Guerra, Exilio Y Carcel De Un Anarcosindicalista
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Albañil de modesta familia, Cipriano Mera nació en Madrid, el 4 de noviembre de 1897. Militó desde muy joven en el Sindicato de la Edificación de la UGT, siendo expulsado por su combatividad y fundando posteriormente el Sindicato de la Construcción de la CNT de Madrid durante los años treinta. Durante la Guerra Civil llegó a mandar el IV Cuerpo de Ejército de la República con el grado de teniente coronel, desempeñando un relevante papel en los inicios de la contienda, habiendo participado en las tomas de Alcalá de Henares, Guadalajara y Cuenca como miliciano; y ya como militar en la batalla de Guadalajara y en el final mismo de la guerra. De este hombre, se ha dicho que fue ascético, puritano, discreto, modesto, sobrio, recto, fraternal, apasionado, austero, a veces taciturno... Y como diría Peirats: Que no vivió más que para la causa libertaria, que le quemó las entrañas con un fuego implacable. Expulsado de su organización, por quienes se negaban a dar cuenta de los bienes que detentaban de ella; el 24 de octubre de 1975, murió como había vivido: construyendo edificios organizativos, mientras otros se dedicaban a destruirlos. Cipriano Mera GUERRA, EXILIO Y CÁRCEL DE UN ANARCOSINDICALISTA Edición: Confederación General del Trabajo Confederación Nacional del Trabajo (Catalunya) - FELLA Confederación Sindical Solidaridad Obrera Fundación Salvador Seguí La Malatesta Editorial Los Sueños de la Hormiga Roja - València Llibertária Sindicato de Construcción, Metal y Madera (CNT-AIT, Madrid) Fecha de edición: Marzo de 2006 Impresión: Queimada C/ Salitre, 15 - 28012 - Madrid Cubierta: 1936. Cipriano Mera en la toma de Guadalajara Edición digital: C. Carretero Difunde: Confederación Sindical Solidaridad Obrera http://www.solidaridadobrera.org/ateneo_nacho/biblioteca.html Cubierta original de Ruedo Ibérico (1976) Cubierta de la 1ª edición en España (2006) Los editores quieren mostrar su agradecimiento a Marianne Brull, y a Ruedo Ibérico por habernos rescatado del olvido estas memorias de Cipriano Mera. A Queimada, por su colaboración desinteresada en la impresión de esta edición. Los carnets de Cipriano Mera, dibujado por J. Guillember en 1965 Índice: NOTA EDITORIAL PREÁMBULO PREFACIO LA GUERRA CIVIL EN EL EXILIO EN LAS CÁRCELES ESPAÑOLAS EPÍLOGO APÉNDICES ANEXOS NOTA EDITORIAL ...pero hay los que luchan toda la vida. Esos son los imprescindibles. Bertold Brecht Los editores de este libro, no ocultamos la admiración que nos merece la personalidad de Cipriano. Es por esto que el proyecto de la reedición de sus memorias referentes a la guerra social del 36, y sus consecuencias inmediatas, llevaba ya cierto tiempo en hibernación, y el treinta aniversario de su muerte, ha sido la excusa que ha servido para dar luz verde al antiguo deseo. Con el nuevo siglo, y al socaire de las divisiones que atormentan al anarcosindicalismo, muchas de sus figuras más representativas, van quedando poco a poco en el olvido. ¿Quién se atrevería a decir que los Seguí, Buenacasa, Peiró, e incluso los Durrti y Oliver, por citar solo a unos pocos, estén «libres de pecado» por un motivo u otro? Y eso sin mencionar a los Prieto, Pestaña, Montseny etc. etc., figuras polémicas donde las haya, a la vez que consagradísimas en determinados períodos o momentos. En el polo opuesto encontraríamos a personas que aunque discutidas en su día, y en su momento por su actuación; otras veces represaliadas por los entes anarquistas o anarcosindicalistas «oficiales», el paso y el poso de los años, les ha dotado, o les está dotando de cierta aureola de «autenticidad», de «trascendencia», constituyendo sin duda alguna, modelos a seguir; puntos referenciales. Entre estas figuras que han conseguido pasar el filtro de los años y las desavenencias, y que están situadas un poco «por encima del bien y del mal», habría que citar a Lorenzo, Tárrida, Salvochea, Sánchez Rosa... Sin embargo, ya más metidos en el XX, la elección de nombres, se hace bastante más difícil: ¿Puente?, ¿Vallina?, Quintanilla sin duda, quizá Ascaso... Pero entre estos últimos y por delante de todos ellos, habría que citar sin duda alguna a Mera. ¿Y por qué Mera? En primer lugar porque pocas figuras del XX son tan unánimemente reconocidas y aceptadas por todas las organizaciones; por esos restos del naufragio, que hoy continúan reivindicándose del anarcosindicalismo. También porque aunque discutido por su postura pro-militarista en la pasada contienda social del 36, la honradez, y la moral de su conducta, al margen de ese «evento», y a lo largo de toda una vida, hacen de él en cierto aspecto un «espejo de militantes». Y en último lugar, pero no menos importante, porque si hay alguien que represente a toda esa pléyade de militantes sencillos, anónimos, sacrificados, tenaces, esforzados, laboriosos, consecuentes, rebeldes, combativos, que conformaron alguna vez la Confederación