JUAN GONZÁLEZ CASTAÑO

UNA VILLA DEL REINO DE EN LA EDAD MODERNA (Mt~LA, 1500-1648)

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UNA VILLA DEL REINO DE MURCIA EN LA EDAD MODERNA (MULA, 1500-1648)

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~vnäac3ón Cultural EXCMO. AYUNTAMIENTO Cada de Ahorros COMUNIDAD DE REGANTE9 DE MULA del Mediterrâneo DEL PANTANO DE LA CIERVA

Fota de la portada: Detalle de un plano de 173 de la villa de Mula. Archivo particular,

Auior de la Pato: J. 1Vlartínez

~ Juan Gánzalez Castaño Real Academia Alfonso ~ eI Sabio, 1992 I.S.B.N.: 84-ß740S-56-9 Depâsito Legal: MU-2193-1992 Impreso en Sucesores de Naguás, S. L. Platería, 44. 30001-Murcia A Carmen, mi esposa, por el entusiasmo puesto en este trabajo

ÍNDICE

PRÓLOGO...... 13

INTRODUCCIÓN ...... 19

ABREVIATURAS MÁS USADAS ...... 27

FUENTES ...... 31 Archivo Municipal de Mula ...... 33 Archivo General de Simancas ...... 37 Archivo de la Real Chancillería de Granada...... ~~~ .~. .~~ 38 Archivo de la Catedral de Murcia ...... ~~~~~~-~~~~~~~~~~~~~~~~ 39 Archivos parroquiales ...... 40 Otros archivos ...... 41

PRIMERA PARTE EL TERRITORIO, LOS HOMBRES Y SU TIPO DE ASENTAMIENTO

CAPITULO 1 . EL TERRITORIO ...... 45

1.1 . El medio físico ...... 45 1 .2. La tierra : monte y valle ; huerta y campo ...... 46

9

1 .3 . Los límites ...... 50 1 .4. El agua. Los cursos fluviales : problemática. La acequia mayor. Las fuentes ...... 57

CAPÍTULO 2. LA OCUPACIÓN DEL TERRITORIO ...... 61

2 .1. La ocupación a lo largo de la Historia. La densidad ...... 61 2 .2. Mula, del recinto musulmán a la villa renacentista...... 66 2 .3. La conservación del recinto urbano: la higiene . El empedrado de calles y el arreglo de caminos. La convivencia ...... 81 2.4. Los asentamientos secundarios ...... 83 2 .4.1 . Campos ...... 83 2 .4.2 . Yéchar ...... 85 2 .4.3 . La Puebla de Mula...... 86 2 .5. Las villas enclavadas ...... 90 2 .5.1 . ...... 90 2 .5.2 . ...... 93

CAPÍTULO 3. LOS HOMBRES ...... 99

3.1 . Evolución de la población: los censos ...... 99 3.2 . El tamaño de la familia muleña ...... 104 3.3 . Movimiento natural de la población ...... 108 3 .3 .1 . La natalidad...... 108 3 .3 .2. La nupcialidad ...... 114 3 .3.3 . La mortalidad: el eterno problema ...... 119 3.4. Factores que influyen negativamente en la Demografía...... 120 3.4 .1. La peste ...... 120 3 .4 .2. El hambre ...... 129 3 .4 .3. La guerra...... 131 3.5 . Los movimientos migratorios ...... 137

SEGUNDA PARTE LA ECONOMÍA

CAPÍTULO 1 . ESTUDIO SOCIO-PROFESIONAL DE LA POBLACIÓN MULEÑA ...... 147

1.1 . El artesanado : una actividad relevante ...... 147 1.2. Las herramientas industriales ...... 150 1.3 . Comerciantes y mercaderes ...... 152

10

CAPÍTULO 2. LAS ACTIVIDADES AGRARIAS...... 155

2.1 . La producción : composición y evolución ...... 155 2.2. Los medios del crecimiento ...... 159 2.3. La ganadería: las dehesas concejiles ...... 161 2.4. Los montes, intento de racionalizar su explotación ...... 166 2.5. La caza y la pesca ...... 169

CAPÍTULO 3 . LOS PRECIOS Y LOS SALARIOS ...... 171

3.1. Introducción ...... 171 3.2. El precio de la tierra ...... 172 3.3. El precio del trigo ...... 173 3.4. Otros precios ...... 174 3.5 . Los salarios ...... 175 3.6 . Los salarios concejiles ...... 175

TERCERA PARTE EL ENTRAMADO SOCIO-POLÍTICO

CAPÍTULO 1 . LAS JERARQUÍAS SOCIALES ...... 185

1 .1 . Ricos y pobres ...... 185 1 .2 . Los estamentos privilegiados ...... 190 1 .2.1 . Los hidalgos ...... 190 1 .2.2 . El clero ...... 192 1 .3 . Las minorías sociales y étnicas ...... 192 1 .3.1 . Los moriscos ...... 192 1 .3.2 . Los esclavos no moriscos ...... 199 1 .3.3 . Otras minorías ...... 201

CAPÍTULO 2. EL GOBIERNO DE LA VILLA ...... 203

2 .1 . El Ayuntamiento, su composición ...... 204 2 .2. Las elecciones concejiles y el nombramiento de oficiales. Los Ayun tamientos de La Puebla y Campos ...... 205 2 .3. Las cuentas concejiles ...... 206 2 .4. La lucha contra la escasez cerealística desde el Concejo: la creación del pósito ...... 208 2.5. La protección del agua de riego a través de las ordenanzas conceji- les ...... 211 2.6 . Un poder paralelo: el Marqués de los Vélez ...... 212

11

2.7. Choques con los hombres del Marqués . Notas sobre el pleito entre un sector de Mula y los Fajardo ...... 213

CAPÍTULO 3 . LOS BANDOS MULEÑOS ...... 217

3 .1 . Introducción ...... 217 3.2. La paulatina ocupación del Ayuntamiento por los Melgarejo...... 225 3 .3. La alianza de los Felipe-Pérez de Valladolid ...... 228 3.4. La actuación de los Melgarejo en la primera mitad del siglo XVII . . 231

CAPÍTULO 4. LA JUSTICIA Y LA REPRESIÓN DEL DELITO ...... 235

4 .1 . La administración de la justicia, una competencia entre el Ayunta- miento y el alcalde mayor ...... 235 4.2. La cárcel ...... 237 4 .3. La evolución de los reclusos en las cárceles concejiles: las fuentes . 240 4.4. La tipología y los protagonistas del delito ...... 240 4 .5. Al perdón por el dinero ...... 246

CAPÍTULO 5 . TODO ES MOTIVO PARA FIESTA...... 249

5 .1. Las festividades anuales ...... 249 5 .2. Las celebraciones extraordinarias ...... 253

CONCLUSIONES ...... 259

APÉNDICE ...... 271

12 PRÓLOGO

Cuando nos lanzamos hace una década a un primer intento de historiar la Región de Murcia teníamos plena conciencia de que se trataba de una empresa arriesgada. Para la época moderna, aparte de nuestras propias investigaciones, las cuales, por su temática o su ámbito geográfico y temporal no abarcaban más que a sectores históricos limitados, contábamos sólo con una bibliografía reducida y parcialmente obsoleta. Sentíamos especialmente la ausencia de estudios locales realizados fuera de la capital regional con criterios científicos . ¡Tantos problemas históricos no se pueden resolver sin un análisis a ras del suelo! Pero había que seguir adelante: a la vez reaccionar contra una historiogra- fía nacional demasiado centrada sobre Madrid y Castilla la Vieja (parece que este defecto no se ha corregido del todo) y una regional cuyo eje era la capital, que constituye más bien una excepción en todos los aspectos; y proveer a nues- tros discípulos, inclinados hacia la historia local, de un marco de referencia que les evitara caer en localismos. A su vez, estos estudios en ciernes vendrían a confirmar, a corregir y, en todo caso, a completar nuestras aserciones. Y lo están haciendo . Una tras otra, Cartagena, Lorca, Caravaca, . . ., han proporcionado el tema de trabajos sectoriales o de monografías de tipo eco- nómico-social, ¿Mula se podía quedar atrás. . .? Curiosamente esta ciudad es la única cabeza de comarca, dentro del antiguo Reino de Murcia, que carece de una tradición historiográfica . Bien es cierto que su monasterio de la Encarnación, tan pronto como en 1704, fue objeto de publi cación del P. Camuñas y que su convento de frailes franciscanos albergó largo tiempo al P . Ortega, autor de la única obra de historia -eclesiástica- impresa que abarca el conjunto de la Región . Pero Mula no podía valerse como sus veci- nas de un Cascales, un Morote, un Salmerón o un Lozano, por no mencionar la rica secuencia de los historiadores de Caravaca, abierta por Corbalán. Sólo a

15 finales del siglo XIX y en pleno XX se benefició de los trabajos eruditos de Acero y Abad (1886) y Sánchez Maurandi (1955), muy útiles por cierto, espe- cialmente por los documentos, hoy desaparecidas, que los autores manejaron. ¿No iba nadie a seguir sus pasos, atento a los avances de la ciencia histórica? Juan González Castaño empezó a colmar el vacío con su tesis de licenciatu- ra sobre la demografía de Mula en los siglos XV y XVI (1980) y numerosos artí- culos en revistas nacionales y extranjeras (sobre el abasto del trigo en la centu ria del setecientos, las fiestas a lo largo de los siglos, la economía del hospital muleño, la judería de la villa. . .). Y ahora se publica con su firma «Una villa del Reino de Murcia en la Edad Moderna (Mula, 1500-1648)» . Me es particularmente grato prologar esta obra. En primer lugar por la larga y profunda amistad que me une al autor, vivificada por múltiples tertu- lias e intercambios de referencias archivísticas y bibliográficas. También por que se trata del primer trabajo que pude seguir del principio al final y guiar más bien como consejero amistoso que como director. Y finalmente por la rele- vancia misma del tema abordado por el libro. Todo muleño culto lo leerá con gusto y provecho por su presentación amena y porque trata del pasado de su ciudad. Mas para el historiador modernista tal estudio tiene un especial interés, ya que Mula ejemplifica el tipo de comunidad humana que predomina en la mitad sur de la Península: una agrociudad de tamaño medio y población altamente concentrada, asentada en el centro de un amplio término y regida por una potente oligarquía con intereses agrícolas y ganaderos. La pertenencia de Mula al sureste añade a estas características el problema climático y la cuestión hidráulica, la importancia de la sericicultura y la sensibilidad a ciertas crisis epidémicas . Una ciudad típica del sur español y, más concretamente, de la región en la que queda enclavada, cuyo estudio es susceptible de abrirnos caminos para entender el funcionamiento de las comunidades vecinas. Ejemplar, pero también dotada de rasgos originales. El marco físico hace de su término una zona de transición entre el sector litoral y el interior : la benig- nidad del clima permite todavía una extraordinaria diversidad de cultivos pro pia de las huertas «levantinas», mientras que la altitud y una pluviosidad lige- ramente superior la proveen de «los mejores pastos de este Reino», favorecen una temprana roturación de los campos y, sobre esta base, un despegue demo- gráfico precoz en relación con el resto de la región, que se queda vacía hasta la segunda mitad del siglo XVII prácticamente. Como en otras partes, este auge viene regulado por las autoridades locales y en su provecho. Pero aquí, el entramado político es profundamente original: Mula representa, dentro del conjunto murciano, la ciudad hidalga por excelen cia, y entre los principales linajes la lucha por el control de las instituciones es encarnizada. Sin embargo, la oligarquía no tiene el monopolio político en una región con escasa proyección social de la gran aristocracia. Estamos en la única agrociudad murciana sumisa a un poder señorial efectivo, el de la mayor fami- lia aristocrática de Murcia: los Marqueses de los Vélez . Nada parecido a otras

16 ciudades de señorío como , Moratalla, Caravaca o Cehegín. Par Io tanto, aquí alternarán a se mezclarán luchas de bandos y luchas antiseñoriales en un juego complejo, que Juan González Castaño desentraña magistralmente. Su éxito global se debe, también, a un acertado maneja de las fuentes . En este punto, la desaparición casi completa de los protocolos notariales del distri- to supania un reta. El autor la suple can la utilización exhaustïva de las pape les de la Donación Sánchez Maurandi de la CAM de Mula y de otros archivos, especialmente de los (andas municïpales que él mismo catalogó y aumentó notablemente a través de gestiones a cerca de varias familias muleñas y con donaciones personales. Dada el poder omnímodo de los grandes Ayuntamientos modernos, los documentos que emanan de ellos abarcan prácticamente todos ~os aspectos de la vida urbana. Extrujándolos, Juan González Castaño consigue hacer historia económica y social, además de palitïca . ¿Es preciso subrayar que esta abra se realizó sumando horas, meses y años de trabajo, a pesar de varias responsabilidades administrativas y culturales? Demuestra que se pueden hacer -y espero que se harán cada vez más- estu dias históricos con rigor científica fuera de los círculos universitarios, pero manteniendo el contacta con ellos. Asequible par su estilo desenfadado al públi- ca culta dentro y fuera de su ämbito geográfico, de interés para todo historiador de profesión, es sumamente alentadora, en definitiva, para el futuro de la investigaciän. Guy Lemeunier

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INTRODUCCIÓN

El presente trabaja se centra en una villa de tipo normal, paradigma de las existentes al sur del rzo Tajo, coma entonces era Mula, Y en un tiempo detern2î- nado, que va desde las primeras décadas de la centuria del quinientos hasta 16~$, de una épica de vacas gordas a una de decadenci , que se convierte en dramática a raiz de la peste de ese último año. Sobre esa etapa apenas sî se ha trabajado en España de fornia global en poblaciones semejantes. Es verdad que existen obras, ya clásîcas, rozno la de Bennassar sobre Valladolid en el Sigla de (Jro; la de Chatón Jiménez sabre Murcia en el qui- nientos; la de Forte~ Pérez sobre la industrial Córdoba del siglo XVI; la de Carta Ralzn Philips sobre Ciudad Real a lo largo de los siglos XVI, XVII y parte del XVIII; la de Gutiérrez Alonso sobre la centuria del seiscientos en Valladolid, una tremenda época de crisîs; o la de Pegerto Saavedra, centrada en analîzar la socio-economía ~ la política de la antigua provincia de Mondoñedo entz e males del siglo XV y principios del XIX. Todas conforman interesantísîxnos modelos, pero es que esos trabajos estân dirigidos a estudiar ciudades importantes con voto en Cortes, rozno Murcia; o que se aprovecharon de la pujanza de su industria, caso de Córdoba; o que fue sede de la Monarquía, aunque el traslado de ésta a Madrid le ocasîonase numerosos problemas, que fueron decisivos a la hora de su decadencia, como Valladolid. Sin olvidar los libros mis generales de 1~`ernánde~ 1~lvarez y I3o z guez ßrtiz (1}. Mas, î sîs-

1 BENNASSÀR, Bat~tolomé: Valladolid ttu, siécte d'C)r. Urge unte ple Castille et sa campagr~e au AVI siècte.lVIauton. Paz~is-La Haya, 197. CHAGt`#N JIM NE~, Francisco: I~Iurcia era da cereria dei a7u nieratos. IJ ivorsi¬~ad d~ Murcia y Academia ÀLFonso ~; El sa~aio. Murcia, 197~J. ~QRTEA P~i~EG, José Ignacza: Córdoba ert et siglo .AVI: las ósses demogr~efieas 3" econtirrticas de una expansión aarbana. Monte de Hedió y Caga de Airorrcrs de Cár~oba, Córdoba, 19$fß. timas, na hay trabajas que traten todas las posibilidades abarcables en villas de mediana o pequeña tamaña. Sí tenemos, par contra, estudias que inciden en una u otro aspecto de la vida de determinadas localidades, aunque abundan los que tratan la demografía de tal o cual lugar. R~cardaremas aquí, por su ïnte- rés, los dedicados a la población aacereña por Rodríguez Sánchez; a los aspec- t~s agrarias de Mijos por Juan Luis Espejo; a la élite local de Málaga par Presentacïón Pereïro; o al análisis de la demografía de Linares por Annie Molinié-Fertrand, las cuatro en el sigla XVI. De talas modos, los investigadores han preferida indagar a la largo de varios siglas aspectos parciales de la historia. Así pues, y sin ánima de ser exhaustivos, Calás Latorre trata en profundidad la economía y la saciedad en Carpe durante las centurias del quinientos y del seiscientos. González Muñoz analiza los comportamientos demográficos de Talavera de la Reina entre las siglos XVI y XX. Herrero Martínez de Azcoitïa, en un trabajo pionera, estudia la población de Palencia en las dos primeras centurias de la Edad l~tladerna. La misma época es objeta de reflexi.án en las obras de Marcos Martín y Panadera Maya. Remedias Blando ïnvesti a sobre la demografía de Monóvar a lo largo de l.os siglos que van deI XVI al XX... Para terminar este rápida recarrïda bibliográfico, reseñaremos dos trabajas sobre el sigla XVII. Uno centrado en la cïudad de Andûjar y sus banderías, obra de Bennassar; y otra sobre la población de Jaén, realïzada par Luis Cananas {2~.

RÀHN PHILIPS, Corla: Cïudad I~¢al 2500-1750. GrouJth, erïsis and realjustm¢nts ïn th¢ spa- nish economy. Harvaxd University Press. Estadas Unidas, 1979. GUTIIi~RREZ ALONSO, A.: Estudio sobre la doeadeneia de Castilla. La ciudad de Valladolid en el siglo XVII. Universïdad de Válladolid. Valladolid, 1989. GELABERT, J. Eloy: Santiago y la tierra de Santiago de 1500 a 2640. Ediciones do Castro. La Coruña, 198?. SAAVEDRA, Pagano: Economía polítïca y sociedad en Galicia: La provincia d¢ Mondoñedo, 1480-1830.

2~ A nivel regional, además de la mencionada obra del doctor Chacón, los estu- dios publicados sobre los siglos XVI y XVII son escasos . Entre los que existen, queremos mencionar el de Vicente Montojo sobre la Cartagena del reinado de Carlos I, que aporta una amplia visión de esa ciudad en la primera mitad de la centuria del quinientos. El mismo profesor Chacón editó un libro, el año 1986, sobre la ciudad de Murcia en el siglo XVII, en el cual realizaba un dilatado análisis de la socio-demografía de la capital del Reino durante esa contradicto- ria centuria. En el otro extremo de la Región, en Yecla, el doctor Juan Blázquez Miguel ha clarificado el panorama de la localidad en tres obras correlativas, que abarcan desde la segunda mitad del siglo XVI hasta finales del siguiente . Rafael Torres Sánchez ofrece una completa panorámica de las crisis demográfi- cas en Cartagena desde el siglo XVI a comienzos del XIX, incidiendo en los efectos de las «grandes asesinas» en el desarrollo económico y poblacional de la ciudad. Para acabar, no podemos dejar de mencionar un estudio que nos ha orienta- do particularmente a lo largo de nuestro trabajo. Nos referimos al titulado El proceso de modernización de la Región Murciana (siglos XVI-XIX). En él Guy Lemeunier y María Teresa Pérez Picazo analizan los estadios del crecimiento y desarrollo de la tierra de Murcia desde finales de la Edad Media hasta las pos- trimerías del pasado siglo, con los momentos de expansión y de regresión, hasta realizar una síntesis acertadísima sobre la sociedad murciana durante más de cuatro centurias (3).

MARCOS MARTÍN, Alberto : Auge y decline de un núcleo mercantil y financiero de Castilla la Vieja. Evolución demográfica de Medina del Campo durante los siglos XVI y XVII. Universidad de Valladolid. Valladolid, 1978. PANADERO MOYA, Carlos: «Notas sobre la demografía de Albacete durante los siglos XVI y XVII». Rev. «Al-Basit». Albacete, 1976. BELANDO, Remedios: Estudio demográfico de Monóvar (siglos XVI-XX). Universidad de Alicante. Alicante, 1982. BENNASSAR, Bartolomé: «Viere à Andujar au XVVIe siècle» . Actas del ler Congreso de Historia de Andalucía. Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Córdoba. Córdoba, 1978, vol. 1, págs . 131-144. CORONAS TEJADA, Luis: «Estudio demográfico de la ciudad de Jaén en el siglo XVII» Actas del ler Congreso de Historia de Andalucía. Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Córdoba . Córdoba, 1978, vol. 1, págs. 215-232. 3 MONTOJO MONTOJO, Vicente: Cartagena en la época de Carlos V Crecimiento demográ- fico, transformaciones económicas y conflictividad social. Academia Alfonso X El Sabio. Murcia, 1987 . CHALÓN JIMÉNEZ, Francisco: Los murcianos del siglo XVII. Evolución, familia y trabajo. Editora Regional de Murcia. Murcia, 1986. BLÁZQUEZ MIGUEL, Juan: Yecla en tiempos de Felipe ZI (1556-1598) . Ayuntamiento de Yecla. Yecla, 1981. - : Yecla en el reinado de Felipe III (1598-1621). Ayuntamiento de Yecla. Yecla, 1983. - : Yecla en el siglo XVII. Ayuntamiento de Yecla. Yecla, 1988. TORRES SÁNCHEZ, Rafael: Aproximación a las crisis demográficas en la periferia peninsular, Las crisis en Cartagena durante la Edad Moderna. Ayuntamiento de Cartagena. Murcia, 1990 . PÉREZ PICAZO, Má Teresa y LEMEUNIER, Guy: El proceso de modernización de la Región Murciana (siglos XVI-XIX). Editora Regional de Murcia. Murcia, 1984.

23 Teniendo en cuenta que hemos intentado abordar en nuestro trabajo la mayor cantidad posible de aspectos de la villa de Mula a lo largo de ciento cin- cuenta años, reconocemos que hemos profundizado en unos más que en otros ante las limitaciones impuestas por la documentación existente. Así, el lector verá un amplio apartado demográfico, en el que quedan en el aire sólo un par de cuestiones importantes: la mortalidad y la no reconstruc- ción de familias. Un variado estudio de la ecología de la zona, dispuesto a lo largo de diversos epígrafes. Un extenso capítulo dedicado al gobierno munici- pal, a las luchas de la oligarquía por el poder y a las relaciones de ésta con los señores de Mula: los Marqueses de los Vélez . Y un novedoso apartado centrado en la justicia, en el cual se analizan los comportamientos delictivos de los muleños de los siglos XVI y XVII y su dura, triste y, en ocasiones, larga exis- tencia en las infectas mazmorras de la prisión local. Siguiendo las pautas propuestas por los historiadores citados, hemos divi- dido nuestro trabajo en tres grandes apartados, ya clásicos . El primero com- prende la descripción del medio físico y de los límites donde va a desarrollar se la vida del muleño durante siglos; los estudios sobre la paulatina ocupa- ción del territorio a lo largo de la historia y sobre la villa y su crecimiento desde el núcleo medieval, sin olvidar las aldeas y las villas englobadas dentro de su amplio alfoz ; y un extenso epígrafe referido al comportamiento demo- gráfico . El segundo analiza la economía de una tierra unánimemente agrícola. En él se pasa revista a la población activa; a la producción; a los choques con la Mesta por la ampliación de parcelas labradas en las dehesas; a los diversos cul tivos; a la explotación de los montes y ríos; a la ganadería y a sus zonas de pasto; y a los precios y salarios . El tercero, al que hemos rotulado con el nombre de entramado social, contie- ne el estudio de las jerarquías sociales y de los diversos estamentos; la proble- mática del gobierno de la villa y las difíciles relaciones con la Casa de los Vélez ; la administración de la doble justicia: la señorial y la municipal, y la represión del delito ; los choques de las facciones oligárquicas entre sí y con el Marqués ; y, por último, una pormenorizada descripción del calendario festivo del muleño de los siglos XVI y XVII. No es que hayamos agotado el tema, sería harto difícil y presuntuoso pen- sarlo para una villa que tuvo un importante peso específico en el Reino de Murcia en la primera mitad de la Edad Moderna; pero sí le hemos dado un sus tancial avance, aprovechando al máximo las posibilidades brindadas por la documentación disponible. Y decimos al máximo de posibilidades porque la ciudad de Mula adolece de falta de documentos esenciales, según se puede ver más detenidamente en el apartado de Fuentes . Concretamente, no posee más que unos pocos protocolos notariales, que están en el Archivo Municipal, pues el resto desapareció duran- te la última guerra civil ; lo mismo que los libros de las iglesias, salvo los de

24 series parroquiales, que se escaparon al ser reclamados y guardados, con las demás del partida judicial, en el Juzgado muleño, par lo cual fundamentaremos nuestro trabajo en documentos de procedencia concejîl sobre todo. Algo similar sucedió con los archïvos municipales da Albudeite y Pliego. Aquél fue destruido hace na muchas años y êste desapareció en 193F>. Ambos nos habrían sïdo muy útïles para ver el comportamiento de das poblaciones de mudéjares y sus relacîones con la capital comarcal a lo largo del periodo rese- ñado y habrían supuesta estudiar en profundidad toda la zona del río Mula. Tampoco ha habida suerte con las archivas privados, ya que escasamente quedan en una ciudad en la que las casas hidalgas de importancia sumaban el centenar; y los que se conservan, apenas si se remontan al siglo XVIIT. T?e un archivo tan fundamental como el de los Marqueses de los Vélez no existe en Mula más que la parte judicial, ciertamente importante y can serïes înteresantes para futuras investigaciones sobre la temática de la administra ción de la justicia . El resto, suponemos que lo tïene la T)uquesa de Medina Sidonia en Sanlúcar de Barrameda, aunque nuestras pesquisas para acceder a la consulta de sus fondos han resultado infructuosas . Para concluir la relación de los inconvenîentes surgidos en la elaboración de este trabajo, queremos îndicax~ que, al hablar del entramada social, eI lec- tor hallarâ a faltar natîcias sobre jornaleros y labradores. Los datos que hay sobre ellos se circunscriben a las reglamentaciones de sus salarias por parte del Concejo y a algunas anotaciones, escasas, en las censos. Y eso que Mula era una villa agrícola par excelencia. La ausencîa de buenos padrones, en los que aparezca el número total de profesîanes de Mula (existen dos, pera, coma se verá en el apartada correspondiente, del sector primario apenas si reseñan media docena de nombres), y la desaparición de los protocolos notariales hacen que sea muy difícil el hablar del motor de la sociedad moleña, de esa «mayoría silenciosa», durante nuestra período. Par la que esta abra, somas los primeros en lamentarlo, adolecerá de falta de un epígrafe importante en su desarrolla. Una vez descritas las partes en las que se dîvide el estudio y las dîficultades halladas en su realización, parece claro que las objetivas que nos planteamos cuando iniciamos l.a investigación fueron abordar en todas las dîreccianes posi bles las diversos aspectos de la vida del hombre de Mula en un momento de esplendor socioeconómïco, prácticamente toda 1a centurïa del quinientos, y en la quiebra del proceso, eI resta del periodo. En las págïnas de nuestro libro hemos querido que palpiten las alegrías fes- tivas y los temores epidémicos; que se advierta el avance del casería, deslîzán- dose por la pendîente del monte hasta conquistar el llano; que se vean escenas, a veces dramátîcas, de la pugna secular entre la alïgarquia, encastillada en el Ayuntamîento, y las sucesivos alcaldes mayores del Marqués, que asientan sus reales en el corazón de la plaza pública; que se noten las angustias de los pre- sas en las cárceles y las alegrías del vecindario ante una buena cosecha de cere-

2~ al, que asegura su subsistencia hasta la venidera; que, en otras palabras, se asista a la representación, en un gran teatro de 700 km2, de la vida de cinco generaciones de individuos, con sus esperanzas, quehaceres, satisfacciones y miserias. Una empresa como ésta no ha podido abordarse, lógicamente, sin la ayuda de muchas personas. Sin los consejos del investigador señor Guy Lemeunier, gran conocedor de la realidad histórica de la Región de Murcia durante los siglos de la Edad Moderna, puesta de manifiesto a lo largo de una extensa bibliografía; y de su esposa, la doctora María Teresa Pérez Picazo, cuyo currí- culum le avala como una de las personas que mejor ha interpretado lo sucedido en la tierra murciana durante el pasado siglo. Sin las recomendaciones del pro- fesor don Francisco Javier Guillamón Álvarez, catedrático de Historia Moderna de la Universidad de Murcia, quien nos realizó valiosas sugerencias, que nos han sido muy útiles. Sin la ayuda, en los momentos iniciales, del profesor don Francisco Chacón Jiménez, que abrió perspectivas nuevas en el apartado demográfico. Sin la amabilidad manifestada por los responsables de los archi- vos nacionales, regionales y locales, que con tanta paciencia nos orientaron en el dédalo de ficheros y documentos. La deuda que tenemos con ellos es mayor con don José Boluda Guillén, encargado del Archivo Municipal de Mula, que hace verdaderos esfuerzos por poner orden en sus ricos fondos ; y con los res- ponsables de los eclesiásticos de las dos parroquias muleñas y de la iglesia de La Puebla de Mula. El P. José Ángel Tapia Garrido, una institución entre los historiadores de la vecina provincia de Almería, recibió muy amablemente la petición de que nos informase sobre los emigrantes de nuestra zona que acudieron a repoblar los pueblos almerienses abandonados tras la expulsión de los moriscos del Reino de Granada, luego de la Guerra de las Alpujarras, ya que, nos constaba, podía ayudarnos a conseguir datos fiables sobre la salida del importante contingente de familias que, se sospechaba, faltaba de Mula a partir de 1570 . Inmedia- tamente, nos comunicó lo que tenía extraído de los libros de repartimiento de los diversos pueblos. Don Juan Guillén Botía diseñó algunos de los planos y gráficos de este tra- bajo y dio su visto bueno a otros, con lo que el libro ganó en claridad. La Comunidad Autónoma de la Región de Murcia, a través de la Secretaría de la Presidencia, nos concedió una beca para ampliación de estudios en 1987, que aplicamos a la realización de este volumen. Por último, la Real Academia Alfonso X el Sabio, a la que nos honramos en pertenecer como correspondiente, el Excmo. Ayuntamiento de Mula, la Caja de Ahorros del Mediterráneo y la Comunidad de Regantes del Pantano de la Cierva han hecho posible, conjuntamente, la edición de esta obra. A todas esas personas e instituciones nuestras más sinceras gracias .

Mula, mayo de 1990

26 ABREVIATURAS MÂS USADAS

A.C.A.M. Archivo de la Caja de Ahorros del Mediterráneo, Mula A.C.M. Archivo de la Catedral de Murcia Act. Cap. Acta capitular A.Ch.Gr. Archivo de la Chancillería de Granada A.G.S. Archivo General de Simancas A.H.D.E . Anuario de Historia del Derecho Español A. M. Mula Archivo Municipal de Mula C.LH . Cuadernos de Investigación Histórica C.S.LC . Consejo Superior de Investigaciones Científicas F.C.E. Fonda de Cultura Económica F.U .E . Fundación Universitaria Española R.H.E.S. Revue D'Histoïre Economique et Sociale R.H.M.C . Revue d'Histoire Moderne et Contemporaine S .E.V.P.E.N. Service d'Edition et de Vente des Publïcations de l'Education Nationale

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FUENTES

Nuestro trabajo se ha basado, sobre todo, en fuentes documentales extraí- das de archivos nacionales, regionales y locales, aunque en ocasiones, como se dirá en su lugar, con notable esfuerzo por estar algunos de ellos no catalogados o en fase de realizar los ficheros. Antes de pasar a comentarlas, quisiéramos incidir nuevamente en que el estudio, pese a ser un amplio intento de Historia Local, adolece de lagunas importantes, de las que se insistirá en sus apartados correspondientes, tales como la no reconstrucción de familias en el capítulo de la demografía; la falta de información vital para el estudio de las relaciones socio-económicas entre la oligarquía local; la imposibilidad de conocer con detalle los comportamientos comerciales; la inexistencia de datos para un seguimiento puntual de los alqui- leres urbanos etc . .., debido todo a la destrucción, durante la última guerra civil, del riquísimo archivo de protocolos, con lo que la ciudad de Mula y los numero- sos pueblos de su distrito notarial se ven huérfanos de una documentación vital, insustituible para reconstruir su pasado. Realizada esta salvedad, pasemos a describir el contenido de los distintos archivos que han servido para la realización de este trabajo.

ARCHIVO MUNICIPAL DE MULA

La riqueza de este depósito es digna de todo elogio, pese al saqueo que, como muchas instituciones similares de nuestra Región, ha sufrido por los que te- nían que velar por su conservación a lo largo del último siglo, en un claro deseo de incluir en su patrimonio, «entre sus papeles», según frase muy usada por los sustraedores, los documentos más señeros (privilegios medievales, algunos libros de actas, ejecutorias importantes etc. ..) del Concejo. Y a la destrucción

33 mäs despreocupada de parte de sus papeles menos sïgnificativos a los ajas de los na iniciadas en historia, pera esenciales para la comprensïón de lo aconteci- do en siglos pasadas en la ciudad de Mula, coma las cuentas de los mayordo- mos; las libros de lïbramientos; las facturas; los papeles de la extensa escriba- nía del Ayuntamiento; algunos libros de licencias y mercedes municipales, con- cretamente los mäs cercanos a nosotros, en un evidente intenta de ocultar que parte de las fincas, de los derechos agropecuarios y de las aguas que detentaba la oligarquía procedían de cesiones del Concejo, a cambio de censos que permi- tían el uso, mas na la propiedad, etc. . . Pese a toda eso, aún conserva documentación desde medïados del sigla XIII, escasa, y en forma de serïes desde principios de la centuria del quinientos. Desgraciadamente, la masa de papel existente en el Archivo se halla estancada en su organización, emprendida hace algunos años, siendo pocas las legajos catalogados hasta ahora. Par ello, a la larga de este trabajo encantrarä eI lector todas las referencias posibles a signaturas, en un intento de precisar el lugar que en los estantes de la institución ocupa eI documento en cuestión. El resta de éstos sólo aparecerá como perteneciente al Archiva Munïcipal, sin mäs indicación, al no estar deci- dida su ubicación en el mïsma. Comentario aparte merece la sección constituida por la documentación del . Marqués de las Vélez. Ésta corresponde, en un noventa por cien, a la generada por el tribunal del alcalde mayor, dependiente del mencionado Marqués, ~r fue ïncluï.da en el Archivo hace unas años por cesión del que la encontró en una casa de Mula, don José Antonia Blaya Iluéscar. I-Iuelga decir que se halla sin la mäs mínima clasificacïón, dentro de cajas-legajo, sin posïbilidades de indicar la más sencïlla referencia. Por eso, a lo largo del trabajo, las papeles de este fondo aparecerän tamo «Documentos del Marqués de los Vélez». Sin mäs preámbulos, pasemos a comentar cuäles han sido las principales bases de nuestro estudio, teniendo en cuenta que hay documentos menas señe- ros que se irän indicando conforme aparezcan. No diremos cosa alguna de las libros de acuerdas concejiles, puesto que son suficientemente conocidos corno indicadores de la vida ciudadana en esta época. Se han vaciado en su totalidad los siguientes: 1523-1528; 1558-1568; 1568-1575 ; 1575-1584 ; 1585-1599 ; 1599-161.0 y 1624-1638 . El lector habrä advertido los huecos de la serie. El existente a partîr de 1528 es consecuencia, seguramente, de que las actas correspondientes quedarí- an en poder del Marqués de los Vélez., pues éste era, en ese tiempo, el encarga da de nombrar las Concejos. El libra anterior a 1624 se perdió en fecha indeter- xrxïnada y el posterior en los años cincuenta o sesenta de este siglo, aunque de éste tenernos bastantes referencias, copiadas por el erudito local dan gregaria Saluda del Toro. 1}os libros de elecciones cancejiles han sido vitales para entender el compor- tamiento del patriciado urbano. Prescindïenda del primero, que empieza en 1556 y concluye en 1563, para no agravar su mal estada de conservación,

34 hemos vaciado los correspondientes a los años 1564-1608; 1609-1636 y 1637- 1660 ; haciendo la salvedad de que las elecciones de 1604, 1609, 1625 y 1626 se hallan en los correspondientes libros capitulares. Los libros de provisiones reales han constituido un importante puntal de nuestro trabajo. Se trata de cinco volúmenes, aunque el primero, que falta, parece que se encuentra répartido entre los demás, en los que se juntaron, sin orden ni concierto, muchas de las abundantísimas provisiones emanadas de la Chancillería de Granada y del Consejo Real, a petición del Concejo o de parti- culares de Mula y sobre las cosas más peregrinas, a lo largo de los siglos XVI, XVII y XVIII, pese a que las más abundantes son las de la primera centuria. Sus signaturas son: Libro segundo 1-68-1; libro tercero 1-68-2; libro cuarto 1- 69-1 ; libro quinto 1-69-2 y libro sexto 1-70-1 . Dentro de los volúmenes de cuentas, la verdad es que faltan muchísimos . No obstante los que existen sirven para dar idea de las cuestiones económicas concejiles . Seguidamente, reseñamos los consultados. «Libro de quemas quel conçejo desta villa de Mula toma a correos y soliçitadores y otras pérsonas de negoçios que llevan a cargo del dicho conçejo y el que començo este mes de sep- tiembre de 1573 años», va de 1573 a 1621. «Libro de quemas que se toman a los mayordomos del conçejo desta villa enpeçado en nueve dias del mes de julio de mil e quinientos e çincuenta e seis años», concluye en 1573 . «Libro de cuentas y acuerdos del posito», que va de 1568 a 1584, y varios cuadernos sueltos del mismo almacén. «Libramientos de los maravedis de Su Magestad de la villa de Mula», dos libros, de 1565 a 1589 y de 1600 a 1625 . Vitales para conocer la procedencia de los ganados mesteños que venían a las dehesas de Mula y el importe de los arrendamientos de éstas . «Cuentas de los maravedis de Su Magestad de la villa de Mula», desde 1565 hasta 1620 . El apartado de ejecutorias municipales es uno de los más atrayentes de este Archivo. Su contemplación da idea de la gxan cantidad de pleitos que el Concejo tuvo con los Marqueses de los Vélez, particulares significados de la localidad, el Concejo de la Mesta y los Ayuntamientos vecinos desde fines del siglo XV. De entre ellas, hemos utilizado las siguientes: «Ejecutoria contra el conçexo de la Mesta para dar licencias en la dehesa de Caxitan», de 1588 . Muy relacio- nada con ésta hay cuatro más, que también se han consultado, nos referimos a las de 18 de noviembre de 1572 y 15 de septiembre de 1575 sobre el mismo tema. La ejecutoria para vender las hierbas de Los Campillos, Lacuas, Pinar Hermoso, Zapatilla y Los Llanos, de 20 de octubre de 1620 . Y la dada contra el Honrado Concejo el mismo día sobre la Sierra de Espuña. Todas salidas de los tribunales de la Real Chancillería de Granada.

35 Las «Reales Ejecutorias contra las vecinas de Alvacete», otorgadas en Madrid e121 de enero de 1745, han servidó para conocer la ditüsïán en parcelas del principal campa de Mula, el de Cajitán, y su çabida en cabezas de ganado. centra de los problemas del Concejo can el Marqués de las Vélez, destaca el traslada de la ejecutoria principal contra el mismo, sacada del original, perdi- do, de 1555, realizada e13 de noviembre de 1745, signatura 1-66-7. En relación con el anterior documenta, está la «Infarmacion del pleito entre la villa de Mula y el Marques de los Velen sabre la eleçion de a~çias~>, de 28 de marzo de 1525 y su traslado de 24 de septiembre de 1555, signatura 1-63-1 . «Executaria ganada por esta villa de Mula contra el Marques de los Veloz sobre el nombramiento de alcaldes de la Hermandad», sin fecha, pero de la década de 1560, signatura 1-63-4 . «Executoris del pasito de esta villa litigada con el Marques de los Veloz y sus criados, año 1614 y provisiones ganadas a favor de esta villa de Mula», sig- natura 1-64-3. «Executoris de los ocios», del año 1629, signatura 1-65-3. «Executori~ de la mitad de oficias», realizada en 1731 par pérdida de la ori- ginal, signatura 1-65-9. El libro en el que se resumen los pleitos ~on Albudeite pox términos, titula- do «Mojanes con Albudeite», ha proporcionado valiasisima doeum.entación sabre esta villa en los siglos medievales, pues la fecha del última litigïa es de 1512. En sus más de setecientas folios hay variada información sobre el estado de ese pueblo y de sus señores, los Ayala, y de los problemas de estos con Mula par limües, signatura 1-61-1. El libro tercera de «Veredas», que resume numerosas órdenes reales y su cumplimiento en el siglo YVII, es una de los muchos existentes en el Archivo sabre el mismo tema . En éste, entre los folios 206 y 314, están las incidencïas sabre lo peste en la primavera de 1648, signatura 1-73-1. también contiene, folio 166, una relación de titulas de examen exhibidas ante el Concejo el 13 de febrero de 1633. e han visto las tres cajas que hsy de retozas de protocolos notariales, las cuales, en algún momento, han ofreçido noticias aprovechables, que irán rese- ñándose oportunamente: El único legaja que se conserva de documentas nabiliarïas nas ha aportada das interesantes; una curiosa relación titulada «Arbal de los Melgarejo que han proçedído de Alonso Fernanden Melgarejo eI poblador de la villa de Mula, que caso con doña Elvira Sanchez», realizada hacia 1635, que nos ha servida de fuente principal, pera na ünïca, para reconstruir este linaje. V afro denominado x

36 Gonçalo de Blaya i Pedro de Blaya ermanos que pende en Granada», sin fecha, pero de fines del siglo XVI, con noticias sobre esta importante familia del patri- ciado local . Se han consultado y extractado las listas elaboradas por orden del alcalde por el estado noble, don Sancho Talón, en 1649, de los muertos y contagiados en la terrible epidemia de peste de 1648 . En relación con los amojonamientos y los problemas con las villas vecinas por términos, hemos trabajado con los siguientes documentos :

ARCHIVO GENERAL DE SIMANCAS

Sus estantes guardan documentación sobre la villa de Mula desde fines de la centuria del cuatrocientos. Lamentablemente, los riquísimos Expedientes de Hacienda, que tan variada información dan para las villas y ciudades de rea lengo no existen para Mula, ya que era considerada población de señorío y pro- piedad del Marqués de los Vélez. Seguidamente, veamos cuáles han sido las secciones consultadas : Contadurías Generales, legajo 768. Es el conocido censo de 1530, hécho por toda Castilla, aunque parece que las noticias del Reino de Murcia son de 1533 . Junto a los vecinos existentes en la localidad, se consignan detalles económicos significativos. En la misma, legajo 227, se halla la relación de moriscos esclavos que había en el Reino de Murcia, realizada en 1610 por don Luis Fajardo. La sección de Estado, legajo 254, guarda un curioso documento sobre la visi- ta a las diversas poblaciones mudéjares de nuestro Reino de un fraile, Juan de

37 Pereda, en 1612, por arden de Felipe III, para comprobar si eran buenos cris- tianos sus moradores y si se les exceptuaba o na de los decretos de expulsióaa. En él se anotan datos muy interesantes sabre el vecindario de las dïstintas pueblas y salare el mala de vida y eostumbres de éstas. En el legaja 135 del Patronato Eclesiástico se encuentran varias relaciones, mandadas hacer por las obispos de las diócesis de Castilla, de las vecinas exïs- tentes en cada «pila» de su jurisdicción en 1587. La Dirección General del Tesoro, inventaria número 24, legajo l.3ß1, guar- da el conocïda «Cansa de Tomás González», hecho en 1591 can división de esta- das a lo largo y ancho de Castilla. Es una de las relaciones demográficas más fiables de las dos primeras siglas de la Edad Moderna. En la Cámara de Castilla, legajo 1.814, se conserva la documentación con el desarrollo del primer pleito interpuesto por el Marqués de los Vélez en lß29 para la compra de las cargos concejilos. En él hay un certif"acado de un escriba na en el que indica que la población de la villa era de 916 vecinos, eifra bastan- te exacta para el momento en que se da, l63ß. El legajo 238 del Consejo Real contiene el documenta tïtulado «Relaçion de diligençias hechas en la villa de Mula y en las lemas lugares de su gouernaçïon par el liçençiada Juan de Mena alcalde mayor Bella en virtud de una real provi sion e instrucçion de Su Magestad sabre el Registro de trigo, ceuada y çenteno para la sementera leste año de 1584» . Aparte de su alto contenido económico, al anotar el fatal de fanegas de esas especies que tenían los moleños, su impar= tanda demográfica es fundamental, ya que gracïas a êl hemas podido aventu- rarnos a extraer conclusiones sobre el tamaño media del bagar de la localidad y de las aldeas de Campos y La Puebla. En la sección de Diversos de Castilla, legajo 18, documenta 22, hay am pleito puesto por el alcalde mayor de Mula en 1589 a once caballeros de cuantía que no tenían caballos ni armas y que, por tanto, na hacían alardes; el falla mandó que fliese ese juez y no los alcaldes ordinarias el que desde entonces presidiese esas revistas. Par ultimo, el Patronato Real, caja 83, documento número 2ß6, guarda una certificación sacada de un tensa de alcabalas del año 1591, en la que consta el fatal de vecinas de 1Vlula, incluidos los miembros del convento de San Francisco.

ARCHIVO DE LA REÀL CHANCILLERÍA DE GRANADA

Esta institución conserva entre sus fondas parte de la documentación gene- rada por ella misma a lo largo de más de tres siglos en sus d.as grandes seccia- nes: de hidalguía y de otras materias, tales coma rentas y tributos, concejos y oficios publicas, planos en general etc.. . Y~ decimos parte porque antes de su ubicación en los locales donde se halla ahora, la popular Casa del Padre Suárez, hermosa construcción del siglo XVI, se encontraba la Cnsa del archiva

38 en ion bajos del edïfieïo de la Cpancilleria y se vio muy afectada por las periódi- cas inundaciones del cercano río Darro. Por ella, de las muchísimas referencias que poseemos de importantes pleitos sustanciados en sus tribunales, no hemos encontrado en las ficheros más que una mínima porción, por lo que podemos concluir diciendo que, en lo referente a la cïudad de Mula, este Archivo ha perdido documentos que hubiesen signifi- cado seguros puntos de apoyo para el trabajo que hemos realizado. A continuaciön, indicamos cuáles han sido l.os materiales consultadas. Ármario 3, caja 427, documenta 2 . Contiene el padrón de los impuestos ordi- narïos y extraordinarios de 1582, que recoge la colación de la parroquia de San Miguel; y el de 1584, con el vecindario de las das. La minoría marisca va apar- te. Armaría 393, caja 417, documento 6; y armario 3, caja 651, documento 8, Se trata de documentos-resúmenes de los alardes efectuadas en 1Vlula en 1520 y 1589, presentadas como pruebas en un pleito de hidalguía, Armarïo 302, caja 213, documenta 1, Se encuentran reseñadas aquî los padrones cancejiles de la vil.la correspondientes al año 1495, con eI vecindario de las dos colaciones, Fueron copiados en 1593 para ser presentadas coma pruebas en el proceso del Concejo contra eI escribano Hernanda Felipe de Saavedra, par haber falsificado eses censos, poniendo a sus ascendientes el título de hidalgos. Para terminar, se ha visto en la caja 1 .59$ el documento quinto, que es la sentencia de 27 de octubre de 1487, dictada por un juez do la Menta, para gtae los ganadas de este Concejo pudïesen i.r libres por los têrminos de Mula sin guardar vereda alguna. Es un escrita importante porque es el primero que menciona en nuestra zona la existencia de la popular figura del ~

ARCHIVA DE LA CATEDRAL DE MURCIA

Es otro depôsita que se halla en fase de catalogación y que, por su extraño pararlo, sólo tres dial a la semana por la mañana, de diez a doce, hace casï impasible su consulta, De todos modos, ha sido de mucha utilidad el legajo «11"Iula y Albudeyte», que contiene las cartas de los colectores de los diezmos de l.a zona de Mula, con lamentables huecos, entre 1583 y 1.713, para completar noticias de incidencias climáticas y, en ocasiones, demográficas y económicas sobre las localidades de nuestra comarca, La evolución diezmal nos ha sido cedida por el investigador Guy Lemeunier, ya elaborada, por lo que le damos públïcamente las gracias, extraída funda- mentalmente de los libros de «Prima y Grosso», existentes en el mismo Ar- chivo,

39 ARCHIVOS PARROQUIALES

Estas instîtuciones san de vital importancia para entender el comporta- miento poblacîonal de Las cîudades del Antiguo Régimen, pues suelen guardar en sus estantes los libros de matrimonios, bautismos, defunciones y otros, como los de fábrica, cofradías, pfas memorias, de cumplimiento de misas etc.. . En of caso de Mula, los archivos eclesiástïcos fueran tremendamente muti- ladas en La última guerra civil, pues durante la misma desaparecieran todos los fondos, excepción hecha de los libros de las tres series parroquiales menciona- das, de los que se incautó el Juzgado. No obstante lo dicha, falta algri3x volumen de éstos, debido seguramente al paco cuidado en la gestîón de los Pandos parroquiales por parte de antiguos encargados. Las series eclesiástïcas de bautismos comienzan en Mula prácticamente a la vez, a fines de las años 5ß del sigla XVI, siguiendo las dispasïciones emanadas del Concilio de Trenco. En La Puebla empiezan a fines de la misma centuria. Las defunciones se abrieron no antes de prîncipias del siglo XVIII, faltando las dos primeras libras en las dos iglesias moleñas y en la de La Puebla. Única- mente Santo Domingo guarda un volumen de misas testamentales, que va de 1647 a 1679, que en nada ayuda a nuestro trabajo. El caso de Campos es distinto, pues si en lo jorísdïccional, pese a ser seña- rza, dependía de Mula, en lo eclesîástiea la hacía de Albudeite, de la parroquia de Nuestra Señora de los Remedios . No se conservan libros anteriores a 1651, porque en la famosa aRiada de San Calixta», de octubre de ese año, desapara- ciaron, aI ser arrastrados por las aguas del ráa Mula desbordadas, ya que el templo se encuentra muy cercana al cauce. De ahí que para nuestro peráodo no exista la menor indicación del comportamiento demográf"xco de aquella locali- dad, si exceptuamos las conservadas en los censos . Sin más, pasemos a indicar el conjunta de los libros usados en el presente trabaja.

Par"roquïa de Santo Domingo Bautismal: Libro primero 1558-1594 Libro segundo 1595-1623 Libro tercero 1624-1683 Matrimonios: Libro primero 1567-l69ß

Par~r"oquïa de San f~Iigue~ Bautismos: Libro primero 1559-1579 Libro segunda 1579-1.592 Libro tercero 1592-1649 Matrimonios: Libra primero l56ß-15134 Libro segundo 1584-1650

4ß Parroquia de San Juan. La Puebla de Mula Matrimonios: Libro primero 1601-1639 Libro segundo 1641-1707

Los libros reseñados tienen distintos problemas. Así, el primero de matri- monios de San Miguel no registra casamientos hasta 1577, salvo uno en 1568 y otro en 1569. El segundo presenta numerosas partidas mezcladas en los prime ros años, por lo que su extracción ha sido muy complicada; a la vez que aqué- llas se interrumpen en febrero de 1608 y no se reanudan hasta igual mes del año 1617, en que se velan muchas parejas. El primero de bautismos de la misma parroquia tiene un enorme desorden de partidas en los cuarenta y nueve folios primeros, lo que costó a los sacerdo- tes responsables una amonestación y multa de dos ducados, impuestas por el Vicario General del Obispado en 1571 (folio 38 del mismo libro). En Santo Domingo, en el tercero de matrimonios faltan seis años (1642- 1647) sin que se diga la razón. Respecto a La Puebla, sólo comentar que el volumen primero de bautismos se halla perdido, aunque sabemos que comenzaba en 1598 y concluía en 1685 .

OTROS ARCHIVOS

Agrupamos en este apartado un conjunto de archivos que ha facilitado esca- sa documentación o la que ha dado no ha sido excesivamente significativa para el trabajo . En primer lugar, el Archivo Municipal de , que única- mente nos ha aportado el dato del paso por la villa de un importante ganado, propiedad del morisco de Campos, Juan Melgares, en 1553, procedente del «Libro del Medio Montazgo», inserto en el capitular de 1545 a 1552 . Del Archivo de la Caja de Ahorros del Mediterráneo, Donación «Sánchez Maurandi», en Mula, proceden varios documentos . Así, el titulado «Auto y vençion de vienes hechos por comision de su señoría del señor Conde de Salazar, don Bernardino de Velasco y Aragon, contra la expulsion», signatura 7-7-34 . Trata de los bienes de los moriscos expulsados de Pliego. El libro de la Cofradía de San Sebastián de Mula (1604-1642), signatura 1-1-22 . Dos compraventas de esclavos, realizadas, respectivamente, en Mula en 1594 y 1600, signaturas 7-9-65 y 7-12-4 . La «Executoria contra la ciudad de Lorca sobre moxones», de 1754, signatu- ra 7-1-2 . El Archivo de Fondo Cultural Espín, de la Caja de Ahorros del Medite- rráneo en Lorca, signatura 6-4-21, nos ha ofrecido un interesante documento sobre el avasallamiento que hizo a los moradores de Albudeite, en diciembre de 1630, el juez de comisión para la venta de bienes moriscos en los lugares de

41 realengo, dan Juan de Solar, el cual nos confirma que la na expulsiân de las mudéjares de esa villa fue alga sabida en el Reino de Murcia. Un archivo particular de Mula nos ha permitïdo acceder a algún trabaja de dan Gregaria Boluda del Taro X1865-f~39}, erudito local que recagiâ entre sus páginas multitud de documentos, hoy perdidos, que han sido de Lrtilidad en las ocasiones que, apo~ t°tunan~ente, se indicarán. También de ese archivo procede una descripción de la «Cruz del Payo» tal y cama existía a la entrada del camino de Pliega en el siglo ~YII. Unos cuantos documentos notariales agrupados en .forma de libro y can el. titula de «Derechas de Hacienda». Y el «cursos honarum» del soldado de la centuria del seiscientas don Juan Fernández Saavedra, muerto en Italia.

42 PRIMERA PARTE

EI, TERRITORIO, LOS HOMBRES Y SU TIPO DE ASENTAMIENTO

CÁPÎTULO 1. EL TERRITORIO

1.1 . El medio físico

Tal y como indica José Sánchez (1), la Comarca del Ría Mula ocupa el centro geográfico de la Región de Murcia y está constituida, en gran parte, por una cuenca miocena recorrida por el río Mula y su afluente el Pliego. Esa cuenca está cerrada por tres lados: las sierras del oeste, la de Rïcate por el norte y las de Espuña y Pedro Ponce por el sur, quedando sólo abierta la parte de Levante, por la que fluye el río aI encuentro con el Segura. En cuanto al clima, Mula está situada en una zona de cambio, del paso de una variedad más cálida y más árida a una más fresca y lluviosa de mayor con- tinentalidad, permaneciendo toda la Comarca dentro de las isotermas de 16 y 17,5° C. La parte que más se beneficiará secularmente de ese carácter de tran- sición climâtica serán los campos de Cajitán, Ardal y las estribaciones de las sierras, zonas preferidas por los ganaderos para pastar sus rebaños. Las precipitaciones inciden en lo dicho, pues las 280-300 mm. de lluvia anual marcan el punto medio entre la huerta de Murcia y las sierras del noro- este, dándose con preferencia en los equinocios y de modo torrencial, por lo que el resultado de la escasez de lluvias es que la aridez constituye una constante en la historia comarcana. La vegetación es la tîpica de tierras semiáridas : tornillos, romeros, esparto y otras plantas adaptadas a la sequedad. Los pinas comunes se encuentran en

1 SÁNCHEZ SÁNCHEZ, José: «La Cuenca de Mulat'>, vol . I de la Historia de ta Región Murciana. Ediciones Mediterráneo. Murcia, 1980, págs. 382-393.

45 las sierras, muchas de ellas sembradas por el hombre en los ultimas cien añal, habiendo desapareada casi par, completa las encinas. Coma manifiesta eI citada autor (2), r

2 Ibzden, p~g. 38á.

4~ fuente de Prado Mayor, la fuente Bilquiri Despuña, et otras fuentes que no son nombradas .. .» (3) . Entre estos montes está comprendido el valle del río Mula. El fondo de esa cuenca lo constituyen las huertas, las de Mula-Puebla, Albudeite y Campos. Los alrededores de estas dos últimas villas son denomina- dos, ya a comienzos del siglo XV, como «los montes yermos» (4), por ser tierras margosas y yesosas, donde sólo crecen plantas muy adaptadas a la sequedad. Las masas boscosas surtirán de madera, carbón y caza al muleño, que, sin mucho respeto, les hará retroceder hasta dejarlas reducidas a su mínima expresión conforme van avanzando las roturaciones. Se queman grandes exten- siones de vegetación, se talan los mejores pinos y se carbonean las encinas, los enebros, los lentiscos .. . En los calveros que van apareciendo se plantan cerea- les . Poco a poco surgen los campos y las dehesas se van estrechando lentamen- te, con los consiguientes problemas con los ganaderos de la Mesta, como vere- mos . Gana el «ager» y pierde el «saltus». Las protecciones para los árboles que quedan junto a los nuevos «albares» son mínimas (5) . El monte se repliega, se refugia en las zonas inaccesibles del término . Los campos como tales no reciben muchas ordenanzas, tal vez porque no las necesiten . Sólo de vez en cuando algún mandato para que los animales no entren en los rastrojos hasta cinco días después de llover (6); o que no pasten con ellos en los sementeros recien segados hasta el día de Santiago, so pena de 3Q0 maravedís, y si fuesen cogidos dentro, la pena doblada (7); o que nadie queme rastrojos durante el mes de julio, porque se puede correr el fuego (8). Sí va a recibir, y en cantidad, la huerta. Existe todo un ordenamiento en los libros de ayuntamiento, que está esperando un estudio de detalle, el cual se concreta en la aprobación por el rey de los diferentes apartados presentados por el Concejo en 1579 (9) . Prácticamente desde siempre y, mucho más, desde la reconquista, la huerta fue mirada y mimada como la despensa de Mula. Por eso ya desde los primeros

3 Libro de la Montería del Rey D. Alfonso XI. Discurso y notas de D. José Gutiérrez de la Vega. Imp. de M. Tello . Madrid, 1877, págs . 359-360. 4 A.M.Mula 1-61-1. «Mojones con Albudeite». Traslado de un documento de 1410, hecho a prin- cipios del siglo XVI, en el que se narra el asesinato del alcaide del castillo de Albudeite a manos del moro Yuzaf, el cual fue cogido cuando huía, acompañado de otro musulmán y dos muchachas cauti- vas, en «los montes yermos» que rodeaban el lugar. 5 En la sesión concejil de 9-III-1597 se manda que, puesto que junto a las tierras de secano hay muchos montes de pinos y lentiscos que impiden crecer fuerte el trigo, cualquier labrador pueda desmontar veinte pasos alrededor de sus campos sin pena alguna. Imagínense cuántos vein- te pasos se desforestarían . 6 Act. cap. de 23-I-1524. A.M.Mula. 7 Act. cap. de 31-VI-1571 . A.M.Mula. 8 Act. cap. de 3-VII-1568. A.M.Mula. 9 Muchas de las ordenanzas se repiten una y otra vez, prueba de que no eran muy acatadas . De todos modos, hay un verdadero derecho concejil en esos libros que denota cuánto cuidado poní- an los representantes municipales en impedir su deterioro. Además, se nombraban anualmente guardias de la huerta.

4 7 acuerdos conservados, su cuidado constituía la preocupación fundamental de los distintas Ayuntamientos. No se sabe la extensiön real de la vegá durante el siglo XVI, pues el Censo General de 1533 la evalüa en ¡34.044! tahúllas, cifra na alcanzada hay en día, con el evidente propósito, dado su carácter fiscal, de justificar un aumento en los impuestos (10}. Par los datos conservados, y que nos han permitido levantar el plano correspondiente, se puede pensar que, realmente, abarcaría unas 6 ó 7.000 tahúllas (una tahúlla son 1.11$ m2). Hasta casi forales del sigla XVI los bancales se escalonan en la pendiente del monte. Es una huerta de vertiente, como tantas en Murcia, pero, conforme las edificios llegan al llano, en el lógica crecimiento urbano, los cultivos retroce den y van acercándose a sus límites naturales: el río Pliego por el sur y el Mula par el este y parte del poniente, continuándose aguas abajo, hacia La Puebla. Tras ese muro, el secano. No habrá más verde en el valle hasta llegara Albudeite y Campas. Ambas poblaciones van a regar sus vegas con el agua del ria, incrementada par la de Las Bañas. Las huertas san estrechas franjas junto a la corriente del agua, oasis en el desierta calizo que las rodea. Conocemos la extensión de la de Campos en 1614. En carta de 24 de octubre de ese año, el Concejo de la aldea escribe al cabildo catedralicio «. que el mes pasada vino el rio a este lugar tan pujante creçido que se lleuo los edificios de argamasa y açud por donde se trae el agua a regar mas de trecientas tahonas de tierra blanca y morerales...» (11) . Esta cantidad nos parece muy real, pues tenemos otra para compararla. El $ de marzo de 1754 se hace una medición de la vega por encargo del Ayuntamiento de Murcia «para que par ella se pueda venir en conazimiento de lo que cada uno posee para la distribution de las aguas, obras, o potras casas» (12), en la que se evalüa el total de tahúllas en 396 y media, Io que supo- ne un escaso crecimiento en casi siglo y medïo. También hay pequeñas zonas de regadla junto a algunas fuentes. La princi- pal de todas es la de Yéchar, que en 159$ recibe unas preciosas ardenan.zas del Concejo muleño (13}.

10 A.G.S. Contadurías Generales, leg. 76$. 11 A.C.M., legajo MMula y Albudeyte», cartas de colectores del diezmo y otras particulares 1583-1713 . Carta de 24-X-1614. 12 A.M.Mula, «Medida hecha por Manuel Sanchez Villar, Agrimensor publico nombrado por el Ayuntamiento de L. M. N. y M. L. Ciudad de Murcia, de los huertos del lugar de Campos». 13 Act. cap . de 12-1V-159$. A.M.Mula. Lo primero que manda es amojonar los límites del rega- dío. Luego vienen otros apartados, que son: que se nombre fiel del agua para vigilar el riego cada día de San Juan, can vïgencia de un azio. Que se mande la acequia desde la fuente a la balsa donde se recoge el agua cuantas veces sea preciso. Que cada cuatro años se limpïe la balsa. Qne se lim- pien, igualmente, las confrontaciones de los cinco brazales que salen de la alberca. Que no se quite el agua de un bancal a otro hasta que no esté regado. Que los que íengan tierras blancas de riega hagan tablas en ellas. Que el brazal que sale de la balsa hasta el carrizal esté siempre mondada. Que cuando el agua fuese perdida brazal abajo, riegue quien quisiera.

4$

Toda lo dicho, nos lleva a segaran que la huerta de Mula serïa la segunda o tercera del Reino de Murcia durante la Edad Moderna.

1.3. Z~os li~rt%tes Hay en día, Mula limita par eI norte can los términos de , Cieza y ; par el sur con Lorca, Tatana, y Librillo, que- dando Pliega totalmente ocluida dentro de las tierras moleñas; par el oeste can Cehegfn y $ollas y por el este con Murcia, Albudeite y Campos del Rio. No obstante, esta na siempre fue así, ya que Campos era aldea de Mula basta su independencia y posterior constitución coma villa en el año 1836 y $ollas, coma cortijo de Cehegïn, no logró el villazgo hasta el año 1689 y tras el abono de una fuerte suma por parte de Los habitantes de la aldea al rey Carlos II. Par esa, los limites de Mula can Murcia eran mayores, a la vez quo lindaba la villa can t}jós, Alg`uazas, Las Torres de Gatillos y Villanueva del Segura, y alga más que ahora con Rïcate . Sin embarga, la actual demarcación terrïtorial na se configuró en un momento dado, sino que fue objeto de un languásima proceso que hunde sus raí- ces a %hales de la Edad Media, Los pleitos por la mojonera entre algunas villas debieron de darse desde eI mismo momento de la conquista alfonsina y se agudizaron tras la caída del Reino de Granada, y eI crecimiento y desarrollo consïguientes, a lo largo y ancho del área marciana entre 1500 y 1650 . Fueron los momentos de la puesta en cultivo de extensas superfïcïes de monte, roturándolas, las cuales facilitaran fexaces tierras que iban constituyendo los campos y lugares adehesados . Cuando el territorïo marciano, sobre toda la fachada hacia Granada, vivía en permanente sobresalto, como correspondïa a una zona de fronteras inestables, en cuyas villas habitaban personas que subsistían haciendo «entradas» en los reinos contrarios en busca de botín y de cautivos, las delimitaciones munïcipa- les no debieran de ser tan estrictas coma cuando llegó la paz y las gentes comenzaron la conquista de las tierras alejadas de los, hasta entonces, seguros adarves medievales, Pronta empezaron las escaramuzas legales y los apasianamientas por de%- nin palpablexn.enta, por mojones de obra y pintados, el alfoz de cada Lugar. Las viejas referencias anteriores, como grandes pinos, encinas o enebros; árboles caldos o secas..., na son ya seguras, y mucho menos los montones de piedras o las palas clavados en tal o cual sitio, ya que palian ser derribados a movidos hacia el lado conveniente, aunque todavía se puede confiar en cimas de colinas, charcos o fuentes. La Chancillería de Granada se ve desbandada por juicios entre villas vecinas, pero enemistadas por términos. Mula no fue una excepción en un comportamiento que está pon estudiar en nuestra Región (14}, ya que el primer procesa del que se paseen noticias es el

24 ~s interesante citar el trabajo realizada par LOZANO, José ~2~ y GUTILLAS, Ángel

50

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TERMINO DE RfCOTE

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PLANO N.°- 2 El término municipal de Mula durante el siglo XVI . que tiene lugar al delimitar las tierras de Mula y Cehegín, cuya sentencia dan tres jueces en el pinar de Bullas el 7 de septiembre de 1398. Por ella se aclaró la divisoria entre las dos villas, que iba desde el mojón del río Quípar hasta el Puerto del Aceniche «do parten terminos Mula y Zehegín con la çiudad de Lorca», y se prohibió alterarla bajo multa de cien doblones de oro (15) . De ese modo quedaron marcados los límites hasta principios del siglo XVI, en que cinco jueces, dos de Mula, uno de Lorca, uno de Caravaca y otro de Cehegín, vuelven a fijar de común acuerdo la mojonera desde la Fuente del Almorcí hasta el Puerto del Aceniche, en el año 1502 (16) . De todas maneras, había tantos intereses en juego que el pleito entre las dos villas no se aletarga y rebrota pronto. El resultado es un juicio que llena más de seiscientos folios de apretada letra, porque los cehegineros destruyeron el mojón de los Charcos Amargos (17), el cual sentencia el juez de términos, Andrés de Villanueva, en 1518 . Ordena que se guarde el fallo dado por los tres magistrados en 1398 en lo referente a la divisoria desde el río Quípar al Puerto del Aceniche; se reedifique el hito roto ; se hagan mojones intermedios de cal y canto cada trescientos pasos ; y castiga con multas a los que rompieron los que ocasionaron la demanda muleña (18). Esto no gusta a las partes y siete años después, el licenciado Gutiérrez dic- tamina en contra del fallo en la ciudad de Lorca y manda derribar los mojones hechos desde el Puerto del Aceniche a la Fuente del Almorcí (19) . Algo similar a lo descrito sucede con Calasparra, aunque nunca llega a los tribunales . La primera concordia se otorga entre los representantes del Comendador de esa villa y de , Frey Luis de Paz, y los de Mula, en pre- sencia de un «juez arbitrador» el día 20 de mayo de 1467 (20). Antes de acabar el siglo, en 1494, solicita Mula un traslado de la fijación de términos entre Cieza y Calasparra, por tener límites con esas dos villas (21). En 1519 se vuelve a llegar a un acuerdo para que las tierras encima de la cañada que comunicaba Calasparra con Mula no se labrasen (22). Diez años después, ante el valor que van adquiriendo los terrenos fronteros como pastos y sementeros, se decide poner mojones de cal y canto bien visibles . Para ello, se juntan los representantes de los dos pueblos en un hito en el campo de Cajitán «por cuanto entre las dichas villas de Mula y Calasparra al çiertas diferençias a causa de no estar los terminos de dichas villas amoxonados» y acuerdan edifi-

Francisco y titulado ; Carta de amojonamiento del término de Jumilla. Cuaderno Cultural n°- 2 de la Asociación de Amigos de Jumilla. Murcia, 1982. En él se analizan los límites de esa ciudad en el año 1327. 15 A.M.Mula 1-62-1. «Sentencia de los moxones entre Mula yZehegin, año 1518». 16 A.M.Mula Libro «Moxones», sentencia de 3-XI-1502. 17 A.M.Mula 1-62-1. 18 A.M.Mula 1-58-2. «Sentencia de los moxones entre Mula y Zehegin, año 1518». 19 Ibídem. 20 A.M.Mula 1-58-1. 21 Traslado realizado e130-XII-1494 A.M.Mula. 22 A.M.Mula 1-58-1 . Acuerdo de 13-IX-1519 .

52 car mojones permanentes de obra (23). Tan bien se hizo que no habrá posterio- res problemas, ya que, incluso en el siglo XVIII, las visitas de términos se reali- zaban siguiendo los puntos señalados por el convenio de 1529. Los años 1494 y 1529 verán resolverse las diferencias territoriales con Murcia. El primer año, el día 5 de marzo, «quatro oras despues de medio dia», el juez Gonzalo de Gallegos dictaminó claramente cuáles debían ser los límites entre la capital y Mula y exculpó a los vecinos de esta villa de las denuncias de los murcianos, a los que condenó a no molestar a las personas que estuviesen dentro de los términos fijados (24) . Y en 1529, el magistrado Alfonso Gómez ordenó fijar nuevamente los mojones entre Mula y Murcia (25). Con Cieza, Mula no tuvo roces dignos de mención, pues las fricciones que existían entre las dos localidades se resolvieron amigablemente, por medio de una concordia realizada el 8 de septiembre de 1416 en el campo de Cajitán «por raçon que era contienda entre los moxones de la villa e de la villa de Cieza» (26). Del mismo modo se zanjaron las diferencias entre Alguazas y Mula en 1570, cuando los representantes del Obispo de Cartagena y los de los muleños deci- dieron designar seis mojones que marcaran los límites comunes (27). No ocurrió lo mismo con la ciudad de Lorca, con quien Mula tenía una importante frontera . Desde «tiempo inmemorial» se guardaban entre las dos poblaciones doce mojones «padrones», que señalaban la divisoria (28) . Pero a principios del siglo XVI, Lorca consigue un fallo a favor, obra del licenciado Juan Gutiérrez, por el que sus límites se extienden hasta la Fuente del Almorcí, al probar palpablemente su posesión . Reclaman los muleños, y ocho años más tarde el licenciado Lanza declara que las tierras lorquinas no llegaban más que a la Peña del Manzano y no per- tenecían a ellas los hitos siguientes hasta la citada Fuente, por lo que otorga esos mojones a Mula. Quedaban, pues, las cosas como al principio, hasta que en 1546, el bachiller Pedro Muñoz, teniente de corregidor de Lorca, señaló los límites entre las dos poblaciones a su entera satisfacción . Un roce más rastreamos entre Lorca y Mula, es el que da lugar a un pleito que se sustancia el 7 de noviembre de 1591 . Por él sabemos que los lorquinos habían reclamado los diezmos de las tierras muleños de Lacuas y Puerto de Mula. Esta villa interpuso una demanda, a la que se sumaron el Deán y Cabildo de la Iglesia de Cartagena, y demostró que siempre habían diezmado a la tercia de Mula, por lo que el fallo del recurso dio la razón a los habitantes de esta localidad .

23 A.M.Mula 1-58-1. Acuerdo de 29-VII-1529. 24 Libro «Moxones» . 25 A.M.Mula 1-58-4. Libro de visitas de mojones desde 1513 hasta 1721. 26 Tbídem, traslado del siglo XVIII del original perdido . 27 Acuerdo de 31-IX-1570 . A.M.Mula. 28 Esta noticia y las que siguen referentes a la mojonera entre Mula y Lorca, proceden de la «Executoria contra la ciudad de Lorca sobre Moxones», de 24-XII-1754, libro sin foliar. A.C .A.M . 7-1-2.

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Croquis de principios del siglo XVIII, en el que se ha dibujado la mojonera de

Mula por el sur, este y la de la villa de Pliego . También se ve parte de la red

caminera del término muleño . Con la vecina villa de Aledo, Mula también tuvo que recuair a las tribuna- les para señalar la mojonera en los inicios de la centuria del quinientos. Esto se logró por sentencia dada por el licenciado Juan Portero «juez de comisian de Sus Magestades» en Baza, el 3 de marzo de 1533, por la cual se îndicaban diez mojones entre las das, eI xílti o de las cuales era el del Puerto de Mula, donde partían términos can Lorca. En 1546, e15 de noviembre, fallará la Chancillería sobre el mismo problema y reconocerá las hitas señaladas (29}. Goma se ha visto, las disputas con los pueblos de su entorno fueran constan- tes en eI siglo ~Vl, pera na la fueran menas con las dos pequeñas villas asenta- das dentro de los términos moleños . Nos referimos a Pliego y Albudeite, dos lugares de mudéjares. Con la primera, los problemas empezaran en el aña 1526, eI juez Zafra sen- tenció contra Ios habitantes de esa localidad parque invadieran los términos moleñas para labrar, concretamente en Las Anguilas y Argualeja, zonas can agua y tierras fértiles (30). La misma ocurre en 1545, cuando Mula demanda a Pliega porque sus mira- dores volvieron a saturar partes de su tërmino, ya que su único alfoz llegaba a las confines de su huerta . Nueve años más tarde, Mula pone una fuerte denuncia contra los plegueros en la Chancillería de ganada . La sentencia de vista se otorga en 1563 y la de revista en 1566, en la que se confirma el realizar Ios catorce mojanes indicadas en la primera. La Chancillería designa al escribana Cristóbal de Beja para señalar las hitos, no aceptando Mula los edificadas, par lo que acode otra vez aI alta tribu nal y por autos de vista y revista en 1567 se envia a solucionar eI litigïo a Pedro del Castilla, quien hace los mojones, aunque ninguna de las partes se muestra satisfecha. Viene en 1593 Alonso Núñez de Bosques, el cual realiza nuevas diligencias que no determinan nada, quedando las demandas como no vistas hasta eI aña 1658, en que se dictamina que se tenga por buena la división efectuada par Pedro del Castillo. Con Albudeite, el choque estalla hacia 1518, cuando los de esa villa derri- ban las mojones medievales. Mula denuncia el hecho, y en un enarene pleito de más de setecïentos folias, con multitud da probanzas de todo tipo, sentencia el juez e19 de junio de ese año que Mula probó bien sus demandas y condena a un tal raspar de Guzmán, por destruir las hitos, a un año de destierra deI Reino de Murcia y al pago de una multa de cinco mil maravedís . A Rodrigo de Puxmarín a cuatro meses de destierro deI Reina y a tres rail maravedís . A Diego Sevillano, que se hizo pasar par escribano sin serlo y dio fe de la cuestión

29 Libro «Moxones con Atedo», sirt foliar. A.M .MnIa. 3ß Las noticias sobre Ios pleitos can Pliego proa>.den de dos cajas de documentos del A.M.Mula sin clasificar y sin otras indicaciones, par lo qne es imposible señalar mâs a°eferencias que las de pertenecer a la documentación de esas dos legajos .

