Morachos De Ayer (1867-1939)
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ESTEBAN GUTIÉRREZ DÍAZ-BERNARDO Morachos de ayer (1867-1939) Ensayo de un diccionario biográfico Tercera edición corregida y aumentada MEMORIA DE MORA 2016 © Esteban Gutiérrez Díaz-Bernardo Se autoriza la reproducción total o parcial de este libro siempre que se cite expresamente la procedencia MEMORIA DE MORA Morachos de ayer (1867-1939) De nuestro paso por este mundo, excepciones aparte, suelen quedar pocas huellas. Y estas, por desgracia, se borran con facilidad. De ahí la razón de ser de Memoria de Mo- ra en general y de un trabajo como el que el lector tiene ante sí en particular. El objeti- vo en ambos casos es doble: recuperar a nuestros antepasados hasta donde nos sea posible, a la vez que contribuir a mostrar un camino a nuestros descendientes. Un ca- mino hecho del recuerdo, de un recuerdo que no es más, ni menos, que el encarnizado combate contra el olvido. El punto de partida de las fichas que siguen es la prensa digitalizada toledana y ma- drileña de la época, que hemos vaciado en lo que respecta al foco de nuestro interés: los morachos que en ella aparecen. Las hemos completado, no obstante, con datos de trabajos propios y ajenos y alguna vez con otros obtenidos de fuentes diversas, sin renunciar a las comunicaciones orales y al examen de las inscripciones en las lápidas 3 del cementerio, útiles para establecer tanto límites vitales como relaciones de paren- tesco. El arco cronológico que consta en el título es real, pero flexible o permeable, pues no deja de haber algunas referencias anteriores y posteriores: especialmente las fechas de fallecimiento, que traemos incluso hasta el presente cuando es el caso (y cuando nos son conocidas, claro está). Pero nos ha parecido útil concretarlo acudiendo a dos hechos cruciales en la historia de Mora: la fundación de la Sociedad Protectora y Re- creativa (1867) y el final de la terrible Guerra Civil (1939). El término ensayo del subtítulo no quiere ser una concesión al manido tópico de la humildad, sino un aviso al lector del carácter provisional, parcial, de lo que va a encon- trar en las diferentes entradas que componen el libro, que no alcanza a ser más que una pálida muestra de la realidad: la complejidad de una vida queda reducida en oca- siones en estas páginas a un apunte circunstancial..., pero que es el único del que dis- ponemos; otras veces, incluso, a la nada más absoluta, pues acerca de miles de paisa- nos nuestros de esta época —números cantan— no hemos conseguido recoger ni si- quiera el dato de su propia existencia. La provisionalidad de la que hablábamos se traduce en un compromiso y un ruego. El compromiso de ir poniendo al día este repertorio con los nuevos datos que podamos ir allegando sobre nuestros antepasados de esta época. Y el ruego de que los amigos de Morachos de ayer (1867-1939) Memoria de Mora nos auxilien en la tarea proporcionándonos referencias que nos permitan corregir errores, ampliar relaciones, establecer hechos y fechas... En definiti- va, que nos ayuden a mejorar lo que, como verá el lector, resulta manifiestamente mejorable. En parte, por lo mucho que falta en nuestro esbozo, y en parte también por los nu- merosos errores o inexactitudes que sin duda habremos cometido involuntariamente. Por ejemplo: en lo que respecta a los apellidos compuestos, tan frecuentes entre los morachos de ayer y de hoy. Sospechamos que todos los Fogeda son García-Fogeda, que los Cogolludo son Sánchez-Cogolludo, que los Biezma son Sánchez-Biezma..., pero salvo evidencias firmes los mantenemos tal como los hallamos en los documentos. Por ejemplo: en las erratas de la prensa en la transcripción, que llevan incluso a tener que adivinar el apellido a partir de una traslación indudablemente errónea. Así, en una lista de donativos para el Congreso Eucarístico de 1911 aparecen, entre otras, Eusebia Ca- bantes o Francisca Rullas Téllez, que corresponden, obviamente, a Eusebia Cervantes y Francisca Millas Téllez. Eso nos hace prescindir alguna vez de nombres de personas que no acertamos a identificar. Otras veces los apellidos son más de la familia que de la persona. Así, en varias ocasiones se llama Evelio Paredes a quien es en realidad Eve- lio García Sánchez-Cogolludo. ¿Y el Paredes? Es el segundo apellido de su padre, Vidal García Paredes, más conocido como Vidal Paredes. Resulta muy probable que aparezcan desdoblados en dos o más personas datos que 4 pertenezcan solo a una (o, en todo caso, a menos de las que hacemos constar). Pero hemos optado por no aventurarnos más allá de lo razonable. Valga un par de ejemplos de entre decenas posibles. Las cuatro personas llamadas Pedro Aparicio bien pudieran ser tres y hasta dos, pero como no sabemos dilucidar si alguno de los dos que apare- cen en la lista de la Protectora de 1917 es el autor de una agresión