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PERSPECTIVAS DE LA MUERTE Y SU ENTORNO:

UNA MIRADA DESDE LOS SEPULTUREROS DE SAN BERNARDO-

CUNDINAMARCA

Y CEMENTERIO CENTRAL DE BOGOTÁ

Por:

Marcia Herrera Riaño

Tesis de pregrado en Antropología

Área de investigación

Cultura y Sociedad

Línea de Patrimonio

Tutor: Roberto Lleras

Universidad Externado de Colombia

Facultad de Ciencias Sociales y Humanas

Antropología

Bogotá D.C

2016

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En agradecimiento a los sepultureros y personas que trabajan en los cementerios porque me permitieron desarrollar, conocer y valorar aún más el esfuerzo, labor y servicio que nos prestan día a día.

Al municipio de San Bernardo y al Cementerio Central por permitirme cumplir con el objetivo propuesto.

A mi tutor que siempre estuvo pendiente que pudiera culminar con mi tesis, por su entrega, dedicación y guía.

A mi familia, especialmente a mi mamá por su comprensión, sacrificio y apoyo durante toda mi formación académica.

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TABLA DE CONTENIDO

Introducción ……………………………………………………………………5

Capítulo I

La muerte en la Antropología ………………………………………………….. 10

1.1 La muerte y la Antropología…………………………………………….. 11

1.2 La ritualidad como medio de comunicación ……………………………. 16

1.3 Lo sagrado y lo profano en el sepulturero y la muerte ………………….. 21

1.4 El más allá y la momificación………………………………………...... 23

Capítulo II

La muerte, su entorno y la gente……………………………………………….. 29

2.1 Lugares de estudio: San Bernardo (Cundinamarca) y Cementerio Central 30

2.2 La muerte: “Todos vamos para allá”...... 43

2.3 El oficio de acompañar a los muertos en el día a día o el ser sepulturero47

2.3.1 Tranquilidad en el cementerio…………………………………….50

Capítulo III

Conviviendo con los que ya partieron

3.1 ¿Y después de la muerte? ……………………………………………53

3.2 Los difuntos como compañía ……………………………………….56

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3.3 Comunicación con los que ya partieron…………………………….59

3.3.1 Velas, flores, monedas o dinero. En agradecimiento y/o petición.61

3.3.2 Benditas ánimas……………………………………………….66

3.3.3 Aparición de los finados ……………………………………..67

3.4 El turismo con la muerte …………………………………………..71

Conclusiones ……………………………………………………………..77

Bibliografía ………………………………………………………………86

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INTRODUCCIÓN

La muerte puede tener muchas miradas, tanto positivas como negativas donde el sentimiento de cada persona tiene un papel importante, porque aunque sus ritos y todo aquello que la rodea se vive de manera colectiva, en el momento de vivir la muerte, cuando un ser querido y cercano parte, el sentimiento lo vive cada uno. El corazón es el protagonista del verdadero estado en que se encuentra cada persona. Sentirnos solos y

únicos en lo que sentimos; es algo normal porque acontece la muerte de ese ser querido, pero hay algo en lo que estaremos siempre rodeados al momento en que la muerte aparece en nuestras vidas y es lo que sucede después de despedir a los que queremos o son cercanos a nostros, ¿Qué pasa después de su funeral? ¿Qué pasa con ellos y con nosotros lo sobrevivientes? Son algunas de las preguntas que nos podremos llegar a hacer; y seguramente con el paso de los días, y el tiempo nos veamos visitando el cementerio o acudiendo a misas en nombre del alma para que donde quiera que esté se encuentre bien.

Esto, desde el sentimiento y pensamiento que se puede sentir al perder a un ser querido o como seguramente, muchos hayamos participado en lo que consisten los ritos de paso en el ciclo de la muerte. Pero lo que me interesa mostrar en las siguientes páginas es como algunos sepultureros y dos personas que trabajan en un cementerio perciben la muerte, hecho que para nosotros no está en nuestra conciencia o simplemente no hace parte de nuestra cotidianidad, pero que también en muchas ocasiones está sujetos a muchos estigmas e inquietudes por el hecho de tratar con muertos y estar en constante contacto con ellos.

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La inquietud de desarrollar una investigación con el tema de la muerte nace por experiencias e inquietudes personales que siempre me han llevado a preguntarme sobre este tema y en el momento de decidir cómo llevarlo a cabo, durante el proceso de investigación de antecedentes pude darme cuenta que no se ha tomado muy en cuenta el trabajo del sepulturero, que son muy escasos lo trabajos sobre las personas encargadas de hacer posible la finalidad de todo lo que conlleva despedirse de un ser querido para siempre.

Es decir, que partiendo de lo que se vive en un cementerio, visitar a los muertos y el trabajo de sepultar a una persona me llamó la atención cómo esas personas que tienen contacto con la muerte, que se encuentran con ella en su diario vivir la perciben. Qué piensan y cómo viven la muerte de los seres después de enterrados, porque pienso que al tener un contacto tan directo con la muerte el pensamiento e incluso la aceptación de ésta puede influir en cómo recibirla y, por qué no, mantenerla presente en la vida misma.

Los lugares de estudio fueron el cementerio de San Bernardo en Cundinamarca por el fenómeno de momificación natural que se efectúa en este lugar desde hace ya varios años y que da lugar para poder hablar de un tema tan delicado como es la muerte; y por el hecho de que exista este fenómeno la muerte muestra su atracción a visitantes de diferentes lugares, dejando la posibilidad de percibir lo inquietante que puede llegar a ser el tema mortuorio y las reacciones que este genera en las personas. Al mismo tiempo se realizó en el Cementerio Central de Bogotá, siendo este parte del Patrimonio Cultural de la ciudad y teniendo la popularidad de conservar en él los restos de personajes célebres y de ser visitado constantemente por los milagros que hacen sus santos populares, percibiendo que

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es un lugar donde lo que sucede entre los finados y nosotros tiene una dinámica más consistente. Se llegan a ver ciertas diferencias entre lo rural y lo citadino, en cómo llegar a ser sepulturero y algunas creencias y acciones sobre lo que es la vivencia de la muerte en el lugar donde la cotidianidad de las personas que trabajan la muerte está presente.

Por otro lado, para el desarrollo de la investigación se comenzó con una etnografía la cual permitió llegar a centrar el punto de interés y especificar un poco el tema, ya que es bastante amplio, llegando a realizar como técnica la entrevista etnográfica puesto que se planteaban preguntas abiertas donde el interlocutor podía expresarse y opinar con gran libertad sobre lo que pensaba respecto al tema, llegando a tener una buena relación con él

(caso de San Bernardo) en las constantes visitas y estadías en el cementerio mientras que realizaba su trabajo; en el Cementerio Central la posibilidad fue un poco más restringida por políticas de administración, pero eso no impidió que las entrevistas se realizaran con honestidad y buena actitud de parte del sepulturero.

Se llegó así al acercamiento de la percepción de qué se piensa de la muerte, y como se vive en relación con el finado después de su entierro entre los sepultureros y algunas personas que hacen de su cotidianidad la compañía de los finados. Pero para esto es importante tener en cuenta que desde la Antropología se han hecho estudios que han permitido entender cómo es el proceso y ritual social que se hace en el momento de morir y cómo estos afectan las relaciones sociales en algunas culturas o cómo ciertos símbolos son importantes para dar a entender y conocer que se pasa por la vivencia de la pérdida de un ser querido; así

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como la participación de algunos conceptos como el de reciprocidad y tabú hacen parte de las relaciones con las almas y los vivos.

Dejando en evidencia estos estudios me remitiré en el segundo capítulo a hablar de los lugares de estudio, de cómo han llegado a ser los lugares que son hoy en día haciendo un breve recorrido de la historia de cada uno de ellos. Por el lado del municipio de San

Bernardo, hablaré de su ubicación, algo de su historia y de cómo las momias naturales del territorio comenzaron a aparecer y cómo sus familiares y habitantes asumieron este fenómeno del cual se ha hablado en ciertos momentos y lo que hace de esta tierra un lugar que atrae gente de diferentes partes del país e incluso del mundo.

Por otro lado hablaré del Cementerio Central desde sus inicio como campo santo, dedicado como terreno exclusivo para los muertos católicos y cómo este fue siendo absorbido por el crecimiento de la ciudad llegando a estar aislado y ser ahora parte central y patrimonio de la misma, atrayendo turistas y creyentes a visitar a los próceres y santos populares que cumplen milagros y que con sus flores visten al cementerio de múltiples colores.

También hablaré de lo que piensan los sepultureros de la muerte y cómo llegaron a trabajar en su respectivo cementerio, cómo su vida llego a ser parte del cementerio y por qué razón escogieron la profesión de servir para sepultar a esos muertos a los que muchos temen, cómo también llegar a percibir que significa para ellos prestar ese servicio que hacen con el mayor respeto y gusto posible.

Dejó así para el tercer capítulo el acercamiento de lo que es la relación que se tiene con los muertos, cómo son esas visitas, que se les lleva y porque, el respeto y la fidelidad en el

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cumplimiento de una oración, visita o donar un detalle como lo son las flores y otros objetos que nos harán pensar que después de la muerte hay una esencia, un poder, una comunicación que va más allá de lo físico y se compenetra en un mundo lleno de significados y símbolos que llenan a las personas de fe y esperanza por el cumplimiento o para apaciguar alguna inquietud en la vida de cada uno.

Y para finalizar escribiré sobre el turismo y la muerte en los dos cementerios, ya que es algo que los dos cementerios tienen en común y que no puede pasar desapercibido puesto que es la dinámica de todos los días, del sustento de algunos trabajadores y de la posibilidad de ver lo inquietante que puede llegar a ser la muerte y el sentido que puede cobrar la visita al cementerio.

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CAPITULO I

LA MUERTE EN LA ANTROPOLGÍA

En éste capítulo se hará una aproximación a los estudios de la muerte desde la

Antropología, puesto que el tema ha sido trabajado de una manera bastante amplia, lo que ha llevado a verlo no desde una definición como tal, sino como una vivencia que nace desde la partida de un ser cercano y el familiar o persona que llora y adolece su ausencia.

Dejando ver que al momento de definir la muerte se habla de cómo se vive ésta al llegar en nuestras vidas; en todo su entorno, lo que la rodea y desde la antropología ha sido una discusión que ha llevado a describir cómo las diferentes culturas la piensan y la traen a su realidad. La muerte tiene una esencia de tabú, de tener algunas creencias con respecto al estar cerca de la muerte, no solo con relación al moribundo, sino también convivir en un diario vivir con los muertos, trabajar en el cementerio o en la última estancia del cuerpo y ser acompañado por los mismos.

Es importante tener en cuenta los estudios realizados sobre la muerte, puesto que como todo hecho social no es estático sino dinámico y genera cambios. Durante la investigación fue posible ver que el pensamiento de algunas personas varía, de un lugar a otro, que es donde se ve más este cambio, sin dejar de percibir que la manera de recordar a nuestros muertos se ha visto transformada por las diversas creencias y la llegada de nuevas religiones.

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1.1La muerte y la Antropología “Si conocemos mejor la muerte, no nos desvelaremos por huir de ella y ocultarla.

Apreciaremos mejor la vida y respetaremos antes que nada la de los otros”

(Apuntes de campo, San Bernardo, Cundinamarca)

“Por lo que tiene de acontecimiento familiar y la intensa emoción que suscita, todos creemos saber de sobra lo que es la muerte. Sería ridículo poner en duda el valor de ese conocimiento íntimo y querer razonar sobre una materia en la que solo el corazón es competente” (Hertz, 1990), pero existen sucesos que hacen parte de lo que es el acontecimiento de la muerte, ciertas partes que acompañan y hacen de la muerte una experiencia más de la vida, de una manera importante.

Es decir que la muerte para el ser humano no es solo algo biológico o fisiológico, la muerte es o está en relación directa con sentimientos, rodeada de creencias y actos que hacen que

ésta obtenga una representación y por ende un lenguaje especial para lo que consiste el suceso mortuorio. El lenguaje de la muerte se refiere a lo que es el alma, ya que algunas sociedades y algunos individuos creen y dicen que al finalizar el ciclo acá en la tierra el cuerpo termina su transición de vida, pero el alma se transporta hacia otro mundo donde se reencontrará con parientes o conocidos que lo antecedieron o que simplemente murieron tiempo antes. Sin dejar de mencionar, que esta manera de pensar varía de un contexto a otro.

Es así que no debemos dejar de pensar que la muerte en sí, encierra diferentes visiones y por ende diferentes maneras de percibir este acontecimiento; pero me parece importante

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nombrar que la muerte no solo está encerrada desde una visión religiosa. Las diferentes maneras de morir permiten ver, que más allá de una creencia y de todo lo que la rodea se encuentra el simple hecho de morir.

Aunque la muerte genera un acto colectivo, tiene mucho de ser una relación individual donde el preguntarse el por qué se muere puede llegar a ser muy común dejando como respuesta que la muerte es una “ley ineluctable, una necesidad inherente a la especie, a la naturaleza, a la vida” (Thomas 1991, p. 51), donde el ser humano no puede actuar o ejercer algún cambio, es algo que no se puede evitar, en lo cual no se puede intervenir y para donde cada ser vivo se dirige o debe llegar.

En el texto, La muerte una lectura cultural de Louis Vincent Thomas, el autor hace un acercamiento a las diferentes maneras de ver la muerte, comenzando por tratar de dar una definición de ésta, ya que me atrevo a decir no está en solo encontrar un significado, puesto que la muerte no solo es un hecho que sucede en la vida de todo ser humano perteneciente a cualquier cultura, en cualquier contexto. La muerte trae con ella diferentes acontecimientos y diferentes cuestionamientos los cuales no se pueden dejar por aparte u olvidados al tatar el tema de la muerte.

Thomas propone abordar éste tema tratando de mostrar las causas y el sentido que la muerte pueda tener en la sociedad; para ello se plantea tres preguntas “¿de qué se muere?,

¿por qué se muere?, ¿cómo reaccionamos ante la muerte? (Thomas, 1991, p. 49) y para poder dar respuesta a éstas aborda la muerte desde el moribundo, tratando de dar a entender que éste pasa por ciertos momentos hasta llegar al día de su muerte.

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Para entender un poco mejor el lenguaje de la muerte, es imprescindible hablar de cómo

ésta hace parte de algunas sociedades y cómo fue llegando a lo que es hoy en día y a la problemática que se pretende elaborar en la presente investigación. Para las comunidades que habitaban el territorio americano antes de la llegada de los españoles, los ritos mortuorios ya hacían parte de su vida como es bien señalado en diferentes crónicas, también para las comunidades que permanecen vigentes hasta el momento.

