Çedille. Revista de Estudios Franceses E-ISSN: 1699-4949 [email protected] Asociación de Francesistas de la Universidad Española España

Padilla, Magdalena Vocación de la escritura en Georges Bernanos Çedille. Revista de Estudios Franceses, núm. 1, abril, 2005, pp. 67-81 Asociación de Francesistas de la Universidad Española Tenerife, España

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ISSN: 1699-4949

nº1, abril de 2005

Artículos

Vocación de la escritura en Georges Bernanos

Magdalena Padilla García Universidad Católica San Antonio

Abstract: These pages try to show the experience of God in George Bernanos’ work, an inti- mate presence that we consider the true storyline of his whole career; a presence that can be found at the root of his vocation for writing. Therefore, far from what the author stated when he put forward as aim of his writing the moral and spiritual reconstruction, or the his- torical compromise before the evolution of the events in or Europe. Key words: George Bernanos, religion

Resumen: Estas páginas pretenden mostrar la experiencia de Dios en Georges Bernanos, pre- sencia íntima que consideramos la verdadera línea argumental de toda su obra, y que se en- cuentra asimismo en la raíz de su vocación de escritor. Muy lejos, por tanto, de lo afirmado por el propio autor al presentar como finalidad de su escritura la reconstrucción moral y espi- ritual o el compromiso histórico ante el devenir de los acontecimientos en Francia o Europa. Palabras clave: George Bernanos, religión,

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Nous sommes à cette heure de la vie (elle sonne pour chacun) où la vérité s'im- pose par elle-même d'une évidence irrésistible, où chacun de nous n'a qu'à étendre les bras pour monter d'un trait à la surface des ténèbres et jusqu'au so- leil de Dieu. Alors, la prudence humaine n'est que pièges et folies. La Sainteté! [...] Là où Dieu vous attend, il vous faudra monter, monter ou vous perdre (Bernanos, 1961: 133-134).

De estas palabras dirigidas por el párroco de Campagne a su joven vicario Donissan, se desprenden las dos líneas que presiden la experiencia de Dios en Geor- ges Bernanos: santidad y vocación religiosa, línea existencial que subyace y vertebra la totalidad de la producción escriturística de este autor. La obra del escritor francés se inserta en el período que separa las dos guerras mundiales, etapa en la que se consolidó una literatura espiritualista y concretamente católica que iba de la mano del resurgimiento católico de inicios del siglo XX, y que en Francia se dio con especial fuerza, constituyendo una reacción a las batallas ideoló- gicas y políticas que habían tenido su origen en el affaire Dreyfus y culminaría con la Ley de Separación Iglesia-Estado, la guerra contra las congregaciones y el avance de un laicismo que parecía imparable, pero que no obstante tenía sus días contados. Entre los llamados autores de esta línea se hizo una gran distinción conside- rando en esta escritura católica a aquellos autores católicos de primera fila, compro- metidos con su escritura, y con una verdadera formación teológica y mística. Exclu- yéndose, por tanto, a aquellos otros autores de escasa formación religiosa y espiritual, cuyas obras, presididas por un tono ingenuo y superficial contribuyeron en gran me- dida al desprestigio de la literatura cristiana o a la confusión entre los lectores de tales obras. Georges Bernanos, decíamos, se inserta en esta primera línea junto con Mau- riac, Claudel, Léon Bloy o Joseph Malègue entre otros, pero hay en nuestro autor un más que sobrepasa al grupo, no en vano la crítica calificaba a Bernanos como «le ro- mancier de la sainteté» (Boisdeffre, 1979: 38). Por otro lado sostenemos que el conjunto de la obra bernanosiana, en contra de lo esgrimido por la crítica, conforma una autobiografía, y así parecen atestiguarlo las palabras del propio escritor: «Mon œuvre, c’est moi même, c’est ma maison» (Bernanos, 1995: 16). Estas páginas pretenden poner de manifiesto la experiencia de Dios en este escritor francés de la primera mitad del siglo XX, presencia íntima que consideramos constituye la verdadera línea argumental de la escritura bernanosiana, y que se en-

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cuentra en la raíz misma de su vocación de escritor. Muy lejos, por tanto, de lo afir- mado por el propio autor, al ofrecernos como finalidad de su escritura el «redresse- ment spirituel» (Bernanos, 1971: 1040) o la «urgencia de la Historia» ante los graves acontecimientos que tenían lugar en Europa: la crispación y el clima de violencia y el ascenso de los nacionalismos, de manera especial en Alemania, con la llegada al go- bierno de Adolf Hitler. Objetivo de estas páginas que muestran al mismo tiempo el carácter autobiográfico de la escritura bernanosiana. Para ello nos detendremos inicialmente en algunos breves datos biográficos (1) sobre la infancia y adolescencia del autor, período éste último, marcadamente negativo según propia confesión, y determinante, de los que sería el devenir existen- cial de Bernanos, y con él, de su escritura. Nos acercaremos a los inicios de su carrera de escritor (2) y a sus primeras obras, presididas siempre por figuras sacerdotales y religiosas en continua tensión hacia una identificación cada vez mayor con el autor, testimonio de la anhelada vida religiosa –inicialmente rechazada por Bernanos a pesar de la llamada recibida el día de su Primera Comunión- y que posteriormente le fuera imposible emprender. A continuación pondremos de manifiesto la función de la escritura (3) que se revela al autor como la única forma y espacio donde poder ejercer su anhelada consa- gración y sacerdocio. Recogemos asimismo en este punto el concepto de escritura para Bernanos, púlpito desde el que intenta llegar al lector. No obstante, la considera- ción de la escritura como «el otro aspecto de una vocación sacerdotal», nada puede mitigar el dolor de la vocación no llevada a cabo, dolor que el autor refleja en su obra y nosotros recogemos (4).

