La cofradía logroñesa de Nuestra Señora de la Soledad y Santa Cruz en Jerusalén

Fermín LABARGA Universidad de Navarra

I. Introducción.

II. La cofradía de la Soledad.

III. La procesión del Viernes Santo.

Religiosidad popular: Cofradías de penitencia, San Lorenzo del Escorial 2017, pp. 179-192. ISBN: 978-84-697-5400-9

I. INTRODUCCIÓN

Hasta mediados del siglo XIX dos eran las cofradías encargadas de organizar las procesiones de Semana Santa en la ciudad de Logroño, la de la Santa Vera Cruz -fundada en 1537 y radicada en el convento de San Francisco- y la de Nuestra Señora de la Soledad, del convento de la Merced. Habiendo trazado ya la historia de la primera1, se ofrecen ahora los datos históricos que han podido reunirse de la segunda. Ambas cofradías desaparecieron en la centuria decimonónica, perdiéndose el rastro de sus libros, por lo que resulta muy difícil reconstruir su historia ya que sólo contamos con documentos menores y referencias indirectas. No obstante, con paciencia se han podido reunir los suficientes datos como para esbozar un bosquejo histórico de cierto interés.

II. LA COFRADÍA DE LA SOLEDAD

Con toda seguridad, la cofradía de Nuestra Señora de la Soledad y Santa Cruz en Jerusalén, con sede en el monasterio de la Merced, Redención de Cautivos, de Logroño existía ya el 12 de abril de 1594 (quizás desde no mucho antes), día en el que la comunidad religiosa y su abad firmaban el contrato de compraventa de una capilla situada a los pies del templo conventual, “como consta de diferentes asientos del libro que tiene dha confradía en que está la Regla y entradas de confrades de ella”2.

Dicho templo, conservado en la actualidad aunque no con fines religiosos ya que forma parte de las instalaciones del Parlamento de La Rioja, es un buen edificio de sillería levantado en la primera mitad del siglo XVI, coincidiendo con el pontificado del obispo de Calahorra y la Calzada, don Alonso de Castilla (1523-1541), que adquirió el derecho de patronato de la capilla mayor para sí y su familia, que poseyeron hasta que en 1648 lo

1 LABARGA GARCÍA, F., “La desaparecida cofradía logroñesa de la Vera Cruz”, en Actas del IV Congreso Internacional de Hermandades y Cofradías de la Santa Vera Cruz, Zamora 2009, pp. 487-510. 2 Archivo Histórico Provincial de La Rioja (AHPLR), Juan de Zuazo, leg. 956, f. 55v.

LA DESAPARECIDA COFRADÍA LOGROÑESA DE NUESTRA SEÑORA… 181 cedieron al Ayuntamiento. Consta el templo de una sola nave de cinco tramos y capillas entre los contrafuertes, con cabecera ochavada de tres paños; no conserva, sin embargo, la bóveda original de crucería. Su magnífica portada, situada en el cuarto tramo, al norte, fue iniciada en 1686. Por lo que se refiere a la comunidad mercedaria, su presencia en la ciudad de Logroño se remonta, probablemente, a los últimos años del siglo XIII, si bien en otro emplazamiento cercano pero extramuros, pasando a ocupar a fines del siglo XV unas casas en el barrio de san Pedro donde construyeron su monasterio e iglesia3.

Por primera vez aparece mencionada la cofradía de la Soledad en el libro de Actas del Ayuntamiento el 28 de enero de 1595, acordando el Regimiento de la Ciudad acudir a la procesión que organizaba en la tarde del Viernes Santo, al igual que hacían en la precedente del Jueves Santo, y aportar también los cirios necesarios:

“Se platicó y trató cerca de que se abía fundado en el monasterio de la Merced de esta ciudad una cofradía que dicen de Nuestra Señora de la Soledad y Cruz en Jherusalen, la qual salía en procesión el Biernes Sancto de cada año y que, por ser tan pobre y la cofradía de tanta devoción, no thenyan las luzes que heran necesarias. [Por ello] que se suplique a su Magestad y señores de su Consejo den facultad para que de los propios desta ciudad se gaste y tome lo que fuere necesario y aquello se resciba en descargo del mayordomo de propios della, que lo pagará. Que serán necesarias para la Justicia y rregidores y procurador mayor y del común y escrivanos del ayuntamiento y alguacil mayor treinta achas, que contarán como oy ba la cera sesenta ducados, e lo que fuere con quenta y razón”4.

