Charles Darwin, Doscientos Años Después 00 Indice 70-71.QXP:Indice 70-71 9/2/09 08:44 Página 8
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00 Indice 70-71.QXP:Indice 70-71 9/2/09 08:44 Página 7 Charles Darwin, doscientos años después 00 Indice 70-71.QXP:Indice 70-71 9/2/09 08:44 Página 8 Retrato de Darwin en la lámina «Profesores honorarios de la Institución Libre de Enseñanza de Madrid». La Ilustración Española y Americana, 1879 01 a-SANCHEZ RON (Intro).QXP:01 SANCHEZ RON (Intro) 9/2/09 08:44 Página 9 Introducción José Manuel Sánchez Ron harles Robert Darwin nació el 12 de febrero de 1809, y su gran libro, On the Origin of Species by means of Natural Selection, or the Preservation of Favoured Ra- C ces in the Struggle for Life (Sobre el origen de las especies por medio de selección na- tural, o la conservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida), se publicó en Londres el 24 de noviembre de 1859 (aunque es posible que fuese un par de días an- tes). En 2009 se cumplen, por consiguiente, doscientos años de su nacimiento y cien- to cincuenta de la publicación de El origen de las especies, una obra capital en la historia del pensamiento universal. Es apropiado, por tanto, que el Boletín de la Institución Li- bre de Enseñanza se sume a los actos de homenaje a Darwin que se llevarán a cabo du- rante este año en todo el mundo. Y es apropiado porque su obra científica —todo el conjunto, no solo El origen— y los mensajes que esta transmite se ajustan perfecta- mente al espíritu que ha animado a lo largo de su existencia a la Institución Libre de Enseñanza; un espíritu en el que destacan la búsqueda de la verdad mediante la in- dagación racional y experimental (esto es, a través de la ciencia), el amor a la natu- raleza y el respeto a la vida; todo ello, además, dentro de un ánimo discreto y laico, los mismos que caracterizaron la existencia del gran naturalista inglés. De hecho, la Institución se convirtió pronto en una admiradora de Darwin y de su obra: el 29 de noviembre de 1877, y de conformidad con el artículo 19 de sus Estatu- tos, fue designado «profesor honorario» de ella. Y el mismo mes de su fallecimiento, el número 125 del Boletín, fechado el 30 de abril de 1882, publicaba una nota necro- lógica. Aunque se reproduce en este número del Boletín, merece la pena recordar su comienzo: «El día 20 del actual ha fallecido en Inglaterra, su patria, el Profesor ho- norario de la Institución CARLOS ROBERTO DARWIN, uno de los naturalistas y fisiólogos más eminentes que han honrado con su talento creador a nuestro siglo, y a cuya im- perecedera memoria pagamos aquí el homenaje de nuestra admiración y de nuestro respeto». Ciento veintisiete años después, estas sentidas y cabales palabras podrían muy bien servir para abrir el presente número del Boletín. 01 a-SANCHEZ RON (Intro).QXP:01 SANCHEZ RON (Intro) 9/2/09 08:44 Página 10 10 INTRODUCCIÓN La extensión y variedad de la obra de Darwin es tal que sería imposible comentar- la o resumirla mínimamente en las páginas que siguen, que, en consecuencia, deben entenderse únicamente como un intento de captar algo de la variedad y la grandeza de sus aportaciones a las ciencias naturales, con el fin de honrar su memoria. El primer artículo, de Francisco Blázquez Paniagua, trata del episodio que marcó su vida, determinando definitivamente que se convirtiese en un naturalista y sumi- nistrándole unos materiales preciosos para sus futuros trabajos: el viaje en el Beagle, un barco de la marina británica enviado, sobre todo, a cartografiar parte del litoral sudamericano. Casi cinco años —de diciembre de 1831 a octubre de 1836— duró aquel periplo, aquella, sería más apropiado decir, experiencia vital. Hay gigantes de la ciencia que construyeron su obra sin apenas necesitar, o de- sear, relacionarse con otros científicos; es el caso, por ejemplo, del siempre huraño Isaac Newton, o del Albert Einstein de la teoría de la relatividad general. Darwin no perteneció a esta clase, como muestra su extensísima correspondencia. El artículo («‘‘El círculo Darwin’’: Lyell, Hooker, Gray y Huxley») de quien firma estas líneas in- troductorias presenta esta dimensión de su personalidad y modo de trabajar. Tras regresar a Inglaterra, Darwin vivió algunos años en Londres, hasta que en 1842, ya casado con su prima Emma, se trasladó a Down, en Kent, una pequeña aldea a veinticinco kilómetros de Londres. Allí, en la casa que adquirió y que incluía siete hectáreas de terreno, pasaría el resto de su vida. De su vida en aquel lugar, y de algu- nos de los trabajos a los que se dedicó, sobre todo de los botánicos, se ocupa Martí Domínguez en «Charles Darwin en el retiro de Down: palomas, orquídeas, plantas carnívoras, prímulas, enredaderas y lombrices de tierra». Estas investigaciones eran piezas del gran rompecabezas en el que Darwin estaba empeñado desde que John Gould llamara su atención en 1837, advirtiéndole de que un grupo de aves que Char- les había recogido en las islas de las Galápagos, y que había tomado por especies dis- tintas (piquigruesos, chochines, pinzones y oropéndolas), eran en realidad todas pinzones. Ante semejante dato, terminó haciéndose la pregunta de si las diferencias —¿transmutaciones?