Biblioteca Familiar De La Presidencia De La República
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Biblioteca Familiar de la Presidencia de la República INTRODUCCION Entre los años de 1972 y 1975 publicamos en las Noticias Culturales del Instituto Caro y Cuervo un considerable número de autobiografías de autores colombianos, con el ánimo de rescatar del olvido o dar a conocer, de manera total o fragmentaria, el texto de esas vivencias que entrañan una forma de expresión particular, como que el aspecto fundamental de la autobiografía no es otro, no puede ser otro, que el de la exteriorización de una determinada persona escrita por ella misma. O como alguien la define, es "la relación escrita de su propia vida y en lo que ésta tiene de más personal". Por consiguiente, nada nuevo agregamos al decir que la concepción de este género, no obstante las diversas formas o modalidades, es eminentemente personal. Implícita o explícitamente —se ha escrito con acierto— toda autobiografía entraña un testimonio. Un testimonio que, a la postre, vierte los secretos más íntimos o las vivencias más recónditas de quien nos hace partícipes de su propia vida. Aunque la palabra "autobiografía" es relativamente nueva —como manifestación literaria data de fines del siglo XVIII—, sin embargo, como expresión de la propia vida, en cuanto ella tiene de individual, la encontramos en la más remota antigüedad: los Comentarios de Julio César, aunque escritos en tercera persona; las Confesiones de San Agustín que "son una verdadera autobiografía, aun cuando preceden catorce siglos a la invención de esta palabra"; y más cercanas a nuestro tiempo, las Confesiones de Juan Jacobo Rousseau, quien desde sus líneas iniciales se hace eco de su integridad personal: "Yo quiero mostrar a mis semejantes un hombre en toda la verdad de su naturaleza, y ese hombre soy yo". Y de esta misma época, ¿por qué no desentrañar este género de la obra extraordinaria de Torres Villarroel? Se ha considerado que casi toda su producción es autobiográfica, especialmente la que lleva por título: Vida, ascendencia, nacimiento, crianza, y aventuras del doctor Diego de Torres Villarroel, catedrático de prima de matemáticas en la Universidad de Salamanca, escrita por él mismo. Madrid, 1743. La vida de este hombre realmente singular —poeta, médico, matemático, torero, astrónomo, augur, clérigo, soldado, catedrático, vendedor ambulante, teólogo y periodista— constituye el reflejo exacto de su propio carácter; de su peculiar manera de ser y de actuar. Lo anterior, para no mencionar sino unos contados casos que nos recuerdan claramente el origen de donde emana esta suerte de la expresión humana y nos conduce a "la primera reflexión sobre la existencia literaria de la autobiografía". No es nuestro propósito adentrarnos mediante estas líneas en el estudio formal y concienzudo de lo que constituye la autobiografía como una manifestación genérica de carácter autónomo, ni menos en la apreciación y descripción de sus géneros vecinos o colaterales: las memorias, los diarios íntimos, las biografías, las Vicente Pérez Silva 1 Biblioteca Familiar de la Presidencia de la República novelas y las crónicas; incluyendo en este último las cartas (vertiente en extinción), el diálogo, el reportaje y la narración de viajes. Emprendimiento que llevó a término, con óptimo resultado, Georges May, catedrático de la Universidad de Yale, con su magnífica obra La autobiografía, Fondo de Cultura Económica, México, 1982, obra en la cual podemos valorar su contenido crítico, histórico y reflexivo. Concretando el tema objeto de su investigación, el mencionado catedrático puntualiza: La autobiografía tiende a ser escrita en primera persona del singular y a adoptar un punto de vista retrospectivo, pero en su orden cronológico de presentación es con frecuencia modificado por la intromisión de las preocupaciones presentes o por las distintas obsesiones personales. Y más adelante manifiesta: Nada de sorprendente tiene eso, se dirá, por poco que se admita que la vocación de la autobiografía es en parte la de ser un reflejo de su autor, reflejo deformado e incompleto quizás, pero lo bastante fiel sin embargo para revelar la unidad irreductible de su individualidad... En este punto, considero que incurriría en un pecado de lesa omisión al no mencionar ni ponderar el ensayo titulado Diarios, memorias y autobiografías de Mario Jursich Durán, que hace parte de la Gran Enciclopedia de Colombia del Círculo de Lectores. Se trata, sencillamente, de una esmerada investigación en la que hace gala de su erudición y de sus conocimientos literarios e históricos sobre la materia, particularmente, en cuanto hace relación con el discurrir autobiográfico de nuestro país. En este aspecto es certero en el análisis, preciso en la exposición conceptual y sumamente claro en el deslindamiento