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EL REGRESO DE COMONFORT DEL EXILIO*

Ray F. BROU SS ARD Universidad de Georgia en Athens

El 21 de enero de 1858, Ignacio Comonfort renunci? a la pre sidencia de la Rep?blica y abandon? la capital bajo una som br?a nube de sospecha y odio. Abrazando el Plan de Tacubaya, dirigido por el general F?lix Zuloaga, Comonfort, l?der de la triunfante Revoluci?n de Ayutla, jefe del Partido Liberal y Pre sidente Constitucional de la Rep?blica Mexicana, repudi? a su partido y a sus compa?eros y desconoci? la Constituci?n de 1857, la Carta Magna de liberal. ?Por qu? tuvo que decidirse este presidente, exaltado sobre la ola de prestigio del triunfo liberal, l?der reconocido del exi toso esfuerzo para inscribir las tanto tiempo esperadas y nece sarias refprmas en la famosa Constituci?n, a desechar los fru tos por los cuales hab?a luchado tanto tiempo? La respuesta a este enigma ha sido ensombrecida por las denuncias sonoras tanto de liberales como de conservadores, que han condenado a Comonfort y su actuaci?n en esa hora de crisis.1 Al momento de renunciar a la presidencia y partir para el exilio, Comonfort hab?a retirado su apoyo al Plan de Tacuba ya porque se dio cuenta que s?lo era una fachada para cubrir el dominio que los conservadores quer?an en su gobierno. Pero esta retractaci?n no fue conocida por sus compa?eros liberales. Creyendo sinceramente que ?l se hab?a pasado al bando de los conservadores y hab?a traicionado la causa, los partidarios li berales del gobierno constitucional abandonaron la capital y

* Parte de la investigaci?n de este trabajo fue posible por una subven ci?n de la American Philosophical Society.

This content downloaded from 132.248.9.41 on Wed, 10 Feb 2021 20:24:44 UTC All use subject to https://about.jstor.org/terms EL REGRESO DE COMONFORT 517 no estuvieron presentes para ser testigos de los vanos esfuerzos de Gomonfort para volver al camino que ?l hab?a empezado. Por otro lado, los conservadores no miraban al presidente como un h?roe ni tampoco lo reconoc?an como l?der. En reali dad, lo despreciaban y detestaban a?n con m?s vehemencia que la que mostraban los liberales. En su opini?n, ?l hab?a sido res ponsable del exilio del arzobispo de por cumplir con la Ley Ju?rez (que abol?a los fueros eclesi?sticos y militares) y por la aplicaci?n de la Ley Lerdo, causa de la venta forzosa de muchas propiedades pertenecientes a la Iglesia.2 Aunque su actuaci?n fuera censurada por ambos bandos Comonfort actu? prudentemente seg?n su propio criterio y con la mente en el mejor inter?s de la naci?n. Si sus planes hab?an fracasado, sus buenas intenciones estaban inc?lumes. En un in tento por explicar su actitud, el 2 de febrero de 1858 dirig?a un manifiesto al pueblo mexicano desde Jalapa, cuando viajaba con destino a Veracruz para embarcarse hacia el exilio.3 Tan pronto como hubo partido, Comonfort expres? que se ausentaba para no causar ninguna divisi?n entre las fuerzas constitucionalistas. No quiso que los competentes partidarios de la causa liberal se constri?eran y no la apoyaran por lealtad personal. El expresidente agreg? que esperaba que lo siguieran considerando culpable de sus acciones durante el per?odo a su cargo, y que regresar?a para enfrentarse a un juicio. Para ter minar, estableci? que se ausentaba sin odio ni resentimiento.4 Al momento de partir nunca so?? que su exilio durar?a cua tro a?os. Se imagin? que ser?a s?lo por corto tiempo, pues es peraba que pronto las condiciones se volver?an m?s estables y tendr?a la oportunidad de limpiar su nombre. Por esta raz?n, inmediatamente empez? a preparar su defensa en un panfleto, que se public? en Nueva York durante el verano de 1858.5 En un intento por explicar sus acciones, Gomonfort se consider? una infortunada v?ctima de las circunstancias; reafir m? su adhesi?n a la Reforma, pero se declar? a s? mismo como un moderado y no un extremista. Dijo que hab?a favorecido un proceso evolutivo de cambio gradual, en lugar de las mociones radicales deseadas por sus m?s exaltados colegas liberales. De