5 5 de las mojones, la sente cïa a ocho meses de destierra de Murcïa capital, diez Tu cs a la redonda, y a das xx~ïl ara~redîs. A la vez que las condèna a las cas- tas y advïerte de fuertes penas a las que demoliesen Tos nueve mojones hechos ( 11. Ante las numerasîsïn~los juïcïos entaTrladas a la Iarga del siglo XVI can casó todas las vïllas próximas, NIuIa realïzaba puntualmente las visitas de mojanes cada año, que recogió en eI siglo XVIII en. un abultada Iibro, donde se anotan las giradas catre 1 1~ y 1721, arios que, paca más a menas, marcaran ofensïvas para conquistar, a costa de térzrzinos vecïnos, parcelas de tïerra . Guando eI mojonera advertia alguna irregularidad, la denunciaba aI Concejo, el cual, ï varïablenmente, recurrîá a la demanda. En estas pleitos valia talo tipo de pruebas: mercedes de roturacïanes, listas de diezmos, informaciones «fieles» de pastores Iabradores, antig~~as de~~txn- cïas par cariar Iexáa o pastar ganado e, inclusa, documentas tan curiosas coma el presentada en eI plena con. Pliego, en eI que se relata el apresa ïentn de un moro aragonés, que ïba sin licencia de nadie, en la zona de Manzanete en 143. n musuLmdn de la alj~a~na pleguem, llamada Fa cie Mutada, la llevó can. Truenas palaTrras basta su término, donde la capturó y condujo a su vïlla. Mula la reclama, porque su venta debîa de servïr para reedificar las deterioradas n~ura.Ilas, seguen privilegia antigua, y porque fue llevada can engaso Fasta I~Iïego (32). Ante la itnportancïa que estaba tomando eI tema de las disputas de térmz- nas, el Concejo moleño compró al rey Felïpe III, en 1615, las títulos de corredor y mojonera, junto caza otros varïas, seguramente loara que no :fuesen adquiridos par aíras personas interesadas y las hieïeran heredïtarias, dentro de la tónïca general. segcxïda co~~ atrae oficias de la vïlla, tamo luego veremos (3~~3), 3e todo la dïcl}o, se extrae que las problemas de lîmites se despiertan exztre fines del sïgla XV y eI primer tercïa del sïguiente, con algunas excepciones. Son momentos en Ices que las r~turaciones hacen coTrrar valor a zonas bascosas y deshabïtada hasta la caîda de Granada. San tiempos en las que las vïllas ïn~partantes +quïeren acrecentar sus tierras a costa de las vecinas; para ella cuentan con eI interés de la alïgarquia y el respaldo deI resta de los habitantes, que hacen Bausa común ante la sola encï¬~n de que taI a cual rnojcm ha sida destruida, siendo normales las enfrentamient~s fîsïcos entre personas de das l~calidades próximas. ~l sigla XVI es de plena eferv~scea~cia e~~ lo referente a ics cuestïones de tér- ~ninas en las flancos norte, sur y oeste de Mula. Sin embargo, Tos pueblas rszudéjares deI este no suscitan ese tipo de cuesti~nes, si exceptuamos la ave-

31 A.1~.ïiluïa ~Plazt~c~ con ~ll~udeite», ain foliar. 32 Lzbro nltfCoxones>r, donde se inserta el docuzx~ento origïxzah ~.lVLlftzzla. 33 «~I`itulo de ofiçios de cortador y moxazaero, alznotaçen, del de las aguas y fuente de ~?hecttar p del pesi de la a~~ina ~ eaz~zzaceria y de lats pesos ~> pesas }* de las rnedzdas de yerrtz, palo y barro y de contraríe de la seda de is villa da Mula para el conçejo, ,justiçia y regixxrï.ento dalia parpeiuos», fzrmado de puño Y letra del mozzarca, ftze aiorgado por. pxecio de 273.760 maravedís, de ellos 18.76t? aI coaztado ~= ei xestzs aguzado, el d%a 3fà cle malo tle Its16 en San l~orenzo, i~,lt~.?~~ula 1-04-x. nencia con Alguazas en 1570. Son localidades pobres, cuyos moradores se con- forman con poco y saben que con la poderosa Mula no tienen nada que hacer. La excepción es Murcia, cuyos contenciosos desparecen, aparentemente, en el primer tercio de la centuria del quinientos. En cuanto a Alhama y , no hay problemas territoriales, tal vez porque eran propiedad del Marqués de los Vélez, que, a su vez, era señor de Mula, y no era 18gico que hubiese disputas en estados del mismo dueño, aunque no nos cabe duda que el apoyo de los Fajardo a Mula en sus cuestiones por términos debió de ser fuerte en todas las épocas. Pliego y Albudeite, envueltas totalmente por las tierras de Mula, quieren, ante la presión demográfico-económica de la primera mitad del siglo, «conquis- tar» fragmentos de esas tierras, algo que impide rápidamente el Ayuntamiento muleño. Las disputas las vemos aletargarse durante el siglo XVII o, por lo menos, no son tan viscerales como en el anterior, posiblemente por la regresión existente a todos los niveles, aunque volverán a rebrotar durante el fuerte crecimiento de la centuria del setecientos en todas partes .

1.4. El agua. Los cursos fluaiales: problemática. La acequia mayor. Las fuentes

Como en todo el sureste peninsular, el agua en Mula es un bien escaso. Los cursos fluviales no son tales, sino ríos-ramblas que sufren grandes crecidas con las lluvias equinociales y van semisecos el resto del año. Los dos riachuelos que cruzan la zona en toda su extensión: el Mula y el Pliego, no ayudaron mucho al hombre renacentista a calmar su sed. El prime- ro, que nace en las proximidades de Bullas, tiene escasa cuenca y su estiaje es muy pronunciado. El Pliego, que desciende de las cumbres de las sierras de Espuña y Pedro Ponce, es el único que aporta algo de agua. Ambos se juntan a la altura de La Puebla de Mula y marchan, formando un solo curso: el río Mula, hasta desem bocar en el Segura por Alguazas . En su recorrido se ve incrementado su caudal por el aporte termal de Los Baños de Mula y por los de algunas ramblas, como la de Perea, que alivian la sequía de las tierras de Albudeite y Campos . Ambos cursos, por pasar a un nivel macho más bajo que el de las terrazas donde se encuentra la huerta, no pudieron ser aprovechados para regar. Única- mente se utilizaron sus aguas para abrevar el ganado y para pescar, marcando sus cauces el límite entre el regadío y el secano. Tanto La Puebla como Mula, Campos y Albudeite hicieron sus correspon- dientes presas en el río para embalsar el agua y conducirla a través de ace- quias a la huerta. De los azudes de Campos y La Puebla trataremos al describir las aldeas, ahora nos centraremos en el aporte de agua a Mula. Posiblemente fueron los musulmanes los que llevaron la que manaba en la «Fuente de Mula», incrementada por los escurrimbres de ramblas, como la de Ucenda, hasta la villa. No hay pruebas documentales, pero ¿quién fundaría

57 una ciudad donde se encuentra Mula, en la ladera del monte del castillo, sin la seguridad de un abastecimiento regular de agua? y si la Crónica General de España señala la fertilidad de la tierra ¿no quiere eso decir que desde siglos antes fluía ese caudal hacia Mula? (34). El agua corría por el cauce del río Mula durante unos kilómetros, para ser detenida y embalsada en una pequeña presa a unos 13 ó 14 de la población . De allí salía la «acequia mayor» para entrar por el oeste de la villa y recorrerla en toda su extensión, aprovechando una gran curva de nivel, lo que constituía un verdadero trasvase entre la parte alta del río Mula y la huerta. Tanto la presa como el cauce del canal fueron hipercuidados en todo tiempo « . . . por quanto esta villa tiene un açud del agua de esta villa sobre la qual esta el pueblo fundado porque no ay otra agua. . .» (35) . Esa conciencia de depender de la acequia mayor será la que haga que el Concejo y todo el resto del vecinda- rio velen por su mantenimiento . Anualmente se le solía dar dos mondas para quitar las matas y tierra que impedían el normal discurrir del agua (en otoño y primavera, normalmente, aunque se hacía cuando era preciso) . El azud recibió tantos mimos como el canal; cuando estaba lleno de brozas o aterrado por las avenidas del río, iban brigadas de hombres a limpiarlo, a requerimiento del Concejo, pagando los gastos los dueños del agua (36) . Era roto casi todos los años por las crecidas, porque era de tierra y palos, dejando a la huerta en seco durante el tiempo que tardaba en ser reparado. Esto dura hasta mediados de los años sesenta, cuando el Concejo siente la necesidad de hacerlo de obra. En 1564, se manda llamar a dos vizcaínos, maestros canteros, «porque el açud sobredicho esta peligroso de ruina» . Su informe es que podía hacerse de mampostería, para lo cual necesitarían realizar un muro de 120 tapias de alto y 22 de largo, de un grosor de 22 pies . Cada una de esas tapias llevará 20 cahí- ces de cal y conviene se le pongan 400 piedras labradas para los remates y caí- das del azud, que costarán otros tantos ducados. Además, serán precisas dos mil carretadas de ripios, a real cada una, y 20 hombres y un maestro durante 60 días (37) . En 1577 se opone el alcalde mayor, a instancias de algunos dueños del agua, a que se haga reparto entre ellos y los artefactos edificados sobre la acequia (molinos, almazaras, batanes etc. . .) del dinero necesario para hacer la presa de cal y canto, según permitía una real provisión ganada por el Ayuntamiento. Éso se convierte en un grave contratiempo, porque la obra estaba rematada en

34 Primera Crónica General de España que mandó componer Alfonso El Sabio y se continuaba bajo Sancho IV en 1289 . Publicada por Ramón MENÉNDEZ PIDAL et alü en 1955. Edit. Gredos. Madrid, 1955, capítulo 1.065 del tomo II. 35 Act. cap. de 5-XI-1564 A.M.Mula. 36 Por ejemplo, en el acta de 29-VII-1526 se ordena desbrozarlo y en la de 8-VIII-1573 quitar el barro. A.M.Mula. 37 Acts. caps . de 5-XI y de 6-XI de 1564 A.M. Mula.

58 el vizcaíno Aguirre, para hacerla en 530 ducados, y se hallaban preparadas las caleras (38). Un año después, vuelve a obtener Mula una nueva provisión, dada en Madrid, por la que se concede distribuir 600 ducados entre los vecinos «que reçiben aprovechamiento del dicho rio» (39) . Parece que es entonces cuando se realiza la obra, que resiste bien hasta el año 1591, en que es rota por una ave- nida (40). En 1595 se abre un boquete en la presa (41). Nueve años más tarde debe ir el alcalde mayor de Murcia a comprobar si el azud está roto y si las acequias son de tierra y madera, para permitir que se repartan 3 .000 ducados entre los vecinos para repararlos (42). En 1609, Leonardo Pérez, cantero, lo revisa y dice que necesita reparos urgentes. Que hay que colocar 25 sillares, que se deben hacer nuevos. Que encima de la presa existe un agujero en el que faltan tres o cuatro piedras labradas, que han de reponerse. Y que deben levantarse 22 varas de enlosado «o las que hiciera falta», que tendrán vara y media de ancho (43). Las últimas noticias que se poseën hasta finalizar nuestro período son las de 1616 y 1618. En ambas, el Concejo solicita del cabildo catedralicio que le dé algún dinero para reparar la presa rota por las avenidas, como beneficiario de los frutos del diezmo, los cuales se verían mermados si no se llevase pronto el agua a Mula (4~). Parece que en el tercio final del siglo XVI el agua que traía la acequia no era suficiente para la huerta, dado que se habían sacado algunas parcelas . Se acude, entonces, a los servicios de un zahorí llamado Pedro, quien, como refe rencia, aportaba la obtención de agua en zonas áridas de Cartagena. Va al nacimiento y declara que podía aumentar el caudal en un cincuenta por cien si se ahondaba donde él dijese. El documento concluye con la .junta que hicieron los propietarios del acuífero en la plaza para decidir, por 1o que nos quedamos sin saber qué sucedió (45). De todos modos, se puede ver en el episodio un intento de incrementar los recursos hídricos para, así, poder regar mejor las tierras o, por lo menos, más rápidamente, porque las roturas de la presa dejaban en seco a la huerta duran- te días y, normalmente, varias veces al año.

38 «Informaçion que hiço el Conçejo sobre el Açud yAguas de la haçequia madre desta villa de Mula el año 1577». A.M.Mula. 39 Libro 3 de provisiones reales. Provisión de 5-XI-1578. A.M.Mula 1-68-2. 40 Libro 5 de provisiones reales. Provisión de 25-VIII-1592, fol. 81 . Se autoriza al Concejo a repartir 400 ducados para reparar el destrozo del año anterior y alargar el muro 10 ó 12 varas. A.M.Mula 1-69-2. 41 Act. cap. de 7-XI-1595. A.M.Mula. 42 Libro 5 de provisiones reales. Provisión de 15-XI-1604, fol . 14 . A.M.Mula 1-69-2. 43 Act. cap. de 2-II-1609 A.M.Mula. 44 A.C.M. legajo MMula yAlbudeyte» . 45 Act. cap. de 6-VIII-1583 . A.M.Mula.

59 También manan fuentes en las laderas y alrededores del castillo. La popu- lar KFuente del Cabezo», secada hace pacos añal, abastada de agua a paria del barrio alto y la de la Fuensanta, a unos trescientos metros al este de Mula, es canalizada hasta un pilón en 179, para el surtïmiento de la parte oriental de la villa (46).

46 «Lïbro de gnentas que el Conçejo fiesta ~ïlla de Mula toma a correos ,~ solïçïtadores» . Cuentas de 1679. A.iVl.Mula.

~o CAPÍTULO 2. LA OCUPACIÔN DEL TERRITORIO

2.1. La ocupación a lo largo de la Historia. tT,a densidad

La comarca deI Río Mula está poblada, como mínimo, desde el Magdole- niense Medio, a tenor de los materiales hallados en la «Cueva deI Búho», próxi- ma a El Niño de Mula. El Epipaleolítico parece estar representado por los restos encontrados en al mencionado abrigo, aunque, según su excavador, Martínez Andreu, pertenece- rían a una segunda fase, que iría del 8000 a. C. hasta el Neolítico f47). De esta etapa cultural, en su fase antigua, hay un interesante yacimiento en el «Honda de Cajitán», descubierto, al efectuar unos desfondes, par D . José Buitrago Fernández. En superficie, han aparecido cerámicas de tipo cordial, cuyas incïsianes serían realizadas con elementos distintas a las canchas, y que nos llevarían a una primera fase neolítica, todavía insuficientemente conocida. Una multitud de estaciones eneolíticas se reparte sobre la superficie de la comarco, localizándose en gran parte de las zonas montañosas de la misma . La habitabilidad de las terrazas de los cursos altos de las ríos Pliega y Mula per- mitió que hombres venidos, posiblemente, del próximo campo de Lorca por el paso natural del Puerto de Mula se asentaran, durante el tercer milenio antes

47 MARTÍNEZ ANDREU, Miguel: Xistoria de Cartagena. Ediciones Mediterráneo . Murcia, l9ß6, pág. 122 del toma II. No indicamos los lugares exactos de los yacimientos de este período cul- tural porque el desconocimiento es su mejor proteccïön hasta el día en que se inicien excavaciones científicas. A la larga de las demás etapas históricas, únicamente se reseñarán los nombres de las lugares conocidos de antiguo.

6 1 de Cristo, en las estribaciones de las sierras de Espuña y Pedro Ponce. De su presencia quedan numerosos réstos líticos en los alrededores de las fuentes, barrancos y ríos, y representaciones pictóricas en uno de los abrigos de «El Milano», donde se advierten escenas realistas y esquemáticas, y en otro lugar cercano a Yéchar (48) . De la época argárica es ya un tópico decir que Murcia constituye, junto a Almería, la cuna de esta cultura (49). Sus yacimientos se localizan, en el terri- torio muleño, en cerros próximas a cursos de agua (Castillo de La Puebla, Cabezo de la Plata, Cabezo Inés, Almoloya etc. . .) (50), que garantizaban una fácil defensa y el abasto del precioso líquido. A falta de excavaciones que lo confïrmen, la ocupación de los hombres de El Argar se superpuso a la de la etapa anterior en muchos lugares, Vg. el «Cabezo de los Tesoros», en Pedro Ponce, donde se mezclan los útiles de sílex caracterís ticos del Eneolítico con los trozos de vasijas carenadas y bruñidas y los molinos barquiformes típicos de este momento, cultural de mediados del segundo mile- nio antes de Cristo . También existen yacimientos donde las posibilidades defensivas del lugar se vieron reforzadas con murallas que los circundan en toda o en parte de su extensión y a las que se adosan las viviendas. El mundo ibérico está perfectamente representado en Mula por el poblado de «El Cigarralejo», importantísimo yacimientó de esta cultura, aunque no el único en la zona, pues hay restos ibéricos en las proximidades de Yéchar, en el Castillo de La Puebla y en Cerro de la Almagra, junto a Los Baños de Mula. Todos tienen en común que se ubican en las cercanías de cursos de agua. De ellos el único que se está excavando de forma sistemática es el de El Cigarralejo (51). Se trata de un conjunto, en la orilla derecha del río Mula, for- mado por el santuario, la necrópolis y el poblado, de los que se han puesto al descubierto, hasta ahora, el primero, que aportó una buena cantidad de exvo- tos de équidos y de guerreros y damas oferentes . Y la necrópolis, cuya cronolo- gía va del siglo IV al II a. C.

48 SANNICOLÁS DEL TORO, Miguel et alü: El abrigo de arte rupestre de El Milano (Mula). Consejería de Cultura yEducación de la Comunidad Autónoma de Murcia. Murcia, 1987. 49 Para saber más del mundo argárico, ver los estudios de la doctora María Mamela AVALA DE JUAN y, sobre todo

62 Los yacimientos de época romana son muy numerosas (52). Prâcticaments, todos los lugares de la comarca con agua sirvieron de asentamientos para las hambres de este período . En los campas de la Alquíbla, el Ardal, Cajitán etc..., son corrientes las casas edificadas sobre o próximas a cimentaciones romanas. También en la huerta y sn altozanos cercanos se encuentran restas de «villas» con cerámicas fechablss entre los siglos II y IV d. C. Pera, donde realmente abundan esos complejos agropecuarios es en las ori- llas de los rías y ramblas, cama la de «Caputa», situada en las proximidades de la fuente de su nombre, donde aún se advierte la importancia de la explotación, que contaba con un gran embalse en una rambla y un compleja termal. De todos modos, los principales yacimientos romanos se localizan en las lla- nuras del campo del Arreaque y junto a Las Baños de Mula, el Gerra de la Almagre o «Vïllaricos». El primero, en el que se han realizado interesantes excavaciones, es una gran villa donde ss advierten numerosas estructuras en una amplia supe~cis . Los materiales hallados indican que el lugar estuvo habitado entre los siglos II yVd.C . El otro gran asentamiento se ubica en una msseta en la margen izquierda del río Mula. Era de fácil defensa por todas partes msnas par una, la norte, donde sus ocupantes levantaron una alta muralla, con torres de trecho en tre- cho, que hacía a la ciudad inexpugnable . La importancia del lugar es puesta de manïfiesta por Gonzälez Simancas cuando cuenta que vio dos trozos de estela sepulcral y varios restos arquitectó- nicos importantes en colecciones moleñas; y is fueron cedidos dos fragmentos de sarcófagos «esculpidos en mármol blanco de Italia» (53). Hoy se advierten vestigios de numerosos edificios en el centro de la meseta, que depararían importantes sorpresas si fuesen excavadas, entre los que aparecen bastantes trozos de cerámica fschables hasta sl siglo VI d. C. Desde este último siglo hasta el XI las noticias son confusas y escasas . No se saos dönde se hallaba situada la villa ds Mula que se cita en el tratado de Teodomiro. Parece que s1 territorio estaba semidespoblado, por lo menos eso parece indicar, a juicio de Pierre Guiehard (54), el hecho de que Ibn-al-Foradi (muerta en sl año 1013} cuando, sn su repertorio, menciona a las sabios de la «coro» en la que está inmersa Mula, sólo indique «oriundo de Tudmir» y no la urbe concreta, coma sucede sn otros lugares . ¿Se concentraran las habitantes

52 Na hay mucha bibliografia sobre este momento histórico en Mula. No obstante, se puede consultar: BELDA NAVARRO, Cristóbal: El proceso de rornanización de da Provincia de Murcia. Academia Alfonso X El Sabio. Murcia, 3975 . Y MATILLA SEIQUER, Gonzalo y PELEGRÎN GARCÎA, L: «El Cerro de la Àlmagra y Villaricos. Sobre el poblamienta urbano y su entorno en las siglos de la Antigüedad tardía». Antigüedad y Cristianismo n°- 2. Universidad de Murcia. Murcia, 1985, págs. 381-402. 53 GONZÁLEZ SIMANCAS, Manuel: Catálogo monumental de España, Proaïneia de Murcia, págs . 477-438 del vol . I. Se encuentra manuscrïto en el Instituto «Diego Velâzquez» del C.S.LC. 54 GUICHARD, Pierre: «Murcia musulmana (siglos IX y XIII)». Historia de la Regiön Murciana. Murcia, l9ß3, pág. 135 del vol. III.

63 en sitios estratégicos, como la zona alta de la actual Mula, donde hallaron reductos fáciles de defender? Todas san interrogantes. Sí sabemos que Mula era cabeza de un amplio «iglim» (distrito) que llegaba hasta Caravaca, que era una alquería; y que buba de ser conquistada por la fuerza por Ibn Animar, al frente de las tropas de al-Mutamid de Sèvilla, hacia 1082 (55). A partir del siglo XII, la Arqueologia viene en nuestra ayuda. Parece que las campas están abandonados a, por lo menos, no se han conservado en ellos estructuras que delaten asentamientos musulmanes, sí hay algunas en puntos concretos de la huerta. La población se encuentra concentrada dentro de los muros de Mula y se surte de la vecina vega, aunque estén habitados el cerro del castillo de La Puebla, posiblemente por una guarnición militar en su fuerte alcazaba; y lo que parece ser otra ciudad fortifï.cada, el actual «Castillo de las Paleras», en Pliego, junto a un barranco, que la dotaba de agua abundante (56). Estos dos «husun» (fortalezas); los escasos restos que había en un altozano al oeste de Mula, el «Cabezo de Piqueras», sobre el antiguo camina de los Vélez; y las alquerías de Yéchar, Albudeite y Campos completarían el mapa pablacio- nal de la zona muleña durante los siglos finales de la êpoca musulmana. La conquista de la villa por el Infante Alfonso, futuro Rey Sabio, en 1244, marcó un hito decisivo en la historia de Mula. Los hechos son bien conocidos, la negativa a aceptar el protectorado castellana solicitada par el rey de Murcia, Ibn-Hud, a Fernando III dio lugar a que, juntamente con Lorca y Cartagena, tuviese que ser tomada por la fuerza. Por ello, l.a sitió durante más de reís meses (57) «. . . e tanto la afinco de gerra et de grandes conbatimientos que con esta, que con la gran fanbre que Guien ya los de dentro que se ouieron a dar et a meterse en merçed del infante et en su poder . . .» (58). A partir de este momento, Fernando III dio a la villa una serïe de fueros y privilegios, entre los que destaca el Fuero de Córdoba, que fue aumentada y confirmada par sus sucesores, incluida Jaime II, quien, al conquistarla para Aragón en el verano de 1296, otorgó confirmación general en Murcia, el. dos de agosta de ese año (59). ¿Se encuentra muy poblada esta tierra o es un mundo vacía en nuestra época? Antes de responder a esta pregunta, quisiéramos hacer un par de consi- deraciones . Se han convertido Ios vecïnos de Ios censos en habitantes usando el

55 Ibídem, pág, 138 y GÄRCÎA ANTÓN, José: «Región de Murcia en los tiempos dol Islám» . Historia de la Región Murciana, pág. 55 del vol. TII. 56 Abú 1-Halan Alí Ibn Said He-Hagribi, nacido cerca de Granada, seguramente en el año 1210, dice de Mula

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coeficiente 5, pese a que el recomendado par Braudel para el siglo XVI sea el 4,5 (60). Y esto es así porque, como se puede observar en el apartado del tama- ño de la familia moleña, la media del hogar de nuestra nana es,la primera cifra citada. A los 926 pecheros de Mula y aldeas existentes en el año 1533 se han suma- do las 197 vecinos hidalgos del censo de 1495. Un métalo paca ortodoxa, la reconocemos, pero que puede aproximarnos al total de la población de aquella fecha, La superficie del territorio moleña se ha calculada sumando las kilômetras de los municipïas actuales de Mula y Campas del Río, que fue lugar de ésta hasta 1836, y cincuenta de los ochenta y das que posee Bullas, cuyo término se hita en 1690 al independizarse de Cehegín, a la que pertenecía coma aldea, a costa de tierras de esta villa y de Mula, aunque parece que ocupó más exten- siôn de la segunda que de Cehegín. Por eso, la cifra tomada es meramente indi- cativa, al ignorar qué territorio perdió el Concejo moleño aquel año, Para saber de dônde se han extraïdo los datos demográficos, ver el apartado de la evolución de la población y el gráfica correspondiente, teniendo en cuenta que a los habitantes de 1563 se les han añadido 1.888 mäs, menores de siete años, según se aclara en el apartada de la familia moleña. En el siguiente cuadro se advierte cuäntos habitantes por kilómetro cuadra- da había en la zona de Mula, hacienda la salvedad de que la suma total de las términos citados es de 731 km2 (Mula 633, Campos del Río 48 y los 50 de Bullas).

CUADROI Eaolución de Za densidád de Mula entre 1495 y 158?

Años Flabitantes Densidad 1495 1.940 (a) 2'65 1533 5.615 7'68 1563 8.183 11' 19 1587 5.835 T98

(a) Más 21 vecïnas de La Puebla = 145 personas del censo de 1498, recogida por Ángel Luís Molina en "Datos sobre socio-demografïa muxciana a fines de la Edad Media 11475-1515)" . Anales de la Universidad de Murcia. Facultad de Filosofía y Letras n.° 1-2. Murcia 1979, pág. 174.

60 BI?AUDEL, Fernand: EZ Medïterránea y el mundo mediterráneo en Za época de Felïpe II. 2á ed. Fondo de Cultura Económica. Madrid, 1979, pág. 536 del vol. I.

65 Sobran comentarios, la comarca está vacía de gente, y la que hay se concern tra en lugares muy concretas. Pese a que triplica los habitantes en casi 40 años, el estancamiento es evidente medio siglo después. Los datos son reveladores de la situación del territorio, mucho más si se tiene en cuenta que, a partir de principias del sigla XVII, la población comienza un descenso fuerte en Mula, como veremos, y las moradores mudéjares de las aldeas son expulsadas. Pese a que nuestra zona esté a la largo de la centuria deI quir~ïentas por encima de la densidad media de la Diócesis de Cartagena (3,50 h/km~ en 1533 y menas de 4 en 1591) (61), sigue siendo un área despoblada, sïn muchas posibi- lidades de invertir su sino.

2.2. Mula, del recinto musulmán a Za villa renacentista

¿Cómo era la villa que tomó don Alfonso? Mula se hallaba, ver plano 3, en la falda de una colina, a media altura, rodeada de doble cerca de murallas, con torres de trecho en trecho, formando un típica «hisn>}, y limitada al este y al oeste por dos grandes barrancos . El muro interna, más corto que el externa, constituía posiblemente un «albacar» para refugio del vecindario en caso de peligra (62). Un profundo fosa al mediodía, sobre el que se levantaban los tapiales de la muralla exterior, servía de protección natural a la villa y la separaba de la cer- cana huerta, que comenzaba una cincuentena de metros más abajo. Que era una plaza bien fortificada lo atestigua la ya citada Primera Crónica General de España, que en su capitula 1.065 dice: «Mula es villa de grant forta- Ieza et bien çercada, et el castiello dalla es como alcaçar alto et fuerte et bien torneada.. .» . El problema fundamental de este tipo de ciudades-fortalezas era el abasteci- miento de agua. En el casa de Mula, con unas precipitaciones mïnimas durante el año, se consiguió por la existencia de una importante red de aljibes al noro este de la población y extramuros de ella, posiblemente de procedencia almoha- d~, que el Infante no debió de tener problemas en tomar; par la construcción de una gran cisterna abovedada, que los lugareñas aún llaman «La Cueva de l.os Manos», dentro ya del recinto ïnterno ; par la canalización de pequeñas fuentes,

61. LEMEUNIER, Guy: «La coyuntura murcïana: poblacïón y produecián en el Siglo de Oro (1500-1650)» . Cuadernos de Historia. Instituto «Jerónimo7.urita», C.S.LC . Madrid, 1983 . 62 La función defensiva de los albacares ha sido puesta en duda en el estudio de Mikel de EPALZA «Funciones ganaderas de los albacares en las fortalezas musulmanas» . Sharq al-Andalus n°- 1. Alicante, 1984. En él de Epalza dice que el albacar tiene una función ganadera, seria un gran corral donde los vecinas dejarían sus reses. Na obstante, en el caso de Mula, dada la gran pendien- te existente donde estaría situado el presunto corral, hace que sea di~cil aceptar que sirviera típi- camente ese espacio para encerrar ganada, máxime cuando en su límite sur, junto a la murálla, hay una gran cisterna, que podría indicar la previsión de los musulmanes en datarse de agua, que le seria vital en caso de asedia.

66 como la «Fuente del Cabezo», que manaban entre las rocas, y por el fluir per- manente de ïa acequia mayor. Si se presta atención al mencionado plano, se advierte que el trazado urba- no es abundante en calles estrechas que na llevan a sïtia alguna a que acaban bruscamente, sin espacios abiertos. En ese laberinto sobresalían dos edificios : las mezquitas, que fueron consagradas a Santa Daminga y a San Mïguel tras la reconquista, si hacemos caso a la tradición . Parece que en la parte este del recinto estaría ubicada la judería. La huerta, regada càn el agua que venïa par la acequia mayor, y sus térmi- nos fueron ponderados por lbn-Said (ß3). También la Crónica General habla de la fertilidad de la tierra «... et es ahondada de todos abondamientas de lauor de tierra et de todas caças de monte que a conplida villa conuiene, et heredamien- tos de vinnas et de huertos et de frutales de todas frutas, de montas et de gran- des terminas et de buenas aguas; de todas cosas es conplida et ahondada mucho. ..». Lo mismo que Fernando Colón cuando dice: «... tiene buena Rïbera de huertas en un valle llano por la parte de medio dio (...) fasta la Puebla de Mula ay una legua Ilona e de algunas barrancos e atochares e el guama prime- ro es de olivares e viñas...» (64). Tras la conquista, el Infante sacó a las musulmanes de la villa y los situó en la actual aldea de La Fuebla de Mula, en unas fértiles terrazas del río Mula, dado el potencial riesgo que supanïa tenerlas dentro del recinto amuralla do (65) . Téngase en cuenta que, hasta is toma de Granada par los Reyes Católicos, toda la zona de Mula y las vecinos términos de Lorca y Caravaca eran fronterizos de aquel reina. Para custodia de los sometidos, se levantó una torre de estilo imprecisa, que aún se yergue, y que los vecinos conocen con el nombre de «Ermita ~ïeja» . A partir de entonces, y según lo dispuesta por el Fuero de Córdoba, los muleños elegían anualmente, en eI dïa de San Juan, los cargos restares de la villa. Los lugares de reunión, antes de tener local propio de ayuntamiento, fue ron de la más insospechada (en 1369 se ,juntaran en el cementerio de Santa Domingo) (66), aunque 1o normal, durante la Edad Media, fue hacerlo en dicha parroquia, en un cuarto que había sobre la puerta principal. La fisonomía de la villa no cambió básicamente en más de doscientos años. Sólo se construyó, extramuros, la ermita de Nuestra Señora de los Olmos, de la que el P. Molina y Castro dice : «la que yo puedo afirmar con instrumento autentico, es que en nueve de Marzo de mil trescientos quarenta y tres, se

&3 GARCÍA ANTON, José: «La Región de Murcia...», päg. 55. 64 Primera Crónica Cenerai de España, capítula 1.065. Y COLÓN, Fernando: Deseripcïón y cosmografía de España. Imp. del Patronato de Huérfanos del Ejeroito. Madrid, 1910, pägs. 323- 324. 65 Primerà Crónica... «Et el Infante don Alfonso echo todos los moros ende, sinon muy pocos que mando y fincar luso el arraual...». 66 Traslado de la Ejecutoria Principal contra el Marqués sff. A.M .Mula 1-66-7.

6$ hallaba I-lermita formada can su cementerio» (6?); y la de San Sebastián, en una colina al sur de la villa. Tras la eaïda de Granada, comienza el «Gran Siglo» de Mula. En apenas treinta años triplica la poblaciön, lo que se traduce en la temprana ruptura del cinturón exterior de murallas, cuya cimentación servirá de base segura para muchas nuevas edïbcios, y en el inicio de la conquista del valle ; nunca más ten- drá la villa murallas estables, sino que levantará eventuales fortificaciones en casos extremos. La huerta retrocede conforme avanzan las edificaciones. Ya en 1523 se da un solar a un herrero en la puerta de Murcia, por la parte de fuera, para que monte la fragua y al año siguiente el Concejo hace merced a Lope Matute de otra sitio de casa en la puerta del Cantön, junta al adarve «de parte de abajo», para hacer un horno, a cambia de 500 maravedís de censo (68). Tres años des- pués, prohibe el Ayuntamiento tomar solares en el «ansario», en el cementerio judío, abandonado hacía más de tres décadas, sin su permiso (69). Eligen los muleños como vías de penetraciön hacia el valle los grandes barrancos que nacen en lo alto de la calina: el «Barrancal>? ; el del actual «Arbollön»,junto a la parroquïa de Santo 17omingo; el de la çalle del Caño etc..., que, urbanizados, serán las arterias princïpales de la nueva villa. A la vez, se siguen las curvas de nivel, en la medida de la posible, para cons- tituir una red de calles perpendicular a la de las barrancas. Seguramente, una de las primeras fuera la que naciö siguiendo el cauce ponïente-levante de la acequia mayor, que recorría la villa de parte a parte. Los grandes desniveles entre el casco medieval y el renacentista se salvan can amplias rampas que suavizan el acceso. Aparece la plaza pública como una necesïdad de espacios abiertos. Ya ha sida semiurbanizada en 1524, cuando el Conseja ordena al alguacil poner allí la cadena para colocar a las que fuesen cogidos robando (74}, aunque hasta trein- ta años después no estará concluida su rectángulo (71). En la plaza, que funciona como el corazón del puebla, tiene lugar la venta diaria de los productos agrícolas y artesanales en pequeñas tiendas, las fiestas, las ejecuciones, las rogativas públicas etc... En ella adminïstrarân justicia las alcaldes ordinarios, sentados en poyos de piedra que el alcalde mayor demolió en 3575 (72}, y vigilarán las alguaciles que na se vendan determinadas produc- tos fuera de su perímetro (73). En su parte norte, estaba situado el palacio-

67 MOLINA y CASTRO, Ángel de: Crönica del Real Manasterïo de la Encarnación da Za Villa de Mula. Imp. de Felipe Teruel. Murcia, 1777, págs. 13-14 del vol. I. 68 Acts. caps. de i-VIII-1523 y de 2-II-1524 A.M.Mula. 69 Act. Cap. de 3-TII-1527 AM.MuIa. 7ß Act. cap. de 24-VI-1524. A.M.Mula. 71 El 23-II-1550 se comunica al rey que se está hacienda una plaza y se quiore colocar en ella una fuente y un pilón para los animales . Libro 3 de Provisiones Reales, fol. 185 . A.M.Mula 1-68-2. 72 Libro 2 de Provisiones Reales. Provisión de 3ß-VII-1575. A.M.MULA 1-68-1. 73 Act. cap . de 11-VII-1523 . A.M.Mula. Que no se venda caza ni hortalizas fuera de la plaza. audiencia del alcalde mayor y, en su frente, una fuente hecha en märmol rojo de La Almagra arrojaba agua por varios caños. En un lateral se advierte la torrecilla del reloj. Parece que habla dos, por lo menos eso se desprende de un acuerdo de 1596, en el que se nombra fiel reloje- ra. En él se dice que el elegido se harä cargo del reloj y «del pequeño de cuar tos>}, cuya misión, sin duda, era la de indicar a los regadores la hora de tomar el agua (74). Y unos metros más allá se encuentra la cárcel. Allí se trasladará, a f"mes de la centuria, la parroquia de San Miguel y se edificará eI Ayuntamiento, aunque para esta obra habrá que esperar aún varias décadas. Con la canstrucción deI pósito, en 1741, y del cuartel de mari nería por las mismas años, cuya misión era vigilar los montes, se completa el conjunto. A la plaza irán a parar y da ella partirán, como si del centro de una tela de araña se tratara, las principales vías de la villa. Por medio pasará el camino que, desde Cehegín y Caravaca, iba hacia Murcia (75). Y muy cerca de la cárcel se halla la carnicería (posiblemente bajo San Miguel), la cual se debe ampliar en 1524 por ser muy pequeña (76). También se crea otro gran espacio abierto junto a la ermita de Nuestra Señora de la Concepción, Será la Corredera o Plaza del Mercado, lugar donde se hará parte de la feria de ganados septembrina y se realizarán las alardes de los caballeros de cuantía, que necesitaban una amplia zona para las revistas semestrales . Este solar constituirá el límite de Mula por el sur hasta mediados del siglo actual. Z#urante la centuria del quinientos, Mula va a ser una villa en efe~°vescen- cia. El tremendo crecimiento demogräfico hará que se deban urbanizar las pen- dientes del monte de moda precipitado. Las calles no tienen nombres o, por lo menos, no san nombres como los actuales. Se solían denominar por el edif"icio importante o el personaje conocido, así calle de San Miguel, de Palacio, de Matute, de Fernando Hita... Por ello, la mayoría es imposïble de identificar. Las casas, cuya estructura es muy sencilla: teja de cañón o terrado, tapial, pïedra 5. cal o yeso y, las de personas importantes, portada de cantería con el escudo familiar enmarcado en un alfiz mudéjar, se alinean sin mucho orden en las calles . Continuamente tiene el Concejo que comprar alguna para tirarla y abrir, así, nuevas vías o para ensanchar las existentes (77). Abundan las cueW vas excavadas en la caliza del monte. Hasta casi forales del siglo XVI no .hay calles ompedradas. El fïrme lo cons- tituye el mismo terreno, de ahí que las lluvias torrenciales conviertan a Mula en un fangal.

74 Act. cap. de 23-XIw259&. A.M.Mula. 75 Act. cap, de 27-1-2~ß9. A.M.Mula. 76 Act. cap. de 22-VI1I-2524. A.M.Mula. 77 Hay muchas actas con esta problemática, puedan verse, a modo de ejemplo, la de 5-~2I-2604 y la de 27-2-1009. A,M.Mula.

74 Las acequias van destapadas, habiendo en las arterias principales pequeñas puentes para permitir el paso . Eso facilita los malos olores ; la aparición de enfermedades, al caer basura y excrementas al agua etc...; aunque el Conseja da ordenanzas que intentan remediar los problemas. Muy grave es el del lava- da, ya que ensucia un agua que es usada para beber por un amplio sector del pueblo (78). Otras edificios importantes, cuales son el pesa de la harina, en la planeta de las actuales monjas clarisas; el horno de cocer loza, llamado de la «Cantarería», situado al sur de la calle del Jardín; y el matadero, en la calle de Federico Balan, constituyen propios municipales (79); lo misma que el horno de soler pan y el contraste de la seda, que no han podido ser situados, pese a que son mencionados docenas de veces en Las documentas . Anualmente, el Ayunta- miento nombraba fieles del peso de la harina y del contraste y arrendaba los hornos. El hospital estaba situado, desde fechas indeterminadas de la Edad Me- dia, al este de Mula y se denominó, en un primer momento, de San Pedro para, a mediados del siglo XVI, pasar a llamarse de La Purísima Concepción, siguiendo la idea de potenciar por todos los medios «el dogma español» . Para socorro y ayuda de los pobres se creó una cofradía san el misma nombre que el del centra. Haca"a finales de los años setenta de la senturïa del quinientas, pasó a ubi- carse ál sur de la villa, en un lugar apartado de ella. Boluda del Tora recoge resúmenes de las libras de actas de la institucïón, que aûn existían a principios de este sigla, e indica que la iglesia del hospital se hallaba en obras en las años cincuenta, abras que debieron paralizarse hacia 1558, porque los fondos para su continuación se aplicaron a socorrer a las nece- sitados, par la mucha miseria que había en la villa. En carta al obispo, el 3 de febrero de ese año, solicita el mayordomo hospitalero la limosna que se llama aLuminaria de Nuestrá Señora», la cual se recogía las sábados y se usaba para decir una misa esas días a la Virgen. En mayo del año siguiente parece que ha cambiado algo el panorama, pues se dice en cabildo que hay necesidad de hacer una portada de pïedra en la igle-

78 Act. cap. de 16-VII-1526. A.M.Mula. Que nadie lave en ningún sitio de Mula excepto en la vuelta de los Olmos, en el Chorrador o en el lavadero de la Puerta de Yéchar, so pena de 100 mara- vedís. 79 Según la visita efectuada al peso de la harina el 22-VI-1576 (Libro de Elecciones de 1564 a 1608), éste poseía los siguientes útiles: un peso en cruz de hierro, un quintal de hierra, una pesa de 3 arrobas de hierro, otra de 2, aíra de l, una de 10 libras, otra de 4, otra de 3, otra de 2 y otra de 1, y la cadena de ganchos. De las reparaciones del matadero hay noticias en «Libro de quemas que se toman a los mayordomos del conçejo delta villa, enpeçado an nueve dios del mes de julio de mil e quinientos e çincuenta e seis años» del A.M.Mula. Fue como hacerlo nuevo, pues eI arreglo costó 17.810 maravedís, segrán las cuentas tomadas el 7-VI-1568. El horno de cocer pan se levantó par acuerda de 29-VIII-1523 . El Concejo decide vender el edificio dei pesa de la harina en 1629, pues «casi no se usa», act. cap. de 28-VIII-1629, A.M.Mula.

71 sia. Se acuerda encargarla a Domingo Hernández, ofïcïal de cantería, tras las informes de cuatro expertos de ese gremio, hermanos de la cofradía. La conclu- ye tres meses mäs tarde, para el día de la Virgen de Agosta. En octubre de 1561 manda la dirección del hospital que se empiecen las abras de la capilla mayor de la iglesia y na cesen los trabajas hasta concluirlas . En 1577, se ordena tasar la verja que cerraba el presbiterïo, hecha par el car- pïntera Francisco Caballero (80). Este es el templo que recibïeron Ion frailes de San Francisca, un típica ejem- plo de edificio religïoso renacentista: fachada de arco de triunfo, una sola nave can techo de madexa pintada con motivos populares y capillas laterales, algu- nas de las cuales paseen bóvedas de trucaría. La ïnstitución hospitalaria se regïa por una junta elegida en noviembre a dicïembre y con un año de mandato, que estaba constituida par un mayordomo de ánimas, un escribana, un mayordomo y cuatro diputados por cada una de las dos parroquias. Coma cargos menores, había enfermeros, boticarias, lavan- deras, cocineras ett,.. Hay un intento de edificar Ayuntamiento y pásïta en un mismo sitia en ~6û1, pero fue un proyecta que no llegó a concretarse par la oposición del dueña del terrena, Fedra Martínez Pozuelo, quien ya tenía hechas Ion cimientas y levantadas las paredes de lo que sería su casa cuando el regidor Sebastián de Hita puso sus ojos en el solar (81). El documenta, al margen de lo dicho, aporta notítïas de primera mano para ver cómo se van poblando los alrededores de la Corredera. No nos resistimos a transcribirlo: «... y atenta que a este ayuntamiento Ie consta la que de presente ay y tiene es uíeja y antigua (la casa-ayuntamïento) y en lugar apartado del trato y tamerçio de gente y sin beçïndad de causa de auer laxado caer los veçi- nos las casas y baxandose a bibir y edificado otras en l0 Vano lenta villa y desacomodada y pequeña (, ..) y el (lugar) que pide el dicho Seuastian de Hita regidor es muy tomado para haçer la dicha casa y pasito respeto dentar en lo mejor lenta villa y que de cada día se ban Ieuantando casas y a donde ordinam riamente en la plaça nueua que se a hecha junto del dicho sitïo ay concurso le gente...» (82). I}el palacio del Marqués de los Vélez no se sabe tasï nada. Se hallaba en la parte oeste de la villa, junto al camino de Caravaca, cerca de la puerta de los

8ß Diversas obras de este erudita, que tapia numerösos documentas de esta institución. Archiva Particular de Mula. 81 El Ayuntamiento se trasladó en 1683 al lugar que höy ocupa, mediante la compra del ediiï- ciö a los herederos de Juan Roda~íguez Lapatexö, Aet. cap, de 1-VIII-1683 A.M.Mula. El pósüo se hará en 1741 al sur de la plaza, donde ahora se halla el Casino, y cöstá l9 .88ß reales. GONZÁLEZ CASTAÑO, Juan : «El precio del trigo y las crisis de subsistencias en la Comarca del Río Mula en la segtFnda mitad del sigla XVIII», Azaaies tZe la Unàvsrsidcxd de 1llureia, Letras, n°- XLIII, 3-4. Curso 39$4-1-1985 (Ed. de 1984), pág. 166. 82 Documentos del Maxqués de los Vélez, «Autos del conçejo sobre tomar un solar a Pedro Martínez para pasito», de 16-x-l6ß1. A.M.Mala.

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Olmos (83). Era una construcción importante de la que apenas quedan restos de su etapa barraca, en ïa que debió remodelarse cosí totalmente. Contaba con una capilla, amplios establos, numerosas habitaciones, un enorme jardín, que ha dado lugar al nombre de una calle, y izna hermosa portada de cantería sobre la que campaba el escudo de las Fajardo. Franca Silva ïndica que el palacio ya poseía el jardín a principias del siglo XVI y todo el conjunto entraba en la calificación de bien libre, lo mismo que sucedía can otras propiedades, cama la casa del administrador de las alca balas ; la bodega con 400 arrobas de capacidad; una casa llamada la Enfermería o las caballerïzas (84). Más suerte hay can la mancebía; ni en los acuerdos concejiles de la centuria del quinientas ni en los del siglo XVIT existe la más mínima menciôn a la pros- tïtución, como si no hubiera, cuando sabemos que era algo cotidiano en la socie dad renacentista; pero debió de ser importante en Mula cuando, en 1568, deci- de el Ayuntamiento hacer un edificio donde meter a las vendedoras de placer. Costó 36.808 maravedís y, aunque no hay una descripción expresa, se puede sacar de las cuentas del regidor Pedro de Blaya, encargado por el Concejo de vigilar la obra, una idea de cómo era. Se levantó fuera del pueblo, por lo menos eso se desprende de que se den dos reales a Julepe Martínez por arrancar las moraras y allanar el sitio (al contrario que en Murcia, donde ocupa un lugar cóntrico) (85). Se hacen las paredes externas de tapial y las internas de ladri- llo, lisas y blanqueadas can yeso y cal. Los portales son de piedra labrada y no tiene tejado sino terrado. Como se ve, un edificio sencillo y funcional (86). Tampoco hay noticias de cómo funcionaba, mas eso la sabemos por Ben- nassar, aunque sea peligroso generalizar lo que este autor dice, na estarían las prostitutas muleñas muy alejadas, en el modo de comportarse, de las del resta del país; mucho más cuando Felipe IT, en carta dada en Madrid el 26 de abril de 1571, reglamentó el funcionamiento de las mancebías (87). Las pupilas eran puestas bajo la autoridad de un «padre» o de una «madre», y cada semana debían ser visitadas por médicos que certificaran que na tenían enfermedades contagiosas. En Semana Santa se cerraban las «puterías» y sus ocupantes habían de asistir a sermones que les enseñaban el buen camino. Las

83 Cuando se hable de puertas no se debe entender que nos referimos a entradas obligatorias a la población. En esa época, Mula no tïene murallas, cauro ha quedado claro antes, sino que se levantan de tapial coyunturalmente, cuando hay peste en el Reino o se rebelan l.os moriscos en Las Alpujarras. La que sï posee san vaxios arcos de piedra ~on sus puertas, que se convortïrán en paso obligado cuando se edifïquen esas cercas eventuales, para el mejor control de los que entran o salgan . El último en ser derribado fue el del camino de Murcia, en 1920. SÁNCHEZ MAURAN- DI, Antanïo: Historia de Mula y su Comarca. Tipografïa San Francisco . Murcia, 1955, pág. 313 del vol. I. 84 «El patrimonio señorial de los Adelantados de Murcia en la Baja Edad Media». Gales n° 7 . Cádiz, 1981, pág. 63. 85 CHALÓN JIMÉNEZ, Francisca: Murcia en la centuria del quinientos, pág. 418. 86 Libro de quemas que se toman a los mayordomos del conçejo...» Cuentas de 1567-1568. 87 CI-IACC7N JIMÉNEZ, opus cit,, pág. 419.

74 vestimentas de calores fuertes y las afeites daban a entender fácilmente las profesiones de las portadoras (88). No durö mucha la vida del prostïbulo, porque necesitando los frailes que vinieron a fundar el monasterio de la Purísima Concepción un sitia donde hos- pedarse, se les dïa, el 17 de enero de 1576, la mancebía, donde permanecieron hasta que pasaron al hospital de San Pedro (89). Imagïnense las bromas que correrían par el pueblo... Mula tenia tres caminas principales: el de Caravaca-Murcia o Real, el de Pliego y el de Librillo o Cartagena. El primero está descrito perfectamente en 1609, cuando se ordena derribar tres esquinas para ensancharla: «(entra) por el barrio de los Olmos questa en la orilla de la villa por do entra el camino de Combata que biene de Andaluçia y baja por la puerta de la Reberençia y par palaçio y por la plaça y pescadería hasta la calle nueba ques la ultima del pue- blo al otro lado junta al barrancal y par allí se sala al camino que ba a Murcia y a otras partes...» (90). El profundo Barrancal se salvaba por un puente hecho en mampostería. El de Pliego es conocido hay en día por el del «Puente de Piedra». Se bifurca- ba al llegar a un kilómetro de la población, de modo que un ramal marchaba al sur, hacia Pliego, vadeando el rïa de su nombre por donde se encuentra el actual puente ; y otro, llamado de Vélez, pasaba por el medio del «Cabezo Piqueras» y cerca del de la «Renueva>? y conducía hacia el campo de Lorca par el oeste. El de Cartagena es llamada del «Curtil» en la actualidad . Iba directamente a Librillo bordeando la dehesa de Manzanete, para enlazar en esa población can el de Cartagena. También había das caminos menores, que empalmaban con las dos últimos: el de San Sebastián y el de la dehesa de Manzanete. El primero pasaba bajo la ermita del santo y por la zona de pasta citada se unía al de Pliego y al de Librillo. El otro, el de Manzanete propiamente dicho, cruzaba el río por el vado de la Tejera y salía al encuentra del de Cartagena una vez ascendidas las cues- tas del Curtil. Fernando Colón anatö en su libra cômo estaban los mencionadas itinerarios y las leguas existentes entre unas y otras poblaciones de la Comarca. Describe el paisaje, que se solía componer de atochares y monte bajo en general con algún pino, salvo las viarias que llevaban a Alhama, que cruzaban Sierra Espuña, y Cehegín, donde abundaban los pinares y entinares ; y de huertas bien cuidadas en las proximidades de las poblaciones. Y menciona que las

88 BENNASSAR, Bartolomé: Los españoles: actitudes y mentalidades . Argos-Vergas. Barcelona, 1978, págs. 179-183. LÓPEZ BELTRÁN, Má Teresa: La prostitución en el Reino de Granada en época de los Reyes Católicos: el caso de 1Vlálaga (1489-15X6). Diputación de Málaga. Málaga, 1985. En este libro se pone de manifiesto la organización de las mancebías de esa ciudad, que aran propiedad de los Fajardo, así como el mundo de las prostitutas y su reglamentación. 89 SÄNGHEZ MAURANDI, opus cit. pág. 58 del voi. lI. 90 Act, cap, de 17-I-1609. A.M.Mula. Recorría de oeste a este la villa.

75 caminos seguían por los hondos de las ramblas al no haber aún puentes para salvarlas (91) . Pese a lo dicho, estos itinerarios eran totalmente secundarios en la red via- ria del país, pues Villuga en su conocido libro no menciona más que los dos principales, el de Granada-Murcia-Alicante por Lorca, y el de Murcia-Albacete por Cieza y el Puerto de la Losilla, existiendo un ramal que iba desde Huéscar a Caravaca y enlazaba por Calasparra con éste (92) . A la entrada de los caminos de Pliego, Murcia y Caravaca habían senda cru- ces. La de Pliego se llamaba «del Poyo»; la de Murcia «de la Magdalena», por hallarse cerca de la ermita de ese nombre (93); y la de Caravaca «del Humilladero», estando próxima al actual convento de clarisas, cerca de la anti- gua puerta de su nombre, aunque no sabemos mucho más de ella. De la penúltima ha quedado una buena descripción en un acuerdo de 1743 : «. . . que esta villa tiene suya propia una cruz de marmol con su Magestad cruci- ficado y la Purísima Conception en el camino o salida de esta villa, en el sitio do dicen la Magdalena, y en atención a qu.e por el transcurso del tiempo y muchas llubias y abenidas se halla todo el pie y graderío inundado con la mucha tierra y piedra que las abenidas an traído a aquel sitio, de suerte que oy solo el marmol se manifiesta y esta con toda indecencia, por lo que se hace preciso el que desde luego se descubra y lebante del sitio en que se halla y se transfiera a la plaza del mercado de esta villa donde este y se benere con toda atención. ..» (94). Al lado de este crucifijo estaba el rollo, con un rótulo en su plataforma en el que se leía que Mula era del Marqués de los Vélez . De todos modos, los edificios que más llamaban la atención del viajero eran el castillo y los campanarios de las iglesias y ermitas . La fortaleza de los Fajardo fue concluida hacia 1524 por el primer Marqués de los Vélez, don Pedro Fajardo, y vinculada tempranamente a su patrimonio, aunque parece que cuando Fernando Colón pasó por Mula se estaba edificando o estaba retien terminada, pues la descripción que él hace de la villa dice así: «Mula est (sic) de doscientos vecinos (algo más atrás rectificará, poniendo 600, que poco más o menos serían los que hubiese en la segunda decena del siglo) e solya ser villa cercada e esta en una ladera de una syerra alta de peñas e a una solana e por lo mas alto de dicho cerro en la misma ladera encima de la villa la cerca que solya ser e en lo alto de la punta del cerro esta la fortaleza abraçada con la cerca. . .» (95). Consta de dos partes : la torre del homenaje y una amplia

91 COLÓN, Fernando, opus cit. págs. 323-326 y 332 del Tomo II. 92 VILLUGA, Pero Juan: Reportorio de todos los caminos de España. Reimpresiones Bibliográficas . Madrid, 1950, pág. s5. 93 En un archivo particular de Mula hemos encontrado una pequeña historia de la del Poyo. Su construcción la ajustó Francisco Pérez de Castro, posiblemente un cantero, para hacerla en cin- cuenta ducados, ante el escribano García de Robles el 12 de enero de 1593 . Luego se le puso el siguiente letrero: «Año de 1593 Gines Perez vecino de Toledo me mando hacer y Gines Perez su nieto reedificome. Año, 1644». En 1742 fue derribada por una yunta de bueyes y levantada el 4 de enero de 1770. 94 Act. cap . de 6-VI-1743 . A.M.Mula. 95 COLÓN, Fernando, opus cit., pág. 323 del tomo II.

76 nave, a la que se llega desde un pequeña patio a la entrada del puente levadizo, sobre la cual hay una terraza. La torre del homenaje, dotada de varios niveles de habitaciones, timé en el dintel de la puerta de comunicación con la terraza citada una inscripción que, resumida, viene a decir que dan Pedro levantó el castillo donde se hallaba la fortaleza visitada par el emperador Antonïno Augusto Pfo, siendo Carlos V rey de España. Esa leyenda es perfectamente crïticada por Edward Cooper, cuando dice que se puso para permitir la construcción del baluarte, ya que el citada monarca había prohibido que se hiciesen nuevos castillos, pero si permitía su reedificación (96), mucha más cuando los cimientos pertenecen al Mundo Clásico y estamos en pleno Renacimiento . Junto a la torre hay un edificio pequeño, cuya única misión es la de recoger el agua de lluvia que escurre de las terrazas a un aljibe allí situado. A nosotros nos interesa conocer por qué se levantó. Por los años en que se concluye, don Pedro Fajardo goza, luego de su actitud dubitativa durante las Comunidades, de gran predicamento en la Corte, prueba de ello es que el rey le releva deI juramenta hecho a las comuneros que tomaron Mula en 1521}, cuatro años más tarde, precisamente en el momento en que parece que se concluyó la fortaleza. Cierto es que don Pedro edifica casi a la vez el castillo-palacio de Vélez- Blanco y el de Cuevas. Tiene medios sobrados en esa época, pero es que el pri- mero será residencia habitual suya y de sus sucesores, y Cuevas tiene el pelï gro de los piratas berbexiscas. ¿Y Mula?, ni está junta a la casta ni puede venir- le peligro alguno a la villa desde Castilla, ¿entonces? Pedro Fajardo construye la mole de cantería para asegurarse la sumïsiön de los moleños, que deben optar por medios judiciales para hacer valer sus derechas. ¿Cómo van a rebe- larse, aunque los sucesivos Fajardo y sus alcaldes mayores lleguen a humillar- los muchas veces, con un edi£~cio bien anillado sobre sus cabezas? De hecho nunca más se repetirá el gesto de las Comunidades. Mula sufrirâ en silencio y se defenderá de las agravios y arbitrariedades ante los tribunales par más de tres siglos . La fortaleza, por lo menas a los pocos añal de su construcción, contaba con una corta guarnición mercenaria, a cuyo mantenimiento debían contribuir todas las villas murcianes de los estados de los Vélez. Ese grupo de hombres, al mando de un alcaïde, se bastaba para controlar a todo un pueblo de más de tinca mïl habïtantes {97).

96 GOOPER, Edward: Castillos señoriales de Castilla de los siglos XV y XVI F.U.E. Madrid, 1983, pág. 358 dei tomo I. 97 Ese alcaide, a principios del siglo XVI, ganaba el importante sueldo de 50.000 maravedís al año; y el teniente de alcaide y el portero cobraban unos 12.000 cada uno. FßANGQ SILVA, opus cit. pág. 63. En el acta capitular de 26-VII-1523. A.M.Mula, se manda que de todo venado que se venda en la carnicería se dé un arrelde al alcaide de la fortaleza, y de cada buey dos arreldes de pierna. Si quisiera más, se le dé del cuarto delantero.

7~ Mula posee desde el mismo momento de la conquista dos parroquias cons- truidas, aparentemente, sobre sendas mezquitas: Santo Domingo y San Miguel. La de Santo Domingo comienza a remodelarse en 1557, según reza una ins- cripción en la portada, realizada al gusto renacentista del arco de triunfo. Se hace un edificio con una sola nave y capillas laterales, en las que hay hermo sas pilastras y bóvedas de crecería, donde se enterraba la oligarquía muleña. A los pies, había una torre de cantería similar a la que aún existe en las Clarisas, que fue demolida a mediados del siglo XVIII, cuando se hizo allí la capilla de Nuestra Señora del Rosario (98) . El cementerio se estaba haciendo en 1598 (99) . La de San Miguel fue trasladada a mediados del siglo XVI al sitio donde se halla hoy, ante la imposibilidad de ensancharla, dado que se encontraba en un saliente del monte (100). En su antiguo lugar, comenzó a otorgarse culto a San Roque, uno de los santos epidémicos, porque la peste rondaba por la Península. Al poco las circunstancias cambiaron. Al alejarse el peligro del contagio de Murcia, San Roque, a pesar del acuerdo de 1595 en que se mandaba «que todos los moradores de la villa y aldeas guarden como fiesta el dia de San Roque per- petuamente ...» (101), tuvo que ceder su sitial a una nueva advocación, la de Nuestra Señora del Carmen, que fue considerada protectora de la villa. Y es que hasta en la religión hay modas. Seguramente, para dedicar el templo al Carmelo influyó el hecho de que la madre Teresa de Jesús, cuya popularidad en todas las esferas sociales era inmensa, estuviese en proceso de beatificación (sería beatificada en 1615); y que la única imagen femenina de importancia en Mula, la Virgen de los Olmos, quedase anticuada, como pasó en Murcia con Nuestra Señora de la Arrixaca, talla medieval que fue reemplazada por la de la Fuensanta. No se sabe cómo era el edificio renacentista, pues está muy reformado tras su etapa barroca, aunque parece adivinarse que constaría de una sola nave y

En 1556, el alcaide del castillo, Cristóbal Alonso de Ulloa, y catorce soldados más confiesan que han recibido del mayordomo de las rentas de la villa de Molina 10 fanegas y 10 celemines de trigo para su sustento . Ninguno de los declarantes era de Mula, sino de sitios tan lejanos como Valencia, Sevilla, Lisboa etc.. . Ambos documentos en A.M.Mula. El último entre los papeles del Marqués de los Vélez. 98 La existencia de la torre se conoce gracias a un plano fechado en 1735, que se encuentra en un archivo particular de Bullas. Véase la portada de este libro. 99 Libro 3 de provisiones reales, carta del beneficiado don Andrés López al Concejo, fol . 76 v°. A.M.Mula. 100 El 14 de junio de 1593, Juan Aparicio Soto incluye en su testamento la siguiente cláusula: «quiero y es mi voluntad que porque la yglesia parroquial de Señor San Miguel desta villa se tras- lada junto a la plaça desta villa ( . ..) quiero que mi cuerpo y (los) de mis padres y hermanos y de mis hijos questan enterrados en el biexo se trasladen y traigan los guesos de todos a la iglesia nueba de Señor San Miguel. . .» Libro de Pías Memorias de San Miguel. Antes, en 1566 (act. cap. de 22-V) se dice que porque en el antiguo San Miguel no cabe la tercera parte de la gente de la parroquia, que se agilicen las obras para que se acabe, por lo menos la capilla mayor. 101 Act. cap. de 15-VIII-1595 . A.M.Mula.

78 capillas laterales. Lo único que quedó puro de su etapa anterior fue la torre, que debió de levantarse a fines del siglo XV. El nuevo San Miguel no sería acabado hasta principios del siglo XVIII, gra- cias a la decidida intervención del Cardenal Belluga. Fueron más de cien años de balbuceos, en los que hay dos fases importantes en la época que nos ocupa. La primera va desde el traslado de la advocación hasta 1618. Se hace en cante- ría la parte este. La segunda tiene lugar hacia 1635, es la construcción de la capilla mayor (102). Posiblemente, la planta de cruz latina la tuviera ya a mediados del siglo XVII, cuando la única nave y las capillas laterales eran ya una realidad . El convento de franciscanos fue una de las causas de que la villa se poblase más hacia levante, y es que los hombres siempre han tenido deseos de vivir cerca de los recintos sagrados . Su fundación es narrada por Fray Pablo Manuel Ortega y ampliada por Sánchez Maurandi (103), por lo que aquí no haremos más que leves considera- ciones. Su edificación se debió al empeño del tercer Märqués de los Vélez y de su esposa, don Pedro Fajardo y Doña María Zúñiga y Requesens, y a la importan- te colaboración del Concejo . Era normal y, diríamos, preciso que una villa como Mula contara con un monasterio ¿acaso no los tenían las ciudades importantes del Reino? Se eligió para hacerlo el sitio de la ermita de la Purísima Concepción de la que tomó el nombre. Pronto se hizo la zona de las celdas y la portada de la entrada al claustro, donde puso el Marqués sus armas . Durante el siglo XVIII se reformó la iglesia renacentista al gusto del mo- mento, añadiéndole el crucero, a la vez que un cuerpo de habitaciones al con- vento, hasta constituir una hermosa área claustral, en cuyo centro hay un patio con dos grades aljibes. Los franciscanos fundadores, los recoletos, fueron sustituidos por los obser- vantes a los pocos años, a los que el pueblo ayudaba con limosnas y misas y el Concejo encargándoles sermones y prédicas cuaresmales, que pagaba con lar- gueza, y dándoles cereal en los momentos de escasez. Las ermitas abundaban durante nuestra época. La más antigua era la de Santa María de los Olmos, como se dijo anteriormente, de la que existen refe- rencias ya en 1343 (104) . Se podría enmarcar su construcción dentro de lo que Christian cuenta para los territorios recien conquistados al Islám. Estas zonas geográficas estaban huérfanas de devociones, por lo que solían adoptar la de

102 AGÜERA ROS, José Carlos et alü: Guia Turística de Mula. Ayuntamiento de Mula. Mula, 1981. 103 ORTEGA, Pablo Manuel (O.F.M.): Chronica de la Santa Provincia de Cartagena de la Regular Observancia de N.P.S. Francisco . Edición facsímil de la de 1740. Edit. Cisneros . Madrid, 1980, págs. 346-348 del vol. I. SÁNCHEZ MALTRANDI, opus cit., págs . 54-70 del vol. II. 104 MOLINA y CASTRO, opus cit. págs. 13-14 del vol. I.

7 9 Nuestra Señora, que va a tener un gran incremento a partir del siglo XIII (recuérdense las cantigas alfansinas) (105). En nuestro casa, la leyenda sitúa la aparición de la imagen en las raíces de un alma al arrancarla, de ahí su titula, leyenda que no concreta el momento del hallazgo y da por sentado que la escondieran las cristianos cuando la invasión musulmana (106). Conocemos por la Crónica de la Encarnación córna era la iglesia. Tenia una nave grande y cuatro capillas a cada lado, y torre y portada de piedra (107). Esta descripción corresponde a la ermita de principias del sigla XVI, de la que sólo queda la torre-campanario, ya que el resta fue reformado cuando la funda- ción del convento de clarisas, a comienzas del siglo XVIII. La torre conserva una lápida en la que se lee que la hizo, en 1540, un maes- tra llamado Marco Asegurado, natural de Extremadura. Tiene tres pisos, el primero de los cuales posee un interesante artesonado sobre jácenas. Otra devoción que aparece temprano, probablemente a mediados de la cen- turia del cuatrocientos, es la de San Sebastián. Se levanta su ermita en un altozano, «El Cabezo de la Arena», al sur de la villa, nombrando ermitaños el Ayuntamiento (108}. El culto a este valedor contra la peste y el que se le tribu- tará hasta.1606 a San Roque en la antigua parroquia de San Miguel, darán a los muleños segura protección, datándolos de una tenaza sagrada contra el terrible Jinete del Apocalipsis. Otras ermitas menos importantes eran la de la Purísima Concepción, ya mencionada anteriormente. La de Santa Quiteria, abogada contra la rabia, que el Concejo ordena edificar en el «Cabezo de la Torrecilla», al este de la de San Sebastián, en 1526 (109). La de San Antonia Abad, en las proximidades de la plaza del Mercada, que se erige en 1590 (110). La de Santa Bárbara, protectora contra las terribles nubes, que se está hacienda en 1604 {111}. Y la de San Cristóbal, abogado contra una muerte repentina y sin posibilidades de confe- sión, al sur de la del Carmen. La mayoría, como se ve, es protectora contra catástrofes: pestes, tormentas, rabia y mala muerte, a las que el hombre del siglo XVI tenía verdadero terror. Existe una ermita dedïcada al misteri.a de la Purísima Concepción, del que España fue abanderada mucho antes de que lo admitiese Roma; y otra a San Antón, santa muy querïda por las gentes de todas las épocas par ser protector de los animales domésticos, representados en el cerdito que lleva a sus pies. Par tanto, todas «santas útiles».

145 CHRISTIAN, ~Villian: aAe los santos a María: panorama de las devociones a santuarïos españoles desde el prïncipio de la Edad Media hasta nuestros días». Temas de Antropología Espafxola, Edïc. de Carmelo Lisón Tolosana. Edit. Akal. Madrid, 1976, pág. 65. 146 MOLINA y CASTRA, opus cit. pág. 12 del vol. I. 107 Ibidem, pág. 14 del vol. I. 108 Act. cap. de 12-X-1527. A.NI.MuIa. Se da permiso a Juan de Zamora, ermitaña, paró que estê en San Sebastián todo el tiempo que quiera el Concejo, acambio se le manda que tenga limpia la iglesia y no pueda pedir limosna más que para su sustento. 109 Act. cap. de 4-VIII-1526. A.M.Mula. 110 Act. cap. de 9-I-1594. A.M.Mula. 111 Act. cap. de 5-XII-1604. A.M .Mula.

80 2.3. La conseruaeión del recinto urbano: la higiene. El empedrado de calles y el arreglo de caminos. La convivencia

En una saciedad que tiene un gran crecimiento poblacional, como es la muleña del siglo XVI, los problemas le aparecen por doquier. Es, perdone el lector el símil, cama un poblada del oeste americano al que Llega todo tipa de gente atraída por el hallazgo de metales preciosos . En eI casa de Mula no es ara ni plata, sino tierra, buena tierra virgen, que sólo espera la tala de sus árboles para ponerse a dar fruto. La tranquila villa medieval, donde todas se conocían, deja paso a una turbulenta sociedad en expansión, en la que abundan los episodïos violentos, a los que hay que poner tasa. En un primer momento no hay tiempo de arreglar calles, bastante tiene el Concejo con abrirlas con cierta racionalidad!, pero sí se acude a dar ordenanzas sobre los más variados temas, para que se pueda convivïr lo más tranquila- mente posible. Se atiende a la limpieza de la villa. No se permite que el agua de hilar seda se arroje a las calles, sino en establos y huertos (112), ni que los gusanos de seda muertos se dejen en los caminos, sino que se entierren, bajo diversas mul tas (113). Queda prohibïdo tirar naranjas por las calles, sa pena de 600 mara- vedís y 20 días de prisión, y echar inmundicïas que den mal olor (114). Los animales son vigïladas estrechamente, porque hacían daño en la huerta y dentro de la población. Hay numerosísimas ordenanzas sobre ellos, entresa- camos las siguientes: que las vecïnos que tengan perras los maten o las saquen de la villa luego del segundo día del pregón, bajo multa de 136 maravedís (115). Que los animales que coman en las calles paguen 12 maravedís (116). Que ni los cerdos ni las mulas estén sueltos por la villa, pues si estuvieran puedan ser muertos los primeros y paguen 17 marevedîs las segundas de multa (117). Tenía que ser muy frecuente Lavar ropa en la parte que se deseara de la ace- quia mayor, aunque en 1525 se mandara que desde el lavadero pûblico al parti- dor de Dato no se pudiera hacer (11$); Io mismo que dejarla secar en mitad de la calle. En una ordenanza del mismo año citado se indica que se tienda en ventanas, cuerdas o palos, bajo la pena de 12 marevedîs, para obviar las moles- tias ocasionadas a los viandantes (119). Se manda que las frutas y hortalizas se vendan o en la plaza a junto al palacio del Marqués de los Vélez, so pena de 12 maravedís; y que ningún carnicero venda la carne mortecina (de anïmal

112 Act. cap. de 5-V-1526. A.M.Muta. 113 Act. cap. de 16-IV-1524. A.M.Mula. 114 Acts. caps. de 3-III-1527 y de 34-VI-1524. A.M.Mula. 115 Act. cap. de 3-I-1524. A.M.Mula. Si los perros fuesen sueltos por Mula paguen sus dueños 12 maravedís. 116 Act. cap. de 21-X-1525. A.M.Mula. 117 Acts. caes. de 9-VII-1569 y de 13-VIII-1569. A.M.MuIa. 1 1& Act. cap. de 22-VI-1525. A.M.Mula. 119 Act. cap. de 21-X-1525. A.M.Mula.

$1 fallecido) cerca de la de animal sacrificado, que la tenga aparte y esté obligado a advertirlo a los compradores (120) . A la noche se le tiene especial miedo, pues es entonces cuando se da la gran mayoría de los delitos en una villa sin ningún tipo de iluminación. Abundan las disposiciones que intentan prevenirlos, así, se manda que no se ande de noche, después de tañida la campana de la queda, bajo multa de 34 maravedís. Que no se lleve espada sin funda, so pena de la misma cantidad y quedarse sin el arma hasta que la abone (121). Se prohiben los sombreros de noche y que las mujeres vayan encapuchadas, bajo la pena de 34 maravedís . Se advierte que si el alguacil no las descubriera, pague un real y esté obligado a ir con la justicia a cobrar la multa (122). Por último se vela porque los pobres reciban la sangre del matadero para su sustento y porque no exista fraude al hilar seda, actividad importante en Mula, ya que se solía añadir a las madejas brozas y trapos para que pesasen más (123) . No va a tener mucho dinero el Concejo para empedrar calles hasta el último tercio del siglo XVI . Los pleitos que sostiene con los pueblos vecinos por los tér- minos y, sobre todo, con el Marqués de los Vélez van a consumir los caudales que podía haber destinado para ése y otros menesteres . Un ejemplo, en el año económico 1555-1556 los gastos de los juicios supusieron el 71 por cien del pre- supuesto, mientras que en el de 1571-1572 sólo fueron el 39,18 por cien (124). Cuando esa enorme losa sobre las finanzas municipales se aligera, que no desaparece, Mula comienza a «adobar» sus calles y caminos . La primera noticia que se posee del arreglo de una calle es de 1576 . Se ordena que se componga la que va del hospital de San Pedro hacia arriba (125). El año 1585 será el de mayor actividad en muchísimo tiempo, para paliar los efectos del hambre y de la ausencia de trabajo que se abaten sobre la villa y gran parte del Reino de Murcia. Se arreglan trece calles, las principales del pueblo (126). Habrá que esperar casi veinte años para hallar nuevos acuerdos referentes a la composición de calles . En 1604 se ordena empedrar varias, entre ellas la de San Francisco (127); y en 1605 la que iba desde la plaza hasta el horno de la Cantarería, la parte oriental de la actual calle de Ortega y Rubio (128) . A la misma vez, se siguen abriendo nuevas vías y enderezando otras a costa de comprar edificios y demolerlos (129), y se emprende una política de conser- vación de caminos y puentes sobre las acequias . En 1574 manda el Ayunta-

120 Act. cap . de 22-VI-1525 y de 7-IV-1526. A.M.Mula. 121 Act. cap . de 22-II-1524. A.M.Mula. 122 Acts. caps. de 5-IX-1524 y de 3-XI-152? . A.M.Mula. 123 Acts. caps. de 12-IX-1579 y de 5-V-1576. A.M.Mula. 124 «Libro de quemas que se toman a los mayordomos del conçejo. ..». A.M.Mula. 125 Act. cap. de 1-XII-1576. A.M.Mula. 126 Acts. caps. de 24-I, 25-VI, 30-V, 3-VIII y 6-XII de 1585 . A.M.Mula. 127 Act. cap . de 5-XII-1604 . A.M.Mula. 128 Act. cap . de 10-III-1605. A.M.Mula. 129 Hay numerosas actas sobre este tema, ver, por ejemplo, las de 7-I-1570, 31-III-1582, 5-XII- 1604 y 3-II-1609. A.M.Mula.

