TAMBORILERO EN MADRID: UNA VISIÓN PERSONAL

Juanma Sánchez

Madrid

Introducción

Cuando desde la organización de la Festa del se me sugirió participar en el coloquio hablando sobre la flauta y el tamboril en Madrid, me pareció todo un reto pues en un principio no se me ocurría de qué manera enfocarlo al no tra- tarse de algo tan específico como por ejemplo la descripción de un instrumento, de un baile o de las tradiciones o repertorios asentados en una comarca en particular. La dificultad radica en que estos son instrumentos tradicio- nales muy minoritarios en una gran ciudad de raíces castella- nas como Madrid, que carece de un uso popular de estos en su acervo folklórico —al menos en época contemporánea— pero que paradójicamente cuenta con algunos intérpretes y recono- cidos constructores. A esto hay que añadir, como veremos más adelante, que, como toda gran ciudad alejada de los cánones del mundo rural y abierta a las vanguardias y nuevas ideas, este lugar ha sido el origen de ciertas innovaciones técnicas y modos de interpretación más modernos que después han lle- gado a crear tendencia. Tras darle muchas vueltas se me ocurrió que quizá sería más fácil e ilustrativo hablar directamente sobre mi propia ex- periencia como “tamborilero en Madrid”, pues modestamente creo que puede dar una idea general de los distintos usos con los que yo he convivido en la capital en los últimos cuarenta

43 años a través de mis propias vivencias y también de la infor- mación que me ha ido llegando a raíz de crear la web www. tamborileros.com, activa desde el año 2001. Como indico en el título de esta comunicación, quiero re- marcar que se trata de una visión meramente personal fruto de mi experiencia directa como descendiente de la diáspora mi- gratoria extremeña de los años sesenta del pasado siglo por un lado, y por otro como receptor de las distintas influencias que cohabitan en este gran cruce de caminos que forma la ciudad de Madrid y su zona de influencia.

Ámbito histórico: del éxodo migratorio de 1950-1980 a la llegada de la democracia y el libre asociacionismo

Antes de entrar en temas musicales y para contextualizar el asunto que nos ocupa, debemos tener en cuenta las enor- mes corrientes migratorias que tuvieron lugar en diferentes regiones de España, especialmente por su magnitud las que se originaron en Extremadura, Andalucía o Galicia con destino a las grandes ciudades industriales y su entorno: Madrid, Barce- lona, Bilbao, San Sebastián, etc. En el caso de Extremadura, se calcula que a principios de los años ochenta casi el 43% de los nacidos en dicha región formaban parte de la diáspora, 1 llegán- dose a denominar este colectivo como “la tercera provincia”, 2 superando de lejos a las de Cáceres o Badajoz en número de habitantes. En lo que se refiere a la Cultura Tradicional, los lugares de origen de Extremadura mantenían su tradición musical en aquella época aunque en muchos casos ya comenzaban a sufrir cierto abandono debido a los efectos de la posguerra, la dicta-

1. https://www.dip-badajoz.es/cultura/ceex/reex_digital/reex_LXIII /2007/T.%20LXIII%20n.%203%202007%20sept.-dic/RV001313.pdf 2. https://allisdata.es/la-tercera-provincia-menguante

44 Abuelos de Juanma Sánchez trabajando en Valdeobispo (Cáceres) hacia 1955. dura franquista y sus prohibiciones y, sobre todo, a la llegada de nuevas diversiones más modernas a los pueblos. Sin embargo, el uso de la flauta y el tamboril siempre gozó de bastante buena salud principalmente en el norte de Cáceres, llegando hasta nuestros días. A mi modo de ver, la razón principal es que el hecho de ser una comarca eminentemente ganadera y pastoril con muy bajo desarrollo económico, hizo que a lo largo de los siglos un músico tradicional tan “eficiente” económicamente como es el tamborilero gozase de gran reconocimiento. Lógicamente, los emigrantes que debían salir de sus pue- blos de origen hacia tierras desconocidas forzados por la situa- ción económica y la profunda miseria, llevaban consigo a sus destinos finales gran parte de su acervo cultural: gastronomía, celebraciones festivas e incluso el habla, el estremeñu, 3 hoy in- cluída por la UNESCO en la lista de lenguas en peligro, si bien inicialmente solo daban muestras de esta cultura dentro de sus propios círculos familiares, pues en aquellos años oscuros