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positando su confianza en moderados de buena voluntad, Co monfort hab?a pensado crear grupos alrededor de ellos que equilibraran los efectos disencionistas de los liberales y conser vadores extremos. Su prop?sito fue evitar la lucha fratricida que se hubiera desatado si uno u otro de los grupos extremistas hubiera obtenido el control del pa?s. Desgraciadamente se ha b?a hecho un juicio err?neo de la situaci?n pol?tica; calcul? mal el apoyo que pod?a lograr y, por este error tremendo, de hecho precipit? los acontecimientos que con el tiempo motiva r?an la Guerra de Reforma.6 Dado que la ciudad de M?xico estaba controlada por las fuerzas conservadoras, y puesto que los liberales y los miembros del gobierno del presidente Benito Ju?rez se hab?an dispersado por el pa?s, muy pocos vieron el panfleto que result? ineficaz para convencer de su inocencia a los miembros de su propio partido. Algunas copias, sin embargo, circularon, pues Francis co Zarco, un principal propagandista liberal, estaba familiari zado con su contenido cuando escribi? amargos editoriales con tra Comonfort, durante el verano de 1861.7 La determinaci?n de Comonfort para regresar a su pa?s, al parecer, lo decidi? a trasladarse de Nueva York a Nueva Or leans en la primavera de 1859, poco despu?s de que los Estados Unidos reconocieran al gobierno constitucionalista del presiden te Ju?rez en Veracruz: mientras los liberales resist?an en esta ciudad el sitio de Miram?n, la presencia de la escuadra naval de los Estados Unidos en el puerto y la del ministro del mismo pa?s, Robert M. McLane, probablemente hicieron que las co municaciones con Nueva Orleans fueran relativamente sencillas y f?ciles. Durante un per?odo de tres meses, del 27 de marzo al 13 de mayo de 1858, Comonfort sigui? los pasos y sufri? los di versos rituales necesarios para ser elevado al grado treinta y tres de los masones del rito escoc?s, al que se hab?a unido en 1835 durante su juventud en Puebla.8 Ya que la mayor?a de los liberales mexicanos eran miembros de las ?rdenes masonas, y puesto que hab?a contacto entre las logias de ambos pa?ses,

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este paso debe entenderse como un movimiento estrat?gico de su parte. Al mismo tiempo Gomonfort escribi? al presidente Ju?rez ofreciendo sus servicios como comandante militar experimenta do para ayudar a la causa del gobierno constitucional. El pre sidente, que hab?a sido apresado breve tiempo en el mes de enero de 1858 por Comonfort al rehusarse apoyar el Plan de Ta cubaya, aparentemente desconfi? de las razones del h?roe de Ayutla y se neg? a aceptar sus servicios.9 La respuesta de Ju? rez hundi? a Comonfort en la desesperaci?n, e inmediatamente parti? para un viaje a Europa con el objeto de olvidar sus penas. Pas? el resto del a?o visitando Inglaterra, Francia y Ale mania.10 Regres? a los Estados Unidos en enero de 1860, y despu?s de visitar a sus hijas que estaban matriculadas en una escuela privada de Nueva York, regres? a Nueva Orleans para vivir la reposada vida deJ exilio pol?tico, esperando el momento propicio para retornar al suelo patrio.11

Mientras tanto, la marea hab?a cambiado a favor de la cau sa liberal en M?xico. Un nuevo general, Jes?s Gonz?lez Orte ga, comenz? a acumular triunfos para las fuerzas que sosten?an al gobierno constitucional. Los ?xitos continuos culminaron con la brillante victoria de Calpulalpan, la que permiti? al presi dente Ju?rez y a su gobierno hacer una entrada triunfal a la ciudad de M?xico el 11 de enero de 1861.12 Tambi?n, antes de llegar a la capital, el presidente hab?a convocado a nuevas elecciones, ya que los per?odos para los fun cionarios electos en 1857 hab?an terminado. En la campa?a efectuada, los partidarios de Ju?rez salieron victoriosos por una abrumadora mayor?a sobre una oposici?n relativamente d?bil. Es interesante notar que en algunos distritos, el nombre de Co monfort fue propuesto como candidato, aunque en realidad nunca figur? en la c?dula electoral.13 Ya sin ning?n peligro para el r?gimen constitucional y con un nuevo congreso electo y en sesi?n en la ciudad de M?xico, Comonfort, al parecer, sinti? que hab?a llegado la hora para intentar la reivindicaci?n de su nombre. En una carta dirigida

