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LOS EFECTOS ECONÓMICOS DE LA EXPO ZARAGOZA 2008 Libros FUNDEAR LOS EFECTOS ECONÓMICOS DE LA EXPO ZARAGOZA 2008 José María Serrano Sanz, U. de Zaragoza y Fundear (Coordinador) Ana Gómez Loscos, Fundear y U. de Zaragoza Luis Pérez y Pérez, CITA y U. de Zaragoza Jaime Sanaú Villarroya, U. de Zaragoza Isabel Sanz Villarroya, U. de Zaragoza Fundación Economía Aragonesa Zaragoza 2009 © de la edición, Fundear 2009 © del texto, los autores, 2009 Edita: Fundear ISBN: 978-84-613-2505-4 Depósito Legal: Z-2268-2009 Diseño Gráfico: Batidora de Ideas Imprime: INO Reproducciones, S.A. Las opiniones vertidas en esta colección de Libros Fundear son responsabilidad de los autores. Se autoriza la reproducción parcial para fines docentes o sin ánimo de lucro, siempre que se cite la fuente. Los efectos económicos de la EXPO Zaragoza 2008 Índice Prólogo: Juan Alberto Belloch Julbe, Alcalde de Zaragoza . 7 Introducción . 9 Primera Parte: La Exposición Internacional de 2008 . 21 1. Precedentes . 23 2. De la candidatura a la inauguración . 37 3. La oferta: tres meses de muestra . 51 4. La demanda: los visitantes y su perfil . 69 Segunda Parte: Los efectos económicos . 85 5. La economía aragonesa . 87 6. Los grandes eventos y la economía . 113 7. Efectos estáticos de la Expo 2008 . 137 8. Efectos dinámicos de la Expo 2008 . 159 Conclusiones . 171 Anexos . 177 Referencias bibliográficas . 197 Índice de Planos, Cuadros y Gráficos . 203 5 Prólogo Prólogo Juan Alberto Belloch Julbe Alcalde de Zaragoza Zaragoza es mejor. El año 2008 ha significado un renacimiento del carácter fundacional de la ciudad. Nacida en la confluencia de tres ríos con vocación de estructurar un amplio territorio, Caesaraugusta ha afronta- do su tercer milenio confirmando sus vínculos con el agua y fortaleciendo su condición estratégica de punto de encuentro entre diferentes pueblos y culturas. La ciudad despidió el siglo XX generando una ilusión, buscando con- sensos, aunando voluntades, creando un proyecto de ciudad catalizado por la candidatura de Zaragoza para la Exposición Internacional de 2008. A finales de 2004, se cumplió el primer objetivo: Zaragoza convenció al Bureau Internacional des Expositions en Paris y se impuso a Tesalónica y Trieste para ser la sede de la Exposición Internacional. En el 2005 se constituyó la Sociedad Estatal Expoagua Zaragoza 2008 para el desarrollo de la exposición y se reformuló el Consorcio Expo Zaragoza 2008 para coordinar el Plan de Acompañamiento que supondrá una inversión notablemente superior a la de la propia Expo y dejará a la ciu- dad dotada para nuevos desafíos y retos. Inmediatamente se emprendió la tarea de construir las infraestructuras y equipamientos necesarios en ape- nas dos años y medio y de definir y programar los contenidos expositivos y los espectáculos capaces de atraer el interés de millones de personas de todo el mundo. Zaragoza dejó de ser la ciudad de paso equidistante de Barcelona y Madrid para convertirse en un punto de encuentro internacional. Participaron más de 100 países, además de la totalidad de las comunida- des y ciudades autónomas españolas, organizaciones internacionales, empresas y ONGs. 7 J.M. Serrano Sanz (Coord.), A. Gómez Loscos, L. Pérez y Pérez, J. Sanaú e I. Sanz El legado de la Exposición es impresionante en todas las dimensio- nes, muchas de ellas intangibles pero no por ello menos significativas y valiosas. Se cerraron los cinturones viarios, se construyeron tantos puentes como en sus dos milenios de historia, se construyó una nueva terminal para el aeropuerto y se puso en marcha una línea ferroviaria de cercanías. Las infraestructuras viarias extienden sus largos tentáculos en red a los princi- pales centros demográficos y de actividad del cuadrante nororiental de la Península Ibérica. Las riberas del Ebro forman un corredor verde y azul de más de diez kilómetros. Los sotos y jardines, los quioscos, las obras de arte, los carriles bici y paseos peatonales continuos por ambas orillas, los nuevos puentes y pasarelas, los embarcaderos y centros lúdicos y deportivos pueblan las ori- llas de lo que fue en otro tiempo un temido y olvidado curso fluvial. El Canal Imperial de Aragón ha revestido sus orillas de un parque lineal constituyen- do el eje estructural de la red de espacios verdes de la ciudad por el sur. El recinto de la Exposición se transforma en un parque empresarial integrado en un sistema de equipamientos culturales. Pabellón Puente y la Torre del Agua albergarán programas museísticos, el Pabellón de España el Instituto Internacional del Cambio Climático, y el Palacio de Congresos y el Acuario ya desarrollan su actividad. El legado intelectual se ha recogido y sistematizado en la Caja Azul, que hace accesibles miles de documentos —textos, presentaciones, vídeos, fotografías, noticias, y demás obras —surgido de conferencias, talleres, debates y actuaciones diversas celebradas en la Tribuna del Agua o deriva- das de sus diversos instrumentos. Constituye un amplio y variado acervo de divulgación y consulta para expertos, estudiantes periodistas y gran público. La ciudad inicia los preparativos para un nuevo encuentro, Expo Paisajes 2014, que trata de destacar la situación estratégica de España en el mundo frente a los nuevos desafíos de la producción agrícola, las energí- as renovables y la biodiversidad en el escenario del cambio climático y la crisis económica mundial. Una nueva ciudad se vislumbra, más integrada, más compleja, con mayor capacidad de intercambio, más sostenible, entrenada para nuevos retos, orgullosa de si misma y de sus capacidades, sin complejos, sin deter- minismos fatales, intercultural y abierta. 