1. Acercándonos a los manuales biográficos que sobre el escritor tenemos, éstos nos informan sobre el carácter católico de su familia. En esta Iglesia doméstica, y de ma- nera especial de su madre, el niño Bernanos recibió una sólida formación religiosa, cuyo punto culminante se encuentra en su Primera Comunión, no ya por la gran unción con que fue recibida, sino porque con ella recibió la vocación religiosa, como confesará años más tarde a su profesor y amigo el padre Lagrange: Au moment de ma première communion, la lumière a commencé à m’éclairer [...] Et j’ai pensé à me faire missionnaire, et, dans mon action de grâces, à la fin de la messe de première communion, j’ai demandé cela au Père, comme unique cadeau (Bernanos, 1961: 1727)

Los habitantes de , pequeña aldea del Artois, en la zona del Pas-de- , marco de las felices correrías vacacionales de infancia y adolescencia del futuro escritor, lo recuerdan en el bosque, subido a árboles, recitando fragmentos del Evan- gelio y dirigiendo sermones a imaginarios feligreses. Asimismo, a través del abundante material fotográfico que sobre él nos ha llegado encontramos numerosas imágenes del niño en compañía de sacerdotes, amigos de la familia, que frecuentaban la mansión

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familiar en el Artois y, lo que es más significativo, encontramos imágenes del niño vestido con sotana, como un sacerdote, documentación ésta última en absoluto re- ductible a la mera anécdota. De la correspondencia con el padre Lagrange obtenemos notas sobre la espiri- tualidad del escritor durante sus primeros años de adolescencia y juventud: en ella se observa como el adolescente poco a poco va apartándose de «la divine main tendue» (Bernanos, 1961: 143) para tender sus manos al mundo, pues durante esta etapa y de manera especial durante sus estudios universitarios, se fue apartando progresivamente de aquella influencia y educación religiosa de su infancia atraído por su compromiso ideológico como monárquico, y su inclinación hacia el periodismo. De ahí que a par- tir de su etapa universitaria no encontremos ya en los textos biográficos sobre el escri- tor alusión a su carácter cristiano; serán pues sus escritos, tanto de ficción como de polemista, la fuente de información que nos dé luz sobre esa experiencia de Dios en su edad adulta.

2. Su carrera de escritor se iniciará con la publicación, en 1926, de Sous le soleil de Satan, y en 1937, con la publicación de la Nouvelle Histoire de Mouchette, cerrará una primera etapa escriturística dominada por las obras de ficción, novelas presididas siempre por las figuras sacerdotales y religiosas, en cuyo tratamiento observamos una evolución que tiende a una cada vez mayor identificación con el escritor, rasgo éste que se erige en nexo común para todos estos personajes. Esta galería de sacerdotes, en tanto que proyecciones del yo escritor, constituyen proyecciones utópicas de lo que deseaba hubiese sido su vida: una existencia sacerdotal ejemplar en una infatigable labor de apostolado y entrega hacia los demás. Nos remontamos en este punto a la correspondencia mantenida con el padre Lagrange, donde dos meses después de exponerle su plegaria del día de su comunión y su vocación a la vida misionera le revela en una nueva carta, sus dudas sobre su vocación: Voilà le bilan de ma vie durant cette année et les deux principaux motifs d’ennui. Doutes sur la sincérité de ma «vocation» (car en somme, c’est une vocation quoique je ne pense point quitter le monde) et tentations du cœur (Bernanos, 1961: 1729).

Para, más adelante, en la misma carta, exponer su toma de conciencia sobre su verdadera vocación: Convertirse en un testigo de Cristo, pero testigo laico, comprometido en la acción temporal: Si je n’ai pas l’intention de me faire prêtre, c’est d’abord parce qu’il me semble ne pas en avoir la vocation et qu’ensuite un laïc peut lutter sur bien des terrains où l’ecclésiastique ne peut pas grand-chose (Bernanos, 1961: 1730). Y luego añadir: «[...] Il me semble que si j’arrivais jamais à perdre la foi, j’aurais bien du mal à la retrouver.» (Bernanos, 1961: 1730).

