Corto Verano Anarquía Vida Muerte Durruti
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[José Peirats 1] Nos volvimos a ver en Lyon. Era la segunda vez que lo procesaban. Habían descubierto que Buenaventura vivía allí sin documentos. Me acuerdo de que viajé con la amiga de Ascaso. El corto verano de la anarquía. Vida Era la primera vez que veía una cárcel por dentro. Después volvimos y muerte de Durruti a separarnos, ya que tras libertarlos los expulsaron enseguida hacia Bél- gica. Por supuesto, también allí hubo problemas con la policía, no les dieron permiso de residencia. También estuvieron un tiempo en Alema- nia. Ya no me acuerdo de cuándo exactamente. Hans Magnus Enzensberger [Émilienne Morin] Extranjeros indeseables En 1928 Durruti vino a Berlín con su amigo Ascaso, ilegalmente, claro. Se trató pues de encontrarles un albergue. Durruti vivió unas semanas en mi casa, en Berlín-Wilmersdorf, Augustastrabe 62, en el cuarto piso. Pero para trabajar tenía que estar registrado en la policía, así que traté de obtener un permiso de residencia para él. El gobierno prusiano era entonces una coalición de socialdemócratas y partidos centristas. Yo conocía casualmente al ministro de Justicia. Fui a verle y le pedí que legalizara la residencia de Durruti. Me explicó que eso no era posible, ya que los centristas sacarían a relucir seguramente la historia del atentado. Usted ya sabe, el supuesto atentado contra el arzobispo de Zaragoza. Discutí mucho con Durruti durante las semanas de su estancia. Él conoció allí a Rudolf Rocker, Fritz Kater y Erich Mühsam. A veces la comunicación no era fácil, ya que Durruti no hablaba alemán. Las con- versaciones giraron en torno a la revolución. Durruti insistió siempre que la revolución no debía acabar en la dictadura de un partido, y que la nueva sociedad debía organizarse desde abajo hacia arriba, y no decre- tarse desde arriba. De allí que los anarquistas no podían conformarse con los resultados de la Revolución Rusa. 1972 [Augustin Souchy 1] 72 Al día siguiente nos presentamos ante el portal de la Conciergerie, en el Quai des Orfevres, rodeados por una jauría de periodistas yfotó- grafos. La puerta se abrió. Allí estaban Ascaso, Durruti y Jover. [Louis Lecoin] El obstinado Lecoin, que se parecía un poco al mago Merlín y un po- co a un predicador capuchino, superó con su hábil estrategia todos los obstáculos. En julio de 1927 se abrieron las puertas de la Conciergerie. Mi colaborador fue el primero en trasmitir la buena noticia a los prisio- neros: «En menos de una hora estarán en libertad. ¿Qué se proponen hacer?» Después de un instante de silencio, Durruti contestó pensativo: «Seguiremos… en España». [Henri Torres] La compañera Durruti y yo no nos casamos nunca, por supuesto. ¿Qué se figura usted? Los anarquistas no van al registro civil. Nos conocimos en París. Habrá sido en 1927. Él acababa de salir de la cárcel. Había habido una campaña inmensa en toda Francia, el gobierno había cedido, los «tres mosqueteros» (ése era el sobrenombre que les había puesto la prensa) fueron libertados. Durruti salió, esa misma tarde visitó a unos amigos, yo estaba allí, nos vimos, nos enamoramos a golpe de vista, y así segui- mos. [Émilienne Morin] Después que Bélgica y Luxemburgo se negaron a admitirlos, sus ami- gos trataron de encontrarles asilo en la Unión Soviética. Esto fracasó debido a las condiciones políticas que quería imponerles el gobierno ruso: eran inaceptables para los anarquistas. No les quedaba otra so- lución que regresar a París con nombres falsos. Algunos compañeros los ocultaron durante meses. Finalmente encontraron trabajo en Lyon. Después de medio año la policía los descubrió. Fueron citados ante el juez y condenados a seis meses de cárcel, por infracción a la orden de expulsión. 71 casa real española. Prefirió ceder otra vez y aprobó en última instancia la extradición. Sólo una crisis gubernamental podía echar por tierra esta decisión, y sólo el parlamento podía desencadenar una crisis gubernamental. Tra- tamos de entrar en contacto con diputados influyentes, que estuviesen Índice general dispuestos a formular una moción perentoria ante la Asamblea Nacio- nal. Conseguí pase sin fecha para entrar en la Asamblea Nacional, y allí es- Nota a la edición española .................... 7 tablecí mi centro de operaciones. Cinco diputados apoyaban ya la inter- Prólogo: Los funerales ...................... 8 pelación. Representaban doscientos votos. Me faltaban cincuenta más, que debía arrancar de la mayoría gubernamental. Eso exigía cuidado- Primer comentario: La historia como ficción colectiva 13 sas preparaciones. ¡Al fin y al cabo para esta clase de actividades no Balas perdidas .......................... 17 hay nadie mejor que un enemigo inveterado del parlamentarismo! Dos aspectos de una ciudad . 