Artículos Y Ensayos Sobre Persia E Irán
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Artículos & Ensayos Históricos, sociológicos & religiosos sobre Persia & el actual Irán Los Barmakíes, la saga de ministros del califato abbasí Joaquín Rodríguez Vargas Orígenes Los Barmakíes o Barmécidas eran originariamente monjes budistas persas que regentaban en Balj, en el actual Afganistán, un monasterio llamado Nobahâr, forma persa del vocablo sánscrito nava-vihâra, que significa «nuevo monasterio», lugar venerado por los budistas de toda la zona y donde acudían multitud de peregrinos a cumplir con sus obligaciones religiosas y a ofrecer sus presentes; desde los más humildes hasta los reyes, allí se dirigían a rendir culto al buda principal que presidía la gran sala e iban besando la mano del sacerdote dirigente del monasterio. El nombre de Nobahâr, lo primero que evoca a la mente de un hablante de persa es el significado de «nueva primavera» (no, nuevo, Bahâr, primavera). En efecto, los historiadores que han escrito sobre los Barmakíes, en su mayoría persas, no sólo han confundido la etimología verdadera de esta denominación sino que incluso han justificado con historias, reales o no, sus argumentos. Esta confusión se hace más comprensible al saber que había ciudades en Asia Central (cerca de Samarcanda y Bujara) que se llamaban de la misma manera y que, obviamente, los persas del lugar entendían como «nueva primavera». Tuvo que ser el inglés Rawlinson quien a mediados del siglo XIX se percató de la verdadera etimología de Nobahâr. Los historiadores musulmanes relatan historias inverosímiles sobre este desconocido monasterio cuya ubicación, aún en el día de hoy, no ha podido ser localizada con exactitud. Así, por ejemplo, el historiador persa ‘Omar b. Al-Azraq Kermânî cuenta que en los albores del Islam, los Barmakíes habían oído hablar sobre la nueva religión y de su santuario situado en la Meca, y que ellos habían hecho en el interior de su monasterio una réplica en miniatura de la Kaaba. Por otro lado, si hacemos caso de las descripciones que nos hacen los autores musulmanes, el monasterio era de lo más fastuoso: tenía 360 habitaciones para los monjes, estaba rodeado de plantaciones y fortalezas que pertenecían todas ellas a la comunidad budista residente en el monasterio además de estar éste coronado con una solemne cúpula que se podía avistar desde lejos. Las posesiones que tenían los Barmakíes en la zona eran tales que habían constituido una especie de feudo. Las confusiones de los autores musulmanes no se limitaban a la etimología de nobahâr. En el siglo X el persa zoroastriano Daqiqi, poeta de la corte de los Samaníes y uno de los autores de los primeros versos épicos en persa, nos cuenta en dichos versos, que están recogidos en el Shahnameh de Ferdousi, la construcción de Nobahâr por el rey Lohrâsp (¡!), de la dinastía legendaria de los Kayyaníes. Daqiqi, al ser zoroastriano, confunde además nuestro monasterio con un templo de fuego, error que se trasmitirá luego a Ferdousí que terminó de escribir la obra épica del Shahnameh cuando aquel fue asesinado. 2 Por otro lado, Mas’udi en su célebre obra Las praderas de oro nos cuenta que Nobahâr era un templo que había sido edificado para la adoración de la luna, e incluso nos dice la superficie de tierra que era propiedad del templo. Asimismo, cuenta que los monjes principales del templo eran los Barmakíes a quienes les debían obediencia incluso los reyes. Nos llega incluso a dar el detalle, por supuesto inverosímil, de que en la puerta del templo estaba escrita la siguiente inscripción en «pârsî»: «Bûdâsb ha dicho que para servir en la corte de los reyes son imprescindibles tres cualidades: inteligencia, paciencia y riqueza.» Frase que había sido refutada con la siguiente que habían escrito debajo de la misma, pero en árabe: «Bûdâsb se equivocó, pues cualquiera que tenga alguna de estas cualidades optará por huir de los reyes.» Templo zoroastriano, budista, feudo, etcétera, las leyendas iranias se mezclan con las budistas a las que luego hay que añadir la poca rigurosidad histórica de los musulmanes medievales, ya sean persas o árabes, historiadores también influidos a su vez por el aura cuasi-misteriosa que siempre ha envuelto a los Barmakíes, lo que ha hecho que haya pasado a la posteridad una historia de los orígenes de los barmakíes que en el mejor de los casos es sólo una verdad a medias. Todos estos elementos han servido para hacer un caldo histórico, en muchos casos difícil de digerir, por lo que nos hemos de abstener de hacer una lista rigurosa de los numerosos relatos que rozan el absurdo que se han hecho de los Barmakíes y atenernos solamente a aquellos que tengan un mínimo de seriedad, o bien que lo anecdótico, verdadero o no, tenga interés o, en su defecto, una conexión mínima