8 Introducción Introducción La Exposición Internacional Zaragoza 2008 “Agua y desarrollo sosteni- ble” se ideó desde la convicción de que ayudaría a la ciudad a dar pasos decisivos en su modernización y su proyección, pero también desde la pre- sunción de que sus efectos directos sobre la economía aragonesa serían posi- tivos y no desdeñables. Medir esos efectos es el objeto del presente libro. Zaragoza en la era de las Exposiciones A mediados del XIX Europa no sólo era recorrida por un fantasma que atemorizaba, como dijera Carlos Marx, sino también por una idea que inspi- raba confianza, el progreso. Sólo tres años después de los trastornos del 48, precisamente el 1 de mayo de 1851, abría sus puertas en Londres la “Gran Exposición de los trabajos de la industria de todas las naciones”, la que es generalizadamente considerada la primera Exposición Universal. Había habi- do otros certámenes anteriores en diversos países, incluida España, pero aquélla resultó incomparable y abrió una nueva era que llega hasta hoy. A Londres acudieron 25 países a exhibir sus productos y la muestra tuvo seis millones de visitantes, unas cifras insólitas hasta entonces. En Londres se alzó un edificio emblemático, el Crystal Palace, inaugurándose así una asociación entre Exposiciones, arquitectura y urbanismo que alcan- za también a nuestros días. Pero Londres encarnó sobre todo, la idea de que la cooperación entre países diversos, al servicio del progreso, era un horizonte posible y deseable; otro principio vivo en la cultura de las Exposiciones. Laureano Figuerola, un economista español que visitó Londres, creía haber participado en una nueva cruzada convocada por la religión del progreso. Y Emilia Pardo Bazán, medio siglo más tarde, al visitar el certamen de 1900 en París anota que “vengo a ella con la fe en el pro- greso que siempre me alentó”. Tanto éxito multiplicó las muestras en los años siguientes, así como la atención a ellas dedicada. Francia, en particular, acogió la idea con singular 9 J.M. Serrano Sanz (Coord.), A. Gómez Loscos, L. Pérez y Pérez, J. Sanaú e I. Sanz entusiasmo y convirtió a París en la ciudad de las Exposiciones durante la segunda mitad del XIX; se celebraron nada menos que 5: en 1855, 1867, 1878, 1889 y 1900. Por eso no es de extrañar que a comienzos del XX Fran- cia protagonizara también los intentos de institucionalizar y regular la organi- zación de estos eventos, finalmente alcanzada en 1928 y que el Bureau International des Expositions (BIE), naturalmente, tenga su sede en París. Pero no sólo París, otras ciudades participaron también desde media- dos del XIX del entusiasmo por las Exposiciones. Tras Viena en 1873, Filadelfia fue en 1876 la primera ciudad no europea en organizar una mues- tra, para conmemorar el centenario de la independencia de los Estados Unidos. Y Barcelona en 1888, fue la primera ciudad española sede de una Exposición, según el cómputo actual del BIE. Llegado el siglo XX continuó el mismo frenético ritmo de certámenes hasta la primera guerra mundial que, en muchos sentidos, representó el final de aquella fe confiada o incluso ciega en el progreso, de que se hablaba hace un momento: Saint Louis, Lieja, Milán, Bruselas, Turín y Gante fueron las citas de aquellos tres lustros. El epílogo en 1915 lo puso San Francisco, cuando los Estados Unidos aún se veían ajenos al conflicto iniciado tras Sarajevo. Después no hubo nada hasta 1929, precisamente el año de la otra crisis económica, y en Barcelona, aunque con el discreto apoyo de Sevilla. La depresión no fue un obstáculo; por el contrario pareció un estímulo, pues en los treinta se celebraron exposiciones en Chicago, Bruselas, Estocolmo, París, Helsinki y hasta Lieja y Nueva York nada menos que en un mismo año, en 1939. Si el término de la primera guerra mundial había paralizado largos años las exposiciones, el final de la segunda representó todo lo contrario, pues entre 1947 (París) y 1958 (Bruselas) se celebraron otras once. Para entonces el BIE había ordenado las muestras (en realidad desde los años treinta) y primaban las especializadas. En todo caso continuaba la fiebre de las exposiciones que ya no amainaría. Desde el comienzo de los años sesen- ta hasta Zaragoza 2008 se organizaron veinticuatro, incluída Sevilla-92.