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Afincada En Niebla Carmen García Sanz

HUELLAS DE “LA INGLESITA” AFINCADA EN NIEBLA

CARMEN GARCÍA SANZ

Sección de Arqueología. Diputación de

Clásicos de la Arqueología de Huelva 9 (2005)

C. García Sanz: Huellas de “la inglesita” afincada en Niebla

Escribir de un personaje a través de la documentación por él recogida no deja de ser complejo y al mismo tiempo apasionante, a la vez que el desgranar papel tras papel con indicaciones manuscritas o fotografías con anotaciones produce una sensación de estar curioseando en algo más allá de lo que en su momento esa persona pudo o quiso revelar.

Al ser un archivo personal se trata de una documentación guardada con la sub- jetividad que cada uno tenemos a la hora de realizar esa acción y por ello es una forma de definir la personalidad del que ha acumulado dicha información. Sin embargo, en algunos casos, los historiadores olvidamos la finalidad que tuvo un documento y analizamos desde un punto de vista actual algo realizado con anterioridad y, además, sólo estudiamos los datos dejando a un lado el motivo del documento.

En esta ocasión contamos con el archivo de Elena Whishaw donde se ha reu- nido la documentación que ella dejó a su muerte, si bien, bastante diezmada por los ava- tares sufridos desde el año de su defunción hasta que parte del mismo llegó al hoy des- aparecido Instituto de Estudios Onubenses tras conocerse el expolio que se estaba hacien- do de su legado en estado de abandono en la Puerta del Buey en Niebla.

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Esta documentación se ordenó en 1987 dentro del Plan de Ordenación de Archivos Municipales, llevado a cabo por la Diputación de Huelva y dirigido por D.ª Remedios Rey de las Peñas, siendo el archivo personal de Elena Whishaw ordenado por Dª. Pilar Rufete Tomico, arqueóloga de la Diputación1.

Con posterioridad y con las posibilidades que actualmente ofrece la tecnolo- gía, hemos digitalizado este archivo para hacer más asequible su consulta y así evitar el deterioro de la documentación original; del mismo modo hemos hecho una catalogación pormenorizada de la misma con la posibilidad de acceder a ella a través de una base de datos gráfica, en la que está reflejada la catalogación junto al documento original2.

No nos cabe duda de que a la protagonista principal de esta documentación le hubiera gustado que la recopilación no se hubiera quedado en sus libros y en su corres- pondencia, sino que se hubiera extendido al mantenimiento de la obra que quedó en Niebla y con la que se sintió comprometida hasta su muerte, hecho por el que actualmente se la incluye y toma en consideración dentro del grupo de personas que, a principios del siglo XX, empezaron a tener interés por los trabajos sobre el mundo antiguo en Andalucía.

El reencontrarnos con sus papeles y su vieja y en algún caso maltrecha biblio- teca, vuelve a imbuirnos el interés quizás un tanto romántico por la vida y las vicisitudes que esta mujer vivió.

Nacida en Inglaterra en 1857, se vio favorecida por la situación acomodada de su familia para desarrollar actividades culturales y benéficas desde joven, tal y como era habitual en su entorno social3. De ello se conservan en el archivo cuadernos con fotogra- fías, aunque se observa la falta de un gran número de ellas recortadas de los mismos, y en su documentación referida a estas actividades son abundantes las anotaciones manuscritas.

A través de estas fotografías conocemos aspectos de su vida tras su matrimo- nio con Bernard Whishaw en 1885, con el que parece coincidir en muchas aficiones, como el teatro, los viajes, la música, la lectura, así como en su preocupación y dedicación a temas educativos. En sus viajes, como hacían muchos de los miembros de la alta clase media inglesa, Elena Whishaw va conociendo la cultura de estos lugares, atendiendo sobre todo a aspectos paisajísticos y a monumentos que les eran familiares básicamente por pin- turas o dibujos. Las descripciones de los viajeros ingleses que desde el siglo XVIII reco-

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Figura 1. Elena M. Whishaw en su juventud.

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rrían el mundo haciendo consideraciones personales sobre lo que iban encontrando, sirvió de incentivo a estos viajes que constituían parte de la formación personal del individuo, si bien hay que recordar que sólo los realizaban un pequeño grupo de la sociedad de la época.

A raíz de las noticias llegadas de los expedicionarios por tierras poco conoci- das en Occidente, fue creciendo la afición de la sociedad burguesa por todo lo que resul- taba exótico, primitivo y alejado de la rígida cultura victoriana.

Estos viajes, además aportaban datos a los gobiernos europeos tanto de la situación “política” que existía en los lugares visitados como de aspectos geográficos que servían, unos y otros, como base para el posterior control administrativo del territorio en un periodo de auge del colonialismo que las grandes potencias europeas estaban desarro- llando tanto en África como en Asia. El interés, por tanto, podía verse desde distintas pers- pectivas: el propiamente intelectual o de conocimiento, y el aspecto práctico de conseguir otros intereses aparentemente unidos a la actividad cultural; y no podemos olvidar que, en muchas ocasiones estos viajes y expediciones estuvieron tan vinculados a los propios gobiernos de origen, que necesitaban su aprobación, cuando no los medios y los recursos económicos de los mismos a la hora de explorar tierras poco conocidas.

En este orden de cosas, también desde mediados del siglo XIX y como conse- cuencia de esas expediciones se fue incrementando el interés por los temas clásicos y sus manifestaciones dentro de ese gusto por el primitivismo, de ahí que sea el momento en el que comienzan a asentarse las bases de los estudios arqueológicos, aunque aún vistos como recuperación del objeto antiguo que lleva intrínseco un valor económico. Del mismo modo, las tendencias de los estudios de las obras clásicas desde el aspecto artístico tal y como se venía desarrollando desde el siglo XVIII, generó la creación de colecciones por parte de anticuarios en un primer momento, que se fueron canalizando hacia la creación de Sociedades de Anticuarios y que culminará en el desarrollo de instituciones públicas como los Museos, que no son sino espejos de la realidad nacionalista que se está desarro- llando en Europa desde fines del siglo XIX hasta las primeras décadas del siglo XX. Este interés, que se inicia a través del conocimiento y el estudio de las fuentes clásicas motiva una creciente ilusión por parte de los investigadores de encontrar las ciudades y civiliza- ciones perdidas, de las cuales hay referencias en aquéllas, y todo ello, con el apoyo por parte de algunas instituciones que ven así la posibilidad de mejorar sus colecciones. Entre

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las fuentes clásicas, no sólo están los autores grecorromanos sino que es habitual el estu- dio de la Biblia como algo generalizado en las sociedades europeas protestantes y son estos estudios, a su vez, los que promueven las reflexiones sobre las sociedades orienta- les.

También Elena Whishaw se encuentra imbuída del interés por el estudio de la Biblia tal y como apreciamos a través de su biblioteca personal, en la que hay distintas obras dedicadas a diversos aspectos del Antiguo y del Nuevo Testamento. En este contex- to hay que reseñar la posesión en su biblioteca de la obra The Bible in de George Borrow, obra muy popular desde que se editara en 1843, tras las experiencias vividas por el autor británico en España repartiendo biblias y haciendo proselitismo en el ámbito rural desde que fue enviado en 1836 por la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera a España. A pesar de ser una obra traducida al francés, al alemán y al ruso y con más de veinte edi- ciones en inglés en 1911, no fue publicada en español hasta 1921, traducida por D. Manuel Azaña4. De Borrow, Dª Elena conservaba también su obra The Zincali an account of the Gypsies of Spain publicada en 1908, en la que su autor recoge anécdotas y fábulas en torno al mundo gitano con el que se relacionó especialmente en sus viajes, ambientes que inte- resaban también a nuestra investigadora dentro del ámbito antropológico y que sobrevi- vieron largo tiempo en la imagen que de España han tenido e incluso siguen manteniendo muchos extranjeros.

El espíritu religioso de Elena Whishaw permaneció a lo largo de su vida, con independencia de su educación en el protestantismo y su posterior conversión al catoli- cismo en 1919, ya en España, por su relación con el Padre D’Arcy que la inició en el mismo y que ella defendió convencida hasta su muerte, siguiendo incluso los mandatos de la Iglesia en cuanto al ayuno, tal y como se desprende de un dictamen médico en el que se indica que no debe seguirlos por su delicado estado de salud5. En la defensa de dichas cre- encias llegó hasta el punto de justificar a los grupos sociales vinculados a ellas en los periodos de revueltas sociales que se estaban produciendo en España en el tiempo en que ella ya vivía en Niebla.

Pero antes de llegar a estar comprometida con el movimiento obrero o al menos acercarse al ámbito social de los mismos, vivió un periodo de entusiasmo y dedi- cación por los estudios de historia en temas tan variados como los incas, Méjico, Roma y sobre la historia española en distintos periodos, siendo especialmente notable su interés

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por la cultura árabe de la que conoció algunas muestras ya en su primer viaje a España, para lo cual se documenta con libros de viajes sobre nuestro país, tal y como apreciamos en su biblioteca6.

