EL 23-F DOS DÉCADAS DESPUÉS: APUNTES Y RECUERDOS

Vicente Camarena, Jesús González y Verónica Sierra Universidad de Alcalá de Henares

0. Introducción

Dentro de unos meses se cumplirán veinte años desde que un grupo de guar- dias civiles, al mando de un incalificable personaje, entraron en el Congreso con la intención de secuestrar la voluntad de los representantes de los españo- les. El mundo entero pudo ver las imágenes captadas por la televisión e inclu- so, en la actualidad, se pueden observar los impactos de los proyectiles en el techo del hemiciclo.

El presente trabajo de investigación pretende acercarse, a través de una serie de testimonios orales y escritos, a la percepción que algunos ciudadanos españoles tuvieron de aquellos momentos y a su recuerdo actual de los acontecimientos en los que estuvieron en juego, además de las reformas democráticas emprendidas, el pro- pio futuro en libertad que una gran mayoría de los españoles habíamos decidido concedernos después de una larga noche de tinieblas que duró casi cuarenta años.

El objetivo fundamental es, por tanto, recordar y recordarnos aquellos días de zozobra de un sistema todavía incipiente al que acechaban enormes peligros, des- tacando las causas y consecuencias que rodearon el intento frustrado de golpe de estado. Las fuentes utilizadas han sido, por una parte, testimonios orales elabora-

Carlos Navajas Zubeldia (ed.), Actas del III Simposio de Historia Actual. Logroño, 26-28 de octubre de 2000 Logroño, Gobierno de La Rioja. Instituto de Estudios Riojanos, 2002, pp. 501-516 501 EL 23-F DOS DÉCADAS DESPUÉS: APUNTES Y RECUERDOS dos a partir de cinco entrevistas transcritas de un total de doce ya realizadas (hay previstas una treintena); por otro, utilizamos declaraciones de los protagonistas y memorias como las del Rey o Manuel Fraga; además, nos valemos del Sumario del Juicio a los golpistas y de la bibliografía existente sobre el tema que nos ocupa.

1. El contexto político y social

La transición española hacia la democracia1 vivió continuamente en una situa- ción de inestabilidad, aunque varios momentos supusieron especial peligro para las reformas emprendidas. La pérdida del papel político por parte de las Fuerzas Armadas, la legalización del PCE, la llegada de Gutiérrez Mellado a la Vicepresidencia del Gobierno y su política de nombramientos, la aprobación de los primeros estatutos de autonomía, la ofensiva terrorista de ETA y GRAPO, y la crisis de la UCD, fueron creando un clima de especial tensión en ciertos colecti- vos del Ejército y las Fuerzas del Orden que se dedicaron a conspirar contra el pro- ceso democrático iniciado.

El Ejército español a lo largo de la transición democrática, fue reuniendo en su seno todas las condiciones necesarias para que existiera la posibilidad de un golpe de estado2. Era una colectividad que había gozado de un papel relevante durante el régimen franquista, en el cual su función consistía no sólo en la defensa pro- piamente dicha, sino también en garantizar el orden público. Además, había ocu- pado puestos esenciales en el gobierno que le habían permitido ser uno de los pro- tagonistas de la actividad política de aquellos años. Desde entonces, su situación había cambiado considerablemente, separándose cada vez más de las funciones que le habían definido.

1. Sobre la transición española se pueden ver, Raymond CARR y Juan P. FUSI, España, de la dictadura a la democracia, Planeta, Barcelona, 1979. Historia de la transición. Diez años que cambiaron España (1973-1983), Diario 16, , 1983-84. J.F. Tezanos, R. Cotarelo, A. de Blas, La transición democrática española, Sistema, Madrid, 1989; Paul Preston, El triunfo de la democracia en España: 1969-1982, Plaza- Janés, Barcelona, 1986; Elías Díaz, La transición a la democracia. Claves ideológicas, 1976-1986, Eudema, Madrid, 1987;J.M. Maravall, La política de la transición, Taurus, Madrid, 1984. 2. José L. de VILALLONGA, El Rey, Plaza y Janés, Barcelona, 1993, p. 152. Para el Rey tres serían los principales motivos por los que un grupo de militares se dedicó a conspirar en contra del proceso democrático: la separación existente entre el Ejército y la sociedad, la ofensiva terrorista de ETA y los nacionalismos vasco y catalán.

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Manuel Gutiérrez Mellado fue, junto a Rodríguez Sahagún, el encargado de la política militar en la transición. Su objetivo principal fue, justamente, el de ale- jar la política de los cuarteles para concentrarse en la tarea de preparación técni- ca. Durante su mandato comenzó una importante labor de modernización de las Fuerzas Armadas3, cuyo fin era adaptar el Ejército español a las necesidades de la defensa nacional, alejándolo de la tentación de un protagonismo militar en la vida pública. Así, la implantación de un sistema democrático y pluralista, modi- ficó profundamente la posición del Ejército en la sociedad. Las Fuerzas Armadas españolas, durante el largo período franquista, habían forjado una doctrina cuya misión principal consistía en la defensa de la unidad de la patria contra el enemi- go interior4. Además, tras su presencia en las colonias africanas, habían alcanza- do un alto protagonismo en la vida política y social, como garantes del orden público y del propio régimen político, y en la vida económica, accediendo al mundo de los negocios.