82 mienta cortar las ramas de los caminos par las molestias que ocasionaban (130). En 1605 dice que se reparen las puentes y calzadas que traen a Mula y que se pongan pretiles al puente que se ha hecho en la acequia de la plaza del Mercada (131). De todos modos, esa política de adecentamiento e higiene se va a ver inte- rrumpida, aparentemente, a partir de la primera década del siglo XVII. No habrá el menor reflejo en los libros de acuerdos ni en las cuentas al reparo de vías y caminas en todo el resto del período estudiada, excepción hecha del año 1626, en que se tienen noticias que viene el Marqués desde Cartagena y se ordena arreglar el camïno de Murcia y el de Librillo {132}. Sepamos ahora cómo se desenvuelve la vida de las gentes de las aldeas moleñas y de las villas ocluidas .

2.4. Los asentamientos secundarios

2.4.1. Campos

Un privilegio otorgada por Alfonso X en Alpera, en 1257, daba Campos, cama aldea a Mula {133). Este lugar, habitada por musulmanes y sïtuado en un altozano de la margen izquierda del río Mula, será tempranamente cedido a dan Sancha Manuel por on censo anual de 1.000 maravedís y éste la traspasa- rá o perderá la propiedad a los Ayala, quienes harán un señorío, la mismo que en Albudeite, a cambio de pagar un censo cada año {134). No obstante, Mula seguirâ eligiendo Concejo pedáneo . Su comportamiento poblacional sigue la tónica alcista de la villa durante las tres primeras décadas de la centuria del quinientos, para hacer crisis a la vez que ella, hacia mediados de los años setenta (135). El medio de vida por excelencia del vecindario será la agricultura. So huer- ta se regaba por una acequia que llegaba hasta la aldea desde un azud hecho en eI ría. El Censo General de 1533 describe a Campos y a su vega asî: «Tiene este lugar quarenta e çinca veçinos pecheros todas moriscos, tiene raçanable pasada porque son jeme que se sustentan can poco . Tiene huerta de riego e agua harta para ella, cojea alguna pan morisco. En ella tienen moreres para seda y tienen

130 Act. cáp. de 3-IV-1574 A.M.Mula. 131 Acts. Caps. de 6-II-1605 y de 10-III-1605 A.M.Mula. 132 Act. Cap. de 23-III-1626 A.M.Mula. 133 ACERO yABAD, Nicolâs: Historia de Muta . Imp. Albaladejo. Murcia, 1886, pág. 250 . 134 TORRES FONTES, Juan: Relación murciana de los López de Ayala en los siglos XIIZ y XIV. Academia Alfonso Xel Sabio . Murcia, 1976, pág. 15. En el año 1577, en el inventario de las bïenes de Francisco de Ayala, hecho por su viuda, Isabel de Molina, se dice que se debe a Mula el censo de 1571, que supone 1 .600 maravedís. Caja 1 de pro- tocolos del siglo XVI. A. M.Mula. 135 Ver el comportamiento demogrâfico de Campos en el apartado de la evaluc~ión de la pobla- ción.

83 algunos ganados de cabrio y desto se sustentan y del abiar esparto» (136) . Añade que pagan los habitantes a Tomás de Ayala, señor del lugar, la octava parte de los frutos que cogen, además de abonar diezmos y alcabalas . Precisamente será esa presión fiscal, por otro lado común a la mayoría de las aldeas de mudéjares, y el deseo de quitarse de encima el señorío, los que llevaron a varios vecinos a querellarse de los Ayala a la Chancillería de Granada. En el pleito se pone de manifiesto lo que debían abonar anualmente: - Tres gallinas por San Juan. - Dos pollos vivos y 61 maravedís en dinero . - La octava parte de todos los frutos que cogiesen. - La octava parte de todos los animales que criasen. - Diez maravedís por cada yegua o vaca y de los borricos que parie- sen de caballo . - Cinco maravedís por cada borrico o borrica que pariesen de pollino. - La octava parte del queso, miel, cera y leche que tuviesen . En la fase de vista, que tuvo lugar el 25 de agosto de 1567, se reconocen a Francisco Ayala estos derechos; y en segunda instancia se confirma la senten- cia, con la única salvedad de que el primer año después de casado ningún veci no estuviera obligado a pagar las gallinas, los pollos, ni el dinero, sí todo lo demás (137). No obstante, el problema venía de lejos, pues en 1565 Francisco Ayala había derribado el horno levantado por el Concejo pedáneo (138) y, al año siguiente, al mismo señor, por una provisión ganada por ese Concejo, se le manda soltar a Francisco Dato, acusado de haber robado una azada en la casa de los Ayala, y a María Melgarejo, por «ciertas palabras ynjuriosas en perjuiçio del dicho don Francisco de Ayala y de su onor» (139); y seguirá durante el resto del siglo XVI. Pese al informe favorable del padre Pereda, que decía así: «La villa de Campos es de un fulano Soto, hay 162 mudéxares y xristianos viejos 32, no hay testigo que diga mal y cinco dicen bien en todo lo general y hablan casi igual mente como del lugar de arriba (Albudeite) con quien tiene mucha veçindad y

136 A.G.S. Contadurías Generales, leg. 768. En el Archivo Municipal de Caravaca de la Cruz, en «El libro del Medio Montazgo», inserto en el capitular de 1545 a 1552, consta que el 23-VI-1553 el morisco (sic) de Campos Juan Melgares pasó 500 cabezas de caprino de su propiedad por el tér- mino de aquella villa. Noticia que debemos a la gentileza de D. Diego Marín Ruiz de Assín. 137 Documentos del Marqués de los Vélez. A.M.Mula. 138 Caja 1 de protocolos del siglo XVI. A.M.Mula. Téngase en cuenta que el horno era uno de los derechos feudales más estimados y sobre el que no se podía tolerar competencia, pues suponía una buena fuente de ingresos para los Ayala; así, por ejemplo, Juan Arróniz, vecino de Campos arrienda en mayo de 1575 el horno desde el día 8 de ese mes hasta San Juan de 1578 por 187 maravedís semanales, debiendo dar en San Juan de 1575 diez ducados adelantados. A partir de ese día, cada sábado tenía que pagar los 187 maravedís, con la condición de cocer el pan y otras cosas de la casa dominical y la obligación de mantener el horno con el adecentamiento necesario para que siempre arda y no exista falta de

84 hermandad y assi en las procesiones que hacían agora por el agcza se juntan en medio del camino y se truecan las imagenes que despees festejan en sus luga- res. Es del 3 genera» (140}, fueron expulsados sus moradores a principïos de 1614 . Juan Blázquez señala que, únicamente, noventa personas de la aldea po- seían bienes, los cuales se tasaron, globalmente, a la hora de su salida, en 425 .102 maravedís. El mâs rico del lugar era Juan Palazón, que tenía un patri- monio de 42 .225 maravedís (241}. Se hizo tan a conciencïa la expulsiân que el informe que envía el fiel del gra- nero decimal, Francisco Buitrago, al Cabildo Catedralicio el 20 de febrero de ese mismo año de 1614 dice textualmente: «. ., fui a el lugar de Campos juebes seis del presente mes de febrero, ï no al en el mas de diez vecinas i estos pobres, sin pares i sin imagination de trebajar, que quieren dejar el lugar» . En otra nueva tarta de 27 de octubre, el mismo encargada ïndita: t<.. . que la guama esta muy perdida y las moreras i arboles se les cae la hoja de sequía que a un año no se an regado y las tierras blancas no estar labradas ni al ninguna acei- tuna en las oliberas i esto de la gran sequía i no aberse regado . El açud que tenia les llebo el ría mas de treinta tapias de largo que eran de piedra menuda y cal y arena (. . .} el lugar esta el mas perdïdo del mundo si no lleban el agua. ..» . Una última misiva de Francisco Buitrago refleja la situación de la aldea. En ella refiere al Deän y Cabildo la que sïgue: «. .. el año de quinte y diez i seis no ubo frutos en Carpas ni beçïnos que los dïeran y si Justo Rodríguez bibia en Campos na era por serbir a V. Sa. si (no} por la haçienda i ganado que tenia y tiene, ï este año no ha bïbido en ese lugar, que no queda ningun veçino en el» (142) . Los bienes de las expulsadas fueron adquiridos por don Francisco Fernän- dez Melgareja y don Rodrigo de Mena Melgarejo, vecinos de Mula, en pública subasta, en 1617, con lo que se convirtieron en los primeros propietarios de la aldea (143).

2.42. Yéchar

No es mucho lo que se sabe de este pequeño caserío . Sus proxïmidades fue- ron habitadas ya en el Bronce I y en el argärito, coma se advierte en los restos encontrados en el «Cabezo de la Zorrera», al este de la aldea.

140 A.G.S . Sección de Estado, leg. 254. Fray Juan de Pereda divide a las aldeas de mudéjares marcianos en tres categorías, según el grado de integración con las vecinas cristianos viejos. El ter- cero corresponde a los lugares que tienen pocos cx~stíanos viejos y pocos casamientos entre ellos y los mudéjares. 141 $LÁZQUEZ MIGUEL, Juan . ~l tribunal de la Inquisición en Murcia. Academia Alfonso X El Sabio, Colección de $olsillo n° 78. Murcia, 1986, pág. 116. 142 A.C.M., legajo «Mula y Albudeyte» . Cartas de 20-IT-1614 y 19-VIII-1617 . 143 PÉREZ PICÁZO, María Teresa y LEMEUNIER, Guy. El proceso de modernización de la Región. Marciana (siglos XVI-

144 YELO TEMPLADO, Antonio: «Rey de Yéchar, último título de los Beni-Hud». Revista de Festejos de Mula. Ayuntamiento de Mula, 1971 . 145 En 1494 sacó la Orden, entre otras cantidades, 30 fanegas de trigo y 40 de cebada. RODRÍGUEZ LLOPIS, Miguel: Señoríos y feudalismo en el Reino de Murcia . Universidad de Murcia. Murcia, 1987, pág. 294. 146 Ibídem, págs . 53, 56 y 57. ,147 El nombre de Alcalá, como perteneciente al castillo de La Puebla de Mula, queda totalmen- te claro en el «Libro de Mojones con Albudeite», A.M.Mula 1-61-1, cuando un testigo en el juicio por el asesinato del alcaide de la fortaleza de Albudeite (ver pormenores en el apartado sobre este lugar), García Parza, dice que vio que el matador hablaba con sus captores (los musulmanes de Albudeite) en arábigo y estando en La Puebla «lugar de moros cabo el castillo de Alcala».

86 Lo que todavía se puede contemplar en la cumbre son las ruinas de lo que hubo de ser una fortaleza inexpugnable ; pues, como antes se dijo, las ya de por sî inaccesibles paredes del montículo fueron reforzadas por murallas de tapial, que incluyen elementos romanos extraídos del próxïmo Cerro de la Almagro. Sobre la única subida posible se colocó una puerta acodada, seguramente del siglo XII, que es la última que queda en pie en tierras marcianas. Las necesidades de agua se vieron satisfechas por un conjunto de cisternas realizadas en mortero de cal y par la tremenda excavación de un pozo de sec- ción cuadrada, que hubo de perforar la capa freâtica del río. Este castillo debió de ser tomado a la vez que Mula. Pese a que la Crónica General no diga nada, parece lógico que el Infante no dejara tan peligroso obs- tâculo en su camino. Y siguió habitado por una guarnición, pues, si na es así, no se comprende que, tras la Sentencia Arbitral de Torrellas, fuese retenido por el Maestre de Santiago, Juan Olores, hasta que don Alfonso de la Cerda recibïese del rey de Castilla lo que le pertenecía en virtud del mencionado documento (148). El edificio que se construyó en La Puebla para vigilar a los musulmanes sometidos está situado al oeste de la actual aldea, en un cortado sobre las terrazas del río Mula. Su pasícíôn permitía a la guarnición atender, simaltâne amente, al camina de entrada al lugar, que aún se advierte claramente, y a los musulmanes. Las primeras noticias sobre la construcción las da González Simancas {149). Acertadamente apunta que parece obra cristiana posterior o la reconquista y que se reutilizaran en ella materiales deI Cerro de la Almagro (hay una precio sa guirnalda tardorromana en el ángulo superior izquierdo, que los lugareños denominan el «Escudo»}, además la describe arquitectónicamente. Este autor no visitó, aparentemente, la parte posterior, la que da sobre el río, pues de lo contrario habría advertido que tiene una puerta a unas dos metros y medio del suelo, a la que se accedia por una escalera de mano, retirable desde el interior, que comunica can unos peldaños de mampostería que llevan a la azotea. Este edificio tuvo una doble función : vigilar y defender La Puebla y permïtir las oficios religiosos en su interior. Efectivamente, el Concejo muleño tenía allí una ermita dedicada a la Magdalena, que es solicitada par los pueblanas en 1582, porque se ha levantado otra de igual nombre a la entrada de la villa, aunque ésta se reserve el derecho o elegir mayordomos y ermitaños {150). Téngase en cuenta que la iglesia de San Juan Bautista no comenzó a funcionar en la aldea hasta fines del sigla XVI, dependiendo a la vez, cama adjuntriz, de

148 ESTAL, Juan Manuel del, opus cit., págs. 405-406, De hecho, a fines del siglo XIV añn se seguían nombrando alcaides. En 1382 lo era Hurtado Fernández, que tambiên lo era de Mula. Colección de Documentos para la Historia del h'eino de Murcia . Edicíán de Francisco Veas Arteseros, vol. XII {Documentos del siglo XIV). Academia Alfonso Xel Sabío. Murcia, l99ß, pág, 163. 149 Opus cít., págs. 449-450 del tomo II. 150 Act. cap. de 24-III-1582. A,M:Mula. Desdo aquellos años ha quedado en la memoria colec- tiva que era un lugar de culto, por ello se denomina a la construcción la «Ermita Vieja». ambas parroquias muleñas, y siendo servida por frailes del convento de Mula durante mucho tiempo (151) . El cementerio musulmán de la aldea se . halla en un montículo al otro lado del río, conocido con el lógico nombre de «Cabezo de los Muertos» y se debió de usar hasta principios del siglo XVI. Franco Silva indica que en los inicios de la presencia de los Fajardo en la Región se les cedió el lugar en propiedad (152), por lo que los descendientes de aquellos señores, los Marqueses de los Vélez, recibían una serie de impuestos, que solían arrendar anualmente. El mismo autor manifiesta (páginas 53-55) que, aparentemente, en los momentos de la adquisición, el lugar se hallaba despoblado . La repoblación se acometió con fuerza a comienzos de los años ochenta del siglo XIV. Concreta mente, el 31 de diciembre de 1380 Alonso Yáñez Fajardo I concedió ocho tahú- llas de tierra de regadíó a cada musulmán que viniese a morar a la aldea, abo- nando por cada una cinco maravedís anualmente, pagables el día de San Juan y en San Miguel. A la vez, exigía a cada vecino levantar casa, plantar una tahúlla de parral con treinta higueras y vivir en el lugar un mínimo de cinco años, al cabo de los cuales podía vender su heredad a otro musulmán ; las casas, sigue diciendo Franco Silva, podían enajenarlas antes de un quinquenio . Tenían los nuevos moradores la obligación de servir dos días cada año a los Fajardo con sus animales, si los tuviesen; de pagar diezmos; y de obtener un permiso de los señores para marcharse de La Puebla, de lo contrario los bienes del contraventor se verían embargados. A cambio los Fajardo se comprometían a que los delincuentes fuesen sentenciados por sus propios jueces . En 1484, doña Leonor Manrique, viuda de don Pedro Fajardo, además de confirmar todo lo dicho, permitió que los vecinos nombrasen una persona que cuidase del agua, escasa en el lugar, y que nadie regase sin su permiso. También pertenecía a los Marqueses de los Vélez el horno de pan cocer, pues en 1576 Juan Margayo y Catalina Saavedra, moradores de la aldea, reci- ben en arrendamiento de Ginés Pérez, vecino de Toledo, el horno

151 Los libros de bautismo se abren en 1598 ylos de matrimonios tres años después. 152 Opus cit., pág. 53. La cesión la hizo el Concejo muleño en 1333 ante el escribano público de la villa, Juan Cuello. Gregorio Boluda añade en sus apuntes manuscritos que entraron en la compra 794 tahúllas en la huerta y 451 fanegas en los campos de alrededor, con la fuente de los Baños, aunque Mula siguió eligiendo Concejo pedáneo. 153 A.M.Mula, caja 3 de protocolos del siglo XVI, documento de 16-II-1576. Al igual que en Campos, esta aldea pagaba a Mula un censo anual, del que ignoramos la cantidad, por el reconoci- miento de pertenecer a su tierra.

88 La descripción de 1533 no es, desde el punto de vista económica, nada hala- güeña, veámosla: «La Puebla ques aldea y jurisdïçion de la dicha villa de Mula tiene çincuenta y un veçinos. Mostraron una escritura can carta executaria de troynta veçinos esetos y que por otros véynte veçinos paguen ochoçiontos mara- vedís y no mas. Requírioseles par auto que se presentasen ante Vuestra Magestad con su preuillegio dentro de çïenta días que son pasadas. Estan en costunbre de no pagar nada porque la villa de Mula no les reparte nada . Son todos moriscos las veçinos y jeme neçesitada y pobra. Aviando de contribuye nos paresçe que debían pagar dos mil maravedis» (154). Era una aldea bastante humilde, que recogía pacos frutos. Las diezmos de 1585 hablan por sí mismos: trigo, 30 fanegas; cebada, 57 ; mijo 10 y pasas, 81 arrobas {155}. Esas cantidades, hay que hacer la salvedad que, únicamente, son las corres- pondientes al Cabildo, por lo que hay que multiplicar por tres cada una de las cifras, lo que nos dará el total de los frutas recolectados ese año. Nótese que hacían pasas, producto típico do los lugares de mariscos . El agua con que contaba el lugar era escasa, correspondía a la que escorria desde Mula al «Azarbe de los Pueblanos» (aguas fecales en su mayor parte), que era conducida por este canal hasta el río Mula, donde era embalsada en un azud, del que aún se conservan los dos extremas, situado a unas quinientos mateas de donde se juntan los dos riachuelos. De la presa salía una acequïa que llevaba el agua hasta La Puebla. También poseía el lugar unas pocas hilas de la Acequia Mayor, que seguían el misma recorrido, pues eran echadas al Azarbè desde el último partidor. Ese agua tuvo muchas problemas, a pesar de que era poca. Así, en 1601 pro- hïbe el Ayuntamiento que se robe agua y se ataje el Azarbe a su pasa por la huerta de la villa (156). Las roturas del canal eran frecuentes y debïan ser reparadas por las pueblanas, los cuales tenían que mandarlo una vez al año como mínimo. En 1618, luego de la salida de las antiguos habitantes, hace el albañil Juan de Blaya una nueva presa en «La Haya», donde se encontraba secularmente la otra, tal vez par hallarse ésta en mal estado {157). Al igual que en Campos, la expulsión de 1614 fue bastante efectiva . El padre Pereda tambiên había emitido un buen informe sabre esta aldea, ponde- rando que eran buenos cristianos (158}, mas no sirvió de mucho. A principios

154 A.G.S. Contadurías Generales, leg. 768. 155 A.C .M,, cedidos por Guy Lemeunier gentilmente. 156 Act. cap. de 24-X-1601 . A,M.Mula. 157 A.M.Mula. Documentas del Marqués de los Vélez. En 1619 el albañil se querella ante el alcalde mayor de los habitantes de la aldea, porque no le han pagado los 400 ducados on que se valoraron las abras. 158 A.G.S . Estada, leg. 254: «Es villa del Marques de los Vélez, tiene 156 mudexares y xristia- nas viejos 36. Dicese en contra de esta gente que se adunan entre si y se retiran de xristianos vie- jos y de sus casamientos, pero no dan par causa aborreçimiento ni menos preçia antes dos curas que lo han sido de aquí los alaban y los dan por mejores que otros, y en todo en general diçen bïen

8~ del año citado abandonaron los mudéjares La Puebla en masa, como la demues- tran palpablemente los matrimonios, que caen en picado y no vuelven a levan- tarse en todo el resto del período que se está estudiando.

2.5. Las aiZZas enclavadas

2.5 .1. Pliego

Si se observa el mapa del término municipal de Mula durante el siglo XVI, se advierte que el municipio de Pliega, lo mismo que el de Albudeite, se encuentra totalmente incluido dentro de las tierras de aquél, que 1o rodean por todas partes. Esta situación será fuente de continuos roces entre las dos villas desde finales de la Edad Media, cuando comienzan Ios pleitos por la mojonera concejil, hasta prâcticamente el siglo XIX (159), tal y como se ha visto. Los avatares histórïcas de Pliego anteriores al siglo XVI nos son poco conoci- dos . Su territorio está habitado, igual que sucedía con el vecino de Mula, desde el Eneolitico, del que se conservan diversas yacimientos en las inmediaciones del curso alto del río Pliego, todavía sin excavar . El mundo argárico está perfectamente representada por la estación de «La Almoloya», al suroeste de la población. Se trata de un poblado, que podríamos motejar de grande, en un cerro testigo en las estríbaciones de Sierra Espuña, perfectamente defendido, pera casi destrozado par la acción de los furtivos de la Arqueología, tras las campañas de excavaciones de Emeterio Cuadrado y Juan de la Cierva en los años 40 (160) . Habrá que esperar a época musulmana para que tengamos pruebas de un importante asentamiento en las cercanías de la actual villa . Se trata del «Castillo de las Paleras», del que ya hablamos, situado al norte de la misma. Es, sin lugar a dudas, un poblado fortïficado can murallas de tapial, que Io cir- cundan totalmente, y que se levanta en un cerro en medio de dos barrancos, con una inclinación oeste-este. A lo largo de su superficie se advierten cimien- tos en todas direcciones, que se escalonan siguiendo la citada pendiente . Frente a estas ruinas, a unos 500 metros, se yergue ta fortaleza de Pliego . Es un típico castillo musulmán, con un encintado de murallas y torres de trecho en trecho, de las cuales queda una, la del homenaje, en buen estado, y con un aljibe en su parte este, que pasee una peculiaridad: aparentemente, no se llegó dellos con otros siete testïgos, achacaseles dos muertes desgraçiadas de clerigos, pero de la una consta que fue causada en lugar de xristianos viejos y por ellos, y la otra par raçones que no tocan a mala secta sino a oncuentro y aun na se prueba. Tienen cofradías y suben las del Rosario y Sacramento Ios veçinos por meses. Señalarse en deçir misas y haçer proçesiones en las neçesida- des comunes do agua y otras. Tienen algunas memorias, hay poca maula con xristianos viejos . Son del 3 genero». 159 La parte correspondiente a la Edad Moderna se halla en dos grados legajos en el Archïvo Municipal de Mula, aún sin clasificar. 16Q «Los descubrimïontos argáricos de La Almoloya...».

90 a cerrar la cerca que descendía del recinto amurallada más que par el oeste, can lo que el supuesto albacar quedaría inconcluso. Otra cosa constatable es que el «Castillo de las Paleras» no tiene signas visibles de destrucción, más bien parecé que hubo un abandono tranquilo y sosegado ¿hacia el actual Pliego, que ofrecía un emplazamiento más accesible a la izquïerda de la rambla principal y no tenia murallas? Es posible que los musulmanes sometidos tras la conquista fuesen oblïgados a dejar su bien morado poblado para evitar quebraderos de cabeza a los cristianas vencedores si decidían rebelarse. Luego de pertenecer a Mula durante algunas años del siglo XIII, fue com- prada par la Orden de Santiago el 4 de abril de 1305 e incluida en la Enco- mienda de Aledo (161}. De la andadura de la villa el resto de la Edad Media no se sabe mucho. Según Rodríguez Llopis, el mudéjar estaba tremendamente sometido, pues a cambio del «almagrân», que los de Pliego pagaban a razón de 90 ó 100 marave dís por cada suerte, podîan seguir teniendo el dominio útil de la tierra, ya que la propiedad de ésta pertenecía a la Qrden (162} . Todo un acontecimiento lo constituyó la construcción de una iglesia en la población en 1499; mientras no se concluía, se siguió celebrando misa en la antigua mezquita, edificio pobre según la siguiente descripción. «una casa pequeña armada sobre vn pie de yeso fecha a das aguas cubierta de madera tasca o caña» (163). Y es que, pese a que la inmensa mayoría del vecindario era mudéjar, existía un pequeña nûcleo de cristianos, que reclamó un cléríga para que Io asistiese en 1495 {164}. Aunque el padre Pereda diga en su informe al rey Felipe III que «destos (los de Pliega} que seis de los más antiguos fueran a Santa Fe a darse a SS Reies Catholicos estando sobre Granada, y allí se baptiçaron estos, fueran los Reies sus padrinos y despues se canuirtieran y baptiçaran todos» {165}, no parece que esto fuera tan temprano, pues el 30 de agosto de 1501, los de Pliega dieron un poder a varios convecinas, y a otros mudéjares de Murcia y de Molina, para que fuesen a la Corte a tratar de la conversión de las aljamas del Reina de Murcia. Rodríguez Llopis indica que mudaran de religión antes del bando de los Reyes Católicos (166}. El comportamiento pablacional es similar al del resto del territorio durante Ios sïglos XVI y XVII . Según el cuadro que sigue, la centuria del quinientas es de crecimiento total hasta (males de la misma, ya que es presumible que no masivas los años 70, como suce- emigraran muchos a Granada en las salidas de t

lß1 RODRÍGUEZ LLOPIS* opus cit., pág. 24. 162 Ibídem, pág. 297. 163 LARA, Francisco de: «Notas sobre la Historia de Pliego: el proyecto de retablo para su igle- sia mayor (1514}~. Rev. Murcia n° lb . Diputación Provincial de Murcia.lVlurcia, 1978-1979. 164 RODRÍGUEZ LLOPIS, opus cit., päg. 190. lß5 GONZÂLEZ CASTAÑO, Juan: «El informe de Fray Juan de Pereda sobre los mudéjares marcianos en vísperas de la expulsión, año lß12». En prensa. 1ßß Opus cit., págs. 192 y 341 .

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de en el resto del Reino de Murcia, dado el carácter converso, aunque antigua, sabido en todas partes; existiendo apenas pérdïda a prîncipios del siglo siguien- te, pues los 934 habitantes que da en su informe fray Juan de Pereda equival- drían a unas 200 familias.

CUADRA 2 Evolución de la poblaciôn de Pliego entre 1468 y 1612 Años 1468 1507 1533 1550 1591 1612 Vecinas 25 55 99 120 251 994 pers .

Fuentes: Todos los datos, salvo el último que pertenece al informe del P. Pereda, corresponden a Juan Ignacio Gutiérrez Nieto: «Evolución demográfica de la Cuenca del Segura en el siglo XVI». Hispanic n.°- 11 . Madrid, 1969, págs. 76.

¿De qué vivía esta gente? Tenemos a princïpios del sigla XVI una descrip- ción, correspondiente al censo de 1533, que, en lo económico, será válida para toda la primera mitad de la Edad Moderna; no nos resistimos a copiarla : «En Pliego ques de la Encomyenda de Al~do ay nobenta y nuebe veçinos pecheras todos moriscos, san gente de mediana pasada comunmente y ay muy pocas pobres entre ellos, pueblase cada día de nuebo aunque no se podía cresçer syno poco la veçindad porque tiene pocas terminas pera estos son muy buenas y tiene un pedaço de huerta con arto agua para regarla y en ella tienen moraras para seda y cogen alguno pan y uba para pasa que haçen y tienen alguno gana- do cabrio.. .» (167) . El fin de la existencia, más o menos tranquila, de los «moros» de Pliego se quebró con la orden de expulsión dictada por Felipe III en octubre de 1613 . Apenas la conocieron, muchos «se huyeron y ausentaron sin poder ser abidos para no ser enhorcados en Cartagena, como todas los que fueron hallados». El 7 de enero de 1614, el Sargento Mayor, don Pedro de Rocaful, delegado por el Conde de Solazar para efectuar la expulsión de Pliega, comunica al menciona- do Conde que «tiene presos muchos moriscos que (se) abian ausentada de la uïlla ( . . .) que los moriscos san muy probas y es neçesaria dineros para las llevar a la çiudad de Cartagena a donde se an de enhorcar. . .» (168). Con fecha 6 de enero de 1614, dan Luis Martinet, cura de la parroquia de Pliego, anotó en el libro primero de matrimonias «cómo por raçon de la expul- sion que por mando del rey nuestra señor se hiço en esta villa, yendo caminan- do ya la jeme algunas mujeres donçellas y viudas se desposaron el lugar de l.a Fuente el Alomo y en la çiudad de Cartagena»; seguidamente relacionö el nom-

167 A.G.S. Contadurías Generales, leg. 768. 168 «Autos y vençion de vienes echos por comision de su señoría del Señor conde de Salaçar, don Bernardino de Velasco y Aragon, contra los expulsos y de Jhoan Martínez do Alçivar comisa- rio, por maravedis que se deuian a el posito de la villa de Pliegua (sic). A de caer estas partidas Alonso Lopez Martínez, alcayde de Alelo», año 1614. A.C.A.M. 7-7-34.

92 bre de las quince nuevas parejas, lo que supuso, sin duda, un medio para luchar contra lo desconocido con más ventajas para esas mujeres . Pero eso no fue todo, pues en diciembre anterior contrajeron matrimonio 41 parejas el mismo día, el 21, de las 51 uniones que hubo ese año. Esa salida masiva de los moradores de Pliego supuso, como en otros lugares de la Comarca, excepto en Albudeite, como veremos, la ruina y despoblación de la villa, que seis años más tarde no tenía más que 247 personas (169). No obs tante, ni se perdió todo ni los expulsados olvidaron su tierra, ya que la pareja formada por Pedro Hernández y Luisa Rubio, casados en aquellas bodas masi- vas de diciembre de 1613, se veló en la misma parroquia el 23 de agosto de 1620, según nota del cura en el libro de desposorios . Seguro que no fueron los únicos. ..

2 .5.2 . Albudeite

La existencia de fértiles terrazas, formadas por los caudales del río Mula y de la Rambla de Albudeite, y de agua abundante, proveniente sobre todo de la primera de las corrientes, e incrementada con el aporte perpetuo del manantial de Los Baños, explican que en fechas difíciles de precisar de la Edad Media apareciera un núcleo poblacional en la ladera del cerrete que domina el conjun- to del vecindario . Según parece, Albudeite es uno de los primeros señoríos seculares del Reino de Murcia, pues en 1343, cuando Sancho Manuel recibe del Concejo muleño la aldea de Campos, a cambio de un censo anual, embarga, para poder cerrar la operación, su lugar de Albudeite (170). Al poco, lo adquiere Pedro López de Ayala, cuyos sucesores lo mantienen en su poder hasta 1510, cuando Luis de Guzmán lo compra para sí y su esposa, doña Isabel de Molina, a Fernando de Ayala en 856 .000 maravedís (171) . Su población era totalmente musulmana y poseía una mezquita, que aún estaba en pie en 1510. Merced a un documento de 1410, copiado a principios del siglo siguiente, se conocen algunos detalles de la aldea. En la parte más eminente de la colina se alzaba un «castillo» (seguramente una simple torre de varios pisos y terraza, hecha de tapial) al mando de un alcaide nombrado por los señores ; y una cerca recorría la parte más débil del perímetro de la pobla- ción (172). En el mismo documento se encuentra una escritura de avenencia

169 Pese a que GUTIÉRREZ NIETO en su mencionado artículo, pág. 76, no aclara esta cifra que, creemos, piensa que son vecinos, no es posible esto por la tremenda sangría poblacional que sufrió la villa en 1614, por lo cual todo nos lleva a suponer que el número se refiere a las personas existentes en ese momento en Pliego, unos 50 hogares. 170 ARNALDOS MARTÍNEZ, Francisco:

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entre el Concejo de Mula y doña Aldonza Fajardo de Ayala «Señora de Campos y de Albudeite», realizada en la villa de Hita, el 8 de marzo de 1401, para poner fin al pleito existente entre los dos por términos . En ella se reconoce que los musulmanes de Albudeite podrán entrar a cortar leña, pastar y beber agua sus ganados en las tierras de Mula, a cambio de un censo anual de cinco florines de oro «de la ley comun», pagaderos por San Juan, so pena de un real de plata por cada día que pasara de124 de junio. Su vecindario, a tenor de los censos conservados, y cuya evolución se puede ver seguidamente, no dejó de crecer en ningún momento del siglo XVI. Parece que la expulsión de los mudéjares, en enero de 1614, fue aquí poco efectiva, puesto que en un informe del fiel de los diezmos al Cabildo, de seis del mes siguiente, se dice: «En el lugar de Albudeite al çincuenta veçinos i ban binien- do . ..» (173); además, en 1620 hay 70 familias, lo que podría indicar, bajo nues- tro punto de vista, que sí hubo expulsión fue muy somera o que los que mar- charon, regresaron prontamente.

CUADRO 3 Evolución de la población de Albudeite entre 1533 y 1620 Años 1533 1561 1587 1612 1620 Vecinos 58 89 92 318 pers . 70

Fuentes: Juan Ignacio Gutiérrez Nieto, opus cit. pág. 76 y el informe del P. Pereda para el año 1612.

Los comportamientos diezmales conjuntos de Campos y Albudeite (así los dan los recaudadores durante todo nuestro período), no se muestran, por dece- nios, muy de acuerdo con lo expresado en el cuadro anterior . Hay, efectivamen te, una subida imparable hasta mediados del siglo, pero a partir de la elevación de los años sesenta el producto diezmal comienza a caer en picado, sin posibili- dad de cambiar la trayectoria durante la centuria siguiente, lo que podría interpretarse como la salida de importantes contingentes poblacionales hacia las localidades granadinas abandonadas por los moriscos, lo mismo que, como veremos, sucede en Mula.

dos criadas de corta edad, que llevan como rehenes. Pronto son detenidos y Juan Sánchez de Ayala «tenedor e administrador de Canpos y el castillo de Albudeite» dicta sentencia de esta forma: el matador único culpado, es condenado «a pena de muerte como a traydor en esta guissa ques que sean cortadas las manos con destral (hacha de dos filos) en el lugar donde fiço las dichas muertes e los pies cabo la puerta de (la) alquería de dicho lugar e que sea arrastrado con un sogal a las pier- nas fasta la forca ques de parte de fuera de dicho lugar e despues que sea forcado en la dicha forca e yuso fasta que muera» . 173 A.C.M., leg. «Mula y Albudyte».

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CUADRt) 4 Comportamientos diézmales conjuntos de Albudeite y Campos Diezmos Índices 1520-29 100 1.530-39 108 1540-49 86 1550-59 105 1560-69 139 1570-79 102 1580-89 78 1590-99 74 1600-09 77 1610-19 50 1620-29 19 1630-39 23

Fuentes: Guy Lemeunier: «La coyuntura murciana: población y produccïón en el Siglo de Oro». Cuadernos de ~Iistoria. C.S.LC. Madrid, 1983, pág. 232.

Al igual que en Campos, sus habitantes vivîan de la agricultura, mis tam- bién criaban ganada, sobre toda cabrío. Los productos cultivados se diferencia- ban paco de las del resta de la comarca : viñas, mareras, trigo, cebada.. ., aunque la descripción del censo de 1533 no es nada favorable a su economía, «los qua- les {vecinas) na san ricas antes son neçesytadas. . .» {174). Y tamo las de la próxi- ma aldea de Campos, estaban asfixiados par la gran cantidad de impuestas que recaían sobre las sociedades mudéjares, y más si eran de señorío, ya que ade- más de los reales y el paga de los diezmas a la Iglesia, debían satisfacer a sus amas la sexta parte de la cosecha y tres gallinas de cada casa (175) . Cauro prueba de que la expulsión de la minoría mudéjar no tuna efectividad en Albudeite, relatamos seguidamente lo acaecido dieciséis años después de esa salida en el lugar 1176). En diciembre de 1630, doña Isabel de Guzmán, señora de Albudeite, se que- rella ante el gobernador del Conseja de Hacienda, junta con las vecinas de la villa, de don Juan de Solar, juez de comisión para la venta de los bienes de los moriscos de los lugares de realenga del Reina de Murcia, pues habiendo llegada a Murcia capital este señor trabó amistad con un tal don Juan de Ibarra, correo mayor de la ciudad «el qual tenia odia y enemistad can mía partes par- que no le havian querïda dar duçientos peones que les aula pedida de balde

174 A.C.S. Contadurías Generales, leg. 768. 175 Ibídem. 176 `todo lo que sigue ha sido extraído de un documento procedente del Archivo del Fondo Cultural Espín, de la Caja de Ahorros deI Mediterránea en Lorca, signatura 6-4-21.

95 para que le yçiesen una acequia para par ella lleuar agua a una guerta que tiene en una uilla de Canpos questa junto a la de Albudeite»? y para vengarse de los habitantes de esta población el sábado catorce de diciembre de 1630 fue a Albudeite can un escribiente, un fiscal, dos alguaciles y aíras personas y dijo en alta voz «que lleuaua orden secreta para espeler a todos los que fuesen mariscos y en particular las vecinos dalla y con este socolor las ynuiaua a lla- mar ante si y les pedía las ejecutorias que teman de cristianos viejos y los titu- Ios en cuya virtud poseyan sus bienes y hauiendalas essiuido ante el se las quito a todas y se las lleno ( .. .) les trato muy mal de obra y palabra diçiendoles que batan unos perros moros y que los auia de matar a palos y espeler y sacar- los luego fuera del reyna haçiendo demostraçiones y dando a entender que de hecho los quería yncontinente llenar y que con las dichas ejecutorias se linpia- ria parque eran unos papasales y no baban nada. ..>?. A los que peor trató fue a los regidores y alcaldes . Con Lado la dicho, se alborotó y amedrentó el vecindario «de tal manera que muchas mujeres preñadas malparieron de espanto y se murieron y a otras muchas personas les sobreuinieron barios açidentes» . Sacó don Juan Solar muchas dineros a los albudeiteros, y para los pagos de las costas algunos debieron vender sus ropas y camisas. Además, el juez puso en venta los bienes de las lugareños, bajo pretexto de que tenía orden de echar- los de la villa. La querellante solicita fuertes penas para don Juan, pues entró a atemori- zar a los habitantes de su señorío, cuando no podía hacerla porque él sólo tenía licencia para actuar en los lugares de realengo, diciendo que eran musulmanes «con ser como son los dichos mis partes cristianos viejos y no descendientes de moros». Para terminar, pide que venga una persona que investigue el incidente y demanda que sea condenado el juez de comisión en 4.000 ducados que ha tenido de dañas . Las señores del Consejo de Hacienda ordenan el 21 de enero de 1631 a un receptor de número de la Corte, Íñigo de Solazar, que indague y les tenga informados de la que descubra. Comienza La investigación en Albudeite y villas cercanas, pera, desgraciadamente, no sabemos cómo terminó el proceso, ya que sólo se ha conservado la primera pieza. De todos modos, una cosa es clara: el miedo real a la expulsión estaba presente entre los vecinos y sería motivo de fuertes pesadillas e insomnios, puesto que, eran conscientes, no se había efec- tuado en su momento. También está claro que este pormenor era sabido a la largo y ancha del Reino de Murcia y de eso se aprovechó don Juan de Solar en su intento de chantaje . Doña Isabel de Guzmán se apresura a indicar que no eran moras nï descendientes de tales, ¿acaso es que no había llegado la «solución final» para moriscos y mudéjares entre 1609 y 1614? No tenía objeta la actuación del juez de comisión, pues no se podía perseguir lo inexistente, de ahí que la señora del lugar se muestre tan fuerte en sus demandas.

96 Insistimos, no sabemos el fin que tuvo el pleito, mas, no obstante, durante una o dos generaciones más la expulsión sería una permanente Espada de Damocles sobre los moradores de la pequeña villa que, hasta hace no muchos años, eran mirados con recelo por los habitantes de los pueblos vecinos, tachán- dolos despectivamente de moros y guardando cierta prevención a unirse con ellos, de ahí que la endogamia haya sido muy fuerte en Albudeite en todas las épocas.

97

CAPÍTULO 3 . LOS HOMBRES

3.1. Evolución de la población: los censos

Del año 1495 se conserva un padrón hecho, al igual que en Cehegín y Caravaca, para introducir la Santa Hermandad en Mula (177) . Se anotaron en él todos los pecheros, hidalgos, pobres y clérigos, lo que, a nuestro entender, le da bastante fiabilidad (178). Para Campos, hay un censo, recogido por Ángel Luis Molina de Ladero Quesada, con todos los vecinos de la aldea (179). El primero del que se tiene noticia en el siglo XVI es el hecho en Castilla entre 1528 y 1533 (180). Se trata de una relación marcadamente fiscal, elabo- rada para la paga de los servicios ordinarios y extraordinarios, vista muy a fondo por Felipe Ruiz Martín (181). En ella sólo se anotan los pecheros, faltan- do cualquier clase de excusado . Esto no es un problema para las aldeas de Mula, donde raramente vivirán hidalgos, pero sí es un grave inconveniente

177 Archivo Municipal de Cehegín y MARÍN DE ESPINOSA, Agustín: Historia de la ciudad de Caravaca (y del Aparecimiento de la Sma. Cruz). Imp. de Bartolomé de Haro. Caravaca, 1856, Pág. 213. 178 A.Ch. Gr. 302/213/1 . Hay copia en el A.M.Mula. 179 MOLINA MOLINA, Ángel Luis: «Datos sobre sociodemografía murciana a Enes de la Edad Media /1475-1515)» Anales de la Universidad de Murcia . Facultad de Filosofía y Letras, curso 1977-78 (ed. de 1979), pág. 174. 180 A.G.S. Contadurías Generales, leg. 768. 181 «La población española en los tiempos modernos». Anexo 1 de Hispania. Madrid, 1973, Págs. 191-193 .

99 para la villa, con gran cantidad de exentos entre sus muros . Parece que el censo en el Reino de Murcia se realizó en 1533 (182). Para Mula y sus lugares recoge Juan Riera un padrón mandado hacer por Felipe II en 1563 para ahondár en su decisión de crear la Diócesis de Orihuela. En él se relacionan los vecinos de las tres poblaciones y sus habitantes mayo res de siete años, y se advierte el imparable crecimiento de cada una de ellas (183) . En 1584 hay otro padrón en el que se anotan todos los vecinos de Mula sin distinción de estados, incluidos los moriscos . Pero faltan los clérigos y 19 veci- nos que, curiosamente, corresponden a los miembros del Concejo, como pone en evidencia el juez de residencia que lo inspecciona. Su máximo interés radica en que da bastantes profesiones, lo que permitirá acercarse a la división sectorial de la sociedad muleña (184). También existe un censo mandado hacer por el obispo de la Diócesis de Cartagena en 1587, a petición del rey, en el que se apuntan los vecinos de las dos parroquias de Mula, los de La Puebla y Campos (185) . Sus datos debieron de tomarse de los libros de matrículas o de los padrones de confesiones, por lo que, como demostró Marcos Martín para Medina del Campo, su fiabilidad es bastante aceptable (186) . Para 1591 se cuenta con el Censo General del Reino, llamado también de Tomás González (187), cuya veracidad ha sido unánimemente reconocida por los especialistas (188). En él se recogen los pecheros, los hidalgos, los clérigos y la comunidad de religiosos de la villa y sus aldeas, por lo que su interés demo- gráfïco es grande . A los 1 .046 vecinos, entre pecheros, hidalgos y clérigos, hemos añadido uno más, correspondiente a los 15 frailes del convento de San Francisco. No podemos pasar de este punto sin mencionar que en el Archivo de Simancas (Patronato Real, caja 83, documento 206) se halló una certifïcación extraída de una lista de alcabalas del mismo año 1591, en la cual consta que Mula poseía 1 .039 vecinos, incluidos 16 clérigos. Como se ve, este dato confir- maría la validez del Censo General en lo que a nuestra villa concierne.

182 GUTIÉRREZ NIETO, opus cit. pág. 39. 183 RIERA, Juan: Rentas eclesiásticas, moriscos y penitenciados (Los Obispados de Cartagena y Orihuela a mediados del siglo XVI). Cuadernos Simancas de Investigación Histórica. Valladolid, 1984, págs. 36-37 . 184 A.Ch. Gr. 3/427/2. 185 A.G.S. Patronato Eclesiástico, leg. 135: «Verdadera relaçion de las pilas que ay en este nuestro Obispado de Carthagena y de los parrochianos que tiene cada pila». 186 MARCOS MARTÍN, Alberto: Auge y declive de un núcleo mercantil y financiero de Castilla la Vieja. Evolución demográfica de Medina del Campo durante los siglos XVI y XVII. Universidad de Valladolid. Valladolid, 1978. 187 A.G.S. Dirección General del Tesoro, inventario 24, leg. 1.301. 188 Ver RUIZ MARTÍN, opus cit. pág. 194.

100

C)tra noticia la da una real provisión, en la que Felipe III, en respuesta a una carta del Concejo, la concede permiso para repartir 3 .000 ducados para reparar el azud, destrozado por una avenida, entre los 1 .000 ~7acinos, «poco mas o menos», de Mula (189} . Henry Lapeira aporta datos para La Puebla y Campos an 1610 (190). En la lección de Estado de Sïmancas, legajo 254, se conserva una relación da las asentamientos mudéjares del Reino de Murcia, hecha por Fray Juan da Pereda, de is cual ya hamos tratado, encargado por al rey da verificar al grado da impregnación da la fa católica da asas colectividades, con vistas a su expul- sión o no da España. En ella se da la población de las dos aldaas no en vecinos, como era usual, sino en habitantes. El siguiente dato sobra demografia moleña as de 1630. e halla también en Simancas (191). Es un imanto da compra de los cargos concejiles por el Marquës de las Vélez tras años antes. A aso sa opuso el Ayuntamiento, quo remitió al Conseja Real una carta en la que se avaluaba el número da hogares an 1.800, con al claro propósito da quo, a la ~~ista de tan alta cifra, dasastimara la venta por el perjuicio que ocasionaría al pueblo .

ChïADRt~ 5

~aolucï;án cec la pc~óZacián che 1Y~uZa y alc~ea.s ~149~-I~~~}

Años tVlula La Puebla Campas 1495 357 - 10 1533 830 (a) 51 45 1563 1.120 58 81 1584 1.048 (b} -- ~- 1587 1,063 50 54 1591 1.047 40 51 1604 1.000 -+-1- - -- 1610 -- 47 36 1612 - 192 194 (habits) 1630 916 ---~ --- 1647 826 -- ---

(a) Únicamente pecheras. (h} A esta cifra hay que sumar los 96 orïscos y los lß vecinos ocultos, l.o que darla un fatal de 1.048 pagares, cáfra muy similar a la del año anterior.

189 Libro 5 de Provïsiones keales. Carta de 15-V1-1604 . A.M.Mula 1-69-~. 190 Geographäe de L'Espagne Marisque. S.E.V.P.E.N. París, 1959, pág. 249. lß1 Cámara de Castilla, leg. 1 .814.

101 Contratacó el Marqués, quien, pör mediö de una certificación, expedida pör el escribano I}iega lïurtadö, hizo ver que el fatal de vecinos era de 916, cifra que debía ajustarse bastante a la realidad. I~a última noticia sobre la población moleña de este periodo es de 1647, cörresponde a un resumen extraído de un padrón de confesiones, realizado ese año, y que figura en el Àrehiva Municipal de Mula, Libro III de Veredas, folia 220. Lös 826 vecinas que en él se dan parecen ceñirse a la vérdad y evidencian la pérdida paulatina de población, que llegará a su colmen can la epidemia de peste del año siguiente y de la que hablaremos más tarde. En el cuadro 5 se ha vista el comportamientö demográfica de Mula en el siglo y medica que hay entre 1495 y 2647. Además, el gráfico cörrespöndiente indïca que lo que caracteriza a la sacie- dad moleña de principios de la Edad Moderna es su gran vitalidad, cömo se advierte en el increíble salto de 1533. Cierto que sólö se cönoce la población pechera, pera si ha aumentado un X518,72 pör cien? respecto r la de igual cate- göria anotada en el padrón de 1495, ¿,no es enorme al crecïmíento?, aI que nö seria ajena una fuerte tasa de inmigrantes atraídös por las posibilidades que se les abría tras la desaparición del peligro granadino. También parece que esta inmigración fue favörecida par el Marqués de los Vélez y par eI Concejo, quienes no regatearon esfuerzos para asentarla en Mula. En la cöpia del juicio primitivo cöntra el Marqués, conservada en Si ancas, Pedro fajardö se defiende de la acusación de tomar tierras y no pagarlas diciendo que «lö que en verdad parava pera que pörque lr dicha villa hestava poblada en unas peñas riperas y donde no se podía ensanchar mas la población e porque muchas hijos de beçinos que se casaban en ella y otras que benían de fuera no tenían donde beçindarse ni lugar donde haçerlas (...) el dicho marques con acuerdo de todos avía mandado tomar a preçïos justos y el las avía pagado de la propio suyö a las personrs cuyas heran y se avían hecho en. dichas tierras çientö çinquenta casas que estaban. pobladas y después el dicho conçeja avía tomado otras tierras con voluntad de su parte y apreçianda- las y pagandölas a sus dueñös y estaban pobladas en ellas otras daçientas casas» (292). La última cifra que permite comparar la población pechera, el motor de la söciedad, es la de 1591. San los 873 vecinos, que llevan a pensar en un freno a la fuerza expresiva, que acabó por agotarla en el posirerö tercio del sigla. Este fenómeno, como se verá, se advierte también en ötras variables . La población tötal ese año parece confirmar el estancamïentö, después del máxima de 1563, escasamente superior a afros censos . Luego la tendencia comienza a invertirse agudamente, coma sucede en Murcia (193), a partir de los primeras veinte años del siglo XVII, pues en 1630 hay una pérdida de vecindario del 13,10 por cien respecto al del año 1591.

192 El juicio camenzd en 1525 y la expía es de 1633. 193 CHAG{)N J1M>áNl~1Z: R2'urcicr en lc~ centurlu del quáraientps, pág. 112.

202 ~~r

.~

. w~ ._ Esa merma estuvo motivada, en parte, por la expulsión de los moriscos y por la emigración masiva hacia el Reina de Granada de una porción de la población de Mula en los años 70 y 80 del siglo anterior. Como se dirá en la ter cera gran división de esa obra, el total de esa' minarla en el interior de la villa apenas llegaba al 10 por cien del vecindario ; pese a ello, su salida debió de notarse negativamente en eI conjunta de sus habitantes y no menos en el campo económico, pues era mano de obra barata . Sí supuso un tremendo revés para las aldeas de Campos y La Puebla, y para los municipïos de Pliego y, en menor medida, de Albudeite, habïtados mayoritariamente por múdejares. Por sï fuera paca, para acabar el ciclo, entre 1630 y 1647 se pierden anual- mente más de cinco vecinos. De todos modos, la salida de los moriscos, junto a otros problemas que irán surgiendo a lo Largo de las cuatro primeras décadas del siglo XVII, como las malas cosechas, serán el inicia del tobogán que desembocará en la desapariciän de casi 2.200 personas en la peste de 1648 (194).

3.2. El tamaño de la familia muleñcx

La fuente más fiable para conocer el número de individuos por hogar en Mula y su zona, ante la ausencia de lïbras de matrículas parroquiales, es la «Relaçion» de 1584 (195), en la que se reseña una cantidad suficiente de unida- des familiares coma para aventurarse a extraer conclusiones válidas . En ese documento se anotan las personas que están bajo la potestad del cabeza de familia, cuyo nombre y apellido aparecen normalmente, aunque, en eI caso de la villa, hay epígrafes en que na se dan (un porcentaje insignificante que en nada afecta a las conclusiones (males). Y en Campos, sólo puede tomar- se coma fiable la primera parte del listada {17 vecinos), pues, negligentemente, se otorga poco relieve a los individuos en el resto del censo. No obstante lo dicho, la importancia del documento es grande y sirve a nuestros propósitos de conocer el tamaño de la unidad familiar en la zona de Mula, tal y coma refleja el siguiente cuadra.

194 GONZÁLEZ CASTAÑO, Juan:

104

CUADRO 6

Tamaña medio de la familia en Mula y aldeas en 1584

MULA

Individuos por vecino Total vecinos

1 42 De2a4 6ß DeSaß 173 De9al2 27 13y+ ß 1.745 3lß

CAMPOS

Individuos por vecino Total vecinos

1 2 De2a4 5 De5a6 6 7y+ 4 79 17

LA PUEBLA

Individuas por vecino Total vecinos

1 4 De2a4 7 De5a6 9 7y+ 2

96 22

En la villa, el concepto de familia coma conjunta de corresídentes que no tie- nen por qué estar unidas forzosamente por lazos de sangre, tan en boga en los siglos XVI y XVII, toma verdadero cuerpo (196). Esto es debido a que las nume-

196 FTIANI7R.TN Jeal T.ouis: Farnilles, parenté, maison, sexualité dans lixncienne societé. Editions du Seuil. Parîs, 1984, pág. 10.

105

rosas casas nobles y los menestrales tienen abundantes tierras, que cultivan sus labradores, esclavos, sirvientes y, por qué dudarlo, muchos hijos, que hacen que, en conjunto, la estructura del hogar-sea más complicada que en las aldeas . Los grandes linajes tienen familias extensas, así los Párraga son 11 indivi- duos; lo mismo que los Campos; Gonzalo de Blaya declara tener bajo sí a siete personas ; igual que Hernando Melgarejo . Los hermanos Pérez de Valladolid suman entre los tres 24 personas, 13 Juan, 6 Andrés y 5 Alonso. . . Familias que eran dirigidas con mano fuerte por el cabeza de ellas, como el caso de Bartolomé Fernández Melgarejo que, en 1644, entra en la Cofradía de San Sebastián seguido por su mujer, doña Antonia Fernández Melgarejo; sus escla- vas, Juana Fernández y Francisca Hernández; su esclavo Leonardo; su labra- dor, Francisco Pérez ; y la esposa de éste, Juana Hernández (197) . Pero, también los que disfrutan de profesiones liberales poseen grandes familias. El carpintero Juan López sienta a su mesa a nueve personas. El tra- tante en asnos Baltasar Polo preside un hogar con ocho, lo que le equipara al licenciado Torres ¿abogado? Tampoco los curas se quedan atrás . El clérigo Campos, de la parroquia de Santo Domingo, declara ser cabeza de una familia de cinco miembros; a la vez que el sacerdote de San Miguel, García Botía, dice tener bajo sí a cuatro perso- nas . Esto no se da en Campos y La Puebla, donde las familias que sobrepasan los siete miembros son una minoría, mientras que en la villa es la mayor parte. No obstante lo dicho, aún contamos con otra fuente más para aclarar el tamaño de la unidad familiar en nuestra zona de estudio. Hace pocos años publicó Juan Riera un interesante trabajo en el que recoge un censo, hecho en 1563 en el Obispado de Cartagena (198). En él se dan los hogares y el total de personas de ellos mayores de siete años, lo que complica algo las cosas, ya que los que no llegaban a esa edad tenían que ser una cantidad nada despreciable . En el cuadro que sigue pueden verse las cifras de Mula y las de los lugares.

CUADRO 7 Total de vecinos y habitantes en el censo de 1563 Poblaciones Vecinos Habitantes

Mula 1 .120 4.438 Campos 81 283 La Puebla 58 220

197 Libro de la cofradía de San Sebastián (1604-1642) A.C .A.M. 1-1-22. 198 RIERA, opus cit., pág. 156.

106

Si dividimos los habitantes entre los hogares notamos que la media es semejante en las tres localidades : 3,96 en Mula, 3,49 en Campos y 3,79 en La Puebla. Mas, como se sabe que faltan los párvulos, hemos hecho un extenso sondeo en las confirmaciones conservadas en la parroquia de Santo Domingo de Mula, que, como se advierte en el cuadro $, ha revelada que los padres que llevan a una o dos niños a confirmar son una mayoría aplastante : el 96,25 por cien entre los cuatro años. Con esa base, se ha llegada a la conclusión que na sería muy arriesgada añadir a las cifras medias de las tres núcleos un 1,54 más par los niños meno- res de siete años, lo que darîa unos totales muy aceptables : 5,46 para Mula, 4,99 para Campos y 5,29 para La Puebla.

CUADRO 8

Sondeo en las confirmaciones, 1573-1624

Hijos

Años Confïrm. Sondeo 1 % 2 % 3 % 4 y + %

1573 779 300 246 82 43 14,33 7 2,33 4 1,33 1595 1.144 500 473 94,6 18 3,6 8 1,6 1 0,33 1610 395 154 135 90 11 7,33 4 2,66 - - 1624 695 300 218 72,66 62 20,66 16 5,33 4 1,33

Resumiendo lo dicha, según se. ve en el cuadro que sigue, la familia de nues- tra comarca tiene cinco personas de media, destacando la de la villa, por las causas expresadas anteriormente, sòbre las de las dos aldeas.

CUADRO 9

Media individuos por familia en Mula y aldeas (1563 y 1584}

Años Mula Campas La Puebla

1563 5,46 4,99 5,29 1584 5,48 4,64 4,36

107

3.3. Movimiento natural de la población

3.3 .1. La natalidad

Las únicas fuentes que hay para conocer la natalidad en el Antiguo Régimen san los libros de bautismos. Se trata de la relación cotidiana de los que reciben las aguas de ese sacramento en una parroquia determinada, los que san cristianizados. En nuestra época son parcos en datos, junta a la fecha del acto se consignan los nombres del niño y las de los padres y padrinos. Rara vez dan más informa- ción, salva que sea hijo de un gran señor o fuera bautizada en peligro de muer te. Valiosísimas excepciones las constituyen las partïdas de expósitos, esclavos, hijos de madres saltaras a de otras razas, en que estas circunstancias se hacen constar. Na se registran los nacidos muertas, las que fallecen al poco sin recibir las aguas o los que son bautizadas en peligro de muerte par las comadronas y expi- ran sin ser llevados a crismar a la iglesia. Por ello, na se puede llegar a conocer la natalidad total, sino una parte muy grande que son las bautizados . La evolución general (ver gráfico) sigue un sentida similar al de la censal: tendencia aI estancamiento a lo largo del siglo XVI y caída paulatina a princi- pios de la centuria siguiente, con el acuse de la expulsión de los moriscos. El máximo de las concepciones del período se da entre diciembre y junio, como muestra la gráfica, meses de tranquilidad en los que las labores campesi- nas son escasas. En ios otro cinco meses hay una baja ostensible, coma corres ponde a una zona donde los trabajas agrícolas mantienen a los hambres ocupa- dos desde la siega, a últimos de mayo y junio, hasta la siembra, en octubre- diciembre.

CUADRO 10 Indices decenales de bautismos Niños Bautismos Índices

1559-68 1.698 100 1569-78 1.729 101,82 1579-88 1.621 95,46 15$9-98 1.870 110,12 1599-08 1 .665 98,05 1609-18 1.274 75,02 1619-28 1 .548 91,16 11629-38 .272 74,91 1639-48 1 .042 61,86

108

La relación de masculinidad va estar por encima de la actual 105 por 100, pues es de 106,5. Los îndices decenales denuncian la caída de principios del siglo XVII, agudizada tras las dos últimas décadas del perîodo, y el estanca miento de la centuria anterior de una población que ha perdïdo la fuerza de los inicios del siglo XVI . Las tasas son muy bajas si se las compara con las de San Lorenzo de Murcia (46,6 por miI en 1591 y 47 por mil en 159$), pero semejantes a las de la iglesia de Santa Cruz de Medina del Campo en 1594 (36,7 por mil) o a las de catorce parroquias cordobesas en 1587, 36,9 par mil. Lo que da como aceptables las cifras muleñas (199).

CUADRO 11 Tasas de bautismos de Mula (184-1647) Años Tasas x mil

1584 33,96 1591 33,77 1634 34,10 2647 l8,8ß

Conozcamos ahora una serie de niños que tenían una cantidad de condicia- nantes que les hacían distintos a los ojos de la saciedad del Sigla de Oro. Los niños expôsitos eran aquéllos a las que se abandonaba en cualquier lugar (muchas veces en portales de casas, lo que podio constituir un signa de paternidad) y en cualquier época del año. Hemos computado como tales a los que aparecen en las partidas como «hijo de padres ignotos», «hija de padres desconocidos», «expásito> o «hijo de la tierra», traducción literal de la locución latina «filius temas». Eran bautizados pox curas que, a veces, les imponían el tilde de Santa Domingo o San Miguel, según en la parroquia que hubiesen sida depositados, tras el nombre, ignorándose la suerte que corrîan posteriormente, pues en Mula no habîa casa de expósitas . Su número total es de 163, el 1,1 por cien de los bautizados en todo el ciclo, dándose sus máximas, el 71,1 par cïen, en los siguientes períodos : de 2574 a 1593, de 1614 a 1628 y de 1644 a 1648, tal. y como se advierte en el cuadro 12, todos marcan épocas de crisis de subsistencias severas, en las que el cereal alcanzó precias prohibitivas y buba que traerla de fuera. Épocas en las que criar a los hijos era un problema, máxime si no procedían de un matrimonio bendecida par la Iglesia, por la que una solucïán padîa ser exponerlos a is carï- dad pública.

199 CHACÓN JIMÉNEZ: Murcia en la centuria. . ., pág. 222, MARCOS MAR'I"ÍN> opus cit., pág. 126. FQRTEA PÉREZ: opus cit. pág. I6ß.

110

5. Migwel

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c7 a ~ 3 1 a s a n d e f m ~Ft,ÁFICO hT°- 3 Movimiento estacional (en parcentajes) de los bautisrnos (,B) y concepciones (C) de las dos parroquias de Mula entre ~.559 Y 1648.

CUADRO} 12

Total de los expósitos de Mula por sexos y media anual (1559-1648 Años Total V H Media anual

1559-63 2 1 1 0,4 1564-68 3 1 2 0,6 1569-73 3 3 0 0,6 1574-78 12 9 3 2,4 1579-83 17 7 10 3,4 1584-88 16 13 3 3,2 1589-93 15 8 7 3,0 1594-98 3 1 2 0,6 1599-03 7 4 3 1,4 1604-08 7 3 4 1,4 1609-13 2 1 1 0,4 1614-18 10 6 4 2,0 1619-23 13 6 7 2,6 1624-28 14 10 4 2,8 1629-33 7 3 4 1,4 1634-38 7 5 2 1,4 1639-43 6 1 5 1,2 1644-48 19 13 6 3,8

163 95 68 1,8

De todos modos, no deja de resultar curioso los pocos expósitos que se dan en Mula en nuestro período si los comparamos con los más de treinta que son abandonados cada año en una sola parroquia de Murcia: la de Santa María, durante la primera mitad del siglo XVII, llegando en momentos extremos a 58, como en el año 1610; o a 54, como en 1639. O can el 12,3 por cien de las bauti- zados en Valladolid entre 1601 y 1630 (200). Eso podría explicarse porque estamos en una villa donde todos se conocen y saben qué pasa en cada casa de la población. Los rumores vuelan y con ellos las

200 CHACÓN JIMÉNEZ: Los murcianos del sïglo Yt%IL.., págs. 69-7ß y GUTIÉRREZ ALON- SO, opus cit. Muy interesantes son los dos trabajos siguientes: «Factores de rnartalidad en grupos sociales marginadas. El casa de los niños expósitos en Murcia durante los siglos XVII y XVIII» y «Mercenarismo ¿Mito o realidad? Estudios de los factores de mortalidad en los niñas expósitos. El ejemplo del Reino de Murcia (Siglos XVII y XVIII)» de F. CHACÓN JIMÉNEZ, R. ELGARRISTA DOMEQUE y R. FRESNEDA COLLADO. El primero presentada al XVIII Congreso de Historïa de la Medicina, celebrado en Murcia-Cartagena en diciembre de 1986. Y el segundo en el coloquïo internacional «Les enfants abandonées en Europe». Roma, 1987 . Ambos en prensa. Las dos inciden en las dificultades que esos niñas tenían para sobrevivir en el Hospital de San Juxn de Dias y en la Inclusa de Murcia. Trabajos cedidas amablemente por los autores, a quienes damos las gracias.

112

honras en boca de las comadres, de ahí que se tuviese mucha cuidado en los comportámientos sexuales extramatrimoniales . Al contrario que en Murcia, una ciudad grande, a la cual, no es descabellado pensar, serían llevados y deja- dos en portales de iglesias o en el torno del hospital de San Juan de Dïos esos «hijos del pecado» o de la necesidad. Los niños ilegítimos son los que sus padres son solteros o, únicamente, apa- rece el nombre de la madre, que sólo en cuatro ocasiones revela el nombre del padre. En el primer caso, muchos eran legitimados por las bodas de sus proge- nitores. Antes de seguir, queremos hacer la salvedad de que los hijos de esclavas sin padre conocido se han incluido en el apartado %nal de la natalidad para la mejor comprensión del mismo . Las cotas más altas de ilegítimos se obtïenen en años similares o próximos, mejor dicho, a las de los expósitos (1584-1603), en los que se bautizan 51 de los I10 computados, coma se ve en el cuadra adjunto .

CUADRt} 13

Total de los ilegítimos de Mula por sexos y medio anual (159-1648)

Äños Total V ~ Media anual

1559-63 0 0 0 0 1564-68 7 5 2 1,4 1569-73 1 0 1 0,2 1574-78 $ 4 4 1,6 1579-83 9 3 6 1,8 1584-88 14 8 6 2,8 15$9-93 10 4 6 2,0 1594-98 11 5 6 2,2 1599-03 16 11 5 3,2 1604-08 4 3 1 0,8 1609-13 3 1 2 0,6 1614-18 4 2 2 0,8 1619-23 4 1 3 0,8 1624-28 6 4 2 1,2 1629-33 3 1 2 0,6 1634-38 3 3 0 0,6 1639-43 6 3 3 1,2 1 644-48 1 0 1 0,2

110 5$ 52 1,3

113 Más interesante parece conocer cuál es la categoría social de sus progenito- res . Desgraciadamente, los cuatro padres revelados no indican cosa alguna. Lo que sí arroja luz sobre el problema son lás 23 madres consignadas en las parti das . De ellas, 11 son criadas, 6 moriscas (una además sirvienta), 1 liberta, 1 viuda y las otras 4 solteras sin más . Lo que sugeriría que el 16,36 por cien de los ilegítimos son hijos de mujeres de los estamentos más bajos de la sociedad, porcentaje que, sin duda, sería mayor si conociésemos la categoría de las ciento diez mujeres. Los bautismos de los niños moriscos apenas si suponen el 1,64 por cien del total, 225 críos, de los que 170 corresponden a la parroquia de Santo Domingo, donde esta minoría era importantísima, siendo su relación de masculinidad de 112,2, superior a la de los cristianos viejos. De los 13 .719 bautizados del período, el 3,15 por cien, 433, son esclavos, cifra grande si se la compara con las tres clasificaciones anteriores. De ellos, 205 son varones . Los adultos que reciben el sacramento son 140, e132,33 por cien del total, lo que indica un activo comercio. El resto está formado por hijos de madres escla- vas de Mula. De esos 293 hijos de esclavas, 285 no tienen padre conocido, lo que lleva a plantearse la antigua sospecha de que las mujeres reducidas a la esclavitud eran utilizadas para traer al mundo niños de su misma condición, según la ley de vientres esclavos, que numerosas veces serían hijos de sus dueños . Los ocho críos restantes son fruto de : varón y hembra esclavos 4; libre y esclava, 1 ; libre y esclavo, 1; hombre y mujer libertos, 1 ; liberta y esclavo, 1 .

3.3 .2. La nupcialidad

Es sabido que el Concilio de Trento dividió la ceremonia nupcial en dos par- tes: el desposorio y la velación . La primera se hacía en casa de la novia, en la de una vecina o a la entrada de la iglesia y era la verdadera ceremonia, la que imprimía carácter al sacramento. Será la que tengamos en cuenta para el tra- bajo. La segunda tenía lugar en el interior del templo y consistía en la bendición nupcial y la imposición del velo. Solía hacerse más tarde (a veces pasaban años) o no se realizaba nunca, pese a que el doctor Romero, delegado del obis po, en su visita a Mula en marzo de 1581 ordenase que se hicieran ambas a la vez, so pena de que hubiese peligro de disolverse el matrimonio (201). Quisiéramos recordar, antes de pasar a analizar los matrimonios, que las partidas de San Miguel son problemáticas hasta 1580, por lo que esa fecha es el punto de arranque de esa parroquia.

201 Libros primeros de las dos parroquias s/f.

114

Datos globales de las tres iglesias (las dos de Mula y la de La Puebla) no hay hasta época tardía (1617), debido a que en San Miguel, además de empe- zar las nupcias después que en Santo Domingo, faltan diez años a principios del siglo XVII, y a que en La Puebla se abren los libros en 1601 . La evolución general (ver gráfico) es similar en los tres templos. Parece haber un sostenimiento de los matrimonios en todo el período, con una tenden- cia a la baja en sus postrimerías, baja que es más palpable en la aldea por la expulsión de casi todos sus habitantes eñ 1614. Los muleños se casan mayoritariamente en los meses comprendidos entre agosto y febrero, según se advierte en la gráfica, siendo los dos primeros del año los que registran más uniones . Eso está indicando una periodización clási ca en Demografía antigua: máximas en enero y febrero, luego de la continencia del Adviento; baja de marzo a julio, época de la Cuaresma, Semana Santa y principios de los trabajos agrícolas del estío, y otra alza después de la recogida de la cosecha y hasta finales del año . Los índices son bastante elevados y contrastan con lo reducido de las tasas, que mantendrán cierta paridad hasta la subida de 1630. Éstas son reducidas comparadas con el 10 por mil de Medina del Campo en 1594 o con el 11,1 por mil de cinco parroquias murcianas de 1566 a 1586 (202) .

CUADRO 14

Índices decenales de matrimonios

SAN MIGUEL Y SANTO DOMINGO

Años Matrimonios Índices

1580-89 381 100 1590-99 351 92,12

SANTO DOMINGO Y LA PUEBLA

Años Matrimonios Índices

1601-10 207 100 1611-20 230 111,11 1621-30 222 107,24

202 MARCOS MARTÍN, opus cit., pág. 156. CHACÓN JIMÉNEZ: Murcia en la centuria. . ., pág. 130 .

116

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CUADRO 15

Tasas de matrimonios de Mula (1584-1630)

Años Tasas x mil

1584 5,53 1591 8,53 1630 7,20

Sepamos cuál es el estado civil de los que se casan.

CUADRO 16

Estado civil de los contrayentes

SAN MIGUEL

Total So-Sa % Vo-Va % Vo-Sa % Va-So %

839 730 87 35 4,17 30 3,57 44 5,24

SANTO DOMINGO

1.483 1 .405 94,74 32 2,15 19 1,28 27 1,82

LA PUEBLA

93 85 91,39 2 2,15 2 2,15 4 4,30

2 .415 1.563 91 69 2,82 51 2,33 75 3,78

* Las cifras de Santo Domingo dejan mucho que desear, porque en las épocas de muchas unio- nes entre viudos y viudas y solteros y viudos, como son los años de la década de 1640, faltan datos. Así, en 1648, a partir del mes de julio, ante la evidente prisa del cura por casar a parejas, no se indica el estado civil de los cónyuges, aunque con razón se puede sospechar que, al igual que en San Miguel, los matrimonios en el que uno de los contrayentes o los dos fueran viudos serían mayoría. He aquí, por tanto, la explicación del alto porcentaje de uniones entre solteros. También hay problemas en San Miguel, más los años que no están no son tan significativos a nivel de bodas entre componentes de uniones anteriores, aunque falte una serie mayor.

118 Está claro que los matrimonios en que uno de los cónyuges o los dos son viu- dos constituyen una minoría poco importante a lo largo del período: el 9 por cien, que contrasta con los altos porcentajes de Talavera de la Reina por el mismo tiempo: el 21,12 por cien (203). La contemplación del cuadro 16 manifiesta que la mayor parte de los viudos buscan a personas solteras para contraer nuevas nupcias, siendo escasos los que se casan entre sí. Por tanto, el muleño prefiere que su pareja sea soltera en un porcentaje que sobrepasa en las tres iglesias el 90 por cien. Conozcamos, para concluir este apartado, el comportamiento nupcial de la minoría morisca de Mula. De las 2 .322 uniones registradas en las dos parro- quias, sólo en 76 uno de los esposos o los dos son cristianos nuevos, lo que representa apenas el 3,27 por cien del total. De ellas, 62 se realizaron en Santo Domingo. Únicamente en cuatro casos el novio no es de Mula, mientras que esta cir- cunstancia no se da en las mujeres. Aquí está el origen de la fuerte endogamia que existía entre los moriscos de la villa, que se casaban entre sí en el 94,73 por cien de las ocasiones. A lo que podría añadirse una posible prevención de los cristianos viejos a mezclar su sangre con la de esa minoría, por temor a manchas en su genealogía y a ser tachados de pertenecer a «mala raza».

3 .3 .3 . La mortalidad: el eterno problema

La no obligatoriedad de llevar registros de defunciones hará que exista un gran escollo en el presente trabajo: la imposibilidad de reconstruir familias, algo fundamental en cualquier estudio demográfico completo. En Mula no se abren libros de fallecidos hasta principios del siglo XVIII y sólo de «cuerpos mayores», habiéndose perdido los primeros de cada parroquia. Por ello, hemos debido de trabajar con algo que puede servir para subsanar malamente la dificultad, sobre todo en cuanto a los párvulos se refiere: los libros de confirmados de Santo Domingo, ya conocidos. La técnica de trabajar con las confirmaciones ya fue usada por Herrero Martínez de Azcoítia a principios de los años sesenta y seguida por Bennassar y Chacón Jiménez (204) . Consiste en sumar los confirmados en cada visita pas toral y contraponerles los bautizados desde el último reconocimiento del obispo. En el caso de la parroquia citada, han sido analizadas dos cifras, que distan mucho de ser fiables en su totalidad, pues sólo se han podido utilizar dos listas de confirmados de las cinco conservadas para el período estudiado, las de 1581 y 1610, ya que las restantes no merecen garantías por incluir más confirmados que bautizados entre una y otra visita.