El interés surgido por las investigaciones arqueológicas en el tiempo en el que vivió nuestro personaje se centraba por un lado hacia Oriente, interviniendo algunos investigadores o exploradores como Burton en el Sudán, Petrie en Egipto o Schliemann en Mecenas y Troya entre otros, o incluso lo encontramos en personajes tan conocidos como la propia Ágata Christie, vinculada a la arqueología no sólo por los lugares donde ambienta algunas de sus novelas (Muerte en el Nilo, Cita con la muerte, Akhenaton, Archivo Municipal de Niebla

Figura 2. Escena familiar en el jardín de su casa.

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Asesinato en Mesopotamia…), sino también por estar casada con el arqueólogo Max Mallowan, dedicado al estudio del Oriente antiguo, al que acompañaba en sus expedicio- nes arqueológicas a Nimrud, Ur o Nínive.

De otro lado existe un buen número de curiosos a los que la atracción que le sugiere lo diferente o exótico de sociedades más atrasadas tecnológicamente, les lleva a la búsqueda de tales elementos en los países meridionales europeos como España e Italia o incluso al otro lado del Estrecho, en Marruecos y Túnez.

Es este ámbito geográfico el que atrajo a poetas, pintores y músicos a los que les sirvió todo lo que veían de inspiración para sus trabajos, si bien la mayoría de ellos no llegaron a comprender las diversas y distintas culturas que conocieron y sólo tomaron de las mismas los aspectos más superficiales y folklóricos, en el peor de los sentidos del tér- mino, no llegando nunca a tener un vínculo estrecho con el país visitado. Pero aunque esta actitud se extendiera a lo largo del siglo XIX, este mismo concepto permaneció en la pri- mera mitad del XX, como muestra la obra Das Unbekannte Spanien del fotógrafo alemán Kurt Hielscher7, en la que se exalta el primitivismo como elemento positivo de la cultura; y en esa misma idealización o romanticismo tenemos el claro ejemplo de la visita a España de algunos miembros del conocido grupo intelectual inglés de Blomsbury como Virginia Wolf, Carrington, Gerald Brenan…8 Ellos apenas se relacionaron con los pobladores de los lugares que visitaron y sin interés se les veía como gente extraña y extravagan- te por parte de los lugareños, mientras que ellos se consideraban de un grado superior a éstos por su cultura. El que mayor relación tuvo con España fue Gerald Brenan que, tras su primera estancia, llegó a afincarse en la provincia de Málaga y salvo el periodo com- prendido entre la guerra civil española y 1952 en que se trasladó a Inglaterra, permaneció en España hasta su muerte9. A pesar de su larga estancia aquí y aunque dedica varias de sus obras a temas sobre España, siempre lo hace desde una realidad alejada de la socie- dad, alabando precisamente el primitivismo de la misma. Esto que para él es una virtud, por otra parte es muy criticado por un gran número de intelectuales españoles que ven en ello un atraso general de España frente a la modernización a la que se van adaptando otros países de Europa Occidental.

No fue éste el caso de otros personajes que desarrollaron una importante labor de recuperación y estudio de la cultura española. Entre ellos, fueron sobre todo los fran- ceses los que más vínculos tuvieron con España, destacando el abate Breuil, investigador

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en el norte de España, Jorge Bonsor en el Bajo Guadalquivir o los hermanos Siret en torno a Almería y aunque éstos han sido quizás los más destacados en su labor investi- gadora, hay que mencionar otros personajes entre los que se encuentra la propia ingle- sa afincada en Niebla: Elena Whishaw. Ella no contó con el prestigio ni con el apoyo que tuvieron los personajes citados anteriormente, pero no deja de tener interés el ana- lizar el medio en el que desarrolló su labor, siendo el único personaje extranjero que des- taca en el territorio onubense sintiéndose muy vinculada hacia el reconocimiento del pasado de la provincia, por otro lado, tan abandonada en el campo de la investigación en ese momento.

Cuando Elena Whishaw, a su llegada, se establece en Sevilla en la calle de los Ángeles, España está sometida en los temas de investigación al peso y la tradición ejerci- dos por la Iglesia Católica, de tal forma que no se estimula el estudio de cuestiones que puedan plantear controversias frente a los principios de la misma. Dicha actitud afectó también a la investigación arqueológica, adormecida hasta la entrada en España de perso- nalidades extranjeras que impulsaron la labor investigadora a remedo de lo que sucedía en otros países europeos.

A este impulso contribuyó el que una institución como la Real Academia de la Historia asumiera en 1893 la necesidad de realizar estudios de Geología, Antropología, Arqueología y Etnografía, que equilibraran la labor llevada a cabo por los extranjeros, de ahí el impulso por la creación de Sociedades centradas en dichos temas, a una de las cua- les perteneció D.ª Elena Whishaw desde 1924 cuando fue admitida como miembro de la Sociedad Española de Antropología en la misma sesión que lo hizo D. Jorge Bonsor, ambos presentados por D. Juan Cabré y el Sr. De las Barras10. Con esta institución man- tuvo muy buenas y continuadas relaciones, informando de todas sus actividades en busca del apoyo de la comunidad científica.

En este ambiente de investigación un tanto precario, se desarrolla la labor de nuestro personaje, cuyo interés sobre los temas arqueológicos se centra en la cultura árabe y para cuyo estudio empieza pidiendo permiso, suponemos que a la Junta Superior de Excavaciones ya que no disponemos de documentos para confirmarlo, para excavar en la ciudad musulmana de Medina Az-Zahra11, ciudad por la que siente gran interés, tal y como se refleja en sus cartas a Archer Milton Huntington12, fundador de The Hispanic Society of America en 1904.

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Sin embargo, el entusiasmo que suponemos tuvo la señora Whishaw por res- catar elementos de la cultura árabe y que la llevaría a tener que esforzarse sobre manera para ser tomada en consideración, se vio enseguida truncado conforme inició los contac- tos con las autoridades que, en torno a 1914, controlaban o al menos eran los responsables de la actividad arqueológica que se llevaba a cabo en Andalucía. Es lógico pensar que en detrimento de ella tenía la falta de preparación académica, pero ésa era una realidad que afectaba a una gran cantidad de personas que se dedican a excavar o informar sin conoci- mientos suficientes para ello.

Un caso evidente y conocido en la provincia de Huelva es la actividad que durante el primer cuarto del siglo XX, llevó a cabo D. Juan M. Romero en la Cueva de la Mora en (Huelva)13. Sin embargo, la diferencia entre ambos es evidente ya que Juan M. Romero empezó a estudiar unos restos arqueológicos que él encontró en su finca y a partir de ellos se afanó por conocer el mundo de la arqueología, mientras que la inves- tigadora inglesa llegó con un interés predispuesto, a la manera de los eruditos y viajeros extranjeros, al hallazgo de las civilizaciones antiguas y con la intención del rescate de pie- zas que coleccionaba en su Museo o vendía para poder seguir investigando.

Sus ideas preconcebidas la llevaron a presumir sobre sus investigaciones, de tal manera que fue criticada de manera irónica por los responsables de la Comisión de Monumentos de Sevilla, como expone José Gestoso en una carta dirigida a Jorge Bonsor14, en la que afirma que sus ideas no son reales y que utiliza el periódico The Times para dar publicidad de las mismas sin que tengan un mínimo de refrendo científico; pero hay que entender que Elena Whishaw colabora en dicho periódico desde Sevilla y fue correspon- sal del mismo en esta ciudad hasta 192015 y lo usa no sólo para dar a conocer noticias sobre la situación política de España, sino para mostrar el trabajo que venía realizando en Andalucía junto a su marido.

Esta carta de José Gestoso, fechada en febrero de 1913, pone de manifiesto la buena consideración que había alcanzado Jorge Bonsor dentro de las actividades arqueo- lógicas llevadas a cabo en Sevilla, incluso siendo extranjero, cuando se le pide su opinión sobre las actuaciones realizadas por los Sres. Whishaw. Estas diferencias de criterios se mantuvieron durante gran parte del tiempo en el que Elena Whishaw trabajó en Andalucía, de ahí que ella buscara apoyos entre personalidades preeminentes de la sociedad españo- la para verse arropada en su actividad.

Clásicos de la Arqueología de Huelva 9 (2005) 45 C. García Sanz: Huellas de “la inglesita” afincada en Niebla Archivo Municipal de Niebla Figura 3. Diploma acreditativo de su ingreso como Miembro en la Sociedad Española de Antropología.

