Development Ethics Association Development Ethics Contributions for a Socially Sustainable Future University of Costa Rica San José, Costa Rica, July 21-24, 2014
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10th International Conference and 30th Anniversary of the International Development Ethics Association Development Ethics Contributions for a Socially Sustainable Future University of Costa Rica San José, Costa Rica, July 21-24, 2014 PAPERS MONDAY 21 JULY OPENING PLENARY Auditorio Ciencias Económicas (CE) OPENING REMARKS. Dr. Mario Solís and Dr. Eric Palmer Rector of the University of Costa Rica.: Dr. Henning Jensen Discurso Dr. Henning Jensen Pennington, Rector UCR Académicos prominenetes: David Crocker, académico de la Universidad de Maryland y Luis Camacho, académico de la UCR; el Dr. Henry Mora, actual presidente de la Asamblea Legislativa, conferencista principal de la mañana y la profesora Adela Cortina conferencista principal de la tarde. Al Congreso asisten profesores de filosofía y de ciencias sociales de muy diversos lugares: (Des Gasper, de Holanda, Nigel Dower de Escocia, Jay Drydryk, de Ottawa, Canadá, Christine Koggel, de Bryn Mawr, Filladelfia, USA, Francesca Gargallo, de México, Paul Thompson, profesro de Filosofía de la Michigan State University (y quien es W.K. Kellogg Chair in Agricultural, Food and Community Ethics), etc. En la inauguración hablarán: Dr. Mario Solís, miembro del comité directivo de IDEA, profesor e investigador de la Escuela de Filosofía y del INIF y organizador del Congreso. Dr. Eric Palmer y Dra Sandra Boni, representantes de IDEA (vicepresidenta y tesorero). Buenos días Para la Universidad de Costa Rica es un placer y un honor, actuar como anfitriona de este Décimo Congreso Internacional y Trigésimo Aniversario de la Asociación Internacional de Ética del Desarrollo. Sin duda, se trata de un tema de especial importancia y relevancia académica, cuya atención integral e interdisciplinaria debe ser prioritaria en la identificación de los conflictos de valores sociales, políticos y morales, propios de las diversas teorías del desarrollo, de su planificación y su práctica, para contribuir al logro de las metas de desarrollo, social y ambientalmente sostenibles. Kjell Magne Bondevik, creador de la iniciativa de Ética y Desarrollo, con la necesidad de dar una mayor preponderancia a la ética y a los valores entre los objetivos de política pública en la esfera internacional, comentó que es necesario que el mundo deje de estar regido por intereses económicos, por lo que los valores humanos y los principios éticos se pueden convertir en una fuente de movilización política y contribuir al cambio social; siendo para él, ambos un medio, porque están vinculados con la elaboración de las políticas públicas, ya que presupone juicios de valor que deben ser objeto de fiscalización y debate público. A su vez, en la concepción del mismo autor, se debe evitar entender a la ética como beneficencia, ya que ella conduce a la exclusión social. La ciencia y la academia tienen el deber de propiciar la reflexión ética ante los retos no resueltos de la sociedad, y estimular una investigación capaz de contribuir con el desarrollo social. En los últimos años, hemos atestiguado el dinamismo y la innovación en el ámbito de la ética, la transformación de su objeto de estudio y el enriquecimiento de sus perspectivas y métodos de análisis. Esto es el resultado de la confluencia y el diálogo entre diferentes disciplinas, lo cual ha hecho posible la construcción de un conocimiento científico más complejo sobre los diferentes aspectos de la ética del desarrollo. La carta constitutiva de nuestra universidad es prolija en señalar las relaciones entre la academia, el desarrollo y la ética. Es así como nuestro Estatuto Orgánico define el deber superior de nuestra universidad como contribuir con el logro del bien común, a la vez que establece el marco político dentro del cual ha de concretarse ese deber: la justicia social, la equidad, el desarrollo integral, la libertad y la independencia de nuestro pueblo. El concepto de bien común ha experimentado múltiples transformaciones desde los tiempos de Aristóteles, según hayan predominado visiones que lleven la impronta del individualismo burgués, el comunitarismo, el liberalismo político, el liberalismo bienestarista o, en las últimas décadas, la absolutización del mercado como mecanismo superior de regulación de la vida social, en general. Pero nuestro Estatuto Orgánico no entiende el bien común en términos abstractos, sino que, por el contrario, de manera inmediata señala el marco dentro del cual debe ser construido; o sea, en el contexto de la justicia, la equidad y la libertad. Quienes lo redactaron, tomaron también la previsión de indicar las vías por las cuáles transitar en la realización del bien común, entre las cuales se encuentran la búsqueda de la verdad