203 GONZÁLEZ MUÑOZ, opus cit. pág. 118. 204 HERRERO MARTÍNEZ DE AZCOÍTIA, G.: opus cit. pág. 15. BENNASSAR, Bartolomé: Valladolid en el Siglo de Oro, págs. 184-185. CHALÓN JIMÉNEZ: Murcia en la centuria.. ., pág. 129.

119

CUADRO 17

Diferencia entre bautizados y confirmados en 1581 y 1610

Años Bautismos Confirmaciones

1581 683 572 1610 600 395

En el primer caso, el supuesto porcentaje de defunciones infantiles es de 16,25. En el segundo ha subido al 34,16, ambas cifras muy alejadas de la reali- dad, pues se sabe que del 40 al 50 por cien de los nacidos no llegaban a alcan- zar los siete años (205).

3.4. Factores que influyen negativamente en la Demografía

La vida del hombre va a pender de frágiles hilos en toda la Edad Moderna. A los problemas cotidianos se van a unir, ocasionalmente, pero con demasiada frecuencia, amenazas que suponen un trastocamiento completo de la existencia ciudadana y a las que todos deben hacer frente para conjurarlas.

3 .4.1 . La peste

Dentro de esas amenazas, tal vez la que con su solo nombre hacía temblar a regiones enteras fuera la peste, que creaba en la población un «estado de ner- viosismo y de miedo» (206). Contra el hambre y la guerra se podía luchar, pero contra la ira de un Dios colérico que arroja lluvias de flechas sobre los hombres para transmitirles el mal (207), únicamente queda intentar apaciguarlo por medio de penitencias colectivas o votando fiestas a santos de reconocido presti- gio contra las enfermedades contagiosas. Como se dijo al describir Mula renacentista, la villa contó desde la Edad Media con una ermita dedicada a San Sebastián, santo que recibe en su cuerpo las saetas dirigidas por el Creador a los pecadores, desviándolas, así, de sus devotos. No obstante, a mediados del siglo XVI se puso la antigua parroquia de San Miguel bajo la advocación de San Roque, otro abogado contra la peste, con lo que el escudo antiepidémico se duplicó en Mula.

205 BENNASSAR, opus cit., págs. 184-185. 206 DUBLED, H.: «Conséquences economiques et sociales des mortalités du XIVe siècle, essen- tielment en Alsace». R.KE.S., tomo 37. París, 1959, pág. 279. Citado por DELUMEAU, Jean: La peur en occident (XIVe-XVIIIe siècies). Fayard, Collection Pluriel. París, 1978, pág. 133 . 207 DELUMEAU, opus cit., pág. 139 .

120 Se les salían hacer procesiones y fiestas cuando había noticias de que la maldición bíblica asolaba zonas cercanas . En 1602, cuando la peste ataca la parte atlántica da España, dice el Concejo que «Tiene botada la fiesta del Señor San Roque abogado de la peste para que se guarde en asta villa, y su dia y fies- ta que pasa este presente año se hiçó an esta villa proçesion general y se dijo misa cantada en la iglesia Maja de San Miguel, adbocaçion da San Roque para que interçediera con Dios Nuestro Señor y librara a esta villa y comarca de la anfermadad de pesta...» (2ß$) . Aunque sa pidiese la mediación de los santos para aplacar «la justa ira divi- na», no sa dascoidaban prevenciones y remedias más tarranalas. Mula no pas- te sufrir el mal en al siglo XVI, porque toma todo tipo de precauciones para evi- tarla, incluso si las noticias vienen da muy Tajos . Hay tres momentos durante la centuria en que los moleños ponen en juego todos los medios que tienen a mano para evitar el ataque del Jinete del Apocalipsis : da mediados de 1523 a mediados de 1525; de principias de 1559 a agosto de 1565; y da marzo de 1581 al verano de 1583. En junio da 1523 ordena el Ayuntamiento ~ua ningún vacina reciba a perso- nas de Lorca, Albacete o Cartagena, bajo pena de 200 maravadís y destiarro de dos años, y gua la gema no entre por agujeros y portillos sino por las puertas existentes en la cerca hecha. Se notifica a los molineras que no acojan a foras- teros gua guiaran molar (209) . En noviembre, la peste está an la cercana Caravaca. Se prohibe que los veci- nas da Mula tengan tratos con personas de allí, so pana de 300 maravadís y media año de destiarro; y qoe nadie salga de las términos sin llavor testimonio de sanidad del Concejo, bajo la misma pena (210). A los dos mesas mearen apostados en la capital, par la que sa decreta que salgan los no avecindadas en Mula an el plazo de dos días, so pana da 1 .000 maravadís. Se varia que los forasteras montan estancias en e1 tërmina de la villa, pues se les quemarán si las hacen. Se ordena, a la vez, que nadïa vaya fuera de los confinas sin mandato del Concejo y que si algún vecino fuese echa- do de Mula y volviese, sa le quemen ).as ropas y ensems ~ua trajasa y sea con- denado a 1 .000 maravadís da pana (211). En noviembre de 1524 se indica a cuatro vecinos que no edifiquen fuara de las puertas, bajo la multa citada (212). Pesa a que el 8 del mismo mas se permi- ta viajar a Murcia, se decretará, en la primavera siguiente, que nadïa salga da los términos sin licencia del Ayuntamiento (213). Durante el año 1559 sirve Mula de refugio al Qbispa da Cartagena, que viene huyendo de la epidemia de Murcia. Se ordena extremar la vigilancia en

208 Act. cap. de 6-XI-1602. A.M.Mula. 209 Act. cap. de 29-VI-1523 . A.M.Mula. 210 Act. ~ap. de 8-X1-1523. A.M.Mula. 211 Act. cap. de 3-III-1524. A.M.Mula. 212 Act. cap. de 3-XI-1524. A.M.Mula. 213 Acts. caps. de B-XI-1524. y de 5-VI-1525. A.M.Mula.

121 las puertas y se prohïbe el paso a los sospechosos. No se descuida el au~i- Iïo divino, ya que se manda ïr a Santo Domingo a rezar por la salud del Reino (214), En junio de ese ayo se acuerdá reforzar la vïgïlancia en las puertas, donde se vedará el pasa, incluso, a las vecinos de Campos y La Puebla. Se destacan hombres a la Cruz de la Magdalena para detener a los forasteros y vecinos y pedirles que demuestren que no vienen do lugares infectados (215). Cinca años después tiene noticïas el Ayuntamiento de que hay peste en Valencia, por lo que se impide la entrada a los de aquel Reino y se ordena que nadie, ni en los campos ni en la villa, reciba a personas rechazadas en las puer- tas (216). En 156511ega una carta de Murcia, en l.a que se dice que mueren apestados en Burgas. Se dispone guardia en las entrarlas de la villa las veinticuatro horas del dia; que los que vayan a la capital porten testimonio de la salud de Mula; Y que los que quisiesen penetrar en la villa los traïgan de sus lugares de origen. Que nadie permita la entrada a gentes sospechosas, so pena de que si el que las deja pasar es persona «grave» pague 2.444 maravedís; sï fuese otra cual- quiera, aban.e 564 y salga desterrada durante medio aña. Si se sospechase que el individuo viene de zonas contagiadas reciba cien azotes y si hubiera saltado por la cerca, se dablen las penas (217}. El último sobresalto la recibirá el Concejo en 1551 al abrir una carta que procede de Cartagena en la que se le comunica que el mal ataca a Cádiz y al Fuerto de Santa Maria. Automáticamente ¡se impide eI paso a los cartagene ros!; se cierra la villa, dejando sólo cuatro puertas con guardias; se veda el paso a las forasteros ; y se amenaza con fuertes multas a las que contravengan las medidas decretadas (218). A los dos años deciden los muleños levantar una. muralla, que será pagada de los propios. Para ello, se designa un maestro de tapieria y se reclutan vecinos para que le ayuden (219). Después de 1583 no hay más que una o dos noticïas de peste en los lïbros concejä.les de principios del siglo XVII, luega nada, como si hubiese desaparecï- do de la faz de la tierra. Pero reaparecerá con toda fuerza en 1648 y 1675 para sumir a Mula en la mayor desolación y en la más tremenda postración de toda su historia. A primera vïsta sorprende la insolidarïdad de las medidas, rayante en la crueldad, ¿y la caridad cristiana? Era muy difícil aplicar los preceptos evangéli- cos cuando estaba en juego la supervivencia de todo un pueblo que, bajo ningún concepto, quería una ración de «castigo divino» . Si el solo na3nbre aterrorizaba, qué no sería teniendo la peste por las calles, Los moleñas del siglo XVI na tuvieron, afortunadamente, ocasión de saberlo. Las prevenciones funcionaron y 214 Acts. caes. de 15-I, 28-II, l8-III 16-IV de 1559. A.M.Mula. 215 Act. cap. de 10-VI-1559. A.M.Mula. 236 Act. cap. de 14-V-3584. A.11}I.Muia. 21~ Aet. cap. de 39-VIII-l5ß5 A.M.MuIa. 21$ Acts. caps, de 3ß,III y de 22-V de 15$.1.. A.M.Mula. 239 Act. cap. de 1~J-VTII-l5ß5. A.M.Mula.

122 Mula quedó a salvo de las epidemias de esa centuria, eso sí, a costa de tener constantemente sus habitantes el corazón en un puño y de emplear severos métodos . Estudiemos ahora las consecuencias de la peste de 1648. Luego de haber publicado una primera aproximación hace años a lo que supuso un contagio de la envergadura del que ese año afectó a la villa de Mula, la situación ha cam biado (220) . La puesta al día de nuéstras notas ; la aparición de nuevas fuentes y el aumento de medio punto en la conversión de los vecinos en habitantes, algo que ha quedado claro en un apartado anterior y que ha hecho pasar el hogar medio de Mula de 4,5 a 5 individuos, aconsejan revisar lo que en aquel trabajo se decía. La peste a la que hemos hecho referencia entró por el puerto de Valencia, procedente del Norte de África, en junio de 1647 y asoló durante siete años los Reinos de Murcia, Aragón y Andalucía (221) . Las noticias de la epidemia se extendieron con rapidez, y ya en octubre de ese año el Concejo muleño ordenó que se guardasen las puertas y se tapiasen los portillos de la cerca, por existir peste en el Reino de Valencia (222). La situación de la villa era, entonces, apurada, ya que en lo que llevaba de década apenas si había habido cosechas de importancia. En este sentido las cuatro primeras preguntas del interrogatorio realizado el 11 de octubre de 1649, pasada la epidemia, para solicitar del rey una rebaja en los débitos de la villa, son claras (223). No nos resistimos a transcribirlas : «Lo primero si saben cómo de diez años a esta parte no se an coxido en esta villa frutos de inportan- zia porque con la seca y falta de llubias que a abido ni se an podido haber simenteros ni los pocos que se an echo an aprobechado. Y si sauen que demas de la falta de llubias y seca referida a abido en esta villa al tienpo de los dichos diez años mas de siete continuos plaga de langosta que todos los años destruía los frutos sin que bastasen a remediarlo y apurarla las muchas dilixensias y gastos que se hiçieron para matarla, ya sacandola en canuto, ya labrando las hazas donde abia aobado, y haziendo fosas y zanjas en donde se juntaua y ente- rraua, en que se gastaban grandes cantidades. Y si sauen que por la falta de frutos que de dicho tienpo a esta parte a abido causada así por lo referido como por otros azidentes e ynfortunios de piedra, granizo y yelos que a abido se a

220 GONZÁLEZ CASTAÑO: El Apocalipsis en Muta..., págs. 181-191 . 221 GARCÍA BALLESTER, Luis y MAYER BENÍTEZ, José M.:

123 padezido en esta villa grandísima carestía y a sïdo necesario el traer sienpre el trigo y zebada de fuera. Y si sanen que la carestía y falta de trigo que en esta billa a abido a sido tan grande que de tres años a esta parte a balido la fanega de trigo hasta siete ducados y la de zebada por treinta reales y que por esta causa se a padezido grandísima hanbre parque con lo exçesiuo de los prezias y no tener las vezinas sutanzia ni dinero para conprar el trigo y zebada para su sustento perezian de hanbre y se sustentaban con yerbas solamente muchísi- mos días». En la sesión del Concejo de 26 de febrero de 164$ se dïce que como la cose- cha anterior fue nula, que se dé el trigo del pósito a 55 reales la fanega y la Libra de pan cocido se venda en el propio Ayuntamiento a 22 maravedís. Por tanto, el terrena estaba abonado para la aparición en escena de la peste, ya que las condiciones eran las óptimas para cualquier epidemia del Antiguo Régimen: desnutrición en amplias capas de la población, ocasionada por la falta de subsistencias. A la necesidad de encontrar alimentos, se une la presencia de bandas de forajidos, como pone de manifiesto un moleña en su diaria, diaria que Gregario Bolada copia y atribuye a don Juan Valcárcel Hurtado Pérez de Valladolid, y del cual apenas si quedan unas páginas. En la anotaciôn correspondiente aI dîa 8 de abril dice «La miseria se enseñorea de is villa. A la falta de cosecha deI año anterior se une la cuadrilla de bandoleros que capitanea Jusepe de Escámez, que can sus cuarenta caballos van destrozando y hacienda pastar en todos los sembrados, falta el trigo para panadear y dinero para comprarlo...». El día 3 del misma mes, el alcalde ardinarïo dan Juan de Coy indica que por cartas particulares y por personas que vïenen de Murcia se sabe que el conta- gio se manifiesta en esa ciudad y, para comprobar sus afectas y los remedios adoptados, manda que vaya allí el regidor don Luis Pérez de Valladolid con el médico de la villa. Vueltos éstas, y tras guardar cuarentena en las afueras de Mula, se reconoce la gravedad del estado de la población. Gregorio Bolada, sin manifestar de dónde extrae la información, dice que la enfermedad la introdujo en Mula Barnabé López, criado de Jorge Martínez, que vivía con su amo en la calle de la Cochera, al sur de la villa, el día 2 de abril. Aquél, al llegar a casa de éste, cayó enfermo y falleció; aI paca cae malo Jorge Martínez y dice, antes de moxir, que na estuvieron en Murcia sino en , desde donde fueron a comer a casa de su criada a Javalí. A partir de este momento, la epidemia se extiende como un reguero de pólvora. El 6 de maya, el Concejo acuerda que las días de San Raque y San Sebastián sean de precepto y se digan misas cantadas en la parroquia de San Mïguel, donde se encuentra el cuadra de San Roque. Que se haga una escultura de este santo y se coloque en su antigua ermita. Que el boticario Lucas Olivares se pro- vea de lo necesaria por si se presenta la enfermedad (curioso esta, puesto que ya morían muchos de la misma) . Se nombran seis enterradores y se manda que las personas que tengan dinero paguen a éstos dos reales par cada cadáver.

224

A las tres dïas, se vuelven a reunïr los regidores y designan las lugares de enterra~nïento, que serán eI cementerio de San Miguel ijunta a la pared sur de la ermita de Nuestra Señora del Carmen), el de unto Domingo, el patio de La ermita de Nuestra Señora de las t?Imas, eI cercado del Hospital y, para Los frai= les, un sitio cerrado dentro de su convento. Prohiben que se dé sepultura en el ïnterior de las iglesias y mandan que en cada cementarlo existan das cahíces de cal para echar en Las fosas y evitar las malos olores . El ~7 de mayo deciden lc~s capitulares, porque eI contagio va en aumenta, nombrar por patronas de Mula a San Felipe Mártir, Santa Rosalía Virgen, abo- gada de la peste, Santa ~'eresa de desús y Santa Rosa. Luega de este acuerda, dos meses de silencia, en los que fallecen cïentos de personas, se abatirán sobre las fuentes municipales. No obstante, gracias a dan Juan de Valcáreel Hurtado, quien perdió a 34 familiares ex~ el contagio, sabe mos que el 25 de junio eI ataque pestífero va remitiendo «y tal vez se hubiera terminado si no se permitiera la entrada a los muchos farasteros que se refu- gian en la villa y a Los que se marcharon a las campos huyendo de l.a epidemia». 1Jl ~4 de julio recanoce el Cancejo La mejoría de Mula, se permite ál paso, digamos oficial, a las que vuelven de Los campos ; y se reparan y tapan las portiw líos de La cerca. Ida pesadilla habla terminado, pero na sus consecuencias, Antes de analizarlas, hagamos una serie de números para saber cuántas murieran en esos cuatro meses. Hemos tonido la suerte de encontrar, en una nueva catalogación del Ärchivo Municipal de Mula, una lista de fallecidos en la epidemia, firmada por el alcal- de dan Sancha Talán eI día 19 de noviembre de L648. ~ la ves, don Gregorio I3aluda copió otra de atacados por la enfermedad, que se encontraban canvala~ dantas. Rstos das listados nos han permitido llegar a diversas conclusiones, Antes de entrar en ellas, querríamos hacer un par de salvedades, referentes a la primera de las relaciones. Cuando el documenta menciona a fulano de tal e hijos, Nemas interpretado que san sólo dos, ante la impasibilidad de salaer cuántos hay detrás de esta denominación realmente. Cuando indï.ca fulano de tal y dos, tres a más hijas, Los hemos considerando todas varones, Idas muertos de Mula son en tata12 .193, que se reparten del siguiente modo par parroquias:

CÜADR~118

~txZlec~t~vs erg ~a peste de 1 48 por p~rr~oq ic~,~

Prxrrc~quâas ~otaZ Varones ~em~ras

Santo Domingo 1 .21I} ~~~ 384 San Miguel 983 X79 404

1

Los fallecidos representan el 53 por cien de la población de la villa en 1647, evaluada en 4.138 personas . Dividiendo el total de aquéllos entre 120 días (las cuatro meses de la epidemia) da un promedio de 18 muertes por jornada, que sería mayor durante el tremendo mes de mayo. A tenor de los escasas datas que ofrece el padrón, hemos elaborado el cuadro que sigue par colaciones, hacienda la salvedad de que las esclavos, por su corto número: 3 en Santo Domingo y 10 en San Miguel, se han integrado en el apar- tado del «resta del pueblo». CUADRO 19

Fallecidos en la peste de 164$ por categorías sociales

Calaciön Dones Criados Curas Resto del pueblo (posibles hidalgos}

V H T V H T V H T

S.D. 33 35 68 32 23 55 1 760 326 1 .086 S.M. 35 47 82 13 24 37 18* 513 333 846

* 1 cura y 17 frailes.

Los convalecientes del ataque de la peste son 740, el 17,88 por cïen de los habitantes, de las cuales pertenecen a la parroquia de Santa Domingo 568 y el resto a la de San Miguel. Muchos de ellas fueron ubicados en la ermita de San Sebastián, que así inauguraba su larga historia como lazareto, donde se les cuidó y se les dotó de auxilias, por lo menos al comienzo del ataque, pues la partida 18 del presupuesto municipal de 1647-1648 dice textualmente: «30 rea- les que se gastaron en el sustento de los enfermos que se retiraron a San Sebastian al prinçipio del» . Su distribución, realizada de modo similar a la anterior, da el siguiente resultado:

CUADRO 20

Conualecïentes en la peste de 148 por categorías sociales

Colación Dones Criados Curas Resto del pueblo (posibles hidalgos)

V H T V H T V H T

S.M . 11 25 36 6 10 16 1 81 44 125 S.D. 32 66 98 13 17 30 0 233 201 434

126 Así pues, la letalidad general sería del 74,76 por cien, mientras la hidalga y la de los criados estarían por debajo de esa cifra: 52,81 y 66,66 por cien respec- tivamente . La de los hombres buenos sería ligeramente superior a aquélla: 77,12 por cien. Por tanto, queda claro que, proporcionalmente, mueren más los plebeyos que los hidalgos, 13,62 veces, mientras que, entre los que convalecen, apenas si aparecen 4,52 hombres buenos frente a cada hidalgo. Es decir, la enfermedad se cebó en proporciones fortísimas entre la masa no noble de la población, sin duda peor alimentada que la hidalga y con menos fuerzas y reservas para remontar sus efectos y escapar con vida . En resumen, las personas sin don mueren más que las hidalgas y convalecen menos. Para terminar este apartado, podemos decir que la peste de la primavera- verano de 1648 afectó al 70,87 por cien de la población de Mula, 2.933 perso- nas, de las que llevó al sepulcro a casi 2 .200 . ¿Qué consecuencias tuvo la catástrofe en el futuro de Mula? Fueron de diversa índole. Las inmediatas supusieron la despoblación y la ruina económi- ca de toda la zona, como manifiesta gráficamente don Sancho de Torres, Corregidor de Murcia, en el informe que da al rey en 1650 sobre el estado de la villa: «Los tratos y granjerías de los veçinos de dicha villa la principal es el cul- tivo de los campos y un pedaço de guerta de riego en que se cojen algunos fru- tos de açeyte, uino y seda y es muy hordinario en dicha villa y este Reyno la incertidumbre de cosechas de los campos por las pocas llubias de que partici- pan, de que se sigue que faltandoles las cosechas de granos quedan con mucho empeño, porque la guerta en tales años no basta para costearla, respecto del poco riego que tiene y excesivos gastos de xornales de su cultivo y falta de gente que en dicha villa huuo y a esta causa la mayor parte de las haçiendas estan por cultivar y totalmente perdidas» (224). El estado en que se encontraba la villa puede ser entrevisto en el hecho de que en mayo de ese mismo año se había hecho una fuerte campaña para cobrar los 14 .684.722 maravedís que se debían desde 1642 y apenas si se habían reco- gido 123.556 (225) . A partir de entonces, se intensificaron las presiones para hacer efectivas esas cantidades, embargando rentas, encarcelando gente. . ., de modo que en febrero de 1659 la deuda se había reducido en más de la mitad, exactamente, según certificación de don José de Valdivieso, Contador de Resultas y de las Rentas Reales de la ciudad de Murcia, dada el día 19 del citado mes, faltaban por pagar 5 .113.777 maravedís de vellón y 739.946 de plata, distribuidos del siguiente modo (226) :

224 Libro 3 de Veredas, fols. 208-208 vo. A.M.Mula 1-73-1. 225 Ibídem, fol. 216. 226 Ibídem, fols. 193-194.

127

Primer uno por ciento 1 .503.926 entre 1645 y 1657 Segundo uno por ciento 1 .232.155 entre 1648 y 1657 Tercer uno por ciento 105 .105 del año 1657 Servicio ordinario 2.134 .961 entre 1642 y 1657 Jornada de la Reina 92 .891 Jornadas de Aragón 44.699 Jornadas de Aragón 272 .633 en plata Compra de fueros 467 .283 en plata

Durante el mismo año 1650, la villa tuvo que pedir que se le excusase de pagar, o se le rebajase, la cantidad que le había correspondido del casamiento real «que (la villa) esta muy imposibilitada de pagar la dicha cantidad, respecto de que despues del contajio de peste que padeçio el año de quarenta y ocho esta destruyda y despoblada y reduçida toda su veçindad a menos de treçientos veçinos que la mayor parte son biudas y pobres de solenidad con que excluydos estos y los hijosdalgo no ay persona a quien se pueda haçer repartimiento de dicha cantidad y generalmente todos los veçinos con el dicho contajio y la falta de frutos que de muchos años a esta parte an tenido y en especial en este pre- ~ente en que con la seca, yelos, langosta y graniços que han sobrevenido no se goçan frutos y con haberles sacado para Tarragona el poco trigo que se cogio el año pasado a quinto de lo que deuen de diferentes seruiçios estan desampara- dos biendose probisimos» (227) . El panorama dibujado en este documento estaba muy lejos de cambiar de modo inmediato, la presión fiscal y las malas cosechas y tormentas, como la del día de San Calixto, 14 de octubre de 1651, que en poco tiempo hundió casas, cegó acequias, rompió plantaciones, destronó caminos, derribó la torre del reloj y abrió varios boquetes en el azud (228), hicieron que el crecimiento demográfi- co se ralentizara, de modo que, como refleja el cuadro que sigue, necesitó la villa cien años para llegar a niveles poblacionales similares a los del año 1647 .

CUADRO 21 Vecindario de Mula entre 1648 y 1749

Años Vecinos

1648 303 1694 735 1723 694 1749 879

Fuentes del cuadro, padrones de población del A. M. Mula

227 Ibídem, fol. 206 . 228 Ibídem, fols. 303 y ss .

128 3 .4.2 . El hambre

Otro gran problema para el hombre del Siglo de Oro van a ser las periódicas hambrunas, que asolarán comarcas enteras y obligarán a ir a buscar cereales a sitios muy lejanos . Esas necesidades estaban ocasionadas por los elementos naturales (sequías, pedriscos, heladas.. .) y por la voraz langosta, la cual brotaba del suelo en pri- mavera, cuando las mieses estaban en sazón, para devorarlas y traer el ham- bre. Si en la peste había un componente religioso importante, en las sequías y plagas también estará presente . Cuando no llueve, hay langosta, hiela . . ., es que Dios está enojado. Hay que aplacarlo. Se acude a las rogativas «. . . que por la esterilidad del tienpo e falta de agua es justo recurrir con oraçiones a Nuestro Señor para que sea servido enbiar plubia para que se crien los frutos de la tierra. . .» (229). E15 de diciembre de 1604 se acuerda decir una novena de misas del agua en San Miguel porque «los beçinos no an acabado de senbrar», a las tres semanas decide el Concejo dar gracias a Dios, puesto que, tras el novenario, ha llovido « . . .que se hagan algunas siestas y que sean de torneos porque de usar las armas y disciplinas se sigue el benefiçio y utilidad . . .» (230) . Hay un azote que ocupa, en apariciones anuales, casi la mitad del período que estamos estudiando y que obliga a que los sucesivos Concejos se empleen a fondo para atajarlo, nos referimos a la langosta, que surgía durante la prima vera avanzada de sus «canutos», en los que había pasado la época fría, para cebarse en los crecidos trigos y en los verdes frutales. Desde el año agrícola 1567-1568 hasta el de 1630-1631, aproximadamente, rara es la primavera en que no se moviliza el vecindario para matar el peligro- so insecto. Así, en una dramática carta, comunica el Ayuntamiento de Mula al Cabildo Catedralicio que «El termino desta villa ( . . .) esta este año muy senbra- do y ay en el tan ricos panes que si nuestro señor les da grano y guarda de mal se espera dellos una de las mexores cosechas que se an visto en esta villa en nuestra hedad, el qual bien tememos no nos sea quitado por nuestros pecados por los quales a permitido nuestro señor o por sus secretos juicios que en este termino se aya obado y naçido este año tanta cantidad de langosta que pone espanto, la qual si no se ataja amenaça un gran azote no solo a esta villa pero a todo este reyno do la llama de su fuego podría llegar. ..» (231) . Su aparición ponía a prueba la capacidad de organización de los pueblos y sembraba el desasosiego en sus vecinos . A ello contribuía la leyenda tejida en torno a la capacidad reproductora del animal y a la rapidez con que se extendía «y con auer hecho el lugar (Mula) las diligençias tan grandes que se an hecho de auer cojido en canuto mas de duçientas fanegas que si la dejaran salir obie-

229 Act. cap. de 16-III-1577 . A.M.Mula. 230 Acts, caps. de 5-XII y de 26-XII de 1604. A.M.Mula. 23 1 A.C.M . Carta del Concejo al Cabildo de 29-IV-1590.

129 ra para comerse todos las reynos parque diçen que de un çelemin de canuto salen diez y ocho fanegas de langosta..,» (232}. Las medios para combatirla eran variados, aunque la corriente era hacer cuadrillas con las habitantes de comarcas enteras para matarla, sacando los canutos o aplastándola cuando naciera. En 1568 fueran los cerdas en manada al campo de Yëchar a pisarla y comerla (233}. Añal más tarde, en 1590, se confeccionaron seis =

232 Ä.C.M. Caria del fiel de la Tercia, Sebastián de Mita, al Cabildo de 13-IV-1595. 233 Äct. cap . de 8-V-1568. Ä.M.Mula. 234 AC.M. Carta de Sebastián de Hita de 27-V-1590. 235 Äct. cap. de 31-V-1626. Ä.it+LMula. 236 GONZ.ÂLEZ CÄSTAÑO; EZ Apocalipsis en Mula. .. 237 Papeles de Boluda deI Toro.

130 las hogazas. Era corriente panadear cualquier cereal, además de trigo . Y se permitía que amasase harina cualquiera, dando la libra al precio marcado y con el peso justo. Ante la crisis de principios de los años ochenta, debe el alcalde mayor, en noviembre de 1584, siguiendo los dictados de una real provisión de agosto ante- rior, realizar un completo registro de los cereales existentes en la villa y alde- as, y de las fanegas de tierra en barbecho (238). Aparecen cantidades insignificantes en mános de particulares, excepción hecha de 42 familias, que tienen de sobra para su sustento y siembra. Se les quita una parte, cuyo total hace 63 fanegas de trigo y 30 de cebada, y con ellas, y repartiéndolas con sumo cuidado entre los poseedores de barbechos (se sue- len dar tres celemines por vecino), se siembra el término municipal ese lluvioso otoño . Además, se intenta dar para «empanar la tierra» 40 fanegas de trigo del pósito «de lo traído por la mar» a los labradores, que no las aceptan por su alto coste, casi 27 reales por fanega. Podríamos asegurar, a modo de resumen, que los granos y su abastecimien- to eran un dolor de cabeza permanente para los sucesivos Ayuntamientos . Las adversas condiciones climáticas, que parecen agravarse en las primeras déca das del siglo XVII; la langosta, presente en todo momento ; y la mala adminis- tración hacen que la mayor parte del período visto sea claramente desfavora- ble, algo que se advierte cuando una cosecha no da suficiente cereal para espe- rar la llegada de la siguiente, o en la impotencia del agricultor ante el destrozo de sus trigales por la demoniaca langosta. Por eso, los representantes de Mula recorrerán las provincias cercanas e irán a Cartagena sin parar en busca de las vitales semillas, base de la dieta del hombre renacentista .

3.4.3. La guerra

Va a ser ésta una contingencia que no afectará a Mula directamente duran- te el Siglo de Oro, aunque sufrirá sus efectos de diversos modos. La villa contaba con una milicia popular, teóricamente integrada por los hombres útiles de 18 a 50 años, al mando de un capitán de a caballo y otro de a pie, nombrados por el Concejo anualmente el día de San Juan Bautista; y con los caballeros de cuantía, que ya en el siglo XVI eran una institución en deca- dencia. La milicia poseía un alférez encargado de portar la enseña de Mula, tambo- res y un sargento. Hasta la guerra con Francia de 1636, sólo va a tener dos actividades importantes: la defensa de la costa contra los piratas berberiscos y la intervención en la guerra de Las Alpujarras y la consiguiente protección de la villa ante la amenaza morisca.

238 A.G.S. Consejo Real, 258.

13 1 La defensa costera será un hecho cotidiano. Casi todos los años recibía el Ayuntamiento, igual que los demás concejos marcianas, cartas deI Marqués de los Vélez, tamo Adelantado Mayor del Reino de Murcia, para que se aprestase la tropa a ir a tal o cual punta de la costa. . Esto que, a simple vista, era un hecha rutinario, se convirtió en una fuente de roces entre Mula y el alcalde mayor de las Fajarlo. Ya en la primera parte del pleito entre un sector de la oligarquía muleña y dan Pedro Fajardo, primer Marqués de las Vélez, que se sentenció en Granada el 1 de febrero le 1527, ganaron los demandantes el derecha a lesignar toda tipo de cargos concejales (239). Por tanto, el Marqués, coma Adelantado, podía ordenar el movimiento de la milicia, pero na nombrar capitanes . Hay numerosos ejemplos, en los libras de provisïones reales deI Archiva Municipal, de las diferencias Concejo-alcalde mayor. Aquí hemos seleccionado algunas. En 1560 se manda a ese juez que suelte a los oficiales que tenia en la cárcel por negarse a aceptar los capitanes impuestos por él para acudir a la costa con la tropa; además, se le indica que no vuelva a repetir la humillación hecha al alcalde ordinaria, Hernanda Felipe, cuando había acudido a verle, en nombre de los restantes regidores, «le auia hecho baxar a enpaxones de las casas del ayuntamiento y le auia hecha muchas malas tratamientos e dicha palabras feas e injuriosas y quebrado la boro de justiçia que traía en sus manos y le auia metida en un calaboça donde solían estar los esclabos y ladro- nes y allí le tenia presa. : .» (240). A los dos años, una provisión dada en Madrid ordena liberar a los miembros del Concejo que estaban encerrados «en el calaboço tras la segunda reja dome solían poner onbres viles y façinerasos. ..» antes de quince días, bajo pena de 50.000 maravedís para la Cámara Real (241). Una nueva previsión obliga a entregar al licenciado Molina, alcalde mayor, en 1563, las banderas, armas y «atanbores» de la compañía que fue a Carta- gena, so multa de 100.000 maravedís (242) . En 1581, sin embarga, sucede al contrario. Las alcaldes y regidores están presos por negarse a dar a los capitanes designados por el Marqués los útiles de la tropa (243). Se conoce el número de efectivos y de armas de la milicia en 1582 y 1599. En el primera de los añal, hay 724 hombres disponibles, de l.os cuales 10 son le a caballa y, únicamente, 33 na poseen armas. En 1599 su número se ha reducido algo, son 678, pero la caballería ha aumentada : 47 jinetes, y sólo hay 26 hombres sin armamento.

239 «Information del pleito entre la villa de Mula y el Marques de los Velez sobxe la etetcion de oficios». Traslado del arïginal de 28-III-1525, sacado e124-IX-1555, fols. 52-54. A.M.Mula. 1-63-1 . 244 Libro 6 de Provisiones Reales. Provisión de 15-VIII-1564, fol. 4. A.M.Mula 1-7Q-1. 241 Ibídem. Provisión de 3-VII-1562, fol. 5 . 242 Ibídem. Provisión de 3-VII-1562, fol. 5. 243 Ibídem. Provisión de 1-IX-1581, fol. 15.

132 La que sf es un hecho signi~.cativo es que las armas descienden en picada. De 1.380 en el primero de los años, se pasa a 723 en eI segundo, desaparecien- d~ las catas, cascas, celadas y demâs elementos de prateceicin ¿para qué se necesitaban con la pólvora?, y mermando muchfsïmo las lanzas, ballestas y arcabuces {par ejemplo, las ballestas pasan de 254 a 48). Sólo se mantienen las populares espadas, que eran parte i~nprescïndible del atuendo masculino, las alabarlos y las escopetas. Las ûnicos que aumentan su nûmero son los puña- les, de das pasan a trece (244). Don Gregario Bolada del Taro relaciona en un librito de apuntes varias, cra- nológicamente, muchas de las veces que la milicia moleña sale de la villa o se prepara paro hacerla, para acudir a la defensa de la costa a a otros lugares del país, entre 1558 y 1645. La fuente de sus notas es, según dice. un libre llamada «De varios», que existía a principios de este siglo en el Archivo Municipal de Mula, hoy desaparecido. En la tabla quinta se indican esos movimïentos, exceptuando los de las años de la guerra de Las Alpujarras, que trotamos seguidamente. El alzamiento morisco en Las Alpujarras supuse un lloro golpe para la monarquía de Felipe II y un fuerte trastorno para la parte oriental de Anda- Iuefa y aledaños X245). Durante cosí das años, el Reino de Murrio sufrió continuas sobresaltos, que concluyeran con la victarîa de las trepas de clon Juan de Austria en el otoña de 1570 . Mula tuvo noticias de lo rebeliôn el día 29 de diciembre de 1568. El 31, acuerda el Concejo enviar 100 hombres al mando del capitán Alonso Capel para sofocarla, El día 24 de enero siguiente, se manda que vaya una fuerza de otros cien soldadas a ayudar al Marqués de los Vélez, mandada por el capitán Alonso Fernández Melgarejo (246). A la que se sumarán, en facha indetermina- da de dicho año, dos grupas, una a cuyo frente iba el capitán Diaga Fernández Melgarejo con cien hombres y otro a las órdenes de Martín Dávila con 80 (247). Después, los acontecimientos se desarrollan osi: en marzo se mondo entre= mar la guardia de la villa, pues se halla rodeada de lugares de mariscos y por- que existe la posibilidad de que los valencianos ataquen el Reino de 1Vlurcia. Se movilizan las hombres de 17 a 60 años y se envían vigías a las vecinas aldeas

244 Listas de hombres de guarra. A.M.Mnla y SOLER I~EL CAMRO, Álvaro: «El armamento medieval murcïana». Cuadernas de Inaestigacián. ~edieual n° 6. A-Z Ediciones y I'ublicacíones S.A. Madrid, 1987. 245 Rara la mejor comprensión de este lxecho y la posterior expulsión del Reino de Granada, véase: I?OMÎNGUEZ ORTIZ, Antonio y VINCEiV'fi, Bernard; Historia de las .l~or-iscas. Revista de Occidente. Madrid, 1978. CARO BAROJA, J~xlio: Las moriscos del Reino de Granada. Edit. Istmo. Madrid, 197i?. CÀRDAILLAC, Louis: ltlarisras y cristianos. Un enfrentamàento polémico (1492- 1640) E.C.E. Madrid, 1979. Y LAREYRE, Ilenrï, opus cit. 246 Act. cap. de 24-I"1569. A.M.Mula. 247 Según natas de don Gregario Bolada del doro, tomadas de un libro del Archivo Municipal de Mula, hoy desaparecida .

133 para que observen los movimientos de sus moradores y avisen si notan algo rara. Se concede una amnistía para que las personas que andan huidas por diversas delitos puedan reintegrarse a Mula ese mes y el venidera sin que sean presas, Por ultima, se ordena que nadie salga de los confines moleñas y que los que estën fuera vuelvan, so pena de diez ducados (248x. Fn julio se dice que hay muchas mujeres de cristianas viejas refugiadas en la villa, procedentes de Vélez Blanca. Que por la amenaza que pende sobre esa localidad del Marqués, el alcalde mayor de Mola ha dado un pregcin en el que se informa que quien desee ir a defenderla recibirá cinco dotadas al mes. Que no se ha presentado persona alguna porque ya han salida muchas de Mula en las dos compañías de infantería y una de caballería que se dirigieran a Mojácar y Galera. De todos modos, se envían veinte hombres con el salario propuesta por el alcalde mayor, que será pagado cada diez dîas (249). No se olvida el Concejo de las necesidades de Mula. Ordena que se vean los aljibes y que se reparen a su casta. Se arregla el de Castro, al que se ponen puertas, que valen 382 maravedís. I}ecreta que los que posean yeguas o caballos los tengan dispuestos par si hubiese que salir al combate. Y prohïbe qoe la gente entre o salga por los agu- jeros de la cerca que se está edificando, que la haga por las puertas, baja multa de 10 .QQ0 maravedís (250) . Finalizando la contienda, manda que ningán vecino cobije a personas enfer- mas a sanas que vengan de la guerra, porque la villa está libre de contagios y ëstas pueden traerlas (251}. A partir de los «años de catástrofe» del sigla XVII, con la declaración de gue- rra de Francia, los problemas de Flandes y las luchas de Portugal y Cata- luña {252), la milicia moleña debe acudir a escoltar naves, a defender la costa, esta vez de los buques franceses y holandeses, y, muchos de sus hombres, a combatir erg los tercios de Italia y de las Países Bajas . Seguidamente, conoceremos la historia militar de uno de esos soldados, el hidalgo don Juan Fernández de Saavedra, que vino al mundo en el año 1615,

248 Act. cap. de 16-III-1569. A.M.Mula. 249 Act. cap, de 80-VII-1569. A.M.Mula. Conocemos el recorrido de una de esas compañías, la mandada por el capitán Pedro de Jérez, quien el 3 de octubre de 1569, escribe una carta al Concejo de Mula, en la que relata su viaje. Llegaron a Albolote, en las cercanías de Granada, donde acam paron los hambres, yendo Jérez a besar la mana de clan Juan de Austria a la capital. Le mandaron ïr a Málaga para embarcar hacia Almeria con la tropa. Luego eambïó la orden y fueron a llevar bagajes a Orjiva. En Lax~jarón estuvieron a punto de entablar combate con los mariscos. Vueltos a Granada, sobaron para Málaga, donde ambarearon en las galeras de don Àlvara de Bazán para defender Almeria. Noticias recogidas por don Gregorio Goluda. 250 Aet. cap. de 4-Ny de 8-V de 1569. Y «Libro de quemas que se toman a los mayordomos dol cançejo.. .», cuentas da 1569-1570. A.M.Mula. 251 Act. cap. de 20-V-1570. A.M.Mula. 252 Í?OMÎNGUEZ ORTIZ, Antonio: Desde Carlos V a la Paz de los Pïrïneos (1517-16601. Edit. Grijalbo. Barcelona, 2978, págs. 1ßc3-222.

134 hijo de don Alonso Fernández de Saavedra y de su segunda mujer, doña Isabel de Llamas Palencia (253). Atendiendo a la llamada del rey Felipe IV para defenderlo contra el monar- ca francés, realizada por eI Marqués de los Vêlez, se alista el 7 de febrero de 1639 . Es destinado al presidio de Pamplona como corselete, donde se halla al mes siguiente, En julio, y luego de ganar un escudo de ventaja por su valentïa al defender la ciudad, fue con su compaxiia al Puerta de Maya, a proteger la frontera con Francia. Regresó a Pamplona y consiguiô permiso, el 18 de noviembre, para ir a Zaragoza a curarse una enfermedad. En diciembre de 1640 se encuentra en Mula, donde es nombrado alférez de la milicia por su capitán, don Francisco de Molina Soto. En marzo del año siguiente está en Tortosa, desde donde se le manda llevar ganado a Tarragona, vía Perellö y Hospitalet, A prineïpios de noviembre de 1614 se embarca en Tarragona con la compa- xlía del capitán Juan Vicente para socorrer al Rosellön, región en la que perma- neciö hasta julio del año siguiente. Intervixxo en la toma de Argelës . En julio de 1642 es designado capitán de la milicia de Mula, por muerte de su titular, por la Marquesa de los Vêlez en ausencia de su esposo. Al poco se embarca con sus tropas en Cartagena para guardar las galeras que iban a Vinaroz, desde cuyo punto debía volver a Mula, Mas no pudo hacerlo porque a1li se incorporaron los barcos al resto de la escuadra, que ïba a luchar contra el enemigo. La milicia se portó valientemente hasta regresar, en octubre, a Cartagena, sobre todo en la pelea que sostuvo su nave ~on el galeön holandës «Princesa de Orange» a la altura de Alicante. En septiembre de 1643 acude con su gente a Cartagena, a defenderla de la armada francesa, y un año despuës se halla en Merina (Italia), donde le nom- bra el Marqués de los Vélez Sargento Mayor del Tercio de Patti, con 15 escudos mensuales de sueldo. En ese lugar interviene en la recuperaciön de una tarta- na que un bajel francés había capturado cerca de la ciudad, llevándola a Patti con ayuda de siete barcas con infantería. En Palermo, el 21 de enero de 1643, certifica don Cxabriel de Concha Osorio, capitán de una compañîa de Infantería Española del servicio de Sici.l.ia, que don Juan sirviö por cuatro meses como alférez en la compañía del capitán don Luis Fajardo. Que con ella se embarcó para Orbetellp y se hallö en el combate que la armada sostuvo con la francesa en el Puerto de San Esteban. Bajö a tie- rra can la tropa del capitán Osorio llevando una pica. Con ella luchó en la bata- lla de las colinas de Tierra Roja el d%a de San Pedro. Luego se embarcö otra vez para Orbetello, para hacer levantar el cerco al enemigo, y cayö enfermo de calenturas, de las cuales falleeiö en la galera «San Miguel» el 26 de agosto de

253 Se halla eI Iegaäilla can los hechos de armas on un arChïva particular de Mula.

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1646. No obstante, su ejemplo había sido seguido ya por su hermanastra Pedro, quien fue nombrada en Mesina capellán mayor de la Infantería Española por eI Marqués de los Vélez, el 2$ de julio de -1644. La caballería de alarde nació para defender las zonas fronterizas de la ame- naza musulmana durante la Edad Media. A ella pertenecían los plebeyos que poseían una determinada cantidad de dinero. Una vez designados caballeras, debían dotarse de armas y de un caballo exclusivo para la guerra y pasar dos revistas anuales llamadas «alardes» (254). Durante el siglo XVI hay noticias de las revistas celebradas en Mula desde l52ß hasta 25$9 (255). De ellas, únicamente se conoce el número total de cuan- tiosos en los años que vienen a contïnuación. Se ha colocado la cifra de 1446 para que sirva de comparación con las de la centuria del quinientas (256).

GUÄDRt~ 22

~ataZ de cuantivsc~s entre 1~46y X599

Años ~c~baZZero~

1446 94 1577 49 1588 21 1599 36

Del cuadra se extrae que la eaballeria de premia cae en picado en el siglo XVI. La que puede dar una idea de lo mal que era llevada la condición de cuan- tioso, por las molestias económicas que ocasionaba. La edad para ser caballero era de veinte años hasta sesenta y poseer más de mil ducados de patrimonio, aunque se hacía todo lo posïble para eludir ese «banor» (257}. En 1594 pone el alcalde mayor pleito a García $otía porque intenta zafarse de engrosar ese cuerpo. El demandado tiene que hacer verdade- ros juegos malabares para demostrar que sus bienes no alcanzan la cantidad requerida (25$) .

254 TORRES FONTES, Juan: «La caballería de alarde marciana en al sigla XVS>. A:.H.D. E. Madrid, 1968. 255 A.Ch.C~r. 3fl3141718. 256 Las cifras se han obtenido de las relaciones conservadas en las siguientes documentas: A.Ch. Gr. 8ti2/21311. Act, cap. de 16-I-1577. A.M.Mula. YA. Cla. Gr. 3t651I8. 257 Act. cap. de 16-X-1577. A.M.Mula. 258 Documentos del Marqués de las Vélea. «Demanda de García Botia Durango para ~,e eximir de la guando>~, de 11-I1-1594. A.M.Mula.

136 En los alardes se ve cómo los caballos eran descritas minuciosamente par las escribanos, que anotaban las manchas y peculiaridades de cada uno, a la vez que tomaban juramento a las dueños de que eran suyas y no los dejarían a nadie para alardear. Las alcaldes ordinarias pasaban revista das veces al año a los caballeras : el primero de marzo y el primero de septiembre, y ponían multas a los no asisten- tes a a los que mostraban faltas en el equipo. En 153$, impusieran a cada uno 600 maravedís, con la. amenaza, en casa de no abonarlas, de subastar cosas de su propiedad (259) . Los lugares elegïdos para el desfile eran las afueras de la villa: la Corredera o junto a la ermita de la Concepción, donde había suficiente espacia para maniobrar. El hecha de ser las ordinarios y na el alcalde mayor los encargados de las alardes fue fuente de problemas y de favoritismos, ya que muchas veces perdo- naban faltas en el atalaje del guerrera a del corcel, o na imponían sanciones por no acudir a ellos. Tanto es así que, en 1590, puso pleito el alcalde del Marqués a once caballe- ros que no teman caballa ni armas y que no hacïan alardes; y a otras cinco par no querer pasar inspección. Se resolvió el juicio por sentencia dada en Madrid el 14 de marzo de 1591 . En ella se mandaba a los alcaldes mayores presidir en adelante las revistas (260) . Aunque Felipe II y Felipe III intentaron potenciar la caballería de premia, ésta tenía los días contados, pues el objeto de su creación: la inseguridad en las tierras fronterizas con los musulmanes, había desaparecido, y el coste de las atributos de su estatus constituîa un pesado lastre en la economîa familiar. Par eso, cuando se quiere hacer nueva relaciân de las cuantiosos existentes en Murcia en 1614, debe enviar el Marqués de las Vélez al Auditor General del Reino de Murcia para que apremie a los de Mula que «andan haÇiendo conven tículos y hablando palabras descompuestas (. ..) contraponiendose a las Reales ordenes y queriendo impedir el serviçio de Su Magestad y la defensa de aquel Reyna. . .» (261).

3.5. Los mouïmïentos migratorïos

Tres san las fuentes para conocer la llegada de los hambres a las pablacia- nes del Antiguo Régimen fundamentalmente: las libros de acuerdos concejiles; los parroquiales, sobre todo los de matrimonios ; y los de inscripción de nuevos vecinos . Durante el sigla XVI, y hasta que se cuenta con los libros de casamiento, debemos de conformarnos séla con los de actas del Ayuntamiento, pues los últi- ,

259 A. Ch. Gr. 303141716. 260 A.G.S. Diversos de Gastïlla, leg. 18, n° 22. 261 Documentos del Marqués de los Vélez. Carta desde Valladolid de 28-I-1614. A.M.Mula.

137

mos se han perdido . La inmigración que, teóricamente, debió ser muy conside- rable en la década final del siglo XV y en las tres primeras de la centuria siguiente, no se advierte en los avecindamientos anotados en el único volumen de acuerdos conservado de la primera mitad del siglo XVI, el de 1523-1528 . Solamente nueve personas (todos hombres) son inscritas. De ellas, cinco lo serán por cinco años, tres por diez y una no lo especifica. Únicamente en dos casos se conoce la procedencia : Juan de Yagüe, de Molina de Aragón, y Pedro Millán, de Bortejuela. ¿Acaso habría una inmigra- ción no oficial importante, de la que no queda rastro? Lo ignoramos, aunque no sería difícil pensar que existiera, sobre todo en los primeros años del siglo, durante los cuales acuden muchas personas a roturar tierra. Veamos a continuación la relación oficial de avecindamientos de 1563 a 1594. CUADRO 23

Avecindamientos inscritos en los libros de actas, 1563-1594

Años Total Procedencia

1563 1 Caravaca 1568 1 Béteta 1572 1 - 1573 18 17 de Vélez Blanco 1574 4 - 1575 2 - 1576 2 - 1577 1 "Portugués" 1580 1 Casas Ibáñez 1581 1 ¿Cazorla? 1582 1 Alhama de Murcia 1594 1 Pliego

Se aprecia que las procedencias son muy desiguales y no se puede aventu- rar ninguna hipótesis . En 1573, año anormal, se asientan 17 moriscos de Vélez Blanco, lo que no merma en nada la falta de inmigrantes. El individuo de 1581 se llama Ginés de Cazorla y es morisco, por lo que seguramente procedería de ese pueblo de Jaén. De los nuevos vecinos no se conocen más que siete profesiones : cuatro perte- necientes al sector primario (tres pastores y un cabrero) y tres al terciario (familiares del Santo Oficio). Francisco Martínez, en 1582, se queda a vivir en Mula porque ha contraído matrimonio aquí. Sepamos ahora qué nos revelan los libros de casamientos.

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CUADRO 24

Inmigrantes por sexos en los libros de desposorios y procedencia de éstos porcentuálmente (1580-1648)

Inmigrantes Inmigración

Parroq. Casados del V H Total % ProU. Nac. Ext. Período

S. Dom. 2.552 98 40 138 5,4 64,4 31,1 4,3 S . Mig. 1 .678 100 25 125 7,4 62,4 28 9,6 La Puebla 186 18 4 22 11,8 90,9 9,1 0

De las 4.230 personas que se casan en la villa, 263, e16,2 por cien no son de Mula. En La Puebla, sin embargo, el porcentaje es el doble, el 11,8. De todos modos, una corta cifra. La gente que llega a la aldea proviene casi exclusivamente de la comarca natural (Albudeite y Pliego), de la del noroeste (Calasparra, Cehegín y Moratalla), del Valle del Segura (Ceutí y Murcia) y de Cartagena, un varón . Sólo habrá dos casos de inmigrantes extrarregionales, un varón y una hembra de pueblos de Cuenca. Los que se casan en Mula vienen, en su mayor parte, de la Región (sobresa- le la capital con 34 individuos) y de provincias limítrofes (La Mancha, Alicante, Almería y Granada) . Entre los extranjeros destacan los franceses que, con diez individuos, suponen más de la mitad del total. Otra consecuencia se extrae de la contemplación del cuadro : que los hom- bres prevalecen sobre las mujeres en una relación de 4 a 1 en San Miguel, de 2 a 5 en Santo Domingo y de 4,5 a 1 en La Puebla. De manera que parece quedar claro que era el varón quien salía a buscar esposa, mientras que las hembras se mostraban más reacias a abandonar su hogar. Una observación hay que hacer a tenor de los datos analizados, que las per- sonas forasteras que contraen nupcias en Mula no tenían por qué aumentar el censo de población, pues solía ser corriente, y aún lo es, que la pareja se casase en la parroquia de la novia, pero fuera a residir a la del novio . En este caso, un altísimo porcentaje, imposible de conocer, iría a los pueblos de los maridos . Por lo cual, realmente, habría una pérdida de habitantes femeninos . Una pregunta cabe plantearse a estas alturas ¿a dónde van los muleños que emigran y que, como advertiremos, son muchos? Intentaremos contestarla, ya que sin temor a equivocarnos, se puede considerar fundamental para compren der el comportamiento socio-demográfico del territorio muleño a partir del últi- mo tercio del siglo XVI.

139

Hemos indicado que son muchos los que se marchan y así lo dan a entender los parámetros que tenemos . Tanto cuando comenzamos a analizar .el compor- tamiento poblacional como cuando lo hicimos con el producto diezmal, notamos que algo raro ocurría: se estancaba la producción y descendía la población sin razón aparente, tal y como se puede ver seguidamente:

CUADRO 25

Población y producción en Mula entre 1550 y 1589

Años Total vecinos Años Producción agrícola (diezmos)

1563 1 .120 1550-59 171 1584 1 .048 1560-69 205 1570-79 189 1580-89 133 (Índice 100 = 1520-29)

Y decimos sin razón aparente porque no hubo epidemias de importancia y las muertes en las guerras de Las Alpujarras supusieron, apenas, un rasguño en la piel de la población muleña. Además, como se puede observar en el apar- tado de los moriscos, en 1584 había 96 familias de cristianos nuevos, que no sirvieron para elevar el maltrecho vecindario de la villa. Una simple suma, las 1 .120 familias de 1563 y las 96 moriscas existentes veintiún años después, sin contar el lógico crecimiento de hogares que hubo de haber en esas dos décadas, deberían hacer un total de 1 .216, pero, como se nota en el fiable padrón de 1584, la cifra no es ésa, sino que se han perdido 72 veci- nos entre los dos años . La única explicación plausible es la de la emigración. Además, están las cifras de pecheros, ya que en 1591 hay 873, según el censo de Tomás González, apenas 43 más que en 1533, mientras que los vecinos hidalgos se han reducido. Como quedó claro cuando se estudió el apartado del hambre, precisamente, los años entre los dos padrones son de pésimas cosechas, lo que, de por sí, tuvo que animar a muchas personas a buscar fortuna en otros lugares. Si a eso se añade que, en nuestra villa, el sector primario era el típico de cualquier pobla- ción de Antiguo Régimen, con una importante masa de jornaleros, y que las tie- rras estaban ya cogidas y sólo se daban licencias para ensancharlas, se enten- derá que todo coincidiera para que la gente se marchase masivamente en busca de nuevos horizontes. Pero . .. hay más . No se olvide que la expulsión de los moriscos granadinos tiene lugar a principios de los años setenta, quedando, entonces, una rica tie- rra, cultivada desde antiguo, a disposición de cuantos quisieran ir a trabajarla.

140 La Real Cédula de 24 de febrero de 1571 pone en marcha el proceso repobla- dor en el Reino de Granada, a lo que ayudan las «condiciones con que se mandó establecer la nueva poblaçion en el Reiono de Granada» de 27 de septiembre del mismo año (262) . La noticia de que se daban parcelas a cambio de un censo a Su Majestad en aquel Reino debió de correr rápidamente por las regiones colin- dantes y por el resto del país. A lo atractivo que resultaba la posibilidad de acceder a la propiedad, junto a lo duro de la situación en sus localidades de ori- gen, hicieron que importantes contingentes de personas se pusieran en movi- miento desde los sitios más insospechados . De Mula no hay cifras exactas de cuántas familias salieron, pero si a las 72 que nos faltan en 1584 añadimos las 96 moriscas que se anotan ese año, dan un total de 168, a las que habría que añadir bastantes más, hasta hacer que el número de las que se marcharon no bajara de 250 ó 300 ¡unas 1 .500 personas!, una importante porción de la masa asalariada, del motor de la sociedad, lo que podría explicar ese estancamiento en el producto diezmal, ya que, como indica Andújar Castillo (263), el móvil fundamental para lanzarse a la aventura de repoblar lugares abandonados por los moriscos es la escasez de recursos para la subsistencia en su tierra de procedencia. No cabe duda que los que se fueron, lo hicieron en diversas direcciones (sólo dos se avecindaron o%cialmente en Murcia entre 1556 y 1600) (264), pero un contingente importante de familias se dirigió a la zona oriental del reino gra nadino, aprovechando la facilidad de penetración que suponía la existencia del paso natural de la Depresión Prelitoral murciana. En la parte de la actual provincia de Granada y en las poblaciones de Las Alpujarras no parece que se asentasen no sólo muleños, sino apenas murcía- nos, dada la importante distancia a sus localidades de origen. De este modo, dos estudios sobre otros tantos lugares de esa provincia: Dólar y Alfacar, y otro sobre los pobladores del Valle de Lecrín (883 personas) no han reportado más que un vecino de Alhama de Murcia en el segundo caso y trece de cuatro villas de nuestro Reino, ninguno de Mula, en el último (265). Sin embargo, una serie de publicaciones sobre poblaciones de la actual pro- vincia de Almería y la comunicación epistolar con el P. Tapia Garrido sobre los libros de repartimiento de Tíjola; Antas; Aldeire, anejo de Alcóntar; Lubrín;

262 ANDÚJAR CASTILLO, F. : La Repoblación de Almería tras la expulsión de los moriscos en el siglo XVI. Origen geográfico de los pobladores . Ejemplar mecanografiado, fol. 3. 263 Ibídem, fol. 23. 264 CHACÓN JIMÉNEZ, Murcia en la centuria del quinientos, pág. 144. 265 RUIZ PÉREZ, Ricardo y RUIZ PÉREZ, Rafael : La repoblación de Dólar después de la expulsión de los moriscos(1571-1580) 2á ed. Ayuntamiento de Dólar, 1985. BARRIOS AGUILERA, Manuel: Alfacar morisco (Un lugar de la Vega de Granada en el siglo XVI) . Universidad de Granada. Granada, 1984 . Historia de Andalucía . «La Andalucía del Renacimiento». Cupsa Editorial-Edit. Planeta. 1982, págs. 210-211 del tomo IV. En el A.M.Mula hay la venta de una casa, que compra Gonzalo García, de Lorca, a Francisco Gil, de Mula en 43 ducados, porque éste se ha ido a poblar el lugar de Huéscar. Caja 3 de protoco- los notariales del siglo XVI, venta de 26-X-1575.

141

Alïcún y Huêcïja, nos han permitida confirmar la que tengamos cauro hipótesïs de trabaja y que avanzábamos más arriba, que las xnuleño del tercer tercia del siglo XVl marcharan en gran cantidad a repoblar el este del Reino de C"ranada. El interesante estudio de Andújar Castillo permite ver cómo las marcianas san, lx~¬ega de los de Jaéxx, los que más acuden a palalar las tierras moriscas (266), ya que son raras las localidades almerienses que no cuentan can alguna familia oriunda de ese Reino. En la misma abra (folio 12) se indica que, de las repobladores de Almeria capital (un total de 1fl2), el 10 par cien san marcianos y muleros. Pero éstas, cama se ha indicada axxteriormente, se desparraman par más lugares le la vecina provincia. A Cenar de las managrafïas publicadas hasta ahora, hay siete localïdales londe se han detectado contingentes le naturales de Mula. Básicamente se concentran en villas del Valle del Almanzora y del Marquesado de las Vélez. En eI Valle, según el mencionada Andújar Castilla (267), son las marcianas las que más acuden a pablar, asi, en el casa de ~uércal-uvera, las x~~ule^as san, en e1 primer reparto, de marzo de 1572, trece familias; en el tercera, en sep tïembr del mismo año, seis, y lefinïtivaxnente, diez vecincxs, lo que representa casi el 14 par cien del total (268). Y en Olula del Rïo encontramos a Antón Marín, que recibe una suerte, y xxa le las más favorecidas, en. las primeros tiempos de la repoblación (269). En el marquesado de las ~`élez, es curioso que na hay criï emigrantes mole- ñas en los dos lugares principales: Vélez Blanco y Vélez Rubio, ¿seria porque eran localidades bajo la mirada directa de los Fajarla ~, no se olvide, una importante facción del vecindario de lVIula estaba en abierta lucha can ellos f existen, en cantidades importantes, en Cuevas de Almanzora y Cantorïa . En la primera, son criï el 13 par oïen de su población; 29 hogares en 172 (270). Al año siguiente, cuando a males de noviembre es atacada la villa par corsarias berberiscas y apresados 237 de sus habitantes, las cuales san llevados a Tetuán, el contingente moleño, can seis personas, es el más nameroso, luego del lorquïna, 36 individuos (271),

266 C1pus cit ., fol . 22 . 267 Ibîdem~ Fol. 19. 268 GA3~CL4 AS NSIt?, Enrique: Flisio~°ia cZe ~uérctxZ-t3~~rcx ~ s~ corra~aarc¬z. Tip, de Antonia Jiménez. Murcisa, 1909-1910, pägs . 31-36 del tamo II Y 43-46 del mismo volumen. 269 LENTI CC} PtICHE, José Damingat «Aportaciones a la repoblación, 2578-1604. El casa de (31u1a del Rïo~. l~oel ne 3. Ayuntamiento de t3.lbox, 39$2, p~gs. 35-52, 270 BARRIOS ACT.IILERA, MarGUel : «Repoblación del Valle del Almanzora después de la expulsión de los moriscas: Las Cuevas del lUlarquesado>= . Roes n° 6. À~taanianto de Albox, 2985, págs. 67w92 . 271 VINCENT, Bernard; «Un exemple de course barbaresco-marisques fattaque de Cuevas de Al~nan~ora (2573?». Pec~rrxlbes. Grniversidad de $arcelona, 1981. pógs. 7-20. En Cantaria la proporción es menor, el 5,76 por cien del vecindario, es decir seis familias sobre 104 (272); y se da la circunstancia de que tres Palomeque, Juan el viejo, Juan el maza y Diego Palomeque Padilla, parientes sin duda, reciben dos suertes cada uno, lo que se sale de lo habitual en esa circunscrip- ción. No obstante lo dicho más arriba, conocemos la existencia de un repoblador en Vélez Blanco, Juan Muñoz, en 1574 ¿criado del Marqués.. .? (273). Grima Cervantes recoge en su trabajo sobre Turre a un tal Hernando de Mérida como nueva poblador (274). El P. Tapia Garrida nos facilïtó muy amablemente la noticia de que entre los que repoblaron las seis localidades citadas al principio figuraban un total de 14 vecinas provenientes de Mula, repartidas asi: Tijala 1; Antas 3; Aideire 6 ; Lubrín 1; Alicún 1 y Huécija 2 . Par última, tenemos noticias de que en agosta de 1575 Antón de Escámez, natural de Mula, pero residente en Vera, vende a Juan Gutiêrrez una casa en la parroquia de Santa I?ominga por veinte ducados, lo que parece indicar su defïnitiva asentamiento en esa villa (275). En resumen, parece quedar claro que los moleños, siguiendo la corriente migratoria del momento, encaminaron sus pasos hacïa la parte este del Reina de Granada en una porciôn nada desdeñable, ubicándose a la larga y ancho de la actual provincia de Almerîa, aunque prefiriendo el norte y centro de la misma . Buenos conocedores de las técnicas de regadío, na podîan dirigirse hacïa la dura zona de Las Alpujarras, sino que optaron par lugares donde el agua era abundante y serían continuadores en el laboreo de una tierra bien trabajada desde antigua por los expulsadas. Es de esperar que en un futuro prâximo, conforme se vayan publicando nue- vos trabajos sobre repoblación de la zona almeriense-granadina, las setenta y seis familias localizadas en tierras de la provincia vecina (una cuarta a quinta parte de las que, estimamos, salieron de Mula) se vean incrementadas con el aporte de nuevos pagaras, aunque, creemos, na serán sïno la confirmación de un hecho que explica, en parte, el estancamiento de Mula y de otras poblacio- nes del antiguo Reino de Murcia en el última tercio del siglo XVI.

272 ESPINÁR MORENO, Manuel: ""Población y vivienda en Cantoria tras la expulsión de los moriscos» Roet n° 3. Ayuntamiento de Albox, 1yß2, págs. 53-72. 273 TAPIA GARRIDO, Jasé Ángel: Vélez Blanco, la villa señorial de los Fajardo . 2á ed . Ayuntamiento de Vélez Blanco. Madrid, 19ßl, pág. 217 y apéndice 10. 274 GRIMA CERVANTES, Juan Antonio: La expulsión morisca. Ft repartimiento y la repobla- ción cristiana de Turre (1570-1596) . Diputación de Almeria-Ayuntamiento de Terre. Almería, 19ßß. 275 Caja 3 de protocolos del siglo XVI. Venta de 7-VIII-1575. A.M.Mula.

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SEGUNDA PARTE

LA ECONOMÍA

CAPÍTULO 1 . ESTUDIO SOCIO-PROFESIONAL DE LA POBLACIÓN MULEÑA

1 .1 . El artesanado: una actividad relevante

No hay demasiados datos para conocer la población activa de Mula. La fuen- te principal es el censo de 1584, hecho para el pago de los servicios ordinarios y extraordinarios, que ya conocemos . Si, como sucede en Valladolid (1), al listado le damos una fiabilidad total, habría que pensar que el trabajo era minoritario en la villa. La población, incluidos los 96 moriscos y 19 ocultos, que el juez de comisión ordena reseñar, es de 1.048 vecinos . Si a éstos se les restan los 150 hidalgos y los 23 curas del censo de 1591 (no sería mucha la variación en siete años) y las 161 viudas del de 1584, aparece una población trabajadora de 733 vecinos, a los que aún habría que restar unos cuantos pobres de solemnidad. Serían, por tanto, unos 7001os vecinos ocupados. Pues bien, el censo sólo da 154 profesiones, el 22 por cien. Realmente poca cosa, pero es que su finalidad es meramente fiscal : recaudar impuestos, y no la de precisar el oficio de nadie. Por ese motivo, no reseña a los aprendices, a las personas que servían, ni a los esclavos, los cuales abundaban en la villa. Analicemos lo que tenemos. Como se puede ver en la tabla 6 del Apéndice, desglosada por parroquias, del sector primario únicamente se anotan 15 emple- os, cuando los jornaleros debieron de constituir la masa de la villa. El secundario es el que cuenta con más ocupaciones, 75, el 10,71 por cien de la gente trabajadora (porcentaje sacado sobre 700 vecinos), destacando el

1 BENNASSAR, Bartolomé: Valladolid au siècle d'Or. . ., pág. 200.

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importante artesanado, dentro del cual el ramo del textil es mayoritarïo, segui- do de los que trabajan en el cuero con 14, en la construcción y en el metal, con 8 cada uno. El subsector de la alimentación es también notable, con una pre- sencia significativa de panaderos y molineros. El sector servidas está formado por las cargos concejiles en un alta porcen- taje, seguidos de los comerciantes y de los que se dedican a la sanidad. Una pobre visión de la población activa, ya que se sabe por diversas fuentes que habla más diversidad profesional. No se mencionan los espadadores, ni el amplio espectro de la construcción (maestros de tapiería, pisones, peones etc. ..), cuyos reglamentas salariales se encuentran en los libros capitulares, sólo alba- ñiles y canteros. Tampoco se habla de los alfareros, los cuales reciben en 1606 una regulación de precias y el mandato de que, de los hornos que hicieran, dejaran siempre piezas en Mula para que na faltaran al vecïndario cacharros de cocina (2). Se reduce el ramo de la arrieria a tres vecinos y no se dice cosa alguna de los torcedores de seda, cuando eran abundantísimos en Mula, según se ve en el siguiente cuadro y se palpa en las ordenanzas (3).

CUADRO 26

Tornas y torcedores de seda en Mula (I606-1625)

Años Tornas Torcedores

1606 65 60 1615 102 85 1625 103 91

Ciertamente no hay gremios en Mula. Na existe número suficiente de com- ponentes de cada oficio para constituirlos . Pero ¿acaso el hecho de que el Ayuntamiento nombre anualmente veedores de diversas profesiones (sastres, pañeros, aljeceros, alpargateros etc. ..) no está indicando la presencia de colecti- vos importantes a las que se debe fiscalizar? Además, aunque no hayan verda- deros gremios, sí existen organizaciones profesionales, pregremios, totalmente

2 Act. cap. de 18-XI-1606. A.M.Mula. 3 Cuadro elaborado a partir de las tres visitas realizadas por los sucesivos alcaldes mayores a los Torcedores, halladas entre los Documentos del Marqués de los Vélez. Ya en el acta capitular de 21- .N-1526 se dice que quien hilare seda y no llame el dïa antas a los ejecutores para que la vean, pague 300 maravedís de multa. Y que nadie hile en todo el dîa sino dos madejas. En el acta capitular de 31-IV-1566 se manda que las hilanderas de seda «den cuenta cama asyentan el dicha torno» so pena de 200 maravedis. Todos Ios documentas en el A.M.Mula.

148 reglamentadas, con exámenes, que a veces se exigen, con aprendices y con per- sonas nombradas por el Concejo para velar porque cumplan bien con su trabajo y lo enunciado en sus ordenanzas. No se advierte todo esto en el censo. Sólo se anota un aljecero, cuando no se para de legislar sobre ellos (4). Los sastres, a los que vigila estrechamente el Concejo, mandando que el que «gastase» (estro- pease) alguna pieza de ropa dejada por un cliente la pague y, de multa, abone 68 maravedís (5), únicamente cuentan con 11 representantes. Los tres tintore- ros que, sabemos, había en 1580, cuando se manda que los paños no se herren con papel sino con plomo, quedan reducidos a uno cuatro años después (6). Los zapateros y curtidores, que reciben unas preciosas ordenanzas en 1565, sólo cuentan con seis vecinos los primeros y con ninguno los segundos (7). . . Las cartas de aprendizaje y los contratos para servir debieron de ser abun- dantes . En los escasos protocolos del siglo XVI conservados hay, entre 1574 y 1576, tres de las primeras y dos de los segundos, esto en una escribanía sólo y en Mula habían cuatro más funcionando en ese momento (8). Existe, antes de concluir el período que estamos estudiando, en 1633, una relación de profesiones pertenecientes a los sectores secundario y terciario, que debían pagar la media anota ordenada por Felipe IV. Para seguir practicándo las, tuvieron que mostrar sus titulares las cartas oficiales de examen y pagar un ducado. Veinte y ocho las presentaron, cuyas ocupaciones indicamos seguidamente, ¿se ocultaron muchos . . .? (9) . Del sector secundario hay dos albañiles, dos car- pinteros, un cerrajero, tres herreros, cuatro alpargateros, cuatro zapateros, siete sastres, un tundidor, un torcedor de seda, una comadre de parir y un albeitar, que actuaba como herrador. Esta relación no admite una comparación con el censo de 1584. ¿Será posi- ble que falten tantas profesiones?, porque el decreto filipino mandaba que

4 Ver, por ejemplo, las actas capitulares de 2-VI-1526, 10-X-1560, 28-X-1564 y 30-XI-1590. A.M.Mula. 5 Act. cap. de 9-VII-1524. A.M.Mula. 6 Act. cap. de 17-VIII-1580 . A.M .Mula. 7 Act. cap. de 21-VII-1565. A.M.Mula. Que ningún oficial curtidor venda corambre sin que le eche a cada docena de pieles de hembra dos arrobas y media de zumaque, so pena de 400 marave- dís y pérdida de la corambre. Que cualquier cuero de buey que se hubiera de curtir, no se curta sin que primero se hierva con zumaque y lentisco, y que para ello se eche un cuarterón al hervir, que todo haga una arroba, bajo la pena dicha. Que no se curta corambre sin que esté presente el veedor ni se saque de Mula sin que la vea el ejecutor. Que nadie venda zapatos por las calles porque van engañando a la gente diciendo que cada obra es granadina para que compre, so pena de 400 mara- vedís y perderlos. 8 En 13-XII-1576, Hernán Pérez, vecino de Albudeite, pone a su hija Catalina, de ocho años, a servir en casa de Hernán López por siete. En 23-XI-1574 el murciano Francisco Hernández, mayor de 16 años, entra como aprendiz con el sastre Francisco Telero por tres años . En 18-XI-1575, Hernando Melgarejo, vecino de Campos, pone a su hija María de 13 años para que asista a Juan de Hita durante tres. En 30-I-1576, Hernando Adonga, vecino de Mula, pone a su hija Catalina, de diez años, a servir con Ginés Buitrago por un año. En 11-X-1576, Florencia Muñoz, viuda, pide a Antón Pérez, alpargatero, que acabe de enseñar el oficio a su hijo Ginés. 9 Se muestran los títulos el 13-II-1633. Libro 3 de Veredas, fol. 166. A.M.Mula.

149 pagasen el impuesto oficios que había en aquel censo. La explicación, si la hay, es que los que ejercían lo hacían sin estar examinados, aunque los que abonan el impuesto no protestan, no acuden a los agravios comparativos o a la denun- cia. En resumen, unas leves notas sobre la actividad laboral, que no pretenden ser más que una aproximación al problema de la ocupación de la población.