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en abril de 1861 al Congreso recientemente electo, ofreci? re gresar a M?xico y presentarse a un juicio p?blico ante dicho cuerpo. Preguntando por el d?a que deb?a comparecer ante el tri bunal, sugiri? que aportar?a s?lidas razones sobre su separaci?n del gobierno y sobre lo que ?l consideraba temporalidad de su renuncia. Prometi? renunciar a la presidencia cuando el pro ceso terminara, inclusive en caso de ser absuelto, pero deseaba ser tratado como presidente.14 La carta caus? un esc?ndalo tremendo en el Congreso cuan do fue presentada el 11 de mayo de 1861; discursos llenos de indignaci?n determinaron enseguida un rechazo absoluto para considerar la propuesta. M?s a?n, el 13 de mayo los miembros redactaron una resoluci?n declarando que Comonfort hab?a de jado de ser presidente el 17 de diciembre de 1857, d?a en que el Plan de Tacubaya hab?a sido pronunciado, aun cuando ?l no se hubiera declarado abiertamente partidario del mismo sino hasta el 19 de diciembre de 1857. Una enmienda propuesta por los pocos partidarios del expresidente, que trataba de cambiar la fecha de la resoluci?n a diciembre 19 de 1857, fue dene gada.15 Entonces, con todas las oportunidades aparentemente cerra das para ingresar legalmente, el presidente exilado empez? a improvisar lo que probablemente hab?a sido un plan suplemen tario para el caso de que sus ruegos al Congreso fueran negados. Directamente o a trav?s de amigos y agentes estuvo en cons tante contacto con los mexicanos que pasaban por Nueva Or leans en su camino a M?xico.16 Pudo, de ese modo, tener rela ciones con el caudillo del norte, , quien para esas fechas empezaba a tener dificultades con el gobierno cen tral.17 Vidaurri, seguro y casi aut?nomo en la ciudad norte?a de Monterrey, pod?a, si quer?a, proporcionarle seguridad y pro tecci?n necesarias para que volviera al poder. Aunque no existen registros de la correspondencia entre los dos hombres durante el per?odo de exilio de Comonfort, es ra zonable suponer que debi? de haber alg?n contacto ocasional.18 Hay alusiones a declaraciones hechas por Comonfort en cartas escritas por Vidaurri a funcionarios de la administraci?n naci?

This content downloaded from 132.248.9.41 on Wed, 10 Feb 2021 20:24:44 UTC All use subject to https://about.jstor.org/terms EL REGRESO DE COMONFORT 521 nal. En este intercambio de correspondencia, Vidaurri arregl? que Gomonfort viniera a Nuevo Le?n concedi?ndole permiso para vivir en el Estado.19 Obviamente, como primer paso del plan acordado, Gomonfort envi? por su familia y luego viaj? con ella de Nueva Orleans a Brownsville, Texas, a finales de junio de 1861. Mientras tanto, Vidaurri empez? a expeditar el camino para el arribo de su amigo. En una carta al presidente Ju?rez a principios de julio, le mencion? diplom?ticamente que Comonfort estaba planeando regresar al territorio mexicano por su quebrantada salud, y tambi?n porque hab?a comenzado a tener dificultades financieras. El gobernador de Nuevo Le?n sugiri? que el expresidente fuera autorizado a entrar al pa?s ya que vivir?a pac?ficamente en el Norte, donde no se entro meter?a en pol?tica; tal como Vidaurri expres?, Comonfort s?lo quer?a un palmo de tierra en su patria. El gobernador tambi?n se?al? que por la guerra civil en los Estados Unidos, tem?a por la seguridad de su familia en suelo extranjero.20 Aparentemente ning?n esfuerzo se hizo para mantener en secreto la llegada de Comonfort; muchos ciudadanos prominen tes de Matamoros cruzaban la frontera y lo visitaban en Browns ville. Durante estas reuniones, se comport? serio y reservado. Rehus? mezclarse en las discusiones sobre pol?tica mexicana. Las noticas se esparcieron, y el rumor se extendi? al otro lado del Bravo: el presidente anterior intentaba regresar y s?lo esperaba el permiso del gobierno nacional para entrar al pa?s.21 Los liberales no se entusiasmaron con las nuevas del pro puesto regreso de Comonfort. Las amargas memorias de la re ciente guerra de la cual lo culpaban estaban demasiado recien tes para ser olvidadas tan f?cilmente. M?s bien, demandaban que se le formara causa por cr?menes de traici?n contra la Constituci?n de 1857. Juan Jos? de la Garza, gobernador del estado de Tamaulipas, hizo planes para arrestar al expresidente en el caso de que intentara cruzar el r?o para pasar al territo rio mexicano. Por consiguiente, Comonfort decidi? abandonar Brownsville, viajar r?o arriba, hasta Laredo y efectuar el cruce all?.22 Ya que las condiciones de viaje en el desierto del sur de Texas eran bastante dif?ciles, esta jornada deb?a de hacerse sin

