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AÑO XXXII BARCELONA 28 DE AÜRIL DE 191 NÚM. 1.635

BARCELONA.-LA JURA DE LA BANDERA

El capitán general oyendo la misa de eanipaña al frente de su Estado Mayor

En el medallón, un recluta besando la bandera

(Do fotDgntnas áü nuc-stru rupiirtcrü A. Mcrlctii.) 283 LA ILUSTRACIÓN ARTÍSTICA NÚMERO 1.635

SU]VtAE.IO Esta vez, no habia más desposorios que el de los preparación de prensa, súbitamente, al punto mismo Texto. - La vida ¿oniemporánca, por la condesa de Pardo reclutas con la bandera; unión grave, impregnada de en que corrió de boca en boca la nueva. Los que se liazán. - La boda del vizconde, cuento de Juana de Lacrou- la austeridad del sacrificio. acercaban a la portezuela de mi coche, al afirmar siile. - Elpiníor Eduardo Líonii'. - I'imitras dtl Psra^itio. J^ució otro día radioso, alumbrado por un sol to­ . — Monumento al maestro Verdl. lor. No hacia frío. No hacia viento. Una ijlacidcz ch- llos españoles, satisfechos de que la iniquidad no se QrV8Ü'aQ.Ú.O&.- Barcelona. La jura de ¡a bandiva. El capitán hubiese co]isumado. general oyendo !a misa. - Dibujo de Tamburini, ilustración vina flotaba en el ambiente. a La boda del vizconde. -Santa Cecilia, retablo de I£. Llu- Y Madrid, en masa, como en la jornada de la Y, desde el mismo momento, comenzaron, espon­ rens. - Obras del Perugiuo. - Notas de Valencia. - La cues­ boda, se había echado a la calle. A pesar de insis­ táneas, las manifestaciones. La misma tarde, y todos tión de Oriente. - [.a safida del liaiie, cuadro de R. Rihera. tentes anuncios de algo terrorífico, nadie sentia pa­ los días, no sólo la muchedumbre, sino las señoritas - Obras de David. -Notas de la huelga de Bé'gica. - Avi- y señoras, las personas bien trajeadas y que sería im­ ñóu. Gusmv? VdeSu-cia saliendo del palacio de/os Papas. vor. Madrid es audaz, jaranero y curioso. Se trataba ~ To/nás Edison. -Acotas de Barcelona. - Caláslrofedel'i.Zo- de un espectáculo atractivo, y acaso hasta el interés posible reclutar si el sentimiento no las atrajese, fue­ diac XVJ)>. - Boceto del iiionuintnío a Verdi. del anunciado drama era nuevo aliciente. ron a situarse alrededor de Palacio, aclamando, pron­ En el larguísimo trayecto, desde el Palacio Real tas las mujeres a deshacerse cu lágrimas cuando el Rey presentaba, sobre la barandilla del balcón, a los LA VIDA CONTEMl'ORANEA hasta la estatua de Castelar, no existia claro donde fuese menor el gentío. Los balcones, intrépidos, se infantitos, que habían estado tan a punto de quedar­ Clavo: no cabe liablar de otra cosa. El atentado, entoldaban de sombrillas policromas. El paso délas se huérfanos. Y un huérfano real es huérfano dos el atentado..., y, esta vez, lia tenido mucho mayor fuerzas arrancaba gritos de entusiasmo. Ello será lo veces. Tristeza inmensa, la de las minorías; angustia resonancia, ha producido más ind!¿ínaciün y protes­ que (luiera, pero, desde los t'iltimos hechos de armas, la de ver a una reina vestida de negro, amparando a ta, que el de la horrible bomba de Mateo Morral. en África, existe en las masas mayor simpatía por el un débil niño, que ha empezado a reinar en horas ¿Por qué? Porque la gente va despertando; porque Ejército. Nada estrecha lazos como el peligro, el va­ dramáticas, en horas de tempestad y duelo. Así, la hay cierta energía de reacción cu los espíritus; por­ lor y la victoria. Hay que llamar a las cosas por su ^•is^a de los niños fué lo que más enterneció a las que resaltan y se defmcn las consecuencias de tan nombre, y dejarse de ('.operaciones de policía» y de­ multitudes, diariamente agolpadas, desde la tarde de reiteradas asechanzas coptra un rey joven, que no ha más eufemismos. Guerra fué, si bien de distintas pro­ la jura, bajo los balcones del Real Palacio, y luego a hecho mal, que no tiene enemigos, al menos en el porciones que las enormes guerras actuales, entre la hora del relevo de la guardia. El clamoreo pedia sentido personal de la palabra. naciones potentes. La conciencia nacional pareció que se asomase el Rey. «el Rey valiente». Y este apo­ El dia de la bomba, düniinj la estuiief.Lcción, y empezar a latir, a despertarse, a responder; y yo, re­ do gentil quedaría deiinitivamente unido a la perso­ casi sobrepujó el asombro al espanto; o, por mejor cordando tiempos en (juc a la bandera no la saluda­ nalidad de Alfonso, como quedaron al de otros Al­ decir, el espanto cuajó en asombro, como si el he­ ba nadie, veia descubrirse las cabezas a su paso, y fonsos otros .sobrenombres, si estuviésemos en una cho tuviese niucho de increíble. me regocijab.i, mientras iban pasando, en marcial y época en que los reyes fuesen más conocidos por •jiel Batallador», «el Sabioí>, <(el Cruel» o «el Santo», que El aparato escénico ayudaba a prestar al suceso rápido desfile, los brillantes regimientos. Las tropas por sus nombres de pila - como sucedía en la Edad ribetes de sensacional novela, del gtinero foUctines- moras atraían más (¡ue ninguna la curiosidad, y la Media. De todos modos al abrirse los balcones, el co-sociológico. Era un día azul, brillante, caluroso, provocaban los dicharachos del pueblo, que acaso no sobrenombre brotaba de los labios. Nunca ha sido como parecen fabricarse ciertos días para Madrid se diese cuenta de todo lo que habia de histórico en la monarquía tan popular. expresamente: y Madrid entero se había echado a la aquellos hijos del desierto y de la montaiia, broncea­ calle, a ver pasar aquel nupcial cortejo de monarcas, dos y recios, paseando por las calles de Madrid su Los estudiantes de la Universidad; los alumnos de principes, princesas, diplomáticos, grandes, altos fun­ catadura, exactamente igual a la de sus antepasados, las Academias; los diputados y senadores; en breve cionarios, damas de honor, ministro-s, generales; una los que lucharon con nosotros, no siete siglos, como los socios del Ateneo, han ido o irán, juntos a felici­ serie de carrozas increíblemente suntuosas y artísti­ suele decirse, sino trece, lo menos. Nada de esto sa­ tar al Rey. Y no es lo importante (¡ue vayan; es que cas, de cuento de hadas, que arrastraban caballos bría buena parte de los espectadores; pero acaso sin­ irán con sincero convencimiento de dos realidades; empenachados de plumas blancas, azules, rojas, ama­ tiesen vagamente la inmensa poesía del paso de los la una, que Alfonso XIH se ha portado como un rey rillas; caballos de sangre pura, de lustrada piel, or­ jinetes y los infantes africanos, bajo nuestra bandera, se porta, si tiene conciencia de su cargo y sobre lodo gullosos de sus jaeces, ufanos de su carga que lleva­ [ircsentando las armas a nuestro Rey,,al Sultán cris­ si tiene impávido corazón; la segunda, sociahnente ban, al paso majestuoso de una procesión tan magní­ tiano,, como le llamaron en su típico lenguaje... más importante aún, que estos atentados, cuya repe­ fica; un río de fuerza armada, ya siguiendo a la co­ Yo vi desfilar a los regimientos al final del Paseo tición prueba la existencia de una enfermedad peli­ mitiva, ya acordonada por las calles que habia de del Prado, donde desemboca la carrera de San Je­ grosa, no van tanto contra la vida de un alentado y recorrer, i Y Km balconesl Eran como jardines, o me­ rónimo. La ceremonia, conmovedora y brillante, se noble mozo, sino contra todos, contra todo; contra jor dicho, como macetas, atestadas de flores vivien­ había terminado. Corda por todos los grupos un la sociedad y sus fundamentos. En suma, que no son tes, a las cuales resguardaban dc'l sol toldos de seda aura de tranquilidad: decíase que 110 habia ocurrido regicidios, sino socialicidíos. de colorines ondulantes, en continuo movimiento: nada, y que, ya a tal hora, nada podia ocurrir. Bajo Y la sociedad es más difícil de matar, porque no las gayas sombrillas. Juntas las cabezas, rientes los esta impresión consoladora, retrocedimos hasta la tiene una vida sola sino cien mi!. La sociedad es el ojos, dispuesta a la aclamación la boca, apretado en calle de Alcalá, para situarnos en la embocadura de ave fénix. Renacería de sus cenizas, si a cenizas pu­ la derecha el patiizuelo que se agitaba, en nube de la de Sevilla, desde donde, cómodamente sentados diese reducirse. Aun en el peor y más anárquico ins­ blancas mariposas, saludando,dos balcones enviaban en un cochecillo, veríamos el paso de los moros, que tante, en la Comnmne. por ejemplo, lo que se redujo desde el aire su jiibilo y alborozo al cortejo real, que escoltaban a la reina Victoria. Con tal oportunidad a cenizas fueron algunos edificios, lástima grande; procedía, un poco grave tal vez, en orden prescrito por llegamos, que un minuto después la reina pasaba en pero la sociedad volvió a entrar, triunfadora, en me­ la etiqueta. Y, cuando acababa de pasar la incompara­ su carretela a la gran Daumont, risueña y sonrosada dio déla patria mutiladay vencida. Es completamen­ ble coniitiva, los balcones, como ella, se esfumaban, bajo el velillo y el sombrero grande, cuyas lineas se te seguro que la sociedad no muere, pase lo que pa­ vaciándose de geiite; las señoras y señoritas se retira­ confundían en el foco blanco y suelto de enorme se. Sin embargo conviene que no sea herida, que no ban, se sentaban dentro, se abanicaban ruidosamen­ esprif. Del Casino, de todas las ventanas, de la mu­ sea escarnecida, que se sienta firme y coherente. Y, te, haciendo comentarios; y, del cafe más próximo, chedumbre, partían aclamaciones, gritos, una ovación o mucho me equivoco, o estos atentados están con­ subían bandejiís con grandes vasos de horchata o de calurosa. La soberana la acogía, contenta, aniñada, solidando bastante a la sociedad. limón, no sin sus correspondientes pajitas, y sus bar­ dulce, agradeciendo con cabeza y manos. No sabia Otra cosa tenemos que agradecer al atentado de quillos crocantes y ligeros, y se saboreaba el refresco aún nada... Nosotros tampoco, pero no tardamos en ahora. Ko sé cuál de los conferenciantes a quienes he delicioso, esperando la segunda emoción, cuando el snbsr antes que ella... Mientras pasaban los moros, oído estos días (las conferencias siguen muy en favor Rey volviese de la iglesia, casado, en la misma ca­ negros o color de ocre bajo el sol, tres o cuatro per­ a cada paso más) decía que, al amortiguarse la fe en rroza que su desposada... sonas, desconocidas para mí, se habian acercado su­ nuestro siglo, había tomado gran incremento la su­ cesivamente a la portezuela, me habían dado noti­ La Reina - la que iba a serlo dentro de media perstición. Y es una verdad palmaria. La superstición cias: hora-, ¡era tan bonita! No se hablaba sino de su se extiende, cunde, se arraiga, hasta en las almas me­ belleza, de aquellos rubios cabellos como hebras de - Un atentado... nos preparadas a sentida. Nadie regala una tijera o sol, de aquel cutis de nieve y rosa, de aquellos gran­ - Cuatro tiros... un cortaplumas, sin exigir cinco céntimos, para que des ojos puros,.infantiles, de aquella figura noble, - Ileso, si, ni una herida... no se «corte la amistad». Nadie menta «a la bicha» gallarda, de aquellas facciones delicadas y perfectas. - El anarquista ha sido detenido ya... sin tocar disimuladamente madera. Nadie quiere tra­ En ese dia en que aun las mujeres menos hermosas Pero lo que de los relatos, truncados, no podia de tar ni acompañar a cierta dama de Madrid, porque aciertan a parecerlo, bajo el velo y entre la albura ducirse aún, era la lucha cuerpo a cuerpo de Alfon­ hace mal de ojo. Nadie deja de comer, a las doce de ideal del traje, la nueva Reina de España semejaba so XIII y su asesino, los lances del combate en que la noche del último día del año, las clásicas uvas. una aparición. Y se impacientaban los balcones. el diestro jinete se cubrió con su caballo, que reci­ Nadie omite los dijecitos con «el pato» y