12. Las herramientas industriales

Prueba evidente de la importancia del artesanado y del subsector de la ali- mentación es que los únicos ingenios que se pueden considerar «industriales» en Mula son los tornos de hilar seda, cuya evolución ya se ha visto; los tornos de alfarero; las fraguas; batanes ; molinos harineros y almazaras . Desgraciadamente, sólo tenemos noticias sobre lós cuatro últimos en 1523, 1576 y veintitres años más tarde, cuando se indica el dinero que debe pagar cada uno de los ingenios para el arreglo del azud (10) . Hay en el primero de los años tres molinos hidráulicos ; y en el segundo diez molinos, cuatro almazaras, una herrería y un batán . En 1599, únicamente existe un molino más, habiendo desaperecido la herrería. Todos se sirven del caudal de la acequia mayor y se edifican sobre ella. A las tres almazaras que se contabilizan en 1526 se ha añadido una cuar- ta (11), y a los molinos de 1576 otro a finales del siglo, lo que podría interpr~= tarse como confirmación del estancamiento de la producción. Estos artefactos fueron muy vigilados por el Concejo, que prohibía construirlos sin su expreso consentimiento y bajo multa de 2 .000 maravedís y pérdida de la obra (12). Su evolución puede servir de criterio del crecimiento poblacional en la medida en que supongamos que la cantidad de grano molida es proporcional al número de habitantes, ya que a más hombres más grano y más ingenios donde triturar- lo (13) . Los arrendamientos de los molinos alcanzaron grandes precios . En el año 1572, la viuda Antonia de Saavedra alquila al morisco García de Arenas el «Molino de la Villa» por un año. Ha de pagar de renta dos fanegas de trigo de maquila semanalmente, una en jueves y otra en domingo, puestas en su casa, «a de serla para paga el jueves veinte ducados y la segunda el domingo veinte y

10 Act. cap. de 29-VI-1523 . A.M.Mula. Act. cap. de 17-XI-1576 . A.M.Mula. A ocho molinos les toca pagar cinco ducados a cada uno; a dos, cuatro ducados; al batán y a la herrería, dos; y a las cuatro almazaras, otros dos. A.C.M., legajo «Mula yAlbudeyte». Carta de 15-XII-1599. Le corresponde pagar a cinco molinos de cubo, cinco ducados a cada uno ; a cuatro que muelen con canal, dos ducados y medio; a dos moli- nos sin especificar y al batán, dos ducados; y a las cuatro almazaras, veinticinco reales a cada una. 11 Act. cap. de 23-X-1526. A.M.Mula. 12 Act. cap. de 5-IX-1523. A.M.Mula. 13 GUILLERME, André: Les temps de l'eau . Mâçon, 1983, pág. 92.

150 tres» (14). Ese precia no era ningún regalo, pues ese año osciló el del trigo entre 13 y 15 reales/fanega. Seguramente ningún colectivo recibió a l.o largo de la Edad Moderna más ordenanzas que el de los molineros y almazareros. Su cantidad es ingente y las veces que se repite también, síntoma claro de que se incumplían. Parece que el fraude en la oliva y en la harina era algo cotidiana, ¿acosa el refrán no era expresivo : «De molinero cambiarás, pero de ladrón no escapa- rás»? En 1591 es denunciada Rodrigo Jiménez, molinero marisca, par la viuda de Juan de Llamas, porque le llevó un costal «de buen trigo de Andaluçia» a moler y la ha devuelta «estrujada e inaprovechable» (15}. La legislación cancejil es un filón inagotable para adentrarse en el mundo de las muelas, para conocer sus corruptelas y limitaciones, su picaresca y prohibiciones . Veamos algunos de los más significativos preceptos. El grano antes de ser llevado al molino y luego de convertida en harina era pesado en el Peso de la Harina para comprobar si existía mengua. En 1.585 se dïce que al na haber control, los molineros sacan harina de los costales . Para evitarlo, se ordena al fiel de la harina que ponga un sello con las armas conceji- les en los sacas, luego de haberlos pesado (16). Una vez en el molino, quedaba prohibida que hubiese cerdos y gallinas, par- que destrozaban las sacos (17). Se manda que se halle presente el molinero u otra persona de confianza mïentras la rueda esté trabajando, so pena de cien maravedís (18) y que el cubo del molino se encuentre siempre lleno, de 1o con- trario pague doscïentos maravedís de multa (19}. Se exigía de los molineros que las herramientas se hallaran en buenas con- diciones, así que los picos de las muelas estuvieran bien aguzadas; que hubiese das picos por muela; que el garbillo no se encontrara rato; que los «plintos» de las ruedas estuviesen derechos y que tuviesen las medidas necesarias. .. (2Q) . Por sus buenos servicios, se les pexmitia cobrar de cada fanega una libra de harina y dos de tres fanegas y media en adelante (21}. A los almazareros se les manda que tengan una media fanega para medir oliva; que no puedan vender aceite al por menor; que no den agua caliente de sus calderas y que na dejen oliva para triturar bajo la viga cuando se marchen a dormir (22).

14 Arrendamiento de 19-X-1572. Caja 3 de Protocolos del siglo XVI. A.M.Mula . 15 Denuncia de 2-V-1591 . Documentos del. Marqués de las Vélez. A.M.Mula. i6 Act. cap, de 5-I-1585. A.M.Mula. 17 Act. cap. de 2-VII-1524. A.M.Mula. Esta ordenanza será la más repetida a lo largo del siglo XVI. 38 Act. cap. de 6-VIII-1524. A.M.Mula. 19 Act. cap . de 28-VII-1526. A.M.Mula. 20 Act. cap . de 21-XI-1563. A.M.Mula. 21 Act. cap. de 16-VII-1569. A:1rLMula. 22 Act. cap, de 28-X-1564. A.M.Mula.

151

La normal era que recïbieran una lïbra de aceïte de cada diez que hïcïesen, menas en 16ti4, cuando ordena el Conseja darles dos libras y media de cada pie (23),

1.3. Comerciantes y mercaderes

No sabernos demasiado del comercio, aunque es evïdente que está constituï- da par pequeñas artesanos, que muestran sus productos en las tiendas o en la plaza, y a ~os que los oficiales concejiles vigilan para que no suban los precias injustificadamente, Pera también hay mercaderes que van a lugares lejanos a par diversos pro- ductos para venderlos en Mula y obtener cuantiosos bene%cïos. Entre 1556 y 157 se hallan en las cartas de abligacïón conservadas entre los escasas proto colos del Archivo Municïpal diversas operaciones comerciales protagonizadas por esas hambres, las cuales hemos clasificado ~ el siguïente cuadra.

CL3ÁDR4 27

Clasificaeibn de las cartas de oóligacicir~ (1556-1579)

~aáts~ atrios L3e te,~ïd~s Lle asnas lle puercos pe ~ána De préstar Lie iana 1}e seda }iras

83 32 25 ~ 5 4 2 2 9 (a}

(a} Sïete cartas de perdón por infrïngir heridas o de compromiso de pago a médicos para cùrar- las. Una por una carga de trigo trairia de bastilla el 9 de noviembre de 1576. C1tra porque Dïego Rubio, obligado de la carnicerîa de Mula, se compromete a dar a Antón Sánchez Manchado, vecino de Jaén, toda la corambre que salga de su establecimiento hasta San Juan del año 15`77 a dïversas precios, según la calidad de is piel. El documenta es de 16 de julio de 1576.

Como se ve, sus actividades se centran en el negacïa de los paños, en el de las asnas y en el de los cerdas. Entre hados, destacan por el volumen de sus ventas Francïsco Herrero y Juan de Hita, sorios, que en 1575 protagonizan casi todas las escrituras de obligación y de compraventa de tejidos. Dos años des- pués, la compañía se ha roto y aparece el segundo trabajando con su hïja Sebastián. Dentro del mismo ramo están Andrés de la Puente, Lucas de Qlivares, Gonzalo de Bustos y Francïsco Pérez, que realizan numerosas operaciones con gentes procedentes del Valle del Segura y de las pueblas comarcanas: Alguazas, Plïego, Campos ets.. ., que prueban que Mula era considerada sorna la capital comercial no sólo de su comarca, sino de las pequeñas villas de su encarna.

23 Act.. cap. de 9-X11-1604. A.M.Mula,

152 Se conocen los nombres de dos tratantes de asnos . El más importante es, sin duda, Baltasar Polo. Vende a lo largo de los tres años que van desde 1575 a 1577 docenas de esas animales a los moleños y forasteros por sumas elevadas. Ginés Buitrago es un pequeño comerciante que de vez en cuando realiza algu- na operación, pera sin que sus negocios alcancen la importancia de los del pri- mero. Como comerciantes de cerdos estä Ginés López, que el 10 de octubre de 1575 récibe el segundo plazo de la venta de doce puercos a Diego Tora por un total de veinte ducados. De todos modas, el mercader más poderoso de Mula es Ginés Pérez de Hita. Este vecino de Toledo, pera residente en Mula, se convierte en hombre de con- fianza del tercer Marqués de los Vélez, a quien arrienda las alcabalas de La Puebla muchas veces. Está realizando continuas transacciones en las tres décadas finales del sïgla XVI, sobre todo con telas, aunque no desdeña hacer de prestamista, coma en 1576, cuando dejó a Francisco Galledo y a Hernando Pérez, vecinos de la citada aldea, diez ducados para que pudiesen quedarse con el abasta de saladura del lugar (24).

24 Caja 3 de Protocolos del siglo XVI. Caria de Obligación de 17-II-1576. A.M.Múla.

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CAPÍTULO 2. LAS ACTIVIDADES AGRARIAS

2.1. La producción: composición y evolución

La obligación de pagar a la Iglesia una parte de los frutos recogidos y de los animales criados será una fuente fundamental para el conocimiento de la pro- ducción de una zona. Los diezmos se recogían en dezmerías repartidas en las ciudades y villas más importantes del Obispado de Cartagena, que estaban regidas por fieles o encargados de la recolección de los mismos (25). En Mula, el diezmo se hacía nueve partes . Tres llevaba el Cabildo ; dos el Marqués de los Vélez; una las dos parroquias, la mitad cada una; y tres los beneficiados de las dos parroquias (dos partes) y los préstamos (tres partes) . En La Puebla se dividían los frutos de modo similar. Se hacían tres partes, una para el Cabildo; otra para el Marqués de los Vélez; y otra, que se subdividía entre la iglesia del lugar, los beneficios de las dos parroquiales muleñas y los préstamos. Los gastos que, ordinariamente, solían haber eran: a los arrieros una fanega de cada 20, 22, 23 ó 24 acarreadas, según se conviniere. Y a cada pollino un

25 Una gran parte de este apartado ha sido elaborado a partir del magnífico artículo de LEMEUNIER, Guy: «La coyuntura murciana: población y producción en el Siglo de Oro (1500- 1650)» . Cuadernos de Historia, tomo X. Instituto «Jerónimo Zurita» (C.S.LC.). Madrid, 1983. También el gráfico y los cuadros han sido extraídos de ese trabajo. Igualmente, los diezmos reseña- dos han sido gentilmente cedidos por el mencionado investigador, a quien damos las gracias, y pro- ceden del A.C.M., libros del granero de Mula y del legajo 214.

155

900,000

800,000

700000

600.000

0 500.000 0 m Q " 400000 w 0

0 300000 N _W

200.000

100.000 I 1520 1530 1.540 1.550 1,560 1570 1580 1590 1600 1510 1620 1.630 1 .640 1650 AÑOS

GRÁFICO N.°- 6 Evolución de la producción en Mula entre 1520 y 1648.

celemín de cebada diariamente. Para el consuma del granero, 20 fanegas de trigo y 24 de cebada. Para los dos feles, 30 fanegas de triga y 30 de cebada. Al medidor del cereal se le daban entre 10 y 14 fanegas de triga y entre 4 y 8 de cebada, según cosecha, y 6 fanegas de triga más, pues ponía das hambres para pisar la uva, les daba da comer y les pagaba de su bolsillo. Por último, 10 6 12 fanegas de cebada a los asnas que acarreaban la uva, recibiendo sus amas das arrobas de mosto, celemín y medio de cebada y la sobrante, una vez recogïda la barrina {26}. Gracias a una carta de encargado de los diezmos, Francisco Buitrago, al Cabildo, sabemos cuál era el calendario de trabajo de estas personas a lo larga del año . Seguidamente, lo transcribïmos; «el mes de diçienbre desmando la guerta i el de mera hendiendo la hoja i febrero i marça i abril bisitando cada dia los molinos de açeite i malo y junio cobrando las Betas de V. S~ i julio des- mando par los canpos los ganados y agosto reçibiendo el trigo y çebada i setien- bre partiendolas i octubre hendiendo la uba Lluen todo el año tengo un dia para bisitar mi haçienda. ..» (27). Como muestra el cuadro 28, el máXi o de la producción se logra en el dece- nio 1560-1570, para comenzar a descender desde allí paco a poco hasta finales de la centuria y> acelerar la calda a partir de la segunda mitad del siglo XVII.

CITAI3RC} 8

Ca~npartr~anientcr che lc~ prt~duccidn c~gríct~la 152(1/29-1G4t~/49

Años Î~dices

1520-29 100 1530-39 138 1540-49 158 1550-59 171 1560-69 205 1570-79 189 1580-89 133 1590-99 119 1600-09 117 2610-19 114 1620-29 111 1630-39 101 1640-49 70

26 A.C.M, z~NCula yAlhudeyte+>. Carta del ixel de los dïezmos de 3-XII-1624 . 27 A.C.M. «lUlaIa yÀlbudayte». Carta del fiel de las diezmos de 28-X-1620.

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¿Qué se produce en Mula? A tenor de lo que manifiestan los diezmos, sobre todo cereales, trigo y cebada en profusión, que suponen Ios dos tercias de la recaudado en las dezmerías . Les siguen la seda, que decae en la segunda mitad deI sigla XVII; y el vino y el aceite, que aumentan su praduccián en ese tiempo. El resta de los frutos, tamo el centeno, el lino a la alcandía suponen una por- ción pequeña del diezma .

CUADRO 29

En fanegas: diezmas detalladas del trigo y de la cebada (1585-1595)

Trigo Cebada

Años Total Neto Parte Total Neto Parte Cabildo Cabildo

1585 1.374 1 .240 413 1 .455 1.331 443 1586 1 .195 1.072 357 643 575 191 1587 1 .672 1 .506 502 1.233 1.117 372 1588 779 664 221 378 302 100 1589 1 .974 1.800 600 1 .020 900 300 1590 2 .873 2.636 878 2.522 2 .098 766 1591 592 496 165 455 349 116 1592 2 .004 1.802 600 1.933 1 .759 586 1593 583 480 260 402 298 99 1594 2.166 1.943 647 1.527 1 .378 459 1595 2 .934 2.754 91$ 2.03$ 1 .806 602

Ya tenemos una idea de qué se cultiva en Mula, de cómo es el paisaje agrî cola. En el campo, cereales, principalmente cebada y trigo, y barrillo, que, apa- rentemente se empieza a cosechar hacia 1615, pues en una carta al Cabildo Catedralicio en 1617, Francisco Buitrago ïndica que la cosecha de ese vegetal es mediana y es «el primera año que se a de pagar i como na estan en castunbre a pagarla lo sienten mucho dar de diez una» (2$). Na obstante, parece que su cultiva na duró mucha, pues al año siguiente, el mismo Buitraga dice en nueva carta

28 A.C.M. «Mula y Albudeyte». Carta del fiel de los diezmos de 2-VII-1617 . 29 A.C,M. «Mula y Albudeyte». Ganta del fiel de 19-VIII-1628 .

158 El resultado ha sido que en cuatro casos hay oliveras en los predios, tres de ellos en el olivar de la Puerta de Yéchar, al este de Mula; en diez viñas y en dieciseis moreras, con la particularidad de que los terrenos dedicados a la vid son de pequeña extensión, de media a dos tahúllas, y los morerales tienen hasta 63 árboles . Hay, además, tres casos en que se mezclan oliveras y more- ras; y oliveras, tierra blanca y arbolado, que, en la venta de Marcos Escámez a Diego López de Ayala, hecha en 1576, incluye un peral y una higuera. Así pues, grandes extensiones de moreral para alimento de los gusanos de seda, cuya hoja supondrá una parte no desdeñable del diezmo; y viñas, que dan un vino de baja graduación. También se plantan hortalizas y legumbres (mucha zanahoria en la huerta de Campos), cuyos excedentes son vendidos en la plaza; lino y, sobre todo, cere- ales, que son protegidos por las ordenanzas concejiles (30). Esta graduación de cultivos no variará sensiblemente hasta mediados del siglo XVII, cuando la morera pierda la hegemonía en favor de sus dos inmedia- tos seguidores : el olivo y la vid (del 18 pasa al 5 por cien del diezmo). Y es que la retracción de los tradicionales mercados sederos y la crisis que se palpa hacen que crezcan los productos de consumo por excelencia : los cereales, la vida, el olivo.. ., frente a la hoja, pues la seda ha perdido el comercio de las ciu- dades sederas (Toledo, Milán.. .), las cuales han visto hundirse su economía a principios de siglo. La zona de Murcia pagará bastante cara su dependencia del exterior, ya que, como indican Pérez Picazo y Lemeunier, «La crisis murciana es el reflejo del basculamiento del centro de gravedad de Europa a expensas del Medite rráneo y en provecho del Mar del Norte . Unida al antiguo polo, le acompaña en la decadencia» (31).

2.2. Los medios del crecimiento

Una vez que desaparece el peligro granadino, los muleños salen al campo y comienzan a desforestar y a roturar amplias superficies . Empiezan sacando tierras en los sitios más fértiles, junto a las fuentes, «charcones», cañadas y zonas adehesadas : Yéchar y Arreaque al este; Retamosa, Lacuas y Alquibla al sur; y, sobre todo, Cajitán y Ardal al oeste. En apenas un cuarto de siglo (1500-1525) las mejores tierras están rotura- das. A partir de ese momento, el Concejo va a ir otorgando licencias para ensanchar parcelas o dando otras nuevas que, rara vez, sobrepasan los tres cahíces de sembradura, casi siempre contra el pago de un real anual de

30 La bestia que entre en un olivar o trigal tenga de multa 17 maravedís y de noche la pena doblada, act. cap. de 23-I-1524. A.M.Mula. Sirva como pequeña muestra de la cantidad de manda- mientos del mismo tipo que guardan los libros capitulares sobre el cuidado de la huerta, no obstan- te, será la viña el cultivo que más ordenanzas acopie durante el siglo XVI. 31 PÉREZ PICAZO y LEMEUNIER: El proceso de modernización..., pág. 115. Para compren- der los problemas de la crisis, ver «La realidad de la crisis», págs. 108-115.

159 censo (32). En 1525 se alcanza el paraje más alejado de la demarcación concejil: el Puerto de Mula, donde parten términos Lorca, Aledo y Mula (33). vein- ticinco años antes se había puesto en explotación la zona de «Prado Mayor», en lo xxxás alto de Sierra España (34}, Poca a poco se van levantando casas en ese espacïa varia. En 1523 se otörga permiso a Alonso Fernández para cortar pinos para cubrir su vivïenda en la KCañada del Barreguillo», Cajïtán (35). Este es el momento en que se fijan las términos muxlicipales de uxx modo bastante precisa y cuando comienzan las pleitos de mojanes con los pueblas vecïnös, que durarán centenares de años (36). LTna nueva ala roturadora va a tener lugar en los campos marcianos en el ûltima cuarto de siglo, aunque el gateo de licencias no se cortó durante la cen- turia del quinïentas. Cauro medida de lucha contra la crïsis que se avecinaba se opta par ensanchar la superfïcie cultivada, acudïendo a romper nuevas tierras y a efectuar trabajos hidráulicos innovadores (37). En Mula, según el adjunta cuadra, esa ola alcanza su cenit en 1625, a pesar de que empieza can cïerta timidez, descendiendo bruscamente a mediados de los años treinta (38).

CUADRO 30

Licencias cance,~ïïes pura rr~turar, .~a~8(~-163

Años l58ß 1590 16ßt} 1620 1625 1630 1635 Licencias 5 4 74 31 99 22 4

Pero esa política de poner en explotación nuevas tierras tenia que chocar con lös intereses de las ganaderos . Los problemas cön la Mesta comïenzan a fines del siglo XV. En 1499, en pleno «boom» roturador, a petïción de Juan Ydaga, procurador de la Mesta, el juez Fernando del Castillo, alcalde entrega- dor de tuestas y cañadas, dictamina que los ganadas del «Honrado Concejo» podrán ir par cualquïer sitïo del térmïna de Mula sin guardar vereda alguna,

32 Hay numerosisimos efemplos do esa ala ampliadora an el lïbro prïmero de acuerdas conce~i- les (1523-1528). A.M.Mula. 33 Act. cap. do 26-II-1525, A,M.Mula. Se da a Pedro Alomo Ballestero un trozo de tïerra yerma en el Puerto par un real de censo. 34 I%QDRÍCTUEZ LLAPIS, opus cit. pag. 212. 35 Act. cap. de 18-VII-1523. A.M.Mula. 36 Recordamos aquí que en eI Archivo Munïcipal de Mula hay una irnpartante eoleccián de eie^ cutorias y visitas de malones, que da idea de cómo se vigilaban los límites territoriales y cómo se defendían ,~udïcialmante ante eI menor intento de varïaciön par las vïllas calïndantes. 37 PÉREZ PICAZCI YLEMEUNTER: El procesa de modernizacïân..., pág. 115 y ss. 38 Tbídem, pág. 116.

160 respetando sólo «panes y viñas y dehesas acotadas y barbechos mojados» (39). Pero las tornas cambian cuando la agricultura se impone frente a los reba- ños. En 1588 un juez de la Mesta multa y toma una serie de objetos a varios vecinos de Mula que labraron pedazos de ensanches en Cajitán y Ardal con licencia del Concejo. Éste se querella del magistrado en Granada y el resultado es que se ordena que las prendas y las multas sean devueltas a los afectados y se absuelve al Ayuntamiento, dando por buenos los permisos concedidos (40). Y es que Mula había ganado ya en 1582 y 1475 dos ejecutorias para sacar nuevas tierras, que no beneficiaban a los mesteños . Y aún habrá de conseguir tres más en 1620 para poder vender las hierbas de sus dehesas libremen- te (41) . Era el triunfo del arado frente a la res. De todos modos, los rebaños transhumantes serán una fuente de ingresos importantes para las arcas concejiles, pues el arrendamiento anual de los pas- tos a aquéllos servirá para abonar gran parte de los impuestos reales. En cuanto a la huerta durante el siglo XVI, permanece estancada en el cre- cimiento al que había llegado a mediados del mismo. El problema del agua, no resuelto hasta los años 30 de la actual centuria con la construcción del Embalse de la Cierva, hizo que los muleños tuviesen que adaptarse a la que venía por la acequia mayor, que era más o menos constante, con lo que la ampliación del regadío era una utopía. Lo que sí se dará es una variación en los cultivos durante la primera mitad del siglo XVII, tal y como se ha puesto de manifiesto en el apartado anterior. Así, los muleños pondrán todas sus esperanzas en arañar parcelas al monte, algo que produce notables beneficios al principio de la centuria del quinientos, pero que cuando la necesidad aprieta, al finalizar la misma y durante la siguiente, las superficies elegidas serán menos fértiles que las primeras y darán, por tanto, cosechas más ralas.

2.3. La ganadería: las dehesas concejiles

No se han conservado registros de rebaños mesteños ni muleños, por lo que las noticias sobre la ganadería son escasas y de fuentes indirectas. Sólo conta- mos con dos listas realizadas para repartir entre los dueños de las diversas manadas los gastos ocasionados por las matanzas de lobos y zorras (42) . 39 A. Ch. Gr. 1598/5. Sentencia de 27-III-1499. . 40 «Executoria contra el conçexo de la Mesta para dar liçençias en la dehesa de Caxitan», de 11-III-1588. A.M.Mula. 41 Ejecutorias de 18-XI-1572 y 15-IX-1575 dadas en Granada. Ejecutoria para que el Concejo pueda vender las hierbas de Yéchar y El Arreaque, fechada en Granada el 20-X-1620. Ejecutorias para enajenar las hierbas de Los Llanos, Campillos, Lacuas, Pinar Hermoso y Zapatilla, dada en Granada el 20-X-1620. Ejecutoria contra el Concejo de la Mesta sobre Sierra Espuña, fechada en Granada e120-X-1620. Todas en A.M.Mula. 42 Ambas se hallan en el Libro 6 de Provisiones Reales. A.M.Mula 1-70-1. La primera es de 13- I-1620 y se encuentra en el folio 144 y ss., y la segunda es de 2-XII-1644 y puede verse a partir del folio 221.

16 1

En ellas, los distintos tipos de animales se distribuyen de la siguiente manera:

CUADRO 31

Distintos tipos de ganado en Mula en 1620 y 1644

Años Lanar Cabrio Vacuno Asnal Cerda Yeguat "Ganado" Total

1620 17 .970 6 .830 207 - - - 3 .674 28.681 1644 - - 741(a) 128 187 40 23 .668 24.764

(a) más las mulas.

En el segundo año, prácticamente, las reses se dividen por igual entre los mesteños y los vecinales (12 .342, cabezas y 74 burros pertenecen a aquéllos). A los de Mula corresponden los vacunos, los de cerda y las yeguas . Como se ve, cifras muy similares, que no permiten sacar grandes conclusio- nes, aunque debe quedar claro que el diezmo de la carne no será importante en Mula en ningún momento. La diferencia fundamental es que los ganados mes teños suelen ser mayores que los muleños, así la viuda de Tébar, natural de Hinojosa, tiene uno con 4.000 cabezas; Pedro Montoya registra 2 .000 reses . . . Dentro de los que pastan todo el año en los términos muleños, destaca el del caravaqueño Gonzalo Muñoz, que declara 1 .500 animales y los de los vecinos de Mula Esteban Osete y Juan de Llamas, con 1 .400 y 900 cabezas respectiva- mente . Todos esos animales se alimentaban en terrenos, dispuestos para ellos, en las dehesas concejiles. Estos lugares se repartían a lo largo y ancho del término municipal y eran de vital importancia para la marcha de las finanzas del Ayuntamiento. Cada año eran arrendados sus pastos a ganaderos forasteros para pasar la invernada. El plazo iba desde San Miguel al 25 de abril del siguiente año, un mes más, por tanto, que en el resto del Reino de Murcia, donde el alquiler con- cluáa el 25 de marzo. Durante el tiempo en que permanecían arrendadas las hierbas, los rebaños de los de Mula no podían pastar en ellas, excepto los cabríos y únicamente de sol a sol, sin poder echar majada. Los meses de verano podían hacerlo libre- mente. Las dehesas ocupaban una gran parte de las tierras muleños, tierras res- guardadas de los daños de los elementos, donde los animales pasaban un tem- plado invierno para retornar para el esquileo a sus lugares de origen. Sus nom bres eran: Los Llanos, Campillos, Lacuas, Zapatilla, Pinar Hermoso, Alquibla,

162

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1 8 . Cajítán 4 ?

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m Cajitán , 1 e y 8 T ,pE ~ "- Yéchar °>, 1 y. . .n . 1 . . : .2 wvorvrv . .. 3 nwf", 00

9 .~ Arreaque a~. n,.,. °-`~i_y ,"t`n Casa Blanca Albudzite Ca mpos ^`r w" N Zapatilla ~~~ Manzanete

a Lhnos y Campillo Alquibla 1 Real de Calasparra _ 2 La Huerta ru ""e 3 Casa de Gracia ~ 4 Retamosa Hermoso Pinar z ~.6 ~ . 5 Carretero 6 Rosique n- m 7 Ardal 8 Valentin 4 9 Humo 4 à

Retamosa ~~ -~~~ Rio . . . Lacuás-~ ;'~~ - :añadas .r PP1 Or e Mmgranillo o°

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PLANO N°- 5 Principales cañadas y dehesas del municipio de siglo XVI. Mingranillo, Retamosa, Yéchar, Arreaque, Hozana, Manzanete, Cañadas de Campos, río Mula, Cajitán y otros terrenos menores (43). No se arrendaban los pastizales conjuntamente . Dependían de la reparti- ción de las lluvias; generalmente se englobaban los de varios parajes próximos a la vez. Así, Los Llanos, Campillos, Lacuas, Zapatilla y Pinar Hermoso solían entrar en un lote (a veces sólo los dos primeros). También iban unidos con fre- cuencia Alquibla, Mingranillo y Retamosa; Yéchar y Arreaque etc. . . No se «vendían las hierbas» de la zona del río Mula y rara vez las de Manzanete, pues ésta estaba muy próxima a la villa y servía de pastizal para los ganados de los vecinos y para los del abastecedor de la carnicería. Cajitán se arrendaba sola . Era corriente que los ganaderos dieran cantidades a cuenta sobre el herbaje de uno o varios años, con el fin de asegurarse sitios cómodos para sus reses. En 1620, Esteban López, de La Almarcha, da 500 reales por la reserva de Yéchar y Arreaque; y Francisco de Tébar, de Hinojosa, adelanta otros 500 para que se le guarden Los Campillos, Pinar Hermoso y anejos (44) . También se acostumbraba a dividir las cantidades acordadas en dos pagos. En 1563, los arrendadores de las dehesas, casi todos de Molina de Aragón, pagan 40 ducados en Navidad y el resto en marzo de 1565 (45). El año en que no se vendían las hierbas era una fuente de problemas para los muleños, ya que casi todo el dinero recaudado por ese concepto servía para pagar los impuestos. En 1577, por esa razón, se mandó que de cada arrobade aceite que se comercializara, se abonase un cuartillo y de cada arroba de vino dos maravedis (46). ¿De dónde proceden los ganados que vienen a la invernada? Desde 1563 hasta 1577 provienen del mismo Reino de Murcia (Caravaca y Mula) y, sobrè todo, de Molina de Aragón (Guadalajara) . Pero de 1600 a 1625, a pesar de que siguen siendo de procedencia manchega, prevalecen los de la actual provincia de Cuenca (La Almarcha, El Tobar, El Pozuelo, Cañavate, Belmonte, Castillo de Garcimuñoz y, en un alto porcentaje, Masegosa). Hay años, como 1608-1609 y 1609-1610, en que todos los rebaños transhumantes provienen de esa última población. A partir de 1613-1614, también llegarán de Hinojosa (Guadalajara). Sepamos ahora cómo era la dehesa mejor de todas : Cajitán. Se trata de un extenso territorio que linda con Cieza, Calasparra y Ricote y, según un docu- mento del Archivo Municipal de Mula de mediados del siglo XVIII, que será el que sigamos en su descripción (47), estaba distribuida en doce zonas o «cuar-

43 La mayor parte de los datos referentes a las dehesas provienen de dos libros de igual título : «Libramientos de los maravedis de Su Magestad de la villa de Mula». Van desde 1565 hasta 1589 y de 1600 a 1625. Ambos en A.M.Mula. 44 «Cuentas de los maravedis de Su Magestad. . .». Cuentas de 1619-1620 A.M.Mula. 45 Act. cap. de 26-XI-1563 . A.M.Mula. 46 Act. cap. de 21-XII-1577. A.M.Mula. 47 «Reales ejecutorias contra los vecinos de Alvacete», dadas en Madrid el 21-I-1745 . A.M.Mula. Aunque es de un momento a casi cien años del período que estamos estudiando, la cabi- da de cada zona no habría cambiado sensiblemente en ese tiempo.

164

tos» o «cañadas», cada uno con su abrevadero y majada con chozas, donde des- cansar ganado y hombres. Siguiendo al testigo Alonso Blasco, natural de Cañadajuncosa (Albacete), Cajitán es la más apetecible dehesa del Reino de Murcia e ideal para ovejas parideras (48) . Lo que corrobora otro testigo, Gabriel Yubero, quien dice «el terreno y el medio de sus yerbas (es) lo mejor que hay en este Reyno de Murcia y con la ventaja del mes mas que se le concede, que esto no logran en este dicho Reyno de Murcia los demás ganaderos que viajan a el» (49). Veamos seguidamente cuántos animales podía albergar cada cuarto y sus nombres . Queremos hacer la salvedad de que esta información proviene de valoraciones hechas por dos testigos, Juan de la Osa, natural de Atalaya (Cuenca) y el mencionado Alonso Blanco. Se realizó otra tercera, mas no se le ha tenido en cuenta porque su autor fue Felipe Leal, natural de Albacete, quien defiende sus intereses y valora el cupo de cada cañada muy por debajo de los otros dos .

CUADRO 32

Cabida de los diversos cuartos de la dehesa de Cajitán en 1745

Nombre de cuarto Cabida según la Osa Cabida según Blanco

Las Cañadas 1 .000 ovejas de parir 800 El Catalán 950 cameros 650 El Largo 1 .200 carneros 800 El Borreguillo 800 ovejas de parir 650 Beto 600 ovejas de parir 600 Mahoma 1 .000 carneros o primales 750 Las Águilas 800 ovejas de parir 650 Menchirón 600 ovejas de parir 550 Las Contiendas 700 ovejas de parir 600 Las Pozuelas 600 ovejas de parir 550 El Hoyo 800 ovejas de parir 700 Las Boqueras 850 carneros 750

9 .900 8.050

Esta dehesa y todas las demás estaban cruzadas por las famosas calzadas de la Menta: las cañadas de 90 varas de anchura. La principal era la Cañada

48 Idem, fols. 39 y 39 vo . 49 Ibídem, fol. 11 .

165 Real de Calasparra, que atravesaba Cajitán y el resto del término de Mula a lo largo de más de 25 kilómetros . Además, estaba la que nacía en la provincia de Granada y que por Baza, el Río Caramer, La Culebrina y La Zarzadilla de Ramos pasaba a Mula por el Puerto del Aceniche, iba a Pinar Hermoso y Retamosa, para unirse en Barqueros a la «Vereda de los Valencianos» . La que procedía de Andalucía y por Huéscar, Lorca y la Rambla de Lucena entraba en Mula por Pinar Hermoso e iba a Caputa, donde había abrevadero concejil en su famosa fuente y descansadero. De allí pasaba a Yéchar en dirección a Fortuna, Yecla, y Villena, donde moría. . . (50).

2.4. Los montes, intento de racionalizar su explotación

La pérdida de superficie arbolada debió de comenzar a ser grave y preocu- pante a mediados de la centuria del quinientos . En el primer libro de acuerdos concejiles conservado (1523-1528) mientras abundan las ordenanzas tocantes al agua o a la huerta, no hay ni una sola regulando el aprovechamiento de los montes . Por el contrario, son numerosísimas las licencias para desforestar, quemando pinos, zonas de espeso bosque . Y decimos quemando pinos porque estos árboles eran los que formaban la vegetación de los montes muleños, en gran manera. Sólo parece haber profu- sión de encinas y robles en un lugar de los términos : la dehesa del río Mula. Son continuos los pregones en los que se ordena que ningún ganado paste sùs bellotas ni persona alguna las coja, bajo fuertes multas (51). Pero a partir de los primeros años de la segunda mitad del siglo XVI, los estragos en la masa forestal son tremendos. Los regidores, conscientes de que la madera va escaseando y es cada vez más difícil conseguirla, se sensibilizan. La carga de leña se dispara en apenas siete años, de 17 maravedís en 1568 pasa a costar 85 en 1575, un 500 por cien más . Es que para hacerla hay que ir un poco más lejos cada día. . . Los pinos de Herrero (al norte de Mula), donde se refugió parte de la pobla- ción durante la peste de 1489, han pasado a la historia y está a punto de ocu- rrir Io mismo con los de la dehesa de Manzanete (53). Un acuerdo de marzo de

50 Información del Plan General de Ordenación Urbana de Mula, 1980. Apartado 1 .4.1 . Dirección General de Agricultura, Industria y Comercio: La ganadería en España. Madrid, 1892, págs. 412-413. 51 Como ejemplo, valga el act. cap . de 23-VII-1569. A.M.Mula. La pena era de 600 maravedís. Hernando Colón, cuando pasa por este lugar, por donde discurría el camino de Caravaca, dice «Party de Mula para Cehegin que ay seis leguas, las dos leguas primeras de un valle e arroyo arri- ba muy hondo e de montes de pinares e enzinares e atochares e todo lo otro es de monte de pinares e carrascales e atochares e tyerra muy barrancosa...», opus cit. pág. 326 del tomo III. 52 «Libro de quemas que se toman a los mayordomos del conçejo desta villa. . .». Cuenta de 1567-1568. Y act. cap . de 26-IX-1575. A.M.Mula. 53 «Información que hiçieron los veçinos de la billa de Mula contra el Marques de los Velez sobre la heleçion de los ofiçios del conçejo» s/f. Documento de 28-III-1525 . A.M.Mula 1-63-1.

166 1601 prohíbe hacer cargas de monte en los caminos que llevan a esa zona (54). Lo que no és novedad, ya que años antes se había vedado hacer leña en la misma dehesa, bajo multa de 600 maravedís (55) . En la mayoría de las licen- cias de corta de pinos, por lo menos durante el siglo XVI, se prohíbe que se talen en Cajitán, dehesa del río Mula y Manzanete. La penúltima también está amenazada. En 1600 se dice ". . . que porque esta villa tiene dos dehesas de mucho aprovechamiento para este ayuntamiento y sus veçinos que son la una la dehesa que diçen del rio Mula en la qual ay robles pinos y otros montes questos fortaleçen y reparan la açequia mayor do se trae el agua para el serviçio desta villa y sus veçinos, porque estar como estan este año los quixeros de la dicha açequia son para la dicha fuerça y repa- ro de la dicha açequia de mucha consideraçion, raçon de que con las llubias pasadas se a ronpido y llebado la presa del açud questa en el dicho rio muchas veces y cada una dellas para la bolber a reparar se an gastado muchos pinos para estacas y otra madera y desta causa estan los montes de la dicha dehesa y rio maltratados y muy esquilmados. . .» (56) . Los sucesivos Ayuntamientos se encuentran entre la espada y la pared en el asunto de la conservación de los montes. Deben atender al cuidado de, su vege- tación, aunque concediendo licencias para talar pinos y hacer carbón. Algo difí cil de conjugar. Entre agosto y octubre de 1560 se da permiso a dos vecinos para cortar 230 pinos, con la salvedad de que a Pedro de Gea, uno de ellos, se le concede quemar bosque para sacar tierra (57). En 1576 se permite a las perso- nas que tengan terrenos panificables talar los árboles de alrededor sin pena alguna (58). Sin embargo, en 1567 se había prohibido hacer carbón para los pueblos comarcanos, amenazando con multas de diez ducados al que lo sacase de Mula (59) . Dos años más tarde, se pregona lo siguiente: «, ., que por quanto el desorden de cortar pinos donçeles en los terminos desta villa a sido mucho y a causado una gran disminuçion dellos, que nadie los corte ni descorteçe so pena de 600 maravedís por cada pino cortado . . .» (60). Es que la misma estructura de los pinos piñoneros : tronco recto y una longitud de unos cuatro o cinco metros la hacía ideal para fabricar vigas y colañas . En 1573 solicita Mula se aplique la carta acordada, dada por Juana la Loca en Zaragoza e121 de mayo de 1528, en la que se contemplaban fuertes castigos para los destructores de los montes (61) . Veinte años después es condenado

54 Act. cap. de 28-III-1601 . A.M.Mula. 55 Act. cap. de 15-I-1564. A.M .Mula. 56 Act. cap. de 28-IV-1600 . A.M.Mula. 57 Acts. caps. de 28-VIII y 4-X-1560. A.M.Mula. 58 Act. cap. de 4-XI-1576. A.M.Mula. 59 Act. cap. de 11-I-1567. A.M.Mula. 60 Act. cap. de 23-VII-1569. A.M.Mula. 61 Libro 5 de Provisiones Reales. Provisión dada en Madrid el 4-III-1573, fol. 113. A.M.Mula 1- 69-2.

167

Alonso Fernández Melgarejo Flores a 1 .500 maravedís de multa y a las costas del pleito por haber quemado, ayudado por su yerno, siete u ocho pinos canas- tos cerca de sus bancales (62). No obstante lo dicho, parece que las restricciones concejiles a la tala de pinos para madera o carbonen no fueron puestas en práctica ni siquiera por el propio Ayuntamiento más que tímidamente, colocado en la disyuntiva, ya men cionada, de favorecer las roturaciones y velar por la conservación de los mon- tes . Eso sin mencionar las elásticas licencias para extender las parcelas pree- xistentes a costa de la vegetación natural, que llevaron a que, anualmente, fue- ran muchas las hectáreas montuosas perdidas en desforestaciones controladas y salvajes . En el cuadra que sigue, extraído de los libros de mercedes y licencias exis- tentes en el Archivo Municipal de Mula (63), hemos relacionado cada diez años, poco más o menos, los permisos para talar árboles o para convertirlos en car bón. No se han colocado las mercedes secuencialmente porque los descuidos de los responsables de coserlas en forma de libro dejaron fuera de los volúmenes un conjunto de ellas que, lamentablemente, se ha perdido, por eso se han cogi- do los años más próximos a los acabados en ocho.

CUADRO 33

Licencias concejiles para talar árboles y hacer carbón (1568-1629) \

Años Pinos Carbón en arrobas

1568 1 .049 - 1578 341 200 1588 330 400 1599 578 100 1609 360 - 1620 348 200 1629 104 -

¿Sugiere algo la contemplación del cuadro? Tal vez la conclusión sea que poco a poco el Concejo, aguijoneado por las circunstancias, va tomando concien- cia de que los pinos maderables se van acabando, de ahí la tremenda multa a Alonso Fernández Melgarejo, mencionada anteriormente, y da los permisos para talarlos con cuentagotas. Sin embargo, no puede sustraerse a otorgar licencias para roturar en torno a las parcelas antiguas, en esa tesitura compro-

62 Documentos del Marqués de los Vélez. Denuncia contra Alonso Fernández Melgarejo Flores y su yerno de 21-XI-1593 . A.M.Mula. 63 Signaturas 1-70-2 y 1-71-1 .

168 metida en que se encontraba a lo largo de los dos primeros siglos de la Edad Moderna. Durante el resto de esta época se va a repetir la retahíla de ordenan- zas conservacionistas, como si de una letanía se tratara, pero sin mucho éxito, pues no sólo necesitaba carbón y leña Mula, sino los pueblos vecinos y la capi- tal, que había devorado sus reservas de Fortuna y La Garapacha y amenazaba con hacer lo mismo con las de Espuña y Ricote, dada su cercanía. El resultado es bien conocido, la desforestacion tremenda que soporta la Región, que se intentó paliar a fines del siglo pasado y los primeros años de éste dotando de arbolado, sobre todo de resinosas, las vertientes de Espuña y las inmediaciones de la cuenca del Guadalentín.

2.5. La caza y la pesca

En montes bien dotados de cobertura vegetal abunda la caza, pero no sólo la menor sino la de ciervos y cabras . Esto es lo que sucede en Mula durante el primer tercio del siglo XVI, cuando el arbolado todavía es espeso. En 1523 se manda que de todo venado que se venda en la carnicería se dé al alcaide de la fortaleza un arrelde (64) . Al año siguiente se regula el arrelde de la misma carne, se venderá a 28 marave- dís (65) . En 1526 se pone precio a la carne de los grandes herbívoros: el arrelde de cabra montés costará 13 maravedís, el de venado 12 y el de tasajos (cecina) 34 (66) . Mas la caza sigue a la degeneración del monte. A partir de 1560 no habrá ni una sola mención a grandes animales, han desaparecido de las proximidades de Mula, refugiándose en las abruptas sierras del noroeste . La caza no es un deporte como hoy en día, sino la manera de comer proteí- nas animales de una parte de la población no desdeñable, pues la carne que se obtiene de las reses sacrificadas en el matadero es cara y se encuentra fuera de las posibilidades de un sector del vecindario. Por eso, raro es el año que no pone precio el Concejo a la caza menor: conejos, liebres y perdices, abundantísi- ma en los campos . A veces prohibe que la capturada se lleve fuera de Mula como en 1563, en que la multa por hacerlo fue de 300 maravedís (67). Otra caza muy practicada es la de lobos y zorras, de la que viven verdaderos profesionales. En todo momento se premiará su muerte y la captura de sus camadas. Recordemos que en 1620 y 1644 se hacen sendos repartos entre los ganaderos para pagar a sus matadores.

64 Act. cap. de 26-VII-1523. A.M .Mula. 65 Act. cap. de 28-VIII-1524. A.M.Mula. 66 Act. cap. de 5-V-1526. A.M.Mula. 67 Act. cap. de 11-IX-1563 . A.M.Mula.

169 Los muleños conseguirán en varias ocasiones, aduciendo el mucho daño que hacían los animales en los sembrados y en la huerta, que el rey permita cazar- los con cualquier arma, guardando únicamente los tres meses de veda (68). Con la pesca no hay tantos problemas. Se consiente en cualquier momento del año, de día o de noche, a condición de que no se pesque en el río con manga espesa sino lisa, pues de lo contrarío será multado el contraventor con 600 maravedís (69). Téngase en cuenta que el pescado de río era el único fresco con que contaba Mula, porque el mar estaba lejos y el transporte era lento . Por ello, sólo se comerá salado el de este lugar, sobre todo en Cuaresma.

68 Ver, como ejemplo Libro 6 de Provisiones Reales. Provisión dada en Madrid el 20-VI-1567, fol. 186. Yprovisión fechada también en Madrid el 4-III-1573. A.M.Mula 1-70-1. 69 Act. cap. de 2-X-1568 . A.M.Mula. El 23-VIII-1603, el alcalde mayor se querella criminal- mente contra cinco personas que pescan con manga «que con ella los destruyen (los rios) y acauan». Documentos del Marqués de los Vélez. A.M.Mula.

170 CAPITULO 3. LOS PRECIOS Y LOS SALARIOS

3.1. ~ntroduceián

Las fuentes para conocer los salarios y los precios son muy similares y se encuentran en el Archivo Municipal de Mula. Las principales son los libros capitulares, en los que se regula el precio máximo a cómo se debe vender un producto y el salario que deben ganar los de cada oficio, multando los excesos. Por eso, no se pueden considerar excesivamente representativos de los que corrían en cada memento por la villa, pues al ser procedentes de regulaciones concejiles tratan de poner las cosas en su lugar, para evitar las quejas de los afectados, los trabajadores o el público en general, segûn sean éstas que no se puede vivir decentemente con lo que se gana o que se han disparado par enci- ma de lo permitido, en el caso de los precios . De cualquier modo, esas fuentes permiten acercarse al camportamïento de ambas variables a la largo de una gran parte del periodo objeto de nuestro estudio. También se ha extraído informaciön de los libros de cuentas conservados, donde se asientan los gastos y se dan salarios y precios . En el caso de los co- rreos a Granada y a la Corte, hay un volumen dedicados a ellos exclusivamen- te, con los gastos que generan el viaje y la estancia (7Q). Para los precios del trigo se ha acudido a los mismos libros que reseñamos al hablar del. hambre (véase tabla 3 del Apéndice). El del año 1575-1576 se ha obtenido de la venta de 13 fanegas de trigo «bueno e linpio», traído de Castilla,

70 «Libro de quemas quel conçejo fiesta villa de Mula toma a correos y soliçitadores yotras per- sonas de negoçios que llenan a carga del dicho conçejo y el que començo este mes de septíenbre de 1573 años» . A.M.Mula.

17 1

de Jaïme de Campas a Cristóbal Chacán, el 9 de naviembre de 1576, que se halla entre los protocolos del sïglo ~~Tl, caja tercera. Los precios de la tierra de secano se han sacadá de una serïe de ventas que se encuentran en el libro 4 de Provïsiones Reales, folïos 42-43, que van desde 1539 hasta 1546; y de un libro titulado «Derechos de Hacienda», que se halla en un archivo particular de Mula< En él hay cuatro precias entre 15ßO y 1585 para contraponer a los anteriores . Se han obtenido sïete precios para las tierras de huerta ea~ 1576, en los que se advïerte la diferencia entre moreral y viña, ambos productos, como se ha visto, vitales para la economía muleña. Conozcamos, seguidamente, el comportamiento de las variables en Ios dife- rentes apartados.

3.2. El precio de la tierra

Como le sucedía a Bennassar (71) no hemos encontrado en los protocolos la venta clara de la misma parcela a lo largo del tiempo, por lo que deberemos acudir a realizar una cata en dos series de ventas, separadas entre sí por trein ta y cinco años, y calcular unas medias. Aunque es preciso decir que en los «Derechos de Hacienda» existen tres ventas de un sïtio de colmenar en La Retamosa y dos de un bancal de 15 fanegas de sembradura en el mismo lugar que podrían ser la excepción que confirma la regla, Hay, en el prïmer caso, muchas posibïlidades de que se trate del. mismo trozo de tierra, porque en 156{1 la adquïere Bernardo Yáñez de Fárrago. ïete años más tarde lo vende Hernán Yáñez de Párraga, pariente sin duda, a Jeránimo Caballero. Y en 1580, un tal Ginés Caballero lo vuelve a enajenar a Bartolomé Hernández. Los precios de venta soné

CUADRA 34

Venta de un sitïo de colmenar, 1560A58Ú

Años Maravedi's

15611 3.000 1567 3.000 1580 4 .125

11n el segundo hay más dudas de que sea el mismo, pues no sólo no aumenta su precio un 37,5 por cïen tamo el colmenar, sino que pierde 6 .750 maravedis entre los dos años, como se ve seguidamente.

71 ~all~dcrii~ cru ~~ècLe d'(?r., ., pág. ~fi1 .

172

C-[TÁURO 35

Venta de un bancal de 15 fanegas en 1580 y 1628

Ar"tt3s Marauedís 1580 16 .500 1628 J.750

La primera serie de ventas se encuentra en el ya mencionada Libra 4 de Provisiones Reales . Se trata de 13 contratos de compraventa, que suponen 99 fanegas. Oscilan los precios da cada una entre 1 .250 y 212,5 maravedís. Las más caras se hallan en el fértil «Campica de Enmedio» y en el <{centro de una rambla» (la más costosa, 1 .250 maravedís} . La más barata se localiza en La Àlquibla, campo muy seca. La media resultante ha sido, pues, de 734,1 morar vedíslfanega. La segunda serie contiene apenas cuatro cartas de venta, pero creemos que son suficientes para ver cómo el precio casi se ha duplicada, 1 .353 mara- vedís/fanega, y es que na hay una sala que no se enajene par menos de L00ß aravedís, mientras que las que se encuentran en nanas feraces doblan esa cifra . En la huerta, los precias andan dislocadas, hasta el punta de pagarse, en 1576, 13.125 maravedís por dos tahólhs de viña, tanta como en Murcia (72}. Cama sucedía en Valladolid y en Murcia ¿afectó el alza de los precios agríco- las al de la tierra? hería difícil de responder, pues carecemos de estimaciones anteriores a 1565. Posiblemente en la superparcelada huerta sí, ya que el aumenta de su principal producto: la baja para eI gusano de seda, fue tremendo a Io Iargo del siglo XVI ; pero en el campo tal vez sería mâs dificultoso decirlo . 8e cantaba can tierra de sobra para roturar, por lo que la existente, salvo que estuviese en una zona privilegiada, na debió de verse muy afectada por la subi- da antes del primer tercio del siglo XVII, en que se incrementó su valor dada la necesïdad de poner en explotacïón todas las parcelas posibles para la praduc- ciän de cereales.

3.,;. El lrrecio del trigo

Las fluctuaciones de las precios de este cereal están íntimamente unidas a su abundancia a no. ~CTna cosecha hace que en los meses de verano y otoño el precio sea baja, para ir ascendiendo conforme va faltando, a partir de la prima- vera siguiente.

72 CHÄ~ÓN JTMÉ~ï~Z: Murcia en la centuria del quinientos, päg. 8{~2.

173

Na hay tantos precios como se deseara y muchos, posiblemente, no sean excesivamente fiables par provenir de cargas de trigo de ocasit~n a por darse en momentos en que el cereal es abundante. Pero, por desgracia, na se han halla do más que tos que se anotan en la tabla número 7 del Ápéndice . len ella, se puede ver perfectamente la crisis de los anos ochenta, durante la cual se orde- na a los arrieros partir para La Mancha a comprar cereal a cualquier pre- cio (73) y debe tomarse la mitad del triga de los diezmos, lo que ocasiona con- fli~tos con la Iglesia, para alimentar a una población hambrïenta (74). En 1580-1.581 se nota cómo se van incrementando los precias conforme se llega a la primavera, a los meses de «soldadura». Las cifras de 1582-1583 ünï- camente se han indicada para ver el precia del grana según origen. e advierte que el trigo ultramarino, que entraba por Cartagena, es más caro que el man- chega. La segunda etapa se abre con l.a gran cosecha de 1619-1620, que permite que las precios se mantengan por debajo del índice cien durante dos años . Luego viene el resta de la década de los veinte, en la que las precios se dispa ran debida a una nueva ola da malas cosechas ocasionadas por la seguia y la langosta.

3.4. ()tras precíc~s

La arroba de leña de pino la tasa el concejo en 1573 así: en abril y mayo 24 maravedís y durante el resto del año 20 (75). La carga de agua no varía de pre- cio entre 1588 y 1573, das maravedís; mientras la de leña multiplica por cinco el suyo entre 1568 y 1575, pasa de cascar 17 maravedís a valer 85, es que cada vez hay que hacerla en lugares más alejados de Mula y en peores condiciones par la destruccïón de los basques . Los asnos son castosísimos. Conocemos sus precios entre 1575 y 1576 gra- cïas a los protocolos, los cuales oscilaban entre los 30 ducados menos 4 reales (326 reales) de uno de seis años de edad y los 14 de otro del que se ignora el tiempo. Lo normal era que valiesen de 17 a 23 ducados, precias altos si se pien- sa que la casa de tres cuerpos que vende e17 de enero de 1576 María Batia a su primo «can una macera grande que hay en las espaldas y un trazo de huertos> cuesta un poco más de 39 ducados. Las precias de la caza se reflejan en el siguiente cuadro, expresados en maravedís. ~e nota cómo a partir de 1563 se duplican todos .

73 Aet. cap. de l-I-l5ß2. A.M.Mula. 74 laibro 3 de Provisiones Reales. Provisïón áe 3-vII-l5ß2, fol. 65. A.M.Mula 1-6ß-2. 75 Act. cap, tle ?-~ï-1573. A.1VLMula.

174

CUADRO 36

Precios de la caza, 1523-1585

1523 1527 1563 1564 1585

Un conejo 9 10 20 20 viejo 34 15 joven Una liebre 9 18 40 34 vieja - 17 joven Una perdiz 9 Dos 20 20 20 34 Un perdigón - Dos 12 - 12 -

Lo que tenían que recibir los diversos artesanos por los productos fabricados lo hallará el lector en la tabla 8 del Apéndice. Tanto en los alimentos como en las manufacturas se advierte una tremenda ascensión. Pese a que el Concejo se esfuerce en mantener los precios bajos, los menestrales protestarán y deberá aumentarlos . Así, a principios de junio de 1524 reguló el precio de las alpargatas, artículo de primera necesidad por usar- lo la inmensa mayoría del vecindario, fijando las de estopa en 22 maravedís el par. Unos días más tarde ha de subirlo hasta 25 ante la presión de los alparga- teros (76).

3.5. Los salarios

El comportamiento salarial de diversos profesionales muleños a lo largo del siglo XVI se puede ver en la tabla 9 . Todos y cada uno de ellos trabajan de sol a sol. Además, a los jornaleros se les hace la recomendación, en 1563, de que lle ven a su faena costales y herramientas, pues de lo contrario se los dejará el dueño, descontándolos de su salario. Ese mismo año se manda que los que debiesen caminar algunas jornadas para trabajar, lleven cada día de los que anduvieran 68 maravedís y el que no lo hiciese 51, los meses de mayo y junio . De julio a abril ganen 85 maravedís y los que estuvieran detenidos 51 (77).

3.6. Los salarios concejiles

Distinguiremos entre los cargos puramente concejiles y los que contrataba el Ayuntamiento por un sueldo anual y fijo para atender a diferentes necesida- des de la comunidad. Todos los salarios se expresan en maravedís.

76 Acts. caps. de 9-VII y de 20-VII de 1524. A.M.Mula. 77 Libro 3 de Provisiones Reales. Provisión de 22-V-1563, fols. 234-236. A.M.Mula 1-68-2.

175

Dentro del primer grupo están los regidores, el mayordomo, los dos contado- res y el escribano del Concejo. Sus pagas se mantienen estancadas durante los años en que poseemos datos. El mayordomo gana, entre 1555 y 1572, 3 .000. Los contadores cobrarán en 1560 y 1561, 1 .000. Los regidores 2 .000 entre 1556 y 1572, menos en 1557, que ganan 3 .000. Y el escribano sufre una leve subida, como se ve en el cuadro que sigue .

CUADRO 37

Salario del escribano concejil, 1556-1571

Años Salario

1556 2.500 1557 3.000 1560 4.000 1561 4.000 1562 3.000 1571 3.000

El responsable del pósito tendrá su salario estancado entre 1569 y 1580 en 3 .000 maravedís. Después de esta fecha, no hay más datos hasta 1620, en que gana 6 .000. Muy relacionado con el anterior, el pesador de la harina verá su sueldo osci- lar alrededor de los 6 .000 maravedís, según se advierte a continuación :

CUADRO 38

Salario del pesador de la harina, 1555-1572

Años Salario

1555 6 .732 1559 6 .000 1560 6 .358 1565 6 .000 1572 6 . 000

El fiel del agua era también sobreacequiero. Pese a tener un puesto de tanta responsabilidad estaba pésimamente pagado, por lo menos hasta el último año de la serie.

176

CUADRO 39

Salario del del del agua, 1568-1579

Años Salario

1568 1 .496 1570 2 .244 1576 1 .496 1579 5 .236

El almotacén (encargado de pesas y medidas) gana en 1598, único año en que se conoce su sueldo, 8 .976 maravedís. El fiel de la carnicería, el de la seda y, posiblemente, el alguacil irían a comisión. El primero cobra, en 1597, de cada res sacrificada 4 maravedís, de cada vaca 16 y de cada cerdo 8 . El de la seda gana, en 1585, un maravedí por libra pesada . Y el alguacil, pese a faltarnos algunos elementos para asegurarlo, recibiría su paga de los costes de los pleitos y de las denuncias . De ahí su implacable vigilancia. Sólo tres cargos municipales fijos acrecientan claramente sus emolumentos a lo largo del tiempo. Nos referimos al corredor, pregonero y cuidador del reloj . El corredor suele simultanear su cargo con otro para incrementar su sala- rio. En el cuadro que sigue se puede ver lo que gana a lo largo de casi treinta años.

CUADRO 40

Salario del corredor, 1555-1583

Años Salario

1555 7.500 más maestro del reloj 1556 12.342 más portero 1563 6.750 1566 6.750 1570 7.480 más pregonero 1572 7.480 más pregonero 1576 9 .000 más portero 1583 7 .480

177

Como se ha visto, también el pregonero une su empleo a otro. Su sueldo, en más de 40 años, es el siguiente:

CUADRO 41

Salario del pregonero, X555-X59&

Años Salario

1555 12.375 1557 12.375 159$ 8.976

De todos modos, el mejor pagado de todos los funcionarios será el encargado del reloj . Es éste un puesto vital en la villa, porque del sonido de sus campanas depende eI sistema de riegos . No sólo tendrá que ponerlo en hora, sino que deberá cuidar de su mecanismo, por ello era un cargo bien remunerado. Sepamos qué gana a lo largo de casi tres cuartos de siglo.

CUADRO 42

Salaria del fiel del reloj, X524-X596

' Años Salario

1524 2 .000 1526 2 .499 1556 7 .500 1559 3 .740 (es un clérigo} 1564 4 .114 1565 5 .236 y una arroba de aceite 1568 5 .236 1570 5 .984 y el alquiler de su casa 1574 8.976 1580 8.976 1585 4.000 1586 4.488 más 5.984 por ser corredor 1596 9 .000

178

Dentro de los contratados están los letrados y solicitadores en la Corte y en Granada, en la Chancillerfa, que atienden los asuntos judiciales del Concejo . Seguidamente, se anota lo que ganan.

CUADRO 43 Salarios de los hombres de leyes en Granada y en Madrid, 1562-1594

Años Abogado Concejil Años Solicitador en Granada

1562 10 .000 1 .563 3 .000 1564 10.000 1.570 4.000 1567 10.000 1 .576 6 .000 1570 12.000

Años Abogado eri Granada Años Procurador en la Corte

1562 3.000 1.567 5.000 11570 6 .000 .571 4.000 15 94 4.000

Años Procurador en Granada

1576 3 .000 1580 3.000

En permanente contacto con los letrados de las dos capitales existía un acti- vo servicio de correos. Sus componentes eran los encargados de traer las noti- cias del estado de los numerosos pleitos del municipio y de llevar las instruccio nes y los traslados de documentos para las probanzas . A veces permanecían largas temporadas en esos lugares, hasta que había alguna nueva que comuni- car a Mula. Veamos cuánto costaban sus estancias, expresado todo en marave- dís/día.

179

CUADRO 44

Viajes y estancias de correos en Granada y en la Corte 1574-1621

Granada Carte Años Viaje estancia Viaje estancia

1574 204 durante 18 204 en total 3579 136 durante 13 374 durante 49 1582 102 durante 62 238 durante 136 1587 136x8 102x8 136x11 119x10 1620 680 x 14 408 x 237 - - 1621 - - 510 x 14 408 x 66

Los viajes para las dos ciudades cuestan casi la mismo, real arriba o abajo, mas las estancias en Madrid valen mucho más . Los correos son ocasïanalmente regidores, aunque suelen. haber personas de confianza, como Juan de Molina a Alonso de la Puerta, que visï,tan diversas veces las das capitales . El primero en 1577 y 1578 y de la Puerta en 1575, 1577 y 1582 X78). Las salarios que padriam.os denominar de la cultura presentan importantes diferencias entre el deI preceptor de Gramática y eI del maestro de primeras letras, El de aquél muestra una ascensión notable a lo largo del tiempo, menas en el última año, En eI del segundo hay un estancamiento que indica, a nuestro juicio, una falta de interés en. eI Concejo porque Ios mozos aprendan los rudi- mentos de la lectura y de la escritura. Ganan las sucesivos maestros 2.244 maravedis al año entre 1567 y 1577.

CUADRO 45

Salaria riel preceptor de Gramática, 1564-16íï8

Años Salario

1564 6.000 1568 7.4$0 más 2.992 de alquilar casa 1570 9.{}00 1574 10.272 1573 12.716 l6ß8 4.000

78 «Libro de queutas quel conçeja desta villa de Mula toma a correos..,» fols. 14-15 vo, 26-26 vo., 37-38 va, 39-39 vo y 73-74. A.M.Mula.

180

El cirujana, el médica y el bancaria hacían igualas anuales para visitar gra- tis a los vecinas más humildes, pero no se les prohibía ejercer su profesión, cobrando, con los que lo solicitasen previamente . El comportamiento de los sueldos de los dos primeros es extraño, suben tremendamente hasta un tope y luego bajan, alcanzando límites insospechados. Veámosla:

CUADRO 46

Salaria del médica, 1563-1594

Años Salario

1563 3.340 1569 12 .220 más 2.992 para alquilar casa 1571 12.220 más 2.992 para alquilar casa 1580 11 .220 1594 4.500

CUADRO 47

Salaria del cirujano, 1565-1634

Años Salario

1565 3 .000 1567 5 .236 es barbera 41576 .500 1634 3 .000 y vivienda

El boticario pasa de ganar 2,482 rnaravedís en 1555 a cobrar 3 .723 al año siguiente. También se solîa incentivar la venida de profesionales necesarios . Esa ocu- rre con el pastelero, aI que se 1e dan en 1626 cinco fanegas de trïgo y 70 reales para que mude su obrador de Moratalla a Mula (79). Un última carga, imprescindible en Cuaresma y Adviento, es el del predica- dor. Suele recaer en frailes de verbo fácil, que son traídas de la capital, de luga- res vecinos o del mismo convento franciscano de Mula. Se pagan con largueza sus sermones, como se advierte a continuación.

79 Act. cap. áe 31-V-1626. A.M.Mula.

181

CUADRO 48

Salario del predicador, 1560-1565

Años Salario

1560 9 .986 1561 9 .986 1563 7 .500 1564 11 .220 1565 9 .540

Podemos concluir este apartado diciendo que las personas con puestos esen- ciales para la buena marcha de la villa, con algunas excepciones, verán sus salarios incrementarse a lo largo de los años e, incluso, podrán exigir su aumento. Pero las que gozan de cargos que podríamos denominar «interiores al Concejo» se percatarán que los suyos son frenados durante décadas, hasta hacerse totalmente onerosos, aunque apetecidos por las ventajas que llevaban implícitas .

182 TERCERA PARTE

EL ENTRAMADO SOCIO-POLÍTICO .

CAPfTULO 1. LAS JERARQUfAS SÜCIALES

Como acertadamente indica José Marîa Ruiz I'ovedano, la pertenencïa a un grupa social determinado viene dada por la riqueza y la participación en los medios de producción (I). Aunque no hay que olvidar que para encasillar a cada cual en su lugar, en una sociedad estarnental tamo la de nuestra época, es necesario, también, tener en cuenta la religión, el ser o no cristiano viejo ; y el estatus, que en bastantes ocasiones es hïjo de un determinada poder económi- co, del nivel de riqueza, que hace que, por ejemplo numeraras caballeros de cuantía, poseedores de importantes fortunas, alcancen la hidalguía en dos o tres generaciones .

Z . I. Micos y pobres

En el casa de Mula, y tal y como se podrá ver más detenidamente al hablar de las banderías, una minoría, una élite reducida, hubo de acaparar los princi- pales cargas municipales a finales de la Edad lYledi.a. Un vecino de la villa, Pedro Hernández de Pïqueras, testigo en el largo pleito entre la oligarquía moleña Y el Marqués de las Vélez, dice textualmente que hasta que él tuvo veinte años «deçian que auia treinta y reís personas señaladas e diputadas para los dichos afiçios e que de tres en tres años heran ellas ofiçiales e que na se podía elegïr a otros para los dichos ofiçios salbo aquellos que estaban señala-

1 Poder y socàedad en 11lcïlaga: Zcx formaeiön de Za oligarquáa ciudttdana tt fïnes del sïglo XV. I?iputacïán Provincïal de Málaga. Málaga, 1989, Pág. 87. dos, los quales conoçio este testigo» (2) . Ese corto número de personas debió de gozar de fuerte poderío económico, como sucedía en Chinchilla, donde casi a fines de la centuria del cuatrocientos dos docenas de vecinos ricos, en palabras de Pretel Marín, se repartían los principales cargos de la ciudad y consiguieron vincular a su patrimonio los oficios (3), algo, por otro lado, general en la Cas- tilla del momento (4). Seguramente a partir de un momento indeterminado del siglo XIV, la elec- ción de los puestos rectores del municipio se realizó sin mitad de oficios, por lo menos eso parece indicar la documentación medieval en la que hay referencias a ese hecho y ,que para exigir esa prerrogativa real entable, a principios del siglo XVII, la familia Melgarejo el pleito del que hablaremos en su momento, que se zanjó con la consecución de la mitad de oficios . Esa imprecisión legal favorecería que tanto los hidalgos como los pecheros poderosos fueran los escogidos en ese colegio cerrado para dirigir los destinos de la villa hasta finales del siglo XV, cuando la intervención de los hombres del Marqués de los Vélez consiguió romper ese círculo de elegidos en favor de su señor, tal vez aprovechándose de la desunión existente en la élite local (5) . Apenas sabemos qué sucede durante el período en que los incondicionales de los Fajardo rigieron el Ayuntamiento, desde los últimos años de la centuria del cuatrocientos a 1555, con el intervalo de 1520 a 1524, pero sí lo que aconte- ce a partir de mediados del siglo, cuando los señores pierden el pleito en el año 1555, tras la sentencia de la Sala de las Mil y Quinientas Doblas . Los que manejan nuevamente el timón del Concejo son, en gran parte, los cuantiosos, \ aquéllos que tienen un patrimonio superior a mil ducados, aunque no faltan algunos hidalgos . Y aquí la confusión es tremenda, porque como puede verse en la lista de la tabla 10 del Apéndice, muchos de los apellidos en ella contenidos corresponden a familias nobles de la localidad en época medieval : los Llamas, los Felipe, los Pérez de Valladolid, los Campos, los Melgarejo, los Dato, los Valcárcel. . ., ¿qué ha sucedido? Posiblemente, que la hidalguía como tal ha deja- do de tener vital importancia en una villa en la que no es necesaria para osten- tar cargos públicos, sino que lo que prima es el poder económico, el cual sirve para contribuir al pago de los impuestos reales cuando es preciso sin que nadie

2 «Information del pleito entre la villa de Mula y el Marques de los Velez sobre la election de los oficios». A.M.Mula 1-63-1, fol. 25 vo. 3 PRETEL MARÍN, Aurelio: La «comunidad y república» de Chinchilla (1488-1520). Evolución de un modelo de organización de la oposición popular al poder patricio. Instituto de Estudios Albacetenses y Diputación de Albacete. Albacete, 1989, pág. 38. 4 Algo similar había sucedido en Murcia capital, donde el corregidor Pedro Sánchez, poniendo en práctica las ideas del Adelantado Mayor, había logrado suprimir la elección popular y había facilitado la conquista de las instancias municipales por la pequeña nobleza, ver MARTÍNEZ CARRILLO, Má de los Llanos: Revolución urbana y autoridad monárquica en Murcia durante la Baja Edad Media (1395-1520). Universidad de Murcia y Academia Alfonso X El Sabio. Murcia, 1980, págs. 150 y ss. 5 Ver el trabajo de LEMEUNIER, Guy y GONZÁLEZ CASTAÑO, Juan «Señores y oligarcas. Las luchas políticas en Mula durante los siglos XVI y XVII» . Áreas n°- 10. Editora Regional de Murcia. Murcia, 1989, págs. 120 y ss.

186

se escandalice par ello, mas, craso errar, esa circunstancïa se echará en cara, pasado el tiempo, a algunas linajes cuando quieran emprender el camino de la hidalguïa. Un caso paradigmático de lo que decimos puede ser el varias veces mencio- nado padrón de los servidas ordinarias y extraordinarias de 15$4. En él, pese a que no se dice expresamente, pagan los hidalgas, como parece suceder an casi todo el Reino de Murcia, según noticias que debemos a Guy Lemeunier, puesto que están las Melgarejo, Párraga, Campos, Saavedra, Escámez, Botía, Pe- ñalver, Resalt, Valcârcel, etc..., pese a que Ulloa indique que esos tributos no las abonaban más que los pecheros {6). Na obstante el mismo autor reconoce que había cierta dificultad para saber quiénes eran o no pecheras y quiénes estaban excluidos de pagar {7). El caso es que el repartimiento se hace según determinados niveles de riqueza, no especificados en el documento, que dan lugar a las siguientes cate- gorías, en las que las cantidades se expresan en maravedís.

CUADRO 49

Grado de riqueza en el repartimiento de 1584

a ~p z-4 ~a ~-s ~p s-r~ ~o +~3

21$ 22,1 633 61,5 106 10,3 34 3,3 3$ 3,6

* Sála se han camada para elaborar el cuadro 1.029 vecinos, pues de 19 ocultos no se dice lo que pagan.

Parece claro que alga más de una quinta parte de la población muleña puede considerarse pobre, pues no paga nada, Io que denota escasa a nulo patrimonio. Las que poseen unas medios mínimos de supervivencia pueden ser los de la segunda categoría, ese 61,5 par cien, que con la tercera, cuya estabili- dad ecanómïca es desahogada, serían casi el 72 por cien del vecindario . Curiosamente, el 91,6 por cien de los hogares moriscos, $$, pertenecen al segundo nivel y 6, el 6,2 par cien al tercero, na habiendo, aparentemente, nin- guna casa de esta minoría totalmente pobre. Par último, una porción pequeña del vecindario tïene abundantes medios de subsistencia . Nos referimos a ese 6,9 por cien de los dos apartados finales, donde incluimos a dos mariscas, Luïs Fajardo y Gonzalo Dinde, tenderos, que abonan 14 y 17 reales respectivamente, cifras elevadas . De todas modos, los

6 ULLOA, Modesto: La Hacienda Real de Castilla en el reinado de Felipe ZI. F.U.E. Madrid, 1977, pág. 467. 7 Ibídem, págs. 46ß y ss.

1$7 que más pagan son el mercader Ginés Pérez de Hita, que da la mâxima canti- dad, 44 reales ; Rodrigo Resolt el rica, 31 ; Rodrigo Miña.no Melgarejo, 22 ; Francisco Melgarejo Bravo, 26; Onofre Mejías., Rodrigo Perea el rico, Gonzalo Blaya Melgarejo, Hernando Yáñez de Párraga y Alansa Rodríguez de Lélez, que pagan 2Q reales cada una ; Alonso Fernández Melgarejo, 18 y Juan de Miñana Carreño, 16. Tras ellos, vienen muchas personas, entre las que adver- timos al herrero Lucas Galián, que abona 13 reales . A cierta distancia de los mencionados se vislumbra a los Valcárcel, Luis con 10 y la viuda de Ginés con igual cantidad; a los Campos, que oscilan entre la tercera y la cuarta categoría ; a los Saavedra, Botía. . . Con lo que podríamos decir que, globalmente, la primera fortuna de Mula era la de las miembros del linaje Melgarejo, de los que hablaremos largamente al tratar de los bandos, lo que explicaría la prodigalïdad de los gastos ocasionados par los de esa familia en la consecución de sus objetivos . En la tabla 10 del Apéndice, encontrarâ el lector la relación de los caballeros de cuantía del año 1577 . Los señaladas con una cruz son los que hemos identi%- cado en la relación de 1584, a su derecha fîguran las cantidades que pagaron, expresadas en reales . Antes de terminar el período contamos con un padrón de los propietarios del agua de la acequia mayor hecha en 1639, en el cual constan todos los vecïnos que poseían cuartos e hilas, las unidades en que se dïvidía y aún se divide el caudal que venía par el canal (una hila es igual a cuatro cuartas), teniendo en cuenta que el agua y la tïerra en Mula están separadas y se subastaba en «con- cierto» la que sobraba a sus dueños hasta el año 1966* . Por él se sabe que, «grossa modo», los que tienen mayores cantidades de cuartos son las descendientes de los que pagaban más y, por tanto, poseían mayores fortunas en 1584. Entre los que disponen de más de seis y menos de once están, por ejemplo, don Alonso Botía Dato, dan Francisco Dato, don Fernando Dato hurtado, los herederas de daña Luisa Felipe, daña María Felipe, don Rodrigo de Llamas Coy, la viuda de don Diego Melgarejo, la viuda del capitán Molina, dan Fernando de Párraga, dan Rodrigo de Perea, don Francisco Resolt Leiva. . . Sólo tres «señores deI agua» gozan de once a catorce cuartos, dan Bartolomé Fernández Cde segunda apellido Melgarejo); don Alonso López Yáñez y don Diego de Sierra. Cuatro tienen entre 16 y 20, el licenciado Tomás de Campos 18, don Juan de Llamas Gallego 2Q, la viuda de don Francisca Melgarejo y la de don Esteban Osete 1.7 . Esta señora era doña Lucäa de Campos, miembro destacado de su linaje, que casó a principïos del siglo XVII con dan Esteban, oriundo de La Palma, en el Campa de Cartagena, cuya familia llegó a mediados de la centuria anterior a Mula, y que debiö de aportar de dote a de herencïa una gran parte de su cantidad de agua (8}. Por último, el

Queremos expresar aquí las más sinceras gracias al historiador Guy Lemeunier por la genti- leza de facilitarnos, elaborado, tan interesante documento. ß SÁNCHEZ MAURANDI, Antonio: Historia de Mula, pág. 403 del vol. 4.

188

mayor poseedor de cuartas en este momento es dan Ganzala Resalt, que decla- ra 44, seguro descendiente de aquel don Rodrigo llamado el rico en el padrón de 1584 y cuantioso en 1577 . A continuación, se puede ver un cuadro en el que se expresa de modo más gráfico la dicho antes.

