Luis García de la Torre

LA FAMILIA LOYNAZ Y

Prólogo de Alejandro González Acosta De izquierda a derecha Dulce María Loynaz, Gabriela Mistral y José María Chacón y Calvo. LA FAMILIA LOYNAZ Y CUBA Dulce María Loynaz Luis García de la Torre

LA FAMILIA LOYNAZ Y CUBA

Prólogo de Alejandro González Acosta

Colección ENSAYO Colección ENSAYO

Portada cortesía de Deysma Coll: Casa de la familia Loynaz en el , La Habana: Calle Línea y 14, en la actualidad completamente en ruinas. En esta casa, vivieron los hermanos Loynaz de jóvenes y es donde se sitúa la novela Jardín de Dulce María. La otra casa, donde ella residió hasta su muerte, es la que está en la Calle 19 y E. Nº 502, también en el Vedado.

© Luis García de la Torre, 2017

Editorial BETANIA. Apartado de Correos 50.767 Madrid 28080 España.

I.S.B.N.: 978-84-8017-398-8 Depósito Legal: M-34787-2017

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Prólogo de Alejandro González Acosta 9

I. Enrique Loynaz del Castillo, heroico y romántico 11

II. La concepción de palabras-pintura utilizada por Dulce María Loynaz en su primera obra 18

III. Enrique Loynaz Muñoz en la poesía cubana 33

IV. Carlos Manuel Loynaz Muñoz, “el más brillante” 58

V. Flor Loynaz Muñoz “Beba”, entre la mujer atemporal y la poesía laboratorio 76

VI. Flor y Dulce desmontan un feliz año viejo 101

Bibliografía 115 Gabriela Mistral (al centro) y Dulce María Loynaz (con su perrito) sentadas en la fuente del patio de la calle 19 y E en el Vedado, La Habana, Cuba. PRÓLOGO

En un rincón patriarcal de El Vedado levanta aún su estampa esa casa que posee el raro y curioso privilegio de tener en su jardín, bajo el almendro flore- cido, la luna enterrada. Cuentan algunos que a veces escapa y vuelve a lucir en la noche, pero siente entonces mucho frío sola allá arriba, y recuerda la tibia tierra que abajo la abriga y regresa a su escondite. Por eso es que a veces no está en el cielo. Pero cuando luce en la noche, siempre dedica a El Vedado sus claros más hermosos, su luz más transparente. A fin de cuentas, es su domicilio terrestre. De ahí en gran parte la magia del barrio: podrán desbrozarlo, lle- narlo de edificios, cerrar sus furnias con afeites de hormigón, levantar paredes y más paredes, pero él sigue teniendo su “duende”. En aquella muchacha nada indicaba que se convirtiera en poetisa: quizá sus ojos, de extraña fijeza en un punto perdido. Pero nada más. En aquella familia de guerreros y patriotas, no era ajena por cierto la poesía. Sin ir muy lejos, el padre, héroe de mil batallas, de enhiestos mostachos requemados por la pólvora y ojos de mirar acostumbrado al mando, en medio de una gran cam- paña había escrito versos, como de épocas caballerescas, encendidos de pa- triotismo: “A las armas, valientes cubanos, a Occidente nos llama el deber...”. Aquella casa conoció quizá una de las familias más singulares de nuestra his- toria: cada uno muy especial en su forma de ser; todos de acusada y torturante sensibilidad. Herederos de historia, no obstante hicieron la suya propia. Y fue en esa casa donde se forjó el carácter de cada uno de ellos. “Ver los Loynaz” era la consigna del viajero y, sencillamente, hacia allá iban.

Fragmento La Dama de América.

Unos años después pasaba por aquella casa de El Vedado un mu- chacho persistente, decidido a penetrar sus secretos. Cruzaba frente a ella y volvía a hacerlo una y otra vez, inquiriendo con ojos penetrantes y curiosos los arcanos que podrían ocultarse tras sus paredes, sus cortinas siempre cerradas, su jardín desbordando de plantas jíbaras y estatuas desfiguradas por el tiempo. Y de tanto pasar y pasar frente a ella, el muchacho decidió penetrar en la mansión de una forma sorprendente e impune: entró con la imagi- nación, venciendo las puertas, con la llave dorada de la poesía. Y logró entonces hablar con los fantasmas que la habitaban y estos le contaron sus secretos, sus cuitas, sus quereres y pesares. De tal suerte, que el mu- chacho pasó a ser parte entrañable de esa familia de espectros, de otro 10 Luis García de la Torre mundo y otro siglo, que recorrían incansables los rincones del palacete, acariciando con sus manos de vapor inapresable los ricos objetos que habían adornado sus vidas en tiempos más dichosos. Lo hicieron parte de sus vidas, al muchacho, que, por cierto, se llamaba Luis. Le permitieron a Luis que hojeara sus papeles y recorriera los viejos libros con mirada sedienta e inquisitiva, hasta cada amanecer, cuando debía marcharse para regresar al otro día, en la hora cómplice de la tar- de, y continuar ese diálogo con aquellos interlocutores que le confiaban sus memorias. Hasta que vino el día cuando llegó a saber casi todo de sus cómpli- ces de cada tarde, y decidió volar para buscar otro sol que alumbrara más, pero llevando apenas como ligero equipaje los recuerdos de tantas conversaciones y lecturas, para fijar en la memoria de los demás como un deber de gratitud, el recuerdo, la traza, el perfil y las siluetas de aquellos fantasmas amigos que le habían contado todo sobre ellos y sus tiempos. Este libro que ahora tiene el lector en sus manos, es la crónica de esas largas conversaciones imposibles que un joven –que se llamaba Luis, creo que ya lo dije- tuvo con sus nobles amigos, y es también su homenaje a una forma de ser, de sentir y de estar en Cuba que ya no es y quizá nunca más vuelva a ser. Pero vale la pena intentar la evocación de ese recuerdo, aunque el regreso sea imposible, porque aunque lo sepamos o no, queriéndolo o no, siempre estamos al final y al principio de un viaje, pues toda vida es sólo eso, un vuelo desde la infancia a la vejez, desde la cuna a la tumba, desde el nacimiento a la muerte, para dejar un trazo, una huella apenas que marca la existencia, con unas lu- ces tenues que se confunden y se apagan, y más tarde se pierden en la penumbra, sobre todo en los atardeceres del trópico, cuando conviven los muertos y los vivos en mansiones como las que recorrió Luis en su peregrinaje, y que ahora nos cuenta en estas páginas, compartiendo las memorias de sus habitantes. Alejandro González Acosta

Alejandro González Acosta (La Habana, 1953). Escritor y periodista cu- bano, exiliado en México. Como profesor e investigador labora en la Univer- sidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Entre otros libros es autor de: La Dama de América. Textos y documentos de Dulce María Loynaz (Be- tania, 2016). I. Enrique Loynaz del Castillo, heroico y romántico1

Arma et litterale, en el General de Brigada del Ejército Libertador Enrique Loynaz del Castillo se radica la propiedad equilibrada de las armas y las letras. Como tópico literario, y de vida, esta condición, le revelaba la constante porfía entre los dos quehaceres, en donde cada uno intenta implantar al otro cuando en verdad en él formaban el equilibrio que hizo a la persona2 ante 1. Frase calificativa gentileza de Alejandro González Acosta. La Habana, Cuba, 1953. Doctor en Letras Iberoamericanas, Investigador Titular del Instituto de Investigaciones Bibliográficas y Catedrático de la División de Estudios de Posgrado de la facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Autor y coautor de numerosas publicaciones editadas en México, Cuba y España. Ingresó como Miembro de Número de la Academia Cubana de la Lengua y Correspondiente Hispanoamericano de la Real Academia Española, en 1983. Miembro de la Academia Cubana de la Lengua en el Exilio. Reside en México desde 1987. 2. Enrique Loynaz nació en Santo Domingo un 5 de junio de 1871. El heroico formó parte de la Guerra del 95 junto con los tres sostenedores históricos, y célebres, de la independencia de Cuba: Máximo Gómez (1836-1905) nació en la República Dominicana, fue militar de la Guerra de los Diez Años y General en Jefe de las tropas independentistas en la guerra de 1895; José Martí (1853-1895) escritor y político cubano, líder de la guerra de 1895, Héroe Nacional de Cuba, del cual fue estimado afecto; y Antonio Maceo (1845-1896) General y Segundo Jefe Militar del Ejército Libertador, apodado “El Titán de Bronce”, de quien fue ayudante personal. Supo de la pena del confinamiento y del pundonor de la conflagración por su padre, Enrique Loynaz Arteaga, Capitán del Ejército Libertador en la guerra de 1868. De bien joven estuvo enrolado, desde los 15 años, participando en 88 contiendas. Fue laureado desde el 95 hasta el 98, sucediendo de Comandante, a Teniente Coronel, a Coronel y a General de Brigada, según el transcurso uniforme de los años. Se facultó en 1898. Finiquitada la guerra en Cuba continuó como paradigma de libertador contendiendo al presidente Estrada Palma, en 1906, y por reconocimiento de prestación, le fue emitido el grado máximo de General del Ejército de la República de Cuba; luego combatió a García Menocal en sus reelecciones; y 27 años después intervino en la sublevación contra la dictadura de Gerardo Machado. Se opuso en la República Dominicana al dictador Trujillo. El Gobierno de esa nación le dotó de los grados de General del Ejército Dominicano. Y tuvo activa vida diplomática durante las primeras décadas del siglo XX. Fue enterrado en Cuba, solo en compañía de sus hijos, un 10 de febrero de 1963 y ese día, al siguiente, y a la fecha, la enseñanza cubana, forzosamente continuó hablando del General Enrique Loynaz del Castillo al mencionar la independencia y el Himno Invasor. Inevitable. Todas las batallas ganadas. Demasiada estirpe. 12 Luis García de la Torre los demás: la historia de Cuba, la acción, el pensamiento y el canto que conformaron la nación. Su independentismo dechado proyectó para los cubanos lo que significaba trabajar, andar, ser fuerte y guerrear en cada uno de las cosas que aquejan, determinando una positiva acepción, y que esto solo anticipaba una vida digna y hermosa preparándose y cultivando el alma, el intelecto y la fuerza. Léase las Memorias de la Guerra3de Enrique Loynaz del Castillo, ahí están las armas que lucen y solventan, en los anales, la República de Cuba. Las armas marcaron familiarmente al glorioso emparentándo- lo con notables apellidos hacedores de Cuba en la lucha insurrec- cional, los Castillos y Agramonte4 por ejemplo, familias ilustres y patrióticas del Camagüey5, poseedoras de incontables fortunas, bilingües, conocedores de parte del mundo y de gran prestigio profesional. Pudieron todos continuar asidos al común hábito de estar en paz socialmente, no obstante, sentían, como jamás ha dejado de pasarles, hasta hoy, a los cubanos dignos de amor por ella, que el deber estaba al ver el alejamiento de la voluntad de su país y guerrearon. Y concibieron con su tiempo en esta orbe el intento por la emancipación. El verso también signó constante la genealogía del General, Silvestre de Balboa6 y la poetisa Gertrudis Gómez de Avellane- da7 son sus ascendientes fundadores e históricos. Por lo que su familia desde el siglo XVII hasta el siglo XX cultivaron trascen- diendo la poesía8.

3. Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1989. Recopilado y transcrito por su hija Dulce María Loynaz, insigne escritora cubana. Se encuentra en PDF en línea. 4. (1841-1873) Ignacio Agramonte y Loynaz “El Mayor”, Mayor General del Ejército Libertador y Jefe de la División de Camagüey, Cuba, de la guerra de 1868. 5. Provincia de Cuba. 6. (1563-1620) escritor castellano autor del primer texto literario en Cuba El Espejo de Paciencia. 7. (1814-1873) escritora y poetisa cubana considerada una de las mayores exponentes del romanticismo en Hispanoamérica. 8. Dulce María, Enrique, Carlos Manuel y Flor Loynaz Muñoz, sus hijos, talentosos todos en el ejercicios de la poesía y la escritura cubana. La familia Loynaz y Cuba 13

Loynaz del Castillo un 15 de noviembre de 18959 siendo Co- mandante, brotándole el linaje y la esencia, crea el Himno Inva- sor sucediéndole el gen escribidor de la letra heroica. Ojéense sus Memorias. Venía mediado por los estudios del modernismo10 que recién había irrumpido en la cubanía como arte novedoso, libre y actual, tronchando así el cultismo anterior reinante. Lo vigente entonces traería blandiendo en él el fierro y el recitar como lo revolucionario, dureza y arte. Y con más anterioridad aun, le in- fluenciaba el romanticismo cubano, el cual se le mezclaba con la personalidad, y que rompió con la primacía de la literatura de la colonia, e hizo exiliados a los primeros escritores del país, y que se le adhería además por la consanguinidad antes mencionada. Con mayúsculas estrofas líricas apunta, y esta alabanza escrita le nace, de la altura del arrebato por anular otros textos que ensal- zaban la bandera española, y su cometido en tierras cubanas, que encontraron patrullando junto con las tropas camagüeyanas, por lo que el autor, sin dejar de respetar el arte de la producción que se leía, en la otra hoja de la ventana, a su lado, volcó la oda a la invasión vívida, elevándola en el decir, y trazando en ella la ban- dera roja, blanca y azul de estrella alba publicando para siempre en Cuba, y su historia, con la rabia y el amor que hacen descubrir la poesía, el Himno. En su inicio, escribió el nacimiento, el momento originario en que la tierra se nombra, se regionaliza ¡A las Villas (…) A Occidente; luego, enmarcó el epíteto de los héroes valientes cubanos; continúa sentenciando lo que pretende la nación con la invasión De la Patria a arrojar los tiranos; y el cuarto verso alaba el hacer, el resultado final sin consideraciones¡A la carga: a morir o vencer!

¡A las Villas valientes cubanos: A Occidente nos manda el deber De la Patria a arrojar los tiranos ¡A la carga: a morir o vencer!

9. La guerra estalla el 24 de febrero de 1895, estaban en plena contienda. 10. José Martí, su compañero de guerra, fue antes que Rubén Darío, el cual le llamaba “padre”, el precursor de este progreso literario en el mundo hispano. 14 Luis García de la Torre

A posteriori el canto aclama por las figuras, los héroes de la Cuba histórica De Martí la memoria adorada (…) de Maceo, el Caudillo Invasor (…) Alzó Gómez su acero de gloria, y allí esta- ban los arquetipos, a su lado, entre todos; en la cometida nuestras vidas ofrenda al honor, mano a mano los vivientes y nos guía la fúlgida espada, sin tapujos y trazada la ruta triunfal / cada marcha será una victoria, situándose la vida mutuamente por el bien de la patria, su nobleza, su honra; la templanza del linaje; y en el bramido final, la antítesis, la gloria la victoria del Bien sobre el Mal.

De Martí la memoria adorada nuestras vidas ofrenda al honor y nos guía la fúlgida espada de Maceo, el Caudillo Invasor. Alzó Gómez su acero de gloria, y trazada la ruta triunfal, cada marcha será una victoria: la victoria del Bien sobre el Mal.

Le continúa reverberando la potencia geográfica personifica- da Orientales (…) Camagüey (…) Villareños, liada con lo agi- ble que hace al hombre extensible ante los anales heroicos (…) legendaria (…) de honor; cuando el aprendizaje de acomodar hacia delante la vida al frente (…) avanzad; con lo único, y vá- lido exponencialmente, que se hace visible en una contienda, el motivo por la Patria, por la Libertad!

¡Orientales heroicos, al frente: Camagüey legendaria avanzad: ¡Villareños de honor, a Occidente, por la Patria, por la Libertad!

En los versos que corresponden, casi finales, se añade lo ini- ciático, el fuego, como sentido mental del poder que el orden cu- bano quiere establecer, viva la nación o no, radical. Si no hay fru- tos se apura todo, se inicia desde la ceniza otra vez Cuba, cuando La familia Loynaz y Cuba 15 ya nada quede para el hostil, de mar a mar, resurgiremos. El fue- go como cura, no como infortunio, el fuego como reparación.

De la guerra la antorcha sublime en pavesas convierta el hogar; porque Cuba se acaba, o redime, incendiada de un mar a otro mar.

Y para remate, sobre el transcurso de toda la rima conso- nante, la belleza de la acción, de la celeridad y prontitud A la carga escuadrones volemos; la sublimidad del arrebato de la ferocidad prosopopéyica, del dolor corporal contrario Que a degüello el clarín ordenó / los machetes furiosos alcemos; y se sentencian todas las proezas memorables con saña de a quien le duele la patria penada ¡Muera el vil que a la Patria ultrajó!

A la carga escuadrones volemos, Que a degüello el clarín ordenó, los machetes furiosos alcemos,

¡Muera el vil que a la Patria ultrajó!

Así avino afín nuestro canto:

¡A las Villas valientes cubanos: A Occidente nos manda el deber De la Patria a arrojar los tiranos ¡A la carga: a morir o vencer! De Martí la memoria adorada nuestras vidas ofrenda al honor y nos guía la fúlgida espada de Maceo, el Caudillo Invasor. Alzó Gómez su acero de gloria, y trazada la ruta triunfal, cada marcha será una victoria: la victoria del Bien sobre el Mal. ¡Orientales heroicos, al frente: 16 Luis García de la Torre

Camagüey legendaria avanzad: ¡Villareños de honor, a Occidente, por la Patria, por la Libertad! De la guerra la antorcha sublime en pavesas convierta el hogar; porque Cuba se acaba, o redime, incendiada de un mar a otro mar. A la carga escuadrones volemos, Que a degüello el clarín ordenó, los machetes furiosos alcemos,

¡Muera el vil que a la Patria ultrajó!

El Himno11, musicalmente, por tres años contendió y ensalzó los honores solemnes de fundamentación patriótica nacional, con raíz aguerrida. Estaba en la polifonía que se iba cursando, al uní- sono, ir alentando el espíritu de quienes ahí todo lo enarbolaron, entonándolos en el enfrentamiento como barricada para la carne. Como todo lo sublime, le vino con el vocablo la sólida me- lodía de esas atropellantes emociones primarias, por el escrito abanderado enemigo que encuentran prontamente, el cual le enrabia. Pero como arte se respeta, sentenció tajante, y a aquel enérgico revolucionario le emanó al valiente en originaria semi- lla del destino al germinarle completo el Himno, letra y tarareos sacados. Semifrase de cuatro compases comenzada en anacrusa dando el tiempo fuerte en el primer tiempo del primer compás; frase completa en sus ocho compases en cuatro cuartos cuya fra- se se repite; y con las palmas y la garganta heroica va mostrando al mambí que lo circula el tono, y con el ritmo repetido la marcha va marcando el paso de las cabalgatas insurrectas que pretenden levantar al país y sacudirlo de la pesadilla bocabajo; con ritmo isocrónico, tensión, fuerte tensión; la acentuación agógica, tóni- ca, tararea la inflexión de la voz intensa, agónicas breves, tónicas 11. Al día siguiente, por órdenes del General Antonio Maceo, fue orquestado por la banda de los Hermanos Avilés, unida a la invasión, bajo la dirección del trombonista Manuel Dositeo Aguilera, el cual fungía como Capitán del Ejército y Jesús Avilés Urbina. Actualmente sigue activa la agrupación musical y es la jazz band más antigua de América. La familia Loynaz y Cuba 17 graves; ritmos breves con giros melódicos ascendentes a valores de ritmos breves y armonía con acordes mayores; y se mejora con el alumbramiento el alma cabalgando entonados todos. Y en el tiempo, imperecederos, los cubanos hoy, intuyan o no, recapitulan a un General Enrique Loynaz del Castillo soberbio: en el andar por su suelo, su casta cimentó nuestra patria; en el bandeo diario del estandarte, su civismo izó nuestra nación; en el tono del patriotismo, su Himno compuso nuestra sangre; y en absoluta poesía, su abolengo hizo la literatura de nuestro país. Y no hay dominio despojador, impotente, que sea capaz de tapar esta historia de Cuba, y todo le queda, como es habitual, ya ridí- culamente disimulado. Al General de Brigada del Ejército Libertador Enrique Loynaz del Castillo le morará su patria, y demás cubanías, en las artes y las armas de su vida, a horcajadas, invariable, sépase. II. La concepción de palabras-pintura utilizada por Dulce María Loynaz en su primera obra

En este trabajo pretendo destacar y precisar, fundamental- mente en los años de escritura de la obra Versos, un recurso uti- lizado por Dulce María Loynaz y el cual para nombrar me remi- tiré a la valoración hecha por Gabriela Mistral1 al referirse a la escritura de la poetisa cubana: “Son palabras-pintura y escultura, palabras que la dan a us- ted viva, vivísima. (Es el don vital, el don de hacer ver y palpar, lo que más me gusta en la escritura humana. Era también el don de nuestro Martí2)”3. Me serviré de la caracterización por dos motivos esenciales. Primero para retomar el reconocimiento mutuo que tuvieron las dos poetisas, y que según estudio la distancia acentuó4, ya que coincidieron en tiempo y oficio, cosa que Hispanoamérica debe tener como lujo. Dulce María en su conferencia Gabriela y Lu- cila un 28 de febrero de 1957 refiere encariñada sobre la poetisa chilena: “... Diré sin embargo que he evocado muchas veces ese día como uno de los más felices de mi vida, y creo que también lo fue para ella. Nunca más volví a verla como entonces, gentil, amable, joven, casi ingenua. La evocación que hizo de Cuba, la lectura de la poesía o ronda de las palmas, humedeció los ojos de los cuatro que allí la 1. (1889-1957) poetisa, pedagoga, diplomática chilena y Premio Nobel de Literatura en 1945. Gabriela Mistral, seudónimo de Lucila de María del Perpetuo Socorro Godoy Alcayaga. 2. (1853-1895) José Martí, escritor y político cubano. Líder de la guerra de 1895. Héroe Nacional de Cuba. Fue antes que Rubén Darío, el cual le llamaba “padre”, precursor del Modernismo en el mundo hispano. 3. Aparece en las notas de contraportada de la edición Poesía de Dulce María Loynaz de la Editorial Letras Cubanas del 2011. 4. Léase Gabriela y Dulce María de Aldo Martínez Malo, periodista y crítico cubano; y la conferencia Gabriela y Lucila de Dulce María Loynaz publicada en La palabra en el aire, Pinar del Río, Cuba, Ediciones Hermanos Loynaz, 2000. La familia Loynaz y Cuba 19 oíamos embelesados. Luego nos mostró los originales de Lagar, me dio a escoger entre ellos el poema que deseaba dedicarme...” Por lo que cada vez que valide al recurso léase siempre en- tre líneas con el análisis que pretendo la unión en el paradigma mujer, talento, poetisa, gusto, admiración y amor coincidente de inicio y final5. Y el segundo, que armonizan exactos el término y la apreciación particular que tuve al releer curioso las obras y por ello no creo necesario buscar otro calificativo al compuesto encontrado por Gabriela Mistral. De ahora en adelante lo acoto a palabras-pintura y conformaré su concepto. Defino el término según he revisado el texto: las palabras- pintura que Dulce María despliega puntual en estas obras son unidades lingüísticas-literarias que conforman un mensaje el cual incluye tintes que de por sí tienen un significado social y cultural propio. Tal conjunto logra sensaciones que dan al texto el carácter distintivo de poseer efectos de contraste, explícitos perceptibles o de temple implícito. Fundamentalmente entre los años 1920 y 1938 la autora in- sertó en sus textos tal atributo y con ello logró sumar celeridad cuando elaboraba su particular lírica. Dicho recurso le hicieron producir una obra privilegiada entre lectores, y pares, colocando en alza a su persona y a su hacer desde las primeras décadas del siglo XX hasta la actualidad. Antes de continuar aclaro que estos trabajos no fueron los únicos escritos o difundidos en esos años: Juan Ramón Jiménez6 la incluye en su compilación La poesía cubana en 1936; en 1937 la Revista Bimestre Cubana publica en su número de julio-agosto su poema Canto a la mujer estéril y al año siguiente aparece de este texto una edición independiente; y la revista Grafos en 1938 incluye el texto Carta de amor al Rey Tut-Ank-Amen, que luego sale publicado en folletos. Veo muy necesario ser explícito en esto, la poetisa es sin lugar a dudas la más importante del siglo XX en Cuba por lo que su 5. Siempre que se une a las dos escritoras se relata la situación de 1953 vivida cuando la chilena se hospedó en la casona de Dulce María en la calle 19 esquina E en el Vedado de La Habana, Cuba, y que no pretendo replicar ni disipar. 6. (1881-1958) poeta español. Ganador del Premio Nobel de Literatura en 1956. 20 Luis García de la Torre obra está colmada de virtudes. Todas servidas encima de la mesa de la literatura hispana y desarrolladas ampliamente en sus líneas por lo que es merecedora de tal renombre. Pero en lo presente solo abarcaré el punto planteado, y siempre en mis argumentos primará lo racional, y si se asomara lo emotivo por favor deduzca sin vacilación la seducción de casi treinta años por su decir. Las palabras-pintura se descubren explícitas en el conjunto de esta obra. Dulce María se sirve de su entorno cultural hispano- caribeño-cubano con franqueza y orgullo. Lleva a la fascinación de un disfrute activo ya que no muestran los aspectos estáticos, tradicionales, que hacen que el lector recree frente a sus ojos un lienzo o fotografía o dibujo y de ahí valore. El compuesto brinda un efecto sin dudas plástico y/o fotográfico que está representado por palabras y espectros que hacen formar mentales imágenes en movimiento, poseedoras de un notable brío que domina vivo la psicología de quien lee. Repasemos en orden cronológico. Al inicio se observa algún estancamiento pero a medida que pasan los años veremos la pro- gresión del recurso ya que la práctica va mejorando la hábil pro- puesta. Dulce María Loynaz nos revela entonces Versos. Escritos des- de la juventud hasta los treinta y seis. Dieciocho años de hacer hasta que se decide publicar. Sobre el tema le refiere a Gabriela Mistral, según Aldo Martínez Malo en su texto Gabriela y Dulce María: “... En esta oportunidad Dulce María Loynaz había publicado su libro Versos escrito entre 1920 y 1938 y se lo envió a la chi- lena. Gabriela le respondió una carta en la que lamentaba que recibía el libro demasiado tarde -poco antes de su partida de la Habana- y ya no era posible conocerla personalmente. Tildó a la cubana de «orgullosa» por no haber divulgado antes su poe- sía. Dulce María en respuesta le explicó que no era orgullo, sino «timidez y que le atemorizaba la crítica adversa». En copia que conservamos de puño y letra de Dulce María dice: La familia Loynaz y Cuba 21

A Gabriela Mistral, 1938

Gabriela: Pocas cosas pueden darme ya la alegría que me dieron sus palabras. Y fue bueno el elogio responsable pero más bueno fue sentirla venir a mí a través de catorce años: los catorce años que la estoy queriendo sin buscarla.

