<<

Nosferatu. Revista de cine (Donostia Kultura)

Título: El gángster de las mil caras

Autor/es: Angulo, Jesús

Citar como: Angulo, J. (1998). El gángster de las mil caras. Nosferatu. Revista de cine. (27):6-17. Documento descargado de: http://hdl.handle.net/10251/41065

Copyright: Reserva de todos los derechos (NO CC)

La digitalización de este artículo se enmarca dentro del proyecto "Estudio y análisis para el desarrollo de una red de conocimiento sobre estudios fílmicos a través de plataformas web 2.0", financiado por el Plan Nacional de I+D+i del Ministerio de Economía y Competitividad del Gobierno de España (código HAR2010-18648), con el apoyo de Biblioteca y Documentación Científica y del Área de Sistemas de Información y Comunicaciones (ASIC) del Vicerrectorado de las Tecnologías de la Información y de las Comunicaciones de la Universitat Politècnica de València.

Entidades colaboradoras:

Ed wo rd G. Ro binson

a figura del gángster, con ésta o cualquiera otra de­ nominación, pero en todo caso haciendo referencia al delincuente más o menos orga­ nizado, recorre prácti camente ) toda la historia del cine. Dos ejemplos tópicos: una películ a y un actor. Sin ser, por supuesto, el primer sobre gángsters -ni siquiera el primero en el que su realizador, el siempre referencial David W. Griffith, ab orda el tema-, The Mus l

••••••NO SFERAT U 2 7 poli cía, en su supuesto hermano Rayney y precursora de B ill y Ho­ de una manera más o me nos gemelo, conocido como E l Obis­ liday- se convertía en la empera­ consciente, con aquellos que, ha­ po, un li siado que despliega su ac­ triz del blues y la voz cascada y la biendo escapado de la miseria en tividad caritativa por un barrio trompeta de Louis Armstrong no la que ellos mismos se veían atra­ bajo londinense. Tanto es así que conocían otra sombra que la de pados, habían conseguido acceder su muerte, bajo la segunda identi­ las frenéticas orquestas de Duke a un poder en algunos casos dad, es llorada por todos aquéllos E llington. Los "feli ces veinte" no prácticamente ilimitado. Tanto a los que protegió. Mientras, en casaban bien con una estúpida ley que ante ellos se doblegaban polí­ cierto modo, Griffith creaba e l (la ley Volstead, promulgada en ticos, jueces y policías en un es­ primer gángster con cierta entidad 19 19), que ilcgali zaba la fabrica­ candaloso coro de corrupción. en la hi storia del ci ne, Chaney do­ ción, comercialización y consumo Entre el policía corrupto y el taba a sus personajes de un ele­ de alcohol. Independientemente gángster hecho a sí mismo desde mento que heredarán sus suceso­ de sus concomitancias moralistas la nada, al fin y al cabo el gran res de los años treinta ( 1): una, la torpe "ley seca" no consiguió mensaj e de la joven y pujante po­ mayor o menor según los casos, otra cosa que sacrali zar el alco­ tencia, el pueblo no tenía dudas a dosis de ambigüedad moral. hol. Como tantas veces en la his­ favor del segundo. E l crack de toria la ley daba la espalda a la 1929 sumió al país en una cri sis Precursores más o menos excep­ realidad. Los garitos y clu bes di­ social y económica Í11 csperada. El cionales aparte, el gángster del versos proliferaron al mismo rit­ sueiio dorado mostró sus pies de que nos vamos a ocupar es el de mo febril que las fortunas crecían barro e hi zo de la Depresión la los años treinta, el que se apodera y las diferencias sociales se en­ gran p rotagonista de la primera de la pantalla con un protagonis­ sanchaban. E l negocio del alcohol mitad de la década de los treinta. mo absoluto y que, nacido a fina­ se convirtió en el principal factor La ll egada de Franklin D. Roose­ les de los años veinte de la mano de enriquecimiento de las mafias velt al poder en 1933 comenzaría de Joseph Von Sternberg, perece­ cada vez más fuertes y mejor or­ a poner las cosas en su sitio, rá en 1941 de la mano de Hum­ gani zadas, que dominaban a su mientras las bandas de gángsters phrey Bogar! en E l último refu­ vez las apuestas clandestinas y no se disputaban su ahora más ma­ gio (, 1941). Por su­ dudaban, si era necesario, en re­ gro territorio a ráfaga de metralle­ puesto, e l gángster sobrevivirá ventar huelgas a sueldo de los pa­ ta. Ese mismo arlo es derogada la hasta hoy mismo, y no dejaremos tronos o infiltrarse en organiza­ "ley seca", en los ailos en que se de citar alguno de sus descen­ ciones obreras. Al ciudadano de a impone el Código Hays, que su­ dientes temporalmente más direc­ pie se le reservaba el simple papel pone una censura previa para los to, pero algo de él muere bajo las de espectador. Habiéndosele hur­ gui ones. Sólo quedaban cuatro balas, un tanto redentoras, que tado la participación en el gran ai'los para que los nazis ocupasen acaban con el Roy Earl e walshia­ pastel, el pueblo se identificaba, Austria y la economía norteameri- no. Aunque, en puridad, nuestro gángster quedará fijado en los pa­ peles que lanzarán al estrellato a nuestros tres grandes protagonis­ tas: Edward G. Robinson, James Cagncy y .