CUADRO 50

Redaciôn de propietarios y cuartos en el padrón de agua de 1639

Cuartas Propietarios % Cuartos % poseídos

1-5 216 85,7 450 55,9 6-10 28 11,1 200 24,9 11-15 3 1,1 38 4,7 16-20 4 1,5 72 8,9 21 y + 1 0,3 44 5,4

El comentario al mismo ha de ser breve, un 14 par cien de propietarias con- trola el 44 por cien del agua de Mula, con lo que eso conlleva. Dentro de ese grupa, ocho personas poseen casi una quinta parte del preciado líquido, un poder nada despreciable. Como canclusián de este apartado, no cabe duda que el principal criterio en la jerarquía social de Mula en nuestra época es la riqueza, al margen, hasta principios del siglo XVII de la sangre . Los caballeros de cuantía dirigen la villa en unión de los hidalgos, siendo condición única para ello tener un saneado patrimonio . La carrera por la hidalguía comienza con fuerza hacia 1600, cuando las de la familia Melgarejo consiguen la mitad de oficios . Muchos debieron de ser, los hasta entonces caballeros cuantiosas, que desempolvaron viejos documentos y se buscaron testigos favorables para que declarasen en los pleitos entablados en las Salas de Hidalgos de la Chancillería. Algunos consiguieron la ansiada ejecutoria, como parecen ser los casas deI licenciada Tomás de Campos o de don Gonzalo Resalt en 1639, que son elegidos para los regimientos del Ayuntamiento par el estada noble varias veces, cuyas abuelos aparecían aún en el último tercia del siglo anterior en las listas de la caballería villana. Otros muchos na lo lograron y se vieron apartadas definitivamente de poder entrar en el Ayuntamiento en un estado que era minoritario en el pueblo : el de la nobleza Sepamos, ahora, algo de los hidalgos locales y del clero, dos grupos induda- blemente privilegiados.

189 1 .2. Los estamentos privilegiados

1 .2 .1. Los hidalgos

No habrá nobles de importancia en Mula durante nuestra época. Sí existirá una importante masa hidalga, que supondrá el 14,23 por cien de la población en el año 1591, único en que se conoce su cifra total. Una parte de esas 150 familias pretende provenir de los caballeros que lle- garon con el Infante Alfonso a la conquista de la villa. Otra da a su estirpe un origen fantástico difícil de comprobar. Y otra se incorpora al conjunto durante los dos siglos finales de la Edad Media . Cincuenta y cinco familias decían descender de los caballeros que poblaron Mula luego de la toma a los musulmanes . Para demostrarlo, hacían referencia a una «Escritura de Población», realizada en 1306 para reemplazar a la origi- nal, perdida cuando la villa rechazó los ataques de Jaime II de Aragón (9). En honor a la verdad, pensamos que debe dudarse de ese documento por varias razones. Porque, según se dice en el prólogo, la hizo el Concejo por des- trucción del original cuando el rey de Aragón intentó ocupar la población, ¡es que realmente la conquistó!, como ha demostrado Juan Manuel del Estal (10) . Por tanto, los comienzos dejan mucho que desear, pues se quiere autentificar un documento a través de un acto heroico, como es el rechazo, en nombre del rey de Castilla, de las tropas de Jaime II. Además, ¡qué casualidad que hubiese personas que conocieran el contenido tan bien como para rehacerlo en su totalr- dad! Luego está el hecho de los ochenta caballeros que quedaron para llenar de savia cristiana la infiel Mula, ¿los elegidos?, que se quiere hacer troncos de las más poderosas familias del lugar y a los que mitifica la Escritura por el valor demostrado en los combates . Por último, algo fundamental, que no existen copias anteriores al siglo XVIII y aún éstas indican que se obtuvieron de traslados del siglo XVI*. Acero y Abad ya mostró sus dudas ante una prueba tan favorable a la oli- garquía muleña, pues su redacción le recordaba a las de la Edad Moderna y veía en ella la intervención de personas cultas (11). La interpretación podría ser que un grupo de hidalgos o de cuantiosos deci- diera proporcionarse una genealogía libre de toda sospecha ante la obsesión nacional de la limpieza de sangre, cuando este requisito comenzó a ser exigido para ocupar cualquier puesto importante. Y qué mayor prueba de nobleza que hacer descender sus linajes de los valientes liberadores de Mula del yugo musulmán. Para ello, buscarían a alguien instruido, que colmó todas sus aspi-

9 Ibídem, págs. 26-33 del vol. 1 . 10 Opus cit. págs. 242-244. * Una vez escrito esto, nos hemos enterado que en la librería barcelonesa «Els Gnoms», catálo- go 61, se vende una copia de la Escritura de Población fechada el 6-VII-1581 . 11 Opus cit., págs. 217-222 .

190 raciones aI redactar un hermoso dacumenta, en el que el arrojo de sus antepa- sados Ies ponía al abrigo de toda recela. Hay familïas que hacen provenir sus fuertes troncas de personajes remotas a fantásticas de difícîi identifïcación. Este es eI casa de las Blava y lVIelgareja. La primera se remonta a don Roldân, Conde de Blava, una de los Doce Pares de Francia y sobrina de Carlomagna, nada menas. Su casa solariega estaría en el sur de Francia, en la villa de Maya, desde donde vino el primero, junto can otras caballeros, a guerrear contra las musulmanes y al servicio de los reyes de Castilla . De la Familia Melgarejo se dice que no se conocen sus prïncipias, aunque un libro llamada «De las lixxajes y población de la Ciudad de Sevilla>} indica que provendría de un capitán del !rey dan Pelava! llamada Melcar, hijo de otra Melcar y nieto de Alarbot «de esclarecida sangre gótica». Los Blava llegaran a Mula desde Murcia, donde, en 1410, fueran declaradas lxidalgos. Los Melgarejo vinieran de la mano de Ruy Fernández Malgarejo en el momento de la conquista. ¡Se puede pedir más nobleza, mâs limpieza de san gre, que descender de caballeros que defendieran la Cristiandad contra el Is1ám. . .! No sólo las Blava recalaron en Mula durante el siglo ~V, hubo numerosas Familias hidalgas que llegaron siguiendo las avatares conquistadores . Un ejem- plo claro sería el de los Valcárcel. Su erigen estaría en Galicia, de allí salió un segundón, Pedro García de Valcárcel, que entró al servicio de los monarcas de Castilla. Éste fue padre de Lope de Valcárcel, que ayudó a arrebatar Hellín a las musulmanes, donde permaneció como poblador. Sus descendientes pasaron al Adelantamiento de Cazarla y, desde allí, vinieron a Mula en 1445 y l48ß. Presentaran testimonio de nobleza ante el Ayuntamiento, que le fue acepta- da (12}. Y es que cualquier dacumenta a leyenda era bueno si servía para demostrar la hidalguía de una familia. Acaso no era eso lo que pretendía Fernando Felipe de Saavedra, escribano eoncejil, en 2593, cuando fue cogido «in fraganti» falsifi cando unos padrones del siglo XV, de modo que «a donde deçia en alguna parte Fulana tiene cavallo y armas, que dixese hidalgo notaria» (13}, padrones que serán referencia obligada para todos los que quieran demostrar su nobleza en la Edad Moderna. Esos subterfugios y leyendas para conseguir la nobleza las describe magistralmente Vélez de Guevara en su «Diablo Cojuelo», cuando dice «Esta (calle) es más temporal y del siglo que ninguna -le respondiô el Cojuelo-, y más necesaria, porque es la ropería de los agüelos, donde cualquiera, para todos los actas positivos que les ofrece v se quiere vestir de un agüelo, porque el

12 Los tres orígenes se han estudïado a partir del magnílïco trabajo hecho por SÁNCHEZ MAUR.ANi}I, Antanïo: ~'arrailias de ~liulcz. 3`ip. San li`raneisco. Murcia, 196&-1913. La familïa Blaya se encuentra entre las páginas 66 y 71; la Melgareja entre la 530 y la 54Oä y la Valcárcel entre la 771 y la 777, 13 A. Ch. ísr. 302121311.

2J1 suyo no le viene bien, o está traído, se viene aquí y par su dinero escoge el que les está más a propósito. ..» (14). De todos modas, muchas de esas supuestas familias hidalgas tendrán que probar sus «limpios» orîgenes por media de largos pleitos en la Chancillería de Granada durante los siglos XVI y XVII, jclaro! que siempre hallarán testigos amigos que declaren «por la señal de la cruz» que sus miembros san hidalgos «de solar reconocido».

1.2 .2. El clero

Otro grupo que, junto al hidalgo, estaba exento de pagar determinados impuestos era el eclesiástico. Durante el siglo XV la cifra de caras será pequeña en Mula: dos reseñados en el padrón de 1446, que contarían con acólitos para ayudarle al culto (15). Su total debió de crecer espectacularmente en la centuria siguiente, conforme aumentaba la población y la edificación de ermitas, las cuales contarían con sus carrespondïentes capellanes. En 1556, acordó el Ayuntamiento «que las tales venefiçiados tengan en cada parroquia dos curas (. . .) porque este pueblo es numeroso y de mucha veçindad y las venefiçiadas solas no pueden. ..» (16}. En 1579, ya se cumple lo ordenando en el anterior acuerdo, pues en San Miguel hay un beneficiado, dos curas y un sacristán (17). En el último tercio del siglo XVI y en el primero del XVII, su número sé mantuvo estable: 23 curas en 1591 y 22 en 1617 (18). Lo mismo sucedió con los frailes del único convento de la villa: el de la Purísima Concepción, que eran 12 en 1584 y 15 en el «Censo de Tamás González» de 1591(19).

1.3. Las minorías sociales y étnicas

1 .3.1 . Los moriscas

La rebelión de los conversos recientes en Las Alpujarras, tan bellamente descrita por Pérez de Hita (20}, comenzó en la Navidad del año 1568 y a la

14 VÉLEZ DE GUEVARA, Luis: «El Diablo Cojuelo» en La Novela Picaresca 3á ed. Aguilar. Madrid, 1956, tranco 3°. 15 Hay en el mismo año en la parroquia de San Miguel un sacristán que es hidalgo. 16 Además, acordó solicitar del Obispo un Seminario, según las disposiciones del Concilio de Trento. Act. cap. de 22-V-1566. A.M.Mula. 17 Libro II de Bautismos de esa parroquia, fol. 1 . 18 A.G.S. Díreccíón General del Tesoro, inventario 24, leg. 1.301 yA.C.M. «Mula y Àlbudeyte», carta del fiel de ~os diezmos, Francisco Buitrago, de 12-X-1627. 19 A.G.S. Consejo Real, leg. 258 y Direcciän General del Tesoro, inventario 24, leg. 1.301. 20 PÉREZ DE HITA, Ginés: «Guerras civiles de Granada», págs. 513-686 del tomo 3° de la Biblioteca de Autores Españoles. Imp. de M. Rivadeneyra. Madrid, 1$46.

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f 1 ~ e largo de un bienio ensangrentó la parte oriental de Andalucía. Concluyó con la intervención personal de don Juan de Austria, quien apaciguó el territorio. Supuso un grave contratiempo en el reinádo de Felipe II y una pérdida sus- tancial de hombres y dinero, de los que tan necesitados estaba el monarca . Posiblemente, sus consecuencias más importantes fueron la salida de gran- des contingentes de personas del Reino de Granada hacia el resto del país y el vacío demográfico consiguiente, que fue llenándose gracias a la llegada de nue- vos pobladores (21) . A Murcia vino un grupo numeroso de cristianos nuevos, según ha visto Chacón Jiménez, atraído por las posibilidades que ofrecían los puertos de mar, la cercanía al Reino de Valencia y el trabajo en la rica huerta (22) . Mula tam- bién acrecentó su vecindario con una importante colonia morisca. Tres son las relaciones que se conservan de estos emigrantes forzosos . En ellas se incluyen los esclavos y los libres, siendo la primera que estudiaremos la más rica en matices y en datos aportados . La lista de 1581 es realizada por los beneficiados de las dos parroquias. Se anotan todas las personas libres, cautivas y en administración, junto a sus eda- des (23). Los libres son relacionados por familias, en las que se da el total de sus componentes. Merced a ello, se ha elaborado la anterior pirámide en la que se observa que la población en edad de procrear, de 30 años para abajo, es el 70,92 por cien. Las edades máximas las ostentan, en libres, dos varones de San Miguel con más de 70 años, y en esclavos una mujer con 54, también en esa parroquial. Veamos cómo se reparten por la villa los recien llegados :

21 Como obras generales para conocer los pormenores de la insurrección y posterior expulsión ver: CARO BAROJA, Julio : Los moriscos del Reino de Granada y DOMÍNGUEZ ORTIZ y VIN- CENT: Historia de los moriscos. 22 CHACÓN JIMÉNEZ: Murcia en la centuria del quinientos, págs. 146-166. 23 A.G.S. Cámara de Castilla, leg. 2.183 .

194

CUADRO 51

Distribución de los moriscos en Mula por parroquias y por categorías sociales en 1581

Parroquias Libres Esclavos Administración* Total

V H V H V H

San Miguel 33 38 14 19 1 - 105 Santo Domingo 78 95 8 20 8 12 221

111 133 22 39 9 12 326

* La administración consistía en lo siguiente. Para integrar a los niños moriscos en la comunidad de cristianos viejos, se mandó en 1573 que los varones menores de diez años y las hem- bras que no llegaran a once fueran puestos bajo el cuidado de personas o instituciones que les ense- ñasen las cosas de la fe hasta los veinte años, cuando serían libres (24).

En Santo Domingo hay 7 hembras y 11 varones que, además de ser escla- vos, están en administración . En Sari Miguel, únicamente existen un varón esclavo y 4 libres en el mismo estado. Conocemos un caso concreto de cómo se legalizaba la administración. En 1576 comparece ante el alcalde mayor Martín Cano para registrar, siguiendo el edicto de dicho magistrado, a Vicente, morisco del Reino de Granada, de nueve años de edad «herrado en la cara que lo berro Gines de Perea tundidor, veçino desta villa ( . . .) y pidio a Su Merçed lo aya por registrado y se lo de en adminis- traçion hasta que tenga los veinte años que Su Magestad manda, porque lo tra- tara bien y le dara de comer, vestir y calçar y ocho ducados a cabo de los dichos veinte años por el amor que le tiene . . .» . Èl alcalde mayor accede a lo solicitado (25). El total de vecinos libres es de 80, cuyo estado civil es el que sigue :

24 MÁRMOL CARVAJAL, Luis del: «Historia de la rebelión de los moriscos del Reino de Granada», pág. 247 del tomo 21 de la Biblioteca de Autores Españoles . Recogido por CHALÓN JIMÉNEZ: Murcia en la centuria del quinientos, pág. 160. 25 Caja 3 de Protocolos del siglo XVI. Escritura de 11-I-1576. A.M.Mula.

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CUADRO 52

Estado civil de los vecinos moriscos libres por parroquias en 1581

Parroquias Casados Solteros Solteras Viudos Viudas Total

San Miguel 12 1 4 - 5 22 Santo Domingo 34 1 9 1 13 58

46 2 13 1 18 80

Prevalecen, como es normal, los encabezados por casados, seguidos por los de viudas y solteras. Aquéllas tenían difícil contraer matrimonio, mucho más si eran pobres y con varios hijos, y las solteras encontrar un varón de su edad en un grupo social en el que la relación de masculinidad era de176,78 por cien. En cuanto a sus ocupaciones, el documento adolece de falta de ellas. De los 80 vecinos, sólo da las de siete, seis en el sector secundario (un tendero y cinco molineros) y una en el terciario (criado). Aunque podemos pensar que la mayo- ría trabajaría en la agricultura y en la cría y trabajo de la seda, en cuyo arte eran maestros reconocidos. En 1605, dos moriscos son nombrados veedores con- cejiles de la seda (26). El segundo listado es el padrón de los impuestos ordinarios y extraordina- rios de 1584, que hemos estudiado en otro lugar. En él se anotan los cristianos nuevos sin distinción de colaciones, con las cantidades que deben abonar indi vidualmente. Es parco en datos, como corresponde a un registro fiscal, pero sirve muy bien para conocer el número de vecinos en ese año : 96, lo que indica un crecimiento rapidísimo de esa minoría, un 20 por cien en un trienio. El tercer recuento lo analizaremos un poco después, al hablar de los escla- vos moriscos. Conozcamos ahora de dónde provienen los nuevos pobladores de Mula . No abundan los datos para responder a tan trascendental cuestión ; se puede asegurar que en un primer momento, hasta 1583, muchos llegan de Vélez Blanco, como lo prueban los 17 que se avecindan en 1573 (27) y los matrimonios y bautismos en los que se dan los lugares de procedencia hasta el año sitado (6 y 9 respectivamente) . Más tarde, sólo se conoce el origen de cua- tro varones : dos de Murcia, uno de Lorca y otro de Espinardo. Parece, por tanto, que durante los primeros tiempos de la expulsión del Reino de Granada los moriscos de Vélez Blanco decidieron ir a una localidad donde el señor era el mismo que en la suya, y en la cual podrían continuar bajo

26 Act. cap. de 1-V-1605. A.M.Mula. 2? Act. cap . de 4-VII-1573 . A.M.Mula. Por carta real de 5-III-1570 se manda que cumpla el Marqués la orden de expulsión de los moriscos de sus estados granadinos. Documento copiado por MAItANÓN, Gregorio: Los tres Vélez. Espasa-Calpe. Madrid, 1960, nota 107 de la pág. 122.

196 su proteccicina a lo que se añadía la corta distancia a su villa de procedencia. Estaban en Castilla, pero cerca de su casa, con lo que el decreto de salida era obedecido sin mucho perjuicio para ellos. Seria interesante saber si los demás estados marcianos del Marqués de los Vélez recibieran mariscos de sus tierras andaluzas o, por contra, llegaran de rincones más alejados del reino granadi- no. . . C?tra cuestión esencial es conocer si había diferencias, y si existían de qué tipo, con el resto de la sociedad moleña. Parece que, por lo menos, en los años siguientes a la guerra, hubo de índole económica . En la regulación salarial hecha en 1513 se les señala el jornal más bajo de la escala sin distinción de ofi- cios, 40 maravedís/día y alimentados, mientras que los peones cristianos viejas cobran de mayo a julio 68 y de julio a mayo 51 y comidos (28}. De vez en cuando eran visitados por representantes del Concejo, en cumpli- miento de las pragmáticas reales, cauro en 1577, en que los regidores Juan López y Juan Vernón son encargados de inspeccionar, respectivamente, la parroquia de Santo Domingo y la de San Miguel (29), lo que na será ôbiee para que dos cristianas nuevos sean nombrados guardas de la huerta el año antes, un carga de confianza del Ayuntamiento (3Q). También hay un importante contingente de moriscos esclavos en Mula. leo sôlo se sabe de ellos por los 61 tensados en 1581, cuya repartición por sexos y colaciones hemos reseñada antes, sino que se ve en la lista de los esclavos bau tizados, puesta que se advierte que sube bastante en Ios años inmediatamente posteriores al cese de las hostilidades de C"ranada. Estos cautivas generaran un activo comercia en el que se mavian grandes cantidades de dinero. En los protocolos del Archivo Municipal de Mula y en los fondos del Archivo de la Caja de Áhorros del Mediterráneo de la misma ciudad se hallan varias compraventas . Así, Pedro Casas, vecino de Tarifa, pero residente en Mula, adquiere a la viuda de Andrës Felipe una esclava morisca negra llamada Leonor, de veinte años de edad, natural de Lotiras, lugar de Salobreña y «avida de buena guerra» (31). Lo mismo hace Francisco Pérez de Hita, quien compra a su cuña- da, el capitán Alonso Fernández Melgarejo, vecino de Mula y comandante de parte de la milicia moleña en las hostilidades alpujarreñas, otra cautiva, por nombre Isabel, de ~5 años, que fue, como la anterior, parte del botín de gue- rra (32}. En 1594 vende Pedro Fernández de Hita, vecino de Murcia, a Pedro Dato de Angosto, vecino de Mula, un esclavo de color de 18 años, llamado Juan, propie- dad de su mujer (33). Seis años después, adquiere el moleño Pedro Dato al clé-

28 Act. cap. de 17-XI-1573 . A.M.Mula. 29 Act. cap, de 26-VII-1577. A.M.Mula. 30 Act. cap. de 7-VII-I576 . A.M.Muia. 31 Caga 3 de Protocolos del siglo XVI. Venta de 3-III-1574. A.M.Mula. 32 Caja 2 de Protocolos del sigla xVI. Venta de 1-I-1577. AM.MuIa. 33 A.C.A.M. 7-9-1965.

197 rigo Pedro Vela, vecino de Cartagena, una esclava negra de 20 años llamada Fátima, «anida de buena guerra» {34) . Además, está la autorredención de la cautividad de María Maraní, esclava de Juan de Benavides, vecino de Baza, pero estante en Mula. Esta morisca de «Santa Fe en el río de Almería de helad de treinta años poco mas o menos, algo morena, quebrada de colar, de mediana estatura, con una señalica de herïda en medio de la ceja» fue capturada «en la batalla de Filiz (Fêlix) en eI campo y ofensiva del Marques de las Vélez mi señor que esté en el Cíela y en el despoja y repartimiento . ..». Gana su libertad «porque me a servido bien» y ¡porque le abona la importante cifra de noventa ducados! ¿de dónde los sacaría. ..? (35). Esta lleva a plantearse cuánta costaba un esclavo. Aunque en los documen- tos nada se dice, seguramente se tendría en cuenta el sexo, la edad, la condi- ción física etc.. ., como ocurría en Valencia {36). Sïn embarga, na había un con trol oficial de los precios, sino que estaban en función de la oferta y la deman- da, A pesar de eso, da la impresión de que se valoraba más a la mujer que al hombre, ya que, por ejemplo, dos esclavos de raza negra, el muchacha de Fernández de Hita y la chica del cura Vela, can seis años de diferencia y una edad similar en el momento de la adquisición, cuesta ella 33 ducados más que él. 123 contra 90. Suponemos que su precio fue en alza a lo largo del siglo XVI, como parece demostrar el hecha de que Leonor cueste 84 ducados y media en 1575; Isabel 100 dos años más tarde ; y Fátima 123 en 1600. Na obstante, la falta de escrûpulos y las ganas de medro desmedida, junta a Io revuelto de los tiempos, debieron de ocasionar dramas humanos como el que describiremos a continuación. En septiembre de 1574 se presenta ante el alcal de mayor Isabel Guardia, morisca natural de Illar. Cuenta que el año 1569 llevó a Vélez Blanco «a Juan mi hijo, el qual a la dicha saçon hera de edad de tres años y en la dicha villa sin orden alguna me fue artado par Juan Iñiguez de Heredia alguaçil mayor que era de la dicha villa diçiendo (que) en su poder auia de estar depositado e por su fin e muerte fue traída y transportado a esta villa donde esclavo esta en casa de Lasaro Tortosa (. . .) que of dicho mi hijo es libre y no cautiva me la an de entregar.. .» . El magistrado declara que es libre casi a los dos años de presentada la demanda, pero no lo devuelve a la angus- tiada madre, sino que lo entrega en administración al beneficiado de Santo Domingo «para que la tenga e instruya en las casas de la fe hasta los veinte años». El sacerdote se obliga a liberarlo a esa edad y darle un vestido nuevo y ocho ducados {37).

34 A.C .A.M, 7-12-4. 35 Caja 3 de Protocolos del sïglo XVI. Manumisión de 10-X-1575. A.M.Mula. 36 GRAULI~ERA SANZ, Vicente : La esclaaitud en Valencia en los siglos XVI y XVII. Institución «Alfonso el Magnánimo». Valencia, 1978, pág. 168. 37 Caja 3 de Protocolos del sigla XVI. Documento de 18-IX-1574. A.M.Mula.

198 La lista de 1581 sólo da la profesión de dos dueños de esclavos: un sacerdo- te, que tiene uno propio y otra en administración, y un calcetero, que posee otro. Además, indica que la Marquesa de los Vélez era propietaria de cinco (tres varones y dos hembras}, cuyas edades oscilaban entre los 18 y las 22 años . De los que tienen moriscos en administración destacan un licenciada, un beneficiado y un alcalde de la ~Termandad, cuyas patentes de cristianos viejos les hacían irreprochables, a la vez que les dotaban de mano de obra sumisa y barata durante años, La tercera relación es al registro de esclavas moriscos hecha por mandato de dan Luis Fajardo en el Reino de Murcia durante el año 1613 ( 8). En Mula, únicamente quedaban nueve (cuatro varones y cinco hembras}, probablemente muy viejos, pues muchas habrían muerto y los jóvenes alcanzado la libertad una vez cumplidos los veinte años. Poseían un cautivo cada uno el alcaide de la fortaleza, un licenciada, un escrïbana, un hidalga y das dueñas. De tres amos na se dan más que sus nom- bres, ni una palabra más sobre su profesión o categoría social. Ignoramos el grado de integración que lograran los moriscos can la sociedad dominante, aunque no serian aculturados totalmente en un primer momento. A pasar de las leyes que obligaban a los conversos recientes a aprender y practicar la doctrina cristiana, a hablar en aljamiado y a olvidar sus costum- bres, en 1584 el alcalde mayor de Mula, don Francisca Botía Marïn, hubo de llamar a su presencia a ~Tuan Ponce, Gonzalo Chacán, Catalina Tarazona, María de la Fuente y María de Mena para preguntarles por qué hablaban en

1,3 .2. Los esclavos no moriscos

No sabemos mucho de la esclavitud no marisca de Mula, pera a Cenar de las ordenanzas del primer cuarto del siglo XVI, debió de ser importante. En 1523 se prohibe que vayan juntas más de das negros esclavos, sa pena de 34 maravedís la primera vez que fuesen cogidos y la misma cantidad y veinte

3ß A.G.S. Secciön de Estado, leg. 227 . 39 Documentos del Marqués de los Vélez. Denuncia de 9-vlll-1~ß6. A,M,Muta. 40 DC?MÎNGUEZ ORTIZ y VINCENT: opus cít., págs. 136.

199 azotes la segunda (41). También se les impide portar armas, bajo pena de per- derlas y estar en la mazmorra cuatro días (42) . En junio de 1525 se manda que no puedan llevar a otros de igual condición a la her~dad de sus dueños, pues tendrán el castigo que él dicte (43). Al año siguienté se ordena que ningún cautivo salga de noche, de las nueve en adelan te, ya que si fuese sorprendido fuera de la casa de su amo recibirä 14 azotes o pagará 600 maravedís (44). Toda esa legislación concejil revela la existencia de una población esclava que ocasionaba problemas y a los que se deseaba poner solución. No hay más noticias de cautivos hasta que se cuenta con los libros parro- quiales . Recordemos que, al hablar de los bautismos, se dijo que los esclavos que reciben ese sacramento a lo largo del periodo estudiado eran 433, de los que 140 eran adultos, el 32,33 por cien. Esta cifra está indicado la compra, en 75 años, de casi dos cautivos anuales en edad de trabajar o procrear que, inme- diatamente, eran cristianizados, aunque, debemos confesarlo, ignoramos cuán- tos de ellos eran no moriscos . Sus precios debieron de ser similares a los de los granadinos. Una negra de quince años llamada Esperanza es vendida en 90 ducados por Esteban Angosto a Miguel Corbera en 1576 (45); la misma cantidad que cuesta el muchacho de color de Pedro Fernández de Hita, mencionado en el apartado anterior. También los propietarios eran muy semejantes . Tenían esclavos los curas; los sucesivos alcaldes mayores; los oficiales del Marqués, como el contador, que bautiza una adulta en 1601; el propio Marqués y las grandes familias, como García Botïa Durango, que en 1594 declara tener cuatro esclavos, una de 36 años, que es madre de los demás, otra de 13 y dos varones, de 8 y 1 años (46). Por último, era normal que los libemos y esclavos tomasen el nombre y ape- llido de su dueño, como se advierte en la relación de la familia Resalt, una de las atacadas por la peste de 1648, encabezada por don Francisco Resalt Llamas, estaba formada por su mujer, doña Luisa de Coy; sus cuatro hijos, Francisco, Rodrigo, Blas y Marina; cinco esclavos, Pedro Sola, Diego Leiva, Almanzor, Lucía Fernández y Catalina Resalt; y tres libemos, Ana María, Antonia Resalt y Alonso Resalt, que actuaban como criados (47).

41 Act. cap . de 11-VIII-1523 . A.M.Mula. 42 Act. cap. de 2-VII-1524 . A.M.Mula. 43 Act. cap. de 22-VI-1525. A.M.Mula. 44 Act. cap. de 17-I-1526. A.M.Mula. 45 Caja 3 de Protocolos del siglo XVI. Venta de 13-I-1576. A.M.Mula. 46 Documentos del Marqués de los Vélez . A.M.Mula. «Documento de Garcia Botia para se exi- mir de la quantia» de 11-II-1594. 47 Relación de los atacados en la parroquia de Santo Domingo durante el contagio de 1648. A.M.Mula.

200

1.3,x. Otras minorías

No se poseen datos sobre los pobres, salvo los que sugiere el padrón de I5ß4, que determina que los que no contribuyen en los servicios son un 20 par cien ¿eran todos pobres . . ~ y son escasos los referentes a los gitanas . De éstos hay noticias en los libros parroquiales y en las tensas. Los de matrimonios sólo dan dos: uno en San Miguel. en 1593 de una gitana con un vecino de Torreperagil (~Iaén~ y otra en unto l~amingo en 1625 entre das gitanos. En San Miguel es bautizada una nina en 1621 y en unto l~oxninga uxx varón y una hembra pobres en 1567. En esta última parroquia aparece un veei- no gitano en el padrón de 1584. Si hay datas de das grandes acampadas de gitanos en las afixares de Mula. La primera tuvo lugar en la primavera de 1562, El Coxltejo ordena que se mar- tlxen después del segunda dia del pregón* sa pena de cien azotes, parque hacían daño en la huerta sus integrantes con las carretas y bestias (48). La erra junta se dio en noviembre de 1616, Enterarla el alcalde mayor de la presencï.a par la huerta de un grupo de 20 ó 30 personas con muchas animales, las manda prender 3F poner en la cartel hasta aclarar las razones cíue han xnavido a tanto gitano a reunix°se en Mula. Mas la actitud sospechosa de varios miembros del clan que, cuando son conducidos ante el magistrado, se zafan y meten en el edifxeïo de la audiencia treyenda que era una ïglesïa, invocando el derecha de asilo, obliga al alcalde a ordenar un registra. Encuentran diversas jarras de plata y trazas de carne de res metidas en lienzos y atados al cuerpo baja la ropa. Ante la evidencia de To robado, falla lo siguiente; manda a rías personas que no vuélvan a salir de su lugar de residencia, sa pena de 200 azotes, pero por haberlo heclxo las condena a 500, nxaravedis de multa y a que se marchen de Mula en eI plazo de dos días . At resto del grupo lcx sentencïa a 7.444 raaravedis de pena, mis 2 .404 paxa el alguacil mayor, Ordena que ninguna de las 27 personas que la ixttegraba vuelva a dejar su pueblo para nomadear, bajo pena de 240 azotes a las mujeres Y diez años de galeras sïn sueldo a las lxaxnbres. Igualmente, les da dos días de plazo para que abandonen la villa (49).

48 Àct. cap. d~ 18-xv~i562, 49 Tfocurnentc~s del IViarqués de los vélea. A.i~~x:lVltxla «El alcalde mayor contra lds it~nos y g~tanas>, de 28,ß;I-I626.

CAPÍTULO 2. EL GOBIERNO 17E LA VILLA

La vida política local va a estar constantemente revuelta a lo largo de la mayor parte del periodo objeto de nuestra estudio por una serie de razones, entre las que prevalecen las rivalidades oligárquicas por el control del Ayuntamiento, después del fallo del pleito contra el Marquës de 155, del que luego hablaremos, y la cuestión señorial, que consume ingentes cantidades de dinero de la familia Fajardo y de la élite moleña en defensa de sus posiciones. Todo eso permite afirmar que Mula es una do los más importantes polos de agitación de la Murcia interior, bastante agitada a su vez, y por tanta sirve tamo ejemplo para estudiar las confrontaciones entre das poderes: eI municipal y el marquesal, lo que explica, y esta podrá verse claramente más adelante, que la cooptación continúe en Mula cuando eI resto del Reina, salvo honrosas excepciones, ya ha asistida a la compra de los principales oficios par los podero- sos locales. Y es que Mula reúne las condiciones precisas para paseen una intensa con- flictividad interna: una institución concejil establecida sobre un extenso terri- torio, que soporta una división social acentuada, y un poder señorial represen tado por los Fajardo, que no quiere perder un ápice de las preeminencias adquiridas a principios del siglo XVI. Toda esa problemática, que encanó la vida de la villa durante generaciones, será la que desarrollaremos a la largo de este amplio capitulo . Comencemos conociendo la primera institución del puebla.

2(i3 2.1. El Ayuntamiento, su composición

Luego de la concesión del Fuero de Córdoba por Fernando III comenzaron los muleños a elegir anualmente sus cargos rectores el día de San Juan . A par- tir de un momento impreciso del siglo XIV eran dos alcaldes, seis regidores, dos jurados, no vinculados a las parroquias aparentemente, y un alguacil mayor. Después del año 1495, cuando los jueces Alonso del Castillo y Juan de Barrio- nuevo vienen «a poner en hermandad el Reyno de Murçia» (50) se nombran, también, dos alcaldes de la Hermandad, que, según se dice en 1556, eran los alcaldes ordinarios del año anterior (51). Sus obligaciones, aproximadamente, consistían en lo siguiente . Los alcaldes eran «primi inter pares», pues salían del grupo de los regidores. Su misión era la de representar al pueblo e impartir justicia en primera instancia. Los regidores y los jurados tenían los deberes de sus cargos confundidos. Claramente entendían en la redacción de las ordenanzas, en la fijación de los precios y los salarios, podían representar a los muleños en la Corte o en la Chancillería etc. .., aunque el peso específico de los primeros era superior al de los jurados y, nos da la impresión, que a veces éstos eran «convidados de pie- dra» (52) . La misión del alguacil era vigilar y aprehender delincuentes. Hasta la caída de Granada debía abrir y cerrar las puertas de Mula cada día (53) . Los alcaldes de la Hermandad habían perdido en la segunda mitad del siglo XVI parte de su importancia . De todos modos, seguían siendo los dirigentes de las cuadrillas para perseguir delincuentes, mas el alcalde mayor y su alguacil hacían sus veces con frecuencia. Todos ellos debían acudir con cierta regularidad a reuniones en las que se debatían problemas de la villa. Seguidamente se puede ver la relación de esas juntas decenalmente entre 1559 y 1609, menos en 1589, ya que los folios de las sesiones de ese año se encuentran rotos por las fuertes tintas y la humedad.

50 A. Ch. Gr. 302/213/1 . 51 «Executoria ganada por esta villa de Mula contra el Marques de los Velez sobre el nombra- miento de Alcaldes de la Hermandad». A.M.Mula 1-63-4, fol. 2 vo. 52 Algo similar ocurría en Córdoba en el siglo XVIII. CUESTA MARTÍNEZ, M.: La ciudad de Córdoba en el siglo XVIII. Caja Provincial de Córdoba. Córdoba, 1985, págs. 78-79. 53 «Information del pleito entre la villa de Mula y el Marques de los Velez sobre la election de los oficios». Traslado del original, de 28-III-1525, sacado el 24-IX-1555 . A.M.Mula 1-61-1, fols. 17 y 20. Pedro de Angosto, testigo del pleito, dice: «, e a las personas que nonbraban para alguaçil vido este testigo que le davan las llaves de las puertas de la villa a cabsa que cada noche se çeraban por miedo de los moros» . Según otro testigo, Rodrigo de Ávalos, elegían por alguacil a «uno que fuese reçien casado de aquel año e a aquel llamaban novençiano. ..» .

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CUADI~.C 53

Reuniones capitulares de 1Vlula decenalmente, Z5~9-~~(~~

Años Reunio~tes

1559 ~1 1569 38 1579 53 1599 33 1609 32

Como se ve, cifras muy similares durante todo el período. De todas esas juntas salió una fuente de noticias vital para entender el com- portamiento de los moleñas çle los siglos XVI y XVII .

~.2. Las elecciones conce~iles y el nombramiento de oficiales. Los Ayuntamie~ttos de La Puebla y Campos

Todos las cargos concejiles eran renovados anualmente por un procedimien- to que se remonta al siglo XIII: la elección . Consistía en que los regidores salientes nombraban a los entrantes en vísperas del día de San Jxa , la que permitía que una minoria, la oligarquía, se perpetuase en el poder en detri- mento de la mayoría. La ceremonia era, con pocas variaciones de un año para el otro, la siguiente . Se reunían los componentes del Ay°xxntamiento en las salas capitulares dos o tres días antes de la fiesta mencionada y nombraban a las que serían sus suce sores (54). El 24 de junio iban todos juntos a San Miguel, oían misa y juraban los cargas ante los Evangelïos. Desde ese momento eran los nuevas represen- tantes del pueblo. Inmediatamente, las elegidos designaban a los demás com- ponentes del Ayuntamiento. La farrna de establecer Ios oficios municipales originó mucha corrupción y la continuación en el poder de grupos unidos par lazos de sangre. A pesar de que el estudia del patriciado xnuleno y de sus relaciones con el centro de decisiones de la villa se hace en otro lugar, lxe aquí lo que ocurre con las principales cargos (alcaldes, regidores y jurados) entre 1609 y 1618, que son casi monopolizados por las Melgarejo (55}.

54 A veces habîa problemas en la eleccïán, corno en 1Fi19, año en que debïaron hacerse varios intentos hasta completar el Ayuntamiento . hibro de Eleeeïones deI Concejo da i6o9 a 1636. A.M.Mula. 55 e ha escogido este periodo porque en i6t?9 exigen algunos hidalgos que la divisïán de esta- dos se lleve a rajatabla, en un ïntento de hacerse con al poder,

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CUADRO 54

Presencia del clan Melgarejo en el Ayuntamiento, 1609-1618

Alcaldes Regidores Jurados Total

Alonso Fernández Melgarejo 2 5 0 7 Francisco Fernández Melgarejo 2 4 1 7 Pedro Blaya Melgarejo 1 5 1 7 Hernando Blaya Melgarejo 3 4 : 0 7 Matías Blaya Melgarejo 0 3 w 1 4

El resultado es sorprendente, pues los miembros de ese linaje copan la insti- tución. De los cincuenta posibles elegidos en los diez años, cinco individuos del clan ocupan cargos ¡32 veces! Hasta 1616 el copo es total (en 1610 se hacen con todos los oficios) . Menos mal que no había regimientos perpetuos . . .! Ese evidente abuso se comete pese a que en 1572 ganó Fernando Felipe una real provisión porque «andaban los ofiçios (de) alcaldes y regidores y otros ofiçiales entre deudos y parientes por elegirse como se elegían unos a otros», en la que se manda que «las personas que fueren elegidas por alcaldes desa dicha villa no puedan ser tornadas a elegir; ni tener los mismos ofiçios de alcalde hasta ser pasados tres años después que dexaren los ofiçios ni otros ofiçiales algunos del conçejo hasta ser pasados dos años y los regidores no puedan ser reelegidos hasta que sean pasados dos años .. .» (56). Cinco días después de su nombramiento, el Concejo nombraba los cargos de La Puebla y Campos . Para ello, el día de San Pedro se desplazaba a ambas aldeas y designaba en cada una dos alcaldes, dos regidores, dos jurados, un alguacil y un escribano con vigencia de un año (57).

2.3. Las cuentas concejiles

Hay un único libro de mayordomía para el periodo que estamos tratando, es el que va desde 1555 hasta 1573 . Los datos que proporciona sobre la economía

56 Libro 3 de Provisiones Reales. Provisión de 4-VIII-1572, fol. 259. A.M.Mula 1-68-2 . Por pro- visión de 13-V-1604 se manda que los vecinos que deban a los propios y al pósito más de 3 .000 maravedís no puedan ser elegidos para cargos públicos hasta que los paguen. Libro 3 de Provisiones Reales, fol. 232. A.M.Mula 1-68-2. Por provisión de 5-IV-1618 se prohibe que las perso- nas que tengan pleitos con el Ayuntamiento puedan ser nombradas cargos públicos. Libro 3 de Provisiones Reales, fol. 230. A.M.Mula 1-68-2. 57 Se escogían curiosos lugares para la elección. En 1610 se hizo la de La Puebla en la heredad del Baño del Marqués (los actuales Baños de Mula). Libro de Elecciones del Concejo de 1609 a 1636, elección del año citado.

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del Ayuntamiento son insuficientes para conocerla con amplitud, mas, desgra- ciadamente, no hay más. Las fuentes de los ingresos sólo se saben en el año 1558-1559. Corresponden a la mayordomía de Rodrigo de Perea, quien rinde cuentas al Concejo el 28 de agosto de 1559, resultando que se han ingresado 244.146 maravedís, según nuestros correctos cálculos, 259.750 según los suyos, procedentes de los concep- tos siguientes: - De censos y arrendamientos varios (a) 19 .199 - Del arrendamiento de la dehesa de Cajitán 151 .500 - Del arrendamiento de la «aciara» que llega al pino de Dato (sic) y de la del Balate 340 - Del arrendamiento de la hila concejil 3 .026 - Del arrendamiento de las cuatro tiendas de la plaza 4.114 - Del arrendamiento del horno concejil 3.375 - De las penas de la caza de la dehesa 3 .75Ò - Del corredor de la almotacenía 7 .500 - De una condena al alcalde mayor 1 .168 - De la venta de dos fanegas de trigo 578 - De las condenas a dos individuos 1 .286 - Del estiercol del matadero 1 .496 - De la renta de la jabonería 748 - De diversos prestamos de particulares 46.066 244.146

(a) De los censos de Albudeite, Campos y La Puebla; del portazgo de Pliego; de los arrenda- mientos de diversas tierras y cuevas, de un batán, de una herrería, de las salinas de Yéchar, de la bellota concejil de la dehesa del río Mula etc. . .

CUADRO 55

Cargos y datas desglosadas porcentualmente, cada tres años, entre 1556-1557 y 1572-1573

Años Cargo Data Salarios Fiestas Dev . Pr. Varios(b)

1556-57 486.142 344.625 39,3$ 0,23 14,55 45,82 1560-61 212.360 183 .795 40,96 0,07 3,12 55,83 1564-65 538.678 367 .014 31,69 - 0,48 67,82 1568-69 493.087 417 .638 45,92 0,26 - 53,80 1572-73 410.123 393.821 27,80 0,16 14,47 57,56

(b) Misas para que llueva; pago de loberas, pagos en la Corte y en Granada, comidas a perso nas importantes, pago de probanzas, gastos de las visitas de mojones, etc...

207 El desglose de las gastos se ha hecho porcentualmente, porque sála se trata de dar una idea de cómo se reparte lo recaudado entre las diversas partidas más o manos fijas. En la tabla número 11 del Apéndice hallará el lactar la rela- ción pormenorizada de la data del año 1555-1556 . Una cosa muestra el cuadra, que los ingresos, pese a ser cortos, permiten que todos las años haya superavit. No obstante, no sobraba mucha para inver- siones y este apartado será una asignatura pendiente a la larga de las siglos XVI y XVII.

~.4. La lucha contra la escasez cerealística desde el Concejo: la creación del pósito

La falta de granos en una sociedad que hace de ellos su alimento-base es algo que no se puede minimizar, pues, como vimos al tratar el apartado del hambre, una sucesión de malas cosechas ponía al puebla baja mínimos y obli- gaba a ir a buscar trigo a Cartagena o a lugares remotas . Para paliar los efectos de las hambrunas, guardando los cereales en momen- tos de abundancia y dândolos, para la siembra o el consumo, en los períodos de necesidad, se creará un almacén en el año 1567 (58}. Esta instïtución fue abra de un conjunto de particulares, cuyos nombres, salvo el de Francisco Clemente, ignoramos. Seguramente, constituyó algún tipo de fundaciôn pía, en la que la administración correspondía al Ayuntamiento de la villa. Cedemos la palabra a un documento que expresa más gráficamente la dicho «que Francisco Clemente- y otros sus consortes vecinos de la dicha villa de Mula abïa ganado una nuestra carta y probision librada por los de nuestros conseja para que de sus propios bienes pudiesen hacer un possito de pan en la dicha villa, que despees de hecho la administraccion del la tubiesen los alcaldes y regidores de la dicha villa sin que el alcalde mayor dalla ni su teniente ni el dicho Marques ni otra persona ninguna no se entremetiesen en ello» (59). À su frente había un depositario, auxiliado par un escribano nombrada por el Concejo en junio de cada año, al que ayudaba un medidor, que cobraba segûn las fanegas medidas. Anualmente, se alquilaban cámaras a particulares para guardar el grano, pues las bajos del Ayuntamiento se mostraban rosa%tientes para contenerlo. No poseyó un verdadero granero hasta el siglo XVIII, cuando se levantó al sur de la plaza (60). Mientras no existïô ese edificio, se hubo de luchar con el pro- blema del gorgojo y con el de La humedad, que echaban a perder grandes canti- dades de cereal en cada cosecha.

58 Ver «Libro de cuentas y acuerdos del pasito», 1568-1584. A,M.Mula. 59 «Executaría del pasito de esta villa litigada con el Marques de los Velen y sus críalos, año 1614 y provisiones ganadas a favor de esta villa de Mula», fol. 3 . A.M.MuIa 1-64-3. 60 Para conocer las características de este edilicio ver: GONZr~LEZ CASTAÑO, Juan: «El pre- cio del trigo y las crisis da subsistencias en la comarca del Ilïa Mula en la segunda mitad del siglo XVIII».

208 ¿Cómo actúa el Conseja a través dei pôsita en momentos de penuria? Prime- ramente, comprando cuanto trigo y otros cereales puede y al precio más baja posible en Mula y su tierra. Cuando no lo logra, no duda en enviar a alguien, generalmente el depositaria o un regidor, a adquirirla a sitios lejanos . En nues- tra época solía comprarla en Cartagena, proveniente de Sicïlia o Cerdeña; en La Mancha; en la zona de Caravaca-Moratalla; en Orihuela y, más excepcional- mente, en Ubeda y Torreperogil (Jaén). Eso conllevaba un incremento por fane- ga que, par ejemplo, en 1577, supuso para 150 traídas de Cartagena tres reales para cada una de portes; y en 1582, seis reales y media para las compradas en Barrax (Albacete) (61). Cuando es impasible hallar trigo o cebada, como ocurre en el año 1582-1583, na se duda en adquirir centena a elevadísimas precios (62). Una vez conducido el trigo a Mula, se hace el «ensayo», en eI cual se sabrá cuánta harina y cuânto salvado salen de cada fanega. Cuando se conoce el número de libras útiles de masa, se precia cada una. El siguiente movimiento es dar a las «panaderas» nombradas por el Concejo, únïcas personas autorizadas para amasar pan en las momentos de escasez (siempre son mujeres), la cantidad que se h.a acordado «deshacer», sin que pue dan vender las hogazas con menos peso o a más precia del fijado (63). Cuyunturalmente, y para na incrementar los precios, se podía permitir una baja en el peso. También acostumbraba a extremar, en épocas de necesidad, el Ayunta- miento su actitud proteccionista a los granas. Coincidiendo can el bienio 1561- 1563 da una serie de disposiciones que, básicamente, consiste en que no se pueda sacar de la villa más de dos panes por persona; que las panaderas no vendan más de esta cantidad por individua; y que se recoja el trigo que se pueda hallar en Mula y se deshaga (64) . Se obliga a los particulares que quieran vender cereal a ofrecerlo primero al pôsita (65). En la hambruna de 1577-1578 se dice: «que son informados (los componentes del Concejo) que las veçinos de la comarca del Bolle y otras partes todas ocurren (sis) a dicha villa a se llevar el pan de esta villa y que las pana- deras escondidamente se lo dan y dello causan mucha necesidad a esta villa, por tanta para evitar inconvenientes las dichos señores cançejo proveyeran e mandaron que todas las panaderas delta dicha villa el pan que hiçieren sin que falte alguna la lleben y saquen a la plaça delta villa, la entreguen al regi-

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209 dor y executor que lo fuere para que tenga cuenta y raçon con el dicho pan y lo haga vender y repartir. ..» (66) . También se ordena que nadie saque aceite de Mula si, a cambio, no trae alimentos (67). De todos modos, existe otro problema a sumar a los causados por la Naturaleza y la langosta, nos referimos a la malversación de caudales públicos. El hecho de conseguir la oligarquía de Mula que, en un primer momento, las cuentas del pósito no fueran revisadas por nadie, lo que incluía al alcalde mayor del Marqués, fue fuente de rapiña en los dineros y en el cereal del mismo. Las dificultades para los responsables del Concejo comienzan en firme a partir de 1589, luego de una década de cosechas deficitarias . El alcalde mayor, licenciado Monroy, consigue revisar los libros del granero y encuentra que los alcaldes del año 1588-1589 no han tomado las preceptivas cuentas al depositario Pedro de Buitrago, por lo cual les impone la fuerte multa de 20 .000 reales . El mismo juez indica el 21 de abril del año siguiente, actuando como presi- dente del tribunal de residencia, «que (en) el alfori que esta villa tiene para el sustento de los pobres y caminantes no ay ningun trigo ni menos dinero con que conprar ( . . .) de donde se colije y entiende an hido consumiendo y aprove- chandose de ello el dicho conçejo y dichos alcaldes» . Llama a una serie de testi- gos, entre los cuales aparece el capitán don Juan Pérez de Valladolid, quien dice «no ay pan ni se halla en esta villa del dicho posito ni de otro alguno por cuya causa es grande lastima ver que los forasteros y pobres andan por la plaza y calles dando voçes y diçiendo que cómo entre cristianos por sus dineros no hallan un bocado de pan». Tras descerrajar el alcalde mayor la puerta del almacén y el arca del dinero, comprueba que sólo existen treinta y tantas fanegas de trigo y 3.672 reales y medio de los 436 .808 maravedís que poseía en 1583 (apenas un 28,5 por cien de esta cantidad), por lo que ordena el encarcelamiento del Concejo y el traslado de los autos a la Chancillería de Granada (68). No obstante, el dinero del granero y sus reservas de cereal eran una tenta- ción permanente para los regidores sin muchos escrúpulos . Así, el 2 de octubre de 1608 el licenciado Quirós, alcalde mayor de Mula, se queja en Granada que de 20 .000 reales que tenía de caudal el pósito, casi 18 .000 estaban en poder de los alcaldes y demás oficiales (69) . Por todo ello, el granero municipal constituye un continuo problema para el Ayuntamiento, aunque a veces la falta de semillas en el pueblo esté ocasionada por la rapiña de los fondos por los encargados de su conservación : los alcaldes y regidores . Mas el almacén servirá para paliar la necesidad de un pueblo ham- briento durante más de trescientos años.

66 Act. cap. de 27-III-1574. A.M.Mula. 67 Acts. caps. de 4-X y de 21-XII de 1577. A.M.Mula. 68 «Executoria del posito de esta villa litigada con el Marques de los Velez y sus criados, año de 1614...» A.M.Mula 1-64-3 . 69 Libro 3 de Provisiones Reales, fol. 240. A.M.Mula 1-68-2.

210 2.5. La protección del agua de riego a través de las ordenanzas concejiles

La creencia generalizada durante el siglo XVI de que la vida de los habitan- tes de Mula dependía de la acequia mayor hizo que su canal y el agua que por él fluía fueran sujetos de un código de disposiciones legales que velaban por su conservación. Se dictan continuas ordenanzas para que los ganados no sean llevados por el cauce; para que nadie labre sobre la acequia, porque se obstruye con la tierra que cae, so pena de 10.000 maravedís para el Concejo, una fuerte multa, no cabe duda (70). Se vigila que su caudal corra limpio, prohibiendo que se lave fuera de los sitios autorizados ; se manda que se coja agua sólo en los «henchi- deros» públicos; se cuida que las aguas sucias de balsas y lineras no vayan a la acequia, sino a los bancales de los propietarios ; y se exige que los puentecillos existentes sobre el canal se encuentren en buen estado, para evitar que caiga basura en él (71). Entroncando con la normativa reseñada hay una serie de preceptos que intenta cortar los abusos sexuales cometidos por muchachos que abordaban a las mujeres que iban a llenar cántaros o a lavar ropa. Se manda que nadie esté en la calle ni en los lavaderos desde la puesta a la salida del sol (72). No obstante lo dicho, la atención principal es para el agua de riego. En un documento de 1577 se indica de quién era y cómo se dividía (73). De veinte par- tes en que se repartía el caudal, diecinueve eran propiedad de particulares y una, la «aciara», que servía para el abastecimiento del vecindario, pertenecía al pueblo. El Ayuntamiento nombraba cada año un %el-sobreacequiero, cuya misión era la de cuidar los riegos, celar porque no se abusase de los partidores y hacer las hilas . No se dudaba en procesarlo si cometía excesos, como en 1598, en que Luis Ródenas fue condenado a 4 .000 maravedís de multa por haber hecho seis hilas en vez de cinco, quitando parte del agua a cada propietario (74). Una vez que la acequia entraba en Mula se abrían redes de «partidores», que, perpendicularmente a ella, comunicaban con acequias menores, las cuales llevaban el agua a todos los rincones de la huerta. En 1574 se revisan todos y se decide cerrar unos y dejar otros, porque eran difícil de controlar (75). Diez años más tarde, se muda de lugar el de Martibáñez, porque «se echan en la dicha acequia muchas suçiedades y broças por estar en parte secreta, lo qual es en grande agrabio del pueblo que de ello se quexan y en defensa de Nuestro

70 Acts. caps. de 19-IX-1523 y de 24-IV-1568. A.M.Mula. 71 Acts. caps. de 22-VI-1525, de 14-VIII-1574, de 4-V-1526 y de 5-VI-1574. A.M.Mula. 72 Valga como ejemplo el act. cap. de 17-I-1560 . A.M .Mula. 73

21 1 Señor Dios, porque de partes de abaxo estan las parroquias y se coxe agua para celebrar en ellas y para beuer.. .» (76) . Había numerosos fraudes al regar, y sobre este tema hay muchas ordenan- zas, que fueron recogidas, junto con las resíantes del agua, en 1579, a la vez que las de la huerta, y aprobadas por Felipe II. Por desgracia han desapareci- do. Sí se conservan preceptos sueltos que dan idea de cómo se hurtaba el agua. En el año 1563 se pregonan las siguientes : que el que robase una hila de día tenga de pena 600 maravedís y de noche el doble; si sólo robase media pague 300 maravedís de día y 600 de noche. Que nadie abra agujeros en la acequia para regar (puesto que casi todo el trayecto era de tierra) bajo multa de 600 maravedís. Que cuando se compre agua a otro, no se tome hasta llegar a su propiedad, so pena de 300 maravedís (77). En 1571 se endurece el castigo para los ladrones, podían ser acusados crimi- nalmente (78). Todos esos preceptos se repetían de vez en cuando en las actas capitulares, donde se acordaba que se pregonaran por el pueblo, lo que nos indica clara- mente que eran olvidados y vulnerados con facilidad.

2.6. Un poderparalelo: el Marqués de los Vélez

Para entender el nacimiento de este poder hay que remontarse a 1430. Este año, Juan II concede a Alonso Yáñez Fajardo el señorío de Mula, por los buenos servicios prestados en la guerra contra el rey de Aragón (79) . El Concejo acepta al nuevo señor, quien, parece, juró respetar los buenos usos y privilegios de la villa . Los primeros esfuerzos para hacer rentable el título fueron obra de don Juan Chatón. En 1480, el Ayuntamiento manda un emisario a quejarse de los nombramientos efectuados en Mula. Él le contesta «que vuestros buenos usos e costunbres en el prover de vuestros ofiçios del conçexo desa mi villa uos estan por mi guardados sin que en ello aia inovaçion. . .» (80). No obstante, este personaje no cejará en su intento de hacerse con el control municipal. En 1491 designa regidores y escribanos y, cuatro años después, pone al doctor Fontes al frente de la retien creada alcaldía mayor (81). Éste pronto comienza a inmiscuirse en los asuntos judiciales de los alcaldes ordina- rios, quienes siempre habían impartido justicia.

76 Act. cap . de 13-III-1584. A.M.Mula. 77 Act. cap . de 6-VII-1563. A.M.Mula. 78 Act: cap . de 4-VIII-1571 . A.M.Mula. 79 SÁNCHEZ MAUR,ANDI: Historia de Mula, págs. 41-42 del vol. I. 80 Ibídem, pág. 49. 81 A.G.S. Cámara de Castilla, leg. 1.814 s/f. Traslado de los autos de vista y revista del pleito entre Mula y el Marqués de los Vélez sobre la compra de los cargos concejiles, iniciado en 1629. La copia es de 1635.

212 Tras la caída de Granada y la puesta en explatacián de los campos muleños, se abre un período de esplendor que es aprovechado por el primer Marqués de las Vélez, don Pedro Fajardo, para vender algunos oficias. Un testigo en el plei to contra él, Cristôbal Guillén, dice que Fernando Saavedra y Carlos de Salas adquirieron, respectivamente, los de alguacil y escribano caneejiles por 10.000 y 15.000 maravedís (82). Hasta esa momento, los muleños elegían a sus cargos coma se ha vista, aun- que esa favoreciera a la oligarquía local. Pera a partir del instante en que los señores de Mula se inmiscuyen en el Ayuntamiento todo cambia, pues van estrechando el cerco sobre éste hasta caparlo durante la primera década del siglo XVI. Mas en 1520 la hostïlidad contra el Marqués estalla. A principias de julio, los muleños se alzan en comunidad y toman la fortaleza y la villa. Por tanta, aquí la insurrecciôn comunera adquiere los tintes apuntadas por Gutiérrez Nieto (83), un amotinamiento para sacudirse el yugo señorial. Durante tres semanas las sublevados fueron dueños de la situaciôn. El día 21 de julio se presentó don Pedro ante la villa. Para permitirle la entrada hubo de jurar, ante un altar hecho en la Puerta de Yêchar, que respetaría las cos tumbres y privilegios de Mula, quedando claro que si los vulneraba podrían volver a levantarse contra él (84). Cuatro añal más tarde, el 9 de abril de 1524, consiguiô el Marqués una real. provisiôn en la que se hacía constar que par haberse obtenido el juramento «en tienpo de tiranía e por recobrar la dicha villa e fortaleza» se declaraba nulo ($5). El 30 de junio, don Rodrigo Fajardo, gobernador y justicia mayor de Mula, nombró nuevas cargas concejales entre los partidarias del de los Vélez {86).

2.7. Choques con los hombres del Marqués. Notas sobre el pleito entre un sector de Mula y los Fajardo

Siendo conscientes los muleños de que don Pedro contaba con el favor real y can la disuasaria presencia de la recaen concluida fortaleza, que gravitaba sobre sus cabezas coma la Espada de Damocles, optaron por la vía judicial, puesto que en esas condiciones acudir al recurso de la fuerza era suicida, A primeras de septiembre de 1524 marcharan casi trescientos vecinos a Pliego, donde, el Marqués na poseía, jurisdicción par ser de la Orden de

82 HInformacion del pleito entre la villa de Muia y el Marques de los Valez sobre la eleccion de oficios», fol. 24. A.M.Mula 1-63-1. 83 GUTIÉRREZ NIETO, Juan Ignacio: Las comunidades como moaimiento antiseñorial . Edit. Planeta. Barcelona, 1973. 84 SÄNCHEZ MAURANDI: Historia de Mula, págs. 50-53 del vol. I. 85 Ibïdem, pâg. 55. 86 Act. cap. da 30-VI-1524. A.M.Mula.

213

Santiago, y dieran poder a unos representantes para entablar pleito en Grana- da, en la Chancillería. Las puntas en que basaran la demanda eran: 1) Que Mula era de realengo y libre del vasallaje de las Fajardo. 2) Que eI Marqués designaba cargas, vulnerando las privilegios antiguas, 3) Que obligaba a los que poseían 40 .000 maravedís de patrimonio a sèr cuantiosas, cuando únicamente debían serla las que tuviesen igual can- tidad que en Murcia capital. 4) Que el Marqués ponîa escribanas, cuando Mula poseía privilegia para nombrarlos. 5} Que don Pedro cobraba las sanciones de los alardes, que correspondían a los alcaldes ordinarios. 6) Que no dejaba vender libremente los potros y caballos que criaban los moleñas. 7) Que mandaba a quien quería a la guerra sin pagarle sueldo alguno. 8} Que permitía a sus vasallas de Vélez Blanca y Librillo meter las gana- dos en Ios términos moleños sïn permiso del Concejo. 9) Que declaraba exento de pechar a quien quería. 10) Que tomaba tierras a la fuerza a los moleños y no pagaba su justo valor. 11} Que daba permiso para hacer casas y cercados a quien deseaba (87).

El 25 de febrero de 1525 aparece un representante de dan Pedro y niega toda la acusación; y otra de Librillo, que hace la mismo. Vélez Blanco es decía> rada en rebeldía {88). Luego de pruebas y descalificaciones por ambas partes, se da la sentencia de vista el primero de febrero de 1527, quedando así las demandas vecinales: los puntos 2, 4, 6, 10 y 11 Ios juzga el tribunal por bien probados y obliga a don Pedro a no volver sobre ellos bajo fuertes multas. En el tercero y quinta manda que se haga igual que en el Reina de Murcia. El séptima Io deja a la disposición del rey. Y en el octavo condena a las habitantes de Vêlez, que no acudieron, a que na entren en los términos de Mula y absuelve a los de Librillo, pues proba- ron que no habían pastado en ellos. El punto primero, que era of esencial, es desestimado por los magistradas, que dan la razón aI Marqués {89). Ambas partes apelan la sentencia. Los moleños arguyendo que no reconoce que la villa es de realengo y eI de las Vélez hacïendo hi~îcapië en que la poseía por justo título desde que se la dio Juan II a su antepasado (90). Sale en ayuda de las de Mula el fiscal de la Chancillería, quien declara que la villa es de la Corona Real y don Pedro es injusta tenedor {91}.

87 «Traslado de la ejecutoria principal contra el Marques» de 3-XT-1745, fols . 3 y 4. A.M .Mula. . 88 Ibídem, fols. 10-17. 89 Ibídem, fols. 52-54. 90 Ibídem, fols. 54-75. 91 Ibídem, fols. 75 vo-76 va.

214 El fallo en segunda instancia se da el 26 de agosta de 1530. En él se revoca el primer apartado de la primera sentencia, por lo que «los veçinos y moradores de la dicha villa y sus terminos son libres y esentos de basallaje del dicho Marques. . .» (92). Don Pedro suplïca ante la Sala de las Mil Quinientas Doblas, donde pide que se anule la segunda sentencia, pues no se dio a petición de partes, ya que era algo que correspondía hacer al Conseja de Mula y éste no se querelló sino que fueron unos cuantos particulares . Los moleños responden que podîa ser parte una sola persona, mucho mâs cuatrocientas vecinos, que eran las demandantes (93}. El fallo definitivo se otorga en Valladolid el 19 de dïciembre de 1555 . Por ël se revoca la segunda sentencia y se confirma la primera. En el séptimo capítu- lo, que había quedado pendiente y a lo que dispusiera el rey, se dictamina que los habitantes de Mula no podrán ser enviados a la guerra sin licencia del monarca y sin cobrar un sueldo (94). Esta resolución, que pudo haber supuesto el fin de los problemas, fue el ini- cio de Las disputas que dividieron a los moleños durante siglos y consumieron ingentes cantidades de dinero. El padre Ortega lo advertirá todavía nítidamen te a medïados del sigla XVIII, cuando dice: «En lo temporal tiene (Mula} dos goviernos ó Tribunales: uno Real, que se compone de dos Alcaldes Ordinarios, seis regidores, Alguacil Mayor y dos Jurados, por mitad, todas estas oficias entre Nobles y Plebeyos, y todos anuales. Otro Gobierno ó Tribunal pone la referida Exema, Casa de los Velen {. ..} tiene Alcalde Mayor y otros oficiales. De esta duplicidad de goviernos se originan en este Pueblo en punto de jurisdiciön, varias voces, entonadas al tenor de los efectos: pues algunos confiesan, ä dicha Exema. Casa, absoluto dominio, ó á lo menos, derecho â una total jurisdicïón, y otros no le quieren conceder alguno . Suponga, que esta es una question que á mi no me toca el disputarla, y mucho menos el definirla : pero á la verdad, á ninguno se le puede impedir que advierta y reflexione, lo que yo tengo notado en tantas años de asistencia en esta villa, que pasan de 17 . Y es que las que oy son, sobre este punto, de on parecer, mañana porque se mudo el teatro, mudan también de semblante y opinión» (95}, La sentencia fue mal acogida par los incondicionales del Marqués, como pone de manïfiesto el alcalde ardinarïo Floristän Melgarejo en julio de 1556 «. .. en esta villa ay muchas personas veçinos delta alborotadores y rebolveda res, honbres que procuran questa villa se pierda por el odio y enemïstad que las veçinos desta villa crïados del señor marques tienen açerca del pleito que se a tratada con el dicho señor marques.. .» (96) .

92 Ibídem, fal. 93. 93 Ibídem, fols. 94-lß9. 94 Ibídem, fols . 128 vo-l3ß. 95 ORTEGA, Pablo Manuel (O.F.M .), opus ait., pägs. 346-347 del vol. I. 96 «Informaçion que hiço Floristen Melgarejo alcalde ordinario que hes de esta bitio en el año de 1556». A.M.Mula.

215 No obstante, el primer escollo serio tiene lugar en la elección de alcaldes de la Hermandad . El de Ios Vélez procura seguir nombrándolos, a lo que se opone el Ayuntamiento retien designado, puesto que era costumbre que los ordinarios de un aña fueran al siguiente de la Hermandad. Se ve el pleito y, luego de dos sentencias, se manda, el primero de abril de 1566, que los nombre el Concejo y no sea preciso eI beneplácïto del Marqués (97}. De ahí en adelante menudearán las molestias, intentando colocar capitanes del agrada del Fajardo de turno; haciêndole la vida imposible al letrado conce- jil; queriendo administrar el pósito. . ., hasta conseguir que la villa se dividiera en facciones enfrentadas pera permeables (98}.

97 «Executoris ganada por esta villa de Mula contra el Marques de los Velez sabre el nombra- miento de alcaldes de la Hermandad» stf. A.M.Mula 1-63-4. 98 Sobre estos ternas hay numerosísimas disposícíones en el A.M.Mula., en los libros de Provisiones Reales, en cuyos índices vienen reseñadas. No obstante, para las capitanes ver la de 15-VIII-1560, fat. 4 deI Libra 6, 1-70-1. Para las presiones sobre los abogadas, las de lfi-I-1572 y 9- II-1573, fols. 72 y 74 del lïbro 2, 1-68-1. Para el pósito, la «Executoria del Posito desta villa litígalo can el Marques de los Velez y sus criados, año de 1614 y provisiones ganadas a favor de esta villa le Mula», 1-fio-3.

216 CAPÍTULO 3. LOS BANDOS MULEÑOS

3.1. Introducción

Pese a que no hay demasiadas pruebas, los bandos moleños no san exclusi- vos de la Edad Moderna (99). Un testigo presentado por la oligarquía de Mula en el pleito del Marqués de las Vélez, Pedro Hernández de Piqueras el viejo, indica algo que hace pensar que el sistema de cooptación empleado en Mula, coma en la mayoría de los Ayuntamientos de realenga del resta del païs, par el patriciado no era tan per- fecto como parecía. Segün Hernández de Piqueras, desde mediados deI siglo XV, o tal vez antes, y hasta que él tuvo veinticinco años «deçian que avía trein- ta y seis personas señaladas e diputadas para los dichos afiçias salbo aquellas que estavan señalados, los quales conaçio este testigo» (100) . Y es que Mula na es una excepción en la Castilla medieval, sobre toda durante la centuria del cuatrocientos, en la que los cargos municipales se los reservaba un número reducida de vecinas, normalmente la pequeña nobleza y los cuantiosos, que, poco a poco, irán ascendiendo a la hidalguía (101). Todo cambia, aparentemente, hacia 1470 cuando un vecino de la villa lla- mado Juan de Leiva, posiblemente criado del Marqués de los Vélez, ¡pidiól,

99 En este capitulo emplearemos el término bando en una doble acepción: como linaje y como parcialidad. 100 «Information del pleito entre la villa de Mula y el Marques de los Velez sobre la election de oficios», fal. 25 vo. A.M.Mula 1-63-1 . 101 LÓPEZ BENITC), Clara Isabel: Bandos nobiliarias en Salamanca. Centro de Estudios Salmantinos. Salamanca, 1983, pág. 52.

217 ¿desde el respalda de los Fajardo?, que los oficios se escogieran entre los más capaces de localidad y no entre esa minoría. Se le hizo caso «e desde alli ade- lante se hiço asi» (1.02) . A partir de este momento se puede empezar a rastrear la injerencia de las Marqueses en el equilibrio de fuerzas, pues roto el orden anterior, pronto comienzan a capar el Ayuntamiento, coma se ha visto en el anterior apartado, y a designar alcaldes mayores. Mula na es, en absoluta, un caso aislada. Hay en día se sabe que las luchas de bandos, hasta ahora estudiadas mayoritariamente por lös medievalistas, prosiguen a la largo de la Edad Moderna en gran parte de los municipios del Reino de Murcia, y terminan con las enfrentamientos políticas del sigla XIX (103). Y es lógico pensar que el esquema deI Reina se pueda aplicar al resta del país, a grandes rasgos, por lo menos en su mitad sur. Los bandos municipales pasan par perîodos de sopor y despertar, durante el siglo XVII la mayoría de las ciudades de segundo arden dél Reino de Murcia, Caravaca, Cehegín, Cieza, Fortuna, Jumilla, Yecla etc..., están muy afectadas. En eI centra de la banderîa hallamos a una familia o un grupa de familias unidas ordinariamente por la sangre: los têrminos de los linajes, parentelas, parecen poder intercambiarse can las del banda, parcialidad. En torno a este media, todas los que de êl dependen, segûn una relación de tipa socia-económica : intendentes, criadas, esclavas, granjeras, aparceros, labriegas, pastores, capellanes... Pero la relación de clientela se extiende, ade más, hacia las ahijados, compadres, cofrades y, puede que también a la mera vecindad . Sin embargo, las facciones marcianas no presentan la solidez de los bandos de carácter étnica que se observa en el Paîs Vasca y, can algunas diferencias, en Castilla la Vieja y Extremadura, par contra, san bastante fluidas y resultan de las constelaciones familiares, cuya composición puede cambiar. Por otra parte, los enfrentamientos de las banderïas no conciernen a toda la población local, las investigaciones judiciales muestran, cerca de un núcleo dura, a sim- patizantes y neutrales . Este enraizamienta de los bandos, esta politización del cuerpo social, debe ponerse en relación can el marco institucional de la vida local: el régimen seño- rial, contra el cual una parte del patriciado arremete canalizando el desconten to popular y el particular sistema de elecciones, que agrava las tensiones entre las familias y extiende su impacto. En una época en la que el modo de acceder a las cargas concejales evoluciona rápidamente, Mula ha vuelto al sistema antiguo. Cuando los Fajardo toman las riendas de la villa, el régimen electoral en vigor es la cooptación . No obstante,

142 «Informacion del pleito entre la villa de Mula yel Marques de las Velez...», fol. 27. 103 PÉREZ PICAZO, Má Teresa y LEMEUNIER, Guy: «Formes de puvoir local dans l'Espagne moderne et contemporaine: des bandos au caciquisme au Royaume de Murcia (XVe-XIXe siécles)». Klientelsysteme in Europe der Frühen Nuezeit. Oldenburg, 19$$.

218 cuando este sistema se restablece, se produce en los demás consejas regionales un fenómeno de patrimonialidad progresiva de sus cargos (algo familiar al muleño del siglo XV) . La evolución, muy adelantada ya en Murcia capital, se extiende ampliamente cuando la Monarquía comienza a vender los cargos en las ciudades secundarias (1543). Paca a poco, el número de oficios electivas dis- minuye. A principios del siglo XVII, en Los municipios más importantes, regimientos y juradurías se han hecho hereditarios y la elección ya no concierne más que a los puestos «técnicos» de tipo judicial (alcaldes ordinarios) o ejecutivas (mayor- domos del pósito}. En Mula, por el contrario, todos Los cargos concejiles deliberadores y técni- cos continúan siendo electivas. Las elecciones han guardado toda su importan- cia, y cada año el día de San Juan ve los efectos de un «spoil system», al pie de la letra. El banda vencedor utiliza al máximo el poder municipal conquistado: repre- salias contra la facción contraria, la cual por su parte trata de invalidar las elecciones ; nombramiento de parientes y aliadas para todos los puestos; maI versaciôn de los fondas concejiles ; paralizacïón de la justicia. .., todas acciones que detalla el alegato de 1629. Evidentemente, cuando una banderîa llega al poder trata de perpetuarse en el mismo par todas los medias, utilizando a miembros deI linaje o de la clientela al año siguiente . Este bloqueo ïn.tenta prevenirlo la administración real favore- ciend~ la introducción del sortea (insaculación) . Así las cosas, y tras la consecución de la ejecutoria de 1555 por la que Los Marqueses de los Vélez pierden el Ayuntamiento, se reanudan con fuerza las semialetargadas batallas par el control de la institución municipal entre las distintas facciones oligárquicas . Pronto destacan dos : la de los Pérez de Va~.ladalid-Felipe y la del clan Melgarejo (familias Slaya Melgareja, Fernández Melgareja y Carreño Melgarejo), unidos sus individuos por Lazos de sangre y, a na dudar, por intereses económicas, y con sus clientelas respectivas. De los representantes de las dos banderîas destacan por su vitalidad y viru- lencia los segundas, los Melgarejo, que, cauro se verá, ostentarán el poder municipal casi en exclusiva en Mula entre finales de la década de 15$0 y mediados de los años veinte de la siguiente centuria, con un intervalo que va de 1602 a 1608. Mientras, sus enemigos tuvieran que contentarse con intentar obstruir ese largo tiempo de disfrute con denuncias en la Chancillerîa de Granada. Antes de entrar en el análisis de esas luchas intestinas por el poder concejil, ténganse en cuenta dos cuestiones. La primera que la ausencia de documentas significativos, como las protocolos, ha debido de intentar suplirse con la confec ción de cuadros y tablas que ayuden a la mejor comprensión deI hecha de las dïsputas de bandos . La segunda que es importante establecer los vínculos de los Melgarejo entre sî y conocer breves pinceladas biográficas de los principales individuos del clan.

