AL FINAL DE LA ESCAPADA

hace que con solo asomarse a ellas todos los individuos queden comunicados en- tre sí. Los ejemplos son innumerables: recordemos la secuencia en la que la BUSCANDO A MR. niña aban donada inicia un concierto de gritos que hace que en pocos segundos las ventanas se llenen de rostros com- GOODBAR prometidos con el suceso. También al anciano paralítico le basta con acudir a su vecina en donde el operario vive (Looking for Mr. Goodbar , 1977) también de cara al exterior. Las aulas se 1 destacan también por sus enormes ven- de tanas y a dos niños les basta con subirse uno sobre el otro para, a través de una ventana, contemplar extasiados cómo Constantino Carvallo Rey la mujer desnuda inicia su aseo. La in - necesaria secuencia de Gregory es tam - bién una grosera prueba de este privile - ichard Brooks ha sido definido muchas su historia entre dos años nuevos (1975- gio del exterior. La promiscuidad parece veces como un realizador preo cu pado 1976), el tiempo en el cual trans curre el ser esencial a la convivencia y por ello fundamentalmente por las situaciones ciclo fatal de Therese. Maestra de niños los interiores aparecen tan solo como Réticas. Jean Luc Godard ha des tacado sordos durante el día, se transforma al sutiles pro lon gaciones de fundamental los dos elementos que tejen la filmogra - caer la noche en Terry la Aventurera, espacio exterior. El universo es un uni - fía brooksiana: de un lado, “la aprehen- hambrienta de estí mu los tras haber verso de niños, un universo masculino. 3 sión directa y física de lo real”, de otro, pasado gran parte de su vida distan - y en armoniosa unidad, “la distancia ciada de su propio cuerpo, paralizado La cámara respeta coherentemente reflexiva […] la sabiduría”. Sin embargo, por la escoliosis. El filme introduce al esta puesta en escena. El primer plano un cierto utopismo, ingenua creencia en personaje cuando inicia una suerte de es excluido del filme y toda la narración el triunfo del bien, unido a una excesiva parece construida sobre un único plano educación sentimental, obtenida de su dependencia al “esquema de la intriga”, general que renuncia a destacar objetos o relación con el pro fe sor Martín. Apren - hacían que su primera época se carac- personas de esta equitativa comunidad. de de él su sexismo y una ironía distante terizase por una débil penetración crí- frente a formas de relación fundadas en Es indudable que puede discutirse la tica, dejando “el sistema social atizado afectos y compromisos. Su frase “no so- realidad de los niños de Truffaut, para muy tangencialmente”. Es un personaje porto la compañía de la mujer que aca- todos es obvio que muchos de los com- femenino, y la reflexión sobre la pareja, bo de gozar” marca para Therese el fin ponentes menos luminosos de la condi- lo que marca en su obra, el resquebraja- de su aprendizaje. En adelante, ingresa ción humana están ausentes del pueblo miento, anunciado ya en A sangre fría , a la “Tierra de la Cópula”, donde des bor- de Thiers y de sus niños. La crueldad, de su antiguo sueño americano. La Mary da esa lujuria incubada durante años de por ejemplo, ha huido del universo y Wilson de El amargo fin , primer inten- parálisis. Lujuria ansiosa que The rese cualquier niño de La piel dura lloraría to de acercamiento a la mujer, funda la no sabe si es producto de su mente o de de espanto con solo ver la lucha entre el madurez