Descargar El Catálogo Bruce Conner. Es Todo Cierto
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FRIELING GARRELS ES TODO CIERTO SOY UN ARTISTA, UN ANTIARTISTA, ARROGANTE, MODESTO, UN FEMINISTA, UN MISÓGINO REDOMADO, UN ROMÁNTICO, UN REALISTA, UN SURREALISTA, UN ARTISTA FUNK, ARTISTA CONCEPTUAL, MINIMALISTA, POSMODERNO, BEATNIK, HIPPIE, PUNK, SUTIL, COMBATIVO, CREÍBLE, PARANOICO, CORTÉS, DIFÍCIL, DIRECTO, ALGUIEN CON QUIEN ES IMPOSIBLE TRABAJAR, ACCESIBLE, OSCURO, PRECISO, TRANQUILO, TERCO, ESQUIVO, ESPIRITUAL, PROFANO, UN HOMBRE DEL RENACIMIENTO DEL ARTE CONTEMPORÁNEO Y UNO DE LOS ARTISTAS MÁS IMPORTANTES DEL MUNDO. SE HA DICHO DE MI OBRA QUE ES HERMOSA, HORRIBLE, BAZOFIA, GENIAL, DISPERSA, PRECISA, PINTORESCA, VANGUARDISTA, HISTÓRICA, MANIDA, MAGISTRAL, TRIVIAL, INTENSA, MÍSTICA, VIRTUOSA, DESCONCERTANTE, FASCINANTE, CONCISA, ABSURDA, DIVERTIDA, INNOVADORA, NOSTÁLGICA, CONTEMPORÁNEA, ICONOCLASTA, SOFISTICADA, BASURA, OBRA MAESTRA, ETC. ES TODO CIERTO. Bruce Conner en una carta a Paula Kirkeby, 2000 SE HA DICHO DE MI OBRA QUE ES HERMOSA, HORRIBLE, BRUCE CONNER BAZOFIA, GENIAL, DISPERSA, PRECISA, PINTORESCA, VANGUARDISTA, HISTÓRICA, MANIDA, MAGISTRAL, TRIVIAL, INTENSA, MÍSTICA, VIRTUOSA, DESCONCERTANTE, FASCINANTE, CONCISA, ABSURDA, DIVERTIDA, INNOVADORA, NOSTÁLGICA, CONTEMPORÁNEA, ICONOCLASTA, SOFISTICADA, BASURA, OBRA MAESTRA, ETC. ES TODO CIERTO. Bruce Conner en una carta a Paula Kirkeby, 2000 ES BRUCE CONNER TODO CIERTO Editado por Rudolf Frieling y Gary Garrels MINISTERIO DE EDUCACIÓN, CULTURA Y DEPORTE MUSEO NACIONAL CENTRO DE ARTE REINA SOFÍA Bruce Conner (1933-2008) está considerado como uno de los artistas más impor- Ocho años después de su muerte, el Museo Reina Sofía ha trabajado en estrecha tantes de la escena underground norteamericana de la segunda mitad del siglo XX. colaboración con el San Francisco Museum of Modern Art para presentar en Madrid Lo periférico en Conner no parece ser solo consecuencia de una postura estética esta exposición, que brinda al espectador la posibilidad de acercarse a la obra de determinada, sino la gran premisa conceptual de su obra: el hábitat natural donde Conner a través del assemblage, el dibujo, la pintura, el collage, la fotografía o el intenta establecerse moral y políticamente. cine. Todo ese magma en movimiento con el que Conner identificaba el arte –esa arqueología del espíritu– se nutre de las raíces más heterogéneas, lo que no impide La dificultad para desarrollar un marco que identifique a este artista y nos haga hallar su matriz vertebral en esa idea que Occidente siempre ha albergado y tratado comprender el lugar que ocupa radica en su alejamiento consciente de los espacios de ocultar en su intento por dar un sentido a la historia: no hay conclusión, sino estéticos de moda, y en su voluntad clara de instalarse en la frontera, concebida lenguaje. O como dijo Cavafis con aquellos versos sobre la fundación de nuestra como territorio difuso de lo que no se adscribe a los sentidos, de lo inefable, de lo cultura, que no existe destino, excepto el del propio viaje. que la cultura no traduce ni siente necesidad de asimilar. La propuesta artística de Conner nace de la necesidad activa por alejarse de los discursos occidentales que clasifican y ordenan la historia. Su residencia en San Francisco le permitió mantenerse relativamente alejado del mundo del arte, cuyo centro se situaba al otro lado del país, en la costa Este. Durante los años sesenta y setenta la capacidad del arte pop para extenderse se convirtió en voraz, lo que se hizo patente incluso en la propia figura de Conner, pues pese a su adscripción al junk art –en las antípodas del pop–, su obra se entendió como una iteración de las prácticas dadaístas y como parte de esa propensión warholiana por la serialización. Sin embargo, Conner no se mostraría dispuesto a dejarse seducir por las corrientes dominantes y en todo momento dejará clara su independencia. Combatirá las pre- siones externas mediante el carácter performativo e irreverente con que presentaba sus propuestas al público. Su obra tiende a desnudar el poder institucional y a resi- tuar la mirada del espectador hacia los espacios no habitados por una escena que se había arrogado el derecho a verse como la única vía del arte. La idea de resistencia será en Conner casi una condición para enfrentarse a la obra de arte, y ese hecho multiplicará los modos con que vehiculará, a lo largo de su tra- yectoria, su necesidad de encontrar espacios donde construir un diálogo con el pú- blico. La búsqueda como proceso, se convertirá en el propio lenguaje de su práctica que, por tanto, se traducirá en algo incesante, mutable, alejado del acto y donde la potencialidad será en sí misma un punto de llegada. MINISTERIO DE EDUCACIÓN, CULTURA Y DEPORTE MUSEO NACIONAL CENTRO DE ARTE REINA SOFÍA Quizá pueda definirse a Bruce Conner como el artista contemporáneo que otorga No es de extrañar que una pulsión nihilista recorriera sus obras y su trayectoria, ni que un verdadero sentido a la idea de proceso, concebido