144 159-175 Logroño 2003

LA AGONÍA DE LA ACTIVIDAD TEXTIL PAÑERA EN Y CAMEROS (1850-1915)*

RAMÓN OJEDA SAN MIGUEL**

RESUMEN Este trabajo, continuador de otro anterior publicado en esta misma revista, trata de medir y explicar el por qué algunas comarcas riojanas, y especialmente Cameros, después de haber visto cómo su industria textil y pañera conoció un esperanzador proceso de mecanización y mejora técnica en la primera mitad del siglo XIX, en las últimas décadas del mismo asistieron a su práctica aniquilación. Palabras clave: Industrialización, mecanización, historia económica, historia industrial, industria textil.

This work, continuator of another previous one published in this same maga- zine, tries to measure and to explain the why some districts riojanas, and especially Cameros, after having seen how its textile industry and pañera met an mechani- zation process and improvement technique in the first half of the XIX century, in the last decades of the same one they attended its practical annihilation. Key words: Industrialization, mechanization, economic history, industrial his- tory, textile industry.

1. INTRODUCCIÓN

El estado actual de las investigaciones nos ha permitido conocer que en La Rioja, primero en la comarca de y luego en buena parte de lo que común- mente entendemos por Cameros, se produjo durante la primera mitad del siglo XIX un proceso de mecanización en su vieja pañería. Sin embargo, aquella industriali- zación, por otra parte también presente en otras regiones pañeras de la Península, tuvo mucho de inacabada e imperfecta, técnicamente hablando. El brote de procesos de producción en gran medida mecanizados no significó la desaparición de los antiguos sistemas puramente artesanales. Bien al contrario, en muchas localidades serranas estos últimos sobrevivieron durante décadas, enta- blando una feroz competencia con los nuevos fabricantes industriales que, a veces desesperadamente, buscaban abaratar y mejorar la calidad de sus productos. Está claro que el resultado de la batalla no acabó de decantarse del lado de los moder- nos industriales. Por otra parte, tengamos también presente que estamos en una

* Registrado el 20 de febrero de 2002. Aprobado el 14 de febrero de 2003. ** Departamento de Historia e Instituciones Económicas/Universidad del País Vasco.

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época en que, tanto a nivel hispano como europeo, se estaba produciendo una salvaje competencia, con profundos reajustes técnicos y geográficos. En muchas de las fábricas serranas el empleo de máquinas accionadas por pro- cedimientos hidráulicos se convirtió en algo habitual en las operaciones del carda- do, hilatura, abatanado y apresto final. Pero la tecnificación industrial no acababa de completarse en una de las fases de fabricación fundamentales: el tisaje. Es más que evidente que la mayoría de los telares siguieron siendo de carácter manual. El resultado de esta inacabada y deficiente mecanización se iba a convertir en la segunda parte del siglo XIX en un pesado lastre, al final insalvable: no se con- siguió acrecentar suficientemente la calidad de los paños, ni tampoco abaratar con cierto vigor los precios de salida en el mercado; acabando los textiles riojanos por sucumbir a la competencia de otras zonas productoras, y sobremanera de Cataluña. Precisamente es esta cuestión, la de la agonía y casi completa desaparición de la vieja pañería riojana entre 1850 y 1915, la que vamos a abordar en estas páginas. Para ello, como un intento-balance e interpretación del fenómeno, primero realiza- remos un repaso de carácter regional, para acabar centrándonos en el análisis de la zona serrana de Cameros. En este último caso, al igual que en anteriores estudios, seguiremos básicamente la evolución de dos localidades (Torrecilla y Soto) que, además de resultar sumamente representativas, disponen de una documentación cuantitativa y cualitativamente de gran calidad en lo que se refiere precisamente a la industria textil. Así, haremos algunos cortes cronológicos utilizando las matrícu- las de industria y comercio conservadas en sus respectivos archivos municipales.

2. DECLIVE DEL TEXTIL RIOJANO

Todas las referencias, las que hasta ahora hemos podido recoger, indican que a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX el número de establecimientos indus- triales dedicados a la transformación textil de lanas en La Rioja prácticamente se redujo a la mitad. Parejo Barranco, utilizando datos de la Guía de Giménez Guited, cifra el número de instalaciones pañeras riojanas en 95 para el año 18611. Cantidad que se aminoró hasta 46 establecimientos en el año 19152. Es evidente que a mediados del XIX la actividad textil riojana no se reducía únicamente a la fabrica- ción estrictamente industrial, a la que acabamos de referirnos. Subsistían restos importantes de actividad de naturaleza artesanal. En este sentido, Aracil y García Bonafé cifran en 57 el número de localidades riojanas en las que aún se trabajaba la lana y el lino manualmente con cierta reputación3. Alrededor del año 1861 la mayor parte de los establecimientos textiles de carácter fabril se concentraban en el Alto Valle del Oja, con la población de Ezcaray a la cabeza, y en Cameros, en donde destacaban las localidades de Torrecilla y Soto; pero sin olvidar a otras como Enciso y Munilla4. Para hacernos

1. PAREJO BARRANCO (1989), p. 51. 2. ALESÓN (1915). 3. ARACIL y GARCÍA BONAFÉ (1978), p. 122. 4. CLIMENT LÓPEZ (1992). Este autor comenta: “Por esas mismas fechas se fundan en , localidad de la Sierra de Cameros, dos fábricas de tejidos de lana: en 1836 el antecedente de lo que luego llegó a ser ‘Fernández Hermanos, S.A.’ y en 1837 el antecedente de ‘Sevilla, S.A.’; aunque estas empresas, recientemente desaparecidas, son recordadas como fabricantes de calzado, comenzaron elaborando paños de lana”, p. 36.