Suya

D.M.L”

Acá comienzan a manifestarse ambas en sus lecturas y pro- ceden en misivas a una crítica caracterizada por la admiración lírica. Particularizo donde Gabriela se va percatando en general de estas palabras-pintura. Del libro nos perfila Dulce María en su poema Oda a la Vir- gen María:

A tu luna azul -la que sólo está en mi libro de Primera Comunión- yo iría esta noche tan larga a recoger un poco de luz…

(...)

Hoy tengo aquí a mis pies un camino de tierra dura, gris… (...) rubia Virgen María,

(...) en la penumbra de las sacristías…

(...) 22 Luis García de la Torre

Casa de Oro, Torre de Marfil,

(...)

(¡Quién te viera otra vez aquellos ojos de un azul profundo de litografía!...)

(...)

En esta noche larga antes de irme

(...)

Se pueden ver como las palabras destacadas van creando los contrastes a lo largo del texto y los combina con su andar, con la naturaleza, la ciudad y el arte. Se lee la imagen en movimiento, que esté en su libro de Primera Comunión podría estatizar a par- tir del inicio el curso pero los verbos ir y recoger anulan la idea primaria al decir yo iría / esta noche tan larga / a recoger un poco de luz y rompen con la representación quieta de una luna dentro un libro. Y por donde transcurra su Oda se desliza la gama de palabras-pintura que se podrían reunir entre claridad: luz, ru- bia, Oro, Marfily azul; y oscuridad: noche, gris y penumbra. En el penúltimo verso de un azul profundo de litografía la técnica también supone fijeza pero el adjetivo profundo anula la idea de quietud que este arte representa, y lo convierte en dimensión, hondura y una penetración que va perennemente en transcurso. Este es un poema de tres objetos: la Virgen, el andar y los tintes. Veamos en Lourdes cómo se hacen más evidentes las pala- bras-pintura de Dulce María y Gabriela, cómo se mueve el texto a pesar de ser un dibujo, cómo la liviandad del papel sobresale y en general la luminosidad en lo que plantea:

Esta muchacha está pintada en un papel de arroz que es transparente a la luz; ella vuela en su papel al aire… Vuela con las hojas secas y con los suspiros perdidos. La familia Loynaz y Cuba 23

Es la muchacha de papel y fuga; es la leve, la ingrávida muchacha de papel iluminado, la de colores de agua… La que nadie se atrevería a besar por el miedo de borrarla…

Destaco de los dos poemas el sustantivo litografía y al adjeti- vo pintada, alusión directa a las artes. Continúo mi desplaces por Retrato de la Infanta:

María Teresa Alejandrina (el retrato de alguna infanta rubia sobre un obscuro fondo de vitrina

(...) perfil de camafeo porcelana de plato antiguo su carne rosa-azul que se adivina fría y dura…

Un verde ambiguo le pinta el ojo claro; el mismo verde

(...) de Corte, reclamando oro y piedras engolado de encaje… El pelo tiene un rubio de ceniza que recuerda las yedras de los viejos castillos medioevales; una mano de luna se desliza por sobre el galgo elástico… En la sombra queda la otra: -Brillan apenas los cristales

(...) 24 Luis García de la Torre tiene manos de luna y pelo de cenizas fina…

(...)

Una neblina la envuelve y nos da veda con su traje de seda, con su galgo y sus ojos color aguamarina donde jamás brilla un deseo…

(...) es un pálido cuadro de museo:

(...)

Similar a los anteriores acá se apoya en otra técnica para la confección del poema. Destaco de ella los extremos que mencio- na y que veremos a partir de aquí cómo los extiende mucho más. La poetisa al nombrar al texto Retrato cumple directa además con una descripción prosopográfica y entre líneas etopéyica. Son las estrofas más estáticas de las que aparecen en este li- bro, pero a primera impresión ya que tienen un final evidente de tránsito:

Sólo resta al que pasa junto a ella, mirar… Mirar y pasar.

Dulce María en un día de paso y lluvia invita a recordar un cuadro típico y más bien aburrido, apuntalando la visión en los detalles extremos de fulgor opaco, y punto. En otros poemas del libro la poetisa habla sobre el amor, con un intimismo humano complejo, utilizando en cada uno estrofas que marcan el contraste, que abandera, y que Gabriela en sus lecturas volvió concepto al caracterizar la escritura de la cubana. La poetisa no cesa en la colocación del recurso. La familia Loynaz y Cuba 25

En Soneto sentencia y cuestiona:

Si el verso es sombra, ¿qué hace con el mío la luz?... Si es luz…,¿la luz por qué lo extraña?

En La mujer de humo excesiva escribe:

Me pierdo en lo oscuro me pierdo en lo claro, en cada minuto que pasa… en tus manos…

También en El perdedor intensa lo ofrece:

Hoy la devolveré a tu pecho ardiente hecha sombra… ¡O hecha sol!

Estos ejemplos cortos dentro las tres creaciones líricas tienen la función de mantener la conquista del reinado de las palabras- pintura como tendencia. Aunque sea solo de esta manera con ellos logra el efecto de la primacía, o por lo menos el aviso de la vigencia. Uno de los poemas más revisados de Dulce María, de este pri- mer libro, es Si me quieres, quiéreme entera, en su decir estampa íntegra lo que me convoca:

Si me quieres, quiéreme entera, no por zonas de luz o sombra… Si me quieres, quiéreme negra y blanca. Y gris, verde, y rubia, y morena… Quiéreme día, quiéreme noche… ¡y madrugada en la ventana!...

Si me quieres, no me recortes: ¡Quiéreme toda… O no me quieras! 26 Luis García de la Torre En cada verso va y coloca el efecto, tanto discorde, como de espectros, como alternando dispar entera-recortes. Todo un abanico colorido que se mueve entre palabras contrarias, internas y externas. Ejercitaré más la tesis con el azar:

¿Es la alondra…?

(...) al mañana de luz que eres tú mismo y tú solo: Está obscuro… Suena (...)

Coloquio con la niña que no habla

(...)

Antonieta azul; gris más bien…(Si acaso gris-azul como un ala de gaviota).

(...)

La impasible No hay oro que deslumbre a tu pobreza Ni oro de mina, ni oro de estrella, ni oro de los ojos que te miran…

Pobreza seca y dura tu pobreza Cloruro de Mar Muerto, impasibilidad del Sahara amarillo bajo el cielo. La familia Loynaz y Cuba 27

Espejismo

(...)

No están en mi horizonte, no brillas aunque brilles con una luz de agua… (...) aunque beses… Reflejo, mentira de agua tus ojos. Ciudad de plata que me miente el prisma, tus ojos… El verde que no existe, la frescura de ninguna brisa, la palabra de fuego que nadie escribió sobre el muro… ¡Yo misma proyectada en la noche por mi ensueño, eso eres!... No brillas aunque brilles… No besa tu beso… ¡Quien te amó sólo amaba cenizas!... En Cataclismo se lee pura luz en imagen contrapropuesta con el mismo símbolo según la sociedad occidental:

El sol se ha rajado y cae un chorro de oro sobre mi corazón. Es un oro ardiente que salta sobre las nubes roto en chispas, que muerde mi pecho con muchos dientecillos encendidos… El sol se ha rajado y se desangra en luz y me está ahogando… ¡Yo me muero del sol! Le continúa Vuelvo a nacer en ti: Vuelvo a nacer en ti: 28 Luis García de la Torre

Pequeña y blanca soy… La otra -la obscura- que era yo, se quedó atrás

(...)

Silenciosa he mirado a la luz -tu luz…- ¡Mi luz!

Al término de este libro aparece la creación quizás más auto- biográfica y mencionada, no solo del poemario sino de la autora, su Canto a la mujer estéril. En él me detengo. En Canto… las palabras-pintura están llevadas a un nivel extraordinario, más complejas en elaboración y por ende pues- tas en una dimensión que precisa una mayor agudeza del lector. No hablo del mensaje que se desdobla en conmoción y llega, sino de las pistas sobre los extremos, los contrastes, los sí y no, hablo de los bordes por donde ladean los espectros y ya no siem- pre tan explícitos pero muy presentes. Quien se acerque a este poema y quiera con entereza sumergirse, por todo lo que puso en él Dulce María, debe ser capaz de evidenciar las palabras- pinturas puestas como subproceso, complejo, de un propósito ya de por sí muy intimista e intrínseco, y por ende enrevesado si vamos no al mensaje sino al motivo lírico que lo hace ser, y más si lo apreciamos como una develación de las entrañas de la poetisa. Reconocerlas como alternativa importantísima coloca- das por la autora para la comprensión cabal de lo que se debe valorar. Llevado el recurso a otra altura merece el texto que un agudo lector se nivele y llene todos los espacios de información que nos propone conectando toda la cadena textual del poema y de esta forma se regale interactuar cien por ciento con esta gran obra. Gabriela Mistral y Dulce María Loynaz vivieron de esta ma- nera el episodio de un encuentro en el cual, trece años después de escrito y ser leído, el diálogo sobre Canto… medió: “En 1951, Dulce María, en compañía de su esposo, el perio- dista canario Pablo Álvarez de Cañas, Osvaldo Valdés de la Paz y la declamadora Aida Cuéllar, visitó Italia y se llegó a Rapallo La familia Loynaz y Cuba 29 para encontrarse con Gabriela en la casa de la calle San Miguel No 15, refugio modesto, de dos plantas, rodeado de un jardín sin flores. La ganadora del Nobel de Literatura 1945, esperaba ansiosa la llegada de los cubanos. ¡Mis queridos cubanos!- repetía emocionada, y abrazaba a Dulce María, diciendo: -Con la llegada de ustedes me parecen presentes todos los cariños que me han regalado en Cuba... Cuántos dulces cariños inolvidables!. Sin dejar hablar a los demás, proseguía: Esta gran poetisa que es Dulce María me hace pensar mucho. En Cuba conocí su libro primero, Versos, y leí el Canto a la Mujer Estéril, que es obra maestra. ¿Qué hace ahora chiquita?.... Pablo le respondió que los editores de Aguilar reclamaban otro libro de poemas en prosa. Gabriela frunció el ceño con sin- cera alarma. -Qué estoy escuchando!... No dejen que Dulce María abando- ne la poesía por la prosa. Ella debe escribir solo poesía, pues en ella vive el talento lírico que se encuentra en plenitud de creación. De nuevo Pablo tomó la palabra para contestarle: -Gabriela, nosotros recordamos de usted sus prosas magnífi- cas que han contribuido también a su fama. Ella ripostó malhumorada: -Cosas querendonas, que nunca han merecido ser escritas y divulgadas. Y acercándose a Dulce María la abrazó. -Tú tienes la gracia de la poesía. No huyas al dolor del parto, a veces luminoso del verso, yendo a la prosa con pretexto de descanso. Nuestro destino es cantar llorando...7.” Canto a la mujer estéril es un gigante y hondo poema recoge- dor de un pasaje de la vida de la autora, y siendo esta, no una ra- zón, sino la razón más importante de su escritura, lleva ya de por sí recostado el retrato de un contraste extremo: en una primera y segunda relectura duele acercarse a esta revelación de intensa no elección. Una tercera y cuarta ojeada lleva al seno de un agota- miento de mujer explicitado en reflexiones que implicitas utili- 7. Gabriela y Dulce María de Aldo Martínez Malo. 30 Luis García de la Torre zan todo el rato los tonos oscuros del no frente al pensamiento tradicional de la luz-vida. En su titulación traza tres palabras-pintura: exalta, da ful- gor y concluye negando. Alaba, ilumina y opaca. Tres brochazos concluyentes de lo por venir. Es bien clara con el lector. En la primera estrofa categórica, tal vez por la costumbre de explicitar o para sumergir feroz a quien la lee en la evidencia directa y ayudarle, se inclina algo a la mención evidente del ex- tremo oscuro, y cumple cierta función. Pero no es la tónica ni el fuerte del texto que el recurso sea explícito:

Madre imposible: Pozo cegado, ánfora rota, catedral sumergida… Agua arriba de ti… Y sal. Y la remota luz del sol que no llega a alcanzarte. La Vida de tu pecho no pasa; en ti choca y rebota la Vida y se va luego desviada, perdida, hacia un lado -hacia un lado…- ¡Hacia dónde?... Como la Noche, pasas por la tierra sin dejar rastros de tu sombra; y al grito ensangrentado de la Vida, tu vida responde, sorda como la divina sordera de los astros...

Está bien claro que el poema va pintado de opacidad y aun- que presenta a la luz del sol lo hace desde el contraste de no luz, sirviéndose de remota y no llega a alcanzarte. Pero sirvámonos de las palabras-pintura presentes en la deducción y como Dulce María las trabaja para lograr reacciones pictóricas en el lector desde el inicio. En Madre imposible: Pozo cegado, ánfora rota, / catedral sumergida… / Agua arriba de ti… Y sal el hablante no intenta, y lo logra, dejar ver cada una de estos hechos tan distintos entre sí sino que lleva más bien a un dispersión men- tal, mencionándolos conquista la nulidad, la conclusión mental tajante, la inclinación negativa al hecho y obtiene del lector un proceso intelectual, sobre la afirmaciónMadre imposible, que lo La familia Loynaz y Cuba 31 que sigue como conclusión o consecuencia es llevar a quien lee lápiz en mano a tachar la posibilidad entre rabioso-derrotado y le queda solamente la resignación, y la curiosidad vencida, de ver qué pasa en el resto del poema con su autora. Con un lápiz negro y un rayado sombrío en el libro sabe que la batalla en su lectura no será nada fácil. Dulce María muestra la gran poetisa que es. Repasemos otra estrofa donde las ideas se vuelven palabras- pintura en el contraste blanco-negro:

Tú contra lo que quiere vivir; contra la ardiente nebulosa de almas, contra la obscura, miserable ansia de forma, de cuerpo vivo, sufridor… de normas que obedecer o que violar… ¡Contra toda la Vida, tú sola!... ¡Tú: la que estás como un muro delante de la ola!

Lo mujer en su razón individual y social, simboliza la vida, la humanidad, el destello que el ser humano necesita para su con- tinuidad, tanto así que el acto de nacer se simboliza: dar a luz. Lo femenino socialmente carga con el emblema del nacimiento, es decir de la claridad. En esta estrofa contraria la naturaleza, lo femenino es el freno a la existencia, es lo oscuro ante la claridad que no deja llegar. El símil de los últimos versos ¡Tú: la que estás / como un muro delante de la ola! es Esfinge, es antinatural. Quiero rescatar también la agudeza con la que aborda el re- marque social que tiene esta estrofa y que sin dudas la autora lo pincela al escribir sobre la presión del medio y que no hace sino extremar el motivo lírico de normas / que obedecer o que violar… la poetisa cuestiona, pesimista, que la existencia es en fin un arremeter constante contra lo que nos tuerce la plenitud. Dulce María pone negro sobre blanco en su persona todo el rato, no se dice vida sino muerte, no se reconoce clara sino os- cura, no se sabe proseguida sino cóncava. Y ahí en lo apagado, cuando nos acostumbramos al claro-oscuro, a las palabras-pintu- 32 Luis García de la Torre ra en blanco y negro, sin matices, Gabriela Mistral nos recuerda que esa poesía … la dan a usted viva, vivísima y las dos mujeres, una escribiéndose y la otra descubierta, espléndidas van y dejan su herencia en estos versos:

¡Púdrale Dios la lengua al que la mueva contra ti; clave tieso a una pared el brazo que se atreva a señalarte; la mano obscura de cueva que eche una gota más de vinagre en tu sed!... Los que quieren que sirvas para lo que sirven las demás mujeres, no saben que tú eres Eva… ¡Eva sin maldición, Eva blanca y dormida en un jardín de flores, en un bosque de olor!... ¡No saben que tú guardas la llave de una vida!... ¡No saben que tú eres la madre estremecida de un hijo que te llama desde el Sol!...

Y dichoso, y felizmente cursi, al final de una quinta lectura me ofrezco de Dulce María Loynaz Muñoz la mejor escritora cubana del siglo XX el alumbramiento de un inmenso destello por una vida magna, el centelleo de una magnánima lírica, el brillo de una novela atemporal e inubicable, el chispazo perenne de epístolas y ensayos valientes y reveladores, y el parto de un reconocimiento mundial gigante. Cierra el año 1938 y se tienen en la isla logradas dos cosas de las que por siempre se hablará, y en el resto del mundo: el primer libro Versos de Dulce María Loynaz Muñoz, saboreado amplio por la más grande poetisa chilena de todos los tiempos; y parada en el umbral de la literatura cubana, lista, a la escritora más im- portante de Cuba. III. Enrique Loynaz Muñoz en la poesía cubana

Su yo

Poeta y ensayista. Poseedor de un amplio conocimiento lite- rario. Vivió en la escritura una realidad desasosegada en su yo interior, que le hizo ser leal, en interés y forma, a un tipo de lírica que dilató durante sus años más fértiles, y que se aparta de lo que se produjo en esos años de la República. Sin embargo, esto ha llevado a erradas conclusiones, poseía la fecundidad de la variación, pero no le interesó, mucho más adelante lo retomaré1, y como su escritura fue individualista, en sentido literario, social y familiar, siempre generalmente se replicaba a su yo filosófico, y lo demás era nulo. Hay dos razones que suponen lo planteado, y son característica a quien se quiera acercar al autor: no le in- teresaba publicar, por lo que encontrará poemas sin títulos, con sutiles incongruencias que cierran el círculo consonante de “sí, no publicar, no revisar”; y todos sus textos tienen la audacia, para mí muy legítima ya que para ello es la lírica, de ser inalienable- mentes personales en intento tal vez de sortilegio, quién sabrá, por mucho que se teorice, quién podría develar un yo. Perteneció a esa prole de poetas Loynaz: Dulce María, Carlos Manuel y Flor. Todos creadores sucesivos, pero sin influenciarse mutuamente, como no se conoce en la historia de la literatura otro lazo filial común. Los cuatro indiferentes ante la existencia de una lírica publicada, aludo que les hincaron los versos tan salidos del alma en revoltijo con ese surtido cubano de lo impuro, que tal vez era mejor afuera la no vida: “…Enrique, Carlos Manuel y Flor (…) el primero, labraba versos y, avaro, los escondía, y re- cién ahora se conocen algunos; el segundo, quemaba lo que es- cribía; la tercera, Flor, mezcla de Gandhi y San Francisco, en su palacio “Santa Bárbara” de La Coronela, en las afueras de La Habana, rodeada por docenas de perros y gatos en inexplicable convivencia, tejía poemas a una hoja de hierba o al ratoncitodel sótano... Y Dulce, inevitablemente, tenía que ser poetisa…”.2 La 1. Abarcando dos etapas de sus producciones. 2. González Acosta Alejandro, La Dama de América. Madrid, Betania, 2016. 34 Luis García de la Torre poesía les tenía poetas en ese filo de su nacimiento escritural, momento clave, el resto del reposo en el tiempo, para nosotros los lectores, lo ansiado, no les servía. La revisión, las lecturas y ese contacto con la gente, ese manoseo, les iba aniquilando el verso. Fue finito el margen de la palabra en cada uno de los Loy- naz Muñoz, sobre todo para Enrique, Carlos Manuel y Flor, para los hispanoamericanos inmenso. Dimitían de sus creaciones, y su validez, para con el proceso literario cubano y sus lectores, per- teneciendo al molde lírico de una época y sus razones: “Chacón3 subraya el sentido de renunciamiento que no era sólo propio de Enrique Loynaz, sino que caracterizó a parte de su promoción poética, como es el caso del alejamiento de la poesía, por otras causas, de Rubén Martínez Villena4 (1899-1934), quien alrede- dor de 1933 deja de escribir en versos, poco antes de su muerte; o de Juan Marinello5 (1898-1977), que tras Liberación (1927) apenas si luego escribe otros poemas; o de María Villar Buceta6 (1899-1977), de semejante trayectoria tras Unanimismo (1927); o de José Zacarías Tallet7 (1893-1988), quien vino a publicar su sola La semilla estéril en 1951…”.8 Y entre ellos, ya dicho, Enri- que, sumando con su resta como tal, sin esperar particularidades para la viva literatura de la isla. Pero no para su yo, a los quince años ya reunía poesía, se sabía intelectual de labor y punto. Le habían nacido, en perfecto estado lírico, versos que se respon- 3. (1893-1969) José María Chacón y Calvo. Estudioso cubano. Doctor en Derecho y en Filosofía y Letras. Es autor, entre otros títulos, de Los orígenes de la civilización, 1929; Estudios heredianos, 1939; Diario de la muerte de mi madre, 1953; y Los días cubanos de Menéndez Pidal, 1961. 4. Intelectual y escritor cubano. Doctor en Derecho Civil y Público. Revolucionario de la época de 1920 a 1930. Tuvo una breve pero importante vida como poeta, destacan los poemas La Pupila Insomne, El gigante, Insuficiencia de la escala y el iris y El anhelo inútil, entre otros. 5. Poeta, ensayista, periodista, crítico literario y político cubano, una de las figuras intelectuales más relevantes de la cultura de su país. Doctor en Derecho Civil y Público. 6. Poetisa, periodista, bibliotecaria y activista cubana. Formó parte de la vanguardia de las décadas de 1920 y 1930. 7. Poeta y periodista cubano, considerado una de las figuras más importantes de la poesía contemporánea. Premio Nacional de Literatura en 1984. 8. Cartas, pasión y poesía de Enrique Loynaz (Las cartas de Enrique Loynaz Muñoz a José María Chacón y Calvo) de Virgilio López Lemus. La familia Loynaz y Cuba 35 dían a su propio destino de estar entre la mano y la no razón9 ya escritos ¡Cuánta actitud! ¡Cuán noble íntegro su yo! Para el resto nulidad. La marea de interioridades le daba los puertos a Enrique, y la realización fue estrofa, y en el alma se le venía aclamando más destreza, y el riesgo y las metas, ya se cumplieron y ¿qué hacer? si lo sublime estaba ya puesto, y lo que seguía del curso natural literario, no le acondicionaba el sentir y sí el distancia- miento ¿Qué hacer? La respuesta era escriba, y quizás premoni- toria: no hacer nada. El autor silenciaba a su hablante lírico, en afán por no contaminarlo: “EG: ¿Usted cree todavía, Dulce, que la poesía sea pura. En la actitud pura de la poesía? DML: Esa era la obsesión de Juan Ramón (Jiménez)10. Y mi hermano decía que sí. No creo que uno pueda. Sí creo en la poesía pura, pero me parece muy difícil alcanzarla. Solamente muy contados. Quizá mi mismo hermano Enrique, y desde luego Juan Ramón, que la inventó.”11 Pura en camino y razón. A Enrique Loynaz Muñoz, nacido justo un 5 de abril en 1904, la literatura y las artes le llegan por consanguineidad y cercanía inmediata. Sus antepasados, tenían talla inmensa: Silvestre de Balboa12 y la poetisa Gertrudis Gómez de Avellaneda13, forma- ban parte de su estirpe fundadora; su padre, presencia inmediata, afecto de José Martí14, el General de Brigada del Ejército Liber- tador Enrique Loynaz del Castillo15, compositor de aquellos ver- sos cabalgados, que quizás le fueron hasta canción de cuna; y su 9. Abogando por la subjetividad del género. 10. (1881-1958) poeta español. Ganador del Premio Nobel de Literatura en 1956. 11. Entrevista a Dulce María Loynaz, La Gaceta de Cuba, Cuba, noviembre- diciembre, 1992, pp. 18-21 y transmitida en Gente de Palabra, programa de radio de Radio Ciudad de la Habana, por Edmundo García. 12. (1563-1620) escritor castellano autor del primer texto literario en Cuba El Espejo de Paciencia. 13. (1814-1873) escritora y poetisa cubana considerada una de las mayores exponentes del romanticismo en Hispanoamérica. 14. (1853-1895) político, pensador, escritor, periodista, filósofo y poeta cubano. Organizador de la guerra de independencia de 1895. Héroe Nacional de Cuba. 15. Enrique Loynaz formó parte de la Guerra del 95 junto con los tres sostenedores históricos, y célebres, de la independencia de Cuba: Máximo Gómez, José Martí, y Antonio Maceo. Fue el creador del Himno Invasor, conocido como el segundo himno cubano. 36 Luis García de la Torre madre Doña Mercedes Muñoz Sañudo, una de las mujeres más ricas herederas, de título nobiliario y gustos exquisitos pictóricos colmados de imaginería paisajística, y dotada para el arte de la música y el canto. Todos le antecedían en registro literario y en compromiso cubano. Tal vez le pesaba la genealogía. Y Cuba, con aquel arrastre de historia contigua, de fin de siglo16, donde sobresalen sus dos cercanos, excepcionales hacedores de prosa y poesía: Gertrudis Gómez de Avellaneda y José Martí. El yo de Enrique nace ya con el peso del arte en la cuna y en los brazos de su familia. Y a partir de ahí la lírica de la que formaría parte, qui- siera o no, hizo válidas reformas y aportes a la literatura mundial dentro del nuevo siglo17. Enrique se mantuvo ajeno a esta proli- 16. Cuba venía de un siglo XIX robustecida en el ámbito lírico con la presencia en su cultura de Julián del Casal, como máxima figura del modernismo; Gabriel de la Concepción Valdés, conocido también con el seudónimo de Plácido, enriquecedor de la poesía afrocubana; Juan Cristóbal Nápoles Fajardo, el Cucalambé, poeta popular; Juan Clemente Zenea, romántico; Gertrudis Gómez de Avellaneda, Tula, la mayor exponente del modernismo hispanoamericano; José Jacinto Milanés, poeta de una ternura melancólica; Juana Borrero, poeta y pintora modernista; Luisa Pérez de Zambrana, poetisa con una obra marcada por la Elegía; José María Heredia, primer poeta romántico; y José Martí, considerado precursor también de lo moderno. En algunos la línea romántica se hacía bien presente, y en otros, las ideas sociales y políticas, en total compromiso con su país primaban. 17. En la República, a partir de 1902, incipientes autores seguirían potenciando, el compromiso y la calidad. Escritores como Regino Boti, poeta con una obra de marcado tema social; José Manuel Poveda, su poema El grito abuelo es considerado antecedente del Negrismo en Cuba; Rubén Martínez Villena, crítico de su realidad social; José Zacarías Tallet, impulsor de la poesía contemporánea cubana; Regino Pedroso, iniciador de la poesía social; Eugenio Florit, sólido literato cubano, en los años 90 fue varias veces propuesto para el Premio Cervantes; Mariano Brull, iniciador del vanguardismo; Emilio Ballagas, vanguardista, cultivador del neo romanticismo y la poesía negra; Agustín Acosta, célebre escritor perteneciente al posmodernismo; y José Zacarías Tallet, trascendente en la poesía contemporánea cubana. Luego llegaría las vanguardias, las cuales parten en dos líneas diferentes: la realista, de temática negra, social y política, donde su representante Nicolás Guillén toma cabeza; y la introspectiva e intimista, que tuvo en su hermana Dulce María Loynaz tremenda fuerza líricas. A partir de 1940, llega la segunda oleada de la vanguardia cubana, con un grupo de escritores alrededor de la Revista Orígenes, revista cubana y universal, y cuyo líder José Lezama Lima, figura cumbre de las letras cubanas y universales, reúne a: Ángel Gaztelu, con una obra definida por La familia Loynaz y Cuba 37 feración dentro de la cultura de la isla. Sí las ubicaba. Su misma casa era lugar de reunión, por la basta cultura familiar. Pero aisló el interés y nada se inclinaba a su escritura. El escenario de la niñez del poeta, y sus hermanos, transcurre en una casa esquinera de las calles Amistad y San Rafael18, arriba de la joyería La Maison Française, de la época. De muy joven se trasladan con su madre, luego del divorcio de sus padres, uno de los primeros cuando aún no se estilaban, a una casona que está, en la calle Línea y 14, ubicada en el Vedado, Ciudad de la Habana, Cuba. La familia se acomoda ahí, cuando los hermanos eran muy jóvenes: “fue en esa casa donde se forjó el carácter de cada uno de ellos. “Ver los Loynaz” era la consigna del viajero y, sencillamente, hacia allá iban. Como Federico19, que llegó un buen día y le arruinó a Enrique una cuidadosa escritura legal20. O como Juan Ramón, enlazado con la eterna Zenobia21 y des- granando vellones a su paso. O como Gabriela22, con su voz de bronce resonando en todos los rincones”.23 Ahí, él, y todos, con- tinúan ilustrándose con preceptores particulares, que asistían al propio hogar a educarlos, y ejercitarlos, en el estudio y gusto por Cintio Vitier como “fina captación de lo cubano”; Gastón Baquero, heredero del modernismo; Virgilio Piñera, considerado uno de los autores más auténticos de Cuba; Lorenzo García Vega, con una obra considerada “singular” dentro de esta literatura por romper constantemente con conceptos y formas; Octavio Smith, poeta moderno cubano; Cintio Vitier, erudito poeta cubano; Fina García Marruz, exquisita poetisa, sus textos poseen la dualidad del espíritu y la materia; y Eliseo Diego, uno de los más grandes poetas de habla hispana. 18. Municipio de , en Cuba. 19. (1898-1936) Federico García Lorca, poeta, dramaturgo y prosista español. Mayor referente de la literatura española del siglo XX. Estuvo asiduamente con los Loynaz, en la casa de Línea y 14, durante su visita a La Habana en 1930, sobre todo con Flor que fue su acompañante y a quien le regaló el manuscrito de “Yerma”. 20. Enrique se graduó de Doctor en Derecho en la Universidad de La Habana en 1928, y a ratos ejercía su profesión. 21. (1887-1956) Zenobia Camprubí Aymar escritora y lingüista española. Esposa de Juan Ramón Jiménez. 22. (1889-1957) Gabriela Mistral, seudónimo de Lucila de María del Perpetuo Socorro Godoy Alcayaga. Poetisa, diplomática y pedagoga chilena. Premio Nobel de Literatura en 1945, y Premio Nacional de Literatura de Chile en 1951. 23. González Acosta Alejandro, La Dama de América. Madrid, Editorial Betania, 2016. 38 Luis García de la Torre las artes, les era favorito la confluencia de la música y la pintura, los versos y el ostracismo vendrían después. A Enrique no, a él le intentaban, pero no, le eran ajenos los maestros y maestras que por decenas querían lograr su interés, se frustraba, no por la edu- cación sino por el estímulo de los educandos. Y Enrique, además, pasó demasiados años enfermo de niño: dolencias bronquiales que le hacían la respiración discontinua - imaginen - con aque- llos excesos nocturnos afiebrados del no aire anhelante, y la tos expectorada, y los silbidos como tuba; e inflamadas las articula- ciones de sus extremidades con un reuma propio de gente mayor, y lo sabía y se condolía, sabe quién en qué, con sus menos de diez años24. Encerrado en su pieza con una sola ventana, y la luna en la oscuridad, el sol en la claridad y el cielo perenne, le eran riego para lo que después vendría escrito - ay Dios - y nada más. La madre de noche, el padre un momento, la abuela agitada, los hermanos acunados en la risa propia de la edad, y Enrique siendo quien después fuera para las letras cubanas: versos, naturaleza, vínculo con lo perfecto y un hermético desinterés voluntario. Va- rios cortos años después de su primera década, ya más maduro el joven cuerpo, en correspondencia con su avezado espíritu, y su inmerso yo, hizo que el Enrique lírico brotara. El arte y la literatura le rebasaron el contenido y la forma a los quince años, increíble, a los catorce recién, solo, estudia y se gradúa del Insti- tuto de La Habana. El talentoso ego, preso de egoísta prudencia, comenzó a escribir25. 24. Detalle de salud extraído de la correspondencia dirigida a José María Chacón y Calvo, este la clasificó: “Carta autobiográfica de Enrique Loynaz 1924”. Está en la Biblioteca del Instituto de Literatura y Lingüística en Cuba, consultar. 25. A los quince años Enrique escribe su primer poema Los rieles en donde ya va dando a conocer esa realidad particular y subjetiva. Regresado de unas vacaciones en Canadá, y percibiendo que ya a Dulce María le emanaba su obra, a través del poeta y periodista dominicano Osvaldo Bazil, que fue quien dio conocer a su hermana, publica en el diario de La Habana La Nación, el día 21 de marzo de 1920, con una breve nota bajo el título Los portaliras del porvenir. Enrique Loynaz y Muñoz, el poema Sobre el mar. La sintonía de ambos jóvenes con la lírica, y ser hijos del General Enrique Loynaz del Castillo llamaron la atención. Así iría fraguándose el grupo el cual después se conocería como Los nuevos. A Enrique sin embargo le caracterizaba su ostracismo y no La familia Loynaz y Cuba 39

