El Cine Y Los Vascos
PROLOGO La aventura del arte ha sido, como toda actividad creativa humana, un ejercicio apasionante de inteligencia y sensibilidad. El hombre, no sólo en su calidad de persona individual sino también, como pueblo, ha sabido plasmar a través de la trasparencia del universo artístico, su peculiar idiosincrasia. Aquello, específico, que sin separarlo de los otros pueblos del planeta, los distingue de ellos. Cada golpe de cincel, trazo de paleta, modulación de voz o gesto, encuadre pictórico o cinematográfico, lleva, dentro de sí, una carga que, sobrepasando el nivel de lectura inmediata, nos hace descubrir el alma oculta y profunda de un pueblo. Este descubrimiento del ritmo interno, palpitante, está presente desde que el hombre primitivo, retratando la sombra de su mano, dejó sus señas de identidad en la oscuridad de las cavernas y se prolonga, sin interrup- ción, hasta el más moderno y sofisticado holograma. Así, la historia de los pueblos está escrita en esos pequeños y misteriosos signos, con mayor claridad y precisión que lo sería en sesudos manuales de historia. Recorriendo el amplio espectro de las artes, depositarias privilegiadas de las vivencias populares, nos, encontramos con la más joven de ellas: El cinematógrafo. Su nacimiento coincide con el siglo y ha sabido recoger en su esencia misma, los logros más determinantes de las disciplinas que le precedieron, fuertes, todas ellas, de la experiencia práctica y analítica de muchos siglos. La pintura, desde los albores mismos de la expresión comunicativa inteligente, había descubierto las leyes básicas de la percepción, las rela- ciones de perspectiva, la acción de la luz en la modulación de colores y sombras.
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