Ya por estas fechas, el matrimonio Whishaw había creado en Sevilla el Museo de Antigüedades, tal y como se aprecia por la publicación de la guía16. Sobre la recopila- ción de estos materiales diversos que fue coleccionando desde su llegada, sólo tenemos alguna referencia a la forma de conseguirlos en las cartas que envía a personas como el citado Archer M. Huntington, en las que se confirma el conocimiento que tiene sobre la compra-venta de antigüedades. Es por esta actividad que mantiene una fluida relación por correspondencia con dicha sociedad; a través de ella la Fundación incrementa sus fondos en cuanto a bordados y tejidos antiguos de los que tiene una sección dedicada a ello en el centro. A su Presidente, en concreto, ella le comenta que hay un vendedor en Córdoba que muestra regularmente objetos procedentes del yacimiento arqueológico de Medina Az- Zahra conseguidos de forma continuada; mientras, por otro lado, existe el interés por parte

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del Director del Museo Arqueológico Nacional en esa fecha, don Amador de los Ríos, de tener piezas de dicha zona en el Museo, lo cual se le hacía dificultoso frente a lo que expo- ne Doña Elena Whishaw, que hace hincapié en que ella ha obtenido los materiales de su Museo mediante la compra a estos intermediarios17. Éste se mantenía con aportaciones personales y por las entradas que cobraba por las visitas al mismo, museo que incluso el propio Amador de los Rios, consideraba que tenía piezas de mayor relevancia que las que se encontraban en el Arqueológico Nacional; pero a pesar de crear este centro para dar a conocer la cultura española, siguió teniendo muchas y negativas críticas por la falta de rigor científico a la hora de realizar las intervenciones arqueológicas o al menos de dar explicaciones sobre los estudios que ella venía realizando, considerándola muy fantasiosa e influida por teorías extendidas entre grupos que unían la arqueología a temas míticos e incluso fantásticos, como ella expondría en el prólogo de su obra más conocida Atlantis in Andalucía publicada a fines de los años veinte18.

En cualquier caso, y a pesar de las críticas recibidas sobre todo a partir de su intención de excavar, llevará a cabo tareas de promoción de la cultura árabe y dará rele- vancia a todo lo que a ella le pueda sugerir esa cultura, volcándose en la creación de una Escuela de Arqueología con la que se vea respaldada a la hora de seguir en ese ámbito y cuya finalidad será la investigación y las tareas educativas. Persona de carácter fuerte y gran entusiasmo hacia todo aquello a lo que se dedicaba, hizo frente a las críticas y siguió demandando apoyo para sus investigaciones, de ahí que ya en 1914 recibiera el beneplá- cito para la creación de la Escuela de Arqueología desde la embajada británica en Madrid19.

Figura 4. Recibo de la Librería Eulogio de las Heras (Sevilla) para poner a la venta la Guía de los y el folleto sobre y Niebla, reproducido en las páginas precedentes. Archivo Municipal de Niebla

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Amparada por este apoyo y el de los miembros relevantes de la colonia ingle- sa en España, inició gestiones para que la fundación estuviera patrocinada por la Casa Real, apoyo que consideró efectivo a partir de una conversación mantenida en una audien- cia con Alfonso XIII20, en la que según sus escritos éste le mostró su intención de partici- par en su patrocinio; y así lo hizo ver desde ese momento en el encabezamiento de los papeles usados por ella, en los que aparece impreso el patronazgo real junto con el lista- do de los miembros fundadores y los directivos de la Escuela. Sin embargo, el Sr. Torres, secretario del rey, expone en una carta a D. José Gestoso, que dicho centro no cuenta con el auspicio del rey a pesar del uso y de las manifestaciones que la Sra. Whishaw hace en todos los sitios donde se presenta, lo que le facilita el acceso a determinados círculos, con- siguiendo allanar de esta forma los inconvenientes que a nivel administrativo podía encon- trar para desarrollar sus trabajos21.

No es menos cierto que en torno a la actividad arqueológica siempre se han sucedido las rivalidades de tipo personal entre los distintos investigadores y D.ª Elena que- ría formar parte de este ámbito investigador cuando en Andalucía se había instalado Jorge Bonsor, que controlaba desde al menos 1910 los trabajos que se hacían en esta región. Era tal la influencia de Bonsor en el mundo de la arqueología andaluza que incluso él mismo escribe al señor Archer M. Huntington afirmándole que Andalucía es su dominio arqueo- lógico, en clara referencia ante la visita que anuncia Adolfo Schulten a Doñana en busca de Tartessos22.

Sobre el modo en que ella quiere llevar a cabo las excavaciones, Archer M. Huntington le escribe para darle su parecer sobre el interés que tiene el poder excavar en Medina Azahara, pero al mismo tiempo le indica que debe ser prudente en su actuación23. Esta intervención ya se la había comentado Jorge Bonsor ese mismo año de 1911 y ni per- sonalmente ni como presidente de The Hispanic Society, podía costear las excavaciones o apoyar el modo en como ella quería sufragarlas, a través de la venta de antigüedades, sobre todo tras la ley aprobada ese mismo año en España contra el expolio del Patrimonio. Con este bagage inicial es fácil suponer la no muy buena consideración que tuvo Elena Whishaw en el ambiente de las autoridades que controlaban las actuaciones arqueológi- cas, a pesar del entusiasmo que demostraba.

Pero la buena relación que mantuvo con el Presidente de The Hispanic Society of America, que halaga su labor de estudio y recopilación de los bordados realizados en

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Andalucía y que incluso obtiene de ella algunos ejemplares para su colección, hizo que se la aceptara como miembro de la fundación en 191324. Archivo Municipal de Niebla Figura 5. Carta en la que se comunica a Elena M. Whishaw su nombramiento como Miembro Correspondiente de The Hispanic Society of America.

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Pero volvamos a Medina Az-Zahra. Dada la envergadura de las excavaciones a desarrollar, en los ambientes de la investigación se considera que este yacimiento ha de ser apoyado y promovido en el proceso de excavación por el Estado y no a título privado como pretendía Elena Whishaw, y es así como se llevaron a cabo las excavaciones que Jorge Bonsor visitó, informando que las mismas estaban siendo muy bien realizadas por Don Mateo Inurria y que no existían dudas sobre el interés de las mismas25.

De los intentos por investigar en Medina Az-Zahra no hay documentación en su archivo personal y, tan sólo se aprecia su interés en dos documentos en los que se hace alusión a una escultura y un vaso vidriado, que proceden de allí y que ella compra en 1912 en Córdoba para incorporarlos a la colección de su Museo26. También recoge un pequeño estudio sobre la historia del palacio de Medina Az-Zahra, donde aparecen las opiniones de otros investigadores como Horace Sandars27, con el que no está de acuerdo en sus teorías, aunque ella misma reconoce que aún no tiene todos los resultados de las excavaciones para poder confirmar las que ella expone28. Archivo Municipal de Niebla

Figura 6. Dibujos del Alcázar de Sevilla, hechos por Elena M. Whishaw y Basil Stallybrass.

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Si allí no pudo realizar excavaciones a pesar de su intención, sí lo hizo por esas mismas fechas, en torno a 1911, en la Cuesta del Rosario en Sevilla, de las cuales hay refe- rencias indirectas en una carta enviada en 1931 por el Presidente de la Comisión de Monumentos Históricos y Artísticos de la Provincia de Sevilla, en la que agradecía el tra- bajo por ella realizado29. Durante los trabajos en la Cuesta del Rosario, según una anota- ción de su archivo30, compró unos ladrillos romanos que usó para solar una habitación en la Puerta del Buey (Niebla) y adquirió el artesonado de una iglesia sevillana del siglo XII, que trasladó a Niebla, y que parece que utilizó en lo que ella denomina como galería árabe en la Puerta del Buey31.

Pero no es ésta la única relación con la arqueología que Elena Whishaw debió mantener con Sevilla, como bien se documenta en Niebla. Allí encontramos pequeños dibujos a mano alzada de una edificación que ella denomina como Templo del Sol encon- trada durante la excavación realizada en la calle Abades; suponemos que ella debió parti- cipar al tener los dibujos de campo pertenecientes a la misma, como parte de toda la docu- mentación que genera cualquier actividad arqueológica32.

Ésto muestra que su dedicación a la arqueología de campo no fue algo capri- choso, sino que a pesar de no tener una preparación suficientemente profesional buscó la documentación y los datos necesarios para llevar a cabo las excavaciones con la infor- mación básica imprescindible para su realización, hasta el punto de guardar un dibujo con la curva en la que se observaban las variaciones del nivel de las aguas en el Puerto de Sevilla33. Del mismo modo, conserva la planta de la iglesia de Santa Catalina, dibujada a lápiz a mano alzada, exponiendo la situación de la excavación realizada en el verano de 1914, en la cual ella debió participar o, al menos, recavó información sobre la misma34.

También recoge documentación, sobre todo fotográfica, ya fuera de otras publicaciones o incluso instantáneas hechas directamente por ella, de aspectos y detalles de los Reales Alcázares de Sevilla, tema arquitectónico por el que mostró gran interés ya que allí ve reflejados elementos árabes por los que siente auténtica pasión, al mismo tiem- po que encamina su estudio hacia los precedentes que pudo tener en culturas anteriores un edificio de la envergadura e importancia de éste. Para ello y aprovechando la restauración que se realiza en este edificio en 1913 y el interés que muestra su restaurador D. Basil Stallybrass por conocer la antigüedad del mismo, tras obtener el pertinente permiso, levan-

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ta y analiza el plano de la planta de este edificio, poniendo alguna de las zonas del mismo en relación con la cultura tartésica35. Su satisfacción por este estudio le lleva a aprovechar cualquier oportunidad para presentarlo y hablar sobre el mismo. Un ejemplo de ello es que en la visita que realiza a Madrid en 1913 ve la oportunidad de ser recibida por el rey Alfonso XIII, y aprovecha la ocasión para mostrarle su situación y el proyecto que estaba realizando en Sevilla. Según su propia transcripción, el rey se interesó de manera entu- siasta y le pidió que continuara con el mismo, a fín de obtener nuevos datos que pudieran confirmar el origen tartésico de dicho lugar. Es en esta ocasión cuando aprovecha Doña Elena y le presenta su idea de la Escuela, así como le muestra su interés porque él entre a formar parte del patronazgo de dicha institución36.

