La California Jesuita
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La California jesuita (Salvatierra, Venegas, Del Barco, Baegert) Anverso: Mapa incluido en la edición realizada por Marcos Burriel de la obra de Miguel Venegas, Noticia de la California… “Las viñetas en los márgenes muestran lo que se pensaba de la fauna californiana y de las formas de vida de sus habitantes, incluyendo sus actuaciones vio- lentas cuando, en 1734, dieron muerte a dos jesuitas, los padres Lorenzo Carranco y Nicolás Tamaral”. (Mapa y cita tomados de León-Portilla, Miguel, Cartografía y crónicas de la Antigua California, Universidad Nacional Autónoma de México, Fundación de Investiga- ciones Sociales A. C., México, 1989, p. 146). La California jesuita (Salvatierra, Venegas, Del Barco, Baegert) Selección, introducción y notas de Leonardo Varela Cabral GOBIERNO DEL ESTADO DE BAJA CALIFORNIA SUR SECRETARÍA DE CULTURA INSTITUTO SUDCALIFORNIANO DE CULTURA ARCHIVO HISTÓRICO PABLO L. MARTÍNEZ Gobierno del Estado de Baja California Sur Lic. Carlos Mendoza Davis Gobernador del Estado de Baja California Sur Lic. Rafael Tovar y de Teresa Secretario de Cultura Profr. Héctor Jiménez Márquez Secretario de Educación de Baja California Sur Dip. Profra. Diana Von Borstel Luna Presidenta de la Comisión de Educación del Congreso del Estado de Baja California Sur Lic. Christopher Alexter Amador Cervantes Director General del Instituto Sudcaliforniano de Cultura José Guadalupe Ojeda Aguilar Subdirector del Instituto Sudcaliforniano de Cultura M.C. Elizabeth Acosta Mendía Directora del Archivo Histórico Pablo L. Martínez Lic. Luis Alberto Rochín Búrquez Coordinador de Difusión del Archivo Histórico Pablo L. Martínez Primera edición 2016 D.R. © 2016 Instituto Sudcaliforniano de Cultura Archivo Histórico Pablo L. Martínez Altamirano e/Navarro y Legaspy, Zona Centro, C.P. 23000, La Paz, Baja California Sur ISBN: 978-607-8478-15-6 Ninguna parte de este libro puede ser reproducida, almacenada en un sistema de recuperación, o transmitida en ninguna forma electrónica, mecánica, fotocopiada, magnetofónica, u otra, sin permiso escrito del Archivo Histórico Pablo L. Martínez y el autor. Impreso y hecho en México El corazón de las misiones californianas es su dimensión invisible. Es el lado espiritual de la historia: la suma de inspiraciones y motivaciones de tal empresa. Miguel León-Portilla, Baja California: geografía de la esperanza. O wonder! How many goodly creatures are there here! How beauteous mankind is! O brave new world That has such people in’t! William Shakespeare, The Tempest (Act V, scene 1). Introducción California y su épica Cuando uno arriba por primera vez a estos parajes siente algo parecido a lo que deben haber experimentado todos los que nos antecedieron; no sólo conquistadores como Cortés y sus soldados, ni los evangelizadores jesuitas, franciscanos o dominicos encabezados por Salvatierra; ni esos múltiples cronistas que en fecha más reciente se han aproximado a Ca- lifornia, como –por sólo citar dos nombres– Fernando Jordán y Harry Crosby; sino también lo que vivieron sus primigenios habitantes, llega- dos desde un remoto sur o un gélido norte (o quizá de ambos rumbos, en múltiples oleadas, en flujos y reflujos): frente al estupor, la necesidad de entender una realidad distante y distinta, el enfrentamiento con un mundo nuevo que existió mucho antes –y ya era “novedoso”– milenios atrás de aquel día cuando los europeos acuñaron, refiriéndose a América, la expresión “Nuevo Mundo”, o Shakespeare afirmara, partiendo de las mismas referencias, en algún verso de La Tempestad: ¡Oh, maravilla! ¡Oh valiente mundo nuevo! California ha sido desde que se le conoce un mundo nuevo conti- nuamente descubierto, reiteradamente descrito, distinto a otras regiones del orbe y a la vez con puntos en común que la enlazan a muchas de ellas (los grandes espacios, el océano, los calores y las sierras), sin que ninguno de sus rasgos particulares permita que la suma de todos la haga suficientemente parecida a cualquier otro lugar del planeta. Curiosa y tal 8 vez afortunadamente, la novedad de California se mantiene intacta hasta hoy, a pesar de los siglos y el pasar de la historia, sin que nos cansemos de “descubrirla” ni describirla. No obstante, todo aquel que llega o regresa a sus territorios desea siempre saber algo más acerca de su historia, aproxi- marse aunque sea tentativa y provisionalmente a una narración inteligible de los hechos que han ido dando forma a tan peculiar escenario, donde se desarrollan no menos peculiares formas de vida y se cultivan especiales paisajes, ambientes, sensibilidades. Cuando, hace ya un cuarto de siglo, llegué a California, me enfrenté con preguntas seguramente muy parecidas a las que se formularon todos los que habían arribado antes que yo: ¿Quiénes eran y