3. https://es.wikipedia.org/wiki/Extremeño_(lingüística)

45 hacer gala de ese origen “de pueblo” en las ciudades no estaba bien visto ya que solía acarrearles bromas, burlas, risas y ser tachados de “paletos”, “belloteros”, brutos, etc. Tras el fin de la dictadura y el cambio de régimen, comien- zan a soplar nuevos aires para la cultura en general y la música tradicional en particular a lo largo y ancho del Estado. En el caso que nos ocupa, tras la formación de los nuevos ayuntamientos democráticos en Madrid y su cinturón indus- trial y en paralelo al desarrollo del Estado Autonómico, se em- pieza a generar un profundo sentimiento identitario entre los grupos de inmigrantes llegados de las distintas regiones, lo que unido al auge del asociacionismo en muchos casos promovido por los ayuntamientos de las ciudades receptoras, lleva a la formación de distintas casas regionales como las de Extrema- dura, Andalucía, Asturias, Galicia, etc. por nombrar las más numerosas. Las actitudes acomplejadas de lustros atrás des- aparecen y se exhiben y comparten con orgullo todo tipo de manifestaciones culturales que en el caso de muchas ciudades madrileñas comienzan a formar parte indisoluble de su propia cultura local.

Del chozo a la gran ciudad: cacereños en Madrid

Cuando mis padres salen de Extremadura hacia Madrid a principios de los años 60, dejan atrás Valdeobispo, un pequeño pueblo del norte de Cáceres cruzado por la Cañada Real Soria- na Occidental que conecta Soria y Badajoz (la de mayor longi- tud de España) a mitad de camino entre las comarcas de Vegas del Alagón y las Tierras de Granadilla-Trasierra. Situado entre Montehermoso y Plasencia, junto a la Vía de la Plata, desde allí se distinguen las Sierras de Gata y Las Hurdes al norte y las serranías del Parque Nacional de Monfragüe al sur. Entrando en lo que nos interesa como músicos, como bien conocerán los amantes de la flauta y el tamboril, en todas estas comarcas que

46 he nombrado son precisamente estos los instrumentos más ca- racterísticos de su música tradicional. Para hacernos una idea de su importancia, en los años treinta del siglo xx el folklorista (y buen tamborilero) Manuel García Matos recoge aquí más de doscientas melodías de flauta y tamboril para su cancionero Lírica Popular de la Alta Extremadura, 4 que casi milagrosa- mente consigue publicar en 1944. Todo un lujo, dicho sea de paso. El tipo de gaita o flauta de tres agujeros de esta área es muy similar a las utilizadas en Las Hurdes, Salamanca o Zamora, es decir, con intervalo tonal STT. En cuanto a tipología, es muy sencilla, pues está hecha en madera y cuerno, casi sin virolas. El tamboril es también semejante en tamaño a los de estos lu- gares, pero en conjunto es más pobre en materiales, fruto del origen pastoril, y no llega al lujo ornamental de los salmanti- nos. Se podría afirmar con toda certeza que toda esta tradición tamborilera forma parte de una franja cultural continua que no entiende de límites administrativos y que actualmente va desde Zamora a Cáceres siguiendo la Vía de la Plata. Para más detalles técnicos sobre los instrumentos a los que me refiero y sus formas de aprendizaje y construcción, recomiendo visitar mi web www.tamborileros.com 5 o las ponencias que Oscar Duarte, 6 Agustín García 7 y Alberto Jambrina, 8 grandes tam- borileros y viejos conocidos míos, escribieron para los Coŀlo- quis de esta misma Festa del Flabiol años atrás. Pero volvamos a la historia del principio. Al salir de Val- deobispo también dejaban atrás mis padres duros años de