Si la democracia implicaba la desaparición del enemigo interior y la pérdida de los restos coloniales la del enemigo exterior, las Fuerzas Armadas, sin haber des- arrollado todavía una nueva mentalidad que se ajustara a la nueva situación polí- tica, se habían visto privadas de sus funciones tradicionales. La misma Constitución suprimía sus anteriores competencias en el mantenimiento del orden público en períodos de normalidad, al asignarles como misión: “Garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el orde- namiento constitucional”5, y por su parte, el gobierno ya se había encargado de prohibir su presencia en lo concerniente a los asuntos políticos.

3. En 1978 se modificaron las reales ordenanzas que, entre otras cosas, limitaron la jurisdic- ción militar; en 1980 se modificó el Código de Justicia Militar; y en julio de este mismo año apareció una ley orgánica que establecía los criterios básicos de la organización militar. Se reju- venecieron los mandos, se adoptaron medidas presupuestarias para solucionar las deficiencias de la administración militar española (como el plan META) y se elaboró un Plan Estratégico Conjunto. Javier Tusell, La transición española a la democracia, Vol. I**, páginas 133-134; Biblioteca de Historia, Historia 16, Madrid, 1997. 4. La doctrina a la que se hace mención tiene en realidad su origen en el siglo XIX, produ- ciéndose durante el franquismo una reafirmación de la misma. Santos Juliá, Sociedad y políti- ca, página 124, en Historia de España,”Transición y democracia (1973-1985)”, tomo 10**; diri- gida por Manuel Tuñón de Lara, Labor, Barcelona, 1994. 5. La Constitución Española de 1978, “Las Fuerzas Armadas”, página 47; Anaya, Madrid, 1982.

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2. Los preparativos del golpe

En este ambiente de confusión y descontento, se fueron gestando los diferentes grupos de conspiración que, si bien tenían un mismo fin, el golpe de estado, tení- an muy diferentes ideas y métodos. La formación de estos grupos no fue desco- nocida por la sociedad española ni por los grupos políticos. Los rumores acerca de un posible golpe de estado, el clima de tensión política protagonizado por la crisis de la UCD, los atentados de ETA y la actuación de diversos militares, hacían pre- sentir que algo estaba a punto de ocurrir: “Había un rescoldo de gente del fran- quismo, que vio una oportunidad aprovechando la crisis de UCD (...) fue cuando más claramente se percibía un cambio hacia la izquierda”6. Las memorias de Fraga registran este clima cuando hace alusión a una carta que envió al rey, sugi- riendo que convocara a consultas para evitar una crisis de trascendencia institu- cional e histórica7. Las palabras pronunciadas por Suárez en su despedida, evoca- ban también la amenaza de una intervención militar en la política8.

Sin contar con el beneplácito militar, Suárez comenzó a tomar determinadas decisiones que afectaban a la continuidad del régimen franquista, aumentando el descontento de aquellos sectores que permanecían fieles al mismo9. Los generales De Santiago e Iniesta, destituidos con ocasión de las conversaciones para la lega- lización de los sindicatos de CCOO, y Pita da Veiga, que dimitió tras ser legaliza- do el PCE, formaron el primer foco disidente. Se sumaron luego otros como Coloma Gallegos y Jaime Milans del Bosch, con el apoyo de Luis Torres Rojas, jefe de la División Acorazada Brunete. En Septiembre de 1977, tras una reunión en Játiva presidida por De Santiago, este grupo envió al rey la petición de formar un gobierno de salvación nacional.

6. Informante n¡ 5. Guadalajara, 48 años, empleado. 8 de octubre de 2000. 7. Manuel Fraga Iribarne, En busca del tiempo servido, Planeta, Barcelona, 1987. Junto a las memorias de Fraga se han producido otros libros de memorias de interés para este período como: Fernando Álvarez de Miranda, Del contubernio al consenso, Planeta, Barcelona, 1985; Santiago Carrillo, Memoria de la transición, Grijalbo, Barcelona, 1984; José Manuel Otero Novas, Nuestra democracia puede morir, Plaza y Janés, Barcelona, 1987. 8. José Oneto, Los últimos días de un presidente. De la dimisión al golpe de estado, Planeta, Barcelona, 1981. 9. Por ejemplo, de los 59 votos contra la ley para la Reforma política emitidos por las Cortes franquistas en noviembre de 1976, 15 procedían de procuradores militares, y de ellos, 7 de tenientes generales. Santos Juliá, Sociedad y política...

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Por otro lado, la política de nombramientos de Gutiérrez Mellado, situó al gene- ral Gabeiras como jefe de Estado Mayor y al general Ibáñez Freire como director general de la Guardia Civil. Uno de los altos mandos de la Guardia Civil en ese momento, el general Atarés, descontento con las decisiones de Mellado, se enfren- tó con él en Cartagena en noviembre de 1978 insultándole gravemente. Ya en 1979, este grupo de militares disidentes confiaba en la acción de la Brigada Paracaidista y de la División Acorazada Brunete, para tomar la Moncloa y nom- brar un gobierno presidido por el general Pita da Veiga.