— que se observaban entre aquellos pinzones isleños, que le ha- bían llevado a suponerlos pertenecientes a especies distintas, no habrían surgido de- bido al aislamiento entre las islas y las condiciones particulares que existían en cada una. Desde entonces, con algunos intervalos causados, sobre todo, por su mala salud, no dejaría de buscar evidencias para sustentar la teoría de la evolución de las especies que finalmente construyó. Precavido y exigente, informó a pocos y no se apresuró a publicar sus ideas. Y al cabo de los años, el 12 de junio de 1858, le llegó una carta en la que otro naturalista británico, Alfred Russel Wallace (1823-1913), le anunciaba que había llegado a la misma teoría. Wallace es, por tanto, otro personaje capital en la his- toria de la formulación de la teoría de la evolución de las especies mediante selección o BILE, n. 70-71. Octubre 2008 01 a-SANCHEZ RON (Intro).QXP:01 SANCHEZ RON (Intro) 9/2/09 08:44 Página 11 JOSÉ MANUEL SÁNCHEZ RON 11 natural. De él, y de sus relaciones con Darwin, se ocupa Fernando Pardos en otro de los artículos de este número del Boletín. Si resulta muy difícil resumir la obra de Darwin incluso en un par de centenares de páginas, no menos complicado es ocuparse de sus efectos, que penetran en multi- tud de dominios, hasta el punto de que a veces parece que apenas quedan resquicios no «contaminados» por las implicaciones del pensamiento darwiniano. De esos efec- tos tratan varios de los artículos incluidos aquí. El primero de ellos es el debido a Ca- milo José Cela Conde («Darwin como filósofo»). En él se resalta que una buena parte de la obra de Darwin, y en especial The Descent of Man (1871), está impregnada de planteamientos filosóficos. Y por supuesto, la dimensión filosófica del darwinismo no desapareció con la muerte del naturalista de Down; todo lo contrario, dio origen a análisis y posturas muy diversas, hasta el punto que, como concluye Cela Conde, es le- gítimo sostener que «el impacto de Darwin y el darwinismo en la filosofía actual de- bería como mínimo ser tomado muy en cuenta, so pena de llevar a cabo una ética, una epistemología e incluso una ontología inadecuadas». Si las implicaciones filosóficas de la obra de Darwin eran patentes desde el primer momento, también lo eran otras, en particular las que afectaban a los ámbitos de la religión y la política. Al fin y al cabo, la teoría de la evolución negaba uno de los aser- tos fundamentales de religiones como la cristiana, el de que cada especie, incluyendo la nuestra, fue creada por un Dios; y en los alambicados y plurales mundos de la po- lítica, no hace falta pensar mucho para darse cuenta de las posibles lecturas que tenía aquello de «la supervivencia de los más aptos». Francisco Pelayo («Desde el púlpito contra Darwin: la reacción creacionista a la teoría de la evolución») trata de las implicaciones religiosas del darwinismo; más con- cretamente, del rechazo de estas por los creacionistas, que tuvo una temprana mani- festación en la famosa confrontación del 30 de junio de 1860, en Oxford, entre el obispo anglicano Samuel Wilberforce y Thomas Huxley, el gran defensor de Darwin. De hecho, lejos de haber desaparecido, el rechazo de los creacionistas continúa vivo en la actualidad; ahora, eso sí, sobre todo bajo un nuevo nombre-disfraz: el de diseño inteligente. Por su parte, Álvaro Girón Sierra se ocupa del darwinismo y la política, mostrándonos las muy diversas lecturas que se hicieron de las ideas de Darwin, sobre todo durante el período que va desde 1859 hasta 1914. Cuando se habla de «diversas lecturas», más pronto o más tarde uno termina adentrándose en el terreno de los estudios comparativos. El caso de la teoría y las con- tribuciones científicas y literarias (como el Diario de un naturalista alrededor del mundo, cuya primera edición vio la luz en 1839) de Darwin resulta particularmente apropia- do para este tipo de estudios. Y son muchos los trabajos que se han realizado en este campo, del que Thomas Glick («Darwin y el evolucionismo: panorama internacio- o BILE, n. 70-71. Octubre 2008 01 a-SANCHEZ RON (Intro).QXP:01 SANCHEZ RON (Intro) 9/2/09 08:44 Página 12 12 INTRODUCCIÓN nal») nos ofrece una visión general, mientras que Alberto Gomis («Las ideas de Dar- win en España, hasta su fallecimiento en 1882») se ocupa de lo que sucedió en Espa- ña (traducciones que se hicieron de sus libros, debates y otros tipos de reacciones).