F ina li zada la Primera Guerra Mundial, Estados Unidos inicia el gran despegue económico que le convertirá en la gran potencia del siglo XX. Los inmediatos ailos veinte conocerían un ininterrum­ pido crecimiento que hacía pensar a todo aquel que tuviese la sufi­ ciente ambición que el dinero es­ taba ah í, esperándole para ser capturado. U na ambición que ape­ nas conocía de escrúpulos y mu­ cho de una euforia que marcaría la década feliz . Era la época del charl estón y del fox-trot en la que Bessie Smith -la heredera de Ma The Penalty

NOSFERA T U 27 cana se recuperaba bajo el aliento en el de Tony Camonte/Paul Muni htal apari ción en la crónica de su­ de las leyes roosevcltianas del en Scarface, el terror del ham­ cesos. Su poder llegó a ser tal que New Deal. Roy Earle, el protago­ pa (H. Hawks, 1932). Fideli dad a formaban una suerte de é li tc eco­ nista de E l último refugio, mue­ la familia que se extiende a la que nómica paralela, codeándose con re el mismo año en el que renace practica hacia el amigo que se ha políticos, financieros, jueces y el Sam Spadc de El halcón mal­ iniciado con él en las tropelías de fiscales que en muchas ocasiones tés (J. Huston, 1941) y en el que juventud y al que a menudo se no eran sino sus obedientes ma­ los j aponeses bombardean Pearl verá enfrentado finalmente con el rionetas. En consecuencia, el cine Harbour provocando la entrada resultado de un evidente desgarro no podía dejar escapar la ocasión norteamericana en la Segunda interior. Este gángster posee una de apropiarse de un personaj e que Guerra Mundial. auténtica obsesión por el lujo y la venía a ser una impecable manera ostentación, inevitablemente hor­ para retratar una sociedad en con­ Es nuestro gángster producto de teras. Su ambición no conoce te­ tinua efervescencia. Su condición tiempos convulsos. Su ori gen so­ cho: "Eso es. ¡\1/ás, siempre quie­ de personaje real, perfectamente cial, queda dicho, es humilde. ro más", subrayará el epilogal datado e identificable, y su deve­ Muchas veces proviene de fami­ Rocco de Cayo Largo (J. Hus­ nir en un ambiente rotundamente lias de inmigrantes, sobre todo ton, 1948), un espléndido Edward urbano, le colocaban bajo claras italianas o irlandesas, pero no por G. Robinson, ante la sagaz des­ coordenadas históri co-espaciales. ello renuncia -al contrario, lucha cripción que de él hace Frank Mc­ por él con más ahinco- al sue!lo Cioud (). Pero, americano. Practica una violencia sobre todo, es un personaje real, generalizada en defensa de ese de­ salido de las mismas calles de tan­ recho a triunfar, mientras procura tos ciudadanos grises que con su En 1927 la Paramount estrenaba mantener a salvo su sa nh~ario fa­ proyección hacia él le conceden el cuarto largometraje firmado por miliar. Santuari o en el que la ma­ una extraiia aureola popular. el reali zador de origen austriaco dre (el padre siempre está ausen­ Josef Von Stemberg: La ley del te) jugará un papel cardinal, que Su figura había entrado de lleno hampa. La prueba de la poca ll egará al paroxismo en el caso de en la novela negra, protagonizaba confianza que la productora tenía Cody J arret/J ames Caguey, el obras de teatro y seriales radiofó­ en la película es que su estreno se protagonista de Al rojo vivo (R. nicos y se había convertido en produjo en una sesión matinal y Walsh, 1949) y que alcanzará ni­ habitual objeto de la prensa. Y apenas sin publicidad. La secuen­ veles de incesto más que sugerido esto último no sólo por su habi- cia inicial colocaba al espectador ante un brioso atraco con perse­ cución incluida. En la pantalla aún sil ente se conseguía la ilusión de oír el chiniar de las llantas de los automóviles y el estruendo de los disparos. El efecto del boca a boca fue instantáneo. Esa misma noche el éxito de la película esta­ ba ya claro.