A parte de este grupo de generales, actuaba otro grupo de coroneles y tenientes coroneles, los protagonistas de la llamada “operación Galaxia”, nombre de la cafetería en la que se reunieron el 11 de noviembre de 1978 para preparar sus pla- nes golpistas. Antonio Tejero Molina, teniente coronel de la Guardia Civil, y el capitán Sáez de Ynestrillas, planearon asaltar el día 17 de noviembre la Moncloa y secuestrar al gobierno para exigir un cambio político. La policía, sin embargo, pudo desbaratar la conspiración, aunque sus cabecillas tan sólo permanecieron unos meses en prisión.

Sumido el ejército en su profunda crisis de identidad, la concesión de los estatu- tos de autonomía, los atentados terroristas de ETA10 y la propia situación de inesta- bilidad parlamentaria, hicieron reanudar las conspiraciones a los dos sectores des- contentos manifestados. “El Congreso era un charco de ranas, porque estaban tra- tando de quitar a Suárez... entonces los militares tuvieron la chaladura de hacer el levantamiento, estaban hartos de los líderes políticos. Es una cosa parecida a lo que pasó en el 36... no había orden por ningún sitio”11. Además, aumentando la confusión ya existente, Alfonso Armada12, que sería nombrado segundo jefe de Estado Mayor en 1981, elaboró un plan que pretendía la formación, con el bene- plácito del Congreso, de un gobierno de salvación nacional presidido por él mismo.

10. Acerca del terrorismo, véase: José Luis Piñuel, El terrorismo en la transición española, Fundamentos, Madrid, 1986; Pío Moa, De un tiempo y de un país. Un misterio en vías de acla- ración, Ediciones de la Torre, Madrid, 1982. 11. Informante n¡ 3. Guadalajara, 80 años, jubilado. 29 de septiembre de 2000. 12. Alfonso Armada había servido como Secretario de la Casa del Rey y por ello se le conside- raba como fiel al mismo, pero nunca ocultó su talante conservador y criticó duramente la lega- lización del PCE. Por ello, Suárez se mostró reticente a otorgarle un cargo importante. Sin embargo, tras su dimisión, Armada logró ocupar el puesto de Segundo jefe del Estado Mayor Central. Santos Juliá, Sociedad y política...

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Tras el Proceso Judicial, quedó demostrada la relación existente entre los dife- rentes inculpados en los días anteriores al 23 de febrero de 1981. Ya en Julio de 1980, a través del paisano Juan García Carres, se reunieron en una comida Pedro Mas Oliver, Ayudante de Campo de Milans del Bosch, y el teniente coronel de la Guardia Civil, Antonio Tejero, que juntos analizaron la situación política españo- la y diferentes alternativas para resolverla. Pero fue realmente en la reunión, poco tiempo después, entre Milans del Bosch, Capitán General de la III Región Militar, y Antonio Tejero, cuando se barajó la posibilidad de asaltar el Congreso de los Diputados. Fue entonces cuando Tejero llevó a cabo diferentes gestiones para la realización de dicho asalto: fotografías del edificio, información sobre su protec- ción, compra de seis autocares para el traslado de las fuerzas,...13

En noviembre de 1980 ocurrieron dos hechos destacados. Por un lado nació “Almendros”14, nombre bajo el cual se comienzan a publicar determinados artí- culos que abiertamente propugnan la necesidad de un golpe de estado; y por otro, la visita realizada por el general Armada a Valencia, circunstancia que aprovechó para entrevistarse con Milans del Bosch. En dicho encuentro le expuso las preocupaciones del monarca ante la inestable situación política española: “Mi general, el Rey está preocupado por la situación de España, esto no va bien. El terrorismo hace sangre en las Fuerzas Armadas y las autonomí- as son la destrucción de la unidad nacional (...) Yo he estado con S.M. las últi- mas veces que he ido a Baqueira Beret. Se temen acciones violentas y debemos reconducirlas”15.

Después de la reunión en Valencia el 10 de enero de 1981, a la que asistieron Milans del Bosch, Alfonso Armada, Diego Ibáñez Inglés y Pedro Mas Oliver, se celebró ocho días después un encuentro en Madrid entre Mas Oliver, Milans del Bosch, Luis Torres Rojas Ð en este momento, subinspector de Tropas y Servicios

13. Proceso Judicial del 23 de febrero de 1981, Capitanía General de la Primera Región Militar, Juzgado Togado Militar de Instrucción nº 1. 14. En noviembre de 1980, los generales De Santiago e Iniesta, con la colaboración del coronel José Ignacio San Martín, antiguo responsable de los servicios de información de la Presidencia, de los editores del diario ultraderechista El Alcázar y de algunos políticos franquistas como Gonzalo Fernández de la Mora o Federico Silva, dieron vida al colectivo “Almendros”. Santos Juliá, Sociedad y política... 15. Santiago Segura y Julio Merino, Jaque al Rey. Los enigmas y las incongruencias del 23-F... dos años después, Planeta, Barcelona, 1983. p. 54.