Aunque en dicho texto D.ª Elena no repara en halagos hacia el Rey por la con- sideración con la que le atiende, ella no se aparta de su verdadero interés que es encontrar el apoyo para su investigación; y buscando éste trata de agradar al Rey cuando le expone que la relevancia de los restos encontrados, y por encontrar, deben ser transmitidos de manera que sean muchos más los turistas que vengan a España a contemplarlos. Ella veía en la atracción que ejercían los monumentos y las antigüedades, un recurso económico que justificaba en gran medida los gastos que suponía cualquier intervención arqueológica. En este aspecto fue una adelantada a nuestro tiempo ya que pensaba en hacer rentable las inversiones tal y como hoy se exige en cualquier labor investigadora, sobre todo al depen- der de subvenciones de las administraciones públicas.

Pero antes de llegar a este momento de reconocimiento, y ya viuda, en 1916 decidió trasladarse a vivir a Niebla, donde vio posibilidades para investigar sobre el mundo de los “libio-tartesios”, así como preservar y estudiar las obras árabes que allí exis- tían. En cualquier caso, las razones de su traslado a Niebla no están explícitas en su docu- mentación. Pudieron ser las críticas y los inconvenientes que encontraba para realizar las excavaciones arqueológicas y mantener el Museo fundado en Sevilla, las causas que hicie- ran que tomara la decisión de trasladarse a una población pequeña, alejada del interés de otros investigadores y en gran parte del control que éstos ejercían en los entonces consi- derados principales yacimientos arqueológicos andaluces; quizás la elección de Niebla como domicilio pudo estar justificada por haber conocido varios pueblos de Huelva y de Cádiz en los viajes por Andalucía que había hecho con su marido, tal y como se recoge en un texto mecanografiado firmado por ambos en referencia a su viaje por la provincia de Cádiz37.

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El interés por tener restos o edificaciones antiguas por parte de los municipios para que sirva como fundamento del desarrollo turístico de los mismos es básicamente lo que ha movido y mueve a la participación de las instituciones en los temas arqueológicos, de ahí que la propuesta que ella hace ya en 1913 y que mantiene a lo largo de toda su vida, muestra su preocupación por dar importancia al legado histórico y de esa forma el que le permitieran seguir con su trabajo de investigación. Ella así lo expone en multitud de docu- mentos, asumiendo al mismo tiempo que el hecho de mostrar públicamente los edificios antiguos comporta, entre otras obligaciones, el dotarlos de medidas de seguridad frente a posibles accidentes que pudieran ocurrir, como ella ejemplifica en el Castillo de Niebla, donde dado su estado de ruina se produjo un accidente y ante éso es mucho más precavi- da a la hora de abrir públicamente esas instalaciones38.

De su labor por la promoción de la cultura y de dar a conocer todo aquello que tuviera un pasado histórico tenemos la confirmación en el interés que muestra porque Niebla esté presente de alguna forma entre los contenidos del pabellón de Huelva en la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929, a pesar del momento delicado de salud por el que atraviesa en esas fechas. Consigue del arquitecto Pérez Carasa, diseñador del pabe- llón onubense, un espacio de unos cuatro metros para la muestra y aunque felicita al comi- sario D. Eduardo Díaz por su labor una vez inaugurado39, con anterioridad ya había reali- zado algunas críticas por no haber incluido información sobre Niebla en la guía turística de Huelva, que publicaron con ocasión de este evento, así como por no haber sido invita- da a la inauguración del Pabellón40, esto a pesar de que como ella misma indica “su esta- do de salud no le permite acudir a visitar la Exposición”. Dicho evento ella lo considera como una forma para promocionar la provincia y por tanto una manera de dar a conocer su Escuela y Museo, cosa que consigue a tenor de los artículos que aparecen en el Diario de Huelva en 1930 sobre los numerosos visitantes, en muchos casos autoridades extranje- ras, a Niebla41, lo que también se ve reflejado en el Libro de Visitas del Museo42.

También en la obra que aquí reproducimos hace mención a la necesidad de que se asuma el elemento histórico y patrimonial como posibilidad económica para el muni- cipio donde se encuentre. Pero en el texto están presentes también las alusiones a aquellos personajes que le ponen trabas en su quehacer, frente al hecho de que la mayor autoridad del país, el rey, le da todo tipo de parabienes. No obstante, al tratarse de un escrito suyo, sin posible corroboración de otra documentación ajena a la propia interesada, que mues- tre efectivamente como se desarrolló dicha audiencia, no podemos tomar en consideración

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Figura 7. La Unión Ilustrada recogió en sus páginas del 25 de mayo de 1916, la visita que Académicos franceses realizaron al Museo que D.ª Elena M. Whishaw tuvo en Sevilla. Estuvieron acompañados por el Rector de la Universidad, dos cate- dráticos y el Presidente del Club Palófilo, siendo“obsequiados con un ‘lunch’ los concurrentes” mientras amenizaba el acto “un notable quinteto”, según escribe el cronista.

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el cien por cien como verdadero, más aún cuando con posterioridad, como ya hemos alu- dido, sí hay una carta remitida por el Secretario del Rey expresando su malestar por el uso del mismo en la promoción de la Escuela creada por ella, cuando su patronazgo no es real y efectivo. Una cosa es que el monarca se mostrara interesado ante las explicaciones de D.ª Elena y otra es que ello conllevara la vinculación de la Casa Real con sus trabajos, que sólo es efectiva y cierta a partir de 192343.

Con el tiempo, sin embargo, fuese por los apoyos buscados y obtenidos o por la insistencia en su labor investigadora consigue que se le tome en consideración, como evidencia la carta que le envía el Presidente de la Comisión de Monumentos Históricos y Artísticos de Sevilla en 1931 agradeciéndole la información de los datos sobre las exca- vaciones que ella realizó en Sevilla. Ya por esa fecha habían cambiado las personas que dirigían estas actividades en Andalucía y al menos se le reconoce su empeño en mantener y difundir su obra, a la que ha dedicado tantos esfuerzos. Sobre la base de estos conoci- mientos, cuando llega a Niebla insiste en continuar las excavaciones que le permitan cono- cer el pasado de la zona, de ahí que llegue a comprar unos terrenos para llevar a cabo dichos fines. Son las parcelas que ella llama del Desembarcadero, la del Canapé de la Reina y un terreno que denomina como “el Corral”, de unas 16 Ha aproximadamente, en donde quiere excavar y busca para ello financiación privada, sobre todo de la Rio Tinto Company a la que involucra en sus actividades culturales y que incluso le subvenciona la electricidad que llega al Castillo44.

La zona del “Desembarcadero” la conoce desde 1915, pero no es hasta 1925 cuando compra los terrenos y excava con las aportaciones de particulares y de la empresa minera, teniendo permiso para llevar a cabo la excavación otorgado por la Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades. No tenemos datos en su Archivo referidos a su relación personal con J.P. Droop, pero este investigador llevó a cabo excavaciones en la zona deno- minada “el embarcadero” que publica en 1925 y que fueron pagadas a través de donacio- nes como las de la citada empresa minera de Rio Tinto. D.ª Elena Whishaw se sintió molesta con esta empresa por haber dado la ayuda económica personalmente a Droop y no a su Escuela, cuando ella había entregado regularmente los informes sobre sus traba- jos al tesorero del Banco Anglo-Sud-Americano, a través del cual parece que recibía las subvenciones de esta empresa45. No obstante, los datos que tenemos sobre las excavacio- nes de esta zona en aquel tiempo se deben a lo publicado por Droop poco después de fina- lizar su trabajo46.

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A pesar de la avanzada edad que ya tenía D.ª Elena cuando se estableció en Niebla, ella continuaba con su idea de explicar el origen de los pueblos antiguos a través de los resultados de las excavaciones arqueológicas que ella misma realizaba en lugares próximos a la localidad. Pero entre sus papeles no encontramos referencia a trabajos arqueológicos que pudiera haber realizado entre la fecha de su llegada a Niebla (1916) y 1925; lo que nos lleva a considerar que aún persistían las dificultades y trabas que le pusie- ran en aquel tiempo las autoridades encargadas de otorgar los permisos de excavación, más que aventurar una falta de ánimo o de interés por su parte por continuar con ello, ya que permaneció constante en sus labores de mantenimiento del Museo, así como en la divulgación del patrimonio de la provincia de Huelva entre personalidades extranjeras que entraban en contacto con la Escuela.

La edad y los continuos problemas de salud, le impedían en ocasiones poder llevar a cabo las tareas de campo necesarias para proseguir con su investigación arqueo- lógica, aunque para ello buscó fórmulas para poder estar a pie de obra y desplazarse fuera de la localidad aunque fuera en un carro, que al mismo tiempo le servía para el transpor- te de las piezas que recuperaba en las excavaciones.

