Cuadernos De Historia Nº 1 Al 15 De Sep.Indd
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1 Cuadernos de Historia Ildefonso Méndez Salcedo Ramón J. Velásquez: Un testigo de la historia de Venezuela Fundación de Estudios Históricos Ramón J. Velásquez: Un testigo de la historia de Venezuela © Ildefonso Méndez Salcedo Primera edición, 2013 © De esta edición: Fundación de Estudios Históricos Res. Quinimarí, Edif. 58, Apto. 5, Urb. Pirineos, San Cristóbal, Estado Táchira, Venezuela. Teléfono: 0276-3557848. Hecho el Depósito de Ley Depósito legal: lf07620139002905 ISBN: 978-980-7615-00-6 Fotografía de Portada: Vasco Szinetar, Ramón J. Velásquez. Caracas, s.f. Fotografía de la solapa: Robinzon Meza, Ildefonso Méndez Salcedo. Sevilla, Plaza de España, 2004. Diseño, diagramación y cuidado de edición: José Gregorio Vásquez Impreso por LITOANDES S. A. Av. Carabobo, Esq. Carrera 20, Edif. Marfi l, Sector La Romera, San Cristóbal, Estado Táchira, Venezuela Teléfono: 0276-3561955 Impreso en Venezuela Sumario Prólogo 7 Un libro sobre Ramón J. Velásquez y el Táchira 13 Ramón J. Velásquez: Acercamiento a una persistente labor editorial 21 Biblioteca de Autores y Temas Tachirenses: 50 años de actividad editorial en Venezuela 39 Ramón J. Velásquez: Esbozo biográfico y bibliografía selectiva 65 5 Prólogo Conocí a Ramón J. Velásquez en 1982, cuando solía viajar a Mérida, invitado por la Escuela de Historia de la Uni- versidad de los Andes, a disertar ante estudiantes y profesores sobre la historia de Venezuela. Recuerdo que eran jornadas interminables, que disfrutábamos por igual, tanto el exposi- tor como los asistentes a sus conferencias. El entusiasmo por conocer y revisar la historia venezolana fue creciendo de tal modo, que la Universidad le encargó al ilustre visitante, la or- ganización de un ciclo de conferencias, que muy pronto se transformó en dos, con el título de Historia y balance del siglo XX venezolano, los cuales se realizaron entre 1985 y 1986, con la presencia de notables historiadores y personalidades, quienes disertaron sobre los aspectos más importantes en lo político, militar, económico, social y cultural. Allí aprendimos a valorar el conocimiento y la experiencia del doctor Velásquez, el cual exponía los temas con la familiaridad del estudioso y testigo de los hechos analizados. El reconocimiento de la institución anfi triona no se hizo esperar, pues ese mismo año, cuando el historiador llegaba a sus 70 años, la Universidad de los Andes le otorgaba el título de Doctor Honoris Causa en Historia. Desde entonces, seguí frecuentando al doctor Velásquez en mis viajes a Caracas. Cuando iba, casi siempre pasaba por 7 su despacho en el Congreso Nacional en solicitud de algún li- bro o de una asesoría para emprender cualquier investigación. Como era de esperarse, el anfi trión siempre me atendía con deferencia, obsequiándome el libro solicitado y algún otro adi- cional, así como los consejos pertinentes para empezar mis in- dagaciones. Posteriormente, durante mi etapa de permanencia en la capital del país, entre 1992 y 2006, continué visitándolo. Nunca faltaba a sus conferencias. Recuerdo que nuestra amis- tad se vio reforzada con tres hechos importantes en mi vida profesional: el inicio de mis estudios de Maestría en Historia de Venezuela, en la Universidad Católica Andrés Bello (1992); mi ingreso al equipo de redacción del Diccionario de Historia de Venezuela, en la Fundación Polar (1993) y la publicación de mis dos primeros libros, Seis temas de historia venezolana y Dos estudios sobre Montesquieu y Bolívar (1995). A esos hechos se fueron sumando otros, de los cuales, quiero referirme a dos en particular: mi incorporación, por invitación suya, a la Comi- sión Editora de la Biblioteca de Autores y Temas Tachirenses (1996) y la elaboración de mi tesis doctoral en Historia, en la Universidad Católica Andrés Bello (2005-2008), de la que fue profesor-tutor. A mediados de 1996 fui invitado junto con otras per- sonas a formar parte de la Comisión Editora de la Biblioteca de Autores y Temas Tachirenses, entidad que había sido creada por un grupo de intelectuales, encabezado por el doctor Velás- quez, para conmemorar los cuatrocientos años de la fundación de San Cristóbal. Durante varios años nos reunimos de ma- nera periódica en su despacho del Congreso Nacional. Entre los miembros más asiduos estaban Manuel E. Carrero, Ana Lucina García Maldonado, Marcos Fuenmayor Contreras, Fa- bricio Vivas, Gonzalo Villamizar y Beltrán Cova. Deisy Bra- cho actuaba como secretaria. Nos manteníamos en contacto permanente con la Subcomisión establecida en San Cristóbal. 