Dos años después, se comisionaba al regidor don Miguel García para que se ocupara de hacer “las dichas achas de cera para alumbrar las dichas confradías y procesiones” de la Semana Santa5. Y se solicitaba la autorización regia para dicho gasto:

“Se suplique a su Magestad y señores de su Consejo que, por quanto esta cibdad tiene dos procesiones la Semana Santa en cada uno año, la una el Juebes Santo y la otra el Biernes Santo, y son de mucha

3 GÓMEZ, F.J., Logroño Histórico, Logroño 1893-1895 (ed. facsímil: Logroño 1998), pp. 581-590; LAYNA SERRANO, F., “Noticias documentales sobre conventos antiguos de la ciudad de Logroño”, en Berceo, 1 (1946) 36-37. 4 Archivo Municipal de Logroño (AML), Libro de Actas Municipales, 28 de enero de 1595. 5 AML, Libro de Actas Municipales, 22 de marzo de 1597.

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devoción y esta cibdad alumbra a las dichas procesiones dando cera con facultad real, la qual se a acabado, se pida y suplique la manden dar de nuevo para no gastar de propios pues es limosna y en servicio de Dios, nuestro Señor”6.

Ahora bien, dado que se había duplicado la concurrencia municipal en la Semana Santa, para no provocar un excesivo quebranto en la correspondiente partida de gastos, se acordó al mismo tiempo que se rebajara a cuatro libras el peso de cada uno de los hachones que se ofrecían: “Aga azer las achas para las confradías de la Bera Cruz y Soledad (…) y que las achas no pesen ninguna más de a quatro libras y que al que no fuere a las prozesiones, no se la den”7.

La cofradía se había fundado en uno de los conventos intramuros de la ciudad, el de Nuestra Señora de la Merced, contando con el correspondiente permiso de la comunidad de religiosos. Compartió sede canónica con otras dos cofradías, la del Santísimo Cristo de la Salud y la de Santa Bárbara y, ya en el siglo XVIII, también con la de San Eloy y la del Salvador, que trasladaron aquí su residencia desde los templos de San Bartolomé y de San Blas, respectivamente.

Casi desde los mismos inicios de la existencia de la cofradía de la Soledad, sus hermanos se plantearon la posibilidad de contar con una capilla propia dentro del templo mercedario, para lo que iniciaron las gestiones oportunas que culminaron con el contrato de venta por parte de la comunidad mercedaria de la capilla situada a los pies de la iglesia, a mano derecha según se entraba. Se firmó la compraventa el 12 de abril de 1594 ante el escribano Francisco de Berlanga8.

Y, aunque la cofradía había dispuesto de la capilla como suya, realizando diversas obras –como la instalación en 1671 de una reja elaborada por Antonio de Elorza, “maestro de herrería” vecino de Elgoibar, a semejanza de la que había en la capilla de la Encarnación del convento de San Francisco9−, en 1691 la comunidad mercedaria reclamaban su propiedad. La hermandad se sintió desamparada porque “con el trascurso del tiempo, se ha perdido dha escritura y no se ha podido allar ni el orixinal en los registros de dho escribano, aunque se an hecho varias diligencias en su busca”. El pleito se había desatado a raíz de la decisión de la cofradía de acometer obras de cierta magnitud en su

6 AML, Libro de Actas Municipales, 9 de abril de 1597. 7 AML, Libro de Actas Municipales, 13 de marzo de 1599. 8 AHPLR, Juan de Zuazo, leg. 956, f. 55v. 9 AHPLR, Tomás de Tejada, leg. 867, ff. 54-55vº.

LA DESAPARECIDA COFRADÍA LOGROÑESA DE NUESTRA SEÑORA… 183 interior. En concreto, el proyecto contemplaba remozar por completo el recinto, “quitando las bóvedas y haciéndolas un zielo vuelta de coche para ermosearla y ponerla con mayor perfección y decencia”; asimismo se pretendía la construcción de “quatro carneros para que en ellos se puedan enterrar, si quisiesen, los abades y mayordomos de dha confradía”.