La ley del ha mpa narra las an­ danzas del gángster "Bull" Weed, un rudo delincuente interpretado por George Bancroft, que se con­ vertía así en el primer gángster de los treinta con algunos a!los de antelación. Bancroft era un cono­ cido actor de teatro que a princi­ pios de los años treinta había pa­ sado al cine mudo. Poseía una evidente conhmclencia fisica que con el tiempo la figura del gángs­ ter iría limando, pero que para el cine mudo ayudaba a producir una rápida identificación del per­ sonaje. Su mirada desafiante, al La ley del hampa

•••••IJ. NOSFERATU 27 Lu ley ¡;el hampu tiempo que dobla una moneda con dos dedos, es desde luego cual­ quier cosa menos sutil. Embutido en trajes que parecen extraídos de los saldos de unos almacenes, más que poder exhibe una fuerza bruta inquietante. En todo caso el mundo de "Bull" Weed es ya el mismo que se pctvetuará en el gé­ nero durante los a i1 os sigui entes: ambiente urbano, preferentemente noctámbulo, fotografiado con un fuerte cont raste de luces y som­ bras heredado del expresionismo alemán; garitos bulliciosos en los que el alcohol prohibido corre sin tregua; reducidos interiores car­ gados de humo y tensión; tiroteos como los que inician y clausuran e l film. Como buen gángster "Bull" Weed es un personaje trági­ co, condenado de antemano, pero en su caso no asistimos a la pri­ mera fase habitual en la tragedia gangstcril, la del ascenso. Cono­ cemos a "Bull" en su apogeo, po­ deroso, dueño de su parcela des­ de la que frenará en seco las ve­ leidades expansionistas de su ri va l Buck Mulligan, aunque aún no asistamos a los crudos enfrenta­ reali zador dirige a Bancroft, son redada ( 1928) como el "Thundcr­ mientos posteriores entre bandas desgarradas histori as de amor en bolt" Jim Lang de Thunderbolt enemigas. Desde allí se irá desli­ las que el protagonista pierde la ( 1929), son personaj es que se zando hacia el trágico fi nal. vida o la libertad, de una forma u mueven en la estela del protago­ otra, por la mujer a la que ama. ni sta de La ley del hampa, más La brutalidad de "Bull" contrasta "Bull" irá a prisión por vengar el cerca de la secuela más o menos con la fidelidad de Rolls Royce, intento de violación de "Feathers", mimética que de un deseo por todo un intelectual que se dedica a su chica, por parte de Mull igan. parte de Von Sternbcrg de pro­ "leer libros", al que recogió borra­ Huido pocas horas antes de su fund izar en el personaje. Otra cho durante uno de sus atracos. ejecución, se entregará a la poli cía cosa es el fogonero Bill Robcrts No es, como en otras ocasiones, tras un "estruendoso" tiroteo, que de Los muelles de Nueva York el amigo de la adolescencia, que sirve para que "Feathers" y Rolls ( 1928), la cuarta colaboración acompa t'ia al gángster en su as­ R oyce huyan en busca de su casi consecutiva -y cronológica­ censo, hm'tado en esta ocasión, oporhmidad. Hablamos de malos: mente sih1ada entre las dos ante­ pero rápidamente se convierte en ¿lo es el hombre que da su vida rionnente citadas- de Bancroft y su hombre de confianza. La amis­ por defender el amor entre su no­ Von Sternbcrg. En realidad no es­ tad y su un tanto particular senti­ via y su mej or amigo? La ambi­ tamos en absoluto ante un fi lm de do de la f idelidad, perderá a l güedad moral provocará siempre gángsters. Los muelles de Nue­ gángster en muchas ocasiones. severas escisiones en el corazón va York es un melodrama puro y "Bull" no es una excepción, pero del gángster. Es memorable la se­ duro, esta vez sin tapujos, pero su caso es más complejo. En rea­ cuencia en la que "Bull" moja su que guarda la suficiente relación lidad con La ley del ha mpa Von dedo en leche para alimentar a un con La ley del hampa como para Sternberg estaba construyendo un gatito. En ell a Bancroft consigue traerlo aquí a colación. Exquisita melodrama, al tiempo que desbro­ un cambio de registro en su ros­ fi li grana poética, retoza sin em­ zaba al camino hacia el cinc negro. tro, que se ilumina anunciando el bargo en el lodazal porhtario nco­ final inminente. yorkino, participando de una idén­ No sólo esta películ a, sino tam­ tica iluminación contrastada, de bién las otras tres en las que el Tanto el "Two Gun" Nolan de La un li rismo desbordante presidido

