Tema 10. La Segunda República (1931-1939) 1 El Sistema De Partidos Y La Constitución De 1931. 1.1 El Sistema De Partidos Polí
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Tema 10. La Segunda República (1931-1939) 1 El sistema de partidos y la Constitución de 1931. 1.1 El sistema de partidos políticos. - La pluralidad de partidos políticos durante la Segunda república se resume en el siguiente cuadro: IZQUIERDA Partidos republicanos: Acción Republicana, después Izquierda Republicana (Manuel Azaña). Partido Republicano Radical-Socialista (Marcelino Domingo). Unión Republicana (Diego Martínez Barrios), escindida del P. Republicano Radical. Partidos autonomistas o nacionalistas: Esquerra Republicana de Catalunya (Francesc Maciá y Lluís Companys). Organización Republicana Gallega Autónoma (Santiago Casares Quiroga). Partidos obreros: Partido Socialista Obrero Español (lndalecio Prieto, Francisco Largo Caballero y Julián Besteiro). Partido Comunista de España (José Díaz y Dolores Ibárruri). Partido Obrero de Unificación Marxista (Andreu Nin y Joaquim Maurín), no estalinista. Partido Sindicalista (Angel Pestaña). CENTRO Partidos republicanos: Partido Republicano Radical (Alejandro Lerroux). Derecha Liberal Republicana (Niceto Alcalá Zamora y Miguel Maura), antiguos monárquicos. Partidos autonomistas: Lliga Catalana (Francesc Cambó). Partido Nacionalista Vasco (José Antonio de Aguirre). DERECHA Partidos republicanos: Partido Agrario. Acción Nacional (después Acción Popular, finalmente integrada a la CEDA). Confederación Española de Derechas Autónomas –CEDA- (José María Gil-Robles). Partidos monárquicos: Renovación Española, después Bloque Nacional (José Calvo Sotelo). Comunión Tradicionalista, antiguos carlistas (Manuel Fal Conde). Acción Española (Ramiro de Maeztu). Partidos autoritarios y fascistas: Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (JONS) (Ramiro Ledesma y Onésimo Redondo). Falange Española (José Antonio Primo de Rivera), después FE y de las JONS, tras la fusión de ambos partidos. Durante el bienio republicano-socialista, Acción Republicana (Manuel Azaña), con implantación entre los intelectuales y amplias capas de las clases medias urbanas, fue el núcleo de los gobiernos republicanos de izquierdas, en estrecha colaboración con el PSOE y singularmente con la facción moderada de Indalecio Prieto. Tras la derrota de noviembre de 1933, Azaña logró crear una nueva formación política, Izquierda Republicana, atrayendo a ella a la antigua ORGA de Casares Quiroga y al Partido Radical-Socialista de Marcelino Domingo. El PSOE y la UGT eran las organizaciones más amplias y mejor organizadas de España. Pero la fuerza propia del PSOE se vio muy debilitada por la pugna que se mantuvo, desde los albores de la República hasta el final de la Guerra Civil, entre sus tres máximos dirigentes. Francisco Largo Caballero representó la postura extremista y belicosa del socialismo (el Lenin español). Julián Besteiro era el líder más intelectualizado del PSOE y de la UGT. Indalecio Prieto desempeñó siempre el papel de líder moderado y realista, partidario de coaligarse con los partidos de la izquierda republicana. Por su parte, en el bienio de centro-derecha, las principales fuerzas políticas fueron el Partido Republicano Radical, de Alejandro Lerroux, y la CEDA, liderada por José Mª Gil Robles. El Partido Republicano Radical, de antigua implantación (1908), durante la Segunda república abandonó su antigua ideología anticlerical y demagógica y derivó hacia posiciones cada vez más conservadoras. La Confederación Española de Derechas Autónomas – CEDA- (José María Gil-Robles) mantuvo una postura ambigua ante la República, e hizo gala a menudo de posturas autocráticas y antirrepublicanas. Por otro lado, eran claras las tendencias parafascistas de las Juventudes de Acción Popular (JAP) En Cataluña, Esquerra Republicana de Catalunya (Francesc Maciá y Lluís Companys) se convirtió en la principal fuerza política. 1.2 La Constitución de 1931. - Las Cortes surgidas de las elecciones del 28 de junio se encargaron de redactar una nueva Constitución, que fue aprobada el 9 de diciembre de 1931. La nueva Constitución reflejó los valores laicos e izquierdistas de la mayoría parlamentaria: La soberanía se declara como radicalmente popular y democrática: “los poderes de todos sus órganos emanan del pueblo”. 