Valladolid Durante Los Tiempos Visigodos
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VALLADOLID DURANTE LOS TIEMPOS VISIGODOS Si bien la presencia visigoda fue importante en la actual provincia va- llisoletana, no existen fuentes literarias que de forma directa mencionen esta región. No cabe duda, sin embargo, de que las angustiosas noticias, deparadas por Hidacio en su crónica sobre la situación de hambre, peste, devastaciones y otras calamidades' afectaron también a esta provincia, la cual, por su situación geográfica central, era proclive a ser propicio esce- nario para las correrías de los pueblos invasores. A partir del momento en que, concluido el bienio de las devastaciones (409-411), un nuevo orden quedara establecido en Hispania, primero con la ocupación de las diferentes regiones peninsulares por los pueblos ger- mánicos, y después -cuando algunos de ellos ya habían emigrado fuera del territorio peninsular o habían sido prácticamente exterminados por el Imperio con la ayuda de las armas visigodas- con la constitución de¡ rei- no suevo como entidad política relevante en Hispania, la zona vallisole- tana iba a quedar al margen de los enfrentamientos que habrían de pro- ducirse entre este pueblo del noroeste peninsular y el poder imperial, hasta que Eurico decidiera incorporar la Península al reino visigodo de Tolosa. Los años que van desde la muerte de Eurico a la derrota de las fuerzas visigodas ante los francos en Vouillé señalan la ocupación y estabilización del reino visigodo de Tolosa sobre buena parte del territorio peninsular. En estos momentos, salvo la zona noroccidental de la Penfnsula y las áreas cantábricas y vasconas, prácticamente independientes durante el período precedente, el resto de la Península Ibérica debió de estar bajo el dominio directo, o al menos bajo la influencia, del reino tolosano. Y será este territorio hispano, en principio mera área de influencia visigoda, el que a partir del último decenio del siglo V, se convierta en sede de ocu- pación definitiva por parte de este pueblo germano asentado hasta enton- ces en el actual mediodía francés. Sin entrar en el tema de una posible ocupación militar del territorio de Tierra de Campos -dentro del cual se incluye la actual provincia va- llisoletana- en los tiempos del monarca Teodorico 11, con la finalidad de contener la expansión oriental de los suevos, la Crónica de Zaragoza ' HIDACIO,Continuatio Chronicorurn Hieronymianorum, ed. Th. MOMMSEN, MGH, Chron. Min. 11, Berlín, 1894, p. 17, 48. ANGELES ALONSO ÁVILA CODIGO ENTERRAMIENTOS A) Enterramientos sueltos ................ o B) Necrópolis ................................. OBJETOSDE ADORNO A) Anillos-sortijas ........................... B) Brazaletes-pulseras ..................... () C) Broches-hebillas-complementos ..... Q H) Pendientes-zarcillos .................... e OBJETOS CERÁMICOS............................... + OBJETOS DE VIDRIO ................................ + PIZARRAS............................................. x RESTOSCONSTRUCTIVOS Y DECORATIVOS ..... X\ Ú~LESDE GUERRA ................................ 8 ÚTILESDE TRABAJO ................................ o MEDINA DE RlOSECO PENAFLOR CASTROVERDE SAN CEBRIAN DE KIRNIJA FUENSALDANA Qg' DE MAZOTE 0 WAMBA -0 X VALLADOLID X PADILLA DE CASTRsZASEANCAS X TUDELA QUINTANILLA DE 0 DE ARRIBA 6.Q I BOEClLLO # HERRERA SAN ROMAN DE HORNIJA r3 SERRADA P POLLOS Valladolid VALLADOLID DURANTE LOS TIEMPOS VISIGODOS 247 aporta noticias, relativas a los años 494 y 497, que hablan de una nueva penetración2. Las migraciones góticas a tierras de Hispania dieron lugar a dos tipos de asentamiento, uno de carácter popular y otro de naturaleza aristocrá- tico-militar. El pueblo visigodo que llegó a Hispania desde finales del si- ;lo V era todavía un grupo popular con una serie de rasgos diferenciales -religión arriana, indumentaria, objetos de adorne que dejaron una inequívoca constancia arqueológica. El poblamiento compacto y su religión arriana explican la existencia durante el siglo VI de cementerios propios, cuya localización se distribuye por un área que teniendo como centro la provincia de Segovia, se extiende por las regiones colindantes, dentro de las cuales Valladolid se halla incluido. Sería entonces la zona norte de la Meseta Castellana la sede de aque- llos grupos populares godos dedicados a la agricultura, la ganadería o fi- nes semejantes, en tanto que los militares y la nobleza se establecerían en las grandes ciudades o permanecían en la Narbonense, por conservar esta provincia todavía su valor estratégico3. El estudio de tales asentamientos se realiza fundamentalmente a tra- vés de los hallazgos arqueológicos de tipo industrial que han proporcio- nado estas necrópolis castellanas datadas en el siglo VI; es ésta la época en la que, los visigodos, aún no fusionados con