LA BODA DEL VIZCONDE, CUENTO DE JUANA DE LACROUSJLLE (I), dibujo de TEimburini mmammm

El viicotide la contemplaba estupefacto

Cuando se supo de ciencia cierta que la canonesa propósito para inclinarla al casorio. Además, si he - ¿Y cómo ha de ser una mujer para que sea de había enviado a buscar a su sobrino y único herede­ de decirle lo que pienso, creo ([ue la ahijada del ar­ tu agrado? ro, el vizconde del Hautmesnil, para casarle y per­ chivero... - Pues una mujer bonita, pero no coqueta; inteli­ petuar de esta suerte la antigua raza de la que ella -¿Mónica? gente sin ser una marisabidilla; enérgica, mas no descendía, hubo gran efervescencia en la pequeña ~ Cabalmente- ¿No es verdad, Sr. Verdoisy, que emancipada. En una palabra, una mujer capaz de subprefectura, en donde la noticia produjo el mismo no diría usted que no si el vizconde le pidiera la embellecer un hogar y de idealizar una casa; una efecto que la caída de una piedra en una charca po­ mano de Mónica? mujer cariñosa, buena, abnegada... blada de ranas. -¡Mónica casarse con el vizconde! ¡Ay'^emigo - Colette, hija mia, dígale usted a mi sobrina que I^a intimidad (jue unía a las familias de la soa'e- mío! Se me figura que la pobre niña tiene otra? am­ está-loco. «íí'^) como se dice en estilo loca!, quedó de pronto biciones: va a misa todos los días y tres veces ^or *'Colette de Garouzier, que poseía un diploma de rota. Hormigueaban las candidatas; todas las solte­ semana visita a los viejos de las Hermanitas de lis ^la Cruz Roja, esperaba en casa de la canonesa, anti- ras de (juince... a treinta y cinco años, sin contar las Pübres. ¡Hágase la voluntad de Dios! y^iia amiga de su familia, a (|ue la nombrasen direc- viuda.s, tenían sus pretensiones y cada una de ellas En una palabra, a juzgar por las apariencias, cual tora de,un dispensario. Tenía que ganarse la subsis­ tensa sus partidarios que discutían las probabiÜdades quiera hubiese creído que todas aquellas muchachas tencia y había elegido una profesión en la que pu­ de la victoria y aun apostaban sobre cuál vencería. enamoradas del renuncmmiento, dispuestas a dar al diera emplear los tesoros de abnegación de que su La vida cotidiana hatjía llegado a ser abominable; mundo un adiós defmitivo, no soñaban más que con corazón se desbordaba. Era la única muchacha que l^s amigas, convertidas en rivales, cambiaban entre rejas, con claustros y con votos perpetuos. en nada había cambiado desde la llegada del vizcon­ SI cumplidos Henos de hiél y sonrisas impregnadas Las apariencias eran, sin embargo, engañosas. A de. ¿Para qué había de variar? Era pobre y por esta tle vinagre, pesar de aquellos aires de menosprecio, todas se es­ misma circustancia no entraba en la categoría de jó­ iodo el mundo vigilaba, espiaba, interrogaba. forzaban por adueñarse del corazón del magnifico venes casaderas. -Paréceme^ mi coronel, decía el presidente del pretendiente y nada omitían para hacer su conquista. A la interpelación de la canonesa, levantó sus Eribunal, que el vizconde sería un gran partido para Los carteros no podían con los paquetes de mues­ grandes ojos de gacela y con voz reposada dijo: •'^'-' liija de usted, Atenais. tras y de catálogos pedidos a las mejores casas de - Seguramente es usted loco, señor vizconde. ~ Mi Atenais, amigo presidente, no piensa en ca­ París; las costureras no daban paz a la aguja, los pe­ V doblando el bordado que aaibaha de terminar, sarse, que yo sepa; tiene diez y nueve años y está luqueros no desoinsaban un minuto, las cabezas se salió lentamente de la estancia sin percatarse de i[ue consagrada por entero alas buenas obras que dirige, erizaban CÍM papiihtss y el precio de los añadidos ha­ el ramito de violetas que llevaba en el cinturón se «¡Qué seria de su patronato y de su escuela domésti- bíase duplicado. había desprendido y aiído al suelo. •^ SI ella los abandonase por ese mequetrefe? En Desgraciadamente, el objeto de tantas ansias mos­ Cuando Colette estuvo fuera, el vizconde cogió las cambio, estoy seguro de que su sobrina de usted, trábase insensible a ellas y se negaba resueltamente flores, aspiró con delicia su penetrante perfume y ... a elegir novia. mirando con expresión burlona a su tía exclamó: . -¡Clarisa, Clarisa!.. ¡Ah: La pobre muchacha no I,a canonesa se indignaba y amenazaba a su sobri­ -¿Están ustedes bien segurass.de qué estoy loco? E>_ene la menor gana de enajenar su libertad, y el no con desheredarle si no adoptaba una resolución, l'cro aquella tarde no dejó traslucir mida más de ^jempl^o de su hermana, abandonada por su marido a lo que él respondía, muy juiciosamente, que pre­ lo que pasaba en su alma. después de un año de matrimonio, no es lo más a fería verse desheredado que mal casado. - Pero en fin, decíale su tia, ¿quieres explicarme * (') Reproducción autori^atiapara iosperLódicosque tengan * » celeíjrado contrato con !a Soeiété des gens de fétíres y prohibida qué esperas? P^ra los demás. Reservados los derechos de la presente tra­ - Xada más que encontrar una mujer que sea de Con la esperanza de dar un gol[ie decisivo, la ca­ ducción. mi gusto. nonesa había organizado una ^ardm-pariv. Todo 284 LA ILUSTRACIÓN ARTÍSTICA NÚMERO 1.635

estíiba dispuesto y se aguardiiba a los invitados de todo cuanto toca, la mujer cariñosa, buena y abne­ Nacido en Barcelona en 18,^7, hizo sus estudios un momento a otro. gada, existe, si, existe; y esa nnijer es usted.,. ¿C>uic- primero en la Escuela de Bellas Artes de esta capital Colc'tte estaba prendiéndost' un cinturún de liber- rc usted ser mi esposa? y luego en la de l*arís, dándose a conocer ventajo­ ty de color de cora! sobre su sencilla falda de cros- Demasiado conmovida para contestarle de pala­ samente en la Exposición de Madrid de 1S64 con \)ón blanco, cuando llamaron su atención unas ex­ bra, Coiette le tendió una mano con ademán de ^•:Í?> cuadros titulados La pracesiím del Cvrpiis y Ja- clamaciones de la cnnoncsa. ditk. Dos aiios des¡;ués con- Salió precipitadamente de su curríaa una exposición, cele­ cuarto y vio a la anciana se­ brada en Barcelona, con tres ñora sofocada y en el colmo lienzos, uno de los cuales, de la desesperación: el éxito Deviniidn de matrimonio, fué de la fiesta estaba entera­ premiado con mención hono­ mente comprometido, pues rífica yadijuirido por la Aca­ el pianista acababa de dislo­ demia, c|ue lo instaló en el carse una muñeca y por con­ Museo Provincial. siguiente, ;adiós baile! Posteriormente consagróse - No se apure usted por casi exclusi\'amejite a la ]]in- esto, dijo la joven; se bailará, luradecorativa,con(niistandi> Ijortiue yo tocaré el piano. en el cultivo de esta rama del V como prueba de su sufi­ arte pictórico grande y mere­ ciencia, tocó con verdadera cida tama, hasta el punto de maestría los primeros compa­ que, durante un largo perío­ ses de un vals, do, casi no se concebía pro­ El vÍ?:conde la contempla­ yecto alguno de cierta impor­ ba estupefacto. tancia sin asignar a Llorens -¿De modo que es usted la ejecución del mismo. también música?, exclamó. Bien puede afirmarse (]ue a IJorens se debe el (.]ue las clases pudientes barcelonesas reanudaran la brillante tradi­ La ^ankn-piu-iy tocaba a ción de aquellos ante])asados su fin y los ánimos habían suyos que embellecieron las llegado al paroxismo de la grandiosas estar.cias de sus excitación, pür([uü ahora si mansiones señoriales con las que las probabilidades pare­ admirables composiciones de cían defuiitivamente circuns- Montañana, del Vigatá y de crttiis entre AtenaÍ,s, Clarisa otros maestros insignes. y Mónica, las cuales queda­ Las obras decorati\'as de ban como las tres favoritas Llorens, C|ue figuran en gran en aquella homérica carrera número de templos y de pa­ a caiía de un marido. lacios de particulares, se dis­ Kn efecto, cada una habla tinguen por la elegancia y obtenido u n triunfo parti­ grandiosidad de su composi­ cular. ción y se inspiran en asuntos Atenais, la poetisa, premia­ religiosos, mitológicos e his.- da en numerosos concursos^ tóricos, c|ue el artista supo había recitado un soneto iné­ interpretar con acierto digno dito, cuyo óltimü verso no de los mayores encomios, así podía dejar la menor duda por lo que se refiere a la co­ acerca de sus sentimientos rrección del dibujo como por amorosos. lo que hace a la brillantez del Clarisa, la sporísivoman, colorido y ala inteligente dis­ campeón del remo, de golfo tribución yagru])ación de los y de natación, había ganado elementos (]ue tales compo­ sin ningiín esfuerzo el mtitch siciones intem'an. de tennis. V en cuanto a Mónica, ha­ bía bailado, con toda la gra­ PINTURAS cia atrevida de una liabítual DEL PERUGINO concurrente al Moulin-Rou- ge, un impresionante ^^r/^r//- En el número 1.631 de LA kar, que habia permitido ad­ ILUSTRACIÓN ARTÍSTICA re- mirar la perfección de su ¡)roduj¡mosun fresco existen­ cuerpo. te en el Palacio del Cambiij, Cuando esta última con­ de Perusa, Los Profetas y las cluyó su danza, oyóse gran Sibilas, cjue hasta hace poco clamor en !a carretera. Los habia sido atribuido al cele­ invitados a la fiesta precipi­ bre Pedro Vannucci, el Fe- táronse a !a verja del jardín rii^ino y que, según el nota­ y desde alli pudieron ver a ble historiógrafo de arte ita­ un muchacho, aprendiz de Santa Cecilia, retablo de lüiuni-clo Llorens, liano Adolfo A'enturi, no es una pastelería, que j'acía in­ algunas de cuyas obras han .sido recientemente expuestas en el Círcubi ArtísUco de esta ciudad obra de aquél, sino de su di.s- animado en medio del cami­ cipulo, el eximio Rafael San- no entre los restos de las pastas que llevaba para el asentimiento y le permitió posar sobre su frente el x.io. También es de éste y no del Periigino, al decir lumh: una motocicleta le había atropellado y de su beso de los desposorios. del citado Venturi, la figura que en el fresco Héroes frente abierta brotaba la sangre que iba formando y sabios de la aíitigiiedad, que reproducimos en la un reguero encarnado sobre el blanco polvo del página siguiente, representa la Fortaleza, aduciendo suelo. en apoyo de su aserto argumentos al parecer convin­ Al ver aquel espectáculo, todas aquellas seiioritas Atenais, Clarisa y Mónica creyeron morir de rabia centes y sobre todo la comparación entre la frescura huyeron horrorizadas y lanzando gritos. al anuncio de aquella boda. y la delicadeza con c^ue está pintada aquella arrogan­ Coiette, en cambio, avanzó resuelta y se inclinó -;(^uién lo hubiera crcídol te matrona, y la severidad c|ue se advierte en las de­ sobre el muchacho herido. - ;Con su aire de .santita! más del cuadro. ~i^•ive, vive!, exclamó. ¿Quiere usted ayudarme, - ¡Qué intrigante! Nada tiene de extraño (]ue Raiiiel colaborase en Sr, de Hautmesnil? A los que le repetían esas acusaciones de las des­ !as obras que el Ftrugino pintó en Perusa, por cuan­ Con ayuda del vizconde transportó al muchacho pechadas, contestábales la canonesa: to el de Urbino fué discípulo de Vannucci y como sobre el césped; después fué en busca de un estu­ - Coiette ha intrigado tan poco como la violeta tal ayudó en varias ocasiones a su famoso maestro, de che y de agua caliente y lavó la herida, juntó las escondida debajo de la hierba y cuyo perfume des­ cuj'o estudio tantos y tan notables artistas salieron. carnes con tela engomada y sobre la cura hizo un cubre su existencia. Las afirmaciones de Venturi, que muchos discuten vendaje. todavía, contribuirían, en caso de ser confirmadas, a -Ahora, dijo luego que hubo colocado al herido esclarecer algunos interesantes problemas referentes en unas parihuelas, pueden llevarlo al hospital. EL PINTOR EDUARDO LLORENS a la educación artística del gran Rafael Sanzio y arro­ Y se disponía a volver adonde estaban los demás,- jarían mucha luz sobi'c uno de los períodos menos cuando el vizconde la detuvo, diciéndole; En el Círculo Artístico de esta ciudad se ha cele­ conocidos de su vida. Por otra parte, vendrían a re­ -Señorita, se equivocó usted a)'cr; no estoy loco, brado recientemente una exjjosicion de obras de este forzar el juicio del eminente crítico e historiógrafo no. La mujer tal como yo la sueño, bonita pero no pintor, fallecido el año último, cuya personalidad ^^^sari, de que !a primera manera de Rafael es de tal coqueta, inteligente sin ser una marisabidilla, la mu­ aparece con verdadero relieve en la historia del arte Índole, «(]ue se hace difícil discernir entre sus obras jer que embellece todo cuanto la rodea, que idealiza decorativo catalán contemporáneo. y las de su maestro, el Ferugino.'^ OBRAS CLÁSICAS DE LA PINTURA. - NOTABILES CUADROS DE P. VANNUCCI, EL Í^ERUGINO. (Fotografías de C. Abeniacar.j