no como fin ni circunscrito esta fuera la que acabara conformando su relación natural con el mundo del arte: dejar a la acción de pintar o esculpir una superficie o un material, tampoco como modo trabajos inacabados, firmar de diferente forma, multiplicar las versiones de sus obras y nuevo y estructurado de abordar una obra, susceptible de ser aprehendido por un regalarlas era un ejercicio de resistencia contra la visión esencialista del mercado, que discurso que nazca como crítica al poder, pero aspire, voluntaria o involuntariamen- había rebautizado la idea de trascendencia y la había cifrado en términos económicos te, a convertirse en poder. La obra y la vida de Bruce Conner pueden entenderse revalorizando el ego del individuo creador. Para el mercado la idea de valor debía re- como un decálogo abstracto sobre cómo ser visible y a la vez móvil, escurridizo, lacionarse con un esencialismo que se basara en la definición de los contornos de la marginal, libre. En definitiva, podría decirse que su vida y su obra conforman un obra y en su materialización como producto. Para Conner el arte era una indagación legado en términos morales no solo sobre cómo ser artista, sino sobre cómo hacer metafísica sobre todo aquello que carecía de contornos y costuras, y si algo podía re- arte. O dicho en términos bergsonianos, no se trata tanto de cómo apreciar la dura- prochar a sus obras era que funcionaran como metáforas inmóviles de esa indagación, ción, sino cómo ser, uno mismo, duración. Es ahora, después de su muerte, cuando como fotografías fijas de un proceso que, además, no solo le pertenecía a él. Conner podemos dirigir una mirada retrospectiva a la práctica de Conner y comprender la autorizaba al público a tocar e incluso a erosionar sus trabajos expuestos porque era riqueza de su trabajo. en esa interacción, y en la ruptura que esta haría de su esencia, donde podía hallarse su verdadero significado. Si una obra de arte podía verse como producto, únicamente El mercado es para Conner la neutralización de las pulsiones artísticas, que nacen, podía ser en función de su imposibilidad como tal. al margen de cualquier vinculación con el lucro o visión utilitarista del mundo, de la necesidad de hacer trascender la voz propia, a través de la mirada y la voz del Esa noción abierta del arte estimula en Conner la ruptura con el mercado del arte, pero resto de individuos. La idea de transcendencia se traduce en él en términos emi- también la idea de peregrinaje a través de las distintas disciplinas artísticas, lo que hace nentemente humanos, donde lo íntimo adquiere significado en la interacción con el de él un artista transversal en busca de espacios donde desarrollar las preguntas y los otro. Para que esa relación pueda forjarse se hace indispensable la presencia de un vínculos que surgían de la interacción con el otro. Elassemblage quizá sea, de entre todos espacio de exposición. Si Conner se enfrentó sistemáticamente a las instituciones los vehículos que utilizó para expresarse en el ámbito artístico -por el eclecticismo que fue, de hecho, porque estas no se limitaban a ejercer el papel de medio posibilita- proyecta en la forma y el fondo, por lo que supone de continuación de un proceso ini- dor de dicha relación, sino que la guiaban y contaminaban desde presupuestos que ciado en las vanguardias y por su carácter espontáneo, entrópico y casual-, lo que mejor cambiaban diametralmente la forma en que había nacido. Si crear un sentido era defina su trayectoria, pero Conner fue conocido también por sus dibujos, su obra fílmica ya una perversión de la razón fundacional que había propiciado el nacimiento del y el carácter performativo con que dotaba tanto sus trabajos como a la exposición de los arte como modo de conocimiento –un proceso sin centro, multidireccional–, que mismos ante el público. La propensión de Conner por ampliar las estructuras en que se este tuviera su raíz en el lucro o en el poder suponía un cinismo difícil de soportar enmarcan sus obras enlaza con su interés por las experiencias multisensoriales, lo que le e imposible de obviar desde la propia práctica artística. Aunque las obras de Conner llevó a incorporar sonidos a sus exposiciones, y a transformarlas así en acontecimientos. ofrezcan una visión crítica sobre la manera en que esas relaciones con el otro debían entenderse, él parecía saber que, dada la capacidad cínica del sistema y la inde- Las connotaciones religiosas y el misticismo –a menudo impulsados por el con- fensión que una obra en concreto podía sufrir a manos de un discurso fagocitador, sumo de peyote y mescalina- recorren todo su trabajo, desde sus inicios hasta sus era preferible poner énfasis en cómo un artista se situaba frente al establishment: últimas creaciones, y revelan un deseo constante de expresar una verdad despojada desplazándose continuamente y cambiando de aspecto. de jerarquía, ambivalente, espontánea y definida por su imposibilidad para ser apre- hendida por los sentidos o analizada como material discursivo a través del lenguaje.