García Martín, Santiago Construcciones identitarias de clase media y precariedad laboral: Un estudio sobre trabajadores contratados de la Administración Pública de la Provincia de Buenos Aires y el Municipio de La Plata (2013-2014)

Tesis presentada para la obtención del grado de Licenciado en Sociología Director: Enrique Garguin

CITA SUGERIDA: García Martín, S. (2015) Construcciones identitarias de clase media y precariedad laboral: Un estudio sobre trabajadores contratados de la Administración Pública de la Provincia de Buenos Aires y el Municipio de La Plata (2013-2014). [En línea] Trabajo final de grado. Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. En Memoria Académica. Disponible en: http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/tesis/te.1088/te.1088.pdf

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UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PLATA FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN DEPARTAMENTO DE SOCIOLOGÍA

LICENCIATURA EN SOCIOLOGÍA

TESINA

“Construcciones identitarias de clase media y precariedad laboral: un estudio sobre trabajadores contratados de la Administración Pública de la Provincia de Buenos Aires y el Municipio de La Plata (2013-2014)”

Alumno: García Martín, Santiago Legajo: 93573/0 Correo electrónico: [email protected] Director: Garguin, Enrique Co-director: Iuliano, Rodolfo Fecha: Febrero de 2015

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Resumen:

Con la presente investigación nos proponemos indagar y problematizar las construcciones identitarias de clase media de trabajadores contratados en ámbitos laborales precarios de la Administración Pública de la Provincia de Buenos Aires y el

Municipio de la Plata en 2013-2014.

Al referirnos a los trabajadores contratados es ineludible vincular su origen al proceso de reestructuración del Estado en la década del „90, el cual habilitó la propagación de formas de contratación temporarias y precarizadas al interior de la

Administración Pública. Actualmente los trabajadores contratados constituyen una planta con características mixtas, en tanto poseen alguna o varias de las prerrogativas de la planta permanente, con excepción fundamentalmente de la estabilidad, ya que se trata de contratos con plazo de vencimiento máximo de un año. Si bien el trabajo en el

Estado ha sido considerado tradicionalmente como una referencia identitaria de clase media, la precarización, por el contrario, presenta signos desestabilizadores de algunos de sus presupuestos -como la estabilidad, la certidumbre y derechos asociados-.

Situándonos en la contemporaneidad de estas atribuciones precarias, nuestro interés se centra en analizar los diversos modos en que los trabajadores contratados narran su pertenencia clasista, en particular aquellos que lo hacen alrededor de una idea de clase media.

Términos claves:

Clases medias – Identidad – Precariedad laboral – Trabajadores contratados –

Administración Pública

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Índice

Agradecimientos…………………………………………………………….... 4

Introducción…………………………………………………………………... 6

Capítulo uno: introducción a la precariedad laboral en el Estado………... 10

Capítulo dos: contribuciones al estudio de los sectores medios desde la

Historiografía y la Sociología………………………………………………. 19

a) La formación histórica de la identidad de clase media en Argentina…… 19

b) Los estudios sociológicos………………………………………………... 21

Capítulo tres: identidades, discurso y referenciales identitarios de clase… 26

a) ¿Cómo se vuelve aprehensible la identidad?...... 26

b) Sobre algunos referenciales identitarios de clase media………………... 29

Capítulo cuatro: aproximaciones al fenómeno de las construcciones identitarias de clase media en ámbitos laborales precarios...... 47

a) Condiciones de precariedad laboral…………………………………...... 47

b) Representaciones laborales……………………………………………… 56

c) Construcciones identitarias……………………………………………… 71

Reflexiones finales……………………………………………………………. 86

Referencias bibliográficas………………………………………………...... 90

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Agradecimientos

En primer lugar quiero agradecer la eterna compañía de mi mamá, Anabel. Su escucha atenta en momentos de alegría pero también en momentos difíciles y de . Por toda tu luz, gracias.

Seguido, cómo no nombrar a mis mejores amigos, a Antonio, Hilario y Julieta, compañeros de interminables experiencias. ¡Qué decir de lo que nos queda por recorrer!

Gracias por el cariño y muchas, muchas gracias por sacarme a pasear cuando lo necesitaba.

También a mis amigos de la facu, Federico y Florencia, con quienes he transitado este último tramo de la carrera. Por las muchísimas mañanas y tardes de lectura, por las jornadas intensas de cursada, por compartir espacios políticos en la facultad -y hacerlo con dedicación y compromiso-. Por nuestras diálogos sinceros sobre qué hacer de acá en adelante con nuestros títulos bajo el brazo.

A todos los docentes e investigadores que respondieron mis largos y recurrentes correos electrónicos. Por recomendarme lecturas, por compartir mis interrogantes, por tomarse el tiempo para leerme y enviarme correcciones y sugerencias. En especial a

Enrique Garguin, quien estuvo bajo la dirección de todo este proceso de investigación, y con el que continuaré de aquí en adelante. Y también a Rodolfo Iuliano, por recordarme que las voces nativas no deben opacarse frente a la teoría.

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Por último, agradecer a la Comisión de Investigaciones Científicas de la

Provincia de Buenos Aires, por otorgarme una beca que me permitió apostar a la investigación.

A todos, mis agradecimientos porque cada uno ha contribuido a que estas palabras que siguen fueran escritas.

Santiago García Martín

Febrero 2015

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Introducción

El problema de investigación sobre el que versa esta tesina es el producto de una acumulación de interrogantes que fueron surgiendo a lo largo de mi carrera de grado.

En los primeros años de cursada, una de las problemáticas sociológicas destacadas en los programas de las materias se centraba en la transformación que la estructura social argentina había padecido al calor de las políticas neoliberales.

Recuerdo que una lectura significativa para mí fue uno de los capítulos de un clásico de

Svampa, “La sociedad excluyente”, aquel que ilustraba el proceso de fragmentación de las clases medias durante la década del ‟90 (Svampa, 2005a). De ese capítulo recuperaba dos ideas que llamaron mi atención, una referida a la debilidad estructural que había caracterizado históricamente a los sectores medios, la otra sobre su propensión al consumo. Si sus fronteras eran imprecisas, si presentaba semejante heterogeneidad socioeconómica, ¿estábamos hablando de una clase? Y en esa misma línea, ¿qué lugar ocupaba el consumo como práctica?

Estas reflexiones iniciales se fueron ampliando con otras lecturas y mi interés se orientó luego hacia el fenómeno de la distinción y de las construcciones identitarias de clase. Entendía que, más allá de la discusión sobre la existencia o no de una clase, era inevitable observar cómo la identificación con la clase media en la sociedad argentina era depositaria de un efecto moral y distintivo poderoso, tal es así que a ella adscribían su pertenencia individuos de variadas y dispares posiciones en la escala social.

Pero mi pregunta de investigación terminó de tomar forma en uno de los talleres de investigación que cursé, cuando tuve que articular esta preocupación por los sectores

6 medios con un universo empírico concreto. Como la temática del taller era sobre el mundo del trabajo, busqué entre aquellos grupos ocupacionales que tradicionalmente se habían identificado como de “clase media”. Y así terminé encontrando algunos estudios recientes sobre precariedad y empleo público, estudios que me llevaron hasta los

“contratados”: trabajadores estatales que no poseen estabilidad, muchos de ellos además sin obra social, cobertura sindical o con ingresos insuficientes, entre otras condiciones precarias. Contextualizando mi problema entonces a la luz de las mutaciones que el empleo público exhibió en las últimas dos décadas, me propuse indagar el modo en que la dimensión del trabajo –y sus atribuciones precarias- intervenía en sus procesos de construcción identitarios de clase.

Hecho este preámbulo, y uniendo –como decía- estos interrogantes, me propongo para esta investigación analizar y problematizar las construcciones identitarias de clase media de trabajadores contratados en ámbitos laborales precarios de la

Administración Pública de la Provincia de Buenos Aires y el Municipio de la Plata en

2013-2014. Una de las hipótesis de las que partí es que si bien el trabajo en el Estado ha sido considerado tradicionalmente como una referencia identitaria de clase media, la precarización ponía en tensión algunos de sus presupuestos, como la estabilidad y la certidumbre. Asimismo en el transcurso de la investigación noté que la dimensión cultural de esas transformaciones -asociadas a la globalización y el posfordismo- se tornaba un factor de análisis significativo para examinar las posibles reformulaciones sobre el sentido que estos trabajadores otorgan a diferentes aspectos de sus vidas – particularmente a sus trabajos precarios-, y que ello a su vez abría nuevas incógnitas para el análisis de sus construcciones identitarias de clase.

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Así para abarcar dicho problema dividí la tesina en cuatro capítulos. En el primero hago una aproximación al impacto que las políticas neoliberales tuvieron sobre el empleo público y la precariedad laboral, destacando las continuidades que se observan actualmente. A su vez presento algunas perspectivas y categorías analíticas para pensar la precariedad desde la Administración Pública.

En el segundo capítulo comienzo reconstruyendo desde el campo de la historiografía el proceso de formación histórica de la identidad de clase media en la sociedad argentina, para luego reseñar -a modo de estado del arte- los diferentes estudios sociológicos sobre sectores medios. Finalmente reviso un conjunto de críticas que se han realizado desde las ciencias sociales a los enfoques precedentes -a las que adhiero- y explicito mi posicionamiento desde los estudios de identidad.

En el tercer capítulo describo los principales aportes que se han hecho desde las perspectivas constructivistas al estudio de las identidades sociales, y de los cuales me he servido para afinar el marco teórico. Allí concluyo que la identidad puede comprenderse en términos de “actos de identificación” que se configuran en el discurso, y que conllevan la movilización de distintos “referenciales identitarios”. De esos referenciales me ocupo en un apartado siguiente, con especial interés en aquellos que definen una pertenencia a la clase media.

En el capítulo siguiente me concentro en el corpus de análisis surgido del trabajo de campo, esto es, las entrevistas en profundidad dirigidas a trabajadores contratados de la Administración Pública provincial y municipal. Parto de la presentación de los casos y la descripción de sus condiciones precarias de trabajo para luego complementar el análisis con sus representaciones laborales sobre la estabilidad y el ingreso. En último

8 lugar retomo las categorías analíticas elaboradas en el capítulo tres para abordar el fenómeno de las construcciones identitarias de clase en este universo empírico.

Hacia el final desarrollo algunas reflexiones sobre las conclusiones de este trabajo y los caminos a seguir en el proceso de investigación.

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Capítulo uno: introducción a la precariedad laboral en el Estado

Diversos autores (Sennett, 2000; Bauman, 2002) han descripto las características generales de los regímenes sociales que emergieron a partir de la década del „70 y el ‟80 en el marco de la aplicación de las políticas del paradigma neoliberal. Asistimos a una nueva etapa de la modernidad “líquida” donde los principales marcos sociales regulatorios se desmoronan frente al avance del mercado mundial como principal organizador de las relaciones sociales y económicas. Dentro del mundo del trabajo la desarticulación del fordismo abre paso a nuevas formas de organización del trabajo caracterizadas por la polivalencia, la descentralización y la flexibilidad (Gorz, 1998). En ese contexto la inestabilidad y la incertidumbre derivadas generan un proceso de ruptura en las trayectorias laborales que dificulta la construcción de un relato y una biografía a largo plazo.

Entre los objetivos principales del programa de reformas neoliberales podemos señalar la reestructuración de los Estados nacionales. Los estudios en Argentina señalan la implementación a partir de la década del ‟90 de un nuevo modelo de gestión pública (López, 2003; López y Zeller, 2006) promovido por los organismos financieros internacionales y que se basó en cinco principios, las llamadas “5 R”: reestructuración, reingeniería, reinversión, realineación y reconceptualización. Estos principios representaban las ideas básicas provenientes del “Management”, cuya legitimidad de aplicación descansaba en la experiencia “exitosa” del sector privado durante las últimas décadas. Otros autores mencionan en la misma línea la inflexión de la estructura de gestión estatal a partir de tres características fundamentales: la exigencia de la

10 profesionalización (el predominio de un saber técnico especializado), la descentralización administrativa y la focalización de la política social (Svampa, 2005b).

Al referirnos a los trabajadores contratados es ineludible vincular su origen a este proceso de reestructuración estatal, que habilitó la propagación de formas de contratación precarias al interior de la Administración Pública. De algunas medidas podemos destacar el congelamiento de las vacantes en la planta estable del sector público –en el año 1994 a través del decreto 1545/94- y a partir de allí el ingreso de empleados públicos con contratos temporarios y precarizados. Además surgían otras modalidades de contratación precarizadas como la habilitación de horas cátedra y las pasantías universitarias, los contratos a través de fondos especiales, los convenios de costos compartidos con organismos internacionales; y la incorporación de figuras tales como el “coordinador general”, “consultor” o “asistente técnico” cuyo objeto era la prestación de servicios especializados a título personal -y no la realización de tareas administrativas-.

Actualmente el marco jurídico del empleo público se rige por el decreto 1421/02 en donde están contemplados ambos grupos, planta permanente y trabajadores contratados. En términos reales este decreto se hizo efectivo entre los años 2005 y 2006 incorporando a la amplia mayoría de los trabajadores que provenían de otros regímenes de contratación. Así los contratados constituyen hoy una planta con características mixtas, en tanto poseen alguna o varias –según el caso- de las prerrogativas de la planta permanente, con excepción fundamentalmente de la estabilidad, ya que se trata de contratos con plazo de vencimiento máximo de un año.

Como nuestra investigación se desarrolla dentro del ámbito de la provincia y el municipio, creemos que es necesario hacer algunas salvedades. En primer lugar, que la

11 permanencia de formas de contratación precarias -tanto en la provincia como en el municipio- convive con la inexistencia de una ley marco del empleo público provincial.

A este vacío legal se suma el decreto 3/12 sancionado en el año 2012 por el Poder

Ejecutivo provincial cuyo objetivo residió en disminuir las vacantes de pase a planta permanente para los trabajadores contratados de la provincia. Este decreto formó parte de un plan de “estabilización presupuestaria” que el gobierno provincial llevó adelante en un contexto de crisis financiera generalizada1. A partir de allí las vacantes serían otorgadas con la supervisión de la Dirección de Personal y del Ministerio de Economía y su aprobación estaría supeditaba a las condiciones presupuestarias del momento en cada caso.

A propósito del campo de estudio para la Administración Pública en Argentina, encontramos que el mismo ha sido un tema poco estudiado por la Sociología del

Trabajo (López y Zeller, 2006; Orlansky y otros, 2005; Zeller y Rivkin, 2003, 2005), destacándose para el interés de esta investigación los aportes de Diana Menéndez (2007,

2009, 2012). Su enfoque multidimensional de la precariedad laboral (2010) nos permite observar tanto los aspectos vinculados a las formas de contratación, a la calidad del empleo y la satisfacción del trabajo, así como también a aquellos elementos referidos a la precarización de las relaciones profesionales en el ámbito específico de la

Administración Pública. Afín a nuestra temática de estudio también se encuentra la investigación de Adamini (2014), quién explora las identidades laborales de jóvenes pasantes en ámbitos de trabajo precario al interior de la esfera estatal provincial.

Estos dos autores –Diana Menéndez y Adamini- son los que hemos tomado como referencia para la adopción de una perspectiva sobre la precariedad y para la

1 Veremos más adelante en el capítulo cuatro que el contexto de crisis en la provincia afectó las trayectorias laborales de nuestros entrevistados.

12 utilización de dimensiones de análisis concretas para nuestro trabajo de campo. A continuación los detallamos.

Entendemos en primer lugar que la precariedad no puede ser definida en términos de oposición a formas “típicas” de empleo –características del fordismo- o regímenes “no precarios”, concepciones que la definen a partir de su carencia o negatividad. Tampoco creemos que deba ser reducida a sus condiciones meramente contractuales sin incorporar dimensiones de lo subjetivo y relacional –vinculadas a las corrientes de estudio sociológicas- que hacen al fenómeno de la precariedad. En este sentido es que siguiendo a Adamini adoptamos para este trabajo la perspectiva neo- marxista (Béroud y Bouffartigue, 2009) que interpreta a la precariedad como una condición histórica, como un proceso dinámico ligado a las formas de organización del trabajo capitalista. Dicha concepción ampliada de la precariedad nos permitirá aunar las dimensiones jurídico-contractuales, subjetivas y relacionales en un mismo enfoque.

En palabras de Adamini podemos definir entonces a la precarización como:

“…una materialización de la relación de poder del capital sobre el

trabajo, que se despliega como un proceso desprotegiendo y

fragmentando contratos, insatisfacciones y relaciones laborales de los

trabajadores, convirtiendo los espacios laborales en lugares de

trabajo precarios” (Adamini, 2014: 71-72)

Este proceso, agrega la autora, puede tomar diferentes formas de acuerdo al estado de las relaciones de fuerzas en cada momento histórico, a la vez que su desarrollo obedece a la forma de Estado, régimen de acumulación y condiciones sociales presentes en cada país.

