[Otras ediciones en: Gerión 22.2, 2004, 493-504 (también en J.M.ª Blázquez, El Mediterráneo. Historia, arqueología, religión, arte, Madrid 2006, 283-293). Versión digital por cortesía del autor, como parte de su Obra Completa, revisada de nuevo bajo su supervisión y con la pagina- ción original.] © Texto, José María Blázquez Martínez © De la versión digital, Gabinete de Antigüedades de la Real Academia de la Historia

La romanización de los , Cántabros y Vascones en el Bajo Imperio. Estado de la cuestión José María Blázquez Martínez

[-493→] En 1974, A. Barbero y M. Vigil lanzaron una teoría de gran novedad sobre los orí- genes sociales de la Reconquista en un libro titulado: Cántabros y vascones desde fina- les del Imperio Romano a la invasión musulmana. Comenzaron estos autores su revolucionario estudio aseverando la inseguridad de la dominación romana en algunas zonas del norte de . La extensión y la grave- dad de este fenómeno no se debía a la simple debilitación del poder imperial, sino que respondía a causas más profundas nacidas de la propia situación económica de estos pueblos. A. Barbero y M. Vigil deducían esta inseguridad, en primer lugar de la organi- zación militar a finales del siglo IV, en estos territorios, donde se mantenían formas so- ciales primitivas y antagónicas a las seguidas por el Imperio romano. La fuente principal en este aspecto es la Notitia Dignitatum Occidentis VII.118-134 1 que menciona 11 auxilia palatina y 5 legiones comitatenses. Los palatini y los comitatenses no tenían lugar fijo; estaban acuartelados en determinados campamentos. Ambos autores sugieren que las tropas citadas en último lugar eran limitanei, mandadas, como puntualiza la No- titia Dignitatum, por un magister peditum praesentatibus, mientras que un comes man- daba a los comitatenses y palatini. Una situación similar se observa al otro lado de los Pirineos. De estos datos deducen A. Barbero y M. Vigil que en el norte de Hispania y en el sur- oeste de Galicia se mantuvieron las antiguas fuerzas militares y se crearon otras nuevas. Pasan a examinar los autores la correspondencia entre Paulino 2, que fue cónsul de los 30 años, cuya esposa tenía grandes propiedades en Hispania y gobernador de una provincia, con su maestro Ausonio, redactada entre los años 389-394, quien re- prochaba a su alumno haber abandonado la vida civilizada de Burdeos para irse a vivir entre los vascones y en ciudades abandonadas como Bilbilis, Calagurris e Ilerda. Pau- lino califica a los vascones de bandidos, bárbaros, de costumbres feroces y de conducta inhumana, rasgos todos contrapuestos a la civilitas romana, como muy acertadamente puntualizan ambos investigadores hispanos. Estos rasgos [-493→494-] recuerdan muy de cerca la descripción hecha por el geógrafo griego Estrabón (III.3.7-8) 3 a comienzos del Imperio:

1 FHA IX, 21-26. Citamos por las viejas FHA por haber sido las que manejaron A. Barbero y M. Vigil. 2 FHA VIII, 382-384. 3 J. Caro Baroja, Los pueblos del norte de la Península Ibérica. Análisis histórico y cultural, Madrid, 1993.

© José María Blázquez Martínez © De la versión digital, Gabinete de Antigüedades de la Real Academia de la Historia 2 José María Blázquez: La romanización de los astures, cántabros y vascones en el Bajo Imperio. Estado de la cuestión

así viven estos montañeses, que, como dije, son los que habitan el lado septentrional de Iberia; es decir, los galaicos, astures y cántabros, hasta los vascones y el Pirineo, todos los cuales tienen el mismo modo de vivir y poco más adelante

su rudeza y salvajismo no se deben sólo a sus costumbres guerreras, sino también a su alejamiento, pues los caminos marítimos y terrestres que conducen a estas tierras son largos, y esta dificultad de comunicaciones, los ha hecho perder toda sociabilidad y toda humanidad. Sin embargo, hoy el mal es menor gracias a la paz y a la llegada de los romanos. Allí donde estas dos ventajas no han pe- netrado, conservan un carácter feroz y brutal, sin tener en cuenta que esta disposición natural, entre la mayoría de ellos ha podido aumentarse por causa de la aspereza del país y el rigor del clima. Mas, repito, todas estas guerras están hoy día acabadas; los mismos cántabros, que de todos estos pueblos eran los más aferrados a sus hábitos de bandidaje, así como las tribus vecinas, han sido re- ducidas por César Augusto; y ahora, en lugar de devastar, como antes las tierras de los aliados del pueblo romano, llevan sus armas al servicio de los mismos romanos, como acaece precisamente con los cónicos y con los plentouísos, que habitan hacia las fuentes del Iber. Tiberio, además, por indicación de César Augusto, su predecesor, ha enviado a estas tierras un cuerpo de tres legiones, cuya presencia ya ha hecho mucho no sólo pacificando, sino también civilizando una parte de estos pueblos.