Pero, dado que los religiosos “pretendían que la dha capilla de Nra Sra de la Soledad era de dho combento”, la cofradía mostró el libro donde constaba la venta que le habían efectuado años atrás y, muy juiciosamente, con el fin de evitar disgustos y gastos por ambas partes, convinieron al fin en firmar el reconocimiento de la propiedad. La escritura se rubricó ante el escribano Juan de Zuazo el 5 de abril de 1691, actuando de una parte el P. Comendador, fray Joseph de Arróniz, Predicador de S.M. (con el correspondiente permiso del Provincial), y de la otra el abad de la cofradía, don Martín de Orive y Ariz Yanguas y Peralta, Caballero del hábito de Santiago y Regidor Perpetuo de la ciudad de Logroño, junto con los mayordomos Francisco de Sada y Francisco Martínez de la Mata.

El acuerdo constaba de siete puntos, ratificando la propiedad de la cofradía, como “dueña y señora” de la capilla, lo que comportaba que en su recinto sólo podrían enterrarse sus hermanos10 y, con su autorización, también otras “personas particulares que (…) tengan devoción” a la Virgen de la Soledad (aunque nunca con derecho de perpetuidad). De igual modo, la cofradía podía acometer las obras que considerara oportunas, corriendo con el gasto. Se estipulaba también que la puerta de la capilla se mantendría siempre en el mismo lugar en que estaba dentro de la iglesia, “haciendo frente azia el altar mayor de ella”, renunciando la cofradía a abrir puerta a la calle sin licencia de la comunidad. Ésta conservaba el derecho de libre acceso a la capilla en todo tiempo, “y poder dezir Misa y demás divinos ofizios, salves y funciones que se acostumbran”, para lo cual contaría con una llave de puerta y reja.

Por lo que respecta a

“los pasos e insignias con que se haze la procesión del Biernes Santo, ornamentos y alaxas que tiene propias la dha capilla y los vestidos y adornos de Nra Sra de la Soledad y su altar, así los que tiene al presente como los que en adelante tuviere a de correr su guarda y custodia por quenta de los dhos abad y mayordomos […] cerrándolos en sus caxones que para el efecto tuvieren dentro de la dha capilla”.

10 De hecho, se indicaba expresamente que en ella “no se an de poder enterrar en ningún tiempo los relixiosos de dho combento y si algún relixioso antes de ahora se ubiere enterrado, sacará sus huesos dho combento de dha capilla dentro de quince días de la fecha de esta scriptura”.

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Con todo, “si por qualquier accidente, la dha confradia quisiera mudarse a otra parte, no se a de poder llevar ni sacar la imagen de Ntra. Sra. de la Soledad de dha capilla, sino que perpetuamente a de estar y permanecer en ella”. De otra parte, se pactaba que

“si además de la procesión del Biernes Santo y día de la Cruz, catorze de septiembre, que son las funciones en que sale [la imagen a la calle] por la dha cofradía, se ofreziere que la Ciudad pida se haga procesión o rogativa con Ntra Sra por falta de agua o por otra qualquiera necesidad de la república, a de ser con licencia del dho Padre Comendador y relixiosos de dho combento y del Abad y mayordomos de la dha confradía que entonces fueren, y no de otra manera, y asi que acabe la dha procesión o rogativa se a de volver la dha santa ymaxen a su capilla”.

Finalmente, se ratificaba que todas las misas celebradas por la cofradía en el transcurso del año, que se elevaban a diecisiete, debían ser celebradas por la comunidad.

La fiesta principal era el 14 de septiembre, exaltación de la Santa Cruz. Era tan importante esta fiesta que, en el siglo XVIII, popularmente “la cofradía de la Vera Cruz y la Soledad […] se intitula de la Cofradía de Septiembre”11 o también de la Exaltación de la Cruz12. Constituía el acto principal de estas fiestas la celebración de una Misa solemne, con diácono y subdiácono, y la asistencia de la comunidad mercedaria, en la que intervenía un predicador “de campanillas”. Por la tarde tenía lugar la procesión, a la cual en el año 1695 acudió, con el preceptivo permiso del Cabildo de la Colegial, su capilla de música13. Completaban la nómina festiva los actos profanos típicos, con danzas ya en 161914 e incluso festejos taurinos, como en 1638, en que se trajeron nada menos que ocho toros, contratados al autoleño Juan de Juaristi, quien se obligaba a traerlos hasta la ciudad de Logroño siempre y cuando “las guerras con françia lo permita”15.