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Pero nos preguntamos, ¿cómo afecta esta relación de poder entre capital y trabajo al colectivo de trabajadores contratados? En nuestro caso es el Estado quien emplea a estos trabajadores. Se trata de una institución particular, una entidad que se desenvuelve a partir de los conflictos estructurales de la sociedad pero que al mismo tiempo contribuye a darles forma. Por ello es que decimos que esta relación aparece en el Estado de forma mediada (Adamini, 2014: 149) en un doble sentido: por un lado como creador y garante del derecho laboral que organiza las relaciones de trabajo precarias, y por otro, como empleador que al aplicar las formas de contratación precarizadas legitima el estado de las relaciones de fuerza que organiza el modo de producción posfordista.

En sintonía con esta perspectiva hemos utilizado para analizar las condiciones precarias de nuestros entrevistados el enfoque multidimensional de Diana Menéndez

(2010) que mencionábamos antes. De dicho encuadre teórico hemos recuperado siete dimensiones distintivas:

. La falta de estabilidad laboral: decíamos que lo que unifica a todos los

trabajadores contratados es su inestabilidad. Esta situación de desamparo frente

al derecho laboral continúa más allá de los avances registrados en los últimos

años.

. Incertidumbre e insuficiencia de los ingresos: generalmente no existen reglas

claras ni certeza alguna sobre los posibles aumentos salariales que pudieran

percibir. Puede que haya una posibilidad en el momento de renovación del

contrato, pero ello depende casi exclusivamente de la relación que cada

trabajador construye individualmente con su superior y de la voluntad política de

éste.

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. Reducción o inexistencia de la protección y seguridad social: nos referimos a la

recepción de seguros, asignaciones familiares, jubilación, obra social, etc. La

carencia de estos beneficios varía de acuerdo a cada contrato, siendo más

problemática en el caso de los monotributistas, quienes para acceder a una obra

social o realizar aportes deben pagar primero el monotributo descontándolo de

su propio salario.

. Deterioro del reconocimiento material y simbólico de la realidad del trabajo:

esta dimensión ilustra los aspectos subjetivos y experienciales de la precariedad.

La falta de reconocimiento en términos generales es uno de los rasgos

característicos de la vida laboral en la Administración Pública. La escasez de

concursos inhabilita la posibilidad de pensar en el desarrollo de una carrera,

además el buen desempeño en una labor no deriva necesariamente en un salto de

escalafón o en un aumento de las erogaciones. Por otro lado, la condición misma

de contratado niega el reconocimiento del estatuto de trabajador, niega la

relación empleado-empleador.

. Inestabilidad política del vínculo laboral: este aspecto que atañe especialmente al

sector público se expresa en la relación entre inestabilidad política e

incertidumbre laboral. Por un lado se visualiza en el temor a la pérdida del

trabajo que se reactualiza en cada cambio de gobierno, tengan los trabajadores o

no una vinculación política con el gobierno saliente. En segundo lugar, la

incertidumbre también puede manifestarse en la transformación de las

condiciones de trabajo cuando arriba una nueva dirección a un organismo.

Muchos trabajadores ven alterado considerablemente el funcionamiento de su

lugar de trabajo o carecen de información relativa al destino futuro del área.

15

. El proceso de heterogeneización y fragmentación del colectivo de trabajo y la

individualización de las relaciones laborales: aquí nos detenemos en otra de las

dimensiones relacionales de la precariedad. Como indicáramos más arriba el

colectivo que compone a los trabajadores estatales atraviesa un proceso de

creciente fragmentación en dos grandes grupos –planta permanente y

contratados-, cuyas identidades no permanecen exentas de conflictos entre sí2.

Por otro lado, esta fragmentación se ve acentuada por una dinámica de

individualización de las relaciones laborales que afecta diferencialmente a los

contratados. Al tratarse de contratos individuales todos los aspectos relativos a la

modalidad de contratación, inasistencias, horarios, vacaciones, percepción de

aumentos salariales, incluso la misma permanencia en el puesto de trabajo,

dependen en última instancia de la relación que cada trabajador pueda y sepa

construir con su superior. La fragmentación contractual se reproduce así en

todos los órdenes de la vida laboral y obtura las posibilidades de lo propiamente

colectivo, de considerar intereses comunes, de pensarse como conjunto. En ese

sentido también representa un obstáculo para la emergencia de todo tipo de

acción colectiva.

. Falta de representación y cobertura sindical: como la protección social, este

elemento es variable según de qué contrato hablemos. De todas formas es

necesario remarcar la centralidad de esta dimensión, por el significado que la

forma sindical asume como instancia reconocida de defensa y mejora de las

condiciones laborales de los trabajadores. La falta de acceso a esta modalidad

tiene un impacto correlativo en el resto de las dimensiones que venimos

describiendo, elevando potencialmente la precariedad.

2 Una referencia interesante aquí puede ser Elias (2003), quien atiende los procesos de construcción social de las identidades entre “establecidos” y “outsiders” en función de la distribución del poder social.

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Luego de haber presentado nuestras dimensiones de análisis queríamos concluir este capítulo con una reflexión de Bologna (2006), dada su pertinencia con el tema de investigación que nos convoca. El autor reúne la preocupación por los nuevos modelos laborales del posfordismo con la experiencia reciente de las clases medias en el contexto europeo de los últimos años. En el artículo que citamos se dedica a describir el deterioro que las políticas neoliberales han provocado en las trayectorias laborales de las clases medias europeas, evidenciando un profundo malestar en sus vidas cotidianas. Pero contra las miradas estereotipadas sobre el carácter del posfordismo –que declaman una vuelta al fordismo realzando por contraste sus virtudes- que se han producido desde el ala izquierda del campo político y el campo intelectual3, Bologna advierte sobre el riesgo de propiciar visiones puramente pesimistas o catastróficas. En especial porque no nos ayudaría a comprender el por qué de ciertos comportamientos y estilos de vida que defienden las clases medias:

“No se puede en absoluto dar por descontado que los europeos del

nuevo mileno quieran volver a una situación caracterizada por

trabajos estables y de por vida. La „new economy‟ [...] ha sido una

auténtica revolución capitalista en el sentido que Marx le daba a esta

palabra… una revolución que le ha permitido a buena parte de la

población de los países europeos no sólo un tenor de vida y un estilo

de consumo más <>, sino también un acceso a

oportunidades de trabajo y proyectos de vida mucho más amplios,

gracias a las conexiones facilitadas por las nuevas tecnologías, al

nacimiento de oficios nuevos, a la circulación de las ideas y de la

información y a la movilidad de las personas… Una visión del

3 El autor se refiere a actores del ámbito europeo, particularmente de Italia.

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posfordismo que produce sólo <> es una visión falsa…

que no sabe aprovechar los recursos movilizados por la propia „new

economy‟ para imponer valores distintos… Hace falta una

investigación profunda centrada en la transformación antropológica

que han producido las nuevas formas de trabajo” (Bologna, 2006:

154-155)

A partir de esta idea el autor nos invita a “dar espacio”, a “liberar la narración” de las lecturas simplistas y privilegiar una mirada profunda y sensible sobre la experiencia que los trabajadores construyen sobre estas nuevas formas de trabajo.

Salvando las distancias –que por supuesto no son menores- con el caso argentino, creemos que esta recomendación es muy fructífera al momento de analizar cómo se configura subjetivamente para nuestros informantes la precariedad, y de su relación con sus construcciones identitarias de clase. Sobre este aspecto volveremos en el capítulo tres y cuatro.

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Capítulo dos: contribuciones al estudio de los sectores medios desde la

Historiografía y la Sociología

a) La formación histórica de la identidad de clase media en Argentina

Como nuestro objeto de análisis son las construcciones identitarias (de clase media) nos parecía oportuno comenzar contextualizando -e historizando- el proceso de formación de esa identidad. Para ello nos servimos de las investigaciones de

Adamovsky (2009) y Garguin (2009, 2013), historiadores que se han dedicado a estudiar exhaustivamente la articulación de la identidad de clase media en la sociedad argentina. A contramano de lo que usualmente se ha pensado, la idea de clase media, más bien, la categoría de clase media como principio de clasificación y división del mundo social comporta una aparición tardía (Garguin, 2009: 62). Para ello habría que esperar hasta la llegada del peronismo, momento en que logra configurarse como una identidad distintiva en términos sociales y políticos (Adamovsky, 2009: 364). En ese itinerario, que recorre la primera mitad del siglo XX, el proceso de su formación y articulación discursiva atravesaría –según Garguin- dos pasajes, dos operaciones fundamentales. Una primera estaría conformada por la oposición pueblo/oligarquía, que supo distinguir a los sectores medios como parte de un conjunto más amplio frente a la burguesía terrateniente. Esa imagen de pueblo se confundía con otra, la de la nación toda, homogénea, que encontraba su fundamento en dos mitos originarios: el representado por el dicho popular “los argentinos descendemos de los barcos” que vincula la identidad nacional con los inmigrantes europeos que arribaron masivamente al país entre 1860 y 1930; y el de Argentina como la tierra prometida del ascenso social para todo aquél que estuviese dispuesto a trabajar esforzadamente. Esta identidad

19 nacional fue ejercida hegemónicamente por unos sectores intermedios –y ascendentes- de la escala social ubicados en las ciudades del Litoral, subsumiendo a los habitantes del interior del país y al resto de las capas sociales inferiores. En este contexto el pueblo, la nación europea-blanca –exenta de divisiones sociales significativas- y sectores medios se hallaban imbricados mutuamente en un mismo discurso taxonómico. Así puede entenderse mejor el por qué de la escasa circulación de la noción de clase media hasta mediados de siglo.

Con la irrupción del peronismo esa imagen racializada de la nación sería puesta a prueba con la aparición de unas masas obreras que la teñían de otros colores, procedencias y ascendencias. Por ello ya no bastaba diferenciarse de la oligarquía, era necesario establecer que existían ciertos rasgos raciales y culturales que separaban a

“algunos” del resto (Adamovsky, 2009: 290-291), pues “el pueblo ya no [podía] ser

Uno luego de descubrirse una clase obrera peronista que no se consideraba „civilizada‟ ni descendía de los barcos” (Garguin, 2009: 89). Así se configuró una cosmovisión tripartita de lo social, donde un conjunto de sectores intermedios de la estructura social articularon su identidad bajo la categoría de clase media, movilizando discursos racistas y racializantes que respondían a procesos de largo plazo. En esta segunda operación, la identidad de clase media adquirió la precisión y la resonancia que experimentaría durante el resto del siglo XX.

Si analizamos el lugar que ocupó la idea de clase media como dispositivo clasificador durante las últimas décadas, observamos que en el período de auge neoliberal tuvo más bien un bajo nivel de circulación (Adamovsky, 2009: 448-449). Fue la noción de “gente” que por entonces englobaba a un pueblo de clase media (Garguin

2013: 257), pero ahora descolectivizado, fragmentado en múltiples trayectorias

20 individuales de ascenso, permanencia y descenso. Sin embargo, la debacle del 2001 y los gobiernos kirchneristas traerían aparejado la revitalización de la noción de clase media en el discurso público. Como muestran algunos estudios que ampliaremos en el capítulo siguiente pareciera observarse que en diferentes episodios de incertidumbre – situaciones de crisis, de gran enfrentamiento político o de avance de las demandas populares4- la idea de clase media adquiere particular relevancia en las luchas simbólicas que buscan ordenar jerárquicamente el espacio social y reafirmar fronteras que se cree “han sido subvertidas”. Parece reeditarse un nuevo episodio de aquello que relatáramos a mediados de siglo XX, en donde también vuelven a actualizarse viejos idearios racistas y de “pertenencias legítimas” a la nación.

b) Los estudios sociológicos

Respecto de los estudios sociológicos sobre sectores medios en Argentina podemos ubicar como principal impulsor a Gino Germani. Desde su perspectiva influenciada por la teoría de la modernización, llevó a cabo una serie de indagaciones sobre la composición de la población, la opinión pública y la situación de la clase media, abarcando sus factores psicológicos y culturales distintivos (Germani, 1942,

1943, 1944, 1950). En la idea de una Argentina que siguiera el proyecto modernizador la clase media era visualizada como un actor clave orientado al progreso, dada su pretensión de ascenso social y su interés por la educación. Si bien Germani le otorgó un estímulo decisivo al abordaje empírico y no especulativo de este campo de estudio, podemos señalar algunos problemas derivados de su perspectiva (Visacovsky y

4 Destacamos centralmente la experiencia de descenso social y movilización colectiva del 2001-2002, y episodios más cercanos como el en torno a la circular 125, los hechos vinculados a la toma del Parque Indoamericano en 2010 en la ciudad de Buenos Aires, o los cacerolazos en oposición al gobierno en el año 2012 y 2013.

21

Garguin, 2009). En primer lugar contribuyó a consolidar un enfoque sociológico en donde las clases medias son abordadas a partir de las operaciones y delimitaciones del investigador, lo cual lleva a una confusión entre la clase construida y la clase real en términos prácticos. Por otro lado, sentó una lectura objetiva sobre su ascendencia inmigratoria que llevó a crear la suposición de que ha existido una clase media desde fines del siglo XIX y principios del siglo XX, desatendiendo otras dimensiones fundamentales como es el proceso de constitución histórica de su identidad que -como hemos visto en el apartado anterior- podemos ubicar durante los gobiernos peronistas de

1946-1955 en adelante (Adamovsky, 2009; Garguin, 2007, 2009; Svampa, 2001).

Luego, en el transcurso de las décadas del ‟60 y el ‟70 aquella imagen optimista

–de la visión modernizadora de Germani- de la clase media como fuerza progresista sería puesta en tela de juicio por un conjunto de ensayos críticos que provenían de la creciente difusión del Marxismo en las ciencias sociales y de la teoría de la

Dependencia (Garguin, 2006). Si bien en general los estudios dedicados por estas disciplinas a los sectores medios fueron postergados, podemos mencionar la existencia de algunas investigaciones que se detenían en su orientación ideológica y en su inclinación por los valores de las clases dominantes (Graciarena, 1971), en el carácter antidemocrático de su apoyo a los golpes de Estado (Nun, 1968), o en el análisis –que se realizara desde la Izquierda Nacional- de los rasgos antiplebeyos y miméticos de las clases altas de sus componentes más “acomodados” (Jauretche, 1982)5.

Recién en la década del ‟90 -en pleno contexto neoliberal- los sectores medios retomarían un renovado interés como objeto de estudio. Una primera línea de investigaciones estuvo dirigida al análisis del deterioro y la pauperización de ciertas

5 Nos referimos a su obra “El medio pelo en la sociedad argentina “, cuya primera edición data de 1966.

22 fracciones de la clase media urbana denominadas “nuevos pobres”: un estrato de pobreza reciente diferenciado de los pobres estructurales (Minujin y Kessler, 1995;

González Bombal, 2002; Lvovich, 2000; Minujin y Anguita, 2004). En segundo término se desarrollaron investigaciones focalizadas en una fracción enriquecida de la clase media, abordando sus nuevas formas de residencia, de socialización y sociabilidad

(Arizaga, 2000; Svampa, 2001, 2002) y sus prácticas de consumo cultural (Wortman,

2001, 2003). También existen estudios previos al estallido de la crisis que recuperan las interpretaciones que las clases medias tenían acerca de la libertad, la igualdad y el éxito

(Sautu, 2001).

Los trabajos vinculados a los efectos de la crisis se concentraron en las formas específicas de protesta urbana, esto es, los “cacerolazos”, las asambleas vecinales y los clubes de trueque. Dada la existencia efímera de estos fenómenos su estudio fue abortado prematuramente. Entre algunos de ellos se destaca el estudio de las nuevas redes de contención y sociabilidad (Hintze, 2003; González Bombal, 2002) o la indagación sobre ciertos mitos e imaginarios sociales (Wortman, 2007).

Recientemente se han publicado un conjunto de investigaciones que señalan críticamente la permanencia en los estudios sociológicos anteriores del abordaje de las clases medias como una población predefinida por el investigador. Adscribiendo a esta crítica –aunque sin poner en duda el gran valor de sus aportes al campo- consideramos que dichos estudios no reparan en su mayoría en las condiciones de uso y producción de la categoría de clase media y de su variabilidad histórica (Visacovsky y Garguin, 2009;

Adamovsky, 2013), o en la indagación de las prácticas y las perspectivas de los actores

(Visacovsky, 2012; Vargas, 2014). El estudio de las identidades de clase media conllevaría no sólo el esfuerzo por delimitar las fronteras sociales consideradas

23 apropiadas por parte del investigador, sino también atender los procesos por los cuales los actores mismos reparan, reelaboran o conservan esas fronteras.

En esta misma línea también se han realizado en los últimos años diversas investigaciones que intentan dar cuenta de las representaciones tradicionales y atribuciones de clase (Fava, 2014; Fava y Zenobi, 2009; Vommaro, 2010), que a su vez operan como dispositivos de delimitación, clasificación y evaluación moral (Tevik,

2009).

