La subordinación racial en Latinoamérica : el papel del Estado, el derecho Titulo consuetudinario y la nueva respuesta de los derechos civiles Hernández, Tanya Katerí - Autor/a; Autor(es) La Habana Lugar Fondo Editorial Casa de las Américas Editorial/Editor 2016 Fecha Colección investigaciones Colección Exclusión social; Afrodescendientes; Racismo; Estado; Derecho; Derechos civiles; Temas América Latina; Libro Tipo de documento

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Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) Conselho Latino-americano de Ciências Sociais (CLACSO) Latin American Council of Social Sciences (CLACSO) www.clacso.org Fondo Editorial Casa de las Américas Fondo Editorial Casa de las Américas Fondo Editorial Casa de las Américas Fondo Editorial Casa de las Américas Título original: Racial Subordination in Latin America. The Role of the State, Customary Law, and the New Civil Rights Response, Cambidge University Press, NY, 2013.

La presente edición ha sido tomada de La subordinación racial en Lati- noamérica. El papel del Estado, el derecho consuetudinario y la nueva respuesta de los derechos civiles. Traducción de Carlos F. Morales de Satién Rovira, Editorial Siglo del Hombre, Bogotá, Colombia, 2013.

Edición: Clara Hernández Cáceres Diseño: Ricardo Rafael Villares Corrección: Gilda María Fernández Chaviano Diagramación: Alberto Rodríguez González

© Tanya Katerí Hernández, 2016 © Sobre la presente edición: Fondo Fondo Editorial Casa Editorial de las Américas, 2016 ISBN 978-959-260-467-4Casa de las Américas Fondo Editorial Casa de las Américas casa 3ra. y G, El Vedado, La Habana, Cuba www.casadelasamericas.org Fondo Editorial

La Casadiáspora africana de las Américas Williams, Macmillan Encyclopedia of World Slaver, 1E. © 1998 Gale, a part of Cengage Learning, Inc. Reproduced by permission. www.cengage.com/permissions Fondo Editorial

PoblaciónCasa afrodescendiente de en Latinoamérica las Américas © Inter-American Dialogue Race Report, «Afro-Descendants in Latin Ame- rica: How Many?», 1 de enero de 2003. Reproduced by permission. 1 INTRODUCCIÓN: INOCENCIA RACIAL Y DERECHO CONSUETUDINARIO EN LA REGULACIÓN DE LA RAZA

No creo que haya mucho racismo en [Latino] América porque somos una mezcla de razas de todo tipo, tanto europeas como africanas, asiáticas y demás razas habidas y por haber, pero entiendo que en muchas partes haya racismo, sobre todo en los Estados Unidos y Europa...

«Iberoamérica, ¿una región racista?», BBC Mundo, 13 de octubre de 2005.

En Latinoamérica habitan, aproximadamente, unos ciento cin- cuenta millones de personas de ascendencia africana, cifra que representa un tercio de la población total del continente (véanse los mapas 1 y 2).1* Sin embargo, hay que estimar conservadora esa estadística demográfica si se tiene en cuen- ta que históricamente los censos nacionales realizados en la región refieren un número inferior al real pues con frecuencia omiten toda pregunta sobre los orígenes raciales.2 Al mismo tiempo, las personas de origen africano constituyen cerca del 40 % de los pobres, y han sido persistentemente margi- nadas y denigradas. Desde la abolición de la esclavitud se les ha considerado elementos indeseables de la sociedad.3 Y si bien perdura la idea de que el «racismo no existe», la Fondoaparición de movimientos Editorial en favor de la justicia social y de numerosas investigaciones que desde las Ciencias Sociales enfocan tal problemática, demuestran lo contrario. En el año 2005Casa la BBC realizó de una encuestalas entreAméricas latinoamericanos

* Ver notas al pie al final de cada capítulo.

9 con respecto a la existencia del racismo. Un importante número de los encuestados lo negó enfáticamente. Otros hicieron declaraciones del tipo «los iberoamericanos no somos racistas», «Iberoamérica no es una región racista por el simple hecho de que la mayoría de la población es indíge- na, criolla o mestiza».4 Tal negación se arraiga en la preconcebida idea de que el mestizaje –en Brasil, metiçagem– es signo de la armo- nía entre razas, posicionamiento cuestionado por numero- sos académicos, quienes no han dudado en calificarlo como «mito de la democracia racial». Por otro lado, dada la creen- cia de que el mestizaje aísla la desigualdad y la ausencia de segregación al estilo Jim Crow,5 lo que representa un agudo contraste con la historia racial de los Estados Unidos, Latinoamerica podría considerarse «racialmente inocente», como he dado en llamar a este fenómeno. De hecho, los datos recogidos en el Barómetro de las Américas 2010, proyecto que busca captar la opinión pública, demuestran que la ideología con respecto a la raza no ha evolucionado del todo en nuestra región, a pesar de los pronunciamientos críticos ya vistos, de ahí que solo sea una prejuiciada y retó- rica figura representativa de la inocencia racial. Por ejem- plo, en el Barómetro de 2010, que estudia la situación en Bolivia, Brasil, Colombia, República Dominicana, Ecuador, Guatemala, México y Perú, la gran mayoría –de cualquier raza– en esos países estuvo de acuerdo con el criterio de que «la mezcla racial es buena para el país».6 De hecho, Fondomás del 75 % de Editoriallos que respondieron la encuenta apoyó los matrimonios interraciales. No obstante, los datos del citado Barómetro también muestranCasa que para aquellos de latinoamericanos las Américas que expresaron desacuerdo con la idea de matrimonios interraciales, el nivel de oposición era muchísimo mayor entre los encuestados blan-

10 cos que entre los negros. Específicamente, en aquellos países –Brasil, Colombia, República Dominicana y Ecuador– en los que el Barómetro preguntó si se estaba en desacuerdo con que hijos e hijas se casaran con una persona negra, la oposi- ción de los blancos fue, como promedio, un 60 % superior a la de los negros a esa clase de matrimonios (en otros países se preguntó sobre la unión con una persona de ascendencia indígena). Estos resultados se ajustan a datos históricos que reflejan que en Latinoamérica los patrones de matrimonio son por lo general endogámicos.7 Los datos del Barómetro 2010 indican, además, que en varios países existía una probabilidad mucho mayor de que los encuestados blancos, comparados con otros grupos, declararan su preferencia por la piel clara. Por ejemplo, en Co- lombia, Ecuador y República Dominicana, el 26 % de los encuestados blancos dijo prefir la piel más blanca, en comparación con el 13 % de encuestados negros, quienes eligieron una piel más clara. En México y Perú, los negros, como promedio, mostraron mayores índices de preferencia por la piel clara (37 %) que los blancos (26 %). En Brasil, la tasa que eligió una piel más clara se acercó a la de los negros por igual tono de piel. Incluso en la Cuba socialista se continúa manifestando una inclinación por la piel más blanca y una oposición de los blancos a los matrimonios interraciales.8 Además, en una comparación efectuada en el año 2004 sobre los prejuicios raciales implícitos y explí- Fondocitos en los Estados Editorial Unidos, Cuba, República Dominica- na y Puerto Rico, las tasas de tales prejuicios eran más altas en los tres países latinoamericanos que en los Estados Unidos.Casa9 Por tanto, dea pesar delas la abrumadora Américas expresión del mestizaje como indicador de armonía racial en gran parte de Latinoamérica, y las diferentes formas en las que ese

11 mestizaje se expresa en cada país, las actitudes de dife- renciación y superioridad racial se mantienen bajo la cele- bración de la mezcla de razas. En cierta medida, lo que ha permitido la «inocencia racial» de América Latina es la ausencia de una crítica jurídica a la comparación con la legislación Jim Crow en los Estados Unidos. Este libro busca llenar ese vacío en la literatura académica. En concreto, el libro se ocupa de hacer notar cómo la negación del racismo en nuestra región actúa de conjun- to con la idea de que el verdadero racismo solo existe en la segregación racial de los Estados Unidos, lo cual ocul- ta bajo un velo las expresiones reales de este fenómeno. Argumenta, además, que la regulación de la raza mediante el derecho de inmigración y el consuetudinario altera esa imagen de una América Latina «inocente» en lo racial. A continuación evalúa las formas en que nuestras leyes contra la discriminación racial buscan erradicar el legado de desigualdad causado por un racismo histórico. El libro concluye con algunas ideas para demostrar que el examen de la situación latinoamericana puede hoy ser útil para el movimiento estadunidense por la justicia social, si se tiene en cuenta la creciente tendencia a negar la existencia del racismo en los Estados Unidos. En este análisis adoptamos el término «afrodescendiente», utilizado por los académicos latinoamericanos, estudiosos de la raza, y los sujetos de los movimientos por la justicia social para referirse a las perso- Fondonas de ascendencia Editorial africana que se ven afectadas por los sentimientos contra los negros, se identifiquen o no como tales o los que adoptan una identidad racial mixta, como la de mulato,Casa mestizo, etc. Elde presente las libro no Américasaborda los proble- mas de desigualdad racial de los grupos indígenas dado que ya existe una amplia literatura académica que se ocupa del

12 tema. Se centra, pues, en la histórica relación de los afro- descendientes con el Estado, otrora sujetos esclavizados que ahora buscan visibilidad en tanto ciudadanos y plenos participantes en la identidad nacional.

«¡No somos racistas!». El velo a la discriminación real

En América Latina la negación del racismo es tan fuerte que la expresión y divulgación de su discurso son vistos como irrelevantes. Sin embargo, la palabra «negro», encierra, por lo general, un carácter despectivo como estereotipo de las personas de ascendencia africana, a las que se hace referen- cia como criminales congénitos, intelectualmente inferiores, una naturaleza sexual incontenible y animalescos. Además de estas características comunes a los negros en toda Lati- noamérica, cada país ha desarrollado su propio subconjunto de frases despectivas para referirse tanto a ellos como a la negrura. En Argentina, «negro de mierda»10 es una expresión popular y «negro» el peor de los insultos.11 Canciones argen- tinas para niños aparecen colmadas de referencias contra los negros: «Me gusta lo blanco. ¡Viva lo blanco, muera lo negro!».12 De hecho, un joven argentino creó en Facebook la página «Exterminación de los negros de mierda».13 En Brasil, las personas afrodescendientes suelen recibir los epítetos Fondode macaco (mono), Editorial besta (bestia), vagabundo (golfo), filho da puta (hijo de puta), safado (insolente), ladrão (ladrón) y negaCasa fedorante (negrade maloliente), las 14Américas insultos asociados deliberadamente con la negritud. Expresiones como estas también aparecen en libros de la enseñanza primaria, en

13 los que los afrodescendientes son descritos reiteradamen- te como subordinados y animalescos.15 En los periódicos colombianos se les culpa del aire contaminado, por su supuesta suciedad.16 En Costa Rica, es habitual describirlos como «cerdos», «apestosos», «indecentes» y «feos».17 En Cuba, «hacer las cosas como un negro» remite a un trabajo mal realizado o actos de delincuencia.18 De hecho, la Acade- mia de Ciencias reconoció en 2003 la existencia de docenas de frases utilizadas para conectar a los negros con la delin- cuencia y la inferioridad.19 Expresiones como «Tenía que ser negro»20 y «No hay negro bueno ni tamarindo dulce»,21 figuran entre las más elocuentes. En Ecuador, una broma muy común dice: «Blanco que corre es atleta; negro que corre es ladrón»,22 la cual ayuda a explicar los resultados de una encuesta del año 2009 donde se señala que cinco de cada siete ecuatorianos tiene un prejuicio racial contra los negros.23 Aun más, los funcionarios se muestran bastante cómodos a la hora de declarar sus ideas raciales. Un jefe de policía expresó públicamente en 1995: «Hay un tipo de raza que tiene tendencia a la delincuencia, a cometer actos horri- bles [...]; es la raza negra, que se está tomando los centros urbanos del país, que crea cinturones de pobreza que llevan a la delincuencia debido a la ignorancia y temeridad».24 En México se identifica a los afrodescendientes con este- reotipos que los describen como «feos» y «oscuros» con el propósito de estimular los matrimonios con parejas de piel Fondomás clara, en un intentoEditorial por hacer realidad la esperanza lati- noamericana de aclarar la piel y, por consiguiente, «de mejo- rar la Casaraza» de la progenie. de25 Enlas Nicaragua, Américas la frase «Cien negros por un caballo» refleja la inferioridad de los negros,26 a quienes la sociedad considera drogadictos y borrachos.27

14 A los negros peruanos se les tiene como criminales que única- mente pueden trabajar en empleos de poca responsabilidad pues solo piensan hasta el mediodía y viven malamente. De ellos se piensa, además, que pertenecen a una raza perezo- sa cuyas mujeres son prostitutas.28 Un estudio realizado en 2008 a la prensa peruana reveló un total de ciento cincuen- ta y nueve adjetivos racistas para describir a las personas de ascendencia africana.29 En Venezuela, a pesar del orgullo nacional de ser una raza mestiza, una sociedad «café con leche», la exuberancia de dichos racistas, que se repiten habitualmente, incluye la frase «Mata un negro y vive un día Pepsi».30 Para denigrar a los afrovenezolanos se dice que «son peligrosos y ladrones, huelen mal, tienen malas costumbres, desacreditan la imagen de una empresa [...]. No es su culpa que sean así [...] cuando los negros no lo causan [el jaleo] a la entrada lo causan a la salida».31 La música popular venezolana también difunde esos este- reotipos: «¡Negra! [...] si tú fueras blanca, si tuvieras el pelo liso. / Mi madre me dice agitada que no me case con una ne- gra, / porque cuando duerme parece una serpiente enrolla- da. / Una negra con una narizota no cocina para mí, / porque esconde los bocados en los agujeros de su nariz».32 En la América Latina hay también un uso racista del len- guaje como forma de mostrar afecto, lo que invoca incons- cientemente el paternalismo del pasado esclavista. Por ejemplo, se expresa cariño diciendo «mi negro» o cuando Fondose llama a alguien Editorial «mi negrito». Incluso los elogios dirigi- dos a los que son negros se reservan para aquellos que se supone han «superado» su negrura gracias a otros rasgos «superiores»Casa de la personalidad.de las Entre Américasesos elogios racistas estarían: «es negro pero tiene el alma (corazón) de un blan- co»; «es negro, pero bien parecido»; «es negro, pero aseado

15 y huele bien». Aunque esas afirmaciones no pretenden ser racistas, siguen recurriendo a estereotipos sobre la inferio- ridad de las personas negras. Estas perspectivas están tan arraigadas en la fibra social que se ve natural y lógica su subordinada posición. Además, la tradicional idea de que en Latinoamérica «no existe racismo» hace que las personas no afectadas por este discurso de odio tiendan a no reconocer los daños que dicho discurso causa a los grupos margina- dos. Incluso, cuando los medios de comunicación detallan ejemplos flagrantes de conducta racista se les interpreta como actos aberrantes de individuos no representativos de la tolerancia racial que, supuestamente, forma parte de la cultura latinoamericana. Esta dicotomía está bien ejempli- ficada en un estudio en el cual se señala que mientras el 87 % de los brasileños no negros manifiesta un prejuicio racial en su respuesta a las preguntas de la encuesta, solo el 10 % reconoce tener alguna clase de prejuicio.33 De modo parecido, mientras el 89 % de todos los brasileños reconoce que hay racismo, solo el 40 % declara algún prejuicio.34 Por tanto, a pesar de su reputación como tierra de «cordiales» relaciones, los brasileños, al igual que el resto de los lati- noamericanos, son conscientes de las diferencias de color y de su relevancia jerárquica. Un etnógrafo que viajó a Brasil para estudiar la Teología de la Liberación refiere que lo que encontró fue racismo: «Observé, por la manera de mirarse los hombres y las mujeres, que el problema del color era algo constante [...]. Estaba ahí, en sus bromas, comentarios, Fondoinsultos y acusaciones. Editorial Estaba ahí, en cómo las personas se hablaban, si se tocaban o no; en fin, en su vida cotidiana».35 De hecho, a los brasileños, como a buena parte de los latinoamericanos,Casa les resultade difícillas imaginar Américas un presidente que, como Barak Obama, se proclame afrodescendiente.36 En resumen, a pesar de las diferencias en demografía racial

16 y el predominio de una retórica del mestizaje, en todo el continente existe una realidad contraria a los negros. La negación del racismo en América Latina está ligada a entornos racialmente jerárquicos. Ese dualismo social ha sido facilitado mediante estratégicas comparaciones con el régi- men racial de los Estados Unidos, las que pretenden describir la región como inocente, que no ha recurrido al racismo, o sea, la estrategia de la «inocencia racial». Como bien decla- ra Ariel Dulitzky, académico latinoamericano especialista en derechos humanos,

[...] hay una especie de presunción, de superioridad moral frente a los Estados Unidos de América que está bastante extendida por toda nuestra región. Rara vez en una conversación sobre este tema entre latinoame- ricanos no se menciona la grave incidencia del racismo y de la discriminación racial en la tierra de nuestros vecinos del norte.37

Por ejemplo, en la ya citada encuesta de la BBC sobre las actitudes raciales latinoamericanas era frecuente la apela- ción a la inocencia: «No creo que haya mucho racismo en [Latino] América porque somos una mezcolanza de razas de todo tipo, tanto europeas, africanas, asiáticas y demás razas habidas y por haber, pero entiendo que en muchas partes hay racismo, sobre todo en Estados Unidos y Europa [...].38 En un estudio sobre el racismo en Perú, realizado por FondoSuzanne Oboler, Editorial se demuestra que en este país, como en otros muchos de la América Latina, las leyes estaduniden- ses de segregación constituyen la definición ideológica del racismo.Casa39 de las Américas Latinoamérica se ha enorgullecido tradicionalmente de la histórica ausencia de leyes de segregación racial ordenadas

17 por el Estado, como la Jim Crow. De ahí que al valorar sus actuales condiciones raciales establezca comparaciones con la historia segregacionista estadunidense a la par que emite criterios del tipo: «Existe un racismo no declarado, escondi- do; pero no de manera violenta, como ocurre en otras partes del mundo con el neonazismo o la segregación en el sur de los Estados Unidos»;40 «Ese es un problema de los ameri- canos [para designar a los estadunidenses]».41 Establecer como punto de referencia lo que sucede en los Estados Unidos ha resultado conveniente para ocultar durante largo tiempo la subordinación racial de las personas de ascenden- cia africana en Latinoamérica. La ausencia de leyes de segregación a lo Jim Crow ha sido utilizada como justificación para resistirse a las reivindica- ciones de los movimientos negros, los cuales exigen que las políticas sociales tengan en cuenta las cuestiones de raza.42 Por ejemplo, en Colombia, al estudiar la posibilidad de una acción afirmativa en el lugar de trabajo, cierta comentarista señalaba: «[...] eso es comprar un boleto para un conflic- to que no conocemos».43 En igual sentido otro colombiano, perteneciente a una organización no gubernamental, decla- ró: «Si no queremos crear un conflicto racial que no existe en el país, hay que bajarle el tono a los reclamos étnicos y promover soluciones universales, como la lucha contra la pobreza».44 Parecida es la reacción brasileña al uso de la acción afirmativa en algunas universidades, que se denun- cia como si fuera a «[...] remplazar la noción brasileña de Fondo“democracia racial” Editorial por una “discriminación positiva”, esti- lo estadunidense, que generaría polarización y obligaría a muchos a definirse como blancos o negros, cuando en Brasil hay setentaCasa y seis millones de de mestizos».las 45Américas Como ejemplo de lo citado, un documento de gran circu- lación, opuesto a la acción afirmativa en Brasil, lleva por

18 título: «No somos racistas: una reacción a aquellos que quieren transformarnos en una nación bicolor».46 No parece ser muy relevante para esos críticos que la acción afirmativa tuviera su origen en la India y no en los Estados Unidos. Sin embargo, en esas estratégicas comparaciones con el pasado estadunidense de discriminación se puede pasar por alto el papel que ha tenido el Estado en la regulación de la raza. En concreto, después de la abolición de la esclavitud, los países latinoamericanos aprobaron leyes restrictivas a la inmi- gración y proporcionaron financiación estatal con la finalidad explícita de blanquear la población y prohibir la inmigración a las personas de ascendencia africana. El funcionamiento de tales leyes migratorias volvió a colocar a esas personas en la posición de pueblos marginados que tuvieran antes de su emancipación. Además, el derecho consuetudinario (es decir, el cumplimiento obligatorio de leyes no escritas, establecidas por el uso prolongado en lugar de por la aprobación escri- ta) también fue utilizado como herramienta para la exclusión racial en Latinoamérica.

Derecho consuetudinario en la regulación de la raza

Aquí no hay racismo, porque los negros saben cuál es su lugar.* FondoEl derecho consuetudinario Editorial resulta particularmente rele- vante para el examen de los proyectos raciales del Estado * DichoCasa brasileño sobre de las relaciones las entre Américas razas. Francisco Mar- tins: «Racism in Brazilian Aquarelle – The Place of Denying», In- ternational Journal of Migration, Health and Social Care, vol. 4, no. 2, octubre de 2008, p. 43.

19 pues, con frecuencia, surge por la necesidad de reforzar las convenciones sociales. Ello tal vez sorprenda a los acadé- micos en materia de Derecho, quienes rara vez se detienen a estudiarlo en detalle, sino que, por lo contrario, han cedi- do ese campo de investigación a los antropólogos.47 Incluso puede ser más sorprendente aún en el ámbito de los estu- dios latinoamericanistas, en los que la historia del derecho consuetudinario ha ocupado las más de las veces una posi- ción trivial dada la antipatía que despierta en los sistemas jurídicos actuales, dominados por los códigos civiles.48 Sin embargo, en la tradición jurídica latinoamerica- na, heredera del Derecho romano, la costumbre es fuente de derecho desde los mismos orígenes del Derecho civil y, por consiguiente, un argumento que no debiera pasarse por alto como mecanismo de control racial.49 En concreto, el ya citado concepto romano de jus non scriptum (derecho no escrito) describe las leyes que surgen en la práctica consuetu- dinaria no escrita y que con el transcurso del tiempo se hacen vinculantes, en contraste con el jus scriptum, elaboradas deliberadamente por el legislador. En el Derecho civil el uso del derecho consuetudinario se corresponde con sus orígenes romanos, en tanto acuerdo tácito, arraigado por tiempo en determinada comunidad.50 Algunos académicos señalan que en la minería y el comercio la costumbre representó una fuen- te útil durante el desarrollo del Derecho colonial español,51 además de ser relevante, en general, para la jurisprudencia latinoamericana, como ocurrió en Brasil.52 El Derecho civil Fondo–que sigue el concepto Editorial romano de jus non scriptum– todavía reconoce, en teoría, la costumbre como fuente de derecho, diferenciada de las normas legislativas y administrativas.53 Si bien enCasa Latinoamérica lade costumbre las no ha sidoAméricas la base predo- minante del Derecho, es importante señalar que el derecho consuetudinario ha sido reconocido como fuente de derecho.

20 La visión histórica de este libro, en relación con el dere- cho consuetudinario como aplicable al conjunto de la pobla- ción, contrasta con la visión actual del mismo, considerado una práctica más limitada por la que se da cumplimiento a las normas legales de un grupo o subgrupo de la población, como es el caso de los pueblos indígenas o las tribus afri- canas.54 Ese doble significado también existió en el contex- to jurídico romano, en el cual, supuestamente, el derecho consuetudinario era aplicado a los romanos en general, pero también fue entendido como costumbre de subgrupos autó- nomos pertenecientes al Imperio romano.55 La concepción moderna del derecho consuetudinario, aplicable específicamente a subgrupos indígenas, tal como la estudian Rachel Sieder y otros antropólogos, quienes lo denominan «derecho tradicional», no es el objeto principal de este libro.56 La razón para que así sea radica en que la atención que hoy se le presta al derecho consuetudina- rio indígena nos hace ver cómo el uso de marcos jurídicos paralelos puede generar un enfrentamiento entre las normas del Estado y las prácticas consuetudinarias de un subgrupo indígena, como a veces ocurre entre una población mayori- taria estable y una indígena minoritaria. Un ejemplo extremo sería la forma en la que el derecho consuetudinario se puso al servicio de los administradores de la elite blanca en el África colonial.57 Este libro pretende dejar en claro el uso que hace el Esta- do del derecho consuetudinario para hacer efectivo un orden Fondosocial concreto, Editorialen lugar del problema que para él represen- tan las prácticas consuetudinarias de determinados grupos. Nos apoyamos en una idea del derecho consuetudinario que recuerdaCasa la concepción de de Bentham,las paraAméricas quien resulta un sistema que «esconde los intereses siniestros de una elite dominante».58 En resumen, tal derecho puede suponer la

21 imposición de normas vinculantes promovidas por algunas personas en su relación con otras.59 No hay que codificar en algún momento el derecho consue- tudinario para que se lo considere vinculante.60 Las fuentes romanas, como las Instituciones de Justiniano, considera- ban como derecho la costumbre cuando esta era aceptada por la comunidad.61 Cuando este derecho se integra total- mente a la sociedad, como si fuera una práctica estatal, hay pocos incentivos para que las costumbres se codifiquen. El aspecto más destacable es si existe o no la obligación jurídica de estar vinculado por la costumbre y de tener que cumplirla. De ahí deriva que la aceptación de las normas sociales como derecho también se pruebe por la utilización de los recursos estatales para hacer cumplir de manera generalizada esas normas.62 En el contexto latinoamericano, el uso de los recursos estatales –mediante el control poli- cial de la segregación racial y la asignación de incentivos financieros a la inmigración europea– es un elemento clave para la transformación de la convención social en derecho consuetudinario. Eso se debe a que este último se refiere a un subconjunto de normas sociales «escogidas para un cumplimiento especial».63 Valorar el trato recibido por los afrodescendientes a la luz del derecho consuetudinario ayuda a esclarecer el «dere- cho» que forma parte de las historias raciales latinoame- ricanas. Los testimonios orales de afrobrasileños, tras la Fondoabolición de la esclavitud Editorial en el sur de Brasil, muestran las arraigadas costumbres de segregación racial en calles, plazas, jardines y parques públicos, tanto en la capital como en lasCasa ciudades de la deperiferia las–o interior–, Américas que la policía local obligaba a cumplir, por ejemplo, encarcelando a los que no las respetaban. Esas prácticas se pueden caracte-

22 rizar como derecho consuetudinario en la medida en que fueron impuestas mediante sanciones físicas, y los funcio- narios estatales se sintieron obligados a hacer cumplir las normas de la comunidad, a pesar de no aparecer escritas en un código ni en explícitas declaraciones estatales de que las costumbres fueran derecho. A todo lo expuesto he dado en llamarlo «derecho consuetudinario de la regulación de la raza», con lo cual se indica la forma en que la norma social de exclusión racial actuó con efectividad, como un régimen legal en el que los recursos del Estado y la coacción fueron utilizados para mantener la marginación de las personas de ascendencia africana. Por tanto, mi uso del derecho consue- tudinario se concentra en las formas en que las normas de exclusión social eran algo más que convenciones sociales: se equiparaban a normas jurídicas. Al valorar así el papel del derecho consuetudinario aumenta nuestra comprensión de la regulación de la raza en el continente latinoamericano. En la América Latina el debate académico sobre la costumbre suele señalar que muchos países de la región no le conceden la condición de derecho consuetudinario a aquellas prácticas contra legem, es decir, las establecidas en contra del derecho legislado.64 Al mismo tiempo, los académicos también revelan algunos casos en los que el derecho consuetudinario existente contravino, no obstante, el derecho latinoamericano legislado.65 En el caso específico del derecho consuetudinario regulador de la raza el único Fondoargumento que Editoriallo haría contra legem, y por consiguiente no se le podría considerar como derecho, sería la existencia de las normas sobre igualdad que proliferaron en las cons- titucionesCasa de la región de tras lasla emancipación Américas de España y Portugal. Sin embargo, tal argumento puede ser desechado fácilmente si se considera que esas normas sobre igualdad

23 iban dirigidas a los linajes nobiliarios y a la abolición de los privilegios otorgados por la monarquía. Por ejemplo, una norma típica sobre igualdad, del periodo poscolonial, es la contenida en el artículo 16 de la Consti- tución de Argentina de 1853, que declaraba: «La Confe- deración Argentina no admite prerrogativas de sangre, ni de nacimiento; no hay en ellas fueros ni títulos de nobleza. Todos sus habitantes son iguales ante la ley, y admisibles en los empleos sin otra consideración que la idoneidad. La igualdad es la base del impuesto y de las cargas públicas».66 La restrictiva aplicación decimonónica de la igualdad constitucional a los linajes nobiliarios también se muestra en la aprobación de normas que en la época excluían del derecho de voto a los analfabetos y a los pobres, conside- rados de clase inferior, a los que no se les garantizaban plenos derechos de ciudadanía. En la medida en que en la Latinoamérica del siglo XIX, la igualdad constitucional se limitó a los hombres blancos, el derecho consuetudinario de la regulación de la raza no se consideró una derogación contra legem de la Constitución. Además, para esa Améri- ca Latina decimonónica las constituciones eran documentos políticos sin efectos jurídicos inmediatos ni directos, salvo que hubiera una legislación que desarrollara sus normas, lo que permite también prescindir del problema de si las costumbres que regulaban la raza eran contra legem y, por consiguiente, no exigibles jurídicamente. FondoLos debates sobre Editorial el derecho consuetudinario se ocupan, también, de cómo las costumbres, al ser derecho no escrito, pueden ser aplicadas de manera explícita por los tribuna- les, o Casade cómo las normas de jurídicas las de un Américas subgrupo pueden coexistir como derecho consuetudinario en el marco más amplio de leyes formales aprobadas por el soberano. Los

24 capítulos 2 y 3 de este libro examinan las prácticas consue- tudinarias estatales tras la abolición de la esclavitud, entre ellas la vigilancia policial en los espacios públicos para mantener la segregación racial de las personas de ascenden- cia africana; la imposición de normas racistas en la educa- ción pública; la regulación, a partir del prejuicio, de las religiones de origen africano; la estructuración de categorías del censo para marginar a los descendientes de africanos, primero en Hispanoamérica y luego en Brasil. Al examinar la gran cantidad de prácticas consuetudi- narias racialmente excluyentes, junto con la legislación y financiación de la inmigración restringida, se socava la idea de que los estados latinoamericanos no regularon la raza y fueron inocentes. Las particularidades del contexto jurídi- co latinoamericano no se pueden equiparar con las de la historia estadunidense de segregación mediante las leyes Jim Crow. De hecho, la verdadera maldad de estas últimas surge no tanto del hecho de que las normas de segregación estuvieran codificadas como formales leyes escritas, sino de cómo esas leyes indicaban la participación del Estado en la discriminación racial. El derecho consuetudinario en Latino- américa aclara en el mismo sentido el papel pernicioso del Estado en la regulación de la raza. Aunque es cierto que la variación histórica y sociopolí- tica en la región es grande, el objetivo aquí es desarrollar las características comunes –que se suelen pasar por alto– Fondosobre cómo el DerechoEditorial latinoamericano consolidó grandes privilegios raciales socialmente construidos, y cómo continúa creando considerables desigualdades en todos los índices socioeconómicosCasa y políticos,de comolas se detallaAméricas en el capítulo 4. Por esta razón, nos centramos primero en el establecimiento, durante el siglo XIX, de leyes consuetudinarias racialmente

25 excluyentes, para luego pasar rápidamente a las inquietudes contemporáneas que plantea la estratificación racial. Se le presta menor atención a la persistencia de la jerarquía racial con el fin de dedicar mayor espacio a cómo el legado del derecho consuetudinario de la regulación de la raza ubica hoy a los afrodescendientes. El presente ensayo se propone barrer la tradicional narra- tiva que, en lo jurídico, habla de un pasado racial benig- no, a la vez que rexamina la relevancia de esa narrativa para el desarrollo contemporáneo de leyes antidiscrimina- ción en toda la región. Si se tiene en cuenta la resistencia de las elites a las políticas públicas de igualdad promovi- das por el Estado, es importante proporcionar una expli- cación de la participación estatal en el mantenimiento de la jerarquía racial. La que ofrecemos apoya las políticas de igualdad, en lo que a raza se refiere, que en la actua- lidad se demandan ante los tribunales y se denuncian en el discurso público. Al explicar en detalle la complici- dad histórica de nuestros países con la instauración y el mantenimiento de jerarquías raciales el libro desmantela el mito de la inocencia racial y, en su lugar, promueve la reivindicación de los movimientos por la justicia social para que haya una participación directa del Estado en la conse- cución de la igualdad racial. Es necesario aclarar que el estudio que hacemos de la acción estatal no se limita al esfuerzo por justificar la parti- Fondocipación del Estado Editorial en la promoción de políticas de igual- dad racial, dada su histórica participación para establecer la desigualdad, la cual es una preocupación perentoria, y los funcionariosCasa de la Administraciónde las deberían Américas ocuparse de ella con independencia de cuál haya sido el nivel de partici- pación del Estado en la misma. En su lugar, el libro aborda

26 con amplitud el poder retórico de la acción estatal para los sujetos que participan en los movimientos por la justicia so- cial, en un intento por acabar con la idea de la inocencia racial; idea que ha impedido a los países esforzarse por la implementación efectiva de la igualdad. De esta forma, el libro no es solo la narrativa de cómo el Derecho se involu- cró en la constitución latinoamericana de la jerarquía racial sino, también, una evaluación del valor de las iniciativas contemporáneas lideradas por el Estado para erradicar el racismo en la región. El capítulo 5 examina los diversos enfoques de las leyes aprobadas en Latinoamérica para abordar la desigualdad racial: las constituciones multiculturales, las leyes de titula- ción colectiva de tierras y contra la discriminación laboral, el acceso a lugares públicos, las expresiones de odio, el dere- cho internacional y los derechos humanos. El capítulo se centra especialmente en la excesiva confianza que tiene la región en el campo del derecho penal como respuesta jurídi- ca a la larga historia de marginación y negación del racismo. Se analizan los inconvenientes de solo ocuparse de la discri- minación racial en la esfera penal, además de la atención exclusiva a las formas interpersonales de discriminación y descuidar, en consecuencia, las maneras institucionales de discriminación sistémica. El siguiente capítulo focaliza el liderazgo de Brasil en el uso de la acción afirmativa. Se explica en detalle el uso de Fondoesta política en elEditorial país, iniciada en el año 2001 y a continua- ción se analiza la oposición a la misma, debido a su creci- miento en las instituciones de elite de la educación superior y a lasCasa demandas en sude contra presentadaslas Américas ante los tribunales. Se destaca el éxito de los programas de acción afirmativa, en tanto modelo para el resto de Latinoamérica. Examina,

27 además, cómo la comprensión miope de la región acerca del papel del Estado en la subordinación racial puede dificultar una aprobación más extendida de las políticas de acción afir- mativa. Para concluir, en el capítulo 7 se expresan, como ya diji- mos, algunas ideas sobre cómo el análisis de la situación latinoamericana puede ayudar a los movimientos que en los Estados Unidos procuran la justicia racial. El examen sobre la regulación en materia de raza en Latinoamérica resul- ta de particular interés para los Estados Unidos. La lucha afrolatinoamericana por descorrer el velo de la retórica que dice haber superado la raza y que desdibuja las desigualda- des raciales existentes también puede contribuir a esclare- cer la compleja realidad racial en ese país. El éxito de los movimientos67 contra la segregación estilo Jim Crow coloca ahora a las minorías raciales estadunidenses en una situa- ción comparable con la de las personas de ascendencia afri- cana en nuestro continente: luchar contra la jerarquía racial sin que medie formal discriminación jurídica.

Fondo Editorial Casa de las Américas

28 Notas

1 Margarita Sánchez y Maurice Bryan: Persons of African Descent, Discrimination and Economic Exclusion in Latin America, Lon- don, Minority Rights Group International, 2003, pp. 3-4, table 1. Disponible en http://www.minorityrights.org/933/macro-studies/ afrodescendants-discrimination-and-economic-exclusion-in-latin- america.html. 2 Juliet Hooker: «Afro-Descendant Struggles for Collective Rights in Latin America, Between Race and Culture», Souls, 10, 2008, pp. 279 y 281. 3 Gustavo Márquez et al.: Outsiders? The Changing Patterns of Exclusion in Latin America and the Caribbean, Washington, D. C., Inter-American Development Bank, 2007, pp. 15-17; Henry Louis Gates, Jr.: Black in Latin America, New York, New York University Press, 2011. 4 «Iberoamérica, ¿una región racista?», ed. cit. 5 Las leyes Jim Crow fueron normas jurídicas, vigentes entre 1876 y 1965, que consagraron la segregación racial en los Estados Uni- dos bajo el lema de «separados pero iguales». (N. del T.) 6 «Americas Barometer 2010», Ethnicity Module of the Project on Ethnicity and Race in Latin America (Perla), Latin American Public Opinion Project of Vanderbilt University. Disponible en www.Ameri- casBarometer.org. 7 Peter Wade: Race and Sex in Latin America, London, Pluto Press, 2009, pp. 168-173. 9 Mark Q. Sawyer: Racial Politics in Post-Revolutionary Cuba, Cambridge, Cambridge University Press, 2006, pp. 124-126. 9 Yesilernis Peña, Jim Sidanius y Mark Sawyer: «Racial Demo- cracy in the Americas: A Latin and U. S. Comparison», Jour- Fondonal of Cross-Cultural Editorial Psychology, 35, noviembre de 2004, pp. 749-762. 10 CorinaCasa Courtis et al:de «Racism las and Discourse: Américas A Portrait of the Argentine Situation», en Teun A. van Dijk (ed.): Racism and Discourse in Latin America, Lanham, Lexington Books, 2009, pp. 13 y 32.

29 11 Marina Ari: «Argentina: empanada, asado de vaca y mucho racis- mo», Kaos en la red, 22 de mayo de 2010. Disponible en http:// www.kaosenlared.net/noticia/argentina-empanada-asado-vaca- mucho-racismo. 12 «Piden que un libro infantil que fomenta el racismo sea sacado de circulación», MDZOnline, 27 de mayo de 2010. Disponible en http://www.mdzol.com/mdz/ nota/212497. 13 Carlos Neri: «Un grupo argentino “Exterminación de los negros de mierda” indigna en Facebook», I, 2 de marzo de 2008. Disponible en http://enmoebius. com.ar/?p=972. 14 Teun A. van Dijk: Racism and Discourse in Spain and Latin Ame- rica, Philadelphia, Benjamins, 2005, pp.136-137. 15 Hélio Silva Jr.: Discriminação racial nas escolas: Entre a lei e as práticas socias, São Paulo, Unesco Brasil, 2002, pp. 34-38. 16 Hernando Salazar: «Colombia contra el racismo», BBC Mundo, 23 de mayo de 2008. Disponible en http://news.bbc.co.uk/hi/spa- nish/latin_america/newsid_7415000/7415897.stm. 17 Marjorie Jiménez Castro: «Las máscaras del chiste racista», Inter- Sedes: Revista de las Sedes Regionales, 2, 2001, p. 43. 18 Fernando Ravsberg: «Advierten sobre racismo en Cuba», BBC Mundo, 13 de febrero de 2003. Disponible en http://news.bbc. co.uk/hi/spanish/latin_america/newsid_2759000/2759775.stm. 19 Ibíd. 20 T. Avellaneda: «Manifestaciones del racismo en Cuba: varias caras de un viejo mal», Revista Digital Consenso, 2005. Disponible en http://www.desdecuba.com/02/articulos/11_01.shtml. 21 Rafael Duharte Jiménez y Elsa Santos García: «“No hay negro bue- no ni tamarindo dulce”: Cuba, 118 años después de la abolición de la esclavitud», Matices. Disponible en http://www.matices. de/18/18pcuba.htm. 22 José Alfredo Andaluz Prado: «Prácticas racistas y discriminatorias Fondoson castigadas con Editorial prisión», Diario Correo, 6 de julio de 2009. Dis- ponible en http://www.diariocorreo.com.ec/archivo/2009/07/06/ practicas-racistas-y-discriminatorias-es-castigada-con-prision. 23 Ibíd.Casa de las Américas 24 Jean Muteba Rahier: «Blackness and the “Racial” Spatial Order, Migration, and Miss Ecuador 1995-1996», American Anthropo- logist, 100, 1998, pp. 421-430.

30 25 Alicia Castellanos Guerrero et al.: «Racist Discourse in Mexico», en Teun van Dijk (ed.): Racism and Discourse in Latin America, ed. cit., pp. 217, 233. 26 K. W. Stephenson: «Michael Campbell: el racismo está enraizado en la sociedad nicaragüense», La Brújula Digital, 25 de febrero de 2011. Disponible en http://www.labrujula.com.ni/noticia/159. 27 Carlos Salinas Maldonado: «Alta Hooker rectora de la Uraccan “El chamán es solo la punta del iceberg”», Diario La Prensa, 22 de febrero de 2009. Disponible en http://archivo.laprensa. com.ni/archivo/2009/febrero/22/suplementos/domingo/313375. shtml (en el que se describe el racismo en Nicaragua desde la perspectiva de una mujer negra del Caribe). 28 Teun A. van Dijk: Racism and Discourse in Spain and Latin Ame- rica, ed. cit., pp. 159-160. 29 Centro de Estudios y Promoción Afroperuanos Lundu: «Informe 2008: presencia de afrodescendientes en los medios impresos en el año 2008». Disponible en http://lundu.org.pe/web2/infor- me%20anual%20web/informe%202008.pdf. 30 Jesús Chucho García: «El racismo nuestro de cada día», Geledés Instituto da Mulher Negra, 21 de marzo de 2010. Disponible en http://www.aporrea.org/ddhh/a97436.html 31 Adriana Bolívar et al.: «Discourse and Racism in Venezuela: A “Café con leche” Country», en Teun van Dijk (ed.): Racism and Discourse in Latin America, ed. cit., pp. 291-293. 32 Simón Bolívar: «Discourse and Racism in Venezuela», ob. cit., p. 293. 33 «Datafolha revela o brasileiro», Folha de São Paulo, 25 de junio de 1995, especial 2 y 3. Disponible en http://almanaque.folha. uol.com.br/racismo02.pdf. 34 Gevanilda Santos y Maria Palmira da Silva (eds.): Racismo no Brasil: percepções da discriminação e do preconceito racial no século XXI, São Paulo, Fundação Perseu Abramo, 2005, pp. 141 Fondoy 145. Editorial 35 John Burdick: Blessed Anastácia: Women, Race, and Popular Christianity in Brazil, New York, Routledge, 1998, p. viii. 36 LuisCasa Fernando Veríssimo: de O mundolas é bárbaro Américas - E o que nós temos a ver com isso, Rio de Janeiro, Objetiva, 2008. 37 Ariel E. Dulitzky: «A Region in Denial: Racial Discrimination and Racism in Latin America», en Anani Dzidzienyo y Suzanne

31 Oboler (eds.): Neither Enemies nor Friends: Latinos, Blacks, Afro-Latinos, New York, Palgrave Macmillan, 2005, pp. 39, 42-50. 38 «Iberoamérica, ¿una región racista?», ed. cit. 39 Suzanne Oboler: «The Foreignness of Racism: Pride and Preju- dice among Peru’s Limeños in the 1990s», en Anani Dzidzienyo y Suzanne Oboler (eds.): Neither Enemies nor Friends..., ed. cit., pp. 75-100. 40 «Iberoamérica, ¿una región racista?», ed. cit. 41 Suzanne Oboler: «The Foreignness of Racism», en Anani Dzidzi- enyo y Suzanne Oboloer (eds.): Neither Enemies nor Friends..., ed. cit., p. 85. 42 Anani Dzidzienyo: «The Changing World of Brazilian Race Re- lations?», en Anani Dzidzienyo y Suzanne Oboler (eds.): Nei- ther Enemies nor Friends..., ed. cit., pp. 137-155; Hooker, «Afro-Descendant Struggles for Collective Rights in Latin Ameri- ca», pp. 279-291. 43 Catalina Gallo Rojas: «Igualdad sin cuotas», El Tiempo, 12 de julio de 2009, p. 7. 44 Daniel Mera, directivo de la Fundación Color, citado por César Rodríguez Garavito: «En defensa de las acciones afirmativas», El Espectador, 13 de julio de 2009. Disponible en http://www.eles- pectador.com/columna150499-defensa-de-acciones-afirmativas. 45 Gonzalo Vega Sfrani: «Universidad reserva la mitad de sus cupos para negros y desata polémica», El Mercurio, 22 de octubre de 2006. Disponible en http://www.ifcs.ufrj.br/~observa/noticias/el- mercurio/discriminacion_22.htm. 46 Ali Kamel: Não somos racistas: Uma reação aos que querem nos transformar numa nação bicolor, São Paulo, Nova Fronteira, 2006. 47 Martin Chanock: «Law, State and Culture: Thinking about “Cus- tomary Law” after Apartheid», Acta Jurídica, 1991, pp. 52-70, 53. 48 Víctor Tau Anzoátegui: El poder de la costumbre: estudios so- Fondobre el derecho consuetudinario Editorial en la América hispana hasta la emancipación, Buenos Aires, Instituto de Investigaciones de His- toria del Derecho, 2001, p. 13. 49 HerbertCasa Felix Jolowicz: deHistorical lasIntroduction Américas to the Study of Ro- man Law, Cambridge, Cambridge University Press, 1967; Thomas Glyn Watkin: An Historical Introduction to Modern Civil Law, Law

32 of the Nations Series, Boston, Dartmouth Publishing Company, 1999; Fernando Pinto: A presença do costume e sua força nor- mative, Rio de Janeiro, Editora Liber Juris, 1982, p. 126. 50 Alan Watson: «An Approach to Customary Law», University of Illinois Law Review, 1984, pp. 561-576. 51 M. C. Mirow: Latin American Law: A History of Private Law and Institutions in Spanish America, Austin, University of Texas Press, 2004. 52 Víctor Tau Anzoátegui: El poder de la costumbre..., ed. cit.; Fer- nando Pinto: A presença do costume, ed. cit., p. 45; Ignazio Castellucci: «Law v. Statute, Ius v. Lex: An Analysis of a Criti- cal Relation in Roman and Civil Law», Global Jurist, 8, 2008, pp. 1-32; German Savastano: «Custom as a Source of Law, Argen- tinean and Comparative Legal Systems», ILSA Journal of Interna- tional and Comparative Law, 15, 2009, pp. 651-667. 53 John Henry Merryman y Rogelio Pérez-Perdomo: The Civil Law Tradition: An Introduction to the Legal Systems of Europe and Latin America, 3ra. ed., Palo Alto; Stanford University Press, 2007. 54 Peter Goodrich: Reading the Law: A Critical Introduction, London, Basil Blackwell, 1986, p. 64. 55 Sir Paul Vinogradoff: Custom and Right, Cambridge, Harvard Uni- versity Press, 1925, p.23. 56 Rachel Sieder (ed.): Multiculturalism in Latin America: Indige- nous Rights, Diversity and Democracy, Houndmills, Palgrave Mac- millan, 2002; Peter Fitzpatrick: «Traditionalism and Traditional Law», Journal of African Law, 28, 1984, pp. 20-27. 57 Martin Chanock: «Neither Customary nor Legal: African Custo- mary Law in an Era of Family Law Reform», International Journal of Law and the Family 3, 1989, pp. 72-88. 58 Amanda Perreau-Saussine y James Bernard Murphy: «The FondoCharacter of Customary Editorial Law: An Introduction», en Amanda Perreau Saussine y James Bernard Murphy (eds.): The Nature of Custo- mary Law: Legal, Historical and Philosophical Perspectives, Cam- bridge,Casa Cambridge Universityde Press,las 2007, Américas p. 5. 59 Martin Chanock: Law, Custom and Social Order: The Colonial Experience in Malawi and Zambia, Portsmouth, Heinemann, 1985.

33 60 Leon Sheleff: The Future of Tradition: Customary Law, Common Law and Legal Pluralism, London, Frank Cass Publishing, 1999, pp. 378 y 385. 61 David J. Bederman: Custom as a Source of Law, Cambridge, Cam- bridge University Press, 2010, p. 17. 62 Hanne Petersen: «Reclaiming “Juridical Tact”? Observations and Reflections on Customs and Informal Law as (pluralist) Sources of Polycentric Law», en Hanne Petersen y Henrik Zahle (eds.): Legal Polycentricity: Consequences of Pluralism in Law, Dartmouth, Al- dershot, 1995, p. 174. 63 James Bernard Murphy: «Habit and Convention at the Foundation of Custom», en Perreau-Saussine and Murphy (eds.): The Nature of Customary Law..., ed. cit., p. 76. 64 Alejandro Guzmán Brito: «El régimen de la costumbre en las co- dificaciones civiles de Hispanoamérica y España emprendidas du- rante el siglo XIX». Disponible en http://www.restudioshistoricos. equipu.cl/index.php/rehj/article/ view/161/155. 65 Fernando Pinto: A presença do costume..., ed. cit., pp. 126-128; Rosembert Ariza Santamaría: «Usos y costumbres en el procedi- miento administrativo: una Administración al servicio de socieda- des pluriculturales», en Procedimiento y justicia administrativa en América Latina, México, D. F., Fundación Konrad Adenauer, 2009, pp. 249-64. 66 Artículo 16, Constitución Nacional (de Argentina, 1853). 67 La autora se refiere al periodo comprendido entre 1955 y 1968, en el que los actos de protesta y desobediencia civil en pro de la igualdad racial, patrocinados por movimientos sociales, y también espontáneos, dieron lugar a una situación de crisis que culminó con la aprobación de varias leyes cuyo propósito era terminar con la discriminación en el derecho de voto, el ejercicio de los dere- chos civiles, la vivienda y la educación. Cabe destacar entre esas Fondoleyes la Civil Rights Editorial Act (1964), la Voting Rights Act (1965) y la FairCasa Housing Act (1968). de (N. del lasT.) Américas

34 2 HISPANOAMÉRICA BLANQUEA LA RAZA: LEYES ESCRITAS Y NO ESCRITAS DE BLANQUEAMIENTO Y MESTIZAJE

Poco después de que los países americanos de lengua espa- ñola proclamaran la total abolición de la esclavitud (prin- cipalmente entre los años 1850 a 1886) debieron hacer frente a la eugenesia, movimiento seudocientífico que pre- tendía mejorar la raza humana mediante la preservación de la pureza genética de los blancos.1 Por consiguiente, toda investigación referida al papel del Derecho decimonónico en la regulación de la raza en Latinoamérica debe considerar la influencia de la eugenesia. El presente capítulo valora la acción de dicha ideología en las políticas estatales latinoa- mericanas y en las prácticas racialmente excluyentes a las que dio lugar. Con el propósito de demostrar los patrones del derecho consuetudinario que se extendieron por toda la región ofrecemos una perspectiva general de las leyes inspi- radas en la eugenesia. El capítulo 3 presenta un detallado estudio de caso, Brasil, con el fin de proporcionar pormeno- res sobre el desarrollo del derecho consuetudinario que regu- Fondoló la raza en el paísEditorial más grande del continente y que posee, además, la mayor densidad de afrodescendientes. En Hispanoamérica, las ideas europeas de la eugenesia asociabanCasa el predominio de de las los no blancosAméricas con el atraso de las naciones mestizas.2 Entre 1880 y 1930 los intelec- tuales hispanoamericanos encontraron apoyo a su elitismo

35 racial en teorías como la ya mencionada, la cual reconocía la inferioridad innata de los no blancos.3 Teniendo en cuen- ta el gran número de personas de ascendencia indígena y africana, la región desarrolló su propia eugenesia a partir de los conceptos de «blanqueamiento» y «mestizaje», afir- mado este último en la creencia de la mezcla racial con el propósito de aclarar el color de la piel de una nación y volverla más blanca para así promover la armonía racial. La visión más circunscrita del mestizaje como mezcla de razas entre blancos e indígenas, que dio lugar a la identidad racial «mestiza», coexistió con esa comprensión teórica que acabamos de explicar y que es, además objeto de análisis del presente capítulo. El blanqueamiento tiene, a la vez, significación indivi- dual y nacional, esta última más amplia. La primera gira en torno al deseo de tener fenotipo de blanco y la ambi- ción de hijos con un color de piel más claro como resulta- do de relaciones íntimas interraciales. Se piensa que estos hijos tendrán mayores oportunidades de movilidad social. Al mismo tiempo, la valoración individual de la blan- cura está muy influenciada por la promoción que se le hace, cuyos mejores ejemplos son aquellos que aseguran que las relaciones íntimas interraciales «mejoran la raza». En la esfera nacional el blanqueamiento es un concepto sostenido, por un lado, mediante una campaña concreta de construcción nacional, patrocinada por el Estado, para Fondoblanquear la población Editorial y, por otro, una ideología racial que valora la blancura. Por consiguiente, el blanqueamiento es un proyecto más amplio que las oportunidades concedidas, duranteCasa la época colonial, de a personas las de Américasascendencia afri- cana escogidas dentro de la clase alta, las cuales podían cambiar oficialmente su designación racial si así lo solicita-

36 ban y pagaban a la Corona española la emisión de un certi- ficado de blancura, conocido como «cédula de gracias al sacar».4 El blanqueamiento, a diferencia de estas cédulas, que tenían carácter individual, se suponía que beneficiaba a toda la nación con una imagen blanca, y no solo a las perso- nas que buscaban tener los derechos y privilegios jurídicos de los blancos coloniales. Los medios con los que se intentó blanquear a la pobla- ción, o la imagen de una nación, variaron de un país a otro en Hispanoamérica, pero en todos influyó la creencia euge- nésica de la superioridad blanca. El fundamento «científico» de esta teoría divergió en esta región con respecto a los enfoques europeo y estadunidense. El libro Principios de la herencia, de Gregor Mendel, publicado en 1866, fue utiliza- do en Europa y los Estados Unidos para desarrollar una teoría donde se postulaba que las personas exitosas tenían buenos genes, mientras que las pertenecientes a grupos desfavore- cidos los tenían malos, algo que ningún nivel de desarrollo social podía remediar, de ahí la necesidad de proteger a toda costa la pureza racial de los «buenos genes».5 En contraste, el enfoque hispanoamericano con respecto a la eugenesia se adaptó culturalmente y favoreció una conceptualización que recordaba las primeras ideas de Jean Baptiste Pierre Antoi- ne Lamarck sobre la herencia.6 La teoría de Lamarck consi- deraba que las fuerzas externas influían en la herencia y, por tanto, las características que adquiría un individuo al adap- Fondotarse a su entorno Editorial podían ser heredadas por generaciones posteriores. Si bien la teoría de la adquisición genética que sustentó Lamarck fue rechazada más tarde, la misma gozó de Casagran atractivo en de los países las latinoamericanos Américas que preten- dían superar las desdeñosas y preconcebidas ideas euro- peas. Según estas, las grandes poblaciones de ascendencia

37 africana e indígena convertían a los países latinoamericanos en naciones inferiores. En lugar de verse condenados por la gran influencia de razas «inferiores», que la eugenesia mendeliana clasificaba como irredimibles, el lamarckismo, más flexible, consideraba que con la intervención externa se podrían adquirir nuevas características, heredadas luego por la descendencia del sujeto. Como consecuencia, muchos de los países de la región aprobaron una legislación de higie- ne pública para depurar y mejorar las clases inferiores.7 Al mismo tiempo instituyeron leyes que establecían prue- bas médicas prenupciales con el propósito de desanimar la reproducción de las clases consideradas más proclives a enfermedades venéreas, mentales o crónicas, incluso a padecer alcoholismo.8 La idea de Lamarck acerca de la adquisición genética proporcionaba un apoyo indirecto al concepto de mestizaje, según el cual las relaciones íntimas entre una persona blan- ca y una negra permitirían que el hijo resultante fuera más blanco y, por consiguiente, los atributos positivos asocia- dos socialmente a la blancura.9 Con este razonamiento, a lo largo del tiempo el gen de la blancura, presumiblemente «más fuerte», predominaría en la población y el número de negros se reduciría. Por tal razón, la idea eugenésica de la mezcla racial constructiva que imperó en Latinoamérica ha sido vista como una contribución única a un campo en el que tradicionalmente dicha mezcla estuvo considerada Fondocomo conducente aEditorial la degeneración.10 La cita del influyen- te filósofo mexicano José Vasconcelos, en la que alaba los beneficios de una nueva raza mezclada, a la cual llama «raza cósmica»,Casa es la que mejor de ilustra las esa idea Américas pues gracias a la raza cósmica «[l]os tipos bajos de la especie serán absor- bidos por el tipo superior. De esta suerte podría redimirse,

38 por ejemplo, el negro, y poco a poco, por extinción volun- taria, las estirpes más feas irán cediendo el paso a las más hermosas».11 En resumen, teniendo como telón de fondo una seudo- ciencia, la eugenesia lamarckiana, el blanqueamiento y el mestizaje actuaron conjunta e independientemente para promover el proceso de construcción nacional que siguió a la emancipación, el cual pretendió reducir la negrura de la población con la creación de una raza en la que esa negrura estuviera diluida. El blanqueamiento, y su gradual ideal de blancura de una generación a la siguiente propiciaron la vía para eliminar parte del estigma del atraso y oponerse filo- sóficamente a la eugenesia europea. A su vez, el mestizaje rebatía la imagen de nación impura utilizando una ficción de superioridad moral, cuidadosamente concebida, que habría resuelto los problemas raciales mediante la minimización de sus diferencias y la creación de una democracia en la que las razas estarían mezcladas. La forma en que los diferen- tes países respondieron a la eugenesia varió en dependen- cia del grado en que fueron capaces de atraer inmigrantes europeos y del tamaño de sus poblaciones indígenas. Unos países se concentraron exclusivamente en el proyecto del blanqueamiento (como Argentina, Uruguay y Chile); algu- nos se dedicaron en mayor medida a instituir un orgullo del mestizaje, que incluía la negrura (Colombia, Cuba y Vene- zuela); otros, un «mestizaje monocultural», fundamentado Fondoen la mezcla de Editorialindígena y blanco, con total exclusión de los negros (Ecuador y México).12 Sin embargo, como lo muestra el estudio de las características particulares de los distintos países,Casa tales estrategias de estuvieron las inspiradas Américas en un senti- miento contra los negros.