Dos testas de apóstoles que figuran en el fresco «La Transfiguración», existente en el Palacio del Cambio de Peruea

Héroes y sabios de la antigüedad, fresco del I'^ruyinu (.-xi^ttiite en el I'iilucio tltl Ciniljíü de IViiisn La figura de hi l'urtideza (la de la i/.qiiierdLi rio \\\ pirtt; superior) cs-oliru, soyun lUinna V'cntiiri-^su Uislofia iit¡ A>ic //.t.-hiip, de Rnfacl Sun/'io. {W \:\ CN[)!ÜMCÍV'.II en la página ;inlfr¡t>r,) 286 LA ILUSTRACIÓN ARTÍSTICA NÚMERO 1.635

VALENCIA.-NOTAS DE ACTUALIDAD. (Fotografías de V. Barbera Masip.)

huerto de las inmediaciones, y allí, entre lieriiiosos naranjos en flor, sirvióse un espl¿n- didfí almuerzo en cuya minuta ocupaba lugar principal la clásica/ÍÍ;Í//CI valenciana. Al final tiel banquete, el presidente de la Asociación de la l'rensa pronunció senlidas frases ofreciendo la fiesta a Benavente, quien contestó en un elocuente discurso agrade­ ciendo el obsequio cantando a la patria y al periodismo, Kl secretario del Ayuntamiento (le Valencia dio lectura al acuerdo de aque­ lla corporación de dar a una calle de la ciu­ dad el nombre del ilustre dramaturgo, y el concejal valenciano Sr. \'ives leyó unos bo- nitns versos parafraseando ¡.o¡ itjíereses ireadús. Después, un dulzainero tocó el himno de la Exposición, &e dispararon algimas tracas y seis parejas vestidas con los típicos trajes de los huertanos bailaron varias danzas po­ pulares.

En el l^araninfo de la Universidad, efec­ tuóse el dia 20 la sesión inaugural del tercer Congreso de Obstetricia y Ginecología. El acto que resultó brillante y solemne, fué presidido por el ministro de Instrucción pública, Sr. López Muñoz, r¡uien tenfaasus lados a las autoridades y demás elementas ollciales.

Los estudiantes aclamando al ilustre drama- tur^fo Jacinto Benavente delante del Hotel Victoria, en donde se ha hospedado.

El iluslredramaturgoJacinUtBenaventeha permanecido unos días en Valencia, en donde ha sido objeto de los más cariño­ sos y entusiastas agasajos. Llegó a aquella capital el día 21 de este mes y en la estación fué recibido por el alcalde, los presidentes de las sociedades li­ terarias y científicas, los catedráticos y profesores del Conserva­ torio, la Junta Directiva de la Asociación de la l'rensa, los es­ tudiantes con sus linderas, periodistas, literatos y un enorme gentfo que le tributó una ovación calurosa, con la que se mez­ claban los acordes de la landa municipal, Benavente ocupó el coche del alcalde y acompañado de éste dirigióse al Hotel Vic­ toria; el público que le seguía le obligó a salir varias veces al balcón, saludándolo con aplausos y aclamaciones a los que co- rrespondii'i con un viva a Valencia. Durante aquella tarde recibió numerosas visitas de artistas, periodistas y literatos y de una comisión de estudiantes presidi­ da por el Dr. Moliner quien le dio la más cordial bienvenida, Por la noche dióse en el Teatro Principal a beneficio de la institución del Desayuno Escolar, protegida por Benavente, y como homenaje a éste una función brillantísima. La compañía Banquete ofrecido a Jacinto Benavente por los periodistas valencianos del eminente actor Enrique Borras representó tre.s obras del gran dramaturgo, al final de una de las cuales, Lafusrza h-rn- y celebrado en una huerta del pueblo de Silla ta, hubo de salir el autor al imlco escénico, siendo objeto de una grandiosa ovación que se reprodujo después que hubo leído un bellísimo discurso sobre la Después de la lectura de una notable memoria por el secretario Sr. Alcover, el presidente de ironía, y a la salida del teatro terminada la función. la comisión organizadora Sr. López Sancho enalteció los fines que persigue el Congreso y el Al día siguiente, fué obsequiado por los periodistas valencianos con una jíra al pueblo de ministro pronunció un elocuente discurso reconociendo la extraordinaria im|Xirtancia del Con­ Silla. Desde éste y en varios carruajes de tiro, enjaezados al estilo del país, trasladáronse a un greso, que declaró abierto en nombre del Rey. ~ S.

El Paraninfo de la Univereidad durante la sesión inaugural del ItX Congreso de Obstetricia y G-inecologia celebrada el dia 20 de este mes bajo la presidencia del Escmo, Sr, Ministro de Instrucción Pública NÚMERO 1.635 LA ILUSTRACIÓN ARTÍSTICA 2S'7'

LA CUESTIÓN DE ORIENTE.-TOMA DE ESKUTARI. NEGOCIACIONES PARA LA PAZ

lientlo tic la cÍLulad en prccipiíaila cartera atacaron a la Ijayoneta a los montenegii- nos, pero no olistante el hcrcísmo con c(ue lucharon nopudieron.icsiátir la acnmclida de sus enemigos que,' a las once de la no- chcf entraban por diferentes puntos en la ciudad, í'oco después, firmábase el protocolo de la capitulación y Essad-bajá y sus tropas .salían de la plaza con todos los honores mililarcs. La toma de Lsliutari conipUcará induda­ blemente el problema que la diplomacia europea se propuso solucionar ytiueyano se refiere solamente al litigio eñlre los Es­ tados balkánicos y Turquía, sino que lia lomado carácter ¡ntcTnacional y puede en lal concepto dar lugar a muy grabes con­ flictos, Austria ha declarado'que en modo alguno consentirá que Eskutart sea de Montenegro y las potencias se han pues­ to a! lado de Austria. Montenegro, a su vez, lia dicho, poi boca de su rey, que no abandonarla aquella jilaza si lograba te­ nerla en su poder. Mientras Eskutari se resistía, la solución de! prolilema pmlfaset fácil, soljre lodo si, como se proponían las potencias con su desembarco, U^raban ha­ cer levantar el sitio. Pero duefios los mon- tenegrinos de la plaza e insistiendo como parece insistir Austria en sus exigencias, ¿^e los obligará a abandonarlaPíHabrápa­ ra esto entre las potencias la misma una-

En las líneas de Tchatalcha. Soldados biilgaros tomando el te durante el armisticio. (Eotografía de Ilarlingae.)

. Montenegro se ha salido con la suya a pesar de todos los pesares. Su piin- J^ipal objetivo desde los comienzos de la ;;uerra bahía sitio !a toma de Esku- •"' y al sitio de esta plaza había dedicado la mayor y mejor (xirte de su re- uucidü pero valerosísimo ejército. El rey Nicolás declaró repelidas veces ^ue la posesión de aqtiella ciudad era no sólo cuestión de alta conveniencia para b^ intereses territoriales de su país, sino también cuestión de honor. La diplotnacia austriaca logró arra.strar a las grandes potencias y obtuvo «e ellas que, faltando a la neutralidad a que se habían solemnemente com- prometido,^ ejercieran presión sobre Montenegro para que abandonase el ii'^edtode Eskutari. l'rimero fueron consejos, luego intimaciones, después ame- azas y al fin la manifestación naval internacional ante las costas montene- grinas, manifestación a la que iba a seguir de un momento a otro el desem- •^o y por consiguiente la intervención armada. iero ni consejos, ni amenazas, ni intimaciones de los colosos hicieron leJla en el ánimo del pigmeo que, firme en su derecho, convencido de su ^azím. ^ , ha- queridT— o demostra^^...uoL...r. a- la.^s potencia¡,^^.^..-..^s qu^ueo nad...^^^a e.^^s bastante para con- ener a un pueblo que lucha por altos ideales. V el ejército inontenegrino la coronado la brillante historia riel asedio de seis meses de Eskutari, apo- «mndose de la plaza el día 22 de este mes. t-l rey Nicolás, viendo que los destacamentos navales de las potencias ' *^" ^ desembarcar y a acudir en auxilio de la ciudad sitiada, ordenó a sus pnerale.s que intentasen un supremo esfuerzo. Después de cuarenta y ocho loras de terrible bombardeo contra la plaza y la colina de Tarahosch, en la "laiiana del citado dia los montenegrinos, ayudados por algunos cimtingen- es -servios que, a pesar de ¡as órdenes de su gobierno, no habían

Sofía. - El público contemplando un mapa expuesto en la alcaldía en el que se se­ ñala la probable futura frontera turco- búlgara. (De fott^rafía de Archives du Miroir.)

nimidad que hasta ahora ha habido, a lo menos aparente­ mente? ()\o influirá en la actitud de alguna de ellas la cir­ cunstancia de hallarse delante de un hecho consumado? En una palabra, ¿se consumará la gran injusticia, la ini­ quidad de negar al pueblo heroico que tan grandes sacrifi­ cios ha hecJio y tan inmensas pérdidas ha sufrido, el pre­ mio que con sus esfuerzos tan legítimamente se ha ganado? La noticia de la toma de Eskutari ha producido, como es de suponer, indecible entusiasmo en todo Montenegro y entre todos los pueblos balkánicos. En Austria, en cam­ bio, ha causado gran indignación yen toda Europa verda­ dero asombro. Los cuatro Estados balkánicos entregaron el día 21 a los representantes de las potencias, en sus respectivas capita­ les, la respuesta a la nota que aquéllas les habían dirigido consignan

LA SALIDA DEL BAILE, cuadro de Román Ribera

Ronián Ril>era es el pintor elegante y distinguido por excelencia. Sus composiciones tienen además, se manifiestan en la técnica con que los traslada a la lela. Su (liluijo es correctísimo; un sello arislíicrático, por decirlo as!, que las hace inconfundibles con cualesquiera otras y que las lincas, los contornos, los clarohscuros di: sus fij^uras mn de una suavidad cncanladora; ye^ta da carácler projíio a su personaiiciad artística. misma suavidad, csia misma dulzura se admiran en su colorido, en el que no hay la mcmir cs- Y esta elefjancia y esta distinción no aparecen sólo en los asuntos de sus cuadros, sino que, tridencia, sino, por el contrario, una fusión de tintas en un cmijunto impecal>lemenle arniúnicti. 3 PARÍS.-EXPOSICIÓN DE OBRAS DEL CÉLEBRE PINTOR LUIS DAVID (1748-1825). {Fotografías de Harlingue.)