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Decisión de no entrar en el sacerdocio que se revelará trascendental, y de la cual el escritor, en su Journal d’un curé de champagne, reconocerá de forma velada, su total arrepentimiento. Camino pues de entrega y compromiso que, llegado a la adolescencia, decidió no seguir, lo que constituyó según el propio Bernanos, el error mayor de su vida, al constatar ya en su edad adulta, que su verdadero camino era el del sacerdocio, un camino que ya no puede emprender por honestidad, pues casado y padre de una hija, debe trabajar para sacar adelante esa familia que ha formado. El dolor por la vocación no llevada a cabo condicionará su existencia, y posteriormente su escritura: será al acabar la Gran Guerra cuando Bernanos constate con tremendo dolor su error por no haber seguido aquella llamada. En Sous le soleil de Satan, cuya redacción comenzara, según sus palabras, al finalizar la contienda, meses después del armisticio, refleja este hecho y su intento de llevar a cabo esta vocación en la ficción, aunque el propio escritor afirme: «Je crois en effet, que mon livre est un des livres nés de la guerre» (Bernanos, 1971: 1039). El éxito que supuso esta obra le llevó a abandonar su profesión de inspector de seguros para dedicarse plenamente, a escribir. De ahí su concepción de la escritura como «l’autre aspect d’une vocation sacerdotale» (Béguin, 1954: 149).

3. «El otro aspecto de una vocación sacerdotal», así efectivamente la escritura se revelará para Bernanos como la única vía por la que puede vivir aquel anhelado estado religioso. Y este es el motivo que sin duda le llevó al abandono de su oficio de inspector y a vivir y mantener a su familia de su pluma, aunque esto le acarreará dificultades económicas. No obstante la experiencia de Dios en Bernanos no es algo que se reduzca a la mera vivencia intimista de la fe, circunscrita al ámbito de lo privado, sino que es una experiencia en comunión vivida en la Iglesia: «C’est d’elle que je tiens tout, rien ne peut m’atteindre que par elle.» (Bernanos, 1971: 426). Comunión en la vivencia de la fe que es al mismo tiempo comunión con el lector al que trata de elevar al nivel de lo sobrenatural. Siguiendo a Jean-Claude Renard: Georges Bernanos s'est rarement considéré comme écrivain, au sens littéraire du mot, et s'est plutôt regardé comme un témoin chargé d'attester ontologi- quement, si l'on peut dire, ce qu'il croyait et ce qui fondait son existence. Il a sans cesse jugé ses écrits à l'aune de son désir vital d'absolu et de salut et ne les a vus que comme son seul moyen, par suite essentiel, de connaître et de commu- niquer ce désir (Renard, 1995: 17).

Bernanos hizo de su escritura un ejercicio sacerdotal pues en la medida en que le permite expresarse para trabajar en el bien de las almas, sería en cierta medida, incluido algún sacrificio por parte del escritor, la transposición o el sucedáneo de la vocación sacerdotal. Así pues, la escritura se erige en una obligación ineludible, fruto de aquella

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otra vocación, fraguada en una necesidad de dar testimonio: «Je n’aurais pas voulu mourir sans témoigner1» (Bernanos, 1971: 1040). Vocación muy próxima al sacerdocio, y es en esta misma línea de sacerdocio laico como Bernanos dará testimonio. Por tanto, la escritura fue siempre para Bernanos mucho más que una diversión o un oficio. Símbolo de la búsqueda del absoluto, su escritura se afirma como una respuesta a una vocación, riesgo que compromete al hombre, aventura sobrenatural, prueba crística. Preguntado tras el éxito de Sous le soleil de Satan cómo la guerra y las reacciones de la misma pudieron engendrar en él esa novela tan potente, dramática y mística, Bernanos responde que su raíz hay que buscarla en la imagen del mundo, y sobre todo de su país al finalizar la contienda mundial: Le visage du monde avait été féroce. Il devenait hideux La détente universelle était un spectacle insurmontable. Traqué pendant cinq ans, la meute horrible enfin dépistée, l’animal humain rentré au gîte à bout de forces, lâchait son ventre et évacuait l’eau fade de l’idéalisme puritain. Lequel d’entre nous ne se sentit alors dépossédé? L’idéologie démocratique était encore supportable, dans notre pays latin, parce qu’elle avait pris jusqu’alors le masque jovial, bon enfant, de l’arrivisme politique. [...] On traitait communément, je ne dis même pas de héros, mais de saint, l’adjudant rengagé, tué par hasard au créneau. La douleur et la mort étaient devenues une espèce de monopole d’État. La patrie divinisée recevait l’encens de tous les cultes, - comme si le règne dont l’oraison dominicale implore l’avènement était celui de la Démocratie Universelle. Ah ! qu’avons-nous donné, qu’avons-nous donné à tant de malheureux, irréparablement déçus, maintenant soulevés de haine. Une équivoque. Quelque chose comme un calembour sacrilège (Bernanos, 1971: 1039-1040).

Así la anecdótica textual de esta primera novela, recoge toda una crítica a una sociedad burguesa que apoya el radicalismo anticlerical de la República, un mundo en el que es fuertemente atacada –cuando no expulsada– la Iglesia y sus ministros, y con Ella todo tipo de valores e ideales espirituales, que llevan a Germaine, joven hija del sistema, al suicidio al habérsele cerrado o imposibilitado todo acceso a la trascendencia.