Estrabón y Ausonio califican a los habitantes de las montañas del norte de Hispania de antisociales e inhumanos, de feroces y brutales bandidos. Estrabón añade que las le- giones romanas, que Tiberio envió a estas tierras, pacificaron a sus habitantes y civiliza- ron a algunos de ellos. Para A. Barbero y M. Vigil, los pueblos del norte de Hispania en gran parte se encontraban prácticamente igual que a comienzos del Imperio, teoría que es la que analizamos en este trabajo, apoyados en la arqueología. A. Barbero y M. Vigil dan una importancia grande a la inscripción hallada en Dobra, localidad próxima a Torrelavega, que menciona un cónsul de Oriente y otro de Occidente. Está dedicada a un dios indígena de nombre Erudino. Se indica en ella la tribu del dedicante, Aunigainum, usado como topónimo, pues sigue la palabra uicus 4. Según los autores citados probaría que a finales del siglo IV, en 399, fecha de la inscrip- ción, la organización tribal no había perdido su significado social; lo mismo probarían las estelas vadinienses, en su mayoría del Valle del Sella 5, en territorio cántabro, en el límite con los astures. La inscripción demostraría también, la pervi-vencia de la religión indígena después de los edictos de Teodosio, a partir del 380, [-494→495-] contra la reli- gión pagana. La inscripción del pico de Dobra no prueba nada de lo que pretenden A. Barbero y M, Vigil, pues se fecha hoy en el 161 6. Pasan estos dos autores a estudiar el

4 M.C. González, Las unidades organizativas indígenas del área indoeuropea de Hispania, Vitoria, 1980. 5 J.M. Blázquez, Imagen y mito. Estudio sobre religiones mediterráneas e ibéricas. Madrid, 1977, 266- 274. M.A. Rabanal, S.M. García Martínez, Epigrafía romana de la provincia de León: revisión y ac- tualización. León, 2001, 379-431. Fechan las inscripciones en el periodo del siglo II o comienzos del siglo III. I. Sastre, Onomástica y relaciones políticas en la epigrafía del conventus asturum durante el Alto Imperio. Anejos del AEspA, XXV, 2002, 79-102. Sobre León, véase: M.A. Rabanal, La romaniza- ción de León; Id., Vías romanas de la provincia de León, León, 1988; id. (coord), Historia de León I. Prehistoria. Edad Antigua, León 1999; T. Mañanes, Arqueología de la cuenca leonesa del río Sil (La- ceana, Bierzo, Cabrera), Valladolid, 1988; id., El Bierzo prerromano y romano, León, 1981; id., Epi- grafía y numismática de Astorga romana y su territorio, León-Salamanca, 1982; AAVV., Lancia I-II, León 1983, 1985. Sobre campamentos, A. Morillo, "Fortificaciones campamentales en época romana en España", AEspA, LXXV, 2002. Las inscripciones vadinienses se fechan hoy en el paso del siglo II al III, de ellas no se puede deducir nada de la situación del Bajo Imperio. 6 Esta es la fecha propuesta en conferencias por A.U. Stylow, J.M. Iglesias, A. Ruiz, Epigrafía romana de , Santander, 1998, 64-65.

© José María Blázquez Martínez © De la versión digital, Gabinete de Antigüedades de la Real Academia de la Historia José María Blázquez: La romanización de los astures, cántabros y vascones en el Bajo 3 Imperio. Estado de la cuestión movimiento Bagauda 7. La tesis de que en el movimiento de los circunciliones del norte de África haya razones de carácter económico y social es hoy día indefendible 8, al igual que en el movimiento priscilianista. Sin embargo, existían en Hispania graves proble- mas de carácter económico y social, agravados por las invasiones de suevos, vándalos y alanos y los saqueos a que sometieron parte de Hispania, a partir del 409, descritos por la Crónica de Hidacio 9. Las luchas de los cántabros y vascones contra los visigodos caen fuera de los lími- tes de este trabajo, fijado en el siglo V. Han sido bien estudiadas en el citado libro de A. Barbero y M. Vigil. Las conclusiones que deducen estos autores del análisis de todo este material es que las guerras contra cántabros y vascones no fueron meros incidentes, sino que res- ponden a un antagonismo profundo entre estos pueblos montañeses, y el reino visigodo y los musulmanes. Hubo una oposición entre las respectivas organizaciones sociales, que remontan a la época romana. La conquista de Hispania por Roma significó una transformación total de la vida indígena. Piensan estos dos autores que gran parte de la organización social de los pueblos del norte de Hispania no fue rota por Roma. Se mantuvo el carácter rural de estos territorios. No se desarrolló la vida urbana, salvo en Iuliobriga, Flaviobriga y Pompaelo. Roma estableció un limes a finales del Imperio contra estos pueblos. Aceptamos hace años la existencia de este limes contra los pueblos septentrionales. Hoy creemos que lo que hubo en el norte de la Meseta Castellana fueron asentamientos de laetes o de gentiles 10. Los visigodos, y los musulmanes des- pués, lucharon contra los mismos pueblos del norte que los romanos en la Tarda Anti- güedad. Este tesis de gran novedad y que alcanzó una gran repercusión, y también re- chazo, no se puede aceptar hoy tal y como la proponían los autores 11 ante los avances de la arqueología en el norte de Hispania, como veremos. [-495→496-]

ASTURES Se comienza el examen del material arqueológico por los astures, para pasar a los cántabros y a los vascones brevemente. La arqueología permite hoy en día matizas las tesis de A. Barbero y M. Vigil. El estudio de Bobes 12, sobre la toponimia romana de Asturias, da como resultado que un

