DE LHORK NÚMERO 29. ESPECIAL FANTASÍA ERÓTICA. AÑO XI

UN NUEVO RELATO DE EL BORAK: LA MUERTE DE LA TRIPLE HOJA, DE R.E.H. · NUEVA ENTREGA DE LA CORRESPONDENCIA DE R.E.H. · EL BESO DE ZORAIDA, DE C.A.S. · ARTÍCULOS, POEMAS, RELATOS... EDITORIAL “Tiempos Modernos”

l título que encabeza el editorial de este nuevo ejemplar de Weird-Tales de Lhork y que tomamos prestado de la magnífica película interpretada Epor el genial Charles Chaplin encaja Weird Tales de Lhork Nº 29 como anillo al dedo para esta nueva etapa Especial Fantasía erónica que iniciamos a través de la red. Como se decía en otras épocas, hoy los tiempos cambian que es una barbari- Sumario dad y en el Círculo de Lhork no podíamos quedarnos al margen de los avances en la comunicación y difusión de la imagen y la Editorial 1 palabra escrita. El árbol genealógico de los dioses. Oscar Mariscal 2 No por ello renunciamos al espíritu Erotismo y espadas: Gor. crónics de la Contratierra. romántico, literariamente hablando, que Eugenio Fraile 7 siempre ha acompañado a nuestra ya ve- Nathicana ¿El poema más enigmático de H.P. Lovecraft? terana revista, dedicando sus páginas a Sergio Fritz Roa 14 los autores clásicos que han sentado un Los mitos, las fábulas y las aguas del olvido. Oscar Mariscal 17 precedente imborrable en todos los gé- Al servicio del rey. Robert E. Howard y Eugenio Fraile 19 neros de la Fantasía, el Terror, la CF, Po- liciaco, etc. Los "Smithos de Cthulhu". Oscar Mariscal 38 Gracias a los Dioses de la Fantasía y La Luna del lobishome. Eugenio Fraile 43 a los lectores que fielmente nos siguen La correspondencia de Robert E. Howard. desde que apareciera el ya lejano nº 1, Carta Abierta desde Lhork, con- Fermín Moreno 49 junto ilusionante de hojas grapadas en la cual se vertieron las primeras in- quietudes literarias y el trabajo entusiasta de nuestro colectivo por hacerse El Gran Ciclo mítico-épico del caballero Rider Haggard. un hueco en el fandom nacional, hemos llegado hasta aquí fieles a nuestra Augusto Uribe 58 línea de trabajo. La muerte de la triple hoja. Robert E. Howard 68 Con este nº 29 dedicado a la Erotic o Fantasía Erótica, tanto Sexo y cine. Salvador Sainz 104 monta, monta tanto, apostamos con decisión por las nuevas tecnologías que hacen que nuestro mundo sea una aldea global y la información llegue hasta Dinastía de sangre. Fco. Javier Parera Gutiérrez 112 los rincones más lejanos. El beso de Zoraida. 119 Y lo mejor para nuestros lectores es que es totalmente gratuito. El lago. Eva María Sastre 121 Disfrutad de todo ello, es nuestra mejor recompensa. Epitafio. José Francisco Sastre García 122 La última tentación. Gemma Pérez Fernández 124 Eugenio Fraile -Editor- Publicaciones del Fandom 126

Edición de la revista y coordinación general de las actividades del Círculo de Lhork: Eugenio Fraile. Edición y Maquetación: Mario Moreno Cortina. Soporte informático: “Weird Tales de Lhork Ediciones”. Director de actividades de “Lhork Aztlan” en México: Jorge Martínez Villaseñor. Director de actividades de Toda la correspondencia, pedidos, colabo- “Lhork Wendigo” en Canadá: Eduardo Frank. Director de actividades de “Lhork Sioux” en Estados Unidos: raciones y suscripciones, deben dirigirse a: Dale Pierce. Eugenio Fraile La Ossa. Paseo Muñoz Gran- Redacción: Eugenio Fraile, Fco. Javier Hernández, Carlos Saiz Cidoncha, Oscar Mariscal, Miguel Ángel Garrido, David des, 51. 28025 Madrid. E-mail: Fraile, José Francisco Sastre, Eva María Sastre, Sara Milla, Fco. José de Pablo Muñoz, Luis G. del Corral, Fco. Javier Parera, [email protected] Miguel Ángel Garrido, Miguel Ángel Ferreriro. Traductores: Fermín Moreno. Diseño Logo Revista: David Fraile. Ilustración Logo Editorial: Nacho Merayo

Weird Tales de Lhork 1 Óscar Mariscal EL ÁRBOL GENEALÓGICO DE LOS DIOSES

Una antología de textos, que trata de des- Klarkash -Ton y la genealogía de Tsathoggua entrañar el misterioso linaje de Tsathog- gua, Cthulhu, y otros Grandes Antiguos n una carta de H. P. Lovecraft, con fecha del tres de octubre de 1933 y dirigida a Clark Ashton Smith, el “Genio de Providence” se mofa E de la ingenuidad de su corresponsal y cliente de revisión William Lumley, quien realmente se identificaba con Cthulhu y Nyarlathotep, y que supuestamente habría viajado por todo el mundo para participar en monstruosos ritos en ciudades desiertas, pernoctar en “ruinas antediluvianas”, y departir con “terribles ancianos” ascetas: él está firmemente convencido de que toda nuestra “banda” —tú, Bob “Dos pistolas”, Sonny Belknap, el “abuelo E’ch-Pi-El” y los demás— somos genuinos agentes de los “Poderes Invisi- bles” para la propagación de rumores demasiado oscuros y profundos para la com- prensión humana. Debemos pensar que sólo somos escritores de ficción, y debemos igualmente desmentir ¡qué absurdo pensamiento! que al escribir estemos revelando la verdad aun a pesar de nosotros mismos, sirviendo inconscientemente de portavo- ces de Tsathoggua, Crom, Cthulhu, y otros gentiles aristócratas del Más Allá. Estas palabras bastarían para calcular, con precisión matemática, la enorme distancia que media entre los “Mitos de los Grandes Antiguos” como escena- rio de ficción, y el esoterismo anticientífico de un Charles Fort —de quien Lovecraft admiraba su Libro de los Condenados—. Pero incluso en un con- texto de creación de ficción fantástica, Lovecraft nunca se preocupó de pre- parar un organigrama donde ubicar sus deidades cósmicas, o de crear un sis- tema panteísta, del que él sería heraldo y profeta; lejos de eso, a veces se refería en broma a estos relatos como su “Cthuluismo” ó “Yog-Sothothería”. Clark Ashton Smith (1893-1961), verdadero protagonista de este trabajo, tampoco habría de emprender esta tarea, a pesar de ser uno de los más pro- líficos y geniales prosélitos de esta “pseudo-religión”. Smith consideraba que una vena de humor negro y grotesco alejaba enormemente el estilo de sus cuentos de los cánones del “Ciclo de Cthulhu”; a pesar de lo cual, y como puede leerse en los siguientes fragmentos, Smith busca la complicidad y aun involucrar a Lovecraft en la tarea de poblar y organizar el “Olimpo diabó- lico” de los mitos, reconciliando así el “Cthuluismo oficial” de Lovecraft con los “Smythos de Cthulhu”. En el fragmento que constituye la cuarta parte de este trabajo, y que data de Abril de 1937 —desaparecidos ya R. E. Howard y H. P. Lovecraft—, Smith, sin embargo, parece más partidario de estimu- Texto: Łscar Mariscal lar la imaginación del lector, a base de insinuaciones y alusiones veladas. Ilustraciones: No debiéramos tomar excesivamente en serio el contenido de este “tra- Clara Natoli bajito” de Smith —por otra parte delicioso por su desmedida fantasía—, Joan Arocas pues realmente no constituye un intento serio de sistematización: Hzioul- Archivo „WT de Lhork‰ quoigmnzhah y Yhoundeh, por ejemplo, son deidades usadas exclusiva- mente por Smith, en su ciclo de Hiperbórea; Cxaxukluth y Ghizghuth ni

2 Weird Tales de Lhork siquiera son mencionados por C. A. S. en otros textos, y las excéntricas relaciones familiares des- critas entre estos “Antiguos”, parecen responder, a veces, a esa vena cómica tan propia de Smith, para suavizar los rigores de tanto horror cósmico y “ultra-telúrico”. Debemos, en consecuencia, in- terpretarlo como el divertimento epistolar que es —algo frecuente en la correspondencia entre el “Círculo de Lovecraft”— y quizá como “carnaza” para saciar el apetito de los que, como el mencio- nado William Lumley ó Robert H. Barlow — artífice con su curiosidad, de esta genealogía—, sí creyeron, en mayor o menor medida, en la religión de los “Grandes Antiguos”. El texto titulado El Árbol Genealógico de los Dioses, y que constituye el primero de los fragmen- tos de esta antología, fue publicado originalmente en el número de verano de 1944 del “fanzine” The Acolyte, editado por Francis T. Laney y Samuel D. Russell, precedido de la siguiente nota: La infor- mación genealógica y el esquema de la descendencia contenido en este bosquejo han sido tomados de una carta, escrita hace años a R. H. Barlow por Klar- kash-Ton, y son publicados aquí con su permiso; la carta mencionada tiene fecha de 16 de Junio de 1934. Tras cotejar el texto de The Acolyte con el contenido de la carta, he preferido traducir direc- tamente ésta, ya que, aparte de poder aumentar la extensión del texto con fragmentos adicionales no incluidos en la versión publicada, considero que las discrepancias observadas entre ambos textos, res- ponden más bien al intento de los “acólitos” Laney y Russell de hacer pasar la carta por un ensayo, que a una hipotética revisión ulterior por parte de Smith. Parte del contenido de este primer esbozo fue sugerido por el uso que del dios Tsathoggua hizo Lovecraft en su revisión del cuento de Zea- lia Bishop Reed El Montículo —Weird Tales 1940—, de sobra conocido por el aficionado a tra- vés de las ediciones de Caralt y Edaf. Por último, y para enriquecer este primer bo- rrador, he buscado otras cartas de Smith —diri- gidas a Lovecraft, Barlow y Derleth— donde insiste en desentrañar el misterio de la ascendencia de Tsathoggua y de su “tío” Cthulhu. Estos (...) fragmentos no fueron nunca publicados junto a El Sí, espero poder continuar con el Libro de Árbol..., tampoco en la reedición que hizo Charles Eibon. Y, como quiera que últimamente he estado K. Wolfe en Planet and Dimensions (Mirage llenando “papalotes” con notas y detalles relativos a Press, 1973), si bien parecen encajar con él con Tsathoggua, creo estar en disposición de ofrecer- aceptable precisión. los ahora. Parte de esta información ha requerido Es posible que ni los puristas “Lovecraftianos” profundizar considerablemente en los Pergaminos ni los fundamentalistas del “neo-Cthulhuismo”, de Pnom (1) —quien fuera su principal genealogista, acojan a estas “nuevas” deidades que exhumamos amén de célebre profeta—. Soy consciente de que, ahora para el aficionado de habla castellana; pero a buen seguro, mis interpretaciones fonéticas, reali- seguro que a los seguidores de Smith, les gustará zadas a partir de la “Escrituras Primigenias” son, conocer el origen y vicisitudes de esa “dunsaniana” cuando menos, discutibles. Traes a colación, sin deidad que es Hzioulquoigmnzhah, y quizás duda, algunos puntos interesantes con tus preguntas: algún aficionado añada los nombres de Cxaxu- Azathoth, el “Caos Nuclear Primigenio”, se kluth y Ghizghuth a las impronunciables letanías reproduce, como no podía ser de otra manera, diabólicas que susurran sacerdotes locos ante alta- únicamente mediante fisión (2); pero su progenie, res ensangrentados, o se escuchan entre las ero- al ir ocupando varios remotos sistemas planetarios, sionadas piedras de algún templo prehistórico en fue asumiendo características andróginas o de bi- mitad de la jungla impenetrable. sexualidad. Estos seres hermafroditas, curiosa- ¡Iä Cxaxukluth! mente, no precisan del concurso de otro individuo de su especie —supongo que no siempre es así— I. “El Árbol Genealógico de los Dioses”. para reproducirse; pero sus hijos fueron, por lo Carta de Clark Ashton Smith dirigida a Ro- común, unisexuales, machos o hembras. Hzioul- bert H. Barlow (16 de Junio de 1934). quoigmnzhah (3), tío de Tsathoggua, y Ghizg- * Tomado de The Dark Eidolon: The Journal huth, padre de Tsathoggua, fueron la descen- of Smith Studies nº 2, 1989, Necronomicon Press. dencia “masculina” de Cxaxukluth, el retoño andrógino de Azathoth. De este modo podrás Querido Ar-E’ch-Bei: seguir el rumbo a través de este entramado bioló- gico. Es digno de mención, no obstante, que

Weird Tales de Lhork 3 Knygathin Zhaum (4), “mitad cría” de Voormi (5), retomó los más primitivos hábitos de repro- «No debiéramos tomar ex- ducción de su ancestro Azathoth, cediendo a la presión de sus numerosas decapitaciones. Debo cesivamente en serio el transcribir aquí al respecto, la terrible y abomina- ble leyenda que cuenta cómo un valeroso ciuda- contenido de este “traba- dano de Commorion —y no me refiero a Atha- mauss— regresó a la ciudad después de su evacuación pública, y se la encontró infestada de jito” de Smith —por otra execrables “escisiones celulares” de Knygathin Zhaum, que no poseían rasgo humano alguno, ni parte delicioso por su des- de otra criatura terrestre tampoco. E’ch-Pi-El (H. P. Lovecraft), estoy seguro medida fantasía—, pues re- de ello, podría aportar muchísimos más datos acerca de la génesis de Tulu (6) (Cthulhu) de los almente no constituye un que, humildemente, yo podría ofrecer. Parece ser, según las oblicuas referencias de Pnom al res- intento serio de sistemati- pecto, que Tulu era primo de Hzioulquoigmnz- hah, pero estaba más cerca del modelo reproduc- zación» tor “Azathothiano” que su primo. Hzioulquoigmnzhah, junto a Ghizghuth, nació de Cxaxukluth en un oscuro y remoto planeta. Cxaxukluth llegó en famille a Yuggoth; el clan ya incluía a la esposa de Ghizghuth, Zstylzhemgni, así que se retiró de la vida “pública”, hasta el mo- y al infante Tsathoggua —Cxaxukluth, debo mento de su encuentro con el mago Eibon (8), tal añadir, fue extraordinariamente compasivo al pro- como se narra en mi cuento La Puerta de Sa- longar durante eones, su estancia en la noche, gla- turno. No me cabe duda de que aún mora en su cial y eterna, del planeta Yuggoth—. “Caverna de las Muchas Columnas”, y que sigue Hzioulquoigmnzhah, que encontraba ligera- aplacando su sed en el “Lago de Metal Líquido”: mente antipático a su padre, debido a sus caníbales Soltero empedernido y sin descendencia. hábitos alimenticios, emigró a Yaksh (Neptuno) He perdido el hilo del bosquejo de Tsathoggua con muy poca edad; pero hastiado de los extrema- (9), pero lo retomo inmediatamente. Mi informe damente devotos Yakshianos, se fue a Cykranosh sobre la llegada a la Tierra de Tsathoggua puede (7), precediendo a su sobrino Tsathoggua. reconciliarse con las referencias contenidas en el re- Tsathoggua y sus padres tardaron en mar- lato El Montículo. Tsathoggua, viajando a través charse de Yuggoth, pues se habían instalado en cier- de una dimensión distinta de las tres conocidas, pe- tas cavernas profundas, más allá de las incursiones netró primero en la Tierra, sirviéndose de la oscuri- depredadoras de Cxaxukluth. Finalmente Tsa- dad interior del Abismo de N’kai, y ha permanecido thoggua dejó atrás a su familia y siguió los pasos allí durante incontables ciclos geológicos, durante los de Hzioulquoigmnzhah. Hzioulquoigmnzhah, cuales su origen alienígena no fue jamás sospechado. que era una deidad más bien reflexiva y hasta filo- Después se trasladó a cavidades más cercanas a la sófica, fue adorada con fervor durante largo tiempo superficie del planeta, donde su culto floreció y pros- por los pintorescos habitantes de Cykranosh, pero peró; pero tras la llegada de los hielos se vio obligado creció aburrido y cansado de sus ofrendas y ex- a retornar a las profundidades de N’kai. Tiempo des- votos, tal como ya le ocurriera con los Yakshianos; pués, gran parte de su leyenda fue tergiversada o di- rectamente olvidada por los moradores de las caver- nas de luminosidad roja de Yoth, y de las de luz azulada de K’n-yan. A través de similares deforma- ciones poéticas, Gil’ Hathaa-Ynn llega a decir al explorador español Zamacona (10), que sólo las imágenes (11) de Tsathoggua, y no el dios “en per- sona”, han emergido desde el mundo interior. Bueno, espero que todo esto haya arrojado algo de luz sobre algunos puntos oscuros y pre- venga sobre futuras contradicciones. Por supuesto, debido a la infernal dificultad de lectura y traduc- ción de los escritos de los Grandes Antiguos, puede ser que haya considerado de forma errónea alguna de estas referencias, y tendré mucho gusto en someterlas a la consideración de alguien más erudito que yo, como E’ch-Pi-El.

Suyo, en la Fe de Hzioulquoigmnzhah: Klar- kash-Ton.

II. Carta de Clark Ashton Smith dirigida a H. P. Lovecraft (16 de Junio de 1934). * Tomado de Clark Ashton Smith: Letters to H. P. Lovecraft. Necronomicon Press, 1987.

“En el pálido desierto de Dhir, en la hora en que baten disonantes los tambores invisibles”

4 Weird Tales de Lhork —“Hijos de Nug”— fue Ptmâk. El padre de Yhoundeh ó Y’houndeh es el andrógino ser ar- quetípico Zyhumé, quien todavía habita en aquella caverna de los Arquetipos (12) que fue visitada por el malhadado Ralibar Vooz (13) durante sus difi- cultosos itinerarios a través de los subterráneos de Hiperbórea. Zyhumé posee un cuerpo “semi-ga- seoso” parecido a un “alce de formas globulares”. En cuanto al matrimonio de Y’houndeh y el demonio flautista Nyarlathotep, me inclino a pensar que algo de esto es indirectamente mencio- nado por Pnom. Cito la referencia: Houndeh, en el tercer ciclo de su divinidad, fue poseída por aquel re- toño que incesantemente toca con su flauta la diso- nante música del caos y la corrupción. Y si esto no se refiere al demonio flautista de Azathoth, me comprometo a beber, a secas, un galón del pró- ximo cargamento de güisqui traído desde Marte.

Querido E’ch-Pi-El: IV. Carta de Clark Ashton Smith dirigida a (13 de Abril de 1937). (...) * Tomado de Clark Ashton Smith: Letters to He hecho cuanto he podido por elucidar la ge- H. P. Lovecraft, Necronomicon Press, 1987. nealogía de Tsathoggua, y he enviado a Ar-E’ch- Bei (R. H. Barlow) el resultado de mis investiga- Querido August: ciones en los Pergaminos de Pnom, la máxima autoridad hiperbórea en estas materias. Pnom (...) tiene mucho más que decir sobre Tsathoggua Respecto a la clasificación de los Grandes An- que sobre Cthulhu, Yog—Sothoth, y Aza- tiguos, supongo que Cthulhu podría clasificarse thoth; pero indudablemente tú tienes acceso a como un superviviente terrestre y como un habi- otras fuentes mejor informadas acerca de estas en- tante del medio acuático, mientras que Tsathog- tidades, y me haría feliz recibir información especí- gua sería un superviviente y morador subterráneo. fica sobre ellas. Azathoth, me he referido a él en alguna parte Tal como le indiqué a Ar-E’ch-Bei, las notas como “El Caos Nuclear Primordial”, es el origen de Pnom sobre Tsathoggua pueden reconci- de todo el clan, y todavía mora en un espacio ex- liarse con la leyenda narrada a Pánfilo de Zama- terior y “ultradimensional” junto con Yog-So- cona en el relato El Montículo. El mito, a través thoth (14) y el demonio flautista Nyarlathotep, de los eones fue desnaturalizado, de la forma en la quien asiste el trono de Azathoth. que habitualmente degeneran las leyendas mitoló- No me atrevería a calificar de diabólico a nin- gicas, por los habitantes de las cavernas de K’n-yan, guno de estos Grandes Antiguos (15): están, obvia- que llegaron a creer que solamente las imágenes de mente, más allá de todas las parciales concepciones Tsathoggua, y no el dios mismo, habían surgido, humanas sobre el bien y el mal. en tiempos geológicos remotos, desde el interior Chaugnar Faugn de Frank Belknap Long, del Abismo. Tsathoggua, viajando a través de la Rhan—Tegoth, de la obra de Hazeld Heald Ho- “cuarta dimensión” desde Saturno, entró en la Tie- rror en el Museo —The Horror in the Museum, rra a través del Abismo de N’kai, y no como erró- Weird Tales, Julio de 1933—, y Ghatanathoa, de neamente suponen los yothianos, que señalan a su último cuento fantástico Reliquia de un Mundo N’kai como su lugar de origen. Indudablemente, el Olvidado —Out of the Eons, Weird Tales Abril dios ahora reside en N’kai, a donde tuvo que re- de 1933—, se encuentran, me atrevo a decirlo, tornar cuando los hielos cubrieron Hiperbórea. entre la progenie de Azathoth y los hermanos de Cthulhu y Tsathoggua. Rhan—Tegoth y Gha- Suyo, bajo el escudo de la ciudad de Yoth: tanathoa —metería la mano en el fuego— fueron Klarkash-Ton. inventados por H. P. L., en lo que podríamos consi- derar como un trabajo de “escritor fantasma”. El primer ser mencionado es a la vez un superviviente III. Carta de Clark Ashton Smith dirigida y un morador terrestre, de forma análoga a Tsa- a Robert H. Barlow (10 de Septiembre de thoggua; mientras que Ghatanathoa es una enti- 1934). dad sumergida más cercana a Cthulhu. * Tomado de The Dark Eidolon: The Journal Espero que todo esto pueda ser usado de al- of Smith Studies nº 2, 1989, Necronomicon Press. guna manera. Bob Barlow, imagino, podrá con- tarte aún más sobre los Grandes Antiguos, sus fi- Querido Ar-E’ch-Bei: liaciones, etc.; personalmente no creo necesario entrar en demasiados detalles a la hora de presen- (...) tar estas historias al lector inteligente y culto; si Voy a tratar de responder a tus preguntas, al- bien el crecimiento de los “Mitos” en su totalidad, guna de las cuales ha requerido indagar en archivos los préstamos y contribuciones de varios escrito- aún más arcanos y tenebrosos que los del sabio res..., es ciertamente, una interesante materia de Pnom. Chushax ó Zishaik, sobre cuyo linaje estudio. No me cabe duda de que las mitologías sólo poseo escasos y dudosos detalles, fue la es- “auténticas” de los pueblos primitivos, nacieron de posa de Tsathoggua. Su descendencia, Zuil- forma similar, aunque no literaria. Todo Dios o pogghua, fue casi del todo masculina. Demonio, en algún momento del pasado remoto, El inmediato antecesor de Cthulhu y su raza debió tener un creador humano.

Weird Tales de Lhork 5 V. Carta de Clark Ashton Smith dirigida a August Derleth (29 de Abril de 1937). Notas * Tomado de Clark Ashton Smith: Letters to H. P. Lovecraft, Necronomicon Press, 1987. 1.: Pnom: Mago y Ocultista hiperbóreo, autor de numerosos exorcismos de gran efectividad contra los espíritus blancos boreales; genealogista y ha- Querido August: giógrafo de Los Grandes Antiguos. Ver La Llegada del Gusano Blanco. 2.: La idea de la “auto creación” está tomada del “ejército” de las divini- (...) dades persas. He comenzado a releer algunas historias de 3.: Hzioulquoigmnzhah: Ser Primigenio, pacífico y solitario; es el Lovecraft la última noche, poniendo especial primo de Cthulhu. Algunos parientes de Tsathoggua habitaban aún en atención a las referencias mitológicas. Ciertamente, Cykranosh, donde eran adorados por sus pobladores. Ver La Puerta de Sa- algunas de las piezas encajan como en un puzzle en turno. La Llamada de Cthulhu; los “Grandes Antiguos” 4.: Knygathin Zhaum: Líder proscrito de una banda de salteadores Vo- son señalados claramente como los constructores ormis que tuvo en jaque a las autoridades de Commorion. Hay quien le y habitantes de R’lyeh —preservada por los hechi- atribuye un parentesco con los negruzcos huevos proteos que llegaron con Tsa- zos del poderoso Cthulhu—, adorados a través thoggua desde los viejos mundos exteriores. Ver El Testamento de Atham- de los tiempos por oscuros y diabólicos diletantes. maus. Luego, en La Sombra Sobre Innsmouth, se re- 5.: Voormis: La raza de los Voormis es aborigen de hiperbórea, y el fiere a Cthulhu y los suyos como “Profundos”; y ciclo mitológico commorio les atribuye una herencia étnica tan oscura los “Antiguos”, cuya ancestral magia apenas puede como desagradable. Sus cuerpos están cubiertos de pelo y habitan madri- contener a los habitantes de las profundidades, son gueras arrebatadas a alimañas muy poco menos salvajes que ellos. Ver El evidentemente otra cosa. Ciertamente, estas últi- Testamento de Athammaus y Las Siete Pruebas. mas referencias pueden sostener tu teoría, que dis- 6.: Tulu es el nombre con el que se conoce a Cthulhu en el Reino Sub- tingue entre deidades “diabólicas” y “benignas”; en terráneo de K’n-Yan —El Montículo—. Lovecraft usó el nombre — el primer relato citado podría pensarse que Cas- con terminación “al estilo” azteca— de Cthulhutl para la revisión del tro descifró el caso en el estrecho marco de sus cuento de Adolphe de Castro El Verdugo Eléctrico. Otros nombres creencias, e ignorando la verdad sobre los Grandes usados por Lovecraft: Clooloo, La Cabellera de la Medusa, y Clulu, Antiguos, ó confundiéndolos con dioses diabólicos. Muerte con Alas. Clark Ashton Smith le hizo aparecer como Kthul- En los Sueños en la Casa de la Bruja Nyarla- hut en su cuento Ubbo-Sathla. thotep aparece claramente identificado con el 7.: Cykranosh: nombre con el que designaban a Saturno los habitantes Hombre Negro del Satanismo y la brujería; así, en de Mhu-Thulan. uno de sus sueños, a Gilman le es revelado que 8.: Eibon: poderoso mago hiperbóreo, es autor de un conocido volumen debe encontrar al Hombre Negro, e ir con él al dedicado a los Grandes Antiguos; fue introducido por Smith en el Trono de Azathoth. cuento La Puerta de Saturno —Strange Tales, Enero de 1932—. 9.: Smith introduce a Tsathoggua en el cuento El Relato de Satam- pra Zeiros —Weird Tales, Noviembre de 1931, aunque fue escrito a fi- nales de 1929—, y fue mencionado por Lovecraft por vez primera en El Susurrador en la Oscuridad —Weird Tales, Agosto de 1931—, que también lo hace aparecer como Tsadogwa en Muerte con Alas. En otros cuentos de Smith aparece bajo los nombres de Zhothaqquah ó Sodagui; y hay quien afirma que ha sido adorado por los aztecas bajo el nombre de Tlaltecuhtli. 10.: Don Pánfilo de Zamacona y Núñez, Hidalgo de la villa asturiana de Luarca, explorador del Reino Subterráneo de K’n-Yan. 11.: Existían muchas imágenes de Tsathoggua en Yoth, y todas ellas se consideraban venidas del negro mundo de las profundidades. Ver El Montí- culo. 12.: Arquetipos: seres de formas vagamente humanas, proporciones gi- gantescas y cuerpos globulares; la mitología hiperbórea los considera como los primeros representantes de la humanidad. Ver Las Siete Prue- bas. 13.: Ralibar Vooz: Magistrado Commoriano y valeroso cazador de Vo- ormis; héroe del relato Las Siete Pruebas —W.T., Octubre de 1934— . 14.: Smith hizo aparecer a Yog-Sothoth bajo el nombre de Iog-Sotôt en su cuento La Santidad de Azedarac —W.T., Noviembre de 1933— , y con el nombre de Yok—Zothoth en Ubbo-Sathla —W.T., Mayo de 1933—. Lovecraft, en la mencionada colaboración con Adolphe de Castro El Verdugo Eléctrico utiliza el nombre, con ecos aztecas, de Yog-Sototl. 15.: Posdata de C. A. Smith a la carta del 13 de Abril de 1937 a A. Derleth: Por supuesto, los “Grandes Antiguos” pueden ser considerados como relativamente malvados, ya que el horror aplastante de su odioso aspecto, su voraz apetito antropófago, etc., son siempre más que patentes; aunque estas horribles cualidades parecen inherentes a su condición alienígena, éstos y otros detalles pesan de igual forma negativa sobre el sentimiento humano.

6 Weird Tales de Lhork Erotismo y espadas: Gor. Crónicas de la Contratierra

EROTISMO Y ESPADAS: GOR. CRÓNICAS DE LA CONTRATIERRA Eugenio Fraile

1. TARL CABOT DE GOR: LA SOMBRA DE JOHN CARTER DE MARTE

n algunas obras se evidencia la continuidad de unas líneas asentadas sobre las bases que trazaron otros escritores pioneros, esquemas bási- Ecos que crean subgéneros dentro de un género; tal es el caso de Robert E. Howard y sus posteriores seguidores en la espada y brujería o J. R. R. Tol- kien con la Tierra Media y sus pobladores: elfos, enanos, hobitts, etc. Entre esos seguidores los hubo muy buenos. Tal es el caso de John Norman, cuya principal creación, la serie de Gor, tiene mucho en común con las novelas de Edgar Rice Burrouhgs, cosa que trataré de demostrar, si bien la suya es una obra más compleja, ya que Norman, como también veremos, muestra su per- sonalidad y sus represiones volcando en sus novelas su personal concepto de la ética y la vida; no en vano es profesor de Filosofía. Edgar Rice Burrouhgs lo tenia muy fácil en los años treinta, cuando un casi total desconocimiento de nuestros planetas vecinos del sistema solar le permitía adaptar las teorías científicas y las creencias populares a sus particulares recre- aciones de Marte y Venus y las características esenciales de sus respectivos hé- roes: John Carter se veía arrebatado en estado cataléptico de la Tierra por ex- trañas fuerzas magnéticas y despertaba en Marte, el cual era un enorme desierto surcado por canales y habitado por un conglomerado de las mas variadas y exó- ticas razas; Carson, héroe de la serie de Venus, se encontraba con que este era una selva tropical, pantanosa, donde grandes reptiles, parecidos a los antiguos dinosaurios de la Tierra, convertían en un difícil problema la supervivencia co- tidiana. La única ventaja que tenía Carson era que por lo menos no pasaba sed. A ambos no les faltaban princesas para rescatar en sendos planetas. En cambio, John Norman, cuyo verdadero nombre es John Lange (1931), se encontró en 1967, fecha de publicación de la primera novela de la larga serie que vamos a comentar brevemente, con que los adelantos de la astronomía habían propor- cionado al hombre una visión más científica, pero menos romántica del sistema solar. Descartados Venus y Marte como escenarios para las hazañas de los hé- roes de la fantasía heroica espacial, los autores que siguen la más pura tradición de Burrouhgs se ven obligados a buscar nuevos asentamientos para sus perso- najes. Basándose en, la antigua creencia de la existencia de planetas ignorados dentro del sistema solar (citemos como ejemplo Vulcano, el planeta más pró- ximo al Sol que Mercurio, que pretendía haber descubierto Le Verrier de donde era nativo el popular Señor Spock, de la Serie de televisión Star Trek), John Norman crea Gor, la Contratierra, un mundo a la medida de su héroe Tarl Cabot. Tarl Cabot es profesor de Historia, se ve arrebatado de la Tierra y trans- portado, a Gor, un planeta cuya órbita es tal que el Sol siempre está inter- puesto entre el y la Tierra, por lo cual ha permanecido totalmente descono- cido de esta. Los Reyes Sacerdotes, seres procedentes de una lejana estrella, no permiten que este mundo pase de una tecnología rudimentaria, excusa vá- Texto: Eugenio Fraile lida para sumarse esta saga a la larga serie de espadachines espaciales que han Ilustraciones: precedido a Norman. También el planeta es más pequeño, por lo cual la Archivo „WT de Lhork‰ fuerza del héroe es proporcionalmente mayor —como Carter en Marte o Carson en Venus

Weird Tales de Lhork 7 Eugenio Fraile

Queda por citar otro paralelismo que perso- nalmente siempre me ha resultado bastante gra- cioso: al igual que los héroes de Burrouhgs, la dura supervivencia conseguida gracias a una dura lucha diaria con los elementos, los hombres, y las bes- tias, en los medios mas salvajes y primitivos, se traslucen en sus ocasionales regresos a la civiliza- ción donde despiertan el temor y la admiración entre sus amigos—que indirectamente se traspa- san al lector—, por lo desmesurado de un sus re- acciones; el grito de Tarzán (que plasmaron foné- ticamente los técnicos de sonido de las películas de Johnny Weismuller) y algún ocasional mordisco a algún atrevido, se repiten en el Tarl Cabot de Norman. En Proscritos de Gor, segundo título de la serie, un antiguo colega suyo del instituto relata así la experiencia que tuvo al reencontrarlo tras varios años:

No había cambiado nada, o muy poco. Me acerqué a él corriendo y sin pensarlo, le así de un hombro. Lo que sucedió a continuación fue casi imposible de entender. Se revolvió como un tigre, dando un grito de rabia en una lengua extraña, y me encontré apresado por unas manos como de acero y lanzado con fuerza sobre su rodilla sin poderlo remediar, sintiendo mi co- lumna vertebral a punto, de astillarse como si fuera una rama menuda y frágil. Me soltó al instante, disculpándose profusamente, incluso antes de reconocerme. Comprendí horrorizado que lo que había hecho era un acto tan reflejo como parpadear o sacudir la rodilla bajo el martillo del mé- dico. Fue el reflejo de un animal cuyo instinto es des- truir antes que ser destruido, o el de un ser humano condicionado para matar pronta y salvajemente, o para morir, en esas condiciones. Me encontré empapado en sudor. Sabía que había estado a un paso de la muerte. ¿Era ese el Cabot sosegado que yo conocía?

Tratamos de sacar al pobre hombre de su es- tupor aclarándole que los héroes burrohgnianos a la menor señal de peligro están prestos a las reac- ciones más dispares, como trepar a la farola mas próxima mientras prorrumpen en gritos estentó- reos, o acogotan a algún despistado amigo que pre- Miré en derredor. La mayoría de las gentes pare- tende saludarles sin darse cuenta de que están sa- cían pobres: pescadores, aserradores, porteadores, ludables.... de salud, pero no de trato. campesinos. En su Mayor parte vestían prendas de lana, o incluso de tela de reps. Muchos de ellos lleva- ban pies liados en pieles. 2. DIOSES Y CREENCIAS Menudeaban las espaldas arqueadas, los ojos es- túpidos. Los ornamentos del templo eran harto esplén- didos: colgaduras de oro, cadenas de oro y lamparillas El goreano es un hombre práctico, que no cree en de oro quemando el más refinado de los aceites de mitos. Sus dioses son los Reyes Sacerdotes, cuyos tharlarion importados. Miré los hambrientos ojos de orígenes ya explicábamos anteriormente —y de una niña que colgaba de un saco a la espalda de su cuya existencia tienen pruebas materiales. En El madre. (Los intrusos de Gor). guerrero de Gor cuando Tarl Cabot interroga a su padre sobre el origen de estos seres, le contesta Otras críticas de la religión en general, y más con- así: cretamente de la católica, van apareciendo a lo largo de sus páginas. Para señalar algunos aspectos signifi- — Quizá dioses. cativos, he escogido esta obra, Los intrusos de Gor, —¿No hablarás en serio? aunque también aparecen párrafos parecidos en —Sí. ¿Es que acaso una criatura de inmenso poder otras. Vamos a ver repetidas todas las iniquidades co- y sabiduría, no es merecedora de que se la llame así? metidas por la religión católica y analizada en la obra de tal forma que los comentarios que añadiré son Los Reyes Sacerdotes habitan en las montañas prácticamente superfluos. Empiezo por la Inquisición. Sadar, un Olimpo inexpugnable, protegido con cam- pos de fuerza generados por extrañas tecnologías. A veces, los que porfiaban en conservar las anti- La actitud de Norman hacia la religión es la que guas costumbres, o eran atrapados haciendo la señal sostienen hoy día muchos intelectuales: que inde- del puño, el martillo, sobre su cerveza, eran sometidos pendientemente de las bondades de sus doctrinas, a tortura hasta morir. Yo sabía de uno al que cocieron los acólitos la utilizan como un medio de vida, más vivo en una de las grandes tinas enterradas, revestidas concretamente de buena vida, a costa de sus fieles: de madera, en la que (se) cocía la carne para los cria-

8 Weird Tales de Lhork Erotismo y espadas: Gor. Crónicas de la Contratierra dos. El agua se calienta por medio de colocar en ella piedras sacadas del fuego. Cuando la piedra ha estado Hecho este breve análisis de la visión religiosa en el agua, se la quita con un rastrillo. Y se la vuelve a de John Norman —orientada, evidentemente, calentar. A otro lo asaron vivo en un espetón encima hacia el escepticismo— reflejada a través de sus de un gran fuego. Se decía que no había proferido so- personajes, que solo creen en sus dioses, los Reyes nido alguno. Un tercero resultó muerto cuando una ví- Sacerdotes, porque tienen pruebas tangibles de sus bora metida a la fuerza en su boca, le desgarró el cos- existencia y no por materia de fe, solo me resta se- tado de la boca para poder salir. ñalar otros aspectos curiosos: su héroe Tarl Cabot, que ha penetrado en las montañas Sardar Afortunadamente —siempre siguiendo los cri- —como ya señalaba en uno de los fragmentos re- terios filosóficos de John Norman—, en este producidos— ha asistido a una rebelión de los án- mundo una religión no ha conseguido alcanzar la geles, ya que dos facciones de los Reyes Sacerdo- misma astucia que en el nuestro, donde, como ve- tes sostienen un enfrentamiento relatado en la remos mas adelante, ésta domina nuestra moral y obra Los Reyes Sacerdotes de Gor. Sin embargo, sus nuestras costumbres. A tal efecto, John Norman opuestos, es decir, los seres demoníacos, denomi- señala en su obra: nados aquí como los Otros, no están representados por la facción derrotada, sino por otros alienígenas A veces se me ha antojado que los iniciados, de ser de naturaleza combativa que han destruido su pro- algo más astutos, podrían gozar de una mayor suprema- pio mundo en guerras intestinas —un destino que cía de la que poseen, en Gor. Si supieran, por ejemplo, los Reyes Sacerdotes auguran para nosotros en la fusionar sus supersticiones, su saber popular y sus mitos Tierra— y ahora pretenden hacerse con el domi- con un auténtico mensaje moral, tendrían mucho más nio de ambos mundos, Gor y la Tierra. atractivo para la plebe; si hablaran con mayor sensatez Los intrusos de Gor, está dedicada exclusiva- la gente sería menos susceptible a sus desatinos, no les mente a narrar uno de estos intentos, siendo muy perturbarían en menor medida; además, habrían de en- curiosa la descripción de sus instintos bestiales que señar que todos los goreanos son aptos para alcanzar la el autor compara con los de los propios humanos. vida eterna a través de la práctica de sus rituales; esto ensancharía el atractivo de su mensaje, e ingeniosamente explotaría el miedo a la muerte para avivar sus proyectos; 3. LA GÉNESIS DEL HÉROE finalmente, convendría granjearse la simpatía de las mu- jeres con mayor empeño, porque en la mayoría de las ciu- dades goreanas las mujeres de una u otra clase, cuidan Siendo una saga de fantasía heroica, su protagonista e instruyen a los niños en los críticos primeros años. Este no puede por menos que encarnar el arquetipo del sería el momento de inculcar en ellos, mientras son ino- héroe: desde el primer momento destaca en el ma- centes y confiados, las supersticiones que podrían contro- nejo de toda clase de armas, la monta de todo tipo larlos sutilmente a lo largo de toda su vida. de exóticas cabalgaduras, por su valor y arrojo des- medidos, su nobleza y todos los tópicos del héroe He aquí una perfecta caricatura de todas las re- más puro; es curioso, sin embargo, que en Los con- ligiones: explotación de la credulidad infantil para quistadores de Gor se trate de hacer una concesión grabar indelebles mensajes sublímales; promesas de a la moda imperante en los años sesenta y principio vida eterna para aprovecharse del natural miedo a de los setenta: la del antihéroe. Tarl Cabot, captu- la muerte del ser humano; apoyo en las ancestrales rado y condenado a una muerte tan horrible como supersticiones del hombre para controlarlo y diri- inútil, elige la más abyecta esclavitud. girlo en la consecución de sus fines. Probablemente No obstante, a causa de los imperativos litera- si los dioses pudieran emitir su opinión sobre los rios al cual le encadena la serie, le hace volver a sus seglares encargados de encauzar adoración de sus orígenes heroicos reafirmando su valentía en una fieles, coincidiría con la de los Reyes Sacerdotes. serie de épicos enfrentamientos, tan característi- La actitud de éstos hacia los iniciados, según recor- cos de la saga, al final de los cuales termina una vez daba al haber estado en Sardar en una ocasión, es, por más como héroe indiscutible, esta vez de Puerto lo general, de desinterés. Se les juzga inicuos. Muchos Kar, una ciudad de piratas con indudables parale- reyes sacerdotes los consideran una evidencia de las lismos con las Antillas. Un aspecto que no he seña- aberraciones de la raza humana. lado anteriormente es que Cabot adopta un nom- bre diferente en cada uno de los lugares donde va, donde sus hazañas terminan siendo cantadas por «He aquí una perfecta cari- juglares. Una consecuencia de la traición a sus có- digos de caballería, prefiriendo el deshonor a la catura de todas las religio- muerte, es un escepticismo —cuando uno de los trovadores canta una de sus hazañas realizadas nes: explotación de la cre- bajo otro nombre, él niega que puedan existir hombres así)— que se traduce en una mayor mez- dulidad infantil para grabar quindad. De todas formas, las titánicas luchas que dan amenidad y emoción a la serie siguen produ- indelebles mensajes sublí- ciéndose, paradójicamente en in crescendo. males; promesas de vida eterna para aprovecharse 4. LA CARA OCULTA DEL PERSONAJE del natural miedo a la A comienzos de los sesenta las adaptaciones cine- matográficas de James Bond, el héroe creado por muerte del ser humano Ian Fleming, va provocando una paulatina avalancha de agentes secretos que hacen furor en el cine y la literatura popular.

Weird Tales de Lhork 9 Eugenio Fraile

A finales de los sesenta, y quizás influenciado sanos y vigorosos que sirvan al Estado. De los po- por esta moda, el personaje de Norman se trans- sibles asentamientos platónicos de la obra de Nor- forma en una especie de asesino en las sombras al man nos da una idea un párrafo de su primera no- servicio de los Reyes Sacerdotes. En Nomadas de vela, El guerrero de Gor, en la cual nos habla de la Gor inicia la búsqueda de un huevo, necesario para selección de las especies: perpetuar la casi extinta raza de los Reyes Sacer- dotes. El exotismo de la descripción de la vida de Yo había supuesto que la armadura y cota de las tribus nómadas de las estepas de Gor se funde malla, quizás, habrían sido una deseable añadidura a con una trama casi policíaca en la citada búsqueda. los arreos del guerrero goreano, pero, había sido pro- En la siguiente, El Asesino de Gor, actúa como infil- hibida por los Reyes Sacerdotes. Una posible hipótesis trado para detener una conjura de los Otros apo- para explicar esto es que los Reyes Sacerdotes podían yada por agentes humanos. haber deseado la guerra por ser un proceso biológico y Quizás sean las dos novelas donde Tarl Cabot selectivo en el que los más débiles y lentos perecerían se convierte en un personaje más creíble y cercano y no se reproducirían. de cara al lector. A lo largo de esta extensa saga que comenzó hace más de tres décadas y que aun pervive, con 5. MORALIDAD Y FILOSOFÍA EN GOR bastante éxito en Estados Unidos, se traza una línea divisoria entre la Tierra y Gor, encarnando la primera la astucia y la segunda la fuerza. Son nume- Para John Norman los conceptos éticos y mo- rosos en la saga los fragmentos y frases que aluden rales son fuentes de una continua controversia a la moral de nuestro planeta, donde las leyes son entre modos dispares, con un denominador superestructuras que sustentan las bases de un sis- común; un uso y abuso de la fuerza bruta. Como tema hecho para el enriquecimiento de los más la- justificación de todos los actos: entre la mujer y el dinos y para protegerlos a ellos y sus riquezas. Con hombre debe prevalecer el hombre, pues el macho su astucia han montado un triunvirato formado por es más fuerte que la hembra —más adelante anali- la religión formado por la Fuerza (el ejército), la su- zaremos esto detenidamente—; entre los hombres perstición (la religión) y, por encima de todos ellos, deben prevalecer los más fuertes y valientes, un el Capital, que con su dinero es el motor que concepto de Platón, que en su República nos decía mueve los resortes del mundo. En Gor no basta que al final de la guerra se debía festejar los regre- con ser astutos, sobre todo hay que ser fuertes sos victoriosos agasajando con música y manjares para conservar las riquezas, pues no hay más ley exquisitos a los héroes, apareándolos luego con las que la de la espada, y ésta no tiene más fuerza que más bellas doncellas para procrear ciudadanos el brazo que la empuña. En Gor la política no existe, pues política es traición, engaño, falsedad, armas de cobarde. Las ciudades se rigen por un administrador, cuya fun- ción es ésa exclusivamente. Si tiene un gran ca- risma, puede convertirse en Ubar, que es una es- pecie de Caudillo. El Ubar de Ubares que reúna bajo su mando a todas las ciudades de Gor, es un sueño que algunos han perseguido... y pagado con la vida, pues cada ciudad es una polis muy celosa de su independencia.

6. LA ESCLAVITUD

Sentadas estas bases, John Norman se despreo- cupa de los débiles: sólo están para servir como es- clavos a los más fuertes. Pero el esclavo que a su vez es fuerte, no dura mucho como esclavo; aca- bará matando a su amo para conquistar su libertad y tal vez incluso las posesiones de su antiguo dueño. La ley no le perseguirá, pues la única ley que existe en Gor es la del más fuerte. En una economía tecnológicamente primitiva, in- serta en una sociedad guerrera donde el trabajo es poco menos que una deshonra, la esclavitud como mano de obra es un imperativo total. Esto, que a primera vista puede parecer inmoral, lo justifica el autor en Los intrusos de Gor con estas palabras:

La Moral de la Tierra, desde el punto de vista go- reano, se juzgaría más conveniente para esclavos que para hombres libres. Se valoraría en términos de envi- dia y resentimiento de los inferiores hacia sus superio- res. Esta insiste mucho en las igualdades, en ser hu- milde, afable, en evitar las desavenencias, y en ser zalamero e insignificante. Es una moral que beneficia en gran medida a los esclavos, quienes ansiarían mu- chísimo, que se les considerara iguales a los demás.

10 Weird Tales de Lhork Erotismo y espadas: Gor. Crónicas de la Contratierra

A tenor de lo expuesto, cuando alguien nos «A lo largo de esta extensa pare en la calle para pedirnos la hora, por ejemplo, nuestra respuesta debe ser moler a palos al pre- saga que comenzó hace guntón. Nada de contemplaciones, que la cortesía y la amabilidad son cosas de esclavos. Termina di- más de tres décadas y que ciendo:

Muchos conceptos morales de la Tierra empeque- aun pervive, con bastante ñecen a las personas; el objeto de la moral goreana, con todos sus defectos es engrandecer a las personas éxito en Estados Unidos, y hacerlas libres. se traza una línea divisoria No sé si el objeto de la esclavitud es hacer li- bres a las personas, pero si sé que la esclavitud se entre la Tierra y Gor, en- reviste de muchas formas: el esclavo griego se con- sideraba afortunado porque en la antigüedad vivían carnando la primera la as- en cuevas y dormían en el suelo, mientras que ellos tenían sus establos y sus cómodos jergones; el es- tucia y la segunda la fuerza clavo romano pensaba que estaba mejor que el griego porque tenían leyes para protegerlo; el siervo creía en las promesas de la Iglesia y en un fu- turo de bienaventuranzas celestiales; el actual tiene mal vistos en Estados Unidos a los integrantes de coche y televisión en color para ver programas va- la Brigada Lincoln, que lucharon en España a favor cíos de contenido y moral y otras sandeces simila- de una República débil y manipulada por diversas res; el que no se conforma y es feliz con la porque- facciones interiores y exteriores (léase la extinta ría de vida que tiene, es porque no quiere. El autor Unión Soviética). señala a la moral de Gor como una moral de seño- res; la esclavitud se presenta desnuda, por la razón de la fuerza, y no la del engaño. De nuevo el sín- 8. EL MUNDO FEMENINO EN GOR drome de Thor y Loki.

En el mundo particular de John Norman es algo 7. PARALELISMOS CON LA GUERRA CIVIL muy peculiar el comportamiento femenino, cuyas pautas de conducta responden, sin duda, a compul- ESPAÑOLA siones íntimas del novelista. Si bien en algunos ar- tículos y foros literarios se califica a estas novelas de “machistas” sin más, yo trataré de analizar el En la segunda novela de la saga, Proscritos de Gor, comportamiento de la mujer —siempre según el se narra la historia de una rebelión del pueblo autor— en Gor y especularé sobre las posibles contra la opresión y la injusticia, representada motivaciones del autor para haberlas reflejado de aquí por un férreo matriarcado, respondiendo a esa manera. la fobia que el autor parece sentir contra la Norteamérica, tras Gran Bretaña, es la cuna de mujer y que después analizaremos. Es curioso los movimientos feministas y el país donde mayor constatar una serie de semejanzas con los movi- poder han alcanzado, extendiéndose su influencia mientos obreros en España de principios del siglo a todo el mundo occidental. Cito, a modo de refe- XX que motivaron, por su anarquismo interno y rencia, un párrafo de una novela de la época, Las radicalismo social y político, una necesaria inter- siete llaves, de Earl Derr Biggers —perteneciente al vención militar como único medio de recuperar ciclo del famoso detective chino Charlie Chan— el orden social perdido y garantizar la paz en el publicada en 1913, cuando estaban en plena ebulli- país, aunque desgraciadamente, para la Historia ción los movimientos feministas. de España, fuera Francisco Franco, el militar El personaje que habla es el eminente catedrá- menos apto y más inflexible de ese momento, tico de Literatura Comparada profesor Thaddeus quien tomara, debido a conspiraciones en las Bolton, que sufre durante una de sus clases un sombras, las riendas del poder al acabar la Gue- arrebato emocional leyendo un poema, arrebato rra Civil. En realidad, con un sistema político más que luego habría de pagar caro—un anticipo de adecuado y moderado por parte de la República, casi un siglo de lo que hoy día son las consecuen- y en cierta medida enérgico con los disidentes, cias de una actitud políticamente incorrecta—, ya ese levantamiento militar hubiera sido innecesa- que le cuesta su carrera: rio. Entre otras semejanzas detectadas está el Y al seguir leyendo, sin fijarme ya en las palabras hecho de que la rebelión contra el sistema goreano del poeta, empecé a comparar mentalmente a la parte de las minas, al igual que el levantamiento mi- mujer de ayer con la de hoy. Los labios hechos para nero de Asturias en España en el año 1934 y que sonreír, no para hablar de política. Los ojos, para refle- fue reprimido, por ironías del destino, por el jar el azul del cielo y del mar, no para encerrarse aira- mismo Franco, siguiendo las órdenes del siempre dos al tratar de lo que ellas llaman su injusta servidum- inepto gobierno de la República española. bre. Otro detalle a tener en cuenta es el himno o Blancas manos hechas para perderse entre las de canción que adoptan los rebeldes, una canción de un muchacho, bajo la luz de la luna, no para llevar campo, una clara referencia a Los Segadores y quizás pancartas por las polvorientas calles. Imaginé ver la mi- el autor hubiese sido más claro si no hubiera te- rada de la mujercita antigua volverse tristemente car- mido a las consecuencias de la justicia norteameri- gada de reproches, sobre sus modernas hermanas. cana, ya que por aquel entonces todavía estaban Cuando acabé de leer, mi corazón era un torbellino. Y,

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dirigiéndome a los estudiantes que estaban ante mí, les de este mundo? —preguntó Flaminio. dije: He aquí una mujer, señores, una mujer que vale —Son hombres —dijo ella en un murmullo. por un millón de sufragistas. —¿Diferentes a los hombres de la Tierra —pre- guntó Flarninio. Aun considerando cuanto de exceso tienen los —Si —dijo Virginia— son diferentes. movimientos feministas, lo cierto es que como tra- —Son auténticos hombres, ¿verdad? —preguntó dicionalmente el fuerte siempre ha explotado al Flaminio. débil, siendo la mujer físicamente menos vigorosa ha Sí —dijo ella, los ojos bajos, confundida—.Son au- debido de sufrir todo tipo de abusos y vejaciones, ténticos hombres. discriminación en el trabajo, asaltos sexuales por parte de sus superiores, etc. Pero, como hemos Después de este diálogo, un tanto burdo y con visto anteriormente siguiendo el pensamiento de tanto «preguntó Flaminio» que entran ganas de es- John Norman, actualmente el poder lo detenta la as- trangular al traductor, al cual supongo autor de ta- tucia y no la fuerza bruta, por lo cual lenta pero in- maño desafuero, Cabot reflexiona sobre el varón exorablemente vemos cómo poco a poco los pape- terrestre, un poco a lo Esther Vilar con su varón les se van invirtiendo, ocupando la mujer en la domado, tímido y reprimido ante la mujer, porque sociedad contemporánea un lugar de privilegio la nuestra es una sociedad basada en el consumo y sobre el varón: opción igual o superior para ocupar dominada por la mujer, es decir, una cultura basada puestos de trabajo que, sin embargo, no está capa- en una ética de valores esencialmente femeninos, citada físicamente para desempeñar; un día libre al de la cual dice que: al haber llegado a un sistema de mes por trastornos de menstruación, que siguen li- valores contranatura, el hombre está psíquicamente brando aun después de la menopausia; derecho a castrado y la mujer frustrada; y luego lo asevera en una pensión por divorcio, a la cual no puede acceder la continuación del dialogo: en ningún caso el esposo, custodia de los hijos sin en tener en cuenta los sentimientos del padre, uso —En presencia de un hombre así —dijo Flaminio, y disfrute sin discusión ante la ley de la vivienda con- e indicó con un gesto al guardia— ¿que sientes? yugal y una larga serie de agravios e injusticias. Aun —Siento que soy mujer — dijo Virginia y trató de así, los movimientos feministas no se dan por satis- desviar los ojos. fechos; su meta es ser totalmente idénticas al varón, desempeñar sus mismas tareas, probablemente in- Es decir, la mujer siente una inclinación atávica, cluso desearían tener su mismo aspecto físico, ser que solo logra reprimir una educación antinatural, toscas, viriles, hombrunas y con pene. hacia el hombre-hombre, el hombre de verdad. No es de extrañar, pues, que una mujer terres- Resumiendo: hacia el antiguo guerrero cubierto de tre, capturada para servir como esclava en Gor sangre que, por la fuerza de su brazo y espada, (Tribus de Gor) ante un reclamo a su feminidad, po- conquistaba las posesiones de su enemigo, ya fue- niendo como ejemplo una bailarina, se exprese así: ran tierras, tesoros… o sus mujeres. La culminación de todas las obsesiones de Nor- —¡Es tan sensual! —dijo la chica con rabia—. man hacia el sexo femenino se concentran en Cautiva Cuando la ven, los hombres sólo pueden pensar que es de Gor, repitiendo una serie de postulados, ya enun- una mujer, nada más que eso. ciados en otras novelas, de forma obsesiva: la femi- —Aprenderás. nidad, la belleza y la complacencia y la sumisión al —¡No quiero ser una mujer! ¡Quiero ser un hom- macho hasta sobrepasar el límite de la degradación; bre! una mujer solo se siente feliz si el hombre que es su dueño le da una patada en el trasero o abusa de ella. Esto podría ser una sátira de los movimientos Como ya escribí anteriormente, ha sido seña- feministas, más si incluimos la contestación de Tarl lado lo más obvio: son novelas machistas. Pero, Cabot: ¿por qué? Existen dos posibles explicaciones: o bien John En Gor —le dije— son los hombres quienes serán Norman quizás haya sido víctima de un par de di- hombres. Y aquí, en este mundo, son las mujeres quie- vorcios que lo han hundido económicamente de nes serán mujeres.

Para John Norman la mujer es el polo opuesto del hombre, que en Gor asume el papel de arque- tipo del héroe. Siendo, pues, polos de distinto «Sentadas estas bases, John signo, están destinados a atraerse, aunque Norman en esto, como en todo lo que se refiere a las rela- Norman se despreocupa de ciones hombre-mujer, carga tanto las tintas que acaba pasándose, como veremos en el siguiente pá- los débiles: sólo están para rrafo y en otros; que iré comentando. En El asesino de Gor, Tarl visita las mazmorras servir como esclavos a los de un esclavista donde yacen un buen número de muchachas secuestradas en la Tierra. El médico en- más fuertes. Pero el esclavo cargado de cuidarlas y adaptarlas a su nueva situa- ción las interpela así: que a su vez es fuerte, no

—¿Has visto cómo son los hombres de este dura mucho como esclavo; mundo? —preguntó Flaminio—. ¿Se parecen a los hombres de la Tierra?— señaló al guardia, un hombre acabará matando a su amo alto y de expresión dura— ¿Te parece semejante a un hombre de la Tierra? para conquistar su libertad —No —murmuró la joven. —¿Que siente tu feminidad frente a los hombres

12 Weird Tales de Lhork Erotismo y espadas: Gor. Crónicas de la Contratierra por vida, algo muy normal en Estados Unidos y que 10. GOR EN EL CINE por desgracia se está extiendo a la Vieja Europa, o bien su obra está dirigida hacia un tipo de lector masculino, víctima del matriarcado americano que A España llegaron las dos primeras adaptaciones de disfruta viendo, aunque solo sea sobre el papel de la serie: una novela, mujeres humilladas. En cualquier caso, Tarmans of Gor. Director Fritz Kierch. Inter. y prescindiendo de esta notable peculiaridad, las Urbano Barberini, Jack Palance y Oliver Reed. novelas del ciclo de Gor son francamente amenas Outlaw of Gor. Dir. John «Bud» Cardos. Int. Ur- y divertidas. bano Barberini y Jack Palance. La productora era la Cannon y en España se distribuyó en los circuitos de video; creo que esta- 9. GOR EN ESPAÑA ban destinados a ellos, ya que son francamente malas y tienen poco que ver con el universo de John Norman, ya que en la primera vemos una rei- En la década de los ochenta y hasta principios de vindicación feminista y además aparecen enanos y los noventa, la ciencia ficción y la fantasía conocie- demás. Todo muy alejado de los asentamientos ron un auge nunca vista antes ni después, patente platónicos de la serie, en la cual se propugna la se- en un elevado número de colecciones magnífica- lección de especies mediante la supervivencia del mente dirigidas. más fuerte. Eran políticamente correctas y muy Ultramar destacó tanto por el elevado nú- asépticas, pero francamente malas y sin el menor mero de colecciones que sacó como por la cali- interés y menos para los seguidores de las novelas, dad de las mismas, debido a la selección de Do- que se sentirían estafados y con razón. mingo Santos. Los primeros 14 números de la serie de Gor fueron traducidos dentro la colección Erotic & Fantasía, un extraño híbrido de inglés y español, fruto quizás de la corrupción de nuestro idioma BIBLIOGRAFÍA DE JOHN NORMAN a causa de que todo el mundo quiere ser ameri- cano y le dice cómic al tebeo, entre otros barba- Gor: Chronicles of Counter Earth: rismos. Dentro de la misma colección se publicó otra 1. Tarnsman of Gor (1966) (El guerrero de Gor) serie, Leyendas de la Luna Roja, que comenzó 2. Outlaw of Gor (1967) (Proscritos de Gor) en el número 101 de la colección. Supongo que el 3. Priest Kings Of Gor (1968) (Los Reyes Sacerdotes de Gor) resto, hasta alcanzar esta numeración, estaban des- 4. Nomads of Gor (1969) (Nómadas de Gor) tinados a la serie de Gor y a otras posibles series 5. The Assassin of Gor (1970) (El asesino de Gor) antes de que la editorial fuera engullida por la en- 6. Raiders of Gor (1971) (Conquistadores de Gor) tropía. 7. Captive of Gor (1972) (Cautiva de Gor) En los años sesenta se produce el primer in- 8. Hunters of Gor (1974) (Cazadores deGor) tento literario de Espada y Brujería en España con 9. Marauders of Gor (1975) (Los intrusos de Gor) el personaje de Nomamor, un bárbaro musculoso 10. Tribesman of Gor (1976) (Tribus de Gor) creado por Domingo Santos y Luis Vigil, del que 11. Slave Girl of Gor (1977) (Esclava de Gor) aparecieron dos novelas en la editorial Buru Lan. 12. Beasts of Gor (1978) (Bestias deGor) La censura franquista había etiquetado esta serie 13. Explorers of Gor (1979) como infantil, pero era demasiado violenta y lige- 14. Fighting Slave of Gor (1980) ramente escabrosa como para ser de cosa de 15. Guardsman of Gor (1981) niños. ¿Quién puede entender esta paradoja? Los 16. Rogue of Gor (1981) misterios de la censura son procelosos como los 17. Savages of Gor (1982) mares de China. Otro título más una reunión de 18. Blood Brothers of Gor (1982) relatos cortos, apareció en Nueva Dimensión. 19. Kajira of Gor (1983) Pues bien, con este nombre, Nomanor, ha apare- 20. Players of Gor (1984) cido un colectivo de escritores que nos presenta 21. Mercenaries of Gor (1985) una nueva serie: Leyendas de la Luna Roja. En 22. Dancer of Gor (1985) su primer título, La leyenda del esclavo, se narra la 23. Renegades of Gor (1986) historia del jefe de una tribu que es masacrada 24. Vagabonds of Gor (1987) por tratantes de esclavos y su mujer violada hasta 25. Magicians of Gor (1987) la muerte y él humillado y marcado a fuego. Des- 26. Witness of Gor (2002) pués se venga. Narración sumamente “original” y que se halla en diversos argumentos literarios con Telnarian Histories: ligeras variantes: el trampero, al que los indios le violan y matan su mujer y se venga; el indio que le 1. The Chieftain (1991) sucede lo mismo con los tramperos y se venga; el 2. The Captain (1992) honrado padre de familia... en fin, para qué seguir. 3. The King (1993) Este primer número no era otra cosa más que una especie de presentación de ambientes y per- Novels: sonajes. Otro aspecto destacable en esta nueve serie Ghost Dance (1969) era el erotismo, que si en Gor no pasaba de un dis- Time Slave (1975) creto sadomasoquismo, aquí justificaba plenamente Venus Online (1997) su nombre: hace años, cuando este tipo de litera- Angels on My Mind tura estaba prohibida y se compraban los libros verdes de ediciones mexicanas en el mercado clan- Collections: destino, este libro hubiese causado furor. The Chronicles of Counter-Earth (1973)

Weird Tales de Lhork 13 Sergio Fritz Roa NATHICANA ¿EL POEMA MÁS ENIGMÁTICO DE H. P. LOVECRAFT? Sergio Fritz Roa

1. BREVE INTRODUCCIÓN

sombrará a la mentalidad moderna no hallar casi ningún rastro de erotismo(1) en la can- Atidad inmensa de prosa y poesía legada a la literatura por H. P. Lovecraft (1890-1937). Ello por cuanto incluso las obras de sus colegas más queridos en el terreno de la ficción(2) contienen abundantes elementos dotados de una sensualidad innegable. Por esto llama la atención un poema que nos puede mostrar a un otro Lovecraft. Su nombre: Na- thicana. Dicha obra no sólo es curiosa desde esta pers- pectiva; sino que además por encontrarse escrita en verso libre, estilo que el gentleman de Provi- dence detestaba. Su carácter conservador le impe- día aceptar una forma literaria que rompía con las reglas preservadas desde hace mucho tiempo, a la vez que le hacía desconfiar de un «método» que parecía más para personas poco laboriosas que para verdaderos oficiantes de la escritura como él. Sobre el verso libre, H.P.L. señalaba:

«De las varias formas de manifiesta decadencia en el arte poético de la edad presente, nada golpea tan duramente sobre nuestra sensibilidad como la alar- mante declinación en aquella regularidad armoniosa del metro, la cual adornó la poesía de nuestro ances- tros inmediatos»(3).

¿Cuál es la causa por la que en Nathicana Love- craft rompiera con sus aceradas ideas y su práctica ritual? No lo sabemos. Pero podemos especular que se debió a una especie de juego literario al cual es- taba acostumbrado, y que se manifiesta tanto en su comunicación epistolar como en su faceta literaria. Este aspecto lúdico que contrasta con la fría y pálida figura a la que estamos acostumbrados, lo llevaba a dar como lugar de remitente el Desierto de Leng y otras de sus fantásticas creaciones de geografía oní- rica, a utilizar el apodo del abominable Abdul Alhaz- red, a incluir a sus amigos en sus relatos o a cola- borar en la elaboración de cuentos colectivos. Nathicana podría ser, por tanto, una broma más Texto: Sergio Fritz Roa de H. P. L... Ilustración: Archivo „WT de Lhork‰

14 Weird Tales de Lhork Nathicana: ¿El poema más enigmático de H. P. Lovecraft?

Sobre la fecha de este poema, podemos conje- Hacemos presente que se han encontrado pequeñas diferencias entre turar que se hallaría entre 1916 y1920. Por otra ambos textos (el recogido por el escritor mexicano y la versión en Inter- parte, la extensa y bastante minuciosa bibliografía net); por lo cual hemos optado por seguir el orden expuesto en la versión lovecraftiana de poesía incluida en la página en inglés. http://www.hplovecraft.com no aporta la fecha de A continuación, nuestra traducción del poema Nathicana. su escrituración. Sólo tenemos certeza respecto al lugar donde fue publicado originariamente. Sería la revista de fan- NATHICANA tasía The Vagrant. En sitios web se indica que habría sido publicada en dicha revista durante la primavera Fue en el pálido jardín de Zais, de 1927. No obstante, en Lovecraft, una biografía(4) Los jardines neblinosos de Zais, de Sprague de Camp, se señala en la nota respectiva, Donde florece el nephalot blanco, primavera de 1917; lo cual nos confunde aun más. El perfumado heraldo de medianoche. El enigma es mayor cuando sabemos que hay Ahí dormitan los quietos lagos de cristal, quienes creen que dicho poema sería obra no de Y arroyos que fluyen sin murmurar, uno sino de dos autores: H. P. Lovecraft y su amigo Los suaves arroyos desde las cavernas de Kathos Alfred Galpin. Donde germinan los espíritus calmos del ocaso. El estilo poético tiene indudables influencias de Y sobre los lagos y arroyos la poética de E. A. Poe como de los románticos eu- Hay puentes de alabastro puro, ropeos. Pero en verdad no sólo el estilo, sino el es- Puentes blancos todos tallados hábilmente píritu. De ello da cuenta la sentencia siguiente: «El Con figuras de hadas y demonios. horrible coma llamado vida...». La muerte es algo de- Aquí resplandecen soles raros y planetas extraños, seado. Es el lugar donde la paz es eterna. Y extraña es la creciente Banapis Poe, en el poema Para Annie, como en verdad Que se pone más allá de las murallas cubiertas de hiedra en la casi totalidad de su narrativa fantástica, con- Donde se hace espeso el ocaso del atardecer signa una idea similar: Aquí caen los vapores blancos de Yabon; Y aquí en el remolino de vapores, «¡Alabemos al Eterno!... Yo vi a la divina Nathicana; el mal ha cesado ya La enguirnaldada, blanca Nathicana; y la fiebre del «vivir» La de ojos humildes, la de labios rojos Nathicana; ahora vencida está(5)» . La de voz plateada, la amada Nathicana; Y siempre fue ella mi amada; La vida, para Lovecraft y el autor de El gato Desde las edades en que el tiempo era no nacido; negro es, entonces, un coma, una fiebre. Estado Cuando nada nacía, salvo Yabon. anormal y enfermo, propio del ser manifestado. Y aquí habitábamos por siempre Nos preguntamos, ¿si la referencia lovecraf- Los niños inocentes de Zais, tiana a Zais, es una alusión a Die Lehrlinge zu Sais En forma queda, en los senderos y las plazoletas (Los discípulos en Saís)(6) de nuestro apreciado No- Coronados de blanco con el bendito nephalot. valis? Ello es factible, y demostraría lo dicho ante- ¡Cómo acostumbrábamos flotar en el ocaso riormente. Sobre prados cubiertos de flores y sobre laderas La alegoría de los colores blanco y rojo es inte- Todas blancas con el humilde astalthon; resante. Nathicana, la pálida y hermosa, representa El humilde pero amado astalthon, la Poesía, el Bien Supremo. De alguna manera es la Y soñábamos en un mundo construido de sueños trilogía platónica: Verdad-Bien-Belleza. La vida, por Sueños que son más rubios que Aidenn; el contrario, es simbolizada por el rojo, color de la Sueños luminosos que son más reales que la razón! sangre. Lo que era sin-existencia en algún mo- Así soñamos y amamos a través de las edades, mento es alterado por la vida, con su color rojizo, Hasta que vino la maldita estación de Dzannin; que para el poeta es algo nefasto. La estación maldita por demonios de Dzannin; Finalmente, el rojo todo lo cubre. Por ello, el Cuando rojos brillaron los soles y planetas, narrador prepara un brebaje para acabar con la Y roja brilló la creciente Banapis, maldita influencia de la vida... Sólo así volverá la ar- Y rojos cayeron los vapores de Yabon. quetípica Nathicana, «cuya imagen no es posible en- Entonces enrojecieron las flores y los arroyos contrar en vida». Y lagos que yacían bajo los puentes, E incluso el calmo alabastro 2. LA TRADUCCIÓN Brilló rosado con reflejos misteriosos Hasta que las esculpidas hadas y demonios La única traducción del presente poema al caste- Miraron, rojos, desde detrás de la sombra. llano que conocemos es la realizada por Emiliano Ahora mi visión enrojecía, y en forma demencial González e incluida en la antología intitulada El libro Yo me forcé por vislumbrar a través de la densa cortina de lo insólito(7). Y vi a la divina Nathicana; Del sitio http://www.geocities.com/area51/ La pura, siempre pálida Nathicana; shire/7473/nathicana.html hemos rescatado este La amada, inmutable Nathicana. poema, para traducirlo. Sin embargo, vórtice sobre vórtice de locura

Weird Tales de Lhork 15 Sergio Fritz Roa

Nublaron mi laboriosa visión; Mi maldita, enrojecida visión; NOTAS Que construía un mundo nuevo para mi contemplación; Un mundo nuevo de color rojo y tinieblas, 1 Otra débil acentuación «erótica» que puede Un horrible coma llamado vida hallarse en la obra lovecraftiana es la canción Ahora en este coma llamado vida incluida en su relato La Tumba (Obras escogi- Yo contemplo los brillantes fantasmas de belleza; das. H. P. Lovecraft. Editorial Acervo, Barce- Los fantasmas de falsa belleza lona, 1966. p. 34). Anotemos que las pocas Que ocultan todas las maldades de Dzaninn. mujeres que encontramos en los relatos de Los veo con ansia infinita, H. P. L. suelen asociarse al mal y están men- Tan parecidos a mi amada: guadas de los encantos que las caracterizan en Aunque en sus ojos brilla su maldad; la vida real. Su crueldad e impiedad, 2 E. A. Poe, Arthur Machen, Clark Ashton Más despiadada que Thaphron y Latgoz, Smith y Robert E. Howard, por ejemplo. Doblemente nociva por su disimulo que atrae. 3 Metrical regularity. Artículo publicado en The Y sólo en los sueños de medianoche Conservative (la publicación creada por el Aparece la perdida doncella Nathicana, genio de Providence), en Julio de 1915. Ac- La pálida, la pura Nathicana tualmente incluido en el libro The Conservative. Quien se desvanece en la mirada del soñador. H. P. Lovecraft. Introducción de S. T. Joshi. Una y otra vez yo la busco; Necronomicon Press, West Warwick, Rhode Y en mi lástima recurro a los profundos tragos de Plathotis, Island, 1990. p. 5. Profundos tragos mezclados en el vino de Astarte 4 Lovecraft, una biografía. L. Sprague de Camp. Y fortalecidos con lágrimas de largo llanto. Valdemar ediciones, Madrid, 1992. Nos refe- Y añoro los jardines de Zais; rimos a la nota N° 6 al capítulo VIII, p. 384. Los amados, los perdidos jardines de Zais 5 El cuervo, Las campanas y otros poemas. Edgar Donde surge el blanco nephalot, Allan Poe. Editorial de Grandes Autores, Bue- El flagrante heraldo de medianoche. nos Aires, 1943, p. 113. El potente último trago estoy preparando; 6 Los discípulos en Saís se encuentra incluido Un brebaje con el cual los demonios se deleitan; en Los románticos alemanes. Hoffmann, Novalis Un trago con el cual desaparezca el color rojo; y otros. Centro editor de América Latina, El horrible coma llamado vida. S.A., Buenos Aires, 1968. Pronto, pronto, si no me falla el brebaje, 7 El libro de lo insólito. Emiliano González y Be- El rojo y la locura se desvanecerán, atriz Álvarez Klein. Segunda edición, Fondo de Y en la profundidad tenebrosa habitada por gusanos Cultura Económica, México, D.F., 1994. El Se pudrirán las cadenas que me han sujetado. poema se encuentra en pp. 345-348. Una vez más los jardines de Zais Resplandecerán blancos en mi visión largamente torturada Y en medio de los vapores de Yabon Se levantará la divina Nathicana; La eterna, restaurada Nathicana; Cuya imagen no es posible encontrar en vida.

«El enigma es mayor cuando sabemos que hay quienes creen que dicho poema sería obra no de uno sino de dos autores: H. P. Lovecraft y su amigo Alfred Galpin.

16 Weird Tales de Lhork LOSOS MITOS MITOS, LAS FÁBULASÁBULAS YLASAGUAS DEL OLVIDO

UNA INTRODUCCIÓN A LA POESÍA DE CLARK ASHTON SMITH Oscar Mariscal

n 1920, Clark Ashton Smith escribía a su colega neoyorquino Ge- orge Sterling —un poeta menor protegido por el «amargo” Am- Ebrose Bierce—: No te preocupe el que pueda experimentar con el hachís. La vida es ya suficientemente horrible sin drogas, y me gusta jugar con el rumor. Estas líneas las escribía Smith a propósito de su muy celebrado poema The Hashish Eater or The Apocalypse of Evil, un largo «drama cósmico» donde queda patente la influencia de Charles Baudelaire —de quien tradujo Las Flores del Mal a base de diccionario y mucho entusiasmo—, de las inagota- bles fuentes orientales —Las Mil y Una Noches en las exuberantes versio- nes de Galland y Lane—, y la estética del orientalismo “a la europea”: Va- thek, Salambó, y Las Tentaciones de San Antonio —de donde por cierto, también tomó numerosos monstruos como motivo para sus esculturas e ilus- traciones—. Aunque creemos que L. Sprague De Camp “desvaría” cuando describe la poesía de Smith como: vívida, conmovedora, evocadora, colorida, con un exube- rante estilo victoriano, imaginativa y técnicamente pulida, sí reconocemos que en su época, tuvo cierta repercusión en el revuelto y variopinto ambiente del San Francisco bohemio: una de esas excepciones que, aun rechazando el abuso de un lenguaje ampuloso y arcaizante, pueden y deben hacerse —según Lovecraft en su ensayo La Rima Admisible— en el caso de quienes están inmersos de algún modo en esa atmósfera de antaño, y quienes guardan en sus corazones el so- nido majestuoso de las viejas cadencias clásicas. Y tampoco nos extrañan —es por eso que admiramos a Smith—, que ciertas plumas puritanas tacharan su poesía de sádica y siniestra. El propio C. A. Smith parece más orgulloso de su obra poética, que de su vasta producción de relatos fantásticos; en un pequeño artículo autobiográ- fico, publicado en 1936 en el especial veraniego de The Science Fiction Fan, dice: A los 17 años ya había vendido numerosos relatos a la revista The Black Cat, una publicación especializada en cuentos inverosímiles y fantásticos. Entonces, por alguna razón, perdí todo mi interés por los escritos de ficción durante más de una década. Un volumen de versos The Star-Treader and Other Poems apa- reció cuando tenía 19 años. Poco tiempo después mi salud se quebró, y durante cua- Texto: Łscar Mariscal tro años mi producción literaria fue más o menos limitada e intermitente. Mi mejor Ilustraciones: obra poética, fue quizás la producida durante este periodo. Un pequeño volumen Willis —Odes and Sonnets— fue publicado por el Book Club de California en 1918. Archivo „WT de Lhork‰ En 1922 publiqué Ebony and Crystal; y ya en 1925, Sandalwood.

Weird Tales de Lhork 17 Óscar Mariscal

DOS MITOS Y UNA FÁBULA

¿Dónde vais, guerreros orgullosos, con cotas fulgentes como la luna? —Salimos a matar al Basilisco,(1) en simas que sólo sus ojos alumbran. ¿A dónde vais, valientes marineros, en un bajel tintado con los colores del otoño? —Navegamos en busca de la verdina ribera, postrer asilo de los Unicornios.(2) ¿A dónde vais, innominados brujos, con mantos más bermejos que el ocaso? —Vamos a hallar de Salomón las Clavículas,(3) y a liberar a los genios encerrados. NOTAS

(1): El Basilisco —Besalís o Regulus— es el rey de los reptiles: Con una MEMORIA ROJA sola mirada mata al hombre. Mata con su aliento a las aves del cielo, y está tan lleno de veneno, que reluce. Si el hombre lo ve primero, no puede hacerle Este recuerdo vuelve todavía daño, y el Basilisco queda como único rey en la arena vacía (De Bestiis). al jardín de amarantos más ennegrecido: El fuego, soy yo; y por todas partes lo aspiro: de las nubes, de los guijarros, de los lagos del ocaso, coloreando los árboles muertos, del pelo de los animales, de la superficie de los pantanos. mi desvarío como un vino tinto; Mi temperatura mantiene a los volcanes (Gustave Flaubert: Las Tenta- y los rubíes, hundidos talismanes ciones de San Antonio). en tus profundos ojos de jacinto. (2): El Unicornio o Monoceros es un monstruo de horrible bramido: Un esplendor de bermellón bañaba con el cuerpo semejante al de un caballo, pies como los de un elefante y cola las hiedras y las flores fúnebres, como la de un ciervo. Del centro de su frente brota un cuerno de asombroso y de tus labios yo bebí la sangre esplendor, hasta de cuatro pies de largo, tan afilado que perfora fácilmente que de un dios, derramaba el ciprés;(4) todo aquello contra lo que carga. Ni uno sólo ha ido a parar vivo a las manos y de mi corazón llovía la vida, del hombre, y aunque es posible matarlos, no se les puede capturar (Bestiario la esencia de árboles sanguinos... de Cambridge). Pero la noche vino a apagar Yo tengo pezuñas de marfil, dientes de acero, la cabeza de color púrpura, el los mágicos rubíes y el fuego rojo cuerpo color de nieve y el cuerno de mi frente lleva el abigarramiento del arco con el licor del dios... En vano busco iris (Gustave Flaubert: Las Tentaciones de San Antonio). aquel fulgor en cielo y ojos... (3): El célebre cabalista Éliphas Lévi en su Histoire de la Magie, dice hallando ya en signos y palabras a propósito de La Clavícula de Salomón: Las tradiciones populares de- la orilla del Leteo perezoso.(5) cían que el poseedor de Las Clavículas de Salomón puede conversar con los espíritus de todos los órdenes. Pues estas Clavículas, varias veces perdidas y otras tantas recobradas, no son otra cosa que los talismanes de los setenta y EL LAGO DEL SILENCIO ENCANTADO dos nombres y los misterios de las treinta y dos vías que el tarot reproduce je- roglíficamente. Con el auxilio de estos signos y por medio de sus combinaciones Descansa en una tierra sólo entrevista por el Sol y infinitas, se puede efectivamente llegar a la revelación natural y matemática la Luna, y por las estrellas cuando alcanzan su má- de todos los secretos de la naturaleza y, en consecuencia, entrar en comuni- xima altura sobre el horizonte. Las montañas que cación con la jerarquía completa de las inteligencias y de los genios. H. P. Lo- arañan el cielo, como centinelas de la Eternidad, vecraft también citó a Éliphas Lévi, en su novela El Caso de Charles rodean con sus inmemoriales vertientes nevadas, Dexter Ward. sombrías y azules, la serenidad del sueño del lago (4): La imagen del dios en el árbol es una referencia a Dionisios o Baco, insondable. Ellas aplacan el estruendo de los eones divinización del desenfreno y el vino —el rojo licor del poema—. Aun- que barre las orillas de la Eternidad, y los vientos que la vid y los racimos son los símbolos más utilizados para representar que repiquetean con el rumor de años de hierro, a esta deidad, los antiguos griegos ofrecían sacrificios al “Dionisios del y aquietan todo salvo el azul infinito, y los fuegos y Árbol”, pues éste era también un espíritu arbóreo. Con frecuencia se le nubes y sombras del cielo. exhibía como un tronco de árbol cubierto por un manto, con una careta El lago se alimenta de la nieve de las montañas barbuda por rostro y ramas que asemejaban extremidades. Otra icono- y del silencio que brota del contorno del espacio, grafía le muestra con la cara roja y el cuerpo dorado, sosteniendo una y rebosa del esplendor azul del cielo. Aquí en su in- varita con una piña en su extremo. terior, se hallan éstos aumentados hasta el infinito. (5): Río de la geografía infernal; en sus orillas las sombras de los conde- En las orillas del lago los amarantos azules y nados beben agua para olvidar su pasado. El poderoso olvido habita en tu blancos de un verano perenne crecen, y no hay boca / y el Leteo fluye en tus besos (Baudelaire), y de tus labios yo bebí la más vida que la de las mariposas y los pájaros más sangre... (Smith): es razonable pensar que el poema 34 de Las Flores hermosos. Quien penetre en esta tierra puede del Mal —El Leteo—, fue uno de los desencadenantes de Memoria beber el silencio del lago, y observarlo hasta que la Roja. imagen imperturbable se instale en las profundida- (6): El motivo de este poema en prosa es, nuevamente, el Leteo o “Río des de su mente, que al punto se vuelve suave y —en este caso Lago— del Olvido”. tranquila, como la superficie de sus aguas.(6)

18 Weird Tales de Lhork Al servicio del rey AL SERVICIO DEL REY Robert E. Howard y Eugenio Fraile

INTRODUCCIÓN HISTÓRICA AL RELATO AL SERVICIO DEL REY

l siguiente relato, «Al Servicio del Rey» (“The King´s Service”) de Robert E. Ho- Eward, fue publicado en el volumen «The Sword Woman» de la editorial nortea- mericana Zebra Books, en su edición de mayo de 1977 preparada por Glenn Lord, como complemento a los tres relatos de Agnes de Chastillon, otra heroína de Howard, que componían el mencionado libro. «The King´s Service«, es un relato ambientado en el siglo V d. C. sobre tiempos y lugares exóti- cos que le deja a uno deseando que hubiese sido terminado por Howard. La ancestral India, los vikingos, los celtas, los griegos, el desmoronamiento del imperio romano, todos los elementos están aquí. Ho- ward, conocedor sin duda del libro “Historia de los Reyes de Britania” de Geoffrey de Monmouth se permite, incomprensiblemente, por error o debido a que el relato aún no había sido completado y revisado, ciertas li- cencias e incorrecciones históricas respecto a un tema tan amplio y complejo como son las invasiones germánicas y eslavas en Europa en los siglos V y VI d. C, que contribuyeron en gran medida a la caída del Imperio Romano de Occidente. Recordemos que Howard era un entusiasta de la Historia y que, aunque bastante autodidacta respecto a esta mate- ria, sus conocimientos eran muy extensos y más si se trataba de celtismo, germanismo y temas similares. Sin ir más lejos, Athelred el Sajón y su tripulación son presentados como vikingos, cuando lo correcto desde el punto de vista de la Historia es que hubieran sido de origen Normando —danés, sueco o nor- uego— y no sajones, que era un pueblo de origen germánico que habitaba en la región del Elba y parte del cual se estableció en In- glaterra en el siglo V llamados por el rey bri- tano Vortegirn para que le ayudaran a luchar contra los pictos, a quienes previamente había traicionado. Los anglos arribarían también a Inglaterra en el siglo VI. Los llamados “vikingos” eran un pueblo único distribuido por distintas regiones Texto: Robert E. Howard y Eugenio Fraile de Escandinavia, que compartían una misma Ilustraciones: lengua, los mismos dioses y similares costum- Rafael Vargas. Kees Huyser bres.

Weird Tales de Lhork 19 Robert E. Howard y Eugenio Fraile

Una teoría arqueológica abunda en la AL SERVICIO DEL REY Un repentino grito se escuchó entre idea de que el término “vikingo” servía para (THE KING´S SERVICE) los tripulantes al tiempo que los remeros designar a quienes componían una expedi- Por Robert E. Howard se quedaban boquiabiertos. Ante ellos la ción marítima de saqueo a tierras más o y Eugenio Fraile niebla se iba despejando y ahora, pendien- menos lejanas. Prácticamente, todos los pue- tes del oscuro cielo, una súbita llamarada blos y territorios cercanos a los vikingos —cel- de gemas y mármol estalló ante sus ojos. tas, gaélicos, anglos, sajones, eslavos— y pos- PRÓLOGO Parpadearon, temerosos ante las torreci- teriormente los reinos en los cuales se llas, cúspides y murallas de una poderosa fragmentó el imperio de Carlomagno tras la ciudad en el cielo. muerte de este, sufrieron los ataques de los El lento agonizar y la precipitada caída de —¡Por la sangre de Loki! —juró el jefe “hombres del norte”. Otro error es el repre- Roma, conmocionó a todo el mundo oc- vikingo— ¡Es Midgaard! sentar a la tripulación del “pirata sajón” cu- cidental. En el rápido advenimiento del Alguien rió en la popa. El vikingo se biertos con los cascos de doble cuerno, ima- Este, las ruinas de las ciudades imperiales volvió hacia él irritado. Ese hombre no gen típica del vikingo cinematográfico, causaron sólo un momentáneo retraso en era como sus compañeros. Era el único excepto en la magnífica película Alfredo el el enjambre de mareas de una humanidad que no llevaba armas ni cota de malla, sin Grande, de producción británica, que narra incansable, y sus memorias se desvanecie- embargo, el resto de los hombres le mi- fielmente la unificación de todos los pequeños ron de los espíritus de los hombres de la raban con una especie de hosco respeto. reinos anglosajones ante las invasiones de los misma forma que el esplendor de la jungla Había en su porte una dignidad leonina, normandos, “hombres del norte”, de pura y el polvo del desierto agrietó los muros nobleza de formas y una realización de raza vikinga. ruinosos y las torres destrozadas. Así poder sin arrogancia. Alto, ancho de hom- El verdadero casco vikingo era cónico, de ocurrió en un reino, Nagdragore, en el bros y muy poderoso, tenía una cierta agi- cuero o de metal, y solía tener una lengüeta que sus Rajás con crestas de águila exigie- lidad felina de la que los demás guerreros metálica para la nariz y en absoluto tenía ron tributo del Decan, cuando los rubios carecían. Su cabello era tan dorado como cuernos, que hubieran sido una verdadera bárbaros estaban acechando con manos el de ellos, sus ojos igual de azules, pero molestia durante el combate. Otro de los sangrientas las puertas de Roma. Las glo- nadie le habría confundido con uno de errores que plasma Howard en el relato es el rias de Nagdragore han sido olvidadas du- ellos. Su rostro fuerte y bronceado por el de fijar en ciento cincuenta el número de tri- rante mil años. Ni siquiera en el nublado sol expresaba con viveza las caprichosas pulantes del barco dragón de Athelred. El nú- golfo de una leyenda hindú, en donde cen- burlas que eran tan habituales en el carác- mero máximo de guerreros que navegaban tenares de dinastías olvidadas duermen ter de los celtas. en los barcos vikingos era de sesenta hom- desentendidas hay insinuación alguna de —¡Donn Othna!— exclamó furioso bres, que actuaban a la vez como remeros y ese desaparecido reino. Nagdragore es el jefe de los piratas.— ¿De qué te ríes como combatientes. uno de los reinos con miles de ruinas sin ahora? Pero obviando estos incomprensibles erro- nombre, una masa de derruida piedra y El otro sacudió la cabeza. res en la argumentación howardiana, y cen- mármol roto, perdido en las onduladas — Sólo me río de pensar en la res- trándonos en el absorbente trasfondo de la profundidades de la ciega jungla. Esta his- plandeciente belleza que podría ver un misma, como lectores, no podemos por toria se desarrolla en los tiempos en los Sajón en esta fría ciudad; dioses salvajes menos que disfrutar ante lo que no deja de que Nagdragore perdió su esplendor, que construyeron con espadas y calaveras ser un fiel exponente del magnífico estilo ho- antes de que decayese y se rindiese ante más que con mármol y oro. wardiano en toda su épica grandeza. los blancos Hunos y los salvajes Tártaros La brisa despejó las nieblas y la ciudad Pecando de osado, pero deseando desde y Mongoles; un cuento de la época que brilló más claramente. Puerto y muros el principio respetar el estilo literario y senti- vio relucir una joya en el oscuro seno de surgían a través de la nube gris con asom- miento épico de REH, (e incluso sus “errores” la India, cuando sus torres imperiales se brosa agilidad. históricos), he intentado, como un fiel admi- alzaban doradas, blancas y púrpuras azula- —Es como una ciudad de ensueño rador y seguidor de la obra del padre de la das, fijando la mirada con el orgullo de un —murmuró Hrothgar con fríos y extra- Espada y Brujería que soy, escribir el final de destino asegurado a través del círculo ños ojos asombrados— La niebla era «Al Servicio del Rey» puntualizando con las verde, del blanco y espumoso golfo de menos densa de lo que pensábamos por notas anexas al relato los detalles históricos Cambay. lo que debemos habernos acercado a un que al lector le fueran más oscuros o desco- puerto desconocido. Mira las embarcacio- nocidos. nes que atestan esos muelles. ¿Y ahora Los lectores me juzgarán, pero como es- 1. «LAS NIEBLAS DESAPARECEN» qué, Athelred? critor no podía por menos que intentar cerrar El gigante frunció el ceño. una brecha en la obra de Robert E. Howard, —Nos han visto. Si zarpamos ahora autor que ha inspirado a todos aquellos que Velludas y terribles, las crueles manos tendremos a una veintena de galeras pre- con mayor o menor acierto nos dedicamos a descansaban en el largo remo hecho de cipitándose sobre nosotros, pienso yo. Y pergeñar historias en mundos donde los rei- madera de arce y ojos gélidos miraban a deberíamos conseguir agua fresca— ¿Qué nos se extienden como brillantes mantos de través del fino velo brumoso. Era un piensas tú, Donn Othna? estrellas y los héroes existen para regocijo de barco extraño para provenir de las aguas El celta se encogió de hombros. las mentes inquietas y soñadoras. del Este; largo, estrecho, bajo de talla, alto —¿Quién soy yo para pensar nada? de popa y proa. Esta se curvaba bajo la No estoy por encima de ti, pero creo que Eugenio Fraile forma tallada de una cabeza de dragón no podemos huir ya que dar la vuelta Agosto de 2007 que caracterizaba esa embarcación tripu- ahora en verdad, levantaría sospechas. lada por enormes guerreros de barbas ru- Debemos mantener un frente audaz. Allí bias y helados ojos claros. En la popa veo muchos barcos mercantes que tienen había un pequeño grupo de hombres, y aspecto de venir de muy lejos y puede uno de ellos, gigante de ojos inquietantes que esa gente no repare en nosotros. ¡No y frente amenazadora, maldijo para sus todos los pueblos son sajones!— con- adentros. cluyó el celta burlonamente. —Sólo las hordas de Halheim sabran Athelred gruñó rudamente al timonel donde estamos y en que dirección nave- que había estado descansando durante el gamos; sin embargo, el agua y la comida diálogo entre ambos guerreros, sorpren- empiezan a escasear. Hrothgar, dices que diéndole un bostezo. Los largos remos de tendría más sentido navegar hacia el Este, arce empezaron a agitar las olas de nuevo por Thor. y la intrépida galera se deslizó hacia el

20 Weird Tales de Lhork Al servicio del rey puerto soñado. Las otras embarcaciones —Donn Othna— era Athelred gru- de la misma raza que sus súbditos. La ca- estaban remando también a su encuentro. ñendo detrás de él —¿De qué lado estás balgata se detuvo delante del barco dra- Extrañamente construidas y ricamente ta- tú? gón. Las trompetas, acompañadas de pla- lladas, las galeras tripuladas por hombres El gigante agitó una enorme mano se- tillos ensordecedores, desgarraron los de piel oscura se deslizaron a lo largo de ñalando a los guerreros de los muelles. cielos con una atronadora fanfarria, y a la orilla. Los vikingos contemplaron con —¿Si esto se convierte en una batalla continuación un jefe vestido llamativa- asombro los adornos del costado de los campal, lucharás con nosotros o me apu- mente espoleó su caballo más allá, y voci- barcos, y a los guerreros con turbante y ñalarás por la espalda? ferando a pleno pulmón desde su silla de rostros de cuervo cuyos trajes de plata y El descomunal celta rió cínicamente. montar irrumpió con una grandilocuente seda brillaban, y a sus armas que rielaban — Extrañas palabras hacia un prisio- lluvia de palabras que no significaban ab- con cinceladuras de oro y brillantes nero. ¿Qué utilidad tendría una sola es- solutamente nada para los anonadados gemas. Se quedaron atónitos ante los pe- pada contra tus anfitriones?— Entonces la occidentales. El personaje del balancín sados arcos de acero, los dorados escu- expresión de su rostro cambió.—Tráeme mandó callar a su vasallo mediante un lán- dos, las estrechas lanzas y los curvados sa- la espada que tus hombres me quitaron; si guido agitar de su blanca y engalanada bles. Y mientras tanto, los orientales tengo que ayudarte no quiero parecer un mano y habló en claro y puro latín. contemplaban fijamente a su vez, con igual esclavo ante los ojos de esta gente.— —Está diciendo, amigos míos, que el asombro, a esos hombres de piel blanca, Athelred refunfuño para sus adentros exaltado hijo de los dioses, el gran rajá gigantes de pelo rubio, con sus cascos de ante la abrupta orden, pero bajando sus Constantius, os ofrece el inmerecido, des- cuernos, sus escamosas faldas de malla y ojos ante la fría mirada del otro gritó algo conocido y totalmente asombroso honor sus resplandecientes hachas afiladas. Un a uno de sus hombres. En ese instante, un de venir en persona a saludaros. alto jefe de barba oscura se levantó en la enorme guerrero subió a la popa tra- Todos los ojos se volvieron hacia cubierta de la embarcación más cercana y yendo consigo una larga y pesada espada Donn Othna, el único hombre a bordo de gritó a Athelred, el cual le contestó en su protegida por una funda de cuero, atada a la larga serpiente que podía entender las propia lengua. Ninguno de los dos podía una ancha hebilla plateada. Los ojos de palabras. Los enormes sajones le miraron entender al otro y el jefe sajón comenzó Donn Othna centellearon al coger el con rabia igual que grandes niños descon- a irritarse con la peligrosa impaciencia arma y se la abrochó en su cintura. Ten- certados, y fue también en él donde todos propia del bárbaro. Se respiraba la tensión dió la mano hacia la suntuosa empuñadura los ojos de los orientales se concentra- en la aire. Los vikingos dejaron caer disi- de marfil con su pesado guardamano de ron. El alto celta, de brazos cruzados, la muladamente sus remos en busca del plata y la desenvainó hasta la mitad. La cabeza echada hacia atrás, se encontró fir- tranquilizador tacto de sus hachas, y a su doble y afilada hoja de una azul siniestro, memente con la mirada del rajá, y a pesar vez, a bordo de las otras embarcaciones zumbó tenuemente. de todo el esplendor y atavíos del orien- las cuerdas de los arcos se deslizaron en —¡Por Thor!— murmuró Hrothgar. tal, su majestuosidad no era menos apa- las muescas de las lengüetas. Entonces, —¡Tu espada canta, Donn Othna! rente que la imponente apostura del occi- Donn Othna, en un desesperado intento, — Canta por su vuelta a casa, Hroth- dental. Eran dos líderes por naturaleza, gritó un saludo en latín. Instantáneamente gar— contestó el celta— Ahora sé que enfrentados cara a cara, reconociéndose se produjo un cambio en el jefe del bando allá en la costa está la tierra de Hind, a sí mismos su regio nacimiento contrario. Saludó con el brazo y contestó donde nació mi espada forjada por el mar- —Yo soy Donn Othna, un príncipe de con una simple palabra en la misma len- tillo de un mago y posteriormente fra- Bretaña— dijo el celta— Este jefe es gua, que a Donn Othna le pareció una guada oscuros años atrás. Existió una vez Athelred de los Sajones. Hemos navegado respuesta amiga. El celta habló algo más un magnifico sable que pertenecía a un durante largas lunas y deseamos única- pero el jefe volvió a repetir la misma pa- poderoso emperador del Este conquis- mente paz y una oportunidad para comer- labra latina y con un movimiento de su tado por Alejandro. Este se lo llevó con- ciar a cambio de comida y agua. ¿Qué ciu- brazo, indicó a los extranjeros que podían sigo a Egipto donde residió hasta que los dad es esta? precederle hasta el puerto. Los guerreros, romanos llegaron y un cónsul se apoderó —Esto es Nagdragore, uno de los a la orden de su jefe, empuñaron de de él. No gustándole la hoja curvada, más importantes principados de la India nuevo los remos y el barco dragón se mandó llamar a un forjador de espadas de —contestó el rajá— Venid a tierra; sois abrió camino hacia el puerto teniendo a Damasco quien rehizo la hoja ya que los mis invitados. Hace mucho tiempo desde un lado el muelle y al otro a una escolta romanos usaban espadas rectas. Apareció que volví mi rostro al Este y estoy ham- de numerosas galeras. De pronto, el jefe en Bretaña de la mano del Cesar y fue briento de hablar con un hombre en la del Este se aproximó al costado del barco perdida por los gaélicos en una gran bata- vieja lengua de Roma y conocer las noti- y por gestos indicó que pretendían per- lla en el Oeste. Yo mismo se la arrebaté a cias del Oeste. manecer a bordo de su embarcación por Eochaidh Mac Ailbe, rey de Erin, a quien —¿Qué ha dicho? ¿Es la paz o la gue- un tiempo. La barba de Athelred se erizó maté en una batalla naval en la costa del rra? ¿Dónde estamos? —las continuas al oír esto, pero no se podía hacer otra Oeste.—concluyó sencillamente su relato preguntas de los sajones asediaban al cosa. El jefe se alejó con grandes zancadas el celta. celta. haciendo entrechocar sus armas, y un nú- —Una espada para un príncipe—dijo —Estamos en efecto en el país de mero de altos y barbudos guerreros to- Hrothgar con sincera admiración—¡Mira, Hind —respondió Donn Othna— Pero maron posiciones en los muelles. Donn alguien viene!— este rey no es hindú. ¡Si no es griego, en- Othna apercibió que excedían en número Con un formidable grito y entrecho- tonces yo soy un Sajón! Nos invita a ser a su tripulación y que a su vez también car de armas, una poderosa concurrencia sus invitados en tierra; eso puede signifi- portaban temibles armas. Una enorme bajaba tumultuosamente hacia los muelles. car ser sus prisioneros, pero no tenemos concurrencia de gente apareció sobre los Un millar de guerreros con brillantes ar- elección. Quizás quiera negociar de forma muelles, gesticulando y gritando de admi- maduras, montados en caballos árabes, justa con nosotros. ración, mirando con grandes ojos a los fe- camellos y mastodónticos elefantes escol- roces gigantes de piel blanca quienes de- taban a una figura sentada en un balancín volvieron su mirada igualmente fascinados. sobre los lomos de un majestuoso ejem- 2 Los arqueros hicieron retroceder con ru- plar de largos colmillos recubiertos con deza a la multitud, forzándoles a dejar un finas placas de oro. Donn Othna divisó un amplio espacio libre. Donn Othna sonrió; enjuto y altivo rostro de oscura barba y Donn Othna alzó una copa tallada en pie- en mayor medida que sus impasibles com- nariz aguileña; profundos ojos negros, dras preciosas y bebió profundamente. La pañeros, él sí que apreció el excéntrico translúcidos pero penetrantes, que vigila- posó y miró más allá de la rica mesa de panorama de color que se desplegaba ban a los occidentales. El celta percibió madera de teca al rajá que degustaba las ante sus ojos que ese rey, señor o lo que fuese, no era viandas sensualmente en el diván de seda.