Al día siguiente, o segundo día de la fiesta, la cofradía volvía reunirse para celebrar la Misa y la junta. También en este mes de septiembre se

11 Archivo Diocesano y Capitular de Calahorra (ADC), leg. 22/749/303. 12 ADC, leg. 6/301/148. 13 Archivo Histórico Diocesano de Logroño (AHDL), Santa María de la Redonda, Libro de actas capitulares (1594-1599), f. 48: 9/9/1595: “Este día el señor deán pidió la música para el día de la Exaltación de la Cruz, para la procesión de la Soledad. Mandaron que en diciendo vísperas en la yglesia fuese” 14 AHPLR, Simón Martínez de León, leg. 619, ff. 658-659v: 10/9/1619 15 AHPLR, Bartolomé de la Vid, leg. 750, ff. 478-479v: 6/8/1638

LA DESAPARECIDA COFRADÍA LOGROÑESA DE NUESTRA SEÑORA… 185 celebraría una misa por los cofrades difuntos, así como otra en el denominado Viernes del Concilio. Se completa la nómina festiva con la Cruz de mayo. Además, todos los primeros domingos de mes la cofradía celebraba la misa en el altar de la Soledad, debiendo acudir todos los hermanos. En cada una de estas misas, la cofradía debía alumbrar el altar y la capilla. Por el servicio, se pasaría anualmente como limosna diecisiete ducados de vellón a la comunidad mercedaria16.

Consolidada, por tanto, la propiedad de la capilla y ajustadas las relaciones entre la comunidad de la Merced y la cofradía, ésta se dispuso inmediatamente a llevar adelante las obras proyectadas. Para ello concertaba con el cantero Juan de Soloa y Castillo, por un importe de 1400 reales, una serie de encargos como abrir dos ventanales “en la pared de la capilla de Ntra Sra de la Soledad de dho combento que cae a la callexa de la portería del, enfrente de la muralla”, y “cerrar de mampostería” el nicho “en el que estava el Santo Sepulcro” en la misma pared; de igual modo se comprometía a embaldosar toda la capilla “con baldosas de piedras de dos pies en quadro” y “hazer el altar de Nra Sra de dha capilla, donde se a de dezir Misa, de piedra con la cara labrada a picón y al pie del una grada que sirva de tarima, de buena piedra con su bozal que a de ser labrado a escoda”, Por último, “junto a la grada del altar de Ntra Sra se ha de hazer asimismo quatro carneros de siete pies de largo cada uno con el ancho correspondiente que sirvan de entierro para los cofrades”17.

Podría suponerse que toda esta actividad manifestaba que la cofradía se encontraba pujante a finales del siglo XVII. No obstante, sabemos que venía arrastrando fuertes problemas de solvencia desde tiempo atrás. De hecho, tanta ésta como la cofradía de la Vera Cruz del convento franciscano se habían sumido en una crisis cuyas raíces hay que rastrearlas en los cuantiosos gastos que el desempeño de los cargos ocasionaba a sus hermanos. Poco a poco, el lustroso cargo de abad se había ido reservando a caballeros principales de la ciudad y los dos mayordomos, que por turno debían asumir la responsabilidad de organizar la procesión del Viernes Santo y los festejos de la Cruz de septiembre, comenzaron a declinar sus responsabilidades con el fin de no tener que afrontar las cargas anejas. Existen varios pleitos iniciados contra los hermanos que rehusaban hacer frente a las obligaciones pecuniarias que comportaba pertenecer a la hermandad y desempeñar sus cargos de gobierno18. Finalmente, hubo de ser el mismo Ayuntamiento quien levantara las cargas con el fin de asegurar a toda costa “la mayor honra y gloria de Dios y beneración y culto de las ceremonias

16 AHPLR, Juan Antonio Zuazo, leg. 956, ff. 55-58v. 17 AHPLR, Juan Antonio Zuazo, leg. 956, ff. 67-68v. 18 ADC, leg. 22/749-347; leg. 6/301/148.

186 FERMÍN LABARGA sagradas de las procesiones de Juebes y Viernes Santo y festividades de la inbenzión y triunfo de la Cruz”19.

