extrema y desatinada cruzada encarnada por bandidos que fueron para si mismos “enderezadores de entuertos y caballeros andantes del delito”, bárbaros protegidos en algunas regiones por ricos o gamonales, que fueron desplegando un prontuario asombroso apenas aclarado con el curso del tiempo. Entre tanto, fi eles a la tradición de la crónica roja, aunque sus más eximios exponentes ya comenzaban a retirarse o tomaban nuevos rumbos periodísticos, los reporteros judiciales de los años 60 optaron más bien por la cobertura de los asesinatos comunes o el seguimiento de las bandas de asaltantes. Casos como la tragedia Los victimarios en Colombia Jueves 31 de enero de 2.008 64

ocurrida el 7 de febrero de 1960 en el barrio Restrepo en Bogotá, cuando Víctor Contreras, fabricante de ganchos, mató a su esposa con una cuchillada en la espalda que le atravesó el pulmón derecho, eran más recurrentes que la cobertura del bandolerismo rural, que sólo vino a aclararse gracias al aporte de cronistas e historiadores como el propio Gonzalo Sánchez, Alfredo Molano, Pedro Claver Téllez o Carlos Miguel Ortiz, que hoy permiten aclarar las sagas criminales de esos bandoleros y cómo sucumbieron fi nalmente en la ofensiva de un gobierno que desde el primer día dejó claro que iba a “imponer el orden cueste lo que cueste”.

La tragedia del barrio Gracias a esos trabajos hoy puede establecerse, por ejemplo, Restrepo conmocionó a cómo en Boyacá y Santander se impuso un bandolero llamado Bogotá en el año 1960. Foto: El Espectador. Efraín González, especie de vengador que vio morir a su padre en una redada del Ejército y se hizo delincuente en busca de retaliación. Su zona de acción inicial fue Chiquinquirá (Boyacá) y como defensor del conservatismo fue apoyado por políticos, labriegos e incluso sacerdotes, porque González era creyente, asistía a la Iglesia y veneraba a tal punto a la virgen de Chiquinquirá que dejaba bolsas de esmeraldas a los curas para apoyar el templo. Su lanzamiento como delincuente político en la región tuvo lugar en la batalla de Las Avispas en septiembre de 1960, conformando un grupo asesino que, entre otros, sumó a sus huestes a David Ardila alias ‘Perrotoco’, Humberto Ariza alias ‘El ganso’ o Salvador González alias ‘El largo’. Se El primer hombre de la decía que prestaba servicios criminales a terratenientes de la segunda fi la en el lado región esmeraldífera y que su primer objetivo fue combatir a izquierdo de la ima- gen es Efraín González Carlos Bernal, bandolero liberal que acechaba a Chiquinquirá. acompañado de sus De hecho, desde abril de 1948, cuando este municipio se vio seguidores. Foto: Bandoleros, ga- separado por una especie de Línea Maginot de apoyo conservador monales y campesinos. o liberal, el entonces ofi cial del Ejército Gustavo Rojas Pinilla Gonzalo Sánchez tuvo comunicación constante con González. El bandido también confi aba en el militar, pues él mismo había sido uniformado en calidad de subofi cial. Radiografía de la violencia en los últimos 50 años Jueves 31 de enero de 2.008 65

Efraín González auxilió también al senador Luis Torres Quintero, pero le retiró la ayuda después de que el congresista no pudo tramitar una amnistía para sus múltiples crímenes. Entonces en Muzo, Coscuez o Peñas Blancas, municipios del occidente de Boyacá donde abundaban las esmeraldas, se convirtió en uno de los jefes de los clanes ilegales que se crearon para el cuidado de las minas, y de ser un bandolero vengador pasó a protector de la gente o bandolero social con convicciones políticas. La gente que lo fi nanciaba veía en él a una especie de hombre guardián injustamente perseguido por las autoridades. Ágil, esbelto, delgado, de cara alargada y nariz aguileña, siempre en mangas de camisa y pistola al cinto, González nunca se sintió asesino y prefería autodefi nirse como “la mala conciencia del Partido Conservador”. Y agregaba: “Yo he cometido bellaquerías en su nombre matando y corriendo liberales y gente de izquierda. Pero ¿qué recibí a cambio?: Traición”. Durante siete años de impunidad, en 23 procesos penales en Caldas, Quindío Boyacá y Santander, Efraín González comenzó a ser buscado ansiosamente por el asesinato de 118 personas.

En distintas regiones de la zona andina colombiana se afi anzaron cuadrillas semejantes que adoptaban el nombre de sus jefes. El comando del teniente Roosevelt, la fuerza rebelde de Pedro Brincos, el ejército de ‘Desquite’, ‘Sangrenegra’ o Chispas, bandoleros con características similares en materia de edad, comportamiento criminal y sesgo político. Entre 18 y 25 años de edad, niñez dura y agredida, de carácter fuerte y violento, mataban por poder y también realizaban ataques cruentos sin dirección precisa o boleteaban por igual a comerciantes, repartidores de carne o distribuidores de ganado. En vastas zonas rurales del Tolima, Huila, Quindío, Caldas, Valle y Boyacá principalmente, si bien en los años 50 se habían sumado a la violenta contienda partidaria, en los años 60 empezaron a secuestrar hacendados o a matar para ampliar su infl uencia territorial. Así los describe el periodista judicial Luis de Castro, por muchos años Editor Judicial del periódico El Espectador: “En los años 60 ya tenían cierta posición política y la exaltaban como parte de su credo personal, pero básicamente eran crueles criminales. Acciones como quitar los testículos a sus víctimas para ponérselos en la boca o degollarlas para sacar la lengua por el cuello, comprueban su conducta macabra. Atacaban los buses o las fi ncas y no dejaban testigos de sus asaltos. Su sevicia sin límites caracterizó una época, pero sus andanzas fueron apenas materia de registro periodístico, sobre todo gracias a los reportes de los corresponsales en las regiones que estos bandidos azotaron”3.

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Cada bandolero tenía su peculiaridad. El Capitán Venganza, por ejemplo, nunca estuvo supeditado al dinero recaudado por sus delitos. Su fi nanciamiento consistía en exigir cuotas a los dueños de haciendas para su protección, según la posición económica de sus clientes. En cambio Jacinto Cruz Usma, alias “Sangrenegra” acumuló un espantoso historial que las Fuerzas Armadas registraban frecuentemente en sus ingentes esfuerzos por capturarlo. “El caso de Sangrenegra sobrepasa los límites de la criminalidad en Colombia. Sus atrocidades dejan el sello de su cobardía en el rostro de los indefensos campesinos masacrados”. Y de nuevo se recordaba, entre sus múltiples asaltos en las carreteras del Tolima, el ataque perpetrado el 2 de abril de 1962 contra dos camiones militares que transitaban por el sitio Taburete del corregimiento de Santa Teresa, municipio de Líbano, donde murieron un subofi cial, 11 soldados y dos conductores. En términos generales, al llegar a los años 60, los bandoleros sociales pasaron a comportarse como bandoleros políticos, El hombre señalado con caracterizando una época en que, al decir del periodista una fl echa es alias ‘el mos- co’, bandido que sembraba judicial Luis de Castro, “hasta en Bogotá era sospechoso la muerte en Sevilla Valle. ponerse una corbata roja y no faltaba quien la cortaba con Foto: El Espectador. cuchillo bajo amenazas de muerte”.

En algunos casos, los bandidos generaron admiración entre las clases dominantes que los tenían por justicieros aliados. Este tipo de bandolero tomó la denominación de “pájaro” y obraba como un asesino a sueldo al servicio de políticos y terratenientes y habitualmente enfrentado a los movimientos campesinos o a opositores políticos de sus patrocinadores. El más conocido de todos fue León María Lozano, apodado “El Cóndor”, un vendedor de quesos del municipio de Tulúa (Valle), que después de los sucesos del 9 de abril de 1948, a nombre del Partido Conservador y también cercano al ofi cial Rojas Pinilla, conformó un grupo de asesinos que segó la vida de muchos dirigentes liberales en el occidente del país. Los “Pájaros” tuvieron redes de colaboradores y grupos de enlace entre los miembros de la fuerza pública, pues sus crímenes eran selectivos y tenían como propósito afi anzar el poder político. En los años 50 habían sido determinantes para que muchos terratenientes o dirigentes políticos ampliaran sus dominios territoriales y regionales, pero para los años 60 comenzaron a adoptar una peligrosa autonomía que el Estado salió a enfrentar, con la misma energía con que se dispuso a combatir a los bandoleros y a las incipientes organizaciones de carácter revolucionario. Radiografía de la violencia en los últimos 50 años Jueves 31 de enero de 2.008 67

El fi n de los bandidos

Con el propósito de cumplir con los objetivos trazados por el gobierno Valencia en materia de orden público, el Ejército constituyó un destacamento especial que denominó el Batallón Colombia y puso al frente de dicha unidad a un destacado ofi cial llamado José Joaquín Matallana. Bajo su mando, las Fuerzas Militares, desde fi nales de 1962, emprendieron una ofensiva sin antecedentes contra los bandoleros. Al mismo tiempo, la confrontación entre la Fuerza Pública y las organizaciones de corte revolucionario siguió creciendo y el gobierno se vio forzado a designar varios alcaldes militares, a fi n de neutralizar el creciente sindicalismo que también se extendía por el territorio nacional. El ambiente estaba matizado por la persecución a los bandidos, la confrontación a las huelgas y la acción de las Fuerzas Militares para evitar que los dirigentes agrarios lograran más infl uencia entre las masas campesinas que sufrían todas las violencias a la

A la izquierda el pájaro León María Lozano vez, sin que tuvieran claro cuál era la alias ‘El cóndor’ junto con el general Gusta- directriz correcta. En medio del caos y vo Rojas Pinilla en un acto público. Foto: El Espectador. de común acuerdo con las autoridades civiles, los directores de los principales periódicos empezaron a promover normas de autorregulación para dejar de publicar noticias sobre la violencia, sobre la perspectiva de no convertir en caja de resonancia las acciones de los violentos.

Esta última situación explica en parte porque no hubo mayor cobertura de los periódicos a la doble confrontación que vivía el país. Los periodistas siguieron más interesados en la violencia común de las ciudades, mientras en las zonas rurales bandoleros e incipientes guerrilleros confrontaban con las Fuerzas Militares. De hecho, desde antes de la posesión de Guillermo León Valencia, cada golpe al bandolerismo se convertía en una hazaña de la Fuerza Pública. Así, por ejemplo, el 3 de abril de 1960 en Armenia, la Policía había dado de baja al bandolero identifi cado como Carlos Marín Vera y conocido con el alias de “La Seca”. Un sujeto que tenía un impresionante prontuario delictivo en el Quindío. Durante 30 minutos, el bandolero trató de defenderse para no ser capturado, pues pesaba en su contra una condena Los victimarios en Colombia Jueves 31 de enero de 2.008 68

a 17 años de prisión, pero fi nalmente fue abatido. Por muchos meses este positivo de la fuerza pública se convirtió en ejemplo de lo que debía hacerse con los violentos. Además, se impusieron las recompensas como estrategia para enfrentarlos y, en desarrollo de campañas para concienciar a la población, desde helicópteros militares se inició una masiva distribución de volantes, sobre todo en las zonas más afectadas. Con recompensas que oscilaban entre $3.000 y $10.000, los bandoleros más buscados por las autoridades empezaron a ser objeto de persecución y acoso.

En esta misma ofensiva, según lo relata Gonzalo Sánchez en su obra Bandoleros, gamonales y campesinos, el 20 de mayo de Una de las pocas in- formaciones sobre los 1961 cayó abatido Gustavo Espitia Valderrama, más conocido bandidos caídos en la como “El Mosco”, un sujeto natural de La Tebaida (Quindío) operación del Gobierno. Foto: El Espectador. que desde fi nales de los años 50 había constituido una temible banda de asaltantes alrededor del municipio de Sevilla (Valle), que sembraba la muerte en compañía de otros asesinos que asimismo se apodaban “Gasolina”, “Pastuso”, “Mala sombra”, “Paticortico”, “El Moche” o “El Señalador”. Espitia Valderrama alcanzó a ser detenido por las autoridades en Armenia y recluido en la cárcel de Villanueva en Cali, pero se evadió de la prisión en la madrugada del 14 de enero de 1960 para reagrupar su banda, sumándole a otros bandoleros tristemente célebres: Conrado Salazar García, más conocido como “Zarpazo” y Juan Bautista Tabares, alias “Tista”. La banda se dio a la tarea de extorsionar fi ncas cafeteras del Quindío para organizar la cuadrilla con jefes de vereda y estafetas que colaboraban portando brazaletes con el tricolor nacional. Ante el permanente reclamo de los terratenientes y de los políticos locales, El Tiempo y El Espectador en Bogotá, El País en Cali y los periódicos regionales de Armenia y Cartago empezaron a denunciar sus acciones. Finalmente, a través de agentes secretos, la Fuerza Pública infi ltró su cuadrilla y El Mosco cayó acribillado en el sitio Vellocino, de la vereda Riberalta, municipio de Obando, en el norte del Valle del Cauca.

Pero defi nitivamente el ocaso de los bandoleros se concretó después de 1962, en medio del gobierno de mano dura que regentó Guillermo León Valencia. Con tanta euforia ofi cial que, a través de los periódicos en Bogotá, el gobierno informaba a la opinión pública que la violencia se estaba acabando. En una de sus primeras ediciones de abril de 1963, El Espectador, por ejemplo, publicó estas declaraciones del primer mandatario: “Puedo Radiografía de la violencia en los últimos 50 años Jueves 31 de enero de 2.008 69

decir y siento gran satisfacción de hacerlo, que la violencia política se acabó. Subsiste, es cierto, el bandolerismo, pero el Gobierno está haciendo todo lo posible para solucionar el problema. En enero, marzo y abril hemos tenido casi completa calma. En resumen, creo que la violencia política ha sido superada. Es necesario sin embargo, recordar que muchas veces se ha hecho esta afi rmación y que luego han resultado nuevos brotes de violencia, pero ahora la tranquilidad es grande y parece que se trata de una situación perdurable. Pienso que ya hemos salido de esa negra pesadilla que fue la violencia”. Pero en la práctica, esa ‘negra pesadilla’, como la denominaba el presidente Valencia, se transformó en otras formas de muerte y violencia.

Los positivos del gobierno

A las cinco y treinta de la tarde del 22 de enero de 1963, un destacamento del Batallón Cisneros logró abatir a uno de los más reconocidos bandoleros de los años 50 y 60: Teófi lo Rojas Varón, conocido como “Chispas”. Natural del municipio de Rovira (Tolima), Rojas Varón era hijo de un pequeño propietario y profesaba apoyo al partido liberal. Sus padres fueron asesinados en presencia suya y, como él mismo lo reconoció años después, no encontró otro camino que huir hacia el monte para unirse a los bandoleros y atacar al enemigo, que en su criterio lo componían “los godos, los policías, el Ejército y los que llamaba chulos, godos, malparidos que había que acabar”4. De esta manera, Rojas Varón se constituyó en un temible bandolero que alcanzó a desmovilizarse en los procesos de paz de Rojas Pinilla en 1953 y Lleras Camargo en 1958. Sin embargo, tras el fracaso de estas tentativas de paz, “Chispas” volvió a sus andanzas y revivieron en su contra los procesos que le atribuían el asesinato directo de 75 personas. Con una curiosidad, “Chispas” acostumbraba enviar mensajes al periódico Tribuna de Ibagué cuando le atribuía asesinatos que no había cometido.

Según la prensa de la época y reportes de la justicia, Teófi lo Rojas apodado ‘Chispas’ a la espera de un acaudalados propietarios y políticos de Calarcá (Quindío) combate. lo protegían y el personaje, a sangre y fuego, junto con sus Foto: Bandoleros, gamona- les y campesinos. Gonzalo lugartenientes, sembraba la muerte en Quindío y Tolima. Sánchez Los victimarios en Colombia Jueves 31 de enero de 2.008 70

Era un personaje que se sentía popular, al punto que le escribía a los periódicos, a las reinas de belleza o a los dirigentes gremiales. Él mismo advertía que su lucha en lo sucesivo sería de “pobres contra millonarios, oprimidos contra opresores, lucha social en la cual quedan excluidos todos aquellos infames atropellos que viene realizando la oligarquía con las Fuerzas Armadas a su servicio y que la gran prensa estimula con sus publicaciones”5. Este tipo de provocaciones hizo que el Gobierno, a través de la cuarta brigada del Ejército, estableciera una ofensiva sin par contra “Chispas” y su cuadrilla, hasta que producto de las delaciones el bandolero fue detectado en los alrededores del caserío de Albania, cercano a Calarcá. Cuatro patrullas con fusiles, ametralladoras, pistolas, carabinas y granadas, como si se estuvieran preparando para una gran batalla, persiguieron a “Chispas” hasta la fi nca El Porvenir, donde lo localizaron apenas acompañado por un guardaespaldas y una mujer. Sin respuesta por parte del bandolero, ahí mismo fue abatido. En sus bolsillos se encontraron dos retratos: el de Efraín González, que simbolizaba su odio y el de Che Guevara que representaba sus nuevos ideales.

El siguiente paso del Ejército se concretó el 15 de septiembre de 1963, cuando cayó abatido por tropas del batallón Colombia, uno de los más buscados bandoleros de la época, apodado “Pedro Brincos”. Nacido en el municipio de Líbano (Tolima), al cumplir su mayoría de edad pagó servicio militar en el batallón Ayacucho de Manizales y después se fue a vivir al municipio de El Cairo (Valle), donde adoptó la postura de bandolero liberal, que justifi caba por el asesinato de sus padres y el despojo de sus bienes. Pedro Brincos formó inicialmente una cuadrilla de asaltantes con el sujeto Agustín Bonilla, a quien apodaban “El Diablo”. Durante varios años asesinaron a decenas de dirigentes conservadores, así como a miembros de la fuerza pública. En marzo de 1958 fue capturado por el Servicio de Inteligencia Colombiano (SIC), pero un año después un juez lo dejó en libertad por falta de pruebas. El caso fue ampliamente denunciado por los periódicos El Colombiano de Medellín y La Patria de Manizales, razón por la cual fue nuevamente detenido y recluido en la penitenciaria de Ibagué. Al mes y El bandolero ‘Pedro Brin- medio estaba libre y paradójicamente volvió a su tierra natal cos’ asesino conservado- res del Tolima. con la idea de convertir su cuadrilla de bandoleros en parte Foto: Bandoleros, gamona- del Movimiento Obrero Estudiantil y Campesino (MOEC), les y campesinos. Gonzalo Sánchez estableciendo además relaciones con el Partido Comunista. Radiografía de la violencia en los últimos 50 años Jueves 31 de enero de 2.008 71

A partir de 1960 Pedro Brincos y su banda de asesinos causó incontables muertos en las áreas rurales de los municipios de Líbano, Anzoátegui y Santa Isabel, en el norte del Tolima. Paradójicamente, en esta nueva etapa de su incursionar delictivo, comenzó a fi rmar los comunicados con su verdadero nombre: Roberto González Prieto y organizó una bien orquestada ofi cina de cobro de extorsiones, argumentando que su nueva postura era la de convertirse en miliciano, al estilo de los guerrilleros que en Cuba se habían tomado el poder. Esa situación lo llevó a moverse estratégicamente por todo el país, fundando incluso en la zona de Urabá el llamado Ejército Revolucionario de Colombia (ERC) que no duró mucho tiempo. Según el historiador Gonzalo Sánchez, “Pedro Brincos” alcanzó a viajar a Cuba y fue recibido por el propio Fidel Castro, quien lo trató como un héroe revolucionario”6. Por estas razones era un blanco fundamental de las Fuerzas Militares que detectaron como empezó a entablar relaciones con diversos grupos revolucionarios para constituir una guerrilla nacional. Finalmente, masivamente acusado por la prensa de Manizales e Ibagué de ser el inspirador comunista de toda la violencia, fue abatido por el batallón Colombia en el sitio La Isla, jurisdicción de Lérida (Tolima). A su lado murió Ricardo Otero, estudiante de economía de la universidad Jorge Tadeo Lozano y dirigente del MOEC. Ese mismo día cayó abatido Federico Arango Fonnegra, otro incipiente revolucionario que intentaba crear una guerrilla en el territorio Vásquez, en Santander.

Como puede apreciarse, los bandoleros de los años 50 con motivaciones básicamente partidistas, en los años 60, después de los sucesos de la revolución cubana en 1959, comenzaron a evolucionar hacia un bandolerismo social de incipiente formación política. Esta amenaza fue defi nitiva para que el gobierno, con el apoyo de Estados Unidos, tomara acciones concretas para impedir la formación de un ejército guerrillero de corte nacional. Por eso la línea de positivos continuó y el siguiente en la lista fue el tenebroso Jacinto Cruz Usma apodado “Sangrenegra”, abatido por las autoridades en enero de 1964. Este individuo era natural de Santa Isabel (Tolima), pero desde muy joven se ubicó en El Cairo (Valle), donde asesinó al hijo de un dirigente conservador, razón por la cual tuvo que regresar a Santa Isabel, donde decidió volverse liberal y constituyó una terrible cuadrilla. Su apodo da cuenta de su crueldad. Se rodeó de una serie de individuos, todos con alias de animales como “Pájaro verde”, “Gavilán”, “Golondrina” o “Águila negra” y supuestamente, a nombre de la “Unión Roja”, desafi aba a la Fuerza Pública enviando comunicados de este estilo: “Los saluda su amigo Sangrenegra, quien los solicita en la cuchilla de Requintaderos para un ensayo. LLebense unos ciento cincuenta compañeros a ver si charlamos. Espero probar su balor aber Los victimarios en Colombia Jueves 31 de enero de 2.008 72

que tan guapos son. Adiós chulos pájaros, se despide su serbidor y amigo, Sangrenegra”7.

Con este tipo de acciones, Sangrenegra se convirtió en un blanco fundamental para la Fuerza Pública. De tal modo que se constituyó un enorme destacamento para ubicarlo y abatirlo, previo anuncio de recompensas para quienes colaboraran. Según el escritor Pedro Claver Téllez, Sangrenegra fue localizado por el ejército en la zona de El Líbano (Tolima), pero logró burlar el cerco militar huyendo hacia El Cairo. En su retirada, iba dejando pistas porque trataba de asociarse con las cuadrillas que se movían en el Quindío. De esta manera y haciendo pasar por agente del SIC llegó hasta El Cairo, pero el alcalde se enteró de su presencia y coordinado con Imagen de ‘Desquite’ listo para combatir en el Libano, Tolima el alcalde del vecino municipio de Versalles, dieron Foto: Bandoleros, gamonales y aviso a la Fuerza Pública. A principios de febrero, campesinos. Gonzalo Sánchez el Ejército entró en combates con la cuadrilla de Sangrenegra, pero no se volvió a saber nada del personaje. Semanas después apareció su cadáver y en su poder un croquis de la región y varios documentos con su fi rma y el sello de su nueva postura como hombre de la violencia: Fuerzas Rebeldes del Norte de Tolima y Comando Guerrillero del Quindío. El periódico La Patria de Manizales confi rmó la noticia hasta el 26 de abril de 1964 y escribió que había caído el “Atila criollo, el bandolero más cruel en la historia del país”. Fue tal el alborozo que el batallón Colombia tuvo que organizar una peculiar operación de pueblo en pueblo, llevando el cadáver de Sangrenegra, para que los campesinos comprobaran que si había muerto, pues muchos lo creían inmortal.