506 VICENTE CAMARENA, JESÚS GONZÁLEZ Y VERÓNICA SIERRA de la VIII Región Militar - Antonio Tejero y Juan García Carres, en el que se acor- dó finalmente la ocupación del Congreso, con el fin de sustituir el gobierno de la nación por un nuevo gobierno que encauzara la democracia y terminara con el terrorismo. La fecha para celebrar la ocupación sería el mes siguiente, cuando Armada hubiera sido ya nombrado segundo jefe del Estado Mayor del Ejército, y el día más indicado sería el de la esperada moción de censura contra Suárez.

Desde el 19 de enero hasta el 16 de febrero, se repitieron diversas entrevistas entre el coronel Ibáñez y el general Armada, en las cuales se intercambiaron opi- niones sobre los avatares de la situación política española. El día 13 de febrero, Armada visitó la Zarzuela y se entrevistó con el Rey y con Gutiérrez Mellado, avisándoles del descontento y la crispación existentes en el seno del Ejército y de la posibilidad de que se produjera un golpe de estado16: “Se sabía que había pre- parado algo gordo, pero no cuándo se iba a producir”17. El 18 de febrero Milans, a través de Ibáñez y mediante llamada telefónica, acordó con Tejero que la ope- ración sería realizada el 23 de febrero, con ocasión de la segunda votación de la investidura del nuevo Presidente del gobierno, ya que durante la primera, que ten- dría lugar el día 20, resultaba precipitada ante la imposibilidad de reunir las fuer- zas necesarias.

Los preparativos se ultiman el 22 de febrero: las diversas conversaciones entre Ricardo Pardo Zancada –Comandante de la División Acorazada BruneteÐ, Milans del Bosch, el general Torres Rojas y Alfonso Armada, el reclutamiento de las fuer- zas necesarias para el asalto al Congreso por parte de Tejero, y los contactos de éste con José Luis Abad Gutiérrez –Jefe del Subsector de Tráfico de Madrid– y Jesús Muñecas Aguilar –capitán de la Primera Comandancia Móvil de ValdemoroÐ prepararon el camino hacia el intento golpista. A pesar de los movi- mientos existentes en los cuarteles, el golpe cogió por sorpresa a la mayoría de la población. Así: “El noventa por ciento de los trabajadores y de la gente normal de la calle no se esperaban tales acontecimientos”18. No obstante, se percibía el

16. Memoria de la transición, publicada por El País, p. 340, capítulo 18, “Golpe de Estado”. Madrid, 1995. 17. Informante n¡ 4. Madrid, 60 años, Militar, Oficial Ejército de Tierra. 23 de septiembre de 2000. 18. Informante n¡ 1. Guadalajara, 53 años, trabajador industrial y sindicalista. 10 de septiembre de 2000.

507 EL 23-F DOS DÉCADAS DESPUÉS: APUNTES Y RECUERDOS malestar: “Alguien tenía que poner orden, pero políticamente... Se temía un cam- bio político, pero nada de esa categoría”19.

3. El 23-F: fracaso y consecuencias del golpe

En la tarde del 23 de febrero de 1981, mientras tenía lugar la segunda votación para la investidura del sucesor de Suárez, Calvo Sotelo, Tejero secuestró el Congreso de los Diputados. Por su parte, Milans del Bosch declaraba en Valencia el estado de excepción, y en Madrid, la División Acorazada Brunete tomó los medios de comunicación para hacer saber a todo el país el éxito del golpe. Cerca de Madrid, el personal de la Base Aérea de Torrejón permanecía en alerta acuar- telado: “Cuando nos acuartelaron pensábamos que se trataba de una Alerta Piramidal como otras muchas que habíamos tenido. Después vimos la toma del Congreso por televisión, pero no recibimos una consigna clara sobre lo que tení- amos que hacer“20.Una vez conseguidos estos objetivos, la misión de Armada era presentarse en el Congreso y formar un gobierno de salvación nacional presidido por él mismo, bajo el respaldo del Rey y del Parlamento. Se mezclaban así, en una sola operación, las diferentes ideas golpistas: Tejero, Milans y Armada.

“El teniente coronel Antonio Tejero se había levantado temprano el día 23 de febrero. Sería su día de gloria (...) Se vistió con parsimonia (...) Volvió a colo- carse bien el tricornio, comprobó que en la cartuchera llevaba la pistola Astra con ocho balas y una en la recámara y suspiró hondamente (...) Tenía la mirada fija en el infinito, los ojos muy abiertos y la seguridad de ser el único que podía salvar a España”21.

En la mañana del 23 de febrero de 1981, Antonio Tejero se entrevistó con Miguel Manchado García –coronel del Parque de Automovilismo de la Guardia Civil–, con José Luis Abad Gutiérrez y con los capitanes Gómez Iglesias y Muñecas Aguilar, con el fin de reunir las fuerzas que serían llevadas al Congreso en seis autobuses desde Fuenlabrada hasta Madrid, afirmando que se trataba: “De un servicio extraordinario en defensa de España, de la Corona y de la democra-

19. Informante n¼ 3. 20. Informante nº 2, Madrid, 55 años, Militar, Oficial de Aviación. 4 de octubre de 2000. 21. José Oneto, 23-F: Las claves diez años después. La noche de Tejero. Tiempo, Madrid, 1991. pp. 27-29.