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una idea del declive del que hablamos basta con comparar la situación de los núcleos cameranos más importantes entre los años 1861 y 1915. En Ortigosa las cuatro fábricas de salida se redujeron prácticamente a la mitad; de los 19 estable- cimientos que tenía Soto se pasó solamente a uno; y, en Torrecilla la actividad pañera desapareció completamente. Únicamente en Enciso y Munilla todavía la actividad lanera se mantenía en el año 1915 casi inalterable en cuanto al número de sus fábricas, con cuatro en el primer caso y ocho en el segundo5. Además, como demuestra el cuadro número 1, esta industria textil, que se había modernizado en gran medida desde los años 20 y 30 del siglo XIX, entró en un proceso de paralización mecánica, no incorporando ningún avance signifi- cativo de corte tecnológico. A este respecto, es sumamente significativo que en el año 1861 todos los telares censados siguiesen siendo manuales, y que tal situa- ción, como veremos al analizar los casos particulares de Torrecilla y Soto, no variará en el resto de la centuria. El profesor Parejo Barranco comenta en este caso que: “No obstante, entre 1863 y 1900, casi todos los datos proporcionados por las Matrículas de la Contribución Industrial referidos a la fabricación lanera riojana son negativos: los husos mecánicos, luego de un fuerte ascenso en los años sesenta, disminuyen hasta los 6.720 en 1879, llegando a representar sólo algo más de 4.000 unidades en 1900; por su parte, los telares en activo descienden en más de un 32% en la segunda parte del siglo, con el único detalle positivo de la contabilización de 17 telares mecánicos en 1900. Esta crisis (...)en base a la permanencia (...) de una estructura productiva inadecuada, que impedía cualquier avance de los sistemas de fabricación...”6.

Cuadro 1 La industria lanera en La Rioja – Año 1861 Localidad Husos Telares Cardas Tundosas Batanes 4.100 88 19 21 Cervera 200 8 19 8 Canales 2.500 172 14 16 6 Enciso 1.986 69 10 15 5 Ezcaray 4.900 180 40 30 13 Munilla 4.100 200 32 38 10 Otigosa 3.100 10 Pedroso 2.950 10 16 5 6 Soto 5.100 42 8 3 Torrecila 60 5 3 Valgañón 1.050 25 11 Villoslada 2.090 29 3 2

Fuente: Parejo Barranco (1989).

5. PAREJO BARRANCO (1989) y ALESÓN (1915). 6. PAREJO BARRANCO (1989), p. 52.

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El ingeniero Delgado Masnata en su “Memoria sobre el estado de la agricultu- ra e industrias derivadas de la provincia de Logroño”, publicada en el año 1876, dibujaba en el fondo una panorámica del sector lanero riojano que dejaba mucho que desear, a pesar de los tintes propagandísticos perseguidos por los editores: “La industria lanera toma principalmente sus primeras materias de la ganadería del país y de las provincias limítrofes. Cuenta con fábricas de hilado y tejidos, que producen paños, terciopelos de lana y bayetas, entre los cuales son notables los paños en colores café y negro, clase entre – fina, propios para capas, que gozan de un mercado bastan- te extenso y sostienen la competencia, dentro y fuera de la provincia, con los de su clase de otras procedencias, tanto por la calidad del género, como por lo cómodo del precio a que pueden darse, a causa de la facilidad que tienen los fabricantes para adquirir la lana y para proporcionarse buenos y numerosos operarios a precios módicos: en este ramo se distingue el pueblo de Ezcaray. Los paños de Enciso, clase ordinaria y colores café y negro, alcanzan gran aceptación entre la clase obrera, por su mucha duración y baratura, y compiten igualmente con sus similares de otros puntos. Los terciopelos de lana de Munilla, género ligero de diversos colores, que se aplica especialmente a la confección de chaquetas y de prendas de señora y de niños, se pro- ducen en abundancia y hacen competencia a los de Alcoy. Hoy han alcanzado tanto crédito y perfección los paños para trajes, que se elaboran a imitación de los de Sabadell y Tarrasa, con los cuales no pueden competir, y mucho menos con los extranjeros, pues no hay en el país lanas de igual calidad, ni tantos ele- mentos industriales, como en dichas procedencias; pero en general estos géneros, como las demás clases que se fabrican, se distinguen por su condición de duración. En contraposición, la industria ha decaído de una manera notable en Soto de Cameros, de donde amenaza desaparecer si no se rehace su crédito y obtiene mayor exportación. En cuanto a las bayetas, y con especialidad las de Hortigosa, tienen bastante salida por todos los puntos del Reino”7.

Cuadro 2 Hilados y tejidos de lana —La Rioja— Año 1876 Clases Nájera Sto. Domigo Torrecilla TOTALES Fábricas 23 9 16 25 73 Cardas 58 9 19 29 115 Husos 4.750 900 3.660 2.908 12.218 Telares 106 10 75 60 251 Batanes 18 1 7 8 34 Perchas 19 4 17 5 45 Tundosas 17 4 15 13 49 Prensas 7 12 5 24 Tintes 12 1 6 6 25 Braceros 533 70 139 295 1.037

Fuente: Delgado Masnata (1876).

7. DELGADO MASNATA (1876), pp. 41 y 42.

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Es cierto que hacia el año 1915 seguían funcionando en territorio riojano algu- nas pequeñas instalaciones laneras, la mayoría todavía en zonas serranas; pero su presencia resultaba ya prácticamente testimonial en comparación con épocas pasa- das relativamente recientes. Por aquel entonces está claro que en el conjunto de la industria nacional de tejidos, la riojana, y muy en particular la camerana, no representaba casi nada. Hasta el punto de que en aquella misma fecha el “Trabajo Nacional”, sin citar ya a la producción de La Rioja, literalmente decía: “En la fabricación de artículos de lana, después de Sabadell y Tarrasa, ocupan lugares sucesivos Barcelona, Alcoy, Bejar, Bocairente y Antequera. Esta industria se halla ade- más esparcida y generalmente en estado más rudimentario por la mayoría de las regio- nes españolas a las que provee de los tejidos más necesarios y de algunos artículos de punto confeccionados a manos”8. Ciertamente todavía faltan muchos trabajos e investigaciones en esta dirección, pero parece que la alternativa más clara a esta decadencia estuvo en la emigración a otras regiones españolas y a tierras americanas. Sáenz-Díez, no hace mucho, indi- caba que: “En la segunda mitad del siglo XIX, cuando se produce otro gran flujo migratorio, la Sierra riojana vuelve a estar a la cabeza. En el bienio 1885-1886 emigró a América el 0,6% de la población de la provincia de Logroño, cuya densidad era en ese momento de 34,6 hab/km2. Esta emigración tuvo su origen, con carácter casi exclusivo, en los par- tidos judiciales de Nájera y Torrecilla de Cameros”9. Otra salida, tal como pone de relieve el Anuario de 191510, vino también por el nacimiento de un importante sector industrial forestal en la Sierra: aprovechan- do los recursos hidráulicos de la zona, muchas viejas fábricas pañeras se transfor- maron en aserraderos de madera, a la vez que empezaron a aparecer pequeñas fábricas de muebles.

