Giistav Regler Luis Franco Eugenio Gonzálet Martínez Estrada James T. Farrell Enrique Espinoza Marx Y Engels
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Giistav Regler Leche negra Luis Franco Hacia lo venidero Enrique Espinoza Una amistad ejemplar Marx y Engels Correspondencia inédita Eugenio Gonzálet El BORRON DE LA HISPANIDAD Raza calumniada Martínez Estrada Mercados y librerías Escala mística James T. Farrell La fe de Lewis Mumford Sumario de los últimos números de “Babel” Leche negra N.° 20 (.Otro capítulo de «Hijo de la Tierra de Nadie») André Gide Entrevista Imaginaria J. Moreno Villa De la tierra y la patria Mario Vicuña Turismo intelectual González Vera Buenos Aires, ida y vuelta Enrique Espinoza El regreso de Horacio Quiroga Al día siguiente, era el 8 de! septiembre del desdichado Horacio Quiroga Sinfonía heroica (y una carta ano 1940, partimos hacia el Sur, tal como nos lo ordenó la auto inédita ) ridad. La separación fué difícil. A última hora se presentó la Hernán Gómez Dos estampas de Castelao nostalgia, un sentimiento inoportuno y bastante, molesto para¡ Jorge Guerra Sueño de una noche de verano quien debió haberse acostumbrado, poco a poco, a su Tierra de de 1940. Nadie. Sebastián Frank El espíritu burocrático Mientras el tren atravesaba los ríos de Tejas, revisé Los Libros “Ranquil”, de Reinaldo Lomboy una vez más mi balance norteamericano. Ellis Island, la prisión Las Revistas “New Essays”, de Chicago de lujo; Manhattan, sacudida por las crisis mientras asalta el N.° 21 cielo; el egoísmo demasiado sano de un continente aislacionista; í los bailarines de Haarlem; el paraíso de Amagansett; los comités Max Brod Kafka, padre e hijo de socorro* flotando como boyas en el mar de la indiferencia. E. Martínez Estrada Literatura propia y apropiada En el fondo del vagón estaban sentados, descansando; González Vera • Esbozo de Mariano Latorre de su trabajo, los negros del coche comedor. Me cambié de asien Mariano Latorre El secreto to para estar, más cerca de ellos. Sentía curiosidad por oir lo. que Vicente Huidobro Edad negra hablaban. Tardé un rato en entender su slang. Dijo, el primero; Luis Franco Pasado y porvenir un hombre grueso; idle pelo gris y ondulado, que esta vez ningún Lain Diez Del materialismo histórico Johnson ha estado presente en Francia. James Cadman Geopolítica, un mito imperialista Dijo el otro —un hombre considerablemente más joven Los Libros “Aguas Abafo”, de Marta Bru ■—■ que, bandeja en mano, bailaba con pies ligeros a través del net. vagón: quién sería Johnson. Las Revistas “Partisan Review”, de N. York Dijo el viejo que era una vergüenza no saberlo.. El N.° 22 negro Johnson, que en la guerra de 1917 acabó, él solo, con 25 alemanes. Single-handed. Albert Einstein Alocución a los estudiantes Dijo el joven que, con perdón del viejo, él lo había León Felipe No me contéis más cuentos visto en una película; Johnson se llamaba York y era blanco. Enrique Espinoza La guerra y los intelectuales Dijo el viejo que ese fué otro; Johnson era Johnson y Manuel Rojas España otra vez negro, pero esta vez no huboi ninguno en Francia. Ernesto Montenegro Integridad de Baldomero Lillo Preguntó el joven, ¿y por qué no? Baldomcro Lillo Conferencia inédita Dijo el viejo y ahora, apenas podía entendérsele —tan González Vera “La incógnita” quedamente hablaba— que esta vez no aceptaban negros, que Luque Hidalgo ¿Qué pasa en la Argentina? ésta tampoco era guerra de los negros, sólo la próxima:; lo sabía Natalia Sedova Así fué por un sacerdote. En el número 24 Thomas Mann Fantasmas verbales BABEL BABEL Dijo el joven que todo podría cambiar todavía, hasta que terminara la guerra. desagradablemente, de mister Lynch. Por más que hubo en ello Dijo el viejo, categóricamente y de nuevo, en voz alta: una exageración demagógica por su parte, pues ¡qué son los po la guerra ha terminado con el armisticio en Francia y él aposta cos casos de linchamiento de los últimos años frente a las carni ría un cuarto de dólar por ello; esta fué la guerra del Anti cerías de Polonia! Los negros encontraban que no necesitaban de cristo. El Anticristo había ganado, exactamente igual como decía advertencias. Llevaban la advertencia en la sangre desde hacía en la Biblia. Ahora vendría una pausa y después vendría el ver siglos. En todas partes tropezaban con la señal de peligro, más dadero Cristo y la guerra de los hombres de color del mundo en en el Sur que en el Este, pero en todas partes la hubo. El hombre tero y después un negro sería Presidente en Washington. -’1 de Berchtesgaden no era nada especial —era simplemente él An- Quedó el joven con los ojos desmesuradamente abiertos, ticristo, dijo el camarero. Un Juan negativo, nada para agitarse huera pasaban velozmente los campos de