En este ambiente, tampoco ha de extrañar que no perdiera el contacto con ami- gos extranjeros con los que podía mantener una relación fluida, ya que, como ella se lamenta en alguna de sus cartas, el idioma es una barrera a la hora de integrarse en una pequeña localidad como Niebla; sólo podía comunicarse en inglés con la persona que hace las funciones de secretaria en la Escuela y por carta con sus familiares y conocidos. Pero sobre todo mantiene el contacto con su cultura a través de la lectura, que como observa- mos entre sus libros, se tratan casi en su totalidad de ediciones inglesas, destacando en número las novelas de autores ingleses que cuentan con un gran apoyo por parte del públi- co, como Rudyard Kipling, Robert Louis Stevenson, Jean Austen, Charles Dickens, Walter Scott, Arthur Conan Doyle, así como libros de viajes y de historia por los que ella se sien- te especialmente interesada; libros todos ellos que adquiría vía Gibraltar, como lo eviden- cian los sellos impresos que se conservan en algunos ejemplares47. Por otra parte, su esta- blecimiento en Niebla le acercó a la colonia inglesa existente en la provincia de Huelva como consecuencia de la explotación de la cuenca minera de Riotinto, que en aquellos momentos estaba en manos británicas. Esta circunstancia también pudo pesar a la hora de tomar la decisión de establecerse en una localidad íntimamente relacionada con las minas a través del rio Tinto.

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Al mismo tiempo que entraba en contacto con personas de su misma cultura, ella ya había realizado un trabajo en 1912 sobre Tarshis, del que se conserva el texto meca- nografiado en el Archivo de Niebla, en el que hace reflexiones sobre la localización del mítico reino de en base a los conocimientos que tiene de las fuentes clásicas y de la lectura de estudiosos de época moderna. En dicho estudio expone el importante papel que tuvo la explotación de las minas en el desarrollo de dicha cultura y por tanto los vín- culos que existen entre lo que se conoce como Tartessos con la zona minera de Riotinto, y sobre todo relaciona la Tarsish bíblica con dicho entorno, aunque ella misma afirma que no lo puede asegurar sino que es su convicción48.

Visto desde el conocimiento actual que sobre Tartessos se tiene, no es acepta- ble ese vínculo directo entre Tartessos y Tharsis, pero sí lo es que el auge de Tartessos se desarrolla a raíz de las relaciones comerciales con el Mediterráneo oriental en base al mineral, aunque Elena Whishaw situa en torno al Guadiana otros lugares de explotación teniendo como puerto comercial. Este hecho, que aún más de noventa años des- pués sigue sin investigarse, no es del todo descabellado dado que la geografía y las con- diciones de su emplazamiento son suficientemente favorables para que en época antigua fuera un núcleo importante en las vías de comercio entre fenicios y tartesios, circunstan- cia a la que no es ajena, en la orilla portuguesa, la población de Castro Marin49.

Del mismo modo, por el estudio que le dedica a las fuentes árabes, también recoge el hecho de que la zona minera onubense sufre un decaimiento tras los romanos, aunque en los textos árabes y la corroboración arqueológica lo confirma, conocemos la existencia de una producción metalúrgica del hierro en Saltés durante la Edad Media a par- tir del mineral procedente de Riotinto50; pero no es menos cierto que a partir de ese momento, su pujanza no va a volver hasta que las empresas inglesas en el siglo XIX deci- dan explotarlas industrialmente.

Su interés por las minas le lleva a destacar las diferencias que se observan en las escorias desechadas de la fundición del mineral:

“There are two kinas of slag to be seen about the ancient wor- kings at Tharsis. The first is well known to be Roma: well cleared, close in the grain, compact, containing hardly one per cent of ore, if that, so skilfully was the extraction effected by the miners of two thou-

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sand years ago. The other is commonly supposed to be Phenician, because, as we have indicated, it is the common belief that the Phenician & the Romans were the only races who mined in the down to modern times. This slag is looser & more open, more copper has been left in it, & the extraction is generally inferior to the Roman, while the slag is somewhat lighter in colour.”51.

Conoce a través de las opiniones de ingenieros de la Compañía Rio Tinto que en la composición del mineral había plata y oro y que antes de los romanos se usó el plomo para su fundición52 .El seguimiento del tema de las minas y del proceso metalúrgico como base económica de los pueblos prehistóricos, le llevó a hacer analizar algunas muestras procedentes de zonas relacionadas con sus excavaciones. En estos análisis se recogen los componentes químicos tanto de las cerámicas como de las escorias a las que se compara con los restos de escorias romanas de Riotinto. Según el químico que firma el análisis, W.A. Jenkin, no se trata de una escoria típicamente romana o fenicia ni su procedencia es de la zona de Riotinto por su composición, teniendo un elevado porcentaje de cuarzo en la muestra, lo cual lo achaca a una falta de experiencia por parte de los que la extrajeron53.

Es fácil observar los errores en los que cae, pero no es menos importante rese- ñar aquellas cuestiones a las que de algún modo aún seguimos tratando y planteando como dudas, a pesar de los años de investigación que han transcurrido, referido en concreto a Tartessos.

Otro de los temas que actualmente se sigue investigando y discutiendo y que ella, junto a su marido, plantea en algunos de sus estudios54 es la forma de apreciar cuán- do se trata ya de una población indígena o foránea tras un tiempo de contactos entre ambos grupos étnicos, problema al que ella no es ajena cuando comenta la dificultad para cono- cer en qué momento pasa una población de ser romana a visigoda, lo que evidencia su pre- ocupación por la posibilidad de identificar grupos étnicos. Y es evidente que, aún hoy, los restos arqueológicos tienen serias limitaciones, sobre todo a nivel antropológico, a la hora de identificar y conocer aspectos raciales que sirvan para diferenciar grupos.

A pesar de los esfuerzos físicos y económicos que toda excavación le genera, ella persevera buscando con ello también el bienestar de la población iliplense, de ahí que a raíz del hallazgo de un brote de agua dulce durante las excavaciones, que ella considera

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que puede ser potable, presenta la posibilidad n. de canalizar el agua y llevarla hasta el centro de la población. Tras el análisis de la misma, el entonces alcalde D. Diego Ramírez Cruzado aprovechó el descubrimiento para bombear dicho agua hasta la plaza principal para abaste- cer a la población. El bienestar conseguido para los habitantes de Niebla hizo que en 1926 se nombrara en un pleno municipal a D.ª Elena Whishaw hija adoptiva de esta población55.

De su labor en Niebla no sólo tene- mos los documentos por ella elaborados sino que encontramos en su Archivo una especie de guía de monumentos de la localidad, que aun- que no está completa y desconocemos quién sería su autor, sí refleja la participación de la Sra. Whishaw en la revalorización de algunos de los lugares o monumentos de mayor interés de Niebla. Así, comenta el arreglo y limpieza que estaba llevando a cabo en los subterráneos del Castillo, muy publicitados por ella, además de participar con su labor en el abastecimiento de agua a la población, sufraga con cargo a la Escuela el arreglo de una parte de la techumbre de la Iglesia de Ntra. Sra. de la Granada y mon- tar el Museo con piezas arqueológicas proce- dentes de sus excavaciones en el término muni- cipal de Niebla y con aquéllas que fue adqui-

publicó el 25 de abril de 1927 una amplia referencia de los trabajos arqueológicos que desarrollaba Elena M. Whishaw publicó el 25 de abril 1927 una amplia referencia los trabajos arqueológicos que desarrollaba Elena M. riendo a lo largo de su estancia en España. No obstante, algunas de estas piezas las consiguió a través del contrabando, como unas proceden- en Niebla, con especial atención a que las mismas habían servido además para la mejora del abastecimiento de agua població The Times tes de Tablada en 191056, no siendo éstas las únicas piezas que a lo largo del tiempo han sido Archivo Municipal de Niebla

Figura 8. vendidas por los propios trabajadores que están

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llevando a cabo cualquier excavación. Así mismo, reunió numerosos bordados proceden- tes en su mayoría de la Sierra de y de los que ya había expuesto una muestra en su primer Museo de bordados que montó en Sevilla y cuya guía publicó en 1913 junto a su marido57.

Sobre la posibilidad de llevar a cabo excavaciones en Niebla, tan sólo está la comunicación del otorgamiento del permiso solicitado a la Junta Superior de Excavaciones con fecha de diciembre de 192758. Pero ya en 1925 hay referencia de obje- tos encontrados en la excavación del jardín de la Escuela, intervención arqueológica que fue sufragada por la Compañía Rio Tinto59, aunque no tenemos ni la petición del permiso, ni la memoria final acerca de sus resultados.

A pesar de la gran cantidad de papeles que encontramos en los diez legajos que componen el archivo personal de esta investigadora, son escasos aquéllos referidos a la documentación de campo procedente de sus excavaciones; de éstas tenemos alusiones a partir de copias de cartas dirigidas a conocidos, en las que les indica las opiniones que va sacando de las sucesivas intervenciones arqueológicas o a través de las copias de parte de algunos artículos u obras en las que presenta las conclusiones de dichos trabajos, corro- borando o no lo ya establecido por autores clásicos o coetáneos a ella.

Conocemos por tanto los lugares de Niebla donde excavó por las referencias en estos textos, ya que no se encuentran las copias de los informes que debió remitir en cada ocasión a la Junta Superior de Excavaciones, como venía indicado en la normativa vigente y expuesto en el escrito de remisión del otorgamiento del permiso de excavación solicitado.

