Por siempre Cthulhu

[Sobre DERLETH, August, (2005), Otros mitos de Cthulhu, Madrid, Alianza]

Mauro Gil y Arce

De los diversos destinos que el ejercicio del arte suele deparar, el de epígono pareciera ser uno de los menos envidiables. Ciertamente, la ligazón indisoluble de una obra con otra anterior que le ha servido de modelo no puede ser su mejor carta de presentación. Pese a ello, existen continuaciones que, sin llegar a superar al original, pueden constituir en sí mismas respetuosos tributos donde el hálito de aquél aún se perpetúe. Tal el caso de la narrativa de (1909-1971) en relación a la de Howard Phillips Lovecraft (1890-1937).

Perdurablemente eclipsado por la fascinante personalidad de este último (la cual, acaso, contribuyó a forjar), Derleth consagró su vida a divulgar, primero, y prolongar, después, el legado literario de su maestro. Así, y junto a Donald Wandrei (1908-1987) -otro notable cultor del género fantástico y la ciencia ficción asimismo surgido del legendario ‘Círculo Lovecraft’-, fundó Arkham House, el sello editorial que en 1939 publicó la primera recopilación de la obra de Lovecraft titulada The Outsider and Others. A este volumen habrían de seguirle: Beyond the Wall of Sleep (1943), Marginalia (1944), The Lurker at the Threshold (1945), Something about Cats and Other Pieces (1949), The Survivor and Others (1957), The Shuttered Room and Other Pieces y Collected Poems (1963), entre numerosas reimpresiones y antologías. Mientras que en el plano de la estricta creación se abocó por años a completar y enriquecer los denominados ‘Mitos de Cthulhu’, ese fascinante y heterogéneo conjunto narrativo que tuvo su matriz en trece relatos de Lovecraft y del cual participaron también autores como (1893-1961), Zealia Bishop (1897-1968), (1903-1994), Robert Howard (1906-1936), Henry Kuttner (1915-1958), (1917-1994), Robert A. W. Lowndes (1916-1998), y J. (1946).

La admiración de Derleth hacia su mentor se ratifica en este volumen que Alianza acaba de editar en una cuidada traducción de Borja García Bercero quien,

219 recientemente, trasladó a nuestro idioma y prologó para la misma casa editorial una excelente compilación de relatos de otro escritor fundamental para la conformación de los Mitos, nos referimos al inglés Algernon Blackwood (1). Asimismo, la presente selección ya había sido antecedida, también en Alianza, por otras dos de la autoría de Derleth: La máscara de Cthulhu (1988) y El rastro de Cthulhu (Id.). Mientras que en La habitación cerrada y otros cuentos de terror (1976) y Los que vigilan desde el tiempo y otros cuentos (1981), se agrupan ficciones escritas por él en colaboración (póstuma) con Lovecraft.

Sin embargo, resulta significativo que dos tercios del total de textos que conforman la presente colección no sean, en rigor de verdad, plenamente inéditos en nuestra lengua. Por el contrario, se conocían desde hace más de medio siglo “El morador de las tinieblas” (aquí, “El morador de la oscuridad” [“The Dweller in Darkness”], seguramente para evitar confusiones con otro de Lovecraft [“The Haunter of the Dark”], anteriormente traducido por y Rafael Llopis con ese mismo título), “El ser que caminaba sobre el viento”, “Ithaqua” y “Más allá del umbral” (ahora, “Al otro lado del umbral”), los cuales formaron parte de la antología titulada Cuentos del más allá, editada en Buenos Aires por Acme Agency en 1951, la que, no hace falta aclararlo, resulta hoy inhallable.

De todas maneras, no podemos sino congratularnos ante la actual reunión de estas piezas en un solo tomo. Aquí contamos, por ejemplo, con textos íntegramente dedicados a deidades primigenias de la exclusiva cosecha de Derleth, inexistentes por ello en el panteón concebido por su predecesor. Tal es el caso de El Que Camina Sobre El Viento, también llamado Ithaqua, el dios del gran silencio blanco, al cual están dedicadas las tres narraciones centrales -y vagamente encadenadas- del libro, o Cthugha, el ser del fuego, enemigo acérrimo de Nyarlathotep y confinado en la constelación de Fomalhaut, figuras principales en el relato que abre la serie.

