Los Trabajadores Y Las Trabajadoras Migrantes
Total Page:16
File Type:pdf, Size:1020Kb
Los trabajadores y las trabajadoras migrantes Educación Obrera 2002/4 Número 129 Indice Editorial V Entrevista «Los derechos de los trabajadores migrantes no son negociables», por Manolo Abella 1 Panorama Los trabajadores migrantes y las normas de la OIT, por Cécile Vittin-Balima 7 Una gran suerte que los países ricos no saben valorar, por Elsa Ramos 15 Libertades y migraciones, por Jean-Paul Marthoz 24 Migración y solidaridad laboral, por Patrick Taran 29 La mundialización afecta también a las trabajadoras y trabajadores migrantes, por Olivier Annequin 39 Feminización de la migración, por Gloria Moreno Fontes Chammartin 43 Migración, transferencias de fondos y desarrollo, por Judith van Doorn 55 Los migrantes, más ventajosos que la ayuda al desarrollo, por Dominique Demol 61 Trabajo forzoso, migración y trata de personas, por Roger Plant 66 La tecnología va tras los pasos de los migrantes, por André Linard 75 Preocupaciones y acciones sindicales Los migrantes signifi can para el sindicalismo un regreso a sus fuentes, por Natacha David 79 Es necesario saber: asilo, inmigración y trabajadores del transporte, por David Cockroft 84 Inmigración y derechos de los trabajadores, por Sarah Fitzpatrick 88 Los carriles rápidos del VIH/SIDA, por Jacky Delorme 95 Europa y la trata de seres humanos, por Samuel Grumiau 101 III Evolución en las regiones Trabajadores refugiados y migrantes en Africa: la precariedad garantida, por David Ndachi Tagne 107 El movimiento sindical senegalés y la migración de trabajadores, por Mamadou Diouf 112 Migraciones en América Latina y el Caribe: la visión desde la CIOSL/ORIT, por Iván González Alvarado e Hilda Sánchez 114 Los sueños se convierten en pesadillas para los trabajadores migrantes de Indonesia, por Patrick Quinn 122 Inmigración de mano de obra en Malasia: el punto de vista sindical, por A. Navamukundan 129 ¿Constituyen los trabajadores migrantes una ayuda para una Europa que envejece?, por Jonathan Equeter 135 Inmigración e integración: algunos indicadores de la Unión Europea, por Ian Graham 140 La mano de obra árabe en movimiento, por Steve Ringel 148 Los problemas migratorios en Rusia, por Oleg Neterebsky 152 IV Editorial o podemos hacernos cargo de toda la miseria del mundo!» Este «¡Neslogan simplista se ha convertido desde hace tiempo en el leit- motiv de la mayoría de los países industrializados. La miseria a la que se refi eren es la de esos millones de personas que se agolparían a las puer- tas de los países ricos para tratar de obtener una pequeña parte del pastel del desarrollo del que hasta ahora han sido privadas. No obstante, si bien la miseria constituye una tristísima realidad, el espectro de las invasiones masivas de extranjeros que se apoderarían de las riquezas nacionales es nada más que una imagen engañosa dimanada de fuerzas oscurantistas y extremistas que buscan atizar la xenofobia en la que fundamentan desde hace tiempo sus bazas electorales. Sin embargo, no puede dejar de observarse que las migraciones se ana- lizan actualmente más desde el punto de vista de la seguridad que con un enfoque social. Los terribles atentados del 11 de septiembre en Esta- dos Unidos no hicieron sino acentuar esa tendencia y exacerbar aún más, si cabe, la percepción negativa de los fenómenos migratorios que, desde el punto de vista de cierta franja de la opinión pública, ya eran culpables de muchos males. Las migraciones, que solían ser el ámbito predilecto de los ministerios de trabajo, hoy en día son competencia de los ministerios del interior o de justicia. Esta política con poca visión de futuro, combinada con el cierre de las fronteras, provocó el resultado inverso al que se deseaba obtener pero ¿hay motivos para sorprenderse? Las fortalezas occidentales parecen más bien coladores. Los trabajadores y trabajadoras migrantes, víctimas de la delincuencia, están actualmente a merced de grupos mafi osos, espe- cialistas en el tráfi co de seres humanos y contra los cuales las fuerzas de seguridad parecen confesarse impotentes. Es más fácil deportar a algunos «ilegales» que desmantelar las redes de tráfi co. Y además, es mucho más «rentable» en el plano político. También es más fácil cerrar los ojos ante la explotación de una mano de obra extremadamente vulnerable que hacer frente a los negreros. Frente a la inmigración, responsables políticos de un grandísimo país en transición hablan directamente de crear campamentos de educación para los millones de extranjeros en situación ilegal. Otro país acaba de negar a esos trabajadores migrantes el derecho fundamental de sindicalizarse para hacer escuchar su voz de manera colectiva, a pesar de las recomendaciones de la Organización Internacional del Trabajo. Como se ve, ya es hora de hacer algo o deberemos enfrentarnos a situaciones a la vez incontrolables y peligrosas para la democracia. La discusión general