Cuadro 3 Actividad textil en La Rioja – Año 1915 Localidad Partido Fábrica Denominación Arnedillo Arnedo Tejidos de lana Nemesio López ““ “ Santiago López ““ “Viuda de Pozo ““ “Viuda de Sáenz Enciso Arnedo Hilados de lana Hijo de C. Gutiérrez ““ “Teodoro Gutiérrez ““Fábrica de paños Félix Martínez ““ “Hijo de M. M. Quemada ““ “Sucesores La Riva Munilla Arnedo Hilados de lana Aguirre Hermanos

8. Citado por Deu i Baigual (1989), p. 41. 9. SÉNZ-DÍEZ (1992), p. 261. 10. ALESÓN (1915).

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Localidad Partido Fábrica Denominación Munilla Arnedo Hilados de lana Rafael Fernández ““ “ Marcos Jiménez ““ “Torre Hermanos ““Mantas Rafael Fernández ““Fábrica de paños Gerardo Fernández ““ “ Marcos Jiménez ““ “ Esteban Navas ““ “Torre Hermanos ““Tejidos de lana Aguirre Hermanos ““ “ Rafael Fernández Cervera Cervera Saquerío Ancleto Remón “““ Felipe Remón ““Tejidos de cáñamo Felipe Remón ““Yute y algodón Anacleto Remón ““Lonas Angel Jiménez “““ Anacleto Remón Aguilar Cervera Hilo Juan Ratés ““Mantelería Juan Ratés Haro Haro Tejidos Fermín Díaz Canales Nájera Lana e hilaza “La ünica” Ezcaray S. Domingo Boinas Arcadio “““Viuda de González ““Hilados de lana Arcadio Alesanco “““G. Robayoye “““Eugenio Pérez ““Lanas regeneradas Domingo Palacio ““Paños Francisco Aranjuelo “““ Martín Pérez S. Domingo Batán Pascual Gómez Valgañón S. Domingo Fábrica de bayetas Daniel Apestegui ““Hilados de lana Apestegui y Cía. Otigosa Torrecilla “ Herederos García ““Mantas Navarrete Hermanos “““ Sucesores La Riva ““Paños y bayetas Navarrete Hermanos ““ “Sucesores La Riva Soto Torrecilla Borra Nemesio Andrés

Fuente: Anuario/Alesón (1915).

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3. ALGUNOS EJEMPLOS CAMERANOS

3.1. Torrecilla de Cameros

Cuadro 4 Matrículas industriales – Torrecilla de Cameros Años Fábricas Batanes Tintes Prensas Telares 1848 5 2 4 2 1853 6 4 2 10 1855 6 10 1861 7 4 3 5 18 1870/71 7 4 4 3 12 1879/80 5 4 2 3 10 1888/89 1 1 1 1 6 1906 1 1 1 1 8

Fuente: A.H.P.L., sig. 147-148/9-11-15-17-18-26-42/MITOR.

A mediados del siglo XIX, en concreto en el año 1848, la situación industrial de la villa camerana de Torrecilla, en cuanto a utillaje y novedades mecánicas, podemos afirmar que definitivamente se había consolidado, o mejor diríamos para- lizado después de los cambios acaecidos décadas atrás. Cinco eran las fábricas de paños en funcionamiento: la de Teodoro Andrés (“una máquina de hilar lanas con dos cardas y ciento veinte husos”), la de Manuel María Vallejo (“una máquina de hilar lanas con dos cardas y ochenta husos”) en la que también funcionaba “un molino de papel común con tina y agua de represa y una fábrica de barajas”, las dos instalaciones de los Señores e Ibarra y compañía (“máquina de hilar con dos cardas y 6 hilanderías con 60 husos cada una”), y, por último, la fábrica de Emeterio García, idéntica a las dos anteriores pero con “una tundosa”11. El dibu- jo industrial en aquel año se completaba con dos batanes en funcionamiento, cua- tro tintes, dos prensas, las “tundosas” de Manuel Ibarra y Manuel Cuevas, con Rafael Román que seguía cardando manualmente, y con el “Molino de papel común con una tina y agua de represa” de Casimiro Sorzano. En fin, poco habían cambiado las cosas desde los años treinta. La Villa tenía 452 vecinos con arreglo al censo electoral, y seguía manteniendo un importantísimo sector transportista (32 trajineros censados). Las únicas novedades sobresalientes que ahora aparecían eran las dos fábricas de papel12. La matrícula industrial del año 1853 solamente calificaba ya de auténticas fábricas de paños a tres establecimientos: “S. S. Sorzano y Sénez”, “S.S. Ibarra y

11. A.H.P.L. (Archivo Histórico Provincial de Logroño), Sección Municipal, Torrecilla de Cameros, sig. 147/5/M/TOR, Matrículas de la contribución industrial y de comercio del año 1848. 12. OJEDA SAN MIGUEL (1995), se trataba de dos molinos papeleros construidos años atrás. El moli- no del “Maderón” que ya funcionaba en el año 1826 gracias a la iniciativa del fabricante textil Diego Martínez de Pinillos, y el molino de la “Huesera” erigida esta vez a finales de los años treinta por las tam- bién familias de pañeros Sorzano y Tejada.