219

Familia Fernández Melgarejo (1430-1650) Alonso F. Melgarejo - Constanza Flores

Francisco - lá Juana Resalt Leiva Juan - X Mena Mencía - ? Diego (Sabiote) Leonor - ? Lope - Francisca de Molina

Catalina - Juan Miñano Alonso - X Pagán Francisco (cura) (ver familia Miñano) - 2á Mencía Martínez

Florestán - Leonor Bravo Andrés - ? Elvira - Alonso Carreño

Francisco Rodrigo Martín Catalina

Diego - Estefania Felices Florestán Leonor Felipe Francisc~o--I lá Juana Párraga Magdalena - Alonso Resalt Leiva

Teresa - Florestán Fern. Melgar. Felipe Francisco - ? - 2á Juana López Tortosa

Martín (soltero) Francisco - Josefa Gómez

María - Tomás de Campos Leonor - ? Antonia (soltera) Francisco - Marina Resalt Florestán - Teresa Fern. Melgar. Felices

ÁRBOL N°- 1 Familia Fernández Melgarejo, 1430-1650 (Rama I)

Familia Fernández Melgarejo (1430-1650) Alonso F. Melgarejo - Constanza Flores

Francisco - la Juana Resalt Leiva Juan - X Mena Mencía - ? Diego (Sabiote) Leonor - ? Lope - Francisca de Molina 2a Mencía Martínez

Rodrigo - Elv. Felipe Marina - Al. Fern. Saavedra Constanza - Fer. Blaya Juan - Ma Hurtado Alonso - Sim. Núñez Francisco - Elv. Perea

Catalina - Pedro de Vallés Lope (soltero) Alonso - ? Fernando - Teresa de Llamas I Magdalena - Fern. Blaya Melg. Alonso - Anta Hurtado

Alonso 1' niño

Alonso - Ana de Pérez Francisca - Fran. Pérez de Hita Lope ~ mozo Cristóbal - Constanza Figueroa

Beatriz - Juan Yáñez de Párraga - 2a Catalina Pérez de Valladolid I Francisco - Josefa Gómez de Montefur

Alonso

ÁRBOL N° 2 Familia Fernández Melgarejo, 1430-1650 (Rama II)

Familia Blaya Melgarejo (1500-1650) Gonzalo Blaya Valcárcel - María Ximénez de Palomeque

Fernando - Constanza Flores Melgarejo Pedro - Anta González de Sevilla Juan - Anta Pérez de Hita

Pedro - ? Gonzalo Blaya Melgarejo Aldonza de Leiva (unió los dos apellidos) ~ .

Josefa - Juan Martz, de la Zarza Matías Catalina Martz. Exea Fernando - Magd. Ruiz Melgar. Juan Cónstanza r Fernando j' niño Gonzalo ~ niño Gonzalo - Catalina Perea Martín - Má Valcárcel r - Gonzalo 1' niño Francisco ~ niño Cristóbal ~ niño Matías ~ niño Magdalena - Rodrigo Ruiz Melgarejo

María ~ niña Aldonza ~ niña Juana ~ niña Catalina j' niña Isabel

Gonzalo - Constanza Flores Gonzalo ¡ niño Constanza - Luis Valcárcel María - Rodrigo de Perea Juan - Má de Mérida I

Pedro Constanza Fernando Margarita

ÁRBOL N°- 3 Familia Blaya Melgarejo (1500-1650)

Familia Miñano Melgarejo (1500-1600) Juan Miñano - Catalina Fernández Melgarejo

Rodrigo - Juliana Martínez Garre Francisco - Catalina Ladrón de Guevara Pedro - ?

Juan - Catalina Caro

Juan - Catalina Carreño Rodrigo - ? Tomás 1' joven Catalina - Francisco Resalt Francisco - Luisa Carreño Magdalena - ? Leonor - ?

ÁRBOL N° 4 Familia Miñano Melgarejo (1500-1600) La familia Melgarejo parece que se encuentra en Mula desde el prïncipio de la reconquista de la villa. El libro de los linajes moleños, mencionado en otro apartado, los hace descender de un tal Melcar, capitán del rey Don Pelayo e indica que llegaron a Mula can las tragas alfansinas, donde quedaron tras arre- batarsela a los musulmanes. La que no cabe duda es que fue en todo momento una familia influyelate en la localidad y poseedora de un crecido patrimonio (244). Las primeras noticias na fantásticas las tenemos a partir de 2430. Se trata de la existencia de Alonso Fernanden Melgarejo, hijo de Juan Fernández Melgarejo y de Elvira López, que casa con Constanza Flores, hija del alcaide de la villa de Pliego. Ambas figuran en los padrones de 1438 y 1446 (105). `l'ienen seis hijos, aunque el documento familiar del Ärchiva Munïcipal de Mula señala también a Rodrigo, que na menciona ningún otro genealogista. Nosotras nas centraremos en das de ellos: Lepe y Francisco, pues Dïego y Juan marcharon a Sabiate (Jaén), donde casaron y murió asesinada el segundo antes de que deja ra sucesión; y Leonor y Mende ignoramos con quiénes enlazaran. L~pe (parece que fue el hijo mayor, mas no es seguro) casô con Francisca de Molina en Quesada .(Jaén). Entre otros hijos, tuvo a Consta ta, que contraje matrimonio con Fernando de Blaya Jiménez Palomeque en las primeras déca das del siglo XVI. Éstos serán los fundadores de la rama Bláya-Melgarejo, miembro destacado del mencionada clara.. El hijo de ambos, Gonzalo, unió las das apellidos definitivamente . Una hija de Francisca Fernández Melgarejo, llamado «eI Cajo», parque fue herida en una pierna en una batalla a fines del siglo XV o a principios del XVI, Catalina, enlazó con Juan Miñana, miembro de un importante linaje moleño. En segundas nupcias casó Francisca con la cartagenera Mancía Martínez, con quien tuvo dos hijos y una hija, ésta, Elvira, contrajo matrïmonio can Àlonso Carreño hacia 1530 ó 1540, representante de una poderosa familia de Cehega'n, cuyas miembros intervendrán, esporádicamente, en los manejos mlanicipales del clan, de ahí que no hayamos considerado oportuno elaborar el correspon- diente árbol genealógico de esta rama . Par última, un clemente a tener en cuenta en la familia Melgarejo es dan Alonso Fernández Melgarejo Cabeza de Vaca, familiar del Santa Qficio, capitán de la milicia moleña en la guerra de Granada, alcalde ordinario en varias oca siones y ganador, junto a otros deudos sinos, de la ejecutoria de hidalguía. De él dice textualmente el documento municipal citado «mandó esta villa de Mula, fue muy discreta y bien entendido y de gran memoria y tubo granades coquea- rnos y pleitos con el marques (de las Vélez) y de todos salió bien y can bitoria, que la çierto es que fue el primero de los hanbres que an naçïdo en esta cilla».

104 sÁNCHEZ MAURÄIYDI: Historia de Mula, págs . 106-122 del vol. TV. X «Arbol de los Melgarejo que han proçedido de Alonso Fernandez Melgarejo e1 poblador de la villa de Mula, que se caso con Dolia Elvira Sanchez», documento fechado hacia 1035. Regojo de documentos nobilia- rios . A.M.Mula. 105 SÁNCHI~Z MAUIdANDI: Bist©nia de Nlula, p~g. 107 del Vol. N.

224

3.2. ZÍa paulatina aeupacirin del Ayuntamiento par las Ñtelgareja

Como se puede ver en la tabla número 12, la polítïca del clan va orientada a cönseguïr el capa de Ios prïncïpales aficïas del Concejo, léase alcaldías, regidu- rías, juradurías, algunas veces, y escribanías entre 1564 y 1647. Para entender la ïmportancïa de esta estrategia, tëngase en cuenta lo dïcho en un capîtulo anterior respecto al número anual de los principales cargas munïcïpales (dos alcaldes, seis regidores y dos jurados) y que el nombramïento de escribanos oscilase entre tres y ocho normalmente, a voluntad del Ayuntaanientö entrante (sólo se sobrepasó esa cifra tope en nueve ocasïones), tal vez para contentar a algunos miembros de la parcialidad y para pagar determinados favores, Dividiendo ese período en tres grupas de veïntïacha añal (el total de las ochenta y cuatro del mïsmo), el resultada es el que sigue para las tres cargas prïncipales.

CUÀDI~.t~ 56

~úmera de veces que las miembros del clan l~elgar~ja acopan cargas ert el Ayuntamiento entre 1564 y 1647

Años Alcaldes Regidores Juradas Total

1564-1591 20 16 0 36 1532-1619 23 35 3 61 1620-1647 7 7 0 14

Queda claro que la auténtïca edad de öro del clan san las años de las dos últimas dêcadas del sïglo XVI y las dos primeras deI XVII, en que el poder sobre la ïnstancïa munïcipal es incontestable, y eso que se ve apartada de ella durante siete añal (entre 1602 y 1608) a1 promover los Melgarejo un pleito con los otros mïembras de la oligarquía local par la mitad de oficios. Este juicio fue una medïtada venganza por haber puesto en entredicho sus enemïgos la hidalguía de aquéllos . Demandan al Concejo en la Chancillería de Granada las hijas de Flarestán y de Leonor Bravo, Diego, Francïsco y Flo- restán, el 12 de octubre de 1573, manteniendo que san hidalgos notorias (106).

106 «Memorial dol pleito de Francisco Melgaro,~o y sus hermanos, veçinos de la billa de Mula con el t'zscaí de Su Magesiad y congejo de la dicha villa sobre su hidalguía». Lego de documentas nobiliarios. A.M.Mnla.

225 El Ayuntamiento responde que no san hidalgos y que han pechado y han estado presas por deudas en los alardes. Acuden unos y otras a las viejos del lugar, que testifican, naturalmente, a favor de cada una de las partes que han solicitado sus servicios. Las Melgarejo rebaten las argumentas concejiles, basados en que hacían alarde, diciendo «Si saben que de mucho tiempo a esta parte que todos las veçi- nos dalla {de Mula3 ansi hi~osdalgo comá pecheros haçen alardes» (Iß7). A lo que responden que así era la totalidad de sus testigos. Las pruebas de los miembros c1ól elan san las palranes medievales de 1438, 1446 y 1495, en Iras que figuran como hidalgos varios Melgarejo . Las testigos del f`~scal y del Ayuntamiento s¬~n, en su mayoría, miembros de la facción rïval, entre las que sobresalen Andrës Përez de Valladolid, enemiga de ellas porque, según dicen los Melgarejo, fue encausado por robar agua de la acequia mayor en 1583 (era alcalde Gonzalo de Blaya, y dos deudos suyas regï- dores}. Hernando Felipe, al que se le fuhxminó un proceso en 157$, siendo escri- bano, por falsificar los padrones del siglo XV para colocar a Ios suyos el título de hidalgas. Diego de Molina Sota «uno de las prinçipales enemigas de las Melgarejas» y otros catorce individuos tes, entre los que, curiosamente, vemos a Ginës de Quesada, escribano del Marquës de los Vélez, Retengamos este dato. EI pleito se fallará a fïnes del año 1599, y saldrán trïunfantes las tesis de los lVlelgarejo (lß8). La tentativa del grupo rïval por apartarlos de la nobleza salió ramal. La reacción de los ya incontestables hidalgos, agravada porque en las elecciones de San Juan de 16ßi no salió nïngtin miembro de la familia, no se hizo esperar. El 8 de agosto de ese añn, los capitanes Alonso Fernández Melgarejn y Herna~mdo de Blaya Melgarejo, Pedro de Blaya 1Vlelgarejo y su hijo Hernando, y Francisco Fernández Melgarejo, hijo del primero, solicïtan en Granada la ~nïtad de ofit~ios en todos los nombrados por el concejo. liste, al paco, declara que debía negarse la petición de los miembros del clan parque desde tiempo inmemorial «el dicho c~ançexo y ofiçiales habían proveydo los dichos afi~ios sin dïstinrïan de estados en las veçïnos mas prinçipales y mas be~memerïtas sin tener respeta ni cnnsideraçian a que los dïchos nfïçios se partiesen entre hidal- gos y pecheros ~. ..} en diferentes tiempos algunas veçinos que a titulo de hidal- gos se les atxian de dar af"içios de dicho cançexo en exclusion de otras veçinos se les auian denegado por ser contra la costunbre, titulo y poblaçion de la ficha villa.. .}>. Añaden los regidores que «auian tenido veynte erizos los dichas ofidios de el conçe~a de la dïcha villa los dïchos Alonso Fernanden Melgarexn y consortes y en este Harapo hauian sïdo parçiales y las auian administrado en daño y per-

lfl7 Il}ídem, pregunta no~exxa. Zf}8 Lo prixnerc~ que lxacen al lograr la ejecutoria es mandar barrar el naxsx~are de Gonzal.a $laya Melgarejo del exxcabezamiento del padrön de cnantiascás de ].a"77, segrán mandan Onofre da Mejías y Àlonso 1!'ernández Melgarejo, alealdee el año 193-1íi0Q. Act+ cap. de 26-1-X 16i1fl. A.M.Mula.

X26 juiçio de los damas veçinos consumiendo y gastando los propios y pasito de dicha conçeja en su aprouechamienta, de sus deudos y amigos». La sentencia de vista, que se da en Granada el 28 de noviembre de 1606, otorga la razón a las miembros del clan y condena al Conseja a que reconozca la mitad de oficios, La de revista y definitiva se falla en la misma ciudad el 21 de octubre de 1608 y es favorable a las tesis de los Melgarejo (109}. La vuelta en tromba de éstos al poder municipal en 1609, ocupando todas los cargas principales del Ayuntamiento, va a suponer una ruptura con sus hombres de la etapa anterior, porque, desde luego, es evidente que una capaci dad de presión cauro la de ese linaje es impensable sin un constante apoya por parte de una porción del vecindario, como las 19 familias nobles de la localidad que siguen : los Artero, Andûgar, Botía-Durango, Caballero, Campas, Cuadrada, Data, Escámez, Galián, Gracia, Gil, Llamas, Martínez-Cuenca, Párraga, Ferea, Resolt, Valcárcel, Zambrana y Zapata, las cuales ayudan en algûn momento a los miembros del clan. Pero no sólo habrá nobles entre sus amigos, sino gentes que, en relación feu- dal, deberán favores a los lVlelgarejo o dependerán de ellos o de los nobles alia- dos . Así, en el pleito de hidalguía ya visto, la parte del Concejo descalifica a varios testigos de los impulsores del mismo, como Diego Hernández, labrador, «que diria en su dicho lo que le hardenasen y mandasen las dichos Melgarejas, aunque fuese lo contraria de 1a uerdad». Alonso Ochoa, labrador, «amigo y parçial de los Melgarejos y de su varado e que los dichos Melgarejas e Blayas abra das años que hiçieron regidor a un hijo suyo». Efectivamente, Juan Ochoa fue regidor en 1580 y 1584. Cristóba de Andûgar «que en lugar de La Puebla juri.sdiçion de la dicha villa de Mula, goas un lugar de moriscas de poco ser y be i dad a sida y es panadero y tabernera que son ofiçios de onbres bajos». Ginés de Palencia, labrador, «goas muy amigo e parçial e apasionado de los Melgarejos y deudos en tanta grado (.. .) que le elïgieron por regidor» (años 1578 y 15$4 y jurado en 1571). En las tachas de los testigos de las Carreño Melgarejo en las probanzas de su hidalguía (110) aparece Juan Cuadrado, que era escribiente del escribano Gonzalo Carcelën, nombrado por los Melgarejo en numerosas ocasiones «para tenerlo propiçio». También Sancho Clemente, puesto coma regidor en 1585 por convenirle a los miembros del clan. Juan Toscano Peretón, hecho jurado en 1583 y mayordomo entre 1586 y 15$8. . . Por todo ello, está claro que si a la cantidad de veces gtxe ocultan los cargas concejiles las Melgarejo dïreetamente se suman los nombramientos de otras individuos de su parcialidad, no es de extrañar que en ei llamado «Pleito de los Escribanos» se diga «que las dichos Flernando de Blaya y Alonso de Î7beda

lOg «Executoría de mitad de ocias», realízala en 1731 por pérdida de la original». A.M.Mula 1-65-9. 110 I}acuxnentas lel Marqués de las Vëlez. A,M.Mula.

2`27 (Camacho) Alcaldes ordinarias son personas poderosas, y vengativas, y los afr- cias del concejo corren par su cuenta y marta, par estar empaderados deltas, par ponerlas en sus deudos, parientes y amigas, y en tales personas, que estan a su orden, para que elijan y nombren a quien ellas quisieren y en particular el dicho Hernando de Blaya, y esto con tanta tremo, que en publico ellos y sus hijos, y gente de su familia duen nuestros afïcïos a los del concejo, y escriua- nos, y los damas a quien queremos.. .» (111). Después de vistas los problemas de las Melgareja hasta principias del siglo XVII, conozcamos algo de las andanzas de los miembros de la facción rival, haciendo un alto en la saga del clan .

3.3. La alianza de los Felipe-Fêrez de Valladolid

Ambas familias, según Sánchez Maurandï, se encuentran en Muia desde el siglo XIII, sïendo casi tan poderosas coma la de los Melgareja y gozando fama de nobles {112). Como a tenor de las árboles genealógicos que tenemos na parece haber muchas uniones de sangre entre las miembros, berras de achacar su relación a una causa común contra el linaje rival, aunque na sabemos cuál púeda ser. Lo que sí parece clara en el memorial del pleito de hidalguía de los Melgareja (fallos 4ß-41 vo) es que ese odia reciproca estaba muy enraïzado a fines del sigla XVI. Cedemos la palabra al documenta: «Y si saben que la dicha cilla de Mula esta diuidyda en dos parfialidades e opiniones, la una parfiali- dad es de los Felipe y Perez de Balladolid y sus deudos y amigos, y las otras del apellida de las Melgareja y esta opinion y parçialidad a muchas años que la ay en la dicha villa entre los dichas linajes entre los quotes a abido machas pasio- nes de muertes de arbres y cuchilladas e otros negofios criminales granes y esto a sido y es cosa publica e publica boz e fama. Si saben que las dichos lina- jes de Perez de Valladolid y sus deudas y amigas e aliados antes desea e al tien- po que se movia este pleito de la hidalguía de los dichos Diego e Franfîsco e Floristen Melgareja hermanas tengan capital enemystad a los susodichos e a sus deudos e les auyan procurada e procuraban par todas las bias e formas que podien e an podido todo el mal e daño que les avia benyda a la mano de pode- lles hafer e lo misma an hecho antes e al Herpe e despees que se movia este pleito.. .». Y es que desde luego no habla ocasión en que los Felipe-Pérez de Valladolid no se aprovecharan para fastidiar al clan rival . En 1572, cuando las Melgareja comenzaban a apuntar tamo la fuerza principal de Mula, logra Fernando Felipe una provisión en Madrid por la que se prohibe que los mismos oficiales sean alcaldes hasta pasados tres años, y otros cargos del Concejo hasta trans-

111 «Memorïal del Pleyto del Concejo de la Villa de Mnla con Francisco Baíïa, Diego Hurtado Parraga y Sebastian de gracia, vezinas y escriuanos de la dicha unteu. Imp. de Vieenïe Álvarez. Crranada, 1633, fot. 25. 112 Histaráce de itluta, págs. 61-62 y 149-153 del val, IV.

228 currïdos das, y las regídares na podrán salir elegidas hasta das años más tarde del último nombramiento (113) . En 1614, dos miembros de la facción rival, Antonio Moya y Alonso López Yáñez, consiguen una provisián para que Alonso Fernández Melgarejo, que había sida alcalde en 1609 y regïdar en 1614, na vuelva a ser elegido, pues está condenado por la residencia que se le hizo =

113 Libro 3 de Provisiones Reales, Provisión de 4-II-1572, fol. 259 A,M,Mula. 114 Provisión de 26-VI-1614. Papeles del Marquës de los Vélez. A.M.Mula. 115 Libro 4 de Provisiones Reales. Provisión de 29-VII-1617, fols. 44-46. A.M.Mula, 1-68-1 . 116 Libra 3 de Provisiones Reales. Provisión de 5-N-1618, fol. 230. A.M.Muia 1-68-2. 117 Libro 6 de Provisiones Reales, fol, 276, A.M.Mula 1-70-1.

229 dineros con que conprar (. . .) de donde se colige y entiende an hilo consumiendo y aprovechandose de ello el dicha conçejo y dichas alcaldes» . Pide testigos y pronto encuentra a tres carnponentes de la facción rival que declaran. Gonzalo de Resolt dice que el cereal la tïenen repartido entre las miembros del Concejo (léase Melgarejo) y que habiéndole pedido-al depositario, Rodrigo Camacho, una fanega prestada a vendida, le dijo que na había «porque los regidores se lo avían llevado de veynte en veynte y de treynta en treynta las fanegas. . .». Juan Aparicio declara que hace cuatro años el juez de cuentas tauró las del pósito a Pedro de Blaya y ascendía el caudal a más de 800 ducados, y ahora na hay dinero porque los regidores se la han llevado y lo han dada a amigos suyos. El testimonio del capitán Juan Pérez de Valladolid es el más tremendo, pues dice

118 «Executoria del posito de esta villa litigada con el Marques de los Velez...». A.M.Mula 1-64-3.

~3a banc del Ayuntamiento indique, el 6 de agosto de 1627, que en el proceso da Martín Felipe de Saavedra «oy le defiende can los agentes y abogados de el Marques da los Vêlez» {119} . O que Francisco Fernández Melgarejo, en un claro ejemplo de permeabilidad política, alcaide de la fortaleza de Mula por nombra- miento marquesat, dïga en 1609 que no debe ser declarada cuantioso porque es noble y no posee más que 200.000 rnaravedís de patrimonio, cuanda para serlo son precisos 750 .000, según 1a ley real. Para estar más seguro de que su hidal- guía na sería puesta en entredicha, emancipa a su hijo Martín y le da parte de sus bienes (120). Tal vez ese encona contra las miembros del clan se deba a que las veía como 1a única fuerza capaz de concitar a una porción del pueblo contra su política señorial, ¿acosa Francisco Fernández Melgarejo no hizo jurar a don Pedra, pri mer Marqués de los Vélez, respetar los fueros y privilegios de la villa en un altar en la puerta de Yéchar en 1520 para dejarlo entrar en Mula? Esas luchas entre el podar señorial y las Melgarejo debieron de ser tremen- das en las años en los que los Fajardo gozaron del domino absoluto del Ayuntamiento (1525-1555}, de los que, desgraciadamente, no han quedada más que escasos documentos . En su defecto, debemos conformarnos con lo que indi- ca una da las preguntas dol varias vacas mencionado memorïal de la hidalguía de los Melgarejo, cuando dice que en el tiempo en que los Marqueses ponían a las oficiales cancejiles «los dichos Melgarejas y Blayas y sus antepasados tenían muchos pleitos y diferençias con el dicho Marques y desta causa la teman mucho odio y enemistad y las procuraba haçer e haçïa todo el mal y daño que podia y lo mismo haçïa el conçejo y oficiales por su barden.. .».

3.4. La actuacïón de los Melgarejo en la primera mitad del siglo .YtTII

Retomando las vicisitudes de asta parcialidad, que constituía una poderosa fuerza de choque en la que, excepcionalmente, se notaban. fisuras, como la que sucedió en 1618, cuanda don Francisca Resolt Leiva, marido de doña Catalina Melgarejo y cuñado de don Alonso Miñano Melgarejo, sa querella contra éste por babar entrado en unas tierras del campo de Cajitán, que fueron del pedra de don Alonso, sin su permiso (121), se advierte que a partir da 1624 la pérdida de poder del clan en el Ayuntamiento es un hecho. Sólo serán oficiales sus miembros siete vacas entre ase año y 1647, llevando la voz cantante la rama Blaya Melgarejo. ¡Quê diferencia can los cuarenta años anteriores, en que fue- ran los soñares da la Casa Consistorial! En revancha, el 23 de junio de 1642 exïgen para ellos, nuevamente, la mitad de oficios en el Concejo «par sar hijasdalga tamo por sar matos y descendientes de los que litigaron y ganaron la dicha ejecutoria de l.a mitad da oficios».

119 Libro 6 de Provisiones Reales, fot. $5. A.M.Mula 1-70-1. 220 Papeles del Marqués de los Vélez. A.M,Mula. Documenta de 27-VIII-1609. 121 Papeles del Marqués de tos Vélez. A.M.Mula. Documento de 7-XI-1618.

23 1 El día 26 el Ayuntamiento toma un acuerdo por el que se les niega la que solicitan, aduciendo que obedecen las ejecutorias de mitad de oficias, pero «que por ellas no se manda que los susodichos se les dé oficios en el estado de hîjos- dalga no teniendo voto de electores para ella. . .». Vuelven los Melgarejo a la carga demandando un certificada de las deudas al pósito de Guillamón de Resolt, padre de Rodrigo Resolt, alcalde electo, pues la provisión de 1604 era clara al prohibir que Ios vecinas que debieran a las propios más de 3.000 maravedís pudieran ser cargas públicas hasta que paga- sen (122). Por ello, Rodrigo dimite y es nombrado para la alcaldía su primo Juan Belträn de Resolt. Al no ir las cosas coma ellos deseaban, los Melgarejo se querellan de los ofi- ciales salientes y de los entrantes, y dicen que cuando quisieron ser elegidos por el estada noble les contestaron que ya se había realizada la elección, siendo nombrado alcalde Juan Beltrán. Contra éste aducen que no podía ser alcalde porque lo fue en 1640 y tenía que guardar más tiempo paro serlo nuevamente. No se sabe cómo acabó el pleito, pera una cosa es clara, no volvieran a ocu- par cargos públicos hasta el fm del periodo estudiada, pese a que, junta con otras nobles, quisieron comprar doce regimientos y dos juradurías para hacer- los perpetuos, aunque los regidores de Mula, desde el momento de la conquista de la villa a las musulmanes, hablan sido siempre seis y dos alcaldes, ocho en total. Esto sucedió en 1646, cuando ofrecieron pagar por cada uno de los regi- mientos 4.400 reales al rey, pidiendo don Tomás de Campos, además, vincular al suyo eI cargo de depositario del almacén municipal de granos, por lo que abonarla 5.000 reales . Par las juradurías pagarían 2 .500 reales. Todas las can- tidades las liquidarían en un trienio. Recurrió la villa, alegando las privilegias y ejecutorias que poseía y no hubo lugar a la salïcitud por decreto del día 27 de junio de 1647 . La petición de compra coincidió en el tiempo can la realizada por el Marqués de los Vélez para la adquisición de todas los oficios del Concejo, por los que ofrecîa 2.$00.000 maravedís, lo que vino muy bien a las agotadas arcas de la monarquía, aprobándose el negocio el 13 de marzo del mismo año. Para dar posesión al representante de los Fajardo, se desplazó a Mula el licenciada don Juan de Valcärcel. Junta el Ayuntamiento, pidïó que se entrega- sen a aquél los cargos «los quales no lo dieron y sobre ella ubo algün ruido y alborota» . El Gonceja exhibe, entonces, los privilegios y mercedes anteriores para nombrar los oficios desde tiempos remotas, gana y le estropea la venta al Marqués. Este intenta fue el segundo, pues en 1629 había ofrecida 26 .000 ducados por los cargos, lo que fue rechazado en enero de 1631 . Suplicó aquél indicando que sï na se Ie concedía la venta, que se le permitiese «aprobar» las eleccïanes, para lo cual ofrecîa 6.000 ducados y 2 .000 mäs para poder nombrar escribanos en la villa.

122 Libro 3 de Provisiones Reales. Provïsián de 13-V-1604, fol. 232. A.M.Mula 1-ß8-2.

232 Entonces no fue estïmada la oferta (1231, Precisamente, tras la pérdida le pesa especifico del clan y de sus parciales, se nota en los Melgarejo un extraño y repentino ataque de religïosilad, ya que comïenzan a entrar casà en tropel en la cofradía de San Sebastián. Antes de conocer su comportamiento en esta ïnstitucïán religïosa, digamos algo de ella. La hermandad de San Sebastián se refunda en 1604 en la ermita del santo tïtular, luego de bastantes años de ànaperancia de la misma. Esta advacación en MnIa debió de aparecer a fines del siglo XV, elïgiéndose para su culto una colina al sur de la villa, totalmente extramuros y en mitad de la huerta, donde se levantó un pequeña templo, que estaba a cargo de un san- tero. Prónto se hïzo una cofradía, que languideció en la segunda mitad del sigla UVI. En la revitalizaciôn de la hermandad tuvo mucho que ver la famïlïa del Marqués de las Vélez, que perteneeïa en plena a ella. En la relación de cofrades de 1604 figuran en primer lugar la marquesa, daña Marzo Pimentel de Quiñones, y su marido, dan Luis Fajarla y Requesens; su hermano Pedro y las dos hïjas del matrimonia, Gatalàna y Mencia. Junta a ellas, aparecen varïos miembros de su corte, como el auditor, el doctor don Juan de Mena; el capellán, dan Juan Ramón de la Torre; o don Gabriel Pérez del Varào, secretario. A éstos le seguía una gran multitud de personas, entre las que sobresalxan algunos nobles locales con sus familias al completo y clérigos, por lo que pode- mos consàderarla una cofradía totalmente abierta. Los cargos restares eran nombradas el dïa del santo y consistieron hasta 1618 en un mayordomo y das diputados; a partir de ese año fueran cuatro dàpu- tados elegidos por los salientes. La ermita poseía un escasa patrimonio . Las imágenes, en 1633, se reducían a una de San Sebastián puesta en el altar mayor; otra pequeña del misma titu- lar, que se sacaba para pedir por la calle durante la Semana Santa; a un cua dro y a un cetro con el mencïonada santo, completado toda con rapas de altar y de revestirse los sacerdotes y otros objetas menores (1241. Pues bien, en un primer momento na hay Melgarejo el~tre las hermanos de la ïnstitución. El primera que figura es Matías de Blaya Melgarejo, en 1607, que es nombrada mayordomo. Al año siguiente, ocupa ese cargo Pedro le Blaya Melgarejo y al otra Rodrïga de Mena Melgarejo. Habrá que esperar a 1619 para que se rastree la presencia de otra miembro del clan= el capitán Fernando de Blaya Melgarejo y los primas suyas, daña Constanza y doña Juana Melgarejo Botáa. En 1635 entra don Alonso Miñano Melgarejo, su mujer, doña Antonia Fernández Melgarejo, daña María Brava Melgarejo y doña Leonor, viuda de don Diego Fernández Melgarejo.

123 «Exeautoria de los olzcïos». A.M.Mula 1-65-3. 124 Estos datas yfalos los demás sobra la Hermandad proceden del lïbro de is ~ofradis da San Sebastïán (16Q4-1642). A.C .A.M. 1-1-22. Si se presta atención a la tabla 13 del Apéndice se ve cómo el ïnterés inicial por la cofradía desaparece en 16{}9, debido, sin lugar a duda, a que copan nue- vamente los cargos concejiles, lo que ya de por sí les tendría rnuy atareadas. Pero, tras la pérdida del poder, a mediados de los años veinte, vuelven su mira- , da hacia aquélla y se hacen can su dirección muchas veces . Habla que sacarse la espina rozno fuera.., El golpe de gracia al linaje de Melgarejo no fue obra de los hambres, síno de la peste que asoló la villa en 1648. En ella fallecieron Ios principales dirigentes del clan en ese momento: don Gonzalo de B1aya Melgarejo, dan Martín de Blaya Melgarejo, dan Alonso Fernández Melgarejo, don Alonso Miñano Melgarejo, don Bartolomé Fernández Melgarejo, sus mujeres e hijos. En total no menos de veinte miembros de la familia. Escapando con vida, tras sufrir la enfermedad, una decena escasa de ellos, entre los que destacan el capitán Fernando de Blaya Melgarejo y don Florestán Fernández Melgarejo, ya muy anciano I12~).

125 Todas estas noticias estän extraídas de la relaciones de contagiados y muertos en la epïde- mïa, existentes en el A.M.Mnla.

X34 CAPÏTULO 4. LA JUSTICIA Y LA REPRESIÓN DEL DELITO

4.1. La administración de la Justicia, una competencïa entre el Ayuntamiento y el alcalde mayor

Desde el nomlaramiento por el Marqués de los Vélez del primer alcalde mayor, la administración de la justicia se complica en Mula. En un principio, los alcaldes ordinarios sentenciaban en prunera instancia, debiéndose acudir para las apelaciones a la Chancillería de Granada, siempre que el caso lo -mereciese. Desde los inicios del siglo XVI, impartir justicia va a tener mucho que ver con la celeridad de los alguaciles y las simpatïas de las querellantes, aunque es casi seguro que el Concejo entendía en contados pleitos criminales (126). Intentaremos e~plica~°nos, todos los alcaldes mayores st~n abogados o docto- res en Leyes, siendo su principal misión la de administrar justicia y cuidar la tranquilidad de la villa. Para ello, dan autos de buen gobierno, verdaderos cödi gos de normas de convivencia que completan, pero, en ocasiones, chocan can los ordenamientos concejiles . En 1~6Q, el Ayuntamiento se queja del alcalde mayor, Íñigo de Guevara, porque en los tres tiltimos años había puesto a los vecinos de Mula mäs de 3.{?{}t? ducados de multas, ya que decía que los ganados

I26 Eso parece indicar una previsión real ganada en Madrid el 21-II-ISTI, por la cual se orde- na al alcalde zYlayor que las causas por daños en la huerta, el campo, los pajares otc. .., que son civi- les, no las convierta en criminales, pues así castiga a los causantes a penas de destierro y no pue- den apelar al Concejo. Libro 2 de Provisiones reales. A.M.Mula 1-68-1.

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y bestias de labor hacían daño en la huerta y campo, cuando eso iba contra las ordenanzas de la villa (1.27). Esos magistrados se auxiliaban en sus funciones de alguaciles, los «corche- tes» de nuestras clásicos, mandadas por un alguacil mayor, cuya mïsión era la de denunciar y prender a los contraventores de las normas de comportamiento o a los que cometían delitos, y presentarlos ante eI juez. . Mas, tambïén poseía un alguacil mayor el Concejo, al que ayudaban algua- ciles menores o «ministros» con idéntico cometido que los marquesales . ¿Entonces? Como la villa se divîdïó tempranamente en partidarios y enemigas de los Fajardo, cada cual acudirá, según sus preferencias, a uno u otro tribu- nal. Estos «jefes de policía», a los qt~e el genio de Quevedo hizo blanca de sus sátiras cuando los describe como más malos que los demonios, porque éstos intentaban que la gente se condenara y las alguaciles tambïén; y que hubiesen vicïa y pecado en el mundo «y los alguaciles lo desean y procuran con más ahín- co, parque ellos lo han de menester para su sustento. . .» (12$), debieron de tener. tremendos roces que apenas se adivinan en los documentos y sólo leyendo entre líneas . En una sin fecha, pero de los años finales del siglo XVI, aparece la dentu~cïa del alguacil del Marqués contra Catalina López, hija del alguacil con- cejïl, parque ¡iba descubierta en is procesión de San Sebastïán! Fue condenada a pagar 3.000 maravedís de multa (129). Da la impresión de que el motiva es pueril y el castigo exagerado. . . El alguacil del alcalde mayor era designado par éste entre forasteros. En 155$, se queja el Concgja que es de Mula, cuando esa estaba prohibido. Tres años después vuelve a protestar, esta vez porque el corchete era hermana del magistrado Îñigo de Guevara (130) . En 1556, se manda a Gaga de Castro, alcalde mayor, que permita que el alguacil nombrado por la villa use de su oficio y que no acttze el designado por él, pues una ejecutoria de ese año permitía a los cargos concejiles utilizar sus pt°errogativas libremente (131). Pera es que los problemas por impartir justicia entre los alcaldes ordinarias y el mayor dejaban chicos a los de los corchetes, pues la «guerra» a ese nivel era mucho más virulenta. En 1575, se al°den al lïcenciada Manresa desde Granada que indique por qué derribó Klos payas de piedra en que se asentaba

127 I~bro 2 de Provisiones 13~eales, l'rovisicin dada en Granada el 12-1-156{?. A.M.Mula 1-68-1. i2ß QUEVEDO y VILLEGAS, Francisco de: El alguacil endemoniado y el licenciado Calabrés. Obras completas. 6á sd, Aguilar. Madrid, 1979, pág. 149 del uol. I de prosa. En El sueño del Infierno, pág, ia8 del mismo vol., al describir la zahurda de los astrólogas y alquïmistas, Quevedo indica que si la piedra filosofal dobla hacerse do la cosa más vil «era fuerza hacerse de corchetes». 129 Documentos del Marqués de los Vélez. A.M.Mula. 1301 Libro 2 de Provisïones Reales. Provïsianes de 20-V-1a5ß y de 17-Y~II-1561, fals. 149 y íd5. A,M.Mula 1-68-1 . 131 Libro 4 de Provisiones Reales. Provisión da 24_X1556, fol. 125, A.M.Mula i-66-i.

236 la justicia de la dicha villa y que servïan de hornato de la dicha plaça y no haçian ningun perjuíció a nadie.. .» {132). Ya antes, en 1558, una provïsián dada en Valladolïd manda que el alcalde mayor deje a las del Ayuntamiento impartir justicia en primera instancï.a, sïn entrometerse, puesto que así lo tenían por costumbre desde que «la dicha villa se poblo», ya que solio quitarles los procesos y los presos {133). También debieron de ser corrientes las injustïcias y los amiguïsmos en los juzgados, fruto de ese juego de fidelidades. En 15$Q, se dïce al lícencíado Guerava que envíe a Granada el pleïto entre Gïnés Xïménez y Lope Ponce, a petícitîn del procurador del prï ero, José Quirtis, porque el alcalde mayor no había querido intervenir al ser Ponce pariente suyo (134). Nueve años después, el ya mencionado Gago de Castro es amonestado para que deje ejercer libremente sus oficios a los miembros del Concejo, porque «un dio desde presente mes y año estando Françisco Clemente y Hernando Felipe alcaldes ordinarios de la dicha villa en la plaça publïca Bella junto a la puerta de la carçel haçiendo audiençia y librando negoçios y teniendo una mesa para questuviesen los papeles y escriuíesen los ecrïuanos, auiades ido a la dïeha plaça y entrando en la dicha carçel y mandando que le quitasen la dicha mesa y la metiesen en la díclxa carçel y como se aula dado notiçia a los dichos alcal- des de lo que mandauades auian mandado luego traer de una casa de la dicha plaça otra mesa y la auïan mandado meter en la dicha carçel y uos auíendolo visto dixisteïs no queriades sino que metiesenla en que dichos alcaldes haçian audiençia.. .» (135) . Al concluir el periodo al frente de la alcaldía mayor, cada magistrado tenia que dar cuenta de su gestïcin, se le <{tomaba residencia». Parece que el encarga- do de hacerlo era el Marqués o un delegado suyo, pues el ïntento de realizárse- la a Íñïgo de Guevara, por cuenta del Ayuntamiento, le supuso a Cristóbal Chacán, alcalde ordinario, dar con sus huesos en prisión en 155J {138).

4.2. ~a cárcel

Mula poseyó cárcel desde la primera mitad del siglo XVI como ~nínix o. Sïtuada en un extrema de la plaza, fue ensanchada en 15$3 «porque los presos puedan tener buena custodia y guarda y porque la dicha carçel que de presente tienen es pequeña y conbiene ensanchada y engrandeçella porque ansi eI pue- blo como la gente de cada día ba creçiendo...» (137).

132 Libro 2 de Provisiones Reales. Provisión de 2o-VII-1575. A.M.Mula 1.-68-1. 133 Libro ~ de Provisiones Reales. Provisión de 21-V-1568, fol. 124. A.M.Mula 1-69-1. 134 Libro 3 de Provisiones Reales. Provisión de 12-VIII-156o, fol. 243. A.M.Mula 1-68-2. 135 Libro 3 de Provisiones Reales. Provisión de 27-VIII-1569, fol. 175. A.M.Mula 1-68-2. 136 Libro 2 de Provisiones Reales. Provisión de 1Q-VIII-1559, fol. 163. A.M.Mula 1-68-1, 137 Act. cap, de 31-VIII-1583. A.M.Mula.

237 Antes, en 1562, se habían gastado casi 5 .000 maravedis en repararla, ya que se hallaba en pésimas candicianes (138). Era un edificio en el que pasaban fatigas sin cuento y hambre Ios presas pobres, sin que el alguacil mayar concejil, a éuyo carga estaban, hiciera mucha por remediarla, lo mismo que sucedía en tantas lugares del país. En 1589, Benito Lozano y Juan Miñana, presas sin recursos, suplican que se pida Limos- na por la vïlla para su sustenta, par la necesidad que padecen ellas «y otras presos que aqui estar y una mujer questa en esta carçel padeçe hambre» . El alcalde mayor acepta la petición y marida que se les dan las menudas del mata- dero (139). Su utillaje en el aña 1583 era el siguiexxte: dos cardadas de arropes, cuatro arropeas grandes, dos arropeas de grillos, tres pares de grillos para hambres, un par de grillos pequeñas de mujer, un cepo, dos arropeas del cepa, un marti lla, das botadores, anee llaves de las diversas dependencias y un potro de dar fermenta (140). Por si fueran pacas talas esos grilletes, en 1597 se manda hacer más a par- tir de una barra de hierra que lxabía en la prisión, porque

138 ~L~ibro de quemas que se tornan a las mayordomos del conçeja ...». Cuentas que da Alonso C)choa, jurado, el 23-V-1662. A.M.Mula. 139 I}ocumentas del Marqués de los Vélez. A.M.Mula. Petición de 3-II-1583, 140 Se halla en la entrega de presas y prisiones que el alguacil. saliente hace al ontrante con motivo de la elecciän coneejil de ese aña. A.M.Mula. 141 Act. eap. de 16-VII-1597 . A.M.Mula. 142 Ver sobre los arreglos, a modo de ejemplo, el act. cap. de 10-VIII-1602 y el documento del Marqués de las Vélez de 2-VI-1624. A.M.Mula. 143 Act. cap. da 5-VIII-1629. A.M.Mula. 144 Act. cap, de 21-~-1629. A.M.Mula. 145 AGRO y ABAD: opus cit. pág, 33.

238

35

30

25 ~~ PRESß~ ,~ 20 i 1 t 15

10

5

1570 75 Z5~0 55 1.59Q 95 1~Q;t 05 1,~10 15 1,620 25 1G30 35 1,544 AÑQS

~`~I{~Ü `°' ~

Evolucïón de lds taresos de la c~rcel. áe Mu1.e entre 1573 ~ 1640. 4.3. La evoluciôn de los reclusos en las cárceles concejiles: las fuentes

Pese a existir numerosísimos documentos judiciales de los siglos XVI y XVII en el Archivo Municipal de Mula, procedentes del tribunal marquesal, y, en menor escala, del de los alcaldes ordinarios, hemos decidido utilizarlos más que a modo de ejemplo, ya que se encuentran aún sin ordenar y su manejo es muy ardua . Por eso, para conocer la población reclusa a lo larga de nuestro periodo, hemos debido acudir a otras fuentes. Son los libros capitulares y los de eleccio- nes del Concejo, que se encuentran en el mencionado Archivo (216). En ellos aparecen casi anualmente los encerrados en la cárcel en el momento del nom- bramiento del nuevo alguacil mayor y, más concretamente, cuando el saliente hace entrega al entrante de «presos y prisiones». En esos registros aparece el nombre de cada penado y, en ocasiones, la pro, cadencia, la extracción social, el delito y la pena. Se nota que an los mismos calabozos se encerraban los reos da las dos tribunales . No se trata, desgraciadamente, de relacionas de entradas y salidas, hubiese sido demasiada bueno, sino de un mero trámite que no siempre se cumpla, de ahí los baches del periodo. For ello, no se conoce el total da la población reclusa da cada año, sino únicamente la que se encuentra en el momento de la toma de posesión del nuevo alguacil mayor concejil y, a la voz, alcaide de la cárcel. Sin embarga, sirve a la perfección para tenor una idas de cómo es la delincuencïa en Mula y saber de sus protagonistas durante casi setenta años. En el gräfica donde sa muestra la evolución de los presos se adviertan seme- jam~s con la curva de matrimonios, estudiada en eI apartado demográfico. Estancamiento en los primeros veinticinco años; caída o, si se prefiere, cambia da tendencia a principios del sïgla XVII; alza da 1617 a 162a; y nueva caída, hasta casi su desaparición, a partir de 2625. Sopamos, ahora, quiénes son los ïnquilinos de la cärcal y par qué se encuen- tran allí.

4.4. La tipología y los protagonistas del delito

Hamos dividido los 502 casos en que conocemos, siquiera aproximadamente, eI motivo del encarcelamiento en nueve grupos da elaboración personal. Esta cifra supone al 63,78 por cien del total de detenidos, cantidad ïmportante para la época en que nos estamos moviendo. De ellos, 52 corresponden a dones y 5 a doñas, posiblemente hidalgos. A continuación, puede verse el total de miembros de cada grupo.

146 Los libros de elecciones consultados han sida: el de 1563-16Qß; el de 16a9-1636 y el de 1637-1660. Las elecciones de 1604, 1609, 1625 y 1626 se hallan en sus correspondientes libros de actas concejiles.

24a

CUADRO 57

Tipos de delitos por sexos, T570-1639

Titulo fiotal Varones He~avl~ras

Delitos violentos 85 79 6 Delitos sexuales 29 24 5 Deudas 171 168 3 Fumo y robo 17 13 Milicia 12 12 0 Quebranto de las normas de convivencia 42 41 1 Internamiento por orden do la autoridad 56 54 2 "Negocios" y "Negocios jurfdicos°' 69 63 6 Varios 21 18 3

Entre los del primer grupo destacan las homicidios, el 701,58 par cien, como el que en 1625 cometieron la mujer y su amante en la persona del marido en La Puebla; o el que le costó la vida al esclavo Mazoud a manos del berberisca Diego, y que le supone ser sometido a tormenta {147}. Es claro que un moda de escapar, siquiera sea momentáneamente, de la cár- cel es refugiarse en una iglesia, donde el derecho de asilo de que ganaban estos lugares protegía al delincuente . Eso hace, en 1595, Juan de Resalt que se encuentra «a muchos dios» en Santa Domingo acusado de la muerte de Tella Clernent X148}. Pero la calificación de sitio sagrado de la parroquia de San Miguel no le sirvió de mucho al tornero Asepsia García, quien se guarneció allí por el asesinato de Francisco Martínez. El Concejo, tomando la jurisdicción real, la sacó y posa en prisión en 1576, la que costó una fuerte disputa con los clórigos Ramón Sánchez y Diego de Perca, que se oponían al quebrantamiento del derecho de asilo, y que el Provisor del Obispado se querellase contra el Ayuntamiento X149). Dentro de los delitos sexuales, las hay de toda tipa. Desde el que se halla en el calabazo por querer abrazar a una dama, hasta los condenados por «pecado nefando» (homosexualidad). La mayor parte de las que se cometen es, digamos, de interior, ya que para prevenir los que pudieran darse en calles mal ilumina- das o en la huerta se está mandando continuamente que las mujeres, solteras o casadas, na vayan a las viñas o a tomar agua a la acequia mayor a la anocheci-

147 Ver r espectivamente ol Act. cap. de 24-VI-1625 y, entre los döcumontos del Marqués de los Vélez, las quejas del berberisco porque nö dejan de maltratarle, & pesar de no pöder añadir nada más alo dichö durante el tormento. Ambos en A.M.Mula. 148 I?ocumentas del Marqués de los Vélez. A.M.Mula, Este pleito es de 13-N-1595. A.M.Mula, 149 Acts. eaps. da 8-VIII y de 11-VIII de 1576. A.M.Mula.

241 da y que las hombres na se detengan junto al caño de la pila de la Fuensanta, porque t~con las dichas mujeres que van por agua halen deshonestidades?> (150). Los severos álguaciles cuïdar an de que las ordenanzas se cumplieran. Los abusas sexuales y los amancebamientos debieron de ser moneda corrïente . De los primeros, malamente se librarían las criadas. El 14 de enero de 1590, Pedro Fernández denuncia a Pedro Buitrago por violar a una ~bbrina suya que tenia de sïrvienta en el campo (151). Los segundos corrían el riesgo de ser excomulgados, como le ocurxió a Bautista de Ribera en 1581, quien debïó de recurrir a la Lancïlleria de ganada para que el ~bïspo Levantase la pena que le había impuesto por vivir can una esclava morisca sin estar casados (152}. De todas modos, de los delitos sexuales el más perseguido fue la sodomia.. Las penas eran tremendas para los que la practïcaban (153), 1Jn el periodo que ¬?stamos estudiando hay varios casas de homosexualïdad, aunque nïnguna revistió el dramatisme del que tova tamo pratagonïsta a Luis Hernández, esclavo morisca de dieciocho años de edad, pues se agravó can el de bestialis- ma. Este muchacho, cedemos la palabra al documento, «Ha hecha y cometido eI pecado nefanda cabalgando una mula y teniendo con ella ayunfamienta car- nal». La denuncia de un vecina, realizada el 19 de noviembre de 1577, pronto se convierte en un procesa, que se sustancia en menas de un mes. El 5 de dïciembre pronuncia sentencia el alcalde mayor. Es condenado a que «sea saca- da de la carceL y prisian donde esta sabre una bestia de albarda atados pies y nanas, can una soga a la garganta con boz de pregonero que manïïieste su delí ta y la sentencia que se manda haçer e que sea llevado por las calles publicas aeastunbradas delta villa juntamente con la mula con que cometia el dicho delito y juntamente sean llebados al lugar^ donde se acostumbra en esta villa executar semexantes sentencïas y le sea dada garrote a.nsï al dicho Luïs Hernández tamo a la dicha mula hasta que sean ahogados naturalmente e mueran e luego sean quemados y abrasados sus cuerpas..,~> (15 ). A la arden del dia estaban los robas de ganada, fruta, agua etc. . . Son murne~ rasisimas las denuncias de hurtas en una ~~illa ag~icola tamo l~lula, rodeada da Ixuertas y campos . Serán, seguramente, las causas par estos delitos las más abundantes en el tribunal del Marquó.s. ' a~mbién por deudas, tanto a particulares corno a organismos públicos, se iba a la cárcel. Buen exponente de lo dicho son las 171 encausados deI per^ odo. Las delitos de los tinca ltin2as grupos no merecen mayor comentaria, pues son ocasionadas directamente por soldados o figuran em prisïón mazos que, a la

15fl Ver, ~r e~e pla, las nets, caps. da 17-V1I- 5?ß y de 17-I-i56c~, ~ en Ios d~ r~~eu~s~s ~Äé~ Marquês de los Vélez, el. mandato del alcalde mayor de 2-X-1591. Todas en A.M.Mul,a. 151 T)acumentos del Marqués de los Vélez, A.M.Mula. 152 Iicacu enïos del Marquês de las Vélez, t~.M,IVIuIa. ProVisïcin real de 12-III-1581. 153 FIiáNNA~SAR,: dos esparaoles. .,, págs. 194-19ß. 154 Documentos del Marqués de las Vêlez. A.M.l~Iula,

2~2

fuerza, van a ser llevados a la milïcia. O por faltas a los ordenamientos concejï- les o a Los dictados por el alcalde mayor, caso de los que quemaron monte inde- bïdamente, o cazaron en época vedada, a no hicieron alardes, o jugaran a los prohibïdos. .. O por decreta de autoridades regionales o de la Chancillería. Más interesa saber cuáles son las profesiones de los reos y por qué están en la cárcel. Conocemos, sólamente 18, que se reparten a la largo da todo eI perïo- do, tal y como se puede ver seguidamente .

CUADRO 58

Frofesiones de encausados entre 1576 y 1632

Años Oficios

1576 Un tornera, un platera, un molinero y una criada 1600 Un pregonera y an cantador 1601 Un cirujano, preso por jugar a los naipes 1609 Un almazarera 1611 Un alguacil mayor 1617 Dos alguaciles de La Puebla por cohecho 1618 Un molïnera 1620 Un licenciado 1627 Un capitán y un procurador 1629 Un maestro armero por deuda 1632 Un sastre y un cantero

Lo única que casi todos tienen en común es que son titulares de profesiones liberales u ostentan cargos públicos . Las numerosos esclavos de Mula también sufrirán el peso de la ley. Cuarenta y nueve están encarcelados a lo largo de las siete décadas, casi an 14 par cïen del total, una cifra importante. Sôla se indican sus delitos en 16 casos (13 varones y 3 hembras). Tres están por deuda; tres por robar a sus dueños; cinco por fugarse, de galeras las hombres y de su casa la única mujer; y cinco, uno por homicidio, un mulato por dar una cuchillada a una mujer, un negro por pelearse con otro, una por ordenarlo el juez y otro por una denuncia . No hay un modela de delito imputable a los forasteras, pues los cometen muy similares a los lugareños. De las 28 personas que no son de Mula (a los de Campas y La Puebla se les ha consïderado, como no podía ser menos, coma de la villa) 18 son de la región y el resto de otros sitios de España, sobre todo de provincïas vecinas (dos de Almería, Huéscar y Las Cuevas; dos de Albacete, Villarrobleda y Albacete capital, etc. . .). Hay, incluso, un francés y dos portu- gueses . Entre los de la región, seis proceden de Murcia y cuatro de Molina. Los demás son de otros tantos pueblos marcianas.

243

No conocemos más que anee casos en los que se indica a quë penas eran con- denadas. Üna en 157 a muerte por «delito»; y dïez entre 160Q y 1611, a gale- ras, como «esclavos de Su Magestad» en la jerga de la cárcel, de Sevilla (155), a delitos tan dispares csmo fugarse de prisïón (en 16Q7) a salteador de camïnos (en 1609), y es que eI rey necesitaba remeras sin sueldo para sus naves, que na gravaran en exceso eI ya de par si gravada presupuesta nacional. Veamos ahora otros tipas de delitos, que se apartan de los estudiados hasta eI moments, y a los que podemos considerar heterodoxas, La fe católïca ¿ex~a tan uniforme como a simple vista podría parecer entre las moradores de Mula? ¿Na es practicada la usara por un amplis sector de las pudientes como on modo de enriquecerse a costa de las necesidades del próji ma. ..? (156). Aunque en una casa hay que mostrarse de acuerda, apenas hay heterodoxos como los descrïtos en la clásica abra de Menéndez Pelayo (157). Gracias a Juan Blázquez, sabemos de la existencïa de 16 sambenitas, a mediados del siglo XVII, en las ïglesïas de Mula, posiblemente muy viejss ya (158) ; y que hubo un fraile del convento franciscano, fray Alonso, que en 161Q fue penitenciado par la Inquisición porque en el confesonario llegaba a perder el sentido del pudor y acariciaba a las mujeres, a las que perdonaba sus peca- das sin oir la confesión (159). En las autos de fe celebradas par el Santo C)ficio rnurcïano entre 1562 y 1571 no csmpareció ni un salo moleño, pese a vivir en la villa una importante población morisca (1.60). Esto puede indicar un control férrea por parte de las al~toridades para cortar de raíz cualquïer pasïble brote de dïsidencia, aI que ayudarían odios y rencores de un vecindario dividida en das bandos y, por tanto, vigilante de posibles falsas movimientos del contraria.

155 CLAVES, Cristöbah Relación áe la cdreel ~le ~Seuilla, Notas de Aureliano Fernández Guerra. Clásicas El Árbol. Mad~dd, 1983, pág. í$. 156 En ~os protocolos del siglo XVI se hallan casas de préstamos «por haçer plaçer et buena obra» que huelen a pura usura. As£, sI 4-X-1576, Francisco Carrillo, vecina de Mula, se oialiga a pagar a don Juan de Resolt, también moleño, diez ducados eI primera de mayo del año venidero. A.M.Mula. 157 IL1EN1<~NI)E y PELA~ri~, Marcelino: Flistoria de Zas Heteroclo:~os Españoles 8 tomos. Ediciön del C.S .LC. Madrid, 1965. 158 BLÄZQUI+:Z MIGUEL, Juan : El tribunal de la Inquisición..,, pág. 31. Uno, par Io menos, databa de unos cien añal antes, ya que Ginés de Campos, en 1683, pidiö a la justicia de Mula que le certificase que el Tomás de Campos qu.e aparecía en eI paño de penitenciadas de Santo domingo «esclavo del Marques de los Velez de generacion de moros, relajado» na era de su familia, sino «moro de Berbería, quo el Marques de ~os Velez, dan Luis Fajardo, cautivö con otros en la casta (...) y este mora parö casa de Gines Botia, yerno de mi do Tomas da Campos, clexigo y cura que fue de esa iglesia (de Santo Domingo) y ese moro se hita christiano y sa le puso Tomas de Campas como mi tío, que le bautizo (. . .) como suele suçeder con todos los esclavos; que despees este apostató y se hiça moro y la Inquisición de la çiudad de Murçia lo relaja y el brazo socolor la quemé...». Manuscrita de BOLUDA DEL TORO. 159 BIxÁZQUE~ MIGUEL: ibídem, pág. 157. 1.60 GARCÍA SERVET, Jerónimo: El humanista Cancales y la Inquisición murciana . Edit. José Porrúa. Madrid, 1978, págs. 119-185. Si habrá un caso de las que Bennassar denomina de magia blanca {161). Es recogido por Juan Blázquez en su libro sobre las hechiceras y nïgromantes marcianos (162). Se trata del procesa que instruye el Santo C?ficia al anciano Ginés Vatía en 1636, quien es acusada de realizar horóscopos a talas los que llegan a su casa, además de ejercer la medicina. Parece que había estudiada Astrología en Valencia y obtenía resultados extraordinarias con sus cartas, sobre todo descubriendo cosas robadas, pues podía describir al ladrón con defectos fisieos incluidos . El trîbunal, perplejo ante sus depuradas mêtodos y puesto que no había sometido cosas realmente punibles, lo dejó libre, advirtiéndole que e lo sucesi- vo usase su ciencia en los casos permitidos por el breve de Sixto V sólamente. I-Iemos hallado un juicio entre los documentos del Marqués de los Vélez del Archiva Municipal de Mula, en el que la inculpada comparece por brujería. Pese a demostrarse a lo largo del mismo que na practica «artes prohibidas», el documento puede servir para adentrarse más an la mentalidad de la época. Veamos brevemente su desarrollo. E121 de enero de 16ti2, eI alguaeil mayor del Marqués acusa formalmente a la mujer de Pedro de Robles, alcalde pedáneo de La Puebla, Catalina de Arévalo, porque «hiça çiertos hechiços y canguros y otras cosas superstiçiosas» y la pone en prisión. El alcalde mayor, don Rodrigo Aybar, manda comparecer a cuatro mujeres de la aldea cama testigos, Se trata de las hermanas Melchora y Magdalena Vázquez, Isábel de Salas y su Bija, María de Moruna= además, se demostrará la implicación en el caso del marido de Magdalena, Pedro Gámez. Sus declara- ciones son totalmente adversas para Catalina, puesto que aseguran haberla vista realizar actos de brujería, soma adivinar casas, conjurar a los demonios, conocer pócimas para matar... Se toma confesión a Catalina, quien dice que es de edad de 28 amas, natural de Toledo, de donde fue a vivir con sus padres a Guadix hacia 18 años . De aquí se trasladó al Reino de Murcia en 1595, Niega todo lo que se le achaca. La acusada basa su defensa en qae Isabel de Salas era una adúltera y que la denunció como hechicera porque su marida fue testigo del proceso que se le ïnstruyó y que la Ganduja a la cárcel. Añade que su higa, María de Moruna, fue instigada a declarar falsamente por Pedro Gámez y su esposa, enemigas capita- les de Pedro de Robles par pleïtos que han tenido can él. El alcalde mayor, luego de advertir contradicciones en las declaraciones de las testigos, reconoce lo falso de las acusaciones contra Catalina, la pone en libertad y manda encarcelar a las calumniadoras y a Pedro Gómez, a quien se le embargan los bienes para responder si fuese condenado a penas pecuniarias. A la vez, Pedro de Robles y Catalina se querellan contra ellos,

161 BENNASSAR: .dos españoles. .., pág. ß4. 162 BLÁZQUEZ MIGUEL, Juaxx : La Herhäcerïa en la 1~egiôn 1llurcäana (Procesas de la Inquisäcäôn de Nlurcäa, 1585-I819}. Academïa k~lfonso X Ei Sabia. IVïurcia, l9ß4, págs. 13~-136.

2~5 El juez falla que Isabel de Salas y su hija salgan desterradas de Ios térmi- nos moleños durante diez años . Magdalena Vázquez es condenada a vergüenza pública por las calles; a diez años de destierra, que no debe quebrantar bajo pena de cien azotes; a 20.000 maravedís de multa, mitad para la cámara y mitad para Ios gastos de justicia; y a las costas procesales. Su marido es sancio- nada a diez años de destierra ; a las costas; y a 15.000 maravedís, aplicados ïgual que las de su mujan (163). Por último, las Bennassar mencionan a tres saldadas moleñas que, sin duda, sirvïeron en las posesiones españolas del norte de África y que, cauro tan- tos otros, se pasaron al Islam. Juan Alonso compareciâ ante eI Santo Z`ribunal de Sevilla en 1611 y era de edad de veinte años (164). Juan Data, mozo de 22 años, aclaran los autores que fue alistada el año 1609 por el rey de Marra- quech, seguramente tras evadirse de su cuartel, y sa convirtió pronto en mu- sulmân, pero no fue circuncïdado por tener que entrar en breve en campa- ña {165}. Su casa la vio también el tribunal sevillana y aunque no se soba la pena a que fue condenado, no debió de ser grande por no tener aún la marca de «moro ferviente», la circuncisión, y Haberse arrepentido al poco da su acción (166). Y Juan García, juzgado en Sevilla, era de 40 años cuando volvïó an 1612 {167). Estas tras ejemplos ilustran el sentir de una importante porción da jóvenes militares, enviados a una tierra hostil, donde llegaban tarda las pagas, escase- aban los alimentos y la presencia da gentes de aíra relïgïón, enemigas secula res de la catâlica, pero que comían varias veces al día, era una constante invi- tación a la apostasîa. Na obstante, una reflexión más fría sobre el pasa dado 0 la captura par los españoles tras alguna batalla o ataque de corso daban lugar a que asas Nombras fueran juzgadas par los tribunales inquisitariales, que na salían imponer penas graves más quo en contadas ocasiones.

4.5. Al perdän por el dinero

No obstante lo vista, no todos las delïtos eran castigados, ni mucha menos. Cuando habîa dinas por medïa, se podía conseguir un perdân que ponía al abrigo de la justicia a cualquiera . ¿Acaso el aguador parido por el pícara Carriazo, de «La ilustre fregona», na retirâ la querella por seis ducados? (168).

263 Para conocer mäs extensamente este juicio ver: GONZÁLEZ CASTAÑO, Juan: «Un proceso par brujería en la vïlla de Mula a prïncipios del siglo XVIIN en Homenaje aZ profesor Juan Garcáa Abellán . Academia Alfonso X El Sabio. Murcia, 1991. 164 BENNASSAR, Bartolomé y Lucille: Los cristianas de Alá. La fascinante auentura de los renegados. Edit. Nerea. Madrid, 19$9, pág. 546. 1651bídem, pág. 279. 166 Ibídem, pág. 546. 167 Ibídem, pág. 547. 16$ CERVANTES, Miguel: La ilustre fregona en La Novela Pîcaresca 3á ed. Aguilar. Madrid, 1956, pág. 160.

246 Un crimen tan perseguido como era el rapta, en el caso de Gonstanza de Perea, fue «olvidado» por 33 ducados . Esto se desprende, por lo menos, de lo que el padre de la muchacha, Alonso de Perea, solicita en 1576 de cuatro perso nas de Pliego «por los gastos que hiço en el rapto que ciertos veçinos de Pliego y otras partes hiçieron por fuerça contra Gostança de Perea su hija y hasta agora no se an cobrado» (169). Una cuchillada en la cara tenía su precio: Z.$ ducados, los mismos que se comprometen a pagar Juan Domeño, Diego Rubia de Aguirre y Hernando de Ubeda al cerrajero Juan Richarte para ser perdonados por êl. El agredido acep- ta y retira la querella (170} . Incluso del dura corazôn do un corchete se podía esperar misericordia si la herida y la boca eran cerradas can buenas reales. En septiembre de 3576 apa- recen ante el escribano del Marqués cuatro acongojadas personas, dos madres, un padre y un muchacho, y formalizan otras tantas cartas de obligaciôn para que el alguacil Ginés de Gamboa conceda su perdón a los cuatro mozalbetes que la malhirieran y ofrecieron resistencia. Se comprometen a abonar a los mercaderes Juan y Sebastián de Hita 25 ducados mancomunadamente para que los anoten jen la cuenta del alguacil mayor, Diego de Villaroce!, el primera de mayo del año venidera (171). Podríamos mencionar más ejemplos, aunque creemos que los expuestos son suficientes para percatarse de cómo con dinero acababan los pleitos sin haber comenzado, siempre que las partes llegaran a un acuerdo y lograran que no interviniese el juez de oficia. Resulta, pues, coma dice Fiuret, que estas compor- tamientos, estos contratos privados, son hijos de una concepción arcaica del Derecha, ya que el crimen es un conflicto entre dos individuos y das familias y no constituya una alteración del orden público (172).

i69 Caja 3 de Protocolos del siglo XVI. Escritura de 13-VI-1576 . A.M.Mula. 170 Caja 3 de Protocolos del siglo XVI. Cartas de obligación y de perdón otorgadas el 5-XII- 1575. A.M.Mula. 171 Caja 3 de Protocolos del siglo XVI. Escritura de obligación de 23-IX-1576. A.M.Mula. 172 FIURE`r, Claude: aDouai au XVe siëcle. Une sociabilité de l'agression». R.H.M.C . voi. 34 (enero-marzo de 19$7). París, pág. 7.

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CAPITULO . TODO E MOTIVO PARA FIESTA.. .

.1. Las festividades anuales

Defourneaux, erg su conocido libro, emplea la frase que da título a este capi- tulo en el apartado dedicado a las diversiones. Además, indica que había años en que los días festivos excedían a los de trabajo en nuestros país (173). Efectivamente, entre domingos, fiestas de guardar, celebraciones extraordi- narias, conmemoraciones locales, das en. que no eran contratados, días en que no podían trabajar porque los elementos lo impedían,. ., los jornaleros españoles nos laborarían más ole seis meses al año era el siglo XVI. Posiblemente, eso estuviese en intima unión con el carácter extrovertido a la vez solemne de nuestros antepasados, que daban por bien empleados sus sacrificios siempre que redundaran en el mayor esplendor de su Dios de su rey. Veamos, a continuación, cuál es el calendario festivo de los imle os de las centurias del quinientos y del seiscientos y ccizno lo celebran. Los Reyes 11viagos eran conmemorados en la villa con corridas de toros, en las que los mozos, a pie y a caballo, lucían sus habilidades en la plaza pública fustigando a los animales con cañas y rejoncillos, a pesar de estar prohibidas por decretos papales (i.74). El Ayuntamiento impidió su celebración en 1573

173 DEFOÜRWEAUX, Marcellim La vida cotidiana e la sp¬año del 7s 1o e Oro. Ar s- Vergara. Barcelona, 1983, pág. 125. 114 Pío V, e 1,567, en su bula « salutis gregis dominici» las prohibió de modo absoluto. Gregorio XIII, en 1,575, levantó el ixapedzmento; ysus sucesores, SixtoV, en 1586, yClemente 51111 en 1596, dieron edictos regulándolas . Documentos recogidos por CARO BAROJA, Julio, El estío fes- tim Edit. auras. Madrid, 1.984, pág. 246.

249 «por ebitar algunos escándalos que en ello podría aber» y por la «descomunion» que pesaba sobre los que intervinieran en ellas (175). El domingo siguiente al Día de los Reyes, durante la noche, se hacía la pro- cesión de «El Niño Perdido», el cual era sacado desde el Hospital por los miem- bros dirigentes de esa institución y de las cofradías allí ubicadas. En ella, iba primero la imagen de Nuestra Señora de la Soledad, llevada por cuatro hom- bres, a los que alumbraban con hachas de cera siete más. A continuación venía San José, transportado por otras cuatro personas, a las que iluminaban otras cuatro. Detrás se colocaban los portadores del pendón negro y del azul, a los que alumbraban cuatro hombres con cuatro grandes velas de cera, y, cerrando el cortejo, el Santo Cristo, que era conducido por un solo individuo, al que daban luz otros dos. No obstante lo dicho, en 1595 se trajeron bailadores para que fueran delante de la procesión (176). Durante el segundo día de febrero tenía lugar la Candelaria. Es ésta una fiesta que conllevaba un claro rito purificador a través de los fuegos que encen- dían los vecinos en el pueblo y en los campos, y de las candelas que llevaban en la procesión. Este cortejo salía de Santa María de los Olmos, e cuya ermita se celebraban las demás festividades de la Virgen (177) . Estaba presidido por el Ayuntamiento que, desde «tienpo inmemorial», según se dice en 1603 (173), tenia obligación, posible voto, de que sus miembros portaran velas encendidas, velas que solían traerse de Murcia días antes, constituyendo su compra uno de los acuerdos fijos del año. El Carnaval era uno de los momentos del año en que abundaban los exce- sos . La gente vivía los tres días anteriores al Miércoles de Ceniza intensisima- mente, ya que había que guardar silencio y continencia a lo largo de una cua- rentena. Por eso debia ser frenada de algún modo la tremenda explosión de alegría popular. En febrero de 1600, cuando, seguramente, los ecos de las celebracio- nes del paso de un siglo a otro no se habían apagado, debe el alcalde mayor ordenar que no se lleven armas, ni se tiren naranjas ni inmundicias a los que vayan a caballo durante las Carnestolendas, bajo multa de 2 .000 maravedís y 20 días de cárcel (179). El Concejo ponla su grano de arena en esos días . Se lee en las cuentas de 1555 «mas dio por descargo que dio y pago a los tronpetas y atabales por el

175 Act. cap. de 3-I-1573, A-M.Mula. 176 De este modo se realizaron las procesiones en 1601 y 1602. Manuscrito citado de Gregorio BOLUDA DEL TORO, pág. 14 del vol. 1. 177 MOLINA y CASTRO. Opus eit. pág. 14 del vol. 1. 178 Act, cap. de 29-1-1,603. A.M.Mula: dixeron que de tiempo inmemorial a esta parte en la proçesion que se hace en esta villa el dia y fiesta de la Purificagion de Nuestra Señora el Ayuntamiento desta villa lleva en ella candelas ençendidas en honra de la dicha ñesta y proçesion de la Candelaria que se hace en ella...». 179 Documentos del Marqués de las Vélez. A.M.Mula. Edicto de 14-I1-1600.

250 regocijo que hico esta villa en servido de Su Magestad las carrastolíendas diez ducados» (180). Tras la alegría el silencio. La Cuaresma era un tiempo de oración y recogi- miento en el que los predicadores contratados por el Concejo anunciaban la condenación eterna desde los púlpitos a los que no se arrepintieran de sus pecados. Se cerraban los prostíbulos ; se prohibían los espectâculos públicos y los juegos (181); se entristecía la gente por decreto, constituyendo esa época el momento más solemne del. año. El colofón de la Cuaresma es la Semana Santa. Durante los siglos XVI y XVII se constituyen en Mula las tres procesiones tradicionales : la del Miércoles, Jueves y Viernes Santos. La primera, según Martínez García, fue de aparición simultánea a la creación de la hermandad de Nuestra Señora del Carmen, obra del cuarto Marqués de los Vélez, en la ermita de su nombre, en 1606. Al principio se hizo el desfile con las pocas imágenes existentes en el pequeño templo, sacándose, también, la de Nuestra Señora del Carmen . Mas, poco a poco, se fueron sumando otros pasos, de modo que en 1650 ya se cita una Oración del Huerto, que constaba de tres tallas de otros tantos apóstoles, una de Cristo y otra que representaba un ángel (182). En la de Jueves Santo se sacaba a n solitario Cristo en la Cruz propiedad del Concejo. En un principio, partía de Santa María de los Olmos (183), para hacerlo, a mediados de la centuria del quinientos, desde la ermita de la Concepción. En 1574 dice el Ayuntamiento «que por quanto de causa de hacer- se la procesion del Jueves Santo por la calle de la Corredera por estar fuera del pueblo se sigue gran daño e perjuicio a los penitentes (. ..) mandaron que la dicha procesion se haga por donde se acostunbra a hacer la del Santisimo Sacramento el día del Corpus...» (184). La imagen hubo de ser mimada por los franciscanos al instalar su convento en la antigua ermita, ya que ellos fueron los abanderados de la devoción a Cristo Crucificado por la Cristiandad (185). En 1603 adquiere el Ayuntamiento dos varas de tafetán, que cuestan 20 reales, para revestir la imagen (186). La del Viernes Santo partía desde el Hospital por la tarde . En ella se sacaba un pendón negro, de luto, que abría el cortejo; una cruz pequeña; una cruz grande, que era llevada por dos personas; la imagen de Nuestra Señora de la

180 «Libro de quentas que se toman a los mayordomos dei concejo. . .». Cuentas de 1555-1556. A.M.Mula. 181 Documentos del Marqués de los Vélez. A.M.Mula. El 14-111-1623 prohíbe el alcalde mayor jugar a las barras por estar en Cuaresma, bajo multa de 1.000 maravedís y 20 días de cárcel, 182 MARTÎNEZ GARCÍA, Juan: Memoria escrita por. . . Hermano Mayor de la Corradia de Nuestra Señora del Carmen, constituida en esta Ciudad de Mula para ser leída al celebrar el tercer centenario de su fundación en el mes de febrero de 1906. Imp. Pérez Hermanos. Ciudad Real, 1906, págs. 43-44. 183 MOLINA y CASTRO: opus eit., pag. 14 del vol. 1. 184 Act. cap. de 3-IV-1574 . A.M.Mula. 185 CHRISTIAN, William A.: opus cit., pág. 75. 186 Act. cap. de 30-1II-1603 . A.M.Mula.