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sus hijas. Ellas entraron a M?xico por Matamoros y luego si guieron para Monterrey. All? fueron bien recibidas y se insta laron en la casa de Patricio Milner, yerno de Vidaurri.23 El trasladarse de una ciudad fronteriza a otra, no elimin? los problemas de Comonfort. Esta vez el peligro provino del general Guadalupe Garc?a, comandante de la frontera. Un poco despu?s de que el expresidente hab?a salido de Brownsville fue casi capturado cuando un contingente de cerca de cuarenta hombres, enviados por Garc?a, cruz? repentinamente el r?o Bra vo. Esta partida lo sigui? vigilando desde el otro lado del r?o en lo que restaba de su viaje a Laredo.24 Mientras Comonfort evad?a las patrullas de Garc?a en el desierto sur de Texas, en la ciudad de M?xico era objeto de atenci?n. El 15 de julio, aproximadamente el mismo d?a en que el expresidente parti? de Brownsville, una carta escrita por Vidaurri al presidente Ju?rez lleg? a M?xico. El caudillo del norte suspicazmente mencionaba que ?l hab?a concedido per miso a Comonfort para entrar a M?xico y vivir tranquilamente en Monterrey. La publicaci?n de la carta caus? furor entre los editorialistas de la prensa liberal, que intensific? sus demandas para exigir al gobierno que el presidente anterior, a quien con sideraban responsable de la Guerra de Reforma, no quedara sin castigo. En vista de la reacci?n del p?blico el presidente Ju?rez convoc? a una junta especial del gabinete para discutir la situaci?n. Se acord? enviar una orden especial al gobernador de Nuevo Le?n en la cual se le mandaba arrestar a Comonfort y enviarlo a la ciudad de M?xico, para que le fuera seguido juicio. La prensa liberal se tranquiliz? con el decreto, ya que la conducta de Vidaurri como liberal nunca hab?a sido puesta en duda y nadie sospechaba que la orden no fuera llevada a cabo.25 De este modo, Comonfort se encontr? con un dilema a su llegada a Laredo. Se expon?a al arresto por la tropa de caba ller?a de Garc?a que los esperaba al otro lado del r?o, y quedar?a bajo la orden de arresto del presidente Ju?rez, en caso de que tuviera ?xito al eludir la guardia fronteriza. Encontrando ce rrado el camino para cruzar la frontera decidi? intentar una

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entrada clandestina. Uno de sus compa?eros de viaje, John Clark, fue directamente a Monterrey para informar sobre las dificultades encontradas y el cambio de planes para ingresar al pa?s. Entonces,,- acompa?ado de su leal compa?ero Lauro Benavides, el expresidente sali? discretamente de Laredo y via j? r?o arriba en busca de un lugar conveniente para cruzar a M?xico.26 A un d?a de viaje de Laredo estaba la hacienda de La Pita, propiedad de Benavides, donde se esperaba que la partida pu diera cruzar. Su ausencia de Laredo, empero, fue descubierta por los hombres de Garc?a y, una vez m?s, la escolta les midi? los pasos desde el otro lado del r?o y evit? que cruzaran. Re husando darse por vencido, Comonfort y su partida siguieron todav?a siete leguas m?s adelante, hasta que llegaron a un pun to donde una peque?a porci?n del Estado de Nuevo Le?n to caba el r?o, fuera, por tanto, de la autoridad de Garc?a. No hab?a d?nde vadear y las fuertes corrientes imped?an cruzarlo a nado. Los miembros de la partida, despu?s de haber fracasado en la construcci?n de un puente con troncos de ?rboles, toma ron las tablas de una casa abandonada y construyeron un pe que?o esquife. En esta embarcaci?n f?cil de hacer agua, el an terior presidente de M?xico cruz? el r?o Bravo para entrar a su suelo nativo.27 Una vez del otro lado, Gomonfort y sus compa?eros evita ron ser descubiertos, teniendo en cuenta que una vez los hombres de Garc?a hab?an violado los l?mites internacionales cuando in tentaron sorprenderlos cerca de Brownsville. En lugar de usar el camino principal, viajaron a trav?s del desierto y pasaron la noche al descubierto. Al d?a siguiente, gui?ndose por las mon ta?as, empezaron su viaje al sur para encontrarse con Vidau rri.20 La partida lleg? al r?o Salado, el punto que hab?a sido previamente se?alado como lugar de cita, pero Vidaurri no se present?. Aparentemente los cambios en el itinerario hab?an echado por tierra el horario, de tal modo que el gobernador de Nuevo Le?n, de hecho, no recibir?a a su distinguido hu?sped hasta el d?a siguiente, cuando Gomonfort y sus fatigados com pa?eros llegaron a Lampazos, lugar del rancho de Vidaurri.2*