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Compañía” y el de los “S. S. Laviano y Compañía”; todos ellos con tres “cardas cilíndricas”, cuatro tornos el primero y cinco los dos restantes. No obstante, otros tres establecimientos seguían siendo, sin duda, industrias de cierta envergadura: el edificio de Carlos Villaverde, constituido por “una tundosa por agua, por un tinte, por tres cardas cilíndricas, por cuatro tornos y un telar mecánico”; la fábrica de “S. S. Cuevas y Compañía” con dos cardas cilíndricas y cinco hilanderas; y la de “S. S. Vallejo y Compañía” con “dos cardas cilíndricas y cuatro hilanderas”13. En aquellos principios de los años cincuenta la panorámica industrial de la localidad se com- pletaba con la presencia de 10 tejedores comunes y con los conocidos molinos papeleros: “Viuda de Vallejo y Compañía (...) una fábrica de papel y otra de nai- pes”, y la “fábrica de papel continuo” de don Juan Manuel Sorzano14. El sector industrial a comienzos de la década siguiente todavía seguía siendo importante, pero, y ahora lo veremos haciendo un pequeño repaso del utillaje, se notaba perfectamente que sus instalaciones se estaban quedando obsoletas y anti- cuadas técnicamente. La fábrica de la “Viuda de Esteban Ibarra, Fausto Sáenz Pérez, Juan Manuel Sorzano, Enrique Sorzano, Lorenza Sorzano e Isidro Munilla” tenía “tres cardas, cuatro tornos y 240 husos movidos a mano”. El establecimiento de “Lucas García, Esteban Ibarra y José Sáenz López” constaba de “tres cardas, tres tornos con 180 husos, una tundosa y una prensa”. Sigamos con esta significativa relación: la factoría de Ambrosio Laviano albergaba “tres tornos con 180 husos y tres cardas”; la de los Hermanos Carlos y Antonio Villaverde “cinco tornos, tres car- das, una tundosa, cinco telares, un tinte y una prensa”; la fábrica de Baltasara García “un telar común, una tundosa, tres cardas, cuatro tornos, una prensa y un tinte”; el establecimiento de la Viuda de Vallejo de “cuatro tornos con 240 husos, tres cardas, y una fábrica de papel y una fábrica de naipes”; la de Pedro Manuel Ibarra “dos cardas, un torno movido por agua con 180 husos, tres telares comu- nes, una prensa, una tundosa y una batanera”; y, el taller de la Viuda de Fausto Sáenz Díez con “un tinte, una batanera, una tundosa y tres telares”. Panorama que se completaba con algunos establecimientos dedicados exclu- sivamente al tinte o a la prensa de paños y con unos pocos tejedores manuales a domicilio15. El resto de la actividad industrial se componía de los dos molinos pape- leros ya comentados y “dos molinos de chocolate con piedra de tahona movida por agua”16, sin olvidar la presencia en este ramo de la significativa cifra de una docena de lonjeros. La consolidación de esta actividad chocolatera, además de evi- denciar la capacidad de las gentes serranas para encontrar una salida a través de nuevas actividades transformadoras, y, por tanto, su talento de adaptación a los cambios en el mercado, pone de relieve de forma indirecta las dificultades de la fabricación pañera. En este sentido, el trabajo reciente de Moreno Fernández indi- ca que la ganadería trashumante, después de lo que parecía ser su agonía defini- tiva a comienzos del siglo XIX, a partir de mediados de los años treinta se volvió

13. A.H.P.L., Sección municipal, Torrecilla de Camaeros, sig. 147/9/M/TOR, Matrículas de la contri- bución industrial y de comercio del año 1853. 14. A.H.P.L., Sección municipal, Torrecilla de Cameros, sig. 147/11/M/TOR, Matrículas de la contri- bución industrial y de comercio del año 1855. 15. A.H.P.L., Sección Municipal, Torrecilla de Cameros, sig. 147/17/M/TOR, Matrículas de la contri- bución industrial y de comercio del año 1861. 16. Ibídem.

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a recuperar y a recibir el respaldo inversionista de algunos personajes que tenían mucho que ver con el sector textil17. Como ya hemos adelantado, hasta la década de los años ochenta la pañería de Torrecilla en términos cuantitativos se mantuvo prácticamente inalterable; pero, sin embargo, era más que evidente que sus máquinas se quedaban cada vez más anticuadas, así se desprende de la consulta de las matrículas de los años 1870/7118 y 1879/8019; con la única novedad, si realmente así se puede calificar, de que ahora los telares censados son considerados por la documentación como de “lanzadera”. Mientras en Cataluña se consolidaba la modernización de la fase del tisaje pañero, en Cameros los telares continuaban siendo manuales, aunque al parecer ya de “lanzadera volante”. Nuestros documentos indican que a partir del año fiscal 1888/89 la pañería de Torrecilla entró en una fase de rápida decadencia. Se dieron de baja prácticamente todos los talleres, con la excepción del telar que tenía en su casa el artesano Pedro Calle Rodríguez y, la fábrica de Pedro Sáenz Ibarra que seguía funcionando con “300 husos, cinco telares, un batán, percha, tundosa, demotadora, prensa y tinte”20. Al llegar el año 1906 aún trabajaba la fábrica de “Pedro Sáenz e Hijo” con “300 husos, un batán, una percha, una tundosa, una demotadora, ocho telares, un tinte y una prensa”21. Pero al poco tiempo la actividad textil desapareció definitivamen- te de Torrecilla, por lo que no volvió a aparecer citada en la documentación fiscal de carácter municipal.

3.2. Soto de Cameros Pese a que la documentación que hemos encontrado en el Archivo municipal de Soto de Cameros es menos abundante y rica que la anterior de Torrecilla, sin embargo, todo parece indicar que la evolución final de su sector textil fue muy simi- lar. En el año 1880/81 se mantenían trabajando todavía cuatro establecimientos a los que podemos calificar plenamente como fábricas textiles: el taller de Celestino Martínez Pinillos con “108 husos para hilar a mano, tres cardas cilíndricas llamadas emborradoras, raspadora y merchera por agua”; la fábrica de Evaristo Vallejo