De estas autorizaciones, sin embargo, aunque no se conservan las copias enviadas a la solicitante en su Archivo particular, sí encontramos la aprobación que se le enviaba a la Dirección General de Bellas Artes desde el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, en el Archivo General de la Administración referida al Corral y la Huerta de Lavapiés, propiedades de Elena Whishaw, y a Los Bermejales, otorgando el permiso para la excavación en abril de 192460.

En dicho documento se admite el que D.ª Elena Whishaw depositara los obje- tos encontrados en el Museo de la Escuela Anglo-Española de Arqueología aunque la pro-

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piedad era del Estado, siendo las piezas duplicadas las que podían pertenecer a la investi- gadora. De todos los objetos hallados debía realizar un inventario a fin de controlar esos materiales y que no fueran sacados de España de forma ilegal. En el documento se hace referencia a que se adjuntaba un plano, aunque éste no se ha conservado61. A pesar de las disposiciones legales establecidas, tampoco ha quedado registrado ningún inventario de las piezas halladas en los distintos solares excavados por esta investigadora. La ausencia de los mismos, requisito requerido junto al permiso de excavación llama la atención cono- ciendo lo metódico de su trabajo de recopilación en temas de menor trascendencia, cuan- to más en algo necesario para proseguir con su investigación.

Son escasos, por tanto, los elementos directos referentes a las excavaciones que podemos encontrar en el Archivo de Niebla, al menos en la actualidad, del mismo modo que desconocemos el destino final de muchas de las piezas conservadas en el Museo hasta su fallecimiento, en parte por la mala conservación que de ello se hizo. La no exis- tencia de tales inventarios realizados tras las excavaciones han ayudado a crear una des- confianza sobre la investigadora que, aunque no ausente de cierta verdad sobre la venta de piezas procedentes de ellas al extranjero, tampoco debe dejar a un lado el escaso cuidado e interés que se mostró por sus propiedades tras su muerte. Sin embargo, es al menos curioso que entre sus papeles falten sobre todo los de carácter arqueológico, así como de su biblioteca los libros referidos a esta materia y que suponemos ella debía tener, dada la disposición que tuvo para guardar todo aquéllo referido a su trabajo.

Del mismo modo que ocurrió con la documentación arqueológica referida a Niebla, sobre la intervención en La Fontanilla en la localidad de Palos de la Frontera (Huelva), para la que solicitó el permiso en 1927 al objeto de readecuarla y descubrirla completamente, junto con el antiguo puerto de la localidad, sólo hemos encontrado la autorización del Ministerio recogida en el Archivo General de la Administración62.

De ambas autorizaciones conocemos algunos resultados por referencias en sus escritos, pero con anterioridad a ellas, en 1927, ya había publicado su obra Notas sobre el puerto de Palos y las Basílicas de San Jorge de Palos y Santa María de Niebla, que aquí se reedita. En el inicio hace referencia a que en Palos ya había comenzado los trabajos arqueológicos, con el beneplácito de la Junta Superior de Excavaciones y Monumentos, sin que aún se hubiera otorgado la Real Orden solicitada, quizás porque fuera ya el último trámite administrativo y supiera de antemano que iba a ser concedida su petición.

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En este texto recoge sus ideas acerca de los orígenes de Palos y sobre todo de sus monumentos, por los que ella se siente interesada en demostrar el pasado de aquéllos a los que da como muy probable su origen romano e incluso anterior como ocurre con la basílica y el Castillo, y para precisar este hecho reivindica la necesidad de hacer excava- ciones arqueológicas, precisando “en escala seria”, para confirmar o no lo que tan sólo son suposiciones.

Del mismo modo, aboga por la necesidad de conservar los escasos monumen- tos existentes implicando a las autoridades, ya que es parte del patrimonio de sus munici- pios y al fin y al cabo es la imagen que un turista se lleva de ellos; y en esta tarea tiene involucrada a la Escuela, no sólo para intervenir en Niebla, sino que su proyecto lo amplía como vemos, a otras poblaciones como Palos de la Frontera y , llegando a consi- derar que la reconstrucción del Castillo de Palos sería menos costosa que el arreglo que estaban llevando a cabo en el Alcázar de Niebla.

En esta publicación sobre Palos de la Frontera detalla cuál es su previsión en la realización de las sucesivas intervenciones. En primer lugar, la restauración del con- ducto romano de agua de La Fontanilla para aprovecharla en el suministro de agua pota- ble para la población, de la misma forma que lo había hecho en Niebla. Para adecentar la zona se tenía el proyecto de instalar un jardín que sería sufragado, posiblemente, por la colonia italiana en Nueva York.

Tras el arreglo de La Fontanilla, considera necesaria la restauración de La Basílica y para ello ve imprescindible pedir suscripciones en España y a los protectores británicos de la Escuela a fin de llevarla a buen término.

Como se aprecia, su interés y deseos de revalorizar los restos arqueológicos y monumentales no se queda meramente en dar opiniones sobre cómo a ella le gustaría rea- lizarlo sino que también piensa y busca la manera de financiarlo, ya que sabe que las auto- ridades locales participarán en aquéllo que vean urgente y necesario para la población, siendo lo cultural en ese tiempo, y en el actual, un tema secundario.

En cierto modo y tal y como lo explicita en esta publicación, ella quiere reali- zar en Palos algo similar a lo que ha establecido en Niebla, en este caso vinculado más a Cuba por las relaciones en torno al Descubrimiento que entre España y Cuba quiere man-

Clásicos de la Arqueología de Huelva 9 (2005) 62 C. García Sanz: Huellas de “la inglesita” afincada en Niebla , que la publicó el día 13 del mismo mes, Diario de Huelva , relativo a las inversiones hechas en la restauración de La “del artículo firmado por el señor Gil Domenech” saliendo al paso Ltda. Tinto Rábida por el Gobierno con la ayuda económica de Compañía Río Archivo Municipal de Niebla Figura 9. Carta remitida por el 11 de noviembre de 1928 por Elena M. Whishaw al de noviembre 1928 por Elena M. Figura 9. Carta remitida por el 11

Clásicos de la Arqueología de Huelva 9 (2005) 63 C. García Sanz: Huellas de “la inglesita” afincada en Niebla

tener. Sin embargo, a pesar de estos proyectos, no es un periodo de bonanza económica para este país, por lo que Elena Whishaw muestra su empeño en la necesidad de aporta- ciones españolas que sufraguen gran parte de los gastos, más aún cuando integra obras sociales que van a repercutir en la población palerma de escaso nivel adquisitivo.

Las propuestas presentadas, además de contar con el ya aludido apoyo de la Junta Superior de Excavaciones, fueron elevadas al Pleno del Ayuntamiento de Palos, que dio su apoyo creando una comisión para estudiar cómo se podían gestionar todas las pro- puestas de la forma más viable.

Con la lectura de esta publicación apreciamos que Elena Whishaw tuvo siem- pre interés por implicar, sobre todo económicamente, al mayor número de personas, abriendo las posibilidades a otras personalidades aunque fueran extranjeras, con las que mantiene los contactos a través de sus buenas relaciones con la embajada inglesa en Madrid.

Entre sus escritos también se percibe el interés que tiene por los temas arqui- tectónicos, ya que hace un análisis pormenorizado de aquellas construcciones que forman parte del patrimonio de Niebla. Así, describe el Castillo con sus galerías junto al detalle de las distintas puertas de la muralla, sobre todo de la del Buey, donde se ubican las depen- dencias por ella establecidas. Es un estudio pormenorizado que ya hemos visto que tam- bién ha realizado sobre otros lugares como el Alcázar de Sevilla, dada su entidad como monumento.

Pero sobre todo, entre la documentación más abundante recogida básicamente en los legajos 6 y 7 de su archivo, están los textos mecanografiados referidos a estudios que realiza y que parecen formar parte de posibles libros, dado que numera los folios y sobre ellos hace correcciones a mano. Se conservan varios capítulos sueltos que están dedicados principalmente a estudios históricos sobre Niebla, haciendo hincapié en aspec- tos como las conducciones de agua y el sistema romano de abastecimiento con cisternas y galerías atravesando el subsuelo de Niebla, así como el detalle de las construcciones arqui- tectónicas. Ella redacta un escrito, que no parece fuese publicado, que titula “Niebla on the Tio Tinto from Prehistoric times to the Presente Day”, al que quizás podrían pertene- cer los folios numerados y sueltos encontrados en diversas carpetas del Archivo, pero del que sólo tenemos segura su primera hoja63 y sin que contemos con una fecha del escrito.

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Junto a los estudios netamente históricos, o como parte de ellos, también refle- xiona acerca de los rasgos etnológicos y raciales de los individuos que viven en Niebla, intentando extrapolar ciertos elementos y vincularlos a una raíz foránea como pobladores que en la Antigüedad debieron establecerse en la zona de Niebla, procedentes de África y más concretamente de Nubia. En estas consideraciones, sus ideas carecían de todo rigor científico y era escasa la información obtenida en sus excavaciones como para que per- mitieran establecer el origen nubio de parte de la población antigua de Niebla64.