Un ejemplo claro de ello es la muerte para los wayuu, que consiste en el abandono de cuerpo y alma, esta última al separarse del cuerpo hace un viaje hacia el mundo de los muertos (Jepira), donde habitan los ancestros desde el principio de la existencia. Por consiguiente la muerte va acompañada por ritos que se realizan antes, durante y después del acto fúnebre, es de gran importancia poner en práctica los ritos fúnebres para la cultura wayuu, ya que para ellos la persona fallecida observa desde otro lado desconocido; es más, antes de morir una persona se habla con ella de cómo le gustaría que fuera su funeral, esos deseos se cumplen para honrar la memoria del que fallece y para evitar que este tome represalias, también es importante debido a la comunicación y cercanía que genera entre familias que no se comunican mucho o que no son tan cercanas (Fernández, 2013).

Por consiguiente, la muerte trae diferentes acontecimientos de una manera colectiva, llevando al ser humano a ejercer diversos actos en torno a ella. Dichos actos son posibles de analizar u observar desde el aporte que hace Robert Hertz en su libro “La muerte y la mano derecha” (1990) donde trata de dar cuenta que la representación de la muerte no es un acto simple que se realiza en las diferentes sociedades, sino que dicho acto tiene unas

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implicaciones, unos elementos que hacen de este acto un rito y una manera de vivir un acontecimiento.

Lo que lleva a pensar en el cuerpo del difunto, al cual hay que proporcionar algunos cuidados y una sepultura regular, no es solo un acto provocado por la higiene sino que hace parte de la moral de los seres humanos; también es importante señalar que la muerte para los sobrevivientes es una etapa donde recrean deberes y sentimientos especiales durante cierto tiempo, como el uso del color en sus prendas de vestir durante algunos días y el cambio en su rutina diaria.

Para comprender mejor estas actividades, podemos nombrar lo que consiste para los wayuu la velación o velorio de un ser cercano o querido. Durante el velorio los familiares y personas cercanas se reúnen y acompañan a ya que es una manera de expresar su solidaridad y acompañamiento en el dolor de los allegados. También se sacrifican animales, como las cabras y las vacas, puesto que para la concepción de la comunidad estos animales representan parte de las pertenencias que la persona llevara al mundo de los muertos

(Jepira), durante dicho velorio se consume la carne de los animales sacrificados y se consume la bebida tradicional (Chirrinche) para exteriorizar el dolor sobre todo en los hombres de la familia y la piachii. Los piachii encienden sus tabacos para ahuyentar y lograr apaciguar a los espíritus que merodean alrededor, los cuales buscan dañar a las personas (Fernández, 2013).

Otra manera de ver la representación de la muerte en las prácticas funerarias es con los

Lumbalú en San Basilio de Palenque donde la música se hace presente con un “reconocido

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compositor e intérprete Enrique Díaz que cuenta en su repertorio con varias canciones que al abordar la impotencia frente a la muerte, plantea una forma de vida caracterizada por el desenfado, el desprendimiento y el disfrute”. En esta región el ritual de la muerte es parte importante de la retención cultural y la separación de los elementos culturales que llegaron con los esclavos africanos; lo cual lleva a tener en cuenta otra manera de ver representada la importancia de despedir y acompañar al difunto (Perilla, 2012).

Robert Hertz presenta algunos elementos que hacen parte de la representación de la muerte y de todos los momentos que esta conlleva, similares a los anteriormente nombrados y señalando ciertas prácticas desde dos momentos: un periodo intermedio y una ceremonia final.

Hertz al referirse al primer momento que es el periodo intermedio, hace referencia a tres nociones y prácticas a que da lugar la muerte, la primera de es, el cuerpo: la sepultura final donde muestra el proceso o por lo que tiene que pasar el cuerpo del difunto antes de llegar a su paso final, es decir los cuidados que se deben tener durante diferentes períodos o tiempos, dependiendo de la sociedad y la persona que muere, si esta última pertenece a algún tipo de jerarquía o tiene un poder o estatus en la sociedad a la que perteneció. Por consiguiente el cuerpo del difunto debe atravesar o permanecer un tiempo antes de llegar a su estancia final.

El segundo elemento que hace parte del periodo intermedio es, el alma: su estancia temporal en la tierra. Como había señalado anteriormente el alma es un elemento importante para entender el acontecimiento de la muerte. El alma no llega a su destino final en el momento que sucede la muerte, antes permanece en la tierra por cierto tiempo, cerca

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del cadáver, errando por la selva o frecuentando los lugares que habitó en vida” (Hertz,

1990). Este tiempo del alma errando por la tierra duraría hasta después de las segundas exequias.

Y el tercer elemento se refiere a, los vivos: el duelo, donde se acerca a los seres humanos que sobreviven, a los allegados, familiares y amigos del difunto, quienes tienen que pasar por una serie de procesos y actividades fuera de su cotidianidad y donde los sentimientos hacen que esas actividades generen transformaciones respecto a la vida que se engendra con la pérdida de un ser cercano o querido. También es importante señalar que esas personas están expuestas a diferentes tipos de contagios, maldiciones, ataque del alma , lo que en definitiva hace parte y genera un cambio en el individuo.

“La muerte no es para la conciencia social más que un caso particular de un fenómeno general” (Hertz, 1990), fenómeno que implica tener una manera de mostrar, de vivenciar lo que es la muerte, y una de esas maneras (no me atrevería decir que la única), es por medio de los ritos.

1.2La ritualidad como medio de comunicación

Víctor Turner define el rito como una secuencia de actos que comprenden gestos, palabras, objetos, entre otros, el cual se celebra en un lugar determinado teniendo como fin influir en las fuerzas de la naturaleza. Para Turner los ritos se dividen en tres caracteres los cuales se refieren a: Rituales de ciclo vital que consisten en delimitar el paso del ciclo de una vida a otra. Rituales de aflicción que se llevan a cabo para exorcizar o aplacar las fuerzas sobrenaturales o entidades que se encuentran en estas y que se creen responsables del daño.

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Rituales de carácter divinatorio que se realizan por las autoridades políticas para dar cuenta de la salud, fertilidad de seres humanos o animales y cosechas, también se realizan en la iniciación de entidades religiosas.

Para tratar de entender el significado metodológico, Turner toma en cuenta la semántica del símbolo, donde el símbolo ritual es “la más pequeña unidad que contiene las propiedades específicas del comportamiento ritual”, es decir que lo que estructura el rito son las relaciones entre el símbolo y signo y las cosas o ideas que lo componen. Por consiguiente, el vehículo simbólico que conduce el rito tiene múltiples significados, los cuales se observan en las acciones, objetos utilizados en algún contexto ritual. Los símbolos tienden a estar agrupados en dos polos opuestos, el primero de ellos consiste en un polo normativo o ideológico el cual recoge los múltiples significados que tiene el símbolo y el otro consiste en un polo sensorial que se encarga de los deseos y sentimientos que se expresan en el proceso ritual. Así la estructura semántica del ritual hace parte fundamental del proceso y la forma de hacer que se dé a cabo en la práctica de un rito.

Un ejemplo es el cementerio central en Bogotá, el cual es un espacio que ofrece una comunicación directa con algo sobrenatural acompañado de una realidad que en muchas ocasiones es incompatible para cada cultura, por esto mismo la manipulación de símbolos da como presente la fe en la solución y respuesta a los problemas y temores de los individuos pertenecientes a una sociedad. También brinda la posibilidad de encontrar y por tanto mostrar que tipo de cultura material es manejada en algunos ritos del cementerio central y asimismo tratar de dar cuenta de una estructura ritual, en la que es posible, llegar a encontrar ciertas culturas materiales, en donde es posible analizar que cultura material

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está siendo manipulada y cuál es la variedad entre una y otra, que objetos son más utilizados e identificar la ubicación de dichos objetos y así ver que tiene de profundo ese elemento y cómo es su relación con el difunto (Apuntes de Campo, Cementerio Central).

Partiendo de la propuesta de Van Gennep en las sociedades actuales solo hay una separación notable entre lo profano y lo sagrado, separación que se puede observar al hablar de una sociedad laica y la sociedad religiosa donde se pueden observar procesos de cambio mediante un rito específico, es decir que las personas que deciden pasar de un estado laico a uno religioso deben pasar por un rito. Por consiguiente para pasar de un estado a otro se necesita cumplir determinadas condiciones “pero no es lo mismo pasar de campesino a obrero que de sacerdote a laico”, ya que para pasar de sacerdote a laico y viceversa es preciso realizar ceremonias. También es importante mencionar que en el mundo profano y religioso hay incompatibilidades, lo que hace que la transición del uno al otro precise de un periodo indeterminado (Van Gennep, 2008); en relación con la presente investigación, hacer parte de un rito es la acción más representativa o donde se puede ver que se es parte de un cambio ya sea para el difunto o para el ser viviente.

Este autor también habla de etapas en la vida individual, que consisten en pasar de una edad a otra y de una ocupación a otra, esta va acompañada de actos especiales donde pasar de un estatus a otro no genera una independencia de lo sagrado. Es decir que la vida individual consiste en una sucesión de etapas. Para el estudio de los ritos el autor intenta agrupar los ritos y las ceremonias, siendo este, un trabajo muy difícil que ha llevado al estudio de los ritos con algunos progresos, pero se está muy lejos de conocer todos los casos y razones de

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ser, sus mecanismos; sin embargo Van Gennep los clasifica en ritos simpáticos y ritos de contagio.

El rito también es visto como una relevancia que se le da a los mitos y como un tema universal de alto interés para todo tipo de sociedad, ya que tiene un significado específico, también aportará la idea que los ritos de paso más marcados son los de muerte y desde los cuales se puede ver una estructura social. Por consiguiente el rito como un acto colectivo y comunitario se divide en rito de solidaridad y rito de paso; donde los ritos de solidaridad consisten en la participación en rituales públicos de carácter dramático, realza el sentido de identidad del grupo, coordina las acciones de sus miembros individuales y prepara al grupo para una acción cooperación inmediata o futura. Mientras que los ritos de paso se refieren a los que acompañan los cambios en la posición estructural o estatus que son de interés público general; los principales acontecimientos para la celebración de los ritos de paso son la reproducción, llegada a la madurez, el matrimonio y la muerte" (Torres, 2006).

El espacio que se le otorga a los muertos hace que la memoria de la vida terrenal que ejerció no se pierda y de cierto modo, en muchas ocasiones se mantenga a ese ser ligado al mundo de los vivos sobre la tierra, por medio de los ritos de paso con contenido de magia y un poder sobrenatural para el beneficio de los vivos, aunque en cierta medida se olvide que la “labor” de los difuntos terminó en este mundo, dejando una historia para quienes lo rodearon y compartieron con ellos (Instituto Distrital de Cultura y Turismo, 2004).

Uno de esos espacios son los funerales que son parte importante del proceso que se hace para el descanso eterno o el camino hacia la otra vida del difunto. Partiendo de la propuesta

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de Van Gennep (2008), estos hacen parte de ritos de separación y segregación, donde el luto no sólo es un tabú de práctica negativa en relación a un aislamiento respecto a la sociedad, el luto es algo más complejo.

Como lo da a entender Van Gennep el luto hace parte de un estado de margen para los supervivientes, familiares, amigos y allegados al difunto, donde estos entran mediante ritos de separación y salen por medio de ritos de reintegración a la sociedad. Es decir que durante el luto los parientes del muerto hacen parte de una sociedad especial que perduraría el tiempo necesario según la cercanía con el difunto.

Por tanto los ritos son esos espacios que nos permiten pasar de un lugar a otro y en el proceso mortuorio actúan con gran importancia, dejando de una manera visible, pero no superficial, esos espacios que hacen parte de la trascendencia del alma cuando ésta hace parte del margen, como es nombrado por Van Gennep, este momento es donde el tabú hace su presencia de una manera más potencial y donde la liminalidad (2008) ejerce el proceso de un cambio de estado o posición, es este momento donde el alma hace un recorrido para llegar al mundo de los muertos.

Dicho recorrido tiene como objetivo despojar al muerto de su estado en la tierra y así transformarlo al espacio en que los muertos habitan, para Victor Turner en el momento en que se presenta la liminalidad ocurre un suceso anti estructural que nombra communitas

(Bohannan y Glazer, s.f) emergiendo de ese momento donde, si lo vemos con el ejemplo de la muerte, el alma es segregada y se hace parte de un mismo estatus que sería el de el alma

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deambulante que se encuentra en ese procesos, transición para obtener un cambio y pasar al mundo de los muertos terminando con un rito de paso.

Esto sin dejar a un lado, que en muchas ocasiones las almas de los difuntos, están impuestas de creencias, que consisten en hacer favores desde el más allá, como se llama popularmente, y así llegan a convertirse en seres iluminados, santos o simplemente haciendo nacer la fe en las personas que todavía pertenecen a la vida terrenal.

Los objetos que son utilizados para hacer contacto con los difuntos, santos o seres iluminados, tienen una práctica, que consiste en la manera de utilización de los mismos, la forma en que se colocan en determinado lugar y el fin con que esto se hace. En diferentes partes del país se practican estas creencias, donde las personas no dejan de creer y no dejan perder la esperanza de encontrar la ayuda a la solución de sus problemas o simplemente para recibir bendiciones (apuntes de campo, Santander, Guacamayo).

Es decir que es posible hablar de una relación de reciprocidad entre los vivos y los muertos, ya que como es bien sabido, en la mayoría de sociedades y sobretodo en la sociedad colombiana el visitar, llevar flores o hacer oración a sus difuntos es importante, tanto para el pariente o conocido que vive como para el alma que ya no hace parte de este mundo. Por consiguiente Marcel Mauss, en su libro “El ensayo sobre el don” hace alusión a los objetos que se intercambian y el poder que estos tienen. El intercambio de dones se ve como una forma de economía que engloba las formas de ser de distintas culturas en Polinesia,

Melanesia, noroeste americano, entre otras. A través de un estudio comparativo entre estas culturas, Mauss señala distintos puntos en común que lo hacen llegar a una forma simple de

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entender estas formas de intercambio: Dar – Recibir – Devolver; en los ritos de muerte se puede ver dicha relación, ya que el pedirle a un muerto un favor no consta solo de la petición que se le hace, si no en hacer algo por ese favor, ya sea visitarlo o hacerle algún tipo de oración entre otros.

1.3Lo sagrado y lo profano en el sepulturero y la muerte

El ser conscientes de los diferentes hechos que ocurren a nuestro alrededor; comenzando con crear y hacer parte de una cultura la cual constituye un mundo de creencias, tradiciones y maneras de vivir transmitidas de generación en generación; donde la muerte tiene un papel importante en la vida de todo ser humano y de cada una de las sociedades a las que pertenece, dejando claro que es un tema que, de una u otra manera, suscita temor en la sociedad y para la mayoría de las personas o es algo que contiene un poder o una magia, si es que así se puede llamar, que conlleva un estigma y en muchas ocasiones es un tema con un tabú bastante definido.