Por la misma época cayó otro coloso de la violencia: William Aranguren, más conocido como Desquite. Nacido en Rovira (Tolima), siendo muy joven ingresó a la Policía Militar en Bogotá, pero fue dado de baja por mal comportamiento. Entonces salió a ejercer venganza y lo primero que hizo fue asesinar al pagador de la Compañía Colombiana de Tabaco en el municipio del Guamo (Tolima). Fue capturado y encarcelado en la Picota, pero al año se fugó y hacia 1960 anunció la creación de su propia cuadrilla en Líbano. En calidad de jefe de su propia banda, mantuvo siempre estrechos contactos con Sangrenegra, Pedro Radiografía de la violencia en los últimos 50 años Jueves 31 de enero de 2.008 73

Brincos y el MOEC. Organizó un grupo armado tan peculiar que incluyó mujeres, en sus acciones de guerra, entre ellas Rosalía Velásquez, apodada “La aviadora”, quien fusil en mano también combatía al lado de Desquite. Por sus condiciones de liderazgo y discurso social, este personaje se convirtió en una obsesión del coronel José Joaquín Matallana, sobre todo después de que en una toma al poblado de El Hatillo, el propio Desquite arengó a la población invitando a seguirlo por una causa: derrocar al Ejército y abrirse paso a un nuevo poder político.

Desquite se hizo tristemente legendario, las carreteras hacia Manizales e Ibagué vivían asediadas por sus hombres. Un solo hecho demuestra su capacidad de violencia. Ocurrió en el sitio La Italia, al oriente de Caldas, donde sin mediar palabra dio muerte a 40 personas, entre ellas 25 trabajadores de obras públicas. Por el simple hecho de ser conservadores, mataba a garrote y Imagen del tristemente célebre decapitaba. En una ocasión, en uno de los buses ‘Desquite’ capturada por el perió- asaltados, viajaba el director del Conservatorio de dico bogotano el 18 de marzo de 1964 Música de Caldas, el maestro Ramón Cardona. Foto: El Espectasdor Cuando Desquite indagó quien era y éste le explicó su cargo, ordenó asesinarlo porque Conservatorio se le parecía a conservador. Los periódicos de la época le dieron atmplio despliegue al tema Desquite y, paso a paso, referían cómo iban los operativos para capturarlo. Hasta que fue ubicado por el cerro Lumbí, jurisdicción del municipio de Venadillo (Tolima). En sucesivas crónicas, el periódico El Tiempo relató la forma como avanzó la infantería hasta ubicarlo con precisión. El 17 de marzo de 1964, en la fi nca El Perú, vereda Rosacruz, corregimiento de Junín, municipio de Venadillo, cayó por fi n baleado por el Ejército. Según Darío Fajardo, en su obra Violencia y Desarrollo, en los días posteriores a la muerte de Desquite, con amplio despliegue en el periódico La Patria de Manizales y El Cronista de Ibagué, se organizaron múltiples expediciones para buscar en distintas parajes de la cordillera central el impresionante botín del bandolero. Los victimarios en Colombia Jueves 31 de enero de 2.008 74

La violencia en las ciudades

Como en los años 50, aunque la violencia rural, cada día con mayores connotaciones políticas, era creciente, la principal ocupación de los periodistas en Bogotá y otras capitales era la violencia común. De alguna manera, la infl uencia de la crónica roja seguía teniendo seguidores y muchísimos lectores. Por eso cada que aparecía un asesinato, un suicidio, un asalto bancario o un robo de cierta magnitud, el despliegue de la prensa era amplio. Por eso, mientras se registraban los positivos de la fuerza pública contra el llamado bandolerismo, el periodismo sacaba tiempo para ampliar su despliegue frente a episodios de violencia urbana de cierta espectacularidad. Uno de esos hechos fue conocido como “el caso del apartamento 301”. Ocurrió el miércoles 24 de julio de 1963, pero vino a saberse dos días después de manera increíble: una banda de apartamenteros ingresó al 301 de la carrera 13 N° 85-98 del barrio Antiguo Country, en Bogotá, y encontró una mujer muerta, tendida en una cama, perfectamente maquillada y peinada y con un disparo en el corazón. La novedad de la denuncia animó a los periódicos, que emprendieron la cobertura de uno de los más extraordinarios sucesos de la época.

La occisa resultó ser Miriam Guerrero Villamizar, esposa de un conocido comerciante de joyas, de quien se había separado recientemente. Las primeras pesquisas, minuciosamente seguidas por los periodistas, indicaron que dos días antes de su asesinato, Miriam Guerrero fue anfi triona de una fi esta en su apartamento y uno de los invitados fue el técnico de televisión Omar Laverde. Según el testimonio de una empleada doméstica, al fi nal de la fi esta Miriam Guerrero se quedó a solas con el técnico Omar Laverde. Por esas las sospechas recayeron sobre él. Después se abrió el nuevo capítulo cuando se supo que otro de los amigos de la hermosa mujer era un millonario venezolano de apellido Velasco, quien no le cobraba el arriendo. También fue sospechoso, pero no sindicado. Más adelante se dijo que había sido un suicidio porque supuestamente Miriam Guerrero estaba implicada en el negocio del contrabando, razón por la cual empezaron a ser investigados varios pilotos y ex pilotos, azafatas y otros funcionarios de compañías comerciales aéreas. Casi diariamente los periódicos agregaban un nuevo detalle a la historia y el tema se volvió aún más novedoso cuando se supo que, entre los hallazgos en el apartamento, se encontró un frasco con cocaína y un sobre con marihuana. Entonces se dijo que cuando la mujer había recibido el disparo estaba bajo el efecto del alcohol y los estupefacientes. Este sorprendente descubrimiento agregó otro capítulo a la historia, sobre la especulación de que Miriam Guerrero pudiera estar vinculada al tráfi co de estas sustancias. Sin embargo, con el correr del tiempo y ante los nulos avances de la investigación, los periódicos fueron Radiografía de la violencia en los últimos 50 años Jueves 31 de enero de 2.008 75

perdiendo el interés, más aún cuando hacia febrero de 1964 la justicia aceptó la tesis de que podía tratarse de un suicidio. Aunque meses después el caso se reabrió y esporádicamente fue noticia hasta 1966, nunca se aclaró el misterio del apartamento 301. Hoy constituye un ejemplo del interés que le daban los periódicos al tema de la violencia urbana, incluso por encima de la violencia rural que ya tomaba dimensiones de guerra de guerrillas.

Otro ejemplo notorio de la violencia urbana y el predominio periodístico de su cobertura sobre la violencia rural y política, lo constituye el interés de los periodistas de los años 60 por casos peculiares del pasado, como los relacionados con el asesino Nepomuceno Matallana, conocido como “el doctor Mata”. Así lo rememora Luis de Castro, quien ejerció el periodismo judicial en esos días: “Yo conseguí la única entrevista que concedió el doctor Mata antes de morir en la cárcel. Y recuerdo que me dijo que las sesiones del juicio se habían vuelto muy aburridas e inofi ciosas. Y además me reclamó diciendo que en Colombia no se respetaba la ley de prensa y se permitía que los periódicos destacaran los defectos de las personas o sus cuestiones íntimas. Recuerdo que me insistió que en Colombia a nadie lo habían condenado por difamación y que los periodistas tergiversaban todo lo que se decía, cuando su ofi cio debía ser como los taquígrafos, es decir, reproducir fi elmente lo que escuchaban”8. Para los periodistas de la época, los encuentros con los criminales eran fortuitos y por eso resultaba “emocionante para un reportero hablar con ellos, más si estaban presos. La verdad es que los periodistas judiciales de los años 50 y 60 nos ocupamos más por ayudar a aclarar crímenes como el de Teresita la Descuartizada, que meternos en las honduras de la violencia política. Yo fui amigo de muchos defensores que además eran brillantes oradores. Cada caso se convertía en una verdadera comidilla social e incluso entretenimiento colectivo” 9.

Persiste la ofensiva contra la violencia política

Al margen del interés periodístico por la violencia urbana, y a pesar de los avances en la confrontación a los llamados bandoleros, en el campo la situación seguía siendo crítica y todos los días se conocía algún episodio de violencia protagonizado por los bandidos, orquestado por las organizaciones revolucionarias en formación o realizado por la Fuerza Pública. Los periódicos le daban relativa importancia a los dos primeros y poco se divulgaban los excesos de las Fuerzas Armadas. No obstante, en organismos especializados, sobre este último aspecto crecían las denuncias. Por ejemplo, se decía que un sujeto apodado “Melco” dirigía una terrible banda asociada al Ejército que asolaba las regiones rurales del sur del Quindío. De igual manera, desde las zonas del Sumapaz y Guayabero, en los departamentos de Cundinamarca y Los victimarios en Colombia Jueves 31 de enero de 2.008 76

Meta, abundaban las denuncias por atropellos contra los movimientos agrarios. El clima era de confrontación, pero muchos casos sólo quedaban registrados en informes especializados. Como la masacre de cuatro campesinos en Tenerife (Valle) en 1963, atribuida a la Policía. El único sobreviviente describió así lo sucedido: “nos hicieron tender boca abajo, nos obligaron a comer boñiga y tierra. Cuando intentábamos levantar la cabeza nos daban patadas. Nos torturaron con agua de panela hirviente. Después se los llevaron y a cuatro horas de camino los mataron”10.

De igual modo, crecían las denuncias por excesos del Batallón Colombia porque supuestamente, en su tarea de combatir a los bandoleros y a las organizaciones revolucionarias nacientes, la tropa abusaba de los campesinos detenidos. Los casos alcanzaron a ser llevados a la Cámara de Representantes, que constituyó una comisión especial para investigarlos, pero en ese momento la política nacional se inclinaba hacia el respaldo a las tareas “pacifi cadoras” del presidente Guillermo León Valencia, que a partir del primer trimestre de 1964, emprendió el capítulo más importante de su ofensiva: la denominada Operación Marquetalia. Así describió el periódico El Siglo el ambiente del país en el momento de iniciarse la operación: “Con la muerte de Desquite, Sangrenegra y Tarzán, quedan dos bandas operando en el Tolima: la de Manuel Marulanda, más conocido como Tirofi jo y la de Marcos Guaracas. La primera domina parte del sur de Tolima y algunas regiones del Huila. Su última aparición fue hace apenas dos semanas cuando asaltó un helicóptero de la Fuerza Aérea, dio muerte a un capitán y a un subteniente y secuestró a dos civiles,t por cuya liberación recibió $200.000”11.

En desarrollo del Plan Laso, desde mediados de mayo de 1964, las Fuerzas Militares iniciaron sus ataques contra la región de Marquetalia, ubicada en el sur del departamento del Tolima, en una arisca región denominada el Cañón de las Hermosas. El objetivo principal: desbaratar la estructura armada creada por el líder campesino Pedro Antonio Marín, más conocido como Manuel Marulanda Vélez e identifi cado en los prontuarios judiciales y las Fuerzas Militares como el bandolero comunista apodado “Tirofi jo”. El lunes 15 de junio de 1964, a seis columnas en primera página, El Espectador tituló: “El Ejército ocupó a Marquetalia” y enseguida un subtítulo aún más atrayente: “Cayó ayer el centro de Tirofi jo”. Con amplio despliegue, emulado en los principales periódicos del país, se informó que los bandoleros estaban cercados por las Fuerzas Militares y que las tropas de la sexta brigada del Ejército habían recuperado para siempre esta “República independiente”. La acción militar fue comandada personalmente por el coronel Matallana y el ofi cial resumió así su visión personal sobre lo sucedido: “Desde el punto de vista militar y táctico, la acción de mis hombres fue una operación exitosa. Se quitó esa aureola que se habían dado los guerrilleros Radiografía de la violencia en los últimos 50 años Jueves 31 de enero de 2.008 77

El cubrimiento que hizo la prensa de la invasión del Ejército al fuerte de Tirofi jo el 15 de junio de 1964. Foto: El Espectador.

de Tirofi jo que se daban el lujo de proclamar que la fuerza Pública no sería capaz de tomarse la zona. Se acabó el mito de Marquetalia.”12.

El periódico El Tiempo, también con amplio despliegue escribió que, en su huída, “Tirofi jo trataba de salir del país valiéndose de un pasaporte falso” y que intentaba viajar a Cuba. Además ahondaba en el prontuario del más importante de los enemigos del Estado: “A Marulanda Vélez se le acusa del asalto a Gaitanía ocurrido el 2 de mayo de 1960; del golpe a Ataco del 12 de septiembre del mismo año; del ataque al sitio El Puerto donde Marulanda en sus inicios en la guerrilla de las Farc en Marquetalia, Caldas. dio muerte a tres soldados; del asalto al Foto: Bandoleros, gamonales y campesi- Vega del Muerto, donde murieron muchos nos. Gonzalo Sánchez campesinos; del asalto al Camino a la Florida donde perdieron la vida cuatro soldados, entre otros. Simultáneamente, los detractores de la operación militar empezaron a denunciar que, en su ofensiva, la tropa había apelado a la guerra bacteriológica y que en la región habían aparecido brotes de viruela negra y espuela de gallo. Por eso exigían la intervención de la Cruz Roja Internacional. Organizaciones como la Comisión de Juristas Demócratas, el Comité de Solidaridad de Presos Políticos Los victimarios en Colombia Jueves 31 de enero de 2.008 78

o los diversos sindicatos convirtieron el caso en denuncia política y, meses después, desde la zona del Caguán en el Caquetá, reapareció Marulanda Vélez con sus hombres para anunciar que en adelante, bajo la ideología comunista y en procura de la toma del poder, su movimiento agrario armado se transformaba en las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), es decir, el inicio formal de la guerra de guerrillas en su confrontación contra el Estado.

Guerra de Guerrillas

No pasó mucho tiempo para que desde otro lugar de Colombia apareciera el segundo desafío de la misma naturaleza. En el municipio de Simacota (Santander), el 7 de enero de 1965, un grupo armado encabezado por un sobreviviente de Marulanda reaparece en el Caguán la violencia partidista llamado Fabio Vásquez después de la toma de Marquetalia. En la segunda foto aparece al lado Castaño, se tomó la población, asesinó a cinco de Jacobo Arenas. militares y en un manifi esto anunció que, para Foto: Bandoleros, gamonales y cam- pesinos. Gonzalo Sánchez. confrontar “la violencia reaccionaria desatada por los gobiernos oligarcas”, habían decidido agruparse en el Ejército de Liberación Nacional (ELN), con un solo propósito: derrocar al Gobierno. De esta manera, al tiempo que el Gobierno y las Fuerzas Militares habían logrado neutralizar iniciativas revolucionarias como el MOEC o la guerrilla agraria de Federico Fonnegra, y asimismo había podido dar de baja a sanguinarios bandoleros como Desquite, Sangrenegra, Chispas, Pedro Brincos, Tarzán u otros, no pudo evitar que se formaran dos grupos plenamente guerrilleros: Las FARC de ideología marxista-leninista y apegado a las directrices del Partido Comunista, y el ELN, de ideología castrista, inspiración en la revolución cubana y el mismo propósito de su grupo homólogo: combinar las formas de lucha para la toma del poder.

La reacción del gobierno Valencia fue inmediata. Desde 1962, a raíz de una visita en Colombia de una misión del Centro de Guerra Especial de Fort Bragg (Carolina del Radiografía de la violencia en los últimos 50 años Jueves 31 de enero de 2.008 79

Los medios como cazadores de hechos judiciales llegaron a Simacotá, San- tander para averiguar que grupo rebelde había interrumpido la tranquilidad de la región el 9 de enero de 1965. Foto: El Espectador.

Norte), existía en Colombia un informe fi rmado por el general Yarborough, que recomendaba implementar como estrategia contrainsurgente la creación de estructuras paramilitares. En aplicación de estas directrices y en curso del Estado de Sitio, el Ejecutivo expidió el decreto 3398 de 1965, destinado a desarrollar el concepto de la seguridad nacional, en el cual se incluyó una disposición que autorizaba al Ministerio de Defensa, a través de sus diversos comandos, a amparar el uso de armas privativas de las Fuerzas Militares para grupos de civiles que apoyaran la lucha contrainsurgente. De esta forma, el Gobierno autorizó la creación de grupos de autodefensa para apoyar al Ejército en su lucha contra las FARC y el ELN. Así quedó completo el trágico esquema para que el país hiciera su transición defi nitiva de la violencia partidista o social a la guerra de guerrillas con componente paraestatal para enfrentarlas.

Un nuevo clima de confrontación armada que otorgó excesivo protagonismo a las Fuerzas Militares y especialmente al Ministro de Guerra o de Defensa general Alberto Ruíz Novoa, quien más allá de su gestión militar, comenzó a discurrir en los terrenos de la política, a tal punto que incomodó al propio presidente Valencia. Ruiz Novoa quiso imponer el derecho de opinión en momentos en que Bogotá empezaba a llenarse de avisos con esta consigna: “El país exige orden, progreso, desarrollo. Ruiz Novoa es la solución”. Este fue el detonante para que el 27 de enero de 1965 se produjera el llamado a retiro del prestigioso ofi cial, de quien se dijo estaba preparando un golpe de Estado. Ruiz Novoa fue reemplazado por el general Gabriel Reveiz Pizarro. El ex presidente Rojas Pinilla, quien había recuperado su protagonismo en razón a que la Corte Suprema de Justicia lo había absuelto de la destitución y Los victimarios en Colombia Jueves 31 de enero de 2.008 80

pérdida de derechos políticos a que lo había condenado el Congreso de la República, al comentar sobre lo sucedido declaró que Ruiz Novoa se había demorado en concretar el golpe desaprovechando su ascendente social. Sin embargo, superada la crisis militar, a las Fuerzas Militares durante el

Ante la presión del gobierno de Valencia, el gobierno Valencia les faltaba otro general Ruíz Novoa tuvo que renunciar y decli- momento estelar para redondear su nar sus actividades políticas, prohibidas en el campo militar. protagonismo. Foto: El Espectador. Ocurrió el 10 de junio de 1965 en el barrio obrero San José, ubicado al centro oriente de Bogotá, donde después de un largo combate, fue abatido el tristemente célebre bandolero santandereano Efraín González. El escritor Pedro Claver Téllez, en su obra “La dramática vida de un asesino asesinado”, sostiene que el principio del fi n del bandido empezó con la captura de Araminta Rodríguez, su amante. La Compañía de Misiones Especiales de la Brigada de Institutos Militares que lo perseguía incesantemente indagó a la mujer y obtuvo pistas valiosas sobre su paradero. Pero González era un hombre demasiado escurridizo y bajo los apelativos de don Juan, El Viejo, El tío o El Siete Colores, despistaba a sus enemigos de manera sorprendente. Era bandido desde muy joven y tenía escondites en el Quindío, en la zona esmeraldífera de Boyacá o en el departamento del Tolima. Pero también se fue llenando de enemigos y las autoridades lto encontraron. Murió en su ley, atrincherado en una casa demarcada con el número 14ª-28 de la calle 27 sur de Bogotá, defendiéndose de un verdadero escuadrón del Ejército encabezado por el propio coronel José Joaquín Matallana. Siete miembros del Ejército murieron en la acción y solo cuando envuelto en su ruana cayó abatido por las balas ofi ciales, el ofi cial Matallana pudo gritar: “Este hombre es Efraín González, viva Colombia”.

Según Téllez, la operación duró cuatro horas, se hicieron más de 50.000 disparos, se utilizaron armas de toda clase, incluido un cañón de 40 milímetros y bombas fl ig y solo murió un civil: el propio Efraín González. Las reacciones a la muerte del bandolero demostraron las particularidades del país. Más de 300.000 personas depositaron coronas y ramos de fl ores donde González fue abatido, mientras el Presidente Valencia rendía honores a los Radiografía de la violencia en los últimos 50 años Jueves 31 de enero de 2.008 81

héroes caídos, concedía ascensos y otorgaba medallas póstumas. Al menos en 20 municipios de Santander y Boyacá, con asistencia de 20.000 personas, se ofrecieron misas por el descanso de su alma. Las revistas y periódicos dividieron opiniones entre quienes lo califi caban como “el primer guerrillero comunista asesinado por el Estado” o el hombre que “hizo grande el machete santandereano con En un operativo que duró cuatro horas fue dado de baja Efraín González. Su fortín fue totalmen- la fe puesta en Colombia y guiado te destruido el 10 de junio de 1965. por profundas creencias religiosas y Foto: El Espectador. un sentido humano ejemplar”. Los especialistas del DAS ordenaron hacer una mascarilla de su rostro para incluirla en su museo, y un grupo de esmeralderos, en un acto clandestino de rebeldía, ordenaron hacer una placa que durante muchos años estuvo en el sitio donde murió González y que decía: “Aquí peleó, durante cuatro horas, un cobarde criminal contra 1200 valerosos soldados colombianos”. Un espontáneo transeúnte escribió un graffi ti debajo de la placa que decía: “Y casi se les va”13

Cambio de Gobierno y de frente de Guerra

A pesar de que en los meses siguientes cayeron otros bandoleros, la muerte de Efraín González en Bogotá constituyó el fi n de una época. El tiempo de los bandoleros había declinado, como también llegaba a su fi n el gobierno de Guillermo León Valencia, a quien comenzaron a califi car como El Pacifi cador. Ciertamente, durante su cuatrienio las Fuerzas Militares lograron neutralizar buena parte de los bandidos sociales que habían proyectado la violencia hasta niveles de sevicia, pero de esta confrontación quedaron también dos grupos guerrilleros y la legalización para constituir grupos de autodefensa. En medio de esta transición entre la lucha contra el bandolerismo social y la confrontación a la guerra de guerrillas, más que los periodistas cotidianos que esporádicamente ahondaron en esta problemática, surgió un peculiar género de investigadores denominados los violentólogos, o especialistas en evaluar la casi patológica agresividad colombiana. Los pioneros de este grupo de sociólogos, periodistas, historiadores o escritores, fueron monseñor Germán Guzmán Los victimarios en Colombia Jueves 31 de enero de 2.008 82

Campos, Orlando Fals Borda y Eduardo Umaña Luna, quienes a través de su clásica obra de dos tomos, La Violencia en Colombia, publicada por primera vez en junio de 1962, dejó las bases para entender la historia y geografía de la violencia, los elementos estructurales del confl icto, la sociología de la agresión y las herramientas básicas para asimilar cómo fue posible que en apenas 15 años más de 200.000 colombianos fueran asesinados.