7 J.C. Sánchez León, Los Bagaudas: rebeldes, demonios, mártires. Revueltas campesinas en Galla e Hispania durante el Bajo Imperio, Jaén, 1996. 8 W.C.H. Frend, The Rise of , Londres, 1984, 572-574 y passim. Ch. Pietri, Storia del cristianesimo. Religione. Politica-cultura. La nascita di una cristianità (250-430), Roma, 2000, 417- 422. 9 A. Tranoy, Hydace. Chronique I-II, París, 1974. 10 J.M. Blázquez, Nuevos estudios sobre la romanización, Madrid, 1989, 617-641. 11 Sin embargo, en la época, era una tesis plenamente defendible y aceptable pues aún no se habían comenzado a hacer los estudios de prosopografía, lo que unido a los continuos hallazgos arqueológicos han dado como resultado un panorama completamente diferente al que existía con anterioridad. 12 "Toponimia romana de Asturias", Emerita 29, 1961, 1-52. Sobre Asturias, véase: F. Diego Santos, Asturias romana y visigoda, Salinas, 1977; id., Epigrafía romana de Asturias, Oviedo; C. Fernández Ochoa, Asturias en la época romana, Madrid, 1982; J. Lomas, Asturias prerromana y alto imperial, Sevilla, 1975; N. Santos Yanguas, Comunidades indígenas y administración romana en el noreste his- pano, Vitoria, 1985; id. (coord.), La romanización de Asturias, Madrid, 1992; AAVV, Indigenismo y romanización en el conventus asturum, Madrid, 1983; J. Santos Yanguas, El ejército romano y la ro- manización de los astures, Oviedo, 1991; id., Asimilación y resistencia a la romanización en el norte de Hispania, Vitoria, 1986; id., Indígenas y romanos en el norte de la Península Ibérica, Vitoria, 1983.

© José María Blázquez Martínez © De la versión digital, Gabinete de Antigüedades de la Real Academia de la Historia 4 José María Blázquez: La romanización de los astures, cántabros y vascones en el Bajo Imperio. Estado de la cuestión gran número de topónimos remontan a antropónimos de la Tarda Antigüedad. La situa- ción de Asturias era igual que la de Álava, examinada por J. Caro Baroja 13 hace muchos años. De la existencia de estos topónimos se desprende que las formas típicas de explotar la tierra y de estructurarse la sociedad mediante fundi, era la misma que se documenta en Hispania y en otras muchas regiones provinciales del Imperio. La exis- tencia de estos fundi y villae en número elevado probaría la intensidad de la asimilación de la cultura romana en Asturias al final del Bajo Imperio. También existían villae de mayor extensión en las que las explotaciones agrícolas y ganaderas eran de mayor envergadura. J.L. Maya 14, excelente conocedor de la situación de la Asturias transmontana en época romana, hace años, 1988, catalogó estas villae, que en aquel entonces eran las siguientes: 1) Angevilla, siglo III, situada en territorio apto para el cultivo de la tierra en el triangulo formado por la desembocadura del Sella, del Nalón y del puerto de Pajares. 2) Fuelles (Villaviciosa), siglos IV-V. 3) Andalón (Las Requeres) con mosaico de finales del siglo IV-V. 4) Nemorana (Lena), con mosaico parecido al anterior. 5) Murias del Paraxuga (Oviedo), con crismón paleocristiano importante, testimo- nio de la penetración del cristianismo en esta región. 6) La Isla (Colunga). 7) Eria de San Miguel (Serín), siglo IV. 8) Villa de Pumarón (Tremañes). 9) Murias de Beloño, siglos III-IV 10) Veranes, con mosaico polícromo y con sigillatas tardías. Con todos estos datos, que en la actualidad suministra el estudio de la toponimia y de la arqueología, no se puede continuar admitiendo la afirmación de A. Barbero y M. Vigil de que la Asturias Transmontana desconoció las formas típicas de explotar la tierra del Imperio Romano. [-496→497-] A esta misma conclusión se llega del conocimiento de la ocultación de tesorillos de monedas romanas acuñadas en la Antigüedad Tardía. Estos tesorillos han sido cataloga- dos en el citado trabajo de J.L. Maya, y son los siguientes: - Santa María de Castriecho. Con monedas acuñadas por los emperadores que gober- naron entre los años 253 y 337. La fecha de ocultación del tesorillo es posiblemente pos- terior. - Langreo. De fecha similar al tesorillo anterior y con monedas acuñadas entre los años 306-371 y de emperadores de fecha posterior. - Toxó. De fecha similar al anterior, con monedas acuñadas por los emperadores Diocleciano y Constantino (284-337). 173 son medianos bronces. - Santa Eulalia de Oscos. Con monedas de Juliano (355-363). - San Martín de Oscos. Con monedas de plata y de cobre de los emperadores que gobernaron entre los años 308-378. Aparecieron todas ellas en el interior de un caldero. - Bunera, Narcea. 192 monedas acuñadas entre Constantino (308) y Graciano (367- 380). - Cueva de Chapipi, Coalla, Grado. Con monedas de los emperadores Teodosio I, Constantino III, Arcadio y Honorio.

13 Materiales para una historia de la lengua vasca en su relación con la latina, Salamanca, 1945. 14 La cultura material de los castros asturianos. Estudios de la Antigüedad 4/5, Barcelona, 1988.