17 Mientras tanto, en toda Francia no se hablaba más que de Ascaso, Informaciones de una hermana . 18 Durruti y Jover. Argentina ya había enviado un buque de guerra pa- El amigo de la escuela ................... 19 ra trasladar a los prisioneros. El acorazado se hallaba varado con una La huelga general ..................... 21 avería en medio del Atlántico. El plazo de la extradición había vencido. Los sindicatos ....................... 22 Pero los «tres mosqueteros» seguían detenidos en la Conciergerie. In- El primer exilio ...................... 23 vocamos las disposiciones legales y solicitamos su inmediata liberación. Mr. Davis del Clavel Blanco . 24 Se burlaron de nosotros, claro. Dinamita .......................... 25 Llegó por fin el día de la interpelación. Algunos diputados querían que se hiciera justicia; otros querían aprovechar la ocasión para derri- Segundo comentario: Orígenes del anarquismo español 27 bar al gobierno de Poincaré. Esto podía ocurrir fácilmente si el gobierno Los solidarios ........................... 37 pedía un voto de confianza. En los pasillos cundían los rumores ylas El terror de los Pistoleros . 37 especulaciones. Pero Poincaré, que no era ningún novato, previó el re- Miembros del grupo Los Solidarios (1923-1926) . 38 sultado, y poco antes del descanso de mediodía me envió un mediador, Ascaso ........................... 39 su fiel mastín y confidente Malvy, el presidente de la comisión deHa- Jover ............................ 41 cienda. La madre .......................... 48 — A ver, Lecoin, ¿qué quiere usted? —preguntó—. ¿Tanto le interesa la caída del gobierno? Tercer comentario: El dilema español (1917-1931) 50 — No, en absoluto, sólo pedimos una cosa: la libertad de Ascaso, Du- El exilio .............................. 55 rruti y Jover. La huida .......................... 55 — Enseguida voy a ver al presidente. Vuelva a las dos, por favor. Le Una tentativa ingenua ................... 56 comunicaré su decisión. La aventura latinoamericana . 60 La votación no se llevó a cabo. Barthou y Poincaré prefirieron capi- La biblioteca ideal ..................... 61 tular. Era julio de 1927. El atentado contra el rey . 63 70 3 El proceso ......................... 65 Fui citado por Basch y Guernut. Todavía me parece escuchar sus vo- La campaña ........................ 66 ces: «¡Díganos la verdad, Lecoin! ¡Reconozca que sus amigos no son La compañera ....................... 71 inocentes! ¡No comprometa a la Liga si no está absolutamente seguro!» Extranjeros indeseables . 72 Entretanto, cinco o seis periódicos se habían puesto a favor nuestro. También los demás diarios insertaban noticias sobre nuestras activida- Cuarto comentario: El dilema español (1931-1936) 75 des. El comité de defensa del derecho de asilo se había convertido en La República ........................... 78 una potencia, y la extradición de Ascaso, Durruti y Jover en una cues- El retorno ......................... 78 tión de Estado que comprometía al gobierno. Mientras tanto los tres El primero de mayo .................... 80 detenidos habían emprendido una huelga de hambre. Se los trasladó al La deplorable República . 82 hospital militar de Fresnes. Estaban muy agotados, pero Barthou tuvo El destierro ......................... 84 que ceder y prometió un examen judicial. Me dirigí a Fresnes portador La agitación ........................ 86 de esa noticia. El director de la cárcel y sus subordinados me recibieron Sobre el trabajo en las fábricas . 89 formando fila; fue la única vez en mi vida que entré en marcha triunfal La vida cotidiana ...................... 90 a una cárcel. Encontré a los tres contestatarios en la cama, cada uno en El boicot electoral ..................... 93 una habitación individual. Se alegraron mucho al verme. La rebelión de Zaragoza . 94 Se los condujo ante el juez competente. Pero éste se escudó en sus Nuevas prisiones ...................... 96 artículos, se negó a abordar el asunto y se limitó al problema formal de El Frente Popular ..................... 98 si la demanda de extradición era procedente. La declaración de la lucha . 99 La Victoria ............................ 101 A pesar de los alegatos de cuatro distinguidos abogados (Corcos, El preludio . 101 Guernut, Berthon y Torres), el juez sostuvo que sí era procedente. Pare- Suena el teléfono. 103 cía que el ministro del Interior había ganado la partida. El subjefe de la El comité de defensa . 104 policía de Buenos Aires ya había llegado a París para hacerse cargo de Las sirenas . 110 los detenidos, y se frotaba las manos con satisfacción. La lucha callejera . 112 La causa parecía perdida. Redoblé mis esfuerzos. Se reunieron seis La muerte de Ascaso . 114 mil personas en un acto en la sala de baile Bullier. Se decidió enviar La anarquía . 118 una delegación a los ministros Painlevé y Herriot. Painlevé se