La existencia de población negra o rasgos negroides en algunas localidades de la provincia de Huelva está vinculada al desarrollo de las relaciones comerciales en época moderna de esta zona con América y África, por los continuos intercambios no sólo de productos sino también de mano de obra procedente de estos continentes.

En otro texto, “Remains of the Mycenean, Prehellenic Greek, Cultures in and around the City of Niebla and the Rio Tinto Mine”, D.ª Elena Whishaw ofrece su expli- cación respecto de la presencia de elementos procedentes del Mediterráneo encontrados en las cercanías de Niebla que evidencian un asentamiento prehelénico en esa zona, ante- rior a la destrucción ocasionada por los cartagineses65, aclarando que en algunos casos las construcciones romanas se asientan directamente sobre estos restos que ella denomina en su obra como prehelénicos.

Este texto, por tanto, formaría parte también de los estudios que realiza sobre la historia de Niebla, si bien sus hipótesis tratan de dar unas explicaciones lineales sobre los restos encontrados sin apenas conocer el repertorio cerámico y el tipo de construcción que esas culturas griegas debían presentar, y tal y como ella explica en una de sus cartas a Archer Huntington la relación entre los tipos cerámicos minoicos y los que ella encuen- tra cerca de Niebla la observan también otras personas que han viajado a Oriente66.

En este mismo sentido, le da gran importancia a unos signos que considera como pertenecientes al alfabeto ibérico, a los que da un origen africano, y que encuentra en una pared del Castillo; ella los asimila y pone en relación con el tipo de alfabeto que en este tiempo aparece en el Cerro de los Santos, signos que fueron calificados por algu- nos investigadores en ese tiempo como falsos, como ocurre en ese momento también con los hallazgos de las pinturas de Altamira67, que en principio fueron consideradas como fal- sificaciones por parte de un gran número de científicos, sobre todo franceses.

Clásicos de la Arqueología de Huelva 9 (2005) 65 C. García Sanz: Huellas de “la inglesita” afincada en Niebla Archivo Municipal de Niebla Figura 10. Hoja de uno de sus cuadernos de notas, con referencia a monu- mentos de diversas localidades de Andalucía.

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Como hemos podido comprobar al analizar la documentación de su archivo particular, y sobre todo los textos que pretende publicar, en ella sigue teniendo mucha importancia su formación en cuanto al valor y credibilidad que le da a las fábulas y mitos entresacados de las obras clásicas, de ahí que en todos sus estudios sean continuas las refe- rencias a los “atlantes” cuando explica el proceso de desarrollo del pueblo gobernado por Argantonio y, sobre todo, el hecho de su desaparición, tomando como base los textos de Platón. Son estas ideas las que hicieron que se la tomara como una investigadora fanta- siosa y no fuera tenida en consideración dentro del ámbito de la investigación arqueoló- gica académica, a pesar incluso de alabar su tesón por continuar con sus trabajos. Incluso ella misma escribe al señor Huntington haciendo referencia a lo crítico que es Jorge Bonsor con su trabajo y su Museo, a pesar de conocer las buenas relaciones que mantie- nen ambos personajes.

El rechazo y las críticas las vemos reflejadas en las cartas entre José Gestoso y Jorge Bonsor ya en 1913 cuando la nombran como “la inglesita” o “la señora tarte- sia”68, si bien esta relación variará a partir de 1927 y uno de los aspectos en los que se aprecia es que incluye a Jorge Bonsor como codirector de la Escuela en la reorganización de los cargos directivos de la misma.

Por otra parte, el mantenimiento de su Museo fue algo que le preocupó de forma permanente y ésto suponía una parte muy considerable de los gastos que tenía de su presupuesto económico. Los ingresos eran escasos, a través del cobro de las entradas a su Museo y por el alojamiento en su Escuela, así como por las donaciones particulares, lo cual implicaba que no contara con un ingreso estable sino que se viera afectada por la mayor o menor disposición de sus colaboradores. Sólo trimestralmente debía hacer frente al pago de la contribución urbana por la finca de la Puerta del Buey, que en 1930 suponía en torno a las cinco pesetas69; debía mantener al personal fijo del mismo, que ella llegó a reducir a un jardinero y un obrero que realizaban las obras de mantenimiento, aparte de las facturas de luz, suscripciones a periódicos, pagos por el seguro del coche y facturas por la asistencia médica dado lo delicado de su salud, amén de los gastos corrientes de manu- tención.

En el interés personal de llevar a cabo esta labor de investigación también se interesó por readecuar parte de las dependencias del castillo de Niebla y sobre todo, en el mantenimiento de su Museo, no sólo pensando en el momento sino considerando distin-

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tas posibilidades con respecto al futuro que correrían sus propiedades y concretamente el Museo tras su muerte. Ella era consciente, como así pasó, según expresa en la documen- tación recogida en el legajo 7, que será escaso el interés que se tenga en dicha localidad por mantener su legado, lo que la lleva a ponerse en contacto con distintos centros que ella considera que pueden estar interesados por tener su colección de antigüedades. Así a tra- vés de su correspondencia con el matrimonio Van Zandt, con los que mantiene una larga amistad, podemos observar que a través de éstos se pone en contacto con el Museo de Historia, Ciencia y Arte de Los Ángeles (California) a partir de 193070, por si puede ser éste el lugar donde se alberguen “los tesoros” por ella reunidos71. Ya conoce la opinión de la Administración española, a través de un documento del Estado en el que se le vuelve a indicar la manera en la que ellos consideran que debe dejar dispuesto su testamento a fin de que no desaparezca su Museo. Tal y como se desprende de la documentación que se conserva, incompleta en gran medida, desde el Estado no parece que existiera una buena disposición a la hora de ayudar al mantenimiento de esta institución, poniendo al mismo tiempo muchas puntualizaciones a los deseos de Doña Elena para la trasmisión de sus pro- piedades en caso de fallecimiento, más aún cuando, según ella expone, el Estado en más de una ocasión incide en que ella ha tenido siempre un tratamiento especial y éste incide especialmente en los beneficios que ha tenido a lo largo de su estancia en España.

Si bien es cierto que legalmente los hallazgos arqueológicos debían enviarse al Museo Arqueológico Nacional, y aunque no conocemos las circunstancias, ella fue autorizada a conservar al menos una parte de los objetos encontrados en su propio Museo, aunque tuviera que enviar un inventario de los mismos a fin de que el Estado tuviera garantías y conocimiento sobre los mismos. Esto es algo que ella sí explica en alguno de sus escritos72, agradeciendo al gobierno español por cómo ha sido tratada por éste en el desarrollo de su labor; y hasta tal punto llega su agradecimiento que, tras unos análisis quí- micos de materiales recogidos en la zona de Las Mallas en Niebla, ella supone que es un terreno donde podrían encontrarse “aceites petrolíferos” y afirma estar dispuesta a pedir la nacionalidad española para que la explotación de ese recurso quedara en manos espa- ñolas y no intervinieran intereses extranjeros en su explotación y éste es el único docu- mento, de los que hemos visto, en el que ella aluda a la posibilidad de cambiar de nacio- nalidad, cosa que no llevó a cabo73. Se trata por tanto de un elemento contradictorio de su personalidad al intentar por un lado lo expuesto sobre la nacionalidad y por otro, ante el temor de que el Estado no apoye su obra tras su muerte, quiere de antemano enviar sus propiedades allí donde las

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Figura 11. Acuarela pintada por Elena M. Whishaw, en la que recoge el Vía Crucis que tiene lugar al amanecer de cada Viernes Santo en el camino a la Ermita de San Roque en Alcalá de Guadaira (Sevilla).

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conserven en buenas condiciones, manteniendo sus vínculos más con instituciones del extranjero que con alguna que pudiera hacerse cargo en España, más aún cuando son pocas las rentas que ella tiene para que su institución perdure durante mucho tiempo.

En el borrador del testamento, que ella escribe en septiembre de 193174, seis años antes de su muerte, empieza estableciendo sus deseos acerca de lo que debe ser su entierro y las misas que deja pagadas siguiendo el ritual católico, para a continuación legar sus propiedades a D. Ernest Ewart, Teniente Coronel retirado del Ejército Británico que pertenecía a la directiva de la Escuela, y a sus herederos. En lo referente a todo aquello relacionado con lo arqueológico, especifica una serie de instituciones como responsables de la continuación de su labor, entre las que se encuentra la Universidad Central de Madrid, el Museum of Ethnology and Archeology at Cambridge, el Museo de Los Angeles de California y la Société d’Études Atlantéenes de Paris, aunque aclara que si alguna de estas instituciones no se hace cargo de su legado, éste pasaría a aquélla que lo aceptase.

Entre su documentación no encontramos respuesta de estas instituciones a su ofrecimiento, pero dadas las visicitudes por las que pasó su Museo, es evidente la escasa atención que se prestó a su legado tras su muerte. Esta realidad fue algo que ya le sugirió su abogado como algo previsible dado que las rentas económicas de sus tierras no eran suficientes para el mantenimiento del Museo y ante ello, las distintas instituciones, opta- rían por cerrarlo tras repartirse los objetos por los que estuvieran interesados75.

