La vigencia de cultura aymara en el escenario actual del Perú1 The validity of aymara culture in the present-day Perú

Vicente Alanoca Arocutipa2 Universidad Nacional del Altiplano

Resumen El Perú tiene una diversa y extendida riqueza lingüística y cultural, su proceso his- tórico está tapizada de tejidos mestizos y coloniales donde las grandes figuras, héroes y victorias son de la población criolla y aristocrática, mientras las voces de los subordinados son silenciadas; aún no hay espacios para difundir los ideales y los pensamientos contestatarios que reivindiquen la historia y la memoria de los pue- blos de la periferia. En este escenario del proceso histórico se puede apreciar a la cultura aymara fragmentada con la fundación de repúblicas en cuatro países: Argentina, , Bolivia y Perú. En la actualidad en la región aymara del Perú exis- ten aproximadamente 300.000 individuos hablantes, entre monolingües y bilin- gües. En su mayoría están concentrados en los departamentos de Puno, y Tacna. El censo de 1993 revelaba que en el distrito de Tupe, provincia de Yauyos, departamento de Lima existía al menos 600 hablantes del Jaqaru, la lengua her- mana del aymara. Es obvio que han variado por diversos factores, pero en estas ciu- dades de la costa, en algunos centros comerciales, la lengua aymara se convierte de

1 Recibido: junio 10 de 2014. Acepado: julio 15 de 2014. 2 Docente de la Escuela Profesional de Antropología UNA-Puno. Doctor en Derechos Humanos y Desarrollo por la Universidad Pablo de Olavide Sevilla-España. Email: [email protected]

Antropología Andina Muhunchik – Jathasa. V. 1, Nº 1, enero-julio 2014 47 Vicente Alanoca Arocutipa uso cotidiano. A pesar de los avatares de la globalización, la cultura aymara está aún vigente en el contexto peruano. Palabras clave: Diversidad, cultura aymara, Perú

Abstract is characterized by widespread linguistic and cultural diversity; its historical process is a colonial mestizo tapestry where the great figures, heroes and victories are part of the criolla aristocracy, while the voices of those below, are silenced with no spaces to disseminate the contesting ideals and thoughts of protesters to vindi- cate the history and memory of the peoples on the periphery. At this stage of the historical process, Aymara culture can be seen as a fragmented segment of the foundations of the republics in four countries, namely Argentina, Chile, Bolivia and Peru. Currently in the Aymara region of Peru there are approximately 300,000 individuals who speak Aymara, including both monolingual and bilinguals. Most of them are concentrated in the departments of Puno, Moquegua and Tacna. The census also reveals that in the district of Tupe, Yauyos province, Lima department there are fewer than 600 speakers of Jaqaru, a sister language to Aymara. Obvi- ously several factors have produced variations in linguistic expression, but in these coastal cities in some commercial centers, Aymara is a language in everyday use. Despite the vicissitudes of globalization, Aymara culture is still alive in the Peru- vian context. Key words: Diversity, Aymara culture, Perú.

Introducción

El Perú como otros países de la región, tiene una diversa y extendida riqueza lingüística y cultural, la diversidad cultural actual es resultado de una larga y com- pleja historia iniciada desde hace miles de años, cuando comenzó el poblamiento de nuestro territorio (Degregori, 2004: 8), en la profundización sobre los saberes y las prácticas tradicionales, sobre todo su proceso histórico, está tapizada de tejidos mestizos coloniales donde las grandes figuras, héroes y victorias son de la clase aris- tocrática, mientras las otras voces son encubiertas. Los pueblos originarios, quienes son parte de colectividades relegadas y de grandes movimientos de población emigrante en las ciudades, son personas inte- gradas al mercado global en situación de dependencia económica y subdesarrollo social, preservan sus costumbres, hábitos, racionalidad y visión del mundo. Pese a

48 Antropología Andina Muhunchik – Jathasa. V. 1, Nº 1, enero-julio 2014 La vigencia de cultura aymara en el escenario actual del Perú la fuerza de la interacción cultural dinámica, existen múltiples formas para afirmar las identidades tradicionales mostrando no una resistencia inabordable, sino actitu- des abiertas, tolerantes y anuentes que admiten, asimilan y reforman las diferencias, las formas de concepción y actitud de los aymaras, quechuas y amazónicos en las diversas ciudades “cosmopolitas”, es decir en la vida del país son eminentemente, interculturales, los emigrantes en las ciudades peruanas y bolivianas, gente indígena andina o de raíces tradicionales, se han integrado al mercado en duras condiciones; trabajan en labores físicas extenuantes y en ocupaciones de la economía informal con la aspiración (Santos: 2007.), que las próximas generaciones sean parte de un futuro promisorio. Pese a todo, su nueva realidad es, en muchos sentidos, más tole- rable que la paupérrima situación en la que vivían. El presente artículo aborda algunos aspectos puntuales sobre la vigencia de la cultura aymara en el caso peruano, a pesar de la globalización arrasadora. En este proceso se puede apreciar algunos cambios e iniciativas importantes desde las diversas instancias de las organizaciones locales y comunales, del mismo modo en las diferentes ciudades donde los aymaras vienen recreando sus prácticas cultura- les; es decir, es posible a pesar de la adversidad desde los pueblos originarios enla- zar alternativas desde la vivencia cotidiana de los pueblos.

