Entre La Memoria Y El Olvido
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1 2 EL ÁRBOL DE CEMENTO: ARQUITECTURA DE ROCALLAS, Argentina y América Latina DANIEL SCHÁVELZON CENTRO DE ARQUEOLOGÍA URBANA INSTITUTO DE ARTE AMERICANO “MARIO BUSCHIAZZO” FACULTAD DE ARQUITECTURA, DISEÑO Y URBANISMO UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES 3 Autoridades de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo Universidad de Buenos Aires. Decano Arq. Guillermo Cabrera Vicedecano Arq. Carlos Venancio Secretario general Arq. Ariel Pradelli Secretario de investigaciones Arq. Rita Molinos Director del IAA Dr. Mario Sabugo Director del CAU Dr. Daniel Schávelzon 4 Schávelzon, Daniel EL ARBOL DE CEMENTO: ARQUITECTURAS DE ROCALLAS, Argentina y América Latina 1ra. edición, 2019 Centro de Arqueología Urbana, Instituto de Arte Americano Mario Buschiazzo Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo; Universidad de Buenos Aires Schávelzon, Daniel El árbol de cemento: arquitectura de rocallas. Argentina y América Latina / Daniel Gastón Schávelzon -1a edición- Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Daniel Schávelzon, 2019. 380 p.; 24 x 15 cm. ISBN 978-987-86-1515-8 1. Historia de la Arquitectura. I. Título. CDD 720.9 Imagen de la portada: Reconstrucción gráfica de la fachada de la casa (demolida) de Jean Jaurés 645, Buenos Aires, dibujo de Isabel Figueras y Belén Cardasz 5 La naturaleza aborrece la línea recta. Horace Walpole, El castillo de Otranto, 1764. Lo irregular es mucho más difícil de lograr que lo liso. Laurent Flieder, El maquinista, 2009. 1. El inclinado mirador de la selva pampeana en El Talar de Pacheco, sobre sus rocas de cemento, proyecto de Carlos Thays y obra de Augusto Crettet. 6 Índice Agradecimientos 8 Presentación 9 I. Definiendo el objeto de estudio: grutas y rocallas 25 - Buscando en los orígenes 27 - Los estilemas de las rocallas 51 - Técnicas y sistemas constructivos 68 - El color de las rocallas 72 - El debate historiográfico y la transculturación 72 - La importancia del lenguaje y el conflicto de la piedra artificial 87 - Antoni Gaudí, el Modernismo y las rocallas 93 II. Las rocallas en América 95 III. Los artífices de las rocallas 113 IV. Espacios abiertos y teorías urbanas en el siglo XIX 125 - La búsqueda del pintoresquismo local 134 - Los orígenes de las rocallas en la Argentina 135 V. Rocallas y grutescos en los parques de Buenos Aires 139 VI. Viviendas en Buenos Aires 189 VII. Rocallas en el entorno de Buenos Aires 239 VIII. Grutas y rocallas en el país 253 IX. Ornamentos urbanos, domésticos y funerarios 285 X. El final 325 - Descubriendo que se acercaba el final de una época 325 - Una historia no escrita 332 - Las rocallas y la arqueología de la ciudad 333 Bibliografía 339 7 Agradecimientos Este libro ha sido resultado del esfuerzo de muchos amigos y colaboradores: Patricia Frazzi, José María Peña, Ana Igareta, Eduardo Rodríguez Leirado, Horacio Chiavazza, Sonia Berjman, Carlos Manu-Marque, Carlos Page, Alberto Alfaro y su colección Bizioli, Jorge Alfonsín, Susana Gesualdi, Liliana Barela, Soledad Zevallos por usar el archivo Thays. Hay fotografías de Guillermo Paez, Javier Gelfo, Gustavo Fernetti, Patricia Viaña, César Gotta, Ana María Ferrini, Gustavo Tilleria, Fernando Benedetto, Ramón Gutiérrez y el Cedodal. Agradezco a Mercedes Gallego y Jorge Rivero de la estancia Santa Catalina. Los dibujos de fachadas son de Isabel Figueras y Belén Cardasz. En Estados Unidos a Carlos Cortés como heredero de Dionicio Rodríguez, y Patsy Light con sus libros maravillosos. Tengo una gran duda con Francisco Girelli, incansable buscador de documentos y fotos insólitas. Maximiliano Martínez logró obtener fotos de los videos VHS. Un especial agradecimiento al Conicet que me permitió dedicar dos años para revisar papeles y transformar eso juntado por años en un texto más o menos coherente. 2. Cabaña de troncos en la barranca al río del Colegio Marín de San Isidro. 8 I PRESENTACIÓN El primer intendente de Buenos Aires, Torcuato de Alvear (1822-1890), uno de los hombres más poderosos del país, dueño de mansiones, estancias y empresas, creador él mismo del cargo en 1883, había hecho un árbol de cemento en el jardín de su casa de la calle Juncal. Era quien había abierto la Avenida de Mayo, modificado el Cabildo y la Plaza de Mayo, había hecho las grandes obras públicas de la Generación de 1880: ¿no había árboles de verdad y más baratos? ¿Era un excéntrico? ¿Necesitaba llamar la atención? Este libro parte de esa anécdota porque resume todo lo que vamos a decir. Vamos a narrar una arquitectura y un arte que se hizo, y con mucho costo, se disfrutó, y luego dejó de existir más tarde se hizo invisible. Muchos ejemplos han sido demolidos, casi todos, pero la verdad es que primero fue invisibilizada por la historia. No la conocemos no sólo porque la destruyeran sino porque fue borrada de nuestro pasado. No podía ser parte de nuestra memoria