A estas revisiones críticas podemos sumar un artículo reciente de Adamovsky

(2013) que amplía lo que hemos dicho hasta aquí sobre los usos académicos que se han hecho de la categoría de clase media. Principalmente el autor vuelve sobre dos cuestiones problemáticas. En primer lugar, ha existido en diversos estudios una tendencia a realizar –lo que el autor llama- un falso “efecto demostración”, el cual consiste en inferir regularidades en los patrones de comportamiento de grupos de niveles de ingreso y ocupación similares y por lo tanto afirmar la existencia de una clase media y su diferenciación de otras clases. Esto resulta de una operación previa del investigador donde a un “gradiente de clases” realmente existente se lo organiza y divide a partir de un esquema de clases preconcebido, es decir, a partir de un muestreo apriorístico. Sin embargo esto no nos permite alegar la presencia de una clase como tal, más aún cuando esos rasgos supuestamente compartidos son inespecíficos y pueden hallarse en otros sectores socio-económicos. En segundo lugar, debe advertirse de la performatividad ideológica y social del concepto mismo de clase media, que produce una división de lo social constituida en un arriba, un medio y un abajo; y que condensa un conjunto de valores asociados al justo medio, a la virtud y la moderación.

24

A través del recorrido realizado por los debates y discusiones teóricas en torno a la clase media procuramos en esta investigación no dar por cerrados los mismos. Es por esto que no pretendemos aquí formular una definición exacta acerca de qué es la clase media y hasta dónde se extienden o no sus límites. Más bien elegimos posicionarnos para su abordaje en la consideración de la misma a partir del proceso por el cual los sujetos construyen su identificación con dicho sector social, en otras palabras a

“aprehender las formas variadas en que los actores practican y definen su modo de pertenencia a la clase media” (Visacovsky y Garguin, 2009: 13).

Asumiendo un enfoque desde el campo de estudio de las identidades sociales, continuamos en el capítulo siguiente con la operacionalización teórica de los conceptos de identidad y de clase media.

25

Capítulo tres: identidades, discurso y referenciales identitarios de clase

a) ¿Cómo se vuelve aprehensible la identidad?

Esta investigación se enmarca en un enfoque constructivista de las identidades sociales, por ello antes que concebirlas desde una pretendida singularidad y perdurabilidad, o como unidades acabadas, entendemos que las identidades se hallan sujetas a procesos de cambio y transformación constantes, construidas a partir de discursos, prácticas y posiciones múltiples.

Dentro de dicho enfoque es fundamental hacer referencia a la obra de Hall

(2003), para quien la identidad representa “el punto de sutura” entre dos fenómenos: por un lado los discursos y prácticas de agentes e instituciones que intentan definir quiénes somos, de ubicarnos en un lugar del espacio social como sujetos portadores de un discurso particular; y por otro, los procesos por los cuales esas maneras de

“interpelarnos” son mediatizadas por el sujeto que produce subjetividad, que tiene la capacidad de “decirse” a sí mismo (Hall, 2003: 20). Destacamos aquí la importancia del

Otro como factor constitutivo de la identidad y la referencia clara al vínculo entre discurso e identidad, es decir, a la importancia del discurso como el lugar, el espacio, donde se articulan las identidades.

Dubar (2000) retoma la perspectiva de Hall, definiendo los dos procesos que señalábamos anteriormente en las categorías de “atribución” e “incorporación”. Para este autor la identidad social se construye en la articulación problemática y plena de

26 tensiones entre dos planos: uno biográfico y otro relacional6. Es decir que la identidad comprende una dimensión donde el sujeto narra y se comprende a sí mismo en su trayectoria de vida personal (“identidad para sí”), y al mismo tiempo una dimensión social, ya que esa historia narrada se construye con otros, en la interacción social

(“identidad para otro”). Como ambas dimensiones tienden a encontrarse conflictivamente, el sujeto despliega estrategias identitarias para tender puentes entre esa identidad para sí y la identidad para otro, o para producir nuevas identidades y conservar aquellas heredadas.

Siguiendo este enfoque es necesario dar cuenta que en lo relativo a identidad no sólo hablamos de tensiones, contradicciones, pluralidades para entender su naturaleza procesual y constructiva, sino que también estos términos refieren a su situación en tanto categoría de uso social (del sentido común) y más específicamente como categoría de análisis social. Como bien señala Busso (2007), la identidad se ha convertido en un

“campo de lucha intelectual” donde se dirimen sus posibilidades, sus límites y sus significados.

Ante las diferentes teorizaciones entonces se torna necesario volver sobre las prevenciones de Brubaker y Cooper (2001) respecto al uso del concepto de identidad.

Para estos autores el término “tiende a significar demasiado” desde las nociones

“fuertes” atribuidas al enfoque esencialista. Sin embargo, las posturas constructivistas, llamadas concepciones “débiles”, habrían contraído una serie de problemas en su intento por desembarazar al término de las características que le confería la primera perspectiva. Uno de los problemas centrales se halla en la pérdida de potencial analítico de estas concepciones, dado que en su afán de defender la fluidez y la fragmentariedad

6 Para presentar la mirada de Dubar nos guiamos por el artículo de Freytes Frey (2005).

27 de las identidades deja poco lugar para hablar justamente de identidad, dotando de cierta ambigüedad al término. Por ello es que proponen la utilización de nuevas categorías como la de “identificación”, a la cual adscribimos retomando nuevamente el argumento de Busso (2007: 85).

De ahí, ¿qué entendemos por “identificación” o “identificaciones”? Nos referimos a un fenómeno del orden de lo discursivo. Como decíamos con Dubar, es en el discurso donde se articulan las dimensiones que conforman el proceso de construcción identitario. En su narrativa, el sujeto construye “identificaciones” a través de la búsqueda de esos “parecidos” y “diferentes” -individuos, grupos, instituciones, momentos históricos, valores, principios, imágenes- con los cuales el sujeto se mira y compara (Busso, 2007: 101). A estos “parecidos” y “diferentes” los denominamos

“referenciales identitarios” (Battistini, 2006). En ese movimiento, en esa narrativa, se rechazan o aceptan referenciales buscando identificarse o no con ellos.

La forma discursiva mediante la cual estos referenciales7 se vinculan y expresan es lo que entendemos por “identificación” (Busso, 2007: 102). Así pues, la identidad se vuelve aprehensible para nosotros en tanto identificaciones que se configuran en el discurso a partir de la articulación de distintos referenciales identitarios.

Ahora bien, dentro de la categoría de referenciales identitarios nos interesan especialmente aquellos que definan una pertenencia clasista, en particular de clase media. En este caso la identificación de “parecidos” y “diferentes” apelando, como punto de referencia, a una idea de clase media como un modo de delimitación. Esto

7 Al interior de esta categoría Battistini distingue entre “señales”, como marcas guía que nos permiten reflexionar sobre nuestra trayectoria y el camino a seguir (pueden ser positivas o negativas); y “soportes” (de mayor potencia representativa), entendidos como apoyos, parámetros desde los cuales afirmamos nuestra pertenencia frente a los otros. De todas formas para el presente trabajo utilizaremos la definición general de referenciales identitarios.

28 implica la construcción de barreras simbólicas que incluyen y definen a determinadas personas, situaciones, colectivos, objetos, excluyendo a otros (Visacovsky, 2009: 253).

En este sentido, estos mecanismos de diferenciación y de distinción edifican un

“nosotros” comprendido en torno a la imagen de un colectivo de clase media, que comparte la pertenencia a una posición intermedia en la escala social; distinto de un

“ellos” que siempre refiere a otros agrupamientos reconocidos en términos de clases sociales, pero cuyas posiciones siempre se ubican hacia abajo o hacia arriba de la estructura social (Adamovsky, 2013: 49). Esto permite a su vez que estas clasificaciones puedan producirse al interior de -lo que se considera- una misma clase, distinguiéndose fracciones de clase entre sí, por ejemplo, entre una clase media alta y una clase media baja, entre los “habitués” y los “recién llegados”. Además veremos que las identificaciones que apelan a la clase social conllevan necesariamente “evaluaciones morales” (Furbank, 2005), esto es, la movilización de valores en torno a lo que “está bien” y lo que “está mal”, a lo “apropiado” e “inapropiado”, al “mal gusto” y al “buen gusto”.

b) Sobre algunos referenciales identitarios de clase media

Una propuesta, a nuestro modo de ver fructífera, sería realizar un recorrido por algunos estudios empíricos clásicos, argentinos y latinoamericanos (la mayoría de ellos citados en el capítulo anterior) con el objetivo de rastrear y reseñar algunos de los referenciales identitarios que se han configurado en el discurso de aquellas personas que se identifican con la clase media. Se trata de un punto de partida, que será de gran utilidad para la presente investigación, y a la vez una guía para futuras indagaciones.

Pero siempre a condición de considerar que estos referenciales, aunque algunos de ellos

29 sean fundacionales de una identidad local o regional de clase media, se hallan sometidos a recepciones de distinta índole y a posibles reelaboraciones. Y que por lo tanto nuestra atención siempre debe estar puesta, no sólo en identificar la presencia de repertorios tradicionales de referenciales, sino en encontrar novedades, hallazgos: ya sea de nuevas adaptaciones o transformaciones de referenciales ya conocidos, o de referenciales jamás pensados de antemano.

Este recorrido propuesto puede comenzar por el trabajo de Bourdieu en “La distinción: criterios y bases sociales del gusto” (Bourdieu, 2012), un vasto análisis sociológico sobre la relación de los diferentes grupos sociales respecto a la cultura y el gusto. Dicha investigación data de la década del ‟708 y se ha desarrollado al interior de la sociedad francesa, sin embargo su actualidad y su pertinencia la transforman en una referencia inevitable. Aquí antes que un estudio explícito de los referenciales que nos convocan encontraremos una reflexión en torno a la vinculación de ciertas disposiciones

-que expresan una relación con los bienes culturales legítimos- con determinadas posiciones sociales en la estructura de clases. Pero son esas disposiciones las que pueden echar luz acerca de la centralidad de ciertos referenciales de clase media (que veremos más adelante en otros estudios) así como del modo en que se manifiestan discursivamente. Respecto a la definición relacional de las disposiciones Bourdieu explica que:

“… estando „adaptadas‟ a una clase particular de condiciones de

existencia caracterizadas por un grado determinado de distancia de

la necesidad, las [disposiciones] „morales‟ y las „estéticas‟ de clase

están inseparablemente situadas las unas con respecto a las otras y

8 La investigación empírica se llevó a cabo entre 1963 y 1968.

30

que todas las „elecciones‟ que las mismas producen se encuentran

„automáticamente‟ asociadas a una posición distinta, luego afectadas

de un valor distinto… a cada nivel de la distribución, lo que es

especial y constituye un lujo inaccesible o una fantasía absurda para

los ocupantes del nivel anterior o inferior, deviene trivial y común, y

se encuentra relegado al orden de lo que se da por normal debido a la

aparición de nuevos consumos, más especiales y más distintivos; y

esto, una vez más, incluso fuera de toda búsqueda intencional de la

singularidad distintiva y distinguida…” (Bourdieu, 2012: 290-291)

Allí donde las clases populares tienen una relación directa con los consumos de primera necesidad –dice Bourdieu- privilegiando las elecciones más “funcionalistas”, cuando ascendemos hacia la pequeña burguesía -los sectores medios para nosotros-, ya liberada de ciertas urgencias, notamos una mayor proporción de las propiedades

“estéticas” en sus elecciones9. Esta predisposición por lo simbólico10 está asociada, según el autor, a una preocupación desmedida que se observa en los sectores medios por la apariencia, base de su pretensión en ocupar al menos “ficcionalmente”, aquellas posiciones que tanto venera. Esta disposición, esta conducta, estaría asociada a su posición ambigua en la estructura de clases:

9 Las diferencias que Bourdieu establece entre los sectores populares y las clases medias fundadas en la oposición necesidad-libertad y la correlativa inclinación de los sectores medios por lo simbólico y el “mundo de las apariencias” ha recibido variadas críticas. Sobre todo desde las investigaciones que se dedican al estudio de las culturas populares, ya que dicha afirmación tiende a invisibilizar cualquier tipo de margen de libertad, de capacidad creativa o expresión cultural específica por parte de los sectores populares (Willis, 1988; Rupp, 1997). No profundizamos aquí esta lectura crítica ya que nuestro propósito es realizar una presentación sintética del argumento de Bourdieu en tanto nos permite dar cuenta – independientemente de la explicación que él haya dado acerca de las disposiciones que caracterizan a la pequeña burguesía- de la centralidad de algunos referenciales identitarios de clase media y de sus formas de expresión discursivas. 10 Esta idea presente en Bourdieu tiene además una larga alcurnia (Mills, 1951; Jauretche, 1982). Nuevamente aclaramos que considerar estos rasgos como características de las clases medias ha llevado a una serie de apreciaciones erróneas pero que, no obstante, los mismos han sido tan frecuentemente atribuidos a las clases medias que pueden considerarse como elementos para el análisis de los procesos de “atribución” en las construcciones identitarias.

31

“El pequeñoburgués es aquel que, condenado a todas las

contradicciones entre una condición objetivamente dominada y una

participación en intención y voluntad en los valores dominantes, está

obsesionado por la apariencia que muestra al otro y por el juicio que

el otro tiene sobre su apariencia. Llevado a hacer demasiado por

temor de no hacer bastante, dejando ver su incertidumbre y su

preocupación por encontrase preocupado como está al tener que

demostrar o „dar la impresión‟, está destinado a ser percibido, tanto

por las clases populares, que no tienen esa preocupación de su ser-

para-otro, como por los miembros de las clases privilegiadas, que,

seguro de su ser, pueden desinteresarse del parecer, como el hombre

de la apariencia, obsesionado por la „mirada‟ de los otros, y ocupado

continuamente de „hacerse valer‟ a los ojos de los demás…”

(Bourdieu,: 2012: 296)

Dicha tesis es sumamente importante ya que ilustra cómo desde esta posición del espacio social se construye su relación con la cultura, lo que el autor da en llamar “la buena voluntad cultural”: definida antes que todo por una marcada distancia entre el conocimiento y el reconocimiento hacia la cultura legítima. En una actitud de adoración, de docilidad, de cierta ansiedad hacia la cultura legítima el pequeñoburgués desarrolla un campo de consumo de bienes culturales específicos, la “cultura media”. Compuesta por un conjunto de géneros intermedios entre “lo culto” y “lo masivo” -materiales de divulgación científica, películas, literaturas y demás obras “comprensibles”,

“adaptadas” y de “calidad”- la cultura media se organiza alrededor de dos propiedades:

32 se trata de productos inmediatamente accesibles que a su vez contienen los signos externos que hacen referencia a la cultura legítima11 (Bourdieu, 2012: 379).

Este principio de la buena voluntad cultural adopta distintas formas de acuerdo al origen social y al modo de adquisición y de familiaridad con la cultura que le es relativo. Aquí es sustantivo hacer un reparo: cuando Bourdieu habla de la “cultura media” y sus consumidores, se refiere a los maestros, los técnicos, los cuadros administrativos medios, entre otros (Bourdieu, 2012: 402). Pero ubica en una posición superior a los profesores y profesionales, prácticamente no incluidos en este universo pequeñoburgués y más afectos a la cultura legítima. Para nuestro objeto de estudio esta salvedad no es menor, ya que entre nuestros entrevistados (los trabajadores estatales) podemos encontrar diversas trayectorias dentro del sistema educativo, en otras palabras, trabajadores con o sin título universitario, cuadros administrativos o técnico- profesionales. Es posible que esta disposición ávida de acumulación de bienes culturales, demasiado interesada, demasiado obvia –y que este pequeño capital cultural acumulado de forma “autodidacta” en palabras de Bourdieu- se manifieste con mayor evidencia en el discurso de aquellos trabajadores que no cuentan con una credencial universitaria que los habilita a desarrollar una relación más desinteresada, más desenvuelta con los conocimientos o no adquiridos. Situación que, probablemente, cambie radicalmente cuando nos encontremos con un profesional universitario, que por efecto de las titulaciones escolares gana “el derecho a ignorar que confieren los certificados de conocimientos” (Bourdieu, 2012: 386). Colectivos laborales que

Bourdieu ubica en posiciones distintas y que constituyen relaciones con la cultura legítima desiguales son al mismo tiempo, para nuestra investigación, sujetos que construyen una narrativa de pertenencia a la clase media por igual, aunque seguramente

11 De la misma manera la cultura media se piensa por oposición a “lo vulgar”.

33 con marcadas diferencias. Mientras a algunos les baste con enunciar sus credenciales educativas para producir los efectos simbólicos necesarios para una distinción clara, para otros tal vez se desarrolle con múltiples referencias a algunos conocimientos o apreciaciones –tal vez desordenados, tal vez con lagunas, pero no por ello “menos valiosos”- para producir un resultado similar.