1. Los aymaras en el proceso histórico

Durante más de 519 años, desde la invasión europea hasta nuestros días, ha existido una tensión histórica entre las ideas fundamentales sobre la vida, el hom- bre, el mundo y la naturaleza de la visión occidental frente a la cosmovisión y filo- sofía de los pueblos originarios latinoamericanos que, generalmente, se caracteri- zan por una relación de respeto y búsqueda de equilibrio con la vida, el ser huma- no, el mundo, la naturaleza y el cosmos, en donde el ser humano se considera parte de la naturaleza y la tierra como el espacio sagrado con vida que merece respeto, veneración y cuidado. Después de la llegada de los conquistadores españoles en 1532, diversas tradiciones de raigambre europeo occidental, andina, africana, moriscas, entre otras, chocaron y se entremezclaron en nuestro territorio en el con- texto de la imposición colonial, generando un universo extremadamente complejo, diverso y conflictivo, por tanto, los aymaras han transitado por el proceso histórico, vigente en esta parte de América Latina. Un punto de partida para el análisis de la realidad peruana es su carácter mul- ticultural. En el Perú coexisten 50 culturas o lenguas: 2 en los andes, 42 en la Ama- zonía, 5 que corresponden a las colonias china, japonesa, italiana, judía y árabe y, finalmente la cultura occidental criolla. Si cruzamos la información de lenguas con

Antropología Andina Muhunchik – Jathasa. V. 1, Nº 1, enero-julio 2014 49 Vicente Alanoca Arocutipa la población, según Montoya (2010), para el año 2,000, de los 25 millones de peruanas y peruanos: 19'614,000 (78.4 %) habla el idioma castellano; 4'500,000 (18 %), quechua; 500,000 (2%), aymara; 350,000 (1.2%), otro idioma nativo; y; 86,000 (0.3%) habla chino, japonés, italiano, hebreo o árabe. El Viceministerio de Interculturalidad hoy tiene registrado en la Base de Datos cincuenta y dos (52) pueblos indígenas pertenecientes a 17 familias lingüísti- cas, esto para el caso de la consulta previa. Tal vez ésta sea la gota de esperanza en la visibilización de los pueblos del Perú profundo; sin embargo, el camino a recorrer es largo en este proceso de reivindicación de los derechos, pues no sólo es asunto lingüístico, sino también es social, económico, cultural y político. Para Albó (1988), el mundo aymara, parte del mundo andino, es uno de los pueblos testimonio que mejor ha conservado su vitalidad. Pese a los procesos de desestructuración y desculturización, aún es vigente. Los aymaras según Isaac Bigio (2004), es una nación que posee su propia cultura y lengua, que dominan el altiplano que bordea al lago Titicaca y son la mayoría de la población en el sur del poblado departamento peruano de Puno y en el occidente del más populoso e importante departamento boliviano (La Paz). Entendemos a los aymaras, al con- junto de población que tiene como lengua materna el aymara y también a las perso- nas y grupos que claman para sí su identificación como aymaras. No existe un sub- grupo étnico exclusivo del aymara y recíprocamente la lengua aymara no puede ser considerada una exclusividad de ningún subgrupo étnico en la lógica de la intercul- turalidad. Existen diversas posturas teóricas sobre el origen geográfico de la lengua aymara: a) en el altiplano del Titicaca (teoría localista del aymara altiplánico); b) en los andes centrales del actual Perú; y, c) en el norte del actual Chile. La versión loca- lista es conexa con el estado Tiwanaku sosteniendo que el aymara convivía con las lenguas Pukina y Uru/Chipaya, siendo el Pukina la lengua de mayor prestigio hablada por la clase gobernante. El principal exponente de esta teoría es el arqueó- logo norteamericano Alan Kolata. Más allá de las hipótesis planteadas sobre el ori- gen de los aymaras, la discusión con Cieza de León, quien fue el primero en docu- mentar sus observaciones de esta región en el siglo XVI, recoge versiones de los aymaristas pobladores de la época, señalando que Tiwanaku (Rostworowski, 2002), fue un modelo y un lugar sacro dentro del Estado Inca, que actualmente se encuentra en el lado boliviano. En el siglo XVII Bernabé Cobo observa, que el nombre aymara de Tiwa- naku es Taypi Qala (La piedra central) (Ponce, 1999: 57). Miles de piedras de Tiwa- naku fueron usadas para construir edificios y templos de las localidades próximas.