En agosto de 1966, como tercer presidente del Frente Nacional, llegó a la Casa de Nariño el dirigente liberal Carlos Lleras Restrepo, quien sin desatender sus deberes con el orden público, concentró su tarea de gobierno en el reordenamiento económico del Estado. Aún así, como quiera que la violencia no cedía, se vio forzado a desplegar nuevas acciones para enfrentarla. Ya no era el desafío

El ELN era protagonista de las bandolero sino el reto de la guerra de guerrillas. primicias en los periódicos por sus Quedaban focos de violencia protagonizada por actuaciones militares. Foto: El Espectador. bandas armadas, pero el dilema esencial eran las FARC y el ELN, especialmente el segundo, porque mientras el grupo de Marulanda Vélez desarrollaba su accionar en poblados muy distantes de las áreas de infl uencia económica, el ELN empezó a protagonizar en el corazón del país, en el Magdalena Medio antioqueño y santandereano, con creciente proyección ideológica hacia las universidades públicas en Bogotá, Cali, Medellín y Bucaramanga. Con un dolor de cabeza adicional, motivados por la llamada Teología de la Liberación, varios sacerdotes y religiosas también empezaron a hacer política desde los púlpitos y más de uno se vinculó a la guerrilla, entre ellos el sociólogo, capellán de la Universidad Nacional y respetado líder político, el sacerdote Camilo Torres Restrepo.

El caso Camilo Torres constituye un capítulo especial en la historia de la confrontación armada en Colombia. Integrante de una encumbrada familia bogotana y estudiado en los mejores centros educativos de Colombia y Bélgica, desde su regreso al país se dio a la tarea Radiografía de la violencia en los últimos 50 años Jueves 31 de enero de 2.008 83

de crear una plataforma política para cuestionar al aparato gubernamental y reclamar acciones sociales como reforma agraria, salud pública o derechos de la mujer. La súbita conducta del padre Camilo Torres se vio complementada con la creación del movimiento que él mismo denominó Frente Unido del Pueblo Colombiano. El 22 de mayo de 1965, presentó una explosiva declaración de convocatoria a los sectores populares, las organizaciones de acción comunal, los sindicatos, las cooperativas, las ligas campesinas y las comunidades obreras, para que se desarrollara una plataforma de acción social en contra de los partidos políticos tradicionales. La gestión del cura Camilo provocó la reacción de la Curia y el cardenal Luis Concha Córdoba, en declaración del 18 de junio de 1965, desautorizó sus acciones dejando en claro que el padre Camilo se había apartado concientemente de la Iglesia Católica. Ante esta circunstancia, el cura Camilo Torres optó por la lucha armada y se vinculó al ELN. No obstante, en su primer combate, el 15 de febrero de 1966, murió en Patio Cemento (Santander), cuando enfrentaba a soldados de la Quinta Brigada del Ejército.

Sin embargo, su ejemplo fue acogido por otros religiosos que igualmente se vincularon a la lucha armada. Los sacerdotes españoles Antonio Jiménez, Domingo Laín y Manuel Pérez se sumaron al ELN y el último de ellos llegó a hacer su máximo comandante. Asimismo, un grupo de religiosos hombres y mujeres consolidó el llamado grupo Golconda, encaminado a agitar ideas Un ejemplo del tipo de accio- nar de este grupo que utili- sociales en la perspectiva de la Teología de la Liberación zó el asesinato y secuestro y la búsqueda de protagonismo político. El gobierno desde sus inicios. Foto: El Espectador. Lleras los confrontó con dureza y varios de ellos fueron expulsados del territorio Nacional. Y como lo relata el periodista Javier Darío Restrepo en su obra La revolución de las sotanas, los medios de comunicación no fueron indiferentes frente a ellos: “o los presentaron como la expresión de la renovación de la Iglesia o los condenaron como comunistas infi ltrados en la Iglesia”. No faltó quien los califi cara como “idiotas útiles instrumentalizados por el Partido Comunista o por la guerrilla”. De cualquier modo en la transición entre los años 60 y 70 fueron protagonistas del debate político que empezó a darle forma al confl icto armado entre el Estado y la insurgencia.

Con un nuevo actor violento. Como consecuencia de las pugnas internas en el Partido Comunista, entre quienes preferían apoyar la denominada línea maoísta o línea china y Los victimarios en Colombia Jueves 31 de enero de 2.008 84

quienes preferían mantenerse fi eles a la línea marxista-leninista. Esta disidencia se ahondó hacia 1964 y causó la ruptura en su brazo armado. Así que, sin apartarse de la clásica fi losofía de la combinación de las formas de lucha, en 1967, el grupo de línea maoísta decidió crear una nueva guerrilla: El Ejército Popular de Liberación EPL, que escogió como sitio de acción la zona del Alto Sinú y San Jorge, en el departamento de Córdoba bajo la dirección general de los dirigentes comunistas Pedro Vásquez Rendón y Pedro León Arboleda. Desde el primer momento el EPL adoptó la misma táctica de las FARC y el ELN, es decir, por encima de sus acciones de guerra, gestiones de fi nanciamiento a través del peor de los delitos: el secuestro. Por eso desde fi nales de los años 60, el plagio de ciudadanos se convirtió en una plaga que el Estado fue insufi ciente para enfrentar. Oliverio Lara, Harold Eder, Diego Echavarría, entre otros hacendados, industriales, comerciantes o ganaderos, empezaron a hacer víctimas del secuestro sistemático practicado por los grupos guerrilleros.

De forma adicional, en algunas regiones del país, la minería clandestina u otras prácticas de producción ilegal, también se convirtieron en detonantes de violencia. El caso más notorio fue la zona esmeraldífera de Boyacá que dio lugar a la denominada Guerra Verde. Aunque los pioneros de esas bandas asesinas fueron el propio Efraín González y los sujetos conocidos como Pablo Emilio Orjuela e Isauro Murcia, con el correr de los años se fueron gestando verdaderos ejércitos privados dispuestos a asesinar a quien se atravesara en su negocio. Tras la muerte violenta de Orjuela y González, Isauro Murcía fue por muchos años el amo y señor de la región, pero interesado en lavar su mala imagen, le propuso al gobierno legalizar las minas. Aunque este hecho sólo se formalizó durante el gobierno de Misael Pastrana (1970-1974), la formalización del negocio no cesó la violencia. Por el contrario, apareció otro bandido célebre: Humberto Ariza, apodado ‘El Ganso’, un sujeto que no se cansó de matar o de ordenar hacerlo.

El Ganso Ariza sucedió a Efraín González en el liderazgo de las bandas armadas al servicio de los esmeralderos. Una guerra de traiciones y venganzas que empezó tratando de inducir al Ejército a que acabara con Isauro Murcía, pero que derivó en una serie interminable de crímenes en Bogotá, Muzo, Quípama, Otanche y Chiquinquirá, entre otros. Como lo describe el periodista Pedro Claver en su trabajo “La guerra verde”, el barrio Santa Isabel en Bogotá se convirtió “en una fortaleza de ejércitos privados”. Después de una larga guerra a muerte entre los mineros, sobrevivieron ocho capos que se hicieron a la empresa Esmeracol, a través de la cual se ofi cializó un negocio que los bandidos siguieron dominando. Muchas historias quedaron de la guerra verde, muchos crímenes impunes y actos de corrupción. El Ganso Radiografía de la violencia en los últimos 50 años Jueves 31 de enero de 2.008 85

Ariza fue asesinado en 1985, Isauro Murcia entregó su poder al nuevo capo Gilberto Molina Moreno, y las nuevas generaciones de esmeralderos fueron creándole el camino a los nuevos zares de las esmeraldas que causarían más violencia en décadas posteriores: Víctor Carranza y Gonzalo Rodríguez Gacha.

Entre la violencia urbana y la guerra

Con el paso de los años, el periodismo judicial fue cambiando sus intereses, motivándose más por conocer las complejidades políticas y sociales de la violencia, antes que el morbo cotidiano de la violencia urbana. En este hecho fue fundamental la campaña emprendida por varios periódicos que consideraron necesario otorgarle más importancia a los debates de la reforma constitucional promovida por el gobierno Lleras, la creación de los nuevos departamentos, las confrontaciones políticas entre la Anapo y los defensores del Frente Nacional o los dilemas de la política internacional, que persistir en seguir entregando a los lectores recuentos de muertos. El primer periódico en promover estos cambios fue El Espectador, que en mayo de 1967 le anunció a sus lectores que, en adelante, iba a limitar a “lo estrictamente indispensable”, la divulgación de información sobre la violencia y acciones semejantes. Además dispuso que eliminaba “toda clase de detalles desagradables o inconvenientes” para concentrarse en aspectos de mayor formación para los lectores.

Esta decisión provocó que, un mes más tarde, los directores de los principales medios de comunicación del país se reunieran en Barranquilla para tomar decisiones en torno a la información de violencia. Entre el 16 y 17 de junio de 1967, en el hotel El Prado, con la asistencia de los principales periodistas del país, los periódicos expidieron una declaración para bajarle el tono a la información de violencia. El invitado de honor fue el director de la Policía general Bernardo Camacho Leyva, quien instó a los medios de comunicación a prescindir de toda información alarmista y exagerada sobre la violencia. En mensaje enviado a los directores de los periódicos, el presidente Carlos Lleras apoyó la iniciativa porque, en su sentir, este tipo de información estimulaba las distintas tendencias de la violencia en Colombia. En su Los victimarios en Colombia Jueves 31 de enero de 2.008 86

Las publicaciones en las que los medios dieron a conocer su ‘voluntad’ de no publicar más sobre crímenes y violencia. Un acuerdo infl uenciado para desviar la atención de los ciudadanos sobre la violencia. Foto: 17 y 18 de junio de 1967. El Espectador.

declaración, los periodistas se mostraron partidarios de contribuir a la lucha contra el delito en Colombia, imponiendo en sus escritos “una mayor discreción a las informaciones policiales”. Según los directores de los periódicos, de esa manera aportaban a la “eliminación gradual del crimen”, antes de persistir en el escándalo. Esta es “una soberana cooperación al orden social” que nace de un “amable diálogo entre colegas”, concluyó la peculiar declaración de los periodistas que deliberadamente optaron por darle un bajo perfi l al tema de la violencia, con cierto sabor de autocensura porque ésta estaba lejos de extinguirse.

No obstante, cuando apareció la primera historia de ribetes de espectacularidad, los medios se olvidaron de sus promesas y vendieron periódicos a granel para recrear los detalles del caso Padilla Convers. El hecho tuvo lugar el 18 de noviembre de 1969, cuando se conoció la identidad de un sujeto que había aparecido muerto e incinerado cerca al cementerio Jardines del Recuerdo, al norte de Bogotá. Se trataba del industrial norteamericano radicado en Colombia Jaime Padilla Convers y desde el primer momento se formuló la hipótesis de que el asesino lo conocía muy bien porque sabía de su regreso al país. Las primeras sospechas recayeron sobre su cuñado Gonzalo Carreño Nieto, quien fue visto en compañía de Padilla momentos antes de su desaparición. Sin embargo, cuando fue requerido por las autoridades, Carreño argumentó que él se encontró con su cuñado en el aeropuerto pero que fueron interceptados por varios hombres en un taxi. Según él, minutos después lo dejaron en libertad y se llevaron al industrial Padilla Convers.

El caso sin embargo se volvió importante cuando el DAS descubrió que en el Mercedes Benz de Carreño aparecieron huellas de sangre, lo cual permitió deducir que el homicidio se perpetró en el automóvil. La investigación tuvo toda clase de detalles, desde la defensa aguerrida de Carreño por parte de su esposa y hermana del difunto, Anita Padilla, hasta una serie de fugas del acusado cada que era capturado por la policía. El proceso estuvo Radiografía de la violencia en los últimos 50 años Jueves 31 de enero de 2.008 87

muchas veces al borde de la nulidad, pero volvía a reabrirse en medio de la expectativa de los periódicos. Día a día, los medios se peleaban por el último detalle. Como en los tiempos de la crónica roja de los años 50, el caso Padilla Convers dejó atrás las pugnas políticas o el asedio de los violentos, para concentrarse en la más interesante investigación judicial. Con un aditivo: el abogado Ismael Rincón Samudio, el mismo que años atrás había logrado la absolución del acusado del asesinato de Teresita la Descuartizada, obtuvo en primera instancia la absolución de Carreño, basándose en un argumento universal de la justicia penal: el benefi cio de la duda. Sin embargo, Carreño pasó por la historia judicial del país como un delincuente ingenioso. Siete años más tarde fue acusado de asalto y en 1987 secuestró un avión de Avianca con una granada de juguete. El caso Gonzalo Carreño Nieto y su cuñado Padilla Convers fue una especie de tregua informativa, antes de volver a la discreción ordenada por los dueños de los periódicos.

Y así concluyó la década de los años 60. Con un país expectante por conocer el fi nal del Frente Nacional, pero azotado por un fl agelo que terminaría por convertirse en el gran detonante de la violencia generalizada: el secuestro. La violencia partidista fue superada y quizás los defensores del Frente Nacional puedan argumentar que con ese logro cumplieron su cometido. Pero la crisis social siguió creciendo y los factores generadores de violencia se mantuvieron activos. Las FARC comenzaron a proyectar su máquina de guerra en distintas áreas rurales; el ELN siguió penetrando las universidades, los sindicatos y otras organizaciones sociales; el EPL comenzó a diseminar su guerra a la Costa Atlántica; la Fuerza Pública en sus labores de contención del delito, en más de una ocasión excedió sus facultades; los gobiernos no encontraron fórmula distinta al represor Estado de Sitio con la confi rmación normativa (ley 48 de 1968) para crear grupos de autodefensa; la delincuencia común y otras formas de justicia privada siguieron multiplicándose; y en el horizonte empezó a perfi larse el nuevo enemigo que potenciaría la violencia hasta niveles nunca vistos: el narcotráfi co y los carteles de la droga. Los victimarios en Colombia Jueves 31 de enero de 2.008 88

Citas 1 Comité de Solidaridad con los Presos Políticos (1974), “El libro negro de la represión: Frente Nacional: 1958-1974. Bogotá. 2 Ibid. P. 31 3 Entrevista con Luis de Castro. 24 de octubre de 2007. 4 González, S et al. (1983), “Bandoleros, gamonales y campesinos: el caso de la violencia en Colombia”, El Áncora ediciones, Bogotá., PP. 77 5 Ibid., pp. 110 6 Ramsey, R. (1981), “Guerrilleros y soldados”. Ediciones Tercer Milenio, Bogotá., pp. 299 7 Guzmán, G et al, (2005), “La violencia en Colombia” editorial Taurus, Bogotá., pp. 409. 8 Entrevista con Luís de Castro. Loc. cit.. 9 Entrevista con Luís de Castro. Loc. cit. 10 Comité de Solidaridad con los Presos Políticos, Op cit, pp. 38 11El Siglo (1964, 19 de marzo), “Bandoleros dados de baja”, Bogotá. 12 Arango, C. (1985), “Farc: 20 años de Marquetalia a la Uribe”. Ediciones Aurora. Bogotá., pp. 230 13Claver, P. (1993), “Efraín González: La dramática vida de un asesino asesinado”. Planeta. Colombia., pp. 605. Radiografía de la violencia en los últimos 50 años Jueves 31 de enero de 2.008 89

3. M-19, Estatuto de seguridad y narcotráfi co

Los años 70 no dejaron atrás la violencia que afectaba al país. Por el contrario, se agudizó a tal punto, que el ejercicio periodístico se vio desbordado por la magnitud y frecuencia de los hechos violentos. La principal preocupación del Estado siguió siendo la subversión armada desplegada desde mediados de los años 60 por las FARC, el ELN y el EPL que, especialmente en casos de secuestro, tenía azotadas varias regiones del centro y sur de Colombia. El fenómeno de autodefensas, autorizado por decretos de los gobiernos Valencia y Lleras Restrepo, aún era muy precario y básicamente asociado al apoyo a la fuerza pública. Además en curso de la confrontación empezaban a multiplicarse las denuncias contra miembros de las Fuerzas Militares por abusos en ejercicio de sus funciones. La confrontación armada diversifi caba el perfi l de sus victimarios, y los bandoleros, chulavitas, pájaros, chusmeros o guerrilleros de los tiempos de la violencia partidista y el Frente Nacional, daban paso a los nuevos victimarios de Colombia. Una época en que defi nitivamente fue el narcotráfi co el verdugo que exacerbó radicalmente la violencia.

La década, sin embargo, empezó con apremios para la credibilidad de las Fuerzas Militares por cuenta de confrontaciones del Ejército con organizaciones sociales, como el caso que enfrentó a los militares con los indígenas guahibos de la región de Planas (Meta). En desarrollo de la Operación Cabalgata, el Ejército ordenó contrarrestar el apoyo social a la insurgencia y terminó acosando organizaciones reivindicatorias como la cooperativa de la zona indígena. El asunto terminó con la muerte violenta del capitán guahibo Saúl Flórez por acción de soldados. Los periódicos detallaron cómo la hija del capitán fue amarrada por la cintura mientras amenazaban a su esposa con echarle sal en los genitales. El testimonio de un indígena maltratado de apenas 13 años de edad, resumió así los hechos que ocuparon la atención de los medios:

“me pusieron choques eléctricos en el cuello, me amarraron de los brazos pa’tras, m’ihorcaron (ahorcaron) con un cable de energía. Después me subieron a dos metros, me amarraron los testículos con otro cable y me jalaron. Después me amarraron seis días a un poste y me interrogaron permanentemente.”1. Los victimarios en Colombia Jueves 31 de enero de 2.008 90

Los años 70 no dejaron atrás la violencia que afectaba al país. Por el contrario, se agudizó a tal punto, que el ejercicio periodístico se vio desbordado por la magnitud y frecuencia de los hechos violentos. La principal preocupación del Estado siguió siendo la subversión armada desplegada desde mediados de los años Reuniones en las que se discutía lel orden 60 por las FARC, el ELN y el EPL que, público de cada región, en especial donde guerrilleros tenían fortin. especialmente en casos de secuestro, Foto: El Espectador. tenía azotadas varias regiones del centro y sur de Colombia. El fenómeno de autodefensas, autorizado por decretos de los gobiernos Valencia y Lleras Restrepo, aún era muy precario y básicamente asociado al apoyo a la fuerza pública. Además en curso de la confrontación empezaban a multiplicarse las denuncias contra miembros de las Fuerzas Militares por abusos en ejercicio de sus funciones. La confrontación armada diversifi caba el perfi l de sus victimarios, y los bandoleros, chulavitas, pájaros, chusmeros o guerrilleros de los tiempos de la violencia partidista y el Frente Nacional, daban paso a los nuevos victimarios de Colombia. Una época en que defi nitivamente fue el narcotráfi co el verdugo que exacerbó radicalmente la violencia.

La década, sin embargo, empezó con apremios para la credibilidad de las Fuerzas Militares por cuenta de confrontaciones del Ejército con organizaciones sociales, como el caso que enfrentó a los militares con los indígenas guahibos Los políticos asumían las voces de liderazgo para indicarle a los ciudadanos por quien votar. de la región de Planas (Meta). Foto: El Espectador. En desarrollo de la Operación Cabalgata, el Ejército ordenó contrarrestar el apoyo social a la insurgencia y terminó acosando organizaciones reivindicatorias como la cooperativa de la zona indígena. El asunto terminó con la Radiografía de la violencia en los últimos 50 años Jueves 31 de enero de 2.008 91

muerte violenta del capitán guahibo Saúl Flórez por acción de soldados. Los periódicos detallaron cómo la hija del capitán fue amarrada por la cintura mientras amenazaban a su esposa con echarle sal en los genitales. El testimonio de un indígena maltratado de apenas 13 años de edad, resumió así los hechos que ocuparon la atención de los medios:

“me pusieron choques eléctricos en el cuello, me amarraron de los brazos pa’tras, m’ihorcaron (ahorcaron) con un cable de energía. Después me subieron a dos metros, me amarraron los testículos con otro cable y me jalaron. Después me amarraron seis días a un poste y me interrogaron permanentemente.”1.

Entre algunos ofi ciales y subofi ciales, el delito de la tortura cobraba forma como una práctica de defensa del Estado, sin que las autoridades judiciales desplegaran sufi ciente castigo para contrarrestarlo. Entre tanto, la violencia insurgente arreciaba en Santander, Cundinamarca, Quindío, Tolima o Valle, con una sola salida estatal efi caz para neutralizarlo: la represión violenta. Eso explica porque en una de sus últimas medidas de gobierno, a escasas dos semanas de entregar su mandato, el 19 de julio de 1970, el presidente Carlos Lleras Restrepo decretó el Estado de Sitio en todo el país. En uso de este estado de excepción, a los tres meses de asumir como Presidente de Colombia, el presidente conservador Misael Pastrana Borrero, en reunión con altos mandos militares y civiles en Montería (Córdoba), aprobó la creación de Comités de Seguridad Interna y Desarrollo para actuar contra la Esta crónica fue publicada el 16 de febrero de 1979 para dar a conocer guerrilla. Medidas extremas para violencias uno de los guerrilleros que ocupaba extremas que en algunas regiones ya había la atención de la década del 70. Foto : El Espectador. adoptado dimensiones críticas. Cierto es que las Fuerzas Militares empezaron a excederse, pero las guerrillas de las FARC, el ELN o el EPL agredían a sus anchas. Los victimarios en Colombia Jueves 31 de enero de 2.008 92

El desafío de los secuestradores

El último mandatario del Frente Nacional, el dirigente conservador Misael Pastrana Arango, había llegado a la Presidencia de la República por una estrecha victoria electoral sobre el ex presidente Gustavo Rojas Pinilla, candidato de la Anapo. La histórica jornada del 19 de abril de 1970 en que los colombianos se acostaron con el ex presidente Rojas Pinilla elegido y se despertaron con Pastrana ganador. Y desató una ola de protestas que el presidente Lleras Restrepo tuvo que contener con medidas de Estado de Sitio. Por eso Pastrana llegó con la decisión de confrontar por igual a organizaciones subversivas o manifestaciones de reivindicación campesina o indígena. Pero las FARC no declinó en su guerra fi nanciada a punta de secuestros y el ELN protagonizaba con el ingreso a sus fi las de los sacerdotes españoles Domingo Laín, Manuel Pérez y Antonio Jiménez. “Pienso que ahora comienza mi La preparación de la Fuerza auténtica consagración”, expresó Laín 2 al anunciar su Armada para enfrentar el se- ingreso a la guerrilla. “Habrá que echarle bala”, fue el cuestro, la extorsión y asesi- natos en las regiones. comentario del ministro de defensa, general Gerardo Ayerve Chaux. La situación nacional seguía siendo tensa y en la Universidad Pontifi cia Bolivariana de Medellín, en la Universidad Industrial de Santander, en la Universidad Nacional de Bogotá o en la Universidad Nacional del Valle, había infi ltración de la guerrilla y la protesta era el común denominador.