cultural. Fue una enorme obra de teatro urbano, montada, disfrutada y olvidada a la salida. Es la historia de un paisaje artificial y de una arquitectura que definió nuestros primeros espacios públicos, los que se crearon para albergarla. Fue hecha para el deleite de un grupo social peculiar en nuestra historia, la llamada Generación de 1880 y la de los Hijos de aquella, aunque otros también fueron a pasear, la vieron y la usaron. Fueron menos de treinta años en que el estado municipal gastó buena parte de sus fondos en enormes obras públicas e incentivó a las privadas para construir castillos, grutas, lagos, puentes, arroyos, selvas, sitios de descanso, kioscos, montañas y miradores para contemplar paisajes artificiales, imaginarios construidos. Una época de clubman, de dandys, de yachtman, de gente del Círculo de Armas o el Jockey Club, que ya habían superado al Club del Progreso de los tiempos de Urquiza y 9 Mitre. Y después fue el estilo de las clases medias que los imitaron, o trataron de hacerlo. En cada estancia en la llanura bonaerense las residencias palaciegas, e incluso las casas urbanas importantes, tuvieron su Gruta y algunas están allí olvidadas e incomprensibles ahora. Fue el arte, o una de las formas del arte, de un grupo que creía que detentaba el poder total por naturaleza, porque les correspondía, porque habían sido marcados por el destino para dirigir el país e implantar un modelo económico, social y obviamente de cultura. Ya habían demostrado, al menos a sí mismos y a los intereses internacionales, que eran capaces de construir un país a su agrado, moldearlo, borrar todo lo que no les gustaba, como gauchos, indígenas y negros. Una clase social que se lucía con el Buenos Aires remodelado a su gusto, avenidas y palacios en el nuevo Barrio Norte, con Mar del Plata para el ocio, con la ciudad de La Plata para su política y cientos de pueblos en la pampa cerca de sus estancias para que trabajaran inmigrantes europeos. Fue el espacio donde paseaban los elegantes de levita, polainas, sombrero, pajarita y un delgado bastón de caña de Malaca, que se saludaban entre ellos porque se conocían desde sus abuelos, tenían sus residencias cerca una de otra y sus estancias se iban uniendo y dividendo por los casamientos. Eran los que el domingo paseaban en sus carrozas por el Corso de Palermo para verse y criticarse la ropa o los sombreros traídos de París. Fue la expresión del dandismo, la excentricidad, la rareza, el hedonismo, el placer del flanear1, un pasatiempo y una aventura suministrada por el Estado, por su Estado. Y duró lo que se mantuvieron en el poder. Lucio Vicente López, mostrando que viajaba y no estaba en el país, escribió: “Yo que había conocido aquel Buenos Aires en 1862, patriota, sencillo, semitendero, semicurial y semialdea, me encuentro con un pueblo con grandes pretensiones europeas, que pierde su tiempo en flanear en las calles”. 1 Usamos este galicismo para la palabra francesa flaneur, por el paseo displicente. 10 Fue una corriente, mejor dicho un estilo ornamental de grutas y rocallas, para el que se contrataría a los mejores arquitectos del país o de Europa, no importaba el costo si finalmente se traía también palacios desarmados, o se los imitaba. Y si en lugar de piedras raras o mármol o conchillas se usaba ladrillo revocado y pintura, quizás pocos podrían entender la diferencia. Fue el apogeo de la oligarquía ganadera que se consolidó con Roca y su campaña de exterminio y distribución territorial, para seguir con Juárez Celman y terminar con Sáenz Peña en la Primera Guerra Mundial. Es la clase social que vivió el cambio al siglo XX, es la que cayó demolida por la inmigración que fomentaron para trabajar sus tierras y fábricas y que luego quiso tomar el poder, es el grupo que aprovechando sus decisiones liberales (matrimonio civil, educación común, ruptura con el Vaticano, cristianismo popular), logró el voto obligatorio y el acceso del Radicalismo al poder en 1916. Fueron esas contradicciones las que los devoraron. Son los que vieron con asombro, o sus hijos, como resultaban incontrolables las huelgas obreras y universitarias que terminarían en una gran Reforma y en la Semana Trágica. Y todo por culpa del crecimiento económico que había elevado a los grupos medios a enfrentar a la oligarquía, que lograron pasar de los políticos por herencia a los políticos profesionales. Y de los artistas, escritores y arquitectos orquídea2 a los profesionales. Esa ciudad que el empedernido viajero inglés describirá con estas palabras: “¡Cómo ha cambiado Buenos Aires! ¡Es una maravilla! Es París con buen clima. Automóviles de lujo, mujeres bien vestidas, restaurantes, parques y jardines tales como no se ven en otra partes. Es la ciudad más linda del mundo, hermosa en su propio estilo… La vida intelectual en el momento es deficiente, los mejores cerebros se ocupan de los negocios, pero no de los negocios como los entendemos nosotros o los yanquis.