39 Argentina como epítome del blanqueamiento

La inmigración fue con frecuencia la principal vía de inter- vención para la promoción estatal de los proyectos de cons- trucción nacional basados en el blanqueamiento y el mesti- zaje. En Hispanoamérica los debates sobre las políticas de inmigración se configuraron usando un lenguaje que remitía a la raza.13 Argentina se destaca por haberse concentrado únicamente en el blanqueamiento y por el uso extensivo de la inmigración europea para conseguirlo. De hecho, después de la emancipación constitucional de los esclavos, en 1853, la inmigración duplicó la población argentina entre 1869 y 1895, que pasó de 1,8 millones de personas a 4 millones. Para el año 1914 se duplicó de nuevo, esta vez a 7,9 millo- nes; la inmigración hizo que el 30 % de la población naciera en el extranjero. De su empeño en la inmigración europea da prueba el hecho de que entre 1880 y 1900 casi un millón de europeos emigraron a la Argentina,14 cifra solo supera- da por los que llegaron a los Estados Unidos.15 Este auge migratorio no fue casualidad del destino, sino resultado de un concertado esfuerzo del gobierno argentino. La Constitución original de 1853 incluía una norma pensada para promover la inmigración. Así, declaraba en su artículo 25 que «El Gobierno Federal fomentará la inmi- gración europea; y no podrá restringir, limitar ni gravar con impuesto alguno la entrada en el territorio argentino de los extranjeros que traigan por objeto labrar la tierra, mejorar las Fondoindustrias e introducir Editorial y enseñar las ciencias y las artes».16 Otra norma constitucional reconocía explícitamente que:

LosCasa extranjeros gozande en ellas territorio Américas de la Nación de todos los derechos civiles del ciudadano; pueden ejer- cer su industria, comercio y profesión; poseer bienes

40 raíces, comprarlos y enajenarlos; navegar los ríos y costas; ejercer libremente su culto; testar y casarse con- forme a las leyes. No están obligados a admitir la ciudadanía, ni a pagar contribuciones forzosas extraor- dinarias. Obtienen nacionalización residiendo dos años continuos en la Nación; pero la autoridad puede acor- tar este término a favor del que lo solicite, alegando y probando servicios a la República.17

Domingo Sarmiento, presidente de Argentina entre 1868 y 1874, hizo ver con claridad el interés del Gobierno por la inmigración europea con el propósito de blanquear la población, al declarar que «corregiría la sangre indígena con nuevas ideas que erradicarían el medievalismo» del país.18 En efecto, se pretendió el blanqueamiento mediante la inmi- gración para modernizar la nación con un aumento de la reserva genética blanca, «capaz» de realizar la moderniza- ción. El mandato constitucional impulsor de la inmigración europea se plasmó, incluso, en la asignación de subsidios públicos para atraer inmigrantes a Argentina.19 A los inmigrantes europeos se les dio la bienvenida en el mercado de trabajo al mismo tiempo que se les cerraban las puertas a los afroargentinos. Hacia 1914 los extranjeros dominaban en Argentina casi todas las categorías labora- les cualificadas, a pesar de solo representar el 30 % de la población.20 Los italianos, que estuvieron en las primeras grandes olas migratorias, y por consiguiente predominaron Fondoentre la población Editorial extranjera, constituían un gran porcentaje de los propietarios de tierras. El censo de 1914 indica que el 25 % de ellos, de veinte o más años de edad, eran propie- tarios,Casa cifra que se aproximabade las bastante Américas a la de los naciona- les.21 En Buenos Aires, un censo realizado en 1909 mostraba que los inmigrantes procedentes de Italia poseían el 38 %

41 de los establecimientos comerciales, a pesar de representar solo el 22 % de la población.22 Las cifras resultan espe- cialmente relevantes si se tiene en cuenta la densidad de afroargentinos en esa época.23 Para 1887 los italianos ya representaban el 32 % de la población de la ciudad, consti- tuían el 53 % del sector laboral industrial y el 57,5 % de los propietarios de establecimientos industriales. Sin embargo, los nativos argentinos, que constituían el 47 % de la pobla- ción de la ciudad, solo suponían un poco más del 20 % de los trabajadores y propietarios en el sector del comercio, un 16 % en el industrial y menos del 10 % de los propietarios de establecimientos industriales.24 Esos robustos indica- dores de cuán rápido y bien se integraron los inmigrantes italianos a la economía nacional apoyan la hipótesis de que la elite argentina consideraba dicha inmigración como el faro bienvenido de la civilización. Con su incorporación a la población en general, y las relaciones íntimas que estable- cieron con la nativa, se podía crear una «población bioló- gicamente superior». Al mismo tiempo, en el mercado de trabajo se remplazarían las poblaciones afrodescendientes –«vagabundas, perezosas»– por los inmigrantes europeos. Muchas de las ocupaciones desempeñadas por los afroar- gentinos acabaron dominadas por los inmigrantes europeos. El remplazo de la mano de obra negra por la de inmigran- tes fue un fenómeno tan extendido que incluso llegó a las Fuerzas Armadas (actividad tradicionalmente abierta a los varones afrodescendientes).25 Los afroargentinos constitu- Fondoyen, aproximadamente, Editorial solo el 5 % del total de la pobla- ción nacional26 y están tan marginados que Carlos Menem, presidente de Argentina entre 1989 y 1999, declaró al ser interrogadoCasa en el extranjero, de durante las la visita Américas a una universi- dad, sobre si había negros en Argentina: «No, ese problema lo tiene Brasil».27

42 Apoyo del Estado a la inmigración europea

Si bien es Argentina el país que sin duda alguna propor- ciona el ejemplo más dramático del desplazamiento de los pueblos afrodescendientes por los inmigrantes europeos en el mercado de trabajo, no resulta una aberración en Lati- noamérica y el Caribe. Como resultado de varios esfuerzos legislativos y del discurso público que fomentaba la inmigra- ción procedente de Europa, Brasil, Cuba y Uruguay, junto con Argentina, recibieron cerca del 90 % de los diez a once millones de europeos que llegaron entre 1880 y 1930.28 En una etapa anterior, el Congreso de la Gran Colombia –cons- tituida por lo que hoy es Colombia, Ecuador, Panamá y Venezuela, hasta su disolución en 1830– buscó estimular esta inmigración mediante concesiones de tierras públicas.29 En Uruguay, que en 1880 solo contaba con 520 000 ha- bitantes, la inmigración de europeos fue de 580 000 entre 1880 y 1930.30 En la gran ciudad de Montevideo la pobla- ción creció de 58 000 a 309 000 entre 1880 y 1908, lo que se atribuye directamente a la llegada de europeos. De hecho, para el año 1908 los residentes nacidos en el extran- jero representaban el 30 % de la población de la ciudad, y su porcentaje entre los trabajadores urbanos era todavía más alto.31 En 1925 las publicaciones del Gobierno procla- maban que Uruguay era «totalmente de origen europeo», a pesar de la existencia simultánea de un grupo vigoroso Fondode periódicos negrosEditorial que se publicaban para la comunidad afrouruguaya.32 Estos periódicos resultan fundamentales para documentar el papel del Estado uruguayo en la segre- gaciónCasa racial tras lade abolición las de la esclavitud.Américas En ellos se informaba sobre la frecuencia con que las escuelas públicas no admitían niños afrodescendientes y de la exclusión racial

43 en muchos de los cargos públicos, por ejemplo el de poli- cía.33 Es destacable que el Estado no interviniera para preve- nir la exclusión de los afrouruguayos en instalaciones como hoteles, teatros, restaurantes, salones de baile y cafés.34 En 1956 los afrouruguayos reconocían que su contexto racial estaba explícitamente segregado y afirmaban «la segrega- ción es la que nos preocupa y la que queremos abolir».35 En Venezuela, tras la emancipación de sus esclavos en 1854, el Gobierno y sus principales intelectuales fueron muy expresivos sobre sus deseos de que la inmigración europea realizara una «transfusión de sangre».36 Los inmigrantes preferidos provenían de Irlanda, Alemania, Islas Canarias y, más tarde, de Italia.37 A los intentos del Gobierno por traer inmigrantes europeos le siguió después, en 1891, la apro- bación de una legislación que prohibía la entrada al país a todos los no blancos.38 La política de inmigración selectiva se convirtió luego en parte de la Constitución cuando en 1906 se prohibió toda inmigración de afrodescendientes.39 El Gobierno expresó abiertamente en sus declaraciones oficiales su oposición a la inmigración negra, como lo ejem- plifica el lenguaje usado en la siguiente cita extraída de un boletín del Departamento de Comercio: «Solo la idea de que ocurra algo así, aun si solo es un rumor, justifica nuestra alarma. La introducción de individuos de esa raza, con las condiciones en las que vendrán, constituye una verdadera inmigración, y esa no es la clase de inmigración que nece- Fondosita Venezuela».40 Editorial Incluso se consideró peligrosa la llegada de marineros afrodescendientes, de ahí que se negaran las peticiones de desembarcoCasa de tripulación. de41 La las prohibición Américas legal a la inmi- gración no blanca se reafirmó con la Ley sobre inmigración de 1936, que también instituyó una comisión para actuar

44 como intermediaria entre los intereses mineros, industriales y agrícolas venezolanos, y las autoridades de inmigración de varios países europeos.42 Como Venezuela, también Costa Rica estableció en 1862 la prohibición legal a la inmigración de personas de ascen- dencia africana –y también china–, al tiempo que intentó promover la inmigración europea con un decreto guberna- mental, de 1896, el cual autorizaba la financiación anual de programas que incentivaran dicha inmigración.43 Colom- bia, México y Perú aprobaron legislaciones parecidas con el propósito de estimular la llegada de blancos e impe- dir la de negros, asiáticos e indios.44 De esta forma las leyes latinoamericanas de inmigración restrictiva con respecto a la raza compartían fines parecidos con la ley de inmigra- ción estadunidense, U.S. Inmigration Act, de 1924. Esta ley restringía análogamente la inmigración en función del origen nacional y establecía cuotas que favorecían la inmigración de personas procedentes de Europa occidental y del norte.45 Colombia, Perú y Venezuela subsidiaron a los inmigrantes europeos con fondos para los viajes a tierras americanas y con beneficios tributarios.46 En República Dominicana los memorandos del Gobierno declaraban explícitamente que los europeos eran los inmigrantes «deseados».47 Resultado de lo anterior fueron los contratos laborales y la distribución de tierras realizados por el Gobierno,48 el cual dio instrucciones a sus diplomáticos en Francia, Holanda y Alemania para Fondoque fomentaran Editorial la inmigración a Santo Domingo. En Ecua- dor, además de conceder grandes extensiones de tierras y financiar el viaje desde Europa, el Gobierno aprobó una legislaciónCasa que otorgaba de un lasconsiderable Américas grado de autono- mía a los asentamientos europeos sobre sus jurisdicciones municipales.49

45 De manera parecida, tras la independencia Cuba buscó atraer inmigrantes de España, proporcionándoles subsidios para fomentar su emigración, junto con concesiones de tierras y beneficios tributarios.50 La campaña cubana para la inmigración europea fue impulsada con fuerza por los princi- pales intelectuales cubanos, como José Antonio Saco, quien deseaba que los inmigrantes de «la raza blanca» se insta- laran en Cuba.51 Ensayistas cubanos de la época instaron a que se promoviera la inmigración blanca y se prohibiera estrictamente la no blanca. De hecho, un panfleto titula- do «La extinción del negro» anticipaba un «futuro brillan- te» para Cuba una vez que «la raza negra desapareciera de nuestro entorno [América]», con el aumento de la inmigra- ción.52 Casi un millón de españoles emigraron a Cuba tras la independencia de este país, lo que constituyó más de cuatro veces el número de los que llegaron a la Isla durante cuatro siglos de gobierno colonial, a la vez que supuso el 95 % del número total de personas que entraron en el país hasta la década de los años veinte.53 Como consecuencia, los datos censales de los años que van de 1899 a 1943 reflejan, con respecto al total de la población, una representación más que proporcional de los negros en los sectores más bajos y peor pagados de la economía, como la agricultura y los servicios personales.54 Durante esa etapa, los afrocubanos se vieron sistemáticamente excluidos de los procesos elec- torales y de la academia.55 FondoCuando en 1910 Editorial los afrocubanos decepcionados deciden fundar su propio partido político, con el nombre de Parti- do Independiente de Color, sus líderes fueron arrestados y juzgadosCasa por supuesta de conspiración las paraAméricas imponer una «dictadura negra».56 El Senado cubano aprobó entonces una ley electoral, conocida como Ley Morúa, que prohibía

46 la formación de partidos políticos a partir de criterios racia- les.57 El grupo negro organizó un levantamiento que tuvo como objetivo fundamental la derogación de la Ley Morúa. El Gobierno desató de inmediato una feroz represión, conoci- da como Guerra de las Razas de 1912, vinculada al objetivo nacional del blanqueamiento.58 Para demostrar la inconfor- midad con su pobre estatus económico los manifestantes afrocubanos ocasionaron daños a los ingenios de azúcar y a los comercios, nunca a las personas. Las Fuerzas Armadas cubanas reaccionaron y asesinaron indiscriminadamente a trabajadores asalariados afrocubanos y haitianos.59 A propó- sito comenta un académico afrocubano:

Todavía recuerdo cómo escuchaba, con los ojos bien abiertos y asqueado, los relatos –siempre susurrados, siempre contados como si se estuvieran revelando secretos indescriptibles– sobre los horrores cometidos contra mi familia y otros negros durante la guerra racial de 1912. Los escalofríos me recorrían la espalda cuan- do oía los relatos de cómo se cazaba a los negros día y noche, y sobre cómo los colgaban por los genitales en las farolas de las plazas centrales de los pequeños pueblos cubanos.60

Un observador directo ha señalado que el Ejército «corta- ba, sin discriminar demasiado, las cabezas de todos los Fondonegros que encontraban Editorial fuera de los límites de la aldea».61 Hubo también una matanza perpetrada por voluntarios civi- les blancos, que formaron milicias y ofrecieron sus servicios «paraCasa defender al gobierno» de contralas los manifestantesAméricas políticos afrocubanos.62 La Guerra de las Razas de 1912, puede ser considerada como un proyecto nacional de blanqueamiento.

47 De hecho, al menos un contemporáneo ha señalado que la masacre fue un intento de los blancos para hacer realidad su sueño centenario de acabar con los negros de Cuba.63 Una década después de la independencia, los afrocubanos esta- ban en peores condiciones económicas y su participación política, por la que habían luchado contra los españoles, no había mejorado. Países con menos dependencia del trabajo esclavo, como Chile, participaron de los proyectos nacionales de blan- queamiento. A pesar de que esta nación abolió en 1823 la esclavitud, para 1882 estableció en Europa un organis- mo de inmigración que tuvo por misión promover la prome- sa de conceder tierras a los futuros inmigrantes, acto facilita- do mediante una ley de 1824 que animaba a los europeos a establecer talleres en los centros urbanos así como en comunidades y áreas escasamente pobladas.64 Muchos de los inmigrantes provenían del Reino Unido, Suiza y Alema- nia. En igual sentido, Paraguay buscó activamente la inmi- gración europea, a la que se le permitió formar sus propias colonias. En 1893, por ejemplo, seiscientos colonos austra- lianos llegaron al país para establecer la colonia La Nueva Australia, pero antes, en 1886, los alemanes establecie- ron La Nueva Germania.65 Igualmente, en Uruguay el Esta- do apoyó la inmigración europea.66 Una fuente señala que la ola de inmigración europea comenzó en 1830, y que en un periodo de cien años llegaron a esa nación más de un millón Fondode europeos.67 Editorial Casa de las Américas

48 Limitaciones regionales al proyecto del blanqueamiento mediante la inmigración

En muchos países hispanoamericanos los efectos demográ- ficos del proyecto de blanqueamiento mediante la inmigra- ción europea se vieron mitigados por diversos factores. Por lo general, los inmigrantes no se sintieron atraidos por los lugares pocos desarrollados y con mayor nivel de pobreza que las naciones más grandes, como Argentina y Brasil. El resto de los países, incluidos los del Caribe, carecían de recursos para atraer continuas oleadas de europeos median- te cuantiosos subsidios públicos y concesiones de tierras. Por otro lado, la participación en conflictos armados inter- nacionales también dificultó la inmigración europea. Por ejemplo, entre 1821 y 1895 Perú sufrió diez invasiones militares.68 En tiempos de conflicto armado los estímulos prometidos a los inmigrantes se veían contrarrestados por las limitaciones fiscales bélicas, las que obligaban a que les fueran negados los privilegios y garantías a los extranjeros.69 Países como Costa Rica, Cuba, República Dominicana, Panamá y Venezuela, en los que las empresas industriales estadunidenses que dominaban el mercado despreciaban la aspiración de una población más blanca, ante la necesi- dad de mano de obra barata importaron gran cantidad de trabajadores de las Indias occidentales, fácilmente disponi- bles. Por consiguiente, en Venezuela, a pesar del mandato Fondolegal contra la Editorialinmigración no blanca, el sector industrial importó anualmente, en calidad de temporeros, entre 6000 y 11 000 trabajadores negros antillanos. La oposición a estaCasa inmigración se demanifestó las en el campo Américas político, incluso en algunas leyes nacionales que prohibían la inmigración negra. En Panamá, por ejemplo, una ley de 1926 requería

49 que la mano de obra de las empresas fuera, al menos, en un 75 % de los nacidos en el país.70 En Cuba, el Gobierno decretó en 1933 que el 50 % de los empleados tenía que ser nativo.71 En Costa Rica, el empresario y minero estadu- nidense Cooper Keith, que fuera contratado en 1871 para construir un sistema de ferrocarriles, desafió la prohibición legal de la inmigración negra con el propósito de contratar trabajadores en las Indias occidentales, según él «más resis- tentes al rigor del trabajo en los trópicos».72 Debido al desa- grado costarricense por los inmigrantes negros, el Gobierno se negó a reconocerlos, una vez asentados en el país, como ciudadanos o a concederles derechos legales sobre la tierra que cultivaban.73 Tanto es así, que en Costa Rica los inmi- grantes negros no recibieron derechos de ciudadanía hasta 1949. A falta de legislación inspirada en el blanqueamiento, un líder nacional dominicano fue tan lejos como legitimar la matanza, llevada a cabo por militares, de los residentes de ascendencia africana en el país. En efecto, en República Dominicana el dictador Rafael Leónidas Trujillo legitimó en su campaña de 1937 el asesinato de inmigrantes haitianos. Tras una investigación internacional en 1938, un acuerdo extrajudicial, también de carácter internacional, obligó a Trujillo a pagarle a Haití $525 000 de la época por los asesi- natos (lo que equivalía a menos de $30 por cada una de las 20 000 víctimas).74 Al mismo tiempo que Trujillo expul- saba y exterminaba a los inmigrantes haitianos emprendió Fondoun programa de colonizaciónEditorial agrícola a gran escala para estimular la inmigración europea. Una de las consecuencias fue el establecimiento de un asentamiento judío en Sosúa duranteCasa la década de losde años treinta.las Américas El interés de Hispanoamérica por la inmigración europea solo cedió cuando su entrada a países concretos comen-

50 zó a verse como anuncio de las demandas del movimien- to obrero.75 Así, por ejemplo, en Argentina, el lugar más exitoso del proyecto hispanoamericano de blanqueamiento, el Congreso aprobó la Ley de Residencia de 1902, que auto- rizaba la expulsión de los extranjeros o la denegación de su entrada en el país cuando supusieran una amenaza para el orden público.76 Conforme esta ley, cualquier inmigrante que participara en sindicatos podía ser deportado. En ese mismo sentido la Ley de Defensa Social argentina de 1910 asociaba a los inmigrantes con la agitación laboral e identi- ficaba a todos los terroristas como extranjeros. Pero incluso, si se marginó a los inmigrantes por amenazar los intereses económicos de las elites, los europeos que se asimilaron pasaron a formar parte de la imagen nacional de los argen- tinos de una forma nunca ofrecida a los afroargentinos.77 Por tanto, el blanqueamiento continuó idealizándose como mecanismo para comprender la jerarquía racial en Argentina y en el resto de la región.

El mestizaje como complemento del blanqueamiento

Argentina, Chile, Uruguay y el sur de Brasil fueron de las pocas regiones capaces de utilizar la inmigración europea para «blanquear» significativamente la apariencia de sus po- blaciones y disminuir la proporción de personas de ascen- Fondodencia africana. Editorial En contraste, otras naciones, con mayores porcentajes de poblaciones negras e indígenas, se apoyaron con más fuerza en el discurso del mestizaje para mantener el privilegioCasa blanco. de El mestizaje las se refiereAméricas literalmente al acto de miscegenación y producción de una identidad nacio- nal «mestiza», es decir, de una raza mixta, pero también

51 incluye la práctica discursiva, más amplia, de preferir una jerarquía específica de raza, género y clase para la mezcla racial. Para el mestizaje, ser de procedencia africana resulta inferior, de ahí que sea primordial mezclarse con razas más blancas para mejorar. Por consiguiente, con el mestizaje la blancura continúa siendo el ideal y la presunta localización de poder y liderazgo, aun en medio de las supuestas «cele- braciones» nacionales de la mezcla racial.78 Las ideas de supremacía blanca presentes en el mesti- zaje son evidentes cuando se considera la especificidad de género y clase con respecto al discurso de la mezcla racial. Las mujeres blancas de la elite quedaron completamente excluidas de tal idealización. Su pureza racial y su esta- tus de clase no se incluyeron en el mestizaje. De hecho, se suponía que continuarían contribuyendo a la reproduc- ción de una clase blanca de elite. En su lugar, el núcleo del mestizaje son las relaciones íntimas de las mujeres negras con los hombres blancos y la supuesta capacidad de esas relaciones de reducir la presencia negra en una nación. Y si bien en el mestizaje las relaciones sexuales interraciales fueron consideradas una prerrogativa de todos los hombres blancos, para las mujeres negras solo fueron vistos como parejas matrimoniales apropiadas, los hombres blancos inmigrantes o de la clase trabajadora.79 El Derecho cubano del siglo XIX reflejaba ese enfoque del mestizaje determinado por el género al prohibir el matrimonio de mujeres blancas con hombres negros, mientras permitía el de hombres blan- Fondocos con mujeres negras.Editorial80 El mestizaje sirvió así al impera- tivo del blanqueamiento decimonónico de Hispanoamérica, proporcionando la segunda mejor opción para promover socialmenteCasa a aquellos deque eran las «blancos, Américas pero no tanto».81 Después de fallidos intentos para blanquear directamen- te la población muchos países alentaron la mezcla racial

52 –considerada por los europeos del siglo XIX como represen- tativa de una sociedad retrasada– y la reinterpretaron para convirtirla en emblema del orgullo nacional.82 El capítulo 3 estudia cómo Brasil también recurrió al mestizaje para promover una identidad nacional incluyen- te, al tiempo que justificaba el privilegio racial blanco. Para la promoción del mestizaje las naciones tenían disponible una inmediata fuente de referencia gracias a las publica- ciones de intelectuales latinoamericanos bien conocidos, como el abolicionista cubano José Antonio Saco,83 el revo- lucionario independentista, también cubano, José Martí,84 Simón Bolívar en Venezuela85 y José Vasconcelos en Méxi- co.86 Aunque Saco, Martí y Bolívar presentaron el mesti- zaje como una fuente de unidad nacional en una situación caracterizada por las luchas de independencia, Vasconce- los recurrió a él como defensa contra la retórica racializada del imperialismo proveniente de los Estados Unidos, que describía a Latinoamérica como una región inferior, de no blancos.87 Con la independencia frente a España, obtenida entre 1810 y 1898, según el país, el mestizaje le sirvió de igual modo a los gobiernos de la región, incluidos los caribeños, que buscaban un discurso incluyente con el cual consolidar el Estado nación. Ese mismo discurso les permi- tía mantener una jerarquía racial que limitaba la integra- ción de los esclavos africanos recientemente emancipados y la de sus descendientes, así como la de los muchos solda- dos negros reclutados para luchar en las guerras por la inde- Fondopendencia en nombreEditorial de la igualdad.88 Así, por ejemplo, José Antonio Saco, uno de los más destacados intelectuales cubanos del siglo XIX, previendo el reto que supondría para la supremacíaCasa blanca de una nuevalas ciudadanía Américas negra emanci- pada, defendió la inmigración europea junto con la misce- genación entre hombres blancos y mujeres negras porque la

53 misma proporcionaría un «gran eslabón por donde la raza africana sube a confundirse con la blanca».89 En República Dominicana el mestizaje actuó mediante el mito de la vibrante ascendencia indígena, con el propósito de poner distancia en el país a una identidad negra pero, también, para distinguir a los de su vecino negro, Haití. Se potenciaba así el papel de los ancestros indígenas de los dominicanos como un vínculo genético con la piel marrón (a pesar del hecho de que la gran mayoría de la población indígena fue exterminada durante los cincuenta años siguien- tes a la llegada de Colón, en 1492). La novela Enriquillo, publicada en 1882, refleja una identidad nacional, en etapa de formación, que se construía ligada al pasado indígena, supuestamente de mayor importancia que la influencia genética de la gran población africana.90 La novela centra su atención en Enriquillo, un líder indígena que dirige una insurrección contra los colonizadores españoles, la cual se extiende por más de trece años (1519-1533) hasta alcan- zar una pacífica negociación para conseguir cierta forma de autogobierno a cambio del regreso de los esclavos fugados e implicados en el alzamiento. El resultado fue que la defensa dominicana del ancestro indígena, del «indio», se convirtió en el concepto preferido para identificar a una persona de raza mixta, a pesar de que pocos eran los dominicanos, si es que había alguno, que pudieran retrotraer sus orígenes a auténticos ancestros indígenas.91 La palabra «indio» es Fondoconscientemente ambigua,Editorial se corresponde con lo que en otros países latinoamericanos llaman mulato, pero invoca un pasado indígena inventado para eludir la importancia de los despreciadosCasa ancestros de africanos. las92 El Américas indio se convirtió en mito institucionalizado durante la dictadura de Trujillo (1931-1961), cuando todos los documentos oficiales reifi-

54 caron esta figura mítica. Trujillo ordenó la rescritura de los libros dirigidos a la enseñanza de la Historia para así elimi- nar todo reconocimiento a los ancestros africanos de los dominicanos.93 A diferencia de República Dominicana otros países de la región tenían, y tienen, una considerable población de pueblos indígenas. En estos países con una menor propor- ción de negros el mestizaje también fue utilizado como centro de la mezcla racial de los blancos con las personas de ascendencia indígena, lo cual dio lugar a la figura del «mestizo», en formas que actuaron simultáneamente para eliminar del imaginario nacional a aquellos de ascenden- cia africana. El antropólogo Jean Muteba Rahier lo llama proceso nacional de «mestizaje monocultural».94 En México, por ejemplo, la elevación del mestizo indígena que asimila las costumbres culturales europeas como símbolo nacional se hizo a partir de la denigración de la negritud.95 Como ya se señaló, la principal figura intelectual del mestizaje, el mexicano José Vasconcelos, defendió la idea de una «raza cósmica» miscegenada que permitiría a los mestizos de ascendencia blanca e indígena modernizar la nación, mien- tras que los «tipos más bajos», los negros, desaparecerían de la población. Con la exclusión del negro en la concep- tualización mexicana del mestizaje, no sorprende que en el estudio realizado por Bobby Vaugh acerca de la identi- dad contemporánea afromexicana, el autor dijera que «no encontró pruebas entre los negros de la dominante visión Fondomexicana de que Editorial la herencia indígena es fundamental para la herencia propia».96 El mestizaje actuó de forma parecida para marginar a los negros, al tiempo que promovía la asimi- laciónCasa de los indígenas de en países las como AméricasEcuador,97 Guatema- la98 y Honduras99 (con el uso de la ambigua palabra «ladino» para designar a las razas mixtas y distinguir a los no blancos

55 asimilados, con capital social de los pueblos indígenas, y negros denigrados, excluidos de la imagen nacional). Por mucho que se emplearan conceptos raciales como «mulato» y «mestizo» para referirse al mestizaje e identificar a aquellos que se perciben de raza mixta, los conceptos pue- den ser considerados como herramientas para el blanquea- miento en la medida en que ampliaban el número de perso- nas de ascendencia africana que se «blanqueaban» al pasar de la categoría «negro» a una racialmente superior, como la de «mulato o mestizo».100 En consecuencia, los aspectos del mestizaje relacionados con el blanqueamiento se hacen especialmente evidentes en su utilización, por el Gobierno, en la elaboración de censos y en la frecuente decisión de omitir toda clase de datos raciales en el mismo.

El censo como instrumento de blanqueamiento o mestizaje

El análisis de los censos realizados en Argentina en la prime- ra parte del siglo XIX, así como de otros datos demográfi- cos, demuestra convincentemente que los funcionarios de los censos reclasificaron a grandes sectores de la población afroargentina. Por ejemplo, los ubicados en la categoría racial de «moreno», es decir, negro «puro», fueron transferidos a las de «pardo» (persona de raza mixta, conocida también Fondocomo mulato) y «blanco». Editorial101 El ritmo al que se redujeron los números de la categoría moreno y el simultáneo aumento de la de pardo superaba las posibilidades biológicas de procrear hijos deCasa raza mixta, lo cualde llevó las a que, con Américas el transcurso del tiempo, muchos morenos fueran simplemente reclasificados como pardos. Los funcionarios del censo seleccionaban la

56 categoría racial del encuestado basándose en la inspección visual, en lugar de confiar la clasificación al propio sujeto.102 La estratégica reclasificación de los morenos en pardos y de los pardos en blancos sirvió, por tanto, para hacer más blanca la imagen estadística de la nación. Si bien la pobla- ción conjunta de negros y pardos sumó regularmente, al menos, el 25 % de la población argentina en 1810, 1822 y 1838, la cifras reflejan que para 1887 solo componían el 1,8 % de la población.103 Una vez que la nación Argentina se comprometió constitucionalmente al blanqueamiento del país, mediante la inmigración europea, las formas del censo descontinuaron el uso de la racialmente ambigua categoría de pardo. En lugar de mantenerla, las personas con cual- quier tipo de ascendencia africana se colocaron en la cate- goría «de color». El año 1887 fue el último, hasta 2010, en el que el censo argentino incluyó algún tipo de pregunta re- lativa a la raza.104 En igual sentido, la vecina Uruguay obvió, después de 1852, la categoría racial en sus censos; solo reintrodujo la pregunta en 1996.105 En Colombia, esta pregunta fue supri- mida después de 1843, y no se volvió a incorporar hasta 1993.106 En Costa Rica, desde la elaboración del censo decenal, en 1861, solo se incluyó una pregunta sobre raza en los censos realizados en 1927, 1950 y en el más recien- te, llevado a cabo en el año 2000.107 Si bien algunos países han decidido incluir nuevamente las clasificaciones raciales Fondoello es resultado Editorial de la presión política ejercida por los movi- mientos sociales negros y las organizaciones internacionales que los apoyan. Con las clasificaciones raciales del censo se puedenCasa agregar datos de socioeconómicos las Américas para mostrar esta- dísticamente cuáles son las desigualdades concretas que existen al respecto.

57 Las acciones estratégicas para el blanqueamiento, lleva- das a cabo por funcionarios de los censos promovidos por los gobiernos, están especialmente bien documentadas para el caso de Puerto Rico. Aunque este país es parte del territorio de los Estados Unidos desde 1898, sus prácticas culturales y su política racial surgen más directamente del histórico legado colonial español de blanqueamiento y mestizaje,108 razón por la cual su censo aclara en mucho sobre estos dos términos. La publicación reciente del uso público de micro- muestras de los censos de 1910 y 1920 en Puerto Rico hizo posible documentar, empíricamente, por primera vez el papel de este instrumento en el blanqueamiento estadístico de la población. El análisis de los datos indica que el espec- tacular aumento de 7,5 puntos porcentuales de la población blanca entre 1910 y 1920 (un aumento de más del doble que en cualquier otra década del siglo XX), no podía atribuir- se solo a factores de aumento natural de la población, como la fertilidad y la migración. Los demógrafos han demostrado que el blanqueamiento de la población puertorriqueña se debió casi por completo a la reclasificación racial hecha por los funcionarios de un censo a otro:

Por consiguiente, si la miscegenación fue la principal fuente de blanqueamiento de Puerto Rico en este pe- riodo, cabría esperar que los resultados del censo de 1920 mostraran un declive en la proporción de Fondopoblación clasificada Editorial como negra, unida a un aumen- to en la proporción de la población clasificada como mulato. En su lugar, se observa un declive, tanto de losCasa porcentajes dede la población las negra Américas y mulata, junto con un aumento espectacular de la proporción de blancos.109

58 A través de un cambio cultural sobre cómo se definía socialmente ser blanco, había una probabilidad un 60 % mayor en 1920 que en 1910 de que los funcionarios del censo clasificaran a un niño de padres nominalmente in- terraciales como blanco, a pesar del hecho de que la cate- goría racial mixta de «mulato» seguía siendo oficial. Los censos posteriores al de 1920 continuaron esa trayectoria de blanqueamiento hasta que en 1952 se descontinuó la clasificación racial (se volvió a reincorporar en el censo del año 2000). El control de los Estados Unidos sobre Puerto Rico, después de la guerra hispano-estadunidense de 1898, proporciona, irónicamente, la prueba más clara del funcio- namiento del blanqueamiento tanto en el Caribe como en Hispanoamérica. Mientras que la Oficina del Censo estadu- nidense ha organizado desde 1899 la elaboración del censo puertorriqueño la preferencia del Gobierno de los Estados Unidos por la precisión con respecto a las categorías racia- les se vio subvertida por la ejecución de funcionarios nati- vos puertorriqueños. Debido a que solo en el censo del año 2000 se les pidió a los encuestados que clasificaran ellos mismos su identidad racial, el papel de los funcionarios en la clasificación racial de la población puertorriqueña ha sido importante. Históricamente, la Oficina del Censo asignaba a un funcionario norteamericano la dirección de la elabo- ración del censo en Puerto Rico y la posterior edición de Fondolas respuestas Editorialpara que reflejaran «precisión racial». Se seleccionaron funcionarios especiales, entre «las mejores clases» de Puerto Rico, para ayudar en el proceso de edi- ciónCasa tras la recolección de de datos.las110 EnAméricas 1920, la abruma- dora mayoría de las ediciones tras la recolección (88 % de 16 965 formularios) reclasificaron a los individuos como

59 mulatos, sobre todo sacándolos de la categoría de blancos (13 225) con mucho más fervor que de la categoría de negro (1665).111 En resumen, tras la recolección de datos el proceso de edición controlado por los Estados Unidos, que vigilaba de manera más estricta el cumplimiento de los límites acerca de qué significaba ser blanco, subraya la forma en la que los formularios no editados reflejaban el funcionamiento del blanqueamiento en el país. En otras palabras, los funcionarios puertorriqueños respondieron al blanqueamiento y a la ideología del mestizaje que Puerto Rico compartía con Hispanoamérica clasificando de manera creciente de un censo a otro a los puertorriqueños de raza mixta y con piel más clara como blancos. De hecho, la Ofici- na del Censo estadunidense reconoció el papel del blan- queamiento cuando informó en 1968 que la reducción en el porcentaje de no blancos de la población de Puerto Rico «era sin duda resultado del cambio gradual del concepto de las clasificaciones de raza aplicado por los funcionarios del censo».112 A partir de ese momento, en la medida en que el país obtuvo mayores competencias de autogobierno, la administración local presionó políticamente con éxito para que la cuestión sobre la raza se eliminara del censo, lo cual justificó diciendo que la mezcla racial de Puerto Rico hacía que esa pregunta no fuera importante. Al igual que el resto de Hispanoamérica, que se había resistido a las implica- ciones de la inferioridad racial afirmada por la eugenesia Fondodecimonónica, Puerto Editorial Rico recurrió al blanqueamiento y al mestizaje como figuras retóricas de la modernización y de la unidad regional en los años que siguieron al control de los EstadosCasa Unidos tras lade guerra lashispano-estadunidense Américas y el reconocimiento, en 1917, de la ciudadanía estadunidense a los puertorriqueños de la isla.113 En el año 2000, el censo

60 reincorporó la pregunta sobre la raza y encontró que el 80,5 % de la población se identificaba a sí misma como blanca, un porcentaje superior en un 5,4 % al de las perso- nas que así se clasifican en los Estados Unidos, lo que pudiera sugerir la persistente relevancia del blanqueamiento y el mestizaje.114 Para el censo del año 2010, los encuesta- dos puertorriqueños continuaban seleccionando despropor- cionadamente la categoría única de blanco, en un 75,1 %, con solo un 3,2 % que escogía más de una categoría racial, el 7,8 % «alguna otra raza» y el 12,3 % la de negro. Aunque el caso puertorriqueño es ciertamente extremo en su manifestación del blanqueamiento mediante el censo, otras naciones hispanoamericanas y caribeñas también lo usaron como lugar de funcionamiento de sus ideolo- gías raciales. Por ejemplo, la opción generalizada en los censos de omitir datos sobre raza es la forma predominante en la que este instrumento se usa estratégicamente para promover el blanqueamiento, y en especial el mestizaje. Es importante señalar que incluso si muchos países omitieron preguntar sobre raza o color en los censos, con frecuencia incluían preguntas sobre la ascendencia indígena, como en el caso de Chile,115 México,116 Panamá117 y Venezuela.118 Por consiguiente, la eliminación de los datos sobre raza en los formularios censales no se puede considerar simple- mente como una creencia nacional de la irrelevancia del color, sino más bien como un movimiento estratégico para Fondoevitar reconocer Editorial la presencia nacional de la negritud. Esto es especialmente evidente en el caso de Guatemala, país en el que hasta 1940 el censo decenal incluyó la clasificación racialCasa de «negro». Sinde embargo, las cuando Américas en 1950 Guatema- la omitió esta clasificación, conservó las categorías técnicas censales de indígena o no indígena (ladinos), con lo cual

61 le negaba cualquier tipo de reconocimiento estadístico a la población afroguatemalteca.119 Un estudio histórico sugie- re convincentemente que la desaparición de los registros documentados de la población afroguatemalteca comenzó en la era colonial, cuando un gran número de los mulatos, descendientes de los africanos, se contabilizaron en el censo como mestizos de ascendencia indígena o como blancos.120 México también resulta un caso interesante. Tras conquis- tar su independencia de España, en 1821, se aprobó una legislación que prohibía en los documentos oficiales la clasi- ficación de las personas por la raza. El soberano Congreso Constituyente mexicano aprobó el Plan de Iguala, el cual prohibía en los documentos oficiales de la administración la clasificación de las personas mediante la raza.121 Sin embargo, esta prohibición legal no tuvo influencia en las diversas entidades públicas, que continuaron diferenciando a la población según la raza,122 y contemplaron a los indíge- nas como más inteligentes que los de ascendencia africana. Así, la condesa Paula Kolonitz, miembro de la elite política, declaró en 1864: «Los indios son mucho más inteligentes que los negros y su carácter tiene un fondo más noble».123 Incluso la elaboración del censo nacional de población que se efectuó en 1921, inmediatamente después de la Revolución Mexicana (1910-1920), contenía clasificacio- nes raciales tales como de raza indígena pura, mezcla- da con blanca y blanca.124 La única categoría que se Fondoomitió fue la de negro.Editorial La clasificación racial sigue im- portando, pero ser negro no se considera ya relevan- te para la identidad nacional del país. Algunos gobiernos de losCasa estados federados de que lasllevaron aAméricas cabo su propia elaboración censal continuaron incluyendo clasificaciones raciales, como el censo de Oaxaca, que contempló cate-

62 gorías como las de indio, negro, mestizo y blanco.125 En el censo realizado en este Estado, en 1890 los afromexica- nos con menos de quince años constituían el 20 % de la población. Resulta improbable que tal cifra de jóvenes se extinguiera en los treinta y un años que pasaron hasta el censo de 1921. En otras palabras, había afromexicanos presentes en la población, a pesar de la reticencia nacional a incluirlos en el conteo. La eliminación de la recogida de datos sobre raza en los formularios de los censos generales en Hispanoamérica estuvo acompañada muchas veces de una enérgica retórica estatal sobre el mestizaje. Por ejemplo, cuando el Gobierno mexicano omitió definitivamente las clasificaciones raciales en el censo nacional de 1930, lo hizo con mucha fanfarria pública (aunque todavía incluía un indicador indirecto de la raza indígena, las lenguas habladas, y continuó detectando a los indígenas en los censos de los años 1940 a 1970 con preguntas relativas al lenguaje). El Instituto Nacional de Estadística de México declaró en 1930 que las clasificacio- nes raciales del censo ya no eran necesarias debido a que la nación se componía ahora de razas mixtas y la estratificación social pasaba a ser un asunto de clase económica más que de identidad racial.126 Merece la pena señalar la forma en la que el Gobierno mexicano promovió abiertamente el censo como vehículo para la creación de la nación. Los carteles distribuidos por la oficina del censo de 1930 declaraban Fondoaudazmente: «Hacer Editorial el censo es hacer patria. Ayúdenos a hacerlos» (sic).127 Con esas palabras, la oficina mexicana del censo irónicamente representaba la aspiración latinoameri- canaCasa de conseguir, decon la elaboraciónlas Américasde este instrumento, una nación moderna, ya que sus resultados mostrarían un ciudadano nacional idealizado alejado de la negrura.

63 En resumen, tras la emancipación de los esclavos, Hispa- noamérica buscó blanquear su población como vehículo de modernización. Algunos países, por ejemplo Argentina, hicieron un uso exitoso de sus leyes de inmigración y de los subsidios públicos para blanquear la población mediante la llegada de inmigrantes europeos. Otros países de la región, menos exitosos en el blanqueamiento, se apoyaron fuerte- mente en la presentación estratégica de los datos censales para ocultar la presencia demográfica de las poblaciones de ascendencia africana. Esos esfuerzos estuvieron acom- pañados de diversas tentativas nacionales para promover el mestizaje. En efecto, las leyes formales de inmigración y las leyes no escritas reflejadas en las prácticas de elabora- ción del censo, así como las campañas en favor de la iden- tidad nacional mestiza pretendieron marginar y constreñir la ciudadanía plena de los afrodescendientes. Al igual que las leyes de Jim Crow contra la segregación en los Estados Unidos, las campañas hispanoamericanas de blanquea- miento y mestizaje «mantenían a los negros en su sitio», de manera parecida a como acontecía en los Estados Unidos, en ausencia de la esclavitud.128 La historia hispanoamericana del uso racializado de la ley formal en el contexto de la inmigración contradice el relato de la inocencia racial que por tanto tiempo ha bloqueado los esfuerzos contemporáneos por la igualdad racial. De manera semejante, el papel activo del Estado en su política Fondode blanqueamiento Editorial mediante los censos podría ser conside- rada como derecho consuetudinario de la regulación de la raza. En la medida en que el Estado ejercía una arraigada prácticaCasa consuetudinaria de no escrita, las que Américasutilizaba el censo para blanquear el conteo de la población y, por consiguien- te, marginar a la ciudadanía afrodescendiente, las políticas

64 del Estado se fusionaban también con el derecho consue- tudinario de la regulación de la raza. No obstante, Brasil se destaca por ser la jurisdicción en la que el desarrollo del derecho consuetudinario de la regulación de la raza fue más amplio y el que mejor se documentó, en comparación con el resto de Latinoamérica. Por tal motivo, el derecho consue- tudinario brasileño merece un examen más detallado en el siguiente capítulo.

Fondo Editorial Casa de las Américas

65 Notas

1 Francis Galton: Hereditary Genius, London, Macmillan and Co., 1869. 2 Lourdes Martínez-Echazábal: «Mestizaje and the Discourse of Na- tional/Cultural Identity in Spanish America, 1845-1959», Spanish American Perspectives, 25 de mayo de 1998, pp. 23-24. 3 Aline Helg: «Race in Argentina and Cuba, 1880-1930: Theory, Policies, and Popular Reaction», en Richard Graham (ed.): The Idea of Race in Spanish America, 1870-1940, Austin, University of Texas Press, 1990, pp. 37-38. 4 James F. King: «The Case of José Ponciano de Ayarza: A Docu- ment on Gracias al Sacar», Hispanic American History Review, 31, 1951, pp. 640-647. 5 Nancy Leys Stepan: The Hour of Eugenics, Ithaca, Cornell Univer- sity Press, 1991, pp. 27-28. 6 Richard W. Burkhardt: The Spirit of the System: Lamarck and Evolutionary Biology, Cambridge, Harvard University Press, 1977. 7 Nancy Leys Stepan: Ob. cit., pp. 85-89. 8 Ibíd., pp. 122-128. 9 Edward E. Telles: Race in Another America: The Significance of Skin Color in Brazil, Princeton, Princeton University Press, 2004, p. 28; Ana María Alonso: «Conforming Disconformity: “Mestizaje”, Hybridity, and the Aesthetics of Mexican Nationalism», Cultural Anthropology, 19, 2004, p. 462. 10 Nancy Leys Stepan: Ob. cit., p. 170. 11 José Vasconcelos: The Cosmic Race: A Bilingual Edition, Didier T. Jaén (trad.), 2da. ed. Baltimore, The Johns Hopkins University Press, 1997, p. 30. 12 Jean Muteba Rahier: «Soccer and the (Tri-)Color of the Ecuadorian FondoNation, Visual and EditorialIdeological (Dis)Continuities of Black Otherness from Monocultural Mestizaje to Multiculturalism», Visual Anthro- pology Review, 24, 2008, pp. 148-182. 13 MaryCasa Elizabeth Bletz: de«Whiteness las of a Darker Américas Color: Narratives of Immigration and Culturation in Brazil and Argentina, 1890- 1930». Tesis de doctorado, New York University, 2003, p. 9.

66 14 George Reid Andrews: The Afro-Argentines of Buenos Aires, 1800-1900, Madison, The University of Wisconsin Press 1980, pp. 20 y 178. 15 Mary Elizabeth Bletz: «Whiteness of a Darker Color...». Tesis citada, p. 79. 16 Constitución de la Confederación Argentina, 1853, art. 25. 17 Ibíd., art. 20. 18 George Reid Andrews: The Afro-Argentines of Buenos Aires..., ed. cit., p. 103. 19 George Reid Andrews: Afro-Latin America, 1800-2000, New York, Oxford University Press, 2004, p. 136. 20 Herbert S. Klein: «The Integration of Italian Immigrants into the United States and Argentina: A Comparative Analysis», American Historical Review, 88, abril de 1983, p. 323. 21 Ibíd., pp. 318 y 321. 22 Ibíd., p. 321. 23 George Reid Andrews: The Afro-Argentines of Buenos Aires..., ed. cit., pp. 64-200. 24 Samuel L. Baily: «The Adjustment of Italian Immigrants in Buenos Aires and New York, 1870-1914», American Historical Review, 88, abril de 1983, p. 284. 25 George Reid Andrews: The Afro-Argentines of Buenos Aires..., ed. cit., pp. 20 y 183. 26 Patricio Downes: «Casi dos millones de argentinos tienen sus raí- ces en el África negra», Clarín, 9 de junio de 2006. Disponible en http://edant.clarin.com/ diario/2006/06/09/sociedad/s-03801. htm. 27 Rosario Gabino: «¿Hay negros en Argentina?», BBC Mundo, 16 de marzo de 2007. Disponible en http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/ specials/2007/esclavitud/newsid_6455000/6455537.stm. 28 George Reid Andrews: Afro-Latin America... ed. cit., pp. 129 y 136. Fondo29 Frank Safford: Editorial«Race, Integration, and Progress: Elite Attitudes and the Indian in Colombia, 1750-1870», Hispanic American Historical Review, 71, 1991, p. 2. 30 GeorgeCasa Reid Andrews: de Blackness las in the WhiteAméricas Nation: A History of Afro-Uruguay, Chapel Hill, University of North Carolina Press, 2010, p. 8. 31 Ibíd., pp. 40-42.

67 32 Ibíd., pp. 3-5. 33 Ibíd., pp. 83-96. 34 Ibíd., pp. 105 y 109. 35 Ibíd., p. 110 (cita a Suárez Peña, 1956, presidente de la organi- zación afrouruguaya Asociación Cultural y Social Uruguay). 36 Winthrop R. Wright: «Race, Nationality, and Immigration in Ve- nezuelan Thought, 1890-1937», Canadian Review of Studies in Nationalism, 6, 1979, p. 3. 37 Raquel Álvarez de Flores: «Evolución histórica de las migraciones en Venezuela: breve recuento», Aldea Mundo, 22, noviembre de 2006-abril 2007, p. 90. 38 Iliana París García: Ideología y proceso de blanqueamiento, una aproximación construccionista a su posible influencia en la iden- tidad y la autoimagen de tres mujeres negras venezolanas, Cara- cas, s.e., 2002, p. 27. 39 Winthrop R. Wright: «Café con leche: A Brief Look at Race Rela- tions in Twentieth Century, Venezuela», The Maryland Historian, 1970, p. 22. 40 Winthrop R. Wright: «Elitist Attitudes Toward Race in Twen- tieth-Century Venezuela», en Robert Brent Toplin (ed.): Slavery and Race Relations in Spanish America, Westport, Greenwood Press, 1974, pp. 325-347. 41 Ibíd., p. 337. 42 Winthrop R. Wright: «Race, Nationality, and Immigration in Vene- zuelan Thought...», pp. 8-9. 43 Ronald Soto Quirós: «Desafinidad con la población nacional: dis- cursos y políticas de inmigración en Costa Rica», Istmo, 24 de julio de 2003, pp. 2 y 4. 44 Moisés González Navarro: «Mestizaje in Mexico During the National Period», en Magnus Morner (ed.): Race and Class in FondoSpanish America, EditorialNew York, Columbia University Press, 1970, pp. 145-169; Mario C. Vásquez: «Immigration and Mestizaje in Nineteenth-CenturyCasa dePeru», en lasMagnus MörnerAméricas (ed.): Ob. cit., pp. 73-95; Peter Wade: Blackness and Race Mixture. The Dynamics of Racial Identity in Colombia, Baltimore, The Johns Hopkins University Press, 1993, pp. 11-12, 15.

68 45 Immigration Act of 1924, ch. 190, 43 Stat. 153, 1924. 46 Frederic Martínez: «Apogeo y decadencia del ideal de la inmigra- ción europea en Colombia, siglo XIX», Boletín Cultural y Bibliográ- fico, 34, 1998, p. 3; George Reid Andrews: Afro-Latin America..., ed. cit., p. 284. 47 Kimberly Elson Simmons: Reconstructing Racial Identity and the African Past in the Dominician Republic, Gainesville, University of Florida Press, 2009, p. 26. 48 Harry Hoetink: «The Dominician Republic in the 19th Century: Some Notes on Stratification, Inmigration and Race» in M. Mörner (ed.): Race and Class in Latin America, ed. cti., pp. 96-121. 49 Nicola Foote: «Race, State and Nation in Early Twentieth Century Ecuador», Nations and Nationalism, 12, 2006, p. 265. 50 Richard Gott: Cuba: A New History, New Haven, Yale University Press, 2005, p. 54. 51 Gema Rosa Guevara: «Founding Discourse of Cuban Nationalism: La patria, blanqueamiento and la raza de color». Tesis de doctora- do. U. C. San Diego, 2000, p. 50. 52 Gustavo Enrique Mustelier: La extinción del negro: apuntes polí- tico-sociales, Havana, Imprenta y Papelería de Rambla, Bouza y Cía., 1912. 53 Marianne Masferrer y Carmelo Mesa-Lago: «The Gradual Integra- tion of the Black in Cuba: Under the Colony, the Republic, and the Revolution», en Robert Brent Toplin (ed.): Slavery and Race Relations in Spanish America, ed. cit., pp. 348-384. 54 Alejandro de la Fuente: «Race and Inequality in Cuba, 1899- 1981», Journal Contemporary History, 30, 1995, p. 155. 55 Aline Helg: «Race in Argentina and Cuba, 1880-1930...», en Richard Graham (ed.): The Idea of Race..., ed. cit., p. 53. 56 Aline Helg: «Race and Black Mobilization in Colonial and Early FondoIndependent Cuba:Editorial A Comparative Perspective», Ethnography, 44, 1997, p. 63. 57 LuisCasa E. Aguilar: «Cuba, de c. 1860-c. las 1930», Américas en Leslie Bethell (ed.): Cuba: A Short History, Cambridge, Cambridge University Press, 1993, pp. 21 y 44.

69 58 Aline Herg: Our Rigthful Share: The Afro-Cuban Struggle for Equa- lity, 1886-1912, Chapel Hill, University of North Carolina, 1995, p. 193. 59 Louis A. Pérez, Jr.: «Politics, Peasants, and People of Color: The 1912 “Race War” in Cuba Reconsidered», Hispanic American Re- view, 66, 1986, p. 537. 60 Lourdes Casal: «Race Relations in Contemporary Cuba», en Anani Dzidzienyo y Lourdes Casal (eds.): The Position of Blacks in Brazilian and Cuban Society, London, Minority Rights Group, 1979, p. 12. 61 Luis A. Pérez, Jr.: «Politics, Peasants, and People of Color...», p. 537. 62 Aline Helg: Our Righful Share..., ed. cit., p. 203. 63 Lino D’Ou: «El fantasma histriónico», Labor Nueva, 27 de febrero de 1916. 64 Richard Gott: «Spanish America as a White Settler Society», Bulletin of Spanish American Research, 26, 2007, pp. 283 y 286. 65 Ibíd., p. 287. 66 George Reid Andrews: Blackness in the White Nation..., ed. cit. 67 Carlos M. Rama: «The Passing of the Afro-Uruguayans from Caste Society into Class Society», en Magnus Mörner (ed.): Race and Class in Spanish America..., ed. cit., pp. 28-50. 68 Felipe de la Barra: Invasiones militares de Lima: desde la Con- quista hasta la República, Lima, s.e., 1959, pp. 11-19. 69 Mario C. Vásquez: «Inmigration and Mestizaje in Nineteenth-Cen- tury Peru», en Magnus Mörner (ed.): Race and Class..., ed. cit., p. 79. 70 George Reid Andrews: Afro-Latin America..., ed. cit., p. 140. 71 Marianne Masferrer y Carmelo Mesa-Lago: «The Gradual Integra- tion of the Black in Cuba», en Robert Blent Toplin (ed.): Slavery and Race..., ed. cit., p. 362. 72 Ronald N. Harpelle: «The Social and Political Integration of West FondoIndians in Costa Rica:Editorial 1930-1950», Journal of Spanish American Studies, 25, febrero 1993, pp. 104 y 111. 73 Ronald N. Harpelle: «Ethnicity, Religion and Repression: The DenialCasa of African Heritage de in Costa las Rica», CanadianAméricas Journal of History, 29, abril 1994, p. 98. 74 Madison Smartt Bell: «A Hidden Haitian World», New York Review of Books, 17 de julio de 2008, p. 41.

70 75 Mary Elizabeth Bletz: «Whiteness of a Darker Color...». Tesis cita- da, pp. 91-94 y 201. 76 Ibíd., pp. 95-96 y 201. 77 Ibíd., pp. 137-138. 78 Simón Bolívar: The Hope of the Universe, París, Unesco, 1983, p. 118. 79 Gema R. Guevara: «Inexacting Whiteness: Blanqueamiento as a Gender-Specific Trope in the Nineteenth Century», Cuban Studies Journal, 36, 2005, pp. 105-128, 109. 80 Marilyn Grace Miller: Rise and Fall of Cosmic Race: The Cult of Mestizaje in Spanish America, Austin, University of Texas Press, 2004, p. 51. 81 Homi K. Bhabha: «Of Mimicry and Man: The Ambivalence of Co- lonial Discourse», October, 28, 1984, p. 132. 82 Alexandra Isfahani-Hammond: «Introduction: Who Were the Mas- ters in the Americas?», en Alexandra Isfahani-Hammond (ed.): The Masters and the Slaves: Plantation Relations and Mestizaje in American Imaginaries, New York, Palgrave Macmillan, 2004, p. 2. 83 Richard Graham (ed.): The Idea of Race in Spanish America..., ed. cit., p. 39. 84 Deborah Shnookal y Mirta Muñiz (eds.): José Martí Rea- der: Writings on the Americas, Melbourne, Ocean Press, 1999, pp. 161-167. 85 Harold A. Bierck Jr. (ed.): Selected Writings of Bolivar, Volume I: 1800-1822, Lewis Betrand (trad.), New York, Colonial Press, 1951, p. 110. 86 José Vasconcelos: La raza cósmica: misión de la raza iberoame- ricana, notas de viajes a la América del Sur, París, Agencia Mun- dial de Librería, 1925. 87 Marilyn Grace Miller: Rise and Fall of Cosmic Race..., ed. cit., p. 43. 88 Peter Blanchard: «The Language of Liberation: Slave Voices in the FondoWars of Independence», Editorial Hispanic American History Review, 82, 2002, pp. 499-523, 521. 89 José Antonio Saco: Colección de papeles científicos, históricos y políticosCasa sobre la islade de Cuba, las vol. 3, París, Américas Impr. de D’Aubusson y Kugelmann, 1858, p. 208; Lourdes Martínez-Echazábal: «Mesti- zaje and the Discourse of National/Cultural Identity...», Spanish, American Perspectives, 25, 1998, p. 29.

71 90 Manuel de Jesús Galván: Enriquillo, Santo Domingo, G. Herma- nos, 1882. 91 M. Fennema y T. Lowenthal: La construcción de raza y nación en la República Dominicana, Santo Domingo, Editorial Universitaria, 1987, p. 28. 92 David Howard: Coloring the Nation: Race and Ethnicity in the Dominican Republic, Oxford, Signal Books, 2001, p. 41. 93 Kimberly Elson Simmons: Reconstructing Racial Identity..., ed. cit., p. 29. 94 Jean Muteba Rahier: «Soccer and the (Tri-) Color of the Ecuado- rian Nation...», pp.148-182. 95 Ángel Rosenblat: La población indígena y el mestizaje en Améri- ca, Buenos Aires, Editorial Nova, 1954, pp. 32-35. 96 Bobby Vaughn: «Afro-Mexico: Blacks, Indigenes, Politics, and the Great Diaspora», en Anani Dzidzienyo y Suzanne Oboler (eds.): Neither Enemies nor Friends: Latinos, Blacks, Afro-Latinos, Houndmills, Palgrave Macmillian, 2005, pp. 117-136, 123. 97 Norman Whitten, Jr.: «El Mestizaje: An All Inclusive Ideology of Exclusion», en Norman Whitten, Jr. (ed.): Cultural Transformation and Ethnicity in Modern Ecuador, Urbana, University of Illinois Press, 1981, pp. 45-94. 98 Isabel Rodas Núñez: «Identidades y la construcción de la cate- goría oficial “ladino” en Guatemala», Working Paper, 29, Centre for Research on Inequality, Human Security and Ethnicity, octubre de 2006, pp. 4-7. 99 Darío A. Euraque: «The Banana Enclave. Nationalism and Mes- tizaje in Honduras, 1910s-1930s», en Avi Chomsky y Aldo Lauria (eds.): At the Margins of the Nation-State: Identity and Struggle in the Making of the Laboring Peoples of Central America and the Hispanic Caribbean, 1860-1960, Durham, Duke University Press, 1998. 100 Andrew Juan Rosa: «El que no tiene dingo, tiene mandingo: The FondoInadequacy of the “Mestizo”Editorial as a Theoretical Construct in the Field of Spanish American Studies – The Problem and Solution», Jour- nal of Black Studies, 27, 1996, p. 285. 101 AndrewsCasa Juan Rosa: The de Afro-Argentines las of Buenos Américas Aires..., ed. cit., pp. 64-92. 102 Doreen S. Goyer y Eliane Domschke: The Handbook of Na- tional Population Censuses: Spanish America and the Caribbean,

72 North America, and Oceania, Westport, Greenwood Press, 1983, pp. 41-49. 103 «Casi dos millones de argentinos tienen sus raíces en el África ne- gra», Clarín, 9 de junio de 2006. Disponible en http://www.clarin. com/diario/2006/06/09/ sociedad/s-03 801.htm. 104 Ibíd. 105 Marisa Bucheli y Wanda Cabela: Encuesta nacional de hogares ampliada 2006: perfil demográfico y socioeconómico de la po- blación uruguaya según su ascendencia racial, Montevideo, Ins- tituto Nacional de Estadística, 2006, p. 2. Disponible en http:// www.inc-gob.uy/enha2006/Informe%20final%raza.pdf. 106 Yolanda Bodnar: «Colombia: apuntes sobre la diversidad cultural y la información sociodemográfica disponible en los pueblos indí- genas», presentación en «Pueblos indígenas y afrodescendientes de América Latina y el Caribe: relevancia y pertinencia de la in- formación sociodemográfica para políticas y programas» Santiago, Comisión Económica de Naciones Unidas para Hispanoamérica y el Caribe, abril de 2005, p. 14. Disponible en http://www.eclac. cl/mujer/ noticias/noticias/5/27905/YBodnar.pdf. 107 Donald Allen: «La experiencia de Costa Rica», presentación en «Todos contamos: Los grupos étnicos en los censos», Interameri- can Development Bank, Cartagena de Indias, Colombia, noviem- bre de 2000; Susana Schkolink y Fabiana del Popolo: «Los censos y los pueblos indígenas en América Latina: una metodología regio- nal», presentación en «Pueblos indígenas y afrodescendientes de América Latina y el Caribe: relevancia y pertinencia de la informa- ción sociodemográfica para políticas y programas», ed. cit. 108 Arlene Torres: «La gran familia puertorriqueña “Ej Preita de Bel- dá”», en Arlene Torres y Norman E. Whitten, Jr. (eds.): Black- ness in Spanish America and the Caribbean, vol. II, Bloomington, Indiana University Press, 1998, pp. 285-306. 109 Mara Loveman y Jerónimo O. Muñiz: «How Puerto Rico Became FondoWhite: Boundary Editorial Dymanics and Intercensus Racial Reclassifica- tion», American Sociological Review, 72, diciembre de 2007, pp. 915-939. 110 D.Casa A. Skinner: Porto de Rico: Reportlas from AméricasSupervisor of the Cen- sus for the District of Porto Rico, to the Hon. E. Dana Durand, Director of the Census, Washington D. C., United States Census Bureau, 26 de julio de 1910.

73 111 Mara Loveman y Jerónimo O. Muñiz: «How Puerto Rico Became White...», p. 923 (2075 de las 11 910 formas editadas tenían clasificaciones originales que eran ilegibles). 112 Censo de Puerto Rico: 1935: Población y agricultura, Washing- ton, Administración de Reconstrucción de Puerto Rico, 1938, p. 17. 113 Arlene Torres: «La gran familia puertorriqueña “Ej Preita de Bel- dá»», ed. cit., pp. 285-306. 114 Isar Godreau, Hilda Lloréns y Carlos Vargas-Ramos: «Employing Incongruence at Work, Employing U. S. Census Racial Categories in Puerto Rico», Anthropology News, mayo de 2010, pp. 11-12. 115 Marylee Mason Mandiver: «Racial Classifications in Spanish American Censuses», Social Forces, 28, diciembre de 1949, pp. 138-146. 116 Kif Augustine-Adams: «Making Mexico: Legal Nationality, Chinese Race, and the 1930 Population Census», Law and History Re- view, 27, 2009, pp. 113-144; Woodrow Borah: «Race and Class in Mexico», Pacific Historical Review, 23, 1954, pp. 331-342; Doreen S. Goyer y Eliane Domschke: The Handbook of National Population Censuses..., ed. cit., p. 246. 117 Deyanira Avilés Bósquez: «Los grupos étnicos en los censos: expe- riencia de Panamá», presentación en «Todos contamos: los grupos étnicos en los censos», Cartagena de Indias, Colombia, noviembre de 2000 (en el archivo del Banco Interamericano de Desarrollo, Washington, D. C.). 118 Mandives: «Racial Classifications in Spanish American Censuses», ob. cit., p. 145. 119 Marco Antonio I. Aguirre: «Los grupos étnicos en los censos de Gua- temala», presentación en «Todos contamos: los grupos étnicos en los censos», Cartagena de Indias, Colombia, noviembre de 2000 (en el archivo del Banco Interamericano de Desarrollo, Washington, FondoD. C.). Editorial 120 Christopher H. Lutz: Santiago de Guatemala 1541-1773/ City, Caste, and the Colonial Experience, Norman, University of Okla- homaCasa Press, 1994. de las Américas 121 Moisés González Navarro: «Mestizaje in Mexico During the Nation- al Period», en Magnus Mörner (ed.): Race and Clase..., ed. cit., pp. 145-169.

74 122 Tanya Lovell Banks: «Mestizaje and the Mexican Mestizo Self: No hay sangre negra, So There is No Blackness», Southern California Interdisciplinary Law Journal, 15, 2006, pp. 199-234. 123 Ethel Correa: «Indios, mestizos, negros y blancos en un munici- pio de la Costa Chica, Oaxaca a través de un censo de 1890», Suplemento del Boletín Diario de Campo, marzo-abril de 2007, pp. 80-95. 124 Kif Augustine-Adams: «Making Mexico...», p. 124. 125 Ethel Correa: Ob cit., p. 95. 126 Kif Augustine-Adams: Art. cit., p. 125. 127 Ibíd., p. 114. 128 Donald Hugh Smith: «Civil Rights: A Problem in Communication», Phylon, 27, 1966, pp. 379-387, 380.

Fondo Editorial Casa de las Américas

75 3 EL «JIM CROW» BRASILEÑO: PROYECTO DE BLANQUEAMIENTO Y DERECHO CONSUETUDINARIO DE LA SEGREGACIÓN RACIAL. UN ESTUDIO DE CASO

Brasil fue el último país de las Américas en emancipar a sus esclavos, en 1888. Además de la abolición de la esclavitud compartió el desinterés latinoamericano por integrar y reco- nocer plenamente los derechos de sus ciudadanos negros. Fue este un problema de honda preocupación para las elites brasileñas, dado el gran número de esclavos importados a la nación. De hecho, más del 90 % de los aproximadamente diez millones de esclavos africanos traídos a las Américas fue destinado a Latinoamérica y el Caribe, y solo el 4,6 % acabó en los Estados Unidos.1 Un historiador estima que el total de esclavos importados a Brasil fue de 3,6 millones.2 En contraste, historiadores estadunidenses consideran que a los Estados Unidos y a la Nortemérica británica solo fueron importados 500 000 esclavos africanos.3 La respuesta de Brasil ante el temor que desatara la nueva población negra liberada fue como la del resto de Latino- américa: un intento por blanquear su población. En este país la filosofía de branqueamento fue análoga al blanquea- Fondomiento que tuvo Editorial lugar en el resto del continente; fue tanto una ideología como un conjunto de prácticas para blanquear a la población y, supuestamente, modernizar al país. Estos esfuerzosCasa se extendieron de por las la región Américaslatinoamericano con tal fuerza que cierto académico lo describe como un lugar con «cultura de colono blanco», lo cual aún hoy influye

77 en la resistencia a reconocer e incluir plenamente a los no blancos.4 Pero Brasil se destaca por ser la nación con el más amplio conjunto de leyes reguladoras de la raza que imponían restricciones tras la abolición de la esclavitud. Por tanto, es útil como estudio de caso para conocer en detalle el desarrollo del derecho consuetudinario de regulación de la raza.