pesimista a la que ha arri bado su cuerpo. alacrán y las hormi gas que divierte a los el viejo realizador de Lord Jim . niños de La pandilla salvaje. Lo que sí La vida nocturna, y concretamente el es discutible es que la “irrealidad” deba Buscando a Mr. Goodbar es, casi diez bar, se convierte en un auténtico pros- aceptarse como criterio válido para en- años más tarde, el segundo en cuen tro tíbulo para mujeres. Aparece, en pala- juiciar el filme. Lo evidente es que La de Brooks con el universo femenino. bras de la propia J. Rossner, como un piel dura logra transmitir una visión Esta vez, la sexualidad, la bús que da del “coto de caza de varón”. Richard Brooks personal de la niñez que se integra ple - placer, el enfrentamiento de los sexos, muestra su sórdida visión de una forma namente a un tratamiento formal y por constituyen, abiertamente, el centro de de vida nueva, abierta a la mujer por ello, como auguraba Jean Luc Godard, reflexión. Ya el propio Marx, en los albo - los movimientos de libe ra ción. Esta vi- ya estamos hablando de “los niños de res de su investigación, encontraba que sión, sin duda exagerada, coincide en lo Truffaut como decimos los lanceros de en la relación inmediata, voluptuosa y esencial con lo seña la do por la propia S. Bengala, los reyes de la mafia o los locos natural, del hombre con la mujer pue- Sontag, quien afirma que “el sexo por sí del volante”. de evidenciarse, “de manera sensible, solo no libera”, “la emancipación sexual reducida a un hecho visible, la infinita de la mujer —dice— es una victoria su- degradación de la sociedad”. El empo - perficial si la sexualidad a la que accede 1 Originalmente publicado en Hablemos de cine. Año brecimiento y la despersonalización de sigue siendo la misma […], actos de mu - XIII, núm. 69. Lima, 1977-1978, pp. 50-51. la vida erótica, aparecen para el joven 2 No solo el psicoanálisis encuentra esta diferente valo- tua egomasturbación, fundados en una ración del espacio y su relación con los sexos. Un autor Marx como la praxis de la enajena - como Philipp Lersch dice en su libro Sobre la esencia idea espúrea de la libertad”. Es esta la de los sexos ción. La Therese Dunn, en busca de : “Con respecto al mundo esto no significa 2 tesis que Brooks muestra y no tenemos sino que la mujer vive más en un mundo CERRADO; el Mr. Goodbar, sir ve a Richard Brooks sino que recordar la primera noche de hombre en un mundo ABIERTO […] La mujer permane- para mostrar la moderna degradación ce más circunscrita al espacio inmediato y no posee ni Therese viviendo sola, con la almohada esa amplitud ni esa fuerza que permite al varón trans- de la vida eró tica y para sepultar defi - poner el espacio”. entre las piernas, o el modo co mo son nitivamente, en la década del setenta, el 3 La comunidad de los niños de Thiers es fundamental- encuadradas las escenas eróticas, con mente masculina. Incluso el filme parece encaminarse sueño de la bella América. hacia el descubrimiento de la pareja. Como grupo, el los personajes separados; pa ra enten- colegio anuncia su transformación en colegio mixto, Teniendo como base una mediocre der esta inversión del machismo lleva- y en forma individual la historia termina con la apari- ción de las niñas gracias a un paseo vocacional y el novela de , el filme ubica da a cabo por un personaje fe menino descubrimiento de la atracción sexual entre dos de los protagonistas.

