450 Ejemplos Y + Acciones Prácticas De No Violencia
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450 ejemplos y + acciones prácticas de no violencia De la no violencia a la noviolencia “Además (o por debajo) de la Historia está la memoria, y la memoria es también patrimonio irrenunciable de los pueblos. Memoria es resistencia. La Historia tradicionalmente ha sido el relato de los vencedores y un sutil instrumento diseñado para controlarnos y vigilarnos. Lejos de esa concepción fosilizada que nos hace pensar en 'historia' como una suma de cosas inertes, ya muertas, la capacidad del relato de la memoria consiste en actualizar su vigencia a base de enlazar con la experiencia que generaciones de gente como nosotras y nosotros han ido atesorando, defendiendo y ofreciendo. Poner la experiencia a disposición es también un acto político, es seguir articulando redes mutuas, es hacer público un caudal de resistencia”. Josemi Lorenzo Arribas, “En legítima desobediencia”, 2001. Lo que tenéis delante es una recopilación realizada por Bidea Helburu de una amalgama de acciones no violentas, desobedientes, pacíficas, imaginativas... que forman parte de nuestra memoria colectiva. Las hay de boicot, de no colaboración, de desobediencia civil; las que dan alternativas o abren caminos, o las que proponen cerrarlos... Pero los hechos que se recogen tienen en común la acción y el empleo de medios no violentos, y escapan a la extrecha visión unidireccional de nuestra historia vista solamente desde la confrontación violenta. Todos estos casos y otros muchos que se han quedado fuera reflejan que hay más de una Historia, que hay muchas historias. No sólo es que haya aire fuera de los estrechos marcos armados, partidistas o de poltronas, sino que lo que hay está menos contaminado. Nuestra historia no sólo se reduce a lo que se cuenta de los poderosos, ricos y militares. No es ETA tampoco lo único que destaca en este pueblo, ni todo pasa por el alineamiento en contra o a favor de ella. Tampoco todo depende de las dinámicas de los partidos e instituciones. No. No hay más que repasar estos centenares de ejemplos como para refrescar la memoria. Suelen citarse a menudo los 198 métodos posibles de no violencia y de desobediencia civil recogidos por Gene Sharp en 1973. Aquí va nuestra aportación desde Euskal Herria, y además con práctica desarrollada, intercalada con acciones en otros lugares y con acontecimientos y datos históricos mundiales que han sido referenciales para los movimientos de aquí. El buen trabajo de Sharp nos ha servido de acicate para confeccionar nuestra propia lista. Quedan fuera muchas otras actividades efectuadas a lo largo de la rica y variada historia del conjunto de resistencias civiles y sociales vascas1. Pedimos perdón de antemano por las 1 Hemos tratado de recoger lo más significativo, salvo omisiones involuntarias, para no caer en repeticiones. En muchas ocasiones sólo se cita la primera actividad o la más característica, aunque esa iniciativa se convoque todos los años. Muchas acciones llamativas, como las que realiza por ejemplo Greenpeace, no han sido incluidas para no ser reiterativos. Lo mismo con las manifestaciones o efemérides, congresos o jornadas, que se han evitado en general, ya que, de incluirlas, se haría interminable. Gran parte de las referencias, además de las citadas a pie de página, se han sacado de los anuarios o resúmenes anuales de Egin, Berria, Gara, Diario de Noticias, El Diario Vasco, Hitza, Andra... y en menor medida de El País y El Mundo. 1 ausencias. Además, es probable que a las personas que leáis esta muestra os surjan discrepancias sobre la idoneidad de haber incluido tal o cual actividad en la misma. Para decirlo todo, también han existido dudas y discrepancias sanas en el grupo recopilador, aunque finalmente se haya decidido incluir todas las que están (que no son todas las que son, repetimos) porque se piensa que es mejor un debate (siempre inacabado) sobre hasta dónde llega la consideración de lo que son métodos no violentos y pacíficos (violencia o no contra las máquinas; hasta dónde tensionar sin que resulte agresión; si algunas iniciativas podrían ser malinterpretadas como complemento de estrategias que no son estrictamente no violentas; sobre si la espectacularidad de las acciones es requisito indispensable o si la misma puede desvíar el objetivo...) que el privar de lo acontecido a las generaciones nuevas, para que ellas mismas sean las que se hagan con su propio criterio. Tenemos temas pendientes, sí. Los seguiremos debatiendo. Pero la opción de la noviolencia ya está hecha. Es un proceso abierto desde abajo. Paso a paso. Desde la humildad y desde la experiencia de lo vivido y recorrido hasta ahora (¡450 ejemplos!). Hay suficiente perspectiva histórica y memoria colectiva como para pedir paso, para saber que la confrontación violenta no trae más que nuevos sufrimientos y cierra puertas, destruye puentes que tienen que volver a construirse, desvía objetivos, condiciona la práctica del conjunto de la disidencia, facilita y justifica carta blanca a la