Estas estrategias de acumulación cultural que mencionamos -a las cuales podemos sumar, por ejemplo, las estrategias de acumulación escolares- se entienden mejor si las integramos al conjunto de estrategias que responden al principio que organiza el habitus pequeñoburgués ascendente: el ascetismo, el rigorismo, el sacrificio, la propensión a la acumulación en todas sus formas. Notas características de un comportamiento que intenta prolongar la trayectoria de ascenso social pasada y de la cual es posible participar en tanto y en cuanto se ejerza un poder de limitación, de renuncia presente, todo ello cubierto de un velo moral:

“…ya se trate de „economías‟, como gastos rehusados, o de limitación

de nacimientos, como restricción de la fecundidad natural… si los

pequeñoburgueses ascendentes pueden actuar como si tuvieran unas

oportunidades superiores a como son (o por lo menos a como serían

en realidad si no las „creyeran‟ superiores), aumentándolas así

realmente, ello se debe a que sus disposiciones tienden a reproducir

no la posición de la que aquellas son producto, tomada en un

momento dado del tiempo, sino la „pendiente‟ en el punto considerado

de la trayectoria individual y colectiva. El „habitus‟ pequeñoburgués

es la „pendiente‟ de la trayectoria social, individual o colectiva,

convertida en tendencia por la que esta trayectoria ascendente tiende

34

a prolongarse y realizarse… el „habitus‟ delimita las ambiciones

„razonables‟ y, con ello, el precio que es preciso pagar para realizar

esta pretensión realista…” (Bourdieu, 2012: 391)

Sumado a la referencia que hicimos anteriormente sobre la ambigua y contradictoria posición en la estructura de clases que poseen aquellos grupos que suelen identificarse con la clase media, encontramos aquí también que esa misma posición es representada y proyectada en una pendiente de ascenso social, desde la cual miran su pasado y proyectan el porvenir. Veremos a continuación en otros trabajos que la experiencia del ascenso social se ha constituido en uno de los referenciales identitarios de origen más fuertes que registran los estudios de clases medias, vinculado a su vez a una narrativa del esfuerzo y el sacrificio. Este referencial del ascenso a su vez aparece asociado a otro, al de la educación como canal de movilidad ascendente por excelencia, destacándose como uno de sus consumos, de sus inversiones más privilegiadas e incuestionables.

Finalmente Bourdieu dedica una serie de apartados a examinar en profundidad las diversas modalidades que adopta este sistema de disposiciones pequeñoburgués, de acuerdo a las trayectorias y movimientos de los sujetos en el campo social: distinguiendo según se trate, de las posiciones predeterminadas en decadencia, con las cuales identifica al artesano y al pequeño comerciante; de las posiciones predeterminadas estables o ascendentes, más cercanas al empleado de oficina, al cuadro administrativo medio y al empleado de comercio; y por último de las posiciones indeterminadas –la nueva pequeña burguesía- ligadas a la emergencia de profesiones orientadas a la producción simbólica de la necesidad, como es el diseño, el marketing, relaciones públicas, publicidad, etcétera. A ello también agrega en cada caso las propiedades

35 individuales de la edad y el origen social complejizando, como decíamos, las variantes que adopta este sistema de disposiciones. De todas maneras regresaremos sobre algunos de estos temas más adelante, cuando nos detengamos en nuestro corpus de análisis.

Consideramos que lo esbozado hasta aquí es suficiente para los fines de este capítulo.

A propósito del consumo, se trata de uno de los recursos más movilizados en la construcción de identidades de clase según datan los estudios sobre sectores medios. Un trabajo muy oportuno para adentrarnos sobre este referencial es el de O‟ Dougherty

(2009), autora que analiza las representaciones que sus entrevistados tenían sobre su identidad de clase (media) en un contexto de alta inestabilidad económica situado en São

Paulo (1993-1994). Su artículo comienza destacando que la necesidad de distinción se ha presentado como un rasgo casi obsesivo para los sectores medios, a la vez que esas prácticas de distinción hallaron frecuentemente un lugar en el consumo. Dichos rasgos - antes que debilitarse- se habían exacerbado ante un panorama social donde las fronteras entre los grupos sociales se tornaban endebles. Cuando la autora preguntaba a sus entrevistados qué significaba pertenecer a la clase media ellos respondían aludiendo a dos consumos particulares: quienes tenían casa y vehículo propio. Pero esta definición tan simple fue reconfigurándose y complejizándose a medida que los entrevistados requerían de trazar límites con “otros grupos de clase media” que habían visto crecer su patrimonio en los últimos años -a tal punto que podían tener una casa o un auto- pero que sin embargo merecían el rótulo de “distintos”. En una operación de jerarquización de los consumos inscrita en ciertos patrones culturales, los entrevistados se diferenciaban a partir del gasto en educación –para evitar enviar a sus hijos al sistema público- y de formas de consumo “esclarecido” (O‟ Dougherty, 2009: 292), “ilustres”, tales como viajes, salidas al cine, al teatro o el estudio de idiomas extranjeros.

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Estas inversiones, que se realizaban en detrimento de otras y no sin esfuerzo – recordemos el contexto de crisis-, construían una frontera de superioridad moral frente a otros individuos que se caracterizaban por un consumo vulgar y materialista, que preferían comprar un coche nuevo y enviar a sus hijos a escuelas públicas en lugar de propiciarles una educación “de calidad”. También delineaban diferencias con los sectores populares (en particular con su personal doméstico) manifestando preocupación por su falta de conocimientos, y utilizando expresiones racistas encubiertas en un lenguaje regionalizante que indicaba sus zonas de residencia: los llamaban “nordestinos”.

En esta misma línea Visacovsky (2012) también ha indagado en el consumo como formador de identidades de clase media. En el período inmediatamente posterior a la crisis de 2001-2002 en Argentina, se preguntó cómo personas identificadas con la clase media percibían los límites que definían su posición en el espacio social respecto a otros y en las estrategias destinadas a reelaborar y defender esos límites -en los que necesariamente debían ser incluidos-. Durante un trabajo de campo realizado entre 2004 y 2006 el autor registró las diferentes respuestas que los individuos ofrecían para mantener o alcanzar unas coberturas de salud y educación juzgadas como “apropiadas” o

“correctas”. Desde el ajuste de gastos e incluso tomando un segundo empleo muchos de los entrevistados buscaron mantener un cierto status enviando a sus hijos a escuelas privadas y conservando una cobertura de salud paga, en un claro rechazo al sistema público. Algunos de ellos, quienes no tuvieron más remedio que asistir a un hospital público -un “espacio para pobres”-, vivieron esa experiencia como una “desgracia”.

Tampoco existió una única modalidad de demarcación de fronteras, para otros era factible enviar a sus hijos a escuelas públicas sin hacer una división tajante con la educación privada, pero lo hacían en zonas urbanas consideradas superiores u

37 homologables a su condición social –incurriendo en mayores gastos en traslado y transporte-.

Como hemos mostrado el consumo en sus diferentes manifestaciones constituye un referencial nodal en las construcciones identitarias de clase media: desde la posesión de una vivienda propia o la zona de residencia, el vehículo o medio de transporte, los consumos en salud y educación y sus credenciales educativas correspondientes, la vestimenta, hasta las formas de consumo culturales o “esclarecidas” (salidas de ocio y esparcimiento como el cine o el teatro, consumos musicales, literarios, viajes, estudio de idiomas, etcétera). De estos últimos también debemos considerar el contenido y las formas de manifestación que pueden adquirir en algunos grupos identificados con la clase media, retomando el análisis de Bourdieu sobre la cultura media y la buena voluntad cultural.

En lo que respecta al ascenso social ya mencionábamos su significatividad como referencial en la construcción de un relato de origen de la clase media argentina, en el capítulo anterior cuando hicimos referencia a la genealogía de la identidad de clase media desde el campo de la historiografía. Decíamos que la misma idea de clase media se sustenta en una visión de la historia nacional progresiva y lineal (Visacovsky, 2010) que ubica su origen en el aluvión inmigratorio (de “europeos”, “blancos”) de fines del siglo XIX y principios del XX, generación que a través de su laboriosidad, su esfuerzo individual y honestidad generó las condiciones para el éxito y el progreso. Fruto de su recompensa, sus descendientes dieron lugar a la formación de una extensa clase media, la cual recrea a partir del ejercicio de estas virtudes morales genealógicas el curso del ascenso social.

38

Esta concepción lineal del progreso indefinido -heredera de la visión germaniana- entra en contradicción, según Visacovsky, con las recurrentes crisis económicas a las que se vería sometida la clase media durante la segunda mitad del siglo XX y en las cuales experimentaría la vulnerabilidad de su situación y los riesgos de retornar a los orígenes de la escala social. Así vuelve a representarse en los estudios que desarrolla el autor posteriores a las crisis de 2001-2002 –como el que señalamos anteriormente- y en donde observa que a pesar de la imposibilidad de sus informantes de reproducir el ciclo de movilidad ascendente, no por ello perdían valor moral en su relato aquellas concepciones nativas de la autonomía individual y el esfuerzo, las llamadas virtudes genealógicas. Su ineficacia se debía, en todo caso, a la actuación de factores externos negativos, ya sea de individuos concretos, instituciones o contextos que impedían la realización del éxito o recompensa esperada: el Estado, la “clase” política, los bancos –en referencia a la imposibilidad de extraer los depósitos bancarios en el marco de la crisis-, entre otros.

En definitiva, encontramos un conjunto de referenciales de origen que dejaron una marca identitaria sellada en la memoria colectiva: una persona de clase media es aquella que aspira a mejorar su condición social a través del esfuerzo y la autonomía individual –así como hicieran nuestros antepasados-, para poder alcanzar unos consumos que se juzgan “apropiados”.

Estas imágenes volvieron a actualizarse en diferentes contextos críticos a lo largo de los últimos años, que incluyeron la movilización colectiva de las denominadas “clases medias” junto a determinadas formas de protesta. No sólo durante los cacerolazos del año 2001 -registrados también por Visacovsky (2009)- sino además en sucesos más recientes como el conflicto desatado entre el gobierno nacional y los sectores patronales del agro en 2008 (Vommaro, 2010), o el episodio que incluyó una serie de tomas en el

39

Parque Indoamericano de la ciudad de Buenos Aires en 2010 (Fava, 2014). Tanto el trabajo de Visacovsky como el de Vommaro y Fava investigan en cada caso el conflicto desde el relato de los medios gráficos, incluyendo a través de las notas periodísticas testimonios de los propios manifestantes identificados con la clase media. ¿Por qué retomar el discurso de los medios de comunicación? En primer lugar, y en sintonía con nuestros supuestos teóricos sobre identidad, los medios de comunicación ocupan un lugar clave en los procesos de “atribución” definidos por Hall y Dubar. En segundo lugar porque en sus diferentes lecturas -y adscripciones político-ideológicas- los medios acuden por igual a modelos narrativos estereotipados y arquetípicos sobre la clase media.

Por último, porque discutimos con una tendencia existente en estudios críticos sobre la comunicación a hipostasiar la idea de “medios masivos” en un meta-sujeto (Visacovsky,

2009: 273), que diluye así al conjunto de individuos que los integran y a sus particularidades. Muchos de los periodistas, columnistas y ensayistas que escriben sobre la clase media en los diarios están hablando al mismo tiempo de sí mismos, de un colectivo con el cual se identifican.

Los tres estudios se enfocan en la caracterización que en cada momento realizaron los medios gráficos de determinadas acciones públicas –ubicadas en la ciudad de Buenos Aires- que se identificaban como protagonizadas por la clase media. En esa caracterización se trató de construir significados por oposición a las formas de movilización política de los sectores populares sobre un principio de legitimidad basado en la supuesta “cualidad” de los manifestantes. Una de las características más frecuentemente mencionadas era la calidad de “espontáneas” de estas acciones, los sectores medios se movilizaban de modo libre y autónomo estableciendo una distinción con quienes lo hacían por medio del aparato clientelar. Un segundo rasgo fue la asociación de estas formas de protesta con movilizaciones “pacíficas” y “civilizadas”,

40 alejadas del recurso a la violencia propio de los “saqueos” del 2001 o de las “tomas” en el Parque Indoamericano. Esta atribución de pacifismo encontró dificultades para explicar la convivencia con actos de violencia registrados en esas mismas manifestaciones, lo cual requirió de ensayar y articular respuestas que justificaran la persistencia de las diferencias. Por ejemplo a través de la hipótesis de la existencia de infiltrados o corruptores externos, desde “activistas” hasta “barrabravas”. O directamente la justificación de los mismos sugiriendo que ante la situación crítica los manifestantes habían “perdido el control” en un ataque de ira y beligerancia.

Otro recurso habitual fue la categorización de los participantes como “vecinos”, término que conllevaba la localización en una zona geográfica determinada. Las protestas o movilizaciones surgían y se desplazaban por barrios de la ciudad de cierto prestigio, generalmente identificados con los sectores medios y medios altos: Recoleta,

Palermo, Belgrano, Caballito, Villa Crespo o Almagro. Para el caso de Villa Soldati - donde se ubica el Parque Indoamericano- la categoría de “vecino” acreditaba una residencia, la confiabilidad de una persona que poseía un lugar estable donde vivir. Por ello, lejos de vincularse con los “ocupantes”, de procedencia dudosa, estos “vecinos” hablaban desde sus casas, se movilizaban junto a sus familias y semejantes. Asimismo los incidentes registrados en el conflicto por la Resolución 125 y en las tomas del Parque

Indoamericano trajeron a la superficie la cuestión étnica y racial de un modo dramático

(Vommaro, 2010: 196-197), llegando a materializarse –para el segundo caso- en expresiones xenófobas12 y de desprecio hacia “lo villero” (Fava, 2014: 253).

Varias de las investigaciones que hemos visto hasta aquí señalan que es en el marco de circunstancias críticas que se renuevan viejos idearios e imágenes de la clase

12 Varias de las personas que participaron de las tomas pertenecían a las colectividades boliviana y paraguaya que residían en las villas aledañas al Parque. Ya frecuentaban años anteriores el Parque como un espacio de una intensa sociabilidad durante los fines de semana.

41 media argentina. Escenarios que activan coyunturalmente la protesta social en unos sujetos que, ante todo, conciben el mundo social desde el valor de su autonomía individual.

Ese valor, el de la autonomía, sumado al sacrificio y el esfuerzo conforman juntos lo que llamamos un ethos constitutivo para los sectores medios. Sin embargo, ¿ese ethos se ha vuelto irreductible? ¿Las transformaciones de la década del ‟90 no han afectado el universo de valores que conforman las identidades de clase media? De estos interrogantes parten las indagaciones recientes de Vargas y Viotti (Vargas, 2014; Vargas y Viotti, 2013, 2014) sobre los nuevos estilos de vida “holísticos” emparentados con el mundo de los emprendedores porteños de las industrias creativas y de las nuevas espiritualidades. Sostienen que es necesario considerar la emergencia de una corriente cultural que está extendiéndose en colectivos identificados con las clases medias, basada en las ideas de autorrealización, confort y bienestar. Dichas ideas –que funcionan como principios morales que organizan y se entrecruzan en las esferas laborales, de ocio y espirituales- revelan un proceso de transformación en las imágenes asociadas al éxito y al progreso constitutivas de las clases medias.

En este sentido sostienen la idea de una evidente complejización del repertorio de imágenes de identificación. A las continuidades que se registran con las imágenes clásicas del sacrificio, deben agregarse las innovaciones vinculadas al holismo y al confort que conviven con aquellas. Este fenómeno se traslada a la biografía de los informantes13 como un conflicto entre modelos éticos a los que se enfrentan en sus proyectos vitales y laborales, y que requieren de nuevos procesos de negociación. Por ejemplo, entre permanecer en un trabajo –sacrificado- que garantiza cierta estabilidad

13 Las investigaciones de Vargas que citamos estudian las trayectorias de ascenso social de emprendedores vinculados a la industria del diseño.

42 económica y arriesgarse por proyectos más “personales”, realizados “desde el placer” y el sentimiento de “autorrealización”.

Por otro lado, Vargas y Viotti se detienen en la bibliografía contemporánea sobre los procesos de caída y ascenso de los sectores medios durante la década del „90

(Kessler, 2000; González Bombal, 2002; Svampa, 2001) pues allí también se han registrado diferentes formas de religiosidad. Solo que en estos estudios fueron consideradas como recursos adaptativos o como estrategias “pragmáticas” frente a contextos cambiantes. Mientras que para los autores esta nueva ética representa “un dispositivo que debe ser entendido en toda su positividad” (Vargas y Viotti, 2014: 10).

La producción de nuevas subjetividades que acompañan estos estilos de vida holistas hace extensible esta experiencia a trayectorias no sólo de descenso, sino también a trayectorias de ascenso o continuidad en la jerarquía social.

Creemos que estas reflexiones son de suma importancia a la luz de los procesos de transformación cultural que vivenciaron los trabajadores estatales que son objeto de nuestra investigación, sobre todo los grupos etarios más jóvenes. La indagación sobre la recepción local de estilos de vida y consumos trasnacionales podrá ayudarnos a comprender más profundamente su vida cotidiana, así como las posibles reconfiguraciones sobre el repertorio de referenciales con los cuales adscriben su pertenencia a la clase media.

Para terminar con este capítulo queremos decir algo sobre el trabajo como referencial identitario. Una primera cuestión puede ser pensar en el trabajo no manual como un factor constitutivo de las identidades de clase media en América Latina a lo largo del siglo XX (López Pedreros, 2009), en oposición a los trabajadores manuales del sector industrial. Especialmente el trabajo en el Estado, con su correlativa estabilidad y

43 certidumbre, se constituyó en una referencia tradicional de clase media (Giddens, 1983).

Luego, como bien señala Svampa (2001) -en su introducción al libro “Los que ganaron.