4. Es a nivel de estructura profunda, donde encontramos la que –como apuntábamos– consideramos razón fundamental de la escritura bernanosiana: El dolor por la vocación religiosa no emprendida. Efectivamente, vemos como el autor focaliza su experiencia en los dos personajes centrales, de un lado en Germaine, la adolescente hija de una familia burguesa acomodada en quien proyecta el escritor su lado oscuro y vertiginoso, el odio a sí mismo, el rechazo a su adolescencia. La joven es la imagen de la niñez viciada por un mundo de adultos. Vive rodeada de comodidades materiales,

1 Es el escritor quien subraya.

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pero le falta algo que, al igual que al joven Bernanos, “no sabe” discernir: la búsqueda de la trascendencia: On est joyeux sans savoir, d’un rien, d’un beau soleil... des bêtises... Mais en fin tellement joyeux, d’une telle joie à vous étouffer, qu’on sent bien qu’on désire autre chose en secret. Mais quoi? Et, toutefois, déjà nécessaire. Ah! Sans elle le reste n’est rien! (Bernanos, 1961: 81).

En su lucha por salir de ese universo que la oprime se arroja inicialmente en los brazos de los decrépitos restos del sistema monárquico, representado por el mar- qués de Cadignan, y posteriormente, entra de lleno en el combate político, represen- tado por el doctor Gallet, mediocre médico y diputado radical que se convierte en su amante. Búsqueda de la trascendencia y libertad que tal como le revela Donissan, el sacerdote sólo las puede encontrar en Dios: «Tu ne seras jamais prête. Tu ne dérobes à Dieu que le pire: la boue dont tu es faite, Satan! Te crois-tu libre? Tu ne l’aurais été qu’en Dieu» (Bernanos, 1961: 203). Reproches del sacerdote que son en definitiva los auto reproches del autor a aquel adolescente que huyó de la llamada a la consagración, de la «divina mano ten- dida». Germaine, tras la ayuda espiritual recibida por Donissan, transposición tex- tual de la ayuda que recibiera Bernanos del monje benedictino Dom Besse al finalizar la Primera Guerra Mundial, constata al igual que el escritor, que su vida ya no tiene vuelta atrás: ella espera un hijo, no puede rehacer su vida como si nada hubiese ocu- rrido. Como tampoco Bernanos puede retomar la senda de la vocación religiosa, pues durante uno de los permisos de la guerra se había casado y ya padre de una niña, debe trabajar para sacar adelante esa familia que ha fundado. Siguen pues, por ello, enfer- mos de ese mal incurable en palabras del escritor: La même chose ignorée lui manquait toujours, manquait à sa vie. Mais quoi? Mais laquelle? Vainement elle essuyait ses joues déchirées à coups d’ongle, ses lèvres mordues; vainement elle regardait à travers les vitres la lumière de l’aube; vainement elle répétait de sa triste voix sans timbre: «C’est fini… c’est fini…!» La vérité lui apparaissait; l’évidence serrait son cœur; même la folie lui refusait son asile ténébreux. Non! Elle n’était pas folle, ne le serait jamais. Cette chose lui manquait, qu’elle avait tenue, mais où? Mais quand? De quelle manière? Et il était sûr à présent qu’elle s’était jouée depuis quel- ques instants la comédie de la démence pour masquer, pour oublier –à quel- que prix que ce fût– son mal réel, inguérissable, inconnu. (Ah! Parfois Dieu nous appelle d’une voix si pressante et si douce!) (Bernanos, 1961: 212).

A Germaine sólo se le ocurre una salida: el suicidio.

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Muerta la joven, imagen del adolescente Bernanos, se erige con toda su fuerza Donissan, en quien el escritor proyecta lo que hubiese querido que fuese su vida: una vida sacerdotal ofrecida a Dios por los demás. Asimismo nos ofrece la obra la recreación textual de ese anhelado universo de la religión: Menou-Segrais, el deán de Campagne es definido con los mismos rasgos que caracterizaran a aquel niño Bernanos que recorría la campiña del Artois en plena libertad, en una infancia tan unida a Dios. Este sacerdote, consejero y padre espiritual alienta a su joven vicario Donis- san-Bernanos para que siga fiel a la llamada que recibió hacia el sacerdocio y no la rehuya como hiciera el propio escritor. A través del joven sacerdote el escritor expresa veladamente ese arrepentimien- to por no haber seguido aquella vocación despertada a tan temprana edad, cuando no había nada que se lo impidiese: Mille souvenirs lui reviennent de son enfance si étrangement unie à Dieu et ces rêves, ces rêves-là mêmes – ô rage! - dont il a craint la dangereuse suavité et que dans son âpre zèle il a peu à peu recouverts... C’était donc la voix inoubliable qui n’est que peu de jours entendue, avant que le silence se refermât à jamais (Bernanos, 1961: 142-143).

Esa infancia tan extrañamente unida a Dios es la del propio escritor y esos sueños a los que alude Donissan, aquel anhelo de vida religiosa que respondía a «la voix inoubliable qui n’est que peu de jours entendue» (Bernanos, 1961: 143), la voz de la llamada a la vocación que decidió no seguir, y de la cual, ya en su madurez, tomará plena conciencia de la gravedad de aquel rechazo, pues había «fui sans le savoir la divine main tendue» (Bernanos, 1961: 143). Más adelante, volverá a aludir el joven sacerdote veladamente a aquel compromiso no aceptado por el escritor, cuando a indicaciones del padre deán lea en voz alta un párrafo de la Imitación de Cristo: «la honte d’avoir fui la gloire...» (Bernanos, 1961: 220), palabras éstas últimas que el joven sacerdote dirá «répétant de mémoire» (Bernanos, 1961: 220). Inserta igualmente en esta línea argumental de su escritura, es la presencia y recreación obsesivas en sus novelas, del universo de la Iglesia y de la fe, pero vistos desde dentro, lo que nos lleva a presenciar la vida cotidiana de los sacerdotes, acce- diendo a los claustros de los seminarios, a las casas parroquiales y habitaciones de los sacerdotes; la representación de las distintas actividades: celebración de la Misa, pre- paración de las homilías, las charlas entre religiosos... Constituye todo ello temas que generan y estructuran los relatos y testimonian al mismo tiempo del deseo de apre- hensión, de vivencia de la vida sacerdotal aún en los menores detalles, deseo que se revelaba imposible –veíamos- en la realidad, quedándole como único consuelo para hacerse misionero, la escritura. Hecho que se repetirá a lo largo de toda su produc-