se mostraba en las reuniones literarias de la época, como las del Café Teatro Martí. En abril de 1923, la revista El Fígaro, en su tirada de la página 183, le publica Estaba solo en medio de la honda noche, texto que ahí aparecería sin título, solo con una foto del autor a cuerpo entero y que sería incluido posteriormente en la recopilación hecha por el crítico José Antonio Fernández de Castro y Félix Lizaso, La poesía moderna en Cuba y como título ese primer verso; las otros poemas serían Los rieles, Quiero ser algo inmaterial, Soñé con una noche blanca, A lo lejos, El jardín bajo la lluvia, Pasó la procesión de amigos, Aquel mar negro, Ella iba caminando, Con el pecho cargado de flores, La estrella, Era la noche melodiosa y ¿Quién eres tú que pasas por el río? En la publicación Social y su sección Escritores Jóvenes de mayo del anterior citado 1923 le incluye tres textos Los rieles de 1920, En medio del estanque de 1921 y Quiero ser algo inmaterial de 1922. En 1925 en el diario La verdad, de Murcia, aparecen algunos de sus poemas y es leído por aquellos lares, le comenta Rafael Alberti a Chacón y Calvo en una carta fechada el 21 de enero de ese año, ya que se presentan poemas también del español. Luego aparecen seis textos, numerados de forma I al VI, por las maneras de no colocarles títulos, en la compilación La poesía lírica en Cuba de 1927. Y un año más tarde se incluyen en la voluminosa Evolución de la cultura cubana (1608-1927) de José Manuel Carbonell y Rivero, y aparecen en el mismo orden los seis textos, del I al VI. Juan Ramón Jiménez, en su paso por Cuba cuando vive su exilio, lo incorpora a La poesía cubana de 1936 con cuatro de sus textos. Varios años después, con motivo del cincuentenario de la República, Cintio Vitier, inserta en Cincuenta años de poesía cubana (1902-1952)ocho poemas del autor, los ya antes conocidos A lo lejos, Pasó la procesión de amigos, Con el pecho cargado de flores, ¿Quién eres tú que pasas por el río?, El pescador, Entre los lirios, He venido a buscar y No vayas a decirle...; en su análisis el estudioso cubano indica de Enrique Loynaz: “Ha escrito un libro de ensayos sobre Guillermo Meister y algunos capítulos de historia de la literatura castellana, todo ello inédito. Tampoco ha publicado ningún libro de versos, aunque los tiene agrupados bajo los siguientes títulos: Los poemas del amor y del vino, Faros lejanos, Un libro místico, Canciones virginales, Canto a las sombras, Miscelánea y Después de la vida, este último de 1937”. En 1967, en la revista Isla de la Universidad Central de Las Villas, la cual dirige Samuel Feijóo, en su número de octubre- diciembre, incluye el poema Entre los lirios; y Feijóo ese mismo año publica otra muestra de sus textos en la antología Panorama de la poesía cubana moderna. También el poeta uruguayo Mario Benedetti incluye a Enrique en la selección Poesías de amor hispanoamericanas, la cual se edita en La Habana y Montevideo en 1969. En 1984 Alejandro González Acosta, en la revista Letras Cubanas, publica Los Loynaz: textos inéditos. Ese mismo año, el 4 de abril, el Museo Provincial de Historia de Pinar del Río, en Cuba, le ofrece un homenaje y asisten sus hermanas Dulce María y Flor. En fecha posterior -1987- el Gran Teatro de La Habana en un homenaje que se le rindió al poeta, edita el folleto Homenaje a Enrique Loynaz, obra que fue compilada por el estudioso y crítico cubano Pedro Simón; dicho impreso incluye la serie de Los poemas del 40 Luis García de la Torre

Entre 1920 y 1921 emprende un viaje a Europa que hubiera po- dido darle alas a su ser, sin embargo, sólo solventó su soledad. Se emancipó de la tradicional importancia política familiar. Su vida y obra demostraron tibieza ante la inclinación de ese tiempo hacia los sucesos cubanos, fue rebelde y auténtico con su desarraigo. Quizás fue la revancha ante todo lo que le estorbaba para su crea- ción, familiar y social. En su obra no expresó lo que se exterioriza- ba en Cuba, su universo era el de un yo constante coqueteando con una soledad abrumadora. amor y del vino, seis de los veinte poemas que la forman, y además los títulos Él vendrá por la noche del ciclo Un libro místico, Pasos en la noche y Cuando un aire inefable de Faros lejanos, Memento y Salmo de Versos dispersos..., Mi métrica y Biografía de Versos de narración..., y un anexo de Documentos que inserta una de las cartas escritas por Chacón y Calvo al poeta, varias opiniones sobre su obra y una Cronología mínima. La revista Unión, en su número de enero-marzo de 1988, da a conocer a través de su hermana Dulce María cuatro de sus poemas. El 14 de junio de 1991 el diario ABC de Madrid incluye otros textos del autor. En 1992, la Excma. Diputación Provincial de Valladolid y la Fundación Jorge Guillén, bajo el ojo editorial del crítico Antonio Piedra y la labor de compilación de Yamilé Manzor Llano, editan el título Alas en la sombra, con introducción de la propia hermana Dulce María, el cual abarca algo de la obra poética de los hermanos Loynaz (Enrique, Carlos Manuel, Flor y Dulce María, en ese orden) y la conforman de Enrique, textos de los cuales solo uno no era inédito La oración del crepúsculo antes titulado con su primer verso Quiero ser algo inmaterial. Sigue en 1993, una edición artesanal, que da a conocer el Centro de Promoción y Desarrollo de la Literatura “Hermanos Loynaz” de Pinar del Río en Cuba, con el título El misterio de las rocas calladas, el cual reúne 22 poemas. Al otro año la revista Letras cubanas, en su número 17, divulga algunas de las cartas enviadas por el poeta a José María Chacón y Calvo, y se comentan especificidades de sus creaciones. En 1996 en suplemento Pasos del diario Guerrillero de Pinar del Río saca el artículo Poesía en el tiempo de la investigadora Mariela Sieres Pita, junto con 4 de sus poemas. Ya en 1998 ve la luz Génesis de una poesía trabajo de investigación de de Mariela Sieres Pita, Rafael Bernal Castellanos y Everarda Vega, en Cuba. Comenzando este siglo en el 2003 el Frente de Afirmación Hispanista, A.C., México da a conocer la Antología de la poesía cósmica y lírica de Enrique Loynaz, con selección del poeta cubano Roberto Carlos Hernández Ferro. En el 2004 Ediciones Hermanos Loynaz, en Cuba, publica Poemas de amor y vino. Y en el 2007 Ángel Augier, poeta, ensayista, crítico literario y periodista cubano, Premio Nacional de Literatura, realiza una compilación en la isla. Además, es importante señalar que José María Chacón y Calvo, con quien tuvo una excelente amistad, fue presentador y partícipe de la única lectura que hizo el poeta en La Habana de 1943, en el Ateneo. La familia Loynaz y Cuba 41

Entre las pocas palabras dedicadas a su legado, recojo estas, que aunque tienen cinceladas la vida y la sangre son sin duda las emotivas-afectivas, y escriturales, más autorizadas: “Digamos que su poesía fue la más pura y su mensaje el más alto: era un mensaje dirigido muchas veces a Dios. No fue un poeta religioso, sino un poeta místico, que es cosa muy distinta y muy ardua, y en nuestros predios casi única.”26 Enrique Loynaz Muñoz dispuso sus obras en dos estadios: el primero de 1920 a 1924 el cual incluye los títulos Un libro místico, La canción en la sombra, Faros lejanos y Canciones virginales; y el segundo de 1940 a 1945 en el cual agrupó sus textos en Misce- lánea, Versos de narración y entretenimiento y Después de la vida. De intermedio en 1925 escribe Los poemas del amor y del vino, un libro luz de su oficio, y el cual impacientemente retomaré.

Entrampado en la oración de su manifiesto

De entre sus producciones, en 1922, aparece el exorbitante poema-presentación La Oración del Crepúsculo. Texto que indi- vidualiza a su inmerso yo, y caracteriza fatalmente casi toda su producción. Hay que reconocer que si solamente hubiera escrito esto, bastaría para estar, desde que se dio a conocer, esculpido en los anales de la lírica cubana, en honor y majestuosidad. Tamaños versos irán ganando páginas en la historia del arte literario, a me- dida que se vaya estudiando y conociendo más su arte, pero no se yerre marcándolo sin la virtud de la reinvención. Léase como la lírica-declaración que es y que lo ubica en el concepto místico por antonomasia. Lima con esta obra el antiguo conflicto entre la poesía y la búsqueda constante de la expresión que decanta lo místico en religioso. Porque lo religioso es la bús- queda y lo místico es la vivencia del misterio, lo inmaterial. Dulce María alude y coincido “es único”. Léase: La Oración del Crepúsculo

26. Introducción de Dulce María Loynaz al libro Alas en la sombra de los Hermanos Loynaz, publicado por la Excma. Diputación Provincial de Valladolid y Fundación Jorge Guillén, en 1992. 42 Luis García de la Torre

¡Mi Dios, quiero ser algo inmaterial!… Quisiera no haber jamás nacido y no morir jamás; ser tan sólo una fuerza: un color, un sonido, una luz… Ser un claro de luna sobre el mar. Ser un ardiente rayo de sol: Dar de mi fuego y mi lumbre a la Tierra, ignorando que allá en su seno, se agita como un sueño perenne, como un misterio torvo, la ciega humanidad. Ignorando sus vanos ideales, sus luchas por las terrenas glorias y el error ancestral de juzgarse a sí mismo grande, aún no sabiendo por cuál causa ha nacido ni por cuál morirá. No quisiera estar hecho de algo, existir, solamente para luchar. Luchar sin que el estéril río de la vida me lleve dulcemente a un remanso de beatitud y paz. ¿Con qué divinos dedos libertar mi materia de la prisión del mundo donde encerrada está? -¿Cómo podré diluirme todo, todo en la nada, en la luz?... ¡Mi Dios, quiero ser algo inmaterial!

Este texto posee la capacidad de levantarlo en el peldaño de poeta místico de la isla, y lo hace. Ocupa el lugar señero. La nota 30 al pie de página ubica la publicación de este poema algu- nos años después de haberse conocido otros de sus textos, pero la potencia, la madurez tan espaciosa y la convicción tan activa de su yo, aunque conocido luego, candidatea en calado y perfección para ser el manifiesto literario de Enrique. El adjetivo místico tie- ne su fuente en la palabra griega mystikós aparecida en el siglo III, que significa cerrado o misterioso, tópico común en la pro- yección de los versos más conocidos del autor. El abrazo entre su poesía y la mística tienen aquí origen en el mismo propósito de la una y la otra, la cercanía a lo absoluto, a lo no contaminado. El que le concedan la peculiar unión de su yo con lo que conforma Dios, en este caso lo etéreo anhelado. Costándole aun lo único que realmente se posee, la vida. Plantea en él un estado anímico, que aparece en la categoría de lo no asible, incorpóreo, proponiendo La familia Loynaz y Cuba 43

el figurar espacial en lo suyo. Y aunque profesa una pretensión religiosa, es arrastrado el lector, indudablemente, por el término inmaterial, lo puro, lo volátil y en esa imagen construida delira la mente. Este poema místico de Enrique funden idea y literatura en comunión, retomando el “uno” y la tarea va hecha: purifica la ilusión del autor, su empeño en el lenguaje es pedir, y da anhelo al lector, para saber si su apetito fue atendido, por lo que el texto no solo es máximo sino que lleva la curiosidad a por más de su obra. Y nadie lo heredó, aunque nadaba en las aguas del posmodernis- mo, ni cubano alguno lo antecedió: La Oración del Crepúsculo tiene un lenguaje exclusivo, aislado en él mismo, regodeándose auténtico entre sus propias raíces loynazes, y así continuamente se me repite en cada lectura. Cuántos ocaso habrá revisado el niño Enrique desde su úni- ca ventana, y qué pensamientos inmortales le habrán llenado distraído el deseo, para el acabamiento de ese dolor físico y que no fue, y que en el crepúsculo se acentúan: recuerde un simple malestar como insiste en el justo instante cuando el claror llega al día hasta que sale el sol definitivo, y no dan deseos de laborar para nada; o desde que el sol quiere ya ponerse hasta que oscu- rece, y la fatiga determina una continuada pésima noche. Y por años introspectivo pidiendo ser eterno sin tormentos, y ver fuerza en el color, el sonido, la luz, la sal; ver fuerza en donde el común de los seres ve relajamiento. O ya muy joven, cuán recogido en su propia intimidad, en perplejidades y recelos para con lo que no se comparte o entiende, pero que abunda en su mundano alrededor, cualquier cosa pudiera ser lo que le provocaba encogimiento, y le hacía sentirse vano en su meollo, y le es mucho más sano, lógico y condescendiente renunciar a todo lo terrenal, y ser artífice en el reposo del hombre, comprendiendo lo inmaterial como lo que realmente da vida a la vida. Piensa, tú que lees, hoy en tu poco tiempo de yo-existencia, o mejor dicho, en tu yo-supervivencia diaria, y qué es lo que te podría dar pujanza, y se te concede unos pocas semanas al año, ya que hay que seguir: un color preferido, un sonido estimulante, una luz gustada, una luna apacible y un mar vacacional. Enrique lo quería concedido alejado siempre, ya. 44 Luis García de la Torre

Y como todo texto del que escribe para sí tiene un lazo, y quizás el lector se descuida, pero es imposible que el autor no perciba, se contradice cuando pretende Ser un ardiente rayo de sol: Dar de mi fuego / y mi lumbre a la Tierra, ignorando que allá / en su seno, se agita como un sueño perenne, / como un misterio torvo, la ciega humanidad para luego ansiar No quisiera estar hecho de algo, / existir, solamente para luchar. Luchar / sin que el estéril río de la vida me lleve / dulcemente a un remanso de beatitud y paz! Enrique primero deja ver su individualidad, ajena a Cuba, para después ser un poco parte de esta; tal vez colocar la esencia familiar dentro del texto es llenarlo ¿propó- sito o despropósito? ¿Le pesó lo Loynaz? Me inclino porque el destello es egoísmo, raíz, garra para su fe, y se alude ser un poco Dios “se hizo la luz”. La luz en el designio feroz de lo alejado, lo misterioso, lo inmaterial, lo contemplativo: ardiente, dar mi fuego pero ignorando. Como Bárbara en Jardín1 “…ser un poco dios dispensador de mercedes.” Ante el tenue, espantoso y ciego mundo poseído que se inclina por sus mismos desórdenes y cala- midades. Que padece todas las guerras y ni idea, o tal vez cansa- do de esa lid del siglo anterior, independentista, de su padre que es Cuba viva. Generacionalmente queriendo ser otra luz, y no la gloria que no para de ser contada, en su cuna, entre sus allegados, en hombros y tan, tan, tan cargante para su honda personalidad juvenil. Odiando ver continuo lo vivido en el pasado, e intentan- do, ser disímil para el futuro. Quiere ser despojado de todo, ser sublime sin materia, ser aislado en lo más íntimo y alejarse de lo corpóreo del ser humano, zafarse. Ser la luminosidad de todo y de todos, por dentro y hacia afuera, a salvarse refulgiendo, pero muy lejos del exterior mundo cubano, que le detiene y estorba para el deseo expresado; y cuando entrampa el texto articulando lo contrario, lo dicho, le brotó lo Loynaz. Como texto con presunción mística del siglo XX, y sin des- tacables interioridades de figuras literarias, directo, veo solo un halo de imagen y el mero hipérbaton ¿Con qué divinos dedos libertar mi materia / de la prisión del mundo donde encerrada está?, esta experiencia que pretende sucede fuera de los claus- 1. Personaje protagonista de la novela lírica de su hermana Dulce María Loynaz. La familia Loynaz y Cuba 45 tros y órdenes religiosas, y llega en el ruido, en la vida moder- na, característica también de otros autores afines, en la cual se amontonan el cúmulo de errores cometidos desde siempre, y a los que más bien Enrique procura expulsar de su yo totalmente. Acullá, bien distante, remoto extremo ante el influjo externo del hombre. En estos otros literatos, que en su siglo enunciaron una vida activa en obra y “profesión” sobre la mística latinoamerica- na, y entendiendo la diferencia “vocacional”, en esta declaración no encontramos lo que en la mayoría de los demás: por un lado, reunido el afán de conjugarse con el servicio solidario a favor del pueblo, dejando una vasta obra en tal sentido, por ejemplo Ernesto Cardenal2, Oscar Romero3 y Helder Camara4; y por otro, autores sucesivos, pero también cumbres nacionales, los cuales tuvieron más bien una relación de formación, marcada por el ob- sequio u homenaje por la fe a Dios, aunque todos de singular manera, Eliseo Diego5, Fina García-Marruz6, Ángel Gaztelu7, 2. (1925- ) sacerdote, teólogo, poeta, traductor, escultor y político nicaragüense. Su poesía mística y religiosa se configura a partir de las circunstancias histórico- sociales, con una muy propia identidad personal. Léase su Canto Cósmico. 3. (1917-1980) arzobispo salvadoreño. Hablaba en poesía, dijo, que no quería gozar, ni descansar mientras hubiera un pueblo salvadoreño a quien liberar. Su palabra la encausó hacia la liberación y la justicia de los pobres. Léase Sé que mi hora se acerca. 4. (1909-1999) arzobispo brasileño, defensor de los derechos humanos y teólogo de la liberación. Léase Hijo de rey. 5. (1920-1994) poeta, escritor y ensayista cubano. Premio Nacional de Literatura en 1986 y Premio Internacional de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo en 1993. La poesía de Eliseo Diego, entrevista por Emilio Bejel, University of Florida, Gainesville: “Sabes que soy religioso. En todo el transcurso de mi vida, y aun en todo lo que escribo, hay un sentido religioso, aunque a veces no sea totalmente obvio en el sentido superficial.”. Léase Voy a nombrar la cosas. 6. (1923- ) poetisa e investigadora literaria cubana. Lo místico-religioso presente en mucho de los textos de la obra de García Marruz, se evidencia de disímiles maneras: en los misterios de la fe cristiana; en lo enigmático; en los paisajes por ser creación de Dios; y en el intentar acercar al hombre a la esencia de su creador, en converger la mística con el raciocinio que le permite darse cuenta al lector de que los aspectos materiales del mundo, y de las cosas, coexisten en lo concreto y en lo inmaterial. Léase Las miradas perdidas. 7. (1914- 2003) sacerdote y poeta cubano. Su poesía presenta un aura modernista; una estética ligada a los poetas de su época, los del grupo Orígenes del cual formó parte; la visión de la tradición de los místicos San Juan de la 46 Luis García de la Torre

Lezama Lima8, y hasta Virgilio Piñera9. En Enrique La Oración del Crepúsculo, su yo-manifiesto, alega otra experiencia. Sus pares todos iban inspirados en el contexto personal educativo o temporal, Loynaz iba a lo muy particular de su individual cos- mos, purgado de lo exterior, sin querer ser ni parte. Reitero según Dulce María “…y en nuestros predios casi única.”: entrampado ¿Cómo podré diluirme todo, todo en la nada, / en la luz?... ¡Mi Dios, ¡quiero ser algo inmaterial¡

… donde he bebido...