Aprobación de la regulación racial: la ley de inmigración

En la campaña nacional de blanqueamiento el primer paso fue la aprobación de leyes restrictivas a la inmigra- ción pensadas, en primer lugar, para incentivar la inmigración europea y, en segundo, para prohibir o desestimular la de personas de ascendencia africana, asiática e india. Ya en 1850, dada la creciente presión internacional para aban- donar el tráfico de esclavos y abolir la esclavitud, el órgano legislativo tomó medidas decisivas para impulsar la inmi- gración europea.5 Con este propósito se aprobó en ese año una ley que otorgaba generosas concesiones de tierras a los inmigrantes procedentes de Europa.6 La misma ley negaba títulos de propiedad a los residentes en los quilombos, o sea, las tierras en las que se asentaron los esclavos fugitivos durante generaciones. El gobierno provincial de São Paulo Fondofinanció generosamente Editorial la Sociedad para la Promoción de la Inmigración.7 Después de la emancipación definitiva de los esclavos, en 1888,Casa y la disolución de del imperio las brasileño Américas en 1889, la preferencia legal por los inmigrantes blancos se haría más expresa debido al desagrado que les producía a las elites

78 brasileñas la idea de gentes de ascendencia africana como trabajadores asalariados.8 Las minutas de las reuniones oficiales de los dueños de plantaciones, que ya anticipaban el final de la esclavitud, muestran tal preferencia, por enci- ma de la «indolencia» de la población nativa que entonces trabajaba en la servidumbre como una «raza decrépita».9 La preferencia por la inmigración europea como algo motivado por el criterio de raza es especialmente evidente cuando se observa que los europeos contratados no eran trabajado- res especializados, y que muchos eran campesinos analfa- betos.10 Además, tras la emancipación, cuando se buscó atraer a los inmigrantes europeos, los empleos asalariados fueron para trabajadores no cualificados, sin educación o formación profesional, empleos que bien pudieron haber sido cubier- tos por los recién emancipados si sobre ellos no pesara la condición de «inapropiados» para el trabajo asalariado a causa de su raza.11 Tan es así, que los anuncios clasificados declaraban explícitamente: «Se prefieren blancos».12 Esas actitudes racializadas sobre la capacidad para desempeñar tales empleos se reflejó en los órganos legislativos regiona- les, como ocurrió en São Paulo, en 1888, donde se debatió la conveniencia de atraer trabajadores blancos extranjeros y la propuesta de otorgar concesiones de tierras para estimular la inmigración.13 En consecuencia, uno de los primeros actos legislativos Fondode la nueva república Editorial fue el Decreto 528 sobre inmigra- ción, promulgado el 28 de junio de 1890 por el presiden- te provisional Manoel Deodoro da Foneseca.14 El Decreto excluíaCasa a las personas de provenientes las deAméricas poblaciones indíge- nas de Asia y África. Ello ocurría en una época en la que la inmigración global alcanzaba su punto más álgido, y en

79 la que los inmigrantes de otros continentes, como el europeo, podían entrar en el país sin pagar ninguna tasa. En 1921 el Congreso brasileño aprobó una ley parecida mediante la cual se prohibía, específicamente, la entrada al país de inmigran- tes negros.15 Cuando los negros solicitaban su entrada se les negaban las visas.16 Esta regulación precedió a la ley estadunidense de inmigración por cuotas, según la nación de origen (U.S. National Origins Quota Immigration Act), de 1924, y que, como indica el título de la ley, basaba explícitamente la inmigración a los Estados Unidos en la raza y el origen étnico. Una de las normas del Decreto 528 se relajó dos años después cuando, en octubre de 1892, se aprobó por ley la entrada a Brasil de inmigrantes chinos y japoneses.17 Las grandes oleadas de inmigrantes al país coincidieron con la abolición de la esclavitud en 1888. La inmigración europea se convirtió en una política nacional a finales del siglo XIX, con cifras solo superadas por Argentina.18 Así vemos que en 1889 Brasil aprobó una ley que concedía la naturalización automática a los inmigrantes procedentes de Europa.19 El Gobierno expandió los fondos públicos para estimular esta inmigración, además de subvencionar totalmente los gastos del viaje de Europa a Brasil. Esta práctica se man- tuvo desde 1851 hasta 1909; la provincia de São Paulo –que después se convertiría en un Estado–, lo hizo desde Fondo1881 hasta 1927. 20Editorial El derecho administrativo de São Paulo también contemplaba subvención para la vivienda, ayuda en la alimentación y servicios hospitalarios,21 junto con un subsidioCasa en metálico, quede variaba las según la edadAméricas del inmigran- te.22 La financiación incluía la promoción política de aquellos provenientes de países europeos, el suministro de aperos agrí-

80 colas y la exención del servicio militar para los hijos.23 En 1888, pocos meses antes de la definitiva emancipación de los esclavos, la Asamblea Provincial de São Paulo autorizó al Gobierno a asignar esa plétora de subsidios a un míni- mo de cien mil inmigrantes.24 La dedicación de los fondos públicos al proyecto de blanqueamiento mediante la inmi- gración europea fue tan importante que en 1895 los subsi- dios establecidos por este concepto consumieron el 14,5 % del presupuesto anual de São Paulo, un 10 % de su presu- puesto en 1896, y un 10,8 % del de 1901.25 Si bien las compuertas se abrieron para los europeos, la prohibición continuada a los inmigrantes provenientes del continente africano se interpretó ampliamente para excluir a los turistas estadunidenses de ascendencia africana que nunca habían puesto un pie en África, y que mucho menos eran ciudadanos de ninguno de los países de esa área geográ- fica. El Gobierno brasileño mantuvo esa exclusión a pesar de ser una violación flagrante del Acuerdo de Paz, Amistad, Comercio y Navegación suscrito en 1828 entre Brasil y los Estados Unidos. El tratado declaraba: «Los ciudadanos y sujetos de ambos países pueden viajar de un país a otro, con el derecho a residir y hacer negocios [...] habrá una paz y amistad perfecta, estable e inviolable [entre los Estados Unidos y Brasil] en todas sus posesiones y territorios [...] sin distinción de personas y lugares».26 La restricción racial del derecho brasileño de inmigración Fondocontinuó durante Editorial el gobierno de Getúlio Vargas (1930-1945). En 1934 su nueva Constitución limitaría efectivamente la inmigración a la población blanca.27 Y se hizo estableciendo un Casalímite anual a lade inmigración las mediante Américas un sistema que concedía un 2 % del número total de inmigrantes por país del que hubiera habido inmigración en los últimos cincuenta

81 años. Puesto que no se permitió africanos en los cincuenta años anteriores, la cuota anual del 2 % prohibía, de hecho, toda inmigración procedente de África sin que fuera especifi- cado en la redacción.28 La Constitución brasileña también prohibió los asenta- mientos de negros o asiáticos, con independencia del país de origen, al vetar una concentración de inmigrantes en cualquier lugar del territorio que estuviera en conflicto con el derecho a regular la selección de inmigrantes y su asimi- lación.29 Es probable que la medida haya sido pensada para recortar la inmigración proveniente de otras naciones lati- noamericanas.30 Las normas de la Constitución brasileña, pensadas para autorizar al Gobierno a impedir la entrada de inmigrantes no blancos, se volverían a aprobar en la Consti- tución de 1946, y también en un decreto de 1969 sancio- nado por el gobierno militar.31 El proyecto de inmigración subsidiada para el branquea- mento fue tan exitoso que en un siglo Brasil importó más mano de obra blanca libre que esclavos negros durante tres siglos (entre 1851 y 1937 llegaron 4 793 981 inmigran- tes, comparados con los 3,6 millones de esclavos).32 En São Paulo, la región donde la inmigración europea fue más intensa, la población de ascendencia africana –contando a mulatos y negros– descendió del 47 % en 1811 y 1836 al 16 % en 1928.33 Con la explícita racialización de la política migratoria, Fondolos legisladores brasileños Editorial y los miembros de la elite bene- ficiados fueron claros en el deseo de usar la inmigración para erradicar a los negros. Como pasaba con los proyec- tos hispanoamericanosCasa de de blanqueamiento, las Américas la inmigración blanca brasileña se fundamentó en el discurso de la euge- nesia, que reforzaba la creencia acerca de la inferioridad

82 de los africanos y su extinción definitiva.34 Por ejemplo, en 1879 el congresista Joaquim Nabuco declaró: «[...] cuando el hombre negro y el blanco hayan vivido en la misma socie- dad durante cientos de años, la sangre del primero tenderá a absorberse por la del segundo, o desaparecerá al ceder una raza frente a la otra, mejor preparada para la lucha por la vida».35 En la medida que aumentó el número de inmigrantes, tam- bién creció el público apoyo intelectual a la eugenesia. En 1912 el intelectual de la elite João Batista Lacerda, confe- rencista en el Primer Congreso Universal de las Razas, de 1911, predijo que para el año 2012 la población del país sería un 80 % blanca, un 3 % mestiza, un 17 % india, y ya no habría negros.36 La predicción de Lacerda parecía estar apoyada en un análisis oficial del censo brasileño. A pesar de que la pregunta sobre la raza o el color fue omitida en los censos anuales desde el 1900, el destacado teóri- co social Francisco J. de Oliveira Vianna elaboró en 1920 una publicación oficial del censo en la que se declaraba una rápida disminución del «coeficiente de sangre inferior» en la reserva genética brasileña.37 A partir de ese momento, el censo y otros instrumentos públicos para la obtención de datos estadísticos serían un vehículo para blanquear la imagen nacional. El blanqueamiento simbólico de la pobla- ción se vio facilitado por el decreto del ministro de Finanzas, Rui Barbosa, aprobado el 14 de diciembre de 1890, en el Fondoque se ordenaba Editorial la destrucción de todos los documentos del Ministerio de Finanzas relacionados con la esclavitud (docu- mentos de propiedad y religiosos, cartas de embarque).38 El CongresoCasa Nacional de apoyó lasel decreto Américasde Barbosa el 20 de diciembre de 1890. Como abolicionista, el ministro Barbo- sa quería eliminar del pasado brasileño el «estigma negro»

83 causado por la propiedad de esclavos.39 El decreto dificultó, además, la capacidad de investigar los orígenes africanos de muchos brasileños «blancos». Si se tiene en cuenta esa configuración racializada del derecho y de la política de inmigración, ¿cómo se explica entonces el enorme número de japoneses llegados a Brasil a partir de 1908? Casi un cuarto de millón se estableció en Brasil en un periodo de sesenta años, desde 1908 a 1968.40 Fue la más grande población japonesa fuera de Japón tras Manchuria.41 Su presencia –principalmente en el área de São Paulo– era claramente visible y, sin embargo, no se ajustaba bien al predominante discurso eugenésico. ¿Cómo tuvo lugar ese cambio poblacional? La concurrencia de necesidad de mano de obra con bajos salarios para las plantaciones de café, y la crisis socioe- conómica de Japón en la década del veinte, junto con la prohibición estadunidense de 1907 a la inmigración japo- nesa, fueron factores que influyeron en su masiva llegada.42 Ante la prohibición de 1907, Japón buscó lugares alterna- tivos para sus trabajadores agrícolas, como Argentina, Perú y México, además de Brasil.43 El propio Gobierno pagaba el viaje a Brasil y otros gastos de los inmigrantes, además de conseguirles empleo en las plantaciones y vivienda para sus familias. Las normas brasileñas exigían que al menos tres trabajadores agrícolas de una misma familia migraran juntos para así garantizar la dedicación inmediata a la producción.44 FondoEl interés económico Editorial de los plantadores de café por la mano de obra agrícola japonesa fue tal que algunos caracteri- zaron aCasa estos emigrantes de como culturalmentelas Américas blancos debido a su superioridad con respecto a los afrobrasileños «nativos». Al respecto, en 1925 el congresista Oliveira Botelho declaró:

84 Los turcos y sirios de piel blanca y buena apariencia física, inmigrantes por su propia voluntad, se preocu- pan solo de sus negocios y no salen de la ciudad. La agricultura exige brazos fuertes y no nos perdonará si con pretextos fútiles impedimos su desarrollo [...]. Si los 30 millones de brasileños produjeran en la misma proporción que los 30 000 japoneses que trabajan aquí, Brasil sería el país más rico del mundo.45

Resulta muy significativo que, aun con las limitaciones constitucionales establecidas en 1934 por Vargas a la inmi- gración de los no blancos, un diputado federal afirmara que «los colonos japoneses son incluso más blancos que los portugueses» (con su contribución a la blancura del creci- miento económico y la producción nacional).46 Esas pers- pectivas se vieron fomentadas con la propia inversión de los inmigrantes japoneses en la promoción de su blancu- ra en los medios de comunicación. Periódicos, revistas y libros publicaban regularmente fotografías de niños «con un aire brasileño» hijos de japoneses y blancos brasileños.47 Las fotografías parecían sugerir que eran candidatos ideales para la mezcla racial, el mestiçagem, con efectos más inme- diatos en el blanqueamiento. Los japoneses no se veían lite- ralmente como blancos, pero los propietarios de tierras que apoyaron su entrada en el país ciertamente los consideraban superiores a los trabajadores afrobrasileños.48 FondoDurante la Segunda Editorial Guerra Mundial las voces de aquellos que habían objetado la inmigración no blanca de los nacidos en Japón consiguieron un mayor espacio público. Sin embargo, BrasilCasa no puso en práctica de una las evacuación Américas en masa o el rea- sentamiento de sus residentes japoneses, como hicieran los Estados Unidos durante la guerra. A los brasileños japoneses

85 se les permitió continuar con sus actividades y negocios, sin variación, pues para esa época gran parte de la nación dependía de su producción agrícola.49 En lugar de poner en práctica un internamiento que afectara a toda la comunidad se inició una campaña oficial para la «brasileñización» de los residentes japoneses. Se prohibieron las escuelas y los periódicos en lenguas extranjeras, así como el uso del japo- nés en espacios públicos, y se exigió la cristianización de sus nombres.50 En resumen, mientras un conjunto complejo de circunstancias explicaban la inmigración a gran escala de japoneses a Brasil, su presencia nunca socavó la esti- mación nacional por la blancura. Hacia 1975 uno de los principales bancos brasileños emprendió una campaña de publicidad con el lema «Necesitamos más brasileños como los japoneses».51 Esa publicidad fue bien recibida y continuó difundiéndose por más de veinticinco años.

La segregación del mercado de trabajo

Si bien los negros no fueron totalmente erradicados de la población brasileña, la política de inmigración para el bran- queamento fue exitosa en la medida en que los esclavos recién liberados, y sus descendientes, fueron desplazados a propósito del mercado de trabajo mediante la importa- ción de inmigrantes europeos. A los antiguos esclavos no se Fondoles proporcionó apoyo Editorial o garantías sociales de ningún tipo para ayudarlos a incorporarse al mercado de trabajo tras su liberación. Si bien es cierto que en el nororiental Estado de Bahia Casase aprobó, en 1897, de la Leylas de Distribución Américas de Tierras –que no utilizaba el color de la piel como criterio y que en teoría podría haber permitido a los afrobrasileños y a otras

86 personas conseguir, tras la abolición de la esclavitud, títulos legales sobre la propiedad de pequeñas parcelas de culti- vo–, los beneficiarios tuvieron que hacer frente a los muchos obstáculos que dificultaron su capacidad para obtener esos títulos en gran cantidad.52 Los afrobrasileños se vieron sistemáticamente excluidos del mercado laboral. Por ejemplo, se sabe bien que tras la emancipación las fuerzas navales los excluyeron del rango de oficiales, hasta tal punto que la prensa popular solía referirse al color blanco de la piel como requisito para ser parte de ellos. Los periódicos de 1910 a 1923 están repletos de relatos sobre la preferencia por candidatos que fueran «tan blancos como sea posible» para el servicio militar.53 En el mismo sentido, en 1928, durante una sesión del órgano legislativo de São Paulo, en la que se debatía la apro- bación de una ley que eliminara la prohibición a los afro- brasileños de entrar en la policía local, se señaló que se les prohibía empleos como guardia de prisiones y policía mili- tar.54 Incluso, tras la aprobación en 1928 de no excluirlos de las fuerzas de policía local, la blancura seguía siendo un requisito oficial para los candidatos que solicitaban los documentos de ingreso.55 Los afrobrasileños solo pudieron entrar nominalmente en la policía de São Paulo después de 1932. En una lista sobre las ocupaciones laborales en São Paulo –espacio en el que se asentó más del 50 % de los inmigran- Fondotes–, elaborada Editorialen 1894, los trabajadores extranjeros repre- sentaban el 82,5 % de aquellas ocupaciones esenciales para la rápida expansión urbana y la industrialización (fa- bricación,Casa oficios, transporte,de las comercio) Américas mientras que los negros quedaban relegados a la actividad del empleo domés- tico. Solo en São Paulo, el 71,2 % de los trabajadores de esa

87 época eran extranjeros.56 Además, en las zonas rurales que pudieran atraer suficientes trabajadores inmigrantes, tam- bién se prefería a estos por sobre los esclavos emanci- pados y se les desplazaba como mano de obra libre. El ministro de Agricultura, Antonio Prado, propuso medidas para promover el establecimiento de inmigrantes en la agricultu- ra.57 La preferencia por la inmigración blanca se demuestra también en el estudio que hace Sam Adamo de las prácti- cas de empleo en Rio de Janeiro durante la década del treinta. Adamo concluyó que se prefería a los inmigrantes blancos no especializados antes que a los afrodescendientes mejor educados, y que a estos últimos se les pagaba menos.58

Segregación racial mediante el derecho consuetudinario y espacios para blancos

En São Paulo, corazón del proyecto nacional de inmigra- ción para lograr el branqueamento, los afrobrasileños tuvie- ron que enfrentar la exclusión racial y la segregación por el derecho y la costumbre. El deseo de crear espacios blan- cos acompañó el proyecto de blanqueamiento de la pobla- ción. A diferencia del noroeste, en el que los afrobrasileños constituían un porcentaje importante de la población, en São Paulo y otras regiones del sur de Brasil eran minoría. En São Paulo, en 1886, dos años antes de la abolición, Fondorepresentaban el 24Editorial %. Para 1928, esta población se había reducido hasta el 16 %.59 En cambio, en Salvador, Bahia, una ciudad representativa del noreste, se registra un 61,4 % de afrobrasileños,Casa y en de 1940 unlas 64,9 %.Américas60 Incluso, si los números del censo debieran ser tomados con cierta precau- ción, teniendo en cuenta su maleabilidad política, el contras-

88 te entre el norte y el sur permanece constante con respecto al porcentaje de afrobrasileños. Por tanto, São Paulo y las otras regiones del sur se hallaban en mejor posición para usar el derecho consuetudinario con el fin de segregar física- mente a los afrobrasileños de los blancos. Esto ocurre en la década de los años veinte, con la desig- nación verbal en São Paulo de calles para blancos y para negros.61 Los testimonios de brasileños que vivieron en el sur de Brasil tras la abolición de la esclavitud hacen refe- rencia a las arraigadas costumbres de segregación racial en las calles, plazas, los jardines y parques públicos, tanto en la capital como en las ciudades de la periferia (o en el inte- rior). Esas leyes consuetudinarias, con respecto a la segre- gación racial en los espacios públicos, se hacían cumplir por la policía local, la cual tenía por práctica encarcelar a los infractores afrobrasileños. En las declaraciones de la historia oral no existen descrip- ciones de casos judiciales en los que se denunciaran esas prácticas policiales. En la medida en que algún afrobrasileño se hubiera atrevido a denunciar las detenciones por violar la segregación hubiera tenido que enfrentarse al difícil obstá- culo planteado por el cumplimiento del derecho consuetu- dinario en la jurisprudencia brasileña. La Ley de la Buena Razón, de 1769, autorizaba el cumplimiento jurídico de las costumbres sociales con un uso pretérito.62 Esas costumbres tenían fuerza de ley,63 y continuaron así tras la independen- Fondocia de Brasil, inclusoEditorial hasta hoy.64 Detener a los afrobrasi- leños que invadían los espacios designados exclusivamente para blancos era una costumbre que tenía fuerza de ley. En consecuencia,Casa la visión de común las de Brasil Américas como nación en la que no existía una versión de la segregación estadunidense al estilo Jim Crow debería rexaminarse tras comprobar las

89 experiencias regionales de segregación racial y su categori- zación como derecho consuetudinario. En los locales abiertos al público también se practicaba la segregación. Los restaurantes de São Paulo se hubieran negado a servir a los afrobrasileños que osaran entrar en aquellos designados socialmente para blancos. Los anuncios inmobiliarios declaraban: «No se acepta gente de color», o la frase codificada racialmente: «Se prefieren extranjeros». En la medida en que se ha documentado la experiencia de los afrobrasileños que vivían junto con blancos se constata que eran las numerosas familias inmigrantes las que les alqui- laban habitaciones y sótanos para así obtener un ingreso adicional.65 Los periódicos afrobrasileños de la época infor- man sobre la negativa de atenderlos en guarderías, hospi- tales, tiendas y muchos otros lugares de acceso público. En Campinas, cerca de São Paulo, se usaban carteles de «Solo blancos» en teatros y otros lugares públicos.66 Hay relatos parecidos sobre la segregación racial en las ciudades del in- terior de Rio de Janeiro. Los registros policiales de esta ciudad, desde la aboli- ción de la esclavitud hasta finales de la década de 1890, revelan numerosos casos de afrobrasileños detenidos por la policía simplemente por caminar durante la noche.67 Un gran porcentaje de los delitos registrados en esa época eran infracciones contra el orden público, como la vagancia, que se usaban para marginar a los afrodescendientes.68 Los Fondoregistros también muestranEditorial que las acusaciones de vagancia no buscaban condenas, sino etiquetar a los afrodescendien- tes como «criminales».69 En el mismo sentido, en la ciudad de RioCasa Claro se usó la leyde de vagos las para controlarAméricas la presen- cia de no blancos en espacios públicos «blancos», como un esfuerzo por mantener a los esclavos recién liberados en

90 una posición de subyugación.70 Se les segregaba, no se les permitía entrar en el centro de la ciudad y tenían prohibido pasear en torno a la plaza central. En Vasalia, pequeña ciudad del interior, al noroeste de Rio de Janeiro, los residentes recuerdan «una segregación al estilo Jim Crow en la calle principal, las tiendas, las aceras, los clubes sociales, los bailes y los concursos de belleza, que duró hasta una fecha tan reciente como 1985».71 En la propia ciudad de Rio el Gobierno emprendió una reorganiza- ción urbana con el propósito de limpiarla de sus residentes afrobrasileños. Con el Primer Plan para el Embellecimien- to y la Salubridad de Rio de Janeiro, vigente en el periodo 1902-1906, la capital se reconstruyó para crear un «París tropical».72 Se destruyeron setecientos sesenta edificios en los barrios centrales y se trasladó a los afrobrasileños a lugares menos visibles; el Gobierno de la ciudad no desea- ba que vivieran en el espacio destinado a evocar la Europa «blanca». La racialización del espacio dio inicio a décadas de destrucción de barrios informales, lo cual ocasionó el desplazamiento de los afrobrasileños a la periferia, en la que no existían servicios públicos.73 En efecto, Rio de Janeiro se convirtió en dos ciudades separadas por la raza y la clase. De manera parecida, el Gobierno federal también fomentó la racialización del espacio. Usó una política de «solo blan- cos» para contratar diplomáticos y enviados especiales a las misiones en el extranjero con el objetivo de presentar a FondoBrasil como una Editorial nación igual a la de los blancos.74 Casa de las Américas

91 Proyecto estatal de blanqueamiento mediante la educación pública

Al igual que la política de inmigración se inspiró en las ideas eugenésicas de superioridad racial, el modelo estatal de educación que siguió a la abolición también recibió esa influencia. El trabajo de Jerry Dávila detalla la forma en que una elite nacional de científicos asociados a la eugenesia lideró y puso en práctica varias iniciativas escolares, que entre 1917 y 1945 buscaron mitigar la degeneración de los niños afrobrasileños e indígenas.75 A pesar de que el desa- rrollo de un sistema de educación pública se consideraba un mecanismo para dotar a todos los niños de las mismas herramientas, con el propósito de modernizar la nación, el sistema replicó las jerarquías raciales prexistentes, además de intentar hacer culturalmente blanca a la población. Los administradores de las escuelas y los maestros recibieron formación en teorías culturales y del comportamiento que explicaban las deficiencias raciales así como las políticas eugenésicas que las solucionarían. Los prejuicios raciales de los educadores brasileños podían ser bastante manifiestos, como los de Everardo Backheuser, quien en 1926 declaró que la diversidad racial en la escolaridad básica sería perju- dicial para el país.76 La estructuración eugenésica de la educación pública co- menzó en la capital, Rio de Janeiro, en 1917, que por Fondoaquel entonces ostentaba Editorial el sistema escolar más grande del país. Sirvió como modelo y se adoptó en otras regiones, que recibieron recursos federales para ponerla en práctica. El DepartamentoCasa de Educaciónde lasde Rio difundió Américas las conclu- siones de su experiencia en una revista cuatrimestral que circulaba entre los maestros de todo el país. El Ministerio de

92 Educación y Salud Pública General concedieron espacio a los eugenistas para desarrollar políticas y programas que se pensaba tenían una base científica. La política educativa eugenésica incluía la segregación de los estudiantes por coeficiente intelectual y «salud mental», además de poner en práctica equipos de inspección o brigadas de salud. En 1958 las reformas eugenésicas del sistema escolar público se codificaron en el derecho nacional, mediante la Ley de Directrices y Bases de la Educación. El Congreso brasileño de 1996 realizó pocas modificaciones.77 Para empezar, los estudiantes se segregaban en diferen- tes clases, según su intelecto, medido por una prueba estan- darizada con sesgos raciales de coeficiente intelectual (las pruebas de inteligencia desarrolladas en los Estados Unidos se aplicaban en Brasil). A los niños con poca capacidad no se les enseñaba a leer en el primer año, sino a «adaptarse a la vida escolar»; también se les instruía en higiene per- sonal. Los estudiantes afrobrasileños quedaban atrapados en el primer grado debido a que por la falta de instrucción académica repetían una y otra vez ese año escolar hasta que aprendían a leer, no se sabe cómo, o simplemente abando- naban la escuela por la frustración. También se segregaba a los estudiantes, o se les sacaba sin más de la escuela, si su «condición de salud» era mala. Se hacía de tal forma que los niños afrobrasileños quedaban excluidos de una escolarización apropiada. La mala salud incluía enfermedades como sífilis, parásitos, adenopatía, ane- Fondomia y comportamientos Editorial indiferentes hacia la educación, o antisociales, debidos a supuestas razones culturales o heredi- tarias. También se les sacaba de las escuelas con el argumen- to deCasa que con esas enfermedadesde las ponían Américas en peligro la salud de aquellos considerados listos para aprender. La repetición del curso escolar era vista como síntoma de enfermedad.

93 Los pocos que conseguían superar las barreras de entra- da y la exclusión cotidiana se veían expuestos a programas que pretendían mejorar su degenerada condición racial y al blanqueamiento cultural. De esos programas el más desta- cado era el de las brigadas de salud, creadas para mejorar eugenésicamente a los estudiantes. Las brigadas se orga- nizaban en cada clase y se le asignaba a un estudiante la tarea de gestionar diariamente la higiene de sus compañe- ros y de registrar su condición en una tabla colgada en la puerta. A los estudiantes con señas de poca higiene –inevi- tablemente los afrobrasileños– se les enviaba a la oficina del director para recibir clases sobre higiene con el fin de mejorarlos eugenésicamente, en vez de mantenerlos en las aulas para su instrucción académica. Las horas lectivas esta- ban dirigidas a enseñarles cómo lavarse la cara, los oídos, el pelo, cepillarse los dientes, cortarse las uñas y lustrar los zapatos. En el mejor de los casos, a partir del tercer grado, se les impartían rudimentarios conocimientos de lectoescritu- ra. También se instituyeron programas de enseñanza de la música europea para civilizar a los estudiantes no blancos y animarlos así a abandonar su degenerada y carnavalesca música de raíces africanas. Los niños afrodescendientes que conseguían que se les impartiera un currículo académico tenían que soportar la agresión de libros plagados de prejuicios raciales.78 Por ejemplo, todavía en 1964 el texto oficial para Geografía e FondoHistoria de Brasil declarabaEditorial que «de todas las razas, la blan- ca es la más inteligente, perseverante y emprendedora [...]; la raza negra está mucho más retrasada que las otras».79 El blanqueamientoCasa de la educación las implicabaAméricas también la exclusión de los afrobrasileños de la carrera docente. Aunque en las dos primeras décadas del siglo XX hubo maes-

94 tros afrodescendientes, educados de manera caritativa por instituciones religiosas, esto cambió con las reformas educa- tivas públicas lideradas por los gobiernos de Rio de Janei- ro. Desde 1917, para ser maestro de escuela se requerían cursos especializados inspirados en los estudios universita- rios de las Ciencias Sociales. Con anterioridad, bastaba con tener un título de secundaria para enseñar en la primaria, en cualquier lugar de Brasil. Sin embargo, los afrodescen- dientes encontraron barreras para poder obtener la nueva especialización. La formación profesional ofrecida en la Escuela Normal, equivalente al Columbia Teachers College que la inspiró, exigía un examen de ingreso tan riguroso que para aprobarlo los solicitantes a menudo debían tomar un curso preparatorio de un año, en una escuela privada, con clases diarias. Para la mayoría de los afrobrasileños esos cursos estaban fuera de sus posibilidades financieras, de ahí que los malos resultados en las pruebas de ingreso confir- maran la presunta deficiencia de los solicitantes. También se consideraba que las pruebas sicológicas formuladas a los candidatos confirmaban, otra vez, su deficiencia racial como educadores. Asimismo, a los candidatos se les exigía satisfacer criterios de peso y medida, establecidos por un ideal eugenésico que favorecía los fenotipos europeos. Como resultado de ese ideal la norma, con respecto a los maes- tros de escuelas públicas, fueron mujeres blancas de clase media educadas para considerar a sus estudiantes desde una perspectiva racial.80 FondoLos pocos estudiantesEditorial afrodescendientes que tenían la suerte de contar con padrinos blancos que pagaran su educaciónCasa en una deescuela privadalas veíanAméricas cómo, en reite- radas ocasiones, se les negaba la admisión debido a que los directivos escolares temían que, a modo de protesta, los

95 otros padres sacaran a sus hijos del colegio.81 De esa forma, las escuelas privadas conservaron su exclusividad blanca y los niños afrodescendientes continuaron segregados en las problemáticas escuelas públicas de educación primaria.

Regulación de las religiones afrobrasileñas como blanqueamiento

Tal como sucedió con el funcionamiento del sistema públi- co de educación, el Gobierno brasileño puso en marcha el proyecto de branqueamento mediante la regulación opre- siva de las prácticas religiosas de origen africano. Después de la independencia y la abolición de la esclavitud, Brasil aprobó el Decreto de Separación entre Iglesia y Estado, el 7 de enero de 1890. En su artículo II se declaraba «Todas las sectas religiosas tienen el mismo derecho a ejercer formas de culto conforme a su fe y nadie será molestado por sus formas de culto en privado o en público».82 Sin embargo, a pesar del Decreto, los grupos cuya religión tenía un origen africano vieron cómo se les sometía a escrutinio por el Poder Ejecutivo, mediante el derecho penal y las prácticas del derecho administrativo. Ello no cambió cuando las normas sobre libertad religiosa del referido Decreto fueron incorpo- radas a la Constitución de 1891. El Código Penal de 1890 contenía nuevos artículos que se usaron con el fin de reducir la libertad de los grupos religio- Fondosos africanos.83 El artículoEditorial 157 prohibía la «[...] práctica del espiritismo, la magia y sus brujerías, el uso de talismanes y de cartomancia para despertar sentimientos de odio y amor, la promesaCasa de curar enfermedades,de las curables Américas e incurables; en resumen, fascinar y subyugar las creencias públicas».

96 Por su parte, el artículo 158 prohibía «[...] administrar o simplemente prescribir cualquier sustancia de cualquiera de los campos naturales para uso interno o externo, o prepara- da de cualquier forma, con el propósito de desempeñar la ocupación denominada curandero». Por otro lado, la Ley 173, aprobada en 1893, concedía derechos legales solo a aquellas asociaciones religiosas que se registraran ante el Estado y no promovieran fines «ilíci- tos» o «inmorales». Cada una de esas normas legales se usó de manera combinada para prohibir las prácticas religiosas de origen africano, por considerarlas socialmente peligrosas o una amenaza para la salud pública, bajo los auspicios del Servicio de Higiene Administrativa de la Unión, lo cual se ajustaba a la concepción general de que los afrobrasileños suponían un problema de higiene social para el país.84 Las religiones africanas se trataban como si fueran magia ilegal, y se definían a partir de un concepto que determi- naba qué era una religión válida, con lo cual las prácticas religiosas oficiales de Brasil se configuraban como blancas, lo mismo que su identidad nacional. Como consecuencia de todo lo anterior las fuerzas policiales invadieron y destru- yeron los centros religiosos de origen africano –Candomblé Terreiros y los relacionados con Macumba, Ubanda, Xangó, Tambor de Minas y Spiritism–, además de acosar y arrestar a los practicantes, así como confiscar sus iconos y objetos rituales. Incluso los afrodescendientess que dominaban la región Fondonoreste también Editorial padecieron la persecución policial.85 En Bahia, en 1902, los funcionarios fueron tan lejos como prohibir los redobles de tambor del candomblé batuque, de Casaorigen africano, deen las procesioneslas Américas seculares de músi- ca de carnaval.86 La elite de Bahia albergó durante mucho tiempo la preocupación de que el resto de la nación los

97 considerara como los brancos de Bahia, menos blancos de- bido a la sospecha nacional de tener ancestros de raza mixta en un noreste predominantemente negro. Es probable que esa inseguridad de la elite bahiana, con respecto al cuestio- namiento nacional de su blancura, exacerbara su deseo de disociarse de la religión y cultura de origen africano.87 La regulación de las religiones de origen africano solo fue ligeramente modificada bajo el régimen de Getúlio Vargas (1930-1945), quien buscó una imagen exterior de unidad nacional. Si bien el Decreto Ley Presidencial 1202, apro- bado por Vargas, reconocía la legitimidad de la práctica de las casas «tradicionales» de candomblé, dejaba a discreción de la policía distinguir aquellos grupos no «tradicionales» y, por consiguiente, se les podía considerar como lugares en los que se practicaba la brujería ilegal, la magia y las cura- ciones fraudulentas. El requisito de que los grupos religiosos se registraran ante las autoridades del Estado los hizo espe- cialmente vulnerables a la regulación y el acoso policial. De manera parecida, las leyes de Bahia de 1932 declararon a los practicantes de capoeira –arte marcial afrobrasileño–, «delincuentes peligrosos» y sometieron a los afrobahianos a la persecución.88 De hecho, se estableció la policía de costu- mes, para regular y distinguir las prácticas religiosas legales e ilegales. El mandato nacional que obligaba a registrarse en el Departamento de Costumbres no se eliminó hasta 1974, con lo cual se marginó a los practicantes de religiones afri- canas con respecto a la imagen de una nación blanca, bien Fondorepresentada en laEditorial famosa estatua de Cristo ubicada en la cima del Corcovado, en Rio de Janeiro, desde 1931. Con el cumplimiento de todos los aspectos del proyecto estatalCasa de branqueamento de Brasil las logró una Américas región meridio- nal visiblemente blanqueada. El interés por los emigrantes europeos disminuyó debido a la alarma que produjera el

98 significativo accionar de sus sindicatos, los que propiciaron numerosas huelgas entre 1917 y 1920.89 Aunque las elites gobernantes fueron reticentes en cuanto a la deportación de los inmigrantes, en los que tanto invirtieran para traerlos a Brasil, en 1927 decidieron, finalmente, suspender el progra- ma de estímulo a la inmigración.90 Lo anterior se continuó con las restricciones establecidas en 1931 por el Gobierno federal a la inmigración en el país y al empleo de extranjeros en el comercio o la industria, conforme al Decreto 20 921.91

Del branqueamento al metiçagem

Sin la llegada de inmigrantes europeos adicionales Brasil continuó teniendo una población nacional con ancestros vi- siblemente africanos e indígenas. El deseo del Estado nación de promover una imagen internacional de civilización (a pesar de la presencia de aquellos considerados inciviliza- dos desde el punto de vista racial), despertó el interés del Gobierno en las teorías del sociólogo y antropólogo brasileño Gilberto Freyre, un hijo de la elite blanca proveniente de la región noreste, racialmente mezclada. La obra de Freyre, publicada entre 1930 y 1970, reno- vó el concepto de branqueamento, aunque nunca cuestionó la idea de la superioridad blanca.92 Freyre describió el de- sarrollo de Brasil como un conjunto de encuentros ínti- mos entre razas que dieron lugar a una nueva. Mediante el Fondometiçagem –mezcla Editorial racial–, ahora había una «raza brasile- ña» lo cual, supuestamente, indicaba ausencia de discordan- cia racial en la sociedad. La cultura brasileña también era resultadoCasa de una mezcla de racial, las pero enAméricas opinión de Gilberto Freyre la contribución europea era más evidente e impor- tante. De esta forma, el metiçagem es análogo al discurso

99 del mestizaje en Hispanoamérica y a la descripción de José Vasconcelos de una «raza cósmica», una raza mezclada que tenía como centro a los blancos, como se estudió en el capí- tulo anterior. Si bien Freyre utilizó el concepto «democracia racial» en conferencias y declaraciones ante audiencias de habla ingle- sa, con el propósito de describir el camino por el que tran- sitaba Brasil gracias al metiçagem, no fue él su creador. El conocido historiador George Reid Andrews ha observado que desde 1880 escritores e intelectuales brasileños ya debatían la cuestión de la democracia racial.93 Puede que fueran las publicaciones del sociólogo brasileño Florestan Fernandes, cuestionadoras del «mito de la democracia racial», las que dieran al concepto una amplia difusión académica.94 Con independencia de lo dicho, por lo general se acepta a Freyre como autor de la tesis de la mezcla racial que hoy cono- cemos como «democracia racial».95 Quizás el entusiasmo del Gobierno brasileño por sus ideas condujera a asociar al sociólogo con el mencionado concepto. El discurso populista del régimen de Getúlio Vargas se ajustaba bien a la ideología del metiçagem de Freyre, y se incorporó directamente a los proyectos de construc- ción de la nación. Al metiçagem se le atribuyó la auténti- ca nacionalidad de Brasil (a verdadeira nacionalidade) y se le promovió en las proclamas públicas, las escuelas, las universidades y en los medios de comunicación nacionales.96 Tras consolidar su poder y convertirse en dictador en 1937, FondoVargas abolió todos Editorial los partidos políticos, incluyendo el Frente Negra Brasileira, movimiento orientado a los proble- mas raciales, organizado como partido político en 1930 y registradoCasa oficialmente de como lastal en 1936. Américas.97 Además, el censo volvió a convertirse en la vía para validar la ideología parcial del Gobierno.

100 De la misma manera en que los datos del censo se utili- zaron para validar el proyecto de branqueamento de la población, con el paso al metiçagem esos mismos datos se usaron para resaltar la mezcla racial, lo cual en reiteradas ocasiones se hizo sin basamentos estadísticos reales con respecto a la clasificación de la población por razas. Por ejemplo, en el censo de 1940 los resultados se presentaron en un informe complejo que exaltaba el progreso de la nueva raza brasileña.98 No obstante, esta nueva raza mezclada fue celebrada en el informe del censo en tanto indicador de cómo continuarían

[...] desapareciendo los negros y los indios [...] en el proceso de selección biológica y social. Y con la inmi- gración, especialmente la de origen mediterráneo, que todavía continúa. El hombre blanco no solo tendrá en Brasil su principal espacio de vida y cultura en los trópi- cos, sino que podrá conectarse con la Vieja Europa.99

Claro está que no fue posible verificar con exactitud las predicciones comparativas de este informe, teniendo en cuenta que en 1910 y 1930 hubo censos, así como por la falta en el censo de 1920 de una pregunta relativa al color o la raza. Por otro lado, al menos un demógrafo ha sugerido que las estadísticas raciales en Brasil se alteraron directa- mente, a veces para indicar una población más blanca. En una publicación de los años cuarenta Samuel Lowrie expuso Fondoque en términos Editorial absolutos la población negra de São Paulo había crecido, a pesar de que estadísticamente muchos de sus miembros se habían transferido de la categoría negro a la deCasa blanco.100 de las Américas Con el cambio que tuvo lugar en el censo de 1950, en el cual ya no eran los funcionarios que lo elaboraron quienes

101 definían las categorías «apropiadas» para el color de la piel, sino que el encuestado se clasificaba a sí mismo, la capa- cidad de blanquearse simbólicamente quedaba en manos de los ciudadanos. No sorprende entonces que en el censo de este año,1950, el número de negros disminuyera en un 3,6 % con respecto a 1940, junto con un 5,3 % de aumento en el número de pardos (categoría que incluía no solo a las perso- nas de raza mixta, sino también a las de ascendencia indí- gena).101 Una vez más el informe publicado sobre el censo celebraba el progreso de la nación por haber conseguido blanquear a la población mediante el metiçagem.102 Aunque los datos raciales del censo de 1960 nunca se dieron a conocer en su totalidad, el régimen militar que se hizo con el poder en 1964, y que gobernó hasta 1985, estu- vo tan convencido de la democracia racial que toda crítica a ella fue cosiderada «un acto de subversión».103 Incluso, se prohibió la formación de grupos identificados con la raza negra por ser un acto segregacionista y racista. La intole- rancia de los militares a la crítica se hizo tan profunda que decidió omitir la pregunta sobre categoría racial o color en el censo de 1970. Irónicamente, resultó que el régimen militar no tenía por qué temer a la pregunta pues en una encues- ta nacional suplementaria, sobre movilidad social y color, en la que se incluyó una pregunta abierta sobre el color de la piel, la población respondió con ciento treinta y cinco colores diferentes.104 En resumen, el culto al metiçagem ya Fondose había apoderado Editorial fuertemente de la identidad racial de los brasileños, quienes escogían cualquier categoría siempre que no fuera la negra. Sin embargo, en el censo de 1980 los militaresCasa de nuevo deomitieron las la pregunta Américas sobre color o raza. Solo gracias al proceso gradual de liberalización políti- ca (la abertura), que comenzó a finales de la década de los

102 setenta, los activistas negros y los científicos sociales consi- guieron presionar políticamente para reintroducir la pregunta sobre el color de la piel en el censo de ese año. Aun así, en todos los formularios de censos posteriores a 1980 la mentalidad nacional no varió con respecto a la democracia racial que tan cuidadosamente cultivó el Gobierno. Durante el periodo de Getúlio Vargas, y su campaña de la brasilidade, los brasileños se vieron expuestos a varios proyectos gubernamentales que, desde los medios de comu- nicación, promovieron el orgullo y el metiçagem naciona- les como única identidad apropiada. Uno de esos proyectos fue el programa radial, con una frecuencia diaria, Hora do Brasil.105 La influencia del Gobierno con su concepto de brasilidade se difundió también mediante severas directri- ces con respecto al currículo y los libros de texto obligatorios en la enseñanza. Los maestros de las escuelas primarias recibieron la instrucción de explicar la formación del pueblo brasileño como la combinación de «[...] los blancos, que contribuían con el lenguaje, las costumbres, la religión; los negros, que nos regalaron la gentileza y el espíritu de sacri- ficio de los africanos; los indígenas, que nos permitieron el uso de las características de amor por la libertad y arraigo a la tierra, que son sentimientos innatos de los brasileños».106 El adoctrinamiento continuaba durante la escuela secun- daria y la Universidad con el libro Casa-grande e senza- la (Los maestros y los esclavos, de Gilberto Freyre, en Fondola edición española), Editorial «texto clásico» que caracterizaba la esclavitud brasileña como más benigna debido a la supues- ta capacidad de los portugueses para aceptar otras razas y culturasCasa así como losde matrimonios las interraciales. Américas El compromiso nacional con la ideología de la demo- cracia racial también se vio facilitado por la prevención

103 latinoamericana con respecto al imperialismo. Sin duda, Brasil estaba fuera del campo de intervención política de los Estados Unidos –a diferencia de Cuba y Puerto Rico tras la independencia–. Sin embargo, el deseo de atraer la inversión extranjera para estimular la modernización y la industrialización se acompañaba de la aprehensión de que Brasil fuera considerada una nación mestiza e inferior, suje- ta a interferencias e influencias externas. El interés nacio- nal por las opiniones foráneas estimulaba a que todos se unieran y opusieran a cualquier sentimiento de inferioridad impuesto desde el extranjero. Brasil e Hispanoamérica han sido descritos por el académico Darién Davis como lugares que sufren un «complejo de inferioridad», frente al cual el patriotismo es una defensa que permite cooptar a las mino- rías étnicas.107 El metiçagem, como democracia racial, fue una útil fuente de orgullo nacional frente a la segregación Jim Crow de los Estados Unidos. Al mismo tiempo, la racialización de los espacios públi- cos, apoyada por el Estado, permitió que las identidades regionales ocuparan el lugar de las basadas en la raza, sin que esto fuera considerado que contradecía la idea de democracia racial. En São Paulo, por ejemplo, en 1930 la identidad «paulista» ya estaba asociada con la blancura de la modernidad, la industria y el progreso económico.108 Esa identidad, lo mismo que la de la región meridional brasileña en su conjunto, estuvo codificada racialmente como blanca, Fondoen yuxtaposición aEditorial la negra y al retraso de la región nores- te del país. Durante ochenta y tres días, a partir del 9 de julio de 1932, las tropas estatales de São Paulo se enfrenta- ron a lasCasa federales. La deguerra fuelas caracterizada Américas en la época como una lucha del «hombre blanco por su cultura» contra el populismo de la «dictanegra» de Vargas.109 Superados en

104 número y mal equipados, los paulistas negociaron un acuer- do con el Gobierno central, pero mantuvieron su convicción de que São Paulo tenía que valorarse más que otras regiones en el Estado nación debido a su mayor nivel de civiliza- ción y cultura. Todavía más importante es que las diferen- cias regionales racializadas se interpretaron en todo el país como identidades que podían coexistir con una democracia racial que mostraba armonía contra el telón de fondo de las diferencias jerárquicas, lo cual, a su vez, ayuda a explicar un fenómeno de larga data como es la elevada tasa de endoga- mia en las relaciones íntimas, determinada por el color de la piel, en medio de una supuesta democracia racial.110 Una característica significativa de la democracia racial del metiçagem es su poder para negar la manifestación de diferencias raciales, al mismo tiempo que apoya la existen- cia de la jerarquía racial y una exclusión socioeconómica supuestamente dependiente de distinciones de clase que no tendrían que ver con la raza. Las décadas de políticas de branqueamento promovidas por el Estado han garantizado en los afrobrasileños una subordinación que la democracia racial del metiçagem normaliza como resultado de la mera casualidad. Es por esta razón que en los últimos años se ha comenzado a cuestionar la potencia del mito de la democra- cia racial en Brasil, y también en Hispanoamérica. Si bien tanto las leyes de inmigración brasileñas como las consue- tudinarias de segregación no se pueden equiparar directa- Fondomente con la situación Editorial estadunidense creada por Jim Crow, darse cuenta de los fines análogos y los efectos paralelos de ambas formas de regulación racial, erosiona la mitolo- gíaCasa brasileña de ser de una nación las inocente, Américas que nunca impu- so una regulación estatal al respecto. En los capítulos que siguen se explica en detalle el legado del metiçagem brasi-

105 leño y del mestizaje en el resto de los países que conforman la región, así como la barrera que supone para la igualdad racial esta área, que recuerda el legado de desigualdades raciales causadas por la segregación de las leyes Jim Crow en los Estados Unidos.

Fondo Editorial Casa de las Américas

106 Notas

1 S. W. Mintz: Caribbean Transformations, Chicago, Aldine Publishing Company, 1974. 2 Carlos Augusto Taunay: Manual do agricultor brasileiro, São Pau- lo, Companhia das Letras, 2001. 3 Hugh Thomas: The Slave Trade. The Story of the Atlantic Slave Trade: 1440-1870, New York, Simon & Schuster, 1997, p. 500. 4 Richard Gott: «Latin America as a White Settler Society», Bulletin of Latin American Research, 26, 2007, pp. 269-289; 287. 5 Kim D. Butler: Freedoms Given, Freedoms Won: Afro-Brazil- ians in Post-Abolition São Paulo and Salvador, New Brunswick, Rutgers University Press, 1998, pp. 26-27. 6 Eunice A. de J. Prudente: Preconceito racial e igualdade jurídica no Brasil, Campinas, Julex Livros, 1989, pp. 129-131. 7 Thomas P. Holloway: «Immigration and Abolition: The Transition from Slave to Free Labor in the São Paulo Coffee Zone», en Dauril Alden y Warren Dean (eds.): Essays Concerning the Socioeconomic History of Brazil and Portuguese India, Gainesville, University Press of Florida, 1977, p. 163. 8 Cecilia Maria Marinho de Azevedo: Onda negra, medo branco: O negro no imaginário das elites século XIX, São Paulo, Anna Blume, 1987, p. 252. 9 Congresso Agrícola do Rio de Janeiro, Rio de Janeiro, Tipografía Nacional, 1878, pp. 155-159. 10 Petrônio Domingues: Uma historia não contada: Negro, racismo, e branqueamento em São Paulo pós-abolição, São Paulo, Editora Paz e Terra, 2004, pp. 89-91. 11 Lúcio Kowarick: Trabalho e vadiagem: A origem do trabalho livre Fondono Brasil, São Paulo,Editorial Editora Paz e Terra, 1987, p. 118. 12 Petrônio Domingues: Ob. cit., pp. 109-110. 13 RelatórioCasa apresentado de à Assembleia las Legislativa Américas Provincial de São Paulo pelo presidente da Província Exmo. Sr. Dr. Francisco de Paula Rodrigues Alves, no dia 10 de Janeiro de 1888, São Paulo, Tipografía a Vapor de Jorge Seckler y Comp., 1888, p. 32.

107 14 Eunice A. de J. Prudente: Preconceito racial..., ed. cit., pp. 151-152. 15 Decreto núm. 4247, art. 5, 6 de enero de 1921, Diario Oficial Uniao [DOU] (Bra.). 16 Teresa A. Meade: «Civilizing» Rio: Reform and Resistance in a Brazilian City, 1889-1930, University Parks, Pennsylvania State University Press, 1996, p. 31. 17 Eunice A. de J. Prudente: Preconceito Racial..., ed. cit., pp. 153-154. 18 Mary Elizabeth Bletz: «Whiteness of a Darker Color: Narratives of Immigration and Culturation in Brazil and Argentina, 1890-1930». Tesis de doctorado, New York University, 2003, pp. 22-23, 30. 19 Ibíd. 20 Ibíd., pp. 157-158. 21 Regulamento para o Serviço de Imigração da Provincia de São Paulo, São Paulo, Tipografía do Correio Paulistano, 1887, art. 17, p. 7. 22 Ibíd. 23 Petrônio Domingues: Uma história não contada..., ed. cit., p. 69. 24 Telésforo de Sousa Lobo: São Paulo na Federação: problemas sociais, questões raciais, política imigrantista e estudos econó- micos, São Paulo, s.e., 1924, p. 219. 25 Boletim da Diretoria de Terras: Colonização e imigração, 1, São Paulo, 1941, pp. 6-22. 26 Jeffrey Lesser: «Immigration and Shifting Concepts of National Identity in Brazil during the Vargas Era», Luso-Brazilian Review, 31, invierno de 1994, pp. 23-44. 27 Eunice A. de J. Prudente: Preconceito racial..., ed. cit., pp. 155-156. 28 Constitución de la República de los Estados Unidos de Brasil, 16 de julio de 1934, art. 121, párrafo 6. 29 Ibíd., párrafo 7. Fondo30 Eunice A. de J. Prudente: Editorial Preconceito racial..., ed. cit., pp. 155-156. 31 Constitución de la República de los Estados Unidos de Brasil, de 18 de septiembre de 1946, art. 162. 32 AugustoCasa dos Santos Sales de y Laurence las Hallewell: Américas «Historical Roots of the “Whitening” of Brazil», Latin American Perspectives, 29, enero de 2002, p. 70.

108 33 Samuel Lowrie: «O elemento negro na população do São Paulo», Revista do Arquivo Municipal, 48, junio de 1938, p. 12. 34 Augusto dos Santos Sales y Laurence Hallewell, p. 75. 35 Joaquim Nabuco: Discursos parlamentares, Brasília, Câmara dos Deputados, Centro de Documentação e Informação, Coordenação e Publicações, 1983, p. 182. 36 Thomas Skidmore: Black into White: Race and Nationality in Brazilian Thought, New York, Oxford University Press, 1974, p. 67. 37 Francisco J de Oliveira Vianna: O povo brasileiro e sua evolução do Brasil 1920, Rio de Janeiro, 1922. 38 Americo Jacobina Lacombe, Francisco de Assis Barbosa y Eduar- do da Silva: Rui Barbosa e a queima dos arquivos, Rio de Janeiro, Fundação Casa de Rui Barbosa, 1988. 39 Ministro Rui Barbosa: Circular núm. 29, 14 de mayo de 1891, Brazil. 40 Tomoko Makabe: «Ethnic Hegemony: the Japanese Brazilians in Agriculture, 1908-1968», Ethnic and Racial Studies, 22, julio de 1999, pp. 702-723. 41 D. M. Masterson y Sayaka Funada-Classen: The Japanese in Latin America, Urbana, University of Illinois Press, 2004, p. 73. 42 1907 Gentlemen’s Agreement; Immigration Act of 1917, cap. 29, 39 Stat. 874, 1917; Immigration Act of 1924, ch. 190, 43 Stat. 153, 1924. 43 D. M. Masterson y Sayaka Funada-Classen: The Japanese in Latin America, ed. cit., p. 5. 44 Tomoko Makabe: «Ethnic Hegemony...», p. 721. 45 Kim D. Butler: Freedoms Given, Freedoms Won..., ed. cit., p. 37. 46 Jeffrey Lesser: «Negotiating National Identity: Middle Eastern and Asian Immigrants and the Struggle for Ethnicity in Bra- zil», Working Paper, 8, Center for Comparative Immigration FondoStudies, University Editorial of California, San Diego, abril de 2000, pp. 1-12. 47 Jeffrey Lesser: Negotiating National Identity: Immigrant, Minori- ties,Casa and the Struggle de for Ethnicity las in BrazilAméricas, Drham, Duke Uni- versity Press Books, 1999, p. 105. 48 Jeffrey Lesser: «Immigration and Shifting Concepts...», pp. 23-44. 49 Tomoko Makabe: «Ethnic Hegemony», p. 709.

109 50 John P. Augelli: «Cultural and Economic Changes of Bastos, a Japa- nese Colony on Brazil’s Paulista Frontier», Annals of the Asso- ciation of American Geographers, 48, marzo de 1958, pp. 3-19. 51 Jeffrey Lesser: «Negotiating National Identity: Middle...», p. 11. 52 Mary Ann Mahony: «Afro-Brazilian, Land Reform, and the Question of Social Mobility in Southern Bahia, 1880-1920», en Hendrick Kraay (ed.): Afro-Brazilian Culture and Politics: Bahia, 1790’s to 1990’s, Armonk, M. E. Sharpe, Inc., 1998, pp. 90-116. 53 Álvaro Pereirado Nascimento: «Um reduto negro: Cor e cidadania na armada (1870-1910)», en Olívia Maria Gomes da Cunha y Flávio dos Santos Gomes (eds.): Quase-cidadão: Histórias e an- tropologías da pós-emancipação no Brasil, Rio de Janeiro, Editora FGV, 2007, pp. 283-311. 54 Anais da Câmara dos Deputados de São Paulo, vol. 1, 1928, 13 Sessão Ordinária em 31 de julo, p. 351. 55 Petrônio Domingues: Uma história não contada..., ed. cit., p. 137. 56 George Reid Andrew: «Black and White Workers, São Paulo, Bra- zil, 1888-1928», The Hispanic American Historical Review, 68, agosto de 1988, pp. 491-524. 57 Florestan Fernandes: The Negro in Brazilian Society, Jacqueline D. Skiles, A. Brunel y Arthur Rothwell (trads.), New York, Simon & Schuster, 1971, p. 19. 58 Sam C. Adamo: «Race, Health, and Justice in Rio de Janeiro, 1890-1940». Tesis de doctorado, University of New Mexico, 1983, pp. 62-80. 59 Petrônio Domingues: Uma história não contada, p. 188. 60 Kim D. Butler: Freedoms Given, Freedoms Won..., ed. cit., p. 134. 61 Petrônio Domingues: Ob cit. pp. 157-162. 62 Nuno Espinosa Gomes da Silva: Historia do direito portugués, Lis- Fondoboa, Fundação Calouste Editorial Gulbenkian, 1991, p. 360 (en el que se analiza la «Lei da Boa Razão» del 18 de agosto de 1769); Thomas H. Reynolds y Arturo A. Flores: Foreign Law: Current Sources of CodesCasa and Basic Legislation de in Jurisdictionslas Américasof the World, Brazil, Littleton, Fred B. Rothman & Co., 1989; ver también edición de agosto de 2004, vol. I, p. 6.

110 63 José Homem Corréa Telles: Comentário crítico à Lei da Boa Ra- zão, Lisboa, 1824. 64 Emmanuel Gustavo Haddad: «O costume como parâmetro da apli- cação da justiça e da criação da lei», Jus Navigandi, 11, 6 de febrero de 2007, no. 1315. 65 Kim D. Butler: Freedoms Given, Freedoms Won..., ed. cit., p. 76. 66 Elisa Larkin Nascimento: «Aspects of Afro-Brazilian Experience», Journal of Black Studies, 11, 1980, p. 206. 67 Sidney Chalhoub: «Medo branco de almas negras: escravos, li- bertos e republicanos na Cidade do Rio», Revista Brasileira de Historia, 8, 1988, pp. 83-105. 68 Sam C. Adamo: «Race, Health, and Justice in Rio de Janeiro». Tesis citada, pp. 228 y 242. 69 Olivia Maria Gomes da Cunha: «The Stigmas of Dishonor: Criminal Records, Civil Rights, and Forensic Identification in Rio de Janeiro, 1903-1940», en Sueann Caulfield y Sarah C. Chambers (eds.): Honor, Status, and Law in Modern Latin America, Durham, Duke University Press, 2005, pp. 295-315. 70 Warren Dean: Rio Claro: A Brazilian Plantation System, 1820-1920, Stanford, Stanford University Press, 1976, p. 151. 71 France Winddance Twine: Racism in a Racial Democracy: The Maintenance of White Supremacy in Brazil, New Brunswick, Uni- versity Press, 1998, p. 120. 72 Paul Christopher Johnson: «Law, Religion, and “Public Health” in the Republic of Brazil», Law and Social Inquiry, 26, invierno de 2001, p. 23. 73 Teresa A. Meade: «Civilizing» Rio..., ed. cit. 74 Thomas Skidmore: «Racial Ideas and Social Policy in Brazil, 1870-1940», en Richard Graham (ed.): The Idea of Race in Lat- in America, 1870-1940, Austin, University of Texas Press, 1990, p. 12. Fondo75 J. Dávila: Diploma Editorial of Whiteness: Race and Social Policy in Bra- zil, 1917-1945, Durham, Duke University Press, 2003, p. 25. 76 Jens R. Hentschke: Reconstructing the Brazilian Nation: Pu- blicCasa Schooling in thede Vargas lasEra, Baden-Baden, Américas Nomos, 2007, no. 164, p. 209. 77 Lei 9394 de 20 de dezembro de 1996 (Braz.).

111 78 Carmen Nava: «Lessons in Patriotism and Good Citizenship: Na- tional Identity and Nationalism in Public Schools during the Var- gas Administration, 1937-1945», Luso-Brazillian Review, 35, verano de 1998, pp. 39-63. 79 J. R. Hentschke: Reconstructing the Brazilian Nation..., ed. cit., p. 142. 80 J. Dávila: Diploma of Whiteness..., ed. cit. 81 J. R. Hentschke: Ob. cit., p. 143. 82 Paul Christopher Johnson: «Law, Religion, and “Public Health”...», p. 23. 83 Yvonne Maggie: Medo do feitiço: relações entre magia e poder no Brasil, Rio de Janeiro, Arquivo Nacional, Órgão do Ministério da Justiça, 1992, pp. 22-23. 84 Michael R. Trochim: «The Brazilian Black Guard», The Americas, 44, enero de 1988, pp. 285-300. 85 Roger Bastide: The African Religions of Brazil: Toward a Sociol- ogy of the Interpenetration of Civilization, Helen Sebba (trad.), The Johns Hopkins University Press, 1978, p. 164. 86 Peter Fry, Sérgio Carrara y Ana Luiza Martins-Costa: «Negros e brancos no carnaval da velha república», en João José Reis (ed.): Escravidão e invenção da liberdade: estudos sobre o negro no Brasil, São Paulo, Brasiliense, Brasília: CNPQ, 1988, p. 259. 87 Kim D. Butler: Freedoms Given, Freedoms Won..., ed. cit., p. 185. 88 Ibíd., p. 187. 89 Sheldon L. Maram: «Urban Labor and Social Change in the 1920’s», Luso-Brazilian Review, 16, 1979, pp. 215-223. 90 Sheldon L. Maram: «Labor and the Left in Brazil, 1890-1921: A Movement Aborted», Hispanic American Historical Review, 57, 1977, pp. 254-272. 91 Decreto 20 921, de 25 de agosto de 1931. Diario Oficial dos Estados Unidos do Brasil, pp. 13, 552-558. Fondo92 Gilberto Freyre: CasaEditorial grande e senzala, Rio de Janeiro, Maia y Schmidt, 1993; Sobrados e mucambos: Decadência do patriar- chado rural no Brasil, São Paulo, Compahia Editora Nacional, 1936.Casa de las Américas 93 George Reid Andrews: «Brazilian Racial Democracy, 1900-1990: An American Counterpoint», Journal of Contemporary History, 31, 1996, p. 488.

