La Construcción De Una Nacionalidad Vasca : El
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Agradecimientos Este libro es la versión casi integra (1) de mi Tesis Doctoral leída en la Universidad de Navarra un tormentoso 15 de junio de 1988. Tuvieron la enorme paciencia de leerla y juzgarla —con harta benevolencia- los doctores Mercedes Vázquez de Prada, José Manuel Castells, José Luis de la Granja y Cristina Diz-Lois, miembros del Tribunal, y el doctor Gregorio Monreal, Presidente del mismo. Cupo el ingente mérito de dirigir con mano de hierro este trabajo, pese a nuestra amistad y a nuestra dispar visión de ciertas cosas, al doctor Ignacio Olábarri, pozo de ciencia, polemista temible, crítico in- cisivo, exactamente lo que yo buscaba. A todos ellos mi agradecimiento. Y, como hago mío el lema de aquella feminista americana, Kate Millet, de que «lo pri- vado es político», agradezco en lo que vale la permanente colaboración-estimulación de mi mejor amigo, el polígrafo José Antonio Ayestarán, sostén y acicate permanente, y a nuestro hijo Gartxot, hermano de leche de esta tesis, ya que crecieron juntos (1982- 1988) y en igualdad de condiciones. Tampoco puedo olvidar a tanto amigo —Asun Urzainqui, Juan Carlos Jiménez de Aberásturi, Pedro Picavea, José Antonio Arana-Martija, Xosé Estévez, William Chris- tian, Piarres Charritton, Juanito Garmendia y otros— siempre dispuesto a arrimar el hombro, ni a mi pacientísimo hermano Garikoitz, mi chevalier servant incondicional des- de épocas remotas, ni a los sufridos bibliotecarios de la Diputación de Guipúzcoa, Car- men Bilbao y Fernando Viñuela, al de la Sociedad Bilbaína, a muchos más, ni a tantos y tantos responsables o archiveros —los de los ayuntamientos visitados, los del Archi- vo Histórico Nacional de Madrid y de Salamanca, los del Histórico de Guipúzcoa, los del Congreso de Diputados de Madrid, el del Partido Comunista de España, el del Go- bierno Civil de Navarra, los de los Archives de France y del Ministerio de Relaciones Exteriores franceses, Luisa Conde del Archivo de la Administración española, Aingeru Zabala del Histórico de Vizcaya, José Luis Molins del Municipal de Pamplona, Carmen Salas del de Presidencia de Gobierno español, María Jesús Hernández del de Llodio, Olatz Zumalabe e Itziar Recarte del de Eusko-Ikaskuntza, el Sr. Salinas del Administra- tivo de Vizcaya, Javier Baleztena del General de Navarra, Aurelio Martín Nájera del de la Fundación Pablo Iglesias, Javier Sáez de Jáuregui del Administrativo de Navarra, Pilar Aróstegui del Municipal de Vitoria, Carmen Gómez de la Institución «Sancho el Sabio» de Vitoria y Camino Urdiain del Histórico de Alava— a los que he atosigado con mis búsquedas, consultas y pesquisas. (1) La versión íntegra la publicó Eusko-Ikaskuntza en 1989 en edición microfilmada. 15 AGRADECIMIENTOS. Vuelvo a citar a mi querido amigo Goio Monreal, autor del Prefacio, cuyo sabio bis- turí urgó en cuestiones dudosas e incompletas, a José Antonio Rodríguez, archivero de Andoain, que me adelantó algunas conclusiones de su tesis en elaboración, al amigo Edorta Kortadi que intentó en vano que se me abrieran las puertas del archivo del Obis- pado de Vitoria, a mis hermanicas Iziar y Amaia, que buscaron documentos lejanos, a Virgina Tamayo, profesora de la Facultad de Derecho de la UPV-EHU, que leyó y co- rrigió la obra, a Ramón Oleaga Páramo, que me facilitó documentación familiar, a D. Jaime del Burgo Torres que leyó y enriqueció algunos capítulos especialmente conflic- tivos, a D. Ignacio Barriola, José Miguel de Barandiarán, Bernardo Estornés Lasa, Pe- llo M.a Irujo, José M.a Lacarra, Jesús M.a de Leizaola y Justo Gárate que contestaron a mis preguntas, a Patrik Sota, presidente de la Fundación Sabino Arana, por sus no- tas, a Félix Luengo por facilitarme su tesis inédita, a Ramón Labayen, Luis del Campo, Luis Bandrés, Mitxel Unceta, Esther Larrañaga, Xipri Arbelbide y Marga Otaegui, por palabras y cosas, a Violeta Yarza, por lanzarse al Wordstar sin redes y con la cabeza fría, a Alfredo Gil del Río, cabeza de puente en la Rioja, al Ateneo Guipuzcoano por sus facilidades, al Albergue «Monte Albertia» de Zarautz, por acogerme durante el último brain-storming y a la Caja de Ahorros Provincial de Guipúzcoa por concederme una be- ca para investigadores. Agradezcofinalmente a Eusko Jaurlaritza —que premió la obra—y a Eusko Ikaskun- tza por una edición conjunta que cuadra muy adecuadamente al tema desarrollado. Puesto que pienso, siguiendo a Manzoni, que, en lo tocante a nuestras cosas, «es menos malo agitarse en la duda que descansar en el error», espero no defraudarles demasia- do. Idoia Estornés Zubizarreta 16 PROLOGO Estoy convencido de que el lector de Idoia Estornés, si siente alguna pasión por los te- mas del País Vasco, va a recorrer las páginas de este libro con verdadero interés. El in- terés tiene