17. MORENO FERNÁNDEZ (1994), p. 73. 18. A.H.P.L., Sección municipal, Torrecilla de Cameros, sig. 148/17/M/TOR. La matricula del año 1870/71 describía así el utillaje del sector textil de Torrecilla: la empresa de Pedro Manuel Ibarra y com- pañía constaba de “un torno movido por agua con 150 husos, cuatro telares, una prensa, una tundosa, una percha, una batanaera y tres cardas”; la de Simón y Pedro Sénz Díez de “un tinte, una tundosa, una per- cha, una batanaera, cinco telares de lanzadera y una demotadora”; la fábrica de Sorzano y compañía de “tres cardas, tres tornos a mano con 180 husos, tres cuñas”; la de Lucas García y compañía con “tres tor- nos a mano con 180 husos, una prensa, una tundosa y una percha; la de Gregorio Ibarra y Compañía con “cinco tornos a mano con 300 husos, tres cardas, una tundosa, una batanaera, una percha y una prensa”; el taller de Pedro Sénz Díez de “tres cañas y cuatro tornos a mano con 240 husos” y la fábrica de la Viuda de Vallejo con “cuatro tornos con 240 husos movidos a mano y tres cardas”. 19. A.H.P.L., Sección municipal, Torrecilla de Cameros, sig. 148/18/M/TOR. La matrícula del año 1879/80 hacía la siguiente enumeración: el taller de los Hermanos Sénz Díez tenía “una tundosa, una pren- sa, un batán, tres telares, una prensa y una demotadora”; el de Francisco Martínez de Pinillos de “tres car- das, 180 husos y un tinte”; el taller de Pedro Sénz Díez con “tres cardas, 240 husos, una demotadora, dos tealres y una tundosa”; la fábrica de Eugenio Ibarra Martínez con “tres cardas, 160 husos, tres talares, una prensa, una trasversal, una percha, un batán y un tinte”; y la de Eugenio Pinillos López de “tres cardas, 180 husos, una prensa, una trasversal, una percha, un batán y un telar”. 20. A.H.P.L., Sección municipal, Torrecilla de Cameros, sig. 148/26/M/TOR, año 1888/89. 21. A.H.P.L., Sección municipal, Torrecilla de Cameros, sig. 148/42/M/TOR, año 1906.

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Martínez con la mitad de “una emborradora, raspadora y mechera que sólo se utili- za la mitad del año y el otro medio año está sin uso, y 120 husos para hilar a mano”; la de Tiburcio Herrera Romero con “una percha destinada a levantar el pelo a los tejidos de lana a mano, y un telar de lanzadera a mano”; y la fábrica de Vicente Elías Segura de “tres cardas cilíndricas llamadas emborradoras, raspadoras y mercheras movidas por agua, 108 husos para hilar a mano y un telar de lanzadera a mano”22. Además de estos establecimientos funcionaban dos edificios de prensa: el de Juan Elías Segura “para estirar y aderezar y lustrar tejidos de lana a mano, y un telar de lanzadera a mano”, y el gemelo de José Jiménez Cabezón. Además aún se utilizaban dos batanes, uno de los cuales tenía en su interior “una tundosa a mano”, y un tinte a nombre de Tiburcio Herrera: “Establecimiento en que se tiñen tejidos nuevos hila- dos, limitándose a los productos de su fabricación”. Por último, no se puede dejar de reseñar que nueve vecinos eran considerados como tejedores de “lanzadera” indi- viduales, dos de los cuales en su taller tenían también “una tundosa a mano”23. Una década después, bien señalada por las matrículas del año 1890/9124, la actividad textil de la localidad se había reducido drásticamente; hasta tal punto que ya solamente eran tres vecinos los que pagaban la correspondiente licencia fiscal. Eran la fábrica de Celestino Martínez Pinillos con “sistema de carda para el hilado de lana, movida por agua y 108 husos a mano”, el establecimiento de Juan Elías Segura con “una tundosa llamada trasversal a mano y un telar de lanzadera a mano”, y el de Tiburcio Herrera, idéntico al anterior. También, al igual que en Torrecilla, con la llegada del siglo XX en Soto desa- parecerá definitivamente la actividad textil. Auténtico aniquilamiento, puesto que en el año 1915 sólo aparecerá censado un modestísimo taller de borra25. A este res- pecto resulta sumamente elocuente las declaraciones que en el año 1926 hacía a un periodista una anciana al cumplir 103 años, nacida en Soto, y que tuvo que emi- grar primero a tierras andaluzas y luego a Madrid: “Vivió de niña en Soto de Cameros. No tenía aún diez años cuando en el pueblo se hablaba de facciosos y cristianos. Las niñas temblaban al pensar que podían encontrar- se con los facciosos. Estos descendieron un día hasta el pueblo y se llevaron los paños, que era su principal riqueza. Pero los paños se recuperaron, porque, los sacerdotes intervinieron y lograron el rescate. Estos paños lo eran todo para el pueblo. Mientras en todas las casas la percha, la máqui- na y la tundidora funcionaban, nada falto. Pero los paños fabricados eran bastos y obs- curos. Los de Munilla, un pueblo cercano, aprendieron a hacerlos con otras máquinas, más bonitos y más suaves y vistosos. Y la pequeña industria desapareció”26.

4. INTENTO DE INTERPRETACIÓN

Al igual que había ocurrido en la comarca de Ezcaray, la zona de Cameros en el proceso de modernización de su sector textil arrastró algunos graves problemas:

22. A.H.P.L., Sección municipal, Soto de Cameros, sig. 92/1/M/S, matrícula de contribución industrial y comercio, año 1880/81. 23. Ibídem. 24. A.H.P.L., Sección municipal, Soto de Cameros, sig. 92/1/M/S, Matrículas de contribución indus- trial y comercio, año 1890/91. 25. ALESÓN (1915). 26. Publicado en el diario La Rioja el 17 de junio de 1926, recogiendo un artículo de “El Debate” de Madrid.