A partir de mi experiencia, de los diferentes acercamientos a campo y de la propuesta de diferentes autores respecto al tema de la muerte y todo lo que este contiene en todo su ser, es importante señalar que el tema a tratar en la presente investigación es de suma importancia en el que tener la consciencia o claridad de que en algún momento la vida de cada persona tiene un fin terrenal, es a su vez tener presente que se tiene una vida y que está no sería la misma si no se llegará a tener consciencia del acontecimiento de la muerte.

Por consiguiente percibir el tema de la muerte como un acto donde lo delicado, e incluso lo negativo hacen parte de ésta no es de extrañarnos. Creando en la mayoría de las

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sociedades ciertas creencias, con algunas maneras de actuar frente a este acontecimiento, como lo refleja Frazer en su libro “La rama dorada”, al nombrar diferentes ejemplos donde las ceremonias que se realizan hacen correspondencia a una percepción de la muerte como algo negativo.

Un ejemplo de ello, es lo que Frazer (1993) nos muestra con algunas actividades en ciertos pueblos de Alemania, donde las ceremonias de exclusión de la muerte constan de cantos y de quemar o de hundir una imagen que representa la muerte. Para ser más específica me voy a remitir a un par de ejemplos que nos enseña este autor; el primero es la costumbre que se lleva a cabo en Franconia central, donde el cuarto domingo de Cuaresma las personas acostumbran a elaborar una figura de la muerte, luego pasan a llevar dicha figura a los alrededores del pueblo en forma de burla y terminan por quemarla, en medio de muchos gritos.

En otro pueblo o ciudad de esta misma zona, la costumbre no es muy distinta; en Erlangen en la víspera del cuarto domingo de Cuaresma las mujeres se vestían con sus mejores

“galas” y flores en el pelo; caminaban hacia otros pueblos cercanos visitando cada casa en busca de pareja y en espera de recibir alguna cosa, entonando algunos versos que decían

“que era la mitad de la Cuaresma y que ellas iban a tirar al agua a la muerte” (Frazer, 1993, p. 358), después de haber recibido algunas “propinillas” se acercaban a la orilla del río

Regnitz y sumergían las muñecas que representaban la muerte. Esto para asegurar un fructífero y próspero año, y alejar a la peste y la muerte repentina.

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Por lo anterior, es posible ver la muerte como algo negativo, es algo que toca sacar del entorno para que la sociedad se rodee de algo positivo y lleve consigo prosperidad. Esto nos lleva a mirar algo que es imprescindible en el tema de la muerte y son los oficios y ciertas características o acontecimientos que ocurren sólo cuando está presente esa a la que tanto se le teme y de la que se huye, pero que a su vez tanto ha inquietado al ser humano.

Uno de los oficios que tiene relación con la muerte es el oficio del sepulturero. Ya que el papel de este es importante, el quehacer “forma parte de un conjunto de profesionales de la muerte” (Matta Leticia, 2012) donde hacen parte las transformaciones a través del tiempo y donde las actuaciones de sepultureros y deudos no se realizan o desarrollan de manera individual sino en una continua relación. Es decir que para hablar de la muerte, de los ritos, pasos y vivencias de esta, es importante el trabajo del sepulturero, donde muy posiblemente este último vea la muerte de una manera “natural”.

1.4. El más allá y la momificación

Usualmente el trabajo del sepulturero se delega por herencia o se traspasa de generación en generación, como lo señalan dos entrevistas tomadas del periódico ABC de Sevilla y de la revista estudiantil ALTUS en línea, donde los entrevistados llevan 20 años o un poco más en el oficio de ser sepulturero o enterrador. Trabajo que para ellos hace parte de su vida y que no es nada “del otro mundo”, que los difuntos son compañía para ellos y los sepultureros para los difuntos. El respeto hacia las almas y la comunicación con estas en el cementerio se hace visible en el diario vivir de estas personas.

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Y es que el ser sepulturero es algo intrigante para la sociedad. Como lo expresa Lynch en su libro “El enterrador. La vista desde el oficio fúnebre” donde el protagonista de la historia es hijo de un director funerario y sus compañeros querían conocer el trabajo del sepulturero, de los hechos “macabros” que podrían ocurrir al trabajar con cadáveres: “Mis compañeros querían, de todos modos, conocer los detalles más macabros. <>, decía siempre”. (Lynch 2004).

Esto genera en el trabajo funerario una incógnita, incluso se podría decir que está en una fuerte relación con un tabú cómo lo presenta Frazer, ya que hablar de tabú es acercarse a personas con cierto poder o acercarse a algunas acciones, que son próximas a lo sagrado o lo fantasmagórico, donde se tiene el poder de un espíritu que puede contaminar al resto de la sociedad (Frazer,1993). Es decir, el trabajo del sepulturero, al tener un contacto directo con los muertos, con los espíritus, con las almas, hace de este oficio algo inquietante y por ende en gran medida importante para hablar y desarrollar un tema sobre la muerte.

Así como el sepulturero y en sí la misma muerte, de una u otra forma, hacen parte del tabú que genera cada sociedad; el ser humano no deja de tener un respeto y un gran interés por la muerte y los finados, donde la preocupación, la bienandanza y la protección de los cuerpos fallecidos nace desde la antigüedad con la creencia de la vida después de la muerte. Pues al morir la vida en la tierra no existiría más de una forma “visible”; como lo nombra Alberto

Escobar en el libro en “Las ciudades y los muertos" (2004), ya que el viaje que se inicia después de la muerte en la tierra, tiene como objetivo llegar a un lugar donde se pueda tener una mejor existencia; según las creencias de muchas culturas.

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Es importante señalar que la creencia de la inmortalidad y de una vida o un después de la muerte se encuentra en muchas culturas y formas de pensamiento, donde el preservar el cuerpo de un difunto es una manera de llevar a cabo y tener presente que esa persona murió físicamente pero que aún sigue su camino hacia la eternidad o simplemente hacia otro mundo, donde su esencia se mantiene, de una u otra forma.

Una manera de evidenciar esa creencia de una vida después de la muerte y de ver la muerte como un camino hacia esa vida, es ver cómo los egipcios percibían la muerte partiendo de la trascendencia de la vida después de esta. Donde momificar al difunto era un requisito indispensable para llegar a la vida eterna (Germán Ferro,2010) viendo la momificación como un medio para garantizar la vida eterna en el más allá (Palao Pons, 2007, p, 17).

La palabra momia deriva “…de la palabra árabe <>, que significa betún, nombre de una sustancia negruzca y densa que sabemos que era empleada para la conservación de los cadáveres. Por otro lado, en la antigua lengua persa encontramos el término <>, qué sería equivalente a asfalto” (Palao Pons, s,f). Por consiguiente se puede decir que la momia no es solo un cuerpo, un producto, sino que también es algo especial, que pasa por diferentes procesos o ritualidades acompañadas por palabras adecuadas y ungüentos, entre otros.

También se puede entender momia como cuerpo que se deseca por causas naturales o por intervención del ser humano. Esta última se realiza para evitar una descomposición completa del cadáver, donde los deudos o conocedores realizan diferentes procedimientos; un ejemplo claro de ello eran los egipcios que removían los “órganos internos (cerebro,

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pulmones, intestinos)” (Arrianza y Standen 2008); también en ocasiones pintaban el cuerpo del finado con un “bitumen”, palabra que remite a otro de los orígenes de la palabra momia que deriva del persa.

La momificación natural es un concepto que no se puede dejar por fuera, ya que es una de las razones por las cuales se investigó en el municipio de San Bernardo, Cundinamarca, puesto que en esta población la “momificación natural” se ha producido en diferentes momentos. Siendo este acontecimiento la manera más propicia de abordar el tema de la muerte y cómo este podría estar visualizado por los sepultureros a raíz de este tipo de momificación.

Cuando se habla de causas naturales, se conoce también como momificación natural la cual se ha podido identificar o evidenciar en diversos lugares del desierto sudamericano en comunidades indígenas, ya sea de hace muchos años o recientes (Arrianza y Standen 2008).

Partiendo del documento de Germán Ferro “Patrimonio funerario San Bernardo” la momificación natural se produce por diferentes manifestaciones o causas que ocurren sin la intervención del ser humano, es decir, por motivos naturales debidos a las condiciones climáticas del suelo, sustancias químicas, entre otros, que hacen posible la preservación del cuerpo.

Un claro ejemplo de esto son las momias de Guanajuato en México, donde desde el año

1865 se pudo evidenciar la aparición del primer cuerpo preservado del cual se dice que fue un médico francés que vivió en Guanajuato y que al ser exhumado apareció totalmente momificado “…aspecto que motivó que varios años después fuera exhibido” (México

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Desconocido). Y es que las momias de Guanajuato son una fuerte integración a la cultura, como también han sido parte de la consolidación de la ciudad en lo que concierne a destino turístico nacional.

En Yucatán, México, específicamente en Santa Elena también se presentó un fenómeno de momificación natural. Hacia el año de 1980 con la realización de unas obras en el suelo de la iglesia de San Mateo fueron encontrados pequeños ataúdes, los cuales causaron gran expectativa llegándolos a nombrar como “los enanos de Santa Elena” (Moreno Jorge,

Milenio Novedades, 2013), después de investigar los restos se llegó a la conclusión que son cadáveres infantiles los cuales por algún motivo no habían sufrido el proceso de descomposición completa.

Se dice que estos cuerpos preservados pudieron pertenecer a niños de la colonia alemana que se encontraba en esta región a principios del siglo XX y por la costumbre de aquella

época fueron enterrados en la iglesia, pero al parecer no se hicieron estudios suficientes sobre los cuerpos y su historia (Moreno Jorge, Milenio Novedades, 2013). Si bien, en parte lo que hace particular y de una u otra manera inquietante a una momia es que esta muestra o deja ver cómo fue su vida, en el caso de Santa Elena no se ha hecho una profundización sobre estos cuerpos preservados.

Por su parte en el municipio de San Bernardo, que se encuentra ubicado en el sur oriente de Cundinamarca (Colombia), la preservación de cuerpos o momias que aparecen en este lugar a partir de finales de los años cincuenta (Germán Ferro, 2010) al exhumar sus cuerpos, no tiene alguna explicación científica o comprobada; se han hecho estudios sobre

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las causas del fenómeno pero ninguno ha dado respuesta satisfactoria. Pero los habitantes de la región, adjudican este fenómeno al consumo de Balú y Guatila dos alimentos reconocidos en esta región. También se ha dicho, o pensado, que fue por el suelo o los nutrientes de la tierra donde se encontraba el cementerio tiempo atrás, lo cual fue descartado al tener que cambiar la ubicación del cementerio por el crecimiento del río.

Muchos de los familiares al exhumar los cuerpos de sus parientes han encontrado en ellos todavía su conservación en muchas ocasiones, optan por cortar esos restos y localizarlos en osarios, mientras que otros han optado por exhibirlos en el museo de las momias de San

Bernardo, museo que exhibe solo algunos de los cuerpos, ya que por diversos motivos no se han podido alojar allí otros cuerpos que han aparecido tiempo después.

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CAPITULO II LA MUERTE, SU ENTORNO Y LA GENTE

La muerte como un suceso al que todo ser humano debe llegar tiene características que solo hacen parte de ella, lo que las personas sobrevivientes viven después de pasar por la muerte de un ser querido, como interpretarla o tratar de entenderla, lo que puede llegar a significar en la vida de cada ser humano hace de esta investigación algo atrayente. Y pienso que todo ser humano tiene una manera de percibir la muerte, lo que me lleva a pensar cómo entienden este acontecimiento aquellas personas que trabajan para el servicio de la ritualidad de la muerte.

Personas que en su diario vivir se encuentran cerca de lo que es la muerte y lo que la rodea, trabajar en un escenario donde lo sagrado y el respeto toman un lugar importante y fundamental que se percibe a cada momento. Como también lo profano, lo oculto y el temor que encierra el tema de la muerte por todo lo que conlleva su enigma hace del oficio del sepulturero o de quien se mantiene en contacto con los muertos por un tiempo prudente, sea estigmatizado.

Es posible escuchar comentarios que hacen alusión a un lugar que produce miedo, estar con los muertos es algo que es percibido por muchas personas con algo de terror; o por lo menos es lo que se puede deducir cuando se habla con algunas personas que transitaban cerca a los cementerios, incluso los mismos sepultureros y personas que trabajan en éstos hacen referencia a la percepción que genera su trabajo.

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El trabajo en un cementerio se encuentra sujeto a una visión social, donde estar en cercanía con los difuntos permite que las personas piensen en un lugar lúgubre o que encierra diferentes hechos, la creencia de que asustan o en espíritus penando es muy común en la sociedad. Lo cual hace que el oficio o el trabajo en el cementerio se conviertan en algo curioso, e incluso como un imaginario de algo que trae historias extraordinarias incluso llenas de fantasía.

Por consiguiente, la pertinencia de la presente investigación hace referencia a darle un sentido de respeto y, por qué no, de admiración al trabajo que desempeñan algunas personas que hacen parte de la labor y servicio que se presta en los cementerios. En este caso, se hizo un acercamiento al Cementerio Central de Bogotá con algunos sepultureros que trabajan allí y en el cementerio del municipio de San Bernardo, con el sepulturero del pueblo y las dos personas que se hacen cargo del museo de las momias.

2.1 Lugares de estudio: San Bernardo (Cundinamarca) y Cementerio Central

Cementerio Central

La historia del Cementerio Central nace en la Nueva Granada con el objetivo de crear espacios específicos para los difuntos en las afueras de la ciudad, primero por higiene y segundo para preservar la memoria de aquellos seres reconocidos y queridos que dejaron un sentimiento, una cercanía en la historia. Es decir que no solo el motivo de la higiene tiene lugar en la creación de espacios para los muertos, sino que la memoria juega un papel importante en cómo se percibe la muerte.

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Hacia el siglo XVI se acostumbraba a enterrar los difuntos en templos, capillas y conventos, práctica que en 1555 comenzó a buscar transformación puesto que por higiene se inició la ubicación de los cadáveres en zonas aledañas a la ciudad; siendo bendecido por el primer arzobispo de Bogotá Fray Juan de los Barrios, el primer cementerio estaría añadido a la Santa Iglesia (Alcaldía Mayor de Bogotá. 2003). Pero esta transformación no fue fácil para las personas de Santa Fe puesto que fue una costumbre muy arraigada que tenía la sociedad de esa época, ésta se trató de abolir en el siglo XVIII con el mandato de

Carlos III quien dispone construir cementerios a las afueras de las poblaciones por motivos de salubridad.

La creación de los espacios para los muertos estuvo acogida por la real cédula que fue acatada por el Virrey José Ezpeleta quien encomendó el trabajo al comandante de artillería

Domingo Esquiaqui y García también encargado de dibujar el primer plano de la ciudad, motivo por el que se encontraba en Cartagena. Esquiaqui escogió el lugar donde se situaría el cementerio, siendo éste hacia el lado occidental de la ciudad, costado sur por el camino hacía Fontibón (Alcaldía Mayor de Bogotá. 2003).