Weird Tales de Lhork 21 Robert E. Howard y Eugenio Fraile

del este que arrasaban a sangre y fuego «Y mientras tanto, los orienta- los restos de un imperio que agonizaba. Luchamos todo el día y al final, los Hunos les contemplaban fijamente a su se dispersaron ¡Por Crom, mi espada es- taba roja y cuajada de sangre desde el vez, con igual asombro, a esos puño hasta la punta, y apenas podía soste- ner mi arma! ¡De mis quinientos hom- hombres de piel blanca, gigantes bres, sólo cinco sobrevivieron! Pues bien, mientras esto ocurría, Vortegirn (4), dos de pelo rubio, con sus cascos años antes de esto que te cuento, había llamado a los sajones del continente para de cuernos, sus escamosas fal- ayudarle contra los Pictos a quienes había traicionado. Tras la batalla de Chalons, re- das de malla y sus resplande- gresé a Britania aún lamiéndome las heri- das que me habían dejado como recuerdo cientes hachas afiladas las espadas de los Hunos y en el torbe- llino de la guerra que barría las costas del Sur, caí cautivo de Atherlred el Sajón quien, conociendo mi nombre y mi rango, quiso retenerme en vista de un posible rescate. Pero algo extraño pasó.—Donn Estaban solos en la habitación, excep- Constantius asintió con una cierta Othna hizo una pausa y rió breve- tuando al enorme negro mudo que, ves- amargura en sus ojos. mente.—Nosotros, los del Oeste odia- tido sólo con un taparrabos de seda, se —Es un imperio por el cual merece la mos de forma persistente, y nuestros ve- erguía justo detrás de Constantius, por- pena luchar, y una vez tuve sueños de cinos Gaélicos hacen un culto de la tando una cimitarra de ancha hoja casi tan atravesar la tierra de la India de mar a revancha, pero ¡Por Crom!, yo nunca ima- larga como él. mar. Pero háblame de Roma y del imperio giné como podía ser el ansia de venganza — Bien, príncipe— dijo el rajá, jugue- Bizantino; hace ya mucho tiempo desde hasta que avistamos los barcos de As- teando ociosamente con un espléndido que volví mi rostro hacia el Este. Entonces grimm el Anglo(5) zafiro en su dedo— ¿No he jugado limpia- los bárbaros germanos estaban rebasando Ese rey del mar tenía una antigua mente contigo y con tus hombres? Incluso los límites territoriales romanos, Gense- deuda de sangre con Athelred y le dio en este mismo momento se atiborran y rico (1) estaba saqueando la mismísima caza con sus diez largas serpientes. ¡Por engullen unas comidas y bebidas con las ciudad imperial y rumores de unas extra- Crom!, nos persiguió alrededor de medio que nunca habían soñado que existieran, ñas y terribles gentes llegaron al imperio mundo! Se pegó a nuestra popa igual que y descansan en cojines de seda, mientras romano de Oriente el cual sé retorcía un perro de caza, y no podíamos eludirle. que unos músicos tocan instrumentos de bajo los talones de los Ostrogodos. Le hicimos correr alrededor de la costa cuerda para complacerles y ágiles chicas —¡Los Hunos!—exclamó Donn gala hasta pasada Hispania, en cuyas nor- como panteras danzan para ellos. Ni si- Othna, con su cara brillando de furia— Sí, teñas costas y en el interior de aquella tie- quiera les he quitado sus hachas. En surgieron del Este como un vendaval de rra mis hermanos celtas mantuvieron una cuanto a ti, aquí estás, festejando conmigo muerte e igual que una plaga de langostas. lucha feroz con los Hijos de Roma. pero veo suspicacia en tus ojos. Empujaron a los Godos, los Francos y los Cuando quisimos girar hacia el Mediterrá- Donn Othna señaló la espada que se Vándalos ante ellos y pisotearon Roma a neo, nos bloqueó el paso conduciéndonos había desabrochado y dejado en un pulido su paso. Entonces con el mar enfrente de a las Columnas de Hércules. Durante banco. ellos, no pudieron volar más allá. Y regre- todo el tiempo huimos hacia el Sur pla- —No he sacado de la eslinga la es- saron acorralados, enfrentándose a los gado de pasos tétricos, vaporosas costas, pada de Alejandro. ¿No confío en ti en- restos de las otrora orgullosas legiones de nauseabundas ciénagas y oscuras junglas tonces? En cuanto a los sajones, ¡Crom, Roma y sus romanizados aliados en Cha- donde salvajes negros desnudos nos grita- bromeas!, son como osos en un palacio. lons.(2) ¡Por los dioses, aquello fue una ban y lanzaban flechas desde arenosas pla- Si hubieras pensado en desarmarlos su terrible matanza! ¡Allí, los cuervos se ali- yas. Al fin bordeamos un cabo envuelto asombro se habría transformado en des- mentaron a su gusto y las hachas se sacia- en terribles tormentas y nos dirigimos al esperada rabia y esas mismas hachas ha- ron de sangre! Continuaron su paso Este. Y en algún lugar del camino nos li- brían bebido profusamente en las rojas sobre nosotros como una marea negra, y bramos de nuestros perseguidores. mareas. No es suspicacia lo que ves en como una ola que rompe en las rocas, Desde entonces hemos navegado y re- mis ojos sino sorpresa. ¡Por los Dioses! rompieron ellos en el muro de defensa mado al azar. Como puedes ver, rey Cuando era un impulsivo muchacho que germano y en las filas de las legiones de Constantius, mis noticias son solamente únicamente había luchado ante las aldeas Aetius (3) de hace un año. de los scotos y en los oscuros y profun- —¿Estuviste allí?— preguntó con mal Los profundos y oscuros ojos del rajá dos bosques pictos, en las marchas del disimulada admiración Constantius. reflejaban un oculto pensamiento. Suspiró oeste me maravillaba ante Tara en Erin y —Sí, ¡con quinientos hombres de mi y bebió abundantemente de la copa que el me asombraba ante Caer Odun. Des- tribu! — esclavo negro le llenó después de haberla pués, cuando era un joven y combatí en Los ojos de Donn Othna llamearon y probado este primero. los territorios conquistados por los ro- golpeó violentamente con su puño ha- —Hace casi veinte años que navegué manos, pensaba que Corintia, Aquae Suli, ciendo resonar toda la mesa.—Navega- desde Bizancio con comerciantes ciprios Eburacum y Lundinium eran las ciudades mos con aquellas olvidadas legiones brita- hacia Alejandría. Era un joven totalmente más poderosas de la tierra. Cuando al- nas que acudieron al auxilio de Roma y no ignorante y lleno de admiración por el cancé la madurez, la memoria de aquellas volvieron nunca a su tierra natal. En las mundo, pero con sangre real en mis se esfumó ante mi primera vista de llanuras de la Galia e Italia se encuentran venas. Desde Alejandría erré por intrinca- Roma, aunque se estaba derrumbando los huesos putrefactos de muchos de dos caminos hasta Damasco, y allí me uní bajo los profanos pies de Godos y de aquellos que eran miembros de un clan a una caravana que regresaba a Shiraz en Vándalos. Y ahora, Roma parece un lugar celta del Oeste que nunca se inclinó ante Persia. Más tarde, busqué perlas en el sin brillo cuando contempló las abarrota- Roma, pero que siguieron a sus civilizados golfo de Omán y fue allí donde fui captu- das espirales y las torres de dorados en- parientes romanizados a las guerras para rado por un pirata de las islas Maldivas gastes de Nagdragore! intentar detener a los lobos sanguinarios que me vendió en una subasta de esclavos

22 Weird Tales de Lhork Al servicio del rey en Nagdragore. No es necesario que te guió atracándose de comida y bebida, bre valiente. En nuestro propio beneficio, cuente la enrevesada ruta que seguí para mientras que Donn Othna se sentaba lan- debemos actuar en este asunto conjunta- alcanzar el trono. La vieja dinastía se es- zándole una mirada burlona. La tripula- mente. Sin mí no tienes intérprete; sin ti, taba desmoronando, a punto de caer. ción pirata se derrumbaba cómodamente no tengo el respaldo de las armas para ha- Nagdragore fue asolada por incesantes en los almohadones del suelo de mármol cerme respetar. Constantius nos ha ofre- guerras con los reinos vecinos. Fue un y sorprendidos ante la magnifica estancia, cido un puesto en su guardia de palacio. largo sendero teñido de rojo, lleno de miraban curiosamente sobre sus cabezas No confió en él más de los que tú confías conspiración y traición el que tuve que se- la cúpula ricamente adornada o bien fija- en mí; el trato no se cumplirá por su guir, pero hoy soy el rajá de Nagdragore, ban su mirada hacia el exterior de las ven- parte en el momento en el que esté en aunque el trono tiemble bajo mis pies.— tanas de dorados barrotes donde se po- ventaja. Pero hasta entonces nosotros sa- Constantius apoyó los codos en la mesa y dían ver patios con frondosos árboles y limos ganando si cumplimos su petición. su barbilla en sus manos; sus grandes y exóticas flores perfumando el aire, o bien Conozco a los hombres, y la avaricia no melancólicos ojos se clavaban en el gi- daban paso a aposentos guarnecidos con es uno de los defectos de éste. Nadare- gante rubio que tenía frente a él.— fuentes que arrojaban un destello plate- mos en su abundancia. Justo ahora nece- —Tú eres igualmente un príncipe, aun- ado al aire. Se mostraban curioso y encan- sita nuestras espadas. Después no le hare- que tu palacio sea una choza de zarzas.— tados igual que niños y suspicaces como mos falta y podremos embarcar de nuevo, dijo este—Pertenecemos al mismo mundo, lobos. Cada uno guardaba su terrible afi- pero entiende, Athelred, que éste apoyo aunque mi nacimiento haya sido en una lada hacha al alcance de su mano. que te hago ahora es mi rescate. punta, y el tuyo en el otro extremo de este —¿Qué hacemos ahora, Donn —Lo juro por mi espada— gruñó mundo. Necesito hombres en quienes Othna?—dijo Athelred entre dientes, sin Athelred y Donn Othna asintió satisfecho, poder confiar. Mi reino está dividido inter- dejar de masticar— sabiendo que el franco sajón era un hom- namente y yo juego enfrentando un jefe —¿Qué harías tú?— eludió el britano bre de palabra. contra el otro para la desgracia de Nagdra- la pregunta. —El Este está lleno de posibilidades ili- gore, pero en mi propio beneficio. Mis jefes —Pues bien— el pirata balanceó un mitadas— dijo el britano— Aquí, un cora- enemigos son Anand Mulhar y Nimbaydur hueso medio roído— aquí hay un botín que zón intrépido y una afilada espada pueden Singh. El uno es rico, cobarde y avaricioso; conseguiría que los ojos de Hengist (6) se llevar a cabo tanto o más que en el Oeste demasiado precavido y suspicaz para opo- abrieran de par en par y que haría la boca y, además, la recompensa es mayor. nerse a mí abiertamente. El otro es joven, agua a Cerdic. (7) Déjanos hacer esto; por Ahora mismo, dudo de sí Constantius apasionado, romántico y valiente, pero una la noche nos levantaremos furtivamente y confía en mí plenamente y debo probarle víctima de los prestamistas que vigilan los prenderemos en llamas el palacio; así, apro- que somos de gran valor para él. saltos del pez. La gente corriente me odia vechando el alboroto, arrebataremos fácil- porque aman a Nimbaydur Singh que tiene mente el botín y no nos resultará difícil re- trazos de sangre real en sus venas. A los correr el camino hacia nuestro barco que 4 nobles, los Rajsputs, no les gusto porque permanece sin vigilancia en los muelles. En- soy un extranjero. Pero gobierno a los tonces, ¡rumbo a los mares del Oeste! prestamistas y, a través de ellos, a Nagdra- ¡Cuándo mi gente vea lo que traemos, La oportunidad llegó antes de lo que él gore. La guerra es un secreto en mayor o habrá un centenar de barcos dragón si- esperaba. Durante los días siguientes, menor medida en el que me están opri- guiéndonos! Saquearemos Nagdragore Donn Othna y sus compañeros vagaron miendo Anand Mulhar por un lado, y Nim- como Genserico saqueó Roma y esculpire- por los laberínticos recovecos de la ciu- baydur Singh por el otro, pero todavía mos un reino con nuestras hachas. dad del Este, asombrados por los extra- mantengo en mis manos las riendas del —Atraerá a los lobos de mar de la ños contrastes; el esplendor y la riqueza poder. Se odian demasiado entre ellos para Bretaña y en especial a tu perseguidor, el de los nobles, la miseria y la suciedad de aliarse contra mí. Pero es la silenciosa daga anglo Asgrimm.— dijo Donn Othna seve- los pobres. Para aquel que se alzaba en el asesina a la que tengo que temer. No con- ramente. trono, no existía la menor paradoja. Donn fío totalmente en mi guardia, pero una —Puede ser. Pero es un plan dema- Othna se sentó en la habitación de oro cierta incertidumbre es mejor que una sus- siado ambicioso para olvidarlo, incluso si batido y bebió vino con el rajá Constan- picacia absoluta que sería todavía más peli- atrajera detrás nuestro a esos perros de tius, mientras que el enorme y silencioso grosa. Ese es el motivo por el que bajé yo la Anglia— comentó con los ojos bri- hombre negro les servía. El príncipe bri- personalmente a los muelles a recibiros. llando de furia y codicia a un tiempo el tano se quedó mirando curiosamente el ¿Os quedaríais tú y esos bárbaros aquí en el sajón. rajá. Constantius bebía desmesurada- palacio y pelearíais para mí si la ocasión lle- — En el caso de que lográsemos ocul- mente, de un solo trago. Estaba borracho, gase? No puedo nombrarte oficialmente mi tar la traición a nuestro huésped, no po- sus extraños ojos se oscurecieron y eran salvaguardia porque ofendería a los nobles dríamos recorrer ni la mitad de la distan- más transparentes que nunca. y todos se levantarían instantáneamente cia al barco. ¿Ciento cincuenta hombres —Eres un alivio al igual que una pro- contra mí. Pero aparentemente os haría contra un posible bloqueo de cincuenta tección para mí, Donn Othna— dijo éste, formar parte del ejército; permaneceréis mil? No pienses más en ello.—aseveró el con un ligero hipo— Contigo puedo ser aquí en Palacio y tú, príncipe, podrías ser mi celta negando con un movimiento de su yo mismo, por lo menos eso creo. Confío compañero de festines. cabeza. en ti porque llevas el limpio y sincero Donn Othna esbozó una lenta y tenue —¿Entonces qué?— gruño Athelred. poder de los vientos del Oeste y el hú- sonrisa y estiró su brazo para alcanzar la —¡Por Thor, parece que nuestras posi- medo y salado sabor de los mares del jarra de vino. ciones han cambiado! ¡A bordo del barco Norte. No necesito estar en guardia para —Hablaré con Athelred —dijo— Pienso tú eras nuestro prisionero! ¡Ahora, más siempre. Te digo, Donn Othna, que éste que aceptará. bien somos nosotros los tuyos! Heredita- negocio del imperio no es de los que se riamente somos enemigos; ¿Cómo puedo hacen por la comodidad o por la felicidad. saber si pretendes jugar limpio con nos- Si tuviera que vivir mi vida de nuevo, pre- 3 otros? ¿Cómo puedo saber que habéis es- feriría ser lo que fui una vez, un joven de tado maquinando el rey y tú entre vos- piel morena y musculoso, buceando en otros? Quizás planeáis cortarnos las busca de perlas en el golfo de Oman y El britano encontró a Athelred sentado gargantas. desperdiciándolas luego con chicas árabes con las piernas cruzadas en un sofá de —Y sin saberlo debes aceptar mi pala- de ojos oscuros y penetrantes Pero el seda, desgarrando una gran pieza de cor- bra —contestó con calma el príncipe— manto púrpura es mi maldición y mi obli- dero asado, entre enormes tragos de vino No tengo ninguna simpatía hacia ti o hacía gación por nacimiento, igual que para ti. hindú. El sajón refunfuñó un saludo y si- tu raza, aunque sé reconocer a un hom- Soy rajá, no porque fuera astuto o hábil,

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sino porque tengo en mis venas la sangre 5 — Ni una cosa ni la otra; déjame que de emperadores y seguí un destino que me quede con ella. no puedo eludir. Tú, también, vivirás para Una bailarina había entrado en la habita- Donn Othna le entrego la chica al rajá imponer un trono y maldecir la corona ción y Donn Othna se preguntó con con la misma facilidad que a un niño, con- que soportará tu cansado cuello. ¡Bebe! asombro cómo podía haber llegado ahí tento de librarse de los arañazos y mor- Donn Othna rechazó la jarra ofrecida. con los guardianes del exterior vigilando discos del pequeño demonio. Pero al pri- —Ya he bebido bastante y tú tam- la puerta. Era una pequeña joven, delgada, mer contacto con las manos de bién— dijo sin rodeos—¡Por Crom, he ágil y bonita, su ligera faja de seda y el do- Constantius se quedó quieta, temblando descubierto ser bastante glotón y borra- rado peto acentuaban su sinuosa hermo- como un corcel asustado. El rajá se sentó cho! Eres increíblemente listo e sorpren- sura. Se acercó hacia el enorme negro en un diván y forzó, sin brusquedad pero dentemente hábil. ¿Cómo puede ser rey que le observaba de forma amenazadora. sin piedad, a la chica a arrodillarse delante un hombre como tú? Se aproximó a él, sus encarnados labios de él. Constantius rió. suplicantes, sus profundos ojos lujuriosos, Lloriqueó un poco, bastante más asus- —Esa es una pregunta que a otro extendiendo sus pequeñas manos vueltas tada de la tranquilidad del griego que de la hombre le costaría su cabeza. Te contaré hacia arriba implorantes. Donn Othna no furia de Donn Othna. Una blanca mano por qué soy rey; porque puedo halagar a pudo entender lo que decía, aunque había enjoyada sujetaba sus finas muñecas, la los hombres y ver a través de su arrogan- aprendido mucho del lenguaje de los Raj- otra reposaba sobre su cabeza forzándola cia; porque conozco las debilidades de un put, pero vio como el negro negaba con a levantar la mirada hacia el rajá que man- hombre fuerte; porque sé como usar el su enorme cabeza y levantaba de forma tenía la vista imperturbable ante sus ojos oro; porque carezco de cualquier escrú- amenazadora su descomunal cimitarra. La huidizos. pulo y recurro a cualquier método justo joven estaba muy cerca del mudo ahora y — Eres muy joven pero muy estú- o sucio para obtener mis fines; porque ha- se movió como una cobra. pida— dijo Constantius en un tono pau- biendo nacido en el Oeste y crecido en el De algún lugar de sus escasas prendas sado— Viniste aquí para matarme porque Este, tengo la astucia de ambos mundos. sacó una daga y con el mismo movi- algún perverso amo te envió—su mano la Porque, aunque soy por lo general un miento le asestó un golpe debajo del co- acarició lentamente igual que un hombre necio, tengo momentos de verdadero in- razón. El mudo se tambaleó igual que un acaricia a un perro— Mírame a los ojos; genio, más allá de la capacidad de cohe- enorme ídolo negro, su espada resbaló yo soy un amo justo. No te haré daño; te rencia de un hombre sabio. Y porque, y de su nerviosa mano y luego él cayó al quedarás conmigo y me amarás. todas mis anteriores aptitudes serían in- suelo, su cara retorciéndose por la agonía — Si, amo— la chica contestó en voz útiles sin esta, tengo el poder de moldear del esfuerzo que hacía su media lengua baja como si estuviera en trance; sus ojos a las mujeres igual que la cera en mis para avisar a su amo. Entonces la sangre ahora no trataban de evitar a Constantius. manos. Déjame mirar a los ojos de cual- salió a borbotones de la silenciosa boca Estaban muy abiertos y poseían un nuevo quier mujer y tenerla cerca de mí y será entreabierta y el esclavo permaneció y extraño brillo; se amilanó bajo la caricia mi esclava para siempre. quieto. La chica brincó rápida y silencio- del rajá. Éste sonrió y la calidad de esa Donn Othna encogió sus poderosos samente hacia la puerta, pero Donn sonrisa le hizo extrañamente atractivo. hombros y posó su jarra. Othna se colocó delante de ella de un —Dime quien eres y quien te envía— —El Este me provoca una extraña fas- solo salto. La examinó durante un fugaz ordenó éste, y ante el completo asombro cinación— dijo Othna— aunque hubiera segundo, y a continuación ella saltó a su de Donn Othna, la chica inclinó su cabeza preferido gobernar una tribu de desgreña- garganta como una furia. Las danzas del obedientemente. dos cimerios. Pero, ¡por Crom, tus pro- Este volvían a sus devotas ágiles y cada —Soy Yatala; mi dueño Anand Mulhar pósitos son enmarañados y extraños! uno de sus músculos duro como el acero. me envió para matarte, mi señor. He bai- Contantius rió y se levantó titube- Años atrás, cuando los occidentales inva- lado en tu palacio más de una noche. Mi ando. El retiro del rajá era atendido sola- dieron el Este de nuevo, se encontraron señor me vendió en la subasta de esclavos mente por un enorme mudo negro. Donn con que una esbelta chica podía resultar y tu eunuco jefe me compró entre otras Othna dormía en una habitación colin- ser mejor rival que un hombre. Pero bailarinas. Estaba bien planeado, amo. dante a la habitación de pan de oro. Y aquellos hombres no habían tirado nunca Vine anoche y seduje a los guardianes; en- ahora, Donn Othna, despidiendo a su de los remos en una galera, blandido un tonces cuando me dejaron acercarme, propio esclavo, anduvo hacia la pesada hacha de guerra que pesase veinte libras, viendo que era menuda y estaba desar- ventana de barrotes que daba afuera a un ni refrenado a cuatro salvajes caballos de mada, aproveché para soplar unos polvos patio interior, y respiró profundamente cuadrigas sobre sus cuartos traseros. secretos en sus ojos, y de esta forma el los picantes perfumes del Oriente. La en- Donn Othna mostró su furia felina, la sueño se apoderó de ellos. Después co- soñadora antigüedad de la India rozó sus desarmó con un ligero esfuerzo y la sos- giendo una daga de uno de ellos, entré párpados con adormecidos dedos y en las tuvo bajo su brazo igual que a un niño No aquí, y ya conoces el resto, mi señor. profundidades de su oscura alma se re- sabía cuál iba a ser su siguiente paso Ocultó su rostro entre las rodillas de movieron sus recuerdos sobre su raza. cuando de repente apareció el rajá sa- Constantius y el rajá miró a Donn Othna Después de todo, sentía un cierto paren- liendo de la habitación real, sus ojos se- con una vaga sonrisa. tesco con aquellos Rajsputs de cara de guían enturbiados por el vino. —¿Qué piensas ahora, Donn Othna, halcón y ojos afilados. Eran de su sangre, Un simple vistazo le bastó para com- de mi poder sobre las mujeres? si eran ciertas las antiguas leyendas de los prender lo que había sucedido. — Eres un demonio— respondió el días en los que los hijos de Aryon eran —¿Otra mujer asesina?— preguntó príncipe con franqueza. —¡Apostaría mi una gran tribu en los oscuros tiempos, con indiferencia—Mi trono contra tu es- cabeza a que ninguna tortura podría haber antes de que los ancestros de Nimbaydur pada, Donn Othna, a que fue Anand Mul- arrancado de esa chica lo que te acaba de Singh se exiliaran de la nación hacia aque- har quien la envió. Nimbaydur Singh es contar ella libremente! lla gran deriva del sur, y antes de que los demasiado honrado para semejantes tre- Unas cautelosas pisadas sonaron a lo ancestros de Donn Othna comenzaran su tas, el incauto es honorable por encima lejos. Los ojos de la chica se encendieron larga emigración hacia el Oeste. Un débil de todo. con repentino terror. sonido le devolvió de vuelta al presente. De forma despreocupada tocó con el —¡Cuidado, mi señor!— gritó— ¡Es Mediante rápidos pasos atravesó la habi- dedo del pie el cuerpo de su fiel esclavo, Tamur, el estrangulador de Anand Mul- tación y miró hacia el aposento de pan de pero no hizo ningún comentario. har; me siguió para asegurarse! oro, a través de la cortina de tela dorada. —¿Qué hago con la fierecilla?—pre- Donn Othna se giró hacia la puerta y guntó Donn Othna.—Es demasiado joven la abrió revelando una terrible figura. para colgarla... ¿y si la dejamos marchar? Constantius negó con la cabeza.

24 Weird Tales de Lhork Al servicio del rey 6 «El estrangulador cayó al suelo Tamur era más alto y pesado que el pode- roso britano. Desnudo excepto por un como un tronco y Donn Othna, taparrabos, su oscura piel bronceada re- saltaba sus poderosos músculos de hie- jadeando, se quitó la cuerda de rro. Sus miembros eran igual que el roble y el hierro, ágiles y elásticos como los de un tigre, y sus hombros increíblemente su torturada garganta y la anchos. Un corto y macizo cuello sostenía una bestial cabeza. La baja y sesgada arrojó a un lado, justo cuando frente, la olfativa nariz, la cruel abertura de la boca, las pegadas orejas, el afeitado Tamur gateaba hacia sus pies, cráneo de mono, todo delataba a la bestia humana, al sanguinario hombre primitivo. con sus ojos brillando como los En su cinturón estaba enrollado el instru- mento de su oficio; una siniestra cuerda de un hombre loco de seda. En su mano derecha sujetaba un sable curvado. Donn Othna avistó su for- midable figura en un rápido vistazo, y al momento estaba lanzándose al ataque con la impetuosa furia de su raza. Su espada habría roto el codo igual que una rama si doblarse sobre sus rodillas retorciéndose centelleó en el aire formando un brillante el príncipe britano no hubiese arremetido de dolor y jadeando El estrangulador afe- y azulado arco justo cuando el otro gol- de repente con su cabeza de forma bestial rró las piernas de Donn Othna y le arras- peó. En ninguno de los dos podía haber y desesperada en la cara del hindú. La san- tró hacia abajo, y una vez más, estaban lu- lugar para la duda. Ambos saltaban y gol- gre brotaba mientras que la cabeza de chando cuerpo a cuerpo. Pero el feroz peaban simultáneamente, rápidos para Tamur chasqueaba hacia atrás y Donn britano sintió la creciente debilidad de su lanzar toda su fuerza en un solo golpe de- Othna, aprovechando su ventaja, le de- enemigo y, redoblando la furia de su ata- moledor. Y en el aire, la espada curvada rribó al suelo. Los dos cayeron pesada- que, como un tigre cegado por el olor de chocó estruendosamente con la espada mente, pero el estrangulador que se re- la sangre, movió al hindú hacia atrás y recta. La cimitarra se desintegró en mil torcía de dolor bajo el britano encontró adelante hasta que al final encontró el aga- pedazos y, antes de que el britano pudiera el cuello de su adversario que agarró de- rre mortal que buscaba, y asfixió al es- golpear de nuevo, el estrangulador soltó jando su cabeza en un peligroso ángulo. trangulador, hundiendo sus dedos de hie- la empuñadura e igual que una boa, aferró Con un jadeo se deshizo de la presión, rro cada vez más, hasta que sintió la vida a su enemigo de piel blanca en un fiero justo cuando Tamur dirigía su rodilla hacia fluir a través de sus dedos y su cuerpo se abrazo. El príncipe britano dejó caer su la ingle del britano. Entonces, al relajarse quedó rígido. Entonces Donn Othna se espada, inútil a esa corta distancia y se involuntariamente la garra de hierro del levantó apartando la sangre y el sudor de agarró a su contrincante. hombre blanco, el negro saltó libre, co- sus ojos y sonrió de manera sombría al En un instante supo que estaba mi- giendo de su cinturón la cuerda mortal. embelesado rajá, todavía de pie, soste- diéndose con un diestro y cruel luchador. Donn Othna se levantó con mayor lenti- niendo petrificado la espada de Alejandro. El terso y desnudo cuerpo del hindú era tud, mareado por el dolor de la última — Bueno, Constantius — dijo Donn como una gran serpiente e igual de escu- arremetida; y Tamur, con un graznido in- Othna, — Puedes ver que soy digno de tu rridizo. Pero de algo le serviría a Donn humano de triunfo, brincó y arrojó su confianza. Othna sus combates con luchadores ro- cuerda. El britano escuchó el grito de la manos en el pasado. Ahora, rechazó, chica, a la vez que sentía el largo y fino lá- Aquí termina el relato original de arremetiendo con la rodilla y el codo, la tigo alrededor de su cuello, igual que una Robert E. Howard. La continuación garra de hierro que le aprisionaba. El li- serpiente, cortándole inmediatamente la del mismo es obra de Eugenio gero barniz de civilización adquirido por respiración. Pero en el mismo instante Fraile. el contacto con sus vecinos romanos se lanzó ciega y terriblemente su puño ce- había desvanecido en el fragor de la bata- rrado de hierro a la mandíbula de Tamur. —Así parece, mi terrible protector de lla, y era un bárbaro de piel blanca, salvaje El estrangulador cayó al suelo como un sombrías tierras —contestó éste con voz como cualquier godo, sajón o celta quién tronco y Donn Othna, jadeando, se quitó musical a pesar de la evidente embriaguez estaba desgarrando y gruñendo en la ha- la cuerda de su torturada garganta y la producida por el vino— Y deseo que tu bitación de pan de oro del rajá de Nag- arrojó a un lado, justo cuando Tamur ga- furia no se vuelva nunca contra aquel que dragore. Donn Othna vislumbró, por en- teaba hacia sus pies, con sus ojos brillando se sienta en el inestable trono de alabas- cima del pesado hombro de Tamur, a como los de un hombre loco. El britano tro y pieles de tigre de Nagdragore. ¡Pero Constantius acercándose con la espada cayó sobre él rabiosamente, apaleándole basta por ahora de luchas y traiciones! que él había soltado y, con los ojos azules con golpes continuos y secos, aprendidos Dejemos que el alba pálida disipe los te- brillando por el ardor del combate, lanzó tras largas horas de práctica con los Ces- rrores y acechanzas nocturnas. un gruñido al rajá para mantenerle apar- tus. (8) Y acercándose con un andar ligera- tado y poder terminar su propia pelea. Semejante ataque estaba por encima mente tambaleante a una de las paredes Pecho contra pecho, los gigantes lucha- de la destreza de Tamur para enfrentarse de la estancia, Constantius golpeó con un ban, tambaleándose de atrás a adelante, a él. El Este carecía del instinto de golpear pequeño mazo un batintín dorado que abrazados estrechamente, pero todavía con el puño cerrado Un golpe que se es- colgaba entre los tapices. Aún no se había en pie, cada uno frustrando del esfuerzo trelló de pleno en su boca hizo brotar la extinguido el suave eco de la llamada del otro. El pulgar de Tamur presionó el sangre y astilló sus dientes; el hindú con- cuando aparecieron en la habitación dos ojo de Donn Othna, pero el príncipe hun- traatacó con el único golpe que conocía, esclavos que a un gesto despectivo del dió su cabeza contra el masivo pecho del un ataque con la mano abierta descon- rajá cargaron con el cuerpo del estrangu- otro, zafándose del agarre, y el estrangu- certó a Donn Othna llenando sus ojos lador retirándole de la vista de los allí pre- lador se vio forzado a quebrar el aprisio- momentáneamente con chispas de oscu- sentes. namiento del britano para salvar su co- ridad. Pero al instante devolvió el golpe —Vamos, mi dulce Yatala —continuó lumna. De nuevo asió Tamur el brazo de con un directo que se hundió profunda- hablando Constantius mientras rodeaba, Donn Othna en un terrible agarre que le mente en el diafragma de Tamur y le hizo tal y como haría una serpiente con un ra-

Weird Tales de Lhork 25 Robert E. Howard y Eugenio Fraile

Espadas vikingas. Museo Haithabu (Alemania) Foto: Kees Huyser.

toncillo, la cintura de la joven con uno de sujetaba su descomunal hacha al cinturón neó aún más la furia del vikingo que cerró sus brazos y la empujaba fuera de la cá- de gruesa hebilla metálica. el puño sobre el mango de su hacha con mara con paso vacilante— ¡Aun has de —¡Por mil trolls hediondos, celta de la intención evidente de abalanzarse sobre contarme más cosas sobre esta pequeña los demonios! —rugió— ¿Acaso os creéis el britano. conjura contra mi persona y el príncipe tú y ese griego loco de Constantius que Pero este, lejos de hacer frente a la Donn Othna querrá descansar de su épica somos como débiles y desdentadas viejas? acometida del gigante, se retrepó cómo- demostración de fuerza y poder! ¡Mis hombres son vikingos, lobos de los damente en un almohadillado diván de la El britano no dijo nada, mientras re- mares y no servimos para permanecer estancia. Aquella actitud tan desconcer- cuperaba de manos del rajá la espada de como estatuas decorativas en un corre- tante del celta tuvo el efecto de detener Alejandro, pero le pareció notar un leve dor de Palacio! ¡Necesitamos empaparnos la embestida de Athelred que con la bar- tono de irónica burla en las estropajo- con la sangre de nuestros enemigos, oler buda cara enrojecida por la ira que le con- sas palabras del griego y se juró a sí el humo y el fuego de los poblados ar- sumía, no podía articular palabra alguna. mismo, con los brillantes ojos puestos diendo y escuchar los gritos aterrorizados Por fin, sólo acertó a resoplar como en la espalda del rajá, no confiar dema- de sus mujeres! una morsa de los mares del norte y apo- siado en sus aparentemente amistosos Donn Othna permaneció en silencio yando su masivo corpachón en una co- modales. mientras el jefe sajón escupía en sus ame- lumna de frío mármol, cruzó los brazos nazadoras palabras toda la rabia acumu- sobre el imponente pecho mirando inte- lada durante los días de inactividad. rrogante a aquel exasperante contrin- 7. «DOS TIGRES SE ENCUENTRAN» Cuando el celta pensó que Athelred había cante. terminado con sus bravatas, le interpeló —¡Maldito celta, no sé si eres valiente suavemente con una sombría sonrisa de hasta la locura o no te importa la muerte! El amanecer envolvía, como un velo de lobo en los labios. —murmuró. seda y tul, las doradas cúpulas de Nagdra- —¿Y qué crees que deberíamos hacer, —¡Salve, Athelred! —habló al fin tran- gore y los incipientes rayos del sol se re- oso sanguinario? quilamente Donn Othna utilizando el an- flejaban cegadores en las aguzadas espiras —¡Tentado estoy de enviaros a ti y a tiguo saludo romano incorporándose del cuando Donn Othna penetró en la estan- tu pacto con el griego a los negros infier- diván— ¡Ya veo que un vikingo es un vi- cia que servía de aposento a Athelred. nos de Hela y saquear este nido de perfu- kingo hasta el final, a pesar de tener de El vikingo ya se encontraba levantado madas víboras, poniendo rumbo después todo a su alcance! y fiel a sus tormentosos e imprevisibles a Occidente mientras las llamas envuelven —¡Loki te fulmine a tú y a tus lujos! — estallidos de mal carácter, apenas sí dejó esta maldita ciudad a nuestras espaldas! contestó más calmado el sajón gruñendo que el celta mascullara un saludo y co- — bufó Athelred abriendo y cerrando sus las palabras. menzó a gritar, más que hablar, con voz grandes manos ante el impasible rostro —¿No es el sueño dorado de todo vi- tronante mientras se ajustaba furioso la del celta. kingo el morir empuñando la espada y que cota de malla en su voluminoso torso y Este rió con desgana y aquello aguijo- las hermosas valkirias le lleven hasta el

26 Weird Tales de Lhork Al servicio del rey reino de Valhalla y así compartir una eter- embosquen en la oscuridad de los corre- cado y ablandado por la civilización pero nidad de festines, canciones y peleas con dores de este palacio maldito?— protestó su musculoso pecho se ensanchó orgu- sus hermanos héroes? — se burló el bri- Athelred. lloso cuando interiormente comparó la tano. — Ni lo uno ni lo otro — le calmó el salvaje y sombría vitalidad de su tierra —¡Cesa en tus burlas o romperé la britano— Ya he pensado en ello. Hoy natal en el lejano norte occidental con la palabra que te di y uno de los dos morirá mismo reunirás a tus hombres y harás lujuriante y embriagadora belleza, casi ma- aquí y ahora!— amenazó de nuevo el vi- que se instalen todos en el ala del palacio reante y obsesiva, de Nagdragore. kingo. que da a las caballerizas y que es la más Encaminó sus elásticas zancadas hacia Donn Othna rió calladamente y ofre- cercana al puerto de la ciudad. En caso de la avenida principal de grandes losas de pi- ció una copa de vino de una cercana jarra necesidad, utilizaríamos los caballos para zarra veteada que desembocaba en el de fino cristal a Athelred al tiempo que huir más rápidamente hacia el puerto. Los puerto de la ciudad y sobre la cual las hablaba ya con la seriedad instalada en su turnos de guardia se harán por parejas y densas copas de los sicómoros vertían pétreo semblante. nos equiparemos con las cotas de malla. alargadas sombras. — No era mi intención ofenderte sin Eso nos dará una importante ventaja Al penetrar en la gran plaza del durbar más, sino asegurarme que las comodida- sobre los soldados del rajá ataviados con (9) el britano se vio asaltado por un ma- des y diversiones de este palacio no ha- sus finos petos plateados. Así, cada hom- remagno de rostros y razas diferentes y bían ablandado tu vitalidad y mellado el bre valdrá por tres. ¡Aunque sólo los dio- una barahúnda de lenguas, sonidos, olores filo de tu hacha. Las mujeres hermosas y ses saben el tiempo que podríamos resis- y colores golpeó como el mazo del otator el fuerte vino de especias producen tal tir si Constantius decida que ya no le (10) sus afinados sentidos. Las avenidas de efecto sobre los guerreros. ¡Y bien sabe somos de utilidad y azuza a sus perros Nagdragore, amplias y refrescantes con Crom que en la ciudad de Nagdragore contra nosotros! hermosos palacetes y mansiones de per- abundan ambas cosas además de la trai- —¡El suficiente para arrancarle de su fumadas balconadas o las estrechas y hú- ción! — sentenció el celta. podrido pecho el negro corazón! — sen- medas callejuelas, con oscuros soportales Y ante la expresión de ignorancia de tenció hoscamente el sajón lanzando la formaban una abigarrada urbe de placeres su compañero, en breves palabras le puso copa de la cual había estado bebiendo y peligros. Su gran físico y constitución al corriente de su mortal lucha nocturna contra el brillante suelo. destacaban poderosamente entre las in- con Tamur y la actitud tan inquietante de Donn Othna ya no comentó nada numerables cortesanas, nobles, sacerdo- Constantius, mostrándose casi indiferente más, reafirmando con su silencio la deci- tes, guardias, astrólogos, comerciantes y ante aquel ataque. sión de su compañero mientras miraba mendigos que se apartaban a su paso —¡Por el martillo de Thor! ¡Debería- cómo el rojo vino se deslizaba por las como las olas ante la proa de una galera mos seguir mi plan y arrasar este pozo de blancas losas del suelo. No pudo evitar de combate. serpientes! — abundó en su idea inicial pensar que quizás aquél estallido de furia Más de un individuo de torva catadura, Athelred. del sajón fuera como una premonición desde las sombras, siguió su caminar, es- —¿Un puñado de hombres contra que teñiría las calles de Nagdragore con peculando con los posibles beneficios a miles de espadas? — dudó Donn Othna— algo más oscuro que el vino. conseguir de aquel bárbaro extranjero, . ¡No daríamos ni un centenar de pasos pero un rápido vistazo a su gran espada y hasta el puerto y antes de que los pocos * * * la desafiante forma que tenía de devolver que lo lograran pudieran embarcar en tu las miradas acobardaban cualquier intento bajel dragón, seríamos barridos como la El sol colgaba como un escudo de bronce de interponerse ante él. hojarasca por el viento! bruñido en un cielo de azul cobalto Esclavos sudorosos de apretados mús- —¡Quizás sea como tú dices, pero cuando Donn Othna abandonó la compa- culos de ébano transportaban lujosas lite- por Odín que sería una lucha que hasta ñía de Athelred que, junto a su piloto ras con hermosas y veladas mujeres en su los mismos dioses contemplarían con en- Hrothgar, habían comenzado a reunir a interior, mientras las filas de camellos y vidia! ¡Enviaríamos a muchos de estos sus hombres. elefantes de adornados colmillos romos chacales oscuros a las puertas del infierno El celta franqueó con paso firme las cargaban las más diversas mercaderías de Hela! — rugió el vikingo con el fuego grandes puertas de madera de sándalo ta- desde las galeras y caravanas que, prove- y la pasión ardiendo en los claros ojos. llado engastadas con rubíes y zafiros del nientes de los rincones más lejanos de Donn Othna también se sintió arras- palacio del rajá. Simuló ignorar aquel de- Malabar, del Turquestán, de Cathay o de trado durante unos momentos por la vi- rroche de oriental opulencia y aún más a Persia, arribaban a los muelles y puertas sión de gloria y muerte que Athelred le la docena de altos guerreros barbudos de de Nagdragore como un faro que atrajera describía, notando cómo su sangre celta piel oscura, expresión hierática y rostro toda la riqueza y el esplendor de Oriente. hervía henchida de salvajismo y locura en aguileño que custodiaban el lugar atavia- Donn Othna se percataba de todo las venas. Al fin, su razón acabó imponién- dos con vistosos uniformes de lino y seda aquel colorido y variedad en su deambular dose barriendo las brumas sangrientas de blanca, turbantes negros adornados con por las calles de la ciudad mientras tenía aquella imaginaria gesta y negó con la ca- una llamativa pluma de faisán, escudos de presente en todo momento que su salida beza de cabellos dorados semejando el endurecida piel de rinoceronte sujetos a del palacio del rajá había sido motivada gesto de un león desafiante. la espalda y curvas espadas al cinto. por la necesidad urgente de alertar a la —¡No, Athelred. Hemos de mantener Dejando a sus espaldas el gran pórtico reducida tripulación de guardia que per- la calma y esperar a que sea Constantius donde se hallaba la guardia palaciega, el manecía a bordo del barco dragón de quien dé el primer paso en este juego de guerrero atravesó un patio espacioso y un Athelred. El celta era portador de la traiciones que se trae entre manos. Por el jardín poblado de árboles frutales en orden del sajón a sus hombres de que es- momento nos necesita como su guardia cuyas ramas se posaban delicadas aves tuvieran atentos y dispuestos para izar pretoriana, al estilo de los grandes Césa- cantoras de exóticos plumajes. velas al menor indicio de intento de abor- res de Roma, pero él mueve los hilos de Rodeó una galería calada con pavi- daje por parte de la guardia de Constan- esta tragedia desde las sombras según le mento de mármol y admiró de pasada los tius u otra facción rebelde al rajá. Ya divi- conviene. ¡Y por Crom, que haríamos muros de azulejos de diversas tonalidades saba los mástiles y velámenes de los bien teniendo el filo de nuestras espadas que combinaban enrevesadas escenas de navíos del puerto cuando de repente una y hachas a punto para cortarlos junto a su caza y luchas al tiempo que escuchaba el cacofonía de alaridos y gritos aterroriza- adornada cabeza! — meditó el celta pen- suave murmullo del agua cristalina que dos llegó hasta sus oídos, al tiempo que sativo. surgía de múltiples surtidores de varias una multitud de hombres y mujeres con el —¿Y qué sugieres que hagamos? ¿Que fuentes doradas. El alma melancólica del pánico pintado en sus rostros avasallaba nos inclinemos con sumisión al sacrificio y celta se sentía atraída por aquellas mues- todo a su paso, volcando tenderetes, de- esperar a que sus silenciosos asesinos nos tras artísticas de un pueblo más sofisti- rribando fardos y mercancías y empu-

Weird Tales de Lhork 27 Robert E. Howard y Eugenio Fraile

jando en su loca carrera a los más débiles Donn Othna permaneció en su sitio pues la bestia rodeando con sus hercúleos bra- que caían ante sus pies. El caos era total y si huía, el felino saltaría sobre su espalda zos y piernas, en una presa asfixiante, el el britano evitó ser aplastado por enor- de manera inmediata. Pero no pensaba grueso cuello de la misma. Ambos roda- mes elefantes que barritaban furiosos y caer bajo las zarpas de la gran bestia, así ron por el suelo, rugiendo y agitando las descontrolados, trepando a una de las que tensó los músculos que se abultaron afiladas garras el tigre en un vano intento muchas estatuas que representaban a la como cuerdas nudosas y afirmó sus pier- por alcanzar el cuerpo de su martirizador multitud de divinidades orientales y que nas como columnas en el pavimento. y desgarrar su carne. Donn Othna sintió jalonaban el malecón del puerto. Tras Echó hacia atrás su cabeza y la abundante cómo su piel se laceraba con las violentas dejar pasar la primera avalancha, Donn y desgreñada melena de rubios cabellos vueltas y saltos del felino por el áspero pa- Othna saltó ágilmente al suelo y sujeto pareció prestarle la apariencia de un mí- vimento mientras su cabeza golpeaba el por el cuello con mano de hierro a un vo- tico semidiós de las odas nórdicas. Como mismo, pero aunque le parecía como si el ciferante y gordinflón mercader que había si aquello hubiera sido una señal, la fiera corazón fuera a salírsele por la garganta y perdido su turbante en la huida. Fue saltó sobre el celta y un momento antes sus pulmones le estallasen por la falta de como si el hombre chocara de repente de que sus poderosas mandíbulas aplasta- aire, no aflojó ni un instante la presa que con una pared, quedándose clavado en el ran la cabeza de éste, el guerrero se des- mantenía como un dogal de acero. ¡Le iba lugar, jadeando y resoplando por el es- plazó a un lado con rapidez esquivando la la vida en ello! fuerzo de la carrera. acometida. El impulso que llevaba el Poco a poco, la gran cabeza del felino —¡Por Crom! — rugió el celta— enorme tigre le hizo precipitarse sobre el fue girando hacia un lado mientras su co- ¿Qué os hace correr de tal manera?— cuerpo del caballo. Ignorando al indefenso lumna se arqueaba hacia atrás formando El mercader pareció no escuchar la y atrapado jinete que asistía a aquella un ángulo imposible de mantener. Los ru- pregunta del guerrero mientras giraba épica lucha con el asombro y la increduli- gidos habían pasado a ser gorgoteos agó- con dificultad su cabeza mirando a sus es- dad más que con temor, reflejados en su nicos y el celta, con un sobrehumano paldas a punto de desmayarse de terror. rostro, el felino, entre rugidos y zarpazos tirón de sus brazos que se tensaron como —¡Habla ya, maldito seáis tú y tu loca al aire, volvió al ataque. cadenas de hierro, consiguió partir las ciudad! — le apremió el britano levan- Blandiendo su espada, el celta lanzó un vértebras del tigre que chascaron con un tando un palmo de suelo al hindú, que en- tajo de arriba a abajo que abrió un pro- horripilante sonido semejante a ramas tonces balbuceó: fundo surco sangriento en el cráneo del rotas. Hombre y bestia quedaron inmóvi- —¡El Demonio Rayado está libre! animal, evitando a duras penas por un les en el suelo, el uno agotado y respi- ¡Que Shiva nos proteja! palmo que las chasqueantes y demoledo- rando afanosamente con la sangre gote- —¿El Demonio Rayado? ¿Qué nueva ras fauces se cerraran sobre su garganta. ando de sus heridas y la otra rota y locura es esta? — preguntó airado Donn Otro movimiento veloz de Donn Othna desmadejada, pero muerta al fin. En aquel Othna. logró que la punta de su acero se clavara momento apareció, con un estruendoso —¡Es el portador de la muerte en la en el cuello de grueso pelaje del tigre, que entrechocar de metal contra metal, un oscura noche! ¡Déjame que viva para retrocedió gruñendo furiosamente de numeroso grupo de hombres armados poder reunirme con los míos, extranjero! dolor, salpicando de sangre el rostro del con escudos, cimitarras largas, picas y — suplicó el mercader. britano. Ahora, hombre y tigre, compo- arcos a cuyo frente destacaba un indivi- El celta soltó al hindú, que salió co- nían una terrible y estremecedora figura duo de gran estatura y poblada barba. A rriendo gritando entre agradecido y ate- de puro y primitivo salvajismo, tal y como una imperiosa orden suya, varios de los morizado alejándose de allí. Donn Othna, habría sucedido en la más oscura noche de recién llegados pasaron gruesas maromas intrigado y receloso como un lobo, siguió los tiempos, cuando los ancestros de de cáñamo por debajo del cuerpo del ca- adelante aferrando con fuerza la empuña- ambas especies cazaban, mataban y morían ballo y entre todos lograron levantar lo dura de su espada. Sus sentidos estaban en primigenias selvas o en profundas ca- suficiente el cadáver para que el prisio- alertas y al doblar un recodo de la calle vernas. Las mortíferas mandíbulas del tigre nero jinete, ayudado por fuertes y ansio- que seguía, desembocó en una plazuela, babeaban mientras su gran cola azotaba fu- sos brazos, quedara libre. quedando ante sus ojos una sangrienta es- riosa el aire como un látigo en todas direc- Mientras, otros apartaban, con teme- cena de muerte y destrucción. Hasta ciones. Con la sangre empapando su lus- rosa precaución, el inmóvil cuerpo del media docena de hombres yacían despe- trosa piel y la rabia y el dolor tigre de encima del celta utilizando los as- dazados en medio de grandes charcos de resplandeciendo en sus pupilas verticales tiles de madera de las picas. Donn Othna sangre y sobre los cadáveres se alzaba, te- como rojos carbones del infierno, el felino rechazó con un gesto seco las manos que rrible y majestuosa a un tiempo, la figura presentaba un aspecto demoníaco. Por su se tendían hacia él y se levantó tambale- imponente de un gran tigre rayado que parte, Donn Othna, con el sudor chorre- ante con la mirada extraviada por unos rugía ásperamente su desafío al cielo de ando por el rostro y el cabello desgreñado instantes. Nagdragore. En el otro extremo de la pla- y pegajoso por la sangre del animal distaba —¡Crom os maldiga por vuestra lenti- zoleta el britano pudo ver una jaula de mucho de ser una presa fácil para la fiera. tud y cobardía! — gruñó el britano apar- gruesos barrotes de hierro con los cie- El tigre, con un profundo rugido, embistió tando con el dorso de la mano la sangre y rres de la puerta abombados y reventa- como un ariete contra el celta y éste, con el sudor que nublaban sus ojos, recupe- dos, como si una fuerza primitiva hubiera los blancos dientes apretados en señal de rando con un fuerte tirón su espada ente- aplicado contra ellos una bestial presión. desafío, se dejó arrastrar por la locura rrada en el cuerpo del tigre. Por fin, pudo A su lado, caído en el suelo, había un mortífera que a veces hacía presa en los sostenerse en pie y encarándose con el hombre atrapado de cintura para abajo de su raza y hundió su acero profunda- hombre al cual había salvado, envainó el por el peso muerto de un caballo destri- mente en los costillares del felino con un acero en su vaina sin mirar. Este, como pado. Era joven, vistiendo ricos atavíos y golpe seco. A cambio, la fiera clavó con todos los de su raza, era alto y de consti- trataba de mantener alejado de él al felino saña las zarpas en los hombros del britano, tución fibrosa, destacando en su joven dando inútiles tajos al aire con una cimita- dibujando dos largas y sangrientas heridas. rostro de facciones nobles y aguileñas una rra de adornado pomo. Ignorando el ardiente dolor, sostuvo el barba cuidada de negro azabache y unos Todo eso lo apreció Donn Othna en aplastante peso del animal sintiendo cómo ojos de mirar franco. Por el respeto y un parpadeo y al instante siguiente, con sus músculos estallaban por el titánico es- preocupación que mostraban los demás un poderoso salto, se plantó con la gran fuerzo. El fétido aliento del devorador de ante su presencia, el celta suponía en su espada desenvainada entre el carnívoro y hombres golpeó su rostro produciéndole fuero interno que aquel hombre pertene- su indefensa víctima. El tigre se detuvo un arcadas mientras las patas traseras del cía sin duda a la más alta casta dominante momento, con sus amarillentos ojos fijos tigre trataban de esparcir sus entrañas. de Nagdragore, la de los rajsputs. en aquel nuevo estorbo y mostró al aire Con un movimiento de calculada desespe- —¡Por el divino nombre de Shiva! sus terribles y aguzados colmillos de sable. ración, logró montarse sobre el lomo de —murmuró admirado el hindú— ¡Jamás

28 Weird Tales de Lhork Al servicio del rey había presenciado tal hazaña de fuerza y valor, ni aún lo leído en los Sagrados Tex- «Blandiendo su espada, el celta tos Veddas! —¡Más te hubiera valido leer menos y lanzó un tajo de arriba a abajo ser más hábil transportando fieras! — le recomendó el bárbaro hoscamente. que abrió un profundo surco — Mis torpes y desdichados sirvientes cerraron mal los cerrojos de la jaula y el tigre, el cual había comprado a unos ex- sangriento en el cráneo del ani- pertos cazadores del interior del país, despertó del profundo sueño narcótico mal, evitando a duras penas por en el cual estaba sumido escapando de su encierro. Para las castas más bajas, el un palmo que las chasqueantes señor de la jungla representa la encarna- ción del Demonio Rayado, un espíritu que y demoledoras fauces se cerra- penetrará en sus casas por las noches y devorará sus cuerpos y espíritus — ex- ran sobre su garganta. plicó el hindú sin mostrarse ofendido apa- rentemente por el áspero comentario de su salvador— Pero dime, ¿quién eres tú que me has salvado la vida y que pueblo es el tuyo que lucha con tal locura que que flanqueaban al rajsput alzaran sus cresía de los hombres que se cobijaban iguala en fiereza al gran tigre rayado? armas en dirección al britano. Pero un entre sus muros, aunque éstos tuvieran —¡Soy Donn Othna, un príncipe celta gesto imperioso de su señor hizo que hu- sangre principesca en sus venas. de la lejana isla de Britania, en el norte oc- millaran las largas lanzas contra el suelo. cidental! ¡Aprendí a luchar contra los —¡No, príncipe Donn Othna, no será grandes gatos de la selva en las sangrien- hoy el día en el cual las espadas de 8. «UNA TRAMPA PARA LOBOS» tas arenas del Circo Máximo de Roma! ambos beban de la sangre del otro! ¡Mi Pero ¡por Crom!, qué hubiera preferido palabra es mi honor, pero la próxima vez no tener que demostrártelo —contestó que nos encontremos, quizá nuestros La noche en Nagdragore olía a perfumes con un deje irónico de orgullo en sus pa- destinos obedezcan a otros intereses de índigo y canela, mezclándose con los labras el britano. más altos! — habló altivamente Nimbay- efluvios salados de la acariciadora brisa —Y yo me alegro de que lo hayas dur Singh. marina que llegaban del puerto. Las bailo- hecho, aunque me apena saber también —¡Si así fuera, noble señor, que los teantes llamas de las antorchas disipaban que eres el hombre que, junto a otros bár- dioses decidan!—repuso el britano con las sombras en las largas avenidas y estre- baros de allende los mares, esta sirviendo calma cruzando sus musculosos brazos chos callejones rivalizando en claridad con a un loco tirano extranjero —habló con sobre el ensangrentado pecho, ignorando las lámparas de aceite y fogariles que lu- pesar el hindú. el punzante dolor de sus heridas recien- cían en el interior de las viviendas de la —¡Yo no sirvo a nada ni a nadie! —mas- tes. ciudad. En el cielo nocturno, una redonda culló el celta con ojos fulgurantes— ¡Sólo El hindú inclinó ligeramente la cabeza y rojiza luna se incrustaba en el titilante respeto un trato entre príncipes! y pareció agradarle la contestación del manto de las estrellas como el ojo mítico —¿Príncipes?—dudó el hindú con la guerrero, al tiempo que señalaba el cadá- de un cíclope. En las tabernas y burdeles burla bailando en su mirada— ¡Si, quizás ver del felino. de los barrios más miserables, individuos tú sí lo seas en tus lejanas tierras barridas —¡Tuya es ahora, príncipe Donn malencarados y de aspecto sórdido, be- por los vientos del norte, pero no ese Othna, la piel del gran tigre, puesto que bían y hablaban en apagados susurros de usurpador griego manteniendo a mi pue- has sido tú su matador! ¡Dispón a tu an- robos y asesinatos mientras en las seño- blo dividido y atemorizado para su codi- tojo de mis sirvientes para que te ayuden riales avenidas donde se alzaban los pala- cioso provecho! a transportar su cuerpo al palacio de cios de mármol y marfil con torres de — Peligrosas palabras son las que pro- Constantius! color púrpura de los rajsputs se afilaban, nuncias tan a la ligera, joven señor, rode- —¡Me sentiré más honrado si aceptas al amparo de causas partidistas envueltas ado como estás de hombres armados. Yo su piel como un presente de respeto por bajo los estandartes de la guerra, las cur- no te he salvado hoy la vida para tener mi parte! —repuso con presteza Donn vadas espadas empuñadas por hombres que enfrentarme a ti mañana, aunque po- Othna. de fiero mirar y rostro halconino. Tam- dría verme empujado a ello si el destino o El rajsput hindú no dijo nada más, bién en la morada real de Constantius, las acciones de cada hombre se confabu- pero el celta alcanzó a adivinar, por la ex- Rajá usurpador de Nagdragore, había laran en contra nuestra forzando nuestros presión satisfecha de su rostro, que aque- hombres de lejanas tierras, gigantes fero- caminos de nuevo—comentó endure- llas muestras de cortesía palaciega envuel- ces de piel blanca y cabellos claros que vi- ciendo el tono de su voz Donn Othna. tas en aguzadas puntas de espada, eran del vían y morían por y para la espada jurando —¡Hay sensatez en lo que dices, prín- agrado de Nimbaydur Singh. Este, escol- en nombre de terribles y crueles dioses cipe Donn Othna! Pero ¿quiénes somos tado por sus sirvientes y guardias, alzó la que habitaban en brumosas montañas de nosotros para saber lo que nos deparan mano en un gesto de breve despedida hielo y nieve. los dioses? Lo que haya de suceder, suce- hacia el celta y volvió la espalda al gue- Donn Othna, Athelred y el resto de derá — sentenció suavemente el noble— rrero, alejándose de la multitud que poco los vikingos que formaban la tripulación En cuanto a estos guardias que nos ro- a poco había recuperado el valor y miraba de lobos del mar del jefe sajón, celebra- dean, no has de preocuparte por ellos, con ojos atónitos el cadáver del tigre que ban una ruidosa asamblea, como si se ha- pues pertenecen a la noble familia de los cargaban cuatro robustos esclavos. llaran proyectando provechosas incursio- Singh, bajo cuya enseña sirven y... ¡yo soy Donn Othna se apartó hastiado de los nes de rapiña y pillaje en su aldea natal. El Nimbaydur Singh! vocingleros y ahora envalentonados cu- vino corría abundante por las mesas re- El celta no demostró emoción alguna riosos, caminando pensativo hacia los gando las grandes fuentes de carne asada. al conocer el nombre del noble, pero re- muelles del puerto. Su alma bárbara, más No faltaban las rudas chanzas y las cancio- trocedió un paso apoyando su mano dies- cercana al valor primitivo y fiera nobleza nes entonadas con voces roncas que na- tra en el pomo de la espada. Tal gesto del tigre que a las intrigas y codicias ocul- rraban historias de héroes, luchas san- motivó que el destacamento de soldados tas de la civilización, despreciaba la hipo- grientas o la añoranza del regreso al

Weird Tales de Lhork 29 Robert E. Howard y Eugenio Fraile

lazada. La tensión era evidente e incluso «Blandiendo su espada, el celta Athelred lanzaba continuas miradas, entre furioso e interrogante, al aparentemente lanzó un tajo de arriba a abajo despreocupado celta. Por fin, su impaciencia pudo más que que abrió un profundo surco su orgullo de jefe vikingo y con un par de pasos rápidos, se plantó delante del bri- sangriento en el cráneo del ani- tano resoplando como era su costumbre. —¿Y bien, Donn Othna?— inquirió el mal, evitando a duras penas por sajón— ¿Qué estamos esperando? ¡Por el martillo de Thor, esta inactividad me hace un palmo que las chasqueantes hervir la sangre en las venas! El celta se apartó de la pared y cru- y demoledoras fauces se cerra- zando sus brazos de nudosos músculos sobre el poderoso pecho, respondió con ran sobre su garganta. calma, sintiendo las miradas de todos sobre él. —Es Constantius quien ha de dar el primer paso en este juego de intrigas. Hemos de mantenernos alerta y aprove- char la ocasión propicia para atacar o hogar. Nada parecía importarles y aún rientes, con los rostros pintados como huir. Cuando estuve al servicio de Roma, menos el mañana incierto, tan sólo la glo- los pictos del norte, con el odio brillando aprendí que no siempre es conveniente ria y el botín que les deparase el presente. en sus ojos y aullando como lobos rabio- que el enemigo conozca tu verdadera Aunque no menos fiero que ellos en la ba- sos surgidos de los altos brezales mien- fuerza y... — talla, el celta les observaba con cierto aire tras nos arrojaban rocas desde los acanti- —¿Huir?— gruñó Athelred escu- sombrío en su hosco rostro pues su raza, lados. ¡Si, han sido provechosas y piendo las palabras con desprecio sin enemiga por la sangre y el acero de todo sangrientas incursiones, aunque los cuer- dejar que el britano terminara lo que es- aquello que representaban los salvajes vos picotean los huesos blanquecinos de taba diciendo— ¡Creo que has estado de- hijos de Odín, entendía las celebraciones muchos hijos de Odín en las playas brita- masiado tiempo entre romanos! ¡Por de una manera más melancólica. Donn nas!— Odín, la paciencia y la precaución son para Othna apartó su vista del gran salón y fijó —¡Así ha sido y así será mientras los los débiles y los cobardes! ¡Empuñemos sus ojos, a través de la gran balconada cu- barcos dragón arriben a nuestras costas y las armas y arrasemos esta jaula do- bierta de tallos de enredaderas, en las aldeas con sus cubiertas repletas de fieras rada!— luces que brillaban en la ciudad dormida a sanguinarias!—sentenció Donn Othna ha- Mientras Donn Othna palidecía de sus pies. «El rutilante lecho de un rey«, ciendo resbalar una hosca mirada por la furia, un murmullo de salvaje aprobación pensó para sus adentros, ajeno a la baca- tripulación de Athelred. surgió de entre las filas de los vikingos, nal de los vikingos. Su mente vagaba por Este no pareció ofenderse demasiado que rodearon a su jefe en filas compactas lejanos y ensoñadores imperios que aún por el comentario del celta y rió salvaje- con el ansia de la batalla instalada en los no habían nacido y que esperaban al hom- mente, al igual que sus hombres más cer- barbudos rostros surcados de pequeñas bre que los forjase y gobernara. canos, ante lo que ellos consideraban un cicatrices. Una fuerte palmada de Athelred en su halago, pues el odio que les profesaban El celta retrocedió, como lo hubiera espalda, que habría derribado a otro hom- sus enemigos aumentaba el prestigio e im- hecho un gran felino ante el acoso de una bre de menor estatura y constitución que portancia de sus saqueos y pillajes. manada de lobos, enseñando los apreta- la suya, le sacó de su ensimismamiento. Ni dos dientes en una feroz mueca de des- un rictus de dolor o queja alguna asomó * * * afío y apoyó su mano en el pomo de la es- en su pétreo rostro, a pesar de que las pada recogiendo claramente el reto de heridas que le había infligido el tigre esa Las horas nocturnas transcurrían con Athelred y mostrando su desacuerdo con misma mañana le ardían a cada movi- la lentitud propia de los sueños inspirados el strandhugg (12) que proponía el vikingo. miento que hacía. Una fina capa de grasa por las flores de adormidera en Nagdra- El príncipe britano y el jefe sajón cru- de foca de un barril traído de la bodega gore y en el suntuoso palacio del Rajá, los zaron relampagueantes miradas, en las del barco dragón de Athelred, le cubría lobos de Athelred fueron acallando sus al- cuales refulgía con helado furor, el sangui- los profundos surcos dejados por las ga- tisonantes gritos y las roncas canciones nario brillo de la lucha tribal, prestos a rras del felino. Eso era suficiente para los dejaron paso a las historias susurradas lanzarse el uno contra el otro olvidada su hombres del norte. por las rotas gargantas de los hijos de una momentánea alianza, arrastrados por los —¡Por los Gigantes Helados de Nor- sombría y brumosa tierra. Incluso las ja- antiguos odios de sangre que mantenían dheim, Donn Othna!—bramó el jefe sajón rras de vino habían dejado de pasar de secularmente ambas razas. ofreciéndole una mordisqueada pierna de mano en mano. De repente, un débil gemido se escu- venado— ¡Por dos veces desde que llega- Donn Othna se mantenía apartado, chó en el hostil ambiente de la estancia, mos a esta maldita ciudad has combatido apoyados sus anchos hombros en una de proveniente del otro lado de la gran como un verdadero vikingo! ¡Casi podría las frías paredes de mármol, mientras aca- puerta, rompiendo la tensión de la escena. jurar que por tus venas corre la sangre de riciaba lentamente la empuñadura marfi- Donn Othna reaccionó antes que nin- algún Jarl¡(11) lesca de su espada y paseaba una preocu- guno y cuando Athelred y sus hombres le —¡Que Crom me condene si así pada mirada por los lujos de la estancia y siguieron, el celta ya se inclinaba sobre el fuera!—replicó abruptamente el bri- la tripulación de Athelred. Los componen- delicado físico de una mujer joven, ata- tano— ¡La única sangre vikinga que ha tes de esta, aunque retrepados cómoda- viada con ligeras prendas transparentes empapado mi cuerpo ha sido la que he mente entre gruesos cojines de seda, mi- que dejaban a la vista sus múltiples encan- derramado con mi espada mientras mis raban a todos los lados como osos tos. Se había arrastrado hasta allí, dejando hermanos de clan y yo os empujábamos inquietos que sienten la presencia de una un sangriento reguero tras ella. Sin es- desde las oscuras colinas hasta las rugien- partida de caza tras de ellos. Sus pesadas fuerzo, alzó el desmadejado cuerpo y lo tes costas del Sur de Britania!— hachas y largas espadas estaban al alcance depositó con suavidad sobre uno de los —¡Por el Martillo de Thor!—gruñó el de las manos y ninguno se había despo- divanes cercanos. sajón—Recuerdo bien a tus salvajes pa- jado de las cotas de metálica malla entre- —¡Yatala! ¿Qué ha ocurrido, mucha-

30 Weird Tales de Lhork Al servicio del rey cha?—preguntó el celta al tiempo que tra- taba de taponar la profunda herida que esta mostraba en el pecho, entre los tur- gentes senos y por la cual manaba abun- dante sangre. —¡Ha sido...Constantius— gimió con apagadas palabras la bailarina— Ordenó que me acuchillaran....! —¿Por qué lo hizo?— demandó con sorda rabia Donn Othna. —¡Sí, por Freia! ¿Qué locura es esta?— rugió el sajón por encima del hombro del britano. La mujer emitió un silbante murmullo y habló con voz fatigada. —Apenas había caído la noche, cuando uno de los sirvientes del palacio vino a buscarme para que bailara en el Gran Salón ante Constantius. Me dejó allí sola y como temía el silencio y las som- bras que ahí imperaban, me oculté entre los tapices que se alzan tras el trono del rajá. Empezaba a sentirme vencida por el sueño y la tranquilidad de la estancia, cuando vi aparecer a Constantius seguido por un hombre alto que se cubría el ros- tro con una capucha oscura.....— —¡Continua muchacha!— demandó el sajón con brusquedad. Por contra, Donn Othna acercó con suavidad una copa de vino a los labios de Yatala, que tras beber un largo sorbo miró agradecida al britano y pareció recu- perar un tanto el aliento que le faltaba mientras atendía a la pregunta de este. —¿Qué trama el griego?— —¡Constantius se sentó en el trono —prosiguió la bailarina con dificultad— mientras el encapuchado permanecía de pie ante el. Seguros de no ser escuchados hablaban con entera libertad. Así supe que Constantius había contratado los servicios de la secta de sacerdotes asesinos conoci- dos como la Orden de los Hijos de la Daga y que su plan consiste en asesinar a Nimbaydur Shing y Anand Mulhar, dejando las suficientes pruebas falsas para que los seguidores de uno y otro se acusen mu- Donn Othna impidiendo con un leve melo, mi señor....! tuamente de los crímenes y luchen entre gesto que Yatala se esforzara innecesaria- —¡Así lo haré, lo juró por Crom!— sí. Luego, cuando ambos bandos estuvie- mente hablando— Una vez que termine la Coincidiendo con el último suspiro de ran debilitados, el atacaría con su guardia lucha, los supervivientes de la matanza no muerte de Yatala, un griterío ensordece- de palacio con vosotros al frente como le seremos de utilidad alguna a Constan- dor que iba en aumento, al igual que los fuerza sacrificable. Quise acomodarme tius y puesto que admira tan profunda- rojizos resplandores de nacientes incen- mejor tras los tapices y escuchar de cerca mente los usos de gobierno de los Césa- dios, llegó hasta las amplias estancias del lo que el otro hombre parecía decirle res de Roma, pensará que un banquete de palacio del rajá. Donn Othna , Athelred y sobre esa parte de la conjura, pero invo- la victoria es una forma tan buena como su tripulación miraron por los amplios luntariamente uno de mis brazos rozó la otra cualquiera para eliminarnos. Posible- balcones y ventanales y vieron como un tela de la colgadura, que se agitó delatando mente, envenenando el vino y la comida. humo ennegrecido, proveniente de las mi escondite. Con un grito de advertencia —¡Loki fulmine a ese perro traidor! mercancías y fardos apilados en los mue- y antes de que pudiera reaccionar, el hom- ¡Caeremos sobre el y los chacales que le lles, cubría el resplandor de la luna. bre alto y delgado arrancó el tapiz del guardan!— rugió Athelred entre el grite- —¡La lucha ha comenzado al fin! —mur- trono y me sujetó con una mano seme- río furioso de sus hombres. muró Donn Othna pensativo, recordando jante a un cepo, arrastrándome a los pies Un doloroso quejido de Yatala con- por un momento a Nimbaydur Shing— ¡Los de Constantius. Este, loco de furia, dio una citó la atención de Donn Othna, que con asesinos de Constantius han tenido éxito! orden al encapuchado, que me hirió con una orden seca acalló las voces de los vi- —¡Esos dementes van a quemar mi su puñal. Tras pensar que estaba muerta, kingos. barco!— aulló el sajón lanzando espuma- me dejaron allí y abandonaron el Salón del —¡Muchacha, ¿por qué nos has avi- rajos de rabia— ¿Qué hacemos Donn Trono. ¡Pude arrastrarme por los desier- sado?— dijo el celta, acariciando con una Othna?— preguntó enarbolando su pe- tos corredores y llegar hasta vos- suavidad que contrastaba con su pode- sada hacha, sometiéndose inconsciente- otros....!— una tos ahogó el resto de las roso físico, el rostro de la desafortunada. mente al liderazgo del britano. palabras de la moribunda joven. —¡Tú fuiste generoso conmigo.... y se —¡Ve con tus hombres hacia la zona —Ya veo cual es el juego de ese que me vengarás, pues Constnatius es tu de las caballerizas y abriros paso por sus loco— continúo el hilo de la explicación enemigo ahora al traicionaros! ¡Prométe- puertas! Es la parte menos vigilada, pues

Weird Tales de Lhork 31 Robert E. Howard y Eugenio Fraile

no suele haber más de una docena de ¡Y esa presa era Constantius, Rajá trai- Los asesinos jadeaban, retorciéndose, guardias. Aprovechad la confusión del mo- dor y asesino de Nagdragore.! saltando y atacando con los movimientos mento antes de que Constantius nos llame Se hallaba muy cerca ya de las estan- sinuosos de las serpientes en busca de un para reforzar su ataque e intentad llegar cias privadas del hombre que buscaba, hueco en la guardia de su enemigo, más hasta vuestro barco o capturad otro si el cuando al rodear una de las salas menores todos sus intentos eran frenados en seco drakkar estuviera ardiendo —ordenó sin el britano escuchó un leve ruido, seme- por la violencia y fuerza indómita con la perder la calma el celta. jante a un apagado silbido serpentino, que que Donn Othna manejaba su espada. —¿Y tú, no vienes con nosotros? le hizo girar sobre sus talones. Delante de Aquellos sicarios, acostumbrados a —¡He de cumplir un juramento y ade- él, al pie de las escaleras de pulido y bri- acuchillar en la oscuridad y mediante el más, sin Constantius al frente, no habrá llante mármol de vetas rojizas que condu- factor sorpresa a víctimas indefensas no nadie que dirija a sus soldados. ¡Iros ya, cían hacia el Salón del Trono, se alineaban eran enemigos para alguien que había lu- malditos hijos de mil padres, y aprovechad moviéndose entre las sombras media do- chado junto a los mejores guerreros en el tiempo que pueda daros! ¡Crom os cena de hombres de elevada estatura y sangrientos campos de batalla y en el maldiga! complexión elástica y fibrosa empuñando Circo Máximo de Roma. —¡Sea, puesto que así lo quieres, pero largas dagas que refulgían amenazadoras. Donn Othna esquivó una cuchillada, si no tuviera la responsabilidad de guiar a Se cubrían con cortos faldellines de seda aún antes de que esta descendiera sobre mi tripulación, no habría dioses, demonios negra y sus rostros estaban cubiertos con su cuello. Su contraataque, volteando su o celta alguno que me impidiera cortarle una ligera capucha de lino también oscuro espada en un medio arco, acabo de ma- el gaznate a ese griego traidor de negro que representaba los rasgos de una cobra. nera relampagueante con el cuello de su corazón! ¡Nos veremos en el Valhalla, Unas livianas sandalias de tiras de cuero adversario cercenado limpiamente de los Donn Othna!—concluyó solemnemente trenzado y curvos cuchillos en las manos hombros. Athelred alzando su gran hacha en un completaban la apariencia de los allí reu- Todavía estaba cayendo el cuerpo del gesto que representaba un saludo y un nidos. asesino de manera desmadejada, mientras desafío al tiempo. Tras aquellas especies de máscaras, su cabeza rebotaba siniestramente por las Tras una última mirada al tropel de vi- Donn Othna alcanzó a distinguir en los losas del suelo, cuando el celta atacó a un kingos que se alejaban por el pasillo enca- ojos de aquel silencioso grupo el fulgor tercer individuo que no pudo hacer nada bezados por el gigantesco sajón y al cadá- del fanatismo y la muerte. por evitar que la punta del acero del bri- ver de Yatala tendido en un diván, Donn ¡Aquellos eran los Hijos de la Daga, tano se hundiera en su pecho. Con un es- Othna corrió en sentido contrario, hacia los mortíferos asesinos que rendían culto tertor, se dobló sobre sus rodillas sol- el Salón del Trono del Rajá usurpador de al reptil tras cuya máscara se ocultaban! tando la larga daga y llevando sus manos Nagdragore Una terrible expresión de furia y rego- al pecho por donde brotaba un gran cho- cijo a un tiempo, cruzó el rostro de Donn rro de sangre. Ya estaba muerto cuando Othna al observar como la línea de asesi- se desplomó sobre el frío mármol. 9. “DAGAS ENTRE LAS SOMBRAS” nos se abría formando un medio anillo a Ahora sólo eran tres los enemigos su alrededor con la evidente intención de que se alzaban ante Donn Othna ¡y retro- atacarle ¡Pero esta vez no encontrarían a cedían visiblemente ante la terrible fero- Donn Othna, con la espada desenvainada, un hombre dormido presto a ser sacrifi- cidad del celta! avanzó cautamente por los dormidos corre- cado como un cordero, sino un tigre de Enseñando los dientes como una fiera, dores y galerías balconadas del palacio, silen- acerados colmillos! el britano avanzó hacia ellos y río con una cioso como un vengativo lobo de las colinas En medio de un silencio sepulcral, los mezcla de enajenación y regocijo, muy ignorando los complicados ornatos que de- asesinos se abalanzaron sobre el norteño propia de los hijos de su raza. coraban las paredes. Por un momento, a la que los recibió atacando a su vez. El celta, ¡La locura de la batalla y el sabor de la tenue luz que prestaban las antorchas en sus en un ataque repentino, saltó hacia de- muerte invadían su mente! hornacinas, el celta tuvo la fugaz impresión lante abriendo un espacio con su gran es- Uno de los asesinos hizo un compli- de ser observado por huidizas sombras que, pada entre el y sus enemigos, golpeando cado amago con la mano que sostenía su escondidas en los rincones más oscuros, se de arriba abajo en un poderoso tajo al daga al tiempo que giraba sobre una aprestasen a saltar sobre él. atacante más cercano, cuyo brazo y cuchi- pierna lanzando una patada hacia la cabeza Más a pesar de sus recelos, no se veía llo saltaron por el aire en medio de un del celta, pero este, a pesar se su corpu- a ningún servidor o guardia de Constan- surtidor escarlata. Antes de que el hom- lencia, se agachó con rapidez esquivando tius y eso parecía ser un indicio evidente bre se hubiera dado cuenta de lo que en el desesperado ataque y lanzó su puño de que el rajá había concentrado todas realidad ocurría, otro corte de Donn contra el desprotegido rostro de su ata- sus fuerzas leales en otro punto del pala- Othna le segó la cabeza del cuello, que cante. El brutal impacto hizo crujir la man- cio para atacar al vencedor de la lucha rodó sordamente por el frío suelo, aho- díbula del asesino que fue lanzado contra entre los partidarios de Nimbaydur Shing gando así el incipiente grito de dolor cau- una de las paredes como si hubiera sido y Anand Mulhar. sado por la primera herida. golpeado con una maza. Roto mortal- El britano evitó algunas estancias poco El celta gruñía y se reía salvajemente, mente y sangrante quedó tendido en el iluminadas y que parecían desiertas. No exteriorizando toda la rabia acumulada suelo de donde no se movió. descartaba, a tenor de las últimas palabras mientras se movía con una facilidad natu- Había sido un feroz estallido de velo- pronunciadas por Yatala, que pudiera ral, deteniendo y esquivando sin aparente cidad . Cuatro hombres yacían en el suelo haber asesinos emboscados entre los re- esfuerzo las ineficaces cuchilladas de los muertos y los dos supervivientes se mira- covecos laberínticos que formaban los asesinos enmascarados. ban con el temor brillando en sus ojos. alargados soportales interiores que atra- Los ligeros pies de los asesinos produ- Impelidos por su fanatismo y desespe- vesaba, ya que esa manera de proceder cían un sonido ahogado sobre el bruñido ración, los dos asesinos se lanzaron al uní- era muy del gusto del griego que gober- suelo trazando una danza mortífera en sono contra el celta gruñendo su miedo. naba en Nagdragore. torno al britano, tratando en su intento Donn Othna saltó a un lado evitando al Con el cuello encogido entre sus an- de acorralar a aquel salvaje hijo de las co- atacante más cercano y sin dar tiempo a chos hombros, Donn Othna se deslizó linas. Pero los movimientos y tajos de la rectificar al que venía detrás de el le hun- agachado de medio lado como una pan- espada de Donn Othna eran letales. El dió el cráneo con un tajo descendente de tera al acecho. No hacia más ruido que el acero chocaba con violencia contra el su espada. El hombre cayó con un gorgo- que pudiera haber hecho tal felino acer- acero y las hojas de los carniceros reful- teo siniestro y más que ver, el celta per- cándose hacia una confiada presa, en- gían centelleantes cuando los filos resba- cibió el desplazamiento del aire del último vuelta en el manto de la noche en la pro- laban contra la cantarina hoja de la espada asesino cuando este se abalanzó sobre el funda jungla. del celta. con un chillido de odio y temor a un

32 Weird Tales de Lhork Al servicio del rey tiempo. Donn Othna asió con fuerza la donde refulgía un odio animal y primige- clamar cuantos reinos y tronos estuvieran muñeca del sicario frenando la daga que nio, murmurando palabras sin sentido. Se ante mí?—gritó Constantius alzando la descendía hacia su pecho y con un brusco había despojado del turbante de seda y corona hacia la bóveda del salón arras- tirón volteó el cuerpo de su enemigo por sus negros cabellos, largos y rizados, caían trado por una visión fatua— ¡Y me juré a encima de sus hombros, girando el brazo sueltos por su semblante. mi mismo que aquello que no pudiera del mismo en un ángulo imposible. La ex- Su mano diestra aferraba con desespe- tomar por la fuerza de la espada, lo haría tremidad crujió totalmente rota, como ración la pesada corona de los rasjputs de amparándome en el falso halago, la trai- una rama seca. El aullido de dolor del ase- Nagdragore, forjada y cincelada en oro ción más negra y el asesinato, explotando sino fue cortado con brusquedad cuando bruñido. Engastados en el metal precioso las debilidades de aquellos que se opusie- su misma arma, empuñada por el gue- la tiara mostraba rubíes, ópalos, zafiros y ran a lo que por derecho de conquista o rrero del norte, se sepultó con sequedad diamantes. El remate final era una maciza herencia me correspondiese!— en su corazón. cabeza de águila en plata pura. —Tu quimera acaba aquí y nada más El celta apartó de su lado el cadáver y El repulsivo rictus de su boca delataba oportuno que la espada de un verdadero aún lanzo una fiera mirada a su alrededor, el loco extravío de sus delirios y mientras rey para poner fin al baño de sangre que poseído todavía por el ansia de sangre y bebía vino de una gran jarra de oro sin cubre Nagdragore —replicó el celta esperando el ataque de más enemigos. importarle que la bebida goteara desde su dando un salto de felino hacia el trono Pero desde las sombras ya no surgió ame- boca manchándole las ricas vestimentas, con la espada presta a descargar un golpe naza alguna y únicamente el jadeo de la Donn Othna tuvo la certeza que el griego mortal. respiración del britano alteraba el omi- había perdido la razón. Más Constantius, como si el enloque- noso silencio de los corredores. ¡Sus propios desvaríos de grandeza, cimiento le prestara alas en los pies, Muy alejados y apagados llegaban hasta los excesos con la bebida ambarina mace- brinco ágilmente desde el trono hacia el Donn Othna los sonidos de la lucha que rada en plantas alucinógenas que ingería suelo llevándose a los labios un silbato de se estaba desarrollando en las calles de la en sus bacanales y el juego de conspira- hueso que sacó de entre sus ropajes, emi- ciudad y ahora, debido a las llamas de los ciones y traiciones que durante años ha- tiendo un sonido largo y agudo que hirió incendios que se alzaban más allá de los bían martilleado su desconfiada mente en los oídos de Donn Othna. muros del palacio, una extática y carmesí la soledad habían hecho enloquecer por Durante un momento nada ocurrió en luminiscencia sangrienta cubría los pasillos fin al usurpador! la gran estancia palaciega y ya volvía el por donde volvió a avanzar el ensangren- Donn Othna se mantuvo desafiante celta a acorralar al demente rajá cuando tado celta como un dios vengador de las ante el trono, con la gran espada alzada sintió que la sangre se helaba en sus sagas nórdicas. ante el y se dirigió con voz de trueno al venas. Tras lo que le pareció una eternidad, rajá. ¡Una enorme y deforme figura si- el príncipe britano desembocó en el Gran —Tus sueños de imperio acaban esta miesca acababa de penetrar en el gran Salón del Trono, cuya amplitud, magnifi- noche Constantius. Has jugado con los salón! cencia y riquezas estaban de acorde con dados de los dioses pero estos te han el esplendor oriental y los opulentos ex- abandonado en tu locura y mi espada se cesos de la ciudad de Nagdragore; tomará, con tu sangre, la retribución que 10. “LA BESTIA DEL ABISMO” Una decorada bóveda de entrelazado me debes. pan de oro se perdía en las alturas cre- Una risa perturbada salió de los labios ando una sensación de profundidad y los del griego que pareció recobrar en parte muros de rosado mármol esculpidos con la coherencia de sus actos al escuchar las Desde una arcada oculta al fondo, detrás delicadas cinceladuras ponían el contra- palabras del celta. del trono, un fétido hedor animal prece- punto y atestiguaban los delirios de gran- —¿Locura? ¿Hablas de locura, tú, que dió una visión de pesadilla. Una forma deza y divinidad que anidaban en la mente empuñas la espada del gran Alejandro y monstruosa, con una apariencia vaga- del rajá usurpador. que eres descendiente de una raza terri- mente humana, se hallaba en pie ante Bordeando elegantes columnas de un ble que entra en la batalla con un velo Donn Othna y Constantius. azulino alabastro se alzaban refrescantes rojo dominando sus actos y que sólo se Este mantenía el silbato en los labios y fuentes de cristalinas aguas donde nada- satisface con la sangre de sus enemigos? sonreía con una expresión necia, mientras ban peces de resplandecientes colores ¡Yo poseo la corona de los rajás y según un hilo de baba resbalaba por la comisura entre exóticas plantas y flores acuáticas; la tradición establecida por el mismo Ale- de sus labios. siguiendo una línea pavimentada cubierta jandro, aquel que la gana por la fuerza es El celta ignoró por completo al griego de finas alfombras tejidas con una delicada quien gobierna Nagdragore! y tensó todos los abultados músculos de mezcla de sedas y plumas de aves exóticas —Nuestra demencia guerrera es efí- su endurecido cuerpo. se llegaba hasta las escalinatas que ascen- mera y desaparece cuando acaba la bata- Aquel ser semejaba la representación dían hacia el impresionante trono cons- lla, luchando hombre contra hombre y no primigenia de una terrible pesadilla encar- truido por entero en verde jade forrado ocultos entre las sombras traicioneras— nada en carne y hueso. Un simio gigan- de las más suaves pieles de tigres y pante- gruñó con desprecio el britano—Y en tesco, con un cuerpo ancho, voluminoso ras de las junglas del país de Hind. Todo cuanto a Alejandro, aún admitiendo que la y encorvado, aunque más alto que aque- eso lo observó Donn Othna con los ojos mano de los dioses estuviera sobre el, era llos fieros monos que el britano había te- melancólicos tan del gusto de su raza, he- un hombre al fin y al cabo, sujeto a las de- nido ocasión de ver en las jaulas que los rederos de una perspectiva artística que bilidades y equivocaciones de los morta- tratantes de animales vendían al Circo desaparecía brutalmente con la locura les. Máximo de Roma, provenientes de las os- guerrera que invadía a sus hermanos de —¡Blasfemia y sacrilegio!—gritó ira- curas junglas que se alzaban más allá de la clan cuando aullaban como lobos al lan- cundo Constantius levantándose del última gran catarata del poderoso río zarse al combate. trono como un resorte, lanzando espu- Nilo. Más todos aquellos pensamientos y marajos de rabia por la boca y lanzando Donn Othna había luchado un par de disquisiciones desaparecieron de la mente contra el suelo la dorada copa que rebotó veces con aquellos primates, pero la cria- de Donn Othna dando paso a una terrible con un sonido tintineante por los escalo- tura que estaban contemplando sus azules furia que comenzó a crecer como una nes del estrado.— ¡Por mis venas corre ojos excedía con mucho el tamaño de los llama vengadora en su pecho. su sangre y aún la de los Césares descen- grandes monos del circo romano. Su pe- Pues allí, con el afilado rostro desen- dientes de su linaje! ¡Cuando vine a estas laje, de color blanquecino grisáceo era cajado por la enajenación, Constantius le tierras ya tenía formada en mi mente la más espeso e hirsuto, formando una capa miraba retrepado como una serpiente en- idea de forjar imperio! ¿Pues, acaso no era coriácea en torno a los masivos miem- roscada en su cubil, con ojos hundidos yo el más indicado por mi linaje para re- bros y enormes músculos.

