LAS MERINDADES (Burgos) Frías Por El Valle De Tobalina Mª Del
Total Page:16
File Type:pdf, Size:1020Kb
LAS MERINDADES (Burgos) Frías Por el Valle de Tobalina Mª del Carmen Murillo Martínez 1 LAS MERINDADES Frías - Por el Valle de Tobalina Dada la buena acogida que tuvo nuestra primera incursión por Las Merindades, en esta ocasión, repetimos. En primer lugar y para todos aquellos que no saben dónde están Las Merindades, como nos pasó a la mayoría del grupo la primera vez que oímos hablar de este lugar, quiero situar esta región en el mapa. Las Merindades es una comarca que ocupa el tercio norte de la provincia de Burgos. Limita al oeste y noroeste con Cantabria, al noreste con la provincia de Vizcaya, al este con la de Álava y al sur con las Comarcas burgalesas del Ebro, La Bureba y Páramos. Está bañada por varios ríos, siendo el más importante el río Ebro. Su historia no difiere mucho de la de toda Castilla La Vieja, remontándose al paleolítico los restos más antiguos encontrados en la comarca. Los romanos también dejaron su huella y en la Alta Edad Media la región se suma a la reconquista iniciada por D. Pelayo desde Asturias. Es en el siglo IX cuando se habla por primera vez de la palabra “Castilla”; este nombre aparece escrito en el documento fundacional del Monasterio de Teranco, enclavado en pleno Valle de Mena (una zona muy importante de Las Merindades). Y no es de extrañar que esta palabra surja para hacer referencia al conjunto de pequeños territorios situados al 2 Norte del Ebro, núcleo originario de Castilla, que se caracterizaba por los abundantes edificios defensivos. En el siglo X, Fernán González organizó políticamente la región, creando Las Merindades como entidad político- administrativo. El siglo XI es el de mayor esplendor para la comarca, al convertirse el Monasterio de San Salvador de Oña en el primer panteón real de Castilla. Aquí nació en el siglo XIII la institución de los Jueces de Castilla. En la Baja Edad Media fueron frecuentes las luchas entre familias nobles y así se concedían privilegios y poderes a una ciudad en contra de otra. Un hecho destacable de los siguientes siglos de tránsito fue el carácter emprendedor y colonizador de muchos de sus habitantes, que se desplazaron a America en busca de fortuna y a su retorno levantaron impresionantes casonas como símbolo de su éxito, es decir, los indianos. El siglo XX está caracterizado por la emigración masiva hacia zonas industriales más desarrolladas y con mayores expectativas de trabajo. Casi la mitad de la población emigró hacia el Gran Bilbao en los años cincuenta, sesenta y setenta. Entre las poblaciones que componen Las Merindades, nosotros hemos elegido la ciudad de Frías y desde allí recorrer el Valle de Tobalina, en la parte más oriental de la región. Frías se encuentra a 80 Kms al nordeste de Burgos capital, a orillas del río Ebro. Se ubica en un estratégico emplazamiento para cruzar el río, que se ha venido utilizando 3 al menos desde la época romana. La primera referencia histórica se remonta al año 867 en plena repoblación de estas tierras después de su conquista a los musulmanes. En el siglo XI, Frías se integra en el reino de Pamplona-Nájera (predecesor del reino de Navarra). A través de los fueros conseguidos, se ve favorecido el desarrollo económico de la población, que llegó a contar con una judería. Pasa a depender de Castilla y extiende su influencia por todo el Valle de Tobalina. En el siglo XIV adquiere tanto poder que se construye sobre el puente romano una torre con el objetivo de cobrar más eficientemente el Pontazgo. En 1435 el rey Juan II de Castilla otorgó a la villa el título de ciudad (la ciudad con menor población de España), con el objeto de intercambiársela al Conde de Haro por Peñafiel. La población de Frías se negó a aceptar al Conde de Haro como su Señor aunque tras una dura lucha, fue derrotada y tuvo que doblegarse. Con el paso del tiempo, los Fueros de Frías fueron sufriendo un proceso de degradación por la lógica evolución de la población a la que habían sido concedidos. El pueblo se revelará y se enfrentará a sus señores pero no servirá de nada. Frías quedará como lugar de señorío hasta que en 1811 vuelve a recuperar la antigua libertad municipal que le fuera otorgada en el lejano 1202. 