La vida en los countries y barrios privados”-, este universo de trabajadores no manuales se complejizaría con la creciente heterogeneidad socio-ocupacional que se evidencia en los sectores medios de la escala social, donde podemos encontrar un conjunto de categorías profesionales: médicos, maestros, profesores, empleados administrativos, empleados de comercio, comerciantes o pequeños empresarios, abogados, funcionarios, etcétera. Una de las preguntas que guía esta investigación consiste en analizar cómo en los procesos de construcción de identidades de clase se articula un referencial como el del trabajo en el Estado -y sus significantes asociados- con las experiencias de precariedad laboral que caracterizan a los trabajadores contratados. Más esto será una dimensión que seguiremos problematizando en el capítulo siguiente.

Continuando con Svampa, y a modo de resumen, la autora refiere a una serie de rasgos descriptivos de las clases medias argentinas que coinciden con los tópicos que hemos destacado a lo largo del capítulo en nuestra intención de reseñar distintos referenciales identitarios de clase media: sumado a la heterogeneidad socio-ocupacional, la autora refiere a la debilidad estructural de la clase media –la que examinamos junto a

Bourdieu-, situada entre la burguesía y los sectores populares, como un elemento explicativo de sus rasgos políticos y culturales miméticos de las clases altas. También apunta a la movilidad social ascendente como una de sus notas identitarias de origen, en plena conexión con la educación como canal privilegiado de ascenso y de reproducción del círculo virtuoso del progreso. En cuarto lugar, su definición positiva a partir del consumo y la adopción de estilos de vida que conjugan la adquisición de ciertos bienes con la formación de grupos de status.

44

En la siguiente página presentamos un cuadro interpretativo que ilustra y sintetiza lo que hemos querido desarrollar en este capítulo.

45

Cuadro sobre referenciales identitarios de clase media

46

Capítulo cuatro: aproximaciones al fenómeno de las construcciones identitarias de clase media en ámbitos laborales precarios

En este capítulo nos abocaremos al análisis de las entrevistas. El trabajo de campo fue realizado durante el año 2013 y se extendió hasta principios del 2014. Las entrevistas fueron dirigidas a trabajadores contratados de la Administración Pública de la Provincia de Buenos Aires y del Municipio de La Plata, a quienes hemos modificado sus nombres originales para conservar su anonimato. Se trata de un primer acercamiento exploratorio al problema de estudio, por lo cual privilegiamos en esta instancia un muestreo teórico que diera cuenta de la heterogeneidad de los casos14.

En primer lugar describiremos algunas de las condiciones de precariedad laboral que afectan a estos trabajadores para en un segundo momento reparar en sus representaciones sobre la estabilidad y el ingreso. Finalmente, retomamos el marco teórico elaborado en el capítulo anterior para indagar en sus construcciones identitarias de clase.

Condiciones de precariedad laboral

Para el análisis de las condiciones laborales tomaremos el enfoque multidimensional de Diana Menéndez que mencionamos en el primer capítulo. Esta perspectiva, además de considerar las dimensiones más recurrentes en los estudios sobre

14 En otras palabras, se seleccionaron entrevistados que proceden de diferentes áreas estatales y de diferentes niveles en tanto representaban casos significativos para nuestro objeto de investigación. No buscamos para esta presentación construir generalizaciones a partir de una muestra representativa.

47 precariedad –inestabilidad en el empleo, condiciones de trabajo, ingreso, seguridad social, cobertura sindical– agrega otras dimensiones de relevancia para nuestra investigación, como son el deterioro del reconocimiento material y simbólico de la realidad del trabajo, la inestabilidad política del vínculo laboral o la creciente individualización de las relaciones laborales.

Como introducíamos anteriormente las entrevistas fueron dirigidas a trabajadores contratados, cuya característica principal –a diferencia de los trabajadores de planta permanente- es la inestabilidad laboral: sus contratos se renuevan periódicamente dentro de una cantidad determinada de meses, con plazo de vencimiento máximo de un año. Dentro de este conjunto de trabajadores encontramos diversas formas de contratación precarias con diferentes figuras. Para nuestro caso particular vamos a especificar las características de tres formas de contratación que cubren las entrevistas que utilizamos para este capítulo.

En primer lugar encontramos la figura de “Ley convenio” o “Plazo fijo”, contrato bajo el cual se hallan Estefanía y Ana, jóvenes abogadas que trabajan en la

Secretaría Legal y Técnica de la Provincia de Buenos Aires. En el caso de Ana y

Estefanía su trabajo se circunscribe a tareas técnicas y administrativas de circulación interna. Esta forma de contratación, “Ley Convenio”, es la más cercana a la planta permanente, cuenta con todas las prerrogativas como aportes, obra social, cobertura sindical, pero es un contrato por tiempo determinado que se renueva cada seis meses. El ingreso es mayor al de la planta permanente siendo de 7.000 pesos y se cobra mensualmente.

Por otro lado encontramos a Cristina, ingeniera agrónoma y trabajadora de la

Subsecretaría de Empleo del Ministerio Trabajo de la Provincia de Buenos Aires. A sus

48 más de cuarenta años trabaja bajo un contrato de “Locación de Servicios”, de iguales características al de Estefanía y Ana pero con una duración de doce meses. Su trabajo consiste en brindar asistencia técnica para un programa orientado a personas que son actualmente beneficiarias de planes sociales del Ministerio de Trabajo. Sin embargo, este es un tipo particular de contrato de Locación, la mayoría de los contratos de

“Locación de Servicios” o de “Locación de obra” tienen una duración de ocho meses cobrándose el ingreso en forma retroactiva hacia el final del período, es decir, los trabajadores no perciben ingreso alguno durante esos ocho meses. Sumado a ello deben costear sus aportes y obra social por cuenta propia ya que trabajan como monotributistas. Este tipo de figura es muy recurrente y constituye una de las formas de precariedad más agravadas en la Administración Pública. Además incurre en una irregularidad vinculada a la malversación de la figura, esto es, se esconde una situación real de trabajo en relación de dependencia bajo otra carátula legal:

“…a vos supuestamente te contratan para determinado

servicio que le prestás al Estado, para determinada obra… y

sos autónomo, vos tenés que ser monotributista, sin embargo

vos tenés una relación de dependencia con el Estado, entonces

es medio raro ese contrato, porque por un lado supuestamente

a vos te contratan para que hagas determinada actividad, pero

en realidad tenés una relación de dependencia y hacés lo

mismo que el otro que está en planta, es una trampa que tiene

el Estado, que todo el mundo lo sabe y sin embargo está… a

vos en realidad te están contratando para realizar ese servicio

y esa obra es inventada, que vos tenés una relación de

49

dependencia, y sin embargo pasa… ¿Me entendés? Es

contradictorio, y sin embargo pasa…” (Ana)

En último lugar, en el ámbito de la Secretaría de Cultura de La Municipalidad de

La Plata trabaja Marcos, músico que al igual que la mayoría de los trabajadores contratados del municipio es empleado como “Planta Temporaria Administrativo”. Es en un tipo de contratación muy precaria que se renueva cada tres meses, que cuenta con obra social y un ingreso de 1500 mensuales, pero carece de aportes. Su trabajo consiste en la gestión de espacios culturales en instalaciones propias de la Municipalidad.

Claramente Marcos se emplea bajo las condiciones de precariedad más perjudiciales de nuestros entrevistados, siendo llamativo el bajísimo nivel de ingresos. Según el balance de Marcos:

“…estoy contratado, tengo una obra social, tengo los

beneficios de un contrato municipal, que son mínimos… sobre

todo teniendo en cuenta… en realidad son casi más los

beneficios por ese lado que los beneficios del sueldo que es

ínfimo…” (Marcos)

Además de estos aspectos de tipo jurídico-contractual nos interesa profundizar en las dimensiones de la precariedad que conciernen particularmente a este campo de trabajadores contratados. Por un lado, como bien señala Diana Menéndez (2010), el proceso de fragmentación de los trabajadores de la administración pública -entre una planta permanente y una planta de tipo híbrida, los contratados- constituye un factor de precariedad, en tanto debilita al campo del trabajo para avanzar en un proceso de mejoras de sus condiciones laborales. A ello se vincula un fenómeno presente en las declaraciones de los entrevistados, que es el proceso creciente de individualización de

50 las relaciones laborales. Con esto nos referíamos en el primer capítulo a cómo y con quién se negocian cuestiones relativas a la modalidad de contratación, inasistencias, horarios, vacaciones, etc. Lo que se observa es que, en lugar de buscar una resolución en forma colectiva, los trabajadores suelen convenir individualmente con sus superiores todos estos elementos:

“Sí, eso lo hablo con mi directora, en sí los que están en planta

hay un sistema, entonces... yo lo que pasa es que todavía no

estoy en planta, estoy contratada… Y en ese caso también

tenés que llamar y decir que estás enfermo y te mandan un

control, un médico… a nosotros no, o sea con los directores

tenemos una relación bastante directa y saben que no es que

faltamos porque tenemos ganas… entonces es como que te

conoce el director, levantas el tubo…” (Ana, en referencia a

las inasistencias)

De hecho hasta podría decirse que en el caso de Ana y Estefanía su trabajo y el vínculo laboral que establecen puede ser considerado por como un tipo de “beca de formación”:

“…tuvimos como un semiposgrado pago por… está bueno, o

sea la parte donde trabajamos nosotros nos incentivan

bastante… nos pagó el año pasado, un convenio con la

facultad de derecho, y duró bastante, teníamos todos los

miércoles cuatro horas… de derecho administrativo, con los

mejores profesores de la facu… así que en ese sentido bien…”

(Ana)

51

Aunque, como menciona Estefanía, la relación estrecha e informal que puede llegar a construirse con un superior también trae sus dificultades:

“…sí, sí, tengo mucha flexibilidad, sobre todos de horarios,

faltar es medio complicado, cuando necesito falto pero con

moderación, un poco porque es lo bueno y lo malo de tener a

un amigo de jefe, ¿no? Eso me pasa… no, y además que yo no

me quiero abusar tampoco… tener un amigo lo pone en un

compromiso…” (Estefanía)

Sin embargo los propios entrevistados, antes que retener una mirada negativa ante este proceso de negociación individual, lo significan como algo positivo y utilizan palabras como “facilidades” o “flexibilidades”, dando cuenta de una suerte de arreglo entre ambos, trabajador y jefe, que lleva implícita una compensación por el reconocimiento de sus condiciones de inestabilidad y bajos ingresos:

“…y sí… Lo que pasa que a veces esta misma precariedad es

compensada con cierta flexibilidad mayor de las exigencias en

el trabajo, por ejemplo con las horas de laburo, podés faltar un

poco más…” (Estefanía)

“No, el tema del horario… nuestra gerente… el horario por

contrato teóricamente son cuarenta horas, o sea serían ocho

horas por día, como está esta realidad ya establecida que es

poco lo que se paga y casi todo necesitamos…” (Cristina)

Para Ana, incluso, este procedimiento de negociación le permitió cambiar sus horarios para tomar otro trabajo en el ámbito privado:

52

“No, porque es más… roté bastante en los horarios de trabajo,

ya había empezado a trabajar a la mañana, después al

mediodía y después ahora a la tarde… eh… en ese caso no

tuve ningún problema, me fui acomodando, porque , es más,

lo hablé con la directora y me encajó perfecto para poder

trabajar a la tarde, si a mí me hubieran obligado a trabajar a la

mañana sí me habría perdido la posibilidad de trabajar en el

estudio… pude arreglarlo y puedo tener otros trabajos…”

(Ana)

Otra de las dimensiones de la precariedad que afecta a los trabajadores estatales

–en este caso tanto a los estables como a los contratados- es la falta de reconocimiento material y simbólico de la realidad del trabajo. Los entrevistados, con algunas diferencias, manifiestan estar en algún nivel insatisfechos con la respuesta de un otro frente a la actividad desarrollada. Estefanía por ejemplo se pregunta por la utilidad social de las tareas que realiza en la Secretaría y qué destino tienen:

“…el estado tenés que entender un poco la lógica, o sea…

eh… a veces sentís que laburás al pedo, a veces sentís que nos

autogeneramos el trabajo para justificar un poco lo que

estamos haciendo y a veces sentís que estás dando una mano a

alguien… no todo el tiempo sentís que palpás tanto los efectos

de lo que hacés, a veces sentís que hay un… viste como de

supermercado y cae a la nada lo que estás haciendo, es como

aceite, que se yo…el estado es hago y voy viendo, a veces

53

haces un montón de cosas y nadie te dice si vas bien o vas

mal, si las corrigieron, si no las corrigieron…” (Estefanía)

La situación de Cristina, por ejemplo, está atravesada por una contradicción entre la falta de reconocimiento material y simbólico de sus superiores sobre su desempeño y la satisfacción que siente frente a los resultados del programa que está a su cargo:

“…hay una gran disparidad… hay gente que labura y gente

que no labura… somos treinta acá, no te voy a decir quiénes

son ni nada pero viste… y no hay premio, ni recompensa, ni

motivación para el que cumple, para el que no cumple, eso te

da un poquito de bronquita viste, porque la verdad… yo creo

que soy la que más o menos trabajo y bueno, la recompensa

económica no la tenés porque realmente no es un sueldo que

digamos „ahh‟… pero en el programa en el que estoy

actualmente es un programa que brinda… cuando vos ves que

esa persona que no tenía laburo, que estaba cobrando un

plancito pasa a tener un emprendimiento y puede llegar a

crecer… te da grandes satisfacciones, es una cosa bien

concreta que vos ves…” (Cristina)

Una realidad similar le toca a Marcos, que encuentra satisfacción por el impacto social de la tarea que realiza –al revés que la situación de Estefanía- pero encuentra una falta de reconocimiento no ya en sus superiores directos, sino en las altas dependencias de la Municipalidad:

54

“…a mí me parece que hay un descuido en general, pero que

viene de arriba, no viene de… o sea… viene de lo que es la

gestión a otros niveles, nosotros dependemos de otros

espacios, otras secretarías que descuidan y menosprecian lo

que hacemos incluso… si bien lo hacemos en su nombre, o si

bien ellos ponen el sello de eso, como decirte la Municipalidad

de La Plata, o sea… nosotros hacemos un evento y ellos ponen

el sello, pero no hay un apoyo real, consistente, logístico… la

vuelta es eso, lo que a mí me hace seguir haciendo esto es eso,

es lo que sucede en ese momento, es ver que tiene sentido ese

espacio, y también difundirlo para que la gente tome

conciencia, lo cuide y lo proteja, es algo que tiene sentido por

sí mismo, más allá de que si a mí me pagan por hacer ese

trabajo o no, yo creo que tiene sentido…” (Marcos)

Volviendo una vez más sobre el primer capítulo, una variable distintiva de la precariedad que hace a los contratados es el carácter político del vínculo laboral. Al no tener estabilidad, su continuidad en el empleo está atada siempre a lo que ocurra en cada elección y en los sucesivos recambios de gobierno. Este temor siempre está presente en las palabras de los entrevistados:

“…no creo que desaparezca, y tampoco te jugás a decirle no,

porque de última te mantienen mientras están ellos y cuando

viene el cambio político y se van ellos, ¿qué haces?...” (Ana,

respecto a su contrato actual)

55

“…la política es así, son bandos, son partidos, uno esta con o

contra, y en el momento en que cambia una cabeza cambia

todo lo demás…” (Marcos)

Para Cristina, que ya lleva diecisiete años de antigüedad laboral sin estabilidad, ya son varias las instancias de recambio que ha atravesado y su preocupación continúa:

“…lo que pasa que ahora estos últimos años ha habido una

cierta continuidad, entonces, bueno, pero… bueno, ya te digo,

viste, cuando llegó la Alianza fue esta baja brutal del sueldo

que nos afectó un montón, después cuando llegó Duhalde

quiso rajar a la mitad, así que ese temor está… que el próximo

gobierno, obviamente como todos viste, decida poner a su

gente y bueno…” (Cristina)

Hemos tratado de caracterizar hasta aquí las formas de contratación de nuestros informantes así como la descripción de algunas dimensiones precarias que los atraviesan especialmente. En el apartado siguiente reconstruiremos las impresiones que poseen sobre su estabilidad e ingresos.

Representaciones laborales

Como mencionábamos en el apartado anterior, Estefanía y Ana son jóvenes abogadas recientemente graduadas de la UNLP. El ingreso al Estado se produjo inmediatamente al momento de recibirse, por lo cual constituye su primera experiencia laboral significativa. Primero ingresaron como pasantes y estuvieron un año y medio

56 para luego pasar a “Ley Convenio”, un contrato que contiene prácticamente todas las prerrogativas de la planta permanente excluyendo la estabilidad. El componente que reviste menor precariedad en su contrato es el ingreso, superior al de planta. Dicho ingreso es valorado positivamente en tanto permitió un conjunto de posibilidades que se consideran “hitos”15 en sus trayectorias vitales. En primer lugar resaltan la posibilidad de la independencia económica respecto a sus padres y el hecho de poder alquilar un departamento propio16:

"…bueno, no, yo me pude venir a vivir sola gracias al laburo

que tenía... o sea eso... estoy alquilando sí, yo soy de acá de La

Plata entonces me salí de la casa de mis viejos para... y sí,

gracias a este trabajo, por más que hice un montón de otras

cosas siempre fue lo que me permitió autoabastecerme…”

(Estefanía)

“Principalmente independencia económica, que yo hasta ese

momento, que siempre trabajé con… que no trabajaba y me

dedicaba a estudiar, me mantenía mi papá… yo desde que

empecé a trabajar chau, no le pedí más plata a mi papá, me

manejo yo…” (Ana)

A esta oportunidad de la emancipación económica -que se efectúa conservando el nivel de consumo anterior- debemos agregar otras mejoras como la (nueva) capacidad de ahorro e inversión:

15 Por ello entendemos sucesos claves que marcan un antes y un después en su relato. 16 Ambos departamentos se encuentran en zonas residenciales céntricas de la ciudad de La Plata.