En los Altos de San Jorge en Córdoba, la violencia y secuestros del Ejército de Liberación Nacional ELN seguían al orden del día. Por cuenta de las FARC, el secuestro de terratenientes, ganaderos y agricultores para exigir millonarios rescates, se convirtió en un dolor de cabeza semanal en distintas regiones del país, y un desafío para las autoridades que no encontraban la manera de hacerle frente a la extensión de este delito. Una crítica situación que en algunas regiones hizo que los terratenientes, apoyados por las autoridades, comenzaran a organizar bandas de asesinos para enfrentar las amenazas. Se extendió de tal modo el secuestro que empezó también a convertirse en botín predilecto de la delincuencia Radiografía de la violencia en los últimos 50 años Jueves 31 de enero de 2.008 93

organizada. En febrero de 1971, el Gobierno revirtió la medida adoptada tres meses atrás para no gobernar bajo facultades extraordinarias, y a través del Decreto 250 de 1971, reimplantó el Estado de Sitio prohibiendo las manifestaciones políticas, entregándole a la justicia penal militar el procesamiento de delitos contra la seguridad del Estado, autorizando a gobernadores y alcaldes a extender la vigilancia policiva, censurando la publicación de noticias, comentarios o propagandas que supuestamente hicieran apología del delito. Represión ofi cial como único camino para hacerle frente a la extensión de los violentos. La réplica fueron paros estudiantiles y obreros, pedreas y confrontaciones con la fuerza pública, tomas de tierras protagonizadas por asociaciones de campesinos, decenas de detenidos en manifestaciones de protesta y acciones de guerra con toma de poblaciones, como ocurrió en enero de 1972, cuando el ELN ocupó el poblado de San Pablo, en el sur de Bolívar, causó serios destrozos en la población, arengó a las comunidades y secuestró a varios terratenientes. El gobierno asumió que requería enfrentar uno de los focos esenciales de la violencia imperante y emprendió contra el ELN una dura ofensiva que se conoció como la Operación Anorí. Un cerco militar que cercó parte del río Cauca y el río Nechí para desplegar un gigantesco operativo que dejó herido de muerte al ELN. En combate murieron Antonio y Manuel Vásquez Castaño y José Solano Por las acciones que cometían Sepúlveda, entre otros, fundadores o importantes iniciaban incipientes investiga- ciones contra el grupo. Algunas líderes del movimiento subversivo. También fueron que El Espectador cubría. capturados importantes hombres de la organización y se precipitó al interior del grupo una secuencia de acusaciones y reproches que terminó en fusilamientos, expulsiones y la salida defi nitiva hacia Cuba del máximo dirigente del ELN Fabio Vásquez Castaño. La Operación Anorí, desarrollada en el segundo semestre de 1973, signifi có para el gobierno un triunfo ampliamente divulgado por los periódicos, cuyos reporteros judiciales empezaron a adoptar una nueva postura, la de corresponsales de guerra.

Por ejemplo, el periodista antioqueño Rodrigo Pareja cubrió en detalle la Operación Anorí y relató en sus crónicas para el periódico El Espectador que la etapa fi nal de la acción militar se produjo el 18 de octubre de 1973, después de un asedio de 48 días y que, además de la muerte o detención de 70 líderes de la organización insurgente, se logró la incautación Los victimarios en Colombia Jueves 31 de enero de 2.008 94

de un poderoso arsenal que incluía desde fusiles y ametralladoras hasta pistolas, carabinas y escopetas. Un exitoso descenlace para la fuerza pública frente al más osado ejército irregular, que se produjo en momentos en que las FARC lograban notorios avances militares en las antiguas “repúblicas independientes” de El Pato (Huila), Guayabero (Huila y Meta) y el sur del Tolima, especialmente en la región de Planadas. Guerra de guerrillas que los periodistas se animaron a cubrir con depurados relatos, como los que aportó el periodista caleño Henry Holguín, que por esos días se volvió famoso por sus crónicas de los ataques del ELN y por dos historias que le dieron la vuelta al mundo: el hallazgo de un insecto llamado La Machaca que a riesgo de morir obligaba a las personas afectadas por su picadura a sostener una relación sexual como remedio y el supuesto descubrimiento del criminal nazi Martín Bormann en las selvas del Putumayo

M-19 mediático

Sin embargo, el gobierno y las Fuerzas Armadas no tuvieron mucho tiempo para celebrar porque en enero de 1974, es decir, apenas dos meses y medio después de las victorias de la Operación Anorí contra el ELN, aparecía un cuarto grupo insurgente que iba a protagonizar nuevos y espectaculares hechos de violencia: el M-19. Un grupo armado que empezó a gestarse desde el 19 de abril de 1970, cuando varios dirigentes de izquierda apoyados por combatientes de las FARC denunciaron que se había cometido un fraude electoral y eso justifi caba la vía de las armas para acceder al poder. Una nueva guerrilla que también escogió el periodismo y la publicidad como herramientas fundamentales para potenciar su desafío. Ocurrió el 16 de enero de 1974 cuando en las páginas de los clasifi cados de los periódicos El Tiempo y El Espectador, aparecieron avisos con ambiguos mensajes como este: “¿Falta de energía, inactividad? Espere. M-19”. Al día siguiente se repitieron pero en primera página. Y al cabo de las horas se conoció que no se trataba de un nuevo producto en el mercado contra parásitos ni tampoco un estimulante o un purgante, nacía el cuarto grupo guerrillero con el mismo objetivo y métodos de las FARC, el ELN y el EPL: la toma del poder por la vía de las armas y la práctica del secuestro.

En horas de la tarde del 17 de enero de 1974, un grupo de encapuchados irrumpió en el museo Quinta de Bolívar en Bogotá y después de romper la urna de cristal en que se hallaba expuesta, sustrajo la espada del Libertador Simón Bolívar, unos estribos y unos espolines de plata. Pintaron en las paredes la proclama “Bolívar, tu espada vuelve a la lucha” y dejaron un manifi esto en el que escribieron: “con esta espada nos libertó Simón Bolívar y con las mismas Radiografía de la violencia en los últimos 50 años Jueves 31 de enero de 2.008 95

armas que utilizaron Allende, Camilo Torres y José de San Martín, llevaremos a María Eugenia Rojas al poder”. Hacia las diez de la noche del mismo día, otro grupo del M-19 ocupó la sede del Concejo de Bogotá y repitió las proclamas. Al día siguiente, la hija del general Rojas Pinilla desautorizó la acción y declaró que la Anapo nada tenía que ver con el robo de la espada del Libertador Bolívar. Las Fuerzas Militares emprendieron investigaciones y descubrieron que ex guerrilleros y antiguos militantes de la Anapo se habían unido para crear otra guerrilla, supuestamente bolivariana. Y se inició una nueva etapa de la lucha contra la violencia que esta vez coincidió con la etapa fi nal del gobierno Pastrana y la conclusión del Frente Nacional. El odio ya no era partidista, ahora la guerra de guerrillas alentaba la lucha de clases .

El gobierno de López aprobó la dosis personal como opción para frenar la incursión de este problema en la economía Parte de una serie de re- portajes del periódico El Espectador.

Irrumpe el narcotráfi co

De manera simultánea a la proliferación de frentes de guerra de organizaciones insurgentes, desde fi nales de los años 60 empezó a consolidarse en el país otra violencia que causaría estragos: el narcotráfi co. El problema empezó con la extensión de cultivos de marihuana en La Guajira y en la Sierra Nevada de Santa Marta y varios negociantes exportándola hasta los Estados Unidos, pero para mediados de los años 70 ya se había estructurado alrededor del comercio ilegal de la cocaína, con grandes empresas criminales paralelas para defender a muerte el éxito del negocio. Con diferencia de enfoque por parte de la fuerza pública para contrarrestar Los victimarios en Colombia Jueves 31 de enero de 2.008 96

Con las investigaciones de la DEA se descubría los métodos que utili- zaban los narcos para lavar los dólares, entre ellos utilizar mulas, cambiar el dinero en la ‘ventanilla siniestra’ e invertir en negocios colombianos. Reportaje del Washign- ton Post my reproduci- do por El Espectador.

el desafío. En el cuatrienio 1970-1974, la prioridad del gobierno Pastrana fue desarrollar una severa legislación antinarcóticos para hacerle frente a la amenaza por la vía judicial, pero esta estrategia inicial cambió en el gobierno de Alfonso López Michelsen que después de muchas indecisiones, creyó más bien conveniente legalizar la dosis personal de droga, con el propósito de desalentar el ilícito negocio. Por eso, a través del decreto 701 del 12 de abril de 1976, dejó establecida la dosis personal de 28 gramos para la marihuana en hierba. Una ligereza del gobierno López que no supo dimensionar la necesidad de enfrentar el poder económico de unas organizaciones que una década después desestabilizaron a Colombia

El tema de la droga fue inicialmente un asunto de escaso interés. Las autoridades sabían que existía el negocio, pero los primeros capos gozaron de inocultable impunidad. El periodista Fabio Castillo, en su obra “Los jinetes de la cocaína”, así lo reconoce: “En 1972 empezó a trascender a la prensa la historia de unos señores costeños, medio exóticos, que hacían En la imagen se aprecia una de las pa- pública ostentación de grandes capitales que, siones de . Con su dine- ro mando a construir canchas de fútbol según explicaban ellos mismos, provenían de en barrios pobres de Medellín. la venta de una yerba que, para la idiosincrasia Foto: El Espectador. Radiografía de la violencia en los últimos 50 años Jueves 31 de enero de 2.008 97

colombiana, sólo se fumaba en el Festival de Woodstock: la marihuana”3. Entonces surgió la leyenda de la “bonanza marimbera” con clanes familiares que se tranzaron en cruentas disputas y desarrollaron historias dignas de Macondo. La saga del narcotrafi cante samario Juan Miguel Retat, quien tuvo la osadía de aterrizar un DC6 en una autopista de Kansas; la de Lucho Barranquilla que en medio del auge de sus negocios terminó comprando la sede del DAS en Santa Marta; la de Lucho Panamérica que ordenó construir una casa con forma de quilla de barco; la de Julio Calderón que compró la aerolínea Aerocondor para lavar su dinero; o las de los hermanos Dávila Armenta que terminaron comprando el equipo de fútbol Unión Magdalena. Un reseña de quien es Gilberto El gobierno López Michelsen (1974- Rodríguez Orejuela y de sus farma- cias, negocio por el que entró al 1978) desestimó la amenaza. Por el contrario, narcotráfi co. Foto: El Espectador. como lo registra Fabio Castillo, muchos dineros del narcotráfi co empezaron a lavarse en las propias arcas del Estado a través de la famosa “ventanilla siniestra” y al Banco de la República ingresaron millones de dólares de la bonanza marimbera, confundidos con los de la bonanza cafetera”. La Punto Rojo, la Golden Colombia, la Sin Semilla, variedades del lucrativo negocio de la marihuana que empezó a exportarse desde Colombia, pero que rápidamente fue desplazado por un producto aún más oneroso: la cocaína. La metodología que se abrió paso fue importar la pasta procesada de la hoja de coca desde Bolivia y Perú y uno de los genios del nuevo negocio fue Pablo Escobar Gaviria, un desconocido ladrón de lápidas que pronto se

convirtió en un poderoso mafi oso. Y como él, en distintas ciudades del país empezaron a formarse clanes paralelos: los hermanos Gilberto y Miguel Rodríguez Orejuela que junto a José Santacruz Londoño en el Valle, pasaron de ser las banda de secuestradores de Los Chemas para convertirse en el Cartel de Cali; o los hermanos Fabio, Jorge Luís y Juan David Ochoa Vásquez, que asociados al propio Pablo Escobar Gaviria, consolidaron el Cartel de Medellín. En la Costa Atlántica, en el Amazonas o en Bogotá, el narcotráfi co multiplicó la historia de la violencia. Los victimarios en Colombia Jueves 31 de enero de 2.008 98

Pero sin duda el más ambicioso y desalmado de los narcotrafi cantes resultó ser Pablo Escobar Gaviria, quien desde 1974 empezó a acumular cuentas con la justicia. Inicialmente como jalador de carros y en 1976 al ser capturado en Medellín, junto a su primo , con 39 kilos de cocaína ocultos en las llantas de un camión que había partido de Pasto. El 11 de junio de 1976, el periódico El Espectador divulgó así la noticia: “Agentes del DAS decomisaron ayer 39 libras de cocaína de alta pureza y apresaron a seis individuos, en lo que se constituye en el mayor éxito en Antioquia contra los trafi cantes de droga”4. Semanas después los dos detectives del DAS que participaron en el operativo fueron asesinados y el juez de Medellín que llevaba el caso, presionado por los acusados terminó por aceptar una colisión de competencia y el expediente fue remitido a Pasto, donde los sindicados fueron absueltos. Era apenas el preámbulo de un narcotrafi cante sin límites, que empezó a obrar de la misma forma en que empezaron a hacerlo Gonzalo Rodríguez Gacha o los Rodríguez Orejuela. Violencia para imponerse y corrupción para asegurar la impunidad de sus actos. Ese mismo año 1976 visitó Colombia el secretario de Estado de Estados Unidos Henry Kissinger y dejó en claro que el tema central en materia de seguridad para Colombia, tarde o temprano sería el narcotráfi co.

Poco a poco, la guerra de la cocaína empezó a cambiar la cotidianidad del país y al tiempo que vastos territorios de Arauca, Vichada, Guainía, Caquetá o Putumayo empezaban a habilitarse indiscriminadamente para la siembra de coca, la corrupción inherente al negocio penetró a tal punto a todos los sectores de la sociedad que terminó por afectar incluso a la nave insignia de la Marina Colombiana, al propio buque Gloria, donde también fue encontrado un cargamento de cocaína. El único responsable capturado en la operación fue Sergio Nate Ibáñez, quien declaró ante las autoridades que únicamente había servido como enlace para introducir la mercancía al buque Gloria. Sin embargo, en su prontuario fueron apareciendo más delitos por tráfi co de estupefacientes. El tema nunca se aclaró porque el acusado aseguró siempre que la mafi a para la que él trabajaba lo había sentenciado a muerte por no haber cumplido su cometido. El periódico El Espectador escribió así sobre este distribuidor de 25 años de edad, origen barranquillero y de increíble pulcritud en su vestimenta: “Nate afi rma que esta no es la primera vez que se embarca cocaína en el buque Gloria y dice también que entre la ofi cialidad deben buscarse a los responsables. Empero, como ya se dijo, ninguna de las aseveraciones de este hombre ha podido ser confi rmada”5.

Un caso que dimensiona la forma cómo el narcotráfi co se fue metiendo en todos los sectores del país y de qué manera se fue haciendo un recurrente delito en expansión. Además las cárceles se fueron llenando de “mulas” del tráfi co de drogas, por lo cual empezaron a Radiografía de la violencia en los últimos 50 años Jueves 31 de enero de 2.008 99

abundar las historias sobre el ingenio colombiano para exportar cocaína. Uno de los primeros hallazgos fueron varios kilos del alcaloide ocultos en patas de mesa. Después se supo que el negocio, o “machete”, como empezó a denominarse a la operación ilícita en el mundo de los narcos, fue manejado por uno de los integrantes del Cartel de Cali. En una fábrica de muebles al sur de Bogotá fueron decomisadas 2.240 patas rellenas de cocaína embaladas para su exportación. Así lo Los decomisos de coccaína eran rutinarios, pero en semejantes proporciones y que sus informó el periódico El Espectador: “la dueños se atrevan a recuperarlo es toda una operación detectivesca que permitió el osadía propia de la mafi a colombiana,. Foto: El Espectador. descubrimiento del ingenioso sistema, se produjo en el local N°12 B de la calle 29 con 12 sur, en establecimiento de propiedad de Ricardo Restrepo Mejía, quien fue privado de la libertad junto con su ayudante, quien resultó ser un menor de edad. En la factoría se encontraron 15 mesas ya armadas, listas para exportar a Europa”6. Como lo resalta el veterano periodista Luis de Castro, quien vivió muy de cerca la situación en calidad de Editor Judicial de El Espectador, “poco a poco el narcotráfi co se fue metiendo en la piel del país”.

“Todos los bandidos de todas las épocas giran alrededor del dinero. Pero en los años 70 empezaron a hacerse notorios algunos delincuentes de medio pelo que, cuando descubrieron el narcotráfi co y la facilidad para hacer mucho más dinero que el acostumbrado y así podían entrar fácilmente en los círculos de poder, cambiaron radicalmente sus vidas. Nunca se imaginaban casarse con reinas y lo hicieron. Soñaban con viajar a Europa y se cansaron de hacerlo, hasta los baños de sus extravagantes casas terminaron enchapándolos en oro. Ese poder obnubiló a la gente, resultó demasiado atractivo obtener tan fácil tanta opulencia. Por eso, los narcotrafi cantes que años antes eran delincuentes comunes de pata al suelo, se volvieron magnates. Como el propio Pablo Escobar, quien se inició en el mundo de la delincuencia robando lápidas en el cementerio y terminó de Representante a la Cámara y dueño de un imperio”7, agrega Luis de Castro. Un comentario que se ratifi ca con otro de los pioneros del negocio, el farmaceuta Gilberto Rodríguez Orejuela, quien empezó “en el parque de Santa Los victimarios en Colombia Jueves 31 de enero de 2.008 100

Rosa de Cali (ubicado en la carrera décima entre calles 11 y 12) con una droguería de nombre de Madrigal” dándose a conocer como “el hombre de las pepas” porque era el mayor distribuidor de Rorex y Mándrax”8, y terminó amasando una gigantesca fortuna con las ganancias del narcotráfi co. Con estrategias similares, en diversas regiones del país se fueron conformando carteles de la droga que primero empezaron sobornando y después se volvieron capaces de enfrentar a cualquier persona o autoridad. Uno de los primeros casos demuestra la osadía de esos precursores del narcotráfi co. Ocurrió en 1977, en un juzgado de Victoria (Caldas), cuando narcotrafi cantes rescataron del mismo despacho judicial un cargamento incautado 24 horas antes por el DAS. La prensa lo relató hasta con cierto entusiasmo: “la operación de los mafi osos tuvo todas las características de un movido episodio cinematográfi co y ocurrió catorce años después del tristemente celebre bandolero Desquite masacrara a 39 personas, kilómetros antes de la misma población. Los mafi osos lograron recuperar 152 libras de cocaína de 169 que había en el juzgado, pero no alcanzaron a recuperar la materia prima y otros elementos para preparar Los posibles sectores que iban a par- el alcaloide que no se pudieron llevar”9. ticipar en el paro eran amedrentados, por eso el M-19 entro a participar de la Así que los crímenes selectivos del agitación ciuadana. narcotráfi co no demoraron también en Foto: El Espectador. aparecer y el tema se vinculó a las agendas de los periodistas judiciales. Así lo rememora Luis de Castro: “Lo que empezaron a hacer los capos fue que todo aquel que fuera un estorbo lo mataban de una vez. No se ponían con amenazas. En ese tiempo, los periodistas empezábamos a advertir el peligro pero como el Estado no reaccionaba, realmente no pensábamos que nos fuera a pasar algo”10.

La guerrilla también arremete

Si el narcotráfi co empezaba a causar estragos y a infi ltrarse en los círculos sociales y económicos del país, los grupos guerrilleros tampoco declinaban en sus propósitos similares. En sus primeros meses de gobierno, el presidente López Michelsen quiso apostarle a la humanización del confl icto armado y, a través del consejero presidencial Jaime Castro y el gobernador de Radiografía de la violencia en los últimos 50 años Jueves 31 de enero de 2.008 101

Bolívar Álvaro Escallón, intentó promover un diálogo de paz con la alicaída guerrilla del ELN, pero el proyecto fracasó y el grupo guerrillero pudo recuperarse refugiándose en el sur de Bolívar y el departamento de Arauca. Después tuvo que cambiar su postura y apelar al Estado de Sitio, sobre todo para contener los ataques de las FARC, el EPL y el M-19. En particular, este último grupo insurgente empezó a protagonizar con criminales golpes, como el secuestro y posterior asesinato del presidente de la Confederación de Trabajadores de Colombia CTC José Raquel Mercado. El plagio del dirigente sindical ocurrió el 17 de febrero de 1976 y el M-19 lo anunció como un proceso por “traición a la patria, a la clase obrera y al pueblo. Por eso, a través de comunicados a los medios de comunicación, emprendió un absurdo juzgamiento pidiendo a los colombianos que se expresaran públicamente sobre su absolución o su muerte. El 19 de abril del mismo año, con dos disparos en el pecho, el cuerpo sin vida del dirigente sindical fue abandonado en el parque Salitre de Bogotá.

El ambiente del país ya era muy tenso y además de enfrentar una dura oposición política y el acoso de los medios de comunicación, el gobierno López afrontaba un crítico panorama social con más de 100 huelgas vigentes. Ante tales circunstancias, arreció en sus medidas de orden público y, a través del DAS, entonces en cabeza del general José Joaquín Matallana, el héroe militar de la confrontación contra los bandoleros de los años 60, detuvo a más de 200 dirigentes o sospechosos de pertenecer a la guerrilla, especialmente al M-19. Pero esta última organización estaba dispuesta a consolidar su movimiento revolucionario urbano y a través de golpes menores, hábilmente promocionados en los medios de comunicación, persistieron en tomas a carros repartidores de leche o de alimentos y en actos de presencia en asambleas sindicales, para lanzar arengas contra el gobierno. Desligado totalmente de la Anapo, además de consolidar sus cuadros militares y políticos y de persistir en sus prácticas de secuestro extorsivo, el M-19 entró también a apoyar la agitación ciudadana que concluyó en el llamado paro cívico del 14 de septiembre de 1977, la jornada de protesta más difícil que tuvo que afrontar el gobierno. Sólo con toque de queda pudo resolverla.

Ese fue el punto culminante de un cuatrienio que apenas anunciaba los apremios que se le venían al país. 10 muertos y 3.892 detenidos fue el balance ofi cial del paro cívico en Bogotá. Las organizaciones sociales y sindicales hablaron después de varias decenas de víctimas. El escritor Arturo Alape, en su obra “Un día de septiembre”, califi có la jornada como “el más importante movimiento urbano desarrollado en Colombia, porque logró la confl uencia de experiencias de las luchas obreras, de las luchas de los barrios y de las fuerzas políticas de izquierda, bajo los estímulos de una sola voz: paro cívico nacional. Fue el día 14 de septiembre Los victimarios en Colombia Jueves 31 de enero de 2.008 102

de 1977”. El periódico El Siglo, en su edición del 19 de septiembre de 1977, incluyó una entrevista con el ministro de Defensa general Abraham Varón Valencia, en la que el alto ofi cial expresó: “el llamado paro cívico del miércoles pasado fue subversivo, con claros fi nes políticos, y los responsables de los hechos lamentables registrados especialmente en Bogotá, deben ser sancionados”. Acto seguido, con algunas estadísticas, demostró la proporción nacional de la protesta: “En Bogotá fueron detenidas 3.892 personas, en Medellín 344, en Barranquilla 237 y en Cali 148. En el resto de ciudades hubo algunas detenciones pero sin importancia”.

Después del paro cívico, al gobierno no le quedó opción distinta que atender las demandas militares y recrudecer las medidas de Estado de Sitio. Los grupos guerrilleros arreciaban en sus secuestros, a las áreas rurales se sumaban las primeras fuerzas armadas del M-19 distintas a su perfi l de guerra urbana y en las montañas del Cauca surgió una quinta organización guerrillera: el grupo armado Quintín Lame, de composición indígena, pero cercano al M-19. Una violencia insurgente apenas comparable con el perfi l agresivo que empezaba a adoptar el narcotráfi co, a través de los bien organizados carteles de la droga. En atención a los reclamos de los altos mandos militares, un contexto favorable a un gobierno de mano dura. Ese fue precisamente el discurso del candidato liberal Julio César Turbay Ayala y con ese mandato fue elegido en junio de 1978. Por eso, un mes después de posesionarse, el 6 de septiembre de 1978, como siempre al amparo del Estado de Sitio, a través del decreto 1923 el presidente sancionó el Estatuto de Seguridad, un severo régimen penal que incrementó las penas a los delitos de secuestro, extorsión y creó nuevos castigos para los llamados delitos políticos. Además otorgó funciones de policía judicial a los militares y les autorizó también el juzgamiento de civiles.