4. https://bibliotecavirtualextremena.blogspot.com/2018/09/lirica-po- pular-de-la-alta-extremadura.html; también http://www.tamborileros.com/ gm_intro.htm 5. http://www.tamborileros.com/ 6. http://www.musc.cat/ca/publicacions/article/la-gaita-hurdana.html 7. http://www.musc.cat/ca/publicacions/autor/garcia-hernandez-j- agustin.html 8. http://www.musc.cat/ca/publicacions/autor/jambrina-alberto.html

47 lucha por vencer la miseria entre dehesas latifundistas y mon- tes llenos de canchales graníticos estériles donde a la edad de siete años mi padre empezaba ya a cuidar cabras y mataba el tiempo haciendo alguna que otra flauta de caña a punta de navaja en el chozo que vio nacer a varias de sus herma- nas, mientras mi madre cantaba en el coro de la iglesia los do- mingos, único día en el que se le permitía llevar zapatos para no romperlos durante la semana en las tareas agrícolas de sol a sol. El panorama no era mucho más halagüeño años más tarde, pues el único futuro posible allí era trabajar como me- diero para el terrateniente del pueblo en condiciones de se- miesclavitud. Ciertamente Miguel Delibes no exageró ni un ápice en su novela Los santos inocentes al reflejar este modo de vida. Llegados a Madrid y tras algún tiempo de transición se es- tablecen en Alcobendas, una ciudad al norte de la capital en pleno crecimiento, que brindaba la oportunidad de mejorar radicalmente sus condiciones de vida, como ocurría en esa época del desarrollismo en otros muchos municipios de los alrededores de las grandes capitales. Como otros de mi generación, yo pasé mi niñez en un en- torno familiar y social extremeño dentro de Madrid, regresan- do en verano al pueblo donde la flauta y el tamboril no faltaban en las fiestas, bodas y celebraciones: pasacalles, procesiones, toques de bandera, alboradas de boda, perantones, etc. eran la banda sonora de muchas de aquellas jornadas. Tampoco faltaba la visita obligada la primera semana de agosto al Mar- tes Mayor de Plasencia con mis padres, por entonces llamado “Martes Turístico”, y a su clásico concurso de tamborileros por donde pasaban multitud de intérpretes de las comarcas cacere- ñas que antes he enumerado y otras aledañas. Mezclado entre ellos en la Plaza Mayor, como tenía buen oído para la música, aquellas tonadas y timbres se iban grabando en mi cabeza for- mando parte de las melodías de mi infancia. Por eso creo que todavía hoy, cuando escucho el resonar de la flauta y el tambo-

48 ril por las paredes de las calles estrechas de cualquier pueblo, pienso que no existe mejor auditorio para estos instrumentos que los muros y plazas.

Los estremeñus semus asina

La primera vez que vi un tamborilero en Madrid fuera de Extremadura tendría unos diez años, y recuerdo que me im- pactó sobremanera escuchar esos timbres tan característicos fuera de su “medio natural”. Fue a finales de la década de los setenta, en una de las históricas fiestas del PCE de la Casa de Campo, en una caseta correspondiente a la federación extre- meña que lucía una pancarta en la que se podía leer el lema “Los estremeñus semus asina” (Los extremeños somos así). Unas palabras y formas de hablar que yo sólo escuchaba en casa a mis mayores o cuando iba al pueblo. Algo empezaba a cambiar. Bajo la pancarta, un tamborilero: Martín Pérez, de Aceituna (Cáceres), conocido de mis padres por ser de un pue- blo vecino a Valdeobispo y que supongo habría sido contratado para tocar en Madrid ese fin de semana. Martín vivía en Ex- tremadura, construía tamboriles con la piel de sus propias ca- bras y solía tocar en la procesión de las fiestas de San Roque de mi pueblo todos los veranos. Era un tamborilero de oficio e iba a tocar donde le llamaban, pues su repertorio era muy amplio e incluso ahora es muy recordado por las adaptaciones que hacía de los temas modernos. En 1985 y coincidiendo con el auge del asociacionismo, se funda la Casa de Extremadura de Alcobendas, tal y como ocurría en otras grandes ciudades de Madrid. Al ser mi padre el primer presidente, pasan por mi casa varios tamborileros que llegaban del norte de Cáceres contratados para participar en las actividades que se organizaban. Félix de Aldehuela y el propio Martín Pérez, de Aceituna, viajaban a Madrid con sus instrumentos y repertorios. En una de las ocasiones, Martín