508 VICENTE CAMARENA, JESÚS GONZÁLEZ Y VERÓNICA SIERRA cia”22. Se reunieron en total 15 oficiales, 22 suboficiales, 28 cabos y 291 Guardias. Esa misma mañana, la Brigada Paracaidista celebraba su aniversario en Alcalá de Henares, donde se dieron cita algunos conspiradores: “Varios golpistas aprovecharon el aniversario de la BRIPAC para juntarse: por lo menos Armada y Torres Rojas estuvieron allí”23.

A las 18:23 horas, Tejero, al mando de la fuerza militar antes expresada, arma- da con subfusiles, ametralladoras y pistolas, entró en el Congreso de los Diputados. Se situó en la Tribuna de Oradores, ante el Presidente del Congreso, ordenando a cuantos se encontraban en el hemiciclo que se arrojaran al suelo y permanecieran inmóviles. Una vez controlada la situación, a pesar de las resisten- cias ofrecidas por Suárez y Gutiérrez Mellado, asignó a cada oficial una función determinada para mantener el orden (vigilancia, tranquilizar a los diputados, eva- cuación de heridos, control de la central telefónica...). Tras ello, se puso en con- tacto telefónicamente con Milans del Bosch para comunicarle el éxito de su ope- ración. Al mismo tiempo que la actuación de Tejero, la División Acorazada Brunete comenzó la denominada “Operación Diana”, que consistía en la ocupa- ción de RTVE, del Retiro, de las emisoras de radio y del Campo del Moro.

En Valencia, desde las ocho de la mañana del 23 de febrero, se sucedieron distin- tas reuniones presididas por el coronel Ibáñez Inglés, con el fin de preparar las ope- raciones “Alerta Roja” y “Turia”. La primera tenía como objetivo cerrar los acce- sos a la capital por el norte, mientras que la segunda pretendía proteger las vivien- das de los miembros del Ejército. A las 10:20 horas, tras confeccionar un bando de declaración de estado de excepción en la Región, Milans comunicó a los Jefes de su Estado Mayor que algo iba a ocurrir en Madrid y se debían tomar medidas. Tras la ocupación del Congreso por Tejero, Milans transmitió por radio el bando y comen- zó el movimiento, alcanzando sus objetivos a las 22:00 horas. Contaba con 1800 hombres, 60 carros de combate, vehículos de toda clase y camiones. A lo largo de la noche, Milans recibió varias llamadas telefónicas, entre ellas las del propio Rey, para que retirara sus tropas y el bando. A la vista del fracaso de la intentona golpis- ta, depuso su actitud a medianoche, y a las 14:30 horas del 24 de febrero, tras ser obligado a trasladarse a Madrid, fue arrestado y destituido.

22. Proceso Judicial del 23 de febrero de 1981,... p. 13. 23. Informante n¡ 4.

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Una de las bases del golpe de estado, era la presencia de Armada en la Zarzuela en el momento de la entrada de Tejero en el Congreso de los Diputados. Sin embargo, al general Armada no se le permitió entrevistarse con el Rey debido a las sospechas que existían sobre su actuación. Al no poder cumplir con el plan pre- visto, en el momento del asalto al Congreso permaneció con el teniente general Gabeiras –Jefe del Estado Mayor del ejército– en la sede del Cuartel General del Ejército. Tras ser rechazada su entrada en la Zarzuela, instó a Milans para que con- venciera a todos los capitanes generales para que apoyaran un gobierno “constitu- cional” presidido por él. Sin embargo, su propuesta fue rechazada por Gabeiras, Milans y el propio Tejero, en un encuentro que tuvo lugar con este último en el Congreso a las 23:50 horas.

Además de Armada, fueron varios los interlocutores que intentaron convencer a Tejero de que abandonase el Congreso, entre ellos Félix Alcalá Galiano –Jefe de la Policía Nacional–, Aramburu Topete ÐDirector general de la Guardia CivilÐ y el general Fernández Campo –Secretario general de la Casa del Rey–. Finalmente, tras una serie de conversaciones entre Ricardo Pardo Zancada, que había llegado al Congreso a las 1:35 horas de la madrugada con nuevas fuerzas, y el teniente coronel Tejero, se llegó a un acuerdo de rendición, cuya premisa fundamental era la presencia de Armada en la firma del mismo. El Congreso fue abandonado a las 12:30 del día 24 de febrero.