de los géneros afines al autobiográfico. Al efecto, cuando hace la diferenciación entre memorias y autobiografías lo hace en esta forma: Las memorias describen los acontecimientos de un individuo como portador de un rol social, mientras la autobiografía narra la vida de un hombre no socializado, la historia de su devenir y de su formación, de su crecimiento en la sociedad. Las memorias comienzan, en la mayoría de los casos, con el logro de la identidad o, lo que es lo mismo, con la aceptación de un rol definido, en tanto la autobiografía termina con la adolescencia o el principio de la madurez. En las memorias el autor queda tan indeleblemente sellado por el carácter de la vida pública que con frecuencia no se advierte ninguna fisura entre la peculiaridad psíquica del individuo y su trabajo... Grosso modo, las memorias se distinguen por el uso de pruebas documentales —citas de diarios, correspondencia, actas de gobierno, periódicos, obras del autor, entre otras—; la autobiografía, en cambio, se caracteriza porque da margen al recuerdo y a la fantasía... Donde más se advierte Vicente Pérez Silva 2 Biblioteca Familiar de la Presidencia de la República esta oposición es, sin duda, en la forma de narrar. En la autobiografía el privilegio recae sobre la fantasía; en la memoria, en cambio, sobre lo documentable... El ensayo de Jursich Durán resulta de imprescindible consulta para los estudiosos e investigadores de los géneros antes señalados. En conclusión, como bien podemos apreciarlo en las páginas que siguen, la autobiografía es el reflejo de la naturaleza humana; es el reencuentro con uno mismo; en fin, es el descubrimiento o la entrega del mundo interior de una persona. Según May, "la autobiografía es quizás la forma literaria en la que se establece la más perfecta armonía entre el autor y el lector. En efecto, si es la necesidad de contemplarse a sí mismo la que incita por lo común al autobiógrafo a escribir, es esa misma necesidad la que incita también al lector. Inclinados sobre la espalda de Narciso vemos nuestro rostro, y no el suyo, reflejado en las aguas de la fuente". Réstanos decir que a las autobiografías ya publicadas bajo el título La autobiografía en la literatura colombiana, se agregan otras, de cuantas infortunadamente se nos habían quedado en el tintero, o sea, en espera de su publicación. No obstante, dada su importancia y con miras a proporcionar o complementar una mayor información sobre el particular, creemos conveniente recordar, así sea de manera incompleta, las publicaciones que mencionamos a continuación; de carácter netamente autobiográfico, algunas; y otras, donde los rasgos personales afloran entre la descripción de largas memorias, crónicas o relatos, a saber: Biografía del doctor Manuel Mariano del Campo Larraondo y Valencia, Presbítero, escrita por él mismo en versos endecasílabos pareados: con notas y dedicada a su muy querida, discreta y virtuosa sobrina, la señora Matilde Pombo y Arboleda. Popayán, 1847. Esta muy curiosa autobiografía fue complementada al año siguiente, con el manuscrito que lleva por nombre: Rasgos morales, filosóficos, históricos y políticos, en verso y prosa compuestos y dedicados a la juventud de Popayán por el doctor Mariano del Campo Larraondo y Valencia. Recuerdos autobiográficos, año 1859 de José María Cordovez Moore; comprenden los acontecimientos ocurridos entre 1838 y 1889, en muchos de los cuales el autor participó o asistió a ellos. Amores de estudiante (Bogotá, 1865) del prolífico escritor Próspero Pereira Gamba; se trata de una novela de sabor autobiográfico. Además, es autor de Mi Tío Ramón (cuadro biográfico y anecdótico, relacionado con mis recuerdos de patria y de familia); Los conflictos de Bogotá en 1840 y 41 y Sucesos de mi tiempo. Estas últimas llevan como subtítulo: De mis recuerdos íntimos de patria y de familia; páginas publicadas en la Revista Literaria de Isidoro Laverde Amaya. Autobiografía de Juan J. Botero, Rionegro, 1896. Vicente Pérez Silva 3 Biblioteca Familiar de la Presidencia de la República Autobiografía de Juan Manuel Acevedo, Bogotá, 1898. Impresiones y recuerdos de Luciano Rivera y Garrido. Autobiografía del General José Rogelio Castillo, Bogotá, 1910; partícipe sobresaliente en la revolución cubana de la independencia. Impresiones de un viaje por el Ecuador (por un viajero ciego). Quito, 1919. El autor de estas páginas que contienen apasionantes vivencias autobiográficas es el sabio científico Fortunato Pereira Gamba. Mis memorias del historiador Gustavo Arboleda, Cali, 1926. La Patria y Yo (autobiografía sentimental) de Juan Lozano y Lozano, quien como capitán participó en el conflicto colombo-peruano de 1933. El hijo de la Providencia, autobiografía de Fray Buenaventura García Saavedra. La vida es así (Confidencias en tono menor) de Manuel Serrano Blanco, Bogotá, 1950.