Weird Tales de Lhork 33 Robert E. Howard y Eugenio Fraile

dentellada de las mandíbulas de la fiera y «Los ligeros pies de los asesinos clavando su espada hasta la empuñadura en las entrañas del monstruo. producían un sonido ahogado Hombre y bestia chocaron con igual ferocidad llevados por el irrefrenable im- sobre el bruñido suelo trazando pulso de matar cada uno al otro y roda- ron por el suelo entrelazados en una mortal postura. Un brazo del gigantesco una danza mortífera en torno al mono rodeó férreamente las costillas de Donn Othna mientras los biliosos colmi- britano, tratando en su intento llos se acercaban de manera mortífera a la garganta del celta. de acorralar a aquel salvaje hijo Éste, sintiendo como crujían sus vér- tebras, consiguió con un sobrehumano es- de las colinas fuerzo asir con sus manos las pavorosas mandíbulas del ser y tirar poco a poco de ellas hacia atrás sintiendo como la fétida baba chorreaba por sus brazos. La sangre golpeaba con fuerza en las sienes del bri- tano y el sudor brotaba a raudales por cada poro de su piel. Un velo de dolor e Lo que parecían sus formidables pies y mas casi destrozadas por la tortura o inconsciencia empezaba a golpearle el ros- manos estaban rematadas en negras y muertas y posiblemente, el fulgor semihu- tro mientras los músculos del guerrero grandes uñas curvadas. No se trataba de mano que prendía en su pequeño cerebro palpitaban por el titánico esfuerzo que es- un animal aunque tampoco era un hom- y que le distanciaba de la verdadera bestia taba llevando a cabo. bre, sino una mezcla bestial de ambas es- que era, habría disfrutado con horrible Un hilillo sangre goteaba desde la nariz pecies, como si fuera un eslabón perdido alegría de la agonía y el terror de sus in- de Donn Othna hasta su abombado que la naturaleza hubiera desechado a lu- defensas presas. pecho y de no haber sido por la férrea gares ignotos. El aspecto del rostro era lo Para el hombre mono, en su simple construcción de su raza, el celta hubiera más inquietante, ya que aunque mostraba concepción de las cosas, aquella captura sucumbido como una rama seca ante el rasgos simiescos, debajo de ellos se apre- que tenía ante el era tan sólo otra débil aplastamiento que estaban soportando ciaban líneas aterradoramente prehuma- criatura que desmembraría y destrozaría, sus huesos y músculos. nas. Una maligna inteligencia brillaba en quebrando su cráneo para llegar a sabo- Por último, en un desesperado es- dos ojos pequeños y rojizos, acentuada rear su carne y su sangre, sin sentir temor fuerzo, Donn Othna apoyó sus pies en las por la postura erguida del ser y una man- alguno por aquella cosa larga y reluciente caderas del monstruo y con un titánico díbula donde sobresalían enormes y ama- que tenía ante el de manera amenazadora. impulso de sus músculos dio un empellón rillentos colmillos. El celta, por su experiencia en anterio- conjunto de brazos y piernas hacia atrás. Allí se alzaba un exponente del abismo res luchas con fieras, sabía que su única Con un gruñido de dolorosa compla- de bestialidad por el cual había ascendido ventaja era mantenerse alejado del al- cencia el celta escuchó como crujían de penosamente el hombre, desde las noches cance de los enormes miembros, los cua- forma horrible las mandíbulas de la bestia de los tiempos. les podían aplastarle el cráneo y los hue- y su cuello quedaba colgando de manera —¡Es Yetai!— chilló fuera de sí Cons- sos en un instante. A eso había que añadir fláccida hacia abajo. Aún se mantuvo en tantius— Proviene de los negros abismos el peligro que suponían los afilados colmi- horcajadas unos instantes el enorme cor- de la humanidad. Un viejo brujo oriental llos y las curvadas y aceradas garras que pachón del simio, para caer seguidamente me habló en susurros de su existencia y podían destriparle o dejarle ciego. como un gran árbol talado con un ruido de cómo los de su especie atemorizaban Pero el britano ya no tuvo más tiempo ensordecedor y un estremecimiento con- a las aldeas de las montañas atacando y para especular, ya que la bestia saltó hacia vulsivo. Sus fieros ojos quedaron inmóvi- devorando su ganado de espeso pelaje. Lo el emitiendo un gruñido bajo y profundo. les, y los miembros, tras una leve sacu- capturé en una profunda caverna, cuando El celta aguantó la embestida hasta el úl- dida, también se paralizaron. era una cría, tras matar a sus monstruo- timo momento, sintiendo el fétido del ser Donn Othna se puso en pie, tambale- sos progenitores en una expedición de a escasa distancia de su cara. Las potentes ante, buscando apoyo contra la pared y ja- caza a los Grandes Montes de Nieve que garras de los pies del monstruo rasgaron deando de manera ruidosa y lanzando sa- vertebran el reino de Hind, muy lejos de el aire, allí donde instantes antes estaba el liva y sangre a un tiempo, mientras los valles de Nagdragore. Muchos de mis guerrero agazapado como un leopardo de apartaba el revuelto cabello de su rostro soldados murieron aquel día, pero conse- las nieves, y al momento la bestia aulló de y limpiaba sus ojos del abundante sudor guí el trofeo que quería. Le alimenté de manera inhumana cuando la espada del que goteaba desde su frente. una forma especial, con la carne de mis britano cercenó con un sonido silbante su Aquella descomunal lucha había sido enemigos, que eran muchos y le enseñé a zarpa derecha. una hazaña digna de un semidiós y pocos obedecerme y a temerme con el fuego, el Arrojando un chorro de oscura san- hombres habrían sobrevivido a un en- sonido agudo de un simple silbato y el gre por el muñón, el pavoroso ser dio cuentro de tales características. poder de mi mirada. ¡Oh, sí, y aprendió media vuelta para atacar nuevamente. Esta Las garras del simio habían dejado sur- mucho mejor que la mayoría de los ani- vez, su rápido ataque sorprendió a medias cos sangrientos en el cuerpo del celta, cu- males o que incluso alguno de los esclavos a Donn Othna, que esquivó a duras penas bierto de sangre suya y de la muerta bes- de las castas inferiores! ¡Ahora el tendrá el tremendo zarpazo de la garra izquierda tia y sin dudarlo, el britano, con la un festín con tu cadáver!— con sus negras uñas, pero no pudo evitar garganta seca, se acerco a una de las can- Donn Othna no malgastó su atención ser lanzado al suelo violentamente por el tarinas fuentes y sumergió su cabeza den- en replicar las atropelladas palabras del empujón del corpachón del gran simio. tro de las frescas aguas bebiendo a gran- griego y esperó, afianzando sus pies con El britano sintió como sus huesos cru- des tragos, empapándose los rubios firmeza en el suelo, girando lentamente jían por el tremendo impacto, pero su ins- cabellos, el pecho y los doloridos brazos. sin perder la cara al monstruo, con su ha- tinto de luchador hizo que se pusiera en Todavía estaba el britano recuperán- bilidad, fuerza y espada en contra de la na- pie con la rapidez de un gato, retroce- dose del esfuerzo de la lucha cuando sin- turaleza salvaje de su enemigo. diendo hasta una de las paredes del salón, tió a su espalda la presencia de Constan- A la bestia le habían entregado vícti- esquivando de nuevo una espeluznante tius quien, con el brillo de la demencia

34 Weird Tales de Lhork Al servicio del rey bailando en sus ojos y el odio deformando Los vikingos habían combatido toda la El silencio se hizo plomizo entre los su semblante se abalanzó sobre el de ma- noche contra los diferentes partidarios al dos hombres, ajenos a las amenazadoras nera inconsciente con un cuchillo que trono de los rajas, sin importarles quienes espadas y lanzas que se alzaban a sus es- había sacado bajo sus amplios ropajes. fueran, con tal de arribar hasta su barco, paldas. Donn Othna y Athelred mantuvie- Con silenciosa y terrible ferocidad, Donn pero al fin la fuerza del número de sus ron con firmeza sus respectivas miradas, Othna había vuelto a convertirse en un enemigos les había acorralado a escasos acariciando cada uno la empuñadura de su combativo luchador que ni daba ni pedía metros del embarcadero. arma. cuartel y aún menos ante la traición. Ahora, Athelred, con su rubia barba Allí se estaba dirimiendo algo más que Entonces, todo ocurrió como si hu- erizada por la furia, su hierático piloto el futuro de una ciudad. Se trataba de una biera sido el delirio de una mente febril. Hrothgar al lado y una escasa treintena de lucha primitiva, de dos hombres, dos El britano, con un par de elásticos vikingos formaban un cuadro épico y ate- lobos sanguinarios, cuyas respectivas pasos se acercó al cadáver del primate y rrador al tiempo que golpeaban con sus razas eran enemigas desde el alborear de con un seco tirón sacó la espada del vien- hachas y espadas los redondos escudos los tiempos y para quienes la sangre ver- tre de la bestia. Se giró con serenidad y incitando a sus enemigos al combate tida en mares de heladas aguas era más cuando Constantius llegó a su altura ciego mientras lanzaban puyas y entonaban can- importante que todas las coronas de los de furia babeante, le ensartó con su es- ciones de gloria y muerte. reyes. pada con un movimiento fulgurante. La A sus espaldas se balanceaba sobre las Por un momento pareció que celta y hoja atravesó el pecho del demente rajá y esmeraldas aguas del puerto el barco dra- sajón se abalanzarían el uno sobre el otro, la punta surgió entre sus omóplatos. gón, que apenas había sufrido daños de pero una fanfarria de trompetas y los gri- Donn Othna mantuvo la sorprendida consideración, pero ninguno de ellos pen- tos jubilosos de los guerreros de Nagdra- mirada de Constantius, que ante la inmi- saba en embarcar como así lo refrenda- gore a sus espaldas rompieron la tensión nencia de la muerte pareció recobrar por ban las satisfechas palabras que el jefe vi- del momento. unos instantes la lucidez perdida. El griego kingo dirigía a sus hombres con voz de Instintivamente, Donn Othna se alineó quiso decir algo, pero su boca se llenó trueno. al lado del sajón y alzó su espada mante- con una bocanada de sangre y se venció, —¡Hoy cantaremos canciones en el niendo el frente vikingo. Athelred no dijo ya inerte, sobre los anchos hombros del Valhalla y nos emborracharemos con nada pero un sordo gruñido de satisfac- celta mientras su muerta mano dejaba cuernos de espumosa cerveza e hidromiel ción brotó de su pecho al comprobar la caer el cuchillo que golpeo el suelo de al lado de los héroes! ¡Entonemos una maniobra del celta. manera sorda. canción de muerte para estos perros os- Los gritos habían ido cesando gradual- Donn Othna retiró con suavidad la es- curos! mente mientras hasta ellos se acercaba un pada del cuerpo de Constantius, que se Ya se cerraban las filas de los guerre- jinete montado en un nervioso semental desplomó a unos pasos junto a su bestial ros de Nagdragore para acometer con la negro. Al reconocer a quien montaba el engendro. En su mano diestra aún asía, embestida final cuando de entre sus filas caballo, Donn Othna hizo una seña tran- con una desesperación más allá de la surgió un apagado murmullo que fue cre- quilizadora al jefe sajón y avanzó unos muerte, la corona de Nagdragore. ciendo a medida que la las lanzas, espadas pasos fuera de las menguadas filas de los Ahora, un tremendo desaliento y y arcos se abatían abriendo un ancho pa- hombres del norte. vacío se apoderó del cuerpo del celta, que sillo por donde surgió la imponente figura El jinete llegó hasta el britano y desca- se apoyó en una de las columnas del gran de Donn Othna. balgó sin aparente temor alguno. salón y dejó vagar por unos instantes sus El celta empuñaba su gran espada en —¡Te saludo, príncipe Donn Othna! pensamientos mientras sus ojos se posa- una mano y sujetaba la corona de Nagdra- —habló con voz calmosa el rasjput. ban en la ensangrentada tiara de los ras- gore en la otra. Una extraña expresión —¡Salve, mi señor Nimbaydur Singh! jputs. cubría su rostro otorgándole una pétrea —contestó el celta de igual manera. Desde el exterior, los ruidos de la lucha dureza. —Vengo del palacio y he visto tu ras- y los gritos de los combatientes habían ce- Con firmes pasos llegó hasta las filas tro de destrucción y muerte. Me ha com- sado casi por completo y sólo el resplandor de los vikingos deteniéndose enfrente de placido hallar el cadáver del perro de lejano de las llamas de los incendios hacía Athelred. Constantius, muerto por tu mano sin relucir las piedras preciosas de la corona en —¡Por Thor! —gruño este bajando su duda, ya que observo en tu mano el más medio de la sombría soledad. escudo un tanto aunque sin dejar de em- preciado tesoro de mi pueblo. No niego puñar con fuerza su gran hacha— ¡Donn que me hubiera agradado hundir mi es- 11. “SUEÑOS DE IMPERIO” Othna!¡Te creíamos muerto por alguna pada en su negro pecho y hacerme mere- de las trampas de Constantius o con una cedor de la corona que ceñía el usurpa- daga en la espalda! dor.—explicó con mal disimulada Las pálidas luces del amanecer rompían —Poco faltó para que así fuera y aún decepción en la voz el noble por el este las sombras nocturnas de la más que dagas se ocultaban en las som- —Al final, su locura fue su perdición ciudad y sólo las columnas de humo de bras del palacio de Constantius— con- —sentenció con gravedad el celta. los incendios ya extinguidos o apunto de testó circunspecto el celta sin entrar en —Yo he matado al chacal de Anand consumirse ensombrecían el despertar de más detalles. Mulhar en su propio cubil, mientras tra- Nagdragore. —¿El griego ha muerto?—preguntó el taba de huir. Ahora, eres rajá de Nagdra- Sangrientos combates habían cubierto sajón mientras señalaba con su hacha la gore—habló Nimbaydur Singh señalando sus calles de muertos y la sangre había co- corona que el britano sostenía. la corona que Donn Othna mantenía su- rrido a raudales tiñendo de rojo carmesí —Por mi mano, en su propio Salón jeta— Y aunque nuestras tradiciones nos desde los palacios hasta las miserables ca- del Trono, víctima de su traidor compor- obligan a reconocerte como tal, ya que llejas. Príncipe contra príncipe, facción tamiento y de la locura que anidaba en su cada hombre es amo de lo que consigue contra facción, hombre contra hombre, alma como una retorcida serpiente —dijo por derecho de conquista y sangre, no es- se habían acuchillado con los fuegos de la con hastío en la voz. peres que mi pueblo guarde fidelidad a venganza y el odio ardiendo en los ojos. —¡Por Odín y Thor! Ahora eres rey otro bárbaro usurpador proveniente de Por último, todas las lanzas y espadas de esta ciudad de locos, pues posees su unas lejanas colinas del norte que nada convergieron sobre un reducido grupo de corona—sentenció Athelred sin darle significan para nosotros. Tú podrás sen- lobos del norte que, aún rotos, magulla- más importancia al hecho —¿Y bien, lu- tarte en el trono de Nagdragore pero te dos y sangrantes mantenían una firme charas a nuestro lado contra estos chaca- advierto que, más pronto o más tarde, la línea de acero y muerte ante ellos, como les o por el contrario habré de buscarte traición te acechara en las sombras y sur- así lo atestiguaban las pilas de cadáveres en el combate como enemigo para dirimir girán otros como Anand Mulhar. Por mi que se amontonaban ante a sus pies. nuestros ancestrales feudos de sangre? parte, no alzaré mi espada contra ti ampa-

Weird Tales de Lhork 35 Robert E. Howard y Eugenio Fraile

los muelles de Nagdragore. Nos habrían superado siempre cien a uno en el mejor de los casos. —Tal vez tengas razón, ¡pero que gran combate hubiera sido ese para hom- bres de nuestro temple!— masculló el sajón golpeando con fuerza la borda de la nave con su enorme mano brillándole los ojos con un ardiente odio ante la sola mención del nombre de su odiado ene- migo. Donn Othna no dijo nada aún cuando sus azules ojos centellearon de manera volcánica durante unos instantes, posando su vista en el horizonte donde la línea alargada de la costa se iba difuminando cada vez más. Athelred también guardó silencio si- guiendo la dirección de la mirada de su extraño aliado. —No se cual es el destino que me aguarda, pero estas aguas y estas costas están repletas de ciudades y misterios por conocer y ¿quien sabe?, quizás un hombre empuñando el acero que perteneció al gran Alejandro pueda abrirse camino entre un mar de sangre hacia los tronos Espadas vikingas. Museo Haithabu (Alemania) por conquistar —habló al fin el celta de Foto: Kees Huyser. manera pensativa acariciando la empuña- dura de su gran espada que parecía dor- rado en la traición pero te combatiré en Las espumosas olas lamían suavemente el mir en su vaina soñando quizás con algún los valles y las junglas hasta que consiga casco del barco dragón de Athelred imperio venidero. que un verdadero descendiente de los cuando este abandonó los alargados mue- Athelred esbozó un fiera mueca mos- verdaderos rasjputs se siente en el trono lles de Nagdragore con su bodega repleta trando su dentadura y exclamó lanzando de jade de Nagdragore. de provisiones y riquezas suficientes para una gran carcajada. —Así lo creo mi señor y esa actitud te contentar a la tripulación. Era el obsequio —¡Me gustará ver como lo consigues honra, pero aunque te confieso que he que Nimbaydur Singh les había otorgado y pienso que te harán falta unas cuantas soñado con mi propio reino, no será la en pago a sus servicios, aunque nadie du- espadas del norte como las nuestras que corona de esta ciudad la que ceñirá mis daba que la recompensa fuera también te allanen el camino! sienes— respondió con una risa amarga una clara invitación a abandonar cuanto Y se alejó a grandes zancadas mientras Donn Othna— Sé que el trono se tamba- antes la ciudad. reía despreocupadamente. learía ante mis pies ante las intrigas y mur- Ahora, los supervivientes, tras lamerse El velamen y los aparejos crujieron go- muraciones de los cortesanos y aún he de como lobos las heridas del combate, gru- zosamente, la proa del barco escindió las conquistar mi verdadero destino por la ñían y maldecían ante las voces destem- profundas aguas con firmeza y el viento fuerza de la espada ante un auténtico ad- pladas de su piloto Hrothgar inclinando entonó una canción que hablaba de impe- versario, no ante un infeliz loco como fue las anchas espaldas sobre los remos para rios que sólo Donn Othna, nacido en una Constantius, enfermo de temores y codi- alcanzar el mar abierto. choza de barro en una tierra brumosa y cia. ¡Tuya es, pues, la corona de Nagdra- En el altillo de proa, sintiendo el rít- salvaje pareció escuchar dentro de su gore! mico vaivén del barco bajo sus pies y el alma bárbara. Y tras estas palabras, el britano tendió viento azotando su curtido rostro, Donn sin dudar la tiara al asombrado rasjput Othna estiró los poderosos brazos como FIN quien la aceptó tras un momento de inde- un gran gato y llenó sus pulmones con el 11 de Agosto de 2007 cisión. aire fresco saboreando satisfecho el yodo —¡Pero nuestras tradiciones obligan y el salitre. a…..! —comenzó una débil protesta Nim- —¡Por Loki, Donn Othna, aún pienso baydur Singh que fue acallada por el jura- que debes de estar loco al renunciar a ser mento del celta. rey de una ciudad llena de riquezas como —¡A los Infiernos Helados con ellas! Nagdragore!—maldijo con su rudeza ha- ¡Prefiero navegar con los lobos de Athel- bitual Athelred acercándose hasta el. red antes que engordar y volverme loco —¿Por qué? ¿Porque no deseo enlo- en una jaula dorada! quecer y rodearme de enemigos ampara- Las risotadas del jefe sajón y sus hom- dos tras las sombras de un trono? ¡No, no bres a sus espaldas, mezcladas con los gri- tengo el menor deseo de morir con una tos de gozo de los habitantes de la ciudad, daga en la espalda y con la espada enmo- retumbaron como timbales en los oídos hecida en la vaina! —arguyó el celta— Donn Othna y el reciente y desconcer- Además, sabes bien que Nimbaydur Singh, tado rajá de Nagdragore. aunque hiciera honor a su palabra de no planear traición alguna en contra mía, no * * * iba a ayudarnos contra otros enemigos. Nuestra posición y recursos militares hu- La brisa del amanecer era suave y cá- bieran sido bastantes precarios sitiados en lida y arrastraba consigo un suave olor a la ciudad si por un infortunado golpe de salitre, tensando la vela de la nave vikinga. suerte Asgrimm el Anglo arribara hasta

36 Weird Tales de Lhork Al servicio del rey

NOTAS. POR EUGENIO FRAILE. de su región era demasiado numerosa. (6) Hengist: Ver Vortegirn. Howard juega con esta circunstancia (7) Cerdic: Hijo de Hengist, que junto a sus (1) Genserico: Rey de los Vándalos que dando a entender al lector que Athelred hermanos Octa y Ebisa, desembarcó en en el año 455 d.C invadió Italia y saqueó pudo haber sido uno de los capitanes que Britania al frente de trescientas naves, en la Roma durante el gobierno del emperador acompañaron a los dos hermanos en su tercera oleada de migraciones sajonas. Avito. primer desembarco pacífico en Britania. (8) Cestus: Los Cestus eran primitivos (2) Chalons: Localidad cercana a Troyes, Con ellos al frente, Vortegirn cruzó el rio guantes confeccionados con las crines de la antigua ciudad de Augustobona en la Humber, cerca de la muralla entre Deira los caballos o en su defecto con cuerdas Galia, donde se libró la batalla de Campus y Escocia ( la Muralla de Adriano) y se en- de esparto, con los cuales los gladiadores Mauricus o Campos Cataláunicos en el frentó a los pictos que, sorprendidos por del Circo Máximo de Roma se cubrían los año 451 d.C. la salvaje manera de luchar de los sajones, puños para practicar el antiguo Pankratio (3) Aetius: Robert E. Howard, en boca de sufrieron una sangrienta derrota. Maravi- o pugilato griego, antecesor del boxeo ac- su personaje Donn Othna, se refiere al llado con aquellos guerreros, Vortegirn tual que más adelante estructuraría el Consul Aecio (407 d.C), general de los “abrió” las puertas de Bretaña a más emi- Marqués de Quensbury como deporte de ejércitos del Emperador Valentiniano III graciones sajonas, que, desde Germania, caballeros. (425-455 d.C.).En la batalla de los Campus se instalaron en la región de Lindsey y (9) Durbar: Mercado Hindú. Mauricos (ver nota anterior) derrotó a Castrum Corrigiae (Kaercarrei). Vorte- (10) Otator: Encargado de marcar, con un Atila, rey de los Hunos, que moriría en el girn se casó con la hija de Hengist, Ron- mazo de madera sobre un tambor de piel de año 453. El Cónsul Aecio fue asesinado wen, a pesar de que el era cristiano y ella vaca tensada, la cadencia y ritmo de los re- por orden del emperador Valentiniano III la hija de un pagano y el caudillo sajón re- meros en las galeras romanas de combate. en el año 454 d.C. Un año después, el cibió a cambio la provincia de Cantia. Una (11) Jarl: Jefe guerrero vikingo. mismo emperador sería asesinado. tercera oleada de trescientas naves sajo- (12) Strandhugg: Término que utilizaban (4)Vortegirn: Rey britano del siglo Vd.C nas aumentó el poder de Hengist en Bri- los vikingos para referirse a un ataque ful- que, tras traicionar a sus aliados pictos y tania, y no tardó mucho tiempo en vol- minante por sorpresa, tomando rápida- temiendo que sus hermanos menores, verse contra Vortegirn. Los sajones se mente y por la fuerza bruta lo que encon- Aurelio Ambrosio y Úter Pendragon, el apoderaron de Londinum (Londres), Ebo- traban de valor, matando a aquellos que que fuera padre del futuro rey Arturo de racum (York), Lincoln y Güintonia, reti- se interpusiesen en su camino, incen- las leyendas, le disputaran el trono desde rándose Vortegirn a la región de Cam- diando las casas y desapareciendo con la el exilio, pactó en el año 449 d.C. con los bria, en la fortaleza de Ganarew. Con el misma rapidez con la que llegaban. tripulantes de tres naves de guerra fuer- paso del tiempo, su hijo Aurelio Ambro- temente armados que habían desembar- sio le daría muerte en el asedio al men- Bibliografía consultada: cado en Dorobernia, la actual Contuaria. cionado castillo.(Bibliografía. “Historia de “Enciclopedia de la Historia Universal”. Estos guerreros provenían de la región los Reyes de Britania”. Geoffrey de Mon- Editorial Espasa y Calpe. Madrid de Sajonia, en la Germania continental y mouth. Edición preparada por Luis Al- “Los Grandes Imperios y Civilizaciones” eran paganos adoradores del dios berto de Cuenca. Editora Nacional.1984.) Ediciones Sarpe .Madrid 1984. Woden o Wotan, la versión germanizada (5) Anglos: Tribus de raza germánica que “Historia de los Reyes de Britania”. Geof- del Odin escandinavo. Sus caudillos eran en el siglo VI d.C. se establecieron en In- frey de Monmouth. Editora Nacional. Madrid Hengist —a quien nombra Athelred du- glaterra. Eran enemigos declarados de los 1984. rante la historia escrita por Robert E. Jutos y Sajones, cuyos territorios fronte- “Vikingos en España”. Editor Historia y Howard— y su hermano Horsa, quienes rizos en el norte de Europa estaban en Vida .Barcelona 1968 siguiendo una ancestral costumbre sajona constante guerra entre sí. Entre los años “Ejércitos y Batallas: Los Vikingos, Tropas se habían exiliado junto con gran número 449 y 451 d.C. los anglos y los jutos des- de Elite.” Osprey Military. Ediciones del Prado de guerreros debido a que la población embarcaron en la Gran Bretaña. 1995.

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[email protected] Los «Smithos de Cthulhu» Oscar Mariscal

—¿Dónde está el “modelo de Pickman”? Nunca oí hablar de tus esculturas. —¿Los modelos? Los guardo en una mina abando- nada. (De una conversación entre Clark Ashton Smith y E. Hoffmann Price, 1934).

a bibliografía que aquí presentamos, está en parte basada en el completísimo índice de los L“Mitos de Cthulhu” preparado por Chris Ja- rocha-Ernst. Aquí están representados los ciclos más populares desarrollados por Clark Ashton Smith, las narraciones protagonizadas por el ar- tista Philip Hastane —cuyo primo, el escultor Cyprian Sincaul, ha realizado algunos intentos ba- nales de conseguir el horror y lo grotesco—, y los fragmentos de CAS que fueron posteriormente desarrollados por . No aparecen sin embargo, todos los cuentos, borradores o poe- mas, que conforman dichas series: nos limitamos a los relacionados con el “Cthulhuismo” de Smith, y no tanto por la mención de determinadas cria- turas o Grimoires, sino por abundar en esa atmós- fera onírica y paralizante de las mejores creacio- nes de H. P. Lovecraft; criterio por lo demás subjetivo —y por tanto discutible—, que hace au- mentar considerablemente la lista facilitada por el propio Smith.

1. HABLA EL SEÑOR DE AVEROIGNE

A los “Mitos de Cthulhu”, creo haber aportado tanto, como de ellos he tomado prestado. Tsathoggua y El Libro de Eibon son de mi propia invención, y fueron rápidamente utilizados por H. P. Lovecraft. A cambio, yo usé el Necronomicon, el cual, en su versión origi- nal en árabe, apareció en mi historia El Retorno del Brujo. Asimismo, incluí una cita del Necronomicon para encabezar otro de mis cuentos: Estirpe de la Cripta. Tsathoggua debutó en El Relato de Satampra Zeiros, y también le hice aparecer en La Puerta de Texto: Oscar Mariscal Saturno y Las Siete Pruebas. Ilustración: La Llegada del Gusano Blanco era, supuesta- J. Jesús Fernández mente, un capítulo del Libro de Eibon; y este libro figu-

38 Weird Tales de Lhork Los “smythos de Cthulhu” raba en el cuento Ubbo-Sathla y en La Santidad de Azederac, —precisamente, en este último se mencio- «Pero las huellas de Smith nan dos deidades lovecraftianas bajo los intencionada- mente alterados nombres de Iog-Sotot y Ktulhut—. en la obra de Lovecraft, El mismísimo Eibon participa abundantemente en La Puerta de Saturno. Todas los relatos mencionados van más allá de la simple anteriormente pueden en consecuencia ser, en mayor o menor medida, emparentados con los Mitos de Cthulhu. mención cortés de las ocu- (Clark Ashton Smith. 21 de Julio, 1953). rrencias del californiano. Respecto a mis cuentos del ciclo de Hyperbórea, se me antojan, con su atmósfera primordial, sus escena- Lovecraft admiraba la fan- rios prehistóricos y personajes alienígenas, etc., muy cercanos a los Mitos de Cthulhu, si bien la mayoría de tasía de Smith en todas sus ellos están escritos en un tono de humor grotesco que los diferencia enormemente de aquéllos. manifestaciones, incluida la (Clark Ashton Smith. Sin datos). pictórica (Textos tomados respectivamente de: Planets and Dimensions —Ed. Charles K. Wolfe. Mi- rage Press 1973—; y Necronomicon Press Cata- log 1998 —Necronomicon Press. Rhode Island, 1998—. Traducción de Óscar Mariscal). conservado por el sumo sacerdote de la Atlántida Klarkash-Ton... Fue excesivamente modesto Clark Ashton Pero las huellas de Smith en la obra de Love- Smith en las anteriores declaraciones, al evaluar, craft, van más allá de la simple mención cortés de veintitantos años después, su aportación a ese sub- las ocurrencias del californiano. Lovecraft admiraba género de la fantasía, fruto del “sincretismo de gé- la fantasía de Smith en todas sus manifestaciones, neros novelescos” que se practicaba en las publi- incluida la pictórica; precisamente, en el difuminado caciones populares de los años treinta, conocido y aterrador fondo de los dibujos de CAS, veía plas- como “Los Mitos de Cthulhu”: mado el contexto de sus propias pesadillas. De ahí Su Ubbo-Sathla —Lin Carter lo sitúa en su que Lovecraft introduzca en su obra al “Genio de trabajo H. P. Lovecraft: The Gods “a la dere- Auburn” como un personaje más, sin que desen- cha” de Azathot y Yog-Sothoth, y August tone entre tanta alusión pavorosa: ya como pintor Derleth lo convierte en “el Padre de Los Primi- de alucinantes paisajes extraterrestres —El Mo- genios”— es, según el “Génesis lovecraftiano”, el delo de Pickman—, ya como el iniciado atlante y origen de la vida en nuestro mundo: habitaba la nictálope Klarkash-Ton. Tierra antes de la llegada de los otros “Primige- Las últimas líneas de ficción escritas por el nios”, y regresará a ella cuando nadie más que él “Genio de Providence” estaban dedicadas a Smith: pueda revolcarse en el burbujeante lodo pos- el poema A Klarkash-Ton, Señor de Averoigne trero. Ha sido profusamente utilizado por autores (“un tributo que brotó de mi pluma hace unas sema- como Brian Lumley, Richard L. Tierney, nas, mientras revisaba algunas de las obras macabras Colin Wilson... de Smith”, decía Lovecraft de esta composición). Tsathogghua, grotesco y obeso ser de Sa- También August Derleth “explota” la figura del ex- turno, aludido constantemente en la saga de travagante artista de Long Valley: las chocantes es- Hyperbórea, aparece en cuentos de R. E. Ho- culturas de Clark Ashton Smith (...); deseaba alguna ward, A. W. Derleth, John Brunner, Robert pieza que fuera “diferente”, aunque, para mí, las de Borski y otros. Es sabido que Lovecraft corrigió Smith ofrecían tanta variedad como se pudiera desear, un cuento para un cliente desconocido sobre el meditaba un coleccionista de estatuillas repugnan- “dios—sapo”, que se extravió tras ser rechazado tes, en un relato del conocido fundador de Arkham por Weird Tales. House. Abhoth, “El Limo Negro”, una masa gris y he- dionda de la que constantemente surgen criaturas repugnantes que devora de inmediato; J. Ramsey 2. LOS PERGAMINOS DE KLARKASH-TON Campbell tiene especial predilección por este “diabólico charco viviente”. El Grimorio del mago hiperbóreo Eibon —Liber Remito al lector, cuando existe versión en caste- Ivonis ó Livre d’Ivon—, era bien conocido en la llano, a la edición que creo más difundida —en an- Francia medieval, y nunca falta cuando se pasa lista a tologías, revistas o sitios web: los textos canónicos de los Mitos. Utilizado por R. Bloch, Z. Bishop, Robert A. Lowndes y James A: Libros y Antologías: Lawson, por citar a algunos autores. Lovecraft usó el siniestro tomo en su revisión del cuento de A1: Los Mitos de Cthulhu (Alianza Editorial, Hazel Heald El Hombre de Piedra (Wonder Madrid 1969). Stories, Octubre de 1932). A2: Hyperbórea (Editorial EDAF, Madrid El reino subterráneo de N’Kai sirvió de es- 1978). cenario para el cuento de Zealia Bishop y H. P. Lo- A3: Zothique (Editorial EDAF, Madrid 1978). vecraft El Montículo (Weird Tales, Noviembre de A4: Relatos de los Mitos de Cthulhu 1 (Edi- 1940). En El Susurrador en la Oscuridad leemos: torial Bruguera, Madrid 1978). De N’Kai, vino el terrible Tsathogghua... ya se sabe, la A5: Legados Macabros (Editorial Lidium, amorfa y repelente deidad con aspecto de sapo que se Buenos Aires 1981). menciona en los Manuscritos Pnakoticos, en el Ne- A6: Los Mundos Perdidos (Editorial EDAF, cronomicon y en el ciclo mitológico de Commoriom, Madrid 1991).

Weird Tales de Lhork 39 Oscar Mariscal

Atlantis-Poseidonis:

El Último Hechizo —The Last Incantation— (Weird Tales, Junio de 1930). Inc. en A6. Un Viaje a Sfanomoë —A Voyage to Sfano- moe— (Weird Tales, Agosto de 1931). Inc. en A6. A Vintage from Atlantis (Weird Tales, Sep- tiembre de 1931). La Muerte de Malygris —The Death of Malygris— (Weird Tales, Abril de 1934). Inc. en A6. La Sombra Doble —The Double Shadow— (The Double Shadow and Other , 1933): Menciona Atlantis, Poseidonis, Malygris, Thule, Mu, Lemuria y los Hombres Serpiente creados por Ro- bert E. Howard. Inc. en A6.

Ciclo de Commorión & Tsathoggua:

El Relato de Satampra Zeiros —The Tale of Satampra Zeiros— (Weird Tales, Noviembre de 1931): Menciona Lemuria, Abhoth (El Limo Negro), La Sibila Blanca. Inc. en A2. La Puerta de Saturno —The Door to Sa- turn— (Strange Stories, Enero de 1932): Menciona B: Revistas y Fanzines: Cykranosh, Eibon, Zhothaqqah (Tsathoggua), Mhu Thulan, Hziulquoigmnzhah, Bhlemphroims, Djhen- B1: Nueva Dimensión. quomh. Inc. en A2. B2: Historias para No Dormir. El Extraño Caso de Avoosl Wuthoqquan B3: Weird Tales de Lhork. —The Weird of Avoosl Wuthoqquan— (Weird Tales, Junio de 1932). Inc. en A2. C: Sitios Web: El Testamento de Athammaus —The Testament of Athammaus— (Weird Tales, Octu- C1: The Eldritch Dark (www.eldritchdark.com). bre de 1932): Menciona a los Voormis, Atlantis, Mu, Mhu Thulan. Inc. en A2. Averoigne: El Demonio de Hielo —The Ice-Demon— (Weird Tales, Abril de 1933): Menciona a Mhu El Final de la Historia —The End of the Thulan, Oggon-Zhai. Inc. en A2. Story— (Weird Tales, Mayo de 1930). Inc. en A6. La Musa de Hiperbórea —The Muse of Una Cita en Averoigne —A Rendezvous in Hyperborea— (The Fantasy Fan, Junio de 1934). Averoigne— (Weird Tales, Abril de 1931). Inc. en Inc. en A2. A6. Las Siete Pruebas —The Seven Geases— The Satyr (La Paree Stories, Julio de 1931): (Weird Tales, Octubre de 1934): Menciona a Ab- Menciona sátiros, faunos... . hoth, Atlach-Nacha, Haon-Dor, Hombres Ser- El Escultor de Gárgolas —The Maker of Gar- piente, el monte Voormithadreth, Los Grandes goyles— (Weird Tales, Agosto de 1932). Inc. en C1. Antiguos, Los Dioses Arquetípicos, Voormis, Las Mandrágoras —The Mandrakes— Haon-Dor. Inc. en A2. (Weird Tales, Febrero de 1933): Menciona a Giles La Sibila Blanca —The White Sybil— Garnier, licántropo del Siglo XVI, protagonista del (Science Booklet 1): Menciona a la Sibila Blanca, cuento de El Lobo De San Bon- Mhu Thulan, Mu. Inc. en A2. not. Inc. en C1. La Llegada del Gusano Blanco —The Co- The Beast of Averoigne (Weird Tales, ming of the White Worm— (Stirring Science Sto- Mayo de 1933): Menciona Santa Zenobia, Hiperbó- ries, Abril de 1941): Menciona a Eibon, Evagh, Mhu rea, Eibon, Atlantis. Existe una versión alternativa. Thulan, los exorcismos de Pnom, Rlim Shaikorth, La Santidad de Azederac —The Holiness Los Grandes Antiguos. Existe una versión alterna- of Azederac— (Weird Tales, Noviembre de 1933): tiva. Inc. en A2. Menciona Averoigne, Tsathoggua, Iog—Sotôt, El Árbol Genealógico de los Dioses —The Dagon, Los Grandes Antiguos, Eibon, el Libro de Family Tree of the Gods— (The Acolyte, 1944): Eibon, el culto de los Druidas. Inc. en A6. Menciona a Azathoth, Hziulquoigmnzhah, Ghiz- El Coloso de Ylourgne —The Colossus of guth, Cxaxukluth, Knygathin Zhaum, Voormis, Ylourgne— (Weird Tales, Junio de 1934): Men- Cthulhu, Zstylzhemgni, Yuggoth, Cykranosh, ciona a Gaspard du Nord, Iglesia de Santa Zenobia. N’Kai, Yoth, K’n—yan, Zoth, Zvilpogghua, los Inc. en A6. exorcismos de Pnom, Pánfilo de Zamacona y La Exhumación de Venus —The Disenter- Núñez —creado por H. P. Lovecraft y Z. Bishop ment of Venus— (Weird Tales, Julio de 1934). Inc. para el cuento El Montículo). Este pandemónium en C1. de personajes de los Mitos y de algunas sagas de La Madre de los Sapos —Mother of CAS, fue publicado en el pionero fanzine de Fran- Toads— (Weird Tales, Julio de 1938). Inc. en C1. cis Laney. Inc. en C1. La Hechicera de Sylaire —The Enchantress El Robo de los Treinta y Nueve Cinturo- of Sylaire— (Weird Tales, Julio de 1941): Menciona nes —The Theft of Thirty-Nine Girdles, también: el culto de los Druidas, Sephora, licantropía. Inc. en The Power of Hyperborea— (Saturn Science Fic- C1. tion and Fantasy, Marzo de 1958): Menciona a Sa- tampra Zeiros, Uzuldaroum, Leniqua. Inc. en A2.

40 Weird Tales de Lhork Los “smythos de Cthulhu”

El Planeta Xiccarph:

El Laberinto de Maal Dweb —The Maze of Maal Dweb, también: The Maze of the Enchanter— (The Double Shadow and Other Fantasies, 1933). Inc. en B1: nº 76. Las Mujeres Flor —The Flower-Women— (Weird Tales, Mayo de 1935): Menciona a Maal Dweb, Athlé, Mornoth, Ulassa. Inc. en B1: nº 76.

El Planeta Marte:

Las Criptas de Yoh-Vombis —The Vaults of Yoh-Vombis— (Weird Tales, Mayo de 1932): Menciona a los aihais, los Nigrománticos, sangui- juelas marcianas. Inc. en A6. El Habitante de la Sima —The Dweller in the Gulf, también: Dweller in Martian Depths— (Wonder Stories, Marzo de 1933): Menciona a los aihais, Yorhis. Inc. en A6. Vulthoom, Weird Tales, Septiembre de 1935: Menciona a los aihais, Ignarh—Vath.

Zothique, El Último Continente:

El Imperio de los Nigromantes —The Em- pire of the Necromancers— (Weird Tales, Sep- tiembre de 1932): Menciona Naat, Cincor, Tina- rath. Inc. en A3. La Isla de los Torturadores —The Isle of the Torturers— (Weird Tales, Marzo de 1933): Menciona Yoros, La Muerte Plateada, Achernar. Inc. en A3. El Viaje del Rey Eurovan —The Voyage of King Euvoran— (The Double Shadow and Other Fantasies, 1933): Menciona Ustaim, Sotar, Xylac, Tosk. Inc. en A3. El Tejedor de la Tumba —The Weaver in the Vault— (Weird Tales, Enero de 1934): Men- ciona a Lunalia de Xylac, el Tejedor de la sima, Chaon Gacca, Zhul-Bha—Shair. Inc. en A3. La Magia de Ulua —The Witchcraft of Ulua— (Weird Tales, Febrero de 1934): Menciona a Lunalia de Xylac. Inc. en A3. The Charnel God (Weird Tales, Marzo de 1934): Menciona Gules, Yoros, Zhul—Bha—Shair, Mordiggian. El Fruto de la Tumba —The Tomb- La Muerte de Ilalotha —The Death of Ilalo- Spawn— (Weird Tales, Mayo de 1934): Menciona tha— (Weird Tales, Septiembre de 1937): Menciona Yoros, Cincor, Ustaim, Nioth Korghai. Inc. en A3. la Letanía a Thasaidon de Ludar, Tassun. Inc. en A3. El Ídolo Oscuro —The Dark Eidolon— El Jardín de Adompha —The Garden of (Weird Tales, Enero de 1935): Menciona Xylac, Adompha— (Weird Tales, Abril de 1938): Men- Thassaidon, Hiperbórea, Mu, Poseidonis, Tasuun, ciona Sotar, Ludar, la Letanía a Thasaidon de Ludar. Yoros, Zul-Bha-Sair, Xeethra, Naat, Thamogorgos. Inc. en A3. Inc. en A3. El Amo de los Cangrejos —The Master of El Último Jeroglífico —The Last Hie- the Crabs— (Weird Tales, Marzo de 1948): Men- roglyph— (Weird Tales, Abril de 1935): Menciona ciona Naat, Iribos, Dedaim, Basatan. Inc. en A3. Vergama, Xylac, Yoros, Zul-Bha-Sair, Ummaos. Inc. Morthylla —Morthylla— (Weird Tales, Mayo en A3. Y su prefacio inédito: In the Book of Ver- de 1953): Menciona Lamias. Inc. en A3. gama. The Treader of the Dust (Weird Tales, Aventuras de Philip Hastane: Agosto de 1935): Menciona a Carnemagos, el tes- tamento de Carnemagos, Quachil Uttaos. La Ciudad de la Llama que Canta —The Xeethra —Xeethra— (Weird Tales, Diciem- City of the Singing Flame— (Wonder Stories, Enero bre de 1936): Menciona a Carnamagos, el testa- de 1931): Menciona a Giles Angarth. Inc. en A6. mento de Carnamagos, Sha-Karag. Inc. en A3. Los Cazadores del Más Allá —The Hunters El Abad Negro de Puthuum —The Black from Beyond— (Strange Tales, Octubre de 1932): Abbot of Puthuum— (Weird Tales, Marzo de Menciona al escultor Cyprian Sincaul, primo de 1936). Inc. en A3. Hastane. Inc. en B2: Vol. III, nº 4. Nigromancia en Naat —Necromancy en El Devoto del Mal —The Devotee of Evil— Naat— (Weird Tales, Junio de 1936): Menciona (The Double Shadow and Other Fantasies, 1933). Sha—Karag, Xylac. Inc. en A3. Inc. en A6.

Weird Tales de Lhork 41 Oscar Mariscal

The Rebirth of the Flame (Esbozo): Men- The Feaster from the Stars (Crypt of ciona a Giles Angarth. Cthulhu 26, 1984): Menciona a Zvilpogghua. Papyrus of the Dark Wisdom (Crypt of Miscelánea: Cthulhu 54, 1988): Menciona el Libro de Eibon, Cthulhu, los Profundos, Ubbo-Sathla, Pnakotis, El Retorno del Brujo —The Return of the Sor- Shoggoths, La Semilla Estelar de Cthulhu, Los cerer— (Strange Tales, Septiembre de 1931): Men- Grandes Antiguos, La Raza de los Pólipos, La Gran ciona el Necronomicon (Al Azif), Gules. Inc. en A4. Raza Yith, Ghatanothoa, Ythogtha, Zoth-Ommog. Estirpe de la Cripta —The Nameless Offs- pring— (Strange Tales, Junio de 1932): Menciona el Necronomicon, Abdul Alhazred. Inc. en A1. Ubbo—Sathla —Ubbo—Sathla— (Weird Tales, Julio de 1933): Menciona a Tsathoggua (Zho- thaqqua), Yog-Sothoth (Yok-Zothoth), Cthulhu (Kthulhut), Hyperbórea, el Libro de Eibon, el Ne- cronomicon, Zon Mezzamalech, Mhu Thulan, Los Dioses Mayores, el Cristal de Zon Mezzamalech, Hombres Serpiente. Inc. en A4. El Jardín y la Tumba —The Garden and the Tomb— (Poema): Menciona reptiles necrófagos. Inc. en B3: nº 27. The Ghoul (The Fantasy Fan, Enero de 1934): Menciona a Vathek. Lin Carter lo considera como un fragmento del Necronomicon; basado en una carta de Lovecraft a CAS del 18 de Noviembre de 1930. No fue el único intento de Smith de conec- tar sus Mitos con el Vathek de William Beck- ford: ver la continuación del inacabado tercer epi- sodio de Vathek —Historia de la Princesa Zulkäis y el Príncipe Kalilah— publicada por Val- demar. The Infernal Star (Fragmento): Menciona Atlantis, Poseidonis, Averoigne, Hyperbórea, Zo- thique, Cimmeria, Avalzant, Carnamagos, Hali, Lomar, Mhu Thulan, Mordiggian, Vermazbor, Yamil Zacra. Este relato mezcla muchos de los ciclos fan- tásticos de Clark Ashton Smith, con el Necrono- micon de Lovecraft y el profeta Hali de Ambrose Bierce. I Am a Witch (Esbozo): Menciona la ciudad de Arkham.

Clark Ashton Smith y Lin Carter:

En 1973, la revista Weird Tales renace bajo la tutela del entusiasta Sam Moskowitz; aunque problemas económicos y de tiempo, por parte de Moskowitz, limitaron la nueva etapa a cuatro nú- meros. Si la mítica revista volvía a llenar los quios- cos de buena fantasía siniestra, qué mejor que in- vocar la presencia de los autores más emblemáticos de su época dorada. El encargado de la exhumación literaria fue el conocido “nigro- mante” y “hurga-carpetas” Lin Carter, que par- tiendo de fragmentos y borradores dejados por CAS sobre el mago hiperbóreo Eibon, elaboró ocho relatos en la mejor tradición de los “Smythos de Cthulhu”.

The Double Tower (Weird Tales, 1973): Menciona a Eibon, Hombres Serpiente, Zloigm. La Última Abominación —The Utmost Abomination— (Weird Tales, 1973): Menciona Hombres Serpiente. Inc. en A5. The Scroll of Morloc (Fantastic, 1975): Men- ciona a Gnoph—keh, Rhan—Tegoth, Tsathoggua, Voormis. The Stairs en the Crypt (Fantastic, 1976): Menciona a Nyogtha, Gules. The Light from the Pole (Weird Tales, 1980): Menciona a Aphoom Zhah, Rlim Shaikorth. The Descent into the Abyss (Weird Tales, 1981): Menciona a Haon´-Dor.

42 Weird Tales de Lhork La Luna del LOBISHOME Eugenio Fraile

“Tras la intriga descubierta en la Villa y Corte de Madrid junto al hidalgo Miguel de Cervantes(1), Bastián de Quintana es ascendido al grado de cabo (2) por los méritos con- traídos en tal meritoria acción y la recomendación personal del propio Cervantes ante el Maestre de los Tercios, don Luis de Requeséns. Siendo ya soldado de confianza, cabalga por petición del Maestre hacia Galicia, lle- vando unas cartas particulares antes de embarcar hacia Italia con su Tercio y marchar por el llamado “Camino Español o Italiano”. (3) Más los bosques gallegos son oscuros y profundos al anochecer y aún guardan anti- guas maldiciones y extraños seres...”

1. LA MEIGA DEL BOSQUE

l crepúsculo de un día otoñal, lluvioso y desapacible, comenzaba a extender sus alargadas sombras por las faldas de unas bajas colinas salpicadas de verdes bosques Eque ahora, con la caída de la noche, iban tornándose oscuros y amenazantes. Siguiendo el tortuoso sendero que remontaba la agitada corriente de un arroyo de gélidas aguas y en cuyos márgenes el ramaje de los árboles formaba una cerrada te- chumbre natural que hacía aún más negra la noche, avanzaba un jinete de figura delgada. De fuerte constitución, se protegía de la densa lluvia que caía envuelto en una capa de gruesa tela marrón de las conocidas por el nombre de herreruzas. Cubría su cabeza con un sencillo sombrero de fieltro negro de copa baja y ala ancha, donde destacaba la orgullosa pluma roja de los soldados españoles de los Ter- cios. Todo el chapeo chorreaba finos canalillos de agua por sus bordes. Una larga y flexible espada toledana de cazoleta calada, repujada en plata, reposaba en una funda unida al tahalí que se sujetaba a un talabarte (4) de cuero encima de sus caderas. Sus azules ojos escudriñaban con atención, en la creciente oscuridad, el estrecho camino que seguía mientras murmuraba palabras tranquilizadoras a su montura. Guiaba a esta con firmeza mediante las riendas que sostenía con sus manos enguan- tadas, evitando que las patas del animal pudieran resbalar o hundirse en los traicioneros charcos y hoyos que jalonaban la senda. Las gotas de lluvia, convertida ya en tormenta desatada, repicaban con fuerza sobre el viajero y su caballo En el momento en que dejaba atrás una revuelta del camino, coincidiendo con el resplandor que prestaban los relámpagos en las alturas, se topó con una encrucijada donde la trocha se bifurcaba en dos. Un obstáculo inesperado ante el hizo que refrenara las riendas del caballo. Llevó con inusual rapidez su mano diestra a la empuñadura de la espada bajo la em- papada capa. Texto: Eugenio Fraile Pasado el primer sobresalto, el jinete pudo ver entre la cortina de lluvia que lo que Foto: se alzaba ante el a un lado de la senda, medio oculto por la vegetación, era un ancho Dave Wicks bloque rectangular de piedra negra cuarteada que se diría hubiera servido como altar o similar en tiempos pasados.

Weird Tales de Lhork 43 Eugenio Fraile

nete descabalgaba y se acercaba a ella con «¡Estos bosques, estas aguas, las pasos elásticos. —¿Acaso tenéis miedo de una mujer, bestias que habitan en sus pro- armado como estáis?— preguntó esta a su vez con una voz profunda y susurrante. fundidades han visto caminar a —No, pero la noche no invita a juegos y podría haberos tomado por un saltea- los Dioses Antiguos por estas dor de caminos—gruñó el hombre—Pero decidme, ¿qué hacéis por estos parajes tierras! ¡Por mis venas corre la tan solitarios, a estas horas de la noche y con este tiempo de perros? roja esencia de los druidas cel- —Buscaba hierbas para hacer emplas- tos, remedios para las fiebres…y conjuros tas que tanto atemorizaban a las de amor. Soy una bruxa o meiga(7) si os asusta menos llamarme así. ¿No lo habéis legiones de Roma! notado?—contestó burlona la joven mien- tras sus dedos se deslizaban suavemente por los labios de su interlocutor. —¡Dejad las burlas ya señora, pues soy soldado del rey y si alguien os escu- chara hablar de tal manera pensaría que La maciza base en la cual se sustentaba Ahora sí, con la celeridad innata del sois un bruja en verdad!¡Y la Santa Inqui- mostraba, medio borrados por la destruc- hombre de armas, el joven desenvainó la sición no entiende de comedias y saine- tora acción del tiempo y la intemperie, acerada espada que portaba al tiempo que tes¡ —habló irritado éste apartándose un unos agrietados símbolos o letras desco- sujetaba con fuerza las riendas de su caba- par de pasos y volviendo a alzar a medias nocidas que el viajero pensó en un princi- llo que había retrocedido asustado. A la su espada bajo la constante lluvia. pio que serían palabras de latín pero que luz de un largo relámpago pudo vislum- Un helado viento sopló por entre las al observarlos más de cerca no supo des- brar una figura encapuchada que surgió copas de los árboles, agitando sus ramas cifrar, aunque le parecieron de origen pa- entonces de detrás del árbol. como brazos descarnados que quisieran gano. Con un aire indolente se apoyó en el arrastrarlos a la oscuridad de la noche. En Entre las hendiduras de la carcomida mismo mientras volvía a reírse suave- aquel punto de la conversación, las pala- piedra crecían algunos zarcillos silvestres mente. bras de la mujer se tornaron frías y ame- y enredaderas, mientras el moho cubría El viajero extendió su espada frente a nazantes, mientras sus rasgos se crispaban con una fina pátina toda la estructura, él, tan cerca de aquella inesperada apari- furiosos y alzaba el rostro hacia el negro dándole un aspecto de ancestral vetustez. ción que la punta del acero rozaba el cu- y lluvioso cielo. Dominando aún la cabecera del pé- bierto pecho del desconocido. —¡Esos hipócritas fanáticos quedan treo bloque, se podía ver, inclinada hacia —¡Por mi vida que si no mostráis las muy lejos de aquí! ¡Estos bosques, estas un lado por efectos del paso del tiempo, manos y el rostro de inmediato os atrave- aguas, las bestias que habitan en sus pro- una desgastada estela que mostraba cince- saré de parte a parte!— amenazó con fir- fundidades han visto caminar a los Dioses lada la figura antropomórfica de un rostro meza. Antiguos por estas tierras! ¡Por mis venas humano de cruel expresión, con orejas y Una vez más, el desconocido volvió a corre la roja esencia de los druidas celtas cuernos de ciervo que adornaba su cuello reírse esta vez con tono burlón, cómo si que tanto atemorizaban a las legiones de con un torque (5) y a cuyos pies se enros- aquella situación fuera de su agrado y tras Roma! ¡El águila romana intentó aplastar caba una serpiente con cabeza de car- apartarse unos pasos de la hoja que se el culto al muérdago y la encina sagrada nero. mantenía inamovible frente a el, se descu- bajo sus claveteadas sandalias y nunca lo El jinete no pudo menos que musitar brió de la capucha al tiempo que abría su consiguió! ¿Creéis, por tanto, que me un sagrado juramento al notar el leve es- capa mostrando, bajo un sencillo vestido asustan esos verdugos con sus negras so- tremecimiento en su piel, pensando en los de tela marrón con adornos de blanca tanas y letanías llorosas? ¡Ni vos ni vuestra terribles y oscuros secretos que pudiera lana, un cuerpo delgado, de turgentes for- espada serías capaz de lograr llevarme a la guardar aquella imagen de olvidados tiem- mas y el rostro de… ¡una mujer joven! hoguera! —sentenció desafiante la joven. pos paganos. Su piel era pálida, con una larga me- —No tengo especial simpatía por el Algo en su interior le decía con toda lena negra de cabellos rizados que le caían Santo Oficio, pero soy un soldado y como seguridad que aquello había servido como libres en cascada sobre los hombros y en tal, estoy obligado a mantener el orden y lugar adoratorio o sacrificial de alguno de su cara, de rasgos sensuales, destacaban las leyes en nombre del rey allá donde los dioses paganos que habían adorado los dos ojos negros de mirada intensa y unos fuere —arguyó el viajero tratando de pueblos de la península antes de la llegada labios húmedos y carnosos. Su físico ema- mostrarse contemporizador ante el arre- de las legiones de Roma y el posterior ad- naba un halo salvaje, que se incrementaba bato de ira que acababa de presenciar. venimiento del cristianismo. (6) en la manera profunda del respirar de su —¿Y este… soldado, tiene un nom- Tras un último vistazo al altar el jinete pecho, como si algo indómito y animal en- bre? —inquirió la joven no pareciendo prosiguió su precavida marcha por la volviera toda su voluptuosa feminidad. estar demasiado impresionada por la ad- senda que parecía perderse en la profun- Por un momento la sorpresa paralizó vertencia, frunciendo con un ligero mohín didad del bosque. La lluviosa noche había al jinete, atrapado de manera hipnótica de aparente desdén sus labios. caído al fin y la oscuridad era tal que el ji- por los ojos de la mujer, pero repuesto al —Me llamo Bastián de Quintana, cabo nete se cuestionaba seriamente el buscar fin de la visión, tras jurar de forma queda, en el Tercio Viejo de Nápoles. Y vos, un cobijo lo más resguardado posible para bajó su espada aunque no por ello dejo de ¿cómo os llamáis? él y su agotada montura hasta que amane- estar alerta mientras hablaba con grave- —Se me conoce como Arduina. Un ciera para continuar su viaje. dad a la joven. nombre antaño temido y respetado por Ya sus ojos escudriñaban a su alrede- —¿No os han dicho, señora, que gas- estas tierras —contestó de manera orgu- dor dispuesto a desmontar cuando, en tar chanzas de aparecidos en medio de la llosa. (8) medio del tronar del agua, alcanzó a escu- noche podría traeros malas consecuen- —Sois demasiado joven y bella para char una risa gutural tras el grueso tronco cias? temeros —se burló con suavidad Bas- de un roble que se alzaba a un lado del ca- De nuevo, volvió a escucharse con tián— pero si debiéramos el temer empa- mino. desenfado la risa femenina mientras el ji- parnos más y enfermar bajo esta lluvia y el

44 Weird Tales de Lhork La luna del lobishome frío de la noche. ¿Podríais indicarme por 2. LA GUARIDA DE LA BESTIA De una de ellas sacó una pistola de tanto el camino hasta la aldea más cer- mecha y pólvora negra que remetió en su cana? Me temo que en la oscuridad de La lluvia había cesado y ahora un molesto cinturón de cuero de hebilla metálica. este bosque he errado el camino —inqui- viento frío barría las oscuras nubes que Junto a la pesada daga vizcaína que por- rió Bastián arrebujándose en su capa. encapotaban el cielo nocturno, dejando taba en el costado izquierdo, en el lado —La aldea más cercana se halla al otro ver a trozos una desvaída luna. Las esca- contrario del tahalí, se balanceaba suave- lado del bosque, siguiendo la senda que se sas estrellas que podían atisbarse titilaban mente en su funda la fina espada toledana abre a la derecha del camino principal, en de forma mortecina y aislada en lo alto. de cazoleta y gavilanes plateados. la bifurcación del antiguo altar que sin Bastian de Quintana detuvo su caballo Tras un último vistazo a su montura duda dejasteis atrás. Pero son casi dos le- en un pequeño claro de hierba rala que se que parecía estar inquieta en aquel lugar guas (9) de mal camino—explicó Arduina abría delante de el, justo donde acababa el desconocido, dirigió sus pasos hacia la acariciando el cuello del caballo mientras sendero cubierto de sombras por el cual casa. este emitía un corto relincho de nervio- le había guiado Arduina. Empujó la pesada puerta de entrada y sismo reculando ante la caricia de la Ningún sonido rompía la inquietante se encontró en una estancia amplia aun- joven—Además, el miedo atenaza a sus quietud de aquel lugar. Retorcidos toco- que destartalada, donde destacaba en su habitantes y dudo mucho que os ofrecie- nes de árboles muertos surgían desde la centro una amplia y tosca mesa de ma- ran alojamiento y comida una vez que ha tierra como lápidas podridas, creando el dera rodeada de varias banquetas. A la luz anochecido. aspecto de un lúgubre cementerio entre de varios velones de cera humeante, Bas- —¿Miedo? ¿A qué? —demandó sor- la sombría floresta que rodeaba el en- tián distinguió más allá de las sombras una prendido Bastián. torno. habitación más pequeña donde se alzaba —No a que, sino a quien—contestó la Antes de que el soldado pudiera des- un camastro con un colchón de paja cu- mujer—Son campesinos, gente inculta y cabalgar, la joven, de un ágil salto, ya se bierto de pieles. temerosa de todo aquello que les rodea y encontraba a pie y le señalaba con su Arduina ya había encendido para en- desconocen. Dicen que ha desaparecido mano diestra al frente mientras caminaba tonces el fuego de la lumbre de piedra ins- ganado y varios niños y mujeres en este delante de el con paso rápido. talada en el hueco de una de las paredes. bosque en los últimos tiempos. Frente a ellos, se alzaba la inquietante En el centro del lagar hervía un cal- —¿Salteadores? —murmuró Bastián estructura de una sola planta de un tosco dero de negro hierro forjado donde se con furia mal contenida en su tono. caserón de granítica piedra techado con calentaba algún tipo de guiso a tenor del —No se sabe de modo cierto. Sólo se tejas y lajas de ennegrecida pizarra. En la olor que se desprendía de su interior. han hallado restos de sus ropas ensan- deslucida fachada, recubierta por hiedras A la fluctuante luz que prestaban las grentadas y despedazadas; y en susurros, y enredaderas de aspecto venenoso y re- llamas de la hoguera Bastián recorrió con los pastores y labriegos hablan de que en pulsivo, una media docena de pequeñas su vista, de manera inquisitiva, la inquie- estas florestas habita un ser convocado ventanas de agrietados y opacos cristales tante decoración que presentaban las pa- por la brujería desde los infiernos para reforzadas con gruesos barrotes de ma- redes de la casa. Sobre las mismas se su- devorarlos a todos, un lobishome —con- dera le daban la apariencia de un dormido jetaban, colgados de ganchos metálicos, cluyó Arduina con desprecio.(10) ogro de múltiples ojos. los cuerpos resecos de animales de varia- —¿Un lobishome? ¿Qué clase de cria- Destacaba en el basto conjunto arqui- dos tamaños. tura es esa? tectónico la pesada puerta principal de Lechuzas de grandes ojos muertos y —¡Oh, un hombre que bajo el influjo madera. Esta se hallaba reforzada con serpientes de viscoso aspecto acompaña- de la luna llena se convierte en lobo por gruesos herrajes metálicos enmohecidos ban a un zorro de pelaje erizado y a un los graves pecados cometidos en esta u por la intemperie. A un lado del descui- águila de alas extendidas y curvado pico. otra vida pasada o por una maldición de dado edificio, se alzaba el pétreo brocal Estos dos últimos se enfrentaban a las ca- los seres de la noche!—explicó Arduina de un pozo así como un cobertizo que bezas alineadas, un poco más allá, de un con la aparente ingenuidad que podría bien pudiera servir como cuadra, aunque ciervo de astada cornamenta, un jabalí de poner una niña a un cuento. vacío ahora de animales de labor. retorcidos colmillos, un lobo de afilados —¡Leyendas de negra brujería!—escu- Un silencio amenazador parecía flotar dientes y un poderoso oso de fauces ru- pió asqueado las palabras Bastían—¿Y si de manera siniestra sobre la solitaria gientes. así fuera, no os da miedo andar sola por construcción, sensación acrecentada por Bastián sintió un regusto amargo en su estos bosques en mitad de la noche? hallarse en medio de la oscura floresta. boca al pensar que aquella casa guardaba —¿Olvidáis acaso que soy una La voz de Arduina rompió el desagra- más semejanza con la guarida de una bes- meiga?—se rió Arduina—Yo creo que son dable embrujo del momento. tia ansiosa de cacerías que al refugio de sólo lobos hambrientos los que merodean —Vuestro caballo puede acomodarse personas. por estos bosques. Además, ahora cuento en el cobertizo, ahí estará bien—dijo, se- —Sentaos y enseguida podréis comer con la protección de vuestra espada. ñalando con la cabeza, mientras abría la algo— dijo Arduina sacando de su abs- Acompañadme pues a mi casa si lo des- puerta de la casa girando un tirador de tracción al joven, colocando sobre la eáis, que no queda lejos de aquí y así po- oxidado metal y penetraba en su oscuro mesa una jarra de vino y una hogaza de dréis calentaros ante el fuego mientras re- interior. pan moreno, así como un trozo de queso ponéis fuerzas. Podréis hacer noche hasta Bastián descabalgó y llevando al ani- y una cuchara de madera, que sacó de una que amanezca y sigáis vuestro camino…sin mal de las riendas lo instaló en el destar- alacena cercana. peligro alguno, de hombres o lobos. talado lugar, por cuyo techo lleno de —Os agradezco las molestias—con- Bastián observó por unos momentos grietas y agujeros se filtraba algo de la es- testó el soldado acomodándose en uno con desconfianza a la mujer. Pero hombre casa claridad del exterior. Un agrio olor de los taburetes cercanos a la lumbre, de decisiones rápidas, aceptó la invitación punzante flotaba en su interior, como si despojándose de la empapada capa que que se le hacía asintiendo con un ligero se tratara de una mezcla indefinible de dejo a un lado, aunque teniendo bien a movimiento de cabeza y una sensación de aromas. A pesar de aquella incomoda mano el resto de sus armas— desasosiego en el interior de su cuerpo, sensación que flotaba en el ambiente, ten- Por toda respuesta la mujer volvió a como si algo o alguien le estuviera ace- dría que servir como cuadra improvisada reír, burlona, cimbreando el talle de ma- chando oculto en la densa floresta. por aquella noche. Tras quitar la silla de nera sinuosa. Y mientras ayudaba a montar a la montar al caballo y tranquilizarle con —¿Habéis cazado vos a estos anima- mujer en su caballo, no dejó de notar la unas palmadas en el mojado cuello, puso les?—preguntó Bastián para romper el in- enigmática entonación con la cual la joven delante de este algo de paja que encontró cómodo momento, tomando un sorbo de había envuelto sus últimas palabras, mitad en un rincón, junto al grano que llevaba áspero vino y señalando las piezas de las desafío, mitad advertencia. en sus alforjas. paredes.

Weird Tales de Lhork 45 Eugenio Fraile

Arduina volvió a reír con más fuerza 3. LUNA DE SANGRE de apariencia animalesca y deforme, cu- esta vez mientras negaba con la cabeza y bierto por completo de espeso pelaje gri- servía en un cuenco de barro una porción En mitad de la noche, Bastián despertó sáceo. de humeante guiso de conejo del caldero con brusquedad. Siempre precavido, con Se apoyaba en fuertes miembros de al soldado. el instinto inherente al hombre de armas, grandes garras y alternaba su posición de —Entonces, si no habéis sido vos, entreabrió ligeramente los ojos y se in- cuatro a dos patas husmeando el aire ¿quién lo hizo?—insistió este mientras lle- corporó con presteza del camastro. mientras gruñía sordamente atiesando naba su boca con el guiso de carne y un Aun notaba en sus labios el sabor y ca- dos orejas trianguladas. trozo de pan. lidez del cuerpo de Arduina y al pensar en Su inhumano rostro, donde ardían dos —No siempre he vivido sola como la joven y su ausencia, su vista buscó con sangrientos ojos rojos, mostraba unas ru- ahora, soldado. Tras la muerte de mis pa- rapidez sus armas. gientes fauces de afilados colmillos que dres, durante un tiempo, compartí esta Reprimió un juramento de alivio goteaban espumarajos sanguinolentos. casa con mi hermano, aunque después se cuando las halló a los pies del jergón y sin Para sorpresa de Bastián, la bestia se marchara en busca de otros deseos que más dilación se vistió. Tras notar el fami- acercó con lentitud hacia Arduina y lamió satisficieran más su naturaleza libre y… liar peso de la espada y la daga vizcaína en sus pies en una actitud sumisa. salvaje—contestó de manera misteriosa la cintura y la tranquilidad que le prestaba Arduina acarició con sus dedos el Arduina sentándose en un taburete al la pistola remetida en su talabarte, Bastián hosco pelo de la cabeza del animal, aun- lado de Bastián. llamó en voz baja a la mujer. que este no cesó en ningún momento de —¿Era cazador?—volvió a preguntar No recibió respuesta alguna y guián- clavar su vista en el hombre. Bastián dando fin al último bocado de su dose por la débil claridad que prestaban Mostraba un feroz e insano apetito. comida. los rescoldos de la lumbre se dirigió hacia Rompiendo aquella delirante escena, —Puede decirse que si, aunque no de la puerta de la casa. Arduina habló de nuevo. la manera que vos podéis estar acostum- En el momento que la abría, alcanzó a —¡Me preguntaste si vivía sola en este brado a cazar. Más no hablemos de ello y escuchar los relinchos aterrorizados de su caserón y como puedes ver, no es así! si de nosotros—susurró la mujer acer- caballo y el coceo de los cascos de este ¡Este es mi amado hermano, Licaón (12), cándose de manera provocativa a el. contra las paredes de madera del cober- un gran vedoiro (13), víctima de la fada, la A pesar de la inquietante conversa- tizo exterior. maldición, que sobre el descargó la diosa ción, Bastián sintió como su pulso se ace- Ahogando una maldición en sus labios, Faidu! ¡Condenado a convertirse en lobis- leraba al notar la cálida respiración de la Bastián desenvainó la espada y empuñó la home cada noche de luna llena y matar a mujer tan cerca de el. pistola saliendo al exterior como una ex- todo tipo de seres para que la diosa ob- El enervante aroma que desprendían halación. tenga su sacrificio de sangre! ¡Yo ya he ob- sus cabellos, liberados en una oscura cas- Allí, en mitad del claro se encontró tenido de ti lo que necesitaba, pues aunque cada, le envolvía de forma sensual seme- con una escena demencial e inesperada. meiga, también soy mujer —afirmó con jante a las ataduras de una mítica Medusa. ¡Una luna roja derramaba su san- brutal sinceridad la bruja—hora es que la Bastián se sentía fascinado y, al mismo grienta luz sobre el claro y la turgente fi- diosa y mi hermano obtengan su retribu- tiempo, repelido. gura de Arduina! ción…con tu sangre! Arduina se abrazó, ronroneante como Con su negro cabello suelto y mos- —¡Estás loca, arpía o lo que seas! —re- una gata, en busca de calor al poderoso trando su seductor cuerpo desnudo por plicó Bastián alzando su espada y apun- torso del espadachín. Este no pudo por completo, alzaba sus brazos en idólatra in- tando con firmeza la pistola— ¡Antes os menos que admirar la belleza felina de la vocación hacia las alturas nocturnas! enviaré a ti y a esa endemoniada criatura, joven. Los voluptuosos labios de esta bus- Entonces, la luna se oscureció parcial- ya sea lobo u hombre, al infierno de donde caron con ansia los del soldado y se unie- mente y Arduina, fijando sus ardientes procedéis! ron en un largo y profundo beso prolon- ojos en el espadachín, habló en un tono —¡Necio incrédulo! ¡Tu sangre teñirá gado hacia su cuello. demencial señalándole. la luna! Bastián sintió entonces recorrer un — ¡Ha llegado la hora del sacrificio y Como si aquellas palabras hubieran ardiente escalofrío por todo su cuerpo. tu eres la roja ofrenda que esta noche re- roto las invisibles cadenas que la mante- Apreció como los ojos de Arduina deste- cibirá Faidu por manos de sus servido- nían sujeta, la bestia se alzó sobre sus llaban con una mirada vibrante y hechi- res!(11) patas traseras y saltó aullando contra Bas- cera, atrayéndole a profundos pozos de Por toda respuesta, el soldado apuntó tián. misterio tan viejos como la creación del con su pistola a la desquiciada mujer Con los reflejos de un hombre acos- mundo, rompiendo todas las cadenas de mientras caminaba con lentitud hacia tumbrado a reaccionar con prontitud ante la civilización. donde se encontraba su montura que se- el peligro, el soldado apretó el gatillo de Por la mente de Bastián, que giraba en guía relinchando y pateando el suelo. su arma. La detonación retumbó como un tumultuosos remolinos de deseo y recelo —¡Mujer, no se cual es tu locura, pero trueno en medio de la quietud nocturna. a un tiempo, se abrió paso como un re- si intentas acercarte a mí, por mucho que Su demoníaco antagonista fue enviado lámpago el nombre de Lilith, la bella, pa- me pese, no dudaré en usar mi arma!— le hacia atrás por el impulso del disparo vorosa, mefítica y demoníaca mujer de la contestó con calma Bastián. hecho a bocajarro en su abombado leyenda bíblica puesta en el mundo para —¡Tus armas no te servirán de nada pecho. Pero a pesar de ello, y cuando to- llevar a los hijos de los hombres a la per- ante los hijos de la diosa Faidu!— aulló davía no había acabado de disiparse la ne- dición y la locura. salvajemente Arduina mientras hacia un blina de la pólvora quemada, el lobishome Arduina arqueó sinuosamente su gesto con las manos hacia la tétrica oscu- ya se había rehecho y arremetía de nuevo. cuerpo, en una danza sinuosa y ancestral, ridad que se vislumbraba en el bosque. Aun sorprendido por la ineficacia del sintiendo las caricias de las manos del Durante unos instantes no sucedió tiro, Bastián rodó por la tierra esquivando hombre y suspiró satisfecha cuando Bas- nada, como si el tiempo se hubiera conge- los furiosos zarpazos y dentelladas que le tián, alzándola sin esfuerzo alguno en sus lado, pero al poco, respondiendo a aque- lanzaba la infernal criatura gruñendo y la- fuertes brazos, se dirigió hacia la pequeña lla antinatural llamada, hubo un movi- drando a un tiempo. estancia que ocupaba el camastro. miento detrás de los matorrales a La espada del joven giraba en rápidos Afuera, en la lúgubre noche, el frío espaldas de la bruja. molinetes y cintarazos que de momento viento arrastró como un alma en pena el ¡Y entonces, entre ramas tronchadas, mantenían alejado a su bestial oponente de quejumbroso aullido de un lobo. una bestial y terrible figura surgió de la os- el, aunque sabía que esa estrategia no con- curidad ¡ tendría por mucho tiempo al lobishome. La pálida luz de la luna, liberada de su En una breve pausa de la pelea, Bastián prisión de nubes, iluminó a un ser masivo remetió la ahora inútil pistola en el cintu-

46 Weird Tales de Lhork La luna del lobishome rón, empuñó con su mano izquierda la pe- sada daga y con ella y la espada tajó la «¡Estos bosques, estas aguas, las carne de Licaón. Aunque este gruñía de dolor cada vez bestias que habitan en sus pro- que el acero del soldado cortaba su carne, no por ello parecía infligirle ninguna he- fundidades han visto caminar a rida mortal, a pesar de estar cubierto de sangre el pelaje. Girando y cortando el hombre y sol- los Dioses Antiguos por estas tando dentelladas y zarpazos la bestia, la lucha se mantenía en apariencia igualada tierras! ¡Por mis venas corre la bajo la mirada llena de odio de Arduina que, tras situarse junto al brocal del pozo, roja esencia de los druidas cel- vociferaba maldiciones y aullaba a un tiempo en una cacofonía pagana. tas que tanto atemorizaban a las El sudor corría abundante por el ros- tro de Bastián y empapaba su pecho. El legiones de Roma! brazo que empuñaba la espada comen- zaba ya a notar el cansancio de tantas es- tocadas lanzadas de manera infructuosa. En una de las múltiples embestidas que es- quivó de la bestia, su espalda chocó con- de las fauces de la bestia, clavando a un donde se había clavado la cazoleta de la tra la pared del cobertizo donde se ha- tiempo la cazoleta de la misma en la gar- toledana de Bastián, podía verse una llaba su aterrorizado caballo coceando. ganta del diabólico engendro y ente- enorme quemadura que había generado El lobishome, con un brillo de antina- rrando la daga en su corazón con una cu- un gran boquete. tural inteligencia en sus ojos, chascó las chillada seca. Por el agujero surgía a borbotones la mandíbulas y acometió con una feroz den- Con un aullido escalofriante de dolo- negra sangre del hombre lobo. tellada el cuello del soldado. Con un mo- rosa agonía, el lobishome retrocedió de Durante un momento, la sorpresa pa- vimiento desesperado e instintivo, Bastián un salto encogido sobre si mismo. Sus ralizó el entendimiento de Bastián para interpuso la hoja de su espada a la altura zarpas se apoyaban en su garganta y allí después abrirse camino en su mente con total nitidez lo que había ocurrido. ¡El baño de plata que cubría la cazoleta de su espada era mortal para la forma lu- pina de su enemigo! Recordó haber oído decir a ciertos frailes de la Inquisición y saludadores (14) que para brujos, brujas, trasgos y demo- nios del infierno, la plata, al igual que ciertas plantas, eran mortales de necesi- dad. Rehecho en su ánimo y con fuerzas renovadas, fue Bastián quien con paso rá- pido se acercó al caído Licaón y antes de que este pudiera incorporarse, recuperó con un poderoso tirón la daga que aun es- taba clavada en el corazón del hombre lobo. Esquivó el débil zarpazo que este aun le lanzó y volvió a clavar poderosamente, sin piedad, la totalidad de la hoja de su es- pada en el corazón de la brutal bestia. Tras la hoja, la cazoleta de plata se hundió en su pecho, quemando la dura piel con un desagradable olor y rom- piendo huesos hasta encontrar el cora- zón. Con un ronco estertor agónico, que fue quebrado por la sangre que brotaba de las fauces de la bestia, el lobishome se retorció sobre si mismo y quedó al fin quieto en medio de un gran charco de os- cura sangre que la tierra iba absorbiendo con avidez. Por un instante, la criatura mantuvo su forma animal para después, y ante los ató- nitos ojos de Bastián, trocarse paulatina- mente en un hombre flaco, desnudo, lleno de heridas y cortes, de barba enmarañada y larga melena oscura y un rostro huraño que ahora, en la muerte, se hallaba defor- Hombre lobo Lucas Cranach. . Grabado de 1512 mado por la maldad. El ruido de pasos aplastando la tierra a sus espaldas hizo que Bastián se girara

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con rapidez y evitara a duras penas que al interior del caserón y los depositó en- las largas uñas de una enloquecida Ar- cima del camastro. duina lograran sacarle los ojos. ¡Juntos habían vivido en la maldad y el —¡Te mataré maldito!— dijo a gritos asesinato y de justicia era también que ar- abalanzándose sobre el. dieran unidos en la muerte camino al In- Bastián aun empuñaba su espada y la fierno! daga y al intentar apartarse tropezó con el Encontró una botija de aceite y tras cadáver de Licaón. verterla encima de los cuerpos, avivó las Arduina, ciega de furia, le empujó y brasas de la lumbre. Con unos trozos de juntos cayeron a tierra. La bruja exhaló un tela improviso una tea y prendió la paja grito semejante al maullido de una gata del colchón. herida y quedó inerte entre los brazos de Pronto las llamas, como lenguas vora- Bastián. ces, envolvieron los dos cuerpos, exten- Al girarla, el soldado pudo ver como diéndose como un reguero por toda la el pomo de su daga sobresalía en el pecho casa reclamando su ardiente ofrenda. de la mujer. Bastián, desde el exterior, observó ¡Con su demencial impulso ella con serenidad como el fuego parecía que- misma se había hundido la hoja entre los rer subir en largas espiras retorcidas hacia senos! una luna hinchada y maligna en las alturas, Bastián se mantuvo aturdido unos mo- burlada en sus crueles designios. mentos por la rapidez de los aconteci- A pesar de las heridas y el cansancio mientos, pero con presteza volvió a ser el que acumulaba, Bastián suspiró con satis- hombre de armas práctico e impávido. facción cuando su caballo emprendió un li- Tras tranquilizar a su temeroso caba- berador trote por la senda del bosque sin llo, llevó los cuerpos de Arduina y Licaón volver la vista al horror que dejaba atrás.

NOTAS gística militar española durante los siglos lido de España meses atrás se habían con- XVI y XVII. Partía desde el corazón de Es- vertido ya en unas endurecidas y prepara- paña, de Castilla, donde se reclutaba la das compañías de soldados habituados al (1) Ver “La Conjura de Flandes” mayor parte de los efectivos. cansancio de marchas de hasta 50 kilóme- en“Weird-Tales de Lhork” nº 25. Especial Las compañías se reunían en un punto tros con equipamiento completo, las pe- Capa y Espada. concreto de la península y marchaban a nalidades del camino y la dura disciplina (2) Era un grado muy antiguo que incluso pie con duras jornadas de instrucción mi- militar de los Tercios Españoles, alcan- existió antes que los de sargento y alférez, litar, que nunca eran inferiores a 30 kiló- zando el título de “La Mejor Infantería del a pesar de ser estos de mayor categoría. metros diarios, más el trabajo de zapa, le- Mundo” tan temida por los enemigos de El soldado que como jefe de escuadra ele- vantamiento y desmonte posterior de España. gía el capitán tenía que ser superior a los campamentos provisionales al estilo de las (4) Cinturón otros en valor, virtud, experiencia y dili- antiguas legiones romanas, hacia los puer- (5) Especie de collar de origen galo. gencia. Tenía que poder ejercer el empleo tos de embarque de Sevilla, Málaga, Car- (6) Cernunnos o Cernunnus: La imagen de sargento cuando hubiera que suplir a tagena y Barcelona. Pero la instrucción no representa a Cernunnos, Dios Ciervo de éste en caso de ausencia, de enfermedad acababa ahí, ya que en las galeras se prac- la mitología céltica a veces asimilado o de baja en combate. ticaba la esgrima y la lucha con cuchillo y como Pan, el Dios maléfico de los Bos- El cabo tenía las atribuciones de repren- daga. Una vez arribados los barcos a Italia, ques romano. der y amonestar a los soldados por todo desembarcaban a los reclutas que seguían (7) Bruja, según el folclore gallego. lo que a su cargo en el servicio del Rey le marchando y completando su prepara- (8) Según la mitología céltica, Arduina o correspondía, y en los casos de flagrante ción. Allí, en Italia, especialmente en el te- Abonoba era el nombre de la Diosa de delito, tales como mal cumplimiento de atro de operaciones del Milanesado, ver- los Bosques una orden, muertes, heridas, violencia dadera plaza fuerte de armas, las unidades (9) Medida itineraria equivalente a 5.572 contra mujeres, atentados contra per- provenientes de España se reunían, se en- m y 7 cm. sona civil, vagabundeo, robos, agravios, cuadraban y se equipaban para ser desti- (10) Hombre Lobo, según el folclore ga- desvergüenzas…, y en general, cualquier nadas hacia las dos rutas complementa- llego. incumplimiento de los bandos que dictara rias. La del Sur, verdadera noria enlazando (11) Diosa Loba del culto antiguo a la el Rey o los Oficiales superiores de los el Estado de Milán con el Reino de Nápo- Luna de los celtas. Tercios. les, con Sicilia e incluso en determinados (12) Licaón, antiguo rey de la región Lo esencial de su competencia era velar casos con Túnez, controlando así los inte- griega de Arcadia de cuyo nombre se de- por la buena policía en general, el buen reses vitales del Imperio español en aque- riva el término licantropía. Zeus le castigo estado de las armas, municionamiento de llas zonas del Mediterráneo. convirtiéndole en lobo por invitarle a los soldados, el equipo de combate y la Y la Ruta del Norte, que enviaba grupos comer un guiso preparado con el cadáver instrucción. Le correspondía directa- compactos de infantería hacia Flandes, de su propio hijo. mente la formación de los reclutas y era atravesando el Franco Condado, español (13) Brujo en el folclore gallego. también responsable de un cuerpo de entonces, y a las buenas relaciones con (14) Los saludadores, santiguadores o en- guardia o un puesto específico en las lí- los estados soberanos por los que atrave- salmadores eran, en el antiguo acerbo cul- neas del frente. saba, como los Ducados de Saboya y de tural del folclore español, curanderos que (3) El llamado “Camino Español o Ita- Lorena llegando al final a los Países Bajos, podían curar los males más diversos y ex- liano”, que de ambas formas podía deno- la nórdica plaza de armas española. Por traños con sus plegarias y remedios natu- minarse, era la columna vertebral de la lo- aquel entonces, los reclutas que habían sa- rales.

48 Weird Tales de Lhork La correspondencia de ROBERT E. HOWARD Fermín Moreno

[40. A Tevis Clyde Smith, ca. Agosto de 1930]

ueno, Fear Finn: .....Nada he sabido sobre nuestro relato, B(164) pero eso es común, ya que tampoco se nada de otro que envié a Weird Tales algún tiempo antes de enviar el anterior; los editores deben estar de vacaciones o algo así. Estoy seguro que tú venderás ese cuento a Fic- tion House. (165) ¿Has tenido noticias acerca de los relatos que llevaste a Snappy 166 y algo pare- cido? Espero que hayas vendido algo cuando reci- bas esta carta. Recibí una larga carta de Lovecraft. (167) Ese chico es bastante listo. Y muy bien ins- truido también. Comienza diciendo que la mayoría de mis argumentos parecen bastante lógicos y que está a punto de aceptar mis puntos de vista; y en- tonces continúa con tres o cuatro páginas llenas con las que, prácticamente, hace trizas todas mis teorías. Está fuera de mi alcance. Yo me juego cual- quier cosa hasta el límite con un hombre de mi mismo peso, pero en una pelea con él es como un pobre tipo enclenque que sube al ring con un cam- peón. Creo que le haré bastantes preguntas sobre cosas cuando le escriba, en vez de presentarle mis propios puntos de vista. Eso no significa, comprén- deme, que me haya convencido de que yo piense como él piensa, a su manera. Nada de eso; todavía pienso que tengo la razón. Pero quiero averiguar algunas de las cosas que te aseguro él sabe —fases oscuras de la historia y de culturas olvidadas y de cultos místicos y todo eso. Dice que su joven amigo Frank Belknap Long y Clark Ashton Smith han elogiado en ocasiones mis basuras. Bueno, me alegro mucho de eso, naturalmente. [. . .] [. . .] Hago la siguiente cita de una carta de Traducción: Fermín Moreno Farnsworth: “Estoy muy satisfecho con ‘Red Blades Ilustración: of Black Cathay’, y es posible que lo utilice para el Joan Arocas diseño de la cubierta de nuestro tercer número de

Weird Tales de Lhork 49 Fermín Moreno (traductor)

Usted abordó una serie de fases que yo ignoraba «Dice que su joven amigo totalmente y en los aspectos en los que nuestros puntos de vista difieren de alguna forma, franca- Frank Belknap Long y mente admito que no poseo la suficiente escolari- dad para exponer algún argumento lógico a discu- Clark Ashton Smith han sión. Me interesaron especialmente sus observaciones acerca de los aborígenes mongoloi- elogiado en ocasiones mis des y su relación con los cuentos de hadas de Eu- ropa occidental. Yo había supuesto, sin investigar basuras. Bueno, me alegro el asunto con mucha profundidad, que estas leyen- mucho de eso, natural- das se basaban en un contacto con los primeros mediterráneos y, de hecho, basado en esa asunción mente. escribí un relato que apareció hace algunos años en Weird Tales: “La Raza Perdida”. En sus comentarios veo con claridad la verdad cuando señala que una raza mongoloide debe haber sido la causante de los mitos de la Gente Pe- queña y le agradezco sinceramente esa informa- Oriental Stories. (168) Podemos ofrecerte 118 $ ción. Como en la actualidad los arios parecen re- cuando se publique, e igualmente 118 $ por ‘Wings peler o rechazar a los mongoles, ¡imagino cuánto in the Night’ para Weird Tales. (169) más fueron rechazados los mongoloides primitivos Esto es a nuestro precio regular de un centavo o retrógrados por parte de los arios originales, los por palabra.” cuales eran probablemente superiores en aparien- Respóndeme pronto, ¿quieres? cia física a los modernos! Sobre Partholan, las leyendas que he leído pa- Fear Dunn recen diferir. Algunos atribuyen su origen a Grecia y otros, a Egipto. Donn Byrne, en sus romances, * * * habla de “Partholan de Egipto” y mantiene que los nombres actuales de MacPartland y MacFarlane constituyen una evolución a partir de Partholan, [41. A H.P. Lovecraft, ca. Agosto de 1930] aunque, al parecer, todos los descendientes de ese jefe fueron aniquilados por la plaga. Y como usted Estimado señor Lovecraft: sabe, se presentan a los Firbolgs y los Tuatha De Permítame agradecerle primeramente la opor- Danaan como los descendientes de los Nemedios tunidad que me ha dado de leer su poesía; no ne- que escaparon de las espadas de los Fomorianos y cesito decirle cuánto aprecio su gran amabilidad. Es regresaron a Grecia, desde donde originalmente mi opinión que usted ha logrado en este ciclo-so- vinieron a Irlanda. neto 170 un excelente trabajo artístico. No soy yo Luego, regresaron en diferentes épocas para quien ha de decir cuáles son los mejores poemas; ser encarnizados rivales hasta la llegada de los Mi- todos los disfruté completamente. Porque decir lesios de España, a través de Egipto y Escitia (de que algunos fueron superiores a otros sería insi- acuerdo con las leyendas). Algunos suponen que nuar que ciertas facetas de un diamante mostraron Firbolg, o los Hombres con Bolsas, es simplemente un lustre superior al resto. Al expresar una prefe- la manera del galés o gaélico de pronunciar o indi- rencia por algunos de los poemas no estoy bus- car a los belgas, lo cual, de resultar correcto, pa- cando la manera de insinuar inferioridad en los rece señalar una afinidad continental o bretona. otros, pero me atrajeron especialmente “El Libro”, Acerca de las fases orientales del lenguaje “Reconocimiento”, “La Lámpara”, “El Patio”, celta, sin dudas usted tiene la razón en dar poca “Vientos Estelares”, “La Ventana”, “Las Campa- importancia a eso. Ciertamente, la similitud entre nas”, “Espejismo”, “El Faro Mayor ”, “El Fondo” y el gaélico y el semítico parece demasiado endeble “Alienación”. para apoyar la base de cualquier teoría sobre Me alegró saber que a usted le gustó “La Luna ellos. Aunque, para mí, pensarlo resulta total- de las Calaveras” (171) y espero que mis futuros mente fascinante desde el punto de vista de la fic- esfuerzos logren su aprobación. Y es un alto honor ción y no abandonaría la idea por completo. Hago para mí saber que el señor Long y el señor Clark cita aquí de toda la evidencia que he podido ha- Ashton Smith hayan valorado mis trabajos. Ambos llar, la cual señala un vínculo entre ambas lenguas. son escritores y poetas cuyas obras admiro Admito que es escasa y tampoco intento apoyar mucho; y mantengo conmigo, bajo especial cui- con ella cualquier teoría mía. Cito a O’Reilly y a dado, todos sus poemas (como también los suyos) O’Donovan en el Diccionario Irlandés-Inglés, publi- que aparecieron en Weird Tales antes de que yo cado por Duffy and Co., Dublin, hace más de conociera esa revista. treinta años. De seguro no es una autoridad muy moderna. Apenas tengo que decir que hallé extraordina- “Los antiguos irlandeses comenzaron su alfa- riamente interesantes e instructivos sus comenta- beto con la letra B y por eso la llamaban Beith-luis- rios sobre cuestiones históricas y prehistóricas. nion por sus primeras tres letras.” (Esto concuerda

50 Weird Tales de Lhork La correspondencia de Robert E. Howard con ciertas razas orientales, aunque es ciertamente aplicadamente censurado por algunos críticos por- un aspecto trivial.) que admite una ‘D’ o ‘Dh’ superflua al final de va- “Sin embargo, al imitar otros lenguajes apren- rias palabras. Y hallamos una coincidencia cercana didos y particularmente el latín . . . los irlandeses de esa redundancia en el idioma hebreo: raah sig- modernos pensaron que era correcto comenzar su nifica ver; leah, trabajar duramente, esforzarse, etc., alfabeto con ‘A’. Esta carta . . . es similar al hebreo no pronunciándose la ‘He’ o ‘H’ final, pero como Aleph y al Alpha de los caldeos y los griegos.” la irlandesa ‘Dh’, se convierte en muda o inactiva. Sobre la palabra Bel-ain, que significa el círculo “E es llamada en irlandés eabha, el álamo; y es de Belus o del Sol, se dice: “Ain o ainn en irlandés similar a heth en hebreo. significa un gran círculo; y Bel o Beal era el nombre “La F es llamada fearn, el saúco. Lo mismo su- asirio, caldeo o fenicio del Dios verdadero, al cede con el hebreo vau porque la figura y el sonido tiempo que generalmente se cumplía con la religión de ambas palabras son muy parecidos. patriarcal. Más tarde este nombre fue atribuido al “La propia figura de la letra G, en algunos de Sol cuando aquellas naciones orientales olvidaron nuestros antiguos pergaminos, es esencialmente si- o se desplazaron voluntariamente hacia la adora- milar a algunos de los estilos del antiguo abraha- ción del verdadero Dios y adoraron a ese planeta mico y fenicio gimel. como su deidad jefe. Es muy cierto que los primi- Los hebreos llamaban gimel a esta letra, según tivos irlandeses observaron esta adoración de ido- nos aseguran los gramáticos, debido a su figura tor- latría del Sol bajo el nombre de Bel o Beal, inde- cida que muestra cierta semejanza con un camello, pendientemente de donde ellos derivaron esta que en hebreo se le llama gamel o gamal; y aquí es palabra, según parece ser obvio por los fuegos re- menester señalar que gamal, al igual que camal, es ligiosos que encendían con gran solemnidad el Día el irlandés para el camello. de Mayo; este hecho se ha comprobado por la evi- Pensamos que es valido observar aquí que dencia del propio nombre con el cual distinguían nuestro idioma muestra un parecido perfecto, en ese día, al cual aún se conoce y se le llama por La la disposición de sus pronombres, a la manera de Beal Tinne, o sea, el día del Fuego de Bel o de ordenarlos en hebreo, pues este ultimo los divide Belus. en clases, etc… Los prepositivos se sitúan antes de Para terminar comentaré que la palabra Ain o las palabras y el subjuntivo se escribe al final de las Ainn es la original celta de la cual se formó la pala- palabras; ambos determinan por igual a la persona. bra latina Anus, que fue luego escrita Annus… cuyo A la N se le llama nuin, el fresno. En hebreo se único y correcto significado fue el círculo solar o llama nun por el sonido. el curso anual del Sol.” La O es la vocal positiva del diftongo oir, el “El nombre de esta consonante (B) en irlandés huso; y hallamos este diftongo en el hebreo como se aproxima mucho mas en su sonido y escritura goi ; en latín, gens. al hebreo de la misma letra que al caldeo Betha o Hago de paso el comentario de que los griegos al griego Beta, ya que en irlandés es Beith y en he- tomaron la P de los fenicios (la palabra significa breo, Beth. En hebreo Beth significa una casa y Both torre o castillo). Los fenicios fueron sus primeros en irlandés es un nombre muy común para una maestros en las letras y en cuyo idioma es borg, casa abierta o una tienda de campaña o carpa. que se ve claramente pertenece a la misma raíz de Hay que decir que las consonantes irlandesas b, nuestra palabra irlandesa brog o brug, un sitio c, d, g, p y t, mediante un punto o una tilde sobre fuerte o fortificado, también la corte o el castillo cualesquiera de ellas, perderán así su simple sonido de un lord, mientras que el francés bourg, el alemán fuerte y se pronuncian de la manera que lo hacen burgh y el inglés borough poseen el significado mas los hebreos: bh, ch, dh, gh, ph y th, con una simple amplio de un pueblo. Hallamos la misma afinidad en y genuina aspiración. Por otro lado, en especial ha muchas palabras entre los idiomas griego y latín y de hacerse notar que si a las consonantes hebreas el irlandés, ya que cairg y carga son en irlandés la ahora mencionadas, llamadas por ellos Begad-Ke- Semana Santa; en latín, pascha, y esta palabra en phat, memoria causa, se les añade un punto com- caldeo se deriva del hebreo pasach o phase ; el latín pleto en el medio de cualesquiera de ellas, igual- transitus, la Pascua. Ya antes se había observado mente perderán su simple sonido aspirado y se que la Lingua Prisca, o el idioma latín primitivo se pronunciarán entonces fuertemente como la b, c, formó principalmente del celta; y la verdad de esta d, g, p y t irlandesas. Así, la adición de un punto aserción está abundantemente confirmada a lo completo a las consonantes hebreas arriba mencio- largo del curso de este diccionario. En celta coib, nadas las cambia a sus letras correspondientes del en Lingua Prisca cobiae, en latín copiae.” irlandés. Con este tipo de reciprocidad entre los Los comentarios sobre las similitudes del celta idiomas irlandés y hebreo, la antigüedad del irlan- con el griego, el latín y otras lenguas arias, por su- dés o del celta parece estar suficientemente de- puesto, no vienen al caso. Admito que tampoco mostrada; aunque ha de confesarse que el empleo existe ninguna razón en particular para suponer del punto completo en cualquiera de los dos idio- que las similitudes semíticas son sólo meras coin- mas resulta una invención posterior. cidencias o adiciones posteriores al idioma, pres- “La ‘D’ irlandesa concuerda también con la ‘Th’ tadas, tal vez, del latín. Sin embargo, todo esto me o Theta del griego, en el sentido de que la Daleth obliga a creer que el mundo antiguo estaba más hebrea o ‘Dh’ se convierte en ‘D’ al agregársele un unido entre si de lo que generalmente se supone. punto completo sobre ella. El idioma irlandés es En relación con la adoración de Bel, en algún

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sitio leí que el termino celta bally, que significa pue- lego con escasa información como yo podría llegar blo, se refiere a Baal, el dios semita, cuya adora- a sus propias conclusiones. ción, aseverado por algunos, fue introducida en Ir- Estoy listo para aceptar esta idea de que los landa por los mercaderes y colonos fenicios gaelos vinieron a Irlanda desde España o del Sur de después de la invasión milesia (situando la fecha de su tierra; de hecho, las leyendas parecen confirmar esa invasión mucho antes de lo que por lo general esto (si puede decirse que las leyendas confirman se acepta) o fue traída a Irlanda por los propios cualquier hecho histórico). Pero yo abrigo grandes gaélicos. Más el intento de desenredar leyendas y dudas sobre esta aserción de que los gaelos prece- hallar alguna fase en la que todos concuerden pa- dieron a los britanos en cualquier parte de Europa recería ser una tarea sin fin — demasiado descon- occidental y mantengo la opinión —sin dudas con certante para mis escasos conocimientos, aún la obstinación de la ignorancia— de que los gaelos cuando pudiese leer los originales. Por ejemplo, siguieron una ruta hacia Europa, totalmente dis- una leyenda cuenta de los gaélicos errando por tinta a la de los britanos. Es probable que yo esté Egipto para servir como mercenarios al tiempo completamente equivocado, más creo en la supo- que los hebreos salen del país; y otra leyenda se- sición de que los gaelos o los britanos vinieron de ñala que los milesios se encontraban ya bien esta- Asia Central, cruzaron por el norte de Rusia, posi- blecidos en los cuarteles de los egipcios cuando los blemente por los países escandinavos y bajaron judíos llegaron y que esto causo disgusto entre los hacia Francia a través de Alemania. gaélicos, que fueron a Goshen para levantar a los No tengo razones para corroborar mi creen- hebreos en rebelión. Otra leyenda hace de una po- cia, pero creo que los gaelos vinieron por la otra derosa familia irlandesa llamada Cusac los progeni- ruta — la del sur, o sea, atravesando Asia Menor y tores de la raza cosaca y, por supuesto, usted está África y entrando por España. Este largo recorrido familiarizado con las numerosas historias sobre Lia debe haberse hecho en una época muy temprana, Fail, la Piedra del Destino que se supone Jeremías en el primer lento amanecer de la historia, cuando (señalado como un japonés llamado Gera Mia, Do- los movimientos de todas las tribus y naciones nante de Piedras) trajo con el a Irlanda y sobre la eran muy vagos y fáciles de perder por quienes los cual los actuales reyes ingleses son coronados. registrara. He leído una teoría interesante expresada por Probablemente vivieron por muchos siglos al algún historiador cuyo nombre no puedo recordar sur de la región gaélica antes de trasladarse hacia ahora (puedo recordar rostros y hechos, más es Irlanda. para mi casi imposible recordar nombres y fechas), Pero como dije antes, mis ideas y fuentes de in- pero lo mas cercano a lo que puedo recordar, su formación son muy nebulosas y no valen la pena de idea era algo así: que los primeros que se asenta- ser impuestas a nadie. No voy a divagar mas en ron en Europa occidental fueron los miembros de esta dirección, excepto para decir que sobre las una tribu nómada celta cuyo idioma fue la base del relaciones de los gaelos con tribus que ya se en- gaélico moderno; que estos gaelos primitivos fue- contraban en Irlanda, no puedo imaginar que la in- ron empujados hacia los márgenes externos por vasión gaélica haya sido una súbita irrupción de los britanos, más poderosos, convirtiéndose en gente desconocida. Sospecho que los gaelos habían galos, belgas y cimrios. Que la leyenda de Partholan estado infiltrándose en Irlanda de una forma o de se refiere al primer asentamiento en Irlanda de otra durante algún tiempo y que probablemente estos gaelos y que la plaga que se atribuye a su des- haya un número determinado de asentamientos en trucción se refiere en realidad a la invasión de los varias partes de la isla, sin duda cerca de las costas. britanos, los cuales les arrebataron las regiones Las deducciones del profesor Smith (172) son más fértiles de la isla. Que los fomores, los neme- interesantes, aunque no puedo decir que estoy de dios, los Firbolg y los Tuatha De Danaan fueron va- acuerdo con todas. Al igual que usted, creo que la rias oleadas de britanos provenientes de la isla civilización es una consecuencia natural e inevita- mayor. ble; no estoy preparado para decir que sea para el Mientras, una rama poderosa de gaelos halló bien o para el mal. Respecto a la teoría de la única refugio en las montañas de España o del Sur gaé- civilización, sin duda la cultura egipcia influyó en lico, donde resistieron los asaltos de los gaelos bri- gran medida en el resto del mundo, aunque yo tanos y retuvieron todas sus características tribales había pensado que en una época temprana cerca como raza primitiva de montañeses y que fue esta de 6000 AC. los sumerios pre-semíticos tuvieron gente quienes, huyendo de los romanos, cruzaron una civilización de alguna manera superior a la egip- hacia Irlanda y se convirtieron en los milesios de la cia contemporánea. Tal vez la cultura helénica tuvo leyenda. Este historiador explica las relaciones que una base egipcia transmitida mediante los creten- tuvieron con diversas tribus en Irlanda por el ses conquistados, aunque tengo la impresión de hecho de que muchos de los descendientes gaelos que los invasores helénicos, en vez de adoptarla de Partholan mantienen todavía una guerra sin como propia, levantaron una civilización por sepa- convicciones con los britanos conquistadores. rado sobre las ruinas de la micénica. No puedo Su teoría parece plausible en muchas maneras, pensar que la cultura del valle del Nilo haya afec- aunque yo no coincido con todas sus suposiciones. tado mucho a los pueblos de China, México y Por supuesto, no tengo derecho alguno de discutir América del Sur, aunque pueden haber ocurrido con un historiador, pero cuando los historiadores más relaciones entre estas razas tempranas de lo discuten y discrepan entre ellos, incluso hasta un que pensamos. Posiblemente, como señala el pro-