Otra característica de algunos de estos cuentos digna de destacar reside en la elaborada arquitectura textual de la que hace gala el autor al construirlos: el distanciamiento, operado por medio de capas escriturales sucesivas (y superpuestas), entre el acontecimiento narrado y la narración propiamente dicha suele adquirir verosímil objetividad, verbigracia, en “El ser que caminaba sobre el viento” y, sobre

220 todo, en “Ithaqua”. Derleth, sin duda, supo aprender una de las lecciones fundamentales del maestro: aprovechar el potencial de los ‘rastros textuales’ que los horrores relatados van sembrando en el mundo. Así, libros prohibidos, diarios personales, cartas, sueltos periodísticos, informes de cuño diverso, leyendas y toda clase de ‘residuos folklóricos’ constituyen las ‘huellas’, los únicos, parciales restos de un referente de por sí (y eminentemente) innominable.

Otro rasgo que este libro no hace sino confirmar por completo reside en lo que toca a aquellas diferencias ‘ideológicas’ de peso operadas entre la cosmovisión del discípulo respecto de la de su maestro. Discrepancias que en un memorable estudio íntegramente dedicado a los Mitos de Cthulhu había consignado con suma justeza Rafael Llopis: “Derleth interpretaba los Mitos como una distorsión de elementos judeo- cristianos” (1985: 38), lo que manifiesta en él una pronunciada tendencia hacia el maniqueísmo. Hecho este que el propio escritor especifica cuando escribe: “El esquema de los Mitos es básico en la historia del género humano, pues representa la lucha original entre el bien y el mal” (2000: 14).

En efecto, se halla Derleth sumamente próximo a nociones índole dualista, siendo como es el mundo, desde su perspectiva, un campo de batalla entre potencias benéficas y maléficas. Más complejo, en cambio, Lovecraft se encontraría cercano a concepciones afines al gnosticismo en cuanto a pensar el mal como intrínseco a la naturaleza del cosmos.

Al respecto, Serge Hutin, un especialista en la materia, sorprendía a finales de la década de los cincuentas al cerrar un clásico estudio sobre las corrientes gnósticas del inicio de la Era Cristiana con una inesperada referencia a Lovecraft:

“En Lovecraft, la angustia por la condición humana adquiere una amplitud vertiginosa; vivamente impresionado por las inquietantes perspectivas abiertas por la exploración de los abismos del tiempo, del espacio y del espíritu, el relator extiende el terror más allá del continuo

221 espacio temporal, a una multitud de universos continuos y discontinuos. En todos lados hallamos seres temibles, clasificados en grandiosas y complicadas genealogías, que se enfrentan sin cesar en titánicas luchas. Algunos de esos monstruos crearon la vida en nuestro sistema solar ‘por chiste o por error’ (by jest or mistake). La realidad en la que vivvimos no es más que una burbuja de jabón en medio de horribles abismos, temporales y espaciales, donde el hombre corre el risego de hundirse a la menor imprudencia.” (1976: 61).

Por último, es de notar que, a fuerza de reiterar una misma mecánica, no deja de percibirse en la formulación de estos cuentos una suerte de desgaste. Excepciones serían los citados “El ser que caminaba sobre el viento” e “Ithaqua”, y “Algo de allá afuera”, narración que, tanto por su ambientación como por su estilo, resignifica elementos de genuina procedencia gótica. No obstante, queda claro que el ciclo narrativo erigido por Howard Phillip Lovecraft halla en estos cuentos de August Derleth una diestra prolongación a la vez que una clausura dignísima.

______Nota (1) BLACKWOOD, Algernon (2000), Culto secreto y otros relatos, Selección, traducción y prólogo de Borja García Bercero. Madrid, Alianza. ______Bibliografía DERLETH, August (2000), “H. P. Lovecraft y su obra”, en LOVECRAFT, H. P., El horror de Dunwich, Madrid, Alianza. HUTIN, Serge (1976), Los gnósticos, Bs. As., Eudeba. LLOPIS, Rafael (1985), “Los Mitos de Cthulhu”, en LOVECRAFT, H. P. y otros, Los Mitos de Cthulhu, Madrid, Alianza.

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