112 94 Florestan Fernandes: The Negro in Brazilian Society..., ed. cit., p. 137. 95 David Lehmann: «Gilberto Freyre: The Reassessment Continues», Latin American Research Review, 43, 2008, pp. 209-210. 96 G. R. Andrews: «Brazilian Racial Democracy...», p. 488. 97 Thomas Skidmore: Politics in Brazil 1930-1964: An Experiment in Democracy, New York, Oxford University Press, 1967. 98 Fernando de Azevedo: Brazilian Culture: An Introduction to the Study of Culture in Brazil, William Rex Crawford (trad.), New York, MacMillan, 1950, p. 33 (traducción inglesa de 1940 del texto del censo, publicada en 1943). 99 Ibíd., p. 41. 100 Samuel H. Lowrie: «The Negro Element in the Population of São Paulo, A Southernly State of Brazil», Phylon, 3, 1942, pp. 398-416. 101 Melissa Nobles: Shades of Citizenship: Race and the Census in Modern Politics, Stanford, Stanford University Press, 2000, p. 105. 102 Estudos de estatística teórica e aplicada, contribuições para o es- tudo da demográfica do Brasil, Rio de Janeiro, Instituto Brasileiro de Geografía e Estatística, 1970, p. 169 (reimpreso del informe de análisis del censo de 1956 realizado por IBGE). 103 Thales de Azevedo: Democracia racial, Petrópolis, Editora Vozes, 1975, no. 27, p. 53. 104 Instituto Brasileiro de Geografía e Estatística / Departamento de Estatísticas de População e Sociais: «Resultados da apuração de Boletim Especial l02 da PNAD 76», vol. I, 1976. 105 Darién J. Davis: «The Mechanism of Forging a National Cons- ciousness: A Comparative Approach to Modern Brazil and Cuba, 1930-1964». Tesis de doctorado, Tulane University, 1992, p. 249. 106 Ibíd., pp. 252-253. Fondo107 Ibíd., pp. 230, Editorial253-260. 108 Barbara Weinstein: «Racializing Regional Difference: São Paulo versus Brazil, 1932», en Nancy P. Applebaum, Anne S. Macpher- sonCasa y Karin Alejandra de Rosenblatt las (eds.): Race Américas and Nation in Modern Latin America, Chapel Hill, The University of North Carolina Press, 2003, pp. 237-262.

113 109 Ibíd., pp. 246-247. 110 Sue Ann Caulfield: «Interracial Courtship in the Rio de Janeiro Courts, 19181940», en Applebaum, Macpherson y Rosenblatt (eds.): Ob. cit, pp. 163-168; Samuel H. Lowrie: «Racial and Na- tional Intermarriage in a Brazilian City», The American Journal of Sociology, 44, marzo de 1939, pp. 684-707.

Fondo Editorial Casa de las Américas

114 4 EXCLUSIÓN SOCIAL DE LOS AFRODESCENDIENTES EN LA AMÉRICA LATINA DE HOY

«¿Dónde están todos los negros?»

JEAN-PAUL SARTRE, durante su visita a una universidad de Rio de Janeiro.*

Si bien en Latinoamérica las personas de ascendencia afri- cana participaron de manera significativa en las luchas contra España para alcanzar la independencia, y por la aboli- ción de la esclavitud, sus descendientes se consideran mar- ginados. Investigaciones realizadas en la región señalan que los estereotipos contra los negros se extienden por toda la sociedad y permanecen inalterables desde la esclavitud.1 Por otro lado, a pesar de que las constituciones de los diferentes países promueven la igualdad formal,2 los afro- descendientes han alcanzado muy poco progreso socioe- conómico tras la emancipación, y aunque su presencia es relevante en gran parte de la región están poco representa- dos en la política y el Gobierno. El porcentaje de los que viven en la pobreza y son anal- fabetos es desproporcionado con respecto al del resto de la población.3 La mayoría se asienta en áreas rurales y padece Fondola falta de infraestructuras Editorial y servicios públicos de salud, de ahíCasa que la esperanza de de vida las sea menor. Américas Las escuelas son * Ver Francisco Martins: «Racism in Brazilian Aquarelle – The Place of Denying», International Journal of Migration, Health and Social Care, 4 (2), octubre de 2008, p. 42.

115 pocas, la tasa de desempleo muy alta y el ingreso econó- mico bajo.4 Los académicos atribuyen el lento crecimiento económico de Latinoamérica y el Caribe a la discriminato- ria exclusión de los afrodescendientes.5 También conside- ran que desde el punto de vista de la economía la posición secundaria de la región –comparada con las de Asia del Este y Europa Oriental– se debe a la marginación de los pobres, estos de origen africanos, de los servicios públicos y la protección social.6 No obstante variaciones en la densidad demográfica e historia política de los países que integran esta área, los estudios reflejan un destacable parecido entre ellos con respecto a la marginación y discriminación de la población negra.7 En gran parte de Latinoamérica se les considera «los más pobres entre los pobres». Si se separan las tasas de pobreza por raza, los negros constituyen el 30 % de la población, pero representan el 40 % de los pobres.8 La imagen resulta par- ticularmente lóbrega cuando se reconoce a la región como la más desigual del mundo en lo que a distribución del ingreso se refiere y en la que la exclusión social de este sector pobla- cional se manifiesta de forma persistente, aun cuando en los análisis estadísticos se controla el nivel de ingreso. Considérese, por ejemplo, que en Colombia, el país con mayor porcentaje de población afrodescendiente con respecto a la población en general (entre diez y diecisiete millones, según los cálculos), el 80 % vive por debajo de Fondola línea de pobreza. Editorial9 El 98 % de las comunidades negras carecen de los servicios públicos básicos, mientras que solo el 6 % de las comunidades blancas sufren esa privación. Hay tambiénCasa disparidades de raciales las en la Américasprestación de los servicios de salud. En el caso de las comunidades blancas el 40 % cuenta con cobertura en salud, y solo el 10 % de

116 las que son negras la poseen.10 Los bajos salarios en estas últimas limita todavía más el acceso a los servicios de salud dado que la medicina y las consultas médicas no son gratui- tas. Como resultado de tales prácticas discriminatorias la tasa de mortalidad infantil casi duplica el promedio nacio- nal.11 En Cuba, otro país con gran densidad de afrodescen- dientes –los estimados oscilan entre el 34 al 65 %–, la mayor parte de esa población ocupa las peores viviendas y desempeña los empleos más mal pagados. La situación de estos ciudadanos ha empeorado en los últimos diez años.12 Si bien Colombia, Cuba y Brasil cuentan con un gran número de afrodescendientes, y una significativa desigual- dad racial, la subordinación negra también está presente en países con cifras más pequeñas y mayor proporción de poblaciones indígenas marginadas. Por ejemplo, en Perú, aunque se estima que los afrodescendientes no son más del 1,5 al 10 % de la población –en su mayoría residen- tes urbanos–, la tasa de pobreza excede la del promedio nacional, y su ingreso inferior a ese promedio. El acceso a los servicios de salud13 es también más reducido que el de la media nacional debido al trato discriminatorio que pade- cen en los centros de atención médica, en los que se les somete a largas esperas y, cuando por fin son atendidos, el examen que se les practica es superficial y se les saca rápido de la consulta.14 En el caso particular de las muje- res estas refieren que el personal médico suele interrogarlas Fondoutilizando expresiones Editorial de contenido sexual y no se les llama por su nombre.15 De manera parecida, en Ecuador, el 81 % de los afrodescendientes vive por debajo del nivel de pobre- za.Casa La tasa de mortalidad de entre las niños menoresAméricas de cinco años es del 48,3 %, comparada con el 30,8 % de la población blanca.16 Por otro lado, la tasa de los que cuentan con

117 conexión a una línea telefónica es la mitad de la del resto de la población del país. Según el censo de 2006 la tasa de pobreza de los afrodescendientes uruguayos, que represen- tan el 9,1 % de la población, duplica la de los uruguayos blancos.17 La segregación geográfica también influye en la margi- nación de los ciudadanos negros. En las áreas donde estos se concentran la calidad de la vivienda y el acceso a los servicios públicos son desproporcionadamente deficientes con respecto al resto de la población.18 Además, la inver- sión de los respectivos gobiernos en infraestructuras nece- sarias resulta inadecuada, lo que trae por consecuencia que los afrodescendientes tengan inferiores tasas de acceso a los servicios públicos. En el caso de Colombia, las áreas densamente pobladas por ellos son en extremo pobres.19 De hecho, el municipio con mayor tasa de población afro posee la menor inversión per cápita del Gobierno en salud, educación e infraestructura.20 Los bajos niveles de acceso a los servicios públicos y de calidad en los mismos son los principales determinantes del deprimido bienestar de esta población. Aunque la segregación racial en Latinoamérica indudablemente está influenciada por la correspondencia entre la ascendencia africana y la condición social de extre- ma pobreza, también hay evidencia de una regulación for- mal para mantener los espacios sociales como «blancos». Algunos periodistas han señalado el crecimiento de bandas Fondoracistas de cabezas Editorial rapadas (skinheads) que atacan a los afrodescendientes cuando estos acceden a los vecindarios, restaurantes y clubes de la clase alta en Colombia, Uruguay y Venezuela.Casa21 de las Américas La población afrolatinoamericana tiene poco o ningún acceso a la educación primaria o secundaria,22 privación

118 que contrasta con el derecho que le reconocen las consti- tuciones nacionales.23 La baja calidad de la educación que reciben se comprueba al observar el ruinoso estado de las instalaciones destinadas a la enseñanza, la falta de maes- tros bien formados así como de materiales educativos de calidad. Los estudiantes son relegados a escuelas públicas, de primaria y secundaria, que cuentan con menos recursos de los necesarios, mientras que los niños blancos, econó- micamente privilegiados, asisten a escuelas privadas con muchos más recursos.24 Incluso la selección de los profeso- res universitarios se encuentra estratificada racialmente.25 El resultado es que en toda Latinoamérica la tasa de anal- fabetismo entre los afrodescendientes es desproporcionada- mente alta con respecto a la del resto de la población, y soportan una educación incompleta dadas las barreras que encuentran en los diferentes niveles de enseñanza.26 La segregación educativa se subraya en la siguiente decla- ración: «No se ve ningún “cholo” [expresión peruana] en las universidades de elite de Lima, y no se verá ningún negro en esas mismas universidades de Caracas».27 Tales actitudes pueden ayudar a explicar las razones por las que los gobier- nos descuidan la educación primaria y secundaria.28 La desigualdad racial en los sistemas educativos latinoa- mericanos se observa en los resultados de dichos sis- temas. Así, en Colombia, el 31,3 % de la población afro es analfabeta, tasa tres veces superior a la del resto Fondode la población. Editorial29 Solo el 13 % de los que tienen más de dieciocho años de edad ha terminado la educación primaria.30 En la educación de posgrado solo el 7,07 % de Casalos estudiantes dees afrodescendiente. las Américas31 En la región del Pacífico –donde reside la mayoría de los afrocolombia- nos–, por cada cien estudiantes que terminan la escuela

119 secundaria, solo dos acuden a la Universidad.32 Muchos de los que consiguen asistir a uno de estos centros, no pueden completar su educación. De manera parecida, la tasa de afroecuatorianos que cursan la enseñanza secundaria es del 36,7 %, comparada con la de un 55 % para los blan- cos. En el nivel universitario la inscripción es del 5,5 %, mientras que la de los blancos alcanza el 16,8 %.33 La tasa de analfabetismo para los afroecuatorianos es del 10,3 %, comparada con un 4,7 % para los blancos. Los afroperua- nos tienen tasas de matrícula en educación elemental, se- cundaria y universitaria desproporcionadamente inferiores a las del resto de la población.34 En el caso de esa tasa los afrouruguayos inscritos en las universidades es casi la mitad de la de los blancos. Más significativo aún resulta el hecho de que el regreso a la educación es mayor entre los blancos, lo que se traduce en que los afrouruguayos en compara- ción con los blancos, reciben menor salario por cada año de educación obtenido.35 La jerárquica organización del sistema educativo latino- americano garantiza que la mayoría de los afrodescendien- tes no puedan hacer uso de la educación como una vía de movilidad social para mejorar su posición socioeconómica. Investigaciones realizadas en industrias, en las que existe poca desigualdad social en el nivel educativo de los emplea- dos, muestran que los afrodescendientes reciben salarios más bajos.36 Es así que para subordinar a los negros se combinan, por un lado, un sistema educativo sesgado desde Fondoel punto de vista racialEditorial y, por otro, la discriminación en el mercado de trabajo. En el caso de Colombia varios estudios han demostrado que con independenica de la ventaja educa- tiva queCasa un candidato deafrocolombiano las pueda Américas tener para un empleo, la discriminación racial reduce sus oportunidades de trabajo y sus salarios.37

120 La discriminación racial en el mercado laboral predomina en toda la región y juega un importante papel para deter- minar la asignación de empleos y oportunidades profesio- nales. Ello se evidencia, incluso, en contextos laborales en los que la educación formal no es una característica promi- nente en la selección de personal. Los estudios de patrones de contratación en toda la región reflejan la reticencia de los empleadores a contratar afrodescendientes para cargos directivos, profesionales o técnicos, también para empleos administrativos o, incluso, para trabajos de bajos salarios en las ventas y el comercio al por menor.38 La pequeña clase media negra que existe en Latinoamérica encuentra empleo, principalmente, en los organismos públicos nacionales. Una vez contratados, suelen ocupar cargos de baja responsabili- dad, con menores tasas de ascenso profesional pero mayo- res de despido. La aplicación de estereotipos raciales –detallada en el capítulo 1– facilita también la exclusión de los afrodescen- dientes, debido a que la visión racializada está ten arraigada en la fibra de las sociedades latinoamericanas que la posi- ción subordinada en la fuerza de trabajo es vista como algo natural.39 Así, en Perú, la preferencia por la piel más clara es tan persistente que los negros solo se consideran atractivos cuando su apariencia muestra que se han mezclado racial- mente con antepasados blancos o indígenas.40 Esa circuns- tancia se manifiesta a su vez en los datos que muestran un patrón estadísticamente significativo de influencia de la Fondoraza en los ingresos Editorial y en los modelos de segregación labo- ral.41 De hecho, el 40 % de los afroperuanos realiza labores no cualificadas. La mayoría están empleados en puestos de bajoCasa prestigio social, de como conductores,las Américas porteros, mozos de carga o niñeras. Es más, en Perú los anuncios en búsque- da de choferes, cocineros, mayordomos o empleadas de

121 limpieza, entre otros, suelen declarar la preferencia por los no blancos («negros» o «morenos»). Por lo general, los afro- peruanos no ocupan posiciones de liderazgo en el gobierno o las empresas, y está extendida la percepción de que las Fuerzas Armadas y navales «siguen políticas no declaradas que excluyen a los negros de los cuerpos de oficiales».42 En el mismo sentido, en la Cuba socialista, los afrocuba- nos se ven sistemáticamente excluidos de los empleos en el sector turístico, en el que los empleadores solicitan «buena apariencia» –es decir, blanca– como requisito para obtener el trabajo, tal como ocurre con los empleadores en Perú, Venezuela y otros países de la región.43 En los estudios que tienen en cuenta el nivel educativo, la preferencia cubana por la blancura en el mercado de traba- jo persiste.44 En muchos lugares con economías turísticas vibrantes, como Colombia, Costa Rica, Cuba y Venezuela, los afrodescendientes encuentran que solo pueden obtener salarios altos si se dedican al sexo por dinero o al tráfico de drogas. En Ecuador, la población afro posee la tasa más alta de desempleo.45 Aquellos que logran trabajar lo hacen fundamen- talmente, en el caso de las mujeres, en el servicio domésti- co, mientras que los hombres se emplean como guardias de seguridad, porteros, choferes o trabajadores temporales en la economía informal.46 La tasa de desempleo de los afrouru- guayos es un 50 % superior a la de los blancos, y su salario es 60 % inferior al de estos.47 Incluso cuando la educación Fondono es un prerrequisito, Editorial los estudios latinoamericanos han dado pruebas de discriminación racial. Por ejemplo, los afrodescendientes que juegan en la liga de fútbol uruguaya han experimentadoCasa la discriminaciónde las racial. Américas Por otro lado, el acceso de los afrodescendientes a las protecciones del mercado laboral formal también está limi-

122 tado por cuestiones de raza. En el caso de Colombia, los economistas han observado que a pesar de la existencia de leyes laborales que protegen al trabajador, en Cali, por ejemplo, la gran mayoría de las afrodescendientes que obtie- nen trabajo en el sector doméstico, mediante agencias de empleo, se ven obligadas a aceptar contratos explotadores y desfavorables que violan flagrantemente las leyes labora- les.48 Asimismo, aunque las agencias empleadoras suelen conseguir trabajo en el servicio doméstico a muchas afrodes- cendientes, rara vez se negocian contratos laborales escritos en nombre de estas. En su lugar, en reiteradas ocasiones los contratos son verbales y ofrecen menos protección que los unilaterales, que son la norma para los contratos laborales escritos.49 El estudio empírico de la situación del servicio doméstico en Cali también señala que debido a que muchos empleadores prefieren no contratar mujeres afrodescendien- tes de piel oscura, lo lógico es pensar que se les ofrecen los salarios más bajos y protecciones laborales más débiles. A la luz de los problemas con que tropieza la población afro al buscar trabajo estable no debería sorprender que su presencia en las esferas políticas también esté limitada. La exclusión social parece ser un problema sin solución en la América Latina debido a que simultáneamente también se les excluye de la esfera política. Un significativo número de países de esta área no abolió el requisito de la alfabeti- zación para ejercer el voto hasta casi un siglo después de la 50 Fondoemancipación deEditorial los esclavos. Como los sistemas electorales y políticos latinoamericanos excluyen a los afrodescendientes se reduce la capacidad de estaCasa población para de influir enlas las políticas Américas y los programas públicos que podrían aliviar la marginación. En Nicaragua, hasta el año 2007, no había un solo afrodescendiente en el

123 Congreso Nacional, a pesar de que constituyen el 9 % de la población del país.51 En Costa Rica, en 2006, solo había un integrante negro en un órgano legislativo que cuenta con cincuenta y siete escaños, y ninguno entre los ministros.52 Aunque la afrocos- tarricense Epsy Campell marcó un hito al participar como candidata a la presidencia en mayo de 2009, solo recibió el 19 % de los votos,53 cifra modesta si se considera que una encuesta costarricense determinó que era «la mujer con mayores posibilidades presidenciales en Costa Rica».54 En marcado contraste con la actitud ante las barreras de género en la participación política, la mayoría de los gobier- nos latinoamericanos no ha abordado de forma activa el problema de la exclusión de los afrodescendientes. Hasta el año 2005 solo once de dieciocho países latinoamericanos habían adoptado cuotas para aumentar la representación de las mujeres en los organismos de gobierno.55 Como prome- dio, la presencia de las mujeres en el Congreso ha subido nueve puntos porcentuales en aquellos países que tienen cuotas de género. La falta de esa intervención pública para los afrodescendientes es un contrapunto sorprendente. Una excepción reciente es Colombia. En 1993 se aprobó una ley que concedía a las comunidades afrodescendientes el derecho a tener dos congresistas en la Cámara de Repre- sentantes, conforme a una circunscripción electoral «virtual» diseñada especialmente para ellos. El efecto de la medida se Fondoha neutralizado por Editorial el hecho de que la reserva de escaños en el Congreso tan solo representa el 1,2 % de los que están disponibles, a pesar de que se estima que un cuarto de la poblaciónCasa colombiana esde afrodescendiente. las Américas No obstante esta abundancia de datos que demuestran la persistente exclusión de los afrodescendientes en toda la

124 región, las elites atribuyen la mala situación de esta pobla- ción solo a su pobre posición socioeconómica. Una justifi- cación como esa supone que en el patrón de pobreza, de larga data entre los afrodescendientes existe un vacío en el que no hay una visión peyorativa de la negritud. Además, la atención limitada a la situación de clase pasa por alto el creciente número de estudios que reflejan los casos en los que la posición socioeconómica se tiene en cuenta para expli- car las desigualdades raciales que todavía existen, como se describe en este capítulo, con respecto al mercado de trabajo. La situación en Brasil permite observar con claridad la influencia del prejuicio racial en la marginación a los afro- descendientes dado que muchos estudios toman en cuenta la situación de clase y no la de raza. Por tal razón, pudiera ser útil tomar la situación brasileña como estudio de caso pues no obstante constituir una mayoría –o al menos una pluralidad– de la población, carecen de poder. Por consi- guiente, la situación de los afrodescendientes en países en los que su cifra no es significativa, suele ser aún más peno- sa. En resumen, el grado en el que el actual privilegio blanco y el prejuicio racial influyen en la marginación de un gran número de afrobrasileños indica que en aquellos países en los que la población afro es más reducida, y por lo regular con escaso poder político, el patrón afrobrasileño de exclu- sión racial puede ser representativo de cómo los prejuicios raciales determinan la posición socioeconómica y, en gene- Fondoral, la segregación Editorial de los afrodescendientes. Casa de las Américas

125 Brasil: estudio de caso

Como ocurre en el resto de Latinoamérica, los indicadores socioeconómicos de Brasil reflejan considerables desigual- dades entre brasileños negros y blancos, a pesar del hecho de que los primeros representan el 51,1 % de la población, según datos de la oficina del censo del año 2009.56 Es nece- sario señalar que los científicos sociales brasileños combi- nan en una sola unidad de análisis las categorías censales de prêto (negro) y pardo (mulato, de raza mixta), con el fin de evitar problemas de ambigüedad, y porque los datos suelen indicar en reiteradas ocasiones que la prevalencia de las desigualdades raciales dominantes existen entre blancos y no blancos, y no entre prêtos y pardos. Los blancos, como promedio, tienen ingresos laborales dos veces superiores a los de aquellos no blancos.57 Datos del Ministerio de Salud reflejan análogamente una nación de esferas separadas para blancos y para negros.58 En concreto, para los niños afrobra- sileños, la tasa de mortalidad infantil no es solo superior, sino que históricamente siempre lo ha sido, incluso empeoró en el año 2000.59 Para esos niños el riesgo de muerte por enfermedades infecciosas antes de su primer cumpleaños es un 44 % más alto que para los niños blancos, y la probabili- dad de morir de tuberculosis es un 68 % mayor que para los que son blancos. La tasa de mortalidad materna entre las afrobrasileñas es un 41 % superior a la de las mujeres blan- Fondocas. Las desigualdades Editorial raciales son también predominantes en cuanto a la esperanza de vida, situación de vivienda y acceso a bienes duraderos y comunicaciones digitales.60 En CasaBrasil se observan, de además, las patrones Américas residencia- les segregados.61 Aunque la segregación por la raza no es estadísticamente tan grave como la documentada en los

126 Estados Unidos, las cifras públicas afrobrasileñas la descri- ben como una discriminación con efectos comparables a los del apartheid sudafricano, en el sentido de que hay dos Brasil: uno en las áreas exclusivas en las que están los edifi- cios de los blancos, y otro en las favelas y calles habitadas fundamentalmente por los no blancos.62

Los brasileños viven, en un número desproporcionado con respecto a la totalidad de la población, en asen- tamientos informales llamados favelas, mocambos o palafitas. Visitar la estación central de Rio de Janeiro es ser testigo de cómo trenes ruinosos, al extremo de ser un peligro, pasan una hora tras otra transportando principalmente trabajadores negros a sus empleos en la capital desde la gigantesca área metropolitana llamada Baixada Fluminense. La escena recuerda el transporte diario de los sudafricanos desde las ciudades dormito- rios. El contraste racial entre una escuela pública en la Baixada, o en los barrios pobres o las favelas de casi cualquier lugar de Brasil, y una universidad en un área rica como la zona sur de Rio de Janeiro recuerda la dife- rencia entre una escuela de una ciudad dormitorio y una universidad en Sudáfrica.63

Y aunque en Brasil los vecinos de la clase media blanca se ubican cerca de las favelas, en las que predominan los Fondonegros –a una distanciaEditorial menor de la que existe en los Esta- dos Unidos entre los barrios de clase media blanca y los de negros–, esos vecindarios blancos también son segregados psicológicaCasa y simbólicamente de las mediante Américas la construcción de altos muros alrededor de las comunidades de blancos para así mantener fuera de su vista a los afrobrasileños.64 Los que

127 consiguen asentarse en un área residencial blanca suelen experimentar un elevado grado de aislamiento y ostracismo social.65 Incluso la mítica idea del carnaval como celebra- ción anual racialmente integrada ha sido desmentida por el académico brasileño Jeferson Bacelar, estudioso de las relaciones de raza, quien observa:

Todos se juntan en el carnaval más grande del mundo, todo el mundo participa «cada uno en su sitio». No hay interacción social entre los grupos y los vestidos marcan los límites físicos de cada uno de ellos. A la vista de la afirmación de los negros en el carnaval, las clases medias y altas, que se identifican a sí mismas como blancos, reaccionan estableciendo rígidos crite- rios de discriminación social y racial para participar en sus propias organizaciones.66

La segregación del carnaval se exacerba con el gigantes- co número de brasileños blancos que huyen de sus casas durante la semana de celebración para evitar el desorden atribuido a los juerguistas. Esta segregación espacial va más allá de la preocupación por la supuesta criminalidad en las vecinas favelas, si se tiene en cuenta la manera en que los blancos se organizan, casi exclusivamente en mundos aislados, sin interacción con los afrobrasileños, muy limi- tada, más allá de la relación jerárquica entre empleado y sirviente.67 «La realidad es que [los negros] no están incor- Fondoporados normalmente Editorial a tu vida, ni son parte de tu círculo social».68 La vigilancia destinada a proteger a los blancos de los Casanegros se evidencia de en laslas directrices Américas paternas de los primeros, quienes les ordenan a sus hijos evitar la interac- ción con los negros y con cualquiera que pudiera percibirse

128 como tal simplemente porque le haya dado mucho el sol. «[Mi madre] quería que estuviera muy blanca, que mi piel mostrara mi raza aria, ¿cierto? Para tener la piel blanca no voy a la playa porque no quiero ponerme oscura como esa otra gente».69 Tampoco los asentamientos residenciales de bajos ingre- sos son lugares en los que se produce la inclusión multi- rracial. Por ejemplo, los estudios demográficos de las favelas demuestran que muchos de los blancos que viven en ellas, entre vecinos afrobrasileños, conservan sentimien- tos de superioridad, como refleja el siguiente comentario: «Son asquerosos. Están mal educados. No me gustan los prêtos».70 En las favelas, el desprecio por los vecinos afro- brasileños también se hace notar en la indignación de los padres blancos al conocer de citas amorosas con ellos: «Vas a ensuciar a la familia».71 En consecuencia, los residentes de estos asentamientos creen firmemente que tener una piel más clara y un fenotipo europeo aumentan el poten- cial de éxito y de una vida mejor.72 Las encuestas en las favelas indican que los afrobrasileños experimentan una relativa desventaja cuando se comparan con los residentes blancos, quienes tienen mayores ingresos y menores tasas de permanencia promedio en una favela.73 Eso se acom- paña de desigualdades raciales muy parecidas en las con- diciones de vida. Los afrobrasileños enfrentan peor situa- ción en el acceso al alcantarillado, al agua corriente y a Fondola recogida de Editorialbasura, todo lo cual es explicable a partir de las diferencias regionales.74 Al examinar la desigualdad racial brasileña en el contexto educativo se revelan patrones perturbadores.Casa El analfabetismode las de la Américaspoblación no blanca duplica el de los blancos.75 Un estudio que toma el ingreso familiar per cápita constante mostró en el caso de los no

129 blancos lo siguiente: a) tienen menor tasa de escolaridad; b) mayor probabilidad de repetir el curso escolar, c) los estu- diantes no blancos están inscritos en escuelas en las que normalmente se ofrecen menos horas de clase que en aque- llas a las que asisten los blancos.76 Los estudiantes afrodescendientes poseen niveles educa- tivos sistemáticamente inferiores a los que logran los blan- cos del mismo nivel socioeconómico y, como ya dijimos, el retorno de los primeros es proporcionalmente mucho más bajo.77 Para los blancos la probabilidad de completar sus estudios universitarios es mayor; en la década de los noven- ta era siete veces más alta.78 Incluso con la llegada en esos años de las políticas de acción afirmativa, todavía hoy la Universidad admite el doble de estudiantes blancos.79 Con el aumento del ingreso, tanto en las familias de ascendencia europea como africana, se observa un creci- miento de la desventaja en el acceso a la escolaridad entre uno y otro grupo de estudiantes, a favor de los primeros.80 Es evidente que las insatisfactorias circunstancias de vida de los afrobrasileños no pueden atribuirse solo al problema del estatus de clase. A pesar de contrarias expectativas, el de- sarrollo económico no ha mejorado las desigualdades racia- les en el sistema educativo.81 Algunos analistas señalan que los periodos de mayor desarrollo socioeconómico han aumen- tado la desigualdad racial en lugar de reducirla, y han bene- ficiado especialmente a los ubicados en lo más alto de la Fondoestructura social.82 EditorialEl problema se empeora con las desigual- dades raciales en los niveles de entrada en la Universidad.83 La deficiente enseñanza en las escuelas públicas, tanto de primariaCasa como de secundaria, de selas agranda Américaspor el tratamiento racializado que reciben los niños afrodescendientes en esas escuelas.84 Por ejemplo, los científicos sociales han docu-

130 mentado que la mayoría de los maestros consideran que esos estudiantes carecen de potencial para aprender.85 Tal apreciación está influenciada directamente por la raza.86 Como declara un profesor: «No pueden aprender, no son disciplinados, son perezosos y renuncian demasiado pronto. Todo lo que quieren es jugar al fútbol y bailar samba. Lo llevan en la sangre».87 Estudios sobre el nororiental estado de Bahia, con predominio de afrodescendientes, muestran que los funcionarios escolares de esa región consideran como deficiente la capacidad de aprendizaje de los hijos de afrodescendientes.88 Las actitudes racializadas también se manifiestan en los libros de textos para niños, en los que las personas negras se describen reiteradamente como animalescas, subordinadas desde el punto de vista social, entre otros estereotipos.89 Cuando los niños negros son objeto de comportamiento racista por parte de compañeros de clase que han interiori- zado el prejuicio racial contra los que tienen piel oscura, las autoridades escolares absuelven ese comportamiento y lo caracterizan como inofensiva broma o tomadura de pelo.90 Estas actitudes racializadas pueden, a su vez, ayudar a explicar las razones de los gobiernos para el descuido de la educación primaria y secundaria.91 También pudieran expli- car por qué los especialistas en educación observan que en Brasil los «beneficios de los programas diseñados “univer- salmente” para mejorar los resultados educativos no llegan Fondoapropiadamente Editorial a los pobres».92 Asimismo, los niños de ascendencia africana no solo encuentran en Brasil un entorno hostil para el aprendizaje, sinoCasa también un racializado de lasacceso a Américasla escolaridad.93 Por ejemplo, si bien la educación es obligatoria entre los siete y catorce años,94 es normal que las familias brasileñas que

131 adoptan informalmente niños de origen afro, en un inter- cambio no declarado por su trabajo no asalariado, les impi- dan acudir a la escuela95 y que los funcionarios escolares no hagan cumplir la naturaleza obligatoria de la educación.96 Los que consiguen permanecer en la escuela encuentran las más de las veces una instrucción cuya calidad está por debajo del nivel de aceptable.97 Por ejemplo, en el noreste rural, donde la mayoría de los residentes son afrobrasile- ños, menos de la mitad de los profesores de las escuelas de enseñanza primaria han completado esa escolaridad.98 Incluso los niños afrobrasileños de clase media enfrentan barreras para inscribirse en las escuelas privadas que sus padres podrían permitirse pagar. Un informe del año 2008 señala que cuando una mujer afrobrasileña con estudios universitarios intentó inscribir a su hijo de seis años en una escuela de un exclusivo barrio de São Paulo, otra madre le comentó: «¿Es que ves a algún otro niño negro aquí?», trata- ba así de explicar el por qué habían rechazado la inscripción del niño.99 La visible desigualdad racial en el resultado del proce- so de escolaridad básica origina también una Universidad racialmente segregada, pues las escuelas públicas de ense- ñanza primaria y secundaria no consiguen preparar bien a sus estudiantes para el examen de ingreso en la Universi- dad pública.100 En contraste, los niños blancos cuyos padres pueden pagar los costos de las escuelas privadas, tanto Fondode nivel primario Editorialcomo secundario, alcanzan una mejor preparación para el examen. Es así que en Brasil las univer- sidades públicas de elite, que son gratuitas, y bien finan- ciadas,Casa tienen una población de estudiantillas compuesta,Américas en su mayoría, por estudiantes blancos. A su vez, las principales empresas al buscar candidatos para sus puestos de forma-

132 ción en esas universidades acaban seleccionándolos exclu- sivamente entre blancos.101 En Brasil hay un patrón sistémico por el que las inversio- nes de los afrobrasileños en educación se traducen en una mejora inferior de las oportunidades en el mercado laboral, si se les compara con el resultado de esas inversiones para los blancos.102 Siendo específicos, dos años más de estudios, con respecto a los años de escolaridad promedio (8,5 años frente a 6,4 años), otorgan a los blancos un salario mensual 3,6 veces superior al mínimo, comparado con 1,9 veces el mínimo que ganan los afrobrasileños en esas mismas condi- ciones.103 Cuando los brasileños, los negros y los blancos, tienen iguales años de escolaridad, los blancos ganan un 40 % más.104 La desigualdad salarial existe incluso para los afrobrasileños que alcanzan el más alto nivel de educación, y se acrecienta en los segmentos de mayores ingresos.105 De hecho, la oficina brasileña del censo, el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística, ha declarado que «la educación no puede caracterizarse como un factor decisivo para supe- rar las desigualdades raciales en el ingreso en Brasil».106 La desigualdad racial es tan predominante en el merca- do laboral del país que se repite de un sector a otro de la economía.107 Incluso, las prácticas de contratación para los actores de la televisión reflejan la exclusión y la jerarquía racial, pues los pocos afrobrasileños que son contratados representan las imágenes estereotipadas y negativas que de ellos se tienen.108 De igual manera, son pocas las modelos Fondocontratadas para Editorial representar la belleza «brasileña», a pesar del predominio de personas de ascendencia africana entre la población.109 TambiénCasa el nombramiento de las de sacerdotes Américas y obispos católi- cos está caracterizado por la estratificación racial, pues solo el 6,3 % de los sacerdotes y el 2,5 % de los obispos son

133 afrobrasileños.110 Como resultado de las desigualdades en el mercado laboral, los afrodescendientes representan el 73 % del sector más pobre de la sociedad, y el 12 % del más rico. En contraste, los brasileños blancos representan el 12 % de la población indigente y el 86 % de la población con mayores ingresos.111 Por consiguiente, no sorprende que los niños de ascendencia africana tengan tasas más elevadas de partici- pación en el mercado de trabajo que sus iguales blancos.112 La persistente discriminación racial mostrada en los datos cuantitativos mencionados también puede apreciarse en los numerosos testimonios de trato racializado en el lugar de trabajo, escuelas y otros entornos sociales. Por ejemplo, las entrevistas a trabajadores afrobrasileños reflejan siste- máticamente la discriminación racial como un conjunto de prácticas cotidianas que se manifiestan en los diferentes empleos, desde los domésticos hasta los profesionales.113 Aquellos cuyos resultados en las pruebas de empleo los cualifican para ocupar cargos administrativos ven cómo usualmente les niegan esos cargos y en su lugar les son ofrecidas posiciones de menor rango.114 Como cuenta una afrobrasileña que tras haber obtenido la calificación nece- saria en unas pruebas para desempeñarse como vendedora, le dijeron que «[...] no había plazas libres para el mostrador frente al público, pero había una plaza en el almacén, en la parte de atrás. Ni siquiera sabía mi nombre; después me preguntó: «¿Cómo te llamas?». Así que ni siquiera la miró [la puntuación de la prueba]».115 FondoA los afrobrasileños Editorial solo se les da la bienvenida en los mostradores cuando trabajan como cajeros en las grandes tiendas de alimentos, empleo que no eleva el estatus social más alláCasa de ser bien recibidosde enlas los puestos Américas de bajo reco- nocimiento social, como el de empleado doméstico.116 En efecto, cuando demuestran ser excepcionales y consiguen

134 acceder a cargos laborales con alto nivel de reconocimiento, que ofrecen posibilidades de movilidad laboral dentro de una empresa, la discriminación racial aumenta. Sucede así debi- do a que muchos blancos se sienten incómodos con que un afrobrasileño consiga posiciones de poder, los profesionales de ascendencia africana informan que sus colegas evitan trabajar bajo la autoridad de un negro y prefieren tratar direc- tamente con los superiores, a la vez que siempre buscan la forma de encontrarles errores en el trabajo.117 No sorpren- de entonces, que el sitio de trabajo sea el lugar en el que se experimente con mayor frecuencia el racismo.118 El dolor que resulta de este acto aparece también en otros contextos sociales. En la esfera pública, los profesionales afrobrasile- ños manifiestan que es usual que se les trate con desprecio, a pesar de sus elevados ingresos. Se les presta un servicio deficiente, o se les niega, en restaurantes y tiendas; en parti- cular, se les «recuerda constantemente que no pertenecen al espacio público [...] porque están fuera de su sitio».119 Aunque por escrito no existe una política de exclusión, esta se impone sistemáticamente. Por ejemplo, en la década de los ochenta a un atleta afrobrasileño se le impidió hacer uso de una piscina en un club deportivo de Zedillo. Un amigo le explicó que por desgracia había llegado a «una hora durante la cual no le era permitido a los negros nadar en la piscina».120 Una conducta habitual es la de sospechar de los afrobrasi- leños desde el momento en que entran en las tiendas: «La gente se te queda mirando, te miran mal (mau olhado). FondoNo es que siempre Editorial piensen que te vas a robar algo, aunque a veces pasa. Es como si nos encontraran feos o algo así, como si no tuviéramos que estar ahí».121 Esta hipervigilancia de Casalo negro ocurre detambién lasen las reuniones Américas sociales. Por ejemplo «[...] cuando una persona oscura llega a una fiesta, la gente se le queda mirando. Una fiesta a la que te invitó

135 otra persona, que está llena de blancos, en la que hay más blancos [que gente negra]. El negrito (pretinho) recién llega- do siempre siente que lo maltratan un poco».122 En el mismo sentido, las relaciones interraciales no solo causan desconfianza, sino que también provocan la censura y el acoso.123 En Brasil, como en el resto de la América Latina tampoco las estructuras familiares se ven libres del prejuicio racial. En muchas familias brasileñas los niños más oscuros son objeto de bromas y comentarios racializados, mientras que el miem- bro con la piel más clara es considerado el más atractivo e inteligente.124 Los etnógrafos informan que no son difíciles de encontrar historias sobre padres que dan tratamiento prefe- rencial a los hijos de piel más clara. Por ejemplo, en una familia con mellizas, a la niña de piel más oscura se le trata como si fuera una empleada doméstica en la casa, mientras que a la más clara se le mima y se le permiten diversos privi- legios.125 Ese prejuicio racial no se limita, por desgracia, a la esfera privada. Explícitamente, la violencia policial está plagada de él. Prueba de ello es el acoso a los afrobrasileños que se manifiesta de manera expresa cuando se cometen abusos contra esta población, acompañados de una retahíla de insultos racistas.126 Una típica práctica policial incluye entrar en los autobuses urbanos y ordenar a los jóvenes negros que se levanten para una requisa, en la que se les cachea e Fondointerroga pues el soloEditorial hecho de ser negros los hace sospe- chosos. Además, los extremos a los que llega la violencia policialCasa contra los afrobrasileños de las cuentan Américas con la aparente aquiescencia de la población general.127 Se ha documentado que solo la policía de Rio de Janeiro mata 2,5 veces más

136 personas en un mes que toda la policía de Nueva York en un año, y que la mayoría de las víctimas son afrobrasileñas.128 Entrevistas sistemáticas e investigaciones de grupos focales en las favelas de la referida ciudad señalan que se asocia de tal manera al negro con la criminalidad, que cuando asaltan las favelas con violentas tácticas policiales no hacen ningún esfuerzo por distinguir a los residentes que cumplen con la ley de los que la violan.129 Estas actitudes racializadas plagan las situaciones de cumplimiento de la ley en el país. En 1993, un seminal estudio sobre las acciones penales por robo en la ciudad de São Paulo, decididas en los juzgados de primera instancia, mostró que a los blancos se les concedía la libertad provi- sional casi el doble de veces que a los afrobrasileños (27 % frente al 15 %). 130El estudio también encontró desigualdad racial en los índices de sentencias condenatorias (59,4 % para los acusados blancos y 68,8 % para los negros). Otro estudio publicado en 2003 confirma la tendencia a castigar más duramente a los afrobrasileños, tanto en lo que se refie- re al número de arrestos como a las condenas.131 Las experiencias de racismo son predominantes hasta en la emergente clase media negra. En una investiga- ción demográfica de personas que se identificaban como «negros» en el vecindario de clase media de Pituba, Salva- dor, en la zona noreste de Brasil, predominantemente negra, el 71 % reflejó haber experimentado discriminación racial.132 Tanto es así que Joaquim Barbosa, único juez afrobrasileño Fondoen el Tribunal SupremoEditorial Federal, declaró que en compara- ción con sus viajes a Europa y los Estados Unidos, Brasil es el lugar en el que ha tenido experiencias de discrimina- Casa133 de las Américas ción racial. Pertenecer a la clase media no solo no es un escudo frente a la discriminación racial, sino que puede agra- var el problema cuando estos afrodescendientes intentan

137 traspasar espacios sociales considerados como exclusi- vos para las elites blancas.134 Un afrobrasileño que traba- jó durante veintiséis años en el mercado financiero de São Paulo como director de planificación económica, vestido como todo un profesional con traje y corbata, declaró en el 2008 que todos los días observaba cómo las mujeres blan- cas «apretaban bien el bolso cuando él pasaba».135 Un examen de la posición de las mujeres afrodescendien- tes en los distintos sectores de la economía resalta todavía más el papel de la raza en Latinoamérica.136 En toda la región los indicadores sociales para ellas reflejan la imagen devas- tadora de la exclusión y el prejuicio racial en los diferentes sectores.137 En el caso particular de Brasil, estas exhiben los peores indicadores socioeconómicos debido a las fuertes barreras sociales que se establecen al confluir la raza y el género.138 Estadísticas oficiales más recientes reflejan que las mujeres afrobrasileñas ocupan una peor posición en el mercado laboral con respecto a las blancas y a los hombres de todas las razas, pues, en comparación con estas poblacio- nes, trabajan desproporcionadamente en el mercado laboral informal, sin derecho al seguro por desempleo o permisos de maternidad.139 Como tal, son el grupo con mayor pobreza de toda la población.140 El salario medio para las afrobrasile- ñas es la mitad del de las blancas.141 Incluso cuando negras y blancas poseen los mismos años de escolaridad las últi- mas alcanzan ingresos salariales un 40 % por encima de las mujeres negras.142 Además, las afrobrasileñas tienen la mayor Fondotasa de desempleo Editorialde la nación, a pesar de que entran en el mercado laboral antes que todos los otros grupos y se retiran de últimas.143 El análisis de los cambios en el mercado labo- ral duranteCasa los periodos dede industrialización las Américas rápida demuestra que las mujeres blancas consiguen acceder a la educación superior y a empleos mejor pagados en un número mucho

138 mayor que las afrobrasileñas, 144 y que continúan recibien- do salarios más altos en todas las ocupaciones. De hecho cuando se tienen en cuenta diferencias sociodemográficas, como el nivel educativo y la clase de empleo, se comprueba una vez más que las afrobrasileñas reciben un salario menor que las blancas con calificaciones parecidas.145 Es más, las que consiguen llegar al lugar más alto de la jerarquía laboral experimentan una mayor desigualdad salarial.146 En São Paulo –la más dinámica región del país, desde el punto de vista económico–, el empleo doméstico contra abrumadoramente a las afrobrasileñas las cuales reciben una paga inferior a la de las blancas y a la que perciben los afrobrasileños en todas las categorías educativas.147 Además, su movilidad laboral en esta ciudad está significativamente estancada en comparación con la de las mujeres blancas y la de los afrobrasileños.148 La discriminación racial a las afrobrasiñelas a menudo se produce mediante su objetivación sexual como prostitu- tas, o cuando se les señala directamente la puerta de servi- cio porque se supone que son empleadas domésticas, con independencia de cómo vayan vestidas o si son de clase media.149 También experimentan la exclusión en empleos que requieren explícita e implícitamente «buena aparien- cia» (boa aparéncia), lo que todo el mundo entiende como tener la apariencia de un blanco.150 Incluso en el contexto del sector del empleo doméstico, dominado por las afro- brasileñas, estas encuentran que «se prefiere a las emplea- Fondo Editorial151 das blancas antes que a las negras». Y aquellas que se contratan como empleadas domésticas, observan un patrón porCasa el que sus empleadores de blancos las les asignanAméricas platos, cubier- tos y alimentos separados, parece que motivados por el temor a una contaminación racial.152

139 El racismo de los empleadores con frecuencia resulta bastante explícito, como lo demuestran comentarios del tipo: «No, no puedes [trabajar aquí]. No, a mi marido no le gusta la gente negra». «No te quiero [aquí], porque mis hijos no se llevan bien con las negras».153 En lugar de contra- tar a mujeres negras como empleadas domésticas, muchos empleadores blancos, tanto en Brasil como en Latinoamé- rica, prefieren adoptar informalmente a jóvenes negras para que ayuden en las tareas domésticas. En ocasiones, fami- lias de clase media y alta acogen de manera informal niñas afrobrasileñas y las cuidan a cambio de que ayuden en las tareas domésticas sin recibir retribución económica. Traduzco esta práctica de criação informal como adopción indocu- mentada. Como explica una de esas mujeres que adoptó informalmente a una niña negra:

Necesitaba una empleada doméstica extra. Le pedí a José Costa [...] que me encontrara una chica joven del área rural cerca de Alianca. Así que se fue hasta el pueblo durante su hora de comer y llamó a la puer- ta de una mujer de la que le habían hablado [...]. No quiero convertirla en una esclava, como algunos ricos tratan a los niños que acogen o como nuestros abuelos y bisabuelos trataban a sus hijos adoptivos [...]. Mi propia madre mantenía a una niña negra como una especie de esclava, y cuando mi madre murió la heredé sien- Fondodo ya ella una Editorial mujer madura, una adulta infantilizada que nunca se había casado y que no sabía hacer más que cuidar de mi madre [...]. Estuvo conmigo hasta que seCasa murió.154 de las Américas

140 En contraste, la adopción formal deja a la mayoría de los niños afrobrasileños esperando en las instituciones infantiles porque los padres adoptivos blancos no los quieren, algo muy parecido a lo que ocurre en los Estados Unidos con los recién nacidos afroamericanos, que son los niños menos deseados para la adopción.155 Con la adopción informal, el trabajo gratuito que se les impone a estas niñas, o sea, limpiar, cocinar y cuidar a los hijos de las familias adoptivas no les permite asistir a la escuela. Cuando se le preguntó a una de ellas si había escogido no acudir más a la escuela primaria respondió: «No. Dejé de ir porque me vi forzada a dejar de ir, ¿comprendes? Tenía que trabajar. Solía tener que cocinar [para mi familia adoptiva]. Y eso no me permitía tener tiempo para ir a la escuela y hacer las mismas cosas [que hacía mi hermana adoptiva]».156 Por tanto, no sorprende que las mujeres afrobrasileñas tengan las tasas de alfabetización más bajas entre la pobla- ción, y que los sistemas escolares públicos, mal financiados, a los que principalmente asisten niños afrobrasileños, no cubran sus necesidades educativas.157 También en lo que se refiere a los servicios de salud se observa una discrimina- ción hacia las afrobrasileñas. Cuando se las hospitaliza por embarazo la probabilidad de no recibir anestesia es mucho mayor si se compara con la de las mujeres blancas emba- razadas (21,8 y 13,5 %, respectivamente).158 También se piensa que se las esteriliza de manera desproporcionada con respecto a otras opciones.159 FondoUna gran cantidadEditorial de investigaciones, cualitativas y cuantitativas, confirman que Brasil, como el resto de Lati- noamérica, es una sociedad racialmente estratificada en la queCasa los afrobrasileños de experimentan las Américas una discriminación tanto explícita como implícita que, en el caso particular de las mujeres, tiene su origen en múltiples causas. De hecho,

141 OEA ha declarado que la existencia recalcitrante de la discri- minación racial en el país impedirá que este cumpla su compromiso con las Metas de Desarrollo del Milenio de las Naciones Unidas para el año 2015, de disminuir la exclu- sión social de la nación.160 En resumen, los estudios sobre la raza acometidos en Latinoamérica refutan la idea culturalmente arraigada de que este factor no tiene relevancia social o económica.161 Sin embargo, las elites nacionales han caído en la práctica de presentar a Latinoamérica como moralmente superior a los Estados Unidos debido a la ausencia de una segregación ordenada por el Estado y, supuestamente, de todo indicador de discriminación racial. El legado del derecho consuetudi- nario de regulación de la raza que se creó en esta región tras alcanzar la emancipación ha marginado social y económica- mente a los afrodescendientes. Al mismo tiempo, las compa- raciones estratégicas de los países latinoamericanos con los Estados Unidos han bloqueado desde hace tiempo la capaci- dad de oponerse a la subordinación racial. Pero incluso así, los movimientos de afrodescendientes que luchan por reme- diar la persistente desigualdad racial, han recurrido al Dere- cho para lograr el cambio en Latinoamérica, tema que será abordado en el siguiente capítulo.

Fondo Editorial Casa de las Américas

142 Notas

1 George Reid Andrews: Afro-Latin America, 1800-2000, New York, Oxford University Press, 2004, p. 178. 2 Constitución Nacional de 1994, Argentina, artículo 16. Disponi- ble en http://pdba.georgetown.edu/Constitutions/Argentina/argen- tina. html; República de Bolivia Constitución Política del Estado, artículo 6, 2009. Disponible en http://pdba.georgetown.edu/Consti- tutions/ Bolivia/bolivia.html; Constitución Política de la República de Chile, artículo 19, 1980 (con reformas de 2005). Disponible en http:// pdba. georgetown.edu/Constitutions/Chile/chile05.html; Constitu- ción Política de Colombia, título II, capítulo 1, artículo 13, en Gisbert H. Flanz: 4 Constitutions of the Countries of the World, Re- lease, 95-4, Peter B. Heller y Marcia W. Coward (trads.): 1995, pp. 164-165; Constitución Política de la República de Costa Rica, artículo 33, 1949 (con reformas de 2003). Disponible en http:// pdba.georgetown.edu/Constitutions/Costa/costa.html; Constitución, Cuba, capítulo VI, artículos 42-43, 1992. Cuba, en Inter-Univ. Assocs., Inc.: Republic of Cuba, 5 Constitutions of the Countries of the World, Release 2000-1, 2000, pp. 12-13; Constitución de la República Dominicana, artículo 8, 2002. Disponible en http://pdba.georgetown.edu/Constitutions/DomRep/dominicanre- public. html; Constitución Política, Ecuador, título II, capítulo 1, artículo 11, 2008. Disponible en http://pdba.georgetown.edu/ Con- stitutions/Ecuador/ecuador08.html#mozTocId666824; Consti- tución, El Salvador, título II, capítulo I, artículo 3, en Inter-Univ. Assocs., Inc.: Republic of El Salvador, 6 Constitutions of the Coun- tries of the World, Reka Koerner (trad.), Release 98-5, 1998, p. 1; Constitución de Guatemala, artículo 4, 1985 (con 1993 refor- Fondomas). Disponible Editorial en http://pdba.georgetown.edu/ Constitutions/ Guate/guate.html: Constitución; Honduras, tit. III, cap. 1, art. 60, en Gisbert H. Flanz y Jefri Jay Ruchti: en 8 Constitutions of the CountriesCasa of the World, de Republic las of Honduras, Américas Reka Koerner (trad.), Release 97-2, 1997, p. 16; Constitución Política de los Estados Uni- dos Mexicanos, artículos 1, 3, 1917 (con las reformas de 2008). Disponible en http://pdba. georgetown.edu/ Constitutions/Mexico/

143 textovigente2008.pdf; Constitución Política de la República de Ni- caragua, título IV, capítulo 1, artículo 27, en Inter-Univ. Assocs., Inc., Republic of Nicaragua: 13 Constitutions of the Countries of the World, Anna I. Vellvé Torras (trad.), Release 98-5, 1998, p. 6; Constitución Política, Panamá, título III, capítulo 1, artículo 19, en Jorge Fabrega P. y Jefri Jay Ruchti, Republic of Panama,:14 Cons- titutions of the Countries of the World, Jorge Fábrega P. (trad.), Release 95-8, 1995, p. 105; Constitución de Paraguay, artículo 88, 1992. Disponible en http://pdba.georgetown.edu/Constitutions/ Paraguay/paraguay. html; Constitución Política, Perú, título I, capítulo I, artículo 2, cl. 2. en Peter B. Heller, en 14 Constitutions of the Countries of the World, Release 95-1, 1995, p. 113; Consti- tución, Venezuela, título III, capítulo 1, artículo 21, cl. 1, en Gisbert H. Flanz: Bolivarian Republic of Venezuela: 20 Constitutions of the Countries of the World, Release 2000-2003, 2000, p. 4. 3 Bryce Pardo: «Member of Congress Discuss Challenges Facing Afro-Descendants in Latin America», Inter-American Dialogue, 9 de abril de 2008. 4 Margarita Sánchez y Maurice Bryan: Afro-Descendants, Discrimi- nation and Economic Exclusion in Latin America, London, Minority Rights Group International, mayo de 2003, p. 3. Disponible en http://www.minorityrights.org/933/macro-studies/afrodescendants- discrimination-and-economic-exclusion-in-latin-america.html 5 Jonas Zoninsein: «The Economic Case for Combating Racial and Ethnic Exclusion in Latin America and the Caribbean Countries», en Mayora Buvinic, Jacqueline Mazza y Ruthanne Deutsch (eds.): Towards a Shared Vision of Development, Washington, D.C., Inter-American Development Bank, 2001. 6 Robert Kaufmann y Stephan Haggard: Development, Democracy and Welfare States: Latin America, East Asia and Eastern Europe, Princeton, Princeton University Press, 2008. 7 Forum on Poverty Alleviation for Minority Communities: Commu- Fondonities of African. AncestryEditorial in Costa Rica, Honduras, Nicaragua, Argentina, Colombia, Ecuador, Perú, Uruguay, Venezuela, Washing- ton, D.C., Inter-America Development Bank, 1996. 8 GustavoCasa Márquez et al. :de Outsiders? las The Changing Américas Patterns of Ex- clusion in Latin America and the Caribbean, Washington, D.C., Inter-American Development Bank, 2007, pp. 15-17.

144 9 Diego Cevallos: «Latin America: Afro-Descendants Marginalized and Ignored», Inter Press Service News, 19 de mayo de 2005. Disponible en http://ipsnews.net/africa/interna.asp?idnews=28752 10 Margarita Sánchez y Maurice Bryan: Afro-Descendants, Discrimi- nation and Economic Exclusion..., ed. cit., p. 5. 11 Inter-American Commission on Human Rights of the Organization of American States: «Preliminary Observations of the Inter-American Commission on Human Rights After the Visit of the Rapporteurship on the Rights of Afro-Descendants and Against Racial Discrimina- tion to the Republic of Colombia», 27 de marzo de 2009. Obser- vación 36. 12 Academia de Ciencias de Cuba, estudio de 2003. «Los afrodescen- dientes en el Perú: una aproximación a su realidad y al ejercicio de sus derechos», Informe de Adjuntía 003-2011-DP/ADHPD, Defen- soría del Pueblo del Perú, febrero 2011, pp. 44 y 108-109. 13 «Los afrodescendientes en el Perú: una aproximación a su realidad y al ejercicio de sus derechos», Informe de Adjuntía 003-2011-DP/ ADHPD, Defensoría del Pueblo del Perú, febrero 2011, pp. 44 y 108-109. 14 Ibíd., pp. 48-53. 15 Ibíd., pp. 51-53. 16 «Quest for Inclusion: Realizing Afro-Latin Potential», Organization of Africans in the Americas, Position Paper, 1, 2000, p. 6; Pue- blos indígenas y afrodescendientes de América Latina y el Caribe: información sociodemográfica para políticas y programas, New York, Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), 2006, p. 437. 17 George Reid Andrews: Blackness in the White Nation: A History of Afro-Uruguay, Chapel Hill, University of North Carolina Press, 2010, p. 160. 18 Cristina Torres Parodi: «Equidad en salud: una mirada desde la Fondoperspectiva de laEditorial etnicidad», 2001, p. 14. Disponible en http:// ciss.insp.mx/migracion/site_library/raza17.doc; Fernando Urrea Giraldo y Héctor Fabio Ramírez Echeverry: «Cambios en el merca- doCasa de trabajo de Cali de (Colombia), las restructuración Américas económica y so- cial del empleo de la población negra en la década del 90: un análisis de segregación socio-racial a partir de las transformaciones más

145 recientes del mercado de trabajo». Ponencia. Third Latin American Congress on the Sociology of Work, Buenos Aires, Argentina, mayo 2000, p. 1. Disponible en http://www.alast.org/PDF/Marshall2/ MT-Urrea.PDF. 19 Olivier Barbary y Fernando Urrea (eds.): Gente negra en Colombia: dinámicas sociopolíticas en Cali y el Pacífico, Medellín, Editorial Lealon, 2004. 20 Gustavo Márquez et al.: Outsiders?..., ed. cit., pp. 22-24. 21 George Reid Andrews: Afro-Latin America..., ed. cit., p. 195. 22 Right to Education of Afro-Descendant and Indigenous Commu- nities in the Americas, Report Prepared for a Thematic Hearing before the Inter-American Commission on Human Rights, Washington D.C., Robert F. Kennedy Memorial Center for Human Rights, 12 de marzo de 2008, p. 3. Disponible en http://scm.oas. org/pdfs/2008/ CP21371E.pdf . 23 Artículo 5, 75, paras. 17, 19, Constitución Nacional (Argentina); República de Bolivia Constitución Política del Estado, artículo 177, párrafos I-III, art. 180; Constitución Política de la Repúbli- ca de Chile, artículos 10, 11; Constitución Política de Colombia, artículos 44, 64, 67-69; Constitución Política de la República de Costa Rica, artículo 79; Cuba (Constitución), artículo 39, párrafo B; Constitución Política, artículo 23, párrafo. 20, artículo 49, 53, 63 (Ecuador); Constitución Política de la República Dominicana, artículo 8, párrafo 16; Constitución Política de la República de El Sal- vador, artículos 35, 53, 56, 58; Constitución Política de la Repúbli- ca de Guatemala, artículos 71, 73, 74; Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, artículo 2, párrafo B, § II, artículo 3, para. IV, V, artículo 4; Constitución de Nicaragua, artículos 105, 119, 121, 125; Constitución Política de Panamá, artículos 52, 87, 90, 91, 96, 104; Constitución de la República de Paraguay, artículo 73, 74, 76, 77; Constitución Política del Perú artículo 13, Fondo16, 17; Constitución Editorial de la República Oriental del Uruguay, artículos 68, 70-71; Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, preámbulo, artículos 102, 103, 121. 24 LaurenceCasa Wolff y Claudio de de Moura las Castro: SecondaryAméricas Education in Latin America and the Caribbean: The Challenge of Growth and Reform, Washington, D.C., Inter-American Development Bank,

146 2000, p. 10 (se describe la división de clase entre los entornos de la escuela privada y pública en América Latina y el Caribe); Michael Smith: «Educational Reform in Latin America: Facing a Crisis», International Development Research Center Report, 19 de febrero de 1999. Disponible en http://web.idrc.ca/en/ev-5552-201-1-DO_ TOPIC.html. 25 Orlando Albornoz: Education and Society in Latin America, Pitts- burgh, Macmillan, 1993, p. 26; Allison L. C. de Cerreno y Cassan- dra A. Pyle: «Educational Reform in Latin America P7», Working Paper, Council on Foreign Relations, 1996. Disponible en http:// www.ciaonet.org/wps/cea01/; Pablo Gentili: «Educación y ciudada- nía: un desafío para América Latina», en Jenny Assael et al. (eds.): Reforma educativa y objetivos fundamentales transversales. Pro- grama Interdisciplinario de Investigaciones en Educación, 2003. Disponible en http://www.piie.cl/seminario/textos/ ponencia_gentili. pdf. 26 Orlando Albornoz: Education and Society..., ed. cit., pp. 6 y 141. 27 Ibíd., p. 141. 28 Ruth Sautu: «Poverty, Psychology, and Dropouts», en Laura Ran- dall y Joan B. Anderson (eds.): Schooling for Success: Preventing Repetition and Dropout in Latin American Primary Schools, Ar- monk, M.E. Sharpe, Inc., 1999, pp. 23, 27. 29 Enrique Sánchez y Paola García: Más allá de los promedios: afro- descendientes en América Latina, Washington D.C., ACNUR, 2006, pp. 16 y 38. Disponible en www.acnur.org/biblioteca/ pdf/4558.pdf. 30 El derecho a la educación: la educación en la perspectiva de los derechos humanos, Bogotá, Procuraduría General de la Nación, 2006, p. 159. 31 Colombia, Viceministerio de Enseñanza Preescolar, Básica y Media, «Direction of Order and Equity», 2007. Disponible en www.mine- Fondoducacion.gov. Editorial 32 «The Judicial System and Racism against People of African Descent: The Cases of Brazil, Colombia, the Dominican Republic andCasa Peru», Judicial Studiesde Centers las of the AméricasAmericas, 50, marzo de 2004. 33 Pueblos indígenas y afrodescendientes, ed. cit., p. 435.