1 La forma de gobierno se define como “una República democrática de trabajadores de toda clase, que se organiza en régimen de Libertad y justicia”. Los derechos y libertades se reconocen con amplitud: Igualdad absoluta de los ciudadanos ante la ley; libertad de conciencia y de cultos; libertad personal; libertad de circulación y residencia; inviolabilidad de la correspondencia; libertad de expresión y de imprenta; derecho universal al voto; derechos de reunión y de manifestación; derecho de asociación; derecho al divorcio; derecho a la educación y libertad de cátedra. La organización de los poderes se plantea con una clara división de los mismos: ° poder legislativo: “La potestad legislativa reside en el pueblo, que la ejerce por medio de las Cortes o Congreso de los Diputados “elegidos por sufragio universal. ° poder ejecutivo; Presidencia de la República electa y Gobierno. ° poder judicial: jueces y tribunales independientes. Jurado popular. Las relaciones Iglesia-Estado se rigen por el laicismo del estado y la libertad religiosa: “El Estado español no tiene religión oficial”; extinción del presupuesto del clero; disolución de la Compañía de Jesús; prohibición de ejercer la enseñanza; libertad de conciencia y de cultos y secularización de los cementerios. La organización del territorio reconocía cierta autonomía a los municipios, cuyos ayuntamientos habían de ser elegidos por sufragio universal; los alcaldes serían designados por elección directa del pueblo o por el ayuntamiento. A su vez, se reconocía el derecho a que una o varias provincias limítrofes, con características históricas, culturales y económicas comunes, acordaran organizarse en región autónoma, presentando un estatuto para su discusión en las Cortes. La Educación y la cultura se conciben como un servicio público y con un carácter laico y libre. La economía se plantea con una subordinación de la riqueza a los intereses generales y la posibilidad de expropiación, nacionalización e intervención en la economía nacional. En resumen, la Constitución de 1931 resultó ser una constitución intensamente democrática e idealista, aunque faltó un amplio consenso en los temas más conflictivos, como el de las nacionalidades y la cuestión religiosa. Este anticlericalismo constitucional se explica porque el pensamiento republicano izquierdista atribuía el retraso de la sociedad española a la Iglesia, que prácticamente tenía el monopolio en la enseñanza. 2 Las reformas del bienio republicano-socialista. Entre el 14 de abril de 1931 y el 19 de noviembre de 1933, se plantearon numerosas reformas, primero por el gobierno provisional y después por el gobierno presidido por Azaña, en el que ya no estaban ni Maura ni los radicales de Lerroux. 2.1 Las reformas sociales. • La legislación del gobierno provisional (Largo Caballero).- Con el objetivo de paliar las secuelas de la crisis del 29 (estancamiento económico y paro) y de mejorar de forma inmediata las condiciones laborales del campesinado, Largo Caballero desarrolló una importante legislación laboral, de seguridad social y legislación agraria: Contratos de Trabajo, Jurados Mixtos, Colocación Obrera, seguros de retiro, maternidad y accidentes de trabajo, la jornada de ocho horas; prioridad a los jornaleros de un municipio para trabajar en las fincas de su término, obligación de los propietarios de mantener todas las tierras cultivadas; prohibición de desahuciar a los campesinos arrendatarios, etc. • La reforma agraria.- La Ley de Bases de la Reforma Agraria (aprobada el 9 de septiembre de 1932) establecía la expropiación con indemnización de los señoríos jurisdicionales, las tierras incultas o deficientemente cultivadas, las arrendadas durante doce años, o las situadas en las cercanías de pequeñas poblaciones, etc. Para llevar a cabo la redistribución de las tierras se creó el Instituto de Reforma Agraria, al que se otorgó un presupuesto anual de 50 millones de pesetas para proveer de material y otorgar créditos a los campesinos asentados, y se proyectó asentar anualmente de 60 a 75 mil campesinos. Con esta ley se pretendía remediar el paro obrero y convertir en propietarios a cientos de miles de campesinos sin tierra, aumentando de paso la capacidad de consumo de las masas rurales que estimularía la producción industrial y el comercio. 2 Sin embargo, los efectos de la ley fueron muy limitados: en 1934 solo se habían asentado 12.260 campesinos en 529 fincas. Entre los motivos de este fracaso destacan los siguientes: el corto periodo de vigencia; los insuficientes recursos asignados; las resistencias de la Banca privada a colaborar en la financiación; y la compleja burocracia del I.R.A. Este fracaso de la reforma constituyó uno de los motivos de decepción de los campesinos que explicaría los enfrentamientos sangrientos de las bases socialistas con la Guardia Civi (Corral de Almaguer-Toledo, Palacios Rubios-Salamanca, Castilblanco- Badajoz o Arnedo- Logroño) y, sobre todo, los sucesos de Casas Viejas (Cádiz) que contribuyeron a deteriorar gravemente la imagen de Azaña y de su gobierno ante la opinión pública. 2.2 La reforma del ejército.- Manuel Azaña, como ministro de la Guerra, aplicó medidas importantes con el objetivo de modernizar y democratizar las Fuerzas Armadas. Se ofreció a los generales, jefes y oficiales la posibilidad de jubilarse con el sueldo íntegro. Con esta medida se consiguió reducir el número excesivo de