52 Weird Tales de Lhork La correspondencia de Robert E. Howard fesor Smith, razas posteriores neolíticas vivieron contemporáneamente con civilizaciones orientales. «Recibí una carta de Love- Creo haber leído en algún sitio que los primeros cretenses parecen haberse encontrado ya al final craft en la que me dice, de su propia Nueva Edad de Piedra cuando cono- cieron a los egipcios por primera vez. Me parece muy a mi pesar, que que esto es más o menos una cuestión menor. Y ahora llego al punto exacto donde he de abu- Cthulhu, R’lyeh, Yuggoth, sar de su bondad. Quiero decir que estoy a punto de hacerle un número de preguntas acerca de al- Yog Sothoth y otros más gunos temas, considerando que mi interés excede son solo productos de su a mi ignorancia. Permítame decir primero, como explicación parcial de mi falta de información sobre imaginación los temas de los cuales voy a indagar, que el no ha- berme informado ha sido más bien no tener opor- tunidad y no falta de interés. El occidente de Texas no es particularmente un asiento de cultura y re- sulta casi imposible obtener libros sobre temas os- curos y esotéricos en todo el Estado. Pasé la trabajo. De hecho nada he terminado hasta ahora. mayor parte de mi vida en ranchos, granjas y ciu- Desde la ultima vez que te vi, he vendido “Water- dades que se estaban desarrollando, y donde muy front Law” a la editorial Fiction House. (176) Pues a menudo faltaban bibliotecas y librerías en áreas si, el personaje es Steve Costigan; un argumento de alrededor de cien millas, por lo que tuve que nuevo y original. realizar mis estudios a pedazos, en los momentos Steve se enreda en una gran pelea para obtener libres cuando no me hallaba trabajando en otras algún dinero y que posteriormente una endemo- cosas. Sólo en los pocos últimos años he podido niada mujer se lo arrebata. Me ofrecieron 70.00 $. dedicar la mayor parte de mi tiempo a escribir y Tengo que buscar la manera de hacer más largos estudiar, por lo que usted puede darse cuenta de estos cuentos. Últimamente han sido demasiado que mi educación no es enteramente como debía cortos. ser. Recibí una carta de Lovecraft en la que me dice, Pero vayamos a las preguntas. He notado que muy a mi pesar, que Cthulhu, R’lyeh, Yuggoth, Yog en sus cuentos usted se refiere a Cthulhu, Yog So- Sothoth y otros más son solo productos de su ima- thoth, R’lyeh, Yuggoth, etc. He observado que ginación. Me escribió: “La razón por la que hayan Adolph de Castro menciona estos dioses, sitios o tenido eco en el trabajo del doctor de Castro es lo que sean, pero la forma de escribirlos es dife- que este caballero es un cliente de revisión mío. rente, p.e., Cthulutl y Yog Sototl. (173) Creo que He recopilado en historias completas toda esa ustedes han utilizado la frase fhtaghn. Un escritor serie de referencias al margen, simplemente por di- en “The Eyrie”, un tal O’Neail, (174) se preguntó versión. Si otros clientes míos logran situar traba- si yo no utilicé algún mito acerca de este Cthulhu jos en W. T., quizás encuentres referencias más am- en “El Rostro de la Calavera”. El nombre Kathulos plias sobre el culto de Azathoth, Cthulhu y de los pudo sugerir eso, pero en realidad el nombre fue Grandes Antiguos. El Necronomicon del loco árabe inventado por mí sin saber en aquel momento de Abdul Alhazred es algo que de la misma manera ha la existencia de cualquier personaje legendario lla- de ser escrito todavía para que posea realidad ob- mado Cthulhu —si existe en realidad. jetiva. Abdul es un personaje favorito de mis sue- ¿Sería demasiado pedirle que me diga la signifi- ños; de hecho así me hacia llamar cuando tenia cación de estos nombres o términos mencionados? cinco años de edad y era un devoto de la versión ¿Y el árabe Alhazred y el Necronomicon? La de las Noches Árabes de Andrew Lang. Hace algu- mención de estas cosas en sus magníficos cuentos nos años prepare una sinopsis que finge erudición despertó grandemente mi interés. Mucho le agra- sobre la vida de Abdul y de las póstumas vicisitudes decería cualquier información que me pudiese dar y traducciones de su espantoso e innombrable tra- sobre esto. (175) bajo Al Azif, nombrado con alguna turbia palabra Atentamente, griega por los bizantinos, y por Theodoras Philetas, Robert E. Howard quien lo tradujo al griego moderno en el año 900 de nuestra era. Una sinopsis que seguiré en futuras * * * referencias hacia lo oscuro y lo maldito. Long hizo alusión al Necronomicon en algunos [42. A Trevis Clyde Smith, ca. septiembre de de sus escritos. De hecho, creo que más bien re- 1930] sulta una buena diversión el dar verosimilitud a esta mitología artificial (?) al hacer citas al margen. Bueno, Fear Finn, mi bauld braw Hieland bully, he Clark Ashton Smith ha creado otra antología simu- tomado la maquina de escribir para escribirte una lada alrededor del dios negro, peludo y con forma carta. ¿Donde pasasteis el fin de semana tú y de sapo Tsathoggua, cuyo nombre toma diversas Truett? ¿En Austin? formas entre los atlantes, los lemurios y los hiper- Yo he estado muy vago. He hecho muy poco boreos quienes lo adoraban luego de que este

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[43. A H.P. Lovecraft, ca. septiembre de 1930] «Respecto a las fuentes de Estimado señor Lovecraft: las leyendas africanas, re- Le envidio su recorrido por Quebec. Según lo que he leído y escuchado de la ciudad, es cierta- cuerdo muy bien las histo- mente la ciudad mas arcaica en el Nuevo Mundo. Me gustaría mucho pasear por los alrededores y rias que escuché, y que me meterme en ciertos lugares típicos y vivir reminis- cencias entre el almizcle y la putrefacción de la an- estremecieron, cuando era tigüedad —mas nunca he tenido el tiempo ni el di- un niño que andaba por los nero para hacer eso. Tengo una gran deuda con usted y con el señor bosques de pinos del este Long por haberme prestado Un hombre de Génova. (177) No he recibido el libro todavía, el servicio de de Texas correos no es muy regular o consistente en esta parte del mundo, pero siento gran ansiedad antici- pada por leerlo. Quedé asombrado al saber que August W. emergiera de las entrañas de la tierra (y prove- Derleth sólo tiene 21 años de edad. niente del espacio exterior, con Saturno como Debe haber comenzado a buscar mercado para punto intermedio). Estoy utilizando a Tsathoggua sus trabajos en una edad muy temprana, ya que me en varios de mis propios cuentos y en revisiones a parece que he estado leyendo sus cuentos en clientes —aunque Wright rechazó la historia con- Weird Tales durante años. He comentado varias tada por Smith, en la que aparecía originalmente. veces con mis amigos sobre la excelencia de sus Seria divertido identificar tu Kathulos con mi productos y nos preguntamos por que no intenta Cthulhu— de hecho, tal vez lo adopte para alguna escribir historias mas largas. futura alusión oscura. He observado las cartas del señor Dwyer en A propósito, Long y yo debatimos en ocasiones “The Eyrie” y recuerdo el poema que usted men- sobre la base real del folclore en la pesadilla de Ma- ciona. (178) En estos momentos no puedo acor- chen con los cultos (pienso que tal vez se refiere darme del señor Talman, aunque sin duda he leído aquí a “La Mano Roja” y sucesivamente). Creo que cuentos de ese autor. Muchísimas gracias por ha- son puras invenciones de Machen, pues jamás es- berme facilitado las direcciones de estos caballeros cuche sobre eso en sitio alguno; pero Long no y también la de Donald Wandrei. Casi siempre puede abandonar la idea de que provengan de una estoy tan ocupado que no se cuando tendré fuente real en el mito europeo. ¿Podrías darnos al- tiempo para escribirles, pero pienso hacerlo lo guna luz en esto? No poseemos la temeridad para antes posible. Mantener correspondencia con preguntar al propio Machen.” estos caballeros y con usted representa un regalo Naturalmente, yo nada se de eso. Pero voy a infrecuente y un honor. solicitar a Lovecraft la dirección de Machen. Le es- Sobre los persas y sus relaciones con la raza cribiré y le preguntare sobre el asunto. Yo mismo aria en general, me parece que la única diferencia quisiera saberlo. Y voy a preguntar a Lovecraft si entre ellos y las razas mesopotámicas fue la actitud puedo utilizar su mitología en mis propias ideas, amable de parte de los persas hacia las razas con- como alusiones al argumento, ya me entiendes. quistadas. Eran crueles, mas no hallo en ellos esa Hay un grupo de eruditos que escriben para Weird carnicería sistemática y continua de pueblos subyu- Tales—yo no me incluyo, por supuesto. Bueno, yo gados como fue el caso con las razas semíticas.Para poseo nociones de pedazos de conocimiento y una mi existe una extraña y poderosa fascinación en mente ágil y engañosa que me permitiría entrar en esa rama lateral en el árbol ario; revuelve mi ima- varios círculos de eruditos. ginación el contemplar a esos salvajes rubios, orgu- Supongo que alguien que se encuentre conmigo llosos y semi-desnudos, bajando con rapidez desde por primera vez obtendría la idea equivocada de sus montañas para arrasar las ricas tierras de los que soy una persona instruida, ya que, si así puedo llanos —sus conquistas relámpago, su moral ho- decirlo, poseo cierta habilidad para discutir cosas rrenda y atropellada y su desintegración física. Re- de las cuales nada se. Una mirada más de cerca re- almente, Croesus podía jactarse de haber conquis- vela el hecho de que mi erudición es superficial — tado a sus conquistadores, pues el botín de la imagino que por eso la gente intelectual pierde in- riqueza de Lydia hizo estragos entre aquellos re- terés en mi con tanta maldita rapidez. Bueno, cios bárbaros. Supongo que una especie de fuerte tengo trabajo que hacer. No puedo emplear variedad turania se filtro en el torrente sanguíneo mucho de mi tiempo para adquirir conocimientos persa antes de que llegaran a las planicies. Hemos profundos; y si pudiera, tampoco lo haría. ¿Respon- leído que entrenaban a sus jóvenes para hacer so- derás pronto a esta carta, detestable reptil? lamente tres cosas: montar a caballo, decir la ver- Fear Dunn dad y estirar el arco. Como habrá notado, el arco no es un arma básica de los arios; los persas deben * * * haberlo tomado de algún vecino oriental. Los grie- gos nunca consideraron usarlo y en las legiones re-

54 Weird Tales de Lhork La correspondencia de Robert E. Howard gulares de Roma poco se pensaba en el arco, aun Independientemente de quien sea el autor, si cuando sus auxiliares practicaban esa ciencia con usted inculco parte de la magia de su propia pluma efectividad. en la historia, ésta de seguro fascinara a los lecto- Las razas occidentales parecen haber preferido res. la lucha cuerpo a cuerpo, una preferencia natural Respecto a las fuentes de las leyendas africanas, si consideramos su fuerza y estatura superiores. recuerdo muy bien las historias que escuché, y que Los celtas no eran hombres de arco y flecha, me estremecieron, cuando era un niño que andaba tampoco los germanos. Cierto es que ninguna na- por los bosques de pinos del este de Texas, donde ción oriental pudo jamás igualar las habilidades y la el Río Rojo marca la frontera entre Arkansas y ciencia de los arqueros del medioevo ingles, pero Texas. incluso creo que esto puede rastrearse indirecta- Por esos tiempos había una gran cantidad de mente en la influencia no aria. Los normandos tra- viejos negros esclavos que aún vivían. A quien yo jeron el arco a Inglaterra y fueron las flechas las escuchaba más era a la cocinera, la vieja tía Mary que decidieron el día en Senlac. Pero el arco llego Bohannon, la cual era casi blanca —yo diría que a Francia con Hrolf y sus nórdicos, y los daneses tenía aproximadamente 1/16 de negro. El maltrato habían estado utilizando particularmente el arma a los esclavos es y ha sido más bien exagerado, con gran habilidad y destreza durante siglos. Es pero la vieja tía Mary sufrió el infortunio de perte- muy probable que los escandinavos hayan apren- necer, en su juventud, a un hombre cuya esposa dido la eficacia del arco cuando aun vagaban por las era un demonio salido del propio infierno. Las jó- estepas del norte de Asia, por el contacto con al- venes esclavas constituían finos animales y eran gunos turanios de arco y flecha, y trajeron ese co- bárbaramente apuestas; su ama era frenéticamente nocimiento con ellos cuando inundaron la Gran celosa, usted comprende. La tia Mary nos contaba Suecia, continuaron hacia los países bálticos y des- historias de tortura y de inconfundible sadismo que pués por todo el mundo. Por supuesto, no quiero todavía hoy me enferman al recordarlas. Gracias a decir que ellos realmente introdujeron el arco en Dios que los esclavos en las plantaciones de mis las otras naciones occidentales como un arma ancestros no fueron tratados tan indebidamente. Y hasta ese momento desconocida. Lo que quiero la tía Mary contaba como, un día, cuando los ne- decir es que creo que el tiro con arco, como arte gros andaban en sus faenas en el campo, vino un y ciencia de la guerra, se origino con las razas mon- viento caliente que soplo sobre ellos y sabían que goloides, fue enseñado a los ancestros de la zona la “vieja” señora Bohannon había muerto. Al retor- mas oriental de la hoy Dinamarca y estos expan- nar a sus cobertizos supieron que así era y todos dieron este arte por toda Europa. los esclavos bailaron y gritaron de júbilo. La tia Porque el arco esta vinculado y entretejido con Mary decía que cuando pasa un espíritu bueno este la historia del Oriente desde el mero amanecer de hace soplar una brisa fresca; pero cuando pasa un la historia. Leemos acerca de las proezas de los fa- espíritu maligno lo que sopla es el calor que sale de raones cuando disparaban desde sus carros de gue- las puertas abiertas del infierno. rra y mataban de igual forma a leones e hititas; los Ella contaba muchas historias. Una de ellas me filisteos responden a la furia de Saúl y le envían ole- ponía los pelos de punta. Ocurrió en su juventud. adas de flechas desde la distancia; los babilonios y los asirios guerrean con pesados arcos, curvados de una forma exagerada; los persas y los escitas in- tercambian nubes voladoras de susurrantes varas antes de entrar directamente a combatir. Y lle- gando a fechas más recientes, las legiones romanas se tambalearon ante la nube de flechas de los par- thos, los cruzados cayeron ante las flechas turcas y los jinetes salvajes de Atila, Genghis Khan y Tamer- lane arrasaron ejércitos completos antes de co- menzar a sonar sus espadas. En el caso de los armenios, me inclino por la teoría de que representan una raza cuyo tipo ori- ginal era semita y cayeron totalmente bajo el do- minio de sus conquistadores arios, tanto que olvi- daron su lengua semita original y retuvieron el habla posteriormente adquirida durante los si- guientes siglos de re-semitización. Estoy de acuerdo con usted en que los tosca- nos influyeron grandemente en la fisonomía y el ca- rácter de los romanos. Y esto trae a colación otra pregunta: ¿Quienes eran los toscanos y de donde vinieron? Ciertamente me gustaría escuchar su punto de vista sobre este tema. Estaré atento a la historia de “Los Anillos de Medusa” (179) que usted mencionó.

Weird Tales de Lhork 55 Fermín Moreno (traductor)

Pero a lo largo de la mayoría de las historias «De niño mis cabellos que escuche en mi infancia, esta de la vieja planta- ción oscura y abandonada se cierne como un es- siempre se erizaban cada pantoso tema de fondo y el horror humano o semi-humano con su cabeza cercenada se teje en vez que ella narraba sobre las fibras de los mitos. Pero ningún cuento negro de fantasmas me ho- la carreta que rodaba por rrorizo más que los que me narraba mi abuela. Ella poseía toda la tenebrosa oscuridad y el misticismo los caminos entre los bos- de la naturaleza gaélica. Y en ella no había ni rego- ques, en medio de la oscu- cijo ni luz. Sus cuentos mostraban la extraña legión folclórica que había crecido en los asentamientos ridad de la noche sin que del suroeste escocés—irlandés, donde mitos trans- plantados de los celtas y cuentos de hadas se en- caballo alguno la arrastrara contraban y entremezclaban con el substrato de las leyendas de los esclavos. Sólo una generación anterior a mi abuela fue la que salió del sur de Irlanda y ella sabía de memoria Una chica joven que se dirigía al río a recoger agua, todas las historias y supersticiones de la gente, se encontró, en medio del crepúsculo del anoche- negra o blanca, sobre las mismas. cer, a un viejo, que había muerto hacia ya mucho De niño mis cabellos siempre se erizaban cada tiempo, el cual llevaba en sus manos su cabeza cer- vez que ella narraba sobre la carreta que rodaba cenada. Según la tía Mary, este hecho sucedió en la por los caminos entre los bosques, en medio de la plantación de su amo y ella misma vio a la joven oscuridad de la noche sin que caballo alguno la que venia corriendo y gritando como loca, al arrastrara —la carreta llena de cabezas cercenadas tiempo que atravesaba la bruma. La chica sufrió el y pedazos de cuerpos descuartizados; y el caballo látigo por haber tirado en su carrera el balde lleno de color amarillo, el caballo de la horrorosa pesa- de agua. dilla que corría escaleras arriba y abajo de la anti- Otra de las historias que contaba la he oído a gua casa grande de la plantación donde una mujer menudo de las tradiciones negras. El sitio, hora y perversa yacía en su lecho de muerte; y el sonido circunstancias han sido cambiados de boca en fantasmagórico del roce de puertas y un silbido de boca, pero la historia se ha mantenido básica- ultratumba, cuando nadie se atrevía a abrir esas mente igual. Dos o tres hombres —comúnmente puertas, para que nadie olvidase lo que podría negros— están viajando en una carreta por un dis- verse. Y en muchas de sus historias aparecía tam- trito aislado —usualmente por el antiguo fondo de bién la mansión vieja y desierta de la plantación, un río, amplio y desértico. Al anochecer llegan a con las malas hierbas cubriéndola casi por com- las ruinas de lo que otrora fuera una prospera y pleto y las palomas fantasmales que salen volando lozana plantación, y deciden pasar esa noche allí, desde los hierros de la verja de la baranda. dentro de la casa vacía de la plantación. Esta casa Hay una leyenda muy popular en aquella época, es siempre enorme, impresionante y prohibitiva; y por el suroeste, la cual no puedo situar con exac- siempre, según los hombres se acercan a la ba- titud. Es decir, no puedo decidir si se trata de una randa de las altas columnas del pórtico, cubiertas de las inconsistencias comunes en el folclore negro por las altas malas hierbas que cubren todo el o una deliberada invención irlandesa, que tiene el sitio, enormes cantidades de palomas se alzan propósito de ser una tontería. (181) Es la que trata desde la verja donde estaban posadas y se van vo- de la mujer sin cabeza a quien, extraño decirlo, se lando. Los hombres se acuestan a dormir en el le escuchaba rechinar sus dientes en el ángulo de amplio local del frente, que contiene una semi- la chimenea y cuyos largos cabellos le ondulaban en destruida estufa, y en medio de la noche les des- la espalda. pierta el sonido de arrastre de cadenas, otros so- Los negros constituyen un estudio interesante. nidos extraños y gemidos provenientes del piso Había negritos que juraban solemnemente que po- superior. En ocasiones sienten pasos que bajan dían ver el viento y que este era de color rojizo. por la escalera y a nadie ven. Es entonces que se Decían que por eso los puercos comenzaban a chi- muestra una terrible aparición y los hombres salen llar cuando el tiempo comenzaba a ponerse frío; huyendo, aterrorizados. Este monstruo, en todas ellos también podían ver el viento y le temían. Y las historias que he leído, es invariablemente un gi- recuerdo a una tal Arabella Davis, a quien yo acos- gante sin cabeza, desnudo o envuelto en una espe- tumbraba a ir a ver cuando niño, que recorría pla- cie de prenda de vestir que carece de forma y a cidamente el pueblo recogiendo ropas para lavarla. veces esta armado con un hacha. Esta historia apa- Era una filósofa negra, si alguna vez hubo alguna. Su rece una y otra vez en el folclore negro. (180) No pequeña nieta corría tras ella por doquiera que ella se que tipo de historias cuentan los negros de hoy. fuese y le llevaba su pipa, las cerillas y el tabaco con He vivido durante años en una región donde es la misma pomposidad con la que un cortesano lle- muy raro ver a un negro. De hecho, no se permite varía el sequito de una reina. a ninguna persona de color quedarse a pasar la Arabella había nacido esclava, pero sus recuer- noche en este condado. dos eran posteriores a esos tiempos.

56 Weird Tales de Lhork La correspondencia de Robert E. Howard

A menudo hablaba de su conversión, cuando el espíritu del Señor era tan fuerte sobre ella, que NOTAS dejo de comer y de dormir durante diez días y no- ches. Entonces cayó en trance, dijo, y por días los (164) Sin duda, “Red Blades of Black Cathay”, enviado a Oriental Stories. demonios del infierno la persiguieron por las mon- (165) Probablemente “Eighttoes Makes a Play”, escrito por Smith des- tañas negras y las montañas rojas. Por cuatro días pues de haber hablado con Howard sobre su sugerencia para el argu- colgó de las telarañas que cubren las puertas del in- mento, en 1930. “El cuento fue enviado a una de las editoriales principa- fierno y los perros de caza del diablo le aullaron sin les de ficción barata, pero fue rechazado y paso a mi cajón de trabajos parar. ¿No es eso, acaso, dejar volar la imagina- rechazados.”—Tevis Clyde Smith, Introducción a Red Blades of Black Ca- ción? Y la parte mas extraña es que esta historia thay, Donald M. Grant (1971). resultaba para ella tan verdadera, tan real, que se (166) Snappy fue una revista de tipo “porno”, similar a 10-Story Book. habría sorprendido si alguien le hubiese cuestio- (167) Carta de H.P. Lovecraft a Howard, 20 de julio de 1930. Ver H.P. nado su veracidad. Lovecraft, Selected Letters III, pp. 161—63. Pero he aquí que estoy divagando sin parar. (168) Oriental Stories, Febrero-Marzo de 1931, cubierta artística de Do- Muchas gracias por las amables frases que dijo nald von Gelb. acerca del “Culto Bran”. He visto que Weird Tales (169) Este cuento apareció en el número de julio de 1932. anuncia mi trabajo “Reyes de la Noche” (182) para (170) Fungi from Yuggoth. el número del próximo mes. Espero que le guste (171) Weird Tales, junio de 1930 (Parte 1), julio de 1930 (Parte 2). esa historia. Bran es uno de los “reyes”. Pienso se- (172) Probablemente Sir Grafton Elliot Smith (1871-1937). Smith apoyó guir su consejo de escribir una serie de cuentos fuertemente la propuesta de la teoría de que Egipto había sido la fuente sobre Bran. de la civilización europea. Vease The Ancient Egyptians and Their Influence Si usted puede obtener la dirección de Machen Upon the Civilization of Europe (1911). del señor Derleth, veré lo que puedo hacer. Si Ma- (173) En “The Electric Executioner”, de Adolph de Castro (Weird Tales, chen alguna vez responde a mis indagaciones, su agosto de 1930). respuesta será muy interesante. Siempre me he (174) La referencia es N.J. O’Neail al escribir en el numero de marzo de sentido fascinado por su trabajo, aunque franca- 1930 de Weird Tales: cf. H.P. Lovecraft in “The Eyrie” (1979), p. 31: cf. Tam- mente diré —sin intención de adular— que lo con- bién Selected Letters III, p.166. sidero inferior a usted como escritor de cuentos (175) Lovecraft respondió a esta averiguación en su carta del 14 de de horror. agosto de 1930 (Selected Letters III, pp. 166—67). Espero que disfrute, o posiblemente diría, que (176) Publicado como “The TNT Punch”, Action Stories, enero de 1931. haya disfrutado, cuando esta carta llegue a usted, (177) A Man from Genoa and Other Poems por Frank Belknap Long (Athol, de una visita muy agradable a Quebec. Le repito MA: Paul Cook, 1926). que le envidio. Ha pasado ya tanto tiempo de (178) Referencia al poema de Bernard Austin Dwyer “Ol Black Sarah” haber hecho yo algún viaje así, que siento como si (Weird Tales, octubre de 1928). estuviera criando raíces. Por ejemplo, hace ya dos (179) Revisado por Lovecraft para Zealia Bishop. No fue publicado en años desde que anduve por la frontera con Mé- Weird Tales hasta enero de 1939. xico. La región del condado donde vivo no es par- (180) Obviamente Howard utilizó este cuento como marco para su “Pi- ticularmente estimulante a la imaginación, a menos geons from Hell”, Weird Tales, mayo de 1938. que pudiera decirse que la constante lucha de sus (181) Una “tontería” irlandesa parece contradecirse en si misma o con- habitantes contra la hambruna sea estimulante. La tiene una irracionalidad inconsciente, como cuando Sir Boyle Roche ad- sequía golpeo duramente a este condado y, por virtió a la Sala de los Comunes sobre rufianes que “nos cortarían como favor, no crea que exagero cuando digo que mu- carne picada y lanzarían nuestras cabezas sangrientas sobre esa mesa, chos dueños de granjas y sus familias subsisten en para mirarnos a los ojos.” estos momentos de maíz quemado y seco. No hay césped, la gente se está comiendo el maíz que per- tenece por derecho a los caballos de las granjas y estos sólo comen las bayas de los arbustos. Muy pronto se acabaran estas y los caballos morirán. La gente morirá también, a menos que el gobierno los ayude. Muy cordialmente suyo, Robert E. Howard

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El Gran Ciclo mítico-épico del caballero Rider Haggard

Augusto Uribe

e los setenta y cinco libros que produjo H. Rider Haggard, a los aficionados al fantástico Dnos interesan particularmente los que com- ponen el Gran Ciclo, dieciocho novelas y cuatro cuentos en total, entre las primeras algunas tan po- pulares como Ella, Ayesha y Las minas del rey Salomón. Pueden distinguirse dentro del Ciclo varios subciclos, principalmente los de Ayesha y Allan Quatermain, bien entendido que éste engloba a su vez otros subciclos, como la serie de Lady Ragnall y la trilogía o tetralogía del pueblo zulú, y que Ella y Allan pertenece a todos ellos, es el link que los en- laza. A continuación indico las novelas y cuentos del Ciclo, ordenados cronológicamente por el año o años de su acción que figura tras el título, prece- dido éste por el año de publicación y rematado por su número en la colección Centauro.

1 1923 La hija de la Sabiduría (Wisdom’s Daughter) ant. Egipto 2 1891 Nada, el lirio (Nada, the Lily) (C 66) 1800-56 3 1912 Marie (Marie) 1835-38 (C 53) 4 1887 La esposa de Allan (Allan’s Wife and other tales) 1842-69 (C 60), que incluye los cuentos 5, 6 y 7 5 1889 Una aventura del cazador Quatermain (Hunter Quatermain’s Story) 6 1889 Jim-Jim y los tres leones (A Tale of Three Lions) 7 1889 Lucha desigual (Long Odds) 8 1913 Mameena (Child of Storm) 1854-56 (C 57) 9 1888 La venganza de Maiwa (Maiwa’s Revenge) 1859 (C 76) 10 1915 La flor sagrada (The Holy Flower) 1870 (C 59) 11 1924 El monstruo (Heu-Heu or The Monster) 1871 (C 84) 12 1920 Ella y Allan (She and Allan) 1872 13 1926 El tesoro del lago (The treasure of the Lake) 1873 14 1916 El niño de marfil (The Ivory Child) 1874 (C 67) 15 1916 Nombé (Finished) 1879 (C 68) Texto: Augusto uribe 16 1920 Magepa el antílope (Magepa the Buck), cuento incluido en «Smith y los Faraones», 1879

58 Weird Tales de Lhork El gran ciclo mítico-épico del caballero Rider Haggard

17 1885 Las minas del Rey Salomón (King Solomon’s Mines) 1880 (C 50) 18 1920 Allan en Egipto (The Ancient Allan) 1882 (C 61) 19 1927 Allan y los dioses de hielo (Allan and the Ice Gods) 1883 (C 48) 20 1887 Allan Quatermain (Allan Quatermain) 1884-85 (C 29) 21 1886 Ella (She) 1885 (C 2) 22 1905 Ayesha, el retorno de Ella (Ayesha, the Return of She) 1905 (C 3)

Las primeras ediciones en castellano de las ci- tadas Ella, Ayesha y Las minas del rey Salomón son muy antiguas. De esta última, por ejemplo, co- nozco cinco ediciones españolas anteriores a la guerra (1936) y treinta o cuarenta posteriores, a más de que se sigue reeditando, lo que quiere decir que ha resistido el paso del tiempo. Y otro tanto cabría decir de Ella y Ayesha. Pero el descubrimiento del Ciclo lo hice, su- pongo que como otros, con la lectura de las quince novelas y tres cuentos publicados en Argentina por Acme, en su colección Centauro, entre 1941 y 1955, y luego lo completé con el trabajo de mi buen amigo Emilio Serra en Fan de Fantasía, al que en su día contribuí y ahora aprovecho. Sólo deja- ron de aparecer en Centauro las novelas La hija de la Sabiduría, El tesoro del lago y Ella y Allan, y el cuento Magepa el antílope. La editorial Acme Agency, S.R. Lda., con Casa en Bartolomé Mitre 562, Buenos Aires, publicó en 1941 el número 1 de su colección Centauro, de la que todavía se encuentran por aquí ejemplares, ya que se distribuyó ampliamente en España. Al igual que en otro campo la colección Austral, de Espasa- Calpe Argentina, supuso un chorro de agua fresca en el sequedal literario que entonces sufríamos. Eran unos libros que podríamos llamar pulp por su papel más bien oscuro, de entre 200 y 300 pá- ginas de 17’5x11’5 cm., con cubiertas de cartoné en color y $ 1’60 m/arg. de precio. Después Acme se convirtió en S.A., mudó su sede a Maypú 92, re- dujo un poco el tamaño de los tomos, pasó las cu- biertas a papel y fue subiendo su precio hasta al- canzar los 7 pesos. No debieron venderse mal porque se hicieron reediciones y, si inicialmente se editaban con un in- Por intervención de su padre, ocurrió que sir tervalo de meses, luego aumentó notablemente su Henry Bulwer, sobrino de Bulwer-Lytton, lo llevó frecuencia hasta que en 1955 sacó el último número consigo al Servicio Colonial en África del Sur, de que tengo noticia. Así rezaban: «Este libro no es donde estuvo seis años, de los 19 a los 25, con un un digesto ni una condensación de la obra original. breve paréntesis en Inglaterra que le bastó para co- Su texto es completo», lo que era muy de agradecer. nocer y contraer matrimonio con Louise Margit- son que era menor de edad, huérfana bajo tutela * * * judicial y un excelente partido. En África sufrió una verdadera transformación El autor de que voy a ocuparme es el inglés sir aquel muchacho al que sus profesores tenían por Henry Rider Haggard, nacido en la casita familiar torpe —precisó de tutores para sus estudios— y de Wood Farm, cerca de Bradenham, en Norfolk, del que su madre llegó a decir que era más pesado el 22 de junio de 1856, octavo de los diez hijos de que el plomo, tanto de cuerpo como de alma. Fue un rico abogado y terrateniente, y ennoblecido en siempre voluntario para internarse en el corazón 1912. Fue uno de los mejores escritores populares del país o tratar con los jefes indígenas locales, y ya de fantasía histórica de todos los tiempos, quizá el nunca le abandonó la añoranza del misterio, la mejor, maestro de muchos y autor de un Gran grandiosidad y el encanto de aquellas tierras vírge- Ciclo que constituye una poderosa creación fantás- nes y aquellos seres incontaminados, de cuyo re- tica mítico-épica. cuerdo sacó el material de las mejores de sus no- Sir Henry escribió desde la propiedad heredada velas. A los 28 años se estableció como abogado por su esposa en Ditchingham, también en Norfolk, en Londres y, tras el éxito de Las minas del rey Sa- construyendo allí un universo intemporal de sólito lomón y Ella, abandonó las leyes y se dedicó por en- contra-reloj, acuciado por los editores que le ha- tero a la tarea de escribir. bían adelantado dinero, lo que explica sus altibajos: Ya había publicado dos o tres libros cuando, ganó bastante dinero con sus primeras ventas, que tras leer ambos La isla del tesoro de Stevenson, uno perdió por su mala cabeza para los negocios. de sus hermanos le dijo que él no sería capaz de

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escribir algo ni la mitad de bueno, y escribió Las «Acabo de enterrar a mi hijo, mi pobre hijo... minas de un tirón, en seis semanas. El primer año Tengo el corazón destrozado... Es muy duro per- vendió 30.000 ejemplares en Inglaterra y se hicie- der a un hijo... ¡Pobre Harry! ¡Se marchó tan ron tres ediciones en los Estados Unidos; de Ella pronto! Apenas había gustado de la vida cuando ya se vendieron 25.000 ejemplares en tres meses y la abandonó... ¡Pobre hijo mío! Soy como el hom- hubo que hacer enseguida una nueva tirada. Estos bre bíblico que acumuló riquezas y construyó gra- libros fueron el modelo de cuantos le siguieron neros. También yo junté riquezas y construí grane- por las sendas de la science fantasy. ros para que mi hijo las guardara en ellos, pero Viajó a Egipto todavía joven porque le intere- ahora su alma abandonó su cuerpo y quedo yo de- saba el mundo de los Faraones, sobre el que dese- solado para lamentar tan irreparable pérdida. aba escribir. Después, cuando sólo tenía 33 años, ¡Ojalá hubiese sido llamada mi alma y no la del mu- la muerte llamó a su puerta; sufrió una crisis de chacho!» salud física y abatimiento moral que estuvo a punto de llevarlo a la tumba. Compró una de las primeras máquinas de es- Dejó entonces Londres para establecerse en cribir que salieron al mercado y ya nunca volvió a Ditchingham y allí explotó sus tierras, convirtién- escribir a mano. Después tomó como secretaria a dose en un experto granjero que escribió tan bien Ida Hector, que tanto iba a suponer en su vida, y sobre agricultura que el gobierno le envió a los Es- viajó a Canadá, Australia, Nueva Zelanda y nueva- tados Unidos para que estudiase los establecimien- mente a Sudáfrica, comisionado otra vez por el go- tos agrícolas fundados por el Ejército de Salvación. bierno, ahora para informar sobre la situación de A causa de la muerte de su hijo Jack hubo de re- los Dominios. gresar precipitadamente, sin poder visitar Méjico En los primeros años de la década de los 20 se como era su propósito. Cuatro años antes había le abrieron las páginas de los nacientes magazines escrito Allan Quatermain en su diario lo que suena americanos, lo que le ayudó en sus finanzas. Se vio casi como una premonición: cubierto de honores y en buena posición econó- mica, pero enfermo, y, operado sin éxito, falleció en Londres el 14 de mayo de 1925, a los 68 años de edad. Sin perder su paternalismo ni su orgullo de hombre blanco, admiraba al pueblo zulú y sus ges- tas, y con su habilidad para la creación de persona- jes de fantasía histórica dio vida a figuras realmente magníficas. También le seducían las élites y la aris- tocracia y le fascinaban temas como el de la inmor- talidad o la transmigración de las almas, mientras fascinaba él a su vez a la burguesía inglesa de la época victoriana con historias de caza en territo- rios salvajes, de amor hasta más allá de la muerte, de batallas y epopeyas, de búsqueda de tesoros ocultos, ruinas escondidas, razas desaparecidas y civilizaciones perdidas, sobre las que transmitía un profundo sentimiento de nostalgia. Fue hombre de pesimismo intelectual y estresado por querer a una mujer que no era con la que estaba casado.

* * *

El subciclo de Allan contiene historias que no son sino de caza y aventuras, tales la novela El mons- truo, las novelas cortas La esposa de Allan y La ven- ganza de Maiwa, y los cuentos Una aventura del caza- dor Quatermain, Jim-Jim y los tres leones, Lucha desigual y Magepa el antílope, que recrean episodios de la vida del Gran Cazador Blanco, el que duerme con un solo ojo, independientes de los demás del Ciclo. En Allan’s Wife, el joven Quatermain emprende una expedición al desconocido norte del Transvaal —Haggard fue miembro del staff del comisionado para su anexión al Imperio—, acompañado por el brujo zulú Indaba—zimbi. Ambos son salvados de morir de sed por Stella Carson, una amiga de la in- fancia de Allan a la que no veía desde que jugaban juntos de niños en Oxford, y se casa con ella. La in- tervención de una muchacha baboon que quiere a Stella y detesta a Allan, termina por agotar la salud de Stella que muere al dar a luz a su primer hijo. Su argumento recuerda en ocasiones la vida del autor, que dirá «Allan ha pasado a ser tan conocido para mí como cualquier otro de mis amigos», pero no fue su amigo, fue su alter ego o, mejor, el alter ego del hombre que a Haggard le hubiera gustado ser. Los cuatro cuentos narran historias similares, al igual que las otras dos novelas. Maiwa’s Revenge

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desaparecido de las ciudades europeas, y encuentra igualmente figuras tan bien trazadas como la de Ig- nosi, el noble y audaz guerrero negro de estirpe real, o la del sin par Umslopogaas, el gigante que es capaz de luchar con su hacha invencible contra do- cenas de enemigos. Tampoco falta el obligado ro- mance que aquí tiene lugar entre una bellísima indí- gena y un inglés. La llevó a la pantalla la Metro en 1950 con Stewart Granger y Deborah Kerr, y hubo antes una versión inglesa en 1927. La continuación de Las minas fue Allan Quater- main, donde el autor adelanta la muerte del prota- gonista, por lo que las muchas novelas que siguie- ron fueron una larga serie de precuelas de éstas, de miradas cada vez más lejos hacia atrás. Allan parte ahora en busca de una raza de hombre blancos perdida en el corazón de África y Haggard dibuja el esquema de las otras novelas del genero, tanto suyas como de otros: una leyenda hace seguir la pista de un tesoro en un viaje en que el héroe se abre paso por caminos nunca hollados por un ex- tranjero, en una demostración de valor a la vez fí- sico y moral, lucha contra los pueblos salvajes que lo hostigan, caza grandes fieras y alcanza el lugar buscado tras atravesar la frontera que lo separa del mundo conocido, que aquí es un río subterráneo y en Las minas eran unas montañas. Los acompañan- tes de Allan toman partido en las intrigas políticas del país, luchan en una batalla de proporciones épi- cas y se hacen con el poder para sus protegidos. Siempre se llega al buscado lugar secreto, que resulta ser maravilloso y protegido por barreras que sólo los elegidos pueden franquear: el desierto y las dos montañas gigantes de «Los Pechos de la Reina de Saba» en Las minas, el río, las montañas y selvas infranqueables que rodean el reino de Zu- Vendia y su dorada capital en Allan Quatermain. En Las minas, la grandiosa batalla en que participan los europeos tiene lugar para que el heredero de un trono indígena expulse de él a su cruel tío; en Allan toma su nombre de una terrible venganza nativa y Quatermain toman partido en la terrible guerra que en ella Maiwa es el apóstol de la redención de un sostienen por celos las dos reinas de Zu-Vendia. pueblo oprimido por la barbarie. En Heu-heu or She and Allan la trataré después y The Treasure of The Monster, Allan encuentra a los heuheues, los the Lake, no traducida al castellano que yo sepa, es «Hombres Peludos del Bosque», una raza casi ex- una novela póstuma que sigue el esquema de las an- tinguida que, huyendo de sus enemigos, ha venido teriores, aunque no está tan conseguida. Allan hace a refugiarse en una caverrna bajo un lago entre sal- el camino del remoto país de los Engoi acompa- vajes, y allí talla la estatua del enigmático Heu-Heu. ñando al nativo Kameke que ha solicitado su ayuda: Hay una princesa en peligro según la obligada es al tiempo un jefe cruel y un soñador —aquí un pi- trama romántica de estas novelas, para las que el nito de análisis psicológico por parte del autor—, argumento es poco más que una excusa en la na- que ha sido expulsado de la tierra de los Engoi y rración de episodios de riesgos y peligros, caza de pretende volver a ella como rey. grandes animales y alabanza de la vida natural afri- Por el camino se les une el inglés Arkle, también cana en menosprecio de la civilizada europea. expulsado de entre los Engoi, a donde le atrajo desde Inglaterra con sus poderes sobrenaturales la * * * sacerdotisa que rige a ese pueblo, la Sombra o el Tesoro del Lago, que por esos dos nombres se la Se dan en el mismo subciclo de Quatermain no- llama. Los tres participan en una guerra que termina velas de civilizaciones perdidas, alguna escasamente con la proclamación de Arkle como la nueva Divi- conectada con las otras del Gran Ciclo, que serían La nidad, dirigiendo sus primeros esfuerzos a suprimir flor sagrada, El tesoro del lago, Las minas del rey Salomón el régimen sacrificial imperante. La magia permite y Allan Quatermain, a más de la singular Ella y Allan. controlar a animales salvajes y producir catástrofes King Solomon’s Mines fue la primera novela del naturales, y también hay una reencarnación, como Gran Ciclo que salió de la pluma de Haggard y su- suele ocurrir en las novelas del último período de puso para muchos el descubrimiento de África a tra- Haggard. Por su parte Allan aparece un tanto dis- vés de una historia escrita con tal conocimiento del minuido, como juguete del destino. continente que prestaba verdaderos visos de auten- The Holy Flower es otra novela parecida en la ticidad a sus descripciones de paisajes, personajes y que Allan aparece acompañado por su compatriota hechos. Su sabido argumento narra la búsqueda por Charles Sccroope, que llega a África para practicar parte de un grupo de expedicionarios ingleses, entre la caza mayor y siguiendo a su prometida, con la los que figura Allan Quatermain, de las legendarias que ha roto. Esta vez la búsqueda es la de la Flor minas del rey Salomón. El autor encuentra en África Sagrada, una orquídea misteriosa cuyo origen se el primitivismo, el espacio libre y salvaje que ya ha desconoce, única en su especie, que está custo-

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diada por una tribu de costumbres bárbaras con el la ya viuda Lady Ragnall hacen el mismo viaje, en- fanatismo de quienes saben que su supervivencia contrándose reencarnados en el noble egipcio Sha- depende de la Flor. De nuevo aventuras, peligros, baka y su prometida, la princesa Amada, hija del muchas muertes entre la gente de Allan y, como pretendiente al trono. protagonista animal, un enorme gorila cuya imagen Shabaka es enviado a la corte del Rey de Reyes ilustra la cubierta del libro. para enseñarle a cazar leones, pero el vicioso so- Las dos grandes novelas del subciclo son las berano lo devuelve a Egipto y retiene a Amada en primeras, Las minas del rey Salomón y Allan Quater- el harén real. Los egipcios se rebelan contra los main, donde éste es presentado astuto pero pru- persas, rescatan a Amada y ésta se casa con Sha- dente, héroe, cazador, testigo y narrador. Quizá baka, para morir al poco, como estaba escrito en porque él es quien cuenta las historias en primera su destino. Al final, tras haberse amado en otros persona, no se describe nunca, sólo se dice que es cuerpos, Allan y Lady Ragnall se despiertan en los más bien bajo, corpulento y feo, que asistió en su suyos en el presente inglés. juventud a la Universidad de Eton y que es muy La tercera novela de esta serie es Allan and the diestro con las armas de fuego. Su primera esposa Ice Gods, subtitulada A Tale of Beginnings, que sigue fue Marie, que murió pronto de un modo trágico y rutinariamente el esquema de las dos que la prece- la segunda, Stella, que murió igualmente pronto, den. Cuando muere Lady Ragnall deja toda su for- aunque le dejó un hijo. John Good y sir Henry Cur- tuna a Allan, que no la acepta, aunque sí el legado tis van a ser los fieles acompañantes de sus últimas de la hierba taduky, que le hace viajar de nuevo al correrías y testigos de su muerte. pasado, ahora al paleolítico superior. Ha reencarnado en Wi, que vive feliz con su fa- * * * milia en la última era glacial en el norte de Europa, quizá en Escocia. Un día rescata del mar a la bella Otras tres novelas del subciclo de Quatermain mujer rubia Laleeba, que proviene del más avan- corresponden a la serie de Lady Ragnall o de las zado neolítico, de la parte meridional de Irlanda o reencarnaciones: El niño de marfil, Allan en Egipto y la septentrional de Francia. Cuando los hielos avan- Allan y los dioses de hielo. La idea general de que nosotros y nuestros seres cercanos formamos parte del sánsara, de una rueda del destino que nos hace encarnar sucesivamente en diferentes cuer- pos y vidas, no fue una idea personal de Haggard, estaba bastante extendida, pero él la explotó para recrear existencias anteriores de Allan aderezadas con poderes sobrenaturales y maldiciones de dio- ses y diosas que han de expiarse a lo largo de más de una existencia. La acción de The Ivory Child arranca cuatro años antes de la de The Holy Flower, cuando Allan entabla amistad en Inglaterra con Lord Ragnall y su prome- tida, miss Luna Holmes, a la que salva de ser rap- tada por dos hechiceros africanos, Harut y Marut. Ocho años después se encuentran en África y Rag- nall le cuenta que se casó con Luna y tuvieron un hijo que murió aplastado por un elefante en una procesión, lo que hizo que ella perdiera la razón y desapareciera en una travesía por el Nilo. Allan averigua que los dos hechiceros son sa- cerdotes brujos de los Kendah Blancos que inten- tan hacerse con Lady Ragnall porque creen que es la reencarnación de la sacerdotisa del Niño de Marfil, una representación de Horus a la que rin- den culto. Estos Kendah Blancos, de la raza de los antiguos pobladores de Egipto, están en guerra con los Kendah Negros, de piel oscura, cuyo dios es Jana, un gigantesco e invulnerable elefante que es encarnación del demonio. Las balas de Allan no causan daño al paqui- dermo porque está mágicamente protegido por su amo contra blancos y negros, pero no lo está con- tra otras razas, y Hans, un enano hotentote que es el más fiel compañero de Allan, acaba con él cuando el animal está a punto de aplastar al Caza- dor. Los Kendah Blancos triunfan en la bárbara guerra que sostienen contra los Negros y Lord Ragnall recupera a su esposa y ésta la razón. Harut y Marut son clarividentes y todo se cumple como habían conocido en una visión. Han transcurrido ocho años más cuando se desarrolla la acción de The Ancient Allan, una conti- nuación directa de la anterior. Los adoradores Kendah del Niño de Marfil mantienen insospecha- das relaciones con el antiguo Egipto, al que viajan inhalando los humos de una hierba mágica. Allan y

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de Chaka, una especie de versión zulú del dios Thor, con un hacha en lugar de un martillo». El resumen de su argumento no le hace justicia porque su riqueza histórica y cultural va mucho más allá de su trama, que narra el viejo ciego Bopo, amigo desde la infancia de Chaka, al que dio agua de niño cuando se moría de sed aunque sus tribus es- taban enfrentadas, y terminará por ser el causante de su muerte. La historia de este rey, el «perro loco» que emprende la conquista de toda África del Sur y tiene un millón de muertos a sus espaldas, es de verdadera grandiosidad mítica y épica. Una hermana de Bopo es una de las esposas de Chaka y tiene de él un hijo, el héroe Umslopogaas que aparece en otras varias novelas y al que el rey decide hacer matar como a todos sus demás hijos —con alguno llega a hacerlo con sus propias manos—, a causa de una profecía. Bopo se las arregla para cambiar al niño y cría a Umslopogaas como si fuera hijo suyo, hasta que Chaka descubre la verdad y se produce una matanza entre ambas familias, cuyo resultado final es la muerte del rey. Al joven Umslopogaas lo salva de ser muerto por un león otro joven, Galazi, que devendrá su hermano de sangre y es el jefe de una manada de lobos que se convierten en antiguos guerreros bajo encantamiento. Nada, hija de Bopo, es la mujer más bella del mundo y el rey Dingaan, que ha suce- dido a su hermano Chaka en el trono, la desea para sí, mas Umslopogaas, que ya sabe que no es su hermana, la toma por esposa. Es una resolución trágica que da lugar a un ata- que de las fuerzas de Dingaan que acaba con Galazi y sus lobos. Umslopogaas es puesto fuera de com- bate y Nada muere de hambre y sed en la cueva en que se ha refugiado. Dingaan muere también cuando a los zulúes ya les queda poca historia, pues pronto serán dominados y degradados por los hombres blancos. La novela, que bien podría haberse llamado La maldición de Chaka, está llena de fuerza imaginativa y es muy rica en detalles culturales, con presencia de poderes sobrenaturales como profecías, hados, la manada de lobos guerreros y las visiones de los Dioses del Cielo zulúes. Los elementos legendarios tomados de las tradiciones y los fantásticos inven- zan, Wi y Laleeba, que se han enamorado, más tados por el autor crean un ambiente de entre Aaka, la esposa de Wi, se embarcan hacia el sur en sueño y leyenda de un extraordinario nivel —rei- una situación que evoca el triángulo de Henry, su tero— épico-mítico. secretaria Ida y su esposa Louise. Una de las dos Emilio Serra reproduce un párrafo descriptivo mujeres cae al mar sin que sepa cuál de las dos es de Umslopogaas que también voy a traer aquí yo hasta que Allan regresa a su tiempo. porque está muy bien escogido: Luna Holmes, Lady Ragnall, fue una de las pare- jas espirituales de Allan y su compañera en la reen- «El hombre corpulento era un personaje muy carnaciones, quizá la única mujer a la que amó re- interesante; ancho y alto, enjuto, los brazos largos almente, aunque le diera miedo. y vigorosos y un semblante feroz que me recordaba al del difunto Dingaan. Sus ojos eran penetrantes y * * * tenían un aire regio. En la sien se veía una gran hen- dedura: algún golpe recibido había hecho saltar un Resta la que se suele llamar la trilogía de la his- trozo del cráneo. (...) El hombre iba cubierto con el toria del pueblo zulú, Marie, Mameena y Nombé, traje de guerrero. Cruzada sobre sus rodillas tenía tres espléndidas novelas precedidas por otra que un hacha grande y muy larga, con el mango de es seguramente la más conseguida del autor, por lo cuerno de rinoceronte atado con alambre.» que mejor debería hablarse de una tetralogía: Hag- gard puso toda su alma en Nada, el lirio. Como dice Marie es la primera de la trilogía clásica que Serra, es «un intento de construcción de un corpus cubre los últimos días del reinado de los feroces so- mítico-épico a base de las leyendas y narraciones beranos del imperio zulú: está llena del encanto de de los zulúes, mezcladas con muchos elementos de África y sus brujos, el primero de todos el siniestro las sagas nórdicas, y de la historia de la Casa de los Zikali, «El-Que-Nunca-Debió-De-Haber-Nacido», Reyes de Sezangakona, especialmente Chaka, la que maquina pacientemente en la sombra la des- Bestia Negra, y su hermano Dingaan, todo ello en- trucción de la dinastía reinante para vengarse de la tretejido en una trama pseudonovelística alrededor destrucción de los suyos, sin reparar en el coste de de la vida y hazañas de Umslopogaas el León, hijo sangre que supondrá su venganza. La novela toma

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su nombre de la dulce Marie, que todo lo soporta en aras de su amor hasta entregar su vida por él. El segundo libro de la trilogía, Child of Storm, lo vertió el traductor como Mameena y en él conti- núa la epopeya de la venganza de Zikali y la caída de la Casa Real de Senzangaconan, siempre en na- rración de Allan Quatermain y con su intervención. Los príncipes Cetawayo e Imbelazi se disputan a muerte la sucesión al trono zulú y el amor de la Hija de la Tempestad que, como la tormenta, todo lo derriba a su paso. La bellísima Mameena, que a quien ama salvaje y desesperadamente es a Allan, muere a causa de su ambición de poder. En la sentida dedicatoria del libro dice Haggard de los zulúes:

«Tuvieron sus virtudes además de sus vicios. Servir a su país, morir por él y por el rey, tal era su ideal primitivo. Si bien eran feroces, eran leales y no temían las heridas ni la muerte; si bien escuchaban los sombríos consejos de los brujos, la claridad del deber sonaba con mayor fuerza en sus oídos; si bien cantando su terrible ingoma marchaban a matar sin cuartel cuando lo ordenaba el rey, por lo menos no eran mezquinos ni vulgares. La mezquin- dad y la vulgaridad están lejos de aquellos que con- tinuamente deben hacer frente a las grandes cues- tiones finales de la vida y la muerte. Esas cualidades son comunes en los lugares seguros y densamente poblados de los hombres civilizados y no en los kraales de los salvajes bantús en donde, al menos en tiempos pasados, se hubiesen buscado en vano».

Finished, que se tituló Nombé, obviamente para completar el triduo de nombres de heroínas, relata la decadencia y el fin de los zulúes con su rey a la cabeza, cumpliéndose así la venganza de Zikali. Nombé es la señalada por el destino para sellar la suerte de la dinastía y Cetawayo su último sobe- rano, un personaje histórico que se enfrentó a los ingleses en el Transvaal en la guerra de 1879 y sobre el que Haggard recogió testimonios de pri- mera mano cuando su estancia en aquel país.

«Ahora todo ha cambiado o así lo he oído e, indudablemente, en general es mejor», escribirá el autor, que hablará también de «las terribles ansie- dades del Mundo a lo largo de ese camino, tinto en posa Nada el Lirio, la más bella entre las mujeres sangre por el que, tal como está dispuesto, debe zulúes, su único amor verdadero, mientras que Ga- escalarse el puro Pico de la Libertad». lazi el Lobo, el portador del mazo, su hermano de «A pesar de todo, podemos imaginarnos cuáles sangre, fue el amigo del héroe en el sentido nórdico son los pensamientos que cruzan la mente de algún del término. El brujo Zikali representa la fealdad y viejo guerrero del tiempo de Chaka o Dingaan el poder, la venganza y la muerte. He aquí dos des- mientras toma el sol acurrucado en algún lugar, por cripciones que hace Quatermain de él: ejemplo, donde se alzó el kraal real de Duguza, y ob- serva a hombres y mujeres de sangre Zulú que vuel- «Aun desde esa distancia era imposible confun- ven a sus hogares de las ciudades o las minas, aton- dir su figura que no se asemejaba a ninguna otra tados con el licor del hombre blanco adquirido de que yo hubiera conocido. Era un enano de anchos contrabando, grotescos con las ropas de desecho hombros con una cabeza enorme, ojos de mirar del hombre blanco, escondiendo tal vez en sus man- profundo hundidos en sus órbitas y un cabello tas ejemplares de las fotografías de gusto dudoso del blanco como la nieve que le caía sobre los hom- hombre blanco, para luego cerrar sus ojos hundidos bros; toda su figura y su rostro mostraban una y recordar los regimientos con sus penachos de plu- edad avanzadísima...» mas que hacían retemblar ese mismo terreno, al lan- «En ese momento oí un ruido apagado que zarse con un trueno de aclamaciones, fila tras fila, partía del rincón de la choza donde las sombras compañía tras compañía, a la batalla...» eran más profundas, y mirando vi un brazo esque- lético que se proyectaba en el círculo de luz. Fue Pasemos una postrer revista a los personajes de seguido de oro brazo, luego por una cabeza volu- la extraordinaria epopeya zulú. Los reyes de la Casa minosa, cubierta por blancos cabellos que llegaban de Sezangakona existieron todos en la realidad, hasta el suelo, y luego por un cuerpo grande y de- Chaka, el autor de la ofensa, su hermano Dingaan y forme, tan consumido que parecía un esqueleto cu- el último soberano, Cetawayo. Umslopogaas fue el bierto con una piel negra y arrugada. Lentamente, héroe, el campeón, el portador del hacha, y su es- como un camaleón trepando por una rama, esa

64 Weird Tales de Lhork El gran ciclo mítico-épico del caballero Rider Haggard cosa se arrastró hasta nosotros y vi que era Zikali. guen, no sin antes arriesgar varias veces sus vidas. Llegó al lado de la cama y se acurrucó allí como un Cuando unos caníbales que matan a sus victimas de sapo; después, de nuevo como un camaleón, sin un modo horrible están a punto de acabar con mover la cabeza me miró...» ellos, Ella los salva, que ha sabido anticipadamente de su llegada por sus poderes. Ve en el joven lord * * * la reencarnación de Kalíkrates, pero una vez más se cierra el triángulo maldito al enamorarse Leo de Las cuatro novelas del otro gran subciclo son la nativa Ustane. Ayesha la mata y pide desespera- La hija de la Sabiduría, Ella y Allan, Ella y Ayesha; damente a Leo que la ame. quienquiera que desee empezar por lo mejor, que Como dice Mahieu, hay que hacer notar que las lea en el orden en que fueron escritas, comen- toda esta historia fantástica, que empieza por llevar zando por Ella y Ayesha, aunque yo las voy a co- a los desconfiados protagonistas hasta la costa afri- mentar por en otro orden. cana y los conduce luego a la ciudad perdida de Kôr, Wisdom’s Daghter, the Life and Love Story of She- está escrita en un estilo sobrio y analítico, con eru- Who-Must-Be-Obeyed, no está en Centauro, creo dición y perspectiva científica, como corresponde al que no apareció en castellano hasta que la sacó en sabio profesor que supuestamente la narra. 1982 Adiax en su colección Fénix. Posteriormente Este animado tratamiento no excluye las refle- ha habido otras ediciones que están en el mercado. xiones filosóficas del protagonista. Como señala el Ayesha es aquí todavía una mujer mortal, una propio Holly, la historia parece ocultar una alegoría princesa árabe de singular belleza, en los tiempos cósmica, una redención a través del sufrimiento y de la conquista de Egipto por Artajerjes, que llega a el amor con una renuncia final a las ambiciones y la ser sacerdotisa de Isis, la Gran Diosa Madre, y que pasión amorosa. Esto conduce a dos consideracio- se enamora perdidamente del griego Kalíkrates, nes sobre la novela, su potente erotismo conte- «El-Hermoso-en-su-Fuerza», hijo de un mercenario nido y sus curiosos componentes místicos. contratado por el Faraón. La rival de Isis, Afrodita, En lo primero —sigo con Mahieu—, Ayesha se pone en escena a otra princesa, la egipcia Amenar- describe como una mujer de una belleza sobrehu- tas, asimismo sacerdotisa de Isis, que cierra el trián- gulo que se repite inexorable en todas estas novelas al romper sus votos y casarse con Kalíkrates. Cuando cae Egipto, Ayesha se encamina a la ciudad de Kôr y, en unas cavernas que acogieron en tiempos una remota civilización perdida, en- cuentra la Fuente de la Vida, una columna de fuego que otorga una existencia casi ilimitada a quien se baña en sus llamas. Desoyendo la advertencia del profeta Noot, Ayesha penetra en ese fuego porque Amenartas le ha echado en cara que su hermosura se está marchitando, y sale transformada en la in- mortal She, Ella, dotada de poderes sobrenaturales. Amenartas y Kalíkrates alcanzan también Kôr y, en un arrebato de pasión, Ella mata por despe- cho al amado que la rechaza, conociendo entonces que su destino será esperar por siglos, llena de amor, la reencarnación de Kalíkrates. Ella, y su continuación, Ayesha, son una pode- rosa aventura, la más maravillosa de las imaginadas por Haggard. En ellas confluyen la atracción por las antiguas civilizaciones muertas —aquí la egipcia— que transfigura creando sus propias e inaccesibles ciudades perdidas y las inclinaciones místicas del autor, que lo hacen buscar en los arcanos de la his- toria y en las creencias orientales de la transmigra- ción y las reencarnaciones. Son la desgarrada odisea de esa bellísima mujer condenada a la inmortalidad y marcada por las dio- sas —Isis, la Sabiduría, y Afrodita, el Amor— a bus- car por siempre a su amado sin nunca conseguirlo, sin alcanzar jamás la satisfacción de sus deseos pues siempre la muerte trunca sus ilusiones. La acción de She, A History of Adventure, co- mienza cuando un joven lord inglés, cuya familia puede rastrear sus orígenes hasta Pericles, acom- pañado por su amigo y tutor, el profesor Ludwig Horace Holly, que es el narrador de la historia, abre un cofre heredado por los Vincey de genera- ción en generación. En él halla y descifra el increí- ble mensaje de su remota antepasada del siglo IV de la Era Antigua, la princesa Amenartas, la esposa de Kalíkrates. Es un menaje de venganza en el que pide a sus descendientes que hallen y castiguen a Ayesha, la asesina de su esposo. Otros Vincey han intentado antes sin éxito en- contrar a Ayesha, pero Leo y el profesor lo consi-

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mana, aunque muy terrenal en sus atributos y las el fuego consumió su envoltura carnal pero su espí- pasiones que despierta, una seductora tanto más ritu fue transferido al cuerpo de una antigua sacer- terrible cuanto que su belleza es a la vez perversa dotisa de Hes. En Ayesha, the Return of She, de vuelta y tierna. No mantiene ninguna relación sexual a la en Inglaterra, Leo y Holly no pueden olvidar a la espera de que llegue Kalíkrates, se bañe en la Reina de Kôr, no pueden creer que la inmortal Fuente de la Vida y se despose con ella. El ero- Ayesha haya desaparecido para siempre y, cuando tismo surge por alusiones, muy al estilo victoriano, reciben un signo sobrenatural, se ponen nuevamente de la insatisfacción del deseo que consume a los en marcha, esta vez para buscarla en el Asia Central. hombres que la ven, apenas velada. Tras vagar por dieciocho años en una expedi- En lo segundo, sus artes mágicas o su conoci- ción que como siempre está plagada de aventuras miento de la Naturaleza, como Ella prefiere decir, y y riesgos, alcanzan el país de Kaloon, en el este del su sabiduría acumulada por siglos, la llevan a imaginar Turquestán, que está habitado por descendientes empresas inauditas. Por eso al final se ve humillada de los soldados griegos del ejército de Alejandro y por fuerzas superiores que la llevan a la muerte, con- gobernado por un rey loco, casado con la hermo- vertida en una vieja de miles de años de edad. sísima Atene, reencarnación de Amenartas. En el interior del país, en lo más oculto de las «Al fin yació inmóvil, con sólo algún débil movi- montañas, está enclavado el Sagrado Monasterio miento. Ella, que hacía apenas dos minutos aparecía de Hes, adonde llegan ayudados por los poderes ante nosotros como la más encantadora, noble y es- sobrenaturales de Ayesha, que ahora es una mujer pléndida mujer que jamás había conocido el mundo, mayor, con su belleza deslucida. Leo tiene que es- yacía inmóvil, cerca de la masas de su propio cabello coger de nuevo, ahora entre Atene y Ella, y esta oscuro. No era mayor que un mono. Y repug- vez hace la elección correcta: con esta decisión, nante... ¡Ah, demasiado repugnante para expresarlo comienza el proceso de redención de Ayesha. con palabras! Y, sin embargo, pensado —en aquel Cuando estalla la guerra entre el reino secular mismo momento lo pensé— ¡era la misma mujer!» de Kaloon y el Monasterio Sagrado, los poderes mágicos de Ayesha deciden la contienda en favor Estas novelas, como escribe Serra, admitirían del segundo, pero su victoria es efímera. Atene se una segunda lectura, más profunda, que tuviera en suicida, jurando venganza, y Ella causa accidental- cuenta una serie de teorías místicas cuya considera- mente la muerte a Leo. Retorna entonces a Kôr y ción entiendo que desborda los límites de este tra- bajo en que pretendo dar a conocer los argumentos de las novelas del Gran Ciclo y no demasiado más. Ella es una de las creaciones más poderosas, no ya de Haggard, sino del género todo. La imagen de la inmortal Ayesha, «La-Que-Debía-Ser- Obedecida», deslumbradora y amenazante sobre las ruinas de Kôr, esperando el retorno de su amado muerto, ha cautivado a generaciones ente- ras de lectores. Así se la describe:

«¡Qué magnífico cuadro aquél! Allí estaba sen- tada, quiera y majestuosa como una perfecta esta- tua de mármol; solamente su pecho, creciendo y decreciendo bajo la blanca túnica, mostraba que vivía y respiraba como respiran los mortales. Otra cosa también denotaba la vida, y eran los ojos. Pri- mero no pude verlos a través del velo, pero más tarde, sea porque me iba acostumbrando a la luz, sea porque brillaban como los de ciertos animales cuando vigilan intensamente, el velo dejó de ser un obstáculo para verlos. Ahora los veía claramente, grandes, negros y espléndidos, con un tinte de azul intenso en el gris; seductores y, sin embargo, terri- bles, en su augusto alejamiento que parecía ver a través de los objetos abarcándolo todo sin investi- gar, sin hacer esfuerzo alguno. Aquello ojos eran como unas ventanas de cuyo interior fluyera la luz, una luz del espíritu. «A continuación levantó las manos y movió el velo, de modo que por un momento —sólo un momento— quedó descubierto su rostro. Muré, vi y si no hubieses sido por el respaldo del sillón me habría caído al suelo. En cuanto a lo que vi..., bueno, no puedo describirlo con ninguna expre- sión, únicamente diría que fue un rayo de gloria.»

Parecería como si Haggard hubiera estado obse- sionado con la mujer en sus diferentes roles —la propia Ella es otra mujer en su retorno— y con los aspectos míticos de la mujer como devourer and sus- tainer, como devoradora y sostenedora. Ella retorna en Ayesha porque su muerte en las llamas de la Fuente de la Vida ha sido sólo aparente,

66 Weird Tales de Lhork El gran ciclo mítico-épico del caballero Rider Haggard perece definitivamente en el fuego purifucador. El Ayesha está en guerra con Rezu, un gigantesco profesor Holly regresa a Inglaterra y narra la his- macho kôriano que también se ha bañado en las toria. La perspectiva ha variado absolutamente, llamas de la Fuente de la Vida y es igualmente in- puesto que Ella ya no es una mujer a la que hay que mortal y casi invulnerable; se ha proclamado dios obedecer y temer, sino otra que pretende ser la del Sol y reclama para sí sacrificios humanos. leal compañera mortal de Leo//Kalíkrates, mientras En pago a la proeza de Umslopogaas, que lo Atene/Amenartas es ahora la intrusa. mata en cumplimiento de una antigua profecía, Ayesha es una buena novela de aventuras, con Ayesha envía a los viajeros más allá de la puerta de muy buenos momentos, pero sin el sombrío encanto la muerte, donde el inglés y el zulú encuentran lo barroco de Ella. Y no quiero abandonar su comenta- que estaban buscando. Ella les revela asimismo la rio sin mencionar, al menos, la figura de Simbri, un respuesta que desea conocer Zikali. viejo chamán, tío abuelo de Atene, que es un carác- Los personajes principales del subciclo de ter dibujado con mano maestra. Hay muchos tipos Ayesha, cuyos atributos son la inmortalidad y la sa- de fondo en las novelas de Haggard, personajes se- biduría, la belleza y la seducción, son Kalíkrates, cundarios que no son protagonistas pero están muy que en su reencarnación como Leo Vincey se pre- bien descritos, como este Simbri y particularmente senta hermoso pero estúpido, el profesor Holly, varios otros que aparece en los relatos zulúes. feo pero listo, que está calladamente enamorado El relato está impregnado de visiones, premoni- de Ella, Amenartas, la eterna rival de Ayesha por el ciones, poderes mágicos, control de los fenómenos amor de Kalíkrates, y las diosas Isis y Afrodita, que naturales y de las personas, reencarnaciones y muer- rigen los destinos humanos con sus poderes, in- tes voluntarias que invitan a una contemplación de la comprensibles e indiferentes, crueles y benévolas. vida con un fondo mucho más complejo que la simple realidad que ven nuestros ojos en la superficie. Hag- * * * gard tiene ocasión de incorporar a la historia otras versiones del misterioso origen de Ayesha, mientras Serra, es de justicia terminar con él, con la ca- se suman a la acción personajes que son posibles re- pacidad de análisis y de síntesis que le era propia, encarnaciones de quienes fueron sus enemigos. señala los rasgos más característicos de estas no- E intencionadamente he dejado para el final Ella velas de Haggard, que ya han quedado expuestos y Allan, otra novela que no está en Centauro y que pero aquí se sintetizan. es el lazo que une todos los subciclos, la obra en que Haggard quiso hacer coincidir a sus dos grandes —Odio y miedo hacia las mujeres reales; idea- creaciones, Ella y Allan, Ayesha y Quatermain. Si Ella lización de los tipos femeninos en la mujer per- y Ayesha las leí de bien chico porque había en casa fecta, como Ella. sendas ediciones de los años 20, Ella y Allan no cayó —Admiración hacia el modo de vida de los en mis manos hasta el 46, cuando la sacó Bruguera pueblos de raza negra, teñida de un desprecio de en su colección Estela, un libro encuadernado en hombre blanco; respeto por las élites como los tela y bien caro para la época. Dice de él Serra: reyes zulúes y la aristocracia inglesa, que era su clase; racismo subyacente de tipo apartheid: «lo «Esta novela es el pivote alrededor del cual bueno y lo negro no se mezclan bien». giran todas las demás; en ella confluyen todos los —Influencia de la fantasía clásica, como las ciclos y se dan cita todos los personajes en una es- sagas nórdicas o las odiseas bíblicas. pecie de resumen y explicación. Con la misma ima- —Brujería y superstición como desencadenan- ginería de siempre, cacerías, batallas, etc., aquí tes de los hechos; presagios y profecías, hechizos usada como mero pretexto, aprovecha Haggard y maldiciones. para explicarnos sus teorías sobre la composición —Misticismo: inmortalidad, reencarnaciones, fi- de la psique, o alma humana, la muerte y el más guras divinas emblemáticas como Isis que es la Sa- allá. A pesar de la incoherencia de algunos trozos, biduría y el amor espiritual, o Afrodita, el amor la excesiva verbosidad de otros y el cansancio ge- corporal, el sexo. neral que planea a lo largo de toda la obra, es quizá —Influencia del hado: la maldición a través de los una de las dos mejores, junto con Nada, el lirio, de siglos, el amor que ha de acabar siempre en tragedia. la que es la perfecta contrapartida.» —Carácter inglés: vergüenza al describir las re- laciones afectivas, exceso de pudor puritano, au- Cronológicamente se desarrolla trece años antes sencia de sexo explícito por represión y concesio- de que Vincey y Holly emprendan la expedición que nes al decoro. se relata en Ella. Quatermain experimenta de nuevo dudas sobre la naturaleza de la vida y la muerte e in- * * * terroga a Zikali sobre estas cuestiones. El brujo ad- mite su ignorancia y su falta de poderes en esta área Cuando escribí un corto artículo con este o pa- y le habla de una excepcional figura con la que ha en- recido nombre, no quedó clara la adscripción a trado en contacto telepático y que no es sino Ella. casa subciclo de las novelas que le correspondían. Zikali pretende conocer también la respuesta a Ahora lo he ampliado a varias veces su extensión estas preguntas y propone a Allan que se dirija a original y lo resuelvo mejor. Kôr, acompañado por el fiel hotentote Hans, que Por otra parte, a más de haber leído en tiem- le seguirá hasta más allá de la muerte, y por el cam- pos las novelas, he de reiterar mi compromiso con peón zulú Umslopogaas, que igualmente quiere el artículo de Emilio Serra que ha sido mi guía, saber de su propia muerte, de la de su amada es- sobre todo para su clasificación, y manifestarlo con posa Nada y de la de su hermano de sangre Galazi el Checklist de Bleiler para el resumen de argumen- y sus hombres lobo. Como de sólito, el viaje está tos y con la Encyclopedia de Clute y Nicholls para lleno de peligros, aquí acrecentados por la presen- la datación, así como con los buenos estudios de cia del misionero loco Robertson y su hija, que va José Agustín Mahieu en las ediciones de Anaya, el a representar un papel secundario en la escena. prólogo de Salvador Bordoy Luque en la de Aguilar La situación en Kôr no es la misma que se en- y las propias novelas de Centauro: todos han tra- contraron a su llegada Vincey y Holly, porque bajado para mí.

Weird Tales de Lhork 67 Robert E. Howard La muerte de la TRIPLE HOJA Robert E. Howard

La Daga de la Triple Hoja, cuyas tres hojas de doble filo surgían de una sola empuñadura había llegado a significar la muerte inmediata para cualquier hombre que se cruzara en su camino. La búsqueda de este azote conduce a El Borak hasta Ghulistan (la tierra de los demonios), una maléfica región de ominosos riscos y salvajes gargantas, evitada por hombres juiciosos. Parecía deshabitada, mas moraban hombres en ella... hombres o de- monios. Atisbos de sombrías figuras moviéndose a través de la noche llevan a El Borak a una audaz y extraña búsqueda que siempre acaba en el mismo lugar: un tenebroso acan- tilado que sólo un demonio podría franquear. El clamor de los djinn, que resuena entre los riscos, es un sonido que vuelve hielo el corazón de un hombre, burlándose de El Borak y su misión mientras sigue la pista de La Muerte de la Triple Hoja. ¡El emir de Afganistán, al igual que el Shah de Persia antes que él, estaba condenado a muerte! Los tapices susurraban, los arcos con cortinas de terciopelo sugerían ocultos misterios, los humeantes incensarios de bronce apenas si iluminaban una silenciosa, furtiva figura... aquel esbelto y blanco brazo... Envuelto en sombras de oscuro misterio, el palacio de Shalizahr no era un palacio oriental corriente, pues en él moraba el maligno líder de los Ocultos... invisible, esquivo... amenazando al Oriente con sus mortales portadores de la daga de la triple hoja. Sin embargo El Borak, formidable guerrero y amigo íntimo del emir, penetró en el san- tuario privado del cabecilla con turbante. Había llegado la hora de imponer un terrible es- carmiento, era el momento de teñir las espadas de carmesí, de desatar una implacable venganza contra los que empuñaban La Muerte de la Triple Hoja.

CAPÍTULO 1. CUCHILLOS EN LA OSCURIDAD

ue el rápido y sigiloso arrastrarse de pies en la oscurecida entrada por la que aca- baba de pasar lo que advirtió a Gordon. Se volvió con velocidad felina justo a Ftiempo de ver a una alta figura arremetiendo contra él desde el sombrío arco. La estrecha calleja estaba oscura, mas Gordon pudo entrever un fiero y barbado rostro, y el destello del acero en la mano alzada, en el mismo momento en que evitaba el golpe girando todo su cuerpo. El cuchillo desgarró su camisa y antes de que el atacante pu- diera recuperar el equilibrio, el americano cogió su brazo y estrelló el largo cañón de su pesada pistola sobre la cabeza de éste. El hombre se derrumbó sin emitir un sonido. Gordon se irguió sobre él, escuchando con tensa expectación. Calle arriba, del otro lado de la esquina próxima, oyó el arrastrarse de sandalias, el amortiguado tintineo del acero. Lo que le dijo que las calles nocturnas de Kabul eran una trampa mortal para Francis Xavier Gordon. Vaciló, alzando a medias la gran pistola, luego se encogió de hombros y corrió calle abajo, evitando por completo los negros arcos que se abrían en las paredes de la misma. Dobló por otra calle más ancha, y poco después golpeteaba suavemente sobre una puerta por encima de la cual ardía un farol de bronce. Ésta se abrió casi al instante y Gordon se metió dentro con rapidez. —¡Cierra la puerta! El alto y barbado afridi que había dejado entrar al americano echó el macizo pestillo, y se volvió, tirándose de la barba con inquietud mientras examinaba a su amigo. —¡Tu camisa está cortada, El Borak! —dijo con voz cavernosa. —Un hombre trató de acuchillarme —respondió Gordon—. Otros me han se- guido. Los feroces ojos del afridi llamearon y llevó una nervuda mano al cuchillo del Khyber de tres palmos que sobresalía de su cadera. Texto: Robert E. Howard — ¡Salgamos fuera y matemos a esos perros, sahib! —le instó. Traducción Fermín Moreno Gordon negó con la cabeza. No era un hombre grande, pero su porte era impre- sionante. Su recio pecho, nervudo cuello y cuadrados hombros le conferían una solidez

68 Weird Tales de Lhork La muerte de la triple hoja que sugería una fuerza y resistencia casi del elevado cercado, y nadie sino los Fuera se dejó oír un grave clamor en primigenias, y se movía con una ágil sol- miembros de la “familia” de Gordon sa- respuesta al vigoroso grito del emir en tura que dejaba traslucir facultades para bían que una puerta oculta los comuni- busca de ayuda, y el pesado apresurarse una cegadora velocidad. caba con un callejón del exterior. De ma- de botas corredor abajo. El emir había —Deja que se vayan. Son los enemi- nera que todas las sombrías figuras que apresado a su atacante por la garganta y la gos de Baber Khan, quienes sabían que iba acechaban en torno a su casa aquella muñeca de la mano que asía el cuchillo, a ver al emir esta noche para pedirle que noche se hallaban vigilando las otras sali- pero los fibrosos músculos del hombre lo perdonase. das mientras el pequeño grupo se movía eran como nudos de acero. Mientras ro- — ¿Y qué dijo el emir? con sigilo por la negra calleja. Media hora daban sobre el suelo la daga, resbalando —Está decidido a destruir a Baber después de que Gordon llamara a la sobre la cota de malla, arrancó carne de Khan. Los enemigos del jefe han indis- puerta, el resonar de cascos sobre el ro- su brazo, muslo y mano. Entonces, puesto al emir con él, y además Baber coso camino más allá de la muralla de la cuando el matón se situó sobre el desfa- Khan es testarudo. Se ha negado a ir a ciudad indicaba el paso de tres hombres lleciente soberano, aferró su garganta y Kabul y responder a los cargos de sedi- que cabalgaban con presteza hacia el volvió a alzar el cuchillo, algo centelleó a ción. El emir jura que se pondrá en marcha oeste. la luz de las lámparas como un relámpago, en el plazo de una semana y convertirá Mientras tanto en el palacio el emir de y el asesino se desplomó, con el cráneo Khor en cenizas llevándose la cabeza de Afganistán estaba comprobando el pro- hendido hasta los dientes. Baber Khan, a no ser que el jefe acuda vo- verbio relativo a la intranquilidad de la ca- —¡Su majestad... mi señor! —El sij luntariamente y se entregue. Los enemigos beza que lleva la corona. había palidecido bajo su negra barba—. de Baber Khan no quieren que haga tal Salió de un aposento interior, con ex- ¿Le ha matado? ¡No, sangra! ¡Aguarde! cosa. Saben que las acusaciones que han presión preocupada, y devolvió distraída- Apartó bruscamente el cadáver y le- formulado contra él no se sostendrían, mente el saludo a un alto sij de descomu- vantó al emir. El soberano boqueaba en conmigo defendiendo su caso. Por ello nales hombros que hizo sonar sus talones busca de aliento y estaba cubierto de san- están tratando de quitarme de en medio, y se cuadró. El emir dobló el corredor, in- gre, la suya y la de su atacante. Se venció pero no se atreven a atacar abiertamente. dicando con un gesto que deseaba estar sobre un diván, y el sij se puso a rasgar “Voy a tratar de convencer a Baber solo, así que Lal Singh saludó de nuevo y tiras de seda de las colgaduras para ven- Khan para que venga y se entregue. se retiró, volviendo a su puesto junto a la dar sus heridas. —El jefe de Khor nunca lo hará —pre- puerta, acariciando de forma inconsciente —¡Mira! —jadeó el emir, señalando dijo el afridi. la empuñadura ribeteada con zapa de su con el dedo. Su rostro estaba lívido, su — Probablemente no. Pero voy a in- largo sable. mano temblaba—. ¡El cuchillo! ¡El cuchi- tentarlo. Baber Khan es mi amigo. Des- Sus oscuros ojos siguieron al emir co- llo! pierta a Ahmed Shah y prepara los caba- rredor arriba. Sabía que su amigo El Borak Éste yacía destellando con apagado llos mientras lío el equipaje. Salimos hacia había hablado en privado con el monarca brillo junto a la mano del hombre Khor de inmediato. durante varias horas, y había partido con muerto... un arma singular con tres hojas El afridi no hizo comentario alguno una precipitación que sugería cólera. saliendo de la misma empuñadura. Lal sobre el viaje de noche por las montañas, Esta entrevista permanecía igualmente Singh dio un respingo y juró por lo bajo. ni mencionó lo avanzado de la hora. Los en la mente del emir al entrar en una gran —¡La Daga de la Triple Hoja! —dijo hombres que montaban con El Borak es- estancia iluminada con lámparas y atrave- con voz entrecortada el emir, el temor in- taban acostumbrados a cabalgar duro a las sarla hasta una ventana de barrotes dora- undando sus ojos—. ¡La clase de cuchillo horas más inverosímiles. dos que dominaba la dormida ciudad. Se que asesinó al sultán de Turquía! ¡Al Shah — ¿Qué hay del sij? —preguntó mien- trataba de la primera desavenencia en su de Persia! ¡Al Nizam de Hyderabad! tras se alejaba. relación con el americano, quien actuaba —¡La marca de los Ocultos! —musitó —Sigue en el palacio. El emir confía en como consejero, asesor, embajador ofi- Lal Singh, observando con inquietud el Lal Singh más que en sus propios guardias, cioso y servicio secreto. Rodeado por po- ominoso símbolo del terrible culto que y quiere mantenerlo como guardaespaldas derosas naciones que se servían de su durante el pasado año había atacado una por un tiempo. Está asustado desde que el reino de la montaña como peón en sus y otra vez a los hombres que ocupaban sultán de Turquía fue asesinado por aquel asuntos de imperio, el emir se apoyaba los más altos cargos de Oriente. fanático. Apresúrate, Yar Ali Khan. Los mucho en el aventurero occidental que El ruido había despertado al resto del enemigos de Baber Khan probablemente había demostrado su fiabilidad docenas de palacio; los hombres corrían por los pasi- están vigilando la casa, pero no conocen veces. llos, preguntando a voz en grito qué había la puerta que da a la calleja detrás de los El emir frunció el ceño, a causa de su ocurrido. establos. Escaparemos por ahí. turbado espíritu, recorriendo de forma —¡Cierra la puerta! —exclamó el El enorme afridi anduvo a grandes ociosa con la mirada una cortina que cu- emir—. No dejes entrar a nadie sino al pasos hasta un cuarto interior y sacudió al bría una alcoba y diciéndose despreocupa- mayordomo mayor de palacio. hombre que dormía allí sobre un montón damente que debía de estar levantándose —Pero necesitamos un médico, su de alfombras. viento, puesto que el tapiz oscilaba un majestad —protestó el sij—. Estas heridas —Despierta, hijo de Shaitan. Cabalga- poco. Echó un vistazo a la ventana de ba- no son mortales por sí solas, pero la daga mos hacia el oeste. rrotes dorados y al instante se quedó he- podría haber estado envenenada. Ahmed Shah, un robusto yusufzai, se lado. Las ligeras cortinas de ésta colgaban —Entonces envía a alguien a por un incorporó, bostezando. inmóviles. Sin embargo los paramentos hakim. ¡Ya Allah! ¡Los Ocultos me han — ¿A dónde? sobre la alcoba se habían movido... marcado para morir! —El emir era un —Al pueblo ghilzai de Khor, donde el El emir era un hombre poderoso, con hombre valiente, pero lo sucedido lo perro rebelde de Baber Khan sin duda nos coraje de sobra. Casi instintivamente se había alterado terriblemente—. ¿Quién sacará a todos nuestros corazones —gruñó abalanzó, agarró el tapiz y lo desgarró... puede luchar contra la daga en la oscuri- Yar Ali Khan. una daga empuñada por una oscura mano dad, la serpiente bajo los pies, el veneno Ahmed Shah sonrió burlón mientras brotó de la abertura hiriéndole de lleno en la copa de vino? se levantaba. en el pecho. Gritó mientras caía, arras- “¡Lal Singh, ve presto a la morada de —No guardas ningún afecto al ghilzai; trando a su agresor con él. Éste gruñó El Borak y dile que le necesito de forma pero es amigo de El Borak. como una bestia salvaje, sus dilatados ojos desesperada! ¡Tráemelo! ¡Si existe un Yar Ali Khan frunció el ceño y mascu- refulgiendo enloquecidamente. Su daga hombre en Afganistán que pueda prote- lló terriblemente en tanto salía con paso hizo trizas el khalat del emir, dejando al germe de esos diablos ocultos, es él! airado al patio interior y se encaminaba a descubierto la cota de malla que había sal- Lal Singh saludó y se apresuró a salir los establos. Éstos se encontraban dentro vado la vida del soberano más de una vez. de la estancia, moviendo la cabeza ante el

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ligno, y creo que no es un hombre verda- «Había buenos motivos para el dero en absoluto, sino un... El agudo restallido de un disparo de temor del emir. Un extraño y rifle rebotó entre los riscos al este, y al instante los cuatro hombres estaban de terrible culto había surgido en pie, mirando en esa dirección. Un cambio en el viento trajo el sonido de airados gritos hasta ellos. Entonces una Oriente. Quiénes eran, cuál era figura apareció sobre los acantilados, sal- tando con agilidad de saliente a saliente. su propósito último, nadie lo Danzó como un diablo de la montaña, blandiendo su rifle; su andrajosa capa res- sabía. Se les llamaba los Ocultos tallaba al viento. —¡Ohai, Baber Khan! —vociferó, es- y mataban con una daga de tri- forzándose contra las ráfagas de viento— . ¡Un sij sobre un caballo reventado está ple hoja del otro lado del paso! ¡Pide hablar con el señor El Borak! —¿Un sij? —saltó Gordon, tensán- dose—. ¡Déjale entrar, de inmediato! Baber Khan transmitió la orden con hecho de haber visto temor en el sem- montañas donde ni siquiera el emir podría un bramido que resonó entre los acanti- blante donde nunca antes lo había habido. seguirte. lados, y el hombre volvió a toda prisa a Había buenos motivos para el temor Baber Khan bajó la mirada por la ro- los salientes. Al poco otro hombre apare- del emir. Un extraño y terrible culto había cosa pendiente hasta el puñado de torres ció en el paso sobre un caballo que pare- surgido en Oriente. Quiénes eran, cuál de piedra y barro que se alzaban sobre el cía a punto de desplomarse a cada paso. era su propósito último, nadie lo sabía. Se muro circundante de idénticos materiales. Su cabeza colgaba y su pelaje estaba cu- les llamaba los Ocultos y mataban con una Sus fosas nasales se dilataron y en sus ojos bierto de espuma y sudor. daga de triple hoja. Eso era todo lo que se brotó un oscuro resplandor como el de — ¡Lal Singh! —profirió Gordon. sabía de ellos. Sus agentes aparecían de un águila que vigila su aguilera. —Por Krishna, sahib —el sij hizo una pronto, atacaban y desaparecían, o bien —¡No, por Alá! Mi clan ha ocupado mueca mientras se deslizaba con dificultad eran muertos, negándose a ser cogidos Khor desde los días de Akbar. Que el al suelo—. ¡Con razón te llaman El Borak con vida. Algunos los consideraban sim- emir gobierne en Kabul. ¡Esto es mío! el Veloz! No creo que me llevases más de plemente fanáticos religiosos. Otros cre- —El emir gobernará igualmente en una hora de ventaja cuando cabalgué a ían que sus actividades tenían un signifi- Khor —dijo Yar Ali Khan, acuclillado de- través de la puerta de Kabul, pero por cado político. Lal Singh sabía que ni trás de Gordon, con un gruñido a Ahmed más que me he esforzado, haciéndome siquiera Gordon poseía alguna informa- Shah. con un caballo fresco en cada pueblo que ción concreta acerca de ellos. Pero con- Baber Khan miró en dirección opuesta pasaba, no he podido darte alcance. fiaba en la capacidad del americano para hacia donde el sendero desaparecía al —Tus nuevas han de ser urgentes, Lal proteger al emir, incluso de aquellos es- este entre salientes riscos. Sobre dichos Singh. quivos demonios. riscos pedazos de tela blanca, que los pre- —Lo son, sahib —le aseguró el sij—. Tres días después de su apresurada sentes sabían eran los atuendos de los fu- El emir me envió a buscarte para rogarte partida de Kabul, Gordon se hallaba sen- sileros que guardaban el paso día y noche, que regreses al instante a Kabul. ¡Sahib, la tado de piernas cruzadas en la parte del se henchían con el penetrante viento. Daga de la Triple Hoja ha herido al emir! sendero que serpenteaba sobre la estriba- —Que venga —dijo Baber Khan tor- El firme cuerpo de Gordon se tensó ción rocosa para seguir cuesta abajo hasta vamente—. El valle es nuestro. como el de una pantera que olfatea el pe- el pueblo de Khor. —Traerá a cinco mil hombres, con ar- ligro. —¡Me interpongo entre tú y la muerte! tillería —le advirtió Gordon—. Quemará —¡Cuéntame! —le ordenó, y en —advirtió al hombre que se sentaba en- Khor y llevará tu cabeza de vuelta a Kabul. pocas y lacónicas palabras Lal Singh le frente de él. —Inshallah —asintió Baber Khan de habló del ataque al emir. Éste tiró de su barba teñida de púr- manera plácida, indómitamente fatalista. —En tu cuartel supe que habías par- pura pensativo. Era ancho y poderoso y Como tan a menudo había hecho en tido hacia Khor —dijo Lal Singh—. Volví su cinto bujarí estaba erizado de empuña- el pasado, Gordon contuvo su creciente al palacio y el emir me instó a seguirte y duras de dagas. Se trataba del mismo cólera ante este inconquistable rasgo traerte de vuelta. Estaba enfermo a causa Baber Khan, líder de los aguerridos ghilzai, oriental. Cada uno de los instintos de su de sus heridas, y casi muerto de terror. y jefe supremo de Khor y sus trescientas vigorosa naturaleza constituía una nega- —¿Dijo algo sobre la expedición que feroces espadas. ción de esta inerte filosofía. Pero en aquel planeaba dirigir contra Khor? —preguntó Pero no hubo asomo alguno de arro- preciso momento la cuestión parecía Gordon. gancia en su respuesta. haber llegado a un punto muerto, y no —No, sahib. Pero creo que no dejará —¡Alá te valga! ¿Mas qué hombre puede dijo nada, sino que se sentó clavando la el palacio hasta que regreses. Desde luego dejar atrás la encrucijada de su muerte? mirada en los riscos del oeste donde col- no hasta que sus heridas se curen, si es —Te ofrezco una oportunidad de gaba el sol, una bola de fuego en el cor- que no muere del veneno con el que las hacer las paces con el emir. tante y ventoso azul. hojas de la daga estaban untadas. Baber Khan negó con la cabeza con el Baber Khan, imaginando que el silen- —Has recibido un respiro del Destino fatalismo propio de su raza. cio de Gordon significaba aceptación de la —dijo Gordon a Baber Khan, y siguió di- —Tengo demasiados enemigos en la derrota, descartó el asunto con un ade- rigiéndose a Lal Singh—. Baja al pueblo, corte real. Si fuese a Kabul el emir escu- mán casual, y dijo: come y duerme. Saldremos para Kabul al charía sus mentiras. Me pondría sobre una —Sahib, hay algo que deseo mos- alba. estaca, o me colgaría en una jaula de hie- trarte. Allá abajo en aquella cabaña en rui- Mientras los cinco hombres comenza- rro para que me comieran los milanos. nas que se alza fuera de la muralla del ban a descender la pendiente, con el ago- ¡No, no iré! pueblo, yace un hombre muerto, como tado caballo arrastrándose detrás de ellos, —Entonces coge a tu pueblo y en- nunca he visto yo ni ningún otro hombre Baber Khan lanzó una mirada a Gordon, y cuentra otra morada. Hay lugares en estas de Khor. Incluso muerto es extraño y ma- preguntó:

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—¿Qué es lo que piensas, El Borak? llo. Una sucia camisa de lana salió a la —Esta pista está muy trillada. Por ella —Que alguien está tirando de los vista, y Yar Ali Khan, mirando por encima van y vienen los demonios de las monta- hilos en Constantinopla, Moscú, o Berlín del hombro de Gordon, soltó un explo- ñas negras. Pero los hombres que la si- —respondió el americano. sivo gruñido. Sobre la camisa, tejido con guen no regresan. — ¿Sí? Creía que esos Ocultos eran hilo tan rojo que a primera vista podría Yar Ali Khan se tiró de la barba con simples fanáticos. haber sido confundido con una mancha de fuerza y se burló, aunque en el fondo —Más que eso, me temo —dijo Gor- sangre, se hizo visible un raro emblema: compartía sus supersticiones. don—. Al parecer se trata de una socie- un puño humano aferrando una empuña- — ¿Demonios? ¿Qué demonios nece- dad secreta con principios anarquistas. dura de la cual sobresalían tres hojas de sitan un sendero? Pero he observado que cada soberano doble filo. —Cuando los demonios adoptan la que es asesinado o atacado ha sido aliado — ¡El Cuchillo de la Triple Hoja! — forma de hombres es posible que anden o amigo del imperio británico. Así que musitó Baber Khan, dando un respingo como hombres —rezongó Ahmed Shah creo que alguna potencia europea se halla ante el espantoso símbolo que había lle- para su poblada barba. Lal Singh el sij se detrás de ellos. gado a encarnar un presagio de muerte y mostraba imperturbable. Su propia mito- “Pero, ¿qué ibas a mostrarme? destrucción para los soberanos del logía estaba llena de demonios de una mi- — ¡Un cadáver en una choza destarta- Oriente. ríada de miembros, pero tenía escaso res- lada! —Baber Khan se desvió y los con- Todos miraron a Gordon, pero éste peto por las supersticiones de otras razas. dujo hacia la casucha—. Mis guerreros lo no dijo nada. Se quedó contemplando el — ¡Los demonios vuelan con alas encontraron yaciendo en el fondo de un siniestro emblema intentando dar forma a como un murciélago! —aseguró Yar Ali acantilado desde el que había caído o lo una vaga serie de asociaciones que éste Khan. habían arrojado. Hice que lo trajeran aquí, despertaba: confusos recuerdos de un an- El ghilzai decidió no hacer caso al pero murió de camino, farfullando en una tiguo y maléfico culto que usaba aquel afridi, y señaló hacia la saliente cornisa lengua desconocida. Mi gente temía que mismo símbolo, antaño. sobre la cual culebreaba el sendero. hiciera caer una maldición sobre el pue- — ¿Puedes hacer que tus hombres me —Al pie de esa pendiente encontra- blo. Creen que es un mago o un demonio, conduzcan hasta el lugar donde hallasteis mos al hombre que llamaste mongol. Sin y con buenas razones. a este hombre, Baber Khan? —preguntó duda sus hermanos demonios discutieron “A un largo día de viaje en dirección al fin. con él y lo arrojaron por ella. sur, entre montañas tan agrestes y peladas —Sí, sahib. Pero es un lugar maligno. —Sin duda tropezó y cayó rodando que ni siquiera un pathano podría morar Está en la Garganta de los Fantasmas, fuera del sendero —dijo Gordon con un en mitad de ellas, se halla una región que cerca de los límites de Ghulistan, y... gruñido—. Los mongoles son hombres del llamamos Ghulistan. —Bien. Lal Singh, tú y los otros id y desierto. No están acostumbrados a esca- — ¡Ghulistan! —Gordon repitió la si- dormid. Salimos al alba. lar montañas, y sus piernas están encorva- niestra palabra—. En turco o en tátaro —¿A Kabul, sahib? das y debilitadas por una vida pasada sobre quiere decir «Tierra de Rosas», pero en —No. A Ghulistan. su montura. Un hombre así daría un paso árabe significa «El País de los Demonios». —Entonces crees... en falso fácilmente en una pista estrecha. —Sí, la tierra de los ghuls; una maléfica —No creo nada... aún, voy en busca —Si era un hombre, tal vez —conce- región de oscuros riscos y salvajes gargan- de información. dió el ghilzai—. Sigo diciendo... ¡Alá! tas, evitada por hombres juiciosos. Parece Todos se sobresaltaron salvo Gordon, deshabitada, mas moran hombres en ella... y los ghilzai palidecieron levantando sus ri- hombres o demonios. A veces un hombre CAPÍTULO 2. EL PAÍS TENEBROSO fles, echando fuego por los ojos como es asesinado o una mujer o un niño roba- lobos sorprendidos. En la lejanía sobre los dos en un sendero solitario, y sabemos que riscos, desde el sur, retumbó un descono- es obra suya. Les hemos seguido, hemos El ocaso escondía la confusa línea del ho- cido y estridente sonido de singular reso- avistado sombrías figuras moviéndose a rizonte cuando el guía ghilzai de Gordon nancia... un brutal estridor que retumbó través de la noche, pero la pista siempre se detuvo. Delante de ellos el escabroso entre las montañas. termina ante un tenebroso acantilado a terreno se veía quebrado por un pro- —¡La voz del djinn! —Exclamó el ghil- través del cual sólo un demonio podría fundo cañón y más allá de éste se alzaba zai, tirando sin darse cuenta de las riendas cruzar. A veces hemos oído la voz del djinn un formidable conjunto de tenebrosos de su caballo de forma que la bestia relin- resonando entre los riscos. Es un sonido riscos y amenazadores acantilados. El es- chó encabritándose—. ¡Sahib, en el nom- que hiela el corazón de los hombres. quisto gris, las pardas pendientes y la pie- bre de Alá el Misericordioso, sé juicioso! Habían llegado a la derruida cabaña, y dra rojiza terminaban de forma abrupta, ¡Regresa con nosotros a Khor! Baber Khan abrió de un tirón la puerta como si el cañón marcase una clara divi- —Volved a vuestro pueblo. Eso era lo combada. Un momento más tarde los sión geográfica. Más allá de la garganta no acordado. Yo sigo adelante. cinco hombres se inclinaban sobre una fi- había nada que ver excepto un salvaje y —¡Baber Khan llorará por ti! —Chilló gura tirada en el suelo de tierra. brujesco caos de quebrada piedra negra. el líder de la banda con reproche por en- Era una figura extraña y discordante: la —Aquí empieza Ghulistan —dijo el cima de su hombro mientras espoleaba a de un hombre rechoncho, bajo, de rasgos ghilzai, y sus compañeros de ojos de lince su potro a galope tendido—. ¡Te quiere anchos, cuadrados e inexpresivos, de y nariz ganchuda desengancharon sus cu- como a un hermano! ¡Habrá tristeza en color cobrizo oscuro, y ojos rasgados: un chillos y quitaron los seguros de sus ri- Khor! ¡Aie! ¡Ahai! ¡Ohee! —Sus lamentos inconfundible hijo del Gobi. La sangre se fles—. Más allá de esa garganta, la Gar- se fueron alejando en mitad del estruendo coagulaba en el espeso cabello negro de ganta de los Fantasmas, comienza el país de cascos sobre piedra mientras los ghil- su nuca, y la antinatural posición de su de horror y muerte. No seguimos ade- zai, arreando sus monturas con fuerza, cuerpo hablaba de huesos rotos. lante, sahib. coronaron una cresta y desaparecieron — ¿No tiene el aspecto de un mago? Gordon asintió, alcanzando a ver con de vista. —dijo Baber Khan inquieto. su aguda vista un sendero que serpente- —¡Corred, hijos de hembras sin nariz! —Es un mongol —contestó Gor- aba a lo largo de ásperas pendientes aden- —Aulló Yar Ali Khan, quien nunca perdía don—. Hay miles como él en la tierra de trándose en el cañón. Era el último resto una oportunidad de descargar sus prejui- la que vino, lejos al este, y no son magos. de un antiguo camino que habían seguido cios tribales y hacer alarde de su propia Pero qué estaba haciendo aquí no sé de- durante muchos kilómetros, pero parecía superioridad—. ¡Marcaremos a vuestros cirlo... como si hubiera sido usado con frecuen- demonios y los arrastraremos por las De repente sus negros ojos llamearon, cia, y hace poco. colas hasta Khor! —Pero enmudeció en y asió y desgarró el khalat manchado de El ghilzai asintió, adivinando sus pensa- el instante en que los insultados ya no po- sangre descubriendo el achaparrado cue- mientos. dían oírle.

