La SS Europea
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La SS europea Erik Arnald La SS europea Erik Arnald “Europa no es un concepto geográfico sino racial y cultural.” (Adolf Hitler) Índice Los orígenes......................................................................................................................1 Soldados políticos.............................................................................................................6 Sangre y suelo.................................................................................................................10 Las Waffen-SS germánicas..............................................................................................14 Las Waffen-SS arias........................................................................................... ............ ....17 La Waffen-SS paneuropea...............................................................................................21 La Waffen-SS multirracial...............................................................................................26 Europa en Berlín.............................................................................................................29 Los orígenes En los años que precedieron la toma del poder, el partido nacionalsocialista alemán de los trabajadores disponía de dos organizaciones paramilitares: las secciones de asalto (Sturmabteilung o SA) y los grupos de protección (Schutzstaffel o SS) Como lo indican, por sus respectivos nombres, la SA había sido creada para la lucha callejera contra las brigadas armadas del Frente Rojo y la policía de la República de Weimar, mientras que la SS, tenía como misión proteger a los jefes, las reuniones y los locales del movimiento. Por supuesto, en esta primera fase del proceso revolucionario, la ofensiva era mucho más importante que la defensa y la SA desempeñaba un papel preponderante. La situación cambió una vez alcanzado el poder. Ya no había nada más que conquistar mediante la fuerza y por las armas. Por el contrario, ahora era imprescindible asegurarse la protección, no ya solamente del partido, sino también del Estado; y, de modo más general, de la revolución. La SA tuvo que ceder el paso a la SS, lo que algunos de sus jefes no aceptaron de buena gana. Esta situación desembocó en la misma Noche de los cuchillos largos , en la cual Adolf Hitler sofocó violentamente, con la SS, un conato de sublevación encabezado por Ernst Röhm, Gregor Strasser y otros. Esto aseguró, de un modo definitivo, la supremacía del Cuerpo Negro ( Schwarze Korps ), dentro del partido y del Estado. Supremacía esta tanto más efectiva en cuanto que Adolf Hitler confió además en el mando supremo de la policía, al mismo Reichsführer-SS Heinrich Himmler. De esta forma, la fuerza de seguridad del propio Estado pasó a depender de la sólida fuerza de seguridad del movimiento. Cuando Alemania, ante la guerra que visiblemente parecía se aproximaba, ya empezó a rearmarse, sólo contaba con ese ejército de cien mil hombres mal armados que el Tratado de Versalles le había permitido conservar. Pero, eso sí, serían cien mil hombres magníficamente instruidos, donde los meros soldados rasos tenían una preparación similar a la de un buen suboficial de otro país, y así habían sido seleccionados y bien formados, por el anterior gobierno democrático... Muchos oficiales, por otra parte, habían recibido su mejor instrucción en la Unión Soviética. Por más que se hubieran reincorporado oficiales y suboficiales de la Primera Guerra Mundial, casi todos rozando los cincuenta años de edad, la nueva Wehrmacht (poder armado), encuadraba a muchísimos hombres cuya lealtad política era altamente dudosa. Fue el fundamental motivo que obligará a Adolf Hitler a crear la SS; como un ejército paralelo y muy fiel con el que pudiera contar en cualquier circunstancia: las Waffen SS (SS armadas) Y por cierto, no se trataba, ni de movilizar a los miembros de las Allgemeine-SS (SS generales; es decir, la SS del tiempo de paz), indiscriminadamente, ni muchísimo menos, constituir con ellos una especie de policía militar , sino por el contrario de formar un cuerpo de élite, que reuniendo una eficacia excepcional en el campo de batalla a un óptimo ímpetu ideológico (el derivado de su sincera identificación con el nacionalsocialismo), sirviera como de punta de lanza para la entera nación armada. Semejante ejército sólo podía constituirse con voluntarios, pero duramente seleccionados en función de su biotipo, su concepción del mundo, su edad y ya tras ello, sometidos a un entrenamiento despiadado. Por eso, la historia militar de la Segunda Guerra Mundial, es una clara evidencia de lo que se logró en este campo. El enorme conflicto de 1939 apareció, en un primer momento, como otro más, del tipo clásico. Un casus belli , provocado