Retrato de David pintado por eJ mismo Baronesa de Meunier, hija de David

BaríSn de Meunici', yoi-no de David La señorita David, que fuó después baronesa de Jeanin

Rn el Petiiierio Palacio tk París se lia inaugurado rccientemetiLc una iiiteríísante exposiciún den al artista la sinceridad sin pasión v quieren que traduzca la vida de una manera ímparcial, de oleras ñel Cí^lebrado'nintfir Luis David v di.' sus discípulos. L^i'^ ensalzarán a David retratista; sus retratos son principalmente los que han est.nbleciclr) definiU- I)e! eran artista (Eul ner¡.>do de la KevoUidón y del Imperio, figuran en esta exposicionno vaniente su gloria; po-- r ello"-s s-e sal•e d^e la• s fila- s d.e lo• s artista•• - s cuyas obras únicament-- -e han inte*••- j., . 1. generación que los aclamó, para colocarse entre los que inspiran lu admiración a la s'do la mavoria de los cuadros mitológicos e liístOricos que Unta fama le conquistaron, smo resado a la genera» tamliién míiUitud de retratos, acerca de los cuales un eminente critico lia escnto: «I^s que pi- posteridad.» 290 LA ILUSTRACIÓN ARTÍSTICA NÚMERO 1.635

LA HUELGA GENERAL EN BÉLGICA compromete a acometer el estudio de la reforma electoral una í> —^o creo que será un perjuicio para la estenografía; mi­ vez terminada la huelga. llones de empleados cesarán en la labor mecánica que inventó La hiielga general, hace tanto tiempo anunciada pnr el par­ líeimido e! comité del sufragio universal y de la huelga, al Sir Isaac Pittman, ante esa máquina terrible y útil. La huma­ tido SfJcialÍHta Itelga, como medio do conseguir la votación pnr día KÍguiente de aquella votación la mayoría tíe los delegados, nidad no puedeser sentimental. Hay que simplificary renovar

La huelga preneral en Bélgica. - Gru­ Obreras no huelguistas efectuando po de huelguistas de Docherie, en con permiso de los huelguistas al­ las inmediaciones de Charleroi. gunos trabajos de primera necesi­ dad. (De fott^rafías de Carlos Delius.) el Parlamento del sufragio universal, comentó el día 14 de este mes en toda Bélgica. Si el empleado sufre, el propietario gana. Yo inven­ Aunque el sticialisuio pretendía que fuesen to para el mundo, no para favorecer una clase... todos los traltajadores, o siquiera la inmensa íLlegamos al salón de audiciones, un pequeño mayoría de ellos, los que abandonasen el tratia- anfiteatro, donde frente a frente como dos pugilis­ jo, la huelga ha distado mucho de ser gcnernl, tas prontos 3 un combate se miran dos máquinas pues el rvihnero de huelguistas no ha llegado, ni ])arlantes: el fonógrafo de Edison y un gramófono con mucho, a la tercera parte de lo que consti­ do una conqjanía privada. I" 11 disco es colocadoy tuye aquella población obrera. I'ueile decirse el fonógrafo canta una melodía suave, redonda, que ha sido casi total en las minas de carbón, poderosa, como si en et interior de aquella caja de un cuarenta por ciento en algunas grandes de madera negra viviese el hada armonía; es una industrias, de un veinücinco por ciento en otras plegaria de una ópera italiana y la artista ha im­ y nula en los ferrocarriles y telégrafos y en los presionado aquel disco con una sublime devoción oficios que proveen a las principales necesida­ de arte, A la última nota, una nota grave y reli­ des de la existencia. giosa de contralto, Edison levantó la cabeza mien­ Como se ve, una gran parte de la masa obre­ tras en una perlada ri.sa me dice: ra se ha negado a acalar las órdenes de sus je­ Beparto de la sopa comunista a lae familias de los huelguistas & - Verá usted la diferencia. fes, lo que se debe seguramente aqne no se tia- »Y tomando su silla va a la máquina rival, que (De fotografía de M. Branger.) entona la misma plegaria dicha por una artista tala de una reivindicación de carácter social, del Metropolitan Opera Uouse, sino de una reivindicación ixjlítica que, en el »No es la misma sonoridad mística, es un canto vibran­ fondo, interesa muy poco a los trabajadores belgas. Mucho han considerando aquella orden del día como una promesa satisfac­ te, raspado, chillón, donde las notas agudas tiemblan y se contribuido también a ello los sindicatos católicos, que cuen­ toria, decidió proponer la vuelta al tratiajo a! Congreso del arrastran metálicas, mientras el final grave se pierde en un ru­ tan con muchas fuerzas y que se han mostrado resueltamente partido obrero, el cual ha aceptado la decisión del comité. mor ronco como el estertor de un asmático,,. contrarios a la huelga. De todos modos, ésta ha, reve.stído verdadera importancia, EL REY GUSTAVO V DE SUECIA EN FRAÍs'CIA »TÍmÍdamente le mostré mí deseo de conocer el cinetófono pues el ni'imero de huelguistas ha llegado a ser de 300.000, y sobre todo ha producido inmensos perjuicios ni comercio y a Después de haber permanecido una temporada en la Costa la induslria belgas, sin contar los millones qne han dejado de Azul, S. M, el rey Gustavo V de Suecia ha estado unos días cobrar los obreros en concepto de jornales. en París, habiendo hecho el viaje en automóvil y habiéndose La huelga se ha desarrollado [Kicíficamente, habiendo sido detenido por el camino en Beau.x;, en Aviñón, en donde visi­ tó el palacio de los Papas, y en Lyón. Durante su estancia en París, el monarca, que viaja de in­ cógnito, ha presidido la ceremonia de la inauguración de la nueva capilla sueca, asistiendo al oficio divino que allí se cele­ bró y recorriendo luego las varias dependencias del edificio, que son: escuela para niiíos y niñas, asilo para suecos necesita­ dos, salón de conferencias y sala de gimnasia. Antes de aijandonar la capital de Francia, Gustavo V visitó iil presidente de la República, a quien entregó el gran cordón de la orden.de los Serafines ycon quien celebró una larga con­ ferencia. ; Poco después, el Sr. Poincaré devolvió la visita al monarca sueco, que aquella misma tarde partió para Karlsruhe. EDISON Y SUS INVENTOS La personalidad de Edison está constantemente a la orden del día; en efecto, el llamado lírujo de Menlo-Park, lejos de dormirse sobre sus laureles y de gozar descansadamente de las inmensas riquezas con su genio y su trabajo adquiridas, mués­ trase cada día más activo y su cerebro privilegiado no cesa de Tomás Alva Edison, que actualmente está trabajando perseguir nuevos inventos, ni cesan sus talleres y laboratorios para perfeccionar el cinematógrafo y el cinetófono. {De fo­ de producir continuamente algo nuevo y siempre útil a la hu­ manidad. tografía. ) El periódico de la Habana El Fígaro ha publicado hace poco un articulo interesantísimo que desde Nueva York le en­ y su sonrisa se agrandó aún más at complacer mi curiosidad, vía Fran - Esa es mi última manía, lie legrado unir a la acción fo­ en París la casa Gaumont había intentado la experiencia, pero tográfica el sonido con tal precisión de tiempo, que al terminar sin resultado. El sonido no correspondía a la velocidad de la el movimiento del labio expira la vibración de la palabra. To­ cmla: Edison recoge simultáneamente con un doble aparato el AviñÓD. - S. M. el rey Gustavo V de Suecia do sonido se reproduce fielmenle en la película, ya sea un dis- movimiento y el canto. Baliendo de visitar el Palacio de los Papas. |)aro de catión, ya el eco de un suspiro. Trabajo hasta las dos ^•Después de admiradas esas películas, las demás resultan frías, como si el silencio fuese una declaración de derrota, una (De fofo^fraffa de Chu&seau-Flavíens.) de la mañana y coronaré con el triunfo este deseo. La fiebre del éxilo me embarga, como hace años cuando logré por vez muda afirmación de \'encido. & primera en el mundo reproducir la voz humana o reflejar el contadísimos los sahoiagis y las coacciones y no habiéndose re­ movimiento. Yo no descanso un momento, cada mes lanzo al gistrado ningéin desorden grave. mercado un aparato i'uil y aun siento en el fondo de mi calx:7a En el momento en que escribimos estas líneas la huelga ha esa pugnacidad de mi raza americana de ¡r mds lejos, de ir terminado, a consecuencia de la votación favorable recaída, en hasta el fin... la Cá.nara de Diputados, en una orden del día presentada por S>Frente a cada vitrina me enseñaba algo interesante, los pri­ deSprüdel el diputado de la izquierda liberal Sr. Masson, cjue representa meros teléfonos, los primeros fonógrafos, sus estudios en la fa­ la gran región industria! de Mons. Esta orden del d(a pedía la bricación de edificios de cemento, su perfección telegráfica, sus aprobación de las declaraciones del presidente de! Consejo de invenciones del ferrocarril eléctrico y el dictógrafo, sencilla eslaiinicolegífimaSalde Ministros Sr. Brocqueville, según las cuales el gobierno se mácjuina para el dictado de cartas, Carisbad NÚMERO 1.635 LA ILUSTRACIÓN ARTÍSTICA 291

LOS FABRECE

NOVELA ORIGINAL DE PAUL MARGUERITTE. - ILUSTRACIONES DE SIMONT. (CONTINUACIÓN.)