Con Los poemas del amor y del vino el poeta se aleja de cual- quier tendencia que a su obra le caracterizó, y que he podido con- sultar, o referenciar, entre los pocos estudiosos de sus creaciones. El aura ajena que trajeó siempre a Enrique, y que lo indicaba a lo largo y ancho de su ser como un escritor desasido de todo domi- nio externo, acá se fuga en este libro. Con 20 años escribe estos poemas haciendo notar sin dudas como todo su ente se vuelca a ellos sintiéndolos-pensándolos, y escribe y corrige. Me aventuro por estas singularidades que le denotan un válido interés, que fue él poemario favoritos del autor, o por lo menos el más trabaja- do, al deber recobrarse de sí mismo y las proyecciones místicas. Reposición que entre los conceptos filosóficos, ipseidad y mis- midad, podrían separar al Enrique autor de La Oración..., del de Cruz o Santa Teresa de Jesús; y una fuerte mirada católica de conservar las maneras y tradiciones. Léase Oración y meditación de la noche. 8. (1910- 1976) poeta, novelista, cuentista y ensayista cubano. En Lezama Lima hay presente una mística-poética ante la creación. Ve la poesía como existencia. La literatura en analogía con lo divino. Ve extensión entre la entidad y el poeta. Su obra, hace gala de erudición enciclopédica y subjetividad. Posee la luz de los poetas místicos, en correspondencia con la lírica como género divino y la intelectualidad del decir. Fue su camino a seguir, y dentro del cual creó grandes originalidades para la literatura cubana, las cuales se conocen y estudian por todo el mundo. Léase, toda su obra. 9. (1912-1979) poeta, cuentista, novelista y dramaturgo cubano. Su relación con lo divino, y lo místico, que existe sin dudas, lo lleva a los contrastes, a lo claro-oscuro. Las tradiciones religiosas le son extrañas, no ve en Dios un ente para exaltar ni idealizar, lo cuestiona, pero le tiene fe. Léase Un teológico atracón. La familia Loynaz y Cuba 47 este poemario, el cual le tendió como una tregua frente a lo que siempre se le achacó. En su etapa mística, respondería al concep- to de ipseidad, ya que, este como texto representativo, recurre en sí a la unión de su yo consigo mismo, lo cual le responde a su individualidad histórica y hermética, a la identidad personal que le distinguió del resto de la cubanía literaria, social y familiar, de la época; y en contrapunto, en Los poemas del amor y el vino, le guerrea explayarse en lo profano, mismidad, y son textos sujetos a un ser de experiencia: se complace en el devenir del ser hombre junto a una mujer, de gozar la edad moza y de la Baco naturaleza que le calienta una inspiración contundente, en todo momento de la clandestinidad amatoria. Ya referido anteriormente, Enrique estuvo presente, sin perte- necer por elección propia, en esas décadas de gloria de la poesía cubana. La cual venía transitando del modernismo, al posmoder- nismo y luego pasó a las vanguardias, en Cuba con sus singula- ridades, y en el resto de América. La brillantez de Los poemas… está cursada en la legalidad de presentar a un hombre distanciado completamente del mundo interior que le circulaba, y acorazaba en sus otros textos. Lo coloca en lo externo. Le hace emprender confesiones versadas muy comunes, que lo alejan de ese afán de hermetismo, por el deseo de consumar con su amada, y beber, y sitúan al autor en un real romanticismo veinteañero, de primera mitad del siglo XIX, en ese predominio del deseo sobre la razón, y que en los ejemplos que continúan sugieren un amor más bien entre aguas escondidas, por lo imposible de su visualidad social, pero igual da la pelea para su carnalidad. Es un texto en general sensitivo, de maneras suaves, con un estatismo de elementos que constantemente se suceden y solo va- rían en el anhelo, según las oportunidades. Que gira siempre en- tre lirios, colores, Cuba, el vino y un erotismo consumado. Él se afana en las sombras con ella, entre estos pocos recursos mencio- nados. Enrique logra un equilibrio simple de cubanía romántica de época, hablando de cosas reales, de las cosas que le cercan, y le provocan en sus versos, y en sus escondrijos. Estas realidades las expresa, y aunque realidad al fin, pueden ser interpretadas de disímiles maneras, para nada unisignificativas. 48 Luis García de la Torre

Inmerso entonces entre los poemas, y sus propósitos, van apa- reciendo en su franqueo, constantes, estos pilares.

Poema 3:

Nuestra embriaguez es como la embriaguez / que hace al lirio / dormir toda la noche sobre el agua del río

Poema 7:

Qué de lirios y qué de estrellas en el estanque. (...) / …¡Qué de estrellas y qué de lirios en el agua! / ¿Es que los lirios se vol- vieron estrellas blancas?

Poema 15:

Llena de la primavera del mundo y del cielo. / Llena de lirios. / Cierto que hemos llorado toda / la noche pero en nuestro / co- razón, hay rocío, / hay lirios / y sobre todo, hay vino...

Poema 16:

Entre los lirios, no podría / decir cuál es el cuerpo de mi amada. / Cuando baja a bañarse sola / por la mañana / y hace un aire claro / y está llena de lirios el agua, / Nadie puede decir / cuál es el cuerpo de mi amada. / Su cabello parece blanquear vagamente, / son más blancas sus manos blancas, / como lirios manchados de vino, ¡son más blancas! / y hasta su roja boca luce blanca. / Son blancos sus ojos / como sus pestañas, / los pies suaves como leche se derriten / poco a poco en el agua, / desa- parecen sus hombros y luego sus senos, / los brazos se alargan, se ablandan, / extrañamente, como / si fueran dos cintas de plata / y su piel parece entonces hecha de agua de lirios / de un brillo de aguas…

La utilización del lirio hace velar en los textos lo fortunio de lo exótico, lo único. Es símbolo de flor de mundo, y testigo de La familia Loynaz y Cuba 49 esos momentos singulares. La idea de transición que abarca su naturaleza habla del espacio que lo amatorio sugiere en la vida y obra del autor. El sentido oculto amoroso, que denota explícito, y que se permite superar durante los textos, aun por lo vetado de la relación, transgrede lo social y familiar de época. No obstante a lo disimulado, su entrega y mención, desde la antigüedad10 se le atribuye, a desearle una vida esperanzadora a quien lo tiene a su alrededor. Así mismo es señal de amor incondicional11 y de pureza en todo sentido, priorizando la lealtad. Lo que descubre al autor en su apogeo amoroso.

Poema 2:

La hoja amarilla sueña al caer… / Amada mía

(...)

La hoja amarilla llora al caer… / Es posible

Poema 7:

unas hojas amarillas se llevan el aire, / muy aprisa.

Poema 8:

El beso de mi amada es amarillo / como una flor de loto. Es amarillo / como sus labios llenos de rocío, / como su corazón lleno de lirios.

(...)

Mi amada es amarilla como un vino / amarillo, que nunca fue bebido…

10. Los romanos y los griegos obsequiaban coronas de lirios para desear una espléndida vida. 11. En la etapa victoriana los amantes lo entregaban en señal de amor. 50 Luis García de la Torre

Poema 14:

Cuando la beso se pone amarilla / y verde cuando la acaricio. / Yo no sé que embriaguez será esta / de mi amor que parece de vino.

El color amarillo aporta la ventura interna y la fertilidad en la carne. Su brillantez hace acudir al lujo que supone el en- cuentro, a la fiesta de cada día. Expresa la vivez de la mente en la expresión de un pensamiento alentado por el estar.

Poema 3:

… y nuestro vino es como el azul derretido / que se apaga en el fondo azul de cada zafiro,

Poema 6:

Todo lo pone azul mi corazón. Anoche / en el jardín lucías tan azul,

(...)

Toda tú: que eras como un azul entrañable / diluido en otro azul que no eras tú.

Poema 12:

Extendidos los brazos va derecho hacia el mar…/ Con la mi- rada suspendida busca un / secreto, no sabe dónde: y en sus ojos / el secreto del mar parece más azul.

(...)

sus dedos -exquisitos- limadores de azul.

La familia Loynaz y Cuba 51

Lo azul tranquiliza lo finito de la relación, no será. Sus en- cuentros son inmortales, sagrados, divinos. Van al fondo: al co- razón, a lo entrañable, a lo secreto. En su Cuba, en su mar, y en su cielo, Enrique coloca el azul como faraónico presente, eterno.

Poema 16:

Entre los lirios, no podría / decir cuál es el cuerpo de mi amada. / Cuando baja a bañarse sola / por la mañana / y hace un aire claro / y está llena de lirios el agua, / Nadie puede decir / cuál es el cuerpo de mi amada. / Su cabello parece blanquear vagamente, / son más blancas sus manos blancas, / como lirios manchados de vino, ¡son más blancas! / y hasta su roja boca luce blanca. / Son blancos sus ojos / como sus pestañas, / los pies suaves como leche se derriten / poco a poco en el agua, / desa- parecen sus hombros y luego sus senos, / los brazos se alargan, se ablandan, / extrañamente, como / si fueran dos cintas de plata / y su piel parece entonces hecha de agua de lirios / de un brillo de aguas…

Poema 18:

Yo sólo necesito beber como si fuera / un vino negro tu negra mirada.

Poema 20:

La que yo amo es negra como un vino / y yo estoy ebrio, cuando / diluida en la luz de la / noche encantada / ella viene despacio. / Nadie la visto nunca y apenas yo podría / insinuar como es la que yo amo:

(...)

De todos modos ella sola llena / mi corazón, es lo bastante en sueños, a mi lado / cuando en la noche clara / con la música oscura de mi flauta / de ébano, la llamo. / Me basta con saber 52 Luis García de la Torre que es negra de una / negrura intensa / como de nube de verano / como de agua remansada que se duerme / como de vino -inten- samente negro- de amor, / ¡para mis labios!

Poema 21:

Mujer negra y profunda ¡Vino celeste / de no sé qué cielo! / Negro vino, profundamente negro, / donde he bebido…

Utiliza el blanco como escondrijo de su amor y lo presenta en el poema con una anhelante mujer blanca; y remata en el 20 y el 21 cubanizando la consumación con otra mujer, una negra que asocia a la delación del misterio, a la elegancia y la sensualidad de estar escondido en ella, donde nadie sospecha. Mujeres blan- cas y negras son Cuba. En el brillo de su poesía se inculpa entre estas supuestas dos mujeres, y recién al llegar al final cae la duda de por quiénes se escribieron los versos. El color arrasa el velo, fue blanca una, que encanto; sin embargo la negra fue suprema: en ella bebió, se emborrachó en un disfrute bien pausado, activo, y por nadie fue visto. Enrique se envalentona en su penúltimo y último texto confesando su banquete oculto, de mucho amor y tanto vino. Deja a Cuba un poemario antiautor, para lo que se esperaría de él, según alimentó.

Poema 1:

Amor: -¿Cuál música está ahora temblando entre / los rama- jes de los pinares?

Poema 2:

¿Tú sientes la tristeza o la dicha que trae / para nosotros en el ardor de este verano?

(...)

en esta tarde de verano malva y roja La familia Loynaz y Cuba 53

Poema 20:

Pero parece que cuando ella viene, / el palmar hondo sueña / y cada hoja es una melodía en el bosque / de mangos… / Tal vez ella no vivió nunca en este valle / donde la busco

(...)

las ramas negras del palmar se inclinan / en la noche clara

(...)

y cada hoja es una melodía remota / en el bosque de mangos. / En sueños, ¡en mis sueños! / La luna redonda ilumina las cañas bravas en / enero de un modo extraño / ¡luna de enero entre las cañas bravas!

Indudablemente va transitando el texto por la isla y sus pre- textos: pinares, verano, palmares, mangos, valles, cañas bravas. En ese año de escritura, los motivos cubanos, van echando relie- ve a las estaciones, desde enero hasta la estival. Por la mano de Enrique se ensalzan logrando ilar la naturaleza caldeada de los versos con las dulces melodías de la flora nombrada, y la cual acomoda, para lograr el efecto de escondrijo cómplice, usando para ello la inmensidad que Cuba, en su barrio presumo, le pone delante.

Poema 1:

Cuando tú te acerques, todo esto caerá de / rodillas, amor mío…

Poema 3:

Amada mía, este amor nuestro sabe a vino… / Pero ¿Es un solo vino o, son todos los vinos / o ningún vino de la tierra? ...Un 54 Luis García de la Torre imprevisto / saber -¿a qué?- saber a dolor infinito / ¿El dolor a qué sabe? ...Ah sí. ¡sabe a lirios! / Nuestra embriaguez es como la embriaguez / que hace al lirio / dormir toda la noche sobre el agua del río / y nuestro vino es como el azul derretido / que se apaga en el fondo azul de cada zafiro, / que se enciende en las estrellas de media noche / cuando en el jardín palidecen todas las flores.

Poema 5:

No sé por qué, hoy te llevo / en mis labios… más adentro, / en mi pecho / … más adentro, / en mi corazón. / Hoy te siento / correr por mi sangre de fuego. / Hoy te siento cantar en mi si- lencio… / … más adentro, / hoy: Te llevo / en todo lo que tengo y, aún no tengo, / en todo lo que deseo, / en todo lo que pienso, / en todo lo que sueño, / en todo lo que busco, ¡aún más adentro!

Poema 10:

… ¿Su corazón, todo lo ama / o su corazón no ama nada? / Sobre su boca una granada / partida… y sobre la granada de su boca / una abeja loca. / ¿Su boca? ...Los racimos de uvas, las moras / …¿Su boca ríe ante todas las cosas / o su boca llora? / Sobre su cuerpo una bandada de palomas / en invierno, en estío: las mariposas. / ¿Su cuerpo? ¿Por qué canta la alondra / a la llegada de la aurora? / ¿Por qué los lotos han dormido toda / la noche y ahora tienen el frescor de la onda / y la palidez de la aurora? / ¿Su cuerpo? / ¡Qué de aromas! / ¿Su cuerpo? / ¡Qué de sombras!

Poema 11:

Por más que mi amada es / como la fruta y yo soy / como la dulzura de / la fruta, nunca / sintió / mi corazón, desde ayer / al lado suyo hasta hoy / tanta sed / de dulzura, ni gozó / un placer / tan parecido al dolor: / Yo se bien / que le hablé ¡mucho!del sol, / de la lna y de lo que / seguramente ella no / me podía responder; La familia Loynaz y Cuba 55

/ yo sé bien que todos los / minutos, al lado de / mi amada, para mí son / o al menos, debían ser / los más dulces… Pero lo / que no comprendo tal vez / en este dolor, / es por qué, / sal tengo en el corazón / y no miel…

Poema 13:

Dos copas de vino mi amada me ofrece / cuando con sus ojos me mira / y otra copa de vino parece / su boca que ríe y suspira. / Pero yo prefiero / del vino que guarda escondido mi amada / en la más secreta luz de su mirada / Del vino ligero / que sabe a caricia y a herida, / que sabe a su vida y mi vida / juntas… y no sabe nada: / Del vino ligero / por el que ella vive y yo muero…

Poema 16:

Entre los lirios, no podría / decir cuál es el cuerpo de mi amada. / Cuando baja a bañarse sola / por la mañana / y hace un aire claro / y está llena de lirios el agua, / Nadie puede decir / cuál es el cuerpo de mi amada. / Su cabello parece blanquear vagamente, / son más blancas sus manos blancas, / como lirios manchados de vino, ¡son más blancas! / y hasta su roja boca luce blanca. / Son blancos sus ojos / como sus pestañas, / los pies suaves como leche se derriten / poco a poco en el agua, / desa- parecen sus hombros y luego sus senos, / los brazos se alargan, se ablandan, / extrañamente, como / si fueran dos cintas de plata / y su piel parece entonces hecha de agua de lirios / de un brillo de aguas…

Poema 18:

Es muy tarde… Tal vez es demasiado / tarde para vivir. Apaga ya tu lámpara. / Yo sólo necesito beber como si fuera / un vino negro tu negra mirada.

56 Luis García de la Torre

Poema 19:

Tú también tienes mucho miedo; en tus ojos ebrios / he visto pasar un / reflejo -pena sospechable- de otra vida / y de otra insospechable juventud.

Poema 20:

La que yo amo es negra como un vino / y yo estoy ebrio, cuan- do / diluida en la luz de la noche encantada / ella viene despacio. / Nadie la visto nunca y apenas yo podría / insinuar como es la que yo amo:

(...)

De todos modos ella sola llena / mi corazón, es lo bastante en sueños, a mi lado / cuando en la noche clara / con la música oscura de mi flauta / de ébano, la llamo. / Me basta con saber que es negra de una / negrura intensa / como de nube de verano / como de agua remansada que se duerme / como de vino -inten- samente negro- de amor, / ¡para mis labios!

Poema 21:

Mujer negra y profunda ¡Vino celeste / de no sé qué cielo! / Negro vino, profundamente negro, / donde he bebido...

Y descorriendo el prejuicio que le afama, le da ánimo amplia- mente a: la carne y el vino, o el erotismo y el licor, o el sexo y la bebida. Revelado se deja leer. La poesía debe ser siempre motivo de estudio en la forma. Ir a su núcleo no se estila, es irreverencia ante el autor y el lector. Obsérvese desde su función estética para mantener el respeto por su carácter autónomo, y particular. Infringir ello puede se- pultar a los análisis que lo intenten. De la frontera hacia acá, véase la forma de la obra y el código, y no intente traspasarla. Vaya, y en cierta medida, al contexto artístico que desarrolla el La familia Loynaz y Cuba 57 poeta, no al histórico ya que el verso admite multiplicidad de criterios. Sin embargo, en un autor como Enrique Loynaz Muñoz, al cual la poesía le fue híper intimista, de él para él, se debe des- entrañar desde su contenido, desde para lo que la escribió, fue productivo, y no tuvo linealidad.

“Adentrarse en la poesía de Enrique Loynaz es traspasar las fronteras de la realidad y el sueño con todos los riesgos que ello conlleva...”.