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Gordon y sus compañeros montaron Ocultos, escondiéndose en algún sitio por por ojos hostiles... aunque sabían que sus corceles solos sobre el borde del allí, podrían ir y venir prácticamente sin existía la posibilidad de que ya hubiesen cañón, con la mirada fija en la dirección de ser vistos. Ese viejo camino que hemos sido avistados por oteadores ocultos. la cual había llegado aquella ominosa voz. estado siguiendo la mayor parte del día Siempre existe esa posibilidad en las mon- Ahmed Shah se movió nervioso en su solía ser una ruta principal de caravanas, tañas. Habían dejado las tiendas en Khor. silla, y Yar Ali Khan se tiró de su barba de hace siglos, y sigue siendo practicable para Unas mantas extendidas sobre el suelo patriarca y echó una ojeada de soslayo a hombres a caballo. Aún mejor, no discu- eran un lujo suficiente para Gordon y sus Gordon, como un demonio receloso con rre cerca de ningún pueblo, y las tribus no vigorosos seguidores. un cuchillo de tres palmos. Pero El Borak la usan hoy día. Los hombres que la sigan Su posición parecía estratégica. La par- dijo a Lal Singh: «¿Has oído alguna vez un podrían llegar a estar a un día a caballo de tida no podía ser atacada desde el norte, sonido como éste antes?» Kabul sin apenas temor a ser descubiertos a causa de los abruptos acantilados; nadie El alto sij asintió. por nadie. Recuerdo haberla visto en vie- podía llegar hasta los caballos sin pasar —Sí, sahib, en las montañas de los jos mapas, dibujados sobre pergamino, primero por el campamento. Gordon hombres que sirven al demonio. hace siglos. tomó medidas para evitar ser sorprendi- Gordon alzó sus riendas sin decir pa- “Francamente, no sé lo que haremos. dos desde el sur, este u oeste. labra. Él también había oído el estruendo Ante todo mantendremos los ojos abier- Dividió a su grupo en dos centinelas. de las trompas de bronce de tres metros tos y aguardaremos acontecimientos. Situó a Lal Singh de guardia al oeste del que braman sobre las sombrías montañas Nuestras acciones dependerán de las cir- campamento, cerca de la boca de la que- de la Mongolia prohibida, en las manos de cunstancias. Nuestro destino —dijo Gor- brada más estrecha, y apostó a Ahmed sacerdotes de cabeza afeitada de Erlik. don sin asomo de cinismo— está en Shah junto a la desembocadura del ba- Yar Ali Khan resopló. No había oído manos de Alá. rranco oriental, viniendo de la cual era lo esas trompas, y no le habían consultado. —La illaha illulah; ¡Muhammad rassoul más lógico suponer que aparecería el pe- Estaba tan belicosamente celoso de la ullah! —convino Yar Ali Khan haciéndose ligro. Ahmed Shah ocupó ese puesto en atención de Gordon como si fuese su oír, pasándose la mano por la barba como lugar de Lal Singh (quien podría haberle perro lobo preferido. Adelantó con su ca- un asesino reverente, por completo apa- vencido en cualquier clase de combate) ballo al de Lal Singh, para estar al lado de ciguado. debido a que sus sentidos eran algo más Gordon mientras cabalgaban por las pro- A medida que fueron adentrándose en agudos que los del sij, siendo los de cual- nunciadas pendientes en el ocaso púrpura. el cañón vieron que la pista llevaba a tra- quier salvaje más penetrantes por natura- Enseñó los dientes al sij, que estaba muy vés de un terreno sembrado de rocas y leza que las facultades especialmente en- acostumbrado a semejantes muestras de penetraba en la boca de una profunda y trenadas de un hombre civilizado, sin salvaje arrogancia para ofenderse, y dijo angosta garganta que desembocaba en el importar lo mucho que se hayan desarro- de manera ruda al hombre cuya amistad cañón desde el sur. La pared sur del llado. estimaba por encima de cualquier otra cañón era más elevada que la norte, y Cualquier banda hostil subiendo o ba- cosa en el mundo: «Ahora que nos han mucho más acantilada; se cernía sobre jando por el cañón, o entrando en él persuadido para venir a esta región de ellos como una tétrica muralla de sólida desde cualquier quebrada tendría que diablos los traicioneros perros ghilzai que roca negra, rota a intervalos por bocas de pasar por delante de tales centinelas, cuya sin duda volverán en sigilo y cortarán la desfiladeros estrechos como grietas. Gor- capacidad de vigilancia Gordon había garganta del sahib mientras duerme, ¿qué don cabalgó dentro de la garganta en la constatado muchas veces en el pasado. A planes tienes para nosotros?» que el sendero se retorcía y lo siguió lo largo de la noche Yar Ali Khan y él ocu- Podría haberse tratado de un huesudo hasta el primer recodo, descubriendo que parían su lugar. y viejo perro lobo gruñendo a su amo por el mismo no era sino el primero de una La oscuridad llegó con rapidez al dar palmaditas a otro perro; Gordon in- tortuosa serie. El barranco, discurriendo cañón, pareciendo fluir en oleadas casi clinó la cabeza y escupió para ocultar una entre abruptas paredes de roca, culebre- tangibles por las negras pendientes, y re- sonrisa. aba y se retorcía como la huella de una zumar de las aún más negras bocas de las —Acamparemos en el cañón esta serpiente y rebosaba ya oscuridad. quebradas. Las estrellas titilaron, frías, noche. Los caballos están cansados, y no —Ésta es nuestra ruta, mañana —dijo blancas e indiferentes. Sobre los invasores tiene sentido esforzarse por atravesar Gordon, y sus hombres asintieron en si- se cernían las colosales y oscuras moles estos barrancos en la oscuridad. Mañana lencio, mientras los conducía de vuelta al de las abruptas montañas, brutales, primi- reconoceremos el terreno. No hay duda cañón principal, donde todavía persistía genias. Cuando Gordon cayó dormido se de que el mongol era uno de los Ocultos. algo de luz, espectral en el creciente estaba preguntando qué siniestras escenas Tiene que haber ido a pie cuando cayó. Si ocaso. El resonar de los cascos de sus ca- habían presenciado desde el albor del hubiese ido a caballo, no habría caído a no ballos sobre el sílex parecía sobrecogedo- tiempo, y qué inhumanas criaturas se ha- ser que su montura se precipitara tam- ramente ruidoso en medio del lúgubre y bían arrastrado a través de ellas antes de bién. Los ghilzai no encontraron ningún bestial silencio. que existiera el hombre. caballo muerto. Sólo un hombre muerto. A unos cien metros al oeste de la Los instintos primitivos, adormilados Si iba a pie, seguro que no estaba lejos de senda del barranco, otro, más angosto en el hombre corriente, se hallan aguza- algún campamento o punto de reunión. daba al cañón. Su suelo de roca no mos- dos hasta adquirir el filo de una navaja a Un mongol no caminaría lejos; no andaría traba señal alguna de sendero, y se estre- causa de una vida de constante riesgo. treinta metros a no ser que tuviera que chaba tan rápidamente que Gordon se vio Gordon despertó en cuanto Yar Ali Khan hacerlo, de hecho. inclinado a creer que terminaba en un ca- le tocó, y de inmediato, antes de que el “Cuanto más lo pienso más me parece llejón sin salida. afridi hablara, el americano pudo sentir el que los Ocultos cuentan con un punto de A medio camino entre aquellas bocas peligro. El crispado agarre sobre su hom- reunión en alguna parte en la región del de quebradas, pero cerca de la pared bro le habló con claridad de la inminente otro lado de la garganta. Sería una guarida norte, que en aquel punto estaba cortada amenaza. perfecta. Las montañas en este concreto a pico, un minúsculo manantial borbote- Se incorporó sobre una rodilla al ins- rincón del globo no están muy pobladas. aba en una concavidad natural de roca ho- tante, pistola en mano. Khor es el pueblo más próximo, y está a radada por el tiempo. Detrás de éste, en —¿Qué ocurre? un largo y duro día a caballo, como hemos un cavernoso nicho en el acantilado, cre- Yar Ali Khan se agachó a su lado, sus visto. Los clanes nómadas se mantienen cía un poco de hierba seca y correosa, y gigantes hombros un confuso bulto en la apartados de esta región, por temor a los allí ataron los fatigados caballos. Acampa- penumbra. Los ojos del afridi brillaban con ghilzai; y los hombres de Baber Khan son ron en el manantial, comiendo conservas, luz trémula como los de un gato en la os- demasiado supersticiosos para investigar prefiriendo no arriesgarse a encender un curidad. Bajo la sombra de los acantilados mucho del otro lado de esa garganta. Los fuego que pudiera ser visto desde lejos los invisibles caballos se movían inquietos,

72 Weird Tales de Lhork La muerte de la triple hoja lo único que se oía en el anochecido cañón. «Era una figura extraña y dis- —¡Peligro, sahib! —murmuró el afridi— . ¡Muy cerca de nosotros, acercándosenos cordante: la de un hombre re- con sigilo en la oscuridad! ¡Han matado a Ahmed Shah! choncho, bajo, de rasgos an- —¿Qué? —Yace junto a la boca de la quebrada con la garganta cortada de oreja a oreja. chos, cuadrados e inexpresivos, He soñado que la muerte se nos acercaba en silencio mientras dormíamos, y el de color cobrizo oscuro, y ojos temor del sueño me ha levantado. Sin despertarte me he deslizado hasta la boca rasgados: un inconfundible hijo del barranco del este, y helo, Ahmed Shah estaba tendido sobre su sangre. Debe del Gobi. La sangre se coagu- haber muerto en silencio y de repente. No he visto a nadie, ni oído ningún sonido laba en el espeso cabello negro en la quebrada, que estaba tan negra como la boca del infierno. de su nuca “¡Luego corrí a lo largo de la pared sur hasta el barranco oeste, y no vi a nadie! Digo la verdad, pongo a Alá por macabros demonios de las lóbregas mon- otros se veían estorbados por su número testigo. Ahmed está muerto y Lal Singh ha tañas, pero listo para luchar contra hom- y la oscuridad, y saber que podían matar a desaparecido. Los diablos de las montañas bres o demonios, si Gordon así lo quería. un compañero con un golpe a ciegas sin han asesinado a uno y cogido al otro, sin La apenas visible línea avanzó despa- duda tenía que templar su furor. despertarnos... ¡a nosotros que tenemos cio, ensanchándose según se acercaba, y Gordon, esquivando una espada antes el sueño tan ligero como los gatos! No se Gordon y el afridi retrocedieron unos de ser consciente de haberla visto caer oyó ningún ruido salido de la quebrada pasos hasta tener la pared de roca a sus sobre él, encontró tiempo para sorpren- ante la que el sij se había apostado. No he espaldas, y evitar ser rodeados por aque- derse por un instante. Por tres veces su visto nada, ni oído nada; pero he sentido a llas fantasmales figuras. hoja había raspado contra algo blando la Muerte acechando allí, con ojos rojos El ataque llegó de repente, impetuosa- pero impenetrable. ¡Aquellos hombres de horrible hambre y dedos que goteaban mente, pies desnudos susurrando sobre el llevaban cotas de malla! Lanzó sus estoca- sangre. Sahib, ¿qué clase de hombres pue- suelo de roca, acero despidiendo apaga- das hacia donde sabía estarían los muslos, den acabar con semejantes guerreros dos reflejos a la débil luz de las estrellas. cabezas y cuellos desprotegidos, y su san- como el sij y Ahmed Shah sin hacer un Gordon podía ver como un felino en la gre salió a chorros sobre él mientras mo- solo ruido? ¡Esta garganta es sin duda la oscuridad, y los ojos de Yar Ali Khan eran rían. Garganta de los Fantasmas! de los que sólo puede poseer un hombre Entonces el asalto cesó tan de repente Gordon no contestó, sino que se aga- criado en la abismal negrura de las mon- como se había desencadenado. Los ata- chó sobre una rodilla, cerniendo la oscu- tañas. Aun así podían distinguir pocos de- cantes retrocedieron y se desvanecieron ridad con ojos y oídos, mientras sopesaba talles de sus asaltantes... sólo sus bultos, y como fantasmas en la oscuridad. La ne- el sobrecogedor suceso que había tenido el trémulo resplandor del acero. Atacaron grura ya no era tan absoluta. Los bordes lugar. No se le ocurrió dudar de lo mani- y se defendieron guiados por el instinto y orientales del cañón estaban revestidos festado por el afridi. Podía confiar en él el tacto tanto como por la vista. de un plateado fuego que indicaba el orto igual que confiaba en sus propios ojos y Gordon mató al primer hombre que lunar. oídos. Que Yar Ali Khan pudiera haberse se puso al alcance de la espada, y Yar Ali Yar Ali Khan se puso a aullar como un levantado en sigilo sin despertarle incluso Khan, galvanizado por la revelación de lobo y cargó detrás de las confusas figuras a él no era de extrañar, pues el afridi era que sus enemigos eran humanos después en retirada, con espuma salpicándole la de esa raza de hombres que se deslizan de todo, profirió un profundo alarido y barba de la sed de sangre. Tropezó con con las manos desnudas a través de la nie- estalló en un enloquecido frenesí de lo- un cadáver, lanzó una salvaje cuchillada bla para robar rifles de las tiendas vigiladas buna ferocidad. Elevándose por encima de hacia abajo antes de darse cuenta de que de los soldados ingleses. Pero que Ahmed las achaparradas figuras, su cuchillo de un era un hombre muerto, y entonces Gor- Shah hubiese muerto y Lal Singh hubiese metro superó a las hojas que le tiraban don aferró su brazo y lo hizo pararse de sido secuestrado sin el sonido de una tajos, y su filo mordió hondo. De pie codo un tirón. Casi arrastró al poderoso ame- pelea era increíble. Olía a diabólico. con codo, con la pared a sus espaldas, los ricano en el aire, mientras se precipitaba —¿Quién puede luchar contra demo- dos compañeros estaban a salvo de ata- hacia adelante como un toro ensogado, nios, sahib? Montemos los caballos y vol- ques por detrás o por el costado. El acero respirando de forma entrecortada. vamos... restalló con estrépito contra el acero y —¿Qué haces, idiota? ¿Quieres trope- —¡Escuchad! brotaron azules chispas, iluminando por zar con una trampa? ¡Deja que se vayan! En alguna parte un pie desnudo se un momento salvajes rostros barbados. El Yar Ali Khan se apaciguó con un lo- arrastraba sobre el suelo de roca. Gor- repugnante sonido de carnicero de cor- buno recelo que era igual de mortífero don se levantó, escudriñando la penum- tantes hojas hendiendo carne y hueso se que su furia desencadenada, y juntos se bra. Había hombres moviéndose allí fuera elevó, y los hombres gritaron o jadearon deslizaron con cautela en pos de las difu- en la oscuridad. Las sombras se despren- gorgoteos de muerte con las yugulares sas figuras que desaparecían en la boca del dieron del negro fondo y avanzaron furti- cercenadas. Durante unos instantes un barranco oriental. Llegados allí se detuvie- vas. Gordon desenvainó la cimitarra que confuso montón se retorció junto a la ron, atisbando con precaución las negras se había ceñido en Khor, volviendo a pared de roca. El esfuerzo era demasiado honduras. En alguna parte, muy abajo, un meter la pistola en su funda. Lal Singh es- rápido, desesperado y ciego para permitir guijarro suelto golpeó sobre la piedra, y taba preso no muy lejos, probablemente pensar o planear con calma. Pero los ambos hombres se tensaron de manera en línea de tiro. Yar Ali Khan estaba aga- hombres acorralados tenían ventaja. Po- involuntaria, reaccionando como suspica- zapado a su lado, aferrando su cuchillo del dían ver tan bien como sus atacantes; ces panteras. Khyber, en silencio en aquel instante, y hombre a hombre, eran más fuertes y ági- —Esos perros no se han detenido — tan mortal como un lobo acorralado, con- les; y sabían que al atacar su acero encon- murmuró Yar Ali Khan—. Todavía huyen. vencido de que estaban enfrentándose a traría sólo la carne de sus enemigos. Los ¿Vamos a seguirles?

Weird Tales de Lhork 73 Robert E. Howard

—Nos han dejado un rastro que po- «Era una figura extraña y dis- dría seguir un niño. Sin decir palabra Yar Ali Khan envainó cordante: la de un hombre re- su cuchillo y cogió su rifle de entre los far- dos junto a las mantas. Gordon se armó choncho, bajo, de rasgos an- igualmente y aseguró además a su cinto un rollo de cuerda fina y fuerte con un pe- chos, cuadrados e inexpresivos, queño gancho de hierro en uno de los ex- tremos. Tal clase de cuerda había resul- de color cobrizo oscuro, y ojos tado ser de inestimable valor una y otra vez en sus viajes por la montaña. La luna rasgados: un inconfundible hijo había salido, iluminando por completo el cañón, dibujando un delgado hilo de plata del Gobi. La sangre se coagu- a lo largo de la parte media del barranco. Era suficiente luz para hombres como laba en el espeso cabello negro Gordon y Yar Ali Khan. Atravesando la parte iluminada por la de su nuca luna se aproximaron a la boca del ba- rranco, rifles en mano, sus siluetas clara- mente visibles para cualquier tirador que, después de todo, pudiese estar oculto allí, No lo decía convencido, y Gordon se —Esa carne está maldita —refunfuñó pero dispuestos a confiar en la suerte, la limitó a negar con la cabeza. Ni siquiera el afridi, con aspecto de demonio escanda- fatalidad, la fortuna o lo que quiera que ellos se arriesgarían a sumergirse en aquel lizado, con el goteante cuchillo en su sea que decide el destino de los hombres pozo de negrura, donde las emboscadas mano, y un hilo de sangre corriendo por en callejones sin salida. Ningún disparo podían convertir cada paso en una marcha su barba desde un diente roto—. No es restalló, ni figuras furtivas se movieron mortal. Volvieron al campamento junto a digna de ser tocada por un sahib como tú. entre las sombras. Las gotas de sangre sal- los caballos, enloquecidos de miedo, fre- Si ha de hacerse, déjame... picaban profusamente el rocoso suelo. néticos a causa del olor a sangre recién — ¡Oh, cállate! ¡Ah! ¡Justo lo que pen- Era evidente que los yezidi se habían lle- derramada. saba! vado algunas heridas graves. —Cuando la luna salga lo suficiente El diminuto rayo se posó sobre el justillo Gordon pensó en Ahmed Shah, ten- para cubrir el cañón de luz —dijo Yar Ali de lino que cubría el recio pecho del mon- dido muerto allí atrás en el cañón sin un Khan—, nos dispararán desde el ba- tañés. Sobre él destellaba, como una man- túmulo que cubriera su cuerpo. Pero no rranco. cha de sangre fresca, el emblema de una había tiempo en aquel momento para los —Es un riesgo que hemos de asumir mano empuñando una daga de tres hojas. muertos. El yusufzai había dejado atrás —respondió Gordon con un gruñido—. — ¡Wallah! —Dejando a un lado sus cualquier dolor; pero Lal Singh estaba Puede que no sean buenos tiradores. escrúpulos, Yar Ali Khan desgarró los preso en manos de hombres para los que Con el minúsculo rayo de su linterna de khalats de los otros tres cadáveres. Todos la piedad era algo desconocido. Se ocupa- bolsillo Gordon examinó a los cuatro hom- lucían el puño y la daga. rían del cuerpo de Ahmed Shah después; bres muertos dejados atrás por los atacan- —¿Los mongoles son mahometanos, en aquel preciso momento lo que más tes. El delgado haz de luz se movió de un sahib? —preguntó éste al cabo. urgía era seguir la pista de los yezidi y libe- barbado rostro a otro, y Yar Ali Khan, mi- —Algunos sí. Pero aquel hombre en la rar al sij antes de que lo mataran... si es rando sobre su hombro, rezongó y maldijo: cabaña de Baber Khan no lo era. Sus cani- que no lo habían hecho ya. « ¡Adoradores del diablo, por la barba de nos estaban limados en forma de puntas Ascendieron por el barranco sin du- Alá! ¡Yezidi! ¡Hijos de Melek Taus!» afiladas. Era un devoto de Erlik, el Dios darlo, con los rifles amartillados. Fueron a —No me extraña que se deslizaran a Amarillo de la Muerte. Probablemente un pie, pues creían que otro tanto hacían sus través de la oscuridad como brujas —dijo sacerdote. El canibalismo forma parte de enemigos, a no ser que tuviesen caballos entre dientes Gordon, quien conocía bien algunos de sus rituales. ocultos en alguna parte barranco arriba; la el extraordinario sigilo del que era capaz —El hombre que mató al sultán de quebrada era tan angosta y escabrosa que el pueblo de aquel antiguo y abominable Turquía era un kurdo —meditó Yar Ali un jinete se hallaría en mortal desventaja culto que rinde culto al Pavo Real de Khan—. Algunos de ellos adoran a Melek de tener que huir. Bronce en el monte de Lalesh la Maldita. Taus también, en secreto. Pero fue un En cada recodo del barranco espera- Yar Ali Khan hizo un gesto que se su- árabe el que mató al Shah de Persia, y un ban una emboscada y se hallaban prepara- ponía mantenía lejos a los demonios que musulmán de Delhi disparó al virrey. ¿Qué dos para ella, pero el rastro de gotas de podía esperarse estuviesen acechando en pueden estar haciendo auténticos maho- sangre seguía adelante, y ninguna figura les algún lugar cerca de donde sus devotos metanos en una sociedad que incluye a cerró el paso. Habían dejado de ser tan habían muerto. mongoles y yezidi devotos del diablo? visibles, pero seguían siendo suficientes —Aléjate, sahib. No está bien que to- —Estamos aquí para averiguarlo —res- para indicar el camino. ques esta carroña. No me extraña que se pondió Gordon, apagando la linterna. Gordon aligeró el paso, con la espe- deslizaran y mataran como el djinn del si- Se agazaparon a la sombra de los acan- ranza de alcanzar a los yezidi, quienes para lencio. Son hijos de la noche y la oscuri- tilados, en silencio, mientras la luz de luna, entonces parecían sin lugar a dudas estar dad, y comparten algunos atributos de los misteriosa y espectral, se adentraba en el escapando. Disponían de mucha ventaja, elementos que los engendraron. cañón, y rocas, cornisas y paredes cobra- pero si, como creía, estaban transportando — ¿Pero qué están haciendo aquí? —se ban forma. Ningún sonido alteró la sinies- a uno o más hombres heridos, y asimismo dijo Gordon—. Su tierra natal está en tra quietud. debían cargar con un prisionero que no les Siria... alrededor del monte Lalesh. Es el úl- Yar Ali Khan se alzó por fin y su figura pondría las cosas más fáciles de lo necesa- timo bastión de su raza, al cual fueron em- en pie se perfiló a la hechiceresca luz, un rio, la ventaja podría ser reducida con ra- pujados por cristianos y musulmanes de blanco fácil para cualquiera que acechase pidez. Creía que el sij estaba vivo, dado que igual forma. Un mongol del Gobi, y adora- en la boca del barranco. no habían encontrado su cuerpo, y si los dores del diablo de Siria. ¿Qué relación hay? —¿Y ahora qué? yezidi lo hubieran matado, no tenían ningún Asió el khalat de basta lana del cuerpo Gordon señaló hacia las manchas os- motivo para ocultar el cadáver. más próximo, y acalló con un juramento curas sobre el suelo de roca desnuda que El barranco se empinó de forma los instantáneos reparos de Yar Ali Khan. la luz de luna volvía claramente visibles. abrupta, estrechándose, y ensanchándose

74 Weird Tales de Lhork La muerte de la triple hoja luego al descender y describió una brusca grientos sobre la roca de la pared. Perma- y cerró la puerta, impidiendo el paso de la curva desembocando en otro cañón que neció inmóvil por unos momentos, sin luz de la luna y sumiendo aquel extremo discurría más o menos de este a oeste, de hacer caso de las importunidades de Yar del túnel en tinieblas, donde ordenó a Yar sólo un centenar de metros de ancho. El Ali Khan, mientras examinaba las grietas Ali Khan que aguardase hasta que volviera sendero salpicado de sangre corría di- en la roca. Al poco puso su mano en la a informarle. El afridi juró en voz baja, recto a través de la escarpada pared sur... pared sobre las sangrientas huellas dacti- pero Gordon creía que un hombre podía y desaparecía. lares, y empujó. Al instante, sin hacer reconocer el terreno más allá de aquel Yar Ali Khan gruñó. ruido, una parte de la pared osciló hacia misterioso recodo mejor que dos, y —Los perros ghilzai decían la verdad. dentro, y se encontró clavando la mirada como de costumbre se salió con la suya. El camino termina ante un acantilado que en un estrecho túnel, débilmente ilumi- Yar Ali Khan se agazapó en la oscuridad sólo un pájaro podría sobrevolar. nado por la luna que se alzaba detrás. junto a la puerta, abrazando su rifle y mas- Gordon se detuvo al pie del acanti- Cauteloso como una pantera al ace- cullando maldiciones, mientras Gordon lado, desconcertado. Habían perdido la cho se introdujo en él, y de inmediato es- recorría resuelto el túnel entrando en la pista de la antigua ruta en la Garganta de cuchó el sobresaltado grito de Yar Ali hendidura. los Fantasmas, pero aquél era el camino Khan, a quien desde su inadecuada pers- Se trataba simplemente de una an- por el que los yezidi habían ido, sin duda. pectiva le pareció que se había fundido sin gosta grieta en la colosal masa sólida de La sangre dejaba un rastro hasta el pie de más con la roca sólida. Gordon asomó ca- los acantilados, y podía verse el cielo ilu- los acantilados... luego cesaba como si beza y hombros para increpar a su sobre- minado por las estrellas a través de una quienes sangraban simplemente se hubie- cogido seguidor a fin de que se callara, y abertura irregular como un corte de cu- ran volatilizado. luego continuó su exploración. chillo, a decenas de metros sobre su ca- Ascendió con la mirada la escarpada El túnel era corto, y la luz de luna lo beza. La luz de luna conseguía penetrar lo pendiente de la pared que se erguía verti- bañaba desde el otro extremo donde suficiente la abertura para iluminarla a los cal por espacio de cientos de metros. Di- daba a una hendidura. La luz entraba obli- ojos felinos de Gordon. rectamente encima de él, a unos cinco cuamente desde arriba en el interior de No había alcanzado el recodo cuando metros, sobresalía una estrecha cornisa, dicha hendidura, que discurría recta du- un arrastrar de pies del otro lado lo puso un simple afloramiento de tres o cuatro rante treinta metros y luego daba un en guardia. Apenas se había ocultado de- metros de largo y apenas uno de ancho. abrupto giro, impidiendo ver nada más. trás de un quebrado afloramiento de roca No parecía ofrecer ninguna solución al Era como un corte de cuchillo a través de que se había desprendido de la pared la- misterio. Pero a medio camino de la cor- un bloque de piedra sólida. teral, cuando apareció el centinela. Llegó nisa distinguió una mancha color rojizo La puerta por la que había entrado era sin prisa, a la manera de quien lleva a cabo apagado sobre la roca de la pared. una losa de roca irregular, montada sobre una labor rutinaria a la ligera, convencido Siguiendo la pista ciegamente, Gordon bisagras de hierro macizo bien engrasa- de la inaccesibilidad de su refugio. Se tra- desenrolló su cuerda, hizo girar el ex- das. Encajaba a la perfección en la aber- taba de un rechoncho mongol de cara tremo lastrado sobre su cabeza y lo lanzó tura, y su forma irregular hacía que las cuadrada y cobriza, pérfidos ojos rasga- describiendo un arco hacia arriba. El gan- grietas pareciesen ser simplemente fisuras dos, y una amplia boca como una cuchi- cho se clavó en el borde de la cornisa y en el acantilado, producidas por el tiempo llada. En conjunto su apariencia no era aguantó, y Gordon subió, ascendiendo y la erosión. distinta de la de los diablos que abundan por la delgada y lisa cuerda tan rápida y fá- Una escala de cuerda hecha de grueso en las leyendas montañesas mientras cilmente como la mayoría de hombres lo cuero sin curtir se hallaba enrollada sobre avanzaba decidido con el marcado balan- harían por una escala. No había surcado una pequeña repisa de roca justo al otro ceo de un jinete, arrastrando un rifle de los Siete Mares sin sacar partido de la ex- lado de la boca del túnel, y Gordon volvió gran potencia. periencia de trepar cuerdas, hiciera el con ella a la cornisa de afuera. Tiró de su Al pasar junto al escondite de Gordon tiempo que hiciera. propia cuerda y la enrolló, luego aseguró algún oscuro instinto le hizo moverse Al llegar a la mancha sobre la piedra la escala y la descolgó, y Yar Ali Khan se como un relámpago, enseñando los dien- comprobó que era sangre. Un hombre apresuró a subir frenético de impaciencia tes en un espantado gruñido, levantando herido siendo alzado hasta la cornisa, o por estar al lado de su amigo de nuevo. el rifle para disparar desde la cadera. Pero escalando como él lo estaba haciendo, po- Juró por lo bajo al comprender el mis- en el mismo momento en que se giraba, dría haber dejado tal mancha. terio del rastro que desaparecía. Gordon estaba en pie impulsado al ins- Yar Ali Khan, debajo de él, agitaba in- —¿Pero por qué no estaba la puerta tante por elásticos músculos de acero, y quieto su rifle, tratando de conseguir una cerrada por dentro, sahib? cuando la boca del rifle estuvo paralela al mejor vista de la cornisa, y alternaba las —Es probable que haya hombres suelo, la cimitarra golpeó. El mongol cayó críticas a la acción de su compañero con yendo y viniendo de forma constante. Los como un buey, su redondo cráneo hen- las súplicas de cautela. Su imaginación pe- hombres en el exterior podrían necesitar dido hasta los dientes. simista poblaba el saliente de asesinos in- desesperadamente pasar por esta puerta, Gordon se agazapó quedándose inmó- visibles tendidos boca abajo; pero la cama sin tener que gritar para que nadie venga vil, lanzando una feroz mirada a lo largo de roca se hallaba vacía cuando Gordon y les deje entrar. No existía ni una posibi- del corredor. Al no oír sonido alguno que se alzó sobre la arista. lidad entre mil de que llegase a ser descu- indicase que alguien más estaba al alcance Lo primero que vio fue una argolla de bierta. No la habríamos encontrado de no del oído, se arriesgó a emitir un débil sil- hierro macizo firmemente encastrada en haber sido por las marcas de sangre; ade- bido que hizo venir a Yar Ali Khan a toda la piedra sobre el saliente, fuera de la vista más sólo seguía una corazonada, cuando prisa al interior de la hendidura, mos- de cualquiera que estuviese abajo. El empujé la roca. trando los dientes y con los ojos llame- metal brillaba desgastado como por el ro- Yar Ali Khan era partidario aventu- ando ante la expectativa de una lucha. zamiento de mucho usarlo. Había man- rarse al instante dentro de la hendidura, Gruñó de forma expresiva al ver al chas de sangre más grandes en el lugar pero Gordon se había vuelto receloso. hombre muerto. por donde un hombre asomaría sobre el No había visto ni oído nada que indicase —Sí... otro adorador de Erlik. Sólo el borde, si subía por una cuerda atada a la la presencia de un centinela, pero no creía demonio que los engendró sabe cuántos argolla, o era ayudado a subir. que un pueblo que demostraba tanta as- más hay ocultos a lo largo de este desfila- Y había aún más gotas de sangre salpi- tucia a la hora de ocultar la entrada a su dero. Lo arrastraremos detrás de esas cando la cornisa, cruzándola en diagonal país la dejase desguarnecida, por insignifi- rocas donde me oculté. Suele ser buena hacia la pared cortada a pico, que mos- cantes que pudiesen ser las probabilidades idea esconder el cuerpo, cuando matas a traba un considerable desgaste en ese de ser descubierta. alguien. ¡Vamos! Si hubiese alguno más al punto. Y Gordon vio algo más: la confusa Tiró de la escala de cuero sin curtir, la doblar ese recodo, habrían oído el sonido pero inconfundible huella de dedos san- enrolló volviendo a dejarla sobre la repisa de mi golpe.

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Gordon estaba en lo cierto. Del otro tura, y sus lados perpendiculares parecían den atacar a todos los países del oeste de lado del recodo el largo y profundo desfi- inescalables salvo por el punto donde el Asia y contar con un escondrijo seguro al ladero se hallaba vacío hasta el siguiente sendero había sido laboriosamente tallado que retirarse. ¿Pero quién habría espe- repliegue. Gordon creía que el hombre al en la roca. Se hallaba circundado por des- rado encontrar una ciudad como ésta que había matado era el único centinela moronados peñascos al este, norte y aquí, en un territorio tanto tiempo dado apostado en la hendidura, y continuaron oeste, separados de la altiplanicie por el por casi deshabitado? adelante resueltos. La luz de luna que se llano suelo del cañón que variaba en an- —Ni siquiera nosotros podemos lu- filtraba a través del estrecho corte sobre chura desde trescientos hasta ochocien- char contra toda una ciudad, sean hom- ellos palidecía cuando salieron al aire libre tos metros. Al sur la meseta lindaba con bres o diablos —dijo Yar Ali Khan con un por fin. Allí el desfiladero se dividía en un una gigantesca y desnuda montaña cuyos gruñido. caos de quebrada roca, y la garganta única sombríos picos dominaban las cumbres Gordon permaneció en silencio mien- se convirtió en media docena, enroscán- circundantes. tras escrutaba la distante vista. Examinada dose entre desolados peñascos aislados y Mas los oteadores no dedicaron más con atención, la ciudad no parecía ser tan rocas desprendidas como las distintas que un vistazo a la formación geográfica, enorme como daba impresión de serlo a bocas de un río que se divide en varias co- percibiéndola y examinándola de forma primera vista. Era de diseño compacto, rrientes en el delta. Desmoronadas agujas mecánica. Era un increíble fenómeno de pero sin murallas. Las casas, de dos o tres y torres de negra piedra se alzaban como otra naturaleza el que absorbía toda su pisos de altura, se levantaban entre gru- sombríos espectros bajo la grisácea luz atención. pos de árboles y sorprendentes jardines... que revelaba la llegada del alba. Gordon no estaba seguro de qué es- sorprendentes puesto que la meseta pa- Abriéndose camino entre aquellos peraba encontrar exactamente al final del recía ser poco menos que roca sólida, torvos centinelas, al poco pudieron mirar sangriento rastro. Había presupuesto dar hasta donde podían ver. Gordon tomó a lo lejos sobre un suelo llano sembrado con algún tipo de punto de reunión, sin una decisión. de rocas que se extendía a lo largo de duda; un puñado de tiendas de piel de ca- —Ali, vuelve rápido a nuestro campa- cien metros hasta el pie de un abrupto ballo, una caverna, tal vez incluso una mento en la Garganta de los Fantasmas. precipicio. El rastro que habían estado si- aldea de barro y piedra situada al abrigo Coge los caballos y cabalga hasta Khor. guiendo, acanalado por muchos pies de la ladera. ¡Pero ante sus ojos se hallaba Cuéntale a Baber Khan todo lo que ha sobre la desgastada roca, cruzaba la plani- una ciudad cuyas cúpulas y torres reful- ocurrido, y dile que le necesito a él y a cie y serpenteaba despeñadero arriba, gían en el rosado amanecer, como una todas sus espadas. Trae a los ghilzai a tra- grada a grada, sobre rampas cortadas en ciudad mágica de hechiceros sacada de al- vés de la hendidura y hazlos detenerse la roca. Mas qué había en la cumbre del guna tierra mítica y depositada en aquel entre estos desfiladeros hasta que recibas precipicio no podían saberlo. A derecha e punto desértico! una señal mía, o sepas que estoy muerto. izquierda la sólida pared giraba alejándose, —¡La ciudad de los djinni! —Exclamó Cabe la posibilidad de cortar dos cuellos flanqueada por las quebradas agujas. Yar Ali Khan, volviendo a creer debido a del mismo golpe. Si Baber Khan nos ayuda —¿Ahora qué, sahib? —Bajo la pe- la impresión en la naturaleza diabólica de a destruir este nido de víboras, el emir le numbrosa luz el afridi parecía un trasgo de sus enemigos—. ¡Alá me proteja contra la perdonará. la montaña sorprendido fuera de los pe- maldad de Shaitan el Maldito! —Hizo — ¡Shaitan devore a Baber Khan! ¿Y ñascos de su cueva por el alba. chascar sus dedos en un gesto más anti- qué hay de ti? —Creo que debemos estar cerca de guo que Mahoma. —Voy a entrar en esa ciudad. nuestro destino. ¡Escucha! La forma de la meseta era más o —¡Wallah! —juró el afridi. Sobre los riscos retumbó el estruendo menos oval, de alrededor de dos kilóme- —He de hacerlo. Los yezidi han ido que habían oído la noche anterior, pero tros y medio de largo de norte a sur, y allí, y Lal Singh debe estar con ellos. Puede mucho más cerca ya... el estridente, pavo- algo menos de kilómetro y medio de que lo maten antes de que los ghilzai con- roso, lúgubre fragor de una trompa gigante. ancho de este a oeste. La ciudad se ha- sigan llegar aquí. Tengo que liberarlo —¿Nos han visto? —preguntó Yar Ali llaba cerca del extremo sur, perfilada con- antes de que podamos preparar plan al- Khan, amartillando su rifle. tra la oscura montaña detrás de ella, sus guno para atacar la ciudad. Si te vas ahora, —Eso está en manos de Alá. Pero casas de piedra de tejado plano y conjun- puedes llegar a Khor poco después de la hemos de asegurarnos, y no podemos as- tos de árboles dominados por un gran salida del sol. Si sigo vivo y en libertad, cender por ese camino precipicio arriba edificio cuya cúpula púrpura relucía en el nos encontraremos aquí. Si no acudo, sin saber primero que hay sobre él. ¡Aquí! nítido amanecer, tornasolada de oro. haced lo que consideréis oportuno Baber Esto nos servirá. — ¡Sortilegio y nigromancia! —ex- Khan y tú. Pero ahora mismo lo que im- Se trataba de un erosionado peñasco clamó Yar Ali Khan, del todo trastornado. porta es traer aquí a los ghilzai. que se alzaba como una torre entre sus Gordon no le contestó, pero la sangre Yar Ali Khan se opuso de inmediato. iguales más pequeños. Cualquier niño celta de sus venas respondió al sombrío —Baber Khan no me tiene ningún criado en las montañas podría haberlo es- aspecto de la escena. La brutal desolación aprecio. ¡Si voy hasta él solo escupirá en calado. Yar Ali Khan y Gordon subieron de los tétricos y oscuros peñascos no era mi barba y lo mataré y luego sus perros por el mismo casi tan rápido como si hu- suavizada por el contraste de la ciudad; en me matarán! biera sido una escalera, teniendo cuidado vez de eso ésta formaba parte de su torva —No hará tal cosa, y lo sabes. de interponer su mole entre ellos y los amenaza, pese a sus macizos de verde y —¡No vendrá! riscos de enfrente, hasta que llegaron a la sus brillantes colores. El resplandor de su —Vendría cruzando el Infierno si le cima, más alta que el precipicio, y se ten- cúpula púrpura de áurea tracería resul- llamase. dieron detrás de un espolón de roca, cla- taba siniestro. Los lóbregos riscos, des- —Sus hombres no le seguirán; temen vando la mirada a través de la rosada moronándose debido a su impía antigüe- a los demonios. bruma del naciente amanecer. dad, eran un escenario adecuado para ella. —Vendrán lo bastante rápido cuando —¡Alá! —juró Yar Ali Khan, buscando Era como una ciudad de demoniaco mis- les cuentes que quienes moran en Ghulis- sin ser consciente de ello el rifle colgado terio, alzándose en mitad de la ruina y la tan son hombres. sobre su espalda. decadencia, y destellando sólo con depra- —Pero los caballos habrán desapare- Vistos desde su atalaya los riscos vada vida. cido. Los demonios se los habrán llevado. opuestos mostraban su verdadera natura- —Ésta debe ser la fortaleza de los —Lo dudo. Nadie ha dejado la ciudad leza como uno de los lados del gigantesco Ocultos —murmuró Gordon—. Contaba desde que tomamos el sendero, y nadie bloque de una meseta que le recordó a con descubrir finalmente su cuartel gene- ha venido detrás de nosotros. De todas Gordon las formaciones de su sudoeste ral escondido en los barrios nativos de al- formas, puedes llegar hasta Khor a pie, si nativo. Se elevaba cortada a pico desde su guna ciudad como Delhi, o Bombay. Pero es necesario. Sólo que te llevará más base, unos ciento cincuenta metros de al- éste es un lugar lógico. Desde aquí pue- tiempo.

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Entonces Yar Ali Khan se mesó la barba con furia y expresó su verdadero «El resplandor de su cúpula motivo para negarse a dejar a Gordon. —¡Esos hijos de perros de esa ciudad púrpura de áurea tracería resul- te despellejarán vivo! —No, responderé a la astucia con as- taba siniestro. Los lóbregos ris- tucia. Me haré pasar por un fugitivo hu- yendo de la ira del emir, un forajido en busca de refugio. Oriente está lleno de cos, desmoronándose debido a mentiras respecto a mí. Me ayudarán en- tonces. su impía antigüedad, eran un es- Yar Ali Khan renunció a seguir discu- tiendo de pronto, comprendiendo que cenario adecuado para ella. Era era inútil. Rezongando por lo bajo, agi- tando su turbante como loco, el afridi des- como una ciudad de demoniaco cendió el peñasco y desapareció en el desfiladero sin mirar atrás. misterio, alzándose en mitad de Cuando dejó de estar a la vista, Gor- don bajó asimismo y se dirigió hacia los la ruina y la decadencia riscos.

recelo y el instinto de matar—. ¿Qué —Los cuchillos son mudos —mur- CAPÍTULO 3. EL PUEBLO DE ISMAIL haces aquí? muró el muchacho, tratando de justifi- Gordon los recorrió a todos sin prisa carse. con la mirada antes de contestar, una Fue premiado con un airado culatazo A cada paso, Gordon esperaba ser dispa- tranquila, relajada figura alzándose indife- de rifle en el vientre, que le llevó a hacer rado desde los acantilados, aunque no rente ante aquellas siete tensas formas. una involuntaria zalema, y luego alzó la había visto ningún centinela entre las —Busco a tu señor —respondió al voz con jadeantes lamentos. rocas en su cresta, al mirar desde el pe- poco. —¡Cállate, hijo de un perro! ¿Nos ha- ñasco. Pero cruzó el cañón, llegó al pie Aquello no pareció tranquilizarles. rías luchar contra las pistolas de El Borak del risco y empezó a ascender por el em- Comenzaron a murmurar entre ellos, sin con acero desnudo? pinado camino (todavía salpicado aquí y apartar nunca los ojos de él ni el dedo del Habiendo desahogado parte de su allá de gotas rojas) sin haber avistado a gatillo. descontento sobre su desafortunado ningún otro ser humano. El sendero ser- La voz del kurdo más alto se elevó co- compañero, los kurdos se calmaron, y penteaba interminablemente subiendo lérica, dominando a las otras. uno de ellos preguntó a Gordon, titube- una serie de rampas, con bajos y macizos — ¡Parloteáis como cuervos! Hay algo ando: « ¿Te esperan?» muros en el borde exterior. Tuvo tiempo evidente: estábamos jugando y no le vimos —¿Vendría aquí de no ser así? ¿Mete para admirar el trabajo de ingeniería que llegar. Nuestro deber es vigilar la Escalera el cordero la cabeza sin ser invitado entre hacía posible aquel camino. A todas luces y encargarnos de que nadie la suba sin per- las fauces del lobo? no era obra de montañeses afganos, y era miso. Hemos faltado en nuestra obligación. —¿Cordero? —Los kurdos soltaron igual de evidente que su construcción no Si llega a saberse habrá un castigo. Maté- una risotada sardónica—. ¿Tú un cor- había sido reciente. Parecía antiguo, firme mosle y arrojémosle por el acantilado. dero? ¡Ah, Alá! Di mejor que el lobo gris como la montaña misma. —Sí —convino Gordon sin alte- con sangre en los colmillos busca al caza- En los diez metros finales las rampas rarse—. Hacedlo. Y cuando vuestro dor! dieron paso a un tramo de empinados es- señor pregunte: “¿Dónde está El Borak, —Si hay sangre en mis colmillos no es calones tallados en la roca, haciéndose que me traía noticias importantes?”, deci- sino la de los idiotas que desobedecieron cada vez más hondos a medida que se dle: “¡Ah, no consultaste con nosotros las órdenes de su señor —replicó Gor- aproximaban a la cresta. Seguía sin haber qué hacer con él, así que lo matamos para don—. La pasada noche, en la Garganta nadie que le hiciera frente, y se asomó darte una lección!” de los Fantasmas... sobre la meseta entre un grupo de peñas, Dieron un respingo ante la mordiente —¡Ya Allah! ¿Eras tú con quien lucha- de detrás del cual siete hombres que ha- ironía de sus palabras y tono, y se miraron ron esos idiotas yezidi? ¡No te conocie- bían estado en cuclillas jugando una par- incómodos unos a otros. ron! Dijeron que habían matado a un in- tida, se pusieron de pie de un salto y le —Nadie lo sabrá nunca —dijo uno glés y sus sirvientes en la Garganta. lanzaron salvajes miradas como si hubiese con un gruñido—. Disparadle. Así que por esa razón los centinelas sido una aparición. Eran todos kurdos, en- —No, el disparo se oiría y habría pre- habían sido tan descuidados; por alguna jutos y aguerridos guerreros de nariz de guntas a las que responder. razón los yezidi habían mentido sobre el pico de halcón, sus delgadas cinturas ceñi- — ¡Cortadle la garganta! —sugirió el resultado de aquella lucha, y los vigilantes das por cartucheras, y los rifles en las más joven de la banda, y los demás le mi- del Camino no esperaban a ningún perse- manos. raron con un ceño tan feroz que éste re- guidor. Esos rifles le apuntaron al instante. trocedió confundido. —¿Ninguno de vosotros estaba entre Gordon no hizo ningún movimiento, ni —Sí, cortadme la garganta —aconsejó aquellos que en su ignorancia cayeron mostró inquietud o sorpresa. Apoyó la Gordon, riéndose de ellos—. Uno de vos- sobre mí en la Garganta? culata de su rifle sobre la tierra y observó otros tal vez sobreviva para contarlo. —¿Cojeamos? ¿Sangramos? ¿Lloramos a los sorprendidos kurdos con calma. No se trataba de una simple bravata, el cansancio y las heridas? ¡No, no hemos Los asesinos vacilaron como gatos como la mayoría de ellos sabía, y su malé- luchado contra El Borak! monteses acorralados, igual de peligrosos volo ceño dejó ver su inquietud. Ansiaban —Entonces sed juiciosos y no come- e impredecibles. La vida de Gordon pen- matarle, pero no se atrevían a usar sus ri- táis el mismo error que ellos, debido al día del arco de un nervioso dedo al gatillo. fles; y al menos los guerreros mayores sa- cual algunos han muerto y la piel será Pero por el momento se limitaron a mi- bían el terrible precio que pagarían por arrancada a tiras de las espaldas de los rarle furiosos, sin habla a causa de su in- atacarle con arma blanca. Él no tendría vivos. Y ahora, ¿me llevaréis junto a quien esperada presencia. ningún escrúpulo en utilizar bien el rifle en me aguarda, o arrojaréis estiércol sobre —¡El Borak! —masculló el más alto de su mano, o la pistola que sabían llevaba su barba no dignándoos a cumplir sus ór- los kurdos, sus ojos llameando de miedo, oculta en alguna parte. denes?

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efecto sobre sus captores. Tenía el aire de «Pero ante sus ojos se hallaba un hombre andando en medio de una es- colta de honor, más que para vigilarle, y su una ciudad cuyas cúpulas y to- comportamiento influyó sobre el de ellos, de forma que para cuando llegaron a la rres refulgían en el rosado ama- ciudad llevaban los rifles al hombro en vez de tenerlos listos para disparar, dejando un respetuoso espacio entre ellos y él. necer, como una ciudad mágica Los detalles de Shalizahr fueron desta- cándose a medida que se aproximaban. de hechiceros sacada de alguna Gordon pudo ver el secreto de las arbo- ledas y jardines. La tierra, sin duda traída tierra mítica y depositada en con esfuerzo desde distantes valles, había sido superpuesta sobre la roca desnuda aquel punto desértico en algunas de las muchas depresiones que agujereaban la superficie del altiplano, y un elaborado sistema de canales de riego, profundas y estrechas acequias que expo- nían el mínimo de superficie a la evapora- ción, recorría los jardines, originándose al parecer en algún inagotable suministro de —¡Alá no lo quiera! —Exclamó el —Que no hable ningún otro hombre. agua próximo al centro de la ciudad. La kurdo alto—. No hemos recibido ninguna No respondáis a sus preguntas. No le meseta, al abrigo de los quebrados picos orden. No, El Borak, tu corazón está lleno preguntéis nada. Si se burla de nosotros, que se alzaban sobre todos sus lados, pre- de astucia como el de una serpiente, y no le repliquéis. Tiene la astucia de una sentaba un clima más moderado de lo ha- por donde tú pasas, las espadas se tiñen serpiente. Si le hablamos nos habrá hechi- bitual en aquellas montañas, y la vegeta- de rojo y los hombres mueren. Pero si se zado antes de que lleguemos a Shalizahr. ción resistente crecía en abundancia. trata de una mentira entonces nuestro Así que ése era el nombre de aquella Los jardines se encontraban en su señor se ocupará de tu muerte. Y si no lo fantástica ciudad; a Gordon le pareció re- mayor parte en los lados este y oeste de es, entonces no tendremos culpa alguna. cordarlo relacionado con alguna historia la ciudad. El camino, al entrar en la ciudad, Suelta tu rifle y tu cimitarra, y te conduci- medieval. discurría entre un gran huerto a la iz- remos hasta él. —¿Por qué dudáis de mí? —pre- quierda, y un jardín más pequeño a la de- Gordon entregó las armas, confiando guntó—. ¿Acaso no he venido hasta vos- recha. Ambos estaban cercados por bajos en la gran pistola que guardaba en la funda otros con las manos abiertas? muros de piedra, y Gordon no podía adi- bajo su brazo izquierdo. —¡Sí! Una vez te vi llegar hasta los tur- vinar el sangriento papel que ese huerto El jefe cogió entonces el rifle dejado cos de Bitlis con las manos abiertas; pero iba a desempeñar en aquella extraña aven- caer por el joven kurdo, que seguía do- cuando las cerraste por las calles corrió la tura en la que se estaba metiendo. Un am- blado y gimiendo con fuerza, y lo enderezó sangre y las cabezas de los señores de Bitlis plio espacio abierto separaba el huerto de de una sonora patada en el trasero; le in- colgaron de las sillas de tus asaltantes. No, la morada más cercana, pero al otro lado crustó el rifle en las manos y le ordenó que El Borak, te conozco desde hace mucho del camino una casa de piedra de tres vigilara la escalera como si su vida depen- tiempo, desde los días en que conducías a pisos y tejado plano lindaba con el jardín diera de ello; le dio otra patada, y un ma- tus forajidos a través de las montañas de al sur. Unos metros más adelante comen- notazo en la oreja para más énfasis, y se Kurdistán. Luché contigo contra los turcos, zaba la ciudad propiamente dicha: hileras volvió, vociferando órdenes a los otros. y después, a causa de un cambio en la po- de viviendas en piedra de techo plano Cuando se acercaron rodeando al en lítica, luché con los turcos contra ti. Mi unas enfrente de otras a los lados de la apariencia desarmado americano, Gordon mano no puede luchar contra la tuya, ni mi ancha y empedrada calle, cada una con un supo que sus manos rabiaban por hundir cerebro contra el tuyo, ni mi lengua contra jardín detrás. un cuchillo en su espalda; pero había sem- tu lengua. Pero puedo mantenerla entre No había ninguna muralla alrededor brado las semillas del temor y la incerti- mis dientes, y lo haré. No es necesario que de la ciudad, y los muros en torno a jardi- dumbre en sus primitivas mentes, y sabía trates de engañarme con astutas palabras, nes y casas eran bajos, a todas luces no que no se atrevían a atacar. Abandonaron pues no hablaré. Voy a llevarte hasta el destinados a la defensa. La altiplanicie el grupo de peñascos y tomaron el amplio señor de Shalizahr. Todos tus tratos serán misma era una fortaleza. La montaña que y bien marcado camino que conducía a la con él. No es cosa mía. Soy igual de mudo fruncía el ceño sobre y detrás de la ciudad ciudad. Éste había sido pavimentado an- y pienso lo mismo al respecto que el caba- se alzaba a una distancia mayor de la que taño, y en algunas partes el adoquinado llo que carga a rey y proscrito por igual. Mi parecía la primera vez que la vio. Desde el todavía se encontraba en buen estado. única responsabilidad es llevarte ante mi peñasco daba la impresión de que la ciu- —¿Los yezidi entraron en la ciudad señor. Mientras tanto no me harás caer en dad se apoyaba contra la falda de la mon- justo antes del alba? —preguntó sin darle una trampa. No hablaré, y si alguno de mis taña. En ese momento pudo ver que casi importancia, llevando a cabo una rápida hombres te contesta, le abriré la cabeza un kilómetro de llano cortado por ba- estimación del factor tiempo. con la culata de mi rifle. rrancos separaba la ciudad de la misma. La —Sí —fue la breve contestación. —Sabía que te conocía —dijo Gor- meseta estaba, no obstante, conectada —No podían ir deprisa —dijo Gor- don—. Eres Yusuf ibn Suleiman. Eras un con la montaña; era como un enorme sa- don, casi como si hablara solo—. Tenían buen guerrero. liente sobresaliendo de la imponente la- hombres heridos a los que llevar. Y ade- El enjuto rostro lleno de cicatrices del dera. más el sij que tenían prisionero habrá sido kurdo se iluminó ante el comentario, y Los hombres que trabajaban en los jar- terco. Habrán tenido que golpearle, em- comenzó a hablar... luego recordó sus pa- dines o paseaban por la calle se detuvieron pujarle y arrastrarle. labras, frunció ferozmente el ceño, mal- y se quedaron mirando a los kurdos y a su Uno de los hombres volvió la cabeza y dijo a uno de sus hombres que no le había cautivo. Vio más kurdos, muchos persas, y comenzó a decir: ofendido en absoluto, se cuadró inflexible yezidi; vio árabes, mongoles, drusos, tur- —Vaya, el sij... de hombros, y se adelantó al grupo a cos, indios, e incluso algunos egipcios. El líder le hizo callarse de un grito, y grandes y envaradas zancadas. Pero ningún afgano. Era evidente que la echó a Gordon una siniestra mirada de Gordon no andaba a paso largo; más heterogénea población de aquella extraña sospecha. bien paseaba, y su tranquila actitud causó ciudad no tenía ningún parentesco con los

78 Weird Tales de Lhork La muerte de la triple hoja habitantes nativos de la región. pléndidos corredores. Podría haber es- lencio así como para las palabras audaces. La gente no expresó su curiosidad tado atravesando un palacio de Nínive o Su siguiente movimiento dependía por más allá de interrogativas miradas. La calle de la antigua Persia, de no ser por las completo de las palabras del jeque. Una se ensanchó dando paso a un zoco ce- armas modernas de su escolta. sola bastaría para motejarlo de impostor rrado por la parte sur por un ancho muro Al poco salieron a un vestíbulo más y acabar con todo su plan, pero confiaba que circundaba el edificio palaciego con su amplio y se acercaron a una puerta de en dos cosas; la creencia de que ningún magnífica cúpula. bronce de dos hojas, flanqueada por más gobernante oriental ordenaría matar a El No había ningún guardia ante las puer- guardias vistosamente ataviados, persas Borak sin tratar primero de enterarse de tas de filigrana de oro barradas con esta vez, perfumados y pintados como los la razón de su presencia; y el hecho de bronce macizo, sólo un negro vestido de guerreros de Cambises, y empuñando lan- que pocos soberanos de oriente gozan de vivos colores que hizo una profunda za- zas de aspecto antiguo en lugar de rifles. la plena confianza de sus seguidores, o lema mientras abría el portal. Gordon y Aquellas estrafalarias figuras siguieron confían por completo en aquéllos a su su escolta entraron en un amplio patio de en pie tan impasibles como estatuas mien- vez. policromas baldosas, en medio del cual tras los árabes pasaban pavoneándose con El hombre sobre el trono devolvió la borboteaba una fuente alrededor de la su cautivo (o huésped) y entraron en un ardiente mirada a Gordon por un ins- cual revoloteaban palomas. Al este y al cuarto semicircular donde tapices con tante, luego habló, pero no al kurdo: oeste el patio estaba limitado por muros motivos de dragones cubrían las paredes, —Tal es la ley de Shalizahr: los Vigilan- interiores sobre los cuales se asomaba un ocultando todas las posibles puertas o tes de la Escalera no deben permitir que follaje que hablaba de más jardines, y Gor- ventanas salvo aquélla por la cual habían ningún hombre ascienda por ella hasta don se fijó en una estilizada torre que se entrado. El techo era alto y abovedado, que haya hecho la Señal de forma que levantaba casi tanto como la misma cú- labrado de grecas de oro y ébano, ornado puedan verla. Si es un extraño que no co- pula, con sus azulejos como de encaje con lámparas doradas. Frente a la gran en- noce la Señal, el Guardián de la Puerta destellando a la luz del sol. trada había un estrado de mármol. Sobre debe ser requerido para hablar con aquél Los kurdos continuaron derechos a el estrado había un gran asiento con bal- antes de que le sea permitido subir la Es- través del patio y fueron detenidos ante daquín, decorado con volutas y tallado calera. El Borak no fue anunciado. El los pilares del amplio pórtico del palacio como un trono, y sobre los cojines de Guardián de la Puerta no fue requerido. por una guarnición de treinta árabes de terciopelo esparcidos sobre el mismo se ¿Hizo El Borak la Señal, al pie de la Esca- resplandecientes insignias: empenachados recostaba una esbelta figura con un khalat lera? cascos de plateado acero, dorados cose- de seda con perlas cosidas, y babuchas de Yusuf ibn Suleiman había palidecido y letes, escudos de piel de rinoceronte, y ci- hilo de oro con las punteras vueltas hacia sudaba, mientras claramente vacilaba mitarras grabadas en oro, cuyos arcaicos arriba. Sobre el turbante rosado refulgía entre una peligrosa verdad, y una mentira arreos contrastaban de forma curiosa con un gran broche de oro, engastado de dia- que podría ser incluso más peligrosa. los modernos rifles en sus manos, y las mantes, con la forma de una mano hu- Lanzó una venenosa mirada a Gordon y cartucheras que ceñían sus delgadas cin- mana empuñando una daga de tres hojas. habló con una voz áspera debido al turas. El rostro bajo el turbante era ovalado, del temor: El capitán de rostro de halcón de la color del marfil viejo, con una pequeña —El guardia en la hendidura no dio guarnición conversó brevemente con barba negra y puntiaguda. Los ojos eran aviso. El Borak apareció sobre el risco Yusuf ibn Suleiman, y Gordon adivinó que grandes, oscuros y contemplativos. Se tra- antes de que lo viéramos, aunque estába- no existía la menor simpatía entre aque- taba de un persa. mos al final de la Escalera vigilando como llos miembros de razas rivales, sin impor- A cada lado del trono se hallaba un gi- águilas. Es un mago que se hace invisible a tar las circunstancias que los hubiesen lle- gante sudanés, cual efigies de paganos dio- voluntad. Supimos que decía la verdad vado a aliarse. ses talladas en negro basalto, desnudos cuando dijo que le habías mandado llamar, El capitán, a quien los hombres se di- salvo por las sandalias y los taparrabos de de otra forma no podía haber conocido el rigían como Muhammad ibn Ahmed, hizo seda, con tulware de hoja ancha en sus camino secreto... poco después un gesto con su fina mano manos. La transpiración perló la estrecha morena, y Gordon fue rodeado por una —¿Quién es éste? —preguntó sin in- frente del kurdo. El hombre sobre el docena de relucientes árabes, y marchó terés el hombre sobre el trono, hablando trono no pareció escucharle, y Muham- entre ellos subiendo los anchos escalones árabe, y haciendo un gesto a sus esbirros mad ibn Ahmed, rápido en advertir que el de mármol y a través del amplio arco para que detuvieran sus enérgicas zale- kurdo había caído en desgracia, golpeó a cuyas puertas de bronce decoradas con mas. Yusuf de modo salvaje en la boca con la volutas se hallaban abiertas. Los kurdos —¡El Borak! —respondió Muhammad mano abierta. fueron detrás, sin sus rifles, y al parecer ibn Ahmed, pavoneándose claramente, —¡Perro, permanece en silencio hasta nada contentos. consciente de que anunciar aquel nombre que el Protector de los Miserables se Atravesaron extensos corredores dé- causaría sensación... como lo haría en digne ordenarte hablar! bilmente iluminados, de cuyos aboveda- cualquier parte al este de Estambul. Yusuf se tambaleó, la sangre empe- dos techos con grecas colgaban humean- Los oscuros ojos se avivaron interesa- zando a correr por su barba, y miró con tes incensarios de bronce, en tanto que a dos, endureciéndose con sospecha, y ojos de asesino al árabe, pero no dijo ambos lados arcos con cortinas de tercio- Yusuf ibn Suleiman, observando el rostro nada. pelo insinuaban privados misterios. Los de su señor con dolorosa intensidad, El persa hizo un gesto con la mano, tapices susurraban, se oía el murmullo de tragó aire y cerró las manos tan fuerte lánguido pero con impaciencia. débiles pisadas, y en una ocasión Gordon que las uñas se le clavaron en las palmas. —Llevaos a los kurdos. Mantenedlos pudo ver una delgada mano blanca —¿Cómo ha entrado en Shalizahr sin bajo vigilancia hasta nuevas órdenes. Aun- asiendo unas colgaduras como si su dueño ser anunciado? que un hombre sea esperado, no deberían atisbara desde detrás. Acostumbrado —¡Los perros kurdos que se supone ser sorprendidos. El Borak no conocía la como estaba al secretismo y los suaves vigilan la Escalera dijeron que vino hasta Señal, sin embargo ascendió la Escalera sin sonidos de los palacios orientales, Gor- ellos, jurando que había sido mandado lla- ser molestado. Si hubiesen estado alerta don percibió en aquél una atmósfera de mar por el jeque Al Jebal! ni siquiera El Borak podría haberlo hecho. misterio y reserva fuera de lo habitual. Gordon se tensó al oír aquel título. No es ningún mago. Enviad a otros hom- Incluso el contoneo de los árabes Aquello confirmaba todas sus sospechas. bres a vigilar la Escalera. (todos salvo su capitán) era distinto. Los Era fantástico, increíble; sin embargo era —Tenéis mi permiso para marchar; kurdos se mostraban abiertamente in- cierto. Sus oscuros ojos se clavaron con hablaré con El Borak solo. quietos. El misterio y una intangible ame- feroz intensidad en el rostro ovalado. Muhammad ibn Ahmed hizo una za- naza acechaban en aquellos oscuros y es- No habló. Había un tiempo para el si- lema y condujo a sus relucientes espada-

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chines fuera entre las silenciosas filas de y la mayor parte del resto gravemente he- la auténtica personalidad del americano. lanceros alineadas a cada lado de la ridos, y juraron que habían matado a un Muchas de las historias que había oído puerta, agrupando a los temblorosos kur- sahib y sus siervos en la Garganta de los sobre él habían sido mentiras, o hechos dos delante de ellos. Éstos se volvieron al Fantasmas. Es evidente que temían confe- desvirtuados fuera de toda medida. Para atravesar la puerta y clavaron sus ardien- sar que habían salido corriendo, deján- el jeque El Borak no era más que otro tes ojos sobre Gordon en una silenciosa dote vivo. Pagarán su mentira. Pero no aventurero sin ley, no del todo nativo, mirada de odio. me has dicho por qué has venido aquí. pero a pesar de eso excluido del mundo Muhammad ibn Ahmed tiró de las —Busco refugio. Y traigo noticias. El respetable, y en consecuencia era muy puertas de bronce cerrándolas detrás de hombre que enviaste a matar al emir le probable que estuviese a malas con el go- ellos. El persa habló en inglés a Gordon. hirió y fue cortado en pedazos por los bierno en cualquier momento. —Habla con toda libertad. Estos ne- guardias uzbecos. Dijo algo en persa antiguo y erudito y gros no entienden el inglés. El persa se encogió de hombros con Gordon, sabiendo que no cambiaría el Gordon, antes de contestar, pateó un impaciencia. idioma de su conversación sin una astuta diván ante el estrado y se sentó cómoda- —Tu información es vieja. Lo sabía- razón, fingió ignorar dicha lengua. A veces mente en él, con los pies apoyados sobre mos antes del mediodía siguiente a la la tortuosidad del Oriente es transpa- un escabel de terciopelo. No había cimen- noche en que se intentó la ejecución. Y rente como un niño. tado su prestigio en el Oriente por medio desde entonces hemos sabido que el emir El jeque habló con uno de los negros, de un comportamiento manso y asusta- vivirá, porque un médico inglés limpió las y el gigante sacó imperturbable una maza dizo. Donde otro hombre habría ido de heridas del veneno que había en la daga. de plata de su cinto y golpeó con fuerza puntillas, sombrero en mano y corazón en Aquello sonó como magia negra, hasta un gong dorado suspendido entre los ta- boca, Gordon andaba a trancos con pesa- que Gordon recordó las palomas del pices. Apenas habían dejado de oírse los das botas y mano dura, y puesto que era patio. Palomas mensajeras, por supuesto, ecos cuando las puertas de bronce se El Borak, vivía donde otros morían. Su ac- y agentes en Kabul para soltarlas con los abrieron lo bastante para dejar pasar a un titud no era ninguna baladronada. Estaba mensajes. hombre esbelto con un traje talar de seda listo en todo momento para respaldar su —Hemos guardado bien nuestro se- lisa que se mantuvo inclinado ante el es- jugada con ardiente plomo y frío acero, y creto —dijo el persa—. Dado que supiste trado: un persa, como el jeque. Este úl- los demás lo sabían, igual que sabían que de Shalizahr y el Camino a Shalizahr, debe timo se dirigió a él como Musa, y le hizo era el hombre más peligroso con cualquier habértelo contado alguien de la Herman- una pregunta en la lengua que acababa de clase de arma entre El Cairo y Pekín. dad. ¿Te envió Bagheela? probar con Gordon. El persa no mostró ninguna sorpresa La pausa que hizo Gordon antes de —¿Conoces a este hombre? ante el hecho de que su cautivo (o huésped) contestar no le llevó más tiempo del ne- —Sí, ya Sidna; es... se sentase sin pedir permiso. Sus primeras cesario para sacudirse un poco de polvo —No digas su nombre; no nos en- palabras dejaban ver que había tenido mu- de sus pantalones, pero en ese intervalo tiende, pero lo reconocería y sabría que chos tratos con occidentales, y para sus reconoció la trampa que le tendían y la hablamos de él. ¿Aparece en los informes propios fines, había adoptado parte de su evitó. No tenía la menor idea de quién era de nuestros espías? franqueza. Pues dijo, sin más preámbulos: Bagheela, y la pregunta en apariencia ino- —Sí, ya Sidna. El último parte de Kabul —No te mandé llamar. cente era muy claramente un cebo que un hablaba de él. La noche en que tu servidor —Por supuesto que no. Pero tenía impostor podría verse tentado a morder. intentó ejecutar al emir, este hombre que decirles algo a esos idiotas, o si no —No conozco al hombre al que lla- habló con el emir en secreto, una hora o matarlos a todos. mas Bagheela —respondió—. Nadie me así antes de que tuviera lugar el ataque. —¿Qué buscas aquí? reveló su secreto. No necesito que me Tras dejar el palacio, desapareció de la —¿Qué busca cualquier hombre que los cuenten. Me entero de ellos por mí ciudad con tres hombres, y fue visto ca- viene a un nido de forajidos? mismo. Vine aquí porque tenía que en- balgando por el camino que conduce al —Podría venir como espía —observó contrar una guarida. He caído en desgra- pueblo del proscrito, Baber Khan de el jeque. cia en Kabul, y los ingleses me matarían a Khor. Fue perseguido por jinetes desde Gordon se rió de él. tiros si pudiesen cogerme. Kabul, pero si abandonaron la persecu- —¿Para quién? Una de las leyendas en circulación más ción o fueron muertos por los hombres —¿Cómo supiste del Camino? persistentes acerca de Gordon era la de de Khor, lo desconozco. Gordon recurrió a la ambigüedad de que era enemigo de los ingleses. Ésta se —Al parecer decía la verdad, enton- la sutileza oriental. basaba en su negativa a sentirse intimidado ces, al afirmar que había caído en desgra- —Seguí a los buitres; siempre me con- por galones dorados y botones de bronce, cia en Kabul —reflexionó el jeque. ducen hasta mi objetivo. y en sus idas y venidas con tranquila indi- Gordon, repantigándose sobre el —Deberían —fue la torva contesta- ferencia respecto de todas las reglas y diván sin mostrar indicio alguno de com- ción—. Los has alimentado hasta hartar- normas que se aplican al común de las prender, cayó en la cuenta de dos cosas: los bastante a menudo. ¿Qué hay del gentes. No mostraba ningún respeto hacia el sistema de espionaje de los Ocultos era mongol que vigilaba la hendidura? la autoridad que se engalana a sí misma más elaborado y llegaba más lejos de lo —Muerto; no se puso en razón. con pompa y arrogancia y arbitrario culto que había imaginado; y una cadena de cir- —Los buitres te siguen, no al revés a la primacía, y en cambio manifestaba un cunstancias malinterpretadas estaba —comentó el jeque—. ¿Por qué no me permanente desprecio hacia ciertas clases obrando en su favor. Era natural que avisaste de tu llegada? de funcionarios, ya fuesen civiles o milita- aquellos hombres creyesen que había —¿Por medio de quién? La noche pa- res; así que era intensamente odiado por huido de Kabul amenazado por el disfavor sada mientras acampaba en la Garganta de estos últimos, cuya opinión a veces era regio. Que cabalgase hasta el pueblo de los Fantasmas, dando un descanso a mis aceptada por los irreflexivos como un ex- un proscrito parecía confirmarlo del todo, caballos antes de seguir adelante sin parar ponente de la opinión gubernamental. así como el hecho de su “persecución” hasta Shalizahr, una banda de tus idiotas Pero los hombres que en realidad rigen a por parte de jinetes reales. cayó sobre mi partida en la oscuridad, los asiáticos, moviéndose sin trabas entre —Tienes mi permiso para marchar. mató a un hombre y se llevó a otro. El bastidores, sabían cómo era El Borak real- Musa hizo una reverencia y partió, ce- cuarto restante se asustó y huyó. Conti- mente, y aunque no siempre aprobaban rrando las puertas, y el jeque meditó en nué solo tan pronto como salió la luna. sus métodos, eran sus amigos, y se habían silencio por un momento. Al poco alzó la —Eran yezidi, cuyo deber es vigilar la beneficiado de su ayuda una y otra vez. cabeza, como si hubiera tomado una de- Garganta de los Fantasmas. No sabían que Pero el persa no tenía forma de sa- cisión, y dijo: me buscabas. Entraron renqueando en la berlo. Sabía sólo lo justo sobre Gordon —Creo que estás diciéndome la ver- ciudad al alba, con un hombre agonizante para ser fácilmente engañado en cuanto a dad. Huiste de Kabul, hasta Khor, donde

80 Weird Tales de Lhork La muerte de la triple hoja ningún amigo del emir sería bienvenido. Y tu enemistad hacia los ingleses es bien co- «No mostraba ningún respeto nocida. Los batini necesitan un hombre como tú. Pero no puedo admitirte en la hacia la autoridad que se enga- Hermandad hasta que el señor Bagheela te vea y te pruebe. No se halla en Shali- lana a sí misma con pompa y zahr en este momento, pero estará aquí mañana al amanecer. arrogancia y arbitrario culto a la —Mientras tanto, me gustaría saber cómo supiste de nuestra hermandad y de primacía, y en cambio manifes- nuestra ciudad. Gordon se encogió de hombros. taba un permanente desprecio — ¿Qué misterio de las montañas se oculta de mí? Oigo los secretos que canta hacia ciertas clases de funciona- el viento mientras sopla a través de las ramas de los tamariscos secos. Entiendo rios el grito de los milanos mientras dan vuel- tas por encima de las gargantas de Gomul. Conozco las historias que se susurran en torno a las hogueras de estiércol que los hombres de las caravanas preparan en los abarrotados campamentos. deza de mis antepasados. La riqueza que el oeste, por la antigua ruta de caravanas, —¿Entonces conoces nuestro propó- manó de repente de las tierras yermas de y subiendo por una antigua rampa sobre sito? ¿Nuestra ambición? mi familia, dinero occidental que llegó el lado occidental de la meseta, que hice —Sé cómo os llamáis a vosotros mis- hasta mí gracias a los minerales allí encon- destruir después. Pero al final pude con- mos. Hace mucho hubo otra ciudad sobre trados, hizo que el sueño se convirtiera templar la olvidada Shalizahr tal como era una montaña, gobernada por emires que en realidad. ¡Othman el Aziz se convirtió en los días de los antiguos jeques. se hacían llamar jeque Al Jebal... los Ancia- en el jeque Al Jebal! “¡Mira! —Se levantó e hizo señas a nos de la Montaña. Sus seguidores eran “Hassan ibn Sabah era discípulo de Is- Gordon de que le siguiera. Los gigantes llamados Asesinos. Masticaban cáñamo, mail, quien le enseñó que todas las obras negros rodearon al jeque por ambos eran adictos al hashish, y sus métodos te- y hombres son uno a los ojos de Alá. El lados, y éste encabezó el grupo al interior rroristas hicieron que los jeques fueran credo ismailita es ancho y profundo como de una alcoba insospechada hasta que uno temidos por toda Asia occidental. el mar. Pasa por alto las diferencias racia- de los negros corrió un tapiz detrás del —¡Sí! —Un oscuro fuego iluminó los les y religiosas, y une a hombres de sectas trono. Salieron a un balcón de celosía que ojos del persa—. El mismo Saladino los enfrentadas. Es el único poder capaz de daba al interior de un jardín cercado por temía. Los cruzados los temían. El Shah de conseguir a la postre una Asia unida. La un muro de cuatro metros, el cual estaba Persia, los emires de Damasco, los califas gente de mis propias montañas nativas no casi por completo oculto por los espesos de Bagdad, los sultanes de Egipto y de los había olvidado las enseñanzas de Ismail, ni plantíos de arbustos. Una exótica fragan- Seljuk rendían tributo a los jeques Al los jardines de los hashishin. Entre ellos cia brotaba de los macizos de árboles, ar- Jebal. No dirigían ejércitos en el campo de recluté a mis primeros seguidores. Pero bustos y flores, y plateadas fuentes tinti- batalla; luchaban por medio del veneno, el pronto otros acudieron en tropel a mí naban cantarinas. Gordon pudo ver fuego y la daga de triple hoja que mordía hasta las montañas de Kurdistán donde le- mujeres moviéndose entre los árboles, sin en la oscuridad. Sus emisarios de muerte vanté mi primera fortaleza... yezidi, kur- velo y escasamente vestidas con transpa- cubiertos de escarlata partían con puñales dos, drusos, árabes, persas, turcos... fora- rente seda y terciopelo cubierto de joyas: ocultos para cumplir su mandato. Y los jidos, hombres sin esperanza, que estaban esbeltas, cimbreñas muchachas, árabes, reyes morían en El Cairo, en Jerusalén, en dispuestos incluso a renegar de Mahoma persas e hindúes en su mayoría, y de Samarcanda, en Brusa. Sobre el monte para saborear el Paraíso en la tierra. Pero pronto encontró explicación a las miste- Alamut, en Persia, el primer jeque, Hassan el credo batini no abjura de nada; une. Mis riosas desapariciones de ciertas jóvenes ibn Sabah, construyó su grandiosa ciudad emisarios viajaron por toda Asia, arras- de la India, que en los últimos años habían castillo, con sus recónditos jardines trando seguidores hasta mí. Elegí a mis aumentado demasiado para ser explicadas donde permitía a sus seguidores saborear hombres con cuidado. Mi banda ha cre- por incidentales secuestros por parte de las delicias del paraíso, donde bailarinas cido despacio, pues cada miembro era reyezuelos nativos. Los hombres, con el hermosas como huríes se movían gráciles probado para demostrar que era ade- aspecto de durmientes del opio, yacían entre las flores y los sueños del hashish lo cuado para servirme. Raza y credo no bajo los árboles sobre cojines de seda, y cubrían todo de éxtasis. constituyen ninguna diferencia; entre mis una música nativa plañía melodiosa tañida —Los seguidores eran drogados y lle- fedayín se cuentan musulmanes, hindúes, por ocultos músicos. Era fácil de entender vados al jardín —dijo Gordon con un gru- adoradores de Melek Taus del monte La- cómo un oriental, sus sentidos a la vez ñido—. Creían que estaban en el Paraíso lesh, devotos de Erlik venidos del Gobi. drogados y enardecidos por el hashish, del Profeta. Luego volvían a ser drogados “Hace cuatro años vine con mis segui- creería estar en el Paraíso del Profeta, al y llevados fuera, y se les decía que para dores a esta ciudad, entonces un amasijo despertar en aquel fantástico jardín. recuperar aquel éxtasis sólo tenían que de ruinas viniéndose abajo, desconocida —He copiado, y mejorado, los jardi- obedecer al jeque hasta la muerte. Ningún por los montañeses porque sus supersti- nes de hashish de Hassan ibn Sabah —dijo rey gozó nunca de una obediencia tan ab- ciosas leyendas los mantenían lejos de el jeque, cerrando por fin la ventana ba- soluta como la que los fedayín concedie- ella. Hace siglos fue una ciudad de los tiente ingeniosamente disimulada y dán- ron a los jeques. Hasta que los mongoles Asesinos, y fue asolada por los mongoles. dose la vuelta para volver a la estancia del a las órdenes de Hulagu Khan destruye- Cuando llegué, los edificios eran piedra trono—. Te enseño esto porque no pre- ron sus castillos en la montaña en 1256, desmoronada, los canales estaban llenos tendo que “pruebes el Paraíso” como los amenazaron con destruir la civilización de escombros, los sotos convertidos en otros. No soy tan idiota como para creer oriental. una silvestre maraña. Llevó tres años re- que te dejarías engañar como ellos. No es —¡Sí! ¡Soy descendiente directo de construirla, y la labor costó la mayor necesario. No hay problema en que co- Hassan ibn Sabah! —Un resplandor faná- parte de mi fortuna, pues transportar ma- nozcas estos secretos. Si Bagheela no te tico destelló en los oscuros ojos—. Du- terial aquí en secreto fue un trabajo arduo acepta, tu conocimiento morirá contigo; rante toda mi juventud soñé con la gran- y peligroso. Lo trajimos de Persia, desde si lo hace, entonces no has sabido más de

Weird Tales de Lhork 81 Robert E. Howard

laberintos velados de intriga de una ciu- «Era casi como un destello de dad de Asesinos. Se sacudió de encima la idea con im- recuerdos en los que se veía a sí paciencia. Creía más que a medias en la reencarnación, pero aquel asunto no era mismo, un guerrero de pelo y ningún resurgimiento corriente de misti- cismo. El jeque Al Jebal podía reinar de forma absoluta en Shalizahr donde eras ojos negros venido de una lejana durmientes despertaban a la vida inmor- tal, pero Gordon intuía algo detrás de isla del oeste, ataviado con la todo aquello... una confusa y gigantesca forma amenazando detrás de los velos de cota de malla de un cruzado, misterio e ilusión. ¿Cuál era el premio por el cual las avanzando con paso firme a tra- grandes naciones del mundo peleaban a puerta cerrada? ¡La India! La llave dorada vés de los laberintos velados de de Asia. Había algo más que el loco capricho intriga de una ciudad de Asesinos de un visionario persa detrás de aquella fantástica maquinación. Solamente recons- truir la ciudad habría requerido un asom- lo que sabrás en cualquier caso como uno El jeque hizo una seña al negro, que broso desembolso de dinero. Dudaba de de los Hijos de la Montaña. volvió a golpear el gong, y de nuevo entró lo que había afirmado Othman acerca de “Puedes subir alto en el imperio que Musa, haciendo una zalema. haber utilizado el dinero de su propia for- estoy erigiendo. Seré tan poderoso como —Musa te mostrará el camino hasta tuna personal. Dudaba que la fortuna de lo era mi antepasado. Tres años estuve una cámara donde te serán llevadas co- cualquier persa hubiese bastado. Los edi- preparándome. Luego comencé a atacar. mida y bebida —dijo—. No eres un pri- ficios de Shalizahr indicaban un poderoso En el último año mis fedayín han partido sionero, por supuesto. Ningún guardia te respaldo, con ilimitados recursos. con dagas envenenadas como lo hicieran vigilará. Pero debo pedirte que no aban- Luego Gordon olvidó todos los demás en tiempos pasados, sin acatar otra ley dones la cámara hasta que te mande lla- aspectos de la aventura en su preocupa- que mi voluntad, incorruptible, invencible, mar. Mis hombres recelan de los feringhi, ción por Lal Singh. Impasible en cuanto al buscando la muerte antes que la vida. y hasta que seas admitido formalmente en peligro que él mismo corría, y al destino —¿Y tu ambición última? la hermandad... de las naciones, se levantó paseándose —¿No la has adivinado? —casi susu- Dejó sin acabar la frase. como un tigre enjaulado mientras medi- rró el persa, con los ojos abiertos y en taba sobre el misterio de la desaparición blanco de un extraño fanatismo. CAPÍTULO 4. SUSURRO DE ESPADAS del sij. ¿Por qué había negado Othman —¿Quién no? Pero preferiría oírlo de saber sobre el prisionero? Aquello resul- tus labios. taba un tanto siniestro. —¡Gobernaré toda Asia! ¡Sentado El impasible Musa condujo a Gordon a Gordon se sentó al oír las amortigua- aquí en Shalizahr regiré el destino del través de las puertas de bronce, más allá das pisadas de sandalias en el corredor de mundo! Los reyes en sus tronos no serán de las filas de relucientes guardias, y a lo fuera, y de inmediato la puerta se abrió y sino marionetas bailando al son de mis largo de un estrecho y serpenteante co- Musa entró, seguido por un enorme cuerdas. Aquellos que osen desobedecer rredor que salía del amplio vestíbulo. A negro portando viandas en platos de oro, mis órdenes morirán de repente. Pronto cierta distancia de la sala de audiencia hizo y un dorado jarro de vino. Musa cerró la nadie osará hacerlo. El poder será mío. entrar a Gordon en una cámara de above- puerta deprisa, pero no antes de que Poder: ¡Alá! ¿Hay algo más grande? dado techo de marfil y sándalo, con una Gordon pudiera entrever la punta de un Gordon no contestó. Estaba contras- maciza puerta de caoba con refuerzos de casco saliendo de los tapices que sin duda tando las repetidas referencias del jeque a bronce. No había ventanas. El aire y la luz ocultaban una alcoba al otro lado del co- su poder absoluto con sus comentarios re- llegaban a través de aberturas ocultas en rredor. Así que Othman había mentido al lativos al misterioso Bagheela que debía de- la cúpula. Las paredes se hallaban cubier- decir que no dispondría ningún guardia cidir sobre Gordon. Aquello parecía indicar tas de ricos tapices, el suelo tapado por para vigilarlo. Al instante Gordon se con- que la autoridad del jeque en Shalizahr no alfombras sembradas de cojines. Mas un sideró dispensado de cualquier acuerdo era suprema, después de todo. Gordon se diván de terciopelo era el único mobilia- implícito para que permaneciera en la cá- preguntó quién era ese Bagheela. El término rio. mara. simplemente significaba «pantera», y lo más Musa se retiró sin decir palabra con —Vino de Shiraz, sahib, y comida —le probable es que fuera un tratamiento como una reverencia, cerrando la puerta al salir, señaló Musa, de forma innecesaria—. su propio nombre nativo de El Borak. y Gordon se sentó en el diván. Era la si- Dentro de poco una muchacha hermosa —¿Dónde está el sij, Lal Singh? —pre- tuación más extraña en la que se había en- como una hurí será enviada para entrete- guntó bruscamente—. Tus yezidi se lo lle- contrado nunca, en el curso de una vida ner al sahib. varon, tras asesinar a Ahmed Shah. llena de audaces aventuras y sangrientos Gordon abrió la boca para rechazar el La expresión de sorpresa e ignorancia episodios. Se sentía fuera de lugar con sus ofrecimiento, cuando comprendió que la por parte del persa resultó exagerada. botas y su polvoriento caqui, en aquella chica sería enviada de todas formas, para —No sé a quién te refieres. Los yezidi misteriosa ciudad que atrasaba el reloj del espiarle, así que asintió dando su consen- no trajeron ningún cautivo con ellos Tiempo casi mil años. Experimentaba la timiento. desde la Garganta de los Fantasmas. curiosa sensación de haberse extraviado Musa hizo señas al esclavo para que Gordon sabía que estaba mintiendo, fuera de su propia era yendo a parar a un depositase la comida, y él mismo probó pero también comprendía que sería inútil perdido y olvidado pasado; un pasado que cada plato y bebió a generosos sorbos del seguir insistiendo en aquel momento. No ya había conocido. Era casi como un des- vino, antes de retirarse con una reveren- podía imaginar por qué Othman había de tello de recuerdos en los que se veía a sí cia, llevando al negro delante de él. Gor- negar saber del sij, el cual estaba seguro mismo, un guerrero de pelo y ojos negros don, alerta como un lobo hambriento en había sido llevado dentro de la ciudad, venido de una lejana isla del oeste, ata- una trampa, advirtió que el persa había pero podía ser peligroso presionarle, tras viado con la cota de malla de un cruzado, probado el vino en último lugar, y que se una negativa en regla del persa. avanzando con paso firme a través de los tambaleaba ligeramente al dejar la cámara.