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La reuni?n entre Comonfort y Vidaurri apenas podr?a lla marse reencuentro, ya que ellos se hab?an encontrado cara a cara s?lo una vez, durante una serie de cortas conferencias en la ciudad de M?xico en el verano de 1857% Los dos hombres, sin embargo, fueron amigos verdaderos, y su voluminosa co rrespondencia, que promediaba cartas mensuales, atestigua este hecho.30 Las lentas comunicaciones, que frecuentemente hab?an sido un obst?culo para la eficiencia gubernamental durante sus d?as de presidente, vinieron ahora en ayuda de Comonfort: el de creto presidencial ordenando el arresto, lleg? a Monterrey des pu?s de que Vidaurri ya se hab?a ido de vacaciones. La orden fue recibida, en su lugar, por Domingo Mart?nez, el goberna dor interino en ausencia de Vidaurri. No estando comprometido en los planes del gobernador, Mart?nez pod?a honradamente, aunque no fuera exacto, reportar el 28 de julio al ministro de Gobernaci?n que Comonfort no estaba en el Estado. Asegur? adem?s a los funcionarios de la ciudad de M?xico que si el expresidente llegaba, la orden del presidente Ju?rez para arres tarlo ser?a respetada y obedecida.31 Por el otro lado, Vidaurri pudo o no haber sabido de la orden de arresto, ya que ?sta lleg? cerca de una semana des pu?s de su partida a Lampazos. Sin embargo puede hablarse con certeza de su actitud en la carta que hab?a escrito al pre sidente Ju?rez el 4 de julio, inmediatamente antes de partir para encontrarse con Comonfort. Esta carta, en la cual ped?a al presidente la confirmaci?n para extender el salvoconducto de Comonfort, no fue enviada a M?xico por su secretario, Manuel G. Rej?n, sino hasta el 15 de julio, a dos d?as de haberla es crito y mucho tiempo despu?s de que ?l hab?a salido de la ciudad con destino a Lampazos. Parece, pues, que Vidaurri de seaba estar incomunicado en el caso de que llegaran algunas ?rdenes de la ciudad de M?xico que no le gustara obedecer.32 Vidaurri y Comonfort no regresaron a Monterrey juntos. El gobernador estaba solo cuando lleg? a la capital. Comonfort se qued? atr?s para pasar alg?n tiempo viajando por los pue blos de la regi?n fronteriza del norte: nunca hab?a visto o vi