¿De qué procedía pues aquel creciente desapego En la obscuridad de su cuarto los Jacquemer ha- bía vivido sino con la esperanza de reconstituir un 3- Una carrera (¡ue no arrastraba, sin embargo, en la lílan en voz baja, y le parece a Cirilo - él se lo re­ hogar honorable. (ociosidad de ima guarnición o el juego de la peque­ procha - que Isabel, más suya en la intimidad de Antes que volver bajo el techo de su marido que ña guerra, sino que la seguía a través de marchas atjuellas horas, es más semejante a él puesto que no se lo intimó judicialmente, sujeta a mandamientos fatigosas, interrumpidas por órdenes breves y tiros ])uede penetrar en el negro velo de las tinieblas. judiciales que le arrebataban su hijo, se mató con de fusil, o .seguidas de períodos de calma consagra­ Han agotado sus previsiones y sus temores res- un valor espantoso, clavándose un largo alfiler de dos a instruir a sus hoiribres y a cultivarse a si mis- ¡íecto a Simona, y hablan de las hijas de Claudia. .sombrero en el corazón. ^o, según las reglas que se había dado una vez para -Son desgraciadas, dice Cirilo. Si Sergio se opusiese al divorcio, se defendería siempre; régimen, trabajo y voluntad? - Sin embargo, Armanda no es mala. por todos los medios posibles y, para desacreditarla, Sobrio en todo, verdadero asceta, velando cada - Ni buena. Simplemente egoísta y celosa. presentaría las cartas robadas. SÍ el mismo Sergio lo noche para instruirse, ejerciendo sin cesar su fuerza - Eso se arreglará quizá. reclamase, cosa admisible, reconvcncionalmente nada de alma, ¿no hubiera debido experimentar al menos -Dices lo que no crees, Isabel. El tiempo no se oponía a que lo obtuviese contra ella y por ende esa severa satisfacción que asegura la conciencia arregla nada; empeora lo que va mal. los hijos. Se los quitaría a la madre, que ya sólo ten­ del deber cumplido? Y no era nada feliz. Elta adivina todo su pensamiento; Cirilo no se dría derecho a visitarlos dos veces por semana. Atusóse el bigote con un gesto mafpinal y volvió consolará jamás; sus pobres ojos... Si gracias a la influencia de Pedro Fabrecé, admi­ a Coger la pluma; - Neneta y Mimí son simpáticas y buenas, Isabel tiendo que éste, tan integro, consintiese en arrojar «No vaya usted a creer señorita, que yo dé dema- se aventura a decir. su nombre a los debates, el tribunal hiciese cargo a s'tura rccifKoca, ¿a profesión que, ejercida por hombres, acusa sus im­ - Me parece, sin embargo, que una puede amar a ([uién cedería los hijos? Probablemente los reparti­ perfecciones. No sufro por ninguna incomodidad, los hijos de otra mujer. ría, líetty para la madre e Iván para el padre. ¡I'ero por ninguna postergación, ni por el mal humor de - Te lo figuras porque no tienes. esto era inadmisiltle! No era posible confiar ni su hija ningiín jefe. A ejemplo de Andrés Sarnel, su queri­ ¡Cuánta tristeza en estas palabras que contienen, ni su hijo a semejante individuo. ¿Qué haría de ellos? dísimo hermano, hice desde luego mi sacrificio a la no un reproche, sino una inofensa penal Cirilo con­ Unos desgraciados o unos monstruos. necesidad. Pero yo valgo menos que él, puesto que tinúa; ;El atolladero! no deseaba nada más que el destino que se había - ¡Más vale así, puesto que yo no podría verlos! Y Enrique Le Jas la amaba, y ella le amaba a él. hecho, mientras que yo me siento asediado de in- ¡Siempre ese egoísmo de enfermo! Luego rectifica: En esto había para tila una probabilidad, una posi­ tjuietudes que, vagas c inciertas al principio, adí^uie- -¡Pero tü, mi querida Isabel, til los verías! bilidad de reconstituir su existencia sobre una nue­ i'en de día en día mayor imperio sobre mi. Después de una pausa: va base de ventura. Enrique sabría ser un guía probo »Creo, señoritii, que el espectáculo de la vida de -¿Duermes, Isabel? y servir de educador y de padre a los hijos. Pero la lamilia no es bueno para los militares que hemos he­ - No, amigo mío. latalidad quería que, aun cuando ella recobrase su cho voto de desprendimiento y soledad. ¿Debo con­ - ¿Quieres que te díga en qué piensas? independencia, él pt^rmanccería sujeto a una triste fiárselo? Más de una vez, en medio de los míos, me -Di. unión conyugal, que era una verdadera prisión. l^e puesto a pensar que al lado de esta misión de - En que Neneta y Miml, con nosotros no serían Mientras viviera la mujer de Le Jas, y ésta tenía soldado, una de las más altas para quien sabe com­ sacrificadas. treinta y siete años y gozaba de excelente salud, no prender su viril belleza, existen otras formas de ac- Isabel le estrecha la mano, pues, hasta durante la había medio de casarse con él. ¡El atolladero! eión más inmediatas a nosotros y ([uizás más próxi- noche, este vibrante lazo los une. ¿Qué hacer pues? ¿Lo que tantas otras, ocultar su ijias a esa feUcidad cuya ilusión encanta y desenga- - Es verdad. auior, y, bajo apariencias irreprochables?.. ¡No, no! i^a- a todos los seres. El suspira: Esto a sus ojos sería tan feo como el adulterio. ¡Una »Pienso que debe existir una gnxn dulzura en es­ - La vida es defectuosa y el corazón insaciable, Ivibrecé! Tenía demasiado respeto a si misma y al tas palabras; una mujer e hijos; la unión definitiva i'í'ú me haces tan feliz! ¿Qué necesidad tenemos de nombre que llevaba. "je dos personas que, liabiéndose apreciado y tenien­ hijos? Si asumieras semejante carga, te tendría me­ Aunque lo hubiese olvidado, todo se lo recorda­ do la misma dirección de espíritu, se entregan una a nos. Además, ni él ni Armanda las cederían. ba: el cuarto en que volvía a encontrar, sobre estan­ otra para toda la vida. Entonces me pregunto si has­ terías, sus Iñbehh y sus libros de soltera; la vieja ta ahora no he sido muy orgulloso pensando que casa en que habia crecido, y en la cual todo le ha­ llegarla a crearme por mí solo mi felicidad, y si una Simona tamixjco duerme. blaba de rectitud, de altivez, de tradiciones, de ense­ *^ompañera amada no sería...» A ratos cierra los ojos, llama al sueño bienhechor; ñanza y de ejemplo. Oliverio volvió a detenerse... pero su pensamiento marcha, marcha, marcha.,, y ¡a ¡Ah!, cuan culpable había sido-Isabel tenía ra­ Se levantó, cogió la fotografía de Sarnel y la en­ asalta un cilmulo de recuerdos. zón-abandonándose con Le Jas a aquella franr|ue- tinó con e! dedo, de modo que sólo aparecieran los ¿Es realmente cierto que está aqui en salvo? Pero za de amistad, a a([ucllas confidencias de las cuales, *^Jos inteligentes en que reinaba tanta bondad y que mañana, ¿lo desconocido? por piedad recíproca, ¡había de brotar el amor! ¡Y eran también los ojos de Isabel Sarnel. 'l'enía su Escucha; no, en el cuarto inmediato, cuya puerta el pobre y querido amigo sufría por culpa de ella! edad, treinta y dos años, y poseía un alma superior está abierta, sus hijitos ducrmeii tranquilamente. ¿Como habia tenido el valor de negarse a verlo y en Un cuerpo enfermizo. ¡Ah!, ¡si no fuera por ellos!,. Pero ahí están, y no hablarle, cuando todo su ser se lanzaba hacia él, Su simpatía, y después su amistad, aumentaban vinieron al mundo por su voluntad; son los acreedo­ cuando tanta dulzura y tanto consuelo hubiera en­ "ajo los auspicios del recuerdo guardado al muerto, res inocentes del porvenir; poseen los derechos so­ contrado ella en tenderle sus brazos doloridos, sus ninguna mujer, exceptuando a Isabel, habla inspi­ beranos de la raza que quiere vivir y debe prosperar. manos ardientes, y decirle: <;Ennque, no hay más rado todavía a Oliverio semejante respeto. Ella ha­ Simona se encuentra en un atolladero. ¿Volver al que usted en el mundo que pueda arrancarme de bía vencido su silencio receloso; con ella sentía lado de Sergio? ¡Imposible! ¡Oh! Éste va a suplicar, aquí; sálveme de cualquier manera; sáquemc de este <^onfianza, quizá porque no mostraba ninguna coque­ amenazar, prometer, exigir que ella vuelva a inclinar infierno; partamos si es preciso»? tería y porque no era hermosa en el sentido conven- la cerviz al yugo. Adoptará la máscara y la voz más Si, quedaba este recurso: la huida. ¡í^a huida y la eional de la palabra, más bien fea, a pesar de una a propósito para convencer, para disipar las sospe­ vergüenza, la huida y el escándalo! Olvidarlo todo: eabellera magnífica y de su mirada penetrante como chas, para atenuar sus faltas. Le es indispensable. ]iasado, familia, lo mejor de sí mismo, su concien­ ^'1 hermoso pensamiento. Necesita ejercer sobre ella su crueldad refinada, sus cia, su dltimo orgullo, por las embriagueces ásperas ^ olvió a sentarse. Un pliegue melancólico inclinó frases que son como latigazos, sus sonrisas que ofen­ y atormentadas, por la ]jas!Ón que lo arrastra todo y, [ii comisura de sus labios. ¿A qué escribir todas atiue- den, sus miradas (pie desvisten y manchan; y las sin más razón que su fuerza, se afirma por cima de l'as cosas? ¿No nos arrepentimos después de toda traiciones ignominiosas, y el látigo, y lo demás; es las costumbres, de la moral, de las leyes y del honor eonfesión como de una debilidad? ¡Y aquella sobre necesario que ella agote los suplicios en que se com­ consagraílos. todo, que podía apenar a la señorita Sarnel, o tur­ place ese sádico, ese demente. ¿Y sus hijos? ¡Desgraciada! ada, por el contrario! ¡Fuera flaquezas. Oliverio! No, jamás volverá a vivir con él. ¿Qué hacer? Si ¿Llevarlos consigo? ¡Locura! Podía perderse, pero No había hecho su ofrenda a la comiln ambición ella reclama el divorcio, él es capaz de afrontar los sola. No podía imponer a aquellas criaturas la pre­ de los hombres, sino a una entidad superior, a la pa­ debates de un proceso dudoso. Sí, dudoso. Simona sencia de un intruso, sin derechos, aunque ese intru­ tria misma que exigía abnegaciones absolutas, de conoce demasiado e! espantoso calvario de una ami­ so fuese un amigo. ¿Abandonarlos? ¿Pero a quién? ^luellos que no sienten ningún otro afecto y aquie­ ga suya, Clara Jayant, libertada al fin de sus sufri­ ¿A Sergio? ¡No, jamás! ¿A sus padres? ¿A sus herma­ tes ningún otro deber limita. Por lo demás, ¿conocía mientos por la nuierte. Clara intentó un proceso, nos y hermanas? ¿Desligarse de toda obligación, y ^'guna mujer que valiese lo que Isabel? ¿Y podía ca­ pero no supo probar las infidelidades, ni las brutali­ echar sobre otros responsabilidades que la abruma­ sarse con ella? dades de su marido. Para probar, se necesitan testi­ ban? ¿Era esto posible? «íI*or qué no?j\ se preguntó Oliverio. gos que quieran, que se atrevan; se necesita hacer ¡El atolladero! ¡El atolladero! V su contestación fué: averiguaciones, y tender un lazo; Jayant tenía un ¿Resignarse entonces a un modas vivcndi orgum- <^ilmpnsible!» ahogado hábil, y amigos en la magistratura. zado, renunciar a todo, nc ser más que una mamá, V estrujando la carta empezada, le pegó fuego. Durante cinco anos, paralizada por todos los sub­ ofrecer en holocausto a sus hijos su juventud frus­ terfugios de una actuación desleal, Clara habia per­ trada, su dicha probable? ¿Inmolarsi^? VI seguido su libertad, de un tribunal a otro, hasta ver- Isabel lo aconsejaba. Pero, ¿y Enrique?., pero, ¿y ."íe devuelta a su verdugo por el tribunal de apela­ ella?.. ¡Eso era horrible! ¡En fin, ella em joven, y te­ I-^ noche avanza y más de un pensamiento ansio-- ción. Y amaba a un hombre de corazón, y no habia nía derecho a vivir! ¡No se sacrifica de esa manera a so vela todavía, querido entregarse a él, esperando siempre, y no ha­ pna mujer de veinticinco años! 292 LA ILUSTRACIÓN ARTÍSTICA NÚMERO I.Ó-Í00;