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ción de novelista, como afirmábamos. En efecto, las figuras sacerdotales son proyec- ciones del escritor, «Le double est lui-même» (Aaraas, 1966: 9). Coincidimos con Hans Aaraas quien sostenía lo siguiente respecto al escritor: Les rêves ont donc une sorte de vie propre, mais en même temps ils sont à l'image de celui que les a engendrés. En fait l'activité littéraire ainsi conçue est un véritable dédoublement. Ce que l'écrivain poursuit dans ses rêves, c'est tou- jours lui-même, il chasse sans repos son double (Aaraas, 1966 : 8).

El escritor concebía “su sacerdocio” caracterizado por el compromiso total, la entrega por los fieles, la lucha sin tregua contra el eterno Enemigo cuya presencia ha invadido todos los órdenes de la vida de la nación. Sed de compromiso total, anhelo de santidad en un deseo de reparar aquella mediocridad y cobardía del adolescente. En esta misma labor de entrega y compromiso hacia sus fieles tenemos la tarea por la “salvación de la parroquia” en el Journal d’un curé de campagne, que es en defi- nitiva la tarea del escritor, no como proyecto de escritura sino como experiencia exis- tencial. Así lo manifestaba el propio Bernanos en la entrevista concedida a Frédéric Lefèvre en 1926, tras la publicación de Sous le soleil de Satan, donde afirmaba que el objetivo de su libro era devolver a las almas el gusto de lo auténtico y ayudar, en la me- dida de sus posibilidades, a la regeneración de los valores espirituales del país. Objetivo hacia la población de Francia que escondía toda una proyección personal, pues dicha población con todas las faltas y vicios, es la proyección textual de aquella adolescencia. Recoge nuevamente la anecdótica todo un ataque al mismo sistema que era atacado en Sous le soleil de Satan, L’Imposture o La Joie y que lo será nuevamente en la Nouvelle Histoire de Mouchette: una república radical y anticlerical, y a todos los vicios que reúne la sociedad a la que este sistema político da pie. Pero aún a nivel de anec- dótica, el repetitivo ataque a este sistema político, imperante en la Francia de finales del siglo XIX y primer cuarto del siglo XX, es altamente significativo de la nostalgia hacia aquella infancia y adolescencia, período, repetimos una vez más, en que recibió la llamada a la vocación y a la santidad. Fijación en el recuerdo de aquel período his- tórico que llama tanto más la atención por cuanto Europa está asistiendo al ascenso de los partidos nacionalistas radicales y de extrema derecha, fenómeno al que Francia no era ajena. A ello se une el hecho de que Bernanos residía en España –concreta- mente en Mallorca– junto con su familia, desde el otoño de 1934, un país que era sacudido ese mismo año por una revolución contra el gobierno y por ataques desde Cataluña pidiendo un estado catalán. Años éstos de la historia peninsular, donde exis- tía un clima de muertes y asesinatos, y una inestabilidad en todos los órdenes que desembocaría en una cruel guerra civil que –hermano contra hermano– enfrentó a todo el país en 1936. Acontecimientos políticos que a pesar de su gravedad, y a ser vividos directa- mente como era en el caso de España, no encuentran eco en el escritor francés, en- frascado como estaba en la redacción del Journal d’un curé de champagne –que vería la

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luz en 1936-, considerado por su autor como su diario espiritual, y al que dedicó una especial atención, manifestando incluso la alegría que para él suponía la redacción de la obra: «Je me remets demain à mon Journal - quelle joie!» (Béguin, 1954: 175), al mismo tiempo que la prisa por reanudar la tarea: «J'ai grand hâte à reprendre mon Journal d'un curé» (Béguin, 1954: 175)»; una obra a la que ya desde su redacción le mostraba especial cariño: «A propos du Journal d'un curé, je crois que je le reprendrai bientôt. J'ai besoin de pleurer un peu.» (Béguin, 1954: 175), afecto que confirmará meses después de su publicación: Il m'est très pénible de parler de ce livre, parce que je l'aime. En l'écrivant j'ai rêvé plus d'une fois de le garder pour moi seul... [...] ô cher confident de ma joie! ... Oui, j'aime ce livre. J'aime ce livre comme s'il n'était pas de moi, Je n'ai pas aimé les autres (Béguin, 1954: 173).