Apenas una semana después los violentos le dieron la razón al gobierno Turbay. En su propia casa, un nuevo grupo subversivo, el sexto de la lista, que se adjudicó el hecho como el comando “14 de septiembre” del Movimiento Autodefensa Obrera, ajustició al ex ministro de gobierno de la administración López, Rafael Pardo Buelvas. De inmediato Turbay aplicó el Estatuto de Seguridad, restringió la libertad de información y ordenó acciones aún más fuertes contra las FARC, el ELN, el EPL, el M-19, el Quintín Lame y el movimiento Autodefensa Obrera. Aunque las medidas fueron respaldadas por los partidos políticos, los sindicatos, las organizaciones de izquierda y varias asociaciones de defensa de los derechos humanos las criticaron fuertemente. En respuesta, en su discurso de fi n de año, el presidente Turbay, en discurso transcrito por el periódico El Tiempo en su edición del 31 de diciembre, explicó al país que no era viable retirar el Estatuto de Seguridad y que confi aba en que “1979 fuera un año de gracia en que fl orecieran la paz, se fortalecieran las instituciones democráticas, Radiografía de la violencia en los últimos 50 años Jueves 31 de enero de 2.008 103

se afi anzara el orden y se lograran altas metas de desarrollo a través del PIN (Plan de Integración Nacional)”. Por su parte, el ministro de Defensa general Luis Carlos Camacho Leyva, despidió el año con una convocatoria: “Todo ciudadano debe armarse como pueda”.

La hora del estatuto de seguridad

El M-19 ya tenía preparada su respuesta y le propinó al ejército el más duro golpe militar que le hubiese podido asestar un grupo alzado en armas. A través de un túnel de 80 metros de longitud, construido clandestinamente desde una residencia vecina, accedió al depósito de armas del Cantón Norte de Usaquén y se llevó 5.000 armas entre el 31 de diciembre de 1978 y el 1 de enero de 1979. Según el escritor Darío Villamizar en obra “Aquel 19 será”, la excavación duró 73 días y el operativo estuvo a cargo de Rafael Arteaga y Esther Morón, quienes alquilaron la casa en el barrio Francisco Miranda. El hecho fue tan desafi ante que el propio Rafael Arteaga se tomó una foto con el fusil del cura Camilo Torres Restrepo, que el ejército guardaba como una especie de trofeo de guerra. Cuando el ejército se percató del hecho, el M-19 ya había dado la orden de replegarse. Según Villamizar, Rafael Arteaga viajó a Panamá, Jaime Bateman se escondió en una fi nca, Álvaro Fayad se refugió en el Cauca, pero Carlos Duplat cometió el error de quedarse en Bogotá y, en medio de la arremetida militar a cargo del comandante de la Brigada de Institutos Militares, general Miguel Vega Uribe, fue detenido.

En la siguiente semana se presentaron más de 500 allanamientos en Bogotá. Gracias a las delaciones de los detenidos, el 15 de enero hubo otro allanamiento en Cali, en el sector de Villa Carmelo, y fue capturado el jefe guerrillero Iván Marino Ospina. En esa ciudad, el Ejército recuperó las primeras armas. Después, en otra acción del ejército en el barrio Prado Pinzón en Bogotá, se recuperaron otras 2.997 armas. El 17 de enero fue detenido Carlos Duplat y el testimonio de las torturas a las que fue sometido, incluido en una edición de la revista Alternativa, desató una polémica nacional a la que se sumaron varios obispos de la Iglesia. El país se dividió entre detractores y defensores del Estatuto de Seguridad y en medio de la polémica, el 30 de marzo se realizó en Bogotá el Primer Foro Nacional por los Derechos Humanos. El periodismo entró a la controversia denunciando los atropellos que se estaban cometiendo contra los derechos humanos y hasta los caricaturistas aprovecharon para mofarse del clima de confrontación que vivía Colombia. Entre tanto, el presidente Turbay viajó a Europa y sorprendió a todos cuando afi rmó: “el único preso político en Colombia soy yo”. Semanas después, entre las medidas de confrontación, el gobierno suspendió el radioperiódico “El Corcho”, del humorista Humberto Martínez Salcedo. Los victimarios en Colombia Jueves 31 de enero de 2.008 104

El 21 de noviembre de 1979, en la capilla de la cárcel Picota, con amplio despliegue mediático, comenzó el Consejo Verbal de Guerra contra 169 integrantes del M-19 que habían sido detenidos en los últimos once meses, producto de la aplicación del Estatuto de Seguridad. Sin embargo, el tema de la violencia en Colombia ya había interesado a la comunidad internacional y organizaciones de derechos humanos como Amnistía Internacional o WOLA, empezaron a emitir boletines e informes sobre abusos contra los derechos humanos en Colombia. Así concluyó un año polémico en que la confrontación entre el Estado y los grupos insurgentes no dejó un ganador. Por el contrario, la sociedad seguía desconcertada sin saber a quién apoyar, si a un gobierno que abusaba de sus poderes para reprimir el delito o unos grupos insurgentes que habían convertido el secuestro en una práctica cotidiana. De todas maneras la violencia seguía vigente y al país le esperaban nuevos desafíos, de nuevo protagonizados por el M-19 que emprendió una campaña militar y política para liberar a sus dirigentes políticos. El 27 de febrero de 1980 llegó el nuevo reto: la toma de la embajada de la República Dominicana en Bogotá por un El gobierno de Barco ratifi co su mano fuerte para combatir el narcotráfi co y su empersa asesina con la comando armado del M-19. extradición. Foto: El Espectador. Ese día se celebraban los 136 años de independencia de la República Dominicana y asistían a una recepción 17 diplomáticos. De repente, a las doce y siete minutos, un comando del M-19 liderado por el guerrillero Rosemberg Pabón y conformado por 16 insurgentes, se tomó por asalto la embajada y, a nombre de la Operación Democracia y Libertad Jorge Marcos Zambrano, tomó como rehenes a los diplomáticos y exigió que, a cambio de su libertad y la de 40 personas más, debían recibir US$50 millones y la liberación de 311 presos políticos. Cuatro días después de la toma, en medio del ojo avizor de centenares de periodistas que apostaron carpas y campamentos alrededor de la embajada para no perder detalle del suceso, el 2 de marzo comenzaron las negociaciones entre el gobierno y la guerrilla. Tras 14 encuentros entre delegados del ejecutivo y el M-19, y varias sanciones a medios de comunicación por divulgar Radiografía de la violencia en los últimos 50 años Jueves 31 de enero de 2.008 105

informaciones inconvenientes al gobierno, intervino la OEA y el Comité Internacional de la Cruz Roja, y al día 61 terminó la crisis. “Fue un triunfo de la democracia”, manifestó el presidente Turbay Ayala. Los presos políticos no fueron liberados, pero los guerrilleros del M-19 viajaron a Cuba victoriosos. Tres meses después, el gobierno presentó un proyecto de ley para conceder amnistía política a procesados por rebelión, sedición y asonada que estuvieran dispuestos a entregar sus armas e incorporarse a la democracia.

La extradición y el MAS

Al tiempo que los grupos guerrilleros persistían en sus cruentas acciones y el gobierno y Por más acciones que los gobiernos las Fuerzas Militares los confrontaban con de Colombia y Estados Unidos imple- el Estatuto de Seguridad, los carteles del mentaban , los carteles de la droga ganaban batallas y compraban con- narcotráfi co también se fortalecían y sumaban ciencias. a sus tareas de infi ltración de la economía y Fotos: El Espectador. la sociedad, la decisión de penetrar el poder político. Sin embargo, en respuesta a sus acciones, el gobierno de Estados Unidos, que había señalado al narcotráfi co como su enemigo y que conocía las debilidades de la justicia colombiana, propuso al gobierno Turbay Ayala una herramienta efi caz para enfrentar a los productores de droga: el tratado de extradición. El gobierno aceptó la fórmula y, con el concurso de su embajador en Washington Virgilio Barco y del embajador de Estados Unidos en Colombia Lewis Tambs, el tratado fue suscrito en 1979. Un año después, a través de la ley 27 de 1980, fue ratifi cado por el Congreso. A partir de entonces, Colombia tenía un arma más contundente para enfrentar a los mafi osos, aunque estos ya habían constituido una red de poderosas organizaciones regionales. Evaristo Porras en el Amazonas, Emiro de Jesús Mejía en la Guajira, Jorge Gnecco Cerchar en el Cesar, el clan de los Náder en Córdoba, Verónica Rivera en Bogotá, Carlos Ledher Rivas en Quindío, Griselda Blanco, José Hader Álvarez, Rafael Cardona Salazar, Gonzalo Rodríguez Gacha, Iván Urdinola Grajales, Octavio Piedrahita Tabares, una larga lista de narcotrafi cantes Los victimarios en Colombia Jueves 31 de enero de 2.008 106

dispuestos a matar para defender su negocio.

Los crímenes aumentaron y las venganzas entre las mismas organizaciones se hicieron constantes. Y como era de esperarse, en la pelea por el poder en los territorios del delito, terminaron por confrontar violentamente con los grupos guerrilleros Tan solo uno de esos episodios demuestra las dimensiones homicidas de esta guerra entre ilegales. Sucedió el 6 de septiembre de 1981 cuando fueron secuestrados los niños Zuleika, Yidid y Xoiux Álvarez, hijos del poderoso constructor José Hader Álvarez, también vinculado al mundo del narcotráfi co. A pesar de los esfuerzos de las autoridades por dar con el paradero de los niños secuestrados y de las propias acciones ilegales de Álvarez, quien desató una cacería personal de los plagiarios ordenando la desaparición de personas cercanas a la guerrilla, no fue posible rescatar a los menores. A mediados de abril de 1982, tras la confesión de algunos detenidos, fueron encontraron los cuerpos sin vida de los tres niños en una región casi inaccesible del municipio de Gachalá, al oriente de Cundinamarca. Los cadáveres estaban enterrados en una fosa de dos metros de profundidad y 1,50 de diámetro. En medio de las investigaciones posteriores se supo que el padre de los secuestrados ofreció a los captores la suma de $25 millones como rescate y que en una llamada telefónica recibió como respuesta: “esa suma sólo vale una pierna o un brazo de alguno de los niños”. Tras una larga investigación, cinco sujetos fueron capturados y pagaron penas de prisión, pero el castigo a los autores intelectuales quedó en absoluta impunidad.

Otro ejemplo contundente del carácter desalmado de las organizaciones del narcotráfi co lo constituyó el denominado Cartel del Norte del Valle, conformado entre otros por los mafi osos Iván Urdinola, Helmer Herrera, Diego León Montoya, Orlando Henao y Henry Loaiza, quienes en una vasta región extensiva a los municipios de Tulúa, Palmira, Buga, Riofrío, Cartago, Cerrito, Roldanillo, Bugalagrande y Ginebra, desarrollaron una temible banda de asesinos y sicarios. Las aguas del río Cauca se convirtieron literalmente en un cementerio clandestino, pues frecuentemente fl otaban en sus aguas los cadáveres de personas asesinadas por oponerse al negocio o querer arrebatárselo a los mafi osos. Mientras los capos del Cartel de Cali, básicamente los hermanos Gilberto y Miguel Rodríguez Orejuela avanzaban en la consolidación de su imperio económico gracias al poder de su mano corruptora, sus colegas del norte del Valle apelaban esencialmente al poder de sus armas y también a la complicidad de autoridades de policía. De hecho, muchos uniformados dejaron las actividades de control para pasarse a las fi las del enemigo ilegal. El caso más conocido fue el del ex policía Víctor Patiño Fómeque, quien llegó a convertirse en un temido capo del narcotráfi co con insospechadas relaciones en el mundo político y una capacidad increíble para desarrollar Radiografía de la violencia en los últimos 50 años Jueves 31 de enero de 2.008 107

la exportación de droga desde los distintos puertos colombianos en el océano Pacífi co.

Rápidamente en las capitales del país se fue volviendo normal que las noticias resumieran nuevos hallazgos de droga. En Bogotá, por ejemplo, el 15 de enero de 1980 los medios de comunicación anunciaron que había sido incautado el mayor volumen de droga encontrado en cercanías de la capital del país. Agentes antinarcóticos del F2, tras el seguimiento de una banda con enlaces en el departamento del Caquetá, lograron la incautación de la droga, en un operativo que así fue reseñado en los periódicos: “el pasado sábado, después de las 11.30 del día, tras un minucioso seguimiento desde el Caquetá hasta Bogotá, a un carrotanque conducido por un individuo identifi cado como Flavio Oliverio Fernández, se interceptó un contrabando de droga. El vehículo fue interceptado y luego de una exhaustiva revisión, se logró hallar en el interior del tanque un total de 5.000 kilos de marihuana prensada, cuyo valor fue estimado en $10 millones en el mercado interior del país (…) La marihuana iba oculta en tanques alternos a los de la gasolina, lo que permitía llevar la droga para su distribución y movilizar también insumos para la producción de cocaína”11. Pocos días después de esta incautación, se descubrió el primer laboratorio de producción de drogas en la capital luego de hacer un seguimiento a una vivienda ubicada en la calle 39, donde fueron capturadas seis personas con cinco kilos de producción. Un pequeño prontuario delt capo pertene- ciente al cartel de Medellín hecho por perio- distas judiciales del periódico El Espectador. Sin sufi ciente claridad sobre los descubrimientos en la capital ni mucho Los victimarios en Colombia Jueves 31 de enero de 2.008 108

menos sobre las verdaderas dimensiones de las organizaciones comprometidas en el delito, cada día la sociedad y el propio gobierno se sorprendían con nuevos hallazgos. Por ejemplo, en el Vaupés se anunció el descubrimiento de 3.000 hectáreas cultivadas con coca. Una noticia que le hizo ver al gobierno que la lucha contra el narcotráfi co no iba a ser un asunto sencillo y que el país poco a poco se convertía en productor de droga, además de lugar de tránsito para el tráfi co de estupefacientes. Lo más impactante del momento era que la cantidad de coca sembrada, según los expertos daba para producir al año entre una o dos toneladas de droga, hasta ese momento un volumen nunca antes registrado en la producción mundial de estupefacientes, convirtiendo a Colombia en el primer productor de coca en el mundo. De inmediato empezó a hablarse de una alternativa inaplazable: el control aéreo y fl uvial de las zonas donde sembraban coca los narcotrafi cantes. La estrategia se llevó a cabo para evitar la salida de coca en el Vaupés, mientras se buscaba la forma de erradicar los cultivos12, pero realmente los narcotrafi cantes ya habían plagado los antiguos territorios nacionales de pistas aéreas clandestinas para movilizar la pasta de coca o incluso la droga ya procesada. El negocio ya estaba montado y las autoridades apenas advertían sus proporciones.

En una década, las organizaciones guerrilleras y los carteles del narcotráfi co habían desplegado una violencia casi tan demencial como la que en el pasado habían desarrollado los grupos de bandoleros o las facciones que se enfrentaron en la violencia partidista. Era claro que tarde o temprano terminarían enfrentadas y la causa de esa guerra entre ilegales fue la lucha por el control del negocio y las secuelas del secuestro. Según los investigadores y las autoridades de policía, hay tres episodios que marcan el comienzo de esta confrontación sin antecedentes. El primero tiene que ver con la lucha entre las FARC y los narcotrafi cantes al servicio del capo Gonzalo Rodríguez Gacha por el control de la producción de coca en los llanos del Yarí, en el Caquetá. Desde el comienzo del negocio se supo que las FARC, sin involucrarse como productores de cocaína ni sembradores de coca, optaron por un ilícito más práctico: cobrar dinero por permitir esas siembras, la instalación de los laboratorios y la movilización de la pasta de coca. Dicho chantaje fue llamado el “gramaje”, una especie de impuesto que empezó a enriquecer a las FARC y que motivó al embajador de Estados Unidos en Colombia Lewis Tambs a califi car al grupo como una “narcoguerrilla”. Al parecer, en estos negocios, los grupos de Rodríguez Gacha y la gente de las FARC tuvieron peleas económicas y se declararon la guerra.

Los otros dos episodios están documentados plenamente y hacen parte de la historia de los orígenes del paramilitarismo. En el libro “Colombia, Nunca Más” se lee que Fidel Castaño Gil era un narcotrafi cante reconocido en el nordeste antioqueño y que operaba desde el bar Radiografía de la violencia en los últimos 50 años Jueves 31 de enero de 2.008 109

“El Minero”, ubicado en el municipio de Segovia. “En principio se dedicó al cultivo de la marihuana y más tarde se metió al negocio de la coca, construyendo dos laboratorios en una de las tres fi ncas que por entonces ya poseía”13. En la misma región, las FARC constituyeron un importante frente de guerra. “En 1981, las FARC secuestraron a Jesús Castaño, el padre de Fidel. El narcotrafi cante no tuvo otra alternativa que pagar diez millones de rescate a la guerrilla, entonces mejor organizada militarmente y con gran control en la zona. Pero el padre

Betancur solo atacó al narcotráfi co cuando fue asesinado su ministro de justi- cia Rodrigo Lara Bonilla. por denunciar en el Congreso los dineros de la mafi a infi ltrados en los equipos de fútbol. Foto: El Espectador.

de Fidel murió, víctima de un infarto, cuando la guerrilla se disponía a enterrarlo en la vereda El Río, cerca de Segovia, donde había sido secuestrado. El mafi oso, que había disuelto su primer grupo paramilitar, prometió cobrar venganza, mientras seguía acumulando dinero gracias a sus negocios de coca con el Cartel de Medellín”14. A partir de entonces, con sus hermanos Vicente y Carlos Castaño, el narcotrafi cante Fidel Castaño comenzó a estructurar su grupo paramilitar Muerte a revolucionarios del Nordeste Antioqueño que sembró la muerte en los años 80 y que se articuló con la otra raíz del paramilitarismo: el grupo Muerte a Secuestradores (MAS).

La gota que rebozó el aguante de los narcotrafi cantes y desató la guerra entre la guerrilla y la mafi a ocurrió el jueves 12 de noviembre de 1981 en Medellín, cuando fue secuestrada en el estadero La Margarita del Ocho, Martha Nieves Ochoa, hermana de los narcotrafi cantes Jorge Luís, Juan David y Fabio Ochoa Vásquez. “El 3 de diciembre, minutos antes del partido América-Cali, en la cancha del estadio Pascual Guerrero, una avioneta lanzó miles de volantes con un siniestro anuncio que estremeció a las autoridades: 223 mafi osos habían reunido $446 millones para constituir el movimiento Muerte a Secuestradores Los victimarios en Colombia Jueves 31 de enero de 2.008 110

(MAS). Mientras el país empezaba a aceptar la semiología y semiótica de las palomas de la paz que empezaron a pintarse en la época de Belisario Betancur”15, nacía la alianza entre las autodefensas y el narcotráfi co. Desde entonces la violencia entró en una nueva fase, la de los mercenarios de la guerra. “El narcotráfi co se adueñó del país: se estima que posee el 70 por ciento de las tierras cultivables y de los espacios urbanos edifi cados entre 1990 y 1995, lapso durante el cual la construcción en Colombia alcanzó niveles nunca vistos en Suramérica. El comercio, la banca, la agricultura y la industria también fueron invadidos por el dinero de la droga, más no se sabe hasta qué punto este llegó a controlarlos”16. El narcotráfi co terminó integrarse a la guerra que hizo de la siguiente época el momento más crítico en la historia contemporánea de Colombia.

La prisa por la paz

Después de dos gobiernos liberales, el dirigente conservador Belisario Betancur apoyado por la Anapo y otros sectores populares, contra los candidatos liberales Alfonso López Michelsen y Luis Carlos Galán, se convirtió en el nuevo presidente de Colombia. Al mes de su posesión, como lo prometió en su campaña basada en la posibilidad del diálogo con la guerrilla, creó una comisión de paz de 34 miembros de diferentes tendencias políticas para dialogar con la

La plana mayor de l cartel de insurgencia. El 19 de noviembre, tres meses después de Medellín pago por el asesinato posesionado, fue sancionada la ley de amnistía. Tregua del ministro de justicia Lara Bonilla el 30 de abril de 1984. con la guerrilla que cayó mal al estamento militar. El Nunca pagaron por este cri- tema se complicó más en enero de 1983 cuando el men. Foto El Espectador. procurador Carlos Jiménez Gómez acusó a ofi ciales y subofi ciales de las Fuerzas Armadas del Estado de operar con el MAS, que persistía en una guerra sucia contra dirigentes de izquierda. El 30 de mayo renunció el presidente de la comisión de paz Otto Morales Benítez denunciando a los “enemigos agazapados de la paz”. Pero lo que parecía condenado al fracaso salió adelante Radiografía de la violencia en los últimos 50 años Jueves 31 de enero de 2.008 111

y 1984 fue el año del cese al fuego del gobierno Betancur con las guerrillas, pero también el año de la guerra contra la mafi a. El 28 de marzo se fi rmó el primer acuerdo de cese al fuego con las FARC en Uribe (Meta) y el 30 de abril fue asesinado por el narcotráfi co el ministro de justicia Rodrigo Lara Bonilla. En un mes, el año de la esperanza pasó a ser el año de la narcoguerra. En busca de la paz con la guerrilla, el presidente Belisario Betancur dio con la guerra paramilitar y la violencia del narcotráfico.

Aunque se diga que el gobierno Betancur sólo utilizó sus poderes de Estado de Sitio para enfrentar al narcotráfi co hasta que fue asesinado el ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla el 30 de abril de 1984, Prontuario del asesino del mi- lo cierto es que desde el martes de agosto de 1983 nistro de justicia junto con acu- saciones de otros crímenes que en la Cámara de Representantes, en que discutieron presuntamente cometió. Reseña: el congresista Jairo Ortega Ramírez y el ministro de El Espectador. justicia Rodrigo Lara Bonilla, y este último sacó a relucir contactos de la mafi a que nadie se atrevía a nombrar, acusando además a los equipos de fútbol y a varios congresistas de participar activamente en el negocio, se desató un confl icto con el terrorismo que elevó la violencia a límites nunca vistos. Lo ratifi ca el periodista Enrique Rivas de El Espectador: “Antes del 83 todo el mundo sabía que los narcotrafi cantes existían pero no los perseguían, La muerte de ministro Lara Bonilla pero cuando Rodrigo Lara Bonilla entró al gabinete signifi có un arma para enfrentar ministerial hacia julio de 1983 y comenzó a los carteles de la droga en el go- bierno de Betacur. denunciar al congresista suplente de Jairo Ortega Columna El Espectador. por Antioquia Pablo Escobar Gaviria, empezó una guerra que terminó con carro bombas”17. Paradójicamente, mientras Betancur persistía en su proyecto de apertura democrática con elección popular de alcaldes, participación ciudadana y reforma del sistema electoral, y fi rmaba una tregua que desde el primer día no se cumplió a cabalidad porque los militares continuaron los hostigamientos y las guerrillas Los victimarios en Colombia Jueves 31 de enero de 2.008 112

los combates, por cuenta del narcotráfi co comenzaron a vivirse momentos amargos.