Simona quisiera gritar, quisiera llorar, quisiera... ha disipado su pesadilla. Por poco se deja sorpren­ el orgullo paterna!, por el orgullo de perpetuar en sus Y los minutos y las horas pasan con una lentitud in- der. Tuvo un estremecimiento. Fué a ver si la puer­ hijos su persona y su obra, pasa delante. terniinables, sin que su agonía se aligere, sin que le ta estaba biejí cerrada. Si. No había nada que es­ Su nuca blanca le atrae y él se inclina para besar­ venga, de parte alguna, un rayo de esperanza. perar. la, lo cual produce en Armanda un pcciiieño encogi­ Minutos después, volvió a salir por la brecha y se miento de hombros, pero nada hostil esta vez. Enrique Le Jas siente la convulsa agitación del fué con una tristeza mortal. I-^l cuarto de los mellizos es blanco como una ca­ deseo y de la pena. Está allí, en la sombra, easi de­ pilla. Delante de cada cama, una piel de osezno bajo de la ventana de Simona. Se ba colado como Juan Marcos ba trabajado hasta muy tarde; Ar- blanco, y basta las mismas cunas parecen pequeños un ladrón en el parque bañado por la luna, donde manda ha entreabierto la puerta dos veces. Aparta aliares, con gran lujo de seda, batista y bordados. una fajina cierra la brecha desmoronada de la pa­ los legajos, y, antes de reunirse con ella, pasa por el Juan Pedro y Pedro Juan duermen profundamen­ red. Los perros, que lian acudido, lo reconocen y ca­ cuarto de sus hijas, contra su costumbre. (^)uiere ver te, gordos, adorables bajo sus cabellos ondulados, llan. ¡Qué insensatez! ¡Si le sorprendieran! El porte­ a Neneta... Sofía habló de un fuerte constipado. como verdaderos pequeños dioses. ro bace cada noche su ronda. ¿Qué espera? ¿Entrar? Mimí duerme tranquila, con una mueca infantil en Armanda repliega la ropa de una de las camas de­ ¿Cómo? ¿Escalar el primer piso? Eso es cosa de no­ su rostro de buena muchachita. Neneta tambiénj bajo del colchón, levanta la cabeza de uno de los ge­ velas. No desbarra al extremo de esperar que podrá mostrando su flaco perfil bajo su cabello estirado, melos y se vuelve como para decir a su esposo, orgu- verla ¿Entonces? Sus vestidos están cuidadosamente doblados, l'ero llosa de su joven y doble maternidad: Entonces, obedece al impulso irresistible: al de esta falda, ¿por qué está tan deshilacbada? V los za­ - ¿Eh? ¿(^ué me dices? acercarse a ella. Ya no es Enrique Le Jas, médico patos de Mimí están muy usados. A falta de .\rman- - ¡Qué robustos! inteligente, dueíio de sus actos; ya no tiene cuarenta da, tan ocupada, Odila, la antigua niñera de las hi­ Pasando el brazo por la cintura de su mujer, la añtjs, sino veinte: obra con el ímpetu de un joven a jas de Claudia, podría muy bien... Pero los gemelos arrastra sin atreverse a hacer observación alguna so­ quien su quimera embriaga. Lo c[ue ha sabido le roe la absorben, y Juan Marcos no ha dejado de obser­ bre las dos hermosas sillas noiuegas que, al pie de en el fondo del alma. Aprieta los puños y se habla var su deferencia servil, su afectada amabilidad con cada cuna, ¡carecen estar de visita. en un concentrado delirio; su nueva señora. ¿Había que reprochárselo? No. Armanda ve bien que su marido ba reparado en ((;E1 miserable! ¡Y dejan en libertad a semejantes Sin eso, no hubiera continuado sirviendo en la casa. ellas: y aquel silencio es el de todas las situaciones bribones! Su fortuna tos consagra, la sociedad les Sin embargo, hay en ello algo que le choca, (."laudia difíciles en que cada cual quiere conciliar: la niujm- sonríe, cuando debieran estar en la cárcel o bajo la tenía tanta confianza en esa muchacha, (|ue se la ha- sn egoísmo conquistador, y el hombre su tranquili­ ducha de nn manicomio.» l.)ía recomendado para las niñas al morir. dad. Además, hay el amor y su ceguera. ¡Con qué alivio romperla la cara a PolotzetT! ¿Y Juan Marcos examina el cuartt) lÍm])io, pero muy qué diría si lo su]5Íera todo? l'ero le basta saber que desmantelado. ¡Calla!, han quitado las dos sillas de Simona, demasiado desgraciada, lia tenido que buir. madera de Noruega, substituyéndolas por dos sillas Antonio, en la noche clara, se había dirigido, sil- A través de las reticencias de Isabel, ha adivinado de paja usadas. ¡V qué almohadas! Son cojines cu­ boleando, hacia el Val-Changis. Una vez por sema­ el drama. Vislumbra cosas ijue no tienen nombre y biertos con una servilleta. ¡Ah!, sí, ¡esa historia con na, cuando la buena Noemía iba a ver a su hermana se dirige toda clase de reproches: Sofía! Sobre una mesa, entre libros de clase y cua­ enferma y dormía en Nemours, tenía aquellas citas (íjimbécil! ¿Qué necesidad tenia yo de ofrecerle dernos, dominando un jarrito de jacintos que parece nocturnas. El cuarto de Miga daba a la calle desier­ un afecto impotente y tan torpe que es ella, la vícti­ un homenaje florido, el retrato de Claudia, el tínico ta: un puñado de tierra a los cristales, y ella bajaba ma, la que expía por mi? Vo no tenía derecho a oca- que subsiste. en seguida; su padrastro era demasiado sordo jiara sioiiarlc la inquietud, el tormento, desde el instante Juan Marcos piensa en la muerta... desaparecida oir nada, y no iba a ser Pompón, el pequeño fox re­ que ]K)día libertarla de su inlíerno. ¡Ah, no soy más de la casa en que su fantasma tormentoso ha reina­ galado por Antonio, el que la denunciase. que un biimbre, fornmdo del mismo barro t|uc los do, desaparecida de la memoria de los seres y de Antonio reflexionaba lentamente, de la misma ma­ demás!.. las cosas. nera ([ue un buey rumia. El infortunio de Simona ))¡Vo sabía muy bien que no era libre! \ que si Se vuelve: Neneta tiene los ojtjs abiertos y fijos reforzaba su aforismo predilecto: <(E! dinero no da la ella recobra su libertad, nuestra situación será igual­ en él; el padre se acerca, le toca suavemente la fren­ felicidad.» 'Pexto no muy nuevo, pero que el caso mente falsa. Lo sabia. ¿l*or qué le impuse entonces te y las mejillas. No nota más que un ligero trasu­ Polotzeff ilustraba elocuentemente. También decían; el que supiera mi de.seo? Este secreto me ahogaba, dor. La muchacha, bajo acjuella inesperada caricia, «Hay que casarse con persona de su clase.» si; ¡el amor es fuerte! ¿V no había comprendido yo murmura: «Y yo. pensaba él, digo que hay que casarse segiin que no le era indiferente tampoco? De todas mane­ -¡Papá!' el carácter de cada uno, Si me dieran una Liana ri­ ras bice mal. ('uanto más débil, tanto más sagrada V él siente, sobre su mano que retira, el roce de camente ataviada y ilnicamente preocupada del ador­ debió ser para mí. un beso. no de su persona, no la querría ni para ijuitar y po­ íConfiésalf), Le Jas; tú (|ue te crees mejor que •- Duerme, hija mía, le dice muy (|uedo. ner las campanas de mis melones. Yo soy un hom­ otros muchos, aceptabas de antemano (¡ue ella se sa­ L'na aparición: Armanda, cu)'o rostro ad(]niere bre sencillo, y no me siento por ello ni más ní me­ crificase por ti; portjue aunque mañana se vea libre una expresión singular. Juan Marcos se aleja de la nos firgulloso. Ahora me acuerdo..., es necesario de- de ese canalla, no puede amarte, ni en secreto, sin cama y sigue a su mujer al cuarto de ambos. Su nu­ cira Bautista que saque los naranjos; también podre­ exponer su reputación; engañabas necesariamente la ca sale de la bata de seda color de rosa, que Arman­ mos empezar las podas.» confianza de toda esa lamilla, ¿y todavía te crees da entreabrió a fin de que el collar de perlas que se El tenía la dirección de los jardines y del ¡larquc, digno?» I)uso con una alegría infantil, resalte sobre su blanco conforme a sus deseos. A falta de la Escuela de Su buena fe alegaba la sincera, la eterna excusa cuello. aguas y montes de Nancy,demasiado difícil -¡cómo de un sentimiento verdadero. ¡Qué mala suerte! ¿Por El le ba cogido la mano que se cierra con alguna le hubiera gustado ser inspector o guardia general e qué se había casado? ¿Por qué había cometido el rigidez, y ella insirnla irónicamente: ir siein[)re a caballo por los bosques! - , habla segui­ grave error de tomar por esposa a esa Paulina de co­ -¿Venías a ver si ^i/s bijas necesitaban algo? do los cursos del Instituto agrónomo. Era entendido razón seco, de cuerpo frío, ([ue durante diez años, E! no contesta; ella insiste con at^ritud: en todo lo concerniente a la tierra, a sus flores y a había sido para él una extraña, una enemiga, y que, -¿No tienes confianza en mí? ¿'Pe jiarece que las sus frutos. Para él no había nada superior a esto. a pesar de la separación, pretendía conservar su nom­ descuido? La vista de las primeras tulipas con sus corolas li­ bre, ser su mujer, tenerlo esclavo de un contrato cu­ El se encogió de hombros con una sonrisa de ias- sas o de las pequeñas anémonas purpurinas le causa­ yas obligaciones ni ella ni él cumplían? tidifj. ba un embeleso delicioso. Se le veía largos ratos plan- ¿Debía desear que ella muriese? Porque Paulina - Esa es al menos la opinión de Sofía, y también, lado delante de las yemas verdes de las lilas, o exla- nunca cedería. ¿Si tratase, por illtima vez, de ablan­ segi'm parece, la de tu abuela. Pierde cuidado, ma­ siándüse al borde de los parterres de violetas. darla? ñana les com[)raré almohadas nuevas. Los demás se reían un poco como de una enfer­ sé, sentía intensamen­ no <'abe duda. ¿(}uú chispa de emoción puede bro­ -Te equivocas. Vamos allá. te la belleza de las fuei'zas de la naturaleza, el ritmo tar de e^a piedra?í> Ella parece no oir. Su enojo rabioso, ¿va a afearla armonioso de las estaciones, las leyes vegetales a que Por haberse casado con ella al principio de su ca­ como por la mañana? obedece la selección de las plantas y la perfección rrera, debía pagar su error hasta el fin. No podía Juan Marcos toca delicadamente el rico collar de de los frutos ¡)r¡merizos. nada contra ella: era implacablemente virtuosa, y, si pcilas: ((¡Q>ué hermosa noche, pensó, y qué bien bucle él lo exigiera, sumisa, dispuesta a hacerle llevar otia ¿Te gusta? todo esto!» vez una vida doméstica insoportable. ¡En cuanto a - Cómo quieres que no me guste? La savia subía. El perfume de la resina de los pi­ devolverle la libertad, eso nunca! Aun dura la desconfianza. Sin embargo, ella dice nos se mezclaba con la verdosidad de los heléchos, y Y en cambio de aquella criatura sin alma, tenaz con un poco mas de amabilidad: -;l olor de las encinas Inlmcdas con el fermento pií- como la lepra, amaba a Simona, un ser compuestr* - Es verdad que no te he dado las gracias que te irido de la tiena. Había tomado el t!amino Verde de ternura, de abnegación y de gracia, Levantóse mereces. Juan Marcos: este collar es muy hermoso que se prolonga al lado de la blanca carretera. La una siíbila ola: remordimientos, escrLífiulos, todo se y me gusta extraordinariamente, si es verdad que no hierba era blanda y, en los ]nmtos bañados por la hundió; y él no fué más que un vestigio desampara­ pensaste mas que en mí. luna, el roclo brillaba en gotas de diamante. do a merced de su instinto. ¡Siempre celosa! De pronto sonó un pequeño cascabel, y de detrás IS.astaría que ella abriese la ventana, y diese un Pero las mujeres no pueden comprender. La pe­ de un grueso castaño, .saltó hacia Antonio una forira grito de espanto, en voz baja y ronca: «¡Usted! ¡Us­ queña Hycler es bonita. Un pasatiempo un poco Jigcra: ted, Enrique!» Le suplicaría <]ue la escuchase. Pal­ vulgar, después de un excesivo trabajo, y, en su vida - ¡Cucií! pitantes, cambiarían, en voz baja, esas fxalabras c¡ue burguesa, el atractivo de una flor de vicio. Juan - ¡Miga! ¡Eres tií! dicen y repetirán todos aquellos en quienes hierve Marcos para excusarse dice que todos los hom­ -Sí, he querido darte una sorpresa. la frenética savia humana, (¿uizá bajaría para abrir- bres... -¿No tenías miedo? le y... En suma, obra con discreción; se considera muv -¿De qué? ¿De los brujos? Aquí está Pompón V la puertecita rpie ctmduce a la cocina se abre delicado. ¿No ama a su csjiosa? ¿No es ésta su com­ r[ao se echaría encima. con precaución. Una linterna sorda ilumina un se­ pañera legítima, para la cual trabaja ya la cual niima- Antonio acarició al fox, uno de esos perritos ra­ gundo la sombra de un hombre en el momento en y (]uiere hacer feliz?.. No obstante... biosos que acometerían a un gigante y que. una vez que da la vuelta a la llave. ¡Antonio! - Vamos a ver los niños, repite él. hincados los dientes, antes se dejarían matar que Le Jas se ha ocultado detrás de un árbol. Mira Consciente de su deber, pues a través de aquellas soltar la presa. alejarse al joven. Aquella brusca aparición de lo real hermoras criaturas, ella le domina y le dominará por - Me alegro de verte, Miga, NÚMERO 1.635 LA ILUSTRACIÓN ARTÍSTICA 293