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las comunicaciones, pese a su ancestral y desarrollado sector arriero y transportis- ta, nunca fueron buenas; y los ríos, aunque rápidos y fácilmente acoplables a las ruedas hidráulicas, no fueron lo suficientemente numerosos, ni caudalosos, como para soportar una intensa aparición de nuevos establecimientos industriales. Además, tampoco en esta última cuestión, a diferencia de lo ocurrido en Cataluña, hemos podido detectar documentación que permita hablar de sustitución de moto- res hidráulicos: la turbina por la vieja rueda hidráulica. Y mucho menos, por las dificultades de comunicación, se iba a producir la difusión del uso del carbón y de las máquinas de vapor. Hecho, que al parecer, fue algo muy común de igual forma en otras industrias pañeras peninsulares, fuera del territorio catalán27. Por otra parte, hay que recordar que los dos grandes problemas del sector tex- til de la Sierra riojana durante la primera mitad del siglo XIX fueron la paulatina competencia catalana y la disminución y apreciación de la calidad de sus produc- tos. La aminoración de la calidad, vía rivalidad con la pañería popular y tradicio- nal, verdadera beneficiada de la mecanización del hilado, se vio también agravada por la competencia de la pañería extranjera; de ahí, por ejemplo, que en Ezcaray se demandase de las esferas gubernamentales en el año 1817 una política más pro- teccionista. Pero también es cierto que Cameros contó en este proceso de mecanización con algunas ventajas de partida. No se puede desconocer la buena colocación y posición comercial de muchos de sus naturales en casi todas las grandes ciudades de la Monarquía, y, por tanto, en el mercado pañero. Y sobre todo, en la carrera mecánica partió con la preeminencia de un conocimiento casi patrimonial del sec- tor pañero artesanal y de la comprensión técnica en aparatos hidráulicos28. Como en su día puse de relieve, los pueblos riojanos productores de lienzos caseros a partir del último tercio del siglo XVIII empezaron a sufrir la feroz com- petencia de los productos algodoneros catalanes. Artículos más baratos, vistosos y de mejor calidad higiénica a la hora de confeccionar prendas interiores, que los viejos lienzos; y más en una época de constatada disminución de la capacidad adquisitiva de los sectores de población más humildes. El resultado: los produc- tores de lienzos entraron en una grave y definitiva decadencia. Pero, en cambio, “Las zonas serranas dedicadas a la fabricación pañera salieron menos mal paradas: concentraron la actividad en las localidades con condiciones geográficas más ade- cuadas, lograron mejorar alga la calidad de sus tejidos, y fundamentalmente con- taron con la ventaja de tener un mercado más protegido, puesto que el paño, frente al algodón, iba destinado a la confección de prendas de abrigo”29. Después, entre aproximadamente los años 1808 y 1830, los productos serranos iban a cono- cer unos años de sosiego, debido a las graves destrucciones que con ocasión de la guerra de la Independencia sufrió la industria catalana: “La guerra de la Independencia fue fatal para la ind. Catalana: ocupadas las principales poblaciones por el ejército francés; en armas el país; abandonando los habitantes la lan- zadera para coger el fusil o la espada; abiertos los Pirineos y los puertos a las mercan- cías de nuestra enemigos, lo mismo que a los que se decían nuestros defensores, era

27. PARREJO BARRANCO (1989), pp. 78 y 79. 28. CARMONA BADÍA (1990), entre otras, la introducción que realiza este autor en su trabajo sobre Galicia constituye un magnífico resumen para entender, en un tema lleno de controversias, lo que supo- ne en un proceso de industrialización la denominada “protoindustria”, pp. 15-25. 29. OJEDA SAN MIGUEL (1993), p. 114.

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muy natural que la industria española desapareciese, porque esta es la triste condición de los pueblos industriales. Una nación esencialmente agrícola sobrevive a toda clase de contratiempos; un país manufacturero sucumbe al amago de una guerra o a una crisis comercial (...). Luchaban los hombres industriosos de Cataluña para levantar nuevos establecimientos fabriles, y las guerras extranjeras, y las disensiones civiles venían a des- truir sus patrióticos esfuerzos. Nueva invasión de las tropas francesas; nuevos privilegios concedidos para introducir objetos manufacturados; la influencia en las prov. Marít. Y próximas al Pirineo ejercida por autoridades no españolas; el contrabando sistematiza- do, la atención fija en perseguirse unos a otros los partidos; las intrigas de la Corte: este cuadro que ofrecía la España en el quinquenio del 23 al 27, no podía presentar un gran- de estímulo para el progreso de la industria española: Así fue, en el año 1830 la ind. Algodonera de Cataluña usaba los mismos sistemas de máquinas que en 1804 había introducido el ilustrado Conde de Cabarrús; máquinas en su mayor parte de madera, copiadas, no con grande exactitud, por los carpinteros y cerrajeros del país. Los fabri- cantes con los ant. Métodos o sistemas se creían los más adelantados; se consideraban los más felices en sus operaciones, y uno y otro día, uno y otro mes, uno y otro año transcurrían, sin adelantar un solo paso ni en elementos, ni en el sistema de elabora- ción. Mientras así marchaban, o hablando con más propiedad, mientras así se estacio- naban los fabricantes españoles, la Inglaterra y Francia rivalizaban por perfeccionar sus manufacturas; y de la lucha de estos dos pueblos resultaban grandes adelantos en la química y en la mecánica, caminando velozmente en su marcha progresiva para dejar muy atrás y en situación deplorable a los que creían que se hallaban en eso innovar los métodos y prácticas que de sus mayores recibieron”30. En aquel momento, la pañería serrana de La Rioja, además de beneficiarse por la falta temporal de competencia, se vio favorecida por un nuevo factor añadido: la proliferación de ejércitos y partidas guerrilleras por la zona supuso un aumen- to, a pesar de los ataques y problemas coyunturales, de la demanda de paños des- tinada a confeccionar capotes y prendas de abrigo. En medio de estas favorables circunstancias, y siguiendo el ejemplo catalán, la pañería serrana de Cameros, trató de responder al aumento de los pedidos mecanizando buena parte de su proceso de fabricación. Pero, como es de sobra conocido, esta bonancible situación no duró mucho. A partir de mediados de los años treinta y hasta aproximadamente 1865, la indus- tria catalana entró en un nuevo proceso de modernización31 y mecanización más