NOSFERATU 27 por la idea del sacrificio por en el género y crear el primer Pero ni siquiera Rico Bandello es amor. Como La ley del hampa, gran prototipo de gángster. Para un malo de una pieza. Él que mm­ Los muelles de Nueva Yorl{ se interpretar a Rico Bandello es ele­ ca ha dudado a la hora de quitarse agarra a la realidad de manera in­ gido un actor de origen rumano de encima a quien se interponía misericorde, algo que, en definiti­ que, tras una excelente reputación en su camino, ve cómo su rosh·o va, no sólo es uno de los rasgos como actor, e incluso autor, de se desencaj a al borde de las lágri­ básicos del cine negro, sino ade­ teatro, había hecho en el cine al ­ mas -afortunadamente Rico no más la clave de su aceptación po­ gunas incursiones sin demasiada caerá tan bajo- mientras encañona pular. De nuevo la rohmdidad fí• forhma. Su agresividad sin lími• a su amigo Joe con la pistola, in­ sica de Bancroft llena los mu­ tes, apoyada en un físico que ll e­ capaz de matarlo. Ya habíamos dos fotogramas. Con el sonoro ga hasta lo repulsivo, y su inago­ intuido la latente homosexualidad (Thunderbolt lo es y los titubeos table sed de poder convierten a su de este Little Caesar sin más de­ técnicos del primer sonoro fueron lado al gángster interpretado por bilidad que la continua tedencia a su gran lastre) Bancroft ya no po­ Bancroft casi en un gigante bona­ proteger a su ami go. Es por eso dría ser el gángster protagonista. chón. Robinson explota un físico que resulta un ejercicio de lo más Cuando años más tarde interprete concentrado y potente, un rostro sugerente imaginar a un Gable a Me Keefer, el socio de Frazier que no deja resquicio alguno al ti­ -entonces mocetón de veintinueve (Bogart), a los que se enfrenta tubeo a la hora de ach1ar, una voz ai''tos- al otro lado del arma de Rocky Sullivan (Cagney) en An­ inquietante perfectamente acorde Rico devolviéndole una de sus gels With Dirty Faces (M. Cur­ con su famosa cara de sapo. Pero cautivadoras sonrisas. La duda, la tiz, 1938), no cabrá la duda de sobre todo Rico se mueve básica­ incapacidad de matar al amigo, le que su tiempo ha pasado. mente por su ansia de poder. Con devolverá al arroyo en el que em­ Hampa dorada asistimos ya de pezó, hasta que un patético gesto fo rma clara al ciclo ascensión­ de personaje de folletín le lleve a Edward G. Robinson apogeo-caída que fo rmará el ciclo caer bajo las balas de la policía: vital de los grandes gángsters. "lv/adre de lvlisericordia. ¿Es así Si Bancroft representa el primer Tras la secuencia inicial que, en cm no acaba Rico?". gran boceto para el cine de la fi­ un mo ntaj e rá pido y preciso, gura del gángster, los tres retratos muestra el asalto a una gasolinera, E. G. Robins on volv ió a ser definitorios no tardarán en ll egar. encontramos a Rico y su compa­ gángster, por supuesto, y hasta Se trata, sucesivamente, de Rico ñero Joe Massara (Douglas Fair­ agente de la ley, ¿por qué no?, Bandello en Hampa dorada (Le banks, Jr.: una pena que Mervin incluso el agente de seguros que Roy, 1930), Tom Powers en The Le Roy no lograse imponer para lleva a Fred MacMurray a la per­ Public E nemy (Wellman, 193 1) y el papel al joven Clark Gablc, que dición (Perdición, B. Wilder, Tony Carnonte en Scarface, el seguramente hubiera dado más 1944). Incluso parodió el mundo tenor del hampa. Si a este últi­ juego al personaje). Rico se la­ de los gángsters al interpretar al mo aí'ladimos a su inseparable menta de ser un asaltante de tres doctor Clitterhouse, que se infilh·a Guido Rinaldo, nos encontramos al cuatto: "El dinero está bien en una banda de ladrones para ll e­ con cuatro rostros que marcarán pero no lo es todo. Ser alguien ... var a cabo un esh1di o científico el género: Edward G. Robinson, Que un pwlado de tipos haga lo sobre la pulsión criminal del la­ , Paul Muni y, en que IIÍ quieras". Rico tiene las co­ drón y de paso fastidiar al pobre menor medida, . sas claras y cuando prácticamen­ Bogatt todavía secundario de lujo te impone su entrada en el gang (Th e A mazing Dr. C litter­ Teniendo en cuenta sus claras de Sam Vettori, vemos cómo su house, A. Litvak, 193 8). Y sobre s impatías demócra tas -que se mirada ávida recorre el alfiler de todo el crepuscular Rocco de plasmarían en 1932 con un apoyo corbata, el enonne puro, el anillo Cayo Lar go, esta vez abatido en claro y sin fisuras a la candidatura de brillantes y el traj e impecable justo desquite por un Bogart due­ a la presid encia de Franklin D. de su circunstancial j efe. Acabará i1 o y sei'tor del cine negro. Roosevelt-, no es de extrai\ar que desbancándole, y cuando los pe­ fuese la Warner Brothers la que ri ódicos recogen la fo tografía del abrió fu ego en un género como banquete en el que es homenajea­ J ames Cagney hemos dicho pegado a la realidad do por su banda, comprará todos de una sociedad en la que la co­ los ejemplares en un infa ntil gesto Ni un ai'io tardaría la Warner en rrupción se movía a sus anchas de narcisismo. Su ascenso es ya dar su segundo aldabonazo en el por todas las instih1 ciones del imparable y a través de él asisti ­ cine de gángsters con The Public país. Hampa dorada recoge el mos a todo un juego de corrup­ E nemy. El Tom Powers que in­ testigo de los filmes de Von Stern­ ciones y componendas políticas terpreta James Cagney terminará berg para, ahora sí, profundizar más o menos veladas. de afinar el boceto creado por