147 34 Defensoría del pueblo de Perú: «Los afrodescendientes en el Perú», ed. cit., pp. 56-62. 35 George Reid Andrews: Blackness in the White Nation..., ed. cit., pp. 150 y 161. 36 Gustavo Márquez et al.: Outsiders...?, ed. cit., pp. 24-26. 37 Oliver Barbary y Fernando Urrea: Gente negra en Colombia..., ed. cit., pp. 145-147. 38 George Reid: Andrews: Afro-Latin America..., ed. cit., p. 179. 39 Peter Wade: «Afro-Latin Studies: Reflections on the Field», Latin American and Caribbean Ethnic Studies, 1, abril de 2006, pp. 105-124. 40 Tanya María Golash-Boza: Yo soy negro: Blackness in Peru, Gaines- ville, University of Florida Press, 2011, p. 158. 41 Reporte ante el comité para la eliminación de la discriminación racial. Disponible en www.cnddhh.org.pe/publicatons; Calvin Sims: «Peru’s Blacks Increasingly Discontent with Decorative Role», The New York Times, 17 de agosto de 1996, p. 2 42 «1999 Country Reports on Human Rights Practices», U.S. Depart- ment of State, Bureau of Democracy, Human Rights, and Labor, 25 de febrero de 2000. Disponible en http://www.state.gov/www/ global/human_rights/1999_hrp_report/peru.html. 43 George Reid Andrews: Afro-Latin America..., ed. cit., pp. 179 y 194. 44 Mark Q. Sawyer: Racial Politics in Post-Revolutionary Cuba, Cam- bridge, Cambridge University Press, 2006, pp. 138-145. 45 Pueblos indígenas y afrodescendientes, ed. cit., p. 435. 46 Carlos de la Torre: «Afro-Ecuadorian Responses to Racism: Between Citizenship and Corporatism», en Anani Dzidzienyo y Suzanne Oboler (eds.): Neither Enemies nor Friends: Latinos, Blacks, Afro-Latinos, New York, Macmillan, 2005, p. 63. 47 George Reid Andrews: Blackness in the White Nation..., ed. cit., p. 150. Fondo48 Jeanny Posso: «Mecanismos Editorial de discriminación étnico-racial, clase social y género: la inserción laboral de mujeres negras en el servicio doméstico de Cali», en María del Carmen Zabala Argüelles (ed.): Pobreza,Casa exclusión social de y discriminación las étnico-racial Américas en Améri- ca Latina y el Caribe, Bogotá, Siglo del Hombre Editores y Clacso, 2008, pp. 215-238. 49 Ibíd., p. 227.

148 50 Argentina: 1912 (se eliminan los requisitos de alfabetización y propiedad); Bolivia: 1952 (se eliminan los requisitos de alfabe- tización); Brasil: 1988 (se eliminan los requisitos de alfabetización y propiedad); Chile: 1970 (se eliminan los requisitos de alfabe- tización y propiedad); Colombia: 1936 (se eliminan los requi- sitos de alfabetización y propiedad); Costa Rica: 1913 (se elim- inan los requisitos de alfabetización), 1949 (se eliminan los requisitos de alfabetismo y propiedad); Cuba: 1901(eliminados los re- quisitos de alfabetización); Ecuador: 1978 (se elimina los requisitos de alfabetización); El Salvador: 1945 (eliminan los requisitos de al- fabetización); Guatemala: 1945 (se eliminan los requisitos de alfabe- tización); Honduras: 1894 (se eliminan los requisitos de alfabetización); Nicaragua: 1948 (se eliminan los requisitos de alfabetización); Pana- má: 1904 (se eliminan los requisitos de alfabetización); Perú: 1979 (se eliminan los requisitos de alfabetización y propiedad); Uruguay: 1918 (se eliminan los requisitos de alfabetización y propiedad); Venezuela: 1946-1947 (se eliminan los requisitos de alfabetización y propiedad). Stanley L. Engerman y Kenneth L. Sokoloff: «The Evolution of Suffrage Institutions in the New World», The Journal of Economic History, 65, diciembre 2005, pp. 912-913 (en el que se analiza la eliminación del requisito de alfabetización en Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, México, Perú y Uruguay); Paul W. Drake y Mathew D. McCubbins: The Origins of Liberty: Political and Economic Liberalization in the Modern World, Princeton, Princeton Uni- versity Press, 1988, p. 134 (analiza la eliminación del requisito de al- fabetización en Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, República Dominicana, Ecuador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú y Venezuela); Leslie Bethell (ed.): Latin America: Politics and Society Since 1930, New York, Cambridge University Press, 1998, p. 36 (analiza la eliminación del requisito de alfabetización en Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Perú, Uruguay y Venezuela). Fondo51 Gustavo Márquez Editorial et al.: Outsiders?..., ed. cit., pp. 27-28. 52 Costa Rica, Country Reports on Human Rights Practices 2006, United States, Department of State, Bureau of Democracy, Human Rights,Casa and Labor, 6 dede marzo delas 2007. DisponibleAméricas en http://www. state.gov/g/drl/rls/hrrpt/2006/78886.htm.

149 53 Alonso Mata: «Epsy Campbell se mantendrá en el PAC», Nacion. com, 2 de junio de 2009. Disponible en http://wvw.nacion.com/ ln_ee/2009/junio/02/pais1983157.html. 54 «Special Edition: “Etnia Negra» in Panama», Noticiero Popular Panameño, mayo de 2008. 55 Mala Htun y Mark Jones: «Engendering the Right to Participate in Decision making: Electoral Quotas and Women’s Leadership in Latin America», en N. Craske y M. Molyneux (eds.): Gender and the Politics of Rights and Democracy in Latin America, London, Palgrave Macmillan, 2002. 56 «Síntese de Indicadores Sócias: Um análise das condições de vida da populacho brasileira», Instituto Brasileiro de Geografía e Es- tatística, 2010, tabla 8.1. Disponible en http://www.ibge.gov.br/ home/estatistica/populacao/condicaodevida/indicadoresminimos/ sinteseindicsociais2010/default.shtm. 57 Ibíd., tabla 8.6. 58 «Entidades criticam “Racismo Institucional»», Correio de Sergipe, 20 de noviembre de 2008. Disponible en http://correiodeser- gipe.com/lernoticia.php?noticia=30545 (describe el estudio que realizara la ONG Crioula de las estadísticas del Ministerio de Salud en función de la raza; «Carta aberta ao Ministro», Secretarias Estaduais e Municipais de Saude, en Crioula, 27 de septiembre de 2008. Disponible en http://www.crioula.org.br/agenda_carta.htm. 59 Charles H. Wood, José Alberto Magno de Caravalho y Cláudia Júlia Guimarães Horta: «The Color of Child Mortality in Brazil, 1950-2000», Latin American Research Review, 45, 2010, pp. 114-139. 60 Fundo de Desenvolvimento das Nações Unidas para a Mulher y Secretaria Especial de Políticas para as Mulheres: Retrato das desigualdades de género e raça, 3a ed., São Paulo, Instituto de Pesquisa Econômica Aplicada, septiembre 2008; Peggy A. Lovell: «Race, Gender, and Work in São Paulo, Brazil, 1960-2000», Lat- Fondoin American Research Editorial Review, 41, octubre de 2006, pp. 63-87. 61 Edward Telles: «Residential Segregation by Skin Color in Brazil», American Sociological Review, 57, 1992, p. 186. 62 TelmaCasa Marotto: «Brazilian de Secret las 93 Million Américas Don’t Want to Talk About Is Racism», Bloomberg.com News, 26 de ju- nio de 2008. Disponible en http://www.bloomberg.com/apps/ news?pid=20601109yrefer=newsysid=aIezjRWRd5Tk; Antonio

150 Pitanga, Larry Crook and Randal Johnson (eds.): «Where Are the Blacks?», en Black Brazil: Culture, Identity, and Social Mobiliza- tion, Los Angeles, UCLA Latin American Center, 1999, pp. 31-32. 63 Abdias do Nascimento y Elisa Larkin Nascimento: «Dance of Deception: Reading of Race Relations in Brazil», en Charles V. Hamilton, Lynn Huntley, Neville Alexander et al. (eds.): Beyond Racism: Race and Inequality in Brazil, South Africa, and the Unit- ed States, Boulder, Lynne Rienner Publishing, 2001, p. 108. 64 Robin E. Sheriff: Dreaming Equality: Color, Race and Racism in Urban Brazil, New Brunswick, Rutgers University Press, 2001, p. 152. 65 France Windance Twine: Racism in a Racial Democracy: The Maintenance of White Supremacy in Brazil, New Brunswick, Rutgers University Press, 1998, p. 26. 66 Jeferson Bacelar: «Black in Salvador: Racial Paths», en Larry Crook y Randal Johnson (eds.): Black Brazil..., ed. cit, pp. 85, 99. 67 Robin E. Sheriff: Dreaming Equality..., ed. cit., pp. 151 y 161. 68 Ibíd, p. 169. 69 bíd., p. 163. 70 Ibíd., p. 132. 71 Ibíd., p. 138-139. 72 Donna M. Goldstein: Laughter Out of Place: Race, Class, Vio- lence, and Sexuality in a Rio Shantytown, Berkely, University of California Press, 2003, p. 108. 73 João H. Costa Vargas: «When a Favela Dared to Become a Gated Community. The Politics of Race and Urban Space in Rio de Janei- ro», Latin American Perspectives, 33, julio 2006, pp. 49-81, 64. 74 Elisa Larkin Nascimento: The Sorcery of Color: Identity, Race, and Gender in Brazil, Philadelphia, Temple University Press, 2007, p. 47. 75 Ibíd., tabla 8.2. 76 N. do Valle Silva y C. A. Hasenbalg: «Race and Educational FondoOpportunity in EditorialBrazil», pp. 53- 54 (en el que se cita la investi- gación llevada a cabo por la Carlos Chagas Foundation en São Paulo, Brazil), ver Rebecca Reichmann (ed.): Race in Contempo- raryCasa Brazil: From Indifferencede las to Inequality Américas, University Park, The Penn State University Press, 1999.

151 77 Ibíd., p. 54, en el que se cita a N. do Valle Silva y C. A. Hasenbalg (eds.): Estrutura social, mobilidade e raça, São Paulo, Vertice, 1988. 78 N. do Valle Silva y C. A. Hasenbalg: «Race and Educational Op- portunity...», en Rebeca Reichmann (ed.): Race in Contempo- rary..., ed. cit., pp. 54-55. 79 Ibíd., tabla 8.12. 80 N. do Valle Silva y C. A. Hasenbalg: Ob. cit., pp. 53, 58. 81 Diana De G. Brown: «Power, Invention, and the Politics of Race: Umbanda Past and Future», en Larry Crook y Randal Johnson (eds.): Black Brazil…, ed. cit., pp. 213-214. 82 Peggy A. Lovell: Race, Gender…, ed. cit., p. 81. 83 «Síntese de Indicadores Sociais 2008. Estudos y pesquisas: infor- mação demográfica e socioeconómica no. 23», Instituto Brasiliero de Geografía e Estatística, 2008. Disponible en http://www.ibge. gov.br/home/estatistica/populacao/condicaodevida/indicadore- sminimos/sinteseindicsociais2008/default.shtm. 84 Cleusa Simão: «Mulher negra: identidade e exclusão social». Te- sis de maestría, Universidade São Marcos, 2004, pp. 85, 104. 85 Rosana Aparecida Peronti Chiarello: «Preconceitos e discrimi- nações raciais: um olhar de professoras sobre seus (suas) alunos (as) negros (as)». Tesis de maestría, Universidad Federal Univer- sity de São Carlos, 2003, pp. 50-53. 86 Cesar Rossato, Verônica Gesser y Eliane Cavalleiro (eds.): «A ex- periencia da branquitude diante dos conflitos raciais: estudos de realidades brasileiras e estadunidenses, en Eliane dos Santos Ca- valleiro (ed.): Racismo e anti-racismo na educação: repensando nossa escola, São Paulo, Selo Negro Ediçoes, 2001, pp. 11, 19. 87 Elisa Larkin Nascimento: «It’s in the Blood: Notes on Race Atti- tudes in Brazil from a Different Perspective», en Charles V. Ham- ilton et al (eds.): Beyond Racism..., ed. cit., pp. 509, 518. 88 Bernd Reiter: «Inequality and School Reform in Bahia, Brazil», FondoInternational Review Editorial of Education, 55, 2009, pp. 345-356. 89 Hédio Silva Jr.: Discriminação racial nas escolas: entre a lei e as práticas sociais, Rio de Janeiro, Unesco, 2002, pp. 34-38. 90 Ibíd.Casa de las Américas 91 David N. Plank: The Means of Our Salvation: Public Education in Brazil, 1930-1995, Boulder, Westview Press, 1996, p. 6.

152 92 Laurence Wolff y Claudio de Moura Castro: Secondary Education in Latin America and the Caribbean: The Challenge of Growth and Reform, Washington, D.C., Inter-American Development Bank, 2000, p. 45, anexo 1. 93 «Brazil’s Unfinished Battle for Racial Democracy», The Economist, 22 de abril de 2000, p. 31. 94 N. do Valle Silva and C. A. Hasenbalg: «Race and Educational...», en Rebeca Reichmann (ed.): Ob. cit., p. 55. 95 France WindanceTwine: Racism in a Racial Democracy, ed.. cit., p. 37. 96 David N. Plank: The Means of Our Salvation..., ed. cit., p. 6; Abraham Lama: «Market Reforms Come at a Cost to Education», Inter Press Service, 9 de octubre de 1997, p. 1. 97 Linda Larach: Secondary Education Profile: A Summary of «Secon- dary Education: Time to Move Forward», Human Development Network Secondary Education Series Brazil, Washington, D.C., World Bank, 2001, p. 7. Disponible en http://www.wds.world- bank.org/servlet/WDSContentServer/WDSP/IB/2002/09/07/0000 94946_02082104033872/ Rendered/PDF/multi0page.pdf. 98 David N. Plank: The Means of Our Salvation..., ed. cit., p. 7. 99 T. Marotto: «Brazilian Secret», art. cit. 100 A. Nascimento y E. Larkin Nascimento: «Dance of Deception», en ob. cit., p. 117. 101 T. Marotto: «Brazilian Secret...», art. cit. 102 Samuel Kilsztajn et al.: «Concentração e distribuição do rendi- mento por raça no Brasil», Revista de Economia Contemporânea, 9, mayo-agosto de 2005, pp. 367-384. 103 «Síntese de Indicadores sociais 2006, estudos y pesquisas: infor- mação demográfica e Socioeconômica», 19, Instituto Brasileiro de Geografía e Estatística, 2006, tabla 9.7. Disponible en http:// www.ibge.gov.br/home/estatistica/populacao/condicaodevida/in- Fondodicadoresminimos/sinteseindicsociais2006/default.shtm. Editorial 104 Ibíd. 105 A. Nascimento: The Sorcery of Color..., ed. cit., p. 46. 106 «SínteseCasa de Indicadores de Sóciais las 2006...», Américas tabla 9.7. 107 Fernando Lobo Braga: «Discriminação no mercado de trabalho: Diferenças raciais e por sexo no ano de 2003». Tesis de maestría, Universidade Católica de Brasília, 2005, p. 30.

153 108 Joel Zito Araújo: A negação do Brasil: O negro na telenovela bra- sileira, documental, 2000. 109 Marcelo Sabino Luiz: «A mulher negra no mercado de trabalho: A pseu- doequidade marcada pela discriminação da sociedade e a mídia no século», Partes, 21, 9 de septiembre de 2010. Disponible en http://www.partes.com.br/politicas/mulhernegranotrabalho.asp. 110 Wagner Gomes: «Negros são minoria na igreja», O Globo, 14 de mayo de 2007, p. 3. 111 Síntese de Indicadores Socia 2008...», tabla 9.10. 112 Patricia Duarte: «Negros são maiores vítimas do trabalho infantil no país», O Globo, 18 de noviembre de 2006. 113 Maria Aparecida Silva Bento: «Silent Conflict: Discriminatory Practices and Black Responses in the Workplace», en Reichmann (ed.): From Indifference to Inequality, ed. cit., pp. 109-122. 114 Robine Sheriff: Dreaming Equality..., ed. cit., pp. 208-209. 115 Ibíd., p. 208. 116 John Burdick: Blessed Anastácia: Women, Race, and Popular Christianity in Brazil, New York, Routledge, 1998, pp. 46-47. 117 Maria Aparecida Silva Bento: «Silent Conflict...», pp. 115-116. 118 Robin E. Sheriff: Dreaming Equality..., ed. cit., p. 86. 119 Graziella Moraes da Silva y Elisa P. Reis: «Perceptions of Racial Discrimination among Black Professionals in Rio de Janeiro», Latin American Research Review, 46, 2011, pp. 55-78; Angela Figueiredo: «“Out of Place”: The Experience of the Black Middle Class», en Bernd Reiter y Gladys L. Mitchell (eds.): Brazil’s New Racial Politics, Boulder, Lynne Rienner, 2010, pp. 51-53. 120 Robin E. Sheriff: Dreaming Equality, ed. cit., p. 207. 121 Ibíd., p. 91. 122 Ibíd., p. 92. 123 Ibíd., p. 140. 124 Ibíd., pp. 143-144. 125 John Burdick: Blessed Anastácia…, ed. cit., p. 43. Fondo126 Ibíd., p. 94. Editorial 127 Michael J. Mitchell y Charles H. Wood: «Ironies of Citizenship: Skin Color, Police Brutality, and the Challenge to Democracy in Brazil»,Casa Social Forces , de77, marzo las de 1999, pp.Américas 1001-1020. 128 João H. Costa Vargas: «When a Favela Dared to Become a Gated Community», p. 56.

154 129 «Rompendo o cercamento da palavra: A voz dos favelados em bus- ca de reconhecimento», Instituto Brasileiro de Análises Sociais e Econômicas, 11 de noviembre de 2007. Disponible en http://www. ibase.br/modules.php?name=Conteudoypid=2077yprint=1. 130 Sérgio Adorno: «Discriminação racial e justica criminal em São Paulo», Novos Estudos Cebrap, 43, noviembre de 1995, pp. 45-63. 131 Renato Sêrgio de Lima, Alessandra Teixeira y Jacqueline Signo- retto: «Mulheres negras: As mais punidas nos crimes de roubo», Boletín del Núcleo de Pesquisas IBCCRIM, 125, abril de 2003, p. 3. 132 Santos Silva: «Negros com renda média no bairro da Pituba». Te- sis de maestría, Universidade Salvador-Unifacs, 2007. 133 Frederico Vasconcelos: «Situações de discriminação só tive no Brasil, diz ministro do STF», Folha de São Paulo Online, 23 de noviembre de 2008. Disponible en http://www1.folha.uol.com.br/ folha/brasil/ult96u470662.shtml. 134 Kia Lilly Caldwell: Negras in Brazil: Re-envisioning Black Women, Citizenship, and the Politics of Identity, New Brunswick, Rutgers University Press, 2007, p. 69. 135 T. Marotto: «Brazilian Secret», art. cit. 136 Peter Wade, Fernando Urrea Giraldo y Mara Viveros Vigoya (eds.): Raza, etnicidad y sexualidades: ciudadanía y multiculturalismo en América Latina, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 2008. 137 Helen I. Safa: «Racial and Gender Inequality in Latin America: Afro-descendant Women Respond», Feminist Africa Diaspora Voices, 2007. Disponible en http://www.feministafrica.org. 138 Peggy A. Lovell: «Gender, Race, and the Struggle for Social Justice in Brazil», Latin American Perspectives, 27, noviembre de 2000, pp. 85-102; Rosana Heringer: «Diversidade racial e relações de gênero no Brasil contemporáneo», en CEPIA (ed.): O progresso Fondodas mulheres noEditorial Brasil, São Paulo, Unifem, 2006, p. 142. 139 «Síntese de Indicadores Sociais: uma análise das condições de vida da população brasileira», Instituto Brasiliero de Geografía Es- tatística,Casa 2010, table de 9.4. Disponible las en Américashttp://www.ibge.gov.br/ home/estatistica/populacao/condicaodevida/indicadoresminimos/ sinteseindicsociais2010/default.shtm.

155 140 Marcelo Sabino Luiz: «A mulher negra no mercado do trabalho...», art. cit. 141 Maria Aparecida Silva Bento: «A mulher negra no mercado de tra- balho», Observatório Social, marzo de 2004, p. 29. 142 Ídem. 143 Ídem. 144 Peggy A. Lovell: «Women and Racial Inequality at Work in Brazil», en Michael Hanchard (ed.): Racial Politics in Contemporary Bra- zil, Durham, Duke University Press, 1999, pp. 138 y 149. 145 Ibíd., p. 150. 146 Ibíd. 147 Peggy A. Lovell: «Gender, Race…». 148 Edward E. Telles: Race in Another America: The Significance of Skin Color in Brazil, Princeton, Princeton University Press, 2004, pp. 143-144. 149 Kia Lilly Caldwell: Negras in Brazil..., ed. cit., pp. xviii-xix. 150 Ibíd., pp. 66-67. 151 Robin E. Sheriff: Dreaming Equality..., ed. cit., p. 101. 152 Ibíd., p. 102. 153 Ibíd., p. 103. 154 France Windance Twine: Racism in a Racial Democracy, ed. cit., p. 35 (en el que se cita a Nancy Scheper-Hughes). 155 Elizabeth Cezar Nunes: «Discriminação da crianza negra no pro- ceso de adoção». Tesis de grado para el título de abogado, Centro Universitário de Brasilia, 2008; Patricia J. Williams: «Spare Parts, Family Values, Old Children, Cheap», New England Law Review, 28, 1994, pp. 913-927. 156 France Windance Twine: Racism in a Racial Democracy, ed. cit., p. 43. 157 Telles: Race in another America, ed. cit., pp. 129-130. 158 «Negras recebem menos anestesia do que brancas», O Globo, Fondo26 de noviembre deEditorial 2006. 159 Kia Lilly Caldwell: Negras in Brazil..., ed. cit., p. 163; Burdick: Blessed Anastácia…., ed. cit, p. 2; Jurema Werneck: «The Beau- tifulCasa and the Pure? Racism, de Eugenics las and New Américas (Bio)technologies», en Alejandra Rotania y Jurema Werneck (eds.): Under the Sign

156 of Biopolitics: Critical Voices from Civil Society Reflections in Brazil, Rio de Janeiro, E-papers, 2004, vol. I, pp. 51-63. 160 Roberta Lopes: «Discriminação racial pode fazer com que Brasil não cumpra Metas do Milênio», Agência Brasil, 23 de noviem- bre de 2006. Disponible en http://www.agenciabrasil.gov.br/noti- cias/2006/11/23/materia.2006-11-23.6429391562/view. 161 Ariel E. Dulitzky: «A Region in Denial: Racial Discrimination and Racism in Latin America», en Dzidzienyo y Oboler (eds.): Neither Enemies nor Friends, ed. cit., pp. 39-59.

Fondo Editorial Casa de las Américas

157 5 MOVIMIENTOS DE AFRODESCENDIENTES POR LA JUSTICIA SOCIAL Y NUEVAS LEYES ANTIDISCRIMINATORIAS

Desarrollo de una legislación contra la discriminación racial de la región

La llegada de un significativo número de gobiernos demo- cráticamente elegidos en la década de los noventa trajo para los afrodescendientes una menor oposición del Estado a agruparse en organizaciones comunitarias, a la vez que propició espacios más amplios para manifestar su mala situación. En consecuencia, proliferararon por toda Lati- noamérica numerosas ONG con una actividad centrada en las cuestiones de raza. Así, por ejemplo, tuvo lugar en Vene- zuela, en 1994, el Congreso de Comunidades Afrodescen- dientes.1 Incluso en Cuba, no obstante las restricciones a la movilización política no relacionada con el Partido Comunis- ta, en 1999 se constituyó en La Habana la asociación Cofra- día de la Negritud. Solo en Perú existen al menos quince organizaciones afroperuanas independientes, vinculadas a los movimientos sociales.2 Ver en el apéndice A una relación de muchas de estas entidades en la región. FondoCon este activismo Editorial creciente, las asociaciones de afro- descendientes obtuvieron un importante apoyo político y financiero de fundaciones estadunidenses y europeas com- prometidasCasa con la dejusticia lasracial. También Américas recibieron el apoyo de los programas de inclusión social del Banco Inte- ramericano de Desarrollo, la Fundación Ford y el Grupo

159 para el Derecho Internacional de los Derechos Humanos. Al mismo tiempo han establecido vínculos con similares ONG de la región para formar redes e impartir conferencias. Como resultado de esta colaboración transnacional los afrodescen- dientes han podido incorporar de manera más firme sus perspectivas al discurso público.3 La Conferencia Mundial contra el Racismo, organizada por Naciones Unidas en 2001, así como las reuniones preparato- rias, fueron particularmente importantes para activar un gran número de organizaciones de la sociedad civil con el fin de atraer la atención hacia el destino de los afrodescendientes en Latinoamérica. Más de mil setecientos activistas asistieron a la conferencia preparatoria, celebrada en Santiago de Chile en el año 2000. La participación política de las agrupacio- nes de afrodescendientes ha posibilitado el desarrollo de una imagen más realista en lo referido a la situación de jerar- quía racial en la región. Esta participación organiada de los descendientes africanos, de conjunto con la atención recibida en los medios de comunicación, ha contribuido al surgimiento de una presión pública sobre los Estados nación, y también, una actividad legislativa contra la discriminación. Aunque es posible legislar medidas contra la discrimina- ción, que remedien esta práctica en el empleo, la vivienda, las elecciones, los establecimientos de acceso público (inclu- yendo las transacciones de consumo, banca, educación, salud y contratación pública), la mayor parte de los países Fondolatinoamericanos hanEditorial tendido a concentrarse en unas pocas áreas (el apéndice B, «Tipología de las medidas latinoame- ricanas contra la discriminación racial», ilustra la variedad de leyesCasa contra la discriminación), de las recurren Américas a normas cons- titucionales sobre la igualdad, formuladas de manera vaga, para confirmar que el problema de la desigualdad racial ha

160 sido abordado de forma adecuada. Ejemplo de esas normas vigentes en todos los países de la región, con algunas varia- ciones –Uruguay sería la excepción–, es la norma consti- tucional sobre igualdad de Nicaragua, la cual declara que: «Todos los pueblos son iguales ante la ley y tienen dere- cho a la misma protección. No se discriminará por razón de nacimiento, nacionalidad, creencias políticas, raza, sexo, lenguaje, opinión, situación económica, o posición social».4 Más allá de generales normas constitucionales sobre igual- dad, las medidas contra la discriminación son variadas e inclu- yen desde el reconocimiento constitucional a la composición multirracial y multiétnica de la población; el otorgamiento de títulos colectivos de propiedad de la tierra a los afrodescen- dientes, en tanto grupo culturalmente diferenciado por sus vínculos históricos con los terrenos en los que se asentaron originalmente como sociedades de esclavos fugitivos, o sea, cimarrones; el imponer sanciones por discriminación racial que niegue el acceso a lugares públicos; prohibir la discrimi- nación en el lugar de trabajo; la aprobación de normas jurídi- cas para la inclusión de contenidos ssobre afrodescendientes en los programas nacionales del sistema educativo, hasta la prohibición de difundir ideas basadas en la superioridad racial y de discriminar por el color de la piel, esta última castigada penalmente. (El apéndice B proporciona una lista de países en los que se han adoptado estas y otras medidas). Fondo Editorial Casa de las Américas

161 El derecho penal como centro de las leyes contra la discriminación

Si bien América Latina presenta un variado conjunto de medidas contra la discriminación, la gran mayoría de sus países se han centrado en el Derecho penal para abordar- la. La razón por la que se le asigna tal importancia a esa disciplina está profundamente arraigada en la imagen de inocencia racial que proyecta la región. La idea de que los diferentes Estados nación son inocentes, como organización política, de haber cometido actos racistas, puesto que no ha habido en la región una segregación del tipo Jim Crow organizada por el Estado, la posición del Derecho con rela- ción al racismo ha sido considerarlo una aberración y no parte sistémica de la cultura nacional. Es por ello que su respuesta a este acto sea tratarlo como la acción de indi- viduos aislados que se supone tienen prejuicios anormales. En resumen, los racistas son criminales y sus acciones no son el reflejo de normas culturales inveteradas. Eso ayuda a explicar el porqué en Latinoamérica muchas de las leyes contra los discursos de odio forman parte de los códigos penales. Por desgracia, cuando se restringe la idea del racismo y se le piensa como palabras cargadas de prejui- cio, provenientes de personas etiquetadas como racistas aberrantes, se pasan por alto aspectos estructurales e insti- tucionales de la discriminación que actúan en ausencia de un discurso social racista. Por ejemplo, el académico Carlos Fondode la Torre señala Editorialcon respecto al destino de los afroecua- torianos: «La reducción del racismo a palabras hostiles y acciones de personas ignorantes, etnocéntricas y provincia- nas, queCasa ha sido la perspectiva de las dominante Américas en la sociología americana hasta tiempos recientes, no tiene en cuenta las relaciones de poder»5

162 Algunos países latinoamericanos tienen un peculiar enfo- que penal en lo que a discriminación se refiere. En el caso de República Dominicana, la Ley Contra la Violencia Intra- familiar, de 1997, instituye como delito el trato humillante o desigual basado en la raza o la etnicidad. Las personas a las que se les encuentre culpables del crimen de discrimina- ción pueden ser encarceladas hasta por un año y un mes, y condenadas al pago de una multa de entre dos a tres salarios mínimos mensuales.6 En Nicaragua, el Código Penal castiga la obstrucción al cumplimiento de un derecho constitucional a causa de la raza o la etnicidad,7 con prisión de seis meses a un año. Si la obstrucción tiene una motivación racial y se ha promovido públicamente se podrá imponer una multa adicional. El Código Penal considera como agravante de la pena que el delito haya tenido una motivación racial.8 Si bien la criminalización de la discriminación racial sugiere un fuerte compromiso normativo con la erradicación de esta exclusión, en la práctica puede haber tenido el efecto irónico de hacer que el sistema jurídico sea menos capaz a la hora de ocuparse de los problemas de desigualdad y discriminación. Los casos penales tienen requisitos probatorios más estrictos así como una carga de la prueba mayor que los civiles. Es así que en Perú, en un análisis de las quejas relativas a la expe- riencia de presentar demandas penales por discriminación, se determinó que el criterio de la prueba para estos casos era estricto, y que a menudo es difícil para la víctima probar que la ha sufrido.9 Un caso ilustrativo descrito en el informe, es el de una persona que presentó denuncia contra el departamen- Fondoto de Policía alegando Editorial discriminación por habérsele impuesto una multa de tráfico inapropiada debido a la raza de la persona. El fiscalCasa señaló que lade queja nolas merecía Américasla apertura de investi- gación o acción penal porque las pruebas presentadas no eran suficientes: el denunciante había presentado su declaración

163 jurada y otra de un miembro de la familia, testigo del acci- dente. Es difícil imaginar qué más podría haber presenta- do para apoyar su acusación. La exigencia de una prueba mayor es común en la resistencia a considerar la discrimina- ción racial como una acción penal viable. Junto a la reticencia de los fiscales a iniciar casos por discriminación racial también está la de los jueces a impo- ner sanciones penales. Los sistemas de justicia latinoameri- canos están sobrecargados de tradicionales delitos contra la propiedad y de violencia contra las personas. En un sistema cargado de esa clase de problemas, y que padece ineficien- cias sistémicas, los crímenes del racismo y la discriminación racial han tenido poca prioridad y, probablemente, así habrá de continuar. También se corre el riesgo de que al confiar el cum- plimiento del derecho penal a las autoridades públicas se menoscabe la ley, ello debido a la inacción complacien- te de los funcionarios, quienes pueden albergar la misma clase de prejuicio racial que los autores de la discriminación. De hecho, los estudiosos han señalado que en reiteradas ocasiones son los policías los autores de la violencia racial contra personas de ascendencia africana, pues consideran que su función es proteger a la sociedad de los «elementos marginales», por cualquier medio necesario, sin considera- ción del Estado de derecho.10 Es ese un peligro específico en Latinoamérica, en donde reiteradamente la policía exhorta a los afrodescendientes a no presentar denuncias por discri- Fondominación racial y donde,Editorial además, es ella misma autora de actos discriminatorios.11 El contraste entre los campos civil y penal se ejemplifica excelentementeCasa en Brasil de con ellas caso de AméricasTiririca, en el que el mismo patrón de comportamiento, un discurso de odio, tuvo éxito para los demandantes en el tribunal civil, pero no

164 en el penal. Tiririca –nombre artístico de Francisco Everado Oliveira Silva–, es un animador que en 1996 lanzó con la empresa Sony Music la canción titulada Veja os cabelos dela (Mira su pelo), en esencia una larga filípica acerca del supuesto olor inherentemente animal de las mujeres negras y la fealdad de su pelo natural. En una parte de la canción se dice:

Cuando pasa me atrae, / pero su pelo de ninguna forma, no. / Casi me desmayo por su catinga [olor corporal de los africanos]. Mira, no puedo soportar su olor. / ¡Mira, mira, mira ese pelo! / Parece estropajo para limpiar sartenes. / Ya le he dicho que se lave. Pero insiste y no me quiere escuchar. / Esta negra maloliente... este animal apestoso que huele peor que una mofeta.12

La ONG feminista Criola, junto con el Centro de Articu- laçao de Populações Marginalizadas (CEAP) y algunas otras organizaciones defensoras de la justicia social presentaron ante tribunales civiles y penales demandas judiciales contra el cantante y la empresa Sony Music. Ante el tribunal penal se presentó una denuncia por racismo. Los demandantes perdieron porque el juez determinó que no existía la inten- ción criminal de ofender a las mujeres negras.13 El criterio del derecho penal era demasiado estricto para poder apli- carse si se tienen en cuenta los raros casos en que los indi- viduos expresan abiertamente su intención de discriminar Fondodelante de testigos Editorial imparciales. En consecuencia se permi- tió que continuara difundiéndose la canción. En contraste, la acción ante el tribunal civil fue exitosa. Se presentóCasa de conformidad de con lasel artículo Américas 3 de la Constitución, donde se establece que el objetivo nacional es «promover el bienestar de toda persona, sin prejuicios de origen, raza,

165 sexo, color, edad y cualquier otra forma de discrimina- ción».14 El caso pretendía proteger los derechos difusos y colectivos de las mujeres negras a verse libres de discri- minación. Se entiende como derechos difusos la categoría legal que proporciona garantías a un grupo de individuos con un interés jurídico común, aunque estén dispersos en la comunidad política.15 Lejos ahora del contexto penal, que requiere la intención de discriminar, el tribunal civil determi- nó que la letra de la canción era discriminatoria y humillaba a las mujeres negras.16 El tribunal señaló que como Tiririca, además de cantante era un popular animador entre los niños (aparecía en la televisión nacional disfrazado de payaso), el contenido insultante e injurioso de la canción también era perjudicial para la formación de la juventud negra. Como indemnización por los daños morales colectivos causados a la dignidad, el tribunal ordenó en 2008 el pago de 300 000 reales (equivalentes a unos 162 000 dólares estadunidenses de la época), además de las costas judi- ciales y los honorarios del abogado.17 En 2012, el tribunal revisó la parte indemnizatoria de la sentencia para incluir sumas retroactivas hasta 1997, fecha en la que se admi- tió la demanda y, en consecuencia, elevó la indemnización a 1,2 millones de reales (aproximadamente unos 678 736 dólares). En un sistema jurídico de derecho civil como el brasileño los daños morales son considerados daños no pecuniarios que compensan los trastornos emocionales Fondoderivados del perjuicio Editorial al honor o la reputación de una persona18 Los daños morales no suelen reconocerse con relativa frecuencia en las demandas por daños extracon- tractuales,Casa sino solo ende aquellas las que afectan Américas negativamen- te la dignidad de las personas. El pago indemnizatorio por los perjuicios al interés colectivo de las mujeres negras,

166 al haberse violado su derecho a la igualdad, se entregó al Fondo para la Defensa de los Intereses Difusos, adscrito al Ministerio Federal de Justicia, para que este creara pro- gramas educativos juveniles contra el racismo que tuvieran difusión en la radio, la televisión y el cine, así como materia- les impresos para las escuelas primarias del país. Lo que demuestra el caso Tiririca es que en el ámbito del derecho civil la ausencia de penas de prisión permite considerar perspectivas modernas sobre la igualdad racial a la hora de decidir si la discriminación, históricamente predo- minante en Latinoamérica, pero invisible como «cultura», puede ser objeto de una demanda judicial. Un marco civilista puede proporcionar teorías más generales sobre la discrimi- nación y, también, criterios probatorios menos rigurosos.19 Además, el contexto civilista presenta un riesgo menor de que se produzca un cumplimiento selectivo que perjudique a las poblaciones vulnerables. Eso se debe a que a dife- rencia de las acusaciones en el sistema penal, el Estado no es necesariamente el principal garante del cumplimiento de la ley en el proceso civil. No obstante, debido a la idea de que las leyes penales contra la discriminación muestran la seriedad del Estado en su lucha contra el racismo, el de- sarrollo de medidas propias del derecho civil ha sido lento y su repercusión práctica modesta. Fondo Editorial Casa de las Américas

167 El ejemplo peruano de las leyes laborales y de consumo

En Perú, aparte de su derecho penal contra la discrimina- ción,20 hay varias leyes de derecho civil que prohíben la discriminación racial. La primera de estas leyes se aprobó en 1997, y prohíbe los requisitos discriminatorios en las ofertas de empleo y en el acceso a la educación.21 A partir de ese momento los medios de comunicación comenzaron a hacer públicas las prácticas discriminatorias en salas de baile, que continuamente negaban la entrada a los afrope- ruanos.22 El Instituto para la Libre Competencia y la Propie- dad Intelectual (Indecopi), organismo del Gobierno creado para garantizar la competencia económica abierta y hones- ta, y para proteger los derechos intelectuales de los ciuda- danos,23 tras investigar estos comportamientos emprendió, en nombre de los consumidores, una campaña de presión política en contra de tales locales.24 Se usaron grabaciones de video, retransmitidas por televisión, para probar que la discriminación racial era la única causa por la que se les negaba el acceso a algunos consumidores. Como respues- ta frente a la indignación pública, el Congreso aprobó una segunda ley, la 27049, la cual establece la prohibición de toda forma de discriminación racial por parte de los propie- tarios de establecimientos abiertos al público. Si bien la ley es clara cuando afirma que la discriminación en esos esta- Fondoblecimientos está Editorialprohibida, el Congreso rechazó la crea- ción de una acción procesal diferenciada para las personas afectadas.Casa En su lugar, de las normas las de Américasla Ley 27270 se desarrollan por el Decreto Supremo 002-98-TR, le permi- te a la Autoridad Administrativa Laboral investigar actos de

168 discriminación, pero solo después de que se ha hecho una petición o se haya presentado una queja.25 Si bien los consumidores pueden presentar a título perso- nal quejas ante el Indecopi, o a la Oficina de Servicio de Atención al Ciudadano (SAC), el proceso de quejas presenta en sí mismo obstáculos. En primer lugar, el Indecopi cobra una tasa por cada queja presentada.26 Esa tasa es un pro- blema para los miembros de la comunidad afroperuana que son pobres en extremo. En segundo lugar, la mayoría de los ciudadanos no saben cómo impulsar la querella dentro del proceso, y muchos se quejan de la rudeza del perso- nal del organismo y de falta de calidad en el servicio que prestan.27 En tercer lugar, Indecopi no tiene oficinas en todo el país, lo que dificulta el registro inicial de la queja y su se- guimiento. Para que una queja tenga éxito, conforme a la ley de protección al consumidor, este tiene la carga de la prueba a la hora de mostrar que ha habido un trato diferencial. De conseguirlo, el dueño tiene entonces que demostrar que sus acciones fueron objetivas y justificadas; de hacerlo, le corresponde al consumidor probar que la justificación del propietario es un pretexto para realizar prácticas discrimina- torias. Es un proceso análogo al estadunidense para probar la discriminación, según el título VII de la Ley de Derechos Civiles de 1964. Por consiguiente, resulta muy difícil que una persona pueda probar ante la Agencia de Protección Fondodel Consumidor Editorial que ha sido discriminada como consumi- dor. Aunque esa es una queja popular, se ha señalado que hay requisitos que se aplican de manera arbitraria por los funcionariosCasa de la yade mencionada las Agencia Américas de Protección, quienes impiden que los sujetos discriminados presenten quejas. Uno de los requisitos es mostrar un recibo del lugar

169 en el que la persona sufrió discriminación. Sin embargo, el requisito es especialmente sorprendente puesto que la esen- cia de la queja está en que a esa persona se le negó el acce- so al establecimiento y, por consiguiente, no pudo consumir nada que le permita obtener un recibo. Otra debilidad del cumplimiento jurídico de la protección al consumidor es que se concentra en su acceso a lugares de entretenimiento y deja de lado, por ejemplo, el trato igualitario en las instala- ciones de salud. Es esta una omisión significativa partiendo del hecho de que es en los servicios de salud donde predo- mina la discriminación racial, según refiere un estudio del año 2009 sobre el racismo en Perú.28 Entre los propietarios de negocios ha habido la tendencia creciente a eludir las leyes contra la discriminación alegan- do que sus negocios están dirigidos exclusivamente a turis- tas norteamericanos y europeos quienes, supuestamente, prefieren contratar un sector de servicios que solo emplee blancos.29 Especialmente en grandes ciudades, como Lima, los empresarios con negocios dirigidos «solo a los turistas» han tenido éxito a la hora de excluir a los afroperuanos y eludir la detección de sus prácticas discriminatorias.30 El área del empleo presenta retos parecidos con respecto al cumplimiento. El Ministerio de Trabajo y Promoción del Empleo (MTPE) tiene como una de sus competencias investi- gar las acusaciones por discriminación.31 Para iniciar ese pro- ceso, el denunciante debe presentar una acción ante el FondoMTPE; si se determina Editorial que la parte acusada ha publicado un anuncio discriminatorio impone entonces una multa. Esa ley también obliga a los medios de comunicación a denunciar ante laCasa administración delaboral peruanalas losAméricas anuncios discri- minatorios, así como colaborar en la investigación de los casos. La empresa que viole la ley puede ser cerrada hasta

170 por un año. La víctima de la discriminación puede también demandar judicialmente al empleador por haber violado la Ley 26772 ante un tribunal laboral de primera instancia o ante el Tribunal Constitucional, si el caso involucra derechos reconocidos en la Constitución.32 En los casos de ofertas de empleo, las normas jurídicas del MTPE permiten que los empleadores soliciten algunos requisitos que pudieran considerarse discriminatorios siempre que pueda demostrar que existe una «justificación objetiva y razonable», es decir, que dichos requisitos estén relacionados con la cualificación necesaria para el trabajo.33 Así, por ejemplo, se podría exigir el requisito de raza para contratar a un actor que tuviera que representar un personaje con un perfil racial específico, de manera muy parecida al Título VII de la ley estadunidense que permite la excepción en la prohibición del requisito del origen nacional para el empleo.34 Sin embargo, esa ley peruana no ha solucionado de for- ma adecuada el problema de los anuncios discriminatorios; pues continúa siendo común ver cómo los empleadores solicitan «buena apariencia», un eufemismo racialmente codificado que remite a un fenotipo blanco. Sin embargo, el MTPE informó que entre 1998 y 2006 solo se presentaron catorce quejas, de las cuales seis fueron resueltas.35 En el año 2010, recibió veintiocho quejas y multó a tres empre- sas infractoras. El Ministerio de Trabajo redobló sus esfuer- zos por combatir los anuncios discriminatorios y propuso Fondoreforzar su cumplimiento. Editorial36 En concreto, dio a conocer que pondría en práctica un sistema integral para gestionar las quejasCasa de los solicitantes de de lasempleo queAméricas consideren hayan sido discriminados. El nuevo sistema permitirá presentar las demandas por escrito, por teléfono o por internet.

171 La ley también prohíbe la discriminación que se produzca en el lugar de trabajo durante el curso de la relación laboral, tanto en la Constitución peruana como en la Ley de Produc- tividad Laboral.37 Según esta ley, un juez puede ordenar medidas que detengan la discriminación y multar al empleador. Si el trabajador quiere dar por terminado el contrato de trabajo, por causa de las prácticas discriminatorias, tiene derecho a una indemnización por despido. La misma ley sanciona la finalización discriminatoria de la relación laboral. Según esta, si el tribunal determina que la queja es fundada el trabajador puede optar entre su reincorporación al empleo o a la indemnización por despido. No obstante, es muy probable que la capacidad de las reformadas leyes laborales para ocuparse de la discrimina- ción racial se vea afectada por la ambivalencia del Gobierno a la hora de atender directamente las necesidades de los afroperuanos. Por ejemplo, en el año 2009 el Gobierno se disculpó, mediante resolución estatal, y expresó su «arre- pentimiento histórico al pueblo afroperuano por los abusos, la exclusión y la discriminación cometidos contra ellos desde el periodo colonial hasta la actualidad»,38 pero en la ceremo- nia oficial en la que el presidente García anunció la disculpa estatal, este afirmó que la misma «limpiaría al Estado y a la historia de culpa».39 Pareciera que para el Presidente los daños a los afroperuanos son lo suficientemente insignifi- Fondocantes como para Editorialsolucionarse con una disculpa pública. Ello no es más que otro ejemplo de cómo, gracias a la implí- cita comparación latinoamericana con el «racismo real» de los EstadosCasa Unidos, Perúde sigue las pensándose Américas como un país inocente en cuestiones raciales, cuya herencia pasiva del racismo colonial de España y la ausencia de segregación al

172 estilo Jim Crow exime al Estado de toda acción compensa- toria. Por tanto, será difícil promover reformas legales más efectivas contra la discriminación en un país cuyo Gobierno considera que una formal disculpa pública es suficiente para restaurar los daños causados. Al mismo tiempo, si se tiene en cuenta la lucha de los afroperuanos contra la invisibilidad de los negros dentro de su propio país, reconocer en una dis- culpa que han sido y son víctimas de la discriminación puede impulsar los esfuerzos de la comunidad afroperuana en pro de los derechos civiles.

El ejemplo colombiano de las constituciones multiculturales, los derechos a la tierra y la reforma curricular

La Constitución colombiana de 1991 contempla el recono- cimiento y la protección de la diversidad étnica y cultural de la nación.40 De esta forma, Colombia se unió a otros países latinoamericanos, como Bolivia, Ecuador, Guatemala, Méxi- co, Nicaragua, Paraguay y Venezuela, que han reconocido constitucionalmente el carácter multicultural y étnico de sus naciones. Son muchas y variadas las definiciones acerca de qué es lo que hace que una Constitución sea «multicultural». Los teóricos de la ciencia política analizan el concepto como una ciudadanía diferenciada, mientras que los del derecho Fondolo piensan como Editorial la constitucionalización de un Estado mul- ticultural.41 Desde mi perspectiva, una Constitución es multi- cultural en la medida en que se refiera explícitamente a la importanciaCasa de que deel Estado las proteja laAméricas diversidad étnica o cultural de la nación, o reconozca a esta como multiétni- ca y se proponga facilitar una política incluyente.42

173 Sin embargo, no todas las constituciones multiculturales con- templan a las comunidades afrodescendientes en ese esque- ma de multiculturalismo. Juliet Hooker observa con perspi- cacia que debido a que los estados latinoamericanos han contemplado los derechos multiculturales propios de los pueblos indígenas, considerados como miembros de grupos «étnicos» dignos de reconocimiento, los afrodescendientes se han visto a menudo excluidos como sujetos «raciales» diferenciados, y no se les ha reconocido una identidad étni- ca que merezca protección constitucional.43 La dicotomía establecida entre personas indígenas «étnicas», dignas de reconocimiento, y afrodescendientes «raciales», que no son dignos de ese reconocimiento, pasa por alto la racialización de los pueblos indígenas y también las identidades cultura- les de las comunidades afrodescendientes. Es por esta razón que Colombia se destaca por ser una jurisdicción que inclu- ye a los afrodescendientes como parte del reconocimien- to multicultural, al tiempo que ejemplifica las limitaciones de equiparar los derechos multiculturales a la condición de grupo étnico. Colombia presenta así un bienvenido contraste con países como México y Venezuela, los cuales han exclui- do totalmente a los afrodescendientes de su panorama de derechos multiculturales. También conntrasta con países que le reconocen a los afrodescendientes los mismos dere- chos colectivos a la tierra y a la cultura, que a los pueblos indígenas. Para Juliet Hooker Colombia, Brasil, Ecuador y Perú son jurisdicciones en las que los afrodescendientes han Fondoobtenido algunos derechosEditorial constitucionales multiculturales, pero no en el mismo grado que las comunidades indígenas. La Constitución colombiana «reconoce y protege la diver- sidad Casaétnica y cultural dede la nación». las44 ElAméricas artículo transito- rio 55 de la Constitución de 1991 ordena que las leyes reco- nozcan el derecho de los afrodescendientes a la propiedad

174 colectiva. Por consiguiente, las normas constitucionales se han visto potenciadas por una legislación específica. Con el propósito de cumplir con el mandato del artículo 55 se aprobó en 1993 la Ley 70, cuyo fin es proteger los derechos de los afrocolombianos a las tierras que tradicionalmente ocupan. La norma prevé la elección de representantes comu- nitarios que aboguen por las preocupaciones de la comuni- dad sobre la tierra, y otros problemas, mediante un sistema de previa consulta El artículo 7 de esa misma Ley 70 dispone que los títulos colectivos son inalienables, inembar- gables e imprescriptibles. Sin embargo, la ley se limita al área de la costa del Pacífico y a otras zonas específicamente delimitadas.45 Áreas como las urbanas, territorios indígenas, las de los parques nacionales, y las reservadas a la defensa y seguridad nacionales se excluyen explícitamente del ámbi- to de aplicación de las normas sobre tierras contenidas en la ley de referenica. La consecuencia de esas excepciones es que un gran número de afrodescendientes que habitan en zonas urbanas, fuera de la costa del Pacífico, han queda- do excluidos al no considerárseles con vínculos firmemente arraigados en terrenos específicos, como sí los tienen las comunidades indígenas, a las que se les reconocen títulos colectivos sobre la propiedad de la tierra. La Ley 70 solo se ocupa de las necesidades de un sector de la población afrocolombiana. Incluso, aquellos afrocolombianos con derecho a ad- quirir títulos de propiedad sobre la tierra, conforme la Ley 70, Fondohan obtenido resultadosEditorial modestos. Esto es así porque con frecuencia las reclamaciones se ven retrasadas por los estudios de títulos. La Ley 70 precisa que solo se pueden asignarCasa como propiedad de colectiva las los Américas terrenos considera- dos «tierras baldías» (abandonadas por el Estado). Dado que los afrocolombianos habitan en distintas regiones y son

175 étnicamente diversos, no todos se asientan en ese tipo de tierras (de hecho, algunos ni siquiera tienen como lengua materna el español, como los raizales, un grupo étnico afro- caribeño cuya lengua es el inglés criollo). Además, el proce- so de titulación de tierras es especialmente exigente, pues requiere la realización de estudios históricos, demográficos, económicos y cartográficos de la comunidad que reclama la propiedad colectiva. Por otro lado, la violencia de los grupos paramilitares y del ejército colombiano ha disuadido a muchos afrocolombianos de iniciar el proceso de titulación de tierras.46 Los organiza- dores de comunidades que reclamaban la propiedad colecti- va de tierras han sido calificados de guerrilleros o terroristas, y luego identificados como objetivos de la violencia por un Gobierno que parece más interesado en controlar aquellas áreas afrocolombianas ricas en recursos naturales al servicio del desarrollo empresarial.47 Además, los grupos paramilita- res de extrema derecha, involucrados en el tráfico de drogas, también se están apoderando ilegalmente de tierras.48 Tanto es así que hay al menos un estudio donde se establece que el 33 % de todos los afrodescendientes colombianos han sido expulsados de sus propias tierras por grupos armados.49 De las personas desplazadas a causa del conflicto interno exis- tente, el mayor porcentaje es de afrocolombianos.50 Igualmen- te, estos últimos, en comparación con los mestizos, tienen una probabilidad 84 % mayor de ser desplazados. Solo en el Fondoaño 2007, el 79 %Editorial de esta población con títulos de propie- dad registrados había sido desposeída forzosamente de sus tierras.51 El desplazamiento de los afrocolombianos ha sido tan significativoCasa (al igual de que en laslas comunidades Américas indígenas) que en 1999 las Naciones Unidas advirtieron al Gobierno colombiano que se ocupara del problema y lo tratara como

176 una forma de discriminación racial.52 La Corte Constitucio- nal colombiana evaluó de inmediato la política del Gobierno para ocuparse del destino de muchos de los desplazados y estableció que la acción gubernamental era inadecuada e inconstitucional por violar los derechos fundamentales de los ciudadanos colombianos que padecían desplazamiento.53 Tras esa orden de la Corte, el Gobierno se ha visto obligado a diseñar políticas para prevenir la expulsión forzada de los propietarios de tierras, además de mejorar las malas condi- ciones de vida de los desposeídos. Desafortunadamente, las deliberaciones del Gobierno con respecto a las necesidades de esos desposeídos no se han centrado en las consecuen- cias específicas para los afrocolombianos como población.54 En contraste, el mando de nación ha dado muestras de su disposición a prestar atención, como grupo, a los afroco- lombianos en la reforma educativa. En 1998, el presidente Álvaro Uribe aprobó un decreto presidencial que ordena- ba la enseñanza en las escuelas de la cultura y la historia afrocolombianas.55 Los artículos 159 y 160 de la Ley 115 disponen, respectivamente, que uno de los miembros del Consejo de las juntas de educación, tanto la departamental como la distrital, tenían que pertenecer a la comunidad local afrocolombiana, en caso de existir.56 Cabe esperar que con una mayor exposición a las contribuciones de los afrocolom- bianos a la sociedad se haga deseable para la totalidad de la población una auténtica igualdad racial. FondoSin embargo, Editorial la promesa de las constituciones multicul- turales tendrá que enfrentarse a la larga y arraigada historia de exclusión social y política en Latinoamérica. Por ejemplo, aunqueCasa la implementación de delas la legislación Américas para la «protec- ción multicultural», reconocida en la Constitución, requiere que las autoridades estatales consulten con las comunidades

177 de afrodescendientes antes de tomar decisiones que puedan afectar sus tierras comunitarias, pues los mismos enfren- tan obstáculos en ese proceso de consultas dado que el Gobierno debe, en primer lugar, reconocer un prestablecido Consejo Comunitario de afrodescendientes antes de que esa población tenga derecho a ser consultada. El proceso de reconocimiento oficial ha sido percibido abiertamente como burocrático y restrictivo. A pesar de lo dicho, tras tantos años de marginación, el simbólico reconocimiento constitu- cional a la importancia de los afrodescendientes encierra ya de por sí cierto grado de progreso.57 El intento de Brasil por aprobar leyes integrales contra la discriminación ha sido una alternativa a las constituciones multiculturales.

El ejemplo brasileño de luchar por un sistema jurídico integral contra la discriminación

Debido a que Brasil ha dado pasos importantes con respecto a la aprobación y el cumplimiento de leyes contra la discrimi- nación, merece un estudio más profundo. El esfuerzo concer- tado por hacer uso del derecho como herramienta para el cambio social en el país es particularmente relevante pues históricamente para ejercer el voto fue requisito indispen- sable estar alfabetizado58 Puesto que el requisito de alfabe- tización, que en la práctica excluía del poder político a la Fondopoblación afrobrasileña, Editorial no se revocó hasta 1985, el campo político no era el más prometedor para el cambio social. La moderna legislación brasileña, reguladora de los derechos civiles,Casa no comenzó hasta de 1951, las con la aprobación Américas de la ley sobre derechos civiles, conocida como Lei Afonso Arinos,59 la cual criminalizaba la discriminación racial en el empleo, el

178 comercio, los establecimientos públicos y en la educación. Tales actos discriminatorios fueron declarados delitos, casti- gables con penas de prisión o multas. Lo que comenzara la Lei Afonso Arinos devino patrón para la legislación de los derechos civiles: tratar la discrimi- nación racial como delito. Pero, aunque paradójico, esta legislación no se ha cumplido de manera cabal y se le consi- dera un gesto de puras relaciones públicas, pensado para mitigar el desfavorable estado de opinión que se originó cuando le fue prohibido la entrada en hotel a la bailarina afroestadunidense Katherine Dunham, supuestamente a causa de la influencia racista del industrialismo y el comer- cialismo de los Estados Unidos en Brasil (y no al propio racismo brasileño).60 En consecuencia, la Lei Afonso Arinos no reconoció el racismo en el país, ni se ocupó de él, a pesar del hecho de que fueron los activistas afrobrasileños por la justicia social los que hicieron relevante el incidente con la Dunham, y otros parecidos, al darlos a conocer en los medios de comunicación. De hecho, la ley que se apro- bó era una versión diluida del proyecto de 1946 contra la discriminación impulsado sin éxito por los activistas afro- brasileños.61 En los cuarenta y seis años que siguieron a la aprobación de la ley de 1951 solo fueron condenados nueve acusados.62 Durante la dictadura militar brasileña (1964-1986) no se practicó la lucha contra la discriminación, no fue tomada Fondoen serio por los Editorialparticipantes en la administración pública. En consecuencia, los actuales esfuerzos por hacer uso del el campo jurídico para la transformación social de la nación hanCasa tenido lugar en de un trasfondo las de prexistentesAméricas leyes de derechos civiles en gran medida ineficientes.