Parece que no faltó algo de emulación en los sucesivos abades y mayordomos que competían por organizar unas fiestas cada vez más rumbosas. Sin embargo, esto entrañaba el grave problema de que muchos se retraían de aceptar los cargos por los fuertes desembolsos que suponían. Así lo recogen las actas municipales cuando, en 1679, dicen que

“de algunos años a esta parte, sobresaliendo el zelo de algunos abades y mayordomos an tenido fiestas profanas de toros y fuegos con otros cumplimientos que de ello se an ocasionado haziendose los gastos insoportables y desmedidos a las fuerzas y caudales de los vezinos en tanto grado que les obligava a empeñar sus haziendas tomando a censo algunas cantidades para poder llevar la carga y en otras ocasiones a faltado quien sirba las abadías y mayordomías no azeptando los que an sido nombrados por no tener caudal ni medios para hazer gastos tan crezidos y por este medio se a disminuido el culto divino”.

El problema en el que se encontraban tanto la cofradía de la Vera Cruz como la de la Soledad resulta patente. Por ello decidió intervenir el Concejo; según informa el libro de acuerdos del Ayuntamiento, en la sesión del 13 de marzo de 1679, ante la cercanía de la Semana Santa y visto que no había candidatos entre los propios cofrades para asumir los cargos de abad y mayordomos y que por ello peligraba la celebración de las procesiones, acordó prohibir cualquier dispendio en actos profanos, concretamente “en fiestas de toros ni fuegos ni otras de estas calidad”, facilitando así la asunción de los cargos una vez desprovistos de las cargas pecuniarias más onerosas. Ahora bien, la medida no fue suficiente para animar a algunos hermanos a aceptar los cargos, por lo que en la siguiente sesión del Concejo, celebrada con carácter de urgencia al día siguiente, se acordó que “mediante haver dejado las cofradias a la disposizion de la Ziudad esta materia mediante recado que se le a dado, se confirió en horden a ello si se havian de nombrar Señores Capitulares que sirban dhas abadías en este año” o bien dejar que las cofradías resolvieran el problema. Los regidores acordaron devolver el problema a las cofradías si bien, para contribuir a resolverlo, determinaron ofrecer a cada una de ella cien ducados “de ayuda”20.

Pero tampoco la subvención fue suficiente para animar a los cofrades a asumir los cargos, por lo que la intervención municipal se hizo completa. En

19 AML, Libro XXXII de Actas Municipales, f. 30v. 20 AML, Libro XXXII de Actas Municipales, ff. 30-32.

LA DESAPARECIDA COFRADÍA LOGROÑESA DE NUESTRA SEÑORA… 187 la sesión del 19 de marzo, visto que no había candidatos de las propias cofradías, se determinó que asumieran los cargos algunos “del cuerpo del Ayuntamiento”, para lo cual se añadiría una aportación complementaria de mil quinientos reales. Asumió la abadía de la Vera Cruz el regidor don Francisco Vicente de Contreras, ayudado por los señores Vázquez y don Juan Velázquez. Para la de la Soledad fue designado don Miguel de Espinosa junto con don Juan de Vendígar y don José Galbete21.

No obstante la ayuda municipal, la cofradía debía asumir sus propias responsabilidades. Ya el 28 de febrero de 1706 había acordado que cuando no hubiera mayordomos, se sortearan las dos mayordomías y todos los hermanos corrieran con los gastos a escote. Para dar aun mayor fuerza a este acuerdo se pidió que lo refrendara el provisor y vicario general don Joseph de la Vid, como así hizo con fecha 22 de marzo al tiempo que animaba a una mayor austeridad. Lo cierto es que, a lo largo del siglo XVIII, siguieron produciéndose conflictos en el seno de la cofradía por la ya antigua cuestión del sufragio de los gastos derivados de las fiestas y procesiones. En 1762 se solicitaba, incluso, un cambio de los estatutos para reformar este punto crucial para el desenvolvimiento ordinario de la actividad confraternal22.

Por otra parte, la capilla requería un mantenimiento constante y, de vez en cuando, también algunas obras de mejora. En 1749, siendo abad de la cofradía don Juan Crisóstomo de Salamanca y Córdoba, regidor perpetuo de la ciudad, se decidió se encargara también de llevar adelante las obras necesarias para colocar en el altar de la cofradía, donde se veneraba la efigie de la Virgen de la Soledad, el resto de imágenes que poseía, tanto la del Cristo yacente del santo sepulcro como las del paso del Descendimiento. La finalidad que se perseguía era “su mayor aseo” y que creciera la devoción del pueblo logroñés hacia ellas, buscando en todo el “mayor lucimiento y hermosura de dha capilla, […] su decencia y la de sus pasos”23.