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Ilustración 1 Plano general del Cementario Central en1997. Tomado de Calvo, 1998.

Oscar Iván Calvo en su libro el Cementerio Central: Bogotá, la vida urbana y la muerte deja ver que la construcción del Cementerio Central fue constante desde 1830 a las afueras de la ciudad por salubridad, pero nos ofrece una mirada interesante respecto a la lejanía entre el cementerio y las poblaciones, ésta consiste en separar espacialmente el lugar donde viven los muertos y los vivos (1998). De manera que es posible ver el cementerio como una ciudad de los muertos, que debe estar alejada de los que están vivos para proporcionarles un descanso y un lugar especial que contenga un ambiente y unas características específicas.

En la actualidad el cementerio continúa siendo un lugar con una iconografía que transmite un sitio de descanso para los difuntos, pero que a su vez está inmerso en dinámicas sociales que llevan a los visitantes del camposanto a diferentes sensaciones y percepciones que el mismo lugar transmite, sobre todo los días en que se encuentra más solo o el lunes que es

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bastante transitado por los creyentes que piden a las almas, ya sea en la tumbas abandonadas o en aquellas que han sido catalogadas por la sociedad como de santos populares quienes han cumplido peticiones o milagros como muchos los llaman.

Al atravesar la reja negra que permite ver la entrada principal del cementerio por la calle

26, es posible ver a los costados las entradas del sector trapecio y en medio la entrada de la elipse central con el monumento de la piedad que los días lunes está llena de flores coloridas y algunos creyentes que saltan la reja que la rodea para pedir o agradecer por sus deseos porque tocar la tumba o monumento es importante para la relación, cercanía a quien se pide. Las raíces de los árboles han crecido y levantado algunas partes del suelo del cementerio e incluso tumbas y aunque se prohíbe dejar comida, para que las palomas no invadan las tumbas y las afecten con sus desechos es muy posible encontrar palomas revoloteando entre las tumbas o solitarios pasillos que hacen parte de este lugar.

En el sector trapecio el panorama es aún más amplio y más escasa la gente, se ven tumbas solitarias y de un color gris que refleja el frío que encierra la muerte la tristeza y soledad que esta puede llegar a generar, como también hay mausoleos, criptas con sus flores artificiales ya sucias y sin color reflejan un poco el abandono, tal vez visitar a los seres queridos cada día se esté haciendo menos tradicional. Y aunque en ocasiones hay personas que visitan a sus muertos y hacen una oración o simplemente se quedan en frente de la tumba y la contemplan por un rato para así después retirarse de su visita, durante los acercamientos a campo pude ver que varios jóvenes entraban al cementerio en grupos grandes, algunos con las camisetas de su equipo de futbol (Millonarios y Santa fe) se

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sientan al lado del amigo que enterraron en días anteriores y se disponen a beber y hablar; porque según el sepulturero Galindo: ahora se entierra mucho joven y a uno le da miedo prestar ese servicio, porque casi siempre son de barras bravas y esa gente es peligrosa, uno no sabe.

Las dinámicas en el presente han tenido una serie de transformaciones, comenzando por los cambios en el cementerio, desde su creación porque en la actualidad ya no cuenta con parte del bloque B ubicado en la calle 26 con carrera 22 y donde yacían las fosas comunes, ahora lo que encontramos es el Parque del Renacimiento que nace con el Plan de Ordenamiento

Territorial en el año 2000 y también encontramos el Centro de Memoria, Paz y

Reconciliación que tuvo apertura al público en el año 2012, generando un espacio para la rememoración (página web CMPR, s.f). Lo que refleja que la muerte es memoria, es no querer olvidar que en algún momento vamos para allá y que a los seres humanos en muchas ocasiones nos cuesta aceptarlo, así como entender que otros ya se fueron, pero que también viven en nuestros recuerdos y que el hecho de tener un cementerio museo hace ver ese acercamiento y relación con nuestros seres queridos que ya partieron de una manera activa.

Es importante señalar esos cambios en la sociedad donde lo que se conoce como respeto para un lugar sagrado cómo es el cementerio, en el Cementerio Central a diferencia del cementerio de San Bernardo, ya no existe. Como lo nombré anteriormente encontrar jóvenes en estado de alicoramiento frente a las tumbas es algo que en el Cementerio Central se ve muy seguido, como lo menciona Reyes Galindo sepulturero del Cementerio Central en la actualidad, se refiere al cementerio de una manera respetuosa, haciendo alusión a que

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es un lugar tranquilo y que es necesario acercarse de una manera adecuada pero ahora la gente no guarda el mismo respeto como antes: “Eso ahora vienen todos borrachos y drogados, sobre todo drogados o a consumir de las dos cosas (refiriéndose al alcohol y las drogas) acá dentro del cementerio…” y por ende esto hace ver que la muerte en jóvenes no es de sorprender por la violencia que genera el vandalismo y hacer parte de una barra brava, mientras que en San Bernardo la muerte de un joven pone en el ambiente tristeza, silencio y desolación, incluso sorpresa por tratarse de alguien joven puesto que es más común enterrar a los ancianos.

San Bernardo

San Bernardo es un municipio que queda a tres horas de la capital saliendo por Soacha, se ubica al suroccidente de Cundinamarca haciendo parte de la provincia del Sumapaz, su tierra es muy fértil y produce gran variedad de productos agrícolas lo cual hace que sus habitantes se sientan orgullosos, ya que por su clima y los nutrientes de la tierra se producen productos de tierra caliente, templada y fría, tanto así que se hace conocer como

“despensa agrícola de Cundinamarca” (Alcaldía de San Bernardo, Cundinamarca. 2010).

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Ilustración 2Ubicación del Municipio de San Bernardo. Tomado de San Bernardo 100 años, p16 Por consiguiente el tema ecológico es significativo, puesto que su importancia como región caracterizada por esa producción agrícola lleva a pensar en el manejo del agua; ésta se encuentra haciendo parte de una fuente hídrica vital para dicha producción; hace parte de su territorio el Parque Nacional Natural Sumapaz, lo que refleja la hidrografía como patrimonio natural para el municipio.

La historia de San Bernardo como municipio comienza con la correspondencia política del territorio entre los municipios de Pandi y Albeláez – municipios vecinos a San Bernardo en la actualidad— zonas baldías donde la vegetación tenía una apariencia selvática acompañado de diversas especies de flora y fauna. Las personas que llegaron a este terreno eran provenientes de la región del Guavio y de Cáqueza mostrando diferencias de ocupación del territorio que mostraba ser muy productivo por sus tierras fértiles (Céspedes

Hernández, citado en Alcaldía Municipal de San Bernardo, 2010, p. 24).

Durante un buen tiempo, por medio de ventas de predios y conformación de haciendas se fueron consolidando los terrenos que harían parte del municipio como tal, “Antes de 1910

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se registran otras ventas en el lugar ya señalado como San Bernardo” generando para el 22 de julio de 1910 la fundación del municipio por gerencia del padre Francisco Antonio Mazo

(Alcaldía Municipal de San Bernardo, 2010, p. 26), fecha que fue fijada por el mismo padre, anunciada en la eucaristía y autorizada por el Arzobispo de Bogotá, Bernardo

Herrera Restrepo, por lo que en su honor el municipio llevaría su nombre y así mismo para

“rendir tributo al santo doctor de la iglesia”.

Según el libro San Bernardo 100 años, publicado por la alcaldía del municipio (2010), entre 1910 y 1927 los cambios y la adaptación del territorio para la formación del municipio fueron más evidentes con la quema de árboles para preparar la tierra y así poder sembrar, la formalización de las fiestas que hasta el día de hoy se celebran, la fundación de las primeras escuelas, primero en el pueblo y luego se extendieron hacia las veredas, entre ellos el Instituto San Bernardo que contaba con primaria y dos cursos de bachillerato.

Después de tener diferentes capillas, la primera en bahareque1 y teja de roble en el techo, la segunda ya un poco más trabajada con un campanario, una fachada de tres pisos sin dejar de ser humilde, según el arquitecto San Bernardino (Alcaldía Municipal de San Bernardo,

2010, p. 52) y con la apariencia de la arquitectura colonial. Llegando así a construir una iglesia amplia y “solemne para la devoción de los creyentes”.

Aún hoy en día es posible escuchar a los habitantes del municipio hablar de la iglesia con admiración, halagar su torre alta de estructura muy simétrica y cuadrada en forma de cruz que se puede ver perfectamente al acercarse a la entrada del pueblo. Un joven habitante con

1 O bajareque: pares de palos entretejidos con cañas de barro (Tomado del sitio web de la RAE). http://lema.rae.es/drae/?val=veiculo

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el que hablé durante mi estadía en el pueblo admiraba la torre y me decía – la arquitectura es tan bonita de la iglesia, este pueblo es muy bonito a mí me encanta- (Fernando).

Ilustración 3 Iglesia de San Bernardo, Cundinamarca. Diego un niño entre 12 y 15 años contaba que las monjas traían oro escondido en las biblias porque era prohibido y su abuelo, quien ayudó en la construcción de la iglesia lo colocó en ella también decía que era muy bonita y que es la torre más alta que ha visto hasta ahora.

De manera que para los habitantes de San Bernardo el templo siempre ha tenido un lugar especial en la construcción y desarrollo que ha tenido el municipio, como en las generaciones que han continuado con el trabajo de mantener y sacar adelante el pueblo.

Pero no solo la iglesia tiene historia en el pueblo de San Bernardo, puesto que por el fenómeno de la momificación natural es muy común encontrar algún comentario referente

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al cementerio o mejor, a los cementerios del municipio, San Bernardo ha tenido dos cementerios en su historia, el primero de ellos situado a tres minutos del parque central del municipio y el segundo que se encuentra en la salida occidental del pueblo camino al municipio de Pandi.

Las primeras momias naturales fueron halladas en el primer cementerio del municipio, al parecer todas estas fueron desmembradas y solo se conoce el nombre una de ellas; la señora

Florentina Gutiérrez de Cruz quien fue enterrada en el año de 1959, año de la inauguración del cementerio, y exhumada en 1965. Según el artículo de Rocío Garzón Gutiérrez, publicado en el libro de los 100 años de San Bernardo, la señora Florentina fue la primera momia natural encontrada, que por decisión de sus familiares fue llevada a osarios y así este fenómeno comenzó a convertirse en una característica especial del pueblo. El primer cementerio se encontraba ubicado cerca al río, la entrada era alta y tenía a su alrededor las bóvedas donde se enterraban algunos de los muertos, otros se enterraban en el suelo, cuya tierra tiene muchas propiedades, a las cuales se les atribuye la causa de la momificación natural.

Mucho tiempo después, en una de las tantas crecidas del río el cementerio se “viene abajo”, como lo cuentan algunos de los habitantes de San Bernardo, el río se llevó el cementerio antiguo en ruinas obligando a los habitantes a trasladar a sus muertos a un lugar más seguro y alto. En la actualidad es evidente como este cementerio se ha convertido en parte del paisaje natural, dejando ver una mezcla entre la construcción del ser humano y la naturaleza, llevando de la mano una historia.

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El cementerio que se puede encontrar en este momento se ubica en una zona más alta hacia el occidente por el camino que conduce a Pandi; caminando a unos cinco minutos desde el parque central el paisaje va cambiando, se comienza a ver más la zona rural y sus alrededores con mucha naturaleza, diferentes tipos de plantas y flores que dan una sensación de tranquilidad. En la primera curva hacia la derecha del camino destapado es posible visibilizar el cementerio; dos paredes grandes y blancas dividas por una reja negra con un pequeño tejado son la entrada al cementerio de San Bernardo, al atravesar la reja lo primero que se encuentra son unas cuantas escaleras que conducen a tres diferentes senderos, hacia el lado derecho e izquierdo el camino muestra las tumbas, cada una de ellas con sus respectivas flores y epitafios reflejando como de esta manera se puede recordar a los difuntos.

Por el centro del cementerio se hace un camino en medio de cuidados pinos que conduce hacia la capilla, en el altar está Cristo crucificado al fondo de la mesa o credencia donde se hacen los diferentes pasos litúrgicos y donde se observa una vela encendida. La capilla está cubierta por rejas y pálidas columnas que sostiene el techo en ladrillos, en ella se deja entrar el aire y a cualquier hora del día es posible visitarla. En algunas ocasiones es posible ver algunas personas orar en frente de la capilla, pidiendo por sus muertos o simplemente por diferentes cosas para sus vidas, tema que se profundizará más adelante. Alrededor de la capilla y a su respaldo se observan más tumbas, como también en frente de ella, creando una especie de media luna y un camino de pavimento que divide la entrada de la capilla con

éstas y llevándonos a la entrada del museo de las momias, lugar que es conocido y del que es muy normal recibir información por la gente del pueblo.

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Ilustración 4 Cementerio de San Bernardo.

El camino que divide la capilla entre las tumbas conduce a la entrada del museo de las momias, lugar que a simple vista es una pequeña y simple edificación de apariencia alargada que no tiene mucha atracción, tal vez no la necesite por lo mismo que contiene en su exhibición las momias o, aún mejor, el misterio de los cuerpos momificados de San

Bernardo. Después de atravesar un pequeño puente se encuentra la puerta de vidrio y unas escaleras con otra puerta igual, los encargados del museo con su amabilidad abren las puertas y al entrar se ve un lugar fresco con cuatro urnas que dejan ver los cuerpos preservados.

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Ilustración 5Museo de Las Momias de San Bernardo.

Como parte de la arquitectura, frente a las cuatro urnas se encuentran unos escalones formando un media luna que han sido utilizados en diferentes ocasiones para contar la historia de la momificación natural en San Bernardo, como lo decía Antonio Rodríguez en algún momento, que se han hecho charlas sobre el cuidado del cementerio y el respeto que se debe tener ante los difuntos, historias que llevan a las preguntas como el ¿por qué de la momificación? ¿Todos los cuerpos salen momificados? Estas eran recurrentes en las visitas al cementerio. Y es que la momificación natural es uno de los principales atractivos en el municipio, es interesante ver como siempre llega alguien a visitar a las momias, gente de

Bogotá y de pueblos aledaños y aunque hay días entre semana que los visitantes son escasos, los fines de semana la probabilidad de ver carros parqueados frente al cementerio

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esperando conocer las momias es un poco más amplia, puesto que las familias llegan con la curiosidad de conocerlas.

2.2. La muerte: “Todos vamos para allá”

Así pues, la momificación hace parte de la relación que se puede tener con los difuntos, esa relación que hace parte de una comunicación especial que es muy común ver en la sociedad; pero esté tema lo profundizare más adelante, ahora me ocuparé de lo que se piensa de la muerte, ¿Qué sucede después del último suspiro? ¿Cómo perciben la muerte?

Para los sepultureros y personas que trabajan en un cementerio, que tienen la muerte cerca de ellos en su día a día, llega a ser percibida de una manera un poco diferente a las personas que la vemos más aislada de nuestra cotidianidad.