Arkansas. El más de lo que la sangre hacía ya en secreto diariamente desde viejo soñaba ahora: entonces habrá un millar de Johnsons, dijo. hace siglos. El joven le interrumpió: ¿si de veras ya había terminado la ¿Tenía la sangre razón para ello? guerra? Temía que, no obstante, aun sería llamado a filas. El viejo desoyó la pregunta, demasiado realista; que se imagine Visitamos en Nueva York un Club ep Broadway. Ac —le dice a su joven compañero— que entonces un día la novia tuaban exclusivamente artistas de color. La velada fué una orgía del joven subiría aquí, a este tren y se sentaría a la mesa junto de ritmo. Una danza siguió a la otra. Un Elíseo negro. Las Green a la lady y que al joven les serviría los mismos hotcackes y que Pastures temblaban bajo los temperamentos bravios que se suce la lady le alcanzaría la crema a la muchacha y que la muchacha dían continuamente. Después salió un danzarín solitario, también tomaría crema y mucha miel, muchísima miel. de color. Martilleaba las tablas del escenario, como si, a fuerza de pataleo, tuviese que hacer surgir de la tierra regimientos enteros pa Ahora rieron ambos. Yo llamé al joven y pedí un whis ky. Cuando volvió, le dije, amistosamente: —¿Hablan de Hitler? ra su pueblo. Reía del movimiento que había en él, comoi si él mis Quise reir con ellos. mo estuviese sorprendido, una vez y otra. Saltaba del bastidor ha cia el proscenio como un animal que caza. Gozaba de la superiori Su cara negra perdió inmediatamente e'l último vestigio dad que poseía sobre cada uno de los que, al igual que nosotros, de su alegría. Era como si se sintiese sorprendido en flagrante delito. se acuclillaban abajo, en la penumbra, junto a las mesas con blancos manteles y que no eran sino lisiados, por decirlo así. Miró temeroso a su alrededor. La sala estaba vacía. Girando alrededor de sí mismo, como cogido por una tromba de Pero él veía a cien blancos de miradas acusadoras sentados en aire, desafiaba a los clientes. Y en una especie; de frenética hu las butacas vacías. Recogió rm vaso y se fué. El viejo me trajo mildad le contestamos todos con un aplauso incesante. Quisimos el vuelto. Tardaré mucho tiempo en olvidar esta mirada, pensé. decirle con ello que no podíamos aceptar su reto. El era superior. No la olvidé hasta hoy. Con demasiada frecuencia me El era el amo de su cuerpo y un buen trozo de la raza humana, encontré con ella. Cuando en Haarlem, e|n Charleston, en De un trozo muy bueno. troit, pronunciaba el nombre del Führer alemán como un grito Debo añadir que el hombre tenía sólo una de alarma, cuantío acaso iba tan lejos como para decir que la pierna. ¡La otra era de palo! Debo añadir además que no¡ lucha contra ese hombre debería unirnos a todos, cada vez se pudimos llevar con nosotros a nuestro amigo Bob, joven pintor saturaba el local de la desazón que sigue a un desatino. Era como negro, ingenioso y con talento; el Club de los cien negros alegres, si se dijese entre judíos que los cosacos del Zar eran, pese a todo, no admitía, por orden del empresario blanco, a los negros como excelentes cantores o si se desvariase acerca de los colores ante clientes. ciegos; algunas veces era incluso como si se contase un chiste sucio en una casa mortuoria. Algunos días después oí en un party hablar de Ro Entre los negros de Norteamérica el desatino tuvo su beson. El nombre resonó en mi oído como la voz de ultra acento especial. Se acordaban inmediatamente de sus Hitlers. Era tumba. Me vi de nuevo sentado en aquel coche ruso. 1936. Casa como si se les nombrase al hermano de un señor que conocían muy de la emisora sindical. Anuncio de la primera espantosa purga. i [ 54 ] [ 55 ] BABEL BABEL Abajo corría la cinta plateada del Moskvá. Las torres del Krem Cuando vi por tercera vez que la cabeza era la de un lin venían a nuestro encuentro. Precisamente acabábamos de oir negro, pregunté a los amigos y me enteré de que siempre son ne que sobre la vieja generación que había liberado a este país, iba gros. “¡¿Quién si no se prestaría para una cosa así?!”, dijeron a desatarse la tormenta de sangre. It should not be, it should not por añadidura. Se decía que una vez en el Oeste— fué durante be, dijo la voz profundamente oscura del cantante a mi lado. una crisis y muchos miles de personas pasaban hambre en las Ahora Robeson había vuelto al país que hace decenios ciudades— les pareció a los granjeros que peligraba el precio* de liberó a los suyos, por razones económicas y un diez por ciento los huevos. Decidieron organizar un concurso de tiro con ellos. de idealismo, de la peer esclavitud. ¿Era más feliz aquí? Y también esa vez fué en cabezas de negros en las que se estre Al oir de pronto su nombre en aquel party, 1940, llaban por gruesas los frágiles proyectiles.