mucho que ver con el estilo propio de la obra: desde las primeras páginas per- cibe el lector que en este trabajo cuenta tanto lo que se relata como el modo de decir. La frescura del narrar y el saber contar, el arte de mantener prendida la atención del lector son dones raros que a algunos afortunados les han sido dados y a otros, para su desgra- cia, no. La autora ha rehuído el tono academicista —tan a menudo conceptuoso y ama- zacotado, cuando no pretencioso— y ha querido contar la compleja historia que se trae entre manos con un lenguaje vigoroso y rico, con un estilo desenfadado, directo, muy eficaz. Y es que esta obra, presentada como tesis doctoral, no es un libro de principian- te. Es el fruto del trabajo de una historiadora profesional con muchos miles de horas de dedicación al oficio, que ha publicado ya diversas monografías y que es conocida entre nosotros desde hace años por su afición a expresar ideas con la pluma. Cabe que el lec- tor, al concluir el texto y ganado por el relato, sienta el regusto de continuar una historia que llega a apasionar y que se detiene en el verano de 1931. I. Estornés ha puesto de relieve algo que ya se había mostrado en otras ocasiones. Me refiero a que es historiográficamente válido investigar una institución, incluso algu- nos aspectos de la actividad o la vida de una institución. Basta con que el objeto sea sig- nificativo, es decir, que corresponda a una realidad bien implantada, con ramificaciones territoriales o sectoriales, que se sea capaz de descubrir las conexiones y enlaces con pro- cesos y movimientos sociales generales. En nuestro caso la articulación de lo que fue e hizo la Sociedad de Estudios Vascos con Euskal-Herria, con otras nacionalidades, con el Estado, incluso con lo que acontecía en Europa. Desde este punto de vista, al final de este agitado y memorable invierno de 1990, bueno será recordar la relación que estable- ce el estudio de I. Estornés entre los movimientos autonómicos vasco y catalán y la con- clusión de la I Guerra Mundial: pone de manifiesto que incluso el querer y el hacer de una institución enteramente «periférica» queda condicionado por la doctrina Wilson y de Lloyd George sobre la autodeterminación de las nacionalidades y por las resolucio- nes del Tratado de Versalles. Estudio de una institución concreta, sí, pero recurriendo siempre que sea necesario al contexto exterior para entender la razón de ser y de operar de la entidad elegida. Una segunda nota a destacar en este trabajo, de obligada lectura para quien desee des- cifrar importantes claves políticas del País Vasco en uno de los períodos más significa- tivos del siglo que concluye, es el valor del aparato crítico, que el lector no debiera pa- 17 PROLOGO. sar por alto. Tesis expuestas sucintamente en el texto pueden corresponder a amplios es- fuerzos de investigación que sólo las exposiciones contenidas en las notas permiten co- nocer. Lo dicho en una nota autoriza lo expuesto en el texto principal, enriqueciéndolo o complementándolo en ocasiones, según el criterio consagrado por la costumbre; pero a menudo I. Estornés utiliza el aparato crítico para sintetizar prolijos estudios. La rela- ción de las expectativas, posibilidades y fórmulas autonómicas que se barajaron en los primeros meses de 1931, despachadas en la nota de la página 281, nota 22, requirió ar- duas consultas de hemeroteca o, por ilustrar lo dicho con otro expresivo ejemplo, la des- cripción de las reacciones del país con motivo de la quema de iglesias en mayo del mis- mo año, tal como se puede apreciar en la página 334, nota 11. Repare por otra parte el lector en los Apéndices, donde se han recogido documentos que hemos visto citados en tantos lugares y que resultaban no obstante de difícil acceso. Me refiero a documentos tales como las Bases de 1838 por las que las cuatro provincias formarían repúblicas independientes y federativas dentro de la Monarquía del preten- diente carlista, o el proyecto federal de Constituciónfutura de Navarra de 1883, o el Pro- yecto de Mancomunidad vasca de 1917. En algunas ocasiones se ha escrito sobre el es- crito de la Cámara de Comercio de Logroño en el que se interesaba por la incorporación de la Rioja al ente autonómico vasco, y subrayemos que tiene un valor inigualable el co- nocimiento directo de las actas de las asambleas de Ayuntamientos que dieron impulso al proceso autonómico (Apéndice n.º 6: Prontuario Municipal y Aps. n.os 97, 97, 98, 99 y 100 de la edición microfilmada). Es evidente que un autor, una autora, a la hora de evaluar la aportación final de su tra- bajo, puede limitarse a sintetizar las contribuciones que figuran en el conjunto de la obra o puede emanciparse del texto, completándolo con nuevas reflexiones fundadas en lo que solamente se halla implícito. Quisiera destacar las tesis que figuran en la interpreta- ción final de I.