La muerte tiene encanto, por el misterio que ella encierra” (Fanny Bernal, 2004), la muerte es una atracción e interrogante para el ser humano desde tiempos inmemorables, por lo que de una u otra manera las diferentes creencias y modos de vivir y pensarla reflejan como el ser humano siempre ha tenido en constante presencia el final de la existencia, escritos, estudios y creencias sobre lo que es la muerte dan la percepción de que es un tema importante para nosotros.

Como se pudo ver en el capítulo anterior, desde la antropología y otros ámbitos se han hecho diferentes acercamientos al tema de la muerte y en este apartado se podrá ver el pensamiento sobre ésta en la gente que visita los cementerios, en los sepultureros y trabajadores de los respectivos lugares de estudio en relación con esas propuestas teóricas que nos han dejado los diferentes autores.

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Se puede decir que la muerte es ese último estado al que el ser humano ha de llegar, es el final del camino y de la vida, es aquello de lo que no podemos escapar “es lo único cierto en la vida” como dicen y personas con las que pude hablar. Y aunque la muerte se encuentra durante toda nuestra existencia, son muy pocas veces en las que nos sentamos a pensar y hablar de aquello de lo que no podemos escapar, algo que en algún momento ha de llegar pero que de cierto modo en muchas ocasiones se le teme, se evita y se le tiene respeto e incluso miedo. Desde la experiencia en campo pude darme cuenta que en algunas ocasiones las personas no tienen del todo muy presente lo que es el hecho de la muerte; durante las conversaciones que tuve con don Antonio en algunas ocasiones su respuesta era:-“sabe no la había pensado”- tomaba una pausa y se disponía a responder, pero de esto hablaré más adelante.

No obstante Vincent-Thomas (1991) nos dice que la muerte es cotidiana en el sentido que está presente, sucediendo en todo momento cuando vemos morir a otros y aun así la vemos como algo ajeno, lejos de nuestra realidad y de nuestra propia existencia como si fuera algo que solo existe para los otros; hablar de muerte natural es decir que, somos conscientes de su existencia, pero a su vez aceptarla es algo que no es tan fácil para nosotros, es decir que no se llega a estar preparado para asumir la pérdida de un ser querido o cercano, incluso la propia muerte llegando a visualizarla y sentirla como algo negativo que llega de manera desprevenida.

De igual manera la muerte trabaja indefinidamente, en palabras del autor es aleatoria, así como es algo que es cierto e inevitable, también está compuesta de pues nos

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sabemos cómo será ese acontecimientos ni en qué momento; la muerte es un acto universal puesto que todo lo que exista dejará de existir, todo lo que conlleva una vida perecerá y dejará de ser.

Esto ha llevado a generar costumbres y creencias sobre la muerte con constantes cambios, la influencia de nuevas religiones e incluso diversas circunstancias de la vida, han llevado a que las personas con el pasar de los años vean el acontecimiento de la muerte de cierta manera. Hoy en día es muy común ver que los visitantes al cementerio varían o incluso que la tradición de visitar a los muertos se ha ido desvaneciendo con el paso de los tiempos; me contaba Virginia, visitante del pueblo, que ella hacía parte de la comunidad Testigos de

Jehová y que en sus costumbres no está visitar a sus muertos después de enterrados: Lo que es cierto es la resurrección, cuando una persona muere se hace una oración y no se vuelve a visitar al finado porque él ya no está acá. –la oración dice algo así como: que si se portó mal que Jehová, Dios lo ayude y que descanse, que nos veremos después.

La resurrección hace parte de esa finalidad a la que todo ser creyente quiere llegar, el hecho de ser una buena persona en vida será el camino para llegar a esa “eternidad” prometida por

Dios. Lo que nos lleva a pensar que la muerte siempre está presente en nuestro camino, que es el destino que todo ser humano tiene como cierto, como lo deja reflejado Antonio: Todos vamos para allá. La triste realidad…esa es la realidad de nosotros…

Ahora bien, cabe preguntarse qué tan conscientes estamos de ese descanso eterno que prometen algunas religiones como la católica. Me refiero a esta doctrina en específico por ser la religión a la cual pertenecen los protagonistas de esta investigación; tanto Dora como

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Antonio y los sepultureros hacen parte de una creencia católica y cristiana (tema que se desarrollara con más profundidad en el capítulo siguiente) que tiene un pensamiento claro y de mucha fuerza sobre la muerte.

También, aunque no es muy común que lo digan, se piensa en la muerte en relación con ser joven, como lo señala el sepulturero de San Bernardo Juan Carlos Velandia quien dice: Es un mal necesario porque así uno le tenga miedo a la muerte y no quiera morirse, llega uno a una edad que ya no… ya no puede comer, ni moverse, que le tienen a uno que cambiar hasta el pañal; entonces lo más necesario es la muerte ya descansar de este mundo. Lo anterior permite ver como en cierto punto de la vida el ser humano no puede valerse por sí mismo y de este modo la muerte es ese acto que permitiría un descanso y la posibilidad de sentirse inútil y/o dependiente de alguien se evitaría por completo. Escuchar que una persona quiera llegar a los 90 años es muy raro y es común escuchar que le piden a Dios porque se las lleven mucho antes, para evitar sufrimiento y la posibilidad de depender de un tercero que se convierte en una idea aterradora, sobre todo cuando han visto personas cercanas que han sufrido de esta manera, contaba Rosa habitante de San Bernardo.

Siendo así en diferentes circunstancias un acto al que no quisiéramos llegar, pero en otras, es como un modo de sanación o más bien de preferencia por el estado de tranquilidad que la muerte puede llegar a generar. La muerte es ese punto donde todo lo que se hizo en vida adquiere un sentido, un poder especial donde actuar bien y seguir un camino virtuoso es el pasaporte a una buena muerte.

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La muerte es la última huellita que dejamos… (Reyes Galindo, sepulturero

Cementerio Central. Tomado de diario de campo).

2.3 El oficio de acompañar a los muertos en el día a día: el ser sepulturero

El trabajo en el cementerio está rodeado de muchas historias, creencias y experiencias que para muchas personas encierran misterios que las llevan a pensar que es mejor estar alejadas de cualquier cercanía con la muerte; este acontecimiento del que ningún ser humano puede escapar nos ha dejado muchas inquietudes y a su vez ha traído consigo una fuerza espiritual donde lo puro y lo impuro juegan un papel importante entre vivos y muertos, generando diferentes maneras de actuar en la sociedad como estar o no en el cementerio en determinado momento, visitar a los difuntos hasta cierta hora y otras cuantas creencias que hacen de la cercanía a un difunto, a la muerte como un tabú.

Esto nos lleva a pensar en la muerte como un acontecimiento que genera un desorden social donde aquel final que en muchas ocasiones atemoriza al ser humano genera terror llevando a la muerte a un estado de marginación en las sociedades. Alfonso García (2005) señala que en el momento en que los seres queridos y cercanos al difunto viven los ritos de paso que hacen parte de la muerte, como el luto, el duelo y el funeral, se interpreta que es un estado de peligro para el difunto y sus allegados, generando así ese momento de marginación donde el tabú actúa en donde el difunto ésta pasando por un tránsito entre el estar vivo y el otro camino de la muerte que desconocemos los seres vivos.

Por consiguiente para la sociedad el trabajo del sepulturero estaría en constante relación con el tabú, lo que hace que la profesión de trabajar en el cementerio en muchas ocasiones

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se vea como algo de no tocar, de cuidado y respeto. En algunas conversaciones informales fue muy común encontrar personas que pensaban el cementerio como un lugar escalofriante, donde las almas aparecen y espantan con algún ruido o manifestaciones físicas que no estarían dentro de la normalidad.

Con esto no quiero decir que la manifestación o relación con almas sea inexistente o que no sea posible, solo que esta relación que se vive con el más allá trae creencias y con ellas la creación de tabúes que se impregnan con el paso del conocimiento, la creencia o como la gente llama “fe”, pero este tema lo profundizare más adelante. Ahora en lo que me quiero enfocar es en cómo se vive ese tabú, esa parte liminal, como lo menciona Van Gennep, que hace que se tomen actitudes de lejanía y de cierto modo no aprobación a un trabajo en el cementerio; un ejemplo claro de ello es la manera cómo llegó a ser sepulturero Juan Carlos

Velandia en el cementerio de San Bernardo: Yo llegué aquí porque el padre Carlos Niño me ofreció el trabajo y pues uno lo que necesita es trabajar, pero antes se lo había ofrecido a mi hermano pero él no acepto por los nervios, porque era trabajar con muertos…

Sentimiento como este hacen que el oficio del sepulturero o de quien trabaja en el cementerio y está en constante acercamiento con la muerte, se ubique en ese momento donde el tabú hace su aparición de una manera activa, ya que al instante de hacer el enterramiento el cuerpo y el alma de éste se encuentra en esa situación donde el luto representa la fase liminal que sitúa la muerte en un estado peligroso y contaminante haciendo del tabú algo totalmente activo. Si nos acercamos a lo que nos propone Van

Gennep (1991) respecto al tema del tabú lo podemos ubicar en un rito de margen donde un

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acto social genera un aislamiento para proteger y/o limpiar a la sociedad, especialmente a aquella persona que tenga contacto con esta, en este caso la muerte; esto es lo que mantiene ese tabú activo, haciendo de este una especie de protección para las demás personas.

Por consiguiente los sepultureros y las personas encargadas del museo de las momias en el caso de San Bernardo ejercen oficios que por el hecho de estar en contacto con los muertos generan diferentes pensamientos y reacciones en la sociedad, tanto así que muchas personas han llegado a tenerle miedo a este trabajo, como vimos con el hermano del sepulturero Juan

Carlos. Caso que no se evidencia con algunos de los sepultureros entrevistados en el

Cementerio Central en Bogotá porque llegaron a ser sepultureros no por propuesta de alguien externo sino más bien por herencia, porque el quehacer de ser enterrador viene con la familia, de crecer viendo y ayudando a los padres en los oficios en el camposanto.

Esta manera en que se aprendió el oficio de sepulturero de cierto modo influyó en su manera de vivir actualmente y sacar adelante su familia; estas personas desde muy pequeños han tenido un acercamiento al cementerio y a todos los aspectos que rodean al acto mortuorio, lo que ha contribuido a que estos personajes no hayan sentido ese temor, esos nervios de realizar su trabajo. Percibir que toman su trabajo con mucho respeto, dedicación y tranquilidad es lo que se puede encontrar al hablar con ellos e incluso al estar en el camposanto, como lo dice Reyes Galindo: Yo soy sepulturero desde el 94 hasta el presente, hice una pequeña pausa como de seis mesecitos cuando se acabó una de las concesiones, pero igualmente seguimos en el cuento, en la cuestión referente a la muerte”.

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Desde muy joven y por la necesidad de conseguir sus propias cosas quiso trabajar, lo que le llevó a pedirle a su papá que lo llevara a trabajar; su padre que se dedicaba al oficio de sepulturero no estuvo de acuerdo en un principio, pero después de tanta insistidera le permitió trabajar los domingos: Yo comencé arreglando las florecitas, por eso te digo, cuando ya me metí en este cuento no me dio miedo de ir a manipular un cuerpo o de ir a coger unos restos, no, porque yo ya vivía como en ese mundo…

Ser sepulturero no es algo tenebroso como se ha presentado en muchas ocasiones o como la gente lo percibe en algunos momentos, estar en el cementerio donde los cuerpos habitan para los que trabajan allí es sentirse acompañado, para ellos el cementerio es su lugar de trabajo, pero también les transmite tranquilidad y donde: Como sepulturero se ve quienes somos en realidad, se ve la realidad de la vida… Para estos sepultureros el servicio, como dice Galindo, que prestan en un momento tan familiar e íntimo es algo muy especial o en palabras de ellos es un don para reyes Galindo y para Juan Carlos es un oficio muy bonito, para algunos macabro pero es bonito.

2.3.1 Tranquilidad en el cementerio

Otro aspecto a tener en cuenta es la creencia de todo aquello que sucede dentro del cementerio, esas creencias de apariciones de almas, de no estar en un lugar tranquilo es algo que para los sepultureros y personas que trabajan en este lugar no representa un hecho en sus vidas; y aunque es muy diferente el ambiente que se percibe en el cementerio de San

Bernardo con el del Cementerio Central, que es mucho más grande y que contiene una historia poderosa desde los enterramientos en campos y la conversión de estos en santos

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(como lo leímos anteriormente), hasta tener enterrados personajes célebres y personas del común genera en algunas ocasiones un ambiente ambiguo donde la tranquilidad y una diminuta zozobra llegan a hacer parte de la percepción que se siente allí.

Y aunque el discurso de los sepultureros es el de estar en un trabajo de tranquilidad es fundamental decir que la fe cobra un importante papel cuando se habla de estar en compañía de los difuntos y es el respeto que se le tiene a estos lo que hace generar ese contacto con Dios que para ellos es protección y saber que nada pasará si todo se deja en manos de Dios. Lo que nos lleva a dialogar con una contradicción que consiste en ver un ambiente de tranquilidad, que a su vez sigue generando un gran respeto, puesto que a los muertos hay que recordarlos y en lo posible visitarlos para que estén tranquilos.

En medio de una de las conversaciones en el cementerio de San Bernardo donde los difuntos son la compañía en la cotidianidad de estas personas que se ocupan de la limpieza, mantenimiento estético de las tumbas y sus alrededores, que se preocupan por mantener en buen aspecto el espacio, Juan Carlos Velandia asegura que es importante visitar a los seres queridos que ya partieron porque algo queda de ellos; siempre de una manera respetuosa:

Yo no los molesto, ellos no me molestan…

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CAPITULO III

CONVIVIENDO CON LOS QUE YA PARTIERON

Como se pudo leer en el capítulo anterior el oficio del sepulturero es parte importante de la vivencia y la manera de expresar la muerte, no solo por ser ellos los testigos de un dolor ajeno sino también por estar en constante conexión y rodeados de los difuntos. El hecho de hacer parte, de una manera más cercana y cotidiana de un acontecimiento del cual ningún ser humano se escapa como es la muerte, hace que este oficio tenga una vital importancia en nuestra sociedad.

A partir de lo recolectado en campo fue posible observar y tratar de entender que estar en contacto con los difuntos y hacer que la vida esté rodeada de la muerte de una manera diaria, hace posible percibir esta última de una manera un poco más tranquila y de cierto modo más consciente, generando una posibilidad de ver la muerte en forma diferente.

En este capítulo mostraré esas formas de pensar, las cuales van en relación con algunos hechos que rodean la muerte, hechos que hacen posible ver que para la sociedad aún es importante el tener en la memoria a los difuntos, que aunque en muchos lugares de la ciudad, y me atrevería a decir que del país, incluso del mundo, el tener presentes a nuestros difuntos, visitarlos o incluso hacer una oración por ellos ya no es de importancia, “porque el muerto, muerto está”.

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3.1 ¿Y después de la muerte?