This content downloaded from 132.248.9.41 on Wed, 10 Feb 2021 20:24:44 UTC All use subject to https://about.jstor.org/terms EL REGRESO DE COMONFORT 525 sitado esta parte de la Rep?blica, y fue bien recibido donde quiera que estuvo.33 Es posible que la tardanza de Gomonfort para ir a Monte rrey fuera parte de un plan que hubiera permitido a Vidaurri apelar una vez m?s a la administraci?n nacional. El gobernador estaba molesto por la actitud del presidente Ju?rez, y escribi? una segunda carta a la ciudad de M?xico el 9 de agosto de 1861, en la cual expres? sus sentimientos en t?rminos claros: la autorizaci?n de asilo y salvoconducto hab?an sido otorgadas al exilado expresidente antes de que la orden de arresto hu biera sido expedida, y Gomonfort hab?a entrado al pa?s bajo las bases de la garant?a personal del gobernador de Nuevo Le?n; volverse contra su amigo, arrestarlo y enviarlo a la capital para un juicio, hubiera significado traici?n. "No me convierta en un Pitaluga", rog? al Presidente.34 El gobernador intent? persua dirlo de que aceptara el hecho de que el expresidente ya estaba en el pa?s y que rescindiera la orden de arresto. Sinti?ndose seguro en su plaza fuerte norte?a, aislado de la parte central del pa?s por cientos de millas de desierto, Vidaurri escribi? una advertencia velada a la administraci?n nacional. Se?al? que Gomonfort no estaba sin amigos en el pa?s, y que si se insist?a en la acci?n pod?an producirse des?rdenes. Se im plicaba, de hecho, que Vidaurri apoyar?a a Gomonfort en el caso de que escogiera resistir la orden de arresto. Sea lo que fuere, esta fue la interpretaci?n que muchos periodistas de la ciudad de M?xico dieron a la carta, y empezaron a expresar el temor de que Manuel Doblado, gobernador del Estado de y antiguo compa?ero de Gomonfort, quisiera tam bi?n ayudar a una revoluci?n en su favor.35 Por lo que parece, Ju?rez intent? evitar un enfrentamiento directo con uno de sus hombres clave en el norte. Provocar a Vidaurri con un abierto rompimiento en estos momentos hu biera tal vez reabierto la caja de Pandora de la guerra civil. Mejor dicho, el presidente prefiri? dejar que la prensa de la ciudad de M?xico hablara por ?l y mostrara a los norte?os la importancia de la opini?n p?blica. Los periodistas liberales consintieron y el asunto fue muy trillado en el mes siguiente.86

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Mientras tanto, en Monterrey los funcionarios hab?an com pletado los preparativos para dar la bienvenida al distinguido hu?sped del gobernador Vidaurri. Le fueron concedidos al ex presidente todos los honores cuando lleg? el 8 de agosto de 1861. Pero no todo fue gloria: en una corrida de toros dedi cada a ?l hubo silbidos injuriosos y gritos de la gente, y tres hombres j?venes fueron arrestados.37 A?n no se recib?a la respuesta del presidente Ju?rez cuando Vidaurri escribi? su tercera carta. Insist?a en sus peticiones, ar gumentos y amenazas veladas. Esta vez Ju?rez, d?ndose cuenta que la opini?n p?blica hostil de la ciudad de M?xico no Har?a mella en Vidaurri, decidi? contestar. En carta del 16 de octu bre de 1861, declar? que no hab?a recibido la correspondencia de los estados norte?os, pero reiter? su posici?n de que Comon fort deb?a ser arrestado. El presidente se?al? que los senti mientos personales no ten?an ning?n valor cuando se trataba de eludir el cumplimiento forzoso de la ley. Tambi?n rechaz? la idea de que pudiera empezar una revoluci?n si se intentaba el arresto; dej?, adem?s, establecido que no pod?a creer que Comonfort estuviera de acuerdo en dirigir una revoluci?n en contra del gobierno. El presidente conclu?a urgiendo a Vidaurri a dar su apoyo al gobierno nacional y a la Constituci?n.38 En una amarga respuesta Vidaurri rechaz? los argumentos de su presidente y rehus? aceptar sus razonamientos. El gober nador parec?a a todas luces estar encabezando un rompimiento con la administraci?n cuando los eventos internacionales en sombrecieron la situaci?n. Como resultado de la suspensi?n de pagos de la deuda extranjera en julio de ese a?o, la naci?n mexicana fue amenazada con la intervenci?n por Espa?a, Fran cia e Inglaterra. Ju?rez escrib? un mensaje conciliatorio a Vi daurri el l9 de noviembre de 1861. Ped?a al gobernador que olvidara las diferencias personales por el momento, y ayudara a la naci?n en su periodo de crisis.39

Cuando la intervenci?n extranjera ocurri? y los desembarcos se hicieron en Veracruz, el presidente escribi? una vez m?s a Vidaurri, pidiendo su apoyo; le explicaba el plan de defensa y