violencia del Estado, obstaculiza la participación social y la acumulación de fuerzas, y lleva a la inmovilidad de la mayoría2. ¡Tiempo! Déjese vía libre a la confrontación civil noviolenta, que bastantes obstáculos tiene que solventar ya de por sí. Los artefactos explosivos no tienen ojos, la noviolencia los puede abrir. Traemos aquí, al respecto, el razonamiento de Jean Mari Muller: “Todo movimiento de resistencia noviolenta encuentra la represión de los poderes establecidos y, contra lo que pueda pensarse, tiene todas las posibilidades de estar mejor armado para hacerle frente que un movimiento violento. Si utilizo la violencia no provoco en la opinión pública un debate sobre la injusticia contra la que lucho, sino sobre la violencia que cometo. Los medios de comunicación no hablarán de las motivaciones políticas que han inspirado mi acción, sino de los métodos que he utilizado para actuar. Para la opinión pública yo sería un destructor; y no solamente aceptará, sino que exigirá que pague por ello. El poder tendrá, así, el placer de utilizar conmigo todos los medios de represión de que disponga. Utilizando la violencia ofrezco a mi adversario los argumentos que necesita para justificar su propia violencia. Manteniéndome en los métodos de la acción noviolenta, me niego a facilitar la labor de mi adversario. Efectúo un cambio de roles: si utilizo la violencia me acorralo en una posición defensiva, porque debo justificarme ante la opinión pública que me acusa; si utilizo la noviolencia acorralo a mi adversario en una posición defensiva, puesto que es a él, en este caso, a quien le toca justificar su propia violencia ante la opinión pública. Por lo tanto, la represión ejercida contra una acción noviolenta en una causa justa, se queda sin verdadera justificación. Corre entonces el riesgo de desacreditar a mi adversario v de reforzar el eco de mi acción. Y, además, el debate público provocado por mi acción incidirá directamente en la causa por la que 2 Además, “el problema de la violencia política sería la organización para la violencia: la creación de ejércitos u organizaciones armadas que absorben tiempo y recursos humanos, cognitivos, reflexivos, políticos, científicos, materiales (que bastarían sobradamente para resolver todas las carencias cuya disputa originó el recurso a la violencia) con consecuencias catastróficas”, en http://es.wikipedia.org/wiki/No_violencia 2 lucho. Si soy llevado ante los tribunales, puedo utilizarlos como tribunas en las que yo, el acusado, seré quien juzgue a mi adversario. Puede aportarse otro argumento a favor de la noviolencia: al situarme en el terreno de la violencia me coloco en un terreno en el que mi adversario tiene todas las posibilidades de estar más y mejor armado que yo. De manera que es inútil empeñarse en una prueba de fuerza en este terreno. Al escoger la noviolencia soy yo quien escoge las armas y el terreno: obligo así a mi adversario a entablar una lucha en la que corre el gran riesgo de no estar preparado. Mientras que él espera que yo utilice la violencia, y está perfectamente armado para luchar en este terreno, le puedo pillar desprevenido al escoger la noviolencia. Por lo tanto, es razonable mantenerse en esta hipótesis de trabajo: la capacidad de violencia de los opresores siempre será muchísimo más grande que la capacidad de violencia de los oprimidos. En esta perspectiva, resulta que para estos últimos es un error estratégico abandonar el terreno de la justicia para situarse en el terreno de la violencia, en el que corren el riesgo de salir molidos a palos por los golpes de los opresores. Lo que Saul Alinsky decía, a propósito de los negros americanos, puede considerarse como una regla general: “Políticamente es una insensatez decir que el poder está en la punta del fusil, cuando son nuestros adversarios quienes poseen todos los fusiles”. Fueron precisamente las flores las que se colocaron en la bocacha de los fusiles en la no culminada “revolución de los claveles”, en el abril portugués de 1974, ahora hace 35 años. Algo habremos aprendido, ¿no?... Pero asistimos en numerosas ocasiones al ninguneo de las demandas ciudadanas o a intentos institucionales de vaciar de contenido esas demandas. Tampoco es inusual la criminalización de la disidencia. Por lo que es necesario conseguir un escenario donde sea posible construir alternativas desde abajo, donde nadie se escude en la legalidad vigente para negar la legitimidad de las demandas y propuestas ciudadanas. Y eso hay que ganarlo a pulso y resistiendo, dando razones y persuadiendo. Pero no usar la violencia no es sinónimo de pasividad. En cambio, la noviolencia tiene que ser necesariamente activa, porque es lo más opuesto a la pasividad. La noviolencia trata de encontrar en su acción, en el camino emprendido, lo que busca alcanzar como objetivo. De ahí nuestro nombre de Bidea Helburu. Por desgracia, constata John Paul Lederach, que suele existir un agudo desfase entre lo que se pretende y la manera en que se aborda lo que se quiere alcanzar: “no conectamos lo que buscamos con la forma de buscarlo.