82 Weird Tales de Lhork La muerte de la triple hoja

Cuando la puerta se cerró detrás de él, —¡Conozco a ese canalla! —El con- —Los amos creen que sus esclavos no Gordon alzó la jarra de vino y olió a pleno traerse de sus músculos labiales evidenció conocen sus secretos —murmuró ella—. pulmón el contenido. Mezclada con el la feroz satisfacción de Gordon al dar con Ven —Sacó una minúscula vela y la encen- aroma del vino, tan débil que sólo unas la oportunidad de saldar una vieja deuda. dió, y sosteniéndola en alto en su delgada narices como las suyas podrían haberla Entonces volvió al presente. El desenmas- mano encabezó la marcha por la escalera, detectado, había una aromática fragancia caramiento de Ditta Ram y una cuchillada empujando la pared detrás de ellos. Des- que reconoció. No se trataba de un ve- en su gordo vientre en la lucha que se- cendieron hasta que Gordon estimó que neno, tan sólo de una droga oriental sin guro seguiría, era algo en el futuro. Azizun se hallaban muy por debajo de palacio, y nombre que causaba un profundo sopor estaba hablando, balbuceando aprisa. entonces dieron con un estrecho túnel durante un corto tiempo. El catador se —¡Llevo viviendo aquí un mes! Casi me llano que partía del pie de la escalera. había apresurado a salir de la estancia muero de vergüenza. He visto a otras chi- —Estamos bajo uno de los jardines antes de que le rindiera el sueño. Gordon cas morir bajo tortura. Han hecho de mí exteriores ahora —dijo ella—. Un rajput se pregunto si, después de todo, Othman una “hurí” en su horrible jardín del Paraíso. que planeaba escapar de Shalizahr me en- planeaba conducirlo al Jardín de las Hu- Mi corazón casi se parte cuando te vi en- señó esta ruta secreta. Pensaba huir con ríes. trar en medio de los espadachines de Mu- él. Ocultamos armas y comida aquí. Fue Su análisis, reforzado por la experien- hammad ibn Ahmed. Estaba observando capturado y sometido a tortura, pero cia adquirida a lo largo de años de intrigas desde un portal cubierto de tapices. Mien- murió sin delatarme. Aquí está la espada orientales, le hizo convencerse de que la tras me rompía la cabeza pensando en que escondió —Hizo una pausa y palpó comida no había sido manipulada, y se cómo conseguir hablar contigo, el Amo de un nicho, sacando una hoja que ofreció a puso a comer con entusiasmo. las Muchachas vino para enviar a una chica Gordon. Éste la cogió, presumiendo que Apenas había terminado de hacerlo junto al sahib para sonsacarle sus secretos, necesitaría un arma como aquélla antes de cuando la puerta volvió a abrirse, justo lo si es que tenía alguno. Le persuadí para que que lograran escapar de allí. suficiente para permitir que una esbelta y me enviara. Cree que soy tu enemiga. Le Unos instantes más tarde llegaron flexible figura se deslizara a través de ella: dije que habías matado a mi hermano — junto a una puerta blindada de hierro, y una muchacha ataviada con un peto de Por un momento pensó en lo descabellado Azizun, indicándole con un gesto que tu- oro, corsé cubierto de joyas, y pantalones de su mentira; su hermano era uno de los viera cuidado, tiró de Gordon hasta ella y de transparente seda. Podía haber salido mejores amigos de Gordon. le mostró una diminuta abertura por la del harén de Haroun o Raschid. Pero —Dime, Azizun, ¿sabes algo de Lal que mirar. Éste pudo ver un corredor Gordon se puso en pie como un muelle Singh, el sij? bastante amplio, flanqueado a un lado por de acero desenrollándose, pues la había —¡Sí, sahib! Lo trajeron aquí cautivo una pared lisa en la que había una única reconocido antes incluso de que alzara su para hacer de él un feday, pues ningún sij puerta de ébano, curiosamente adornada vaporoso yasmaq. se ha unido todavía al culto, y los Amos y fuertemente atrancada, y al otro por —¡Azizun! ¿Qué estás haciendo aquí? están muy deseosos de procurarse uno una hilera de celdas con puertas barradas. Los grandes ojos oscuros de ella esta- que tenga poder en el Punjab. Pero Lal El corredor no era largo. Podía ver ambos ban dilatados de miedo y agitación; sus pa- Singh es un hombre muy fuerte, como el extremos, cerrados por una pesada labras se derramaban una sobre otra sahib sabe, y una vez llegaron a la ciudad y puerta. Arcaicas lámparas de bronce col- mientras sus blancos dedos se movían lo dejaron en manos de los guardias ára- gadas a intervalos arrojaban una suave luz. trémulos en las manos de él de una forma bes, se liberó y con sus manos desnudas Ante la puerta de una de las celdas se lastimosamente infantil. mató al hermano de Muhammad ibn encontraba un resplandeciente árabe de —Me raptaron, una noche mientras Ahmed. Muhammad exigió su cabeza y es brillante coselete y casco de plumas, cimi- paseaba por el jardín de mi padre en demasiado poderoso para que Othman tarra en mano. Tenía nariz de halcón, la Delhi, sahib. incluso se niegue a complacerle. barba negra, su porte arrogante un seguro “Me llevaron en una caravana de hom- —Así que por eso mintió el jefe sobre de destreza. bres que se hacían pasar por mercaderes Lal Singh —dijo para sí Gordon. Los dedos de Azizun se cerraron de caballos, hasta Peshawar, y luego a tra- —Sí, sahib. Lal Singh se encuentra en sobre el brazo de Gordon. vés del Khyber, y al fin hasta esta ciudad una mazmorra bajo palacio, y mañana ha —Lal Singh está en la celda que guarda de demonios, con otras seis chicas rapta- de ser entregado al árabe para su tortura —susurró—. No dispares al árabe. Má- das en la India. Sus caravanas de esclavos y ejecución. talo sin hacer ruido. No lleva pistola y obran constantemente ante los mismos El rostro de Gordon, sin llegar a cam- está orgulloso de su habilidad con la es- ojos de los británicos. Obligan a las chicas biar su expresión, se ensombreció tor- pada. No gritará hasta que se sepa ven- a sentarse dentro de los vagones tapados, nándose siniestro. cido. El sonido del acero no se oirá arriba. bien ocultas, y sin atreverse a gritar para —Condúceme esta noche hasta el Gordon sopesó la hoja que ella le pedir ayuda, pues siempre hay un cuchillo dormitorio de Muhammad —la instó, sus había dado: largo acero hindú, ligero pero cerca de ellas, hasta que pasan el Khyber. entornados ojos traicionando su mortí- casi inquebrantable, afilado como una na- Más allá del Khyber nadie presta atención fera intención. vaja para acuchillar, y no demasiado cur- a los gritos de una mujer raptada. En la —No, duerme entre sus guerreros, vado para una estocada. Era de la misma India las hacen pasar por las esposas, hijas todos probados espadachines del des- longitud que la cimitarra del árabe. y hermanas de los “mercaderes de caba- ierto, demasiados incluso para tu hoja, Gordon abrió de un empujón la llos”. En Peshawar hay un funcionario Príncipe de las Espadas. ¡Te llevaré hasta puerta secreta y se adentró en el corre- hindú al servicio de los batini. Docenas de Lal Singh! dor. Vio el barbado rostro de Lal Singh mujeres son llevadas a través del Khyber —¿Qué hay del guardia oculto en el mirando fijamente a través de los barro- cada año con su ayuda. corredor? tes detrás del árabe. Gordon no había Gordon no profirió ningún juramento, —Hay un pasadizo secreto que sale hecho sonido alguno al salir de su escon- pero sus pensamientos eran profanos y de este cuarto hasta las mazmorras. No dite, pero los ocultos goznes chirriaron, y homicidas. Pensar que aquel abominable nos verá dejar la cámara. Y no abrirá la el árabe se dio la vuelta como un gato, comercio había estado teniendo lugar puerta, ni dejará que nadie más entre gruñó sorprendido, le lanzó una mirada bajo sus mismas narices lo espoleaba vol- hasta que me haya visto salir. salvaje, y luego atacó con la determina- viéndolo loco de rabia; y también daba Corrió a un lado el tapiz de la pared ción instantánea de una pantera. muestras de la eficiencia y organización de opuesta a la puerta e hizo presión sobre Gordon le hizo frente en mitad de la los ismailitas. un grabado en arabesco. La pared giró embestida, y el sij de mirada salvaje afe- —¿Cuál es el nombre de ese funciona- hacia dentro, revelando una angosta esca- rrando los barrotes hasta que sus nudillos rio? —preguntó torvamente. lera que bajaba serpenteando hacia hon- palidecieron, y la muchacha hindú acucli- —Ditta Ram. duras sin luz. llada junto a la abierta entrada fueron tes-

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tigos de un combate a espada que habría sorprendió al ver la hora. Llevaba en Sha- Othman... y el resto estará en manos de hecho arder la sangre de reyes. lizahr mucho más tiempo del que pensaba. Alá. Los únicos sonidos eran el rápido, “Dentro de cuatro horas se pondrá el “En caso de que vosotros dos lo con- suave, seguro arrastrarse y pisar de pies, sol. Tan pronto como oscurezca del todo, sigáis y yo no, tratad de volver por el sen- el deslizarse y raspar de acero sobre trataremos de huir. Hasta que estemos dero y reuníos con los ghilzai que están en acero, la respiración de los luchadores. listos Lal Singh se ocultará en la escalera camino. Mandé a Yar Ali Khan a buscar- Las largas y ligeras hojas parpadeaban secreta. los. Partió al amanecer. Si encontró los como una ilusión bajo la tenue luz. Eran —Pero cuando el guardia venga a re- caballos a salvo debería llegar a Khor como seres vivos, como lenguas de ser- levar a este hombre —dijo el sij—, se poco después del anochecer. Los ghilzai pientes, arremetiendo y destellando; sabrá que he escapado de mi celda. Debe- deberían alcanzar el cañón bajo la meseta como parte de los hombres que las blan- rías haberme dejado aquí hasta estar listo en algún momento de mañana por la ma- dían, unidas no sólo a la mano, sino al ce- para partir, sahib. ñana. rebro también. Para la chica la escena era —No me atrevía a correr el riesgo. Regresaron a la puerta secreta que, desconcertante, incomprensible. Pero Lal Tal vez no hubiese podido sacarte llegado una vez cerrada, daba la impresión de ser Singh, que se había hecho hombre con el momento. Tenemos cuatro horas antes parte de la pared lisa de piedra, y dete- una espada en la mano, comprendía y de que descubran que te has ido. Cuando niéndose sólo lo suficiente para que Azi- apreciaba en toda su extensión la superla- se enteren, tal vez la confusión nos ayude. zun volviera a encender su vela, atravesa- tiva habilidad que centelleaba ante él en Esconderemos este cuerpo en alguna ron el túnel y subieron la escalera. relampagueantes maniobras, y a cada es- parte. —Tenéis que ocultaros aquí hasta que tocada se quedaba helado y ardía con el Se volvió hacia la puerta curiosamente llegue el momento —dijo Gordon—. deslumbrante brillo de la refriega. decorada, pero Azizun jadeó, asiendo su Toma las espadas, y la vela, y mi linterna Antes incluso que el árabe, supo brazo: «¡Por ahí no, sahib! ¿Abrirías la eléctrica. Y esto, también —Le obligó a cuando el equilibrio oscilaba de forma casi puerta al infierno?» aceptar la gran máuser azul, pese a sus imperceptible; percibió el inevitable des- —¿Qué quieres decir? ¿Qué hay del protestas. enlace un instante antes de que el labio otro lado de esa puerta? —La necesitarás antes de que acabe la del árabe dejara al descubierto sus dientes —No lo sé. Los cadáveres de hom- noche. Si algo me pasa, coge a la chica e en feroz reconocimiento de la derrota y bres y mujeres ejecutados son arrojados intenta escapar cuando se haga oscuro. Si decidiera desesperado llevarse a su ene- sobre el borde de la meseta para que los ninguno de nosotros viene a por ti en migo con él. Pero el final llegó antes in- milanos los devoren. Pero a través de esta cuatro horas, abre la puerta oculta y huye cluso de que Lal Singh se diera cuenta de puerta llevan a desdichados que han sido solo. su inminencia. Un resonar más alto de torturados pero todavía viven. Qué es de —Como desees, sahib. Para mi ver- hojas, un relámpago de acero que confun- ellos no lo sé, pero los he oído gritar, de güenza me cogieron por sorpresa. Pero día al ojo que tratara de seguirlo, la par- forma más espantosa que estando bajo los yezidi se arrastraron fuera del ba- padeante hoja de Gordon pareció acari- tortura. Las chicas dicen que un djinn tiene rranco como gatos, y uno me derribó con ciar ligeramente el cuello de su enemigo su guarida del otro lado de esa puerta, y una piedra lanzada con una honda antes al pasar, y luego el árabe yacía sobre su que se niega a devorar a los muertos, de que percibiese su presencia, retirán- propia sangre en el suelo. Con la cabeza aceptando sólo sacrificios vivos. dose en la oscuridad donde el mismo dia- casi separada del cuerpo. Había muerto —Tal vez sea así —dijo Lal Singh es- blo no podría haberlos visto. Cuando re- sin un solo grito. céptico—. Pero vi a un esclavo hace unas cobré el sentido estaba amordazado y mis Gordon lo contempló por un mo- horas abriéndola y arrojando algo a través brazos atados a la espalda. De igual forma, mento, la espada en su mano manchada de ella que no era ni un hombre ni una me dijeron, habían abatido a Ahmed Shah. con un hilo de carmesí. Su camisa había mujer, aunque de qué se trataba no sé de- Sólo que a él le cortaron la garganta, por- sido desgarrada y su musculoso pecho cirlo. que los ismailitas no quieren saber nada subía y bajaba con calma. Sólo una capa de —Sin duda era un niño —se estreme- de la gente de la montaña, temiendo que sudor que relucía sobre éste y sobre su ció ella. éstos hablen con los suyos, y revelen así ceño revelaba lo agotador de su esfuerzo. Pero Gordon ya estaba arrastrando el el secreto de Shalizahr. Los yezidi son Inclinándose arrancó un manojo de lla- cuerpo del árabe dentro de la celda y des- como felinos deslizándose en las tinieblas. ves del cinturón del muerto. El rechinar vistiéndolo. Mandó a Lal Singh que en- Aun así es una gran vergüenza para mí. del acero en la cerradura pareció desper- trase en la celda y se quitase los harapos Y diciendo esto se sentó con las pier- tar a Lal Singh de un trance. que le habían dejado sus aprehensores, y nas cruzadas sobre el peldaño superior y —¡Sahib! ¡Estás loco al entrar a este vistió al muerto con las ropas del sij de- se acomodó para su larga vela con la tran- nido de serpientes! ¡Quién habría pen- jando el cadáver en el rincón más apar- quilidad de su raza. sado que un árabe podía manejar así una tado, de espaldas a la puerta, de forma Cuando Gordon y Azizun estuvieron espada! ¡Me ha hecho recordar los viejos que su rajada garganta no era visible a pri- de vuelta en la cámara, y Azizun hubo col- tiempos cuando enfrentábamos nuestro mera vista. El árabe no era tan alto como gado con cuidado el tapiz sobre la pared acero contra las mejores espadas de los el sij pero en posición fetal la diferencia falsa, Gordon dijo: turcos! no resultaría tan apreciable. Lal Singh se —Es mejor que te vayas ahora. Si te —Vamos, fuera —Gordon abrió de puso tantas prendas y equipo del muerto quedas demasiado tiempo pueden llegar a un tirón la puerta, y el sij salió, ligero y ágil como le fue posible, lo cual no incluía ni el sospechar. Ingéniatelas para volver aquí como una enorme pantera. Sin turbante, casco ni el coselete; se los llevó con él conmigo tan pronto como entre la noche. y medio desnudo, su condición sin em- para esconderlos en el túnel secreto. Tengo una idea y he de quedarme en esta bargo no disminuía la hombría de su Gordon cerró la puerta de la celda al salir, cámara hasta que el tal Bagheela regrese. porte. y entregó las llaves al sij. Cuando vuelvas, dile al guardia de fuera Gordon pensó con rapidez. —No podemos hacer nada con la san- que te envió el jeque. Me ocuparé de él —No tendremos ninguna oportuni- gre del suelo. Cuando venga el otro guar- cuando estemos listos para partir. Y por dad si nos evadimos antes de que sea de dia, tal vez crea que el árabe eres tú, dor- cierto, trajeron este vino drogado justo noche. Azizun, ¿cuándo vendrá otro hom- mido o muerto, y se ponga a buscar al antes de que vinieses. Diles que me has bre a relevar al que he matado? primer guardia en vez de a ti. Cuanto más visto beberlo. Creo que sé por qué lo en- —Cambian los guardias cada cuatro tarden en descubrir que has huido, más viaron. horas en estas mazmorras. Su turno aca- tiempo tendremos. No he pensado nin- —¡Sí, sahib! Volveré después que ano- baba de empezar. gún plan concreto para salir de la ciudad; chezca —La muchacha temblaba de —¡Bien! Eso nos deja cuatro horas de eso dependerá de las circunstancias. Si miedo y agitación, pero se controló de margen —Echó un vistazo a su reloj y se descubro que no puedo escapar mataré a forma admirable. Hubo lástima en los ne-

84 Weird Tales de Lhork La muerte de la triple hoja gros ojos de Gordon al contemplar su es- belta figura, moviéndose decidida, al atra- «Que la muchacha estaba asus- vesar la puerta. Hija mimada de un rico mercader musulmán de Delhi, no estaba tada era evidente por lo rápido acostumbrada a un tratamiento como el que había recibido en Shalizahr. Pero lo y agitado de su respiración al in- estaba soportando bien. Gordon alzó la jarra de vino, se man- chó los labios con él lo justo para emitir clinarse sobre él. La nariz de un olor que sería detectado por narices agudas, luego vació el contenido en un ella casi tocó sus labios, y la oyó rincón detrás de los tapices, y se arrojó sobre el diván simulando estar dormido, suspirar de alivio al creer que la copa tirada sobre el suelo junto a su mano. olía el vino drogado en su Solamente transcurrieron unos minu- tos hasta que la puerta volvió a abrirse. aliento Una muchacha entró. Gordon no abrió los ojos, pero supo que se trataba de una chica por el leve susurro de sus pies des- nudos sobre las gruesas alfombras, y por la fragancia de su perfume, al igual que Su sueño era tranquilo y profundo, engañado como lo había sido el jeque. supo por eso mismo que no era Azizun pero despertó en el instante en que una —Éste es el hombre —dijo Oth- regresando. A todas luces el jeque no de- mano tocó la puerta. Se puso de pie mien- man—. Desea unirse a nosotros. positaba demasiada confianza o responsa- tras entraba Musa, con la inevitable za- Aquél a quien llamaban Bagheela la bilidad en ninguna mujer. Gordon no creía lema. Pantera esbozó una sonrisa. que hubiese sido enviada allí para matarlo —El jeque Al Jebal requiere tu presen- —Ha estado fingiendo. El Borak nunca (el veneno en el vino habría bastado para cia, sahib. El amo Bagheela ha regresado. se convertiría en renegado. Está aquí en tal propósito) así que no corrió el riesgo Así que la misteriosa Pantera había calidad de espía de los ingleses. de atisbar entreabriendo los párpados. vuelto antes de lo que el jeque esperaba. Los ojos clavados sobre el americano Que la muchacha estaba asustada era Gordon percibió una premonitoria ten- se tornaron de pronto asesinos. La pala- evidente por lo rápido y agitado de su sión al seguir al persa fuera de la cámara. bra de Bagheela bastaba para convencer a respiración al inclinarse sobre él. La nariz Un vistazo de reojo le reveló un bulto en sus seguidores. Gordon rió en voz alta, y de ella casi tocó sus labios, y la oyó suspi- el tapiz donde había entrevisto el casco; el ninguno de los que le oyeron comprendió rar de alivio al creer que olía el vino dro- guardia seguía allí. por qué. Ivan Konaszevski tampoco. Co- gado en su aliento. Sus suaves manos se Musa no le hizo volver a la estancia nocía a Gordon lo bastante bien para dis- deslizaron sobre él, buscando armas ocul- donde el jeque le había recibido por pri- cernir la verdad de la mentira y sabía qué tas, y mientras palpaba la funda vacía bajo mera vez. Fue conducido a través de un estaba haciendo realmente en Shalizahr. su axila izquierda se alegró de haber de- tortuoso corredor hasta una puerta do- Pero no lo conocía lo bastante bien para jado la pistola con Lal Singh. Para seguir rada ante la cual se hallaba un espadachín entender aquella risa, ni la oscura llama con el engaño se habría visto obligado a árabe. Éste la abrió, y Musa urgió a Gor- que brotó en sus negros ojos. dejar que la cogiera. don a atravesar el umbral. La puerta se La carcajada de Gordon no era nin- Ella se fue en silencio, la puerta se cerró detrás de ellos, y Gordon se detuvo guna burla de sí mismo, ni debida a la cerró sin hacer ruido, y él siguió tendido de pronto. clase de cinismo que se mofa de la propia quieto. Por qué no descansar un poco. Se encontraba en una amplia habita- derrota. Bajo el inescrutable exterior de Debían pasar cuatro horas antes de que ción sin ventanas, pero con varias puertas. Gordon acechaba la indómita alma de una pudiera llevar a cabo cualquier clase de Al otro lado de la estancia el jeque se fiera. Hacía mucho que había aprendido lo movimiento. Hacía tiempo había apren- arrellanaba sobre un diván con sus escla- estúpido que era luchar salvo como úl- dido a comer y dormir en cuanto podía. vos negros detrás de él, y apiñada alrede- timo recurso. Pero en aquel momento el Estaba jugando a un juego con la Vida y la dor de él había una docena de hombres juego había acabado. Todas las máscaras Muerte como premio. Su mascarada pen- armados de varias razas: kurdos, drusos y habían caído. Había hecho todo lo que día de un hilo. Su vida y la de sus compa- árabes, y un orakzai, el primer pathano podía con astucia y sutileza. Su espalda es- ñeros dependían de que encontrara una que Gordon había visto en Shalizahr, un taba contra la pared, y luchar era todo lo vía de escape de la meseta aquella noche. velludo y harapiento rufián lleno de cica- que le quedaba. Podía sumirse en la des- No tenía ningún plan todavía; no tenía la trices a quien Gordon conocía como lumbrante locura de la batalla sin dudas ni menor idea de cómo iban a huir de la ciu- Khuruk Khan, ladrón y asesino. remordimientos sin considerar las conse- dad y descender los acantilados. Estaba Pero el americano dedicó solamente cuencias. La risotada que tanto sorpren- apostando a que sería capaz de hallar o in- un brevísimo vistazo a aquellos hombres. dió a sus enemigos se alzó con feroz exul- ventar una forma cuando llegara la hora. Toda su atención estaba fijada en el hom- tación desde los abismos de su Y mientras tanto durmió tan tranquila y bre que dominaba la escena. Dicho hom- tormentosa alma. Pero por el momento profundamente como si se hallara acos- bre se alzaba entre él y el diván del jeque, se contuvo; la ardiente llama en sus ojos tado en la casa de un amigo, a salvo en su con la postura de piernas abiertas de un era todo lo que había para advertir a sus país natal. jinete... bien parecido a su oscura, satur- enemigos, y ellos no reconocieron aquella nina manera. Era más alto que Gordon, y advertencia. CAPÍTULO 5. LA MÁSCARA CAE de constitución más nervuda, viéndose re- El jeque hizo un gesto de repudio. marcada su delgadez por sus ceñidos pan- —En estos asuntos siempre acato tu talones y botas de montar. Una mano aca- juicio, Bagheela. Conoces a este hombre. Como la mayoría de los hombres que riciaba la culata de la pesada automática Yo no. Haz lo que desees. No temas. Está viven de milagro, Gordon había adquirido que colgaba ante su muslo, la otra se atu- desarmado. la habilidad de dormir justo el tiempo que saba el fino bigote negro. Y Gordon supo Al saber de la indefensión de su presa, deseaba, y de despertarse cuando había que el juego había terminado. Pues aquél una lobuna fiereza aguzó los rostros de decidido. Pero no le dejaron dormir sus era Ivan Konaszevski, un cosaco, que co- los guerreros, y Khuruk Khan medio sacó cuatro horas. nocía a El Borak demasiado bien para ser un cuchillo del Khyber de un metro de su

Weird Tales de Lhork 85 Robert E. Howard

A la vez que se giraba raudo para hacer «Antes de que el cosaco pu- frente al ataque, la larga hoja zumbó y un kurdo cayó, escapándosele la vida a través diera sacar su pistola Gordon de una yugular cortada. Un árabe chilló, destripado. Un druso se acercó demasiado saltó y golpeó como ataca una con una feroz cuchillada, y retrocedió tam- baleándose, aferrando el muñón de su mu- ñeca cubierto de chorreante carmesí. pantera. El impacto de su puño Gordon no pegó su espalda a la pared; de un salto se metió en medio de sus ene- cerrado fue como el de un mar- migos, blandiendo su goteante cuchillo de forma asesina. Éstos se arremolinaron por tillo pilón y Konaszevski se de- todas partes en torno a él; era el centro de un torbellino de hojas que destellaban, rrumbó, con la mandíbula cho- arremetían y acuchillaban, y sin embargo de algún modo erraban su blanco una y rreando sangre otra vez mientras él cambiaba su posición constantemente y tan rápido que enga- ñaba al ojo que pretendía seguirlo. Su nú- mero los estorbaba; hendían el aire o se herían unos a otros, confundidos por su recamada vaina. Había mucho afilado jada. Othman y sus hombres se movían velocidad y desmoralizados por la lobuna acero bien visible, pero sólo el cosaco inquietos, molestos al ser incapaces de se- ferocidad de su embestida. tenía una pistola a la vista. guir la conversación. El cosaco volvió a A una distancia tan mortalmente corta —Eso lo hará más fácil —rió Konas- hablar en árabe—. Tu final será intere- el largo cuchillo era más efectivo que las zevski, luego pasó a hablar en ruso, que el sante de contemplar. Dicen que eres tan cimitarras y tulware. En manos de un hom- persa no pareció entender—. Gordon, estoico como los pieles rojas de tu país. bre que sabe cómo esgrimirlo no hay estás loco al venir aquí. Deberías haber Tengo curiosidad por poner a prueba esa arma más sanguinaria en el universo. Y sabido que te encontrarías con alguien reputación. Atadle, soldados... Gordon hacía mucho que dominaba cada que te conociese tal como eres en reali- Su gesto mientras llevaba la mano a la uno de sus usos, ya fuese el terrible golpe dad... no como estos idiotas creen que automática de su cadera fue pausado. descendente que parte un cráneo, o el eres. Sabía que Gordon era peligroso, pero salvaje tajo hacia arriba que saca las entra- —Tú eras el comodín de la baraja —ad- nunca había visto al occidental de cabello ñas de un hombre. mitió Gordon—. No sabía que los nativos negro en acción; no era consciente de la Era trabajo para un carnicero, pero El te llamaban Bagheela. Eso fue lo que me en- salvaje rapidez que se escondía en los Borak no hizo ningún movimiento en gañó. Pero sabía que alguna potencia euro- fuertes músculos de El Borak. Antes de falso; no vacilaba ni se hallaba confuso en pea debía estar detrás de esta mascarada. que el cosaco pudiera sacar su pistola absoluto. No había ninguna indecisión o Tus amos sueñan con un imperio asiático, Gordon saltó y golpeó como ataca una duda en su ataque. Se abrió paso a través ¿no? Así que te enviaron a unir fuerzas con pantera. El impacto de su puño cerrado de aquel tumulto de esforzados cuerpos y un fanático; a ayudarle a levantar una ciu- fue como el de un martillo pilón y Konas- batientes hojas como un tifón, dejando dad, y utilizarlo. Proporcionaron el dinero, zevski se derrumbó, con la mandíbula una roja estela detrás de él. y armas e ingenio europeos. ¿Qué esperan chorreando sangre, y la pistola saliéndose El sentido del tiempo se pierde en la conseguir? ¿Sustituir a cada soberano asiá- de su cartuchera. ofuscación de la batalla. En realidad la re- tico hoy día amistoso con Inglaterra por Antes de que Gordon pudiera hacerse friega duró sólo unos instantes, luego los una marioneta que obedezca sus órdenes? con el arma, Khuruk Khan estaba sobre supervivientes retrocedieron, aturdidos y ¿Intimidar a sultanes y pachás hostiles por él. Sólo el pathano era consciente de la espantados por los estragos causados miedo a ser asesinados, para conseguir tra- mortal velocidad y la fiereza en el ataque entre ellos. El Borak se giró, localizó al tados favorables y concesiones? de Gordon, y ni siquiera él había sido lo jeque que se había retirado hasta la pared —En parte —reconoció con calma bastante rápido para proteger al cosaco. más alejada, flanqueado por el impasible Konaszevski—. Se trata sólo de un hilo en Pero impidió que Gordon aferrara la pis- sudanés. Entonces, en el mismo momento una vasta telaraña de ambición imperial. tola, pues El Borak tuvo que girarse y lu- en que los músculos de las piernas de No me molestaré en hacerte ver que po- char a brazo partido con él cuando el cu- Gordon se tensaban para dar un salto, un drías tomar parte en el imperio venidero chillo del Khyber de un metro se alzó disparo le hizo volverse a medias. si fueses inteligente. Conozco tu testaru- sobre él. Gordon atrapó la mano del cu- Un grupo de guardianes árabes apare- dez a la hora de negarte a hacer nada con- chillo por la muñeca mientras caía, parán- ció por la puerta que daba al corredor, tra los intereses de la autoridad británica dola en mitad del golpe, marcándose los apuntándole con sus rifles, mientras los en la India, aunque no puedo entender tendones de hierro en su propia muñeca que estaban en la estancia se apresuraban por qué. Eres americano. Y ni siquiera con el esfuerzo. Su mano derecha arrancó a salir de la línea de fuego. Gordon vaciló eres de ascendencia inglesa. Antes incluso una daga del cinto del pathano y la hundió apenas un segundo, mientras los fusiles se de que tus ancestros cruzaran el Atlántico hasta la empuñadura bajo sus costillas casi alzaban hacia él. En aquel instante sopesó habían combatido contra los ingleses du- en el mismo movimiento. Khuruk Khan sus posibilidades de llegar hasta el jeque y rante siglos. gimió y se vino abajo agonizando, y Gor- matarlo antes de morir él mismo. Sabía Gordon sonrió adustamente. don le arrancó el cuchillo de un tirón que sería alcanzado en mitad del intento —No siento ningún afecto por Ingla- mientras se derrumbaba. por al menos media docena de balas, pero terra como nación. Pero la India se en- Todo esto había sucedido en una no dudaba en enfrentar su feroz vitalidad cuentra mejor bajo su gobierno de lo que abrumadora explosión de velocidad, du- contra la misma Muerte. estaría bajo hombres que se sirven de pe- rando apenas un instante. Konaszevski Y entonces (todo parecía estar suce- ones como tú mismo. A propósito, ¿quié- había caído y Khuruk Khan agonizaba diendo al unísono) antes de que Gordon nes son tus amos en este momento? ¿Los antes de que los otros pudieran entrar en pudiese saltar o los árabes disparar, una agentes del zar, o algún otro? acción, y cuando lo hicieron se vieron en- puerta a la derecha se hizo añicos hacia —¡Eso te importará poco en breve! frentados al cuchillo de un metro de largo dentro y una ráfaga de plomo barrió las —Konaszevski enseñó sus blancos dientes en manos del más terrible luchador con filas de los fusileros. ¡Lal Singh! Con el pri- bajo el fino bigote negro con una carca- arma blanca al norte del Khyber. mer restallar del máuser azul en poder

86 Weird Tales de Lhork La muerte de la triple hoja del sij Gordon cambió sus planes de la tino del sij, golpeó con furia asesina. La ca- boca del rifle apuntándole de lleno. De- muerte a la vida. Cargó contra los árabes beza del kurdo saltó separándose de sus trás de éste un barbado rostro se congeló en el umbral en vez de ir a por el jeque. hombros con un chorro carmesí y cayó al en un rictus asesino de amarillos colmi- Desconcertados por la inesperada an- suelo con un ruido sordo. llos. danada que acabó con tres hombres e hizo Gordon se abalanzó sobre la ventana, Luego una mano apartó el cañón que otros se tambalearan y gritaran, los hizo un único intento de cortar los barro- mientras la pared se llenaba de cabezas árabes se sumieron en una desmoralizada tes con su cuchillo, luego los aferró con con turbante. El hombre que había alzado confusión. Algunos dispararon a lo loco al ambas manos y apuntaló las piernas. Una el cañón del rifle de un golpe rió y señaló sij, otros a Gordon mientras éste arreme- explosiva oleada de férrea fuerza, un sal- al barranco, y el del fusil vaciló, y después tía contra ellos, y todos fallaron, como es vaje tirón, y los barrotes se soltaron que- sonrió malévolo. Gordon alzó la vista ce- inevitable cuando la atención de los tirado- dando en sus manos con un ruido de frag- ñudo hacia la hilera de barbudas faces que res se ve dividida. Y mientras hacían fuego mentos. Se lanzó a través de un balcón de le miraban con desprecio, todas son- en vano, Gordon cayó entre ellos con un celosía que daba a un jardín. Detrás de él riendo sarcásticas como ante una broma repentino y gigantesco salto. Su empapada los hombres corrían rabiosos por el an- macabra. Algunos reían burlonamente, y hoja salpicó sangre y dejó una estela de fi- gosto pasadizo. Los rifles restallaban ma- otros contestaban a gritos preguntas lan- guras retorciéndose y chorreando detrás lévolos y el plomo se estrellaba alrededor zadas por algún otro que no era visible. de él... tras acabar con la turba que lo ro- de él. Se tiró de cabeza contra la celosía, Gordon permaneció inmóvil, incapaz deaba se precipitó galería abajo, llamando el cuchillo extendido delante de él, atra- de comprender la actitud de sus enemi- a gritos a Lal Singh mientras se dirigía a la vesó el endeble tejido sin comprobar su gos. Al levantarse para hacer frente a puerta de la estancia contigua desde la cual trayectoria y cayó de pie como un gato aquel rifle no había esperado otra cosa había disparado el sij. sobre el jardín de abajo. que una instantánea descarga de plomo, Lal Singh, en el instante en que vio a Éste se hallaba vacío salvo por media pero los guerreros no habían disparado, y Gordon lanzarse a través de la partida de docena de mujeres escasamente vestidas al parecer no tenían ninguna intención de guardias, cerró de golpe la puerta de que escaparon chillando. Corrió hacia la hacerlo. bronce entre ambos cuartos, riendo bur- pared opuesta, parapetándose entre los Otro semblante apareció sobre él... un lón al oír las balas aplastándose contra el bajos árboles para evitar las balas que llo- rostro manchado de sangre, adornado metal, luego se volvió y se apresuró a ir vían sobre él. El plomo ardiente destro- con un negro bigote. Konaszevski estaba hacia la puerta que daba al corredor. Pero zaba las ramas, tableteando entre las bastante pálido bajo su oscura piel, y su en el mismo momento en que llegaba al hojas. Un vistazo atrás le mostró la rota expresión no era menos maligna. umbral, respondiendo al grito de Gordon, celosía abarrotada de furiosos rostros y —De la sartén al fuego, como los mal- una mano salió de detrás del tapiz, empu- brazos blandiendo armas. Otro disparo le ditos americanos decís —rió perversa- ñando una maza. El sij no la vio, y su con- advirtió del peligro que había delante. mente—. Bien, tenía otros planes para ti vulso movimiento, al avisarle gritando Un hombre corría a lo largo del re- —se frotó suavemente con un trozo de Gordon, no llegó a tiempo. La porra se mate de la pared, esgrimiendo un tulwar. seda el corte de su barbilla— pero esto estrelló sobre su desprotegida cabeza y lo El tipo, un kurdo de constitución me parece bastante apropiado. Te dejo hizo tambalearse hacia atrás cayendo a obesa, había calculado con precisión el con tus pensamientos. Ya no eres lo bas- través de una abertura que apareció de punto en que el fugitivo alcanzaría la tante importante para ocupar mi tiempo, pronto en el suelo y luego se cerró sobre pared, pero él mismo llegó a dicho punto y desde luego no tengo ninguna intención el cuerpo que caía. unos segundos demasiado tarde. La pared de permitir acortar tu agonía con un pia- Con un gruñido Gordon saltó hacia el no era más alta que la cabeza de un hom- doso disparo de rifle. ¡Adiós, cadáver! tapiz pero su tajo sólo desgarró tercio- bre. Gordon se agarró a la albardilla con Y con un áspero aviso a sus seguido- pelo y arañó la piedra. Quienquiera que una mano y subió de un solo movimiento res, desapareció. Los turbantes se esfuma- hubiese estado al acecho allí ya se había casi sin controlar su velocidad, y un ins- ron del pretil como manzanas que caen retirado a algún escondrijo secreto. tante más tarde, de pie sobre el pretil, es- rodando, y Gordon se quedó solo salvo El sij se había precipitado (vivo o quivó el golpe del tulwar y hundió su cu- por el hombre muerto tumbado junto a muerto) a través de una trampa oculta, y chillo en la enorme barriga del kurdo. sus pies. Gordon no podía ayudarle en aquel mo- Éste mugió como un buey herido, Gordon frunció el ceño mientras mi- mento. La trampa estaba cerrada, y los lanzó los brazos en torno a su asesino en raba con recelo alrededor. Sabía que el hombres entraban en tropel en el corre- un abrazo mortal y cayeron juntos del extremo sur de la meseta estaba cortado dor, disparando sin apuntar. Los ecos de pretil. Gordon sólo tuvo tiempo de entre- en una maraña de barrancos, y sin duda se sus disparos resonaban de forma ensor- ver el barranco de escarpadas paredes hallaba en uno que salía de aquella maraña decedora arriba y abajo a lo largo de las que se abría bajo ellos. Golpearon sobre llegando hasta el sur del palacio. Era un paredes del pasadizo. su estrecho borde, y cayeron rodando barranco recto, como un corte de cuchi- Las culatas de los rifles golpeaban la desde más de cuatro metros para estre- llo gigante, de nueve metros de ancho, puerta de bronce que el sij había vuelto de llarse con un nauseabundo ruido sobre el que corría fuera de un laberinto de to- un portazo. Gordon cerró de golpe la que suelo de roca de la garganta. Mientras se rrenteras derecho hacia la ciudad, termi- daba al corredor, corrió alrededor del precipitaban hacia él Gordon giró en el nando de forma abrupta en un escarpado cuarto, pegándose a la pared a fin de evitar aire de forma que el kurdo quedó bajo él risco de piedra maciza bajo la pared del la trampa en mitad del suelo, y abrió de cuando chocaron, y el gordo y fofo jardín desde la que había caído. Dicho par en par una puerta enfrente de la de cuerpo amortiguó su caída. Aun así la sa- risco tenía cinco metros de altura y era bronce. Entró en una angosta galería que cudida le dejó sin aliento, jadeando y demasiado liso para ser únicamente obra se alejaba en ángulo recto del pasillo prin- medio conmocionado. Encima de él un de la naturaleza. cipal. En el otro extremo había una ven- rifle asomó sobre la pared. A tres metros del muro terminal, la tana con enrejado de oro. Un kurdo salió garganta se cortaba a pico, descendiendo de pronto de una alcoba, alzando un rifle. el suelo de roca un metro y medio. Se ha- Gordon se precipitó sobre él como una CAPÍTULO 6. EL MORADOR DE llaba sobre una especie de repisa natural al tormenta de las montañas. Amedrentado final de la garganta. Las paredes laterales al ver al salvaje hombre blanco manchado LOS BARRANCOS eran escarpadas, con evidencias de haber de sangre, el kurdo disparó sin apuntar, sido alisadas por herramientas. A lo largo erró el tiro, y atascó el seguro de su rifle. del borde de la pared terminal, y exten- Chilló, trató desesperado de arrancar el Gordon se tambaleó poniéndose de pie, diéndose por espacio de cinco metros a cerrojo, luego levantó las manos y gritó las manos desnudas, mirando con furia e cada lado, había una franja de hierros con cuando Gordon, enloquecido por el des- hipnótica fascinación al negro anillo de la cortas y afiladas hojas apuntando hacia

Weird Tales de Lhork 87 Robert E. Howard

abajo. No se había cortado al caer por en- berlo hecho un hombre increíblemente Tenía un gran chichón, con sangre co- cima de ellas, pero cualquiera que inten- fuerte. Sin embargo se encontró con un agulada, en la parte posterior de su ca- tara ascender por la pared, aunque llegase rugoso saliente de roca al cual había pega- beza, pero el sij no estaba muerto. En el al borde gracias a algún milagro, sería dos mechones de basto pelo gris que po- mismo momento en que Gordon le le- hecho sangrientos pedazos tratando de dría haberse desprendido al rozar contra vantó la cabeza, éste pestañeó aturdido, trepar sobre ellas. Las franjas de las pare- la roca, y aquí y allá un desagradable y fé- alzó una mano hasta su herida, y se le des laterales llegaban más allá del borde de tido olor que no podía identificar se cer- quedó mirando sin comprender. la repisa de abajo, y más allá de ese punto nía en los cavernosos huecos bajo las —¡Sahib! ¿Qué ha pasado? ¿Estamos las paredes tenían más de seis metros de crestas donde era posible que una bestia muertos y en el infierno? alto. Gordon se hallaba en una prisión, en (¡u hombre, o demonio!) se hiciese un —En el infierno, quizá, pero no muer- parte natural, en parte obra humana. ovillo para dormir. tos. ¿Tienes alguna idea de cómo llegaste Mirando hacia abajo a la garganta vio Confuso y frustrado en sus esfuerzos aquí? que ésta se ensanchaba y se dividía en una por tomar un camino recto a través del El sij se incorporó mareado, sujetán- maraña de barrancos más pequeños, sepa- laberinto de piedra, trepó a una erosio- dose la cabeza con las manos. Clavó la mi- rados por crestas de piedra maciza, por nada cresta que parecía ser más alta que rada alrededor con asombro. encima de los cuales pudo ver a lo lejos la la mayoría, y agazapándose sobre su án- —¿Dónde estamos? adusta mole de la montaña surgiendo gulo agudo, miró por encima del yermo —En un barranco detrás del palacio. amenazadora. El otro extremo del ba- de pesadilla. Su visión se veía limitada ¿Recuerdas haber sido lanzado aquí? rranco no estaba bloqueado de ninguna salvo al norte, pero lo que pudo avistar de —No, sahib. Recuerdo la lucha en el forma, pero sabía que sus captores no se los escarpados riscos alzándose sobre es- palacio; después de eso nada. Mientras es- preocuparían tanto de proteger un ex- polones y crestas al este, oeste y sur, le peraba en la oscuridad en la escalera tremo de su prisión mientras dejaban al- hizo creer que formaban parte de una oculta, la muchacha Azizun vino deprisa y guna vía de escape en el otro. Mas no es- pared interrumpida que encerraba la ma- dijo que un hombre que te conocía te taba en su naturaleza conformarse con raña de barrancas. Al norte aquella pared había hecho frente. Me condujo hasta la fuera cual fuera el destino que habían pla- quedaba dividida por el desfiladero que estancia contigua a aquella en la que esta- neado para él. Sin duda creían que le te- llevaba hasta el jardín exterior de palacio. bas luchando, y usé tu pistola con cierta nían con toda seguridad atrapado; pero Al poco la naturaleza del laberinto se puntería, según recuerdo. Estaba co- otros hombres lo habían creído antes. hizo evidente. En un momento u otro una rriendo hasta la puerta de salida para Extrajo el cuchillo del cuerpo del sección de aquella parte de la meseta que unirme a ti... luego pasó algo. No sé. No kurdo, limpió la sangre y fue barranco se extendía entre el emplazamiento de la recuerdo nada. abajo. actual ciudad y la montaña se había hun- —Un feday ocultándose detrás de los A cien metros del final de la ciudad, dido, dejando una gran depresión con tapices te golpeó en la cabeza —dijo Gor- llegó hasta las bocas de gargantas meno- forma de cuenco, y la superficie de la don con un gruñido—. Sin duda te vio en- res, eligió una al azar, y de inmediato se misma había sido cortada en barrancas trar en la estancia y se deslizó sin ser visto vio dentro de un laberinto de pesadilla. debido a la acción de los elementos en un detrás de ti escondiéndose en una alcoba Los canales abiertos en la piedra casi ma- vasto período de tiempo. Era inútil seguir secreta. El palacio parece estar lleno de ciza serpenteaban enrevesándose a través deambulando confinado en mitad de las ellas. Te aporreó y tiró de una cuerda que de un desmoronado erial de roca. La ma- quebradas. Su problema era abrirse ca- abrió una trampa en el suelo para que ca- yoría iban más o menos de norte a sur, mino hasta los riscos que encerraban el yeras a través. Yo pasé por encima de la pero se mezclaban unos con otros, se se- estriado cuenco, y rodearlos, para descu- pared de un jardín y fui a caer dentro de paraban, y volvían a cruzarse en un entre- brir si había alguna forma de coronarlos. este infernal barranco, con un kurdo lazado caos. La mayor parte parecía nacer Al mirar hacia el sur creyó distinguir el muerto. Es evidente que mientras estaba sin motivo e ir a ninguna parte. Una y otra curso de un barranco más continuo que explorando barranco abajo se llevaron el vez llegaba al final de callejones sin salida los otros, y que discurría en una ruta más cuerpo y te arrojaron aquí abajo. que, en caso de superar, era sólo para o menos directa hasta la base de la mon- “¡Pero aguarda un momento! No descender al interior de otro ramal igual- taña cuya pared cortada a pico se cernía fuiste arrojado. Tendrías huesos rotos, mente intrincado de la demencial maraña. sobre la depresión. Vio asimismo que probablemente el cuello. Puede que hayan Deslizándose por una desolada cresta para llegar a aquel barranco ganaría bajado con escalas, y alzado al kurdo, su talón aplastó algo que se quebró con tiempo volviendo a la quebrada bajo la pero desde luego no se tomarían la mo- un seco crujido. Había pisado las deseca- muralla de la ciudad y siguiendo otro de lestia de bajarte con cuidado aquí. Sólo das costillas de un esqueleto decapitado. los cañones que desembocaba en él, en hay una alternativa. Te empujaron a través A unos metros yacía el cráneo, macha- lugar de trepar por una veintena o así de de alguna clase de puerta en alguna parte cado y hecho añicos. Comenzó a tropezar afiladas crestas que se extendían entre él de este acantilado. con espeluznantes restos similares con y el barranco al que quería llegar. Unos minutos de concienzuda bús- abrumadora frecuencia. Cada esqueleto Con tal propósito en mente descen- queda revelaron el emplazamiento de la presentaba huesos rotos y un cráneo dió de la cresta y volvió sobre sus pasos. puerta cuya existencia sospechaba. Las aplastado. La acción de los elementos no El sol colgaba bajo al entrar de nuevo en imperceptibles hendiduras que anunciaban podía haber producido un efecto tan des- la boca de la quebrada del otro lado de la su presencia habrían pasado desapercibi- tructivo. Continuó con más cautela, sin muralla, y se quedó mirando hacia el ba- das en un primer vistazo. La puerta de quitar ojo de cada espolón de roca y cada rranco que creía le conduciría hasta su aquel lado era del mismo material que el nicho en sombras. Pero no vio ninguna objetivo. Echó un distraído vistazo hacia el risco, y ajustaba a la perfección. No cedió huella en los pocos lugares arenosos acantilado en el otro extremo de la que- ni un milímetro cuando ambos hombres la donde éstas indicarían la presencia de brada más ancha... y se detuvo en seco empujaron con fuerza. cualquier gran carnívoro. En uno de tales sobre sus pasos. El cuerpo todavía estaba Gordon ordenó sus fragmentarios co- lugares sí encontró una en parte borrada, sobre la repisa... pero no en la misma po- nocimientos con respecto a la arquitec- pero no era el rastro de un leopardo, oso sición en la que lo había dejado... parecía tura del palacio, y sus ojos se entornaron o tigre. Parecía más bien la marca de un menos voluminoso, y las ropas distintas. ante la conclusión a la que llegó, aunque desnudo y deforme pie humano. Y los Un instante después corría por la que- no dijo nada al sij. Creía que estaban mi- huesos no habían sido roídos como lo ha- brada, subiendo a la repisa de un salto, e rando el otro lado de aquella puerta cu- brían sido en el caso de un devorador de inclinándose sobre la inmóvil figura. El riosamente decorada bajo palacio sobre la hombres. No presentaban marcas de kurdo al que había matado había desapa- cual le había prevenido Azizun. ¡La puerta dientes; parecían simplemente haber sido recido; ¡el hombre que yacía allí era Lal al infierno! Entonces Lal Singh y él estaban aplastados y quebrados, como podría ha- Singh! en el “infierno”, y aquellos huesos astilla-

88 Weird Tales de Lhork La muerte de la triple hoja dos que había visto daban un siniestro pá- bulo a la leyenda de un djinn que devoraba «Cada esqueleto presentaba humanos... aunque no creía que aquellos a quienes pertenecían esos huesos hubie- huesos rotos y un cráneo aplas- sen sido literalmente devorados. Pero algo hostil a los seres humanos rondaba tado. La acción de los elemen- aquel laberinto de quebradas. Abandonó toda idea de entrar forzando la puerta, tos no podía haber producido pues recordaba su material macizo, refor- zado con metal y fuertes cerrojos. Se ne- un efecto tan destructivo. Con- cesitaría una compañía de hombres con un ariete para derribar aquella puerta. tinuó con más cautela, sin quitar Se volvió y miró barranco abajo hacia el misterioso laberinto, preguntándose ojo de cada espolón de roca y qué acechante horror escondían sus reco- vecos. El sol todavía no se había puesto, cada nicho en sombras pero no se veía desde las barrancas; el cañón estaba sumido en sombras, aunque la visibilidad aún no había disminuido de forma apreciable. —Las paredes son altas aquí —mascu- lló el sij, apretándose con las manos su se dispuso a llamarlo de vuelta, luego se ble. Cómo habían conseguido traer al palpitante cabeza—. Pero lo son más to- atiesó conteniendo el grito. Delante de él, monstruo desde Mongolia los nómadas davía a lo largo del cañón. Si te pusieras a la derecha, la boca de una quebrada to- que servían a Othman, Gordon no podía sobre mis hombros y saltases... davía más angosta desembocaba en la gar- adivinarlo, pero ahí estaba el djinn que —Me amputaría las manos con esas ganta a mano derecha, una gruta de azules rondaba los barrancos tras la misteriosa cuchillas. sombras. Y en aquella gruta algo se movía. Shalizahr. —¡Ah! —La mente del sij estaba em- Gordon se envaró, contemplando sin dar Todo aquello pasó como un relám- pezando a despejarse—. No me había crédito a sus ojos al monstruoso ser pa- pago por la mente de Gordon en el mo- dado cuenta. ¿Qué haremos, entonces? recido a un hombre que se erguía en el mento en que los dos se quedaron mirán- —Atravesar ese laberinto de barran- crepúsculo ante él. dose el uno al otro, hombre y bestia, en cos y ver que hay del otro lado. No sabes Era como el espíritu personificado de amenazadora tensión. Entonces las pare- nada de qué ha sido de Azizun, por su- aquel país de pesadilla, una macabra en- des de roca del barranco resonaron con puesto. carnación de una terrible leyenda en el profundo y lúgubre rugido del simio —Estaba corriendo delante de mí carne, hueso y sangre. mientras éste cargaba, balanceando sus hasta que llegamos a la cámara desde La criatura era un simio gigante, tan largos brazos colgantes, mostrando los donde disparé tu pistola. Supuse que me alto sobre sus torcidas piernas como un amarillos colmillos dispuestos a desgarrar. siguió cuando la adelanté a toda prisa me- gorila. Pero el hirsuto pelo que la cubría Gordon no llamó gritando a su com- tiéndome en ella. Pero no la vi después de era de un extraño gris ceniciento, más pañero. Lal Singh estaba desarmado. Tam- haber entrado. largo y espeso que el de un gorila. Sus poco trató de huir. Aguardó, cargando el —El feday que te aporreó debe ha- pies y manos eran más humanos, los gran- peso sobre las puntas de los pies, su habi- berla cogido y metido a la fuerza en algún des dedos del pie y pulgares más pareci- lidad y su largo cuchillo oponiéndose a la compartimiento secreto —dijo Gordon dos a los del hombre que a los del antro- brutal fuerza del poderoso simio. con un gruñido, dilatándosele ligeramente poide. No se trataba de una criatura Las víctimas del monstruo le habían las venas del cuello—. Malditos sean, la arborícola, sino de una bestia criada en las sido entregadas quebrantadas a causa de torturarán y la matarán... tenemos que grandes llanuras y estériles montañas. El la tortura que sólo un oriental sabe cómo salir de aquí. Vamos. rostro era goriloide en cuanto a su as- infligir. La chispa semihumana en su cere- Un místico y azul crepúsculo se cernió pecto general, pero el puente de la nariz bro que lo distinguía de las verdaderas sobre los barrancos mientras Lal Singh y era más pronunciado, la mandíbula menos bestias había encontrado un horrible re- Gordon se adentraban en el laberinto. bestial, aunque no tenía barbilla. Pero sus gocijo en la agonía de muerte de sus pre- Abriéndose paso por anfractuosos canales rasgos humanos sólo servían para incre- sas. Aquel hombre era sólo otra débil fueron a parar a una quebrada algo más mentar lo espantoso de su apariencia, y la criatura que desgarrar, retorcer y des- ancha que Gordon creyó era la que había inteligencia que brillaba en sus pequeños membrar, aunque se mantenía erguido y visto desde la cresta, y que llegaba hasta la ojos rojos era por completo maligna. llevaba una cosa brillante en la mano. pared sur de la cuenca. Mas no habían Gordon supo lo que era: el monstruo Gordon, mientras hacía frente a la avanzado cincuenta metros cuando ésta cuya existencia incluso él se había negado arremetida mortal, supo que su única po- se partió contra un afilado espolón de a creer, la bestia mencionada en mitos y sibilidad era seguir lejos de la presa de roca en dos gargantas más estrechas. leyendas del norte: el Simio de las Nieves, aquellos enormes brazos que podían Aquella bifurcación no había sido visible el Hombre del Desierto de la Mongolia aplastarlo en un instante. El monstruo era desde la cresta, y Gordon no sabía qué prohibida. Había oído rumores de su exis- torpe pero rápido, al abalanzarse dando rama seguir. Resolvió que las dos ramas tencia muchas veces, en descabelladas his- tumbos, y arrojarse por el aire los últimos se limitaban a dejar atrás el estrecho es- torias surgidas de un perdido y desolado metros en un gigantesco y grotesco salto. polón, una por cada lado, y volvían a jun- país mesetario del Gobi nunca explorado Hasta que no lo tuvo encima, los grandes tarse más adelante. Cuando le dijo lo que por los blancos. Los indígenas habían ju- brazos cerrándose sobre él, Gordon no pensaba al sij, Lal Singh dijo: rado que eran ciertas las historias sobre se movió, y su movimiento habría aver- —Pero puede que una sea un callejón una bestia parecida al hombre que había gonzado a un gato montés atacando. sin salida, en cambio. Toma tú la rama de- morado allí desde tiempo inmemorial, Las uñas como zarpas sólo desgarra- recha, y yo iré por la izquierda, y las ex- adaptada a la escasez y el penetrante frío ron su camisa mientras se quitaba de en ploraremos por separado. de las altiplanicies del norte. Pero Gordon medio de un brinco, lanzando una cuchi- Y antes de que Gordon pudiera dete- nunca había encontrado a nadie que pu- llada al hacerlo, y un horrendo alarido nerlo, se había ido, medio corriendo por diera probar que había visto a una de esas desencadenó ecos que hicieron temblar la barranca a mano izquierda, y desapare- bestias. las crestas; el brazo del simio cayó a tie- ciendo de la vista casi al instante. Gordon Mas ahí tenía una prueba incuestiona- rra, cercenado hasta el codo. Chorreando

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samente agujereadas con cubiles similares «Gordon supo lo que era: el a cuevas, en los que el maloliente olor del simio era más fuerte. Gordon frunció el monstruo cuya existencia in- ceño y Lal Singh soltó un juramento ante la cantidad de esqueletos que sembraban cluso él se había negado a la quebrada, que a todas luces había sido la guarida favorita del monstruo. La mayo- ría de ellos pertenecían a mujeres, y creer, la bestia mencionada en cuando Gordon contempló aquellos lasti- mosos restos, una implacable y despia- mitos y leyendas del norte: el dada rabia ardió en su cerebro. Todo lo que había de violento en su naturaleza, Simio de las Nieves, el Hombre normalmente mantenido bajo férreo con- trol fue movido a un feroz despertar al del Desierto de la Mongolia comprender el horror y la agonía que aquellas indefensas mujeres habían su- prohibida frido, y en su propia alma selló el destino de Shalizahr y los demonios humanos que la gobernaban. No estaba en su naturaleza proferir juramentos o hacer promesas en voz alta. No reveló sus pensamientos ni sangre del amputado muñón la bestia se Sus ojos llamearon al ver la horrible siquiera a Lal Singh, pero su intención de revolvió y volvió a abalanzarse, y aquella criatura al pie de la pared; luego aferró a destruir aquel nido de buitres en beneficio vez su desesperada embestida fue dema- Gordon con una apremiante presa. del mundo en general asumió el cariz de siado relampagueante para que músculo —¡Sahib! ¿Estás vivo? ¡Estás cubierto algo sangrientamente personal, y decidió humano alguno pudiera evitarla por com- de sangre! ¿Dónde están tus heridas? de forma inamovible no dejar la meseta pleto. —En el vientre del simio —dijo Gor- hasta haber podido contemplar los cuer- Gordon eludió el zarpazo que buscaba don con un gruñido, soltándose de un pos muertos de Ivan Konaszevski y el sus entrañas de la gran y deforme mano tirón. Las manifestaciones emocionales lo jeque Al Jebal. de negras y gruesas uñas, pero el masivo incomodaban—. Es su sangre, no la mía. La silueta en sombras de la montaña se hombro le golpeó haciéndole tambale- Lal Singh soltó un gran suspiro de ali- cernía ya sobre ellos, en gradas de gigantes arse. Se vio arrastrado hasta la pared con vio, y se volvió para quedarse mirando con riscos, alzándose escarpada por encima del la arremetida del bruto, pero en el mismo ojos desorbitados al muerto monstruo. borde de la cuenca que encerraba el hun- momento en que era barrido hacia atrás —¡Qué cuchillada! ¡Lo has desgarrado dido laberinto. El barranco que estaban si- clavó su cuchillo hasta la empuñadura en de par en par sacándole las tripas! No hay guiendo se adentraba en una hendidura en el enorme vientre y desgarró hacia arriba ni diez hombres vivos en este momento la pared de dicha cuenca, bajo la montaña. con la desesperación del que creía era su en el mundo que puedan dar semejante Se convirtió en un cavernoso túnel, aden- postrero golpe. tajo. ¡Es el djinn del que la muchacha nos trándose bajo la montaña como un pozo Chocaron juntos contra la pared, y el advirtió! ¡Y un simio! La bestia que los de negrura. Había desesperación en la voz gran brazo del simio se enganchó espan- mongoles llaman el Hombre del Desierto. del sij cuando éste habló. tosamente alrededor de la tensa figura de —Sí. Nunca creí las historias sobre —Sahib, esto es una prisión de la que Gordon; el rugido de la bestia lo ensorde- ellos antes. Las expediciones científicas no hay salida. No podemos escalar el ció mientras las espumeantes mandíbulas han tratado de dar con ellos, pero los na- borde que encierra esta depresión de ba- se abrían sobre su cabeza... luego chasca- tivos de aquella parte del Gobi siempre rrancos. Y esta cueva... ron de forma espasmódica mordiendo expulsaban a los hombres blancos. —¡Espera! —Los dedos de hierro de aire cuando un colosal estremecimiento —Tal vez haya otros —observó Lal Gordon se clavaron en el brazo del sij con sacudió el poderoso cuerpo. Una horrible Singh, clavando una aguda mirada alrede- súbita excitación. Se hallaban en completa convulsión arrojó lejos al americano, y dor en el inminente crepúsculo—. Pronto oscuridad, cueva adentro a unos metros éste se levantó de un salto para ver al será de noche. No será nada bueno en- de la boca. Había entrevisto algo a lo lejos simio golpeando en su agonía de muerte contrar a uno de esos demonios en estos en aquel negro túnel... algo que brillaba al pie de la pared. Su desesperado desga- oscuros barrancos después del anochecer. como una luciérnaga. Pero el resplandor rrar lo había destripado y la hoja había —No lo creo. Sus rugidos se habrían era constante, no intermitente. Se abría destrozado músculo y hueso hasta encon- oído por todas estas quebradas. Si hu- paso a través de la negrura como una trar el feroz corazón del antropoide. biese habido otro, habría venido en su chispa de luz fija. Los fibrosos músculos de Gordon ayuda, o proferido un rugido en res- —¡Vamos! —Soltando el brazo del sij, temblaban como por un esfuerzo largo puesta, al menos. Gordon se apresuró caverna abajo co- tiempo sostenido. Su cuerpo duro como —Oí el bramido —dijo Lal Singh con rriendo el riesgo de precipitarse dentro el hierro había resistido la terrible fuerza vehemencia —El sonido me heló la sangre, de un hoyo o toparse en la penumbra con del simio el tiempo suficiente para permi- pues creí que era en verdad un djinn tal algún torvo morador del inframundo. tirle salir vivo de aquel horrible abrazo como los supersticiosos musulmanes ha- Sabía que lo que había visto era una estre- que habría hecho pedazos a un hombre blan de él. No esperaba encontrarte vivo. lla, brillando a través de alguna grieta en la más débil; pero el enorme esfuerzo lo Gordon escupió, de pronto sediento. pared de la montaña. había debilitado incluso a él. Camisa y ca- —Bien, movámonos. Hemos librado A medida que avanzaban una tenue luz miseta habían sido desgarradas y aquellos los barrancos de su morador, pero toda- iluminó la oscuridad delante de ellos, y al dedos de duras zarpas habían dejado san- vía podemos morir de hambre y sed si no poco pudieron ver que la cueva terminaba grientos y profundos surcos en su es- salimos. Vamos. en una pared lisa; pero en aquella pared, a palda. Estaba cubierto de sangre, la suya y El ocaso cubrió los barrancos y se cer- unos tres metros del suelo, había un agu- la del simio. nió sobre las crestas, que se alejaban a jero y a través de él distinguieron la estre- —¡El Borak! ¡El Borak! —Era la voz de mano derecha de la barranca. Cuarenta lla y un pedazo del aterciopelado cielo Lal Singh, alzada en su frenesí, y el sij salió metros más adelante la rama izquierda nocturno. Sin una palabra el sij inclinó la corriendo de la quebrada a mano iz- volvía a unirse a su hermana, como Gor- espalda, cogiéndose las piernas por en- quierda, una roca en cada mano, y su bar- don había imaginado. A medida que avan- cima de las rodillas para apuntalarse, y bado rostro lívido. zaban, las paredes se hallaban más profu- Gordon trepó sobre sus hombros y se

90 Weird Tales de Lhork La muerte de la triple hoja enderezó, asiendo con los dedos el borde por el cañón, que Baber Khan y sus cin- —Se la arrancaré con una esquirla de de la hendidura más o menos circular. cuenta hombres se retiren entre los riscos. roca... ¡o la roeré con los dientes! ¡Vete, Tenía aproximadamente metro y medio “Mientras tanto, tú y Yar Ali Khan demonio! de largo, y era justo lo bastante grande haced volver al resto de los ghilzai por el —Que los dioses te protejan —mur- para que un hombre lograra pasar por camino que atravesarás al llegar a la Gar- muró el sij, y desapareció. Gordon pudo ella. Posiblemente el simio habría llegado ganta de los Reyes. Traedlos hasta lo alto oír el arrastrarse que indicaba su avance a hasta ella, pero no habría podido hacer de aquella pendiente y a través de esta través de la hendidura, y luego el resonar pasar sus grandes hombros a través. Gor- hendidura y hazlos bajar por aquel ba- de los guijarros cayendo por el risco del don no creía que los amos de Shalizahr rranco donde la puerta en la roca con- exterior. supiesen de aquella abertura. duce a las mazmorras bajo el palacio. Serpenteó hasta el otro extremo de la —¿Pero y tú? hendidura con forma de túnel, y echó un —Mi parte consistirá en abrir esa CAPÍTULO 7. LA MUERTE ACECHA vistazo sobre el borde. Pudo ver abajo el puerta para vosotros... desde el interior. flanco occidental de la montaña. El agu- —¡Pero eso es una locura! No puedes EN PALACIO jero era una grieta en un acantilado que regresar a la ciudad; y si lo hicieses, te bajaba por espacio de cien metros, inte- desollarían vivo. Y no puedes abrir esa rrumpido por rocas y salientes. No alcan- puerta. Gordon volvió a tientas a través de la ca- zaba a ver la meseta; una hilera de que- —Otro la abrirá por mí. Aquel simio verna, y al adentrarse en los en compara- bradas cumbres se alzaba desolada entre no se alimentaba de los desgraciados que ción iluminados barrancos, corrió, veloz y ésta y aquel punto panorámico. Volviendo le arrojaban. No era carnívoro. Ningún con paso firme, hasta que entró en la que- atrás a rastras bajó al interior de la cueva simio lo es. Tenía que ser alimentado con brada exterior y pudo ver la pared, el junto al ansioso sij. verduras, nueces, raíces o algo así. Viste a risco y la repisa de roca en el otro ex- —¿Es una vía de escape, sahib? un hombre abrir la puerta y lanzar algo tremo. Las luces de Shalizahr brillaban di- —Para ti. Lal Singh, tienes que ir y fuera. Sin duda era un manojo de comida. fusas en el cielo sobre la pared, y llegó a reunirte con Yar Ali Khan y los ghilzai. Le daban de comer a través de esa puerta, oír la misteriosa melodía de gimientes cí- Confío en que llegue a Khor y esté de y debe haber sido alimentado de forma taras nativas. Una voz de mujer se alzó en vuelta a las puertas de Shalizahr mañana regular. No estaba flaco, en absoluto. una quejumbrosa canción. Sonrió torva- con la salida del sol. Según mis cálculos “Apuesto a que esa puerta se abrirá mente a las oscuras gargantas sembradas hay al menos quinientos guerreros en esta noche. Cuando se abra, pasaré a tra- de esqueletos alrededor de él. Tal vez los Shalizahr. Los trescientos de Baber Khan vés de ella. Tengo que hacerlo. Tienen a señores de Nínive y Babilonia se habrían no pueden tomar la ciudad en un ataque Azizun en alguna parte de ese infernal pa- deleitado así, sin hacer caso de los cauti- frontal. Podrían sorprender al guardián en lacio, y sólo Alá sabe qué van a hacerle. vos chillando y retorciéndose y muriendo la hendidura como hice yo, incluso abrirse Ahora vete deprisa. Cuando vuelvas a en- en los fosos bajo sus palacios... ignorantes paso a la fuerza Escalera arriba. Pero cru- trar en la cuenca con los ghilzai, escónde- de la sangrienta destrucción que les aguar- zar la meseta a pie, contra quinientos ri- los entre las quebradas y ve barranco daba a manos de aquellos enloquecidos fles a las órdenes de Ivan, sería suicida. abajo hasta la puerta con tres o cuatro cautivos. “Tienes que encontrarlos antes de que hombres. Dale unos golpecitos con la cu- No había ninguna comida sobre la re- lleguen a la meseta. Creo que puedes ha- lata de tu rifle. Esa puerta estará abierta pisa de roca ante la puerta. No tenía cerlo. Cuando salgas a través de este agu- esté yo vivo o muerto... aunque tenga que forma de saber lo a menudo que había jero y desciendas la pendiente de fuera, volver del Infierno y abrirla. Una vez den- sido alimentada la bestia, o si la alimenta- habrás salido del círculo de despeñaderos tro del palacio, haremos una carnicería de rían aquella noche. Podía ver que no lo que rodea Shalizahr. La única forma de Othman y sus perros. habían hecho, y creía que sacarían comida atravesarlos es por la hendidura a través El sij alzó la mano en señal de protesta para ella pronto. Habían transcurrido mu- de la cual llegamos a la meseta. Los ghilzai y abrió la boca... luego se encogió de chas horas desde que el sij había visto vendrán por la misma. Tendrás que dete- hombros de forma fatalista y asintió en si- abrir aquella puerta. nerlos en el cañón que los Asesinos llaman lencio. Debía confiar en la suerte, como tan a la Garganta de los Reyes, si lo logras. Para Gordon se agachó y el sij subió sobre menudo había hecho. Pensar siquiera en lo llegar allí tendrás que rodear el círculo de sus hombros y se puso de pie, sostenién- que podría estar sucediéndole entonces a despeñaderos, y seguir alrededor de sus dose con las manos estiradas contra la la muchacha Azizun le hizo sudar de miedo pendientes occidentales hasta que alcances pared. Gordon le aferró los tobillos con por ella, y lo volvió loco de impaciencia. el cañón. Será un camino escarpado, y ambas manos y se levantó hasta quedar Pero se pegó contra la roca del lado contra puede que tengas problemas al bajar los erguido sin ayudarse de los brazos, el que sabía que la puerta se abría, y acantilados que encierran el cañón cuando usando sólo los músculos de sus piernas aguardó. En su juventud había aprendido la llegues allí. Pero tendrás toda la noche para alzarse con el enorme sij sobre sus paciencia del piel roja que supera incluso a para hacer el trayecto. hombros... una proeza imposible para la la oriental. Durante una hora permaneció —¿Y tú, sahib? mayoría de hombres excepto acróbatas allí, sin apenas mover un músculo. Una es- —A eso voy. Si llegas a la Garganta de entrenados. tatua no habría estado más inmóvil. los Reyes antes de que lo hagan los ghilzai, En la hendidura Lal Singh se giró y Incluso su paciencia estaba agotándose ocúltate y espéralos. Si ya han pasado a tra- miró a su amigo desde arriba. cuando sin previo aviso se oyó un ruido de vés de la hendidura (puedes leer su rastro) —¿Y si nadie viene con comida para la cadenas, y la puerta se abrió una rendija. síguelos tan deprisa como puedas. En cual- bestia, y la puerta no se abre esta noche? Alguien estaba atisbando fuera, para quier caso, asegúrate de que Baber Khan —Cortaré la cabeza del simio y la estar seguro de que el horripilante guar- sigue este plan de acción: que coja cin- arrojaré sobre el muro. Entonces abrirán dián de las gargantas no estaba cerca, cuenta hombres y trate de tomar la Esca- la puerta, para ver por qué sigo todavía antes de abrir la puerta del todo. Más ce- lera. Si pueden subir por las rampas y refu- vivo. Puede que me lleven dentro del pa- rrojos resonaron y un tadjiko salió por giarse en los peñascos de la parte superior lacio para torturarme cuando sepan que ella. Cargaba una gran fuente de hierro de de la Escalera, tanto mejor. Si no, que as- he matado a su duende. Una vez me lle- verduras y nueces, y lanzó un extraño ciendan por los riscos circundantes y em- ven allí dentro, aunque sea con cadenas, grito al dejarla, y al inclinarse, Gordon le piecen a disparar a cualquier cosa a la vista encontraré una forma de engañarlos. golpeó con la fuerza de un martillo en la sobre la meseta. La idea es crear una dis- —¡Toma! —Gordon le lanzó el largo parte posterior del cuello. El tadjiko se tracción para llamar la atención de los hom- cuchillo—. Tal vez lo necesites. derrumbó sin hacer ruido y se quedó ten- bres de la ciudad, y si es posible llevarlos a —Pero si quieres cortar la cabeza del dido inmóvil, la cabeza colgando de un todos hasta la Escalera. Si avanzan bajando simio... cuello roto.

Weird Tales de Lhork 91 Robert E. Howard

Aquel golpe con el puño cerrado había —¡No, por Alá! Soy el único. juramento no está entre ellos. El jeque te sido a traición, pero ningún canalla de —Muy bien. Date la vuelta y vuelve a ha abandonado... te ha echado de su ser- Shalizahr se merecía piedad. Gordon se cruzarla. No intentes ningún truco. vicio. Ya no sois sus hombres, kurdos. No asomó por la puerta abierta y vio que el —¡No lo permita Alá! le debéis ninguna lealtad. corredor, iluminado por lámparas de Empujó la puerta abriéndola con el pie Los ojos de Yusuf eran los de un lobo. bronce, estaba desierto; las celdas con ba- y la traspuso, moviéndose con tanto cui- —Sólo con que pudiera enviarle a la rrotes estaban vacías. A toda prisa arras- dado como si pisara sobre el filo de nava- Gehena delante de mí —murmuró—, tró al tadjiko barranco abajo y ocultó el jas desenvainadas. Llegaron a otro corre- moriría feliz. cuerpo entre unas quebradas rocas, apro- dor que giraba de forma brusca a la Todos fijaron una tensa mirada en piándose de la daga que éste llevaba. izquierda, dejando ver hileras de celdas a Gordon, percibiendo un propósito detrás Entonces volvió y se adentró en el co- cada lado, en apariencia vacías. de sus palabras. rredor. Cerró la puerta y dudó si correr —Está en la última celda a la derecha —¿Estáis dispuestos a jurar, cada hom- los pestillos. Al final decidió hacerlo, dado —murmuró el árabe, y un instante des- bre por el honor de su clan, seguirme y que era seguro que alguien pasaría por allí pués soltó un convulso gruñido al dete- servirme hasta que la venganza se cumpla, antes de que terminara la noche, y lo con- nerse ante la barrada puerta. La celda es- o la muerte os libere del voto? —pre- trario despertaría sospechas y la puerta taba vacía. Había otra puerta en aquella guntó, poniendo las llaves detrás de él a fin sería atrancada de todas formas. Daga en celda, enfrente de aquélla ante la cual es- de que no pareciese estar haciendo dema- mano se dirigió hacia la puerta secreta que taban, y esa puerta estaba abierta. siado alarde ante hombres indefensos—. daba al túnel que conducía a la escalera —Me has mentido —dijo Gordon en Othman no os dará nada sino la muerte oculta. Tenía claro su plan. Pretendía en- voz baja, hincando la boca de la pistola sal- de un perro. Yo os ofrezco el desquite y contrar a Azizun si seguía viva, llevarla con vajemente en la espalda del árabe—. ¡Te una oportunidad de morir con honor. él hasta el túnel y esconderla allí hasta que mataré! Los ojos de Yusuf llamearon en res- Lal Singh llevase a sus guerreros barranco — ¡A Alá pongo por testigo! —Jadeó puesta a una salvaje oleada de esperanza, arriba. Entonces abriría la puerta, y los li- éste, temblando de terror—. Estaba aquí. y sus nervudas manos se estremecieron deraría contra los hombres de Shalizahr, y —Se la han llevado —habló una ines- mientras asían los barrotes. el posterior desenlace sería lo que la vo- perada voz. — ¡Confía en nosotros! —fue todo lo luntad de Alá y el frío acero decidieran. Gordon se giró raudo, tirando del que dijo, pero fue más que suficiente. O en caso de que esconderse en el árabe de forma que se interpusiera entre — ¡Sí, lo juramos! —Clamaron los túnel no resultase factible, él y la chica po- él y la dirección de la que venía la voz, con hombres detrás de él—. ¡Escúchanos, El dían hacerse fuertes en el corredor y re- la pistola apuntando sobre el hombro de Borak, lo juramos, cada uno de nosotros sistir hasta que llegaran los ghilzai. Estaba éste. por el honor de su clan! obrando y haciendo planes todo el tiempo Barbados rostros se agolparon en la Estaba haciendo girar la llave en la ce- como si su llegada fuese una certeza. Por reja de la celda opuesta. Descarnadas rradura antes de que terminaran de de- supuesto existía siempre la posibilidad de manos asieron los barrotes. Gordon re- cirlo; salvajes, crueles, levantiscos, traicio- que no vinieran; que Yar Ali Khan no hu- conoció a los prisioneros. Le lanzaron fu- neros según los patrones occidentales, biese sido capaz de llegar hasta Khor. riosas miradas en silencio con ponzoñoso poseían su código de honor, aquellos fero- Pero Gordon no era otra cosa que un ju- odio ardiendo en sus ojos. ces montañeses, y no era tan distinto del gador. Y estaba apostando su vida a la po- Gordon fue hasta la puerta, arras- de sus propios antepasados de las Tierras sibilidad de que el afridi consiguiese llegar. trando a su prisionero. Altas como para que no lo comprendiera. La puerta secreta estaba en la pared —Erais leales fedayín —comentó—. Saliendo en desorden de la celda al izquierda, junto al final del pasadizo, ¿Por qué estáis encerrados en una celda? instante agarraron al árabe, gritando: « donde había otra puerta, sin camuflar. No Yusuf ibn Suleiman escupió hacia él. ¡Mátale! ¡Es uno de los perros de Muham- había llegado a su objetivo cuando dicha —¡Por tu culpa, perro melikani! Nos mad ibn Ahmed!» puerta se abrió de repente y un hombre sorprendiste en la Escalera, y el jeque nos Gordon lo liberó de un tirón de su entró en el corredor. Se trataba de un ha sentenciado a morir, antes incluso de presa, manejando a los atacantes de forma árabe y cuando vio a Gordon soltó aire saber que eras un espía. Dijo que éramos implacable; propinó al más insistente una entre los dientes y trató de coger un pe- bribones o imbéciles para ser cogidos bofetada que lo tiró largo por el suelo, sado revólver que colgaba sobre su desprevenidos como nos cogiste, así que pero no pareció suscitar ningún especial muslo. al amanecer vamos a morir bajo los cuchi- resentimiento en su bárbaro pecho. Pero la mano de Gordon se precipitó llos de los asesinos de Muhammad ibn —¡Basta! ¿Sois hombres o lobos? hacia atrás con la daga, dispuesta para ser Ahmed, ¡que Alá os maldiga a los dos! Empujó al encogido árabe ante él por el lanzada. El árabe se quedó inmóvil, la pa- —Sin embargo conseguiréis el Paraíso corredor de vuelta al pasadizo que daba al lidez tiñendo su piel bajo la negra barba. —les recordó—, porque habéis servido barranco, seguido por los kurdos, quienes, No abrigaba ninguna esperanza respecto fielmente al jeque Al Jebal. habiéndole jurado lealtad, fueron tras él cie- de la situación con la que se veía enfren- —Que los perros roan los huesos del gamente y sin hacer preguntas. De nuevo tado. Su mano aferró la culata de la pis- jeque Al Jebal —replicaron con verdadero en el otro corredor, Gordon ordenó al tola, pero sabía que antes de que pudiera odio—. ¡Ojalá que tú y el jeque estéis en- árabe que se desvistiese, y éste lo hizo, sacarla y disparar aquella daga relampa- cadenados juntos en el Infierno! temblando de miedo a morir de inmediato, guearía atravesando el aire y lo traspasa- Gordon se dijo que Othman se había y temiendo que la orden significase tortura. ría, arrojada por un brazo cuya fuerza y quedado bastante corto en cuanto a ob- —Cambia tus ropas con él —fue la si- puntería eran célebres por todas las Mon- tener tanta lealtad como alardeaban sus guiente orden de Gordon, dirigida a Yusuf tañas. Con mucho cuidado extendió los antepasados, por quienes sus seguidores ibn Suleiman, y el feroz kurdo obedeció dedos separándolos, retiró la mano de la se inmolaban a sí mismos de buena gana sin decir palabra. Entonces, siguiendo ins- pistola y alzó ambos brazos en señal de siguiendo sus órdenes. trucciones de Gordon, los otros ataron y rendición. Había cogido un manojo de llaves del amordazaron al árabe y lo arrojaron a tra- De una zancada Gordon llegó junto a cinturón del guardia, y se puso a sopesar- vés de la puerta secreta, que Gordon él, le arrebató la pistola de su funda y clavó las en la mano de forma contemplativa. abrió, dentro del túnel. la boca de ésta en el vientre del árabe. Los ojos de los kurdos se clavaron sobre Yusuf ibn Suleiman se irguió con el —¿Dónde está la muchacha india, Azi- ellas con el aspecto de hombres en el In- casco emplumado, el khalat a rayas y los zun? fierno que ven una puerta abierta. holgados pantalones de seda del árabe, y —En una mazmorra del otro lado de —Yusuf ibn Suleiman —dijo brusca- sus rasgos eran lo bastante semíticos para la puerta por la que acabo de entrar. mente—, tus manos están manchadas con engañar a cualquiera que esperase ver a —¿Hay otros guardias? muchos crímenes. Pero la violación de un un árabe con aquel atuendo.

92 Weird Tales de Lhork La muerte de la triple hoja

—Voy a confiarte una gran responsa- bilidad —dijo Gordon de improviso—. Es «Pero la mano de Gordon se lo que merece un hombre valiente. En algún momento, puede que al alba, o precipitó hacia atrás con la puede que a otro anochecer, o incluso al amanecer siguiente, llegarán hombres y daga, dispuesta para ser lanzada. llamarán a esa puerta cerrada que da al barranco del djinn. Serán los fusileros ghil- zai, conducidos por Lal Singh y Yar Ali El árabe se quedó inmóvil, la pa- Khan. Ésta es tu parte: esconderte en este túnel y abrir la puerta cuando lleguen. Tie- lidez tiñendo su piel bajo la nes la cimitarra del árabe, así que cuando venga otro guardia a relevar al que yace negra barba. No abrigaba nin- atado allí, mátalo y oculta su cuerpo. Si viene otro más antes que Lal Singh, má- guna esperanza respecto de la talo igualmente. No te distinguirán de uno de sus compañeros hasta que ataques. situación con la que se veía en- Por la forma en que los ojos del kurdo llamearon, Gordon supo que no fallaría en frentado aquella parte del plan, al menos. —Puede que no sea necesario matar — matizó—. Cuando acuda el siguiente guar- para comprar su vida traicionando al ame- kurdos cayeron en tropel sobre los dos dia, verá que los prisioneros han escapado, ricano, y preparando luego una trampa negros, atacándolos los dos hombres con y tal vez ni siquiera entre en este corredor. para Lal Singh y los ghilzai... nada sino el espadas en tanto los demás los agarraban Si viene más de un hombre, ocúltate en el primitivo honor de un hombre que sabía y arrastraban al suelo... apuñalándolos túnel. Puede que hayamos regresado antes que otro hombre de honor confiaba en él. hasta matarlos en un tenso, sudoroso y de que llegue nadie. Me llevo cinco hom- Gordon y sus kurdos anduvieron a blasfemante amasijo de convulso esfuerzo bres conmigo para buscar a la joven Azizun. tientas a través del túnel y escalera arriba. y agonía. Era trabajo para un carnicero, Si es posible, volveré aquí con ella, y atran- La cámara en la que había dormido estaba pero era una cuestión de siniestra necesi- caremos las puertas y defenderemos este vacía. Pero sobre la escalera, justo detrás dad, y la piedad hacia aquellos asesinos sin corredor contra los hombres de Othman de la pared falsa encontró las dos espadas lengua era una emoción inútil. hasta que llegue Lal Singh. Pero si no re- donde Lal Singh las había dejado al cargar, —Mantén vigilada esta puerta —or- greso, confío en que sigas aquí, ocultándote pistola en mano, en ayuda de Gordon, ol- denó Gordon a uno de los kurdos, y o defendiendo el corredor con el filo de tu vidando el acero en su precipitación, y con luego la abrió de par en par y salió a gran- espada, y abras esa puerta para mis guerre- ellas armó a dos de sus seguidores. La daga des pasos al jardín, para entonces desierto ros cuando aparezcan. que había cogido al tadjiko fue para otro. a la luz de las estrellas, sus flores relu- —¡Los ghilzai me matarán cuando les El corredor de fuera de la cámara es- ciendo con trémulo y blanquecino brillo, abra la puerta! taba desierto. Los kurdos encabezaron la sus espesos árboles y macizos de arbustos —Antes de que la abras, grítale a Lal marcha. Con el anochecer la atmósfera de de oscuro misterio. Singh y dile: “El Borak desea que recuer- silencio y misterio había crecido sobre el Los kurdos, armados con los tulware des los lobos de Jagai”. Con estas palabras palacio del jeque Al Jebal. Las luces ardían de los negros, azuzados para la aventura sabrá que puede confiar en ti. ¿Dónde han más débilmente; las sombras colgaban habiendo probado la sangre, lo siguieron llevado los ismailitas a la chica? densas, y ninguna brisa se deslizaba dentro con descaro, incluso pavoneándose, como —Poco después de que el perro árabe para hacer susurrar los tapices de apagado si estuviesen andando por un jardín co- hiciera su inspección de las celdas, unos brillo. Las botas de Gordon no hacían más rriente, en vez del que hasta aquel día ha- hombres abrieron la puerta en el otro ex- ruido sobre las espesas alfombras que los bían considerado, si no el Paraíso mismo, tremo de su mazmorra y se la llevaron a pies desnudos de los kurdos. como Othman esperaba, al menos su rastras. Le dijeron que la llevaban ante el Conocían muy bien el camino; una equivalente terrenal más cercano. Pare- jeque para ser interrogada por éste. Ha- banda de harapientos de asqueroso as- cían acabar de darse cuenta, aguzados sus blará con ella en la estancia donde te re- pecto, de furtivos pies y ardientes ojos, se sentidos por la sangre derramada, de que cibió por primera vez. Pero seis hombres deslizaron con rapidez a lo largo de los estaban siguiendo a El Borak, cuya reputa- no pueden abrirse camino luchando a tra- oscuros corredores ricamente adorna- ción tenía ya algo de mítica en aquella tie- vés de los veinte persas que montan guar- dos, como una partida de ladrones a me- rra de sangre y misterio. dia ante la puerta. dianoche. Recorrieron únicamente gale- Gordon fue derecho hacia el balcón —¿Conoces la entrada al jardín del Pa- rías poco frecuentadas a aquella hora de que sabía había, ingeniosamente oculto raíso? la noche, y no se habían encontrado con por las ramas de los árboles que crecían —¡Sí! —Un generalizado asentir de nadie, cuando atravesaron una puerta as- debajo de él. Tres de los kurdos inclinaron cabezas le hizo saber que los misterios de tutamente camuflada. De pronto llegaron las espaldas para que subiera, y en un ins- Othman no eran en absoluto enigmas tan a otra puerta, dorada y con barrotes, ante tante había dado con la ventana desde la absolutos como habían sido los de su an- la cual se hallaban dos gigantes negros que él y Othman habían estado mirando, y tepasado, de cuyos místicos jardines ni si- sudaneses con tulware desenvainados. la había abierto con la punta de una daga. quiera sus fedayín habían conocido su em- Gordon tuvo tiempo para reflexionar que Al momento siguiente la había atravesado, plazamiento. allí estaba la principal debilidad del rei- sin hacer más ruido del que habría hecho —Entonces llévame allí —Y Gordon nado de Othman; la entrada al Paraíso era una pantera entrando de igual manera. se volvió, con todas sus probabilidades de demasiado accesible; su misterio no lo Llegaron hasta él sonidos del otro éxito, y su vida misma, dependiendo de la bastante impresionante. lado de la cortina que disimulaba el hueco mera palabra de un salvaje nacido y criado Los sudaneses sabían que aquellos del balcón... una mujer sollozando de con la creencia de que la matanza, rapiña hombres eran intrusos no autorizados, no dolor o terror, y la voz de Othman. y traición son las cualidades adecuadas y obstante. No dieron ningún grito de aviso Atisbando a través de las colgaduras naturales en la vida de un hombre. No mientras alzaban sus tulware; eran mudos. pudo ver al jeque repantigado sobre el había nada que impidiera que Yusuf ibn Gordon no quiso arriesgarse a disparar, trono bajo el baldaquín engastado en per- Suleiman corriera hasta el jeque tan pero su pistola no era necesaria. Ansiosos las. Los guardias ya no se erguían como fi- pronto como Gordon le diera la espalda, por comenzar su labor de venganza, los guras de ébano a cada lado de él. Se halla-

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Enérgicas maldiciones se mezclaron con el «El jeque se tambaleó, se giró estruendoso tañido, una puerta se cerró con el estampido de un trueno, y una fi- violentamente para hacer frente gura llegó a toda prisa a través de los ar- bustos. Era el kurdo que habían dejado de a su enemigo y retrocedió con- guardia en la puerta dorada. Juraba como un pirata y se apretaba un antebrazo he- rido del que caían gotas de sangre. tra la puerta, aullando de —¡Hay una veintena de perros árabes en la puerta! —aulló—. ¡Alguien nos vio miedo, hasta que su voz fue si- matar a los sudaneses, y corrió en busca de Muhammad ibn Ahmed! ¡He matado a lenciada para siempre por una uno de un espadazo en el vientre y les he cerrado la puerta en sus malditas caras, bala que se estrelló contra su pero la echarán abajo en unos minutos! —¿Hay alguna forma de salir de este jar- boca y la atravesó saltándole los dín sin atravesar el palacio, Azizun? —pre- guntó Gordon. sesos —¡Por aquí! —Él la dejó en el suelo y ella aferró su mano y corrió hacia la pared norte, casi oculta por el frondoso follaje. ban ocupados ante el estrado, en mitad de cuerpo de un balazo. El jeque se tamba- Pudieron oír al otro lado del jardín la la estancia... ocupados en afilar dagas y ca- leó, se giró violentamente para hacer puerta dorada haciéndose astillas bajo la lentar hierros en pequeños e incandes- frente a su enemigo y retrocedió contra acometida de los hombres del desierto, y centes braseros. Azizun estaba tendida la puerta, aullando de miedo, hasta que su Azizun se estremeció a cada embate entre ellos, desnuda, brazos y piernas bien voz fue silenciada para siempre por una como si hubiese chocado contra su deli- abiertos sobre el suelo, sus muñecas y to- bala que se estrelló contra su boca y la cado cuerpo. Jadeando de horror y exci- billos atados a estacas clavadas en el atravesó saltándole los sesos. tación apartó de forma frenética la fronda, mismo. No había nadie más en el apo- tirando de ella y haciéndola a un lado sento, y las puertas de bronce estaban ce- hasta descubrir una puerta astutamente rradas con el cerrojo echado. CAPÍTULO 8. LOBOS ACORRALADOS disimulada en la pared. A Gordon le que- —Cuéntame cómo escapó el sij de la daban dos cartuchos en el máuser. Usó celda —ordenó Othman. uno para volar en pedazos la antigua ce- —¡No! ¡No! —Jadeó la muchacha, de- Gordon miró a su víctima con ojos tan rradura. Irrumpieron en otro jardín más masiado aterrorizada para no revelar su implacables como el negro hierro. Del pequeño, iluminado por faroles colgantes, lastimera razón para guardar silencio—. otro lado de la puerta el clamor estaba justo cuando la puerta dorada cedía y un ¡El Borak sufriría si yo hablase! aumentando, y fuera en el jardín los kur- torrente de salvajes figuras blandiendo sus —¡Pequeña estúpida! El Borak está... dos estaban desgañitándose para saber si hojas anegaba el Jardín de las Huríes. —¡Aquí! —saltó Gordon mientras estaba bien, y pidiendo permiso a gritos En mitad del jardín al que habían en- salía del nicho. El jeque se giró con un res- para seguirle al interior del palacio. Les trado los fugitivos se alzaba la espigada pingo, se puso lívido... chilló y cayó del aulló que fuesen pacientes y a toda prisa torre similar a un minarete que Gordon trono, quedando despatarrado sobre el liberó a la chica, agarrando una tela de había observado al entrar por primera vez borde del estrado. Los sudaneses se ir- seda de un diván para taparla con ella. en el palacio. guieron, gruñendo como bestias, sacando Ésta sollozó de forma histérica, abrazando —¡Esa torre! —Dijo bruscamente, ce- de repente cuchillos. Gordon disparó su cuello con un frenesí mezcla de es- rrando de golpe la puerta detrás de ellos desde la cadera y un negro giró sobre sus panto y abrumador alivio. y asegurándola con una daga como cuña... talones y se desplomó. El otro saltó hacia —¡Oh, sahib, sabía que vendrías! ¡Sabía eso los contendría por unos segundos, al la chica, blandiendo su cimitarra, resuelto que no les dejarías torturarme! Me dije- menos—. Si podemos entrar ahí... a matar a su víctima antes de morir. La ron que estabas muerto, pero sabía que —El jeque a menudo se sentaba en la bala de Gordon lo alcanzó en mitad del no podían matarte... cámara superior, contemplando las mon- salto, agujereándole las sienes. Se vino Llevándola en brazos fue a grandes tañas con un telescopio —jadeó un abajo casi sobre la muchacha. Fuera se pasos hasta el balcón y se la entregó a los kurdo—. No permitía que nadie salvo oían gritos y martillazos sobre la puerta. kurdos a través de la ventana. Ella chilló al Bagheela entrase en la misma, pero los El jeque se levantó de un brinco, balbu- ver sus feroces y barbados rostros, pero hombres dicen que hay rifles guardados ceando de forma incoherente. Sus ojos es- una palabra de Gordon la tranquilizó, allí. Guardias árabes duermen en la cá- taban abiertos como platos al mirar enco- cuando éste bajó descolgándose junto a ella. mara inferior... lerizado al torvo hombre blanco manchado —¿Y ahora qué, effendi? —preguntaron Pero no había tiempo para las pala- de sangre y la humeante pistola en su mano. los guerreros, ansiosos de más desenfre- bras. Los árabes casi habían llegado a la —¡No eres real! —Aulló, rechazándolo nada violencia, una vez del todo enardeci- puerta detrás de ellos, y a juzgar por el al- con la mano como si estuviera defendién- dos por la caza al alcance de la mano. Gran boroto que se estaba armando proce- dose de una espantosa aparición—. ¡Eres parte de su fervor venía de una creciente dente de todas partes, sólo sería cuestión un sueño del hashish! ¡No, no! ¡Hay sangre admiración por su líder; hombres como de minutos antes de que salieran en tro- en el suelo! ¡Estabas muerto... me dijeron Gordon han dirigido ejércitos sin esperanza pel al Jardín de la Torre desde cualquier que te habían entregado al simio! ¡Pero has cantando para hacerse con imposibles vic- puerta que diera al mismo. Gordon con- vuelto para matarme! ¡Socorro! ¡Socorro! torias de entre las fauces de la derrota. dujo a sus hombres corriendo directo ¡Guardias! ¡A mí! ¡El demonio de El Borak —Volvamos por donde vinimos, hasta hacia la torre, cuya puerta se abrió sa- ha regresado para matar y destruir! el túnel donde aguarda Yusuf. liendo cinco desconcertados guardias en Chillando como un animal enloque- Echaron a correr a través del jardín, busca de la causa de aquel insólito tu- cido Othman se lanzó desde el estrado y Gordon llevando a la chica como si hu- multo. Gritaron estupefactos cuando vie- corrió hacia la puerta. Gordon esperó biese sido un niño. No habían avanzado ron a un grupo de guerreros corriendo hasta que los dedos del persa estuvieron una docena de metros cuando delante de hacia ellos, los dientes fuera, los ojos lla- arañando los cerrojos; entonces a sangre ellos un tañer de acero rivalizó con el es- meando a la luz de los faroles, las hojas fría, sin remordimiento le atravesó el trépito en el palacio que dejaban detrás. destellando. Los guardias, despejándose

94 Weird Tales de Lhork La muerte de la triple hoja del sueño, entraron en acción sólo un se- agolparon en las troneras y comenzaron a raza, no se quejaba en absoluto sino que gundo demasiado tarde. disparar con júbilo hacia la turba de abajo yacía en silencio mascando una bala. Gordon disparó a uno y abrió la cabeza que pululaba en torno a la puerta. Habían Gordon consideró su situación, mi- a otro con la culata de su pistola un ins- venido de todas direcciones, mientras el rando a través de las troneras. El palacio, tante después de que el árabe hubiese atra- acosado grupo subía la escalera. Muham- según sabía, estaba rodeado de jardines, vesado el corazón a uno de los kurdos. Los mad ibn Ahmed no estaba a la vista, pero salvo en la parte delantera donde había un restantes cayeron sobre los tres árabes sí un centenar o así de sus árabes, y un re- amplio patio. Todo estaba circundado por que quedaban, saciando los antiguos odios voltijo de hombres de otra docena de una muralla exterior, y paredes interiores, tribales en un salvaje despliegue de sangre razas. Pululaban por el jardín, aullando más bajas, separaban los jardines, de forma derramada, cuchilladas y tajos hasta que las como demonios. Los faroles, oscilando lo- parecida a los radios de una rueda, con el figuras vestidas de brillantes colores yacie- camente con el impacto de los cuerpos muro exterior más alto haciendo las veces ron inmóviles en un charco carmesí. que tropezaban contra los espigados ár- de llanta. El jardín en el que se encontraban Los gritos de venganza alcanzaron un boles, iluminaron una masa de rostros acorralados estaba en el lado noroeste del crescendo detrás de ellos y la puerta cal- convulsos, los ojos en blanco mirando palacio, próximo al patio, que se hallaba se- zada con la daga se astilló hacia dentro, y como locos hacia arriba. Las hojas deste- parado de aquél por una pared; otra se in- la abertura se llenó de salvajes rostros y llaban como relámpagos por todo el jar- terponía entre éste y el siguiente jardín al brazos agitándose cuando los hombres de dín y los rifles se descargaban a ciegas. Ar- oeste; tanto dicho jardín como el jardín de Muhammad se atascaron en ella en su fre- bustos y matojos eran destrozados a la Torre estaban situados fuera del Jardín nética ansia por alcanzar su presa. Gor- pisotones mientras la turba se arremoli- de las Huríes, que estaba medio cerrado don cogió un rifle que un árabe había de- naba acordonando el lugar. Habían conse- por las paredes del palacio mismo. La jado caer y descargó una lluvia de plomo guido una viga en alguna parte y la estaban pared del patio se unía a la del Jardín de las sobre aquella apiñada masa. A cien me- usando como ariete contra la puerta. Huríes, de forma que el Jardín de la Torre tros fue una carnicería. Un instante antes Gordon se sorprendió ante la celeri- quedaba por completo encerrado. la puerta estaba abarrotada de furibundos dad con que él y su partida habían sido La pared norte era la barrera que ro- y afanosos cuerpos, y al siguiente era un perseguidos y atrapados, hasta que oyó la deaba el conjunto de las tierras del pala- matadero de figuras ensangrentadas, re- voz de Ivan Konaszevski alzándose como cio, y más allá de ella miró hacia abajo a torciéndose y chillando de las que los el tajo de un sable por encima del clamor. los iluminados tejados de la ciudad. La vivos se retiraron horrorizados. El cosaco tenía que haberse enterado de casa más próxima estaba a menos de Los kurdos aullaron con delirio y se la muerte de Othman a los pocos minutos treinta metros de la pared. Sus luces y las lanzaron al asalto de la torre... se dieron de que hubiese ocurrido, y había tomado de las casas vecinas estaban apagadas, y la vuelta para hacer frente a una carga de el mando al instante. Su inmediata com- los hombres se agazapaban detrás de los enloquecidos drusos que se habían desli- prensión de la situación, junto con la parapetos, disparando a la torre con la zado inadvertidos en el jardín a través de suerte que había hecho que Muhammad ciega esperanza de alcanzar otra cosa otra puerta y cruzaron a la carrera el um- ibn Ahmed les bloquease la huida, había aparte de piedra. Las luces brillaban en bral antes de que la puerta pudiera ser ce- condenado a los fugitivos. todas las ventanas del palacio, pero la rrada. Por unos segundos el portal abierto Pero aunque estaban atrapados no se corte y la mayoría de los jardines anexos fue un infierno de sibilante acero y cho- hallaban indefensos. Aullando alegremente estaban a oscuras. rreante sangre, en el que Gordon hizo su los kurdos descargaron una lluvia de Sólo en el jardín asediado seguían col- parte con la culata de un rifle, y luego los plomo a través de las troneras. Incluso el gando las encendidas farolas. Parecía ex- drusos se retiraron aturdidos tambaleán- hombre herido de sable, restañada su he- traño e irreal, aquel jardín iluminado con dose, dejando a tres de los suyos ya- rida por un basto vendaje, se arrastró la torre en medio, desierto salvo por los ciendo sobre su propia sangre ante la hasta una, se apoyó sobre un diván y em- desmadejados cuerpos de los muertos, puerta, mientras otro trataba de alejarse pezó a disparar a diestro y siniestro a sus mientras de todos lados acechaban un in- sobre los codos, sangrando a borbotones antiguos aliados de abajo. No se podía visible pero vengativo tropel. por arterias cercenadas. errar a esa distancia, y las ráfagas de Las descargas que rompían desde Gordon cerró con fuerza la puerta de plomo abrieron pasillo a través de la api- todas partes reflejaban un cierto pánico, y bronce, y echó de golpe un perno que ha- ñada turbamulta. Ni siquiera los ismailitas los kurdos profirieron enconadas maldi- bría resistido la carga de un elefante. podían resistir tal carnicería. La horda se ciones porque no podían ver nada a lo que —¡Arriba por las escaleras! ¡Rápido! dispersó en todas direcciones, en busca disparar a su vez. Pero de pronto el tiro- ¡Coged las pistolas! de refugio, y los kurdos rompieron en ala- teo cesó, y los hombres del interior de la Ascendieron a toda prisa, ojos y dien- ridos de frenético júbilo y abatieron a los torre dejaron igualmente de disparar, sin tes centelleando, todos salvo uno que fugitivos mientras corrían. recibir la orden. En el tenso silencio que cayó redondo a media subida a causa de En unos momentos el jardín estaba siguió se alzó la voz de Ivan Konaszevski la pérdida de sangre. Gordon medio lo desierto excepto por los muertos y mori- desde detrás de la pared del patio. arrastró, medio lo llevó el resto del ca- bundos, y una tormenta de plomo llegó sil- —¿Estás listo para rendirte, Gordon? mino, lo dejó en el suelo y ordenó a Azi- bando desde las paredes y ventanas del pa- Gordon se le rió. zun que vendara el horrible corte hecho lacio que dominaban el Jardín de la Torre, —¡Ven y cógenos! por un sable druso, antes de volverse para y desde los tejados de casas que se levan- —Eso es justo lo que pretendo evaluar los alrededores. Estaban en la cá- taban junto a la pared, fuera en la plaza. hacer... ¡al amanecer! —le aseguró el co- mara superior de la torre, que no tenía Las balas se aplastaron contra las pa- saco—. ¡Puedes darte ya por muerto! ventanas; pero las paredes se hallaban ho- redes con un feroz golpeteo, como un —Eso es lo que dijiste cuando me de- radadas por troneras de distintos tama- avispón estrellándose contra una ventana jaste en el barranco del djinn —replicó ños y en los más variados ángulos, algunas en pleno vuelo. La torre era de piedra, re- Gordon—. Pero sigo vivo... ¡y el djinn está inclinándose hacia abajo, y todas provistas forzada con bronce y hierro. Los proyec- muerto! de tapas de hierro deslizantes. Los kurdos tiles procedentes del exterior rara vez en- Había hablado en árabe, y un grito de gritaron con alegría mientras se hacían contraban una tronera abierta. Gordon ira e incredulidad se elevó de todos los con los rifles modernos que se alineaban no creía que pudiera ser tomada por puestos de combate. Los kurdos, que no en las paredes en perchas de las que col- asalto, mientras durara su munición, y habían hecho a Gordon una sola pregunta gaban bandoleras de cartuchos. Othman había miles de cartuchos en la cámara su- acerca de su huida del laberinto del simio, había preparado aquel nido de águila para perior. Pero no tenían comida ni agua. El golpearon las culatas de sus rifles y asin- la defensa así como para la observación. hombre que había resultado herido de tieron los unos a los otros como que- Todos los hombres estaban heridos sable se veía atormentado por la sed en riendo decir que matar djinni no era más de más o menos gravedad, pero todos se particular, mas, con el estoicismo de su que lo que podía esperarse de El Borak.