Existen muchas maneras de pensar sobre lo que hay después de la muerte; es una de las cosas por las cuales el ser humano se ha inquietado y por tanto ha hecho que el tema de la muerte se llene cada vez más de incertidumbre generando curiosidad de estudiarla más a fondo. Cabe señalar que no pretendo llegar a una respuesta a ello, sino más bien tener un acercamiento de lo que se piensa al respecto, lo que puede llevarnos a replantear lo que ya se ha dicho o simplemente tener otra manera de ver lo que es la muerte y lo que la acompaña en la actualidad.

Al estar en campo, caminando y escuchando algunas opiniones de la gente que se acerca a los cementerios (Cementerio Central y San Bernardo) o que caminan por el pueblo en San

Bernardo, fue muy común escuchar sobre la incertidumbre y gran interrogante que conlleva el después de la muerte. Las creencias religiosas o el solo pensamiento de lo que las personas creen generan una idea de lo que presumen que acontece después de ésta.

Es posible ver como el catolicismo influye en esta creencia, y acá parto de las experiencias y creencias que la gente ha comentado en el acercamiento a campo. Y es que, si bien se sabe que la resurrección para el catolicismo es válida y está presente desde las escrituras bíblicas que cuentan sobre la resurrección de Jesús, algunas de las personas creyentes dicen que esa posible resurrección no es para cualquier ser humano. Como lo comenta doña

María: No creo en algo en lo que no hay vida, mi esperanza está en la vida, en lo que está vivo-. Ella lo toma en el sentido de una posible vida después de la muerte, - el único que resucita a la nueva vida es Cristo el señor- haciendo alusión a la resurrección. Yo le

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respondo haciéndole un comentario que entonces -el que murió ya murió…-, y me hace una referencia, diciendo que hay otras creencias donde dicen que si hay vida después de la muerte, pero que ella cree en la doctrina donde el muerto, muerto está y no hay nada más que la esperanza en lo que está vivo.

Después de escuchar estas palabras, es posible pensar, percibir y ver que la religión ocupa un lugar importante en las creencias de las personas en relación al acontecimiento de la muerte. Y aunque ésta forma de pensar es un poco contradictoria a lo que propone el catolicismo, va muy de la mano con su creencia en Jesucristo. El hecho de escuchar que es el único que puede resucitar, el único que tiene la posibilidad de vivir de nuevo por ser el hijo de Dios, un ser santo, nos hace darnos cuenta de que la posibilidad de vida después de la muerte, esté en las creencias o pensamiento de las personas.

Es importante dejar claro que después de la muerte para el católico es solo el final de la vida en la tierra, ya que se cree tener un alma inmortal: no muere sino que pervive en una vida eterna. Es decir que, aunque el ser humano es una unidad, cuerpo y alma a la vez, el cuerpo muere pero el “yo” (alma) perdurará eternamente (Mario Santana Bueno. Página web buzoncatolico.es. 1997).

Para hacer más claro el dogma del catolicismo y su visión del más allá, hare alusión a lo que explica Francois- Xavier Durrwell sacerdote y teólogo en su libro El más allá: miradas cristianas, que comienza hablando de la importancia del paso como hombre de Jesús, puesto que la vida de Jesús es el ejemplo que todo buen católico debe seguir para encontrar la resurrección.

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Es decir, que el más allá para los católicos es Dios, el Padre y el paso o camino para llegar a

él es llevar una vida entregada a lo que el “Padre” juzgará como propia para reencontrase con él. “La muerte es el paso de este mundo al Padre” (c.f. Jn 13,1 citado en Durrwell

1997. P.45) lo que lleva a ver que el fundamento no está solamente en el alma de cada persona, sino que tiene que ver con la relación que se mantenga con Dios en vida.

(Durrwell 1997. P.71).

En el cementerio de San Bernardo las personas que están encargadas del museo y el sepulturero son muy creyentes en Dios, lo que en su trabajo se ve reflejado. Pero al momento de escuchar sobre el después de la muerte es posible ver que se generan algunas incertidumbres y contradicciones, puesto que es seguro que la existencia del alma es algo que está presente y que no se pone en duda, pero la creencia de que al momento de morir y por un corto tiempo el alma del finado escucha y ve todo lo que sucede a su alrededor es algo que genera una negación o poca creencia.

Es una tarde lluviosa, de aquel día sábado en medio de una conversación sobre algunos entierros de esos días y luego de un corto silencio que se ve interrumpido por Antonio, quién no deja de mirar hacia las bóvedas; la mayoría de ellas coloridas por las flores que los familiares dejan al visitar y saludar a sus seres queridos, con santos y mensajes de agradecimientos y bendiciones. Dice: -¿sabe?, últimamente he comenzado a creer que uno si está presente en el entierro de uno- voltea y me mira con esa sonrisa amable y de confianza que lo caracteriza, yo le pregunto: ¿por qué? Y su respuesta es algo interesante,

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ya que dice que se lo han dicho tantas veces y que si uno percibe las benditas animas y ellas le ayudan a uno, porque entonces uno no ha de estar en su mismo entierro.

Contrario a lo que se puede percibir en el Cementerio Central para algunos sepultureros la percepción de la muerte varia en algunos casos y por ende la forma de pensar sobre el gran interrogante del misterio de lo que hay después de está, genera una visión diferente a lo que se puede ver en San Bernardo; como lo expresa Reyes Galindo cuando hablamos sobre visitar a los muertos y deja cómo mensaje que: Todo se da en vida, que no hay nada después de la muerte, que aunque las almas de nuestros seres queridos estén con nosotros en un recuerdo, no hay nada después de morir.

Esta incertidumbre y posible cambio de pensamiento que ocurre con Antonio, al escuchar experiencias y diferentes maneras de percibir el acontecimiento de la muerte, como la posición del señor Galindo al no creer que exista algo después de la muerte, es lo que hace este tema tan interesante, como ya lo he dicho en el desarrollo de esta investigación. Y es que la muerte está rodeada de muchas particularidades y sucesos que son difíciles de explicar, pero que en las personas son significativos y pueden dar cuenta de la importancia de la muerte en la vida, en la sociedad y en la cultura.

3.2 Los difuntos como compañía Al existir una creencia y también una incertidumbre de lo que pudiese hallarse después de la muerte, es importante dar cuenta que la muerte de un ser querido trae consigo diferentes sentimientos y formas de ver la vida. Lo cual lleva a las personas a pensar diferentes hechos después de vivir la muerte al momento de “perder un ser querido”. Al visitar a los seres que

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ya partieron y el hacer que estos permanezcan vivos en la memoria, se construyen diferentes modos de ver y compartir la muerte en la vida de cada persona como le sucede a la esposa de Antonio: Ellos son mi compañía, mientras hago mis artesanías ellos me acompañan y yo no me siento tan sola – dice doña Dora, mientras barre el museo de las momias y las señala con un gesto en la boca.

Para las personas que pasan la mayor parte de su día a día en el cementerio, en el lugar donde los muertos descansan, la forma de ver a esos finados se hace atrayente e interesante incluso con tabúes, como ya se dijo en el capítulo anterior. En este aparte, me propongo dar a conocer como los sepultureros y personas trabajadoras, cercanas al cementerio perciben el compartir un espacio con los muertos.

Es la tarde de un lunes, algunos turistas entran a ver y a conocer las momias que están exhibidas en el museo. Yo acabo de salir y después de una conversación con Dora y

Antonio, pregunto por la ausencia de una de las momias (si no estoy mal, su nombre era

Laureano Acosta) ya que una de las urnas donde se exhiben estaba vacía. Dora toma la palabra y por medio de un suspiro, con la mirada hacia el suelo dice: -¡ahh! El viejo

Laureano a mí me dio mucha tristeza que lo quitaran de ahí y a Antonio le dio mucho

“guayabo”2 porque él lo conoció en vida y tenerlo ahí, poder verlo era tenerlo cerca y sentir su compañía…”

2 Guayabo: Sensación de tristeza o nostalgia (Ospina Andrés. Pp 112)

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Ilustración 6 Don Laureano. Imagen tomada por Roberto Lleras. Momia San Bernardo. Cundinamarca.

Para esta pareja los difuntos tanto momificados como los que no, son sus compañeros,

Dora dice:-hay que temerle más a los vivos que a los muertos a lo que Antonio la apoya asentando con la cabeza y diciendo: - ah sí, eso es así-… El ambiente en el cementerio es de mucha tranquilidad, así se siente y así lo dicen estas personas dando una especie de confianza y tratando de dejar el mensaje de que por ser un cementerio, no hay nada de terror o algo negativo; que la paz y la tranquilidad que se siente no solo es de un lugar sagrado, no solo de la compañía que ellos perciben de Dios, sino que también es la compañía de los difuntos que descansan en este lugar.

Por su lado Juan Carlos Velandia sepulturero en el cementerio de San Bernardo dice que una de las cosas que más aprecia de su trabajo como sepulturero es la cercanía con el difunto:-una señora que yo estimaba mucho y esos cuatro años que ella lleva ahí yo he

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estado pendiente de ella y por lo menos uno está más cerca ahí al cadáver… Yo siento que ellos no se van, algo queda de ellos…- Juan Carlos dice que haciendo oración y prendiendo una vela será la manera de saludarlos y no olvidarlos.

Con la experiencia en campo y haber tenido la posibilidad de tener un acercamiento a dos lugares, donde las dinámicas tienen similitudes y a su vez notables diferencias, fue interesante ver que en relación con las personas en el cementerio de San Bernardo, en el

Cementerio Central para algunos sepultureros la compañía de sus seres queridos que ya partieron está en el corazón.

Yo tengo familiares acá sepultados, y créame en los años que llevo trabajando acá yo no voy a visitarlos a sus tumbas, porque ellos están acá- dice el Reyes poniendo la mano en el corazón- en el corazón van siempre, son uno en el corazón.

Es interesante poder ver como las diferentes formas de pensar nos dan un acercamiento complejo hacia la concepción de la muerte y cómo ésta hace parte de la vida y del trabajo de algunas personas, generando una visión atrayente, de inquietudes para ir desarrollando con el tiempo.

3.3 Comunicación con los que ya partieron

Podemos decir que esa compañía que nos otorgan nuestros difuntos no solo viene de parte de ellos, pues partiendo de algunas experiencias personales creo que ellos, nuestros muertos necesitan estar vivos en nuestra memoria, porque esa percepción de la que hablé en el aparte anterior es percibida. Pero no podemos decir que solo provenga de un solo lado, si hablamos de comunicación es porque se trata de una relación, puesto que para mantener

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dicha comunicación es importante que se mantenga una reciprocidad con el otro y así entablar una dinámica donde las relaciones se creen y mantengan símbolos y significados que conserven una dinámica de la relación viva.

Es decir que existe la posibilidad de una reciprocidad, donde las relaciones entre finados, almas y vivos están presentes como formas de agradecimiento por milagros o por favores como trabajo y salud. Aquí acudo a Marcel Mauss, como lo señale en el primer capítulo al hablar de un intercambio del don, donde el dar- recibir- devolver son el eje principal de una relación, la cual puede llegar a ser cíclica, puesto que al pedir algún favor como se hace con las almas o muertos, se debe devolver de una manera simbólica.

Para entender mejor este proceso, mostraré cómo se percibe en San Bernardo

Cundinamarca:

Yo creo que el cuerpo, ya no está, se deslíe, pero el alma queda entonces, uno los presiente, sueña con ellos, los siente cerca a uno. Yo siento que ellos no se van, algo queda de ellos. Yo no los molesto ellos no me molestan, eso sí les pongo su veladora en la capilla como acción de gracias; dice Juan Carlos Velandia.

Porque es importante tener esa cercanía con los que ya partieron, porque así como para ellos Dios y los santos ayudan a los creyentes, los muertos son vistos como otro camino para conseguir ayuda para las necesidades de cada persona, por eso si se recibe la ayuda de uno de ellos hay que corresponderles con algún objeto u oración, lo que yo tomo como un modo de demostrar que no son olvidados. A continuación mostraré algunas observaciones hechas en los cementerios y que evidencian esas relaciones entre vivos y muertos.

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3.3.1 Velas, flores, monedas o dinero. En agradecimiento y/o petición.

Uno de los objetos que juegan un papel en esta manera de comunicación, es el dinero, las monedas. En uno de mis acercamientos a campo pude evidenciar por medio de algunas experiencias, cómo juegan estos objetos como mediadores en la relación.

Las ánimas benditas son quienes han acompañado a esta pareja (Dora y Antonio), son quienes los han protegido y acompañado junto a su familia, como también la fe hacia Dios a quien le piden paciencia y serenidad. A las benditas ánimas les han confiado algunos eventos de sus vidas, les piden protección y ellas nunca los han dejado abandonados.

Dora cuenta: cuando sus hijos estaban pequeños ella los dejó solos y ellos, niños aún salieron a jugar, en el campo, dejaron la casa sola y con la puerta abierta. Cuando ella llegó se asustó al ver abierta la puerta, pero al entrar todo estaba en orden y no se habían robado nada, ella dice que fueron la ánimas benditas porque siempre les encomendaba su hogar cuando tenía que salir y en agradecimiento a eso les dejaba dinero en una de las paredes de la casa y cuando ya reunía una buena cantidad la llevaba a la iglesia y la daba como la ofrenda.

Otra forma de dar a los difuntos, es arreglando sus tumbas con flores, tanto en el

Cementerio Central como en San Bernardo las flores siempre están presentes, llenan el ambiente frío de un cementerio con color y se podría decir que de vida. En la actualidad, por motivos de salubridad es obligación llevar flores artificiales y no permiten las flores vivas, ya que esto contribuye a la aparición de insectos (Antonio, Cementerio San

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Bernardo), pero en el Cementerio Central la mayoría de las flores son vivas y los sepultureros cada ocho días las retiran para prevenir la contaminación.

Ilustración 7 Flores y cintas decorando una tumba. Cementerio Central de Bogotá.

Es casi medio día y hace frío en el Cementerio, hoy miércoles es más bien solo, Reyes

Galindo afirma que la mayoría de personas hacen la visita a sus difuntos los días domingo y lunes, - es muy común que les pongan flores y cinticas, como usted puede ver, y en diciembre es diferente porque unos quieren adornar sus tumbas, unos de una forma, otros de otra forma, porque es una época que todo mundo recuerda a esa persona, entonces… como que se enfocan en darle bastantes adornos navideños- es uno de los meses que más se visita el cementerio, al igual que en el mes de noviembre y los días lunes puesto que es el mes y el día dedicado a los muertos desde mucho tiempo atras.

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Ilustración 8 Flores artificiales para decorar las tumbas En San Bernardo, por otro lado se ve con más frecuencia a familiares cambiando las flores de sus difuntos. Cuenta don Antonio que su papá y otro familiar están sepultados diagonal al museo y que él con frecuencia va y los saluda, los visita frente a sus tumbas y hace una oración. Como también es posible ver que los familiares de las “momias” van a hablarles y a saludarlos con alguna frecuencia.