•-¡Pues y yo! Creí que no podría. Mamá, a illti- yo, las hay a centenares y a millares. Me hablas así SEGUNDA PARTE nia hora, no quería ir a Nemours. porque (juieres amarme. Pero yo sé bien lo ([ue .soy; Tenia la voz baja, algo velada y a veces un poco y tendrías derecho a despreciarme sí yo hubiese po­ I ronca, como el arrullo de las palomas torcaces. dido pensar en aceptar lo que tan generosamente me Aquella voz ejercía sobre Antonio una .seducción propones. En el andén de la estación, la señora de Juan extraña, lo mismo que el cuerpo de la muchacha, El protestó con un gesto y ella prosiguió; Marcos Fabrecé esperaba con Liana la llegada del sus modales graciosos, su flexihitidad, el misterio de -Déjame hablar: me colmas de orgullo, amigo Cónsul, aplazada cuarenta y ocho horas sin motivos sus curvas firmes y la tersura de atiuella carne en mío, no por la fortuna y los bienes f¡ue me ofreces, compre]isibles y mediante telegramas embrollados. que se afirmaba su gracia de hembra pura. y en los cuales, tenlo por seguro, no pensé jamá.s, si­ htx muchacha se parecía poco a su hermana. Su Mi^'a repuso: no por el don más jirecioso: tií, tu ]iondjre, ser mi delgada silueta, como recortada con tijeras, acusaba - Hubiérase jurado que mamá sospechaba aígo. marido ante el mundo y que me a[)recies bastante una marcada sequedad bajo un aire persistente de t)i, Antonio, lo ([ue hacemos, ¿es cosji mala? para ello. ;Ah, sí!, de eso estoy muy orguUosa; ¡lero juventud. La elegancia de su traje sastre gris cauí^a- -¿Mala?.. ¿Por qué?,. Bien podemos pascnrnus te lo digo muy clare: iio es posible. ha sensación. Había salido de París aquella misma juntos. - ¿Por <]ué?, preguntó él con voz breve y algo irri­ mañana, renunciando al vertiissitgc de los Trece, a un -Cierto, pero !a gente es mala, No me extraña- tada. te de amigos en Hunckingbam l*alace y al ensajo vía (¡lie mi padrastro estuviese enterado.., Al trans- -No te enfades, Antonio mío. Porque tendrías general del Vaudeville, adoiide su hermana menor, planiar sus geranios, antes de comer, iiarccía estar contra ti a tod;i tu familia, a la cual debes conside­ madama Lesgor, debía llevarla con madama Charnot preocupado el pobre viejo. raciones, y porijue dirian con razón que soy una in­ su madre, cuyo busto gordo y todavía firme se deja­ - Miga, tií tienes algo. trigante y una descarada. ba ver en todas las exhibiciones frivolas del 'Podo- Antonio sentía vibrar nerviosamente su tono, or­ - ¡Ay del que me dijera tal cosa! París. dinariamente tan trani¡uilü. - Lo dirían, y no seria eso lo peor, sino que yo En Val-Montoir. aquella diligencia había hecho -¿<,)uc quieres que tenga? No, si quieres, c^•itc- misma lo pensaría. Además, no serias feliz, sonreír a toda la familia, y después algo a Sofiai 'nos la calle, vamos por el bosque de álamos. -¿Que no sería feliz contigo? acjuel puesto le correspondía, puesto ipie en el cu[>é Los delgados y plateados troncos de aquellos ár­ Dijo esto con tal violencia que Pompón se volvió eléctrico no cabían más (juedos, y una bigotera, ('un boles se alzaban rectos como un ejército de lanzas. interrogadar. pareció aprobarlo con uu pci^ueño la­ la limusina, hubiera sobrado sitio: ¡ese tor[ie de Klu- IJivisáh.isc, entre sus ligeras ramas, el aire nocturno, drido y torno a trotar. rencio!.. de una íluidez azulada. Lucían varias rocas arenosas, - No, replicó la muchacha: pero si no tienes in­ Armanda, enervada por el retraso - causado sabia l'odü estaba en silencio. Apenas se percibía el cas­ conveniente, sentémonos un rato .sobre estas piedras. Dios por c[ué; ¡hacia tanto tiempo que Jaime se ve:a cabel del fox que huroneaba por entre aquella espe­ No sé por qué, pero tengo tas piernas que apenas privado de dtatraceioncs! - escuchaba a Liana expo­ sura. jnieden sostenerme... No, no serías feliz. ¡Escucha! ner, de un modo superior,su programa: - Pues bien, dijo Antonio, yo tengo que hablarte. ¡Escúchame! Eres de una esfera distinta c]ue !a mia; - No me expatriaré por nada de ese mundo. Si tu Han pasado inuclias cosas. mis torpezas, mis chabacaueríaíi y mi ignorancia te Jiiime quiere agradarme, se i|uedará en el ministerio Contó la llegada de su hermana, el accidente de harian sufrir. Soy una cumpesina, o dejará la carrera. Lesgor le daría un puesto en el Florencio, y, sobre todo, su explicación con Juan -Y yo, dijo .AnioLiio, r]ue hr.bí;i permanecido en üancü Universal. Marcos. pie delante de ella, no soy y no quiero ser más (|ue - ¡Escucha! Ella se detuvo, sorprendida. Su rostro, en plena un campesino. Los salones, los cumplidos, las mufx- - ¡Va .'^é! ¿(^)ue ya es hora? ¡Mis veintisiete años! luz, se dibujaba tan ciaraaicnte que él veia brillar cas y los srií>¿is me causan horror. No me gusta sino Muchosy//r/.í y ningún marido. Nuestros gastos y el siis ojos y contraerse su boca. el trigo que crece, las flores (]ue huelen bien, el bas- desorden de mamá nos arruinan; y, además, desde la - ;Ab!, exclamó la joven, desolada. Estaba segura; ijue (|ue nos abriga. Mira, Miguita. ¿Has visto nun­ muerte de papá, ha habido necesidad de sostener esto debía acabar asi. Nuestras relaciones te ocasio­ ca nada más hermoso? ¿Se necesita aún más para ser ese tren de casa para casaros con dotes casí intac­ nan disgustos. feliz? tos, a ti y a Gisela. ¿Quién ha de casarse conmigo? -No. Y después de todo, ¿qué?, no hacemos nada Esto diciendo, designó con un gesto amplio la Un Revannes, desinteresado porque no tiene un malo. claridad elísea en ([ue los árboles, enteramente ne­ cuarto. Guapo joven, fú, y me adora. ¿Pero compartir -Lo repites y tjuiero creerlo. Sabes más que yo, gros o matizados de claros reflejos, se alejaban en su miseria? No, El lujo me es indispensable. ¡El íiunque en esto creo que me engatusas. Pero todo ]ierspecti\'as transparentes, en la noche silenciosa. Chino! ¡El Chino! No tienes más (lue esc nombre esto te acarreará sinsabores, ¡y yo no lo quiero, An- Una deliciosa frescura los envolvia y todos los aro­ en la boca. ¿'Pan rico es?.. Pero, en fin, a falta de toniol mas de la selva llegaban hasta ellos. otro partido mejor... i Pero en cuanto a la China, -¿Y aunque asi fuese? ¿No quieres que me dis­ -No te hablo, replicó él, de compartir conmigo jamás! pute un poco con el Gobernador y que diga a pa])á una vida de lujo y de holgazanería, sino de crearnos - ¡Pero escucha! la verdad con toda franqucüa? juntos una existencia de sencillez y de trabajo, Armanda comprendía aquella amargura, sin dejar - ¿t¿ué verdad? -'Pu padre no consentirá nunca. de reconocer que Liana no era nada razonable. Es I>Ila había vuelto a detenerse, ansiosa. -¡Soy un hombre libre!; afirmó Antonio. verdad que se había sacrificado por sus hermanas El se echó a reir y la cogió amablemente por el Migase levantó asu.stada: menores, pero no es menos cierto que ni Lesgor, ni codo: -;No, Antonio, no! No harás nunca eso. Preteri­ Juan Marcos, ni ningún otro, la había preferido; real­ -La \erdad de qu.: quiero casarme contigo, Mi- ría arrojarme al Sena desde el ]iuentc de Valvins. mente seductüín, eia inquietante a causa de su espí­ Honrarás padre y madre. ¡No faltaría más!.. Obede­ ritu acerbo, hacía demasiados inviernos que se ia Ella se apartó dando un grito: cerás a tus padres, ¿oyes? Yo le lo nurndo. ^eia en lodas jjartes. .Si un pacto tácito, fundadtí en -¿Estás loco? Y enmendó la frase, cogiéndole las manos: el desarrollo su[)erior de la familia, unía a lu.s Fabre­ _ - ¡Justo!, lo que me ha dicho Juan Marcos, repli­ - Te lo suplico. cé, luiafracmasonería de intereses esirictamentc ]irác- co alegremente Antonio; no estoy loco. Pero, ¿qué El estaba vivamente emocionado; tica unía a la señora y señíiriías Charnot. Felices, i-'encs, Miguita, hermosa mía? ¿'í'e he ofendido por - Eres una buena muchacha, Miguita. sus hermanas querían (¡ue Liana lo fuese también. Ventura? Mi intención no ha sido causarte pena. Ella contestó muy quedo: -Jaime, bueno y fácil, dijo Armanda, será de la ¿Lloras? -Antonio, no necesitas casarte conmigo para que primera (¡uc lo coja. Td no tienes más que levantar Esta \c¿ le cogió los dos codos y se inclinó hacia yo te ame; aunque me empeñara en no amarte, no el dedo, y en seguida harás de él lo <]ue cpiieras. ella que giaiió; ])odría, porr|uc eres tan bueiu> y justo r|ue seria pre­ - ¡Si tú encuentras (]ue los p-abrecé .son fáciles!.. - Déjame, amigo niío, déjame rc>[)irar; tengo el ciso que no tuviese ni pizca de corazón. Por esto y Afirmabas tener en un puño a tu amo y señor. V tú corazón tan oprimido <¡ue me ahogo. ¿Qué has di­ porque tengo confianza en ti he •\'en¡do otra vez a misma confiesas que te ha engañadc. cho? ¿No estoy soñando? ¿Casarte conmigo, ti'i? ¡Oh! verte, a pesar de mis remordimientos, sabiendo que - No estoy tan segiira como eso. Antonio, es preciso (¡ue me ames mucho o <¡uc hayas me rcspetai'ás como una Iiermaua... Pero no tengo Armanda, mortificada en lo \\\o, so arrepintió de perdido algo la razón. sobre ti ninguna mira, ninguna ambición, como no sus confidencias de poco antes. La incredulidad, la duda, el encanto, la vergüen­ sea la de servirte, si quieres. No soy más que una - ¡Pero yo lo sé!, afirmó Liana. La pequeña Hy- za, la nobleza de una pequeña alma altiva ante un [)ef]ueña cosa, amigo mío; no tengo más que mi per­ cler.,. Adrián (el banquero Lesgor) lo oyó certificar sueño inaccptahle, hacían temblar.su voz. sona y mi amor: todo te lo doy, Antonio, Por consi­ anteayer en su comida de los Apaches, ¿sabes?, esa V Antonio declaró, con gravedad, casi solemne­ guiente, no te atormentes y está seguro de mí hasta sociedad a la cual no se puede pertenecer sin haber mente: la muerte. robado al menos un milloncejo. -En cuanto a amarte, Miga, no es co.sa de hoy. Enternecido y 'trastornado, admirado de aquella - ¡Tu cinismo es chocante, Iiija mía! Hemos bebido la misma leche y hemos descansado admiración - sería una infamia el abusar de ella-, - Y tu hipocresía me hace reir. Se te ha pegado fl menudo en la misma cama, cuando éramos ¡leque- él contestó cogiendo los hombros de la mucha­ el carácter de la casa en que sirves: ¡corrección y "os. Siempre he tenido por ti mucha ternura. Acuér­ cha: compostura, hija mia! date; nunca reñíamos. Yo hacía todo lo que til que­ - No me digas nada más, Miga mia,.. No me di­ Armanda la detestó; luego se echó a reir; el espí­ nas. Cuanto más has crecido, más te he amado. 'Pe gas nada más... Antes moriría que causarte la menor ritu de casta pudo más. he prestado libros, he procurado enseñarte lo poco pena. - Después de todo, a mi no me va ni me viene que yo sabia. Y, después de una pausa: que te cases con Jaime... Haz lo que mejor te pa­ !í*Partí al regimiento con dolor, con miedo de (]ue - Yamos, te acompañaré hasta cerca de tu casa. rezca. te enamorases de otro. A mi regreso, te encontré co­ Antonio vaciló antes de decir; Liana dijo: mo antes; ahora 310 es cosa de <¡ue te pierda. Ya no - Miga, ¿me permites c{ue te bese? - Veremos. soy un niñü, y cuando se me mete algo en la cabc- Ella le tendió el rostro: Y añadió en un tono de burla enfática: iía, nada me haría cambiar. No conozco en el inun­ - Huele a frambuesa, dijo él tiernamente. - ¿Por (lué no te quejas al padre de la mala con­ do ninguna mujer que me guste tanto como tú y T-a besó en la mejilla y ella le devolvió el beso. ducta del Gobernador? quiero que seas mia. Pompón, sentado, los miraba con aire amistoso. .^rmanda tuvo un buen sentimiento para con el i^ muchacha se echó a reír, pero hubiera podido Un ligero roce se deslizó en el aire: a pocos pasos, hombre que la había adoptado entre los suyos, y dijo creerse que lloraba. una cierva de pelo lustroso cruzó el sendero. Pasó con sinceridad: Su cuello se hinchaba conK) el de las palomas un soplo: todo el bosque palpitó en la [jlatcada cla­ - No tengo derecho alguno a causar la menor pe­ torcaces, mientras decía con su voz baja y casi algo ridad. na a mi suegro, (]ue es para mí de una bondad per­ ronca: fecta. - ¡Mi pobre Antonio! Mujeres que valen más que (Se eefrfiltNfjfd. J 294 LA ILUSTRACIÓN ARTÍSTICA NÚMERO 1.635