en ese mismo año, o es carretero de oficio, mantenemos las cuatro entradas. O los nueve Julián Villarru- bia consignados —por ir al otro extremo del abecedario— bien pudieran ser también algunos menos. Véalo el lector. Y casos parecidos se cuentan por decenas. Tal vez pueda sorprender la desigualdad de la importancia intrínseca de las referen- cias. Resultan relevantes las fechas de nacimiento y de fallecimiento, la profesión y las relaciones de parentesco, que hemos consignado siempre que nos son conocidas. Pero no hemos renunciado a otras que quizá presenten en sí mismas escasa relevancia, pe- ro que en ocasiones agregan una faceta de la persona y otras veces sirven nada menos que para dar fe de su existencia. Por ejemplo: los actos religiosos, las fiestas de socie- dad... Así, la detallada información que trae El Castellano sobre el Congreso Eucarístico de septiembre de 1926 nos sirve para atestiguar o ratificar la militancia religiosa de personas tan conocidas como Robustiano Cano, Vicenta Fernández-Cabrera o Jaime Pérez Curbelo, pero también para dar carta de naturaleza a otras como Valentina Abad, Luisa Bayer o Julia Hernández, de quienes no sabemos nada más. Morachos de ayer (1867-1939) Desde otro punto de vista, referencias que pasamos por alto para alguna persona las registramos en otras. Por ejemplo: entre los asistentes a los votos perpetuos de sor Rosario Hierro (El Castellano, 28-VI-1926) hay personalidades locales de tanto relieve como los ya citados Robustiano Cano o Jaime Pérez Curbelo. No lo anotamos porque nada aporta a su ya extensa nota biográfica. Sin embargo, sí consignamos la presencia del Sr. Prieto, teniente de la Guardia Civil, que no tiene más referencia que esta; o las de Eusebio Ramírez Rojo o Victoriano Sánchez Castro, que no tienen muchas más. La fuente periodística orienta decisivamente a veces el significado. Esto comporta, por una parte, una relativa abundancia de informaciones judiciales, lo que no implica que Mora sea un municipio especialmente conflictivo, sino que los periódicos tienden a reproducir lo que hoy llamaríamos notas de prensa facilitadas por los juzgados. Algo parecido sucede con las sanciones que la Junta Provincial de Abastos impone por falta en el peso del pan, por no declarar la producción de aceite, por no consignar los pre- cios de los artículos..., que son de obligada inserción en los periódicos. Por otra parte, las menciones de mujeres apenas si van más allá que en los casos de las bodas y suce- sos (que también afectan a los hombres), y las fiestas, celebraciones (sobre todo reli- giosas) y obras de caridad: Hijas de María, Conferencia de San Vicente de Paúl, activi- dades del Colegio Teresiano, donativos diversos... Entendemos por morachos los nacidos en la villa y también los residentes en ella, aunque sea temporalmente. Cuando decimos que tal o cual persona pasa unos días en 5 Mora o viaja a Mora, se entiende que se trata de un moracho o moracha residente por entonces en otro lugar. En cuanto a las referencias circunstanciales o de situación pre- cisadas genéricamente (con mención de la iglesia, el ayuntamiento, un salón de baile, una taberna...), debe entenderse que aluden siempre a Mora. Como decíamos, el contenido se ciñe a lo recogido por nosotros de la prensa y demás fuentes, excluyendo datos y noticias ulteriores (salvo la fecha de fallecimiento, cuando la conocemos). De las diversas listas de socios del Círculo de la Concordia, incluimos la primera que nos ha llegado, sin fecha pero no posterior a 1898,1 y la de 1900. Del Ca- sino de Mora tenemos en cuenta también la primera, de 1916, y la de 1936, proceden- tes ambas del Libro nomenclátor de socios que conserva la entidad y que no citaremos particularmente. De entre las otras fuentes, para las víctimas de la Guerra Civil (1936-1939) consigna- mos el término asesinado o asesinada cuando consta que así fue la muerte de la per- sona, de uno u otro bando (incluidos los represaliados republicanos o antifranquistas que figuran inscritos en el monumento funerario del cementerio bajo la inscripción «1939-1941. Muertos por la libertad», que incluimos con la fecha 1939/1941). Cuando desconocemos las circunstancias, indicamos víctima de la Guerra Civil. 1 Es la que citamos repetidamente como de «hacia 1898». Morachos de ayer (1867-1939) En cuanto a la disposición de las entradas, adoptamos generalmente la forma de re- ferencias sueltas, lo que reduce la trabazón de lo expuesto pero favorece indudable- mente la objetividad. Por lo que respecta a los criterios empleados, iniciamos cada entrada, cuando nos constan, con las fechas de nacimiento y fallecimiento, precedidas respectivamente por un asterisco (*) y una cruz (†), o por la edad, seguidas por las relaciones de parentesco, la profesión o dedicación, el domicilio, y otras, que ordenamos cronológicamente, sal- vo excepciones fundadas.