57

”…yo viviendo con mis papás casi que la plata que tenía libre

es la misma que tengo ahora sacándole los gastos, sí, puedo

ahorrar, por ejemplo ahora me estoy por comprar un auto a

medias con mi novio, no sé si es un dato muy relevante pero

sí, lo estoy haciendo gracias al laburo éste…” (Estefanía)

“Sí, desde ahí… y ahí me voy manejando, hoy por hoy me

metí en otras cosas, me animé a con la ayuda de mi papá a

invertir en algo…” (Ana)

Cuando nos preguntamos por el modo en que valoran su inestabilidad laboral el análisis se vuelve más complejo, por ello es necesario aclarar algunas cuestiones. En primera instancia, decíamos que ambas jóvenes se incorporaron al mercado laboral en forma reciente –inmediatamente luego de haber finalizado sus estudios universitarios-, por lo cual este primer trabajo está anclado a sus búsquedas y proyectos laborales futuros. En algún punto se entiende al trabajo actual como un trabajo transitorio.

Creemos hipotéticamente que esta lectura se sostiene desde una determinada posición social, dadas unas credenciales educativas, un capital social y económico -propio y familiar- que les permite contar con un abanico más amplio de ofertas laborales imaginables. Esta situación, entendemos, tiende a relativizar la valoración negativa de la inestabilidad.

En segundo lugar, consideramos que estas experiencias laborales se desarrollan en un marco de socialización laboral atravesado por la precariedad del mercado de trabajo, que atraviesa efectivamente a jóvenes de posiciones intermedias en la estructura social. De ahí que –aunque sea valorada negativamente- la inestabilidad tienda a naturalizarse:

58

“…y depende… lo que pasa que yo estoy en un momento

donde todo mi entorno está medio en esta situación, yo no

noto que esto sea algo que llame mucho la atención, digo, o

sea, es un bajón, mi novio incluso tiene un contrato de esos

que hace seis meses que no cobra, pero no es que vos lo contás

y la gente tiene ganas de salir a presentar amparos por los

derechos del trabajador, todo el mundo lo conoce que existe,

entonces la verdad que incluso todo mi entorno hasta incluso

de status, todos están en una situación de trabajo media así,

salvo el que pegó la misma onda que el padre que la venía

pegando de antes y la hizo bien, pero el que empieza solo…

yo incluso tengo a mis amigas que laburan en ámbitos

privados que tampoco están contentas entonces es como que

no hay nadie que se destaque porque labura en el estado y en

eso tiene condiciones más precarias….” (Estefanía)

Un tercer elemento reside en las condiciones de ingreso al mercado laboral de los abogados. Las entrevistadas manifiestan que, aún en su condición de contratadas, el trabajo en el Estado representa una forma de ocupación más estable -y complementaria- frente a la incertidumbre y la precariedad asociadas a la iniciación y la posterior carrera en el ámbito privado:

“…nosotros tenemos una particularidad que es que los

abogados que recién arrancan son explotados por otros

abogados que te pagan dos mangos por ochocientas horas en

un estudio jurídico, entonces el estado aún en estas

59

condiciones precarias siempre es mejor como opción

comparado con eso, después hay otras opciones mejores pero

si no tenés contactos es complicado…” (Estefanía)

“Porque mi idea es que por un lado, el trabajo del Estado me

dé estabilidad, como una seguridad mensual, y… por otro lado

la parte privada es como poder desarrollarme bien como para

qué es lo que estudié el derecho… le estoy buscando la vuelta,

en donde enfocarme, en qué rama me gusta y… no se todavía

bien… pero sí hacer la diferencia y encontrar algo que

realmente me guste… El Estado no me gusta… Sí me da

estabilidad… Y en cambio en la parte privada no tenés nada

fijo… Vos tenés un juicio y capaz que cobrás después de dos

años y medio, tres años o cuatro, y si no, que te dicen no, no

tengo plata y desaparecen, no lo cobrás nunca…” (Ana)

Por último nos parece importante hacer referencia a una variable contextual, vinculada a la crisis financiera de la Provincia de Buenos Aires en el año 2013, momento en que Ana y Estefanía fueron entrevistadas. Este marco de crisis se tradujo en la Secretaría a través de un plan de racionalización de recursos humanos. Aquél personal que no era considerado “indispensable” -como los pasantes- fue suspendido en el corto plazo. Pero a aquellos que se entendía eran “imprescindibles” y que actualmente contaban con contratos temporales se les ofreció iniciar el trámite de pase a planta permanente. Como consecuencia de este plan los antiguos contratados pasaban a ganar estabilidad laboral, en detrimento de sus salarios, que eran nominalmente más bajos.

Esta nueva situación representó en el caso de Ana una disyuntiva: ¿qué aspecto valoraba

60 más? Si optaba por mantener su poder adquisitivo y su capacidad de consumo u optaba por la estabilidad:

“En ese caso, si a mí me decís, yo tuve mucha suerte, caí con

un contrato muy bueno y la diferencia de dinero me mata…

Pero en el momento en que te hablan los directores y que te

vienen a decir: „bueno, mirá, la provincia está en bancarrota,

van a desaparecer los contratos de locación de servicio, de

obra, las pasantías, pero… salieron plantas, se abrió la

posibilidad, hay planta‟… „No siempre hay planta‟, que eso es

verdad, „¿te pasamos a planta o no?‟… por más de que vos

tengas un contrato… „mirá que este contrato en algún

momento también puede desaparecer‟… y desapareció y chau,

te fuiste…” (Ana)

Para Estefanía, en cambio, si la estabilidad de la planta se hallaba supeditaba a un trabajo que a ella no la satisfacía personalmente, entonces esa estabilidad no era estimada:

“…me están tramitando la planta permanente y la verdad que

no me preocupa en absoluto la estabilidad al margen de la

planta, de hecho yo ya había tomado la decisión de renunciar

aun teniendo planta permanente porque no me interesa la

estabilidad, hoy por hoy no, o sea, tengo veintiséis años y

quiero no sentirme atada a un laburo que no me convence…

en algún momento lo pensé porque hay una cuestión media ahí

61

de mis viejos que te dicen „no, agarrate la planta permanente‟,

no, yo ya decidí que no…” (Estefanía)

La insatisfacción que Estefanía siente hacia su trabajo está ligada en alguna medida a su biografía militante, a su participación política en una de las organizaciones kirchneristas más importantes dentro de los sectores medios. Desde ese lugar de pertenencia critica la orientación predominantemente técnica que caracteriza a la

Secretaría. El significado de una planta permanente -definida por la estabilidad pero también por la rutinización de tareas- es rechazado frente a la posibilidad de un trabajo dentro del Estado, sí, pero más orientado a la gestión política:

“…yo soy fanática del estado en sí, me gusta, yo me quiero

dedicar a laburar en el estado independientemente de todo, no

es el organismo que más se enfoca a lo que yo quisiera hacer,

que por ahí me gustaría algo más de gestión y menos de

análisis súper técnico y súper… me gusta más la política que

la técnica… y en el día a día es eso que te decía de la

militancia, tener un laburo más afín a la agrupación en la que

estoy me permitiría hacer un montón de cosas que hoy no

puedo… tengo ofertas dentro del estado, todavía no lo que me

convenció como para irme…” (Estefanía)

Cuando buscamos reconstruir cómo Ana y Estefanía representaban sus condiciones laborales reunimos varios factores que contribuyen a entender su sentido.

Entre ellos mencionamos su edad, su reciente incorporación al mercado de trabajo, sus proyectos laborales, sus ámbitos de pertenencia, la posibilidad de combinar empleo público y carrera en el ámbito privado, etcétera. Observamos que al evaluar sus

62 condiciones laborales, en la ponderación final, la estabilidad no constituía un aspecto importante para ellas, o por lo menos su inestabilidad laboral no era representada negativamente.

Del lado opuesto encontramos el caso de Cristina, trabajadora en la

Administración Pública de larga data, como dijimos, con diecisiete años de antigüedad laboral. También es larga su trayectoria en la precariedad, comenzando en el año 1996 cuando ingresa a la Subsecretaría de Empleo17. Hasta el año 2006 trabajó “en negro” - como se denomina habitualmente-, siendo monotributista y sin contar con aportes ni obra social. En ese año pasó a un contrato de “Locación de Servicios” con las características que ya especificamos en el apartado anterior, mejorando considerablemente su situación. Otra de las mejoras se produjo a partir del año 2011, cuando se logró una equiparación con el salario de planta permanente. Dicho aumento salarial fue producto de una intensa movilización llevada adelante por los trabajadores de la Subsecretaría.

Ya se habían registrado anteriormente antecedentes de acción colectiva. En el año 2002 se originó una primera movilización cuando se expulsaron ocho compañeros de trabajo, en una ola de despidos generalizada en todo el Ministerio de Trabajo. Esta primera experiencia organizativa debe ubicarse en un contexto de estallido social más amplio en el cual se produjo una novedosa articulación entre sectores medios y organizaciones sociales y sindicales18. Y aunque este fenómeno tendió a disiparse con el correr de los años posteriores a la crisis, sí dejo una marca en personas que, como

Cristina, hoy leen sus condiciones de precariedad desde una óptica gremial.

17 En el año 1996 se produce un cambio en la dirección del organismo y comienza a contratarse nuevo personal. Cristina ingresa allí a partir del contacto que sus padres tenían con las nuevas autoridades. 18 El acercamiento de los trabajadores al sindicato ATE, que protagonizó el reclamo por los despidos, nunca volvió a reeditarse con semejante adhesión.

63

Esta mirada no es extensiva al común de los trabajadores de la Subsecretaría, que si bien participaron de esos hechos puntuales, no se organizaron activamente -ni se agremiaron- en los años siguientes como Cristina hubiera deseado:

“No éramos nada… y después yo entiendo que si uno no se

afilia no puede estar pretendiendo… viste, porque acá cuando

se arman los despelotes, las asambleas, ahora ni siquiera hay

asambleas… te digo sinceramente, la afiliación somos tres

gatos locos, hay una enorme resistencia a… es cierto que se

lleva parte del sueldo… pero digo… yo por lo menos lo

considero… primero como una forma de agradecimiento por

lo que hicieron viste…” (Cristina)

Otro punto que nos ayuda a entender cómo Cristina juzga sus condiciones laborales es el hecho de que la Subsecretaría de Empleo y el Ministerio de Trabajo en general constituyen una de las áreas más atrasadas respecto a la cuestión salarial en la

Provincia. Cuando Cristina compara su ingreso con el de sus amigos agrónomos19 que trabajan en otros ministerios estima que el suyo es muy inferior:

“No, no, claro, bueno, sí, si vos lo comparás con [el Ministerio

de] Economía, yo lo comparo con Agricultura, tengo un

montón de amigos que trabajan en el Ministerio de

Agricultura, que tiene la misma trayectoria, el mismo título

que yo, estamos similares y ganan por ejemplo el doble, viste,

y Trabajo ha sido tradicionalmente, no sé si con Desarrollo

19 Cristina también se graduó en la UNLP, al igual que Ana y Estefanía.

64

Social uno de los más paradójicamente… uno de los más

atrasados” (Cristina)

Más aún resultan insuficientes para ella sus ingresos si consideramos su edad – mayor a los cuarenta años- y la responsabilidad de mantener los consumos de una familia con dos hijos -siendo los mismos ingresos que Estefanía y Ana-. Así vemos como se activan distintas estrategias que van desde el ajuste de gastos -se evitan las salidas de ocio y esparcimiento- para mantener lo que se considera indispensable hasta las prácticas de solidaridad mutua intrafamiliar:

“La verdad que, qué se yo… uno trata de cortar salidas por

ejemplo a comer en familia, comemos en casa… muy pocas,

porque realmente es muy caro, salidas al cine tampoco, son

bastante excepcionales, tres, cuatro veces por año, eh…

después el tema de la ropa, eh… así, lo vamos… no me

compro ropa todas las semanas, le compro a mis hijos cuando

necesitan, cuando los veo que tienen toda el jogging hecho

pelota, se lo compro, por suerte tenemos familia grande viste,

entonces mucho nos lo vamos pasando, eso ayuda bastante…

pero bueno, si no lo tuvieras estaría un poco más

complicado… y sí… y después bueno, si sobra algo yo trato

de ahorrar para irme de vacaciones, que me gusta viajar…”

(Cristina)

Retomando lo que hemos dicho hasta aquí sobre la trayectoria laboral de

Cristina, podemos ver que es desde el significante de la precariedad y de su

65 identificación con la acción gremial que la dimensión de la estabilidad se configura como una reivindicación laboral en el centro de sus demandas:

“…no, la reivindicación principal es el pase a planta, estamos

hace mucho con eso, lo que se está haciendo muy de a poco es

abrir concursos, lo que pasa que esos concursos se abren para

dos o tres cargos acá y por ejemplo, yo tengo una categoría

que es „consultor 7‟, 7 por la antigüedad, y si yo tengo que

concursar tengo que concursar por un „C 0‟, no hay cargos „B‟

para concursar en la gerencia, en un cargo superior, entonces

concursar para perder 1500 mangos, en base a la estabilidad, a

mí no me alcanza …” (Cristina)

En suma, notamos que a diferencia de la situación -de estabilización inmediata- de Estefanía y Ana, el pase a planta en la Subsecretaría de Trabajo está severamente restringido. Si existe una oportunidad es a través de los concursos, en los cuales los postulantes tienen que competir entre sí realizando evaluaciones. Antes que una solución, pensamos que esta dinámica tiende reproducir el proceso de fragmentación del colectivo de trabajo que mencionábamos en el apartado anterior. Por otro lado aparece, como en el caso de Ana, la disyuntiva entre la estabilidad y el ingreso. Su discurso oscila entre la idea de mantener el ingreso en una “estabilidad como sí” -donde se tiende a pensar que por el hecho de haber permanecido varios años en un mismo puesto de trabajo dicho contrato podría extenderse indefinidamente- y la intranquilidad asociada al carácter político del vínculo laboral:

“…qué se yo… uno dice „bueno, yo hace diecisiete años que

estoy‟… pero la realidad es que ya nos ha pasado, nos pasó en

66

el 2002… y todos somos posibles… en realidad en la

condición que estamos… si viene alguien y te quiere rajar te

puede rajar, podrás protestar, le harás un juicio al Estado,

capaz que se lo ganás, si estuviste laburando diecisiete años

para el Estado por ahí en algún momento se lo ganás, pero ese

temor es feíto viste…” (Cristina)

En último lugar nos queda la experiencia de Marcos, que es un tanto atípica para el campo de la Administración Pública. Primeramente porque las modalidades de contratación que utiliza la Municipalidad de La Plata son de las más precarizadas dentro de la gestión estatal. Ya lo veíamos cuando describimos su forma de contratación. Y en segundo lugar, porque Marcos llega a este trabajo -a sus treinta años- luego de un extenso itinerario vinculado al mundo de la música, su profesión desde joven:

“…siempre trabaje principalmente en el mundo de la música

tanto, desde chico hice estudios de ingeniero-técnico de

grabación y sonido, entonces trabajé mucho en estudios de

grabación, empresas de sonido en vivo, como músico también,

como músico de sesión, como intérprete, como productor en

distintas ramas de lo que es la música, música de espectáculos,

música de cine, música de teatro, música de hasta publicidad,

varias cosas y bueno después mis propios proyectos musicales

y culturales también, que también los tuve y los tengo…”

(Marcos)

Marcos se había dedicado el último tiempo a organizar -junto a un grupo de artistas platenses- actividades de promoción cultural en espacios públicos de la ciudad.

67

En ese contexto recibió un ofrecimiento inesperado de un funcionario municipal: continuar con la organización de dichos eventos pero en el marco de la Administración

Pública local, como gestor cultural. Se trataba de un área de reciente creación dependiente de la Secretaría de Cultura. Su escaso nivel de institucionalización y burocratización permitieron la formación de un equipo de trabajo con relaciones más horizontales, en el que Marcos pudo desarrollar sus tareas respetando sus convicciones artísticas:

“…encontré en el lugar particular donde trabajo un contexto

propicio, con gente que está abierta, que está disponible y que

adhiere también a muchas de estas iniciativas…si bien hay una

jerarquía porque obviamente estamos dentro de un sistema que

es jerárquico entonces hay una jerarquía, hay alguien que tiene

que tomar una decisión por encima de los demás… pero eso se

da de una manera, digamos que no hay… o por lo menos yo

no siento que haya una imposición autoritaria… las cosas se

hablan, se llega a un acuerdo, incluso a mí me ha pasado de

poder decir yo en esto no quiero participar, por ejemplo, que

me digan, bueno, hay que armar tal evento, y yo he dicho no,

yo en este no quiero en eso porque va contra mis principios,

yo no voy a organizar ese evento…” (Marcos)

De hecho Marcos llegó a consensuar con su jefe la posibilidad de cumplir con sus responsabilidades fuera del horario de oficina, ya que según él su “manera” de hacer

68 las cosas era otra –“caótica como la del artista”-, y se sentía más cómodo dedicándose

únicamente a la organización de los eventos20.

