Asturias Siglo Xxi
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ASTURIAS SIGLO XXI CASTROPOL, EL CONCEJO TRANQUILO Fermín RODRÍGUEZ Rafael MENÉNDEZ Calma y sosiego en la villa de Castropol, con su imagen reflejada en la bella ría del Eo. Es la vista de la que disfrutan sus bulliciosos vecinos de enfrente. Quienes pueden anunciar sus promociones inmobiliarias ofreciendo, encima, bellas panorámicas. El concejo de Castropol mira hacia la sosegada ría del Eo. Así, como suena, con un topónimo hermoso y ajustado, no el pretencioso invento de ría Ribadeo, un contrasentido, además, en términos geográficos. También mira a la costa, en Arnao y Penarronda. Y hacia el interior, a La Bobia, con sus 1.200 metros de altura. Hay al menos dos Castropol. Uno el de la amplia marina costera, el que se asoma a la ría, de paisaje ganadero de producción lechera, con sus explotaciones modernas y su poblamiento disperso sobre la rasa. Y está el que se oculta al sur del Pousadoiro, el que sigue el valle del Suarón y sus afluentes hacia arriba, desde Vegadeo y Seares. Que guarda, aún más recóndito, el valle medio-alto del Porcía, en la parroquia de Balmonte, aislado hasta hace nada del resto del mundo, guardando celosamente formas de vida del pasado, en Obanza, Castro, Arco y otros pueblos hoy disminuidos y olvidados. La localización sobre la unidad de la marina permite la continuidad de los rasgos ya descritos en otros concejos situados hacia el Este. Paisaje ganadero, repoblación forestal en las laderas, arbolado de ribera en torno a la encajadura de ríos y arroyos. Es un paisaje calmo que invita a la introspección. Con 4.000 habitantes se asemeja en tamaño y dimensión a sus vecinos, pero falta aquí la villa dinámica de dimensión, referencia y servicios urbanos. En cambio tiene dos núcleos principales: la capital, Castropol, que hace tiempo decidió parar su reloj en la quietud y mira con asombro, indiferencia y altivez los rápidos cambios de la otra orilla. Y Figueras, más activo, con hostelería y astillero, aunque no ha sabido transformar su pujanza económica en crecimiento residencial y sus trabajadores se ven obligados a buscar acomodo en la otra orilla, donde hay oferta abundante, quizá en exceso. Pero entre el todo y la nada, quizá habría que buscar un término medio y darles un empujón a estos dos núcleos, anclados en un declive continuado, que se traslada también a la rasa de Barres, a pesar del enlace de la nueva autovía, del polígono industrial y de la mayor disponibilidad de suelo en una localización estratégica. Castropol es hoy un territorio que lleva con tranquilidad sus contradicciones. Como concejo de la marina, desarrolla la laboriosidad ganadera característica. También está presente la actividad industrial de los astilleros. Sin embargo, continúa perdiendo población, incluso en sus dos núcleos principales y entorno. Por ello, la falta de vitalidad demográfica y el estancamiento, derivados de los pocos nacimientos, superados cada año por los fallecimientos, el envejecimiento de la población y una sensación general de languidez, que no melancolía, parecen acompañar naturalmente al paisaje tranquilo. Demasiado tranquilo, si a alguien se le ocurre compararlo con el crecimiento de la actividad del otro lado de la ría. La dependencia de otros centros comarcales ha limitado hasta la fecha el crecimiento de las actividades de servicios. También de la actividad turística, que no ha crecido y no se ha modernizado en relación a los importantes posibilidades existentes. La consideración de la ría (o de la mitad de la misma) como espacio protegido tampoco ha supuesto actuaciones ni efectos de relieve hasta la fecha. Sin embargo, aporta paisajes de gran interés tanto en la costa como en la ría y también en el interior, especialmente en el valle del Porcía. La capital es un pequeño núcleo de 500 habitantes cuyo latido tiene un “tempo” histórico. Esto es, para medirlo hay que utilizar la cronología y no el reloj. Figueras tiene poco más de 600 habitantes y Barres disemina sus 700 sobre la rasa. Las tres parroquias pierden población lentamente, contra toda lógica, con una parálisis preocupante y una práctica ausencia de oferta residencial. La misma dinámica que encontramos en Piñera, Tol, Moldes y Seares, sobre el espacio de la marina y la ría del Eo. Sin embargo en las parroquias del desconocido sur (Presno y Balmonte), paisajes de otro mundo, el declive es mucho más acusado. La actividad económica muestra la dualidad ganadería-servicios, característica de los municipios costeros sin villa de cualidades urbanas. La ganadería sostiene más de 500 empleos, y más de mil personas vinculadas a la actividad, en explotaciones modernas, que han aumentando la producción lechera en los últimos años, a pesar del descenso del número de explotaciones: de más de 300 hace una década a las 150 actuales. Se mantiene, sin embargo, el número de las de producción cárnica, mejor representadas en el interior, otras 150. En total nada menos que 8.000 cabezas de ganado vacuno aprovechan hoy los pastos del concejo. El empleo industrial se concentra en Figueras y Barres, principalmente, y suma 250 empleos. La construcción se acerca al centenar. El terciario aumenta progresivamente su participación hasta superar un tercio del total y los 500 empleos. Una estructura de producción y empleo en transición, con un fuerte potencial de aumento en el sector terciario y una importante movilidad de trabajadores entre municipios vecinos, habitual en toda la marina occidental asturiana. Escasez de equipamiento comercial, y de servicios públicos que refuerza, de nuevo, el crecimiento de la orilla opuesta. El crecimiento del sector terciario se apoya en la actividad turística y los servicios asociados. Es relativamente reducido aún (una veintena de establecimientos hosteleros y poco más de 200 plazas de hospedaje, a las que añadir la oferta de acampada en tres establecimientos). No es mucho para un concejo que pertenece a una comarca pionera en desarrollo rural. En resumen, una situación manifiestamente mejorable si nos fijamos en los recursos existentes y en los indicadores demográficos y económicos negativos, más negativos que sus municipios vecinos de la marina occidental. Lo que revela un insuficiente aprovechamiento de los recursos para crecer en nuevas actividades, particularmente en el sector terciario y turístico. El futuro de Castropol se asienta necesariamente en el desarrollo ordenado de sus recursos, pero desarrollo al fin y al cabo. Destacan las posibilidades del triángulo formado por Castropol, Figueras y Barres, en una localización estratégica sobre el corredor cantábrico y en las relaciones entre Asturias y Galicia. El futuro de Castropol reside en un mejor aprovechamiento de los recursos, actividades y procesos que están a la vista de todos. Su presente mezcla la inquietud por la calidad de la quietud que se vive y por las dudas acerca de cómo manejar el cambio que se percibe, en la esperanza de que se sabrá hacer desarrollo territorial sostenible, asociándose al potencial de la gran unidad interregional de la marina. Si algún concejo aplica esa máxima que nos viene de Europa de “gestión prudente del territorio”, ese es Castropol. Que siga haciéndolo para controlar el cambio que se avecina, y que todos lo disfruten, pero poco a poco, en grupos pequeños y sin empujar. .