¿Por qué fracasó el golpe del 23-F? Según Javier Tusell, existen cinco causas fundamentales que propiciaron el fracaso del golpe de estado. En primer lugar, no tuvo lugar una sublevación militar en la periferia al igual que había ocurrido en Valencia, y ni siquiera en Madrid, a pesar de lo confuso de la situación, tuvo éxito la intentona de Torres Rojas, gracias a la actuación del general Juste, comandante de la División Acorazada Brunete. En segundo lugar, la política de nombramien- tos seguida por Gutiérrez Mellado fue relegando a puestos secundarios a todos aquellos que podían poner en peligro la democracia. En este sentido, la actuación de los altos mandos militares, como Gabeiras o Aramburu Topete, fue decisiva para frenar el golpe. Como tercer motivo, hay que destacar que la conspiración misma tenía deficiencias internas claras. La ocasión fue buena, pero la actuación que se llevó a cabo fue improvisada; además, no existía un claro liderazgo y sus protagonistas eran incompatibles tanto desde el punto de vista político como desde el punto de vista personal. En cuarto lugar, el intento golpista fue conocido por los

510 VICENTE CAMARENA, JESÚS GONZÁLEZ Y VERÓNICA SIERRA españoles casi en su totalidad, ya que fue retransmitido, y éstos estuvieron mayo- ritariamente en su contra. Por último, fue fundamental la actuación del Rey24, , que se mantuvo contrario al golpe en todo momento. Dicha actitud fue esencial de cara a las intenciones de los golpistas, entre cuyos objetivos estaba lograr su apoyo. Para mucha gente el papel del Rey fue vital aquella jornada: “La monarquía pesó mucho. El 23 de febrero el Rey jugó el papel más importante de España”25. Las llamadas telefónicas del Rey a los capitanes generales, ratificaron la fidelidad de éstos hacia el monarca: “Estoy a las órdenes de vuestra majestad para lo que sea”26. No autorizó la presencia de Armada en la Zarzuela, reunió a los jefes de Estado Mayor y, una vez reconquistados los medios de comunicación, a las 1:24 horas de la madrugada del día 24 de febrero, intervino en TVE, afir- mando que: “La Corona, símbolo de la permanencia y unidad de la patria, no puede tolerar en forma alguna acciones o actitudes de personas que pretendan interrumpir por la fuerza el proceso democrático que la Constitución votada por el pueblo español determinó en su día a través de referéndum”27.

El golpe había fracasado. Libres de la presencia militar los diputados continua- ron con la votación de la investidura de Calvo Sotelo, cuyo resultado fue el de 186 votos a favor y 158 en contra. Felipe González ofreció el apoyo del PSOE para formar un gobierno de coalición28. El Rey reunió a los líderes políticos haciendo un llamamiento de responsabilidad, pues ya no estaría en él tomar determinadas

24. Sobre el papel desempeñado por el Rey en el golpe de estado y en la transición en general, véase: Vicente Palacio Atard, Juan Carlos I y el advenimiento de la democracia, discurso de ingreso en la Real Academia de la Historia, 1988; Carlos Seco Serrano, Juan Carlos I, Anaya, Madrid, 1989; o Juan Antonio Pérez Mateos, El rey que vino del exilio, Planeta, Barcelona, 1981. 25. Informante n¡ 3. 26. José L. de VILALLONGA, Op. cit., pp. 156-57. Según el autor, estas fueron las palabras de los generales. Esta contestación nos conduce de nuevo a la idea de que los altos mandos milita- res, se situaron del lado del Rey y no de la legalidad constitucional. Además, esta lealtad, tiene que ver más, con las relaciones entre vasallos y sus señores, que una relación inscrita en un Estado democrático con un marco legal. 27. Del discurso del Rey Don Juan Carlos I el 24 de febrero en RTVE a los españoles. José Oneto, 23-F: Las claves diez años después ..., p. 111. 28. La idea de formar un gobierno de coalición fue propugnada desde antiguo por el PCE. Sin embargo, los socialistas siempre habían permanecido reacios ante ella, de ahí la importancia de esta decisión. Santos Juliá, Sociedad y política...

511 EL 23-F DOS DÉCADAS DESPUÉS: APUNTES Y RECUERDOS decisiones en caso de una nueva intentona golpista como había ocurrido en esta ocasión: “Todos deben estar conscientes, desde sus propias responsabilidades, que el Rey no puede ni debe enfrentar reiteradamente, con su responsabilidad directa, circunstancias de tan considerable tensión y gravedad”29.

El proceso judicial contra el golpe de estado del 23 de febrero de 1981 duró tres meses, siendo el juicio más largo de la historia española hasta ese momento. Por primera vez desde 1932, si exceptuamos la Guerra Civil, miembros del Ejército español eran juzgados por el delito de rebelión militar. A pesar de los intentos rea- lizados por los inculpados de reconducir el significado de sus acciones contra el proceso democrático, responsabilizando de la situación del país a las instituciones democráticas y al propio Rey, fueron condenados a cumplir diferentes períodos de encarcelamiento además de otras penas complementarias. Tras un proceso com- plicado, cargado de incidencias, recelos y justificaciones fracasadas, siguió sin quedar demostrado qué fue realmente lo que ocurrió en aquel día en el que se intentó frenar el avance democrático.