4 Hoy Frías es un municipio enmarcado, como ya he dicho, en la comarca de Las Merindades, oficialmente denominada “Ilustrísima Ciudad de Frías” Enriscada en una elevación, el cerro de La Muela, y cercana al ancho y caudaloso río Ebro, mantiene una estructura urbana medieval que corona el castillo de los Velasco y la iglesia de San Vicente, formando todo ello un magnífico Conjunto Histórico Artístico. En torno a estas edificaciones y salvando la pendiente del cortado rocoso se apiña un casería organizado en estrechas y empinadas calles. Las características casas, de planta baja y dos o tres alturas, se adosan unas a otras formando calles; algunas cuelgan de la roca, desafiando las leyes de la gravedad. Otras cuentan con una bodega en su sótano excavado en la roca. En la herencia de una actividad vinícola, de txakolí, que hasta el siglo XX ocupó a mas de 2000 personas 5 PRIMER DIA Hemos iniciado el trayecto saliendo de Madrid por la Autovia A-VI que nos es conocido hasta Briviesca y después con una ligera miradita al mapa tradicional (que no al GPS que nos manda por un camino de tierra, por aquello de la ruta más corta), hemos llegado sin novedad a Frías. Eso sí, la famosa carretera BU-504 ya nos ha dado una ligera idea de lo que nos íbamos a encontrar: un paisaje precioso pero en cuesta. En este punto tengo que decir que, a pesar de que ya intuíamos como era la ciudad, la primera visión de Frías, al encontrarla de repente tras una de las muchas curvas de la carretera, es impactante. Y tan asombrados estamos que seguimos la carretera hasta salirnos del pueblo, sin darnos cuenta de que como no estés atento, sigues la circunvalación y no entras en la población. Así pues, efectivamente, nos hemos pasado el cruce. No hay problema, damos media vuelta y como resulta que como ya sabemos, ésta es la Ciudad más pequeña de España, rápidamente llegamos al centro. 6 Es media tarde cuando nos reunimos todo el grupo y después de los besos, abrazos, alegría… etc., etc., enseguida vamos dentro de la Posada porque hace bastante fresco. Una vez hecho el recorrido por las habitaciones y decidido con cual no quedamos cada uno, se informa a la señora (que con los días y la confianza sabremos que se llama María) de que quisiéramos cenar en la Posada. Con las mismas y abrigaditos, nos vamos a dar la primera vueltecita por el que en los siguientes días será nuestro lugar de residencia. Hacemos un primer recorrido por el casco antiguo, es decir, por una hermosa cuesta, con calles empedradas que nos conducen a lo más alto de La Muela. Las casas no son espectaculares, pero atesoran mucha historia. Las mejores son las que fueron levantadas en el siglo XVI. Hay que recordar que también hubo una aljama judía y sinagoga, de las que no queda ni rastro. El alto está ocupado también por la Iglesia de San Vicente que es la más importante de todas las que tuvo la ciudad. Ubicada como el castillo en un extremo del cortado rocoso, de su primitiva construcción románica sólo quedan algunos restos, ya que a principios de 1904 , tras la caída de su torre, se levantó una nueva. Como curiosidad hemos sabido que su portada principal se exhibe 7 hoy en el Museo de los Claustros de Nueva York. Aunque no podemos ver el interior porque a esta hora está cerrada, sabemos que se pueden admirar diversos retablos, altares, sepulcros y pinturas. Continuamos cerca del castillo intentando seguir la línea de la muralla. Se la conoce como Muralla de la Muela y fue construida en el siglo XIII, sirviendo de defensa a la ciudad. Bordeaba todo el conjunto y a su interior se podía acceder a través de tres puertas: la de Medina, la Del Postigo y la de La Cadena. Aunque de esta muralla sólo quedan restos, es ya citada en un documento del 1211; llegaba hasta la Iglesia de San Vicente, que en su torre tenía almenas de defensa. Desde allí, seguía una muralla baja que por delante de las casas construidas sobre la roca se unía a la Puerta de la Villa. Tampoco queda mucho de esta contra- muralla, sólo algunos restos de dichas casas, como por ejemplo en la Casa de Cultura, donde se ve en perfecto estado una puerta de acceso al paseo de Ronda. Trepar por las cuestas, unido al aire que viene de los montes, nos desata el apetito. Echamos una miradita a las dos tiendas de regalos, por aquello de la curiosidad y enseguida entramos en uno de los dos bares que hay, a tomar una cervecita. Aquí, como bien le han dicho a José Luís, es una faena enfadarte con alguien, porque siempre te lo vas a encontrar en un sitio o en otro. Por cierto, al entrar hemos comentado entre nosotros que nos sorprende ver que todas 8 las mesas están ocupadas por señoras y que tienen organizadas unas timbas de mucho cuidado. La verdad es que no sé de que nos extrañamos, ya deberíamos estar acostumbrados porque hemos visto lo mismo en otros muchos sitios. Hay que entender que en estos pueblos tan pequeños y con inviernos tan largos, en algo se tienen que distraer las mujeres y no siempre tiene por qué ser en “sus labores”.