Cuando se conocieron las imágenes de los asesinos del ministro de justicia se constató que era una guerra irresponsable. Supuestamente “por asesinar a un señor de un Mercedes blanco que se había robado unos kilos de coca, por dos millones de pesos con adelanto de $20.000”, Byron Velásquez Arenas e Iván Darío Guisado recibieron unos pocos pesos y mataron al ministro de justicia de Colombia. Era el poder del denominado Cartel de Medellín, “un grupo de contrabandistas antioqueños de vinculaciones internacionales organizadas con el delito que se lanzaron al mercado internacional de la cocaína, un negocio que comenzó durante la Segunda Guerra Mundial cuando se redujo en Estados Unidos el mercado de la heroína, en razón a que la guerra afectó los centros de producción y distribución en Asia y Europa”18. Durante el sepelio del ministro Lara Bonilla, el presidente Betancur esgrimió su nueva arma para enfrentar a los carteles de la droga: la extradición. En el curso de los siguientes meses, con previa aprobación de la Corte Suprema de Justicia, el gobierno autorizó la extradición a Estados Unidos de 13 colombianos acusados de tráfi co de estupefacientes. La reacción de los narcotrafi cantes fue constituir un grupo armado para enfrentar al Estado que denominaron “Los extraditables”. Y estalló una guerra que empezó a causar estragos en el país y que multiplicó aún más la violencia. Desde entonces, el ejercicio del periodismo judicial fue distinto y los propios comunicadores se volvieron blanco de la guerra.

Como lo rememora hoy el periodista Enrique Rivas, por 12 años redactor judicial del periódico El Siglo y actual periodista de El Espectador, “en cosa de meses cambió todo: la perspectiva histórica, la visión periodística, se produjo una transición entre un periodismo sin tecnología y de cubrimiento de casos de baranda a un periodismo moderno y cobertura de guerra”. Opinión que ratifi ca el periodista Luis de Castro, quien sostiene que se impuso una situación de anormalidad permanente en la que los periodistas dejaron de fi rmar sus artículos y arreciaron las amenazas. “A mí también llegaron a amenazarme y sigo creyendo que fue la mafi a de los hermanos Rodríguez Orejuela de Cali. Yo creo que ellos se enteraron por su comunicador de cabecera Alberto Giraldo, que era yo quien lideraba los trabajos sobre el narcotráfi co. Incluso pienso que fue él mismo quien me llamó y me dijo que yo me inventaba las cosas que se publicaban. Yo sé que no fue una amenaza directa, pero cuando me dijo que tuviera mucho cuidado y que dejara las cosas de Cali así, era porque estaban dispuestos a ejercer la violencia. Para esa época ya el director del periódico Guillermo Cano había denunciado los antecedentes criminales de Pablo Escobar Gaviria y la mafi a se organizaba para iniciar una guerra que dejó demasiadas víctimas”19. La confrontación entre el Estado y los carteles de la droga que Radiografía de la violencia en los últimos 50 años Jueves 31 de enero de 2.008 113

pronto terminó también proyectándose a la violencia de la guerrilla y el paramilitarismo.

Una guerra que se inició en momentos en que el gobierno Betancur emprendía el cumplimiento del cese al fuego con la guerrilla de las FARC, a partir de la media noche del domingo 26 de mayo de 1984. Con el M-19 se demoró unas semanas más porque la violencia se atravesó a las intenciones de paz. Inicialmente porque el 10 de agosto, a cuatro días de fi rmarse la tregua, fue asesinado en Bucaramanga el principal ideólogo de esta organización Carlos Toledo Plata; y posteriormente porque en un acto de retaliación, una columna del M-19 integrada por 200 guerrilleros se tomó el municipio de Yumbo (Valle). Paradójicamente la reacción del gobierno, además de la consabida vía militar, fue una declaración de la ministra de comunicaciones Noemí Sanín, a través de la cual le pidió a su colega del Ministerio de Justicia que investigara la conducta de algunos periodistas del Valle que habían cubierto en detalle el ataque del M-19 a Yumbo. Además acusó a varias emisoras de haber violado el llamado Estatuto de Radio. Las investigaciones nunca se abrieron y en cambio a los pocos días, en la última semana de agosto, el EPL, el grupo Autodefensa Obrera y el propio M-19 fi rmaron los acuerdos de cese al fuego. El grupo guerrillero indigenista Quintín Lame no alcanzó a sumarse al pacto porque semanas después fue asesinado en Santander de Qulichao el sacerdote indígena Álvaro Ulcué Chocué, quien se había distinguido por asumir la defensa de los resguardos indígenas en el departamento del Cauca.

Así terminó 1984, un año de contrastes entre la guerra y la paz, pero también de violencia urbana que dejó dos casos que provocaron mucho interés periodístico. El primero ocurrió en Barranquilla, durante los días de carnaval, cuando el estudiante de medicina de 24 años Miguel Ángel Torres Socarrás, bajo los efectos de la cocaína, el ron y la marihuana, asesinó a golpes a tres mujeres: a su amiga Lucía Fernanda Kaled, a su madre Lucía Chadraui de Kaled y a la abuela Nina Kaled. El caso provocó toda clase de análisis sobre la conducta del victimario y las consecuencias del consumo de droga, y sólo fue superado en cobertura por el crimen colectivo que protagonizó en Cali un ex vigilante, cuando dio muerte a nueve personas en lo que se conoció como “la masacre de Diners”. Ocurrido el 3 de diciembre cuando Jaime Serrano Santibáñez, un celador que había sido despedido de la empresa por portar un arma fuera de sus actividades, en compañía de un amigo y utilizando armas de fuego y cuchillos, asesinó a nueve empleados de Diners, entre ellos varias mujeres. Aunque el asesino dejó escrita en una de las paredes que lo hacía para que se acordaran de él, después le confesó a las autoridades que su pretensión era robar dinero. El periodismo, ampliamente interesado en conocer los detalles de su acción se llevó una frustración cuando en sus primeras Los victimarios en Colombia Jueves 31 de enero de 2.008 114

declaraciones comentó tranquilamente que no podía decir nada porque él no había hecho nada. Serrano fue condenado a 30 años de prisión.

Epílogo de muerte

El fi nal del gobierno de Belisario Betancur no pudo ser peor. No solamente fracasaron los procesos de paz y se mantuvo la guerra contra el narcotráfi co sino que, como lo resalta el periodista Enrique Rivas, “el país asistió al episodio judicial más escabroso de su historia contemporánea, quizás el más grave sucedido después del 9 de abril de 1948, el holocausto del Palacio de Justicia”. Entre personal administrativo, magistrados y abogados que estaban en el momento en que sucedió la toma del M-19, el 6 y 7 de noviembre de 1985 perdieron la vida 107 personas. El M-19 argumentó que se tomaba el Palacio de Justicia para llevar a cabo un juicio al presidente Betancur por traición a la voluntad nacional de forjar la paz por el camino de la participación ciudadana y la negociación. El Ejército respondió con toda su opción armada, nunca se aceptó una negociación con el grupo armado, se hizo caso omiso a los ruegos del presidente de la Corte Suprema de Justicia Alfonso Reyes Echandía para que cesara el fuego y se precipitó una verdadera tragedia. El Palacio de Justicia terminó envuelto en llamas y en medio de un terrible guerra en pleno centro de Bogotá, murieron civiles y combatientes. 11 magistrados de la Corte Suprema perdieron la vida y de 11 empleados de la cafetería del Palacio de Justicia jamás volvió a saberse. Según el periodista Rivas, “la toma fue una confl uencia de intereses del narcotráfi co y de la guerrilla con un blanco común: los magistrados de la Corte Suprema de Justicia. Ese fue el comienzo de la era más terrible y dolorosa de la historia nacional”.

A la semana siguiente, por cosas de la naturaleza, un deshielo en el Nevado del Ruiz precipitó una avalancha que borró del mapa al municipio de Armero (Tolima). Más de 20.000 personas perdieron la vida. El volcán Arenas del Nevado del Ruíz hizo erupción hacia las 11,30 de la noche, el calor derritió la nieve y las corrientes de agua del deshielo acabaron con el municipio. En medio de esta, la mayor catástrofe natural ocurrida en Colombia, el holocausto del Palacio de Justicia pasó a un segundo plano en las noticias. De hecho, la misma noche del ataque del M-19 al templo de la justicia, el propio gobierno ya había ayudado a bajarle el tono a la tragedia cuando ordenó a los medios de comunicación restringir sus actividades para colaborar con el orden público y además dispuso la sorpresiva transmisión por televisión de un partido de las fi nales del campeonato profesional de fútbol. El propio presidente Betancur, en la intervención pública por televisión par asumir la responsabilidad política Radiografía de la violencia en los últimos 50 años Jueves 31 de enero de 2.008 115

de lo sucedido, le agradeció a los medios de comunicación su comportamiento, es decir su decisión de silenciarse. En su libro “Las dos tomas”, el periodista Manuel Vicente Peña dejó constancia de que la toma del Palacio de Justicia había sido una acción anunciada y que en medio de los ataques, la periodista Consuelo Araújo intentó encabezar una cruzada de directores de medios de comunicación para pedirle al gobierno que intentara dialogar con el M-19, pero no fue escuchada ni su propuesta tuvo éxito.

Al fi nal del agitado cuatrienio de Belisario Betancur, quedó el movimiento político Unión Patriótica que permitió a la guerrilla participar en las elecciones de 1986 y a su candidato Jaime Pardo Leal obtener la segunda votación más alta que la izquierda hubiera alcanzado hasta entonces. Un logro que tendría un trágico costo en los siguientes años. Por lo pronto, no sólo terminaba una época de grandes contrastes sino que el país empezaba apenas a vivir la peor de sus violencias. El anuncio llegó otra vez de la guerrilla, esta vez del grupo disidente del M-19, el Ricardo Franco, que en diciembre de 1985 perpetró la llamada masacre de Tacueyó, un acto atroz que dejó evidencia de lo que se venía para el país. Un ex guerrillero de las FARC y del M-19 identifi cado como José Fedor Rey pero conocido como “Javier Delgado”, al enterarse de que su grupo había sido infi ltrado por el ejército, entró en sospecha de todos y precipitó un desatinado juicio que terminó con el asesinato de 150 militantes de la guerrilla entre los 15 y los 30 años. Como lo califi có el politólogo José Cuesta Novoa en su trabajo “Vergüenzas históricas”, “ese fue el comienzo del desencanto, el fondo que se necesitaba para que la guerrilla empezara un nuevo rumbo”. Infortunadamente, el país apenas se preparaba para vivir una época, el tiempo en que todas las guerras se cruzaron y Colombia se vio sacudida por el narcoterrorismo que causó la muerte de demasiados inocentes.

Citas 1 (Comité de Solidaridad con los presos políticos, 1974), “Un libro negro de la represión: Frente Nacional 1954-1978”. Bogotá. P. 95 2 El Espectador (1970, 16 de febrero), Laín cura a guerrilleros. Bogotá. P. 7 A 3Castillo, F. (1987). “Los jinetes de la cocaína”, editorial documentos periodísticos, Bogotá., pp. 19 3 El Espectador (1976, 11 de junio) “”, Bogotá., pp. 9A 4 El Espectador (1976, 2 de agosto), “narcotrafi cante da versión de cocaína en el gloria”, Bogotá., pp. 10 5 El Espectador (1977, 8 de junio), “60 kilos de marihuana en patas de mesa”, Bogotá., pp. 11A 6 De Castro, L. (2007, 24 de octubre), entrevistado por Contreras, S., Bogotá. 7 Intermedio Editores, (200), Confesiones de un narco. Bogotá., pp. 106 8 El Espectador (1977, 9 de agosto) “Narcotrafi cantes rescatan droga”, Bogotá. Los victimarios en Colombia Jueves 31 de enero de 2.008 116

4. De Capos, Traquetos, Sicarios y Águilas Negras

Por las mismas rutas que los contrabandistas antioqueños utilizaban para traer mercancías desde Panamá, empezaron a confi gurarse las redes de exportación de droga a Estados Unidos y Europa. De esta manera, poco a poco, empezaron a proliferar los negocios de moteles, casas de juegos, ofi cinas de cambio de moneda extranjera, licoreras, inmobiliarias y ofi cinas de prestamistas, porque representaban la forma menos compleja para lavar los ríos de dólares que empezaron a llenar las arcas del narcotráfi co. En otras palabras, como lo han reconocido los analistas del tema, el contrabando fue la escuela para capos como Pablo Escobar Gaviria, quien después de afi anzar sus primeras rutas entendió que el siguiente paso era asegurar el silencio de políticos, empleados públicos y funcionarios públicos a través de dos vías: la corrupción o el asesinato. Para cumplir las dos tareas, los capos empezaron a consolidar un verdadero ejército de asesinos a sangre fría que pronto adquirieron un califi cativo propio: los sicarios. El dinero le servía a Pablo Escobar para comprar las con- ciencias de los congresistas Según el periodista judicial Luis de Castro, que no votaban para quitarle cuando comenzó a afi anzarse el imperio de los carteles la impunidad. Foto: El Espectador de la droga, la violencia se multiplicó excesivamente y el periodismo poco a poco empezó a silenciarse. “Con los narcotrafi cantes no era como con los bandidos de otras épocas. Con ellos no se podía hablar y publicar algo en su contra empezó a ser identifi cado como una sentencia de muerte. Tocaba cuidarse mucho. Yo alcancé a tener varios sustos por seguimientos que me hicieron hasta mi casa. Los periodistas judiciales comenzamos a trabajar con cierto nerviosismo, sobre todo quienes teníamos que hacerlo con esas informaciones”1. Lo cierto es que desde principios de los años 80 y El periódico El Espectador era básicamente después de que el Estado emprendió la una de las voces que más com- batía el narcotráfi co con sus investigaciones Radiografía de la violencia en los últimos 50 años Jueves 31 de enero de 2.008 117

guerra contra los carteles del narcotráfi co, los negociantes de la droga empezaron a fortalecer sus ejércitos de sicarios, aunque las autoridades duraron mucho tiempo en reconocer que esta nueva modalidad de asesinato a sueldo empezó a causar estragos en Colombia.

Pero no sólo fue una creación del cartel de Medellín. El cartel de Cali, por ejemplo, tenía 22 sicarios seleccionados que llevaron a cabo múltiples asesinatos para preservar el negocio. La mayoría de cadáveres de sus víctimas fueron arrojados a las aguas del río Cauca y, según se lee en el libro “Confesiones de un narco”, en los primeros tiempos del negocio fue Helmer Herrera el encargado de conformar estos ejércitos privados para la protección del cartel. “Todos los jefes aportaban recursos fi nancieros para el sostenimiento de 250 pistoleros como mínimo y la multiplicación de estos si se presentaba una emergencia”. La proporción del reclutamiento de asesinos correspondía a una siniestra lógica matemática: “Si mataban a un sicario aparecían cinco para reemplazarlo. Si mataban a un narco surgían tres”. Sin embargo, para mediados Las investigaciones descubrían a los ejércitos de justicia privada de los años 80, después de las denuncias del exportados para cobrar deudas de ministro de justicia Rodrigo Lara Bonilla, ya los narcos. Foto: El Espectador. estaban más o menos identifi cados los grandes capos del narcotráfi co y sus organizaciones.

Básicamente, al momento de concluir el gobierno de Belisario Betancur, los capos identifi cados por la sociedad colombiana eran: Pablo Escobar Gaviria y los hermanos Ochoa Vásquez como los grandes jefes del cartel de Medellín; los hermanos Gilberto y Miguel Rodríguez Orejuela junto a José Santacruz Londoño, como los responsables principales del denominado cartel de Cali; Evaristo Porras Ardila como el gran negociante de la cocaína en el Amazonas; Gonzalo Rodríguez Gacha, responsable de los grandes embarques de droga en el centro del país con proyección a los Llanos Orientales; Helmer Herrera Buitrago, Diego León Montoya e Iván Urdinola como los grandes jefes del cartel del Norte del Valle; y una serie de capos Los victimarios en Colombia Jueves 31 de enero de 2.008 118

Las cabezas del cartel de Medellín. De izquierda a Derecha: Pablo Escobar, Gonzalo Rodríguez Gacha y . Foto: El Espectador.

menores o independientes como Severo Escobar, José Cabrera, José Rafael Abello Silva, Víctor Patiño Fómeque, Phanor Arizabaleta Arzayus u Octavio Piedrahita Tabares, entre otros. Además empezaba a ser claro que el narcotráfi co ya estaba fi nanciando las actividades del paramilitarismo, sobre todo en regiones como el Magdalena Medio, el nordeste de Antioquia, la zona de Urabá, la región de los Llanos Orientales y el norte del Valle del Cauca. Y lo que es peor, que el paramilitarismo también adoptó la estrategia de los sicarios.

Con este desafío de los violentos, aumentado además por la sistemática acción de las guerrillas, en agosto de 1986 asumió como Presidente de Colombia el dirigente liberal Virgilio Barco Vargas. Y, como era de esperarse, los sicarios empezaron a hacer de las suyas. Como lo recuerda el periodista Enrique Rivas, “a los 23 días de su posesión ya habían matado al primer congresista de la Unión Patriótica, al representante a la Cámara Leonardo Posada Pedraza, asesinado en Santander. Al día siguiente asesinaron al senador Pedro Nel Jiménez, también de la Unión Patriótica, esta vez en Villavicencio”2. Simultáneamente, bajo la fachada de “Los Extraditables”, los narcotrafi cantes empezaron a utilizar a los sicarios para asesinar a sus enemigos en la justicia, las Fuerzas Militares y el periodismo. “En cuatro meses, la gente del cartel de Medellín asesinó al grupo de colombianos que había respaldado al ministro Rodrigo Lara Bonilla en su primera ofensiva contra el narcotráfi co”3.

El 31 de julio fue asesinado al norte de Bogotá el magistrado de la Corte Suprema de Justicia Hernando Baquero Borda, quien había sido ponente de un fallo que negó la inconstitucionalidad del Tratado de Extradición suscrito entre Colombia y Estados Unidos. Radiografía de la violencia en los últimos 50 años Jueves 31 de enero de 2.008 119

El 30 de octubre, sicarios acabaron con la vida del magistrado Gustavo Zuluaga Serna, quien había tenido el valor de abrir un proceso penal contra Pablo Escobar Gaviria. El siguiente en la lista fue el coronel de la Policía y principal enemigo de los carteles de la droga Jaime Ramírez Gómez, asesinado a la entrada de Bogotá el 17 de noviembre de 1986. Y la racha de ese año terminó el 17 de diciembre de 1986, cuando fue asesinado en Bogotá, cuando salía del periódico El Espectador, su director Guillermo Cano Isaza, quien desde su columna “Libreta de Apuntes” había desplegado una ofensiva periodística contra los carteles de la droga, en especial contra la mafi a orientada por el capo Pablo Escobar Gaviria.

Aunque no hubo responsables por el crimen de Guilelrmo Cano a los 3 años se vinculó ofi cialmente al cartel de Medellín. Foto: El Espectador.

Este último hecho conmocionó a la sociedad y a los medios de comunicación a tal punto que, por primera vez en la historia del país, durante 24 horas, todos los medios se silenciaron. No hubo periódicos ni funcionó la radio, tampoco la televisión emitió su programación. Silencio mediático total. Con estas palabras, El Espectador rindió tributo a su memoria: “Guillermo Cano ejerció la verdadera procuraduría de la opinión contra el narcotráfi co (…) desde su columna dominical Libreta de Apuntes y en numerosos editoriales, invitó a los colombianos a decidir frente al que consideró el delito generador de asesinatos a sangre fría, monstruosas venganzas entre ellos mismos, corrupción de la niñez y de los adultos, defraudaciones fi scales”4. Al realizar los recuentos sobre las razones que llevaron al narcotráfi co a asesinar a Guillermo Cano, se recordó que fue él la primera persona que divulgó los antecedentes criminales de Pablo Escobar Gaviria, al reproducir una publicación de 1976 en momentos en que el ministro Lara Bonilla hacía sus denuncias en el Congreso en 1983. Los victimarios en Colombia Jueves 31 de enero de 2.008 120

Así recuerda este episodio el periodista Luis de Castro: “Yo encontré y publiqué la fotografía que dio origen a la guerra del narcotráfi co contra El Espectador. Un año después de la muerte de don Guillermo, el periodista Fabio Castillo, quien también trabajaba con nosotros, escribió en su libro Los Jinetes de la Cocaína que don Guillermo Cano

En el articulo se muestra la primera foto de había descubierto esa foto. Yo le Pablo Escobar reseñado por narcotráfi co y que cuento la verdad, quien me refrescó fue del asesinato de Guillermo Cano. Foto: El Espectador. la memoria fue un detective del DAS que me llamó al periódico y me dijo que nosotros habíamos publicado una foto de Escobar en los años 70 cuando lo habían detenido por narcotráfi co. Desde que el detective llamó, yo me la pasaba en el archivo buscándola, hasta que empezábamos a olvidarnos de eso cuando apareció. Esa vaina fue el origen del asesinato de Guillermo Cano porque Pablo Escobar le cogió un odio visceral y los criminales del narcotráfi co no se dedicaban a amenazar periodistas, simplemente los quitaban del camino. Los expertos en amenazar eran los delincuentes de cuello blanco sabiendo que eran culpables”5.

La Primera Ofensiva Contra El Narcotráfi co

El asesinato de Guillermo Cano colmó la paciencia de las autoridades que en ese fi nal de 1986 y en los comienzos de 1987 desataron una cacería contra los bienes y secuaces del narcotráfi co. La mayoría de los operativos se concentró en la región del Magdalena Medio y, por primera vez, la Policía allanó el fortín de Escobar, la El Ejército destruyó la pista en la hacienda en Puerto Triunfo (Antioquia), donde Nápoles para evitar que vuelos clandestinos el capo tenía un sofi sticado zoológico aterrizaran allí. Foto: El Espectador. con jirafas, hipopótamos y las más Radiografía de la violencia en los últimos 50 años Jueves 31 de enero de 2.008 121

exóticas especies. En medio de la ofensiva quedó al descubierto el maridaje que existía entre sectores de la Policía y los mafi osos. La evidencia fue la reprochable actuación del capitán Yesid Parra Vera, quien meses atrás había ordenado a un grupo de subalternos a custodiar a un grupo de mafi osos que asistió en La Dorada al cumpleaños de Gonzalo Rodríguez Gacha, alias ‘El Mejicano’. “Entre los invitados estaban Pablo Emilio Escobar Gaviria, los hermanos Ochoa, los hermanos Correa de Medellín, Carlos Lehder y otros menos conocidos. El hotel fue copado por todos los narcotrafi cantes en los tres días junto con los ejércitos de sicarios que superaban más de 150 hombres6. “La voz solitaria de Guillermo Cano, su batalla de Quijote y no una campaña sistemática del periódico El Espectador, fue lo que le costó la vida al director del periódico”, sostiene el periodista Enrique Rivas.