con la realidad. Entre estas versiones sobre los orígenes de los Barmakíes cabe destacar la que nos da el insigne historiador Tabarî y el ministro selyúcida Nezâm al-Molk en su Târîj (Historia) y Siâsatnâmeh (Libro de la política) respectivamente. El primero nos dice que cuando el rey sasánida Shirûiyeh ascendió al trono nombró visir a Barmak, antepasado de los Barmakíes. En cuanto a Nezâm al-Molk, nos dice que los Barmakíes habían ejercido el cargo de visires de los Sasánidas desde el primer rey de la dinastía, Ardeshir Babakan (224), y que el califa omeya Suleymân ‘Abd al-Mâlik, cuando llegó al poder, ante la celebridad de estos visires, envió a alguien a Balj para que trajese a Jâlid b. Barmak. Fácil es comprobar que esto último no puede ser cierto pues Jâlid b. Barmak nació alrededor del año 710 y Suleymân ‘Abd al-Mâlik murió en el 717. Aun cuando tales aseveraciones de personajes de tal relevancia en el Islam, el primero un historiador erudito, y el segundo un visir de la corte selyúcida no sean ciertas, no hemos querido dejarlas de mencionar porque precisamente eso es lo que han creído los musulmanes sobre el origen de los Barmakíes. En efecto, la creencia de que los Barmakíes fueron los antiguos visires de los Sasánidas era algo muy generalizado entre los musulmanes, error que quizás se debía al hecho de que era algo sabido que muchas de las instituciones de los Abbasíes, entre ellas el visirato, eran de raigambre persa. Datos semejantes, aunque contradictorios, nos dan otros historiadores como Jând Mîr y Bal’amí. En cuanto a la conversión al Islam de los Barmakíes y su ingreso en la corte califal, el material histórico que poseemos es igual de confuso. Cuando Jorasán fue conquistada durante el califato de Mu’awiya y con ella Balj, cuentan los historiadores musulmanes que el monasterio budista fue destruido, aunque en esto también difieren los relatos de lo que 3 ocurrió con exactitud ya que algunos historiadores cuentan que Barmak lo volvió a reconstruir y siguió viviendo allí. Algo muy diferente nos cuenta Kermaní, que nos dice que cuando fue conquistada Jorasán, el superior del monasterio de Nobahar fue a ver al califa y se hizo musulmán adoptando el nombre de ‘Abdullah. Kermaní también nos cuenta que al volver a Balj fue recriminado por sus habitantes por haber cambiado de religión, que le despojaron de su rango para dárselo a su hijo, pero que éste también se convirtió al Islam. Esta conversión no fue bien mirada por los turcos, que les conminaron a que volviesen a su antigua religión budista, algo a lo que Barmak se negaba: Barmak y Tarjân, rey de los turcos, se intercambiaron amenazas y finalmente éste último acabó asesinando a Barmak y a sus hijos excepto a Abu Jâlid Barmak, que pudo salvar la vida y fue llevado por su madre a Cachemira. Allí se formó aprendiendo los conocimientos de la época, conservando la religión de sus antepasados. Mientras tanto, en Balj se propagó una epidemia y sus habitantes creyeron que era un castigo divino por haberse convertido al Islam, por lo que se apresuraron para volver al budismo, le pidieron a Abu Jâlid Barmak que regresase y una vez regresó, le dieron el cargo de superior, «paramaka», tomó como esposa a una princesa y de este matrimonio nacieron tres hijos: Hasan (por eso algunos historiadores llaman Abûl Hasan a Abû Jâlid Barmak), Jâlid y ‘Amrû. Algunos historiadores sostienen que fue Jâlid el primero que se convirtió al Islam, al cual le siguieron sus hermanos. Sin embargo, Kermaní señala que Abu Jalid Barmak se retractó de su religión al final de su vida y que se dirigió a la sede del califato de ‘Abd al-Mâlik donde se unió a sus muchos familiares, que una vez allí le curó de una grave enfermedad al califa y que éste no quiso que se marchase, y que, para ello, le entregó el gobierno de Iraq, a lo que accedió Abû Jâlid. Hay otras versiones sobre la conversión al Islam de Abû Jâlid Barmak, pero son tan inverosímiles que no cabe mencionarlas aquí, y sólo nos conformaremos con citar la del historiador Tabarî que nos cuenta que en el año 705 se produjo en Balj una revuelta contra los musulmanes que fue aplacada por Qutayba b. Muslim, a la sazón gobernador de Jorasán. En la refriega, la esposa del paramaka de Nobahâr fue apresada por los musulmanes y entregada a ‘Abd’u’llah b. Muslim, hermano de Qutayba. Cuando esta mujer fue devuelta a su marido, ella le dijo a ‘Abd’u’llah que estaba encinta del hermano de Qutayba. ‘Abd’u’llah pidió antes de morir que al niño se le pusiese su nombre, niño que, según Tabarî, sería el Jâlid b. Barmak que mucho tiempo después iría a Rei a reclamarles a los hijos de ‘Abd’u’llah derechos de familia, disputa que, siempre según Tabarî ya que otros historiadores no cuentan nada de esto, se arregló testificando la madre la verdad de las pretensiones de aquel hijo.