Así pues, lejos de los acontecimientos y del clima político que sacude a Euro- pa, asistimos en el Journal, junto al dolor por la vocación perdida, al arrepentimiento expresado en distintas ocasiones y de forma cada vez más nítida e insistente a través de una serie de personajes: tras el entierro del doctor Delbende, en el transcurso de una conversación entre el párroco de Ambricourt y el de Torcy, este último, amigo del difunto revelará su secreto: «A quatorze ans notre ami voulait devenir missionnaire, il a perdu la foi au cours de ses études [...] le vrai est qu'il ne se consolait pas de ne plus croire» (Bernanos, 1961: 1121). Palabras estas últimas que dejan ver una nostalgia por el ministerio sacerdotal nunca ejercido. Decisión que fuera producto de la evolución espiritual operada en el escritor durante su adolescencia, entre su primera comunión y su entrada en la Universidad, etapa donde se dejó llevar por una decisión errónea como recoge Milner: Bernanos s'aperçoit d'abord qu'il a fait fausse route en croyant qu'il pourrait se réformer par un acte de volonté, en opérant lui-même une sorte de tri entre ce qu'il y avait de pur et d'impur dans son être, en plaçant l'idée de Dieu au centre de sa nouvelle vie avec l'espoir qu'elle refoulerait toutes les autres (Milner, 1987: 56).

Reconocimiento del error por parte de Bernanos, hasta el punto de escribir en una carta a Dom Besse: Il y a un verset de mon Imitation qui me sert pour crier au secours: "Je ne cesserai pas de prier, je ne me lasserai plus, jusqu'à ce que votre grâce me revienne, et que vous me parliez intérieurement". C'est mon humiliation et mon espérance de me sentir si pauvre, si faible, dès que cette voix se tait dans mon cœur. Je ne puis plus me passer de Dieu un seul moment, et Il le sait2 (Milner, 1987: 57).

2 Es Bernanos quien subraya.

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Nostalgia y dolor por la vocación sacerdotal perdida que volverá a poner de manifiesto en el Prólogo de Les Grands cimetières sous la lune, en unas palabras que constituyen una confesión, un mea culpa del escritor: «Compagnons inconnus, vieux frères, nous arriverons ensemble, un jour, aux portes du royaume de Dieu [...] chers visages durs dont je n’ai pas su essuyer la sueur...» (Bernanos, 1971: 354-355). Prólogo donde reconoce su cobardía frente a sus «compañeros», «ô regards qui ne se sont jamais rendus» (Bernanos, 1971: 355), y ante ellos se considera indigno por no haber sido capaz de mantener su deseo y su promesa hecha a Dios: «[…] J’étais parti à votre rencontre, j’accourais vers vous» (Bernanos, 1971: 355). Promesa de la que un día, el de su Primera Comunión, sí se consideró digno: «Peut-être, un certain jour, un jour que je sais, ai-je été digne de prendre la tête de votre troupe inflexible» (Bernanos, 1971: 355). De la dura toma de conciencia del escritor, ya cincuentón, «Le vrai est qu’il ne se consolait pas de ne plus croire» (Bernanos, 1961: 1121), de la renuncia hecha en su adolescencia, es su súplica al Redentor: «Dieu veuille que je ne revoie jamais les chemins où j’ai perdu vos traces, à l’heure où l’adolescence étend ses ombres...» (Bernanos, 1971: 355). Vuelve a llamarnos poderosamente la atención estas palabras del escritor en una obra, Les Grands cimetières sous la lune, ensayo por él mismo presentado como un alegato contra la Guerra Civil española, y que se abre con un Prólogo totalmente desconcertante pues constituye una reflexión profundamente intimista centrada en sus años de infancia y adolescencia, donde evoca nuevamente, en un tono pleno de lirismo, el tremendo e irreparable dolor por la vocación perdida, y donde la primera alusión a la contienda civil no aparece hasta la decimoquinta página, y ello para servir de ejemplo a una larga diatriba inicial contra los imbéciles, no apareciendo la próxima referencia a Mallorca hasta treinta y tres páginas más adelante, donde encontramos la isla balear inmersa ya en los horrores de la Guerra. A ello se une el hecho de que la totalidad de temas planteados giran constantemente, de una u otra forma, en torno a su país, Francia, presentada como «la fille aînée de l’Église», y a la figura del yo escritor, paladín de ese país concebido como estandarte de la cristiandad europea. Lo que nuevamente nos muestra la omnipresencia de la temática religiosa en sus escritos, e indefectiblemente unida a ella, el tema de la vocación, aun cuando el escritor afirme que ha abandonado la redacción de las obras de ficción para dedicarse a los ensayos y escritos políticos, ante la urgencia de la historia, nada más lejos de la realidad, como nos siguen mostrando sus «essais et écrits de combat» de este período. Temática obsesiva que nos lleva a rechazar las palabras de Roger Mathé cuando, tras recoger en su obra sobre el Journal d’un curé de campagne (Mathé, 1970), una lectura parcial y fragmentada de una de las cartas del futuro escritor a Lagrange afirmaba que «Il est convaincu que seul un dialogue permanent avec le divin donne un sens à l'existence» (Mathé, 1970: 11), pues Bernanos hace alusión directa, no al