Nacional del Trabajo... ese hombre es Mera. La última etapa de la vida de Cipriano, la que sucede a su liberación por Franco, no formará parte quizá de los libros de Historia General, pero será la que le ganará los corazones de las futuras generaciones anarquistas. Francisco Olaya, en el preámbulo, nos habla de su perseverancia para construir edificios organizativos, frente a aquellos que se dedican a destruirlos. Hoy día, son pocos los anarcosindicalistas que ignoran, que Cipriano pasó a Francia en el 47 para gestionar la unidad confederal, y que morirá 28 años más tarde añorándola, y luchando por ella cada minuto de ese tiempo. Hombre consciente de que lo que tiene que hacer un revolucionario, es sumar voluntades, dedicará a ello todas sus energías, y denunciará la utilización de «métodos bolcheviques», por aquellos que considerándose «los más anarquistas», restan en vez de sumar, y utilizan los procedimientos más deleznables y antilibertarios, para dividir, intoxicar, confundir, destruir, envenenar y paralizar la acción transformadora. Rememorando a Brecht; por su dedicación de «toda la vida» a la lucha de los más humildes, de los desposeídos, Cipriano, sin duda alguna es un imprescindible. Pero si nos basamos en su clarividencia, su actuación consecuente, su compromiso por la unidad, su honradez, y su ética, también podremos decir que es un indispensable. Por eso hoy día, en la mediocridad omnipresente que nos aturde y ciega, más que nunca, nos hacen falta su ejemplo, su entrega, su moral, su visión, su bondad, y su lucha por encima de todas las banderas. Sus últimos años, ya jubilado, y expulsado de la CNT (la organización por la que luchó toda su vida, incluso después de su exclusión, como tantos otros), los pasó junto a su compañera Teresa, en su domicilio de la calle Jean Jaurés de las afueras de París. Hogar pobrísimo, pero visitado por «multitudes» confederales de ambos bandos, pues aquellos que poseían las «patentes libertarias», y que consiguieron expulsarle de esa organización que tanto amaba, a la vez que vejarlo, jamás lograron distanciarlo de sus compañeros de exilio y de lucha; aquellos que no olvidaron lo que fueron, ni por qué combatían. A lo largo de su vida, Cipriano, jamás dejó de practicar la solidaridad y el apoyo mutuo, y de compartir lo poco que tenía, aunque solo fuese la fuerza de sus brazos; y será esa circunstancia básicamente, la que pasando de boca en boca de viejos a nuevos militantes, le ha configurado, mucho más que lo que se haya podido escribir sobre él, como uno de los más grandes anarcosindicalistas, si no el que más, de todo el siglo XX. De este hombre, se ha dicho que fue ascético, puritano, discreto, modesto, sobrio, recto, fraternal, apasionado, austero, a veces taciturno... Y como diría Peirats: Que no vivió más que para la causa libertaria, que le quemó las entrañas con un fuego implacable. Los editores Marzo de 2006 PREÁMBULO Hay libros que no necesitan presentación, aunque sean indispensables cuando no se dispone de otra cosa y precisamente por ello. De la misma manera, hay preámbulos que deben prologarse para clarificar su motivación, falto de lo cual serían un enigma. No trato de cumplir el obligado compromiso de un encargo de manera convencional, ni de saldar una deuda con el personaje. Rechacé escribir este libro cuando Mera me lo solicitó, aportando la documentación que le ha servido de base, por considerar que el protagonista merecía otra cosa. De cualquier manera, no pretendo hacer aquí la biografía que hubiera deseado, porque las películas de «santos» o de «héroes», como los mitos y los dogmas, me han resultado siempre insoportables. Y, sobre todo y ante todo, porque estoy convencido de que la imaginación no debe suplir nunca la versión del interesado. No quise hacer una biografía cacofónica y hagiográfica, porque estaba convencido de que la singularidad del personaje desbordaba ese marco estrecho y porque pienso que cada uno es libre de valorar las muchas virtudes que tuvo o los muchos defectos que se le imputaron. Sobre todo, porque le falló el aparato de propaganda que hubiera podido levantarle un pedestal, como se hizo con otros, con muchos menos merecimientos. Quiero, sin embargo, condensándolo a límites racionales, hacer el esbozo de lo que me parece elemental. En particular, de lo que fue «el hombre y su circunstancia». Cipriano Mera, nació el 4 de noviembre de 1897, en Tetuán de las Victorias (Madrid), en una de aquellas célebres casas de vecinos que causaban horror a las «almas sensibles», en las que los niños acostumbraban a modorrarse llorando de hambre o chupando aquellas célebres muñequillas de simiente de adormideras que las madres utilizaban a guisa de nanas. Empezó a trabajar a los ocho años y tuvo la calle por escuela, porque en la España de la época los presupuestos del Estado, se invertían en el pago de funcionarios y en el sostenimiento del ejército y de la iglesia, cuando ni uno ni otra cumplían su función.