Dulce María Loynaz IV Carlos Manuel Loynaz Muñoz, “el más brillante”1

Carlos, como le nombraban, tuvo años de iluminación poéti- ca, muchos lo ignoran, pocos se han asomado a su obra. La redescubrí a 6,414 km de donde estoy2. Pretendo, sin licen- cias y, ciertamente impulsado por el gusto de sus letras, ofrecer- las. Y es en definitiva lo significativo de todas estas palabras que acá continúo. Intento el estímulo de su lectura, y dar algo de luz a quien se le acerque. Sépase que cabalgará sobre pocos versos, y de alguien que fue embrollado. Están entonces, por el orden que se debe, al final, es lo determinante de este texto; o, ceda a vagar sobre Carlos: Un 3 de agosto de 1906 nace el más pequeño de los hombres de los hermanos Loynaz Muñoz, con todo lo que en la historia familiar, y de la época, supone el mérito de ser el benjamín: “Mi familia no me trató nunca como niña prodigio3 y si a alguien se le dio este tratamiento, fue solo a mi hermano Carlos Manuel.”4; y aunque le sucedió otra hermana Flor5, Beba, tres años después, venía con la majestuosidad, en todo, de ser esa mujer que des- pués fue. Hijo del General y de María de las Mercedes Muñoz Sañu- do6, Carlos es testigo de las corridas de los hermanos mayores, y pronto se les uniría a Dulce María y a Enrique, en aquella mo- 1. Palabras de Dulce María Loynaz sobre su hermano. 2. Distancia de Santiago de Chile a La Habana Vieja, en Cuba. 3. (1902-1997) Dulce María Loynaz Muñoz, escritora cubana. Una de las principales figuras de la poesía y las letras universales. La más grande escritora cubana del siglo XX. Premio Nacional de Literatura en 1987 y Premio Cervantes en 1992. 4. Cartas que no se extraviaron. La Habana, 23 de febrero de 1982. 5. (1908-1985) Flor Loynaz Muñoz, poetisa cubana. Nunca tomó en serio su poesía y la importancia de sí misma en la lírica. Sus textos fueron rescatados por Dulce María en un gran afán por darles vida. 6. Pertenecía a una de las familias más ricas y antiguas de Cuba. Tenía especial inclinación por las artes pictóricas y la música. La familia Loynaz y Cuba 59 rada de la calle Amistad con San Rafael7. Ya nacida Flor, y los cuatro en edad juvenil, se trasladan entonces a una casona de la calle Línea y 148, ubicada en el Vedado, Ciudad de la Habana, a inmortalizar más, el linaje y la vivienda, los cuales no tardan en anclarse, por siempre, en historia mutua a Cuba, y viceversa. Aquel predio formaría parte de la estirpe familiar: el espíritu soleado, de mar y de arte, le allegan y conforman, sin embargo Carlos, como su hermano mayor Enrique, preferiría las sombras. Los hermanos Loynaz estudian en casa con preceptores parti- culares, crecen y se encapsulan. Allí, durante la primera mitad del siglo XX, el mundo exterior se les interna: “Su falta de fe me obliga a explicarle ciertas pequeñeces hogareñas, como por ejemplo que suelo visitar a mi hermana que vive en el ala dere- cha de la casa que da a Línea de cuatro a cinco de la tarde y a mi madre de cinco a seis, y que a las seis suele llegar mi señor esposo…”9 Todos ellos durante esa media centuria legitiman sus creaciones. Y cuanto más creaban, más extendían, inconscientes, su dádiva a la escritura cubana ante Hispanoamérica. Carlos, delante de todos, poseía la habilidad del dibujo, la música y lo animaban a que escribiera poesía: “ ...nuestro her- mano Carlos Manuel, que nunca se doctoró, pudo adquirir una de las culturas más extensas que he conocido, al extremo que se le llamaba en el círculo íntimo, la Enciclopedia Viva.(...) …solo nuestro hermano Carlos Manuel persistió en aquel rumbo; sus incursiones poéticas fueron breves, extrañas y esporádicas, bien que muy ponderadas por lo que pocos las conocieron, entre ellos Juan Ramón Jiménez10 y Lorca11. Yo sigo pensando que su verda- dero reino era la música. Ya desde sus primeros años dominaba 7. Municipio de Centro Habana, en Cuba. 8. En ella se sitúa la novela inmortal de Dulce María Loynaz Jardín; y muchos otros textos de los cuatro hermanos. 9. Cartas que no se extraviaron, a Virgilio Piñera en 1938. 10. (1881-1958) poeta español. Ganador del Premio Nobel de Literatura en 1956. 11. (1898-1936) Federico García Lorca, poeta, dramaturgo y prosista español. Mayor referente de la literatura española del siglo XX. Estuvo asiduamente con las Loynaz, en la casa de Línea y 14, durante su visita a La Habana en 1930, sobre todo con Flor que fue su acompañante y a quien le regaló el manuscrito de Yerma. 60 Luis García de la Torre el piano, y andando el tiempo se hizo un consumado ejecutante en el cual granaba un original compositor.”12. Se conservan muy pocos poemas suyos13 y según la persona más autorizada, Dulce María, al reflexionar sobre ellos expresó: “...de lo que él quedó se deduce fue su estilo más leve, más aligerado de filosofía.”14 Lo primero a indicar es que de la veintena de poemas que, funestamente, solo se conservan, todos abarcan un período muy joven de su vida, fueron escritos entre el año 1920 y 1929; es decir, entre los catorce y los veintitrés años: “Carlos Manuel des- truyó casi toda su poesía… (...)... la traidora enfermedad que lo sorprendió en plena juventud y que agotó sus fuerzas creadoras. Acaso fue una cuerda, un arco que se tensó demasiado.”15 Dulce María, años antes, también había referido: “Esto también parece una mala pasada del destino, pero después de todo procuro con- solarme pensando que esa sería la clase de muerte que desearía para mí16; y es probablemente lo que tendré. Sin descendencia directa, con solo dos hermanos a mi lado, y los dos de fragilísima salud17, parece natural que yo los sobreviva y me alegro de que así sea. ¿Qué sería de ellos son mí?”18 Además, de cualquier otro registro se conserva nada: “De Carlos Manuel también qui- siera que usted tuviera alguno, pero él nunca concurrió a un estudio fotográfico y solo quedan unas cuantas instantáneas de Kodak.”19 Por lo tanto, se atesoran menos de diez años de una producción que fue calcinada por su misma intención, tal vez no voluntad: “La obra de Carlos Manuel sí se perdió totalmente; se 12. Palabras de Dulce María Loynaz en la Introducción del poemario Alas en la sombra. 13. Los publicados en Alas en la sombra, una veintena, y a los que me referiré con posterioridad. 14. Palabras de Dulce María Loynaz en la Introducción del poemario Alas en la sombra. 15. Palabras de Dulce María Loynaz en la Introducción del poemario Alas en la sombra. 16. Cartas que no se extraviaron, dirigida a Aldo Martínez Malo el 19 de febrero de 1976, se refiere a su segundo esposo Pablo Álvarez de Cañas el cual fallece en 1974 , y a su hermano Enrique Loynaz Muñoz que fue en 1966. 17. Carlos Manuel, el cual fallece un año después, el 18 de agosto; y Flor Loynaz un 22 de junio de 1985. 18. Cartas que no se extraviaron. La Habana, 19 de febrero de 1976. 19. Cartas que no se extraviaron. La Habana, 19 de junio de 1977. La familia Loynaz y Cuba 61 perdió con un drama de García Lorca que este le había dedica- do, El Público, del que ahora se habla tanto, pero le aseguro que no valía la pena. Probablemente el que dicen haber aparecido en Nueva York es apócrifo.”20 Con tan dilatada cultura, y hermetismo, es bien complejo ir al influjo, de un tierno Carlos de catorce años, pero evidencia en sus líneas ser heredero de un modernismo enrolado con algo más, y este “algo más” atribuido, por supuesto, a haber tenido una muy vasta biblioteca y haberla consumido. Con acomodo y erudición pudo beber de la mejor literatura; y por supuesto de esa primera generación de modernistas, de finales de siglo XIX, y que le cal- zaban a su interior, sobre todo con un predilecto familiar Julián del Casal21. Poeta admirado por todos los hermanos, y a Carlos le llega por actitud: Julián del Casal vivió poco y en soledad; Carlos vivió poco con voluntad, y cuando un ser se aleja mentalmente, está solo en su espacio, aun rodeado de gente, y se hace infran- queable en su mundo figurado. Incitado, fue con su pluma reciente a cantar, en medio de una Cuba republicana, en apogeo. Es un Loynaz, no le versó su voz a la moda patriótica22. A los catorce años va a romper con lo an- terior y comienza a formar parte de lo suyo. Bien personal, crea arte de sí, no es adquirido, está en él, individual y subjetivo, lejos de las vanguardias y la otra poesía, por ejemplo afrocubana, se- gún van los intereses sociales despuntando. Y cuando el escritor no pretende que nadie se asome a su obra, posee libertad innata: lejos desandan entonces los egos y los compromisos. Carlos iba independiente en su escondite. Colocando los textos en orden temporal, en este primero, Las tejedoras, se divisa una lírica aplicada avanzando. Tiende a com- binar su alma aciaga con la sustancia nocturna cubierta por la bruma personificada en velo. Escribe un poema terrorífico ado- lescente que asemeja más un panorama lejos del trópico, propio 20. Cartas que no se extraviaron. La Habana, 19 de junio de 1977. 21. (1863-1893) Excelente poeta cubano. Precursor del modernismo. 22. En esta etapa el país vive cambios en lo político, social y económico: se termina la última Guerra de Independencia (1895-1898) y las consecuencias que trae; y pocos años después le continúa la Primera Guerra Mundial, y en 1917, de una forma u otra, Cuba recibe los influjos de esta. 62 Luis García de la Torre de países bien al norte o europeos, con colores de invierno, bas- tante apocados, respondiendo además a su ánimo personal tras- pasado al escritural. Acciona su propio paisaje combinado entre sus viajes y sus lecturas. Lejos de la realidad caribeña e influido por quién sabe qué cosa sentida en un pecho que enrola tanto lo oscuro. Selecto en la ejecución escritural y sin igual ante lo que nos propone a los ojos y su alma transcribe. Pasa del modernis- mo, del post, de sus contemporáneos, y si hay un autor que con esta edad se le divisa, y acecha en este poema, es sin lugar a du- das el foráneo Edgar Allan Poe23, y llega a ser ese “algo más” de su biblioteca, que mencioné anteriormente. Tal vez hasta se diría que pudiera ser un pensamiento adoles- cente, típico en pesimismo, pero al ir a este texto tan bien labora- do, se anula la idea, y más bien me rodea que de su espíritu donde confluyen los catorce años, la sangre patriótica y burguesa, los intereses artísticos por montones y un ánimo peculiar, siempre a tiempo de estallar, simplemente se me ocurre leyendo estos ver- sos que de esta alma no se pudo ni se podrá saber nada. Por la forma, son versos adquiridos de la lírica europea, tie- nen algo de los parnasionos24. Se leen catorces versos de arte mayor: dos cuartetos de rima consonante ABAB:ABAB, y dos tercetos CCD:EED. Mucho tenía que curiosear Carlos, entre es- tudios, para escribir este soneto tan joven, tan pulido. Es basto interés y creación constante. Escribe con una métrica alejandrina rigurosa y controlada, no da cabida para licencias, una joya. En su elaborado trabajo, prima, ya dicho, la personificación. El título sugiere la labor de la bruma, como ser, ante lo natural, y va hilando su manto hasta forrarlo todo. Nombra elementos de la naturaleza que accionan: La bruma, con sus manos heladas; las rubias arboledas; sacude la floresta su melena salvaje; el viento, se ríe a carcajadas; el viento, azotando las negras siluetas del boscaje; el arroyuelo se esconde; la Bruma, encajes desplegan- do tras las nubes del cielo; además con la bruma, con sus hilos 23. (1809-1849) crítico, escritor y poeta norteamericano. Conocido como uno de los más importantes escritores universales de todos los tiempos. 24. Movimiento literario francés de la segunda mitad del siglo XIX. En respuesta al Romanticismo, cuidaban mucho la forma y pretendían ser ajenos a la realidad social. La familia Loynaz y Cuba 63 de plata confecciona una metáfora, que si bien no es compleja y es cómoda, es la necesaria referencia al título; y por último, transfiere al penúltimo verso, el símil mientras surge la Luna como una araña inmensa, que junto con la imagen del primer cuarteto la fantasma de las manos heladas (...) / Lentamente, los cuervos en lóbregas bandadas, / prosiguen su diabólico, infinito viraje van dando, al inicio y al final del soneto, pasos al infra- mundo plateado. Está presto como buen poeta: obra para sí, crea poco y figura harto. Para continuar dándole un orden, ab ovo, y utilizado el térmi- no lo jubilo de la narrativa, y me ayudo con el concepto, aparecen rescatados, después, un poema de 1922, y seguidos otros diez de 1923. A estos textos redimidos podría fijárseles un “trecho”. En el cual se reúne un universo sucedido de azul, primavera, rosas, estrellas, sol, fuego, agua, rana, y lo bendito. La esencia de cada una de estas palabras, son al contexto de Carlos, inexactas en lo que indican con sus acepciones. La realidad continua presente en las obras de estos años, y la lógica utilización de estos sustan- tivos de manera bien peculiar, inusitada, no son un estado para nada a modelo. El idioma tiene sus hábitos, y comúnmente se- rían vocablos afortunados, válidos, y hasta flojos para cualquiera. Pero entendiendo que para el joven poeta son los verbos del ba- rrio, los que tiene a la mano viviendo en esa casona bien cerca del mar, y de muy aventajada ubicación dentro de su ciudad local, los tuerce originalmente haciéndoles desaparecer lo elemental, y los utiliza más bien para dar con ellos una vuelta filosófica sobre lo que plantea: Azul todo y todo… / y azul nada, nada; / ¡azul que penetras, / azul, toda el alma!; y no tengo amor, / ni tengo / primavera.; Ella se quitó las rosas, / y sin saber, / la amé más, que como rosa, / como mujer.; Los viejos se inclinan / sobre las hojas secas, / a dormir. / Las estrellas caen formando / caminos nuevos.; Las estrellas paren estrellas (...) / Yo sueño a veces (...) / y ellas / empezarán a caer / en cascadas de luz sobre la tierra.; El sol había llegado / al Cenit / Y yo lloré mucho.; (Atrás se quedó la tarde / y ahora, la paz). / Traedme un poco / de aceite para las heridas…; Yo debí, en otra vida, / haber sido una rana; Di, perro (...) / Y tú, rana verde; Guano bendito que me dieron (...) 64 Luis García de la Torre para quemarte cuando haya / tormentas y caigan rayos.; y Como un pequeño insecto / he caído en la bruma. Son poemas escritos entrados los diecisiete años, donde con- tinúa la vida definiéndose, sin embargo ya a esa edad le iban acuñando, constantes, esas controversias filosóficas con las que Dulce María ligeramente determina la poesía de Carlos. Podría ir más allá, fueron proverbiales augurios. A continuación encontrará poemas de sus dieciocho años, que tienen por denominador “el misterio, la intriga, el secreto, la discreción, la reserva, el sigilo, el ocultamiento y lo hondo”, léase Mis enemigos me preguntan: ¿por qué quieres… Y en Adi- vinanza lo lleva a un nivel lúdico, propone jugar; esparcirse con el enigma enrevesado, el pasatiempo secreto, la reserva de la res- puesta en la intimidad y se da al lector el enigma. La solución es tu ejercicio, tu dilema, “tira la pelota”. Después se lee Flores, un texto breve y logrado. La actitud apostrófica lo hace moverse entre lo objetivo y subjetivo de cada cual, con un simbolismo a merced de cada psiquis; sabemos la respuesta, mas no el detalle: es una flor negra y profunda, y otra flor blanca y terrible; una grave y la otra grande y... se queda el poema pendiente, como en las conjeturas, o lo que sea capaz de revelar el lector con lo que abre: mi corazón, y con lo que sea para él intocable. Es un escrito inacabado en apariencia, pero relativo a cada subjetivi- dad, dependiente de cada cual. Cómodo en su métrica octosílaba, por el confort idiomático del español, y luce en su lectura como que un Carlos joven lo ideó, lo plasma y cierra su cuaderno de versos o da vuelta a la página, dándonos el tan llevado y traído hoy minimalismo. Y Carlos Manuel Loynaz Muñoz cumple sus veinte años, y reunidos cuatro poemas de hasta los veintitrés, los defino en un ciclo de “satisfacción”. Puras caricias al contenido de cada es- trofa; como en sonrisa, léase Yo tengo un jardín de Abril…. Los encamina por dos senderos: uno, etario triunfante, está explícito en Cumpleaños; y en otro que media la festividad, lo humano, la luz, y la coloca definitiva, en rango superior sí, pero padeciéndo- la, como que puede saltar, ya que algo acecha en algún recoveco. Se leen los cuatro poemas esperando el mazazo, y no llega defi- nitivo. Noto la lectura de Nietzsche en estos años, se le aparecen La familia Loynaz y Cuba 65 abogando aparentes espíritus libres: él, el auditorio de Ana y el agrimensor. Estos espíritus libres fueron para el filósofo un cam- bio radical de las tres figuras supremas de la cultura tradicional: el Santo, el artista y el sabio. Carlos quiere reflejar este cambio en sus textos. Estos conceptos le versan al Loynaz chico en sus poemas de los veinte, le aligera alegre la biología, y en ellos in- tenta hacer nacer algo transformador: él celebrando, el público distendido, y el técnico artista en su interés; pero ojo, es solo apa- riencia, y se le imponen los 180 grados, y vuelve todo al punto inexacto, cuestionador, inseguro, e implícito, de su filosofía. Le da explícitas riendas a Nietzsche en su concepto de cambio, pero las recoge para sí, en lo deductivo. La escritura de los cuatro son la concesión de una velada veinteañera, como forma tradicional de posición dominante en acto noble, superior ante agitaciones y miserias diarias. Por último, que al final ubiqué, aparece en esta edición un poema sin fecha, libre, Ella era.... El cual podría ser insertado, entre los cuatro momentos en que reúno su obra, en los textos de los dieciséis o diecisiete años: por los elementos nombrados; y por el énfasis rotundo de la antítesis al torcer filosófico lo que hay entre él y ella, dando cada vez la espalda y finalizando en cada estrofa con lo que solo coincide entre ellos, un punto final. El hermano “más brillante” de los Loynaz murió tres veces: la primera vez fue azarosa, cuando enfermó; la otra fue radical, cuando destruyó su obra; y la última fue natural, la que antes o después llega, a él en 1977. El hermano “más brillante” de Dulce María, Enrique y Flor murió sí, tres veces, no es extraño dado su gusto por los giros fi- losóficos. Lo sorprendente es que, a pesar de él mismo, continúa resucitado en su camino providencial por la poesía cubana, con estas veinte obras, y que siempre estará habitándonos:

Las tejedoras

La bruma, la fantasma de las manos heladas, con sus hilos de plata, va cubriendo el paisaje. Lentamente, los cuervos en lóbregas bandadas, prosiguen su diabólico, infinito viraje. 66 Luis García de la Torre

De rubias arboledas y plantas desgajadas, sacude la floresta su melena salvaje. El viento, el invisible, se ríe a carcajadas azotando las negras siluetas del boscaje.

Arroyuelo que otrora fue azul anacarado se esconde bajo el techo que al caer han formado las ramas esparcidas por el húmedo suelo.

Todo ha quedado envuelto entre la Bruma densa, mientras surge la Luna como una araña inmensa, encajes desplegando tras las nubes del cielo. (1920)25

Azul todo, todo en la tarde cálida. Azules los cielos y azul en las casas. Azul de la piedra azul, torres chatas. Azules los puentes, y azul la montaña. Azul, horizontes, azul, tierras bajas. Azul, cielo en fuegos, azul, agua mansa. Azul que se aviva y azul que se opaca. Azul todo, todo en la tarde cálida. Azul todo y todo… y azul nada, nada; ¡azul que penetras, azul, toda el alma! (1922)26

25. Tiene 14 años. 26. Tiene 16 años. La familia Loynaz y Cuba 67

Yo te daría…

Yo te daría mi amor vestido de primavera, pero soy ciego, señor, y no tengo amor, ni tengo primavera. (1923)27

Ella...

Ella se vistió de rosas y olía a rosa; y yo le dije: ¿Por qué te vistes de rosas si eres rosa tú también? Ella se quitó las rosas, y sin saber, la amé más, que como rosa, como mujer. (1923)

Esperanza

Las rosas caen, y de pétalos se han formado caminos nuevos.

Las hojas caen; hojas de oro cayendo forman caminos nuevos.

Los niños caminan sobre la blancura de las rosas.

27. Tiene 17 años. 68 Luis García de la Torre

Los viejos se inclinan sobre las hojas secas, a dormir.

Las estrellas caen formando caminos nuevos. (1923)

Parto celeste

Las estrellas paren estrellas y el cielo tiene, cada noche, cientos de estrellas nuevas. Yo sueño a veces que han de llegar noches espléndidas en que el cielo rebosará ¡de estrellas! y ellas empezarán a caer en cascadas de luz sobre la tierra. (1923)

Cenit

El sol iba subiendo poco a poco Y yo no creía más. El sol iba ya muy alto Y yo no amaba ya. El sol había llegado al Cenit Y yo lloré mucho. (1923)

¡Qué no me den los vinos! ¡Qué no me den de las mieles! La familia Loynaz y Cuba 69

Solo quedar quiero. ¡Dejadme quedar un rato junto al fuego, entre vosotros! (Atrás se quedó la tarde y ahora, la paz). Traedme un poco de aceite para las heridas… (1923)

Yo debí, en otra vida, haber sido una rana ¡cantando alegremente a la orilla del agua! ¡Quién sabe qué palabras le dijera a la lluvia, en un idioma claro y lleno de frescura! (1923)

Di, perro, ¿a quién llamas bajo la noche inquieta? ¿amas la luna? ¿estás, acaso, enamorado de una estrella?

Y tú, rana verde que floreces en el agua y cantas cuando llueve: ¿amas el agua? (1923)

Guano bendito que me dieron en un Domingo de Ramos en la iglesita del pueblo de aquel pueblecito blanco. Yo siempre te he de guardar en un rincón de mi cuarto para quemarte cuando haya 70 Luis García de la Torre

tormentas y caigan rayos. Guano bendito que me dieron en un Domingo de Ramos. (1923)

Como un pequeño insecto he caído en la bruma. Ella me va absorbiendo poco a poco; mis manos se están volviendo azul, poco a poco; mis ojos se están volviendo azul, poco a poco; mi alma se va volviendo azul, poco a poco. (1923)

Mis enemigos me preguntan: ¿por qué quieres a esa joven extrañamente pálida? No lleva flores en los cabellos, y la tristeza parece reflejarse en su mirada… Y yo he pensado, sin responderles: sus ojos son tristes, no lleva rosas a los cabellos atadas, y cuando sus pies huellan apenas las cañas junto al río, mi corazón queda herido como flauta. Dejad que las otras acrecienten el día con el áureo esplendor de sus espejos y de sus ajorcas. Tú sola, y solo para mí, casi no eres lumbre de estrellas que se reflejan en el agua. (1924)28

Adivinanza

No tiene forma alguna, tampoco melodía ni ritmo;

28. Tiene 18 años. La familia Loynaz y Cuba 71

y sin embargo, Él es la armonía. (1924)

Flores

Flor negra y profunda. Tú, la más grave, la que abre en el corazón almendra, plexo solar de los árboles.

Y tú, flor blanca y terrible, la más grande, la que abre en las cumbres intocables. (1924)

Cumpleaños

Ayer cumplí veinte años… Oro ardiente, la tarde entró por la ventana abierta en cantigas de pájaros, al giro de las niñas jugando a la rueda.

Ayer cumplí veinte años; todavía me llevo al corazón las manos… ¿Eran así las historietas que contaban? Allí dentro hay un pájaro que tiembla.

Vamos a sonreírnos que es verano y se cubren de rosas las cancelas… ¡Qué es muy dulce vivir cuando se tiene libros, papel y un poco de tristeza…!

Los árboles dan fruto, los caminos son largos y los ríos al mar llevan. 72 Luis García de la Torre Ayer cumplí veinte años, ¡y ya tengo -de oro ardiente- en mis manos una estrella! (1926)29

Oyendo el estudio 27 de Clementi

Noche del conservatorio que es hoy su noche de gala, y viene a tocar el piano la pequeña y dulce Ana. Con su vestido de tul tiene el aire de una garza; las alas se le han caído y ¡no puede levantarlas! Los caballeros de guante, dicen cosas a las damas; de un abanico que cae se oye un rumor a distancia. Niñas con clave de sol, cintas azules, rosadas… Noche del conservatorio; ¡con traje de luminarias! Y cuando el gran tiovivo empieza, Ana se levanta; -sus trenzas son oro vivo, de paloma a su garganta-. El piano la espera y ella debe atravesar la sala: Con el filo de un suspiro rompe los nervios que la atan, y al piano enfila sus pasos saltándose las miradas sin caer… y Tararín… (¿No ven cómo está de pálida?) Tararín, tararán… 29. Tiene 20 años. La familia Loynaz y Cuba 73

(Parece un lirio de aguas…) Tararán, tararín…

Las notas chisporrotean como luces de Bengala. Si una fusa o una corchea se fuga del pentagrama, ella las caza en el aire por la punta de las alas. La casa de Ana está lejos en una calle arbolada y ella va al conservatorio en bicicleta de plata. Contando va las farolas que de su umbral la separan, pero hoy las ve en el teclado bajo sus manos heladas; las teclas negras son árboles, farolas las teclas blancas. Ya faltan pocas. Mas, ¡ay! ya la niña se desmaya… Alguien va a buscar corriendo la bicicleta de plata… Todos aplauden y nadie ve la muerte en su mirada. Ella sintió que sonreía y las luces se apagaban. Deja su atril el Maestro; sus abanicos las damas; sus guantes dejan caer aquellos que los llevaban. ¡Vuelan jirones de música, vuelan por toda la sala!... ¡Y enterraron bajo el piano a la dulce y frágil Ana!... (1927)30

30. Tiene 21 años. 74 Luis García de la Torre Yo tengo un jardín de Abril, y en él guardo yo una flor, y también un ruiseñor

que canta en el mes de Abril.

La niña de los Pinares va con su cántaro al río:

debe tener los pies suaves: ¡Qué no se hiera, Dios mío!

Dicen que tengo un jardín y que en él guardo una flor, y también un ruiseñor. Dicen que tengo un jardín

La niña se va alejando bajo el dulce anochecer… Yo la he quedado mirando: ¡Qué no se vaya a caer!

Tengo un jardín en Abril. Tengo un jardín y una flor. Y también un ruiseñor. Un jardín en pleno Abril. (1927)

Retrato de E.Q.L

Este que ves de pelo de alambre recortado, hundida la mirada, fruncido el entrecejo, no es místico ni es sabio ni es orador ni es viejo: Es un agrimensor modesto y recatado.

De la verdad haciendo su culto más preciado, rechaza de su mente todo lo que es complejo La familia Loynaz y Cuba 75

y en virtud del Gran Orden, que en él es don añejo, sus ideas de plomo funde en molde cuadrado.

La acción vulgarizante de la vida moderna lo volvió maquinaria. Era hombre caverna; y aún puede que un recodo de humanidad se esconda

bajo la honda muy honda de su vida incipiente, pues guarda entre sus útiles, casi secretamente, un lienzo a medio hacer que copia a la Gioconda. (1929)31

Ella era…

Ella era un ave y yo una culebra.

Ella se eleva y yo me iba arrastrando.

Ella subía a la montaña y yo me ocultaba en la tierra.

Ella era la estrella y a mí me cegaba la luz.

(Sin fecha)