8 Entre otras tareas, nos ocupábamos de considerar las propues- tas de nuevos trabajos o reediciones, plantear proyectos de in- vestigación que pudieran convertirse en publicaciones, hacer las diligencias necesarias para la obtención de recursos, corregir las pruebas de los libros en proceso de impresión y distribuir los títulos publicados entre las instituciones y personas que los solicitaran. Aunque lo más grato de estas reuniones eran los temas de conversación, casi siempre enfocados en la historia venezolana de los siglos XIX y XX, sobre los cuales discurría el ilustre anfi trión con familiaridad, respondiendo nuestras pre- guntas y escuchando los comentarios que le hacíamos. En cuanto a mi tesis doctoral en Historia, titulada Pe- dro Grases: claves para el estudio de una obra de investigación histórica, elaborada entre 2005 y 2008, debo mencionar varios hechos previos. Entre 1993 y 1998 tuve la suerte de organizar el archivo privado de don Pedro Grases (1909-2004), el gran humanista catalán a quien tanto le debe la historia de la cul- tura en Venezuela. El doctor Velásquez, como amigo y admi- rador de Grases, siguió con interés el trabajo de ordenación de aquel archivo, posiblemente, el más voluminoso que haya for- mado un intelectual en nuestro país. Luego, el año 2002, un grupo de discípulos, amigos y familiares de Grases, decidimos constituir la Fundación que lleva su nombre con el fi n de pro- mover y divulgar su legado intelectual. Entre los fundadores de la institución estuvo el doctor Velásquez, quien nos orientó en los primeros proyectos y publicaciones. Durante años he conversado con él sobre la importancia de la obra realizada por Grases. Juntos revisamos los aspectos centrales de esa inmensa labor intelectual. Vimos mis esquemas de trabajo, leímos lo escrito por otros autores, escogimos los hitos fundamentales de su obra y consideramos lo registrado en el epistolario. Y fui- mos armando el esquema defi nitivo de la monografía que de- bía presentar como tesis doctoral ante la Universidad Católica 9 Andrés Bello. Al fi nal, el trabajo realizado obtuvo la máxima califi cación, siendo publicado por la Biblioteca de Autores y Temas Tachirenses el año 2009, con motivo del centenario del nacimiento de Grases. Ahora se me presenta la oportunidad de reunir en este volumen mis escritos sobre la vida y la obra de Ramón J. Ve- lásquez, a quien tanto le debemos los venezolanos por su afán de servicio. Y en mi caso particular, deseo expresar mi reco- nocimiento a uno de mis maestros en el campo intelectual. Esto lo hago pensando en las nuevas generaciones. Para que aprendan a conocer el nombre y la trayectoria de este venezo- lano de excepción, quien ha sido testigo, y en muchos casos protagonista, de los cambios experimentados por nuestro país durante los siglos XX y XXI. Ildefonso Méndez Salcedo 10 La historia es un espejo en el que muchos no se quieren mirar. La historia tiene un valor indudable. La sociedad de cualquier país es un río que fl uye y por tanto no puede renun- ciar a sus orígenes. En la historia de cualquier país hay siempre algunas constantes: las fi sonomías. Cambian las modas y los usos, pero la manera de ser del hombre y de la sociedad man- tiene ciertas características irrenunciables. Por ejemplo: un factor permanente en la vida del venezolano ha sido la lucha por la conquista de la libertad. El pueblo venezolano ha sido el actor de la mayor empresa de libertad en la historia de La- tinoamérica. Nuestro pueblo fue capaz de crear un fenómeno de revolución continental. La historia es una fuerza de futuro. Si queremos encontrar caminos y orientaciones, busquémoslas en la historia. Los grandes pueblos hacen de su historia el mo- tivo de su fortaleza. Y nosotros ya tenemos nuestros propios ejemplos. Ramón J. Velásquez* * Esteban Yepes, “Tertulia con Ramón J. Velásquez: Yo confío en el venezolano”, en Nosotros, [Caracas], enero, 1985, p. 17. 11 Ramón J. Velásquez. San Cristóbal, s.f. Fuente: Archivo fotográfi co, Diario Católico, San Cristóbal. Un libro sobre Ramón J. Velásquez y el Táchira1 Con el mayor agrado inicio mis palabras de presenta- ción para este nuevo libro del doctor Luis Hernández Con- treras, alta cifra intelectual que honra el gentilicio y la cul- tura tachirenses. En esta oportunidad se trata de un ensayo biográfi co sobre el más destacado de nuestros intelectuales: el doctor Ramón J. Velásquez. A pesar de que se han publicado numerosos escritos en los que se revisa la trayectoria de Velás- quez como intelectual y hombre público, el presente trabajo tiene un mérito excepcional: trazar el inventario de la relación que ha mantenido el biografi ado con su tierra natal a lo largo del tiempo. Este es el eje que ha orientado la investigación del autor, así como la redacción de cada página de su libro. Pocas veces hemos sido testigos de una relación tan en- trañable con el medio que lo vio nacer, como la que ha man- tenido Ramón J. Velásquez con el suelo tachirense. Nada ha impedido el amor y la fi delidad del hijo hacia su tierra. Nacido en San Juan de Colón en 1916, población a la que se habían trasladado sus padres desde San Cristóbal; pocos años después, los esposos Velásquez Mujica decidieron regresar con su hijo 1 Texto de la presentación al libro de Luis Hernández Contreras, El doctor Velásquez, una historia nunca contada: Ramón J.