•••••m•INOSFERATU 27 Jo mes Cagney

George Bancroft y ajustado por E. G. Robinson. Como Robinson y como Paul Muni, Cagney pro­ venía del teatro, con especial de­ bilidad por el musical, al que vol­ vería también en cine periódica­ mente (2). De hecho The Public E nemy es la cuarta película de Cagney y ni siquiera representa su primer papel como gángster. El ar1o anterior, y antes incluso que Hampa dorada, la Warner había hecho su primera incursión en el género con Doorway to Hell (A. Mayo, 1930), en la que Cagney interpretaba al lugarteniente del rey de la cerveza, papel a cargo de y que, quizá dema­ siado deudora del melodramati s­ mo de los filmes de Von Stem­ berg, pasó un tanto desapercibida. Para The PubHc E ncmy Cagney estaba en principio destinado a in­ terpretar el papel de Matt Dovle, el amigo de Powers, papel reser­ vado a su vez a Edward Woods. La visión de la película de Mayo hizo que Wellman decidiese inver­ tir los papeles. Sabia intuición que permitió dar con el gángster por excele ncia de los años treinta. Wellman había hecho a su vez una incursión anterior en el mun­ do de la delincuencia organizada con La frontera de la muerte tales (en realidad se trataba de rrio neoyorkino en el que paro, (1929), film que sin duda quedó imagcnes de archivo) a pat1ir de miseria y delincuencia estaban a la lastrado por el hecho de ser roda­ las que asitimos a un desarrollo orden del día y hrvo que realizar do como mudo y tenerse que re­ paralelo entre los primeros golpes un sinfin de trabajos ocasionales convertir a última hora al sonoro. de unos adolescentes Tom y Matt antes de comenzar su durante Ambientada en la lucha entre so­ y la evolución hi stórica del país mucho tiempo oscura carrera en ciedades secretas chinas afinca­ que se ve inmerso e n la Gran el mundo del espectáculo. Es de das en la costa Este norteamerica­ Guerra, decreta la "ley seca" y suponer, por ello, que al actor el na, estaba protagonizada por Wa­ comienza su fulgurante desarrollo papel le vení a como anillo al dedo. ll ace Bcery, un hombre de regis­ económico durante los ar1os vein­ tros cercanos a los de George te. El ciclo vital de ascenso, apo­ La crueldad de Tom Powers, ya Baneroft. geo y caída se dilata, haciendo su rastreable en sus bromas juveni­ aparición la fa milia -en este caso les, no conoce límites, pero lo cu­ Con todos estos antecedentes constante a lo largo de toda la pe­ rioso es que, pese a ello, su as­ T he Public E ncmy abunda por lícula- de una forma determinan­ pecto dicharachero le crea una un lado en un mayor enraizamien­ te. Tom Powers se verá continua­ imagen cercana y hasta cálida. to de la ficción en la realidad. Por mente enfrentado a un hermano Cagney combina en su interpreta­ otro crea un personaje, s i bien que elige el recto camino, incluso ción a la perfección fiereza y en­ con un componente sádico des­ su alistamiento en la guerra, mien­ canto. Su rostro duro como el pe­ conocido hasta entonces, al mis­ tras trata por todos los medios de dernal podía transformarse con mo ti empo más complejo y, para­ mantener alejada a la madre de su un leve gesto. Podía pasar con un dójicamente, atractivo para los es­ vida turbulenta. El propio Cagney casi imperceptible cambio de re­ pectadores. La película arranca había crecido en una familia de g istro de la sonrisa cínica a la con breves secuencias documen- inmigrantes irlandeses, en un ba- franca risotada. Algo que descon-

NOSFERATU 27 certaba a sus rival es y encandila­ la de su hermano, herido por de­ El mismo atlo actuará, por prime­ ba al espectador. El tic de golpear fender un u ni forme y condenado a ra y única vez, junto a E. G. Ro­ suavemente con el puño cerrado sobrevivir malamente en el hogar binson en Smart Money (A. E. (copiado literalmente de su propio familiar. El gá ngster -y Cagney es Grecn, 1931 ), la historia de dos padre) es significativo al respecto. su más fiel exponente- rechaza sus amigos que abandonan su tranqui­ Pero estas expresiones de cariiio orígenes, no porque reniegue de la vida rural para abrir una casa quedan prácticamente reservadas ellos, sino porque no quiere volver de juegos en la gran ciudad, una a su madre, al inseparable Matt y a ser su prisionero, y de ahí su ocasión al parecer desperdiciada a sus chicas, con las que, por aceptación popular. de unir a los dos graneles actores. otro lado, inaugurará una relación Aunque, si se piensa bien, quizás misógina que alcanza su máx imo La caída de Tom Powers es fu l­ fuese una mi sión imposible inten­ exponente al estre llar de forma minante, como siempre. Cuando ta r hacer compartir pantalla a dos voluptltosamente sádica un pome­ una banda rival decide acabar con monstruos ele tal calibre. lo en la cara de Kitty (Mae Clar­ la suya, Powcrs sobrevive a un ke), que ha osado hacerle obser­ ametrall amiento en el que caerá su Pese a que muy pronto Cagney vaciones moralizantes y a la que inseparable Matt: la muerte del comenzó a abominar de sus pape­ de inmediato cambiará por la des­ amigo es, como volverá a ocurrir les de gángster y a sentirse prisio­ pampanante Gwen (Jcan Harlow). en Scarface, el terror del ham­ nero ele un tipo ele personajes que Una vez más el poder es el motor pa, el aviso ele su propia muerte. tan poco tenían que ver con él de su vida y, por supuesto, no Cuando se dirige, armado con dos (3), aún interpretaría a un buen piensa detenerse ante i'loi'ios es­ pistolas, a vengarle su rostro es número de ellos. De entre todos, crúpulos. A medida que su incur­ antológico: ojos bri ll antes sin aso­ y aunque con urgencia, hay que sión en el mundo del alcohol fruc­ mo de duda con una mueca con­ detenerse en tres personajes. tifica, Powers participa cada vez gelada, la boca entreabierta, cris­ más visiblemente de la ostenta­ pada y firme, dejando escapar una Angcls With Dirty Faces con­ ción del gángster: trajes a medida, sonrisa cínica. Prácticamente la tradice sin embargo alguna de las coches caros, clubes elegantes, misma que conservará su cadáver afirmaciones anteriores. E l co­ chicas llamativas. Si algo no quie­ maniatado, arrojado en la puerta mienzo de la película guarda una re ser es una figura patética como de la casa de su madre. clara similitud con el de The Pu-