Del mismo modo, la atención del Estado y de las autoridades onubenses en esta materia por el trabajo desarrollado en Niebla una vez fallecida D.ª Elena Whishaw fue nula y su reflejo se encuentra en la actualidad, en el escaso material arqueológico que hay en Niebla procedente de sus excavaciones, así como en el extravío, cuando no expolio, de parte de la documentación de su Archivo y de su Biblioteca, que esperamos no siga pro- duciéndose.

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NOTAS

1. P. Rufete Tomico y R. Rey de las Peñas. “Inventario del Archivo de Elena Mª Williams y Windsor”. Colección Archivos Municipales Onubenses nº 53, Huelva 1987, pp. 217-230. 2. http://www.diphuelva.es 3. J.M. Acosta Ferrero. Elena Whishaw. Entre la leyenda y la realidad. Diputación Provincial de Huelva. Huelva 2003, p. 43. 4. T. Burns Marañón. Hispanomanía. Plaza y Janés Editores, S.A. Barcelona 2000, pp. 131-151. 5. Archivo de Elena Whishaw de Niebla. Legajo 7. EW1_007_025_0005. 6. L. Bascón Estepa. “La recuperación y catalogación de una biblioteca de principios del siglo XX en Niebla: la del matrimonio Whishaw”. I Jornadas de bibliografía histórica. Diputación de Huelva, 2002 (en prensa). 7. K. Hielscher. “La España desconocida” en El Viaje de Kurt Hielscher. Ed. J. Agustín Núñez, Granada 1991. 8. Ob. citada nota 4, p. 67. 9. Ob. citada nota 4, pp. 41-69. 10. Acta de la sesión XXV de la Sociedad Española de Antropología celebrada el 24 de Noviembre de 1924. Actas y Memorias de la Sociedad de Antropología Española III, 1924. Madrid 1924. Archivo de Elena Whishaw de Niebla. Legajo 8. EW1_008_001_0001. 11. J. Maier. Jorge Bonsor (1855-1930). Un académico correspondiente de la Real Academia de la Historia y la Arqueología Española. Real Academia de la Historia. Madrid 1999, p. 237, nota 42. Usamos la forma de escribir el nombre del yacimiento tal y como ella lo utiliza en sus textos. 12. Carta de Elena Whishaw a Archer Huntington. Sevilla, 2-3-1911. Archivo de The Hispanic Society of America. 13. C. García Sanz. “La Cueva de la Mora (Jabugo), a través de la correspondencia de Don Juan Manuel Romero”. Clásicos de la Arqueología de Huelva 7. Diputación Provincial de Huelva, 2001, pp.17-42. 14. J. Maier. Epistolario de Jorge Bonsor (1886-1930). Real Academia de la Historia. Madrid 1999, carta nº 198, p. 105. 15. Archivo de Elena Whishaw de Niebla. Legajo 7. EW1_007_024_0003. 16. B. y E. M. Whishaw. Ilustrated Descriptive Account of the Museum of Andalucian Pottery and Lace at . Smith, Elder and Co. London 1913. 17. Carta de Elena Whishaw a Archer Huntington. Sevilla, 16-3-1911. Archivo de The Hispanic Society of America. 18. E. Whishaw. Atlantis in Andalucia. A Study of Folk Memory. Ryder and Co, London 192?. 19. Archivo de Elena Whishaw de Niebla. Legajo 7. EW1_007_030_0004. 20. Archivo de Elena Whishaw de Niebla. Legajo 7. EW1_007_030_0006.

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21. Ob. citada nota 14, carta nº 209, p.110. 22. J. Maier. “Correspondencia con A. M. Huntington (1898-1913)” en J. Maier. Epistolario de Jorge Bonsor (1886-1930). Real Academia de la Historia. Madrid 1999, carta nº 111, p. 179. 23. Ob. citada nota 22, carta nº 126, p. 185. 24. Archivo de Elena Whishaw de Niebla. Legajo 7. EW1_007_031_0001. 25. Obra citada nota 22, carta nº 132, p. 187. 26. Archivo de Elena Whishaw de Niebla. Legajo 3. EW1_003_002_0062 y EW1_003_002_0063 27. Horace Sandars fue un hombre de negocios en Linares, correspondiente de la Real Academia de la Historia y miembro de la Sociedad de Anticuarios de Londres. 28. Archivo de Elena Whishaw de Niebla. Legajo 4. EW1_004_005_0001. 29. Archivo de Elena Whishaw de Niebla. Legajo 7. EW1_007_014_0003. 30. Archivo de Elena Whishaw de Niebla. Legajo 3. EW1_003_002_0038. 31. Archivo de Elena Whishaw de Niebla. Legajo 3. EW1_003_002_0042. 32. Archivo de Elena Whishaw de Niebla. Legajo 5. EW1_005_005_0001. 33. Archivo de Elena Whishaw de Niebla. Legajo 5. EW1_005_009_0001. 34. Archivo de Elena Whishaw de Niebla. Legajo 5. EW1_005_009_0008. 35. Archivo de Elena Whishaw de Niebla. Legajo 5. EW1_005_012_0001. 36. Archivo de Elena Whishaw de Niebla. Legajo 5. EW1_005_012_0001. 37. Archivo de Elena Whishaw de Niebla. Legajo 4 EW1_004_007_0006a. 38. Carta enviada por D.ª Elena Whishaw a D. Eduardo Díaz. Niebla, 17-5-1929. Archivo Municipal de Huelva. Legajo 75. 39. Carta de D.ª Elena Whishaw a D. Eduardo Díaz. Niebla, 22 -10-1929. Archivo Municipal de Huelva. Legajo 75. 40. Carta de D.ª Elena Whishaw a D. Eduardo Díaz. Niebla, 17-5-1929. Archivo Municipal de Huelva. Legajo 75. 41. Diario de Huelva 1-5-1930; 8-1-1930. Archivo Municipal de Huelva. 42. Archivo de Elena Whishaw de Niebla. Legajo 8. EW1_008. 43. C. García Sanz. “Una inglesa en Niebla. Elena Whishaw, creadora de la Escuela Anglo-Hispano- Americana de Arqueología de Niebla”. I Jornadas de Bibliografía Histórica. Diputación de Huelva. Huelva 2002 (en prensa). 44. Archivo de Elena Whishaw de Niebla. Legajo 5. EW1_005_020_0005. 45. Archivo de Elena Whishaw de Niebla. Legajo 7. EW1_007_012_0083.

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46. J.P. Droop. “Excavations at Niebla in the Province of Huelva, Spain”. Annals of Archaeology and Anthropology XII, 3-4, pp. 175-206. 47. Ob. citada nota 6. 48. Archivo de Elena Whishaw de Niebla. Legajo 4. EW1_004_009_0001. 49. A.M. Arruda. Los fenicios en : fenicios y mundo indígena en el centro y sur de Portugal (siglos VIII-VI a.C.). Cuadernos de Arqueología Mediterránea 5-6. Universidad Pompeu Fabra. Barcelona 1999-2000. 50. A. Bazzana y J. Bedia García. Saltés: una ciudad islámica. Publications de la Casa de Velázquez. Madrid 1993, pp. 37-39. 51. Archivo de Elena Whishaw de Niebla. Legajo 4. EW1_004_009_0010. En este texto expone las diferencias que ella observa entre las escorias romanas y las fenicias: mientras que aquéllas son más limpias, con el grano cerra- do y compacta, las consideradas como fenicias son más flojas y abiertas y han dejado en ella más cantidad de plata. 52. Archivo de Elena Whishaw de Niebla. Legajo 7. EW1_007_008_0034. 53. Archivo de Elena Whishaw de Niebla. Legajo 6. EW1_006_011_0001. 54. Archivo de Elena Whishaw de Niebla. Legajo 4. EW1_004_009_0009. 55. Archivo de Elena Whishawde Niebla. Legajo 4. EW1_004_010_0002. 56. Archivo de Elena Whishaw de Niebla. Legajo 6. EW1_006_013_0017. 57. Ob. citada nota 15. 58. Archivo de Elena Whishaw de Niebla. Legajo 7. EW1_007_018_0003. 59. Archivo de Elena Whishaw de Niebla. Legajo 3. EW1_003_002_0058. 60. Archivo General de la Administración. AGA 31/01035. Legajo 10144-24. 61. Archivo General de la Administración. AGA 31/01035. Legajo 10144-85. 62. Archivo General de la Administración. AGA 31/01035. Legajo 10144-85. 63. Archivo de Elena Whishaw de Niebla. Legajo 6. EW1_006_013_0015. 64. Archivo de Elena Whishaw de Niebla. Legajo 6. EW1_006_013_0015. 65. Archivo de Elena Whishaw de Niebla. Legajo 6. EW1_006_006_0001. 66. Carta de Elena Whishaw a Archer Huntington. Niebla, 27-6-1922. Archivo de The Hispanic Society of America. 67. Archivo de Elena Whishaw de Niebla. Legajo 6. EW1_006_008_0002. 68. Ob. citada nota 10, p. 237. 69. Archivo de Elena Whishaw de Niebla. Legajo 10. EW1_010_002_0001. 70. Archivo de Elena Whishaw de Niebla. Legajo 7. EW1_007_015_0018.

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