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En esas circunstancias llega a Bolivia Arthur Posnansky a quien se debe mucho de la fama de Tiwanaku. Posnansky lanza su teoría de Tiwanaku planteando como cuna de todas las culturas de la América pre-colombina, que se caracterizaba por su estructura simétrica, geométrica, geocéntrica y etnocéntrica. La cosmología pre- ceptuaba la división del mundo en tres planos superpuestos: alax pacha, aka pacha y manqha pacha (mundo de arriba, mundo de hoy y el mundo de adentro) (Llanque, 1990). Después de la decadencia de Tiwanaku surgieron otras sociedades aymaras políticamente organizadas, siendo los más importantes los reynos Lupaqa y . Los Incas sin ninguna distinción denominaron a todos los aymaras y tam- bién todo este territorio junto con las tierras más australes pasó a ser el Qullasuyo (Degregori, 2007). Pedro Cieza de León acentúa estas denominaciones denotando por meseta del Collao a la meseta del Titicaca y, también, denotando por Collas a todos los ayma- ristas3. No hay consenso sobre la manera en que habría sido la conquista de los territorios aymaras por el imperio incaico. Unos sostienen que los incas anexaron pacífica y respetuosamente a los aymaras para luego asimilar su cultura, una analo- gía de lo que los griegos fueron para los romanos. Sin embargo, otros sostienen que hubo cruentas guerras para la conquista del territorio y Estado aymara, y que durante el dominio Inca hubo bastantes rebeliones. Cualquiera que sea la verdad, los incas no consiguieron imponer el quechua sobre el aymara, específicamente en la meseta del lago Titicaca. Desde una perspectiva de unidad territorial, entre Perú y Bolivia, el río Desaguadero nos divide y une actualmente ambas patrias llamado: “Puente de Fraternidad” (Cuentas: 1968) que se debe tener en cuenta en los análi- sis y la contextualización. Al respecto la literatura oral tradicional, podría y viene a ser un referente importantísimo en la zona aymara.

2. El contexto geográfico actual de los aymaras

Aunque los censos expresan datos oficiales, por el dinamismo migracional de la población, es complejo determinar su número exacto, pero actualmente el millón seiscientos mil aymaras se concentran en las inmediaciones del lago Titica- ca, distribuidos en Bolivia, Perú, Chile y Argentina. La región aymara en Bolivia, según el censo del INE-Bolivia de 1992, muestra que el número de aymara hablan- tes bolivianos, entre monolingües y bilingües, es de 1.237.658 habitantes y mayori- tariamente están concentrados en los departamentos de La Paz, Oruro, Potosí y Cochabamba. En el Perú de acuerdo al censo del INEI-Perú de 1993 se indica que

3 Cf. Cieza de León, Pedro, Cáp. XCIX de Crónica del Perú.

Antropología Andina Muhunchik – Jathasa. V. 1, Nº 1, enero-julio 2014 51 Vicente Alanoca Arocutipa el número de aymara hablantes peruanos, entre monolingües y bilingües, es aproxi- madamente de 300.000 individuos, en su mayoría están concentrados en los depar- tamentos de Puno, Moquegua y Tacna. Este censo también revela que en el distrito de Tupe, provincia de Yauyos, departamento de Lima, deben existir menos de 600 hablantes del Jaqaru, la lengua hermana del aymara. En Chile, según el censo del INE-Chile de 1992, aproximadamente 50.000 habitantes chilenos hablan aymara siendo la mayoría de estos bilingües y están con- centrados en las regiones I y II (Tarapacá y Antofagasta). Respecto a la población aymara de Argentina, parece no haber datos estadísticos oficiales; sin embargo, existen varias organizaciones en el norte de este país, Jujuy y Salta, reclamando para sí la identidad aymara. A pesar de todo, sigue siendo complejo consensuar datos exactos, teniendo en cuenta el fenómeno migratorio que se viene generando en estos últimos años, ya sea a centros urbanos locales, regionales, nacionales e internacionales. Las fundaciones de las repúblicas de Perú, Bolivia, Chile y Argentina son las que se sobrepusieron a esta cultura y fue continuando, al igual que en la época de la Colonia, con homogenización y hegemonización de políticas nacionales bajo diversas formas y estrategias de “integración” como la educación y la evangeliza- ción que fueron minando las otras formas de sentir, vivir, pensar, convivir y accio- nar. El llamado que hizo San Martín a los indígenas para que se unieran a la perua- nidad, los empujó al caos (Anderson, 1997: 121). Es importante subrayar que la historia de estos pueblos no está registrada en la escritura, sin embargo, cada vez más sale a luz evidencias reales sobre el proceso histórico que transitaron. La confusión latinoamericana creó estas realidades ima- ginadas: Estados nacionales, instituciones republicanas, ciudadanías comunes, soberanía popular, banderas e himnos nacionales, etc. Esta se traduce en la homo- genización de la diversidad cultural y lingüística de los países, cuyas consecuencias llamados conflictos son las que afrontan los Estados actuales. En realidad, cada categoría usada para caracterizar el proceso político lati- noamericano ha sido siempre un modo parcial y distorsionado de mirar esta reali- dad. Esa es una consecuencia inevitable de la perspectiva eurocéntrica, en la cual un evolucionismo unilineal y unidireccional se amalgama contradictoriamente con la visión dualista de la historia; un dualismo nuevo y radical que separa la naturaleza de la sociedad, el cuerpo de la razón, que no sabe qué hacer con la cuestión de la totalidad, negándola simplemente, como el viejo empirismo o el nuevo postmo- dernismo, o entendiéndola solo de modo organicista o sistémico, convirtiéndola así en una perspectiva distorsionante, imposible de ser usada salvo para el error

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(Quijano, 1992: 242). Más allá de las posturas fundamentalistas y ortodoxas, desde nuestra perspectiva, la categoría aymara la contextualizamos y discurrimos en la línea de Panikkar (2007: 129), que cada cultura posee una visión del mundo y nos hace patente el mundo en que vivimos y en el que creemos estar. Cada cultura es una galaxia que segrega su autocomprensión y, con ella los criterios de verdad, bon- dad y belleza de todas las acciones humanas. Ello nos induce a concentrarnos en el contexto peruano actual, tampoco podemos evadir en realizar las correlaciones con los quechuas y amazónicos.