179 Cada una de las constituciones federales de Brasil ha consagrado de manera formal al principio de igual trato ante la ley. Con el regreso de la democracia se adoptó, en 1988, la Constitución Federal vigente, la cual recoge una variedad de cláusulas relacionadas con la discriminación racial que los defensores de la justicia social consiguieron incluir tras el fin de la dictadura militar, en 1986, como parte de una reforma general.63 En el Título 1, «De los principios funda- mentales», la Constitución establece como una de las bases del Estado democrático de derecho en Brasil «la promoción del bienestar de todas las personas, sin prejuicios basados en el origen, raza, sexo, el color de la piel, la edad o cual- quier otra forma de discriminación» (art. 1.IV). Ese mismo título dispone que las relaciones internacionales del gobier- no de Brasil se rigen, entre otros principios, por el rechazo al racismo (art. 4.VIII). Por su parte, el Título II, referido a los derechos y las garan- tías fundamentales, establece en el artículo 5, sección 1, la igualdad de todas las personas ante la ley. Además, el artículo 215, párrafo 1 de la Constitución, refiere que «el Es- tado protegerá las manifestaciones de la cultura popular, indígena y afrobrasileña, y también las de otros participantes en el proceso de la civilización nacional». El artículo 216, párrafo 5 protege todos los documentos y lugares que tengan significado histórico para los quilombos (comunidades crea- das por los esclavos que se fugaban). Por último, la dispo- Fondosición transitoria númeroEditorial 68 reconoce como propietarios definitivos de las tierras comunales que ocupan, a los resi- dentes en ese momento en los quilombos. Sin embargo, hasta Casamayo de 2008, de los 3550 las quilombos Américas actualmente reconocidos por el Gobierno solo 87 habían recibido títulos de propiedad de la tierra.64

180 A la Constitución de 1988 le siguió rápidamente la aprobación de leyes complementarias de derechos civiles. Un año después de esta Constitución, el Congreso aprobó la Ley 7716, que sentenciaba la discriminación basada en la raza o el color de la piel, en los lugares de acceso público, el empleo y el sector privado.65 La ley, conocida como Lei Caó, era larga y muchos críticos la acusaron de ser vaga y contener demasiadas lagunas jurídicas que permi- tían eludir su cumplimiento.66 En su texto original, la ley criminalizaba una serie de acciones resultantes del prejui- cio racial basado en el color de la piel. Entre esas acciones figuraban impedir el acceso a los organismos de la adminis- tración pública o a los servicios públicos; negar o impedir el empleo en una empresa privada; negar o impedir el acceso a establecimientos comerciales en general; negarse a servir a un cliente, o comportamiento parecido, en hoteles, restau- rantes, transporte público, instalaciones deportivas o pelu- querías; impedir la entrada en edificios o ascensores; impe- dir el acceso a las Fuerzas Armadas o establecimientos educativos; impedir o bloquear de cualquier forma el matri- monio o la vida familiar y social. Estos delitos se castigan con penas de prisión de uno a cinco años. La Lei Caó es, por tanto, mucho más amplia y específica que la Afonso Arinos, de 1951. En 1990, la Ley 8081 modificó la Ley 7716, aprobada un año antes, y añadió un nuevo delito, la «práctica, in- Fondoducción o incitación, Editorial mediante comunicaciones públicas o publicaciones de cualquier naturaleza, de la discriminación o el prejuicio por razones de raza, religión, etnia u origen nacional».Casa67 Este comportamientode las se castigabaAméricas con prisión de dos a cinco años. La Ley 7716 se revisó en 1997, mediante la Lei Paim, la cual especificaba que todo delito

181 por razones de raza, etnia, religión, color u origen nacional sería penalizado con prisión de uno a tres años, además de una multa.68 Las modificaciones fueron principalmente cambios procesales que redujeron la sentencia por el delito de expresiones racistas a penas de prisión de uno a tres años, y reformaron la definición de delitos contra el honor contenida en el Código de Procedimiento Penal para incluir el delito de «insulto racial» (injuria racial).69 El insulto racial difiere del delito de racismo porque castiga el daño a la dig- nidad de un individuo. En contraste, el delito de racismo tiene por objeto un número indeterminado de personas que son excluidas en su totalidad por razón de raza o color de la piel. Por tal razón, a diferencia del delito individualizado de insulto racial, el delito de racismo que afecta a todo un grupo no está sujeto a un plazo de prescripción y no es un delito excarcelable. Con respecto al insulto racial el juez, de manera discrecional, puede suspender la sentencia de prisión de uno a tres años, y la demanda está sujeta a un periodo de prescripción de ocho años.70 En la esfera civil, las leyes generales por responsabilidad de daños morales se pueden aplicar en casos de discrimina- ción racial (los «daños morales» compensan el menoscabo causado por los trastornos emocionales o los sentimientos de pena y vergüenza derivados del daño al honor o a la repu- tación). El artículo 5 de la Constitución Federal garantiza la indemnización por daños materiales, morales o a la pro- Fondopia imagen. Además, Editorial el artículo 159 del Código Civil declara que «toda persona que viole un derecho o perjudique a otra persona está obligada a reparar el daño causado, sea me- dianteCasa acto u omisión voluntarios,de las negligencia Américas o descuido». No obstante la amplia variedad de leyes contra la discri- minación, son pocas las demandas presentadas ante los

182 tribunales, a pesar de la existencia de unidades especiales de policía destinadas a investigar y hacer cumplir esas leyes.71 Los estudios demuestran que solo un pequeño porcentaje de las denuncias por discriminación llegan a los tribunales superiores, y que a menudo estas son rechazadas por los ofi- ciales de la policía. Un estudioso brasileño ha sugerido la tesis de que el sistema jurídico tiende a tratar el racismo y la discriminación como si fueran casos aislados y raros, y no como parte de patrones sociales más generales.72 Es por ello que muchos abogados y defensores de los derechos civiles se quejan de las ambigüedades de las leyes y de la negativa de los tribunales superiores a juzgar esos casos. Joaquim B. Barbosa, primer juez afrobrasileño en la histo- ria del Tribunal Supremo Federal, en su examen del derecho brasileño contra la discriminación, realizado antes de ser nombrado juez superior, criticó a la Fiscalía (oficina del Ministerio Público Federal) por la falta de un cumplimiento efectivo de las leyes. Atribuyó la ineficiencia del Ministerio a la ausencia de organización, el caos fiscal y a internas luchas ideológicas.73 Para Barbosa, la falta de compromiso y participación de la oficina del Ministerio Público se vio estimulada por los tribunales y, en general, por el sistema judicial brasileño, reflejado en «el individualismo exacerba- do, el formalismo extremo, la ausencia de racionalidad o de efectos prácticos de la mayoría de las herramientas para la acción, etcétera». Y añadía: «[...] no sorprende tenien- Fondodo en cuenta queEditorial la situación general de las acciones judi- ciales civiles instauradas de oficio son tan escasas ¡que no hay nada que analizar en la columna correspondiente a la protecciónCasa de los derechos de delas las minorías Américas por la oficina del Ministerio Público!».74

183 Desde su nombramiento como juez superior del Tribunal Supremo Federal, el magistrado Barbosa ha señalado que «[...] el mito de la democracia racial impide que las perso- nas presenten demandas. Las pocas que podrían acudir a un fiscal estatal se encuentran con funcionarios que deter- minan que los denunciantes no tienen un caso válido».75 A la luz de la ineficacia percibida en las leyes brasileñas contra la discriminación muchas ONG han dedicado sus esfuerzos a reformar la legislación de derechos civiles. Una conferencia celebrada en Brasilia en marzo de 2000, orga- nizada por el abogado Sérgio Martins, del Escritório Nacio- nal Zumbi, buscó desarrollar mecanismos para combatir el racismo y la discriminación.76 Otras ONG, como el Centro de Articulação de Populações Marginalizadas (CEAP), han actuado como grupos de activistas que defienden la reforma de la legislación contra la discriminación.77 hay señales de que, con la excepción de los activistas de derechos civiles, gran parte de la profesión legal considera las leyes contra la discriminación un asunto periférico. Son pocos los abogados que ven beneficiosa la presentación de esas demandas pues temen que con toda probabilidad se rechacen sin demasia- do estudio. Puede que la combinación de una general falta de conciencia de los derechos contra la discriminación, la reticencia de la profesión legal a llevar casos de presuntas discriminaciones y el poco acceso durante años a la asis- tencia legal haya llevado a no denunciar miles de casos de Fondodiscriminación racial. Editorial78 Sin embargo, en los últimos años se han producido decisiones judiciales en casos de discriminación contra la poblaciónCasa afrodescendiente de en lascampos comoAméricas el penal, el civil o el examen judicial de normas de acción afirmativa. Además, por primera vez se han llevado a cabo estudios

184 exploratorios sobre el trato judicial a los demandados en casos penales y, también, investigaciones sobre la situación de la mujer negra en la esfera del derecho penal. Ejemplo de ello lo es el Instituto do Negro Padre Batista, en São Paulo, creado a partir de un acuerdo con el procurador general de ese Estado con el fin de presentar demandas por racismo en los tribunales penales. Según el referido acuer- do, el procurador le entregará al Instituto todos los casos de racismo e insultos raciales que tengan lugar en el Estado. En 2004 el Instituto tenía unos cien casos pendientes, cifra bastante reducida si se considera la densidad de la pobla- ción negra del Estado. Solo unas pocas organizaciones no gubernamentales representan a los afrodescendientes en procesos judiciales, una de ellas es el Instituto da Mulher Negra Geledés. Entre los factores que contribuyen a tal situación se incluyen la falta de una conciencia pública que permita la solución de los problemas, así como la escasa confianza en la capaci- dad del sistema judicial para resolverlos de forma adecuada. Otro factor es que las comisarías de policía, a las que en un principio deben acudir las víctimas para denunciar los delitos, suelen no tomar en serio las denuncias por racis- mo, o no informan correctamente a la víctima sobre cómo proceder. Las acciones de estos centros revelan que la apli- cación de las leyes contra el racismo ha tenido que enfrentar graves problemas desde su aprobación. Un estudio empírico Fondomuestra las graves Editorial deficiencias que presentan las respues- tas de los organismos públicos a las denuncias por racismo, que tienden a verlas como simples cuestiones de honor, a pesarCasa de que a veces de se refieren las a la prohibiciónAméricas de acceso al transporte, derechos laborales y protección al consumi- dor.79 El autor del estudio declaró que «como resultado, los

185 abogados negros se quejan justamente del incremento real de casos contra el honor instaurados contra la policía».80 En Rio de Janeiro, el organismo público Programa Disque Racismo se ha encargado de manejar los casos judiciales. Muchas de las situaciones observadas en São Paulo también están aquí presentes. Por ejemplo, los miembros de Disque Racismo destacan las dificultades para obtener resultados favorables en los casos penales de racismo. En los primeros cuatro años que siguen a la creación del programa, 1999, la organización solo consiguió tres condenas.81 En un siste- ma civilista como el de Brasil, en el que son los jueces y no los jurados los que resuelven los casos, las bajas tasas de condenas reflejan el escepticismo judicial hacia las denun- cias por discriminación. Sin embargo, la conciencia pública sobre las herramien- tas legales contra la discriminación ha ido creciendo, como lo prueba el ascendente número de casos presentados ante los tribunales. Solo en Bahia –estado nororiental con una gran mayoría de residentes afrobrasileños–, 220 personas presentaron denuncias por discriminación racial entre enero y octubre de 2008, lo que contrasta con los 308 casos reci- bidos en el Ministerio Público de Bahía en los diez años anteriores.82 No obstante, la mayor parte de las denuncias no tuvieron éxito. Un estudio de las demandas presentadas entre los años 2005 y 2006 determinó que solo el 32,9 % fueron exitosas.83 En el mismo sentido, otro estudio de los Fondocasos decididos en elEditorial periodo 2007-2008 revela que el 30 % concluyó con éxito para el demandante.84 Esas dificulta- des son análogas a las que encuentran los demandantes por discriminaciónCasa laboral de en los las Estados UnidosAméricas para poder ganar sus casos, pues el 94 % de los procesos presentados no llegan a juicio. Más del 40 % de los casos de discrimi-

186 nación laboral en ese país se archivan antes del juicio, y un 54 % de los demandantes solo reciben cantidades simbó- licas en acuerdos amistosos extrajudiciales. De un 6 % de casos que llegan a juicio en los Estados Unidos, solo uno de cada tres resulta exitoso.85 Otro factor que impide el cumplimiento efectivo de las leyes contra la discriminación es la exigencia de pruebas direc- tas de prejuicios raciales, en lugar de pruebas indirectas, como datos estadísticos que muestren patrones de desigual- dad racial. Un informe del Justice Studies Center of the Americas, de 2004, sobre el sistema judicial de Brasil indi- ca que la mayor parte de las decisiones judiciales en ese país exigen pruebas de discriminación directa.86 Es este un criterio probatorio más estricto, lo cual hace más difícil ganar el caso. En efecto, conforme al criterio de discrimina- ción directa, el demandante debe demostrar básicamente la existencia de tres elementos separados: la acción discrimi- natoria, el perjuicio que el demandado le causó al deman- dante, y una relación causal entre el prejuicio racial y el acto discriminatorio. Se exige, por tanto, que el acusado haga explícita su intención de discriminar, requisito que resulta extremadamente difícil de satisfacer en una sociedad que se identifica como democracia racial y, en consecuencia, no considera que las habituales expresiones utilizadas para denegrar a los negros sean atribuibles al racismo. La interpretación formalista o restrictiva del derecho Fondotambién impide presentarEditorial ante los tribunales acciones por dis- criminación directa. En ocasiones, los jueces han exigido –para calificar de admisible una denuncia en un proceso penal–,Casa cierto comportamiento de las o una determinadaAméricas expresión dirigidos específicamente contra personas de ascendencia africana. En este sentido, por ejemplo, un tribunal determinó

187 que caracterizar a alguien como prostituta, vagabundo, o decir que se parece a un mono, no constituye racismo dado que las personas blancas también pueden ser nombradas o descritas de igual forma. Ese tribunal pasa así por alto los estereotipos culturales que asocian el ser negro con la pros- titución, la pereza y con cualidades animalescas. Además, la sentencia es expresión del mito de la «democracia racial» y se declara en ella que en Brasil:

[l]as personas de piel oscura pueden ser incluso ídolos del pueblo de piel clara en los campos del deporte y la música, y las mujeres que se conocen popularmen- te como «mulatas» parecerían estar orgullosas de esa condición y muestran tener éxito en muchos lugares famosos y populares. En Brasil, las personas «blan- cas» se casan regularmente con personas «negras» y tienen hijos [...]. Aquí no tenemos el racismo riguroso y cruel que se observa en otros países, en donde los «no blancos» están segregados, separados y no tienen los mismos derechos. Eso es racismo.87

En algunos casos que involucran acciones o expresiones dirigidas contra personas de ascendencia africana, los tribu- nales han establecido que ello no representa un comporta- miento que se corresponda con el racismo pues no prueba que el prejuicio o la intención discriminatoria estuvieran diri- Fondogidos a la población Editorial afrodescendiente en su conjunto. Por ejemplo, en el estado de São Paulo un tribunal determi- nó inexistente el delito de racismo en un caso en el que el acusado,Casa un alcalde, de declara las de un empleado,Américas tras su despido del Ayuntamiento, que «los marginales y los sucios negros no trabajarán más aquí durante mi mandato». En la

188 decisión judicial se afirma: «decir que una persona concreta es un “sucio negro” o que la administración municipal no los acogerá más no constituye un delito [de racismo]». Y añade el tribunal:

[...] discriminar, según el significado propio del verbo, implica prohibir a ciertas razas o personas de algunas religiones o de cierto color hacer uso de derechos u opor- tunidades que se le confieren a determinados secto- res de la población. No tiene que ver con des- pedir a alguien de su empleo (en un lugar en el que sin duda muchos otros negros continuarán trabajando) y decir luego crudamente que la persona despedida es un «sucio negro»; al menos no tiene que ver con los requisitos para el delito establecido en el artículo 20 de la ley especial correspondiente [Ley 7716].

En las conclusiones también se declara que: «[...] como resultado, no hay pruebas de una oposición general a la raza negra en la declaración del acusado, sino en lugar de eso un ataque verbal que se dirigía exclusivamente a la vícti- ma y nada más que eso, y es importante señalarlo porque muchos negros continúan trabajando al servicio del ayun- tamiento [en cuestión]». El tribunal consideró que, en este caso, solo hubo injuria, lo cual también fue descartado y por consiguiente, archivada la demanda.88 FondoLos tribunales Editorial brasileños han hecho poco caso al criterio de discriminación indirecta, según el cual el carácter discri- minatorio de un comportamiento se puede determinar a partir de Casala presencia de depruebas las circunstanciales. Américas En un caso como este la acusación debe probar que la víctima es parte de cierto grupo (racial en este caso), y que ha recibido un

189 trato inferior al que recibiría una persona que no fuera de ese grupo, con independencia de la existencia de manifes- taciones explícitas de intencionalidad racista. El principio de la discriminación indirecta parece aplicarse solo al racis- mo relacionado con los derechos de los consumidores. Ese criterio ha sido utilizado para sancionar la discriminación sufrida por afrodescendientes en el acceso a clubes socia- les o a bancos. Como ejemplo de la primera situación, un tribunal declaró que se había producido discriminación en un club nocturno. Para acceder al local había dos filas, una supuestamente para miembros y la otra para los que no lo eran. Los blancos de la primera fila fueran admitidos al local, mientras que a los afrodescendientes de la segunda fila no se les permitía comprar boletos de entrada. El tribu- nal reconoció en sus conclusiones la existencia de un trato discriminatorio contra estos últimos, a pesar de la ausen- cia de un intento discriminatorio directo.89 En el área de los derechos del consumidor fue bien conocido lo sucedido en un banco a un cliente negro que, al intentar transferir una pequeña cantidad de dinero de su cuenta bancaria a la de su mujer, fue sometido a un largo y complejo interrogatorio que excedía con mucho las normales prácticas bancarias para los clientes blancos. El tribunal también determinó que ese comportamiento estaba racialmente motivado.90 Debido a que el derecho brasileño tradicionalmente ha buscado criminalizar el racismo y la discriminación racial,91 Fondoha habido un intento Editorial por ampliar los mecanismos para ocuparse de esta última. En julio de 2010, Brasil aprobó una ley de igualdad racial, el Estatuto da Igualdade Racial. La ley Casale ordena al Gobierno de federal las administrar Américas programas y medidas específicas para reducir la desigualdad racial.92 El artículo 1 declara que el fin de la ley es «[...] garantizar a la

190 población afrobrasileña la consecución de igualdad de opor- tunidades, el apoyo a los derechos individuales, colectivos difusos y la lucha contra la discriminación y otras formas de intolerancia étnica». El Estatuto se destaca por ser la primera legislación inte- gral de igualdad racial en la región. En él se expresan los fines públicos de promover la inclusión racial y el desarrollo de políticas de acción afirmativa para abordar las desigual- dades en «educación, cultura, deportes y entretenimiento, salud, seguridad, empleo, vivienda, medios de comunicación de masas, financiación pública, acceso a la tierra, justicia y otros campos».93 El artículo 51 de la referida ley también establece un defensor del pueblo permanente para lograr la igualdad racial, que recibirá y gestionará las denuncias por discriminación y supervisará el cumplimiento de las medidas que promuevan la igualdad. No obstante, la ley ha sido criti- cada por los activistas afrobrasileños debido a que solo expresa simples aspiraciones y no proporcionar derechos concretos para hacer cumplir efectivamente la igualdad, como por ejemplo mediante políticas obligatorias de acción afir- mativa.94 En el resto de Latinoamérica las víctimas de la discri- minación racial solo pueden recurrir a principios constitu- cionales que respaldan la igualdad. Aunque son pocos los abogados que han intentado presentar demandas por discri- minación racial, basadas en una norma constitucional de Fondocarácter general, Editorial la naturaleza judicial del «amparo» posibi- lita desarrollar una estrategia de uso de los tribunales para conseguirCasa la justicia de social. las Américas

191 Cumplimiento constitucional del amparo en Latinoamérica

El amparo, también conocido como tutela, es un procedi- miento judicial que permite a los demandantes proteger sus derechos constitucionales y humanos mediante una varie- dad de medidas judiciales flexibles (como provisionales, sentencias declaratorias y órdenes a la administración). En todos los países latinoamericanos, con la excepción de Repú- blica Dominicana, la norma sobre amparo está consagrada 95 en las constituciones nacionales. Se le considera un recur- so extraordinario a utilizarse solo cuando judicialmente no exista otro medio efectivo para la protección inmediata de los derechos humanos. Sin embargo, lo más importante, es un derecho personal de acción ante los tribunales, al que puede acceder cualquier persona que haya sufrido un daño. Exis- te una tendencia creciente a usar este procedimiento para proteger los derechos colectivos de los grupos a la solicitud de la parte a la cual le ha sido causado daño. Cinco países de la región excluyen la posibilidad del amparo contra particulares y solo lo permiten contra las autoridades públicas, son ellos: Brasil, El Salvador, Guatemala, México y Panamá. En otros once países se autoriza específicamente la acción de amparo contra particulares en su condición de tales: Argentina, Boli- via, Chile, Costa Rica, República Dominicana, Nicaragua, Paraguay, Perú, Uruguay, Colombia y Venezuela. Como el Fondoamparo es fundamentalmente Editorial un derecho de acción perso- nal para proteger derechos constitucionales, la decisión del tribunal solo obliga a las partes del proceso con respecto al objetoCasa de controversia dejudicial. lasNo tiene valorAméricas como prece- dente obligatorio y limitado por su incapacidad para tomar decisiones generalmente aplicables a la ley demandada. No

192 obstante, las decisiones de amparo pueden tener efecto como precedente cuando una sucesión de esas decisiones, ante los mismos jueces, refuta la aplicación de la ley, basándose en hechos en gran medida parecidos, aumentan la probabilidad de una uniformidad relativa. Como ejemplo exitoso de amparo para impulsar la igual- dad racial puede citarse el caso de la colombiana de ascen- dencia africana Liliana Cuéllar, quien viajó a Cartagena por encargo de la oficina en Houston de la empresa Deloitte and Touche, donde trabajaba. El 2 de julio de 2005 a Cuéllar se le negó la entrada en una discoteca de Cartagena, presuntamente por el color de su piel. La víctima recurrió a la tutela (equivalente en Colombia del amparo)96 para presentar una demanda contra la disco- teca que prohibió la entrada, pero que sí permitió la de blan- cos. En la tutela demandó la violación del artículo 13 de la Constitución, que garantiza la igualdad, la dignidad huma- na y el honor. Al no tener éxito su tutela ante el tribunal de instancia de Cartagena apeló a la Corte Constitucional colombiana, la cual ejerció su discrecionalidad para aceptar la revisión de la sentencia de tutela. La referida Corte reco- noció el derecho de la demandante a verse libre de discrimi- nación racial en lugares de acceso público y le prohibió a la discoteca negar el acceso por razones ilegales. Sin embargo, a pesar de existir el recurso judicial de amparo, o tutela, y una legislación nacional contra la discriminación aún se Fondopresentan obstáculos Editorial para su cumplimiento efectivo en toda Latinoamérica, como se analiza a continuación. Casa de las Américas

193 El reto de hacer cumplir las normas sobre datos raciales en los censos

El legado del mito de la democracia racial, así como el sote- nido apoyo al mismo han dificultado el reconocimiento de que la recogida de datos diferenciados por raza puede resul- tar útil para alcanzar la igualdad. La inclusión en el censo de preguntas sobre la identidad racial es considerada un acto de discriminación. Los activistas en favor de la justicia racial comienzan a cuestionarse esa preconcebida idea dada la urgente necesidad de demostrar, con estadísticas, cómo las actitudes racistas han colocado a los afrodescendientes en una posición de subordinación. Aunque en los distintos países los jueces varían en el grado de aceptación de la información proveniente de las Cien- cias Sociales como prueba de la desigualdad racial, la reco- gida sistemática de datos resulta de utilidad. Además, la disponibilidad de datos sobre raza facilita ejercer presión para lograr políticas públicas de igualdad racial. Brasil es uno de los pocos países de la región que ha incluido en su censo decenal una pregunta sobre identifi- cación racial. Las organizaciones brasileñas que luchan por la justicia racial han podido utilizar esa información para apoyar sus denuncias sobre estas inaceptables desigualda- des. Es así que este país también se coloca entre los pocos de la región que han puesto en práctica políticas de acción afirmativa en materia de contratación y educación en el Fondosector público. Editorial En contraste, como se analizó en el capítulo 2, la mayoría de los países latinoamericanos y caribeños se han negado a recogerCasa de manera regularde en las el censo Américasinformación sobre raza. No obstante, la situación comienza a cambiar lenta- mente. Si bien desde 1873, a veinte años de abolida la

194 esclavitud, Venezuela se había negdo a recoger datos sobre raza en sus formularios censales, en 2008 el Gobierno anun- ció que incluiría una nueva pregunta al respecto en el censo de 2010. Ese cambio se produjo, en gran medida, gra- cias al cabildeo de varias organizaciones afrovenezola- nas, con el apoyo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), y del Banco Mundial. Antes, en el año 2000, estas organizaciones financiaron una conferencia internacio- nal que tuvo como centro la necesidad regional de incluir en el censo datos sobre raza, lo que contribuyó a que muchos países latinoamericanos pudieran presionar políticamente a sus gobiernos.97 Además, el BID ha proporcionado un pequeño pero cre- ciente número de préstamos directos a los institutos nacio- nales de estadística para que lleven a cabo censos que mejoren la recolección de información sobre raza y etni- cidad. También ha proporcionado algún apoyo técnico para financiar estudios y encuestas especializadas sobre estos temas. Las encuestas del censo de Colombia, Cuba, Ecuador, El Salvador, Costa Rica, Puerto Rico y Venezuela cuentan explícitamente a los afrodescendientes. Guatema- la, Honduras y Nicaragua lo hacen de manera parcial al incluir una pregunta con respecto a los ancestros étnicos garífunas. Desafortunadamente, una posterior conferencia de seguimiento, organizada por el Banco Interamericano de Desarrollo y celebrada en 2002, encontró que si bien había progresos en la obtención de datos sobre indígenas, Fondolos relativos a losEditorial afrodescendientes eran limitados.98 Hasta que un mayor número de países del área no se comprome- ta con solicitar información sobre raza en sus censos los afrodescendientesCasa continuaránde las luchando Américas por hacer visible su apremiante situación, tanto en el discurso público como en los tribunales.

195 Aunque algunos países han cedido al reclamo de apor- tar datos sobre raza en el censo, otros no han dado cabida a esas peticiones y alegan que la fluidez de las identida- des raciales99 en Latinoamérica dificulta la capacidad para acopiar esos datos. Tal afirmación equivale a decir «¿Cómo podemos saber realmente quién es negro?» Es cierto que la demografía y la ideología racial de la región han disuadido a muchas personas con ancestros africanos a identificarse como negros, pero el crecimiento de los movimientos de afrodescenientes por la justicia social demuestra que la flui- dez racial, con respecto a la identidad personal, no tiene por qué entrar en conflicto con una comprensión política de la jerarquía y la desigualdad raciales. Es indudable que la capacidad del Brasil multirracial para llevar a cabo un censo que recoja datos sobre raza, tras décadas de no hacerlo, resulta un desafío a la capacidad de otras naciones latinoa- mericanas multirraciales para también realizar un censo de igual naturaleza. El caso de Ecuador resulta significativo pues a pesar de que solo reincorporó la pregunta sobre raza en el censo de 2001, casi el 5 % de la población se identificó como «negra» o «mulata». Además, cuando en el año 2004 la oficina del censo llevó a cabo una encuesta sobre empleo, en la que se incluyó una pregunta sobre el racismo, una gran parte de los afroecuatorianos declaró saber qué era el racismo, en contraste con el pequeño porcentaje de encues- tados indígenas que afirmó lo mismo.100 Eso concuerda con Fondoun estudio previo, Editorialllevado a cabo en 2002, sobre los afro- ecuatorianos en Quito, quienes declaraban ser conscientes de las cuestiones de raza, el racismo y de los prejuicios contraCasa sus comunidades de y en lassu vida cotidiana.Américas101 En el mismo sentido, en la Cuba actual, a pesar de la retórica unificadora del patriotismo socialista y de la democracia

196 racial, las categorías por raza se entienden como algo cohe- rente y relevante para comprender la estratificación social.102 En otras palabras, el legado de la democracia racial no tiene por qué continuar obstaculizando el reconocimiento de la diferencia y la desigualdad existentes, siempre que el siste- ma jurídico proporcione un apoyo apropiado para procesar con efectividad las denuncias.

El reto de hacer respetar el estado de derecho

La reforma del sistema jurídico, con el propósito de mejorar su estabilidad, es algo que preocupa en Latinoamérica desde hace mucho tiempo. En la década de los ochenta se inició un intenso periodo de reformas en este campo.103 Los proyectos intentaron elevar la formación del personal, incrementar el presupuesto del sector y mejorar los criterios de la carrera jurídica. Las prioridades para la reforma se establecieron en respuesta a opiniones de los jueces referidas a la falta de recursos tales como formación de personal, materiales jurídi- cos básicos, códigos actualizados, edificaciones apropiadas y salarios dignos. Los jueces también expresaban que la inje- rencia política, los conflictos originados por intereses perso- nales y la corrupción eran escollos que debían enfrentar día tras día. Desde la ya referida década de los ochenta, son muchos los que consideran en crisis el sistema judicial,104 de ahí la Fondoprioridad de su reforma.Editorial105 Las encuestas de opinión revelan que los ciudadanos tienen pocas expectativas de ser trata- dosCasa con justicia y quede las instituciones las Américas encargadas de apli- carla son las menos respetadas entre los sectores público o privado.106 La corrupción campea a sus anchas puesto que

197 la financiación de los jueces depende de la voluntad política. Además, al mismo tiempo que el público general percibe el proceso de nombramiento de los jueces como algo político, secreto y, por consiguiente, no sometido al control público, los ciudadanos de bajos ingresos tienen un nivel de confianza especialmente bajo en el sistema judicial. En consecuencia, algunos países latinoamericanos han comenzado a conceder nombramientos vitalicios a los jueces y a poner en práctica medidas precautorias con el fin de aislarlos de la influencia política.107 En fecha reciente los académicos han comenzado a cuestionarse la persistente imagen de Latinoamérica como región caracterizada por su «derecho fallido». Los discursos la describen presa del formalismo, la ineficien- cia y corrupción que, no obstante, son también comu- nes a los sistemas jurídicos del mundo, si bien en distinto grado. En particular, Jorge Esquirol identifica que la difu- sión de esa imagen del derecho latinoamericano es un mecanismo para justificar cambios en las políticas públi- cas inspirados en el desarrollismo neoliberal, sin mayor reflexión sobre sus efectos en las poblaciones margina- das.108 Así, bajo la bandera del derecho fallido, gran parte de las históricas protecciones que los códigos laborales latinoamericanos proporcionaban a los trabajadores se han visto erosionadas. Con la retórica del derecho fallido se favo- rece la privatización a gran escala y se debilita el poder de los estados para promover la justicia social. Esquirol reco- Fondomienda descartar elEditorial valor del derecho latinoamericano como vía para promover la justicia social. Para que las reformas en el derecho civil sean lo más efectivasCasa posible hay quede ocuparse las del inconscienteAméricas prejui- cio racial de los jueces.109 La existencia en Latinoamérica y el Caribe de un sentimiento rampante contra negros e

198 indígenas puede conducir, de manera inconsciente, a los juristas a valorar erróneamente las leyes de derechos civiles como algo meramente simbólico y no como un «derecho real» que necesita ser aplicado y cumplido con rigor.110 Los estudiosos señalan que la discriminación social y el prejui- cio de clases son aún características sólidas del sistema jurídico latinoamericano.111 Para que los derechos civiles tengan pleno significado en la región se requiere que los jueces posean una formación que les permita conocer la existencia de la discriminación, así como las limitaciones de las normas jurídicas sobre derechos civiles. Además, en el contexto más amplio de la reforma judicial se debe abordar el hecho de que históricamente «las garantías constitucio- nales han proporcionado, en la práctica, poca o ninguna protección a los grupos débiles y vulnerables», y que «las elites poderosas tienden a actuar “por encima” o “por fuera” de la ley; la impunidad está generalizada y las personas poderosas que cometen actos abusivos rara vez responden por ellos en aplicación del derecho».112 Puesto que el texto de las leyes sobre derechos civiles no es capaz por sí solo de mitigar la dañina influencia del prejuicio judicial, tal vez la tarea principal para contrarrestar sus efectos sea abordarlo directamente durante las sesiones de formación de jueces, lo cual podría llevarse a cabo en las escuelas que con ese próposito han florecido en Latinoamé- rica como primera iniciativa para la reforma judicial. FondoDe manera adicional,Editorial las sesiones de formación también podrían abordar la importancia de considerar los datos provenientes de las Ciencias Sociales para evaluar las denun- ciasCasa por discriminación, de113 teniendolas enAméricas cuenta el hecho de que los jueces aún no están acostumbrados a escuchar argu- mentos basados en la información que de ellas dimana.114

199 Esto se debe, en parte, al hecho de que en Latinoaméri- ca la formación jurídica cumple un programa de estudios especializados, como licenciatura, totalmente separado de las facultades de Ciencias Sociales.115 Muchos de los profe- sores de Derecho son abogados a tiempo completo, y solo ejercen la docencia como ocupación secundaria, de ahí que por lo general no publique investigaciones ni participen de estudios interdisciplinarios, a diferencia de lo que ocurre en el ámbito educativo estadunidense, en el que los estudios jurídicos tienen nivel de posgrado, precedidos por cuatro años de enseñanza universitaria para alcanzar la licencia- tura. En esos años el estudiante puede escoger libremente, entre otras, materias de las ciencias sociales. El programa estadunidense de Derecho se supervisa por profesores del área, a los que se les contrata no solo por su capacidad para enseñar, sino también por su labor investigativa y las publi- caciones académicas que de ella resultan. Por suerte, con la aparición de una comunidad latinoa- mericana de abogados litigantes que interponen deman- das de interés público se comienza a ampliar el panorama acerca de cuál debe ser el tipo de prueba más apropiado en los tribunales.116 Las facultades de Derecho de la región también comienzan a incluir en su oferta cursos sobre liti- gio de interés público curricular. Por ejemplo, en Argentina, Chile, Colombia, Ecuador, Perú y Puerto Rico se ofrecen cursos sobre discriminación racial.117 Otros, más generales Fondosobre el mismo tema, Editorial se imparten en facultades de Derecho de Argentina y Ecuador.118 Las facultades de Derecho mexi- canas y venezolanas ofrecen cursos sobre derechos sociales e igualdad.Casa119 Prácticamente, de enlas casi todas Américas las facultades latinoamericanas de Derechos ofrecen cursos sobre dere- chos humanos y derecho internacional. Una limitación que

200 aún dificulta el acceso a los tribunales es la concentración en áreas urbanas de los organismos que prestan servicios de asistencia legal. Las oficinas de la Fiscalía y de practi- cantes de Derecho, pagados por el Estado, se encuentran principalmente en estas áreas, lo cual incide en que gran parte de la población rural negra no tenga acceso a los que prestan servicios legales.120 México y Guatemala son de los pocos países que han establecido oficinas con abogados del Estado en comunidades rurales.121 La alternativa de un abogado particular se ve limitada por razones semejantes a las ya expuestas. Son pocos los profesionales disponibles, aparte de la carga de tener que demostrar que el caso tiene posibilidades de éxito, si se quie- re obtener el privilegio de litigar sin pagar los costos judiciales administrativos. Si no les es posible demostrar desde el inicio la probabilidad de éxito, los abogados privados tienen menos disposición a hacerse cargo de casos novedosos, como son las denuncias por discriminación. Además, solo los demandantes que cualifiquen para obtener asistencia legal gratuita están exentos de cumplir la regla, propia en la práctica del derecho civil, que la parte perdedora debe pagar los honorarios del abogado y los costos de la parte ganadora. Esa situación se diferencia de la contemplada por el sistema jurídico de los Estados Unidos, en el que las partes perdedoras no están obligadas a pagar de inmediato los honorarios del abogado ni las costas de la parte ganadora, excepto cuando expresamen- Fondote así lo determina Editorial la ley. Veamos, si bien el título VII de la ley estadunidense de derechos civiles de 1964 autoriza a que el demandante exitoso solicite el rembolso de los honorarios del abogado,Casa en los procesos de judiciales las por Américas discriminación en el empleo, cuando es el demandado el que tiene éxito solo tiene derecho a recuperar los honorarios de su abogado si el caso

201 del demandante era «irrazonable, frívolo, carente de mérito o insultante».122 Por consiguiente, si bien en Latinoaméri- ca hay características estructurales pensadas para facilitar el acceso de las personas desfavorecidas a los tribunales, las restricciones para hacer realidad esas normas limitan su eficacia. Con todas esas limitaciones al cumplimiento local de la legislación antidiscriminación, los defensores de la justicia social en la región se han concentrado también en el campo del derecho internacional como una vía para denunciar judi- cialmente las violaciones de derechos y para hacer progresar la reforma del derecho nacional.

Contexto internacional de los derechos humanos

La mayoría de los países latinoamericanos son firmantes de la Convención Internacional para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Racial (ICERD, por su sigla en inglés).123 Ello contrasta agudamente con los Estados Unidos, que han presentado una reserva a la aplicación de la Convención que declara en su artículo 6:

Los Estados partes asegurarán a todas las personas que se hallen bajo su jurisdicción protección y recursos efectivos ante los tribunales nacionales competentes y otras instituciones del Estado, contra todo acto de Fondodiscriminación Editorial racial que, contraviniendo la presente Convención, viole sus derechos humanos y libertades fundamentales, así como el derecho a pedir a esos tribunalesCasa satisfacción de o reparaciónlas Américasjusta y adecuada por todo el daño de que puedan ser víctimas como consecuencia de tal discriminación.

202 El órgano encargado de hacer cumplir la Convención es el Comité de las Naciones Unidas para la Eliminación de la Discriminación Racial (CERD, por su sigla en inglés). Todas las naciones signatarias de la Convención están obligadas a entregar al CERD, cada dos años, informes en los que se detalle cómo se hacen cumplir los derechos. Nacio- nes Unidas evalúa los informes y entrega recomendaciones escritas al Estado parte.124 Cada cuatro años el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas también revisa el historial de derechos humanos de cada Estado miembro. El artículo 14 de la Convención establece un mecanis- mo para la presentación de quejas particulares y por grupos que aleguen haber sufrido daños por un Estado miembro. Los demandantes deben haber agotado las vías de queja nacionales. Una vez recibida la demanda, el Comité puede solicitar información de la parte demandante y hacer- le recomendaciones. El Comité de las Naciones Unidas se reúne dos veces al año en su sede de Ginebra para revisar la documentación escrita de las demandas presentadas, a continuación elabora recomendaciones dirigidas a los Esta- dos nación. Aunque no se les exige a los demandantes viajar a Ginebra para asistir a las audiencias, las víctimas latinoa- mericanas de discriminación racial por lo general no han recurrido al proceso de quejas del ICERD. Ello se debe a que este organismo dispone que una demanda no puede ser presentada si esa misma situación está bajo investigación en otro procedimiento internacional. El Sistema Interameri- Fondocano de Derechos Editorial Humanos ha sido el preferido para este tipo de demandas. Al igual que el Comité de las Naciones Unidas, la Comi- siónCasa Interamericana de de Derechos las Humanos Américas (CIDH) elabora informes sobre la situación de tales derechos en el hemis- ferio occidental, además de recibir demandas, impuestas a

203 título personal por organizaciones relacionadas con abusos que violan la Convención Americana de Derechos Humanos de 1969, la cual establece igualdad de derechos y protección ante la ley en los casos de violación de derechos humanos. Sin embargo, antes de presentar una demanda, la Conven- ción dispone que el demandante debe haber agotado los recursos legales disponibles en el Estado en que tuvo lugar la violación. Los informes de la Comisión, que tienen carácter de obser- vaciones y recomendaciones, son vinculantes para el Estado miembro investigado, en el sentido de que el mismo está obligado a dar respuestas a lo recogido en el informe con aclaraciones y diseñando planes de mejora. La Comisión decide entonces cuáles serán las demandas que pondrá en conocimiento de la Corte Interamericana de Derechos Huma- nos, cuya sede se encuentra en Costa Rica. Es facultad de la Corte exigir que los Estados reformen sus leyes o adopten otras medidas que resuelvan las situaciones denunciadas. Una vez que la Corte dicta sentencia, la Organización de Estados Americanos (OEA) tiene el mandato de supervisar su cumplimiento efectivo. A la OEA se le ha señalado el limitarse a cumplir con la formalidad de recibir los informes, sin llevar a cabo inves- tigaciones efectivas que permitan determinar si se ha produ- cido o no el cumplimiento.125 La Corte, al igual que la Comi- sión Interamericana, carecen de medios para obligar al cumplimiento de sus decisiones o recomendaciones. Aun Fondoasí, un país se arriesga Editorial a ver menoscabado su prestigio si no atiende las decisiones legales que emanan del sistema interamericano y, por consiguiente, el incumplimiento tiene costosCasa políticos. En resumen, de ellas valor del Américassistema interame- ricano reside en su capacidad para dar fuerza a aquellos que precisan de la influencia pública para modificar la situación.

204 El sistema interamericano considera especialmente útil la atención que reciben en los medios los casos por ella resuel- tos y la influencia que gracias a esto pueden obtener las organizaciones no gubernamentales. Cuando la Comisión Interamericana realiza una visita de campo para investigar una denuncia, o prepara un informe sobre un país, cele- bra reuniones con funcionarios de diferentes esferas, como miembros de las Fuerzas Armadas y la policía, iglesias, organizaciones de la sociedad civil, e incluso, de prisiones. La sola presencia de la Comisión en un país genera un gran debate público alrededor de los derechos humanos. Las organizaciones de la sociedad civil se encuentran en mejor posición para exigirles a sus gobiernos cuando la Comisión y la Corte obligan a un Estado a investigar la violación de un derecho y castigar a los responsables; cuando le ordenan pagar indemnizaciones u ofrecer reparaciones simbólicas; cuando determinan la aprobación de leyes apropiadas, de reformas administrativas, o de cualquier otro tipo, para erra- dicar una práctica que, según esos órganos, viola los dere- chos humanos. En resumen, la exigencia de los órganos del sistema interamericano de que se reforme la legislación es especialmente útil en aquellas naciones que carecen de una legislación efectiva para remediar el problema de la discri- minación racial. Como complemento del sistema interamericano, en el año 2004 la Comisión Interamericana creó una relatoría sobre los derechos de los afrodescendientes y contra la discrimi- Fondonación racial. LosEditorial principales objetivos de la relatoría son: Establecer un relator especial que trabaje con los Esta- Casados miembros dede la OEAlas para conseguirAméricas una mayor conciencia del deber que tienen los Estados de respe- tar los derechos humanos de los afrodescendientes y

205 trabajar para la eliminación de todas las formas de discriminación racial. Analizar los retos actuales que tienen que enfrentar los países de la región con respecto a la raza. Formular recomendaciones pensadas para superar los obstáculos e identificar y compartir las mejores prácti- cas existentes en la región. Supervisar y proporcionar la asistencia técnica requerida por los Estados miembros para el cumplimiento de las recomendaciones en la práctica y el derecho nacionales.

El trabajo del relator puede proporcionar a las ONG datos específicos con respecto a la existencia de discriminación racial, en lugar de los datos genéricos que aparecen unidos a otros en los informes generales de derechos humanos. El re- lator especial proporciona la oportunidad de tener una mayor influencia política en lo referente a la reforma de las cues- tiones raciales. Un ejemplo útil es el informe que elaboró el relator especial en el año 2009 concerniente a la discrimi- nación racial en Colombia.126 El informe del relator declara inequívocamente que las leyes colombianas que castigan la discriminación racial son insuficientes para erradicar las enormes desigualdades sociales que existen en la actuali- dad. Por tanto, el relator insta al Gobierno a que participe y apoye activamente políticas legales para disminuir la exclu- sión social y las desigualdades raciales. La atención espe- Fondocializada que le prestaEditorial el relator al problema facilita una evaluación más profunda de la discriminación racial. Con la creación del relator especial, las ONG y las víctimas indi- vidualesCasa de la discriminación de estánlas en mejor Américas posición para utilizar las vías del derecho internacional con el propósito de resolver los problemas de discriminación racial.

206 No obstante, el acceso de las víctimas al sistema intera- mericano ha sido difícil por varias razones.127 El requisito de la Comisión Interamericana de que los demandantes agoten los recursos legales disponibles en el Estado en el que alegan han ocurrido las violaciones puede disuadir a las personas a presentar sus demandas. También, el tener que gastar dinero para agotar así los recursos internos que mal se ocupan de los daños causados por la discriminación racial, y gastar luego aún más en presentar una denuncia conforme al sistema internacional puede ser un requisito desalentador. La Comisión Interamericana no exige el agotamiento de los recursos internos cuando se dan algunas de las siguien- tes condiciones: se le haya negado a la víctima el acceso a esos recursos; el Estado sea el causante del retraso indebi- do; la persona no cuente con medios financieros para pagar- se un abogado y el Estado no lo proporcione de manera gratuita; los abogados del país en cuestión tengan miedo de representar al demandante. Cada una de las excepciones requiere que el demandante gaste recursos para demostrar la aplicabilidad de la excep- ción, lo cual resulta, también, una desmotivación a la queja. El proceso judicial que sigue una demanda internacional es también exigente y requiere gran esfuerzo, si se tiene en cuenta que el demandante tiene la carga de la prueba y debe, por consiguiente, reunir evidencias relevantes y sufi- cientes sobre el problema o la situación que está denun- Fondociando. Como lasEditorial quejas pueden ser enviadas por correo, y los procedimientos se basan principalmente en documen- tos escritos, los demandantes no están obligados a viajar a WashingtonCasa –sede de de la Comisiónlas AméricasInteramericana– o a San José, Costa Rica –sede de la Corte Interamericana–. Sin embargo, debido a que el proceso interamericano puede

207 durar varios años, el demandante debe estar preparado para impulsar y participar en el mismo durante largo tiempo. Es esta una restricción especialmente relevante, teniendo en cuenta que la Corte Interamericana posee la facultad de soli- citar que se repitan todas, o algunas, de las actuaciones que hayan tenido lugar ante la Comisión Interamericana, si a juicio de la Corte los procedimientos ante la Comisión no cumplieron con sus estándares.128 La posibilidad de tener que enviar a los testigos fuera de su país para proporcionar testimonio aumentaría los gastos procesales. Aunque con limitaciones, el sistema interamericano para la protección de los derechos humanos sigue siendo una prometedora vía alternativa para ocuparse de la discrimina- ción racial en el hemisferio. Resulta alentador que la Corte Interamericana haya declarado explícitamente que una concepción restrictiva en el derecho nacional no es obs- táculo para que existan obligaciones más amplias conforme al derecho internacional.129 De hecho, se ha producido un im- portante aumento de casos administrados por el sistema inte- ramericano. Mientras que la Comisión Interamericana solo recibió 517 solicitudes en 1998, el número de las recibidas en 2005 se elevó a 1330.130 Todavía más significativo resulta el hecho de que las recientes decisiones del sistema intera- mericano señalen su receptividad para valorar problemas complejos relativos a los prejuicios raciales en la región. En el año 2006 la Comisión concluyó que Brasil había violado sus obligaciones de garantizar la igualdad racial y Fondoel derecho a un juicioEditorial justo en el caso de Simone André Diniz.131 La señorita Diniz se presentó como candidata para un trabajo de empleada doméstica, a pesar de que el anun- cio, publicadoCasa en un periódico,de hacíalas saber Américas que se preferían candidatas blancas. Cuando la señorita Diniz llamó por telé- fono para indagar por el empleo se le preguntó el color de la

208 piel y, al identificarse como una mujer negra de inmediato se le dijo que no reunía los requisitos. La señorita Diniz denunció esta violación ante la policía, por ser un delito de racismo según el derecho brasileño. La Fiscalía se negó a iniciar procedimientos alegando que no existía ningún hecho que fundamentara el delito de racismo. La recomendación de la Fiscalía fue enviada al juez para que este archivara el caso; el propio juez autorizó el archivo de la denuncia, a pesar de las pruebas de una legítima acusación de racismo. La Comisión, al revisar las acciones del Estado brasileño, señaló que el informe del año 2004 sobre el cumplimiento del ICERD recoge que en Brasil los jueces tendían a ser permisivos con la práctica de discriminación racial, y a rechazar las denuncias al respecto. En el caso de la señorita Diniz fue esto lo que ocurrió. En consecuencia, la Comisión concluyó que el Estado brasileño había violado las normas sobre igualdad del artículo 24 de la Convención America- na de Derechos Humanos. Las recomendaciones que hiciera la Comisión contemplaban la indemnización a la señorita Diniz por violación de los derechos humanos y el pago de estudios para que pudiera completar su educación; reformar las leyes contra la discriminación para hacerlas más efecti- vas; iniciar una investigación completa de la denuncia penal que había presentado; por último educar a jueces y policías sobre cómo actuar en los casos de denuncias por racismo. Si bien las recomendaciones de la Comisión no cons- tituyen mandatos legales para el Estado al que van diri- Fondogidas, la atención Editorial que reciben tuvo influencia en el caso Diniz. Cuando en el año 2010 la Comisión elaboró su infor- me anual, señaló que Brasil había cumplido parcialmente las Casarecomendaciones de al indemnizar las a la Américasseñorita Diniz por las violaciones de derechos humanos y reconocer públicamente su responsabilidad. Sin duda, el sistema interamericano es

209 un proceso largo con resultados ambiguos, pero este caso demuestra que se puede presionar para conseguir promover la causa de la igualdad racial en Latinoamérica. Un caso posterior, el de Wallace de Almeida, fue menos exitoso. De Almeida, un joven soldado brasileño fue asesina- do por la policía militar de Rio de Janeiro cuando caminaba hacia su domicilio en Morro de Babilonia, una favela de esa ciudad.132 La Comisión concluyó que el Estado brasi- leño había violado la obligación recogida en el artículo 24 de la Convención Americana de Derechos Humanos, en la que se expresa que todas las personas deben ser tratadas de igual forma ante la ley y sin discriminación. Es impor- tante señalar que la Comisión declaró que el uso de perfi- les raciales por parte de la policía parte del supuesto de que todos los negros de las favelas son criminales innatos, constituye una violación de los derechos humanos que el Estado brasileño estaba obligado a investigar sin prejuicios. Según la Convención, tales criterios para acciones policiales se extienden a otras autoridades públicas, como fiscales y jueces. En consecuencia, la Comisión recomendó que los familiares de Wallace de Almeida fueran indemnizados por su asesinato, que se iniciara una investigación completa e imparcial con la finalidad de demandar judicialmente a los asesinos, y que el Estado adoptara medidas para una mejor formación de jueces y oficiales de policía con el objetivo de evitar la discriminación racial en las operaciones e investiga- Fondociones policiales, loEditorial mismo que en los procedimientos judi- ciales. La disposición favorable de la Comisión a identificar la discriminación racial como factor causal en el asesinato de AlmeidaCasa a manos de de la policía las fue una victoriaAméricas importante para los demandantes. Aun así, han transcurrido más de diez años del suceso y el Estado brasileño no ha cumplido

210 con ninguna de las recomendaciones y la Comisión todavía supervisa el caso. En resumen, si bien recurrir al marco del derecho inter- nacional en ocasiones ha sido útil para los afrolatinos, las débiles estructuras de cumplimiento, los largos plazos y el acceso limitado a los procesos subrayan la necesidad de continuar reformando los sistemas legales nacionales para hacer cumplir la prohibición de discriminación. La Asam- blea General de la Organización de Estados Americanos ha señalado las dificultades para resolver los problemas de discriminación racial recurriendo a la genérica categoría de derechos humanos. Como resultado, en el año 2000 inició un proyecto para desarrollar una Convención Interamericana contra el Racismo y Todas las formas de Discriminación e Intolerancia.133 Desde entonces fue elaborado un documento rector de esa Convención y se han celebrado sesiones espe- ciales para promover su adopción por los Estados miembros de la OEA. De ser adoptado, la Convención podría apoyar la investigación dirigida a promover una mayor conciencia de la discriminación racial en la región, además de supervisar los patrones estatales de desigualdad racial. Al individuali- zar a los pueblos de ascendencia africana en las Américas como sujetos específicos de derechos, la Convención ayuda- ría a facilitar la importante lucha que intenta que los Esta- dos nación comprendan y respondan a la desigualdad racial. A pesar de lo expuesto, ha habido resistencia a la adopción Fondode la referida Convención.Editorial134 Son varios los Estados miem- bros que se oponen a dar atención particular al problema del racismo y han propuesto que la Convención se rescriba y seCasa expanda para ocuparsede lasde otras causasAméricas de prejuicio y marginación, como la edad, la xenofobia y muchas otras razones. Detrás de esa resistencia yace la opinión de que la

211 discriminación racial no es la perspectiva más importante desde la cual abordar los problemas sociales en Latinoa- mérica y, por consiguiente, no merece ser objeto de una convención. Ello contrasta fuertemente con el derecho inter- nacional de las últimas dos décadas, el cual ha optado por desarrollar convenciones dedicadas a un solo tema. Por ejemplo, en la Convención Interamericana para Preve- nir, Castigar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, se le presta atención específica y única al género, y lo mismo pasa con la discapacidad en la Convención Interamerica- na para la Eliminación de Todas las Formas de Discrimi- nación contra las Personas con Discapacidad. También es un enorme cambio con respecto a la manera en que fuera organizada la Convención Interamericana contra el Racismo y Todas las Formas de Discriminación e Intolerancia, cele- brada en el año 2000, pensada como un mecanismo que diera mayor visibilidad y atención efectiva en nuestra región a la lucha contra el racismo, tal como fuera recogido en la Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial celebrada cuarenta años atrás. En aquel entonces, los puntos de referencia fueron el apartheid y el colonialismo. Con el transcurso del tiempo los aportes de los distintos Estados nación han pretendido diluir la permanente atención al racismo que le prestaba la Convención para así mantener la imagen de una Lati- noamérica racialmente inocente. Partiendo de la base de Fondoque los Estados naciónEditorial latinoamericanos son inocentes de haber cometido actos racistas, ya que en la región no existe segregación del tipo Jim Crow, ordenada por el Esta- do, lasCasa delegaciones latinoamericanasde las consideraron Américas más el racismo como una aberración que como una parte sistémica de cada cultura nacional. La explicación que se ofrece en

212 este libro acerca del papel del derecho consuetudinario que regula las cuestiones de raza en Latinoamérica contradice con fuerza esa perspectiva, y podría tal vez ser de utilidad en los esfuerzos por vencer la resistencia a que se aprue- be una convención centrada exclusivamente en la raza. La invocación de la historia del derecho consuetudinario que ha regulado estas cuestiones puede otorgar a los sujetos parti- cipantes en los movimientos por la justicia social el poder necesario para acabar con la idea de la inocencia racial esta- tal, la cual impide la consideración de medidas efectivas y correctamente orientadas para ocuparse del racismo en una convención específica sobre la raza. Latinoamérica descorre lentamente el velo de su supuesta democracia racial y comienza a reconocer los daños causa- dos por la discriminación. Pero para ser una población que a través de la historia se ha considerado libre de la crueldad causada por la discriminación estadunidense, los america- nos afrolatinos continúan padeciendo una desproporcionada situación de pobreza, desempleo y escasa educación con respecto al resto de la población. El desarrollo de accio- nes contra la discriminación ha de contribuir a la lucha de los afrodescendientes por la igualdad racial. Los movi- mientos empeñados en ella conocen la necesidad de una amplia protección jurídica contra la discriminación racial. Es por esto que, además de presionar políticamente a las autoridades públicas para que se produzca un cumplimiento Fondoefectivo los derechos Editorial civiles, los movimientos por la justicia racial también han defendido firmemente la implementación de políticas de acción afirmativa, aspecto que se estudiará en el siguienteCasa capítulo. de las Américas

213 Notas

1 George Reid Andrew: Afro-Latin America, 1800-2000, New York, Oxford University Press, 2004, p. 195. 2 Tanya María Golash-Boza: Yo soy negro: Blackness in Peru, Gainnes- ville, University of Florida Press, 2011, p. 5. 3 Kwame Dixon: «Transnational Black Social Justice Movements in Latin America: Afro-Colombians and the Struggle for Human Rights», en Richard Stahler-Sholk, Harry E. Vanden y Glen David Kuecker (eds.): Latin American Social Justice Movements in the Twenty-First Century: Resistance, Power, and Democracy, Lan- ham, Rowman y Littlefield Publishing Group, 2008, pp. 181-196. 4 Constitución Política de la República de Nicaragua, artículo 27. 5 Carlos de la Torre: «Afro-Ecuadorian Responses to Racism: Bet- ween Citizenship and Corporatism», en Anani Dzidzienyo y Suzanne Oboler (eds.): Neither Enemies nor Friends: Latinos, Blacks, Afro- Latinos, New York, Macmillan, 2005. 6 Ley 24-97, párrafo III, artículo 9 (República Dominicana). Dispo- nible en http:// www.iin.oea.org/badaj/docs/l24-97do.htm#Texto (modificada por los artículos 336, 337 y 339). 7 Ley 641, Código Penal, artículos 427 y 428 (Nicaragua). 8 Código Penal, artículo 36.5 (Nicaragua). 9 La discriminación en el Perú: problemática, normatividad y tareas pendientes, Lima, Defensoría del Pueblo, 2007, p. 119. 10 Paulo Sérgio Pinheiro: «The Rule of Law and the Underprivileged in Latin America: Introduction», en Juan E. Méndez, Guillermo O’Donnell y Paulo Sérgio Pinheiro (eds.): The (Un)Rule of Law and the Underprivileged in Latin America, Notre Dame, University of Notre Dame Press, 1999, pp. 1-16. 11 Daniel M. Brinks: The Judicial Response to Police Killings in Latin America: Inequality and the Rule of Law, Cambridge, Cambridge FondoUniversity Press, 2008,Editorial pp. 49-54; Michael J. Mitchell y Charles H. Wood: «Ironies of Citizenship: Skin Color, Police Brutality, and the Challenge to Democracy in Brazil», Social Forces, 77, 1999, pp. 1001-1020.Casa de las Américas 12 Kia Lilly Caldwell: «Look at Her Hair»: The Body Politics of Black Womanhood in Brazil», Transforming Anthropology, 11, 2004, p. 18 (en este texto se traducen letras de canciones en portugués).

214 13 Luiz Carlos Flores da Cunha: 23 Vara criminal do Rio de Janeiro, 18 de febrero de 1998. Disponible en http://estudoodireito.space- blog. com.br/58156/QUES-TOES-DE-DIREITO-CONSTITUCIONAL. 14 Constitução Federal (C.F.), artículo 3, párrafo IV (Brasil). Authoriza- tion to litigate a public civil action is obtained pursuant to Lei 7347, de 24 de julio de 1985 (Brasil). 15 Ley 7347 de 24 de junio de 1985, DOU de 25 de julio de 1985, enmendada por: Ley 8078 del 11 de septiembre de 1990; Ley 8884 del 11 de junio de 1994; Ley 9494 del 10 de septiembre de 1997 (Brasil); Medida provisional 2102-28 del 23 de febrero de 2001 (Brasil). 16 TJRJ, Embargos Infringentes 2005.005.00060, CEAP v. Sony Music Entertainment Brasil, 11 Cámara Cível do Tribunal de Justiça do Estado do Rio de Janeiro, Acórdão 14-12-2005 (Brasil). 17 «10 Year Currency Converter», Bank of Canada. Disponible en http://www. bankofcanada.ca/en/rates/exchform.html (que señala un cambio de 0,54 dólares por real brasileño para la fecha del 28 de septiembre de 2008, la fecha de la sentencia de otorgamiento de daños del caso Tiririca). 18 Saul Litvinoff: «Moral Damages», Louisiana Law Review, 38, 1977, 1-30; Jorge A. Vargas: «Moral Damages Under the Civil Law of Mexico: Are These Damages Equivalent to U.S. Punitive Dama- ges?», University of Miami Inter-American Law Review, 35, 2004, pp. 183, 208-211. 19 Seth Racusen: «A Mulato Cannot Be Prejudiced: The Legal Cons- truction of Racial Discrimination in Contemporary Brazil». Tesis de doctorado, Massachusetts Institute of Technology (MIT), 2002, pp. 87-88. 20 Ley contra Actos de Discriminación, Ley 27270 (2000). Disponi- ble en http:// www.congreso-gob.pe/comisiones/2002/discacidad/ leyes/26772.htm (Perú). Fondo21 Ley 26772 (1997), Editorial modificada por la Ley 27270 (2000). Disponible en http://www.ilo.org/dyn/natlex/docs/WEBTEXT/56275/65196/ S00PER02.htm (Perú). 22 «ExamplesCasa of Cases deStudied bylas the Project Américas (Peru, 1995-2000)», International Development Research Centre. Disponible en http:// www.idrc.ca/en/ev-112282-201-1-DO_TOPIC.html.

215 23 Decreto Ley 25868, Ley de Organización y Funciones del Instituto Nacional de Defensa de la Competencia y de la Protección de la Propiedad Intelectual (Indecopi), 6 de noviembre de 1992. Dispo- nible en http://www.concytec.gob.pe/infocyt/25868.html. 24 «Examples of Cases Studied». Disponible en http://www.idrc.ca/ en/ev-112282-201-1-DO_TOPIC.html. 25 «Annual Report: Peru (2000)», Inter-American Commission on Human Rights. Disponible en http://www.cidh.oas.org/ annualrep/2000eng/annex.htm. 26 «Denuncias por discriminación», Instituto Nacional de Defensa de la Competencia y de la Protección de la Propiedad Intelectual. Dis- ponible en http://www. indecopi.gob.pe/denunciasDiscriminacion. jsp. 27 Wilfredo A. Vega: «Discriminación en los servicios turísticos», La Insignia, 5 de diciembre de 2006. Disponible en http://www.lain- signia. org/2006/diciembre/ibe_011.htm. 28 María Elena Planas y Néstor Valdivia: «Discriminación y racismo en el Perú: un estudio sobre modalidades, motivos y lugares de discri- minación en Lima y Cusco», mayo de 2009, p. 35. Disponible en www.grade.org.pe. 29 Wilfreso A. Vega: «Discriminación en los servicios turísticos». 30 «Aprodeh señala que hay más discriminación racial en Lima, Cusco y Arequipa», El Comercio, 10 de marzo de 2005. 31 «Labor Rights Report 31 (September 2007)», Bureau of Internatio- nal Labor Affairs, Department of Labor, Peru. Disponible en http:// www.dol.gov/ilab/ media/reports/usfta/PLRReport.pdf. 32 Ibíd. 33 Wilfredo A. Vega: «Las ordenanzas contra la discriminación», Wor- king Paper, núm. 13, Pontificia Universidad Católica del Perú, 2009. Disponible en http:// departamento.pucp.edu.pe/ derecho/ images/documentos/Cuaderno %2013.pdf. Fondo34 George Rutherglen: Editorial Employment Discrimination Law: Visions of Equality in Theory and Doctrine, New York, Foundation Press, 2010, p. 129. 35 La discriminaciónCasa en el dePerú…, ed.las cit., p. 205.Américas 36 «Listo proyecto para prohibir discriminación laboral en las ofertas de empleo», Jóvenes a la Obra, Programa Nacional de Empleo

216 Juvenil (2010). Disponible en http://www.projoven.gob.pe/noticia. php?id=32. 37 Decreto Supremo 003-97-TR (Perú). Disponible en www.mpfn. gob.pe/descargas/texto_unico_ordenado_ds_03-97-tr.pdf. 38 Resolución Suprema 010-2009-MIMDES, 27 de noviembre de 2009 (Perú). 39 «Alan García pidió perdón al pueblo afroperuano en ceremonia ofi- cial», El Comercio, 7 de diciembre de 2009. Disponible en http:// elcomercio.pe/politica/378597/noticia-presidente-garcia-pidioper- don- pueblo-afroperuano-cere-monia-oficial. 40 Constitución Política de Colombia, artículo 7. 41 Kirsten Matoy Carlson: «Notice: Premature Predictions of Multicul- turalism? », Michigan Law Review, 100, mayo de 2002, pp. 1470- 1487. 42 Daniel Bonilla Maldonado: La Constitución multicultural, Bogotá, Siglo del Hombre Editores y Universidad de los Andes, 2006. 43 Juliet Hooker: Race and the Politics of Solidarity, Oxford, Oxford University Press, 2009, pp. 80-82. 44 Constitución Política de Colombia, artículo 7. 45 «A Report on the Development of Ley 70 of 1993, Submitted to the Inter-American Commission on Human Rights», The Bernard and Audre Center for Human Rights and Justice 2007, p. 8. Disponi- ble en http://www.utexas.edu/ law/academics/centers/humanrights/ students/FINAL%20REPORT.pdf. 46 Jaime Arocha: «Inclusion of Afro-Colombians: Unreachable Na- tional Goal?», Latin American Perspectives, 25, mayo de 1998, pp. 70-89. 47 Kiran Asher: Black and Green: Afro-Colombians, Development, and Nature in the Pacific Lowlands, Durham, Duke University Press, 2009. Fondo48 Carlos Rosero: «LosEditorial afrodescendientes y el conflicto armado en Co- lombia: la insistencia en lo propio como alternativa», en Claudia Mosquera, Mauricio Pardo y Odile Hoffman (eds.): Afrodescendien- tesCasa en las Américas: detrayectorias las sociales eAméricas identitarias, 150 años de la abolición de la esclavitud en Colombia, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 2002, pp. 547-559.