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simple diálogo del cristiano con su Creador, sino a la total entrega que supone la vocación religiosa. Por otro lado, esa nostalgia del sacerdocio, manifestada por el propio escritor, nos lleva a rechazar los juicios de Milner sobre aquella decisión de no entrar en el estado religioso y las razones para ello alegadas por el adolescente: «Si je n’ai pas l’intention de me faire prêtre, c’est d’abord parce qu’il me semble ne pas en avoir la vocation, et qu’ensuite un laïc peut lutter sur bien des terrains où un ecclésiastique ne peut pas grand-chose» (Bernanos, 1961: 1730). A ello respondía el crítico: «Bernanos [...] envisage avec beaucoup de bon sens et de fermeté la possibilité d'une vie qui ne serait pas moins consacrée à Dieu tout en se déroulant dans le siècle » (Milner, 1987: 31). Y no estamos de acuerdo con Milner porque lo que manifiestan esas palabras de Bernanos no es «muy buen criterio», sino, volvemos a repetir, bastante cobardía y, de manera especial, mediocridad por parte de aquel adolescente que sintiendo la llamada a la vida religiosa decide no seguirla alegando, como dirá años más tarde en Les Enfants humiliés, que le faltó valor. Origen sin duda de ese visceral y abierto rechazo a la mediocridad en sus obras y en sus personajes, constituyendo una proyección textual del rechazo y odio a sí mismo, por aquella decisión. Sentirá al mismo tiempo un tremendo dolor y nostalgia, causa ésta de la recreación y el protagonismo otorgado a lo largo de todos sus relatos, a la figura del sacerdote; y por otro lado, la calificación de su producción de ficción como «conquête d’une vocation» (Fitting, 1972: 637-645), siendo el Journal d’un curé de campagne, de entre todas sus obras, la que más especialmente se configura como «conquista de la vocación», al mismo tiempo que como Diario personal del escritor al que confiesa sus secretos: «S'il m'est présenté au jour du jugement, je n'oserais pas lui dire en face: "je ne te connais pas", car je sais bien qu'il a une part de mon secret» (Béguin, 1954: 173). Intimidad y pensamiento del yo encarnado por sus personajes, de manera especial por el joven párroco, quien a lo largo de su diario, se erigirá en intérprete del escritor: «J'espère que mon gentil curé sera mon interprète et mon conciliateur» (Béguin, 1954: 175). Diario del escritor donde nuevamente será recreado, de manera preferente, el período correspondiente a su infancia, etapa de su vida que arrancaría de la época de su Primera Comunión, evocada al confesar el párroco de Torcy su vocación, aparecida ya en su niñez: «Moi qui ne rêvais que d’être prêtre. Être prêtre ou mourir!» (Bernanos, 1961: 1043). Recreación constante y proyección textual de todo aquel período de la niñez, que se repite de obra en obra, y que el escritor calificaba como la fuente a la que volvía siempre a beber para rescatar a aquel niño que soñaba ser misionero, para llevar a cabo en la ficción su sueño. No en vano afirmaba el escritor la razón de su escritura: «J’ignore pour qui j’écris, mais je sais pourquoi j’écris. J’écris pour me justifier. – Aux yeux de qui?

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– Je vous l’ai déjà dit, je brave le ridicule de vous le redire. Aux yeux de l’enfant que je fus» (Bernanos, 1971: 870). Así parecen atestiguarlo las palabras de Milner (1987: 19) al considerar que uno de los significados de la fidelidad a la infancia para Bernanos era «Donner forme aux personnages que ces rêves appelaient vaguement à l'existence, reparcourir en esprit, pour y trouver à la fois la même chose et autre chose, les routes de jadis». Evocación de la vida del escritor en el relato que se detiene al llegar a la adolescencia, período totalmente negativo de su vida, de un lado porque en esta etapa Bernanos comenzó sus crisis de angustia y su miedo a la muerte: «[...] Étant toujours un peu malade, j’ai pensé très souvent à cette mort que je crains tant, et qui peut arriver d’un moment à l’autre comme une voleuse» (Bernanos: 1961: 1729). Y período negativo, la adolescencia, por el rechazo a su vocación sacerdotal, al igual que la perdiera otro de los personajes, el doctor Delbende como veíamos: «[...] Notre ami voulait devenir missionnaire, il a perdu la foi au cours de ses études de médecine» (Bernanos, 1961: 1121). El personaje perdió su fe en el transcurso de sus estudios de medicina, mientras que el escritor los perdió durante sus estudios de Letras en el colegio Saint- Marie, en Aire-sur-la-Lys: «Ai-je perdu ma vocation par ma faute? Ai-je jamais eu autre chose que de la sensibilité, je ne sais, mais toujours est-il que ma voie, il me semble, n’est point de ce côté.» (Bernanos, 1961: 1727). Tras la muerte del doctor Delbende, en el Journal d’un curé de campagne, proyección del adolescente Bernanos, resucitará espiritualmente el joven párroco de Ambricourt, sumido hasta entonces en un período de aridez espiritual, iniciando ahora una intensa y fructífera labor pastoral en su parroquia. Vuelve así a repetirse el hecho al que ya asistíamos en Sous le soleil de Satan: tras la muerte de Germaine, se nos muestra el firme avance de Donissan en el ejercicio de su labor pastoral y los frutos de ésta. Así pues, ambos religiosos –Donissan y el párroco de Ambricourt– son otras tantas proyecciones del autor en ese anhelado desempeño de la vocación religiosa, vocación que desempeñan con fama de santidad, estos personajes. El pueblo de Campagne, y de manera especial ese Ambricourt imaginario, es el Fressin de sus años de infancia y adolescencia del escritor donde el sacerdote-Bernanos niño, vuelve a las correrías de sus primeros años, recorriendo las casas y granjas de los campesinos dispersas por el campo, en esta ocasión en el ejercicio de su labor de apostolado, en un intento nostálgico e imposible de volver al pasado para reconstruir su vida. Así pues, el sacerdote de Ambricourt se erige en presencia fundamental para el escritor, dado que se convierte en intérprete de Bernanos para los lectores y todos aquellos que no le conocen; y, además, reúne para el sacerdocio las características más deseables, según el escritor: juventud, pureza, entrega personal, humildad, espíritu de pobreza... sacerdote que será, entre todos sus personajes, el más estimado por el autor:

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L’aube venait bien avant que fussent rentrés dans le silence de l’âme, dans ses profonds repères, les personnages fabuleux encore à peine formés, embryons sans membres, Mouchette et Donissan, Cénabre, Chantal, et vous, vous seul de mes créatures dont j’ai cru parfois distinguer le visage, mais à qui je n’ai pas osé donner de nom –cher curé d’un Ambricourt imaginaire (Bernanos, 1971: 355).

Los temas de infancia y pobreza, presentes de forma obsesiva en sus obras, considerados por el escritor como pilares de la Iglesia, entroncan directamente con su experiencia existencial a través de la multitud de fragmentos y enunciados pertenecientes a otros tantos textos, pero de manera especial al Nuevo Testamento, lo que nos conduciría a la creación de un metadiscurso religioso. A este respecto cabe mencionar la publicación en 1998 del libro del sacerdote milanés Marco Ballarini Quasi una vita di Gesù, en él, tras una laboriosa investigación, el autor logró reconstruir un retrato de Jesús a partir de citas de las obras de Bernanos. Esta obra resultante se asemejaría a un “evangelio apócrifo” pero perfectamente coherente con el texto bíblico. La Iglesia invade la totalidad de campos de la representación textual, reafirmando así el escritor, su fe de católico. Bernanos confesará haberlo obtenido todo de la Iglesia: «C’est d’elle que je tiens tout, rien ne peut m’atteindre que par elle.» (Bernanos, 1971: 426). Y efectivamente en la Iglesia, en su profunda fe de católico militante, se basará para aportar soluciones a la impostura de la Historia, predicando la restauración de la Cristiandad que se llevaría acabo por la restauración de los originales valores espirituales que un día constituyeron las señas de identidad no sólo de Francia, sino de toda Europa, restauración que se emprendería por la vuelta al Evangelio, tomando pues la Palabra de Dios, a Dios mismo, como único modelo que rija el pleno actuar del hombre.

5. Llegados aquí, podemos decir con Pierrette Renard que Bernanos es «Auteur d'une seule histoire sans cesse approfondie [...] Bernanos est aussi l'homme d'un seul paysage, sans cesse revisité par la mémoire et l'émotion» (P. Renard, 1995: 28). Efectivamente, obra tras obra asistimos a la proyección textual de la historia de su vida hasta su adolescencia, etapa existencial que es indefectiblemente destruida en la anecdótica, en una desesperada e imposible vuelta al pasado, como el propio escritor reconoce: «Oh!, je sais bien que ce sont des idées folles, que je ne puis même pas prendre tout à fait au sérieux, des rêves...» (Bernanos, 1961: 1032). Eje espacial y espiritual del Artois, espacio utópico de su infancia, donde el escritor sitúa, como ya hemos apuntado, ese reducto de pureza, honor, honra y valores espirituales, no viciados por el mundo adulto, que adornaron su infancia y adolescencia. Marco geográfico al que el escritor volverá irremediablemente novela tras novela. Como universo utópico, núcleo donde aquella semilla de la infancia que allí quedó enterrada debía germinar y dar el ansiado fruto: retomar aquella infancia tan íntimamente unida a Dios y desde ella, reiniciar el camino recto hacia el

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sacerdocio, para cumplir aquella llamada del Padre que sintió en su niñez y responder a «la voix inoubliable qui n’est que peu de jours entendue» (Bernanos, 1961: 143). Y es este marco espacio-temporal de su existencia, el que nos muestra Bernanos de obra en obra, no sólo en sus textos de ficción sino incluso en aquellos donde difícilmente sospecharíamos encontrarlo, tal es el caso de Les Grands cimetières sous la lune, como veíamos, y su Prólogo, pleno del más hondo lirismo, cuyo eje central vuelve a ser el dolor por la vocación no llevada a cabo.

En definitiva, marco espacio-temporal de su infancia, aquella infancia tan extrañamente unida a Dios, etapa espiritual a la que el escritor vuelve de forma incesante en sus obras, como a una fuente inagotable, a beber de esa fe de su niñez, y desde ella, desde esa estrecha unión con Dios, rehacer su vida hasta su muerte, ocurrida en 1948 a los 60 años, reconstrucción, no obstante, que sólo pudo realizar a través de la escritura, el verdadero objetivo perseguido de libro en libro.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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