30. MADOZ (1846), tomo III, p. 457. 31. Ibídem, como consecuencia de estos progresos las posturas proteccionistas, de las que el Diccionario de Madoz da buena cuenta al referirse al caso catalán: “Es indudable que la industria espa- ñola lucha con terribles elementos: siquiera se nos tache de irreligiosos, es muy perjudicial para los inte- reses de los manufactureros que la España celebre más festividades que la Inglaterra. Las máquinas de aquella nación están mucho más perfeccionadas que las nuestras, y por consiguiente ofrecen más traba- jo; los operarios se hallan más instruidos, y por eso con menor número en cada fábrica desempeñan el servicio; el dinero le tienen los ingleses a menor precio que en cualquiera de los mercados de España; cuéstales más barato el algodón en rama; el combustible, el hierro, el acero tienen también menos coste; y todas estas circunstancias hacen el genero muchísismo más barato. La dificultad está en disminuir, ya que no sea posible vencer del todo, estas dificultades; poco apoco irán desapareciendo; y aunque de añe- jas se reputen nuestra doctrinas, aunque de retrógradas pueden calificarse, hoy más que nunca insistimos en la necesidad del sistema protector, no tan solo para que la España tenga importancia manufacturera, sino para que pueda prosperar la agricultura, que no adelantará ya ni un solo paso más, como hemos dicho anteriormente, sin el auxilio de la industria y del comercio: llegado este caso, profesaremos con muchísimo gusto las doctrinas económicas de Adam Smith, de Ricardo, de Say, de Maculloch y de Roberto Peel. Para aplicar a un país las doctrinas económicas que preponderan en otro, es necesario que sean igua- les las circunstancias; los hombres entendidos de Inglaterra y Francia abogan hoy por unos principios que otras personas ilustradas, contemporáneas, y aun ellos mismos no han profesado. Llegue la España a la situación que nosotros deseamos; pueda sin temor ninguno sostener la concurrencia, y entonces pedire- mos, por la misma razón que hoy nos sirve para abogar por el sistema protector, que se abran nuestros mercados a los artefactos extranjeros”, p. 479.

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intenso y, cualitativamente más importante que el anterior: afectó ya a las opera- ciones del tisaje, y los fabricantes se preocuparon vivamente por los consumido- res, respondiendo con agilidad a sus cambios de gusto y modas32. Aparecía, pues, de nuevo en escena el algodón catalán33; pero también una pañería en la misma región muy mecanizada y competitiva34. En el año 1846 el corresponsal barcelonés de Madoz decía: “También estas son las que contribuyen a que los tejidos de lana catalanes no tengan en nuestro país toda la importancia que merecen por su avalada calidad, especialmen- te desde que por medio de nuevas máquinas de tijera, quedan los paños tan finos y de pelo tan corto como los franceses e ingleses. Especialmente en Tarrasa, Manresa y Sabadell paree increíble lo que ha adelantado la industria lanera, pues pasan muchas veces por extranjeros los paños y otras clases de tejidos que se fabrican en aquellos pun- tos. Ahora mismo (junio de 1846), se está montando en San Andrés de Palomar por cuenta de los SS. Bahoir una magnífica fábrica de estambres a la altura de los más nota- bles establecimientos de esta clase en otros países, cuyos productos satisfarán sin duda a las más delicadas exigencias. En Navarcles, Igualada, Olesa, Esparraguera, Olot, Roda, Moyá y Vich, se hallan telares de lana, que en la mencionada época de 1841 ascendían a más de 2000, inclusos también los de Puente Armentera, y otros muchos lugares de los valles de Rivas y demás que confinan con el Pirineo, empleados en hacer toda clase de paños, patens, franelas, bayetas, sarguetas, estameñas, fajas y otras telas de lana y estambre”35. A partir de aquellos momentos y a raíz de estas transformaciones la suerte de la pañería de Cameros estaba echada. Sus instalaciones mecánicas se fueron que- dando paulatinamente obsoletas. Mientras, las fábricas catalanas se modernizaba, y en pocos años iban también a conquistar los mercados peninsulares de produc- tos laneros. Desde mediados del siglo XIX la producción lanera se estaba concen- trando en Cataluña, sobre todo en la ciudades de Tarrasa y Sabadell. Fue acentuándose su predominio sobre el resto de la producción española, progresi- vamente limitada a algunos puntos fabriles —Bejar, Alcoy, Antequera— con difi- cultades crecientes para soportar la cada vez más agresiva competencia y aún más para superar sus propias deficiencias estructurales36. La producción riojana, tal como en el año 1879 denunciaba la Junta de Agricultura e Industria de Logroño, tenía cada vez menos mercado: “(...) la industria de paños de hoy en esa provincia no comprende la importancia que puede tener la introducción de paños extranjeros a los mercados que ella frecuenta, o su fabricación es de tal clase que su consumo sólo se hace por localidades donde jamás acude género extranjeros...”37. En esta línea creemos que de nuevo el profesor Parejo Barranco lleva razón cuando dice, al comparar la evolución de la industria lanera catalana con otras peninsulares, que: “(...) puede apuntarse que fue en primer lugar la pañería fabril de géneros de consumo o popular —Cameros, Bejar, Alcoy, Antequera—, la que arrinconó a la producción doméstica, y que los centros catalanes, sólo a partir de los setenta entraron a disputar

32. PAREJO BARRANCO (1989), pp. 99-101. 33. NADAL (1977), pp. 188-225. 34. NADAL (1992), pp. 119-125. 35. MADOZ (1846), tomo III, p. 479. 36. PAREJO BARRANCO (1989), p. 22. 37. Citado por PAREJO BARRANCO, ibídem, p. 104.

