Padre Fundador De La Etnología Francesa, Americanista Apasionado, Verdadero Colombianista: Paul Rivet, Un Antropólogo Polifacético Christine Laurière
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Padre fundador de la etnología francesa, americanista apasionado, verdadero colombianista: Paul Rivet, un antropólogo polifacético Christine Laurière To cite this version: Christine Laurière. Padre fundador de la etnología francesa, americanista apasionado, verdadero colombianista: Paul Rivet, un antropólogo polifacético. Carl Henrik Langebaek, Clara Isabel Botero. Arqueología y etnología en Colombia. La creación de una tradición científica, Uniandes-Ceso, Depar- tamento de Antropologia, Museo del Oro - Banco de la Republica, pp.219-240, 2009. halshs-00829050 HAL Id: halshs-00829050 https://halshs.archives-ouvertes.fr/halshs-00829050 Submitted on 1 Jun 2013 HAL is a multi-disciplinary open access L’archive ouverte pluridisciplinaire HAL, est archive for the deposit and dissemination of sci- destinée au dépôt et à la diffusion de documents entific research documents, whether they are pub- scientifiques de niveau recherche, publiés ou non, lished or not. 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En América Latina se recuerda sobre todo al antropólogo americanista de reputación internacional que se apasionó toda su vida por los amerindios; a su teoría muy discutida sobre el poblamiento tripartito de América, que, si no desapareció totalmente de la historia de su disciplina en Francia, se debe a su papel, al lado de Marcel Mauss, como piedra fundacional de la etnología francesa, tal como se constituyó en los años 1910-1940. Para comprender bien quién era Paul Rivet en junio de 1941 –fecha de su llegada a Bogotá y de la fundación del Instituto Etnológico Nacional–, quiero en este artículo reunir esos dos aspectos y tratar de restituir la complejidad de su recorrido en cuanto etnólogo, mencionando también su figura de erudito comprometido, activamente implicado en las luchas políticas contra el fascismo y el racismo. Intentaré diseñar el retrato de una figura esencial de la institucionalización de las etnologías francesa y colombiana, de evocar la originalidad de su trayectoria científica y de su pensamiento, porque tuvieron repercusiones 1 en el entrenamiento de sus discípulos y alumnos en el Instituto Etnológico Nacional que formaron la primera generación de antropólogos en Colombia, más de una docena de hombres y mujeres. Gracias a varios artículos y libros, se conocen bastante bien el contexto, las condiciones y las repercusiones de la estancia de Paul Rivet durante los dos años de su exilio bogotano, entre 1941 y 1943 (Uribe 1996; Pineda Camacho 1985 y 1998; Botero 2006; Chaves Chamorro 1986; Herrera y Low 1994; Dussan de Reichel 1984; Laurière 2008a: 551- 596). Habiendo consultado fuentes de archivos y correspondencias inéditos, precisaré en mi artículo algunos datos e insistiré sobre algunos puntos que me parecen importantes de subrayar, dando a la vez un punto de vista del interior –es decir, el de Paul Rivet– y del exterior, es decir, el de una antropóloga francesa mirando a la historia de la antropología colombiana. Paul Rivet, abanderado del americanismo y alma de la institucionalización de la etnología francesa A partir de la mitad de la década de 1920, Paul Rivet recogió los frutos de su intensa labor de los veinte años anteriores. Fue un etnólogo imprescindible que ejerció una influencia enorme. Según las palabras mismas de Pierre Bourdieu, acumuló un “capital temporal” que le permitió dominar su campo disciplinario (Bourdieu 2001: 94). Fue un trabajador incansable, dotado de una energía inmensa, muy voluntarioso, que tomó iniciativas notables para modificar y cambiar el estado del campo antropológico, que no lo satisfizo. En julio de 1906, regresó de una larga misión de cinco años en Ecuador (la misión geodésica de medida del meridiano ecuatoriano), que despertó su vocación de antropólogo (Laurière 2008a: 21-155). En París, Paul Rivet se hizo rápidamente a un nombre en el círculo de los antropólogos 2 franceses, gracias al prestigio de la misión geodésica y al valor e interés que suscitaban sus análisis de los ricos materiales antropométricos, arqueológicos, lingüísticos y etnográficos traídos de Ecuador. Como joven erudito debió de dar muestras de su aptitud para jugar con las normas de su nuevo medio científico, para lo cual la legitimidad y el reconocimiento científicos sólo se obtuvieron necesariamente gracias a la práctica