31. Tiene 23 años. V. Flor Loynaz Muñoz “Beba”, entre la mujer atemporal y la poesía laboratorio

Persigo este objetivo titular, releo a Flor Loynaz, indago, y aclaro que mi inicio no va entre ideas cien por ciento sucedidas. El texto por lo tanto más bien prefiero transitarlo, y ofrecerlo, de lo inexplicable al mencionado fin. Esta verdad de su vida1 ha 1. Alejandro González Acosta, La Dama de América. Flor: un personaje en busca de autor Al recordar a Dulce María no puedo evitar que me salte en el recuerdo su hermana Flor, “Beba” como le decíamos. Lejos de ser “una chiflada” como alguien ha dicho, era una persona centrada pero en su mundo muy particular, desde joven. Aún si no hubiera sido hermana de Dulce y de sus otros hermanos, ni hija del general mambí, habría que escribir un libro sobre ella. Era una exce- lente poetisa pero sus inspiraciones provenían de otra dimensión. Vegetariana desde niña pero al mismo tiempo fumadora empedernida de largos habanos y aficionada al buen ron, vivió gran parte de sus últimos años, antes de cambiarse a casa de Dulce, en su mansión del reparto La Coronela, en la Finca “Santa Bárbara” (Calle 212, esquina con 31, Municipio de ) dedicada así por la niña protagonista de la novela Jardín. Dulce solía decir: “Mi hermana es Flor, pero con espinas, y yo, de Dulce sólo tengo el nombre…” Tenía mucha razón. Ambas tenían temperamentos fuertes pero curiosamente complementarios: cuando estallaba una la otra la apaciguaba y lo contrario. Eran como el Ying y el Yang del Tao confuciano. Algún día debería escribir sobre Flor con más espacio. Pero aquí, sólo para representar la relación con su hermana –la más importante de ambas, pues fue- ron las últimas de la estirpe, la mayor y la menor de los hermanos- debo señalar que era un personaje de leyenda: de joven se involucró con el grupo ABC y el Directorio Estudiantil Universitario, organizaciones de acción violenta, a tal punto, que fue quien manejaba el Fiat desde donde se disparó en el puente de “El Laguito” a Clemente Vázquez Bello, entonces Presidente del Senado durante el gobierno del Presidente Gerardo Machado. Años después, cuando le presenté a una nieta de este señor, le dijo: “¿Tú sabes la historia, muchacha? … Hijita, pero eso fue hace tanto tiempo que tú no me tendrás rencor, ¿verdad?” Como un detalle asombroso relacionado con este suceso, debo comentar que en esa época, a pesar de la movilización policiaca, nunca se encontró el automóvil con el que se perpetró el atentado (además, pertenecía al padre de Dulce y Flor, entonces consejero de Estado). Para ocultarlo, Flor decidió esconderlo donde nunca se le ocurriría a nadie buscarlo: en el techo de su casa. Desconozco cómo lo subieron pero luego construyeron encima del auto una caseta de madera con La familia Loynaz y Cuba 77 una puerta apenas, y allí pude verlo en varias oportunidades muchos años des- pués, tal cual estaba cuando lo ocultaron, con gruesas capas de polvo y espesas telarañas, como un testigo impasible del tiempo. Tengo entendido que ese auto se encuentra ahora en el Museo del Automóvil en La Habana Vieja. Más tarde, durante una visita de Luis Buñuel a La Habana, se acarició la posibilidad de hacer una película con la novela Jardín, con una juvenil María Félix como protagonista y dirigida por el español, en esa misma casa, pero no prosperó el proyecto pues hubo una manifiesta incompatibilidad entre la toda- vía aun no “Doña” y la cubana. Hubo que esperar mucho tiempo para que el cine llegara a esa “casa fan- tasmagórica”. Cuando se filmó en su casa la película Los sobrevivientes (basada en un cuento de Antonio Benítez Rojo, “Estatuas sepultadas”), aquello fue entre epo- peya y zarzuela: uno de sus queridos gatos murió aplastado por un despren- dimiento del techo y se veló en su cama; “ofició” como “sacerdote” Germán Pinelli (interpretaba al padre Orozco en la película de Tomás Gutiérrez Alea; alrededor del lecho mortuorio, muy puestos en sus papeles, estaban también Enrique Santiesteban, Carlos Ruiz de la Tejera -recientemente fallecido-, To- más Gutiérrez Alea y Eusebio Leal, quien dijo unas sentidas palabras de des- pedida al felino). Habitaba sola la enorme mansión, vestida con una suerte de túnica griega y con el cabello cortado “a la motilona” (como si le hubieran colocado la mitad de un coco en el cráneo y afeitado el resto), fumando sus imponentes habanos y seguida por una multitud de perros y gatos. En unos de los Censos de Población –no recuerdo bien si fue en 1970- a un despistado encuestador le correspondió visitar la casa de Flor y ella misma me contó el diálogo; después de preguntarle sus datos generales como nombre completo y edad, le inquirió: “Profesión”. Respuesta lacónica de Flor: “Propietaria”. “Señora, dijo el muchacho, esa no es una profesión”. Y ella ripostó: “Eso lo dice usted, joven, porque quizá nunca ha tenido una propiedad, pero para ser propietario hay que ser abogado, arqui- tecto, plomero, electricista, psicólogo…” Imagino la cara de asombro del joven encuestador. Flor y Federico De todos los Loynaz, con quien tuvo verdadero afecto Federico García Lorca durante su visita a Cuba (que han exagerado y adornado con muchas falsedades, por cierto) fue sin duda con Flor, con quien el poeta granadino lo- gró mayor cercanía, por su similitud de caracteres irreverentes y desenfadados. Dulce María, en cambio, sintió rechazo por Federico por varias razones… (...) Pero a Flor, lejos de eso, le encantó el andaluz y fueron muy amigos, al ex- tremo que él le obsequió el manuscrito definitivo de “Yerma”, que después ella vendió a Martha Arjona para el Patrimonio Nacional (no sé dónde esté ahora el manuscrito)... (...) Un día de confidencias, le pregunté a Flor si “todo” lo que se decía de Federico era cierto, y después de dar una chupada a su habano me miró y dijo: “Se ha dicho que fuimos novios o amantes y no es verdad. Nunca le interesé a 78 Luis García de la Torre mutado más bien en leyenda, de tal manera que no sé en cuál segundo distraído cruzó la propia frontera de lo real y se contem- pló en lo maravilloso ¿Hasta dónde ha evolucionado su figura? ¿Dónde se desbordó de su mismo contexto? Cada vez que me asomo a algo sobre Flor, salta que su originalidad es la causa que ha hecho de cualquier suceso un relato folclórico alimentado de elementos que podrían ser de ficción, y la colocan todo el rato en un aire irreal, pero que por su esencia personal perfecta- mente son también verídicos ya que la base lo es. Por lo que lo atribuyo a que más bien parece la vida de Flor en desarrollo aún, en crecimiento perpetuo. Todos los que se han acercado, y los que no ahora sabrán, que entre la verdad que fue y la que es, van haciéndola crecer en interés, y queda mucho por descubrirse entonces. Y meditando más bien lo alabo ¡Es excelente! Todo acercamiento a Beba se fusionará abriendo las nuevas formas de estudio que su gran persona merece. Y por lo tanto, se verá pe- rennemente realizado el deseo de su hermana Dulce María, de que su ser y su obra, ocupen el lugar que merecen en la poesía de Cuba e Hispanoamérica. Yo entonces estaré a los pies del anhelo de la escritora y contribuiré a ello con lo que acá plasmo y siento. No seré para nada falaz. Sí objetivamente subjetivo. No hay otra manera de acercarse, o de respetar. Flor Loynaz Muñoz hoy ya no está, sin embargo si se acerca a ella sentirá que esa luz todavía pulula, y no tímida; que domina Federico y él tampoco a mí, pues éramos amigos. Pero tampoco es cierto que se haya ‘desatado’ en La Habana con otros placeres, porque era muy refinado y todo un “señorito andaluz”, con mucha clase y muy elegante a su manera.” Cuando murió, en el Hospital “Hermanos Ameijeiras”, muy bien atendida, fuimos a enterrarla en uno de los varios panteones de la familia en el Cemen- terio de Colón. Por cierto, Flor era propietaria de numerosas propiedades en la necrópolis. Ante la capilla del cementerio, los pocos que asistimos tuvimos un momento de indecisión (en 1985 aún era muy fuerte la represión religiosa), y a falta de brazos capaces, cargamos el ataúd –que parecía vacío por su escaso peso- Juan Emilio Frigulls (simbólicamente, pues era muy alto pero de una delgadez extrema, antiguo cronista católico del Diario de la Marina y entonces reportero en Radio Reloj), Delio Carreras Cuevas (cronista de la Universidad de La Habana, temblando, pues era muy temeroso), Eusebio Leal y yo. Oímos el responso, sacamos el sarcófago y fuimos a sepultarla. A falta de que alguien dijera algunas palabras de despedida, improvisé algunas, que ya no recuerdo bien. Eso fue todo. La familia Loynaz y Cuba 79 los espacios físicos y escriturales por los que vivió, y que casi es tangible ¿Fue una figura a destiempo? ¿No le llega el fin ese 22 de junio de 1985, y todavía continúa su majestuosidad por esta Cuba que aún le debe? Tuve una educación cubana en revolución: materialista, aleja- da de toda tendencia religiosa, o mística, e ilusoria en la confor- midad del hombre nuevo. Lo refiero para darle explicación a lo que voy a decir y que mucho tiene que ver a partir de ahora con Flor. Dado estos antecedentes generales, y el de muchas genera- ciones, seguido coloco estos otros: desde el año 1999 hasta un 15 de julio del 2004 estuve yendo todos los días laborables que un mortal debe cumplir, y muchos fines de semana también, a la calle 212 esquina 31, Reparto La Coronela en el Municipio Ha- banero de La Lisa, donde desde el 4 de diciembre de 1985 funge la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano; antaño la Quinta “Santa Bárbara”, la mítica casa de Flor. Aún mantiene su nom- bre original, el Premio Nobel de Literatura colombiano Gabriel García Márquez y presidente de la FNCL hasta su fallecimiento en el 2014 quiso que así fuera, se dice, tal vez está en alguna parte plasmado, desconozco. De lo que sí no tengo dudas y es muy cierto, es que la estirpe Loynaz, y lo que ha significado para Cuba e Hispanoamérica viene indisoluble con los lugares donde vivieron, porque ahí hicieron patria y cultura. Y la Quinta “Santa Bárbara” fue ideada por Flor, y materializada, por quien fuera muy poco tiempo su esposo2 el arquitecto inglés Felipe Gardyn. De “Santa Bárbara” me conozco cada rincón, cada madera y cada arreglo. Allí, y solo lo digo ahora, comencé a dudar de la tenden- cia de mi educación ya que me era muy evidente a medida que iba conociéndola, y quiero a partir de ahora sin dudas personi- ficarla, que había en Ella algo más que lo que se veía. No digo un espíritu ni nada parecido, digo un algo más que con los años fui concretando, y hoy la evolución del mundo me lo aclaró, o la mía, pero lo fui descubriendo a partir de Ella, y es la energía. La Quinta era rica, curiosa y viva energía. La casa respiraba, la casa era Flor. Como que estaba en un perenne estado de pre borrache- ra. Y otros días como que se manifestaba de llegar de paseo. Era 2. Se casaron en 1936. 80 Luis García de la Torre y es. Todo persona que vi ahí a diario o de paso, y por ser el lugar que es vi a muchos intelectos gloriosos, como que la Quinta los recibía, y cada una dejaba y se llevaba inconscientemente algo, y esto le daba a Ella esa euforia inexplicable, constante en singula- ridad y alegrías. Siempre. Éramos a diario personajes tomando la forma que Ella nos planificaba según sus días. Las ideas que sur- gían para el trabajo de la FNCL eran de una segunda generación del pensamiento: Flor recibía e ideaba; las personas iban a hacer lo suyo y esas propuestas intelectuales tan creativas eran el fruto de lo que su proceso mental había planificado minuciosamente para el disfrute en su Quinta. Todo muy inexplicable y mágico. Defiendo que Flor, activa, habita la Quinta “Santa Bárbara” desde lo conocido y desde lo no en su mundo particular, fecundo. Y de momento no asombraba. Me acostumbré a que fuera na- tural ¡Me convivía! Y a su alrededor, todo ese predio, toda esa vegetación, esas salidas y entradas, esa tierra, esa fauna, era su cabellera. Ojo que era un derredor joven en sentido etario, lo de- finiría como en nacimiento perenne y movido: plantas en cons- tante germinación, cachorros por doquier, calles recién mojadas siempre y en su paso el enigma de qué o quién llegará. Y como cualquier ser vivo tiene su aroma, el de Ella era a humedad, a la dulce humedad del tabaco combinada con ese olor extrañamente fugaz del fósforo. Esto que acá digo es completamente real. No pretendo vender algo. No intento que se suba nadie al carro de la videncia. No creo en ello. La Quinta “Santa Bárbara”, la casa de la poetisa cubana Flor Loynaz Muñoz, aún asoma a Beba en nuestras vidas y ambas lo continúan gozando. Quizás está todavía donde debe porque fue, desde la primera mitad del siglo pasado, una de las primeras mu- jeres que comenzó a vivir, por sus maneras, en esta contempo- raneidad. Nació para transitar más lejos del tiempo físico que le tocó, por lo que le continúa al 22 de junio de 1985, intemporal, esperando a gente entre las amplias puertas y ventanas de la Quin- ta “Santa Bárbara”. E irremediablemente tuvo que ser así ya que además tenía que ser el cuarto apoyo de esa mesa Loynaz que puso encima suyo la herencia del sueño libertario, y el montón de La familia Loynaz y Cuba 81 escritos que definieron a la isla y la colocaron en un lugar privile- giado dentro de las letras latinas, desde inicios del siglo XX.

Y Flor: en la poesía laboratorio

La poesía de Beba no tiene nada de lo que la primera mitad de su siglo produjo ya que no viene ni va a las cubanas causas antes mencionadas, y del siguiente tampoco ya que por elección, o te- mática, no participó. Para Flor la poesía fue el habitual laboratorio en el cual se mo- vió. Utilizo este término ya que está fuera de todos, como la poetisa. Con la palabra alejo el oficio entiendo, pero más bien encuentro que el vocablo laboratorio califica a sus poemas, los cuales están dotados de la virtud de ofrecernos que lo usual fue su motivo, y no precisamente lo más imprescindible, y cómo a la subjetividad de su lírica le fue mejor la hechura de sus guerras propias y no la de las causas comunes. Por lo que a la poesía de Beba, que fue única al encontrar su rumbo y al cual más adelante me referiré, me es fácil ubicarla en un antes y un ahora paralelo a la poesía cubana del siglo XX y XXI. Cuando era escrita en la primera mitad del siglo biológica y geográficamente pertenecía y no; cuando en la segunda se le desata más agudo su verbo laboratorio alimenta sin saberlo aún más la variedad de ejes temáticos con su propues- ta unipersonal; y ya transitando por el siglo XXI, continúa en la misma tónica de aún respirar, reviva, porque para nada le puedo restar, por supuestísimo, el desafío de trasfondo de su manera de vida identificada hoy cien por ciento con los anhelos de la mujer actual, y que solo mencionaré acá sin interés de adentrarme. La poesía fue para Flor el laboratorio en el cual combinó su ingeniosa palabra con el muy preciado mundo de las cosas y seres que pasan micro. Sus versos encontraron en esa reacción química la fórmula. Una poesía que, como ninguna otra sin lugar a dudas, da visibilidad a lo que sucede sin que nadie lo note. Reproduce lo ordinario en el fenómeno de su lírica, siendo el material del cual se inspira. Y al rodearnos tantos seres y cosas produjo siempre, por lo que el descubrimiento de su vasta palabra aún está por llegar. 82 Luis García de la Torre

Para dar una forma a partir de aquí es necesario aclarar que no posee deslinde alguno ya le fue ajeno cualquier intento de conti- nuidad, organización o publicación. Por lo que es imposible trazar principios y fines. Se asevera que comenzó a escribir de niña, sí; y que hasta el fin de sus días continuó sobre cualquier formato, también cierto3. Seré cronológico entre tanteos y logros: en la primera mitad del siglo XX, el primer acercamiento que tuvo a su lírica y el cual rechaza fue el de Juan Ramón Jiménez4 cuando publica La poesía cubana en 1936 e intenta incluirla; en la segunda parte de la centuria Max Henríquez Ureña5 alcanzó a mencionarla en su Panorama de la Literatura Cubana editado en La Habana en 1963; seguidos vendrían otros intentos, los cuales sí resultan cuando Dulce María Loynaz y demás estudiosos se afanan, pero deben entonces pasar casi veinte años para que en 1984 Alejandro González Acosta logre que la revista Letras Cubanas publique Los Loynaz: textos inéditos; luego el crítico cubano Pedro Simón realiza la compilación y las notas para que en 1989 en La Habana vea la luz el título Poesía de Flor Loynaz; después en 1995 es editado en España una compilación de la obra de los hermanos Loynaz por la Excma. Diputación Provincial de Valladolid y la Fundación Jorge Guillén bajo el título de Alas en la sombra y con nota de Dulce María Loynaz; y por último en 1997, según tengo información, las Ediciones Hermanos Loynaz de Pinar del Río en Cuba publican Como estrella escondida: poesía. Algo de sus textos ya impresos puede encontrarse en internet ya que han sido reproducidos, aunque realmente muy poco. Se encuentra más un manojo de artículos resaltando para bien su personaje legendario dentro de la poesía cubana e hispana. Por lo que para su disfrute y estudio hay que ir todavía, y felizmente 3. Alejandro González Acosta a petición de Dulce María Loynaz al morir Flor se personó en la Quinta “Santa Bárbara” y con doble afán, el del amor por la familia y por la letras, con minucioso cuidado fue levantando cada frágil corteza de pintura vinílica donde Beba fue dejando lo escrito hasta el término de sus días, y con mucho tino le entregó lo rescatado a Dulce María. 4. (1881-1958) poeta español. Ganador del Premio Nobel de Literatura en 1956. 5. (1886-1968) escritor, poeta, profesor y diplomático dominicano. La familia Loynaz y Cuba 83 en un sentido, a la magia del papel físico, o del lápiz para los aún más curiosos. Con lo antes ya anunciado …fue única al encontrar su rum- bo y al cual más adelante me referiré… comenzaré a repasar la evolución de su derrotero hasta acuñar su poesía laboratorio y desplegarla según vivía. La lírica de Flor que aparece en su adolescencia está para nada emparentada, ni aun intentando ver alguna evidente continuidad, con la que luego le haría ser la gran poetisa que es. Emociones y pensamientos de típica jovencita, según la época y lo permitido, es más bien lo que se lleva al papel. Cómodos versos que aisla- dos de su historia son poco rescatables. No dan ni de soslayo el aroma del puro ron que después ofreció. En 1924, en plena ado- lescencia escribía para sí:

El mismo camino

Hay que ir siempre por el mismo camino. Sobre la misma tierra, bajo los mismos árboles. Hay que ir siempre por el mismo camino que yo sola he cruzado ¡y llegar hasta ti! Y llegar hasta ti, con los ojos deslumbrados de la luz azul de todos los amaneceres pálidos ¡y llegar hasta ti! Para luego alejarme por el camino… llenos los ojos de la tarde…

Leyendo los tres primeros versos, se podría prescindir del tercero y la fuerza del cuarto y quinto verso sí se notaría. Flor utiliza en su aprendizaje el recurso innecesario de hacer lo mismo entre el título, el primero y el tercero y repite nuevamente el recurso en el quinto, sexto y octavo verso que igual opaca. Pierde con ello el texto. Pero leamos de 1926 como iba limpiando su poesía: 84 Luis García de la Torre Lleno de luz

¡Lleno de luz está mi corazón! Amo a la más mustia de las rosas; a la estrella más lejana… Amor que se va apagando con la tarde, amor que el aire lleva como una canción.

¡Amor que aunque se aleje o se me apague deja lleno de luz mi corazón!

No solo va dándose cuenta de que menos es más al no caer en el mismo error, sino que va goteando la sustancia que luego inunda su obra con el complemento la más mustia dentro del sin- tagma verbal y va entendiendo el oficio. En general se percibe el aprendizaje en desarrollo porque demasiado amor afloja el texto y hace perder la robustez que podría tener. Veamos, para ser justo, un poema de su hermano Carlos Ma- nuel de 1922. Flor hermana menor mujer, Carlos hermano me- nor hombre y ambos textos escritos con la misma edad:

Azul todo, todo en la tarde cálida. Azules los cielos y azul en las casas. Azul de la piedra azul, torres chatas. Azules los puentes, y azul la montaña. Azul, horizontes, azul, tierras bajas. Azul, cielo en fuegos, azul, agua mansa. Azul que se aviva y azul que se opaca. Azul todo, todo en la tarde cálida. Azul todo y todo… La familia Loynaz y Cuba 85 y azul nada, nada; ¡azul que penetras, azul, toda el alma!

En repetir términos no está el error. Acá la anáfora es el re- curso que prima, y del cual se vale para dar grosor y fortaleza a lo que desea plantear. Reitera cada vez sin molestar, sin hacer disipar el interés del lector. Ambos repiten términos, Carlos los sabe colocar, Flor lo está descubriendo con tropiezos. Me torno al verso referido Amo a la más mustia de las rosas, para muchos podría pasar sin penas ni gloria y hasta con un por ciento bien alto de cursilería pero no es el caso. Entrando ya a la juventud con sus dieciocho años dice en él a dónde irá la vista de sus ojos y en cuáles lugares pondrá su corazón. A partir de aquí aparece Flor, no en oficio, evidente, sí en asunto, de ese suspiro de ron nada aún llega pero se siente algo de sed. Leamos cómo un año más tarde ya domina la escritura y estar dentro de la misma temática amorosa nos ayuda a aclararlo:

No existe ningún muro

No existe ningún muro entre nosotros, si existiera con más o menos trabajo al final lo derribara. No existe abismo alguno entre nosotros, si existiera todo amor tiene alas. No es tampoco que estemos tan lejos puesto que toda distancia por muy grande que sea tiene un límite. ¡Y lo que tiene límite se alcanza!

Pero no es distancia ni muro ni abismo lo que nos separa… Es un frío infinito, inexorable -el frío de la Vida más que la Muerte helada-. Tú y yo -cómo suena triste ahora-, 86 Luis García de la Torre tú y yo, nos miramos cara a cara sin amor, sin dolor y sin reproche… Los dos tenemos frío, ninguno tiene alma.

En esta versada batalla entre ellos de camino, luz, muro y abismo está claro que tira el anzuelo dentro de aguas románticas adolescentes pero entre entrenamiento y entrenamiento, del que tengo noticias, recién en estos diecinueve años pesca algo ya im- portante dentro de lo que escribirá. Y llega su majestad Flor Loynaz Muñoz a la segunda déca- da, con dos poemas referidos a personajes bíblicos pero vistos, a partir de 1928, junto con todo lo demás que ofrecería, con ese ojo de testigo-subjetivo absoluto el cual nunca más se le nubló. Labora progresista y mordaz ante un tema religioso que siempre ha estado ahí, y que su clínica observa y reacciona dejándolo originalmente resuelto a su pinta, como paciente con tratamiento:

Abel

Abel fue rubio como las rosas bajo el sol.

(...)

Abel cultivaba la tierra pero el sol no tostaba su piel.

Abel nunca estuvo enamorado, sonreía siempre sin saber por qué

(...)

Y murió joven, osado, rubio… ¡Sin llegar a comprender!

Caín

(...) La familia Loynaz y Cuba 87

Sus cabellos eran lacios y negros;

(...)

Caín -aunque vivía de la caza- ignoraba qué cosa era morir ni matar.

(...)

Su crimen fue: ser fuerte ¡estar predestinado! Huyó lejos y nadie lo volvió a ver jamás… Sólo el sol…

Cada poema es lo del aparente hijo bueno e hijo malo que la historia bíblica nos ofrece. Y en el transcurso Flor suma como el mundo interior se supedita a los sucesos del exterior y deciden el porvenir de cada cual, lo usual. Pero el temple de ánimo de su hablante el lector lo percibe mellado, de indiscutible ex luminosi- dad católica. Su ojo para con este suceso puntual le da el derecho bien particular de conjugar la lírica del tema, desde lo material y lo espiritual, con una escritura que experimenta novedosa por su conclusión para con una historia tan llevada y traída y punto. Ojo y mucho reflector con esto, la lírica sobre temas religiosos de Flor va más ávida y contemporánea que la de poetas de su época y más veloz que la de los críticos y antologadores del misticismo y la religiosidad de su siglo. Su deber para con lo escrito muestra una fe activa y con bastante actualidad social, ya que la atiende cuestionadora e implícitamente necesaria a replantearse. Confirmémoslo en este fragmento deAngelus escrito en 1930 cuando la oveja descarriada regresa sumisa a su redil y sucede en el soneto que:

La oveja se ha acercado humildemente hacia el viejo pastor, que indiferente sólo calcula el precio de su lana.

Ella la pena expresa en un balido. 88 Luis García de la Torre Y Dios que siempre al manso ha respondido. le contesta en lenguaje de campana.

Un poeta como su hermano Enrique Loynaz Muñoz, interesa- do entre los 16 y 20 años en una poesía inclinada a la fe, escribe sin embargo:

Tú estás en el misterio de las rocas calladas, por eso amo las rocas; y en el misterio de las alboradas, por eso amo la luz…

Recurso el camino sobre mi teoría y comienza Flor explícita a regalarnos la puntualidad del objeto poético. Estrena la origi- nalidad de muchos términos insertándolos líricos en sus poemas laboratorios. Combina al género literario con la dimensión del mundo que le interesa. Y en la medida que pasan los años va aún más puntual aterri- zando su interés, léase:

Mi novia es el sol… Y mi amor es como una sombrilla de encajes entre mi novia y yo.

1930

Orquesta

Mi amor no es el arpa que canta ni el laúd que tiembla y que llora. No es la lira de pura línea ni el violín que retoza. Mi amor no es tampoco el tambor hondo que ruge y reposa… No es la flauta de agudas espinas en sus notas La familia Loynaz y Cuba 89 ni el violoncello anciano cuya música suena como el recuerdo de alguna cosa.

No es el piano rico de armonías como un torrente de gotas sonoras…

¡Mi amor retumba en las Trompetas Finales que no habrán eco entre las cosas!

193...

Entre esos años 30 Beba tiene una fertilidad escritural fuera de serie. Toma de aquí y de allá, de todo lo que le rodea, hace un mejunje poético único. Su interés se vuelca a su entorno más cercano de manera definitiva y no ha dudas de que su ángel no procede del cielo sino de la tierra:

A Gabriel Castaño

Castaño: Tú eres como un ombligo enorme y siniestro. Tú eres como el ombligo de un gigante muerto…

(...)

Más que la fosa eres profundo… y en tu hueco se arrastran los gusanos de todas las putrefacciones del mundo. ¡Ombligo trágico del Universo!

1935

A la Bovina

(agradeciéndole su valiosa colaboración en los momentos difíciles) 90 Luis García de la Torre El motor suena bajo y hueco: es raro que el motor de la máquina suene a mar. ¡A mar! A ola suena el hierro. Las gomas están tensas, las ruedas comienzan a girar en silencio;

(...)

El asfalto de la calle ha robado al amanecer un gris ligero. ¡Asfalto de la calle, roto a trechos!

Y además dedicado este soneto al mismo objeto, con evidente culto a su función:

A la bobina: Mi fiat de 1930

Muéstrate indiferente o refractaria al elogio que tienes bien ganado: pues que sin duda aquel que te ha elogiado desconoce tu alma extraordinaria.

Alma que de manera involuntaria a la par que tu hierro se ha forjado: el alma de un titán encadenado grande y sumisa está en tu maquinaria.

Temo que te rebeles algún día cansada de mi frágil tiranía. En tanto vas veloz cuando yo quiero

sin que nadie jamás ose alcanzarte. ¡Y yo con los demás soy a envidiarte pues te envidio el corazón de acero!

1935 La familia Loynaz y Cuba 91

Extraordinario texto el cual personifica al elemento como dama cautiva dentro del armazón. Unifica afectivamente la ma- teria y el espíritu. Engrandece a la máquina con su admiración, junto con la de otros, por la perfección que suponen sus laderas milimétricamente pensadas, por la belleza de sus elementos com- puestos que engranan proyección y suponen avance humano. La siente hasta posible liberadora, según se le dé demasiado uso, porque pudiera tomar el mando de su acción, independiente de Flor ¿Les es familiar? La industria de cine contemporánea. Y le reconoce celosa la resistencia ante este mundo en el que es mejor tener el corazón forjado. No es agotador dejar de mencionar su texto Trenino, el cual es el más señalado de la autora. Es el símbolo carnal de su amor por cuanto ser vivo transita en este planeta. Beba enarbola las parti- cularidades del animal viendo en ellas virtudes antes los defectos del hombre. No quiero pasar por alto dos comentarios que se ameritan: uno, la fuerza muy válida que tiene hoy el reclamo por los derechos de los seres no humanos; y dos, la falta de interés por tener hijos y sí por criar animales. Flor en este texto de 1936 condiciona las dos tendencias:

Trenino, hijo mío, mi perro: quisiera tener tu corazón tanto como quisiera tener tu cerebro (...)

Y un cuerpo como el cuerpo tuyo: fuerte, ágil, rudo a la vez ¡eso yo quiero! Odio el hablar, que es privilegio triste, prefiero tu ladrido: es más sincero y más noble y más claro que la inútil palabra con que hablo y con que pienso. (...)

Trenino, mi perro, mi hijo: tú eres el mundo todo entero 92 Luis García de la Torre puesto que eres inocente y fuerte como el mundo en que creo.

Sobre textos dedicados a personas es bien curioso ver qué elementos combina para la relación, cuáles piezas engrana para el funcionamiento lírico. Admitiendo que son poemas sin preten- siones de darse a conocer viene la lectura con la complacencia de una percepción cien por ciento sincera. En 1941 crea: A mi tía Doña Virginia Loynaz del Castillo (personaje inolvidable)

Virginia: Dinosauria virgen, devoradora de rosas… Has muerto de hambre y sed: ya que las rosas todas no bastaron y la primavera de fue.

Virginia: ¡desoladora tía! Diosa antigua de un pueblo fenecido, dime ¿qué luna de color de hiel ilumina tu Templo que olvidó la Mitología?

Y un favorito, del cual no iré más allá de este párrafo, pero que por fuerza no puedo dejar de señalarle estos dos aspectos increíbles que validan su poesía laboratorio: el título, el más ale- jado de lo grandilocuente que significa un poemaDespués de una radiografía, E.L., y su magistral inicio y finQue no pudo morder tu pulmón joven. Listo. Por estos mismos años encuentro esta obra que observo curio- so ya que me descubre cómo lleva su faceta a una nueva magni- tud. Mezcla el oficio con el decir espontáneo, lo fácilmente com- prensible, con una frase del habla informal cubana y que anuncia se fue a bolina. Me crea interés no tanto el resultado como la ela- boración. Me atrae más el proceso que el producto. La veo más gustosa sacando el término de aquí, buscando ingredientes de La familia Loynaz y Cuba 93 allá, que saboreando los mismos versos ya concluidos. El guión fue genial, no tanto la película: Bolina… Bolina… La remota ciudad de Bolina a donde van los papalotes perdidos. Ciudad hecha de azúcar y nácar escondida tras un mazo de nubes, cercada de neblina -una neblina entre azulada y lila-. En un silencio casi musical Bolina alza a la nada sus torres agudísimas en que se enredan los papalotes -a lo lejos parecen banderitas-. ¡Bolina, Bolina! Quizás el amor que arrebatara el viento llegue a ti algún día.