Es difícil determinar cuáles fueron las consecuencias políticas del intento de golpe de estado. Algunos afirman que fomentó una tendencia hacia la derechiza- ción de la política española. Aún así, fue más bien la falta de coherencia que la supuesta derechización lo que motivó después el desastre de la UCD30. El impac- to fundamental del intento golpista sobre la política española consistió en des- prestigiar cualquier involución militar. Si el golpe sirvió para algo fue para con- solidar la figura del monarca y, consecuentemente, la monarquía parlamentaria como forma de Estado aceptada y apoyada por la mayoría de los españoles. Tras el fracaso militar, ésta recibió el suplemento de legitimidad que le podía faltar para su definitiva consolidación como forma política del Estado español.

El golpe fracasó, pero de haber triunfado da la impresión, por los testimonios recogidos, que la reacción popular hubiera sido más bien tímida. Casi nadie estaba preparado para enfrentarse a los golpistas: “El pueblo no hubiera reaccionado de

29. De las palabras del Rey a los líderes políticos, 24 de febrero de 1981. Santiago Segura y Julio Merino, libro anteriormente citado, p. 177. 30. Sobre UCD, véase: Emilio Attard, Vida y muerte de UCD, Planeta, Barcelona, 1983; o Carlos Hunneus, La Unión de Centro Democrático y la transición a la democracia en España, Siglo XXI, Madrid, 1985.

512 VICENTE CAMARENA, JESÚS GONZÁLEZ Y VERÓNICA SIERRA ninguna manera, no estaba todavía capacitado, lo único que quería era que hubie- ra paz, tranquilidad, y que no hubiera sangre. Seguramente hubiera acatado lo ocurrido. Los que en esos momentos formábamos la sociedad, éramos hijos de los que habían sufrido una guerra civil en la que habían muerto miles de españoles”31.

4. Consideraciones finales

El 23 F fue la culminación de un proceso que abarca los primeros años de nues- tra transición. Los militares que tomaron parte en el golpe, justificaron su actua- ción en una supuesta necesidad de intervención para salvar el Estado de peligros que le llevaban hacia la desmembración. La idea de salvación de la Patria y del mismo intervencionismo, que por otra parte ya utilizaron los sublevados de 1936, es una concepción decimonónica, fruto del poder y el papel que se otorgó a sí mismo el Ejército español y que era utilizada en función de la coyuntura política y social de la nación.

Antes del inicio del proceso contra los golpistas pocos españoles dudaban sobre lo que se iba a juzgar: “Un golpe militar destinado a frenar el proceso democrá- tico basado en la existencia de egoísmos corporativos, incultura política y renco- res personales, que hubiera sumido a España en el descrédito e incluso en la san- gre, el terror y el oscurantismo”32. Sin embargo, tras el juicio, ni siquiera quedó una idea clara sobre qué fue el golpe de febrero. Puede que, gracias al intento de golpe de Estado, la clase política española recondujera sus pasos hacia una situa- ción nueva. Pero lo que está claro es que, de lo que aquí se trata, es de la primera sociedad en la historia de las relaciones políticas que pasa de una autocracia a una democracia, en paz y sin depuraciones, y ve peligrar su acceso al gobierno por un grupo de militares, que intentaron hacer creer que España no era un Estado que poseía un Ejército, sino un Ejército que poseía un Estado. Y, que ese Ejército, por el mero hecho de estar constituido como tal, se encontraba en su derecho de diri- gir los designios del país.

La falta de uniformidad de criterio entre los principales protagonistas del intento golpista, puede verse reflejada en sus diferentes concepciones respecto

31. Informante n¡ 1. 32. Martín Prieto, Técnica de un golpe de Estado..., pp. 52-53.

513 EL 23-F DOS DÉCADAS DESPUÉS: APUNTES Y RECUERDOS al alcance y significado del mismo. Para Armada, el 23-F no fue otra cosa que “la expresión del malestar existente en las Fuerzas Armadas”33. Bajo su punto de vista, ni Tejero, ni Milans, ni el Rey, ni él mismo, fueron los culpables de la puesta en marcha del levantamiento: “El golpe lo desencadena gente que finan- cia a Tejero para provocar el efecto dominó en toda España. Es como el golpe de Primo de Rivera”34. Por tanto, los principales inculpados en el proceso no fueron más que meros ejecutores, y el Rey, en ningún caso puede ser considera- do el inductor de los hechos.

Por su parte, Milans define el golpe como “un autogolpe, que quiso enmas- cararse con la palabra engañosa de la reconducción y con el fingimiento de la sorpresa”35. A lo largo de toda su declaración en el proceso judicial, Milans intentó demostrar que su actuación fue provocada por el convencimiento de que el inductor era el propio Rey, tal y como se lo había expresado Armada: “Lo que no puedo hacer es decir que me inventé lo del respaldo del Rey, respaldo del que tuve la certeza moral absoluta, y la tenía por quien actuó como confidente suyo, alguien a quien yo consideraba digno de todo crédito”36. Al igual que Milans, Tejero actuó por unos claros ideales: obedecer al Rey y salvar a la Patria. A lo largo del proceso judicial, su papel fue más el de víctima que el de verdugo. Incluso, sumido en una profunda confusión ante las diferentes declaraciones de sus compañeros, llegó a decir: “Lo que yo quisiera es que alguien me explicara lo del 23-F, porque yo no lo entiendo...”37. Sus últimas palabras antes de ser lle- vado a prisión expresan su decepción: “Ante la gran mayoría de los mandos de las Fuerzas Armadas siento un profundo desprecio por su cobardía y por su trai- ción a la patria”38.