© José María Blázquez Martínez © De la versión digital, Gabinete de Antigüedades de la Real Academia de la Historia José María Blázquez: La romanización de los astures, cántabros y vascones en el Bajo 5 Imperio. Estado de la cuestión

- Peña de la Mora (Tineo). Con 500 monedas de cobre del Bajo Imperio. La ocultación de estos tesorillos indica una cierta inestabilidad en la región y la ge- neralización de la economía monetal y la desaparición de la de intercambio, que era la típica de la época de Augusto, cuando los pueblos del norte de Hispania se incorporaron al Imperio Romano. No conocían la moneda, sino el uso de unas chapas. Para conocer la asimilación de la cultura romana son fundamentales las conclusio- nes que se deducen de las excavaciones en Santa María de Lugo de Llanera (Asturias), llevadas a cabo por C. Fernández Ochoa y por su equipo 15. La presencia romana sucede a partir de la época julio-claudia avanzada y la im- plantación no tuvo lugar hasta la segunda mitad del siglo I, y entre los finales del siglo I y los inicios del II. Los restos arqueológicos, dispersos a lo largo y ancho del actual te- rritorio de Lugo de Llanera, deben entenderse, según C. Fernández Ochoa, lo que es muy probable, como pertenecientes a un vicus viarii; es decir, a una aglomeración de tipo secundario, integrada por varias construcciones separadas, por grupos pequeños con intervalos sin construir, un centro agrupado, pero algo disperso. Este tipo de aglomeraciones se documenta en Galicia, en Britania y en Galia. Como puntualiza C. Fernández Ochoa, Lugo de Llanera desempeñó un papel importante en la ruta viaria entre Asturica Augusta, Gijón y los núcleos mineros y agrícolas. Aquí se cru- zaban dos importantes rutas: la occidental, que procedía de las inmediaciones de Grado, donde la vía de la mesa enlazaba con los cotos mineros hacia Occidente, y con la zona centro-oriental. Dicha vía a su paso por Llaneras se [-497→498-] cruzaba con la ruta sur- norte que atravesando Memorana, Mieres, La Corredoira, Lugones, se dirigía hacía Gijón. Lugo de Llanera, en el Alto Imperio, fue el asiento de una civitas en torno a un nudo de comunicaciones, como queda reflejado en el geógrafo Ptolomeo (II. 6. 28) y en el Ravenate (IV. 45, 320). En las excavaciones no se detecta una continuidad de ocupa- ción entre el periodo Alto Imperial y la etapa tardorromana. El castro de las proximidades de Oviedo no llegó habitado a la crisis del siglo III. No hay que descartar su traslado de lugar 16. En Lugo de Llanera se han recogido cerámicas de finales del siglo V y comienzos del siguiente. Este dato es muy interesante al referirse a un comercio importante con alfares situados en el valle del que abas- tecen de terra sigillata hispánica a gran parte de Hispania. Otro dato muy importante a valorar, es que en el yacimiento de Lugo de Llanera tan sólo ha aparecido una moneda de Claudio I, durante todo el Imperio Romano. Este hiatus cronológico es tanto más extraño por cuanto la región central de Asturias gozó de un buen momento durante la Tetrarquía. El hábitat posterior al siglo VII no interesa al contenido del presente estudio. Son de gran importancia las excavaciones efectuadas en la muralla de Gijón y en el interior de la ciudad por C. Fernández Ochoa 17. Según esta profesora, la muralla de Gijón pertenece a un grupo de murallas fechadas entre finales del siglo III e inicios del siglo IV, a las que pertenecen en Hispania las murallas de Bracara Augusta, Lucus Au- gusti, Asturica Augusta, Veleia, Tiermes y Gerunda. C. Fernández Ochoa relaciona estas fortificaciones con la recogida de la annona para el aprovisionamiento del limes

15 Excavaciones arqueológicas en Santa María de Lugo de Llanera (Asturias). Memorias de las campa- ñas 1991 a 1995, Oviedo, 2001. 16 L. Berrocal-Rangel, P. Martínez, C. Ruiz, El Castiellu de Llagú. Un castro astur en los orígenes de Oviedo, Madrid, 2002. 17 La muralla romana de Gijón. Asturias, Madrid, 1997.

© José María Blázquez Martínez © De la versión digital, Gabinete de Antigüedades de la Real Academia de la Historia 6 José María Blázquez: La romanización de los astures, cántabros y vascones en el Bajo Imperio. Estado de la cuestión germano y con las relaciones estratégico militares entre Galia e Hispania, lo que encon- tramos difícil de aceptar. El final de la Guerra Cántabra (29-19 a.C.) trajo la adhesión al Imperio del territorio astur transmontano, apoyada en los resultados del asentamiento romano, de cronología más antigua, de Campa Torres, próximo a Gijón. La fecha de esta adhesión no es anterior. C. Fernández Ochoa extiende esta fecha a todo el territorio al cambio de Era y al gobierno de Tiberio. Se daría una presencia militar esporádica. No se producen cambios visibles en el hábitat. Sólo se crearon tres enclaves urbanos: Astu- rica Augusta, Lucus Augusti y Bracara Augusta. Las excavaciones de Cimadevilla, efectuadas en el casco antiguo de Gijón, sitúan la fundación del núcleo urbano en época flavia. En estos años se documenta la integración de las regiones del noroeste en el complejo organizativo, económico y social del Imperio. Está demostrado el progresivo abandono de las costas o, por lo menos, de su papel preponderante. Las excavaciones de Cimadevilla demuestran la continuación de la vida de la ciudad a lo largo del Bajo Im- perio. Sin poderse precisar la repercusión de la crisis del siglo III 18. A lo largo del siglo IV, Gijón alcanzó un auge económico y logró su pervivencia hasta el siglo VI. Las termas estuvieron abiertas al público hasta finales del siglo IV. Todas las edificaciones, salvo la factoría de salazones extramuros 19, se encierran en un recinto creado ex novo, de unas [-498→499-] 17 Ha. Es dato muy a tener en cuenta sobre la situación económica y social de Gijón, que la factoría de salazones trabajó desde finales del siglo III a finales del siglo IV. Gijón era el punto final de la vía citada. Encontramos poco probable que Gijón tuviese acuartelado, en la Tarda Antigüedad, un destacamento militar, problema que se plantea C. Fernández Ochoa. De haber existido este acuartelamiento lo habría citado la Notitia Dignitatum. Desde el siglo III hasta finales del siglo IV se documenta la presencia de gran cantidad de terra sigillata hispánica tardía en Gijón. Esta presen- cia, como ya se ha indicado, prueba unas relaciones importantes con el Valle del Ebro. En el siglo IV avanzado se aprecia en la ciudad algunas transformaciones de cierta importancia. Gijón debió mantener buenas relaciones con Burdeos hasta finales del siglo V, como lo prueba la terra sigillata gris gálica tardía, que se cree llegada de esta ciudad gala. También está documentada la presencia de ánforas orientales, dato verdadera- mente novedoso. Gijón en el Bajo Imperio estuvo rodeada de villae (Murias de Beloño, Veranes, La Muria de Tremañes, Pumarín), que no debieron alcanzar grandes extensiones, como las de la Meseta: La Olmeda y Quintanilla de la Cueza (Palencia), Valdearados y San Martín de Losa (Burgos), Cuevas de Soria y los Quintanares (Soria), El Ramalete (Na- varra) etc. En León se han localizado 21 villae seguras y 4 no seguras; también en León han aparecido mosaicos romanos del Bajo Imperio en 24 lugares diferentes con un total de 29 piezas y en Asturias en 4 lugares con 6 pavimentos 20. Sin embargo, el auge de Gijón coincide con el siglo IV. C. Fernández Ochoa y A. Morillo 21 han trazado un panorama de la situación actual de la romanización en Asturias, obra de gran importancia por recoger las conclusiones que se deducen de las aportaciones de la arqueología. La crisis del siglo III azotó a los