/

The Public Enemy

•••••IEINOSFERATU 27 Angels With Oirty Faces

blic Enemy: imágenes semidocu­ se deshace de su encmtgos, el tadas de periódicos), desde las mentales y fijación de los prota­ cura iujcia contra él una cruzada trincheras de la Primera Guerra gonistas en la adolescencia. Roc­ en la prensa. Rocky es detenido y Mundial hasta las consecuencias ky Sull ivan y Jeny CoUllolly (a condenado a la s ill a eléctrica. del crack del veintinueve. Tres ex­ los que más tarde interpretarán Cmmolly, que había conseguido compañeros de armas coinciden a Cagney y Pat O'Brien) se dedican que durante el juicio denunciase a la vuelta del frente en el negocio a haraganear y cometer pequei1os todos los gángsters que conocía, de la prohibición. Los papeles se hurtos, cou tan mala suerte que le pide ahora un último favor: reparten con el esquematismo ha­ aquél es detenido en uno de e llos. cuando le lleven a la silla eléctrica bitual: Eddie Bartlett (Cagney) es Inicia así una can·era penal para­ debe mostrarse como un cobarde el gángster que inicia su ascenso lela a su ascenso en los negocios para destruir el mito que supone desde la nada; Georgc Hally (Bo­ sucios que vemos narrada en bre­ para los muchachos del banio. En gati) es el gángster si n escrúpu­ ves jlashes. A la salida ele su últi­ una secue ncia sobrecogedora, los, ni las contradicciones del an­ ma condena decide volver a su Rocky acepta in terpretar este últi­ terior, incapaz de la mínima leal­ viej o barri o, tan degradado como mo papel. Cagney, en una secuen­ tad; el abogado Lloyd Hart (Jef­ siempre, donde Connolly es ahora cia elíptica lo interpreta con la frcy Linn) es el incauto que se ve un sacerdote dedicado a intentar misma tinneza y la misma huma­ desbordado por los negocios en salvar a los jóvenes de los brazos nidad que en otras ocasiones. La que se ha metido y huye despavo­ de la marginación. Mientras, ges­ gra n novedad está en que, con ri do, no sin antes levantarl e la chi­ tiona la recuperación de su dinero este final claramente moralizante, ca a su amigo Bartlctt. El proceso y su puesto en los negocios que Rocky Sullivan se convierte en ascensión-apogeo-caída de Bar­ había dejado en manos de su so­ una suerte de esquirol, capaz de tlett conocerá en este caso inclu­ cio, el abogado F razier (Bogar!). pactar nada me nos que con el so la recaída. Para lo que aquí N i éste ni su jefe actual Me Kee­ mismo orden establecido al que nos interesa nos situamos en la fcr (Banc roft) tienen entre sus se ha· rebelado durante toda su caída. M ientras Ha ll y continúa planes cumplir con lo prometido vida. siendo un próspero gángster y seis afias antes, por lo que Rocky Linn es un honesto ayudante del se enfreuta a ellos implicando a The Roaring Twenties (R. Walsh, fiscal (casado con Jean y con fa­ una pandilla de jóvenes que le ven 1939) está minuciosamente fecha­ milia y casa apaciblemente bur­ como a un héroe. Mientras Rocky da (imágenes documentales, por- guesas), empeñado en perseguir a