por la diplomacia inglesa en una frontera de Polonia; la declaración de guerra al Reich por parte de Gran Bretaña y Francia, fue en virtud del - 1 - juego de sus alianzas y luego una campaña militar que opuso a los ejércitos nacionales de ambos bandos. El pacto de no agresión, firmado entre Alemania y la Unión Soviética, reforzaba esta impresión. El Japón, aliado de los países del Eje, mediante el pacto Antikomintern , no se había movido. Los Estados Unidos tampoco habían intervenido. Aún, ni siquiera el ejército alemán, después de la campaña de Francia, había intentado cruzar el canal de la Mancha para ocupar una Gran Bretaña, ahora manifiestamente indefensa... Dicho con otras palabras, todo parecía indicar que Alemania combatía meramente para repeler una agresión provocada por la querella del corredor de Danzig. Pero las cosas cambiaron cuando, el 22 de junio de 1941, se desencadenó la Operación Barbarroja. La Wehrmacht se adentró en territorio soviético. Aquí, ya no se trataba de un conflicto entre naciones típico, que defendían o aparentaban defender sus legítimos intereses, sino de un choque de bandos ideológicamente ahora bien definidos: por un lado, los países demoplutocráticos, liderados por los Estados Unidos, con su aliado marxista; por el otro, una Europa nueva y revolucionaria, encabezada por Alemania. Ya resultaba difícil permanecer neutral. En casi todos los países del Viejo Continente entonces había desde tiempo antes de la guerra, movimientos o partidos que, por su doctrina, tenían bastante en común con el nacionalsocialismo alemán. Muy varios antisemitas, anticomunistas, anticapitalistas y antidemocráticos, aspiraban a establecer regímenes más o menos revolucionarios y a la vez, nacionalistas y socialistas. Algunos de ellos - como los de Italia y España -, estaban el poder. Hasta, no sin reservas, se encontraban en el mismo bando que Alemania. Otros, como Rumania con su Guardia de Hierro, simpatizaban muy abiertamente con la política de Berlín. Otros más, como Bélgica, con el Rex , estaban tironeados entre dos diferentes lealtades, la territorial y la ideológica. Y no faltaban los que, en virtud de su nacionalismo, manifestaban un anti-germanismo rabioso, y en especial la Acción Francesa; aunque cuya doctrina, vía Italia, había influido de modo marcado en el nacionalsocialismo alemán. Había, en fin, diferentes movimientos nacionales cuyas posiciones ideológicas no estaban aún claramente definidas, pero que aspiran a la independencia de sus países, sometidos a un poder extranjero que les oprime (el V.N.V. flamenco, en Bélgica; o la Ustaša croata, en Yugoslavia); y por eso no vacilarían en plegarse a los postulados doctrinarios de quienes les dieran la libertad. Las inquietudes suscitadas por el Pacto Hitler-Stalin, con los comprensibles escrúpulos nacionales, que paralizaban entonces a los movimientos y partidos del tipo nacionalsocialista, en los países no aliados de Alemania, se desvanecieron en junio de 1941. Ya no se trataba de saber por dónde debía correr una frontera muy discutida ni, en los países que Alemania acababa de vencer, estar alimentando revanchismos militares de otra época sino de combatir todos reunidos y aceptando el liderazgo impuesto por la Historia, contra el enemigo común y de echar así los cimientos de la futura Europa unida que pregonaba la propaganda alemana (a veces, no sin segundas intenciones, en estos primeros momentos) En toda Europa occidental (menos en Portugal, por las presiones de Gran Bretaña, y en Irlanda, por razones geográficas), los Estados o movimientos crearon legiones de voluntarios que se pusieron a las órdenes del alto mando alemán. Simbólicamente, justo la primera de ellas fue la L.V.F. (o sea la Legión de los Voluntarios Franceses contra el bolchevismo) Luego, no tardaron en constituirse las unidades formadas por los prisioneros de guerra soviéticos (pertenecientes a las diversas nacionalidades de la U.R.S.S.; sometidas por ella) muchos de los cuales se - 2 - rindieron y habían entregado sin combate; precisamente con el propósito de alistarse en el ejército alemán. Así la Legión Armenia, la Legión Tártara y varios regimientos de cosacos, etc.; y esto sin hablar de los ucranianos, como de los rusos propiamente dichos. Esto a pesar de las vacilaciones y, a veces, de la total incoherencia de las autoridades alemanas, que fluctuaban entre una política de nacionalidades , que tendía a dividir el antiguo Imperio ruso, y el apoyo a los nacionalistas panrusos del general Andréi Vlásov... Mencionemos aún los Schutzkorps , formados en Serbia, pero con rusos blancos, y donde se alcanzaron los efectivos de una división. De todas estas unidades, dos tenían, desde el punto de vista jurídico, un estatuto especial, pues habían sido creadas por unos Estados soberanos: la Legión de los Voluntarios