Ese enero, como una respuesta al desafío de Los Extraditables y en homenaje a la memoria de Guillermo Cano, los principales periódicos se aliaron para realizar publicaciones colectivas, reproducidas el mismo día en todas la publicaciones comprometidas, y después con las cadenas radiales y los noticieros de televisión para notifi car que la libertad de prensa se iba a sostener por encima de la muerte. “Los medios de comunicación consideran que el país y su gobierno enfrenta una guerra abierta que les han declarado las mafi as del narcotráfi co solas o en contubernio con las guerrillas y demás grupos fuera de la ley. Ante esa guerra los medios de comunicación han tenido un comportamiento valeroso han afrontado una alta cuota de sangre, pero ven con asombro que las acciones de la guerrilla ni la reacción de los altos estamentos de la sociedad corresponden al peligro que está el país al caer bajo el dominio total del narcotráfi co, el atentado contra el ex ministro Parejo que se suma al reciente asesinato del señor Guillermo Cano nos obliga formar un frente unido en todos los diarios, revistas, radio y televisión de esta declaración de guerra en Colombia. Por esas razones hemos acordado montar guardia permanente para exigir al gobierno a los partidos y sociedad colombiana que se unan solidariamente alrededor de acciones efectivas para ganar la guerra a los criminales del narcotráfi co”7

Venganza tras venganza, los narcotrafi cantes pagaban sicarios y el cobro de cuentas se volvió una costumbre. Y lo imitaron los paramilitares que también dejaron que los sicarios ajusticiaran por ellos. Por eso 1987 no fue distinto a los odios desatados de fi nales de 1986. Todas las violencias siguieron desbordadas y murieron demasiados líderes. El candidato presidencial de la Unión Patriótica Jaime Pardo Leal, el presidente del Comité de Derechos Los victimarios en Colombia Jueves 31 de enero de 2.008 122

Humanos de Antioquia Héctor Abad Gómez, el congresista Pedro Luis Valencia. Simultáneamente el proceso de paz con las FARC quedó prácticamente liquidado en junio de 1987 luego de un ataque de las FARC a un convoy del ejército en el Caquetá donde perdieron la vida más de 20 soldados. “Donde quiera que las Fuerzas Militares sean atacadas, entenderán que ha sido roto el cese al fuego”, fue el argumento

De las primeras capturas en el del presidente Barco para dejar intacta la opción narcotráfi co que se dio fue la de la guerra. Desde Estados Unidos el presidente Reina de Cocaina condenada por lavado de dólares. Ronald Reagan sostenía que los narcotrafi cantes Foto: El Espectador. merecían morir8. A pesar de la implacable lucha del Estado contra el narcotráfi co, este había cogido mucha ventaja y sólo se oían noticias de extradiciones. La reina de la coca Marlen Navarro y Berta Páez, condenadas en Estados Unidos por lavado de dólares. En cambio, Gilberto Rodríguez Orejuela contó con la suerte de que no lo extraditaran a Estados Unidos después de llegar preso desde España porque el

Las cenizas del edifi cio Mónaco luego de que el cartel de Cali ordenara su destrucción en la guerra de carteles. Foto: El Espectador.

gobierno no lo autorizó. Semanas después un juez lo absolvió de los cargos de narcotráfi co.

El año 1988 fue aún más difícil. Apenas en enero fue secuestrado y asesinado en Medellín el procurador general de la Nación Carlos Mauro Hoyos. Ese mismo día fue liberado el candidato a la alcaldía de Bogotá y con los años presidente de Colombia Andrés Pastrana Arango. El procurador salió herido durante su secuestro y fue rematado después de la orden del capo Escobar Gaviria, cuando se enteró de la liberación de Pastrana. Radiografía de la violencia en los últimos 50 años Jueves 31 de enero de 2.008 123

Escobar Gaviria emprendía su cruzada terrorista del secuestro como arma de guerra para detener las redadas del gobierno y combatir la extradición. Días antes del asesinato del procurador Hoyos, el cartel de Cali dinamitó el edifi cio Mónaco en Envigado donde residía la familia de Escobar Gaviria, con un carro bomba que dejó un vigilante muerto y dos personas heridas. Minutos antes de que llegaran las autoridades el capo del cartel de Medellín salió ileso junto a su esposa y dos hijos. Otra guerra, esta vez entre los mismos narcos, con la misma estrategia de terroristas y sicarios. También ese año el paramilitarismo emprendió una secuencia de masacres de campesinos en Córdoba y Urabá que sacaron de su anonimato a otro mercenario del paramilitarismo: Fidel Castaño y sus hermanos Carlos y Vicente. La violencia había llegado a niveles incomprensibles, pero faltaba lo peor.

El Límite Del Horror

1989 fue un año doloroso donde la secuencia de horrores se desbordó del todo. Guerrilla, paramilitarismo y narcotráfi co dejaron un saldo doloroso de colombianos muertos en una guerra sin tregua. Y Colombia conoció el rostro del narco terrorismo, la expresión más cruel de violencia indiscriminada y cobarde. En enero se conmovió al país y conoció el verdadero rostro del paramilitarismo, cuando una comisión judicial llegó al Magdalena Medio a investigar la desaparición de 37 comerciantes y otros cuantos crímenes de los grupos paramilitares y fue masacrada en el sitio conocido como La Rochela. El 5 de marzo fue asesinado en el aeropuerto El Dorado el dirigente de la Unión Patriótica José Antequera y salió gravemente herido el precandidato liberal Ernesto Samper el 5 de marzo de 1989. En uno de sus editoriales, el periódico El Espectador dimensionó el ambiente nacional: “la secuela de unos hechos que han venido estremeciendo al país que de tanta insistencia han terminado por volver al país insensible no fue un acontecimiento aislado sino una presión política cuyos orígenes tienen tanto que ver con las injusticias sociales acumuladas a lo largo de la historia como la ineptitud de los partidos políticos para solucionar los problemas nacionales, la adulteración del sistema democrático y con la desmoralización pública y privada, La cremación del general Valdemar Franklin, aguerrido la infl uencia corruptora del narcotráfi co y del extremismo enemigo de los carteles de de izquierda y derecha.”9 la droga que lo asesinaron. Foto: El Espectador Los victimarios en Colombia Jueves 31 de enero de 2.008 124

Después fue Antonio Roldán Betancur, el gobernador de Antioquia, asesinado en junio de 1989 en un atentado terrorista en Medellín que fue ordenado por los carteles de la droga. El 16 de agosto cayó también asesinado por el narcotráfi co, el magistrado Carlos Valencia García que se había atrevido a ordenar el juzgamiento de Escobar Gaviria y sus lugartenientes por el asesinato del periodista Guillermo Cano. El 18 de agosto en la mañana, en Medellín, los mismos desatados criminales dieron muerte al comandante de la Policía Antioquia, coronel Valdemar Franklin Quintero, y ese mismo día en la noche, en la plaza central de Soacha, fue asesinado el virtual En su gira por la presidencia Luis Carlos Ga- lán asistió a la cita con la muerte en Soacha. presidente de Colombia Luis Carlos Escobar ya había ordenado su muerte. Galán Sarmiento. Era cuestión de que Foto: El Espectador. pasaran los días para que fuera elegido, pero los narcotrafi cantes no lo dejaron llegar a las elecciones. Ya había fracasado un primer intento de asesinarlo el 6 de agosto en Medellín, pero “la Policía logró frustrarlo”.10 El trágico desenlace se cumplió 13 días después en plaza pública y así repudió el periódico El Espectador la muerte de Galán: “Desde 1983, el desaparecido candidato Luís Carlos Galán Sarmiento, asesinado anoche en el municipio de Soacha, había denunciado que el narcotráfi co quiere destruirnos”11. La investigación judicial por el magnicidio resultó tan aplastante como el asesinato de un dirigente político que muchos consideraron una esperanza.

El periodista Enrique Rivas lo recuerda: “un espectáculo grotesco fue el que montó el comandante del F-2 de inteligencia policial, coronel Oscar Peláez Carmona, cuando acusó a un grupo de individuos encabezados por el comerciante Jubiz Hazbum que pagaron cinco años de cárcel por un crimen que no cometieron”12. ¿Se desvió la investigación? ¿Fueron solamente chivos expiatorios? Después se supo que asesinos al servicio de Gonzalo Rodríguez Gacha, pero de la misma cuerda de sicarios del Magdalena Medio con que Pablo Escobar y los demás narcotrafi cantes ajusticiaban a sus víctimas, fueron los asesinos de Luis Carlos Galán. Un asesinato que obligó al gobierno a reaccionar con la extradición sin atenuantes, sin necesidad de normas jurídicas, y que Los Extraditables respondieron con terrorismo. Así lo rememora el periodista Enrique Rivas: “el periodismo Radiografía de la violencia en los últimos 50 años Jueves 31 de enero de 2.008 125

judicial cambió del todo. Empezamos a cubrir magnicidios. Cada caso parecía peor que el anterior. Todos estábamos amenazados, pero particularmente El Espectador resistía con valor porque hasta el periódico cuando llegaba a las ofi cinas de Medellín era quemado.”13 La verdad es que el periódico pidió la protección del Gobierno, pero los narcotrafi cantes parecían más poderosos. Después de asesinar al periodista Guillermo Cano, dos años también asesinaron al periodista y abogado de la familia Cano Héctor Giraldo Galvez. La administradora del periódico en Medellín Marta Luz López y su consignatario Miguel Soler sufrieron la misma suerte. El Espectador pagó un alto costo por denunciar a Escobar Gaviria.

Y precisamente en septiembre de 1989 fue el siguiente blanco. Un camión bomba fue detonado al lado de las instalaciones de El Espectador y causó serios destrozos. Al mes siguiente le correspondió al periódico Vanguardia Liberal en Bucaramanga y varias personas murieron. En noviembre los mismos narcotrafi cantes volaron un avión de Avianca con 107 Uno de los principales magnicidios que ejecutó inocentes a bordo, y en diciembre el cartel de Medellín: una bomba de 500 kilos de terminó la racha narco terrorista dinamita contra el DAS en Bogotá. Foto: El Espectador. cuando un bus bomba, con 500 kilos de dinamita, detonó frente a la sede del DAS en Paloquemao, en Bogotá, y causó la muerte a medio centenar de personas. El atentado iba dirigido contra el general Miguel Maza Márquez, pero sobrevivió. El país, intimidado por la violencia, sólo tuvo descanso cuando cayó uno de los principales artífi ces del terrorismo vigente: Gonzalo Rodríguez Gacha. En un enfrentamiento contra el cuerpo elite de la Policía en el departamento de Sucre y luego de un trabajo de inteligencia sobre la base de perseguir a su hijo, el capo que unió el narcotráfi co al paramilitarismo en el Magdalena Medio y causó miles de muertos en la guerra contra la Unión Patriótica, contra el Estado o contra sus enemigos, cayó por fi n abatido desde un helicóptero. Con otra noticia de violencia celebrada a nivel nacional terminó un año terrible con una sola opción de paz: la determinación de la guerrilla del M-19 de dejar sus armas para iniciarse en la política. Los victimarios en Colombia Jueves 31 de enero de 2.008 126

La transición se logró en 1990 y el M-19 se desmovilizó el 8 de marzo en Santo Domingo (Cauca) y la guerrilla pasó a llamarse Alianza Democrática M-19, pero su máximo comandante Carlos Pizarro Leongómez no alcanzó a llegar vivo a las elecciones. A bordo de un avión que cubría la ruta entre Bogotá y Barranquilla, fue asesinado el 26 de abril de 1990. Un mes atrás, el 22 de marzo de 1990, antes de abordar un avión en el aeropuerto El Dorado, murió también abatido por los sicarios del paramilitarismo y el narcotráfi co el candidato presidencial de la Unión Patriótica Bernardo Jaramillo Ossa. Fue un debate electoral aterrador con cuatro candidatos asesinados. Al fi nal triunfó César Gaviria Trujillo, que el día de la muerte de Luis Carlos Galán había recibido del hijo del ex candidato, Juan Manuel Galán, las banderas del político sacrifi cado. No paró la secuencia de asesinatos políticos, pero el nuevo gobierno priorizó la preparación y desarrollo de la Asamblea Constituyente, entre febrero y julio de 1991, que cambió radicalmente la centenaria Constitución de 1986 y consagró un estado social de derecho con mecanismos de participación ciudadana para la defensa de las libertades públicas. El momento tranquilizó a un país que después de la oleada narcoterrorista había vuelto a vivir el chantaje del secuestro, de nuevo a cargo de Escobar Gaviria para presionar al gobierno.

Las víctimas fueron periodistas e hijos de notables. El jefe de redacción de El Tiempo Francisco Santos, la directora de Focine y cuñada de Luis Carlos Galán, Maruja Pachón. La hija del ex presidente Julio César Turbay, Diana Turbay. La hermana del secretario general de la Presidencia de la República Germán Montoya Vélez, Marina Montoya. No todos regresaron vivos. Diana Turbay y Marina Montoya murieron en cautiverio, mientras el gobierno y los narcotraficantes negociaban la forma de aplacar la violencia. La salida se llamó Política de Sometimiento a la Justicia, tres decretos sucesivos para buscar la rendición y entrega de los narcotrafi cantes a cambio de la no extradición y rebajas procesales por su confesión y colaboración con las autoridades. Se entregaron los Ochoa Vásquez en diciembre, le siguieron otros narcos menores asociados a los carteles de Medellín, y hasta junio de 1991 lo hizo el capo Pablo Escobar

Pablo Escobar al enterarse de su traslado a una Gaviria, quien fue trasladado cárcel de máxima seguridad se burló del presiden- a la cárcel de te Cesar Gaviria y se fugó de La Catedral. Foto: El Espectador. en Envigado, donde siguió Radiografía de la violencia en los últimos 50 años Jueves 31 de enero de 2.008 127

delinquiendo a sus anchas en compañía de sus sicarios, hasta que el gobierno ordenó trasladarlo de cárcel y el capo se fugó. Lo hizo el 22 de julio de 1992 y reinició su violencia terrorista. Sólo lo detuvo otra alianza perversa llamada Los Pepes, sumatoria de asesinos y carteles de la droga con disposición a colaborar con las autoridades para la captura de Escobar Gaviria asesinando personas cercanas al capo. Hasta que el 2 de diciembre en Medellín, la Policía por fi n acabó con la vida del criminal más nefasto en la historia de Colombia.

Violencia Entre Violencia

Aunque la violencia del narcotráfi co en la arremetida fi nal de Escobar Gaviria contra el Estado acaparó la atención nacional, sin que faltaran los asesinatos de la guerrilla, la delincuencia común o el paramilitarismo, no faltaron los episodios judiciales sueltos que también dejaron una lamentable leyenda. Como ocurrió en Barranquilla en marzo de 1992, cuando se descubrió que varios vigilantes de la Universidad Libre engañaban a los indigentes y recicladores de la ciudad diciéndoles que podían acercarse al centro docente en las noches a recoger

Después de haber sentido el impacto del desechos y cartones, para asesinarlos a proyectil en su casa el niño se dio cuenta garrotazos. A cambio de algunos peses, que perdio la muñeca de la mano derecha en Suárez, Cauca el 31 de enero de 2.000 lo hacían para que hubiera cadáveres en Foto: Bajo los escombros del terrorismo el anfi teatro de la universidad y quedaran a disposición de la facultad de medicina. En total murieron 10 personas víctimas de esta corrupción mental. Para no dejar dudas del método letal con el que fueron asesinados estos indigentes, Medicina Legal concluyó que los golpes de los vigilantes fueron causados con armas contundentes como una tranca de madera y un tubo cilíndrico. Lo insólito del asunto es que después se conoció que algunos directivos de la institución educativa conocían la forma ilegal de obtener los cuerpos y que incluso la Policía también vendía cadáveres a profesores y estudiantes. El miserable tráfi co Los victimarios en Colombia Jueves 31 de enero de 2.008 128

de seres humanos en la Universidad Libre de Barranquilla por $80.000 cada cuerpo, quedó al descubierto por el relato de dos víctimas que lograron escapar de la muerte haciéndose los muertos, después de varios garrotazos.

El otro caso que sacudió al país por la misma época y puso a los medios de comunicación a desplegar todas sus herramientas, fue la violación y asesinato de la niña Sandra Catalina Vásquez, ocurrido el 28 de febrero de 1993 al interior de la Estación Tercera de la Policía en Bogotá. Sólo dos años después fue capturado e identifi cado el asesino de la menor: el ex agente de la policía Diego Fernando Valencia Blandón, compañero de trabajo del padre de la menor. El crimen fue califi cado por la Organización de Naciones Unidas como de lesa humanidad e impactó tanto como el ocurrido el 7 de abril en Bogotá en la persona de la niña Diana Marcela Caldas y su madre Carmen Galán Pinilla, quienes fueron asesinadas una mañana en el barrio La Soledad que logró ser capturado y en su confesión logró aclarar que un medio hermano de la niña fue el autor intelectual del doble homicidio. Diana Marcela era hija extramatrimonial de un adinerado ciudadano cuyos hijos no estaban de acuerdo en que hicieran parte de su herencia. Cuando José del Carmen Caldas murió, el médico Iván Raúl Cárdenas buscó a un sicario, le canceló $500.000 por interpuesta persona y asesinó a la niña y a su madre. El episodio convocó la atención de los medios de comunicación y se escribieron decenas de columnas para denuncias hasta qué extremos de violencia podía llegar el país más allá de los muertos diarios del confl icto armado entre guerrilla, paramilitarismo y narcotráfi co contra el Estado.

Terminó el gobierno Gaviria y la violencia no cesó. Aunque se lograron acuerdos de paz con grupos subversivos menores, la guerra grande con las FARC y el ELN persistió y fracasó una ronda de diálogos que se realizó en Tlaxcala (Méjico), Caracas (Venezuela) y Cravo Norte (Arauca) en 1992. Entonces el presidente Gaviria no vio otra opción que hacer lo mismo que todos sus antecesores: declarar la conmoción interior, como pasó a llamarse el Estado de Sitio después de la Constitución de 1991. Después llegó a la Casa de Nariño el dirigente liberal Ernesto Samper Pizano y cuando se creía superada la guerra contra el narcotráfi co, arrancó el más grande escándalo político de la historia nacional precisamente por cuenta de los dineros de la droga. Dos días después de salir electo Samper, el candidato derrotado Andrés Pastrana le entregó a la Fiscalía unas grabaciones que mostraban cómo la campaña presidencial de Samper había recibido dineros del cartel de Cali. El escándalo tomó la denominación de proceso 8000 y terminó llevándose a la cárcel a dos dirigentes de la campaña proselitista y numerosos políticos por receptores de dineros del narcotráfi co. Mientras la Fiscalía capturaba Radiografía de la violencia en los últimos 50 años Jueves 31 de enero de 2.008 129

políticos, la Policía capturaba capos. Así cayeron entre junio y agosto de 1995, los hermanos Rodríguez Orejuela, Henry Loaiza alias ‘El Alacrán’, José Santacruz Londoño, Phanor Arizabaleta y Julián Murcillo Poveda, entre otros. Después de una extenuante polémica nacional agitada en los medios de comunicación, Samper terminó absuelto. Pero para el periodismo judicial este fue un proceso con demasiadas fi ltraciones y muchos no investigados.

Enrique Rivas, quien también cubrió ese momento judicial, sostiene: “El escándalo del proceso 8000 duró dos años y como no tumbo al Presidente de la República se fue acabando hasta que perdió importancia. Unos 18 congresistas, unos cuantos dirigentes y unos periodistas fueron los únicos procesados, lo que no quiere decir que fueran los únicos que se enriquecieron en Colombia por cuenta de los dineros de los carteles de la droga. De haberse sostenido, el 8000 hubiera sido un expediente infi nito. No habrían alcanzado las cárceles para albergar a todos los que recibieron plata del narcotráfi co”14. Y mientras el país político y judicial gastaba horas y horas en establecer la responsabilidad del Presidente y unos cuantos notables, los violentos acrecentaron a tal forma su ofensiva, que por primera vez el país asistió atónito a acciones de guerra que nunca había visto. Ataques de la guerrilla de las FARC que empezaron con la toma de la base militar de las Delicias (Putumayo) el 6 de agosto de 1996. Murieron más de 20 soldados y 60 fueron retenidos. A partir de entonces la guerrilla destapó su nueva estrategia política para enfrentar al Estado: negociar su liberación. La primera vez fue un tira y afl oje de 10 meses que terminó con el despeje de cuatro municipios del Meta y Caquetá. Y después se convirtió en una sucesión de ataques para tomar prisioneros y presionar un canje por presos de las FARC en cárceles colombianas.

Decenas de soldados secuestrados en Patascoy (Nariño), Mirafl ores (Guaviare), Mitú (Vaupés) o Curillo (Caquetá). Más de 500 al momento de terminar el gobierno de Samper. Y su respuesta: la creación de ‘Cooperativas de Seguridad Rural’ o ‘Convivir’, como en los tiempos del presidente Guillermo León Valencia en 1965, para armar civiles como única defensa contra la insurgencia. Aunque el gobierno Samper creó un Bloque de búsqueda para perseguir al paramilitarismo tan desbordado en estos tiempos como la guerrilla, las Convivir se trasformaron en la fachada de las autodefensas para seguir en sus masacres. De hecho, desde mediados de 1995 se habían confi gurado las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) como grupos paramilitares con apoyo directo del narcotráfi co. Así lo referencia la periodista Bibiana Mercado, quien conformó varios años la Unidad de Paz del periódico El Tiempo y hoy trabaja con las Organización de Naciones Unidas: “la nueva fase de las autodefensas se conformó a fi nales de 1996. Antes había existido la Los victimarios en Colombia Jueves 31 de enero de 2.008 130

autodefensa que acabó con la Unión Patriótica y de la mano de Pablo Escobar y Gonzalo Rodríguez Gacha extendió la guerra”15. Al momento de concluir el gobierno Samper, el presidente ganador sería el que más ofreció paz para Colombia, así fuera a través de la ilusión de que la guerrilla de las FARC iba a pactarla. Había tal hastío de la violencia, de tantas imágenes de televisión con gente asesinada, que la paz era la única bandera electoral válida.

De La Zona De Distensión A La Seguridad Democrática

Andrés Pastrana Arango se posesionó como Presidente de la República en 1998. De inmediato asumió una política de confrontación a los grupos paramilitares y diálogos de paz con las FARC en una zona desmilitarizada de 42.000 kilómetros cuadrados entre los departamentos del Caquetá y el Meta. El 7 de enero de 1999 se inauguró la mesa de diálogo con una silla vacía. El jefe de las FARC no acudió al acto y el presidente Pastrana tuvo que emprender una negociación de paz sin interlocutor. Mala señal que se transformó con el paso de los días en un fracaso absoluto. Después de casi cuatro años de diálogos sin aportes, en febrero de 2001 el presidente Pastrana canceló el proceso de paz que sólo había dejado una sumatoria de arbitrariedades de la guerrilla. Asesinó a tres indigenistas norteamericanos en Arauca, secuestró decenas de personas para ocultarlas en la zona de distensión, convirtió la región en zona de adiestramientos militares, secuestró en un falso retén y asesinó después a la ex ministra de cultura del mismo gobierno con quien sostenía un proceso de paz Consuelo Araújo Noguera, permitió que un guerrillero secuestrara un avión para evadirse y lo aterrizara en la zona de distensión con el ocultamiento de los comandantes, asesinó a un congresista del Caquetá

Con cilindros y dinami- ta las Farc llegaron el 7 de marzo de 2.000 a El Bordo, Cauca y aca- baron con esta pobla- ción . Foto: Bajo los escom- bros del Terrorismo Radiografía de la violencia en los últimos 50 años Jueves 31 de enero de 2.008 131

con toda su familia a pocos kilómetros de la zona de distensión y terminó secuestrando a la candidata presidencial del movimiento Verde Oxígeno Ingrid Betancur. Un portazo a la paz que le costó caro a la guerrilla porque después de cuatro años de presunta paz, los electores

Así quedo San Francisco, Antioquia el 9 de agosto de 2001 cuando el ELN se tomó esa población. Sus habitantes recogen lo poco que quedo. Foto: Bajo los escombros del terrorismo.

solo pedían mano dura.