Hecha esta introducción entendemos que Marcos asimila el trabajo actual desde las coordenadas de su trayectoria laboral y artística previa, caracterizada ante todo por la inestabilidad laboral:

“…yo ya estoy acostumbrado a eso porque viví toda la vida

así, nunca tuve un trabajo fijo, como músico, como artista

siempre dependí de generarme los ingresos constantemente,

entonces no es algo nuevo para mí, esto fue un extra, si querés

esto es un plus que yo tengo en cuenta porque sé que todos los

meses tengo eso… entonces qué se yo… con eso yo sé que no

pago ni el alquiler, entonces… a mí digamos que este laburo

no me da una estabilidad, una seguridad económica,

material…” (Marcos)

Si la circunstancia de no vivenciar la inestabilidad como una novedad contribuye a matizar su representación negativa, creemos que también sucede algo similar con sus ingresos. Aunque reconoce que su salario es muy bajo –y que es complementado con sus otros trabajos como músico-, también es cierto que no presenta mayores contradicciones con un estilo de vida definido por el desapego a lo material, por motivaciones de otra índole:

“…yo vivo de manera muy austera, no, tengo todo lo que

necesito pero ni tengo auto, ni tengo… ni me voy al fin de

20 Aquí encontramos otro ejemplo sobre el proceso de individualización de las relaciones laborales que considerado por Marcos como un ámbito de negociación “flexible”, en este caso, sobre sus horarios de trabajo.

69

semana a ningún lado, yo trabajo de lunes a lunes, y entre

doce y catorce horas por día para poder llevar una vida austera

(se ríe)… esa es la realidad… porque yo doy mucho más de lo

que debería en realidad, ¿entendés? Porque a mí me mueven

otros intereses, porque de hecho el sueldo que yo gano es

ínfimo… ” (Marcos)

Podríamos considerar también -como hemos venido haciendo con Ana y

Estefanía- su edad y sus proyecciones laborales como factores intervinientes. Sin embargo no queremos extendernos en redundancias. Nuestro objetivo en este apartado fue complejizar las descripciones iniciales que hiciéramos en un primer acercamiento al campo de la precariedad en la Provincia y el Municipio, sumando las representaciones de nuestros entrevistados sobre sus propios trabajos. El ejemplo de estos tres jóvenes abre interrogantes para nosotros ya que, lejos de encontrar una simple lectura negativa de sus condiciones laborales –como dictara nuestro sentido común sociológico al comenzar el trabajo de campo-, vemos que estos mismos actores relativizan o ponen en suspenso la categoría de “precariedad”, relegándola a un segundo plano. Sus impresiones nos hablan antes de “flexibilidades”, de pequeñas hendiduras que se abren en sus espacios de trabajo como posibilidades de negociación. Y son esas posibilidades las que permiten desplazarse con mayor libertad en una trama laboral compleja.

Decimos interrogantes porque vale la pena seguir pensando qué decimos de la precariedad cuando esas condiciones son preferidas21 o, como ejemplifica Marcos, son vividas como una elección que se articula positivamente con dimensiones subjetivas, personales:

21 Reflexiones que compartíamos ya en el primer capítulo cuando mostramos las críticas que Bologna (2006) le refería a algunas interpretaciones puramente pesimistas del trabajo posfordista. Para nuestros entrevistados sus trabajos actuales –y sus condiciones laborales relativas- pueden combinarse con el “acceso a oportunidades de trabajo y proyectos de vida mucho más amplios” (Bologna, 2006: 154).

70

“Es una elección y es algo que me motiva a mí desde otro

lugar obviamente, sí, quizá yo podría buscarme un trabajo que

trabajando ocho horas al día me diera una situación económica

más estable, más sólida, pero no lo elijo obviamente…

siempre creí que mi rol en la sociedad era el de artista… no

hablo del rol del artista egocéntrico que trabajo sólo por su

propia imagen sino el rol social de artista como comunicador,

como medio, ¿no?...” (Marcos)

Construcciones identitarias

Llegando al final de este capítulo queremos concentrarnos aquí en las construcciones identitarias de clase. Debemos señalar que las entrevistas se realizaron previamente a la operacionalización definitiva de algunas categorías teóricas. Por lo cual las entrevistas originalmente estuvieron más orientadas a relevar las condiciones laborales que a analizar las construcciones identitarias de clase -a las que se intentó abarcar pero de forma general-. De todas maneras creemos que las entrevistas dicen lo suficiente para ensayar una puesta en diálogo con el marco teórico que desarrollamos en el capítulo anterior.

Al comienzo de las entrevistas constatamos que una carta de presentación habitual para nuestros informantes era presentarse aludiendo a su título universitario de grado, en otras palabras, a sus credenciales educativas. No obstante no era nuestra intención preguntar por ello, sino indagar en sus empleos anteriores y en las tareas que desarrollaban cotidianamente en sus trabajos actuales, estuvieran vinculadas o no a su

71 trayectoria académica anterior. Creemos que más allá de la intención explícita o no de delimitación, sí tiene un efecto performativo donde el entrevistador es anoticiado de la posición distintiva de quien habla.

Luego con el correr de la entrevista fuimos conociendo de qué iban sus vidas antes de ingresar al Estado, qué actividades realizaban fuera de la jornada laboral, cómo se proyectaban a futuro en el trabajo y a nivel personal, etc. Por ejemplo, en el relato de

Ana y Estefanía hallamos implícito el referencial del ascenso asociado al sacrificio y el esfuerzo.

Estefanía ya combinaba estudio y trabajo cuando cursaba en la facultad22. Una vez graduada, y a la par de su trabajo en el Estado, comienza a cursar una Maestría en

Políticas de Desarrollo. Su tiempo libre lo dedica a este consumo23 en especial:

“…hoy por hoy estoy trabajando en la secretaría, estoy

haciendo una Maestría en Políticas de Desarrollo… así que

estoy haciendo eso y decidí dejar un par de cosas para poder

ponerme con eso más tiempo, o sea, de estudiar un poco más…

sigo haciéndole la procuración a algunos estudios del interior,

y con eso a veces medio que coordino con los horarios del

estado, soy adscripta en una materia de la facultad y la

militancia me lleva bastante tiempo…” (Estefanía)

A todo esto le suma –además de trabajos parciales y una adscripción en la facultad- su militancia política, que se complementa con sus proyectos laborales y

22 Si bien comenzó a trabajar en algunos estudios jurídicos de amigos de , su ingreso al mercado laboral es representado por ella cuando finalizó sus estudios universitarios. 23 La elección de la Maestría es significativa porque combina los referenciales del ascenso y la educación, también porque expresa una fuerte inversión en términos monetarios y de tiempo dedicado.

72 vitales. Bien dijimos que estaba a la expectativa de un “mejor” trabajo vinculado a la gestión política en el ámbito nacional.

Sin embargo esta narrativa de ascenso se entremezcla con referencias permanentes a la necesidad de “parar”, de encontrar tiempo libre para poder pensar de forma más clara qué quiere para su vida:

“…lo que me está pasando que nunca me pasó, es esa cosa de

poder decir bueno, paro, llego a mi casa y después sigo, esas

cosas de tener un minuto para parar entre cosa y cosa, yo desde

que soy chica que hago muchas actividades, hice deporte

mucho tiempo, competía, me recibí rápido, entonces eran

como muchas cosas que ahora estoy diciendo como bueno,

basta. Quiero parar, y elegir, porque también lo que me pasó

un poco y bien me recibí fue de qué hago de mi

profesión, si me dedico a esto, si me dedico a aquello, si me

gusta esto o lo otro, es un momento heavy… hay muchas

posibilidades y, ¿cuál querés?, esta tiene esto mejor, aquella

esto… bueno, y a veces yo me daba cuenta que no tenía tiempo

ni para pensar todas esas cosas y hoy por hoy lo que estoy

tratando de hacer es eso, tomarme el tiempo para pensar y

elegir qué quiero seguir haciendo” (Estefanía)

A Ana, por su lado, le ocurre algo parecido. Durante su estadía en la facultad no buscaba trabajo ya que no quería retrasarse en sus estudios. Pero próxima a recibirse comenzó a experimentar cierta ansiedad por su futuro laboral y se anotó en varias pasantías. Una de ellas es la que le abrió la puerta a la Secretaría Legal y Técnica de

73

Provincia. Pero como revisamos antes, apenas pudo, consiguió un segundo trabajo en el

ámbito privado. Así Ana comienza sus días a las nueve de la mañana para llegar a su casa a las seis de la tarde, siendo su jornada laboral de nueve horas:

“…a la mañana trabajo en un estudio jurídico que… hago más

que nada lo que es tribunales y los días que no voy a tribunales

me quedo ahí en el estudio y… hago la parte de escritos,

demandas y demás, eso a la mañana, y al mediodía trabajo en

el Estado… y en la parte privada tribunales me estresa mal…

de la semana son cinco días, dos mañanas completas en

tribunales estoy, de cuatro horas… tribunales es bastante

caótico, lo que es el área de tribunales en mesa de entrada… de

tener que ir a ver expedientes, de pedir una cosa que no esté,

hojas sueltas… muchos abogados todos juntos en una mesita

así, todos escribiendo, empujándote y… es como muy

estresante eso, está todo medio fuera de control…” (Ana)

Asimismo Ana nos contaba que a la mañana trabajaba en conjunto con un abogado y que también tenía sus clientes particulares, cuestiones de las que se ocupaba en su casa luego de llegar del trabajo. Fuera de esto, el resto de su tiempo era invertido en su formación –nuevamente se privilegia este consumo-, tomaba clases de inglés y asistía periódicamente a pequeños cursos de posgrado en la facultad:

“…después de ahí el cuatrimestre pasado lunes y miércoles iba

a inglés, dos años y medio hice inglés, y… hay veces que me

anoto en cursos en la facu también… cursitos… de dos horas,

y duran un mes, una vez por semana, o dos meses, una vez por

74

semana, que tocan un tema específico del derecho. Si me

interesa me anoto… más que nada lo uso para la parte

privada… que el cuatrimestre pasado hice uno…” (Ana)

Ya habíamos citado algo en el apartado anterior sobre la necesidad de Ana de encontrar una rama dentro del derecho en la que se sintiera a gusto y en la que pudiera desarrollarse profesionalmente, de ahí la realización de estos cursos. Sin embargo, en esta búsqueda Ana se había topado -como Estefanía- con situaciones donde el esfuerzo y el sacrificio encontraban un límite en sus elecciones de vida:

“…yo por ejemplo después del Estado llego y por ahí tengo

que seguir haciendo cosas… Lo cual, iba a inglés y dejé

porque terminé estresada… Inglés me había quedado una

cuestión pendiente y lo arranqué… Pero si bien los primeros

dos años tenía más tiempo, le dedicaba, me gusta, ya este año

era un sacrificio… Era un sacrificio porque por ejemplo

llegaba de trabajar no tenía algún momento para hacer la

tarea… Llegaba a las seis, siete y media entraba a inglés, a las

seis me ponía a hacer la tarea, a las siete y media hasta las

nueve iba a inglés, entonces esa horita para hacer la tarea, una

hora y media inglés y después llegar acá y no tener ganas de

hacer nada… Me di cuenta que lo hice toda la primer parte de

este año, y no era lo mismo que los otros dos años y llegué

hasta agosto, rendí el oral, rendí el escrito y no quise saber más

nada… Hasta acá llegue, además por ejemplo me pasa que hoy

por hoy si yo quiero ponerme a trabajar tengo cosas… tengo

75

cosas pendientes que me quedan colgadas… Así que también

preferí darle como prioridad ahora en septiembre arranco a

caminar, al gimnasio… Sí, y sino con mis amigos me junto, a

tomar mate, a cenar, generalmente me gusta mucho la vida

social, ver a mis amigos y eso y me junto mucho a cenar…”

(Ana)

El cuidado del cuerpo, reuniones sociales, vemos cómo se han introducido otras prácticas de consumo, de sociabilidad y ocio en la vida de Ana que provienen de sus replanteamientos acerca de cómo quiere vivir su vida, que está dispuesta a hacer y qué no en ese camino de ascenso.

Ambas narrativas, la de Ana y Estefanía, nos retrotraen a las reflexiones de

Vargas y Viotti (Vargas, 2014; Vargas y Viotti, 2013, 2014) sobre la complejización del repertorio de imágenes asociadas al éxito y al progreso. Las observaciones que se desprenden de nuestras entrevistas sugieren que si bien el ethos del sacrificio se ha establecido como un principio ordenador de sus estilos de vida, también es cierto que dicho ethos es puesto en tela de juicio dando lugar a procesos de reformulación. En ese intento nuestras informantes buscan realizar cambios concretos en sus vidas que se traduzcan en un mayor bienestar cotidiano o en la posibilidad de tomar decisiones que se ajusten a sus proyectos personales.

Ahora bien, ¿cómo se articula la precariedad de sus trabajos con sus pretensiones y con estas prácticas y reconsideraciones24 que describíamos? En el apartado anterior examinamos que sus ingresos son valorados positivamente y que la estabilidad por diferentes motivos no constituye un aspecto importante para ellas. A esto podemos

24 Elementos que hemos considerado para el análisis de sus construcciones identitarias de clase.

76 agregar que -a nuestro entender- la apreciación de sus condiciones laborales debe leerse en sintonía con la pendiente de ascenso desde la cual se proyectan, es decir, con lo que

“aspiran a ser”. Si nos concentramos en este aspecto, para ambas el trabajo actual representa el punto de partida de una carrera que finaliza, para Estefanía, en el cargo de una funcionaria política de mayor envergadura y, para Ana, en el ejercicio de su profesión a partir de la trayectoria acumulada en un campo específico del derecho. El peso de la distinción, creemos, no descansa tanto sobre estas condiciones laborales –que aunque precarias se piensan incluso como condiciones de posibilidad “para”- sino sobre sus propósitos en tensión con el futuro.

Cuando analizamos la historia reciente de Cristina notamos a primera vista grandes diferencias. En primer lugar trabajó intermitentemente en variadas ocupaciones mientras estudiaba, siendo moza, vendedora de obras sociales, empleada en una inmobiliaria, hasta colaboradora en viveros. Al momento de graduarse su situación económica fue mucho más complicada que la de Ana y Estefanía, no sólo se encontraba en un contexto socioeconómico regresivo –mediados de la década del ‟90-, sino que además debía mantener a sus hijos y era único sostén familiar –su marido estaba desocupado-. En ese momento intentó ingresar como ingeniera agrónoma a las grandes compañías multinacionales del mercado de la producción agrícola, pero no la tomaron.

Luego estuvo un tiempo desocupada hasta que consiguió finalmente un empleo en la

Administración Pública a través de su familia.

Si bien esto había representado una mejora para sus ingresos, encontró en los años siguientes serias limitaciones derivadas de las condiciones precarias que hemos descripto.

Por ello, conjuntamente con su trabajo en el Estado, debió combinar otras fuentes de ingreso. Una de ellas proviene de un cargo de Ayudante en la Facultad de Agronomía de

77 la UNLP, al que accedió luego de participar Ad Honorem varios años en distintas cátedras. Por otro lado, suele realizar periódicamente informes para una certificadora de productos orgánicos.

Así y todo apenas logra equilibrar un presupuesto familiar que ella considera

“mínimo”. Además de las estrategias de ajuste y de solidaridad entre sus parientes,

Cristina no incurre en grandes gastos:

“…los fines de semana mi tiempo de ocio básicamente es

pasarla con la familia, con mis amigos, compartimos asados,

tengo veinticinco personas en mi casa [se ríe]… tenemos una

vida familiar y con un grupo de amigos bastante activa, eh… y

después, no, los fines de semana, bueno, yo voy a danza,

danzas tradicionales africanas, voy a veces con mi hija… salgo

a caminar, por el ecológico, es una ventaja de vivir en City

Bell, me gusta leer, va… leo mucho más en vacaciones que en

tiempo de laburo, eh… y sí, paseo con mis hijos, ya te digo,

salgo a caminar con ellos, me encanta salir a caminar con

ellos… no mucho más…” (Cristina)

Observamos algunos pequeños consumos exóticos, otros que podríamos denominar “esclarecidos” si seguimos a O‟ Dougherty (2009). Pero fundamentalmente sus formas de consumo se distinguen por la búsqueda de una cierta sobriedad, en rechazo a la ostentación materialista:

“…y después bueno, si sobra algo yo trato de ahorrar para irme

de vacaciones, que me gusta viajar… Yo prefiero gastar plata

78

viajando que en ropa… por ejemplo el año pasado mi hija

cumplió quince años y en vez de festejarle el cumpleaños de

quince nos íbamos a ir todos y al final, bueno, no alcanzó, pero

nos fuimos a Brasil una semana, la pasamos bárbaro, lo

disfrutamos mucho más que una noche que por ahí estamos

todos nerviosos [se ríe]… es horrible…” (Cristina)

Quisimos esbozar aquí el modo en que la precariedad afecta diferencialmente a

Cristina y a su familia, y en qué medida esto puede percibirse en sus consumos.

