VALENTINE-PENROSE.Pdf
Total Page:16
File Type:pdf, Size:1020Kb
www.elboomeran.com Valentine, noir animal «Y si de toda esta nada, bebida como una copa de cielo negro, sorbida, desaparecida, sale al fin algo, ¡ay!, ¿qué será ello?» Valentine Penrose, La condesa sangrienta Desde que leí su nombre por primera vez, impreso en la cubierta que reproducía la mirada séxtuple y alucinada de una mujer1, no pude dejar de pronunciarlo, en voz baja y siempre a la inglesa, quizá por el ape- llido que llevaba asociado, el de su marido, que mantuvo hasta después del divorcio: Penrose. Pero se apellidaba Boué, Valentine Boué, y era francesa gascona, del departamento de las Landas. Valentine pues, a la francesa. Valentine, una y otra vez. Una mujer con seis ojos, como las alas de los serafines y los ani- males fabulosos del románico que admiró. O, tal vez, tres mujeres super- puestas en el tiempo, como la sobreimpresión de la fotografía de aquella cubierta. La condesa sangrienta. Valentine se obsesionó con la aristócrata húngara Erzsébet Báthory, que en el siglo xvi sacrificaba doncellas en el sótano de su castillo de Csejte: las torturaba para bañarse en su sangre de vírgenes, elixir de belleza y juventud. Le siguió minuciosamente el rastro hasta recrear su existencia punto por punto, como si se hubiera metido en su piel mientras sentía los chillidos y temblores. Igual que yo misma, desde aquel momento, iba a perseguirla a ella, nacida en el último aliento del siglo xix, fallecida el mismo día del año en que tanto la Con- desa como yo habíamos abierto los ojos al mundo, con cinco siglos de diferencia. Una condesa, una poeta, una editora: seis ojos que se buscan a través del tiempo y el espacio. Las obsesiones no llevan brújula ni reloj. 1 La condesa sangrienta, Ed. Siruela (1987), presentaba dicha imagen en la portada. La no- vela ha sido recuperada ahora en Wunderkammer (2020). 9 COLECCION AUREA maqueta VALENTINE 139x195 eli OK 2.indd 9 18/12/19 06:03 www.elboomeran.com Valentine Penrose Roland. Marie-Berthe. Alice. Lydie. Hélène. Erzsébet. Algunos nombres del amor. Todo empieza así. Valentine, como el año nuevo: el 1 de enero de 1898, en Mont-de-Marsan, en las Landas francesas. En el firma- mento, la constelación de Capricornio. Sobre la tierra, un olor a hue- sos carbonizados que aún humean, restos animales, vegetales y mine- rales para fertilizar los campos; esa mezcla que llaman «noir animal». Su padre, el entonces teniente Maxime Boué, futuro héroe de Verdún, está enfundado en su uniforme. Su madre, Suzanne Doumic, mira a través de la gélida ventana y reza. No sabemos si es de día o de noche, ni en qué fase está la luna, detalle que hubiera parecido imprescindi- ble a Valentine. Si ella hubiera podido elegir sería luna llena en noche negra, pero tal vez el paisaje exterior no tenga importancia: por den- tro, ella siempre fue así. Quedan pocos rastros de la Valentine niña. Recuerdos de pri- mos y amigos en los veranos en el campo, en Cassaigne: ella, garçon manqué, intrépida montada a caballo, como un mosquetero, siempre a la cabeza del grupo, el porte serio y desafiante, la mirada viva y oscura de Valentine. Noir animal. Quedan también pocos rastros de esa infan- cia en su poesía, como si no hubiera nacido como poeta sino a partir del nacimiento de su deseo físico, la palabra inseparable de su carne y su sublimación, inexistente incluso en la memoria todo lo anterior. El primer poema que le conocemos, «Pater» (1924), es una apropiación y transformación pagana del padrenuestro, y también es el corte con el cordón umbilical de su infancia y de su núcleo familiar, de un legado militar y religioso a la vez. Valentine, que ya deja ver aquí su preferencia por los sentidos sobre los dogmas, por la naturaleza por encima de casi cualquier otra cosa, transforma el bien y el mal 10 COLECCION AUREA maqueta VALENTINE 139x195 eli OK 2.indd 10 18/12/19 06:03 www.elboomeran.com Prólogo católicos en un bien y mal de escala humana, libre y amorosa, donde se ruega por el gozo, las noches y las flores, el supremo Bien. Padre nuestro que estás en los cielos de las suaves mañanas mecidas a las flores de lechugas azules, de los húmedos frutos descansando en la mata de hierba, ¡santificado sea tu nombre! —Oh Bruma de oro en los vergeles, ¡hágase tu voluntad! (…) No nos dejes caer en la Tentación de las flores y de la noche; —No nos dejes ceder al Embrujo de los perfumes, al viento del Verano… Haz que ya no sepamos más, oh Padre nuestro, del gozo al que llevan los rayos de la luna; —Haz que sean los lirios cirios ardiendo sencillamente hacia tu nocturna Belleza. Haznos creer en la