NOSFERATU 27 aquél, Bartlett se ha convertido bargo, Cagney tendrá la ocasión que su absoluta desconfianza ha­ como consecuencia del crack en de hacer revivi r toda la épica del cia todos los que le rodean le ha un amargado taxista que malvive gángster bastantes ar1os después, servido siempre de paraguas pro­ con la única compañía temporal en el contexto de un cinc negro tector. Sólo la madre ha conse­ de Pauama Smith (Gladys Geor­ mucho más cargado de ambigüe­ guido mantener oculta una pro­ gc), siempre enamorada de él en dades. Nos referimos al Cody Ja­ funda inseguridad interior . L a si lencio, siempre ignorada. Bar­ rret de Al rojo vivo. Jan·et tendrá muerte de la madre hace posible tlett se autoimnolará matando a también un enemigo interior más la aparición de un personaje inha­ Hally en defensa de la familia Lirm fuerte que las luchas intestinas bihral en los primeros treinta, el y morir·á en un posterior tiroteo entre los diferentes gangs o su en­ del policía infi ltrado. Éste, Hank con la policía. De nuevo la cara frentami ento con la ley, pero en Fallon (Edmund O'Brien), se las humana del gángster Cagney sur­ este caso no se tratará de ninguna ingeni a para ocupar el viejo papel ge como broche final, pero esta debilidad moral a propósito de su del amigo de confianza y p rovo­ vez no hay pacto con el enemigo. comportamiento criminal. El ene­ car una caída con tintes megaló• Es el amor, como en los persona­ migo está en su propio cerebro y manos. Fuera ya de tiempo, Cag­ jes del viejo Bancroft, el que le ha no es otro que la dependencia en­ ney compone un gángster autori­ redimido. La caída indigna en la fermi za hacia su madre, el nada tario, brutal, misógino, ambicioso. mediocridad queda enmendada oculto motor de sus acciones. Si el actor siempre compuso tipos por una recaída más propia de un Algo que se hará dolorosomente en permanente estado de tensión, gángster y que guarda cierta se­ explícito en las terribles j aq uecas con los nervios a flor de piel, en mejanza con la del decrépito R ico que le hacen desmoronarse pun­ el caso de Cody Jarrct esto es de Hampa dorada . tualmente y que ha heredado pre­ más evidente que nunca. Y su fi­ cisamente de su infa ncia. Película nal será plenamente consecuente Con estos dos fil mes nos hemos por otro lado li gada al fértil filón con ello. Tras el último tiroteo, situado a finales de los al'i.os trein­ del cinc carcelario, Al rojo vivo Janet morirá en lo alto de unos ta. El gángster ya no es de una nos descubre aquí a un gángster enormes depósitos de combusti ­ sola pieza. De una forma u otra cuyo motor final -y su perdición­ ble, que esta ll arán para no dejar el Rocky Sullivan y Eddie Bartlett es la venganza del asesinato de su mínimo rastro de su cadáver. An­ sirven a la ley. Sus años gloriosos madre. J arre! v ue lve a ser e l tes, con varias balas en el cuerpo, están tocando a su fin. Sin em- gángster salvaj e y sin piedad, al soltará su última risotada: "Lo

The Roaring Twentles ········NOSFERATU 27 Scarface, el terror del hampa

conseguí, Ma. La ci111a del 1111111 - do ". C ualquier gángster hubiera filmado una muerte así.

Paul M uni ... y Georgc Raft

La gran trilogía fundacional del gángster de los trei nta que co­ menzara la Wamer con Hampa dorada y The Public E ncmy, fue completada por el francotirador Howard Hughes con Scarface, el terror d el hampa. Hughes man­ tuvo una dura lucha con la censu­ ra de Hays y aunque, como en las dos anteriores, introdujo junto a los carteles de crédito el inevitable mensaj e moralista contra la delin­ cuencia y la necesidad de que todo el pueblo se uniese contra la lacra que suponía la delincuencia organizada, se aprovechó de una campai'ia de prensa que la defen­ dió en aras de la 1ib ertad de expre­ sión y consiguió estrenarla con retraso, pero con un éxito fu lmi­ nante. Para interpretar a Tony Ca­ monte, personaje inspirado en el propio , se e ligió a Paul Muni, que había hecho algún in­ tento de aterrizar en a finales de los at1os veinte y que, como Cagney, Robinson e incluso aque llo que le molesta. Como un sin más explicaciones. U na vez Bancroft, provenía de l teatro. niño, quiere lo que ve en los más la muerte del amigo desenca­ Este actor judío de origen cen­ otros: más que el poder, quiere el dena su propio fi nal. Tony Camon­ troeuropeo carecía de la contun­ poder de Lovo y por ell o se lo te se enfrenta por primera vez dencia fis ica de sus antecesores, quitará de encima; quiere a Poppy consigo m ismo y huye al útero por lo que su composición tuvo porque es la chica de Lovo; quie­ protector de su refu gio de contra­ que armarse de toda una maraña re una casa lujosa como la de ventanas de acero. Cuando en el de factores psicológicos que die­ Lovo, trajes como los suyos, co­ asedio policial Cesca es herida de sen a su físico la fortaleza de la ches ... Si su gran drama es la in­ muerte, Camonte se desmorona. que carecía de forma inmediata. consciencia, ésta adquirirá tintes Son el miedo y la soledad los que Tony Camonte es quizás el más trágicos ante sus, convenie nte­ le arrojan a las balas de la policía. despiado de todo s nuestros mente autoescamoteados, deseos gángstcrs, pero no e l peor. Si e l incestuosos hacia su he rmana Junto a Muni, el gran descubri­ espectador no puede acabar de Cesca, precisamente el ori gen de miento de Scarface, el terror d el conside ra rlo como un malvado su pugna con la censura de Hays. hampa es George Raft. Este ac­ absoluto es porque en todo mo­ En este sentido Hawks opta con tor guardaba todos los parale li s­ mento es evidente que se trata de gran inteli gencia por no recrearse mos vitales necesarios para ser un un inconsciente. Scarface, el te­ nunca en los numerosos asesina­ buen gángster. Creció en los ba­ rror del hampa encadena los tos del fi lm, a l que recubre con rrios baj os neoyorkinos , fue asesinatos sin tregua. Apenas hay un continuo juego de elipsis que boxeador (también James Cagney tiempo para la re fl exión, porque favorecen el vertiginoso ritmo de lo fu e) y bailarí n de dudosos tu­ ésta le parece vedada a un perso­ la película. Cuando descubra las gurios. Incluso, con el ti empo, él naje claramente infantil. Su ambi­ relaciones entre su lugarteniente mismo reconoció que mantuvo ción no conoce, por ell o, límites y Guino Rinaldo (George Raft) y su relaciones amistosas con a lgún simplemente se quitará de encima hermana Cesca, matará a aqué l que otro capo de la mafia. Parece