49 Juanma Sánchez junto al tamborilero Martín Pérez, de Aceituna (Cáceres), a principios de los noventa. me escuchó tocar mis primeras notas con una pequeña chifla maragata que compré en El Rastro a un artesano leonés, que él construía a excepción de los agujeros, que “los ponía un maes- tro”. Martín, al escuchar el sonido tan pobre de ese instrumen- to me vendió la flauta que llevaba de repuesto, una magnífica gaita de Felicísimo, un artesano de Ciudad Rodrigo. También

50 me construyó un tamboril “a la antigua” y “a su gusto”, que es el que toco de forma habitual. Como yo tenía facilidad para la música desde pequeño, en- seguida comencé a tocar el repertorio y a participar en algunas actividades de la Casa. En ocasiones coincidíamos con otras Casas de Madrid, en las que de forma excepcional podía verse algún tamborilero, como por ejemplo la de Aluche o, fuera del ámbito extremeño, las de Salamanca o Zamora. De forma puntual también participaba con la flauta y el tamboril en las fiestas de la ciudad, en la procesión de ofrendas a la Patrona local como parte de la comitiva que forman las distintas casas regionales y a la que hoy en día se suman también las asocia- ciones latinoamericanas de inmigrantes. Como decía antes, contar con un tamborilero de la propia Casa Regional no era algo habitual, ya que para los que entra- ban en las agrupaciones folklóricas que se iban formando en su seno era más sencillo iniciarse con instrumentos de cuerda, percusión o incluso el acordeón, y es que seguro que todos tenemos anécdotas sobre la reacción de muchas personas al vernos tocar dos instrumentos a la vez. También el hecho de que el norte de Extremadura y Madrid se encuentren a unas tres horas de viaje hacía que no fuese difícil contar con tam- borileros “de origen” para las actividades en las que pudieran ser necesarios, tanto públicas como privadas. Sin ir más lejos y a modo de ejemplo, Martín participó en la misa de la boda de mi hermana como tamborilero; aún recuerdo la cara del sacer- dote cuando interpretó el “toque de Alzar” en el momento de la consagración: toda una mezcla de susto y sorpresa a la vez. El hecho de coincidir con Martín en diversas ocasiones me permitió grabar algunas cintas de cassette y a través de ellas ir aprendiendo su estilo y repertorio. Tras crear tamborileros.com, donde alojé una parte de es- tas grabaciones, pude saber que alguna de estas melodías de Martín estaba haciendo un “viaje de vuelta” por el ciberespacio y servían de aprendizaje a algún nuevo tamborilero en Cáceres.

51 Casas, peñas y Hermandades: los tamborileros andaluces de Madrid

Como no podía ser de otra forma, las condiciones de vida y entorno social de los inmigrantes andaluces no eran muy diferentes en aquellos tiempos a las que he descrito anterior- mente acerca del colectivo extremeño, si bien el ámbito social de uso de la flauta y el tamboril siempre ha presentado ciertas particularidades que lo hacen distinto comparado con los que vinieron de Extremadura, y no sólo por tratarse de un ins- trumento diferente, pues en este caso la gaita rociera tiene un intervalo tonal TST similar al vasco o la chifla leonesa. Para más detalles sobre estos instrumentos y su uso tradicio- nal recomiendo leer el artículo de José Manuel Castellano pu- blicado en Coŀloquis del Flabiol de 2006. 9 No recuerdo como fue exactamente, quizá a través del foro de mi web, cuando en 2003 conocí a José Manuel Castella- no, participante en esta Festa del Flabiol en 2006. Fue en un concierto de guitarra flamenca y gaita rociera que dio en Tres Cantos, una ciudad al norte de Madrid. Yo sabía algo de los tamborileros andaluces principalmente porque las casas re- gionales de Andalucía y Extremadura compartían instalacio­- nes en Alcobendas, pero poco más. Siempre los había iden- tificado con el Rocío exclusivamente. Tras hablar con él, que además por entonces era profesor de gaita rociera y tambor en dicha Casa de Alcobendas, me puso al día de la gran can- tidad de alumnos que tenía por diversos puntos de Madrid, reflejo del gran número de ejecutantes que ya existía en la zona. Como ocurre en las grandes ciudades, después de coinci- dir ambos en aquella época en varias ocasiones y por circuns- tancias de la vida perdimos algo el contacto, que hace poco