Las flores y las diferentes maneras de decorar o mantener las tumbas de los muertos arregladas, es una forma de no olvidar a los difuntos pero también, en muchas ocasiones, es un modo de retribuir los favores recibidos. Con el acercamiento a campo, se pudo observar cómo las personas en el momento de visitar a sus seres queridos tenían unas prácticas y costumbres en el momento de estar frente a la tumba. Cómo algunas personas saludan a quien visitan haciendo la señal de la cruz y dando tres golpes a la tumba del muerto o tocando la tumba, después de esto hacen algunas oraciones como rezar el rosario o unas cuantas plegarias por las almas del purgatorio y agradecen por los favores recibidos que el alma haya concedido.

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Ilustración 9Velas y flores en forma de agradecimiento. Cementerio Central.

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Ilustración 10. Pidiendo con devoción. Cementerio Central.

Ilustración 11. Oración por el alma de un ser querido. Cementerio Central.

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Los favores que se les piden a los muertos son muy comunes, entre ellos: pedirles por trabajo, vivienda, protección e incluso salud hacen parte de las necesidades de las personas que acuden a sus seres queridos que ya partieron y que según se piensa están más cerca de

Dios y tienen la posibilidad de comunicarse con él de una manera “más cercana”.

Según Ema, habitante del municipio de San Bernardo, pedirle a los seres queridos que ya no están es darse cuenta que: -ellos aún lo escuchan a uno, aunque uno ya no los vea, ellos lo acompañan a uno y lo escuchan, por eso es que a veces me ayudan en lo que necesite- .

3.3.2 Benditas ánimas

Pero no solo se les pide a los seres queridos difuntos, también se les pide a las almas del purgatorio o benditas ánimas, como ya lo había dicho anteriormente, pedirle a las benditas

ánimas con fe resulta en el cumplimiento de algunos favores. Pero otra manera de pedirles y por ende retribuirles, es acercándose, hacerles una oración a las tumbas abandonadas y dejarles una flor; el clavel por su durabilidad es una de las flores que se suele colocar en tumbas que aparentemente han dejado en el olvido.

Es importante acercarse a esas tumbas y orar por esas almas olvidadas, porque si no quedan en pena y si uno les pide algo no hay que dejarlas de visitar porque se ponen bravas; palabras de la señora Teresa, visitante del Cementerio Central. Teresa hace este comentario aludiendo a una experiencia en el pasado, cuenta que les pidió por algo específico (salud, trabajo, amor…) y a cambio les prometió rezar por su alma y visitar el cementerio, en una ocasión, un día dejó de hacer dicha oración por las almas y dice se le apareció una niña y le abrieron la llave del lavaplatos desde ese día no volvió a confiar en la

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almas y acudir a ellas, solo va a visitar familiares o amigos finados, hace un rosario y sale de allí.

Ilustración 12 Tumba de almas no visitadas, pero que alguien les reza y trae flores. Cementerio Central.

Las creencias por las ánimas benditas o almas del purgatorio tienen mucho sentido para algunas personas; como la historia de Teresa existen varias, pero no solo en relación con orarles a las almas de personas desconocidas, también a nuestros seres queridos que partieron; en dialogo con otra señora que visitaba el cementerio Central, decía que era importante orar por nuestros seres queridos que habían muerto para que descansen en paz y se encuentren con Dios, si no se les reza y visita el alma puede estar en un estado de pena.

A su vez dentro del cementerio se puede observar como las peticiones a determinadas almas se realizan con gran regularidad, caso que es evidente en el Cementerio Central,

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donde se ven diferentes personas en frente de algunas tumbas orando y hablando con el alma, se hacen filas para hacer peticiones y los días lunes el cementerio se ilumina con la diversidad de colores de las flores colocadas en las diferentes tumbas.

La creencia en las almas tiene una fuerte relación con lo que se conoce como religiosidad popular. Gonzalo Ojeda en su artículo Animitas apropiación urbana de una práctica mortuoria ciudadana e informal, afirma que las ánimas son santos populares a los que la gente pide y ellas conceden milagros. Lo que lleva a ver una creencia que no está dentro del dogma católico o por lo menos no hace parte del lenguaje oficial de la iglesia, de ahí que hablemos de santos populares puesto que se les rinde un culto que nace desde la sociedad y donde la intervención de la iglesia no es visible (Ojeda Ledesma, Gonzalo., s.f).

En el Cementerio Central es posible ver a las personas acercarse a pedirles a algunos difuntos como Leo Kopp, Las hermanas Bodmer, María Salomé y personajes célebres como Julio Garavito y Carlos Pizarro. Estos son algunos de los santos populares a los que las personas acuden en busca de favores y milagros, jóvenes y personas mayores asisten, sobre todo los días lunes a saludar, visitar y pedir a estas almas, que desde la fe han cumplido millones de favores y necesidades a las personas que ruegan a ellos.

Las benditas ánimas son reconocidas por la realización de milagros, es decir por ver las peticiones de los creyentes concedidas, hecho que ha llevado a que la fe y la creencia en el poder que pueden tener las almas, crezca. Al preguntarle a una visitante del cementerio central que se encontraba haciendo fila frente a la tumba y monumento de Leo Kopp me cuenta: Él es muy milagroso, se le pide sobre todo por trabajo, o por lo que sea si usted le

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pide con fe, pero por trabajo él nunca falta. Uno se acerca al oído y le pide con mucha fe y luego vuelve a darle gracias, eso sí se le deja siempre que lo visite flores o una vela, dicen que velas no se puede pero uno se las debe dejar así las quiten uno vuelve y se las prende…

Ilustración 13 Leo Kopp. Cementerio Central.

3.3.3 Aparición de los finados Existen muchas historias o experiencias con respecto a sentir cerca o ver nuestros seres queridos que ya fallecieron en alguno de los lugares que frecuentamos; así como el recuerdo es una manera de mantener viva la imagen de los finados también cuentan que es posible percibirlos con sonidos dentro de la casa e incluso verlos, ya sea que se presenten en sueños o en la cotidianidad de las personas. Al hablar con las personas estos hechos tienen como explicación la relación que se tenía con el difunto, cómo esa relación estaba en el momento de morir o el estado emocional en que se encuentra el alma o el difunto en el instante de hacer su aparición.

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Y así como mencioné anteriormente que faltar con una oración o promesa a la ánimas benditas trae una manifestación o causa por una “falta”, para nuestros seres queridos finados también existen algunas formas de manifestación como apariciones y sueños que generan en las personas creencias que van en unidas con el sentimiento y relación entre el vivo y el muerto. Este fue el motivo por el que retiraron de la exhibición una de las momias en el museo de San Bernardo: Con una expresión de desacuerdo y algo horrorizada Dora me cuenta que el motivo por el que ya no estaba la momia de Laureano era por petición de una de las hijas:- ella comenzó a verlo en la finca y lo primero que pensó es que él no estaba descansando… que va eso es la conciencia de ella, porque después de tanto tiempo ellos no aparecen- El cuerpo de Laureano estaba en exposición hace 40 años, según lo que dice Antonio y Dora, después de tanto tiempo, ellos no se aparecen.

Por consiguiente es posible ver como las apariciones de los difuntos se relacionan con la manera de sentirnos, ya sea de manera individual o con relación a él, el hecho de nombrar la conciencia es la manera de percibir cómo esa persona se comportó con ese ser querido en vida y cómo ese comportamiento se refleja en el momento de la ausencia.

Otra manera de ver a nuestros seres queridos que ya partieron es por medio de los sueños, soñar con esa persona puede traer diversas interpretaciones y emociones como felicidad, preocupación o tristeza, según como el fallecido se presente, según cuentan algunas personas soñar con aquellos seres queridos es muy bonito porque es poder volver a verlos e incluso tener la percepción de sentirlos cerca. En uno de los acercamientos a campo en la oficina de la parroquia en San Bernardo, dos mujeres hablaban de la muerte de un conocido

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en común y una de ellas decía: -Pues él no se me ha aparecido, pero sí me soñé con mi mamá y tenía las piernas, los dedos morados… así como cuando estaba viva.

Como se puede ver, en ocasiones soñar con un difunto se relaciona con la muerte reciente de otro, no propiamente con el que acaba de fallecer y es muy normal fijarse en los detalles de cómo el finado se presenta en las imágenes del sueño, ya que a veces pueden dar cuenta de cómo se encuentra el difunto. Según la creencia de las personas la imagen que proyecta el difunto durante el sueño tiende a tranquilizar o angustiar a quien lo sueña, verlo enfermo, triste o angustiado representa un mal augurio, es decir que no está bien, en cambio sí se presenta sonriente, reflejando tranquilidad e incluso tener contacto con él durante el sueño es una sensación muy gratificante.

Por tanto la comunicación con los finados y el contacto con ellos trascienden, lo que a simple vista es el fin de la vida, es la posibilidad de pensar, creer o vivir de una manera cercana con aquellos que ya no hacen parte de la vida como la conocemos, de cómo la llevamos en nuestra cotidianidad, con nuestras leyes, costumbres, creencias y relaciones con lo que nos rodea. Las diferentes formas de comunicación con los muertos son de gran importancia, tal vez para mantener viva la esperanza de una cercanía con ellos o simplemente para seguir construyendo y manteniendo viva una cultura, una manera de vivir, percibir y ver las cosas.

3.4 El turismo con la muerte

Por otra parte, durante la experiencia en campo y las constantes visitas a los dos cementerios fue posible observar y de gran importancia describir, la otra cara que nos

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muestra en la actualidad la muerte; como hemos podido ver, la muerte va más allá de un simple concepto, de definirla como el final de una vida, pues con ella vemos que suceden diversos acontecimientos y genera grandes inquietudes como amplias creencias que conllevan acciones. Sin embargo existe otro modo de relacionarse con los muertos y con el espacio que ellos habitan, como los cementerios.

Tanto en el cementerio de San Bernardo como en el Cementerio Central las visitas que reciben los restos de los finados no son solo de sus seres queridos y cercanos o como en el caso del Cementerio Central de aquellas personas que creen en los santos populares (como ya señalé anteriormente) y sus milagros. Otro flujo de visitantes es el de turistas y quienes participan de diversas actividades dentro de los cementerios. La fascinación y poder extraño que encierra la muerte puede reflejar en la actualidad otra manera de acercamiento a ésta y sin dejar a un lado ese tabú y mágico poder que encierra, posibilita un acercamiento diferente al de ir a orar o llevar flores y velas.

En el caso del Cementerio Central los visitantes son muy variados y no solo son extranjeros que pasean en sus bicicletas en compañía de un guía, conociendo y tomando fotografías, observando el cementerio como una galería de arte, como un museo que nos refleja una pequeña ciudad donde habitan los que ya partieron. Algunos dejaron en la historia de nuestro país huellas imborrables: presidentes, militares, empresarios y personalidades que lucharon por hacer valer los derechos de los ciudadanos hacen parte de las diferentes tumbas y mausoleos que encontramos dentro del Cementerio Central, tanto en la elipse central como en el sector trapecio.

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Ver el cementerio como un museo o lugar de actividades culturales en Bogotá no es sorprendente, puesto que el contenido iconográfico que contiene es atrayente, refleja una organización y parte de la historia y vida de nosotros mismos, eso sin olvidar como los días lunes el color de las flores que se ofrecen en las diferentes tumbas y mausoleos refleja un cementerio donde la vida y la muerte comparten un mismo espacio. Y aunque en el transcurso de la semana esos colores se comienzan a perder y el cementerio vuelve a su color gris reflejando, en ocasiones, el frío de la muerte.

Y es que el ambiente que se llega a percibir dentro de un cementerio tiene mucho que ver con la forma en cómo la sociedad intuye la muerte y, como hemos visto durante el desarrollo de esta investigación, la muerte transmite un sentimiento de inquietud, misterios y creencias en espíritus que se convierten en fantasmas, generando un espacio apropiado para proyectar películas en la noche o incluso hacer recorridos. Uno de los visitantes me contaba, que quienes hacían esas actividades eran gente rara, que parece qué molestar a esas horas no era apropiado, además que era muy común al otro día encontrar latas de cerveza y colillas de cigarrillo, lo que hacía ver que la señora no estaba muy de acuerdo con estas actividades.

Por otro lado, en San Bernardo esa relación se ve reflejada en los diferentes visitantes que no son del pueblo y turistas que viajan con el propósito de conocer “las momias naturales de San Bernardo Cundinamarca” que han sido muy nombradas en diferentes artículos de prensa y documentadas en diferentes espacios; también, porque algún conocido o familiar les habló de las “famosas” momias y esto genera la inquietud de las personas. El museo de

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las momias en San Bernardo nace con el objetivo de crear memoria e historia, teniendo en cuenta la importancia de construcción de patrimonio, lo que implicaría un vínculo con los habitantes del municipio, quienes participaron de talleres y capacitaciones para el entendimiento e importancia de la conservación, y la manera de tratar los cuerpos momificados (Germán Ferro, 2010).

También surgió el museo por la gran cantidad de gente, sobre todo turistas que viajan para conocer las momias naturales de San Bernardo, que se encontraban expuestos a un ambiente pesado debido a que el lugar en donde se encontraban no era el adecuado por su humedad y el contacto con diferentes agentes que podrían afectar a quienes las rodeaban.

Para poder ver las momias era necesario bajar a una especie de sótano que se ubicaba debajo de la capilla del cementerio, allí era posible ver las diferentes momias de pie alrededor de las paredes, sin ninguna protección y permitiendo un contacto o cercanía directa con los visitantes, lo que generaría un problema de higiene que llevó a la construcción del museo como lo conocemos en la actualidad.

Según cuentan los San Bernardinos, muchas de esas momias fueron retiradas y se les “dio machete”, esto debido a la higiene y al espacio del museo; originalmente se encontraban cuatro urnas en el primer piso y dos en el segundo piso, las primeras cada una con un cuerpo y en el segundo piso los restos de una madre que tenía solo la parte inferior momificada y su bebé momificado, la otra urna tenía varios cuerpos de niños momificados.

En la actualidad existen dos urnas desocupadas en el primer piso y en el segundo hay una sobre el suelo, la cual hace parte de un señor de edad.

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Y aunque los cuerpos preservados no han dejado de aparecer en el cementerio de San

Bernardo los familiares optan por no dejarlos en exhibición: dicen que para qué, o que sienten más dolor; incluso hablando con algunas personas del pueblo la opinión por la exhibición de las momias va direccionada hacia el aspecto del negocio: En medio del camino que conduce hacia el cementerio conversando con don Alfonso Garibeño sobre lo bonito que es San Bernardo llegamos al tema por el que la mayoría de visitantes llega al municipio. Lo que Alfonso piensa de la momificación es que es por la comida (como lo vimos en el capítulo anterior), pero al momento de preguntarle si un familiar de él o él quedara momificado quisiera ser exhibido en el museo me responde sin pensarlo: - ¡no! No porque eso es negocio, eso es para que la iglesia gane dinero y me dolería mucho ver a los que yo quiero ahí.