217 49 «Latin America: Promoting the Rights of Colombia’s Afro-Descen- dants », Global Rights Partners for Justice. Disponible en www. globalrights.org. 50 «Afrocolombianos desplazados, un drama sin tregua», Consul- toría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento, 22 de mayo de 2008. Disponible en http://www.codhes.org/index. php?option=com_content@task=view@id=157; «Desplazamien- to forzado y enfoques diferenciales», Documento 9, Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento. Disponible en http://www. codhes.org/images/stories/publicaciones/enfoque%20 dif_thumb.JPG. 51 César A. Rodríguez Garavito, Tatiana A. Alfonso Sierra e Isabel Ca- velier Adarve: El derecho a no ser discriminado: primer informe sobre discriminación racial y derechos de la población afroco- lombiana (versión resumida), Bogotá, Universidad de los Andes, 2008, pp. 34-35. 52 «Concluding Observations of the Committee on the Elimination of Racial Discrimination: Colombia», United Nations, 20 de agosto de 1999. Disponible en http://www.unhchr.ch/tbs/doc.nsf/(Symbol)/ c318bd791cc8a6ea8025686b004 3560f?Opendocument. 53 Corte Constitucional, sentencia T-025 de 2004. 54 Gerardo Martínez: «Desde adentro: aproximación a partir de las víctimas afrocolombianas al tema de verdad, justicia y reparación», en Claudia Mosquera Rosero-Labbé y Luiz Claudio Barcelos (eds.): Afro-reparaciones: memorias de la esclavitud y justicia reparativa para negros, afrocolombianos y raizales, Bogotá, Universidad Na- cional de Colombia, 2006, pp. 42-47. Al realizar una búsqueda en Internet sobre este artículo, porque me pareció que a la versión que tenía le faltaban algunas palabras, encontré que su autor es Luis Gerardo Martínez Miranda y que el artículo en cuestión se titula «Desde adentro: una aproximación al tema de Verdad, Justicia y FondoReparación a partir Editorialde las víctimas afrocolombianas» (N. de la A.). 55 Decreto 1122, 18 de junio de 1998 (Colombia). 56 Ley 115 de febrero 8 de 1994, artículo 160, §10 (Colombia). 57 DonnaCasa Lee van Cott: Thede Friendly las Liquidation Américas of the Past: The Politics of Diversity in Latin America, Pittsburgh, University of Pittsburgh Press, 2000. 58 Anthony W. Marx: Making Race and

218 Nation: A Comparison of South Africa, The United States, and Bra- zil, Cambridge, Cambridge University Press, 1998, p. 258. 59 Ley 1.390 de 3 de julio de 1951. 60 Edward E. Telles: Race in Another America: The Significance of Skin Color in Brazil, Princeton, Princeton University Press, 2004, p. 38. 61 Elisa Larkin Nascimento: The Sorcery of Color: Identity, Race, and Gender in Brazil, Philadelphia, Temple University Press, 2007, pp. 148-149. 62 Raquel Coelho Lenz Cesar: «Acesso a justiça para minorias raciais no Brasil: é a ação afirmativa o melhor caminho? Riscos e acertos no caso da UERJ». Tesis de doctorado, State University of Rio de Janeiro, 2003, pp. 212-213. 63 Constitución de la República Federal de Brasil, de 5 de octubre de 1988, artículo 5, sección XLII. 64 «Between the Law and Their Land: Afro-Brazilian Quilombo Com- munities’ Struggle for Land Rights», Austin, Bernard and Audre Rapoport Center for Human Rights and Justice, 22 de septiem- bre de 2008. Disponible en http:// www.utexas.edu/law/centers/ humanrights/projects_and_publications/brazil-report.pdf. 65 Ley 7716 de 5 de enero de 1989. 66 Eliezer Gomes da Silva y Ivonei Sfoggia: «O crime de racismo na legislação penal brasileira: passado, presente e futuro», Igualda- de. Revista Trimestral do Centro de Apoio Operacional das Pro- motorias da Criança e do Adolescente, 5, enero-marzo de 1997, pp. 11-28. 67 Ley 8081, de 21 de septiembre de 1990. 68 Ley 9459 de 1997. 69 Código Penal, artículo 140, § 3 (Brasil). 70 Samantha Ribeiro Meyer-Pflug: Liberdade de expressão e discurso do ódio, São Paulo, Editora Revista dos Tribunais, 2009, pp. 102-103. 71 «Report on the Situation of Human Rights in Brazil», Inter-Ame- Fondorican Commission Editorial on Human Rights. Disponible en http://www. cidh.oas.org/countryrep/brazil-eng/Chaper%209%20.htm. 72 Cláudia Margarida Ribas Marinho: «O Racismo no Brasil: Uma aná- liseCasa do desenvolvimento de histórico las do tema Américase da eficácia da lei como instrumento de combate á discriminação racial». Tesis de licencia- tura en Derecho, Universidade Federal de Santa Catarina, julio de 1999. Disponible en http://infojur.ccj.ufsc.br/ arquivos/ccj/mono

219 Marinho-RacismoBADHTELICDR.PDF.Futuro», Revista Igualdade –Edigao 14. Disponible en http://www.mp.pr.gov.br/ institucional/ capoi/caopca/IGUAL/14_B.HTM abril 2001. 73 Joaquim B. Barbosa Gomes: «Discriminação racial: um grande desafio para o direito brasileiro», Adami Advogados Associado. Disponible en http://www. adami.adv.br/raciais/19.asp. 74 Joaquim B. Barbosa Gomes, «O Ministério Público e os efeitos da discriminação racial no Brasil: Da indiferencia á inércia», Boletim dos Procuradores da República, 21, año II, núm. 15, julio de 1999, pp. 15-25. 75 Entrevista con Joaquim B. Gomes, 14 de mayo de 2007, p. 2 (transcripción en posesión de Tanya K. Hernández). 76 «Advogados procuram meios de combate ao racismo». Disponible en http:// www.oab-go.com.br/oabgo/nt_juridicas/23032000.ht 77 CEAP. Disponible en http://www.alternex.com.br/ceap/home.html 78 «The Judicial System and Racism against People of African Des- cent: The Cases of Brazil, Colombia, The Dominican Republic and Peru», Justice Studies Center of the Americas, marzo de 2004. Disponible en http://www.cejamericas.org/ portal/index. php/es/bi- blioteca/biblioteca-virtual/cat_view/43-documentos/66- informes- comparativos. 79 Antonio Sérgio Guimarães: Preconceito e discriminação: queixas de ofensas e tratamento desigual dos negros no Brasil, Salvador, Novos Toques, 1998, p. 47. 80 Ibíd. 81 «The Judicial System and Racism...», p. 18. (Ver n. 78). 82 «Racismo: mais de 200 pessoas procuram o MP/BA esse ano», Jornal Ìrobìn, 19 de noviembre de 2008. Disponible en www. irohin.org.br/onl/new. php?sec=newsyid=3856. 83 Maiá Menezes: «Vítimas de racismo perdem 57,7 % das ações», O Globo, 20 de noviembre de 2008. Disponible en http: //oglobo. Fondoglobo.com/país/noblat/post./asp?t=vitimas-de-racismo-perdem- Editorial 57-7-das-acoesycod-Post=141465ya=111. 84 MarceloCasa Paixão, Irene de Rossetto, las Fabiana MontovaneleAméricas y Luiz M. Carvano: Relatório anual das desigualdades raciais no Bra- sil; 2009-2010, Rio de Janeiro, Editora Garamond Ltda., 2010, p. 264.

220 85 Laura Beth Nielsen, Robert L. Nelson y Roy Lancaster: «Individual Justice or Collective Legal Mobilization? Employment Discrimina- tion Litigation in the Post Civil Rights United States», Journal of Empirical Legal Studies, 7, junio de 2010, pp. 175-201. 86 «The Judicial System and Racism...». 87 Antonio Sérgio Guimarães: Preconceito e discriminação…, ed. cit., p. 35. 88 Tribunal de Justina do Estado de São Paulo, 2a Cámara Criminal; proceso 272 907, 20 de septiembre de 1999. 89 Apelação Criminal 294.08, 4a Cámara Criminal do Tribunal da Alzada, Rio Grande do Sul. 90 Seth Racusen: «A Mulato Cannot Be Prejudiced...». 91 Fabiana Augusto Martins Silveira: Da criminalização do racismo: aspectos jurídicos e sociocriminológicos, Belo Horizonte, Del Rey, 2006. 92 Ley 12.288, de 20 julio de 2010. Disponible en http://www.por- taldaigualdade. gov.br/.arquivos/Estatuto %20em %20ingles.pdf. 93 Ley 12.288, de 20 de julio 2010, artículo 4 (VII). 94 Jaime Alves: «Ouro de tolos: O estatuto da igualdade e a submis- são política negra II», Ìrobìn, 21 de junio de 2010. Disponible en http://www.irohin.org.br/onl/new.php?sec=newsyid=8090. 95 Allan R. Brewer-Carías: Constitutional Protection of Human Rights in Latin America: A Comparative Study of Amparo Proce- edings, Cambridge, Cambridge University Press, 2009. 96 Tutela T-1250871; Corte Constitucional, sentencia T-131 del 23 de febrero de 2006, Liliana Cuéllar Sinisterra contra los estableci- mientos comerciales la Carbonera Ltda. y la discoteca Qka-Yito. 97 «Political Feasibility Assessment: Country Potential for New Re- search on Race in Latin America», presentación en la conferencia internacional «Todos contamos: los grupos étnicos en los censos», FondoInter-American Editorial Development Bank, Cartagena de Indias, 8 y 10 de noviembre de 2000. 98 Jacqueline Mazza: «Todos contamos II: National Censuses and Social CasaInclusion – A Back de to Office las Report», Inter-AmericanAméricas Develop- ment Bank, 15 de noviembre de 2002, pp. 3-5. Disponible en http:www.bid.org.uy/sds/doc/soc-BacktoOfficeTCII.pdf.

221 99 La idea de «fluidez racial» o «fluidez de las identidades raciales» hace referencia al hecho de que el concepto de raza es complejo y remite más al contexto y las circunstancias sociales, psicológicas o políticas que a las fisiológicas. Por consiguiente, la identidad racial sería algo fluido, que no se ajustaría a clasificaciones rígidas y definitivas determinadas por el color de la piel o cualquier otra característica física de los sujetos. (N. del T.) 100 Scott H. Beck, Kenneth J. Mijeski y Meagan M. Stark: «¿Qué es racismo? Awareness of Racism and Discrimination in Ecuador», Latin American Research Review, 46, 2011, pp. 102-125. 101 Carlos de la Torre: Afroquiteños: ciudadanía y racismo, Quito, Centro Andino de Acción Popular, 2002. 102 Mark Q. Sawyer: Racial Politics in Post-Revolutionary Cuba, Cambridge, Cambridge University Press, 2006, pp. 134-138. 103 José E. Álvarez: «Promoting the “Rule of Law” in Latin America: Problems and Prospects», George Washington Journal of Interna- tional Law y Economics, 25, 1991. 104 María Dakolias: The Judicial Sector in Latin America and the Ca- ribbean: Elements of Reform, Washington, D.C., The Internatio- nal Bank of Reconstruction and Development, 1996, p. 1. 105 Christina Biebesheimer: «Justice Reform in Latin America and the Caribbean: The IDB perspective», en Pilar Domingo y Rachel Sie- der (eds.): Rule of Law in Latin America: The International Pro- motion of Judicial Reform, 2001, p. 99. 106 Linn A. Hammergren: The Politics of Justice and Justice Reform in Latin America, Boulder, Westview Press, 1998, p. 4. 107 Jorge Correa Sutil: «Judicial Reforms in Latin America: Good News for the Underprivileged?», en Juan E. Méndez, Guillermo O’Donnell y Paulo Sérgio Pinheiro (eds.): The (Un)Rule of Law and the Underprivileged in Latin America, Notre Dame, University of Notre Dame Press, 1999, pp. 255-277. Fondo108 Jorge L. Esquirol: «TheEditorial Failed Law of Latin America», The American Journal of Comparative Law, 56, invierno de 2008, pp. 75-124. 109 LinnCasa A. Hammergren: Thede Politics las of Justice… Américas, ed. cit., p. 31. 110 John Valery White: «The Activist Insecurity and the Demise of Civil Rights Law», Louisiana Law Review, 63, 2003, pp. 785-873.

222 111 Alison Brysk: From Tribal Village to Global Village: Indian Rights and International Relations in Latin America, Stanford, Stanford University Press, 2000, p. 258. 112 Rachel Sieder: «Conclusions: Promoting the Rule of Law in Latin America», en Pilar Domingo y Rachel Sieder (eds.): Rule of Law in Latin America: The International Promotion of Judicial Reform, London, Brookings Institution Press, 2001, pp. 142, 151. 113 Joseph L. Gastwirth: «Issues Arising in the Use of Statistical Evi- dence in Discrimination Cases», en Joseph L. Gastwirth (ed.): Sta- tistical Science in the Coutroom, New York, Springer, 2000. 114 Rebecca J. Cook: «Overcoming Discrimination: Introduction», en Méndez, O’Donnell y Pinheiro (eds.): The (Un)Rule of Law and the Underprivileged in Latin America…, ed. cit, pp. 109-115. 115 Rogelio Pérez-Perdomo: Latin American Lawyers: A Historical In- troduction, Stanford, Stanford University Press, 2006, p. 1049. 116 Jorge Correa Sutil: «Judicial Reforms in Latin America...», en ob. cit., pp. 255-277. 117 Abarcan temas como: Universidad Nacional de Córdoba (Ar- gentina): Derechos humanos UNIDAD III- Derechos civiles y políticos (en los que se incluye antidiscriminación), y Dere- chos humanos UNIDAD VII-Fuentes de derecho internacional contra la discriminación. Disponible en http://www.uncu. edu.ar/contenido/index.php?Opcion=titulosytid=16yfilter_id_ facultad=122yfilter_id_carrera=276yfilter_id_titulo=72; Uni- versidad la República, Facultad de Derecho (Chile). Daños por discriminación. Disponible en http://www.fder.edu.uy/contenido/ post/derecho-dedanos.pdf; Universidad del Cauca-Facultad de Derecho y Ciencias Políticas y Sociales (Colombia). Derechos de los grupos étnicos. Disponible en http:// www.unicauca.edu. co/contenidos.php?seccion=programapre_planyCatSub=1.1 0y Idprogpre=27yIdfac=5; Facultad de Derecho de la Pontificia FondoUniversidad Católica Editorial del Perú. La igualdad en el empleo y la lucha contra la discriminación. Disponible en http://www. pucp.edu.pe/ facultad/derecho/images/documentos/3.cursosadictarseenel1y- 2semestre2009-Casa 1.pdf;de Facultad las de Derecho Américas Eugenio María de Hostos (Puerto Rico). Discriminación en el empleo. Disponible en www.hostos.edu/index.php?option=viewyid=328yItemid=257;

223 y Facultad de Derecho de la Universidad Interamericana de Puerto Rico. Discriminación en el empleo. Disponible en http://www.de- recho. inter.edu/catalogo08-10pdf. 118 Estos cursos incluyen: Facultad de Derecho de la Universidad de Mendoza (Argentina), Derechos humanos y trabajo social (inclu- yendo la acción afirmativa). Disponible en http://fade.uncoma.edu. ar/posgrados/humanos.htm; Facultad de Derecho de la Universi- dad de Palermo (Argentina). Derechos sociales (incluye la exclu- sión social y desigualdad). Disponible en http://www. palermo.edu/ derecho/posgrados/p_constitucional.html; Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Córdoba (Argentina).Desigualdad so- cial y acceso a la justicia. Disponible en http://www.derecho.unc. edu.ar/modules. php?name=Contentypa= showpageypid=56; Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador. Teoría y práctica de los derechos humanos (inclu- ye la acción afirmativa y exclusión social). Disponible en http:// www.puce.edu.ec/sitios/documentos_DGA/13_9_0901_2008- 02_15470_1706303144_S_1.pdf. 119 Abarcan temas como: Facultad de Derecho de la Universidad La Salle Pachua (México). Garantías individuales y derechos de los grupos vulnerables. Disponible en http://www.lasallep.edu. mx/ OFERTA/licDerecho.asp; Facultad de Derecho de la Univer- sidad Nacional Autónoma de México. Ética y derechos humanos (incluye derecho a la igualdad). Disponible en http://www. dgae. unam.mx/planes/f_derecho/DERECHO.pdf; Universidad Paname- ricana- Facultad de Derecho (México), Seminario de Derechos humanos: Igualdad y antidiscriminación (igualdad y no discrimi- nación). Disponible en http://www. mixcoac.upmx.mx/Default. aspx?doc=14672; Facultad de Derecho de la Universidad Católi- ca Andrés Bello (Venezuela). Condiciones sociales, económicas y políticas de acceso a la justicia. Disponible en http://www.ucab. Fondoedu.ve/tl_files/CDH/recursos/info_web_ucab_de_acceso.doc. Editorial 120 Alejandro M. Garro: «Access to Justice for the Poor in Latin Ameri- ca », en Méndez, O’Donnell y Pinheiro (eds.): The (Un)Rule of Law andCasa the Underprivileged de in Latin lasAmerica, ob.Américas cit., pp. 278-301. 121 «The Need for a Narrow-Focused Inter-American Convention Aga- inst Racial Discrimination», Position Paper, 1, University of Texas School of Law Human Rights Clinic, mayo de 2009.

224 122 «Brief Summary of the Status of the Negotiations of the Wor- king Group Organized to Elaborate a Draft of an Inter-American Convention Against Racism and All Forms of Discrimination and Intolerance», Organization of American States International Law Department, 28 de mayo de 2009. Disponible en http://scm.oas. org/doc_public/SPANISH/HIST_09/CP22305S04.do 123 De Almeida c. Brazil, caso 12.440, Inter-Am. Comm’n Report 73/06, 2006. 124 Diniz c. Brazil, caso 12.001, Inter-Am. Comm’n Report 83/04, 2004. 125 Inter-Am. CHR, Annual Report, OEA/Ser.L/V/II.124, doc. 5, cap. 3, p. 8, 2006. 126 Informe de la CIDH. Disponible en http://www.cidh.org/countryrep/ ColombiaAfrodescendientes.sp/ColombiaAfros2009cap1-2. sp.htm. 127 «Rules of Procedure of the Inter-American Court of Human Rights». Reimpreso en Basic Documents Pertaining to Human Rights in the Inter-American System, OEA/Ser.L/V/I.rev.9, 2003. 128 Claudio Grossman: «The Inter-American System of Human Rights: Challenges for the Future», Indiana Law Journal, 83, 2008, pp. 1267-1282. 129 «Inter-American Commission on Human Rights. Release Report on Afro-Descendants in Colombia», Inter-American Commission on Human Rights, 15 de mayo de 2009. Disponible en http://www. cidh.org/Comunicados/English/2009/28-09eng.htm. 130 «Using the Inter-American System for Human Rights: A Practi- cal Guide for NGOs», Global Rights Partners for Justice, 2 004, pp. 14-15. 131 «Compilation of Final Observations of the Committee for the Eli- mination of Racial Discrimination Regarding the Countries of Latin America and the Caribbean: 1970-2006, junio de 2006», Uni- ted Nations High Commission for Human Rights, Latin America Fondoand The Caribbean Editorial Regional Representation. Disponible en http:// www2.ohchr.org/english/bodies/cerd/index.htm. 132 Entre los países signatarios latinoamericanos están: Bolivia, Brasil,Casa Chile, Colombia, de Costalas Rica, AméricasCuba, República Do- minicana, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, Uruguay y Vene- zuela. Convención Internacional sobre la Eliminación de Todas las

225 Formas de Discriminación Racial, 7 de marzo de 1966, en vigor desde el 4 de enero de 1969. Disponible en http://treaties.un.org/ Pages/ViewDetails.aspx?src=TREATYymtdsg_ no=IV-2ychapter= 4ylang=en#EndDec. 133 Christiansburg Garment Co. v. EEOC, 434 U.S. 412, 420, 1978. 134 Roger Plant: «The Rule of Law and the Underprivileged in Latin America: A Rural Perspective», en Méndez, O’Donnell y Pinhei- ro (eds.): The (Un)Rule of Law and the Underprivileged in Latin America..., ed. cit., pp. 87-105.

Fondo Editorial Casa de las Américas

226 6 BRASIL: VANGUARDIA EN POLÍTICAS DE ACCIÓN AFIRMATIVA BASADAS EN LA RAZA Y LA INFORMACIÓN RACIAL EN LOS CENSOS

En los censos de numerosos países latinoamericanos la ausen- cia de datos sobre raza menoscaba no solo la posibilidad de reunir sistemáticamente estadísticas acerca de los grupos sociales que demuestren su exclusión racial, sino también la de ejercer presión política para lograr programas de acción afirmativa basados en la raza con el objetivo de mejorar dicha exclusión. En Hispanoamérica, la creación de tales programas ha sido hasta hoy bastante modesta. Los escaños asignados a los afrocolombianos, tal como establece la Constitución de su país, resulta excepcional en el contexto latinoamericano (en la mayoría de los países esa asignación especial solo se hace para las mujeres, como ocurre en Argentina, Bolivia, Costa Rica, República Domi- nicana, Ecuador, México, Panamá, Paraguay y Perú. En Colombia, además de a los afrodescendientes, se le reco- noce a los indígenas y a las mujeres).1 La Constitución de este país establece especialmente que las poblaciones indí- Fondogenas y de afrodescendientes Editorial tengan representación política en la Cámara de Representantes y en el Senado.2 Además, en 1996 Colombia creó el programa de créditos educati- vosCasa para comunidades de afrodescendientes. las Américas3 Este programa reconoce la asignación de créditos universitarios «por pres- tación de servicios, mediante trabajo comunitario, social o

227 académico, de acuerdo con el proyecto de trabajo presenta- do al solicitar el crédito, el cual es avalado por una Organi- zación de Base o Consejo Comunitario». Los requisitos para ser beneficiario del programa son: participación certificada en una comunidad afrocolombiana, excelencia académica, recursos socioeconómicos limitados y presentación de un proyecto dirigido a solucionar problemas o necesidades de la comunidad nativa.4 Por otro lado, varias universidades del país, tanto públi- cas como privadas, han creado programas especiales de admisión para minorías étnicas, entre las que se encuen- tran los afrocolombianos.5 Los asientos reservados van de dos a cinco por curso.6 Los programas de acción afirmativa comenzaron primero admitiendo estudiantes indígenas para luego extenderse a los afrodescendientes.7 En igual sentido, en Ecuador, el Gobierno concretó planes para establecer una cuota del 10 % de estudiantes indígenas y afroecuatorianos en las instituciones de educación secun- daria, tanto privadas como públicas, lo que ha sido posi- ble porque en el artículo 11.2 de la Constitución se declara que: «El Estado adoptará medidas de acción afirmativa que promuevan la igualdad real en favor de los titulares de dere- chos que se encuentren en situación de desigualdad».8 El Gobierno planea dictar cuotas para los cuerpos de profe- sores y el personal de investigación en las instituciones de educación superior.9 De manera más limitada también creó, de conjunto con la Universidad Andina Simón Bolívar, un Fondoprograma en el que Editorial quince abogados afroecuatorianos reci- birán becas para una especialización en derechos humanos. El programa hace especial referencia a las comunidades de afrodescendientes.Casa10 Otrode programa las público Américas concede diez becas para los estudiantes afroecuatorianos que quieran cursar maestrías.11 En cuanto al empleo en el sector público

228 el Gobierno ha planeado una política de acción afirmativa para la contratación laboral en varios organismos públi- cos.12 También ha concretado acuerdos con seis gobiernos locales para construir viviendas destinadas a los afroecua- torianos.13 Por otro lado, de conjunto con el municipio del Cantón Ibarra, se comprometió a proporcionar setecientos mil dólares para implementar un programa que contempla la construcción de doscientas cincuenta viviendas para afro- descendientes de ese municipio, haciéndose responsable de llevar a cabo dicho programa.14 Y aunque el dinero aportado pudiera parecer una suma modesta, debe señalarse que en Ecuador el valor promedio para construir una vivienda de cien metros cuadrados es de treinta y seis mil dólares. En Honduras, el Gobierno creó un programa de becas para los estudiantes afrohondureños que deseen continuar su educación secundaria y universitaria.15 En Uruguay, el Ministerio de Educación y Cultura cuenta con un fondo que promueve becas para estudiantes afrouruguayos. También las hay para cursar estudios de posgrado, como la Beca Carlos Quijano.16 En Latinoamérica la disponibilidad de programas de acción afirmativa basados en la raza es bastante limitada si se le compara con la de los Estados Unidos, donde un número incontable de empleadores, universidades y orga- nismos públicos cuentan con ellos. A diferencia de la situa- ción estadunidense, en nuestra región los primeros pasos para considerar de manera más amplia la acción afirmati- Fondova se advierten Editorialen la creación de organismos administrati- vos para ayudar a la igualdad de los afrodescendientes. La mayor parte de los países latinoamericanos cuenta hoy con un Casadefensor para ocuparsede dellas racismo, Américas salvo en El Salva- dor, Chile, Paraguay y Colombia. En Venezuela, la Comisión Presidencial para la prevención y eliminación de todas las

229 formas de discriminación racial, y otras, en el sistema educa- tivo del país es responsable de promulgar políticas relacio- nadas con la lucha contra la discriminación. Sin embargo, hasta ahora la única legislación aprobada es el decreto que declara el 10 de mayo como Día Afrovenezolano.17 Sin dudas esta simbólica legislación resulta valiosa en tanto llama la atención de la sociedad sobre la difícil situación de los afrodescendientes. En toda la región son ya numerosos los programas que abordan el problema de las instituciones que por prejuicios y estereotipos raciales impiden el crecimiento de las personas negras. Venezuela es ejemplo por excelencia del incipiente desarrollo de la acción afirmativa en la región. En contraste, Brasil se destaca como la nación con mayor número de políticas de acción afirmativa dirigidas a los afro- descendientes.

El debate sobre la acción afirmativa en Brasil

Son varias las razones por las que Brasil es el país donde se concentra con mayor fuerza la acción afirmativa basa- da en la raza. Los movimientos afrobrasileños por la justi- cia social fueron participantes activos en la Conferencia Mundial de las Naciones Unidas Contra el Racismo cele- brada en 2001. La divulgación que dicha Conferencia dio a los problemas de la igualdad racial permitió que las ONG presionaran al Gobierno. Además, su insistencia en Fondodestacar el apoyo Editorialque la Convención Internacional sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Racial le presta a la acción afirmativa propició la justificación, en lo jurídico,Casa para la acción de del Poder las Ejecutivo, Américas pues Brasil es signatario de ese tratado internacional. El artículo 1, sección 4, de la Convención establece que:

230 Las medidas especiales adoptadas con el fin exclusi- vo de asegurar el adecuado progreso de ciertos grupos raciales o étnicos, o de ciertas personas que requieran protección a fin de garantizarles, en condiciones de igualdad, el disfrute o ejercicio de los derechos huma- nos y de las libertades fundamentales no se considera- rán medidas de discriminación racial siempre que no conduzcan, como consecuencia, al mantenimiento de derechos distintos para los diferentes grupos raciales y que no se mantengan en vigor después de alcanzados los objetivos para los cuales se tomaron.

El entonces presidente Fernando Henrique Cardoso fue especialmente receptivo a la presión política en favor de la acción afirmativa, dado su previo quehacer como sociólogo. Cardoso se destacó por abordar en su obra la desigualdad racial en Brasil,18 de la cual es fruto el libro, en coautoría con Otavio Ianni, Côr e mobilidade social em Florianópolis: Aspectos das relações entre negros e brancos numa comu- nidade do Brasil meridional.19 Brasil comenzó a instituir políticas de acción afirmativa en 2001, cuando el Ministerio de Agricultura aprobó una orden ejecutiva en la que se establecía que el 20 % de su perso- nal fuera negro, que el 20 % del personal de las empresas que contrataran con el organismo público estuviera formado por afrodescendientes y, también, que otro 20 % de ese personal fueran mujeres.20 Así, el Tribunal Supremo Fede- Fondoral y varios organismos Editorial administrativos del Poder Ejecutivo instituyeron políticas de acción afirmativa.21 El Programa de Acción Afirmativa del Tribunal Supremo FederalCasa estableció unade cuota las del 20 %Américas de afrodescendien- tes para los contratistas de la institución.22 El Ministerio de Justicia determinó que el 20 % de los cargos directivos y

231 de asesoría de nivel superior debían ser para afrobrasileños. La Administración Pública basó su programa en porcenta- jes para la participación de la población afrodescendientes en los equipos profesionales. Un programa del Instituto Rio Branco, cuyo propósito era la formación de diplomáticos, proporcionó becas para los candidatos negros que desearan prepararse para las pruebas de ingreso al servicio diplomá- tico. Además, en el año 2002 se aprobó la Ley 10558, la cual instituyó en el Ministerio de Educación el Programa Diversidad Universitaria con el propósito de «[...] imple- mentar y evaluar estrategias para promover el acceso a la educación superior de las personas pertenecientes a grupos socialmente desfavorecidos, en especial los afrodescendien- tes y los miembros de las comunidades indígenas brasi- leñas». El programa también incluyó financiamiento para entidades públicas y privadas que promovieran los objetivos del programa. Lo mismo que el Gobierno Federal brasileño, los gobier- nos locales han comenzado a aprobar programas de acción afirmativa. Por ejemplo, en junio de 2011 Rio de Janeiro aprobó un decreto que reservaba el 20 % de las vacantes a los negros y a las personas de ascendencia indígena en los exámenes públicos para puestos del servicio civil en la administración de ese Estado.23 Debe señalarse que si bien gran parte del discurso público en Brasil considera que la aprobación de cuotas directas es inherente a la acción afir- mativa, esta varía su contenido y estructura.24 En otras pala- Fondobras, no todos los programasEditorial contemplan cuotas directas. Más controvertida ha sido la implementación de la acción afirmativa en la educación superior pues a ella se han opues- to la mayorCasa parte de los de ministros las del ramo. Américas25 En el año 2000 la Universidad Estatal de Rio de Janeiro (UERJ) fijó una cuota directa del 40 % para los estudiantes negros o pardos

232 que tuvieran las mejores calificaciones, así como otra del 10 % para estudiantes con discapacidades.26 La acción afir- mativa fue demandada ante el Tribunal Supremo Federal por un congresista de Rio de Janeiro y por una asociación de las escuelas privadas (Confenen), como violación de la norma constitucional brasileña de proporcionalidad en el ejerci- cio de la discrecionalidad legislativa (razãoabilidade).27 En septiembre de 2003 la demanda fue declarada carente de fundamento cuando el órgano legislativo de Rio de Janeiro revisó la política pública y estableció cuotas más reducidas, del 20 % para los que se autoidentificaran como «negros», 20 % para los estudiantes de las escuelas públicas y un 5 % conjunto para otros estudiantes discapacitados e indígenas brasileños.28 Además, todos los estudiantes admi- tidos conforme la nueva política tenían que reunir requi- sitos de elegibilidad financiera.29 Después de su revisión, esta acción afirmativa fue nuevamente demandada ante los tribunales. La decisión final sobre el asunto aún está pendiente, junto con otras demandas presentadas en contra de los programas de acción afirmativa de la Universidad Federal de Brasilia, la Universidad Federal de Rio Grande do Sul y la Universidad Estatal del Norte Fluminense.30 Solo en Rio de Janeiro más de trescientos solicitantes disconfor- mes demandaron las políticas de acción afirmativa de las dos universidades estatales.31 Por otro lado, ciento catorce académicos firmaron en 2006 un manifiesto en el que se oponían a la acción afirmativa basada en la raza por conside- Fondorarla inconstitucional Editorial y alimento para el conflicto y la intole- rancia.32 Pocos días después trescientos treinta intelectuales y representantes de los movimientos por la justicia social rubricaronCasa una respuesta de titulada las «Manifiesto Américas en favor de las leyes». Los documentos se debatieron ampliamente en los medios de comunicación del país, debate que aún continúa,

233 como lo evidencia, una encuesta nacional, aplicada en 2008, en la que el 62 % de los brasileños cree que las políticas son esenciales, mientras un 53 % considera que los programas son humillantes y un 62 % que las políticas pueden causar racismo.33 Los resultados de la encuesta se trasvasan, lo cual pudiera indicar que muchos entran en conflicto al momento de valorar el uso de la acción afirmativa basada en la raza. El discurso en su contra ha sido tan virulento que incluso algunos de los beneficiados se han expresado con ambivalen- cia sobre si es conveniente o no la aplicación de tales políti- cas.34 Como resultado, el Tribunal Supremo Federal celebró en marzo de 2010 una audiencia pública para reunir criterios de expertos en el área de la acción afirmativa con vistas a la decisión judicial del caso. La demanda ante el Tribunal Supremo Federal alega que el sistema de cuotas viola el principio constitucional de igualdad ante la ley, reconocido en el artículo 5 de la Constitución brasileña de 1988, el cual declara: «Todos son iguales ante la ley, sin distinción de ninguna naturaleza, y se garantiza a los brasileños y a todos los extranjeros resi- dentes en Brasil la inviolabilidad del derecho a la vida, la libertad, la igualdad y la propiedad». El argumento es que los estudiantes blancos a los que se les negó el ingreso, pero obtuvieron un puntaje mayor en las pruebas de admi- sión que los candidatos admitidos con el sistema de cuotas, fueron tratados de forma desigual.35 También es importante Fondoobservar que los memorandosEditorial judiciales de los demandan- tes contra la acción afirmativa aseveran que la ausencia de un racismo impuesto por las autoridades brasileñas –como la segregaciónCasa al estilo de Jim Crow–, las socava Américas la necesidad de acción afirmativa en Brasil, por lo que su implementación equivaldría a la imposición de racismo. Sirva de ejemplo

234 que en el caso de la demanda judicial contra el programa de acción afirmativa de la Universidad de Brasilia el deman- dante cuestiona «si la implementación de un Estado racista o del racismo institucionalizado, como se practicó en los Estados Unidos, Sudáfrica o Ruanda, sería adecuada para Brasil».36 En su conjunto los memorandos legales reconocen que la idea de democracia racial debe ser defendida en un país de razas mezcladas, en el cual resulta muy difícil admi- nistrar las designaciones raciales.37 En esa narrativa está totalmente ausente el papel histórico del Estado como faci- litador de la exclusión racial y del derecho consuetudinario de la regulación de la raza que puso en práctica. Como parte del expediente de la demanda de apelación aparece la decisión del Tribunal de Apelación de Rio de Janei- ro, dictada en mayo de 2009, que declaraba inconstitucional la ley de acción afirmativa, lo cual se justifica en la tradicio- nal idea de Brasil como ejemplo de democracia racial. En concreto, el Tribunal declaró que el sistema de cuotas para la acción afirmativa

[...] crea privilegios para una parte de la población brasi- leña, que está compuesta por personas con una mezcla racial irreversible; crea ese privilegio en el punto más alto del proceso educativo de nuestro país, como son nuestras universidades. Se abre la posibilidad de que en un país en el que la mezcla racial es la regla surja, como producto de la ley, un apartheid que no existe actualmente en Brasil.38

FondoPara ese juez, Editorial como para gran parte de la elite brasileña, el rechazo a la acción afirmativa está firmemente arraiga- do Casaen la premisa dede que la exclusiónlas Américasracial no es parte de la cultura brasileña, y que este concepto da lugar a una segregación semejante a la de países que emplean la acción afirmativa, como los Estados Unidos.

235 Pero no queda claro que esas tradicionales perspectivas tengan acogida. Cuando se apeló la decisión sobre la políti- ca de acción afirmativa de la Universidad de Rio de Janei- ro ante una sala especial del Tribunal de Apelaciones del mismo Estado, el tribunal votó por una mayoría de quince contra seis a favor de la constitucionalidad de la política.39 El 19 de marzo de 2012 el Tribunal Supremo Federal rechazó la apelación posterior porque demandaba una ley de 2003, derogada por una nueva ley estatal de acción afirmativa que limitaba la duración de esas políticas a diez años.40 Todavía más importante resulta el hecho de que el 26 de abril de 2012 el Tribunal Supremo Federal dictó una sentencia oportuna en la que declaraba que la política de acción afirmativa de la Universidad Federal de Brasilia era válida desde el punto de vista constitucional.41 Por decisión unánime, el Tribunal declaró que para poder llevar a la prác- tica el principio de igualdad las políticas de acción afirmati- va se constituían en una responsabilidad social y un deber importante del Estado, pues la Constitución exigía reparar las pérdidas impuestas a los afrobrasileños en el pasado. Solo una semana después el Tribunal también confirmó la constitucionalidad de ProUni, un programa que pretendía ampliar la cobertura universitaria a todos los brasileños y que concedía becas a los estudiantes afrodescendientes, provenientes de familias con bajos ingresos, para que pudie- ran asistir a universidades privadas.42 Con estas dos decisio- nes el Tribunal Federal Supremo ha confirmado la prioridad Fondoconstitucional de reducirEditorial las desigualdades sociales y el uso de la acción afirmativa como importante herramienta para la integración social. ConCasa el paso del tiempo de un númerolas creciente Américas de brasile- ños, incluidos los beneficiados con el programa, reconocen la acción afirmativa como algo positivo. Así pues, en una

236 encuesta aplicada en el 2010 a los solicitantes de admi- sión en la Universidad Estatal de Rio de Janeiro, el 85,4 % de los candidatos negros e indígenas para los programas de acción afirmativa declararon estar de acuerdo con el sistema de cuotas.43 En contraste, en el año 2005 solo el 66,8 % de los candidatos a tales programas reconoció como positiva esta política.44 Especialmente reveladora resulta la encuesta del año 2010 que identifica al sector de los brasileños que se opone a la acción afirmativa basada en la raza. En el Barómetro de las Américas del año 2010, sobre Brasil, se descubrió que un alto porcentaje de los ciudadanos considera justo reservar puestos para los afrodescendientes en las univer- sidades. De hecho, el 66,2 % se declara de acuerdo y el 45 % está «muy de acuerdo». Del 27,4 % que refiere estar en desacuerdo, solo el 18 % se muestra «muy en desacuer- do». El restante 6,5 % se mantiene al margen. Sin embargo, la minoría fuertemente en desacuerdo está formada prin- cipalmente por blancos que tienen educación universitaria y que expresan con vigor sus opiniones en los medios de comunicación y en el discurso público,45 donde las voces opositoras tienen asegurado un espacio considerable. En realidad, más de dos tercios de los brasileños que apoyan los programas de acción afirmativa pertenecen a todas las razas y tienen diferentes filiaciones políticas, como se refleja el Barómetro de las Américas 2010. Lo anterior pudiera explicar por qué las políticas de acción Fondoafirmativa han proliferadoEditorial de variada forma en las universi- dades, a pesar de la negativa del órgano legislativo federal a ordenar dichas políticas en la Ley Fundamental de Igualdad RacialCasa de 2010.46 Hastade agosto las de 2010, Américas al menos ochenta universidades públicas habían adoptado políticas de acción afirmativa; las estructuras de los programas aprobados

237 varían.47 Algunos van dirigidos solo a estudiantes afrobrasi- leños de la enseñanza secundaria en escuelas públicas, con el propósito de llegar a los más necesitados. Otros programas presentan puestos para los graduados, de cualquier raza, de otras escuelas y a continuación establecen porcentajes por raza, ajustados a los resultados del censo demográfico. Otra variante dispone cuotas separadas para afrobrasileños (de la enseñanza secundaria, tanto de escuelas públicas como privadas), además de una cuota para los de cualquier raza que estudien en escuelas públicas. Por último, unas pocas universidades conceden puntos adicionales en los exámenes de admisión que realizan los estudiantes afrobrasileños y los graduados de secundaria en escuelas públicas. Cuando se analiza el contexto de los programas de acción afirmativa de las universidades públicas es importante seña- lar que a diferencia de los Estados Unidos, donde muchas de las universidades privadas suelen ser reconocidas como más prestigiosas que las públicas, en Brasil las institucio- nes de educación superior de carácter público tienen mayor prestigio que sus homólogas privadas.48 Las universidades públicas y las privadas administran sus pruebas de admi- sión, llamadas vestibulares,49 basándose solo en el examen de ingreso pues las notas escolares son totalmente irrelevan- tes. Dada la competencia por un limitado número de plazas, algunos estudiantes, por lo general aquellos con mejor economía, pagan cursos (cursinhos) en los que se preparan durante un año para la prueba de admisión.50 Estos exáme- Fondones pretenden comprobar Editorial el conocimiento previo, pero es sabido que se examinan materias no impartidas en las escuelas públicas.51 El resultadoCasa es que de las universidades las Américaspúblicas de elite cuentan con un alumnado compuesto, desproporcionada- mente, por brasileños blancos, cuyos padres les pagan una

238 educación primaria y secundaria de mejor calidad en escue- las privadas.52 Los afrobrasileños, con recursos económicos limitados, quedan excluidos de esas universidades y se ven obligados a pagar universidades privadas o a no continuar su educación.53 En el año 2000 el Ministerio de Educación reveló que solo el 2 % de los estudiantes universitarios eran negros.54 Todavía peor, la representación de los afrobrasile- ños era prácticamente cero en los programas de elite, como Medicina y Derecho. Si bien los grupos afrobrasileños por la justicia social han creado cursos prevestibulares para preparar mejor a los estudiantes excluidos en las pruebas de admisión, además de crear una universidad negra, la Universidade da Cidadania Zumbi dos Palmares (Unipalma- res), esas acciones no bastan para compensar las deficien- cias en las escuelas públicas primarias y la exclusión de la mayor parte de los afrobrasileños a los centros de altos estu- dios.55 Estos patrones demográficos dieron lugar a políticas de acción afirmativa con vistas al ingreso en la enseñanza superior.56 Si bien el debate público relacionado con los programas de acción afirmativa ha sido bastante agitado, ello contrasta con la facilidad con que pocos años antes se establecieron programas de acción afirmativa basados en el género.57 Espe- cíficamente, en 1955, Brasil reservó cuotas para mujeres en el sistema electoral. El artículo 11 de la Ley Federal 9100 dispuso que al menos el 20 % de los candidatos en las elec- ciones municipales para los órganos legislativos debían ser Fondomujeres. En 1997 Editorial la Ley 9504 estableció una cuota del 25 % para representantes estatales y federales del género femenino en las elecciones parlamentarias. En más de una década de experienciaCasa con estas de políticas las de acción Américas afirmativa basadas en el género, el discurso público nunca las ha caracterizado como discriminatorias. Por consiguiente, queda claro que la

239 oposición de las elites brasileñas a las políticas de acción afirmativa basadas en la raza no se fundamenta en objecio- nes a la acción en sí misma, sino al uso de un criterio racial en esas políticas. Esta realidad también resalta por el hecho de que otras políticas de acción afirmativa, con diferentes basamentos, no han provocado desacuerdo público. Los programas de este tipo, pensados para hijos de campesinos o discapaci- tados, ya existían cuando se aprobaron las políticas susten- tadas en la raza. Por ejemplo, la Ley 5465, de 1968, creó cuotas para proporcionar el acceso de los hijos de agricul- tores a la educación.58 Para los discapacitados la Constitu- ción Federal de 1888, artículo 37 §VIII, estableció que «La ley preserva un porcentaje de cargos y empleos públicos a las personas con discapacidades, y definirá los criterios para su admisión». La implementación de esta cláusula ha lleva- do a la aprobación de varias leyes que destinan cuotas para las personas con discapacidades, tanto en el sector público Ley 8112, de 1990) como en el privado (Ley 8213, de 1991). Incluso aquellos que, en principio, se les supone estar a favor de los programas de acción afirmativa basados en la raza se cuestionan si, efectivamente, dichos programas pueden ser llevados a la práctica en una nación integra- da por personas de «raza mixta», con identidades raciales ambiguas. La preocupación que expresan los brasileños blancos con respecto a las reivindicaciones fraudulentas se ha abordado haciendo que los programas de acción afirma- Fondotiva vayan dirigidos Editorial solo a aquellos solicitantes que se iden- tifiquen a sí mismos como «negros», porque «la categoría de negro tiende a intimidar a los oportunistas».59 La lógica es queCasa mientras el discurso de de lalas democracia Américas racial brasile- ña alimente la idea de que tener conexiones vagas con los ancestros africanos posee un halo romántico, ello no reduce

240 las asociaciones peyorativas ligadas a una explícita identi- dad negra. No obstante, el problema de las reivindicaciones fraudulentas existe, y ha sido abordado en los programas de diversas maneras, como la exigencia de documentación oficial sobre la identidad racial, la solicitud de fotografías para verificarla, las entrevistas a los candidatos y el uso de información indirecta sobre la raza, así como la asistencia a escuelas públicas de educación primaria y la verificación de los ingresos familiares.60 Por su parte, los críticos de la acción afirmativa cuestionan la eficacia de esos esfuerzos programáticos y denuncian la presunta reducción de la calidad de los graduados universi- tarios. El subtexto explícito es que la acción afirmativa es una inadecuada importación imperialista, estadunidense, que no puede ser aplicada con eficacia en un contexto racial como el brasileño.61 Es decir, que la historia racial estadunidense, marcada por leyes como la Jim Crow, y por su rígida estruc- tura en lo que a raza se refiere, son tan extrañas al contexto latinoamericano que la «acción afirmativa estadunidense» no cabe en Brasil ni en ningún lugar de la América del Sur. Esa crítica pasa por alto la complicidad histórica del Estado mediante el derecho consuetudinario latinoamericano, que ha regulado la raza, llegando al punto de situar a Latinoamé- rica como racialmente inocente, a la que se le quiere asignar inapropiadamente el reivindicar la justicia racial. Los funcionarios brasileños no solo han desarrollado sus propios mecanismos para administrar los programas basados Fondoen la raza, sino queEditorial los estudios demuestran que esos progra- mas han sido bastante exitosos en cuanto a los resultados de los estudiantes. Por ejemplo, una investigación llevada a caboCasa en la Universidad de Estatal las de Campinas Américas determinó que aquellos que crecieron en condiciones de desventaja socioe- conómica y educativa tenían un desempeño relativamente

241 superior en la Universidad, comparados con aquellos prove- nientes de mejores entornos en lo social y lo económico.62 El estudio reflejó que la necesidad de trabajar duro para tener mejores oportunidades (como prepararse para el examen de admisión «vestibular» a la Universidad, sin contar con una formación adecuada en escuelas públicas) crea una «forta- leza educativa» que mejora el desempeño una vez que el estudiante es admitido en la Universidad.63 En Unicamp el programa de acción afirmativa concede puntos adicionales a las pruebas de entrada realizadas por estudiantes provenientes de secundarias públicas, donde predominan los afrobrasileños, o cuya condición racial sea la de negro, marrón o indígena. La «fortaleza educativa» de los menos privilegiados se manifestó directamente en el promedio más alto de los puntajes que obtuvieron los estu- diantes beneficiados con la acción afirmativa en 31 de los 55 posibles cursos de licenciatura, tan solo después de un año de estudios universitarios. En conjunto, el desempeño de los estudiantes beneficiados por la acción afirmativa fue superior en 48 de los 55 cursos. En el mismo sentido, en la Universidad de Brasilia (UnB), en la que el 20 % de las admisiones se reservan a estudian- tes negros, más de dos tercios de los programas de estu- dio reflejaron la no existencia de diferencias significativas entre los estudiantes provenientes de la acción afirmativa y los demás.64 De hecho, en la clase de 2005 los estu- diantes de acción afirmativa obtuvieron promedios superio- Fondores en el 55 % de Editorial 33 cursos. En el año 2008 se observó que los estudiantes negros beneficiados con 27 programas de estudios de la UnB tenían notas más altas que otros de la mismaCasa Universidad. de65 El análisis las sobre Américas los estudiantes de la UnB también cuenta que esa era una tendencia obser- vada en otras universidades brasileñas. Vemos pues, que

242 los estudiantes de acción afirmativa admitidos en el 2003 en la Universidad Estatal del Norte Fluminense (UENF) tuvieron un promedio de notas comparable al de los otros, y al menos en cinco de los programas excedieron los prome- dios.66 Durante el ciclo de admisión a la UENF en el año 2003 el programa de acción afirmativa reservó plazas a los graduados de secundaria en escuelas públicas. En la Universidad Federal de Bahía (UFBA), los progra- mas más competitivos y prestigiosos –como los de Medici- na y Derecho– mostraron un desempeño promedio parecido cuando se comparó a los estudiantes de acción afirmati- va con el resto.67 Estos programas reservan plazas para los graduados de educación secundaria que sean negros, mula- tos o indígenas. Además, también se reservan cupos para los graduados blancos provenientes de los ya mencionados niveles de enseñanza. Cuando existen plazas disponibles, pueden participar graduados negros y mulatos de escuelas privadas de educación secundaria. En 11 de los 18 progra- mas de estudios más competitivos en la UFBA, el 61 % de los estudiantes de acción afirmativa consiguieron un prome- dio académico igual o superior al del resto de los alumnos. En el mismo sentido, un estudio sobre la Universidad Estatal de Rio de Janeiro recoge que los primeros gradua- dos de Medicina, en 2010, mediante programas de acción afirmativa, demostraron que no había diferencias en su desempeño académico, ni en los índices de deserción ni en los resultados de sus exámenes de residencia hospitalaria Fondocon respecto a losEditorial no provenientes de esos programas.68 El programa de acción afirmativa de la UERJ reserva plazas para los estudiantes de bajos ingresos, los graduados de escuelasCasa públicas dede secundaria, las los estudiantesAméricas negros, los indígenas, los discapacitados y los hijos de oficiales de la Policía fallecidos.

243 Otro estudio –sobre la tasa de deserción en la Universidad Federal de Espírito Santo– determinó que entre los estu- diantes de acción afirmativa la tasa era inferior a la de otros alumnos.69 Incluso, las universidades privadas que instau- raron programas de acción afirmativa han tenido resulta- dos muy positivos. Por ejemplo, en la Universidad Católica Pontificia de Rio de Janeiro (PUC-Rio) se constata que la mayoría de los estudiantes de acción afirmativa están en el 10 % superior de sus promociones.70 Además, en un análi- sis del programa de becas del Gobierno para universidades privadas, el llamado ProUni, reflejó que las tasas de deser- ción de los estudiantes que recibieron becas en la zona oeste de Rio de Janeiro eran parecidas al promedio nacional.71 En resumen, el uso exitoso que ha hecho Brasil de las políticas de acción afirmativa basadas en la raza puede servir de inspiración a otros países latinoamericanos que buscan mejorar las históricas desigualdades sociales en medio de una retórica antagonista que habla de democracia social. La resistencia a la acción afirmativa en Brasil, como en el resto de Latinoamérica, proviene de la idea de que la fluidez de la identidad y de la mezcla racial impedirá una implementación efectiva de esa clase de políticas. Al respecto, un examen del discurso brasileño sobre mezcla racial y formación de identidad puede proporcionar una guía adicional para otros países que intentan superar los obstáculos planteados por la ideología racial latinoamericana. La aserción de la identidad racial en los cuestionarios del censo proporciona un marco Fondoanalítico útil a partir Editorial del cual analizar cómo las preconcebi- das ideas sobre fluidez racial pueden coexistir con una orde- nación prescrita, de forma tal que las políticas de acción afirmativaCasa puedan dar respuestasde las positivas. Américas

244 Retos del censo y la identidad para el cumplimiento de las leyes contra la discriminación

A la vista de cómo el Estado ha estructurado y desarrollado históricamente los datos del censo relativos a la raza, con el fin de restarle importancia a la presencia de personas de ascendencia africana en el país –como se explicó en detalle en los capítulos 2 y 3–, las organizaciones por la justicia racial en Brasil han pretendido ocuparse más en directo de las formas en las que la retórica de la democracia dificulta una investigación precisa de la demografía racial. Los últi- mos censos se han valido de los adjetivos blanco, amarillo, marrón y negro para designar el color de la piel. Aunque los formularios utilizaron categorías de «color», estas se corres- ponden con estamentos raciales. Así, por ejemplo, el «amari- llo» se asocia con la categoría racial asiática, el «negro» con las personas de ascendencia africana, mientras que el «marrón» representa a las que tienen ancestros blancos y negros. La única categoría explícita en el censo de 1991 fue la de «indígena», para designar a la población nativa de Brasil. Los demógrafos han señalado que a partir de que el censo de 1950 incluyó la clasificación racial hecha por el propio encuestado, un número significativo de individuos la cambió de un censo a otro. Los cambios se ajustaban a un patrón Fondoespecífico, de ahíEditorial que la gran mayoría que en 1950 se clasi- ficó como negro (prêto) pasó a marrón (pardo) en el censo de 1980.72 Patrones parecidos de reclasificación tuvieron lugarCasa en los censos de los años las siguientes. Américas Los estudios sociológicos de otros conjuntos de datos recogidos en Brasil, que utilizan la información sobre la raza

245 proporcionados por encuestados y encuestadores, al exami- nar más detalladamente la práctica de la fluidez en la clasificación racial señalan que el «efecto blanqueador» se corresponde con un patrón muy específico. En un estu- dio realizado por Edward Telles, en un 79 % de las veces encuestados y encuestadores elegían inequívocamente la misma clasificación de color.73 Mientras que las personas cercanas al más claro expectro del color tienden a ser clasi- ficadas reiteradamente de la misma forma, la ambigüedad se hace mayor en aquellas que están en el extremo más oscuro. Pero la ambigüedad tiene límites. Los entrevistados tendían a aclarar el color de la piel de quienes se identifica- ban con la categoría marrón y poseían educación superior, especialmente cuando vivían en regiones no blancas. En contraste, hay una coincidencia mucho mayor en la clasificación de los blancos que viven en regiones donde estos son predominantes. Es más, en la clasificación racial, el efecto blanqueador que tiene el haber recibido educación superior se ve constreñido de manera similar. En el caso de los varones más oscuros la educación no varía la clasifi- cación en el color. Es más probable que blanquee para las personas de piel más cercana al extremo más claro y que viven, además, en áreas predominantemente no blancas. En resumen, la retórica de la democracia racial le permite, teóricamente, a cualquier persona blanquearse, pero en la práctica las normas sociales predeterminadas circunscriben Fondoesa posibilidad. Parecería Editorial que, como demuestran las esta- dísticas, el blanqueamiento social solo les está permitido a las personas con un color de piel más claro y educación superiorCasa cuando residen de en regiones las –como Américas el noreste– en las que viven pocos «blancos de verdad». Cuando estos últi- mos predominan –como en el sur– la flexibilidad a la hora de

246 blanquearse es poca para aquellos con ancestros africanos visibles, con independencia de cuál sea el tono de su piel o su nivel educacional. Ese patrón es más llamativo para los hombres que para las mujeres, tal vez como resultado de la sexualización de las afrobrasileñas, en combinación con el uso manifiesto de cuidados de belleza que les proporcionan una apariencia más blanca, tal es el caso de alteraciones en la textura del pelo, uso de polvos faciales, etcétera.74 En ese mismo sentido, el blanqueamiento intergenera- cional de los niños también sigue un patrón racial. En un estudio sobre la encuesta nacional de hogares brasileños, realizada en 2005 por el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (también responsable del censo), se determinó que un padre no blanco con educación primaria o secun- daria era improbable que blanqueara al hijo nacido de un matrimonio con una persona blanca.75 Es en los infrecuen- tes matrimonios interraciales, en los que ambas personas tienen educación superior, en los que se blanquea estadís- ticamente a los hijos. Los matrimonios interraciales por sí mismos no proporcionan «ni una gota de sangre blanca» que blanquee a un niño de raza mixta. Es más bien el nivel educativo de la pareja el que lo facilita. Los estudios sobre la maleabilidad de las categorías raciales y de color en Brasil demuestran que además del antepasado racial existen otros factores que influyen en la selección de las categorías de color, y que la fluidez racial Fondoqueda restringida Editorial a las personas de piel más clara y con educación superior. Para aquellos inequívocamente blancos o negros, y características propias de esas razas, la clasifi- caciónCasa racial es más de estable las y extremada. Américas Incluso aquellos estudios que examinan la variedad de informales categorías de color presentes en Brasil, consideran que, en la práctica,

247 la variación se centra en denotar la mezcla racial, al mismo tiempo que se mantienen los extremos con respecto al signi- ficado de ser blanco o negro.76 Es así que los activistas brasileños por la justicia social se organizaron, a propósito del censo de 1991, el cual promo- vía la eliminación de la categoría pardo –que designaba la raza mixta– en favor de una pregunta sobre los antepasa- dos africanos.77 Si bien la propuesta de eliminar la categoría raza mixta no fue acogida, los organizadores animaron a los encuestados a sustituirla por la de negro. La campaña se tituló «No permitas que tu color acabe siendo blanco: responde usando tu buen juicio». El Instituto Brasileño para el Análisis Social y Económico (IBASE), organización no gubernamental que compila y distribuye sistemáticamente estadísticas con respecto a las desigualdades raciales en el mercado de trabajo, ayudó a organizar la campaña, la cual estuvo motivada por la preocupación que produce saber que los brasileños a menudo mienten sobre el color de su piel y eligen uno más claro porque les avergüenza tener orígenes africanos. La campaña para que un número mayor de perso- nas marcaran la categoría negro se organizó con el propó- sito de obtener datos socioeconómicos más fiables sobre la población negra y, por consiguiente, ayudar a la moviliza- ción por la justicia racial. Aunque la campaña fue exitosa para elevar la conciencia sobre el contenido político de la identificación racial, las personas de ascendencia africana Fondono marcaron de manera Editorial preponderante la categoría negro en el censo. La imposibilidad de acceder a los empleados del censo para ofrecerles alguna información en torno a cuestio- nes políticas,Casa de cortesía de y de cómolas preguntar Américas sobre la raza y el color de la piel puede haber dificultado la concientiza- ción sobre el registro.

248 En comparación con los números del censo de 1980 los resultados del de 1991 reflejaron un ligero incremento en el número de brasileños que usaron la categoría marrón, así como una ligera reducción de los que eligieron la de blanco. La de negro mantuvo, en general, los mismos resultados.78 Aunque desde el punto de vista cuantitativo la campaña tuvo un éxito insignificante, los organizadores proclamaron que había sido una victoria conseguir que los funcionarios del censo declararan públicamente que reconsiderarían las cate- gorías de color en los censos de años futuros, para reflejar de manera más precisa el número de personas con antepasados africanos.79 Si bien el censo del año 2000 conservó las designaciones de color presentes en años anteriores, por primera vez en cinco décadas se redujo el número de la población marrón, a la par que aumentaron los de blanco y negro. También en el año 2000 las cifras de la población negra y marrón conti- nuaron aumentando. La primera creció del 6,2 % al 7,6 %; la segunda del 38,4 % al 43,1 %. En contraste, los núme- ros de la población blanca se redujeron por primera vez en la historia censal de Brasil y pasaron del 53,7 % en el año 2000 a un 47,7 % en el 2010. El sociólogo Edward Telles sugiere que los cambios censales en los porcentajes de la categoría de color indican que «el sistema de clasificación racial brasileño se está haciendo progresivamente bipolar», debido a la influencia del movimiento negro y a la globaliza- ción de la cultura negra gracias a la circulación mundial de Fondola música y el cineEditorial de la diáspora africana, lo cual fomenta una identificación inequívoca con la negritud.80 La reflexión de Telles también se apoya en recientes estudios etnográ- ficosCasa que demuestran de la tendencia las entreAméricas las personas de ancestros africanos a identificarse como negros, opción que reconoce la formación de una específica identidad.81

249 La promoción de una identidad política y racial negra no solo es resultado del trabajo del movimiento negro por la justi- cia social. Por ejemplo, el ala progresista de la Iglesia católica en Brasil, conocida como Pastoral Negra, está involucrada en la creación de una conciencia católica negra, opuesta al racismo, mediante la teología, la liturgia, la práctica pasto- ral, los seminarios y los medios de comunicación.82 Incluso entre comunidades protestantes, por lo general consideradas hostiles a las invocaciones del orgullo negro, los demógra- fos han encontrado afrodescendientes pobres, con devoción por la esclava Anastácia, que proponen una identidad negra fortalecida por la figura histórica de una esclava piadosa83 y, a la vez, por el discurso de igualdad de la Iglesia pente- costal.84 Por otro lado, los etnógrafos que han investigado las favelas de Brasil documentan no solo la existencia de una vibrante conciencia racial negra entre los residentes de esos barrios, sino también un enfoque binario, en lugar de una aproximación fluida y compleja a las clasificaciones racia- les, cuyo ejemplo por excelencia es la frase «Si no pasas por blanco entonces eres negro». De hecho, los residentes de las favelas explican el uso de categorías de color variables como una cuestión de cortesía, universalmente aceptada, para mantener la armonía racial, aunque en medio de un entendimiento implícito de que «solo hay dos razas».85 FondoComo ha declarado Editorial con franqueza un académico brasileño: No hay ninguna dificultad insuperable para establecer en Brasil un sistema funcional y estándar de clasifi- caciónCasa racial porque de nos clasificamoslas Américas voluntariamen- te como negros, blancos, pardos, amarillos e indígenas cuando nos entrevistan los funcionarios del censo, y

250 también nos identifican fácilmente como tales nues- tros conciudadanos, la policía y el sistema judicial. No tenemos ningún problema para saber quién es negro, pardo, blanco, amarillo o indígena.86

Pareciera que se han exagerado las afirmaciones relati- vas a la contemporánea resistencia brasileña a identificarse racialmente. Si bien es cierto que la ideología racial brasileña ensalza las virtudes de la supuesta capacidad de ser flexible a la hora de declarar determinado color de piel e identidad racial, también coexiste con la capacidad de imponer consecuen- cias sociales a aquellos que se identifican como no blancos. Es por eso que Seth Racusen declara con acierto: «Si hay numerosos sujetos públicos y privados que pueden hacer regularmente clasificaciones discrecionales con un propósito discriminatorio, ¿por qué sería imposible hacer clasificacio- nes que impulsaran las políticas contra la discriminación?87 La idea de S. Racusen es que si existen variaciones con respecto a cómo los no blancos con una misma apariencia se identifican racialmente (negro frente a marrón), lo más rele- vante para la administración de una política de acción afirma- tiva es una estructura social que diferencie entre la condición de ser blanco y la de no serlo, con el propósito de influir en el estatus y las oportunidades sociales. Tal política busca, sobre todo, intervenir en las exclusiones que configuran el Fondostatus quo en laEditorial ordenación racial. La fluidez de las cate- gorías es mínima cuando se compara con la relevancia de una jerarquía racial concreta. Los funcionarios brasileños han conseguidoCasa administrar de los programaslas Américasde acción afirmativa, en medio de la fluidez racial, lo que ha sido posible al re- currir a combinaciones de indicadores sustitutos indirectos

251 que permiten determinar, entre otros aspectos, la raza no blanca o la pertenencia a los grupos de bajos ingresos. Además de la declaración voluntaria de negro o blanco se utilizan fotografías y entrevistas para determinar quién debe ser parte de los programas de acción afirmativa. Aseveran que esta política es una importación estadunidense que no puede ser aplicada de manera efectiva en el contexto racial de Brasil. La experiencia en este país puede servir de guía al resto de Latinoamérica.