9. http://www.musc.cat/ca/publicacions/numero/col-loquis-del-flabiol- 2006-arbucies-edicions-de-l-ajuntament-2007.html

52 hemos vuelto a retomar. Como “tamborilero en Madrid”, estudioso de la Cultura Tradicional de su tierra, compositor y también descendiente de la emigración, le pregunté direc­ tamente sobre este tema, cuya información detallo a conti- nuación. La flauta y tamboril de origen andaluz tiene varios ámbitos de uso en Madrid. Por un lado el religioso, que está enlaza­- do de manera intrínseca a las Hermandades: las de la Vir­- gen de El Rocío, que son nueve o diez, y la de la Virgen de la Peña (ambas de Huelva), y la de la Virgen de la Cabeza (Jaén). Por otro lado se encuentra el ámbito cultural, relacio- nado con asociaciones, las casas regionales y peñas flamencas y sus actividades culturales en forma de ciclos, carnavales, ferias, etc. Cada una de las Hermandades cuenta normalmente con su propio tamborilero oficial. En el caso de no tener uno fijo y tener que contratarlo, siempre suele ser el mismo salvo que en alguna peregrinación, por ahorrar el transporte del músico desde Madrid a Andalucía, se contrate alguno en el lugar de destino. La Hermandad más antigua en la ciudad es la de El Rocío, pues data del año 1959 y ya entonces tenía un - lero inmigrante que todavía vive. En cuanto al apartado cultural, es bastante habitual, tanto en la capital como en las ciudades de su entorno, la celebra- ción de Ferias de Abril con sus casetas al estilo sevillano donde no falta algún tamborilero, o la participación en las fiestas patronales tal y como es el caso de las otras casas re­ gionales. La forma de aprender a tocar estos instrumentos se da prin- cipalmente en el seno de dichas asociaciones y Hermandades, a través de cursos y escuelas como parte de sus actividades habituales. Relacionado con todo este mundo de la flauta y el tamboril andaluces y su demanda de instrumentos especia- lizados adaptados al gusto y las necesidades de los músicos actuales, surge un innovador constructor de gaitas en los al-

53 rededores de Madrid también descendiente de la inmigración andaluza, Javier “Arcomonte”. 10 Otro importante aspecto que ha hecho de la capital destino ocasional de renombrados tamborileros del sur es la grabación de sus trabajos discográficos en los estudios especializados de la ciudad, tal y como ocurre con cualquier otro estilo musical. Un caso a remarcar es el de José González Cano, “El Pollo de Cartaya”, uno de los antiguos tamborileros más queridos, renombrados y reconocidos entre los músicos andaluces de flauta y tamboril por su virtuosismo y estilo, que durante sus estancias en Madrid fue entrevistado por folkloristas como Manuel García Matos.

De tabernas, Elisas y Musgañas: el nuevo Folk madrileño suena a flauta y tamboril

Volviendo atrás, al final de la década de los ochenta, y al margen de las asociaciones y casas regionales antes tratadas, se empieza a reactivar en Madrid una corriente musical emi- nentemente urbana que mira a las raíces rurales rompiendo los moldes dominantes de la música de raíz: el nuevo Folk. Hacia 1987 nace La Musgaña, un grupo de Madrid en el que sus componentes buscaban un sonido eminentemente ins- trumental de influencia europea fuera de los clichés del folk castellano cantado, pero con nuevos repertorios seleccionados y arreglados junto a una serie de instrumentos ibéricos y euro- peos hasta entonces muy poco explotados: la gaita sanabresa, zanfona, cistro, dulcimer y... ¡gaita charra y tamboril! Sin per- tenecer ninguno de sus miembros a los círculos regionales de los que hablaba en el anterior apartado, descubren el potencial del instrumento como tal, dando al grupo su característico sonido que triunfó internacionalmente e incluso en nuestros