En 1953 ya Flor está en sus cuarenta y cinco años y viviendo hace casi veinte en la Quinta “Santa Bárbara”. Entra a la otra mi- tad del siglo y llegará el momento del que líricamente no podrá restarse más. Todo ese mundo literario estaba por independizarse de su madre y salir a lo que fuera. Aun empeñada en su escondite, y recelosa, entendía que no lograba poner suficientes barreras a la función que cumplirían sus obras para la Cuba literaria, ídem que sus hermanos. Quizás por ello, diez años antes que Max Henrí- quez Ureña consiguiera citarla en su Panorama de la Literatura Cubana, ya Beba visiona y por si acaso, hace un alto en ella mis- ma y escribe un gran soneto el cual es más bien un ceder hacia el resto, nosotros; y además en él da un único paso, el de abrazar compromisoria la íntima poesía de Dulce María. Veo en la lectu- ra a la mujer curiosa que se despoja de su poesía laboratorio, se zafa de su mundo. Intuye el porvenir. Y quizás por ello se aferra en el resguardo a la estirpe Loynaz uniéndose sólida a la lírica intimista del Premio Cervantes. Cosa para nada común entre la poesía de cada uno de los hermanos. No quiero dejar de citarlo íntegro ya que de manera real es una revelación si atiendo a lo planteado, y dice al respecto por si es sorprendida: 94 Luis García de la Torre

Yo no quiero otra sangre que la mía: esta sangre que lleva por mis venas mezclándose al acíbar de mis penas la dulzura de mi melancolía.

Yo no quiero otra sangre: no querría ni fuerza ni salud si son ajenas. ¡Quiero ser lo que soy! ¡Y soy apenas! Y aun de mí me fatigo todavía.

Ya pasó la olvidada primavera y se encanece mi cabello lacio… Como estrella que oscila en el espacio

late mi corazón, que nada espera. Déjale adormecer, y que despacio entre las sombras de mi pecho muera.

Dulce María en 1947 en el poemario Juegos de agua, también con cuarenta y cinco años, ya había escrito este siguiente texto tan diferente en estructura al anterior y tan divergente en el senti- do de ser una posibilidad y el de Flor un hecho. Pero convergen- tes cien por ciento en el sentido, en el temple, en el apoyo que le da uno al otro y en la evidente sucesión literaria de la hermana menor:

Los estanques

Yo no quisiera ser más que un estanque verdinegro, tranquilo, limpio y hondo: Uno de esos estanques que en un rincón obscuro de silencioso parque, se duerme a la sombra tibia y buena de los árboles. ¡Ver mis aguas azules en la aurora, La familia Loynaz y Cuba 95 y luego ensangrentarse en la monstruosa herida del ocaso…! Y para siempre estarme impasible, serena, recogida, para ver en mis aguas reflejarse el cielo, el sol, la luna, las estrellas, la luz, la sombra, el vuelo de las aves… ¡Ah el encanto del agua inmóvil, fría! Yo no quisiera ser más que un estanque.

Con estos dos decires justifico lo plateado. Total la sinceridad de hacer saber quiénes eran. Flor abierta ante lo que brinda de- clara íntima, cinco años después que su hermana, que no quiere ser otra mujer. Dulce María pictoriza lo que quisiera, y ahí nos revela sus modos reales. Las dos van pareadas en su intención. Flor afirmando y Dulce María pretendiendo explícita al mencio- nar el anhelo, contrario a lo que ella es. Magistrales textos, pero afine la mirada y vea: no dicen en el decir. Se cuidan todoel tiempo las espaldas. Muestran todo y nada. Flor escribía para sí y no necesita por ello aclararse ni sus penas, ni su melancolía, ni definirse, y sí solo afirmarse¡Quiero ser lo que soy! Sola se auto refiere. Y Dulce María siempre en esa lírica que le salía sí o sí de su yo, de ella con ella sin restricciones, pero que uno siente que jamás se descubre. Cerrada la develación del soneto y su antecesor, le llegaría la segunda mitad del siglo en el cual estará más atenta al micro- cosmos. Si antes en su poesía mezclaba lo muy propio con la grandeza del género, ahora más ajena a lo que sucediera afuera6, inmersos versos llegarían inspirados todavía más en unos meros metros cuadrados. Me convoca un texto de 1967, impecable para su continuidad, otro soneto En vísperas de una operación. Título que demuestra de dónde va a venir aún más la agudeza de sus poemas, de qué se va a asir en su reacción de laboratorio para obtener un compuesto lírico en el cual mezcla, en este texto podemos tener un ejemplo concreto, la forma clásica de un endecasílabo con sus cuartetos 6. Triunfa la revolución cubana en 1959. 96 Luis García de la Torre y tercetos y una inspiración puntualmente contemporánea para estas épocas por lo común de estas intervenciones. Quisiera hacer valer el último terceto el cual recoge además de lo referido un simbolismo personal, familiar y por ende pa- triótico, y que amerita ahora destacar. Ojo que este es un perfecto final de recordatorio. Una implícita y puntual clase de historia y literatura que vienen al dedo con la efervescencia política de esos años y que Flor la acentúa, la combina con ella, con su filiación:

En cuanto a mí, casi no pido nada: sólo que pongan en mi mano helada el eslabón de una cadena rota.

Para mí hace tácita referencia a su antecesor directo y a otros mucho más lejanos que se remontan a la conformación de la pa- tria, y los une a su yo aguerrido. Se ata en el verso … si ya la muerte me depara a parte de la historia Loynaz. Todos fieles a la independencia, a las subjetivas conquistas, al adelanto para con sus años. Y de ahí el declarar casi a los sesenta años por lo que vendrá y por lo que fue sólo que pongan en mi mano helada / el eslabón de una cadena rota. Flor Loynaz a partir del año 70 continúa más arriesgada en su hacer poético personal experimentando entre formas y motivos. Y no cede ante su reserva de publicar, ni antes ni después. Aúno de esta época tres textos puntuales de 1976 que des- corren en cierta media algo de la vida de la autora, quizás en su dádiva por si alguien la leía, o tal vez por todo lo contrario. En el primero que destaco escribe:

A mi perro Teodulfo

(que sólo vivió un año)

Cuando pongo en algo un poco de amor se me pierde… Amor que es ya como la luna empalidecida en el cielo de la aurora. Luna mellada… La familia Loynaz y Cuba 97

Agonía… ¡Amor todavía!

Flor toma a su querido Teodulfo, a lo que le representó, lo hace recorrer toda su vida y concluye con un complemento que retoma en símil personificándolo en la naturaleza. Y al terminar deja suspensiva el epíteto y la angustia, pero exclama enfática que aún persiste el Amor presuponiendo su intensidad, y no como una posibilidad. Beba no cede casi entrada en sus setenta años. Sigue honesta a su lírica laboratorio: toma de su amor, de un año vivido, de su vasta cultura, de su fuerte deseo de futuro y mezcla, reacciona, dejando encima de la mesa un poema de siete versos que maestro compacta su energía. De los otros dos textos, que son sonetos subsecuentes, uno explica el momento que vivía la autora y toda la nación. No es mi deseo entrar en un tema social desgastante, pero al aludir en él a la falta, grandeza práctica y utilidad liberadora del papel, historiza cómo iba su patria:

Sin papel

Esta vez el papel no me ha alcanzado y la palabra vuela libre al viento. Volará como vuela el pensamiento hacia el país del sueño no soñado.

Lo escrito no ha quedado terminado pero está vivo: que vibrar lo siento con tañer de campana el firmamento en un azul, de nubes despejado.

Aun cuando nunca más papel hubiera o mi mano cansada no pudiera trazar con línea firma la idea pura ella estará cual lava derretida socavando la tierra estremecida hasta saltar un día ¡estoy segura! 98 Luis García de la Torre En el otro sigue mostrando como su micro mundo le llama al verso y presta lo combina con la grandeza de esas utopías llama- das libertad y respeto ajeno. Flor en la vida y en la escritura las practica e intenta:

A una hoja de papel que me regaló Dulce María

Es una fina hoja de papel con la que el viento alegre jugaría ¡cuántas cosas en ella contaría que al corazón me suben en tropel!

Mas seguiré guardándolas en él, en esta delirante algarabía donde el llanto, la risa y la poesía se mezcla como acíbar, sal y miel.

Dejemos esta hoja en su pureza guardando la palabra inmaculada: si quiere, por el viento arrebatada

andar el mundo ¡vuelve con presteza! Que no será mi mano fatigada quien sujete su vuelo a mi tristeza.

Una pasión real por la literatura le hizo producir siempre sin pretensiones de notarse, y la humildad la torna libre. La empatía humana concebida en verso la adelantó a su época, a un tiempo el cual todavía no llega. No vemos en el hombre nada de lo que para Flor era evidente. Deben suceder todavía muchos más años para que un por ciento mínimo de personas procedan igual, salven el alma y de paso al mundo. Beba no fue de su época, tuvo que estar por lo ya dicho, pero va mucho más allá, por dentro y por el proceder de afuera. En este texto lo testamenta explícita, escribe qué es para ella primordial. Se debate entre el hecho de conservar la genialidad o la vida. Y elige natural salvando su mundo. Flor es virtud: La familia Loynaz y Cuba 99

En mi biblioteca

Libros maravillosos y deshechos donde la traza y la polilla un día con hambre semejante al hambre mía aquí encontraron alimento y lecho.

Viviendo estamos bajo el mismo techo ¡y bien conoce Dios cuánto querría aplastaros a todas a porfía si al corazón no repugnara el hecho!

Mas pienso en vuestras vidas pequeñitas que aquí transcurren apaciblemente: y en mi vida que pasa lentamente

como un ala entre sombras infinitas. Es por eso que inclino la cabeza y se cruza de brazos mi tristeza.

1977

Por esto sostengo que aún mantiene la esperanza en “Santa Bárbara”. Labora infinita en su universo y todavía escribe en el aire, sin fatigas, por los seres y cosas que no tienen voz. Yo no lo vi pero lo encontré en mi paso por el lugar muchas veces. El último texto del cual tengo noticias data de 1978. Como los anteriores sonetos lo transcribo íntegro. Más que ameritarlo lo debemos a nosotros mismos:

A mi madre

Madre, cuando ahora miro las cosas que guardabas no sé desde qué estrella se llega a tu sonrisa: son cosas pequeñitas, ordenadas sin prisa que aún no acierto a saber por qué las conservabas. Tan limpias, que hasta el polvo que en la envoltura estaba me ha dejado en los dedos suavidad de cenizas…La Ceniza del 100 Luis García de la Torre

Miércoles, que de la muerte avisa a quien por sus afanes diarios la olvidaba.

Hoy ¡con cuánto cariño conservaré estas cosas que nadie ha de robarme por lo poco que valen! Me robarán el oro, la plata, hasta las rosas…

Mas, para suerte mía, los ladrones no saben que mi mejor tesoro no está en la alcoba oscura, sino en mi corazón colmado de ternura.

1978

Diferente a los anteriores endecasílabos, leemos aquí un cu- rioso alejandrino frecuente entre los poetas modernistas y que a su vez lo toman de los parnasianos de la segunda mitad del siglo XIX. Flor a sus setenta años experimenta mezclando la forma al ir al origen más puro, a la estimación de la poesía en sí, al com- promiso con lo bello; y el contenido al evocar el seno, el amor maternal, la semilla. Resultando una evidente relación semántica de contigüidad metonímica. Y Beba, señorial, en uno de sus últimos registros en soledad, a la historia y a las letras cubanas y universales, vuelve a dejar varias pistas de su patrimonio: el develar por el filo de sus versos finales de dónde hereda la agudeza7, dónde ha apilado la fortuna de su dominio, y que respira y sigue pendiente.

7. Su madre Doña Mercedes Muñoz Sañudo, una de las mujeres más ricas, here- dera de título nobiliario y gustos exquisitos pictóricos colmados de imaginería paisajística, dotada además para el arte de la música y el canto. VI. Flor y Dulce desmontan un feliz año viejo

En Línea1 y 14 es la casa. Casi ya no está. La ruina y el des- cascaro roído en malestar es lo que se ve. Y viceversa. La medio- cridad de borrar físicamente el predio de una estirpe, en aquel en- tonces juvenil, que no se dejó tomar, ni joven ahí ni más tarde ya viejo, por los restos de esa otra Habana. Hijos de la más intrépida descendencia latina y mambisa. La casa ajada por la sal y el mal gusto de más de medio siglo. La literatura sin embargo endiosa. Ahí tomaron una rica limonada muchas figuras de las letras lati- noamericanas e hispánicas. Dieron avance de obras cumbres que respectivos países han tomado para sí. Defendiendo a cada hijo y vanagloriándose de que su tierra le haya dado un talento tal. Sin embargo, hoy, váyase a la Ciudad de La Habana en Cuba, busque el barrio del Vedado, llegue a Línea y 14 y entenderá dos cosas: una, de por qué me es imposible marcar la desidia que socialmente simboliza la casa en este párrafo; y dos, verá cómo esos restos de palacete señorial son la revancha, la respuesta anti sistema ante los que aún creen que ahí hubo para ellos algún resarcimiento. En Calle 192 , luego de ser habitada desde el año 1947, y lle- gado 19593, de 1960 a 1997 se vive un enclaustro voluntario, un enclaustro convencido de que afuera era mejor no mirar, ni perso- nal ni socialmente, lo que ocurría, o lo que se frustraba. Décadas de violencia social contra la persona, o contra el inmueble, que es lo mismo. Años de silenciamiento en un entorno caracterizado por el talento literario inigualable hasta hoy, y la historia mam- bisa como no existiría en vida más hasta su muerte. Y 19, que por casi medio siglo todos veían cuando pasaban, bien señorialmente 1. Casona de la calle Línea y 14, ubicada en el Vedado, Ciudad de la Habana, Cuba. La familia Loynaz del Castillo fue a vivir cuando los hermanos eran muy jóvenes, y en la cual se sitúa la novela de Dulce María Loynaz “Jardín”. Hoy completamente en ruinas. 2. 19 y E no. 502, casa en el Vedado, municipio de la Ciudad de La Habana, Cuba, donde vivió Dulce María Loynaz hasta su muerte. 3. Triunfo de la Revolución Cubana en 1959. 102 Luis García de la Torre dormida en el descuido y la mugre, desde el 5 de febrero del 2005 funge como centro cultural. Lugar de promoción literaria. Des- pués de habitar 57 años la casa, es demasiado el compromiso con sus rejas, sus murallas, sus arcos, sus lozas, sus conversaciones, y la estancia entonces llega a ser su habitante y su habitante respira y siente por sus piedras. Se conformaron: uno símbolo del otro, uno raíz y tronco del otro. Y hoy, esté la casa en mejores condi- ciones físicas o carcomida, espiritualmente cariada o quimérica, fue tan recio lo que se vivió en ella que se manifestará constante y por siempre en lo sublime de esos linderos, en su historia, en la del Vedado y en la de toda Cuba. Y en la Quinta4 no cesa la afluencia, es un aire de imagi- nería. Alquimia5, Ruiz de la Tejera6, Lichi7, Edmundo8, Gabo9, Birri10, Ullmann11, Brandauer12, Pérez13, Titón14, Chijona15, Dai- 4. La Quinta Santa Bárbara, calle 212 esquina 31, La Coronela, La Lisa, Ciudad de la Habana, Cuba, sede de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano (FNCL) desde 1985. 5. Alquimia Peña (1946- ) Directora General actual de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano. 6. Oscar Ruiz de la Tejera (1941-2013) arquitecto fundador de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, La Habana, Cuba. Uno de los más importantes escenógrafos del cine cubano. Desde 1986 laboró como asesor de la presidencia de la FNCL. 7. Eliseo Alberto Diego García Marruz (1951-2011) escritor, periodista y guionista de cine cubano. 8. Edmundo Aray (1936- ) cineasta y poeta venezolano. Miembro del Consejo Superior de la FNCL. 9. Gabriel García Márquez (1927-2014) escritor colombiano. Premio Nobel de Literatura en 1982 y Presidente de la FNCL. 10. Fernando Birri (1925- ) cineasta, director, actor y escritor argentino. Miembro del Consejo Superior de la FNCL. 11. Liv Ullmann (1938- ) actriz, escritora y cineasta noruega. Musa de Ingmar Bergman. Personalmente la vi recorriendo la FNCL anonadada con lo que veía en la Quinta y con un libro en la mano, creo si mal no recuerdo era su biografía. Su rostro alucinaba con el lugar. Bien humilde al trato y muy sencilla al vestir, en aquella ocasión. 12. Klaus Maria Brandauer (1943- ) actor y director de cine austriaco. Estuvo en la FNCL por su X Aniversario. En el Archivo Fotográfico de la Fundación está registrada su visita y sus expresiones recorriendo la Quinta. 13. Fernando Pérez (1944- ) director de cine y escritor cubano. 14. Tomás Gutiérrez Alea (1928-1996) director de cine y guionista. Uno de los más destacados cineastas en la historia del cine cubano y latinoamericano. 15. Gerardo Chijona (1949- ) profesor, guionista y director de cine cubano. La familia Loynaz y Cuba 103 cich16, Cumaná17 y cientos de los creadores más importantes del mundo. De la herencia de antaño, en la sala, un pequeño medallón que estaba roto y un bargueño ubicado por la parte de la entrada. Después estaba la escalera monumental con una armadura tártara a sus pies. Una armadura de caballero y seis cuadros antiguos. Muy antiguos. Muy borrados por el tiempo. Muy ajados. Cuando pasabas al vestíbulo, después, pasada la entrada, había aquel enorme San Miguel Arcángel matando a un dragón de bronce. Subías y te encontrabas con un vestíbulo que daba acceso a dos habitaciones con una especie de biblioteca raída. Las habitacio- nes eran cuartos de huéspedes. En el de la derecha, girando en ciento ochenta grados, una capilla. Era una sensación monumen- tal. La capilla era un salón que te encontrabas con todo lo que habían tenido las iglesias habaneras. Todas las iglesias habane- ras. Se había conformado de las iglesias, de los antiguos conven- tos, de las ventas de Santa Teresa, de Santa Catalina de Siena, de Santa Clara18. Recorrieron todos los lugares de La Habana Vieja durante más de cincuenta años comprando a una señora que se llama Doña María. Una anticuaria española residente en la casa El Ras19. Habían hecho una verdadera capilla donde se conserva- ban angelotes del siglo XVII, cuadros auténticos de imágenes religiosas, ex votos de monjas. Eran cantidades de piezas fabulo- sas. Estaba organizada hasta con bancos, con reclinatorios. Cosas curiosas. Antes de llegar “Los Sobrevivientes”20, la casa estaba en ruinas. Existían muchos objetos. Porcelanas, había maravillosas porcelanas rotas, innumerables. Jarrones de alabastros. Escultu- ras sin cabeza. Eran muchísimas, eran como seis. Antes de subir, después que pasabas el salón, estaban dos habitaciones llenas de tarecos. Y por el pasillo historiador, en el último cuarto, el de Flor. Era impresionante. Una cama neoclásica. Un escaparate. 16. Osvaldo Daicich (1975- ) director de cine, guionista y escritor argentino. 17. María Caridad Cumaná (1964- ) directora de cine, escritora y ex coordinadora del portal web de la FNCL www.cinelatinoamericano.org a partir del año 2004. 18. Provincia de Cuba. 19. Ubicada en la calle Consulado y Trocadero. 20. Película del director de cine cubano Tomás Gutiérrez Alea filmada en la casa, en 1978. 104 Luis García de la Torre