2.1. El ofuscamiento a los quechuas y aymaras

La opresión de unos pueblos por otros produjo el racismo. Ese racismo hace que el pueblo y la cultura de opresores se consideren a sí mismos superiores a los pueblos y a las culturas subordinadas. El racismo produce que el pueblo y la cultura oprimidos se consideren a sí mismos inferiores a los opresores. Este sentimiento de inferioridad se combina, convive y choca dentro de la sociedad oprimida y frecuen- temente aún dentro de la misma persona, con el sentimiento de rebeldía ante la opresión (Blanco, 2004:12). Éstas se manifiestan en actitudes en diversos espacios individuales y colectivos entre los aymaras, quechuas y amazónicos. La conquista española del imperio de los Incas se inicia con el engaño al Inca Atawallpa, y es tomado como rehén. Después de matar al Inca, los españoles contando con el respaldo militar y logístico de millares de nativos, rebeldes al domi- nio Inca, fueron prácticamente invencibles en los momentos decisivos de esta gue- rra de la conquista. Bastarían pocos años para que éstos aliados nativos se arrepien- tan de su fatal error. Pero ya era muy tarde, el imperio estaba destruido y todos sus pobladores, inclusive estos aliados, reducidos a condiciones sub-humanas. Durante la Colonia el estatus de los aymaristas y todos los otros nativos fue peor, inclusive a la de los esclavos africanos pues éstos últimos tenían algún valor en dinero mientras que la “indiada” se podía obtener gratis. Miles de aymaristas y otros indígenas murieron, forzados por los encomenderos que contaban con el consentimiento de las autoridades políticas y eclesiásticas españolas. Esta matanza alcanzó las mayores cifras en las minas de Potosí cuya riqueza de plata fue despilfa- rrada, entre otras cosas, en la llamada “armada invencible”. Este fue un verdadero genocidio por el que hasta ahora los descendientes de los antiguos nativos andinos (O’phelan, 1988), aún registran estos hechos en la memoria colectiva. Los grupos de patriotas que surgen de manera espontánea entre 1780-1783 en la región del altiplano qollavino, que constituye el actual departamento de Puno, forman tropas mal armadas vinculadas a los campesinos andinos de la región, que

Antropología Andina Muhunchik – Jathasa. V. 1, Nº 1, enero-julio 2014 53 Vicente Alanoca Arocutipa cuentan en sus filas con arrieros, trabajadores de minas y gente sin oficio, que ata- can en desorden, cuentan con mandos definidos, visten de cualquier manera, improvisan su armamento, buscan obtener un objetivo de carácter político: que es el rompimiento de los lazos coloniales hispánicos (O’phelan, 1988). Después de la batalla de Ayacucho en 1824, que fue la última de la guerra de la independencia, todos los territorios habitados por los aymaras estaban en el seno del territorio peruano. Pero un año después, en 1825, líderes de la región del Alto Perú, motivados por intereses personales y el centralismo limeño, deciden que esta ex-audiencia se convierta en la nueva república de Bolivia. El lago Titicaca y los aymaristas fueron separados en dos partes perteneciendo cada una a diferentes países. Años más tarde estalla la guerra del Pacífico que enfrentó Chile contra el Perú y Bolivia. Como las batallas decisivas de esta guerra que estuvo geográfica- mente enmarcada en los antiguos territorios de los Lupaqas y Qollas. Se puede deducir la alta cuota de sangre aymara derramada en esta guerra que ha carecido de cualquier sentido para este pueblo. Chile ganó esta guerra y con eso conquistó importantes territorios salitrero, cupríferos de Bolivia y Perú que mayoritariamente eran poblados por aymaristas. De esta manera intereses ajenos fueron los que sepa- raron a los aymaras en tres repúblicas diferentes. Ahora bien, en ese marco del proceso histórico del pueblo aymara se venía gestando diversas movilizaciones frente a los abusos que sufrían los pobladores aymaras. Del mismo modo se configuraba líderes locales. Pese a todo, debemos reconocer a algunos líderes aymaras que han realizado un trabajo honesto y entu- siasta por la causa aymara. Las voces de ellos demandando el reconocimiento de los valores de este pueblo, el respeto por la identidad y lengua, hacen que el “Pachakuti” 'tiempo de vuelta' (Llanque, 1990:143) se transforme de una lejana esperanza en algo factible. Este movimiento que se nota en muchos documentos y sitios esparci- dos por Internet, nos permite afirmar que el re-surgimiento de la lengua y cultura aymara parece tornarse una bella realidad al que debe prestarse debida atención. Puede ser que esté comenzando un nuevo capítulo en el libro de la historia del pueblo aymara. Para nosotros se está re-pensando sobre la cultura, la lengua y el territorio, pareciera que empieza una nueva etapa. La victoria de Evo Morales en Bolivia, ha despertado el interés en diversos ámbitos de la comunidad académica y política sea asumida no como un acto de triunfalismo fanático para quienes vamos en la línea de la lucha de los pueblos indígenas, sino, como un reto para la humani- dad. Seguramente con muchas limitaciones en direccionar, antes el Estado boli- viano y ahora el Estado Plurinacional de Bolivia es una muestra de repensar y actuar en el quehacer intercultural que conlleve a ser un Estado plural y diverso en el escenario de la globalización.