Además el paramilitarismo también había dimensionado sus crímenes hasta límites insospechados. Masacre tras masacre, fueron copando territorios y desplazando civiles en Urabá, Córdoba, Sucre, Cesar, Guajira, Magdalena, Santander, Bolívar. Mientras la guerrilla se fortalecía en la zona de distensión, los paramilitares desplegaban su máquina de guerra. Entonces llegó al poder Álvaro Uribe Vélez e invirtió las cartas: emprendió la primera negociación con los paramilitares y a través de la llamada política de Seguridad Democrática, desplegó una ofensiva sin par contra la insurgencia. De su faceta pacífi ca hay una larga lista de dudas y conjeturas sobre los verdaderos alcances de esta negociación. Desde el principio se denunció varios capos del narcotráfi co de colaron a la negociación y con el paso de los días quedó en evidencia que la pugna interna en torno a esta decisión terminó con muertos. Los Los victimarios en Colombia Jueves 31 de enero de 2.008 132

que se opusieron fueron asesinados, entre ellos el propio ex comandante de la organización Carlos Castaño. El sabía que no era necesario dejar fi ltrar a los narcos porque su poder era grande. “Somos los dueños del narcotráfi co, controlamos plantaciones, laboratorios, corredores y el transporte del alcaloide, controlamos el cartel de la gasolina, mandamos en gobernaciones, alcaldías, consejos, asambleas, los grandes industriales de este país nos caminan y patrocinan, los narcos se nos arrimaron a buscar protección acá, (…) la salud, los contratos en entidades como ECOPETROL, la Corporación Autónoma Regional del río grande la Magdalena, los contratos en las Corporaciones Regionales, manejamos los San Andresitos de las grandes ciudades, nosotros elegimos alcaldes, gobernadores, concejales”16.

Pero se opuso a que narcos como Francisco Javier Galindo alias ‘Gordolindo’ y los hermanos Víctor y Manuel Mejía Múnera entraran a la negociación y sus redes de muerte y de poder no le alcanzaron para que no pagara su resistencia con su muerte. En abril de 2004, Jesús Ignacio Roldán, alias “Monoleche”, junto a hombres del bloque Calima, cercaron el lugar donde acampaba y le dieron muerte. El hombre que causó dolor más que muchos y asesinó y ordenó a matar a centenares de enemigos, murió también asesinado. Así lo refi ere un combatiente de las autodefensas que sobrevivió al ataque en que murió Castaño, en testimonio recogido por el periodista Alfredo Serrano: “corrí hasta alcanzar el monte, en mi desespero no sentía dolor parecía como si estuviera dopado no sentía nada, sólo pensaba en salvar mi vida, corrí y corrí hasta alcanzar el monte, ya cuando me pude encaletar paré y me volteé y vi que habían tres en la camioneta no supe quienes eran y comencé a correr por el monte. En mi desespero no sentía dolor, parecía como que estuviera dopado, no sentía nada, solo pensaba en salvar mi vida, no supe cuánto tiempo duré corriendo, solo pensaba en alejarme lo más rápido posible de la muerte, esa muerte a la que por primera vez le veía el rostro tan cerca, yo no sabía a qué olía la muerte, esa loca con la que tanto hemos jugado nosotros los paracos, tampoco sabía como era cuando uno estaba en el equipo perdedor, ¡eso no se lo deseo a nadie¡,¡no se lo deseo ni al peor enemigo¡”17

Según Bibiana Mercado, a “Carlos Castaño lo asesinaron porque él planteaba una cosa que terminó dándose después, que los paramilitares tenían que someterse a la justicia y pagar cárcel”. Carlos Castaño ya había sostenido conversaciones con Estados Unidos e incluso había hablado de entregar estructuras mafi osas de su organización, dar rutas, y esto evidentemente para las estructuras que estaban más cercanas al narcotráfi co representaba una amenaza. Los mismos comandantes de las autodefensas se encargaron de asesinarlo. Solo así continuó el proceso y terminó con varias desmovilizaciones. Hoy los principales Radiografía de la violencia en los últimos 50 años Jueves 31 de enero de 2.008 133

comandantes de las autodefensas están recluidos en la cárcel de máxima seguridad de Itaguí, en espera de que la Fiscalía General de la Nación y los jueces determinen que pena deben cumplir por haber aceptado pacifi carse. La ley de justicia y paz, creada para fortalecer el proceso de paz entre el gobierno Uribe y las autodefensas, determina que deben purgar entre tres y siete años de prisión y se les vale el tiempo que llevan detenidos. El proceso inició en 2003, es decir que algunos ya cumplieron lo estipulado. Pero nadie se atreve a decir qué va a suceder por qué mientras los jefes negocian y algunos narcos lavan sus culpas, en las regiones ya existen sufi cientes denuncias que ratifi can una verdad a voces: el rearme paramilitar ya está en proceso. Ahora se habla de las “Águilas Negras”, reductos del paramilitarismo que recicla la violencia que aprendió a aplicar.

Una red de cuadrillas clandestinas aún con infl uencia de los jefes detenidos y algunos mandos medios libres que se mueven en aquellas regiones donde sus antiguos jefes paramilitares controlaban los cultivos de coca. Los reemplazos de Mancuso, Ramón Isaza o Jorge 40, que apelando a la extorsión, el asesinato y el miedo están reclutando de nuevo para algún también convertirse en señores de la guerra. Grupos de asesinos y vengadores aliados con el narcotráfi co, que ya empiezan a demarcar sus espacios y a imponer candidatos, a imagen y semejanza de lo que hicieron sus jefes cuando a fi nales de los años 90 negociaron su apoyo con los caciques electorales de las regiones y hoy están sometidos al escándalo judicial que hoy el país conoce como la parapolítica. Con la misma razón de ser de sus antecesores. Donde el ejército no llega a combatir a la guerrilla, ellos ocupan el lugar de las bandas sicariales y organizaciones mafi osas. Ya se han develado en el Valle del Cauca, en la zona del Catatumbo o en los Llanos Orientales. Su propósito es proteger el narcotráfi co o confrontar con organizaciones paralelas como ‘Los Machos’ y ‘Los Rastrojos’ que también protegen, pero a los mafi osos que siguen funcionando más allá de las estructuras que llegaron a integrarse con las autodefensas. No tienen líderes conocidos, no obstante y se irá conociendo su perfi l en tanto se recicle la violencia, es el mismo círculo de horror que ha castigado a Colombia con exceso de crueldad. Victimarios de ayer, victimarios de siempre. La violencia que sigue engendrando más violencia.

El gobierno Uribe Vélez la denomina ofensiva del terrorismo contra la sociedad, la guerrilla la llama confl icto armado interno y reclama estatus de beligerancia para que sea reconocida como interlocutor armado en la lucha por el poder. La sociedad lo llama violencia y reclama justicia, reparación y verdad para cerrar las heridas. Pero ninguno cede. El Estado lleva 50 años combatiendo a la insurgencia sin derrotarla. La guerrilla lleva igual tiempo tratando de Los victimarios en Colombia Jueves 31 de enero de 2.008 134

llegar al poder por la vía de las armas sin avanzar signifi cativamente. Las distintas formas de autodefensa han creado redes de asesinato y despojo sin límites sin que tampoco sus actos puedan señalarse victorias. El narcotráfi co no cesa y cada día hay quien se arriesgue para consolidar un negocio que ofrece multimillonarias ganancias. La delincuencia común medra entre tantos asesinos de todas las tendencias. Y los colombianos, en medio de sus intolerancias y silencios, siguen esperanzados en que algún día llegue la paz y la historia de Colombia no se siga contando a partir de lo que han hecho sus victimarios. Ayer por asuntos de política partidista, después para saciar las venganzas de tantos bandoleros que quedaron encerrados en el infi erno de la violencia, más tarde en la lucha ideológica de guerrilleros y autodefensas en un confl icto político y hoy en una mezcla incomprensible de negocios de armas, narcotráfi co y geopolítica internacional donde una vez más los victimarios hablan fuerte pero ha venido surgiendo una sociedad civil que también quiere hacerlo para recuperar al país.

Citas 1.De Castro, L. (2007, 24 de octubre), entrevistado por Contreras, S., Bogotá. 2Rivas, E. (2007, 19 de octubre), entrevistado por Contreras, S., Bogotá. 3Ibidem. 4 El Espectador (1986, 17 de diciembre), “Asesinado el director de El Espectador: su lucha frente al narcotráfi co”, Bogotá. 5De Castro, L. Loc.cit. 6 El Espectador (1987, 5 de enero), “Destituido capitán por proteger a narcotrafi cantes”, Bogotá. 7 El Espectador (l.987, 15 de enero ),”Los medios de comunicación se unen ante la guerra que afronta Colombia” Bogotá 8 El Espectador (1986, 4 de agosto), “Pena de muerte para los narcos: Reagan” Bogotá. 9 El Espectador (1989, 5 de marzo), “Bajo el terror”, editorial, Bogotá. 10 El Espectador (1989, 6 de agosto), “Sin duda alguna el cartel de Medellín está detrás de esto”, Bogotá. 11 El Espectador (1989, 19 de agosto), “Estaba amenazado por el narcotráfi co desde 1983”, Bogotá. 12 Rivas, E., Loc cit. 13 Rivas, E. Loc cit. Radiografía de la violencia en los últimos 50 años Jueves 31 de enero de 2.008 135

14 Rivas, E. (2007, 19 de octubre), entrevistado por Contreras, S., Bogotá.. 15 Mercado, B. (2007, 19 de noviembre), entrevistado por Contreras, S., Bogotá. 16 Serrano, A (2007), “La batalla fi nal de Carlos Castaño: secretos de la parapolítica”, Bogotá. Editorial Oveja Negra, pp. 44 17 Ibid., p. 23 136

CONCLUSIONES La historia de violencia relatada en este trabajo, sin nombrar a todos los periodistas que han tenido que asumirla como parte de su ofi cio, demuestra que los periodistas judiciales en Colombia desde hace 50 años conocen bien quienes han sido los victimarios. Su esfuerzo, no sólo abarca el cubrimiento de los distintos confl ictos sino que le ha explicado al país por qué el narcotráfi co es el principal enemigo, la gasolina del confl icto. La muerte violenta es una dolorosa herencia que golpea, pero con el paso del tiempo la sociedad ha sabido enfrentarla. Hoy es un reto para todos y duele desde la perspectiva de las víctimas que somos casi todos. Y en ese sentimiento colectivo protagoniza el periodismo, nunca como un agente pasivo de la angustia sino como un ojo y un oído que han visto y han contado cómo Colombia ha sufrido por cuenta de los violentos.

Primero fue la crónica roja que anuló la distancia entre lo público y privado, pero consagró al periodista que supo ser protagonista entre el Estado y los maleantes. Como lo reconoce hoy el periodista Luís de Castro, ese género fue un entretenimiento para una sociedad que todavía se sorprendía con la muerte. Después todo fue distinto. La irrefrenable muerte dejó una triste estela de violencia partidista ensañada en regiones. La historia de bandoleros, pájaros, chulavitas demuestra un odio visceral que nunca fue cauterizado. Ideologías a muerte con bandoleros defensores o villanos y héroes vengadores, en un país remiso a dirimir sus diferencias a través del diálogo. Un Estado que se fue deslegitimando poco a poco y que dejó imponer los intereses particulares y los ejércitos privados sobre un Estado ausente que no ha logrado equilibrar las diferencias entre los poderosos y los débiles.

Los bandoleros que sobrevivieron, por fuerza de la política se convirtieron en grupos armados ilegales y, a nombre de consignas revolucionarias, se convirtieron en secuestradores profesionales. Después llegó el narcotráfi co y la ofensiva subversiva y la réplica contrainsurgente derivaron al unísono en máquinas de la guerra. Ya no hay predominancia política, sólo demostración de poder y acumulación de riqueza. El Estado se debilitó a tal punto que la impunidad es su cómplice y los centenares de crímenes que los violentos han perpetrado en los últimos 50 años, dejan una impunidad y una desmemoria dolorosas. Es la magnifi cación de la muerte en cada masacre, en cada genocidio, en cada holocausto, en las decenas de crímenes selectivos que se siguen cometiendo y a las que se suman como víctimas muchos periodistas que también terminaron pagando el alto costo del desprecio por la vida. 137

Es el paso de la muerte violenta que avanza en la impunidad e impone la dictadura del silencio. Con una sola frontera donde no cruza victoriosa la barbarie, el periodismo judicial que no se rinde, y que a través de los últimos 50 años se ha encargado de encarar todas las formas del terror de los violentos para dar cuenta al país de quiénes han sido los victimarios, de quiénes han estado detrás del dolor para señalarlos y mostrar cómo confi guran su ofensiva. Y al develar a esos victimarios, la memoria del país sigue teniendo en los periodistas judiciales una esperanza, la de narrar esa historia que sigue sin contarse, pero que cada día descubre a otros comunicadores dispuestos a contarle a Colombia, quiénes, por qué, cómo y dónde la muerte sigue a sus anchas, mientras el país sufre los estragos de esta historia sin fi n.

Después de recorrer una historia de violencia, de bandidos y héroes, de bárbaros y mártires, queda una pregunta sin respuesta: ¿Cuándo quedará atrás nuestro dolor colectivo? ¿La ley de justicia con que hoy se juzga a los paramilitares o el desprecio que hoy se tiene por la insurgencia, permitirán devolverle al país la verdad y la moral que se perdieron en el irrespeto por la diferencia? La violencia ha sido prácticamente una enfermedad para Colombia y, a través de su historia contemporánea, el antagonismo político es una secuencia de odio y sangre. ¿Cuándo se detendrá la muerte? Los periodistas opinan: “Yo siento que la estructura mafi osa que conocimos como amenaza fi nales de la década de los 70 y principios de los 80 ya no es igual, los carteles perdieron fuerza y están dispersos. Ya perdieron la guerra”, señala Bibiana Mercado, periodista de las Naciones Unidas en Colombia.

Y tiene razón. Los tiempos más difíciles ya pasaron y lo que queda de las épocas de las masacres es solo la hora de conocer a los responsables. Como expresa el periodista Enrique Rivas: “Hoy están apareciendo muchos nombres y apenas empieza a entenderse que estaban asociados al narcotráfi co. Quién había oído hablar, por ejemplo, de don Berna, que empezó en el EPL, después fue jefe de escoltas de los narcotrafi cantes Moncada, después socio de Pablo Escobar, pasó por Los Pepes que combatieron al capo y terminó en las bandas delincuenciales de Medellín y el Cacique Nutibara de las autodefensas. Apenas empieza a develarse el misterio de los violentos. Pero están al desnudo. Los guerrilleros, paramilitares y narcotrafi cantes están descifrándose. Es hora de que la memoria salga a fl ote”1.

En la medida en que la muerte se ha excedido el país se aclara. Es la verdad que se abre paso entre bandidos y política. Rivas lo sintetiza así: “Siempre han trabajado conjuntamente políticos y paramilitares, o políticos y guerrilleros, lo que pasa es que la sociedad ha sido insensible y sin memoria desde que no la toque”. La gente se insensibiliza porque la violencia 138

arremete y por encima está la familia, pero hoy, que ha tocado a más gente, ha generado una urgencia que se llama verdad. Antes a la gente no le importaba. Murieron cuatro candidatos presidenciales entre 1989 y 1990 y la gente no dejó de celebrar los reinados o parar las fi estas. Hoy la gente reacciona y cada día que pasa va a ser más grande la reacción”2. Es el sentimiento de un país que ya no quiere más violencia, que quiere ser una nación sin victimarios.

Pero en cada momento hay una exclusión. Cuando se encontraron soluciones como el Frente Nacional o el Estado de sitio, hubo una prolongación de la guerra interna. Se reprimió o se excluyó pero no cesó la violencia. El pacto entre liberales y conservadores en 1957 fue más bien un período de violencia sistemático: “De los 192 meses de duración del Frente Nacional, 126, o sea, 2 de cada 3 meses, fueron sufridos bajo la siniestra modalidad del Estado de Sitio. Sumando sólo los muertos que aparecen en los diarios (4956) durante los 5840 días de la pesadilla del Frente Nacional, resulta casi un asesinato diario, un dirigente popular caído cada 24 horas (obrero, campesino, estudiante), segado inexorablemente durante estos 16 años de brutalidad y muerte”3, reza un informe del Comité de Solidaridad con los Presos Políticos.

Ni siquiera la Constitución del 91, pacto de paz en tiempos espantosos, fue capaz de detener la barbarie que ha soportado la sociedad colombiana durante décadas. El balance: más de 30.000 homicidios anuales, 2.000 secuestrados, otros tantos desaparecidos y cerca de tres millones de desplazados.”4 Con otro agravante que sigue reciclando la violencia: defender el orden sólo con base en la fuerza, únicamente ha generado violencia. Por eso se repite o vuelve. Como parece suceder hoy con el paramilitarismo, que en vez de desmontarse se transforma o recompone. Ahora resurge su perfi l narco que compra frentes como comprar ‘franquicias’.”5 Formas de acumulación de riqueza y expansión de control y poder o como lo defi ne el investigador Gustavo Duncan, ‘señores de la guerra’. Una historia de violencia que no concluye y se multiplica.

Hoy se discute sobre la aplicación de la Ley de Justicia y Paz para saldar las cuentas del paramilitarismo con el Estado colombiano. De antemano se sabe que quedarán perdonados muchos crímenes de lesa humanidad, pero es claro que muchos confl ictos internos que han terminado en el mundo desde fi nales de la guerra fría, lo han hecho sin aplicar plenamente la justicia.”6 Por eso la alternativa contra la impunidad es la verdad y el reconocimiento de los delitos. Es claro que la violencia paramilitar se ha transformado en un reto político y un desafío de bandas emergentes. Pero la réplica para ir saldando su paso por la violencia es que el periodismo diga cómo se asesinó y quiénes lo hicieron en la lucha contrainsurgente, para 139

responder a una guerra sin cuartel desplegada por la subversión secuestradora.

Los periodistas de los tiempos dorados de la crónica roja eran detectives de temas escabrosos y entre sus relatos se fi ltraban también explicaciones científi cas. La crónica roja expuso “el drama y el trauma, las angustias e inseguridades en los sectores populares, que convirtieron el género en una suerte de ‘contradiscurso’7. Eran cronistas que relataban la muerte y vendían periódicos. Pero ese periodista cambió cuando creció la violencia y las estadísticas de los crímenes comenzaron a desbordarse. Entonces “el periodismo policial se volvió judicial y los casos de la baranda fueron reemplazados por la narración de procesos, capturas, indagatorias y sentencias. El crimen, que en las narraciones pasadas eran un elemento- repudiable y temido- de las relaciones humanas, se convirtió en un problema institucional, en una especie de sombra generalizada, que atemoriza de otro modo a la comunidad.”8

El analista y escritor Germán Rey lo defi ne como la diferencia entre los periodistas detectives que se preocuparon por descifrar el delito y los que no cuentan la historia de la violencia desde la perspectiva del periodismo judicial. Básicamente porque hay tantos casos de delitos que solo se escogen los excepcionales, “el crimen que se escuda en unos estándares, en taxonomías que saltan las barandas policiales y se instauran en las salas de redacción”9. Una sentencia que admite que la cobertura de los asesinatos en Colombia, por exceso de cadáveres es hoy cuestión de agenda y no de vida, de impacto y no de conciencia, la historia de violencia que no se queda sin conocer la gente y que termina en impunidad como ha venido sucediendo con distintos matices desde hace 50 años.

Es la muerte que ha dejado de afectar la convivencia y terminó en letal rutina. Por eso se necesita la verdad. En medio de tanto dolor es la medida del periodismo judicial para saldar tantos silencios. Como testigos principales de la violencia colombiana, los periodistas judiciales tienen hoy nuevos retos. Recomponer la historia desde sus hilos sueltos. Que quede una memoria contextualizada. Así como hoy se comprende porque la violencia partidista terminó en bandolerismo y violencia guerrillera, que quede claro también en qué momento el narcotráfi co convirtió el confl icto en una sin salida de barbaries. No es fácil hablar de la muerte ni señalar a los victimarios, pero bien puede empezarse con las víctimas, la otra reparación en la memoria es escucharlas y que quede constancia del sufrimiento que vivieron en silencio.

Citas Los victimarios en Colombia Jueves 31 de enero de 2.008 140

1 Rivas, E. (2007, 7 de noviembre), entrevistado por Contreras, S., Bogotá. 2 Rivas, E. (2007, 7 de noviembre), entrevistado por Contreras, S., Bogotá. 3 (Comité de Solidaridad con los presos politicos, 1974), “Un libro negro de la repression: Frente Nacional 1954-1978”. Bogotá. P. 9 4 Molano, A (2007, marzo), “Ciento veinte años de violencia”, en: El Espectador: hechos de Colombia. 120 años. P. 36 5 García-Peña, D. (2007, marzo), “El paramilitarismo”, en: El Espectador: hechos de Colombia. 120 años. P. 55 6 Ibid. P. 6. 7 Checá. Op cit. P. 61 8 Ibid., pp. 14. 9 Rey, G. (2007), “Los relatos periodísticos del crimen: Cómo se cuenta el delito en prensa escrita latinoamericana”. Centro de Competencia en Comunicación Friedrich Ebert Stinftung, Bogotá., pp. 9 141

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ANEXOS

Anexo 1. Regiones afectadas por la violencia política durante 5 años, es decir, de 1948-1953. El mapa hace parte del libro Violencia en Colombia de los autores Germán Guzmán, Orlando Flas Borda y Eduardo Umañana. 146

Anexo 2. Regiones más afectadas por la presencia de grupos guerrilleros y en algunos bandoleros como Juan de la Cruz Varela y Anibal Pineda en la etapa comprendida entre 1948-1953. El mapa hace parte del libro Violencia en Colom- bia de los autores Germán Guzmán, Orlando Flas Borda y Eduardo Umañana. 147

Anexo 3. El nuevo mapa de violencia en la etapa comprendida entre 1954-1958. Aunque parece disminuido, los confl ictos se fueron disgregando. El mapa hace parte del libro Violencia en Colombia de los autores Germán Guzmán, Orlando Flas Borda y Eduardo Umañana. 148

Anexo 4. La creación del Frente Nacional llevo a pensar que la violencia política se había exterminado, pero el país olvidaba formas de violencia como el secues- tro, la delincuencia, el homicidio y el narcotráfi co que se tomo a Colombia. Foto: El Espectador. 149

Anexo 5. La memoria del país frente al narcotráfi co fue vendida y queda en la impunidad, la corrupción y en los procesos que fueron archivándose por el paso del tiempo y falta de pruebas. Los datos ofi ciales nunca refl ejaban la realidad del problema. Foto: El Espectador