Una Traición
Una traición 0 1. Cuando avanzo veo otros cuerpos, brazos que entran y salen rítmicamente, piernas que se estiran y se contraen, o que se mueven de arriba abajo, generando movimiento, conjuntos de burbujas por las que yo atravieso avanzando en cuña y luego abriendo los brazos, pegándolos al cuerpo después. Entro y salgo, y cuando estoy fuera no observo, sólo centro mi atención en lo que veo después, cuando sumerjo la cabeza y con ella todo el cuerpo, cuando no respiro, y prolongo en lo que puedo mi estancia bajo el agua, mirando a un lado y a otro, observando los cuerpos que, como el mío, avanzan en la piscina moviendo brazos y piernas, levemente sumergidos. Cuando descanso me cuelgo del borde, me doy un pequeño impulso y, apoyado en los brazos cruzados, saco una buena parte del cuerpo del agua: entonces vuelven los pensamientos y con ellos el malestar. Así que me dejo caer, me dejo hundir, bajo el agua, como si me desmayara, como si perdiera ese conocimiento que deseo perder, y vuelvo a encontrarme con ese paisaje familiar, paisaje tranquilizador de cuerpos bajo el agua, piernas masculinas y femeninas cortadas por el bañador que se agitan a fin de mantener el cuerpo a flote. Había una niebla intensa en la calle, intensa y extraordinariamente baja. Aún así, cuando crucé la puerta de salida de la piscina me aturdió la luz y tuve que cerrar los ojos brevemente y luego acostumbrarlos. Busqué un banco y me senté: no tenía interés en ver nada, es como si, una vez fuera, en el mundo sin agua, no pudiera ver y respirar a la vez, conseguía distraerme, si veía, con las cosas de fuera, los árboles que estaban podando, el humo de las calefacciones, también las cigüeñas que, cada día más, podían verse cruzando el cielo de un lado a otro, en muchas ocasiones llevando pequeñas ramas en el pico, conseguía distraerme con estas cosas y olvidarme de observar el estado del magma que hervía dentro.
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