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Hay una larga data de la no participación de los aymaras, quechuas y amazó- nicos en los diferentes espacios públicos, políticos, sociales y culturales, no por inca- pacidad sino que fue objeto de exclusión y discriminación que aún transitan en estos espacios. Un claro ejemplo fue la educación oficial en sus diferentes niveles y modalidades. Los aymaras fueron prohibidos de ir a la escuela, más aún las mujeres, y si los hacían era de manera clandestina. Por tanto, se ha vivido procesos de larga lucha por tener acceso a la educación. Se establecieron algunas escuelas “clandestinas” para aprender a “leer y escribir” el castellano, estas escuelas fueron quemadas o sus promotores fueron apresados. Manuel Z. Camacho, fundó en 1903 en Utawi-Laya, en el distrito de Platería, provincia de Chucuito, la primera escuela indígena en Puno. En 1905 Camacho fue apresado por el gobernador de Chucuito y se cuenta que fue ordenado por el Obispo Valentín Ampuero. En el caso de acceso al nivel secundario en Puno fue más restringido y era controlado por el poder de la iglesia. Muy pocos aymaras accedieron a los colegios que se habían creado en las diferentes provincias. El acceso a la universidad era más restringido por no decir “prohibido” y no se pudo acceder por muchas limitacio- nes. No en vano las universidades más antiguas en el país están en Lima, Arequipa y Cusco. Muy pocos accedieron a éstos claustros. Muchos que salieron nunca regresaban a sus pueblos o se desligaban de sus quehaceres. Esta generación de aymaras que no tuvo acceso a los espacios académicos, estaba obligada a cumplir o ser reclutada para el ejército. En el pensamiento de Aristóteles, “hay seres que desde su nacimiento están destinados a mandar o a obedecer, es decir unos nacieron para obedecer y no para mandar” (Aristóteles, 2003 [1509]:18). En los cuar- teles de Puno, Juliaca, Pomata, Huancané, Ilave, Mazocruz, Chiluyo, Santa Rosa y Challapalca estaba la gente aymara o quechua, y el máximo grado que podían alcanzar era el de sargento, o en todo caso reengancharse, para llegar a ser subofi- ciales y técnicos. Ser primero recluta o llamado en la jerga militar “perro” luego, soldado, cabo y sargento. Una clara discriminación hacia estos pueblos por parte del sistema oficial. El rango de oficiales era para los mestizos. Hay un proceso de lucha y sacrificio por el acceso a estos espacios que aún cuesta comprender y estas experiencias la sopesan los padres o familiares de procedencia aymara, como sucede para los quechuas y amazónicos en el país. Sin embargo, la convicción, el coraje y la sabiduría de los jóvenes son aprovechados para enrolarlos en las filas del ejército.

Antropología Andina Muhunchik – Jathasa. V. 1, Nº 1, enero-julio 2014 55 Vicente Alanoca Arocutipa

El campo de la construcción civil se convirtió en una de las actividades y estrategias de sobrevivencia para los aymaras en las diferentes ciudades del sur. Las grandes construcciones de infraestructura fueron realizadas por las manos ayma- ras. Aprendieron el uso de la plomada, del nivel, del metro, la escuadra, etc. Se con- vertía en obrero, era su puesto destinado de por vida. Parecía lejos alcanzar a ser ingeniero, porque eso era de los mestizos. La coca y el alcohol completaban su fuerza y coraje en estas construcciones en las capitales de provincia y las ciudades de Puno, Arequipa, Lima, etc. El acceso a esos espacios de construcción era a tra- vés de compadres o vía patrones. Sin embargo, en la actualidad, muchos hijos de obreros son ingenieros civiles o algunos tienen otras especialidades de la ingeniería. Por otro lado el obrero ya es especialista y domina diversos campos de la construc- ción civil. El campo de la administración pública no era para el aymara o quechua, por- que estaba vetado a asumir u ocupar cargos de autoridades, por diversas razones sobre todo de racismo enmascarado en los rezagos coloniales de exclusión y racis- mo; el indígena está en todo lugar se le encuentra con su poncho, descalzo, cruzán- dose en la calle Lima con abogados y médicos, es decir, con los “doctores” (Bou- rricaud, 2012: 47). Los jueces, los gobernadores, los funcionarios o los puestos de dirección o decisión eran ocupados por los mestizos, o llamado “mistis” a quien el indio debía obediencia y benevolencia. Aún en pleno 2014 no se ha superado, la academia de donde salieron hijos de quechuas y aymaras cayeron muchos en la fala- cia de racismo tembleque que a veces se convierte en el enemigo de los mismos quechuas y aymaras, aunque siente algo, habla por ellos cuando le conviene. A pesar de esta situación tan delicada y compleja hay un cambio paulatino que de alguna manera van dando sentido a las prácticas culturales y sobre todo ceñi- dos en los principios éticos morales andinos, que se expresan en algunos servido- res de la administración pública y privada que tal vez no es tan visible. La gran can- tidad de migrantes aymaras y quechuas que llegaron a las ciudades de Puno, Juliaca o Ilave, han sabido recrear y afrontar la vida, llegaron como triciclista, ahora son taxistas, el ambulante es ahora un gran comerciante, o como el caso los de Unica- chi u Ollaraya en Lima tiene grandes centros comerciales, como en las otras ciuda- des como Tacna, Arequipa y Cusco. A pesar de ser un problema, en los últimos cua- renta años, la migración indígena ha hecho que la población urbana se quintupli- que y que necesariamente la ciudad se reorganice (De Soto, 1986: 3). No hay que perder de vista el tema del narcotráfico y la violencia política que arrasó la región, son problemas que hay que afrontar con mucha finura, porque puede ser suscepti- ble y sobre todo es muy sensible por las reacciones que pudieran ocasionar en los diversos pueblos.