NOSFERATU 27 1)•••••• que en algún momento algún pro­ la mano del cadáver de algunas de H umphrey Bogart ductor pensó en que Raft podría sus víctimas. Gesto que está en la convert irse en un nuevo Valenti ­ línea de una serie de tics que tra­ Quien no rechazó la oferta fue no. Pero esta película marcó su dicionalmente han adornado a los Humphrey Bogart. Su papel como destino y quizás sea él el prototipo gángsters cinematográficos (el ya el gángster Duke Mantee en E l de ese gángster de segunda fila, citado de Snappers Kid en T he bosque petrificado (A. Mayo, horteramente elegante y con un Musl

Al rojo vivo

•••••m·INOSFERATU 27 , The cambio de que parttc tpc en un podía funcionar. El propio Bogart Roar ing Twenties y The Ama­ atraco. No conocemos su pasado, que acabó con é l "inventó" a su zing Dr. Clitterhouse. Su cuer­ aunque el respeto de sus nuevos sucesor, el complejo Sam Spacle po fibroso y su mirada turbia re­ "ayudantes", unos princ ipiantes, capaz de poner su código mora l cubrían a la perfección un cliché nos hace ver que fue todo un por encima del crimen, pero tam­ que podía haberle enterrado. Sin duro. Lo es aún, pero en su mirada bién de la ley. embargo 1941 fue su ai1o de anidan el desencanto y el cansan­ suerte: en él protagonizó El últi­ cio. Falta en sus ojos ese brillo es­ mo r efugio y E l halcón maltés. pecial que concede el ansia de po­ NOTAS der. Es frágil: pesadillas carcelarias l. No es casualidad que fuese el propio Ya hemos visto que el conhmdente le atormentan en sueños; es dema­ James Cagney el que encamase la figura y trágico gángster que Robinson, siado humano: enamorado de la de Chauey en E l hombre de las mil Cagney y Mmú interpretaran en los adolescente nieta de unos granje­ caras (J. Pevney, 1957). dos primeros años de la década de ros, pone todo el empei1o y patt e los h·einta vivía ya ai1 os de des­ de su dinero en curarle una cojera 2. De hecho consiguió su único Óscar composición. El cine negro se ha­ congénita. Pero este intento ele in­ por su interpretación en Yankee Doodle Dandy (M. Curtiz, 1942), y una nomi­ bía dotado de complicadas claves corporarse a una vida "normal" no nación más por su papel, curiosamente sociológicas y tanta ambigüedad puede funcionar. Las balas policia­ como el gángster Snyder, en otro musi­ era excesiva para gángsters de una les que fmalm ente saldrán a su en­ cal, Love l\Ie or Leave l\le (Ch. Vi dor, sola pieza. Walsh decidió ce1t ificar cuenh·o las reclamará él mismo al 1955). su defunción. Por mucho que hu­ invocar el nombre de Mmy, su úl­ biese posteriores cantos de cisne tima oportunidad. 3. Cagney llevó siempre una vida h·an­ quila y apartada en el campo, con su (como ejemplo hemos mencionado fami lia, huyendo de los actos mundanos ya Al rojo vivo), el gángster esta­ El gángster había sobrevivido más de Hollywood y dedicándose a cuidar ba obligado a ceder su protagonis­ años de lo que el público necesita­ sus tierras y criar caballos mo. En El último refugio Roy ba. Si lo hizo fue porque la solu­ Earle es ya un gángster maduro al ción ele que el cine negro le susti­ que acaban de sacar de la cárcel a hlyese por el agente de la ley no