10. https://flautasrocierasarcomonte.es/

54 días sigue influenciando a muchas otras bandas. Resulta cuan- do menos curioso que fuera en Madrid donde la gaita charra y el tamboril apareciesen por primera vez como el alma mater de un grupo folk en lugar de haber ocurrido en Salamanca, Zamora o Cáceres. En paralelo y como parte de la misma corriente, a princi- pios de los años noventa se hacen bastante populares entre los músicos folk madrileños los conciertos en La Taberna Encan- tada y las jam-sessions folk de La Taberna de Elisa, en el centro histórico de la capital. En esta última coincidí varios miércoles con algunos componentes de La Musgaña como José Climent y Jaime Muñoz, y mi flauta y tamboril sonaban junto a las bombardas, gaitas irlandesas, flautas traveseras, mandolas, etc. tanto en repertorios ibéricos como otros más internacionales y eclécticos, llegándose a grabar un CD 11 en 1994 con esta varia- da mezcla de músicas. También recuerdo unas jornadas —junto a Quique Almen- dros, primer tamborilero madrileño de La Musgaña, a Isauro Manzano, coordinador del Centro de Estudios Tradicionales de San Sebastián de los Reyes (Madrid), y a Alberto Jambri­- na —en las que tuvimos ocasión de visitar algunos viejos tam- borileros de la provincia de Zamora para grabar sus melodías, siendo algunas de ellas adaptadas más tarde por los miembros de este grupo icónico del folk madrileño. En aquellos años, y quizá fruto de la misma onda “folky”, se organizan cursos monográficos de instrumentos tradicionales por parte de la recién creada “Asociación Ibérica de la Zanfo- na”, incluyendo entre ellos la flauta y el tamboril. El profesor que lo impartía era el propio Quique Almendros. Otras formas de aprender a tocar estos instrumentos desde un punto de vis- ta más “urbano” se dieron a través de la ya extinta Escuela de Folklore “Plaza de Castilla”, donde sobre todo en la primera

11. https://www.discogs.com/VariOS-La-Música-De-Los-Irlandeses- Bretones-Castellanos-Y-Macedonios-1994/release/14152832

55 década del presente siglo impartían clases quincenales tam- borileros venidos de Salamanca como Manuel Pérez o Carlos Rufino de Haro. Ante la demanda de gaitas de tres agujeros afinadas para poder tocar conjuntamente con otros instrumentos, Miguel Casado, 12 un constructor de vientos, monta un taller en Ma- drid añadiendo innovaciones a sus diseños de gaita charra que hasta el momento no existían, como su fabricación en dos par- tes para poder ajustar la afinación. A caballo entre los dos mi- lenios, este “revolucionario” sistema tan habitual en cualquier otro instrumento de viento dio que hablar en algunos de los sectores de origen más puristas de la música tradicional al apli- carse en las gaitas de tres agujeros. De la misma manera, también el tamboril tiene su hueco en el catálogo de Víctor Barral, 13 uno de los más conocidos e innovadores constructores de instrumentos de percusión de la Comunidad de Madrid. Desde entonces y hasta nuestros días, varios grupos del folk madrileño hacen uso de la gaita charra y tamboril para sus repertorios como un instrumento más: véase el caso de Balbarda, Aljibe y, más actualmente, Ursaria, aportando nue- vos aires de eclecticismo y ejecutando repertorios impensables hace unos años para estos instrumentos. Como ocurrió con las innovaciones instrumentales, también las adaptaciones del repertorio tradicional por parte del folk fueron acogidas con ciertas reticencias por sectores muy minoritarios en las zonas de más arraigo tradicional de estas músicas. Otro estilo musical en el que puede escucharse la flauta y el tamboril interpretados por músicos madrileños de origen o residentes en la capital es la música antigua. Como es ló- gico bastantes de sus intérpretes proceden de la música Folk o de raíz, como es el caso de Xurxo Ordóñez (Balbarda) en