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Los fenómenos naturales como las inundaciones y las sequías en la región del altiplano fue uno de los factores que obligaron a las grandes migraciones a diversas ciudades del país. Por ejemplo, se decía que en 1982 a pesar de la saca nor- mal de 10 a 12 % de ganado, la mortalidad alcanzaba 24,450 vacunos, 227,250 ovi- nos y 225,000 alpacas (Paredes, 1983:110). Esta situación marcó grandes cambios, no solo en el aspecto de la cuestión agropecuaria sino que en el aspecto social, cul- tural, político y ambiental de la población aymara se puede percibir que el número de empadronados en la comunidades aymaras no ha crecido, siendo uno de los fac- tores la emigración. Otro de los aspectos que ofuscó la representación quechua y aymara en el escenario de la política fue la ocurrencia de desastres naturales, situación que fue capitalizada por los diversos grupos y personajes de la política criolla como el caso de Acción Popular, luego por el Partido Aprista (APRA) con Alan García; Alberto Fujimori; inclusive por Valentín Paniagua, Alejandro Toledo y ahora por Ollanta Humala. Los pueblos indígenas u originarios en el Perú, como tal nunca tuvieron una representación legítima en el poder ejecutivo, legislativo ni mucho menos en el poder judicial. Si uno realiza un recuento de estos últimos años sobre la representa- ción aymara y quechua o amazónico en las esferas del poder, no existe aún, es un espacio por conquistar. Sin embargo, esta afirmación parecería incierta si se hace referencia a la ex congresista Paulina Arpasi en el periodo presidencial de Alejan- dro Toledo, a en el periodo de Alan García, o a en el actual gobierno, que si bien son de procedencia quechua o aymara, fueron absorbi- das por grupos políticos nacionales, que aún están lejos de acoger o encarnar la pro- blemática de los pueblos indígenas. Tal vez sea saludable esta acogida o refugio en estos grupos de poder perso- nal o de élite, lo que se trata es que los pueblos indígenas no necesitan estar refugia- dos o cobijados en estos espacios donde sus plataformas están lastrados de racis- mo, odio y sus manos manchadas de sangre y denigrados de corrupción, sino tiene que ser más visible y participar con decencia y respeto en la construcción del país, aunque parezca sueño o utopía esa es la asignatura pendiente por resolver en el Perú. Tarea complicada y difícil, pero posible de realizar, no es más que un sincera- miento y compromiso como planteó Arguedas el país de todas las sangres. Otro escenario complejo y controversial es el tema de los gobiernos regio- nales y locales, en Puno como región tuvimos hasta ahora tres presidentes regiona- les, iniciado por Romeo Paca de las filas de la izquierda que no terminó su gestión. Fue complicado porque se había creado la región “José Carlos Mariátegui” con los departamentos de Tacna, Moquegua y Puno. Luego vivimos una segunda expe- riencia con David Jiménez Sardón del movimiento MARQA que como slogan