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—¿Saben los Asesinos que el jeque El batiente martilleo prosiguió en la sangre, su bronceado pecho y hombros está muerto, Ivan? —gritó Gordon con parte no visible del patio. Aunque los ghilzai arañados y manchados con el humo de la ironía. llegasen con la salida del sol tal vez fuese pólvora. —¡Saben que Ivan Konaszevski es el demasiado tarde. Se dijo que los ismailitas —Los ghilzai no han venido —dijo de soberano de Shalizahr, como siempre lo tendrían que echar abajo gran parte de la repente—. Dentro de poco Konaszevski ha sido! —fue la airada contestación—. pared para hacer entrar una máquina como enviará a sus asesinos contra nosotros al ¡No sé cómo mataste al simio, ni cómo la que Ivan había descrito en el jardín. Pero abrigo de un gran escudo construido sacaste a esos perros kurdos fuera de su eso no llevaría mucho tiempo. sobre ruedas. Derribarán la puerta con un celda, pero sé que tendré vuestros pelle- Los kurdos no compartían los temo- ariete. Mataremos a algunos de ellos jos colgando sobre esta pared antes de res de su líder. Ya habían causado una glo- mientras suben por la Escalera. Luego que pase otra hora! riosa matanza; se habían hecho fuertes; moriremos. —¡Perros kurdos! —murmuraron los con un caudillo al que ya adoraban como —¡Allah il Allah! —Respondieron a guerreros montañeses, acariciando con hombres acostumbrados a adorar a reyes; modo de asentimiento y aceptación de su ansias de venganza sus rifles— ¡Ja! ¡Wallah! buenos rifles y mucha munición. ¿Qué kismet—. ¡Mataremos a muchos antes de Pero Gordon sonrió, pues sabía que si más podía desear un guerrero de la mon- morir! —Y sonrieron abiertamente como Yusuf ibn Suleiman hubiese sido captu- taña? Estrecharon sus rifles y alardearon lobos hambrientos al alba amartillando sus rado, Ivan les habría informado para bur- unos con otros vanagloriosamente dispa- rifles con el pulgar. larse de ellos. Gordon no creía que hubie- rando a todo lo que se movía, dejando En el exterior, desde cada pared y sen hecho ninguna indagación por extenso que el futuro se cuidase de sí mismo. Así ventana las pistolas empezaron a restallar en las mazmorras, ni que fuesen a hacerla. durante largas horas continuó la extraña y una rociada de balas se estrelló alrede- Toda la atención de los Asesinos estaba lucha, el restallar de los rifles puntuado dor de las troneras. Los hombres de la concentraba sobre la torre, y no tenían por el estruendo de los martillos en el torre ya podían ver la máquina de asalto, por qué explorar las celdas en aquel mo- patio iluminado con antorchas. retumbando pesadamente a través del mento. Gordon se dijo que estaba en lo El kurdo herido de sable murió justo patio. Era un aparato macizo de vigas, cierto al creer que Yusuf seguía todavía a cuando el alba hacía palidecer los faroles en bronce y hierro, sobre ruedas de carreta salvo en el túnel bajo el palacio, esperando el jardín de abajo. Gordon cubrió al de bueyes, con un ariete de cabeza de hie- a dejar entrar a Lal Singh y los ghilzai. muerto con una manta y se quedó mirando rro sobresaliendo de una abertura en el Al poco un traqueteo y martilleo sonó con aire fatigado a su lastimosa banda. Los centro. Al menos cincuenta hombres po- en alguna parte del otro lado del patio, que tres kurdos se arrodillaban ante las trone- dían acuclillarse detrás y debajo de él, a no resultaba visible desde la torre, y Konas- ras con aspecto de demonios manchados salvo del fuego de fusilería. zevski aulló con ansias de venganza: «¿Oyes de sangre a la grisácea y fantasmal luz. Azi- Rodó hacia la pared y se detuvo, y em- eso, puerco americano? ¿Has oído hablar zun dormía del todo exhausta sobre el pezaron a golpearla con almádenas. alguna vez de una bastida de asalto? Bien, suelo, su mejilla apoyada sobre un infantil- Todo aquel estrépito había despertado eso es lo que mis hombres están constru- mente suave y redondo brazo. a Azizun que se incorporó frotándose los yendo: un mantelete sobre ruedas que de- El martilleo había cesado y en el silen- ojos, se quedó mirando desconcertada al- tendrá las balas y protegerá a cincuenta cio pudo oír el crujir de macizas ruedas. rededor, y luego gritó y corrió hasta Gor- hombres bajo él. Tan pronto como sea de Supo que el juggernaut* que los ismailitas don para abrazarse a él y ser consolada. día vamos a empujarlo hasta la torre y de- habían construido durante la noche estaba Poco consuelo podía ofrecerle él surgido rribar la puerta. ¡Eso será tu fin, perro! siendo hecho rodar a través del patio, de su mucha lástima por ella. No había —Y el tuyo —replicó Gordon—. No pero todavía no podía verlo. Podía distin- nada que pudiera hacer en aquel momento puedes asaltar esta torre sin exponerte al guir las negras formas de hombres agacha- por la muchacha, excepto interponer su menos un poco; ¡y un poco es todo lo dos sobre los tejados de las casas del otro cuerpo entre el suyo y sus enemigos en la que necesitaré, ruso sarnoso! lado de la muralla. Miró más allá, sobre los carga final, y en un acto de compasión La respuesta del cosaco fue una gran techos y los macizos de árboles, hacia el guardar su última bala para ella. carcajada burlona que no resultó convin- borde norte de la meseta. No vio señal al- Sintiendo lo desesperado de su posi- cente dado que temblaba de furia, y des- guna de vida, bajo la creciente luz, entre ción ella se echó como un niño en sus pués de eso no hubo más parlamento. Los los peñascos que formaban el borde de los brazos, escondiendo el rostro contra su hombres seguían disparando desde las pa- riscos. Sin duda los guardias, sin inmutarse amplio pecho, gimiendo débilmente. Gor- redes del jardín y los tejados de fuera, sin ante el destino de Yusuf y los demás cen- don se sentó en silencio, aguardando la esperar hacer ningún blanco, pero preten- tinelas originales, habían abandonado su postrera lucha cuerpo a cuerpo con la pa- diendo a todas luces disuadirles de cual- puesto para unirse a la lucha en el palacio. ciencia de las agrestes tierras en las que quier intento de escapar de la torre. Gor- Ningún soberano oriental conseguía nunca había pasado tanto tiempo de su vida, y su don llegó a considerar tal cosa; podían disponer de absoluta obediencia por parte expresión era serena, casi tranquila, aun- apagar a tiros los faroles que iluminaban el de todos sus hombres. Pero mientras ob- que en sus ojos ardía una inextinguible jardín y probar suerte en la oscuridad... servaba, Gordon vio un grupo de una do- llama. pero desechó la idea. Había hombres den- cena o así de hombres afanándose por re- —La pared se desmorona —mur- samente apiñados detrás de cada una de correr el camino que conducía a la muró un kurdo de ojos de lince agazapán- las paredes que encerraban el jardín. Tal Escalera. Konaszevski no iba a dejar dose sobre su rifle ante la tronera—. El intento sería suicida. La fortaleza se había mucho tiempo aquel punto sin vigilancia, y polvo se alza bajo los martillos. Pronto convertido en una prisión. Gordon pudo imaginar cuál sería la suerte podremos ver a los obreros que blanden Gordon admitió para sí con franqueza de los hombres que lo habían abandonado. los machos del otro lado de esa pared. que aquel era un aprieto del cual no podía Se giró hacia sus tres kurdos que esta- Entonces... salir por su propio esfuerzo. Si los ghilzai ban mirándole en silencio, los barbados —¡Escuchad! no aparecían en el momento previsto, él rostros vueltos hacia él. Parecía el más Todos en la torre lo oyeron, pero fue y su partida estaban acabados; y le remor- salvaje bárbaro que nunca había pisado un Azizun quien se incorporó de un salto y dió el pensar en Yusuf ibn Suleiman espe- campo de batalla, desnudo hasta la cin- gritó cuando un nuevo sonido hendió la rando durante días, tal vez, en los corre- tura, sus botas y pantalones cubiertos de mezcolanza a la que habían llegado a acos- dores bajo el palacio, hasta que el hambre tumbrarse. Se trataba de una ráfaga de le hiciera caer en manos de sus enemigos, disparos hacia el norte, y ante tal sonido o ir barranco abajo para escapar. Luego * Ídolo hindú al cual se sacrificaban los devotos todos los rifles de Shalizahr enmudecie- Gordon recordó que no había contado al arrojándose ante las ruedas de su carro en la ron de pronto. kurdo cómo llegar a la salida en el otro procesión anual en honor a Krishna, en la ciu- extremo del laberinto. dad de Puri. (N. del T.)

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CAPÍTULO 9. EL HUERTO SANGRIENTO «¿Oyes eso, puerco americano? ¿Has oído hablar alguna vez de Gordon brincó hasta una tronera en el lado norte de la torre. Miró por encima una bastida de asalto? Bien, eso de los tejados de Shalizahr hacia el camino que se extendía bajo el silencioso y albo amanecer. Media docena de hombres co- es lo que mis hombres están rrían por él, disparando hacia atrás mien- tras lo hacían. Detrás de ellos otras figu- construyendo: un mantelete ras salían en tropel de las rocas que se apiñaban en el borde de la meseta. sobre ruedas que detendrá las Aquellas figuras, diminutas en la dis- tancia pero claramente perfiladas a la tem- balas y protegerá a cincuenta prana luz, apuntaron sus rifles. Los dispa- ros restallaron, despidiendo una nube de hombres bajo él humo, y las figuras en fuga se tambalearon y cayeron revolcándose. Un grave y feroz alarido llegó hasta los oídos que escucha- ban en la de repente silenciosa ciudad. —¡Baber Khan! —exclamó Gordon. destellaba el emplumado casco de Mu- —¿Por qué me lo cuentas? —saltó De nuevo la negligencia de los guardianes hammad ibn Ahmed. Tras ellos se agolpa- Gordon, con los nervios crispados por la de la Escalera le había ayudado. Los ghilzai ban cientos de guerreros ismailitas, bien inquietud—. ¿Acaso no puedo ver a esos habían ascendido por la desprotegida Es- armados, y bien ordenados para marchar, perros agazapándose detrás de los preti- calera a tiempo para matar a los centine- para ser miembros de una tribu. Resul- les de los tejados? las que llegaba a montar guardia allí. Pero taba evidente que Ivan les había enseñado —¡Sí! Los hombres del huerto y del quedó consternado ante la cantidad de cuando menos los rudimentos del arte de jardín no dispararán hasta que los afganos hombres que subían en tropel por la me- la guerra civilizada. los hayan dejado atrás y estén entre las seta. Cuando la oleada de éstos cesó Avanzaron al paso como si pretendie- casas de más adelante. Entonces los fusi- había al menos trescientos guerreros sen salir al llano y encontrarse con la leros de los tejados harán fuego contra yendo en tropel hacia Shalizahr. Sólo horda que se aproximaba en combate ellos desde los dos lados y los del huerto había una explicación: Lal Singh no se abierto., pero al final de la calle se disper- y el jardín barrerán sus flancos traseros. había encontrado con ellos para explicar- saron de pronto, refugiándose en los jar- Ningún hombre escapará. les su plan de ataque. Gordon pudo ima- dines y las casas a cada lado de ésta. —¡Si tan sólo pudiera avisarles! —mu- ginarse la escena que debía haber tenido Los afganos todavía estaban demasiado sitó Gordon. lugar cuando alcanzaron el punto de reu- lejos para poder ver lo que estaba suce- El kurdo hizo un gesto con la mano nión establecido y no encontraron a El diendo en la ciudad. Para cuando hubieron hacia el palacio, y el techo de la casa más Borak allí... la enloquecida ira de Yar Ali llegado a un punto desde donde pudieron cercana, desde la cual aun entonces los ri- Khan y la vengativa furia que enviaría a los mirar calle abajo ésta parecía desierta. fles restallaban de cuando en cuando. miembros de la tribu de forma temeraria Pero Gordon, desde su posición estraté- —Bagheela no te dejaría sin vigilancia. Escalera arriba para atacar directamente gica muy por encima de las casas, pudo ver Al menos una veintena de hombres siguen la ciudad de la cual nada sabían, salvo que los jardines en el extremo norte de la ciu- acechando la torre. Te acribillarían antes de albergaba enemigos que creían habían ma- dad abarrotados de amenazadoras figuras, que pudieses llegar a cruzar medio jardín. tado a su amigo. Qué había pasado con los tejados llenos de hombres cuyos rifles —¡Dios! ¿Debo quedarme aquí im- Lal Singh ni siquiera podía imaginarlo. centelleaban a la luz de la mañana. Los af- potente y ver cómo matan a mis amigos? En Shalizahr el helado asombro había ganos marchaban derechos hacia una —Las venas se marcaron sobre el cuello dado paso a la acción apresurada. Los hom- trampa, mientras él seguía allí impotente. de Gordon y sus oscuros ojos tomaron bres chillaban sobre las techumbres, corrían Gordon sintió como si le faltara el aire. un matiz rojo. Luego se agazapó de por todas partes en las calles. De tejado en Un kurdo vino y se quedó a su lado, pronto como una pantera lista para sal- tejado la noticia de la invasión corrió como anudando un burdo vendaje alrededor de tar cuando los disparos rompieron en el el viento, y en unos minutos los hombres la una muñeca herida. Habló entre dientes, otro extremo de la ciudad. Gritó, un propagaban a gritos en el patio del palacio. mientras tiraba con ellos del harapo. grave, feroz aullido de júbilo. Gordon sabía que Ivan subiría hasta algún —¿Son esos tus amigos? Son estúpidos. —¡Mira! ¡Los afganos están dispersán- punto panorámico en la cúpula y lo vería Van de cabeza a los colmillos de la muerte. dose en busca de refugio! Baber Khan es por sí mismo, y no le sorprendió, unos ins- —¡Lo sé! —Los nudillos de Gordon un viejo lobo astuto. Puede que Yar Ali tantes después, oír la voz de tralla del co- palidecieron al apretar éste los puños. Khan entrase de cabeza en una ciudad sin saco vociferando órdenes. El martilleo en la —Sé exactamente lo que pasará —dijo saber nada de ella... ¡pero no Baber Khan! pared cesó. Los guerreros salieron co- el kurdo—. Cuando era de la guardia de Era cierto. Baber Khan, receloso rriendo de detrás del escudo móvil. palacio oí a Bagheela contar a sus oficiales como un huesudo viejo lobo, había des- Unos momentos más tarde más hom- su plan de defensa, en caso de que un ene- confiado de la apariencia de aquella calle bres entraban a raudales en la plaza desde migo llegase a atacar la ciudad. de aspecto inocente. Tal vez su cautela se los jardines y el patio, y desde las casas “¿Ves aquel huerto al final de la calle, había visto aguzada a causa del menguar que flanqueaban ésta. Los kurdos de la en el lado este? Cincuenta hombres con del fuego en el otro extremo de la ciudad, torre les dispararon con denuedo e hicie- rifles se esconden allí. Puedes ver por un que había oído al subir por la Escalera. ron algunos blancos, pero éstos fueron momento el brillo de sus cañones entre Quizá sus acerados ojos habían atisbado pasados por alto. Gordon estaba alerta las flores de los melocotoneros. Al otro el resplandor del sol naciente en los caño- por si veía a Ivan pero sabía que el cosaco lado del camino hay un jardín al que llama- nes de los rifles sobre los tejados. En cual- dejaría el palacio por alguna salida no ex- mos el Jardín del Egipcio. Allí también hay quier caso sus trescientos guerreros se puesta a los disparos desde la torre. Al cincuenta fusileros emboscados. La casa desplegaron en un largo frente de escara- poco lo entrevió lejos calle abajo, en junto a éste está llena de guerreros, y lo muza, disparando desde detrás de peñas- medio de una reluciente compañía de ára- mismo pasa con las tres primeras casas cos y desde los hoyos naturales que mar- bes con coselete, a la cabeza de los cuales del otro lado de la calle. caban la rocosa llanura.

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mino pero no detuvo la carga. Pasaron «El fuego inesperado fue como sobre la pared del huerto como una ola movida por un tifón contra el implacable un jarro de agua fría sobre las plomo y el mordiente acero, arrollaron a los cincuenta hombres que allí se agazapa- caras de sus hombres, despeján- ban por la fuerza del número, disparándo- les, apuñalándoles o golpeándoles en la cabeza antes de que pudieran siquiera dolos de su ciega ansia de san- huir, y luego, desde detrás de esa misma pared abrieron un furioso fuego sobre el gre, y antes de que ésta pudiera jardín y las casas. En un instante todo el cariz de la bata- convertirse en pánico, Baber lla había cambiado. El camino estaba lleno de hombres muertos, pero con el sacrifi- Khan llamó poderosamente su cio de unos cuarenta guerreros, Baber Khan había escapado de la trampa antes vacilante atención por medio de de que pudiera cerrarse. Los ghilzai estaban bien a cubierto por la un agudo y furioso alarido pared, y los árboles que poblaban el huerto. El plomo llovió dentro de éste desde el jar- dín al otro lado del camino, y desde los te- Un fuego disperso fue devuelto desde más rezagados cuando estos últimos se jados de las casas, pero con escaso efecto. los techos más cercanos, pero no hubo precipitaron entre el huerto y el jardín y Había fuentes en el huerto, y fruta en algu- ningún disparo procedente del jardín ni siguieron corriendo calle arriba. Gordon nos de los árboles. A no ser que fueran he- del huerto, y el tiroteo desde los tejados cerró los puños hasta que las uñas saca- chos salir por una carga directa, podían era escaso e ineficaz. ron sangre de sus palmas. Los primeros mantener su posición durante días. —¡Mira! afganos ya estaban dejando atrás el otro Por otra parte, estaban entre dos fue- Una banda de hombres, en número de extremo del jardín... en unos instantes gos. No podían tomar la ciudad dispa- un centenar o así, apareció en la calle salida caerían en garras de la trampa. rando desde detrás de la pared de un de entre las casas. Se movieron en confuso Pero algo fue mal. Más tarde Gordon huerto, y si abandonaban su refugio, se- orden a lo largo del camino, disparando supo que había sido una cabeza con tur- rían exterminados. No podían cargar con- mientras llegaban. Gordon soltó una re- bante asomada de forma imprudente por tra las casas, ni podían retroceder a través pentina y vehemente maldición, pues adi- encima de la pared del jardín lo que echó de la llanura y descender la Escalera sin vinó el ardid. Los kurdos que estiraron el a perder la trampa de Ivan. Baber Khan, ser seguidos y masacrados mientras se re- cuello por encima de sus hombros agitaron con ojos que no perdían detalle, divisó tiraban. El continuo fuego desde las casas sus turbantes como confirmación. aquella cabeza, y la bala que al instante la reduciría poco a poco su número, hasta —Van a atraer a los afganos para que atravesó hizo que su dueño apretara el ga- que un ataque superara el muro y los carguen. Se retirarán en desorden ense- tillo de su rifle amartillado con una sacu- aplastara como ellos habían aplastado a guida. No hay afgano que pueda resistirse dida en el mismo momento en que moría. los cincuenta fusileros que habían ocu- a perseguir a un enemigo en fuga. Los ghil- Al oír el estallido de su rifle, sus compañe- pado en primer lugar el huerto. zai caerán en la trampa preparada para ros, templados hasta un grado de tensión Y mientras tanto, reflexionó Gordon ellos, después de todo. casi insoportable, hicieron fuego de forma furioso, él se hallaba encerrado allí arriba La punta más próxima del frente de af- mecánica y prácticamente involuntaria. Y en aquella maldita torre, en tanto los ganos estaba a unos pocos cientos de me- los hombres en el huerto al otro lado del hombres que habían venido a rescatarle tros más allá del huerto. Apenas habían de- camino, reaccionando sin pararse a pen- luchaban por sus vidas contra un astuto y jado atrás éste los ismailitas cuando sar, descargaron una desordenada anda- despiadado enemigo. Como un tigre an- recibieron una fulminante andanada de nada sobre la horda que arremetía. Y por duvo de un lado a otro, sus ojos ardiendo, todo el largo de la irregular línea, y sus des- supuesto, en eso, los de los tejados de sus manos temblando del deseo de estar iguales filas flaquearon cuando una docena más adelante empezaron a disparar de aferrando una culata de revólver o una de hombres cayó. Resistieron lo suficiente forma espontánea sin haber recibido órde- empuñadura de espada. Azizun estaba para disparar una descarga en respuesta, y nes. Cuando una trampa que depende de arrodillada junto a la pared, observándole entonces empezaron a retroceder. Los apretar el gatillo en el momento preciso con los ojos muy abiertos, y los kurdos cuerpos que salpicaban la llanura demos- salta de forma prematura, el resultado es guardaban silencio. traban que los ismailitas estaban dispuestos siempre desmoralización y confusión. El rociar de las balas contra el exterior a pagar un alto precio por su victoria final. Una veintena de afganos mordió el de la torre lo enloquecía. No estaban dis- El lobuno alarido de los afganos llegó polvo con la primera descarga, pero parando a nada que pudieran ver; simple- claramente hasta el grupo de la torre Baber Khan se dio cuenta de inmediato de mente estaban advirtiéndole que se man- cuando los Asesinos rompieron filas y hu- la celada y vio y tomó la única salida. El tuviera a cubierto; que siguiera encerrado yeron hacia la protección de las casas. Tal fuego inesperado fue como un jarro de hasta que Ivan Konaszevski pudiera exter- como el kurdo había pronosticado y Gor- agua fría sobre las caras de sus hombres, minar a sus amigos y volver para destruirle don había temido, los ghilzai se pusieron despejándolos de su ciega ansia de sangre, a placer. Una roja niebla flotó ante los ojos en pie de un salto y cargaron tras ellos, y antes de que ésta pudiera convertirse de Gordon, haciendo que todo pareciese disparando mientras corrían y aullando en pánico, Baber Khan llamó poderosa- sumirse en un piélago de sangre. como demonios locos de sangre. mente su vacilante atención por medio de Apenas se dio cuenta cuando uno de Confluyeron desde ambos lados en el un agudo y furioso alarido, y girándose, los kurdos bajó a la cámara inferior; pero camino, y allí, aunque Baber Khan fue in- los llevó directos a la pared del huerto. fue consciente del regreso de éste, pues capaz de reprimir su impetuosa acome- Estaban acostumbrados, desde la cuna, a subió los escalones de tres en tres, llame- tida, consiguió al menos a fuerza de golpes seguirle ciegamente a donde les condu- ándole los ojos. y maldiciones que formaran un cuerpo jera. Lo siguieron entonces, con las balas —¡Effendi! ¡Ven y mira! He arrancado más compacto a medida que aparecían en destrozando sus filas desde todos lados. la alfombra del suelo de la cámara de ahí tropel en el extremo de la calle. Una descarga que llameó a lo largo de abajo en busca de botín, que a menudo se Los más ligeros de los afganos estaban la pared de lleno en sus caras dejó una esconde bajo los suelos, y he encontrado a menos de cien metros de los ismailitas línea de cuerpos desplomados en el ca- una argolla de bronce encajada en una ra-

98 Weird Tales de Lhork La muerte de la triple hoja nura. ¡Al tirar de ella se ha abierto una Utilizó el término afgano de forma in- —¡Sahib! trampilla en el suelo, y hay unos escalones consciente, pero los kurdos comprendie- —¡Lal Singh! de piedra que llevan abajo! ron; ellos también tenían su código de Los kurdos detrás de Gordon se que- Gordon salió de su laberinto de impo- honor. daron mirando furiosos al ver al enorme tente rabia como una pantera despertán- —Os cuento esto ahora, de forma y barbudo sij estrechar los brazos en dose, y se precipitó escalera abajo tras el que si caigo antes de que lleguemos al torno de su effendi en un abrazo de albo- guerrero. Un instante después se aga- túnel donde está Yusuf, el resto de vos- rozado alivio. Detrás de Lal Singh Yusuf chaba sobre la trampilla abierta, encen- otros sepa qué hacer. ¡Hacia Khor! Y ibn Suleiman con su vistoso atuendo diendo una de las cerillas que había ha- ahora vamos. árabe sonreía como un barbado demo- llado en la cámara superior. Los escalones Entraron en el túnel, iluminando el ca- nio de la montaña, y cincuenta fieras figu- bajaban por espacio de unos metros al in- mino con improvisadas antorchas. Estaba ras con rifles y tulware abarrotaban la cá- terior de un angosto túnel. Gordon se adornado para tratarse de un pasadizo, mara. arrodilló pensativo mientras el fósforo con frisos de mármol, arcos y baldosas. —Temí que estuvieses muerto —dijo parpadeaba y se apagaba. Corría derecho cierta distancia, hasta que Gordon con voz ligeramente trémula. —Este túnel lleva hacia el palacio —dijo Gordon supo que estaban muy por de- —Merezco estarlo, porque fracasé en al poco—. Si Ivan lo conociese habría hecho bajo del palacio. Se estaba preguntando si mi misión —dijo el sij en tono arrepen- ir a sus hombres por él para atacarnos. Oth- se comunicaba con las mazmorras cuando tido—. Debería haber llegado a la Gar- man debe haberlo usado para pasar en se- llegaron a un angosto tramo de escalones ganta de los Reyes antes que los ghilzai. creto del palacio a la torre y viceversa. Sin que llevaba arriba hasta una puerta de Sahib, al pie occidental de los riscos que duda tendría secretos que ocultaría incluso bronce. Su atenta escucha no reveló so- rodean esta meseta, me encontré con un a Ivan. Es probable que sólo él y sus esclavos nido alguno del otro lado de ésta, y Gor- antiguo firme: la vieja ruta de caravanas negros supiesen de este túnel; lo que signi- don la empujó abriéndola con cuidado, el que antaño discurría a través de este país fica que ningún hombre vivo salvo nosotros rifle listo. Se introdujeron en una cámara desde Persia a la India. Gira al norte a lo conoce su existencia. vacía, cuya puerta secreta constituía un largo del pie de los riscos y se adentra en —No sabemos a qué parte del palacio panel de la pared. Cuando Gordon lo em- la Garganta de los Reyes kilómetro y conduce —le recordó el kurdo. pujó cerrándolo detrás de ellos se oyó el medio más o menos al oeste de la hendi- —No. Pero vale la pena correr el chasquido de un resorte oculto. Su huida dura donde mataste al mongol. riesgo. Haz venir a los otros. estaba cortada en aquella dirección. “Era muy fácil una vez di con la ruta... Cuando los tres kurdos bajaron en Atravesaron la cámara a hurtadillas y pero mientras descendía hacia ella resbalé grupo con la chica, envolviéndose con su se asomaron a través de las cortinas de la y caí y me golpeé la cabeza contra una improvisado vestido de seda, les dijo en puerta al oscuro corredor del otro lado. roca. Debo haber yacido inconsciente du- pocas palabras: Ningún sonido rompió el silencio del pa- rante horas. Cuando recobré la concien- —Apuesto a que este túnel nos lle- lacio excepto el brusco restallar de los ri- cia y seguí adelante, y llegué a la Garganta vará dentro de alguna parte del palacio fles a cierta distancia. Se trataba de los de los Reyes, ya había amanecido, y los que no esté llena de Asesinos. No puede hombres en la parte delantera del edificio ghilzai, que casi habían reventado sus ca- haber muchos hombres en palacio, y se disparando a la torre. Gordon esbozó una ballos cabalgando toda la noche, ya habían encuentran en la parte frontal del edificio, sonrisa al pensar que mientras los fusile- pasado a través de la hendidura. Me topé a juzgar por el sonido de los disparos. De ros estaban tan ocupados, los hombres a con sus caballos que habían dejado en la todas formas, es mejor arriesgarse que quienes creían atrapados con toda seguri- garganta, con algunos muchachos para vi- esperar aquí a ser despedazados. dad estaban invadiendo el palacio detrás gilarlos. Me contaron que Yar Ali Khan “Si entramos vivos en el palacio, nos di- de ellos. había usado tu cuerda para subir al sa- rigiremos al túnel donde se oculta Yusuf —¿Sabes exactamente dónde estamos liente que oculta la boca de la grieta, y ibn Suleiman. Es inútil que espere allí ahora, ahora, Azizun? había atravesado la puerta disparando al pero por supuesto probablemente no lo —Sí, sahib. hombre que la guardaba antes de que éste sabe. Si llegamos allí voy a enviaros con la —Entonces condúcenos hasta el supiese que el afridi estaba cerca. Los se- chica fuera a través de los barrancos. cuarto que da a la escalera secreta. No cretos de esos Asesinos han estado a Y de forma sucinta les contó cómo lle- hace falta que diga a nadie que vaya en si- salvo tanto tiempo que los muy estúpidos gar a la cueva y al agujero en el acantilado. lencio. se han vuelto descuidados. Ni siquiera tu —¡No queremos dejarte, effendi! —No creo que nos descubran. Los entrada en la ciudad los puso en guardia. El cansancio y las heridas estaban de- esclavos varones estarán en el otro ex- Nunca imaginaron que habría hombres jándose notar en los kurdos por fin; sus tremo de la ciudad, observando la lucha. que te seguirían. barbudas caras se veían macilentas y oje- Las mujeres, esclavas y huríes, se escon- “Bien, justo cuando me disponía a se- rosas, pero hablaban con sinceridad. derán llenas de miedo en las estancias su- guir a los ghilzai a través de la hendidura, —Obedeceréis mis órdenes, como ju- periores... puede que encerradas dentro oí disparos desde un punto que sabía era rasteis hacer, y lo mismo hará Azizun — por sus amos —contestó Azizun, lleván- la cima de los acantilados. Supe que ya es- dijo cuando la chica dio muestras de rebe- doles con rapidez a lo largo del sinuoso taban sobre la meseta, pues el tiroteo se larse—. Conocéis el camino hasta Khor. corredor. iba alejando. Mientras dudaba, sin saber Id allí, y usad la misma contraseña que le Al parecer su suposición era correcta, que hacer, y maldiciéndome a mí mismo dije a Yusuf. No tengáis miedo al atrave- pues llegaron a la puerta de la cámara que por mi fracaso en alcanzarlos a tiempo, sar los barrancos. El djinn está muerto... y Gordon había ocupado el día anterior sin estos cincuenta hombres se adentraron nunca fue sino un simio, de todas formas. ver a nadie. Pero en el mismo momento cabalgando en la garganta, siguiendo a los Si llegáis a Khor, poneos en contacto con en que Gordon tendía una mano hacia la ghilzai. Son waziri a los que Baber Khan la familia de Azizun en Delhi. Os pagarán puerta, el corazón les dio un vuelco ante permitió establecer su poblado a unos ki- bien por devolvérsela. el bajo murmullo de voces y las sordas pi- lómetros de Khor; habiéndose enterado —¡Que los perros ensucien su dinero sadas de muchos pies dentro de la estan- de que los ghilzai estaban en guerra, los si- hindú! Tu orden es bastante. Pero, effendi, cia. Era tan inesperado como un disparo guieron para ayudarles en el combate... y ¿qué será de ti? salido de una emboscada. Antes de que en el saqueo. Al no ver ninguna opción —Una vez hayáis entrado sin proble- pudieran retirarse la puerta se abrió de mejor los traje conmigo, tal como habías mas en los barrancos voy a deslizarme golpe, y luego la boca del rifle de Gordon planeado que trajera al grueso de los ghil- fuera del palacio y tratar de alcanzar el se hundió con fuerza en el vientre del zai. Los caballos estaban cansados, pero huerto donde los afganos están acorrala- hombre que la había abierto. aun así nos movimos rápido, pues segui- dos. Vinieron a salvarme. No puedo aban- Por un instante ambos se quedaron in- mos el antiguo firme hasta un punto a donarlos. Es una cuestión de izzat. móviles. menos de un kilómetro del agujero por el

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que me arrastré a través del risco. ¡Y muchas posibilidades de no ser vistos por mente ante la idea de depender de inge- ahora esperamos tus órdenes! nadie en las casas. Creo que podemos nios menos agudos que el suyo para ex- —¡Shabash! —Exclamó Gordon—. salir detrás del Jardín del Egipcio sin ser cluir al americano de la lucha. Temía que Hay trabajo de hombres para todos nos- descubiertos; los Asesinos estarán todos si el combate se alargaba hasta el anoche- otros. mirando hacia el otro lado. No sé cuántos cer, los afganos pudiesen salir amparados —¿Qué ha ocurrido, sahib? —pre- hombres hay en el Jardín del Egipcio, pero por la oscuridad y lograsen entrar en las guntó ansioso el sij, mientras los feroces un ataque por sorpresa desde la retaguar- casas adyacentes, de donde sería poco waziri, que le habían seguido simplemente dia debería despejarlo. Ahora vamos… a menos que imposible desalojarlos. Temía porque sabían que era compañero de El través de esta celosía rota y por encima el efecto desmoralizador de una batalla Borak, se apiñaban alrededor expectan- de esa pared. Nadie está mirando hacia prolongada sobre sus hombres, a quienes tes—. Oímos disparos todo el camino, este lado del palacio. ya estaba abasteciendo de hashish y pero por supuesto no pudimos ver nada. Hombre tras hombre se descolgaron whisky para espolear su celo. Y este kurdo, que nos abrió la puerta, no desde el balcón, corrieron tras él cru- Así que aunque habría preferido sabe más que nosotros. zando el jardín y se deslizaron sobre la aguardar hasta que el ejército afgano hu- —Los ghilzai ocupan el huerto en el pared desde la cual había ido a caer den- biese sido diezmado a lo largo de horas otro extremo de la ciudad —respondió tro del barranco. Se vieron sobre el re- de disparos por sus tiradores ocultos, de- Gordon—. Más tarde os hablaré de la ba- salte de roca desnuda que discurría junto cidió concluir la contienda en un arranque talla; ahora hay trabajo que hacer de prisa al muro del palacio en aquel punto; pero de sangre y gloria. La toma del huerto por —Volviéndose hacia los tres kurdos, unos instantes más tarde lo habían rode- parte de los ghilzai había demostrado que dijo—. Vosotros tres haced lo que os he ado y se precipitaban a través del espacio una pequeña fuerza no podía guardar el mandado. Lal Singh, diles dónde dejaste que lo separaba del primero de los jardi- muro relativamente bajo contra una carga los caballos de los waziri —Hecho esto, nes de la ciudad. decidida en mayor número. Gordon añadió—. Cabalgad hasta Khor y El constante tiroteo en el otro ex- Dejando un par de docenas de tirado- esperadnos. Si la batalla nos es desfavora- tremo de la calle indicaba que la lucha es- res sobre los tejados para mantener a los ble, os ordeno que os ocupéis de que Azi- taba siendo encarnizada. Cientos de rifles hombres del huerto ocupados, Konas- zun llegue sana y salva a casa. ladrando juntos armaban un ensordece- zevski sacó a la mayoría de sus seguidores Hicieron una zalema en silencio; la dor estrépito y Gordon hizo una mueca al de las casas, y los reunió, hasta un total de chica se hubiera colgado de él y sollozado, pensar en la tormenta de plomo que cuatrocientos, en el espacio entre la ter- pero no había tiempo, ni siquiera para lá- debía estar barriendo el huerto. Los de- cera y cuarta casas en el lado este de la grimas de mujer. A su señal los kurdos la fensores pagarían con mucha sangre, pese calle donde no podían ser vistos por los alzaron en vilo con desmañada amabilidad, a la habilidad de los ghilzai para aprove- sitiados afganos. Destacó a un grupo de y cargaron con ella mientras sollozaba a char cualquier pequeño refugio. Pero al un centenar de hombres para que se des- través del panel secreto. menos el estruendo cubría su avance. lizasen a través de los jardines que se ex- —Y ahora salgamos de este palacio — Con toda aquella barahúnda teniendo tendían en el lado este de la ciudad y ata- dijo Gordon—. Vamos a tomar parte en lugar en el extremo norte de la ciudad, lo casen el huerto desde dicho lado en el la lucha, pero a Baber Khan no le servirá más probable era que nadie estuviese ob- momento más favorable, mientras él lle- de nada que nos quedemos encerrados en servando en dirección opuesta. vaba a trescientos fanáticos enloquecidos aquel huerto con él. Vamos a tratar de lle- Y tal fue el caso, pues nadie dio la por el hachís directamente calle abajo, gar al jardín cruzando el camino desde el alarma mientras la veloz y furtiva banda se contra el ángulo sudoeste de la pared del huerto… ya conoces el plano de la ciu- deslizaba a lo largo del borde oeste de los huerto. dad, Lal Singh. Desde ese punto podemos jardines, encorvándose para mantenerse El cosaco sabía que las casas los pro- tomar las casas del otro lado de la calle, y por debajo del muro tanto como fuese tegerían hasta los treinta metros finales estar en posición para flanquear cualquier posible. de espacio descubierto que separaban la carga que intente bajar por la calle. Al aproximarse al extremo norte de la última de aquel lado del huerto. Ivan sabía ¡Vamos! calle las posibilidades de ser descubiertos que muchos hombres morirían en aquel Gordon se puso en camino a lo largo aumentaron, mas a la vez la atención de espacio abierto, pero creía que sobrevivi- de un corredor por el cual Musa le había sus enemigos en aquella parte de la ciudad rían los suficientes para rebasar la pared a guiado el día anterior al llevarlo ante la se hallaba fijada todavía más en la otra di- pesar del fuego de los defensores. Y los presencia de Ivan Konaszevski. Los cin- rección. Y aunque Gordon y sus seguido- guerreros muertos siempre podían ser cuenta montañeses le siguieron, disonan- res no podían saberlo, los acontecimien- sustituidos; la vida humana era la mercan- tes con sus salvajes rostros y harapientas tos estaban conformando un tifónico cía más barata en las Montañas. Iván es- ropas en aquel marco de ricos tapices y clímax. taba dispuesto a sacrificar tres cuartos de pulimentadas baldosas. su ejército si hacía falta para aplastar a los Atisbaron alrededor con recelo ante CAPÍTULO 10. EL ÁNGULO invasores. el sonido de los rifles en la parte delantera El ensordecedor fragor de una docena del palacio, restallando lejos como un an- SANGRIENTO de largas trompas de bronce en manos de ticlímax. Unos instantes después Gordon los mongoles de Ivan dio la señal para la los condujo al interior del vestíbulo desde carga. Aquel enloquecedor sonido hirió el que había escapado el día antes. La ven- Ivan Konaszevski, que había estado diri- los oídos de Gordon y sus waziri justo tana todavía mostraba los barrotes dobla- giendo la batalla desde el tejado de la ter- cuando se deslizaban, sin ser vistos, sobre dos y tajados, el balcón la astillada celosía. cera casa en el lado este de la calle, ya la desprotegida pared oeste del Jardín del Se detuvo un momento sobre éste, expli- había comprendido que haría falta una Egipcio. Se disponían a alzar sus rifles para cando su plan a Lal Singh y la turba de carga en gran número para recuperar el apuntar a la veintena escasa de Asesinos montañeses que aguzaban el oído para en- huerto. Era presa de dudas e incertidum- que se agazapaban a lo largo de la pared terarse de cada palabra pronunciada por bres. Temía que los afganos estuviesen es- este, disparando al huerto del otro lado El Borak, como si se tratara de joyas de- perando refuerzos, para defender la Esca- del camino, e inconscientes de cualquier jadas caer por un héroe casi mítico. lera contra los cuales tendría que dividir cosa que hubiese detrás de ellos. Aquel —¿Veis cómo los jardines se extien- sus fuerzas. Le obsesionaba el temor de atroz y broncíneo clamor los aturdió pa- den en una densa hilera al oeste de las que Gordon, aunque atrapado en la torre, ralizándolos momentáneamente, y luego casas, separados sólo por muros entre pudiese hallar una forma de burlar a los unos alaridos venidos del mismo infierno ellos? Los árboles crecen espesos. Si ro- hombres que habían sido apostados para siguieron a las trompas, y una masa de en- deamos esos jardines, manteniéndonos mantenerle allí. El cosaco no temía a Gor- loquecidos hombres blandiendo armas pegados a las paredes oeste, tendremos don en persona, pero sudaba profusa- brotó de entre las casas al otro lado del

100 Weird Tales de Lhork La muerte de la triple hoja camino y barrió la calle como un espume- ante torrente. «Y los guerreros muertos siem- Los hombres sobre los tejados y en el jardín corrieron una espesa cortina de fuego a lo largo de la pared del huerto, pre podían ser sustituidos; la desencadenando un infernal ruido al mo- mento. vida humana era la mercancía Fue un instante en el que todo depen- día de una decisión fulminante. Y Gordon más barata en las Montañas. estuvo a la altura de la ocasión, tal como Baber Khan lo había estado antes aquel Iván estaba dispuesto a sacrifi- día. Sus ansiosos pero desconcertados wa- ziri no podían oír las órdenes que gritaba, car tres cuartos de su ejército pero le entendieron cuando se echó el rifle al hombro. En aquel violento huracán si hacía falta para aplastar a los de sonido, la andanada que abatió a los veinte fusileros a lo largo del muro del invasores jardín pasó inadvertida. Aquellos Asesinos murieron mirando en dirección opuesta, sin saber qué les había golpeado. Unos se- gundos más tarde sus verdugos se arrodi- llaban entre sus cuerpos, mirando por en- dos en plenos y rugientes rostros. Los tul- paso al crujir de las culatas de rifle usadas cima de la pared en su lugar. Los hombres ware asestaban estocadas y tajos arriba y como garrotes y al desgarrar de cortantes que seguían en los tejados, disparando lo- abajo. Los hombres eran arrastrados hojas. Para entonces no había mucha dife- camente sobre las cabezas de sus camara- desde la pared al camino, y aquellos que rencia en cuanto a número en las hordas das a la carga, nunca supieron lo que había trepaban sobre ésta desde el exterior rivales, pues las bajas de los batini habían tenido lugar en el Jardín del Egipcio. caían o eran hechos caer dentro del sido espantosas. El desenlace pendía de un Los waziri aún no habían alcanzado la huerto. Los ismailitas, pisoteando a sus hilo y ningún hombre sabía cómo estaba pared oeste cuando la espumajeante muertos y moribundos, se agruparon en yendo la batalla en sí. Cada uno estaba de- horda dejó atrás a la carrera la última casa una tensa masa lanzándose contra la masiado ocupado con sus propios proble- y se precipitó hacia el huerto. Una terrible pared, los de delante siendo aplastados mas para conservar el pellejo intacto y andanada los recibió; a lo largo de toda la por la presión de los de detrás. Cayeron matar al que tenía al lado como para ser pared brotaban estallidos de llama y el en tropel sobre la barrera luchando como capaz de darse cuenta de lo que estaba humo se enrollaba hacia lo alto en una furias, y tan pronto como eran abatidos pasando alrededor de él. nube. Toda la primera línea cayó. En un otros ocupaban su lugar salidos de la au- Incluso Gordon, cuyo cerebro por lo instante, el camino estuvo cubierto de llante horda. general funcionaba con claridad cristalina muertos. Ivan había contado con el ím- Los waziri en el jardín dispararon una en el furor más encarnizado de la batalla, petu de aquella carga de cabeza para cru- y otra vez, y sus balas destrozaron el no podía hacerse ninguna idea clara sobre zar el espacio abierto, pero incluso sus fa- flanco trasero de la turba, segando una es- aquel combate... el más salvaje de toda la náticos flaquearon contra aquella pantosa cosecha. Pero la frenética horda miríada de olvidadas batallas sin nombre lacerante ráfaga. Se tambalearon y vacila- era como un hombre tan ciegamente de- luchadas en el misterio de las Montañas ron. cidido a matar al enemigo ante él que no para decidir el destino de imperios. Pero en aquel momento el centenar es consciente de que un cuchillo está cla- No malgastó su aliento tratando de de ismailitas que habían rodeado los jardi- vándose una y otra vez en su espalda. imponer orden al caos. Astucia y estrate- nes llegaron a la pared este del huerto y Los cien ismailitas en el huerto llega- gia habían caído por la borda; la contienda la encontraron desguarnecida, puesto que ron lanzándose a través de los árboles se decidiría por el puro número y la fero- los ghilzai se habían visto obligados a con- para caer sobre la retaguardia de los ghil- cidad individual. Cercado por aullantes lu- centrar sus fuerzas en el ángulo sudoeste zai con cuchillos y culatas de rifle. Los wa- náticos, sin nadie que oyera sus órdenes para hacer frente a la carga. Ivan había ziri de Gordon, fuera de sí, saltaron la en caso de darlas, y sin aliento para pro- contado con aquello, asimismo; pero pared del jardín y se arrojaron sobre las ferirlas en cualquier caso, no había nada había pasado por alto la espesura de los espaldas de la horda ante el huerto, apo- que hacer salvo partir tantas cabezas árboles a través de los que los cien gue- rreando y acuchillando. Y los fusileros como pudiera y dejar que los dioses de la rreros tendrían que hacer fuego. Así que sobre los tejados abandonaron sus pues- fortuna decidieran el resultado final. su andanada hacia las espaldas de los hom- tos para precipitarse sobre el camino y Gordon recordó haber disparado su bres a lo largo de la pared sudoeste, aun- añadir su furia al frenesí general. último tiro a quemarropa contra un sal- que sangrienta, no fue tan devastadora Fue en ese momento cuando la pared vaje rostro. Luego blandió su rifle y gol- como había esperado que fuese. cedió bajo el impacto de toneladas de peó y golpeó y golpeó hasta que el mundo No obstante sorprendió a los ghilzai, y tensa carne humana arrojada con violen- se volvió extraño, rojo y nebuloso y casi en aquel momento, mientras su fuego va- cia contra ella, y las rojas mareas que ha- perdió incluso su individualidad en el tu- cilaba, los enloquecidos ismailitas en el ca- bían estado espumeando contra la barrera multo que le rodeaba. mino lanzaron un rugido que reventó los a cada lado fluyeron en una sola mezclán- Supo (sin ser consciente de que lo mismos tímpanos de la batalla, y subieron dose en un terrible mar. sabía) que Lal Singh luchaba a un lado de sobre la barrera como una irresistible ole- Tras aquello no hubo nada que se pa- él y Yusuf ibn Suleiman al otro; y detrás ada. Fue en aquel instante cuando Gordon reciera a una orden o plan, ninguna posi- de ellos, todos los waziri que quedaban se y sus waziri abrieron fuego desde detrás bilidad de obedecerlas y ningún tiempo pegaban tenazmente a sus talones, blan- de ellos. Una línea entera de hombres para darlas. Fue todo ciega, jadeante, su- diendo goteantes tulware. cayó, alcanzados en la espalda, pero la dorosa carnicería, cuerpo a cuerpo, san- Y entonces, de pronto, como una nie- acometida no fue frenada en lo más mí- gre salpicando las flores y afanosos pies bla que se aclara cuando el viento la ataca, nimo. Como una rugiente ola los Asesi- pisoteando el césped hasta hacerlo peda- la batalla comenzó a aclararse, las enma- nos golpearon contra el muro y trabaron zos. Entremezclada de forma inextricable, rañadas masas dividiéndose y deshacién- un encarnizado combate con los defenso- la palpitante masa de combatientes hervía dose en grupos e individuos. Gordon res. Los rifles que asomaban sobre la y se arremolinaba por todo el huerto e in- supo que uno u otro bando estaba ce- pared desde ambos lados fueron dispara- undaba el camino. El tiroteo cesó, dando diendo, volviendo sus hombres las espal-

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La primera sensación de Gordon al «Y entonces Gordon vio a Iván recobrar la consciencia fue una ausencia de sensación... una insensibilidad que lo Konaszevski. El cosaco estaba mantuvo inerme. Parecía yacer en una suave oscuridad. Luego oyó voces, un desnudo hasta la cintura, sus murmullo incoherente al principio, que se hizo más claro a medida que volvía la vida a él. Comenzó a distinguir las voces, y a nudosos músculos temblando y reconocerlas. Una era la de Yar Ali Khan, y se sorprendió al darse cuenta de que el contrayéndose al relampa- gigante estaba sollozando... gimoteando clamorosamente y sin vergüenza. gueante ritmo del sable en su —¡Aie! ¡Ahai! ¡Ohee! ¡Está muerto! ¡Sus sesos salen por ese agujero en su ca- mano. Sus oscuros ojos ardían y beza! ¡Oh, hermano mío! ¡Oh, príncipe de asesinos! ¡Oh, rey entre los hombres! sus finos labios mostraban una ¡Oh, El Borak! ¡Muerto, por una chusma de harapientos bastardos de las monta- temeraria sonrisa ñas! ¡Él cuya uña del meñique valía más que todos los ladrones de caballos ghilzai del Himalaya! das a la matanza. Eran los batini los que loso pecho de Gordon, deslizándose en —¡No está muerto, Alá te maldiga! ¿Y desfallecían, empezando a extinguirse la minúsculos arroyos por sus nudosos bra- qué culpa tienen los ghilzai? ¡Mis guerre- locura inspirada por el hachís que habían zos morenos. La culata del rifle que blan- ros yacen muertos a docenas! —Aquél tomado. Sin la droga su furia era menos día estaba manchada de sangre y sesos. era Baber Khan. absoluta que la desesperación de los mon- —¡Ven y muere, El Borak! —rió Ivan, —¡Ohai! Ojalá hubieran muerto tañeses que sabían que debían vencer para y Gordon se agachó para cargar, balance- todos, y tú con ellos, sí, y yo también, si sobrevivir. Además, los ismailitas eran una ando la culata del rifle por encima de la así El Borak hubiese salvado la vida. turba mestiza, carente de la unidad racial cabeza. —¡Ah, deja de mugir como un buey y de los afganos. —¡No, sahib, ten esto! —Y Lal Singh pásame esa venda! —Aquél era Lal Pero el final no llegó de inmediato. le embutió en la mano la empuñadura de Singh—. Te digo que su herida no es mor- Los filos de la batalla se separaron desmo- su goteante sable. El Borak se irguió, sa- tal. La bala sólo le pasó rozando el cráneo, ronándose, pero en mitad del huerto el cudió la cabeza para despejarla, y se aba- dejándole sin sentido, maldito sea el batini combate más porfiado de la jornada re- lanzó como haría un cosaco, en un furi- cobarde que la disparó. molineaba y giraba en torno a un espeso bundo torbellino de acción. Ivan saltó —Partiré la cabeza de ese perro —llo- grupo de árboles donde los más feroces para recibirle, y lucharon como luchan los riqueó Yar Ali khan—. Pero eso no puede luchadores de Shalizahr oponían resisten- cosacos, atacando ambos de forma simul- devolverle la vida a nuestro sahib. Aquí cia con la espalda contra los árboles. tánea, lloviendo golpe sobre golpe dema- está la venda. Los sij no tienen corazón. Gordon condujo a sus hombres hacia siado rápido para que el ojo los siguiera. Son una raza sin compasión. ¡Tu amigo y allí, abriéndose paso a tajos por las aisla- El tiempo podría haber retrocedido tres- hermano yace ahí muriendo, y no viertes das líneas de combates individuales. Vio cientos años hasta un duelo entre espada- ni una lágrima! ¡No, te burlas de mí por un resplandor de coseletes dorados en chines zaporogos en las orillas del Dnie- mi dolor! ¡Por Alá, si la pena no me em- medio de una oleada de zamarras de piel per. bargara, te daría algo de lo que llorar! de carnero, y Yusuf ibn Suleiman gruñó ¡Y en un círculo alrededor de ellos los Al ir recobrando los sentidos Gordon algo, y se alejó de su lado de un salto, jadeantes guerreros empapados en sangre fue entonces consciente de un latido en hacia un casco de plumas que se agitaba olvidaron su propia labor de carnicería su cabeza, que era aliviado un poco bajo por encima de los turbantes. para quedarse mirando a los dos guerre- el cuidado de fuertes, amables y hábiles Y entonces Gordon vio a Iván Konas- ros occidentales decidiendo el destino de dedos que le aplicaban algo húmedo y zevski. El cosaco estaba desnudo hasta la Oriente entre ellos! frío. La oscuridad abandonó su cerebro y cintura, sus nudosos músculos temblando —¡Aie! —gritaron cien gargantas sus ojos, y alzó la vista hacia los expectan- y contrayéndose al relampagueante ritmo cuando Gordon dio un traspiés, per- tes rostros de sus amigos. del sable en su mano. Sus oscuros ojos ar- diendo el contacto con la hoja del cosaco. —¡Sahib! —Gritó Lal Singh lleno de dían y sus finos labios mostraban una te- Iván soltó un penetrante alarido, alzó alegría—. ¡Mira, Baber Khan, abre los meraria sonrisa. Tres ghilzai muertos ya- con rapidez su espada... y sintió el sable ojos! ¡Ali, si no te cegaran esas estúpidas cían a sus pies y su sable mantenía a raya a de Gordon en su corazón antes de darse lágrimas, verías que El Borak vive, y está media docena de hojas a la vez. A diestra cuenta de que el americano le había enga- consciente! y siniestra de él árabes con coselete y re- ñado. Cayó pesadamente, arrancando la —¡Sahib! —aulló el enorme y velludo chonchos mongoles vestidos con cuero la- empuñadura de la mano de Gordon. Es- asesino, y acto seguido se puso a llorar de queado golpeaban luchando pecho contra taba muerto antes de golpear el suelo, sus alegría. pecho con salvajes espadachines ghilzai. Y finos labios retorcidos en una sonrisa de Gordon alzó su vendada cabeza, y dentro de aquella carnicería los waziri de amarga burla de sí mismo. apretó los dientes cuando el movimiento Gordon se lanzaron aullando como lobos. Gordon estaba inclinándose para re- hizo que le empezara a latir atrozmente Gordon pudo ver a Yar Ali Khan por cuperar su espada cuando volvió a oírse el de nuevo. Estaba tendido en una esquina primera vez, asomando por encima de la estallido de un disparo entre los árboles, de la pared del huerto, y un melocoto- turba mientras saciaba su furia asesina con se inclinó más aún como para arrodillarse nero inclinaba sus ramas sobre él, verdes anonadantes estocadas. Y distinguió a junto al muerto... y cayó de pronto sobre hojas contra el azul cielo, y las flores llo- Baber Khan... tambaleándose fuera de la el cuerpo, rezumando sangre de su ca- vían pétalos sobre él en una suave lluvia al refriega, cubierto de sangre. Gordon co- beza. No oyó el enloquecido alarido que soplar la brisa. Pero el aire hedía a sangre menzó a abrirse paso a golpes hasta Ko- se elevó hasta el calinoso cielo azul, ni recién derramada; había sangre sobre la naszevski. presenció la impetuosa acometida de los hierba, y un hombre muerto yacía boca Iván rió, con un salvaje brillo en sus afganos soltando espumarajos cuando pa- abajo a unos metros de distancia. oscuros ojos, al ver al americano viniendo saron junto a él como un huracán y se El huerto estaba extrañamente silen- hacia él. La sangre corría por el muscu- arrojaron a las gargantas de sus enemigos. cioso tras el estrépito de la batalla, pero

102 Weird Tales de Lhork La muerte de la triple hoja creyó oír a hombres chillando en alguna mad ibn Ahmed yace allá entre los cuer- han muerto como desea morir un ghilzai. parte a lo lejos. No podía estar seguro, a pos de sus perros con coselete. Nunca Y habrá botín para los vivos, y las mujeres causa del retumbar dentro de su cabeza. volverá a insultar a un kurdo de las mon- de los muertos. —¿Qué ha pasado? —musitó—. ¿Está tañas. ¿He cumplido mi palabra, El Borak? —No tengas tanta prisa en saquear. muerto Iván? —La has cumplido. ¿Pero por qué me Tendremos que entregar la ciudad a los —Todo lo muerto que puede estar un haces esa pregunta? Siempre supe que la magistrados del Emir, pero creo que hombre con un sable atravesándole el co- cumplirías. puedo persuadirlos para que te nombren razón, sahib —contestó Lal Singh—. El Yusuf soltó un profundo suspiro y se gobernador de la misma. Con esos ladro- mismo diablo habría mordido el anzuelo sentó cruzando las piernas bajo el árbol, nes ismailitas reemplazados por ciudada- que le lanzaste al cosaco. A mí mismo se con la espada rota sobre sus rodillas. nos decentes venidos de otras partes del me salió el corazón por la boca cuando Un débil gemido comenzó a ponerse reino, se convertirá en una ciudad de la pareciste tropezar. Un batini oculto entre de manifiesto sobre el huerto: los heridos que cualquier rey estaría orgulloso. El los árboles te disparó un instante después. suplicando agua. Gordon asió el hombro Emir querrá recompensarme por mi par- Pero el valor había abandonado a los Ase- de Lal Singh y se levantó con dificultad. ticipación en este asunto. Le pediré que te sinos, y nuestros afganos se volvieron —Baber Khan, tenemos que meter a ponga al mando de la ciudad. Gobernador locos de atar al verte caer. Se abalanzaron los heridos en las casas y hacer lo que po- de Shalizahr... ¿qué tal suena eso, Baber sobre los ismailitas con una furia que no damos por ellos. Las mujeres pueden ayu- Khan? podía ser contenida, y esos hijos de pe- dar. Puedo sostenerme solo, Lal Singh, y —Tu generosidad me avergüenza — rros cedieron y escaparon en todas direc- en unos minutos seré capaz de andar sin dijo el jefe afgano, tirando de su barba ciones... los que vivieron para escapar. ayuda. Tú y Yusuf id a la acequia más cer- profundamente emocionado—. ¿Pero qué Aun ahora los ghilzai los acosan a lo largo cana y traed agua. harás tú, El Borak? Te has asegurado del de toda la calle. ¡Escucha! Cuando los hombres partieron, Gor- porvenir de todos excepto tú mismo. Gordon se quedó mirando a Baber don se sostuvo agarrándose a una rama —Bien, ahora mismo voy a llevar agua Khan. de melocotonero; todavía no se había re- a esos pobres diablos de ahí fuera, y a lim- —Temí que te hubiesen matado. cuperado por completo de la paralizante piar sus heridas lo mejor que pueda. Veo El jefe sonrió con una mueca. Su barba conmoción de aquella herida de bala. To- que Lal Singh y Yusuf vienen con agua, y tenía coágulos de sangre de un corte en el davía sentía las piernas entumecidas. vuelvo a sentir las piernas. cuello, y su pierna quedó extendida de —He estado pensando mientras me —Mis hombres están regresando al forma rígida delante de él cuando se sentó sentaba aquí soportando una pierna rota, interior del huerto. Déjales hacerlo a apoyándose contra la pared. El Borak —dijo Baber Khan—. Esta ciu- ellos. Estás cansado y herido; ¡has estado —Una bala en el muslo. No es nada. dad es más fácil de defender que Khor; luchando todo el día, y toda la noche pa- Temíamos que estuvieses muerto. con guerreros ghilzai guardando la hen- sada! —¡Ja! —Yar Ali Khan se atusó la barba didura que da al exterior y la Escalera, ni —Puedo ayudar. Estoy bien. Unas y clavó una desdeñosa mirada de despre- siquiera la artillería del Emir podrían horas de sueño esta noche y seré un cio en sus amigos—. ¡Viejas! ¡Sahib, debe- tomar Shalizahr. Mandaré a buscar a mu- hombre nuevo. El alba debe encontrarme rías haberles oído gritando encima de ti! jeres y niños y ocuparemos esta meseta. de camino. ¡Wallah! ¿Acaso no os mandé que dejarais ¡Quédate con nosotros, El Borak, y go- — ¿Adónde, en el nombre de Alá? — de lloriquear como mujeres? ¿No os dije bierna a mi lado! ¡Levantaremos un reino exclamó Baber Khan. que la cabeza de El Borak era demasiado aquí! —Primero a Khor, a buscar a Azizun. dura para que una bala la abriera? ¿Dónde —¿Te ha afectado la locura que ha Luego a Kabul a contar al Emir lo que ha están vuestros modales? ¡Puede que el conducido a la matanza de cientos este ocurrido, y a obtener tu perdón y tu sahib tenga órdenes! día? —Contestó Gordon—. Fíjate a qué cargo de gobernador de Shalizahr. Gordon se esforzó por alzarse hasta destino funesto ha llevado semejante am- — ¿Volverás a Shalizahr con eso? quedar sentado y clavó la mirada en el bición a los soberanos de Shalizahr. Ellos —Mandaré de vuelta a Lal Singh con la huerto. Lo que allí vio hizo estremecer in- también tramaban un reino entre estas escolta del Emir. Tengo asuntos en la cluso sus nervios de hierro. Era un jardín montañas. India. de cadáveres. Los muertos yacían como —¡Pero el Emir me ha condenado de —¡Allaho akbar! ¿No hay descanso ni hojas caídas en montones azotados por el todas formas! calma para ti? Eres como un halcón va- viento cual túmulos y desordenadas hile- —¡No necesitas temer su enojo gando siempre delante del viento. ¿Qué ras. En el sangriento ángulo y en el camino ahora! Todo hombre que le haya librado harás en la India? de fuera los cuerpos estaban apilados de del temor a la Daga de la Triple Hoja —Tengo que llevar a Azizun a Delhi. tres en tres, entre las ruinas de la pared. puede estar seguro del perdón de Emir, Y tengo una cuenta pendiente en Pesha- —¡Dios! —Por un momento Gordon sin importar sus pasadas ofensas. war con un rechoncho canalla llamado se quedó sin habla, dándole un vuelco el ¡Apuesto mi cabeza! ¿Por qué crees que Ditta Ram. Hace tres años asesinó a un corazón—. Baber Khan, envía a alguien a te llamé para ayudarme a tomar esta ciu- amigo mío. Nunca pude probarlo, y otro por tus guerreros. Ali irá. Ordénales que dad? ¿Sólo por mi propio interés? Me co- amigo, un oficial inglés, me rogó en consi- detengan la matanza. Han muerto bastan- noces muy bien. Sabía que si acabábamos deración a él que no me tomase la justicia tes hombres. Ordénales que perdonen a con este nido de cobras juntos, ello te por mi mano. He estado esperando tres todos los que depongan sus armas y se conseguiría el perdón del Emir. años a que ese perro cometiera un error, rindan. Y otra cosa: hay muchas mujeres Baber Khan suspiró con fuerza. y ahora lo ha cometido, y puedo demos- cautivas en Shalizahr que no han de ser —La espada ha sido alzada de mi cue- trarlo. Se ha puesto él mismo fuera de la lastimadas. Pretendo devolverlas a sus llo por tus palabras, El Borak. No tengo protección de la ley, y voy a ajustar esa casas. ningún aprecio por la vida de un pros- vieja cuenta. Yar Ali Khan se alejó dándose aires de crito, pero me vi cogido en una telaraña —¡Alá! —Se maravilló Baber Khan—. importancia para comunicar las órdenes, de mentiras. ¡Y dicen que nosotros los afganos somos justo cuando otro hombre se aproximaba. —Hemos roto esa telaraña. Pero a un una raza implacable! Yusuf ibn Suleiman venía hacia Gordon, amargo precio. Ojalá pudiese haberse lo- Todavía estaba moviendo la cabeza empuñando una cimitarra rota. Hablaba grado a cambio de menos hombres va- con asombro cuando Gordon se alejó co- con dificultad puesto que una cuchillada le lientes. jeando, tendiendo una mano hacia los ja- atravesaba la boca y la borboteante san- —Todos habrían muerto, y yo con rros de agua que Lal Singh y Yusuf ibn Su- gre lo ahogaba. ellos, si el Emir hubiese ido contra nos- leiman traían cruzando el huerto. —Effendi, mi espada se quebró con el otros, como planeaba —dijo gruñendo último golpe, pero fue suficiente. Muham- Baber Khan—. Aquellos que han muerto, FIN

Weird Tales de Lhork 103 Salvador Sainz SEXO Y CINE Salvador Sainz

(Capítulos extractados del ensayo Sexo, Amor y Cine del mismo autor)

EL SEXO DEL DIABLO

n cine, tanto Lucifer como el culto a Satanás han tenido siempre un as- pecto folclórico. Las apariciones del Infierno siempre suelen ser un tanto Egrotescas, carnavalescas y divertidas. El duodécimo film del mago Geor- ges Méliès, Un diablillo (Un bon petit diable, 1896), nos mostró un súcubo (dia- blo femenino, que se distingue de íncubo, diablo masculino) interpretado por Georgette Méliès, hija del realizador. En su debut en la pantalla, el demonio es presentado como un ser juguetón y travieso. En su larga producción Méliès reincidió muchas veces en este tema. En El diablo en el convento (Le diable au convent, 1899), Satanás y la cohorte infernal acuden a un convento para reali- zar gamberradas, perseguir al cura y danzar en la iglesia hasta que los espec- tros de las monjas difuntas les espantarán, huyendo despavoridos. El tema de Fausto también lo tratará en varias ocasiones: Fausto y Margarita (Faust et Marguerite, 1897); La condenación de Fausto (La damnation de Faust, 1898), otra versión de mismo título que data de 1903, pero mucho más ela- borada; Fausto (Faust, 1904), etc. siempre en su personal estilo mágico. El Infierno (L’Inferno, 1911) de Francesco Bertoloni y Adolfo Padovan era una de las primeras adaptaciones conocidas de La Divina Comedia de Dante Alighieri, un espectáculo de lujo italiano, donde las imágenes del Averno si- guiendo las tradiciones estaban repletos de figurantes desnudos. Diana Miller, una de las pioneras del nudismo, apareció como Beatriz ataviada con unas ma- llas color carne en Dante’s Inferno (1924) de Henry Otto, basado tambien en el mencionado poema de Dante. Maciste en el Infierno (Maciste all’inferno, 1926) de Guido Brignone, siguiendo la célebre serie del musculoso héroe encarnado por Bartolomé Pagano, contaba con los excelentes trucajes de Segundo de Chomón y un Averno muy descocado. Actrices de la época como Elena San- gro y Lucia Zanussi exhibían su desnudez encarnando a sinuosas diablesas que provocaron la ira de los censores de antaño. Richard Burton como actor y director, adaptó Doctor Fausto (Dr. Faustus, 1967), basado en la obra de Christopher Marlowe, que pecó de cierta pedan- tería pero mostraba finalmente un Infierno que más bien parecía un lujurioso burdel. El fracaso tanto artístico como económico de este teatral film motivó que Burton jamás volviera a la dirección cinematográfica, conformándose con su excelente carrera de actor. Nunca podemos olvidarnos, entre otras versio- nes, la más importante, la de Fiedrich Wilhelm Murnau, Fausto (Faust, 1926) con Emil Jannings y Camilda Horn, de superior calidad cinematográfica per En El diablo enamorado (L’arcidiavolo, 1966) de Ettore Scola, Vittorio Gass- man fue Belfagor y Mickey Rooney era un diablo menor. Tras una serie de vi- cisitudes Belfagor se enamorará de Magdalena (Claudie Auger), siendo expul- sado de los avernos. El mismo Rooney codirigió con Albert Zugsmith y también protagonizó la comedia The Privates Lives of Adam and Eve (1960), siendo el diablo que tentaba a Eva (la escultural Mamie Van Doren) y a Adán (Marty Milner), título pionero en el campo del nudie después célebre en los Texto: Salvador Sainz USA y resto del mundo.

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El mejicano Juan López Moctezuma realizó un insólito film, Alucarda (1976) donde abundaban las secuencias sáficas entre Tina Romero (Alucarda) y Susana Kamini (Justine, la heroína de Sade). Alu- carda es una hija de Lucifer en la tierra, posee po- deres mágicos y está refugiada en un convento es- candalizando a las monjas porque mantiene relaciones lésbicas con su compañera Justine, de quién se ha enamorado. Mucho mejor que la mayoría de las películas mejicanas de tema fantástico, Alucarda es un título completamente apasionante por su desmadre vi- sual, el barroquismo de su decoración y la belleza de las dos actrices protagonistas, con diversos pa- peles secundarios para Claudio Brook, protago- nista de Simón del desierto (1965) de Luis Buñuel donde se enfrentaba a una seductora diablesa en- carnada por Silvia Pinal. Lamentablemente nunca más se supo de su realizador, tras dirigir durante una temporada la sucursal de Televisa (la televisión mejicana) en Madrid perdí su pista definitivamente. El señor Jacinto Molina nos castigó con dos dia- bólicas producciones: Inquisición (1976), basado la persecución del satanismo y aparición del gran Satán en persona, misas negras muy cachondas y demás desaguisados fílmicos y El caminante (1978), donde encarnó a un diablo en plena Edad Media al que le gustaba mucho el himeneo con mujeres de todas las especies. El inquisidor (1975) de Bernardo Arias era una coproducción entre Argentina y Perú vista en el Festival de Cine Fantástico de Sitges, protagonizada por la rubia María Aurelia Bisutti como una bella adoradora de Satanás. Bendición mortal (Deadly Blessing, 1981) de Wes Craven, trata de una granja de campesinos hi- titas, secta religiosa de rígida religiosidad que re- chazan todos los adelantos del siglo XX, viviendo casi en la Edad media. Aparecen una serie de ex- traños crímenes, al Maligno acecha. Maren Jensen será la víctima propiciatoria, siendo atacada por una serpiente fálica en la bañera… Vista también en Sitges, Simon, King of the Wit- ches, 1971) de Bruce Kessler, con Andrew Prine, rededor de la ingenua Rosemary que se verá invo- era una producción realmente mediocre, sin nin- lucrada en la trama sin proponérselo. La inevitable gún interés, que volvía a mezclar sin ningún salero secuela se hizo rogar: Look What’s Happened to Ro- el satanismo y el nudismo mostrando, eso sí, bellas semary’s Baby? (1976), dirigida por el oscuro Sam señoritas como Brenda Scott en traje de Eva. Sata- O’Steen, con Stepehn McHattie en el papel de la cé- n’s Skin (1971) de Pierre Haggard, con Lynda Hay- lebre criatura al convertirse en adulto. Patty Duke den, es un film más correcto con una joven que de- Astin sucederá a Mira Farrow, pero aunque sea una cide convertirse al culto de Satanás. excelente actriz no tendrá ese encanto ni esa fragi- Basado en una excelente novela de Ira Levin, lidad que tenía la hija de Maureen O’Sullivan. Roman Polanski realizó La semilla del diablo (The Ro- A veces la palabra “diablo” está utilizado de semary’s Baby, 1968) con John Cassavettes, Mia Fa- forma metafórica. En Le diable au corps (1946) de rrow, Ruth Gordon y Maurice Evans. Un joven ma- Claude Autant-Lara, según la novela de Raymond trimonio intentará abrirse camino en la vida, pero Radoguet, no aparece Lucifer, pero sí la pasión tendrán muchas dificultades. Al no estar situados descontrolada de un joven estudiante (Gérard Phi- económicamente no pueden tener hijos, pero una lipe) hacia Micheline Presle, en el film una mujer ca- mala noche, Rosemary (Mia Farrow), la esposa sada, mostrando la relación con inusual osadía en tiene una extraña pesadilla. Sueña que está desnuda su tiempo. Cuatro décadas después se rodó un re- delante de todos sus vecinos, se le aparece el mis- make más explícito, El diablo en el cuerpo (Il dia- mísimo Satanás que la montará, y al despertar des- volo in corpo, 1985) de Marco Bellocchio, con Ma- cubre que su cuerpo tiene múltiples arañazos. Su ruschka Delmers, actriz que realizó la primera marido le dice que al poseerla le ha arañado acci- felación no fingida en un film no pornográfico. El dentalmente. A partir de entonces todo les funcio- afortunado mortal era Federico Pitzali. nará mejor, pero Rosemary sospecha que a su al- El anticristo (L’anticristo, 1974) de Alberto de rededor se mueven cosas extrañas. Finalmente Martino, con Carla Gravina, contenía más secuen- descubre que está embarazada de Lucifer, Empera- cias eróticas que terroríficas. En realidad no era dor de las Tinieblas, quien desea engendrar un hijo más que un refrito de El exorcista (The Exorcist, que gobierne el planeta. Horrorizada querrá huir, 1973) de William Friedkin que creó tan larga se- pero ya es demasiado tarde… cuela de engendros que son mejor olvidarlos. Buen film, pero excesivamente mitificado, Po- El cineasta underground Kenneth Anger, bus- lanski sabe crear una atmósfera extraña, sordida, al- cando el Misticismo del Mal, también rodó dos

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Lejos de la poesía, cayendo en la más absoluta torpeza, Jean Rollin con Les démoniaques (1973) rueda una serie de violaciones, misas negras, y toda clase de desatinos que terminarán con la su- bida de la marea en el mar, ahogando a casi todos los personajes de este estúpido film. Rollin, consi- derado el Jesús Franco francés por su nulidad ci- nematográfica, solía presentarse cada año a Sitges con uno de sus inaguantables rollos. Por esta razón, en esta villa marinera fue apodado por el público más habitual al certamen suburense “Jean Rollón”, ya que se tomaban sus bodrios a cuchu- fleta. No podemos olvidar antes de cerrar, las dos obras maestras indiscutibles del género demoní- aco, junto al ya mencionado film de Fisher, me re- fiero a Páginas del diario de Satán (Blade of Satans Bog, 1920) de Cart T. Dreyer y La brujería a través de los tiempos (Haxan, 1921) de Benjamin Chris- tensen, autores ambos de lo más granado del cine danés del mudo, cuyo erotismo sutil ha traspasado la barrera del tiempo.

films diabólicos: Lucifer Rising (1967) e Invocation of My Demon Brother (1971), donde cuenta con todo SU MAJESTAD EL VAMPIRO lujo de detalles la realización de una misa negra, con un sacerdote bailarín. Clive Barker es autor de una novela basada en El éxito de Dracula (The Bram Stoker’s Dracula, unos seres, los zenobitas, muy semejantes a los 1991) de Francis Ford Coppola, ha motivado un diablos en Hellraiser, los que traen el Infierno (Hell- cierto resurgir del tema vampírico. El mito es tan raiser, 1987), dirigida por el propio autor, cuyo antiguo como el propio hombre: Lilitú de la antigua éxito motivó su continuación Hellraiser II, el horror Babilonia o los vampiros chinos del siglo VI a. de J. continúa (Hellbound: Hellraiser II, 1988) de Tony C. por no hablar de Lilith, la primera mujer nacida Randell. Los apuntes eróticos no podían faltar. antes de Eva según la Sagrada Biblia (Levítico, XVII, De Alemania nos llegó Magdalena poseída por la 10-14), quien por las noches se dedicaba a beber la bestia (Magdalena ron teufel besessen, 1974) de Mi- sangre de los infantes. chael Walter, con Dagmar Hedrich, Werner En mi novela Estruch (1991), basada en una le- Brunhs y Rudolf Schundler. El argumento gira yenda catalana del siglo XII, leyenda que existió re- sobre una chiquita, Magdalena (Dagmar Hedrich) almente y que pertenece a una tradición popular poseída por Satanás, provocando un fuerte ardor arraigada en nuestra tierra, saqué del olvido al te- sexual, agrediendo a todo macho que se le ponga rrible conde Estruch, un vampiro que no sólo chu- por delante. Naturalmente intervendrán los exor- paba la sangre de sus víctimas, sino que además cistas de turno que pretenderán arrebatarle tan ca- abusaba sexualmente de ellas, quienes al cabo de lenturientas aficiones, no sé para qué… nueves meses engendraban monstruosos bebés Argumento muy semejante es el de La monja que morían no más nacer. Era llamado asimismo poseída (To the Devil… a Daughter, 1976) de Peter “Estruga”, palabra derivada de la griega “estriga” Sykes que supuso el acta de defunción de la céle- (un ser mitológico precursor del vampiro), vocablo bre productora Hammer que durante dos décadas utilizado en aquel tiempo para designar a los no dominó la producción de cine fantástico en el muertos y que fue sustituido por la palabra vam- mundo. Christopher Lee era su protagonista, esta piro, de origen alemán, en el siglo XVIII. vez en el papel de un sacerdote ex comulgado que rinde culto a Satanás, a la inversa de su excelente aparición en La novia del diablo (The Devils Rides Out, 1968) de Terence Fisher, donde fue el “bueno” de la función. Basados ambos títulos en sendas novelas de Dennis Whetley, son cara y cruz del estilo Ham- mer. La obra maestra de Fisher frente al mediocre Sykes, quien esta vez para añadir más interés a su torpe film añadió escenas de sexo, como las misas negras que degeneran en orgías en las que participa el propio Lee. Richard Widmark, en otro tiempo glorioso villano del cine negro, es aquí el héroe y añade profesionalidad a esta producción modesta, crepuscular y decadente. Es el fin de una leyenda cinematográfica, el fin de la Hammer, pero asi- mismo es el inicio de una prometedora carrera de una actriz muy interesante, bella, sensual, fasci- nante. Me refiero a Nastassia Kinski (o Nastassja, como escriben en algunos medios), hija de Klaus, cuya penetrante mirada y sus labios carnosos nos sedujeron completamente y nos hace olvidar la in- competencia de su realizador.

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Stoker desconocía la leyenda de Estruch, pero nerosos escotes y mirada lasciva que nos seducían oyó hablar de Vlad IV Tepes, protagonista de La no- e inquietaban al mismo tiempo. Fisher, perfecto co- vela de Drácula (1480) del escritor ruso Ivan Kou- dificador del género, supo prescindir del lastre te- ritsine, y le convirtió en protagonista de su célebre atral y regresar a las fuentes literarias, es decir a novela Drácula (1897), porque vivía en un ambiente Stoker, creando una obra perfecta, redonda. lejano, misterioso y extraño para el lector inglés del Drácula, príncipe de las tinieblas (Dracula, Prince siglo XIX como era la Transilvania rural, rica en of Darkness, 1965) también del maestro Terence estas leyendas, aunque muchas de ellas existieran Fisher, de nuevo con el concurso de Christopher muchos siglos antes en la Península Ibérica. Lee, fue una continuación brillante que presentaba La primera adaptación del mito fue en un os- no pocos hallazgos y el atractivo adicional de la curo film húngaro, Drakula (1921) de Karol Lajthay, bestialidad de la excelente Barbara Shelley quien, completamente desconocido pero descubierto por tras encarnar con propiedad a una dama puritana, Hungarofilm hacia 1980. Más célebre fue su se- se transformaba en una de las vampiras más sen- gunda adaptación, completamente apócrifa, Nosfe- suales de la historia del cine. ratu, el vampiro (Nosferatu, eine symphonies des Un desdichado accidente provocó que Fisher grauens, 1922 de Friedrich Wilheim Murnau, con no pudiera rodar la tercera parte: Drácula vuelve de Max Schreck en el papel del vampiro donde desta- la tumba (Dracula has Risen from the Grave, 1968) caba ya el romanticismo presente en casi toda la del correcto pero frío Freddie Francis, que supuso larga filmografía. la tercera aparición de Christopher Lee en su vam- Sin embargo fue la adaptación de la obra teatral pírica caracterización, (1) que tenía buenos mo- de Hamilton Deane y John Barderstone, que Bela mentos aunque en un tono más apagado. Es me- Lugosi representó con éxito en Broadway, la que morable la secuencia en que la rubia Veronica nos ha dado la imagen más clásica del personaje: Carlson, al ser mordida por Drácula, arroja la mu- Drácula (Dracula, 1931) de Tod Browning, con el ñeca de la cama, signo inequívoco de que ha adqui- propio Bela Lugosi de protagonista que también rido su madurez como mujer. tenía un extraño atractivo seductor ausente en la Tras la lamentable El conde Drácula (1970) de versión española rodada con actores hispanos, Drá- Jesús Franco, una mancha en la filmografía de Lee, cula (1931) de George Melford, con el cordobés de su participación en Vampir-cua de cuc (1970) de Carlos Villarías en el papel de vampiro. La misma Pere Portabella, un documental rodado al mismo obra conoció una tercera versión Drácula (Dracula, tiempo que el título anterior, y de su breve apari- 1979) de John Badham, con Frank Langella, más ción en One More Time (1970) de Jerry Lewis, que digna y aún mucho más romántica que las an- Christopher Lee reincide en la Hammer con el teriores. cuarto capítulo de la serie con El poder de la sangre Bela Lugosi triunfó clamorosamente y paseó su de Drácula (Taste of the Blood of Dracula, 1970) de capa en dos títulos más, un cortometraje de la Peter Sasdy, que tiene aún mayores defectos que serie Hollywood on Parade (1933) de Louis Lewyn, el precedente film y que demuestra ya el declive de y la parodia Contra los fantasmas (Abbott and Costello la gloriosa productora. meet Frankenstein, 1948) de Charles T. Barton, que Las cicatrices de Drácula (Scars of Dracula, 1970) conoció también una versión televisiva de la serie de Roy Ward Baker, con abundantes desnudos y The Colgate Comedy Hours (1950) de nuevo con Lu- escenas de sexo, suponía una cierta recuperación gosi y el resto del equipo. pero algunas incoherencias de guión perjudicaban Se creó la inevitable secuela La hija de Drácula el resultado final. (Dracula’s Daughter, 1936) de Lambert Hyller, con Fuera de la Hammer Pa jakt efter Dracula / In Se- una vampira (Gloria Holden) hija del héroe de Sto- arch of Dracula (1971) de Calvin Floyd y Tony Fors- ker que como novedad temática tenía tendencias berg, era un documental narrado por Lee sobre el lesbianas. vampirismo, Drácula y Vlad IV, quien asimismo Tras un largo silencio apareció una versión apareció en ambas caracterizaciones en algunas se- turca de la novela con la curiosidad de que para es- cuencias de este interesante film, visto ¡cómo no! pantar al vampiro Van Helsing utilizaba El Corán: en Sitges. Dracula Istanbulda (1953) de Mehmet Muhtar, con Lee regresó finalmente con la productora que Atif Kaptan. Años después tan universal mito apa- le hizo célebre con las últimas y peores entregas de reció en una insólita adaptación coreana, Ahkea tan vampírico serial, Drácula 73 (Dracula D. M. 72, Khots (1962) de Yongmin Lee, y dos japonesas, 1972) y Los ritos satánicos de Drácula (The Satanic Lake of Dracula / Chi o suu mi (1971) de Michi Ya- Rites of Dracula, 1973), ambas de Alain Gibson, que mamoto, con Mori Kishida, y Chi o Suu Bara / The fueron su canto de cisne en el personaje que le en- Evil of Dracula de Michio Yamamoto. cumbró, aunque apareciera una vez más en un tí- Cuando se intenta decidir cuál es la mejor tulo ajeno a la Hammer, Drácula, padre e hijo (Dra- adaptación de tan maravilloso material literario, la cula, pere et fils, 1976) de Edouard Molinaro , un división de opiniones está servida. Por mi parte, film humorístico que sin embargo era muy superior está clara que es la versión del británico Terence a las últimas entregas citadas. Fisher la mejor porque es la más rigurosa en la A partir de esta fecha Christopher Lee decidió puesta en escena y porque la descripción del vam- apartarse del conde Drácula y del género fantás- piro es la más cercana a la que dio Stoker. Encar- tico, yo creo que con toda la razón del mundo, nado por un actor no muy simpático, antes todo lo porque ningún actor que se precie de serlo debe contrario, como es Christopher Lee, no obstante encadenarse a un sólo personaje y si cada entrega hay que señalar que dio una imagen soberbia de su de la serie es inferior a la anterior, lo único que personaje. Drácula (Horror of Dracula, 1953) de Terence Fisher fue el título donde quedó más patente la erotización del personaje, con las hembras espe- (1) Aunque de hecho exista una parodia, Agárrame rando impacientes su llegada y ese atractivo animal, este vampiro (Tempi duri per i vampiri, 1959) de salvaje, fiero que sin duda tenía Lee, el mejor Drá- Steno, con Christopher Lee encarnado un vampiro cula de todos los tiempos, y esas vampiras de ge- semejante a Drácula pero con otro nombre.

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haría sería hacerse cómplice de su degradación. Mientras tanto, varios realizadores sin escrúpu- los rodaron películas eróticas utilizando a Drácula y a otros mitos del fantástico en subproductos cada vez más cretinoides, algunos de ellos ya menciona- dos anteriormente: el nudie House on Bare Mountain (1962) de R. L. Frost, con Jeffrey Smithers; Sexy proi- bitissimo (1964) de Marcello Martinelli; Dracula, the Dirty Old Man (1969) de William Edwards, con Vince Kelly; Dracula’s Lustern (Sex) Vampire (1970) de Mario d’Alcala; Muérdame, señor conde (Il cav. Constante Nicosia demoniaco ovvero Dracula in Brianza, 1975) de Lucio Fulci, con Rossano Brazzi; Lady Dracula (1976) de F. J. Gottlieb, con Stephen Boyd, y la aparición impagable de Evelyne Kraft; la ramplona Drácula chupa (Suck Dracula, 1979) de Phi- lip Mapsack, con Jamie Gillis y John Holmes, dos mitos del cine porno yanqui; la comedieta tonto- rrona Amor a primer mordisco (Love at First Bite, 1978) de Stan Dragoti, con George Hamilton, títu- los rastreros que han ido degradando al personaje de Bram Stoker que son preferible olvidar. La Hammer reincidió por última vez en una ex- traña coproducción con Hong Kong, Kung-fú contra los siete vampiros de oro (Legende of the Seven Golden Vampires, 1974) de Roy Ward Baker, con John For- bes Robertson como pálido remedo de Lee. Lo más interesante es la postrera aparición de Peter Cushing como el profesor Van Helsing, personaje que encarnó por quinta vez, y algunos desnudos orientales. Aparecieron también films presuntamente des- mitificadores, erotizantes, para halagar a los críti- cos estructuralistas de siempre, Blood of Dracula (1974) de Paul Morrisey, con Udo Kier, que es perfectamente olvidable. Como también son olvi- dables el sobrevalorado Nosferatu, el vampiro de la noche (Nosferatu - Phantom der nacht, 1978) de Werner Herzog, con Klaus Kinski, y su nefasta se- cuela Nosferatu, príncipe de las tinieblas (Vampires in Venice, 1987) de Augusto Caminito, de nuevo con el propio Kinski. La versión escrita por Richard Mathenson, autor de una novela Soy una leyenda espléndida sobre el tema, fue más que digna pero no extraor- dinaria: Dracula (1972) de Dan Curtis, con Jack Pa- lance que realizó no obstante una buena labor in- terpretativa. en extremo dulcificado y con un maquillaje equivo- Parece profético, pero Dracula’s Widow (1987) cado, le falta la elegancia de Lugosi y la fiereza de de Chris Coppola, sobrino de Francis Ford Cop- Lee, pero en cambio Oldman es un actor pro- pola, con Sylvia Kristel en un rol tan seductor fundo, inteligente, de amplio registro al que sólo le como vampírico parecía presagiar el final del mito. falta un Drácula más diabólico para ser perfecto. Efectivamente cuando comenzó a rodarse el Oldman está mucho mejor en las escenas en proyecto Dracula (The Bram Stoker’s Dracula, 1991) que aparece viejo que en las de joven, por culpa de de Francis Ford Coppola, con Gary Oldman, su torpe chistera y de su ridículo bigote, pero en mucha gente se echó a reír. ¡Rodar una versión de las secuencias en su castillo brilla a gran altura la- Drácula en los años noventa! ¡Qué disparate! ¡Eso mentando que no mantenga ese nivel durante el es cosa de otros tiempos! Sin embargo esta nueva resto del metraje. adaptación de un tema que muchos consideraban En cambio Winona Ryder es, tal vez, la mejor pasado de moda ha obtenido un éxito en taquilla Mina de todos los tiempos. Una joven desvaída, superior a las anteriores versiones, lo cual no poquita cosa, romántica y dulce que sólo con su quiere decir que sea una obra perfecta ni mucho tierna mirada consigue transmitir sus deseos de menos. amor. La versión de Coppola ha sido discutida y es A pesar de ciertos excesos visuales, sobretodo discutible porque presenta varias infidelidades a la en la secuencia del viaje del Demeter, la llegada de novela original. En primer lugar, el personaje de Drácula a Inglaterra por ejemplo, quedan excelen- Lucy (Sadie Frost) es presentado como una mucha- tes momentos, sobretodo el arranque del film y cha ligera de cascos cuando en el original era una todas las secuencias que transcurren en Transilva- joven muy puritana, la gracia del relato estaba pre- nia. cisamente en este contraste porque al ser vampi- Quedan para el recuerdo el ataque de las tres rizada por Drácula, su carácter se transformaba en vampiras (Monica Belluci, Michaela Bercu y Florina un ser diabólico. Kendrick) a Jonathan Harker (Keanu Reeves), la En cambio el vampiro (Gary Oldman) aparece secuencia más aterradora y a la vez más sensual de

108 Weird Tales de Lhork Sexo y cine toda la película donde lo sublime se alterna con lo Carmilla, encarnada aquí por la singular Ingrid Pitt grotesco, lo espléndido con lo fatuo. , enamorada de Emma (Madeleine Smith), y uno de Aparte de los films basados en el personaje de los mejores films de vampiros de la célebre pro- Bram Stoker tenemos títulos como el rumano The ductora que ha supuesto el punto más alto del gé- true life of Dracula (1979) de Doru Nastase, con nero fantástico en toda su historia. Stefan Sileanu como Vlad IV, que fue una aproxi- Lust for a Vampire (1971) de Jimmy Sangster, mación al Drácula histórico. Film largo, algo pe- también con guión de Tudor Gates, autor de la an- sado, tenía una excelente ambientación. terior y posterior versión, en una honesta y eficaz Drácula y las mellizas (Twins of Evil, 1971) de realización, aunque inferior a la anterior, con Yutte John Hough, con Damien Thomas, es otro film Stensgaard haciendo de las suyas en un internado Hammer, protagonizado como el anterior por de señoritas. Peter Cushing, con abundantes escenas de sexo y Del resto de la vampírica filmografía destaca- ciertas reminiscencias a Sheridan Le Fanu. Las her- mos los siguientes títulos: Mary, Mary, Bloody Mary manas Mary y Madeleine Collinson, las mellizas del (1974) del mejicano Juan López Moctezuma, una título, exhiben generosamente sus cuerpos. Estas joven (Cristina Ferrare) hereda de su padre (John estrellas efímeras del cine soft británico estaban a Carradine) un mal que le obligará a chupar la san- la altura de las circunstancias. gre del prójimo. Helena Rojo interpreta a una les- En cambio sí es interesante La condesa Drácula biana que intentará seducir a la joven pero termi- (Countess Dracula, 1970) de Peter Sasdy, un buen film nará asesinada por ésta. Hammer con Ingrid Pitt en el papel de la condesa Erz- Ya que hemos hablado de Bram Stoker ¿por sebet Bathory de Nadasdy (1560-1614), la llamada qué no cerramos con otras de sus adaptaciones? La condesa sangrienta que vivía en un castillo de los Cár- guarida del gusano blanco (The Lair of the White patos, quien para conservar su juventud se bañaba Worm, 1988) de Ken Russell, algo menos mareante desnuda en la sangre de jóvenes doncellas previa- que de costumbre, donde conocemos Temple mente degolladas. Se calcula que seiscientas mucha- House, un siniestro lugar donde Lady Sylvia Marsh chas vírgenes fueron sus desafortunadas víctimas. (la estupenda Amanda Donohue) practica el culto Jorge Grau con Ceremonia sangrienta (1972) a antiguos dioses paganos, sus desnudos portando reincide con el tema, aunque su proyecta sea muy una especie de falo puntiagudo son inolvidables. anterior, y esta vez Lucia Bosé volverá a bañarse Lástima que el realizador carezca de rigor y se con la sangre de mujeres vírgenes. Labios rojos (Lè- pierda en gratuitos fuegos de artificio. vres rouges, 1970) de Harry Kumel, ambientado ya en época moderna, la condesa Bathory (Delphine Seyrig) se reencaarna para sembrar el mal en nues- JESÚS FRANCO: EL “GENERALÍSIMO” tra época. Kumel acentúa el carácter lésbico del personaje, como hiciera Walerian Borowczyk en DEL BODRIO Cuentos inmorales (Contes inmoraux, 1973) con Pa- loma Picasso en el papel de tan sanguinaria con- desa. Si hay un personaje singular en toda la cinemato- Hagamos un inciso para hablar de Jean Rollin, grafía española y mundial, éste es Jesús Franco, uno parisino, quien tras el corto y el meritoriaje debuta de los realizadores más denostados, más prolíficos en films como Les pays loins (1965), Le viol du vam- y más discutidos. Algunos fans dicen que sus pelí- pire (1967), La vampire nue (1969), Le frissons des culas destilan poesía visual, otros le odian y le des- vampires (1970), Le culte du vampire (1971), Requiem precian porque es chapucero. Incluso hay quién se por un vampire (1972) y Lèvres de sang (1975), su úl- dedica a insultar creyendo que los films de Franco timo film vampírico, decayendo posteriormente en tienen que agradar por decreto. títulos cada vez más horribles. Lo que más sorprende es que Franco tenga una En esta época, la única de intereses, el sadoma- filmografía tan larga en un país, como es España, soquismo, el nudismo y el lesbianismo hacían apa- donde cuesta una barbaridad tener una única opor- rición en forma constante. Son películas de rodaje tunidad. rápido, arrítmicos, pero con una extraña atmósfera Franco es un cineasta de múltiples rostros: Franco surrealista. Mujeres que llevaban cuchillas en los Manera, Clifford Brown, James P. Johnson, Charlie pezones que asesinan cuando abrazan a sus vícti- Christian, Jess Frank, Robert Zinnermann, David mas, bellos cuerpos femeninos exhibiéndose cons- Khunne, Frarik Hollman, Toni Falt y David Tough son tantemente sin pudor. sus pseudónimos más célebres. “Tener en el mismo Su degeneración alcanzó límites inconcebibles, nombre a Cristo y al Caudillo es demasiado” co- convirtiéndose por derecho propio en el Jesús menta. Franco francés, como el británico Pete Walter, y Su debut en el cine fue prometedor: Tenemos otros de nefasta memoria. 18 años (1959), con Antonio Ozores. A pesar de Una de mis novelas favoritas, junto al Drácula su fracaso comercial Jesús Franco no se desanimó de Bram Stoker, es Carmilla de Sheridan Le Fanu. e inició su etapa más interesante de su larga ca- Su característica eminentemente sexual viene de- rrera: Labios rojos (1960), La reina del tabarín (1960), terminado por el lesbianismo de sus personajes Gritos en la noche (1961), Vampiresas 1930 (1962), principales, una de sus primeras adaptaciones, Et La muerte silba un blues (1962), La mano de un hom- mourir de plaisir (1960) de Roger Vadim presentaba bre muerto (1963), Rififí en la ciudad (1964), El se- ya las relaciones entre Carmilla von Karnstein (An- creto del doctor Orloff (1964), Miss Muerte (1964), nette Stroyberg) y su objeto del deseo (Elsa Mar- Cartas boca arriba (1966), Necronomicón (1967)… tinelli). La atmósfera tenía una gran sensualidad y Su carrera posterior decrece espectacularmente su estilo poético, aunque Vadim nunca haya sido en interés. ningún genio del cine. Sólo Elsa Martinelli se salvaba En aquella época realiza un tríptico con un dúo del naufragio. de detectives femeninas, Labios rojos, con el ya La Hammer puso en cantera una célebre trilo- mencionado Labios rojos, El caso de las dos bellezas gía, Los amantes vampiros (Vampire Lovers, 1970) (1968) y Bésame monstruo (1968). En ellas no está de Roy Ward Baker, fue la mejor adaptación de ausente un cierto sentido del humor. En el primer

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título, las dos bellezas acuden a un cabaret en hombres en buenos o malos. Para ello recurre a la busca de trabajo, realizando una exhibición de baile cirugía practicada en los centros nerviosos del que Franco nos escamotea y que vemos a través cuerpo. Zimmer fallece y su hija Irma (Mabel Carr) de la mirada estupefacta de los propietarios ante jura vengarle y prosigue sus experimentos. Nadia quienes realizan su numerito. En Bésame monstruo (Estella Blain), una bailarina apodada Miss Muerte aparece un extraño sabio loco que fabrica mons- será utilizada para los planes siniestros de Irma ya truos rubios, muy bellos y estúpidos. Una vez des- que a las órdenes de ésta asesina a los médicos que hecha la organización, las heroínas (Rossana Yanni dejaron morir a Zimmer. Marcelo Arroita-Jauregui y Janine Raynaud) escapan con la fórmula de fabri- y Howard Vernon (los dos Orloff) aparecen en pe- car bellos monstruitos y en vez de destruirla se la queños papeles, al igual que el propio Jesús Franco. quedan para formar un harén de machos sumisos Aquella frescura inicial se va difuminando en y cretinos. Ese cinismo, ese sentido del humor, es aras de una puesta en escena cada vez más tosca. el Jesús Franco que añoramos en trabajos poste- Eso sí, siempre con escenas aisladas que sobresalen riores más descuidados. de un conjunto amorfo, ya que rodar El conde Drá- En Gritos en la noche (1961) aparece el perso- cula (1970) con la novela de Bram Stoker y el pro- naje del doctor Orloff (Howard Vernon), terrible pio Christopher Lee de protagonista y fracasar es sabio loco que busca rehacer el rostro desfigurado toda una proeza. Más aún que sea Renfield quien le de su esposa a base de injertos de cadáveres pri- robe la película al vampiro. Klaus Kinski, su intér- mero y, posteriormente, de jóvenes asesinadas. En prete, además de uno de sus mejores trabajos está El secreto del doctor Orloff (1964), reaparece el muy superior a sus inútiles composiciones de Nos- mismo personaje encarnado esta vez por Marcelo feratu donde hacía el más espantoso ridículo.(2) Arroita-Jauregui, a la sazón crítico de Film Ideal y Las vampiras (1970) es otro film de vampiros miembro de la comisión de Censura. Hugo Blanco con Susana Korda (la fallecida Soledad Miranda), era una especie de autómata humano que ejecu- Dennis Price y entre otros el propio Jesús Franco. taba sus crímenes. En Los ojos del doctor Orloff En el extranjero es conocida como Vampyrs Les- (1979) el temible científico reaparece de nuevo bos por contener imágenes sáficas. Vagamente ins- bajo el físico de Howard Vernon. pirada en Bram Stoker (?), este film trata de una Emparentado con Orloff, el profesor Zimmer americana llamada Lucy que sueña con una fasci- (Antonio J. Escribano), en Miss Muerte (1965), nante mujer. En un viaje a Asia Menor se encuentra busca los métodos científicos para convertir a los cara a cara con ella: una bella condesa heredera de Drácula y, por lo tanto, una vampira. La filmografía de Franco va adquiriendo tintes cada vez más eróticos. En Drácula contra Frankens- tein (1971) aparece un extraño monstruo de Fran- kenstein interpretado por Fernando Bilbao (alias Fred Harris o Fred Harrison, a quién vimos repi- tiendo papel en Buenas noches, señor monstruo). Ho- ward Vernon aparece como conde Drácula, Den- nis Price es el doctor Frankenstein, Brit Nichols es Lady Drácula y Luis Barboo encarna a Morpho, el criado asesino que aparece en múltiples films de Franco. ¡Ah, me olvidaba! Aparece al final un hom- bre lobo encarnado por Brandy, un stunt man del cine español. En La hija de Drácula (1972) aparecen algunos actores del precedente reparto como el conde Drácula (Howard Vernon), Lady Drácula (Brit Ni- chols), el propio Jesús Franco. Cofradía que repite, aunque en diferentes personajes, en La maldición de Frankenstein (1973), con una bella fotografía de Raul Artigot, siendo Jesús Franco quién encarna a Morpho. Sobresale la dulce mirada de Lina Romay en el papel de Esmeralda y, dentro de la anécdota, es de destacar una extraña escena sadomasoquista con Caronte (Luis Barboo) y Vera Frankenstein (Beatriz Savon) flagelados en pareja, atados desnu- dos, sobre una tabla de cuchillas afiladas. Su ver- dugo es el monstruo de Frankenstein (de nuevo Fernando Bilbao), quien les azota ante la mirada di- vertida de Cagliostro (Howard Vernon) y la ex- traña mujer pájaro (Anne Libert). La señora Orloff (Brit Nichols), el doctor Frankenstein (Dennis Price) y el doctor Seward (Alberto Dalbes) no po- dían faltar a la cita. En el mismo año, Jesús Franco, rueda en Francia dos nuevos golpes a la filmografía de Maciste. Ambas rodadas con los mismos acto-

(2) Nosferatu, el vampiro de la noche (Nosferatu, Phantom der Nacht, 1978) de Werner Herzog y Nosferatu, príncipe de las tinieblas Nosferatu in Venice, 1986) de Augusto Caminito.