Queremos, para terminar, dejar algunas preguntas sobre la mesa, con el fin de que den lugar a la reflexión. Casi veinte años después, tanto los hechos acaecidos el 23 de febrero de 1981 como sus causas y sus protagonistas, siguen envueltos en

33. Memoria de la transición..., p. 341. 34. Memoria de la transición..., p. 341. 35. Santiago Segura y Julio Merino, Jaque al Rey..., p. 20. 36. Santiago Segura y Julio Merino, Jaque al Rey..., p. 18. 37. Santiago Segura y Julio Merino, Jaque al Rey..., p. 122. 38. Martín Prieto, Técnica de un golpe de Estado..., p. 307.

514 VICENTE CAMARENA, JESÚS GONZÁLEZ Y VERÓNICA SIERRA una profunda nebulosa difícil de atravesar: ¿Cuál fue el verdadero papel de Armada y Milans? Milans apostaba con mayor claridad por un gobierno militar a modo de Directorio, que hubiera representado una ruptura con el procreso demo- crático. Por su parte, Armada se inclinaba por un gobierno de “salvación nacional” presidido por él mismo en el que participarían representantes de casi todos los par- tidos políticos, lo que supondría una ralentización de las reformas políticas emprendidas. ¿Utilizó Armada realmente el nombre del Rey, valiéndose de su relación con él, consciente de que era la única forma de conseguir el apoyo del Ejército? Armada, como muchos otros militares, era consciente de que el Rey, y sólo él, podía hacer triunfar un golpe de estado, de la misma forma que sólo él pudo pararlo. Como él mismo afirmó: “Los militares me obedecieron, no sólo por- que yo era uno de los suyos, sino también, y sobre todo, porque yo era el jefe supremo de las Fuerzas Armadas”39.

¿Qué grado de credibilidad tiene el supuesto papel de meros ejecutores de Milans y Tejero tras su participación en las diversas reuniones preparatorias? Si nos basamos en sus propias declaraciones40 parece que es cierto, ahora bien, estan- do claro el papel de ejecutor de Tejero, no lo es tanto en el caso de Milans. El rechazo al proceso democrático y la vuelta al pasado, le hicieron concebir a Milans un plan que frenase las medidas políticas puestas en marcha. ¿Fue posible que los líderes políticos del momento tuvieran alguna noticia de lo que se estaba fraguan- do en el seno del Ejército? Todos los líderes políticos tenían el convencimiento de que algo se estaba fraguando, pero no podemos afirmar que alguno de ellos supie- ra con exactitud los detalles de la intentona. Es sintomática, a este respecto, la afir- mación realizada por Fraga refiriéndose a la situación, tras la visita de unos “ami- gos militares (...) que no están bien enterados, pero creen que hay tres operacio- nes militares en marcha, que van desde el gobierno de gestión a la ruptura radi- cal”41. Por otra parte, es preciso destacar la conocida reunión mantenida por el dirigente socialista Enrique Múgica y el General Armada en Lérida, donde pudie- ron salir a la luz las intenciones de éste. ¿Por qué Tejero se arriesgó a realizar otra acción contra el gobierno tras su fracaso en la “Operación Galaxia”? Está claro que Tejero era un “antisistema” y, por tanto, su pensamiento estaba en las antípo-

39. José L. De Vilallonga, Op. cit., p. 150. 40. Nos referimos a las declaraciones que realizaron en el juicio. 41. Manuel Fraga Iribarne, En busca del tiempo servido, Planeta, Barcelona, 1987, p. 225.

515 EL 23-F DOS DÉCADAS DESPUÉS: APUNTES Y RECUERDOS das de la incipiente democracia española, y dedicó todo su empeño a acabar con ella de cualquier forma.

¿Quién o quiénes fueron la “cabeza” no visible del golpe de Estado? Es la eter- na pregunta que todavía no ha sido contestada convenientemente. Aún no se ha encontrado el personaje que encarnaba la figura del “Elefante Blanco” que planea sobre todos los estudios sobre el tema. Las hipótesis van desde los que afirman que era Armada, pasando por aquellos que sospechan del propio Rey, hasta los que buscan la explicación entre los líderes políticos del momento42. ¿Cuál fue el papel de los servicios secretos en el entramado golpista? Si tenemos en cuenta el enor- me peso que tenían en los servicios los aspectos en materia de involución, parece que no fue muy afortunada: “El CESID estaba al tanto de todo y no actuó. Esperó a ver el resultado de la operación”43.

A fin de cuentas, como afirmó el escritor Juan Marsé: “Aquello era una mala película de miedo, el remake de una pesadilla nacional, algo mucho peor que una españolada con ínfulas patrioteras”44.

42. Parece existir, entre nuestros informantes, unanimidad en el desconocimiento del verdade- ro cabecilla de la operación. 43. Informante n¡ 4. 44. Memoria de la transición..., p. 331.

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