Antropología Andina Muhunchik – Jathasa. V. 1, Nº 1, enero-julio 2014 57 Vicente Alanoca Arocutipa manejaba: “Construir la nación Quechua y Aymara”, puro discurso y con pocos elementos de contenido de reivindicación. Luego llegó Hernán Fuentes Guzmán, quien planteó el federalismo a raíz de grandes problemas sobre el orden adminis- trativo que encontraba durante su gestión. Por su propuesta federalista fue denun- ciado, tal vez el error que le hizo descarrilar fue su formación ideológica ortodoxa de izquierda, que hizo que descuidara por mucho tiempo los grandes problemas de la población indígena. Al parecer se hizo costumbre las formas de ganar las elecciones en el país, sobre todo en la región Puno, que los que tienen poder mediante los medios de comunicación, son presidentes regionales, alcaldes y congresistas. Muchos han aprovechado con habilidad para engatusar a la población quechua y aymara de la región, este es el caso de Mauricio Rodríguez quien funda radio Pachamama, y pare- cía creíble cuando salía todos los días en su programa “Valgan Verdades”; tras for- mar con un grupo de amigos el Proyecto Político “Aymaras y Quechuas Unidos e Integrados” (AQUÍ), gana las elecciones y se convierte en uno más en la historia política regional. Una gestión desastrosa que no puede encaminar la solución de los diversos problemas de la región. A pesar de que su slogan reza: “honesto y pro- ductivo” éste se va diluyendo en la altanería y la soberbia. Una vez más se defrauda al pueblo quechua y aymara de la región Puno. Los sucesos de 2011 denominado como “aymarazo” ocurridos en Puno, de cuyo desenlace a parte de la agitación social, es responsable la gestión de Rodrí- guez, por varias razones y una de las fundamentales es que desde sus inicios más allá de buscar diálogo con la población aymara salía a confrontar, acusándolos de “revoltosos” inclusive vinculándolos con el Movimiento por la Amnistía y Dere- chos Fundamentales (MOVADEF), podría ser este o no la situación, pero lo cierto es que el punto de desliz estaba en el territorio de la región, eran pobladores ayma- ras de la zona sur. Rodríguez intentaba justificar su irresponsabilidad cuando era incontrolable la situación. No hay que olvidar de que nos encontramos con estruc- turas más heterogéneas y complejas. La libertad y la prosperidad de los ciudadanos no dependen ya sólo del gobierno de una determinada región o de un determi- nado Estado sino también de la capacidad de gobierno. La otrora situación es el tema de los gobiernos locales, existen aún ciudades con fuerte rezago colonial y mestizaje, gente con posturas racistas que sienten odio hacia los indígenas. Para los quechuas, aymaras y amazónicos es relativamente nuevo la conducción de los gobiernos locales y provinciales, el asunto se complica más aún cuando por elección popular se eligen como alcaldes y regidores a indivi- duos que no tienen instrucción. Un claro ejemplo es el ex alcalde de la provincia de Chucuito Eugenio Barbaito Constanza, quien fue vacado de su cargo por motivos

58 Antropología Andina Muhunchik – Jathasa. V. 1, Nº 1, enero-julio 2014 La vigencia de cultura aymara en el escenario actual del Perú de cometer actos de nepotismo según la Resolución 091-2008-JNE del Jurado Nacional de Elecciones de fecha 15 de Mayo de 2008. Tal vez se comete con cierta ingenuidad este tipo de actos a nivel de los alcaldes en los diferentes pueblos de la región. Pero se aplica la norma como la ley de la copa de champán “ancho para pocos y corto para muchos” mostrando de lo más peor al aymara como un perso- naje incapaz, mediocre, paria y salvaje. Lo cierto de esta situación es que son expe- riencias nuevas para muchos aymaras y los sistemas de control de gestión munici- pal es nuevo y cada vez más se va renovando y recreando. Esta situación amerita esfuerzos colectivos e individuales en el tema de gestión municipal. Pero, es cierto también que muchos alcaldes cayeron en actos de corrupción en combina con gente de su entorno que hacen quedar mal a la cultura aymara. Ahora bien, éstas fueron algunas cuestiones que ofuscaron y que ofuscan la constancia de la lucha de los pueblos que claman desde los diversos escenarios el respeto y dignidad en este torrente de la globalización capitalista. A pesar de todo la cultura aymara está vigente, sobre todo en la región Puno. En la actualidad los aymaras de la región Puno habitan en las provincias de Huancané, Moho, Yunguyo, Chucuito y El Collao. A continuación presentamos la siguiente información.

Tabla 01 Provincias aymaras, población y número de distritos

PROVINCIA CAPITAL POBLACIÓN Nº DISTRITOS HUANCANE Huancané 69 522 hab. 08 MOHO Moho 27 819 hab. 04 YUNGUYO Yunguyo 47 400 hab. 07 CHUCUITO Juli 126 259 hab. 07 EL COLLAO Ilave 81 059 hab. 05

Fuente: INEI: Resultados del censo 2007 y Almanaque Estadístico de Puno 2003.

En la actualidad se tiene seis provincias aymaras en la región Puno, éstas cir- cundan el lago Titicaca, y están conectadas no solo por otras provincias de la región, sino que rebasan los límites regionales y nacionales, como se precisará más adelante, eso es una muestra de la vigencia de la cultura aymara, a pesar de que sus autoridades vienen enfrentando problemas locales, la población va recreando desde sus prácticas esperanzas de vida y de crianza. Aquí hay que destacar que en la

Antropología Andina Muhunchik – Jathasa. V. 1, Nº 1, enero-julio 2014 59 Vicente Alanoca Arocutipa región de Tacna y Moquegua existen poblaciones aymaras que no sólo son migran- tes, sino que siempre han sido territorios aymaras.