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lo invit? a que aceptara un papel importante. Le encomendaba organizar una fuerza de 2 000 hombres y marchar sobre Tamau lipas para cubrir la defensa del expuesto puerto de Tampico.40 Pensando que la emergencia del momento podr?a ablandar la resoluci?n del presidente, Vidaurri pidi? la amnist?a para Co monfort. Una vez m?s, Ju?rez la rechaz?, pero el tono de la carta fue menos firme: se impon?a la unificaci?n nacional con tra el invasor extranjero. El presidente explic? que se hab?a visto forzado a actuar con firmeza debido a la tremenda hos tilidad de la opini?n p?blica sobre Comonfort.41 Abandonado a sus propios recursos para organizar las de fensas en el norte en contra de la amenaza francesa en Mata moros y Tampico, Vidaurri buscaba a un competente y subor dinado jefe para los ej?rcitos que estaba formando. Decidi? nombrar al m?s experimentado comandante militar disponible, su hu?sped y protegido, Ignacio Comonfort, para mandar las fuerzas de Nuevo Le?n y Coahuila. Entonces Vidaurri escribi? otra vez a la administraci?n nacional pidiendo que se diera lo pasado por pasado y que la designaci?n de Comonfort fuera reconocida y aprobada.42 Despu?s de cierta indecisi?n, el presidente Ju?rez, impelido por las necesidades del grave peligro que afrontaba la naci?n, gir? ?rdenes para la amnist?a y completa restituci?n de Co- * monfort. Luego orden? su designaci?n como Comandante de los Ej?rcitos del Norte, y lo autoriz? para disponer de los in gresos aduanales del puerto de Tampico y Matamoros, para que se ayudara a reclutar y financiar un ej?rcito.43 As?, para la primavera de 1862, el expresidente que hab?a dirigido un movimiento para desconocer la Constituci?n bajo la cual hab?a sido electo, y que pas? tres a?os en el exilio du rante la Guerra de Reforma, finalmente regres? al buen amparo de su gobierno. Por orden presidencial dej? de ser un criminal sujeto a arresto y juicio; en lugar de eso le fue otorgado un puesto de honor y confianza : el mando de una de las princi pales divisiones del ej?rcito que defender?a al pa?s en contra de los invasores franceses.

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NOTAS

1 El Siglo XIX,t 13 y 18 de junio de 1861. 2 La Sociedad, 22 de enero de 1858. 3 El general Comonfort a la naci?n, Jalapa, 2 de febrero de 1858, La Sociedad, 10 de febrero de 1858. * Ibid. 5 Ignacio Comonfort, Gobierno del general Comonfort, el folleto puede ser encontrado en Anselmo de Portilla, M?jico en 1856 y 1857, Nueva York, Hallet and Co., 1858, ap?ndice I. e Ibid. 7 El Siglo XIX, 18 de junio de 1861. 8 Documentos masones localizados en los documentos de Comonfort, carpeta 23B en la Secci?n Latinoamericana de la Biblioteca de la Universidad de Texas, Austin; Joel Miguel Quintana, Lafragua, pol?tico y rom?ntico, M?xico, Editorial Academia Literaria, 1958. (Colecci?n Reforma e Imperio, i), p. 12. 9 Ignacio Comonfort a Adela Comonfort, Nueva Orleans, 25 de marzo de 1859, documentos de Comonfort, carpeta 23B: Ignacio Comonfort al go* bernador de Nuevo Le?n y Coahuila, Mier y Ter?n, R?o Salado, 25 de julio de 1861, El Siglo XIX, 26 de agosto de 1861. 10 Comonfort a Adela Comonfort, Londres, 29 de julio de 1859, docu mentos de Comonfort, carpeta 23B. ^ Ignacio Comonfort a Adela Comonfort, Nueva Orleans, 19 de abril de I860, documentos de Comonfort, carpeta 23B. 12 Benito Ju?rez a Santiago Vidaurri, M?xico, 12 de enero de 1861, Jorge Tamayo (ed.) Epistolario de Benito Ju?rez, M?xico, Fondo de Cul tura Econ?mica, 1957, p. 129; Ernesto de la Torre Villar, El triunfo de la rep?blica liberal, 1857-1860, M?xico, Fondo de Cultura Econ?mica, 1960, pp. 267-269. 13 Ralph Burke Ulick, A Life of Benito Juarez: Constitutional , Londres, Remington and Co., 1894, pp. 109 y 117. 14 Felipe Buenrostro, Historia del segundo Congreso Constitucional. 2 Vols., M?xico, I. Cumplido, 1874, I, pp. 23-31. 15 Manuel Dubl?n y Jos? Mar?a Lozano, Legislaci?n mexicana, o colecci?n completa de las disposiciones expedidas desde la Independencia de la Rep?blica. 10 Vols., M?xico, Imprenta de Comercio, 1877-1879, ix, p. 217; El Siglo XIX, 13 de junio de 1861. 16 Ignacio Comonfort a Adela Comonfort, Nueva Orleans, 17 de mayo de 1860, documentos de Comonfort, cit. 17 Benito Ju?rez a Santiago Vidaurri, M?xico, 4 de mayo de 1861, Ta mayo, Epistolario ..., pp. 134-136.