En otro orden también notamos la presencia del referencial del ascenso, pero en un menor grado y con ciertos reparos. Cristina quiere mejorar sus condiciones laborales, sin lugar a dudas. No solo busca el pase a planta en su cargo actual, sino que también está interesada en encontrar un trabajo superador y que sea afín a su profesión. Sin embargo no está dispuesta -como otrora lo hiciera- a trabajar para una empresa multinacional del sector privado:

“…a mí me gusta la actividad del Estado, yo siendo ingeniera

podría ir a Monsanto, a Seminis a vender semilla, pero a mí no

me da satisfacción eso, si me decís voy a INTA [Instituto

Nacional de Tecnología Agropecuaria], voy a agricultura me

encantaría, pero está complicado también, son todas cuestiones

medio políticas, yo a INTA me he presentado dos o tres veces,

me ganó un concurso una chica, no es que yo me quedo viste

“ah, sí, me quedo acá”, si yo puedo desarrollar mi actividad

profesional en otro lado plenamente, pero… por lo menos la

visión que tengo yo es que me gusta trabajar desde el Estado

79

porque siento que, qué se yo… la verdad no me da satisfacción

venderle una semilla a un productor y estar mintiéndole, no

sé… a mí me gusta ir al campo viste, básicamente me gusta el

campo, el contacto con los productores, uno estudia agronomía

por eso, bah, qué se yo, hay algunos que terminan adentro de

un laboratorio pero no, no es mi idea…” (Cristina)

Tampoco pretende “sacrificar” el tiempo que comparte con su familia en la realización de estudios de posgrado que, según ella, le otorgarían mayores garantías para ingresar a alguno de los trabajos a los aspira en otros organismos estatales:

“Sí, la verdad que sí lo pensé pero tuve la experiencia de tener

una amiga mía que hizo un posgrado, un Máster en

Horticultura, y… vi el esfuerzo tremendo que significaba de

fines de semana quedarse estudiando y laburando todo el fin de

semana más la tesis y… yo lo pienso a veces, a veces también

me pica el bichito, pero digo “no”, no estoy dispuesta a

sacrificar momentos familiares, yo todavía… por ahí alguna

vez lo hago, viste, porque es como una asignatura pendiente,

pero… en estos momentos no tengo ganas de… digamos… de

hacer semejante esfuerzo, yo vi el esfuerzo que ella hizo, viste,

vi el esfuerzo y como lo sufrió y vi todo el sacrificio y…”

(Cristina)

A todo esto, lo que nos parece más interesante recuperar de la representación que

Cristina hace de su ascenso, es que en ella –además de sus tentativas individuales- incorpora el valor de la acción colectiva como vía de progreso. En el capítulo anterior

80 considerábamos que el relato de origen de la clase media se había construido sobre la idea de un ascenso social basado en el esfuerzo y la autonomía individual. Pues bien, algunos de los artículos que trataban la crisis de 2001-2002 y las formas de protesta que habían adoptado las llamadas “clases medias” ponían en debate la significatividad que dichas movilizaciones contenían a contraluz de ese relato de origen (Visacovsky, 2009; Fava,

2014). Básicamente mostraban dos lecturas contrapuestas que se habían formulado desde el campo periodístico e intelectual: la versión pesimista entendía que se trataba de una conducta efímera y circunstancial, una prueba más del individualismo y el interés sectorial característico de las clases medias a lo largo del siglo XX; y la versión optimista, que observaba en los cacerolazos la muestra de una emergente solidaridad y redención por parte de una clase en vías de transformación. Si bien, como dice

Visacovsky (2009: 270), el repliegue de los cacerolazos y los hechos ulteriores parecerían dar la razón a la lectura pesimista25, no es menos cierto que en la biografía de Cristina la movilización de la Subsecretaría en el año 2002 se elaboró como un episodio parte aguas.

Y que para su historia personal esa experiencia contribuyó –como decíamos antes- a ampliar los horizontes desde los cuales imagina el mejoramiento de sus condiciones de vida.

Para concluir queremos agregar algunas reflexiones sobre Marcos. Contábamos que había practicado su profesión de músico desde muy joven, que seguía un estilo de vida austero y que se “había acostumbrado” a una trayectoria laboral inestable. También hicimos referencia a su descontento con la gestión municipal y su concepción sobre el rol social del artista. Varios de estos elementos hallan para nosotros un hilo conductor en un argumento que nos remite a Bourdieu.

25 Fava, reformulando esta lectura pesimista, dirá que se trata ante todo de un actor “reacio a la protesta social”, que cuando se moviliza lo hace porque advierte que se “ha sobrepasado el umbral de lo tolerable” (Fava, 2014: 257). Es para el autor la idea de crisis la que genera las condiciones simbólicas que habilitan el pasaje hacia la protesta.

81

En el capítulo anterior aludimos a una diferenciación que Bourdieu realiza entre las distintas modalidades en que se manifiesta el conjunto de disposiciones pequeñoburguesas con las cuales identificamos a los sectores medios. Una de esas modalidades, la de la nueva pequeña burguesía, se visualiza en las posiciones indeterminadas de la escala social que conforman las “nuevas profesiones”, orientadas – decíamos- a la producción simbólica de la necesidad (diseño, marketing, relaciones públicas, publicidad), todas ellas tendientes a producir nuevas reglas y necesidades en la esfera de los estilos de vida y de los consumos materiales y culturales. Para Bourdieu estas nuevas profesiones constituyen:

“…el lugar de elección de todos los que no han obtenido del sistema

escolar las titulaciones que les permitirían reivindicar con éxito las

posiciones establecidas que les prometía su posición social de origen,

y también de las que no han obtenido de sus titulaciones todo lo que

se consideraban con derecho a esperar de ellas por referencia a un

estado anterior de la relación entre las titulaciones y las posiciones”

(Bourdieu, 2012: 418)

Creemos que la descripción de estas posiciones se asemeja a la de Marcos –que se halla en una zona gris entre ambos grupos26- y que puede ayudarnos a desentrañar ciertos actos de distinción en su discurso. Aunque a simple vista nos parecía que se trataba de un joven músico que no estimaba para sí ninguna titulación escolar ni nada que se asemejara a un estilo de vida tradicional, con el transcurrir de la entrevista notamos algunos contrapuntos interesantes. Por ejemplo, cuando explicaba el pasaje de su actividad como

26 Pensamos que si bien Marcos no eligió este trabajo de antemano, bien se identifica con la profesión de “gestor cultural” en el empleo público. Por otro lado, decíamos que se hallaba en una zona gris debido a que no posee ningún título académico pero sí la acumulación de un extenso capital cultural en torno a su trayectoria en el campo de la música: mencionaba, entre algunos, sus conocimientos en ingeniería de sonido y grabación y las variadas experiencias laborales como músico, intérprete y productor.

82 artista independiente a su labor en el Estado advertíamos que Marcos efectuaba lo que

Bourdieu llama “estrategias de restablecimiento simbólico” (Bourdieu, 2012: 419), esto es, la utilización de denominaciones que revisten una mayor jerarquía. Nos hablaba ya no de emprendimientos culturales, sino de “gestión” cultural, de “diseño” de eventos, actividades que involucraban una mayor complejidad:

“Claro yo empecé así en realidad… yo empecé así, el evento

este, que era lo que yo propuse y que organizaba, empezó a

funcionar bien, entonces desde […] la gestión me propusieron

de entrar a trabajar desde un rol digamos… de aplicar ese rol

que era el mío dentro de ese evento particular a otro tipo de

eventos por ejemplo, gestión cultural, ¿no? De lo que es el

diseño de un evento, ¿no?... en estos términos yo nunca lo

había hecho realmente, en el sentido de que yo nunca había por

ejemplo… sí había organizado eventos obviamente, pero no…

nunca había gestionado un espacio público… que es algo

nuevo para mí, yo nunca había hecho eso, es como aplicar algo

que yo conozco a algo nuevo porque si bien yo he organizado

eventos de manera autónoma, bueno ahora es como tener en

cuenta un montón de cosas que no se tienen en cuenta en lo

que es la organización de un evento independiente… eso hizo

que crezca exponencialmente, el hecho de tener una

infraestructura técnica y logística y de difusión hizo que eso

crezca…” (Marcos)

83

De manera análoga también observamos intentos de rehabilitación cuando describía la concepción artística de los espacios que organizaba, espacios a los que atribuía una valoración diferencial:

“…es un espacio que fue una idea que yo propuse, que es de

una residencia de creación colectiva interdisciplinaria… es

decir, un espacio de expresión distinto de lo que es la media,

de lo que hay, de lo que está lleno en la ciudad, que son por

ejemplo qué se yo… hoy en la ciudad tenemos 200.000 lugares

de conciertos, 200.000 festivales, fiestas, recitales pero

espacios interdisciplinarios por ejemplo donde se muestre lo

que son creaciones colectivas interdisciplinarias son pocos…

lo que más se parece a un espacio así son los centros

culturales, pero los centros culturales… pocos centros

culturales hay públicos en realidad… o sea, la separación de

las artes es algo que ya está pasado de moda…. Ya no

corresponde a lo que pasa hoy en día, vos te encontrás hoy en

día a un músico y es músico, estudia letras y es pintor

también… es más lo que está pasando hoy en día realmente, de

que todo el mundo… se ramifican las artes y se unen al mismo

tiempo…” (Marcos)

Podríamos continuar reproduciendo también otros pasajes donde desarrolla sus ideas respecto a la cultura, el Estado y la política, referencias que todas configuraban una cosmovisión bastante ecléctica a nuestro parecer. En ella encontramos desde nociones fetichistas de la cultura –que la desentendían de sus determinantes materiales-;

84 la representación de la gestión cultural como espacio de lucha por la defensa de un

“modo de hacer arte” colectivo, libre y desinteresado; hasta nociones de la política, el

Estado y la ciudadanía que entraban en contradicción consigo mismas. Pero en lugar de reproducir enormes citas, queríamos decir simplemente que en esa descripción del mundo social en donde Marcos se identificaba como artista y comunicador, él mismo parecía colocarse en un no-lugar, o mejor dicho, rechazaba por momentos cualquier intento de enclasamiento objetivo. En ese “sueño de vuelo social” (Bourdieu, 2012:

437), en esa contracultura27 que profesaba también encontraba un discurso que contenía las funciones de distinción necesarias.

Cabe recordar que lo escrito en este apartado constituye un ensayo, un primer abordaje, en donde a partir de las categorías analíticas propuestas en el capítulo tres intentamos reconstruir algunos aspectos sobre las construcciones identitarias de clase media de nuestros entrevistados.

27 De todas formas no consideramos que la caracterización peyorativa que Bourdieu realiza de esta forma de “contracultura” se adapte al relato de Marcos. No creemos que se trate de un tipo de “anticultura adolescente” o de una “vulgarización del estilo de vida intelectual” (Bourdieu 2012: 436-437). Solo queríamos destacar que su negativa implícita a estar colocado en una posición social determinada puede entenderse a su vez como un acto de distinción.

85

Reflexiones finales

En la introducción a esta tesina comenzamos relatando el proceso por el cual fuimos articulando y construyendo nuestra pregunta de investigación. Pues bien, cuando iniciamos el trabajo de campo y hablamos con nuestros primeros entrevistados dimos cuenta inmediatamente de que había algo en la teoría que debíamos reformular. Nuestra mirada estaba sesgada por las lecturas sobre descenso social y clases medias y buscábamos de alguna manera que se reeditara en el discurso de los contratados un relato que pusiera en tensión la pertenencia a la clase media. En ese momento, creemos, pecábamos de una mirada esencialista de las identidades sociales desconociendo su carácter procesual y constructivo. Por ello pensábamos que si no encontrábamos narrativas de descenso, si no peligraba esa identificación con la clase media –de acuerdo a la imagen cristalizada que nos hacíamos de ella- entonces ya no había nada que investigar. Por suerte, con unas cuantas lecturas agregadas sobre identidad, precariedad y sectores medios -y una revisión más exhaustiva de las entrevistas- visualizamos que en realidad sus construcciones identitarias de clase eran diversas, y que las condiciones precarias de sus trabajos intervenían y eran significadas de modo diferencial por cada uno de ellos.

Nuestra intención a lo largo de la tesina fue mostrar el recorrido que hemos venido acumulando en este proceso de investigación, y de rescatar esa idea, la de

“proceso”. Los últimos avances que hemos realizado refieren a la adopción de una perspectiva ampliada de la precariedad, así como a la profundización sobre la operacionalización de las categorías de identidad y clases medias. Esto último nos llevó a construir un marco teórico centrado en los “referenciales identitarios de clase media” a

86 partir de una selección de textos que considerábamos pertinentes. Asimismo, estos avances complejizaron nuestro análisis sobre el discurso de los entrevistados.

En primer lugar, cuando describimos sus condiciones laborales notamos la gran variedad de contratos que existen, siendo algunos muchos más precarios que otros. Este cuadro de situación profundiza lo que hemos expresado en el primer capítulo y en el cuarto sobre la fragmentación e individualización de sus relaciones laborales.

Rescatamos esta dimensión de la precariedad como una de las más preocupantes – además de las clásicas-, ya que obstruye cualquier posibilidad de articulación de acciones y demandas colectivas. Y creemos, debe ser una variable considerada especialmente para investigaciones posteriores.

De todos modos, decíamos que para algunos de ellos esas condiciones de precariedad eran vistas positivamente como “flexibilidades”, como oportunidades de negociación en sus ámbitos de trabajo, lo cual nos lleva a sus representaciones laborales y construcciones identitarias. En Ana y Estefanía observábamos que se ponía en juego la referencia al ascenso social a través de sus estrategias laborales y educativas, pero que de alguna manera esa identificación era puesta en tensión con la necesidad de

“parar” o de reformular aquello que elegían para sus vidas cotidianas. Al mismo tiempo la precariedad en su proyección de ascenso parecía ser relativizada pues, antes que un impedimento, sus trabajos actuales eran representados como “condiciones de posibilidad” para lograr aquello que anhelaban. En el caso de Marcos notamos también que algunos aspectos que relataba sobre su vida –la austeridad, su concepción del arte, sus ideas políticas- se configuraban discursivamente como actos de distinción. Además decíamos que su trabajo como “gestor cultural” en el Estado, aún con sus condiciones

87 precarias, le había permitido desarrollar “estrategias de restablecimiento simbólico” en su trayectoria artística.

No obstante cuando pasamos al ejemplo de Cristina sí notábamos diferencias considerables. En su experiencia laboral sus condiciones precarias eran valoradas negativamente y veíamos cómo las mismas representaban una limitación y afectaban sus formas de consumo individual y familiar. Por otro lado, advertíamos que la referencia al ascenso estaba presente pero de forma atenuada -ponderada junto a otros valores-, ya que no estaba dispuesta a sacrificar el tiempo con su familia o a trabajar para empresas multinacionales. Del mismo modo reparábamos en que su idea de ascenso también incorporaba representaciones sobre la acción colectiva como vía legítima de progreso.

Pensamos que las diferencias que separan generacionalmente a Ana, Estefanía y

Marcos de Cristina relativas a sus representaciones sobre la precariedad y sus construcciones identitarias de clase nos llevan por la pista que recorrió este trabajo junto a Bologna, Vargas y Viotti. Creemos que hay algo de los procesos de transnacionalización de la cultura -del impacto de la globalización y el posfordismo- que, en diálogo con las experiencias post 2001, inciden en la transformación de las narrativas de adscripción a la clase media de las generaciones más jóvenes, como también en los modos en que las nuevas formas de trabajo precarias son vivenciadas por ellos. Sugerimos al menos que es un punto relevante para conservar una mirada atenta ante las posibles reelaboraciones que puedan estar experimentando las imágenes, símbolos y valores asociados a las clases medias y de cómo ello se traslada a los diferentes grupos etarios que componen nuestra unidad de análisis.

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Sabemos también que falta ahondar aún más profundamente sobre las construcciones identitarias de clase media. Lo que intentamos hacer aquí, decíamos, era un primer abordaje que diera cuenta de algunos aspectos de esas identificaciones.

En este sentido creemos que es necesario -para los siguientes pasos en este proceso de investigación- continuar con el trabajo de campo pero a partir de la elaboración de un nuevo guión de entrevista y de un marco muestral más aptos.

Pretendemos escoger oportunamente dos Ministerios y/o Secretarías de la Provincia y dos Secretarías de la Municipalidad entre las cuales se seleccionen los sujetos a entrevistar. Sumado a ello queremos privilegiar para la construcción muestral dos variables: la edad distinguiendo dos grupos etarios (personas de entre 25 y 34 años, y personas de 35 años o más) y la posesión o no de credenciales educativas (personas que posean un título universitario y personas que no).

Por último, estimamos que las entrevistas pueden ser complementadas con dos técnicas de investigación adicionales. En primer lugar, el relevamiento de documentos secundarios referidos a los marcos legales que rigen el empleo público provincial y municipal –que resulta un asunto pendiente para nosotros-. En segundo término, la realización de observaciones participantes en espacios laborales y sindicales, buscando examinar los aspectos relacionales de la precariedad laboral y de cómo sus significados se producen, actúan y reconfiguran en la práctica.

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