2.2. Los estudios y estudiosos actuales sobre la cultura aymara

Desde nuestro punto de vista, el interés por la cultura y la lengua aymara se inicia en la época colonial; es sabido que anterior a ello nuestra historia fue oral, pues era una sociedad ágrafa. Se registra la vivencia y la sabiduría en la memoria colectiva, la cual se ha venido transmitiendo de generación a generación. La natura- leza y su lenguaje aguardaban los cánones de la crianza de la vida. En este contexto, identificamos tres etapas o procesos sobre los estudios y estudiosos de la cultura aymara. Una primera etapa es la de los cronistas quienes fueron los primeros que se legitimaron la autoría y sabiduría de las culturas de la periferia, desde allí ahora podemos descifrar la historia de nuestros pueblos. No hay que olvidar que esta etapa fue cruel para los aymaras. Se ha producido literatura referida a cuestiones de tributos o relacionados a la cuestión administrativa, y el tema de la evangelización o catequización, se han traducido los rezos del catolicis- mo, con mucho contenido doctrinario. Es fundamental el aporte de Bertonio (1612), pero el diccionario sobre la lengua aymara, no sólo debe ser leído desde la lingüística histórica aymara, sino desde otras ópticas, como la filosófica, la socioló- gica, la antropológica y la pragmática. Una segunda etapa es el momento de la República. La independencia del Perú, para los pueblos, como los aymaras, significó sólo cambio de patrón, antes de ello era el español y en la República lo era el criollo, el mestizo o el propio aymara que se vino refinando a nombre y en nombre de los aymaras. En el caso peruano o concretamente en Puno como región, lideraba la iglesia sobre estudios relaciona- dos o referidos a la cultura aymara. Desde 1821 hasta más o menos 1990 fue un escenario de oscurantismo sistemático sobre la cuestión aymara. Mientras desde la plataforma del quechua fue importante la producción de diversas obras literarias referidas al indigenismo con sabores y olores racistas, lo cierto es que existe una generación de “mestizos” que han copado temáticas indígenas, desde Valcárcel hasta Arguedas y Mariátegui, entre otros eran y son referentes legitimados por la academia, o algunos con ingredientes de marxismo ortodoxo pretendieron llenar las tribunas o espacios aymaras. En 1990 mientras Europa se alistaba para celebrar los 500 años de conquista de América por Cristóbal Colón, han ido surgiendo y emergiendo iniciativas significativas sobre los aymaras, desde diversas lógicas y cali- bres que cuestan aún comprender.

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Un tercer momento o etapa de los estudios o estudiosos aymaras en el caso de Puno, es a partir de esta fecha, consideramos utilizar esta categoría “actual” por cuestiones metodológicas. Es necesario descifrar el interés por la cultura aymara, cualquiera sea la óptica de los estudios y estudiosos actuales. Desde nuestros lentes identificamos tres líneas muy claras referidas a la temática aymara. Algunos de mucha relevancia por sus aportes en comprender y visibilizar mejor los diversos retos y derroteros que ha transitado este pueblo, pero tal vez poco creíble por la aca- demia; mientras otros con cierto matiz colonial utilitarista se embalsa con mucha finura la máscara aymara, parece más creíble y fiable, pero es muy tramposo y al parecer se legitima en el debate académico, sobre todo en la arena intelectual. Por otro lado, se puede identificar posturas totalmente estigmatizantes, marcados en un racismo recalcitrante hacia estos pueblos, se puede decir que estas posturas vie- nen de las canteras del mestizaje, o tal vez muchas veces son y vienen de escena- rios aymaras. Por otro lado, se identifica varias líneas de trabajo de la temática aymara, como: lingüística, filosófica, tecnológica, teológica, entre otros. Desde nuestra óptica consideramos tres grupos de estudiosos de la cuestión aymara, tal vez exis- tan otros trabajos referidos a la cultura y la lengua de profesionales aymaras en la región, el país y el extranjero, aún nos cuesta entender esta mixtura de produccio- nes, pero son ingredientes importantes en los procesos de convivencia de la diver- sidad y de la pluralidad. No aymaras — Xavier Albó — Diego Irarrazaval — Lucy Briggs — Martha Hardman Aymaras puneños — Domingo Llanque Chana — Dionisio Condori — Felipe Huayhua — Victor Ochoa Villanueva — Walter Paz Quispe Santos — Vicente Alanoca — Pedro Arias — Henry Mark Mamani — Peruko Copacaktiy — Jaime Barrientos

Antropología Andina Muhunchik – Jathasa. V. 1, Nº 1, enero-julio 2014 61 Vicente Alanoca Arocutipa

— Roger Gonzalo — José Luis Ayala — Saturnino Callo — Julián Mamani Aymaras bolivianos — Juan de Dios Yapita — Felix Payrumani — Vicenta Mamani Estos personajes son los más visibles en los diversos escenarios de la acade- mia y en los espacios de la reflexión, es sabido que todos ellos y otros ayudan a coadyuvar en la vigorización de la cultura aymara. Por otro lado, existen trabajos de mestizos y criollos que han asumido un compromiso con las lenguas andinas y las culturas, pero también hay gente que trafica con la lengua y la cultura. En este traji- nar se abre un interés generalizado por las lenguas andinas y amazónicas desde diversas instituciones públicas y privadas, a pesar de las limitaciones el tema de Edu- cación Intercultural Bilingüe que se viene desarrollando en contextos quechuas y aymaras que conocemos, va teniendo cierta acogida, por ejemplo se instaló un “co- legio aymara” en el distrito de Ácora, la Escuela Intercultural Bilingüe en Puno, son iniciativas importantes. Así podemos identificar experiencias importantes tal vez aún faltan desarrollarse con más incidencia, pero ya es un buen indicador recono- cer las actitudes que se han asumido por la lectura y la lengua. En suma a pesar de la adversidad, la cultura aymara sigue vigente en el con- texto peruano, no sólo como una cuestión lingüística, sino como un resurgir de su cultura desde los mismo actores sociales, que se convierte en una esperanza y alter- nativa para un país plural y diverso.

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