Fondo Editorial Casa de las Américas

252 Notas

1 Mala N. Htun: Dimensions of Political Inclusion and Exclusion in Brazil: Gender and Race, Technical Papers, Washington D.C., Inter-American Development Bank, diciembre de 2003. Apéndi- ce A. Tabla A (Statutory Gender Quotas and Reservations). 2 Constitución Política de Colombia, Título VI, artículos 171,176. 3 Instituto Colombiano de Crédito Educativo y Estudios Técnicos en el Exterior (Icetex). Disponible en http://www.icetex.gov.co/portal/ Default. aspx?tabid=275. 4 Magdalena León y Jimena Holguín: «La acción afirmativa en la Universidad de los Andes: el caso del programa “Oportunidades para talentos nacionales”», Revista de Estudios Sociales, 19, di- ciembre de 2004. Disponible en http://res.uniandes.edu.co/view. php/405/indexar.php?c=Revista+No+18. 5 Magdalena León y Jimena Holguín: Acción afirmativa hacia de- mocracias inclusivas: Colombia, Santiago, Fundación Equitas, 2005, pp. 208-211. Disponible en http://www.fundacionequitas. org/archivo.aspx?cod_idioma=ESyid=29 (El gráfico 9 describe todos los programas de acción afirmativa, incluidas las admisio- nes). Ver también: «La acción afirmativa en la Universidad de los Andes...», p. 60. 6 Actualidad afrodescendiente en Iberoamérica: estudio sobre orga- nizaciones civiles y políticas de acción afirmativa, Madrid, Secre- taría General Iberoamericana, julio de 2010, p. 42. Disponible en http://segib.org/publicaciones/files/2010/07/actualidad-afrodes- cendiente/iberoamericana.pdf 7 Castro Heredia et al: «Un breve acercamiento a las políticas de acción afirmativa: orígenes, aplicación y experiencia para grupos étnico-raciales en Colombia y Cali», Revista Sociedad y Economía Fondo169, enero de Editorial 2009. Disponible en http:// redalyc.uaemex.mx/ redalyc/pdf/996/ 99612491009.pdf. 8 Constitución del Ecuador. Disponible en http://www.asambleana- cional.gov.ec/Casa documentos/constitucion_de_bolsillo.pdf de las Américas 9 Plan plurinacional para eliminar la discriminación racial y la exclusión étnica y cultural, Quito, Codae, septiembre de

253 2009, p. 35. Disponible en http://www.codae.gob.ec/index. php?option=com_contentyview=articleyid=188%3Aplan-plu- rinacional-para-eliminar-la-discriminacion-racial-y-la-exclusion- etnica-y-culturalycatid=27yItemid=63. 10 «15 abogados afroecuatorianos se especializan», Codae, 13 de mayo de 2011. Disponible en http://www.codae.gob.ec/index. php?option=com_k2yview=itemyid=137:15-abogados-afro- ecuatorianos-se-especializan. 11 «Becas y maestrías», Codae, mayo de 2011. Disponible en http:// www.codae.gob-ec/index.php?option=contentyview=articleyid= 194:becas-y-maestriasycatid=1. 12 Plan plurinacional para eliminar la discriminación racial..., ed. cit., p. 39. 13 «Proyectos de viviendas», Codae. Disponible en http://www.co- dae.gob.ec/index.php?option=com_contentyview=articleyid=20 2yItemid=74. 14 Convenio de cooperación interinstitucional entre la corporación de desarrollo afroecuatoriano-CODAE y el ilustre municipio del Cantón Ibarra, Quito, Codae, 2010. Disponible en http://www.co- dae.gob.ec/images/stories/transparencia/ proyectos /convenio%20 ibarra.pdf. 15 Decreto ejecutivo 09, 2007 (Honduras). 16 Actualidad afrodescendiente en Iberoamérica…, p. 44. 17 Decreto 428 2005 (Venezuela). 18 São Paulo,Campanhia Ed. Nac. 1960. 19 Mala Htun: «From “Racial Democracy” to Affirmative Action: Changing State Policy on Race in Brazil», Latin American Re- search Review, 39, febrero de 2004, pp. 60-89. 20 S. Racusen: «Making the “Impossible” Determination: Flexi- ble Identity and Targeted Opportunity in Contemporary Brazil», Connecticut Law Review, 36, 2004, pp. 811-812. 21 Ibíd., pp. 812-813. Fondo22 Raquel Coelho Lenz Editorial Cesar: «Acesso a justicia para minorías raciais no Brasil: É a ação afirmativa o melhor caminho? Riscos e alertos no caso da UERJ». Tesis de doctorado, Universidad Estatal de Rio de Janeiro,Casa 2003, p. 28. de las Américas 23 Decreto 43007, de 6 de junio de 2011 (Brasil). 24 Rosana Heringer: «Ação afirmativa e promoção da igualdade racial no Brasil: O desafio da prática», en Angela Randolpho Paiva (ed.):

254 Ação afirmativa na universidade: Reflexão sobre experiencias concretas Brasil-Estados Unidos, Rio de Janeiro, Editora-PUC Rio, 2004, pp. 55-86. 25 Anani Dzidzienyo: «The Changing World of Brazilian Race Rela- tions?», en Anani Dzidzienyo y Suzanne Oboler (eds.): Neither Enemies Nor Friends: Latinos, Blacks, Afro-Latinos. New York, Palgrave Macmillan, 2005, pp. 137-155, 147. 26 Ley Pública 3708/2001, Estado de Rio de Janeiro. Disponible en http://www.alerj.rj.gov/top_leis_ordinairas.htm; Public Law 3524/2000, State of Rio de Janeiro. Disponible en http://www. alerj.rj.gov/top_leis_ordinairas.htm. 27 S. Racusen: Art. cit., p. 816. 28 Ley Pública 4151/2003, State of Rio de Janeiro. Disponible en http://www.alerj. rj.gov.br/processo2.htm. 29 S. Racusen: Art. cit., pp. 816-817. 30 Tribunal Supremo Federal, detalles de la acción directa de incons- titucionalidad. Disponible en http://gemini.stf.gov.br/cgi-bin/nph- brs?d=ADINys1 = 3197yu=http://www.stf.gov.br/Proc. 31 S. Racusen: Art. cit., p. 815. 32 Mario Osava: «Brazil: Race Quotas – Accused of Racism», Inter Press Service News, 26 de julio de 2006. Disponible en http:// ipsnews.net/news. asp?idnews=34111. 33 Antonio Gois: «Brasileiros vêem cota como essencialis e humilhan- te, revela Datafolha», Folha de São Paulo Online, 23 de noviem- bre de 2008. Disponible en http://www1.folha.uol.com.br/folha/ brasil/ult96u470649.shtml. 34 Mónica Treviño González: «Opportunities and Challenges for the Afro-Brazilian Movement», en Bernd Reiter y Gladys L. Mitchell (eds.): Brazil’s New Racial Politics, Boulder, Lynne Rienner Publi- shers, 2010, pp. 123-138. 35 STF, RE 597285, Relator: Min. Ricardo Lewandowski, Fondo09.10.2009, 191Editorial DJe 1479 (Brasil). 36 ADPF 186, Petição Inicial 20/07/2009 (demanda inicial, 20 de julio de 2009). 37 MarinaCasa Jacob Lopes de da Silva: las «Igualdade Américas e ações afirmativas sociais e raciais no ensino superior: o que se discute no STF?», monografía de investigación, Sociedade Brasileira de Direito Pú- blico, 2009.

255 38 TJRJ. Dir. Inc. 2009.007.0009, Relator: Des. José Carlos S. Mu- rata Ribeiro, 25/05/2009 (Brasil). 39 TJRJ. Representação por Inconstitucionalidade 2009.007.00009, Relator: Des. Sérgio Cavalieri Filho, 18 de noviembre de 2009 (Brasil). 40 Ação Direta de Inconstitucionalidade 3197. Rio de Janeiro, De- cisão de 19 de março de 2012, Relator: Min. Celso de Mello (Brasil). 41 «STF Declared the Constitutionality of the Quota System at the University of Brasilia», STF Internacional (Federal Supreme Court of Brazil News Portal), 26 de abril de 2012. Disponible en http:// www2.stf.jus.br/portalStfInternacional/cms/destaquesClipping. php?sigla=portalStfDestaque_en_us&idConteudo=207138. 42 «Supremo declara constitucionalidade do ProUni», Secretaria de Políticas de Promoção da Igualdade Racial», Últimas Notícias, 4 de mayo de 2012. Disponible en http://www.seppir.gov.br/no- ticias/ultimas_noticias/2012/05/supremo-declara-constitucionali- dade-do-prouni. 43 «Dados Socioculturais 2010», Vestibular UERJ. Disponible en www.vestibular.uerj.br (tabulación de UERJ). 44 Mónica Treviño González: «Opportunities and Challenges for the Afro-Brazilian Movement», en Brazil’s New Racial..., ed. cit., p. 127. 45 Amy Erica Smith: «Who Supports Affirmative Action in Brazil», LAPOP Americas Barometer Insights, 49, 4 de octubre de 2010. Disponible en http://www. vanderbilt.edu/lapop/insights/I0849en. pdf. 46 Ley 12.288/10 (Brasil). 47 S. Racusen: «Fictions of Identity and Brazilian Affirmative Action», National Black Law Journal, 21, 2009; «Cotas no Brasil: Um panorama do aplicação de políticas afirmativas nas universidades Fondopúblicas», Revista EditorialAdusp, 43, julio de 2008, pp. 6-39. 48 Edward E. Telles: Race in Another America: The Significance of Skin Color in Brazil, Princeton, Princeton University Press, 2004, pp. Casa124, 159. de las Américas 49 Ibíd., p. 159; Zakiya Carr Johnson: Overview of Vestibular: The Brazilian College Entrance Exams, Washington, International Hu- man Rights Law Group, 2003, pp. 2-3.

256 50 Zakiya Carr Johnson: Ob. cit., pp. 2-3. 51 Ibíd., p. 3; R. Coello Lenz Cesar: «Acceso a justiça...», tesis cit., pp. 294-295. 52 Edward E. Telles: Race in Another America, ed. cit., p. 124. 53 Ibíd.; Antonio Sérgio Alfredo Guimarães: «Ações afirmativas para a população negras nas universidades brasileiras», en Renato Emer- son dos Santos y Fatima Lobato (eds.): Ações afirmativas: políticas públicas contra as desigualdades raciais, São Paulo, Programa Políticas da Cor na Educação Brasileira, 2003, pp. 75-77. 54 José Jorge de Carvalho: «As propostas de cotas para negros e o racismo acadêmico no Brasil», Sociedade e Cultura, 4, julio-di- ciembre de 2001, pp. 13-30, 17. 55 Alexandre do Nascimento: «Movimentos sociais, educação e ci- dadania: Um estudo sobre os cursos pré-vestibulares populares». Tesis de maestría, Universidad Estatal de Rio de Janeiro, 1999. 56 Edward E. Telles: Race in Another America…, ed. cit., pp. 59 y 253. 57 Mala N. Htun: Dimensiones de la inclusión y exclusión política en Brasil: género y raza, Serie de informes técnicos del Departamento de Desarrollo Sostenible, Washington D.C., Banco Interamericano de Desarrollo, 2004. Disponible en http://www.iadb.org/IDBDocs. cfm?docnum=361865. 58 R. Coelho Lenz Cesar: «Ações afirmativas no Brasil: e agora, doutor?», Ciencia Hoje, 33, julio de 2003, pp. 26-32. 59 Joaze Bernardino-Costa: «Projeto passagem do meio: qualificação de alunos negros de graduação para pesquisa académica na UFG», So- ciedade e Cultura, 10, julio-diciembre de 2007, pp. 281-296, 283. 60 S. Racusen: «Fictions of Identity and Brazilian Affirmative Action», National Black Law Journal, 21, 2009. 61 Pierre Bourdieu y Loic Wacquant: «Sobre as artimanhas de razão imperialista», Estudos Afro-Asiáticos, 1, 2002, pp. 15-33. 62 Renato H. L. Pedrosa et al: «Academic Performance, FondoStudents’Background Editorial and Affirmative Action at a Brazilian Uni- versity», Higher Education Management and Policy 19, 2007, pp. 1-20. 63 Ibíd.,Casa p. 13. de las Américas 64 Jacques Velloso: «Curso e concurso: Rendimento na universidade e desempenho en um vestibular com cotas da UnB», Cadernos de Pesquisa 39, 2009, pp. 621-644.

257 65 Claudete Batista Cardoso: «Efeitos da política de cotas na Univer- sidade de Brasília: uma análise do rendimento e da evasao». Tesis de maestría, Universidad de Brasilia, 2008. 66 André Brandão y Ludmila Gonçalves da Matta: «Avaliação da política de reserva de vagas na Universidade Estadual do Norte Fluminense: Estudos dos alunos que ingressarem em 2003», en André Augusto Brandão (ed.): Cotas Raciais no Brasil: a primeira avaliação. Rio de Janeiro: DP&A, 2007, pp. 46-80. 67 Delcele Mascarenhas Queiroz y Jocelio Teles dos Santos: «Sistema de cotas: Um debate dos dados a manutenção de privilégios e de poder», Educação e Sociedade 27, 2006, pp. 717-737. 68 Márcia Vieira: «Médicos da Verj põem á prova sistema de cotas», O Estado de São Paulo, 8 de mayo de 2011. 69 Clara (Kaya) Ford: «The Impact of Socioeconomic Quotas on Stu- dent Retention: The Case of a Brazilian University». Tesis de doc- torado, Capella University, 2011, pp. 67-68. 70 Mónica Treviño González: «Opportunities and Challenges for the Afro-Brazilian Movement», art. cit., p. 132. 71 Daniela Patti do Amaral y Fatima Bayma de Oliveira: «O ProUni e a conclusão do ensino superior: Questoes introdutórias sobre os egressos do programa na zona oeste do Rio de Janeiro», Ensaio: Aval. Pol. Públ. Educ. 19, marzo de 2011, pp. 21-42. 72 José Alberto Magno de Carvalho et al: «Estimating the Stability of Census-Based Racial/Ethnic Classifications: The Case of Brazil», Population Studies 58, 2004, pp. 331-343. 73 Edward E. Telles: «Racial Ambiguity Among the Brazilian Popula- tion», Ethnic and Racial Studies, 25, mayo de 2002, pp. 415-441. 74 Kia Lilly Caldwell: Negras in Brazil: Re-envisioning Black Wo- men, Citizenship, and the Politics of Identity, New Brunswick, Rutgers University Press, 2007, pp. 59-65, 90-106. 75 Luisa Farah Schwartzman: «Does Money Whiten? Intergenerational Changes in Racial Classification in Brazil», American Sociological Review 72, 2007, pp. 940-963. Fondo76 Roger Sanjek: «Brazilian Editorial Racial Terms: Some Aspects of Meaning and Learning», American Anthropologist 73, octubre de 1971, pp. 1126-1143; Nelson do Valle Silva: «Morenidade: modo de usar»,Casa Estudos Afro-Asiáticos de 30, las 1996, pp. Américas79-95. 77 Melissa Nobles: Shades of Citizenship: Race and the Census in Modern Politics. Stanford, Stanford University Press, 2000, pp. 146-162.

258 78 IBGE: «Informações estatísticas e geocientíficas, censo demográfi- co de 1991». Disponible en http:// www.ibge.gov.br/ibge/estatisti- ca/populacao/censodem/ default.shtm. 79 Entrevista telefónica con Melissa Nobles, profesora de Ciencias Políticas, Massachusetts Institute of Technology, 6 de noviembre de 1997. 80 Edward E. Telles: Race in Another America..., ed. cit., p. 101. 81 K. L. Caldwell: Negras in Brazil…, ed. cit, pp. 107-130; Livio Sansone: Blackness without Ethnicity: Constructing Race in Bra- zil, New York, Palgrave MacMillan, 2003, p. 40; Santos Silva: «Negros Com Renda Média», p. 69; Ricardo Franklin Ferreira: «O brasileiro, o racismo silencioso e a emancipado do afrodescenden- te», Psicologia y Sociedade 14, enero-junio de 2002, pp. 69-86; Ayana Hosten: «Tornar-Se Negro y Thinking Beautiful». Tesis del programa Estudiar en el Extranjero, Claremont McKenna College, 2007, pp. 21-29. Disponible en http:// digitalcollections.sit.edu/ isp_collections/244/. 82 John Burdick: Legacies of Liberation: The Progressive Catholic Church in Brazil at the Start of a New Millennium. Hampshire: Ashgate Publishing Ltd., 2004, pp. 19, 48-53. 83 Robin E. Sheriff: Dreaming Equality: Color, Race and Racism in Urban Brazil. New Brunswick: Rutgers University Press, 2001, p. 10. 84 John Burdick: Blessed Anastácia: Women, Race, and Popular Christianity in Brazil. New York: Routledge, 1998, pp. 127-147, 161-180. 85 R. E. Sheriff: Dreaming Equality…, Ob. cit., p. 58. 86 Augusto Sales dos Santos: «Who is Black in Brazil? A Timely or a False Question in Brazilian Race Relations in the Era of Affirma- tive Action?», Latin American Perspecttves 33, julio de 2006, pp. 30-48, 43. Fondo87 S. Racusen: «Fictions Editorial of Identity and Brazilian Affirmative Action», Ob. cit., pp. 89, 92. Casa de las Américas

259 Fondo Editorial Casa de las Américas 7 CONCLUSIÓN. ESTADOS UNIDOS: CONEXIONES LATINOAMERICANAS

De la misma forma en que el racismo se ha convertido en algo internacional, la lucha contra él también se está haciendo internacional. Es una sola lucha.

MALCOLM X*

Al igual que en la América Latina, el movimiento por la justicia racial en los Estados Unidos atraviesa un momen- to crucial de su historia. Aunque los mecanismos formales para abordar la desigualdad racial llevan bastante tiempo en vigor aumenta la creencia de que ya no resulta necesa- ria la intervención del Estado para garantizar la igualdad, a la vez que se mantiene una jerarquía racial que acompaña el deteriorado compromiso social en torno a los programas sustentados en la raza. En los años sesenta el movimiento estadunidense por los derechos civiles alcanzó un importan- te éxito a la hora de convertir la igualdad racial en expre- sa normativa y en aglutinar e impulsar programas públicos pensados para proporcionar un real acceso al empleo y a la educación. Tal éxito ha contribuido a la idea de que la población negra ya no requiere la ayuda del Derecho para lograr igualdad de oportunidades. Incluso, algunos conside- ran que la elección de Obama como presidente representa Fondoel fin del problema Editorial racial en los Estados Unidos, con lo cual el paísCasa se ubica ahora de en la lascategoría Américasde «inocente racial», * Kimberlé Williams Crenshaw: «Twenty Years of Critical Race Theory: Looking Backward To Move Forward», Connecticut Law Review, 43, 2011, pp. 1253.

261 de manera muy parecida a Latinoamérica. Pero el racismo sistémico no ha sido erradicado, como lo prueban las histó- ricas desigualdades en el empleo, la educación, el acceso a servicios de salud, y los índices dispares de encarcelamiento y pena de muerte. No obstante las diferencias en particularidades históricas, variaciones demográficas, estructuras jurídicas y formas de gobierno, las Américas comparten la característica común de tener que luchar contra la herencia perdurable de la esclavitud y los regímenes de discriminación impuestos tras su abolición. También comparten hoy los principales elementos de una retórica de progreso, en lo que a raza se refiere, elaborada en medio de una jerarquía racial sisté- mica. En otras palabras, la batalla exitosa del movimien- to por los derechos civiles contra la segregación estilo Jim Crow coloca a las minorías raciales en los Estados Unidos en una situación comparable con la de los afrodescendien- tes en Latinoamérica: luchar contra la jerarquía racial sin que exista una formal discriminación jurídica. A la vez, la posracializada retórica estadunidense socava el compromiso con las leyes y políticas promotoras de la igualdad en térmi- nos de raza porque, en su celebración de la equidad formal, desestima las expresiones de desigualdad y se empeña de tal manera en negar la diferencia de color entre las personas que llega a equiparar las preocupaciones relacionadas con la raza como actos de racismo,1 postura que nos recuerda el enfoque latinoamericano con respecto al mismo asun- Fondoto. Puesto que la EditorialAmérica Latina declaró hace años que las distinciones raciales en la región habían desaparecido con la abolición la esclavitud, la versión de la democracia racial Casasobre el «posracialismo» de las resulta unAméricas instructivo polo de comparación para evaluar la viabilidad en los Estados Unidos de las opiniones acerca de este concepto, visto como

262 un discurso que defiende que el racismo ha sido superado en gran medida.2 Como señala Anani Dzidzienyo, académico con larga data en el estudio de las relaciones de raza, si se examina el contexto racial latinoamericano se pueden «[...] obtener ideas inspiradoras para los afroestadunidenses que hoy enfrentan las presunciones del pensamiento dominante sobre el “fin del racismo” en esa sociedad tras las luchas por los derechos civiles».3 El examen también puede ser útil si se tiene en cuenta lo que el sociólogo Eduardo Bonilla-Silva denomina «latinoa- mericanización» de la raza en los Estados Unidos.4 Mediante este concepto Bonilla-Silva hace referencia a lo que él percibe como uso creciente, en ese país, de un método basado en el color de la piel, el cual obedece a una «lógica pigmento- crática» para reorganizar el sistema de estratificación racial estadunidense, el cual ha ido cambiando poco a poco de una estructura birracial negro-blanco a una trirracial, orga- nizada laxamente en las categorías blanco, blanco honora- rio y negro colectivo. La de blanco honorario se contempla como intermedia –por ejemplo los de color en la Sudáfrica del apartheid o los mulatos en Latinoamérica–, y permite a los no blancos distinguirse de los afroamericanos, aunque queden excluidos de la categoría de blanco. Los blancos honorarios tendrían un estatus superior al de la categoría más despreciada socialmente, es decir, la de negro colectivo. Bonilla-Silva considera que, como en Latinoamérica, los residentes estadunidenses pasarán a adoptar identidades Fondoraciales basadas, Editorial según la preferencia eurocentrista, en el color más claro de la piel, al tiempo que se proclama que la raza no importa. Aunque varios académicos han rebatido algunasCasa de las opiniones de de Bonilla-Silva,las Américas el valor del análi- sis del sociólogo reside en su invitación a examinar cuáles de las cambiantes actitudes estadunidenses hacia la raza y

263 el racismo guardan semejanza con las ideas preexistentes en Latinoamérica.5 La creencia de que la mezcla racial ha posibilitado la anula- ción de la categoría raza, y que su fluidez rompe las barreras raciales aparece, como se sabe, en el discurso estadunidense «posracial», especialmente con respecto a la elaboración de los censos y la creación de movimientos identitarios de perso- nas multirraciales. Las crecientes tasas de inmigración, matri- monios interraciales e hijos de razas mixtas se exhiben hoy como prueba, y también como justificación, de por qué ya no son necesarios programas sociales en los que la raza sea un criterio diferenciado. Se considera que la creciente acepta- ción de la mezcla racial y, concretamente, de las identidades multirraciales, refuta el concepto estadunidense de raza, tan cardinal para el primer movimiento en favor de los derechos civiles. Un considerable número de estudiosos reconoce la raza como un concepto construido socialmente, y que tener ancestros africanos no implica necesariamente que se adop- te la identidad negra o que la raza tenga relevancia desde el punto de vista social. En los Estados Unidos la reconsideración de la raza se refleja en una progresiva transformación que va desde consi- derar estáticas las categorías raciales y, por consiguiente, que la identificación racial es evidente y clara en sí misma, hasta ceer que bastará con la mezcla de razas para disolver la rigidez de esas categorías para infundir la armonía racial e, Fondoincluso, para erradicar Editorial la necesidad de referirnos a los otros usando el criterio de raza.6 La decisión de la Oficina del Censo de permitir que las personas se autodefinan escogien- do múltiplesCasa definiciones de raciales las en los formulariosAméricas censa- les de los años 2000 y 2010, en lugar de la tradicional fórmula de marcar solo una casilla, constituye un ejemplo

264 evidente de los progresivos cambios en la ideología de este país en lo que a la raza se refiere. Para algunos demógrafos y sociólogos esa identificación racial matizada, resultado de poder escoger entre varias categorías raciales, puede contribuir a romper las barreras al respecto. La idea que sostiene tal conclusión es que el reco- nocimiento de una identidad multirracial tiene el beneficio de difuminar los límites del color de la piel y, por consi- guiente, reducir la animosidad racial.7 Las posiciones lati- noamericanas en torno a la raza, discutidas durante años, reverberan ahora de manera desconcertante en el discurso multirracial estadunidense. Por ejemplo, el criterio de que la mezcla racial acabará con el racismo fue bien exaltado por quienes defienden que el censo contemple la identidad racial mezclada. Los que lideran la inclusión de la categoría «multirracial» plantean que las personas con esta identidad son una «fuerza unificadora»,8 y como grupo personifican la posibilidad de que los Estados Unidos transformen las rela- ciones raciales».9 Así, pues, la equiparación de la mezcla de razas con la armonía racial es, a menudo bastante explícita:

Defiendo [dice Tom Morganthau] que la sociedad adopte, como instrumento transitorio, categorías racia- les múltiples que reconozcan y den expreso crédito a los productos de las uniones multirraciales como algo distinto de los negros y los blancos. Afirmo que ello Fondotendrá el efectoEditorial de crear una especie de «confusión de sombras» que al final destruirá la dicotomía negro- blanco existente en la actualidad, y que en última Casainstancia terminará de por lasreducir la Américasraza a una categoría sin sentido, como debe ser.10

265 También el sociólogo Orlando Patterson, de Harvard, reconoce que «[...] si el objetivo es la integración de las razas, entonces se hace deseable el desarrollo de grupos de razas mezcladas o mixtas [...]. El grupo mezclado sería cada vez mayor y, al final, las razas se fusionarían».11 La narrativa del discurso multirracial es, por consiguiente, que si el racismo termina «disolviéndose en la mezcla» ello evitará que la nación tenga que ocuparse de las disparida- des raciales, enraizadas en lo que a oportunidades socioeco- nómicas se refiere.12 Una muestra todavía más notable de la reconsidera- ción estadunidense de raza es la forma en que el público ha recibido e interiorizado los resultados del censo sobre población del año 2000. Aunque solo el 2,4 % de la pobla- ción escogió seleccionar más de una categoría racial,13 el clamor con respecto al potencial de esa alternativa es un indicador de cómo la Oficina del Censo y la retórica sobre el mismo influyeron en la percepción pública. Por ejemplo, esta Oficina dio información sobre la creciente diversidad racial de muchas ciudades, lo que motivó que medios de prensa señalaran que el cambio demográfico «no solo trans- formará la ciudad, sino que también modificará el pensar de los estadounidenses sobre la raza y les ayudará a ir más allá de los simples conceptos de ser blanco o negro».14 Por su parte Kenneth Prewitt, exdirector de la Oficina del Censo, concluyó que la disponibilidad de múltiples categorías racia- Fondoles, en un entorno demográficoEditorial en el que la mezcla de razas se hacía cada vez mayor era «una señal muy saludable de que se están rompiendo las barreras [...]. Es un indicativo no soloCasa de la complejidad de de nuestra las composición Américas poblacio- nal, sino también de su fluidez».15 Para Martha Farnsworth Riche, sucesora de Prewitt, el resultado del censo en cues-

266 tión marca «el comienzo del fin del papel dominante de la raza en nuestra vida pública».16 Algunos de los activistas por los derechos civiles tampoco se han resistido a abrazar la conclusión de que los cambios demográficos significan de inmediato que «estamos supe- rando un paradigma de raza basado en la distinción negro- blanco»,17 y que «cuanto más mezclados estemos, más probabilidades habrá de que seamos sensibles al otro».18 En el mismo sentido, para ciertos demógrafos y sociólogos, la identificación racial «más matizada», una de las varias categorías que el censo permitió escoger, «puede ayudar a romper las barreras raciales».19 Además, en una encuesta nacional llevada a cabo tras la publicación de los datos del censo del año 2000, el 64 % de los encuestados respon- dió que «sería “bueno para el país” que más americanos se vieran como multirraciales en vez de pertenecientes a una sola raza».20 Al informar sobre la encuesta, el periódico USA Today observó que «[...] las divisiones raciales se pueden difuminar hasta que el “crisol” imaginado idealmente por el dramaturgo Israel Zangwill en 1908 se convierta en una realidad del tipo “somos el mundo”», en alusión al vídeo de la canción de Michael Jackson, en el que aparecen cantan- do en armonía gentes de todas las razas.21 La reconsideración de la raza en los Estados Unidos se refleja en la progresiva transformación de la idea de que las categorías raciales son estáticas y, por consiguiente, que la Fondoidentificación racial Editorial es algo evidente y directo; que la mezcla disolverá la rigidez de esas categorías; traerá la armonía racial a la sociedad e, incluso, acabará con la necesidad de referirseCasa al otro haciendo de uso las de raza. Américas El creciente número de personas convencidas de que el racismo ya no es un problema pudiera indicar tanto la

267 aparición en los Estados Unidos de un discurso posracial, al estilo latinoamericano,22 como el abandono, por parte de los jueces, del criterio de raza en favor de uno «indiferente al color de la piel» por considerar que la simple referencia a ese tema tabú es un acto de racismo. Esas opiniones encarnan en la afirmación de J. Scalia, magistrado del Tribunal Supremo estadunidense: «A los ojos del Gobierno, somos una sola raza. Esa es la americana».23 Además, se anima a los ciudadanos –al igual que pasa con varias campañas latinoamericanas de promoción de la identidad nacional– a que se piensen como «americanos sin más», en vez de identificarse a partir de criterios raciales o étnicos, práctica considerada inhe- rentemente divisoria. De hecho, los ataques a los intentos para facilitar la participación política en la configuración de las circunscripciones electorales que utilizan criterios racia- les han sido calificados como actos dirigidos a «estimular la conciencia pública sobre la raza» y alimentar «las llamas de la división racial».24 Esta dilución de las razas encierra una peyorativa visión de la negrura, la que recuerda el desprecio latinoamericano por esta última en medio de las celebraciones por la mezcla racial. Es cierto que en los Estados Unidos los índices de matrimonios mixtos han crecido enormemente con el trans- curso de los años. Solo en 2008 uno de cada siete matrimo- nios era interracial o interétnico, índice que casi duplica el de matrimonios mixtos de los años ochenta y sextuplica el de la década de los sesenta.25 Sin embargo, las parejas mixtas Fondode negros y blancos Editorial representaban la cifra más baja de esos matrimonios. Las mujeres negras reflejan los más bajos índi- ces de matrimonio mixto, y aunque se le ha dado bastante publicidadCasa al hecho de de que la altalas tasa deAméricas encarcelamien- to de varones negros hace que las negras tengan menos compañeros sentimentales, también es cierto que estas,

268 seguidas de los varones, se consideran las menos deseables como parejas para otras razas y grupos étnicos.26 Incluso, si como señala un estudio reciente, para las mujeres blancas los hombres asiáticos son la opción menos preferida como pareja en las citas de internet, la aversión desproporcionada a casarse con hombres negros continúa.27 La falta de apre- cio por las mujeres negras también se extiende a esas citas, en las que son consideradas la opción menos deseable para los hombres blancos. Por otro lado, cuando las personas de raza negra tienen relaciones interraciales, los hijos, al declarar su identidad multirracial, enfrentan mayor resistencia social que las personas de raza mixta identificadas de igual forma. Una investigación realizada por Jennifer Lee y Frank D. Bean sobre la identidad multirracial entre sujetos de raza mixta establece que tales identidades son más aceptadas cuando las refieren aquellos de raza mixta asiático-blanca o lati- no-blanca que cuando lo hacen personas de raza mixta negro-blanca.28 Asímismo, cuentan con mayor aceptación social si declaran una identidad racial blanca, con indepen- dencia de si tienen o no una identidad cultural étnica. El estudio revela que las experiencias asiáticas y latinas, con respecto al multirracismo, están más cercanas a las de los emigrantes europeos que fueron racializados por primera vez y luego, con el paso del tiempo, trataron sus afiliaciones raciales como opciones étnicas voluntarias. La situación de las personas multirraciales asiáticas y latinas sugiere una Fondorelajación de los Editorial límites raciales no disponible para personas multirraciales negras. Muchos de los latinos en los Estados Unidos –quienes las Casamás de las veces de se describen las comoAméricas inherentemente multirraciales– la categoría racial que suelen elegir continúa siendo la de blancos.29 Por ejemplo, cuando el censo de

269 2010 dio la posibilidad de escoger tantas categorías como se deseara, el 94 % de los latinos optó solo por una de ellas, y la raza seleccionada el 53 % de las veces fue la blanca.30 La categoría «alguna otra raza» fue seleccionada por el 36,7 % de los latinos, al parecer para señalar sus ances- tros indígenas, pues la mayoría de los encuestados registra- dos en esa categoría procedían de América Central, aunque pudieran haberse sentido excluidos de la categoría «indio americano», la cual remite a filiaciones tribales registradas. Solo un 2,5 % de los latinos seleccionó la categoría «negro». Cuando se encuesta por separado a los latinos recién llega- dos, el 79 % escoge como única categoría la de «blanco», con independencia del color de la piel.31 En contraste, la socialmente construida idea de raza sigue imponiéndosele a las personas de raza mixta negra de tal forma que en el ya citado estudio de Lee y Bean, estos concluyen: «[...] no es simplemente que la raza impor- te, sino más específicamente que la raza negra importa, lo cual es coherente con la tesis del excepcionalismo afroa- mericano». Esto sugiere que, como en Latinoamérica, la retórica omnímoda del posracialismo multirracial continúa apoyando la jerarquía racial y el prejuicio contra los negros. Como ya analizamos en los capítulos 2 y 6 de este libro, la supuesta fluidez de la identidad racial latinoamericana se desmiente por limitarse a las personas con una piel más clara que tienen educación superior. Para aquellos con una Fondoque inequívoca pigmentación Editorial y rasgos africanos, la clasifica- ción racial es más estable y extrema. Resulta alarmante que al proponer la mezcla de razas como Casasolución al conflicto de racial las en Latinoamérica, Américas la carga de esa mezcla haya sido colocada sobre las espaldas de los afrodescendientes. En efecto, la asimilación de los negros

270 mediante el blanqueamiento de su piel, y no tanto de la mezcla en sí, ha sido el fin subyacente de las campañas de miscegenación que promueve la democracia racial en la región; el resultado ha sido siempre el mantenimiento de la supremacía blanca. Es así que, como se ilustra en el capítu- lo 2, la propuesta latinoamericana de una raza mixta estuvo motivada por el deseo de «blanquear» a cada país, haciendo que los negros desaparecieran mediante la mezcla de razas. En el censo se jerarquizaban los colores de la piel, desde el color más positivamente valorado, el blanco, hasta el considerado más denigrante, el negro. El ideal de blanquear la piel «sigue estando codificado e inmerso en el lenguaje de “un pueblo de raza mixta” que, por lo general, significa un pueblo de piel “más clara” cuando no “más blanca”».32 Es así que el posracialismo latinoamericano no ha conducido a superar la idea de raza, sino más bien a un refuerzo del sistema de castas raciales en una región proclamada histó- ricamente como democracia racial. En la América Latina, el legado del mito de la democracia racial, y el apoyo continuo que ha recibido, han interferido con el reconocimiento, por parte de las autoridades públi- cas, de que recoger datos sobre raza puede significar una útil ayuda para conseguir la igualdad racial. Pero la presión creciente de los activistas afrodescendientes comienza a hacer que los gobiernos de la región sean más receptivos a las políticas públicas conscientes del problema de la raza. FondoEs por eso que Editorialel contexto latinoamericano ilustra también cómo la resistencia al posracialismo puede ser posible incluso tras décadas de retórica posracialista. Los estados latinoamericanosCasa han de pasado las de la defensa Américas del mito de la democracia racial en países con grandes poblaciones de afrodescendientes indigentes, o de marginar a una invisible

271 minoría de estos, en países de población en gran medida «mestiza» indígena, a reconocer lentamente la importan- cia de la raza y el racismo.33 En febrero de 2008, Belice eligió su primer ministro negro en la historia de la nación, Dean Marrow. En 2007, Paula Moreno se convirtió en la primera ministra afrocolombiana en cinco décadas. En el año 2003, Brasil nombró su primer juez superior negro en el Tribunal Supremo. En 1999, Venezuela eligió como presi- dente del país a un afrodescendiente, Hugo Chávez. Esto contrasta fuertemente con el hecho de que en la historia de la región figuran líderes que nunca reconocieron explí- citamente sus ancestros africanos (como los presidentes Juan José Gil, colombiano, enero-julio de 1861; el cuba- no Fulgencio Batista, 1952-1959; los dominicanos Rafael Leónidas Trujillo, 1942-1952; Leonel Fernández Reyna, 1996-2000, y 2004-2012; el hondureño Manuel Bonilla Chirinos, 1903-1907 y 1912-1913; el mexicano Vicente Guerrero, abril-diciembre de 1829, o el peruano Luis Miguel Sánchez Cerro, 1930-1931). El que hoy haya personas capaces de reconocer abiertamente sus orígenes africanos y refutar los tradicionales y peyorativos estereotipos racia- les al ocupar posiciones de liderazgo, marca un hito en el progreso racial de Latinoamérica. Sin embargo, el lenguaje signado por la raza, que aún se manifiesta en el discurso de oposición a líderes como Hugo Chávez, indica que se nece- sita todavía mucho más trabajo antes de que la verdadera igualdad racial se logre plenamente. FondoLa América del EditorialNorte y del Sur comparten idéntica ba- talla contra los insidiosos sistemas de jerarquía racial, de ahí la necesidad de que ambas superen las diferencias entre sus respectivasCasa historias de del Derecho las y se Américasconcentren en los aspectos comunes del legado histórico de la esclavitud, y en sus consecuencias, reflejados en los continuos esfuerzos

272 sociales por mantener el privilegio oculto tras el velo del mérito, la autoconfianza y la cultura. Puede que median- te esfuerzos estratégicamente combinados de los pueblos de ascendencia africana en ambas Américas se alcance la justicia real en el panorama contemporáneo, caracterizado por un Derecho presuntamente neutral en cuanto al género, en medio de una compleja situación de desigualdad racial. El presente libro puede proporcionar claridad sobre las diversas maneras en las que la jerarquía racial se puede mantener aun con ideologías y enfoques raciales en aparien- cia diferentes. Por otro lado, Además, el examen comparado de la lucha que en la América Latina libran los afrodescen- diente contra el racismo puede resultar útil a los partidarios estadunidenses de la justicia racial al confrontar la ideología de la contemporánea versión «posracial» de la democracia racial al estilo latinoamericano. En concreto, los activistas de los Estados Unidos podrán levantar con más facilidad el velo del posracialismo si conocen de qué manera una retórica parecida facilitó la desigualdad en este campo. Ello demuestra el público interés estatal que existe hoy por esfuerzos de cooperación transnacionales para lograr la justi- cia racial, como quedó señalado en el Plan de Acción para la Igualdad Étnico-Racial entre los Estados Unidos y Colom- bia, impulsado por el Departamento de Estado, firmado en el año 2010, así como el Plan de Acción Conjunta entre los Estados Unidos y Brasil, para Eliminar la Discrimina- ción Racial de 2008. Porque como dijera el brasileño Paulo FondoFreire, educador Editorial y activista de la justicia social: «Ninguém liberta ninguém, ninguém se liberta sozinho. Os homens se libertamCasa em comunhao». de34 las Américas

273 Notas

1 Sumi Cho: «Post-Racialism», Iowa Law Review, 94, 2009, pp. 1589-1649. 2 Anani Dzidzienyo: «The Changing World of Brazilian Race Rela- tions?», en Anani Dzidzienyo y Suzanne Oboler (eds.): Neither Enemies Nor Friends: Latinos, Blacks, Afro-Latinos, New York, Palgrave Macmillian, 2005, pp. 137-155, 144. 3 Eduardo Bonilla-Silva: «We Are All Americans!: the Latin Ameri- canization of Racial Stratification in the USA», Race & Society, 5, 2002, pp. 3-16. 4 Christina Sue: «An Assessment of the Latin Americanization The- sis», Ethnic and Racial Studies, 6, 2009, pp. 1058-1070; «Sym- posium on Bonilla-Silva’s Latin Americanization of Race Relations Thesis», Race & Society, 5, 2002, pp. 17-102; Eduardo Bo- nilla-Silva: «Are the Americas “Sick with Racism» or is it a Pro- blem at the Poles? A Reply to Christina A. Sue»: Ethnic and Racial Studies, 32, julio de 2009, pp. 1071-1082. 5 Ronald Fernández: America Beyond Black and White: How Im- migrants and Fusions are Helping to Overcome the Racial Divide, Ann Arbor, University of Michigan Press, 2007. 6 Bijan Gilanshah: «Multiracial Minorities: Erasing the Color Line», Law & Inequality Journal, 12, 1993, pp. 183, 199. 7 Review of Federal Measurements of Race and Ethnicity: Hear- ings before the Subcomm on Census, Statistics and Postal Per- sonnel of the House Comm. on Post Office and Civil Service, 103d Cong. 171, 1993 (testimonio de Carlos Fernández, presidente de la Association of Multiethnic Americans). 8 Ramona E. Douglass: «Multiracial People Must No Longer Be Invi- sible», New York Times, 12 de julio de 1996, p. A26. Fondo9 Alex M. Johnson Jr.: Editorial «Destabilizing Racial Classifications Based on Insights Gleaned from Trademark Law», California Law Review, 84, 1996, pp. 887-952, 891. 10 TomCasa Morganthau: «What de Color Is Black?»,las Newsweek Américas, 13 de febre- ro de 1995, pp. 63, 65. 11 Jim Chen: «Unloving», Iowa Law Review, 80, 1994, p. 145.

274 12 Nicholas A. Jones y Amy Symens Smith: «The Two or More Races Population: 2000, Census 2000 Brief», Washington, DC, U.S. Department of Commerce, Economics and Statistics Administra- tion, U.S, Census Bureau, 2001, p. 1. Disponible en http://www. census.gov/prod/2001pubs/c2kbr01-6.pdf. 13 Andrew Friedman: «Behind the Big Numbers, a Million Little Sto- ries», New York Times, 18 de marzo de 2001, sec. 14, p. 6. 14 Mae M. Cheng: «“The Face of America”: New Census Acknowled- ges City’s Multiracial Residents», Newsday, 16 de marzo de 2001, p. E6 (en el que se cita a Prewitt). 15 Martin Kasindorf y Haya El Nasser: «Impact of Census’ Race Data Debated», USA Today, 13 de marzo de 2001, p. 1A (en el que se cita a Riche). 16 Eric Schmitt: «For 7 Million People in Census, One Race Category Isn’t Enough», New York Times, 13 de marzo de 2001, p. A1 (en el que se cita a Sonia M. Pérez, vicepresidenta ejecutiva del National Council of La Raza, una organización en pro de los hispanos). 17 M. Kasindorf y H. El Nasser: «Impact of Census’ Race...», p. 1A (en el que se cita a Beatriz López-Flores, vicepresidenta del Mexican- American Legal Defense and Educational Fund). 18 Eric Schmitt: «For 7 Million People in Census...», p. A1. 19 M. Kasindorf y H. El Nasser: «Impact of Census’ Race...», p. 1A. CNN y Gallup Poll hicieron una encuesta a 1015 adultos los días 9 y 10 de marzo de 2001. 20 Ibíd. 21 Joe R. Feagin: Racist America: Roots, Current Realities and Fu- ture Reparations, New York, Routledge, 2000, p. 96. 22 Adarand Constructors, Inc. v. Pena, 515 U.S. 200 239 (1995) (J. Scalia, salvamento de voto y aclaración de voto). Adarand afir- ma que los programas de acción afirmativa instituidos para ayudar a los grupos subordinados están sujetos al mismo criterio de revi- Fondosión estricta que Editorial los actos de discriminación contra miembros de dichos grupos. 23 Melissa L. Saunders: «Of Minority Representation, Multiple-Race Responses,Casa and Melting de Post: lasRedistricting Américas in the New America», North Carolina Law Review, 79, 2001, pp. 1367-1382. 24 Jeffrey Passel, Wendy Wang y Paul Taylor: «Marrying Out: One-in- Seven New U.S. Marriages is Interracial or Interethnic», Pew Research

275 Center Report, 4 de junio de 2010. Disponible en http://pewresearch. org/pubs/1616/americanmarriage-interracial-interethnic. 25 Ralph Richard Banks: Is Marriage for White People?: How the African American Marriage Decline Affects Everyone, New York, Dutton, 2011. 26 Cynthia Feliciano, Belinda Robnett y Golnaz Komaie: «Gendered Racial Exclusion among White Internet Daters», Social Science Research, 38, marzo de 2009, pp. 39-54. 27 Jennifer Lee y Frank D. Bean: «Reinventing the Color Line: Immi- gration and America’s New Racial / Ethnic Divide», Social Forces, 86, diciembre de 2007, pp. 561-586. 28 William Darity Jr. et al: «Bleach in the Rainbow: Latin Ethni- city and Preference for Whiteness», Transforming Anthropology, 13, octubre de 2005, pp. 103-109; Haya El Nasser: «Hispanic Responses on Race Give More Exact Breakdown», USA Today, 9 de marzo de 2011. 29 U.S. Census Bureau: Hispanic or Latino Population by Type of Origin and Race: 2010. 30 Elizabeth M. Grieco: «Race and Hispanic Origin of the Foreign-Born Population in the United States: 2007», American Community Survey Reports, enero de 2010. Disponible en http://www.census. gov/prod/2010pubs/acs-11.pdf; Reanne Frank, Ileana Redstone Akresh y Bo Lu: «Latino Immigrants and the U.S. Racial Order: How and Where Do They Fit In?», American Sociological Review, 75, junio de 2010, pp. 378-401. 31 Melissa Nobles: «“Responding with Good Sense»: The Politics of Race and Censuses in Contemporary Brazil». Tesis de doctorado, Yale University, 1995, p. 112. 32 Mala N. Htun: «From “Racial Democracy» to Affirmative Action: Changing State Policy on Race in Brazil», Latin American Research Review, 39, 2004, pp. 60-89. 33 «Nadie libera a nadie, nadie se libera por sí mismo. Las personas Fondose liberan en comunidad Editorial con otras», Pedagogia do oprimido, Rio de Janeiro, Paz e Terra, 1987. Casa de las Américas

276 APÉNDICE A ORGANIZACIONES DE AFRODESCENDIENTES EN LATINOAMÉRICA

ARGENTINA Asociación Civil «África y su Diáspora para la Defensa de los Derechos Humanos» [email protected] www.africaysudiaspora.com.ar Asociación Civil África Vive [email protected] Asociación Civil y Religiosa Ile Ase Osun Dayo [email protected] www.doyo.com.ar Asociación Misibamba. Comunidad Afroargentina de Buenos Aires [email protected] [email protected] Casa de la Cultura Indoafroamericana [email protected] [email protected] Sociedad de Socorros Mutuos Unión Caboverdeana [email protected] Editorial BOLIVIA Centro Afroboliviano para el Desarrollo Integral Casa y Comunitario de (Cadic) las Américas [email protected] [email protected] www.cadic.org.bo

277 Fundación de Afrodescendientes Pedro Andaverez Peralta (Fundafro-PAP) [email protected] Movimiento Cultural Saya Afroboliviano (Mocusabol) [email protected] www.afrobolivia.org.bo

BRASIL Agentes de Pastoral Negros do Brasil [email protected] www.apnsbrasil.com.br Aquiloafros-Irmandade dos Quilombolas Afrodescentes do Quilombo santacruz [email protected] Articulação de Mulheres Negras [email protected] http://www.amnb.org.br/site/ Articulação Política de Juventudes Negras [email protected] www.apjnbrasil.blogspot.com Associação Brasileira de Pesquisadores(as) Negros(as) [email protected] www.adpn.org.br Associação Vida Inteira [email protected] http://associacaovidainteira.wordpress.com/ Casa da Fondo Cultura da EditorialMulher Negra [email protected] www.casadeculturadamulhernegra.org.brCasa de las Américas Centro de Estudos e Pesquisa de Intercambio da Cultura Africana-Centro Cultural Africano

278 [email protected] www.centroculturalafricano.org.br Congresso Nacional de Negras e Negros do Brasil (Conneb) conneb.org.br Coordenação das Associaçoes das Comunidades Remanescentes de Quilombos do Pará malungupara.org.br [email protected] CRIOLA [email protected] www.criola.org.br Educafro [email protected] www.educafro.org.br Escola de Educação Percussiva Integral (EEPI) [email protected] http://www.myspace.com/escolapercussiva Fala Preta Organização de Mulheres Negras [email protected] [email protected] Forum Estadual de Juventude Negra do Espirito Santo (Fejunes) [email protected] Editorial www.fejunes.blogspot.com FundaçãoCasa Baobá de(Fund for las Racial Equity)Américas [email protected] www.baoba.org.br

279 Geledes Instituto da Mulher Negra [email protected] www.geledes.org.br Ilú Oba De Min-Educação, Cultura e Arte Negra [email protected] www.iluobademin.com.br www.myspace.com/bandafemininadepercussoliobdemin Instituto AMMA Psique e Negritude [email protected] Instituto de Assessoria a Projetos e Pesquisas em Educação e Etnia Odoya [email protected] [email protected] Instituto de Mulheres Negras do Amapá [email protected] Instituto Negra do Ceará (Inegra) [email protected] inegrace.wordpress.com Irmandade dos Quilombolas Afrodescendentes do Quilombo Santacruz (Aquiloafros) [email protected] [email protected] Koinonia Presença Ecumênica e Serviços [email protected] Editorial www.koinonia.org.br MariaCasa Mulher-Organização de de las Mulheres Américas Negras [email protected] www.mariamulher.org.br

280 Mundo Negro www.mundonegro.com.br Núcleo de Resgate e Preservação da Cultura Afro-Brasileira-Omi-dudu Artes [email protected] [email protected] www.nucleoomidudu.org.br Povo Kalunga coordenaçã[email protected] Rede Afro Brasileira Sócio-Cultural [email protected] http://redeafro.ning.com Rede Mulheres Negras do Paraná [email protected] www.redemulheresnegraspr.org.br Unegro http://www.unegro.org.br/site/ YLË AXÉ OPÓ OMIM I (Associação Casa Caminho da Alegria) [email protected] casacaminhoalegria.blogspot.com

FondoCHILE Editorial Organización Cultural y Social de Afrodescendientes Chilenos Lumbanga [email protected] de las Américas [email protected] www.afrochileno.blogspot.com

281 Organización No Gubernamental Oro Negro de Afrodes- cendientes Chilenos [email protected] [email protected] www.ong-oronegro.blogspot.com

COLOMBIA Asociación de Alcaldes de Municipios con Población Afrodescendiente (Amunafro) [email protected] www.amunafro.com Asociación Colombiana de Peluqueros y Peinadores Afrodescendientes [email protected] www.asocolppa.blogspot.com Asociación para el Desarrollo Integral de las Comunidades Afro-colombianas (Kumananá) [email protected] www.renacientes.org Asociación de Ecoturismo del Bajo Anchicayá Los Tucán [email protected] [email protected] Asociación para el Fomento de la Integración de las Negritudes (AFIN) [email protected] FondoAsociación para Editoriallas Investigaciones Culturales del Chocó (Asinch) [email protected] de las Américas www.asinch.blogspot.com

282 Asociación Mutual para el Desarrollo de la Afrocolombia- nidad y el Cooperativismo [email protected] www.fundartecp.com Asociación Nacional de Afrocolombianos Desplazados (Afrodes) [email protected] www.afrodes.org Centro de Documentación Cultural Afrocolombiana [email protected] Cimarrón [email protected] http://www.movimientocimarron.org/ Consejo Comunitario de la Comunidad Negra del Rio Cajambre [email protected] Consejo Comunitario de la Comunidad Negra del Rio Naya [email protected] Consejo Comunitario Cuenca del Rio Naya [email protected] Consejo Comunitario de la Cuenca del Rio Mayorquin [email protected] Corporación Cultural Afrocolombiana Sankofa Fondowww.sankofadanzaafro.wordpress.com Editorial [email protected] CorporaciónCasa Identidad de Cultural las (Corpidencu) Américas [email protected] www.corpidencu.net

283 Corporación para el Desarrollo Social y Empresarial de los Pueblos Afrocolombianos (Ecodesarrollo) [email protected] www.ecodesarrollo.org.co Corporación para el Fomento de la Investigación Etnoeducativa, Sociocultural, Económica y Ambiental Afrocolombiana Ancestros (Corporación Ancestros) [email protected] www.renacientes.org Ecotambor [email protected] Federación Afroamérica XXI [email protected] www.afroamerica21.org Fundación Afroamericana para la Educación Cultura y Desarrollo (Fundafro) [email protected] Fundación para la Formación de Líderes Afrocolombianos (Afrolider) [email protected] Asociación de Afrocolombian@s en Itagui [email protected] Fundación Afroguajira (Funagua) [email protected] Editorial [email protected] FundaciónCasa Arte y Cultura de del lasPacífico (Fundartecp)Américas [email protected] www.fundartecp.com

284 Fundación Assim Bonanga [email protected] Fundación Instituto para el Desarrollo Cultural y Educativo de las Etnias (Funidescudet) [email protected] funidescudet.jimdo.com Fundación Valores de Nuestra Etnia [email protected] Kilombo Organizativo para la Reivindicación Afrodescendiente (KORA) [email protected] Organización Social de Comunidades Negras Ángela Davis [email protected] [email protected] www.organizacionsocialangeladavis.com Proceso de Comunidades Negras (PCN) http://www.renacientes.org/ Red Nacional de Mujeres Afrocolombianas Kambiri [email protected] [email protected] redmujerafro.tripod.com Unidad Fraternal Palenque (UFP) [email protected]

FondoCOSTA RICA Editorial Asociación para el Desarrollo de la Mujer Negra CasaCostarricense de las Américas [email protected] http://mujeresafrocostarricenses.blogspot.com

285 Asociación Proyecto Caribe [email protected] [email protected] www.proyectocaribe.org Red de Mujeres Afro Latinoamericanas y Afro Caribeñas www.movimientos.org/mujerafro

CUBA AfroCuba [email protected] www.afrocuba.org Cofradia de la Negritud (Coneg) afrocubaweb.com/coneg/coneg.htm Comisión de Lucha Contra el Racismo y la Discriminación, de la Uneac (Unión de Escritores y Artistas de Cuba) www.afrocubaweb.com/uneaccomissionracism.htm

ECUADOR Acción y Desarrollo Comunitario (Acdecom) [email protected] [email protected] acdecom.wordpress.com/contactos Asociación Presencia Negra Ecuatoriana (Anpne) [email protected] Editorial Asociación Social y Cultural para la Integración Casa de la Raza Negra de del Ecuador las (Ascrine) Américas [email protected] www.ascirneafroecuatoriana.org

286 Centro Cultural Afroecuatoriano [email protected] www.centroafroecuatoriano.com Centro Internacional de Esmeraldas para la Diversidad Cultural Afroindoamericana y el Desarrollo Humano [email protected] Confederación Nacional Cultural Africanos en la Diáspora para la Defensa y Desarrollo Integral del Ser Humano y su Entorno (Concadishe) [email protected] www.concadishe.org Coordinadora Nacional de Mujeres Negras (Conamune) [email protected] conamune.org Federación de Comunidades y Organizaciones Negras de Imbabura y Carchi (Feconic) [email protected] http://www.feconic.org/ Federación de Organizaciones y Grupos Negros del Guayas [email protected] Fundación Cimarrón Siglo XXI Ecuador [email protected] [email protected] FondoFundación Cultural Editorial y Artesanal Afroecuatoriana Ochún [email protected] FundaciónCasa de Desarrollo de Sociallas y Cultural Américas Afroecuatoriana Azúcar [email protected] www.azucarafroe.com

287 Fundación de Integración, Desarrollo y Acción Social (Ideas) [email protected]

GUATEMALA Centro de Investigación Afrocaribe Wadeimalu Garifuna [email protected]

HONDURAS Asociación de Micro, Pequeños y Medianos Empresarios Afrohondureños (Camafroh) [email protected] [email protected] Comité de Emergencia Garifuna de Honduras [email protected] www.cegah.org Ecosalud [email protected] ecosalud.org Fundación Luagu Hatuadi Wduheñu «Por la Salud de Nuestros Pueblos» [email protected] www.atuadi.org Organización Afrohondureña de la Juventud (Oafrohju) [email protected] FondoOrganización de EditorialDesarrollo Étnico Comunitario (Odeco) [email protected] [email protected] de las Américas www.odeco.org

288 Organización Fraternal Negra Hondureña (Ofraneh) [email protected] www.ofraneh.org Organización Negra Centroamericana (Oneca) [email protected] [email protected] Fundación Hondureña para la Defensa de la Cultura Garifuna y Centro de Cultura Garinagu de Honduras (Cencuglar) [email protected]

MÉXICO África A. C. [email protected] [email protected] colectivoafrica.blogspot.com Centro de Derechos Humanos, Ciudadanos y Autonómicos (Cedehca) informació[email protected] www.cedehcanicaragua.com Colectivo Regional para la Defensa de los Pueblos Indígenas y Negros de Oaxaca México (Colectivo Pinotepa) [email protected] Fondowww.colectivopinotepa.blogspot.com Editorial México Negro AC [email protected] mexiconegroac.blogspot.comCasa de las Américas

289 NICARAGUA Nicaribbean Black People Association (NBPA) [email protected] [email protected] Red de Mujeres Afrolatinoamericanas, Afrocaribeñas y de la Diáspora [email protected] www.mujeresafro.org

PANAMÁ Asociación de Puertos Obaldieños Unidos [email protected] [email protected] Asociación Respuesta Afropanameña [email protected] Centro de Estudios Afropanameños (Cedeap) [email protected] [email protected] Centro de la Mujer Panameña (Cemp) [email protected] Comisión de la Etnia Negra de Colón [email protected] [email protected] [email protected] Consejo Nacional de Etnias Negras (Conen) Fondohttp://conenpanama.com Editorial Coordinadora Nacional de las Organizaciones Negras CasaPanameñas (Conegpa) de las Américas [email protected] diadelaetnia.homestead.com/coordinadora.html

290 Fundación Bayano [email protected] www.fundacionbayano.org/panama Fundación para la Gestión del Arte Afrodescendiente (FUGAA) [email protected] Fundación de Mujeres Afrodescendientes Trabajando para la Comunidad (Fumuafro) [email protected] [email protected] Grupo Congo de Panamá «Tradiciones de mi raza» [email protected] Sociedad de Amigos del Museo Afroantillano de Panamá (Samaap) [email protected] www.samaap.org

PARAGUAY Asociación Afroparaguaya Kamba Cua (AAPKC) [email protected] Comisión Cultural Afro-descendiente Kamba Kokue Virgen del Rosario [email protected] Editorial PERÚ AsociaciónCasa Afroperuana de Comprometida las Américas con el Desarrollo Sostenible (Cumana) [email protected]

291 Asociación Civil Raíces Afroperuana [email protected] [email protected] Asociación Cultural de Promoción y Desarrollo «Todas las Sangres» [email protected] [email protected] www.cimarrones-peru.org/todaslas.htm Asociación Negra de Defensa y Desarrollo de la Mujer y Juventud Chinchana-Margarita [email protected] www.cimarrones-peru.org/marga.htm Asociación Negra de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos (Asondeh) [email protected] www.asondeh.com Centro de Desarrollo Étnico (Cedet) [email protected] www.cedet.net Centro de Desarrollo de la Mujer Negra Peruana (Cedemunep) [email protected] Fondowww.cedemunep.org Editorial Centro de Estudios y Promoción Afroperuanos (Lundu) [email protected] de las Américas www.lundu.org.pe

292 Centro para el Desarrollo Urbano y Rural (Cepdur) [email protected] Cimarrones www.cimarrones-peru.org Grupo Cultural Afroperuano Las Sabu de Isamar [email protected] Makungu para el Desarrollo [email protected] perumakungu.blogspot.com Organización Afroperuana para el Desarrollo Étnico de Cañete (Ña Catita) [email protected] Songorocosongo [email protected] Red Nacional de Jóvenes Afroperuanos (Ashanti) [email protected] ashanti-peru.blogspot.com

REPÚBLICA DOMINICANA Centro Cultural Dominico-Haitiano (CCDH) [email protected] Fondohttp://www.ccdh.org.do Editorial Fundación Étnica Integral (La Fei) [email protected] de las Américas Movimiento de Mujeres Dominico-Haitiana (Mudha) [email protected]

293 URUGUAY Artesanias Étnicas (Nzinga) [email protected] http://ancestralesafro.blogspot.com http://afroarte.blogspot.com http://nzinga.winnernet.net

Asociación Afro Iberoamericana (Afrib) [email protected] [email protected] Asociación Civil Africania [email protected] www.bantuuruguay.com Centro Cultural por la Paz y la Integración (Cecupi) [email protected] www.cecupi.blogspot.com Escuela de Candombre de Cerro Largo [email protected] Federación IFA del Uruguay (Instituciones Federadas Afroumbandistas) Atabaque [email protected] www.atabaque.com.uy Grupo Cultural Afrogama [email protected] Fondowww.afrogama.blogspot.com Editorial Mujeres Jóvenes Afrodescendientes (Mizangas) [email protected] de las Américas

294 Organizaciones Mundo Afro [email protected] www.mundoafro.org Organización Social Salvador por un Movimiento Afrouruguayo http://organizacionsocialsalvador.blogspot.com/ Uafro [email protected] [email protected]

VENEZUELA Fundación Afro-América www.fundacionafroamerica.com

Fondo Editorial Casa de las Américas

295 Fondo Editorial Casa de lasAPÉNDICE Américas B TIPOLOGÍA DE LAS MEDIDAS CONTRA LA DISCRIMINACIÓN EN LATINOAMÉRICA

País Constitución Derechos Código Igualdad Lugares Empleo Educación Discurso multicultural a la tierra penal constitucional públicos de odio Argentina X X X X Bolivia X X X X X Brasil X X X X X X X Chile X Colombia X X X X X X Costa Rica X X X X X X Cuba X X X República X Dominicana Ecuador X X X X X X El Salvador X Guatemala X X X X X X Fondo Editorial APÉNDICE B TIPOLOGÍA DE LAS MEDIDAS CONTRA LA DISCRIMINACIÓN Casa de lasEN LATINOAMÉRICA Américas

cont... País Constitución Derechos Código Igualdad Lugares Empleo Educación Discurso multicultural a la tierra penal constitucional públicos de odio Honduras X X X México X X X X X X País Constitución Derechos a Código Igualdad Lugares Empleo Educación Discurso de multicultural la tierra penal constitucional públicos odio Nicaragua X X Panamá X X X X Paraguay X X Peru X X X X X X Uruguay X X Venezuela X X X X BIBLIOGRAFÍA

Fuentes primarias

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354 ÍNDICE

1 Introducción: Inocencia racial y derecho consuetudinario en la regulación de la raza / 9 Notas / 29

2 Hispanoamérica blanquea la raza: leyes escritas y no escritas de blanqueamiento y mestizaje / 35 Notas / 66

3 El «Jim Crow» brasileño: proyecto de blanqueamiento y derecho consuetudinario de la segregación racial. Un estudio de caso / 77 Notas / 107

4 Exclusión social de los afrodescendientes en la América Latina de hoy / 115 Fondo Notas / 143 Editorial 5 Movimientos de afrodescendientes por la justicia social Casa y nuevas leyes de antidiscriminatorias las Américas / 159 Notas / 214 6 Brasil: vanguardia en políticas de acción afirmativa basadas en la raza y la información racial en los censos / 227 Notas / 253

7 Conclusión. Estados Unidos: conexiones latinoamericanas / 261 Notas / 274

Apéndice A / 277 Apéndice B / 297

Bibliografía / 299

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