Cuenta Antonio, el encargado del museo que son varias las personas que piensan así, y por eso no tienen como opción dejar a sus seres queridos en exhibición y deciden cortarlos y pasarlos a osarios, aunque también hay personas que desde el momento de enterrar a su ser querido ya tienen decidido dejarlo en el museo si llega a salir momificado.

Por otro lado la intervención de la iglesia en relación con el museo y el cementerio se pudo observar con gran presencia, puesto que es la que se encarga de los funcionamientos y del estado del cementerio, como también de recoger el dinero que se produzca por las visitas a las momias en el museo. La visita a las momias siempre ha sido cobrada, $2.000 ha sido lo máximo por persona y con una persona encargada de estar en el lugar para recibir a los visitantes; durante las visitas que se realizaron para el desarrollos de la investigación estaba

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Antonio y Dora quienes llegaron allí por la propuesta de un sacerdote alemán que les dijo que si trabajaban en el museo, tendrían como sueldo un porcentaje de las ganancias, puesto que anteriormente no se veían las ganancias por mala administración: El mismo cementerio debe de dar para su mantenimiento- parafrasea Antonio en medio de sus recuerdos al sacerdote.

Las ganancias del museo se ven retribuidas en el buen mantenimiento del cementerio, porque como lo he escrito anteriormente, el cementerio transmite tranquilidad y siempre está organizado y limpio. Y aunque los turistas comentan sobre lo que le falta al cementerio, al parecer no es de mucha urgencia ampliarlo y con la decisión de familiares de cortar las momias y no dejarlas en exhibición esa ampliación se dificulta un poco más.

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CONCLUSIONES

En las anteriores páginas he querido mostrar cómo las personas que trabajan en los cementerios tienen una manera tranquila de ver y vivir rodeados de la muerte, dejando el estigma y el temor que encierra este acontecimiento en la sociedad. Teniendo en cuenta que para algunas personas la muerte trae susto, miedo y diferentes sentimientos no del todo positivos que durante mucho tiempo han generado una atracción morbosa o un alejamiento rotundo hacia aquellas personas cuya rutina diaria se remite a la muerte.

Debido a esos sentimientos e interrogantes que nos ha dejado la muerte desde tiempos inmemorables para el ser humano, fue importante plasmar algunos trabajos antropológicos que han tratado de dar una respuesta, o por lo menos una comprensión sobre qué es la muerte y cómo ésta es tomada en la sociedad; esto nos muestra la importancia y atracción que ha traído para el ser humano el acontecimiento de la muerte, lo que permite viajar por diferentes aspectos del final de la vida desde el último suspiro, hasta cómo la familia y amigos viven con el dolor y vacío que deja ésta.

Sin embargo el estigma que en muchas ocasiones se tiene hacia las personas que trabajan en contacto con la muerte no se ha profundizado hasta el momento, llevándome a trabajar con el concepto de tabú, que de manera pertinente permite tratar sobre lo peligroso, contaminante e impuro que puede llegar a verse en la muerte y todo lo que la rodea; como en muchas ocasiones se ha percibido el trabajo del sepulturero: ¡Uyy! No que miedo, cómo pueden estar todo el día al lado de los difuntos. Cuando yo vengo al cementerio me pica

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todo… aunque yo creo que es psicológico, pero me da mucho miedo… Dice Patricia, señora que visitaba el Cementerio Central.

Comentarios como este me pude encontrar en diferentes momentos durante mi experiencia en campo, sentimientos de miedo son los más comunes y no solo con el trabajo del sepulturero o de quien permanece en un cementerio: En los momentos en que comentaba sobre mi tema de investigación y el interés sobre ello algunas personas se asombraban y hacían comentarios como: -¿y no le da miedo? Usted está loca-, porque el tema de muerte aunque es inquietante también genera miedo, tal vez por saber que todos vamos a terminar en el mismo lugar: el cementerio.

La conciencia de que la muerte es nuestra realidad y como vamos a terminar todos los seres humanos se ve reflejada en los comentarios de diferentes personas, así como el dicho de hay que tenerle más miedo a los vivos que a los muertos es muy común encontrarlo en cada conversación con las personas visitantes de los cementerios y los mismos sepultureros y trabajadores. Frases como: La triste realidad. Esa es la realidad de nosotros (Antonio

Rodríguez), La muerte es necesaria (Carlos Velandia), La última huellita que aquí dejamos todos y… pues aquí la verdad, la verdad se acaba todo (Reyes Galindo), son el reflejo de saber cuál es nuestro destino sin importar el camino que sigamos en nuestras vidas, las acciones, opiniones y pensamientos que se nos atraviesen lo único cierto es la muerte

(Teresa).

Otro aspecto que tomé en cuenta es la relación que se tiene con los difuntos y su modo de comunicación, la razón de llevarles flores, prender en su memoria velas y visitarlos es la

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manera de simbolizar y demostrar que no hay que olvidarlos, como de tener la creencia de que ellos por su lado no nos olvidan y estarán de una más tranquilos en el lugar donde se encuentren. Como se pudo leer en el tercer capítulo la costumbre de llevar flores y de visitar a los seres queridos que ya murieron no se ha desvanecido del todo; porque hay que reconocer que algunas personas ya no creen en la necesidad de visitar los cementerios o ir hasta la tumba de un ser querido y saludarlo, esto por nuevas creencias y dogmas de otras religiones.

Nosotros no visitamos los cementerios, lo enterramos y ya no se vuelve a visitar

porque él ya no está nos veremos después en otro momento (Señora Virginia, en

San Bernardo Cundinamarca

Así mismo, a partir de esa relación con los finados y la ritualidad de llevarles objetos, decorar sus tumbas o dedicarles oraciones, trato de mostrar que dentro de esa ritualidad existe ese intercambio del don del que hablaba Marcel Mauss, donde la reciprocidad juega un papel importante en las relaciones sociales, lo que en el contexto de la muerte se refleja cuando las personas hablan de milagros que las almas hacen y por ello se le devuelve con oraciones, flores y visitas, mientras que al olvidarlas lo que se recibe es un acto o sensación desagradable como lo son sustos, escuchar ruidos e incluso apariciones: -Ahora yo no me olvido de ellos, desde esa vez que ¡hay Dios! se me apareció una niña en mi casa, como espíritu yo ahí pensé que era porque me había dado pereza ir a saludarlos al cementerio

(Rosa, habitante de San Bernardo).

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Por otro lado, durante el tiempo en que se desarrolló la investigación fue muy notable que el turismo se presentara en los cementerios, tanto en Bogotá como en San Bernardo, con algunas diferencias sin dejar de ser los finados y sus alrededores los protagonistas. En el

Cementerio Central el movimiento de visitantes varía entre los creyentes de los milagros que realizan las almas de aquellos que llaman santos populares, o bien los visitantes turistas que llegan al cementerio con la curiosidad de conocer esos santos, las tumbas de los próceres, ex-presidentes o líderes políticos que han hecho historia en nuestro país y por la manera en que el cementerio es visto como un espacio museológico y parte de nuestro patrimonio cultural.

Mientras que en el cementerio de San Bernardo el turismo rodeaba a los cuerpos preservados o “las momias naturales” como son conocidas; la gente llegaba preguntando por el museo de las momias e incluso los mismos habitantes de San Bernardo al ver un visitante preguntan que si van a conocer la momias y en algunas ocasiones cuentan los motivos de la momificación y lo que se les pregunte. A diferencia del Cementerio Central, en San Bernardo la entrada al museo si se cobra, con el fin de que esas ganancias mantengan en buen estado el cementerio y el museo.

Es importante señalar que aunque para muchas personas la muerte es algo tenebroso y por ende algo de lo que se debe estar alejado, también es atrayente y cuando el acercamiento con el sepulturero o quien maneja el museo de las momias es posible, la serenidad y la experiencia de cada uno genera de otra forma tranquilidad, reflejando que el trabajo del sepulturero es una labor que no todos nos atreveríamos a hacer pero que quienes la ejercen

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lo hacen con mucha vocación y respeto porque es un servicio difícil en la sociedad, ya que es un momento muy triste y duro para el ser humano.

Como lo define Reyes Galindo: es un servicio que damos con mucho respeto, es un

DON.

Por consiguiente es posible ver que para los sepultureros el concepto de muerte es un acontecimiento natural donde no hay lugar para el miedo que en muchas ocasiones nos invade, puesto que, ver la muerte y estar en constante contacto con ella es poder ver a donde llega la finalidad del ser humano:-como sepulturero se puede ver quiénes somos

(Reyes Galindo)- todos somos iguales, allí no importa el estrato o ubicación social, llegamos a un mismo punto y es el del final de la vida.

Por otro lado las dinámicas en los dos cementerios muestran interesantes diferencias que nos llevan a pensar en la fuerza que las creencias y costumbres tienen en algunas personas y lugares. Dentro del Cementerio Central, las actividades que se realizan en su día a día, reúnen características iconográficas que es importante señalar, como la construcción de mausoleos y tumbas que de cierto modo, hacen un acercamiento al aprecio o importancia que se pudo tener hacia el difunto, como también de la percepción de mantener la familia en el mismo lugar para conservar una unión o muestra de hacer parte de una sociedad o grupo del que haya permanecido en vida como lo comenta una visitante del cementerio:

Carmen me dice que los mausoleos familiares se hacen así para mantener aun cerca a los familiares y es como sentir que aún hacen parte de la familia así no estén vivos (Carmen visitante del Cementerio Central).

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Mientras que en el cementerio de San Bernardo las tumbas son más pequeñas y no están divididas por familias o no se ubican por mausoleos, aquí se dejó de enterrar a los muertos en la tierra porque decían de que eso producía la momificación y porque en el cementerio antiguo el río se llevó muchos cuerpos y después de un tiempo en el nuevo cementerio el sacerdote de ese entonces ordenó sepultar en bóvedas. En la actualidad el cementerio se rodea por paredes que contienen las sepulturas y hace una especie de media luna rodeando la capilla con pequeñas tumbas que contienen a su respaldo el museo; también a diferencia del Cementerio Central estas bóvedas son más pequeñas, en una de las conversaciones con

Antonio se pregunta por el tamaño de los féretros en comparación con los de Bogotá:

Contándome sobre un entierro que se hizo unos días atrás de un hombre ya de edad,

Antonio me dice- Ese lo trajeron de Bogotá y toco cambiarle el cajón por uno más pequeño- le pregunto el por qué toco hacer ese cambio y me responde- porque las bóvedas aquí son pequeñas, es que yo no sé esa maña que tienen en Bogotá de hacer tan grande esos cajones ¡eso pa’que!, siempre toca cambiarlos porque aquí no caben.

En cuanto a la imagen que se puede observar en cada uno de los cementerios y cómo lo quise evidenciar en el tercer capítulo, las flores son protagonistas; diversas especies, colores y formas de ponerlas en las tumbas son parte de un atractivo visual en los cementerios, de igual manera hacen parte de una tradición que desde muchas generaciones se mantiene, como llevar flores a los muertos como muestra de no olvidarlos. Pero por motivos de salubridad en la actualidad se ha comenzado a exigir que sean flores artificiales, puesto que, el agua que se posa en los floreros y las flores secas atrae mucho insecto, en el cementerio de San Bernardo todas las tumbas se encentran decoradas con flores artificiales y cuando ya

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están con poco color y sucias Juan Carlos el sepulturero las cambia: yo estoy pendiente y las cambio, cuando pierden color a la basura por contaminación visual.

Mientras que en el Cementerio Central esto no sucede, en el espacio de la elipse central las flores que tienen las tumbas de los santos populares son vivas y se cambian cada ocho días, los sepultureros las limpian y así evitan la contaminación y en el sector trapecio que rodea la elipse se pueden encontrar tanto flores artificiales como naturales, por el espacio más amplio y la fuerte relación que se puede ver entre vivos y muertos no ha permitido que se dejen de llevar ese tipo de flores: ha sido muy difícil por las peticiones que hace la gente a los muertos o almas (Reyes Galindo, Sepulturero del Cementerio Central). Porque la devoción a las almas en el Cementerio Central es mucho más visible que en San Bernardo, ya que en el municipio hablando con la gente es como me enteré de la creencia en la benditas animas y en el Cementerio Central es mucho más común encontrar personas saludando las tumbas y visitarlas con oraciones, flores y velas, no solo para los santos populares sino también para las tumbas abandonadas.

Dejando ver que las visitas a los difuntos aún se encuentran en nuestra sociedad y que las creencias de las personas persisten dejándolas de generación en generación, tratando de mantener a esos seres queridos que ya partieron cerca, solo que con la conciencia que no los volvemos a ver. Aunque eso de no volverlos a ver en el cementerio de San Bernardo, podríamos decir, que no es así con las momias que están exhibidas reciben visitas de sus allegados y han sido la compañía más cercana para Antonio: es cómo verlos dormidos, ahí

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me acompañan, por eso cuando retiraron a Laureano me dio duro; es otra de las fascinantes cosas que nos muestra el Cementerio de San Bernardo.

En San Bernardo desde Antonio, Dora y Juan Carlos Velandia la creencia e importancia de visitar a los difuntos permanece, como también sentir su compañía teniendo en cuenta que para ellos una parte, podríamos decir su esencia, queda plasmada en este mundo y queda la duda de la posibilidad de que exista algo después de la muerte. Mientras que en el

Cementerio Central el desprendimiento hacia los cuerpos de los finados se manifiesta tal vez por la amplitud del cementerio, porque al encontrarse en la ciudad reúne más variabilidad en las creencias de la sociedad; o el simple hecho de tener plena conciencia de que lo importante es dar lo mejor en vida y quedarse con el recuerdo de cómo era esa persona, como lo expresó el sepulturero Galindo.

Respecto a la experiencia en campo, es importante señalar que aunque no fue fácil conseguir los permisos para poder dialogar con los trabajadores de los cementerios, siempre hubo una buena disposición de parte de ellos, sobre todo en San Bernardo, mientras que en el Cementerio Central la relación fue un poco más cortante, ya que el permiso fue para realizar solo entrevistas y no compartir tiempo al máximo con ellos, puesto que, hablar de lo que sucede en el cementerio es de mucho cuidado, debido a que hay muchas personas mal intencionadas que no manejan la información de manera adecuada.

También es importante decir que en el transcurso del desarrollo de la investigación pude rectificar la importancia que tienen nuestras creencias sin importar que estas con el paso del tiempo tengan transformaciones y generen dinámicas diferentes, porque si con la muerte

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podemos ver lo importante de mantener la memoria viva, no perder y olvidar lo que nos antecede; hace que trabajos con acercamientos a todo aquello que genera cultura, identidad y hace parte de lo que creemos se hagan con mayor vitalidad y así poder entender y en algún momento, si es necesario llegar a defender lo que es nuestro.

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