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que acepta al hombre como “un elemento accesorio inseparable del pene”. Y aquí el encuentro con Tony Lopanto (notable ) cumbre de relación obje - tal, es el punto más alto del filme. Fálico y narcisista, Tony el Tamborillero es para Therese el espejo de su decadencia. Cuan - do decide cambiar de vida, suprimiendo la nocturna, ya es demasiado tarde y el fin llega en una impresionante secuencia que une orgasmo y muerte. Final un tanto in - satisfactorio por la innecesaria presencia de la homosexualidad. Brooks completa su cuadro con la introducción del asesino, ejemplar por exageración, según Henry Miller, del problema sexual de nuestro tiempo, “emocionalmente impotente sólo puede entrar en contacto con el prójimo derramando su sangre”. Pero si Buscando a Mr. Goodbar resul- ta un muy buen filme es sobre todo por la “A pesar de que la historia nos muestra madurez expresiva con que Brooks cons - truye su película. Destierra por completo a una Therese bastante tranquila y no el primer plano y su penetración en los personajes está dada por la presencia fí- llega a constituir un personaje angustiado, sica de estos en el interior de una sobria puesta en escena. Y es especialmente en una dialéctica implacable, creada en el nosotros somos sobresaltados por esta montaje, donde reposa la fuerza dramáti- ca de este filme. Se articula la planificación violación del raccord , por esta continuidad con una brusquedad que quiere impedir la continuidad fluida. El filme está pensado brutal compuesta de enfrentamientos.” como la suma de una serie de secuencias cortas opuestas entre sí. Somos arrastra- dos violentamente, de la escuela a la casa, Sin duda, y desgraciadamente, el filme Estas restan fuerzas al filme porque tie - de esta al hos pi tal, otra vez a la casa, de posee algunos desaciertos. Sobre todo en nen un inexplicable carácter festivo, que pronto en los bares, otra vez en la escuela, el guión, elaborado, como casi siempre, da un respiro al espectador. Estas anti- etcéte ra. Los planos y las secuencias se in - por el propio Brooks. El tema de la reli - cipaciones imaginativas de Therese son terrumpen súbitamente, sin que termine gión que aporta la familia Dunn resulta resueltas con alguna disonante broma. El la acción, cortándose la banda sonora, la demasiado fácil y cae en la estereotipa- atropello y el beso de enfermo, el funeral música y el movimiento de los persona - ción. La superficialidad es notoria y la re - y la repentina resurrección del padre, et- jes. La oposición entre el mundo diurno, ligiosidad está presente solo en la utilería: cétera, son ejemplos de esta intromisión ubicado sobre todo en el sereno y colo- en las decenas de crucifijos colgados en de la carcajada en un argumento lúgubre reado salón de clases, y el agitado mundo los rin cones, en la pequeña pila de agua y profundo. nocturno, centrado en los bares, es el eje bendita puesta a la entrada del cuarto de Buscando a Mr. Goodbar es un filme principal de las esquizoides elipsis. Es de Therese y en la casaca con la inscripción muy rico, del que se puede hablar mucho. esta “rít mi ca”, contradictoria y brutal, de “Notre Dame” que orgu llo sa men te luce el Queda por destacar la excelente labor de donde emerge la violencia que traspasa exagerado padre. La explicación del fana - , quien apor ta una delicada todo el filme. A pesar de que la historia tismo por un sentimiento culposo frente sensualidad, que emerge incluso en las nos muestra a una Therese bastante tran - a la hermana suicidada resulta bastante secuencias con los niños sordos. Segura - quila y no llega a constituir un personaje grueso. mente se objetará la exageración y la po - angustiado, nosotros somos sobresaltados larización que la historia manipula. Sin por esta violación del raccord , por esta La prolongación de esta temática reli - embargo, no podrá negarse que este filme continuidad brutal compuesta de enfren- giosa crea el personaje también más débil revela a un Richard Brooks que, bordean - tamientos. Deuda especial de Brooks con del filme: el incomprensible James Morri - do los setenta años, maneja impeca ble- el experi mentado fotógrafo y realizador sey que compone William Atherton. men te ese estilo lleno de “honradez y vio- W. A. Fraker, quien ha logrado esta oposi- Es un desacierto también la irrupción lencia” que, no por casualidad, a Go dard ción entre los dos mundos en que se mueve en la historia de las fantasías de The rese. le hacía pensar en el acto sexual. Therese y, sobre todo, ha tra ba jado el lado nocturno con una maestría sorprendente. La composición del encuadre, gracias a la 1 Originalmente publicado en Hablemos de cine . Año XIV. Lima, abril de 1979, pp. 53-54. iluminación que distribuye las sombras, 2 El título del filme, que repite el de la novela, alude a la búsqueda de placer de Therese. “Goodbar”, literalmente “la buena barra”, realiza una antología entre la búsqueda de goce sexual y el de placer que el niño siente ante las barras da la atmósfera de “noche de los sentidos” de dulce. Buscar a Mr. Goodbar es, así, buscar algo que es el non plus ultra del placer. Por ello, Mr. Goodbar es en la que percibimos en la historia. novela el nombre del bar que frecuenta Therese y está íntegramente decorado con envolturas de caramelos y dulces.

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