18 J.M. Blázquez, Historia de España II. España Romana. Madrid, 1982. 19 Una industria de salazones de época romana en la Plaza del Marqués (Gijón, Asturias), Gijón, 1999. 20 J.M. Blázquez, G. López Monteagudo, T. Mañanes, C. Fernández Ochoa, Mosaicos romanos de León y Asturias, Madrid, 1993. 21 La tierra de los astures. Nuevas perspectivas sobre la implantación romana en la antigua Asturias, Gijón, 1999.

© José María Blázquez Martínez © De la versión digital, Gabinete de Antigüedades de la Real Academia de la Historia José María Blázquez: La romanización de los astures, cántabros y vascones en el Bajo 7 Imperio. Estado de la cuestión astures transmontanos, como se desprende de que desapareció la documentación ar- queológica de este momento, hecho que se interpreta como un colapso casi total del trá- fico comercial. Se ha tendido por algunos investigadores, como A. Cepas 22 y los ingle- ses 23 a restar importancia a esta crisis, situación contraria a la afirmación de los escrito- res antiguos. Orosio VIII. 22. 7-8, que por ser hispano estaba bien informado, afirma tajantemente que la totalidad de Hispania fue arrasada y que los invasores vivieron sobre el terreno 12 años (VII, 41,2). Los invasores eran [-499→500-] pueblos en movi- miento, que buscaban tierras donde asentarse, como fueron los cimbrios y teutones ven- cidos por C. Mario a finales del siglo II a.C., y por los celtíberos; los cuados y marco- manos en época de Marco Aurelio, invasión descrita gráficamente en la Columna de Marco Aurelio en Roma. Los efectos de la invasión se observan en Tarraco en su tiempo. Muchas ciudades hispanas, como resultado de la invasión, fueron arrasadas, como se desprende del abun- dante material de esculturas, columnas, inscripciones, metidas en las murallas, como en las de Barcelona 24, de Iruña 25, de Monte Cildá, Olleros del Pisuerga (Palencia) 26. En la muralla del Cristo de Santesteban, Muela del Pan (Zamora) han aparecido 63 lápidas funerarias y 10 esculturas de berracos de carácter funerario. Cástulo fue arrasada total- mente en el siglo III. El centro de la ciudad fue abandonado en el siglo IV y lo ocuparon casuchas. La ciudad del siglo IV está llena de material destrozado 27. El cierre de las minas del noroeste data de finales de los Severos (235), al no ser rentables las explotaciones mineras 28. Durante este siglo pervivieron los principales asentamientos regionales, pero con profundas transformaciones. Asturica Augusta sufrió una honda crisis, a pesar de la creación por Caracalla de la Provincia Hispana Nova Ci- terior Antoniniana 29. La economía de la ciudad cayó en picado, según lo indican el abandono de edificios públicos, como las termas, las casas del gran peristilo y de la mu- ralla, convertidas en vertedero.