pureza de las estrellas que caen de los jazmines, en la noche bajo la pérgola. —Abre la estancia sobre la noche y la quietud, —apaga las febriles lámparas, —reúne con tus manos impregnadas de cándidos olores, nuestras dos manos en el pecho; —y haz que a la mañana, de la Amada sobre el Amado los cabellos descansados fluyan como los finos hilos de fuentes claras… 11 COLECCION AUREA maqueta VALENTINE 139x195 eli OK 2.indd 11 18/12/19 06:03 www.elboomeran.com Valentine Penrose ¡Oh Padre nuestro! Tú que estás liberado e irradias suavemente en lo Inmutable, ¡líbranos, líbranos del Mal! En 1916 había ido a cursar estudios de Bellas Artes a París, lo que significaba también frecuentar a los pintores, escritores y cafés de Montparnasse. A la juventud de Valentine se le pierde la pista durante aquellos años. Cuando la reencontramos, lleva ya un bloc con sus pri- meros poemas bajo el brazo, quizá ese «Pater» que quiere presentar al concurso del periódico Le jasmin d’argent, de la ciudad de Agen, o el ger- men de Imagerie d’Épinal, tres poemas que publicará en 1926 en la revista marsellesa Cahiers du Sud. Pero todavía no. De momento enfila un camino azul que asciende entre pinos azules hacia una casa azul en la Provenza, va en busca de un crítico literario que le han dicho se aloja allí para mostrarle lo que ha escrito. Llama a la puerta, pero quien le abre no es el crítico, sino algo parecido al destino: un tipo largo y desgarbado, de tez clara y ojos celestes, sin duda inglés, que dice que es pintor y se llama Roland Penrose. Es el verano de 1924 en Cassis-sur-mer. Se casarán un año después, se divorciarán diez años más tarde, él contraerá segundas nupcias con la fotógrafa norteamericana Lee Miller, Valentine tendrá varias amantes, se sentirán unidos toda la vida, pero todavía no lo saben. ¿O quizá ella sí? Siempre le gustó decir que era una bruja. «Ante mis ojos de niño», escribió muchos años después Anthony Penrose2, hijo de Roland y Lee Miller, «Valentine era una bruja. Estaba convencido de ello y ella misma fomentaba mi certeza. Siendo una bruja buena, la rodeaba un misterio impenetrable, tan palpable que yo me quedaba prudentemente a cierta distancia. En el reino de las brujas, 2 Testimonio recogido por Georgiana M.M. Colvile en Valentine Penrose. Écrits d’une femme surréaliste. Éditions Joëlle Losfeld (París, 2001). 12 COLECCION AUREA maqueta VALENTINE 139x195 eli OK 2.indd 12 18/12/19 06:03 www.elboomeran.com Prólogo era sin duda una reina que dominaba, y con diferencia, a las demás, me imaginaba yo acompañándola, cuando alzaba el vuelo al claro de luna o se adentraba en los bosques, en busca de plantas mágicas. Las demás brujas tenían que inclinarse ante ella, igual que lo hacíamos nosotros, y consultarle acerca de cuestiones ocultas, acerca de su porvenir y de lo que este les reservaba, igual que lo hacíamos nosotros también». Todo contribuía a ello. Su gesto de misterio: la cabellera negra, brillante, la cabeza inclinada hacia el suelo, en un ángulo agudo, como la nariz, larga y poderosa. La mirada que busca y se pierde en el más allá. Así en los retratos (Man Ray la fotografió en 1930) y en las pinturas (de Max Ernst, Wolfgang Paalen, del propio Roland) que intentaron capturar su rostro esquivo, fijarlo en el lienzo para que no se les escapara. Su cuerpo mágico: «Cada vez que Valentine regresaba de uno de sus largos paseos por los bosques alrededor de Farley Farm, tenía en el hueco de su mano algún tesoro mágico, como un trozo nudoso de madera, una seta seca o incluso un sapo momificado», sigue recordando Anthony. «A veces, traía unas plantas raras que plantaba a escondidas en el jardín; algunas siguen ahí creciendo y resulta imposible identifi- carlas. Los paseos de Valentine la llevaban bastante lejos y ella se obs- tinaba en salir a la aventura todos los días, contra viento y marea. Recuerdo haberla visto volver empapada y temblando de frío y haber sentido su voluntad de hierro, que debía haber heredado directamente de su padre, el temible coronel Boué, héroe de la batalla de Verdún». Su espíritu de diosa pagana: «Sentía una fascinación muy particular, única, hacia la naturaleza. Era un sentimiento puramente romántico. No se trataba de una pasión por el estudio de la botánica aunque tuviera excelentes conocimientos de historia natural. Sentía una admiración y un amor total sin sentimentalismo por todas las plantas y las criaturas salvajes, que provenía de su afinidad con ellas, ya que nadie había sabido amaestrar a Valentine». 13 COLECCION AUREA maqueta VALENTINE 139x195 eli OK 2.indd 13 18/12/19 06:03 www.elboomeran.com Valentine Penrose Nadie.