110 Weird Tales de Lhork Sexo y cine res y los mismos decorados: Maciste contre les rei- nes des amazones (1973) y Les exploits erotiques de Maciste dans l’Atlantide (1973), con Val Davis en el papel del héroe en cuestión y la sensual Lina Romay. Al igual que los casos de José María Elorrieta y León Klimovsky, Jesús Franco se convierte en sta- janovista. Es decir, un realizador que trabaja a des- tajo. La Franco Factory rueda a ritmo enloquecido, siempre en lucha contra la censura franquista y después, cuando vino la democracia camaleónica y los socialistas aburguesados fue, naturalmente, marginado por los comités de Valoración Técnica: Es como una censura, pero más perversa, declaró sobre la Ley de Cine promulgada por Pilar Miró. Posteriormente, Jesús Franco ha ralentizado su producción de films, pero en otra época trabajaba sin cesar. La Franco Factory no daba abasto. In- cluso se dio el caso de que una de sus actrices, Rosa María Almirall (alias Lina Romay, Lulú La- verne, alias Candy Coster), también montadora, se ha pasado a la dirección con películas de título ex- plícito como Confesiones íntimas de una exhibicio- nista (1982). Uno de los extraños casos en que una actriz erótica dirige personalmente sus aventuras cinematográficas. Pero, claro, en la Franco Factory, todo era posible… Para finalizar citemos de pasada algunos de sus títulos de su larguísima filmografía: 99 mujeres (1967), Justine (1968), Eugenie (1970), El muerto hace las maletas (1971), El diablo viene de Akasawa (1971), Los amantes de la isla del diablo (1972), Al otro lado del espejo (1973), La contesse noire (1973), La contesse perverse (1973), Lorna l’exorciste (1974), Exorcisme (1974), Doriana Gray (1975), Jack the Ripper (1977), Las hermanas diabólicas (1977), Cartas de amor a una monja portuguesa (1979), El sádico de Nôtre Dame (1979), El escara- bajo de oro (1980), La reina de los caníbales (1981), El caníbal (1980), Eugenie (1980), Sadomanía (1980), El lago de las vírgenes (1981), Macumba Se- xual (1981), El desierto de los zombies (1982), Aulli- dos de terror (1982), Mil sexos tiene la noche (1982), Posteriormente rueda en Sitges Bahía Esmeralda Historia sensual de ”O” (1982), La mansión de los (1988), con Fernando Rey, Robert Foster, Lina muertos vivientes (1982), El tesoro de la reina Blanca Romay, Silvia Tortosa. Se trata de un film de acción (1982), Sangre en mis zapatos (1983), Sola ante el con traficantes de armas y, claro, escenas de sexo. terror (1983), Tundra (1983), Los asesinos de China Una canción para Berlín (1990) con Mark Hamill y Town (1984), Viaje a Bangkok, ataúd incluido Ramón Sheen le ha devuelto parte de su perdido (1984), La chica de los labios rojos (1984), Juego prestigio y El abuelo, la condesa y Escarlata la traviesa sucio en Casablanca (1984), Las últimas de Filipinas (1992) es su regreso a la comedia, con su fiel Lina (1985), La esclava blanca (1985), La hija de Fu-Man- Romay al frente del reparto. chú (1986), Dark Mission (1987)… Tal vez el mejor trabajo de su carrera (aparte En total son unos 175 films, la mayoría de cali- de recuperar Don Quijote de Orson Welles, 1992) dad ínfima. En los últimos años, Jesús Franco ha in- fue su labor en la obra más insólita de Fernando tentado regresar a sus raíces, volviendo a ser el Fernán Gómez, El extraño viaje (1964) film noir que honesto artesano de serie B que fue en su primera contiene agudos tintes sombríos, y que narra una época y abandonar los rodajes rápidos que le han historia de asesinatos y aberraciones sexuales. Car- caracterizado. los Larrañaga se empareja con una extraña mujer Después de Dark Mission, rodada en Madrid (Tota Alba) que le obliga a ponerse sus vestidos y con Chris Mitchum y Christopher Lee, se vuelve a la que asesina junto a los hermanos (Jesús Franco más selectivo. Les predateurs de la nuit (1988) y Rafaela Aparicio) de ésta. Film maldito por exce- cuenta con un reparto interesante: Caroline lencia, esperpento cruel, fue escrito en colabora- Munro, Anton Diffring, Chris Mitchum, Telly Sava- ción de Pedro Beltrán y Luis García Berlanga. llas, Helmut Berger, Brigitte Lahaie, Stéphane Au- Tardó ocho años en estrenarse y su carrera co- dran y ¡sorpresa! la reaparición del pérfido doctor mercial fue triste, marginal, pero en cambio fue po- Orloff (Howard Vernon). sitivamente valorada por la crítica. La acción se inicia cuando una célebre mo- delo (Caroline Munro) desaparece y su padre Nota: Más información sobre las películas pornos (Telly Savallas) contrata a un detective (Chris de Jesús Franco en el apartado dedicado al cine espa- Mitchum) para encontrarla. La clave es una clínica ñol. con un nazi (Anton Diffring) y el pérfico doctor Orloff.

Weird Tales de Lhork 111 Fco. Javier Parera Gutiérrez DINASTÍA DE SANGRE Javier Parera Gutiérrez

A Rosario S. G. porque le gustan las narraciones y películas de terror.

1. UN FELIZ REENCUENTRO

l carruaje me llevaba a la mansión de Madame Madeleine en una tarde de in- vierno. Pero aquellos días Francia siempre estuvo cubierta por negras nubes que Eamenazaban con llover como una siniestra premonición. Oscurecía pronto y por la noche se extendía un manto de niebla que dejaba sumidos en la tristeza a sus habi- tantes. El país ahora se enfrentaba a otro conflicto, la Gran Guerra. Europa estaba embarcada en una bélica confrontación hacía tres largos años. To- davía no entendía cómo, entre continuas prohibiciones, disparos, momentos de tensión y peligros en la frontera había llegado vivo a Francia Habíamos rodeado la gigantesca urbe de París para llegar hasta la majestuosa casa de mi amiga. Sin embargo, en las afueras, un hecho me causó cierta preocupación. Un grupo de gente se arremolinaba en torno al cadáver de un hombre desangrado. El carmesí lí- quido se deslizada por la delgada capa de hielo y nieve. A continuación, irrumpió en la escena la policía. Hombres de hirsutos bigotes se acercaron al muerto y lo analizaron por unos largos minutos. El cochero detuvo por unos instantes los caballos y un ob- servador del misterioso asesinato se dirigió hacia donde estaba el carruaje. —¿Otro crimen? —preguntó el amo de los corceles. —Sí, respondió el testigo con amarga voz. Ese individuo no se cansa de golpear a la gente con sus espantosos... Calló de repente y reanudó la conversación de otro modo: —Como siempre—añadió —La víctima aparece sin sangre con dos agujeros en el cuello. Las autoridades, que no creen en los vampiros, dicen que la gente perdería el respeto a policía si creyesen en las leyendas, pero el pueblo sospecha que entre nos- otros se esconde un monstruo. Se despidieron. El cochero reanudó el viaje y yo, que inevitablemente había escu- chado la conversación asomé la cabeza por la ventanilla y pregunté a qué se debía el macabro espectáculo, pues yo era extranjero y no sabía nada. —Hace meses alguien se dedica a matar hombres, mujeres y niños por la noche y chupa la sangre —contestó el cochero mientras azuzaba a sus caballos con el chasquido de su látigo—. Sin embargo las autoridades no quieren hacer nada para resolver el caso, pues la mayoría de los atacados son mendigos, obreros, campesinos y prostitutas. Si fuesen personas pertenecientes al mundo de las finanzas, la política o la burguesía no... ¡Enciérrese en el carruaje, ese viento hará que coja una fuerte resfriado! Se nota que este invierno será más frío. Pagué al cochero y cuando éste dejó ante la puerta mi baúl y dos maletas, marchó con cierta prisa. Llamé a la puerta. En seguida me abrió un altivo mayordomo, quien ya esperaba mi presencia en cualquier momento. Dos criados más se hicieron cargo de mi equipaje y a continuación me hicieron pasar a un enorme salón de muebles an- tiguos. ¡Ah! Y allí no podía faltar el piano de Madeleine. Su afición a la música era ex- traordinaria y quizás hubiese tenido mayores aptitudes que yo en grandes salas de con- cierto, pero no se atrevió nunca a publicar sus partituras. Después de unos minutos de espera, entró la dama. Joven, hermosa, cabellera larga, negra y rizada... Un cuerpo bien proporcionado aunque estuviese sometido a los rígi- dos vestidos de la época. Destacaba su pronunciado y deliberado busto, parte del cual asomaba en un tur- Texto: Fco. Javier Parera Gutiérrez bador escote. Nos saltamos los falsos protocolos y nos dimos un fuerte abrazo. ¿Para Ilustraciones: qué debíamos marcar las distancias? J. Jesús Fernández Éramos amigos desde la infancia.

112 Weird Tales de Lhork Dinastía de sangre

Nos sentamos e inmediatamente el ma- Después de la cena, ella tocó unos Vestía un largo camisón de rosácea yordomo nos sirvió un té con pastas. Ma- melancólicos valses de Chopin. tela, delgada, casi transparente, la cual cu- deleine desbordaba simpatía en sus palabras —Deberías abrirte camino en la mú- bría su lascivo cuerpo. Estiró la cinta que constantemente. Después de preguntarme sica —dije cuando acabó la velada—. Tie- estaba al lado de su cuello y la prenda por mis padres y mis hermanos, tratamos nes más fluidez ante el teclado que otros cayó al suelo para mostrar su voluptuoso un tema más serio... mi estancia en París. intérpretes. cuerpo. Se acercó con unos felinos pasos —No sé si debería aceptar que me —No, prefiero la soledad de estos a mi lecho y nos entregamos a un largo y quede aquí durante estos días —dije con muros —respondió ella. pasional abrazo mientras recordábamos humildad—. No quiero molestar y ade- No insistí ante sus palabras, pues siem- viejos tiempos. más en la ciudad puedo encontrar un pre hacia referencia a su enorme casa, he- hotel con habitaciones libres. rencia de sus padres, para refugiarse de la —Nada de eso —negó la muchacha— gente. Desde su ruptura sentimental con 2. EL BARRIO DE LA POBREZA . Tu alojamiento ya está preparado. Esta un joven lord de Inglaterra, no quería noche descansarás en un cómodo lecho, saber nada más del mundo exterior. pues seguramente estarás fatigado por Por mi parte, debía acostarme pronto La entrevista con Mr. Lecmut me llevó tantas horas de viaje. ya que por la mañana debía entrevistarme parte de la mañana y de la tarde. Después —Sí, tienes razón. con Mr. Lecmut, y preparar los ensayos. de las convenientes presentaciones, habla- —Te noto más tranquilo. Hace días, Sin embargo cuando empecé a subir las mos mucho tiempo sobre los ensayos y cuando me escribiste aquella precipitada escaleras toqué en el bolsillo de mi cha- otros preparativos para dirigir las obras. carta, estabas muy nervioso. queta un abultado sobre. Entonces me Al mediodía fui a comer a un pequeño —Es normal. Dirigir la Cuarta Sinfonía acordé... restaurante que había al lado de teatro. de Bruckner y el Capricho Español de —Madeleine... —dije—. Después de Mientras preparaban mi comida, me en- Rimsky-Korsakov en el teatro con su or- ver al director del teatro, iré a visitar a tretuve leyendo la prensa local y lógica- questa filarmónica entraña muchos ries- una prima que se fue a vivir a París hace mente los títulos que encabezaban los ci- gos. Mañana iré a hablar con el director. tiempo. Conoció a un caballero y se fue- tados rotativos sobre el asesino. El —¿Quién lo diría? Aquel muchacho ron a vivir con él aquí. Pero no conozco mendigo que yo había visto era su séptima que improvisaba breve valses ante mi piano todavía la capital. víctima y, después de recordar en unas se acabaría convirtiendo en un compositor. —¿Donde vive? —preguntó ella escuetas líneas el modo de operar del cri- —Sí, pero ya sabes que los ingresos —A ver... —saqué el papel— Sí... Tengo minal y su historial, observé un mapa de la económicos son escasos para quienes nos un sobre con dinero para ella. Nos escribió zona. Curiosamente me detuve en un de- dedicamos al arte.Por ello dirijo también una apurada carta y nos dijo que pasaba una talle que para mucha gente sería insignifi- obras de otros músicos. Cuando visité al mala época, tenía problemas con su marido, cante, pero cada lugar del asesinato per- anciano Bruckner, en Viena, se puso con- y su trabajo de costurera no le permitía petrado era un punto y si se juntaban, tento. Para él significaba mucho que un tener una economía más desahogada. Se su- formaban una estrella de ocho puntas. antiguo alumno se encargase de difundir pone que saldrá de este mal paso. ¿Quedaba un octavo crimen por co- su famosa sinfonía en Francia. Madeleine palideció al oír el nombre meter? —¿Y a qué se debe la interpretación de mi prima. Luego sonrió levemente, Bastantes preocupaciones tendrían de la otra obra? Me refiero al Capricho pero su mueca era como una pequeña iro- con la orquesta, por tanto cuando me sir- Español de Rimsky-Korsakov. nía. vieron aquel delicioso pollo con especias —Deduzco que a los franceses les gus- —Vive en un barrio lleno de delin- olvidé enseguida mis suposiciones. Des- tan las melodías populares de mi país y por cuentes, rameras, mendigos y obreros en pués de un buen café regresé al despacho ello Mr. Lecmut encontró esta pieza ade- condiciones de trabajo muy precarias — del director. Allí ya me esperaba también cuada para cerrar la velada de concierto. dijo la dama—. Sus estrechas y oscuras el alemán Wolfgang Trässer, el primer La conversación con aquella amiga calles están siempre sucias, húmedas, la violín, imprescindible colaborador e in- transcurrió alegre y relajada a la vez. Re- basura se acumula continuamente... Solo cluso cómplice cuando el músico lleva la cordaba nuestras furtivas huidas en la ado- visité una vez ese lugar y espero que batuta de una orquesta. Visitamos la sala lescencia y nos encerrábamos en el desván nunca más tenga que volver. de conciertos y quedamos en empezar los de su casa. Allí nos entreteníamos en ínti- —Pero si nos dijo que vivía en una ensayos a la mañana siguiente. mos juegos y descubríamos nuestros cuer- casa apartada de la ciudad con un jardín y... —Debemos hacer una interpretación pos, sus marfileños senos que empezaban —Mañana comprobarás si miente o impecable —dijo el obeso director, pues a asomar, sus curvas caderas... los prime- dice la verdad. Cualquier cochero te se rumorea que acudirán importantes per- ros y apasionados besos... Sin embargo puede dejar en esa dirección. ¡Buenas no- sonalidades. Sí, no me miren con asombro. aquella relación no prosiguió y mis padres ches, Ricardo! Cuando abandoné el teatro era muy regresaron conmigo a su país por motivos El mayordomo cogió seguidamente mi tarde. De hecho había caído la noche de trabajo y yo dejé de ver a mi Madeleine. equipaje y me condujo a mi habitación, sobre París y la niebla, un elemento típico Luego salió en el diálogo un inevitable una estancia pequeña, pero muy acoge- en esa gigantesca urbe por aquellos días, tema, el hallazgo del cadáver desangrado dora. Cuando me dejó solo, miré a través se extendió por las calles. Las farolas se en las afueras de la ciudad. de la ventana la noche con una luna dema- convertían en espectros. Un carruaje me —Sí —respondió ella con aparente siado brillante, quizás me atrevería a aña- llevó hasta un barrio. tranquilidad—. Comprobarás como ma- dir que su rojizo color daba miedo por- Y nos adentramos en el citado lugar. ñana la prensa hablará del asunto. Dicen que no podía alejar de mi cabeza el Madeleine no se había equivocado en su que un misterioso individuo con negras cadáver y la gente agolpada en torno a él. descripción. Calles estrechas y malolien- ropas mata indiscriminadamente a inde- ¿Qué amenaza acechaba a París? tes... provocativas prostitutas, muchas de fensa gente en París y sus alrededores, Me quedé leyendo un libro de poesía ellas con rostros prematuramente enveje- pero a pesar de los esfuerzos de la policía, de Poe, pero el recuerdo de aquel asesi- cidos, se acercaban a cualquier hombre con todavía no lo han capturado. Se rumorea nato no me permitía concentrarme en la tal de obtener unos pocos francos para que pertenece a la nobleza y por ello no lectura, por tanto deposité el volumen pasar la noche en un hostal y no a la intem- se atreven a decir nada, pues está dema- sobre la mesa y, cuando me proponía a perie, obreros que regresaban a sus casas siado ocupada en los asuntos de estado. apagar la luz de la pequeña lámpara, llama- después de intensas horas de trabajo... Y Pero no hablemos de ese asesino, por ron a la puerta. mendigos, muchos pobres estaban senta- favor. Mañana los periódicos recordarán Después de un temeroso “Adelante” dos en los portales de las casas con la mano sus anteriores crímenes y te enterarás del vi cómo se abría y entraba Madeleine si- extendida y temblorosa. Sus harapos y ras- tema hasta en los mínimos detalles. lenciosamente. gos demacrados eran dignos de lástima.

Weird Tales de Lhork 113 Fco. Javier Parera Gutiérrez

—No te había visto antes, muchacho «Vestía un largo camisón de ro- —prosiguió ella—. ¿Es tu primera vez, muchacho? ¿Con quién deseas estar? sácea tela, delgada, casi transpa- ¿Con Lucy o conmigo? Vi que se trataba de una honrada rente, la cual cubría su lascivo prostituta que intentaba trabajar. Tenían la buena suerte de vivir en su casa propia o alquilada, pues la mayoría de ellas dor- cuerpo. Estiró la cinta que es- mían en almacenes, hacinadas con mendi- gos, o pasaban las noches en hospicios o taba al lado de su cuello y la comedores para pobres. —Busco a Lucía —dije con seriedad. prenda cayó al suelo para mos- Ante el sonoro tono de mi voz, la rubia entró en la cocina y seguidamente trar su voluptuoso cuerpo salió mi prima. Había cambiado, sin em- bargo aunque continuase siendo aquella hermosa mujer de cabello castaño, largo y rizado, de piel muy morena, quizás es- taba más delgada. Debería añadir que su rostro parecía más demacrado, sus ojos hundidos y sus párpados oscuros.Su pálida Dije al cochero que me dejase allí y yo elevada estatura, cabello negro, alargado tez me recordaba con cierto estremeci- ya buscaría esa dirección por mi cuenta. rostro y severa mirada. miento a los enfermos hepáticos. El matri- Pagué y el carruaje desapareció enseguida. —Yo me marcharía ahora caballeros monio con aquel noble no había ido de- Entre la niebla todavía se oía el chasquido —dijo el misterioso personaje. masiado bien. del látigo sobre los caballos. Los delincuentes lanzaron estentóreas —¡Oh, Ricardo! —exclamó ella Avancé con paso lento, pero firme, carcajadas y no hicieron caso. Añadieron cuando me vio y me abrazó—. No hagas por los húmedos pavimentos. Era fácil entre esa demente risa que nos robarían a caso de Inés. Siempre está bromeando. Si resbalar sobre aquellos adoquines. Y los dos. Cuando intentaron acercase a él, hubiese sabido que venías hoy, habría lim- pensé en qué lugar se había metido mi éste alzó su bastón de pomo dorado y re- piado un poco la casa. prima Lucía para vivir. No era la bonita partió con una inesperada agilidad unos cer- —No te preocupes —dije mientras casa de campo de su novio. ¿Qué había teros golpes que dejaron a los ladrones es- nos sentábamos—. La temporada de con- sucedido? tupefactos. Uno cayó al suelo con la cabeza ciertos se adelanta y Mr. Lecmut no per- Era la última semana de octubre y pa- cubierta de sangre y los otros tres huyeron. dona nada. recía un día de invierno por la constante —¿Está bien? ¿Le han hecho daño? Me sirvió una copa de vino. Creo que humedad y la fría brisa. Entonces, un men- —me preguntó mi benefactor mientras era lo único que tenía allí y hablamos. A digo irrumpió en la oscuridad. Su cabello se acercaba. continuación se unió a la conversación su canoso estaba revuelto y sus ojos estaban —Sí, no me han dañado —dije sorpren- compañera de trabajo. Me comentó la desorbitados. dido—. Me ha salvado de un serio peligro. otra cara de la verdad. Se había separado —¡Cuidado, amigo! ¡Hay un asesino —Ha sido una imprudencia venir solo de Henry por incompatibilidades de ca- loco en el barrio! —exclamó entre carca- y a estas horas por aquí. Debería ir acom- rácter y se vino a vivir con su amiga en jadas— ¡Recuerda lo qué le ha pasado a pañado. este barrio. Como supuse, no trabajaba Jennifer y ahora a mi amigo Bucot! —Tiene razón, la próxima vez lo pen- de costurera. Era prostituta y sus servi- Y después de esas incoherentes pala- saré... Perdone, llegué ayer a París y des- cios eran requeridos por múltiples clien- bras para mí, se perdió en una calle. Me conozco la ciudad.¿Me podría indicar tes, pues era la más bella y joven del dis- preguntaba todavía dónde me había me- donde está la calle... trito y sus rasgos típicos de una mujer tido. Pensaba que localizar aquella calle —Es paralela a ésta... —respondió española, cabello, cejas y ojos negros ace- era fácil, pero me equivoqué en aquel la- después de leer mi breve nota— Adiós y leraban los libidinosos instintos de los ele- berinto varias veces y di muchas vueltas recuerde que debe ser más precavido. gantes caballeros de Francia. por la misma zona. La niebla se volvía más Buenas noches. Estaba inquieta y se sentía avergon- espesa y observé que nadie, ni una prosti- El personaje desapareció entre la ne- zada porque había descubierto su modo tuta, ni un mendigo deambulaba por aquel blina del mismo modo como había inter- de vida, pero no tenía lección. Su amiga lugar. Se habían escondido de algún peli- venido. El delincuente yacía sobre la acera. llevaba el mismo ritmo y yo me quedé gro o de alguien en concreto. Temí la pre- No se movía, quizá estaba muerto. No sé asombrado al comprobar cómo cambia- sencia de delincuentes. si me dejó más perplejo la aparición de ese mos las personas. De manera indirecta Entonces a mis espaldas oí un ruido de individuo o su sangre fría para defenderse Lucía comentó que con los escasos fran- pasos. Avancé más deprisa y esos citados de los ladrones. Decidí abandonar el esce- cos que ganaba era imposible vivir en pasos se aceleraron también. Al doblar nario de esa pelea, pues sus amigos o la París y preguntó si mi padre me había una esquina, dos individuos me pararon. policía me podrían dar problemas. dado dinero. Alargué el sobre y sus ojos Eran altos, pero sus barbados rostros Crucé la calle y localicé el portal. Una lanzaron chispas de codicia. Su amiga no eran apenas reconocibles por la baja vi- casa de dos pisos. Oscura, de fachada en- apartaba los ojos de la modesta cantidad sera de sus gorros. Detrás había dos más. negrecida. que se había enviado Sacaron unos cuchillos entre la creciente Entonces me decidí a subir las desgas- —Tenemos buena suerte dentro de la niebla... Se observaba el tenue brillo de las tadas escaleras y llamé a la puerta. desdicha —dije—. Han estado a punto de afiladas hojas. Querían mi dinero. Me abrió una mujer de estatura media, robarme ese dinero y de agredirme unos Y tenía dos opciones: o dar la pequeña de cabellera dorada. Solamente llevaba un delincuentes, pero un caballero intervino cantidad de francos destinados a Lucía o ajustado corpiño de terciopelo rojo. y ahuyentó a esa pandilla de ladrones. ser agredido brutalmente por ellos y que- —¡Oh! ¡Tenemos aquí a un respetable —Peor suerte hubieses tenido si te darme sin el dinero del mismo modo. In- caballero! —exclamó ella con ironía— hubieses encontrado con ese asesino que troduje la mano en mi bolsillo para sacar Pasa... pasa... No te quedes aquí. desangra a sus víctimas como si fuese un el sobre. Empezaba mal mi estancia en Y yo, acobardado como un niño, entré vampiro —dijo Inés. París. Entonces se oyeron más pasos e a un pequeño salón de muros sucios. Las —Sí —respondí inquieto—. Ya estoy irrumpió en aquel callejón un individuo de mesas y las sillas eran viejas y destartaladas. enterado de ese individuo, pero me pa-

114 Weird Tales de Lhork Dinastía de sangre rece que solamente ataca a los pobres y Al oír ese nombre paré de comer el Con semejante nota se me revolvía el desdichados, no presta atención en la helado unos instantes. estómago. Pero otra noticia también des- gente rica. —Ayer, antes de visitar a Lucía, apare- tacaba en otro rotativo dedicado a mor- —No hagas caso de la mente de un ció otro pordiosero con aspecto de loco bosos acontecimientos. Se trataba de la asesino. No sabemos cómo funciona — y me dijo que tuviese cuidado, pues deam- desaparición en Museo de La Rochelle de prosiguió mi prima. bulaba por esas calles un criminal y citó un ataúd con su contenido. Se trataba de Me recomendaron que no fuese solo ese nombre. la momia del duque Maximilian Rocuart, por este lugar, las misma palabras de mi —No hay demasiadas cosas que expli- un noble conocido por sus desmanes y sá- extraño benefactor... Me sentía nervioso, car. Se conocen entre ellos. París está dicos actos entre su pueblo. Contribuyó quería dejar aquel sofocante lugar. Me conmocionado por esos brutales asesina- a exterminar a los que se oponían al régi- despedí amablemente de ellas. tos, esa mujer fue hallada en ese barrio. men del rey Luis XVI. La crudeza para tra- —Por favor, no digas a nadie el mal Sucedió días antes de tu llegada. La policía tar a sus víctimas —la mayoría seres ino- momento que paso —me dijo Lucía en la no se toma en serio ese caso. Es normal centes— llegó a recordar los salvajes puerta—. Con este dinero espero recu- encontrar por ese lugar a un desconocido métodos de empalar a insurrectos, em- perar... asesinado, pero nunca de ese modo tan pleados por el mítico conde rumano Vlad —Tranquila. Puedes confiar en mi si- sádico. Tepes. El duque Rocuart ayudó en esas in- lencio —respondí sabiendo que ella jamás —Puede tratarse de un sencillo delin- justas persecuciones y pedía a cambio los saldría de ese pozo. cuente. Estuve a punto de ser atracado cadáveres degollados que su servidumbre Abandoné el barrio rápidamente, pues Madeleine no pudo evitar un gesto de se encargaba de hacer desaparecer en su un carruaje pasaba en ese instante por allí. exclamación castillo, en las fronteras de la ciudad. Pensaba que no iba a visitar más el degra- —Te dije que era un lugar peligroso También en los bosques de los alrededo- dado barrio y a mi prima, pero el destino —prosiguió ella. res dejaban de verse solitarias campesinas, cambió también mi vida. —Pero —continué yo— intervino un pero las autoridades no decían nada de caballero y los ladrones se marcharon. eso, ni actuaban, pues eran dominios de Uno resultó dañado. Ese individuo, que Rocuart y éste a su vez era amigo del rey. 3. DÍAS DE TRABAJO no se presentó, tenía una gran habilidad Después, en el año 1789, llegó la Revolu- para defenderse de cualquier enemigo. ción Francesa y tanto el monarca como la Luego se despidió amablemente. aristocracia cayeron en desgracia. Y el La primera mañana en teatro me reportó Descansaba sobre la butaca del salón sanguinario duque despareció misteriosa- sus momentos de tensión, básicamente por mientras Madeleine tocaba el piano. Unos mente mientras el enfurecido pueblo in- los retrasos de ciertos instrumentistas. Tuve minutos de tranquilidad amenizados con cendiaba su castillo y arrasaba sus tierras. que establecer unas rígidas medidas para música de Liszt no molestaban en abso- Semanas después fue encontrado su que mi misión se cumpliese con éxito. No luto. Si la dirección de orquesta no me cadáver desangrado en el bosque y fue sé si el anterior director era descuidado en robase tanto tiempo, me dedicaría más a enterrado deprisa en la cripta de su forta- su tarea, pero cuando alcé la batuta para di- la composición de mis propias obras. leza donde yacían sus antepasados. Curio- rigir los primeros compases, muchos se Madeleine y yo dormimos juntos en samente aquella parte de la derruida mostraban indecisos ante sus respectivos mi habitación. Evidentemente, la mucha- construcción no fue dañada por las llamas. instrumentos, sobre todo las trompetas y cha se había enamorado de mí, pero en Posteriormente quedó ese ataúd que fue trompas. Había ciertos detalles que me de- aquellos instantes una relación estable no trasladado al citado museo. El periódico jaban asombrado. Afortunadamente Mr. me interesaba. No sabía cómo decírselo. publicaba un cuadro de su rostro, de Lecmut se reunió con los componentes de Cuando los primeros rayos de sol de un forma alargada, mandíbula inferior muy la orquesta ante mis crecientes quejas y co- tenue amanecer penetraron por la ven- prominente, una maligna sonrisa y unos mentarios. Nadie quería problemas. tana, observé en su marfileño cuello dos ojos que parecían esconder la maldad. Al mediodía me desplacé a la mansión pequeños puntos de color rojizo como si —Tu país está lleno de leyendas maca- de Madeleine, donde comí y descansé un fuesen unas picaduras de algún insecto. bras —dije a Madeleine después de apu- par de horas, antes de regresar al teatro Sin embargo no di excesiva importan- rar mi café. para proseguir los ensayos. cia a ese detalle y ella se levantó del lecho —Cada nación tiene sus personajes Mi amiga se mostraba silenciosa du- aunque en sus movimientos se notaba dementes —replicó ella—. Deberían rante el postre. Sin duda deseaba saber cierto cansancio. tener sus motivos para ser así. cómo fue mi visita al sucio barrio, pues yo Durante el desayuno el mayordomo Aquella sádica respuesta me dejó cuando hablaba, solo comentaba hechos nos trajo los diarios. Y leí en grandes titu- asombrado. de mi trabajo y evitaba mi primera expe- lares que el asesino había vuelto a golpear. riencia en aquel barrio. Esta vez se trataba de otro pordiosero. En Y por fin la curiosidad venció su se- el periódico salía dibujado el mapa con los 4. UNA ENFERMEDAD MISTERIOSA rena apariencia. puntos de las víctimas y yo con una cucha- —¿Localizaste a tu prima? —preguntó rilla de café tracé unas líneas rectas y ella. comprobé que se formaba una estrella de Una mañana se interrumpieron los ensa- —Sí, pensaba que te lo había dicho — ocho puntas. El criminal actuaba como si yos. Entraba en el auditorio Mr. Lecmut contesté—. Se ha separado de su marido siguiese un misterioso ritual. Quizá más con un caballero alto. Tras unas sonoras y ahora está provisionalmente allí. Pero macabro era un mensaje escrito en san- palmadas otorgué unos minutos de des- me ha dicho que piensa dejar pronto ese gre, enviado a una comisaría de París. Pro- canso a los componentes de la orquesta y lugar, reconciliarse con... bablemente su autor era el mismo de- bajé de la tarima. El director del teatro —No seas un iluso. La gente que vive mente. Decía así: me presentó a Arnold Pallier, conde de allí no sale jamás. Hollwot. Mi perplejidad fue aumentando —Entonces tendrá más problemas de “No se preocupen más de este porque era el mismo individuo que me los que ya tenía. De hecho Lucía siempre asunto, caballeros, y no intenten bus- salvó de aquellos delincuentes. fue conflictiva y rebelde durante su infancia. carme porque en realidad les he hecho —Creo que usted y yo nos hemos —Debes olvidar a esa prima y concen- un buen favor. He limpiado esta ciudad visto en otro lugar anteriormente —dijo trarte en los ensayos. En la prensa estás de desagradables personajes que daña- él con cierto cinismo. robando protagonismo a otros personajes ban la imagen de nuestro país. Me siento Y yo recordé el encuentro en el ba- de la sociedad francesa, como el miste- muy orgulloso de mi trabajo. Es una lás- rrio y su oportuna llegada. Había cono- rioso asesino de Jennifer, una prostituta y tima porque no lo podré continuar.” cido a un destacado componente de la Bucot, ese viejo mendigo aristocracia francesa. Además de poseer

Weird Tales de Lhork 115 Fco. Javier Parera Gutiérrez

una gran fortuna y una mansión de las Derrumbados por la extraña situa- saber qué me sucedía, pues notaba que mi afueras de París, cada año donaba genero- ción, los presentes salimos de la pequeña salud se debilitada lentamente. sas sumas de francos a las diferentes so- sala para entrar en el vestíbulo, donde no —No debes preocuparte de ello ciedades culturales, entre ellas el teatro. se pudiesen oír nuestras voces. Solamente ahora —respondí como restando impor- —Soy un admirador de Bruckner — se quedó haciendo compañía a la mori- tancia al asunto—. Yo te dará una explica- dijo Arnold. bunda su amiga Inés. ción científica... La pérdida de mi prima y Reanudé los ensayos después de una —Es como si perdiese sangre, pero los agotadores ensayos que me aguardan. breve conversación con el noble, quien no tiene ninguna herida —se explicaba el Cuando desayunábamos, leí el diario y tomó asiento en su palco para oír aquellas doctor Rollin—. Además no sufre anemia. me quedé estupefacto ante la noticia. Los majestuosas melodías. De repente me No encuentro una explicación lógica. dos sepultureros del cementerio habían sentí cansado y me quise retirar con el A continuación entró de la habitación visto desde la ventana de su casa, ubicada permiso de Mr. Lecmut, quien me dio la de mi prima el médico irlandés para ob- en el sombrío paraje, que una sombra se tarde libre. Al llegar a la casa de Made- servarla e intentar dar un diagnóstico más paseaban por una avenida de cipreses leine, mi creciente y misterioso agota- razonable, sin embargo salió de allí con las entre las tumbas. Salieron con un fanal miento me dio suficientes fuerzas para mismas conclusiones de su compañero de para ver quién era el intruso y se queda- tumbarme en mi cama y cuando cerré los Facultad de Medicina. ron perplejos al comprobar que se tra- ojos una extraña visión se apoderó de mi Así transcurrieron dos horas y en la taba de la muchacha que habían enterrado cerebro. Contemplaba a Madeleine y a mi llegada de la noche la muchacha abrió los días antes, Lucía. Iba sin ropas y su volup- prima Lucía desnudas, cogidas de la mano ojos y se dejó oír una voz muy sensual. tuoso cuerpo no estaba demacrado por la que paseaban alegremente entre las lápi- —Acércate, Ricardo —decía ella. acción del gusano devorador. Cuando ella das del cementerio de París. Entonaban Cuando me iba a levantar, los dos mé- intentó acercarse a los hombres, éstos una alegre canción que se oía en los cole- dicos me cogieron por el brazo y me re- arrojaron el fanal y huyeron asustados. Al gios durante la infancia. Caminaban ente comendaron que no lo hiciese. Entre el día siguiente explicaron el suceso ocu- risas, pararon unos instantes para darse dolor de su muerte y la inesperada reac- rrido a las autoridades, quienes calificaron un beso y luego prosiguieron el siniestro ción de los doctores me quedé sentado a los personajes de locos por su avanzada recorrido. otra vez. edad o por su desagradable trabajo. En aquel momento me despertaron. Entonces, Lucía ladeó su cabeza y fa- Tenía el cuerpo empapado de un frío lleció. A continuación Rollin me dijo que sudor. La suave mano de Madeleine cu- ya podía acercarme. Cuando dirigí mis la- 5. UN ANTIGUO RITUAL bría mi humedecida frente. bios a los suyos, observé en su cuello dos —Parece que tengas fiebre —co- pequeños puntos de color rojizo, como mentó ella. Todavía te cuesta adaptarte al los que tenía Madeleine. ¿Se trataba de al- Se aplazó por bastante tiempo el estreno clima de aquí. guna epidemia que no habían descubierto del concierto por los problemas de la —No es eso, yo... —dije a continua- los facultativos todavía? guerra. El conde Arnold permitió que nos ción, pero callé, pues sabía que si expli- Por la mañana se celebró el entierro y alojásemos en su casa de campo, afortu- caba aquel sueño tendría problemas muy yo, invadido por una indecible tristeza, nadamente muy alejada de París para que serios. acudí a la ceremonia. Madeleine también me relajase de mi constante tensión y su- Mientras la muchacha alegaba que me acompañó, aunque su rostro parecía perase a la vez la muerte de Lucía. Así, había salido por la tarde para aclarar unos impasible ante los hechos. Quizás se de- una mañana un carruaje nos llevó a Made- asuntos de propiedades con un notario, jaba llevar por un leve estado de nervios leine y a mí hasta esa mansión. La servi- irrumpió el mayordomo en la habitación. cuando veía las cruces de piedra o esta- dumbre había partido anteriormente. Dijo que una mujer de aspecto pobre y tuas de ángeles y santos por el paraje. El La situación fue crítica por días y por andrajoso deseaba hablar conmigo y se cortejo fúnebre avanzó lentamente. Acu- tanto los ensayos se acabaron. Muchos trataba de un asunto muy importante. dieron bastantes conocidos y amigos de instrumentistas desaparecieron. Yo no En la biblioteca de la mansión recibí a ella, un detalle que me extrañó, pues pa- tenia nada que hacer allí, pero cuando la misteriosa visitante que era en realidad recía que estaba sola. Después de las pa- quise abandonar el país, los funcionarios Inés, la amiga que compartía piso con mi labras del sacerdote, el ataúd fue deposi- me pusieron excesivas barreras para de- prima. Sus palabras eran elocuentes. tado en una fosa. Lucía fue enterrada en jarlo, pues el avance enemigo dificultaba —Rápido, debes venir a nuestra casa una zona del cementerio de Montmartre, más los trámites burocráticos. Me perse- —dijo ella con nervioso acento—. Lucía destinada a los pobres. guía la desdicha porque una noche llega- está enferma, prisionera de una intensa Durante unos días solicité más ron a incendiar varios despachos donde debilidad y fiebres. Me pidió que viniese tiempo de descanso a Mr. Lecmut, quien se tramitaban precisamente los pasapor- aquí para que además acudiese con nos- al enterarse de la desagradable noticia, no tes. Todavía la gente se pregunta el mo- otros el mejor médico de París. me lo negó. Se retrasaban los ensayos, tivo. Es decir, me quedé prisionero indi- Las circunstancias no me permitían pero no era por mi tristeza. Los rumores rectamente. Madeleine me decía que perder tiempo y aquellas palabras me afirmaban que los asuntos de la guerra se intentaría hablar con sus influyentes ami- apartaron de aquel momentáneo aturdi- complicaban en el frente. gos para que me agilizasen los papeles, miento que se siente al incorporarse de la Una noche me asaltó una terrible pe- pero sus esfuerzos no tuvieron sus resul- cama. Madeleine envió a un criado para sadilla. Me veía en el cementerio donde tados positivos. avisar al mejor entendido en Medicina. habían enterrado a mi prima y observaba Mis pesadillas aumentaron. Además de Después, las dos muchachas, el viejo doc- cómo ésta se alzaba de su tumba. Apar- ver a mi difunta prima en el cementerio, tor Biggs, de origen irlandés y yo subimos taba con sus pálidas manos la pesada lá- completamente desnuda y con estridentes a un carruaje para adentrarnos en aquel pida como si fuese un papel y paseaba risas, contemplaba un macabro ritual. barrio. desnuda por el siniestro paraje en una Unos encapuchados rodeaban un ataúd y Cuando llegamos a la casa, encontra- noche de viento. Luego me veía atado proferían unas extrañas palabras que no mos a Lucía postrada en su cama, sin fuer- en la cama por invisibles fuerzas mien- eran francés ni castellano. Entonces la zas, con su cara más pálida. Sus somno- tras contemplaba el rostro de Made- tapa de la caja se apartaba empujada por lientos ojos se abrieron al ver cómo leine, que se acercaba con una brillante una mano desde dentro. irrumpíamos asustados. No estaba sola. A sonrisa, sus ojos estaban inyectados en Entonces las carcajadas de Lucía en mi un lado estaba el profesor Rollin, colega sangre y... sueño me despertaron. Un grito, mi del irlandés, y dijo entre susurros. Desperté. La mujer de hecho me frente perlada de sudor... Y palpé con mi —Es inútil vuestra llegada. Morirá había tocado mi hombro mientras alegaba mano el lado de la cama para ver a Made- pronto. que me visitase el doctor Rollin para leine, para sentirla. Creo que mis sueños

116 Weird Tales de Lhork Dinastía de sangre

Weird Tales de Lhork 117 Fco. Javier Parera Gutiérrez

me iban a volver loco y necesitaba a mi amiga para hablar, e incluso suplicar. Pero «Penetré en una enorme cá- mi sorpresa fue mayor al comprobar que en aquella noche de tormenta ella no es- mara donde se cumplía la ho- taba allí. Me levanté del lecho y con un batín puesto, cogí un candelabro. Sus titi- rrenda visión de mi sueño; los lantes velas iluminaron el interminable pa- sillo, las escaleras por las cuales bajé al enorme salón de la casa y el vestíbulo. Sin encapuchados que se arremoli- embargo... no había nadie allí. ¿Se habían marchado de repente? naban en torno a un ataúd de Entonces escuché con horror unas macabras risotadas que parecían venir de madera. Y a continuación se in- debajo del suelo. Llamé a Madeleine, al mayordomo y a corporaba del interior de la Arnold con el consiguiente silencio como respuesta hasta detenerme ante la puerta caja, entre extraños cánticos, la de una habitación, desde donde provenían las sonoras carcajadas. silueta de un hombre Temblorosamente entré allí para ver que una alfombra había sido retirada del suelo para mostrar la abertura de una dos o vistos por las autoridades eclesiás- tanto miedo? Tú no lo sabes, pero tu trampilla. No había ningún mueble en la ticas o por la gente. Hace quinientos años abuelo practicó esos rituales y fue mor- estancia. Bajé por las escaleras y me abrí vivíamos en los frondosos bosques de dido por una vampira, su amante, y tú lle- paso en la oscuridad del inmenso pasillo Castilla y Aragón y nos alimentábamos de vas en la sangre el poder de nuestra di- con las velas. Pequeños rellanos y empina- la sangre de campesinas solitarias o viaje- nastía del Mal. Pronto serás como dos escalones de piedra de alternaban du- ros extraviados, sin embargo esas miste- nosotros.” rante interminables minutos y progresiva- riosas muertes y desapariciones fueron Aparté a mi prima de un golpe y ense- mente conducían abajo. denunciadas a la Inquisición. guida subí las escaleras mientras escu- Desemboqué en una antesala con una “Acompañado de su legión de creyen- chaba sus horrendas risotadas a mis espal- enorme puerta de roble en la cual se tes y torturadores, Tomás de Torque- das. Entre la penumbra, tropecé y caí veían exquisitamente talladas las figuras de mada inició la persecución y exterminio varias veces sobre los desgastados pelda- seres estremecedores. El umbral que de nuestra raza. Afortunadamente, pudi- ños. atravesé estaba sujeto por los dos lados mos evitarlos de siendo más astutos que Luego abandoné la mansión y corrí por esculturas de mujeres aladas de largos ellos. Entonces, a instancias de ese perro como un loco por el bosque que rodeaba colmillos. Por un instante las escalofrian- inquisidor, intervinieron los soldados de la mansión. tes estatuas me recordaban las arpías de los Reyes Católicos que intentaron dete- Finalmente me venció el cansancio y las leyendas grecorromanas. nernos en nuestra definitiva huida. Una me senté sobre un tocón reseco de un Penetré en una enorme cámara donde noche hubo una gran matanza por ambas árbol mientras tomaba el aliento. Aunque se cumplía la horrenda visión de mi sueño; partes y conseguimos escapar. Estos he- no quisiese asumir el futuro que me espe- los encapuchados que se arremolinaban chos referidos, y que nos hemos transmi- raba, el Destino me había reservado esa en torno a un ataúd de madera. Y a con- tido oralmente en el linaje vampírico, no triste suerte. Comprended, amigos... ¿Por tinuación se incorporaba del interior de la aparecen en los libros de Historia porque que debía internarme en un mundo de caja, entre extraños cánticos, la silueta de fue un acontecimiento vergonzoso para miedo y oscuridad? un hombre. Entonces, perplejidad y miedo los monarcas. Atravesamos durante aquel Yo no había hecho daño a nadie, sola- se apoderaron de mi torturado cerebro. penoso invierno las montañas de los Piri- mente era un humilde músico que me in- Se trataba del famoso y malvado duque de neos y nos instalamos en los bosques de tentaba abrir camino en el campo de la Rocuart. Francia, aunque tuviésemos que convivir composición, del complejo universo del El muerto de tez pálida sonrió y los con otros molestos rivales, les loup-garou Arte. Sabía que después de aquella maca- presentes entonaron más cánticos. Y o hombres-lobo, pero esta raza era más bra noche no iba a ver jamás el amanecer, entre la gente distinguí a Madeleine y a tolerante con nosotros. pues como recordaréis los vampiros Arnold, quienes me vieron también, pero El linaje de los Rocuart nos acogió en temen a la luz solar. curiosamente no hicieron nada para evitar sus extensas posesiones y allí fuimos acu- Bajé la cabeza y con paso lento y fati- la llegada de un intruso. Había reconocido mulando un nuevo poder. Quizás hubié- goso regresé la casa de Arnold y, al llamar al aristócrata fallecido, que ahora volvía a semos llegado a ser una nación después a la puerta, me abrió el mismo duque de la vida, por el retrato que salía en el diario de matar al monarca, pero la estúpida Re- Rocuart. Sus colmillos arrancaban deste- cuando se hablaba de la desaparición del volución del año 1789 nos dispersó por llos a la luna. ataúd del museo de La Rochelle. unas décadas.” —Imaginábamos que volverías con Me giré, deseé abandonar la cámara —¿Y esos asesinatos? —pregunté to- nosotros, hermano —dijo con una cínica subterránea y alejarme de aquella maldita davía perplejo. sonrisa mientras rodeaba mis hombros mansión, pero en el umbral me aguardaba —Los crímenes cometidos en ocho con un brazo en un falso gesto paterna- una voluptuosa mujer. ¡No me podía equi- puntos que luego marcaban una estrella lista—. Acepta tu destino y únete a nos- vocar! Allí estaba mi prima, a quien yo era parte del ritual de sangre para que el otros. Mi linaje renacerá de las tinieblas. había visto cómo era sepultada. Vestía un noble regresase de las tinieblas. Arnold Dime, muchacho... ¿Qué dinastía se puede largo camisón de tela transparente que era el asesino, siempre ha sentido un pla- comparar con nosotros? Ni los Borgia, ni ponía en relieve sus esbeltos pechos y cer en matar y él fue quien me enseñó las los Austrias, ni los Romanoff fueron tan curvas caderas. maravillas de nuestro oscuro mundo. poderosos como nosotros. Vive con —¿Por qué huyes, Ricardo? —pre- También escribió aquellas macabras líneas nuestra hermandad y deja la alegría y feli- guntó ella entre risas— Hoy es un gran que llegaron a la comisaría de París. cidad que llevas contigo, pues aquí no la día para la Hermandad de los Vampiros. Ahora... ¡Mira las marcas de mi cuello! Sí, necesitarás. Con el regreso del duque de Rocuart re- no pongas estos ojos de asombro. Made- Una oscura lágrima resbaló por mis nacerá nuestro poder. Durante siglos nos leine ya es una más en nuestra herman- mejillas mientras la puerta se cerraba omi- hemos escondido para no ser reconoci- dad. Y tú querido primo... ¿Por qué tienes nosamente a mis espaldas.

118 Weird Tales de Lhork El beso de Zoraida El beso de ZORAIDA Clark Ashton Smith

on una mirada de reojo a los degradados suburbios de Damasco, y a la calle, poblada únicamente por las largas y vagas sombras de la luna creciente, Selim Cse dejó caer desde el alto muro, hacia el suelo alfombrado de pétalos y lilas en flor del jardín de Abdur Ali. La noche era tórrida, y el aire estaba cargado con el des- tilado aroma de un voluptuoso perfume. Aunque se hubiera encontrado en algún otro jardín, en otra ciudad, Selim habría sido incapaz de aspirar aquel perfume sin pensar en Zoraida, la joven esposa de Abdur Ali. Atardecer tras atardecer, durante las pasadas noches, en ausencia de su señor y amo, se habían encontrado entre las lilas, hasta que él había llegado a asociar aquella fragancia con el olor del pelo de ella, o el sabor de sus labios. El jardín estaba en silencio, excepto por el argentino borbotear de la fuente; ni hojas ni pétalos se agitaban en la suave quietud. Abdur Ali había partido hacia Aleppo para un asunto urgente y no se esperaba su regreso hasta dentro de algunos días; de modo que el tibio sentimiento de expectación que Selim sentía, estaba desprovisto de cualquier sensación de peligro. Todo el asunto, incluso desde el principio, había sido tan seguro como este tipo de cosas puedan llegar a ser. Zoraida era la esposa de Abdur Ali, así que no existían otras mujeres, celosas, que la denunciaran a su señor común; y los sirvientes y eunucos de la mansión, al igual que Zoraida, odiaban al severo y anciano mercader de joyas. Incluso había sido innecesario sobornarles para ganar su complicidad. Tanto las circunstancias como las personas ha- bían ayudado a facilitar aquel amor. De hecho, todo era demasiado sencillo; y Selim es- taba comenzando a cansarse un poco de este jardín, excesivamente aromático, y de las empalagosas atenciones de Zoraida. Quizás no regresaría de nuevo tras esta noche, o la noche siguiente... Habría otras mujeres, no menos bellas que la mujer del joyero, a quienes aún no había besado . . . o al menos, no a todas ellas. Caminó hacia delante, entre los arbustos cargados de flores. ¿Había una figura oculta en las sombras, cerca de la fuente? La figura era borrosa, y vagamente confusa, pero debía ser Zoraida. Nunca había dejado de encontrarse allí con él, siempre era la primera en acudir a la cita. En ocasiones, ella le había llevado al interior del lujurioso harem; y a veces, en noches cálidas como aquella, habían pasado sus largas horas de pasión bajo las estrellas, entre las lilas y almendros en flor. Mientras Selim se aproximaba, se preguntó por qué ella no se adelantaba a recibirle, como era su costumbre. Quizás ella aún no le había visto. Llamó suavemente: «¡Zoraida!» La expectante figura emergió de las sombras. No era Zoraida, sino Abdur Ali. Los débiles rayos de la luna destellaban en el romo cañón de hierro y las brillantes engar- zaduras plateadas de un pistolón, que el viejo mercader sostenía en su mano. —¿Deseáis ver a Zoraida? —el tono era áspero, metálicamente amargo. Selim, como mínimo, se quedó perplejo. Parecía evidente que su aventura con Zo- raida había sido descubierta, y que Abdur Ali había regresado de Aleppo antes del tiempo acordado con el fin de cogerles en una trampa. La situación se antojaba más que desagradable, sobre todo para un joven que había pensado pasar la noche con una dama muy enamorada. Y aquella pregunta directa de Abdur Ali resultaba desconcer- tante. Selim era incapaz de pensar en respuesta alguna, que fuera adecuada o juiciosa. —Venid, la veréis —Selim notó la furia de los celos, pero no la salvaje ironía, que contenían esas palabras. Le asaltaban unas premoniciones harto inquietantes, la mayoría de las cuales le concernían a él mismo, en lugar de a Zoraida. Sabía que no podía esperar piedad alguna de este austero y terrible anciano; y sus probabilidades eran tan nimias que hacían difícil pensar en qué podía haberle ocurrido, o podía ocurrir a Zoraida. Selim tenía algo de egoista; y podía haber proclamado con firmeza —excepto ante Zoraida— que estaba profundamente enamorado. Su sentimiento de autoprotección en estas cir- cunstancias, puede que fuera de esperar, pero no era digno de admiración. Texto: Clark Ashton Smith Abdur Ali apuntaba a Selim con la pistola. El joven se percató incómodo, de que él estaba desarmado, excepto por su yagatán. Y mientras recordaba esto, dos nuevas fi-

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guras se le acercaron de entre la sombra modo alguno la perfección de su be- Selim quedó mudo una vez más. Final- de las lilas. lleza...no hay heridas, ni siquiera la marca mente dijo: Eran los eunucos, Cassim y Mustafá, de un golpe, en su blanco cuerpo. ¿Acaso —Pero habéis dicho que había un ve- que guardaban el harem de Abdur Ali, y no he sido generoso . . .por dejarla así... neno que... de quienes los amantes pensaban que para vos? —Sí, y os dije la verdad. Incluso el eran aliados en su intriga. Cada uno de los Selim, como la mayoría de los hom- mero toque de vuestros labios a los gigantescos negros iba armado con una gi- bres, no era un cobarde; aún así, tuvo un suyos, donde aún queda un resto del ve- gantesca y afilada cimitarra, Mustafá a la involuntario escalofrío. neno, será suficiente para causaros la derecha de Selim y Cassim a su izquierda. —Pero... no me habéis contestado. muerte. Pudo ver el blanco de sus ojos, mientras —Se trata de un raro y preciado ve- Había un espantoso regodeo en la le escrutaban en impasible vigilancia. neno, que mata inmediatamente y con voz de Abdur Ali. —Ahora —dijo Abdur Ali— estáis a poco dolor. Un puñado ha sido sufi- Selim se estremeció y miró de nuevo punto de disfrutar del singular privilegio ciente...o incluso demasiado, pues aún a Zoraida. Aparte de su absoluta inmovi- de ser admitido en mi harem. Este privile- permanece en sus labios. Lo bebió por lidad y palidez, y de la débil expresión de gio, según creo, os lo habéis tomado vos propia elección. Fui compasivo con ella... amargura en la boca, no difería aparente- mismo en algunas ocasiones, y sin mi co- tal como lo seré con vos. mente, de la mujer que había estrechado nocimiento. Esta noche yo mismo lo per- —Estoy a vuestra disposición —dijo a menudo entre sus brazos. Pero el sólo mitiré; aunque dudo que haya muchos Selim con toda la frialdad que pudo mostrar. conocimiento de que estaba muerta era que sigan mi ejemplo. Ven, Zoraida te es- El rostro del mercader de joyas se suficiente para hacerla parecer inexplica- pera, y no debes decepcionarla, ni hacerla transformó en una máscara de malignidad, blemente extraña, e incluso repulsiva para esperar por más tiempo. Por lo que yo sé, como la de un demonio vengador. Selim. Resultaba duro asociar aquel ser in- llegas más tarde de lo habitual a la cita. —Mis eunucos conocen a su amo, y móvil, marmóreo, con la afectuosa dama Con los negros ante él, con Abdur Ali os trocearán extremidad a extremidad y que siempre le recibía con ardientes son- y la pistola apuntando a su espalda, Selim miembro a miembro si les doy la orden.» risas y cuidados. atravesó el sombrío jardín y penetró en el Selim miró a los dos negros. Respon- —¿No hay otro modo? —la pregunta patio de la casa del mercader de joyas. Era dieron su mirada con ojos impasibles, por de Selim fue un poco más perceptible que como el viaje de una pesadilla, y nada pare- completo desprovistos de todo interés, ni un susurro. cía del todo real a este joven. Incluso amistosos ni hostiles. La luz no reflejaba —No lo hay. Y te demoras demasiado cuando accedió al interior del harem, con temor alguno en sus brillantes músculos y —Abdur Ali hizo una señal a los negros, la suave luz de las lámparas sarracenas de sobre sus relucientes espadas. que se acercaron a Selim, levantando sus latón labrado, y vio los familiares divanes —¿Cual es vuestro deseo? ¿Me mata- espadas a la luz de la lámpara. con sus coloridos cojines y fundas, las raras réis acaso? —A menos que obréis según mis de- alfombras persas y turcas, los taburetes de —No tengo intención alguna de mata- seos, vuestras manos serán cortadas por ébano Indú adornados con preciosos me- ros yo mismo. Vuestra muerte llegará por las muñecas y los siguientes golpes seccio- tales y madreperlas, no pudo apartar de sí, otra vía. narán una pequeña porción de cada ante- una sensación de extraña incertidumbre. Selim miró de nuevo a los eunucos ar- brazo. Entonces prestaremos atención a En su terror y perplejidad, entre los mados. otras partes..., antes de regresar a los bra- ricos ornamentos y el sombrío esplendor, —No, no será así... a menos que lo zos. Estoy seguro de que preferiréis la por un instante no vio a Zoraida. Abdur prefiráis. otra muerte. Ali percibió su confusión y señaló a uno —¡En nombre de Alá!, ¿A qué os refe- Selim se aproximó al diván donde de los sillones. rís entonces? —el bronceado rostro de yacía Zoraida. El terror... el abyecto te- —¿No saludáis a Zoraida? —su suave Selim se había tornado ceniciento por el rror de la muerte...era su única emoción. entonación era indescriptiblemente sar- horror de la incertidumbre. Había olvidado por completo su amor por dónica y feroz. —Vuestra muerte será tal, que cual- Zoraida, había olvidado sus besos y cari- Zoraida, vistiendo la escasa vestidura quier verdadero amante la envidiaría — cias. Temía a la extraña y pálida mujer que de harem, de brillantes sedas, con la que dijo Abdur Ali. se hallaba ante él, tanto como una vez la iba a recibir a su amante, yacía sobre los Selim se vio impotente para hacer deseó. almohadones púrpura del diván. Estaba otra pregunta. Sus nervios comenzaban a —Date prisa —la voz de Abdur Ali muy quieta, y parecía dormir. Su rostro crisparse por la tensión. La mujer muerta era metálica, como las levantadas cimita- era más blanco de lo habitual, aunque ella en el diván, el malevolente anciano con rras. siempre había sido un poco pálida; y los sus funestas insinuaciones y su obvia im- Selim se inclinó y besó a Zoraida en suaves, aniñados rasgos, con su asomo de placabilidad, los musculosos negros que la boca. Sus labios no estaban del todo lujuriosa redondez, lucían una expresión reducirían a un hombre a pedazos a una fríos, pero tenían un sabor curioso, vagamente preocupada, con un toque de palabra de su amo...todo ello bastaba para amargo. Por supuesto, era el veneno. El amargor en la boca. Selim se acercó, pero doblegar el coraje de un hombre más pensamiento fue fríamente formulado, ella no se inmutó. duro de lo que él era. mientras una creciente agonía parecía —Habladla —increpó el anciano. Sus Se percató de que Abdur Ali hablaba recorrer todas sus venas. Dejó enton- ojos ardieron como dos manchas de de nuevo. ces de ver a Zoraida, en las cegadoras fuego que consumieran lentamente el tos- —Os he traído con vuestra dama. llamas que aparecieron ante sí y que cu- tado y arrugado pergamino de su rostro. Pero parece que no sois un amante muy brieron la sala como soles eternos; y no Selim era incapaz de pronunciar una ardiente. sabía que había caído hacia delante en el palabra. Había comenzado a vislumbrar la —¡En el nombre del Profeta, cesad diván que había frente a su cuerpo. verdad; y la situación le sumió en una ho- vuestras burlas! Luego, las llamas comenzaron a mermar rrible desesperación. Abdur Ali pareció no oír aquel tortu- con gran suavidad y se extinguieron en —¿Cómo? ¿Acaso no saludáis a aque- rado grito. una espiral de leve penumbra. Selim sin- lla que tanto os amó?—las palabras eran —Es cierto, desde luego, que ella no tió que se hundía en un profundo como el goteo de algún ácido corrosivo. podría responderos incluso si la hablarais. abismo, y que alguien —cuyo nombre —¿Qué le habéis hecho? —dijo Selim al Pero sus labios son tan hermosos como no podía recordar— se hundía ante él. cabo de un rato. No podía mirar a Zoraida siempre, aunque puedan haberse quedado Entonces, de repente, estaba solo, y es- por más tiempo; ni podía dirigir sus ojos fríos por vuestra desapasionada demora. taba perdiendo incluso la propia sensa- para encontrarse con los de Abdur Ali. ¿Acaso no la besaréis una vez más, en me- ción de soledad. —La he tratado con gran gentileza. moria de todos los demás besos que ha- Hasta que no hubo nada excepto os- Como podéis ver, no he mancillado en béis recibido... y dado? curidad y olvido.

120 Weird Tales de Lhork EL LAGO Eva María Sastre

engo un sueño que no cesa de re- guante de gasa brillante, alto, que deja la todos los casos, por seguridad, estaban petirse una y otra vez desde hace mano libre, sujeto al dedo corazón por un firmemente sujetos por correas en sus Tun par de meses: hilo casi invisible; sus pies, descalzos, per- camas, y sus ataduras siempre aparecie- ...... Estoy solo en un bosque muy tupido, fectos, asoman por el borde inferior del ron perfectamente abrochadas, como la tanto que casi no se atreve la luz a pasar. veste. última vez que se les vio con ellas ama- No estoy asustado, pero me invade una Toda ella semeja más a una estatua, a rrándoles, y ni las puertas de seguridad, ni gran inquietud y curiosidad. Sólo sé que un dibujo, que a una mujer. Me llama con las ventanas enrejadas estaban forzadas. estoy a merced de todos los animales sal- una voz inaudible que sólo yo soy capaz Es... como si se evaporaran mientras vajes que quieran hacer pasto de mí. Pero de captar, moviendo silenciosamente los duermen... no tengo miedo y no sé por qué. Quizás perfectos labios rosados, brillantes y car- —Entiendo. Buenos días. sea porque soy consciente de que todo es nosos, a la vez que me hace sutiles y atra- —Buenos días... ¡si usted lo dice...! un sueño. yentes gestos con las manos Al poco tiempo, una fuerte luz se No puedo resistir más; le hago caso, acerca hacia mí. Es blanca e intensa y no le tengo que hacer caso; me lanzo al agua se distingue bien de dónde procede. Pero para unirme a ella. No tengo sensación de sé que se aproxima inexorablemente a mí. frío; no me resisto, no intento salir. Ella De algún modo también soy consciente me abraza y soy feliz. Soy consciente de de que me muevo a la vez, hasta que llego que no me quedan más que unos pocos de forma inexplicable a un lago. segundos de vida, pero me da igual: estoy Al mismo tiempo, el resplandor llega con ella y así es como hubiera deseado al otro extremo de la alberca, y parece morir: en sus brazos para siempre... sumergirse en ella. No sé explicar por Nunca había durado tanto mi sueño. qué, pero me parece como si el líquido elemento me llamara, me buscara, me re- * * * quiriera, y yo estuviera más que dispuesto a adentrarme en él para encontrarme con —¿Clínica Psiquiátrica “El Descanso”? la luz. Le llamo de la Comisaría de Policía. Contemplo por unos instantes, inde- —Sí, aquí es. Espero que nos den una ciso, el agua cristalina, y advierto una fi- buena noticia. gura en el fondo, que soy incapaz de reco- —Me temo que no. Hemos encon- nocer. Me encuentro con los ojos más trado en el lago cercano a sus instalacio- hermosos que jamás he contemplado, nes el cuerpo sin vida del interno cuya verdes, profundos, intensos y enigmáticos. desaparición denunciaron ayer noche. Tras los luceros advierto un rostro —¡Oh, no! ¡Andrés Cortés! ¡Santo dulce, suave y encantador, de una belleza Cielo! Es el cuarto en los cuatro meses inimaginable, de facciones perfectas en- que lleva abierta la clínica... ¡y todos de la marcadas en una larga y ondulante melena misma forma! plateada de frágil y aterciopelada aparien- —Para ayudarnos en la investigación, cia. ¿podría decirnos por qué estaba allí inter- Poco a poco voy apreciando su cuello, nado? largo, terso...; su cuerpo va apareciendo —Vino con una ligera depresión, pero tan progresivamente que parece como si desde hace casi dos meses tenía una el agua del lago lo fuera formando cada fuerte fijación con la luna, al igual que los segundo, cada milímetro, pero sin saltos, otros fallecidos Se volvían más inestables sin brusquedad. Como si fuera algo com- cuanto más nueva era... y nos veíamos pletamente natural. obligados a tomar medidas extraordina- Cuando todo su ser se ha comple- rias para unos casos tan, aparentemente, tado, aprecio el traje, casi etéreo, que la leves. cubre: una túnica de fina y perfecta seda —Muchas gracias. Ya recibirá noticias blanca o plateada, no sé muy bien, ni de- nuestras. He de advertirles que es posible masiado transparente ni demasiado tu- que la familia tome medidas judiciales con- pida, que deja los brazos, firmes, al descu- tra ustedes por negligencia. Texto: Eva María Sastre bierto, resguardados simplemente por un —No me extraña, señor, pero en

Weird Tales de Lhork 121 José Francisco Sastre García EPITAFIO José Francisco Sastre García

n el principio la tierra era fértil, hermosa, brillante, llena de esplendor… El sol iluminaba un mundo creado para el deleite, un vergel en el que no existía oscu- Eridad alguna; la belleza de las flores tamizaba las grandes praderas con irisado co- lorido, los densos bosques cubrían gran parte del mundo con un dosel de fresco ver- dor que protegía a las criaturas que se escondían bajo él, y la nieve adornaba con refulgentes cristales las cimas de las altas montañas donde se reunían los dioses para solazarse en la contemplación de su creación; las bestias, grandes y pequeñas, eran las dueñas de aquel paraíso sin mácula, reinando en la tierra, el aire y el mar majestuosa- mente. El poder de la palabra divina, de la magia, lo llenaba todo con una refulgente aura, y la magna obra resplandecía bajo un espléndido firmamento azul… Mas los Antiguos vieron todo aquello y, aun estando complacidos por el luminoso edén que habían creado, encontraron que yacía carente de alma, de una chispa de su eterna sabiduría que impregnara la hermosura del mundo; y así, algún tiempo después de recrearse en sus maravillas, decidieron tomar un pedazo de arcilla y modelar una criatura que poseyese un diminuto fragmento del alma inmortal de los dioses; de esta manera, el Hombre hizo su aparición sobre aquel idílico lugar, hollando con sus pies las tierras que le habían sido concedidas. Bajo la atenta mirada de sus mentores, la nueva criatura comenzó a caminar sobre el mundo, disfrutando de los frutos de la naturaleza, de la hermosura del azul firma- mento, de la vasta inmensidad de la noche y las infinitas estrellas que en ella se mani- festaban, rodeando con un manto de luminosidad la pálida luna que parecía vigilarlos, con el corazón lleno de alabanzas a los dioses y a su obra. Bajo la égida de Aquellos que les habían dado la vida, los hombres comenzaron a descubrir los secretos que yacían escondidos a su alrededor, los inefables tesoros y conocimientos que esperaban tras el velo; y encontraron piedras doradas, plateadas, de múltiples colores y tonalidades, que consideraron hermosas y atesoraron para sí; y así, poco a poco, en el alma de aquellos seres que habían sido puestos en el mundo para glorificar la creación y los creadores, comenzó a aparecer una mancha de oscu- ridad, un germen de negrura surgido de lo más profundo de las tinieblas, de uno de los Antiguos, que deseaba dar a los hombres libertad para elegir su destino, a pesar de las protestas del resto de los Señores, que deseaban tener sojuzgada a la especie bajo una máscara de luz y belleza. Y los creados, los Hijos de los dioses, aprendieron a fabricar armas, a cazar, a cons- truir casas cada vez más grandes y hermosas, y se desarrollaron lentamente, hasta que toda la tierra estuvo llena de sus pasos; allá a donde quiera que miraran complacidos los creadores, podían ver la mano del Hombre sobre la naturaleza, domeñándola, mu- tándola a su antojo, para crear obras tan hermosas como estériles, reflejos de sus or- gullosos corazones. Y aprendieron a traficar con oro y plata, con turquesas, ópalos, amatistas y corna- linas, a intercambiar pieles y rubíes, piedra y zafiro, hierro y coral… Y la mácula del alma crecía y crecía, sin darse ellos cuenta de tamaña desgracia. Mas los dioses sí veían la tenebrosa sombra que se iba cerniendo desoladoramente sobre aquellas criaturas en las que habían puesto todas sus esperanzas, y decidieron des- terrar a Aquél que había osado insuflar en el Hombre aquel signo de negrura, reflejado en el espejo de sus propias obras, hermosas y a la vez carentes de alma, de vida... Con el tiempo, los hombres crearon grandes civilizaciones por todas partes, pode- rosas urbes que pretendían rivalizar con la obra de los Antiguos, grandes monumentos que pretendían llegar hasta el lejano firmamento y demostrar que eran sus iguales… Y el trabajo que una vez había sido la gloria del ser humano, se convirtió en ruin tarea, en la esclavitud del ser humano, y las alegrías y goces de los hombres se volvieron san- grientos, crueles… Llegaron por fin los Jinetes del Odio y el Rencor, y con ellos el poderoso aliento Texto: José Francisco Sastre García de la Guerra; y el fuego y la muerte se extendieron por todo el mundo, la sangre manó

122 Weird Tales de Lhork Epitafio hasta crear ríos que recorrían las urbes y provocaron una terrible catástrofe que bido que logró arrebatar a los Antiguos derrumbadas, las otrora verdes campiñas, asoló las tierras, hundiendo hasta las más merced al Señor rebelde, destruyéndose las montañas… Y los alaridos de los mo- profundas simas del océano los imperios unos a otros en una sangrienta vorágine ribundos se mezclaron con los gritos de malditos, anegando los pueblos, arrasando de muerte y desolación, odiándose entre victoria, y los vencedores pisotearon a sus todo aquello que encontró en su ca- ellos por toda pretensión de riqueza y víctimas, destruyendo las antiguas eras de mino… Grandes lamentos se escucharon poder, despreciando aquello que es dife- cultura y armonía, de serenidad y paz, de aquel nefasto día en que la oscuridad se rente a ellos, montarán de nuevo en có- respeto y justicia: donde había habido cernió sobre todos, en que se alzaron lera; y el mundo se estremecerá en gran- convivencia, donde la hermandad entre nuevas montañas y se crearon nuevos des convulsiones, y el océano recuperará los hombres había sido la señal de los An- mares, en que los dioses arrancaron de su las tierras que le fueron arrebatadas, y las tiguos, se extendió la lucha entre herma- obra, como la mala hierba del jardín, a criaturas de la tierra, de los bosques, el nos por la posesión de tierras y riquezas, todo aquel que había osado alzarse contra agua y el aire, se rebelarán contra sus do- por el alcance del poder… sus mandatos… minadores… Mas el tiempo pasó, y, de nuevo, re- Tan sólo los sabios supieron de aque- Pues los hijos de los dioses, en toda su greso la calma al mundo, tras una tempes- lla hecatombe y fueron capaces de evi- magnífica sabiduría, olvidaron la enseñanza tad de sangre y llamas que había asolado tarla, subiendo a las más altas montañas, más importante de sus creadores: la ar- pueblos enteros; y, de nuevo, la calma vol- aquellas cubiertas por las nieves eternas monía y la justicia, sacrificándolas en el vió a reinar, aunque no era real, sino for- en los más remotos confines del mundo, altar del poder y la riqueza, entregándolas zada: la tiranía del Miedo y el Terror, os- fundando entre ellas un nuevo reino de al más oscuro deseo de las tinieblas, para cura, tan negra como el cerrado manto de paz y serenidad, donde la Justicia reinó a el eterno tormento del Hombre, un ín- la noche, se imponía donde hasta aquel lo largo de largas eras… fimo e indigno pedazo de arcilla... momento había brillado la luz del Amor y Y así, lo que fue es, y lo que es, será; y el Respeto. los dioses, hastiados de contemplar el De nuevo, las urbes se alzaron majes- caos que su obra magna, el Hombre, tuosas hacia el cielo, y el Hombre conoció vuelve a desatar sobre la tierra, asolando una época como jamás había sido: las ri- la naturaleza con el conocimiento prohi- quezas fluían libremente, las razas convi- vían entre ellas sin rencor alguno, mien- tras un tiempo dorado se extendía pacíficamente por todas partes. Los dio- ses caminaban entre sus hijos y les mos- traban su error, guiándoles hacia un sen- dero de luz que les permitiera mantener la gloria alcanzada para toda la eterni- dad… Mas éstos, celosos de los Antiguos, or- gullosos de su propia sabiduría, no desea- ban de sus creadores los conocimientos que éstos les brindaban: oíanles atenta- mente, para desechar todas aquellas ense- ñanzas que no se ajustaran a sus propias ambiciones; veíanse sólo a sí mismos, con- templábanse en los reflejos cual Narcisos, sin importarles lo más mínimo lo que pu- diese ocurrir a su alrededor, y vivían tan sólo para satisfacer sus propios apetitos. Nada importaba al Hombre excepto la propia riqueza, el propio poder, y para al- canzarlo llegábase a cualquier extremo, por cruel o sangriento que éste fuera… Una vez más, la mancha oscura en el alma de los hombres creció, y separó a unos de otros, a los mansos de los fieros, a los sa- bios de los ignorantes; y los que compren- dieron huyeron, advertidos por los dioses del enojo que éstos tenían hacia su creación. Grande fue la cólera de los Antiguos al contemplar el resultado de su obra, al descubrir que el Hombre se había vuelto contra sus creadores; cuando vieron que la antigua armonía se había desvanecido para dejar lugar de nuevo al odio, al ren- cor, al aislamiento; en su infinita cólera, desbordada ya su misericordia por la copa de la ira que sus hijos habían ido llenando pacientemente, decidieron que habían de ser castigados por sus amargos pecados, y que debían beber del cáliz de la amar- gura para purgar su desmedido orgullo. Así, un aciago día, los Señores de la Creación arrebataron una gran estrella del firmamento y la arrojaron sobre el mundo, allá donde ahora sólo existe agua,

Weird Tales de Lhork 123 Rocío Gemma Pérez Fernández La última TENTACIÓN Gemma Pérez Fernández

obre la alfombra se encontraba el camisón de dormir; sobre la cama un cuerpo que, bañado en sudor, se revolvía dulcemente adormilado, mientras su pecho aún Sse encontraba ardiendo. Hacía poco que la había abandonado sobre el lecho revuelto, sin sábanas. Pero, aún estando desnuda, no podía sentir frío. No sabía quien era él, pero eso no era importante. Ciertamente era un ser extraño aquel hombre que sólo la visitaba de noche.

* * *

Recordaba la primera vez que había venido a verla; la primera vez que, asustada y excitada, al mismo tiempo, oyó su respiración, arrítmica, cerca de ella; su aliento ca- liente sobre su cuello y su rostro... el primer roce en su piel, palpitante y cálida, tem- blorosa, de aquellas manos frías que se afanaban en recorrer su cuerpo y proporcio- narle el placer sin el que ahora no podría sobrevivir. Ni siquiera le había visto la cara; no podía ponerle rostro a aquel cuerpo hermoso, flexible y vigoroso. A aquella voz que, susurrante y seductoramente le decía al oído cuán apetecible y hermosa era.

* * *

No sabía bien qué era lo que le pasaba... ¿acaso era adicta a alguna clase de droga?...Lo que él le proporcionaba no era amor, pero tampoco era sólo sexo: su pre- sencia la llenaba de una fuerza invisible que la hacía sentirse única, que la atrapaba y la impulsaba a sus brazos, para transformarla en la mantequilla que se licuaba entre sus dedos mientras él la saboreaba. Podía hacer con ella lo que quisiese, no iba a oponerle resistencia alguna, por que sólo pensar en él le revolvía la sangre y hasta la última partícula de su cuerpo, deseaba sus caricias. El día pasaba para ella sumido en un sopor increíble. Su ausencia le provocaba tal dolor que se negaba a abrir los ojos ante la luz de la mañana: Le costaba trabajo res- pirar y pasaba los días en su habitación, sentada o tumbada en su diván, lánguida y ali- caída, buscando la protección de la penumbra que le proporcionaban las cortinas co- rridas. Pero la noche... ¡ah, la noche...! Era otra cosa: conforme caían las sombras y a tra- vés del cielo llegaba la oscuridad, un ansia, una inquietud se apoderaban de ella: su san- gre, antes muerta, hervía y se le agolpaba en el corazón que la bombeaba con fuerza a través de aquella morfología que, antes mórbida y pesada, se llenaba de una nueva sabia, haciéndola volver a la vida, reflejando en sus ojos la lujuria, el deseo impaciente de sa- ciar sus deseos más profundos y prohibidos, entregándose a los bajos instintos de la carne por los que se veía arrastrada a la vorágine del impúdico placer que cada noche le era proporcionado...

* * *

Asomada a la ventana veía ponerse el sol con una amplia sonrisa brillando en sus ojos la luz del deseo: pronto vendría y la acogería, de nuevo, entre sus brazos. Al momento, un susurro apagado y lejano (sugerente como una fresca brisa que le acarició primero el rostro, luego el cuello y terminó colándose por su oído) lleva hasta ella una voz, que la llama. La muchacha, desnuda como estaba, se acercó corriendo hasta el pesado cortinaje Texto: Gemma Pérez Fernández del que parecía proceder la voz, esperando descubrir allí a su dueño, pero no vio a nadie, sólo encontró una puertecita estrecha; por el orificio de la cerradura se filtraba

124 Weird Tales de Lhork La última tentación un rayo de luz. Aquello era verdadera- mente extraño, puesto que en su habita- «No sabía el tiempo que había ción nunca había habido una puerta que ella no conociera. permanecido allí echada, con la Asomándose por la cerradura com- probó que no podía ver nada por ella, mirada pérdida y frustrada, puesto que la luz la encandilaba. Entonces una idea le cruzó el pensa- miento: la noche anterior él le había de- cuando sintió la hierba crujir jado algo debajo de la almohada al mar- charse. Corriendo, se acercó a la cama y levemente bajo la presión de rebuscó en las revueltas sábanas, debajo de la almohada: algo cayó al suelo con un unos pasos: al fondo, velado sonido titilante que la excitó: había encon- trado la lleve que buscaba. entre las sombras, el mismo Estimulada por la voz que seguía lla- mándola, metió la llave en la cerradura y, cuerpo con el que cada noche con media vuelta... ¡ ya estaba abierta! yacía * * *

Al otro lado de la puerta reinaba la y frustrada, cuando sintió la hierba cru- bulencia de la que no podía salir, aunque noche. Jamás había visto un lugar como jir levemente bajo la presión de unos esta fuera más placentera que antes. aquel; un lugar abierto a las fantasías, pasos: al fondo, velado entre las som- Con el cuerpo arqueado y sacudido por donde se cumplirían sus mayores expec- bras, el mismo cuerpo con el que cada los espasmos del gozo, la cabeza echada tativas. noche yacía. Quería correr hacía él para hacia atrás y la boca entreabierta, no re- La luna, llena y clara, suspendida desde abrazarle, pero no podía: una fuerza in- paró, perdida como estaba, en que él se co- la bóveda estrellada, iluminaba aquel mag- visible la mantenía allí tumbada, frustrán- locaba a horcajadas sobre ella y, agarrán- nífico jardín. Aquel vergel era el mágico dola, acrecentando sus ansias y su ape- dola por el cuello, le mordía en la parte paraíso de las delicias. tito. superior de su seno, al tiempo que ella bus- Admirada, comenzó a caminar sobre Notó un brazo alrededor de su cin- caba su boca para besarlo. Consiguiéndolo, la fresca hierva, aplastando las gotas de tura, que la atraía hasta él, arrodillado sintió aquella lengua afilada y violenta den- rocío bajo las plantas de sus pies. Se sentía junto a ella. En aquel momento sintió su tro de su boca enlazada con la suya propia, embriagada por los aromas que hasta ella organismo sacudirse de ardor ante el con- con el sabor ácido, dulce y tórrido de la llegaban, mezclados, que estimulaban no tacto de la otra piel, fría como la de una sangre, su propio fluido, que bañaba toda su sólo su olfato, sino todo su organismo. sierpe. sustancia pues las manos de él, que la toca- Las sensaciones se agolpaban dentro Le sonrió y por vez primera contem- ban, estaban cubiertas de aquella. de ella. De la calma que la incitaba a de- pló su rostro: un rostro tan hermoso Pero aquel beso no sólo la hizo jarse llevar, al impulso que le revolvía como el pecado, desde el que la miraban trastornarse una vez más de deleite, sino todo su interior; la atracción que la hacía unos ojos brillantes y profundos, enérgi- que le mostró la esencia de la fuerza a la desearlo, buscarlo... pero él no estaba allí. cos, que hacían que se convirtiera en un que se había entregado noche tras noche: Fue entonces cuando una andanada de vicio contemplarlos. aquello no era amor, pero tampoco era desesperación se apoderó de ella y co- Lentamente metió su rostro entre las sólo sexo, era la culminación de la lujuria menzó a correr por aquel jardín, des- piernas de ella y la mordió en la cara inte- perversa; si aquel ser la había poseído era orientada en medio de la oscuridad, con rior del muslo: en ese instante ella notó porque ella era el recipiente de anhelos, frenética carrera; mirando en todas direc- una aguda punzada de dolor que la llevó a caprichos hedonistas perversos, que es- ciones buscando su voz detrás de cada so- gemir conforme él iba succionando y aca- taba dispuesta a consumar por encima de nido. riciando la herida con sus labios, con su todo; por encima del bien y del mal, sin Tropezó y cayó. Rodó por una pe- lengua. importarle la vida o la muerte. queña pendiente. Notó el frío en su cuerpo La sangre se agolpaba en cada músculo Por eso ningún otro mortal había lo- y el calor que de este se despedía, y sintió como un veneno, mientras él seguía pase- grado satisfacerla nunca y sus ansias de pe- como también los bellos de su espalda se ando su lengua sobre su cuerpo, sabore- cado se habían vuelto contra ella. Debería erizaban en un escalofrío de delicia. ándola, oliendo su aroma, hasta llegar al pagar un precio por cada una de las no- ombligo. En ese momento, volvió a hen- ches de satisfacción que había consumido. * * * der, con sus finos colmillos, la piel y le Ahora, mientras él agotaba sobre ella desgarró el vientre, por el que la sangre sus últimos segundos de éxtasis, una Permaneció tumbada de bruces sobre comenzó a aflorar, como un manantial fo- nube, tan oscura como la tormenta, se la tierra, mirando extasiada hacía el cielo. goso y desproporcionado. deslizó sobre sus ojos, trayéndole dolor, No sabía lo que buscaba. La muchacha se sentía transportada, angustia, miedo y, luego, sólo oscuridad... No sabía el tiempo que había perma- aunque lo que antes era suave, delicioso, Había sucumbido ante la última de las necido allí echada, con la mirada pérdida se había transformado ahora en una tur- tentaciones.

Weird Tales de Lhork 125 PUBLICACIONES DEL FANDOM

Acero y Magia: Espadachinas Roma eterna Autor: Robert E. Howard Autor: Robert Silverberg Traducción: Francisco Arellano Traducción: Emilio Mayorga Portada: Howard Pyle Edición: Minotauro Edición: Biblioteca del Laberinto ISBN: 978-84-450-7610-1 ISBN: 84-934166-4-9 www.edicionesminotauro.com

La piedra negra y otros relatos de A través de Marte horror sobrenatural Autor: Geoffrey A. Landis Autor: Robert E. Howard Traducción: Isabel Merino Bodés Traducción: Santiago García Edición: Solaris Ficción Edición: Valdemar ISBN: 84-9800-073-4 ISBN: 97884-7702-563-4 www.lafactoriadeideas.es www.valdemar.com

Los cinco evangelistas Ciudad abismo Autor: Juan Peláez Autor: Alastair Reynolds Edición: Barrabés Traducción: Pilar Ramírez ISBN: 978-84-95744-51-7 Edición: Solaris Ficción www.barrabes.com ISBN: 84-98000-43-2 www.lafactoriadeideas.es

126 Weird Tales de Lhork Publicaciones del Fandom

Chindi Cabo Trafalgar Autor: Jack McDevitt Autor: Arturo Pérez-Reverte Traducción: Pablo Rueda Díaz-Urmeneta Edición: Alfaguara Edición: Solaris Ficción ISBN: 84-66319-39 5 ISBN: 84-98000-5-05 www.alfaguara.santillana.es www.lafactoriadeideas.es

Signum Casacas rojas Autor: José Guadalajara Autor: Richard Holmes Edición: La Factoría de Ideas Traducción: Montse Batista ISBN: 84-9800-084-X Edición: Edhasa www.lafactoriadeideas.es ISBN: 84-35026-55-8 www.edhasa.es

Dark Valley Destiny. La ciudad del grabado La vida de Robert E. Howard Autor: K. J. Bishop Autores: L. Sprague de Camp, Catherine Traducción: Fabricio González Neira Crook de Camp y Jane Winttington Edición: Bibliópolis fantástica Griffin ISBN: 978-84-96173-50-7 Edición: Dolmen www.bibliopolis.org ISBN: 84-96121-94-1

Alejandro Magno , biografía de una leyenda Autor: Gisbert Haefs Autor: Francisco Calderón Traducción José Antonio Alemán Edición: Dolmen Edición: Pocket Edhasa ISBN: 84-96121-61-5 ISBN: 84-98152-39-9

Weird Tales de Lhork 127 Publicaciones del Fandom

Criptozoico Cabo Trafalgar Autor: Brian Aldiss Autor: Roger Nimier Traducción: Domingo Santos Traducción: Joan Riambau Edición: Edhasa Edición: Edhasa ISBN: 84-35020-62-2 ISBN: 84-35008-91-6

El halcón del mar El lenguaje de las piedras Autor: Rafael Sabatini Autor: Robert Carter Traducción: Manuel Vallvé Traducción: Carme Font Edición: Edhasa Edición: Edhasa ISBN: 978-84-350-5561-1 ISBN: 84-3502-10-09 www.edhasa.es

El número de Dios El señor de la guerra Autor: José Luis Corral Autor: Henry Treece Edición: Edhasa Edición: Bibliópolis ISBN: 84-96121-94-1 ISBN: 978-84-96173-73-6 www.bibliopolis.org

El sueño del águila: Boudica, reina El evangelio secreto guerrera de los celtas Autor: Kyril Yeskov Autor: Manda Scott Traducción: Fernando Otero Macías Traducción: Ana Herrera Edición: Bibliópolis Edición: Pocket Edhasa ISBN: 84-96121-61-5 ISBN: 84-35060-87-X www.bibliopolis.org

128 Weird Tales de Lhork Publicaciones del Fandom

Heredera del mar y del fuego La búsqueda de Tarzán Autor: Patricia A. McKillip Autor: Edgar Rice Burroughs Traducción: Carlos Gardini Traducción: Joan Riambau Edición: Bibliópolis Fantástica Edición: Edhasa ISBN: 84-96173-21-6 ISBN: 978-84-35031-18-9 www.bibliopolis.org

La Ciencia Ficción en México La isla del tesoro Autor: Gonzalo Martré Autor: Robert Louis Stevenson Edición: Instituto Politécnico Nacional Traducción: Joan Riambau ISBN: 970-36-0127-8 Edición: Edhasa ISBN: 84-350-5553-1 www.edhasa.es

La muerte del nigromante La espada de Crisaor Autor: Martha Wells Autor: Paco Nájera y Santiago Girón Traducción: Carlos Gardini Edición: Almuzara Edición: Edhasa ISBN: 84-88586-68-X ISBN: 84-96173-44-5 www.editorialalmuzara.com www.bibliopolis.org

Odisea en Iberia Manual práctico para viajar en OVNI Autor: Paco Nájera y Santiago Girón Edición: Almuzara Autores:Lawrence Schimel y ISBN: 84-96416-64-X Sara Rojo Pérez www.editorialalmuzara.com Traducción: Fernando Otero Macías Edición: Candela ediciones/ Bibliópolis ISBN: 978-84-96173-27-9 www.bibliopolis.org

Weird Tales de Lhork 129 Publicaciones del Fandom

Metropol Las doce moradas del viento Autor: Walter Jon Williams Autor: Ursula K. LeGuin Traducción: Antonio Rivas Traducción: Elena Rius Edición: Bibliópolis Fantástica Edición: Edhasa ISBN: 978-84-96173-41-5 ISBN: 978-84-350-2083-1 www.bibliopolis.org

Pasaje al Noroeste La casa de Arabu y otros cuentos Autor: Kenneth Roberts Autor: Robert E. Howard Traducción: Carme Font Edición: Edhasa Edición: Ediciones Jaguar ISBN: 978-84-96423-09-1 ISBN: 84-35061-10-8

Solomon Kane El privilegio de la espada Autores: Roy Thomas, Doug Moench, Autor: Ellen Kushner Don Glut y otros Traducción: Manuel de los Reyes Traducción: Gabriel Ares y Francisco Edición: Bibliópolis Fantástica Calderón ISBN: 978-84-96173-64-4 Edición: Sword Studio www.bibliopolis.org

Amazing Stories (1926-1935) Amor eterno Autor: Francisco Arellano (sel.) Autor: Edgar Rice Burroughs Traducción: Francisco Arellano Traducción: Francisco Arellano Edición: Biblioteca del Laberinto Edición: Biblioteca del Laberinto ISBN: 978-84-934166-1-4 ISBN: 978-84-934166-2-1

130 Weird Tales de Lhork Publicaciones del Fandom

Relatos de Ciencia Ficción Aelita. La reina de marte Autor: Nilo María Fabra Autor: Alexei Tolstoi Edición: Biblioteca del Laberinto Edición: Biblioteca del Laberinto ISBN: 978-84-934166-3-8 ISBN: 978-84-934166-5-2

Harry Dickson 1 Weird Tales 1 Autor: Jean Ray Autor: Francisco Arellano (Selc.) Edición: Biblioteca del Laberinto Traducción: Francisco ARellano ISBN: 978-84-934166-8-3 Edición: Biblioteca del Laberinto ISBN: 978-84-935407-0-8

Gabriel revisitado El último anillo Autor: Domingo Santos Autor: Kyril Yeskov Edición: Espiral Ciencia Ficción Traducción: Fernando Otero Macías ISBN: 84-67428-06-6 Edición: Bibliópolis Fantástica aroz.izar.net ISBN: 84-96173-19-4 www.bibliopolis.org

FANZINE “EL CENTINELA” Nº 7 LOVECRAFT MAGAZINE Nº 11 Septiembre 2004 Número Extra. Fanzine de Fantasía, Terror y Ciencia- Apartado de Correos 41 Ficción. 08910 Badalona Colaboraciones, Información y pedidos a: Barcelona David García del Campo E-mail: [email protected] C/ Hermanitas de la Cruz nº 2, 2º C 47013 Valladolid e-mail: [email protected]

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