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Soledad, cargada por cuatro costaleros; la imagen del Santo Cristo, iluminada por dos individuos con hachas de cera; y, además, figuraban dos hombres que llevaban calderos y otros que asían las bacias de las cofradías de la Soledad y de la Purísima Concepción, Cerraba la procesión un sepulcro, posiblemente con Cristo, llevado por dos hombres. El cortejo se solía detener en dos altares, uno de los cuales estaba siempre en la ermita de los Olmos (187). También durante esa Semana aprovechaban los hermanos de la cofradía de San Sebastián para pedir limosna por las calles, con una imagen «de bulto» del santo en un taber- náculo de madera (188). El Corpus es la única ocasión del año en que se expone públicamente la hos- tia consagrada por las calles. Esta fiesta debió de comenzar a celebrarse en Mula a mediados del siglo XVI. El Concejo tenla obligación de adquirir ramas y juncos para tapizar la carrera por donde pasaría. la procesión. Los vecinos tení- an que limpiar su porción de calle y colgar sedas, paños y otras ropas en rejas y ventanas. Solían levantarse tres o cuatro altares donde descansaba el corte- jo (189). Este festejo, como todos, tenia una vertiente lúdica. Era la que ponían los grupos de danzantes y, posiblemente, las mascaradas y la popular taras- ca (190). La procesión, donde la mezcla de lo sacro y de lo profano era tan pal pable, constituía un verdadero «teatro ambulante de los clérigos», en el que la gente tenía su misión : decorar el escenario por donde discurría y jalear las interpretaciones de los danzantes (191). . partir de 1615, se empezó a dejar el patio del Hospital para representar comedias y títeres, pues las cofradías del establecimiento vieron que dejaban buenos dineros, lo que fine prohibido por el visitador del Obispado tres años después, por ser «lugar sagrado (...) so pena de excomunion y de diez mil inaravedis» (192). Luego de esta fiesta se entra en plena faena estival. La recolección del grano, que va a asegurar la vida del. hombre, se convierte en prioritaria. No hay tiempo para distracciones, si acaso para alguna copla en el tajo o en la era. Deben guardarse las fuerzas para trabajar de sol a sol. Las fiestas se espacian o son poco importantes. Nuestra Señora del Carmen, Santa Ana, Santo Domingo, San Roque y San Agustín constituyen la relación de santos veraniegos. La primera., casi nunca se celebró en su día, el 16 de julio, debido a las faenas agrícolas. Se solía con-

187 Así se hizo en 1600 y 1601. Manuscrito citado de l3OLUDA DEL TORO, págs. 10-11 y 13-15. 188 Libro de la Cofradía de San Sebastián (3604-1646), inventario hecho en 1635. A.CAM. 1-1-22. 189 Hay muchas actas que tratan de esta fiesta, ver, a modo de ejemplo, la de 25-v-1603 y la de 31-v-1626. AY.Mula. 190 Act, cap, de 31-v-1626. A.M.Mula: Los bailarines de ese año costaron 120 reales y fueron traídos de Murcia. 191 HEERS, J.: emplea esta frase feliz en la página 71 de su obra Fétes, jeux et joutes dans les societés d'Occident à la fin du Moyen A e. París, 1971. 192 Manuscrito citado de BOLUDA DEL TORO, págs. 3t?-31.

252 memorar el día de San Agustín o en septiembre, como ahora (193). Su tardía devoción caló pronto entre los muleños, que la celebraron con toros y cañas y luchas entre moros y cristianos (194). A los cuatro santos restantes se les vota fiesta y devoción en el año 1595, cuando la peste ronda la fachada atlántica de España. Se compromete el Concejo a guardar sus días como festivos, con la obligación de ir a misa y la prohibición de trabajar (195). No obstante, Santo Domingo había sido declara- do festivo ya en 1527, por ser el titular de una de las dos parroquias (196). Al otro santo parroquial, San Miguel Arcángel, se le solían hacer competi- ciones de cañas y corridas de toros en su fecha, ya que coincidía con el momen- to de mayor efervescencia de la feria de ganados que, anualmente, tenía lugar a finales de septiembre (197) . Al acabar la feria, se entraba en el ritmo de invierno, durante el cual estaba puesta la mirada en el cielo, esperando las lluvias que empaparían la tierra para la siembra. Eran momentos de rogativas y de novenas para implorarlas. Pronto se llegaba al Adviento, tiempo de preparación para la Navidad, en el que nuevamente los predicadores dirigían sus sermones a una multitud enfer- vorizada que llenaba los templos. Era un momento en que no había mucho que- hacer, por lo que la gente debía matar el aburrimiento a base de juegos y dan- zas . En el otoño de 1599, el alcalde mayor prohibe que se bailen chaconas, zarabandas y seguidillas, danzas de fuerte contenido erótico, porque daban lugar a escándalos entre los vecinos (198).

5.2. Las celebraciones extraordinarias

Las fiestas extraordinarias eran ordinarias en España. El nacimiento de un príncipe, una victoria en cualquiera de los campos de batalla de Europa, la ele- vación a los altares de algún nuevo santo. . ., eran motivo para regocijos popula res auspiciados desde el poder. Pero, es que no eran menos las honras por el fallecimiento de personas reales o, en el caso de Mula, por el de algún persona- je de la casa del Marqués o por el del mismo señor. En 1632, la muerte del titu- lar de la casa marquesal hace que el Concejo ordene importantes exequias en Santo Domingo (199). El óbito de Felipe 11 marcó todo un hito en la villa, al igual que en el resto del país. Nunca más se verán en Mula honras como aquéllas, en las que los

193 SÁNCHEZ MAURANDI: Historia de Muta, pág. 38 del vol. 11. 194 El 2-VII-1625 El Concejo nombra comisarios para cerrar las calles que van a la plaza y para hacer toriles y tablados, de acuerdo con la Hermandad del Carmen. El 14-VIII-1634 manda que se celebre la fiesta del Carmen la víspera de San Agustín con moros y cristianos en la plaza. Actas capitulares de esas fechas. A.M.Mula. 195 Act. cap. de 15-VIII-1595 . A.M.Mula. 196 Act. cap. de 3-VIII-1527. A.M.Mula. 197 Act. cap. de 28-VII-1585. A.M.Mula. 198 Documentos del Marqués de los Vélez. A.M.Mula. Prohibición de 4-X-1599. 199 Act. cap. de 6-I-1632. A.M.Mula.

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sentimientos «oficiales» por la desaparición del monarca quedaron bien mani- fiestos. El dos de octubre de 1599 manda el Concejo levantar un túmulo en Santo Domingo y que se cubra con ropa negra. A los nueve días, ordena que se digan misas y sufragios en la misma parroquial «mas grande y acomodada para semejante caso» por el alma del rey y que asistan los beneficiados;capellanes y frailes de San Francisco «.., como sienpre se acostumbra hacer y es rapon se haga por un rey tan catolico y cristianismo...». Se invita al pueblo al acto para que ruegue «a Nuestro Señor Dios que tenga por bien llebar a su Reyno y Santa Gloria el anima de Su Magestad. ..». A la persona que faltase y no tuviese fuerte impedimento para hacerlo, se le multará con seis reales para los funera- les. Los componentes del Concejo y las personas principales se juntarán en el Ayuntamiento, desde donde, con los clérigos, saldrán hacia. la parroquia. Los regidores irán revestidos de bayeta negra, que se adquirirá para la ocasión. Igualmente, se manda que todos los vecinos que puedan se provean, seis días después de pregonarse, de capas con caperuzas negras. Pasado ese tiempo, cualquier persona de quince años para arriba que fuese sin ella, pagará de multa seis reales para las misas y exequias reales. Por último, se prohibe tocar vihuelas y otras instrumentos musicales, bailar y hacer regocijos semejantes en las casas o en las calles en el medio año siguiente, so pena de seis reales cada vez que se realizasen, la pérdida de los instrumentos y diez días de carcel (200). Los festejos extraordinarios tendran un protagonista fundamental: el toro, símbolo de la fuerza y la nobleza. Este animal, cuya presencia en la fiesta espa- ñola ha sido estudiada magistralmente por Caro Baroja (201), era imprescindi ble en cualquier celebración. Sobre él se volcaban los mozos provistos de -ropas, a modo de improvisadas capas, y de objetos punzantes para demostrar su valor frente a la bestia. No era raro que el día de alegría se saldase con varios jóve- nes malheridas o muertos . Las corridas de toros tenían lugar en la plaza, donde se hacían barreras para cerrar las calles que allí desembocaban y se montaba un tablado para los componentes del Concejo (202). Compañero inseparable de los toros será el juego de cañas. Dos cuadrillas de muchachos a caballo, lanzándose, alternativamente, cañas a modo de lan- zas, que son detenidas por los escudos de los adversarios, era un hermoso espectáculo que enfervorizaba a la multitud, la cual tomaba partido por una u otra, animándolas con sus gritos. La alegría por los acontecimientos importantes del reino se conmemoraba con iluminaciones extraordinarias, como en 1629, en que por un nacimiento real se manda poner luminarias de papel y velas en las puertas, ventanas y

200 Acts. caps. de 2,x yde 3.1-x de 159$. A.M.īMula. 201 d estío festivo, págs . 241-274. 242 Act. cap. de 16-XI-1642 . A.M.Mula.

254 terrados. El mismo Concejo da doce libras de pólvora al alcaide de la fortaleza y doce libras más a una docena de arcabuceros para que hagan salvas. Compra cohetes y pone tea encendida en cuatro barriles en la terraza del Ayunta- miento (203) . Las «encamisadas» cierran el modo de celebrar las fiestas los muleños del Siglo de Oro. Dos grupos de caballistas con «camïsas» o trapos de distintos colo- res sobre el cuerpo se acometían por las calles a la luz de las antorchas que portaban (204), creando un ambiente casi mágico por el pueblo. No podemos acabar este apartado dedicado a las fiestas sin hablar de un rito lúdico, si se puede denominar así, que se practicaba en momentos muy sig- nificados del año, sobre todo en Navidad, y del que ya Julius Klein da referen cias en su conocido libro (205) . Se trata de la existencia del «Rey Pájara» o «Conde» durante la Edad Media y parte de la Moderna en numerosos puntos de España, en los que tanto los ganados como los corrales vecinales eran objeto de la depredación de tales sujetos (206). La primera noticia que hay de esos personajes en Mula es del año 1487. Es la sentencia que emite el alcalde entregador de mestas y cañadas, Alonso de Castro. En ella se dice que los ganados del Honrado Concejo podrán ir libre mente por los términos de la villa «y que el dicho rey pájaro no faga de aquí adelante para sienpre xamas ( . . .) so pena lo contrario façiendo de contribuir mill maravedís el conçejo e universidad de la dicha villa si lo mandare o diere consentimiento a lo suso e otorgar las tales rastras e la mitad sea para los dichos ganados. E otro si de dos mili reales a qualquiera persona que de rey

203 Acts. caps, de 2-XI y de 4-XI de 1629 . A.M.Mula. 204 Cuando el Ayuntamiento se entera en 1635 que el Marqués de los Vélez ha tenido un hijo, manda hacer una encamisada, en la que tienen que participar los oficiales concejiles. Act, cap, de 15-IV-1635. A.M.Mula. 205 KLEIN, Julius: La Mesta. Alianza Editorial. Madrid, 1979, págs. 71 y 444. 206 KLEIN relata en su libro lo que ocurría en Plasencia en 1542 y en Yecla en 1559, pág. 71. Nos han sido gentilmente cedidas por Guy LEMEUNIER dos noticias de tan peculiar personaje, halladas en el Archivo Histórico Nacional, sección Mesta. La de Lorca, que se encuentra en la caja 113, documento 16, es de 23-IV-1487, cuenta que «de consentimiento desta dicha çibdad» tomaba el grupo, capitaneado por el Rey Pájaro, una res de cada cabaña, tanto vecinal como forastera. Se pro- híbe hacerlo bajo multa de 10.000 maravedís al Concejo y vecinos, y la misma cantidad «a cada persona singular que de Rey Paxaro y de conde se intitulare». La segunda, que atañe a Yecla, está en la caja 232, documento 16. Es una sentencia de 4-V- 1437 en la que se dice que era costumbre pedir casa por casa «lo que quisieren dar» y a los pastores de dentro y fuera del pueblo una res «injustamente y sin título» . A Luis LISÓN HERNÁNDEZ debemos la siguiente noticia. En 1480 durante la Navidad, los visitadores de la Orden de Santiago, estando en Cehegín, se encuentran que con las alegrías y solemnidad que se suelen hacer esas fechas «en el rey paxaro e conde e correr de pendones» ha habido muertes, grandes discordias y escándalos, por lo que mandan al Concejo «no consyentan de aquí adelante con el rey paxaro que se faga conde nin menos por ninguna manera consyentan que se corran pendones porque de allí se causen las discordias» bajo pena de 10.000 maravedís para el Maestre. Parece que se hacían estos festejos en todas las villas de la Encomienda de Caravaca. Archivo Histórico Nacional, Constituciones de las Ordenes, legajo 2 stn.

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pájaro o de conde se intitulare e de algunos ganados estrangeros res o reses de ganado tomare..,» (247). Mas, al igual que ocurre en Yecla, en 1526 debe el juez Alonso Bázquez dar una nueva sentencia en La Puebla de Mula, ante la denuncia hecha por el comendador de Aledo (a donde pertenecía Pliego) de que Mula cobraba dos pares de gallinas cada año por Navidad «el uno por el dicho concejo -y el otro por el eredamiento de Pechar ques de la dicha encomienda, los quales dixo que cobraba por raçon del Rey Pájaro (...) y por algunos de los testigos por ellos pre" sentados se prueba que los dichos dos pares de gallinas no se pagaran por el Rey Pájaro, y que por raçon del Rey Pájaro se pagava una res de cada manada de ganado que hallavan fuera del regadío del dicho lugar de Priego y otros lugares, y la causa principal que las piden es por raçon del reconocimiento e señorío que la dicha villa de Mula dice tener en la dicha villa de Priego y here- damiento de Pechar...» (248). El fallo indica que no se cobrarán en lo sucesivo las gallinas, bajo pena de 54.444 maravedís para el Fisco Real. Y que pague Mula por cada una de las cogidas en los últimos cincuenta años un real de plata y las costas procesales. Además, el documento manifiesta que del mismo modo se recaudaban las gallî- nas en las aldeas muleñas y en Albudeite. ¿Qué quiere decir realmente la existencia de tan curiosa figura? Lo ignora- mos. Para Klein era sólo un juerguista disfrazado que, seguido por una pandi- lla de muchachos, se apropiaba de aves de corral y de reses mesteñas (2{39), con las que liarían una comida en común y lo pasarían en grande, Aunque también podría tener un sentido que se nos escapa, ya que se da en demasiados lugares del país y con características semejantes... Parece que esas «travesuras» eran toleradas y ¿auspiciadas? por las autori- dades locales, que, de algún modo, se beneficiaban de ellas. De lo contrario no se entiende por qué son apercibidas con fuertes multas. En Mula, la última sentencia da a entender claramente que los regidores se repartían y comían las gallinas tomadas a Pliego en nombre de un supuesto reconocimiento de hallar- se en sus términos. Según denotan los documentos consultados, el protagonista era un zagal disfrazado de pájaro o de ¡conde!, antepasado evidente de los «reyes de mozos» o de los «reyes de pastores» descritos por Julio Caro (214), que guiaba a otros

207 A. Ch. Gr. 159$/5. Sentencia de 27-X-1487. 208 A.M.ltlula. Copia de la sentencia, realizada a fines del siglo XVIII. a original se da en La Puebla de Mula el 7-XII-1526. 209 Opus cit., pág. 444. 210 CARO RAROJA, Julio; l Carnaval (Análisis histórico cultural). Edil. Taurus. Madrid, 1979, págs. 339-344 . Este autor transcribe, en la última página del capítulo dedicado a los «reyes», un edicto dado por el Obispo de Teruel a mediados del siglo XVIīI en el que, entre otras cosas, se dice: «Y assimismo no podran los dichos Reyes o Enzperadojes de Juego de Reynado entrar en la iglesia con la mojiganga de corona de papel o de otro material en el sombrero, o en la cabeza, ni el Duque o conde con la del plumcie...» (la enfatización es nuestra).

256 jovenzuelos de su edad a la captura, entre pícara y ritualizada, de volátiles o de ovejas para su consumo inmediato. El fallo de 1526 indica cómo era el mamarracho en la localidad: «Que por el dicho Rey Pájaro havia començado la mala costumbre de dar los dos pares de gallinas, porque cuando las venian a cobrar en ninguna manera las querian dar en espeçial quando no traian un pájaro con los pechos verdes en una lanza, que aquel deçian era el Rey Pájaro, e quando no lo traian no querian dar las dichas gallinas. E quando tornavan con el dicho Rey Pájaro sino las davan haçian prendas por la huerta en las vestias o ganados de los veçinos de Priego. E quando el que estava por el comendador en la casa e eredamiento de Yechar no le pagava las dichas gallinas por el Rey Paxaro lo echaban en la balsa que estava en el dicho heredamiento por manera de burla. ..» ¿Sería el estandarte con el personaje el reflejo condicionado al que estaban acostumbrados los paga- dores de impuestos.. .?

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CONCLUSIONES

Hemos visto el comportamiento de una villa de tamaño habitual al sur del Tajo, situada en el interior del Reino de Murcia, a lo largo de siglo y medio. Comenzó nuestro viaje con un mundo pleno de posibilidades, que salía del estancamiento medieval; y lo concluimos en un momento en que la crisis, entendida como una notable contracción de las diversas variables en todos los sentidos, ha hecho presa en sus estructuras socio-económicas, teniendo al final del periodo estudiado una culminación catastrófica, ocasionada por el ataque de la peste bubónica, que da el golpe de gracia a un vecindario ya de por si bas- tante castigado por las desgracias de todo tipo. La época de crecimiento que siguió a la puesta en cultivo de las tierras rotu- radas entre fines del siglo XV y comienzos del siguiente, dio lugar al nacimien- to de grandes fortunas, basadas en un proceso acumulativa, entre los oligarcas locales y a la aparición de una importante masa jornalera y labradora, cuya única fuente de ingresos eran sus brazos y ponerse a servir en casa de los gran- des linajes de la villa. Este proceso comenzó a gestarse luego de la desaparición de la inseguridad generada por las cercanías de la frontera del Reino de Granada y del reparti- miento, mediante censos normalmente, de las mejores tierras de los campos, tierras vírgenes que pronto dieron importantes cosechas y atrajeron, como las moscas a la miel, a masas de gentes de fuera. Estos inmigrantes llegaron tarde, pues con la celeridad que la ocasión requería, la oligarquía debió de autoadjudicarse las nuevas superficies entre las dos décadas finales de la cen- turia del cuatrocientos y las primeras del quinientos, creándose, así, desde la instancia municipal una red de obligaciones y favores del patriciado entre si, cuyas prestaciones podían ser exigidas en un momento determinado. Después, sólo quedaba ir dando licencias, cosa que se hizo durante todo el siglo XVI y la primera mitad del XVII, para ensanchar los «albares», desmon-

261. tando bosque; para conducir el agua de las fuentes a las heredades; o para «sacar» zonas que habían quedado sin dueño por múltiples causas, entre las que prevalecía el estar retiradas de caminos o veredas. Las roturaciones citadas afectan a terrenos fronteros con los ya puestos en explotación y de menor calidad, con lo que, siguiendo la ley de rendimientos decrecientes, dan lugar a peores cosechas, que no palian la neeesidad.de cereal de una población hambrienta. Además, esas nuevas licencias para «romper tie- rras» ocasionan pleitos con la Mesta en la Chancillería de Granada. Estos cho- ques entre los intereses ganaderos y los agrícolas eran viejos en Mula. Los habidos a finales del siglo XV se habían saldado con el triunfo de la res frente al ararlo, mas, conforme avanza el siglo siguiente, las cosas cambian, conti- nuando la tónica de la época, y las licencias otorgadas por el Ayuntamiento moleño son, tras la consiguiente demanda del Honrado Concejo, confirmadas por la Chancillería. Así, desde la sentencia de 1487, por la que los rebaños podían ir por cualquier lugar del término de Mula sin ningún problema, hasta las conseguidas entre 1575 y 1620, en las cuales se da la razón a los moleños indefectiblemente, la pérdida de protagonismo de la Mesta es una realidad, unirla, sin. duda, a la pérdida rae mercados laneros y a la necesidad de autosufi- ciencia de las poblaciones murcianas, luego de desaparecer, también, los tradi- cionales mercados sederos. La superficie para pastoreo retrocede, mientras que los nuevos bancales surgen en las antiguas zonas de invernada de los ganados transhumantes. No obstante, la llegada otoñal de éstos anualmente a las dehe- sas que rodean la villa y el pago del. arrendamiento de las hierbas servirán para abonar los impuestos al rey, siendo muy gravoso para los vecinos de Mula que algún. año no se vendiesen los pastos.

La villa comienza, en los ríos.otres .primeros fdecenios}delysiglo XVI, su bús- queda del llano desde su emplazamiento medieval, algo que es común a otras muchas del Reino de Murcia; la plaza fuerte asiste a la destrucción y reaprove chamiento como cimientos de sus murallas. Los grandes barrancos que nacen en lo alto del monte son las arterias de penetración hacia la llanura. Se cons- truyen edificios a ambos lados de esas salidas de agua y se trazan calles per- pendiculares a ellas. En medio del entramado urbano surge la plaza, centro neurálgico del pueblo. El resultado es una villa en efervescencia, que se extien- de, siguiendo las demandas de su creciente población, hacia el sur, este y poniente. Villa que en escasamente cuarenta años, entre 1495 y 1583, triplica el número de sus habitantes y que no deja de crecer hasta comienzos del último tercio del siglo XVI. Este comportamiento censal es confirmado por los bautismos, con un índice 17.0 en la década de 1589-1598, que no es sino el punto álgido de una estabili- zaci.án de la curva de bautizados que se advierte entre 1559 y 1600. Otra variable fundamental, cual es el comportamiento decenal de los diez- mos, de la producción en suma, vuelve a insistir en lo que decíamos . i se repa- sa el cuadro 28, se puede ver cómo entre 1570 y 1598 hay una pérdida ostensi-

262 ble de lo recaudado en la dezmeria, que en la primera decena supone dieciséis puntos respecto a la de 1560-1569 y en la segunda, la de 1580-1589, representa más de un tercio, concretamente el 35,13 por cien. Lo que en un momento podía considerarse como un frenazo al progresivo crecimiento de la población y de la economía de la zona de Mula, se convierte pronto en un continuo caer en picado del producto diezmal y del indice bautis mal; caída que se vuelve insoportable en los cincuenta primeros años del siglo XVII, en los cuales con un poco más de la mitad de lo que producen las tierras muleñas, en relación a la década de los años sesenta de la centuria anterior, se debe alimentar un vecindario con poco menos de mil personas de las que en 1.563 vivían en la villa. Se ha de intensificar, por tanto, la importación de cere- ales, con el alto coste por fanega que su traída conlleva y la inseguridad que entraña que un año de hielos o sequías extendidas haga peligrar la compra de las imprescindibles semillas. La tabla de los expósitos también parece confirmar lo indicado más arriba. Los máximos de la serie se dan en tres momentos determinados 1574-1593, 1614-1628 y 1644-1649. Son años de permanente presencia de plagas de lan gosta, que devoran los sementeros en sazón. Durante la primera etapa, la sequía es la protagonista y la falta de grano es endémica en la villa, debiéndose ir, en junio de 1583, a Oran a adquirir trigo ante la falta existente en todo el Reino de Murcia. No era momento para criar hijos y más si eran fruto de algún escarceo extramatrimonial. La segunda y tercera etapas entran de lleno en un tiempo de crisis, ham- brunas por la falta de lluvias y salida de los mudéjares de las aldeas próximas a Mula. Época de gran necesidad, ruina, desolación y muerte durante la última. década del periodo, ocasionadas por los fríos, las sequías y la peste de 1648. De todos modos, el principio del fin de la bonanza socio-económica de la villa, localizable entre 1570 y 1590, es fruto, en gran parte, de un factor ajeno a su tierra. Nos referimos a la repartición del elemento morisco por toda España. El vacío demográfico de aquellas zonas tras la finalización de la guerra de Las Alpujarras fue llenado por hombres procedentes, en bastante proporción, de provincias fronterizas con aquél. Las clases inferiores muleñas no se pudieron sustraer a la llamada real para repoblar los pueblos de los expulsados y allá marcharon importantes contingentes de población, evaluados en unas 1 .500 personas, ya que Granada representaba la posibilidad de convertirse en propie- tarios de tierras, algo casi impensable en su localidad de origen, y de encarar con más optimismo el futuro. El resultado de esa emigración se advierte en el mencionado cuadro 28, y es la caída del diezmo entre 1560 y 1580. A esa salida voluntaria de trabajadores hacia la vecina provincia de Almería, se sumó, en la década de los años ochenta y parte de los noventa, otra forzosa, ocasionada por las crisis de subsistencias, que, si bien debió de ser inferior a la primera, ayudó a la progresiva despoblación de la villa. Este goteo, que da lugar a un verdadero «éxodo de hambrientos», no cesará durante los pri- meros cuarenta años del siglo XVII.

263 Por si lo dicho fuera poco, todavía debió sufrir la tierra de Mula un nuevo ataque a sus estructuras demográficas. Esta vez vino de los decretos de expul- sión de moriscos y mudéjares, firmados por Felipe III. Efectivamente, pese a que el contingente morisco era apenas un 10 por cien, su obligada salida hubo de resentir los cimientos económicos de la villa, la cual se veía privada de una mano de obra que en 1573 cobraba, trabajando lo mismo que otros individuos, menos que cualquiera de los cristianos viejos, y que tenia fama de sumisa. De ese golpe poblacional dan buena cuenta los índices de bautismos, los cuales descienden casi un 25 por cien entre 1609 y 1618 en relación con los de la década anterior, aunque luego se recuperen para volver a caer definitiva- mente algo después. La expulsión de los habitantes de las aldeas de Campos y La Puebla, como se vio en su lugar correspondiente, las sumieron en un estado de postración tal que tardaron bastantes años en volver a las cifras de habitantes de enero de 1614. Esto fue debido a que no habla gente suficiente para ir a morar allí, pues la población se encontraba en retroceso en todo el Reino de Murcia, inmerso en plena crisis (1). Por otro lado, la llegada de inmigrantes que hubo de haber a comienzos del siglo XVI se cortó radicalmente en la segunda mitad, cuando el flujo se reorien- ta hacia «Las Andalucias», sobre todo a partir del asunto de Las Alpujarras. Los avecindamientos son raros y las personas que vienen a casar a la villa y a La Puebla apenas si representan, entre 1568 y 1648, el 5,90 por ciento, 285 personas, una cifra inapreciable. No, Mula no es ya la tierra de promisión de los primeros decenios de la centuria del quinientos. Al contrario, es una zona sin atractivos económicas, donde la superficie útil está cogida de antiguo y donde viven bien unos pocos, por lo que muchos optan por marcharse cuando las circunstancias lo permiten. Si a la salida de los grandes contingentes y a la falta de inmigrantes se suma el crecimiento vegetativo que, pese a no poseerse libros de defunciones, tuvo que ser, a partir del último tercio del siglo XVI, el justo para el reemplazo de los que fallecían y marchaban o, en ocasiones, claramente negativo, se com- prenderá que la vida de la villa fuera languideciendo, siendo seguramente, motivo de charla frecuente entre los viejos del lugar lo bien que estaba el pue- blo cuando ellos eran jóvenes . La fastuosidad de las celebraciones por la llega- da al mundo de un nuevo príncipe; las inolvidables honras en honor del «señor don Felipe II», por cuya muerte hubo de cesar la alegría natural del habitante de esta tierra durante seis meses; lo esperado que era el «Día del Señor», con- gratulante paron en la siega para asistir a la procesión, animada por la presen- cia de danzantes y tañedores de chirimías y panderetas; o las bravas encamisa- das y luchas de toros y cañas, en las que lo más florido de los criados del Marques de los Vélez y de la juventud hidalga muleña lucia sus habilidades

1 PÉREZ PICAZO y LEMEUNIER: El proceso de modernización de la Región Murciana. .., págs. 108-115.

264 desjarretando al cornupeta y lanzando improvisados venablos..., casi todo eso era agua pasada. La realidad de los primeros treinta o cuarenta años del siglo XVII era que una villa que había sido rica se hallaba sumida en un caos econo- mico. Las casas deshabitadas y las tierras no cultivadas existentes por doquier no hacían presagiar un futuro prometedor.

La sociedad, claro.está, es la típica de "este tiempo. Una amplia base con los profesionales de la tierra, agricultores, ganaderos, labradores etc..., que tiene un escalón inferior constituido por los esclavos, moriscos, pobres de solemnin- dad y algunos gitanos . Un activo sector secundario con pocas herramientas industriales, en el cual prevalecen el subsector textil y el de la alimentación; y uno terciario, en el que los cargos concejiles y las profesiones relacionadas con el comercio son mayoría. El transporte no es una ocupación con futuro en 1584, año del censo que nos sirve de referencia, ya que no hay mucho que transportar, aunque la parque- dad del documento fiscal no deja suficiente margen para el análisis. En la parte alta de la pirámide, asentando sus reales, las familias hidalgas y cuantiosas, algunas de las cuales se encuentran en Mula desde el siglo XIII; y el clero, numeroso en la segunda mitad del siglo XVI, 38 individuos entre frai les y curas en 1591, cada uno de los cuales debe cuidar de algo menos de 138 feligreses. En esta sociedad, las dos terceras partes, unos 700 vecinos, deben alimentar al total de la misma. La villa vive de la explotación de los campos y huerta . En ésta se cultivan la morera y la vid, productos tradicionales de intercambio, y olivos, y se ven algu- nos bancales de legumbres, hortalizas y cereales . Sobre los dos primeros pro ductos girará la economía de Mula, lo mismo que la de una parte del Reino de Murcia, a lo largo del siglo XVI. A partir del siguiente, la reina de la huerta, la morera, perderá su sitial a favor de la viña y el olivo; a la vez que se plantarán parcelas de trigo y cebada con más asiduidad en el regadío. Los campos, mien- tras tanto, amarillean, próximo el verano, con las espigas de los cereales, que aparecen como monocultivo.

Los precios y los salarios están,en intima .relación con lo anterior. Los pri- meros, tomando como referencia el del trigo, denotan un estancamiento, no exento de sobresaltos ocasionados por las crisis de subsistencias agudas, durante la segunda mitad del siglo XVI. En la centuria siguiente, la inflación ha hecho presa en la economía y los índices del trigo lo acusan, pues entre 1619-1620, año de precios altos, y 1630-1631 el cereal ha duplicado con creces sus costes ¿qué no ocurrirá en la tremenda década siguiente...? El resto de los precios conocidos, casi todos del siglo XVI, parece confirmar el estancamiento de éstos hasta el último tercio de la centuria, en que comien- zan a elevarse, caso de los conejos o de los productos industriales.

265 Los salarios no crecen al ritmo de los precios, cantinela muy familiar al his- toriador de la Edad Moderna. Teniendo como ejemplo significativo el e los jor- naleros a partir de 1582, en que sólo consiguen que se les dé de comer, pero no se les sube ni un maravedi en relación al ordenamiento concejil de 1573, parece que menguan., ganarán diariamente algo más de 55 maravedis, con la salvedad de que no trabajan todas las jornadas del año. Dificil panorama, mientras el trigo, alimento básico de la dieta, ha aumentado su precio un 43 por cien en la década de los ochenta. Las profesiones conocidas no están mejor, ya que, como se puede observar en los cuadros correspondientes, son raras las que ven elevarse ostensiblemen- te sus salarios. La excepción la constituye el fiel del reloj, ya que por ser un puesto de tanta responsabilidad para el riego de la huerta y recaer en persona ducha en el manejo de la maquinaria, casi quintuplica sus ganancias entre 1524 y 1596 . En resumen, subida paulatina de los precios a partir de los años 70-80 del siglo XVI y estancamiento de los salarios, en un proceso similar al de Murcia capital (2).

Por si todas las dificultades de la +sociedad .muleña, ya enumeradas, fueran pocas, hay que sacar a la palestra un fundamental motivo de división del vecin- dario: el enfrentamiento entre la Casa de los Vélez y un sector de los notables, apoyado por parte de los demás habitantes; y los problemas surgirlos entre dos facciones del patriciado y sus clientelas respectivas, la de los Felipe-Pérez de Valladolid y la de los Melgarejo, por querer constituirse en una fuerte oligar- quía. Aquellos enfrentamientos, que duraron siglos, enrarecieron la convivencia de la villa y fueron causa directa de que se invirtiese poco y tarde en el adecen- tamiento de Mula y en obras públicas. Cuando se abordan éstas y no todas las precisas, pues el edificio para el pósito no se levantará hasta el primer tercio del siglo XVIII, es una vez que la intensidad del pleito decrece, tras el fallo de 1555, entonces se pueden invertir las abundantes cantidades municipales que salían hacia Granada a pagar a abogados, solicitadores y escribanos, en el azud, los caminos y el empedrado de calles . El Marqués don Luis, humillado luego de la sentencia de la Sala de las Mil y Quinientas Doblas, debe ceder el poder concejil, ejercido de modo total duran- te más de treinta años, a los linajes rivales, mas no se resigna a ser mero señor nominal de Mula, como lo fueron sus antepasados, y a ejercer la «otra» justicia por medio de su alcalde mayor. Su poder y su ira contra los vencedores eran igualmente grandes. No obstante, los notables triunfantes controlan las arcas municipales, cuyos fondos serán puestos con las propias fortunas e influencias varias veces en

2 CHACt)N JIMÉNEZ: Murcia en la centuria del quinientos, págs, 294-329 .

266 juego, para oponerse a los intentos del de los Vélez para introducirse en deter- minadas parcelas del Ayuntamiento. Asi, éste en 1629 y 1647 ofreció a la Monarquía importantes cantidades de dinero por los oficios del Concejo, pero las ventas fueron estorbadas por los regidores al exhibir los privilegios y mer- cedes que databan de época medieval y permitían que los municipes salientes eligieran a los entrantes en la víspera del día de San Juan. Ese estado de cosas estará presente en el ánimo de los sucesivos Marqueses de los Vélez, tanto es así que en unas instrucciones dadas por el sexto poseedor del titulo, don Fernando Joaquín Fajardo y Toledo, en Madrid a su alcalde mayor de Mula en 11187 se advierte la imagen que esos señores tenían de los muleños, no nos resistimos a transcribir un párrafo harto significativo: «ya habréis entendido los humores y condiciones de los de Mula que son de dura cerbis y poco aficionados a mi casa y principalmente aquellos que tienen los ofi- cios del Conzejo pues con ellos parece que se les imprime un aborrecimiento a mis cosas y aun desasirse y extrañarse de ellas. Esto le es tan propio que lo mamaron a los pechos de sus madres, y todo procede de la executoria que tie- nen. ..» (3). De todos modos, los choques entre los Fajardo y el patriciado de la villa no tendrán durante el siglo XVII la virulencia que en el anterior, cuando cualquier roce sin importancia era motivo de malos tratos por parte de los representantes marquesales a los del Concejo y de las consiguientes quejas, en busca de amparo y justicia, en la Chancillería de Granada. La inquina de los oligarcas contra el Marqués explica que el sistema de cooptación siga en Mula, mientras que en el resto del Reino de Murcia los principales cargos del Concejo se van haciendo patrimonio de los linajes importantes de las ciudades por com- pra, aunque a veces la diferencia entre la venta y el modo de ostentarlos en nuestra villa es mínima, pues los patricios se comportan como verdaderos amos de los regimientos . Cuando la oligarquia es dueña nuevamente del Ayuntamiento, tras el triun- fo judicial de 1555, la lucha entre las banderías, seguramente soterrada hasta entonces, toma un auge renacido por su control. Estas disputas no son exclusi vas de Mula, se dan en numerosos pueblos de la Región (4), y son consecuencia de la pujanza económica de los nobles locales, quienes se aprovechan de la debilidad del poder del rey, enredado en luchas interiores y exteriores, las cua- les le obligan a acudir a las ventas de numerosos cargos municipales para intentar compensar el continuo déficit de las arcas reales. No es este el caso de Mula, pese a los intentos, ya mencionados, que hubo por parte de los Marqueses y de determinados patricios por conseguir regi- mientos y juradurias perpetuos, mas el sistema estaba enfermo y de su debili dad se aprovechaban los oligarcas locales para casi patrimonializar los cargos concejiles.

3 SÁNCHEZMAURANDL Hístoria de Mula, pág. 7 del vol. IV. 4 Ver PÉREZ PICAZO y LEMEUNIER: "Formes de pouvoir local dares l'Espagne moderne et contemporaine.. ...

267 En una estrategia bien calculada, la familia Melgarejo se alza con el control de la villa entre 1580 1620, con un corto intervalo, seguramente con la idea de conseguir la vinculación definitiva de los principales oficios a su linaje, de constituirse en oligarquía, pero sus enemigos-acechaban. El clan rival no ceja de intentar introducir piedrecillas en el bien diseñado engranaje, generalmente acudiendo a la Chancillería a denunciar los abusos, falto de fuerzas suficientes para hacer una decisiva oposición. El Marqués tam poco ve con buenos ojos el creciente copo de la municipalidad por los Melgarejo, sus enemigos seculares, y añade su grano de arena en apoyo de la facción rival. Se echa mano para descabalgarlas del poder de la vieja cuestión, tan en boga en esos momentos, de denunciarlos en Granada como pecheros ciertos. El resultado es un largo proceso, en el cual los miembros del clan Melgarejo deben demostrar que son hidalgos antiguos, y la consecución de la ansiada ejecutoria, que los legitima en el estado noble. Su respuesta no se hace esperar. Ante el mismo tribunal exigen la mitad de oficios en el gobierno de la villa, algo que desde mediados o, tal vez, finales del siglo XIV no se había planteado en Mula. Triunfan, y a partir de 1609 y hasta 1.616 vuelven a vivir una auténtica edad de oro en el dominio de los cargos con- cejiles. En 1617 se recrecen las fuerzas del bando rival y es el comienzo del fin para la notoriedad municipal de la familia Melgarejo, pero no el fin de las luchas de facciones, que se reavivarán en la segunda mitad del siglo XVII, como pone de manifiesta un documento del Archivo Municipal de Mula «de suerte que estauan estancados los dichos oficios sin salir de una parcialidad que solo trataban de destruir la jurisdisçion y de consumir en su aprovecha- miento los propios y rentas desa dicha villa...» (5). Todas esas pendencias no hacían sino presagiar lo que sucederla a lo largo del siglo siguiente, con las luchas entre los linajes Campos y Molina, y que culminaron en 1805 con el ase- sinato de don Ignacio Belluga, Marqués de la Torre del Barco (6). Cono resumen final se puede decir que la época dorada de Mula va desde finales del siglo XV hasta los años 70-90 del siguiente, cuando, en un primer toque de atención, la población y la producción comienzan a disminuir, tras el orto del censo de 1587. El «boom» poblacional tiene lugar entre 1500 y 1.540, por lo que ese comportamiento asemeja a Mula a las villas cíe la comarca del noroeste de Murcia. La caída se produce, igualmente, pronto, antes que en Murcia capital y Cartagena, que tienen su crisis hacia 1600 . Asi pues, adelanto en el poblamiento y en la quiebra del proceso. La salida de numerosos emigrantes, una natalidad en disminución a partir del decenio 1589-1598; una falta de inmigrantes; y el trastorno producido en Mula, lo mismo que en parte del Reino de Murcia, por la pérdida de los merca-

5 Libro 4 de Provisiones Reales. A. M. Mula 1-69-1, fols. 255 y ss. La declaración de don, Diego de Molina Soto tiene lugar hacia 1673. 6 LEMEUNIER y GONZÁLEZ CASTAÑO : "Señores y oligarcas . Las luchas políticas erg Mula durante los siglos XVI y XVII" págs. 132-138,

268 dos sederos, vinateros y laneros hacia 1600, lo que ocasiona una reconversión de las tierras para dar cabida a productos de autoconsumo, son factores que dan lugar a que los términos de Mula sufran los reveses del modelo económico de la capital y de una porción grande de su reino (7.) En la ciudad de Murcia, el profesor Chacón indica, tras el análisis de tres variables básicas, cuales son la demografía, la producción y el comercio, que no existe crisis en la centuria del quinientos (8). Por contra, según las curvas de bautizados, hay un estanca- miento de éstos a finales del siglo XVI y el primer tercio del XVII, y un profun- do desplome a partir de los años treinta y hasta la mitad de la centuria. Mula había estado muy vinculada a la corriente exportadora hacia los mer- cados sederos, al igual que los pueblos del Valle de Ricote y las huertas de la capital (9), cuando comienzan los síntomas de cambio (retracción o desapari ción de las plazas receptoras de las materias primas) y empiezan a faltar los dineros generados por esa exportación para adquirir el trigo del que es secular- mente deficitaria, ha de plantarse más cereal en la huerta y, lo que es más sig- nificativo, se acude a intensificar las nunca olvidadas roturaciones en los cam- pos, en tierras menos fértiles y generadoras, por tanto, de peores cosechas, en un intento de asegurar la vida del muleño en una zona en la que la zozobra sobre éstas es una permanente Espada de Damocles sobre las cabezas de los menos favorecidos por la fortuna, porque la oligarquía siempre posee el recur- so, en años difíciles, de «saquear» el trigo del pósito y especular con él. Y es que la insolidaridad es una constante en el género humano cuando hay situaciones limites .

7 Para saber qué ocurre a la hora de la ensis en el territorio murciano ver las páginas 94-120 de El proceso de modernización de la Región Murciana, de PÉREZ PICAZO y LEMEUNIER. En ellas se traza magistralmente el hundimiento del eufórico crecimiento de los primeros setenta años del siglo XVI. 8 CHACóN JIMÉNEZ: Murcia en la centuria del quinientos, pág. 481. 9 PÉREZ PICAZO y LEMEUNIER: El proceso de modernización de la Región Murciana. . ., págs. 77-79. TABLA 1.

269

APÉNDICE

TABLA 1 Relación de bautismos anuales de Mula

Años San Miguel Santa Domingo

1559 106 97 1560 37 101. 1561 42 102 1562 70 116 1563 86 101 1564 11.9 84 1565 60 113 1566 7 85 1567 76 85 1566 51 95 1569 75 59 1570 65 86 1571. 73 93 1572 75 105 1573 94 118 1574 81 87 1575 98 106 1576 77 92 1577 86 93 1578 75 91 1579 67 76 1580 60 66 1581 89 90 1582 83 80 1583 8 80 1584 84 94 1585 49 74 1586 93 92 1587 81 112 1588 74 94 1589 80 92 1590 101 114 1591. 82 96

273

TABLA 1 (continuación) Relación de bautismos anuales de Mula

Años San .Miguel Santo Domingo

1592 85 91 F 1593 93 101 1594 84 108 1595 98 77 1596 87 116 1597 81 78 1598 91 115 1599 90 99 1600 64 107 1601 90 109 1602 86 107 1603 76 107 1604 59 82 1605 70 101 1606 68 90 1607 57 50 1608 69 84 1609 52 86 1610 45 70 1615 39 73 1612 48 57 1613 50 71 1614 59 79 1615 61 88 1616 55 71 1617 56 88 1618 53 73 1619 61 84 1620 60 80 1621 79 85 1622 64 86 1623 66 92 1624 68 76

274

TABLA 1 (contïnuación) Relaeïon de bautismos anuales c e Mula

Años San Miguel Santa Domingo

1625 71 99 1626 72 103 1627 62 86 1628 67 87 1629 42 83 1630 74 82 1631 41 64 1632 50 62 1633 57 83 1634 'S0 67 1635 65 85 1636 51 75 1637 5 75 1638 54 58 1639 43 61 1640 61 73 1641 49 67 1642 40 61 1643 56 74 1644 38 66 1645 47 60 1646 39 73 1647 26 52 1648 21 35

275

TABLA 2

Relación de nupcias anuales de Mula y de La Puebla

Años Santo Domingo San Miguel La Puebla

1568 9 1569 6 1570 14 1571 22 1572 23 1573 25 1574 28 1575 18 1576 21 1577 11 1578 6 1579 24 1580 22 20 1581 22 28 1582 31 17 1583 19 15 1584 18 11 1585 21 9 1586 21 6 1587 29 5 1588 32 21 1589 19 15 1590 34 22 1591 16 29 1592 20 16 1593 19 19 1594 22 21 1595 28 18 1596 19 8 1597 15 7 1598 17 4 1599 14 3

276

TABLA 2 (contïnuaezón)

.Relacicín de nupcias anules de Mula y de La Puebla

Años Santo Domingo San Miguel La Puebla

1600 11 7 1601 8 9 4 1602 22 18 0 1603 24 15 2 1604 11. 5 1 1605 30 3 7 1606 1 2 2 - 1607 15 14 3 1608 20 2 1609 21 0 1610 17 6 1611 21 2 1612 28 5 1613 29 9 1614 20 1615 17 1 1616 17 2 1617 20 7 0 1618 12 13 0 1619 17 15 1 1620 20 16 1 1621 26 19 1 1622 22 19 1 1623 21 20 1 1624 25 14 2 1625 21 17 3 1626 20 18 1 1627 19 19 2- 1628 11 11 2 1629 22 15 0 1630 20 13 2 1631 22 14 0

277

TABLA 2 (continuación)

Relación de nupcias anuales de Ulula y de La Puebla

Años Santo Domingo San Miguel La Puebla

1632 20 13 2 1633 24 15 0 1634 21 15 0 1635 9 10 0 1636 12 5 1 1637 18 9 3 1638 7 17 1 1639 24 23 2 1640 30 14 0 1641 (año incomp.) 9 12 3 1642 -- 6 1 1643 - 12 1 1644 - 17 1 1645 -- 13 1 1646 -- 19 2 1647 - 18 2 1648 43 24 2

278

TABLA 3 Incidencias de los uñas agrZcolas entre 1559 y 1635

Años Incidencias

1559-60 No hay pan ya en julio. 1561-62 En octubre se dise que el amo ha sido malo por la sequi .. 1562-6 En octubre debe tomarse el trigo de los diezmos, porque no hay pan. Tampoco-hubo cosecha de aceite. 1566-66 e debe decir una novena del agua en enero para quellueva. 156-67 E marzo e iste falta de trigo. 1.5117-68-- En mayo no hay pan y si mucha langosta e rY . 1568-69 Langosta en julio. 1869-7 En mayo falta el pan. 8e manda. panadear el trigo que se encuentre. 157Ci-71 En diciembre falta ya el cereal. 1.571- A pesar de la langosta. en prianavera, la cosecha es buena. 1672-73 En noviembre, aún no se ha sembrado por las temporales de lluvias y se hacen rogativas para que cesen. No se venden las hierbas de las dehesas. 1573-74 Langosta en agosto y septiembre, No se arriendan las hierbas, Antes de vender trigo a los forasteros se le ofrezca al pasito, se dice en marzo. 1574-7 Langosta durante todo el aúox El rey permite tomar cien ducados a censo sobre los propios para comprartrigo. 1575-76 Falta pan en mayo. 1676-77 e hacen procesiones y novenas por la sequía en marzo. Fray mala cosecha, por lo que se .manda, nuevamente, hacer procesiones y rogativas en la ermita. de Nuestra Señora de la. Concepción. No se venden las hierbas. 1577.78 píala. rosecha por la sequía. Se tonxa el grana a los arrendadores de los diezmos y se dicen novenas para pedir la lluvia. 1.78- . pesar cíe que llueve en febrero, cuando los sembrados están a puntea de perderse, la cosecha es pésima, 1679-89 Que cualquiera pueda deshacer para por la escasez del mismo, en diciembre . En junio ya falta el pan, porque la cosecha ha sido esca- sa. 1580-81 No hay trigo en el pósito ya en mayosporla estcrilídad deltiempo. 1581.-8 En enero hayfalta de gano. Langosta en mayo. 1582-83 En abril se hacen panes de centeno por la necesidad, que hay. Dos meses después, permito el rey que se traigan de Or n 6.01}0 fanegas de trigo, porque no se encuentra cereal en nin~ liarte. 1683.84 Se debe comprartrigo en Cartagena y Orihuela porla sequía. 1584-8 En eneroya se dice que hay falta de cereal, lo que indica una escasa

279

TABLA 3 (continuación)

Incidencias de los años agrîcalas entre 1559 y 1635

Años Incidencias

cosecha del año anterior. En febrero escribe Sebastián de Hita, fiel de los diezmos de Mula, al Cabildo que ha llovido mucho a fines del mes anterior. 1585-86 En octubre se indica que las lluvias han llegado puntualmente y se ha comenzado a sembrar. 1586-87 El 12 de diciembre, Sebastián de Hita comunica al Cabildo la copio- sa lluvia de la noche anterior. 1588-89 En diciembre se dice que la tierra tiene mucha agua. En junio, Sebastián de Hita pone en conocimiento del deán y Cabildo que "despues que se conjuro (la langosta) que no come y se consume". 1589-90 Parece que la cosecha del año anterior fue escasa, pues los vecinos de Campos y Albudeite solicitan del Cabildo que se les dé cereal para sembrar ya en octubre. En diciembre se denuncia la presencia de mucha langosta. En marzo, el fiel del granero escribe al Cabildo que la tierra está bien llovida y que la langosta se está sacando en canuto. En abril, se confirma la existencia de una gran cosecha si no se la come la langosta que va surgiendo, aunque al alguacil dice "en esta villa hay grandísima neçesidad, tanto por la falta de cosecha como por la malversaçion de los fondos del posito por parte de los alcaldes y regidores". 1591-92 Parece que el otoño fue seco, pero la primavera es lluviosa, aunque la presencia de langosta (unas 150 fanegas de tierra infectada) pone la buena cosecha que se avecinaba en peligro. 1594-95 En abril, queda claro que el año es bueno, pese a que hay más de 200 fanegas con canutos de langosta. 1595-96 La cosecha es excelente, pues el Ayuntamiento rechaza, en marzo del año siguiente, el ofrecimiento de trigo hecho por el Cabildo. 1596-97 Sebastián de Hita, en abril, confirma al Cabildo la existencia de una buena cosecha, si no la estropea la langosta. 1599-00 En mayo, se advierte una cosecha aceptable. 1601-02 Se coge poco cereal. 1606-07 Ya en octubre de ese último año pide el Concejo al Cabildo trigo para sembrar, pues no ha habido cosecha por la sequía. 1614-15 Poca cosecha, ya que cuatro influyentes muleños piden, en octubre, trigo del diezmo al Cabildo "por el poco esquilma y fruto de pan que se a cogido en esta villa. ..". 1615-16 Parece que hubo cosecha escasa, puesto que el fiel de los diezmos,

280

TABLA (continuación)

Incidencias de los años agrícolas entre 1559,y 16

Artos Inczdencias Francisco Buitrago, pide al lean que le en-.,fe censuras "porqueste mica nos an hurtado muchos diezmos i. otros mal pagados". 1616-1.'7 Parece que hubo poco cereal, ya que el Concejo de Mula pide, noviembre, al Cabildo trigo porque "esta tierra esta la mas llobida que se a pisto muchos años a'S. 1617-18 Cosecha razonable. 1618-1 En septiembre, se encuentra bien de agua la tierra y dispuesta para la siembra. 1619-20 La cosecha se anuncia buena, lo que es confirmado en septiembre piar una carta de Francisco Buitrago al Cabildo. 1621- En junio se indica que la cosecha es floja y que se compra trigo a 20 reales la fanega, pues a M nadie lo quiere dar. 1623.24 En primavera hay fuertes hielos que queman, sobre todo, la hoja de Morera. 1.624-25 La. cosecha fue poca, pues en nowienibre escribe Francisco B itra o al Cabildo para que le autorice a dar el trigo que hay en el granero a leas vecinos de Mula para que siembren. 1625-26 Mucha la- agosta en mayo. Debe venir un fraile a conjurarla. 1626-27 En noviembre aura no se ha podido sembrar y en marzo del W u ario hay falta de grano, 1.627- En junio se dice que la cosechaha sido Tnalat Uque se confirma por la solicitud del Concejo de que se le dé el trigo existente en el grane- decimal para sembrar= 1628-29 Be dicen novenas para, que hueva, en marzo. Dos meses después falta el trigo, No obstante, la cosecha e buena, 1.629-3(i Llueve mucho en el otoño, de modo que '`los labradores (están) ani- mados con el temprano oto ..o". En abril se hacen. novenas-para pedir agria. Mala cosecha. 1631)-31 Solicitan trigo leas franciscanos al Concejo por la mucha falta que hay. 1631-32 En enero novena por el agua . Falta cereal en mayo. 1632-33 No-srenas para que llueva. 1633-3 ogativas en noviembre y enero para pedir agua. Epider)îa de viruela. 1634-35 En abril, novena para; que llueva .

Las fuentes del cuadro son, los libros de acuerdos concejiles, los de provisiones reales y los de Y acuerdos y órdenez del posito, todos en el .Archivo, Min cipal de Ulula. las cartas de tos -fiel" del granero decimal de ulula al deán yCabildo, contenidas en el legajo Wula yMbudey cartas de los colectows yotros partí lares 1583-1713", del-Archivo de la Catedral de Murcia.

281

TABLA 4

Precio de los panes de trigo de libra en marauedís entre 1557 y 1607

Años Precio Onzas

1557-58 4 16 1558-59 4 16 1561-62 5 16 1562-63 4 16 1566-67 6 16 1567-68 4 en marzo 11 4 en mayo 12 1574-75 4 16 1575-76 5 en noviembre 16 6 en mayo 16 1576-77 5 16 1577-78 7 en julio 16 cebada 4 en octubre 16 8 en noviembre 16 6 en mayo 16 cebada 4 en junio 16 1578-79 8 en julio 16 cebada 4 en julio 16 7 en diciembre 16 4 en diciembre 16 1579-80 10 en diciembre 16 panizo y cebada 4 en diciembre 16 9 en mayo 16 cebada 4 en mayo 16 6 en junio 16 cebada 3 en junio 16 1580-81 5 16 1582-83 8 16 centeno 6 en julio 16 8 en agosto 16 1583-84 6 en abril 13 6 en mayo 12 cebada 6 en mayo 13 10 en mayo 16 6 en junio 12 1590-91 4 16 1597-98 6 16 1598-99 8 16 1600-01 6 16 1606-07 10 16

Las fuentes del listado proceden de los libros de acuerdos concejales, de los de cuentas y acuer- dos del pósito y del de libramiento de ese almacén, todos en el Archivo Municipal de Mula.

282

TABLA 5 . nci encáas la. rnilfci mulcfia (t,558-164i)

Incidencias

1558 Una compañía de soldad ale para a guerra e Portugal, en socom de Badajoz. 1,1566 l 9 de jumo se aperciben e años, 1563 En diciembre salen 200 peones y 20 jinetes en defensa de Cartagena. 1569 E 1 de abril salen hombres para Cartagena. 1575 Apercibimiento de la tropa. 1581 n septiembre, salen en defensa de Orán 50 hombres, 1582 Registro de gentes de guerra. 1596 ale 200 infantes y una compañía de a caballo hacia Cartagena. 1 Registro de gentes de guerra= 1600 o mismo. 16131 Sucede lo MISMO. 1603 Igualmente. Además, parten 60 soldados para guarnecer las galeras. 1604 Apercibimiento de la tropa. 1605 Salen 206 infantes y una compañía de caballos hacia la costa. 1606 Parten 200 hombres hacia Carta~ 1607 Envía el Concejo 100 hombres a la costa, 160 Apercibimiento de la tropa. 1610 Parten hacia la costa 9.00 infantes y una compañía de t MIe. 1611 Lo mismo. 1618 Registro de gentes de guerra, 1625 Salen 200 infante a defender la costa. 1632 Lo mismo. 1634 Igualmente. 1638 Parten, en agosto, cuatro compa fas en defensa de la costa. 1640 Envía el Ayuntamiento 200 honibres a la costa, 1644 Sale la nnïlicia hacia la costa. 164 ir-Y Mula con 6 soldados para embarcar para Catahi a.

283

TABLA 6

División sectorial de la población de Mula, según el padrón de 1584 (por parroquias)

Sector Primario S.D. S.M.

Agricultura Hortelanos 2 3 Regadores 1 1 Ganadería Pastores 5 3

Sector Secundario

Alimentación Almazareros 1 2 Cervecero 1 -- Molineros 4 -- Panaderos 4 4

Construcción y Muebles Aladrero - 1 Albañiles 3 --- Aljecero - 1 Carpinteros 1 1 Cantero 1 Metal y afines Cerrajeros 1 1 Herreros 6 1 Cuero y Calzado Albardero 1 Alpargateros 5 2 Zapateros 6 - Textil y derivados Botonera - 1 Calcetero 1 --- Cardadores 3 Sastres 7 4 Tintorero - 1 Tundidores 1 1 Cerámica Cantareros 1 1 Artistica Pintor - 1 Otras

284

TABLA 6 (continuación)

División sectorial de la población de Mula, según el padron de 1584 ('por parroquias)

Sector Secundario

Bolseros 1 1 Chorrador --- 1 Canastero 1 Cerrero Panzador - 1

Sector Terciario

Comercio Corredor - 1 Cortador 1 .- Mercaderes 2 1 Revendedores 2 Sanidad Cirujanos Doctores 1 1. Zees Utras Bachiller 1 --- Procurador 1 Transporte Arrieros s. Públicos Montariero Preceptor 1 -- Milicia Soldados , - . Hospeder a Mesonero Otras Santero Cargos concejiles 19 (sin es ecilicar parroquia)

Moriscos

Almazarero 1. Criado 1 Tenderos

285

TABLA 7

Precios del trigo 1566-67/1592-93 y 1619-20/1630-31

Años Precio en Índice maraaedís /fanega

1566-67 544 94,11 1567-68 306 52,94 1570-71 442 76,47 1571-72 272 47,05 1573-74 357 61,76 1574-75 510 88,23 1575-76 510 88,23 1576-77 935 161,76 1580-81 374 en diciembre 64,70 408 en enero 70,58 884 en mayo 152,94 1581-82 918 158,82 1582-83 578 de la Mancha 100,00 782 de la Mancha 135,29 850 de Cartagena 147,05 1583-84 680 117,64 1590-91 391 67,64 1592-93 595 102,94 1619-20 612 122,72 1620-21 442 88,63 1621-22 442 88,63 1622-23 799 160,22 1623-24 612 en agosto 122,72 680 en noviembre 136,36 1624-25 612 122,72 1628-29 1.292 259,09 1629-30 1 .088 218,18 1630-31 1 .462 293,18

Se han confeccionado dos índices. Uno va de 1573-74 a 1576-77 yotro de 1619-20 a 1621-22.

286

TABLAS

Precios de los productos artesanales en maraaedís

1523 1573

Aladreros Por cada pieza menor 26 Por cada delantal 27 De un jibón de cabeza 34 Por una esteva, y un timón 12 De uno de cuello 20 Por un jibón de cuello 34

Herreros ,1524 1526 1573

De herrar un caballo 48 Unaherradura de caballo 14 Una reja y pequeño 40 y pequeña 12 aquí abá De herrar una mula 32 Una herradura de mula 10 menos p( y pequeña 28 y pequeña 9 Un azada De herrar un asno 24 Unaherradura de asno 8 Una azar y pequeño 20 y pequeño 7 Hacer un azadón 136 Hacer un azadón 136 Hacer un legón204 Hacer un legón 238 Cortar una reja 50 Hacer una reja 120 yacerarla 15 Cortar media reja 25 Hacer media reja 60 Hacer un hacha 136 Hacer unaazada 170 Reherrar un caballo 20 Reherrar unamula 18 Reherrar un asno 16 Entiéndase el reherraje las cuatro patas

ao

on TABLA 8 (continuación)

Preczos de losproductos artesanales en rnaraved

1573

Albarderos No se venda la albarda por más de 340 8i fuese de bestia mayor 408 Si fuese de caballo 510

1524 (9-VII) 1527 1564

Alpargateros Un par de alpargatas 30 Un par de hombre 34 Las de cáñamo a y si son de estopa 22 11l 20-VII se colocan éstas últimas a 25

1523 1524 1526 1573

Zapateros Un par de borceguis 130 Un par de zapatos con Un par a la morisca 51 Un par de zapat Un par de zapatos de dorados moriscos 45 Un par de llanos 45 puntos adelante mujer de color 30 Un par de llanos 40 Un par de mujer Un par de borce Un par cosido a la Un par de mujer de color 34 Un par de mujer morisca 48 de color 26 Un par negro 28 cinco puntos 271 Un par negro 23 Un par de borceguis 136 Unos borceguis con Unas hebillas blancas 12 hebilla 136

1524 (9-VII) 1573

Sastres Un tapiz graneado 34 Un sayo 1 Un tapiz llano 20 Una capa Un sayo de veinte 30 Un sayo i Un jubón llano 45 Un sayo Unas calzas 15 Una capa Unas calzas marineras 17 Una capa Un manto de mujer graneado 20 Un capot Una faldilla llana 30 Una mon Un calzón de terciopelo u Una rope otro paño cualquiera 34 Una cape Un sayo de mujer 12 Un montE El 20-VII se dice: Un calzón Un tapiz graneado por delante 40 Una golgi Un tapiz graneado totalmente 50 y guarnec Un jubón de terciopelo 68 Una saya Un jubón con tafetán u otro tres ribet paño cualquiera 51 y calada Un sayue Un jubón de mujer Un jubón Un jubón con dos 21 Una faldi: con uno 6 Una saya con dos 3z. 00 por delan

TABLA 8 (continuación) 0 Precios de losproductos artesanales en maraued,

Una capa guarnecid Un manto Un manto de tafetán Una Babo, con calad( Una saya Un par de y con tafe Un sollad, Un Bollad+ Unas calz

Tejedores 1524

Cada paño "bucel" o pardillo 68 Un paño seseno 1.36 y uno dieciocheno 204

Tundidores 1524 1573

Por cada paño "bucel" o Una vara pardillo leve 3 Una vara Una vara ( Una var, Una var, Una var, Una var, Segovia Una vare Una vari Una var,c Una vari Una var¿ Una varz Una vari

Alfareros 1606

Por una olla grande "infantina" 18 Por una olla "topina" 8 Por una olla "trigueña" 18 Por una olla "cinquena" 6 Por una olla "garagolina" 4 Por un puchero 2 Por una cobertera 2 Por una cazuela "topina" 8 Por una cazuela "cinquena" 6 Por una cazuela "garagolina" 4

TABLA 9 Salarios de diversas profesiones a lo largo del siglo

CONSTRUCCION Y MUEBLES 1558 1559 1560 1563 1568

Carpinteros - - - -- 102

Aserradores 102 - - - - Madereros - - - - - Albañiles 85 (e) 136 (a) 119 (b) 68 (c) 81 (d) 85 de IV a X y 136 51 (e) comidos 34 ma- 85 40 (c) ravedís menos 68 68 de XI aIIIy comidos 34 maravedís menos (a) Tapiadores Maestros 119 - Oficiales 81 - Maestros 102 Peones 68 Pisones 51 Peones 40

Maestros (a), Albañiles (b) Peones (c), Oficiales (d) y Amasadores (e)

CUERO YCALZADO 1523 1524 1527 1560 Alpargateros - - - 51 y comidos

TEXTIL Y DERVV. Hiladores 44 50 - 51 ycomidos Espadadores -- 34 34 51 y comidos

Picadores de lino -. ,- -. --- Sastres -- - - -

1560 1573 1582

Jornaleros 40 68 de III aIX 68 VyVI y 51 de IX a III comidos, 51 el resto del año

Peones 1563 1573

51 en la siega 85 sin comer 68 en VI yVII 51 comidos de ymantenidos VII aV 1 no segadores 85 sin comer envIYVIIY deVaVIII y mantenidos 68 comidos 40 de VIII aI ymantenidos ca 45 de II a IV

ta TABLA 9 (continuación) Salarios de diversas profesiones a lo largo del siglo

ARRIERIA 1524 1525 1568

Durante la trilla Nadie con mula Carretero por F que nadie dé mas lleve más de 34 y acarrerar piedra 6 de 34 o su valor 30 por el animal 238 a en trigo y un d celemín de ceba- n da para la bestia d e 1 1

TABLA 10

Relación de los caballeros de cuantía en 1577

+ Gonzalo Blaya Melgarejo .. .,...... ,...... , . . ., ...... , . .. 20 - Ginés de Palencia Muñoz - Alonso Sánchez - Francisco Gomez Juan de Llamas Coy,...... , ...... ,...... *,*.,...... 14 + Rodrigo de Perea ...... , ...... ,...... ,.. . . ., ...... 20 -- Ginés García Aparicio - Juan Aparicio Molina + Ginés Felipe...... ,. ..,...... 20 - Rodrigo de Robres + Martín Hernández Xea ...... , ...... 20 - Alonso Pérez de Valladolid Ramón + Rodrigo Felipe ...... , ...... ,. . 22 - Francisco Pérez de Hita + Onofre Mejias ...... 20 - Gonzalo de Llamas + Tomás de Campos ...... , ...... ,...... 8 - Pedro Gámez - Francisco Melgarejo Garri + Alonso de Aualos ...... ,.,...... . ., ...... , ...... ,.,. ., .> ....,...... ,...... + Gines de ValcárceL ...... 12 + Pedro Dato Perea ,. .. ..,...... ,...... ...... >..,...... ,...... , ...... 11 + Rodrigo Resalt, hijo de Francisco Resalt ...... 31 + Andrés Pérez de Valladolid ...... ,... .. ...... ,.,...... ,...... ,...... ,.,. ..,. . 12 - Jerónimo Caballero - Juan Mar nez Dañón + Juan Martínez de Lorca ., ...... , ...... 10 + Francisco Talán ...,...... , ...,...... ,...... ,...... , ...... ,.,..,..,..,... 10 - Miguel Corbera + Juan Celdrán Botia ...... ,.,..,...... ,...... 7 - Fernando Dato Valcarcel -Alonso Camacho + Rodrigo Peñalver Botía ......  ...... 7 - Cristóbal Chacón

295

TABLA 10 (continuación)

Relación de los caballeros de cuantía en 1577

- Francisco Martínez de Xea - Antón Hernandez de Murcia + Jerónimo Pérez de Valladolid ...... 10 - Pedro Botía el de la Corredera + Rodrigo Miñano ...... 22 + Francisco de Notal...... 8 - Francisco de Perea + Ginés de Campos ...... 7 + Bartolomé Bolsero ...... 8 + Pedro Botía Catalmer ...... 13 - Rodrigo Beltrán de Resalt + Pedro Escamez el viejo ...... 7

Fuente: Acta capitular de 1$-I-1577. A. M. Mula.

296

TABLA 11

Desglose de losgastas coneejïles del año _1555-1556 en maravedis

1

- Salario al pregonero .. ...,...... , . . ....... ,...... , .,. . . 7.500 -- Salario al alguacil...... ,...... ,...... 5 .795 - Salario a dos procuradores por traer una provisión ...... 3 .750 - Salario al licenciado Paz sus oficiales.....,. ...,...... ,..,., ...... 52.804 - Pagos varios a procuradores...... , ...... , ...... , ...... 27.000 - Pago al letrado de Mula...... .,...... _...... ,...... 14.625 - Pago a un escribano por unos procesos hechos en el castillo ...... 1 .020 - Salario al abogado de Mula ..,...... ,.... . 41.414 - Salario al predicador de la Cuaresma ...... , ., ...... , 5.314 - Salario al fiel del peso de la harina (una parte) ...... , ......  2 .750 - Salario a dos correos que fueron a la Corte, ., ., ...,...... 8.724 - Salario de un correo que fue a Granada ...... : ...... 750 -Abono a u boticario ...... ,... .,...... ,....., ...... 7.51}0 - Pagos a ciertos particulares ...... 1.154 - Pago a un hombre por ir por los pueblos pregonando los abastos de carne para Mula ...... , ...... V" 272 Pago del salario al mayordomo del Concejo .. . .,...... ,., ...... ,...... 1.500

1.81 .872

II

- Devoluciones de préstamos al Concejo ...... , ...... 12.750 111

- Pago a trompetas y tambores en Carnestolendas . .. ., . ... ., .. ..,...... , .. . 3.7511 Por hacer barreras en Carnestolendas ...... 810 -- Una colación a los que hicieron el juego de cañas e Carnestolendas. 3.750 --- Por cuerdas y gastos menores hechos el dia de los toros ...... , . . 578

8,894

lV

- Por ir a Murcia a contradecir la excomunión 'Yde la mugen de Pedro Laso que hada contra todo el pueblo" ...... 850 Por unos arreglos sin especificar ...... ...... * 68

297

TABLA 11(continuacion)

Desglose de los gastos concejiles del año 1555-1556 en maravedís

- Por "cosas convenientes" para Mula ...... 680 - Al cerrajero por arreglos en el peso de la harina ...... 580 - No dice por qué a dos regidores ...... 1 .500 - Por gastos diversos del letrado en Granada ...... 2 .625 - Misas por el agua ...... 530 - Por una lobera ...... 374 - Traslados de escrituras ...... 23 .295 - Pagar la comida a un doctor...... 748 -Diversas obras del Concejo ...... 2 .620 - Para gastos diversos de pleitos ...... 16 .943 - Importe de enviar una carta a Granada...... 408 - En cosas menudas ...... 1 .188

52 .409

Suman las cuatro partidas 255.925 maravedís La primera supone el 71 por cien del total La segunda el 4,98 La tercera el 3,47 La cuarta el 20,47

298

TABLA 12

Ocupación de los cuatro oficios principales del Concejo por los Melgarejo, anualmente entre 1564 y 1647

Años Alcaldes Regidores Jurados Escribanos N. -° Total de escriba- nos /año

1564 0 0 0 2 5 1565 1 0 0 1 5 1566 0 1 0 1 6 1567 1 2 0 3 6 1568 1 0 0 3 5 1569 0 0 0 2 6 1570 0 0 0 2 5 1571 0 2 0 3 7 1572 0 0 0 3 9 1573 1 0 0 2 6 1574 1 0 0 2 7 1575 1 0 0 1 8 1576 0 0 0 0 7 1577 0 0 0 0 6 1578 0 1 0 1 5 1579 1 0 0 2 6 1580 1 0 0 1 5 1581 1 1 0 1 5 1582 1 1 0 2 8 1583 1 2 0 2 8 1584 1 1 0 2 6 1585 0 2 0 2 4 1586 2 0 0 1 4 1587 1 1 0 1 5 1588 2 1 0 2 7 1589 2 0 0 2 6 1590 1 0 0 2 8 1591 0 1 0 2 7 1592 2 1 0 1 3 1593 1 2 0 3 9 1594 2 1 0 5 12 1595 2 1 0 2 10 1596 1 2 0 2 10 1597 2 0 0 1 9 1598 1 2 0 2 12

299

TABLA 12 (continuación)

Ocupación de los cuatro oficios principales del Concejo por los Melgarejo, anualmente entre 1564 y 1647

Años Alcaldes Regidores Jurados Escribanos ° Total de escriba noslaño

1599 1 3 0 1 11 1600 1 1 0 1 _7 1601 1 0 0 1 8 1602 0 0 0 0 5 1603 0 0 0 0 6 1604 0 0 0 0 8 1605 0 0 0 0 6 1606 0 0 0 0 7 1607 0 0 0 0 7 1608 0 0 0 0 8 1609 1 3 1 1 6 1610 1 3 1 1 8 1611 1 3 0 0 4 1612 1 3 0 0 5 1613 1 3 0 0 5 1614 1 2 1 0 4 1615 1 2 0 0 4 1616 1 3 0 0 4 1617 0 0 0 0 6 1618 0 0 0 1 7 1619 1 0 0 0 6 1620 1 2 0 1 7 1621 0 0 0 1 6 1622 1 0 0 0 5 1623 1 2 0 1 9 1624 1 0 0 0 6 1625 0 0 0 0 7 1626 0 1 0 0 7 1627 1 0 0 0 7 1628 0 0 0 0 6 1629 0 1 0 0 4 1630 0 0 0 1 5 1631 0 0 0 1 6 1632 0 0 0 1 5 1633 1 0 0 0 5

300

TABLA 12 (continuación)

Ocupación de los cuatro ocios principales del Concejo por los Melgarejo, anualmente entre 1-564 y 1647

Años Alcaldes Regidores Jurados Escribanos N.' Total de escriba- nos /año

1634 1 0 0 1 6 1635 0 0 0 1 5 1636 0 0 0 0 4 1637 0 0 0 0 5 1638 0 0 0 0 2 1639 0 0 0 1 3 1640 0 0 0 1 3 1641 0 1 0 1 3 1642 0 0 0 1 4 1643 0 0 0 1 4 1644 0 0 0 1 3 1645 0 0 0 1 4 1646 0 0 0 1 3 1647 0 0 0 1 5

Fuentes del cuadro: Libros de Elecciones Concejiles del A. M. Mula. Elaboración propia.

301

TABLA 13

Ocupaciones de cargos de la familia Melgarejo en el Concejo y en la Cofradía de San Sebastián, 1605-1647

Años Cofrades Municipes

1605 - - 1606 - - 1607 1 M - 1608 2 M - 1609 2 M 5A. 1610 - 5 A 1611 - 4 A 1612 - 4A. 1613 - 4A. 1614 - 4A. 1615 - 3A. 1616 - 4A. 1617 - - 1618 - - 1619 - 1 A 1620 - 3 A 1621 - - 1622 - 1 A 1623 1 M 3A. 1624 1 1 A 1625 1 - 1626 1 1 1627 2M 1A 1628 1 - 1629 3 M 1 1630 1 - 1631 3 M - 1632 2 - 1633 1 1 A 1634 1 1 A 1635 - - 1636 1 M - 1637 1 M - 1638 2 - 1639 1 M - 1640 1 M - 1641 2 1

302

TABLA 13 (continuación)

Ocupaciones de cargos de la familia Melgarejo en el Concejo y en la Cofradía de San Sebastián, 1605-1647

Años Cofrades Munícipes

1642 2 - 1643 3 M - 1644 3 M - 1645 2 M - 1646 4 M -

Nota.- La M en la columna de los cofrades significa que ese año los Melgarejo eran mayordomos y la A de los munícipes que uno de ellos era alcalde. Los números de cada columna son el total de los Melgarejos que ocupan cargos ese año.

30 3

TABLA 14

Presos en la cárcel de Mula, 1573-1638

Años Total Índice

1573 25 121,3 1574 13 63,1 1575 20 97 1576 33 160,1 1577 12 58,2 1578 30 145,6 Índice de cinco alos (1573-1577) = 20,6 1579 23 111,6 1580 12 58,2 1581 1582 1583 15 72,8 1584 13 63,1 1585 1586 1587 1588 26 126,2 1589 1590 1591 1592 28 135,9 1593 23 111,6 1594 13 63,1 1595 26 126,2 1596 29 140,7 1597 1598 22 106,7 1599 18 87,3 1600 13 63,1 1601 11 53,3 1602 19 92,2 1603 13 63,1 1604 16 77,6 1605 22 106,7 1606 24 116,5 1607 21 101,9 1608 26 126,2 1609 22 106,7

304 TABLA 14 (continuación)

Presos en la cárcel de Mula, 1573-1638

Años Total Índice

1610 1611 19 92,2 1612 1613 1614 1615 1616 1617 33 160,1 1618 17 82,5 1619 15 72,8 1620 25 121,3 1621 1622 1623 1624 1625 6 29,1 1626 10 48,5 1627 25 121,3 1628 8 38,8 1629 10 48,5 1630 5 24,2 1631 1632 14 67,9 1633 11 53,3 1634 10 48,5 1635 1636 1637 8 38,8 1638 3 14,5

30 5

r (r~`~~~ L z ~i~t`

Real Academia Alfonso X el Sabio

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Fundación Cultural REGANTES EXCMO. AYUNTAMIENTO Caja de Ahorros COMUNIDAD DE DE MULA del Mediterráneo DEL PANTANO DE LA CIERVA