Una coqueta. Una cantidad de papeles realmente asombrosos. Era el verdadero archivo de Flor. Era un archivo fabuloso. Pape- les que estaban en esa habitación junto con el féretro. Féretro de madera antigua. Ella decía que acostumbraba en él a dormir la siesta. Eran más bien bromas. Se sentía con Flor verdaderamente un sentido de que el tiempo no terminaba. Flor era una mujer que tenía muchas cosas que decir. Las decía. Pero no las decía todas. O las decía a medias. O también temía dar alguna interpretación. Había llevado una vida un poco ligera. Había tentado a la socie- dad. Había sido una mujer principal de la sociedad habanera21. No había tenido gustos de señora de casa. Sí estilísticos y estéti- cos. No había conservado la tradición de familia como Dulce María. El valor que tuvo Flor para enfrentar la vida fue el silencio en que conservó de todo. Se llevó silencios muy grandes, porque lo vivió todo. Sabe Dios todas las profecías que vivió Flor alre- dedor de todos esos personajes. Y de muchos de los cuales no nos habló. Y que no logramos ahora quizás ni captarlo. Las personas que acudían a la Quinta no tenían la amplitud. Las fiestas eran abiertas y menos distinguidas en cuanto al auditorio y a las per- sonas. En la Quinta entraban gente que no eran del mundo social de ellas. Entraban a divertirse. Con Dulce María era lo contrario. Las tertulias de Dulce María antes de la revolución, en el 59, es- tán registradas todas en el Diario de la Marina22 en la Biblioteca Nacional de Cuba. Están en todas las crónicas sociales. Cuando Dulce María recibía, porque Dulce María por el cargo del espo- so23, tenía que recibir a toda personalidad ilustre que venía por La Habana, y eran registradas en la Crónica Social Habanera corres- pondiente. Así que, anterior al 59, Dulce María tuvo un mundo social. Del 46 al 59 ¿a quién no recibió Dulce María en Calle 19? Pero la gente que iba a 19 no era la gente que iba a Quinta Santa Bárbara. El mundo del arquitecto no era el mundo del connotado, porque Dulce María tenía que cuidar cada diálogo, cada conver- sación. Existe el álbum de bodas que está publicado en Islas Ca- 21. Antes del triunfo de la revolución cubana en 1959. 22. Periódico cubano fundado en 1831y cerrado en 1960. 23. Pablo Álvarez de Cañas, inmigrante canario que se labró una carrera de periodista de crónica social. Fue considerado en su época como el mejor de ese género. Se casó con Dulce María Loynaz en 1946, fue su segundo esposo. Falleció en 1974. La familia Loynaz y Cuba 105 narias. El segundo álbum de boda24 de Dulce María. En ese ál- bum aparecen los salones de Dulce María del 57 al 59. Iba asentándose toda la sociedad. Iba por ejemplo Lily Hidalgo de Conill25, las Ponce de León26, los apellidos ilustres las Montal- vo27, los Sarrá28. Todo un mundo social muy señalado: empresa- rios, gente de letras, letras Ateneo, letras Chacón y Calvo, letras Artes y Letras, Universidad de Villanueva29 y de la Universidad de La Habana. Los antiguos apellidos: Aguas Claras30, Josefina de Cárdenas31, Raúl de Cárdenas32 y Rosita Jibacoa de Marco33. Eran esos arados. Dulce María dio muchos arados. Porque el ám- bito de dar ella como fiestas y goces sociales y estéticos eran producidos por una sensación de ser gente. De atraer hacia su casa todo lo más granado que pasaba por La Habana. O vivía en ella. Pero nunca Flor tuvo la preponderancia social, ni el tacto social de Dulce María. Flor era vista en la sociedad habanera como un bicho raro. Como un objeto inculto. Notorio. Nadie se acercó a Flor. En las veladas de la Quinta se servía bebida cruda. Eran bien retiradas. No tenían un fin altruista. El matrimonio de Flor duró poco tiempo. Y estas cosas ella las hacía sola, con ami- gos y algunas amigas que no eran amigos de Dulce María, o no estaban en el ámbito de Dulce María. La relación entre ellas era por momentos tirante. Era dura. Tuvieron épocas sin hablarse. Era difícil. Dulce se mantenía así por tiempo. En 19 había una nunciatura. Dulce María tenía un sentido funerario para las ho- ras. Para el pasar del tiempo. Había momentos en las conversa- ciones que estaba muy ausente y que no se podía abordar. No se podía preguntar. Había que escuchar lo que ella quisiera contes- 24. Tuvo un primer matrimonio en 1937 con su primo Enrique Quesada Loynaz. Estuvieron juntos hasta 1943. 25. Lily Hidalgo de Conill, viuda rica de la aristocracia habanera de antes del 59. 26. Familia con título nobiliario en Cuba, Marqueses, antes del 59. 27. Familia ilustre de La Habana, antes del 59. 28. Familia rica de La Habana, antes del 59. 29. Santo Tomás de Villanueva. 30. Familia ilustre de La Habana, antes del 59. 31. Familia ilustre de La Habana, antes del 59. 32. (1888-1979) Abogado y político cubano. Vicepresidente de la república entre 1944 y 1948. 33. Persona ilustre de Cuba, antes del 59. 106 Luis García de la Torre tar. Flor tenía la obligación de pasar días en 19 y días en Santa Bárbara. Se temía que producto, no de enajenación, sino produc- to de la lejanía fuera asaltada la casa. Sucedió en varias ocasio- nes. No existía ningún custodio. No podía manejar dinero. En muchos momentos personas llegaban con un papelito: “Dulce María dale cinco pesos al portador”. Esa era la forma de comu- nicación económica de Flor. Todo el dinero se concentraba en 19. Dulce María administraba los gastos mínimos de Santa Bárbara. Había un sentido de patriarcado, o de matriarcado, de Dulce Ma- ría con respecto a sus hermanos. Flor no era completamente una criatura realizada. Se encontraba aplastada por la presencia de Dulce María. Delante de un retrato muy lindo que había en el comedor de la casa Santa Bárbara, de una Dulce María muy ju- venil, Flor tomaba un café. Sentada en un juego de comedor de palisandro grande con doce sillas. En frente también el cuadro “El suplicio de Guatimozín”, donde estaban además todas las Ediciones Príncipes, tomaba café y sentía mucho temor. Se había confesado mucho a Dios porque había tenido mucha envidia siempre del talento que Dios le había concedido a Dulce y no a ella. Y además sentía que Dulce sabía hacer todas las cosas y ella no. Dulce María, tenía que haber amado mucho decía. Y le pedía a Dios muchos votos, por el destino de Dulce María y su triunfo. Dulce María tenía que ser eterna. La admiración se sentía como envidia, y le era castigo. Eran métodos de vida completamente distintos. Flor meditaba mucho en el comedor. De esto y lo otro. Allí tenía sus lecturas preferidas. Libros dedicados por Dulce María. Ídem en su cuarto. Su cuarto y el comedor eran los de mayor estancia. No se sentaba nunca afuera. Tenía cierto temor a ser observada. Aunque era capaz de salir de noche con dos pisto- las del General a ver quién estaba en la maleza. Ahí sorprendió a un viejito que después fue su criado. Lo trajo preso a la casa y se hicieron amigos tomando un café. En su cuarto Flor tenía un lu- gar de refugio. La cama siempre estaba destendida. Y siempre estaba limpia. Era una mujer limpia. La casa estaba abandonada sí, sin embargo, se veía que la habitaba un ser. Una casa donde hay polvo, donde hay telarañas, pero una casa donde el tiempo transcurre al unísono. Ya no había a nadie en la servidumbre. Estaba sola completamente. El lugar era verdaderamente tene- La familia Loynaz y Cuba 107 broso. Ella se pasaba temporadas en casa de Dulce y se regresaba de nuevo. Había mucha soledad. Tanto igual en 19. Estaban completamente solas. Estaban con una soledad de esas desgarra- dora. La casa de Santa Bárbara, durante más de 20 años, hasta el 83 que se desmontó, se convertiría en el depósito de objetos. Vendidos baratísimo. Se cedieron muchos al Museo Nacional34, a muchísimas instituciones. Regaló la capilla, al Padre Fusiño35, para que fuera la capilla de la del parroquial mayor de Sancti Spíritu36. El mobiliario de la Quinta había estado antes en Línea. Muchos de los muebles, y objetos de arte, y la colección de cua- dros habían sido objetos que habitaban en Línea. Ese conjunto, esos mobiliarios fueron a parar en su mayoría a la Finca. Como regalo de la familia a Flor. Porque en Línea cada una de ellas te- nía una casa. Existía la gran casa de la Quinta del Alemán, por la esquina. Cuando Flor se casó se construyó el pabellón anexo. El pabellón con sentido egipcio. Lo construyó el esposo de Flor, el arquitecto. Allí vivió Flor su amor con él. Después se fueron para la Quinta Santa Bárbara. Y eran los muebles de Jardín. “Jardín37” se termina de escribir en el año 1935. Existen dos manuscritos de esa novela. Uno que se publicó y otro que no se publicó. Al final termina ella en una página: “he escrito una obra inmortal, 1935”. Todo lo que estaba en Jardín, todo lo que estaba en aquellas casas de Línea, aquel conjunto monumental, todo ese mobiliario fue repartido. No mucho fue para la casa de 19. Dulce tenía un senti- do de conservar algunas cosas. Pero en su mayoría se trasladó a Santa Bárbara. Santa Bárbara fue como un reducto del recuerdo juvenil de Jardín. A Santa Bárbara va a parar toda la niñez de ellos. Flor fue una mujer interesante. Daba consejos sanos, muy elegantes. Tenía un sentido del tiempo real. Que el tiempo tie- ne que hacer el envejecimiento de las cosas. O sea, no se tienen que añejar las cosas, solo el tiempo. Si la polilla coge un libro y lo devora es interesante porque la polilla ha hecho su obra sobre el papel. La galería de cuadros preciosos que ascendía la escale- 34. Museo Nacional de Bellas Artes, Ciudad de La Habana, Cuba 35. Padre de la Iglesia Nuestra Señora del Carmen. 36. Provincia de Cuba. 37. Novela escrita por Dulce María Loynaz. 108 Luis García de la Torre ra. Que eran cuadros realmente interesantísimos y originales casi todos. Eran de pintores de cualquier escuela, lo mismo había de escuela flamenca que escuela española. Estaban muy raídos. Eran preciosos. Eran de personajes que habían sido conquistadores, y representantes de la nobleza en Cuba. Había uno precioso que era un caballero hidalgo español. Otro también religioso, tenebroso, muy bonito. Eran seis cuadros. Esos cuadros estaban ya en malas condiciones, la tela se había deshilada toda. Pero eran cuadros que habían pertenecido a una rama de la familia y que se habían reu- nido ahí. Para muchos son los cuadros que estuvieron en Jardín. No había ningún cuadro de flores, ni de frutas, ni de vida. Eran cuadros muy austeros, muy tristes. No existía profusión de cua- dros a no ser de temas tristes. Ella decía que era necesario el añejo de ellos. Que tenían que deteriorarse porque sí. Que las polillas tenían que comer. Que Dulce estaba mal en cuanto a conservar- lo todo. Que era imposible conservarlo todo. Que esos cuadros estaban ahí y que se quedarían en la pared. Y efectivamente se quedaron ahí hasta su muerte, muy llenos de polvo. Flor no quería restaurarlos. Decía que no. Que no era necesario. Que el tiempo tenía que transcurrir. Que tenía que destruirlo de todas maneras. No tenía ningún interés en conservar nada. Nada absolutamente. Tenía que observar el tiempo transcurrir. O sea, era una vida que no quería morir. Ella no quería morir. Su agonía fue muy dura, fue en 19. Ella no deseaba morir, pero al mismo tiempo quería que todas las cosas fueran reales. Que todo fuera real. Que las cosas tenían que morir y los gusanos comer. Flor tenía ese diálogo fuerte. Estaba en contra de restaurar, de venerar el pasado. Vene- raba el pasado pero como vida. Por ejemplo, con la taza de Lorca. La tasa en la vitrina que era de Lorca, de la vajilla de Jardín. Y recordaba cuando iban los dos de madrugada a despertar a algún poeta, o cuando tomaban una limonada debajo de los jardines de la finca. Dulce no quería recordar ni hablar nunca de esos asun- tos. Esas veladas que Flor hacía con Lorca de madrugada traían mucha gente. Gente de los muelles que entraban. Lo que Dulce prohibía, Flor callaba. Los enigmas. Los secretos familiares no se podían decir. Los hermanos que tenían una vida más alegre. Por eso Lorca llegaba, saltaba, tocaba el piano, gritaba y reía en aque- llos jardines en Línea. A Dulce le molestaba todo aquello. La familia Loynaz y Cuba 109

Santa Bárbara era un palacio abierto desde que tú entrabas. Desde que tú veías el sarcófago y veías a Napoleón en su cuarto. Estaba además San Loynaz. La preciosa imagen del santo San Martín de Loynaz, que fue un mártir en el Japón. Un jesuita. El primer santo de la familia, el patrón de Guipúzcoa38. Era el santo que protegía a las familias en el siglo XVII y XVIII en Guipúz- coa. Fue un franciscano martirizado por los japoneses y después canonizado. Es el santo de esa región. En el año 46 Dulce María fue invitada y escribió “La excursión a San Loynaz”. La poetisa no era de mucho cuidar su árbol genealógico, sin embargo tenía una veneración por San Loynaz. Y así escribió varias epístolas. Todo esto fue comprado. El museo de Santa Clara39se quedó con maravillas. Le compró toda una vida. Ahí se podrían ver unos jarrones con las batallas de Napoleón. Gabriel García Márquez- 40compró la casa para crear la FNCL con muchos de sus muebles. Eran los de Jardín. El tiempo de después de la revolución no existía. La tecno- logía para ellas no existía. La revolución se quedó anquilosada. Dulce María era muy amiga de Juan Marinello41. Cierta vez le cerraron las puertas de la casa de 19, por E. Decían no se podía tener una casa con dos entradas. Le escribió a Juan Marinello. William Gattorno42 llevó personalmente la carta. Juan Marinello fue muy locuaz. Se ocupó del asunto de las Loynaz. Juan Marine- llo era un verdadero amigo de Dulce María, pese a las distancias políticas. Se sentían unidos por algún ancestro. Desde el punto de vista poético. Desde el respeto profesional. Juan contestó y la ayudó. Es bonito ya que a pesar que ellas tenían ese nexo, y de que existían esas personalidades afuera, la revolución no en- traba en aquel recinto. Por lo que consideraron a Juan Marinello 38. Provincia de España. Territorio del País Vasco. 39. Provincia de Cuba. 40. Presidente de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano desde su creación el 4 de diciembre de 1985. 41. (1898-1977) Intelectual cubano y político. Tras el triunfo de la revolución fue Rector de la Universidad de la Habana, embajador en la UNESCO. Perteneció al Partido Comunista desde su fundación en 1965 hasta su fallecimiento. Hoy existe en Cuba la Fundación Juan Marinello. 42. Historiador cubano. Amigo de las Loynaz. Testigo vivo de esta época y todas estas palabras. 110 Luis García de la Torre un gran amigo. Él tenía interés por las Loynaz. Claro cuando entrabas en casa de las Loynaz el mundo era de abanicos, de por- celanas, era otro mundo. Cuando triunfa la revolución ellas no querían observar. Se encerraron a vivir y a ver. Dulce María hizo un corto viaje a los Estados Unidos en el 59. Regresó enseguida y se quedó a ver lo que pasaba. Su esposo viajó. Estuvo ausente 12 años hasta el 72. Regresó a La Habana y en el 74 murió. La hija del General no tiene por qué abandonar el país y fue incre- pada. Mucha gente, y la revolución, querían que Dulce María se fuera del Vedado porque estorbaba. Pero tuvo amistades, aunque es un tema delicado. Con Mariblanca Sabas Alomá43, mujer muy rígida, muy difícil, pero muy cercanas. De Angelina de Miranda, quien fuera su secretaria y acompañante. Angelina de Miranda era la personificación del amor sagrado. Si existió un amor gran- de para Dulce María fue la vida consagrada de Angelina de Mi- randa. No quiere decir con esto que haya existido ningún tipo de roce carnal. Si una dedicación muy bella. Era un amor celestial lo que sentía Angelina de Miranda por Dulce María. Por más de 52 años. Flor tuvo también amistades. Y con hombres. Tuvo amistad con José Zacarías Tallet44, con Regino Pedroso45, con Monseñor Gaztelu46, como su confesor; con Aldo Martínez Malo47, que para ella fue un mecenas porque fue quien logró domesticar a Dulce María, para que Dulce María escribiera “Fe de vida”48. Y la logró tranquilizar en sus últimos años, que fueron años terribles. Los años de ese silencio49. Dulce María estuvo a punto de enloquecer en ese silencio terrible. Un silencio que las pisadas, el único eco, era el eco del silencio, y ese silencio la hubiera vuelto loca de 43. (1901-1983) Feminista, poetisa y periodista cubana. 44. (1893-1989) Poeta y periodista cubano. Figura trascendente de las letras contemporáneas. 45. (1896-1983) Poeta vanguardista cubano. Iniciador de la poesía social. 46. (1914-2003) Sacerdote y poeta Ángel Gaztelu Gorriti. 47. (1932-2001) Periodista, crítico literario y de cine. 48. Libro escrito por Dulce María Loynaz sobre su esposo. Publicado en 1995. 49. Dulce María Loynaz se mantuvo por décadas encerrada en su morada sin contacto alguno con lo que sucedía en el exterior. Aislada de la revolución cubana y cualquier intento de acercamiento. Que igual no lo hubo de manera oficial. Todo lo contrario. La familia Loynaz y Cuba 111 no haber aparecido Aldo Martínez Malo, que fue consejero de las dos. También otros amigos íntimos, contemporáneos a ellas. Pero tan distantes por el éxodo. O tan distantes porque no podían atenderlas, como las habían atendido con anterioridad al 59. Flor murió en 1985, de 77 años. No envejeció nunca. Siempre se conservó igualita: su cara, sus matices. La misma hasta que se convirtió en una pasita que se destruyó. Se fue secando. Además, no se pintaba. Era muy delgadita. Su forma de vestir muy ligera, vestidos antiguos sin transformar, trajes de chaqueta en verano, colores muy vivos. Dulce María tenía una prestancia muy gran- de al vestir. Había conservado las líneas de un cuerpo más inte- resante. Poseía un cuerpo más esbelto. Y sobre todo tenía una dignidad al vestir que enseguida daba a notar que era una gran dama. Tenía vestidos hechos para ella por Balenciaga y Christian Dior. Con manejo de todas las cosas. Flor no hacía gala de sus manejos de coquetería femenina. Ninguna de las dos vistió con telas de después del 59, ni zapatos de después del 59. Se vestían de los armarios antiguos. Quedaron varadas en el tiempo. Dulce era realmente bella. Flor era fea. Dulce tenía un magnetismo de belleza enigmático. Era una mujer que habría llamado la aten- ción de estar en una multitud. La mirada de Flor era profunda y era sincera. Era con dolor. Ella hubiera querido ser una mujer distinta. No se lo permitió la vida ni tampoco ella se lo permitió. Sufría, era una mujer con resignación. Le alegraba la bebida, los diálogos así picarescos, simpáticos, una buena lectura, hablar de poesía, hablar de las novedades. Las dos estaban más pendientes del mundo, aunque no podían hablar. Los últimos años le intere- saron libros, recortes de prensa, acontecimientos culturales. La llegada de Gabriel García Márquez a Cuba. La entrevista con él cuando las visitó50. A García Márquez lo leyeron. A su novela fabulosa, y él tuvo muchas atenciones con ella. Y Dulce María decía que ella era un antecedente porque ella había dado en “Jar- dín” un antecedente de lo real maravilloso. Disfrutaba también novedades que eran pasajeras, no eran grandes novedades, eran acontecimientos que se hacían eco. Cuando estuvo Ian Gibson51, el famoso historiador de Lorca en La Habana. Le hizo una entre- 50. Se vieron personalmente para la venta de la Quinta Santa Bárbara. 51. ( 1939- ) Escritor y biógrafo irlandés. Biógrafo de Federico García Lorca. 112 Luis García de la Torre vista sobre la homosexualidad del hermano. Fue muy connotado como ella gozó esa entrevista. Gibson se marchó y quedó con- vencido que no había ocurrido nada con el hermano de Dulce María y Flor. Nada entre él y Lorca. Esto fue publicado en el ABC de Madrid. Se tuvo una victoria en el diálogo con Gibson. Era un hombre que venía deseoso que Dulce María refrescara su memoria y dijera algunas intimidades. Dulce María lo convenció de que no. Un diálogo muy duro que se publicó en el ABC de Ma- drid. Y cuando le imputaron mundialmente que había quemado los manuscritos de “El Público”52 y luchó. No lo había quemado, fue Carlos Manuel quien los quemó. Los quemó entre muchos documentos que echó a la hojarasca. Dulce María llamó la aten- ción mucho sobre eso. Después en el 92 fue cuando más llamó la atención en el mundo53. Al final Flor sabía que tenía cáncer. Decía: “esa pelotica que tengo aquí”. Y en la cocina, con tres o cuatro papas en una bolsa las tomaba y cuidaba a Dulce: “ahorita voy a hacer un puré de papa que le gusta mucho que le haga porque Dulce está escri- biendo y cuando Dulce escribe hay que hacer silencio”. No se sentían un poco distante una de la otra. Se percibía algo que no se podía decir y ella quería decir algo que no se podía entender y fue la despedida. Fueron seis meses de agonía. Flor hacía hincapié en el destino de las cosas. Eran muy afectivas. Eran muy afectivas y estaban muy unidas. Dulce María no tenía tiempo nada más que para cuidar a su hermana. Estaba cerrada la casa a cal y canto y no había ni ruidos en aquella casa54. Dulce no bajaba. Flor ya estaba en las últimas, aquella pelota era inmensa. Lo había manifestado, anteriormente lo había manifestado, era terrible para Dulce entender que se iba a quedar sola. A la muerte de Flor estaba Dulce muy dolida porque la prensa, y todo el mundo, se había ocupado muy poco de Flor. Ni Gabriel García Márquez ni la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano se habían ocupado. No había habido interés por la figura de Flor. Le quedó mucho. Le quedó mucho resentimiento, afectividades, una 52. Obra dramática escrita por Federico García Lorca en 1930. Le regaló el manuscrito a Carlos Manuel Loynaz. 53. Le fue otorgado el Premio Cervantes. 54. En la casa de 19 y E. La familia Loynaz y Cuba 113 vida. Le quedó mucho porque el silencio a veces es tenebroso. A veces se deben decir las cosas. Fue tenebroso el silencio entre ellas dos, por épocas. A veces es necesario tener franqueza entre las personas. Decirse las cosas para que no queden. Ellas tenían miedo de decirse las cosas cara a cara. Se las decían de una for- ma mesurada. No se decían toda la verdad. Quedaban momentos muy estentóreos, de dolor, y Dulce a la muerte de Flor, escribió: “yo no sé si soy yo misma o soy la mitad de ella”. Hablando sobre el destino de un apellido, de un linaje, de todo, de todo. Es- taba verdaderamente temerosa ya. Después vino el Premio Cer- vantes. Como todos sabemos en el 92, y fue en el 85 la muerte de Flor, siete años para llegar al 92. Dulce fue capaz de soportar los embates de la vida. Sobre el Premio hay una carta55 muy interesante, es una carta impublicable sobre el premio: “…usted no tiene que estar triste porque yo no lo estoy, treinta años de silencio y de silenciamiento no es lo mismo, pero a todas luces yo no he luchado el Premio, se ha adjudicado por la grandeza del silencio...”.

55. Dirigida a William Gattorno. Vi el fragmento en la carta. Dulce María Loynaz, en silla de ruedas, con los reyes de España y el Ministro de Cultura español en la entrega del Premio Cervantes. Bibliografía

Alejandro González Acosta, La Dama de América. Madrid, Editorial Betania, 2016.

Enrique Loynaz del Castillo, Memorias de la Guerra. La Habana, Edi- torial Ciencias Sociales, 1989.

Dulce María Loynaz, Poesía. La Habana, Cuba, Editorial Letras Cu- banas, 2011.

Dulce María Loynaz, Cartas que no se extraviaron. Pinar del Río, Cuba, Ediciones Hermanos Loynaz, 2016.

Dulce María Loynaz, La palabra en el aire. Pinar del Río, Cuba, Edi- ciones Hermanos Loynaz, 2000.

Virgilio López Lemus, Cartas, pasión y poesía de Enrique Loynaz (Las cartas de Enrique Loynaz Muñoz a José María Chacón y Calvo).

Ángel Augier, Enrique Loynaz: extraña y extrañeza de una poesía so- námbula. En línea PDF.

Entrevista a Dulce María Loynaz (La Gaceta de Cuba, Cuba, noviembre- diciembre, 1992, pp. 18-21) y transmitida en Gente de Palabra, programa de radio de Radio Ciudad de la Habana, por Edmundo García / http:// latardesemueve.com/archives/854

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Giorgio Serra Maiorana, Lo religioso en la poesía de Fina García Ma- rruz. Universidad de Alicante. Recuperado de https://pendientedemigra- cion.ucm.es/info/especulo/numero36/finagma.html

Ángel Gaztelu, Poesía completa. Verbum Editorial, 2016.

Ivette Fuentes, José Lezama Lima. Hacia una mística poética. Verbum Editorial, 2010.

David Ricardo Ramírez, La nación religiosa: Cuba según la poética teológica de José Lezama Lima.. Universidad de Bogotá Jorge Tadeo Lozano, Recuperado de https://revistaperifrasis.uniandes.edu.co/index. php?option=com_content&view=article&id=93:la-nacion-religiosa- cuba-segun-la-poetica-teleologica-de-jose-lezama-lima-david-ricardo- ramirez&catid=38:indice

Enrique Loynaz, Los poemas del amor y el vino. Ediciones Loynaz, Pinar del Río, Cuba, 2004.

Flor Loynaz, Flor Loynaz. La Habana, 1989. Este libro se terminó el día 25 de diciembre de 2017. Dulce María y Flor Loynaz. Casa de la Calle 19 y E. en el Vedado, donde murió Dulce María Loynaz, en ruinas. Dulce María Loynaz entrando en un Museo en La Habana con el Director del mismo y su esposo Pablo Álvarez de Cañas. Dulce María Loynaz con su mascota preferida. Dulce María Loynaz Apartado de Correos 50.767 Madrid 28080 España E-Mail: [email protected] Blog: http://ebetania.wordpress.com

RESUMEN DEL CATÁLOGO (1987-2017)

Colección ENSAYO:

Los días cubanos de Hernán Cortés y su lucha por un ideal, de Ángel Aparicio Laurencio.

Desde esta orilla: poesía cubana del exilio, de Elías Miguel Muñoz.

Alta Marea. Intromisión crítica en ocho voces latinoamericanas: Belli, Fuentes, Lagos, Mistral, Neruda, Orrillo, Rojas, Villaurrutia, de Alicia Galaz-Vivar Welden.

Novela española e hispanoamericana contemporánea. Temas y técni- cas narrativas: Delibes, Goytisolo Benet, Carpentier, García Márquez, y Fuentes, de María Antonia Beltrán-Vocal.

Poesías de J. F. Manzano, esclavo en la isla de Cuba y El Ranchador de Pedro José Morillas, de Adriana Lewis Galanes.

El discurso dialógico de La era imaginaria de René Vázquez Díaz, de Ele- na M. Martínez.

Cuba, país olvidado, de Sergio Heredia Corrales.

Francisco Grandmontagne, un noventayochista olvidado, de Argentina a España, de Amalia Lasarte Dishman.

Cuba: el abrazo imposible. Cartas a Alde, de Mari Paz Martínez Nieto.

Erotomanías y otros derivados, de Pedro Molina. Cuba: la conspiración del silencio, de John A. Pérez Sampedro.

Asedios al texto literario (Arenas, Borges, Carpentier, Diego, Góngora, Herrera y Reissig, Lezama Lima, Martí, Onetti, Quevedo, Rulfo, San Juan de la Cruz, Sarduy, Vallejo), de María Elena Blanco.

El único José Martí, principal opositor a Fidel Castro, de Ismael Sambra.

El alcoholismo: cómo afecta a su entorno, de Engar Juli.

Gastón Baquero: la invención de lo cotidiano, de Felipe Lázaro.

Después del rayo y del fuego. Acerca de José Martí, de Eduardo Lolo.

La estirpe de Telémaco. Estudios sobre la literatura y el viaje, de Petra- Iraides Cruz Leal y José Ismael Gutiérrez.

La configuración literaria de la revolución cubana. De la mitificación a la desmitificación, de Emilia Yulzarí.

Para Cuba que sufre: mi granito de arena, de Joely R. Villalba.

Carlos Quinto, tanto imperio y Felipe II: “No he oído cantar a los ruise- ñores”, de Clara Díaz Pascual.

Indagación en la literatura y cultura hispanoamericana, de Onilda A. Ji- ménez.

Ecléctico Eclesiastés con Proverbios I. Prosas estilizadas al estilo de mi ma- dre, de Alberto Díaz Díaz.

Poesía insular de signo infinito. Una lectura de poetas cubanas de la diás- pora, de Aimée G. Bolaños.

La espléndida ciudad y La necesidad de escribir, de Julio Pino Miyar. Las estaciones de Reinaldo Bragado: El existencialismo cubano y el para- digma de los escritores en la Isla, de David Walter Aguado.

La cárcel letrada: narrativa cubana carcelaria, de Rafael E. Saumell.

La modernización fallida: República Dominicana (1996-2012), de Carlos Báez Evertsz.

¿Fue José Martí racista? Perspectiva sobre los negros en Cuba y Es- tados Unidos. (Una crítica a la Academia norteamericana), de Miguel Cabrera Peña.

Un puente contracorriente. Ediciones El Puente: Un esfuerzo literario dentro y fuera de Cuba, de Marlies Pahlenberg.

Estudios literarios (Enrique Serpa, Carlos Felipe, José R. Brene, An- tonio Machado, Francisco de Arango y Parreño, René López, César Vallejo, J. D. Salinger, Lino Novás Calvo) de Roberto Ferrer.

Los indignados españoles: Del 15M a PODEMOS, de León de la Hoz.

Antes de “Cuba Libre”. El surgimiento del primer presidente, Tomás Estrada Palma, de Margarita García.

La Dama de América: Textos y documentos sobre Dulce María Loynaz, de Alejandro González Acosta.

Gastón Baquero: El hombre que ansiaba las estrellas, de Carlos Barbá- chano.

Desigualdad y clases sociales, de Carlos Julio Báez Evertsz.

La familia Loynaz y Cuba, de Luis García de la Torre. (1991) (2016) Luis García de la Torre (Ciudad de La Habana, 1973) se graduó de Licenciado en Educación en la Especialidad de Español y Literatura (1991-1996) del Instituto Superior Pedagógico “Enrique José Varona”, Ciudad de La Habana, Cuba; y de Profesor de Len- guaje y Comunicación de la Universidad de Chile (2008-2010), Santiago de Chile. Vive en el sur de América, cerca de la Cordi- llera de los Andes, desde el año 2004. Tiene editado el poemario Rave Party (2002) y ha sido incluido en antolo- gías de poesía en España y Estados Unidos. Publica estudios sobre literatura en diversos medios según le interesa.

Este es un libro de cinco: como la estrella de la bandera con sus puntas salientes o como las franjas que son cinco también, dos blancas mujeres y tres azules recias, y que con su trazo fija andares. Este es un libro de cinco diversidades: del General Enrique Loynaz del Castillo, de su hija mayor Dulce María, de su primer hombre Enrique, de su segundo Carlos Manuel, y de Flor. Este es un libro de cinco diversidades históricas y literarias cubanas: del General Enrique Loynaz del Castillo con su Himno Invasor; de su hija mayor Dulce María y sus inicios en el reinado literario hispano; de su primer hombre Enrique y su amplia fecundidad escritural; de su segundo varón Carlos Manuel y la suerte de tener su embrollo en veinte textos rescatados; y de Flor, la menor, que aunó en su vida la estirpe y el futuro.

editorial Colección Ensayo