y la belleza, el respeto a las diferencias, la tolerancia, la conciencia creativa y crítica, la ética, entre muchas otras. En este contexto, el tema de la ética constituye uno de los ejes fundamentales de la Universidad de Costa Rica, ya que promovemos y realizamos actividades académicas, orientadas al conocimiento, investigación, promoción, defensa y práctica de la ética, los valores y el desarrollo. Realizamos una investigación que responde al interés público y a principios solidarios, relacionados con la dignidad y los derechos humanos, que compromete nuestro quehacer con la justicia social, una mayor equidad y el desarrollo integral de las personas. Actualmente el gran desafío que tienen las instituciones académicas como la Universidad e Costa Rica, es que no solo debemos proporcionar conocimientos, sino también, que tenemos la responsabilidad de promover entre la comunidad universitaria un profundo sentido de responsabilidad social, y un compromiso con el bienestar de la sociedad. En este sentido, consideramos que la educación superior como proceso educativo y de investigación, debe servir y fortalecer a la ciudadanía en el ámbito local y global participando de forma activa, apoyando a grupos marginados y contribuyendo a instaurar procesos democráticos. Las investigaciones sobre el desarrollo, en general, y en América Latina, en particular, se centran en un enfoque de los cambios macroeconómicos y estructurales de la sociedad, así como en un análisis del papel que juegan las agendas de política económica. Entre los temas de esas agendas, se encuentra la economía de la pobreza, la cual ha estado presente en el debate sobre el desarrollo latinoamericano desde principios del siglo veinte. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe, fundada en 1948, pero portadora del actual nombre a partir de 1984, ha sido elemento clave en el desarrollo de investigaciones sobre la pobreza, e investigaciones económicas en general. La CEPAL ha hecho grandes contribuciones a la teoría del desarrollo, ha impulsado análisis sobre los obstáculos estructurales al crecimiento interno, sobre la naturaleza del sistema económico internacional, y ha avanzado la comprensión del intercambio desigual en el comercio internacional. Estos enfoques son muy importantes, pero no han estimulado otras formas de ver las cosas que trasciendan la perspectiva estrictamente económica. Descubrir nuevas perspectivas es de suma importancia para América Latina, ya que nuestro subcontinente muestra las tasas de desigualdad más altas del mundo entre ricos y pobres. Esta sola circunstancia hace perentoria la necesidad de pensar la relación entre ética y desarrollo, pues nada puede ser más trascendente que la afirmación de los derechos sociales y ciudadanos. Ya décadas atrás, la teoría de la dependencia constituyó un sobresaliente aporte latinoamericano a las ciencias económicas, políticas y sociales universales, cuyo enfoque no era solo económico, sino a la vez histórico y político. En la misma línea, existe ahora el desafío de pensar en cómo superar la pobreza y las desigualdades dentro de políticas de inclusión y participación democráticas. La década de los 80s es conocida como “la década perdida”. La discusión de entonces se centró en el tema de la deuda externa, los programas de ajuste estructural y la liberalización (desregulación) del mercado. No deja de tener un rasgo de cínica exculpación que los otrora proponentes de los programas de ajuste estructural sostengan que los países latinoamericanos fueron incapaces de superar sus acuciantes problemas porque no supieron cumplir con las reformas de la agenda económica de esos años. Los fracasos de la “década perdida” tuvieron como consecuencia colateral la toma de consciencia de los llamados “déficits sociales” y una necesidad de estudiar los temas de la pobreza y la desigualdad desde otras perspectivas teóricas y metodológicas, pero sobre todo desde un enfoque que puso al ser humano en el centro de todas las reflexiones. Todo esto evidencia que el congreso que hoy inauguramos sea especialmente oportuno, puesto que es parte de la consolidación de una perspectiva humanista en la política social que amplía la conceptualización teórica del desarrollo, pero sobre todo cambia la perspectiva de la respuesta que la sociedad ha de tener ante sus desafíos. A la vez, esta perspectiva focaliza los elementos propios de lo que debería convertirse en un proyecto global de una humanidad reconciliada; no en términos de una difusa utopía, sino como posibilidad real de inclusión y participación. En 1984, la Universidad de Costa Rica fue la anfitriona de la primera conferencia internacional de ética del desarrollo, organizada de manera conjunta por los doctores David Crocker y Luis Camacho Naranjo. El tema de la conferencia fue, “La ética y el desarrollo del tercer mundo”. Uno de los logros más prominentes de dicho evento