22 Crisis y continuidad en la Hispania del siglo III. Anejos AEspA, XVII, 1997. 23 S.J. Keay, The Roman in the Third Century. Contribution from Archaeology and History, Oxford, 1981, 451-486. Orosio (VIL 41,2) es el único autor que menciona que la invasión germana destrozó Hispania, lo dice tres veces, durante casi 12 años: Irruptae sunt Hispaniae caedes vastationes- que passae sunt... quod etiam sub Galieno imperatore per annos propemodum duodecim germanis evertentibus exceperunt. La fecha de las invasiones germanas comenzó a comienzos del año 260 (Oros, y Hier, Chr. 220-1 Helm; Eutr. IX.8; Aur. Vict. Líber de Caesaribus, 33.3; Zon. XII.24) Dacia fue abandonada durante Aureliano (Eutr. IX,8; Fest. Breviarium, 3.2) Se ha supuesto (A. Lippold, Orosio. La storia contro i pagani, 1976, 525), que los casi 12 años se cuentan con que el periodo de usurpación de Póstumo (CIL II, 4919, 4913 y nómadas), pero Orosio no se refiere a Póstumo, sino a los tiempos de Galieno. 24 A. Balil, Las murallas romanas de Barcelona, Madrid, 1961. 25 G Nieto, El oppidum de Iruña (Álava), Vitoria, 1958. 26 A. García Guinea y otros, Excavaciones en Monte Cildá, Olleros de Pisuerga (Palencia), Madrid, 1966. Sobre las citadas fortificaciones hispanas en el Bajo Imperio, véase: C. Fernández Ochoa, A. Mo- rillo, "Fortificaciones urbanas de época bajo imperial en Hispania. Una aproximación crítica (I)", CuPAUM, 18, 1991, 227-259; id., "Fortificaciones urbanas de época bajo imperial en Hispania. Una aproximación crítica (II)", CuPAUM, 19, 1992, 319-360; id., "Urban fortifications and land defense in Later Roman Spain", Roman Frontiers Studies, 1995, Oxford Monography 91, 343-348. 27 J.M. Blázquez, M.P. García Gelabert, Cástulo, Jaén, España II. El conjunto arquitectónico del Olivar, Oxford, 1999. 28 J.F. Sánchez Palencia, La explotación del oro en Asturias y en la Antigüedad, Madrid, 1983. Inédita. 29 G Alföldy, Provincia Hispania Superior, Heidelberg, 2000.

© José María Blázquez Martínez © De la versión digital, Gabinete de Antigüedades de la Real Academia de la Historia 8 José María Blázquez: La romanización de los astures, cántabros y vascones en el Bajo Imperio. Estado de la cuestión

El material arqueológico de mediados del siglo III, en Gijón, es escasísimo. Lancia se recuperó en el siglo IV. Lugo de Llanera no ofrece material datable en el siglo III. Sin embargo abundan los miliarios de este periodo. Los miliarios del siglo III, muy probable- mente, estaban en función de la reparación de las vías; no eran simplemente, honoríficos. La situación económica se recuperó con la proclamación de Diocleciano como empe- rador, pero la estructura del Imperio era totalmente diferente. La conexión de Augusta Eme- rita, capital de la diócesis de Hispania, con Legio VII, con Gijón, con Burdigalia, capital de la prefectura de la Galia, con Augusta Treverorum, es aceptable. No juzgamos muy defendi- ble que esta vía esté en función del abastecimiento del limes germano, que está muy distante y su abastecimiento sería muy lento y costoso, lo que le haría imposible 30. [-500→501-] C. Fernández Ochoa y A. Morillo dan la razón a A. Barbero y a M. Vigil que en la Notitia Dignitatum (XLII. 1. 25), se mencionan limitanei, tesis ya apuntada por Grosse. En este documento se mencionan los lugares de acuartelamiento de las tropas. El su- puesto limes, contra cántabros, astures y vascones, que nosotros admitimos en su mo- mento, con el cual se vincularían las necrópolis con ajuares atribuidos a militares de origen germano (Fuentespreadas, Simancas, San Andrés de Arroyo, etc.) 31, hoy día lo creemos debido al asentamiento de laeti o gentiles 32, como sucedió en el valle del Poo y en el norte de la Galia. No se puede discutir que el material de estas necrópolis es muy parecido al hallado en algunas zonas de Germania. En el Museo de Halle se exhibe un material idéntico al recogido en las necrópolis hispanas. C. Fernández Ochoa defiende que la permanencia del ejército en el norte hispano se explica por el papel que jugaba Hispania en el avituallamiento del limes germano y bri- tánico. Esta tesis no la encontramos defendible. Del avituallamiento de las tropas de las fronteras germana y británica en el Bajo Imperio, prácticamente no se sabe nada, e His- pania no desempeñó papel alguno, aunque aceite hispano llegó, por lo menos, a Colo- nia. J. Remesal, que ha estudiado muy bien la distribución del aceite hispano, tanto en el Alto, como en el Bajo Imperio, descarta esta posibilidad y más aún que las citadas tropas acuarteladas en Hispania, tengan nada que ver con el avituallamiento de Germa- nia y de Britania. De hacerse este avituallamiento se haría, como en el caso de las ánfo- ras hispanas de aceite, por transporte marítimo, mucho más rápido y barato. La cons- trucción de los potentes recintos defensivos, edificados en las últimas décadas del siglo III, como Asturica Augusta, Bracara Augusta, Lucus Augusti, Legio VII, Gijón, Tier- mes, Veleia y Gerunda, y otros recintos más conocidos como Aquae Flaviae, Aemi- nium, Conimbriga, Ebora, Norba Caesarina, Caurium y Capera, los encuadra C. Fer- nández Ochoa dentro de este contexto, tesis que pensamos no defendible. La mayor concentración de ciudades amuralladas en el Bajo Imperio se concentra en el noroeste, Astorga, León, Braga, Lugo y Gijón. Las ciudades hispanas amuralladas, lo fueron por decisión de ellas mismas. No hubo un plan estatal premeditado y ellas costearon el le- vantamiento de sus murallas. Esta investigadora piensa que en Gijón estuvo acuartelado algún cuerpo militar. No hay pruebas de ello. A finales del siglo III o comienzos del IV se levantaron, posiblemente, la muralla de Castro Ventosa, identificada como Bergidum. En la Tarda Antigüedad se dio un fenómeno de ruralización, al que ya se ha alu- dido, como en el resto de Hispania. C. Fernández Ochoa ha señalado la distribución de

30 J.M. Remesal, La Annona Militaris y la exportación del aceite bético a Germania, Madrid, 1986. 31 L. Caballero, La necrópolis tardorromana de Fuentespreadas (Zamora). Un asentamiento en el Valle del Duero, Madrid, 1974. A. Fuentes, La necrópolis tardorromana de Albalate de las Nogueras (Cuenca) y el problema de las denominadas "necrópolis del Duero", Cuenca, 1989. 32 J.M. Blázquez, Nuevos estudios sobre la romanización, Madrid, 1989, 617-641.