Ya en el siglo XIX y debido a la desamortización, el convento mercedario fue destinado a usos civiles si bien su iglesia se mantuvo abierta como ayuda de parroquia de Santiago el Real. Cuando se realizó el inventario de bienes del convento de “Mercenarios” (sic) de Logroño en 1821, se indicaba: “En la capilla de la Soledad, un retablo con nuestra Sra. de los Dolores, el Descendimiento, las tres Marías, Cruz con toalla y varios bancos, que todo pertenece a la cofradía de este título”24.

21 Idem, ff. 32 v. y 33 22 ADC, leg. 6/301/148; leg. 22/762-16 23 ADC, leg. 6/301/210; leg. 22/775/106 24 ADC, leg. 6/818/37a

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En 1834, en el contexto de las guerras carlistas, el convento fue destinado a hospital militar, aunque posteriormente recuperó su identidad al habitarlo las carmelitas descalzas entre 1847 y 1869. Veinte años más tarde, y ante el inminente cierre del templo con el fin de convertir todo el inmueble en fábrica de tabacos, la cofradía emigró con sus enseres a la parroquia de Santa María de Palacio, donde instaló su retablo neoclásico, en el que hasta la fecha se ven la imagen del Cristo yacente y, en la hornacina principal, la de la Virgen de la Soledad, desapareciendo así la cofradía. Desde 1988 el antiguo convento de la Merced, con su iglesia y claustro, es la sede del Parlamento de La Rioja.

III. LA PROCESIÓN DEL VIERNES SANTO

La cofradía de la Soledad surgió expresamente para organizar la procesión del Viernes Santo, a ejemplo de la que realizaba la Vera Cruz el Jueves Santo. Por los escasos datos que se conservan, sin embargo, es posible saber que ya desde sus comienzos contaba con “una cruz de álamo grande” que, certificada su existencia ya en 1599, hay que identificar necesariamente con “el paso de la toalla” que de manera reiterada aparece en los documentos25. Por ejemplo, en 1749 se afirmaba que

“entre los pasos que tiene [la cofradía de la Soledad] para la prozesión del Viernes Santo sale el de la toalla, cuyo paso se alumbra de sujetos por los dhos mayordomos, [que] a costa de algún desbelo buscan para que vayan iluminando, siendo común llevar más luzes que todos los demás [pasos] excepto el de la Soledad, y también buscan sugeto de buena disposición que lleve dha toalla”26.

Por tanto, la cruz era portada por un hombre buscado por los responsables de la cofradía que necesariamente debía ser robusto pues debía resistir el peso de llevar la cruz alzada a pulso durante toda la procesión. Del brazo horizontal de la cruz colgaba la mencionada toalla o sudario de tela blanca. Curiosamente, y sin saber muy bien este origen tan remoto, se ha mantenido hasta finales de los años sesenta en la procesión del Viernes Santo de Logroño, aun después de haber desaparecido la cofradía, la costumbre de portar dicha cruz.

25 AHPLR, Fernando Ramírez, leg. 561/2, ff. 97-104. También denominado, en ocasiones, “de la sancta toalla”. Los mayordomos tenían la obligación de “componer” el paso y sacarlo en la procesión con las luces correspondientes. 26 ADC, Leg. 749-303. También se informa de que “a los que combidan a alumbrar y a otros amigos se les da por el Abad y los dos mayordomos un refresco muy crezido de barquillos, vizcochos, vino generoso y limonada de vino y agua”.

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El cortejo procesional incluía también el paso del Descendimiento, incorporado en el siglo XVII y que constaba de varias imágenes: el Señor en la cruz, José de Arimatea y Nicodemo subidos en unas escaleras para proceder al desenclavo, y a los pies la Virgen, san Juan y la Magdalena. Debido al traqueteo de las andas, las imágenes requirieron reparaciones frecuentes, siendo la más notoria la que realizó en 1748 el escultor y pintor Juan José García de Arciniega en vistas de “la necesidad tan urgente que tenía el paso del Deszendimiento de adornar, encarnar y pintar sus efixies”27.