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18 Santiago Vidaurri a Ignacio Comonfort, Monterrey, 6 de septiembre de 1855, Archivo General del Estado, Monterrey; Edward H. Mosley, "The Public Career of Santiago Vidaurri, 1855-1858" (disertaci?n in?dita, Univ. de Alabama, Tuscaloosa, Alabama, 1963), pp. 220-237. 19 Santiago Vidaurri a Benito Ju?rez, Monterrey, 4 de julio de 1861, Santiago Ro?l (?d.) Correspondencia particular de Santiago Vidaurri, gov bernador de Nuevo Le?n, Monterrey, Universidad de Nuevo Le?n, 1946, i, pp. 73-74; El Sigla XIX, 21 y 24 de julio y 16 de agosto de 1861. 20 Vidaurri a Ju?rez, Monterrey, 4 de julio de 1861, Roel, Correspon dencia de Santiago Vidaurri, i, pp. 72-73. 21 El Siglo XIX, 16 de junio, 21 de julio y 2 de agosto de 1861. 22 Ignacio Comonfort a Adela Comonfort, Lampazos, 26 de julio de 1861, Documentos de Comonfort, cit.; Comonfort a Vidaurri, Laredo, Texas, 21 de julio de 1861, Correspondencia de Vidaurri, Archivo General del Estado, Monterrey, legajo 86; El Siglo XIX, 7 de agosto de 1861. 23 El Siglo XIX, 1 de agosto de 1861. 24 Ignacio Comonfort a Adela Comonfort, Lampazos, 26 de julio de 1861, Documentos de Comonfort, cit. 25 Charles Allen Smart, Viva Ju?rez, Philadelphia, 1963, p. 251; El Siglo XIX, 30 de julio, 1? y 16 de agosto de 1861; Puig Casauranc, Archivo de Ju?rez, i, p. 299; Ministro de Gobierno a gobernador del Estado de Nuevo Le?n y Coahuila, M?xico, julio 20 de 1861; El Siglo XIX, agosto 16 de 1861. 26 Ignacio Comonfort a Adela y Clara Comonfort, Lampazos, 26 de julio de 1861, Documentos de Comonfort, cit.; Comonfort a Vidaurri, Laredo, Texas, 21 de julio de 1861. Archivo General del Estado, Monterrey. 27 Ibid. 28 Ignacio Comonfort a Adela Comonfort, Lampazos, 26, 27 y 28 de julio de 1861, Documentos de Comonfort, cit. 29 Ibid. 30 Correspondencia de Vidaurri, Archivo General del Estado, Mon terrey. 31 Ministro de Gobernaci?n al gobernador del Estado de Nuevo Le?n y Coahuila, M?xico, 20 de julio de 1861, PuiG Casauranc, Archivo de Ju?rez, i, p. 299; Domingo Mart?nez al Ministro de Gobernaci?n, Monterrey, 28 de julio de 1861, El Siglo XIX, 16 de agosto de 1861. 32 Vidaurri a Ju?rez, Monterrey, 4 de julio de 1861, Epistolario de Ju?rez, pp. 139-140. 33 Ignacio Comonfort a Clara Comonfort, Villa Aldama, 4 de agosto de 1861, Documentos de Comonfort, cit. 34 Pitaluga fue el capit?n de barco italiano que garantiz? al presidente un salvoconducto durante la guerra civil de 1830, y luego lo en treg? a los conservadores. Guerrero fue en seguida juzgado y ejecutado.

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Vidaurri a Ju?rez, Monterrey, 9 de agosto de 1861, Epistolario de Ju?rez, pp. 142-143. 35 Vidaurri a Ju?rez, Monterrey, 9 de agosto de 1861, Epistolario de Ju?rez, pp. 142-143; El Siglo XIX, 30 de julio de 1861. 36 El Siglo XIX, 30 de julio y 12 y 23 de septiembre de 1861. 37 Pablo Padilla al doctor Trinidad Padilla, Monterrey, 7 de septiembre de 1861, Correspondencia de Genaro Garc?a, AGE, Monterrey; El Sigla XIX, 26 de agosto de 1861. 38 Vidaurri a Ju?rez, Monterrey, 29 de septiembre de 1861, Roel, Co rrespondencia de Vidaurri, M?xico, noviembre 1

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