© José María Blázquez Martínez © De la versión digital, Gabinete de Antigüedades de la Real Academia de la Historia José María Blázquez: La romanización de los astures, cántabros y vascones en el Bajo 9 Imperio. Estado de la cuestión las villae en la Asturias Transmontana. En la vía de comunicación con la Meseta se en- cuentra la villa de Vega del Ciego. En los alrededores de Oviedo: Las Murias de Pa- raxuga, y Paredes de Lugones, con necrópolis del siglo IV. El conjunto más notable de villae se hallan en torno a Gijón: Veranes, Tremañes, Murias de Beloño. En la cuenca baja del Nalón-Narcea, hay indicios de explotaciones agropecuarias en Murias de Ponte (Soto del Barco), La Magdalena (Pravia), Andalón (Santullano), y [-501→502-] en la franja costera: Puelles (Villaviciosa) y La Isla (Colunga). En la Tarda Antigüedad, como ya se ha indicado, se implantó en la Asturia Transmontana el tipo de economía y socie- dad del Bajo Imperio. La Asturias descrita, extensiva a todo el norte de Hispania por Estrabón, había desaparecido.

CÁNTABROS Al igual que los astures, la investigación reciente ha cambiado mucho el panorama en esta región. J.L. Ramírez Sádaba 33 ha estudiado la toponimia romana en Cantabria, que está bien representada y no permite suponer que las estructuras prerromanas se mantuvieran. F. Pérez Rodríguez-Aragón 34 ha examinado la Tarda Antigüedad en Cantabria. Acepta la extensión en Cantabria de las villae bajoimperiales, como la de Santa María de Hito y que los puertos cántabros seguían abiertos al tráfico. Iuliobriga no resistió, según este autor, la crisis del siglo III y dejó de existir como núcleo urbano. En Cantabria no ha aparecido ningún mosaico y el número de inscripciones es bajo. Como señalaron A. Barbero y M. Vigil, entre los pueblos del norte de Hispania no han aparecido los edificios de los espectáculos típicamente romanos: teatros, anfiteatros y circos, que eran rituales en honor de la tríada capitolina, como indica la Ley de Urso del año 44 a.C., y eran los únicos espectáculos de masas del mundo antiguo. A esta ausen- cia los citados investigadores concedían mucha importancia, como prueba de la no asi- milación de la cultura romana por estos pueblos. J.M. Iglesias y A. Ruiz 35 han estudiado y excavado el material proporcionado por Flaviobriga y llegan a las siguientes conclusiones. La ciudad se abandonó en el siglo III, probablemente en su segunda mitad, sin poder precisar si la destrucción correspon- día a una situación puntual o a la propia evolución de la destrucción romana a lo largo de este siglo. El núcleo de población se mantuvo y siguió relacionándose comercial- mente con el Valle del Ebro y ., recibiendo sigillata hispana. Desde finales del siglo III hasta la segunda mitad del siglo IV el núcleo urbano decayó con la disminución de la terra sigillata hispánica. Las estructuras anteriores están selladas por vertidos ba- joimperiales. La colonia existía en esta época con un perímetro urbano reducido, desapa- reciendo a principios del siglo V. Con la crisis del siglo III, dos centros urbanos del norte, Iuliobriga y Flaviobriga fueron afectados profundamente, aunque no creemos que a los invasores les interesara

33 "La toponimia romana y romance en Cantabria", Regio Cantabrorum, Santander, 1999,333-350. Sobre Cantabria véase: AAVV., Cantabria. La génesis de un pueblo, Santander, 1999; M.A. García Guinea (coord.), Historia de Cantabria. Prehistoria, Edad Antigua y Media, Santander, 1985; J.M. Iglesias Gil, Iuliobriga, Bilbao, 1985; E. Peralta, Los cántabros antes de Roma, Madrid, 2000. Es interesante señalar que no figuran termas abiertas al público durante la Tarda Antigüedad entre astures, cántabros y vasco- nes (C. Fernández Ochoa, V. García Entero, Termas romanas en el Occidente del Imperio. Gijón 1999, Gijón, 2000). 34 "La Antigüedad Tardía en Cantabria Meridional", Regio Cantabrorum, 342-343. 35 Flaviobriga, Castro Urdiales romano. Arqueología de intervención (años 1991-1994), Castro Urdiales, 1998.