antropométrica y al dominio de los elementos teóricos de la antropología física, que seguía dominando las otras disciplinas. Sin embargo, en el transcurso de dos a tres años, se percató de los límites del método antropométrico y del fracaso de una antropología física obsesionada por la búsqueda de un hipotético carácter discriminador, para definir y distinguir las diversas razas humanas. Después de la publicación de un ensayo ambicioso sobre el prognatismo, en 1910, se desprendió decididamente de la antropometría, puesto que sentía que esta disciplina no podía vivificar más el conocimiento sobre el ser humano, ni siquiera describir y explicar la diversidad humana. Su rigidez y visión estrecha, sus debates sin fin sobre la validez de tal o cual criterio le parecían vanos y estériles. Lo que faltaba a la antropología eran investigaciones de campo, sobre el terreno, la valorización de los aportes de otras disciplinas como la etnografía o la lingüística. Puso en duda la jerarquía de las disciplinas y quiso invertirla en beneficio de otras más relevantes, en el marco de un proyecto antropológico que no se interesaría tanto en los aspectos biológicos y anatómicos del hombre como en su vida como ser social (Laurière 2008a: 167-186). La amplísima gama de materiales traídos de Ecuador lo llevó a interesarse en la lingüística, ya que había recopilado unos quince vocabularios inéditos en el campo, cuya publicación inició en 1907, en paralelo con sus trabajos de antropología física y con su involucramiento en la Sociedad de Americanistas de París. Con un ánimo poco común, se dedicó a la revisión sistemática de las clasificaciones lingüísticas vigentes en América del Sur 3 y a reconstruir progresivamente el mapa lingüístico del subcontinente, inspirándose en el método de la lingüística indoeuropea, cuyos resultados lo impresionaron profundamente. En el período comprendido entre las décadas de 1920 y 1940, se convirtió en uno de los especialistas más eminentes de la lingüística amerindia, que le interesó enormemente (Landaburu 1996; Laurière 2008a: 211-261). Al principio de la década de 1920 escribió una síntesis en lengua francesa sobre las lenguas americanas, que se convirtió en una referencia ineludible durante varios decenios (Rivet 1924). En 1925, gracias a la prueba suma –según él, la prueba lingüística–, volvió a estudiar una cuestión que le fascinó desde su primero viaje a América del Sur: el problema de los orígenes del hombre americano. Propuso una hipótesis muy llamativa de un parentesco entre las poblaciones oceánicas y americanas. Paul Rivet pensaba aportar pruebas irrefutables que rompieran el aislamiento del Nuevo Mundo por el sur del continente y por California, uniéndolo al mundo antiguo, incluso al primitivo. Rechazó por principio el dogma de una única fuente de poblamiento, por el estrecho de Bering y de origen asiático. Si admitió sin dificultad que se trataba de la principal y última entrada que daba así su uniformidad física al amerindio, pensó, sin embargo, que podía haber otras migraciones, y las más probables le parecían ser las de origen melanesio y australiano (Rivet 1925 y 1943). Analizó y comparó vocabularios melanesios-polinesios, australianos, y encontró similitudes con el Hoka (un grupo hablado en Norteamérica a lo largo de la Costa Pacífica), en el caso del primero, y con el Chon (hablado en el extremo meridional de Suramérica), en el caso del segundo. Durante su exilio en Colombia dio el último toque a la preparación de sus materiales científicos relacionados con la defensa de su hipótesis, que fueron publicados en 1943 casi simultáneamente en francés, en Canadá, y en español, en México, gracias a la traducción de su amigo José de Recasens (Rivet 1943). 4 Pensó que había encontrado en el método de los parentescos lingüísticos la manera de reconstituir la historia del poblamiento americano –sin documentos escritos–, mediante el estudio de situaciones probadas de contacto, de intercambio. Gracias a la lingüística, Rivet dinamizó una antropología anquilosada, imponiéndole nuevas problemáticas, más históricas y etnográficas que raciales y biológicas. En el mismo movimiento adoptó el enfoque difusionista, el único que consideraba idóneo para profundizar y complejizar la historia de las sociedades no occidentales y para poner en evidencia una idea fuerte que anheló: todas las civilizaciones, sin importar la distancia y el tiempo, se deben algo mutuamente y están ligadas las unas a las otras, siendo el intercambio el que las enriquece