12. http://miguelcasado.com/ 13. http://victorbarral.es/

56 Juanma Sánchez tocando durante un concierto.

57 el Ensemble Musicantes o Jaime Muñoz (La Musgaña) como componente de los Músicos de Urueña o colaborando con el grupo de Eduardo Paniagua, tal y como ocurría años atrás con Enrique Almendros, que llegó a grabar un disco dedicado a las Cantigas de flauta y tamboril. Sin dejar la recreación histórica pero ya desde un punto de vista mucho más lúdico de animación de calle, hay que reseñar la adopción puntual de la flauta y el tamboril como un instru- mento más en el repertorio de algunos grupos-espectáculo es- pecializados en acompañar las populares ferias medievales tan habituales desde hace algunos lustros. Una muestra de ello es el conjunto GriMoRiuM, englobado en el proyecto de Turdion Medieval-FolkMadridNorte. 14 Por último, y a medio camino entre la onda del Folk y el uso más tradicional de los instrumentos, están los proyectos individuales tanto de José Manuel Castellano como el que yo desarrollo referente a la flauta y el tamboril. En el suyo partici- pando de la mezcla con los antiguos repertorios y el , y en el mío con la vertiente más didáctica de divulgación de la flauta y el tamboril desde una visión global o acompañada de otros instrumentos del mundo pastoril.

Conclusiones (... por el momento)

Como se ha podido leer, el conjunto flauta y tamboril en Madrid goza de cierta presencia aunque estos no sean instru- mentos tradicionales de uso cotidiano fuera de los distintos entornos que he relatado. En mi opinión, y dentro de su estre- cho ámbito, han sido capaces de mostrar un dinamismo y una capacidad de adaptación al medio muy relevante dado el esca- so arraigo y nulo apoyo institucional que tienen en esta zona sumado al entorno poco idóneo para la música tradicional que

14. https://www.facebook.com/turdion.medieval

58 se da en las grandes ciudades por tener que convivir con multi- tud de corrientes artísticas, musicales y culturales. Aun estando la metrópoli al margen de las zonas más “tam- borileras”, algunas veces no es ajena a ciertas situaciones co- munes en el mundo de la música tradicional, donde la pro- fesionalización se entremezcla con la visión más amateur y sus distintas sensibilidades en la valoración del patrimonio musical, existiendo en muchos casos un difícil equilibrio en- tre la conservación altruista de la tradición y la generación de un valor económico que anime y ayude a desarrollar mejores instrumentos y formar nuevos ejecutantes y creadores que se sientan justamente valorados. Como otros tamborileros de mi generación, he tenido el grandísimo privilegio de aprender y tocar junto a algunos de los últimos herederos de un oficio que ellos recibieron de sus antepasados de forma oral y que definitivamente se desvanece. Por otro lado y como hijo del tiempo que me ha tocado vivir, puedo observar que tanto el uso de la flauta y el tamboril como el de la interpretación de la música tradicional están en plena transformación, de la cual, queramos o no, formamos parte activa los músicos tradicionales actuales. En los encuentros a los que asisto fuera de Madrid (principalmente en la franja de la Ruta de la Plata) he podido observar que hay multitud de interesantes nuevas propuestas en las regiones de origen de las que procedemos muchos músicos madrileños y que se ha perdido ya el recelo a la experimentación alternándolo con el respeto al uso más tradicional de los repertorios. Siempre se ha pensado que nuestros instrumentos gozan de mala salud y están a punto de extinguirse, algo que afortuna- damente no es cierto a día de hoy, pero ¿quién podía imaginar- se que un pandero cuadrado tocado a la manera de un peque- ño pueblo salmantino aislado como Peñaparda podría cobrar la relevancia casi internacional que tiene hoy en día? Por ello y pensando en la flauta y el tamboril, quizá esa hipotética mala salud sea de hierro y estemos ante un antiguo conjunto instru-

59 mental tan sofisticado y eficiente que sea capaz de adaptarse a los diferentes entornos culturales en mayor o menor medida, como demuestra el hecho de haber pervivido hasta nuestros días evocando los ecos de aquellos tiempos lejanos del Siglo de Oro en los que su música acompañaba de forma habitual las tarascas del Corpus con sus danzantes 15 o los bailes cortesanos de la Villa y Corte.

15. http://www.memoriademadrid.es/buscador.php?accion=VerFicha &id=44096&num_id=13&num_total=48

60