tripartita sobre las cuestiones de las migraciones que tendrá lugar durante la Conferencia Internacional del Trabajo de 2004 en Ginebra deberá ser la ocasión para poner los puntos sobre las íes y, sobre todo, para prever medidas concretas que refuercen la protección de los trabajadores y trabajadoras migrantes dado que ésta es más necesaria que nunca. Con miras a ese evento y a fi n de lanzar desde ya el debate en V el seno del movimiento sindical hemos decidido consagrar esta edición especial de Educación Obrera a los «migrantes». Se deberá hacer un análisis serio del problema y el enfoque deberá ser humano. La historia nos muestra que, cuando las condiciones se lo permiten, la gente siempre prefi ere quedarse en su país. La historia nos recuerda también que hasta no hace mucho los países europeos fueron la principal fuente de emigrantes económicos y de refugiados políticos. Fueron millones de personas las que cruzaron montes y mares en busca de El Dorado y la libertad. Hoy en día, gracias al desarrollo económico y a los sistemas democráticos, el ciudadano europeo es notoriamente se- dentario. El mismo fenómeno se observó en los famosos países llamados «tigres asiáticos», que de naciones «exportadoras» se transformaron en países de destino de mano de obra migrante. Si bien la población migrante aumentó en términos absolutos (hoy en día está compuesta por 175 millones de personas que viven fuera de su país de origen, 100 millones de las cuales son trabajadores y trabajadoras migrantes), no evolucionó casi en términos relativos puesto que en este momento representa el 2,3 por ciento de la población mundial, es decir, el mismo nivel que en 1960. Es verdad que las situaciones pueden variar de una región a otra pero, a escala mundial, las migraciones se mantuvieron estables. Sin embargo, la comparación con la evolución de los ingresos no deja de sorprender. A comienzos del siglo XX, el ingreso de los países ricos por habitante era diez veces superior al de los países pobres. Hoy en día, la relación entre ambos es ¡de uno a sesenta! Es innegable que los benefi cios que prometen los defensores incondicionales de la mundializa- ción tardan en llegar. La pobreza representa uno de los principales facto- res de los brotes migratorios. Sin embargo, la mayoría de los emigrantes dejarán de buscar un mundo mejor en un país vecino a menudo apenas menos pobre. En efecto, sesenta por ciento de los migrantes viven en paí- ses en vías de desarrollo. Los temores de los países occidentales pueden entonces parecer incon- gruentes. Tanto más cuanto que su evolución demográfi ca – en todo caso en lo que concierne a Europa o al Japón, por ejemplo – les exigirá más bien facilitar vías de acceso en lugar de levantar nuevas barreras. Las estima- ciones de las Naciones Unidas indican que, a menos que se haga trabajar a sus nacionales hasta los 77 años, Europa deberá aumentar su capacidad de acogida a más de un millón de trabajadores migrantes cada año. Eso equivale a multiplicar por cuatro el nivel de los años noventa. En 2050, la población europea estará compuesta por nada más que 660 millones de habitantes contra los 730 millones actuales. Inclusive suponiendo que se produjera un aumento récord de la productividad, habrá una tremenda necesidad de mano de obra. El neoliberalismo imperante hará que algunos dejen los futuros mo- vimientos de mano de obra a merced del libre albedrío de las fuerzas del mercado, considerando el trabajo como una mercancía, con todos los ries- gos y problemas que ello conlleva. Hay otra vía posible. Se trata del camino de la gestión humana de los movimientos migratorios que propone la Organización Internacional del Trabajo (OIT). La misma se basa en los esfuerzos por crear empleos de- centes y en luchar al mismo tiempo contra la pobreza en los países que tradicionalmente exportan mano de obra, en el respeto de la igualdad de derechos para inmigrantes y autóctonos, en la solidaridad y la cooperación VI entre naciones y, por lo tanto, en un aumento considerable de la ayuda al desarrollo, como así también en combatir la explotación y el tráfi co de seres humanos y erradicar el trabajo infantil. Como primera medida, no cabe duda de que será necesario restaurar la imagen de la migración, esa migración que precisamente permitió a los países industrializados conseguir su propio desarrollo. La libertad de mo- vimiento de los trabajadores, la posibilidad de que cambien libremente de empleador cuando así lo deseen, de que creen sindicatos y negocien sus condiciones de trabajo son elementos esenciales del desarrollo económico. Se debe recordar y reconocer el aporte de la mano de obra migrante a los fondos de protección social de los países de acogida, donde la población activa envejece. En efecto, los estudios muestran que la contribución de los trabajadores y trabajadoras a las cajas de la seguridad social de los países donde inmigran es superior a las prestaciones que obtienen.