Detrás avanzaba el Santo Sepulcro, escoltado por los canónigos de la Colegial que lo alumbraban con cirios. Se conserva en la actualidad la imagen del Cristo aunque no la urna, que debió perderse. Respecto al acompañamiento capitular, en cierto momento la cofradía pretendió era obligación del Cabildo y éste únicamente “acto facultativo y gracioso”; de hecho, en 1719 se comisionó a don Bernabé Antonio de Brocarte “para que haga la diligencia con la comfradia de Nuestra Señora de la Soledad de si hay instrumento o concordia sobre que dicho Cabildo alumbre el Viernes Santo al paso del Sepulchro y informe a dicho Cabildo sobre lo referido”28.

Unos años más tarde la tensa relación entre la cofradía y los señores capitulares estalló de forma que estos no se presentaron a acompañar al Sepulcro en la procesión del Viernes Santo de 1731. El abad don Bernardo Mayoral junto con los abades antiguos, don Bruno de Espinosa y don Francisco de Bustamente, mostraron su extrañeza. De nuevo se suscitó la pretensión de algunos hermanos, según los cuales era “obligación precisa y perpetua y que se manifiesta ser cierto por las diligencias que han ejecutado de compulsar acuerdos antiguos de los libros de la cofradía y otras dilixencias extrajudiciales de que muchos capitulares se hallan noticiosos”. Los canónigos, sin embargo, volvieron a expresar el carácter voluntario del acompañamiento en esta procesión de la Soledad del convento mercedario, máxime atendiendo a que

“en dicho día ocurren muchas ocupaciones a el Cabildo respecto que por la tarde de el Viernes Santo en su iglesia y su quiñón después de el Sermón del Descendimiento de la Cruz se hace procesión con el Santo Sepulchro y Soledad de Nuestra Señora29, además de que con la

27 ADC, leg. 22/775-106. En 1775 seguía debiendo la cofradía 649 reales de vellón, que demandaban los del artista, entre ellos su yerno José de Bexes (Beges). 28 AHDL, Santa María de la Redonda, Libro de actas capitulares (1716-1719), f. 159v. 29 Esta procesión se comenzó a realizar a raíz de la donación de la magnífica urna de carey, el Cristo yacente y la Virgen de la Soledad por parte del caballero logroñés don Gabriel de Unsain al cabildo de la Redonda en 1694. Cf. LABARGA, F., Diolo y dotolo. El legado de don Gabriel de Unsain y la Semana Santa de Logroño, Logroño 2015, pp. 73-109.

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novedad de haberse mudado la hora de la procesión que se hace por la noche experimentó el año antecedente no haberse podido cantar los maitines con la pausa y devoción que se debe y acostumbran cantar en dicha iglesia como es obligación a que se halla impedido el Cabildo por la urgencia de haber asistido a dicha procesión”.

Por todo ello “y otras razones que se tuvieron presentes, se acordó por mayor parte que no se asistiese ahora ni en tiempo alguno a dicha procesión”30.

No se resignaron los cofrades puesto que acudieron, nada menos, que al obispo a fin de que influyese a favor de sus pretensiones ante el cabildo. No debieron dar resultado estas gestiones porque, unos días después, el 12 de abril interpusieron una “demanda en el Tribunal eclesiástico de este Obispado los Abades, Maiordomos y cofrades de la Cofradía de la Vera Cruz sita en el convento de Nuestra Señora de la Merced de esta ciudad pretendiendo precisar a dicho Cabildo a asistir el Viernes Santo por la noche a el paso de el Sepulcro”31.

Tras el paso del Sepulcro aparecía la Virgen de la Soledad en sus andas que era, sin duda, el verdadero centro devocional de la procesión, siendo el que más número de luces llevaba alumbrando. Durante el año su venerada imagen ocupaba la hornacina del retablo de la capilla y, habitualmente, se encontraba cubierta con una cortina, que sólo se descorría durante las celebraciones.