la población hispanorro- mana, conservan unas artes industriales que, originadas en el tiempo en que el pueblo godo habitaba las regiones del sur de Rusia, se muestran en la Península Ibérica con todo su esplendor. Integran este conjunto ar- queológico caracterizado por su uso ornamental, de forma preferente los broches y placas de cinturón de tipo rectangular y las fíbulas, cuyo perío- do de vigencia concluye al final del siglo VI; al margen de estos objetos típicamente visigodos aparecen pendientes y zarcillos, brazaletes y co- llares. En el siglo VII, cuando la unificación religiosa de la Península haya anulado el signo distintivo del arrianismo de un grupo determinado de población, y la desaparición de sus signos diferenciales propios como con- secuencia del intercambio de ideas y modas entre los distintos grupos étnicos integrantes de la sociedad hispana hagan más difíciles de identi- ficar las sepulturas de los individuos de raza gótica, otro factor parece Chronicorum Caesaraugustanorum Reliquae, ed. Th. MOMMSEN,MGH, Chron. Min. 11, Berlín, 1894, p. 222 ad. a. 494; ad. a. 497. W. REINHART,«Sobre el asentamiento de los visigodos en la Península», AEArq. 18, 59, 1945, p. 134. 248 ANGELES ALONSO AVILA reflejar la permanencia de las poblaciones campesinas visigodas en la an- tigua región de las necrópolis, las sedes episcopales. En un mapa eclesiástico que comprenda las diócesis de la Meseta Su- perior, se comprueba que en una amplia zona que incluye la extremidad noroeste de la Cartaginense y las tierras de la Lusitania, la proporción de obispos góticos, o al menos con nombre de origen gótico, es notablemen- te alta. Esta concentración de prelados no parece tener otra explicación que la permanencia en esta región de una población germánica de cam- pesinos para cuyas necesidades espirituales los prelados de su mismo ori- gen étnico serán los más idóneos4. Es cierto que la actual provincia va- llisoletana no contó con sede episcopal durante los tiempos visigodos, sin embargo, las necesidades espirituales de los godos asentados en este te- rritorio, fácilmente estarían cubiertas por los obispos de Segobia, Palentia u Oxoma, localidades donde se tiene constancia de silla episcopal. Por tanto, en lo que a las fuentes literarias hace referencia, ya somos conscientes de un hecho, la ausencia en las mismas de toda referencia di- recta -aunque quizá no indirecta- a la actual provincia vallisoletana; será, sin embargo, ésta una circunstancia fácilmente comprensible si se tiene en cuenta la situación geogáfica de la provincia. En efecto, la capital del reino visigodo hispano, si bien durante la primera mitad del siglo VI fue itinerante, esta movilidad nunca recayó en las zonas septentrionales de la Península, y después, culminado ese período, cuando la progresiva unidad del reino iba dejando de ser una realidad sólo deseada, estuvo centrada en Toledo, ciudad relativamente distanciada de las tierras de Valladolid. Sin embargo, los testimonios de tipo arqueológico no se muestran tan parcos a la hora de relatar la historia de nuestra provincia. Si los restos materiales localizados en ella son de varios tipos --enterramientos y ob- jetos diversos, tanto de adorno como de uso diario o extraordinario- las piezas de cerámica y un determinado tipo de puñal, son los que marcan la nota distintiva de la provincia. Dentro de los enterramientos, las necrópolis, los cementerios integra- dos por diversas tumbas -ya que también se han hallado inhumaciones aisladas- son las que ofrecen un mayor interés, puesto que constituyen, a partir de los objetos en ellas encontrados, uno de los pilares básicos dentro del mundo visigodo, cuando se intenta establecer la cronología del período. J. ORLANDIS,«El elemento germánico en la Iglesia española del siglo VII», AEM 3, 1966, p. 64. VALLADOLID DURANTE LOS TIEMPOS VIS~GODOS 249 Dentro de estas necrópolis las piezas aparecidas pueden distribuirse en tres grandes secciones: por una parte, los objetos de adorno; por otra, los útiles de uso diario o extraordinario y, finalmente, los restos de- corativos, constructivos o arquitectónicos cuyo lugar de aparición no está limitado sólo a los trabajos arqueológicos de campo, sino también a su descubrimiento en construcciones posteriores como material reutilizado. Diferencias apreciables existen en cuanto a la forma de enterramiento entre las necrópolis paleocristianas y las posteriores visigodas. Mientras que los hispanorromanos enterraban por lo general ya dentro de caja cu- bierta de tejas planas formando doble vertiente, ya dentro de ánforas si- guiendo la tradición romana o también en sepulcros de piedra decorados o no, los germanos enterraban bien directamente sobre el suelo, sobre parihuelas o dentro de ataúdes, como permiten deducir los fragmentos de hierro o las piezas completas del mismo metal,