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una cuota de mercado que hasta ese momento había absorbido preferentemente los productos ordinarios de fábricas ubicadas fuera de Cataluña”38. Otros investigadores especializados en temas textiles, caso del profesor Benaul39, sostienen que los industriales laneros catalanes acabaron con la pañería de Segovia y Cameros, al mismo tiempo que otros centros, especialmente Bejar y Alcoy, se convirtieron en aliados en aquella aniquilación. Sin embargo, es muy probable que tal diagnóstico deba ser matizado, cuando menos cronológicamente: los tejidos de Ezcaray y Cameros aguantaron el envite catalán durante toda la pri- mera mitad del siglo XIX, y hasta diríamos que con bastante éxito; y, solamente decayeron y agonizaron muy entrada la segunda parte de la centuria. En la industria lanera española desde los años 60 y 70, dejando a un lado la zona hegemónica de Cataluña, se puede decir que se dieron dos claras tendencias: una hacia la concentración y otra hacia la especialización. Con respecto a la pri- mera cuestión, está claro que solamente iban a aguantar el empuje catalán aque- llas localidades y zonas en todos los sentidos mejor dotadas. En cuanto a la segundo punto, todo el mundo admite que a partir de la instalación del ferrocarril se avanzó notablemente en el proceso de integración del mercado español, y que desde entonces todas las zonas laneras buscaron con ahínco mejorar calidades y especializase en ciertos productos. Por esta senda los centros pañeros del cua- drante norte, para poder tener su pequeña cuota de mercado, tendieron a fabricar prendas para el Ejército (Bejar), mantas (Palencia40), y, sobre todo desde tiempos de la segunda guerra Carlista, boinas ampliamente consumidas por los campesinos del norte de Castilla, Navarra, La Rioja y País Vasco. Los cameranos quisieron especializarse en la fabricación de mantas y boinas. Así, y es un síntoma del ensayo, en la Exposición Universal de París del año 1878 fueron premiadas las mantas de un fabricante de Torrecilla41. Pero mientras se pro- ducía aquella prueba, las mantas palentinas estaban alcanzado tal éxito, que empezaron a penetrar en el propio mercado riojano42. A este respecto, aunque corresponde realmente a una fecha muy tardía, resulta sumamente significativa la lista de expositores que en el año 1946 se presentaron a la “Primera exposición de ambas Castillas”: Pueyo Celma como fabricante de boinas, Cecilio Valgañón de pañuelos en Ezcaray, “Sucesores de C. de La Riva, S.L.” con fábrica de zapatillas y paños en Enciso, Jesús Navarrete y “Sucesores de Climaco Rubio” con fábrica de mantas en . Pero frente a estos industriales riojanos aparecen nada menos que siete fabricantes de boinas, mantas y calcetines, uno de bayetas y sayales, y otro más de calcetines, todos ellos censados en Pradoluengo. Localidad burgalesa, pero vecina de las riojanas, que ya tenía más establecimientos fabriles que el resto de las localidades castellanas, incluida la propia y afamada Palencia43. A fin de perfilar un poco más nuestra interpretación, volvamos a abordar la cuestión desde comienzos del siglo XIX. A lo largo de las primeras décadas de aquella centuria la pañería serrana de La Rioja principió a sentir, y a sufrir, las con-

38. Ibídem, p. 37. 39. BENAUL (1992). 40. GARCÍA COLMENARES (1992), p. 188. 41. Ibídem, p. 216. 42. Ibídem, p. 188. 43. Ibídem, p. 250.

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secuencias de la competencia de otras peninsulares y europeas. Trató de respon- der mejorando la calidad de sus productos por la vía de la mecanización. Sin embargo, a pesar de algunos logros tangibles, se produjeron serias contradiccio- nes: los pequeños tejedores individuales consiguieron mayores cantidades de hila- za, fabricada por los talleres con medios ya plenamente fabriles, y establecieron una feroz competencia con las fábricas pañeras más grandes, vendiendo produc- tos de peor calidad. Al final, provocaron una depreciación en la estima de los paños riojanos en su mercados tradicionales. Todo ello originó tantos problemas y tensiones, que no hubo más remedio que, como en el alto Valle del Oja, llegar a acuerdos para trabajar de forma más reglada en los procesos de fabricación. En torno a la década de los años 40 y 50, a pesar de todos los problemas, no cabe duda que en los entornos de Ezcaray y de Cameros ya se había consolidado un sector pañero mecanizado. Una industria que enseguida comenzó a notar níti- damente nuevos, y a final definitivos, problemas, arrastrados en toda la segunda mitad del siglo XIX: la prácticamente nula mecanización de las labores del tisaje, el paulatino envejecimiento y escasa reconversión de su maquinaria, y la excesiva dependencia energética respecto del agua. Al agudizarse en pocas décadas la com- petencia exterior, el sector pañero riojano entró en una larga crisis. Dificultades que, como suele ser normal en estas circunstancia, se fueron apreciando en una reducción de la actividad, cada vez presente en menos localidades y en el menor número de firmas y fábricas. En toda la Sierra la actividad textil que aún sobrevivía tendió a concentrarse fundamentalmente en tres núcleos: Alto valle del Oja, Cameros y en la comarca burgalesa de Pradoluengo. Durante muchos años daba la impresión de que a la cabeza iba la zona de Ezcaray, precisamente el núcleo en donde había surgido el germen mecanizador; pero a finales del siglo se produjo un cambio apreciable. Ante la brutal competencia de los catalanes las pañerías interiores quisieron espe- cializar su producción en la fabricación de unos pocos productos, y se emprendió el camino de la elaboración de mantas y de boinas. En esta nueva estrategia a la defensiva fue Pradoluengo la localidad que acabó desbancando a sus otras dos zonas hermanas serranas: comenzó haciéndose con el mercado de las boinas y desde comienzos del siglo XX emprendió la reconversión de sus talleres en facto- rías especializadas en la confección de calcetines. Probablemente la última razón de esta evolución estuvo en el nacimiento en el País Vasco de una importante industria textil, sobre todo en Guipúzcoa, y dentro de ella un sector boinero pujan- te, con firmas tan conocidas como “La Encartada” (Valmaseda) y “Elósegui” (Tolosa). Salvo en el caso de Pradoluengo, en donde sí se produjo una modernización técnica y el paso a la energía de vapor44, en el resto de la serranía riojana a fina- les del siglo XIX aquella centenaria actividad textil era ya un hecho residual. El sec- tor textil riojano en el conjunto nacional ocupaba el último escalafón en la utilización de husos mecánicos, concentrando, además, tan sólo el 1,8 por ciento de los telares hispanos. Por decirlo de otra forma, la pañería riojana estaba a punto de desaparecer definitivamente. La actividad de Cameros y Ezcaray quedó como algo muy residual. La vieja pañería solamente fue en parte sustituida por la industria linera y cañamera de

44. OJEDA SAN MIGUEL (1983).

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Aguilar y Cervera, ya en otra zona provincial, tal como constataba en el año 1876 Delgado y Masnata: “La confección de alpargatas es otro de los ramos en que se consume la cosecha de materias textiles de la provincia y aun una porción de los importados. Pero las industrias linera y cañamera en grande escala, están representadas por las fábri- cas de Aguilar y Cervera del Río Alhama, en el primero de cuyos pueblos, hay una de hilados y tejidos de lino, y en el segundo, dos de género de cáñamo. Estos estableci- mientos importan en su mayor parte las hilazas del extranjero especialmente de los mer- cados de Inglaterra y producen, la primera, mantelerías y lienzos de diferentes clases y las otras dos, telas para sacos y lonas dignas de mencionarse por su perfección”45.

5. FUENTES IMPRESAS Y BIBLIOGRAFÍA

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45. DELGADO MASNATA (1876), p. 48.

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