Por señalar un caso notable de la devoción que despertaba la efigie, cabe indicar que en 1717 don Gerónimo Ibáñez Zárate, Inquisidor apostólico del Tribunal de Logroño, dejaba en su testamento una manda de cincuenta misas que debían celebrarse en su capilla ante la Virgen de la Soledad, «devotísima y piadosísima Madre que siempre a sido de esta su casa y humilde familia. Y que se descubra la santa imagen y enciendan las arañas llevándose de casa la cera necesaria»32. Es un hecho cierto que en la ciudad se le profesaba gran

30 AHDL, Santa María de la Redonda, Libro de actas capitulares (1723-1734), ff. 389- 390. Sólo “lo protestaron los señores Chantre y Abad confesando que esta concurrencia a la procesión era acto facultativo y gracioso de el Cabildo pero respecto de serlo piadoso y devoto eran de dictamen se concurriese, y con lo dicho se disolvió el Cabildo”. 31 AHDL, Santa María de la Redonda, Libro de actas capitulares (1723-1734), ff. 390v.-391v. 32 AHPLR, Mateo de Ayala, leg. 662, ff. 60-63, 112-113v., 195-196v., etc.; Francisco Pérez de los Baños, leg. 937, ff. 85, 166, 168, 264, etc. Entre quienes pidieron la asistencia de la cofradía a su entierro se encuentran también clérigos tan destacadas como los canónigos don Juan de Vergara y Porres, chantre y lectoral de la Redonda ya en 1619 (Simón Martínez de León, leg. 619, leg. , ff. 250-254), don Juan de Terrazas en 1682 (Baltasar Orive de Arciniega, leg. 976, f. 107) o don Antonio de Enciso y Jaúregui en el año 1700 (Baltasar Orive de Arciniega, leg. 978, ff. 386-387v.).

LA DESAPARECIDA COFRADÍA LOGROÑESA DE NUESTRA SEÑORA… 191 devoción y, por ello, no resulta extraño que se acudiera a ella para la celebración de rogativas en casos de necesidad, singularmente los labradores (como sucedió, por ejemplo, en los años 1753, 1754 y 1761)33. Por último, una buena prueba del arraigo devocional de la imagen de la Soledad del convento mercedario son las dos ediciones de mediados del siglo XIX del librito de su novena34.

Acompañando a la imagen mariana iban los religiosos del convento de la Merced entonando cantos y, cerrando el cortejo, los miembros del Regimiento de la ciudad. Por último iban las mujeres. Respecto a la cuestión de la presidencia, el Viernes Santo 20 de abril de 1821 se planteó un curioso pleito entre el Alcalde segundo de Logroño y el P. Comendador de la Merced35. En ese año la procesión comenzó a las cinco de la tarde.

Por lo que se refiere al recorrido de esta procesión, partía del convento de la Merced y recorría las principales calles de la ciudad (Herventia y la Villanueva) hasta desembocar “entre las dos puertas de el Coso a dar vista a la cofradía de la Vera Cruz que se hallaba en aquel puesto para recibir y despedir a los pasos de la Pasión que se llevan en la procesión y a los que los acompañan”36. Desde allí regresaba de nuevo, probablemente por la Calle Mayor, hasta su sede.

Esta procesión del Viernes Santo se mantuvo en Logroño hasta mediados del siglo XIX, ya que Antero Gómez atestiguaba en 1857 que “no hace muchos años salían de una preciosa capilla que tiene la iglesia de este convento [de la Merced] los pasos de la procesión de Viernes Santo; y la Dolorosa cruzaba toda la población, admirando a los que a la función asistían, por la riqueza de sus adornos”37.

33 JIMÉNEZ MARTÍNEZ, J., El Parlamento de La Rioja en el antiguo convento de Nuestra Señora de la Merced, Logroño 1989, p. 24. 34 Novena de María Santísima de la Soledad, que se celebraba en la iglesia y convento de Nuestra Señora de la Merced de la ciudad de Logroño, dispuesta por un religioso Mercenario. Haciendo la Novena y visitando a María Santísima de la Soledad, hay concedidas muchas indulgencias por varios Ilustrísimo Señores Prelados, Imprenta y Librería de Juan Albo, Logroño [1851], 31 pp. Hay también una reedición de 1863, editada por la Imprenta y Litografía de Ruiz, aunque con solo 16 pp. 35 ADC, leg. 22/112-74. 36 AHDL, Santa María de la Redonda, Libro de actas capitulares (1723-1734), f. 389. 37 GÓMEZ, A., Logroño y sus alrededores, Logroño 1857, p. 76.

192 FERMÍN LABARGA