© José María Blázquez Martínez © De la versión digital, Gabinete de Antigüedades de la Real Academia de la Historia 10 José María Blázquez: La romanización de los astures, cántabros y vascones en el Bajo Imperio. Estado de la cuestión el norte de Hispania, pues lo que querían era saquear ciudades y territorios agrícolas ricos. [-502→503-]

VASCONES Los vascones en el Bajo Imperio han sido bien estudiados por J.J. Sayas 36, cuya tesis resumimos. En parte del territorio vascón se aprecian rasgos específicos, como el empleo de una lengua propia, y el estar habitado parte del territorio norteño por una po- blación campesina, ganadera, autóctona, de escasa romanización. Las fuentes literarias mencionan los aracellitani, ciudad que pertenece al territorio vascón. J.J. Sayas, de estos datos, deduce que la población del territorio vascón no estaba animada del espíritu de insurrección de los bagaudas. Señala este autor que las tierras vasconas presentaban grandes diferencias regiona- les. No todas eran económicamente iguales, ni tenían el mismo grado de romanización, ni los factores económicos y sociales operaban o se daban con la misma intensidad. La zona meridional eran tierras de grandes propiedades y de ciudades. En el siglo V, los honorati y possessores de Turiassso, Cascantum, Calagurris, Vareia, Libia y Viro- vesca, escribieron al Papa en apoyo del obispo de Calagurris. Estas ciudades se sitúan en la zona donde han aparecido villae decoradas con espléndidos mosaicos. Estas villae son las de Andión, Arróniz, , Gallipienzo, Liédena, , El Ramalete, Mués, Rocaforte, Santacara y Villafranca 37. La mayoría de estas villae se localizan en la parte meridional del territorio más romanizado. La parte central del territorio vascón no ofrece, en general, tantas ciudades ni preponderaba la explotación de las tierras basadas en villae. Predominaba la pequeña y mediana propiedad y la romanización iba en retroceso. Abundan en esta zona los topónimos, que remontan a antiguos possessores romanos. El territorio del norte se diferenciaba de la región meridional. Era el llamado saltus vasconum. Sólo contaba con tres ciudades, los aracellitani, los ilumberitani e Iturissa. Del resto de este territorio no se sabe nada. Eran tierras más aptas para la ganadería que para la agricultura y estaban cubiertas por frondosos bosques. A sus habitantes se refiere la correspondencia de Ausonio a Paulino. Estaban escasamente romanizados. Señala J.J. Sayas, que los rasgos característicos de estas gentes se adaptan a la valoración de los bagaudas, como rebeldes, insurrectos. La historiografía moderna valora la supuesta bagaudia vascona desde dos interpre- taciones diferentes: rebeldía por un lado y causas económicas y sociales, por otro. Piensa J.J. Sayas que ambas interpretaciones no son excluyentes. El saltus vasconum, con escasa población, poca romanización, bosque frondosos, economía preferentemente ganadera, podía tener una población inclinada a la insurgen- cia, pero no podía contar con un alto proletariado social y urbano. J.J. Sayas propone una solución ecléctica, que creemos muy aceptable: los supues- tos bagaudas vascones aglutinarían a gentes empobrecidas de las ciudades y de las villae, a pequeños y medianos propietarios de estas zonas, aplastados de [-503→504-] contribuciones, y a las gentes del norte, inclinadas a la rebeldía. El punto débil de esta

36 Los vascos en la Antigüedad, Madrid, 1994; id., Historia antigua de Hispania II. De la Antigüedad tar- día al ocaso visigodo, Madrid, 2001. Las fuentes referentes a los vascones en la Antigüedad han sido recogidas por J.M. Blázquez, Nuevos estudios sobre la romanización, 211-246; M. Pérex, Los vasco- nes, Burdala, 1986; id., El solar vascón en la Antigüedad. Cuestiones de lengua. Arqueología. Epigra- fía e Historia, San Sebastián, 1989. 37 J.M. Blázquez, M.A. Mezquíriz, Mosaicos romanos de Navarra, Madrid, 1985.

© José María Blázquez Martínez © De la versión digital, Gabinete de Antigüedades de la Real Academia de la Historia José María Blázquez: La romanización de los astures, cántabros y vascones en el Bajo 11 Imperio. Estado de la cuestión explicación lo señala el mismo autor. Resulta muy forzado la conjunción de intereses tan dispares, aunque esta dificultad no tiene demasiado peso en nuestra opinión. Este autor señala que el acuartelamiento de tropas más próximo a los vascones, Veleia (Iruña, Vitoria) se encuentra a bastante distancia y deja sin control todo o casi todo el te- rritorio vascón y los caminos que conducen al Valle del Ebro. De todos estos datos se deduce que los pueblos del norte de Hispania no se encon- traban en la Tarda Antigüedad en la misma situación que cuando cayeron en poder de Roma. La toponimia y las villae indica un sistema de explotación agrícola, típico del Bajo Imperio 38. La existencia de un limes contra los pueblos del norte hispánico no se puede defen- der ya si tenemos en cuenta la abundante información salida a la luz durante los últimos decenios. El trabajo de F. Pérez Rodríguez 39 parece muy acertado. El autor afirma expresamente: "la composición del ajuar de las necrópolis, tradicionalmente atribuido a los laeti, en realidad a los soldados romanos del origen germano del norte de Galia, es prácticamente idéntico al de nuestros cementerios tardorromanos", teoría que ya no- sotros lanzamos hace más de 15 años. Admite el carácter militar de los asentamientos, que nosotros propusimos ser de laeti o de gentiles. Es indudable, en resumen, que el panorama ha cambiado mucho desde la publica- ción del libro, revolucionario en su tiempo, de A. Barbero y M. Vigil.

38 A. Fuentes, "La romanidad tardía en tos territorios septentrionales de la Península Ibérica", en C. Fernández Ochoa, Los finisterres atlánticos en la Antigüedad. Época prerromana y romana, Gijón, 1996, 213-223. 39 "Más allá de las necrópolis del Duero. Hacia un nuevo panorama de la Antigüedad Tardía en el cua- drante noroeste", en C. Fernández Ochoa, Los finisterres atlánticos en la Antigüedad. Época prerro- mana y romana., 223-227.

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