BARCELONA.-INAUGURACIÓN DE LAS OBRAS DE UN GRUPO DE GASAS BARATAS PARA OBREROS

Con gran solemnidad efectuóse el domingo, día rasen aquellas casas, en donde se hallen reunidos posiciones contenidas en el reglamento de la citada 20 de este mes, la ceremonia de inauguración de las los obreros con sus esposas y sus hijos propietarios ley, constando cada una de planta baja con su co­ obras del grupo de casas baratas para obreros que la ya de sus hogares. rrespondiente cámara de aire para aislamiento de las sociedad anónima «Fo­ humedades del terreno, y mento de la Propiedad;* planta alta. En la primera construye, por virtud de babrá un dormitorio o sa­ un contrato con la coope­ la a la inglesa, junto a su rativa «El Bienestar de! ingreso, comedor, cocina Obrero», en la Travesera y water; la segunda está de Sans, entre la nueva destinada exclusivamente Casa de Maternidad y la a dormitorios. La parte Riera Blanca. edificada ocupará una su­ Al acto asistieron el go­ perficie de 49*50 metros bernador civil, en repre­ cuadrados, quedando el sentación de S. M., el resto del solar, en una ex­ obispo de la diócesis, el tensión aproximada de presidente de la Audien­ i4i'5o metros, destinado cia, el fiscal de S. M., re­ a huerto o jardin. presentantes del capitán las adjuntas reproduc­ general, del presidente de ciones délos planos de las la Diputación provincial, plantas de las casas, agru- del comandante de Mari­ ])adas de dos en dos, y de na, de la Cámara indus­ la vista perspectiva de trial y del Fomento del las edificaciones, permileii Trabajo Nacional, cl pre­ apreciar que en éstas no sidente y varios individuos sólo se ha atendido a las del Consejo de la entidad exigencias de la comodi­ constructora y otras dis­ dad y de la higiene, sino tinguidas personalidades. que además se han tenido Concurrieron también nu­ muy en cuenta las reglas meroso público y varias del buen gusto y de la es­ secciones de boy-scoKfs. tética. Por ambos concep­ Las autoridades y los El obispo Dr, Laguarda bendiciendo la primera piedra tos merece ser felicitado invitados ocuparon una cl arquitecto Sr, Fossas. tribuna ricamente adornada y levantada junto al si­ Procedióse luego a la colocación de la primera También es digno de especiales plácemes el se­ tio donde había de ser colocada la primera piedra. piedra, echando paletadas de cemento el gobernador ñor conde de Güell, quien, noticioso de la idea que Comenzó cl acto dando lectura el secretario del y las autoridades, con lo (^ue dióse por concluida la perseguía «El Bienestar del Obrero», cedió a esta Fomento de la Propiedad Sr. Campruf)! a una inte­ solemne ceremonia. entidad, hace tres años, 1S7.924 palmos cuadrados resante memoria, en la que desjniés de hacer la liis- Por la noche, el Consejo de Administración del de terreno para que en él se construyesen las prime­ ras casas baratas.

(Fotugrafías de nuestro reportero A. MeileUi.)

Vista perspectiva parcial de las edifloacionee, proyecto del arquitácto D. Julio M. Fosas toria de aquella entidad, señaló los altos fines para Fomento de la Propiedad obsequió con un espléndi­ que ha sido constituida y detalló las grandes utilida­ do banquete en la Maisón Dorée a las autoridades, des que la misma puede reportar a la clase obrera. representaiites de las entidades económicas y perso­ Pronunciaron luego elocuentes discursos el presi­ nalidades notables que habían asistido al acto de la dente de «El líieiiestar del ObreroS' D. Esteban Ló­ colocación de la primera piedra. Al final de la comi­ pez, el gobernador civil y el presidente del 'Xp'omcn- da, el presidente del Consejo de aquella sociedad to de la Propiedad» D. Carlos de Fortuny, y des- expresó su agradecimiento a las autoridades y corpo­ jiués las autoridades firmaron el acta y se traslada­ raciones, y el gobernador civil reiteró su gratitud al ron al lugar en donde había de efectuarse la bendi­ Fomento de la Propiedad y le felicitó, en nombre de ción y colocación de la primera piedra. El obispo S. M. el Rey, por la levantada obra que realiza en Dr. ¡.aguarda revistióse en un pequeño altar y des­ pro del bienestar de los obreros. pués de bendecir el bloque que se hallaba dispuesto El grupo de casas baratas para obreros que cons­ PLpnT/^ apnjp. para ser colocado, pronunció un elocuente y sentido truye el «Fomento de la Propiedad», por cuenta de discurso ensalzando aquel acto emocionante y ver­ «El Bienestar del Obrero», al amparo de la ley de ssriccixTip paniw ce J5ii daderamente cristiano, en el ([ue se confundían y 12 de junio de 1912, que tantas ventajas concede a compenetraban las representaciones del capital y del esta clase de construcciones, constará de veinte ca­ obrero; dedicando grandes elogios a S. M. y al con­ sas y sus moradores serán propietarios de ellas al El OT.iI«-*..tii n f.-,„i..i. J4. de de Güell y un sentido recuerdo al Sr. Canalejas, cabo de veinte años, sin más sacrificio que el de ha­ a quien se debe la implantación de una ley que tan­ ber pagado durante este tiempo una cuota que en 4-WÍP to ha de beneficiara] proletario; felicitándose de que otra forma no hubieran dejado de pagar en concepto ^ly'?r sea Barcelona la que se interese primero que otras de alquiler improductivo, de un promedio de 50 pe- poblaciones por cl bien de los obreros; aconsejando .setas mensuales. El proyecto de dichas casas, formu­ a todos que se dediquen a mitigar los rigores de la lado por el arquitecto-jefe del Fomento de la Pro­ Plantas de piso y baia pobreza, y haciendo votos porque pronto se inaugu- piedad D. Julio M, FGs.sas, está basado en las dis- de ^upos de dos casas baratas para obreros NÚMERO 1.635 LA ILUSTRACIÓN ARTÍSTICA 295

LA CATÁSTROFE DEL GLOBO ESFÉRICO FRANCÉS ^ÍZODIAC XVI)

El teniente Vaeaelot de Regnó El piloto Aumont ThieviUe El capitán CJavenad

Un terrible accidente ocurrido el día 17 de los corrientes ha cansado cinco nuevas víctimas y fueron conducidos a, Vílliers; pero el primero falleció en el caminoyel segundo aquella noche. de la navegación aérea en Francia. El globo era el esférico Zodiac XVIy había salido, junto ccm otros, a las dos de la larde A eso de las tres de la tarde, las habitantes de Fontenoy vieron pasar por encima de sus del paiv^ue del Aero-Ckib, en Saint-Cloud, {.íara hacer una cscursión de prácticas, en cunipli- casas un glolxj esférico que miento de una rciohicíón de pronto descendió tan adoptada por el ministerio cerca de tierra, que la bar­ de laGuerra que, de acuer­ quilla chocti contra una do con el Aero-Club de chimenea, dcrrííjándola. Francia, dispuso hace al­ Los aeronautas soltaron gún tiemno esas ascensio­ lastre y el aeróstato se re­ nes reservadas esclusiva- montó, pasando por enci­ mente a los militares a fin ma de Xogent y dirigién­ de que se familiarizasen con dose hacia ViÚiers-siir- la aerostación. Foco des­ Marne. Allí volvió a des­ pués el Zodiae X VI pasaba cender y a remontarse, has­ por encima de París a una ta que de repente el glolxi altura de 735 metros; pero se deshinchó y cayó con sorprendido luego por la gran estruendo y chocando lluvia y por el graníno, y violentamente con el suelo, envuelto por las nubes, per­ en la planicie de Malnoue, dió el gobierno y recorrió en un campo inmediaío a algunos kilómetros bajando Una granja perteneciente al y subiendo, chocando con Sr. Caben d'Anvers. edificios y árboles y dando \iolcntas sacudidas, hasta Ivas gentes que se ha­ cjue se produjo la catástrofe. llaban en el lugar del acci­ Respecto de la causa di­ dente acudieron presurosos recta de ísta, es decir, de a prestar sus auxilios a los la rotura del globo que de­ aeronantas, ofreciéndose terminó su rápida y violen­ entonces a sus ojos un es­ ta caída, supúnesc que a pectáculo verdaderamente consecuencia de los diver­ horrible. Entre ios restos sos chofjues lo.^ aeronauta-s del globo yacían cinco cuer­ quedaron heridos, mortal- pos espantosamente mutila­ mente unos y gravemente dos; tres de aquellos desdi­ otros, y que uno de ellos, chados estalxin ya muertos La barquilla del globo después de la catástrofe poco conocedor del terreno y sus cadáveres fueron co­ y de la maniobra, al llegíir locados allí cerca y cubier­ A la derecha, cubiertos con unoa haces de paja, los cadáveres de tres de las víctimas a la planicie de Malnoue, tos con haces de paja: eran ^1 pdoto civil Aumont-Thieville, el capitán Clavenad, piloto militar y uno de los mejores avia- creyéndose en sitio seguro y a menos altura de la (¡ue en realidad estaba, tiró de la válvula de Oores del ejército francés, y el sargento Richez. alumno piloto. Los otros dos, el capitán de desgarre, con lo cual el globo se deshinchó en el acto y cayó violentamente al suelo, desde una •"oue, notable aviador, y el teniente Vasselot, abnnno piloto, ofrecían todavía seílales de vida altitud de doscientos metros. (Fotografías de M, Branger.)

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MONUMENTO AL MAESTRO VERDI. (Küto^-rafía cíe ArgUR Photo-Reportatre.;

Booeto del monumento, obra de Héctor Ximenes, que ha de erigii-se próximamente en Parma al famoeo maestro con motivo del centenario de su natalicio

En el mimero 1.631 de LA ILUSTRACIÓN ARTÍÍÍTICA repmdujtñttís^ el grupo central del y por é] jíuede apreciarse la grandiosidad de esta hermosa obra debida al celebrada escultor mitnuniento que a la memoria de Verdi ha de erigirse en Parma con motivo cítl centenario del Héctor Ximenes y el acierto con que ha sabido enlajar con el grupo principal las composicio* natalicio del famoso maestro. En el présenle reproducimos el booeto del monumento érTecajunto nes laterales, en las que el artista ha simbolizado las diferentes manifeslaciones del arte musical.

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