cómo vivían sus pobladores más antiguos? ¿Cómo se fueron adaptando para habitarla distintos grupos humanos y de qué manera se desplazaron a través de los años a lo largo de su tierra? ¿De qué manera se conformó esta realidad cultural diversa, compleja y al mismo tiempo aparente y pasmosamen- te sencilla? Durante todo este tiempo he buscado respuestas –nunca suficientes, pero siempre alumbradoras– ante esas viejas inquietudes, y especialmente he descubierto que cada pregunta remite a nuevos e insos- pechados cuestionamientos que quizás nadie, nunca, responderá: ¿Qué significan las pinturas rupestres de la Sierra Central de la Baja California? ¿Cuáles fueron las vivencias inexpresadas o inexpresables que alimentaron la memoria escrita por los evangelizadores? ¿Además del clima y algunas otras obviedades, existe un motivo profundo y quizás misterioso para el fracaso de Cortés y subsiguientes colonizadores desde la época de la Conquista hasta nuestros días? Y sobre todo, la inevitable gran pregunta: ¿Por qué California nos fascina y repele, abraza, hiere, ama y hostiga con tanta asiduidad? Es decir: ¿Qué de ella ha obsesionado y obsesiona a casi todos quienes en ella se (re)conocen? He leído, más con ojos de literato que de historiador, múltiples tex- tos, y me he enfrentado con la necesidad de compartir estas lecturas o al menos algunas de ellas con un lector imaginario: mi lector ideal no es un especialista sino un apasionado de la California, como lo fue (antes que especialistas), el propio Jordán; como lo es Crosby y como fue Ignacio del Río. Intento visualizar ese libro que buscaría el visitante interesado en avivar ciertas imágenes de nuestra historia, acercarse a un grado razonable 9 de comprensión de lo aparentemente incomprensible, pero especialmente encender la flama de viejas experiencias que iluminan (e iluminaron) el deseo de formar parte del pasado, presente y futuro de la península, donde se funden y se fundan hechos reales (la expoliación, el desarraigo, las migraciones) con otros, múltiples, que son un tanto irreales (sagas magníficas, heroicas, míticas, místicas, nostálgicas y religiosas.) No soy ingenuo ni soberbio. Sé que ya existen estos libros y que varios de ellos resultan genuinamente imprescindibles (elijo El otro México, de Fernando Jordán y A la diestra mano de las Indias, de Ignacio del Río, entre mu- chos), pero razono que resulta difícil para un lego, a mi propia imagen y semejanza, hacerse de todos y cada uno de estos textos, así que acudo en busca de cuatro y sólo cuatro voces fundacionales, que como puntos cardinales figuran en este libro, fincando un discurso del asombro con el cual me identifico porque invita a polemizar: son las palabras de los misioneros jesuitas que acudieron a la evangelización de los indígenas en la península californiana durante el siglo XVIII, en una época que habrá de nombrar “tardía” de la Conquista, si lo vemos desde la perspectiva de otras regiones de la Nueva España. La “europeización” de la California inicia en el siglo XVI, con la llegada del infortunado piloto Fortún Jiménez de Bertandoña y luego el célebre conquistador Hernán Cortés al ahora puerto de La Paz. Ninguno de estos dos desembarcos iniciales arraigaría. No será realmente sino hasta la llegada de los jesuitas, por la zona meridional de Loreto y como producto de una iniciativa compartida e impulsada conjuntamente por los reverendos Juan María de Salvatierra y Eusebio Francisco Kino, que se empezarían a fundar asentamientos permanentes y provocarse una verdadera transformación cultural. Sólo a partir de estos hechos, acaecidos a fines del siglo XVII o principios del XVIII, la presencia europea en California dejó de ser una anécdota para traducirse en hondas e irreversibles transformaciones. Cierto es que al igual que muchas otras metamorfosis históricas, la de esta zona del planeta está teñida de sangre. La desaparición –que no es lo mismo que exterminio– de la población indígena fue un efecto ocasionado durante esta evangelización. Aun así, resulta imposible no aquilatar el legado histórico de los misioneros, que por muchos motivos, incluyendo precisamente quizás estas heridas abiertas, aún latentes, irriga y alimenta nuestra vida 10 cotidiana: todos esos lenguajes, memorias, manifestaciones del arte y la cultura, estructuras profundas del hacer, el quehacer y el pensamiento que nos (y los) ligan a esta tierra. Cierto es que este libro se circunscribe sólo a una etapa de nuestra historia, mas me parece que esta época es ciertamente crucial para en- tender nuestro pasado, presente y tal vez el futuro. Por otro lado, como todas las grandes épicas, esta etapa resulta al mismo tiempo fascinante y terrible, pues está hecha de heroísmo y miserias, grandes logros y hondos abismos; teñida de aventuras y resumida al mismo tiempo en pequeños